jornadas de la escuela freudiana osvaldo couso

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Jornadas de la Escuela Freudiana de Buenos Aires (31-8-2014) Plenario: Fundamentos de la práctica analítica Vegh – Couso –Zimmerman –Nardi Osvaldo Couso Bueno, voy a comenzar con un breve texto que me inquietó mucho ahora van a ver por qué. Dice así: “Muera la glorificación de la vida de los instintos y sus efectos mentales destructores, envío a las llamas las escrituras de la Escuela de Sigmund Freud”. Tal el texto de la condena con que se quemaron los libros de Freud en Berlín en 1936, me lo encontré en la casa de Freud en Viena. Los Nazis acertaron justamente en la médula del descubrimiento freudiano, la vida pulsional. El sujeto freudiano no está ni total ni exclusivamente condicionado por la racionalidad, la actividad conciente, el síntoma. Los nazis descienden un imperio del símbolo, una tendencia totalitaria por la que pretende erigirse como determinación absoluta, como voluntad de un poder que no admite interrogantes ni cuestionamientos. Pretenden sujetos determinados por las ideas que el poder introduce en la mente humana a la que conciben como una hoja en blanco donde escribir y conciben que el símbolo que allí han de escribir es capaz de anular toda otra determinación que condicione al sujeto, ya sea esta proveniente de alguna otra inscripción o bien del cuerpo. El símbolo que tiende a absolutizarse así constituye un sujeto reducido a autómata, conciente, íntegro, totalizable, obediente, sin equívocos, sin tensiones oscuras, sin impulsos ni fuerzas indomeñables provenientes de lugares que no se puedan colonizar. Un sujeto marchando a paso de ganzo, sin dudas un interrogante que miden la consistencia de las afirmaciones y certidumbres que organizan un mundo concebible y ( 03:39). Lacan se inscribirá en aquella Escuela Freudiana produciendo definiciones que también merecerían la hoguera totalitaria, menciono sólo una de ellas central en el tema que hoy me ocupa, cuando define el cuerpo como sustancia de goce. El cuerpo está hecho para gozar, esa idea no sólo da por tierra con toda pretensión de dominio sobre el cuerpo sino que pone en evidencia la enajenación que sobre él el poder puede indicar. Esos cuerpos que los nazis transformaban en máquinas de matar para hacer un nuevo orden, o los que masacraban por considerarlos indignos de vivir. Esos cuerpos albergan algo oculto que no puede ser capturado, dominado o eliminado, hay allí lo viviente de una sustancia que obstaculiza toda operación de dominio que tienda a restar al agente de propiedades que la utilice. El odio nazi pudo leer en la obra freudiana un peso doctrinario ya que desde un comienzo Freud concibe la idea de un trauma sufrido por el infans, la seducción, la sexualidad que un adulto ha introducido en él y que persiste como huella que no puede disolverse en el sistema de

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Jornadas de la Escuela Freudiana de Buenos Aires (31-8-2014)Plenario: Fundamentos de la práctica analítica

Vegh – Couso –Zimmerman –Nardi

Osvaldo CousoBueno, voy a comenzar con un breve texto que me inquietó mucho ahora van a ver por qué. Dice así: “Muera la glorificación de la vida de los instintos y sus efectos mentales destructores, envío a las llamas las escrituras de la Escuela de Sigmund Freud”. Tal el texto de la condena con que se quemaron los libros de Freud en Berlín en 1936, me lo encontré en la casa de Freud en Viena. Los Nazis acertaron justamente en la médula del descubrimiento freudiano, la vida pulsional. El sujeto freudiano no está ni total ni exclusivamente condicionado por la racionalidad, la actividad conciente, el síntoma. Los nazis descienden un imperio del símbolo, una tendencia totalitaria por la que pretende erigirse como determinación absoluta, como voluntad de un poder que no admite interrogantes ni cuestionamientos. Pretenden sujetos determinados por las ideas que el poder introduce en la mente humana a la que conciben como una hoja en blanco donde escribir y conciben que el símbolo que allí han de escribir es capaz de anular toda otra determinación que condicione al sujeto, ya sea esta proveniente de alguna otra inscripción o bien del cuerpo. El símbolo que tiende a absolutizarse así constituye un sujeto reducido a autómata, conciente, íntegro, totalizable, obediente, sin equívocos, sin tensiones oscuras, sin impulsos ni fuerzas indomeñables provenientes de lugares que no se puedan colonizar. Un sujeto marchando a paso de ganzo, sin dudas un interrogante que miden la consistencia de las afirmaciones y certidumbres que organizan un mundo concebible y (03:39). Lacan se inscribirá en aquella Escuela Freudiana produciendo definiciones que también merecerían la hoguera totalitaria, menciono sólo una de ellas central en el tema que hoy me ocupa, cuando define el cuerpo como sustancia de goce. El cuerpo está hecho para gozar, esa idea no sólo da por tierra con toda pretensión de dominio sobre el cuerpo sino que pone en evidencia la enajenación que sobre él el poder puede indicar. Esos cuerpos que los nazis transformaban en máquinas de matar para hacer un nuevo orden, o los que masacraban por considerarlos indignos de vivir. Esos cuerpos albergan algo oculto que no puede ser capturado, dominado o eliminado, hay allí lo viviente de una sustancia que obstaculiza toda operación de dominio que tienda a restar al agente de propiedades que la utilice. El odio nazi pudo leer en la obra freudiana un peso doctrinario ya que desde un comienzo Freud concibe la idea de un trauma sufrido por el infans, la seducción, la sexualidad que un adulto ha introducido en él y que persiste como huella que no puede disolverse en el sistema de representaciones, un quiste. Un cuerpo tal vez extraño a la organización del sistema psíquico. De nada valen los intentos del yo por apartarse de ese núcleo ardiente que el Otro ha introducido, las defensas que lo bloquean lo mantienen vivo para siempre, lo eternizan, lo conservan como polo de atracción, como semilla que pugna siempre por ramificarse y aparecer en toda manifestación vital. A la vez ajena e íntima, será tanto la fuerza exterior que seduce como la que retorna inagotable desde el interior, tanto la introducción del cuerpo extraño como la condena del mismo haciendo lo indecible inarticulable, intolerable. Corazón censurado de un latido eterno, de una fuerza constante, de un retorno de excitaciones desequilibrantes e indomeñables. Desde entonces, como dice el poeta, la bárbara inocencia, la primera pureza se transforma en el espléndido caos donde niños barajan sus monstruos increíbles y sus enloquecidos ángeles. Si bien el deseo del Otro no cura del cuerpo extraño y la carne…(6:09), ese cuerpo inflamable será sede de las excitaciones que necesitarán la acción exterior a los efectos de que el goce pueda adherirse a los fantasmas, será entregado en parte a la vida. Así el inconciente es también la máquina procesadora que empuja el goce hacia el discurso que hace que el goce de ese cuerpo no sea una voluptuosidad muda y

