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John Berger John Peter Berger (Londres, 1926) es un crítico de arte, pintor y escritor. Entre sus obras más conocidas están G., ganadora del prestigioso Booker Prize en 1972 y el ensayo de introducción a la crítica de arte, Modos de ver, el cual es un texto de referencia básica para la historia del arte. Biografía John Berger es hijo de un converso al cristianismo y a quien el servicio como oficial de la infantería en el ejército británico durante la Primera Guerra Mundial le quitó las ganas de ser sacerdote, pero no la fe. De su padre, dice el propio Berger, heredó el talento para la pintura y cierta moral de soldado que siempre ha intentado imitar. “Al contrario de lo que me ocurre con muchos políticos actuales, a quienes me resulta imposible respetar, yo respeto a los soldados, porque ellos son conscientes de las consecuencias de lo que hacen”, declaró a EPS. En la misma entrevista añadía “Si mi madre está tan cerca de mí es porque durante mi infancia, y ya adulto, siempre me dejó ser muy libre”. A los 16 años se escapó del St. Edward’s School de Oxford decidido a estudiar arte “y ver mujeres desnudas”. Obtuvo una beca para estudiar en la «Central School of Art» de Londres, aunque pocos años después se enrolaría en el ejército británico, donde sirvió entre 1944-1946. Finalizada la guerra, retoma sus estudios en la «Chelsea School of Art» con otra beca, esta vez concedida por el propio ejército. Entre 1948 y 1955 impartió clases de dibujo en la misma escuela donde Henry Moore impartía clases de escultura. Durante ese periodo traba vínculos con el partido comunista británico y no tardará en empezar a publicar artículos en el Tribune, donde escribiría bajo la estricta supervisión de George Orwell. En 1951 comenzó un periodo de colaboración con la revista New Stateman, colaboración que se prolongaría hasta diez años y en la que se revela como crítico de arte marxista y defensor del realismo. En 1960 se publica Permanent Red, volumen que recogerá una selección de los artículos publicados en New Stateman. A los treinta años decidió dejar de pintar para dedicarse completamente a la escritura, no porque, según sus palabras, dudara de su talento como pintor, sino porque la urgencia de la situación política en la que vivía (plena guerra fría) parecía requerir de él que se pusiera a escribir. En 1958 publicó su primera novela, Un pintor de nuestro tiempo. En ella se relata la vida de un pintor húngaro exiliado en Londres. El

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John Berger

John Peter Berger (Londres, 1926) es un crítico de arte, pintor y escritor. Entre sus obras más conocidas están G., ganadora del prestigioso Booker Prize en 1972 y el ensayo de introducción a la crítica de arte, Modos de ver, el cual es un texto de referencia básica para la historia del arte.

Biografía

John Berger es hijo de un converso al cristianismo y a quien el servicio como oficial de la infantería en el ejército británico durante la Primera Guerra

Mundial le quitó las ganas de ser sacerdote, pero no la fe. De su padre, dice el propio Berger, heredó el talento para la pintura y cierta moral de soldado que siempre ha intentado imitar. “Al contrario de lo que me ocurre con muchos políticos actuales, a quienes me resulta imposible respetar, yo respeto a los soldados, porque ellos son conscientes de las consecuencias de lo que hacen”, declaró a EPS. En la misma entrevista añadía “Si mi madre está tan cerca de mí es porque durante mi infancia, y ya adulto, siempre me dejó ser muy libre”.

A los 16 años se escapó del St. Edward’s School de Oxford decidido a estudiar arte “y ver mujeres desnudas”. Obtuvo una beca para estudiar en la «Central School of Art» de Londres, aunque pocos años después se enrolaría en el ejército británico, donde sirvió entre 1944-1946. Finalizada la guerra, retoma sus estudios en la «Chelsea School of Art» con otra beca, esta vez concedida por el propio ejército. Entre 1948 y 1955 impartió clases de dibujo en la misma escuela donde Henry Moore impartía clases de escultura. Durante ese periodo traba vínculos con el partido comunista británico y no tardará en empezar a publicar artículos en el Tribune, donde escribiría bajo la estricta supervisión de George Orwell. En 1951 comenzó un periodo de colaboración con la revista New Stateman, colaboración que se prolongaría hasta diez años y en la que se revela como crítico de arte marxista y defensor del realismo. En 1960 se publica Permanent Red, volumen que recogerá una selección de los artículos publicados en New Stateman.

A los treinta años decidió dejar de pintar para dedicarse completamente a la escritura, no porque, según sus palabras, dudara de su talento como pintor, sino porque la urgencia de la situación política en la que vivía (plena guerra fría) parecía requerir de él que se pusiera a escribir. En 1958 publicó su primera novela, Un pintor de nuestro tiempo. En ella se relata la vida de un pintor húngaro exiliado en Londres. El evidente compromiso político de la novela y el realismo con el que se narraba —siempre en primera persona—, hizo pensar a muchos que se trataba de un diario íntimo y no de ficción. El libro estuvo a la venta durante un mes, al cabo del cual la editorial, Secker&Worburg, retiró la novela de las librerías. Más tarde se ha sabido que dicha retirada se llevó a cabo bajo presión del Congress for Cultural Freedom, una asociación de abogados anticomunistas.

Pero Berger siguió escribiendo, novela, ensayo, artículos en prensa, poesía, guiones de cine —junto a Alain Tanner— e incluso obras de teatro, y entre tanto decidió emigrar voluntariamente a un pueblo de los Alpes franceses. Se ha publicado muchas veces que lo que provocó aquel auto-exilio fue la vocación de ser un “escritor europeo”, aunque más tarde Berger ha confesado no haber conseguido sentirse en casa en el Londres de aquella época, una ciudad en la que no parecía encajar.

En 1972 la BBC emite una serie de televisión que fue acompañada por la publicación del texto Modos de ver, que marcó a toda una generación de críticos de arte, se ha convertido en libro de texto en las escuelas británicas y que tomaba prestadas muchas ideas de La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, el artículo de Walter Benjamin de 1936. Y ese mismo año, Berger, gana inesperadamente el prestigioso Booker Prize por su novela G., levantando especial revuelo su decisión de donar la mitad del monto del premio al Partido Pantera Negra británico.

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A lo largo de los años ochenta va publicando escalonadamente la excepcional trilogía De sus fatigas, en la que estuvo trabajando durante quince años y en la que aborda el cambio que estamos experimentando con el paso de la vida rural a la urbana. En Puerca tierra nos anuncia una investigación en un modo de vida que tardará menos de un siglo en desaparecer, la vida campesina. En Una vez en Europa relata los amores que origina una vida así y, finalmente, en Lila y Flag acompañamos a la siguiente generación a una existencia en la gran ciudad cosmopolita. Pero la investigación se extiende hacia la formal y al leer somos testigos de la búsqueda de una voz con la que relatar este excepcional acontecimiento de la humanidad.

En la elección de los temas sobre los que escribe, John Berger ha seguido evidenciando hasta hoy su compromiso con la escritura como medio de lucha política. Así se puede comprobar, por ejemplo, en El tamaño de una bolsa, que incluye una correspondencia con el subcomandante Marcos, en Hacia la boda, que gira en torno al SIDA, o en King, un relato de la vida de los sin techo, además de en su activa colaboración como articulista para la prensa de muchos países. Aunque con el paso de los años ha tomado cierta distancia respecto a antiguas posturas políticas, por ejemplo respecto de su apoyo al régimen soviético, hace poco terminaba uno de sus artículos, publicado en La jornada y titulado “Dónde hallar nuestro lugar”, diciendo: “Sí, entre muchas otras cosas, sigo siendo marxista”.

Robert K. Merton

Robert King Merton es un sociólogo estadounidense nacido en Filadelfia el 4 de julio de 1910, y muerto en Nueva York el 23 de febrero de 2003. Es el padre del Premio Nobel de Economía Robert C. Merton.

Padre de la teoría de las funciones manifiestas y latentes, y autor de obras como El análisis estructural en la Sociología (1975), Merton es uno de los clásicos de la escuela estadounidense de esta disciplina. También fue importante su labor en el campo de la sociología de la Ciencia. Muchas frases acuñadas por él son hoy utilizadas diariamente, dentro y fuera de la sociología.

Nacido en el seno de una familia judía emigrada del este de Europa, su nombre de nacimiento fue Meyer Schkolnickzó. Él no estudió hasta los 16 años de edad. Allí, junto a Talcott Parsons, desarrolló la teoría sociológica estructural-funcionalista, que privilegia un análisis microscópico de la sociedad, analizando las partes que la integran y la relación entre ellas. En 1957 fue nombrado presidente de la American Sociological Association. Permanecería enseñando en la Universidad de Columbia hasta 1979. Murió en Nueva York, a los 93 años, en 2003.

Teoría sociológica

Teoría funcional-estructuralista

Es uno de los padres de la escuela estructural-funcionalista. Para Merton, la sociedad es un sistema que está constituido por una estructura que permanece en el tiempo, siendo un sistema un conjunto de elementos interdependientes, en equilibrio y que tienen la posibilidad de crecer. Por este motivo, a la teoría se la ha denominado sistémica. Eso es tomado de la Teoria parsoniana

Los elementos que integran el sistema son subsistemas interdependientes, que cumplen funciones sociales necesarias para el funcionamiento, regularidad y estabilidad de todo el sistema. Cada subsistema cumple una función. Si cumple con sus objetivos se le denomina funcional, y, en caso contrario, disfuncional.

Merton considera a la estructura como un sistema de relaciones relativamente estables entre las partes de un conjunto, y la estabilidad deriva de la permanencia de los actos sociales más allá de las personas.

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Tipos de funciones

Las funciones manifiestas son aquellas que presentan consecuencias objetivas para la sociedad (o cualquiera de sus partes), reconocibles y deseadas por las personas o grupos implicados. Son aquellas funciones o efectos que se producen en la sociedad y que son en primer lugar positivas, en segundo lugar dichos fines son explicitados por los edictores de las normas y, en tercer lugar, reconocidos por los edictores de las normas (se reconoce que la norma es útil para dicho fin).

Funciones latentes

Las funciones latentes son aquellas que contribuyen a la adaptación social o a otros objetivos pero, simultáneamente, no son deseadas o reconocidas por la sociedad o el grupo.

Un gran ejemplo de función latente es el proceso de socialización llevado a cabo en el colegio. Aparte de los conceptos básicos que enseñan (función manifiesta) aprendes a comportarte.

AUGUSTO COMTE

Pensador francés, padre del positivismo (Montpellier, 1798 - París, 1857). Rompiendo con la tradición católica y monárquica de su familia, se orientó durante la época de la Restauración hacia el agnosticismo y las ideas revolucionarias. Desde 1817 se vinculó al socialista Saint-Simon, para el cual trabajó de secretario hasta su ruptura en 1824.

Augusto Comte

Descubierto bajo su influencia el problema social, Comte consagraría su esfuerzo a concebir un modo de resolverlo, cerrando la crisis abierta por la Revolución francesa y sus consecuencias. Halló la respuesta en la ciencia, hacia la que estableció un verdadero culto: el conocimiento objetivo que proporciona la ciencia debía aplicarse a la ordenación de los asuntos políticos, económicos y sociales, superando las ideologías apoyadas en la imaginación, los intereses o los sentimientos.

Contra la libertad de pensamiento, origen de la anarquía moral que atribuía a la Revolución, no oponía el dogma religioso o los principios de la tradición, sino la «ciencia positiva» que, al atenerse a los hechos tal como son, proporcionaba -según él- el único punto de apoyo sobre el que se podría edificar un futuro de «orden y progreso». Contrario al individualismo y a la democracia, confiaba en un mundo regido por el saber, en el que productores y banqueros ejercerían una especie de dictadura.

Tales ideas, fundamento del pensamiento positivista, tuvieron un gran éxito en los países occidentales desde mediados del siglo XIX, proporcionando un credo laico para el mundo del capitalismo liberal y de la industria triunfante. Sin embargo, Comte vivió una vida desgraciada: el exceso de trabajo le produjo problemas psiquiátricos, un intento de suicidio y el abandono de su mujer.

