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Juan Manuel Maestre Carbonell

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Page 1: Juan Manuel Maestre Carbonell - Cuentamontes · Mi primera expedición 6 Capítulo 11 – Casablanca 153 * Para ti, rosas -Moneo 154 El “Virgen de África” 155 * El Magreb 158

Juan Manuel Maestre Carbonell

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Mi primera expedición

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Mi primera expedición 1ª edición, 2006 © Juan Manuel Maestre Carbonell Más información sobre el autor en www.dahellos.com y www.amarguillo.com Diseño portada: Pablo Martínez Cánovas Producción Gráfica: Azorín, Servicios Gráficos Integrales ISBN: 84-611-3079-0; 978-84-611-3079-5 Depósito Legal: A- Edita: J.M.M.C. - Servicio de Información de Montaña del Club Alpino Eldense Esta obra ha sido publicada con la colaboración de: Excma. Diputación Provincial de Alicante, Excmo. Ayuntamiento de Elda, Caja de Crédito de Petrer, Rebeca Sanver, 39 Internacional, Grupo Envidur, Envases Tendero, Grupo Bautista y Ofiprint.

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Siguen estando en nuestro corazón

Antonio Riquelme Albert Antonio H. Martínez Idañez “Riqui” “Mere”

Dedicado a ellos

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Índice

Dedicatoria 3

Índice 5

Presentaciones 7 Excma. Diputación Provincial de Alicante 7 * Excmo. Ayuntamiento de Elda 9 Mis compañeros de aventura 11

Mi agradecimiento 15 Prólogo de Daniel Esteve 17 Preámbulo 21 * Orgullo y rubor -Aurora Pérez 22 Septiembre de 2006 23

Capítulo 1 - Cuentos de Juventud 25 * La historia -César Pérez de Tudela 26 Pesadilla 27 * Aventureros eldenses 30

Capítulo 2 – Antecedentes 33 * Cuando te encuerdas -Moneo 34 Brevísima historia montañera 35 * Los Exploradores de Elda 36 Los Pioneros Rojos 42 * Fin de un ciclo exclusivo 44

Capítulo 3 – Pillados 47 * Despunta el Sol -Moneo 48 El Centro Excursionista Eldense 49 * La escalada 50 * El G.E.M. 52 * Las Peñas Alpin 53

Capítulo 4 - El G.E.C.E. 61 * El olor de la cuerda -Pobretrasto 62 Elijo escalar 63 * Elios y Pipona 64 * Los Pirineos 66 * El grupo de escalada 69

Capítulo 5 - Consolidar la escalada 77 * Desnuda el Sol a la Luna - Moneo 78 Año de ilusión y desencanto 79 * La vía Daniel Esteve 82

Capítulo 6 – El nacimiento de una idea 87 *A ti, cuerda -Moneo 88 El principio de una década 89 * El Comité Ejecutivo 91 Bravo, Riquelme, el Peñón y la Federación 92 * El “dichoso” Reglamento de Expediciones 94 Jodido pero contento 96

Capítulo 7 - Otra vez el Peñón 99 *Calles vacías -Pobretrasto 100 El rescate de los ingleses 101 * Recuperando el prestigio 107 * La selección previa 108

Capítulo 8 - La recta final 111 * Nunca podré olvidar -Pobretrasto-112 La Ciudad Deportiva 113 * Financiación 114 * Delegado de prensa 117 Selección definitiva 118

Capítulo 9 - Martes y trece 131 *Atado a una cuerda -Pobretrasto 132 Sábado 10 133 * Domingo 11 136 * Lunes 12 137 * Martes 13 137 * Miércoles 14 138 Jueves 15 139 * Viernes 16 140

Capítulo 10 - Por fin nos vamos 141*Andando los caminos -Moneo 142 Televisión Española 143 * Despedida y viaje 144 * El montañismo español 147 César Pérez de Tudela 148

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Capítulo 11 – Casablanca 153 * Para ti, rosas -Moneo 154 El “Virgen de África” 155 * El Magreb 158 * La noche de Casablanca 161

Capítulo 12 – Imlil 163 *Abrí los ojos -Moneo 164 Con Luís Hoyos 165 * Marrakech 168 * La lección de Imlil 171 * El refugio del C.A.F. 172 ¿Qué es la aventura? 174

Capítulo 13 – Campamento Base 177 *Pensando en ti -Pobretrasto 178 ¡En marcha! 179 * Sidi Chamarouch 182 * Refugio Neltner y Campamento base 188 Las primeras ascensiones 191

Capítulo 14 – Los primeros españoles 193*No temáis la caída -Pobretrasto 194 Desde 1932 hasta 1970 195

Capítulo 15 – El primer cuatro mil 201 *Esta noche me iré -Moneo 202 Los Akioua 203 * El Timesguida y el Ras Ouanoukrim 210 El Afella y la visión del Tazahart 213

