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1 José Gabriel Núñez

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José Gabriel Núñez

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Fango Negro

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Prólogo

Fango Negro no es un texto que pretende buscar la pulcritud o la excelencia literaria.

Todo lo contrario. Fue escrito para que un director y el grupo de actores que la

representen, trabajen en un experimento teatral absolutamente fuera de lo convencional y

que, por los resultados obtenidos, ha terminado de ser realmente apasionante para todos

ellos. Fango Negro es una propuesta para espacios no convencionales que nos aproximen

a la realidad que procuré expresar: la calle con su agresividad; un autobús caraqueño,

con sus permanentes refriegas y protestas: un prostíbulo y sus protagonistas desprovistos

de artificios. Hiperrealismo. Violencia. Y cómo va desgranándose un crimen pasional.

Partí de una propuesta que me hizo Carlos Giménez cuando me pidió que le hiciese una

versión del Woyzeck de Büchner. Trabaje duramente sin encontrar la salida dramática

hasta que se me vino la idea del autobús por una situación similar que viví una tarde

cuando tuve la dicha de tomar un colectivo y ocurrió hasta un atraco. Axial, Woyzeck fue

desapareciendo en la medida que la nueva historia asumía vida propia y terminaba

convirtiéndose en Fango Negro.

Deseo resaltar igualmente la importancia que tiene la improvisación en base a los textos

escritos, para aproximarnos cada vez más contundentemente a ese verismo que se hace

indispensable en la obra, para que sea desprovista de cualquier maniqueísmo. En tal

sentido hay que subrayar que el texto no es más que una guía para que cada noche se

experimente una representación diferente e inesperada, para sorpresa no sólo de los

espectadores sino de los mismos protagonistas.

Me había negado rotundamente a publicarla por lo antes dicho y por evitar una

"confrontación" (léase sorpresa desagradable) con ciertos puristas del lenguaje y de la

literatura, especialmente teatral, pero, después de todo lo que ha acontecido con Fango

Negro y su inesperado éxito fuera de nuestras fronteras, es algo más que una deuda con

quienes la han asumido como suya. En homenaje a ellos, asumo el reto de mostrarla, sin

más explicaciones.

JOSÉ GABRIEL NÚÑEZ

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AGRADECIMIENTOS

A Daniel Uribe,

quien la rescató de la polvareda de un archivo perdido y tuvo el coraje de montarla.

A Marcelino Duffau,

con palabras que no encuentro, después de haberla sostenido durante 18 años en cartelera

en Mont video y agradeciendo su fraternidad.

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PRIMERA PARTE: LA PARADA DEL AUTOBÚS.

ESPACIO ESCÉNICO:

La acción se desarrolla en plena calle, en el lugar en donde estará estacionado el autobús

que transportará a los espectadores.

El publico deberá ser obligado, compulsivamente por uno de los actores (puede ser El

Colector) a formar la cola para abordar la unidad. Deberá hacerlo en forma grosera y algo

agresiva, como se comportan los choferes del transporte público.

Simultáneamente comenzarán a actuar los primeros personajes quienes le darán

movimiento a la obra, creando la atmósfera previa necesaria y manteniendo el interés de los

espectadores mientras aguardan a subir.

Atención: es fundamental recurrir a la improvisación para darle un carácter de realidad

cotidiana a la escena, en base a las siguientes situaciones y personajes sugeridos:

1. EL BUHONERO

2. LA DROGADICTA

3. LA VIEJITA

4. LA SIFRINA

5. El VENDEDOR DE PASTELITOS

6. EL POLÍTICO

7. EL COLECTOR

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(Un vendedor ambulante, El Buhonero, con su bandeja de anime colgada del cuello en

donde está la variedad más extensa de objetos posible: papas fritas, maníes, tostones, agua

mineral, chocolates, caramelos, anteojos oscuros baratos, preservativos, bolígrafos,

tarjetas telefónicas, etc. Deberá ofrecer esta mercancía de manera impertinente a los

espectadores con su clásico sonsonete)

EL BUHONERO: ¡Papita, maní, tostón! Papitas fritas. ¡Chisgüís, cotufas! ¡Unos anteojos

oscuros, mi amor, para que la luz no moleste tus bellos ojos…! La agüíta mineral pá ti, pá

que calmes esa sed; ¡toma, mamita, tu agüíta…! (Morboso) ¿y tú no quieres un

preservativo…? seguro que aquí te levantas a un chamo y mejor vas preparada… además,

cuánto quieres apostar que tú nunca le has puesto un preservativo al tipo… ¡no, seguro que

él siempre se lo pone y después, tú sabes… anda, barato...! (Se acerca cómplicemente a un

hombre de la cola) ¡tengo yerbita de la buena, pana, mafafa... ! ¡Y blanca nieves! (Le

muestra el tubito de coca) ¡purita, pá que vueles! Cinco mil nada más.

LA DROGADICTA: (Una misteriosa muchacha vestida de negro, maquillaje en negro, rostro

pálido. Se acercará sin pronunciar palabra, como un maniquí, a los espectadores y les

entregará una tarjeta que dice: “Soy drogadicta. Ayúdame con algo para mi rehabilitación

o dame para comprarme otra dosis”. Deberá aguardar la reacción sin inmutarse, mirando

fijamente al espectador hasta ponerlo nervioso).

(La Viejita está de primera en la fila. La Sifrina, llega canturreandito, y haciéndose la

tonta, sin decir nada, se pone de primera).

LA VIEJITA: Mira, esta niña, ¿tú como que piensas colearte?

LA SIFRINA: ¿Yo, señora? Como se le ocurre pensar eso de mí.

LA VIEJITA: Porque te veo las intenciones.

LA SIFRINA: No, señora, yo solamente estoy paradita aquí esperando…

LA VIEJITA: ¡Yo te aviso! ¡Por qué no te vas para el final de la cola! ¡Este es un país de

vivos! Aquí nadie respeta a nadie, aquí todo el mundo quiere ser el primero de la cola, en

los bancos, en el supermercado…

LA SIFRINA: ¡Ay, señora, no se ponga con eso, que yo soy una persona educada y correcta!

¡Yo respeto a la gente! Y si es una persona mayor como usted, mucho más.

LA VIEJITA: ¿Tú crees que yo me chupo el dedo? Aquí todo el mundo te quiere atropellar y

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quitarte tus derechos. Yo llegué de primera a la cola y tengo como media hora esperando y

no voy a tolerar que nadie se monte primero que yo.

(Comienzan las protestas de los otros. “¿Cuándo arranca este autobús?” “Tenemos una

hora esperando”. “Hagan su cola”… “Esos colíaos que los saquen”).

(El Vendedor de Pastelitos y empanadas fastidia a los espectadores ofreciéndoles la

comida con un sonsonete monocorde)

EL VENDEDOR DE PASTELITOS: Pastelitos andinos, empanadas de cazón, huevos

sancochados… pastelitos andinos, empanadas de cazón, huevos sancochados… pastelitos

andinos, huevos sancochados, huevos sancochados, huevos sancochados.

EL POLÍTICO: (Se ha subido a una banqueta desde donde improvisará su discurso)

¡Compañeros! ¡Compañeros! Quisiera hacerles un llamado para que me presten su atención

pues quiero convocarlos a formar parte de un gran movimiento de salvación del país en

contra de la inseguridad personal, la corrupción y el flagelo de las drogas… La anarquía se

ha apoderado del país bajo el disfraz de una falsa igualdad social…

(Llega El Colector con un reproductor portátil donde suena la música a todo volumen).

EL COLECTOR: ¡Épale mi gente! ¡Cómo están esos panas y este perraje! ¡Bueno, a

acomodase en esta cola que ya vamos a despegar en el vuelo 69! Vamo, vamo, vamos,

orden en la cola, sin apretujones y sin colease. ¡Organización! ¡Organización…!. Eso, mi

jeva. Aquí te traigo tu sabor, tu salsa, tu vallenato, tu ruqui-ruqui!

(Comienza a hacer entrar al público al autobús. Caos y protestas)

EL POLÍTICO: Las fuerzas de los antipatriotas y demagogos, caudillos antidemocráticos, nos

han sumido en las oscuras sombras de la corruptela vernácula. ¡Se impone un urgente

rescate de la moral y la dignidad ante el asalto y la degradación de las instituciones

democráticas! ¡Hay que decirle no a las drogas! ¡No a la corrupción! ¡No a la prostitución!

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SEGUNDA PARTE: EN EL AUTOBÚS

El COLECTOR: ¡Epa, con calma! Mira tu, si, tu, ¡déjate de está aprovechando pá restregate

en las nalguitas de la dama aquí presente!... No se amontonen, no se apelotonen, que hay

espacio pá todos. No empujen… ¡no empujen!... ¡calma! ¡Entren que caben cien!

(Terminan de ubicarse. Comentarios generales entre empujones y apretujones)

LA SIFRINA: ¡Qué horror! ¡Esto es una salvajada, un atropello!... ¡Por eso no me monto en

transporte público! Una persona decente no aguanta esto, ¡como si fueran cochinos!

LA VIEJITA: ¡Y eso que no andamos en la hora pico ni en el metro, que ya se puso peor!

LA SIFRINA: Yo, por eso, cuando no manejo mi Mercedes Benz, tomo un taxi.

El COLECTOR: ¡Ay, mírala a ella! ¡De Mercedes y todo! Bueno, chama, te sale perraje, así

que te calas las metías de mano que te van a echar. (Dirigiéndose a todos) Bueno, mis

brothers, ¿ya están todos sentados, todos listos para el despegue?

TODOS: ¡Síiiii!

EL COLECTOR: Perfecto, permítanme presentarme, yo soy el encargado de atenderlos en

este vuelo hacia lo desconocido, su amigo, el propio, el dueño del sabor… ¡mírenme bien,

que cosa más buena tienen ante sus ojos: dos metros de macho gozón! ¡Y éste es El Chofer

encargado de pisarle la chola a esta unidad!

Se les recuerda mantener las normas de aseo y buenas costumbres: no escupir en el piso, no

rascabuchear a nadie a cuenta de que estamos apretaítos, no decir malas palabras como

coños, carajazos o mierdas y, algo muy importante, ¡no hablar nada de política!

LA VIEJITA: ¡Ay si! Yo aplaudo eso. Ya con lo que “sabemos”, con las que te conté

tenemos más que suficiente.

El COLECTOR: Otra cosa, por razones de seguridad, ¡se les aconseja no sacar los codos por

las ventanillas de esta unidad porque a lo mejor se les escoñetan! ¡Y peor todavía si sacan

la cabeza! No queremos que el viaje termine en hemorragia. Bueno, mis panas, si ya

estamos full y completos, que despegue este cohete, vía El Silencio, la Baralt, Quinta

Crespo, El Calvario y otras maravillas de nuestro centro. ¡Ah, y como obsequio de la

casa… iniciamos con tremendo concierto pá que se les alegre el alma y se les levante el

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ánimo! ¡La propia salsa! ¡Fania All Star, mucho Tito Puente, Héctor Lavoe y la propia

Celia Cruz! ¡Tremendo cañonazo!

(Comienza a escucharse una salsa estridente que sacude a La Sifrina y a La Viejita)

LA VIEJITA: ¡Qué horror! ¡Un concierto! ¡Cuanta vulgaridad y qué vocabulario! ¡La real

academia española debe estar padeciendo de escalofríos!

LA SIFRINA: Señor, usted no tiene otra cosa que poner, o al menos bajarle un poco el

volumen

El COLECTOR: Pero, mi jeva, ¿qué te pasa? si eso es lo que está de moda.

LA VIEJITA: ¿De moda esa porquería? Qué degradación a la que hemos llegado. ¿Cómo se

va a comparar esa música con Pedro Vargas, el Trío Los Panchos, Olga Guillot…?

El COLECTOR: (Cortándola) Señora, ¿usted sabe lo que es la edad de piedra? ¡Pues la época

en que cantaron ellos! La verdad es que si usted anda en esa onda debe ser bien vieja.

LA VIEJITA: ¡Vieja no! Madura, que es otra cosa.

El COLECTOR: Ya veo. ¡Cuando usted nació el Mar Muerto era un carajito!

LA VIEJITA: ¡Grosero, falta de respeto! (Mira a los demás) y ustedes se quedan de lo más

tranquilos, permitiendo este abuso y nadie le reclama que me esté insultando.

LA SIFRINA: ¡Es verdad, a una señora mayor no se le puede tratar de esa manera! Y baje esa

música, por lo que más quiera.

El COLECTOR: A esta piña como que la están rifando y yo me compré todos los números.

Ultimadamente, a quien no le guste mi concierto que se devuelva. (Sube el volumen de la

música)

LA SIFRINA: ¡Ay, señor, pero qué escándalo y cuánta bulla! ¿Por qué no le baja el volumen

a eso...? (El Colector ni la mira ni le hace caso). ¡Señor, que le baje el volumen a eso, por

favor...! ¡Qué vulgaridad...! ¡Una salsa tan deprimente...! ¿Por qué no quita eso?, usted no

tiene porqué estarle poniendo a uno una salsa. Una no tiene por qué estar escuchando una

cosa tan horrible como esa. ¡Ay, señor, pero por qué no le baja volumen...! (Al vecino)

¡Qué decadencia! ¿Usted está oyendo...? ¡Qué vulgaridad, el perraje p’al autobús...! ¡Una

se siente degradada! Yo me siento degradada. Una coge un autobús por necesidad, pero eso

de que lo llamen perraje… ¡Ay, señor, pero no le va a bajar el volumen...! Esto parece una

discoteca… Usted no nos puede obligar a escuchar esa cosa tan hórrida… Quite eso, ponga

otra cosa.

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El COLECTOR: Bueno, ahora sí me cayó cri-cri. Chama, este autobús es propiedad privada,

o sea, ¡como mi casa! Uno en su casa hace lo que le da la gana, o sea…

LA SIFRINA: Pero usted está prestando un servicio público…

El COLECTOR: Entonces lo que estoy haciendo es alegrarte la vida. Un servicio público con

ambiente musical… Anda a sacarte la cédula de identidad pa' que tú veas cómo te patean…

O sea… ¡durísimo...! (Se sacude con la salsa) ¡Eso...!

LA SIFRINA: Quiere decir que uno no tiene derecho, uno tiene que calársela. Yo no entiendo

cómo le puede gustar una salsa… ¡Esa es música de gente ordinaria! ¡Y pensar que quieren

que a Latinoamérica se le identifique por eso! Yo no sé, a mí eso me daría pena… ¡Ay,

señor, y por qué no cambia el cassette! ¿No tiene nada de Van Halen? Por lo menos si hay

que hacer el sacrificio, que sea...

