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1 JAVERIANA REVISTA L a U n i v e r s i d a d e n d i á l o g o c o n e l m u n d o Laudato si’ El cuidado de la casa común

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1 revista Javeriana

JAVERIANAREVISTA

L a U n i v e r s i d a d e n d i á l o g o c o n e l m u n d o

Laudato si’El cuidado de la casa común

El 24 de mayo de 2014 fue promulgada la segunda encíclica del Papa Francisco, Laudato Si'. Un documento cuyo enfoque se resume en el revelador subtítulo “Sobre el cuidado de la casa común”. Este libro recoge las reflexiones alrededor del llamado del Sumo Pontífice desde diversas disciplinas. La Teología, Economía, Ecología, Comunicación y la Filosofía, entre otras, dialogan con la Encíclica y su mensaje para invitar a una profunda reflexión sobre la responsabilidad compartida de los habitantes del planeta Tierra en su deterioro, y su cuidado urgente.

“La Universidad y su responsabilidad en la construcción y transformación del mundo, la protección de la Tierra y la evolución de los valores sociales, culturales, políticos, económicos y ecológicos para bien de la dignidad humana, tiene una gran tarea con ‘El cuidado de la casa común’”.Luis Fernando Álvarez Londoño, S.J.

“Ante este grave deterioro ecológico global el Papa levanta su voz frente a la debilidad de las reacciones políticas: «Mientras tanto, los poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial, donde priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente»”. Alberto Múnera Duque, S.J.

“Entre tanto el Papa Francisco no pierde ocasión para seguir llamando a las personas, las naciones y las autoridades mundiales a asumir esta inmensa responsabilidad con La Tierra que para él es la responsabilidad con la Creación y la misma causa de la dignidad y de la vida. Por eso suele repetir lo que escuchó de un campesino: «Dios perdona siempre, los hombres a veces, pero La Tierra no perdona nunca»”.Francisco De Roux, S.J.

“El Papa aprovecha la autoridad moral y espiritual que le confiere su condición de Sumo pontífice no para imponer una doctrina única sobre un asunto fundamental, sino para abrir un diálogo con todos (creyentes de distintas confesiones, e incluso no creyentes) sobre algo que a todos nos afecta: el cuidado de nuestra casa común”. Diego Antonio Pineda Rivera

Laudato si’El cuidado de la casa común

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RectorJorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

Una publicación de la Fundación Escritores

DirectorLuis Fernando Álvarez Londoño, s.j.

GerenteLuz Stella Higuera de Alarcón

EditoraAna María Ocampo Cuesta

Diseño y diagramaciónMarly Rincón López

Consejo de RedacciónJaime Humberto Sierra González Luis Fernando Munera Congote, s.j. Jorge Alberto Restrepo Torres Roberto de la Vega VallejoMercedes Hernández Rincón

Fotografías portadaMarly Rincón LópezA partir de fotografías 123rf - Slide Depot

Impresiónjavegraf

Fundación EscritorEsPersonería jurídica nro. 3559

Director GeneralLuis Fernando Álvarez Londoño, s.j.

GerenteLuz Stella Higuera de Alarcón

Junta DirectivaJaime Humberto Sierra González Luis Fernando Munera Congote, s.j. Jorge Alberto Restrepo Torres Roberto de la Vega VallejoMercedes Hernández Rincón

OficinasCarrera 7 No. 37 - 25, piso 13 Edificio Lutaima1-3208320 Exts. 6200-6205www.revistajaveriana.orgrevista.javeriana@javeriana.edu.co

El presente libro reúne los artículos y reflexiones publicados en la Revista Javeriana Edición No. 818, ‘Laudato si’ El cuidado de la casa común’. Este número fue publicado en septiembre de 2015 por la Fundación Escritores y/o Revista Javeriana. En cumplimiento de las normas sobre propiedad intelectual, se reconoce y respeta la titularidad de terceros sobre los artículos acá compilados. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los autores.

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7. El cuidado de la casa común y el agua como derecho fundamental Luis Fernando Álvarez Londoño, s.j.

13. Moral cristiana al servicio de la humanidad Alberto Múnera Duque, s.j.

21. Laudato si’: un llamado al poder Cecilia López Montaño

23. El Papa de la Tierra Francisco de Roux, s.j.

27. La crisis del capitalismo César Attilio Ferrari, Ph.D.

43. Laudato si’ y crecimiento económico Ricardo Chica

59. La arquitectónica de la Encíclica Laudato si’ Alberto Parra, s.j.

Índice

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65. De un antropocentrismo despótico a una ecología integral: algunos comentarios en torno a la Encíclica Laudato si’, del Papa Francisco Diego Antonio Pineda Rivera

79. Un texto red Comunicación, cultura y tecnologías en la Encíclica Laudato si’ del Papa Francisco Germán Rey

87. Una lectura de la Encíclica Papal desde la Economía Ecológica: una defensa de la interdisciplinariedad y el pluralismo en la enseñanza de la economía Martín Bermúdez Urdaneta Duygu Avci

95. La sostenibilidad del desarrollo hecha encíclica Carlos Gustavo Cano

105. Perspectivas para una espiritualidad ecológica en la Encíclica Laudato si’ Antonio José Sarmiento Nova, s.j.

113. El sacramento de la reconciliación y la relación con el medio ambiente Padre Luis Bernardo Mur Malagón, sdb

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a Universidad y su responsabilidad en la construcción y transfor-mación del mundo, la protección de la Tierra y la evolución de los valores sociales, culturales, políticos, económicos y ecológicos para bien de la dignidad humana, tiene una gran tarea con “El cuidado de la casa común”.

La Universidad no puede ser indiferente al deterioro de “La casa común” y está llamada a reflexionar y dar respuestas inmediatas y concretas a las predicciones catastróficas que estan conduciendo al mundo a una casa que se asfixia, cada vez con más intensidad, por la contaminación del medio ambien-te y los cambios de la naturaleza y entrega. La Universidad y su compromiso con “El cuidado de la casa común” y con fundamento en las orientaciones del Papa Francisco en la Encíclica Laudato si’, nos permitirá construir un gran escenario en donde directivos, académicos, estudiantes y toda la comunidad universitaria, podremos sensibilizarnos y proceder frente a todos los proble-mas que preocupan a la humanidad: “El cuidado de la casa común”.

El cuidado de la casa común y el agua como derecho fundamental

Luis Fernando Alvarez Londoño, s.j.*

L

* Abogado de la Pontificia Universidad Javeriana, especialista en Derecho Internacional de la Universidad del Rosario. D.E.A. en Derecho Público de la Universidad de Paris. Magíster en Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Javeriana. Realizó estudios de Derecho Inter-nacional en la Academia de Derecho Internacional de La Haya, Universidad de Aristóteles en Tesalónica Grecia, Fundación Getulio Vargas de Río de Janeiro y Corte Interamericana de Derecho Internacional de San José de Costa Rica. Fue magistrado del Tribunal Andino de Justicia, director del Centro de Investigaciones Jurídicas de la Facultad de Ciencias Jurídicas, Miembro de Número de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, Conjuez de la Corte Constitucional. Embajador de Buena Voluntad de “Western Hemisphere Institute Security Cooperation" -Fort Benning, Georgia, EE.UU. Director de los posgrados de la Facultad de Ciencias Jurídicas, Vicerrector de Extensión y Relaciones Inte-rinstitucionales de la Pontificia Universidad Javeriana y Director de Revista Javeriana. Reelegido por la Sala Plena de la Corte Constitucional para ejercer como conjuez.

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Y un problema particularmente serio, dice el Papa Francisco en la Encíclica Laudato si’ es el agua: “Entre los pobres son frecuentes enfermedades relacio-nadas con el agua, incluidas las causadas por microorganismos y por sustancias químicas. La diarrea y el cólera, que se relacionan con servicios higiénicos y provisión de agua inadecuados, son un factor significativo de sufrimiento y de mortalidad infantil. Las aguas subterráneas en muchos lugares están ame-nazadas por la contaminación que producen algunas actividades extractivas, agrícolas e industriales, sobre todo en países donde no hay una reglamentación y controles suficientes. No pensemos solamente en los vertidos de las fábricas. Los detergentes y productos químicos que utiliza la población en muchos lugares del mundo siguen derramándose en ríos, lagos y mares”1.

Siendo el agua un recurso indispensable para la vida, los derechos sobre el agua deberían entenderse como auténticos derechos naturales. Ya el profesor Marienhoff lo ha expresado como el derecho a la sed, que genera un deber de permitir que todos tomen el agua que necesiten para apagar su sed, como expresión del derecho a la vida2. El agua tiene un valor básico como alimento insustituible y elemento de sanidad e higiene básicas, por lo tanto el acceso a una cantidad de agua potable suficiente debería ser asumido internacio-nalmente como un derecho humano de las personas y de las sociedades de manera colectiva3.

El reto para cada Estado hoy en día, está en su capacidad para formular un marco normativo que permita garantizar el acceso básico al agua y contener a los derrochadores del recurso como son los industriales y quienes tienen negocios agrícolas.

En relación con otros derechos4, el actual nivel de consumo y destrucción de los recursos hídricos será, más temprano que tarde, insostenible y afectará el pleno disfrute de derechos como la vida, la salud la vivienda, o el medio ambiente.

• Derecho al agua y derecho a la vida: los Estados deben adoptar medidas que garanticen condiciones mínimas de alimentación, abastecimiento de agua potable, vivienda digna, salubridad e higiene. • Derecho al agua y el derecho a la salud: es indudable la estrecha relación entre la salud y la satisfacción de necesidades básicas como el acceso al

1. Papa Francisco. Carta Encíclica Laudato SI sobre el cuidado de la casa común. La cuestión del agua, numeral 29. Roma 24 de mayo de 2015.

2. Marienhoff, Miguel. Régimen y legislación

3. García, Aniza. El Derecho Humano al Agua. Editorial Trotta, S.A, 2008. Madrid. Pag 19

4. Tomado del Capítulo Razones del Derecho al Agua, del texto El Derecho Humano al Agua de Aniza García. Editorial Trotta. Pags 24 - 51

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agua potable. El origen del 85% de las enfermedades humanas en los países pobres, tiene que ver con la escasez o mala calidad del agua. El pnud afirma que la privación de agua limpia y saneamiento básico destruye más vidas que cualquier guerra o acto terrorista.

• Derecho al agua y del derecho a la vivienda: el Comité de Derechos Económicos y Sociales, ha establecido que una vivienda adecuada debe tener ciertos servicios para la salud, la seguridad, la comodidad y la nutrición, y todos los beneficiarios del derecho a una vivienda adecuada deben tener acce-so permanente a recursos naturales y comunes; a agua potable; a energía para la cocina, la calefacción y el alumbrado; a instalaciones sanitarias y de aseo, de almacenamiento de alimentos, de eliminación de desechos, de drenaje, y a servicios de emergencia.

• Derecho al agua y el derecho a la propiedad: el derecho de propiedad que tiene una función social, no puede ser concebido de manera absoluta e ilimi-tada, menos aún, cuando ello represente un riesgo para el ejercicio de otros derechos fundamentales, especialmente aquellos vinculados a la satisfacción de necesidades básicas.

• Derecho al agua y derecho a un medio ambiente sano: el derecho a un medio ambiente sano conlleva la necesidad de velar por el suministro adecua-do de agua limpia potable, la creación de condiciones sanitarias básicas, y la prevención y reducción de la exposición de la población a factores ambienta-les perjudiciales que afecten su salud.

• Derecho al agua y el derecho al desarrollo: la finalidad primordial del derecho al desarrollo es una vida digna; por lo tanto, el acceso a una cantidad de agua potable suficiente constituye un elemento fundamental del mismo y el acceso universal a los servicios básicos de agua y saneamiento, debe quedar garantizado.

El Relator Especial, El Hadji Guissé, ha señalado en el informe de 2002, que el acceso al agua como derecho humano está relacionado con otros derechos como el derecho a la paz (la falta de gua potable y saneamiento básico genera focos de tensión y conflictos en el mundo); con el derecho a la libre determi-nación (el Estado puede ejercer, en nombre de su pueblo y en su beneficio, el derecho a la libre determinación sin injerencia injustificada, sobre el conjunto de los recursos y riquezas naturales que se encuentran bajo su jurisdicción, por lo tanto se debe poner a disposición del pueblo, agua de calidad y canti-dad suficientes y en las mejores condiciones de explotación); el derecho a la educación (en las regiones áridas o semiáridas, la satisfacción de las necesida-des básicas exige que las mujeres y las niñas, recorran largas distancias para

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llegar al punto de agua más cercano, y esta situación les impide asistir a la escuela); los derechos culturales (los significados simbólicos atribuidos al agua en muchas tradiciones populares, la convierten en un bien precioso)

En relación con los instrumentos internacionales, el derecho al agua se encuentra implícitamente reconocido en varios textos legales. La Carta Euro-pea del Agua, de 1968, declara que este recurso es indispensable a la vida humana. La Declaración de Estocolmo de la Conferencia de Naciones Uni-das sobre el Medio Ambiente Humano, en 1972, contempló como principio la necesidad de preservar el agua. Igualmente de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 y del Pacto Internacional de Derechos Econó-micos, Sociales y Culturales, y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, se desprenden disposiciones que están íntimamente relacionadas con el agua, porque sin agua muchos de los derechos reconocidos en estos instrumentos, no tendrían sentido y carecerían de efecto .

El derecho humano al agua se ha reconocido de manera explícita en varios documentos internacionales. En primer lugar se destaca, desde el año de 1977, el preámbulo de la Declaración de Mar de Plata de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua.

La Declaración de Dublín sobre el Agua y el Desarrollo Sostenible, de la Conferencia Internacional sobre el Agua y el Medio Ambiente de 1992 , la Declaración de Rio de 1992, la Declaración de Ámsterdam (1992), la de Cen-troamérica del Agua de 1998; así, también, hay un buen número de Conven-ciones, Protocolos y Resoluciones de diversas entidades supranacionales. Con esto se puede ver que hay una importante tendencia para que se consagre de manera clara, el derecho al agua para que se facilite su reconocimiento en las Cartas Políticas de los Estados .

En el año 2002, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, adoptó una Observación General –la número 15, que pone fin a un período de incertidumbre sobre el estatus del derecho al agua entre los derechos fundamentales protegidos por ese Pacto. El derecho al agua quedó incluido dentro del campo de los derechos humanos a la salud, al nivel de vida y a la alimentación, que reconoce el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Desde entonces el derecho al agua se reconoce como un derecho fundamental, pues es indispensable para implementar el “derecho a un nivel de vida suficiente”.

El Comité de Derechos Económicos Sociales y Culturales ha precisado, en la mencionada Observación, que en cualquier circunstancia, es obligación del Estado garantizar la efectividad del derecho y, en consecuencia, los siguientes

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factores: i) la disponibilidad de agua, es decir, la garantía de un abastecimiento continuo y suficiente para los usos personal y doméstico; ii) el acceso, tanto físico, como económico, al agua, la no discriminación y el acceso a la infor-mación; y iii) la calidad del agua, pues no debe ser contener microorganismos o sustancias que amenacen la salud.

Así, el Estado tiene la obligación de asegurar, por lo menos, la satisfacción de los niveles esenciales mínimos del derecho humano al agua, esas obligaciones básicas son:

a) asegurar el acceso a una cantidad mínima esencial de agua que sea sufi-ciente y salubre para uso personal y doméstico a los fines de prevenir las enfermedades;

b) asegurar el derecho al acceso al agua, y a instalaciones y servicios hídricos sobre una base no discriminatoria, especialmente para grupos en inferioridad de condiciones o grupos marginales;

c) asegurar el acceso físico a instalaciones o servicios hídricos que propor-cionen agua suficiente, salubre y regular; que tengan un número suficiente de sub-distribuidores de agua para evitar largos períodos de espera prohibitivos, y que estén a una distancia razonable de la vivienda;

d) asegurar que la seguridad personal no se vea amenazada cuando se acceda físicamente al agua;

e) asegurar una asignación equitativa de todas las instalaciones y servicios hídricos disponibles;

f) adoptar e implementar una estrategia hídrica nacional y un plan de acción dirigido a toda la población; la estrategia y plan de acción deben estar diseña-dos y periódicamente revisados sobre la base de un proceso de participación y transparencia; debe incluir métodos tales como indicadores del derecho al agua y patrones de referencia, a través de los cuales se pueda monitorear de cerca el progreso; el proceso por el cual la estrategia y el plan de acción son diseñados, así como también su contenido debe poner particular atención en todos los grupos en desventaja o marginados;

g) monitorear el grado de realización, o no realización del derecho al agua;

h) adoptar programas hídricos de costo relativamente bajo para proteger a los grupos vulnerables y marginados;

i) tomar medidas para prevenir, tratar y controlar enfermedades relacionadas con el agua, en particular asegurar el acceso a un saneamiento suficiente .

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i algo ha caracterizado al cristianismo desde sus inicios es la oferta moral que entrega a la humanidad como carta de presentación del origen divino de su aparición en la historia a partir de la persona del Señor Jesucristo, Dios humanado.

De la incorporación de Dios a la historia humana, al planeta Tierra y al uni-verso material en la persona de Jesucristo, se sigue ante todo la dignificación trascendente de toda la creación y en particular de toda persona y de toda realidad humana. Ya por la creación, toda la realidad de este mundo estaba dignificada por ser Dios su autor generoso. La trascendencia de esta dignidad se acrecienta por la humanización y creaturización de Dios en Jesucristo.

La moral tiene por objeto la consideración del comportamiento de cada ser humano frente a sus congéneres y al mundo circundante, a esta casa que es el hábitat de todos nosotros. La moral cristiana primeramente interpreta al ser humano y a la realidad entera de este mundo desde la comprensión de su dignidad trascendente adquirida por la creación divina y por la encarna-ción de Dios en Jesucristo. Y a partir de tal interpretación la moral cristiana analiza críticamente los fenómenos de las relaciones entre los miembros de

Moral cristiana al servicio de la humanidad

Alberto Múnera Duque, s.j.*

S

* Doctor en Teología, Universidad Gregoriana, Roma con especialidad en Teología Moral; Doctor en Filosofía y Letras, Pontificia Universidad Javeriana. Ha ejercido la docencia teológica en la Universidad Javeriana por más de 40 años, donde además fue decano de las Facultades de Educación y Teología, y de la Facultad de Postgrados en Estudios Interdisciplinarios. Ha escrito varios libros y sus aportes se reconocen en diversas áreas teológicas en materia de la Moral Fundamental, la Bioética, la Sexualidad y la Moral Social, Política y Económica. Así mismo, fue el Fundador de la Emisora Javeriana Estéreo.

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la humanidad y de ellos con el mundo en que residen, para valorarlos en términos morales a la luz de la fe en que se fundamenta y proponer lo que considera ser el camino correcto para proceder según la recta conciencia y según el consecuente responsable ejercicio de la libertad.

La Encíclica Laudato sí’ del Papa Francisco constituye un precioso aporte de la moral cristiana a la humanidad como mundialmente se va reconociendo a medida que es conocida por individuos y sociedades.

El Papa jesuita latinoamericano ha sido marcado indiscutiblemente por la Teología propia de nuestro continente, la controvertida Teología de la Libe-ración. Y tanto en los contenidos de sus enseñanzas como en el método que utiliza, se hacen evidentes los influjos del ambiente conceptual en que se desarrolló su formación y su ministerio pastoral en América Latina antes de haber sido elegido Obispo de Roma y cabeza del Colegio de Obispos de la Iglesia Católica.

La Teología de la Liberación se caracteriza, ante todo, por el lugar teológico en que se ubica y el objetivo claro de sus propuestas. Y por los tres momen-tos metódicos de elaboración del pensamiento que se hacen perfectamente perceptibles en el desarrollo del discurso establecido para el logro de dicho objetivo.

La Teología de la Liberación se ubica en el lugar teológico que son los empobrecidos, los excluidos, los oprimidos, los vulnerables, los esclavizados en todo sentido por las fuerzas económicas, políticas, culturales, sociales, comunicacionales de los poderosos tanto de sectores geográficos como de países, instituciones, estructuras, ideologías, sistemas y personajes concretos. Es lugar teológico porque Dios está de parte de ellos y no de los poderosos, tal como lo demostró una vez hecho carne en Jesucristo durante su perma-nencia en la historia humana. El lugar de Dios son los pobres, por eso ellos son lugar teológico. Y el objetivo del análisis moral que pretende el Papa es la liberación de todas las esclavitudes, inequidades e injusticias generadas por decisiones egoístas de la libertad humana en beneficio propio y perjuicio de los semejantes.

Tanto la Teología de la Liberación como el Papa Francisco asumen como ubi-cación para su discurso este lugar teológico no por posicionamiento de una corriente teológica sino porque es la perspectiva propia del Señor Jesucristo y de su Evangelio.

Es evidente que el Papa Francisco en todo su magisterio y muy especial-mente en esta Encíclica procede a su discurso desde los pobres como lugar

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teológico. Y desde allí aplica el método propio de la teología latinoamericana: se comienza con un profundo análisis de la realidad instrumentado con el aporte de las ciencias, para luego iluminarlo con la luz de la Revelación con-signada en la Sagrada Escritura, principalmente en el Nuevo Testamento; de manera que se cuente con elementos teológicos para abordar las causas de los fenómenos analizados y se pueda ofrecer soluciones que permitan volver a la realidad para transformarla en el sentido dispuesto por la voluntad de Dios sobre ella, la liberación de la injusticia.

Estos son los momentos de la Encíclica claramente evidenciados en los títu-los de sus capítulos:

► Capítulo primero: Lo que está pasando a nuestra casa. (Análisis de realidad).

► Capítulo segundo: El Evangelio de la creación. (A la luz de la Revelación).

► Capítulo tercero: Raíz humana de la crisis ecológica. (Causas de los fenómenos).

► Capítulo cuarto: Una ecología integral. (Propuesta genérica de solución).

► Capítulo quinto: Algunas líneas de orientación y acción. (Propuestas concretas).

► Capítulo sexto: Educación y espiritualidad ecológica. (Mecanismo fundamental para la transformación de la realidad analizada).

En el primer capítulo el Papa profundiza en el análisis de las siguientes rea-lidades: 1. La contaminación y el cambio climático. 2. La cuestión del agua. 3. La pérdida de la biodiversidad. 4. El deterioro de la calidad de la vida humana y degradación social. 5. La inequidad planetaria. 6. La debilidad de las reacciones. 7. La diversidad de opiniones.

Los tres primeros aspectos analizados son evidentes y universalmente consi-derados como factores gravemente afectados por la acción humana. Pero es bien novedoso cómo el Papa penetra hondamente en el perjuicio de la eco-logía humana para detectar el deterioro de la calidad de vida y la degradación de las relaciones de las personas hasta generar violencia, todo ello a partir de elementos propios del agobiante desarrollo urbano y de los omnipresentes impulsos de la tecnología, aspectos propios del desastre ecológico que padece el planeta.

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Situado en los pobres como lugar teológico, percibe el impacto doloroso que en ellos producen los daños ecológicos generados por las minorías confor-madas por los poderosos. Soluciones propuestas por estos como el control demográfico resultan cínicas en una cultura del desperdicio de alimentos y del consumo desmedido de recursos. Esto genera una deuda ecológica entre Norte y Sur por la explotación de recursos naturales sin justo retorno de beneficios y más bien el aumento de perjuicios para las regiones geográficas explotadas. Esta perspectiva de relación intrínseca entre Ecología Natural y Ecología Social es lo que analiza el Papa en el aparte dedicado a la inequidad planetaria.

Ante este grave deterioro ecológico global el Papa levanta su voz frente a la debilidad de las reacciones políticas: “Mientras tanto, los poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial, donde priman una espe-culación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente” (56). Esto el Papa lo considera gravemente inmoral.

En el segundo capítulo, el Papa justifica la mirada religiosa del problema ecológico porque considera que “la ciencia y la religión, que aportan dife-rentes aproximaciones a la realidad, pueden entrar en un diálogo intenso y productivo para ambas” (62). Y añade: “Por otra parte, si bien esta Encíclica se abre a un diálogo con todos, para buscar juntos caminos de liberación, quiero mostrar desde el comienzo cómo las convicciones de la fe ofrecen a los cristianos, y en parte también a otros creyentes, grandes motivaciones para el cuidado de la naturaleza y de los hermanos y hermanas más frágiles” (64). Y ofrece a continuación referencias de la sabiduría bíblica del Antiguo Testa-mento sobre la responsabilidad humana con respecto al cuidado de la tierra, al valor de cada ser prioritariamente frente a su utilidad, a la importancia de las relaciones de las personas, a la conveniencia del equilibrio y equidad entre el beneficio humano y el cuidado de los bienes naturales.

La fe afirma la creación del mundo por Dios. Esta propuesta de la revelación divina consignada en la Biblia, sustenta el valor y dignidad de toda la realidad mundana, a la vez que desmitifica la naturaleza. Y “un mundo frágil, con un ser humano a quien Dios confía su cuidado, interpela nuestra inteligencia para reconocer cómo deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder” (78).

Muy en conformidad con su aprecio a San Francisco de Asís, y a San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús a quien las flores le hablaban muy alto de Dios, dedica el Papa un numeral al “mensaje de cada criatura en la armonía de todo lo creado” en el que reproduce parte del conocido himno de San Francisco cuyo inicio es el título de la Encíclica. Pero reconoce el Papa que las

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criaturas todas tienen por dueño a Dios, aunque el ser humano por voluntad divina posee frente a todas ellas una preeminencia que le confiere su dignidad suprema compartida por todos y todas contra la pretensión de inequidad y de prevalencia de derechos de algunos frente a otros (91 y 92). El destino común de todos los bienes para ser disfrutados por todos los miembros de la humanidad, es principio fundamental propuesto por nuestra fe en razón de lo anterior (93 a 95).

Finalmente el Papa ilustra, con la fe cristiana expresada en el Nuevo Testa-mento y fundada en la humanización de Dios en Cristo, el valor intrínseco de toda la creación y su dignidad suprema. La glorificación de lo humano en Cristo por su resurrección señala igualmente el destino final maravilloso de todo lo creado.

En el capítulo tercero, el Papa se extiende en el análisis de la tecnología como creatividad y poder que pueden generar destrucción ecológica por la globalización del paradigma tecnocrático que suele ejercer su poderío sobre la economía y la política con perjuicio de la equidad. Hasta la fragmentación de los saberes, como se trabaja actualmente en la Universidad, puede llevar a “perder el sentido de la totalidad” en las soluciones que excluyen a los pobres (110). Todo esto invita a “la urgencia de avanzar en una valiente revolución cultural” (114).

Luego analiza la crisis y consecuencias del antropocentrismo moderno que desemboca en relativismo práctico. Destaca allí, también, la necesidad de pre-servar el trabajo como medio de sostener la creación con una economía que con el empleo “favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial” frente a unas economías de escala que generan monopolios y destrucción del trabajo de las miniempresas productivas propias de los pobres (129).

El Papa analiza la intervención humana en la mutación genética de vegetales y animales y pondera sus beneficios aunque detecta los efectos negativos sobre todo los que inciden en perjuicio de los pobres que no tienen acceso a la tec-nología biológica. Todo esto implica gravísimos aspectos éticos de toda índole.

El capítulo cuarto lo dedica a proponer una ecología integral cuyos apartes desarrollan los siguientes aspectos: 1. Ecología ambiental, económica y social, donde el Papa señala la interacción entre los ecosistemas y entre los diver-sos mundos de referencia social. 2. Ecología cultural. 3. Ecología de la vida cotidiana. 4. El principio del bien común. 5. Justicia entre las generaciones. Tratando estos temas, el Papa muestra la gran altura de su concepción global de la ecología, que trasciende el simple cuidado del medio ambiente para mostrar la relación intrínseca, inevitable y absolutamente exigente de atención

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de todos los aspectos implicados en el bienestar del ser humano y de la socie-dad: la ecología humana total, valiosa novedad desarrollada por el Papa, que atrevida y justamente incluye mucho más de lo que normalmente tratan las entidades y los encuentros nacionales e internacionales referidos a la ecología.

En el capítulo quinto, el Papa enuncia algunas líneas de orientación y acción que centra en cinco temas: 1. El diálogo sobre el medio ambiente en la polí-tica internacional. 2. El diálogo hacia nuevas políticas nacionales y locales. 3. El diálogo y transparencia en los procesos decisionales. 4. Política y economía en diálogo para la plenitud humana. 5. Las religiones en el diálogo con las ciencias.

Con gran precisión, el Papa se refiere en este capítulo a los diálogos interna-cionales que han asumido la temática del ambiente, los que aprecia mucho pero critica severamente en cuanto no han sido suficientes para la toma de decisiones efectivas en los temas allí tratados con indiscutible competencia. Descubre aquí el Papa las incoherencias de la política y la economía: “lo que no se afronta con energía es el problema de la economía real, la que hace posible que se diversifique y mejore la producción, que las empresas funcio-nen adecuadamente, que las pequeñas y medianas empresas se desarrollen y creen empleo” (189). Y añade: “El ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover adecua-damente. Una vez más, conviene evitar una concepción mágica del mercado, que tiende a pensar que los problemas se resuelven sólo con el crecimiento de los beneficios de las empresas o de los individuos” (190). Y concluye: “Para que surjan nuevos modelos de progreso, necesitamos ‘cambiar el modelo de desarrollo global’, lo cual implica reflexionar responsablemente ‘sobre el sentido de la economía y su finalidad, para corregir sus disfunciones y dis-torsiones’” (194).

Finalmente expresa que “El principio de maximización de la ganancia, que tiende a aislarse de toda otro consideración, es una distorsión conceptual de la economía” (195). Según el Papa, “es ingenuo pensar que los principios éticos puedan presentarse de un modo puramente abstracto, desligados de todo contexto, y el hecho de que aparezcan con un lenguaje religioso no les quita valor alguno en el debate público” (199). La moral cristiana propuesta es una apoyo legítimo al bien social común.

El sexto capítulo, que el Papa dedica a la educación y espiritualidad ecológicas como camino fundamental para llegar a soluciones sostenibles, habla de: 1. Apostar por otro estilo de vida. 2. Educar para la alianza entre la humanidad y el ambiente. 3. Conversión ecológica. Estos tres aspectos son propuestas evidentes frente a la problemática considerada en los análisis anteriores.

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Los subsiguientes temas, propios de la específica espiritualidad cristiana son descritos por el Papa como elementos que pueden fortalecer el apoyo de la religión a la gran causa ecológica: 4. Gozo y paz, donde habla de una feliz sobriedad como estilo de vida cristiana. 5. Amor civil y político, donde se refiere a la fraternidad universal que nos viene de Dios Padre de todos noso-tros, lo que lleva a un amor social y a una cultura del cuidado que impregne a toda la sociedad. 6. Signos sacramentales y descanso celebrativo: lugar específico de la vivencia cristiana cuyos signos son elementos de la naturaleza, que para el cristianismo son puestos para significar realidades trascendentes como ocurre con el agua del Bautismo, el aceite en las unciones del Bautismo, de la Confirmación, del Orden sagrado y la de los enfermos, el pan y el vino en la Eucaristía. En el descanso dominical se incorpora el valor ecológico el descanso y de la fiesta. 7. La Trinidad y la relación entre las criaturas, lugar en que el Papa muestra la presencia divina de Dios Trino en todas las cosas pero especialmente en el ser humano. 8. María, la Madre del Señor Jesús, reina de todo lo creado por haber sido glorificada en su humanidad como la de su Hijo divino, que muestran el destino final de toda la creación material y espiritual. 9. Más allá del sol: el Papa se refiere a este destino final mientras seguimos cuidando de nuestro mundo.