Capítulo 16 – El Espolón Eldense 217 * El refugio -Moneo 218 Espolón Eldense 219 * DedoTadat, Siinoussenne, Tadat y Algencim 228

Capítulo 17 – El Toubkal 231 *Juego de luces y sombras- Wili y Pobretrasto 232 La arista O.S.O. 233 * El Ikibi Sur, Tibeirines e Immouzer 236

Capítulo 18 – El Tazahart 239 *A ti, piedra -Pobretrasto 240 Couloir Diagonal 241 * Travesía del Tazahart 247

Capítulo 19 – El accidente 249 *Camarada de cuerda y clavija-Moneo y Pobretrasto 250 Día de descanso 251 * Aventura, o espíritu de aventura 252 * El accidente de Mere 254

Capítulo 20 – La última ascensión 257 *La vieja -Moneo 258 La odisea de Cano y José Miguel 259 * La arista O.N.O 261 La convivencia 267 * En socorro de los ingleses 268

Capítulo 21 –El regreso 269 *Al caer la tarde -Pobretrasto 270 Otra vez Marrakech 271 * La astucia del viajero 273 * Otra de polis inteligentes 275 Recibimiento 276

Epílogo 277 *La prensa 278

Septiembre de 2006 279

Álbum fotográfico en color 289 *Cartografía y plano 290

Anexos 317 * Prólogo 1971 de Daniel Esteve 318 Memoria resumen 318 * Resumen del diario 319 * Estudios generales 321 * Alimentación 321 Material personal 322 * Material general de campamento 323 * Material de escalada 323 Relación de material de escalada abandonado 324 * Material fotográfico 324 Relación del material de costura 325 * Material sanitario 325 * Envasado del equipo 325 Colaboración 326 * Casas comerciales y particulares que aportaron material 327 La “Operación postal” 327 * Balance económico de la operación 330

Bibliografía 331 Libros 331 * Documentación de carácter local - Archivos - Fotografías y gráficos 333

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Don Pascual Díaz Amat

Poder abrir las páginas de un libro y conocer de primera mano, cómo de la nada se logra crear algo nuevo, innovador y con originalidad, es algo que debemos agradecer a todos aquellos que con su esfuerzo y dedicación han hecho posible semejante labor.

Si además se encuentran con obstáculos que complican el camino al igual que ocurre en la propia montaña cuando más confiados estamos, el valor de lo conseguido es mucho mayor.

Quién dijo que el camino iba a ser fácil. Como buenos deportistas, las dificulta-des hacen aflorar lo mejor de cada uno y lo negativo se convierte en el acicate necesario para salvar todos los obstáculos y crear algo más fuerte, más duradero que sea recordado por todos.

Hoy, cada uno de los integrantes de este pionero grupo de escaladores puede mirar con orgullo el legado de un trabajo duro, pero bien hecho, que ha dado sus frutos y que perdura en el tiempo. Personas como Juan Manuel Maestre y sus queridos compañe-ros de cordada hicieron posible un sueño que ahora se recoge admirablemente en este entrañable libro.

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Todos ellos fueron capaces de unir sus fuerzas, de imprimir al deporte que ama-

ban un nuevo espíritu plagado de creatividad e ilusión que logró cambiar muchos con-ceptos acomodados en el pasado. Crearon una nueva forma de vivir la montaña a través de iniciativas innovadoras como las reuniones regionales de escaladores o la puesta en marcha de escuelas de escalada.

Además, fieles a su espíritu aventurero y pasión por la escalada, se aventuraron en empresas más allá de nuestras fronteras, como la expedición al Atlas de 1971, abrien-do una nueva vía en un momento en el que alpinismo español no se destacaba por su actividad internacional, reservada a unos pocos afortunados.

Ahora se cumplen treinta años desde la fundación del Club Alpino Eldense, co-mo responsable del Deporte Provincial y profundo amante de la naturaleza, felicito a Juan Manuel Maestre y a quienes han participado en este bello proyecto, contribuyendo con su esfuerzo y tenacidad a mantener vivo en nuestra memoria el espíritu de todos aquellos que hicieron posible la creación de este Club, estandarte del alpinismo alicanti-no.

Pascual Díaz Amat Diputado Provincial de Deportes

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Don Carlos Guillermo Ortuño Falcó

Es para mi un verdadero honor y motivo de agradecimiento la oportunidad que se me brinda de poderme dirigir a toda la familia montañera que, no sólo forman parte del devenir de nuestra ciudad, sino también de nuestro valle. Y esta gratitud y responsa-bilidad, se acrecienta en virtud del bagaje que atesoran tanto el autor del libro D. Juan Manuel Maestre, como quien lo prologa, D. Daniel Esteve.