EL COLECTOR: ¡Uno no puede comprá esos cantantes, chama, porque aumenta la deuda

externa!

LA SIFRINA: ¿Y tampoco tiene a Mike Oldfield? ¿Eso está grabado aquí? (Silencio. Al

vecino) ¿Usted no ha oído a Mike Oldfield? Es un pavo bello, así todo tristón… ¡pero

bello! Yo me pongo así toda revuelta cuando lo veo. Porque yo tengo un video cassette con

un concierto… Es un tipo bien sexual, una se revuelve toda cuando lo ve. Mi prima dice

que está buenísimo. ¡Ay, señor, pero baje eso, que una no puede ni hablar...! ¡Qué horror!,

por eso es que yo prefiero montarme en el metro. Esto de andar movilizándose en

transporte urbano es ¡de lo último! ¡Por eso es que después a una le dicen que es racista...!

Lo mío es metro o taxi, qué va, yo no vuelvo a agarrar un parapeto de estos. Mire señor, me

deja en la próxima parada, porque ésta que está aquí no se la sigue calando.

(El Colector sube la música. La Sifrina busca en la cartera. Saca un cassette y lo agita al

aire).

LA SIFRINA: ¡Ay, miren, aquí tengo un cassette de Tina Turner que me grabó mi prima

Andreína! ¡Ay, sí, Andreína me hizo una selección fabulosa! Señor, por qué no pone esto,

yo se lo presto.

EL COLECTOR: No, chama, yo soy muy delicado. Yo manejo lo mío. Nada que sea

emprestado. O sea, propiedad privada… ¿ves?

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LA SIFRINA: (Disgustada) ¡Qué ordinariez! Mire, se para cuando pueda, para bajarme.

(La acción se traslada al asiento donde están Manuel y Andrés).

MANUEL: (Tenso, nervioso) Sácate la carterita ahí…

ANDRÉS: Oye, pana, aquí en el autobús no… Y con el uniforme…

MANUEL: Vaya, dale, que no se van a dar cuenta.

(Andrés saca una carterita de ron metida en una bolsa de papel, Andrés la abre, Manuel

bebe un largo sorbo. Le pega el trago y se rasca la garganta).

ANDRÉS: Tienes que está sereno, chamo, acuérdate, control… no te enchaves.

MANUEL: ¡Qué coño, no joda! Ojalá y sea verdad lo que tú me estás diciendo y la agarre

con las manos en la masa… Te juro que la voy a dejá tiesa. Allí mismo en el sitio.

ANDRÉS: Ten cuidado, chamo, cero violencia. Ahora no me vayas a empaquetá a mí en tu

rollo. (Manuel bebe otro trago. Andrés le quita la botella).

ANDRÉS: Achanta, dáme acá… Suave, pana, suave.

(El Profesor mira a Manuel. Se le acerca).

EL PROFESOR: ¿Tú no eres Manuel González?

(Manuel lo mira sorprendido).

MANUEL: Ah, sí… Yo soy Manuel González.

EL PROFESOR: ¿No te acuerdas de mí?

MANUEL: Sí, claro… ¡el profesor Tovar!

EL PROFESOR: El profesor Tovar. ¿Cómo estás, Manuel, cómo te ha ido?

MANUEL: (Indeciso) Bien… bien… Mire, este… un amigo…

EL PROFESOR: Ángel Tovar, mucho gusto.

ANDRÉS: Andrés. Yo me llamo Andrés… (Silencio. Pausa tensa).

EL PROFESOR: ¿Y qué más? Veo que te metiste al Ejército. ¿O fue que te agarró la recluta?

MANUEL: Bueno, sí, me reclutaron. Pero yo decidí quedarme, me gustó la cosa ahí dentro.

Andrés entró junto conmigo. Somos amigos de allá del Cuartel, pues.

EL PROFESOR: ¿Y no has visto más a tus compañeros del liceo?

MANUEL: No, qué va… uno allá en el Cuartel..., bueno, usted sabe, uno ni puede salir.

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ANDRÉS: Sí, eso es lo único malo, que uno pierde el control, el contacto en la calle.

EL PROFESOR: Se pierden muchas cosas, muchachos (Los mira). ¿Cuánto tiempo hace?

MANUEL: ¿Que estoy en el Cuartel?

EL PROFESOR: Sí… y que terminaste en el liceo... ¡De repente se me perdió tu imagen!

MANUEL: Hace ya casi cuatro años que me salí del liceo.

EL PROFESOR: Cuatro años. Es una lástima, Manuel. Es una verdadera lástima. Me parece

que tú hubieras podido hacer algo. Ibas bien. En los consejos de profesores, tu evaluación

era muy buena. Y en mi materia eras excelente.

MANUEL: Sí, pero me agarró el Cuartel… Y yo me dije lo mismo: que sí soy bueno con el

bachillerato, pero ¿qué coño hace uno aquí con la literatura? (Se corta). Bueno, usted

perdone… que es su materia. Allá en el Cuartel he seguido estudiando. No se crea que he

perdido el tiempo.

EL PROFESOR: Sí, claro. Yo sé que allá siguen la instrucción… el tiempo… ¡perder el

tiempo! ¿Te acuerdas que siempre me pedías por adelantado los libros que se iban a

estudiar para leerlos y analizarlos?

ANDRÉS: ¿Tú hacías eso, chamo? (Manuel baja la cabeza).

EL PROFESOR: Era como una ansiedad, como una necesidad. Despacio, Manuel, ¡despacio!

¡Paso a paso! Yo lo tenía que frenar.

MANUEL: Sí, sí me gustaba leer.

ANDRÉS: Ahora es bueno en matemáticas y en deportes.

EL PROFESOR: Un día se me olvidó llevarle «La Odisea» y se sintió mal. Quería comenzar a

leerla esa misma noche. ¡Y qué importa que la empieces hoy o mañana! Ten en cuenta que

te quedan por lo menos treinta años de juventud. ¡Trescientos sesenta meses, Manuel!

¡Cuántos días, horas y minutos! ¿Qué vas a hacer con tan inmenso tiempo? Debes

distribuirlo bien.

MANUEL: (Cortándolo, incómodo) ¿Usted sigue dando clase en el liceo?

EL PROFESOR: (Comprendiendo) Ah, ya veo… Bueno, tú me decías que no habías perdido

el tiempo… Y a mí me pasa que de repente siento angustia cuando pienso en la eternidad.

Ahora tú estás allá en el Cuartel... Bueno, eso va a ser un momento. Nada es eterno.

Manuel, a veces me horroriza pensar que el mundo necesita ¡un día entero para dar una

vuelta! ¡Qué desperdicio de tiempo! ¿A dónde conducirá esto? Bueno (Se ubica de nuevo

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fuera de sus reflexiones). Ahora tú estás allá en el Cuartel…

MANUEL: (Seco, para darse seguridad) Sí, profesor. Y me siento bien. Me va bien. Estoy

de pinga ahí.

EL PROFESOR: (Entendiéndolo) Sí, me imagino que ha debido ser como un paliativo para

tus inquietudes, siempre tan ajetreado.

ANDRÉS: Eso es lo que yo digo, este es uno de los tipos más atoraos que yo he conocido.

EL PROFESOR: Sí, «atorado»… (Insinuante) Pero, buena gente. Me imagino que por eso te

gustaba la literatura. Buena persona y de conciencia limpia.

ANDRÉS: Bueno, chamo, yo no sabía que tú eras así, ¡como la flor del barrio!

EL PROFESOR: No, perdona, hablo de «tener conciencia»… Pensaba, reflexionaba… Bueno,

que sé yo, un muchacho del barrio. El carpintero no es muy aficionado a la literatura.

ANDRÉS: Coño, entonces, ¿quiere decir que tú eras así, burda de intelectual, puro coco,

puro cerebro, cero jeva, cero rumba?

EL PROFESOR: (Entendiendo la situación, rompe violento). No, perdone, no quise decir eso.

Mire, él era un buen estudiante, simplemente… Pero sí, era como los demás. ¡Hasta preñó

una muchacha!

MANUEL: Sí, fue cuando María salió en estado.

ANDRÉS: ¡Oye, menos mal, pana, qué alivio!, ya estaba pensando que tú tenías un pasado

oscuro (En vacilón). Como el profesor estaba hablando de la vaina esa de la conciencia...

EL PROFESOR: No, solamente dije que era buena gente… Pero como casi todo el mundo

aquí, no tenía moral (Intencionado).

MANUEL: ¿Y usted por qué me dice eso?

EL PROFESOR: Bueno, María salió preñada. Un hijo tuyo. Y tú no quisiste casarte con ella,

tener tu hijo legalmente. Eso es lo que se dice moral… ¿me entiendes?

ANDRÉS: Pero bueno, aquí ¿quién se casa? ¡Aquí todo el mundo puya, preña, y tranquilo!

¿Quién dice que eso no es moral?

EL PROFESOR: Me refería al consejo de profesores… María también estudiaba en el liceo.

ANDRÉS: ¡Por eso fue que se te hizo más fácil levantártela! Ya el carajito tiene dos años y

ella está trabajando. Le va bien, tiene billetes con sus propinas. Aí tá, pues que no vengan a

decir que eso es moral o no.

EL PROFESOR: Sí, sí. Yo no quería crear una polémica de conciencia. Y menos aquí, en un

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autobús.

MANUEL: Mire, profesor, a nosotros la gente pobre… el perraje, pues, mire usted, mire, el

dinero, pues… mire, o sea, el que no tiene dinero, ¿cómo va traer al mundo la gente, los

chamos, los hijos con moral? La gente como uno vive así… Si usted cree que no es moral y

que uno no es feliz, pues uno se las arregla.

ANDRÉS: Eso, se las arregla.

MANUEL: (Tocado). A mí me hubiera gustado ser de otra forma…

EL PROFESOR: No te preocupes, si tú eres una buena persona y en el Cuartel la vas a pasar

bien. Si tienes disciplina, llegas a teniente y de allí en adelante… (Transición). ¡Chofer, me

deja en la próxima parada!

LA SIFRINA: Ay, esto que esta ahí (o que pasamos)... ¿es un barrio?

EL COLECTOR: Sí, ¡el Barrio Los Palos Tiesos!

LA SIFRINA: ¡Ay, pero que sórdido! Aquí tienen una manía de ponerle nombre de palo a

todas las urbanizaciones. Palo Tieso, Palo Verde, Palos Grandes, Palo Negro.

EL BORRACHO: ¿Y cuál es el que más te gusta a ti? ¿Palo Tieso? ¿Los Palos Grandes?

Porque me imagino que no te...

LA SIFRINA: ¡Mire, hágame el favor y respete! ¡Qué grosería, qué vulgaridad! Yo como que

me bajo.

EL BORRACHO: Coño, aquí la gente si habla paja… ¡qué habladora, paja de la buena!

¡Yerba seca! (Cortándose) ¿Yerba? Cállate lengua, mejor no toques ese asunto de la yerba,

porque si me meto en una vaina me pueden tirar un allanamiento por posesión y tráfico de

drogas.

EL DEL PERIÓDICO: ¡Irás tú a ser el único preso por drogas! Porque aquí agarran a

cualquiera, pasa unas vacaciones corticas en la cárcel y en menos de un mes lo sueltan. Yo

creo que hay uno solo preso, uno solito, como el chino de Recadi. Oiga lo que dice aquí al

respecto, ciudadano: (Leyendo) «Atrapado en su avioneta el cabecilla de la banda más

poderosa del tráfico de cocaína» (Irónico) Es decir, que ¡se acabó el perico! ¡Se salvó la

Patria! Y, ¿dónde tendrá la avioneta, ah? ¿Y los paquetes del sublime polvo blanco? Y los

dólares decomisados, ¿se esfumarían como los de la partida secreta?

EL COLECTOR: Me dejan de hablar de esas cosas en mi autobús. ¡Yo no quiero problemas!

Recuerden que esto es una propiedad privada y aquí se hace lo que yo digo. Además, ya

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llegamos a la parada… Los que se bajan, ¡que se bajen rápido!

LA SIFRINA: ¡Yo me quedo! ¡Esto es un basurero y hablan de cosas peligrosas! Nuuuu, yo

no sigo, yo me voy para la casa de Andreína en taxi. Aunque este autobús se pare en la

puerta de su casa, yo me bajo. ¡Qué perraje! Con permiso, déjeme bajar… (Se va a bajar

pero le obstaculizan el paso).

EL BORRACHO: Perdone, pero es que yo no sé si bajarme.

LA SIFRINA: Quítese, que el autobús va a seguir...

EL COLECTOR: Me saludas a tu hermanita, la sin par de Caurimare.

LA SIFRINA (Molesta) ¡Laura Pérez será la más vieja de tu casa! ¡Grosero! Métete con la

chusma igual a ti y respeta las distancias… (Pita General). ¡Yo vivo en Las Lomas,

ordinario! (Va a bajarse, pero esta vez es el Profesor quien le cierra el paso).

EL PROFESOR: Yo me quedo aquí (A Manuel). Estuvo bien haberte visto… Que tengas

mucha suerte, Manuel. Y, disciplina en ese Cuartel.

MANUEL: Gracias, profesor, y adiós.

(El Profesor camina a la puerta, desde allí habla).

EL PROFESOR: El mundo pierde mucho tiempo en utilizar un día entero para dar una vuelta,

Manuel. Trata de… trata de… (Hace un gesto de impotencia y finalmente se baja).

LA SIFRINA: No arranque, que yo me bajo también.

(La Sifrina se baja e inmediatamente se escucha un ruido y sus gritos porque se ha caído.

Pide ayuda. El Colector y El Borracho se bajan y la suben cargada al autobús, entre los

quejidos de ella y las risas de los pasajeros)

LA SIFRINA: ¡Mi coxis, mi coxis; me fracturé el coxis! Yo no quiero seguir en este

autobús… ¡Siéntenme con delicadeza que tengo el coxis fracturado…!

EL COLECTOR: Tranquila, ¿ya estás cómoda?

LA SIFRINA: ¿Cómo voy a estar cómoda, si me duele todo? Estoy toda fracturada: la

clavícula, el peroné, las escapulas; ¡esto es horroroso…!

EL COLECTOR: Ah no, chica, ¡deja la cómica…! ¡Nos fuimos! Metan la cabeza, que no

quiero decapitados.