He querido mostrar en esta apretada síntesis de los temas tratados por el Papa en su extensa Encíclica, cómo implica los principios fundamentales de la Moral cristiana que provienen de nuestra fe fundada en la revelación plena de Dios cuando se hizo humano en Jesucristo y dio así sentido al ser y que-hacer de las personas y estableció el valor de todas las cosas y el compromiso de la humanidad con su casa, el mundo que Dios mismo nos regaló con su creación. Se trata de una Moral contextualizada en el proceder teológico propio de América Latina centrado en su lugar teológico que son los pobres, y elaborada con la metodología propia de la Teología de la Liberación como creo que queda suficientemente manifiesto en el recorrido sintético que he querido presentar .

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uando sectores progresistas del mundo clamaban por un análisis del poder que se ejerce en el mundo, por un cuestionamiento a su forma de proceder, ese duro reclamo proviene de quien menos se esperaba, del Papa Francisco. Varias razones podrían explicar la sorpresa de muchos frente al contenido de su Encíclica Laudato si’.

En primer lugar, hoy cuando la juventud marca el destino, cuando no se reconoce la capacidad de los mayores, cuando solo se espera que las grandes preguntas sobre la humanidad provengan de la creatividad de las nuevas generaciones, es el Papa, un hombre de 78 años, quien plantea las preguntas más duras a quienes ostentan el poder en el mundo. En segundo lugar, esta postura de la Iglesia Católica sobre la economía, sobre el medio ambiente, sobre el costo del dominio egoísta de unos pocos, sorprendió a muchos acostumbrados a ver a sus pastores religiosos ocupados solamente en temas relacionados con la religión.

Es tan impactante, tan oportuno el contenido de la Encíclica del Papa Fran-cisco, que aún faltan muchos análisis para que se comprenda la magnitud real

Laudato sí ’ : un llamado al poder

Cecilia López Montaño*

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* Economista de la Universidad de los Andes, con Maestría en Demografía, y post-grado en Economía de la educación. Se ha desempeñado como Directora del Seguro Social, directora de prealc, oit, Embajadora de Colombia en los Países Bajos, Ministra de Agricultura, Ministra de Medio Ambiente, Directora de Planeación Nacional y Senadora de la República. Ha sido consultora para organizaciones de desarrollo internacional, incluyendo unicef, pnud, ippf, el Banco Mundial, bid y cepal. Escritora y columnista cuyo amplio rango de temas van desde macroeconomía y género, hasta políticas de desarrollo social a escala rural, seguridad social, globalización, modelos de desarrollo, políticas regionales, entre otros.

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de su llamado. Parte del tema que conmueve a jóvenes y niños en el mundo y a quienes analizan seriamente la relación entre el presente y el futuro de la humanidad, es el medio ambiente. Probablemente su reflexión más contun-dente es la siguiente: “Nadie pretende volver a la época de las cavernas, pero sí es indispensable aminorar la marcha para mirar la realidad de otra manera, recoger los avances positivos y sostenibles, y a la vez recuperar los valores y los grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano”.

Lo que más impacta son sus críticas a la apatía de quienes ostentan el poder: recriminaciones a políticos y empresarios por reaccionar “con lentitud” al desafío de las energías renovables, mientras que en la sociedad civil sí se ha generado un gran debate. Critica la privatización del agua, un derecho “huma-no básico, fundamental y universal” que “determina la supervivencia de las personas”. Llama a “limitar al máximo el uso de recursos no renovables, moderar el consumo, maximizar la eficiencia del aprovechamiento, reutili-zar y reciclar”. Asegura que “los más graves efectos de todas las agresiones ambientales los sufre la gente más pobre” y habla de “una verdadera deuda ecológica entre el Norte y el Sur”.

Pero sin duda estremece a quienes les envía esta pregunta: “¿Para qué se quiere preservar hoy un poder que será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario?”. Además, la siguiente afirmación es contundente y parece dirigida a las élites colombianas: “Se requiere de la política una mayor atención para prevenir y resolver las causas que pueden originar nuevos conflictos”. Y agrega: “Pero el poder conectado con las finanzas es el que más se resiste a ese esfuerzo, y los diseños políticos no suelen tener amplitud de miras”. ¿Cómo se sentirán los dueños del poder en Colombia que son tan pocos?

No se salvan los economistas que han dominado las decisiones públicas en nuestro país y en general en el mundo. Afirma el Papa Francisco: “La política no debe someterse a la economía”, “y esta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana”.

Estos planteamientos son tan solo el abre bocas para el llamado más trascen-dental que se ha hecho hasta ahora. Cómo estará de confundida Colombia, como serán de ciegos sus líderes, que en este país no se le ha dado a la Encí-clica Laudato sí’ el debate que se merece .

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a Encíclica Laudato si’, sobre ‘El cuidado de la casa común’, es la primera vez que un Papa se dirige personalmente a cada habitante del planeta. El texto toma el título del Cántico a las creaturas, de Francisco de Asís: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre Tierra”. El Papa Francisco ha sido insistente en el tema. En la

homilía inaugural de su pontificado llamó a proteger la creación; en el primer encuentro con diplomáticos señaló la relación entre la paz y el cuidado de la Tierra.

En Brasil instó a los obispos a proteger la Amazonía contra la codicia. A los campesinos los invitó a no maltratar la Tierra; y reunió a los recicladores para agradecerles el cuidado del planeta. En mayo pasado pidió que nos arrepin-tiéramos por el mal hecho a la creación. En octubre, ante organizaciones de base, criticó al sistema económico, que ataca a la naturaleza para mantener niveles frenéticos de consumo; y advirtió que la creación no nos pertenece y no es propiedad privada de las minorías que tienen capital, sino un don mara-villoso de Dios para ser cuidado en beneficio de todos. En su reciente visita a América Latina ha vuelto a tomar el tema con fuerza, ha criticado fuertemen-te al sistema económico que destruye la naturaleza y ha pedido a los pueblos originales del continente que nos ayuden a todos a proteger la Madre Tierra.

El Papa de la Tierra

Francisco de Roux, s.j.*

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* Teólogo y filósofo de la Pontificia Universidad Javeriana, con una maestría en Economía de la Universidad de los Andes. En 1975 se ordenó como sacerdote de la comunidad Jesuita. Fue el director del Centro de Investigación y Educación Popular (cinep), donde lideró proyectos en pro de poblaciones desplazadas, y se le reconoce por impulsar salidas concertadas a los conflictos por la tierra. En 1995 fundó el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio (pdpmm). En la actualidad está vinculado con temas de paz y está a la cabeza de la comunidad Jesuita en Colombia.

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Francisco amplía así un pensamiento que une la protección del medioam-biente con la ecología humana, como lo enseñaron Juan xxiii, Paulo vi, Juan Pablo ii y Benedicto xvi. Sabe que su texto va a incomodar a grandes multinacionales de la minería, el petróleo, la agroindustria y el impulso al consumismo, que sostienen la hipótesis de que es el planeta el que genera en sus ciclos el calentamiento global.

El Papa no entra en el debate que se inició cuando circularon los primeros borradores de la Encíclica. Se apoya, entre otros, en la Royal Society, la pres-tigiosa institución científica de Inglaterra, y en los 800 expertos del Intergovern-mental Panel on Climate Change, para señalar la seria responsabilidad humana en la concentración de dióxido de carbono, el basurero mundial de desechos, la destrucción de miles de especies, la crisis del agua y el efecto perverso sobre los pobres del mundo y sobre las generaciones futuras, e invita a que, por estas causa humanas, asumamos las tareas que nos competen.

El documento papal salió en el momento oportuno: en vísperas de la Tercera Conferencia para Financiamiento del Desarrollo, en Adís Abeba, que tuvo lugar en julio. En los preparativos de la Asamblea General de la onu en metas de desarrollo para el 2030, y antes de la Conferencia de París de Cambio Climático que tendrá lugar en diciembre. Francisco quedó insatisfecho con la Conferencia de Lima: “Me defraudó por la falta de coraje. Esperemos que en París sean más decididos”, dijo a los periodistas en el vuelo a Manila, el pasado enero.

La Encíclica se va al fondo del problema: a partir de un recorrido por la crisis ecológica, apoyado en elementos científicos, toma la tradición judeocristiana y los aportes de las otras religiones para dar una mirada espiritual, e intenta llegar con libertad y valor a las raíces de la situación actual para abrirse al diá-logo. Su entrada es tan fuerte que la prensa europea consideró que ponía en un nivel nuevo, ético, político y económico, el problema ecológico.

La Encíclica critica directamente al sistema tecnológico, financiero y econó-mico que se ha establecido a nivel mundial e invita a buscar otro modo de entender la economía y el progreso. Los puntos críticos podemos resumirlos así: el actual modelo mundial es insostenible pues ha dejado de pensar en los fines de la acción humana, y una minoría se cree con el derecho a con-sumir en una proporción que sería imposible generalizar porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo, pues los sectores ricos de las sociedades han rebasado los límites máximos de explota-ción posible del planeta sin que hayamos resuelto el problema de la pobreza. Y es necesario hacer un cambio de manera que en las intervenciones sobre los recursos naturales no predominen los intereses de los grupos económicos

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que arrasan irracionalmente las fuentes de la vida y golpean ante todo a los pobres porque todo está interconectado, y es íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta. Al tiempo que muchos de los que tienen más poder económico parecen concentrarse en enmascarar el problema u ocultar lo efectos fatales que están generando.

El Papa se refiere con especial atención a la responsabilidad que tenemos de proteger los territorios de mayor biodiversidad en el mundo. Como lo ha analizado el profesor Manuel Rodríguez Becerra, Colombia ocupa el segundo lugar en el mundo en diversidad de especies por la cantidad de ecosistemas distintos y complementarios; debido a la privilegiada ubicación geográfica en la esquina noroccidental de Sur América sobre la faja inter-tropical del globo; la forma como se abren los Andes en farallones, páramos, mesetas, piedemontes, altillanuras y valles profundos; las costas sobre dos océanos, y la conexión con sistemas fluviales de los más caudalosos del planeta; en un espacio donde todas las formas de vida dependen unas de otras, y donde el concierto de microorganismos, como lo advierte el científico James Lovelock, interactúan en una corteza viva que va desde de miles de metros bajo tierra hasta más arriba de los nevados de nuestras cordilleras para sostener, en con-junto, una impresionante y única biodiversidad.

El resultado es un jardín vivo diversificado, con un capital natural cuidadosa-mente estudiado por el equipo de biótica de la Universidad Nacional, del cual tenemos la responsabilidad de proteger y dejar acrecentado a las generacio-nes futuras del planeta, como nos lo ha recordado el Papa a los pueblos que vivimos en los pocos espacios que poseen esta singularidad en el conjunto de la Creación.

Proteger este jardín significa cuidar los páramos, montañas, bosques, ríos, humedales, ciénagas, playas y manglares, con la perspectiva regional e interna-cional de política y economía ecológica, que los profesores Martín Bermúdez y Duygu Avci presentaron en la edición pasada de la Revista Javeriana, al anali-zar en terreno las luchas de los campesinos cundiboyacenses.

Colombia tiene la oportunidad privilegiada de acrecentar sistemáticamente esta masa orgánica de diversidad de especies, en una actividad productiva de capital biótico que puede absorber toda la mano de obra disponible en el país. Si lo hacemos, tendremos una acumulación de capital natural capaz de generar un cadena eficaz y sostenible de servicios ecológicos y de colocar al país con ventajas en el mercado mundial de bienes ecosistémicos de far-maceútica, confecciones, construcción, cosmético, látex, vestidos, corchos, papeles biodegradabes, etc; y por supuesto, de manera inmensa, en alimentos y turismo.

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La caída espectacular de los precios de los commodities alejó la inversión minera internacional, y mostró la incertidumbre del desarrollo basado en extracción primaria. La coyuntura es un buen momento para reflexionar, detener pro-yectos minero-energéticos agresivos y considerar a fondo el lugar que nuestro territorio tiene, primero como receptáculo de vida en el planeta y luego como potencia económica biodiversa y sostenible en los mercados del mundo.

Esta riqueza natural de Colombia la recibimos de nuestros ancestros. Hoy, nosotros somos ancestros de los que vendrán en las próximas décadas. Deci-dimos por ellos y por ellas.

Entre tanto el Papa Francisco no pierde ocasión para seguir llamando a las personas, las naciones y las autoridades mundiales a asumir esta inmensa res-ponsabilidad con La Tierra que para él es la responsabilidad con la Creación y la misma causa de la dignidad y de la vida. Por eso suele repetir lo que escuchó de un campesino: “Dios perdona siempre, los hombres a veces, pero la Tierra no perdona nunca”.

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“ Frente al deterioro del ambiental global”, el 24 de mayo pasado, el Papa Francisco publicó su “Carta Encíclica Laudato si’ sobre el cuida-

do de la casa común”, y siendo común la casa a la que se refiere, ese cuidado debería estar a cargo de todos los hombres y mujeres de este planeta. Por eso el Papa se dirige “a cada persona que habita este planeta”, intentando “entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común”2.

Para el Papa Bergoglio, jesuita, argentino y por lo tanto cercano al Sur, a sus necesidades y aspiraciones, “El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la bús-queda de un desarrollo sostenible e integral(...)”3. Por lo tanto, su preocupa-ción no es sólo sobre el medio ambiente; es sobre la necesaria integralidad del desarrollo, sobre la justicia y sobre los pobres: “Un verdadero planteo

La crisis del capitalismo

César Attilio Ferrari, Ph.D.*,1

* Doctor en Economía y Máster en Economía del Desarrollo por la Universidad de Boston, Máster en Planificación Urbana por la Universidad de Nueva York e Ingeniero Civil por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha sido Director Gerente General del Banco Central de Perú, Asesor del Fondo Monetario Internacional en los bancos centrales de Guinea-Bissau y Angola y Director Técnico del Instituto Nacional de Planificación del Perú. Actualmente Profesor Titular, Pontificia Universidad Javeriana.

1. Una versión preliminar del presente trabajo fue presentado por el autor en el Seminario sobre Conflictos, Desarrollo y Democracia del Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas de la Pontificia Universidad Javeriana. El autor quiere agradecer las discusiones y comentarios de los participantes del Seminario sobre el texto presentado, en particular los de Jaime Ramírez y Daniela Gómez sobre la importancia y la gobernanza de los bienes comunes y de Rafael Campo sobre la consistencia de las reflexiones finales con la parte central del texto; así como al Padre Gerardo Remolina, s.j. por nuestras conversaciones en torno a los valores, a la solidaridad y a las preferencias de los consumidores; y a Andrés Solari de la Universidad de Michoacán, México, por sus comentarios sobre muchos aspectos del texto preliminar y en particular sus precisiones sobre el tema del reciclaje, sus avances en el mundo desarrollado y por sectores. Los errores remanentes son ciertamente responsabilidad del autor.

2. Papa Francisco, Carta Encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa común, Tipografía Vaticana, Roma 24 de mayo 2015, numeral 3.

3. Ibid. Numeral 13.

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ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”4.

Su reflexión parte de la comprobación del deterioro de las condiciones del planeta por la contaminación, la generación de basuras y residuos, la cultura del descarte. En sus palabras, “La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”5. Y es también consciente del acelerado calentamiento del clima, del deshielo de los glaciares y del cre-cimiento del nivel de los mares, con sus preocupantes consecuencias sobre el bienestar de la población humana, particularmente de los más pobres y sus regiones. Tal preocupación plantea para el Papa, y para muchos otros, la necesidad de “realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consu-mo, para combatir este calentamiento o, al menos, las causas humanas que lo producen o acentúan”6.

La cuestión de la casa comúnCuando el Papa expresa su preocupación sobre nuestra casa común se refie-re al lugar que habitamos y a la forma en que se deteriora aceleradamente. En el recuento que hace incluye a la contaminación ambiental y al cambio climático; a la escasez y a la falta de calidad del agua para consumo humano, particularmente para los pobres; a la pérdida de biodiversidad por empren-dimientos humanos que implican destrucción de selvas, bosques y especies vegetales y animales; a la sobreexplotación de los recursos pesqueros y en general de los recursos naturales; al crecimiento desmedido y desordenado de muchas ciudades, y a la inequidad planetaria7.

Sobre esto último, como bien señala el Papa, “La inequidad no afecta sólo a individuos sino a países enteros, y obliga a pensar en una ética de las relacio-nes internacionales. Porque hay una verdadera deuda ecológica, particularmente entre el Norte y el Sur, relacionada con desequilibrios comerciales con con-secuencias en el ámbito ecológico (…)”8.

Por cierto, para el Papa el problema no reside en el crecimiento de la pobla-ción como varios autores señalan: “Culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar

4. Ibid. Numeral 50.

5. Ibid. Numeral 21.

6. Ibid. Numeral 23.

7. Ibid. Numerales 20-47.

8. Ibid. Numeral 51.

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los problemas. Se pretende legitimar así el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo”9.

La cuestión de la casa común puede abordarse desde la economía como la cuestión de los bienes comunes: el clima, el aire, el agua, los recursos natu-rales, etcétera. Para algunos autores, si los agentes económicos actúan inde-pendientemente explotando un recurso común acabarán sobrexplotándolo en perjuicio de todos. Tal problema es conocido como “la tragedia de los comunes”10. Según dichos autores, la manera de resolver esta ineficiencia es generando derechos de propiedad individual sobre esos bienes comunes o introducir la gestión de algún agente externo que regule su uso.

Pero otros autores han demostrado que esta visión no corresponde al caso general y solo se da cuando no es posible llegar a acuerdos de cooperación, o esos acuerdos son sumamente frágiles y fácilmente vulnerables. Tal es el planteamiento de Elinor Ostrom por el cual recibió el Premio Nobel de Economía en 2009.11 En su trabajo fundamental, Ostrom demostró, contra la teoría dominante hasta entonces, cómo los bienes comunes pueden ser administrados de forma eficiente y efectiva por los mismos usuarios. No es extraño, entonces, que una serie de transacciones económicas puedan lograrse eficientemente a través de arreglos institucionales y organizaciones sociales como asociaciones, agencias, familias y firmas y no solo a través de los mercados, como tradicionalmente se consideraba.12

De tal manera, no es privatizando los recursos naturales, ni el agua, ni el aire, como algunos pretenden, que se logrará la solución para evitar el deterioro de los recursos comunes. Será la cooperación internacional la que permita una gestión eficaz de dichos recursos. Y para ello el Papa reconoce que “desde mediados del siglo pasado, y superando muchas dificultades, se ha ido afir-mando la tendencia a concebir el planeta como patria y la humanidad como pueblo que habita una casa para todos”13. Es por ello que reclama acuerdos internacionales eficaces como lo más adecuado y sostenible, porque “Para

9. Ibid. Numeral 50.

10. Garrett Hardin, “The Tragedy of the Commons”, Science, Vol. 162, No. 3859 (Diciembre 13, 1968), páginas 1243-1248.

11. Comunicado de prensa de The Royal Swedish Academy of Sciences acerca del Premio Nobel de Economía 2009: “Elinor Ostrom has demonstrated how common property can be successfully managed by user associations... has challenged the conventional wisdom that common property is poorly managed and should be either regulated by central authorities or privatized. Based on numerous studies…She observes that resource users frequently develop sophisticated mechanisms for decision-making and rule enforcement to handle conflicts of interest, and she characterizes the rules that promote successful outcomes.”

12. Ostrom, Elinor. El Gobierno de los Bienes Comunes: La evolución de las instituciones de acción colectiva, Fondo de Cultura Económica, México 2000.

13. Ibid. Numeral 164.

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afrontar los problemas de fondo, que no pueden ser resueltos por acciones de países aislados, es indispensable un consenso mundial que lleve, por ejemplo, a programar una agricultura sostenible y diversificada, a desarrollar formas renovables y poco contaminantes de energía, a fomentar una gestión más adecuada de los recursos forestales y marinos, a asegurar a todos el acceso al agua potable”14.

La cuestión del consumismo extremo y selectivoPara el Papa, gran parte del deterioro del planeta es causado por el “consu-mismo extremo y selectivo”, la cultura del descarte y la grave inequidad que afecta a personas y países. Pero ¿en dónde se originan estos comportamientos?

Según la teoría económica, las personas maximizan su bienestar adquiriendo bienes y servicios de acuerdo a sus preferencias y hasta donde su ingreso lo permite. De tal modo, esas demandas dependen de los precios, los ingresos y las preferencias. Así, las personas demandan zapatos, arroz, electricidad y recreación entre muchos; demandan también seguridad y solidaridad. Las preferencias son definidas por la cultura, las costumbres, la educación, los liderazgos y/o la psicología, y alteradas por la propaganda. De tal manera, las demandas de bienes y servicios que hacen las personas son siempre una mezcla de racionalidad y emocionalidad.

En el mundo moderno, la adquisición de todo tipo de bienes, la mayor parte innecesarios, ha sido publicitada de tal manera que las preferencias de muchos individuos han sido alteradas hasta convertirlos, muchas veces, en comprado-res compulsivos más allá de sus propios medios, convirtiéndolos en deudores cautivos pagadores, en el mundo en desarrollo, de tasas de interés elevadísi-mas por ineficiencias en los mercados de crédito.

Lo mismo ha sucedido con la seguridad: a partir de hechos reales, magnifica-dos y difundidos al extremo, la demanda de seguridad ha sido exacerbada y mucha gente está dispuesta a sacrificar incluso su libertad y privacidad a fin de lograr una seguridad que le satisfaga. Eso mismo no ha sucedido con la solidaridad, y en los países en desarrollo con el reciclaje de los bienes: no han recibido atención, no se han estimulado ni se han promovido de tal manera que, generalmente, sus demandas son reducidas, y en el primer caso limitadas, por ejemplo, a los afectos que los niños de edad temprana reclaman de sus padres para sobrevivir.

Por supuesto que todo ello no es sólo un problema de precios; de hecho, muchos de estos “servicios” no tienen precio y en el caso de muchos bienes 14. Ibid. Numeral 164.

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sus demandas exacerbadas casi no responden a precios. Es también, y en muchos casos fundamentalmente, una cuestión de cultura, educación, propa-ganda y liderazgo. En resumen, como se diría desde la economía, re-modular las preferencias de las personas hacia la sobriedad y la solidaridad es una cues-tión que tiene que ver con el establecimiento de incentivos adecuados y eso incluye pecuniarios, morales y ejemplos. En este sentido, cuando se reclama sobriedad es fundamental la actitud del Papa Francisco o la del presidente uruguayo José Mujica: vivir fuera de los palacios vaticanos y preferir las cruces de acero a las de oro, o manejar su propio Volkswagen y vivir en una casa modesta, entre otros, son grandes ejemplos.

La cuestión de la tecnología y la cultura del descarteLa cultura del consumismo y del descarte podría responsabilizarse también a un desarrollo tecnológico, particularmente el moderno, que pareciera inacabable, que al generar toda clase de innovaciones y nuevos productos, cada vez más aceleradamente, impone la necesidad de su consumo y luego el descarte de los precedentes sin considerar la posibilidad de reciclarlos. En muchos casos, el descarte impuesto es un mecanismo intrínseco y planeado (obsolescencia programada, por ejemplo) del capitalismo de nuestros días para dinamizar (artificialmente) la demanda. De tal modo, la tecnología puede producir bienes que, sin embargo, pueden fácilmente convertirse en males.

El Papa reconoce esos hechos y le preocupa además que las tecnologías gene-ren un inmenso poder: “Mejor dicho, dan a quienes tienen el conocimiento y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero. Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo”15. Pero el desarro-llo tecnológico responde, por lo menos en sus orígenes, a la aspiración de los hombres de facilitarse la vida y disminuir su esfuerzo físico. Así, a lo largo de su historia la humanidad ha creado y desarrollado nuevas tecnologías y con ellas nuevos productos y procesos de producción.

Simultáneamente, para dejar de matarse ha desarrollado instituciones de diversa índole, es decir leyes, normas y reglas que faciliten su convivencia y viabilicen su vida en comunidad, entendiéndola cada vez de manera más extensa. Ha regulado así las relaciones entre prójimos y no tan prójimos en los diferentes ámbitos en los que intervienen, sociales, políticos y económi-cos, en particular los mercados.

15. Ibid. Numeral 104.

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El problema es que esas instituciones, en general, no contemplan la construc-ción de lo nuevo a partir de la utilización y transformación de lo viejo; simple-mente lo descarta. Sus diseños no tienen en cuenta los incentivos suficientes para que las innovaciones que la tecnología desarrolla incluyan el reciclaje de los productos precedentes. Esto es claramente un problema de rentabilidades relativas: no es rentable reciclar porque cuesta, es más barato desechar.

Lo expresado tiene algunas excepciones. Por ejemplo, a fines de los años ochenta y principios de los noventa apareció, y se extiende hasta hoy, la producción de aceros finos que solo pueden generarse competitivamente en precio y calidad a partir de aceros reciclados de menor calidad. Reque-rían, además, plantas relativamente menores, consecuentemente inversiones menores que las de las grandes acerías que entraron en crisis desde fines de los años setenta; es decir, menos riesgosas y más flexibles.

Hay también una relativa falta de cultura del reciclaje según países, áreas y ramas. Por ejemplo, en Estados Unidos, en las clases media alta y alta el reciclaje es ya una cultura, mientras que en sectores de menores ingresos no tanto; en Europa es cultura casi a todo nivel; en América Latina hay un rezago gigantesco. Por ramas, la siderurgia recicla, la de plásticos menos del 50%, la de papel casi el 27 % y la de vidrio 20 %, variando según países.

Algunas respuestas casi olvidadasEn general, la creación de las instituciones consideró en forma implícita que la producción de bienes y servicios y su consumo generan beneficios netos y que se producen y se consumen en la medida en que los beneficios superan a los costos respectivos. Pero olvidó, muchas veces respondiendo a intereses particulares, que los procesos de producción y consumo pueden generar beneficios pero también males a terceros, muchas veces de manera impensable y no necesariamente en forma tal que los primeros superen a los segundos. En economía ello se reconoce y se estudia como externalidades que los mercados no pueden procesar y que, por lo tanto, constituyen fallas de mercado, y en lo militar se denominan daños colaterales.

Hace varias décadas, la ciencia económica intentó afrontar esa situación para el caso de los grandes proyectos de inversión y los economistas del desarrollo a mediados de los años setenta del siglo xx lograron que los organismos inter-nacionales exigieran que cualquier decisión de financiamiento de inversiones significativas tuviera en cuenta lo que se conoció como evaluación social de proyectos. En otras palabras, el estudio de la factibilidad de un proyecto debía considerar no solo los beneficios y costos directos del mismo sino también los indirectos, los que afectan a terceros.

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Más aún, como se reconocía que los precios de mercado no necesariamente reflejaban los verdaderos costos de oportunidad de los bienes y servicios, precisamente por las fallas y distorsiones existentes en los mercados, la eva-luación debería considerar lo que se llamó precios sociales o precios sombra (shadow prices en inglés), esto último porque no eran aparentes como los pre-cios de mercado sino que había que estimarlos.

Lamentablemente, la evaluación social de proyectos y la estimación de los precios sombra, que habían sido muy populares en la academia, se dejaron de enseñar progresivamente en casi todas las universidades desde mediados de los años ochenta. La argumentación en pro de esa postergación consi-deraba que las nuevas políticas eliminaban gran parte de las distorsiones en los mercados que habían sido producidas por la intervención estatal. De tal modo, suponían que los precios sociales coincidían con los precios de merca-do haciendo inútil su estimación y su consideración. Olvidaron también que por la naturaleza de las cosas o de la política es imposible eliminar todas las fallas y distorsiones de mercado (por ejemplo, externalidades u oligopolios, monopolios y carteles) y que, como la teoría económica reclama, la elimina-ción de unas (por ejemplo, exigencias de capital o restricciones al comercio) manteniendo otras vigentes no conduce necesariamente a un acercamiento al óptimo económico (por ejemplo, la auto-regulación financiera que en presencia de asimetrías de información condujo a la Gran Recesión). En esa situación es necesario y conveniente regular los mercados introduciendo, por ejemplo, distorsiones compensatorias. Tal reza el Teorema del Segundo Mejor, convenientemente olvidado desde mediados de los años ochenta.16

El Papa es consciente de dichas situaciones y lo menciona cuando reclama que “si la tala de un bosque aumenta la producción, nadie mide en ese cál-culo la pérdida que implica desertificar un territorio, dañar la biodiversidad o aumentar la contaminación”17. Mejor dicho, reclama la falta de consideración de las externalidades en la estimación de la rentabilidad de los proyectos, y la necesidad y conveniencia de realizar una evaluación social del proyecto considerando sus beneficios y costos directos e indirectos medidos a precios sociales y no de mercado, como los economistas del desarrollo reclamaban hace varias décadas.

Afortunadamente la evaluación social de proyectos pareciera volver a consi-derarse necesaria y conveniente. De hecho, el Banco Europeo de Inversiones (eib) publicó en 2013 “La evaluación económica de proyectos de inversión en el eib” que considera como requisito de financiamiento la evaluación social

16. Desarrollado en 1956 por Richard Lipsey y Kelvin Lancaster. Ver Lipsey, R. G. y K. Lancaster. “The General Theory of Second Best”, The Review of Economic Studies 24, 1, 1957, páginas. 11-32.

17. Ibid. Numeral 195.

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de proyectos y la inclusión en la misma de los precios sombra puesto que, en términos del Banco, muchas veces, la evaluación financiera solo considera la perspectiva de los inversionistas que no necesariamente coinciden con los interés sociales o “europeos”18.

El origen del origen: del capitalismo keynesiano al capitalismo neo-conservador Pero ¿por qué se olvidaron esas teorías y esos conceptos que la ciencia económica había desarrollado? Los comportamientos, las instituciones y las tecnologías actuales que el Papa critica corresponden, fundamentalmente, al capitalismo desarrollado actual, particularmente en la forma que adquirió a partir de los años ochenta del siglo xx, el llamado capitalismo neo-conserva-dor, que en América Latina vino a llamarse neo-liberalismo. Según sus pro-motores, intentaba conservar los principios de organización económica de laissez faire, laissez passer (dejar hacer, dejar pasar) que habían proclamado gran parte de los economistas clásicos del siglo xviii y xix. Su inicio ideológico y práctico está ligado a los gobiernos neo-conservadores de Ronald Reagan en Estados Unidos (enero 1981-enero 1989) y Margaret Thatcher en el Reino Unido (mayo 1979-noviembre 1990).

