joan mirÓ y los pueblos del priorat y el baix camp · “cornudella, capella de sant joan petit”...

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JOAN MIRÓ Y LOS PUEBLOS DEL PRIORAT Y EL BAIX CAMP Martí Rom www.martirom.cat 28-09-2015 Salimos de Mont-roig por la carretera T322 hacia Colldejou, la Torre de Fontaubella y Falset. Este era el recorrido que en los años cincuenta y sesenta hacía Joan Miró para ir al Priorat, a Cornudella de Montsant, el pueblo de su padre. Francesc Solé Sedó (llamado Romàtic”), que le hizo de chofer durante tantos años, explicaba en mi documental “D’un roig encès: Miró i Mont-roig” (1979): “Cuando venía a pasar las vacaciones a Mont-roig... lo iba a buscar y lo acompañaba... El no venía nunca que no visitase los pueblos de alrededor. Primero iba a la ermita. Pasaba un buen rato en los miradores...”. Es la ermita de la Mare de Déu de la Roca situada encima de aquella montaña de piedra roja que da nombre al pueblo, Mont-roig. Allí pintó su cuadro “Mont-roig, Sant Ramon” 1 (1916), aquella vista del final del camino antiguo que sube directamente desde el pueblo y asciende por la montaña roja. Casi al final, hallamos la vista de la ermita de Sant Ramon que corona la montaña. Recuerdo haberle oído contar cómo a menudo se paraba en la Torre de Fontaubella, detrás de la Mola de Colldejou. Observaba el faenar de los payeses y la tranquilidad de la vida en aquel valle... También iba a menudo a Vilanova d’Escornalbou, pueblo al lado de Mont-roig en la vertiente norte. Cuando en junio de 1941 vuelve a Mont-roig, después de cinco años en Francia y Palma de Mallorca (donde pintará las tres últimas “Constel·lacions”), inicia un proceso de reflexión sobre su obra. Escribe un “Quadern de notes” donde habla de su interés por la escultura y la necesidad de construir un “gran taller”. Tiene muy claro cómo ha de ser: “Hacer que mi taller tenga un ambiente... buscar para las paredes una materia que se una y se combine con la tierra y el paisaje, como por ejemplo la construcción con piedras del Mas d’en Poca poniendo también un poco de blanco para que no se desligue totalmente de la masía, como por ejemplo los alrededores de la puerta y ventanas....”. Este Mas d’en Poca está situado al lado del Mas Miró. Miró pintó el cuadro “Mas d’en Poca” 2 (1914) e hizo los dibujos preparatorios para la masía que sitúa en medio de “Terra Llaurada” 3 (1923-1924). Continua: “... Para encontrar las bellas materias para construir la parte exterior del taller, ir a Vilanova d’Escornalbou donde hay muchas cases hechas con piedra y después emblanqueadas total o parcialmente...”. Nos comentaba Francesc Solé Sedó (“Romàtic”): Íbamos hacia a Falset, a Scala Dei. Lo hacíamos en varias veces. También le gustaba ir a Cornudella, hacia el final de la tarde, cuando retiraban los payeses, no había casi tractores, y veías como llevaban la cosecha con el animal, en la sarria. Si era tiempo de la vendimia, llevaban una portadora a cada lado y el payés iba cogido a la cola”. 1 ”Joan Miró. Catalogue raisonné. Paintings” de Jacques Dupin y Ariane Lelong-Mainaud (1999), Volumen I (1908-1930), n. 23. En adelante: “Paintings. 2 Paintings n. 5. 3 Paintings n. 88.

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JOAN MIRÓ Y LOS PUEBLOS DEL PRIORAT Y EL BAIX CAMP

Martí Rom

www.martirom.cat

28-09-2015

Salimos de Mont-roig por la carretera T322 hacia Colldejou, la Torre de Fontaubella y

Falset. Este era el recorrido que en los años cincuenta y sesenta hacía Joan Miró para ir

al Priorat, a Cornudella de Montsant, el pueblo de su padre. Francesc Solé Sedó

(llamado “Romàtic”), que le hizo de chofer durante tantos años, explicaba en mi

documental “D’un roig encès: Miró i Mont-roig” (1979): “Cuando venía a pasar las

vacaciones a Mont-roig... lo iba a buscar y lo acompañaba... El no venía nunca que no

visitase los pueblos de alrededor. Primero iba a la ermita. Pasaba un buen rato en los

miradores...”. Es la ermita de la Mare de Déu de la Roca situada encima de aquella

montaña de piedra roja que da nombre al pueblo, Mont-roig. Allí pintó su cuadro

“Mont-roig, Sant Ramon”1 (1916), aquella vista del final del camino antiguo que sube

directamente desde el pueblo y asciende por la montaña roja. Casi al final, hallamos la

vista de la ermita de Sant Ramon que corona la montaña. Recuerdo haberle oído contar

cómo a menudo se paraba en la Torre de Fontaubella, detrás de la Mola de Colldejou.

Observaba el faenar de los payeses y la tranquilidad de la vida en aquel valle...

También iba a menudo a Vilanova d’Escornalbou, pueblo al lado de Mont-roig en la

vertiente norte. Cuando en junio de 1941 vuelve a Mont-roig, después de cinco años en

Francia y Palma de Mallorca (donde pintará las tres últimas “Constel·lacions”), inicia

un proceso de reflexión sobre su obra. Escribe un “Quadern de notes” donde habla de su

interés por la escultura y la necesidad de construir un “gran taller”. Tiene muy claro

cómo ha de ser: “Hacer que mi taller tenga un ambiente... buscar para las paredes una

materia que se una y se combine con la tierra y el paisaje, como por ejemplo la

construcción con piedras del Mas d’en Poca poniendo también un poco de blanco para

que no se desligue totalmente de la masía, como por ejemplo los alrededores de la

puerta y ventanas....”. Este Mas d’en Poca está situado al lado del Mas Miró. Miró

pintó el cuadro “Mas d’en Poca”2 (1914) e hizo los dibujos preparatorios para la masía

que sitúa en medio de “Terra Llaurada”3 (1923-1924). Continua: “... Para encontrar las

bellas materias para construir la parte exterior del taller, ir a Vilanova d’Escornalbou

donde hay muchas cases hechas con piedra y después emblanqueadas total o

parcialmente...”.

