j-fodor-el olmo y el experto-capítulo 1

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Biblioteca COGNICiÓN Y DESARROLLO HUMANO /31 Co lección dirigida por César Coll Tllulos publicados 1. S. Moscovici - Psicología social, I 2. S. Mo scovici - Psicología social, 11 3. J. Bruner - El habla del niño 4. S.E. Hampson - La construcción de la personalidad 5. DA Norman - Perspectivas de la ciencia cognitiva 6. K. Kaye - La vida mental y social del bebé 7. R. Schank y R. Abelson - Guiones, planes, metas y entendimiento 6. R.J. Slernberg - Inteligencia humana, l. La naturaleza de la inteligencia y su me- dición 9. R.J. Slernberg - Inteligencia humana, 11. Cognición, personalidad e inteligencia 1 0. R.J. Slernberg - Inteligencia humana, 111. Sociedad, cultura e inteligencia I l . R.J. Slenberg - Inteligencia humana, IV. Evolución y desarrollo de la inteligencia 12. R.E. Mayer - Pensamiento, resolución de problemas y cognición 13. R. Case - El desarrollo intelectual: del nacimiento a la edad madura 14 . U. Bronfenbrenner - La ecología del desarrollo humano 1 5. H. Gardner - La nueva ciencia de la mente. Historia de /a revolución cognitiva 1 6. M. Mahoney y A. Freeman - Cognición y psicoterapia 17. J.V. Wertsch - Vygotsky y la formación social de la mente 16 . J. Dewey - Cómo pensamos 19. R. Harré , D. Clarke y N. De Cario - Motivos y mecanismos 20. J. Bruner y H. Hasle - La elaboración del sentido. La construcción del mundo par el niño 2 1. P.N. Johnson-Laird - El ordenador y la mente. Introducción del mundo por el niño 22. M. Wertheimer - El pensamiento productivo 23. J. Lave - La cognición en la práctica 24. D. Middlelon y D. Edwards - Memoria compartida 25. M. Hewslone - La atribución causal 26. D. Cohen y S.A. MacKeith - El desarrollo de la imaginación 27 . B. Rogolf - Aprendices del pensamiento 26. J. Perner - Comprender la mente representacional 29. H. Gardner - Inteligencias múltiples. La teoría en la práctica 30. L. Wygolsky - Pensamiento y lenguaje 3 1. J.A. Fodor - El olmo y el experto 32 . B. Inhelder y G. Cellérier - Los senderos de los d.escubrimientos del niño JERRY A. FODOR 0'-.5: "J \-r- EL OLMO Y EL EXPERTO El reino de la mente y su semántica

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Fodor cap.1 olmo y el experto

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Page 1: J-Fodor-El Olmo y El Experto-capítulo 1

Biblioteca COGNICiÓN Y DESARROLLO HUMANO /31 Colección dirigida por César Coll

Tllulos publicados

1. S. Moscovici - Psicología social, I 2. S. Moscovici - Psicología social, 11 3. J. Bruner - El habla del niño 4. S.E. Hampson - La construcción de la personalidad 5. DA Norman - Perspectivas de la ciencia cognitiva 6. K. Kaye - La vida mental y social del bebé 7. R. Schank y R. Abelson - Guiones, planes, metas y entendimiento 6. R.J. Slernberg - Inteligencia humana, l. La naturaleza de la inteligencia y su me-

dición 9. R.J. Slernberg - Inteligencia humana, 11. Cognición, personalidad e inteligencia

10. R.J. Slernberg - Inteligencia humana, 111. Sociedad, cultura e inteligencia I l . R.J. Slenberg - Inteligencia humana, IV. Evolución y desarrollo de la inteligencia 12. R.E. Mayer - Pensamiento, resolución de problemas y cognición 13. R. Case - El desarrollo intelectual: del nacimiento a la edad madura 14. U. Bronfenbrenner - La ecología del desarrollo humano 15. H. Gardner - La nueva ciencia de la mente. Historia de /a revolución cognitiva 16. M. Mahoney y A. Freeman - Cognición y psicoterapia 17. J.V. Wertsch - Vygotsky y la formación social de la mente 16. J. Dewey - Cómo pensamos 19. R. Harré, D. Clarke y N. De Cario - Motivos y mecanismos 20. J. Bruner y H. Hasle - La elaboración del sentido. La construcción del mundo

par el niño 2 1. P.N. Johnson-Laird - El ordenador y la mente. Introducción del mundo por el niño 22. M. Wertheimer - El pensamiento productivo 23. J . Lave - La cognición en la práctica 24. D. Middlelon y D. Edwards - Memoria compartida 25. M. Hewslone - La atribución causal 26. D. Cohen y S.A. MacKeith - El desarrollo de la imaginación 27. B. Rogolf - Aprendices del pensamiento 26. J. Perner - Comprender la mente representacional 29. H. Gardner - Inteligencias múltiples. La teoría en la práctica 30. L. Wygolsky - Pensamiento y lenguaje 3 1. J.A. Fodor - El olmo y el experto 32. B. Inhelder y G. Cellérier - Los senderos de los d.escubrimientos del niño

JERRY A. FODOR

0'-.5: "J \-r- EL OLMO Y EL EXPERTO

El reino de la mente y su semántica

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filulo original: The efm and the experto Menta/ese and its semantics !lublicado en inglés por Massachusetts Institute 01 Technology, Cambridge, Mass.

I Inducción de Marco Aurelio Galmarini

CubIerta de Ferran Cartes y Montse Plass

f ' odlclón. f997

Uuod,ln u"ulOsamonle prohibidas. sin la autorización escrita de los titulares del .. Cvpyrighl~. h,,¡u I,t' IIU\(;looOI eslablocidas en las teyes. la reproducción 10lal o parcial de eSla obra por cualquier rn."lo () 11!(l(;.olmlenlo. comprendidos la reprografía y eltratamienlo informático, y la dislribución d. "jtllIlllln ' •• de ella moc!lanle alqurler o préstamo públicos.

(O 1094 by Massachusetts Institute of Technology, Cambridge, Mass. " clo todas las ediciones en casteUano,

[(!lcionos Paid6s Ibérica, S. A., Monono Cubr, 92 - 08021 Barcelona y Edllorlal Paidós, SAICF, 0010ns8, 599 - Buenos Aires.