Según sus impulsores, “dejar pasar y dejar hacer” en términos de liberar los mercados, exponerlos a la competencia internacional y, en particular, elimi-nar la intervención del Estado en la economía lo máximo posible, permitiría desarrollar mayor inversión y, por lo tanto, un mayor crecimiento económico y, con ello, mayor empleo y menor pobreza. Al permitírseles libertad plena y, por lo tanto, la auto-regulación de los mercados, los agentes económicos liberarían así sus energías creativas.

Nada de lo prometido por los neo-conservadores ocurrió. Antes bien, ter-minó en una Gran Recesión y una gran concentración del ingreso. La Gran Recesión mundial durante la cual todos los países desarrollados y gran parte de los en desarrollo tuvieron crecimientos negativos o se desaceleraron fuertemente comenzó a manifestarse a mediados de 2007, se hizo evidente en 2008-2009, y sus secuelas no terminan de resolverse aún. La enorme concentración del ingreso, creciente y mayor al de épocas pasadas, ha sido documentada con detalle por Thomas Piketty.19

En el caso de Estados Unidos, Piketty muestra la evolución entre 1910 y 2010 de la participación en el ingreso nacional del 10 % más rico de la población

18. European Investment Bank, The Economic Appraisal of Investment Projects at the EIB, Projects Directorate, marzo 2013, páginas 16-18.

19. Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI, Fondo de Cultura Económica, México 2014.

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estadounidense. Esta aumentó desde alrededor de 41 % del total en 1910 hasta 49 % en 1929, durante toda la primera época neo-conservadora que ter-minó con la Gran Depresión. Decreció ligeramente y se mantuvo alrededor de 45 % durante la Gran Depresión hasta principios de la Segunda Guerra Mundial, para reducirse drásticamente a niveles del 33 % gracias al New Deal del Presidente Roosevelt. Se mantuvo reducido durante toda la época de oro de la economía estadounidense y el desarrollo del Estado del Bienestar hasta 1980, cuando comenzó la nueva era neo-conservadora. A partir de entonces aumentó sostenidamente hasta la fecha, llegando alrededor de 50 %, salvo en 2001-2002 cuando se redujo 5 puntos porcentuales con la enorme expansión del crédito hipotecario en dichos años.

Como muestran las estadísticas de crecimiento de las economías y Piketty, no siempre fue así. El capitalismo que se desarrolló luego de la Segunda Guerra Mundial hasta principio de los años ochenta generó, sin duda, bienestar para una notable cantidad de personas y una mejora sustancial en la distribución del ingreso, particularmente en el mundo desarrollado. Comenzó a manifes-tarse durante la Segunda Guerra con un masivo gasto público. Más adelante, con el New Deal, esa intervención se generalizó e incluyó el establecimiento de muchas empresas y grandes inversiones públicas para garantizar la provisión de bienes públicos e infraestructura, la regulación de muchos mercados, y el desarrollo del Estado de Bienestar. Su base teórica y académica la proporcio-nó el keynesianismo cuyo texto fundamental fue publicado por primera vez en 1936.20

El atraso del mundo en desarrolloPor su parte, el mundo en desarrollo, con historias diversas y permeado desde principios de los años ochenta del siglo pasado por la ideología neo-conserva-dora, no ha logrado superar la pobreza de una gran parte de su población y antes bien, como se aprecia en América Latina y en África, ha experimentado una profunda concentración del ingreso (Colombia, por ejemplo, tiene la doceava peor distribución del ingreso en el mundo después de ocho países africanos, y Haití, Honduras y Guatemala en Latinoamérica).21

Ello es consecuencia, en gran medida, de su estructura productiva que en el marco de las políticas neo-conservadoras evolucionó durante las últimas décadas a su reprimarización y, por lo tanto, hacia sectores intensivos en capital. Es consecuencia también del rentismo existente que emerge por la posibilidad de imponer precios por encima o por debajo de los precios de

20. John M. Keynes, Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, Fondo de Cultura Económica, México 2003.

21. CIA, The Worl Factbook, descargado el 18-8-2015 de https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/rankorder/2172rank.html#co.

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competencia en muchos de sus mercados importantes, particularmente en los sectores de servicios que no están expuestos a la competencia internacional y carecen de una regulación adecuada. Los ejemplos son numerosos: es el caso del comprador único de productos agropecuarios en algún valle (“el rey de la papa”) que siendo el único con la capacidad de transportarlos a los centros de consumo aprovecha para comprarlos a precios irrisorios, o es el caso de los bancos en los mercados de crédito de consumo en Colombia, que según el Banco de la República operan como un cartel, lo que les permite cobrar tasas de interés muy por encima de las internacionales.22

Por último, es también consecuencia de una ideología patrimonialista de larga data de la política y del Estado en gran parte de la clase dirigente. Por ella no distinguen entre patrimonios privados y públicos, de donde se des-prende la corrupción. Por cierto, muchas veces se mezclan las dos últimas aunque también es posible un rentismo no patrimonialista (la apropiación de excedentes a través del mercado, pero no más allá de éste, sin beneficiarse de los fondos fiscales); en ese caso, seguramente, la situación sería mucho más favorable.

En ese contexto, las posiciones neo-conservadoras que reclaman la auto-re-gulación de los mercados, es decir dejar hacer y dejar pasar a quienes inter-vienen en los mismos, son en el fondo, nada más ni nada menos, defensores de oligopolios, monopolios y carteles; defensa generalmente no reconocida de las instituciones que lo permiten y del rentismo que prevalece en muchos de los mercados latinoamericanos principales. Si ese rentismo no se diera, al funcionar más eficientemente la economía habrían mejores condiciones para que pudiera (ceteris paribus) progresar más rápidamente y, de tal modo, producir mayores ingresos a la mayoría de la población e incluso a quienes actualmente usufructúan ese rentismo.

Lamentablemente, a pesar de los resultados inadecuados pareciera haber poco interés por superar ese estado de cosas, tal vez por la ideología patrimo-nialista. Cada vez que alguna fuerza política trata de establecer nuevas institu-ciones a fin eliminar el rentismo, los representantes de dichos intereses logran impedirlas. El Papa lo señala (en el contexto de las cumbres mundiales sobre el medio ambiente): “Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos”23.

22. Banco de la República, informe especial de estabilidad financiera, Concentración y competencia en el mercado financiero, Sep-tiembre de 2014, página 4: “Los resultados sugieren que los mercados de crédito tienen una estructura de competencia monopolística, aunque la intensidad varía según las modalidades… Cabe resaltar que (el crédito de consumo) es el que más se acerca a una estructura monopolística o colusiva, tipo cartel.”

23. Ibid. Numeral 54.

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Ello sugiere que solo una situación de mayor democracia, en la que los intereses generales superen a los intereses particulares gracias a su mayor participación en el proceso político y a su mejor representación, podrá lograr la construcción de un capitalismo moderno.

La crisis del capitalismo desarrolladoLa Gran Recesión comenzó en Estados Unidos como consecuencia de que el sector financiero hiciera crisis. Comenzó a gestarse desde principios de los años ochenta del siglo pasado y se aceleró a principios del siglo xxi por graves errores de política económica, fiscal, monetaria y regulatoria, ideológicamente inducidos. Esa crisis se transmitió al resto del mundo por vía financiera y comercial. Llegó a Europa por esa vía y en particular a los países medite-rráneos con la caída del ingreso externo que indujo una notoria caída del turismo, uno de sus principales sectores económicos, lo que afectó también al sector construcción y al bancario. Europa, particularmente el sur europeo, no ha logrado aún superar esa crisis.

Por su parte, China, que pasó de paria a segunda mayor economía mundial en menos de tres décadas se viene desacelerando como consecuencia de lo que ocurre con sus principales socios comerciales. Si Estados Unidos y Europa no compran más, China no vende ni produce más y tampoco compra más. Las consecuencias son obvias: la economía china se desacelera y crece a un desacostumbrado 7 % anual y los precios de las materias primas de las cuales es el mayor demandante mundial tienen una caída notable en sus precios internacionales que afecta a sus proveedores, particularmente los países lati-noamericanos.

El éxito económico de China puede trazarse a su política económica inde-pendiente basada en la competitividad de sus empresas para conquistar los mercados mundiales, y a la generación de enormes niveles de ahorro, preci-samente por dicha competitividad, que le permite enormes niveles de inver-sión. Lo que muestran China y los otros “tigres asiáticos” (Corea, Taiwán, Hong-Kong y Singapur) es que su independencia del neo-conservadurismo, a pesar de las recomendaciones de los organismos internacionales, ha probado ser adecuada para satisfacer sus necesidades de desarrollo, y ejemplo para el mundo en desarrollo.

Las respuestas a la crisis

Las respuestas a la crisis han sido diversas y todas ellas implicaron en mayor o menor medida un cierto abandono de las tesis neo-conservadoras y un retorno a una suerte de neo-keynesianismo y a la intervención del Estado

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en la economía; nuevamente el Estado salvando a la economía de mercado, vergonzantemente en algunos casos, cínicamente en otros, como ocurrió durante la Gran Depresión de los años treinta del siglo xx.

La respuesta estadounidense, a la luz de los resultados, ha sido mucho más exitosa que la europea: La política fiscal con financiamiento monetario fue muy expansiva y cuando la fiscal no pudo continuar por la oposición del Partido Republicano, la política monetaria a cargo de la Reserva federal (fed) asumió sola la tarea y continuó mucho más expansiva.

Dichas expansiones fueron de las más agresivas de la historia con lo que se evitó que lo que acabó siendo la Gran Recesión de principios del siglo xxi se convirtiera en una segunda Gran Depresión. Hasta julio de 2010 el monto comprometido en términos fiscales y monetarios fue de us$ 11.9 millones de millones, los efectivamente provistos fueron us$ 3.5 millones de millones y el costo total fue de us$ 1.6 millones de millones.24 Por su parte, desde noviembre de 2008 hasta octubre de 2014, cuando al reducirse el desempleo a 5.6% terminó el programa, la fed realizó sus “flexibilizaciones cuantitativas” comprando bonos por casi us$ 4.5 millones de millones.

La política económica europea fue inicialmente de naturaleza fiscal con financiamiento comercial. Generó un incremento de la deuda que cuando se juzgó inmanejable dio origen a un ajuste, con más intensidad en los países más afectados, los países mediterráneos, contradiciendo el concepto generalmente aceptado de que en épocas de recesión las políticas deben ser expansivas.

Más adelante, ante la dificultad de mayores expansiones fiscales, en el con-texto de un desempleo elevadísimo, la amenaza de una recesión mayor y deflación, y tal vez presionado por las perspectivas políticas, el bce decidió finalmente reaccionar monetariamente en forma similar a la Reserva Federal estadounidense. A partir de marzo 2015 y hasta septiembre de 2016 como mínimo, ejecutará un programa de “flexibilización cuantitativa” por 60 mil millones de euros mensuales.25

El trasfondo estructural de la crisis Dos son las cuestiones fundamentales detrás de la crisis del capitalismo desarrollado. La primera es que esta crisis ocurre cuando el sector financiero desplaza al sector productivo de bienes como motor de la economía, cuestión

24. Alan S. Blinder y Mark Zandi, “How the Great Recession Was Brought to an End”, Princeton University y Moody’s Analytics, Julio 27, 2010, páginas 1- 3.

25. bce, Comunicado de Prensa; en http://www.ecb.europa.eu/press/pr/date/2015/html/pr150122_1.en.htm

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paradójica considerando que el primero debería existir en razón de servir a los segundos. Por eso los problemas del sector financiero generaron una crisis económica tan profunda.

Lo que sucedió fue que en el marco de una auto-regulación ineficiente e ineficaz, el desarrollo capitalista neo-conservador condujo a la predominancia del sector financiero sobre el sector real y esa predominancia hizo tambalear a las economías más desarrolladas. El Papa lo recuerda cuando señala que “Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la crisis financiera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del deterioro ambiental”26.

Ese sector financiero preeminente en el mundo desarrollado no es el tradicio-nal que toma depósitos y ofrece créditos, que opera regulado en competencia plena intermediando entre al ahorro y la inversión. El de hoy es uno nada transparente, no regulado, que opera en la especulación de papeles financie-ros y valores accionarios y hace de las ganancias de capital su principal ocu-pación. Por esa preeminencia, Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001, asemeja al capitalismo neo-conservador a un casino de juego: “No llamen a nuestro sistema capitalismo de verdad, es solo banqueros jugando a nuestra costa”27.

La otra cuestión está relacionada con la mencionada concentración del ingre-so. Lo curioso es que no es necesariamente en los tradicionales dueños del capital donde cada vez más se concentra el ingreso, sino en la clase dirigente de las grandes corporaciones, que no son sus dueños mayoritarios pero que las controlan y a partir de ello se fijan retribuciones económicas, salariales y no salariales, desproporcionadas.

¿Capitalismo del siglo xxi? ¿Nueva etapa, nueva oportunidad?

Cuando ocurren crisis de la envergadura actual, tarde o temprano ocurren cambios importantes en la política y en la organización económica. Lo que es claro es que en la etapa neo-conservadora, las dos instituciones fundamenta-les del capitalismo desarrollado, mercados y democracia, acabaron mostrando unas fallas notables. Los cambios que se están dando en la escena política europea podrían significar un tránsito hacia otra forma de democracia mucho

26. Ibid. Numeral 109.

27. Joseph E. Stiglitz, Jaime Jaramillo-Vallejo, and Yung Chal Park, The role of the State in financial markets, World Bank Research Observer, Annual Conference on Development Economics Supplement (1993):19-61.

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más participativa o, lamentablemente, a dictaduras abiertas que recuerden al periodo nazi-fascista como lo sugeriría la creciente emergencia de grupos neo-fascistas en los países europeos. Cualquiera de las dos es posible. Si solo lo primero es factible por la tradición democrática europea, con el rechazo a las formas tradicionales de hacer política (la intermediación de los partidos, su financiamiento público, la preeminencia de los políticos sobre los ciudadanos, la oligopolización de los medios), la organización política devendría en una democracia de mayor participación directa de los ciudadanos, viable por la existencia del Internet y la comunicación electrónica directa y en tiempo real, con un menor rol a la representación.

Por su parte, la superación de la crisis económica implicará una reorganiza-ción de la estructura económica. La actual, caracterizada por una actividad financiera preeminente respecto a las actividades productoras de bienes, deberá invertirse con la recuperación del sector productivo. Ello requerirá un cambio en los precios y en las rentabilidades sectoriales relativas. Esa revisión ocurrirá, en gran medida, por nuevas políticas monetarias y fiscales, en parti-cular tributarias, y por nuevas normas regulatorias que controlen los excesos de los cuadros gerenciales y limiten la actividad financiera. Se están imponien-do a partir y como consecuencia de la crisis, a pesar de la gran oposición de los grupos neo-conservadores.

Todo ello ocurre y ocurrirá en un contexto tecnológico distinto al de hace muy pocas décadas. Las nuevas comunicaciones, el uso masivo de las compu-tadoras, el desarrollo de aplicaciones y el uso extensivo del Internet permiten nuevas formas de producción, de organización empresarial y de maneras de hacer negocios, cada vez más flexibles y descentralizadas: cambian frecuente-mente de acuerdo a las circunstancias y a las modas.

Cada vez más, las empresas se gobiernan desde un país, diseñan en otro, producen en un tercero, distribuyen en todo el mundo y se financian desde otros. Ello es acompañado de nuevas formas de gestión: sin inventarios para reducir costos, y con una selección y promoción del personal por méritos para elevar la productividad y garantizar el manejo eficiente de procesos cada vez más complejos y sofisticados.

Cada vez más se diseña y programa por computadoras y se fabrica por medio de robots y por teletrabajo. Sumado al hecho de que la producción es cada vez más terciarizada, genera menos empleo directo y más auto-empleo indi-recto. Lo sorprendente es que siendo necesariamente masiva, al mismo tiem-po y cada vez más extensivamente es personalizada: la producción artesanal era individual, la fabril se hacía en serie, ahora y mucho más en el futuro se fabrica a la medida del cliente.

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Al mismo tiempo, los desarrollos en las comunicaciones y en las aplicaciones permiten un emparejamiento creciente entre demanda y oferta en los merca-dos, particularmente en los servicios. Lo ilustran Uber y Airbnb; el primero para resolver el problema del transporte urbano, el segundo el problema del alojamiento temporal, desplazando y reduciendo la rentabilidad de taxistas y hoteleros quienes protestan masivamente.

Mejor dicho, lo que se está perfilando es un nuevo capitalismo, gestionado de una manera distinta, con nuevas organizaciones políticas, empresas operando y gestionándose de modos alternativos, en medio de tecnologías que cambian y se perfeccionan aceleradamente. Será el “Capitalismo del Siglo xxi”.

Aunque muchas de sus características se darán en todo el mundo, serán menos en los países en desarrollo cuyas prioridades, sin duda, son distintas a las de los desarrollados. Como bien menciona el Papa: “Los países pobres necesitan tener como prioridad la erradicación de la miseria y el desarrollo social de sus habitantes, aunque deban analizar el nivel escandaloso de con-sumo de alguno sectores privilegiados y controlar mejor la corrupción”28. Ello implica que sus políticas económicas deberían orientarse a superar las restricciones que tienen actualmente para crecer a tasas elevadas, sostenidas e inclusivas y así generar empleo abundante y de calidad. Es decir, orientarse a superar la falta de competitividad de sus productores y a elevar los reducidos niveles de ahorro e inversión que las caracteriza.

No obstante, si el capitalismo, particularmente el desarrollado, no resuelve los problemas desde una ecología integral y con acuerdos mundiales para gestionar los recursos comunes como reclama el Papa Francisco, su futuro será problemático asociado a un mayor deterioro de la casa común y a un “consumismo extremo y selectivo”, inundado de congestiones, desechos, porquerías y disputas para endilgarlos a otros y, así, cada vez será más difícil para la humanidad alcanzar el bienestar general y no solo para unos cuantos.

Pero las crisis abren oportunidades, en este caso favorecidas por el cuestio-namiento casi universal del neo-conservadorismo. Generan también desafíos. Uno de esos desafíos importantes es sobre la educación, la cultura, y la gene-ración de incentivos adecuados que estimulen la sobriedad y la solidaridad. Como escribe el Papa, “Se destaca así un gran desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración”29, es decir, podría añadirse, un gran desafío para la política y la cooperación internacional .

28. Ibid. Numeral 172.

29. Ibid. Numeral 202.

RJ

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l Papa Francisco agrega su voz al debate sobre la inminente catástro-fe ecológica en un argumento que, combinando teología espiritual de la creación con retornos a las críticas de sus predecesores al capitalismo global, y con argumentos de los verdes, le da voz a los pobres y a las futuras generaciones, quienes carecen de voz en el

global market place, siendo que los pobres son los más afectados por estar más indefensos ante los impactos del cambio climático y otras formas de deterio-ro ambiental y de agotamiento de recursos1.

Con todo y los avances presentes en el valiente pronunciamiento de Francis-co, los problemas que plantea y las soluciones a estos problemas son de tal complejidad que excede la contundencia y claridad de sus argumentos sobre el calentamiento global y sobre la necesidad de un patrón de crecimiento que modere la depredación de recursos naturales y la destrucción de los activos ecológicos patrimonio de la humanidad a consecuencia de un desmedido consumismo. En efecto, la denuncia se muestra como insuficiente a la hora de

Laudato si’ y crecimiento económico

Ricardo Chica*

E

* Consultor sobre estrategias y políticas de desarrollo; columnista de Portafolio, Razón Publica, Revista Javeriana y el Universal. PhD, M Phil en Economía y Diploma en Desarrollo de la Universidad de Cambridge; Magister en Economía de Universidad de los Andes y Licenciado en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana. Estudios de Matemáticas y Física en la Universidad Nacional; de Crecimiento y Política Macroeconómica y Desarrollo en el Instituto del Banco Mundial; y de Teología en la Pontificia Universidad Javeriana. Ha sido Profesor de las universidades de Los Andes, Pontificia Universidad Javeriana y Cambridge; Director del Centro de Estudios Asiáticos utb-uam y del Instituto de Políticas de Desarrollo de la Pontificia Universidad Javeriana; e investigador del cede y Fedesarrollo. Consultor de la onu, Banco Mundial, y consultor y asesor de agencias gubernamentales; investigador visitante y conferencista en las Universidades de Oxford y Goettingen, y del Instituto de las Economías en Desarrollo (Jetro, Tokio, y brc Bangkok); así, como varias universidades en Colombia y Latinoamérica. Ha sido columnista de El Tiempo y de Portafolio y ha publicado varios libros y numerosos artículos sobre Desarrollo Industrial y Estrategias y Políticas de desarrollo.

1. No en vano un vocero de la derecha americana (Gutfeld en Fox News) reacciono llamándolo el hombre más peligroso en el planeta por afirmar que el cambio climático es la protesta de este contra el uso y abuso irresponsable de los bienes que Dios coloco en él.

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proponer soluciones, lo cual requiere una precisión analítica que solo provee la ciencia relevante, en este caso, la economía del medio ambiente y la del cre-cimiento y el desarrollo, para abstraer de aspectos y complicaciones cuya con-sideración demandaría involucrar otras disciplinas. En esto Francisco navega la tensión que enfrenta todo teólogo haciendo teología de una realidad social, para el caso que nos incumbe, la teología del desarrollo económico: ¿cómo evitar los polos dialecticos del moralismo (la denuncia profética impermeable a la ciencia relevante) y el economicismo (el fetichismo de los mercados que los reifica absolutizando sus leyes) y lograr una síntesis a través de un dialogo entre ellos? Concretamente, ¿cómo criticar el crecimiento económico, como lo requiere la denuncia profética de sus desbalances, sin desconocer, por una parte, su contribución al bienestar humano y la superación de la pobreza; y por otra, sus mecanismos y leyes en propuestas que por no partir de éstos arriesgan a caer en la irrelevancia2 al interior del debate sobre soluciones?

El argumento que sigue consta de tres partes: la primera, Necesidad y lími-tes del crecimiento, combina una defensa del crecimiento como mecanismo de superación de la pobreza con una consideración de sus límites tanto en este sentido como en sentido ecológico; la segunda, Falla de coordinación y su compensación, mira al colapso ecológico como una falla de coordi-nación y a los mecanismos de compensación de ésta; y la tercera, ¿Cuánto avanza Laudato si’ (ls)3?, concluye destacando algunos aciertos y limitacio-nes de la Encíclica.

1. Necesidad y límites del Crecimiento1.1. En defensa del crecimiento y la tecnología: la superación de la pobrezaEs un hecho histórico contundente (ilustrado en la gráfica 14) que la acumu-lación capitalista ha dinamizado exponencialmente durante los dos últimos siglos crecimientos sin precedentes en el ingreso y la productividad, este último alcanzando con la revolución industrial niveles suficientes para escapar la trampa maltusiana. Así como es evidente que en la base del crecimiento de la productividad, a la raíz de este proceso, están los avances en Ciencia y Tec-nología (cyt) que han transformado radicalmente el tejido social y económico desde la revolución industrial a la del internet. 2. Chica, R. (2013) ‘Por el dialogo a la relevancia: la doctrina social de la Iglesia frente las ciencias sociales. Revista Javeriana No.795, Junio.

3. Siglas: AISD: Arquitectura Institucional Social Demócrata NL: Neoliberal

CyT: Ciencia y Tecnología PED: Países en Desarrollo

FM: Falla de Mercado PSC: Pensamiento social católico

HV: Humanae Vitae SD: Social Demócrata

LS: Laudato si’

4. Our world in data. www.ourworldindata.org

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En la Tabla 15 se aprecia cómo entre 1800 y 1950 la diferencia en Ingreso per Cápita entre Occidente y Asia se multiplicó casi por ocho, para cuando este proceso empieza a revertirse con la extensión del capi-talismo industrial en Asia. En esta dirección, evidencia complementa-ria es dada por el milagro chino que ha implicado la salida de la pobreza a masas de población sin preceden-tes en la historia de la humanidad, como resultado de la introducción de la economía de mercado6 y la integración en la economía global, en solamente tres décadas; y en sen-tido contrario, como evidencia de las consecuencias del intento de prescindir del mercado y del aislamiento de la economía global, están los casos de Cuba y de Corea del Norte.

Tabla 1

Ingresos Per Cápita (1990 US$)

Año Oeste Este Oeste / Este

1820 1,140 540 2.11870 1,880 560 3.31900 2,870 580 4.21913 3,590 740 4.81950 5,450 727 7.51973 10,930 1,670 6.51989 13,980 2,970 4.71992 13,790 3,240 4.3

5. Andolfatto, D. (2005) ‘Macroeconomic Theory and Policy’ Simon Fraser University.

6. Después de visitar Singapur Deng Xiao Ping (el gato que caza ratones independientemente de su color) se preguntó por qué los chinos, gracias a su industriosidad y características habilidades mercantiles (su materialismo no dialéctico sino metálico), prosperaban en todas partes menos en China. Aunque, por otra parte, junto con este progreso vino una erosión del medio ambiente representada por el grado de contaminación del aire que se padece en algunas regiones de China. Pero, como lo ilustra la trágica explosión en Tianjin, el problema no es el crecimiento per se sino un patrón depredador del medio ambiente resultado y manifestación de la falta de regulación o de su implementación (por razones de falta de capacidad institucional como corrupción).

Gráfica 1

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1.2. Los límites del crecimiento1.2.1. Crecimiento y desarrollo

Que el crecimiento sea necesario para la superación de la pobreza no quiere decir que sea suficiente. Abstrayendo de la enorme complejidad del proceso de desarrollo ilustrada en este diagrama7 que muestra a la inversión como condición (necesaria pero no suficiente) del crecimiento (de éste para el empleo, de éste para el desarrollo económico, de éste para el social sostenible y de éste para el humano), el diagrama destaca dos puntos: la conexión entre crecimiento y desarrollo (económico, social sostenible y humano) no tiene nada de automático sino que está sujeta a numerosas mediaciones, a su vez complejas, y cuyas condiciones no se pueden asumir presentes; entre estas condiciones, que difieren de los determinantes (la inversión como deter-minante del crecimiento, éste como determinante del empleo, éste como determinante del desarrollo económico, éste como determinante del social sostenible, y éste como determinante del humano) se destacan las institucio-nales y las capacidades cuyas especificidades juegan un papel crítico en cada una de las conexiones de la cadena.

Des Hum (∆ κ, ∆ / Opc)

Des Soc (˅ Marg) Sost

∆ Kh/Ks; conserv Kn

Des Econ ( ˅ Pob)

∆ κ τ, Prog Focal. │Inst.N∆ κ τ,│Inst. S' - D'g

X1 κ τ, Cτ, C estr.│Inst.I

π │Ф, τ│Inst.

7 Chica,R. (2011) ‘A basic framework for development strategies’. Bangkok Research Centre Discussion Papers 28 January

Siglas: κ : Capacidades Kn: Capital Natural Conserv: Conservación

Kh: Capital Humano Des Econ: Desarrollo Económico Ks: Capital Social

Des Hum: Desarrollo Humano Marg: Marginalidad Des Soc: Desarrollo Social

Opc: Opciones estr: estrategias Pob: Pobreza

Inst: Instituciones Prog Focal: Programas Focalizados I: Inversion

S1- D1: Oferta y demanda laboral Sost: Sostenible

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La conciencia de que cada eslabón es condición necesaria pero no suficiente del siguiente (se requiere de la confluencia de varias condiciones y de otros determinantes) es lo que distingue una visión no Neoliberal (nl) del desarro-llo, que se denominará Arquitectura Institucional Social Demócrata (aisd), de la nl, basada en la Trickle Down Economics, que sostiene que el crecimiento irrigará automáticamente mejores condiciones de vida para los grupos mar-ginados de éste.

Oposición que se concreta en el esfuerzo de la aisd por incluir en el proceso mismo de crecimiento en vez de compensar expost este marginamiento con instrumentos asistencialistas. Aun cuando en importantes situaciones de pobreza extrema no es posible generar la cadena causal ilustrada en el dia-grama porque la extensión de la informalidad hace imposible crear empleo estable y digno para grandes masas de la población, y consiguientemente sean necesarios programas focalizados de alivio, no debe perderse de vista que la forma más eficiente, sostenible y replicable de integrar al crecimiento es ese empleo.

1.2.2. Tensión crecimiento-recursosLos límites del crecimiento fueron muy bien resumidos y esquematizados en el famoso trabajo con este nombre realizado con el apoyo de la fundación Volkswagen8 en el cual se analizaba la interacción entre crecimiento expo-nencial económico y poblacional, y recursos limitados. Para 1972 las simula-ciones considerando población, industrialización, contaminación, producción alimentaria y agotamiento de recursos arrojaron bajo el escenario de Business as Usual (continuación inmodificada) un colapso económico y social en este Siglo xxi, proyecciones que han sido verificadas a principios del mismo como acertadas. En el área del calentamiento global, el documento preparado para el gobierno británico por el profesor de la London School of Economics, N. Stern, señala que los costos de la inactividad frente al calentamiento global en recursos, agua, producción de alimentos, salud y el medio ambiente y su impacto en el crecimiento (5% del producto global a perpetuidad) sobrepasan los costos de acciones para evitar este impacto mediante acción colectiva. El Stern Review 9 ve en el cambio climático el reto más urgente enfrentado por la humanidad, el cual refleja una monumental falla de mercado. Entre sus recomendaciones está el estándar de los economistas ambientales de ponerle un precio al carbón mediante un impuesto o mediante compra de permisos para emitir, así como instrumentos de apoyo para Low-Carbon High Efficiency Technologies, en la urgente transición a una Low Carbon Economy.

8. Meadows, D., Meadows, G., Randers, J., and Behrens, W III. (1972). The Limits to Growth. New York: Universe Books.

9. Stern, N. (2006). ‘Summary of Conclusions’. Stern Review Report on the Economics of Climate Change (pre-publication edition). HM Treasury.

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1.3. ¿Sistemas económicos no basados en el crecimiento?

Si no se establece la distinción entre crecimiento y un patrón de éste basado en carbón y caracterizado por una depredación de recursos naturales y eco-lógicos (consecuencia de un consumismo desmedido), surge la tentación/confusión de proponer, como lo hacen los verdes, un sistema económico no basado en crecimiento. Esta propuesta es criticable desde dos puntos de vista: 1) no tiene en cuenta los millardos de pobres del mundo a quienes solo el crecimiento económico podrá sacar de la pobreza; 2) no hace mucho sentido económico ni en la teoría ni en la práctica.

En cuanto al primer punto de vista, esta propuesta desconoce la necesidad del despegue (take-off) para superar la pobreza. Se trata de una agenda post despegue que refleja la inequidad de la ideología criticada por Chang10 de la forma cómo los países avanzados recomiendan privar a los Países en Desa-rrollo (ped) de los mecanismos que ellos tuvieron la oportunidad de usar para su crecimiento.

Con relación al segundo punto de vista, ¿qué tanto sentido económico tiene la propuesta de un sistema económico no basado en crecimiento? Parte de la respuesta está dada en la consideración histórica mencionada acerca de la forma cómo la acumulación capitalista ha dinamizado exponencialmente durante los dos últimos siglos crecimientos sin precedentes en el ingreso y la productividad, lo cual se refleja en la divergencia Occidente-Asia y en el milagro chino que ha seguido la extensión de la acumulación capitalista.