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Su rebeldía y su intransigencia le impidieron insertarse en el mundo académico: expulsado en 1817 de la Escuela Politécnica, no pudo acabar sus estudios, que completó de forma autodidacta; luego, aunque llegó a enseñar en la misma escuela desde 1832, no pudo obtener cátedra en ella, y fue expulsado de nuevo en 1844. Sólo la ayuda económica de algunos admiradores (como Littré o John Stuart Mill) le salvó de la miseria.

En 1848 creó una Sociedad Positivista, que tuvo seguidores sobre todo en los países anglosajones. Su pensamiento, reflejado en obras como Curso de filosofía positiva (1830-42) o Sistema de política positivista (1851-54), ha ejercido influencia sobre las más diversas ramas del conocimiento (filosofía, medicina, historia, sociología…) y sobre corrientes políticas diversas (incluyendo el pensamiento reaccionario de Maurras).

Max Weber

Maximilian Carl Emil Weber (Érfurt, 21 de abril de 1864 – Múnich, 14 de junio de 1920) fue un filósofo, economista, jurista, historiador, politólogo y sociólogo alemán, considerado uno de los fundadores del estudio moderno, antipositivista, de la sociología y la administración pública. Sus trabajos más importantes se relacionan con la sociología de la religión y el gobierno, pero también escribió mucho en el campo de la economía. Su obra más reconocida es el ensayo La ética protestante y el espíritu del capitalismo, que fue el inicio de un trabajo sobre la sociología de la religión. Weber argumentó que la religión fue uno de los aspectos más importantes que influyeron en el desarrollo de las culturas occidental y oriental. En otra de sus obras famosas, La ciencia como vocación, la política como vocación, Weber

definió el Estado como una entidad que posee un monopolio en el uso legítimo de la fuerza, una definición que fue fundamental en el estudio de la ciencia política moderna en Occidente. Su teoría fue ampliamente conocida a posteriori como la Tesis de Weber.

Weber nació en Érfurt, Turingia en Alemania, siendo el mayor de los siete hijos de Max Weber (padre), un prominente político y funcionario protestante, y su esposa Helene Fallenstein, una calvinista moderada. Uno de sus hermanos, Alfred Weber, también fue sociólogo y economista. Debido a la vida pública de su padre, Weber creció en un ambiente familiar inmerso en la política, y su hogar recibió la visita de prominentes académicos y figuras públicas. Al mismo tiempo, Weber demostró ser intelectualmente precoz. El regalo de Navidad que le hizo a sus padres en 1876, cuando contaba con trece años, resultó ser un par de ensayos históricos, titulados "Sobre la maldición de la historia alemana, con referencias especiales a la posición del emperador y el papa" y "Sobre el período del Imperio romano desde Constantino a la migración de las naciones". Parecía ya claro entonces que Weber se dedicaría a las ciencias sociales. A la edad de catorce años escribió cartas llenas de referencias a Homero, Virgilio, Cicerón y Tito Livio, y antes de ingresar a la universidad ya poseía un extenso conocimiento sobre Goethe, Spinoza, Kant y Schopenhauer.

En 1882, Weber ingresó en la Universidad de Heidelberg como estudiante de Derecho. Se incorporó a la fraternidad de su padre y escogió el campo de las leyes al igual que él. Aparte de estos estudios, tomó clases de economía y estudió historia medieval. Tuvo por profesores, entre otros, a su tío, el historiador liberal alemán Hermann Baumgarten, autor de dos voluminosas obras sobre historia española antigua y moderna e hijo y nieto de pastores protestantes. Adicionalmente, Weber realizó extensas lecturas sobre temas teológicos.

De manera intermitente sirvió en el ejército alemán en Estrasburgo y, en otoño de 1884, regresó a casa de sus padres para estudiar en la Universidad de Berlín. Los siguientes ocho años Weber vivió en casa de sus padres, primero como estudiante, luego como ayudante en las cortes de Berlín y finalmente como docente en la universidad. Su residencia en casa de

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sus padres fue interrumpida únicamente por un semestre de estudio en la Universidad de Goettingen y por cortos períodos ocasionales de entrenamiento militar adicional. En 1886 Weber aprobó los exámenes de "Referendar", que le permitían ejercer como abogado.

A finales de la década de 1880, Weber profundizó sus estudios de historia. Obtuvo un doctorado en leyes en 1889, escribiendo una tesis doctoral sobre historia legal titulada "La historia de las organizaciones medievales de negocios". Dos años después, Weber completó su Habilitationsschrift, "La historia agraria romana y su significación para la ley pública y privada". Habiéndose así convertido en Privatdozent, Weber estaba calificado en Alemania para obtener un cargo como profesor universitario.

Durante el tiempo transcurrido entre la conclusión de su tesis y el momento en que fue habilitado como profesor, Weber comenzó a interesarse en política social contemporánea. En 1888, se unió a la "Verein für Socialpolitik", la para entonces nueva Asociación Profesional de Economistas Alemanes. Esta asociación, afiliada a la escuela histórica, consideraba que el aporte principal de la economía era la solución de los problemas sociales de mayor impacto durante la época, y fue pionera en el uso de estudios estadísticos a gran escala en el análisis económico. En 1890 la "Verein" creó un programa de investigación para examinar "la cuestión polaca", término usado para referirse al flujo de trabajadores agrícolas extranjeros hacia Alemania oriental, mientras sus trabajadores locales migraban a las ciudades en proceso acelerado de industrialización. Weber fue puesto a cargo de este estudio y redactó una parte considerable de sus resultados. El reporte final fue elogiado ampliamente como un excelente trabajo de investigación empírica, cimentando la reputación de Weber como experto en economía agraria.

Weber obtuvo un éxito considerable en la década de los años 1890. En 1893, se casó con una prima lejana llamada Marianne Schnitger, quien posteriormente se convertiría en feminista y escritora por derecho propio, además de volverse un factor decisivo en la recopilación y publicación de trabajos poco conocidos de Weber posterior a su muerte en 1920. En 1894 la pareja se mudó a Freiburg, donde Weber fue nombrado como profesor junior de economía en la Universidad de Freiburg, cargo que posteriormente aceptaría en la Universidad de Heidelberg en 1897. Durante ese mismo año murió su padre, dos meses después de que ambos sostuvieran una discusión muy fuerte, respecto a la cual nunca tuvieron la oportunidad de hacer las paces. A partir de entonces, Weber se vuelve cada vez más propenso al nerviosismo y al insomnio, lo cual dificulta su capacidad de dar clases y cumplir con sus tareas como profesor. Por tanto, se vio obligado a disminuir y eventualmente detener su trabajo académico, dejando su último curso, en el otoño de 1899, sin terminar. Después de meses en un sanatorio durante el verano y otoño de 1900, Weber y su esposa Marianne viajaron a Italia a finales de este año, para no regresar sino hasta abril de 1902.

Después de su inmensa productividad en los tempranos 1890s, Weber no publicó un solo ensayo entre comienzos de 1898 y finales de 1902, y finalmente renuncia a su cargo de profesor en otoño de 1903. Sin embargo, continuó trabajando como profesor privado, ayudado por una herencia obtenida en 1907.

El mismo año de su renuncia al cargo de profesor, Weber acepta el cargo de editor asociado del Archivo de Ciencias Sociales y Bienestar Social junto a sus colegas Edgar Jaffé y Werner Sombart. En 1904, visitó los Estados Unidos y participó en el Congreso de las Artes y las Ciencias, que se realizó junto a la Exposición Universal de San Luis. En 1904, comienzan a aparecer en esta publicación lo que serían los principales trabajos de Weber, siendo en 1905 cuando se publica su ensayo La ética protestante y el espíritu del capitalismo, el cual se convirtió en su trabajo más popular y sentó las bases para su trabajo futuro sobre el impacto de la cultura y la religión en el desarrollo de los sistemas económicos. La importancia del ensayo es tal, por cierto, que resultó ser el único de sus escritos que fue publicado como un libro mientras él vivió.

En 1912, Weber intentó organizar un partido político de izquierda que combinase social-demócratas y liberales, pero su intento fracasó debido al miedo que muchos liberales sentían hacia los ideales revolucionarios de los social-demócratas.

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Durante la Primera Guerra Mundial, Weber sirvió por un tiempo como director de los hospitales del ejército en Heidelberg. En 1915 y 1916 formó parte de grupos que intentaban mantener el control alemán en Bélgica y Polonia después de la guerra. Las opiniones de Weber sobre la guerra, y también sobre la expansión del imperio alemán, cambiaron durante ésta. En 1918, fue miembro del consejo de obreros y soldados de Heidelberg. El mismo año se convirtió en consultor de la Comisión del Armisticio Alemán para el Tratado de Versalles y la comisión le asignó el borrador de la Constitución de Weimar. Weber temía intensamente una revolución comunista en Alemania y se decantaba a favor de insertar el artículo 48 en la constitución. Este artículo fue aprovechado posteriormente por Adolf Hitler para declarar la ley marcial y obtener potestades de dictador.

A partir de ese mismo año de 1918, Weber retomó la docencia, primero en la Universidad de Viena y luego, en 1919, en la Universidad de Múnich. En Múnich, fue director del primer instituto de sociología creado en una universidad alemana, aun cuando jamás ejerció una cátedra de sociología a lo largo de su vida.

Max Weber murió de neumonía en Munich el 14 de junio de 1920. Debe destacarse que muchos de los trabajos que son famosos ahora, fueron reunidos, revisados y publicados póstumamente. Luminarias de la sociología, como Talcott Parsons y C. Wright Mills hicieron interpretaciones significativas de los trabajos de Weber.

Weber y la política alemana

Logros

Aplicó la investigación sociologica a diversos campos: política, derecho, economía, música y religión. Junto a Karl Marx, Vilfredo Pareto, Ferdinand Tönnies y Émile Durkheim, Max Weber fue uno de los fundadores de la sociología moderna. Mientras Pareto y Durkheim trabajaron en la tradición positivista siguiendo los postulados de Auguste Comte, Weber creó y trabajó en una tradición antipositivista, idealista y hermenéutica, al igual que Werner Sombart, su amigo y para entonces, el más famoso representante de la sociología alemana. Estos trabajos iniciaron la revolución antipositivista en las ciencias sociales, que marcó la diferencia entre éstas y las ciencias naturales, especialmente debido a las acciones sociales de los hombres. Los primeros trabajos de Weber estaban relacionados con la sociología industrial, pero son más conocidos sus últimos trabajos sobre sociología de la religión y sociología del gobierno.

Sociología de la religión

La obra de Weber sobre sociología de la religión se abre con el ensayo La ética protestante y el espíritu del capitalismo y continúa con La religión en China: confucianismo y taoísmo, La religión de India: la sociología del hinduismo y budismo y Judaísmo antiguo. Su trabajo sobre otras religiones fue interrumpido por su muerte en 1920, quedando pendiente la continuación de los estudios sobre judaísmo antiguo con el estudio de los salmos, el libro de Jacob, el Talmud, cristianismo temprano e Islam.

Sus tres ideas principales eran: el efecto de las ideas religiosas en las actividades económicas, la relación entre estratificación social e ideas religiosas, y las características singulares de la civilización occidental.

Su objetivo era encontrar razones que justificaran la diferencia entre el proceso de desarrollo de las culturas Occidental y Oriental. En el análisis de sus descubrimientos, Weber mantuvo que las ideas religiosas puritanas (y más ampliamente, cristianas) habían tenido un impacto importante en el desarrollo del sistema económico de Europa y los Estados Unidos, pero destacó que esas no eran las únicas causas del desarrollo. Entre otras causas que mencionó Weber encontramos el racionalismo en la búsqueda científica, mezclar observación con matemática, estudio sistemático y jurisprudencia, sistematización racional de la administración gubernamental, y empresa económica. Al final, el estudio de la sociología de la religión, de acuerdo con Weber, apenas exploraba una fase de la emancipación de la magia, ese "desencantamiento del mundo" que él atribuía como un aspecto distintivo importante de la cultura occidental.

