josé fernández zabala - comunidad de madrid

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Page 1: José Fernández Zabala - Comunidad de Madrid

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CIENCIA Y MEMORIADEL GUADARRAMA EN

JOAQUÍN MARÍADE CASTELLARNAU

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Edita: Dirección General de Promoción y Disciplina Ambiental

ISBN: 84-451-2548-6Depósito Legal: M. 44.213 - 2003

Imprime: Imprenta TARAVILLA (Antiguos Talleres de Galo Sáez)

Tirada: 2.000 ejemplaresFecha de edición: octubre, 2003

PAPEL RECICLADOLIBRE DE CLORO

egh5450
BVCM-derechos protegidos
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Retrato de juventud de J. M. Castellarnau (Archivo Peñalosa).

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ÍNDICE

PRÓLOGO ............................................................................. 9

PRESENTACIÓN .................................................................... 11

APUNTES PARA UNA BIOGRAFÍA: JOAQUÍN MARÍA DE CAS-TELLARNAU Y LLEOPART (1848-1943) ...................... 15Primeros años ................................................................ 17En La Granja de San Ildefonso .................................. 18Encuentro con el microscopio y primera tragedia

personal ..................................................................... 24La Estación Zoológica de Nápoles ............................... 26La Comisión para el Servicio del Pinar de Valsaín .. 31Sensibilidad conservacionista ....................................... 32Naturalista e ingeniero .................................................. 34Cierta tecnofobia ........................................................... 38Polémica con Letamendi y actividad como historiador .. 39Microscopía y teoría óptica .......................................... 42Segunda tragedia, actividad pública e interés por la

filosofía de la biología .............................................. 46Últimos años................................................................... 50Notas ............................................................................... 53Referencias y bibliografía ............................................. 59

CIENCIA, SENTIMIENTO Y MEMORIA DEL GUADARRAMA EN

JOAQUÍN MARÍA DE CASTELLARNAU ............................ 69El Estudio ornitológico y la ecología .......................... 71El Pinar de Valsaín y la conservación de la natura-

leza ............................................................................. 81¿Hablan los árboles? y el amor a la naturaleza ....... 92Referencias y bibliografía ............................................. 96

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EL PINAR DE VALSAÍN ................................................. 101

ESTUDIO ORNITOLÓGICO DEL REAL SITIO DESAN ILDEFONSO Y SUS ALREDEDORES ............ 127Preliminares ................................................................... 129Catálogo Metódico de las aves observadas ................. 155

¿HABLAN LOS ÁRBOLES? ............................................ 195

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PRÓLOGO

Quiero pensar que no se trata de una impresión personal,sino de una sensación compartida por muchos, la que se expe-rimenta al culminar la vertiente madrileña por el Puerto deNavacerrada y adentrarse descendiendo por el Pinar de Valsaínen dirección a Segovia. La ladera norte del núcleo de esa “es-pina dorsal de España” que representa el Guadarrama se nosmuestra esplendorosa y recóndita. Conservada prácticamenteincólume por unas condiciones geográficas e históricas deter-minadas ha sido, y sigue siendo, uno de los espacios naturalesmás bellos y singulares de nuestro país. Da igual por dondefranqueemos, por el camino de la vieja calzada romana deFuenfría o por las ilustradas Siete Revueltas que concibieraJuan de Villanueva: nos adentramos en un espacio diferente,en un tiempo distinto. En este extraordinario ámbito desarro-lló una parte sustancial de sus trabajos y de su vida el perso-naje central que hoy traemos a “Clásicos del Guadarrama”:Joaquín María de Castellarnau y Lleopart.

Fueron motivos profesionales los que llevaron a este ilustretarraconés a recalar en estas montañas. A su condición de in-geniero de montes al Servicio de la Corona en el Real Sitio deSan Ildefonso se unió después la de esposo de una segoviana.Ambas circunstancias hicieron que su destino personal queda-ra unido a estos lugares hasta el final de su larga vida. La fe-cunda labor que aquí desarrolló le convirtió en el representantemás destacado en la vertiente segoviana del Guadarrma de esacorriente de ciencia ilustrada imbuida de un espíritu renacen-tista, interdisciplinar, integrador y humanista que floreció acaballo entre los siglos diecinueve y veinte, alentada por laInstitución Libre de Enseñanza. Castellarnau participa de esa

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corriente, en la que —al mismo tiempo— supo contemplar yaplicar las nuevas tendencias con criterios absolutamente mo-dernos en su método, intachables en su rigor.