Pero, ¿por qué es esto así? es una pregunta que ha interesado a los economis-tas desde Smith hasta Piketty; y la respuesta es unánime: el crecimiento es el eje del sistema capitalista cuya expansión da cuenta de esos procesos. Desde la teoría clásica de la acumulación, en la cual se destaca el análisis marxista de la competencia tecnológica como motor de ella; hasta los desarrollos recien-tes tanto en la tradición neoclásica como en la postkeynesiana, la búsqueda de los beneficios a la raíz de esa competencia genera a través de la inversión incorporadora de cambio técnico11, el crecimiento de la productividad y el fortalecimiento de la competitividad que se traducen en un mayor ingreso.

El núcleo de este sistema radica en la relación entre beneficios e inversión, la cual en los análisis clásicos de Ricardo y Marx; neoclásico de von Neumann;

10. Chang, Ha-Joon (2003) ‘Kicking Away the Ladder: Development Strategy in Historical Perspective’ London: Anthem Press.

11. Una notable excepción de este énfasis en la acumulación de capital es el modelo canónico de Solow, pero este enfoque es el resultado del divorcio entre acumulación y cambio técnico (que hace de la acumulación un movimiento sobre la función de producción sin desplazamiento de esta) tan criticado por Kaldor y superado por desarrollos posteriores de crecimiento endógeno debido a dicho cambio. Pero es notable que Solow ligó más recientemente sostenibilidad a acumulación de capital en el sentido de que lo que protegería a las futuras generaciones del impacto del agotamiento de los recursos naturales es la inversión de los recursos obtenidos de la abstención del consumo por parte de la generación actual.

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y postkeynesiano de Kalecki-Robinson y Kaldor, se traduce en la igualdad de la tasa de acumulación (o de crecimiento) y de la tasa de beneficios (dados los supuestos kaleckianos de inversión de todos los beneficios y de consumo de todos los salarios). En el resultado de von Neumann, la máxima tasa de cre-cimiento es igual a la tasa de beneficios; en el postkeynesiano, ellas son iguales como resultado del crecimiento en equilibrio ahorro = inversión dada la rela-ción de Harrod que traduce la tasa de ahorro en la de crecimiento para una relación capital/producto dada; y en la reciente revisita de Piketty, un exceso de la tasa de beneficios sobre la de crecimiento refleja una concentración del ingreso que pone en peligro la dinámica del sistema, así como en Kalecki y en Lonergan mayor equidad posibilita mayor crecimiento12.

El punto es que, como ya se mencionó, el hecho de que los más importantes pensadores económicos por más de dos siglos hayan concebido la dinámica del sistema capitalista en términos de la relación entre acumulación y ganancias pone en evidencia a esta caracterización como la científicamente aceptada, en forma consistente con la historia (el impacto) de la extensión del capitalismo industrial a nivel global. Que el papel preponderante de la búsqueda de la ren-tabilidad mediante la inversión haya estado ligado al consumismo desmedido y la consiguiente voracidad depredadora de los recursos naturales llama no a cuestionar y a abandonar el crecimiento capitalista per se (como se ha insistido la mejor invención de la humanidad para superar la pobreza), sino a moderar, mediante compensaciones institucionales de Falla de Mercado (fm), mecanis-mos regulatorios e innovaciones organizacionales en gobernanza, ese patrón.

Pero las formidables dificultades de gobernanza reflejan problemas de equi-dad inter-regional e inter-temporal gigantescos. ¿Cómo justificar a los consu-midores de los ped que deben moderar su consumo a niveles muy inferiores a los disfrutados por los avanzados? Es claro que con que solo el 10 % de los casi tres millardos de habitantes de China e India en 2020 aspiren a tener un nivel similar de consumo al de ee.uu. generará presiones intolerables sobre los recursos naturales y los commodities, lo que causará alzas de precios y escasez de un impacto más severo para países o sectores de bajos ingresos. ¿Cómo convencerlos a ellos, o a habitantes de zonas cuya conservación beneficiará a futuras generaciones, de que deben moderar sus aspiraciones económicas aceptando no solo brechas con respecto a esa ese nivel sino permanecer en trampas de pobreza de las cuales solamente el crecimiento capitalista los puede ayudar a escapar?

12. De la misma forma en que en estos análisis la equidad está ligada al crecimiento, en otros análisis basados en rendimientos crecientes mayores niveles de crecimiento y mayores niveles de actividad se traducen en mayores niveles de productividad que hacen posibles mayores remuneraciones sin afectar la rentabilidad, de manera que el divorcio neoclásico entre eficiencia y equidad desaparece. Las externalidades de demanda agregada, según las cuales una reducción en un precio beneficia la demanda para todos, enfatizada por los neokeynesianos, son otro mecanismo (análogo al señalado de Kalecki de los beneficios de la reducción de márgenes) que refleja el nexo entre equidad y crecimiento, además de destacar la inexistencia en el sistema capitalista de un mecanismo de mercado para coordinar decisiones de los empresarios en esta dirección beneficiosa para ellos como un todo.

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2. Falla de coordinación y su compensación Que el planeta enfrenta un colapso ecológico es, como lo ilustra el Stern Review y An inconvenient truth, de Albert Arnold Gore, indiscutible13. Esto refleja una falla de coordinación típica de la economía de mercado. Un solo aspecto del cambio climático, el deshielo de glaciares en los polos, generará un colapso ecológico (incluyendo la inundación de las zonas costeras y el derrumbe de sistemas como la corriente del golfo que protege Europa occidental de un clima siberiano) que generarán tensiones sin precedentes14.

2.1. El colapso ecológico como falla de coordinación2.1.1. La Falla de los Mercados (fm)

La contaminación es el efecto prototípico de externalidad negativa, que junto con otros aspectos (o condiciones realistas) como los bienes públicos (entre los cuales se destaca el medio ambiente) derrumban la aplicabilidad del teorema de la economía del bienestar sobre la optimalidad paretiana de un equilibrio competitivo (que formaliza la Mano invisible de Smith). La fm para asignar eficientemente (para no hablar de equitativamente) los recur-sos, por una parte, refleja la inexistencia de precios/mercados para activos cruciales ambientales, algunos (como la capa de ozono, la biodiversidad, la estabilidad climática) con carácter de bien público (global); y, por otra parte, implica, en ausencia de regulación, contaminación, depredación de commons y destrucción de esos bienes públicos. De ahí que en materia de soluciones se propongan estándares regulatorios que impongan un límite a esas externalidades o mecanismos que le pongan un precio (a ser pagado en la forma de un impuesto o de un permiso de emisión) para internalizar la externalidad.

El manejo de commons (activos naturales y culturales que proveen servicios a una comunidad) ejemplifica bien los problemas al mostrar cómo por ser no excluibles (como los bienes públicos) pero, a diferencia de ellos, rivales en el consumo, el hecho de que el agente individual se beneficia de ellos sin asumir su costo, incentiva un comportamiento depredador en la forma de consumo desconsiderado o de contaminación15.

13. Salvo claro para ideologías marcadas por una extrema irracionalidad como la de la derecha republicana americana que increíblemente, ante la apabullante evidencia científica acerca del calentamiento global y su ser resultado de la actividad humana, siguen intentando tapar el sol con las manos (además con las emisiones de carbón que se niegan a moderar).

14. Como migraciones masivas que harán ver las actuales presiones en el sur de Europa y de usa como insignificantes. Y este Julio de 2015 ha sido registrado como el mes más caliente de toda la historia de estadísticas.

15. En su famoso artículo “The Tragedy of the Commons” Hardin (1968) ligó el acceso irrestricto al recurso comunitario con ésta como resultado de que su costo para el agente individual puede ser una fracción remota del que le impone a la comunidad.

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Una de las características de los mercados, la cual hace que su falla sea aún más severa en cuestiones inter-generacionales, es su miopía que hace que costos y beneficios en el futuro remoto sean descontados severamente16. La noción de capital natural que valúa económicamente la variedad de activos provistos por la naturaleza, junto con la de sostenibilidad, desarrollan estas cuestiones (de equidad intergeneracional) en la discusión entre sostenibi-lidad débil (que considera que el capital natural y otras formas como el humano son sustitutos) y fuerte (que considera que son complementarios), de manera que mientras que en la primera posición lo que cuenta es dejar a las nuevas generaciones una disponibilidad de las varias formas de capital, en la segunda el natural es privilegiado como necesario para su sobreviven-cia y bienestar.

Siendo el empresario el protagonista del desarrollo, cuyas decisiones de inversión ponen en operación la acumulación de capital como motor de ese proceso, una modificación del patrón de crecimiento requiere una modificación de la estructura de incentivos que lo motive hacia el tipo de esas decisiones que se traduzcan, a su vez, en un patrón verde de desarrollo caracterizado por la consideración de aspectos como el capital natural y full cost accounting que rastrea las externalidades a sus causantes. Se trata, como en otras situaciones en que el mercado falla, en coordinar las decisiones de los agentes hacia el bienestar colectivo, de diseñar un sistema regulatorio que incentive a los empresarios a implementar estrategias cooperativas consis-tentes/conducentes con/a ese bienestar. Pero el peso de la traducción de la estrategia individual de rentabilidad privada en bienestar colectivo no recae sobre el empresario, quien actúa como tal en la búsqueda de esa rentabilidad, sino en el diseño e implementación de los incentivos y los mecanismos de acción colectiva que pueden realizar esa traducción con la agencia del agente coordinador gubernamental o no.

2.1.2. La falla institucional de gobernanza

Si bien en algunas situaciones de fm, incluyendo las relacionadas con el medio ambiente de commons estudiadas por la premio Nobel Ostrom, surgen diseños institucionales que solucionan los problemas de asignación, costeo de externalidades y agotamiento, los problemas ambientales y de recursos naturales constituyen una área en la cual el diseño e implementación de formas de acción colectiva es particularmente difícil en razón del margen para comportamientos oportunistas y la complejidad de los mecanismos de

16. Intuitivamente, para el lector no informado, esta es la práctica de traer el presente multiplicando por el inverso de (1+r), r la tasa de des-cuento, elevado a la t el número de años hacia adelante, que implica que el descuento (la pérdida de valor por tratarse de un bien no ahora sino entonces) crece con r y con t. Aparece así q una mayor preocupación por la equidad intergeneracional implica reducir r. Es interesante que el matemático filósofo de Cambridge F Ramsey quien ideara en 1928 el modelo prototípico de ahorro óptimo (maximización del consumo sobre generaciones), consideraba insostenible moralmente descontar el futuro.

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enforzamiento17. Que los problemas de gobernanza son monumentales y que ellos se complican al nivel global es ilustrado por las dificultades para avanzar en la secuencia Rio-Kioto-Cancún-París18.

2.2. La compensación institucional de la fm y la aisd

2.2.1. La aisd como alternativa al nl y al populismo

Como sostuve en Razón Pública19, la alternativa relevante al nl no es el popu-lismo sino la tercera vía Social Demócrata (sd), ilustrada por los contrastes en materia de mercados; incentivos; fallas de Mercado y de gobierno; bienes públicos y privatización; el trípode instituciones-capacidades-incentivos: regu-lación, crecimiento (g) e inclusión; gobernanza y globalización. Para concluir que la alternativa sd resuelve mejor la conciliación crecimiento-inclusión, pues la cooperación es el complemento necesario de la competencia de mer-cado para que tanto ésta como la acción colectiva que compensa sus fallas, se traduzcan en crecimiento inclusivo. Fundamentalmente, mientras para el nl el crecimiento es suficiente y para el populismo el crecimiento no es necesario, para la aisd el crecimiento es necesario pero no suficiente.

Cooperación y arquitectura institucional. Junto con estándares que limitan y con precios que imputan costos, entre las formas de acción colectiva que resuel-ven la fm en materia ambiental se destacan los esquemas de coordinación señalados por la premio Nobel Ostrom en su trabajo sobre la forma como sociedades han desarrollado esquemas institucionales para manejar sus recur-sos naturales protegiendo el ecosistema. Entre los principios de diseño para el manejo de common pool resources que ella identifica se destacan esquemas de escogencia social que involucran la mayoría de los beneficiarios en el proceso de toma de decisiones; y, por oposición a formas de gobernanza centralizadas (como la global, con su complejidad y diversidad de actores) autodetermina-ción de las comunidades (enfoque poli céntrico).

17. “Considerando unos pocos efectos externos, se entiende por qué surgen nuevas necesidades de coordinación para las cuales no existen las instituciones de gobernanza y acción colectiva adecuadas, a pesar de los esfuerzos por fortalecer el sistema de la onu: ni el terrorismo, ni una pandemia infecciosa, ni las crisis financieras, ni el calentamiento/oscurecimiento global por emisiones de gases son enfrentables a nivel nacional, ya que constituyen procesos que generan externalidades negativas de manera que, aunque surjan de forma localizada, sus efectos se esparcen por toda la economía global. Los ritmos de agotamiento de los recursos naturales y de contaminación de un patrón de crecimiento voraz y depredador como el de la economía americana atentan no solo en contra de la sostenibilidad del crecimiento sino también contra la equidad, por doble concepto: transversalmente imponen externalidades por vías como el calentamiento global; en el tiempo impone ingentes costos a generaciones futuras cuyos intereses son descontados severamente por la miopía del mercado”. Chica 2006

18. Un ambiente sano es un bien público, así como la naturaleza holística de los daños ambientales alcanza su dimensión global en fenómenos como la disminución de la capa de ozono, el efecto invernadero, la radiactividad a largo plazo generados por los residuos nucleares o la reducción de la biodiversidad, cuyo impacto, en términos espaciales o temporales, nunca ha existido antes ni en la relación del hombre con la naturaleza ni en materia de responsabilidad social.

19. Chica, R. (2012) ‘Crecimiento e inclusión: el fracaso de las naciones’ Portafolio, Agosto-16. www.portafolio.co

Chica, R. (2013) ‘La tercera vía socialdemócrata: entre el neoliberalismo y el populismo’ Razón Pública. www.razonpublica.com

Chica, R. (2014) ‘Vieja Europa vs. nueva Europa’ Portafolio, Abril-23. www.portafolio.co

Chica, R. (2014) ‘¿Es la Tercera Vía de Santos socialdemócrata?’ Portafolio, Julio - 17. www.portafolio.co

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2.2.2. ¿Un modelo de crecimiento alternativo?

Ante el colapso ecológico que el crecimiento capitalista generará (de conti-nuar siguiendo el mismo patrón), surge la pregunta por modelos de desarrollo alternativos. La discusión de la sección anterior debe haber dejado claro que, hablando de forma realista, no se trata de alternativas al crecimiento capitalis-ta sino alternativas dentro del crecimiento capitalista. Entre estas se destaca la ofrecida por el control político del mercado, de manera que este pase de amo a servidor; es decir, por la socialdemocracia, junto con algunos elementos de Green Politics y Green Economics que se traducen en una Green Economy. La mejor ejemplificación de esta síntesis son las alianzas entre socialdemócratas y verdes en el norte de Europa, particularmente, por su capacidad de com-binar un entendimiento de la necesidad de la competencia de mercado con el control democrático de éste y los principios verdes de sensatez ecológica, justicia social, democracia directa de base y pacifismo.

NL Populismo 3ra vía AISD

Mer

cado

s Mecanismos suficientes para la asignación de recursos y el crecimiento.

No juega un papel crucial y puede ser mani-pulado a voluntad y sin ningún costo.

Necesario pero no suficiente: falla en los mecanismos cruciales de crecimiento e inclusión.

Insti

tucio

nes

Capa

cidad

esIn

cent

ivos

Incentivos (precios correctos) hacer el truco independientemente de capacidades e institu-ciones.

Los incentivos son irrelevantes como son capacidades previamente acumuladas e institu-ciones.

Los incentivos no funcionan en ausencia de capacidades e institucio-nes que necesitan ser fortalecidas previamente.

Crec

imien

to-

Inclu

sión

Crecimiento > Inclusión: Trickledown o compen-sación asistencialista de la marginación del creci-miento.

Inclusión > Crecimiento: este último no es una condición necesaria para el logro de la primera.

Inclusión en Crecimiento en sí mismo mediante la integración económica dentro de redes productivas / comer-ciales.

Gobe

rnan

za

Mercados > Política. Política > Mercados. Control democrático de mercados.

Tabla 2

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1) La compensación institucional de la fm y la aisd

En la sección anterior se consideró la contradicción del modelo de aisd con el nl que da el estatus dominante al mercado, y que a nivel global se ha convertido en la ideología hegemónica del consumismo, y la panmarketizacion (pancommoditizacion) universal. Ahora, no es posible considerar los argumentos sobre la sólida base económica que tiene el primero, y sus implicaciones en términos de estrategias y de políticas.

Pero, existen dos puntos a destacar: 1) esta base radica en la necesidad de la compensación institucional de la fm mediante formas de acción colectiva que ponen en operación mecanismos básicos del crecimiento ligados a la extensión de los rendimientos crecientes (particularmente en esa operación), los cuales no son puestos en operación por el mercado20; 2) estas formas de acción colectiva involucran mecanismos cooperativos que, por una parte, permiten conciliar crecimiento con inclusión (mediante la provisión de bienes públicos y la puesta en acción de complementariedades) y por otra hacen posible y rentable para un colectivo (capaz de acometer un esquema con altos costos fijos) lo que no lo es para el individuo21.

Aunque el agente coordinador que juega un papel pivotal en estos procesos asume un rol público, este puede ser asumido por diversas instancias del tejido económico y empresarial y no exclusivamente por el agente guber-namental (nacional o local). Sin embargo, este agente tiene una capacidad de convocatoria especialmente importante y (de darse las condiciones de capacidad tecnocrática y blindaje frente a las veleidades de la política) puede disciplinar a los agentes económicos e incentivarlos a acometer estrategias favorables para el bienestar colectivo. En materia ambiental puede afectar la asignación de recursos (y de costos) tanto inter-generacionalmente como entre grupos y regiones, puede regular estableciendo estándares/límites y usando impuestos/subsidios y puede generar mecanismos que usen precios para internalizar externalidades.

Pero la relación entre protección del medio ambiente y crecimiento no es reductible a un trade-off que ve el problema como un pulso entre los regu-ladores y los empresarios. Esto ha sido destacado por los autores Porter y

20. Chica, R. (2005) ‘Condenados al neoliberalismo por la globalización?’ Portafolio, Diciembre-2. www.portafolio.co

Chica, R (2006) Latinoamérica frente a la globalización: Una estrategia Alternativa de Desarrollo. Universidad Autónoma de Manizales.

Chica, R. (2008) ‘Globalización y desarrollo’ Portafolio, Agosto-12. www.portafolio.co

21. Chica, R (2007) Elementos de Política de desarrollo productivo. Colciencias-Universidad Autónoma de Manizales

Chica, R. (2010) ‘Potato chips and Computer chips’ Portafolio, Diciembre - 23. www.portafolio.co

Chica, R. (2013) ‘Política industrial: para compensar las fallas del mercado en plena globalización’ Razón Publica, Marzo-25. www.razonpublica.com

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van Linde mostrando cómo la innovación22 puede hacer posibles avances en competitividad reduciendo los costos de deterioro ambiental de la actividad industrial23. La innovación en materia de tecnologías verdes, como las fuentes de energía diferentes al carbón, es solo unos de los aspectos de la forma como se puede hacer el crecimiento y la protección del medio ambiente complementos en vez de sustitutos.

2) Los verdes y lo verde

Como ahora no es posible adelantar una discusión de las propuestas ver-des en materia económica y política, esta sección concluye con una breve referencia a sus dimensiones macro-sociales y micro-individuales. Si bien el ambientalismo en la forma de sabiduría ambiental y sostenibilidad es la ban-dera de los verdes, con implicaciones para el crecimiento (o bajo en carbón o sistemas no basados en crecimiento), específico para sectores como la ener-gía renovable, transporte sostenible y manejo de agua, desechos y tierra, el planteamiento verde se extiende a otras metas sociales como la justicia social, la democracia participativa y la no violencia. Una visión que aglutina estos aspectos hacia la paz mundial que replica la visión de Kant de una paz que involucra la ciudadanía global con derechos en un sistema cosmo-político.

Si bien se requieren formas de acción colectiva, opciones y conductas indivi-duales como dejar el carro y dejar la carne pueden contribuir. La conciencia de la importancia del reemplazo del automóvil por la bicicleta o el trans-porte público24 no se replica en el caso del reemplazo de la carne cuando la industria productora de ésta tiene un impacto ambiental mucho más severo que la del transporte: costos absurdamente altos en recursos (agua, tierras, deforestación, alimentos) en comparación de otras fuentes de nutrientes, y una contribución al cambio climático más importante que la del transporte (greenhouse gases, carbón, metano por fermentación entérica y nitróxido por excrementos25) o la industria.

22. La confianza de algunos economistas en el paradigma tecno-económico para resolver los problemas destacados se basa en las enormes posi-bilidades abiertas por las nuevas tecnologías (tic/microelectrónica, biotecnología y nanotecnología) para transformar estructuras productivas y sociales y elevar la productividad y el bienestar. Es cierto que la nueva fase de la knowledge economy, de un sistema económico basado en conoci-miento y centrado más en éste que en mercancías físicas, replantea el problema económico en términos de escasez y modera la preponderancia y centralidad de esta. Pero esta fe, como la fe en el mecanismo de mercado y en el sistema de precios, para resolver los problemas destacados, es una forma extrema de economicismo que desconoce las limitaciones de tanto de la tecnología como de los mercados para resolver unos problemas cuya urgencia y trascendencia derrumba la ideología de business as usual que pospone la acción colectiva en la confianza que la solución de mercado emergerá.

23. Este ha sido el argumento que Porter ha esgrimido en el debate sobre el fracking en el sentido de que los avances en esta tecnología han permitido reducir su impacto ambiental. Esta tecnología es sin embargo el ejemplo perfecto de deterioro ambiental en dos sentidos: su implementación ha resumido el conflicto entre los intereses de las grandes compañías petroleras (con su poderoso lobbying frente al gobierno americano) y las comunidades afectadas (en sus recursos acuíferos y en la estabilidad y valor de sus propiedades); y ha traído consigo una caída en los costos del transporte que prolonga la inconciencia sobre los verdaderos costos del transporte a gasolina (al debilitar el mecanismo de precios en esta dirección de hacer más costosa la decisión en el margen sobre usar o no el auto).

24. , junto con medias de conservación y ahorro de energía y de manejo de desechos.

25. Según la Food and Agriculture Organization of the United Nations (fao) la industria de la carne contribuye con casi ¼ de co2 equivalent greenhouse gases en razón del efecto más fuerte del metano...Disponible en: www.fao.org

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3. ¿Cuánto avanza Laudato si’?

La Encíclica constituye un avance fundamental en varias direcciones: en asu-mir y destacar la ciencia del cambio climático; en desarrollar el Pensamiento Social Católico (psc) en la dirección de la crítica a un modo de desarrollo y un paradigma tecno-económico26 con desbalances insostenibles tanto en lo social como en lo ambiental; y en desarrollar una teología espiritual de la creación que pone en el centro las nociones de Original Blessing27 y Cristo cósmico. Asume la función profética de la Iglesia de dar voz a los que no tienen voz28, agregando entre ellos a las futuras generaciones junto con los pobres de la actual. Y lo hace sobre la base de la ciencia de problemas como el calentamiento global.

Aunque entre las complicaciones que emergen al considerar la relación entre crecimiento y medio ambiente está, como lo ha señalado Solow29, la forma cómo emerge un trade-off entre los objetivos de superar la pobreza hoy y pre-servar recursos para mañana, la urgencia de sacar de la miseria a millones de pobres cuestiona la moralidad de priorizar a las futuras generaciones al costo de dejarlos en ese estado.

ls navega la mencionada oposición dialéctica entre el moralismo y el econo-micismo avanzando sobre sus antecedentes en el psc en su uso de la ciencia del cambio climático y de elementos de la economía como el plantear el pro-blema en términos intergeneracionales. Sin embargo, junto con estos aciertos se mezclan en ls tres elementos que mantienen la brecha de la Iglesia con la modernidad, la mujer y los pobres30.

Primero, en contra de la racionalidad científica de la modernidad, ls confunde el paradigma tecno económico que pone a la cyt al servicio de la rentabilidad hasta el consumismo y la devastación ecológica con la cyt como tales. Hacer de la cyt per se el culpable es como hacer del crecimiento económico per se el culpable, omitiendo la impresionante contribución de ambos al bienestar

26. Un argumento contra la deificación del mercado, que tiene su antecedente en el análisis de Marx sobre el Fetichismo de la mercancía, análisis de enorme actualidad con la mercatizacion comoditizacion extendidas con la globalización.

27. Por oposición al pecado original. Ver los libros de M Foxley

28. Como lo formulo Boenheffer (el teólogo luterano ejecutado por su oposición a Hitler) en su defensa de los judíos en la Alemania nazi.

29. Solow, R. (2000). ‘Sustainability: An Economist’s Perspective’ In Economics of the Environment: Selected Readings. Ed by. Stavins, R. New York: Norton & Company, Inc. 131-138.

30. Chica, R. (2013) ‘Benedicto XVI’ Portafolio, Febrero-14. www.portafolio.co

Chica, R. (2013) ‘El papa Francisco’ Portafolio, Marzo-31. www.portafolio.co

Chica, R. (2013) ‘Cinco retos para el nuevo Papa’ Razón Publica, Abril-01. www.razonpublica.com

Chica, R. (2013) ‘Humanae Vitae, las favelas de Rio y el sínodo de obispos’. Revista Javeriana No. 800, Noviembre-Diciembre.

Chica, R. (2014) ‘Dos modelos para Francisco: Juan XXIII y Juan Pablo II, santos. Revista Javeriana No. 803, Abril.

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humano en los dos últimos siglos. ¿Cómo desconocer la contribución de la cyt en las áreas de la salud, de la información y las comunicaciones, del transporte, no solo al bienestar humano en general, sino en particular al de los pobres?

El segundo elemento es un reflejo del moralismo desconocedor de la ciencia sobre los problemas, en este caso la crítica al comercio de derechos de emi-sión, esquema reconocido por la economía ambiental como un ejemplo de la superioridad de esquemas de mercado basados en incentivos de precios sobre esquemas de comando-control sobre tecnologías y estándares de desempe-ño31. Aunque, desde luego, esto refleja el sesgo de la profesión económica en favor de mecanismos de precio y un Carbon Tax es otra forma, de necesaria y urgente implementación, de ponerle un precio a las emisiones (no incluido en el de los combustibles) y forzar a los emisores a pagar el costo social de su actividad.

En tercer lugar, Francisco borra con el codo lo que escribe con la mano al sostener la posición de Humanae Vitae (hv), lo cual refleja una abismal incomprensión de los problemas de las mujeres y de los pobres32, en particular, de las mujeres pobres. Como ahora no es posible adelantar una crítica de hv, basta con señalar que, si bien es cierto que es el crecimiento del consumo afluente (intensivo en energía y recursos naturales) lo que afecta más el medio ambiente, el impacto sobre éste del crecimiento poblacional es innegable en general; como también lo es el nexo entre ese crecimiento, en particular en zonas donde no ha tenido lugar la transición demográfica (donde se concentra la pobreza o carencia de capacidades), y el circulo vicioso pobreza-deterioro ambiental. Similarmente, la implementación de programas que aceleren esa transición es una medida sencilla y rápida frente a la complejidad, dificultad y demora de medidas para modificar la distribu-ción del ingreso y los patrones de consumo en forma de facilitar el flujo de alimentos a esas zonas.

31. Desde luego, como todo mecanismo de mercado, este tiene sus limitaciones, unas ligadas al hecho que como tal requiere de una serie de condiciones para su funcionamiento eficiente y equitativo, y otras al que es necesario complementarlo, especialmente en situaciones de ausencia de esas condiciones, con esquemas de acción colectiva. Como en otros situaciones en que se requiere esta acción, la solución de mercado puede, en razón de que no se dan las condiciones de capacidades e instituciones, o ser imposible, o no ser suficiente, o no ser la más adecuada pero eso no quiere decir que dándose las condiciones para el funcionamiento del mercado (y habiendo las capacidades y las instituciones) la solución basada en sus incentivos deba ser rechazada porque tiene limitaciones

32. Chica, R. (2013) ‘Humanae Vitae, las favelas de Rio y el sínodo de obispos’. Revista Javeriana No. 800, Noviembre - Diciembre.

Chica, R. (2014) ‘Perspectivas alternativas. Dos modelos para Francisco: Juan XXIII y Juan Pablo II, santos. Revista Javeriana N 803, Abril.

“The interrelationships between overpopulation, poverty and lack of capacities to overcome it (education) reflect the domestic drama of hundreds of millions of families (and breadwinners women) crushed by poverty worsened by oversized families. Upholding HV’s teaching and prohibition of contraception reflects a total insensitivity to the problems of poor women who are the main victims of this prioritizing universal abstract principles over the problems and needs of the poor. One could say that economic development (capacities, opportunities, education) will set them free from those principles (as it has been the case in most advanced societies) but sadly oversized familes is one of the main factors that keep these families in the marginal third world caught in a poverty trap. The geography of overpopulation coincides with the geography of poverty”. Chica en: Catholic Scholars’ report on HV: What is the state of the question now – fifty years after the ‘majority report rejected by pope Paul VI? Following the Statement on Marriage and the Family.

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Para terminar con una consideración acerca de una contribución de ls en otra área diferente al crecimiento económico, pero que refleja una apertura que contrasta con la de sus predecesores, es significativo que Francisco cite referencias a Teillhard de Chardin cuando basa el respeto por los dones de Dios en la creación en la teología espiritual de ésta (el Cristo cósmico): El destino final del universo está en la plenitud de Dios, que ha sido alcanzada por Cristo resucitado (…) todas las creaturas se están moviendo hacia adelante con nosotros hacia un destino común, Dios, en esa plenitud trascendente en la cual Cristo resucitado abarca e ilu-mina todas las cosas (ls). Si la solidaridad con los pobres y con las generaciones futuras no es suficiente motivación, en la invitación de Francisco a todos33, ls ofrece el creyente la perspectiva sacramental de la creación (característica de la Ortodoxia oriental); en palabras de Teillhard: en virtud de la creación y, todavía más, de la encarnación, nada acá abajo es profano para aquellos que saben cómo ver. Al contrario, todo es sacro. Una visión que extendida a la obra del hombre median-te la tecnología y el trabajo señala una forma de ejercer estos en la forma agradecida que haría al crecimiento complementario y no sustitutivo con los recursos de la creación .

33. Todos compartimos la responsabilidad de cuidar al planeta

RJ

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Los prejuicios y las precomprensionesLa carta encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común se agrega al magisterio social de la Iglesia, como indica el mismo Papa en el numeral 152. Con esto no sólo se determina el género literario del documento, sino que se establece su procedimiento y también su valor en la trayectoria amplia y diversa del magisterio papal.