Nos comentaba Francesc Solé Sedó (“Romàtic”): “Íbamos hacia a Falset, a Scala Dei.

Lo hacíamos en varias veces. También le gustaba ir a Cornudella, hacia el final de la

tarde, cuando retiraban los payeses, no había casi tractores, y veías como llevaban la

cosecha con el animal, en la sarria. Si era tiempo de la vendimia, llevaban una

portadora a cada lado y el payés iba cogido a la cola”.

1 ”Joan Miró. Catalogue raisonné. Paintings” de Jacques Dupin y Ariane Lelong-Mainaud (1999),

Volumen I (1908-1930), n. 23. En adelante: “Paintings. 2 Paintings n. 5.

3 Paintings n. 88.

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Hacía tiempo que quería hacer esta ruta de Miró hacia el Priorat siguiendo sus dibujos

de cuando era adolescente, del 1906, cuando tenía trece años. Son dibujos de sus

estancias veraniegas en Cornudella, donde tenía los abuelos paternos y que aprovechaba

para visitar algunos pueblos de alrededor. Unos quilómetros más arriba de Falset

encontramos Porrera. Hemos hecho unos 35 quilómetros desde Mont-roig.

Entrando por la avenida de Vidal i Barraquer llegamos a la plaça de Catalunya. En el

lado opuesto hay el barranco de la Garrantxa y para cruzarlo, hacia el núcleo antiguo del

pueblo, hemos de pasar un puente. Desde la plaça de Catalunya, mirando hacia el

puente, es la vista de uno de estos dibujos. Es “Porrera. Vista del poble” (FJM 57).

Pasamos este “Pont vell” y continuando por calles empinadas pronto llegamos a una

casa, a la derecha, con un reloj de sol monumental hecho en 1858. Más hacia arriba,

encontramos la plaza de l’Església. Esta pequeña plaza es la parte derecha del dibujo

“Porrera. Ermita de Sant Antoni i vista del poble” (FJM 75a). Tal como veremos en

otros dibujos, Miró amplia la visión de la plaza a la manera de un gran angular. La vista

desde la calle de les Escoles, delante de la iglesia es limitada. La iglesia es neoclásica y

tiene algunos elementos barrocos; está dedicada a Sant Joan Evangelista; se construyó a

finales del siglo XVIII.

La parte izquierda de este dibujo es la ermita de Sant Antoni. Para ir, lo mejor es salir

del pueblo y tomar la carretera que va a Cornudella (TP7402). Antes de pasar por sobre

del puente de aquel mismo barranco, a la derecha, hay la indicación para acceder a la

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ermita. Está en lo alto de un cerro, en el lado meridional, desde donde se ve el pueblo y

los viñedos de alrededor. Se construyó en 1610. La vista actual de la ermita de Sant

Antoni se conserva casi como en el dibujo de Miró. También parece aislar el motivo

principal del dibujo, dejando de lado otros elementos.

Son dos vistas del mismo pueblo separadas, en medio, por una especie de línea formada

por dos cipreses verticales, uno al revés del otro.

Desde Porrera a Cornudella hay 13 quilómetros. Este era el pueblo de los abuelos

paternos de Miró. En un cuaderno de dibujos del 1906 hay un conjunto de vistas de este

entorno. Las más relevantes son las del propio pueblo y las de la ermita de Sant Joan del

Codolar. En la propia carretera encontramos la iglesia; una construcción del

renacimiento tardío. También en este caso el dibujo presenta una vista más general. Es

“Cornudella, poble i església” (FJM 67a).

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Por delante de la iglesia, por la calle llamada de la Església llegamos a la plaça de la

Vila; la tenemos a la derecha. Pienso que este lugar debe corresponder al dibujo

“Cornudella, carrer del poble” (FJM 72), aunque ahora muchas casas han cambiado.

Cabe citar que a la entrada del pueblo, por donde hemos llegado, a la derecha hay el

majestuoso celler modernista construido (1921-1922) por el famoso arquitecto Cèsar

Martinell. En la tienda se puede comprar vinos y mistelas.

Saliendo del pueblo,

yendo hacia a Albarca

y Ulldemolins,

hallamos un desvío a la

izquierda que, por la

calle del Camí de Sant

Joan, nos llevará a esta

ermita. Son unos dos

quilómetros por una

pista de tierra que va

subiendo poco a poco;

a su alrededor hay

campos con viñas y

almendros.

“Cornudella, capella de Sant Joan petit” (FJM 54a)

Casi llegando, a la derecha, hay la ermita de Sant Joan Petit. Desde allá ya vemos la

ermita de Sant Joan del Codolar al pie de la cordillera del Montsant. Está rodeada de

enormes rocas caídas de la montaña y de cipreses. Esta es una de las muchas ermitas

que abundan en el Priorat. Sus orígenes los encontramos mil años atrás. Su máximo

esplendor fue en el siglo XV. La construcción actual es del 1780 y es de un estilo

barroco rural centroeuropeo.

“Cornudella, ermita de Sant Joan del Codolar” (FJM 79a)

Otro delos objetivos de esta ruta mironiana, buscando los lugares de sus dibujos

adolescentes, era encontrar la casa de los abulos de Joan Miró en Cornudella. Sabemos

que los pares del pintor eran Miquel Miró Adzaries y Dolors Ferrà Oromí y que habían

nacido en Cornudella y Palma de Mallorca. El padre marchó joven a Barcelona, donde

se casó. Vivian en el Passatge del Crèdit núm. 4, en el primer piso. El padre era relojero;

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tenía tienda en la calle Ferran núm. 34; después, puso tienda de platería y relojería en la

plaza Reial n. 4 i Passatge de Madoz 6. Los abuelos paternos eran Joan Miró y Isabel

Adzaries, ambos de Cornudella de Montsant.

Joan Perucho, en su libro “Joan Miró y Cataluña” (Edicions Polígrafa, 1968), en la pág.

