jm naredo_la economía en evolución

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  • 8/7/2019 JM Naredo_La economa en evolucin

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    Resumen

    Los orgenes del pensamiento econmico moderno hay que buscarlos en los siglos XVIII y XIX,en el seno de la fisiocracia y de la economa clsica. Desde aquellos tiempos, el pensamientoeconmico ha ido evolucionando junto a la poltica, la ecologa y otras disciplinas afines. El sis-tema poltico democrtico ha forjado, con el tiempo, los valores de la economa liberal. sta, sinembargo, est llena de contradicciones naturales que llevan hacia la degeneracin del sistema.

    Conceptos como libertad y propiedad se contradicen. Desgraciadamente, el concepto depropiedad es indiscutible para el liberalismo. Esto ha llevado hacia el surgimiento del neolibe-ralismo, que ha hecho que el enfrentamiento se impusiera sobre la cooperacin, y la extraccindepredadora, sobre la produccin renovable. Naredo propone posibles alternativas para poner fina la degradacin constante de la sociedad a la cual nos lleva el neoliberalismo: revisar la teora dela propiedad y el marco institucional que la regula.

    Palabras clave: fisiocracia, economa clsica, economa poltica, pensamiento econmico, eco-loga, sistema poltico democrtico, neoliberalismo, propiedad, libertad.

    Resum. Leconomia en evoluci: invent i configuraci de leconomia als segles XVIIIi XIXi les

    seves conseqncies actuals

    Els orgens del pensament econmic modern cal cercar-los en els segles XVIII i XIX, en el si dela fisiocrcia i de leconomia clssica. Daleshores en, el pensament econmic ha anat evo-lucionant de bracet amb la poltica, lecologia i altres disciplines afins. El sistema polticdemocrtic ha forjat, amb el temps, els valors de leconomia liberal. Aquesta, per, est plenade contradiccions naturals que porten cap a la degeneraci del sistema. Conceptes com arallibertat i propietat es contradiuen. Malauradament, el concepte de propietat s indiscu-tible per al liberalisme. Aix ha portat cap al sorgiment del neoliberalisme, que ha fet quelenfrontament simposs sobre la cooperaci, i lextracci depredadora, sobre la produccirenovable. Naredo proposa possibles alternatives per posar fi a la degradaci constant de lasocietat vers la qual ens porta el neoliberalisme: revisar la teoria de la propietat i el marc ins-titucional que la regula.

    Paraules clau: fisiocrcia, economia clssica, economia poltica, pensament econmic, ecolo-gia, sistema poltic democrtic, neoliberalisme, propietat, llibertat.

    Manuscrits 22, 2004 83-117

    La economa en evolucin: invento y configuracinde la economa en los siglos XVIII y XIX

    y sus consecuencias actualesJos Manuel NaredoUniversidad Politcnica de MadridCiudad Universitaria28040 [email protected]

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    Abstract. Economy in evolution. The invention of the economy during the XVIIIth andXIXth

    centuries and its modern consequences

    Tracing the evolution of the economy as a science since the very moment of its birth, this author

    propounds a revision of the concept of property and of its institutional regulation.Key words: economy, ecology, property, neoliberalism.

    I. El invento de la economa y su medio ambiente

    Introduccin

    La preocupacin por la crisis ambiental y la polarizacin social ha marcado el final

    del sigloXX

    , poniendo en cuestin la fe en la senda de progreso indefinido que noshaba propuesto la civilizacin industrial. Sin embargo, este hecho no autoriza pors solo a hablar de crisis de civilizacin. Es ms, puede argumentarse que el proyectode modernidad y progreso subyacente nunca se haba extendido tanto, ni habadesbancado tanto como ahora a otras formas de concebir y de sentir el mundo.

    Empecemos por advertir una curiosa paradoja: se dice que la crtica posmo-derna1 ha subvertido los dogmas de la modernidad, pero se silencia que algunosde estos dogmas, como son las ideas al uso de sistema poltico y econmico, han

    escapado milagrosamente a esa subversin y siguen gozando de buena salud. Secompatibilizan, as, paradjicamente, los ms extremos alardes de relativismo pos-moderno, con la petrificacin tan extrema del modelo de sociedad actualmente

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    Sumario

    I. El invento de la economa y sumedio ambiente

    II. Mutaciones actuales

    III. Consecuencias, perspectivasy alternativas

    Bibliografa

    1. Este trmino se utiliza hoy profusamente para designar a una corriente de autores (Barthes, Derrida,Fucault, Lyotard, Deleuze, Guattari, Baudrillard) que subrayan que el lenguaje que nos conec-ta con el mundo de los objetos tiene una naturaleza cerrada, autorreferencial, que determina lo queentendemos por realidad y hace que se desvanezcan las distancias entre objeto y sujeto, o entrelenguaje y conciencia. Curiosamente, el trmino posmoderno, que se impuso para designar a esta

    corriente que centra su discurso en el lenguaje, no tiene una partida de nacimiento gramatical vli-da y es en s mismo contradictorio: moderno encuentra su raz en los trminos latinos modus(modo, moda) y hodiernus (de hoy, de actualidad), por lo que carece de sentidocalificar a algo que se pretende actual o moderno de pos actual o pos moderno, cuando este cali-ficativo lo desplaza hacia el futuro. En otros tiempos, el gramtico figuraba entre los consejerosulicos de los poderosos, para asegurar que sus discursos estuvieran bien construidos al menosformalmente, sin embargo hoy, al parecer, ni siquiera el mundo acadmico se preocupa de ello ytrminos como el de posmoderno se extienden en l por imperativos ajenos a su coherencia gra-matical, como ocurre en el lenguaje ordinario. Si lo que queremos es subrayar que ciertos enfo-ques, ideas y certidumbres de una poca considerada moderna han sido demolidos, relativizados

    o superados por la reflexin actual, cabra decir que esas modernidades de ayer resultan obsoletashoy, pero no que estamos viviendo una imposible posmodernidad.

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    dominante que permite diagnosticar sin rubor el fin de la historia y la muerte delas (otras) ideologas. Y es que la relativizacin ha trascendido slo hasta donderesultaba funcional a los poderes establecidos, sirviendo a veces ms para esterilizar

    que para incentivar las crticas al modelo de sociedad actual.La ideologa que canta los parabienes de la llamada globalizacin y justifi-ca los poderes hoy hegemnicos en el mundo no es ningn fruto posmoderno, sinouna simple herencia del empeo ilustrado o moderno de construir una civilizacinuniversal apoyada en bases pretendidamente racionales. Como los ensayos decons-tructivos del pensamiento posmoderno son poco tiles para construir justificacio-nes slidas del poder, se mantiene bien firme la visin moderna del individuo y dela sociedad, con sus ideas de sistema poltico y econmico, para ofrecer al poder

    coartadas de racionalidad. Y es que resulta difcil ofrecer a los ricos y poderosos otroregalo mejor que el que les hizo esta visin de la sociedad, al liberar de cualquiercortapisa moral el manejo del poder y la riqueza. El secreto del xito del nuevocredo as configurado estriba en que a los fuertes les promete libertad absolutaen el ejercicio de su fuerza y a los dbiles la esperanza de que algn da lleguen aser fuertes (Tawney, 1921).

    En efecto, el pensamiento moderno consigui emancipar por vez primera lopoltico y lo econmico de las antiguas reglas morales, no slo mediante la rela-

    jacin ms o menos instrumental y transitoria de estas reglas, sino a base de iden-tificar con el bien el poder y la riqueza, y con la virtud el afn de acrecentarlos.Corresponde al mismo Maquiavelo (en El Prncipe, 1513) el mrito de haber rototempranamente la dicotoma entre poder y virtud, para hacer de la poltica una dis-ciplina independiente: El Prncipe seala este autor debe aparecer siempredel lado de la virtud, slo para trabajar ms efectivamente en la causa del poder; por-que dentro del Estado el poder es slo virtud, y como virtud su nica recompen-sa. En lo econmico, tanto Mandeville con su famosa Fbula de las abejas (1729),

    cuyo subttulo rezaba donde los vicios privados hacen el bien pblico, comoSmith con su famosa mano invisible del mercado, que se supona enderezaba elegosmo individual en beneficio de la comunidad, presentaban este campo como unaexcepcin a los otros aspectos de la vida regidos por la moral ordinaria. Y Malthusdio un paso ms en sus Principios de Economa Poltica (1820), al cambiar la pro-pia idea de virtud, tal y como lo haba hecho Maquiavelo para la poltica: Todoslos moralistas seala Malthus desde los ms antiguos a los ms modernos,nos han enseado a preferir la virtud a la riqueza [] se ha supuesto siempre que

    diferan esencialmente por s mismas, pero si la virtud constituye la riqueza cmointerpretar todas las admoniciones morales que nos exhortan a abandonar la segun-da para dedicarnos a la primera? Por qu repetir que no hay que dirigir nuestraambicin hacia la riqueza si la virtud es la riqueza?. En resumidas cuentas, quetras haber hecho buenos y virtuosos el poder y la riqueza, desde hace tiempo seviene postulando que, en poltica y en economa, el fin justifica los medios: la efi-ciencia en el logro de poder o de riqueza dice, a la postre, si los medios son buenoso malos con independencia de los daos sociales o ambientales que estos ocasio-

    nen. A continuacin reflexionaremos sobre la gnesis y el afianzamiento del pen-samiento econmico dominante y sobre su funcin a la vez apologtica de un

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    poder crecientemente econmico y mistificadora de los problemas y las tenden-cias en curso, que apuntan inequvocamente hacia el deterioro ecolgico y la pola-rizacin social.

    Sobre cmo la economa estndar se consolid generando

    un medio ambiente inestudiado

    Conseguir un mejor entendimiento entre los enfoques y las reas de conocimien-to diferentes que se ocupan de la problemtica horizontal que la gestin de losrecursos naturales o ambientales plantea, exige conocer en profundidad las razonesque explican el divorcio entre economa y ecologa, viendo cmo la nocin de sis-

    tema econmico sobre la que acostumbra a razonar la primera se consolid echan-do por la borda las consideraciones sobre la economa de la naturaleza quepreocupaban a los autores, hoy llamados fisicratas, que la idearon en el sigloXVIII. Asimismo, es necesario conocer cmo fueron surgiendo, ya al margen de laciencia econmica establecida, otras disciplinas que trataban de aportar respues-tas tiles para la gestin en ese campo que la economa haba abandonado trasaislar y consolidar su reflexin en el universo autosuficiente de los valores de cam-bio. Pues hay que tener bien claro que la nocin de sistema utilizado en estas dis-

    ciplinas, entre las que ocupa un lugar central la ecologa, difiere radicalmente delempleado por la economa, como difiere tambin su objeto de estudio: de ah ladesconexin, la incomprensin y el conflicto observados entre ambas. Un mejorentendimiento entre enfoques exige, tambin, tener conciencia de las posibilida-des y limitaciones de cada enfoque, a fin de desterrar los reduccionismos que sue-len acompaar al conocimiento parcelario.