Es por esto que desde la Concejalía de Cultura queremos felicitar al autor y por extensión al Club Alpino Eldense, por su prolífica labor que viene desarrollando desde su puesta en marcha, manteniendo viva la llama del amor a la montaña, de respeto a nuestro entorno natural. Estoy seguro que publicaciones de este tipo, escritas desde el poso de la experiencia personal y colectiva, forjadas paso a paso, ideadas desde la pri-vilegiada posición de quien ha conseguido alcanzar altas cotas en su deporte y forma de vida favoritas, son ejemplo y acicate para consolidar proyectos de presente y de futuro.

Por lo tanto, no tengo más que dar la enhorabuena a D. Juan Manuel Maestre por esta nueva cota conseguida que seguro abrirá nuevas vías para muchos otros monta-ñeros.

Carlos Guillermo Ortuño Falcó Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Elda

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Mis compañeros de aventura

Ellos han querido sumarse a esta obra, fruto de una vivencia común, aportando sus opiniones y sentimientos, que agradezco y destaco en este inicio del libro

Felicidades Manolo, o mejor dicho “Maestre”, como te he llamado toda la vida. He leído el borrador de tu narración y no he podido evitar sumergirme en aquellos años en los que todo fue diferente en la montaña. Habría que darte un “10” en lo de “amante de la montaña” pero como policía investigador, con un cinco pelao sería suficiente, pues según me dices llevas dos años tratando de localizarme, y si bien es cierto que he cambiado de domicilio varias veces en todos estos años, nunca me he alejado más de 30-40 kilómetros de Elda, ¡Hombre, no era tan difícil! Lo que hay escrito es tu narración, pero en muchos de sus capítulos me siento totalmente identificado, como si estuviese escrito por mí; no en vano si no hemos estado juntos, es verdad que hemos llevado vidas paralelas en lo que a montaña se refiere, tú con el G.E.C.E., y yo con el G.E.M., grupos complementarios entre sí, entre los cuales siempre ha habido “buen rollo”, como se dice ahora, y hasta en nuestra marcha del C.E.E., por lo comentado en tu libro, que parecían estar mucho más interesados en la Ciudad Deportiva y las asistencias masivas a campamentos y marchas, sin menospreciar, ni mucho menos estas actividades y respetándolas de todo corazón, pero nuestro “tirón” de aquellos años, por juventud, ilusión y aspiraciones, no se acompañó de la ayuda que necesitábamos entonces. He estado ligado a la montaña, practicando siempre que he podido, pues a los 19 años me alisté como voluntario en la Brigada Paracaidista, y allí te puedo asegurar que nos mantenían en forma. Hoy, tengo el privilegio de poder vivir en las faldas de una montaña, donde cada día me despierto con el canto de los pájaros y la visión de los árboles, desde mi ventana. De todos aquellos años, lo que queda son por supuesto los recuerdos, sobre todo los buenos recuerdos de las vivencias que hemos pasado, y para mí lo más importante es que aquel grupo de jóvenes melenas alocados, que aprendimos a vivir la montaña juntos,

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sigue estando ahí, formando una piña y ofreciéndote su amistad y ayuda más desinteresa-da para cualquier causa. Gracias amigos. Mere y Riquelme, ya no están aquí, pero sin duda habrá un sitio mejor, donde estarán con toda seguridad. Y por último, gracias Maestre por este trabajo que a cualquiera de nosotros nos habría encantado realizar, por el simple hecho de sumergirte de nuevo en aquella aventura, que se llamó “Operación Atlas-71”

José Miguel Martí Juan (Yeti)

Amigo Maestre; te felicito por tu obra que nos permite recordar los buenos mo-

mentos pasados con los compañeros de aquella radiante y entonces recién estrenada juventud, convertida en recuerdos inolvidables para nuestra vida.

Sigues siendo la misma persona que transmites fenomenalmente tu amor a la montaña y nos sabes hacer partícipes de tus momentos y emociones hasta el punto de maravillarnos y enorgullecernos de nuestra participación en algunos de ellos.

Operación Atlas-71 ¡Qué bonita aventura!, pero qué amarga experiencia per-sonal. Ya han pasado 35 años, ¡Qué barbaridad! Los primeros recuerdos que asaltan mi mente son para los que ya no están entre nosotros, al menos físicamente. Riquelme y Mere.

Qué injusta, al menos por su brevedad, ha sido la vida con vosotros. Allá donde os encontréis preparar vías y descubrir senderos, para que cuando llegue el momento podamos volver a sentir aquellos tiempos de camaradería y complicidad, así como tantos buenos ratos compartidos. ¡Gracias por estar en ellos! No os olvidamos.