49, explica: “... pasó, de pequeño, largas temporadas en casa de su abuelo paterno… en

el pueblo era conocido por “en Joan serraller”… forjó los hierros de la iglesia de

Cornudella y aún hoy es posible contemplar la puerta de la herrería castigada con las

huellas ígneas de los hierros que para marcar el ganado su abuelo forjaba…”. Eran los

años sesenta.

Tenía una fotografía (de los años cincuenta o sesenta) del libro “Joaquim Gomis / Joan

Miró (Fotografías 1941-1981)”, Editorial Gustavo Gili (1994). En la pág. 109 se

comenta que la fotografía correspondía a la casa de los abuelos de Miró. Fui al

Ayuntamiento a preguntar y me indicaron que esta casa estaba en la calle de la Creu, la

persona que muy amablemente me atendió creía que era la del número 7.

Fotografía de Joaquim Gomis El balcón redondo es el número 17

Visualmente parecía que la fotografía de Joaquim Gomis correspondía a las últimas

casas altas del lado de la montaña de la calle de la Creu, a partir del número 17; a

continuación, hay un conjunto de casas bajas. La fuente de la fotografía antigua, que

hubiera podido servir de referencia, ya no existe.

Mientras miraba con atención este lugar, salió a la calle una señora de la casa con el

número 7. Me acerqué. Me confirmó que aquella había sido la casa de los abuelos de

Joan Miró. Roser Sabaté Mèlich, la actual propietaria, me contó que sus padres

(Amadeu Sabaté Pàmies y Maria Mèlich Borrull) la compraron cuando ella tenía dos

años, en 1942, al hermano del padre de Miró, Jaume Miró Adzaries. Me dijo que su

esposa se llamaba Ramona y que no tuvieron hijos. Durante unos años convivieron en

esta casa Jaume Miró Adzaries, su esposa Ramona y la familia Sabaté. Me comentó que

primero murió el tío de Miró y quedó su tía Ramona.

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Hoy esta casa de la calle de la Creu número 7 está

totalmente reformada, ya no se puede “contemplar la puerta

de la herrería castigada con las huellas ígneas de los

hierros…” que escribía Joan Perucho.

Roser Sabaté Mèlich también me dijo que no conocía que

hubiera actualmente parientes de Miró viviendo en

Cornudella. Se ha perdido la presencia mironiana en este

pueblo. En las biografíes y otros estudios sobre el pintor,

excepto aquellas informaciones citadas en parágrafos

anteriores (que el abuelo era herrero en Cornudella), no se

añade nada más.

Me comentó que hace unos años había hecho colocar el

rótulo del apodo familiar en la fachada (“Casa Pean”); era el

que identificaba la familia de su padre. Le pregunté por

aquella fuente de la fotografía de Joaquim Gomis y me va

explicó que estaba debajo del balcón del actual número 17

de la misma calle.

Al saber que venía de Mont-roig, me comentó una curiosa coincidencia. Josep Maria

Franquet Muntané (Falset, 1910 – Mont-roig del Camp, 1971) que fue párroco de Mont-

roig de 1959 hasta su muerte en 1971, anteriormente lo había sido de Cornudella (1947

a 1959). Además de la parroquia de Cornudella también tenía las de Albarca, la Morera

de Montsant y Siurana. Entre otras considerables mejoras hizo arreglar la conducción de

agua y el tejado de la casa del ermitaño de Sant Joan del Codolar. Cuando marchó a

Mont-roig, el pueblo de Cornudella le regaló, por subscripción popular, un escritorio.

Siempre continuó vinculado al pueblo. El 1965 hizo una conferencia sobre la ermita de

Sant Joan del Codolar. Había escrito varios textos sobre la historia de Cornudella.

Este es otro caso de aquellos caminos celestes que aparecen repentinamente cuando,

investigando un tema, te lleva a otro que aparentemente no tiene relación. Las

informaciones sobre este párroco las he obtenido del libro “Mn. Franquet i els Fulls

històrics de Mont-roig” de Eduard Boada Aragonès (Centre d’Estudis Mont-rogencs,

2008).

En Mont-roig, mossèn Franquet fue el impulsor de las pinturas de la iglesia nueva.

Estos frescos los pintó el artista de Tàrrega Jaume Minguell Miret (Tàrrega, 1922-

1991), entre 1962 y 1969. En 1967 mossèn Franquet escribió una aproximación a la

historia de Mont-roig, “Fulls històrics de Mont-roig”. El libro “Història de Mont-roig”

de Francesc Riba i Mestre, escrito en el siglo XIX, no se publicaría hasta 1983.

Roser Sabaté Mèlich, de “Casa Pean”, también me va comentó que Ramona, la esposa

de Jaume Miró Adzaries (tío del pintor), era amiga de mossèn Franquet, que incluso iba

a coser. Incluso lo había iddo a visitar cuando, este, ya estaba en Mont-roig. También

me explicó que alguna vez Miró había vuelto a Cornudella y se había acercado a aquella

casa, pero ya la encontró reformada; parece que quería ver una escalera antigua que

había en el interior. Tampoco no pudo ver su tía Ramona, pues estaba en Mont-roig

visitando mossèn Franquet. Sabemos que, este, tenía una buena relación con Joan Miró,

algunas cartas lo testimonian.

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Hay otro dibujo curioso de esta época, también hecho en Cornudella. Es “Estudi de

cases i personatge” (FJM 117b). Un conjunto de casas escalonadas se termina con el

perfil de la cara de un hombre con sombrero. Si lo comparamos con la fotografía de

Joaquim Gomis de la calle de la Creu, donde vivían los abuelos de Miró, parece que

sean las mismas casas, es decir, a partir del actual número 17.

Pero este dibujo me lleva a una reflexión que ya avancé en el libro “Joan Miró i Mont-

roig: Pal de ballarí (1911-1929)” (Arola editors, 2012). Saltando unos veinte años en la

obra de Miró tenemos que, en 1925, pinta el cuadro “La migdiada”4. Antes había hecho

dos dibujos previos5 donde escribe: “La sieste”. Este cuadro tiene una de aquellaas

historias que Miró explicaba con detalle en “Carnets catalans” de Gaëtan Picon

(Edicions Polígrafa, 1976).