No conocer o no atender estas determinaciones de entrada ha llevado, aquí y en todas partes, a muy perplejas preguntas: ¿Por qué este Papa entra en asuntos que no son los suyos, como la ecología, los paradigmas sociales, los modelos económicos, la crítica del progreso, la cultura, las responsabilidades políticas de los Estados y de los particulares, los nuevos estilos de vida que deberían asumir todos los habitantes del planeta? ¿Por qué introduce en su escrito tesis científicas y visiones respetables pero posiblemente discutibles sobre calentamiento, emisiones de carbono, índices de contaminación, daño a las especies, consecuencias de salubridad humana, de posible freno al pro-greso en la conquista del planeta y de reclamo por la suerte de los pobres? Y si se ofrecen planteamientos de ciencia social junto con planteamientos teológicos y doctrinales ¿qué valor puede tener este escrito del Papa? ¿Vale lo

La arquitectónica1 de la Encíclica Laudato si’

Alberto Parra, s.j.*

1. “El término arquitectónico y más específicamente la palabra griega tekton alude etimológicamente al oficio del carpintero y, por lo tanto, no sólo al constructor del primitivo templo griego, sino también al rol primordial del marco de la junta en la génesis de cualquier construcción” Fuente: http://www.arqhys.com/articulos/arquitectonico-termino.html

* Profesor titular en la Facultad de Teología, Pontificia Universidad Javeriana.

2. Francisco, Carta Encíclica Laudato Si’, Roma: Tipografía Vaticana 2015, n° 15, p. 14

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mismo su recurso al Evangelio que su recurso a las tesis científicas y sociales? ¿Debemos tomar como doctrina de la Iglesia y del Papa tanto lo uno como lo otro? Leer el Evangelio a la luz de la situación planteada ¿no distorsiona tanto el Evangelio como la situación? ¿No debemos dejar que el Evangelio sea tal y las tesis ecológicas y sociales sean tesis discutidas por cada disciplina?

Los planos metódicos para recorrer nuestra casa comúnEl Cardenal Walter Kasper, ilustre tanto por su insigne episcopado y su ministerio en el Secretariado para la Unión de los Cristianos, como por su ciencia teológica, ha publicado recientemente un texto lúcido “El Papa Fran-cisco, revolución de la ternura y el amor: raíces teológicas y perspectivas pastorales”3. Con todo conocimiento de causa, Kasper indaga las raíces teológicas de este Papa y pone de manifiesto su pertenencia sustancial al modo latinoamericano de recibir, elaborar y presentar el mensaje eterno del Evangelio.

El modo o el método latinoamericano que irrumpió en la Iglesia, que rebasó las fronteras de nuestro continente y que es hoy patrimonio universal, se diferencia por contraste con la forma usual e ilustrada de hacer teología para la proclamación de la buena noticia del Señor. Escribe Kasper: “Si se desea esbozar de forma breve –y quizás algo simplificadora– la diferencia, cabe decir lo siguiente: El Papa Benedicto por origen y formación, representa de forma destacada la mejor tradición europea. Parte de la fe de la Iglesia, intenta hacerla intelectual y espiritualmente comprensi-ble, para luego– como corresponde al modo tradicional de relacionar teoría y praxis– llevar a la práctica la doctrina de la fe. El Papa Francisco, en cambio (…) no es, por así decir un franciscano disfrazado: no, él es un jesuita de la cabeza a los pies. En el espíritu del fundador de su orden, Ignacio de Loyola, no parte de la doctrina sino de la situación concreta. Por su puesto no pretende acomodarse sin más a la situación; antes bien, intenta juzgarla según las reglas del discernimiento de espíritus, tal como se formula en el libro de los Ejercicios Espirituales de Ignacio. Con ayuda de tal discernimiento espiritual, llega luego a concretas decisiones prácticas”4.

Por mi parte, he escrito en otro lugar5 que la teología latinoamericana, en los aspectos particulares del método, se caracteriza por asumir un triple movi-miento que la identifica consigo misma y la diferencia de otras formas posibles de hacer teología: 1) el tránsito desde el clásico y usual método dogmático de sentidos ya alcanzados y cerrados al método hermenéutico e interpretativo para posibilitar sentidos abiertos a la pregunta de quién pregunta, cuando se

3. Kasper Wakter, El Papa Francisco, revolución de la ternura y el amor: raíces teológicas y perspectivas pastorales, Santander: Sal Terrae, 2015

4. Kasper pp. 24-25

5. Parra Alberto, Violencia Total y Paz Real: Indagaciones Teológicas, Bogotá: Javegraf 2010, pp 159-160

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trata de comprender aquí y ahora el sentido de los textos de la gran tradición bíblica y cristiana; 2) el paso de los usuales métodos y mediaciones filosóficas a los métodos y mediaciones propias de las ciencias sociales analíticas, cuando se trata de la comprensión de la compleja realidad humana y social; 3) el pri-mado de la praxis de cambio, de liberación y de transformación de la miseria inaceptable de la realidad, por diferencia y por contraste con formas teológicas usuales que pudieron ser elaboradas desde la teoría propia o ajena, distante y divorciada de todo compromiso político y social, con lo cual el proceso de comprensión prescinde de la realidad real tanto en el punto de partida como en el de llegada.

En las vertientes de la racionalidad hermenéutica y por senderos ciertos y probados por las ciencias del espíritu, el método de la teología latinoameri-cana se ha inscrito sin equívoco en el interrogar histórico posmetafísico de seres humanos en mundanidad, espacialidad, historicidad, finitud e inexorable declinar, que los diferencian del ser simplemente pensado y abstraído según los trascendentales que forjó la metafísica. Este preguntar del ser histórico en historicidad y concreción ha venido a denominarse con razón el lugar contextual, que como tal es punto de partida para todo responder. Y aquí debe notarse de nuevo el contraste y la diferencia con teologías de respuestas sin preguntas y de acumulados teológicos de verdades abstractas sin sentidos reales.

Solo que la pregunta de los seres humanos históricos y concretos se formula a espacios o ámbitos que suelen ser grandes reservas para construir respuestas y sentidos, con lo cual desde el preguntar contextual se leen y se recuperan los textos de tradición. Este campo hermenéutico al que es formulada la pre-gunta por el sentido se denomina lugar textual. Y aquí también debe notarse el contraste y la diferencia con teologías de textos sin contextos y de acumu-lados textuales no referidos a los lugares contextuales del preguntar, las más de las veces dramático, por el sentido real de nuestras existencias.

En fin, la lógica del preguntar de los contextos y del responder de los textos no puede tener finalidad distinta al encaminarse de los sujetos históricos por los derroteros de sentido de vida y de acción interrogados desde los contex-tos y respondidos desde los textos. Se trata, entonces, del lugar pretextual, pues aquello que, en definitiva, muestran los textos y anhelan los contextos es un ser humano y un mundo posible diferente, en una historia menos injusta y menos cruel, en especial con las víctimas, los derrotados y los pobres.

Debe quedar claro siempre que los lugares contextual, textual y pretextual no se ordenan de modo paralelo ni yuxtapuesto ni tampoco en la tangencialidad de un punto en un segmento dado. Se ordenan y operan a la manera de un círculo hermenéutico de la comprensión del sentido del existir y a la manera

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del preguntar y del responder. Así, la pregunta contextual determina y condi-ciona la respuesta, la respuesta sigue la orientación de la pregunta, y pregunta y respuesta se orientan, más allá de ellas mismas, hacia un ser humano y hacia un mundo por construir. Los lugares teológicos contextuales, textuales y pretextuales se muestran, pues, pro-vocativos y cargados de esperanza y de sentido para el tortuoso camino del existir.

Así, la presencia de un Papa jesuita y latinoamericano en la suprema anima-ción de la Iglesia del Señor equivale a ofrecer a la Iglesia universal y a la socie-dad mundial, no sólo la revolución de la ternura y del amor, sino las raíces teológicas y las perspectivas pastorales propias de la forma latinoamericana de hacer teología. El derrotero que se traza el Papa Francisco en el numeral 15 de su Encíclica da cuenta cierta del método teológico que lo anima: “En primer, lugar haré un breve recorrido por distintos aspectos de la crisis ecológica, con el fin de asumir los mejores frutos de la investigación científica actualmente disponible, dejarnos interpelar por ella en profundidad y dar una base concreta al itinerario ético y espiritual. A partir de esa mirada, retomaré algunas razones que se desprenden de la tradición judío-cristiana, a fin de procurar una mayor coherencia en nuestro compromiso con el ambiente. Luego intentaré llegar a las raíces de la actual situación, de manera que no miremos sólo los síntomas sino también las causas más profundas. Así podremos proponer una ecología que, entre sus distintas dimen-siones, incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo, y sus relaciones con la realidad que lo rodea. A la luz de esa reflexión quisiera avanzar en algunas líneas amplias de diálogo y de acción que involucren tanto a cada uno de nosotros como a la política inter-nacional. Finalmente, puesto que estoy convencido de que todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo, propondré algunas líneas de maduración humana inspiradas en el tesoro de la experiencia espiritual cristiana ”6

De acuerdo con el diseño de los planos, su capítulo primero, profundamente contextual, versa sobre “Lo que está pasando a nuestra casa”, capítulo que se construye con los aportes y las mediaciones de las ciencias y de los debates sociales que ponen al descubierto la crisis ecológica global: “Las reflexiones teológicas o filosóficas sobre la situación de la humanidad y del mundo pueden sonar a mensaje repetido y abstracto si no se presentan nuevamente a partir de una confrontación con el contexto actual ”7.

El capítulo segundo de la Encíclica, profundamente textual, versa sobre “El evangelio de la creación” y allí el Papa, como los buenos escribas del Evangelio, saca de sus tesoros las cosas nuevas y también las antiguas, de modo que la distancia de los textos se aproxime en la realidad de los contextos en los pro-blemas ecológicos globales, sociales y profundamente humanos de nuestra

6. Laudato si’ n° 15, p 14

7. Laudato si’ n° 17, p 17

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casa común: “Por qué introducir en este documento, dirigido a todas las personas de buena voluntad, un capítulo referido a convicciones creyentes? No ignoro que en el campo de la política y del pensamiento, algunos rechazan con fuerza la idea de un Creador, o la consideran irrelevante, hasta el punto de relegar al ámbito de lo irracional la riqueza que las religiones puedan ofrecer para una ecología integral y para un desarrollo pleno de la humanidad. Otras veces se supone que constituyen una subcultura que simplemente debe ser tolerada. Sin embargo, la ciencia y la religión, que aportan diferentes aproximaciones a la realidad, pueden entrar en un diálogo intenso y productivo para ambas ”8.

El capítulo tercero “Raíz humana de la crisis ecológica” y el cuarto “Una ecología integral ” son una preciosa combinación contextual y textual, científica y filo-sófica, evangélica y profundamente cristiana para hilvanar con filigranas de ternura y amor una ecología a la medida de lo humano y una humanidad a la medida de la casa común: “No nos servirá describir los síntomas, si no reconocemos la raíz humana de la crisis ecológica. Hay un modo de entender la vida y la acción huma-na que se ha desviado y que contradice la realidad hasta dañarla ¿Por qué no podemos detenernos a pensarlo? En esta reflexión propongo que nos concentremos en el paradigma tecnocrático dominante y en el lugar del ser humano y de su acción en el mundo”9. “Dado que todo está íntimamente relacionado, y que los problemas actuales requieren una mirada que tenga en cuenta todos los factores de la crisis mundial, propongo que nos detengamos a pensar en los distintos aspectos de una ecología integral, que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales ”10.

En fin, los capítulos quinto y sexto, en un plano claramente pretextual, planifi-cador y prospectivo, cierran la arquitectónica de la Encíclica de cara a una rea-lidad ahí que debe ser profundamente amada y trasformada con la fuerza del Evangelio, de las ciencias críticas, de la responsabilidad ética, de la educación para la cambio. De ahí el título mismo de los capítulos que, tras el “ver” y el “juzgar” encaminan al “actuar”: “Algunas líneas de orientación y acción”, “Educación y espiritualidad ecológica”. El Papa Francisco introduce así este movimiento: “He intentado analizar la situación actual de la humanidad, tanto en las grietas que se observan en el planeta que habitamos, como en las causas más profundamente humanas de la degra-dación ambiental. Si bien esa contemplación de la realidad en sí misma ya nos indica la necesidad de un cambio de rumbo y nos sugiere algunas acciones, intentemos ahora delinear grandes caminos de diálogo que nos ayuden a salir de la espiral de autodesctrucción en la que nos estamos sumergiendo ”11. “Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo, pero ante todo la humanidad necesita cambiar. Hace falta la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos. Esa conciencia básica permitiría el

8. Laudato si’ n° 62, p 49

9. Laudato si’ n° 101, p 79

10. Laudato si’ n° 137, p 107

11. Laudato si’ n° 163, p 127

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desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida. Se destaca así un gran desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá grandes procesos de regeneración”12.

Entender y comprenderHemos dicho con Kasper que el Papa Francisco viene significando para la Iglesia y para la sociedad global no sólo la revolución de la ternura y el amor, sino también sus raíces teológicas y perspectivas pastorales. Todo el accionar de Francisco da razón a lo primero. Su Encíclica Laudato si’ da razón a lo segundo.

En el método teológico que se propone en la Encíclica no hay cabida para confundir el lugar social o contextual de donde parte toda legítima hermenéutica; el lugar textual y normativo en que la comprensión teológica elabora la respuesta, que serán siempre las fuentes mismas de la Escritura, de la Tradición y de la Fe Apostólica; y el lugar pretextual o accionario en que la realidad percibida y analizada reciba nuevos impulsos de cambio y de trasformación a la luz de la fe y por fuerza de las razones de la argumentación racional y científica. Sin que el valor diferencial de los lugares teológicos determine de por sí un rígido ordenamiento en el juego libre del método disciplinar.

En efecto, para una teología esencialista el orden de gradación metódica parte del texto como lugar normativo, pasa –si es que pasa– por el lugar contextual en el que todos compartimos la existencia, y por lo general carece de lugar pretextual de aplicabilidad, de validez en orden al que texto produzca sus efectos redentores en la miseria real de la existencia. Ese método parte de la respuesta y se construye sin pregunta.

Para una teología de corte libertario, el orden de gradación metódica se ins-taura con la prelación de la pregunta que interroga por la situación, por su sentido y –la más de las veces– por su sinsentido; oye las respuestas evocadas por los lugares normativos dadores de sentido de salvación y de gracia; y se esfuerza por operar, en obediencia a los textos y al reclamo de los contextos, la liberación de todos, especialmente del pobre, que es lugar privilegiado del preguntar en situación y del responder de la tradición que viene del Señor.

Me he detenido para mis lectores en cuestiones de arquitectónica de planos y de razones de método porque ahí va de por medio la vigencia pertinaz de la razón actuante y de la fe operativa. Ello contrasta con quienes pretendieran entender sin comprender, es decir, con una razón apenas intelectiva y con un creer simplemente doctrinal. A ese drama se enfrentan no solo la Encíclica Laudato si’, sino todo el pontificado del Papa Francisco .

12. Laudato si’ n° 202, p 155

RJ

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l pasado 18 de junio de 2015 (aunque la fecha oficial de su promul-gación fue el 24 de mayo de 2015, Solemnidad de Pentecostés) fue presentada en el Vaticano la segunda Encíclica del Papa Francisco, Laudato si’, que retoma en su título el hermoso estribillo del “Cántico de las criaturas” de San Francisco de Asís. Como en toda encíclica,

el subtítulo es tan revelador, o incluso más, que el propio título: “Sobre el cuidado de la casa común”.

Podría uno decir que es la primera vez que un Papa se ocupa de uno de los problemas contemporáneos que más nos preocupan: el de la crisis ecológica. Aunque ello fuera cierto, es con todo insuficiente1. Es cierto que el Papa Francisco nos ofrece una interesante descripción de los problemas ambienta-les, pero también lo es que lo hace desde una perspectiva que, siendo de algún modo técnica (pues muestra un significativo conocimiento de los problemas que afectan a los elementos básicos que hacen posible nuestra vida en la Tierra: el suelo, el agua, el aire, los otros seres vivos, etc.), es mucho más que un análisis pormenorizado de un conjunto de problemas que nos afectan. Es, sobre todo, un intento por aportar sentido, desde la tradición bíblica y desde el Magisterio de la Iglesia, al hecho de que compartimos una casa común con otras especies animales y vegetales; y la opción ética de que nuestro trato

De un antropocentrismo despótico a una ecología integral: algunos comentarios en torno a la Encíclica “Laudato si’ ”, del Papa Francisco

Diego Antonio Pineda Rivera*

E

* Licenciado en Filosofía, Magister en Filosofía, Magister en Educación y Doctor en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana. Profesor Titular y Decano de la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana.

1. No es cierto, desde luego, que sea la primera vez que un Papa se pronuncia sobre temas ecológicos. Ya lo habían hecho antes otros, desde Pablo vi, como lo reconoce el propio Papa Francisco en los párrafos 4-6 de la encíclica. Sí es, desde luego, la primera vez que un Papa hace del cuidado de la naturaleza, nuestra “casa común”, el tema mismo de una de sus encíclicas.

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con la naturaleza que habitamos debe estar, como el trato con las personas, centrado en el cuidado –es decir, en la conservación, el trato respetuoso, la comunión y el uso responsable– de un universo creado por Dios del que nosotros, creados a su imagen y semejanza, participamos, somos parte nece-sariamente. Sobre este punto de vista, el central en todo el escrito papal, son muy explícitos los dos primeros párrafos de la encíclica, tan reveladores que es imposible resistirse a la tentación de citarlos completos:

“Laudato si’, mi’ Signore” – “Alabado seas, mi Señor”, cantaba San Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”.

Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y domina-dores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que “gime y sufre dolores de parto” (Rm. 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn. 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura (Laudato si’, 1 y 2)2.

Para entender el hondo significado del hecho de que un Papa dedique una Encíclica a los problemas que aquejan a nuestra casa común, tal vez sea necesario empezar por recordar lo que es una encíclica. La palabra Encíclica tiene su origen en el vocablo griego εγκυκλιος que se refiere a algo que circula o que se encuentra “en circulación” (a la manera de las circulares que se envían en una institución educativa para comunicar algo que piensa o ha decidido, por ejemplo, su Rector). Una encíclica es, entonces, en su sentido más general, una carta que circula, que está en circulación y, sobre todo, que fue escrita para que circule. En la Iglesia Católica, como bien lo señala el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, el término tiene un significado más preciso, el de “carta solemne que dirige el Sumo Pontífice a todos los obispos y fieles

2. En adelante me referiré a la encíclica Laudato si’ simplemente como ls, seguido del número del párrafo o parágrafo. Utilizo la versión elec-trónica de la encíclica disponible en: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html

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del orbe católico”3. Y eso han sido, por cierto, casi todas las encíclicas de los Papas: mensajes dirigidos a todo el mundo católico sobre algún asunto (la paz mundial, la defensa de la vida, el trabajo, etc.) de especial interés para la Iglesia como institución y para los fieles católicos.

El sentido y estilo de una carta, y ello son las encíclicas, está, sin duda, marcado por aquellos destinatarios a los que se dirige. En ello el Papa Francisco quiere ser muy explícito, pues –retomando una tradición ya inaugurada por Juan xxiii hace más de cincuenta años con Pacem in terris, en la que se dirigía, además de los católicos, a “todos los hombres de buena voluntad”– dirige su encíclica a “cada persona que habita este planeta”, con quienes espera, además, “entrar en diálogo […] acerca de nuestra casa común” (Cfr. ls, 3).

Esta no es, sin embargo, su novedad mayor, sino el hecho de que, en sus casi 250 parágrafos, entra en diálogo con personas provenientes de diversas con-fesiones religiosas, tradiciones culturales y momentos históricos, como San Francisco de Asís, el Patriarca Ecuménico Bartolomé, los obispos de África, los Estados Unidos, Filipinas y América Latina, el escritor católico Romano Guardini o el filósofo y teólogo protestante Paul Ricoeur. La Encíclica es, en este sentido, una muestra interesante del espíritu ecuménico y tolerante del Papa4, que entiende la importancia del diálogo interreligioso e intercultural y que está dispuesto a aprender de aquellos con quienes pueda tener diferencias doctrinales o de apreciación y valoración de los problemas que afronta. Aquí, como en otros casos, es explícito el Papa Francisco: “Estos aportes de los Papas recogen la reflexión de innumerables científicos, filósofos, teólogos y organizaciones sociales que enriquecieron el pensamiento de la Iglesia sobre estas cuestiones. Pero no podemos ignorar que, también fuera de la Iglesia Católica, otras Iglesias y comunidades cristianas –como también otras religio-nes– han desarrollado una amplia preocupación y una valiosa reflexión sobre estos temas que nos preocupan a todos” (ls, 7).

Laudato si’ cumple a cabalidad con todas las exigencias básicas de una encí-clica papal, pues nos ofrece una doctrina unificada sobre un tema de especial relevancia para el mundo contemporáneo basada en un cuidadoso y bien ilustrado análisis de los problemas ecológicos, la exposición de unos princi-pios teóricos bien fundamentados que dan solidez a la exposición y, sobre todo, una reflexión teológica basada en la Biblia y la tradición de la Iglesia que

3. real academia española: Diccionario de la lengua española, Vigésima Segunda Edición, Madrid, Espasa-Calpe, 2001.

4. Ya desde su época como Arzobispo de Buenos Aires, el entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio dio muestras de un diálogo muy activo con otras confesiones religiosas y mantuvo una relación muy cercana con líderes de otras iglesias, especialmente con los pastores evangélicos, relación y diálogo que ha mantenido como Obispo de Roma. Sobre este asunto profundiza, en los capítulos 6 y 7, el historiador británico Austen Ivereigh en su muy interesante libro El gran reformador. Francisco, retrato de un Papa radical (Buenos Aires, Ediciones B, 2015).

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resulta inspiradora no sólo para los católicos sino para todos aquellos que se muestren sensibles a sus enseñanzas. En tal sentido, se encuentra a la altura de las grandes encíclicas sobre temas sociales, como Rerum novarum, de León xiii, Quadragesimo Anno, de Pío xi, Pacem in terris, de Juan xxiii, Populorum Progressio, de Pablo vi, o Laborem Exercens, de Juan Pablo ii. Ofrece, sin embargo, nove-dades sustanciales, con respecto a las encíclicas de Papas precedentes por el tema del que se ocupa, por el estilo en que está escrita y, sobre todo, por las perspectivas sociales, filosóficas y teológicas que abre.

Como ya lo destacamos, aunque algunos Papas se hayan referido con ante-rioridad a los problemas ecológicos, Francisco es el primero en dedicar una atención integral y prioritaria al problema de la crisis ecológica, o, como él prefiere llamarlo, al “desafío urgente de proteger nuestra casa común” (ls, 13). Es claro, también, que el Papa, además de una especial sensibilidad por los problemas que afectan a nuestro planeta, da muestras de un conocimien-to bien logrado de los problemas ambientales, como puede comprobarlo cualquier lector que examine con cuidado el capítulo primero de la encíclica (titulado “Lo que le está pasando a nuestra casa”), en donde hace una suge-rente exposición de los problemas más acuciantes (la contaminación, el cam-bio climático, el aumento de basuras de todo tipo, la escasez y contaminación del agua, la pérdida de la biodiversidad, la extinción de especies animales y vegetales) y de sus nefastas consecuencias: el deterioro de la calidad de la vida humana, la degradación social y la inequidad planetaria. Cabe destacar a este respecto que el Papa Francisco tiene una buena formación científica y técnica (no hay que olvidar que es técnico en química y que, como jesuita, tuvo una excelente educación humanística y científica), que ha mantenido una actitud de diálogo con las ciencias a partir de las cuales elabora su propia visión de las cosas; y, sobre todo, que desarrolló una particular preocupa-ción por los asuntos ecológicos derivada de su propia reflexión espiritual y teológica, como queda claro en el siguiente pasaje de su primera encíclica, Evangelii Gaudium:

Hay otros seres frágiles e indefensos, que muchas veces quedan a merced de los intereses económicos o de un uso indiscriminado. Me refiero al conjunto de la creación. Los seres humanos no somos meros beneficiarios, sino custodios de las demás criaturas. Por nues-tra realidad corpórea, Dios nos ha unido tan estrechamente al mundo que nos rodea que la desertificación del suelo es como una enfermedad para cada uno, y podemos lamentar la extinción de una especie como si fuera una mutilación. No dejemos que a nuestro paso queden signos de destrucción y de muerte que afecten nuestra vida y la de las futuras generaciones. En este sentido, hago propio el bello y profético lamento que hace varios años expresaron los Obispos de Filipinas: “Una increíble

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variedad de insectos vivían en el bosque y estaban ocupados con todo tipo de tareas […]. Los pájaros volaban por el aire, sus plumas brillantes y sus diferentes cantos añadían color y melodía al verde de los bosques [...]. Dios quiso esta tierra para nosotros, sus criaturas especiales, pero no para que pudiéramos destruirla y convertirla en un páramo [...]. Después de una sola noche de lluvia, mira hacia los ríos de marrón chocolate de tu localidad y recuerda que se llevan la sangre viva de la tierra hacia el mar [...]. ¿Cómo van a poder nadar los peces en alcantarillas como el río Pasig y tantos otros ríos que hemos contaminado? ¿Quién ha convertido el maravilloso mundo marino en cementerios subacuáticos despojados de vida y de color?” (Evangelii Gaudium, 215)5.

Hay también en Laudato si’ hay una novedad de estilo que no quisiera dejar pasar por alto. Se trata de uno de esos textos que fácilmente se leen “de corri-do”, no sólo porque no es un texto muy largo (tampoco es muy corto: casi 250 parágrafos), sino porque su lectura nos atrapa. Entre otras cosas, porque no siente uno en ningún momento que está leyendo un documento de carác-ter fundamentalmente doctrinal, como en cierto modo es una encíclica, sino una reflexión personal que es fruto de una meditación prolongada y de un estudio minucioso. Se trata de un texto que es a la vez sencillo y profundo. En ello resulta diferente de otras encíclicas, escritas en un lenguaje teológico complejo y un tono retórico y grandilocuente; aquí no hay, por ejemplo, nada del “Nos” solemne que utilizaban otros Papas, ni la insistencia una y otra vez en el legítimo magisterio de la Iglesia. Hay, en cambio, una voluntad de diálo-go con otras culturas y otras tradiciones religiosas y, sobre todo, un llamado a un desarrollo integral y sostenible y una invitación a la esperanza en medio del caos (Cfr. ls, 13 y 14).

El tono de la encíclica es más personal que doctrinal. Ignoro quiénes más pudieron colaborar en su redacción; sin embargo, lo que percibí de forma constante a medida que la iba leyendo era que me estaba hablando una persona concreta: el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco. El texto tiene una unidad de estilo y tiene un estilo propio: es sencillo y directo, está construido con argumentos sintéticos y bien elaborados; ningún párrafo es ni demasiado largo ni demasiado corto; el texto posee una unidad y una estructura que se puede percibir con claridad tanto al mirar el índice como al hacer su lectura continua. Tuve la suerte, además, de leer la Encíclica al

3. Cfr. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, del Santo Padre Francisco a los Obispos, a los Presbíteros y diáconos; a las personas con-sagradas y a los fieles laicos sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual. Disponible en: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html. El subrayado del pasaje es del autor del presente artículo. Lo hace para destacar que, como lo señala Austen Ivereigh en su libro ya citado sobre el Papa Francisco (p. 289), en enero de 2014, esta frase se grabó en una placa, que se puso en el Biopark de Roma junto a una imagen del Papa en la Plaza de San Pedro con un loro entre las manos abiertas.

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mismo tiempo que leía también el excelente libro de Austen Ivereigh sobre el Papa Francisco, y tuve la sensación de que era un mismo personaje el que me describía el libro y el que yo mismo descubría a través de sus palabras6.

Pero hay también en la encíclica del Papa Francisco algunas, y muy importan-tes, novedades que quisiera destacar a continuación. Me referiré a cuatro en particular, entre muchas otras, que suscitaron especialmente mi entusiasmo y reflexión a medida que leía el texto: (1) la superación del antropocentrismo y la búsqueda de una ecología integral; (2) el reconocimiento de la espiritualidad de la materia, en oposición tanto al dualismo como al consumismo; (3) la inauguración de un discurso ecológico basado en la tradición viva de la Igle-sia, más que en la proclamación de “derechos”; y (4) su espíritu ecuménico y multicultural.

La superación del antropocentrismo y la búsqueda de una ecología integralAquí está, sin duda, el núcleo fundamental del mensaje del Papa Francisco: la crisis ecológica tiene una raíz humana que es preciso desentrañar para dar paso a una nueva ecología; una ecología que integre en sí los problemas ambientales, sociales, económicos y culturales en orden a una mejor convi-vencia en la vida cotidiana, una sociedad en donde prime el bien común y una justicia que piense en el mundo que queremos dejar a las nuevas generaciones. En tal sentido, los capítulos tercero (“Raíz humana de la crisis ecológica”) y cuarto (“Una ecología integral”) exponen los principios más fundamentales del pensamiento del Papa en torno a los temas ecológicos y constituyen aquellos puntos centrales en torno a los cuales es posible lograr un consenso con los creyentes de otras confesiones y, en general, con todos aquellos que buscan una salida integral para la crisis ecológica que nos aqueja.

No puedo, desde luego, entrar en el detalle de todos los asuntos que son tratados en estos capítulos. Tampoco, además, es la intención de este artículo la de sustituir la lectura personal y reflexiva que cada uno puede hacer del texto papal. Quiero sólo destacar aquí un asunto fundamental: el del cambio de paradigma a que se nos invita en orden a pensar la relación que los hom-bres tenemos con la naturaleza. Según el Papa, a la base de la crisis ecológica se encuentra un paradigma de dominio: la idea de que al hombre corresponde “dominar” la naturaleza, como si a ésta se le debiera entender a la manera de un enemigo que se nos opone o nos asalta. Si bien es cierto que hay fuer-

6. No hay duda que las encíclicas son en buena parte obras colectivas y que sería difícil afirmar que un Papa escribió cada párrafo de uno de estos textos. Por otra parte, la pretensión del Papa no es la de pasar por un gran científico (en esto, como en otras cosas, seguramente consultará a muchas personas y recibirá aportes de todo tipo). Lo que quiero destacar, sin embargo, es que, si se compara el texto de la encíclica con escritos previos del Papa, como algunos de los citados por Ivereigh, hay pasajes en donde se pueden encontrar no sólo coincidencias, sino frases y formas de expresión que ya eran muy propias del Cardenal Bergoglio.