    La idea de sistema econmico que permiti la consolidacin de la economacomo disciplina y que ha venido monopolizando hasta ahora la reflexin de los

    economistas, tom cuerpo all por el siglo XVIII, tal y como se detalla en el libroLa economa en evolucin (Naredo, 1987, 3 ed. actualizada en 2003). Fueron loseconomistas franceses de esa poca, hoy llamados fisicratas, los que instala-ron el carrusel de la produccin, del consumo, del crecimiento y dems piezas cons-titutivas de la idea usual de sistema econmico. Al proponer la nocin de produccin(y de su deseable crecimiento) como centro de esta disciplina, se desterr la ideaanterior que conceba la actividad mercantil como una especie de juego de sumacero, en el que si unos se enriquecan era a costa de otros. Se desplaz as la refle-

    xin econmica desde la adquisicin y el reparto de la riqueza hacia la idea de for-zar la produccin de la misma, que, al suponer que era beneficiosa para todo elmundo, permita soslayar los conflictos sociales o ambientales inherentes al procesoeconmico y desterrar las preocupaciones morales de este campo a las que antesse encontraba estrechamente vinculado. Tal desplazamiento se apoy en la visinorganicista del mundo todava vigente por aquel entonces, que vea sujetos a pro-cesos de generacin y crecimiento no slo a los animales y las plantas, sino tam-bin a los minerales. La economa se afianz como disciplina asumiendo la tarea

    de promover y orientar ese crecimiento de las riquezas generadas por la madreTierra. Quesnay, el ms destacado de los economistas de la poca, propona como

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    objetivo de la moderna economa acrecentar las riquezas renacientes sin menos-cabo de los bienes fondo (entre los que figuraba sobre todo la capacidad genera-dora de la madre tierra). Producir, para este autor, no era simplemente revender

    con beneficio, sino contribuir al aumento de esas riquezas renacientes (o reno-vables, diramos hoy) dando lugar a un producto neto fsico (por ejemplo, se plan-taba un grano de trigo y se obtena una espiga con muchos granos) expresabletambin en trminos monetarios. La idea de crecimiento resultaba entonces cohe-rente con la visin organicista del mundo fsico en crecimiento antes mencionada,que alcanzaba tambin al reino mineral: no en vano, Quesnay inclua a la mineraentre las actividades productivas (es decir, que trabajaban con riquezas renacien-tes) recogidas en la cabecera de su famoso Tableau conomique (Quesnay, 1758).

    El crecimiento econmico (medido en trminos fsicos y monetarios) se situaba encorrespondencia con el crecimiento fsico, no slo de las riquezas renacientes, sinode la propia Tierra que las generaba, tal y como postula Linneo en su Discursosobre el crecimiento de la Tierra habitable (Oratio Telluris habitabilis incremento)(Linneo, 1744). El crecimiento propuesto pretenda as desarrollarse, ingenua-mente, sin menoscabo de los bienes fondo, es decir, de modo sostenible entrminos actuales. A partir de aqu, la ciencia econmica sigui asumiendo acrti-camente las ideas de produccin y crecimiento como premisas indiscutibles en la

    marcha hacia el progreso, olvidando el contexto y las matizaciones originarias,para popularizar toda la mitologa vinculada a estas nociones.Para la corriente de pensamiento que se ocupaba en la poca de Quesnay y de

    Linneo de la entonces llamada economa de la naturaleza, todo lo creado era til(de forma ms o menos inmediata) a nuestras necesidades, habida cuenta las ml-tiples interdependencias observadas entre animales, minerales y plantas en el marcode un supuesto mutualismo providencial: hasta las criaturas ms modestas de lacreacin, como la lombriz de tierra o los insectos, se consideraban de alguna uti-

    lidad, aunque fueran tambin molestos para el hombre. En consecuencia, los fisi-cratas trataron de conciliar sus reflexiones sobre los valores venales o pecuniarios,con esa economa de la naturaleza que extenda su objeto de estudio a toda la bios-fera y los recursos. Estos autores propusieron as, en pleno siglo XVIII, una sntesisaudaz entre crematologa y economa de la naturaleza, tratando de orientar la ges-tin con unos principios de la economa monetaria acordes con las leyes del mundofsico (de ah su posterior calificacin de fisicratas). Pero, como es sabido, su pro-grama de investigacin se vio truncado al irse desplazando su idea de sistema eco-

    nmico al mero campo de los valores pecuniarios o de cambio, hasta cortar elcordn umbilical que originariamente lo una al mundo fsico. En la ecuacinnatural en la que William Petty consideraba ya que el trabajo era el padre y lanaturaleza, la madre de la riqueza, fue perdiendo peso sta ltima. Los llamadoseconomistas clsicos la mantuvieron como un objeto cada vez ms pasivo eincmodo, que se supona acabara frenando el crecimiento econmico y haciendodesembocar el sistema hacia un inevitable estado estacionario, manteniendotodava una nocin de produccin que permaneca cargada de materialidad y exi-

    ga distinguir entre actividades productivas e improductivas. Hay que recor-dar que a finales del siglo XVIII y principios del XIX la geodesia, la mineraloga y la

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    qumica modernas desautorizaron la antigua idea del crecimiento de los minera-les y de la Tierra misma (e incluso lleg a establecerse la definicin del metro, uni-dad invariable de longitud, como equivalente a la diez millonsima parte del

    cuadrante del meridiano terrestre): los economistas clsicos no pudieron menosque aceptar que el crecimiento de la poblacin, la produccin y los consumos(materiales) resultaba inviable a largo plazo si la Tierra no creca. De ah que acep-taran de mala gana que el crecimiento econmico acabara apuntando irremisible-mente hacia un horizonte de estado estacionario. El hecho de que un economistatan acreditado como John Stuart Mill, cuyo manual alcanz numerosas ediciones,viera con buenos ojos ese estado estacionario, denota hasta qu punto no estabatodava firmemente establecida la mitologa actual del crecimiento como llave ine-

    quvoca de progreso. No puedo mirar al estado estacionario del capital y la rique-za deca este autor en su manual con el disgusto que por el mismo manifiestanlos economistas de la vieja escuela. Me inclino a creer que, en conjunto, sera unadelanto muy considerable sobre nuestra situacin actual. Confirmo que no megusta el ideal de vida que defienden aqullos que creen que el estado normal delos seres humanos es una lucha incesante por avanzar, y que aplastar, dar codazosy pisar los talones al que va delante, caractersticas del tipo de sociedad actual,constituyen el gnero de vida ms deseable para la especie humana. No veo que

    haya motivo para congratularse de que personas que son ya ms ricas de lo quenadie necesita ser, hayan doblado sus medios para consumir cosas que producenpoco o ningn placer. Slo en los pases ms atrasados del mundo el aumento de laproduccin puede ser un asunto importante; en los ms adelantados lo que se nece-sita desde el punto de vista econmico es una mejor distribucin (Mill, 1848 [reed.1978, p. 641]).

    Seran los economistas llamados neoclsicos de finales del siglo XIX y prin-cipios del XX, los que acabaron vaciando de materialidad la nocin de produccin

    y separando ya por completo el razonamiento econmico del mundo fsico, com-pletando as la ruptura epistemolgica que supuso desplazar la idea de sistemaeconmico, con su carrusel de la produccin y el crecimiento, al mero campo delvalor, donde seguira girando libremente, hasta que las recientes preocupacionesecolgicas o ambientales demandaron nuevas conexiones entre lo econmico ylo fsico.

    As, el predominio del enfoque mecnico y causal redujo el campo de estudiode la economa a aquellos objetos que se consideraban directamente tiles para el

    hombre en sus actividades e industrias. Entre los economistas neoclsicos msrepresentativos, podemos decir, por ejemplo, que Walras no comulgaba con esemutualismo providencial de los fisicratas, y hablaba ya, en su famoso tratado(1874), de malas hierbas y alimaas a eliminar, porque atentaban contra esautilidad directa. Asimismo, Jevons sealaba taxativamente que los recursos natu-rales no formaban parte de la ciencia econmica, ya que slo podan ofrecer utili-dad potencial. La idea de que tanto la Tierra como el trabajo, eran sustituibles porcapital, permiti cerrar el razonamiento econmico en el universo del valor hacien-

    do abstraccin del mundo fsico, al considerar el capital como el factor limitativoltimo para la produccin de riqueza.

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    Pero todava es necesario practicar nuevos recortes en esta nocin ms res-tringida de lo til para acercarnos al campo de los objetos econmicos a los quese refiere la nocin usual de sistema econmico. Walras, calificado por Samuelson

    como el Newton de la ciencia econmica, fue consciente de estos recortes, al igualque otros autores neoclsicos, y los explicit de la siguiente manera. El primerrecorte viene dado al considerar slo aquel subconjunto de lo directamente til quees objeto de apropiacin efectiva por parte de los agentes econmicos, pasando aformar parte de su patrimonio. El segundo recorte se practica al retener solamen-te aquel subconjunto de objetos apropiados que tienen valor de cambio (subconjuntoste que puede ampliarse mediante la imputacin de valores a aquellos objetosque, por las razones que sean, no tienen un valor de cambio explcito). El tercer

    recorte se opera al tomar del campo de lo apropiable y valorable solamente aque-llos objetos apropiados y valorados que se consideran productibles, atendiendo alpostulado que permite asegurar el equilibrio del sistema (entre produccin y con-sumo, ms o menos diferido, de valor) sin recurrir a consideraciones ajenas almismo. As, tal y como sealaba Walras en sus Elementos (Walras, 1900), al mati-zar la nocin de riqueza social a la que circunscribe su sistema: el valor de cam-bio, la industria y la propiedad, son los tres hechos generales, pues de ellos es teatrola riqueza social.