ISBN 64-493-0294-3 l)opósllo logal: B-43.161/1996

hnpr OSO on NovagrMlk, S. l. , I'III¡¡ro rdb, 127 - 06019 Barcelona

Itllp14U10 011 Espoho Prlntod in Spain

A Ernie y Francesca Lepore

j

Page 3: J-Fodor-El Olmo y El Experto-capítulo 1

¡ .. . 10 cantarás otra vez, y lo cantarás otra vez, y otra y otra vez, hasta que lo cantes bien l

Verso satírico de una vieja ópera

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Sumario

Palabras premilinares . Prefacio . .. ... .

1. Si los procesos psicológicos son informáticos, ¿cómo pueden ser intencionales las leyes psicológicas? .

2 V'd' 'd';> . ¿ 1 a Sill conten¡ o estricto. . . . . . . . . . . . . .

3. La reducción del conejo (o «referencia inspeccionada») .

4. Por qué somos más listos: postludio epistemológico.

Apéndice A. Nombres . . . . . . Apéndice B. Significado e historia

Bibliografía . . . . Índice de nombres.

13 15

17

43

71

97

119 129

135 137

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Prefacio

En la primavera de 1993 presentamos por primera vez estas cuatro conferencias. Las dos primeras comprendían las Conferencias Kant de la Universidad de Stanford, y las cuatro se díctaron para inaugurar las Conferencias anuales Jean Nicod sobre filosofía y ciencia cognitiva en e! Centre N ational de la Recherche Scientifique, en París. La número cuatro incluye una versión revisada de parte de un artículo titulado «The Dogma That Didn't Barb, que se publicó en Mind (Fodor, 1991a). El resto de! material es nuevo.

Aunque, para su publicación, las conferencias fueron sustancial­mente reescritas (y no sólo una vez, sino varias), he mantenido e! es­tilo y el plan originales en todo lo que me ha sido posible. En parti­cular, he conservado hasta e! mínimo detalle las notas al pie y las referencias bibliográficas. Puesto que la serie se propone exponer un relato con continuidad y sentido por sí mismo, se puede ahorrar una introducción al lector. (Sin embargo, he incurrido en dos apén· dices.)

En coherencia con todo· ello, he sido informal en lo tocante a la notación; se pide por favor al lector que resuelva él las ambigüeda· des residuales cuando e! contexto lo requiera. Sin embargo, allí don­de hace falta, he adoptado las siguientes convenciones: las comillas siffiples distinguen la mención del uso; las expresiones en mayúscu­las denominan conceptos (que se interpretan como particulares mentales y sus tipos); las expresiones en cursiva denominan propie-

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16 I El olmo y el experto

dades y significados. ASÍ, por ejemplo, el concepto ROJO expresa la propiedad de ser rojo, y es a su vez expresado por la palabra caste­ll ana «rojo». «"Rojo", significa rojo en castellano» se considera una proposición bien formada; en realidad, verdadera.

Las conferencias continúan, extienden, revisan y coordinan lí­neas de investigación en las que he trabajado desde The Language 01 Thought, de 1975. (¿Tanto tiempo? Me parece oír a alguno de uste­des: «¡Cómo se le ha caído el pelo!».) De modo que no puedo co­menzar a señalar mi agradecimiento a todos los estudiantes, amigos y colegas a quienes he enseñado desde entonces. Pero quiero dejar constancia de un reconocimiento especial respecto de varias perso­nas cuyos comentarios a este manuscrito condujeron a importantes adiciones o revisiones. Entre ellas están Ned Block, Gary Gates, Georges Rey y Karen Neander (quien me ofreció su generosa, extensa y provechosa crítica al penúltimo borrador), David Rosenthal y Ste­ven Schiffer. Agradezco también a Tyler Burge sus varios años de ar­gumentación, a favor y en contra, acerca del contenido estricto, el individualismo y otros temas. En lo que sigue se apreciará con clari­dad que me parece que él estaba más cerca que yo de lo correcto.

Por último, vaya mi gratitud especial para el Departamento de Filosofía de la Universidad de Stanford y el CNRS por sus invitacio­nes a pronunciar estas conferencias, por su hospitalidad y familiari­dad de trato, así como por la enorme paciencia y buena voluntad con que soportaron todo este tema hasta el final. Para mí fue más que un gran honor; fue muy divertido.

1 Si los procesos psicológicos son informáticos, ¿cómo pueden ser intencionales las leyes psicológicas?

Aquellos de ustedes que disfruten con la navegación a vela --o, lo que me parece más barato y más seco, leyendo acerca de la afi­ción de otras personas a la navegación a vela-, habrán advertido que hay un género literario en el que el autor describe, a veces con extraordinario detalle, uno u otro de los inconvenientes que pueden presentarse en el mar, para ofrecer luego un tranquilizador consejo acerca de cómo capear el tipo de crisis que él ha superado. Recuer­do que una vez me encontré con un pasaje que me dejó particular­mente impresionado, en el que se leía más o menos lo siguiente: «¿Qué debería hacer usted -preguntaba de manera retórica el au­tor-, si se encuentra ante un viento fuerte y tiene la costa a sota­vento, pero su embarcación carece de motor auxiliar?». Respuesta: «Mire usted, simplemente evitar situaciones tales en las que haya viento fuerte y tenga usted la costa a sotavento cuando su embarca­ción carezca de motor auxiliar». Ofrezco este buen consejo a modo de epígrafe al texto que viene a continuación. Puede que me haya metido en una situación filosófica acerca de la cual lo único útil que cabe decir es que no debía haberme metido en ella. En estas confe­rencias trataré de convencerles a ustedes --o, por lo menos, de ase­gurarme a mí mis¡no- de que no es asÍ.

Mi proyecto filosófico a lo largo de los últimos veinte años, más o menos, ha estribado en comprender la relación entre una vieja y venerable idea tomada de lo que los filósofos llaman «psicología po-

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(

18 l El olmo y el experto

pulaD>, y una idea muy reciente y novedosa tomada sobre todo de AJan T uring. La vieja idea sostiene que los estados mentales son tí­picamente intencionales; o, por lo menos, que lo son los estados mentales implicados en la cognición. La nueva idea sostiene que los procesos mentales son típicamente de naturaleza informática. Mi problema consiste en la evidente dificultad de compaginar ambas ideas.