(El Colector hace sonar una salsa y El Chofer arranca alegremente)

LA SIFRINA: Bueno, me deja en la próxima parada, ¡como sea! Yo aquí no sigo. ¡Ay, estoy

nerviosísima! Yo me voy a comer un chicle, porque si no me va a dar algo... un telele, un

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peteté… (Comienza a mascar chicle).

EL DEL PERIÓDICO (Leyendo) «Van a invitar de nuevo al Papa para Venezuela» (Comenta)

¡Qué maravilla! ¡Será que como el pueblo ya no ve la papa, el gobierno le va a hacer ese

regalo para que se conforme con ver al Papa! (Risas y rechifla general; él vuelve a leer).

Pero bueno ¿y esto qué es? «Narcotráfico en un convento» (Comenta) ¡Vaina, de seguro

que de allí salió la Novicia Voladora!

(La acción se centra en Manuel y Andrés).

(Manuel toma la carterita y bebe).

ANDRÉS: Chamo, deja la bebedera, que vas a llegar prendío.

MANUEL: Coño, es que ando burda de mal.

ANDRÉS: Como que no te gustó haberte encontrado con tu maestro.

MANUEL: No, no es por eso. Yo no le paro a eso. Además ¿qué pasó? Es un tipo chévere.

Bueno, era un tipo chévere. No sé cómo estará ahora. Las vainas cambian tanto… (Bebe).

ANDRÉS: Chamo, dame acá, deja la cosa y el arrebato y el atore, porque lo que te vas a

buscar es un peo… ¡achanta!

MANUEL: Pero, bueno, ¿cómo tú quieres que esté tranquilo después de lo que me contaste?

ANDRÉS: De haber sabido que te ibas a poner así, mejor no te hubiera dicho nada.

MANUEL: Yo sabía que ella tenía su rollo. Yo la venía notando rara desde hace días.

ANDRÉS: ¿Qué te hacía? ¿Qué te decía? ¿O qué no te decía?

MANUEL: No sé, pana, no me preguntes. Estaba rara. Yo llegaba los domingos y que si

estaba cansada, que no me tenía comida. Bueno, no me paraba. Y yo me ponía a jugar con

el chamito… Eso es lo que más me jode: el chamo.

ANDRÉS: Manuel, dime así de franqueza, ¿tú quieres a María?

MANUEL: Tú sabes cómo es el asunto. La quiero. Bueno, estoy arrejuntao con ella y

tenemos un chamo. A mí me gusta la María, ¿ves? Y yo sé que es un peo que ella esté

trabajando de mesonera en un bar, pero… ¡coño!, ¿y cómo hago yo si me agarró la recluta

y estoy en el Cuartel? Pero tú sabes que me la estoy calando para llegar en grande, pá sé un

militar de orden, pana. Y tené mi vida resuelta. ¡Y María se va a resolver también!, ¡y el

chamo!

ANDRÉS: ¿Pero ella sabe eso? ¿Tú le has hablado claro?

MANUEL: Sí, pana, si me duele la lengua de decírselo ¡Que se aguante, que tiene que

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confiar en mí, que el tiempo se pasa burda de rápido…! Y ahora vienes tú… y me dices

eso… que María tiene su empate con un tipo… (Se muerde los labios y las palabras) que

María tiene algo con otra gente.

ANDRÉS: Mira, yo no es que te quiera dar casquillo, ¿entiendes? Pero yo soy tu amigo, o

sea, yo siento que tú eres burda de pana mío. Y como te decía el maestro tuyo, tú eres burda

de buena gente… Entonces, mano, esa jeva no tiene por qué estar echándote la partida pa’

tras… y está ahí con un jamoneo y una vaina rara con otro tipo.

MANUEL: Coño, está bien que se enamore… yo la veo nada más que los domingos y a lo

mejor eso... que si yo no estoy ahí ella se va olvidando. ¿Pero por qué me tenía que jodé

con el chamo? A mí lo que me importa es el carajito.

ANDRÉS: Bueno, quíteselo… Si es verdad lo del tipo, se lo quitas.

MANUEL: Oye, pero dime una cosa, pana, ¿tú la viste con el tipo?

ANDRÉS: (Asustado) Mira, me estás metiendo en un rollo, pana. Entiéndeme… Sí, yo la

ví… Y el otro domingo, otra vez… Y bueno, le pregunté al dueño del sitio, tú sabes,

haciéndome el loco… Y el tipo me dijo que sí, que como que tenían su empate, porque el

chofer desde que la conoció iba casi todas las noches ahí… Y se fajaba a bajase sus Cuba

Libre con ella y tú sabes… Burda de cotorra… Y lengua.

MANUEL: Mira, pana, si eso es verdad y la llego a encontrar con el tipo, ¡te juro que soy

capaz de sacales las tripas ahí mismo! Mátala, jódela… lo que sea.

ANDRÉS: Chamo, achanta, no te pongas así que me enchavas… No te empates en ese

estrile. Tú tranquilo. Dijimos que veníamos a observá, pero tú no te vas a dañá la vida por

una mujer.

MANUEL: Yo no sé, pana… Es que me tiene mal que esa tipa me esté descuidando al

carajito por estar con un tipo. ¿Y yo? ¿Por qué no me dice nada? (Pausa) Dame la caña.

ANDRÉS: No, pana, tú no vas a seguir tomando.

MANUEL: No joda, choco, pásame aquí esa vaina que no me va a pasar nada… Dame

(Bebe).

ANDRÉS: ¡Es el último! Ya vamos a llegar, tú tienes que estar sobrio, o sea ¡mosca! Tú

sabes, alerta, pa' que te fijes bien en la jeva… y en el movimiento… Si te sigues echando

palo, vas a llegar embotado… Tranqui, pana, puntos suspensivos.

EL BORRACHO: “Los puntos suspensivos son la timidez del escritor. Los puntos suspensivos

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son el rubor de la pluma, la gran vergüenza de la máquina de escribir… El temor de decir

algo. Los puntos suspensivos… ¡son el silencio de la Literatura!”. Eso lo escribió alguien,

pero no me acuerdo quién fue.

EL DEL PERIÓDICO: El silencio de la literatura es la censura de la prensa. Y aquí, “dicen”

que tenemos una libertad de prensa total. Mira, lee el periódico… ¡cómo se habla de todo!

EL BORRACHO: Nuestra libertad de prensa es un punto suspensivo. Es al revés de lo que

usted dice, caballero. Se habla. Se puede decir todo, ¡pero no se soluciona nada ya nadie

sabe qué le puede pasar! ¿Eso es libertad? Tenemos sopotocientos años hablando

libremente ¡y nada! Pura paja. ¡El papel aguanta todo! ¡Pero no se hace nada! Un carajo...

¿O es que acaso la libertad de prensa, o la manipulación mediática, paran la inseguridad, la

inflación? ¿O el desempleo? Yo llevo año y medio pelando, sin trabajo. ¿Y cómo es posible

que digan que no hay desempleados? Yo con eso no como.

EL COLECTOR: Pero sí bebes, ¡porque hasta aquí me llega el tufo de la curda que tienes!

EL BORRACHO: Yo no tengo curda, mi estimado colector. ¡Lo mío son liberaciones! Puntos

suspensivos del alcoholismo agudo… (Señala a Andrés). ¡Ahí el joven también bebe! Yo

quisiera pedirle un trago… pero a lo mejor le hago mal. Él tiene la necesidad de beber

porque tal vez tiene una pasión oscura… Y yo entonces prefiero callar. Las pasiones

oscuras son los puntos suspensivos del amor de ayer.

EL COLECTOR: Bueno, bueno, a callarse, que los demás pasajeros no tienen por qué calarse

esa cotorra de curda filosófica. (Le da mayor volumen a la salsa).

(El autobús llega a la puerta del bar).

(El Chofer frena violentamente y El Colector se dirige a los pasajeros).

EL COLECTOR: Bueno, mis queridos usuarios… Este autobús va a hacer escala en este bello

paraje, porque el chofer después de haber oído tanta paja, tiene ganas de echarse una fría…

¡y de paso escurrir el cacho!

EL BORRACHO: Oiga, pero ¿cómo es la cosa? ¿Nos tenemos que bajar? ¡Esto es un abuso!

¡Un abuso!

EL COLECTOR: ¿Y por qué un abuso? ¿Cuando usted trabajaba no tomaba agua ni orinaba?

Segurito que se pasaba las ocho horas sentado detrás del escritorio sin moverse. ¡Pues no!

Él trabaja manejando este autobús y de vez en cuando le dan ganas de orinar, o sea, de

echar una meada. ¡Voy y vuelvo! El que quiera entrar con nosotros que se venga y el que

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no, que se espere. Pero no respondo por arrebatotes y similares… que estamos en El

Silencio.

(Se produce la confusión).

(El Colector incita a bajar a los pasajeros).

EL COLECTOR: Por aquí, por aquí… Bueno, decídanse. ¿No van a bajarse? Se refrescan la

garganta un momentito. Vengan, por aquí, señoras, por aquí… ¡Pasen, pasen, por aquí,

cuidadito con caerse...! ¡Y ustedes tengan cuidado como las confunden, si ven una jaula se

agachan! ¡Pasen, pasen, por aquí!

(Ayuda a pasar a la gente).

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TERCERA PARTE: LA ENTRADA AL BAR.

(Se produce una gran confusión entre la gente al bajar del autobús y dirigirse al bar,

capitaneados por El Chofer y El Colector).

(La Sifrina domina la situación y se planta junto a El Borracho, deteniendo por un

momento a los espectadores).

LA SIFRINA: ¡Un momento! ¡Un momento! ¡Esto es un atropello!

EL COLECTOR: ¿Cuál atropello, mi reina? No te me pongas cómica.

LA SIFRINA: Claro que es un atropello. ¿Por qué nos va a obligar a entrar aquí? ¡Este es un

sitio nocturno marginal! (A los espectadores) ¿Ustedes quieren entrar hache?

TODOS: “Siiii”… Noooo”

LA SIFRINA: Ay Dios mío, en qué lío nos van a meter, no hay derecho. Fíjense que pinta de

perraje tiene. ¡Aquí tiene que haber violencia de la marginal!

LA VIEJITA: No importa, yo me anoto. A lo mejor adentro tocan bolero… dicen que las

putas cuando se despechan cantan…

LA SIFRINA: ¡Señora, por favor, a su edad!

EL BORRACHO: ¡Aquí hay violencia putañera y de la sabrosa!

LA SIFRINA: ¿Usted cree que sea prudente que entremos… aquí habrá seguridad pública?

EL BORRACHO: Seguro que si. Pase para que vea y conozca la puta violencia. Y pasen todos

ustedes, sin miedo.

LA SIFRINA: Estoy anonadada. Yo conozco la violencia urbana, pero meterme así de cabeza

en la violencia margina, me da miedo.

EL BORRACHO: Qué miedo ni que miedo, vámonos pà dentro.

LA SIFRINA: En esta ciudad ya la gente no quiere salir de noche ni por Altamira por miedo a

los asaltos…entonces, ¿cómo me van a meter en la violencia marginal, en un bar de mala

muerte? ¡Yo me privo! Si me llega a ver mi prima María Gabriela le da un soponcio.

EL BORRACHO: En la vida hay que probar de todo. Tú no sales de tu casa porque tienes

miedo, porque tenemos la ciudad por cárcel. Pero si estás en un bar bien marginal, móntate

en el burro y arrea; entra y vamos a rumbearnos la violencia. (A Todos) ¡Vamos, adelante,

que la casa paga!

(Comienzan a entrar al bar).

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(Es un antro de mala muerte. Esperpéntico. Valleinclanesco. Público variopinto. Estridente

y chillón. Prostitutas estrambóticas, explosivamente recargadas. Profusión de maquillaje y

coloretes. Alcohol y cigarrillos. Algún transformista. Decoración de colorinche tropical

abigarrado).

(El Colector y El Chofer ubican a los espectadores).

(En lo posible debe crearse la confusión entre las verdaderas prostitutas y las actrices).

(Una prostituta canta un bolero de esos para “cortarse las venas”).

(Andrés y Manuel conversan sigilosamente).

ANDRÉS: Chamo, aquí es la vaina. Este es el propio sitio.

MANUEL: ¿Qué hacemos?

ANDRÉS: ¿Cómo que qué hacemos? ¿Tú no venías para acá?

MANUEL: ¡Sí, pero… es que me gustaría sorprenderla in fraganti!

ANDRÉS: Bueno, mira, entonces… Vamos a hacer una cosa… Deja a ver si esta gente se

sienta. Nosotros nos quedamos por aquí guillándonos la vaina… Tú sabes, mosca, para ver

si la pillamos.

MANUEL: Coño, ojalá y esté con el tipo pa’ ajustale la cuenta.

ANDRÉS: Chamo, deja la vaina. Con calma, tranquilo.

(El Colector interrumpe la acción).

EL COLECTOR: ¿Por qué no se sientan en esta mesa? Pegamos esta con aquella y cabemos

todos, mientras que me tomo mi cervecita… Y no tengan miedo, que este es un lugar

decente… O sea, de ambiente familiar… ¿no lo ven? Orden y cultura como en su casa.

Vamos, siéntense con confianza que yo voy a la barra a zampame mi fría (Burlonamente)

¡Ustedes saben, hay que guardar las distancias! (Se va a la barra) ¡Y cuidado con escupir

en el suelo!

(La gente se sienta. Pueden ser atendidos por las mesoneras o propietario. Andrés y

Manuel se quedan semiocultos en la entrada).

(La Polvorosa se acerca a La Sifrina que es la única que se ha quedado parada).

LA SIFRINA: ¡Yo no me pienso sentar aquí¡ ¡Ni en ninguna parte! A mí me sacan de este

corral, ¡ay, yo estoy aterrada!

LA POLVOROSA: Mira, mi amor, ¿y qué haces tú allí parada?

LA SIFRINA: ¡Parada! ¡Que no me siento ni loca en este sitio!

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LA POLVOROSA: ¿Y eso por qué?

LA SIFRINA: ¿Cómo que por qué? ¡Todo esto debe estar infectado! Microbios, bacterias,

alimañas. Si me siento me contagio una infección.

LA POLVOROSA: Niña, no es para tanto.

LA SIFRINA: ¿Cómo que no? Esto es una inmundicia, una cochambre. Y esos hombres…

(La mira despectiva) Y… bueno, algunas de ustedes…

LA POLVOROSA: Mi amor, yo vivo aquí de pata y cabeza y nunca me he infectado. Ni gripe

me da.

LA SIFRINA: Pues yo soy muy delicada. Lo menos que se me puede pegar es un tétano, por

no decir una de esas enfermedades horribles que ustedes propagan.