    De esta manera, en contra de lo que pretenda Quesnay, produciracab siendo,sin ms, revender con beneficio, utilizndose la nocin de valor aadido (cal-culado como saldo entre el valor en venta de un producto, menos el valor gastadoen su obtencin) para estimar y agregar dicha produccin en los sistemas de cuen-tas nacionales, plasmada en el consabido producto nacional bruto, que hace abs-traccin del contenido fsico de los procesos que conducen a su obtencin. Comocontraposicin a las operaciones que llevan a la formacin, distribucin, consumoo acumulacin del producto monetario as generado, aparece un medio ambien-

    te inestudiado, compuesto por recursos naturales no valorados, apropiados o pro-ducidos, y por residuos que, por definicin, han perdido su valor.Los recortes mencionados en el objeto de estudio que se han operado entre esa

    economa de la naturaleza, que los fisicratas del siglo XVIII mantenan como marcode referencia en sus razonamientos, y la versin de sistema econmico adoptadapor los autores neoclsicos a finales del siglo XIX y utilizada hasta el momentocomo objeto de representacin (de las contabilidades nacionales de flujos) y dereflexin de los economistas, explica el divorcio entre economa y ecologa que

    ahora se trata de paliar. El problema estriba en que cada una de estas dos discipli-nas razona sobre oikos diferentes, lo que da lugar a dilogos de sordos, cuando susdiferentes objetos de estudio no se precisan con claridad. Pues mientras la ecolo-ga, al igual que la economa de la naturaleza del siglo XVIII, razona sobre el con-junto de la biosfera y los recursos que componen la Tierra, la economa suelerazonar sobre el conjunto ms restringido de objetos que son apropiables, valora-bles y productibles. Y fcilmente se aprecia que la ampliacin de este ltimo sub-conjunto suele entraar recortes o desplazamientos de los objetos preexistentes en

    los otros conjuntos de recursos ms amplios sobre los que razona la ecologa, conel agravante de que tales recortes permanecen al margen del cmputo contable

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    ordinario de la economa. Tal sera el caso de una empresa minera, que ampla laproduccin (lase extraccin) de minerales a costa de reducir las reservas quepueden ser apropiadas y valoradas, pero no producidas. O de la construccin de

    nuevos edificios que exige la ocupacin de suelo frtil. O de la empresa que pro-duce utilizando y contaminando el aire, que no est ni apropiado ni valorado. Esms, la mayora de los procesos de producin y consumo (de valor) suelen abar-car elementos y sistemas del mundo fsico que se ubican en conjuntos de objetoslibres que pueden pasar a ser apropiados, valorados, intercambiados, produci-dos o tambin disipados y contaminados. Por ejemplo, comprender el ciclo delagua exige abarcarlo desde su fase atmosfrica, que da paso a la precipitacin, ala absorcin por el suelo y las plantas, a sus cambios de estado, por evapotranspi-

    racin o congelacin, a la infiltracin superficial y profunda y a la escorrenta hastaque finalmente llega al sumidero de los mares, para volver de nuevo a la fase atmos-frica. De todas estas fases slo una fraccin puede ser apropiada, valorada y pro-ducida, cuyo estudio debe relacionarse con el resto.

    A las diferencias observadas entre el objeto de estudio de la economa y laecologa, se aaden otras no menos importantes en las nociones de sistema conlas que trabajan: mientras que la economa suele trabajar con una nocin de siste-ma permanentemente equilibrado, que se cierra en el mero campo del valor, aisln-

    dose del mundo fsico sin dar cuenta de las irreversibilidades, la ecologa trabajacon sistemas fsicos abiertos (que intercambian materiales y energa con su entor-no), permanentemente desequilibrados y sujetos a la flecha (unidireccional) deltiempo que marca la Ley de la Entropa. El hecho de trabajar, no slo con obje-tos de estudio diferentes, sino tambin con sistemas de razonamiento diferentes,agrava la falta de entendimiento antes mencionada, cuando se discute sin precisarestos extremos.

    As las cosas, cuando la ciencia econmica y su sistema contable de referen-

    cia, se consolidaron abandonando el contexto fsico-natural en el que haban naci-do con los fisicratas, para limitar su campo de aplicacin al universo lgicamenteautosuficiente de los valores de cambio (productibles), llama la atencin que sequiera ampliar ahora su radio de accin para abarcar el medio ambiente, com-puesto por bienes libres o no econmicos, que aparece plagado, no slo de recur-sos naturales y de residuos artificiales sin valor, sino tambin, de bienes fondo,como el territorio con sus ecosistemas, que son improductibles en el sentido queQuesnay atribua a este trmino. Lo mismo que cuando la ciencia econmica se

    hizo autosuficiente a costa de echar por la borda la conexin con el mundo fsicodemandada por Quesnay, para asegurar que la produccin se realizara sin menos-cabo de los bienes fondo, llama la atencin que ahora se trate de restablecer denuevo esa conexin para pretender que dicha produccin sea fsicamente sosteni-ble. Ni que decir tiene que estas nuevas exigencias afectan a los cimientos de laciencia econmica establecida y tienen que ver con su propio estatuto como disci-plina autosuficiente, por lo que constituyen uno de los puntos ms vivos del debateeconmico actual, lo que da lugar a diversas formas de abordar la nueva proble-

    mtica, como ocurre con las corrientes de economa ambiental y economa ecol-gica. Por un lado, la llamada economa ambiental, trata de estirar la vara de medir

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    del dinero para abordar los problemas de gestin de la naturaleza como externali-dades a valorar desde el instrumental analtico de la economa ordinaria, que razo-na en trminos de precios, costes y beneficios reales o simulados. Curioso empeo

    ste de construir una economa del medio ambiente inestudiado que la propia eco-noma haba generado, empeo que podra asimilarse al de hacer una fsica de lametafsica. Bien es verdad que, en el fondo, este empeo no busca tanto analizar ysolucionar los problemas ambientales como justificar la toma de decisiones eneste campo con la ayuda de la racionalidad parcelaria propia de la economa estn-dar. Por otro, la llamada economa ecolgica considera los procesos de la econo-ma como parte integrante de esa versin agregada de la naturaleza que es labiosfera y los ecosistemas que la componen (incorporando lneas de trabajo de

    ecologa industrial, ecologa urbana, agricultura ecolgica, que recaen sobre elcomportamiento fsico y territorial de los distintos sistemas y procesos). Entreambos ha surgido tambin una economa institucional que relativiza los ptimosformulados por la economa estndar, al advertir que el intercambio mercantilviene condicionado por la definicin de los derechos de propiedad y de las reglasdel juego que el marco institucional le impone, tratando de identificar aquellosmarcos cuyas soluciones se adaptan mejor al logro de objetivos de conservacindel patrimonio natural o de calidad ambiental socialmente deseados. Como es natu-

    ral, escapa al propsito de este texto hacer una exposicin detallada de tales corrien-tes: ahora se trata ms bien de apuntar el teln de fondo ideolgico que las hizonacer, escindiendo el universo acadmico de los economistas, gobernado hastahace poco por la hoy llamada economa ordinaria, convencional o estndar.

    Pero hemos de advertir que el enfoque econmico ordinario no slo genera unmedio ambiente fsico inestudiado, sino que genera tambin un medio ambien-te social inestudiado. La ceguera de este enfoque hacia aspectos sociales dio piea la paradoja de permitir diagnosticar que Espaa iba bien, a la vez que se exten-

    dan la crispacin y la inseguridad por todo el cuerpo social. Aunque menos cono-cido, existe adems un medio ambiente financiero fruto de la cortedad de mirasdel enfoque econmico estndar. En efecto, las cuentas nacionales y la macro-economa que se ensea en los manuales razonan sobre los agregados de rentanacional, que se supone generada por procesos de produccin (mediante el clcu-lo habitual de los valores aadidos que se obtienen en el curso del mismo), perocierran los ojos a aquellos otros, los valores aadidos, que generan un comerciode activos patrimoniales (terrenos, inmuebles, acciones o empresas) alimentado por

    la emisin de activos financieros, que ocupa un lugar cada vez ms relevante en lageneracin y reparto de la capacidad de compra sobre el mundo. As, mientrasel enfoque econmico estndar sigue centrando su reflexin en los agregados mone-tarios de produccin y renta que figuran en el cuadro macroeconmico y considerael mundo financiero como un simple apndice de la economa real, los principalesgrupos de empresas transnacionales han desplazado su actividad hacia las finan-zas y el comercio de activos patrimoniales (sobre todo de empresas e inmuebles),haciendo que estas actividades atpicas acaben condicionando ms su cuenta de

    resultados y sus perspectivas que los ingresos derivados de sus actividades ordi-narias.

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    Asimetras en el tratamiento del poder y la riqueza

    Presuponiendo que el afn de acumular y mantener el poder era algo irrefrenableen el homo poltico, se intent evitar que ello desembocara en el despotismo, a

    base de contrapesar esta tendencia con mecanismos adecuados para ello. Por unaparte, se postul la conveniencia de dividir el poder absoluto proponiendo comosolucin la conocida divisin de poderes de Montesquieu, que separaba el poderejecutivo, el legislativo y el judicial. Por otra, se estableci la necesidad de pro-mover el sufragio ms o menos universal y el pluralismo de los partidos polticose, incluso, de incentivar la existencia de cuerpos sociales intermedios que faci-litaran la participacin de la sociedad civil en las decisiones polticas y en el con-trol de su gestin. La incorporacin de todos estos contrapesos dio lugar a la

    aplicacin democrtica de la idea general de sistema poltico. El diseo institu-cional de este modelo, incorporando al panorama poltico partidos, elecciones, par-lamentos y tribunales supuestamente independientes, dio carta de naturaleza a estemodelo y justific el calificativo de democrtico que se otorga hoy con generalidada los sistemas polticos imperantes en el mundo.

    Sin embargo, presuponiendo desde el prisma de la produccin que acrecentarla riqueza era bueno para todo el mundo, la ciencia econmica no estableci con-trapeso alguno al aumento ni a la acumulacin de la riqueza2. Admitiendo como

    algo no slo inevitable, sino tambin socialmente saludable, que el afn de acu-mular riquezas espoleara al homo econmico desde la cuna hasta la tumba (Smith,1769), se propuso como solucin el mercado para que, a travs de la mano invi-sible de la competencia, enderezara en favor de la comunidad el egosmo pecuniariode los contendientes. Se llega as a proponer un sistema poltico democrtico y unsistema econmico mercantil como soluciones idneas para gestionar con razona-ble eficiencia el podery la riqueza. Siendo la libre expresin de las voluntades ygustos de los individuos como votantes y como consumidores, la clave de ambos

    sistemas que se supona capaz de orientar hacia el bien comn la actuacin de par-tidos vidos de poder y de empresas vidas de beneficio, guiados por sus respec-tivos lderes y empresarios. Y apareciendo el Estado, por encima de ellos, comorbitro supremo que garantiza el respeto de la propiedad y la libertad individual,mediante reglas del juego que rigen el funcionamiento de ambos sistemas y queaseguran a la vez la paz y el bienestar social.