En particular, es como si me hubiera aferrado a tres tesis acer­ca del significado de la mente, de las que todas me resultan atrac­tivas y de las que no estoy dispuesto a abandonar ninguna sin lu· cha, pero cuya coherencia recíproca, por decirlo suavemente, no es difícil de poner en duda. Por tanto, estoy obligado a asumir la vi­sión optimista de que estas tres doctrinas deben ser mutuamente compatibles a pesar de las apariencias en sentido contrario; en re­sumen, las cosas han de ser mejores de lo que parecen. Admito de entrada que raramente las cosas son mejores de lo que parecen, que en general son incluso bastante peores y que los filósofos opti­mistas no se han caracterizado precisamente por lo impresionante de sus aciertos.

En cualquier caso, he aquí e! plan: en la primera conferencia es· bozaré mi conjunto de tesis. Propongo, sin embargo, hacerlo sólo de una manera muy escueta, con la esperanza de dejar espacio para ajustar los detalles de cada una y satisfacer así las exigencias que las otras imponen. A continuación sugeriré muy brevemente por qué las encuentro tan atractivas, pero no lanzaré nada parecido a una de· fensa en toda la línea. Como digo, las tres me parecen plausibles; si ustedes no las consideran de la misma manera, tal vez puedan al me­nos aceptarlas en honor de la argumentación. Tras liberarme así de! predicamento en que me encuentro, propongo invertir la mayor parte de! tiempo de las dos conferencias siguientes en la búsqueda de salidas. AJ final de la serie diré qué conexión hay entre estas doctri­nas sobre e! significado y la mente, por un lado, y, por otro lado, el enfoque de la epistemología que apoyo.

l

¿Cómo pueden ser intencionales las leyes psicológicas? l 19

1. Explicación

Doy por sentado que la explicación empírica es típicamente un" cuestión de subsunción de acontecimientos (estados, etc., no pienso complicarme con la ontología, salvo cuando proceda) en e! dominio de una ciencia bajo leyes que se articulan en su vocabulario teóri en propio. Y doy por sentado que las generalizaciones explicativ,ls fia bies de cualquier psicología que allOra podamos prever, serán abso lutamente intencionales. Si no hay leyes intencionales, no hay exp li caciones psicológicas.

La idea de que la explicación psicológica implica de un modo característico la subsunción de la ley, y la idea de que las leyes dc 1" psicología son característicamente intencionales, son dos ideas len denciosas. (Para una visión completamente distinta de! funciona miento de la explicación psicológica, véase Schiffer, 1991.) Yo me mantengo fiel a la primera porque es difícil dudar de que por lo me nos algunas regularidades psicológicas tienen aspecto legal (por ejemplo, que la luna parece más grande cuando está sobre el hori zonte; que las figuras de MüIler·Lyer se ven de diferente longitud ; que todos los lenguajes naturales contienen nombres). Si esto es co rrecto, vamos a necesitar una exposición acerca de! funcionamien to de las leyes en la explicación psicológica, sean cuales fueren las otras exposiciones que también requiramos acerca de la explica ción psicológica.

En cuanto a la intencionalidad de las explicaciones psicológicas, soy consciente de que existen quienes dicen -sobre todo en Ca li fomia de! Sur, por supuesto- que las teorías empíricas que atraen las interpretaciones intencionales serán fmalmente reemplazadas (o deberían serlo) por explicaciones acuñadas. en un lenguaje no inten cional de neurociencia. Sin embargo, no hay la menor razón para su poner que están en lo cierto al decir-tal cosa, y yo no supongo lo mis mo. Tal vez e! que la gente (y, seguramente, otros organismos superiores), actúe movida por sus creencias y sus deseos, ye! que, a la hora de decidir cómo actuar, a menudo piense y planee mucho, me choque en principio como algo demasiado empírico, pero no cabe ninguna duda de que es innegociable en la práctica .

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?o I El olmo y el experto

Por definición, una generalización intencional es una generaliza­( i" n tal que subsume los estados psicológicos mediante la referencia :1 SIIS contenidos intencionales. De esta suerte, las generalizaciones Il picamente intencionales podrían presentar esta forma: «Si quieres

y crees que no puedes -- a menos que, -- entonces, cete­rtI Ildribus, realizarás una acción cuya intención es --». Por ejem­plo: Si quieres hacer una tortilla y crees que no puedes hacer una tor­¡ti!" a menos que rompas unos huevos, entonces, ceteris paribus, rea liza rás una acción cuya intención es romper un huevo. (Que la ac­( iún consiga realmente romper un huevo depende, naturalmente, de 'I 'll' d mundo coopere y de que el huevo se rompa.)

()bsérvese que las creencias, deseos y acciones subsumidas en l'sas generalizaciones se escogen por referencia a su contenido, y que por esa razón son creencias que, deseos e intenciones de. Por tanto, ,·s ('v idente que si uno se propone tomar en serio que la explicación psicológica es intencional, hará bien en sacarse de la manga una teo-11:1 dd contenido.

2. Metafísica

Doy por sentado que el contenido intencional se reduce (de una 11 O l l'tI manera, pero, por favor , no me pregunten cómo), a informa­,i"n; ésta es, supongo, la tesis más fácil de negar de mi haz de tesis.

Una vez más, evitaré los detalles. Pero la idea básica es la si­fl ui en te: el contenido de un pensamiento depende de sus relaciones ('~¡I'Y/I(/s; de la manera en que el pensamiento se relaciona con e! l11undo, /la de la manera en que se relaciona con otros pensamientos. ":s út il tener una suerte de orden de grado cero, una aproximación a diehu teoría al estilo de los juegos de construcciones, como para po­del' luego jugar con ella. Es decir que los pensamientos relacionados con el concepto perro se refieren a perros reales, porque son e! tipo de pensamiento que podemos confiar que tenga por causa precisa­m 'me a perros. Análogamente ocurre, mutatis mutandis, con los pensamientos que tienen contenidos distintos de! canino.