Sobre el primer dibujo describe, en la pág. 75: “Es toda una escena... Hay el mar, una

vela, una bañista, una cordillera. El sol... un pájaro en una nube... El asno atado al

árbol juega con una pelota con el conejo. Hay una escalera con un pájaro en uno de los

peldaños, mariposas, un cántaro. En primer término hay un acordeón, un porrón,

hierbas, flores, una patata, uva (es para los postres!). A la izquierda hay la casa, con la

pared agrietada donde podemos ver un reloj de sol señalando el mediodía. Delante la

casa, la mujer, estirada, duerme, sueña: unas siluetas se insinúan en una nube...”.

4 Paintings” n. 119.

5 “Obra de Joan Miró” (catálogo editado por la Fundació Miró, 1988” n. 269 i 270. Catálogo de la

Fundació Joan Miró n. 609 y 636b.

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En aquella playa (es la de la Pixerota) pone tres elementos relevantes: la casa, el árbol y,

en medio, la escalera. Miró siempre que pintaba esta playa sitúa un árbol, el Pi del

Baltasar o, alguna vez, el pal de ballarí de una pita. Miró continua explicando: “De

todos los detalles... en el segundo dibujo, solo quedan la bañista, una ola, la línea de

montañas, el sol; todo muy esquemático...”. Este dibujo ya es como el cuadro final.

Añade: “La mujer es objeto de una extraordinaria metamorfosis: se une con la casa

para convertirse en una sola forma, se unen el cuadrado de la casa con su cuerpo de

sirena. Y de esta forma es de donde sale la flecha del reloj de sol...”.

Esta metamorfosis de la mujer y la casa podría tener su

origen más primigenio en aquel dibujo antes citado de

Cornudella, en aquella conjunción de la casa y el rostro

de perfil de un hombre. Puestos a aventurar, aquel

hombre que Miró dibuja debía ser alguien muy cercano a

él. ¿Quizás su padre o abuelo?

En la playa de la Pixerota había la Casilla dels

carrabiners, un edificio cuadrado de dos plantas. Este lo

encontramos en algunas fotografíes de Joaquim Gomis6.

Además, de la vista general de la playa con la Casilla

dels carrabiners, también hay una vista frontal relativamente cercana, y la del propio

Miró delante mismo de aquella construcción7. Quiero remarcar esta de Miró solo y,

además, formando casi una sola presencia con la casa. Miró y la casa presentan la

misma angulación, miran hacía el mismo lugar. Hay, también, una conjunción entre el

rostro de Miró y la casa. “Se unen el cuadrado de la casa con su cuerpo...”, decía Miró.

Volviendo a los dibujos que hizo Miró en Cornudella, hay otro que podría corresponder

a unas casas de las afueras del pueblo: “Cornudella, cases” (FJM 52). Y otras dos de

masías: “Cornudella, paisatge amb casa i arbre” (FJM 48a) y “Cornudella, paisatge

nocturn” (FJM 56a).

También dibujó muchos paisajes, donde los arboles

tienen una gran importancia. Por ejemplo, este

“Cornudella, paisatge amb arbres” (FJM 62). Y

también, entre otros: “Cornudella, camí amb xiprers”

(FJM 60a) o la serie “Cornudella, paisatge amb arbres”

(FJM 51a, 59, 71a, 74, 78a i 82).

6 Libro “Atmosfera Miró”, Fotoscop de Joaquim Gomis yi Joan Prats, pág. 71, 72 i 73. También en el

libro “Joaquim Gomis / Joan Miró (Fotografías 1941-1981)”, pág. 88 i 89. 7 De esta hay dos versiones: en el libro “Atmosfera Miró”, pág. 72, al fondo hay una figura que podría ser

Joan Prats; y en la del libro “Joaquim Gomis / Joan Miró (Fotografías 1941-1981)”, pág. 89, Miró está

solo y más centrado en la casa.

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Saliendo de Cornudella, por la carretera C242, a unos 7 quilómetros encontramos

Albarca. Está a 815 metros de altitud, es la población más elevada del Priorat. El

nombre del pueblo, de raíz islámica, quiere decir “mirador”. Pertenece a Cornudella.

Está prácticamente deshabitado; tan solo hay algunos veraneantes. Este verano del 2015

arreglaban la pista que sube hasta el pueblo; también algunas casas. Se despobló a

finales del siglo XIX como consecuencia de la plaga de la filoxera, cuando

desaparecieron la mayoría de viñas. La iglesia está dedicada a Sant Vicenç; tiene una

fachada del siglo XVII.

Cuando Miró fue a dibujar: “Albarca, poble i església” (FJM 55), debía estar ya

prácticamente deshabitado. La considerable plaza de tierra de delante la iglesia ahora

queda reducida a la anchura de una calle. Actualmente es un pueblo silencioso tan solo

alterado por el ruido de algún trabajo de albañilería. Paseando sientes una cierta tristeza.

Continuando por la carretera C242, a unos 6 quilómetros, hay Ulldemolins. Al llegar

encontramos los carteles que indican cómo ir a las “Ermites”. Del lado de poniente del

núcleo del pueblo sale una carretera que nos lleva. A unos 2’5 quilómetros tenemos una

bifurcación. A la derecha, después de unos 700 metres hay la ermita de Sant Antoni. Si

vamos hacía la izquierda, a unos 300 metres, la ermita de Santa Magdalena.

“Ulldemolins, ermita de Sant Antoni” (FJM 66a)

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La ermita de Sant Antoni es del siglo XV. Detrás suyo, lo primero que encontramos

desde el aparcamiento, es la casa de los ermitaños con un sencillo bar restaurant. El

paseo de entrada a la ermita está flanqueado de cipreses centenarios. En el dibujo y en la

fotografía, detrás de la ermita sobresale la Punta de la Galera de la Serra del Montsant.

“Ulldemolins, ermita amb arbres” (FJM 63)

La ermita de Santa Magdalena es una construcción renacentista del siglo XVI. Por su

tamaño se la conoce como “la catedral del Montsant”. También llegando encontramos,

detrás de la ermita, un bar restaurant con mesas de madera bajo los árboles y un

conjunto de barbacoas; alrededor hay una zona de acampada.