    El derrumbe del llamado bloque socialista inclin las ideas de sistema pol-tico y de sistema econmico hacia sus versiones democrtico-mercantiles, frente a

    las que ofrecan la dictadura del proletariado y la planificacin imperativacon la idea de forzar la consecucin de logros igualmente productivistas pero msigualitarios. La unificacin de las formas de gestin generalmente admitidas deambos sistemas en torno a un nico modelo democrtico y mercantil, es lo que diopie a hablar de pensamiento nico, al desaparecer la alternativa antes indica-da de gestionarlos.

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    2. Resulta evidente que las legislaciones antimonopolio no han supuesto ninguna traba seria a laampliacin del tamao de las fortunas, de las empresas, ni del poder econmico.

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    En suma, que se observa un paralelismo entre ambos modelos (el poltico-democrtico y el econmico-mercantil) derivado de la misma filosofa mecnica yatomista que los inspira. Ambos parten de considerar una sociedad compuesta por

    tomos individuales movidos por intereses polticos y econmicos que interac-cionan a modo de fuerzas, orientando el quehacer de los mandatarios polticos yempresariales, a travs del sufragio y del mercado, hasta alcanzar sntesis supues-tamente optimizadoras en esos dos mundos separados de lo poltico y lo econ-mico, que se suponen reflejo de la voluntad y de las preferencias generales,respectivamente.

    Pero junto a este paralelismo hay que subrayar una diferencia sustancial en lorelativo a sus fines. Mientras se pensaba que no era socialmente deseable que el

    aumento del poder perseguido por lderes y partidos polticos prosiguiera ad infi-nitum y se estableca para evitarlo la divisin y la descentralizacin de poderesunida al juego democrtico-parlamentario, no ocurri lo mismo con el aumento yla ostentacin de la riqueza por parte de empresas e individuos. Antes al contra-rio, se asumi que ampliar la produccin (y el consumo) de riquezas debera serel principal objetivo que guiaba la idea al uso de sistema econmico (finalidad staen la que coincidan tanto la versin mercantil como aqulla otra estatalizante yplanificadora del mismo). La finalidad de este sistema apunta, as, a aumentarla

    riqueza, mientras que la del sistema poltico se limita a gestionarel poder. La acep-tacin acrtica de la nocin de produccin como centro de la idea usual de siste-ma econmico antes indicada, se encuentra en la base de esta situacin diferencial,que explica en buena medida el sentido de muchas de las mutaciones que se estnproduciendo en nuestra sociedad. Mutaciones que transcurren al margen, e inclu-so en profunda asimetra, con la red analtica que se despliega comnmente desdelos dos sistemas y modelos mencionados, lo que genera la incomprensin, la impre-visin y la desorientacin actuales.

    Desde que se implantaron las ideas usuales de sistema poltico democrtico yde sistema econmico mercantil, se han multiplicado los empeos de analizar lasociedad desde el prisma analtico-parcelario de tales modelos, presuponiendo suuniversalidad y su capacidad a la vez propositiva, explicativa y predictiva, y, lo quees ms grave, ignorando otras realidades y esquemas interpretativos. As, se con-funde a menudo la funcin normativa de tales sistemas, utilizados como modelosa los que se pretenden adaptar las sociedades de carne y hueso, con su papel en laorientacin de anlisis pretendidamente positivos, que se construyen presuponiendo

    que las sociedades de carne y hueso funcionan de acuerdo con dichos modelos.Actualmente estamos recogiendo los frutos de tan prolongados empeos norma-tivos y analticos. Por una parte, la fe en la supuesta capacidad de ambos sistemaspara autorregularse apuntando siempre al bien comn, justifica e incluso subrayala conveniencia de que polticos y empresarios den rienda suelta a sus afanes depoder y de riqueza al margen de todo freno moral, favoreciendo la prdida de lacohesin social y la desatencin de la esfera comunitaria que se aceleran en losltimos tiempos. Por otra parte, habida cuenta que el capitalismo no es la realiza-

    cin de ningn modelo utpico, sino el fruto de la evolucin histrica de socieda-des concretas, nos encontramos con que en esta evolucin afloran con fuerza

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    herencias despticas y aspectos no deseados cada vez ms graves que permane-can ignorados en los modelos tan harto simplistas de sistema poltico y de sistemaeconmico que monopolizan la reflexin.

    Antes de resaltar la funcin mistificadora de los enfoques habituales, media-tizados por la idea usual de sistema poltico y econmico, y su inadecuacin paraanalizar y tratar las mutaciones que se estn produciendo en nuestra sociedad aescala planetaria, vamos a profundizar un poco ms sobre la idea de sociedad y depropiedad sobre la que implcitamente enraizan los modelos indicados.

    Libertad y propiedad: los derechos enunciados llevan

    el germen de su incumplimiento

    El empeo de trascender los rancios privilegios del Antiguo Rgimen refundandola sociedad a partir de los derechos naturales del individuo humano, supuso ala vez el xito y el fracaso de la Revolucin Francesa en su propsito de extendersu divisa de libertad, igualdad y fraternidad. El xito vino, en primer lugar, mar-cado por la abolicin de los privilegios de la nobleza la clebre noche del 4 deagosto de 1789, con el apoyo de la gran movilizacin popular que suscitaron lasnuevas ideas y el triunfo de la Revolucin. Las limitaciones arrancan del propio

    desarrollo de los derechos enunciados dos das despus (en la Declaracin del6 de agosto), que trajo consigo el germen de sus incumplimientos al albergar seriascontradicciones internas que pasamos a ver seguidamente. Pese a su aparente radi-calidad, el nuevo punto de partida dio pie al desarrollo del capitalismo y de lasdesigualdades, que acabaron generando en Francia un tipo de sociedad que no dife-ra esencialmente de la establecida en Inglaterra, pese a los orgenes ms modera-dos y clasistas que marcaron la evolucin de sta ltima. El nudo gordiano de losfracasos vino de las relaciones observadas entre el ejercicio de dos derechos pre-

    tendidamente naturales e imprescriptibles: los de libertad y de propiedad.La Declaracin de 1789 consta de diecisiete artculos. El artculo 1 afirma quelos hombres nacen libres e iguales en derechos y las distinciones sociales no pue-den fundarse ms que en la utilidad comn. El artculo 2, que el objeto de todasociedad poltica es la conservacin de los derechos naturales e imprescriptiblesdel hombre. Estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resis-tencia a la opresin. El artculo 17 remachaba que siendo la propiedad un dere-cho inviolable y sagrado, nadie puede ser privado de ella sino cuando la necesidad

    pblica, legalmente justificada, lo exija evidentemente y a condicin de una justay previa indemnizacin. La mencionada Declaracin coincida as en la defensaindiscriminada del derecho de propiedad con la declaracin inglesa de 1689 y lanorteamericana de 1774. El problema que suscita el mantenimiento acrtico de estederecho varios siglos ms tarde se deriva de que la propiedad es una categoraextremadamente ambigua que, para colmo, ha evolucionado enormemente y haadquirido dimensiones entonces imprevistas.

    En efecto, la propiedad es una categora que alberga multitud de derechos que

    slo tienen en comn ser ejercidos por personas o entidades y regulados por elEstado. En el ambiente ms simple de la era preindustrial, la asociacin entre pro-

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    piedad y libertad pareca bastante evidente y no requera muchas matizaciones. Enuna sociedad de campesinos y artesanos, pareca lgico postular que su libertad seasociaba a su propiedad sobre las tierras que trabajaban, sobre el ganado, sobre los

    talleres y las herramientas empleados o sobre las viviendas, los enseres domsticosy los ingresos conseguidos bsicamente con su trabajo. En este sentido se expresaLocke, en su famoso Two Treatises on Civil Governement(1690), cuando presen-ta el trabajo como el sello que justifica la propiedad privada en tanto que dere-cho natural, apoyando su argumentacin con numerosos ejemplos: aunque el aguade la fuente es de todos, quin puede dudar que la recogida en un recipiente lepertenece al que lo llen? Con su trabajo la ha sacado de la Naturaleza, donde per-teneca a todos, y con ello se la ha apropiado para s (p. 25). Tras apreciar que el

    principal objeto de la propiedad no lo constituan entonces los frutos de la tierray los animales que viven en ella, sino la tierra misma, afirma que sta se adquieretambin mediante el trabajo: la extensin de tierra que un hombre labra, planta,mejora, cultiva y cuyos productos es capaz de utilizar, constituye la medida de supropiedad (p. 26). As, concluye que aunque Dios ha dado el mundo a todoslos hombres, [pero] puesto que se lo hizo para que sacasen del mismo la mayorcantidad posible de ventajas para su vida, lo dio para que el hombre trabajador yracional se sirviese del mismo (y su trabajo habra de ser su ttulo de posesin)

    (p. 27).Pero el problema de fondo aparece cuando Locke considera normal que la pro-piedad de un individuo pueda acrecentarse sirvindose del trabajo de otros. Hablaas de que la propiedad privada de los frutos de las tierras comunales se iniciacon el acto de recogerlos sacndolos del estado en el que la Naturaleza los dej[]. Por esa razn, la hierba que mi caballo ha pastado, el forraje que mi criadocort [] se convierten en propiedad ma sin el sealamiento ni la conformidadde nadie. El trabajo que me perteneca [] dej marcada en ellos mi propiedad

    (p. 24). Vemos, pues, que no es el criado el que se apropia de los frutos recogidoscon su trabajo, sino que pone en ellos el sello de la propiedad de su amo, ya que sepresupone que ste es propietario del trabajo de su criado. Esta justificacin delderecho natural de propiedad se revela en franca contradiccin con el tipo de socie-dad compuesta de individuos libres e iguales que se propona como punto de parti-da de todo razonamiento. Por el contrario, sin apenas explicitarlo, se toma comopunto de partida natural una sociedad en la que las personas se ven sometidas arelaciones de subordinacin y dependencia. La libertad del criado alcanza, todo lo

    ms, a la posibilidad de elegir a su amo, a diferencia de la vinculacin ms perma-nente que someta al esclavo o al siervo de la gleba. Si a esto se aade el derechode las personas a acumular sin lmites, y a transmitir por herencia, toda clase depropiedades, nos encontramos con que el punto de partida es una sociedad en la quedomina la desigualdad y la dependencia. La nica propiedad que asegura a todoslos individuos la igualdad formal de derechos acordada es la propiedad de su propiocuerpo (que incluye cerebro y mente)3. De ah que, en un mundo totalmente pri-

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    3. Tema ste ya tratado desde antiguo: vase STIRNER, M. (1844), Der Einzige und sein Eigentum(El nico y su propiedad).