Q uienes hayan seguido la literatura inspirada en e! libro de Fred

¿Cómo pueden ser intencionales las leyes psicológicas? I 21

Dretske titulado Knowledge and the Flow 01 Inlormation (1981) se­rán conscientes de que la idea de desarrollar efectivamente este tipo de teorías resulta algo complicada. No obstante, tengo dos tipos de razones que respaldan esa idea.

2a)

La primera es que una psicología intencional seria debe presu­poner la naturalizabilidad de! contenido. Los psicólogos no tienen derecho a dar por sentada la existencia de estados intencionales a menos que puedan proveer, o prever de alguna manera la provisión, o prever de alguna manera que no hay ninguna razón de principio que haga imposible la provisión, de condiciones suficientes de natu­ralidad para que algo exista en un estado intencional.

No me parece que se trate de un punto específico acerca de la in­tencionalidad; la naturalizabilidad, en este sentido amplio, es una necesidad de la ontología de todas las ciencias especiales (esto es, que no sean básicas). Es una consecuencia metodológica de nuestra convicción - contingente, sin duda, pero extremadamente bien confirmada desde e! punto de vista inductivo-- de que todo aquello de lo que hablan las ciencias es físico. Si esto es así, las propiedades que aparecen en las leyes científicas deben ser tales que sea posible que las posean las cosas físicas, y además debe haber una exposición in­teligible acerca de cómo es posible que las cosas físicas las posean. Los geólogos no tendrían derecho a suponer que hay montañas a menos que puedan proveer, o prever de alguna manera la provisión, o prever de alguna manera que no hay ninguna razón de principio que haga imposible la provisión, de condiciones suficientes de natu­ralidad por las que algo físico sea una montaña.

Pues bien, por lo que alcanzo a comprender, de las diversas pro­puestas en torno a la explicación naturalista de! contenido, sólo las de tipo informacional parecen tener ruguna posibilidad de funciona­miento eficaz. De tal manera, me apoyaré en la semántica informa­cional, si puedo.

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22 I El olmo y el experto

2b)

Las teorías informacionales, superficialmente, son atomistas en lo quc respecta al contenido. Si lo único que interesa del hecho de '11", nuestro pensamiento se refiera a perros es la manera en que se ("o nccl a causalmente con perros, entonces, a primera vista, sería po­sihlc tcner pensamientos relativos a perro aun cuando se careciera de pensamientos acerca de cualquier otra cosa. Comparemos con el I ipo J e semántica que los lingüistas llaman estructuralista y los filó­so !"os teorías del significado del rol conceptual. De acuerdo con és­los, el contenido de un pensamiento está metafísicamente constitui­do por el papel que desempeña en un sistema de creencias (mutatis II/I/ /dl/dis , el significado de una palabra está metafísicamente consti­I11 ido por el papel que desempeña en un lenguaje o en una Forma de Vida) . O pino que todas estas teorías están inevitablemente contami­nadas de holismo y que, en consecuencia, son incompatibles con el supuesto funcional de que las leyes de la psicología son intenciona­b . Si lo que se piensa depende de todo lo que uno cree, entonces nadie piensa dos veces lo mismo, ni una ley intencional se satisface n"ís dc una vez; lo que equivale a decir que dichas leyes no existen. (~sta es, en resumen, la razón por la que tantos holistas semánticos 1l" l"minan por ser eliminacionistas semánticos (véase Quine, Putnam, I{Ol"ly, Churchland y, probablemente, Wittgenstein, entre otros). Para mayor discusión, véase Fodor y Lepare, 1992.

Soy consciente de que el atomismo es tendencioso: tal vez el ho­lismo semántico sea la doctrina filosófica característica de nuestro I icmpo a ambos lados del Canal de la Mancha. Pero, para repetirlo, ·1 holismo semántico tiene que ser falso porque es incompatible con

las leyes de la psicología en caso de ser intencionales, y algunas por lo menos son intencionales por encima de cualquier discusión seria. [n sentido contrario, aunque supongo que es posible injertar una se­mántica holista en una informacional, la conjunción es antinatural y engendra monstruos. La semántica informacional, en su estado na­tural, es atomista. A mi juicio, este atomismo es un argumento a fa­vor de la semántica informacional, y como tal se debería abrazar.

A continuación, una breve digresión terminológica, principal-

¿Cómo pueden ser intencionales las leyes psicológicas? I 23

mente para puristas. En la literatura filosófica, la semántica infor­macional está estrechamente ligada no sólo a la idea de que las pro­piedades semánticas son externas, sino también a la idea de que, como suele decirse, son amplias. En realidad, estas tres nociones son diferentes en aspectos sumamente importantes. Puede haber una se­mántica externa que no sea informacional (aunque no, supongo, a la inversa); y, aunque a menudo la discusión acerca de la semántica «amplia» o «estricta» verse precisamente sobre la exterioridad, las teorías amplias sostienen en general que las propiedades semánticas básicas de los pensamientos son la verdad y la denotación, y que es un problema decidir en qué teorías estrictas de contenido tienden a dividirse. Como digo, estas distinciones son importantes, pero, para mantener la exposición dentro de ciertos limites, propongo ignorar­las prácticamente en lo que sigue y emplear los tres términos de modo intercambiable. En realidad, cada vez me siento más inclina­do a pensar que las teorías semánticas debieran ser al mismo tiempo exteriores, informacionales y amplias, de manera que me veré en di­ficultades si cualquiera de ellas choca con las otras doctrinas de mi haz teórico.

3. Informática

Doy por sentado que, de un modo característico, las leyes psico­lógicas se implementan mediante procesos informáticos.