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La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo

El ensayo de Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, es su obra más conocida. Se dice que este trabajo no debería ser visto como un estudio detallado del protestantismo, sino como una introducción a obras posteriores de Weber, en especial a sus estudios de la interacción entre varias ideologías religiosas y comportamientos económicos.

En La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, Max Weber presenta la tesis de que la ética y las ideas puritanas influyeron en el desarrollo del capitalismo. La devoción religiosa es usualmente acompañada de rechazo a los asuntos mundanos, incluyendo el rechazo a la búsqueda de una mejor posición económica. ¿Por qué no es éste el caso del protestantismo? Weber se refiere a esta paradoja.

Define al "espíritu del capitalismo" como las ideas y hábitos que favorecen la búsqueda racional de ganancias económicas. Weber señala que tal espíritu no existe solamente en la cultura occidental, cuando lo consideramos una actitud presente en los individuos ya que también hay que tomar en cuenta que estos individuos – empresarios heroicos, como él los llama – no podrían, por sí solos, establecer un nuevo orden económico (capitalismo). Entre las tendencias identificadas por Weber estaban la ambición de ganancias con un mínimo esfuerzo, la idea de que el trabajo es una maldición y una carga que debe evitarse, especialmente cuando las ganancias de éste exceden lo que es necesario para una vida modesta. "Para que una forma de vida bien adaptada a las peculiaridades del capitalismo", escribió Weber, "pueda superar a otras, debe originarse en algún lugar, y no solo en individuos aislados, sino como una forma de vida común a grupos enteros de personas".

Después de definir al espíritu del capitalismo, Weber argumenta que hay muchas razones para buscar sus orígenes en las ideas religiosas de la Reforma. Muchos otros observadores, tales como William Petty, Montesquieu, Henry Thomas Buckle y John Keats, también han comentado la afinidad entre el protestantismo y el desarrollo del espíritu comercial.

Weber mostró que algunos tipos de protestantismo favorecían la búsqueda racional del beneficio económico y actividades mundanas que han tenido un significado espiritual y moral positivo. No era el objetivo de esas ideas religiosas, sino más bien un producto - la lógica inherente de dichas doctrinas y los consejos derivados directa o indirectamente, promovían la planificación y auto-negación de la búsqueda de un beneficio económico.

Weber indicó que la razón del abandono de su investigación sobre el protestantismo fue que su colega Ernst Troeltsch, un teólogo profesional, había comenzado a trabajar en el libro Las enseñanzas sociales de las iglesias y sectas cristianas. Otra causa de la decisión de Weber fue que ese ensayo proporcionaba la perspectiva para una amplia comparación entre religión y sociedad, la cual continuó en sus obras posteriores.

La frase "ética en el trabajo", utilizada en comentarios actuales se deriva de la "ética protestante" discutida por Weber. Fue adoptada cuando la idea de la ética protestante fue generalizada para adaptarse a los japoneses, judíos y otros no-cristianos.

Lao-Tsé

Lao-Tsé, también llamado Lao Tzu, Lao Zi, Laozi o Laocio (chino: 老子 , pinyin: lǎozǐ, "Viejo Maestro"). Su nombre real era Li Er 李耳 . Es una figura cuya existencia histórica se debate, es uno de los filósofos más relevantes de la civilización china. La tradición china establece que vivió en el siglo VI a. C., pero muchos eruditos modernos argumentan que puede haber vivido aproximadamente en el siglo IV a. C., durante el período de las Cien escuelas del pensamiento y los Reinos

Combatientes. Se le atribuye haber escrito el Dào Dé Jing o Tao Te Ching (道德經), obra esencial del taoísmo. De acuerdo con este libro, Dao o Tao ("el Camino") puede verse como el cambio permanente y éste es la verdad universal. Dentro de las dudas sobre su

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existencia y la etapa histórica en la que vivió, se cree que pudo ser contemporáneo de Confucio.[1]

Nombre

Lao-Tsé (老子) es un título honorífico compuesto de dos sinogramas: el primero (老 lǎo) significa "anciano" y el segundo (子 zǐ ), que quiere decir "maestro", es un antiguo título reservado a eruditos.[2] Algunas historias relatan que su nombre propio era "Ĕr", su apellido Lĭ (su nombre completo sería Lĭ Ĕr, 李耳) y su nombre de cortesía Boyang (伯陽). Dān es un nombre póstumo por lo que también es llamado Lao Dan (老聃).[3] [4] [5]

Existen varias transcripción al alfabeto latino. En español es muy utilidada la adaptación tradicional "Lao-Tsé" (con las variantes Lao-Tse, Laotsé, Lao Tse, etc.), similar a la transcripción EFEO francesa "Lao Tseu" y a la Wade Giles inglesa "Lao Tzu". "Laozi" (técnicamente "lǎozǐ") es la transcripción por el sistema pinyin, oficial en China, Taiwán y en la ONU, por ello esta forma es cada vez más utilizada, especialmente en otros idiomas europeos. Finalmente, la adaptación "Laocio", aunque infrecuente, es la más coherente con los nombres de otros filósofos chinos con el título de "zi" como Confucio y Mencio.

Durante la Dinastía T'ang (618-907) fue honrado como antepasado de ésta, ya que las religiones taoístas afines a la dinastía T'ang relacionaron el apellido de la familia reinante con el nombre póstumo atribuido a Lao-Tsé (Lao-Tang), pero esa visión no era compartida por los sectores taoístas opositores a la monarquía, como lo eran los taoístas filosóficos de las sociedades secretas. Las clases gobernantes de ese período le atribuyeron a Lao-Tsé el título de Taishang Xuanyuan Huangdi, que significa Misterioso y Primordial Emperador Supremo. "Xuanyuan" y "Huangdi" son el nombre propio y el título del Emperador Amarillo.[6] [7] [8]

Biografía

Poco se conoce acerca de la vida de Lao Tsé. Tanto su existencia histórica, como su autoría del Dào Dé Jing, son objeto de controversia. Sin embargo, se convirtió en un importante héroe cultural para generaciones del pueblo chino. La tradición asegura que nació bajo un ciruelo en una aldea de la Prefectura de Ku ( 苦縣 Kǔ Xiàn) del estado de Chǔ ( 楚 ), actualmente distrito de Lùyì (鹿邑) de la provincia de Henan, durante los últimos años del Período de Primaveras y Otoños, y tuvo como primer nombre Li-Er (orejas de ciruelo), aunque otras versiones sostienen que él era Po Yang-Li, proveniente de una familia de pescadores.[9] [10] Algunas leyendas sostienen que la gestación de Laozi requirió 81 años (la cantidad de capítulos que tiene su obra Dao De Jing) y cuando por fin nació, ya tenía el cabello blanco, arrugas en su rostro -propias de un anciano- y orejas bastante más grandes que las normales.

Conforme a la tradición, y a una biografía incluida en la obra de Sima Qian, Lao Tse fue contemporáneo de Confucio (Kongzi), aunque mayor que él, y trabajó como archivista en la Biblioteca Imperial de la corte de la Dinastía Zhou. Por intención o accidente, cuando Confucio se dirigía a leer los rollos de la biblioteca lo encontró en Zhou, cerca de la moderna Luoyang. De acuerdo con estas historias, Confucio y Laozi discutieron durante meses sobre el ritual y lo apropiado, cimientos del confucianismo. Laozi se oponía a lo que consideraba prácticas vacías, y la leyenda taoísta sostiene que estas discusiones fueron más provechosas para Confucio que para el contenido de la biblioteca.

Lao Tsé renunció luego a su puesto, quizás por la decreciente autoridad de la corte Zhou. Algunos relatos sostienen que viajó hacia el oeste montando un búfalo de agua, a través del estado de Qin. Cuando llegó al paso de Shanggu, el guardián -al que una fuente llama Yinji y otra Luanyin- reconoció al ilustre filósofo. Le suplicó que se quedase un año en su casa, antes de marcharse al destierro y escribiese un libro exponiendo su doctrina. El maestro se dejó convencer, escribiendo el Dao De Jing, y después marchó más al Oeste, adentrándose en el país de los Bárbaros, donde su rastro se pierde para siempre. Hasta entonces, Laozi sólo había propagado su filosofía oralmente.

Algunas de las controversias modernas sobre su vida incluyen:

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La discusión con Confucio, que pudo haber sido inventada por los taoístas para hacer que su escuela filosófica apareciese como superior al confucianismo.

El autor real del Dao De Jing podría haber creado un personaje ficticio para que el origen del texto pareciese más misterioso, haciéndolo entonces más fácil de popularizar.

Se ha discutido que Laozi podría ser un seudónimo de Dan, Prefecto de los Grandes Escribas (Tài Shǐ Dàn, 太史儋); o de un anciano de Lai, una prefectura del estado de Qi (齊); o alguna otra persona de existencia histórica.

Obra

Su famosa obra, el Dào Dé Jing, ha tenido enorme influencia en China. Es un tratado místico que cubre muchas áreas de la filosofía, desde la espiritualidad individual hasta las técnicas de buen gobierno.

Laozi enfatiza el "Dao" (Tao), traducido usualmente como "el Camino", y expande su significado para abarcar el orden innombrable, inmanente, del Universo. Destaca el concepto de wei-wu-wei, "acción a través de la inacción", que no significa permanecer inmóvil sin hacer nada, sino evitar las intenciones explícitas y la voluntad que obstaculiza la fluidez armónica de la naturaleza. Los fines pueden alcanzarse respetando las formas en que las cosas naturalmente crecen y decrecen; así, las acciones realizadas de acuerdo con el Tao son más fáciles y más productivas que aquellas que pretenden contrariarlo. Laozi creía que la violencia debe ser evitada y que la victoria militar es una ocasión de duelo debido a la necesidad de usar la fuerza contra otros seres vivientes. Sostenía también que el exceso de leyes y reglas hacen más difícil el manejo de la sociedad, ya que oprimen las libertades de los pueblos.

Como muchos otros pensadores chinos antiguos, sus explicaciones usan con frecuencia paradojas, analogías, apropiación de citas antiguas, repetición, simetría, rima y ritmo. Los escritos que se le atribuyen son poéticos, densos y frecuentemente crípticos, y sirven como punto de inicio para la meditación sobre el Cosmos o sobre uno mismo. Muchas de las teorías estéticas del arte chino se basan en sus ideas y en las de su más famoso continuador, Zhuang Zi.

Enseñanzas

Las enseñanzas de Lao-Tsé, y consecuentemente las de la Filosofía Taoísta, están basadas en el análisis de la Naturaleza en su más amplio sentido, con el fin de obtener el enfoque acerca del funcionamiento natural de la existencia, para determinar cuál es el Orden Natural de las cosas. Esta visión Universalista es la que Lao-Tsé toma como punto de partida para su tesis filosófica, analizando el funcionamiento dual de la naturaleza universal existente (Yin-Yang) para luego ahondar en conceptos más amplios acerca del origen cosmológico del Universo, y así determinar el funcionamiento fluido u Orden Natural con el cual las diferentes formas han ido mutando para perpetuar la continuidad de la existencia. En base a esto, Lao-Tsé determina cuál es el Orden Natural que los seres vivos, y principalmente el Hombre debe llevar a cabo para mejorar su existencia y avanzar hacia el continuo cambio en pos de la superación, explicando como es que al no seguir estas normas naturales, el hombre se ha descarriado de su armonía cósmica y ha generado sus propias calamidades por contradecir el ritmo natural y lo ha sustituido por ordenanzas y actitudes absolutistas, superficiales y dogmáticas que acabaron por desequilibrar a la humanidad, favoreciendo a sus clases dominantes a costa del infortunio de las clases inferiores.