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    vatizado, a los individuos que no poseen ms propiedad que la de su propio cuer-po no les quede otro remedio que alquilarlo o venderlo a los propietarios de tie-rras y riquezas para sobrevivir, generando as servilismo y frustracin contenida. Se

    perpeta, de este modo, una sociedad desigual, en la que la cadena de dominaciny dependencia presente en las sociedades jerrquicas anteriores, no slo se man-tiene entre ricos y pobres, sino que se prolonga tambin entre estos ltimos hastainvadir todos los rincones de lo privado, para asegurar, mediante el miedo y el mal-trato, el sometimiento de los individuos ms dbiles (mujeres, nios, ancianos y,a otro nivel, inmigrantes).

    En la declaracin de derechos algo ms detallada por la Convencin en 1793,se defina el derecho de propiedad como el derecho que tiene todo hombre a dis-

    frutar y disponer a su voluntad de sus bienes, de sus rentas fruto de su trabajo y desu industria, dejando intuir cierta relacin entre ese derecho y la funcin pro-ductiva vinculada al mismo que, en principio, lo justificaba. Sin embargo, en elCdigo de Napolen (art. 544) se desvincula ya ese derecho de toda funcinal consignar que la propiedad es el derecho a disponer de las cosas de la manerams absoluta, en tanto no se haga de ellas un uso prohibido por las leyes y regla-mentos, dejando el camino expedito para seguir afirmando el derecho indiscri-minado al uso y abuso de la amplsima gama de cosas posebles sin exigir funcin

    social alguna en el modo de disponer de ellas. El Cdigo Civil espaol copia prc-ticamente al pie de la letra esta definicin de propiedad desvinculada de su origeny funcin: la propiedad es el derecho de gozar y disponer de una cosa, sin mslimitaciones que las establecidas en las leyes (art. 348).

    Cabe subrayar que la idea positiva de crear un marco institucional propiciopara extender la libertad en el seno de toda la poblacin, propio de la Francia revo-lucionaria, trajo consigo implcitamente una visin crtica del derecho de propie-dad. El derecho enunciado como natural, inviolable e incluso sagrado, en la

    Declaracin de 1789, no se refera a cualquier derecho de propiedad. La prueba esque, en nombre de los derechos de propiedad (compatibles con la libertad de todos)postulados en la Declaracin de 1789, se abolieron la mayora de los derechos depropiedad de la nobleza que, bajo el Antiguo Rgimen, mantuvieron sometidos yexplotados a los campesinos, dando paso a una reforma agraria que en pocos aosocasion profundas transformaciones sociales que sobrevivieron despus a los dis-tintos regmenes polticos. Evidentemente, este tratamiento discriminado de losderechos es lo que hizo que la Revolucin Francesa haya pasado a calificarse de

    burguesa, ya que aboli los derechos de la nobleza, pero potenci los de la bur-guesa y el campesinado, abriendo la puerta a un nuevo proceso de diferenciacinsocial mediante la desigual acumulacin de riqueza.

    De esta manera, tras abolir los privilegios (es decir, los derechos carentes defuncin) de la nobleza, se acabaron instaurando otros derivados de la defensa delnuevo derecho de propiedad como algo absoluto. Esta defensa sin condiciones dela propiedad, al hacer abstraccin de su distribucin y de su funcin, dio paso anuevos privilegios. Evidentemente, se supona que la mano invisible del merca-

    do enderezara el uso mezquino e insolidario de la propiedad desigualmente repar-tida, en beneficio del conjunto social. Pero incluso aunque haya claras evidencias

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    de que esto no es as, no por ello suelen revisarse o limitarse los derechos de pro-piedad, sino que se sigue otorgando a la propiedad el mismo carcter sagrado einviolable. A diferencia de lo que ocurri en la Francia revolucionaria, los dere-

    chos de propiedad han tendido a considerarse, en bloque, como algo absoluto,mientras que los intereses comunes han pasado a tratarse como algo secundario,ocasional o relativo. Si el uso y abuso de la propiedad privada redunda en benefi-cio de la colectividad, bien, y si no, tambin.

    El plan de construir una sociedad basada en derechos primarios e irrevocablesse pervirti al incluir entre ellos el derecho de propiedad haciendo abstraccin desu composicin, distribucin, uso y funciones. Si el libre ejercicio de los derechosde propiedad concentrada en algunos est fuera de discusin, por mucho que aten-

    te contra los intereses y la libertad de la mayora, est claro que esos derechos hannaturalizado y actualizado los privilegios en las sociedades de hoy en da.Evidentemente, esta sacralizacin acrtica de los derechos de propiedad no hubie-ra permitido abolir los privilegios vinculados al Antiguo Rgimen, todo lo mshabra inducido a modernizarlos facilitando su reencarnacin, con mayor solidezy ausencia de contrapartidas, a base de transformarlas en propiedad burguesa, comoocurri en primer lugar en Inglaterra4 y como fue ocurriendo tambin en la mayo-ra de los pases.

    As, la idea de Orden Natural ech primero por tierra la autoridad de la tradi-cin ancestral predominante en sociedades arcaicas, en las que los vnculos desangre reales o imaginarios eran predominantes, pero tambin sirvi para respaldarla autoridad en el Antiguo Rgimen, al naturalizarla presuponiendo el origendivino de la realeza. Ms tarde, la idea de establecer los derechos humanos (natu-rales) como base del sistema poltico democrtico y del sistema econmico mer-cantil dej sin respaldo a la autoridad del Antiguo Rgimen, pero tambin sirvi pararespaldar la autoridad y, sobre todo, para aligerar sus deberes, en las sociedades

    capitalistas de hoy da.

    Una teora de la propiedad petrificada y unos derechos

    de propiedad sacralizados

    La teora convencional de la propiedad parece haber quedado petrificada y sordaa las intensas mutaciones operadas en las formas de propiedad y en la organizacinsocial desde que se formul hace siglos. El enconado enfrentamiento entre los

    que consideraban la propiedad sagrada y los que la consideraban un robo comorezaba el subttulo de la primera edicin de la obra clsica de Proudhon (1840)Qu es la propiedad? no fue muy clarificador. Para empezar a aclarar las cosas,habra que decir que la propiedad no tiene por qu ser un robo, aunque la mayo-ra de los robos acaben engrosando la propiedad de algunos. Y es que resulta tan

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    4. Lo cual se reflej en un capitalismo con tintes elitistas y clasistas mucho ms marcados que enFrancia: la misma idea de pertenencia a la working class se utiliza generalmente en Inglaterra con

    connotaciones mucho ms estrictas e inequvocamente clasistas que en Francia, Italia o Espaa,donde las barreras de clase no aparecen tan marcadas en la conciencia de la gente.

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    absurdo defender en bloque todas las propiedades habidas y por haber, como pro-poner su abolicin tambin en bloque, cuando, insistamos, la propiedad es unacategora extremadamente ambigua que puede englobar los derechos ms vario-

    pintos que slo tienen en comn ser ejercidos por personas fsicas o jurdicas yrespaldados por el Estado. Por lo tanto, no tiene sentido tratar toda la propiedad,ni todas las actividades econmicas vinculadas a ella, como si estuvieran al mismonivel.

    A diferencia de lo que ocurra en la poca en la que se vio la propiedad avala-da por el trabajo como un derecho universal ajeno a los privilegios del AntiguoRgimen, hoy la mayor parte de la misma no es fruto del trabajo de sus propieta-rios, ni tampoco la utilizan para su uso o disfrute directo, sino para reforzar y ejer-

    cer su poder. Hemos de advertir el peso tan determinante que tienen los activosfinancieros en el patrimonio mundial y, sobre todo, en el de las personas y los pa-ses ricos. Y dentro de esos activos sobresalen hoy las acciones transferibles, quese compran y se venden annimamente, constituyendo lo que hemos llamado dine-ro financiero (Naredo, 2000a).

    Hay que recordar que hasta la segunda mitad del siglo XIX ni siquiera en Inglaterrase vea con buenos ojos la financiacin de sociedades mediante la emisin anni-ma de acciones transferibles. Antes, las acciones, por ejemplo, de la famosa Compaa

    de Indias, se suscriban para cada viaje o agrupacin de viajes u operaciones y sepagaban una vez terminados. La financiacin global e indiscriminada de las socie-dades mediante la emisin de acciones transferibles a cualquiera, tard en genera-lizarse por la desconfianza hacia estas prcticas y las limitaciones que suscitaronalgunas crisis financieras bastante sonadas en la primera mitad del siglo XVIII, sien-do las ms conocidas las de La Compagnie dOccident (o del Mississipi) ligada ala Banque Royale, en Francia, y la South Sea Company, en Inglaterra5. As, comopuntualiza Tawney (1921), la financiacin colectiva basada en la existencia de un

    extenso cuerpo de accionistas, que ahora es lo corriente, constitua entonces unaexcepcin. El contraste que ofrece esa actitud con los hechos de la organizacinindustrial, tal y como existen hoy, es un ndice de la revolucin en la naturalezade la propiedad del capital que ha tenido lugar desde el establecimiento de la Ley deResponsabilidad Limitada (Limited Liability Act) de 1855 y la Ley de Compaasde 1862 (precursoras de la actual legislacin de sociedades annimas). Estas dosleyes abrieron camino hacia la presente situacin, que permiti concluir a este autorque, en Inglaterra y hoy diramos que en el mundo entero, la justificacin de la

    propiedad tradicional que vea en ella la seguridad de que cada uno poda gozarde los frutos de su propio trabajo, aunque mayormente aplicable en la poca en laque fue formulada, sufri la misma suerte que la mayora de las teoras polticas,siendo refutada, no por las doctrinas de filsofos opuestos a ella, sino por el pro-saico curso del desarrollo econmico.

    En efecto, la evolucin misma de la propiedad hace obsoletas las razonesque tradicionalmente la han venido justificando, en bloque, como algo sagrado

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    5. El lector interesado puede encontrar una exposicin sucinta de estos affaires y de otros similaresque alcanzan hasta nuestros das en GALBRAITH (1990).