Tiene que haber un mecanismo de implementación para toda ley de una ciencia no básica, y las generalizaciones intencionales putativas de la psicología no son excepciones. Un mecanismo de implementa­ción es un mecanismo en virtud de cuya operación se espera que la sa­tisfacción del antecedente de una ley produzca la satisfacción del con­secuente. (Por comodidad supondré a menudo que las leyes son enunciados con la forma lógica de enunciados hipotéticos.) De un modo característico, pero no invariable, los mecanismos que imple­mentan las leyes de una ciencia se especifican en el vocabulario de al­guna otra ciencia, de nivel inferior. Así, es ley que el agua se congele si se la enfría adecuadamente. El mecanismo que implementa esta ley

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implica varios cambios de la estructura molecular del agua, y cabe es­perar que estos cambios los induzca el enfriamiento adecuado. Ahora bien, una vez más, es ley que cuando un torbellino atraviesa la atmós­fera se produzca la acción de levantar. El mecanismo implica la re­ducción de la presión de aire en la superficie superior del torbellino, de acuerdo con el efecto de Bernoulli. (Obsérvese, de paso, que la im­plementación de una ley puede, pero no es necesario que lo haga, pro­ducir una condición metafísicamente suficiente para su satisfacción; esto ocurre en el primer ejemplo, pero no en el segundo.) El paradig­ma explicativo de las leyes y los mecanismos de implementación nos es familiar, y lo aplicaré en psicología como en cualquier otro sitio. Sin embargo, lo controvertible es la sugerencia de que los mecanismos in­mediatos de implementación sean de naturaleza informática en el caso de las leyes intencionales. El materialismo clásico, contrariamente, daba por sentado casi siempre su naturaleza biológica.

Los procesos informáticos se definen por objetos sintácticamen­le estructurados; considerados en general, los cálculos informáticos son reproducciones planimétricas de simbolos en simbolos; consi­derados por extensión, son reproducciones planimétricas de sÍlllbo­los bajo descripción sintáctica en sÍlllbolos bajo descripción sintác­ti ca. Hay un argumento muy conocido, y a mi juicio completamente convincente, para considerar de esta manera la implementación de las leyes psicológicas. Es típico de los procesos mentales que gobier­nan, que tiendan a preservar propiedades semánticas tales como la­verdad. Aproximadamente, si se comienza con un pensamiento ver­dadero, y se procede a pensar algo, muy a menudo se da el caso de que los pensamientos a que conduce el pensar también son verda­deros. Esto, a mi juicio, es el hecho más importante que conocemos de nuestra mente;! no hay duda de que por eso se molestó Dios en darnos una mente. Una psicología que no pueda 'dar sentido a he­chos tales como el de que los procesos mentales preservan de modo característico la verdad, es una psicología muerta antes de nacer.

1. Digamos que lo segundo en importancia. En realidad, lo más importante que sabemos acerca de la mente es que sus estados son muchas veces conscientes. Acerca de esto, aquí y en otros sitios, mantengo un oscuro silencio. De esto no hay nada que decir ...

¿Cómo pueden ser intencionales las leyes psicológicas? I 25

Pues bien, de acuerdo con la famosa observación de Turing, si tenemos un mecanismo cuyas operaciones son transformaciones de sÍlllbolos, y cuyos cambios de estado son impulsados por las propie­dades sintácticas de los sÍlllbolos que el mismo transforma, es posi­ble ordenar cosas de tal manera que, en una buena variedad de ca­sos, cabe esperar que el mecanismo transforme sÍlllbolos verdaderos de alimentación en sÍlllbolos también verdaderos de resultado. No conozco ninguna otra propuesta relativamente seria de un mecanis­mo que explique de qué manera se podría esperar que los procesos que implementan las leyes psicológicas preservarán la verdad. (Por ejemplo, a este respecto, la idea de que a las leyes psicológicas las im­plementan por procesos de asociación era, y sigue siendo, una idea imposible.) De modo que doy por sentado que Turing tenía razón: la mente es el ordenador de uno u otro tipo.

Este énfasis en el carácter sintáctico del pensamiento sugiere una visión de los procesos cognitivos en general-incluso, por ejemplo, la percepción, la memoria y el aprendizaje- que propone que éstos se podrían dar en un medio de naturaleza lingüística, en una suerte de «lenguaje de pensamiento». Esto también es una tesis que me en­tusiasma.

Por tanto, eso es suficiente para una inspección preliminar de los tres principios que deseo sostener. Ahora volvamos a la espinosa cuestión de si éstos son mutuamente coherentes y a examinar en particular una de las lineas de argumentación que sugiere que tal vez no lo sean.

Comencemos por analizar con más detalle la noción de imple­mentación. Una teoría de la implementación para la ley Los F causan los G, responde a la siguiente pregunta: ¿ De qué manera los F cau­san los G? Y responde mediante la especificación de un mecanismo que la presencia de ejemplos de F basta para desencadenar y de cuya operación cabe esperar que produzca ciertos estados de cosas sufi­cientes para la presencia de ejemplos de G. La figura 1.1 representa la idea general. Las flechas entre X e Y significan algo así como: «Cabe esperar que los X sean condiciones causalmente suficientes de los y».

En el tipo de caso al que nos estamos refiriendo, el hecho de que

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26 I El olmo y el experto

I"s M" sean causa de los MG explica el hecho de que los F causen los (;. Pero, como es evidente, la explicación es un entimema; opera so­{rllIlente si también podemos explicar de qué manera el ser F puede h{/,Iar para ser M, y de qué manera el ser MG puede bastar para ser G. Tomaré un término de Rob Cummins (quien, no obstante, lo em­pk:a con fines un poco diferentes, como veremos enseguida) y lla­IHaré leoría de las propiedades a la teoría que consigue responder a "S IC Lipa de preguntas. He aquí una manera de decir por qué es pro­blemático que mis tres suposiciones operativas sean mutuamente ",herentes: no está claro de qué manera pueden las tres ser verda­dnas y estar en consonancia con su naturaleza de teorías de las pro­piedades para leyes intencionales.

Nivel 1: F • G

1 1 Nivel 2: MF-- ____ .~MG

Figura 1.1

J .os Illc·c.m ismos del nivel inferior implementan las leyes del nivel superior. (Para 1l 1:1yor simplicidad, el diagrama supone que F ---7 G no se realiza de manera múl· " 1'1".)

llenos aquí con la dificultad. En general, las teorías de las pro­piedades reconocen dos tipos de relaciones entre leyes y mecanis­mos de implementación en casos ajenos a la psicología, que son el de reducción y el de realización múltiple. Pero, por razones que ense­guida estudiaremos, la relación entre leyes intencionales y mecanis­mos informáticos no parece pertenecer a ninguno de estos tipos. De esLa suerte, se plantea la cuestión: ¿qué tipo de relación podría ser?