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zas naturales que siempre hemos experimentado como más poderosas que nosotros mismos y que no nos resulta fácil someter a control (pensemos, por ejemplo, en las fuerzas que se desatan en las tragedias naturales, como los terremotos o los tsunamis), no se sigue de allí que el hombre deba percibir a la naturaleza como su enemiga o que su tarea sea someterla a su dominio o ponerla a su servicio; y muchos menos que la veamos como una especie de depósito de materiales o de despensa de alimentos que debemos expoliar tanto y tan pronto como nos sea posible. Este paradigma de dominio es fruto de una visión del mundo antropocéntrica propia del mundo y el pensamiento modernos; y dicho antropocentrismo es fruto de la ruptura entre el Creador, la creación y las criaturas que nos relata el libro del Génesis. Así lo interpreta el Papa Francisco:

Los relatos de la creación en el libro del Génesis contienen, en su lenguaje simbólico y narrativo, profundas enseñanzas sobre la exis-tencia humana y su realidad histórica. Estas narraciones sugieren que la existencia humana se basa en tres relaciones fundamentales estrechamente conectadas: la relación con Dios, con el prójimo y con la tierra. Según la Biblia, las tres relaciones vitales se han roto, no sólo externamente, sino también dentro de nosotros. Esta ruptura es el pecado. La armonía entre el Creador, la humanidad y todo lo creado fue destruida por haber pretendido ocupar el lugar de Dios, negándonos a reconocernos como criaturas limitadas. Este hecho desnaturalizó también el mandato de “dominar” la tierra (cf. Gn. 1,28) y de “labrarla y cuidarla” (cf. Gn. 2,15). Como resultado, la rela-ción originariamente armoniosa entre el ser humano y la naturaleza se transformó en un conflicto (cf. Gn. 3,17-19). […] (ls, 66).

El Papa Francisco se opone radicalmente a este paradigma de dominio. Por ello afirma de forma explícita que la afirmación según la cual el relato del Génesis en que se nos invita a dominar la tierra es una justificación de la explotación salvaje de la naturaleza es simplemente una interpretación incorrecta del mensaje bíblico que debe ser superada; y que, en contra de la globalización de este paradigma tecnocrático, es preciso poner a funcionar un nuevo paradigma: el del cuidado del mundo entendido como una “casa común” (Cfr. ls, 65-75). Atendamos nuevamente a sus palabras:

Si es verdad que algunas veces los cristianos hemos interpretado inco-rrectamente las Escrituras, hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas. Es importante leer los textos bíblicos en su contexto, con una her-menéutica adecuada, y recordar que nos invitan a “labrar y cuidar” el

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jardín del mundo (cf. Gn. 2,15). Mientras “labrar” significa cultivar, arar o trabajar, “cuidar” significa proteger, custodiar, preservar, guar-dar, vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza. Cada comunidad puede tomar de la bondad de la tierra lo que necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de protegerla y de garantizar la continuidad de su fertilidad para las generaciones futuras.

[…] la Biblia no da lugar a un antropocentrismo despótico que se desentienda de las demás criaturas (ls, 67 y 68).

De esta manera, el Papa Francisco nos invita en primer lugar, basado en los textos bíblicos y en la doctrina oficial de la Iglesia, a superar eso que llama “un antropocentrismo despótico” que es indiferente al destino de las diver-sas criaturas y que sólo valora la tierra y sus diversos frutos por su valor de cambio. En contraposición a ello, nos invita a la búsqueda de una ecología integral en la cual todas las criaturas están en estrecha relación y deben ser objeto de cuidado por parte del hombre; ecología integral que encuentra su base en una noción de la creación divina que, además de ser perfectamente compatible con las preocupaciones ecológicas actuales, implica un compro-miso ineludible con la búsqueda de la justicia social.

El reconocimiento de la espiritualidad de la materia, en oposición tanto al dualismo como al consumismoEn su encíclica, el Papa Francisco evita un ecologismo a ultranza, pues no pretende dar a la naturaleza una sacralidad que no tiene, como evita también reducir el universo a mera causalidad mecánica. El punto de partida para pensar los problemas ecológicos es, para los hombres de fe, el hecho de la creación del universo por parte de un Dios Creador. Y la creación es, desde esta perspectiva, un misterio que se va develando poco a poco y que nunca se nos revela de una sola vez o de forma definitiva, pues se trata de un misterio de amor en que “cada criatura es objeto de la ternura del Padre, que le da un lugar en el mundo” (ls, 77), pero en el cual también los hombres colaboramos a través del cuidado de todas las criaturas. “Un retorno a la naturaleza –agrega el Papa Francisco– no puede ser a costa de la libertad y la responsabilidad del ser humano, que es parte del mundo con el deber de cultivar sus propias capa-cidades para protegerlo y desarrollar sus potencialidades. Si reconocemos el valor y la fragilidad de la naturaleza, y al mismo tiempo las capacidades que el Creador nos otorgó, esto nos permite terminar hoy con el mito moderno del progreso material sin límites. Un mundo frágil, con un ser humano a quien Dios le confía su cuidado, interpela nuestra inteligencia para reconocer cómo deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder” (ls, 78).

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En esta manera de entender la creación se hace posible reconocer lo que, parafraseando a Teilhard de Chardin en su bellísimo “Himno a la materia”, podríamos llamar la “espiritualidad de la materia”. Se trata ante todo de comprender que materia y espíritu no son dos principios opuestos o contra-dictorios entre sí, sino que, por una parte, la realización de toda vida espiritual requiere de un soporte material; y, por la otra, toda realización material es una expresión del Espíritu. Esto es algo, por cierto, que está en la entraña misma de la tradición judeo-cristiana, donde la creación de un universo material es la expresión del amor divino y donde los creyentes alaban a Dios, entre otras cosas, porque les ha proveído –a través de las montañas y los ríos, el aire y el agua, las especies vegetales y animales– de condiciones para su existencia física. El Papa Francisco es capaz de decir esto en un lenguaje y estilo propios, muy semejantes a los que usaba años atrás en las barriadas de Buenos Aires:

Cuando insistimos en decir que el ser humano es imagen de Dios, eso no debería llevarnos a olvidar que cada criatura tiene una función y ninguna es superflua. Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios. La historia de la propia amistad con Dios siempre se desa-rrolla en un espacio geográfico que se convierte en un signo personalísimo, y cada uno de nosotros guarda en la memoria lugares cuyo recuerdo le hace mucho bien. Quien ha crecido entre los montes, o quien de niño se sentaba junto al arroyo a beber, o quien jugaba en una plaza de su barrio, cuando vuel-ve a esos lugares, se siente llamado a recuperar su propia identidad (ls, 84).

Esta manera de concebir el universo tiene múltiples implicaciones. Señalaré sólo las que considero más esenciales. En primer lugar, nos invita a mirar la diversidad de las criaturas en sus múltiples interrelaciones. Como bien lo señala el numeral 340 del Catecismo de la Iglesia Católica, en un pasaje que cita el propio Papa Francisco: “La interdependencia de las criaturas es querida por Dios. El sol y la luna, el cedro y la florecilla, el águila y el gorrión, las innumerables diversidades y desigualdades significan que ninguna criatura se basta a sí misma, que no existen sino en dependencia unas de otras, para complementarse y servirse mutuamente” (ls, 86).

En segundo término, rompe con todas las visiones dualistas que oponen y dividen materia y espíritu, con todas las indeseables consecuencias que ello ha tenido en la historia de la humanidad. Nada de concebir el universo como el escenario de una lucha entre el Bien y el Mal, encarnados en figuras particulares de acuerdo con los intereses de turno. Nada de condenas por el disfrute gozoso de los bienes materiales o de exaltación a ultranza de “lo espiritual” en contraposición a las condiciones materiales que hacen posible la realización de toda obra humana. Respeto, eso sí –y, sobre todo, cuidado–,

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para hacer un uso de los bienes que nos proporciona la creación que respete los ciclos naturales y garantice el disfrute de esos mismos bienes para gene-raciones futuras.

En tercer lugar –y este es tal vez uno de los puntos en que el mensaje del Papa se hace más insistente–, una crítica al consumismo desbordado de la sociedad contemporánea. Es innegable que la causa última de la crisis ecológica está en la demanda irracional y desbordada de bienes y materiales propia de la sociedad en que vivimos. Detrás de cada desastre ambiental (la desaparición de un bosque, la extinción de una especie animal, la escasez de un recurso vital como el agua o el aire) hay un afán de alguien por incrementar, más allá de ciertos límites naturales, su afán desmedido de producción y de consumo. Ya en el parágrafo 22 de la encíclica que venimos comentando, el Papa Fran-cisco había hecho una fuerte crítica de la “cultura del descarte” que lleva a que muchas cosas rápidamente se conviertan en basura, e incluso ponía ejemplos específicos, como el del desperdicio de papel y la poca disposición para el reciclaje. Este asunto del consumismo es un tema sobre el que el Papa Fran-cisco vuelve una y otra vez a lo largo de su escrito, pero que aquí no podre-mos analizar en detalle. Baste con señalar que, cuando –en el último capítulo de la encíclica– empieza a elaborar algunos lineamientos para una educación y una espiritualidad ecológicas, hace un llamado a “apostar por otro estilo de vida”, menos centrado en el consumismo obsesivo y más claramente orien-tado hacia los fines de la autorrealización humana, y no tanto hacia la simple producción de medios de satisfacción7. Veamos lo que allí nos dice:

Dado que el mercado tiende a crear un mecanismo consumista com-pulsivo para colocar sus productos, las personas terminan sumergidas en la vorágine de las compras y los gastos innecesarios. El consumis-mo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecnoeconómico. Ocurre lo que ya señalaba Romano Guardini: el ser humano “acepta los objetos y las formas de vida tal como le son impuestos por la pla-nificación y por los productos fabricados en serie y, después de todo, actúa así con el sentimiento de que eso es lo racional y lo acertado”. Tal paradigma hace creer a todos que son libres mientras tengan una supuesta libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder econó-mico y financiero. En esta confusión, la humanidad posmoderna no encontró una nueva comprensión de sí misma que pueda orientarla, y esta falta de identidad se vive con angustia. Tenemos demasiados medios para unos escasos y raquíticos fines (ls, 203).

7. Parece oírse en el pasaje del Papa Francisco que cito a continuación un interesante eco de la caracterización que de nuestra época hiciera el filósofo y teólogo francés Paul Ricoeur cuando dijo que la nuestra es “una era de abundancia de medios, pero de carencia de fines”.

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La inauguración de un discurso ecológico basado en la tradición viva de la Iglesia, más que en la proclamación de derechos

Una de las grandes conquistas de la cultura y el pensamiento modernos, especialmente a partir del siglo xviii, fue la noción de derechos. A lo largo de todo este período se han reconocido a los individuos derechos que son inalienables, por ejemplo, a la vida, a la libertad, a la educación, a la libre expresión del pensamiento, etc. Contamos incluso con diversas declaracio-nes universales de derechos y la gran mayoría de las constituciones políticas de los más diversos países no sólo reconocen estos derechos, sino que buscan implementar mecanismos para su cumplimiento efectivo y para que el ciudadano pueda reclamarlos de forma expedita cuando éstos le sean conculcados. Desde luego, no sólo hay derechos; también hay deberes, y todo buen ciudadano tiene en cuenta tanto los unos como los otros. Pero este no es el problema que pretendo plantear, sino, más bien, la tendencia cada vez más marcada en la sociedad contemporánea a convertir en dere-chos lo que muchas veces no es más que una tendencia, un deseo o incluso un capricho individual; y, sobre todo, a atribuir derechos a todo lo habido y por haber: derechos de los animales, derechos de la tierra y hasta derechos de los árboles.

No dudo de la buena fe de quienes luchan por estos supuestos derechos, y hasta puedo aceptar que la polémica por ellos planteada pueda ser legítima en algunos casos; creo, sin embargo, que la atribución de derechos a individuos no humanos no sólo es teóricamente discutible, sino prácticamente inútil. No es necesario recurrir a la noción de derechos de los animales, los árboles o la tierra para justificar la necesidad apremiante de cuidar de ellos o para afirmar la responsabilidad que nos corresponde a todos (al Estado, a los ciudada-nos, a las organizaciones, a la propia Iglesia) en su adecuada preservación y desarrollo. No es necesario tampoco apelar a derechos para comprender que principios muy fundamentales de la vida humana están en juego, y en serio peligro, en los daños que a diario infligimos a la naturaleza.

En tal sentido, me parece que el Papa Francisco –como autoridad moral y espiritual máxima de la Iglesia Católica y como líder internacional de alta credibilidad– acierta plenamente cuando, al denunciar muchos de los abusos que cometemos contra “nuestra casa común” y al invitar al cuidado de ella, no recurre para justificar su llamado a la noción individualista, o incluso social, de los derechos, sino a la tradición viva de la Iglesia y, de un modo especial, a aquel que, como ningún otro en la historia de la humanidad, fue “el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología

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integral, vivida con alegría y autenticidad” (ls, 10): San Francisco de Asís. Más que unos principios rígidos o unos derechos incontestables, el Papa recurre a un modelo que resulta motivador para todos, como le ha resultado inspirador a él mismo desde siempre y con especial fuerza al escoger su nombre al ser nombrado Papa. De San Francisco nos dice el Papa: “Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por muchos que no son cristianos. Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal. Era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior” (ls, 10). Los pasajes que dedica a San Francisco de Asís (10-12) y aquellos en que da cuenta del carácter de su llamado al cuidado de nuestra casa común (13-16) son tal vez los más reveladores del espíritu en el que fue escrita la Encíclica.

No pretendo afirmar de forma alguna que al Papa Francisco no le interesen los derechos tal como hoy los entendemos, o que pretenda desconocerlos. De ningún modo. De hecho, cuando se trata de establecer derechos (que se refieren al disfrute de los bienes naturales por parte de las personas), el Papa no tiene ninguna duda en que hay derechos que deben ser proclamados y defendidos, como lo hace cuando se refiere al derecho al agua potable por parte de las comunidades más pobres: “el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos” (ls, 30).

Lo que quiero subrayar, más bien, es que, en su modo de argumentar, el Papa Francisco prefiere recurrir más que a los derechos (que siempre tienen el carácter de un principio abstracto) a modelos y ejemplos que son más con-cretos, como el de San Francisco, que resultan mucho más vivos y mucho más cercanos para los fieles, que pueden ser reconocidos por todos y que pueden resultar inspiradores incluso para los no creyentes.

Tampoco pretendo afirmar, desde luego, que el Papa se limite en su encíclica a hacer exhortaciones o llamados de buena voluntad, o simplemente a ofrecer “ejemplos inspiradores”. En su discurso hay posiciones doctrinales y pasto-rales de mucho peso, pues no teme señalar las implicaciones concretas –en términos, por ejemplo, de obligaciones morales– que se siguen de la teología de la creación que elabora en el segundo capítulo de su encíclica, como tampoco duda en hacer una severa crítica del consumismo o el relativismo contemporáneos.

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El espíritu ecuménico y multicultural

Aunque este es un asunto al que ya me referí preliminarmente, al comienzo de este artículo, no quisiera dejar de subrayar el espíritu ecuménico y multi-cultural de la encíclica Laudato si’.

Aunque, como todas las encíclicas papales comienza por recordar el magiste-rio de los Papas precedentes, nos recuerda el ejemplo de los santos católicos (en este caso, San Francisco de Asís, Santa Teresa de Lisieux y San Juan de la Cruz) y concluye con una invocación a la Virgen María y una oración por la tierra y la creación; en esta ocasión son múltiples las voces de todo tipo de las que el Papa se deja interpelar: no sólo las enseñanzas de otros Papas, sino las voces de las conferencias episcopales de muy diversas partes del mundo, o declaraciones de los estadistas (como la “Declaración de Rio sobre el medio ambiente y el desarrollo”), sin dejar de lado lo que se puede aprender de otras culturas y otras tradiciones religiosas.

Tal vez lo que valga la pena subrayar por encima de todo sea este hecho fundamental: que el Papa aproveche la autoridad moral y espiritual que le confiere su condición de Sumo Pontífice no para imponer una doctrina única sobre un asunto fundamental (y, con ello, condenar todo lo que le sea contrario), sino para abrir un diálogo con todos (creyentes de distintas confe-siones, e incluso no creyentes) sobre algo que a todos nos afecta: el cuidado de nuestra casa común. Para dirigirse a todos, y para dialogar con todos los hombres de buena voluntad, no es preciso deshacerse de sus propias creen-cias, y mucho menos renunciar a su condición de líder de la Iglesia Católica, sino simplemente ser capaz de reconocer que, para comprender con hondura los problemas contemporáneos, es necesaria una perspectiva multicultural e interreligiosa en la cual diversas aproximaciones a la realidad, como las que expresan la ciencia, la religión y la filosofía pueden desarrollar un diálogo inteligente y productivo.

Para el católico, la luz que ofrece la fe no es incompatible con la investigación exhaustiva y la reflexión serena y profunda. Dice el Papa Francisco:

Si tenemos en cuenta la complejidad de la crisis ecológica y sus múl-tiples causas, deberíamos reconocer que las soluciones no pueden llegar desde un único modo de interpretar y transformar la realidad. También es necesario acudir a las diversas riquezas culturales de los pueblos, al arte y a la poesía, a la vida interior y a la espiritualidad. Si de verdad queremos construir una ecología que nos permita sanar todo lo que hemos destruido, entonces ninguna rama de las ciencias y ninguna forma de sabiduría puede ser dejada de lado, tampoco la reli-

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giosa con su propio lenguaje. Además, la Iglesia Católica está abierta al diálogo con el pensamiento filosófico, y eso le permite producir diversas síntesis entre la fe y la razón. […].

Por otra parte, si bien esta encíclica se abre a un diálogo con todos, para buscar juntos caminos de liberación, quiero mostrar desde el comienzo cómo las convicciones de la fe ofrecen a los cristianos, y en parte también a otros creyentes, grandes motivaciones para el cuidado de la naturaleza y de los hermanos y hermanas más frágiles. Si el solo hecho de ser humanos mueve a las personas a cuidar el ambiente del cual forman parte, “los cristianos, en particular, descubren que su cometido dentro de la creación, así como sus deberes con la natura-leza y el Creador, forman parte de su fe”. Por eso, es un bien para la humanidad y para el mundo que los creyentes reconozcamos mejor los compromisos ecológicos que brotan de nuestras convicciones (ls, 63-64).

Tal vez en esto último esté el mayor valor de esta encíclica: en que sea el punto de partida para un diálogo abierto entre todos –independientemente de la cultura o religión a la que pertenezcamos– en torno al futuro de nuestro planeta, de esa casa común que todos habitamos, en orden a ofrecer a las nuevas generaciones un universo más armónico y una relación con la natu-raleza que nos resulte más sana y más enriquecedora que la que hasta ahora hemos tenido .

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uando un texto se construye como una red, su comprensión se torna un ejercicio de interacciones rico y complejo. Esta idea la leí hace años en “El Placer del texto”, de Roland Barthes1, refiriéndose a la hifología: “Texto quiere decir tejido –escribió–, pero si hasta aquí se ha tomado este tejido como un producto, un velo detrás del cual se

encuentra más o menos oculto el sentido (la verdad), nosotros acentuamos ahora la idea generativa de que el texto se hace, se trabaja a través de un entre-lazado perpetuo; perdido en ese tejido –esa textura– el sujeto se deshace en él como una araña que se disuelve en las segregaciones constructivas de su tela. Si amásemos los neologismos podríamos definir la teoría del texto como una hifología (hifos: es el tejido y la tela de araña)”

La Encíclica Laudato si’ del Papa Francisco permite múltiples conexiones, porque se afianza en la convicción de “que todo el mundo está interconecta-do”, pero también porque la metodología de su reflexión está atravesada por algunos temas que “no se cierran ni abandonan, sino que son constantemente replanteados y enriquecidos”. Hay, entonces, un conjunto de interconexiones en el texto y una de las más estimulantes es la que relaciona la situación del planeta con la comunicación, la cultura y las tecnologías.

Un texto redComunicación, cultura y tecnologías en la Encíclica Laudato si’ del Papa Francisco

Germán Rey*

C

* Profesor de la Maestría en Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana.

1. Roland Barthes, El placer del texto, México: Siglo XXI Editores, séptima edición, 1993.

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De esta manera la Encíclica, más que pensamiento particular sobre los pro-blemas medioambientales, es una gran oportunidad por revelar en qué inter-secciones se ubica hoy la construcción del ser humano, la figuración nove-dosa y desafiante de su dignidad. Una de las intersecciones más conflictivas pero también más interesantes, no sólo en la investigación contemporánea sino, sobre todo, las realidades más vivas de nuestro tiempo, es precisamente esta de comunicación, cultura y tecnologías.

La comunicación como intercambio de sentidos experimentó un gran auge en la época de los grandes medios, es decir, de la prensa escrita, la radio, la industria editorial y la televisión. Su influencia puso en vilo a los sistemas tradicionales de conocimiento, a la argumentación social, e inclusive a la legitimidad ética. Entre otros motivos, porque los medios electrónicos –la radio y la televisión– permitieron el acceso masivo de los no ilustrados a la información y al entretenimiento, rompiendo de esa manera las asocia-ciones entre escuela y conocimiento o entre religión y opinión. El avance de las tecnologías, especialmente las de la información y la comunicación, produjo un conjunto de fenómenos sociales y culturales que han replan-teado el propio papel de los medios de comunicación. La industria de los medios tradicionales se está reformulando a profundidad y algunos de ellos han vivido en los últimos años crisis muy profundas de sus modelos de negocio, de sus posibilidades de expansión y lo que es aún más grave, de la aceptación por parte de audiencias que desertan y se dirigen hacia otras formas de comunicación. En el fondo, lo que se está produciendo es un cataclismo cultural de enormes magnitudes. Los datos de las encuestas de cultura digital de Colombia, realizadas por el Ministerio de Tecnologías de la Información y la Comunicación, confirman un giro radical y definitivo: del ecosistema2 mediático del pasado, se ha pasado al ecosistema digital, una versión del llamado ecosistema comunicativo. Este giro tiene implicaciones económicas (transformación de la industria, nuevos nichos de rentabilidad económica, generación de empleo, necesidades de formación), políticas (desplazamiento paulatino del poder de los medios a un poder digital, necesidad de nuevas políticas para la promoción, por ejemplo, del sector de contenidos, discusiones sociales sobre los derechos de autor y propiedad intelectual en internet, tensiones entre software libre y software propietario, políticas comunicativas más allá de la conectividad, democracia y gobernan-za digital, ciudadanías digitales), sociales (brecha digital, infocomunicados, diferencias de acceso y apropiación por sectores sociales, educación y nivel socio económico, tamaño de las ciudades, hándicap de la participación digital rural, relaciones de las nuevas tecnologías (nt) con la educación) y

2. El concepto de “ecosistema” apareció originalmente en la biología y la ecología pero fue adoptado por los estudios de la comunicación para referirse a un sistema de interacciones entre medios, redes, procesos y sujetos, que dan lugar a una compleja estructura de relaciones humanas y simbólicas que tienen como propósito fundamental la comunicación.

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culturales (culturas juveniles y nuevas tecnologías, relación de bienes y ser-vicios culturales con nt, formas de la identidad y tecnologías, imaginarios, memoria y tecnologías).

“El neologismo de cibercultura –escribe Pierre Levy3– designa el conjunto de las técnicas (materiales e intelectuales), de las prácticas, de las actitudes, de los modos de pensamiento y de los valores que se desarrollan conjuntamen-te en el crecimiento del ciberespacio”. El equipamiento tecnológico de las personas, los hogares o las instituciones, es tan solo una parte de la cultura digital, que no es tanto el conjunto de los aparatos que se tiene, sino lo que hace la gente con ellos, es decir, las diversas relaciones y sentidos que crea con dicho equipamiento. No hay una separación tajante entre equipamiento y cultura. Los objetos tecnológicos, desde el teléfono celular hasta la consola de videojuegos ya son cultura, en la medida en que han precisado de procesos de creación y diseño, cumplen con determinadas necesidades de las personas y las sociedades, se interconectan y construyen relaciones, generan rituales de uso y de apropiación, inciden en las rutinas de la vida cotidiana o replantean los órdenes del poder. Un teléfono no es un teléfono, podríamos afirmar, parodiando la famosa pintura de Magritte, “Ceci n’est pas une pipe”4. Porque lo que no se puede confundir es equipamiento, conectividad o acceso con la cultura digital, que es un fenómeno mucho más complejo y heterogéneo.

Desde las primeras páginas de la Encíclica se revelan los ejes que atraviesan la reflexión: “la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida”5.

¿Puede haber sabiduría en la nueva Babel informativa?Hay un párrafo en que aparece con toda su contundencia la comprensión que Francisco tiene de la comunicación y especialmente de su peso en las socie-dades contemporáneas. Comienza mostrando el significado de la revolución digital que se mueve en una atmósfera conceptual en la que prevalece la idea de que las tecnologías son una gran invención humana que tiene profundas repercusiones en la vida social y personal. Atrás quedaron las preocupaciones

3. Pierre Levy, Cibercultura. La cultura en la sociedad digital. Informe al Consejo de Europa, Barcelona: Anthropos Editorial, 2007, página 1.

4. Obra de Rene Magritte que forma parte de su serie “La traición de las imágenes” (1928-1929), analizada por Michel Foucault en un famoso texto.

5. Laudato si’, 16.

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papales por la incidencia de la industrialización clásica en la concepción del trabajo o de la pobreza, porque el horizonte tecnológico se ha transformado de manera expansiva y sobre todo arrolladora y porque su influencia en la vida del ser humano atrae una parte de las discusiones más candentes de nuestra época: aquellas que se refieren a la precariedad laboral junto a las posibilidades de innovación, a la tecnologización de la vida cotidiana y las distancias cada vez mayores que viven los pobres frente a los “inforricos”. Un segundo elemento de la comprensión comunicativa de Francisco es el sentido de la información y su relación con la sabiduría. Hoy se producen ingentes cantidades de información que además circula en la red a tan solo un paso del acceso generalizado de la gente. Basta un click para ingresar en un mundo de portales, blogs, redes sociales. Pero la pregunta sobre el sentido de esta sociedad informatizada o sociedad-red como la llamó Manuel Castells, va más allá del acceso o de la circulación informativa. Tiene que ver con asuntos que plantea Francisco como la relación de la “rapidación”6 y el deterioro de la vida humana, la posibilidad de diálogo, la contaminación y los “ruidos dis-persivos”. Todas estas ideas están conectadas. Porque si algo se ha criticado en internet es su condición babélica, su ritmo frenético y la exagerada depen-dencia de la información. “A esto se agregan las dinámicas de los medios del mundo digital que, cuando se convierten en omnipresentes, no favorecen el desarrollo de una capacidad de vivir sabiamente, de pensar en profundidad, de amar con generosidad. Los grandes sabios del pasado, en este contexto, correrían el riesgo de apagar su sabiduría en medio del ruido dispersivo de la información. Esto nos exige un esfuerzo para que esos medios se traduzcan en un nuevo desarrollo cultural de la humanidad y no en un deterioro de su riqueza más profunda. La verdadera sabiduría, producto de la reflexión, del diálogo y del encuentro generoso entre las personas, no se consigue con una mera acumulación de datos que termina saturando y obnubilando, en una especie de contaminación mental”7. Esta reflexión me hace recordar el final del discurso de Roland Barthes en el College de France: “Quizás ahora arriba la edad de otra experiencia: la de desaprender, de dejar trabajar a la recompo-sición imprevisible que el olvido impone a la sedimentación de los saberes, de las culturas, de las creencias que uno ha atravesado. Esta experiencia creo que tiene un nombre ilustre y pasado de moda, que osaré tomar aquí sin complejos, en la encrucijada misma de su etimología: Sapientia, ningún poder, un poco de prudente saber y el máximo posible de sabor”8.

6. “A la continua aceleración de los cambios de la humanidad y del planeta se une hoy la intensificación de ritmos de vida y de trabajo, en eso que algunos llaman «rapidación». Si bien el cambio es parte de la dinámica de los sistemas complejos, la velocidad que las acciones humanas le imponen hoy contrasta con la natural lentitud de la evolución biológica. A esto se suma el problema de que los objetivos de ese cambio veloz y constante no necesariamente se orientan al bien común y a un desarrollo humano, sostenible e integral”. (Laudatio. 18).

7. Laudato si’, 47

8. Roland Barthes, Lección Inaugural, México: Siglo xxi Editores, página 150.

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El contraste entre entorno digital y sabiduría es por lo menos problemático. ¿Puede ser sabia la red? ¿Hay sabiduría en ese volumen gigantesco de infor-mación? La pretensión de la web no es ser sabio que se ve más como un modo de relación, de tiempo pausado, de profundidad, de experiencia vital, no solo frente al conocimiento sino a otras expresiones de la vida. Otra cosa es estar informado.

“Los medios actuales –escribe Francisco– permiten que nos comuniquemos y que compartamos conocimientos y afectos. Sin embargo, a veces también nos impiden tomar contacto directo con la angustia, con el temblor, con la alegría del otro y con la complejidad de su experiencia personal. Por eso no debería llamar la atención que, junto con la abrumadora oferta de estos productos, se desarrolle una profunda y melancólica insatisfacción en las relaciones interpersonales, o un dañino aislamiento”.9

La idea papal de comunicación va unida a la de desarrollo cultural, un con-cepto que ha generado grandes debates en la literatura antropológica.10 Esta articulación entre comunicación y cultura ha sido uno de los aportes de la investigación comunicológica latinoamericana. En cuanto desprende, por una parte, a la comunicación de su asimilación con los medios, y por otra, la vin-cula con los procesos de creación, circulación y apropiación de significados.

Al centro mismo de la cultura, la comunicación además de ser uno de sus procesos claves, es uno de los escenarios contemporáneos del dinamismo de las culturas. Proceso clave porque las culturas son no en tanto se aíslan, como en cuanto entran en relación con otras culturas. La cultura es una red de sig-nificados que merece ser descifrada, escribió en un libro ya clásico, Clifford Geertz,11 cuando se refirió a una comprensión densa de la cultura, entendida además como documento público, que está escrito no con las grafías tradi-cionales, “sino con comportamientos volátiles”.

Pero la cultura también es escenario. A tal punto que la idea de globaliza-ción, o mejor, de “mundialización”, como la define el investigador brasileño Renato Ortiz, está estrechamente asociada a la cultura, que transita por el cine, la televisión, los nuevos medios y las tecnologías. Escenario además de conflictos, tensiones y diferencias. Por eso en la reflexión papal aparecen lo contracultural del modelo hegemónico de la tecnocracia, la ecología cultural, la homogenización de la cultura y el significado de las culturas locales.

9. Laudato si’, 47.

10. Véanse los análisis que propone en varias de sus obras Arturo Escobar.

11. La interpretación de la cultura, Barcelona: Gedisa,

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El gran predominio del paradigma tecnocrático lleva al Papa a encontrar una serie de fisuras, de grietas, por las que se insinúan otras formas de vida, otras opciones de convivencia, “como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada”. “¿Será –se pregunta– una promesa permanente, a pesar de todo, brotando como una empecinada resistencia de lo auténtico?”.12

“Hoy el paradigma tecnocrático –se lee en la Encíclica– se ha vuelto tan dominante que es muy difícil prescindir de sus recursos, y más difícil todavía es utilizarlos sin ser dominados por su lógica. Se volvió contracultural elegir un estilo de vida con objetivos que puedan ser al menos en parte indepen-dientes de la técnica, de sus costos y de su poder globalizador y masificador. De hecho, la técnica tiene una inclinación a buscar que nada quede fuera de su férrea lógica, y «el hombre que posee la técnica sabe que, en el fondo, esta no se dirige ni a la utilidad ni al bienestar, sino al dominio; el dominio, en el sentido más extremo de la palabra». Por eso «intenta controlar tanto los elementos de la naturaleza como los de la existencia humana». La capacidad de decisión, la libertad más genuina y el espacio para la creatividad alternativa de los individuos se ven reducidos”.