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    e indisolublemente vinculado a la libertad de los individuos. En primer lugar,la propiedad financiera pasiva predominante hoy no puede ya justificarse comofruto del trabajo de sus propietarios. En segundo lugar, el argumento a favor de

    la propiedad privada, frente a la pblica, que postula la superioridad de unaorganizacin econmica regida por empresarios propietarios pensando que elojo del amo engorda el caballo, se desmorona junto con el peso de ese colectivo.Hoy da, las grandes empresas transnacionales estn dirigidas por asalariadosal servicio de los accionistas y no por empresarios propietarios. En tercer lugar,la mayor parte de la propiedad moderna no se tiene para uso o disfrute directo,sino para adquisicin de poder. Es ms, lo habitual es que uso y propiedad estnseparados, como ocurre con las grandes fortunas6. Pero, adems, se tiende a

    escindir la sociedad en dos grupos: uno, minoritario, que tiene su inters pri-mordial en la propiedad pasiva y otro, mayoritario, en el trabajo activo. De estamanera, abunda, por un lado, la propiedad sin funcin productiva o utilitaria y,por otro, estas funciones desvinculadas del grueso de la propiedad. Insistimos queun derecho sin funcin y sin tener en cuenta el modo de adquisicin, no es msque un privilegio. Y que en los ltimos tiempos estos privilegios apoyadosen la vertiginosa expansin de los activos financieros y de la capacidad de com-pra sobre el mundo se extienden amparados en un marco institucional que

    los propicia.Por ltimo, la propiedad especulativa hoy predominante es fuente de insegu-ridad para aquella otra propiedad ms vinculada a las funciones productivas o uti-litarias; lo cual deja sin fundamento la defensa tradicional que se vena haciendo dela propiedad, en bloque, como fuente de seguridad para el disfrute de la libertadde la mayora, frente a las arbitrariedades del Antiguo Rgimen. Paradjicamente,lo que hace insegura la propiedad hoy da, no son ni los privilegios de la aristo-cracia, ni el poder discrecional del monarca absoluto, sino la expansin y concen-

    tracin insaciable de la propiedad financiera, que amenaza con comprar, absorbero arruinar los patrimonios de empresas locales, administraciones y familias, median-te la creacin de dinero financiero, que genera las consiguientes burbujas finan-ciero-inmobiliarias. La realidad actual confirma plenamente que como supoapreciar tempranamente Tawney (1920) la propiedad carente de funcin es elmayor enemigo de la propiedad legtima, [] el dinero malo puede ms que elbueno, y como lo demuestra la historia de los ltimos doscientos aos, cuando lapropiedad destinada a la adquisicin o el poder y la propiedad destinada al servi-

    cio o a la utilidad se codean libremente en el mercado, sin restricciones [] sobrela enajenacin y la herencia, el segundo tipo de propiedad tiende a ser absorbido porel primero.

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    6. En efecto, los muy ricos suelen tener hasta sus fincas, mansiones y yates de uso directo a nombrede sociedades para que desgraven, e incluso domiciliar stas en parasos fiscales.

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    II. Mutaciones actuales

    Nuevas relaciones entre poder y riqueza, entre el Estado y las empresas:

    Maquiavelo para directivos

    El dinero ha estado desde siempre vinculado al poder: el derecho a acuar mone-da y a cobrar impuestos ha venido plasmando, en el terreno de lo econmico, elejercicio de la soberana poltica sobre los territorios. Pero la economa ordinariahace abstraccin del poder, al presumir la igualdad de individuos y empresas enel intercambio mercantil, salvo las deformidades monopolistas. Se trataba ashabitualmente la poltica monetaria como un instrumento tcnico al servicio de elsistema econmico, no como teatro del ejercicio del poder para obtener directa-

    mente dinero, en las variadas formas que hoy adopta, primero sobre todo por elEstado, pero tambin y cada vez ms por las empresas privadas. Cabe subrayar asla posicin del dinero como elemento clave en la conexin entre el negocio eco-nmico-empresarial y el poder poltico-estatal. Sin embargo, en los ltimos tiem-pos est culminando a escala internacional la ruptura del vnculo exclusivo queuna al Estado con el dinero, al multiplicarse los activos financieros que usurpan lasfunciones de ste y las entidades que los emiten al margen del control estatal. El des-plazamiento sordo y paulatino que se observa en el control de las finanzas mun-

    diales no es una cuestin meramente tcnica, sino que refleja el desplazamientosimtrico de poder que se est operando desde los estados hacia esas otras orga-nizaciones igualmente jerrquicas y centralizadas que son las empresas capitalis-tas transnacionales. As, los estados fueron perdiendo las riendas del dinero y, porende, su capacidad de intervenir sobre la economa, con el consiguiente recortedel poder poltico estatal en favor de los emergentes poderes econmicostransnacionales, hasta desembocar en la presente globalizacin financiera.

    La visin unificada y simplista de los procesos econmicos que ofrece la eco-

    noma convencional desde el ngulo de la produccin y de la nocin usual de sis-tema econmico, soslaya el desplazamiento que se observa en el poder a escalamundial, contribuyendo a evitar que se le otorgue la trascendencia que merece.Desplazamiento que va desde las organizaciones estatales hacia las organizacio-nes empresariales, haciendo que, por primera vez en la historia, stas tengan mspeso que aqullas. Este cambio altera las bases sobre las que venan razonando lasprincipales corrientes opositoras al sistema. Tanto el marxismo como el anarquis-mo pusieron en su punto de mira al Estado como principal bastin de la autoridad

    y del poder ya fuera con nimo de utilizarlo o de destruirlo, pero, en los lti-mos tiempos, se observa que el poder de los estados se est socavando sin revo-luciones ni levantamientos que lo anuncien en favor de esas organizacionesigualmente jerrquicas, centralizadas y coercitivas que son las empresas capitalis-tas. La Tierra seala Ramonet (1997) como en el siglo XV, est ahora dispo-nible para una nueva era de conquista. En la poca del Renacimiento, los Estadoseran los principales actores de la expansin colonizadora. Hoy son las empresas yholdings privados los que se plantean dominar el mundo, lanzan sus razias y ama-

    san un botn inmenso. Nunca los amos del mundo han sido tan poco numerosos nitan potentes.

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    Autores como Constant (1813) y Veblen (1889) consideraban quiz dema-siado ingenuamente a la vista de las innumerables guerras acaecidas desde enton-ces que culminaron con la reciente invasin de Irak que el comercio estaba

    llamado a sustituir a la guerra como medio de apropiacin de riquezas en el mundoy que el instrumento de tal apropiacin sera, al decir de ste ltimo, la empresanmada transnacional. Pero para conseguirlo plenamente haca falta que se cum-plieran dos requisitos. En primer lugar, que la actual revolucin de las comuni-caciones rematara la llamada revolucin del transporte, iniciada en el siglo XIX.Con el apoyo de miles de satlites girando alrededor de la Tierra, el maridaje entreinformtica y telecomunicacin est permitiendo una verdadera globalizacin delos mercados, que incluso llega a convertir la informacin misma en mercanca

    que escapa al control de los estados, lo que constituye un importante campo denegocio, y de conflictos, en el reparto del poder mundial. En segundo lugar, hacafalta que la fe en el mercado como panacea alcanzara nuevos vuelos para eclipsaren la conciencia de la gente las consecuencias negativas de tal globalizacin yhacer entrar en razn a los estados para que no pusieran trabas al comercio ni ala entrada de las empresas transnacionales capaces de fabricar dinero en susterritorios y permitieran, mediante desregulacin en el movimiento de capita-les, la compra de sus activos nacionales aunque ello fuera en detrimento de su pro-

    pia soberana.Como consecuencia de lo anterior, se ha extendido por todos los confines esemodelo de empresa nmada transnacional, que ve en las organizaciones y hol-dings empresariales un mero instrumento para la adquisicin de dinero y de poder.Lo cual est modificando la cultura empresarial desde el modelo tradicional todavapresente en los manuales, orientado a competir en la fabricacin de determinadosproductos de calidad, hacia aquel otro en el que predomina la consideracin mera-mente instrumental de la empresa antes indicada. El antiguo objetivo empresarial

    de acumular capital a partir de actividades econmicas ordinarias, tiende a sustituirsepor el de captar capital, emitiendo papel en los mercados financieros, ms o menosapalancado con crditos de entidades del grupo, para expandir su poder corporati-vo a base de comprar con ese papel empresas y otros activos preexistentes. El dine-ro mismo, y su acumulacin, estn perdiendo las funciones tan determinantes quehaban adquirido. El imperio del dinero se extendi, en principio, facilitando lastransacciones y haciendo obsoleto el trueque; pero la expansin y diversificacinde los activos lquidos, y la transferencia electrnica de fondos, hicieron obsoleta

    la tenencia de dinero por motivos de transaccin y precaucin. Todo se reduce yaa anotaciones de activos (y pasivos) financieros, es decir, de no dinero en el sen-tido tradicional del trmino; el consumo conspicuo, desenfrenado y ostentosopuede apoyarse as en un endeudamiento crnico, lo mismo que el poder se apoyahoy ms en la capacidad de emitir pasivos o valores virtuales que todo el mundoacepta (y que son por lo tanto convertibles en dinero), que en la acumulacin deldinero mismo mediante actividades productivas ordinarias.

    El observado desplazamiento de poder desde el mundo de lo poltico hacia

    aquel otro de lo econmico, o, ms en concreto, desde las organizaciones estataleshacia las empresariales, va camino de hacer de los estados un cascarn cada vez ms

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    vaco de poder autnomo, lo que nos lleva a la paradoja de que, tras haber elabo-rado la idea de sistema poltico, e ideado tantos contrapesos democrticos, nosencontramos con que el poder que debera gestionar dicho sistema se escapa hacia

    el campo de lo econmico, a la vez que la figura del empresario tradicional confinalidad productiva se desplaza hacia la de nuevos condottieri cuya prctica empre-sarial parece inspirarse ms en Maquiavelo que en Smith. As lo prueba el libroMaquiavelo: Lecciones para directivos (Jay, 2002), publicado por una editorialespecializada en economa de la empresa, donde se evidencia que los consejosde Smith se revelan poco operativos para las prcticas empresariales de hoy da.Y he aqu que la nocin al uso de sistema econmico sigue haciendo abstraccin delpoder y careciendo de instrumentos para gestionarlo. Sin embargo, se sigue razo-

    nando con el sistema poltico como si siguiera siendo el bastin de poder supre-mo que en su da fue, al igual que se sigue razonando sobre el sistema econmicocomo si se ocupara slo de producirriqueza, y no de adquirirla y utilizarla comovehculo de poder para modificar las reglas del juego que facilitan su adquisicin,controladas formalmente por los polticos. El personaje lbrego de un chiste deEl Roto sintetizaba tal desplazamiento de funciones, cuando exclamaba: soyempresario por vocacin, pero poltico por negocios.