LA POLVOROSA: Ah, no chica, a mí no me venga decir sucia. Contrólate.

LA SIFRINA: Discúlpeme, yo no quise decir eso, es que estoy muy nerviosa. Es que yo

nunca había estado en un sitio así, tan sórdido, tan… tan… este… tan… No, yo me quedo

aquí parada.

LA POLVOROSA: Siéntate chica, ven, no tengas miedo, que estás con La Polvorosa.

LA SIFRINA: (Aterrada). ¿La Polvorosa? ¿Así te llaman? ¡No, mira, yo no me siento aquí ni

loca, ya te lo dije, a menos que desinfecte esto! (Iluminada) ¡Ay sí, cómprame una botella

de alcohol… bueno, de eso que llaman caña blanca y le pasamos un trapito a la silla, así me

siento.

LA POLVOROSA: Chica, tú sí que eres arrecha. Aquí no se vende caña blanca, éste es un

lugar elegante. Lo que te puedo conseguir es anís.

LA SIFRINA: ¿Anís? ¡Ay no, pero que hórrido! ¿Anís? ¿Y cómo voy a limpiar con anís? Me

voy a empegostar toda y además, eso huele horrible, ¿qué me van a decir en mi casa si yo

llego hedionda a anís? ¡Pues no, yo de aquí no me muevo! ¡Me quedaré parada hasta que se

dignen salir de ese tugurio!

(La acción se traslada a la zona donde están La Siempreviva, María y Carlos).

LA SIEMPREVIVA: Coño, estoy vuelta polvo… vuelta leña… ¡Tengo el corazón achicharrao!

Qué vaina tan grande es querer a un hombre cuando una es lo que es.

MARÍA: ¿Por qué no te quedas tranquila y hablas de otra cosa? Mientras estés nada mas

pendiente del tipo, no se te va a pasar ese despecho.

LA SIEMPREVIVA: Y no quiero que se me pase. Yo no me quiero olvidar de él. ¿Por qué voy

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a olvidarlo si yo lo quiero? Estoy muriéndome, pero lo quiero, lo quiero… ¿qué quieres tú

que haga? ¡Me enamoré!¡Me enamoré! Que desgracia, y el tipo no vuelve, no quiere ni pisá

esto.

CARLOS: Bueno, ¿tú no le caíste a carterazos? ¡Lo espantaste!

LA SIEMPREVIVA: Eso fue un arrebato, una pantalla ahí porque se puso a jamonease a La

Polvorosa… pero yo no quería pegarle. (Llorosa) ¡Y ahora se me fue… me dejó con este

berrinche, cuando más empepada estaba! ¡Coño, mana, estoy tirada en el abandono, como

trapo de botiquín! Esguasada. Mira, a mí no me importa que un hombre me esguace, que

me coñaceen en la cama… No me importa, porque si te pegan es porque te quieren. ¡Y a mí

me gusta de vez en cuando que me den mi vergazo! Pero esto no… ¡Que me esguacen así el

alma, el corazón, eso no! Yo me voy a matar, mana. Si ese hombre no vuelve, yo me mato.

MARÍA: Chica, déjate de está hablando de esas cosas. Quédate tranquila y vete a descansar

un rato.

LA SIEMPREVIVA: Yo lo que quiero es echarme una pea macha para que se me salga ese

hombre del alma… Abrazarme a una rockola con una botella de anís… y morirme.

MARÍA: Ay, vale, no seas pavosa, Siempreviva. Vete para el cuarto y date un baño,

olvídate.

CARLOS: Si es verdad, mi jeva. Además, déjanos solos un rato, que nosotros necesitamos

una intimidad… o sea, un ratico de besitos y de jamoncito. Venga, mi reina (Abraza a

María).

LA SIEMPREVIVA: Está bien, una ni amigos puede tener. No puede compartir sus penas.

Ustedes no quieren comunicación, o sea, que las penas del alma tengo que calármelas

sola… (Se levanta). Tá bien… me voy con mi rockola, con mi música a otra parte… Coño,

voy a seguir oyendo esa de Estelita del Llano… «Fíjate bien en el pote de basura, que allí

puse a tu figura, su lindo punto final»… ¡Como quisiera echarlo yo al pote de basura! (Se

marcha tambaleándose).

(La Polvorosa se acerca a donde están Manuel y Andrés, se dirige específicamente a éste).

LA POLVOROSA: ¿Y qué? ¿Cómo andan mi par de generales?

MANUEL: Arrecho.

LA POLVOROSA: Ay, no, Chico, no te pongas con cómica (Toma a Andrés por el brazo y lo

aparta un poco). Ven tú acá… cómo anda mi macharrango.

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ANDRÉS: Chévere. Vengo a pasar la noche contigo.

LA POLVOROSA: Se me salvó la noche. Deja que termine de ubicar a una novatita que está

por ahí medio asustada y medio perdida. (Transición). ¿Mira, y me trajiste el encargo?

ANDRÉS: Claro que sí mi jeva. ¿Cómo me voy a olvidar de ti?

LA POLVOROSA: ¿Bueno y pa’ qué me tienes esperando? ¿Dónde está?

ANDRÉS: Pero es que tiene que ser guillao, si me ven en esta vain…

LA POLVOROSA: Dámela acá de una vez y deja la paja.

ANDRÉS: (Saca del bolsillo una navaja y se la entrega). Aquí la tienes.

LA POLVOROSA: (Feliz, hace relucir la navaja, la abre). La propia pico e’ loro… lo que yo

quería. Vamos a ver si me van a buscar camorra de aquí en adelante. ¡Fina! ¡Te felicito, mi

pavo bello! ¡Fina! (Morbosa). ¡Ay carajo, sí me quieren echar un carro!... Le clavo la hoja

y le abro tremenda tronera… (Abre el tirabuzón). Y después le meto el tirabuzón en la

panza… ¡y le doy vuelta así, hasta que le entre todo! ¡Y jalo así como un sacacorcho, pa’

enrollarle las tripas y dejárselas afuera! ¡Que se vengan a meter conmigo ahora esas perras!

(María hace su entrada triunfal, vestida de blanco, mientras se escucha la música de

“María Bonita”. Ella se acerca a Carlos).

CARLOS: ¿Y qué, mi negra, no tiene ganas de echarse una escapada esta noche con su

gandolero...? ¡Yo tengo berrinche!

MARÍA: Bueno… a lo mejor… ¡pero todavía es temprano! Tengo que atender a algún

cliente, tú sabes, hacelo bebé su media botella… y de repente nos echamos una bailaíta.

CARLOS: Pero un bolerito así pa’ pulí esa hebilla, bien atrincaos pa’ que se calienten los

motores… ¡y la paloma vaya cogiendo vuelo!

MARÍA: Ay, Carlos, tú si eres vulgar…

CARLOS: No, negra, es que usted me pone… coño, si yo estoy prendío… mira, toca…

(Excitado) Negra… y es que cuando yo te engarzo, cuando te clavo, mira, lo que más me

excita… lo que más me gusta, es que tú me digas así, aquí en la patica de la oreja: «Así

Carlos, así, así es que me gusta, Carlos, así es que me gusta».

MARÍA: No te vayas a poner horita con esas cosas, mira que hay gente.

CARLOS: Eso no importa, negra, que ya yo estoy prendío… dímelo para ponerme duro…

dime así… que te gusta, vamos, dime… «Carlos, así, así es que me gusta, Carlos…»

vamos, pues, dímelo, negra, que ya estoy como pata de perro envenenao, durísimo, pues,

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dímelo así, pasito… «Así es que me gusta, Carlos»… «Así es que me gusta que me den,

Carlos… como tu me das…» dímelo, María, dímelo.

MARÍA: ¡Ay, chico, pero yo no te voy a decir eso ahorita!... déjalo pa’ más tarde…

CARLOS: Vente, negra, vamos a bailar esta, así, pegaítos… que te tengo unas ganas esta

noche (Se paran a bailar).

(Una vez que Carlos y María se levantan a bailar, la acción se traslada al sitio donde

están Manuel y Andrés. Al verlos en la pista de baile, Manuel identifica plenamente a

María).

MANUEL: (Alterado). Allí está ella… con su vestido blanco…

ANDRÉS: Sí, María… (Con cierta ironía) ¡Tú mujer!

MANUEL: ¿Y ese tiene que ser el tipo, no?

ANDRÉS: ¿Cuál?

MANUEL: ¡El tipo con quien está bailando, no te pongas con cómica! ¿Ese es el tipo que se

la está levantando? Vamos, dime. ¡No te me tranques ahora!

ANDRÉS: Pues sí, es él… El gandolero. Pero guillo, Manuel, guillo, que no vale la pena.

MANUEL: (Enfurecido) ¿Cómo que no vale la pena? Tú me diste casquillo y vinimos aquí

para eso. Déjame que yo sé cómo los arreglo, yo sé lo que tengo que hacer.

ANDRÉS: ¡Párate ahí, pana!

(La Polvorosa se acerca al notar la alteración de Manuel).

LA POLVOROSA: ¿Qué fue? ¿Qué pasa? ¿Cómo que andas emperrao? ¡Tú tienes cara de

andá buscando bronca!

ANDRÉS: Dale un parao, Polvorosa.

MANUEL: Tú no te metas que éste es un asunto que yo tengo que ajústale a María, yo sólo.

LA POLVOROSA: (Los mira bailando y cae en cuenta). Ah, es por el gandolero; ¿ya te

calentaron la oreja, verdad...? Bueno, si tú quieres ajústale las cuentas a tu mujer, dile que

no ande dando cómicas con cualquiera… Tipos como ese.

MANUEL: ¡Tú sabes algo! ¿Es verdad que tiene algo con él?

LA POLVOROSA: ¡Brother, yo no me meto en peos! Ahora, si tú quieres violencia, ya tú

sabes que eso es lo mío, pero callaita ¡mosca! Yo no me meto en nada. (Insinuante) Ahora,

si tú la necesitas, yo tengo una pico e' loro nuevecita que la puedes estrená con un

gandolero… ¡si le quieres espichá los cauchos...!

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MANUEL: Lo que voy es a espicharle el alma. ¿Dónde tienes la navaja?

ANDRÉS: ¡Tranquilos! ¡Y me dejan de una vez la culebra con la navaja y el gandolero! ¡De

aquí no se muevan¡

(La música va llegando a su final. Las parejas se retiran y de repente se oye una gran

fanfarria. Las luces cambian y se centran en un objetivo. El seguidor nos muestra la

entrada espectacular de la «Perdigona». El transformista, quien trajeado de mujer

comienza la interpretación del «Fango Negro»; canta de manera patética, melodramática.

Gran aplauso al final. La acción se traslada al sitio en donde está La Sifrina quien se ha

acercado a La Polvorosa, retirándose un poco de Andrés y Manuel. La Sifrina intrigada,

sacudida).

LA SIFRINA: Ay, amiga, ¿qué es esto...? ¡Qué canción! ¿Cómo se llama eso que cantó esa

tipa?

LA POLVOROSA: Tipo, mi amor, es un hombre: La Perdigona.

LA SIFRINA: ¿Cómo? ¿Esa canción se llama La Perdigona?

LA POLVOROSA: No, La Perdigona le dicen a él. La canción se llama Fango Negro.

LA SIFRINA: ¿Fango Negro? ¡Te imaginas! ¡Que atraso, que submundo! Sí, es verdad, esto

es un Fango Negro ¡Un lodazal! Y me perdonas ¡Ay! Yo me quiero como ir, pero no sé.

¡Yo estoy muy asustada! ¡Yo, metida en el pantano de la vida!

LA POLVOROSA: Ay, mi amor, si tú llegas a saber lo que es el verdadero Fango Negro.

LA SIFRINA: ¿Tú te crees que yo soy bruta? Yo estudio Sociología en La Católica. Ya veo

lo que es esto. ¿Y el chofer? ¿Va a seguir bebiendo? Pero, ¡qué horror! Ni que fuera

champaña. Y seguramente por aquí no pasa ni un taxi. ¿Dónde está el chofer? ¡Ay, Dios

mío… ahora me dieron ganas de orinar! Y ya me imagino la peste que habrá en ese baño.

¡Ay, vámonos para otra parte! Sáqueme de aquí, que me estoy orinando… (Llama y busca)

¡Chofer! ¡Chofer!

(Se aleja buscando desesperada el baño o al Chofer).

(Repentinamente suena una nueva fanfarria. Las mujeres del bar cierran la cortina y las

luces deben colaborar para que se produzca un efecto especial como de acercamiento con

el público).

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(En las diferentes direcciones del espacio del bar, comienzan los personajes con sus

monólogos. Los mismos deben ser interpretados simultáneamente, de manera que cada

actriz trabaje con un sector distinto del público).

LA PERDIGONA: Si, un hombre… Yo soy un hombre… Al menos por el sexo… Y me llamo

La Perdigona. Así me pusieron, porque a los veinte años yo era como un disparo, como un

cañonazo (Sonríe irónica y triste). Ahora soy esto. Voy camino de ser un adefesio, un trapo

de botiquín. Peor que ellas.… (Recuerda triste) Y yo era un chamito bello… tiernito… tan

bonito, que cuando chiquito, todo el mundo me cargaba y me manoseaba… me

manoseaban por todas partes… hasta por allá… y de repente me empezó a gustar la

cosquillita… y es que me trataban como a una hembrita. Todos, no eran los mayores

solamente… había un pavo, medio balandro él… zumbao… kilúo, el más-más de la

pandilla. Sabrosote. Y todas las muchachas querían tener algo con él… pero no, de repente

fue conmigo. Una tarde me llevó por un monte y que para enseñarme una cosa… y me

obligó. Me amenazó con una navaja… me dijo que me desvistiera y se me echó encima

como loco… en medio minuto todo… (Pausa, evoca). Debe ser que me desgracié o que eso

era lo que me faltaba. Después fui yo quien lo buscó. Y lo hicimos tres o cuatro veces más.