La ecología cultural se refiere, en la Encíclica, a una importante tradición de pensamiento que une, de manera estrecha e interdependiente, la problemática medioambiental con las dimensiones culturales del ser humano y los gru-pos sociales. Esta unión ha traído repercusiones interesantes ya sea porque replantea de otro modo la vieja distinción y relación entre naturaleza y cultura o porque tiene implicaciones en discusiones globales y prácticas sobre la cul-tura que han aparecido en el contexto mundial de la mano de los avances del pensamiento y la acción medioambiental. En primer lugar, la relación natu-raleza-cultura se dinamiza con la aparición de la segunda, porque el medio ambiente no puede pensarse sin el mundo de significación que construye el ser humano a través de su cultura; y en segundo lugar, porque algunos con-ceptos de medición internacional de lo medioambiental se han empezado a utilizar en el campo de la cultura. “Junto con el patrimonio natural –se lee en la Encíclica– hay un patrimonio histórico, artístico y cultural, igualmente amenazado. Es parte de la identidad común de un lugar y una base para construir una ciudad habitable. No se trata de destruir y de crear nuevas ciu-dades supuestamente más ecológicas, donde no siempre se vuelve deseable vivir. Hace falta incorporar la historia, la cultura y la arquitectura de un lugar, manteniendo su identidad original. Por eso, la ecología también supone el cuidado de las riquezas culturales de la humanidad en su sentido más amplio. De manera más directa, reclama prestar atención a las culturas locales a la hora de analizar cuestiones relacionadas con el medio ambiente, poniendo

12. Laudato si’, 112.

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en diálogo el lenguaje científico-técnico con el lenguaje popular. Es la cultura no sólo en el sentido de los monumentos del pasado, sino especialmente en su sentido vivo, dinámico y participativo, que no puede excluirse a la hora de repensar la relación del ser humano con el ambiente”.13

La crítica a la homogenización cultural que se plantea en el texto papal está unida a dos conceptos de gran importancia: el de diversidad y el de cultura local. La diversidad –medioambiental y cultural– es uno de los temas de la agenda mundial. En el 2005, una Convención de la unesco se dedicó preci-samente al análisis de la diversidad de las expresiones culturales en el mundo. Desde entonces se ha agravado aún más el panorama de los ataques contra la diversidad: están los fundamentalismos que se oponen al pluralismo, la desprotección de pueblos y grupos étnicos perseguidos sistemáticamente por diferentes hegemonías y las inmensas diásporas que huyen de la guerra y a la vez se encuentran cercados –en el sentido simbólico y físico– por los muros de la discriminación.

Pero a la vez crece la valoración de la importancia de las culturas locales que se autoafirman, luchan por autonomías territoriales y ganan espacios de par-ticipación donde antes había invisibilidad social. Después de la Constitución de 1991, las comunidades indígenas y afrocolombianas han aumentado su incidencia en la orientación de los grandes proyectos, que como los de la minería, tienen implicaciones en sus proyectos de vida, la convivencia y las condiciones ambientales de sus territorios. Una política cultural colombiana ha empezado a preocuparse por la conservación y el desarrollo de la diver-sidad etnolingüística en un país que tiene la riqueza de poseer 64 lenguas americanas nativas, dos lenguas creoles, una lengua rom y el español.

“La visión consumista del ser humano –dice la Encíclica– alentada por los engranajes de la actual economía globalizada, tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural, que es un tesoro de la humanidad. Por eso, pretender resolver todas las dificultades a través de normativas uniformes o de intervenciones técnicas lleva a desatender la complejidad de las problemáticas locales, que requieren la intervención acti-va de los habitantes. Los nuevos procesos que se van gestando no siempre pueden ser incorporados en esquemas establecidos desde afuera, sino que deben partir de la misma cultura local. Así como la vida y el mundo son dinámicos, el cuidado del mundo debe ser flexible y dinámico. Las soluciones meramente técnicas corren el riesgo de atender a síntomas que no responden a las problemáticas más profundas. Hace falta incorporar la perspectiva de los derechos de los pueblos y las culturas, y así entender que el desarrollo de

13. Laudato si’, 143.

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un grupo social supone un proceso histórico dentro de un contexto cultural y requiere del continuado protagonismo de los actores sociales locales desde su propia cultura. Ni siquiera la noción de calidad de vida puede imponerse, sino que debe entenderse dentro del mundo de símbolos y hábitos propios de cada grupo humano”.14

No cabe duda que el Papa Francisco tiene una presencia reconocida en el ámbito mundial. Su Encíclica es una voz muy importante como reflexión y sobre todo como invitación a la acción. Como reflexión estamos ante un texto-red, con una cantidad de hilos discursivos que se entrecruzan e inter-conectan. Como invitación a la acción propone un conjunto de caminos que van desde el ámbito de lo personal, hasta aquellas decisiones radicales que le competen a toda la humanidad .

14. Laudato si’, 144.

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ntes de presentar nuestras perspectivas sobre la Encíclica Papal Lau-dato si’ del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa común, quisiéramos mencionar que lo hacemos desde el espacio compartido en la Javeriana, pero a partir de contextos culturales y posiciones espirituales diferentes al catolicismo: Martín es agnóstico en una

Colombia predominantemente católica, mientras que Duygu se reconoce a sí misma como atea habiendo crecido en Turquía, país mayoritariamente musulmán. En este sentido, la invitación del Papa Francisco I en la Encíclica a tener un diálogo ecuménico dentro de la tradición cristiana, y a abordar la actual situación ambiental global desde la apertura interreligiosa, encaja per-fectamente con la diversidad de nuestros puntos de vista.

Similarmente, compartimos una perspectiva respetuosa de estudio, uso y cuidado de la naturaleza, y desde la curiosidad académica y la admiración humanista, sentimos un alto grado de espiritualidad hacia ella. Por ello, simpatizamos de entrada con el tono ambientalista de la Encíclica Papal, y especialmente nos reconforta ver el humanismo que la impregna al enfatizar a lo largo de todo el documento en la necesidad de pensar simultáneamente los problemas ambientales como problemas sociales, con un enfoque prioritario hacia los pobres, marginados y excluidos del mundo.

Una lectura de la Encíclica Papal desde la Economía Ecológica:una defensa de la interdisciplinariedad y el pluralismo en la enseñanza de la Economía

Martín Bermúdez Urdaneta*

Duygu Avcı**

A

* Economista, magíster en Economía Ambiental y en Estudios del Desarrollo. Profesor de Economía Ecológica, Facultad de Estudios Ambien-tales y Rurales, Pontificia Universidad Javeriana.

** Economista, Socióloga y magíster en Economía de Turquía. Profesora de Principios de Economía, Departamento de Economía, Pontificia Universidad Javeriana.

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Respondemos a la comunicación del Papa desde nuestra formación como economistas, reconociendo el imperativo académico de incorporar conoci-mientos más holísticos, complejos e integrales tanto en nuestras investigacio-nes, como en nuestro trabajo de enseñanza de la Economía. En este artículo examinamos la importancia de este mensaje para desafiar educativamente la enseñanza de la ciencia económica, destacando la propuesta interdisciplinaria de la Economía Ecológica como enfoque alternativo.

La Encíclica y la ciencia económica: una crítica implícita y un desafío explícito

La palabra “encíclica” es abarcadora e incluyente para iniciar apropiadamente una conversación global, siendo la expresión “conversación” como “dar vuel-tas con otros”, o “vivir juntos en asuntos comunes”. En cuanto a conexiones etimológicas, hay que anotar que la expresión griega oikos para “casa” está en la palabra ecuménico tanto como en ecología (el conocimiento o estudio de la casa) y en economía (el manejo o administración de la casa). Así que el Papa nos ha puesto a economistas, ecólogos, científicos y teólogos a versar sobre el medio ambiente, siendo el tema tan apasionante y atractivo; que el Papa mismo nos llama convincentemente a “reconocer la grandeza, la urgencia y la hermosura del desafío que se nos presenta” [15].

Si bien el Papa no menciona a la ciencia económica como parte activa de la problemática situación social y ambiental que describe, la constante mención negativa sobre el sistema industrial, sobre las finanzas y los mercados, y sobre el saber tecnoeconómico, deja ver una sospecha hacia esta ciencia como una apropiada forma de comprensión de las causas de la situación actual, así como su aparente desconexión con los grupos humanos más necesitados por el énfasis que pone en el crecimiento y la eficiencia. “Por eso el ser humano y las cosas han dejado de tenderse amigablemente la mano para pasar a estar enfrentados. De aquí se pasa fácilmente a la idea de un crecimiento infinito o ilimitado que ha entusiasmado tanto a economistas, financistas y tecnólo-gos” [106]. Como profesores lo entendemos, primero, como una crítica a la Economía, especialmente si se enfatiza su cercanía histórica con los poderes políticos y económicos; y, segundo, como una invitación a promover enfo-ques alternativos en su enseñanza.

La ciencia que hoy conocemos escuetamente como Economía (Economics) ha surgido lentamente en los últimos 250 años del que alguna vez fue un sub-campo de la administración pública denominado Economía Política. A medida que maduró dentro del paradigma de las ciencias modernas del siglo xix, se fue confundiendo peligrosamente la distinción entre lo económico de

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lo político con la separación entre ambas esferas en la búsqueda de explica-ciones de un sistema económico que pudiera autorregularse sin requerir de la intervención del Estado. Si algo fue perdiendo la ciencia económica en este proceso fue su capacidad de contextualizarse histórica y geográficamente para explicar el proceso de desarrollo capitalista, siendo justamente este cambio analítico el que la desconectó de las problemáticas ambientales y sus socialmente desiguales consecuencias.

Cuando el Papa Francisco acusa al paradigma tecnoeconómico [109 y 123] por su confianza en la autorregulación de los mercados y su relativismo frente a los daños sociales y económicos, va más allá de criticar a las teorías econó-micas, para denunciar la realización en el mundo empresarial y político del control de las vidas y de los entornos naturales por medio de ideologías que han reemplazado el valor de la solidaridad humana y de integralidad ambien-tal, por la maximización de beneficios y las prácticas productivistas. Es en este punto que relacionamos su mensaje con los debates internacionales recientes sobre una revolución en la enseñanza económica (isipe, 2014). Esta petición estudiantil, apoyada por numerosos profesores, critica la extrema estrechez y escasez de diversidad teórica en la pedagogía de la Economía, solicita un mayor pluralismo metodológico, una mejor disposición crítica y democrática, y marcos de pensamiento más incluyentes y comprehensivos.

La Encíclica y la Economía Ecológica: el imperativo ético y el desafío educativo

Leyendo la comunicación del Papa desde la Economía Ecológica, queremos empezar por abordar primero el último capítulo (6) de la Encíclica, que contiene un llamado por una reorientación del rumbo actual para alcanzar una “conciencia común, una pertenencia mutua y un futuro compartido por todos [lo cual representa] un desafío cultural, espiritual y educativo” [202]. Este último llamado es el más pertinente para la academia en cuanto a una mayor y mejor “educación ambiental” para lograr una “ciudadanía ecológica” [210-211].

Creemos que un cambio ético de esta naturaleza, permitirá una perspectiva teórica menos atenta del individualismo humano y la competencia en los mercados, hacia una que realce el valor de la solidaridad y la cooperación en las sociedades. Así mismo, el tono de la Encíclica recuerda la insistencia de la Economía Ecológica por una prioritaria preocupación por la equidad frente a la eficiencia, es decir, por la distribución desigual de costos y beneficios del desarrollo (Van der Bergh, 2001). Igualmente, es explícita la recomenda-ción del Papa por agregar a estas preocupaciones éticas intrageneracionales

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(entre grupos sociales presentes hoy), la atención sobre la ética intergenera-cional (entre las generaciones actuales y las futuras), y a una reflexión hacia la escala del cambio frente a la herencia ambiental que teníamos antes del auge actual del sistema industrial, todo lo cual es tema central de la Econo-mía Ecológica.

En el capítulo 2, el Papa hace una exhortación de las Sagradas Escrituras en clave ambiental, complementadas con cartas, comunicaciones y declara-ciones propias de la Iglesia Católica, con un horizonte teológico suficiente-mente amplio para la referencia explícita al trabajo del actual jerarca de la Iglesia Ortodoxa Oriental, Patriarca Bartolomeo I, cuyo énfasis en asuntos ambientalistas le ha valido el título de Papa Verde. Nuestros escasos cono-cimientos de la doctrina de la Iglesia Católica nos impide hacer aportes a esta discusión, pero sí nos pone en actitud reflexiva sobre por qué y para qué la enseñanza de la Economía debe incluir unas perspectivas críticas sobre algunas de las ideas doctrinarias y ortodoxas que han conquistado su corpus teórico durante el siglo xx. En este sentido, su optimismo por un crecimiento sostenido, la defensa de la soberanía del consumidor y su obsesión general por la asignación óptima de recursos escasos ante necesidades ilimitadas, contrastan con el llamado de propuestas críticas y heterodoxas que como la Economía Ecológica hacen por priorizar el desarrollo sustentable, la defensa de la satisfacción global de necesidades básicas, y una preferencia particular por el mejoramiento de los grupos humanos más necesitados.

Sin embargo, en este punto debe hacerse una anotación crítica a la Encíclica: si bien sí hay menciones explícitas a algunas de las manifestaciones más cons-picuas del capitalismo, como son la hegemonía de las finanzas, el consumis-mo, y la cultura del descarte, no hay una sola mención explícita a éste, como sí lo hay en un par de ocasiones al comunismo, el nazismo y otros regímenes totalitarios [104]. Es entendible por supuesto, que la Encíclica no quiera caer en sesgos para su divulgación y discusión posterior, pero se echa de menos una posición más explícita contra el sistema económico (ver Klein, 2014) cuya expansión y dominación sobre tantas vidas humanas y recursos natura-les ha traído las consecuencias de las que prolijamente versa la Encíclica. En todo caso, valga la oportunidad para citarla en una observación crítica que la doctrina social de la Iglesia ha hecho sobre uno de los pilares del capitalismo: “La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de la propiedad privada” [93]. Y es que la privatización de bienes comunes como el medio ambiente está en el fondo del problema que trata la Encíclica, e infortunadamente hace parte de las recomendaciones típicas de la Economía convencional sobre la naturaleza.

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La perspectiva compleja y la posición política en la EncíclicaLos capítulos 1 y 3 de la Encíclica están íntimamente ligados si se trata de propender por una mayor fluidez en el diálogo desde y hacia la ciencia eco-nómica respecto a la evidencia de lo que está pasando a la casa común, y para abordar el reto educativo implícito en su enseñanza. El primer capítulo de la Encíclica expone una maravillosa amplitud de pensamiento y discernimiento sobre evidencia científica de la situación ambiental actual, con intereses espe-cíficos en la escala, presencia y peligrosidad de la contaminación, la urgencia de enfrentar el cambio climático, y proteger recursos vitales como el agua, el aire, el suelo y la diversidad biológica.

La Encíclica utiliza argumentos propios de la Economía Ecológica cuando critica la confianza en análisis costo-beneficio, en la valoración reduccionis-ta de bienes y servicios ambientales en términos monetarios, la insistencia en la rentabilidad financiera como objetivo de las intervenciones humanas sobre el entorno natural. Incluso, expone la relación directa entre la deuda externa monetaria de los países subdesarrollados y la deuda ecológica que los países desarrollados tienen con estos en términos físicos, biológicos y sanitarios, relación que la Economía Ecológica ha trabajado profusamente en su análisis material y energético de la desigualdad del comercio internacional. Debe decirse en todo caso, que estas posiciones no son simplemente afines con trabajos teóricos (ver Martínez-Alier, 2005), sino con las luchas mismas tanto de defensores ambientales populares y locales, como de aquellos acti-vistas ambientales de alcance global. De allí la agradable inclusión de Naomi Klein en el grupo académico asesor del Papa durante la construcción de la Encíclica.

Como observación especial, debe anotarse que el Papa usa la dicotomía pobres/ricos a la par de la Sur/Norte, la cual ha hecho carrera en los estudios del desarrollo en una versión geopolítica que va más allá de la sencillamente hemisférica: el Sur-Global reúne a todos los desposeídos y necesitados en áreas rurales y urbanas de todos los países, mientras que el Norte-Global incluye a las clases favorecidas y enriquecidas, bien de los países más desarro-llados, bien de las élites poderosas y boyantes de los países menos desarrolla-dos. Cuando el mundo se ve así, más que un debate de lucha internacional de clases, se realza la complejidad de las dinámicas inequitativas de acumulación y concentración de riqueza y poder en el contemporáneo mundo interconec-tado de mercados globales.

En el capítulo 3, la Encíclica expone la “Raíz humana de la crisis ecológica” a través de una sospecha fundada en el papel de la tecnología en el desarrollo y

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de una humanista crítica del paradigma tecnoeconómico y su dinámica globa-lizadora y totalizante. Así, el Papa presenta su desconfianza por las soluciones técnicas a los problemas ambientales, la dependencia de los Estados por las decisiones tecnocráticas, a la par que aboga por enfoques multiescalares, más comprehensivos e incluyentes, y una mejor participación deliberativa y mayor autonomía de acción para comunidades locales y países más afectados por la crisis ecológica, y con menos recursos para superar sus actuales y potenciales consecuencias. Una vez más, este tono argumentativo simpatiza con las críti-cas que la Economía Ecológica hace a la Economía Ortodoxa al anteponer la optimización y el control sobre la incertidumbre, por confiar irracionalmente en la solución parcial de externalidades ambientales por medio de compen-saciones que justifiquen hipotéticamente los daños. Como bien se afirma en la Encíclica, debe subrayarse la inseparabilidad de las dinámicas económicas de las sociales y ecológicas por la co-evolución entre lo humano y lo natural, y cómo el carácter impredecible de los cambios obliga a tener una actitud de precaución, cuidado y humildad sobre las acciones que hagamos como especie sobre el planeta.

La Encíclica y la interdisciplinariedad para la acción política

Los capítulos 4 y 5 del mensaje Papal se enfocan en cómo pensar en solu-ciones, quiénes deben participar en su búsqueda, y cómo actuar consecuen-temente a través de la política y educación. En el primero se encuentra una reflexiva pero también apasionante presentación de las ventajas de la ecología, como disciplina y como marco de acción para enfocar de manera más holísti-ca y sistémica la búsqueda de una solución consensuada y de cursos de acción realistas y solidarios, en una expresión, se aboga por una “ecología integral”. De una parte, se ataca la lógica de planificación e intervención de corto y mediano plazo, regida muy frecuentemente por los intereses corporativos y de gobiernos cambiantes, a la vez que defiende una mirada de mayor largo plazo, y el fortalecimiento de políticas estatales de bienestar general que coo-peren con la acción local y comunitaria. El Papa se acoge en este sentido a la máxima ambientalista de “pensar globalmente, actuar localmente”.

En el capítulo 5, la Encíclica presenta orientaciones para la política y sugeren-cias de acciones que deben acometer en todos los niveles: globales, nacionales y locales1. Pero si bien el Papa considera fundamental que las instituciones

1. Es interesante observar cómo la Encíclica es prolija y acertada en reconocer logros de la política internacional con ejemplos como las Declara-ciones de Río (1992 y 2012) de desarrollo sostenible, y la seminal Declaración de Estocolmo (1972) sobre nuestro futuro común, la Convención de Basilea (1989) sobre residuos peligrosos, y la Convención de Ginebra (1985) y el Protocolo de Montreal (1987) sobre la protección de la capa de Ozono. Así mismo, su citación a la Carta de la Tierra de La Haya (2000) le da un carácter particular a esta iniciativa de la sociedad civil que ha demarcado un derrotero común para la casa desde las voces de las organizaciones no gubernamentales y los colectivos sociales.

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internacionales consigan compromisos por parte de todos los Estados para que las políticas nacionales y regionales logren ser implementadas coordinada y efectivamente, defiende enfáticamente aquellas acciones locales que nacen a partir de la creatividad, de la participación comunitaria y de la confianza en las decisiones que se toman en escalas pequeñas, con lógicas solidarias y de for-mas autónomas y autóctonas. Por ejemplo, hace un especial reconocimiento explícito a las cooperativas locales de producción, de consumo responsable y justa distribución de cargas y beneficios. La defensa de la economía social y solidaria es particularmente interesante para el entorno colombiano, donde los productores agrarios, los colectivos sociales de corte étnico y territorial y las organizaciones comunitarias de acción local juegan un papel clave en la complementación y sustitución de acciones del Estado y las empresas del sector privado.

Finalmente, cuando el Papa propone una mejor educación universal para el diálogo y la agencia de las comunidades locales, y de la humanidad en su conjunto, coincide con la crítica de la heterodoxia económica hacia la con-fianza que la ortodoxia pone en las bondades de la racionalidad de los agentes privados y los mercados con mejores accesos a la información para la toma de decisión en mercados nacionales e internacionales. En otras palabras, el Papa insiste en su llamado por una mejor educación y no por simplemente más generación y acceso a información.

Reflexiones finalesComo profesores apoyamos el desafío por una mejor educación, lo cual con-sideramos que se puede trabajar al abrir más espacios para los enfoques como la Economía Política Crítica y la Economía Ecológica, que no solo analizan interconectadamente los problemas ambientales, sino que se enfocan tanto en la ética intrageneracional como en la intergeneracional, en reconocer el valor intrínseco de la naturaleza, en sus límites físicos, y en las implicaciones en términos de crecimiento económico. Creemos que así se forma mejor a los estudiantes para el análisis y la toma de decisiones públicas y posiciones ciudadanas.

Ahora bien, consideramos que si bien la Encíclica tiene un carácter vinculante e incluyente en una conversación necesaria, su naturaleza envolvente hace parte de un proceso lento de concientización que ante la “grandeza, urgencia, y hermosura” del desafío ambiental actual, debe originar acciones revolucio-narias. De lo sutilmente envolvente del diálogo iniciado por el Papa, debe actuarse decididamente en modifiquen cualitativamente el estado de las cosas. La revolución, como esa “vuelta” necesaria para cambiar el mundo como lo conocemos, nacerá de un conjunto de acciones que le den a esta simbólica

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conversación iniciada por el Papa, un efecto real: de la invitación, debemos pasar a la acción. Finalizamos entonces con una petición revolucionaria en el ámbito educativo hacia la interdisciplinariedad y la integración de ciencias y saberes, hacia la reflexión ambiental en la formulación de problemas de investigación y recomendación de líneas de acción de toda discusión univer-sitaria. Estamos seguros y esperanzados en que la apertura intelectual de la Universidad Javeriana permitirá que estos diálogos académicos entre saberes y disciplinas sigan surgiendo y siendo fértiles, por el bien de todos en nuestra convivencia respetuosa de la casa común .

BibliografíaPapa Francisco (2015). “Encíclica Papal Laudato si’ del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa común”. En http://w2.vatican.va/

isipe - International Student Initiative for Pluralism in Economics (2014). “Open letter. An international student call for pluralism in economics”. En http://www.isipe.net/open-letter/

Klein, Naomi (2014). “This changes everything. Capitalism versus the climate”, Simon & Schuster, New York, usa

Martínez-Alier, Joan (2005). “El ecologismo de los pobres: conflictos ambientales y lenguajes de valora-ción”, Icaria Editorial, España

Van der Bergh, Jeroen (2001). “Ecological economics: themes, approaches, and differences with environ-mental economics”. En Regional Environmental Change (2: 13-23), Springer.

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La sostenibilidad del desarrollo hecha encíclica

Carlos Gustavo Cano*

El cambio climático: la más formidable imperfección del mercado globalDesde el ángulo económico el cambio climático representa, sin duda, la más protuberante imperfección del mercado en el planeta, a la vez que la más grave amenaza para la supervivencia de la especie. Pasó la hora de las espe-culaciones y de las loas al escepticismo. Semejante conducta raya en la más peligrosa irresponsabilidad. La evidencia sobre los desórdenes y los desastres provocados por aquel es contundente.

Por lo tanto, resulta urgente y prioritario abrirle el espacio a la intervención de los estados en las economías mediante políticas públicas que induzcan a sus agentes –consumidores e inversionistas– a la toma de decisiones eco-lógicamente correctas, no sólo para evitar nuevos daños contra el hábitat originados principalmente en el uso de los combustibles fósiles, sino también a fin de tratar de reparar los ya creados.

Edward O. Wilson, el más célebre biólogo de nuestro tiempo, dijo sobre las hormigas:

“Las necesitamos para sobrevivir. Pero ellas no nos necesitan para nada”.

Citado por Chivian E. y Berstein, A. (2008)

* Codirector del Banco de la República.

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La buena noticia es que, si bien cada día que transcurre sin cambiar nuestros modos de producción de bienes y servicios los riesgos aumentan de manera geométrica, el conocimiento científico disponible nos permite ahora identifi-car los más convenientes caminos y cursos de acción de cara a la mitigación y a la adaptación ante el cambio climático.

El aporte de los economistas y la ecologización de las políticas fiscalesArthur Cecil Pigou (1877-1959), economista inglés, graduado y profesor de la Universidad de Cambridge, contemporáneo de John Maynard Keynes en dicho centro del conocimiento, formuló en un libro sin igual publicado en 1920, que conserva su vigencia plena, su visionaria teoría de las externalida-des, la cual, sin habérselo propuesto entonces, nos ha servido hoy como fun-damento nuclear del tratamiento económico moderno del cambio climático.

Según Pigou, todo proceso de transformación productiva provoca costos que el mercado no suele incorporar en los precios de los bienes y servicios generados. Lo cual conduce a trasladarle dichos costos, y de paso a propinarle ostensibles perjuicios, a otros agentes ajenos a esos procesos. Y a configurar hábitos de consumo e inversión nocivos para la sociedad.

La lección central de su teoría se puede resumir en una frase: quien daña debe pagar, y quien compensa debe recibir. Tal fue el origen de la llamada tributación ‘pigouviana’ (Pigou, 1946).

Ochenta y seis años más tarde, Sir Nicholas Stern (1946), otro economista inglés y profesor de las Universidades de Oxford y Cambridge y de la Escuela de Economía de Londres, quien además fue el economista jefe del Banco Mundial entre los años 2000 y 2003, por encargo del gobierno británico dirigió la más vasta investigación multidisciplinaria de que se tenga memo-ria sobre la economía del cambio climático, la más temible entre todas las externalidades de la economía mundial, cuyos resultados se publicaron el 30 de octubre de 2006 en un informe que lleva su nombre (Stern, 2007). Allí se halla entronizada la huella de Pigou.

A partir de entonces, el estudio de los fenómenos climáticos comenzó a recibir la máxima atención y muy valiosos aportes de la ciencia económi-ca moderna y de algunos de sus más autorizados exponentes; de diversos organismos internacionales, como el Fondo Monetario Internacional (imf, 2012); de organizaciones no gubernamentales; de la banca multilateral como el Banco Mundial (World Bank Group, 2014); y de gobiernos y hacedores de políticas públicas.

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Son cada vez más los analistas y los académicos de renombre global que vienen comprobando la eficiencia económica del impuesto al carbono como instrumento de control de la contaminación. Cabe subrayar nombres tan destacados como Daron Acemoglu, Philippe Aghion, Leonardo Bursztyn y David Hémous (2012); Tom Tietenberg (2006); Valentina Bosetti y Jeffrey Frankel (2012); Garth Heutel y Carolyn Fischer (2013); y Jeffrey Sachcs (2015), entre otros.

Durante los primeros 15 años del presente milenio hemos aprendido que, ante las externalidades de orden climático derivadas de las actividades económicas, el laissez-faire (esto es el libertinaje de los mercados) sólo nos conduciría hacia un desastre ambiental. La intervención inmediata resulta decisiva, necesaria y urgente. Aplazarla nos generaría un incalculable costo inter-generacional. Entre más pronta y fuerte sea la respuesta, más viable será llegar a un genuino desarrollo sostenible en el futuro (Acemoglu et al., 2012).

En torno a estos temas se ha ido formando un consenso acerca del papel que debe jugar la tributación ambiental frente al cambio climático, en particular el establecimiento de impuestos a las emisiones de gases de efecto invernadero –en especial dióxido de carbono–, y de un régimen de créditos tributarios originados en la inversiones que sus contribuyentes adelanten en proyectos de adaptación enmarcados dentro de objetivos de desarrollo sostenible orien-tados a mitigar el impacto adverso del cambio climático, en especial sobre el recurso hídrico (Cano, 2014).

Varios países ya han adoptado –o se hallan en dicho proceso–, algunos incluso anticipándose a los trabajos de Stern y sus colegas, legislaciones especiales de índole fiscal, en contraste con simples recomendaciones o normas sin instrumentos suficientes que puedan garantizar su cumplimien-to, como en general ha venido sucediendo en la práctica en la mayor parte del mundo.

Cabe destacar los casos de los países escandinavos, Holanda y Alemania durante la década de los años 90 a partir de los trabajos de una comisión que comenzó a incorporar la ecología al marco de la política fiscal (The Dutch Green Tax Comission, 1998), la Unión Europea desde 2005, y, más recien-temente, Nueva Zelanda, Australia y México, y los estados de California en Estados Unidos y British Columbia en Canadá.

En Colombia, a raíz de la reforma tributaria aprobada por el Congreso en diciembre de 2012, se hizo un primer intento, pero sin frutos, materializado en el artículo 184 de la misma que reza así:

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“Impuestos Verdes. Dentro del término de seis (6) meses contados a partir de la vigencia de la presente ley, el Gobierno nacional elaborará un estudio sobre la efectividad de impuestos, tasas, contribuciones y demás gravámenes existentes para la preservación y protección del ambiente; así como la iden-tificación y viabilidad de nuevos tributos de la emisión de efluentes líquidos y de gases contaminantes y de efecto invernadero identificando los sujetos, las actividades y bases gravables, hechos generadores, y demás elementos del tri-buto. El Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (Colciencias) y los ministerios de Hacienda y Crédito Público, y Ambiente y Desarrollo Sostenible serán los responsables de la preparación y sustentación del informe ante el Congreso de la República dentro del término señalado en el inciso anterior, para que este determine, de acuerdo con sus competencias y los procedimientos constitucionales de formación de la ley si se establecen dichos gravámenes”.

Lo cierto es que, vencido ese plazo y hasta la hora presente, no ha habido concreción alguna de esa intención.

Un imperativo moralUna de las características más novedosas del Informe Stern consiste en el reconocimiento taxativo de que, por encima de cualquier consideración eco-nómica, las acciones que la humanidad tiene que emprender ante el cambio climático constituyen un imperativo moral.