    A la vista de las ideas e instituciones que se han instalado, y de la ideologa

    que las informa, la evolucin descrita de los acontecimientos resulta de todo puntorazonable. Parece lgico que la expansin continuamente incentivada y liberadade lo econmico acabara dominando a aqulla otra ms limitada de lo poltico. Lomismo que, tras tanto espolear y desregular el nimo de lucro empresarial, no cabesorprenderse que ste se haya canalizado por la va ms fcil y directa de la meraadquisicin de riqueza, dando cada vez ms la razn a Veblen en su visin tanextremadamente negativa del empresario, al que considera como una verdaderaplaga social7. Y que al encomendarse el manejo de la economa y de la poltica a

    esos dos tipos de organizaciones igualmente jerrquicas, centralizadas y discipli-narias, que son los partidos polticos y las empresas, no cabe sorprenderse queambas se acabaran coaligando para erigirse en el principal bastin de autoridadque somete a los individuos.

    Mientras las organizaciones empresariales se imponen en el mundo como n-cleos de poder que escapan al control de parlamentos y procesos electorales, lospolticos se ven cada vez ms impulsados a hacer las veces de gestores al serviciode tales organizaciones, ya que controlan la reglas del juego y, por ende, la llave de

    los negocios, porque a su vez la poltica constituye una pieza clave a la hora de esta-blecer un marco institucional propicio al negocio del capital transnacional, que pre-mia y castiga ahora la economa de los pases. La informacin anticipada sobre loscambios en la calificacin de terrenos, en las comunicaciones o en cualesquieraotros aspectos institucionales que alteran el valor de los patrimonios y las perspec-tivas de los negocios, se revelan como instrumentos clave de enriquecimiento y losempresarios estn dispuestos a pagar por ello. Tambin parece lgico que tras tanto

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    7. Vase SANTOS REDONDO, M. (1997), cap. 5.2. Veblen: el empresario como obstculo al progreso,p. 169-181.

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    proponer y fomentar un modelo de sociedad compuesto bsicamente por indivi-duos, empresas y partidos, se haya empobrecido y debilitado la intrincada red deinstituciones y relaciones sociales antes existentes, dificultando la construccin

    de alternativas, ya que estos mimbres condicionan el cesto resultante. Evidentemente,el exclusivo dominio de estos dos tipos de organizaciones jerrquicas y centraliza-das, jams podr conducir a una sociedad compuesta por individuos libres e iguales.Los individuos aparecen mayoritariamente encajados en uno u otro lugar de lascadenas de mando que despliega este tipo de organizaciones, multiplicndoselas relaciones asimtricas y segregando individuos dependientes, desiguales e inclu-so marginales. As lo atestigua la sobredimensin de la poblacin penal en losEEUU: el desmantelamiento del Estado de bienestar, que se ocupaba de paliar la

    pobreza que segrega la mquina econmica en funcionamiento, est dando paso ala expansin del Estado represivo-penal, como mutacin perfectamente previsi-ble en un panorama de creciente polarizacin econmica y social (Wacquant, 1999).

    La democracia, cuya implantacin cost en otro tiempo tantos sacrificios, seextiende ahora sin problemas por el mundo, con lo que se denota que resulta per-fectamente funcional a los poderes establecidos, si va acompaada de la elimina-cin de las trabas econmicas a la libre entrada de capitales y productos, facilitandoas la subordinacin de los pases a los dictados del capital transnacional (a la vez

    que se imponen barreras al libre movimiento de las personas). Con ello, el siste-ma poltico democrtico se desacredita, al tener que estar los gobiernos ms pen-dientes de practicar polticas acordes con los intereses del capital transnacional delque dependen, que de mantener sus promesas electorales. Hasta la capacidad decrear dinero y de endeudarse de los estados, que se situaba tiempo atrs a aos luzde las organizaciones empresariales, se ve ahora continuamente vigilada, limita-da y, llegado el caso, penalizada por stas. Pues son stas las que, en la era de laglobalizacin, manejan los recursos econmicos ms libremente y en cantida-

    des mayores que los estados, financian a los partidos polticos y los someten cadavez ms a sus dictados para facilitar sus negocios. Asistimos, as, a un despotismoque se dice democrtico y a un intervencionismo que se dice liberal. Los principioslibertarios de la utopa liberal estn siendo sacrificados en aras de organizacionesempresariales que, curiosamente, enarbolan ahora con oportunismo la bandera libe-ral para mejor acrecentar su poder sobre la mayora de los individuos. Y mientrastanto, la economa y la poltica continan entretenindonos con discursos que repro-ducen y desarrollan con prolijidad surrealista los viejos sistemas de razonamiento,

    con sus visiones contractualistas de la sociedad y con la soberana del consu-midor y del elector a la cabeza.

    III. Consecuencias, perspectivas y alternativas

    La especie humana como patologa terrestre

    Entre las creaciones de la mente humana que hoy gobiernan nuestra existencia des-taca cada vez ms la idea usual de lo econmico, con la convencin social del dine-ro que le da vida y sus afanes de crecimiento permanente, con evidente incidencia

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    en el territorio con sus recursos y calidades ambientales. El hecho de que las reglasdel juego econmico globalmente imperantes se muestren en franca contradic-cin con aqullas que caracterizan el comportamiento de la biosfera y sus ecosis-

    temas, induce a considerar a la especie humana como una patologa terrestre cuyosrasgos esenciales pasamos a sintetizar.

    Patologas del crecimiento: cuando el parsito invade al husped

    En efecto, en el marco de la llamada globalizacin, el objetivo generalizado delcrecimiento econmico promueve la progresiva explotacin y uso humano masi-vo de la biosfera, la corteza terrestre, la hidrosfera y la atmsfera, unidos a la expan-

    sin de asentamientos e infraestructuras, a ritmos muy superiores al del crecimientodemogrfico, que estn dejando huellas de deterioro territorial evidentes8, lo cualavala la consideracin antes mencionada de la especie humana como patologaparasitaria de la biosfera que devora, simplifica y deteriora el complejo entramadode ecosistemas y paisajes que haba llegado a tejer la vida evolucionada en la Tierra.

    Hern (1990), mdico de profesin, apreci una fuerte analoga entre las caracte-rsticas que definen los procesos cancergenos y la incidencia de la especie humanasobre el territorio, apoyndose en las similitudes observadas entre la evolucin de

    las manchas tumorales reflejadas en los escneres y las que recoge la cartografasobre la ocupacin del territorio. Este autor enumer las siguientes caractersticasde las patologas cancergenas:

    1. Crecimiento rpido e incontrolado.2. Indiferenciacin de las clulas malignas.3. Metstasis en diferentes lugares.4. Invasin y destruccin de los tejidos adyacentes.

    Analiz despus la relacin de estas caractersticas con el reflejo territorial delas tendencias incontroladas del crecimiento poblacional, econmico, etc.; con susconsecuencias destructivas sobre el patrimonio natural y cultural; con la extensinde los modos de vida y de gestin indiferenciados; con las metstasis que generala proyeccin del colonialismo de los estados primero y de las empresas transna-cionales despus, a travs de la globalizacin del comercio, las finanzas y losmedia. Como pasamos a ver seguidamente, las caractersticas mencionadas ofrecen,

    a mi juicio, un paralelismo todava ms concreto con el modelo territorial, urbanoy constructivo que se deriva de las reglas del juego econmico dominantes.Nuestro pas, pese a contar con una demografa estable o en regresin, ofrece

    un ejemplo modlico del crecimiento rpido e incontrolado, no slo econmicoen general, sino tambin urbanstico, con sus crecientes servidumbres territoriales,

    104 Manuscrits 22, 2004 Jos Manuel Naredo

    8. Ocupacin de los suelos de mejor calidad agronmica para usos extractivos, urbano-industriales eimplantacin de infraestructuras, reduccin de la superficie de bosques y otros ecosistemas natu-

    rales con gran diversidad biolgica e inters paisajstico, avance de la erosin, los incendios y laprdida de la cubierta vegetal, etc.

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    por extraccin de recursos, vertido de residuos e infraestructuras diversas, al que seunen los fenmenos paralelos de simplificacin extractiva y contaminante de los sis-temas agrarios o abandono y ruderizacin del medio rural, con el consiguiente

    deterioro del patrimonio natural observable en el paisaje. El trepidante crecimien-to de la urbanizacin viene espoleado, ms all de la demografa, por el insacia-ble afn de lucro de promotores y compradores, animado por un marco institucionalque privilegia la adquisicin de viviendas como inversin, que ha situado a nues-tro pas a la cabeza de Europa en porcentaje de viviendas secundarias y desocu-padas (Naredo [dir.] 2000 y 2003a). Espaa ejemplifica cmo, al extenderse portoda la poblacin el virus de la especulacin inmobiliaria, se est construyendo unpatrimonio inmobiliario sobredimensionado de escasa calidad y se est originan-

    do una burbuja especulativa cuyas dimensiones resultan cada vez ms amenazan-tes (Naredo, 2004b), a la vez que la ocupacin territorial por usos urbano-industrialesindirectos sigue un ritmo expansivo muy superior al de la urbanizacin directa, loque contribuye a situar el crecimiento de la ocupacin total muy por encima delcrecimiento demogrfico9.

    La indiferenciacin de las clulas malignas ofrece una clara similitud conel predominio planetario de un nico modelo constructivo: el que podramos lla-mar estilo universal, que dota a los edificios de un esqueleto de vigas y pilares (de

    hierro y hormign) independiente de los muros, por contraposicin a la arquitec-tura verncula (que construa los edificios como un todo indisoluble adaptado alas condiciones del entorno y utilizando los materiales de ste) (Naredo, 2000b).A la vez que la aparicin de metstasis en diferentes lugares encaja como anilloal dedo con la naturaleza del nuevo modelo de urbanizacin: el de la conurba-cin10 difusa (el llamado urban sprawl, que separa adems las distintas funcio-nes de la ciudad), por contraposicin a la ciudad clsica o histrica, mscompacta y diversa. Pero aqu ya no son los canales linfticos del organismo

    enfermo los que permiten la extensin de las metstasis, sino el viario y las redesque el propio sistema construye posibilitando su difusin hasta los lugares msrecnditos.