Una bonita aventura que en realidad, comenzó mucha antes de aquel verano del 71, ya que durante mucho tiempo nos estuvimos esforzando en realizar la preparación más adecuada que nos permitiese enfrentarnos con las máximas garantías, a la que para nosotros, en aquellos momentos, fue la máxima aspiración de nuestra vida montañera. Por una parte, preparación técnica de escalada en roca, realizando todas las vías de mayor dificultad que existían en nuestra zona. En Cabreras, las vías Navarro I, Super-directa, Luís Rico, Gren-70, etc. En el espolón de la Sierra del Caballo, la siempre

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querida por todos los miembros del G.E.C.E.: la vía Daniel Esteve. No olvido aquellas de precaria seguridad (roca suelta, escasos seguros, y otros inseguros condicionantes), como la cara Norte del Cid, Crestería del Benicadell o Pared negra de Orihuela.

Y por supuesto ascensiones a las cumbres de mayor altitud y en las condiciones atmosféricas más complicadas, como La Sagra con vivac en la cumbre, sobre la misma nieve, o la ascensión invernal a la Sierra de Javalambre en Teruel, y también en la zona de Goriz en el Pirenaico Valle de Ordesa, donde se coronaron las cumbres más altas de la zona. No olvido los entrenamientos, tanto diarios de gimnasio, como de ascensiones cargados con las mochilas en las que colocábamos peso excesivo de material o incluso llegando a cargar hasta bolsas de arena, que nos servían para endurecer las ascensiones.

En resumen, tanto y tanto derroche de esfuerzos, sacrificios y penurias que con gran satisfacción y entrega realizábamos para poder estar “a tope” en el momento adecuado.

VERANO DEL 71

Concluida la gran aventura viajera que nos permitió llegar sanos y salvos hasta el pueblo de Imlil y aprovechando mulos de carga para transportar el material necesario, procedimos a la subida para la instalación del Campamento Base, junto al Refugio del Toubkal. En aquel momento y para conseguir mejor aclimatación a la altura, determina-mos que llevaríamos nosotros mismos las mochilas cargadas con el material personal, lo que supuso un gran esfuerzo y desgaste, a consecuencia del cual, algunos de nosotros sufrimos mareos y vómitos, incluso personalmente dolores de cabeza y fiebre que produ-cía importante debilidad. Recuerdo que, después de un día de “descanso” aprovechado para la instalación y preparación del campamento, junto con Riquelme, decidimos reali-zar la escalada al Dedo de Tadat, lo que significó una fuerte ascensión hasta la base del mismo, ya que está situado en la parte alta de la cordillera que nos separaba de la zona del Tazahart, por lo que nos vimos obligados a progresar por una zona de grandes e interminables pedregales.

Una vez en la base del Espolón que se encuentra rodeado de piedras totalmente sueltas y sin posibilidad alguna de seguro, comienza Riquelme la escalada deslizándose la cuerda entre mis manos sin problemas durante los primeros momentos, para después pedir atención insistentemente.

-¡Atención!, ¡Atención!, ¡Cuidado, que me voy!, ¡Que me caigo! Durante interminables minutos que me parecieron horas, permanecí en tensión.

Después silencio y movimiento regular de ascensión de cuerda y finalmente: -¡Adelante Cano, que ya he llegado arriba! Abrazos cuando nos encontramos, y rappel con ayuda de un cordino junto al

que allí había, que no nos merecía ningún tipo de confianza. Una vez tranquilizados, intento saber lo ocurrido con anterioridad -¿Qué ha pasado Riqui?- Nada, que pensaba que nos caíamos, pero no ha pasado nada. Vamos a subir a esa cumbre que está aquí al lado.

- ¡Tú sabes lo que estás diciendo!, vamos para bajo que por hoy ya está bien. Después de una “agradable” conversación Riqui decide ascender para hacer

cumbre y yo decido esperarlo en el collado cercano y sin perderlo de vista, hasta que volvemos al campamento base para llegar a última hora de la tarde.

Sigo con cansancio y agotamiento excesivo, así como sufriendo, mareos y náuseas. Al día siguiente y durante la travesía con destino al Tazahart, junto a Maestre, Ricardo y José, me encuentro excesivamente débil e incapaz de de seguir, por lo que

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después de un “infierno” personal tanto físico como mental y de conversar con mis compañeros, decido descender en principio hasta la altitud en la que sienta mejoría o hasta el pueblo de Imlil, junto a José Miguel, con el que compartí una pequeña odisea hasta encontrar el pueblo, ya que la zona por donde nos aventuramos a volver era totalmente desconocida para nosotros.

Después de un día de descanso, volvimos hasta el campamento base para proceder a desmontar las tiendas y emprender el regreso.

De vuelta en nuestra querida Elda y después de varios días, todavía pesaba ocho kilos menos que antes de comenzar el viaje, lo que da una idea de la “amarga experien-cia” sufrida, pero con la enorme satisfacción de haber contribuido junto con mis mejores e inolvidables amigos, a conseguir llevar a cabo una digna actividad para enorgullecer a nuestro querido Centro Excursionista Eldense.

Pedro Cano Verdú

¿Que más se puede decir?