Lao-Tsé utiliza simbolismos y alegorías en donde compara aspectos de la naturaleza para mostrar paralelismos con el comportamiento humano, algo característico de la Filosofía Taoísta y de otras corrientes de pensamiento oriental.

A raíz de estas observaciones cosmológicas y naturales, Lao-Tsé desarrolla diferentes conceptos filosóficos que pretenden explicar los aspectos más trascendentes de la vida de la humanidad, abarcando así toda clase de campos de estudio, desde la cosmología y sus explicaciones acerca del origen del Universo, hasta los aspectos de la vida diaria de la sociedad humana, como la sociología, la política, la economía y la religión.

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La base del pensamiento cosmológico y filosófico de Lao-Tsé es el Tao, un concepto abstracto generalmente poco entendible y hasta malinterpretado por los occidentales, y orientales que desconocen los conceptos del pensamiento taoísta. La malinterpretación superficial y religiosa hace creer que el Tao es un dios o algún otro tipo de "entidad espiritual o suprema", pero en realidad Lao-Tsé describe al Tao como el origen de todo, la fuente primordial de todo lo existente, tanto lo físico como lo abstracto, [11] por lo que define al Tao como un concepto superprofundo de unidad primordial que escapa a la idea fijista y mítica de un dios, un ser, o cualquier otra personificación;[12] contrariamente, Lao-Tsé describe al Tao como abstracto, amorfo, intangible, inaudible e inasible, por lo que las posteriores formas de la naturaleza han surgido del Tao, y así también lo que carece de forma,[13] por lo que el Tao no se describe como una de estas dos cosas, sino como la primordialidad neutra de la cual todo lo demás surge, siendo así el origen cosmológico y esencia de todo lo existente;[14] [15] y el concepto básico de la filosofía taoísta, pero no una sustancia vaporosa o un ser sobrenatural.

Acerca del origen del Tao, Lao-Tsé plantea que al ser éste la primordialidad esencial de todo, es entonces el Tao el origen de las cosas y no el Tao la creación de algo o alguien más, debido a que son las cosas definidas del universo las que fluyeron de las mutaciones constantes y consecuentes del Tao, por lo que éstas son las cosas que el hombre logra conocer y catalogar bajo nomenclaturas,[16] pero el Tao en sí no es una cosa, sino que es la cosa en sí; no de la forma absolutista de imperatividad jerárquica, [17] sino como esencia infinita generadora de los posteriores cambios que tomaron forma en las diferentes manifestaciones;[18] por lo que tanto los seres vivos, los objetos inanimados, la Tierra misma y el Cielo, todos han de ser formas que surgieron de cambios anteriores de la propia naturaleza,[16] [19] siendo así la Naturaleza la Madre de todas las cosas, [15] [20] y en su punto ancestralmente neutral la Naturaleza no había adoptado formas pero existía en sí misma, y por si misma fluyó y adoptó formas en las cuales manifestarse, y es a eso lo que Lao-Tsé llama Tao, explicando que Tao es sólo uno de los nombres posibles de darle, pero no el nombre original en sí,[16] ya que son los hombres quienes requieren de nombrar las cosas para reconocerlas,[21] pero la Naturaleza en sí misma carece de nombres ya que no los necesita.

A raíz del Tao, Lao-Tsé argumenta la dualidad consecuente de éste, y por ende la relatividad natural de la existencia. Lao-Tsé llama Ser (You) y No-Ser (Wu) a los dos aspectos ontológicos emergentes del Tao;[11] [22] el Ser como categorización de todo lo manifiesto y perceptible del Universo, englobando así todos sus aspectos y creaciones, y el No-Ser como el aspecto oculto y metafísico de la existencia, siendo éste la etereidad ontológica de lo manifiesto,[23] pero no un "antítesis" del Ser, ya que la metafísica taoísta no trata de antagónicos como los occidentales acostumbran a ver, sino que para Lao-Tsé la naturaleza es relativa y dialéctica, por lo que Ser y No-Ser son dos aspectos diferentes pero complementarios,[22] ambos provenientes del Tao, y no dos posturas distintas que se confrontan entre sí. El Ser es el mundo fenoménico en el cual suceden las cosas, y el No-Ser el aspecto no-fenoménico de ese mundo fenoménico, por lo que no existiría uno sin otro, y ninguno implica la anulación de su contraparte; no es el No-Ser un reino vaporoso y espiritual, y no es el Ser una tangibilidad absoluta y permanentemente inmutable; ambos son parte del devenir cósmico del Tao, y esto es lo que Lao-Tsé explica en su filosofía.

Siendo el Tao la raíz de todo lo existente tanto en sus manifestaciones físicas como en sus aspectos abstractos, el Tao entonces es en sí mismo absoluto, pero paradójicamente implica que nada es absoluto porque todo en la naturaleza requiere de cambios que permitan la continuidad progresiva del propio fluir cósmico,[24] razón por la cual el Tao no existe en sí mismo como un ente jerárquico,[25] [17] sino como esencia de todo lo demás que ha surgido de él, y tanto los aspectos metafísicamente duales como Ser y No Ser, y las dualidades cósmicas como Cielo y Tierra,[11] han de ser precisamente manifestaciones de la relatividad y complementariedad de los cambios mutacionales que el Tao efectuó y que dieron origen a la existencia; de modo que si el Tao fuera absolutista, la naturaleza no habría mutado y no se habrían originado cambios dialécticos que dieran origen a la existencia. Éste es un principio altamente importante en la filosofía taoísta, ya que implica que el orden natural de las cosas es el fluir constante y que permite los cambios que generan la evolución en todos los aspectos de la naturaleza, razón por la cual Lao-Tsé insiste en la relatividad mutacional del Tao, ya que éste es el único modo de lograr que las diferentes cosas logren amoldarse a los cambios para mutar y transformarse en formas mas eficientes que permitan continuar el

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fluir natural de la existencia,[26] [16] [24] ya que de lo contrario, se produciría el estancamiento que detendría el avance u Orden Natural de las cosas.[27] Este concepto ha sido aplicado por Lao-Tsé en toda su filosofía.

En cuanto al Orden Natural del Tao, Lao-Tsé explica que este es el modo en que la naturaleza permite la continuidad de la existencia, por lo que el Tao no realiza cosas en favor de intereses personales, ya que carece de intereses propios, sólo es el fluir constante de la existencia, favoreciendo así a todos los seres y cosas en pos de su continuidad en vez de declinarse sólo por unos pocos,[25] por lo que el Tao es imparcial y justo,[14] [28] es el equilibrio y la armonía que la filosofía oriental impulsa a seguir para mejorar la existencia, contrariamente a los tabúes y reglas absolutistas que el hombre impuso para favorecer a unos pocos, a costa del infortunio de todos los otros.[29] [30] [31]

Lao-Tsé enseña que todo es causa y efecto, por lo que cada aspecto que podemos percibir hoy, es originario de otro aspecto oculto que le antecedió históricamente,[32] explicando así como el Universo mismo y sus cosas existentes son resultado de hechos anteriores, y no de creaciones espontáneas.[24] [33] De esta idea nace el Principio de Acción y Reacción que los taoístas mencionan al explicar cómo es que todo lo existente deviene de algo anterior; todo tiene un por qué, mostrando como el Tao no hace las cosas arbitrariamente, sino que todo es causal, y no casual,[34] [17] y esto no se limita solo al origen cosmológico del Universo, sino a la vida diaria de todos los seres vivos,[33] incluido entre éstos el hombre, ya que todo lo que está establecido en la esfera de la sociedad humana no ha de haber sido eterno ni absoluto, sino que fue creado por las propias causas que los hombres han desarrollado, [35]

siendo la vida actual la consecuencia de los propios hechos que la humanidad ha desarrollado anteriormente.

Con la importante tónica del cambio constante, Lao-Tsé explica como este Principio de la Mutación Perpetua es lo que originó el universo y todo lo conocido, a raíz del Tao y sus consecuentes cambios metafísica y físicamente ontológicos llamados Ser y No-Ser.[24] [16]

Lao-Tsé explica que el Tao en su Unidad es mínimo y absoluto, pero tras mutar y relativizarse da origen a la Dualidad, la cual se explicó anteriormente como Ser y No-Ser, pero así mismo, el mundo del Ser se subdivide en una consecuente tercera fase de esta mutación del Tao, originando así el Universo conocido, representado por Lao-Tsé como Cielo y Tierra, siendo éste el mundo fenoménico donde tras las posteriores mutaciones naturales consecuentes se originaron los diferentes elementos y los seres vivos, entre los cuales se encuentra el hombre. Tras la división del Tao, Lao-Tsé hace hincapié en el hecho de que toda la naturaleza es relativa y se sucede de cambios constantes dialécticamente complementarios, llamándole así a los dos aspectos opuestos y complementarios Yin y Yang, presentes en todo el devenir cósmico de la naturaleza, tanto en los orígenes metafísicos como en los seres vivos y el mundo fenoménico, [33] aplicándose así también para analizar todo lo existente, incluidos los aspectos sociales y humanos que Lao-Tsé estudia en su filosofía.

Lao-Tsé explica como Yin y Yang no son elementos confrontados, sino que sus características opuestas se complementan para conformar así la Totalidad del Tao, siendo que de esa forma, las mutaciones naturales permiten que lo asociado como Yin se vuelva Yang, y viceversa,[22] dando así el ritmo dialéctico que permite la fluidez natural de la Energía (Chi), la cual representa la vitalidad de lo existente, siendo de esa forma Yin y Yang la mecánica de funcionamiento dialéctico de la Energía, en otras palabras, la relatividad y el cambio natural que permite la fluidez de la Naturaleza, la cual obtiene armonía al hallar equilibrio entre sus dos aspectos opuestamente complementarios.[36] [33]

Tras mutar el Tao y cambiar constantemente la naturaleza, todo lo existente se ha creado, por lo que Lao-Tsé sostiene que todo es naturalmente Tao ya que el Tao es el origen común de todas las cosas.[37] Siendo así, todas las cosas funcionan en armonía con la naturaleza cuando cumplen la función natural que poseen dadas sus características, a las cuales Lao-Tsé se refiere como la Virtud (Te) que las cosas obtienen del Tao.[17] Con este sentido de Virtud como cualidad de cada forma existente para lograr su desempeño natural, Lao-Tsé explica que el orden natural de las cosas es seguir su desenvolvimiento nato, y no descarriarse en maneras contrarias a su comportamiento natural, ya que estas desequilibran la naturaleza y acaban por destruirla.[35] De esa forma Lao-Tsé habla de la Virtud en el hombre como el funcionamiento armonioso en pos de su naturaleza y su desenvolvimiento

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social, en contraste con el comportamiento rutinario forjado por ordenanzas impuestas artificialmente que resultan contradecir la naturaleza universalista que el hombre debería seguir naturalmente para perpetuar su bienestar en el mundo.[38] [39] [40]

Así, con este análisis cosmológico Lao-Tsé basa sus enseñanzas en el funcionamiento natural de las cosas, explicando que la naturaleza prosperó debido a sus constantes cambios evolutivos y a la no obstrucción de su desarrollo natural, mostrando esto como ejemplo para la vida del hombre, argumentando como las normas y tabúes impuestos no han de ser la propia naturaleza del hombre sino reglamentaciones artificiales impuestas por mandato jerárquico, siendo estas normativas restricciones que impiden al hombre desenvolverse con libertad y naturalidad para forjar un desarrollo próspero acorde a su naturaleza, por lo que la libertad que el hombre necesita sólo la alcanzará tras liberarse de las ataduras superficiales para así adoptar la forma de vida libre y sin restricciones, que le permitan desenvolverse armónicamente como la naturaleza enseña,[21] y de esa forma alcanzar el hombre la prosperidad para su vida y el desarrollo del bien común.

Heráclito

Heráclito de Éfeso (en griego: Ἡράκλειτος ὁ Ἐφέσιος Herákleitos ho Ephésios), conocido también como «El Oscuro de Éfeso»,[1] fue un filósofo griego. Nació hacia el año 535 a. C. y falleció en el 484 a. C.