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solitaria, se ubica en estrecha relación con el símbolo, aunque se engancha a él imperfecta e incompletamente será el sustrato de todas las búsquedas de encuentros y desencuentros del objeto. La introducción el ´20 de la pulsión de muerte cambia radicalmente la construcción del aparato psíquico, ya no se regirá éste por el principio del placer en búsqueda de bienestar y de equilibrio, tal concepción existe pero no predomina. El hombre no busca el bien, ni el propio bien siquiera, el principio que habita el parlêtre es una fuerza que empuja a lo real, desde entonces el movimiento pulsional implicará la velada amenaza de un arrasamiento total, algo podría surgir que no pudiera ser limitado. En tanto hablantes nos habita una fuerza que puede ser invencible, simétricamente también el Otro puede accionar la potencialidad de un deseo capaz de arrasar al sujeto, borrando en él todo rasgo subjetivante, reduciéndolo a sustancia a gozar sin medida negando el reconocimiento hasta de su esencia. Así el impulso pulsional que nos habita que no es simplemente la satisfacción que pueda en el area de un objeto (¿?), sino también la idea de que más allá… que abre el abismo, la amenaza de un afuerza a la que ninguna satisfacción apacigua más que…. (08:03). Cierta vez escribí un trabajo sobre la película “Adiós a Las Vegas” que relata el caso de alguien que se entrega a beber hasta morir, goce mortífero que no se deja seducir por señuelos, ni se deja desviar de su destino final, ese alcohólico no se hace objeto para ningún Otro, nada le importa del mundo del Otro ni del otro tampoco, es sólo una boca que chupa sin cesar. En las neurosis más logradas ese destino se detiene por que se interpone la relación amorosa, el empuje corporal entra en los intercambios del deseo y la demanda de amor y ya beber pasa a ser un modo de goce articulado al amor y al deseo antes que el camino por el… (08:47) y la pulsión deberá tanto al cuerpo, como al símbolo, como al amor. Efectivamente la película desarrolla los esfuerzos de una muchacha quien se viste de botella para hacer aparecer este plano amoroso que se puede anteponer en el ineludible destino de destrucción que se alcanza cuando la dimensión del Otro cae. Además de la demanda y el amor hay otro recurso de la neurosis, se entrega una parte para salvar el todo, un objeto de sacrificio. Entrega pacificante que cree transformar una fuerza incontenible en demoledor apetito que sólo busca una ilimitada satisfacción. El monstruo capaz de destruir todo se conforma con una modesta ofrenda un forastero, alguna joven, preferiblemente virgen, que no fue fácil encontrar, salva a una sociedad… (09:42). El Dios todopoderoso desea como si fuera un hombre más, el empuje es aquí encadenado a la demanda, extraviado en los laberintos de lo que puede nombrarse, pedirse, otorgarse y darse, el monstruo queda intervenido por el llamado del amor y por la lógica de la demanda es zoológica, transforma la fiera en…(10:30) etérea, en horror, en amenza lejana y olvidable, la devolución voluptuosa (¿?), ...

Freud ha dicho que la pulsión tiene especial trascendencia en la vida humana y en la constitución misma de estructura psíquica, pero también hace a la médula de la teoría y la práctica del psicoanálisis que si no la considerara se transformaría en un… (10:48). La pulsión implica que hay ideas de las que el sujeto no dispone, que no se presentan como recuerdos, entran a la escena como observables no discursivos, algo mudo más allá de la palabra y el discurso en el límite del significante, como si por debajo de éste corriera una dimensión que no puede decirse. Recurro a otro poeta que así lo expresa, dice: “Lo que se cuenta es lo que no se cuenta, un rayo, una interrupción que dice en lo que no se dice como la espiga que brota y calla su misterio…”. Lacan nos enseña que el Otro no puede responder a la demanda del sujeto y eso es propiciatorio ya que es por eso que toda enunciación pasará a ser demanda, la inconsistencia del Otro es el punto de partida por el cual en cada enunciado, además de lo dicho habrá algo que se dirige al Otro que llama intentando sin lograrlo, hacer oír un pedido. Por no responder el Otro inconsiste y el sujeto se reencuentra con su carencia ya que ambas partes (12:01). Ese hueco velado por una pantalla que las neurosis inventan a costa de cierta relacion de la castración(12:10) lo único que permite ilusoriamente el

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creer que el Otro consiste y hace posible obtener un lugar que no sea el vacío es proporcionarle a ese Otro un ser, así el sujeto se ofrece como objeto a ese goce. En l´insú se confunde, se identifica a un objeto (12:29)