Han transcurrido 35 años desde que un grupo de jovencísimos montañeros pusi-mos en marcha aquella expedición, que implicaba el desplazamiento a otro continente, con distinta cultura y extraño idioma. Un viaje hacia unas montañas de cotas superiores a las nuestras…

De aquellas, nuestras primeras experiencias, de una cierta envergadura, sólo puedo decir que son recuerdos para toda una vida.

Para algunos lectores puede parecer poco importante lo realizado en aquella época, al mirarlo desde la perspectiva de hoy, pero puedo asegurar que tanto a nivel deportivo como personal fue muy emocionante, llenándonos de orgullo y satisfacción narrarlo aquí.

Quiero rendir homenaje a los dos compañeros que nos han dejado a tan tempra-na edad y decirles que siempre estarán en nuestros corazones. Que siguen teniendo nues-tro respeto y admiración, como amigos y como montañeros.

Ricardo Vicedo González

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Mi agradecimiento A mis padres que supieron inculcarme el amor a la naturaleza. A Maruja que entendió, una vez más, esta otra vocación tardía y me animó. A Juan Manuel y a Cristina que me prestaron su apoyo. A Yolanda, que además ha trabajado activa y eficazmente en la revisión de los textos. A Pedro Civera Coloma por lo mismo y por tantas otras cosas que si las enumerase olvidaría alguna. A Consuelo Poveda, directora de la red municipal de bibliotecas, por sus facilidades para que pudiera investigar el pasado eldense. Al personal de la misma, que hizo agradable con su amabilidad las horas dedicadas a mi investigación, especialmente a Fernando Matallana por su constante ayuda para mover-me por la historia del pueblo, que él tan bien conoce. A Rafael Hernández, cuya colabo-ración fue decisiva para completar algunos antecedentes del montañismo eldense. A Ri-cardo Vicedo, Pedro Cano y José Miguel Martí, compañeros en esta aventura, cuyas opiniones y textos han contribuido a enriquecer el trabajo. A José Pérez Moneo y a Anastasio Higueruela que me prestaron sus poemas sin ninguna pretensión artística y algo de pudor. A Paco Mañez por sus acertadas y aceptadas críticas y por sus consejos, que no acepté, prefiriendo ser “políticamente incorrecto”, antes que hipócrita. A Pablo Martínez por la revisión de la parte geográfica del Atlas que tan bien conoce, también por el diseño de la portada, aportar además un estupendo gráfico de las montañas y por presentar este libro a mis paisanos. A Ofriprint y su gerente y amigo “Tasio”, que se encargó de la ingrata tarea de los presupuestos, colaborando además en la financiación. A Francisco Maestre Rico, que alumbró un poco más el pasado de los Exploradores de Elda, con sus recuerdos. A su hijo José Francisco Maestre, gran amigo, a quien se deben algunos de los gráficos que ilustran el libro y también a su nieto Pablo Maestre, que puso a mi disposición el arte de su pintura. A Francisco Antonio Valero, viejo compañero, por prestarme sus archivos locales. A Daniel Esteve, que enriquece el libro con su generoso prólogo, y por legarme sus archivos que han servido aquí para mejor ilustrar el tiempo pasado, y serán inagotable fuente donde ir a beber de su serena sabiduría, en trabajos futuros. También a Antonio Vera (Tolito), a José Poveda, (padre e hijo) a José Navarro (Pipona) y a Miguel Verdú, por la aportación de tan entrañables e históricas imágenes de las primeras actividades y escaladas en el valle. A Don Manuel Martínez Pérez, “el organista” cuya fotografía de los Exploradores permite apreciar con detalle su indumen-taria. Al Club Alpino Eldense, que puso a mi disposición su biblioteca y archivos y acometió la edición a través de su Servicio de Información de Montaña y especialmente a su presidente Juan Vicente Valero, compañero de otras muchas aventuras. A Octavio José López Lorente, que ha querido rematar las crónicas de aquella expedición con una última nota sobre este trabajo. A Don José María Román Amat por permitirme ver sus

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archivos y hacerme disfrutar de una visita privada a su magnifico Museo de Artes y Oficios de Monóvar. A César Pérez de Tudela, que corroboró las conclusiones de mis investigaciones sobre aquella nefasta página de la historia del montañismo español. A Pepa Albert, y a José María Arviza; librera y Notario, que no tuvieron inconveniente en colaborar con mi idea del final de este libro, contando y dando fe de una verdad molesta para algunos. Y muy especialmente a Aurora Pérez, la paciente, primera lectora y conse-jera que desde el principio, desde los primeros capítulos, indecisamente paridos, me dio el ánimo necesario para continuar y acabar este libro, que en gran medida es tan suyo como mío. No puedo olvidar a los patrocinadores, que con su aportación hacen posible que esta historia que he querido contar llegue hasta las manos del lector. Nunca les agradece-ré bastante su incondicional apoyo:

A José Sanchiz, de la marca Rebeca Samver, compañero de aventuras en Áfri-ca, que espero poder contar algún día. A Paco Juan, de la firma Envases Tendero, con quien también conviví aquel tiempo africano. A Enrique Deltell Arenas, Vicente Manuel Mira Cartagena y Antonio Manuel Vieco Alvarado, gerentes del Grupo Envidur, ejem-plar empresa que cuenta en su plantilla con un ochenta por ciento de empleados monta-ñeros, escaladores y alpinistas. A Juan Carlos Bautista, del Grupo Bautista, empresario de la construcción y compañero del Alpino; hombre de un altruismo tan grande como su 47 de pie.