Se trata, ni más ni menos, de la solidaridad inter-generacional que se despren-de de la clásica definición del concepto de desarrollo sostenible, planteado por una comisión de las Naciones Unidas presidida por la señora Gro Har-lem Brundtland en 1987, médica de profesión y entonces primera ministra de Noruega, en los siguientes términos (Brundtland, 1987):

“…el desarrollo que satisface las necesidades actuales de las personas sin compro-meter la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las suyas.”

En efecto, como lo expuse en un artículo referido a la Amazonía, una región aún más rica en biodiversidad que la cuenca fluvial del Congo:

“(…) en el ámbito de los recursos naturales, que constituyen en su conjunto el capital bioeconómico del aparato productivo, lo que cuenta es monitorear permanentemente su biocapacidad –esto es su capacidad instalada de índole biológica–, y cotejarla frente a la huella ecológica, o sea su utilización efectiva. La diferencia entre ambas se podría definir como la brecha ambiental. Si su signo fuere positivo, es decir una huella ecológica mayor a la biocapacidad,

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estaríamos atentando contra el acervo del capital bioeconómico o natural, y, por contera, sacrificando la sostenibilidad del crecimiento de cara a las próximas generaciones. De lo contrario, habría espacio para impulsarlo sin provocar presiones ambientales y, en consecuencia, sin colocar en riesgo la solidaridad inter-generacional (…) En tanto que la biocapacidad puede recuperarse, y aún ampliarse –particularmente en la franja tropical andina de la tierra– (…) a través de la regeneración asistida del bosque natural; la deforestación evitada; la conservación de bosques en pie; la reforestación y la forestación nueva; la con-servación, regeneración y aprovechamiento de la biodiversidad y el conocimiento tradicional; la restauración y el cuidado de cuencas y páramos; y la conversión de sistemas de ganadería extensiva en explotaciones silvo-pastoriles ambientalmente sostenibles (…) La clave yace en (…) los incentivos apropiados que establezca el Estado a fin de inducir a los agentes económicos a tomar las decisiones apropiadas que hagan del desarrollo de las actividades económicas un proceso sostenible.” (Cano, 2013)

La EncíclicaEn este contexto, el claro llamado del Papa Francisco a través de su Encíclica Laudato si’ (Alabado seas) (Carta Encíclica, 2015) a cambiar los hábitos y las conductas negativas de parte de la humanidad que colocan en severo riesgo la solidaridad intergeneracional con relación al cuidado de la ‘casa común’, como él denomina apropiadamente al planeta, nos hace recordar que la cien-cia económica nació como una disciplina subalterna de las ciencias morales. Y que, por consiguiente, en cuanto a la Naturaleza se refiere, sus instrumentos y herramientas tienen que estar al servicio del imperativo moral.

Cabe recordar que el primer gran libro del fundador de la economía moder-na, el escocés Adam Smith (1723-1790), fue “La Teoría de los Sentimientos Morales”, que le antecedió a su inmortal tratado “La Riqueza de las Nacio-nes”. No es casual entonces este orden de precedencia, por cuanto el primero le sirvió de cimiento y fundamento al segundo.

Análoga consideración cabe hacer con el resto de ramas del conocimiento científico. Sobre el particular, así se pronunció uno de los más sabios histo-riadores de nuestro tiempo, el inglés Arnold Toynbee (1889-1975):

“La tecnología es una fuerza moralmente neutral. Es capaz de convertir la superficie del planeta en un matadero, pero también puede convertirla en un vecindario (…) Suponiendo que hemos decidido estar del lado de los ángeles, ¿cómo hemos de tratar a quienes todavía no han discernido las señales de los tiempos? La única respuesta promisoria es devolver bien por mal, y nunca can-sarnos de desempeñar ese difícil papel.” (Toynbee, 1966)

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La Encíclica recoge en su profunda espiritualidad cristiana todas estas evi-dencias y enseñanzas de las ciencias. Lejos de desconocerlas, las incorpora en el arte de su comunicación ecuménica, y pone ante el morador común de la tierra un lenguaje sublime por lo sencillo y sin fronteras por lo universal, sobre asuntos tan relevantes como complejos que generalmente no sabemos transmitir con la suficiente claridad y pedagogía quienes en nuestra cotidia-nidad profesional nos ocupamos de ellas. Quizás por no comprenderlos cabalmente, al haberlos aislado de su marco fundamental y consubstancial que es la moral. He aquí, a mi juicio, la enseñanza de la más alta valía del documento pontificio.

Haciendo eco de sus antecesores inmediatos, el Papa nos alerta sobre la senda equivocada de apreciar el ambiente natural única y exclusivamente para pro-pósitos de su uso inmediato y su consumo, sin reparar en las consecuencias de la destrucción de la biodiversidad; la degradación de los suelos; la defo-restación; el deterioro de humedales y manglares; la desaparición de vastas barreras de coral en los océanos, que equivalen a la biodiversidad marina; y la contaminación de las aguas –el elemento esencial para la vida y por ende condición insustituible de los demás derechos humanos–, a costa del bienes-tar de las generaciones del mañana.

Semejante conducta no es otra cosa que el producto de la falta de amor al prójimo, y del hecho de haber colocado en su lugar el imperio del egoísmo. O sea lo que se le llama en la Encíclica ‘la cultura del descarte’, que representa la semilla del rompimiento con la ética.

El hecho de haber escogido el nombre de Francisco, el mismo del santo de Asís, al inaugurar su misión pontificia el Papa dio una señal inequívoca y anti-cipada de lo que sería su ministerio frente a la Naturaleza al hacer manifiestas sus preocupaciones sobre su debido cuidado. Prueba y materialización de ello es esta Encíclica, cuya consigna esencial se debe entender como el combate contra la exclusión de la población del futuro con respecto al disfrute racional del capital natural del planeta.

La oposición mediática y seudo-académica, bien financiada por las corpora-ciones transnacionales que más se han lucrado de la depredación de la Natu-raleza; la indolencia de la sociedad; y la debilidad de las instituciones estatales, condujeron –y aún conducen– hacia la simple negación del problema, como lo afirma el Santo Padre.

O hacia la confianza sin límites en las soluciones ofrecidas por las tecnologías de punta, sin advertir que su mera disponibilidad no es garantía de su adop-ción efectiva y apropiada.

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“Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últimos dos siglos”, señala Francisco en su Encíclica. O sea desde el inicio de la flamante revolución industrial, a partir de la cual se incrementaron de manera nunca antes vista los ingresos per cápita en las economías que hoy conforman lo que conocemos como el mundo rico. Incremento que se ha venido surtiendo en perfecta correlación con el ritmo de emisión de los gases de efecto inver-nadero, la causa primaria del calentamiento global.

Cabe preguntarse en este punto si ante las costosas externalidades en térmi-nos ‘pigouvianos’ de semejante crecimiento, o sea los daños colaterales infli-gidos a los excluidos de ese supuesto desarrollo económico, y a los herederos de esta ‘casa común’ que aún no han llegado, ¿tiene sentido seguir empleando el ingreso per cápita como una medida válida del bienestar?

¿No será que hace rato llegó la hora de reinventar las contabilidades privada y pública? ¿Incorporando a las mismas los verdaderos costos, hasta ahora no registrados ni revelados, del crecimiento en detrimento del capital natural que debe ser propiedad de todos, sin exclusión alguna, es decir nuestra ‘casa común’? ¿Mediante un ambicioso y redistributivo sistema de tributación ambiental que penalice a quien dañe y que compense a quien beneficie? ¿Y creándole, por la vía fiscal, un costo al carbono y un precio a los servicios eco-sistémicos o ambientales?

Como señaló acertadamente Lester Brown (1934), el célebre ambientalista norteamericano, así como el comunismo colapsó por no decir la verdad eco-nómica, el capitalismo está llamado a sucumbir si no dice la verdad ecológica (Brown, 2011).

Otra sentencia central del documento se refiere a la relación legal o con-tractual del hombre con la tierra. Para ello cita este sabio trozo del libro del Levítico (25,23):

“La tierra no puede venderse a perpetuidad, porque la tierra es mía, y vosotros sois forasteros y huéspedes en mi tierra ”.

Lo que indica es que los pobladores de la tierra bien la pueden usufructuar, pero siempre y cuando no destruyan las oportunidades para quienes les sucedan, y así sucesivamente. Se trata del más nítido enunciado sobre la función de sostenibilidad que tienen que observar las diversas modalidades de tenencia, que bajo ninguna circunstancia deberían ser absolutas o irre-vocables. El derecho a su usufructo tiene que estar sujeto a determinadas y estrictas condiciones legales o contractuales en los ámbitos ambiental, social y productivo.

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ConclusiónLa Encíclica Laudato si’ tiene que tener las más profundas repercusiones, mucho más allá de los púlpitos. Y estacionarse en los despachos de los hace-dores de las políticas públicas; en las sedes de los trabajadores y los empresa-rios; en las universidades y colegios donde se están educando quienes tendrán en sus manos la opción de enderezar con toda su determinación el rumbo del mundo en estas materias; y en nuestros hogares, que deben ser la simiente para la formación de ciudadanos sostenibles.

Aunque indispensables, no bastan los más avanzados conocimientos y herra-mientas en ciencia y tecnología y en economía –que por fortuna hoy se hallan disponibles–, a fin de enfrentar esta indisputada imperfección del mercado que representa el cambio climático.

Como quiera que sus más terribles secuelas no alcanzarán a recaer en su totalidad en nuestra generación, y que los más jóvenes y quienes aún no han nacido serían las víctimas de sus fases catastróficas en un futuro no lejano en caso de no actuar cuanto antes en favor del interés general, el imperativo moral, en vez del cálculo cortoplacista, tiene que ser la palanca que nos sacuda para no aplazar más el deber hacer.

A lo que el Papa Francisco nos está invitando, por medio de su Encíclica Laudato si’, es a dar ese paso. Un paso hacia la vida .

RJ

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mpacta sobre manera la integralidad de este texto del magisterio del Papa Francisco cuando constatamos que aborda la totalidad de los problemas que inquietan a la humanidad contemporánea: el modelo económico vigente; el consumismo desaforado; la crisis ambiental; los asuntos esen-ciales de la sostenibilidad; la exclusión social y la pobreza; el precario

equilibrio en el que viven muchos países constantemente expuestos a la gue-rra y a la violencia; el vacío humanista y espiritual que afecta tan severamente la convivencia entre los seres humanos.

¿Diagnóstico pesimista? ¿Profeta de desgracias? Es tarea de los que W. Luypen, en su obra “Fenomenología del Derecho Natural”, llama los “genios éticos” confrontar severamente la atención de todos sobre las amenazas y males que maltratan la vida, la coexistencia, la posibilidad de existir con ple-nitud: “El amor de los mejores miembros de una sociedad les hace ver con claridad lo que exige la humanidad pero, al mismo tiempo, cada paso adelante en el camino que conduce a la humanización de la sociedad entraña también que el genio ético ascienda a un punto desde donde es posible vislumbrar con mayor perspicacia aún nuevas exigencias de la humanidad. De esta manera, el mismo ver del genio ético es una historia sin fin. Sólo en la historia del amor efectivo del hombre hacia su semejante puede entenderse y resulta claro que es lo que entraña estar destinado al otro”1.

Perspectivas para una espiritualidad ecológica en la Encíclica Laudato si’

Antonio José Sarmiento Nova, s.j.*

I

* Decano del Medio Universitario, Facultad de Arquitectura y Diseño. Pontificia Universidad Javeriana, al servicio de esta institución desde julio de 1981.

1. (luypen, w. Fenomenologìa del Derecho Natural. Ediciones Carlos Lohlè, Buenos Aires 1968. Pàgina 242).

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Tal es el papel de hombres y mujeres como Gandhi, Luther King, Rigoberta Menchú, el inolvidable Juan xxiii, Aung Saan Suu Kyi, de tantos humanistas, y ahora del primaveral Francisco, Obispo de Roma, venido a presidir la comu-nidad Católica desde ese felicísimo 13 de marzo de 2013.

En declarado lugar común, pero no por ello menos enfático, el Papa pone el dedo en la llaga sobre las enfermedades de nuestro tiempo, partiendo de la crisis contenida en el problema de la destrucción de los recursos naturales, en las tragedias que se avecinan si no se detiene la desaforada carrera de la excluyente economía de mercado y de la demencia del consumo.

Y es evidente que esto impone una nueva actitud de hombres y mujeres con relación a su interioridad y al sentido de trascendencia, entendida esta en su dimensión de salir de sí hacia Dios, el Totalmente Otro, hacia todos los seres humanos en disposición de apertura, reconocimiento e inclusión, hacia todas las manifestaciones de la vida, hacia su entorno natural.

Por espiritualidad entendemos una vitalidad que sucede en el corazón de las personas y de las colectividades, en la que suceden experiencias decisi-vas para animar, para dar sentido, para generar crecimiento en términos de grandeza ética humana, suscitando lo mejor de las personas, favoreciendo su aproximación a todos, facilitando solidaridad, rompiendo los cascarones del individualismo y de la competencia malsana, explicitando una conciencia de que los humanos no tenemos en nosotros mismos la razón definitiva del vivir, de que hay realidades fuera de nosotros que nos configuran como seres con significado. Y en ella la principalidad y fundamentalidad de Dios, como referencia constitutiva del ser humano y de su entorno.

Refiriéndose al santo Francisco de Asís, escogido como nombre para distin-guir su ministerio de pastor de la iglesia universal, dice el Papa: “Su testimo-nio nos muestra también que una ecología integral requiere apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas o de la biología y nos conectan con la esencia de lo humano”2, aludiendo con nitidez y contun-dencia a esos referentes éticos y humanistas que con su talante son alerta para todos en materia de lo que es esencial para vivir con dignidad y sostenibilidad, en justicia y correspondencia con ese valor fundamental que subyace en cada hombre, en cada mujer, en la realidad natural y vital.

¿Qué es la esencia de lo humano? Compleja pregunta que ha tenido y seguirá teniendo muchas respuestas desde la filosofía y la teología, desde las cien-cias sociales y humanas, desde las convicciones y prácticas de individuos y

2. Laudato si’ No. 11.

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comunidades. Digamos nosotros, en clave del Humanismo Cristiano, que esa esencia reside en la dignidad que le es propia por su condición de humano, valor no negociable que está presente en la totalidad del escrito del Papa y del espíritu que lo inspira, y que tiene una particular evidencia en eso que llamamos la trascendencia, que para muchos se concreta en la relación con Dios a través de la mediación de las religiones y de la experiencia espiritual, con su consiguiente referencia a lo que tradicionalmente llamamos el amor al prójimo.

Desde luego, la diversidad de respuestas a este interrogante no excluyen la posibilidad de que haya muchas personas que deciden su existencia en la clave de la no creencia en Dios, asunto merecedor del mayor respeto. El pluralismo de las religiones y las opciones del agnosticismo o del ateísmo no las pode-mos mirar ahora desde la visión de unas verdades absolutas que condenan o maldicen a quienes no están inscritos en esos principios. Indicio de salud humana y espiritual es justamente este del respeto, de la tolerancia, del camino conjunto en favor del bien común desde la multiplicidad de creencias, visio-nes, pensamientos, marcos conceptuales y existenciales.

Si revisamos el índice de la Encíclica, verificamos el potencial espiritual ordenado a una nueva configuración de la vida en el planeta: contaminación y cambio climático; inequidad planetaria; debilidad de las reacciones ante tal problemática; la oferta del cristianismo en el Evangelio de la creación; la especificidad del carácter creatural; el destino común de los bienes; la mirada de Jesús de Nazaret; las raíces humanas de la crisis ecológica; la globalización del paradigma tecnocrático; las consecuencias de un antropocentrismo sin trascendencia; la ecología integral; justicia entre generaciones; el principio del bien común; los indispensables diálogos en la política internacional; la transparencia en los procesos de decisión; la humanización de la economía; el diálogo ecuménico e interreligioso; la apertura de las religiones al mundo de la ciencia; la apuesta por un nuevo estilo de vida; alianza entre la humanidad y el ambiente; la conversión ecológica, el descanso celebrativo; la visión más allá del sol; el aporte cristiano a una cultura planetaria del cuidado del hábitat.

Fijémonos así en el capítulo sexto que Francisco titula “Educación y Espi-ritualidad Ecológica”. Dice el Papa, en primer lugar, que se trata de apostar por otro estilo de vida en el que se supere el “mecanismo consumista com-pulsivo”, haciendo esta exigente afirmación: “Cuando las personas se vuelven autorreferenciales y se aíslan en su propia conciencia, acrecientan su voraci-dad. Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir”3.

3. Laudato si’ No. 204.

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Pero, con su esperanza propia de creyente raizal, Francisco da un voto de confianza a las posibilidades regeneradoras de los seres humanos, y parte de ahí para formular su propuesta que –desde luego– es sanamente idealista pero al mismo tiempo encarnada en las realidades del mundo, de la sociedad, responsable con todos y con la realidad en crisis: “Sin embargo, no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan”4.

Decididamente invita a movimientos de presión en materia de modificación de los criterios de consumo, a transformar los paradigmas del mismo, a dejar de adquirir cierto tipo de productos, a racionalizar y minimizar el impacto ambiental, a la transformación de los hábitos en estas materias sustanciales en la vida cotidiana; tal es la responsabilidad social de los consumidores.

En una espiritualidad saludable es determinante el movimiento hacia lo que es distinto de sí, rompiendo el aislamiento y construyendo vínculos de vida e integración, de comunión y de cuidado, de solidaridad y de dignidad, en lo que el mismo Francisco llama un “estilo de vida alternativo”. Camino hacia estos nuevos modos de coexistencia es el de la educación para una alianza entre la humanidad y el ambiente.5 Entre los elementos que marcan el derro-tero señala Laudato si’ los siguientes:

► Potenciar la sensibilidad juvenil en lo tocante al cuidado del hábitat y de la cultura ecológica.

► Superar en esta educación la simple información científica ponien-do en tela de juicio el modelo de la racionalidad instrumental para dar el paso cualitativo hacia el sentido del Misterio, del carácter sagrado de la vida en la diversidad de sus evidencias y posibilidades, sin ignorar, claro está, los juicios aportes del conocimiento científico integrados en su fundamentación humanista.

► Reforzar la educación de los nuevos hábitos como concreción de esta sensibilidad ante la maravillosa realidad de la vida, que en clave creyente es Vida con mayúscula, estimulando una conciencia de aus-teridad y ahorro.

► Poner una marca exigente ante la subcultura del desecho propi-ciando la reutilización, disminuyendo en el mayor grado posible el uso de lo que no es biodegradable, hasta el punto de extinguir esta

4. Laudato si’ No. 205.

5. Laudato si’ No. 208.

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conducta, inspirar todos los procedimientos cotidianos en el nosotros comunitario, empezando a dejar atrás el marcado individualismo, nocivo y disolvente.

► Trabajar para que los diversos ámbitos educativos entren de lleno en esta mentalidad y práctica: familia, escuela, universidad, grupos de pertenencia, comunidades de fe, iglesia, asociaciones religiosas, colec-tivos humanistas, espacios académicos.

► “Prestar atención a la belleza nos ayuda a salir del pragmatismo utilitarista”6, es el cultivo de lo estético como lenguaje de armonía y de trascendencia, en el que se contienen verdaderas posibilidades de superación del modelo consumista y pragmático.

► Naturalmente, el Papa, que es un sincero seguidor de Jesucristo, propone los valores propios de la espiritualidad cristiana en pro de una conversión ecológica, sin que ello menoscabe su ecumenismo y respeto profundo por quienes viven con gozo su camino hacia Dios en otras tradiciones religiosas distintas del cristianismo católico, y por quienes libremente profesan la no creencia en un ser absoluto.

► “Tenemos que reconocer que no siempre los cristianos hemos recogido y desarrollado las riquezas que Dios ha dado a la Iglesia, donde la espiritualidad no está desconectada del propio cuerpo ni de la naturaleza o las realidades de este mundo, sino que se vive con ellas y en ellas, en comunión con todo lo que nos rodea”7.

► El Papa hace evidente una despreocupación de algunas interpre-taciones incompletas de la fe cristiana que la desconectan del mundo real y le oscurecen su profunda raíz encarnatoria e histórico-existen-cial, volviendo por las definiciones del Concilio Vaticano ii, siempre dialogantes, abiertas, incluyentes, especialmente en la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Moderno, Gaudium et Spes. Así también recoge todo el trabajo juicioso de la interpretación bíblica, del magisterio eclesial, y de la teología de corte bíblico y antropoló-gico-existencial.

► La espiritualidad cristiana auténtica tiene un feliz compromiso con la realidad histórica del ser humano, con su libertad, con sus decisio-nes y con su devenir, se implica en ellas en la clave del significado trascendente y del más exquisito humanismo.

6. Laudato si’ No. 215.

7. Laudato si’ No. 216.

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► Reconciliarse con la creación es jugada maestra de todo este proyecto de rehabilitación del mundo, de la naturaleza, del hábitat, esencia de una ética del cuidado y de todo esto que aspira a ser un nuevo paradigma.

► “La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo”8.

Esta frase es un condensado en el que Francisco quiere hacer descansar la propuesta que él hace en la encíclica, mensaje que, si bien compromete de raíz a la comunidad católica, es extensivo por su mismo contenido y mentalidad a todos los humanos de buena voluntad, creyentes y no creyentes, que con la más recta intención se preocupan por el destino del mundo, de la humanidad, de sus realidades naturales, de su vitalidad.

Un nuevo modo de ser como el que el teólogo alemán Jurgen Moltmann planteaba en su bellísimo libro “Sobre la libertad, la alegría y el juego”9, advirtiendo sobre la necesidad del retorno a una vida más esencial y simple, más lúdica y estética, más gozosa y compartida, más trascendente y capaz del disfrute sin dejarse arrollar por la tecnocracia y por el mercado.

Dejar de ser autorreferencial exige ser humilde, bajar la cabeza en materia de autosuficiencia y rescatar la conciencia de la relacionalidad, de la pasión que suscita el vivir en comunión y participación, dejar atrás el modelo de poder y de avasallamiento de los demás, asumiendo que un futuro altamente esperan-zador y constructivo reside en el solidario nosotros, en el seductor cuidado de todos hacia todos, en la vida santa y variopinta que el Creador ha hecho posible y que ha confiado a nuestra iniciativa responsable para que el proyecto original permanezca vigente.

Pasar de la utilización cosificante de las personas, de los animales, del mundo vegetal y mineral, de los productos de la ciencia y de la tecnología, a la cultura de lo gratuito y agradecido, viendo todo este universo como don y bendición, son elementos que destaca Francisco con su inherente inquietud pastoral y humanista. El Papa es consciente de los muchos movimientos y tendencias que se dan ahora en diversos lugares del planeta, y así los respalda y estimula a seguir con su tarea.

8. Laudato si’ No. 222.

9. Ediciones Sìgueme, Salamanca 1999.

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En temas que son esenciales en la visión cristiana nos lleva también a la densidad salvadora y liberadora de lo sacramental, en cuanto significaciones eficaces del ser y quehacer de Dios mediadas en la sacramentalidad de la Iglesia y conducentes al orden de la vida de Dios –gracia se llama en la mejor tradición bíblica y teológica– que habita en los seres humanos y en toda la realidad creada, lo mismo que en las construcciones de la cultura.

Es imperativo abrazar el mundo en un nivel distinto, cualitativo y respetuoso de todas las formas de vida, y esto demanda un nuevo tipo de ser humano, una rica interioridad, un Espíritu que anime al trabajo denodado y apasionado para que el mundo sea lugar de Dios y lugar privilegiado de hombres y muje-res, de las creaturas todas, en gozosa y esperanzada simultaneidad.

Los seguidores de Jesucristo, desde la Iglesia Católica y desde las comunida-des de la reforma, de las iglesias orientales, todas ricas en sus tradiciones y en su convergencia en Él, tenemos vocación de servicio a toda la humanidad, siempre ecuménicos con lo propio de nuestra identidad y siempre apuntando a la plena salud de la condición humana y de toda la realidad. Gracias a Fran-cisco por su ministerio y por su profecía .

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al vez muchos de nosotros, en la preparación al sacramento de la Eucaristía, aprendimos las cinco cosas que son necesarias para hacer una buena confesión: examen de conciencia, arrepentirse de los pecados, hacer el propósito de no volver a pecar, confesarse con el sacerdote y cumplir la penitencia que imponga el sacerdote.

También aprendimos que para realizar el examen de conciencia, una guía práctica eran los diez mandamientos. Examinaba mi conciencia a partir del decálogo. Sin embargo, en la praxis hemos venido escuchando, que para hacer una buena confesión, sin desconocer los diez mandamientos, es nece-sario partir de las siguientes preguntas: ¿Cómo es mi relación con Dios?, ¿Cómo es mi relación con los demás?, y ¿cómo es mi relación conmigo mismo? Estas son preguntas clave que nos confrontan con tres realidades importantes con las cuales nos relacionamos constantemente.

Ahora bien, con la Encíclica Laudato si’, del Papa Francisco, una nueva pre-gunta que podemos agregar a nuestro examen de conciencia sería: ¿cómo es mi relación con mi entorno? Afirmo esto ya que el entorno, o creación,

El sacramento de la reconciliación y la relación con el medio ambiente

Padre Luis Bernardo Mur Malagón, sdb.*

T

* Sacerdote Salesiano, Licenciado en Filosofía de la Universidad Santo Tomás de Aquino-Bogotá, Profesional en Teología de la Pontificia Universidad Javeriana-Bogotá, Magister en Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Javeriana-Bogotá, Doctor en Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Salesiana-Roma, Especialista en Derecho de Familia de la Universidad Externado de Colombia-Bogotá, Docente en la Facultad de Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Javeriana-Bogotá, actualmente Decano de la Facultad de Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Javeriana-Bogotá y Defensor del Vínculo y Promotor de Justicia del Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de Bogotá.

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es un don de Dios a la humanidad. Dios se la ha confiado al hombre para que la administre como nos lo recuerda muy bien el libro del Génesis, por lo tanto no podemos ser indiferentes a nuestra casa común. La problemática ecológica ha sido siempre una preocupación de la Iglesia, sin embargo, desde el magisterio pontificio –Juan xxiii, Pablo vi, Juan Pablo ii, Benedicto xvi y ahora el Papa Francisco– han insistido mucho, presentándola como una crisis, que es “una consecuencia dramática” de la actividad descontrolada del ser humano (Laudato si’, 4).

Insiste el Papa Francisco, “necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos” (Laudato si’, 14). Dicha conversión de la cual habla el Papa nos invita también a introducir en nuestro examen de con-ciencia la pregunta por el entorno. Nos confesamos y hacemos propósitos laudables sobre nuestra relación con Dios, en el campo de la oración personal y comunitaria, de nuestra participación en los sacramentos, especialmente el de la Eucaristía. No proponemos cambiar en materia de nuestra relación con los demás, pidiendo a Dios la capacidad de perdonar a quien nos ha ofendi-do, la capacidad de relacionarnos positivamente, de ayudarnos unos a otros, siendo solidarios. También nuestra conversión gira entorno a nuestra relación con nosotros mismos, proponiéndonos una auténtica autoestima que nos permita querernos para poder querer a los demás. Pero, pregunto, ¿dentro de nuestra conversión y propósito de enmienda aparece las relaciones con el entorno? ¿Reconocemos nuestros pecados que atentan contra nuestra casa común, por ejemplo, al botar basuras, no reciclar, no ahorrar agua, no ahorrar energía eléctrica? ¿Hacemos firmes propósitos de tener una actitud ecológica?

La Encíclica del Papa Francisco nos lleva a pensar que el tema ecológico no es algo aislado, el tema ecológico tiene que ver con el bien común (Cfr. Laudato si’, 156-158), y el bien común es un elemento clave en el proceso de conver-sión del ser humano. Por eso se hace indispensable pensar que este mundo bello y hermoso que nos ha dado Dios no me pertenece sólo a mí, sino que es nuestra casa común, donde toda la humanidad debe aunar fuerzas por su conservación. Es interés del bien común, el cuidar nuestro entorno.

Se trata de una conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las con-secuencias del encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que nos rodea. Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana. (Cfr. Laudato si’, 217), o dicho de otra manera, apostémosle a la reconciliación ecológica. Y para realizar esta reconciliación debemos examinar nuestras vidas y reconocer de qué modo ofendemos a la creación de Dios con nuestras acciones y nuestra incapacidad

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de actuar. Debemos hacer la experiencia de una conversión, de un cambio del corazón» (Laudato si’, 218).

Querido lector, pienso que de ahora en adelante las preguntas claves para realizar un buen examen de conciencia, que nos permitirán realizar una buena confesión y sobre todo un proceso de conversión deben ser las siguientes:

► ¿Cómo es mi relación con Dios?

► ¿Cómo es mi relación con los demás?

► ¿Cómo es mi relación conmigo mismo?

► ¿Cómo es mi relación con el entorno, con la creación, con el medio ambiente?

Termino con la misma invitación que nos hace el papa Francisco: “Invito a todos los cristianos a explicitar esta dimensión de su conversión, permitiendo que la fuerza y la luz de la gracia recibida se explayen también en su relación con las demás criaturas y con el mundo que los rodea, y provoque esa sublime fraternidad con todo lo creado que tan luminosamente vivió san Francisco de Asís” (Laudato si’, 221) .

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116 revista Javeriana

El 24 de mayo de 2014 fue promulgada la segunda encíclica del Papa Francisco, Laudato Si'. Un documento cuyo enfoque se resume en el revelador subtítulo “Sobre el cuidado de la casa común”. Este libro recoge las reflexiones alrededor del llamado del Sumo Pontífice desde diversas disciplinas. La Teología, Economía, Ecología, Comunicación y la Filosofía, entre otras, dialogan con la Encíclica y su mensaje para invitar a una profunda reflexión sobre la responsabilidad compartida de los habitantes del planeta Tierra en su deterioro, y su cuidado urgente.

“La Universidad y su responsabilidad en la construcción y transformación del mundo, la protección de la Tierra y la evolución de los valores sociales, culturales, políticos, económicos y ecológicos para bien de la dignidad humana, tiene una gran tarea con ‘El cuidado de la casa común’”.Luis Fernando Álvarez Londoño, S.J.

“Ante este grave deterioro ecológico global el Papa levanta su voz frente a la debilidad de las reacciones políticas: «Mientras tanto, los poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial, donde priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente»”. Alberto Múnera Duque, S.J.

“Entre tanto el Papa Francisco no pierde ocasión para seguir llamando a las personas, las naciones y las autoridades mundiales a asumir esta inmensa responsabilidad con La Tierra que para él es la responsabilidad con la Creación y la misma causa de la dignidad y de la vida. Por eso suele repetir lo que escuchó de un campesino: «Dios perdona siempre, los hombres a veces, pero La Tierra no perdona nunca»”. Francisco De Roux, S.J.

“El Papa aprovecha la autoridad moral y espiritual que le confiere su condición de Sumo pontífice no para imponer una doctrina única sobre un asunto fundamental, sino para abrir un diálogo con todos (creyentes de distintas confesiones, e incluso no creyentes) sobre algo que a todos nos afecta: el cuidado de nuestra casa común”. Diego Antonio Pineda Rivera

Laudato si’El cuidado de la casa común