En Castellarnau además encontramos ese personaje originalque puede estudiar la micrografía del sistema leñoso de lasconíferas y traducir al mismo tiempo al castellano los libretosde las óperas de Wagner; confeccionar un catálogo metódico deaves observadas en San Ildefonso y elaborar al mismo tiempounas muy dignas piezas cerámicas en el taller de Zuloaga oestudiar lo que queda de la Sinagoga Mayor de Segovia.

Hay un hecho anecdótico de Castellarnau que con el tiem-po ha adquirido un valor simbólico para la evocación guada-rramista: él fue el encargado de dar recibimiento a Giner delos Ríos y sus compañeros y discípulos en la célebre excursióndel verano de 1883, excursión que recientemente la Consejeríade Medio Ambiente, la Institución Libre de Enseñanza y el Forode la Sierra rememoran todos los años, con el fin de recordara tan ilustre figura, y demostrar que su filosofía es en estosmomentos más necesaria que nunca.

MIGUEL GARRIDO DE LA CIERVAConsejero de Medio Ambiente

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PRESENTACIÓN

No nos fue difícil elegir el nombre de Castellarnau comomentor de la Sociedad de Amigos de Valsaín, La Granja y suEntorno, que creamos hace algunos años para encauzar nues-tras inquietudes guadarramistas.

Desde hace algún tiempo la figura de Joaquín Mª de Caste-llarnau está saliendo fortalecida del lamentable olvido padeci-do entre los años 50 y 80 del pasado siglo, gracias al reconoci-miento de su gran talla de naturalista y humanista, vinculadoa casi todos los movimientos científicos de la época y estrecha-mente ligado al estudio del Guadarrama.

Su versatilidad como investigador multidisciplinar le permitióacceder a ramas bastante alejadas de su formación de ingenie-ro de montes, como la microfotografía o la astronomía, lo quele confiere un cierto carácter renacentista, aunque desarrollósu labor científica y divulgadora desde 1875 hasta su muerteen 1943.

Ingeniero de la Real Casa, destinado a la Comisión de orde-nación del Pinar de Valsaín, su contacto con la sierra no selimitó a las funciones propias del cargo. Su espíritu emprende-dor e inquieto necesitaba una aproximación más consciente,similar a la que —años más tarde— propusiera Giner de losRíos.

Fue un montañero avezado que acompañaba, a caballo o apie, a la corte de San Ildefonso en las excursiones a Peñalarao Siete Picos. La belleza de esos parajes pudo provocarle suaversión al enfoque meramente economicista que se aplicaba ala explotación de las masas forestales, especialmente en losmontes de Valsaín, que tan bien conocía, frente a sus deseosde soluciones estéticas y conservacionistas.

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Este libro recoge tres de sus textos más vinculados alGuadarrama Norte, campo de su actuación profesional, en losque podemos valorar su profunda sensibilidad de naturalistay su capacidad para afrontar estudios de todo tipo, presentan-do una visión de la sierra complementaria a la de los movimien-tos guadarramistas surgidos y alentados desde la gran urbemadrileña.

Leyendo esta pequeña parte de su obra, toda ella de la pri-mera etapa, y las observaciones de Santos Casado y Juan Ma-nuel Moreno, podemos comprender la figura de Castellarnau ysituarlo, junto a Quiroga, Bolívar o Macpherson, como uno delos grandes científicos de entresiglos que favorecieron elconocmiento del Guadarrama.

Tenemos que agradecer las facilidades de todo tipo que noshan prestado Alfonso Ceballos, Julia Ceballos en nuestras visi-tas a su casa segoviana, y Rodrigo Peñalosa que nos permitióel acceso al archivo fotográfico del autor, algunas de cuyas to-mas se reproducen aquí, y, muy especialmente, a Antonio Lu-cio Gil, Director General de Promoción y Disciplina Ambien-tal, de la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad deMadrid, que ha acogido con entusiasmo el dedicar este tomode “Clásicos del Guadarrama” a la figura de Joaquín Ma deCastellarnau.