Era natural de Éfeso, ciudad de la Jonia, en la costa occidental del Asia Menor (actual Turquía). Como los demás filósofos anteriores a Platón, no quedan más que fragmentos de sus obras, y en gran parte se conocen sus aportes gracias a testimonios posteriores.

Legado

Heráclito es netamente aforístico. Su estilo remite a las sentencias del Oráculo de Delfos y reproduce la realidad ambigua y confusa que explica, usando el oxímoron y la antítesis para dar idea de la misma. Diógenes Laercio (en Vidas..., IX 1–3, 6–7, 16) le atribuye un libro titulado Sobre la naturaleza (περι φυσεως), que estaba dividido en tres secciones: «Cosmológica», «Política» y «Teológica». No se posee mayor certeza sobre este libro. I. Bywater hizo un reacomodo de los fragmentos conforme a la indicación de Laercio, traducido al español por José Gaos. Agustín García Calvo reconstruye la posible estructura del libro en su edición de los fragmentos del mismo, titulada Razón común. Distingue tres apartados: «Razón general», «Razón política» y «Razón teológica».

Heráclito afirma que el fundamento de todo está en el cambio incesante. El ente deviene, que todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa.

Es común incluir a Heráclito entre los primeros filósofos físicos (φυσικοι, como los llamó Aristóteles), que pensaban que el mundo procedía de un principio natural (como el agua para Tales, el aire para Anaxímenes), y este error de clasificación se debe a que, para Heráclito, este principio es el fuego, lo cual no debe leerse en un sentido literal, pues es una metáfora como, a su vez, lo eran para Tales y Anaxímenes. El principio del fuego refiere al movimiento y cambio constante en el que se encuentra el mundo. Esta permanente movilidad se fundamenta en una estructura de contrarios. La contradicción está en el origen de todas las cosas.

Todo este fluir está regido por una ley que él denomina Λόγος (Logos). Este Logos no sólo rige el devenir del mundo, sino que le habla (indica, da signos, fragmento B93DK) al hombre, aunque la mayoría de las personas «no sabe escuchar ni hablar» (fragmento B73DK). El orden real coincide con el orden de la razón, una «armonía invisible, mejor que la visible» (B54DK), aunque Heráclito se lamenta de que la mayoría de las personas viva relegada a su propio mundo, incapaces de ver el real. Si bien Heráclito no despecha el uso de los sentidos (como Platón) y los cree indispensables para comprender la realidad,

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sostiene que con ellos no basta y que es igualmente necesario el uso de la inteligencia, como afirma en el siguiente fragmento:

Se engañan los hombres [...] acerca del conocimiento de las cosas visibles, de la misma manera que Homero, que fue [considerado] el más sabio de todos los griegos. A él, en efecto, unos niños que mataban piojos lo engañaron, diciéndole: 'cuantos vimos y atrapamos, tantos dejamos; cuantos ni vimos ni atrapamos, tantos llevamos'.

Al uso de los sentidos y de la inteligencia, hay que agregarle una actitud crítica e indagadora. La mera acumulación de saberes no forma al verdadero sabio, porque para Heráclito lo sabio es «uno y una sola cosa», esto es, la teoría de los opuestos. Quizás el fragmento más conocido de su obra dice:

El fragmento (citado con frecuencia erróneamente como no se puede entrar dos veces en el mismo río, siguiendo a la versión que da Platón en el Crátilo) ejemplifica la doctrina heraclítea del cambio: el río —que no deja de ser el mismo río— ha cambiado sin embargo casi por completo, así como el bañista. Si bien una parte del río fluye y cambia, hay otra (el cauce, que también debe interpretarse y no tomarse en un sentido literal) que es relativamente permanente y que es la que guía el movimiento del agua. Algunos autores ven en el cauce del río el logos que «todo rige», la medida universal que ordena el cosmos, y en el agua del río, el fuego. A primera vista esto puede parecer contradictorio, pero debe recordarse que Heráclito sostiene que los opuestos no se contradicen sino que forman una unidad armónica (pero no estática). Es razonable, entonces, que la otra cara del agua sea el fuego, como él mismo lo adelanta en sus fragmentos.

A pesar que existen ciertas similitudes entre Heráclito y Parménides, las doctrinas de ambos siempre han sido contrapuestas (con cierto margen de error), ya que la del primero suele ser llamada «del devenir» o (con cierto equívoco) «del todo fluye», mientras que el ser parmenídeo es presentado como una esfera estática e inmóvil.

Era conocido como «el Oscuro», por su expresión lapidaria y enigmática. Ha pasado a la historia como el modelo de la afirmación del devenir y del pensamiento dialéctico. Su filosofía se basa en la tesis del flujo universal de los seres: «Panta rei» (πάντα ρει), todo fluye. El devenir está animado por el conflicto: «La guerra (pólemos) es el padre de todas las cosas», una contienda que es al mismo tiempo armonía, no en el sentido de una mera relación numérica, como en los pitagóricos, sino en el de un ajuste de fuerzas contrapuestas, como las que mantienen tensa la cuerda de un arco. Para Heráclito el arjé es el fuego, en el que hay que ver la mejor expresión simbólica de los dos pilares de la filosofía de Heráclito. el devenir perpetuo y la lucha de opuestos, pues el fuego sólo se mantiene consumiendo y destruyendo, y constantemente cambia de materia. Ahora bien, el devenir no es irracional, ya que el logos, la razón universal, lo rige: «Todo surge conforme a medida y conforme a medida se extingue». El hombre puede descubrir este logos en su propio interior, pues el logos es común e inmanente al hombre y a las cosas (la doctrina de Heráclito fue interpretada, olvidando esta afirmación del logos, en la filosofía inmediatamente posterior —sobre todo, en Platón— como una negación de la posibilidad del conocimiento: si nada es estable, se niega la posibilidad de un saber definitivo). De Heráclito es también la doctrina cosmológica del eterno retorno: la transformación universal tiene dos etapas que se suceden cíclicamente: una descendente por contracción o condensación, y otra ascendente por dilatación.

He aquí algunas frases de Heráclito:

«Ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río». «La armonía invisible es mayor que la armonía visible». «Ni aun recorriendo todo camino llegarás a encontrar los límites del alma; tan

profundo logos tiene». «Siendo el logos común, casi todos viven como si tuvieran un logos particular». «Conviene saber que la guerra es común a todas las cosas y que la justicia es

discordia». Heráclito reprocha al poeta que dijo: «¡Ojalá se extinguiera la discordia de entre los

dioses y los hombres! Pues no habría armonía si no hubiese agudo y grave, ni

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animales si no hubiera hembra y macho, que están en oposición mutua» (fragmento 9a Walzer = A 22 Diels-Kranz)[2

Píndaro

Píndaro (en griego Πίνδαρος) es uno de los más célebres poetas líricos de la Grecia clásica.

Vida

Se tiene pocas noticias fiables sobre su biografía, a pesar de las seis Vidas que han legado autores antiguos. Se cree que nació en Cinocéfalos, Beocia, hacia el 518 a. C. y que, según la tradición, pertenecía a una familia aristocrática. De hecho,en la Vª Pítica él mismo parece afirmar que

procede del linaje de los egeidas, por lo que a menudo manifestará en sus obras una especial simpatía por las instituciones dorias.

Pasa su infancia y primera juventud en Tebas y en Atenas, donde fue discípulo de Agatocles. Muy joven aún, participa en un certamen de poesía en el que es vencido por la poetisa Corina de Tanagra. Fue ella, y en esta ocasión, quien le aconsejó "sembrar a manos llenas, no a sacos llenos". La primera oda pindárica es la Xª Pítica y fue compuesta cuando el autor apenas contaba veinte años. Pronto se convierte en un renombrado poeta. Como tal, recorre las principales cortes aristocráticas de Grecia: Cirene, Siracusa, etc. Ante la invasión de los persas, adoptó una actitud de transigencia con el enemigo que era la interesada política de su patria tebana. En esta cuestión, Píndaro chocó con otro importante poeta, Baquílides, que había adoptado un punto de vista panhelénico y propugnaba la resistencia enconada ante los persas, que ve como una amenaza sobre el conjunto de toda la Hélade. Píndaro muere en Argos en 438 a. C.

Obra

La obra de Píndaro que se conoce se ha conservado en papiros de entre el siglo II a. C. hasta el II d. C. y en algunos manuscritos medievales que proceden de una selección efectuada en el siglo III. En total, han llegado hasta nosotros cuatro libros de epinicios que suman 45 odas y algunos fragmentos sueltos. Los epinicios (ἐπίνικοι / epinikoi) son cantos corales compuestos en honor de los vencedores en alguno de los cuatro certámenes deportivos de los Juegos Panhelénicos que se cantaban al paso de los campeones. Las composiciones de Píndaro suelen utilizar la victoria deportiva como simple punto de partida para loar el valer personal del atleta: su triunfo refleja la victoria de lo Bello y lo Bueno sobre la mediocridad.

Además de epinicios, Píndaro compuso himnos, peanes, partenios, cantos al vino, trenos, etc.

El estilo de Píndaro es peculiar y difícil. Se caracteriza por proceder con la materia poética a saltos, estableciendo asociaciones bruscas e imprevistas entre diferentes elementos. El lenguaje, muy elevado, procede de una mezcla artificiosa de diferentes dialectos y se satura de elementos retóricos, en especial de imágenes. La dificultad de la obra pindárica es paradigmática. Si resultaba ya oscura para sus coetáneos, con posterioridad autores que van de Heródoto a Voltaire hablan de lo ininteligible de su poesía. Sin embargo, Goethe o Hölderlin lo erigieron en símbolo de la libertad del genio creador.

Erasmo de Rotterdam

Erasmo de Rotterdam, conocido como Desiderius Erasmus Rotterdamus, nacido Geert Geertsen, también llamado Gerrit Gerritszoon (Gerardo, hijo de Gerardo) (Róterdam, 1466/69 - Basilea, 12 de julio de 1536). Humanista, filósofo, filólogo y teólogo holandés, autor de importantes obras en latín.

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Biografía

Nacido el 28 de octubre de 1466 en Rotterdam, fue hijo de Roger y Margaret Gerrit. Después de ser ordenado sacerdote (a partir de 1490), Erasmo estudió en la Universidad de París, que se encontraba en ese momento viviendo con gran fuerza el Renacimiento de la cultura de Grecia y Roma. Posiblemente en esta etapa se encuentren los comienzos del pensamiento humanista de Erasmo, que convirtieron al joven en un pensador libre y profesor de ideas independientes.

Viaje a Inglaterra: docencia y los "Adagios"

Erasmo viajó a Londres entre 1499 y 1500. Lo más importante de este viaje fue la oportunidad que tuvo de escuchar a John Colet dando una gran exposición sobre la vida de San Pablo en la Universidad de Oxford. Una vez terminada, Erasmo se acercó a John Colet y mantuvo con él una larga conversación sobre el modo de efectuar una lectura verdaderamente humanista de la Biblia, que marcaría profundamente su forma de pensar.

En ese mismo año de 1500, Erasmo escribió sus "Adagios" (fábulas) , que son más de 800 refranes y moralejas de las tradiciones de la antiguas Grecia y Roma, junto con comentarios sobre su origen y su significado. Algunos de esos refranes se siguen utilizando en el día de hoy. Erasmo trabajó en los "Adagios" durante el resto de su vida, hasta tal punto que la colección había crecido y ya contenía 3.400 en 1521, siendo 4.500 en el momento de su muerte. El libro se vendió con éxito, y llegó a contar con más de 60 ediciones, una cifra sin precedentes para el año 1500.