Ahí, empecé a agarrarle el gusto, el sabor… empecé a aprender cómo se hacía… después,

cuando tenía ya mis quince años, lo que me gustaba era mirar a los muchachos, a los

pavitos. Se me ponía la carne de gallina cuando veía un pavito lampiño, pero que ya estaba

listo, que podía… la espalda se me erizaba… y yo le miraba ahí, la entrepierna, con el blue

jean pegaíto, y los brazos como de pura fibra… Me gustaba un pavito tierno, debe ser

porque nunca supe lo que era la ternura… la ternura de verdad, no aquellos manoseos que

me echaban cuando chiquito… Tuve mis cosas con algunos. Pero no seguían… me

enamoraba yo solo. Después mi familia se enteró y me botó pa’ la calle. Me recogió una

madrina, pero yo ya estaba viciao… me gustaba la cosa… y terminé aquí… (Mira

alrededor) Aquí… ahora… desgraciado… porque a lo mejor yo era feliz antes. Ahora no…

ahora yo veo el sufrimiento ajeno y eso no me ayuda a purificarme. Ahora creo que más

bien tengo miedo… y no el miedo que sentía antes, porque iba a encontrar el placer en lo

prohibido, en los callejones, en una cama oculta…o aquí mismo. Tampoco es el miedo que

da el cargo de conciencia por el pecado… ahora tengo miedo porque sé que se han ido

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muchos… se han ido muchos de mis compañeros. Y hasta los chamitos con los blue jeans

pegaditos y franelita se están yendo… o pueden venir aleteando como unas mariposas

negras, como las mariposas de la muerte… a traérnosla. Chamos, angelitos, que van a hacer

a lo mejor por primera vez lo que se hace, porque quieren gozarlo… y a lo mejor se

levantan de la cama ya muertos… y después irán regando la muerte de cama en cama… de

beso en beso…. Los chamitos… como los ángeles exterminadores… bellos, con sus torsos

desnudos y musculosos, pero con la muerte allí. Y el miedo. A mi disfrute, a mi goce… a lo

que fue la razón de mi vida… a lo que significa todo esto… a estar aquí, a ellas… porque

ellas también. Ellas ven entrar al macho y por dentro están sintiendo que puede estar

entrando también la muerte, aunque les guste ese hombre. Y se llevan a la cama al hombre,

al miedo y a la muerte. Igual que yo… veo entrar al Ángel Exterminador. Un pavito tímido,

como me gustaban cuando tenía quince años. Y esa inocencia puede ser el canto del

cisne… las plumas del cisne… las plumas del Ángel Exterminador que me abraza… y en

un orgasmo… en mi disfrute, me está metiendo la muerte dentro…. ¡Todos tenemos miedo

de que ese goce pueda ser el último...!

(La Siempreviva interpreta su monólogo)

LA SIEMPREVIVA: ¡Yo sigo con mi despecho y nada se me quita! ¡Claro, con esa música

que ponen! Y esas perras me lo hacen a propósito, porque me quieren ver vuelta polvo…

tirada por el suelo… y la verdad es esa, que estoy así… ese hombre me dejó mal. ¡Coño, yo

no sé para qué me enamora, para después estar pasando estas depre! Ah, no, pero lo que soy

yo me sacudo de ésta… Me voy a buscar a mi chamo… porque yo no sé si ustedes saben

que me gustan los chamos. (A alguien del público) ¿Tú sabías que me gustan los chamos?...

sí, los chamos, los tiernos. Y la verdad es que viéndolo bien, tú no estás nada mal… ¡mira,

eso promete! Y aquel también… la verdad es que en este rinconcito a lo mejor me resuelvo

la noche. ¡Ay, yo creo que es que yo tengo vocación de maestra y me metí en esto para

enseñar a los chamos!... no cómo se conjugan los verbos, sino más bien como se bate la

leche condensada. ¡Ay, no te ruborices! Esto es así. ¿Para qué viniste entonces? Y yo soy

así. Yo estoy segura que tú quieres que te cuente mis cosas… porque aquí todo el mundo le

gusta que uno le cuente… (Con doble sentido). Le da a la lengua… ¿tú no quieres que le dé

a la lengua...? ay, tú sí quieres… venga esa lengua, papacito… (Le cuenta) Bueno, como te

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venía diciendo, a mí me gustan los pavos tiernos, enseñarlos, quitarles el miedo. Esos

chamitos papaítos, deportistas, que vienen así con culillo, pero están duritos, tú sabes, tú

aprietas y son puro músculo… ¡y yo me prendo! (A un pavo) ¿Tú no estás dañao? Pavo, es

que se tiene ese cuerpecito así, lo ves medio asustao y para rematar está dañao, yo me

vuelvo como loca. Es que a mí me encanta un pavo enrollao, de esos fumones prematuros

que se enrollan y tienen conflictos con los padres. Tú sabes, eso que llaman conflictos de

identidad, y entonces se empiezan a meter yerba y se ponen peores… ese es el momento en

que me gusta que me los traigan… Porque eso me vuelve melcocha. Y tú te pones en el

papel de madre… y les tocas sus… bueno, por ahí, tú sabes, o sea metes mano… Bueno, un

chamo dañao es el propio erotismo, la propia sabrosura. Porque esos que vienen así con

experiencia, no… porque ellos creen que se las saben todas y te zarandean y uno no se los

puede manosear… en cambio un chamito, tú lo tocas y sientes que él tiembla, que se te

prende… tú tocas así, duro, rico, carne joven, como de mármol… (Transición) Mira, tú

conoces esa canción llamada Chamito Candela… sí, esa que decía: «Chamito candela, si es

candela de verdad…» (Se la tararea). Te voy a confesar algo, yo la oía, y me imaginaba el

chamo y me iba solita… bailando, morboseada, imaginando cosas. Yo vivía maluca con el

bendito Chamito Candela. Mira, es que me provocaba irme para un liceo y esperá ese poco

de chamos a la salida, ¡pa’ echale mano a uno...! (Trata de componerse). Ay, como que me

estoy pasando… Mejor me pongo “sublimal” (A un espectador). Tú no sabes lo que es

“sublimallll”. (Alarga la última «L» pegando la lengua del paladar) Lo “sublimalll” es lo

insinuado, o sea, lo que una siente por dentro pero no manifiesta… yo a veces soy

“sublimallll”. Para no decir cosas… confidencias, yo cargo mis cositas… mis chamitos

retratados. (Se saca dos o tres páginas de muchachos desnudos y comienza a jugar)

¿Ves...? ¡Mira este! ¿Estás viendo lo que yo veo...? Y mira este… ¡Ay, aquella quiere ver!

(Va a una espectadora). Mira… ¡ay, ahora te va a dar pena! (A otra). A ti no te enseño

nada, porque tú tienes cara de ser como yo y te voy a dejar con las ganas… (A un

espectador). ¡Mira este! Tú no te la das de macho y dime si no tiene unas piernas como

para comérselas, ¿ah...? ¡Y mírame esto.. (Estalla) Ay, Dios mío, los pavos… los pavos.

Por donde quiera que una anda se los encuentra. ¡Y después la llaman a una depravada!

Pero si a ti te provocan, ¿qué puede hacer una, ah?. Ay, ya no sé, pero los pavos van a ser

mi perdición.

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(La Polvorosa interpreta su monólogo)

LA POLVOROSA: (Mira la navaja) ¡Aquí tengo mi protección! Vamos a ver quién se va a

meter conmigo ahora. Porque… (A un espectador) Tú las ves ahí, muy zumbadas, le dan al

chisme, se meten contigo, pero si yo llego a enseñarles una navaja, se caen. Tranquilitas,

callaítas. Conmigo se viven metiendo, y para colmo me llaman camorrera. Qué va, yo no

busco peos, yo lo que hago es defenderme, hacerme respetar. Ahora yo voy a ser aquí la

fuerte, la más poderosa, deja que se enteren de que tengo esta pico e’ loro. (A un grupo)

Mire, ¿ustedes quieren que les cuente mi historia… o la historia de aquí? ¡Todo el mundo

quiere morbosearse esto y ustedes no van a ser la excepción...! Bueno, esto era mejor antes,

porque éramos nosotras solas, o sea, nada más que «señoritas» ustedes entienden… pero el

dueño se empeñó en meter ique un transformista porque ique algunos hombres cuando se

emborrachan, les gusta probar otro plato… lo cual es verdad, pero eso nos perjudicó…

aunque no vayan a creer que yo no le tengo arrechera a La Perdigona… no, por el contrario,

pobrecito, le tengo lástima, él no se mete con nadie, pero las otras sí, las otras son unas

perras. (A alguna dama) ¿Tú no quieres seguir escuchando? Pues te la vas a tener que calar.

Yo sigo… aunque, para que no te vayas, voy a hablar por este lado… bueno, como les iba

diciendo, esto era mejor pero se puso maloso, y cuando metieron a La Sietemachos se puso

peor, porque esa sí que es verdad que es una ¡llaga! Yo con esas bichas machorras, ¡nuuu

mi amor! ¿Tú estás de acuerdo conmigo, verdad? A ti no te debe gustar una de esas

marimachas. ¡El sabor lo tiene una! ¡Así ricota!... Ay, si yo les cuento mi historia… bueno,

se las voy a contar… (Se pone morbosa). Porque, ¿quieren que les diga algo?, ¡yo soy

morbosa, o sea, yo soy una enfermita, una aberrada, una viciosa! Sí, no me veas así, chico,

porque tú estás loco de que te cuente mi historia. Bueno, si tú quieres que te la cuente, yo te

digo todo y tú me brindas un palito… un roncito. (A otro) Y como tú también vas a oír, ¿tú

me brindas el otro? (Pausa). ¿Ah, no? ¿Tú no quieres escuchar una historia bien sucia, bien

cochina? Mi amor, porque la mía es peorcita. Ya te lo dije, bien sucia, bien arrecha, bien

retorcida… ¿Tú sabes que a mi me violaron...? Sí, mano, me violaron en un galpón y nada

menos que, sobre unas cajas de Malta Polar. ¿No te interesa que siga...? ¡Yo te cuento todo

y te hago cualquier cochinada por el mismo precio! (Pausa) ¿Te fijas...? Está bien, entonces

sigo… Pues me violaron sobre las gaveras de botellas vacías… y fueron dos tipos. El

segundo era violento, berreaba y hasta quería pegarme y todo (Mira a alguien). Ay, ¿qué

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pasó...? ¡Ahora te va a dar asco tomar malta! ¡Qué vaina, que corte! Entonces no puedo

seguir. Bueno, de todas maneras yo me gané mi Cuba Libre. ¡Yo la voy a pedir y se las

pongo en su cuenta! Está bien, que corte. Okey, o sea, eso que ustedes llaman erótico, viene

después… bueno eso si quieren oír el final, ustedes me buscan, que yo estoy por ahí…

¡chao!

(Al terminar los monólogos, la acción se traslada nuevamente al baile. Cuando se abre la

cortina, bailan un danzón, una música no muy agitada. El Político especialmente parece

gozarla. Baila con La Sietemachos. De repente se quita el paltó y lo lanza afuera).

EL POLÍTICO: ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!

LA SIETEMACHOS: ¿Qué fue, chico, qué te pasa?

EL POLÍTICO: Que con eso uno no puede bailar (La aprieta). ¡Véngase mi Sietemachos!

¿No estamos mejor así?

LA SIETEMACHOS: Estarás mejor tú o no. Tú sabes que a mí no me gusta bailar con

hombres. Esos son unos jamones chimbos.

EL POLÍTICO: Ah carajo, que vaina contigo. Vamos a quitarnos todo de una vez… (Se quita

la corbata y se abre la camisa mostrándose grotescamente. Se soba la barriga). Ah, así

está mejor… ¡pellejo con pellejo! ¡Piel con piel...! Véngase pues, muévase… que está

bailando conmigo.

LA SIETEMACHOS: Por ser tú nada más lo hago. ¡Yo no estoy tan decadente como para

andar bailando con machos! A mí no me gustan esas aberraciones. (Ella se lo lleva hacia

adentro).

(Manuel se acerca a María y a Carlos que siguen bailando).

MANUEL: ¿Manuel, tú que haces aquí?

CARLOS: ¿Qué carajo te está pasando a ti?

MANUEL: María, vamos hablar un momento.

CARLOS: Mira, ¿y a ti quién te dio vela en este entierro? ¿Tú no ves que la señorita está

bailando conmigo? No molestes si no quieres tener una culebra conmigo aquí mismo.

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MANUEL (Sin hacerle caso). ¡María, que te vengas conmigo un momento!

CARLOS: ¡Pero bueno, chica, que se trae este tipo entre manos!

MARÍA: Déjalo… él es… un amigo, disculpa un momento que voy a hablar con él.

CARLOS: ¡Ah, no, esta verga no me la calo yo! Tú estás trabajando aquí y yo soy tu cliente.

Tú te quedas aquí.

MARÍA: Pero es que él…

MANUEL: ¡Mire, ella se viene conmigo, porque yo soy su marido!

CARLOS: Ah, conque marido y todo. Pues ella está trabajando y aquí tú no tienes ningún

derecho. Yo le pago… ¡yo le doy su billete para que esté conmigo! Si tú eres su marido y

quieres hablar con ella, espérate que llegue a su casa.

MANUEL: (Arremete contra Carlos. Lo empuja). Mira, no seas cabrón, yo sé quién eres,

¿que estás tratando de levantártela, no...? ¡Pues eso lo vamos a arreglar ahora mismo!

¡Apártate que yo voy hablar con ella! (Lo empuja otra vez, agarra a María).

MARÍA: ¡Manuel, hazme el favor y quédate tranquilo, que yo estoy trabajando!

CARLOS: (Sacando un revólver). ¿Qué es lo tuyo pajarito? ¡Páreme ahí la violencia y la

agresión y el peo...! ¿Me vas a volver a empujar...? anda… sigue… Llévatela ahora.

MARÍA: Carlos… Guarda eso…

MANUEL: María, dile a ese tipo que se aparte.

CARLOS: ¡No te muevas...! Que si le pones una mano encima te dejo tieso… Aquí mismo te

quemo… ¡Mira que este hierro vomita plomo del bueno...!

(Griterío. Confusión. La gente se aparta. María se aferra a Manuel, La Siempreviva se

acerca y trata de agarrar a Carlos).

MARÍA: No, Manuel, no sigas… Carlos, no dispares… cuidado.

LA SIEMPREVIVA: ¡Carlos, guárdate eso...! ¡Cuidado que se te puede ir un tiro! Coño,

guarda ese revólver, para qué te vas a buscar una vaina… déjala, que es el padre de su hijo.

CARLOS: Que padre ni que hijo, este tipo me está provocando…

LA SIEMPREVIVA: Que te vengas para acá, ven, vente conmigo, déjalo que hable con ella,

vente… yo te acompaño… guarda por una pendejada… vente, vamos, déjalo…

(La Siempreviva se lleva a duras penas a Carlos. El Borracho aprovecha la confusión para

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agarrar una botella).