Tal vez sea esa vinculación montañera que en todos los casos anteriores desta-co, la que les ha llevado a colaborar con esta obra, y puedo asegurar que ha sido esa misma causa, la que a mí me ha llevado a buscar su ayuda.

En ausencia de ese vinculo señalado, destaco su aportación y mi gratitud a Car-mela Maestre de la firma 39 Internacional, S.L., compañera y casi hermana gemela, en el empeño común por las cosas bien hechas. A Vicente Maestre, Director de la Caja de Crédito de Petrer y a la propia entidad, por haber confiado en mí, a pesar de ser un autor desconocido, también por su amabilidad y ayuda, que fue más allá de su gestión. A Carlos Guillermo Ortuño Falco, Concejal de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Elda por sus generosas palabras hacia mi persona y sobre todo hacia nuestro alpinismo, tan falto de una expresión cultural que espero pronto aumente, para bien del deporte y sobre todo de la cultura eldense. A Miguel Valor Peiró, Diputado de Cultura y Educa-ción, y a Pascual Diaz Amat, Diputado de Deportes de la Excma. Diputación Provin-cial de Alicante, por su aportación a ese empeño antes mencionado, les agradezco ade-más que sigan siendo tan cercanos a pesar de sus altos cargos.

Gracias a todos ellos, puedo dar fe del paralelismo que existe entre subir una gran montaña y publicar un libro. En ambos casos, desde la minuciosa preparación hasta la realización final es necesaria la aportación de mucha gente, que crea y apoye el pro-yecto. No será exageración literaria que les una a todos en mi memoria, como necesa-rios compañeros de una misma cordada en esta nueva aventura, pues de ellos también serán los resultados que finalmente se alcancen. Así lo he pensado siempre, en mi vida deportiva y ya no es tiempo de cambiar las propias convicciones.

Juan M. Maestre Carbonell

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Prólogo

Daniel Esteve Poveda

Fue para mi un halago y motivo de gran satisfacción el ruego de Juan Manuel Maestre para prologar su obra “Mi primera expedición”. Sin duda, es una obra llamada a convertirse en un clásico y a figurar en los anales del montañismo. Es ésta una obra de obligada lectura y estudio para todo montañero o escalador; en particular, de todo aquel que pretenda visitar la región del Atlas marroquí. En la misma se recoge toda la historia de la comarca hasta el año 1971. Su lectura reposada es, además de muy instructiva, amena; sobre todo para quienes gusten de la naturaleza y gocen con el espíritu de camaradería, base y fundamento de toda expedición montañera. Prologar una obra -el “delantal del libro”- requiere no sólo el conocimiento de su autor, de sus aficiones y de su trayectoria, en este caso, de su amor a la naturaleza. Precisa también conocer su entorno y proyección sociales. Juan Manuel Maestre no es únicamente un escalador, un montañero; es un hombre que ha alcanzado cotas de lide-razgo en su deporte favorito, camarada de sus compañeros, organizador y un magnífico educador. Es, en suma, el “alma” de la sociedad “Club Alpino Eldense”; un hombre capaz tanto de colaborar en su dirección técnica cuanto en la misión docente y divulgati-va que se propuso desde su creación.