Erasmo empezó a dictar una cátedra como profesor titular de Teología en la Universidad de Cambridge en Inglaterra, durante el gobierno del Rey Enrique VIII, donde haría amistades que le durarían toda la vida: Santo Tomás Moro, John Colet, y Thomas Linacre. Se le ofreció un trabajo vitalicio en el Queen's College de la Universidad de Cambridge y es posible que, de desearlo, hubiese podido pasar el resto de su vida enseñando Ciencias Sagradas a lo mejor de la realeza y la nobleza inglesas. Sin embargo, su naturaleza inquieta y viajera y su espíritu curioso, junto a un incontrolable rechazo a todo lo que significara rutina, lo hicieron declinar ese cargo y todos los que se le ofrecerían en adelante.

Viaje a Italia

Entre 1506 y 1509 Erasmo vivió en Italia, la mayor parte del tiempo trabajando en una imprenta. Varias veces más se le ofrecieron trabajos serios y bien pagados, especialmente como profesor, a lo cual él respondía que prefería no aceptarlos, porque lo que ganaba en la imprenta, si bien no era mucho, le resultaba suficiente.

A partir de estas conexiones con universidades y con escritores que iban a la imprenta, Erasmo comenzó a rodearse de quienes pensaban igual que él y rechazaban los abusos de la Iglesia. La fama de Erasmo se extendió progresivamente por toda Italia, y sus ideas sobre la elevación intelectual y religiosa comenzaron a conocerse y discutirse; sin embargo, no todos simpatizaban con Erasmo, pues había quienes rechazaban las ideas que tenía, y estos opositores comenzaron a criticarlo tanto en público como en privado. Puede que esta fuera la causa por la que el erudito abandonó Italia y se trasladó a Basilea, Suiza.

La lucha contra la disciplina y las instituciones

No sabemos cuál de las tres instituciones educativas en las que estuvo internado Erasmo fue la causante del profundo rechazo que sintió toda su vida hacia la autoridad. Pudo ser la escuela primaria (de los 8 a los 13 años), el convento agustino (de los 16 a los 22) o la Universidad de París (a mediados de la década de 1490), cuando tenía más de 24 años.

Como resultado de su estancia en alguna de ellas, o en las tres, Erasmo desarrolló un sentimiento de rechazo frente a la Iglesia Católica y llegó a la conclusión de que tanto los colegios como las Universidades y, en general, la misma Iglesia, impedían pensar libremente. Desde entonces se opuso a cualquier tipo de autoridad y buscó mayor libertad

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leyendo a los escritores de Grecia y Roma, puesto que ellos vivieron en los tiempos en que todavía el cristianismo no había triunfado. Quizá fueran los métodos de disciplina que en las tres escuelas se aplicaba (como en todas partes) para "quebrar la voluntad" de los alumnos, lo que lo llevó a distanciarse de las autoridades. Lo que nadie podía prever era que la voluntad de Erasmo se resistiría a ser "quebrada" hasta el mismísimo día de su muerte. Por otra parte, se enfurecía al ver la "disciplina" que se aplicaba con los niños, mientras los monjes disfrutaban relajadamente contrariando los propios principios que enseñaban.

En la universidad se dio cuenta de que, en vez de enseñarse allí las nuevas ideas, lo que se enseñaba eran teorías anticuadas de los primeros siglos del Medioevo, y que en vez de avanzar y estar más adelantada que el resto de la sociedad, andaba para atrás y se negaba a cambiar. Esta actitud recibió siempre sus ataques.

Erasmo decidió pronto que podía hacer algo para revertir la situación: con las ideas de sus amigos de los monasterios agustinos y algunas otras ideas de John Colet, comenzó a analizar detenidamente los libros más importantes de las antiguas civilizaciones griega y romana, tratando de modernizar sus contenidos e intentando aplicarlos a la vida de la sociedad en la que él vivía, tratando de extraer lo más significativo de esos textos antiguos pero brillantes, para que cualquier persona pudiera entenderlas, penetrar en su significado.

Nunca dejó de luchar contra la cárcel espiritual que él observaba en todas partes, en todas las instituciones educativas, intelectuales, políticas y sociales de su época. Esto le acarrearía numerosos problemas a lo largo de su carrera.

Los comienzos literarios

Hallándose en la tranquila y bella ciudad de Basilea, donde, según escribió, se vio obligado a retirarse a causa de las "persecuciones" a que se le había sometido, Erasmo sintió la calidez de ese país que lo recibió con hospitalidad y cordiales atenciones, y una vez más se rodeó de amigos y seguidores que habían comenzado a creer en él y en sus ideas.

Fue allí donde empezó a escribir. Lo hizo a una edad ya madura y tardía para lo normal en aquella época, porque consideraba que quien no sabe escribir bien, siempre se equivoca al expresarse o transmitir un mensaje. Por eso, se preocupó primero de convertirse en un verdadero maestro en el uso de la prosa en lengua latina. Fue el idioma más claro que encontró, el más apropiado para transmitir ideas complejas, y el más útil para trasmitir sus ideas a toda Europa. Sólo después se atrevió a poner por escrito sus creencias.

Nicolás Maquiavelo

Nicolás Maquiavelo (en italiano Niccolò di Bernardo dei Machiavelli) (Florencia, 3 de mayo de 1469 - Florencia, 21 de junio de 1527) fue un diplomático, funcionario público, filósofo político y escritor italiano.

Biografía

Nicolás Maquiavelo nació en el pequeño pueblo de San Casciano in Val di Pesa, a unos quince kilómetros de Florencia el 3 de mayo de 1469, hijo de Bernardo Machiavelli (abogado perteneciente a una empobrecida rama de una antigua familia influyente de Florencia) y de Bartolomea di Stefano Nelli, ambos de familias cultas y de orígenes nobiliarios pero con pocos recursos a causa de

las deudas del padre.

Entre 1494 y 1512 Maquiavelo estuvo a cargo de una oficina pública. Viajó a varias cortes en Francia, Alemania y otras ciudades-estado italianas en misiones diplomáticas. En 1512 fue encarcelado por un breve periodo en Florencia, y después fue exiliado y despachado a San Casciano. Murió en Florencia en 1527 y fue sepultado en la Santa Cruz.

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Biografía detallada

Su vida se divide en tres periodos; cada uno de ellos representa en sí mismo la historia de Florencia. Su juventud coincidió con la grandeza de Florencia como potencia italiana, bajo el mandato de Lorenzo de Médicis, El Magnífico. La caída de los Médici en Florencia ocurrió en 1494, el mismo año en el que Maquiavelo se integraba en el servicio público. Durante su carrera como oficial, Florencia fue libre bajo el gobierno de una república, la cual duró hasta 1512, cuando los Medici regresaron al poder, y Maquiavelo perdió su puesto. Los Medici gobernaron Florencia desde 1512 hasta 1527, cuando fueron nuevamente retirados del poder. Este fue el período de actividad literaria de Maquiavelo, y también de su creciente influencia; sin embargo, murió a semanas de la expulsión de los Medici, el 21 de Junio de 1527, a los cincuenta y ocho años, sin haber recuperado su cargo.

Juventud

Aunque se tienen pocos registros de la juventud de Maquiavelo, la Florencia de aquellos días era tan bien conocida que es fácil imaginar el ambiente en el que el joven ciudadano se desenvolvía. Florencia era una ciudad con dos corrientes opuestas, una representada por el austero Girolamo Savonarola y la otra por Lorenzo, amante del esplendor. Aunque el poder de Savonarola sobre las fortunas florentinas era inmenso, no parece haber sido muy importante para Maquiavelo puesto que sólo lo menciona en El Príncipe como un malogrado profeta desarmado. Por otra parte, la magnificencia del mandato de Lorenzo impresionó fuertemente a Maquiavelo, llegando incluso a dedicar El Príncipe al nieto de Lorenzo. Maquiavelo fue considerado uno de los grandes escritores en su colegio. Era un escritor y fue un militar muy reconocido que influyó en el humanismo.

Servicio Civil

En el segundo periodo de su vida surgió en el servicio militar Libre de Florencia, la cual pasó de la expulsión de los Médici en 1494 cuando Maquiavelo tenía 25 años, y duró hasta el regreso de los Médici (familia que posee mayor poder económico en Florencia), en 1512. Después de servir cuatro años en una oficina pública como secretario, fue nombrado Canciller y Secretario de la Segunda Cancillería. Tomó un rol importante en los asuntos de la república, habiendo quedado sus decretos, sus registros y sus despachos para guiarnos, así como sus propios escritos. Pese a que tuvo posiciones altas en el panorama público y político, él las evitaba ya que aceptaba cualquier tipo de trabajo a cambio de poco sueldo; pues siempre manifestó que no aspiraba a ser rico.

Su primera misión fue en 1499, para Caterina Sforza, "Mi dama de Forli" en El Príncipe, de cuya conducta y suerte, Maquiavelo extrajo la moraleja: de que es mejor ganar la confianza de la gente que confiar en la fuerza. Será un concepto muy importante para Maquiavelo, y es señalado en muchas formas como de vital importancia para aquellos que quieran ostentar el poder.

En 1500 fue enviado a Francia para convencer a Luis XII la conveniencia de continuar la guerra contra Pisa. Será éste el rey que, en su política con respecto a Italia, comete los cinco errores capitales del poder resumidos en El Príncipe.

La vida pública de Maquiavelo estuvo enmarcada en sucesos surgidos por la ambición del papa Alejandro VI y de su hijo, César Borgia, el duque Valentino; ambos personajes ocupan un gran espacio en El Príncipe. Maquiavelo no vacila en citar las acciones del duque en beneficio de los usurpadores que quieren quedarse con los estados que conquistan; de hecho, Maquiavelo no encuentra mejores preceptos que enseñar que los patrones de conducta de César Borgia. Por ello, para algunos críticos, César es el "héroe" de El Príncipe. Aun así, el duque es señalado en El Príncipe como el tipo de hombre que crece con la fortuna de otros, y cae de la misma manera; quien toma el rumbo que podría esperarse de cualquier hombre prudente, excepto el curso que lo salvará; quien está preparado para todas las eventualidades, excepto para la que finalmente llega; y quien,

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cuando sus habilidades le son insuficientes para solucionar un problema, exclama que no ha sido su culpa, sino la de una extraordinaria e imprevista fatalidad. César Borgia también era un gran humanista y contrató a Leonardo Da Vinci para que le realizara varias pinturas. En diversas ocasiones, Maquiavelo coincidió con Leonardo, manteniendo con él largas conversaciones.

A la muerte de Alejandro VI, en 1503, Maquiavelo fue enviado a observar la elección del sucesor, y ahí se da cuenta de las maniobras de César Borgia para forzar la elección de Giuliano delle Rovere (Papa Julio II), que era uno de los cardenales que más temían al duque. Maquiavelo, al comentar esta elección, dice: que aquel que piense que los favores harán que los grandes personajes olviden ofensas pasadas se engaña a sí mismo. Y así, Julio II no descansó hasta ver a César en la ruina.

Precisamente fue con Julio II con el que Maquiavelo cumplió su encargo en 1506, al mismo tiempo que el pontífice comenzaba su cruzada en contra de Bolonia; una campaña que resultó ser solo una más de sus exitosas aventuras, gracias en gran parte a su carácter impetuoso. Con respecto al Papa Julio II, Maquiavelo nos presenta las semejanzas que existen entre la Fortuna y las mujeres. Y concluye que el osado, y no el cauteloso, es el que conquistará a ambas.

En 1507 lo destinaron a Alemania como diplomático para parlamentar con el emperador Maximiliano I sobre las medidas expansionistas que quería adoptar dicho emperador. Maximiliano, sorprendido por la inteligencia y elocuencia de Maquiavelo, fue convencido a no invadir territorios italianos y menos aún Florencia, que era la intención que tenía el emperador. Sobre los alemanes concretamente, Maquiavelo dijo: los alemanes son una grandísima fuerza militar, pero tienen y tendrán una política muy débil.

El emperador Maximiliano fue uno de los hombres más interesantes de la época, y su carácter había sido moldeado por múltiples manos; pero Maquiavelo revela el secreto de las constantes fallas del emperador cuando lo describe como un hombre retraído, sin fuerza de carácter, y sin los arrestos necesarios para llevar a cabo sus planes, o insistir en el cumplimiento de sus deseos.