EL BORRACHO: ¡Aquí uno no puede echarse un palitroque con tranquilidad! Siempre tiene

que salir uno con la violencia, que es el arma de los que no tienen razón. (Con la botella).

¡Pero algo bueno queda! (La esconde) A río revuelto, ganancia de pescadores.

(La escena se traslada a La Sifrina y a La Polvorosa).

LA SIFRINA: Bueno, ya oriné y el chofer del autobús nada que aparece. ¡Hasta cuándo nos

van a tener aquí! Ya empezaron a cantar… Fango Negro. Y a mí me han dicho que cuando

en estos arrabales empiezan a cantar no terminan nunca.

LA POLVOROSA: Eso es alegría. No te alarmes. Ya ves. Orinaste y el baño estaba limpiecito.

Tranquila, que aquí no pasa nada.

LA SIFRINA: ¿Limpiecito? Pura creolina. Segurito que ahora se ponen a cantar “El Rey”… o

“Volver, Volver” o una de esas barludeces. ¡Detesto las rancheras! ¿A quién se le ocurre?

Ay, que ordinarios, baratos, vulgares. ¡Chofer! ¡Señor Chofer! ¡Pero es que nadie ha visto

al chofer! ¿Es que nadie va a protestar?

LA POLVOROSA: Tú vas a volver, chama… (Pasito) ¡Yo se que tú vas a volver...!

(Manuel ha arrastrado a María a un rincón del bar. La sacude con violencia y la emplaza).

MANUEL: ¡Entonces era verdad lo que me dijeron!

MARÍA: ¿Qué cosa era verdad? ¿Para qué viniste aquí? Este es mi sitio de trabajo y no

tienes por que venir a armarme escándalos acá.

MANUEL: Ah, ¡tú si que eres arrecha! ¡Tú llamas a esto un escándalo! Mira chica, yo vine

aquí a comprobá que tú andas emapatada con otro. ¡Niégamelo ahora! Y no me vengas a

decí que te estoy armando una culebra, porque yo lo que estoy es reclamando lo mío.

MARÍA: ¡Yo no estoy empatada con nadie! Y me hace el favor y te me vas de aquí, que me

perjudicas.

MANUEL: ¡Ah, yo te perjudico! Qué bolas las tuyas, yo te perjudico. ¿Y qué puedo decir yo

de ti? Tú no me perjudicas a mi cuando te encuentro jamoneándote y besuqueándote con un

tipo. ¿A ti te parece bien lo que estás haciendo? ¿Tú crees que yo soy un cabrón para que

me estés echando esa vaina?

MARÍA: Yo no me estoy jamoneando con nadie. Estoy atendiendo a los clientes y bailando

porque ese es mi trabajo, para eso me pagan. Y tú no tienes que estar celándome ni

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metiéndote en mis cosas. Me para eso ahí, Manuel. Aquí no le perdonan a una un lío y me

pueden botar.

MANUEL: Pues que te boten. Porque lo que eres tú te vas a venir conmigo ahora mismo.

¡Vamos! Te vienes conmigo y terminamos de discutí este asunto allá afuera.

(La toma por un brazo y la arrastra a la puerta. las prostitutas comienzan a gritar y a

reclamarle a Manuel. Se inicia un caos que debe ir in crescendo)

MARÍA: ¡Suéltame! Que me sueltes. Tú no tienes derecho a sacarme de aquí. ¡Suéltame!

MANUEL: ¡Así que ya no tengo ningún derecho! Eso lo vamos a vé ahorita mismo allá

afuera…te me vienes conmigo.

(Categórico, Manuel la saca a empujones en medio de la protesta de María. La agitación

se propaga en toda la gente del bar. Las amigas de María tratan de quitársela a Manuel).

(El Borracho se ha subido a una mesa, vaso en mano)

EL BORRACHO: ¡Violencia! ¡Violencia! ¡Violencia-encia-encia! ¡Qué viva la violencia!

¡Aquí estamos todos dispuestos a alimentar la violencia! ¡Un brindis por la violencia!

EL COLECTOR: Bueno, bueno, señores, esto se está poniendo peligroso. La gente que venía

conmigo en el autobús, que se enconche. ¡Yo me tomé ya mi fría e hice mi necesidad

biológica! Nos vamos, antes que corra la sangre… vamos, vamos, pal' autobús… vamos…

venga señora… por aquí, vamos saliendo.

(El Colector va recogiendo a la gente. Andrés se acerca a Manuel y María).

ANDRÉS: Chamo, ten cuidado. No vayas a armar una camorra…

MARÍA: Ah, fuiste tú quien le salió con el cuento.

MANUEL: Sí, fue él. Y te me callas. Tú vas a hablar cuando yo te pregunte, porque esto me

lo va a dejar clarito ahora mismo.

ANDRÉS: Yo me quedo… me tomo un palito aquí con La Polvorosa… Y contrólate, chamo,

control…

(La gente sale hacia el autobús. Manuel arrastra prácticamente a María, tropezando con

los espectadores)

(Improvisación María-Manuel).

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(A la salida del bar, en medio de una confusión, La Perdigona está peleando con uno de

los clientes del bar, este la arrastra por la calle, hasta que La Perdigona encuentra una

botella rota y lo amenaza. (Improvisación). Por supuesto que la pelea se ha extendido a las

otras mujeres, quienes han tomado partido por uno u otro bando y se halan de los pelos, en

medio de caos y la confusión).

(OJO: Es una pared de la fachada del bar, la que queda frente al autobús, de manera que

los espectadores puedan apreciarlo perfectamente. Manuel ha sometido contra la pared a

María y ésta lucha por zafarse, pero Manuel la pega repetidas veces contra la pared con

comentarios a toda voz: «Tú no te vas», «Tú te me quedas aquí». Ella replicará:

«Suéltame», «Que me dejes», «Ayúdenme»).

(Por otro lado, aterrorizada, ha salido La Sifrina. Busca un taxi o quien la ayude).

(El Político, grotescamente, en medio de una gran borrachera, sale, si es posible, con el

pantalón en la mano. Lleva unos calzoncillos largos que deberían hacer más grotesca su

figura y la escena).

LA SIFRINA: ¡Un taxi! ¡Un taxi! Por lo que más quieran, consíganme un taxi.

EL POLÍTICO: ¡Rebulicio! ¡Bululú! ¡Bochinche!

LA SIFRINA: ¡Un taxi… señor, por favor, yo me quiero ir para mi casa… aquí van a matar a

alguien, aquí va a correr sangre…!

EL POLÍTICO: ¡Bululú! ¡Plomazón! ¡Corredera!

LA SIFRINA: ¡Yo no quiero que me lleven detenida a declarar! ¡Yo no quiero ser testigo de

este despelote! Dios mío, ¿qué va a decir mi familia? (Echa a correr y se pierde en las

calles).

(Debe armarse un gran escándalo en plena calle cuando las prostitutas tratan de alejar a

Manuel de María. Carlos también trata de golpear a Manuel mientras dos prostitutas

pretenden anular su acción. Caos, confusión).

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CUARTA PARTE: EN EL AUTOBÚS

(Finalmente, entran al autobús. Los pasajeros se acomodan. Manuel y María se sientan).

MARÍA: ¿Y si me botan con qué me vas a responder tú? ¡Yo tenía que haberle pedido

permiso al administrador! Yo no puedo salirme así para la calle sin decir nada.

MANUEL: ¡Tú no te saliste, te sacó tú marido! ¡Y punto! ¡Te callas que nosotros lo que

tenemos que hablar es otro asunto!

EL COLECTOR: Abróchense los cinturones de seguridad, que va despegando el vuelo 69…

¡Ay, que número más rico!, para el Este de Caracas. ¡Damas y caballeros, nos fuimos!

(Suena nuevamente una salsa estridente).

EL DEL PERIÓDICO: (Leyendo) «Ultrajada y asesinada bella joven por un ciego. La policía

sigue tras la pista del asesino, pero no logra ver luz…». «Fusilado un policía por un grupo

de pistoleros en el Simón Rodríguez». «Atracado visitante en el retén de La Planta. Dos

presos lo despojaron de sus prendas y de 700 Bs.».

EL BORRACHO: Óigame, ¿en ese país de verdad, la policía se llama policía, o no hay

policía?

EL DEL PERIÓDICO: «Robaron un millón de bolívares de una quinta en el Club Hípico. Los

ladrones huyeron en el carro de los propietarios y se llevaron también la perrita de la

señora».

LA VIEJITA: Ay, señor, no siga leyendo esas cosas tan fúnebres y a esta hora de la noche,

por favor.

EL DEL PERIÓDICO: ¿Fúnebre? Fúnebre es esto… (Busca la página de los entierros y lee).

“Ha fallecido cristianamente:

¡La tía Yiyita!

Tía Yiyita, Tía Yiyita,

Tú que eres tan bonita

Tú que nos diste pan y tetica

Cuando murió mamaíta

No podemos resignarnos

A que estés con los santicos

No podemos olvidar tus mondongos

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Ni tus fritos

Siempre te recordaremos

Tus sobrinitos”

EL BORRACHO: ¡Coño, ahora sí que la mataron! ¡Ahora si se fue directo al cielo con ese

Nerudazo! Ahora sí va a descansar.

EL DEL PERIÓDICO: (Leyendo) «El Presidente dice que en su gobierno no hay ladrones ni

corrupción» (Comentando) ¡Coño, por eso es que estamos en crisis, como no roban, los

reales no corren, por eso es que no se ve la plata en la calle y estamos peleando, o sea, en

crisis! (Leyendo) «El ex-presidente Herrera protesta porque el dólar se ha disparado a 43

bolívares y él lo dejó a 17… agrega además que él no le puso el motorcito para que subiera

tanto». ¡Toma tu Toronto!

EL BORRACHO: ¿Y la beca alimenticia? ¿Y la cesta básica? ¿No dice nada del bono? Yo

creí en ese bono. El bono iba a ser el lado iluminado de mi existencia. ¡Y quedé esperando!

¡Y así entre bono y bollo se acaba mi vida! ¡Porque no tengo ni real ni mujer! ¡Dos cosas

sin las que no se puede vivir! Para que vivo, para que estoy resollando si no tengo ni bollo

ni bono (Bebe).

EL COLECTOR: ¡Mira, queso de bola a sesenta bolívares...! ¿No quiere nada, señora...? ¿Y

usted, señor, no quiere nada...? Usted tampoco.

EL BORRACHO: Pero bueno, ¿los vendedores ambulantes y los buhoneros no fueron

desalojados? ¿A qué se debe este buhonerismo nocturno? Chofer, ¿usted quiere

explicármelo?

EL BUHONERO (Tristón). Nadie quiere nada… ¡Ya entiendo! ¡Para vender necesito

publicidad! (Se anima como un pregonero) (Saca una marioneta desnuda). ¡Aquí tienen

ustedes! ¡Miren la criatura, al ser humano como Dios lo hizo! ¡Desnudo...! ¡Nada! ¡Es

nada! (Saca la marioneta vestida y la maneja. Le da movimiento) Y ahora verán de lo que

es capaz el arte. Camina, se mueve, lleva chaqueta, pantalones. ¡Anda! ¡Haz una reverencia

a la señora! Ahí está. Y como eres todo un caballero le das un beso. (Besa a alguien) ¡Todo

un caballero! (Saca un títere, un caballo y un móvil con pajaritos). Y también pueden mirar

al caballo astronómico o a los pajaritos cantantes de las Islas Canallas. ¡Los favoritos de

todas las cabezas coronadas! Damas y caballeros, va a comenzar la representación con

todos estos personajes. En un momento, el gran festival de la imaginación.

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(Comienza a organizar sus cosas).

(Manuel sacude a María el brazo)

MANUEL: ¿Tú no me vas a seguir vacilando, contéstame, quien es ese tipo?

MARÍA: Ya te dije, un cliente. Y mi trabajo es atender a los clientes. Yo cobro por servirles

los tragos, por acompañarlos, por bailar con ellos.

MANUEL: Pero parece que este es un cliente muy especial. Que viene todas las noches y no

busca a otra, sino que viene a encontrase y a bailar contigo, a echarse tremenda cotorra

contigo. Y después que tú terminas de trabajar, se va contigo.

MARÍA: ¡Sacúdete! Esa vaina a ti no te interesa. Es mi vida. Acuérdate que yo no vivo ya

contigo y por lo tanto no tengo que rendirte cuentas… (Transición) Es verdad que hay tipos

que se enganchan y vuelven por una que les gusta más que las otras, porque les gusta cómo

bailamos, o por las cosas que conversamos…es como la amistad, pues. Eso pasa… Y hay

quienes se encariñan… pero de ahí a que me guste, hay mucha distancia.

MANUEL: ¿Tú te crees que yo soy pendejo? Yo los vi todo el tiempo y ese tipo tiene una

pepera contigo y a ti también te gusta. Se te notaba que le seguías la corriente que no lo

tratabas como a un cliente más. Te gusta el tipo, no me lo niegues.

MARÍA: ¿Y cómo te enteraste tú de este rollo? Seguro que fue Andrés que te lo sopló.

MANUEL: Pues si, fue él. Ese al menos es mi amigo y respeta la amistad. Es honesto

conmigo y no me traiciona como tú, que eres la mare de mi hijo y haces estas carajadas. Y

te pones a trabajar así en un bar, sin pensar en el chamo… ¡ni en mÍ! ¡Coño, María, te

metiste en esta mierda! ¡Eres una sucia, una rata!

MARÍA: Ya está bueno, Manuel, te dije que la pararas ahí, no me sigas insultando. Esa es la

vida que tengo ahora, “tú, a lo tuyo; Yo a lo mío” Nosotros no tenemos que rendirnos

cuenta. Además, yo no voy a andar discutiendo mis cosas privadas en un autobús.

¡Suéltame, suéltame!

(Ella se le sacude tratando de escapársele y se escuda en El Borracho que interviene

salvando por el momento la situación)

EL BORRACHO: ¡Que siga la violencia! Por algo somos uno de los países más violentos del

mundo. Aquí en Caracas matan hasta cien personas en un fin de semana. Aquí matan por

matar, por gusto, sin buscarle motivos. Aquí la policía mata a más de cien personas en un

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año… Y hay gente que se asombra porque a cada rato hay una guerra, porque la guerra es

un negocio…pero si aquí sumamos más muertos que en cualquier guerra. (Irónicamente) Y

ustedes tengan cuidado, ¡que a lo mejor uno de ustedes amanece muerto mañana y no

propiamente de un infarto!