Se tiene reducción toda vez que una propiedad del nivel N, PN , es

¿Cómo pueden ser intencionales las leyes psicológicas? I 27

identificable con alguna propiedad del nivel N -l . (De acuerdo con la comprensión usual, ser agua es idéntico a ser H,O.) Se tiene realiza­ción múltiple toda vez que haya disyunción de propiedades del nivel N -1, de tal manera que

1) la ejemplificación de cualquiera de los disyuntos basta para la ejemplificación de P N, Y que

2) la ejemplificación de P N basta para la ejemplificación de la disyunción, pero no para la ejemplificación de cualquiera de sus disyuntos.

En el caso clásico de realización múltiple, se dice que la propie­dad de nivel superior está "funcionalmente definida» y la disyun­ción que se aprehende incluye todos los mecanismos' que pueden realizar la función definitoria y sólo ellos. (Así, por ejemplo, es presumible que haya alguna disyunción de mecanismos tal que nin­guno de ellos podría realizar las funciones definitorias de un carbu­rador, y tal que todo carburador nomológicamente posible fuera un ejemplo de uno u otro de los disyuntos.) Hoy en día muchos filóso­fos de la mente suponen que la mayoría de las propiedades psicoló­gicas son de realización múltiple.'

Ambas nociones, la de reducción y la de realización múltiple, im­plican que la ejemplificación de una propiedad de nivel N (como F) puede ser condición suficiente para la presencia de ejemplos de una

2. La noción de realización múltiple pertenece a la metafísica. mientras que la noción de definición funcional pertenece a la semántica (y/o a la ftlosofía de la ciencia), y es perfectamente posible creer en una, pero no en la otra. Me siento in­clinado " dudar de que haya definiciones funcionales porque me siento inclinado a dudar de que haya defmiciones. Pero pienso que muchas de las propiedades que figuran en leyes científicas especiales son de realización múltiple; específicamen­te, que no están constituidas por microestructuras «esencias ocultas».

La falta de distinción entre e! caso de realización múltiple y e! caso de defini· ción funcional ha conducido a menudo, pienso, a sobrestimar la importancia de la última tanto en filosofía de la psicología como en filosofía de la ciencia en general. En parte, el análisis de Devitt de! año 1993 inserto en «A Defense of Meaning Lo­calism», proporciona un ejemplo adecuado; como ocurre también con la exposi­ción de Fodor en Psychological Explanation (1968).

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propiedad de nivel N-l (como MF), y la ejemplificación de una pro­piedad de nivel N-l (como Me) puede ser condición suficiente para la ejemplificación de una propiedad del correspondiente nivel N (como G). Si, por ejemplo, F se reduce a la propiedad MF, entonces, por supuesto, toda ejemplificación de la última es de inmediato ejem­plificación de la primera. Análogamente, en casos de rea1i2ación múl­liple: si, por ejemplo, MG; v MG¡ v MGk ••• etc., es la disyunción que rcaliza G , entonces la ilustración de cualquiera de los disyuntos es su­ficiente para la ilustración de G. No es casual que los dos conceptos que de manera típica despliegan las teorías de las propiedades deban lener este rasgo. Tal como hemos observado supra, la existencia de 1111 mecanismo en el que los MF causan los Me no explicará cómo los ¡; son causa de los G, a menos que F sea suficiente para M, y MGsea su­(icien/e para G.

Veamos allOra de qué manera se aplican estos puntos generales acerca de la implementación al caso que tenemos entre manos. Si los l11ecanismos de implementación. de leyes intencionales son informá­I iens, necesitamos una teoría de las propiedades que provea con­""iones informáticamente suficientes para la ejemplificación de propiedades intencionales y viceversa. Sin embargo, esto implica un desagradable dilema.

IJar un lado, hemos visto que la hipótesis de que las leyes inten­cionales son implementadas por mecanismos informáticos tiene ex­celentes motivaciones; desde mi punto de vista, es la única explica­r ión de la coherencia semántica de los procesos mentales de que disponemos que no se conozca como falsa por sí misma, esto es, en rorma independiente. Pero, por otro lado, mi supuesto 2 -que las propiedades intencionales son de naturaleza informática y externa­hace muy difícil entender cómo podría haber condiciones informáti­ca mente suficientes de su ejemplificaCión. ¿Cómo un proceso que, como el informático, se limita a transformar un símbolo en otro, po­dría garantizar las relaciones causales entre sinlbolos y el mundo del que, de acuerdo con el supuesto 2, dependen los significados de los símbolos? Para volver al ejemplo del juego de construcciones, puedo I ransformar el sinlbolo «perro» como se me ocurra: puedo escribir la palabra de atrás hacia adelante, o quitarle la «o», o sustituirla por la

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palabra «gato». Pero es evidente que ninguna operación de ese tipo bastará para conectar causalmente ilustraciones de «perro» con ilus­traciones de la perrunidad ejemplificada. O, en la otra dirección, ¿de qué manera una conexión causal (o, en verdad, cualquier otra) entre los ejemplos de la palabra «perro» y los perros garantiza las transfor­maciones que puede sufrir el sinlbolo «perro» en el curso del proce­samiento informático? Que los ejemplos de la palabra «perro» ten­gan como causa los perros no me impide hacer lo que quiera con los ejemplos de los sinlbolos de «perro»: quitarles la «o», escribirlos de atrás hacia adelante o sustituirlos por «gato», llegado el caso.

y sin embargo, no se pueden lograr implementaciones informá­ticas de leyes intencionales a menos que pueda haber al mismo tiem­po condiciones informáticamente suf~cientes para la satisfacción de propiedades intencionales y condiciones intencionalmente suficien­tes para la satisfacción de propiedades informáticas. Si no se puede superar este dilema, parecería que, en el caso de las leyes intencio­nales, resulta imposible satisfacer las constricciones usuales a las teo­rías de la propiedad. De esta suerte, tal vez las propiedades inten­cionales, después de todo, no sean de naturaleza informacional: o tal vez las leyes psicológicas, después de todo, no sean intencionales; o tal vez la implementación de las leyes psicológicas, después de todo, no sea de naturaleza informática.