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“Mi primera expedición”, la obra que ahora nos ofrece, es el compendio cabal de una vida entregada con pasión al montañismo, que logra plasmar con exquisitez, alegría y sentimiento. Demuestra su buen hacer cuidando hasta el mínimo detalle, mer-ced a su prolongada experiencia bancaria: a la postre había de “cuadrarle el balance”. Por esto, nada queda por describir y explicar, y con todo la lectura no resulta enojosa ni pierde agilidad; todo lo contrario, “sabe a poco”. Corría el año 1971 cuando se realizó la expedición y es altamente meritorio, por la precariedad de los medios de entonces, que se dedicara a diario a redactar y describir los acontecimientos de cada jornada, lo que le permitiría, años más tarde, recrearse en la explicación detallada y precisa de aquellos acontecimientos. Imagino la ilusión y, como a buen seguro cualquier lector, participo de la enorme satisfacción que debieron producir a su autor la redacción meticulosa y elaborada de que fue objeto su obra. Ha tenido a bien suministrar información valiosa acerca de los acontecimientos internacionales, nacionales y locales que acontecieron en aquellos momentos y tuvieron su escenario en los lugares por los que atravesó la expedición. Al hacerlo, el autor no se limita a la fría relación de los datos, las fechas y los hechos, sino que se extiende en una somera e ilustrativa explicación. Cualquier enumeración de los solos datos acostumbra a soslayarse por cualquier lector; en cambio, cuando se reseñan acontecimientos y se glosan, siquiera sea de modo sucinto, se alivia la lectura y sitúa, a la vez, en el tiempo, las acciones montañeras que se describen. No puede dejar de mencionarse la esmerada redacción de la obra. Todo buen conferenciante u orador sabe bien cómo despertar la atención del auditorio; cuándo se ha de efectuar la inflexión, introducir una nota cómica o una anécdota oportuna que despier-te la atención. También el escritor, sea de novela o de ensayo sabe cuando introducir el inciso que mantenga el interés del lector. Y nuestro Juan Manuel supera con largueza la prueba: relata acontecimientos y apunta sucesos que siempre vienen al caso, hace ágil y amena su narración; su amplitud se ve, así, tan dulcificada que acaba por saber a poco. Creo que Juan Manuel cuando decide releer su diario, recordar aquellos inefa-bles acontecimientos y dar forma definitiva a la obra que ahora nos ofrece, más lo hace por satisfacción propia que pensando en su posible publicación. No obstante se esmera, corrige y amplia, pensando también en que a otros pueda resultar de utilidad; en una pro-longación de su experiencia personal. A todo hombre le llega su término pero algo sien-pre le sobrevive, y Juan Manuel no podía ser una excepción. En esta obra se plasma una importante porción de su faceta humana, educadora y deportiva; y es que toda obra tiene algo de la biografía de su autor. En ésta podemos seguir sus pasos, desde sus primeros “pinitos” montañeros hasta sus más arriesgadas y notables escaladas. Estas empresas, que se acometieron con fervor y entusiasmo, no se hubieran logrado sin el cariño, la amistad y la camaradería de sus compañeros de afición. Sencillo y entregado, el escalador -también el montañero- no tiene ni busca público. Pertenece a una escuela, el montañismo, de voluntad y de autodisciplina, que en su progreso van forjando el carácter, el amor a la naturaleza, el respeto por todas las cosas, la entrega y la ayuda al semejante. Es escuela de humanidad y de civismo. Y esta es la formación -mejor autoformación- que sin más universidad que la que proporciona la vida forjó a Juan Manuel y le imprimió su excelente carácter y forma de ser. Llegué tarde al montañismo. Aún así tuve el privilegio de ser uno de los pione-ros de este deporte en la zona. Desconocedores de la técnica, y en especial del intrincado arte de la escalada, soñé y traté de introducir la especialidad en los grupos incipientes de

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montaña siendo presidente del “Centro Excursionista Eldense”; creo haber estimulado a jóvenes, entonces niños, y entre ellos se encontraba Juan Manuel Maestre, de quien seguí con atención sus progresos, oía con interés los informes del grupo en las reuniones de directiva y siempre consideré y sigo considerando, que Juan Manuel fue, junto con otros, el fruto nacido, forjado y madurado en el Centro, que tantas satisfacciones y gloria nos daría. Era lo que había soñado y luchado por crear y conseguir. Cuando se fundó el Centro pensé que en un principio sólo se conseguiría agru-par a unos socios y, a lo sumo, constituir una fuerte Sociedad. Era un paso necesario para lograr una segunda y esencial finalidad: la técnica, la especialización y las ejemplares figuras del montañismo y la escalada que surgirían. Veía en Juan Manuel el paradigma y el fruto de todo ello. Juan Manuel decía que yo era “su padre de la montaña” y, en efec-to, siempre le vi como un símbolo; el fruto preciado de un ente montañero. Su amor a la naturaleza, su dedicación, su espíritu organizador y pedagógico, su compañerismo y su entrega, los cuales quedan bella y sobradamente evidenciados en su obra. Al leer la obra que ahora ve la luz esclarecía su espíritu, lo que se expresa y cuanto se oculta entre líneas; desentrañaba no lo que se dice, sino el alma que encierran las palabras; y me veía a mí mismo: lo que me hubiera gustado ser y no fui. Había llega-do tarde. Gracias Juan Manuel, por los buenos ratos que me has hecho pasar; por la entretenida y estimulante lectura de tu obra, que a todos nos ha de saber a poco. Reco-nozco que es más obra para una minoría selecta que para un gran público; es lectura para amantes de la naturaleza, de las descripciones de montaña, de las ascensiones y del espíritu de camaradería que indefectiblemente las anima y acompaña; pero a buen seguro será una obra que marque la historia del Atlas marroquí, de sus expediciones, al menos hasta 1971, año en que se desarrolló la operación “Atlas-71” que en ella se relata. Confio en que la lectura de este libro sirva de acicate e incentivo a algunos espíritus aventureros para adentrarse en el conocimiento y la vivencia personal de la apa-sionante e inigualable experiencia del montañismo y la escalada.