EL BUHONERO: (Presentando una marioneta que es un burro). Aquí tienen ustedes a este

animal, el más bruto de todos. ¡El burro! ¡Pues no, él va a demostrarles todo lo contrario!,

¡vamos, demuéstrales tu inteligencia! ¡Tu intelecto bestial! (Lo mueve) ¡Avergüenza a esa

sociedad humana! (Al público). ¿Lo ven? Tiene cola y cuatro patas, pero es miembro de

todas las sociedades eruditas y las financiadoras que estimulan la fuga de capitales… ¡y la

fuga «hacia» las capitales! ¡No me dirán que es sagaz, agudo, incisivo! ¡También es

profesor en esta Universidad Nacional en donde el alumnado espera el año alimentario, la

cesta familiar y como post-grado aprender a cómo montarle! Esto era la simple inteligencia

del animal. Ahora piensa con la razón doble, mientras sus pupilos estudian la crítica a la

razón… (Juega con el asno) Quiere decir entonces que este no es un ser irracional… ¡un

burro!, ¡sino que es igual a ustedes, una persona, un burro, un hombre!

EL BORRACHO: ¡Ah, no, caballero, usted me ofende! ¡Yo no soy igual que ese burro! Yo

soy un ser pensante… ¡sé por quién voto en las elecciones, cuando el Ministro va a pedir

que le refinancien la deuda, cuando violan las ordenanzas municipales y cuando cometen

un crimen ecológico, violando a la naturaleza, o sea, todos los días!

EL BUHONERO: ¡La naturaleza, lo natural, usted lo ha mencionado! ¡Como ven, la bestia es

pura naturaleza! Una naturaleza corrompida por los ideales. ¡Aprendan ustedes de él!

Todos los días nos dicen: «¡Hombre, sé natural...! o ¡métete a vegetariano...! Lo que sea,

porque tú estás creado de polvo, arena, barro… o ¡mierda! ¡Porque el barro de Caracas es

mierda! ¿Y ustedes quieren ser algo más que polvo, arena, barro o mierda...? ¡Pues vean a

este burro, aquí ven ustedes lo que es el entendimiento! Sabe calcular, aunque no contar

con los dedos… No puede expresarse. ¡Únicamente no puede explicarse! ¡Es un

hombre…cambiado! (Pausa. Guarda el burro). (Retoma sus productos). ¿Quién me

compra ahora una cadena para el reloj, unos zarcillos, bolígrafos, mentol, Alka-Seltzer o

anteojos...? ¿Nadie, nadie?

LA VIEJITA: Señor… Me gustaría comprarle algo… unos anteojos oscuros para… para

no… (Se corta) pero no tengo más dinero, lo gasté todo en el pasaje.

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EL BUHONERO: ¡Gracias, señora, muchas gracias… se los regalo! (La Viejita, emocionada,

se pone los lentes oscuros).

LA VIEJITA: ¡Gracias! ¡Qué maravilla! Son los primeros que tengo en mi vida y la verdad…

es que se ve mucho mejor con ellos.

EL BUHONERO: ¿Nadie más compra nada...? ¿No quieren un desodorante, un bolígrafo,

sacapuntas, zarcillos, salvavidas...? (Transición). ¡Bueno, si nadie compra, me deja en la

próxima parada!

EL COLECTOR: ¡Okey, pana, recoge tus cachivaches que ya vamos a llegá!

(Se oye un pedazo de salsa. El Chofer se detiene).

EL COLECTOR: Llegamos a la esquina de Pel’el Ojo… Esta es la última parada antes del

terminal. ¡El que se quiera bajar que se baje… y si no, hasta el fin del mundo...!

EL BUHONERO: ¡Yo me quedo...! (A los espectadores) ¡Tierra eres y en tierra te

convertirás...! ¡Pero antes, procura mirar un poco hacia fuera… la naturaleza...! ¡En el

hombre, eso se transforma en libertad! (Se va coreando: “Bolígrafos, mentol, chocolates,

zarcillos y pulseras para las damas, los lentes para el sol, los condones...”).

(El autobús arranca nuevamente).

(Se escucha otra vez música. En esta oportunidad un bolero como para acentuar o marcar

el melodrama).

(La acción se traslada nuevamente a Manuel y María).

MANUEL: Coño, María, dime la verdad, ¿te estás acostando con ese tipo?

MARÍA: ¿Vas a seguir con el rollo? (Estallando) Está bien, tú te la buscaste. Después no te

quejes. ¡Si! ¡Me estoy acostando con él! ¿Qué más quieres que te diga? Ya lo sabes y no

por un chisme de tu amigote. Eso era lo que querías que te dijera, ¿no? Positivo:

(Remarcando las silabas) ¡Me-a-cos-té-con-él!

MANUEL: ¡Y me lo dices así, como si nada! Te puteaste, María, te metiste a puta.

MARÍA: ¿Tú no querías que te lo dijera? ¿O prefieres que te diga que “hacemos el amor”

como dos carajito, tiernos, como lo hacíamos tu yo? No, lo hacemos como puta y macho,

bien morbosos.

MANUEL: Coño, ¡cállate! (triste, a punto de llorar) Y yo que creía… yo que estaba

creyendo que tu me esperabas. Que tú todavía esperabas a que llegaran los fines de semana

para volver a vernos… para estar conmigo. Bello que me quedó esperarte. No pensaste en

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mí y te fuiste p´al ejército. Y me cansé se estar haciendo cola en el Cuartel para visitarte.

MANUEL:(La toma de la cara) ¡Y esos zarcillos! Esos zarcillos. ¿Te los regaló él?

MARÍA: Sí, me los regaló él.

MANUEL: Son rojos…rojos (Comienza a enajenarse). Son rojos como la sangre, parecen

dos gotas de sangre.

MARÍA: (Rechazándolo) No me hables de sangre que eso trae mala suerte. No me

menciones la sangre.

MANUEL: Mala suerte la mía, por haberme encontrado contigo.

(María se le escapa y corre hacia El Chofer)

MARÍA: ¡Señor, párese! Párese un momento. Déjeme aquí que me tengo que bajar.

MANUEL: ¡Tú no te me vas a dejar así, María!

(Los dos forcejean. El Chofer sigue adelante como si nada)

EL DEL PERIÓDICO: (Leyendo) «El Consejo de Ministros concluyó en su última reunión que

es improrrogable la reforma de la ley de Salvaguarda del Patrimonio público, ya que ella es

la causante del estancamiento económico que el país viene padeciendo. Esto se debe a que

los funcionarios públicos del actual gobierno, no se atreven ni a tocar el dinero, lo que ha

traído como consecuencia la falta de circulación y el acrecentamiento de crisis…»

(Comenta). ¡Cuánta honradez...! ¡Cuánta honestidad! ¡Esto es lo que se llama una crisis por

exceso de integridad! ¡Una crisis así vale la pena...! Qué maravilloso país de América. Un

país metido en el hueco de la crisis.

EL BORRACHO: ¡Usted está errado, mi querido señor...! ¡Ningún hueco tiene que ver con la

crisis! ¡El hueco es otra cosa! ¡El hueco es la vida misma! ¡Nosotros vivimos de un hueco,

para el hueco y por el hueco! ¿Ustedes no han pensado en eso? Pues fíjense bien si esta no

es la verdadera filosofía de la vida: ¡La del hueco! Nosotros nacemos por un hueco,

comemos por un hueco, miramos por dos huecos, respiramos, por otros dos huecos…

comemos por un hueco, expulsamos nuestros excrementos, por no decir la palabra correcta

por el respeto a las damas aquí presentes, ¡pues excretamos por el otro hueco! ¡Hacemos el

amor por un hueco! ¡Y cuando morimos, nos entierran en otro hueco y ahí se termina todo,

se consuma el ciclo, en otro hueco!

EL COLECTOR: Pero bueno, ¡cállense la boca! Ustedes no respetan que este es un servicio

público y que no se puede estar con esa cotorra… ¡En el metro nadie habla! ¡Porque

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molesta, y ustedes como que tienen cuerda! Cállense la boca y dejen a la gente tranquila,

los demás pasajeros también tienen derecho… Los voy a tranquilizá con uno de mis

exquisitos números. ¡Dicen que la música amansa a las fieras, vamos a ver si hace lo mismo

con los borrachos!

LA VIEJITA: Estaba oyéndolos… y ustedes tienen un hijo, ¿verdad?

MARÍA: (Desconcertada). Sí, tenemos un hijo… un varoncito.

LA VIEJITA: (Con ternura) Seguramente ustedes no tienen tiempo de contarle cuentos… o a

lo mejor no se saben ninguno…

MANUEL: Bueno, yo la verdad… no sé cuentos.

LA VIEJITA: ¡Sí, es que la vida ha cambiado tanto...! Pues les voy a echar un cuento para

que ustedes se lo cuenten cuando se ponga malcriado y no se quiera dormir…

MARÍA (Desconcertada). Señora, la verdad es que…

LA VIEJITA: Pues… «Érase una vez un pobre niño que no tenía ni padre ni madre… Y el

mundo estaba todo muerto y no había nadie más que él en este mundo. Estaba todo muerto

y él iba buscando… buscando, día y noche. Buscaba algo… alguien… y como no había

nadien en la tierra, quiso ir al cielo… ¡la luna lo miraba tan tierna, tan amable! Pues se fue

a la luna, y cuando llegó, eso no era más que un trozo de madera podrida que no se sabe por

qué brillaba. Entonces decidió irse al sol, y cuando se fue al sol, era un girasol marchito. Y

cuando llegó a las estrellas, éstas eran nada más que pequeños mosquitos dorados, pero

todos estaban pinchados por las espinas de las zarzas. Y cuando querían volver a la tierra

todo era como un enorme cántaro volcado y roto… Y estaba tan solo, que se sentó en él. Y

rompió a llorar y ahí está todavía… y llora solo…»

(La Viejita vuelve a su asiento. Se coloca los anteojos oscuros).

LA VIEJITA: La verdad es que todo se ve mejor con estos espejuelos.

(Manuel se acerca a María conciliadoramente. Saca unos billetes del bolsillo y se los

entrega)

MANUEL: Toma esto.

MARÍA: ¿Y eso qué es… para qué me das eso?

MANUEL: Para ti, para el chamo. Para que le compres algo, lo que más necesite. Para que no

vuelvas a ese botiquín.

MARÍA: Ay, Manuel, ¡por favor! ¡A estas alturas vas a venir con esa! ¿Tú crees que con

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billetes se vayan a componer las cosas?

MANUEL: Tú y yo no importamos, lo acepto. Pero el chamo si importa. No le jodas la vida,

María.

MARÍA: La vida se la jodimos todos. Todos los que están aquí y los que gobiernan y los que

están afuera. Y tú también.

MANUEL: Yo me metí en el servicio militar pensando en él, para que nada le hiciese falta

mañana.

MARÍA: Muy tarde te diste cuenta. Resulta que a él le hace falta eso desde antes, desde

ayer… ahora también. Nosotros no podemos esperar hasta mañana, porque ni para él ni

para mi va a amanecer. ¿Tú no te das cuenta, Manuel? Yo me pegué solita mi embarazo y

me tuve que ir de mi casa. Me la jugué completa. Y parí porque quería a mi hijo. Lo dejé

todo por ti y por mi hijo, los estudios, la casa, ¡todo! Pero aprendí. No podemos con esta

vida, la vida, nuestra vida es una mierda.

MANUEL: Yo te pasé el dinero que pude, María, hice lo que pude, no es mi culpa.

MARÍA: Tampoco es culpa mía. (Irónica) Ahora resulta que no es culpa de nadie. Pero tú

estás en el Cuartel y yo en la calle… (Inicia una serie reflexión) Sola… joven… me dicen

que soy bonita, o que estoy bien buena… Ese es el trabajo más fácil de conseguir. Yo

busqué otra cosa, ¡pero…nada! ¡Y ahí estoy todas las noches, sola! Con cuarenta hombres

que quieren bailar conmigo, pero sola. Cuarenta tipos que me calientan la oreja y me meten

la mano por todas partes y alguna de esas caricias yo las siento y me prenden… Y

empiezan a apretarme mientras bailamos…Y esto tenía que pasar. (Estalla) De repente

viene un hombre entero, fuerte, bello, con esas manos que abarcan todo mi cuerpo. Y está

allí todas las noches y no como tú, una vez a la semana. Y de repente yo creo que lo hace

con ternura porque tengo que creer en algo…

MANUEL: No me jodas más… Nosotros tenemos un hijo, María, y el chamo no se merece

esto

MARÍA: No sigas poniéndome de pretexto al niño. Somos nosotros, tú y yo. Y esto se

terminó. No me sigas buscando. Yo me encargo de mi hijo y de mi vida. Mira a ver qué

hacer tú con la tuya, pero sin mí.

(El autobús da un frenazo. El Colector habla en tono de aeromoza).

EL COLECTOR: Su atención por favor: Señores pasajeros, el capitán de la nave tiene el deber

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de comunicarles que en estos momentos debemos hacer una parada no prevista en los

planes de vuelo de este autobús, ya que hemos sido interceptados por una patrulla de

policía. Se agradece, para la comodidad de los usuarios, tener a mano su documentación al

día.

(Consternación entre los pasajeros).

(La Viejita, El Borrachito y El del Periódico se alteran)

(Aquí entra la escena de la patrulla)

LA VIEJITA: Pero ¿qué pasa, por qué nos vienen a detener?

EL BORRACHO: ¡Ahora sí que la pusimos de pato macho!

EL DEL PERIÓDICO: ¿Qué fue? Si este es un transporte urbano, ¿por qué nos paran? ¡Aquí en

Caracas no hay alcabalas!

(La policía entra en el autobús, rápidamente cachea).

POLICÍA 1: ¡Buenas noches! ¡Me hacen el favor y cada uno va pelando por su cédula! ¡La

cédula de identidad al día!

POLICÍA 2: (Al Chofer) ¡Y tú, me vas dando tu licencia de conducir y los papeles del

vehículo!

EL CHOFER: Aquí está mi licencia…

POLICÍA 2: La M-3 y el certificado médico. Tú tienes que usar antiojos para conducir, tú

tienes cara de miope.

POLICÍA 1: (A los pasajeros) ¡Su cédula...! Cédula en mano todo el mundo. ¿Aquí como que

hay indocumentados?

POLICÍA 2: Yo veo mucha gente rara. Aquí hay unas cosas rarosas para estar en un autobús

a esta hora de la noche.

EL COLECTOR: Mire, señor agente, déjeme que le explique. Lo que pasa es que este no es

un viaje de rutina. Este es un viaje especial.

POLICÍA 2: ¿Cómo es eso de un viaje especial? ¿Especial por qué?