Todo parece indicar que insisto en el supuesto 2, que renunciaré al supuesto 1 o al supuesto 3; todo parece indicar que no puedo dis­poner al mismo tiempo de una semántica informacional y de una psicología informática. Lo que es irritante, pues yo, en particular, quiero disponer de ambas.

He aquí otra manera de plantear la misma cuestión. Hemos visto ya que, en casos (relativamente) no problemáticos, o bien una pro­piedad de nivel superior se reduce a su propiedad de implementa­ción, o bien las cosas que tienen la propiedad de implementación sa­tisfacen por eso una definición funcional de una propiedad de nivel superior. Ahora, el supuesto 3 sigue a Turing al sostener que los pro­cesos mentales son de naturaleza informática; y, como hemos visto, que los procesos informáticos sean sintácticos es una cuestión de de­finición. Por esta 'razón las teorías informáticas del pensar implican

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qu<: el medio de la representación mental debe ser de naturaleza lin­giiíslica. Pues bien, hay muchas oscuridades en torno a la sintaxis, pero presumiblemente cabe esperar lo siguiente: si un objeto (un pensamiento, una proposición o cualquier otra cosa) tiene una es· I rtu:lura sintáctica, entonces, qué estructura sintáctica se determina "pcnas se dan sus relaciones internas, es decir, apenas se dan las rela­cion<.:s en tre sus partes. Si, por ejemplo, se sabe qué palabras compo­,,,:n una proposición y en qué orden están, se sabe todo lo que puede h"hcr de utilidad en la representación de su estructura: todo aquello ell lo que, por así decirlo, tiene lugar la sintaxis de la proposición.

I)e aquí que, por contraste, si el externalismo es correcto en lo concerniente a la semántica, entonces las propiedades intencionales SOIl esencialmente extrínsecas; no dependen de relaciones entre pen­'l/l/licl/tos y sus partes, sino entre pensamientos y el mundo. Pero, p"ra decirlo suavemente, es difícil determinar de qué manera una cos" satisfaría las condiciones para tener sus relaciones externas sim­pbnente en virtud de tener las relaciones internas que tiene. Es como si alguien que tiene oídos debiera garantizar que otro tiene hermanos. Pero si las relaciones internas no garantizan las relaciones ex lcrnas, entonces las relaciones informáticas no garantizan las rela­eiones intencionales. Una vez más, parece como si nuestras maneras usuales de comprender la implementación no se aplicaran cuando el implementado es intencional y el implementador es informático. Da la impresión de que hace falta ceder en algo.

I ~se algo en que hay que ceder, depende de con quién hablemos. Scarle, Dreyfus, Paul Churchland (cuando se siente conectivista, pero no cuando se siente eliminacionista) y principalmente Chomsky, quie­ren prescindir del nivel informático y sostienen que la implementa­ción inmediata de los procesos intencionales es neurobiológica. Stich quiere prescindir de las leyes intencionales, pero se aferra a las expli­caciones informáticas. Dennett parece pensar que todo lo informáti­co, como lo intencional, están formados por gestos y por habla vaga, mientras que únicamente la neurología está real y verdaderamente allí, con independencia del gesto. Y Quine, por supuesto, piensa que fodo es vago con excepción de la física y, quizá, de la teoría de con­juntos.

¿Cómo pueden ser intencionales las leyes psicológicas? I 31

En realidad, por lo que alcanzo a comprender, si los problemas acerca de la implementación que hemos estado discutiendo son rea­les y no tienen solución, la única cura adecuada para esa enfermedad sería la eliminación de lo intencional. Pues se ha de observar que si bien el carácter exterior del contenido muestra que la implementa­ción inmediata de leyes intencionales no puede ser de naturaleza in­formática, también muestra, y justamente por la misma razón, que no puede ser neurológica (o, por esto, subatómica). Pues los estados neurológicos, como los de naturaleza informática, se individualizan por sus propiedades locales (aproximadamente por sus relaciones con sus partes y de unos con otros). De esta suerte, es de suponer que, si las propiedades de contenido son externas, no puede haber condiciones neurológicamente suficientes para estados de conteni­do. De esta manera, es imposible que los procesos neurológicos im­plementen leyes intencionales si los procesos informáticos no lo pueden hacer. Por tanto, en cualquier caso, queda sugerido el para­lelismo con el argumento anterior.

Lo que parece, en el fondo, es que no haya nada disponible para la implementación inmediata de las leyes intencionales exteriores. Toda mi preocupación, por tanto, puede enunciarse así: los mecanis­mos informáticos sólo implementan leyes intencionales si, de alguna manera, las propiedades informáticas pueden garantizar las intencio­nales. Y no deseo renunciar ni al supuesto de que hay leyes inten­cionales, ni al de que las propiedades semánticas sean informacionales, ni al de que las leyes intencionales se implementan informáticamen­te. Por tanto, ¿ qué hacemos a partir de aquí?

Nuevamente las teorías de las propiedades

He dicho que una teoría de las propiedades no es otra cosa que un esfuerzo para explicar la relación entre propiedades implementa­das y mecanismos de implementación. Sin embargo, hay una mane­ra ligeramente excéntrica de abordarlas. Comparemos, por ejemplo, el tratamiento de Cummins (1983): «La pregunta característica a la que responde una teoría de las propiedades es la siguiente: ¿ qué es

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para el sistema S tener una propiedad P? (. .. ) La estrategia natural para responder a semejante pregunta reside en realizar un análisis de S apelando a las propiedades de los componentes de S y su modo de organización. Este proceso tiene a menudo como fase preliminar un análisis de la propia P en las propiedades de S o los componentes de S» (pág. 15). Así, en el sentido de Curnmins, una teoría de las pro­piedades es una teoría acerca de la identidad de la propiedad.' Si se sostiene esa teoría, no se tiene problema residual alguno, como se ha observado, acerca de cómo las propiedades de implementación po­drían ejemplificarse de modo fiable junto con las propiedades que las mismas implementan; si los X son Y, está muy claro por qué los X y los Y se dan conjuntamente.'