Otros personajes fueron estudiados por Maquiavelo. Maquiavelo, por ejemplo, retrató a Fernando II de Aragón como el hombre que conseguía grandes conquistas bajo el manto protector de la religión, pero que en realidad desconocía los principios de la piedad, la fe, la humanidad y la integridad; sin embargo, para Maquiavelo, poco hubiese alcanzado Fernando de Aragón si alguna vez se hubiese dejado influir por dichos principios.

Los demás años de Maquiavelo en el servicio público transcurrieron alrededor de los eventos surgidos a partir de la Liga de Cambrai, formada en 1508 entre las tres grandes potencias europeas y el papa, con el objeto de destruir a la República Veneciana. Después de la batalla de Agnadello, Venecia perdió en un día todo lo ganado en ochocientos años. A raíz de esta batalla surgió un problema entre el papa y Francia, que dejó a Florencia desprotegida y a merced del papa. Éste impuso el regreso de los Medici el primero de Septiembre de 1512. La consecuente caída de la república provocó el despido de Maquiavelo del servicio público y el fin de su carrera como oficial.

Exilio

Al regreso de los Medici, Maquiavelo, quien había mantenido esperanzas de retener su puesto bajo el mandato de los nuevos amos de Florencia, fue despedido por decreto el 7 de noviembre de 1512. Fue apresado y torturado al pertenecer a una conspiración contra los tiranos Médici, junto con su amigo Giovanni Battaini y 20 personas más. El nuevo pontífice, León X, medió para liberarlo y Maquiavelo se retiró a su pequeña propiedad en San Casciano in Val di Pesa, a unos quince kilómetros de Florencia. Aquí malvive talando un bosque de su propiedad junto con unos obreros contratados y sobrevive con este pesado trabajo. También se dedica a la agricultura y a la ganadería y convivía con los obreros, con ellos comía, jugaba y hablaba, para sentirse vivo. Sus amigos de la ciudad le dan la espalda. Pero aunque son los peores años de su vida, Maquiavelo tiene en las noches su espacio para

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la libertad y el bienestar. Cada noche se desvestía de sus vestimentas de trabajo y se ponía trajes de cuando su servicio civil. Una vez así ataviado leía a Dante, a Petrarca y a Ovidio y fue entonces en aquellas solitarias cuando empieza a dedicarse en cuerpo y alma a la literatura. Logró escribir ocho libros escritos la mayoría con una prosa ágil y clara entre 1513 y 1525. En una carta a Francesco Vettori, fechada en diciembre de 1513, dejó una descripción interesante de su vida en ese período, y un esbozo de sus motivos para escribir El Príncipe.

Llegó a dar una réplica El Príncipe a los Médicis, pero estos lo despreciaron. Maquiavelo escribe su segunda obra de más importancia en su bibliografía llamada Discursos de la primera década de Tito Livio, donde muestra Nicolás Maquiavelo su verdadera visión política, describiendo como mejor forma de gobierno una república y no una monarquía absoluta entre otras cosas más importantes. Luego realiza Discurso sobre el Arte de la Guerra y su comedia La Mandrágora. Pese a ser años de penuria en donde su mente sufría, Maquiavelo sacó lo mejor de su talento.

Últimos años

Pese a recibir la amnistía en 1521, es acusado poco después de este hecho por ser falsamente involucrado en una conspiración de golpe de estado contra los Médici. De nuevo es torturado y apresado, pero por poco tiempo ya que consigue la liberación y le mandan que logre la liberación de unos trabajadores de la lana que habían sido secuestrados por un grupo de malhechores. Maquiavelo logró la liberación y fue pagado con una buena cantidad de dinero por el gremio de la lana. Con una parte de este dinero compra un billete de lotería y le tocan 20.000 ducados en dicha lotería, con los que paga diversas deudas y se pone al día. Trabaja en la academia humanista de Bernardo Rucellai, traduciendo la obra griega de Polibio, de la que recoge muchas ideas sobre el gobierno en república. El nuevo papa Júlio de Medici Clemente VII, lo vuelve a acercar a la política y le encarga a Maquiavelo una obra sobre la Historia de Florencia. Maquiavelo acepta y es pagado con 120 florines, pero es acusado de ser partidario de los Médicis, algo absurdo, por haber sido acusado de preparar un golpe de estado contra ellos, y de nuevo denostado por la opinión pública.

Murió olvidado y dejado en 1527. Dejó un gran legado que tuvo más éxito en siglos posteriores que en la época en la que le tocó vivir, ya que aunque él nunca quiso predecir el futuro, lo consiguió estudiando el presente. Defendió la colectividad a la individualidad y siempre dijo la cruenta y única verdad sobre la política y de sus gobernantes.

El pensamiento político de Nicolás Maquiavelo

Aunque Maquiavelo nunca lo dijo, se le atribuye la frase "el fin justifica los medios", ya que resume muchas de sus ideas.

Se considera a Maquiavelo como uno de los teóricos políticos más notables del Renacimiento, pues con su aporte se abre camino a la modernidad en su concepción política y a la reestructuración social.

Tradicionalmente, se ha encontrado una aporía en el pensamiento maquiaveliano como consecuencia de la difícil conciliación de sus dos obras principales, los Discursos sobre la primera década de Tito Livio y El príncipe.

En los Discursos, Maquiavelo se declara partidario de la república, partiendo del supuesto de que toda comunidad tiene dos espíritus contrapuestos: el del pueblo y el de los grandes (que quieren gobernar al pueblo), que están en constante conflicto. Para Maquiavelo el mejor régimen es una República bien organizada (toma como ejemplo la República Romana), aquella que logre dar participación a los dos partidos de la comunidad para de esta manera contener el conflicto político dentro de la esfera pública.

Maquiavelo señala, y de aquí la calificación de bien organizada, que es primordial que en dicha república se disponga de las instituciones necesarias para canalizar el conflicto dentro de las mismas sin las cuales la república se desarmaría. Ninguna de las otras formas de

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gobierno como la aristocracia, la tiranía, la democracia o la monarquía logran el equilibrio de los partidos dentro del régimen por lo que son inestables.

Los intérpretes proclives a las tesis republicanas han pretendido, desde Rousseau, conciliar la contradicción entre los Discursos y El príncipe considerando que este último supone un ejercicio de ironía que sencillamente desnudaba a la luz pública lo que eran las verdaderas prácticas del poder.

Sin embargo, la oposición a la república que podría inferirse en El príncipe, debe tenerse en cuenta que cuando Maquiavelo lo escribe está escribiendo para mostrar a Lorenzo de Medicis como debe desempeñarse si es que quiere unificar Italia y sacarla de la crisis en la que se encuentra. Maquiavelo aclara también que puede existir un hombre cuya virtud política (saber aprovechar los momentos de fortuna y escapar de los desfavorables) supere a la república en conjunto pero dicha virtud política morirá con el mortal que la posea, cosa que no ocurriría en una república bien organizada.

Además de esto, debe recordarse que el Príncipe presenta analogías con la figura romana y republicana del dictador, investido de poderes absolutos durante un breve período y teniendo que rendir cuentas posteriormente ante la república. En este sentido, la contradicción entre los dos textos principales de Maquiavelo no es tal. Si es así, entonces el principado y la república deberían ser entendidos como formas de gobierno subordinadas a la auténtica preocupación política de Maquiavelo: la formación de un Estado moderno en la Italia de su tiempo.

Maquiavelo entiende que todo Príncipe debe tener virtud y fortuna para subir al poder: virtud al tomar buenas decisiones y fortuna al tratar de conquistar un territorio y encontrarse con una situación (que no fue provocada por él mismo) que lo ayuda o beneficie conquistar. Aquel príncipe que obtenga el poder mediante el crimen y el maltrato, siendo éste vil y déspota; debe entender que una vez subido al poder tiene que cambiar esa actitud hacia el pueblo. Dándole liberio al pueblo, para ganarse el favor del mismo, ya que al fin y al cabo estos serán los que decidan su futuro.

Maquiavelo fue además un auténtico precursor del trabajo de los analistas políticos y columnistas de nuestros días: “todos estos príncipes nuestros tienen un propósito, y puesto que nos es imposible conocer sus secretos, nos vemos obligados en parte a inferirlo de las palabras y los actos que cumplen, y en parte a imaginarlo” (carta a Francesco Vettori, julio de 1513).

En todo caso, distintos textos del pensador arrojan luces y sombras sobre la coherencia interna de su obra. Así, el florentino llega a afirmar no sin ironía que "desde hace un tiempo a esta parte, yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla” (carta a Francesco Guicciardini, mayo de 1521).

Obras

Discurso sobre la corte de Pisa, 1499 Del modo di trattare i popoli della Valdichiana ribellati, 1502 Del modo tenuto dal duca Valentino nell' ammazzare Vitellozzo Vitelli, Oliverotto

da Fermo, etc., 1502 Discorso sopra la provisione del danaro, 1502 Decennale primo (poema), 1506 Retrato de la corte de Alemania, 1508-1512 Decennale secondo, 1509 Retrato de la corte de Francia, 1510 Discursos sobre la primera década de Tito Livio, 3 volúmenes, 1512-1517 El Príncipe, 1513 Andria, comedia, 1517 La Mandrágora, comedia en prosa de cinco actos, con prólogo en verso, 1518 Della lingua (diálogo), 1514 Clizia, comedia en prosa, 1525 Belfagor arcidiavolo (novela), 1515

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Asino d'oro (poema), 1517 Del Arte de la Guerra, 1519-1520 Discorso sopra il riformare lo stato di Firenze, 1520 Sumario de la corte de la ciudad de Lucca, 1520 Vita di Castruccio Castracani da Lucca, 1520 Historia de Florencia, 8 libros, 1520-1525

MONTAIGNE

(Michel Eyquem, señor de Montaigne; Périgueux, Francia, 1533-Burdeos, id., 1592) Escritor y ensayista francés. Nacido en el seno de una familia de comerciantes bordeleses que accedió a la nobleza al comprar la tierra de Montaigne en 1477, fue educado en latín, siguiendo el método pedagógico de su padre. Más tarde, ingresó en una escuela de Guyena (hoy Aquitania), donde estudió poesía latina y griega, y en 1549 empezó a estudiar derecho en la Universidad de Tolosa.

A partir de 1554 fue consejero en La Cour des Aides de Périgueux, sustituyendo a su padre, y cuando ésta se disolvió, pasó a formar parte del Parlamento de Burdeos. Allí conoció al poeta y humanista Étienne de la Boétie, con quien trabó amistad. Poco interesado por sus funciones parlamentarias, frecuentó un tiempo la vida de la corte. En 1565 se casó con Françoise de La Chassagne, y tres años después murió su padre, heredando la propiedad y el título de señor de Montaigne, lo que le permitió vender su cargo en 1570.

Para cumplir la última voluntad de su padre, acabó y publicó en 1569 la traducción de la Teología natural, de Ramón Sibiuda, libro al que volvería años más tarde en los Ensayos (Essais) con la intención de rebatirlo. Un año más tarde viajó a París para publicar en un volumen las poesías latinas y las traducciones de su amigo La Boétie, cuya muerte, en 1563, le había afectado profundamente.

Por fin, el 28 de febrero de 1571 pudo cumplir su deseo de retirarse a sus propiedades para dedicarse al estudio y la meditación, y emprendió, al cabo de un año, la redacción de los Ensayos, combinándola con la lectura de Plutarco y Séneca. No obstante, su retiro duró poco, ya que tuvo que hacerse cargo de nuevos compromisos sociales y políticos a causa de las guerras de religión que asolaban su país y en las que tuvo que prestar su ayuda de diplomático (hecho que se refleja en el libro primero de los Ensayos, dedicado básicamente a cuestiones militares y políticas). La primera edición de los Ensayos, en diez volúmenes, apareció en 1580.