SOCIEDAD CASTELLARNAU

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El medio punto de San Ildefonso - La Granja, con la Colegiata al fondo. Foto Castellarnau (hacia 1910) (Archivo Peñalosa).

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APUNTES PARA UNA BIOGRAFÍA:JOAQUÍN MARÍA DE CASTELLARNAU

Y LLEOPART (1848-1943)JUAN MANUEL MORENO YUSTE

Ingeniero de montes de profesión, naturalista de vocación,Joaquín María de Castellarnau y Lleopart estuvo casi un sigloen directa relación con las ciencias naturales. Llegó a los no-venta y cinco años con la mente en perfecto estado, dándolevueltas a los fundamentos filosóficos del fenómeno biológico; ydesde niño había entrado en contacto con la ciencia de alturaa través de la biblioteca, herbario y colección de plantas exóti-cas que conservaba su tío Cayetano Martí, heredadas del abuelode éste, el destacado químico y naturalista Antonio MartíFranqués. Entre medias de esta infancia ilustrada y aquellaancianidad reflexiva, una larga vida dedicada a un buen nú-mero de distintas facetas científicas, que abarcan desde la taxo-nomía zoológica a la filosofía de la biología, de la investigaciónen óptica y microscopía a la botánica, de la política conserva-cionista a la histología.

La personalidad científica de Castellarnau no ha sido sufi-cientemente realzada en su justa medida hasta los esfuerzosrecientes de historiadores de las ciencias naturales o del mun-do forestal. Tras los calurosos homenajes y distinciones recibi-dos en la última parte de su vida, apenas encontramos estu-dios sobre su obra en toda la era franquista. Algún artículosuelto en revistas de consumo interno de la Escuela de Mon-tes1 y poco más. En los años setenta se le reconoce un papelclave en el desarrollo de ciertos aspectos del conocimientohistológico, pero en aproximaciones breves y parciales que ca-

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recen de una visión global de su obra y que a menudo desta-can aspectos tangenciales. Uno de los principales historiadoresde la ciencia en esos años en España le ha situado como “unade las primeras autoridades mundiales, durante mucho tiem-po, en paleontología vegetal.”2 Castellarnau es, sin duda, unade las primeras autoridades en el estudio microscópico de lostejidos vegetales, no necesariamente fósiles, lo que no hacíaextraño que pudieran acudir a él geólogos o paleontólogos paraque, a través de su muy desarrolla técnica micrográfica y altodominio botánico, les sacara de dudas respecto a algún descu-brimiento que permitiera fechar regiones geológicas. Así ocu-rrió con el geólogo Francisco Quiroga, que acaba rindiéndoseal dictamen de Castellarnau sobre un resto de fanerógama fó-sil localizada en el Sáhara, frente a la distinguida opinión delespecialista mundial profesor Schenck, quien acabaría recono-ciendo explícitamente su error3. Pero hacer de Castellarnau unpaleontólogo es confundir la parte por el todo, y hay que es-perar a la década de los noventa para encontrar trabajos másespecíficos y documentados, que dirijan el examen históricohacia sus cabales derroteros. Tal es el caso de las fundamenta-les investigaciones realizadas a partir de los años noventa porlos profesores Santos Casado, Vicente Casals, Josefina GómezMendoza, Luis García Esteban, y alguno más4, aunque todavíaesté por realizar una monografía completa sobre su vasta obra.