Daniel Esteve Poveda Presidente Honorífico del C.E.E.

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Preámbulo

Con mi inseparable diario cerca de Sidi Chamarouch, durante la aproximación al campamento base en el Atlas.

Septiembre de 2006

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Aunque una parte de mi yo, se ruboriza al ver mi nombre en un libro, mi otro yo se enorgullece, aunque sepa que no lo merece.

(Aurora Pérez)

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Septiembre de 2006 Durante siete lustros (se dice pronto) guardé el relato que voy a contar, cuyo borrador mecanografiado en tamaño octavo, escribí aquél mismo año de 1971 y titulé “Memoria de la operación Atlas-71”. El nombre no me había preocupado nunca, y su publicación tampoco hasta que hace un par de años decidí hacerlo.

Una parte de mi vida la he dedicado a la montaña en mayor o menor medida, según lo sentí en cada momento, y aunque siempre anidó en mí el gusanillo de la escritura, los aspectos físico y técnico del alpinismo acapararon toda mi atención e intención creadora, relegando en el tiempo a ésta, mi otra afición, la que con este trabajo comienzo, cuando mis fuerzas vienen a menos y mis otoños aumentan.

El día que decidí publicar el diario, lo primero que hice fue documentarme so- bre todo aquello que quería reflejar en él. Descubrí cosas que había pasado por alto y que, a mi juicio, enriquecían la narración. Así, el que iba a ser el relato de la aventura pionera del montañismo local, cobró una nueva dimensión para entroncar con la historia del montañismo español, del que sin saberlo, habíamos formado parte; no más, pero tampoco mucho menos, que otras relumbrantes expediciones de la época, que sólo nos llevaban una delantera de diez años. Igual eclipse sufrió el resto de la juventud montañera y anónima de aquellos años.

“Mi primera Expedición” se fue convirtiendo día a día, y juro que sin habérme- lo propuesto, en un trabajo de inclasificable género literario, donde verá el lector que se mezclan sin orden, crónica, pensamiento, opinión e historia. Por si faltaba algo, antes de acabar, me percaté de la escasa información que sobre el Alto Atlas marroquí hay publicada en España y decidí incorporar a mi relato dibujos, croquis, mapas y detalladas descripciones de los itinerarios que siguió nuestra expedición, que aunque no exhaustiva, considero es suficiente para coronar las cumbres del macizo, y hoy por hoy, el mayor volumen de información publicado en castellano sobre aquellas montañas.

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El relato tiene pinceladas de una rebeldía hacia lo establecido, que nunca he perdido, y que expresamente he querido mantener, y viaja constantemente de lo puntual a la elucubración, envuelto en el verbo de la aventura, hilo conductor del texto y espíritu que anima a estos folios incontrolados que muchas veces llegaron a tener vida propia.

Cada capítulo lo abro con la promesa cumplida de poner en letra impresa los sueños de juventud de un amigo y un poeta, que habiendo sido elegido para aquella aventura, sucumbió al rodillo burocrático de un papel, y sólo escuchar pudo, aquellos sueños compartidos.

José Pérez Moneo, alpinista, amigo y poeta. El séptimo expedicionario.

Sus versos y los míos (Pobretrasto), nacidos de la ilusión al pie de la abrupta peña, dejan el papel amarillo para salir a la luz sin más pretensión que el testimonio de un tiempo sin reloj, donde los sueños se escribían bajo el toldo de las estrellas, a la luz de solitaria vela. También “Wili” (Anastasio Higueruela) tiene aquí su aportación.

Hubo un tiempo en el que dudé si publicar o no mi diario. Poca capacidad, nulo arte y escasa sapiencia siempre me echaron atrás. Las maltrechas octavillas iban a quedar reducidas al recuerdo familiar, pero por causas que en el epílogo desvelo decidí arries- garme una vez más.

Ocurrió un día, cuando volví a encontrarme con el pequeño diploma otorgado a mi padre en 1928 por los Exploradores de Elda; auténticos pioneros locales de una acti- vidad que hoy se conoce como montañismo. Pensé que también a ellos les habían secuestrado su historia, y de repente leí el lema de aquellos escultistas que figura en su anagrama, rodeando una estrella encaramada sobre una difícil y puntiaguda cúspide:

“Siempre adelante”

Recordé, que aquella había sido la actitud que me inculcó mi padre ante

cualquier situación en la vida. Recordé muchas cosas, de la vida de mi padre y de mi propia vida y decidí que también aquí, en “la aventura de escribir y publicar” debía luchar por llegar arriba. No hablo de éxito literario, mi cumbre habrá sido que tú, desconocido lector, tengas hoy en tus manos la historia que he querido contarte, envuelta en el diario de “Mi Primera Expedición”.

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