A finales de ese mismo año, aquejado ya problemas de salud, emprendió un largo viaje a Italia que se vio obligado a interrumpir en 1581, cuando recibió la noticia de su elección como alcalde de la ciudad de Burdeos. Durante su primer mandato publicó la segunda edición de los Ensayos (1582). Reelegido para un segundo mandato (1583-1585), tuvo que alternar sus funciones municipales con la tarea de intermediario político entre la ciudad y el rey, y actuó como mediador en las intrigas de la Liga, lo que le valió el favor de Enrique de Navarra.

Fue ésta su última misión política antes de consagrarse únicamente a su obra, que reanudó a partir de 1586, tras abandonar la ciudad a causa de la peste que se había declarado inmediatamente después de concluir su segundo mandato. En 1588 apareció una nueva edición de los Ensayos, con el añadido de un tercer libro. Con motivo de esta nueva publicación, conoció en París a Mademoiselle de Gournay, una gran admiradora suya, con quien mantuvo una especial relación que duraría hasta el final de su vida. Retirado ya definitivamente, tras este último viaje a París y algunos altercados que lo llevaron a prisión, preparó la última edición de los Ensayos, de la que se encargaría M. de Gournay en 1595, mientras él se dedicaba al estudio de los clásicos latinos y griegos.

La progresiva evolución de Montaigne hacia una mayor introspección convierte la versión definitiva de los Ensayos en un libro de confesiones en que el autor, profesando un escepticismo moderado, se revela a sí mismo y muestra su curiosidad por todos los aspectos

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del alma humana, desde el detalle más ínfimo hasta elevadas cuestiones de religión, filosofía o política. Su perspectiva racional y relativista le permite enfrentarse a toda clase de dogmatismos y superarlos, y abre la puerta a una nueva concepción secularizada y crítica de la historia y la cultura, capaz de integrar los nuevos descubrimientos de su tiempo, como los pueblos del Nuevo Mundo.

TOMÁS MORO

(Thomas More) Político y humanista inglés (Londres, 1478 -1535). Procedente de la pequeña nobleza, estudió en la Universidad de Oxford y accedió a la corte inglesa en calidad de jurista. Su experiencia como abogado y juez le hizo reflexionar sobre la injusticia del mundo, a la luz de su relación intelectual con los humanistas del continente (como Erasmo de Rotterdam). Desde 1504 fue miembro del Parlamento, donde se hizo notar por sus posturas audaces en contra de la tiranía.

Tomás Moro

Su obra más relevante como pensador político fue Utopía (París, 1516). En ella criticó el orden político, social y religioso establecido, bajo la fórmula de imaginar como antítesis una comunidad perfecta; su modelo estaba caracterizado por la igualdad social, la fe religiosa, la tolerancia y el imperio de la Ley, combinando la democracia en las unidades de base con la obediencia general a la planificación racional del gobierno.

A pesar de haber mantenido en el plano teórico estas aspiraciones premonitorias del pensamiento socialista, Moro fue prudente y moderado en cuanto a la posibilidad de llevarlas a la práctica, por lo que no combatió directamente al poder establecido ni adoptó posturas ideológicas intransigentes.

Enrique VIII, atraído por su valía intelectual, le promovió a cargos de importancia creciente: embajador en los Países Bajos (1515), miembro del Consejo Privado (1517), portavoz de la Cámara de los Comunes (1523) y canciller desde 1529 (fue el primer laico que ocupó este puesto político en Inglaterra). Ayudó al rey a conservar la unidad de la Iglesia de Inglaterra, rechazando las doctrinas de Lutero; e intentó, mientras pudo, mantener la paz exterior.

Sin embargo, acabó rompiendo con Enrique VIII por razones de conciencia, pues era un católico ferviente que incluso había pensado en hacerse monje. Moro declaró su oposición a Enrique y dimitió como canciller cuando el rey quiso anular su matrimonio con Catalina de Aragón, rompió las relaciones con el Papado, se apropió de los bienes de los monasterios y exigió al clero inglés un sometimiento total a su autoridad (1532).

Su negativa a reconocer como legítimo el subsiguiente matrimonio de Enrique VIII con Ana Bolena, prestando juramento a la Ley de Sucesión, hizo que el rey le encerrara en la Torre de Londres (1534) y le hiciera decapitar al año siguiente. La Iglesia católica le canonizó en 1935.

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BIOGRAFÍA DE VICO, GIOVANNI BATTISTA

Biografía:(Nápoles, 1668-id., 1744) Filósofo italiano. De origen humilde, fue la suya una formación principalmente autodidacta. Inició estudios de medicina, que enseguida abandonó para seguir la carrera de derecho en Nápoles, y trabajó en Valtolla como preceptor de los hijos del marqués Rocca, con cuya hija mantuvo una relación que ambos hubieron de ocultar celosamente. Muerta ella a los veintidós años, en 1699 Vico casó finalmente con Teresa Destito, una amiga de la infancia de escasa cultura, con quien tuvo ocho hijos. En el mismo año ingresó en la Universidad de Nápoles como profesor de retórica. En este ámbito académico fue donde esbozó los principios de su pensamiento filosófico, con motivo de los discursos inaugurales que cada año tenían que pronunciar los profesores. Las exposiciones de los primeros años siguen la línea de sus diversas lecturas filosóficas de juventud, en especial del cartesianismo, aunque en su séptimo discurso, pronunciado en 1708, apunta ya un cambio en su punto de vista filosófico: en el Análisis de los estudios de nuestro tiempo, editado por el autor en 1709 y reelaborado con posterioridad, realiza una original toma de posición respecto a la cultura europea. Al año siguiente publicó la Sabiduría primitiva de los italianos, obra en la que desarrolló las primeras líneas de su metafísica, cuya versión definitiva fue elaborando en Derecho universal. Según Vico, el cogito cartesiano no informa sobre la esencia del hombre, sino que sólo aporta la conciencia del hecho de su existencia. Como la ciencia corresponde a un saber por causas, sólo Dios puede acceder a la ciencia general, quedando el hombre circunscrito al saber de aquello que es causado por él mismo: las matemáticas y la historia. A partir de aquí, Vico desarrolla y sistematiza su «nueva ciencia», que expuso definitivamente en la obra conclusiva de su filosofía, los Principios de una ciencia nueva sobre la naturaleza común de las naciones (1725). La historia, manifestación factual de la naturaleza humana, es en apariencia un caos de hechos sin un sentido claro, que remite, sin embargo, a una historia eterna e ideal (al modo platónico) a la que queda reducida en esencia y de la cual participa en virtud de la Providencia, garante del orden eterno. Este orden se resume en tres etapas cíclicas que determinan siempre e inevitablemente el acontecer histórico. Estas tres etapas, que se suceden eternamente y se materializan en los distintos momentos históricos por los que pasan todas las naciones, son: la edad de los dioses, dominada por una visión teocrática y sacerdotal del mundo y la vida; la edad heroica, en la cual reinan la violencia y la arbitrariedad dentro de un pensamiento caracterizado por la fantasía y la imaginación; y la edad humana, etapa moderada en la que se impone un punto de vista racional que conduce a la reflexión filosófica. Cada una de ellas tiene sus propias formas prefijadas de comportamiento y desarrollo, que indefectiblemente se traspasan a las distintos tipos de gobierno y organización que surgen en cada momento histórico. La historia se entiende, de este modo, como un continuo renacer de las naciones, que van, de la crisis última que acaba con la edad humana, a una nueva instauración de la edad divina. La filosofía de Vico, en que lo real alcanza una complejidad sobre la cual es imposible actuar según criterios de claridad y evidencia, desempeñó un papel relevante en el romanticismo, y prefigura, con su descubrimiento de lo histórico, temas de la filosofía kantiana y hegeliana. Incomprendido en su época, dominada por un punto de vista cartesiano, su contribución filosófica no le ayudó, sin embargo, a mejorar su situación económica y social, como tampoco le reportó ningún reconocimiento académico, y acabó los últimos años de su vida como profesor de retórica en Nápoles, obligado a recurrir, con frecuencia, a dar clases particulares para ganarse la vida.

Thomas MalthusThomas Robert Malthus (ˈThomas Robert Maltus) (13 de febrero de 1766 - Bath, 23 de diciembre de 1834) fue un economista inglés, perteneciente a la corriente clásica de pensamiento, considerado el padre de la demografía.

Thomas Malthus sostenía que la pobreza de las masas era simplemente consecuencia del instinto de reproducción del hombre, y no dependía de los síntomas y condiciones sociales de la época.

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Malthus registró en su obra la lucha entre la capacidad humana de reprodución y los sistemas de produción de alimentos, la cual consideró que sería perpetua. Pese a que la progresión del crecimiento de la población fuese mayor a la de los sistemas de producción alimenticia (medios de subsistencia), a largo plazo entrarían en juego poderosos frenos. El freno positivo (la población podría frenarse por la guerra, el hambre, las plagas o las enfermedades) y el freno preventivo (la restricción al crecimiento de la población por "la prudencia y la prevención", esto es, por la abstinencia sexual o el retraso de la edad del matrimonio cuando la pareja consiguiera acumular cierta cantidad de dinero u otros recursos).

"Tomás Malthus afirmó en su "Ensayo sobre los principios de la población" que el crecimiento de ésta sobrepasaría la oferta de alimentos en 1798. Malthus no acertó porque la industrialización elevó la producción de alimentos en los países ricos y, de paso, redujo en ellos la tasa de fertilidad. Cuando la población se enriquece, las familias se reducen y cuando las familias se reducen la población se enriquece. La educación de las madres ayuda a explicar esta tendencia."

La teoría de la población de Malthus ha contribuido a que la Economía sea conocida también como la ciencia lúgubre.[cita requerida]

Malthus también realizó importantes aportes a la teoría del valor y su medida, así como a la teoría de las crisis y el subconsumo.

Malthus ha sido descrito por su biógrafo principal como "el hombre mejor ultrajado de su tiempo": efectivamente, y pese a la leyenda popular tanto de su época como posterior, fue un hombre de temperamento cariñoso, generoso y gentil. De sus muchas amistades, la más significativa para la historia de las ideas fue la que mantuvo con David Ricardo, su adversario intelectual en muchas ocasiones, pero su aliado en la búsqueda de la verdad.[cita requerida]

Una de las ideas que preocupaba a Malthus era lo que él llamaba el “atascamiento general”; guardando la distancia en el tiempo, tanto en el pasado, como hoy en día, muchas empresas producen bienes que él llamaba “esenciales”, como los alimentos, y los “no esenciales”, como son los artículos de lujo, deseados por las personas. Son muchas las empresas que han ido a la quiebra por producir grandes cantidades de bienes, que luego la gente no compra, ya sea porque no están interesados en ellos, porque no son motivadores, porque no los conocen o porque aparecen otros más innovadores y muchas veces más baratos.

Maximilien deMirabeau, Honoré-Gabriel Riqueti, conde de

(Bignon, Francia, 1749-París, 1791)

Político y ensayista francés. Hijo del reconocido economista Victor Riqueti, marqués de Mirabeau, cursó estudios en la Abbe Choquard de París. A su término ingresó, por voluntad de su padre, con quien mantuvo una tensa y difícil relación, en un regimiento militar de Saintes. Poco dado a la disciplina militar, fue detenido por conducta impropia y encarcelado. En 1772 contrajo matrimonio con Émile de Marignane, una rica heredera, y poco después, su padre ordenó su ingreso en prisión por acumulación de deudas. Tras conocer a Marie-Therese-Richard de Ruffey, que se convirtió en su amante, escapó a Suiza, donde ésta le siguió. En 1777 fue nuevamente detenido y encarcelado y, en prisión, escribió sus Lettres a Sophie. Fue puesto en libertad en 1782 y durante los siguientes cinco años trabajó como agente secreto para varios ministros y hombres de Estado y escribió varias obras de contenido histórico.

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Tras el estallido de la Revolución Francesa, fue una de las figuras más relevantes de la Asamblea Nacional.