Si volvemos hacía el Ulldemolins y desde allí hacía Albarca, cuando llegamos a este

pueblo tomaremos la carretera T701 que, en unos 7 quilómetros, nos llevará a Prades.

Estamos otra vez en el Baix Camp. Hemos ido casi del extremo sur de esta comarca,

desde el mar, a su punto más al norte. Estamos a 950 metros sobre el nivel del mar

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Miró en Prades hizo tres dibujos, los dos primeros “Prades, poble” (FJM 70) y “Prades,

església” (FJM 69a) corresponden a l entrada del pueblo desde la carretera por el portal

adosado a la iglesia y a la vista de la iglesia desde los porches de la plaza Major.

Predominen las piedras de un color rojizo, como las de la ermita de la Mare de Déu de

la Roca de Mont-roig. Antoni Rovira i Virgili, el periodista y político tarraconense, en

su libro “Teatre de la natura” (1928), llamó a Prades “villa roja”.

Otro dibujo, “Prades, carrer del poble”

(FJM 68a) no se identificar su localización.

Es una calle que se abre considerablemente

a la manera de una posible plaza y al final,

en medio de las fachadas derecha y

izquierda, aparece la iglesia con su torre.

De la plaça Major tan solo salen dos calles

perpendicularmente a la iglesia, a la

izquierda (mirando hacía a la iglesia) el de

Sant Martí y a la derecha la calle Major.

En ningún caso vemos la iglesia. Parece

como si Miró modificase ligeramente la vista según sus intenciones. Vemos que ya

ampliaba el campo visual más cercano, a la manera de un gran angular, en el espacio de

delante de la iglesia de Sant Joan Evangelista de Porrera (“Porrera. Ermita de Sant

Antoni i vista del poble”), también en la iglesia de Cornudella (“Cornudella, poble i

església”) o en la plaza de la vila del mismo pueblo (“Cornudella, carrer del poble”).

Saliendo por la carretera T704, en dirección a la Febró i Capafonts, a unos 600 metros

encontramos el desvío a la izquierda que nos llevará, por una pista de 1’5 quilómetros, a

la ermita de la Mare de Déu de l’Abellera. Una pequeña ermita, del siglo XVI, colgada

en medio de la montaña y situada bajo una gruta con una vista espectacular sobre el

valle del Brugent; allá abajo y al fondo vemos el pueblo de Capafonts. Son las montañas

de Prades. La leyenda explica que un pastor encontró la imagen de la Mare de Déu bajo

una colmena, mientras buscaba miel. Es necesario preguntar previamente en el

Ayuntamiento por los horarios de visita.

Desde esta gruta de la ermita de la Mare de Déu de l’Abellera se lanzaron al valle del

Brugent, unas semanas después de su muerte, las

cenizas del escritor Joan Perucho Gutiérrez.

Murió el 28 de octubre del 2003. En uno de sus

artículos en “La Vanguardia” (28 de enero del

2002) escribía sobre este paraje: “El lugar es

incomparable uno de los más bellos de Cataluña

(quizá el más bello y sugestivo de nuestro

país)...” y ensalzaba “la inmensidad de los

bosques coronados por la pajarería más sonora

del mundo...”. Acababa diciendo: “He decidido

enterrarme a los pies de la Mare de Déu de

l'Abellera, desde donde veré los bosques de

Cataluña y la pajarería en el cielo translúcido de

amor”.

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Joan Perucho fue amigo de Joan Miró. Lo explica en la revista “Destino” (11 de febrero

de 1961), en la pág. 41: “Conocí a Joan Miró allá por el año mil novecientos cuarenta y

cinco, en pleno auge de la pintura académica oficial… El poeta José Palau i Fabre me

condujo a casa de Joan Miró, a quién conocía personalmente... Joan Miró nos

impresionó a todos profundamente. Después de contemplar sus cuadros en silencio,

hablamos un poco… Me fui a casa y escribí un poema sobre Joan Miró, que luego

publiqué en el libro “Sota la sang”… Le visité varias veces…”.

Perucho hizo el primer artículo sobre Miró en

la oscura posguerra. Se publicó en la revista

“Ariel” (setiembre de 1946) y comenzaba: “La

gran aventura no ha cesado... A pesar del

triste panorama de nuestra pintura, muerta

prácticamente el año 1936... Presentíamos

que, en el mundo, ... se continuaba fiel a la

verdad... incluso, ignorándolo entre nosotros

Joan Miró era uno de ellos...”. En 1968

publicó el libro “Joan Miró y Cataluña”

(Edicions Polígrafa).

En dos de las visitas que he ido haciendo estos

años al Mas Miró, siempre con el compromiso

de acompañar a personas relevantes o alguna televisión, he podido encontrar dos libros

de Joan Perucho: “Les històries naturals” (Edicions Destino, 1961) y “Roses, diables i

somriures” (Edicions Destino, 1965). El primero es la novela que lo hizo conocido. Se

publicó en 1961, el mismo año que Perucho tuvo su primer coche, un Renault

Dauphine. Desde 1955 era juez en Gandesa; allí estaba normalmente de miércoles a

viernes. Alguna vez, volviendo hacia Barcelona, se desviaba en Falset hacia a Colldejou

y Mont-roig para visitar a Miró en su masía. El ejemplar de esta primera edición estaba

en el armario de la habitación donde dormía el propi Miró, en el primer piso, en el lado

de la fachada y tocando la casa de los masoveros. Hay la dedicatoria: “Para el Universo

poético de Joan Miró, añorando las tierras de Pratdip. Con admiración”. La fecha es

del 4 de junio de 1961, era domingo. Curiosamente “Les històries naturals”, en gran

parte, están situadas en Pratdip, el pueblo a poniente de Mont-roig, donde vive el

vampiro Onofre de dip, en el contexto de la Primera Guerra Carlina (1833-1840).

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El otro libro, “Roses, diables i somriures”, es una recopilación de narraciones cortas.