Vicente Casals ha clasificado las obras científicas de Caste-llarnau en tres grandes bloques en función de los años de pu-blicación, dándonos idea de por donde han ido fluctuando suscircunstancias e intereses5. Lo que observamos en conjunto esun desplazamiento de la producción inicial, centrada básicamen-te en el estudio de los tejidos vegetales, hacia un período in-termedio de preocupación por su instrumento trabajo, esto es,el microscopio y su marco de teoría óptica que lo engloba, paraconcluir en un patente interés por los fundamentos teóricos dela biología y la filosofía que encierra. La producción completade Castellarnau salpica regularmente esa evolución con apor-

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taciones de otros ámbitos, que abarcan la ornitología, la botá-nica general, las traducciones botánicas del alemán, la ordena-ción y enseñanza forestales, y, al margen de las ciencias natura-les, trabajos diversos, como su Guía de La Granja de SanIldefonso que realizara en colaboración con Rafael Breñosa, losrespectivos artículos sobre las tumbas del Cementerio judío yla supuesta fundación hercúlea de la ciudad de Segovia, laprovidencial descripción de los restos de la Sinagoga Mayor dela misma ciudad tras el incendio de 1899, que ha servido debase para la concreción de lo que era la estructura del temploen su origen, dos trabajos sobre prehistoria, y finalmente, sulibro de memorias.

En la presente introducción realizaremos un somero recorri-do por los datos básicos de su biografía, subrayando los princi-pales logros científicos, de manera que podamos apuntar un per-fil, por necesidad breve, del conjunto de su trayectoria y su obra.

Primeros años

El periodo histórico que le tocó vivir a este naturalista e in-geniero de montes es el tiempo clave en el desarrollo de ambasdisciplinas, tanto en el ámbito internacional como en el casoconcreto de España. El estado de la ciencia natural española engeneral, y el papel y sitio de la ingeniería de montes en particu-lar, están en ese momento de la historia reciente en que una yotra o simplemente aparece, como es el caso de la especialidadforestal de la ingeniería, o, en lo referente a las ciencias natura-les, se reafirma en instituciones, teorías y actitudes que inaugu-ran la manera contemporánea de entender el estudio naturalis-ta y, tal vez, incluso, de entender la propia Naturaleza. Talperiodo coincide, casi con exactitud cabalística, con las fechas denacimiento y decadencia física de Joaquín María de Castellarnau.

Nacido en Tarragona en 1848 en el seno de una aristocra-cia algo venida a menos, su infancia transcurre entre la brisa

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mediterránea que asoma a los balcones de la casa familiar ylos frecuentes paseos por el campo, en una incipiente aficiónpor la naturaleza, en especial por las plantas. Tras el bachi-llerato, su vocación le lleva a matricularse en la Escuela deIngenieros de Montes, en Villaviciosa de Odón, que había sidoinaugurada precisamente en 1848, según el modelo de la es-cuela alemana de Tharandt, en gran medida para ubicar yadministrar la riqueza forestal española, en una necesidadpolítica perentoria de cara a las sucesivas desamortizacioneshechas o por hacer.

En agosto de 1865 realiza el examen de ingreso, quedandoen tercer lugar de una veintena de aspirantes. A partir delprimer curso es siempre número uno hasta su entrada en elescalafón del cuerpo con el mismo número en su promoción de1870. En el Cuerpo de Ingeniero de Montes recorrerá toda laescala jerárquica hasta el cargo de máximo nivel como Presi-dente de la Junta de Montes.

Tras breves destinos en los distritos forestales de Huesca yLérida, es enviado en 1871 a Segovia, en un encuentro que serádefinitivo; muchos años después, en el ocaso de su vida, afir-mará: “los acontecimientos de mi vida se han ido desarrollan-do sin separarse nunca del horizonte segoviano”6.

En La Granja de San Ildefonso

En 1872 se incorpora a la Comisión para el Servicio delPinar de Valsaín, instalando su residencia en La Granja. Aquíconoce a Rafael Breñosa, compañero, colega y cómplice en losavatares de la Comisión. Breñosa se convierte en una de susmás fieles amistades, además de colaborador en investigacionesde microscopía y fotomicrografía, ayudante en traducciones deobras alemanas, en especial en los primeros años, cuando sucompetencia en tal lengua es todavía superior a la de Castellar-nau; será coautor de la obligada Guía de San Ildefonso7 y, fi-

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nalmente, primo político8. En una agenda personal de fabrica-ción casera que Castellarnau confecciona en los últimos añosde su vida, donde aparecen todas las personas, vivas o no, queafectiva, familiar o profesionalmente le importaron, en el re-gistro dedicado a Breñosa encontramos cariñosas palabras paraél y su familia9.