EL COLECTOR: Bueno, porque mire… esto no es un viaje de pasajeros.

POLICÍA 1: ¿Ah, no, y esta gente quién es?

EL COLECTOR: Estos son espectadores. O sea, es que estamos haciendo una función de

teatro en este autobús, ¿entiende...? Es una obra de teatro, no es ningún viaje pá ninguna

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parte.

POLICÍA 1: ¿Tú como que me has visto cara de qué, mano? ¡Un poco más de respeto a la

autoridad! ¡Qué teatro ni qué teatro! El teatro lo hacen en los teatros. ¡Quien sabe qué vaina

rara se trae esta gente!

POLICÍA 1: ¡Además, en el teatro son maricos! ¿O tú me vas a decir que todo el mundo que

está metío en este autobús es marico?

POLICÍA 2: Esto está muy sospechoso, vamos a hacer la requisa…

EL COLECTOR: Mire, señor agente, déjeme que le explique.

(Los policías comienzan a pedir la cédula agresivamente).

POLICÍA 1: Cédula… que me de su cédula…

POLICÍA 2: Párate un momento… tu cédula… y no te muevas, cuidado con cualquier

movimiento sospechoso.

POLICÍA 1: Pégate pa’ allá pajarito… y me das tus documentos… ¿Tú eres ecuatoriano...?

¿Y cuándo llegaste al país...? ¿Cuándo te dieron la visa...? ¿Tú no compraste esa visa en

una gestoría?

EL BORRACHO: Ya va a empezar lo que se llama la matraca.

POLICÍA 2: Mira, coño e’ tu madre, ¿cuál matraca? Tú te crees que nosotros somos unos

chantajistas. Nosotros somos la autoridad, los que cuidamos a los ciudadanos honestos de

este país.

EL BORRACHO: Tá bien, yo no he dicho nada.

POLICÍA 2: Óyeme, ¿tú como que andas medio prendío? ¡Porque tienes un tufo de perolito

e’ reverbero...! Aaaaay, papá, pero si este es del hermano país y tiene cédula vencida.

EL BORRACHO: Pero cómo que vencida, señor agente… déjeme ver.

POLICÍA 2: Vencida, vámonos pa’ bajo, pa’ la jaula, pa’ la trulla. ¡Tas detenido!

EL BORRACHO: Oiga, pero esto es un atropello…

POLICÍA 2: Tás detenío, mano. Tú estás ilegal en este país. Colombiche y borracho en un

transporte público. Además, irrespeto a la autoridad y intento de soborno, vamos, pa’

bajo… vamos.

(Se llevan a El Borracho. El del Periódico se para).

EL DEL PERIÓDICO: Mira, ¿y tú no me preguntabas que si en este país había policía?...

Bueno… ahí la tienes… ¡conócela!

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(Se llevan a El Borracho entre empujones y protestas. Lo meten en la jaula).

EL COLECTOR: ¿No hay ningún herido? ¿Ni lesionados, ni muertos...? ¿Podemos seguir el

viaje?

LA VIEJITA: Esto es un abuso de autoridad. Pedirme a mí la cédula, una persona mayor,

respetable como yo… (Se va poniendo furiosa). De casualidad no me rompieron mis

anteojos nuevos con el manotazo que me tiraron.

EL COLECTOR: ¡Bueno, los vidrios! ¡Hasta luego, respetables autoridades! ¿Todo el mundo

está listo para el despegue...? Señores pasajeros, la empresa pide excusas por este

imprevisto incidente, y a pesar de que no hay indicios de nuevas turbulencias, agradece

mantenerse el tiempo que dure este viaje con los cinturones de seguridad colocados y el

respaldo de sus asientos en posición vertical… Buenas noches.

(El autobús arranca de nuevo en medio de las notas alegres de una salsa estridente. La a

El Borracho Viejita se levanta. Mira de un lado a otro de la calle como tratando de

ubicarse).

LA VIEJITA: Oiga, señor, pero ¿este autobús para dónde va?

EL COLECTOR: Guá, para Plaza Venezuela y el Teresa Carreño.

LA VIEJITA: ¿Pero no pasa por Bello Monte?

EL COLECTOR: Nuuu, señora, usted está más perdía que el hijo de Limber. Esos son los

anteojos oscuros que no la dejan ver… ¡ese solazo...! qué va… cero Bello Monte.

LA VIEJITA: Pero señor, ¡yo voy para Bello Monte! ¿Y ahora cómo hago?

EL COLECTOR: Ah, señora, yo no sé, yo no puedo cambiar de ruta.

LA VIEJITA: Pero si yo voy para Bello Monte, ¿por qué usted se empeña en llevarme para la

Plaza Venezuela y para el Teresa Carreño? Yo cogí un autobús para que me llevara para

Bello Monte, porque ahí es donde yo vivo, y ahora resulta que el chofer se empeña en

llevarme para donde…

EL CHOFER: No es que me de la gana, es que yo voy para la Plaza Venezuela…

LA VIEJITA: Pero ¿y qué voy a hacer yo en la Plaza Venezuela, y mucho menos en el Teresa

Carreño? ¿Usted me quiere explicar? Yo no voy al teatro y mucho menos a la Plaza

Venezuela. Yo donde quiero ir es a Bello Monte, porque ahí es donde yo vivo. Y si usted

no me lleva, aquí va a haber un problema inmediatamente… porque yo no tengo para pagar

otro pasaje. Los últimos dos bolívares que me quedaban se los pagué a usted para que me

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llevara a mi casa en Bello Monte y ahora usted me engaña y me lleva para el Teresa

Carreño. Esto es un abuso, además, usted debe entender que ya va a ser la hora de la novela

y yo no me quiero perder la novela. Eso es la única distracción que tengo, así que usted me

lleva para Bello Monte o vamos a tener un problema.

EL COLECTOR: Pero bueno, señora, ¿por qué usted no preguntó para dónde iba este

autobús? ¡Usted tenía que haber visto que allá fuera dice la ruta, y no dice Bello Monte por

ninguna parte! Usted tenía que haber cogido el autobús que dice Bello Monte y punto… Lo

lamento, pero yo no puedo llevarla.

LA VIEJITA: Pero esto es un abuso. ¿Por aquí no me lleva usted para Bello Monte? Usted se

aprovecha de que yo soy una anciana y quiere abusar de mí. Usted lleva a todo el mundo

que está montado en este autobús, menos a mí. ¡A mí no, porque soy la vieja, la más débil!

Pero alguien tiene que apoyarme. Usted me tiene que llevar a Bello Monte, porque yo

sencillamente no quiero ir para otra parte. ¿Qué hago yo en el Teresa Carreño? Nada. Yo

sola a esta hora… por eso es que a uno la violan y la atracan, porque una se monta en un

autobús y el chofer la lleva para donde él quiere, y la deja a una donde le da la gana,

entonces llegan los ladrones y te arrebatan la cartera… y un sádico te viola. Y yo no me

voy a dejar violar por nadie, porque lo que no se llevó el difunto Juan Crisóstomo Payares,

a quien quise mucho, pero con quien no pude casarme porque se lo llevó la parca, no se lo

va a llevar ningún degenerado porque un chofer no quiere llevarme a Bello Monte. Ustedes

son los culpables… los choferes como usted son los responsables de tanto atraco y tanta

sinvergüenzura que hay en este país… Usted me lleva para Bello Monte o le caigo a

carterazos.

EL COLECTOR: Mire, señora, hágame el favor, que demasiados inconvenientes hemos

tenido en este viaje… Cállese la boca, que yo la dejo en el Teresa Carreño, y yo mismo le

doy para que agarre ahí una autobuseta para que la lleve a su casa. Pero por favor, cállese la

boca… Quédese tranquila, ¿sí?

LA VIEJITA: (Refunfuñando en voz baja) Por eso es que a una la roban y le hacen

cochinadas… y yo tenía que estar a esta hora en mi casa… pero nada… ¿usted cree que eso

es justo? ¿Y usted para dónde va...? ¿Usted no va para Bello Monte?

(Manuel intenta, desquiciado, un último acercamiento a María. Ella lo rechaza).

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MARÍA: Déjame, yo me voy a bajar. Tú por tu lado y yo por el mío. No me sigas buscando.

MANUEL:(Imperativo) Tú no te vas.

MARÍA: ¿Tú que te crees, que eres dueño de mi vida? Aterriza, chico, pisa tierra. ¿O es que

acaso tú no quieres ver el mierdero donde estamos metidos? ¡La gente como tú o como yo

no tiene salida! ¿Tú no ves lo que está pasando aquí? ¿Quién se salva? ¿Cuál es la

oportunidad que tenemos de ser alguien decente si es que no nos vendemos, qué

oportunidad me queda a mí? ¿Quién me salva a mí después de meterme a puta?

MANUEL: Eso es lo que yo te estoy pidiendo, que nos demos una oportunidad.

MARÍA: No la hay. (Pausa) Yo la busqué y me perdí. Si metí la cabeza en ese Fango Negro

fue para hacer algo, para no quedarme de brazos cruzados esperando lo que no me va a

llegar. Para, al menos, salir de la casa y tomarme un ron con alguien y ganarme aunque sea

malamente cuatro billetes (Reflexiona amargamente) Yo sé que estoy jodida, igual que tú…

y de eso quiero que te des cuenta ahora, jodida igual que tú, porque los dos estamos jodidos

¡y no nos salva ni Dios! Los dos… y el chamo está ya jodido. Lo jodimos nosotros y esta

cloaca. ¡Nos jodió el país, los que mandan, los civiles, los militares, nos jodieron todos!

¡Nosotros somos los perdedores de esta partida!

MANUEL: ¡Cállate, cállate, no sigas!

MARÍA: ¿Por qué no lo quieres ver? Nosotros nacimos perdidos, nuestro hijo esta perdido

ya. Nosotros somos el ejército de los perdedores, ¿entiendes?

MANUEL: Yo no. ¡Yo voy a llegar a algo!

MARÍA: ¿A graduarte de sargento para comprometerte después en un golpe de estado?

¿Cuál futuro tenemos, Manuel? Jodidos, nosotros somos los perdedores. ¡A nosotros no nos

salva ni tu golpe de Estado ni una revolución! (Decayendo) Déjame pasar las noches allí,

rajando caña y bailando… antes de que me entierren. (Llora) Perdimos,

Manuel…perdimos… pensar que nos queríamos y ahora no hay nada que hacer sino tirarse

por el barranco.

MANUEL: Yo no estoy perdido. El chamo no se va a perder.

(Manuel la sacude con violencia. La golpea enajenado, enardecido)

MARÍA: ¡Suéltame, coño, no me pegues! ¿Te estás volviendo loco? ¡Que no me pegues!

(Forcejean. Él la empuja hacia delante para bajarse)

MANUEL: ¡Sí, estoy loco, estoy mareado! Todo me da vueltas, como si estuviera montado

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en los caballitos del parque de diversiones. María, estamos dando vueltas. Vamos a

bajarnos. (A El Chofer) Párese que nos vamos a bajar.

MARÍA: Suéltame. ¡Quédate tranquilo, déjame!

MANUEL: ¡Todo me da vueltas, María! Tenemos que salir de este autobús. Tenemos que

salirnos de este mundo. ¡Párese, pare este maldito autobús! ¡No podemos seguir encerrados

aquí!

(Saca la navaja y la alza mostrando sus destellos. La contempla enajenado. Debe

producirse una atmósfera de muerte, un olor a tragedia)

MARÍA: Manuel, no, por favor, ¿qué vas a hacer? (A los espectadores) Ayúdenme, está

borracho…hagan algo…no se queden así, mirando… ¿qué están haciendo ustedes allí

adentro? Ayúdenme, por el amor de Dios.

(Manuel arrastra a María. amenaza a El Chofer con la navaja. le ordena detenerse. El

Chofer obedece).

(Manuel saca en vilo a María. Ella trata de escapar pero se cae, Manuel la golpea).

(Improvisación: María golpea las ventanillas del autobús pidiendo ayuda a los pasajeros.

patetismo. violencia).

(Los actores comienzan a bajarse e incitan al publico a ayudar a María. se produce un

gran caos).

(Mientras bajan, Manuel y María forcejean. Manuel pega finalmente a María contra una

pared. Mira nuevamente la navaja. La alza. Mira el rostro de María y llora en medio de su

locura. Finalmente descarga el navajazo en el corazón de María).

(La sangre mancha la blancura de su vestido).

(María cae al pavimento).

(Manuel se mira las manos, mira el autobús, suelta la navaja).

MANUEL: La navaja. ¡María...! ¡María...! ¿Qué te hice...? María… yo… yo no quería. Todo

se está moviendo… los caballitos… y tu bailando. María, ¿qué tienes, por qué no me

hablas, por qué no te mueves, por qué estás tan pálida...? María ¿qué es esa flor roja que

tienes en el pecho...? ¡Roja como la sangre...! ¡Una flor roja… del lado del corazón…

¡tenías el corazón lleno de pecados...!

EL COLECTOR: (Asustado) ¡Coño, la mató, la dejó tiesa! ¡Yo me pinto de aquí antes que

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venga la policía! ¡Yo no sé nada… yo no vi nada…! ¡Aquí nadie ha visto nada! ¡Váyanse,

váyanse!

(El Colector huye. Deja a los espectadores por su cuenta).

(Manuel está arrodillado ante María).

MANUEL: Clavé la navaja del lado de tus pecados… Estabas negra de eso. Y yo no quería

que me dejaras. Y el chamito te necesita en la casa, no en ese botiquín, con un camionero,

tú… bailando (Le levanta la cara). ¡Te estás poniendo fría… húmeda!, ¿por qué no me

dices nada, María...? ¿Por qué no me contestas...?

(La mira con espanto. La sacude). (Se levanta lentamente. Medio enloquecido. Alucinado).

MANUEL: Todo me está dando vueltas… los caballitos dan vueltas y me marean. Tú estás

dando vueltas ahí, bailando… y el chamito, tengo que buscarlo, traerlo para que… tengo

que irme. (Se mira las manos) Tengo las manos llenas de sangre… Tengo que lavarme,

estoy manchado por aquí… y por aquí… y por todas partes. Tengo que lavarme… la

sangre, la sangre… María, María… la sangre… (Gritando) ¡La sangre, la sangre…! (Se

aleja tambaleante y se pierde en la oscuridad).

(Las prostitutas, entre gritos, toman el cuerpo de María y lo llevan al autobús que se aleja,

mientras se escuchan las sirenas de las patrullas policiales que se acercan).

FIN