Estaba en el Taller de Miró, al lado del mas; exactamente en el armario de la habitación

donde guardaba objetos y otros útiles. Perucho le debía regalar el libro porqué hay una

narración “He mirat simplement” dedicada a Miró y Mont-roig. “... La playa de Mont-

roig es solitaria... Se cruzan campos de algarrobos y, a los lados de los caminos, crece

el perfumado hinojo. Contra el azul del mar se recorta la copa de un gran pino y la

silueta, ahora derribada, de la casa de los carabineros...”. Es el Pi del Baltasar

inmortalizado por Miró en el cuadro “Platja de Mont-roig”8. La Casa del carrabiners la

hemos vista anteriormente en aquella fotografía de Miró donde casi “se unen el

cuadrado de la casa...” y el rostro del pintor.

Cuando, con el Juan Manuel García

Ferrer, hicimos un libro y un

documental (“Vers(semblança) Joan

Perucho), en 1991, aproveché para

indagar por su relación con el pintor y

fundamentalmente por sus visitaas al

Mas Miró. Lo publiqué en el “Ressò

mont-rogenc”, del núm. 41 al 43

(1992).

Aquel recorrido con su coche, de

Falset hacia Mont-roig, fue el origen

de la narración “El cavaller, les papallones i Joan Miró”, del libro “Incredulitats i

devocions” (Edicions 62, 1982): “... Paso a menudo delante de estos parajes amados

por Miró... El paisaje es impresionante... Un poco más allá, en la suave llanura, se

encuentra la masía de Joan Miró. El día es soleado y tranquilo. Entonces, un inmenso

vuelo de mariposas oscurece por un momento el cielo. Hay verdes, amarillas,

escarlatas y azules. Se detienen, lentas y silenciosas, sobre los campos, muy vivas y

diminutas, misteriosamente inexistentes...”.

Volviendo a aquel adolescente Miró del 1906, con trece años, en Cornudella, en casa de

su abuelo herreror, no deja de sorprenderme cómo iba a Porrera (a 13 quilómetros), a

Ulldemolins (también 13) o a Prades (14). Además, tampoco eran sus parajes

habituales. Supongo que alguien, ¿su abuelo? ¿algún domingo? Lo debía acompañar.

¿Iba en carro? ¿En un burro?

Como sabemos Miró fue a Mont-roig por primera vez en 1911, a la masía que su padre

había comprado al Marqués de Mont-roig. En1917 hizo una estancia en Siurana,

población perteneciente a Cornudella. En una carta a su amigo Enric Cristòfol Ricart,

escrita en Mont-roig (26 de agosto de 1917), le dice: “La vida solitaria en Siurana, el

primitivismo de aquella gente admirable, mi trabajo intensísimo, y sobre todo mi

recogimiento espiritual... La bicicleta hace algún tiempo que reposa, pues a Siurana y a

Prades solo se puede ir con aeroplano (sin saber dónde aterrizar) y a caballo de un

burro. Mientras estaba en Cornudella la hacía servir, no hube de lamentar más que una

patinada bestial en una bajada al ponerme dentro de una rodera, con la consiguiente

rotura de los pantalones… Ahora pienso ir a pintar a Cambrils, haré los 5 quilómetros

de carretera con la máquina. La carretera es buena...”.

8 Paintings n. 25

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Pero como iba Joan Miró hasta Cornudella? En mi documental “D’un roig encès: Miró i

Mont-roig” (1979) explica cuando el médico le recomendó a su padre que lo llevase a

Mont-roig: “Recuerdo muy bien que en aquella época (desde Barcelona) cogimos un

taxi para ir a Mont-roig; esto era como coger ahora un avión...”. Era aquel 1911. Por lo

que, cabe suponer que los veranos en Cornudella, aquel de 1906 o 1917, debía tomar el

tren hasta a Reus.

Josep Maria Espinàs en su libro “Viatge al Priorat”

(Editorial Selecta, 1962), que recoge sus vivencias

recorriéndolo a pie en 1961, en la pág. 171, explica

que está en Cornudella esperando que llegue su amigo,

el dibujante Joaquim Muntanyola. Este ha ido de

Barcelona a Reus en tren y sube a Cornudella en

coche; debe ser un taxi.

La Cornudella que encuentra Miró, tanto cuando iba

en 1906, con trece años, como la de 1917, con

veinticuatro años, cuando pintó una serie de cuadros

en Siurana y Prades, es ya un pueblo que vive un

despoblamiento continuo. La filoxera llegó a

Cornudella en 1897, según la publicación “Datos para

un avance sobre la viticultura de la provincia de

Tarragona”, editada por la “Escuela de viticultura y

enología de Reus” (1915). A la cuestión de si había

“restos que quedan del viñedo antiguo”, se dice

“ninguno”. Considerando que Albarca y Siurana pertenecen a Cornudella, tenemos que

en 1887, antes de la filoxera, había en total 2.821 habitantes y en 1900 ya bajan a 2.519

habitantes.

En 1920, tres años después de la estancia de Miró pintando aquellos cuadros, había tan

solo 1.805 habitantes. La disminución de habitantes continua: el 1930, son 1.662; en

1950, 1.331; el 1960, 1.202; i el 2000, 840. En 2010 se incrementa ligeramente, son

1.028 habitantes, distribuidos de la siguiente manera: Cornudella 991, Albarca 3 y

Siurana 34. El último dato, de 2014, da 954 habitantes. Cabe recordar que Cornudella es

la segunda población en número de habitantes de la comarca del Priorat.

Espinàs en “Viatge al Priorat”, en la pág. 145, escribe que “Cornudella... ha estado una

villa importante, y ciertamente aún lo es. Su cara es noble, pero palidece. El buen

tiempo pasado – “aquel buen tiempo”. Las poblaciones que se encuentran en esta

situación me son extraordinariamente agradables, tienen un punto de melancolía que

las dignifica...”. En la pág. 166, nos comenta como saliendo de la Morera de Montsant y

andando hacia Cornudella se encuentra un matrimonio con un burro que van a una

finca. La mujer le dice: “... los de la Morera hablan con la a, los de Cornudella con la

e, y los de Poboleda con la o...”. Hablaban con la e. Ahora difícilmente te encuentras

personas que aún lo hagan. Los que ya tenemos una cierta edad recordamos como

también hablaban con la e en Reus i en Riudoms, tan a cerca de Mont-roig. Ahora la

normalización del catalán, la influencia de la televisión ha erradicado muchas hablas

locales.