    Por ltimo, en lo que concierne a la invasin y destruccin de los tejidos adya-centes, hay que subrayar que las tendencias indicadas no ayudan a mejorar losasentamientos y edificios anteriores, sino que, en ausencia de frenos instituciona-les que lo impidan, los engullen y destruyen, para levantar sobre sus ruinas los

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    9. Por ejemplo, en el caso de la provincia de Madrid se ha constatado que entre 1957 y 1980 seduplic el requerimiento total de suelo por habitante (excluyendo el suelo de uso agrcola), y vol-vi a duplicarse entre 1980 y 1999, a la vez que aumentaron espectacularmente las exigenciasper cpita de energa y materiales. La mayor ocupacin de suelo por habitante se debe bsica-mente al aumento de la segunda residencia y de los usos indirectos (vertederos, actividades extrac-tivas, embalses, viario, suelo en promocin, etc.) que conlleva el fenmeno de la conurbacindifusa y de la continua construccin-destruccin de infraestructuras e inmuebles, a la vez quecrece la proporcin de viviendas y locales desocupados. As, el presente modelo de urbanizacinse revela, en Madrid, mucho ms consumidor de suelo, energa y materiales que el antiguo(NAREDO, 2003b).

    10. Trmino acuado por Patrick Geddes (1915), para designar esta nueva forma de urbanizacin,diferencindola de lo que antes se entenda por ciudades.

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    nuevos e indiferenciados modelos territoriales, urbansticos y constructivos.Destruyen los asentamientos alejados vacindolos de poblacin, de contenido ycondenndolos a la ruina. Y engullen a los asentamientos prximos al envolver-

    los en un volumen tal de nueva edificacin y de esquemas de vida metropolitanosque dejan como algo testimonial o caduco su antigua especificidad econmica,cultural o arquitectnica. A la vez que el estilo universal tiende a suplantar alpatrimonio inmobiliario preexistente, condenndolo a la demolicin para acre-centar el volumen construido siempre que la normativa lo permita. En este sentido,ya sealamos que Espaa es lder europeo en destruccin de patrimonio inmobi-liario11. Tambin las expectativas de urbanizacin contribuyen a desorganizar lossistemas agrarios prximos, a la vez que las demandas en recursos y residuos, en

    extracciones y vertidos, que plantea el modelo de urbanizacin imperante extien-den la huella de deterioro ecolgico hacia puntos cada vez ms alejados.El resultado conjunto de estas tendencias es la creciente exigencia directa en

    recursos naturales y territorio (y, por ende, en generacin de residuos), que acen-tan las servidumbres indirectas que tal modelo comporta, unidas a la evolucinsimplificadora y esquilmante de los propios sistemas agrario-extractivos. El tama-o y la velocidad de estas exigencias dan muestras de un comportamiento que serevela globalmente degradante, al expandirse a mayor tasa las servidumbres terri-

    toriales indirectas que tal modelo comporta (vertidos, actividades extractivas einfraestructuras diversas que se incluyen en la denominacin de sistemas gene-rales)12. Los procesos indicados estn produciendo el cambio de fase (Margalef,2004) en el modelo territorial, lo que denota la extensin de la dolencia descrita. Seest pasando de un mar de ruralidad o naturaleza poco intervenida con algunosislotes urbanos, hacia un mar metropolitano con enclaves de campo o naturalezacuyo deterioro se trata, en ocasiones, de proteger de la patologa en curso (con ladoble incidencia degradante no slo de los sistemas urbanos, sino tambin de los

    sistemas agrario-extractivos). Pero el modelo parasitario al que estamos haciendoreferencia se solapa con otros tambin propiciados por las reglas del juego econ-mico imperantes que merece la pena considerar.

    Patologas competitivas: cuando el enfrentamiento se impone sobre

    la cooperacin y la extraccin depredadora, sobre la produccin renovable

    Es un hecho hoy admitido que la simbiosis es el fenmeno que impuls la evolucin

    de la vida en la Tierra desde sus formas iniciales ms simples hacia la configuracinde los organismos y ecosistemas complejos que hoy componen la biosfera (Margulis,

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    11. En efecto, ms de la mitad del parque de viviendas existentes en 1950 ha desaparecido por demo-licin o ruina en nuestro pas, que cuenta con menor porcentaje de viviendas anteriores a 1940que Alemania. Este pas qued destruido por la Guerra Mundial, haciendo que el crecimiento eco-nmico del patrimonio inmobiliario fuera ms destructivo de lo que, en proporcin, lo fue la GuerraMundial en Alemania (NAREDO [dir.] 2000).

    12. La superficie destinada a sistemas generales ha venido creciendo en la Comunidad de Madrid

    durante los ltimos siete aos, con datos disponibles a una tasa media anual del 13%, mientrasque el suelo urbano y urbanizable lo haca a tasas medias del 2 y 3 % anual (NAREDO, 2003b).

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    2002 y 2003). De esta manera, ya hemos visto que la Tierra aparece como una pro-digiosa recicladora de materiales que trabaja apoyndose en la energa solar. Y tantola simbiosis como el reciclaje requieren un alto grado de diversidad biolgica, ya

    que los organismos no acostumbran a alimentarse de sus propios detritus, ni a sersimbiontes de s mismos. Sin embargo, hoy se divulga a los cuatro vientos que lacompetitividaddebe regir, y en buena medida rige, la vida econmica, a la vez que elinstrumental econmico al uso, no slo reduce la toma de informacin a una nicadimensin, la monetaria, sino que registra solamente el coste de extraccin y mane-jo de los recursos naturales, pero no el de reposicin, lo que favorece el crecientedeterioro del patrimonio natural, que no se tiene en consideracin en el proceso cuan-tificador. Los frutos de esta regla de valoracin sesgada, que permanece por lo comn

    indiscutida13

    , son el creciente abastecimiento del metabolismo econmico con cargoa la extraccin de recursos de la corteza terrestre y el esquilmo de los derivados dela fotosntesis, que va en detrimento de las verdaderas producciones renovables. Deesta manera, el metabolismo de la civilizacin industrial, a diferencia del corres-pondiente a la biosfera, se caracteriza por no cerrar los ciclos de materiales y porsimplificar o deteriorar drsticamente la diversidad propia de los ecosistemas natu-rales para aumentar las extracciones de determinados productos.

    As las cosas, la especie humana se ha erigido en la cspide de la pirmide de

    la depredacin planetaria. En la naturaleza, los depredadores suelen estar dotadosde mayor tamao y ms medios (dientes, garras) que sus presas: el pez grande secome al chico. Pero la especie humana, gracias a sus medios de intervencin exo-somtica, no slo es capaz hoy de capturar ballenas o elefantes, de talar bosquesenteros y de domesticar animales y plantas, sino que extiende hasta lmites sin pre-cedentes los usos agrarios, urbano-industriales y extractivos sobre el planeta, ascomo las infraestructuras y medios de transporte que los posibilitan. Las asime-tras en jerarqua y capacidad de control que suelen darse entre el depredador y la

    presa alcanzan, en el caso de la especie humana, no slo un cambio de escala, sinotambin de dimensin, al extender el objeto de las capturas al conjunto de los recur-sos planetarios, ya sean stos biticos o abiticos, lo que da pie a los modelos terri-toriales antes mencionados y a los smiles de parasitacin patolgica de la biosferaque comportan.

    La polarizacin social y territorial antes mencionada se produce no slo entrelas ciudades y el resto del territorio, sino, dentro de aqullas, entre barrios ricos yzonas desfavorecidas o sensibles y, ms all, entre los pases ricos y el resto del

    mundo, como ejemplifica la creciente brecha Norte-Sur. En el libro Extremadurasaqueada (J. M. Naredo, M. Gaviria y J. Serna [dirs.], 1978), aplicamos ya el mode-lo depredador-presa para ejemplificar la tendencia a ordenar el territorio en ncleosatractores de capitales, poblaciones y recursos y reas de apropiacin y vertido.Los grandes ncleos, como Madrid o Barcelona, no slo reciban los flujos netos

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    13. En NAREDO y VALERO (dirs.) (1999), se trata de suplir este vaco de reflexin, aportando y apli-cando el instrumental terico necesario para cuantificar el coste de reposicin del capital mineral

    de la Tierra, que ofrece el principal inputen tonelaje que alimenta al metabolismo econmicoactual.

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    de materiales y energa cuantificados en el libro14, sino que succionaban igual-mente tanto la poblacin como el ahorro de Extremadura y otras zonas abastecedorasperifricas o excntricas. En Naredo y Valero (dirs.) (1999) se aplica este

    modelo a escala planetaria, saldando el comercio de los pases ricos y calculandosu posicin deficitaria en tonelaje, que confirma su condicin de receptores netosde recursos del resto del mundo. Y esta entrada neta de recursos medida en trmi-nos fsicos, no se equilibra ya en trminos monetarios. No es la balanza de mercan-cas la que, por lo general, salda las cuentas de los pases ricos, sino el intercambiofinanciero, al ejercer estos pases como atractores del ahorro del mundo. De estamanera, los intercambios comerciales y financieros explican que, al igual queexiste un flujo de baja entropa que va desde el depredador hasta la presa, se obser-

    va tambin un flujo semejante que va desde el resto del mundo hacia los pasesricos, apoyado en el juego comercial y financiero descrito (vase tambin Naredo,2003a), lo cual testifica que el desarrollo es hoy un fenmeno posicional, en elque los pases ricos trascienden las posibilidades que les brindan sus propios terri-torios y sus propios ahorros, para utilizar los recursos (y los sumideros) disponi-bles a escala planetaria, por lo que no cabe generalizar sus patrones de vida y decomportamiento al resto de la poblacin mundial15. La existencia de pases ricos sevincula hoy al hecho de que otros no lo son, al igual que no cabe concebir la exis-

    tencia de depredadores sin la existencia de presas. No todos los pases pueden bene-ficiarse a la vez de una relacin de intercambio favorable, como tampoco todospueden ejercer como atractores del ahorro del mundo.

    En los libros de ecologa que estudian el modelo depredador-presa (Margalef,1992) se advierte que, a la vez que se produce, como consecuencia de las captu-ras, un flujo de energa y materiales desde la poblacin de presas hacia la de depre-dadores, ambas poblaciones muestran modelos demogrficos diferentes. En primerlugar, la esperanza de vida de las presas suele ser mucho menor que la de los depre-

    dadores. En segundo lugar, mientras en las presas la probabilidad de supervivenciacae desde edades muy tempranas, en los depredadores se mantiene alta hasta eda-des avanzadas en las que, al fin, se desploma bruscamente. En tercer lugar, las pre-sas son mucho ms prolficas que los depredadores y adems se reproducen durantela mayor parte de su vida, mientras que los depredadores tienden a hacerlo slodurante intervalos de edad mucho ms limitados.

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    14. En efecto, las ciudades son sistemas abiertos que se nutren de los recursos