jesucristo es el mismo ayer

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Juan Guillermo Ramírez Orozco. UCO Teología JESUCRISTO ES EL MISMO AYER, HOY Y SIEMPRE El título de este ensayo, encierra todo un significado para la Iglesia, y nosotros partícipes del misterio que es ella, y más si se piensa en la gran cantidad de escritos, material audiovisual que se ha elaborado con el fin de desvirtuar el misterio de Cristo y la Iglesia, que tratan de reducirlos a simples anuncios esperanzadores para el hombre y sus problemas. Como transfondo de todo anuncio se debe partir de que el Cristo que conocieron los Apóstoles, que predicaron, y que ha fundado el acontecer de la Iglesia en más de 20 siglos, es el mismo Cristo que hoy anunciamos muchos seres humanos, sin que exista una separación entre el Cristo apostólico y el Cristo de la Iglesia. Esta unidad existente entre el Cristo apostólico y el Cristo actual se enmarca dentro de varios aspectos que en ningún momento niegan su carácter histórico y divino, por el contrario, lo histórico y divino dan fuerza a la unidad que ha permanecido durante muchos siglos y que hoy algunos han querido negar, asignanando a Cristo el nombre de un personaje del común que la primera comunidad revistió de características divinas. Sin ir muy lejos y sin necesidad de elaborar un discurso fuertemente teológico se puede observar que Cristo hoy, para el hombre a través de su misterio nos muestra la imagen del Padre, él se nos muestra como misterio de redención y recapitulación con el fin de volvernos a nuestra situación de gracia primigenia.

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Page 1: Jesucristo es el mismo ayer

Juan Guillermo Ramírez Orozco. UCO Teología

JESUCRISTO ES EL MISMO AYER, HOY Y SIEMPRE

El título de este ensayo, encierra todo un significado para la Iglesia, y nosotros partícipes del misterio que es ella, y más si se piensa en la gran cantidad de escritos, material audiovisual que se ha elaborado con el fin de desvirtuar el misterio de Cristo y la Iglesia, que tratan de reducirlos a simples anuncios esperanzadores para el hombre y sus problemas. Como transfondo de todo anuncio se debe partir de que el Cristo que conocieron los Apóstoles, que predicaron, y que ha fundado el acontecer de la Iglesia en más de 20 siglos, es el mismo Cristo que hoy anunciamos muchos seres humanos, sin que exista una separación entre el Cristo apostólico y el Cristo de la Iglesia.

Esta unidad existente entre el Cristo apostólico y el Cristo actual se enmarca dentro de varios aspectos que en ningún momento niegan su carácter histórico y divino, por el contrario, lo histórico y divino dan fuerza a la unidad que ha permanecido durante muchos siglos y que hoy algunos han querido negar, asignanando a Cristo el nombre de un personaje del común que la primera comunidad revistió de características divinas.

Sin ir muy lejos y sin necesidad de elaborar un discurso fuertemente teológico se puede observar que Cristo hoy, para el hombre a través de su misterio nos muestra la imagen del Padre, él se nos muestra como misterio de redención y recapitulación con el fin de volvernos a nuestra situación de gracia primigenia.

Tanto ayer como hoy, la vida de Cristo es revelación del Padre: sus palabras y sus obras, sus silencios y sus sufrimientos, su manera de ser y de hablar. Jesús puede decir: “quien me ve a mí, ve al Padre (Jn 14,9), y el Padre: “este es mi Hijo amado; escuchadle (Lc 9,35). Nuestro Señor al haberse hecho hombre para cumplir la voluntad del Padre, nos manifestó el amor que nos tiene, incluso con los rasgos más sencillos de sus misterios.

Con la encarnación se revela el culmen del amor paterno, al mostrar al hombre el camino y la posibilidad que tenemos todos los seres humanos de acercarnos cada día a él a partir de nuestra situación concreta como hombres.

Page 2: Jesucristo es el mismo ayer

Juan Guillermo Ramírez Orozco. UCO Teología

Tanto ayer como hoy la vida de Cristo es Misterio de Redención: La redención nos viene ante todo por la sangre de la Cruz. Pero este misterio está actuando en toda la vida de Cristo: Ya en su encarnación porque haciéndose pobre nos enriquece con su pobreza; en su vida oculta donde repara nuestra insumisión mediante su sometimiento; en su palabra que purifica a sus oyentes; en sus curaciones y en sus exorcismos, por los cuáles “él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades” (Mt 8,17); en su resurrección, por medio de la cual nos justifica.

Tanto ayer como hoy la vida de Cristo es Misterio de Recapitulación. Todo lo que Jesús hizo, dijo y sufrió, tuvo como finalidad restablecer al hombre caído en su vocación primera

Toda la riqueza de Cristo es para todo hombre y constituye el bien de cada uno. Cristo no vivió su vida para sí mismo, sino para nosotros, desde su encarnación por nosotros los hombres y por nuestra salvación, hasta su muerte por nuestros pecados y en su resurrección para nuestra justificación. Con todo lo que vivió y sufrió por nosotros de una vez por todas, permanece presente para siempre ante el acatamiento de Dios a favor nuestro.

Por tanto quien piensa en Cristo, no puede elaborar una dicotomía entre el pasado, el presente y el futuro. Cristo, el mismo ayer, hoy y siempre, con su Misterio nos mostrará el amor del Padre, su plan de redención y su proyecto de vida nueva para el ser humano