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Joan Miró de 1915 al 1917 hizo el servicio militar; se incorporaba a filas tres meses

cada año. Eran los tiempos de la llamada Gran Guerra Europea, la Primera Guerra

Mundial. En una carta a su amigo E. C. Ricart (Barcelona, 19 de agosto de 1917) le dice

que el día anterior se incorporó otra vez a su compañía en Barcelona y que otro batallón

hubo de desplazarse a Sabadell para controlar los alborotos. Eran las huelgas

revolucionarias de agosto de 1917. Había muchas razones: la crisis política, la situación

económica ocasionada per la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y el verse reflejadas

las fuerzas obreras (CNT i UGT) en las huelga revolucionarias de la Rusia zarista (en

febrero, en San Petersburgo, el ejército se había puesto al lado de los obreros) que

conducirían a la famosa Revolución de octubre y la toma del poder (1918). El 13 de

agosto se convocó la huelga general revolucionaria con el apoyo de los partidos de

izquierda (PSOE y republicanos). Hubo muertos, heridos y muchos detenidos.

Miró añade: “A ver si dentro pocos días me dejan marchar nuevamente a Prades, a

acabar unas telas que en dos o tres sesiones estarían listas, y después ir a acabar de

pasar el verano en Mont-roig...”. Había dejado a medio acabar: “Carrer de Prades” y

“Prades, el poble”9.

En aquella carta citada anteriormente, también a Ricart, del 26 de agosto, recordaremos

que reflexionaba sobre “la vida solitaria en Siurana, el primitivismo de aquella gente

admirable, mi trabajo intensísimo, y sobre todo mi recogimiento espiritual......”.

Continua: “... el vivir... alejado, como Dante, de la realidad... me ha recluido dentro de

mi... me he ido acercando más a Dios, a los Arboles, a las Montañas y a la Amistad...”.

Había pasado en pocos días de la vida primitiva en el camp, con su dureza y placidez, al

choque brutal de la represión obrera.

En una carta a su amigo Josep Francesc Ràfols (Mont-roig, 13 de setiembre) le dice:

“Estamos terminando el verano... este verano he trabajado mucho y he conocido

muchos pueblos y montañas...” y añade que pronto marchará a Barcelona para “coger

el fusil tres meses, por último año...”. Sobre su producción pictórica le comenta: “he

trabajado siempre en paisaje, a excepción de una chica en Siurana, y unas mujeres

sentadas jugando a cartas...”.

Miró, aquel 1917, además de acabar los dos cuadros de Prades, pintó ocho cuadros en

Siurana: “Siurana, poble i camí”, “Siurana, el sender”, “Siurana, el poble”, “Siurana,

l’església”, “Siurana”, “Siurana, l’església” (de mismo nombre que aquel anterior)10

,

“Siurana, la Maria” y “Siurana, dones jugant a cartes”11

. Seis paisajes y dos

composiciones con mujeres.

En Siurana, desde los años setenta, desde Cornudella, se va por una carretera de unos 8

quilómetros. Recuerdo haber ido los años sesenta, con bastante dificultad, cuando era

una pista de tierra. Siurana está situado encima de un cerro con unos acantilados

impresionantes que llegan hasta el pantano (del mismo nombre) que hay a sus pies.

¿Cómo debía ir Miró aquel 1917 en qué pintó aquellos dos cuadros? Antes citábamos

aquella carta a Ricart (Mont-roig, 26 de agosto de 1917) donde Miró comentaba: “...a

Siurana y a Prades solo se puede ir con aeroplano (sin saber dónde aterrizar) y a

caballo de un burro....”.

9 Paintings n. 41 i 42

10 Paintings n. 32 al 37

11 Paintings n. 51 i 52

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En el opúsculo “Camins històrics i tradicionals de les comarques de Tarragona” de

Rafael López-Monné (Diputació de Tarragona, 2007), entre las pág. 54 a la 57, se

describen los “Camins de Siurana”. Comienza citando “las excepcionales condiciones

orográficas que en un tiempo hicieron valioso este lugar dificultaron la comunicación

durante los siglos posteriores... Durante años y años, fueron los caminos de herradura,

la mayoría de origen medieval, las vías que comunicaban Siurana con el resto de

pueblos, mansos, cultivos y molinos...”. Uno de ellos era el que bajaba hasta Cornudella

para conectar con el camino de Reus a Lleida. Después comenta que “las fuertes

pendientes de la zona hicieron necesario empedrar buena parte... aún se conservan

tramos muy interesantes y valiosos... Al pie de la peña roja, en una zona umbría donde

son frecuentes las heladas en invierno... presenta una serie de agujeros gravados en la

roca, los cuales, muy probablemente, fueron expresamente excavados para que mulas y

caballos circulasen con más seguridad y evitar los resbalones...”.

Espinàs en “Viatge al Priorat”, en la pág. 172, escribe: “... bien cierto que la subida a

Siurana no es fácil. Se ha de ir más allá del segundo puente, coger el camino de la

derecha, llegar al barranco de la Argentera y ascender por el camino de pizarra.

Después, al pie del pedregal, la tierra es roja, y más arriba tiene el color y el espesor

del chocolate...”. Así pues, se entiende la dificultad de qué hablaba Miró. Por este

camino se llega a Siurana en unos tres quilómetros.

El verano siguiente de los cuadros de Prades y

Siurana, Miró escribe a Ricart (Mont-roig, 16 de

julio de 1918) y al final de la carta concluye: “Si

hacéis alguna excursión económica avisadme que

pueda que os acompañe. Estoy a vuestra

disposición –esperemos que no haga tanta calor-

para hacer la proyectada de Prades, Siurana...”.