En La Granja frecuenta a la familia real, con la que enta-bló una estrecha relación, sospechosamente estrecha, para al-gunos, en lo que respecta a la infanta Isabel. Fue compañerode cacerías de Alfonso XII, y guía predilecto en las frecuentesincursiones serranas de la real familia. Comenta el propioCastellarnau, en su libro de memorias, la afición del Rey porlas excursiones agrestes, y la solicitud de “sal”, es decir, itine-rarios nuevos, difíciles, etc., a los que el joven ingeniero dabaimprovisada y rápida solución. Relata con detalle, como ejem-plo, aquella excursión con subida por la fácil cara norte hastael pico de Peñalara, para bajar a continuación a por el almuer-zo junto a la laguna del mismo nombre por los escarpadospeñascos de la pendiente sur, para nervioso alborozo de lacomitiva, cuyos jóvenes y solícitos miembros ayudaban a lasdamas, enfado de algún veterano general, o gran satisfaccióndel monarca, que bien saltaba, bien reptaba entre las peñas10.Las excursiones por la sierra de Guadarrama, ya desde susprimeras manifestaciones de la mano de la mismísima Coronade España, incorporan, como vemos, una vertiente lúdica, sinaditamentos científicos ni intelectuales. Recordemos que esta-mos alguna década por delante de la creación, a la sombra delGuadarrama, de sociedades deportivas puras, como el “ClubAlpino Español”, o deportivo-culturales como “Peñalara”.

El respeto y la pasión por la monarquía acompañan desdeentonces a Castellarnau, según prueban sus propias confesio-nes en este sentido, o los recortes de prensa que conserva en-tre sus postreros papeles que incluyen noticias de la Casa Realen general, y en especial de la Chata. Mantiene sentimientospropios de un secreto pero convencido defensor de la aristo-

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cracia como estilo de vida, que le empujan a emparentar conla nobleza local, consiguiendo contraer matrimonio en 1875 conLuisa Contreras y Tomé, sobrina de Domingo de Contreras yMencos, quien había sido el VI marqués de Lozoya hasta sumuerte en 1868.

Será igualmente en La Granja donde establezca contacto conel grupo de científicos que por aquel tiempo comenzaba a ras-trear la sierra de Guadarrama. Las visitas de distinguidos na-turalistas eran frecuentes, y tanto Castellarnau como Breñosales acompañaban en sus excursiones para recolectar plantas,insectos o minerales. En sus memorias recuerda salidas al montecon Pérez Arcas, Martínez y Sáez, Uhagón, Boscá, y años mástarde con los geólogos Macpherson, Calderón, Quiroga. En fin,el grupo que en 1871 hubo de fundar la Sociedad Española deHistoria Natural, núcleo de la renovación e impulso definiti-vos en el estudio de la gea, fauna y flora de nuestro país.Castellarnau es también partícipe, por tanto, del naciente mo-vimiento excursionista al Guadarrama, que sienta sus bases enlos trabajos de campo de los naturalistas, para después, sinsolución de continuidad, prolongarse en las significaciones hu-manistas, sociales y regeneracionistas que le imprimieron losGiner, Cossío, Bernaldo de Quirós, etc. La primera vez quenuestro ingeniero sube a la emblemática cumbre de Peñalaralo hace “acompañando a don Máximo Laguna, que ya gozabafama de gran botánico”11. Esta ascensión ha de fecharse en losaños iniciales de la década de los setenta, esto es, diez antes dela famosa expedición de la Institución Libre de Enseñanza, queinauguró el vínculo intelectual y simbólico entre el círculo deGiner y el Guadarrama. Como no podía ser de otra manera,la expedición que en julio de 1883 atravesara la sierra desdeVillalba a La Granja tuvo como receptor final en el Real Sitioa Castellarnau, quien ofició de cicerone12.

Fue Laureano Pérez Arcas, principal impulsor de la Socie-dad Española de Historia Natural quien le animó a publicarsu primera obra naturalista, el Estudio Ornitológico de San

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Grupo de excursionistas en las proximidades de Peñalara. Foto Castellarnau, hacia 1890 (Archivo Peñalosa).