Esta posible excursión vuelve a salir citada en una

carta a Ràfols, el año siguiente (10 de agosto de

1919): “Tengo proyectado, los últimos días en el

mas, a mediados de octubre, cuando ya lo habré

acabado todo, de venir a buscaros a todos a

Vilanova y desde allí emprender la excursión a

Siurana y Prades, que el año pasado teníamos

proyectada...”.

Siguiendo las cartas de Joan Miró publicadas en el

libro “Epistolari Català de Joan Miró (1911-1945)”

(Editorial Barcino / Fundació Joan Miró, 2009)

encontramos una postal de 1924 enviada desde Cornudella a su padre, Miquel Miró

Adzaries, que estaba en el mas de Mont-roig. Miró había hecho su primer viaje a París

el 1920. A partir de entonces iría cada año a pasar el invierno y la primavera. De aquel

1924, tenemos una postal desde París del 7 de junio, otra a Picasso desde Mont-roig del

13 de julio, una a Pablo Gargallo (també desde el Mas Miró) del 20 de julio, y

finalmente la de Cornudella a su padre del 6 de agosto: “He llegado felizmente y nos

hemos entendido con el mecánico de acuerdo con lo que usted dijo”.

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Al inicio de este texto citaba unas palabras del “taxista” de Miró Francesc Solé Sedó

(“Romàtic”), de mi documental “D’un roig encès: Miró i Mont-roig” (1979), hablando

de los viajes que hacía con el famoso pintor en los años sesenta: “...le gustaba ir a

Cornudella, hacia el final de la tarde, cuando retiraban los payeses, no había casi

tractores, y veías como llevaban la cosecha con el animal, en la sarria. Si era tiempo de

la vendimia, llevaban una portadora a cada lado y el payés iba cogido a la cola”. Eran

aquellos mismos años sesenta qué Josep Maria Espinàs hizo su “Viatge al Priorat”

(1961). Es curioso como coinciden estas observaciones (visuales de Miró y escritas de

Espinàs) sobre Cornudella en tiempo de vendimia. Escribe Espinàs, en la pág. 141:

“Haciendo camino y me acercándome al pueblo, las viñas, los márgenes y la misma

carretera se van animando, resultan progresivamente habitados... en la cuneta, los

hombres dejan las portadoras llenas y vuelven a la viña a buscar otras. Los carros no

dejan nunca la carretera. Se paran delante de las portadoras, las cargan y se van hacia

el pueblo. Después vuelven...”. Y en la pág. 143: “La carretera, sombreada por los

plátanos, atraviesa el pueblo. El amigo que he conocido viniendo me invita a ir al

Sindicato con él... Aprovecho la ocasión. Delante del edificio se alinean los carros, los

burros y las portadoras...”.

Quiero remarcar que aquellos comentarios que hace Francesc Solé Sedó (“Romàtic”) se

refieren a los viajes que hacía con Miró los años cincuenta y sesenta. También las

descripciones que hace Josep Maria Espinàs en su libro corresponden a su viaje de

1961. Entonces Cornudella (también Mont-roig) era muy parecido, su paisaje y su

forma de vivir, de como lo era cuarenta años atrás. La Guerra Civil había ralentizado,

sino retrasado, su evolución socioeconómica, por lo cual, las descripciones que hacen

nos pueden hacer entender, más o menos, como se vivía en aquel 1917 en qué Miró

pintó aquellos cuadros de Siurana y Prades. También resulta curioso que aquel mismo

1961 fuese el año que Joan Perucho escribió aquel artículo en la revista “Destino” (11

de febrero) explicando cómo conoció a Miró, que publicase “Les històries naturals”, y

que visitase el Mas Miró (4 de junio).

Francesc Solé Sedó (“Romàtic”)

también nos explicaba: “... subíamos

a arriba de Siurana. Allí hay un

precipicio que desde arriba se ve el

pantano. Se ponía allá como si

estuviese en una plaza. Yo tenía

miedo y me ponía cerca. No dio

nunca ningún mal paso. Estaba allá

de pie mirando rato t rato. De vez en

cuando me decía: Hace buena tarde,

eh! Yo estaba totalmente pendiente

de él, no lo veía seguro...”.

Impresiona estar allá cerca del

despeñadero. Espinàs en “Viatge al Priorat”, en la pág. 177, nos describe el lugar: “El

peñasco conocido como “El salt de la Reina Mora” recibe este nombre de la

legendaria Abdelàzia, que una vez muerto su marido, el valí de Siurana, se vistió con

sus mejores ropajes, montó en su caballo y cabalgó gloriosamente, trágicamente, hacia

el precipicio, que tiene más de un centenar de metres. Durante estos últimos cien años,

dieciséis amantes desgraciados han escogido el salto de la Reina Mora per unirse en la

muerte...”.

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Continuaba comentando Francesc Solé Sedó (“Romàtic”): “Era muy curioso. Nunca le

vi llevar ni tan solo un bolígrafo o una cámara fotográfica. Una vez le pregunté por qué

no hacía nunca apuntes o llevaba una cámara per hacer una fotografía, por ejemplo, al

mas que hay en la montaña de Scala Dei... No esto es cosa mía!”

Francesc Solé Sedó (“Romàtic”) hizo de chofer de Joan Miró del 1949 al 1976, el

último año de sus estancias en el Mas Miró, en Mont-roig. Nos decía que, normalmente,

hacía solo estas excursiones; alguna vez lo acompañaba su amigo Joan Prats

Miró no llevaba nunca una libreta para tomar apuntes o hacer algún dibujo. Ya los había

hecho cincuenta años antes, en aquel 1906. Aquellos dibujos de Porrera, Cornudella,

Albarca, Ulldemolins y Prades. El cuadro “Terra Llaurada” (1923-1924) fue el punto de

inflexión en su obra, inicia el camino hacia su imaginario, la abstracción. En una carta a

Ràfols (Mont-roig, 6 de julio de 1923), sentencia: “Este año ataco firmemente el paisaje

y para reponerme los bodegones. He conseguido deshacerme totalmente del natural y

los paisajes no tienen ninguna relación con la realidad exterior... Trabajo siempre en

casa y solo tengo el natural como consulta...”.