Pero en el caso que nos ocupa es menester afrontar la cuestión; si los contenidos intencionales son informacionales y los procesos psi­cológicos son de naturaleza informática, es de suponer que no haya una teoría de las propiedades del tipo de la de Cummins para rela­cionarlas. Las propiedades informacionales no pueden ser propie­dades informáticas, puesto que, como hemos visto, ninguno de estos conjuntos es metafísicamente suficiente para el otro; y, por cierto, la misma cantidad de metafísica es lo que requiere la identidad de las propiedades. De esta manera se plantea la siguiente cuestión: ¿qué es lo que podría mantener organizados a la informática y el conteni­do? Suponer que las propiedades intencionales son exteriores y que Turing,tenía razón acerca de cómo se implementan parece implicar una suerte de armonía preestablecida entre lo intencional y lo infor-

3. Obsérvese que, para Curnmins, esto es verdad tanto si la propiedad de ni­vel superior es reducida o realizada de manera múltiple. En el primer caso se la identifica por su microestructura; en el segundo, se la deftne funcionalmente. Si se supone la realización múltiple de los estados psicológicos, el problema actual con­siste en comprender cómo el hecho de que una criatura tenga una propiedad consútuida informática y, por tanto, localmente, podría ser condición suficiente para que se hallara en un estado que se defme funcionalmente por sus relaciones

externas. 4. Así, pues, suele argumentarse en defensa de la tesis de la identidad psico·

física que la misma resuelve el problema de la interacción mente-cuerpo al no per­mitir que este problema se presente; si los estados mentales son estados cerebrales, la cuestión de cómo se correlacionan con los estados cerebrales desaparece. '

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mático. Y, para mejor o para peor, en estos días las armonías prccs tablecidas no gozan de buena reputación.

Esta manera de plantear el problema lo .presenta con pocas espc ranzas. Tal vez en este conte~to se comprenda mejor e! continuo nir teo con la noción de contenido «estricto» que han realizado en la ld tima década muchos filósofos, incluido yo mismo. No está claro dc qué manera se podría implementar informáticamente las leyes in tencionales exteriores. Entonces, se podría suponer perfectamenl t" otro tipo de intencionalidad -podría haber, por así decir, tanto UIl

contenido «estricto» como un contenido «amplio>>-, de tal m~lOc r:l que el contenido estricto no sea externo. Por tanto, podría haber, después de todo, condiciones informáticas suficientes en el tipo dc estados psicológicos a los que las leyes psicológicas se aplican - eslo es, en estados intencionales estrictos- y todo funcionaría de 111ar:l villa.

Pero, por supuesto, si las leyes intencionales son estrictas, no puede ser verdadero mi supuesto metafísico de que el contenido Sl·

reduce a información. Antes pensaba que e! problema de la cons trucción de teorías de las propiedades que conectaran las leyes in tencionales con sus implementaciones informáticas sólo exige que las leyes intencionales se interpretasen como estrictas. Pero ahora me inclino a pensar que no es así, y que, después de todo, es posible conciliar una semántica puramente informacional con una teoría puramente informática de los procesos mentales. Cómo hacerlo y qué precio es probable que haya que pagar por ello será un tema im portante de estas conferencias.

Me parece que podemos comenzar por replantearnos la idea de que las teorías de las propiedades tienen que ser teorías de la identi dad. No cabe duda de que hay consideraciones metodológicas ge· nerales que exigen que la copresencia de ejemplos del implementa. dor y de! implementado sea fiable y explicable. Pero, ¿no habrá tal vez una manera de hacer que las propiedades de contenido sean am­plias y que, al mismo tiempo, la copresencia de ejemplos de las pro­piedades de contenido y las propiedades informáticas sean fiables y explicables? He aquí una preciosa analogía (que me sugirió Andrew Milne, un estudiante de posgrado en Rutgers). Tomemos las dos

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propiedades de ser un billete de un dólar y de parecer un dólar (por definición, una cosa parece un dólar si, y sólo si, es verde, está hecha con e! tipo de pape! que nos es familiar , tiene un retrato de George Washington, etcétera; es decir, se estipula que «parecer un dólar» es algo rígido). Supongo que hay generalizaciones fiables y contrafácti­cas acerca de lo que es un billete de un dólar. Por ejemplo, si se ofre­ciera cambiarlos uno por otro por monedas de cinco centavos, segu­ramente habría muchos interesados en ello. Estas generalizaciones, aunque fiables y contrafácticas, no son básicas, naturalmente, y, por lanto, requieren implementación.

Aquí es donde interviene la apariencia de un dólar de los billetes dc dólar. Las generalizaciones que implican billetes de dólar como I "les son implementadas de manera característica por procesos que im plican la apariencia de dólar como tal. Puesto que, como hemos vis to, la implementación requiere la copresencia fiable de ejemplos ('n lre el implementador y e! implementado, podría esperarse que, ,'11 general, la propiedad de ser un dólar y la propiedad de parecer II Il dólar se den siempre juntas. Como ocurre en realidad, por cier­lo. Esto se acerca lo suficiente a la verdad como para que no impor-1<: que todos los billetes de dólar parezcan un dólar, y que sólo ellos In parezcan, Pero, ¿qué los mantiene en esta correlación? Esta pre­gunta, naturalmente, no se plantearía si ser un dólar y parecer un dó­lar fueran la misma propiedad, pero es evidente que no lo son. Ser 1m dólar es una propiedad extrínseca (causallhistórica); si una cosa la ti ene, depende esencialmente de su etiología. Contrariamente, parecer un dólar es una cuestión que atañe a las propiedades inter­nas de una cosa. Parecer un dólar no es ni siquiera metafísicamente suficiente para ser lID dólar, puesto que la apariencia de una cosa puede ser tan artificial que oscurezca su etiología; aquí es precisa­mente donde e! falsificador introduce su cuña. También por esta ra­zón e! Departamento del Tesoro podría, sin faltar a la coherencia, producir y distribuir billetes rojos de dólar; la dolaridad sobrevive al nujo de apariencias siempre que los rasgos pertinentes de la etiolo­gía no se ven perturbados.

La apariencia de dólar tiene una coejemplificación fiable con la dolaridad; yeso es una condición para que una implemente a la otra.

¿Cómo pueden ser intencionales las leyes psicológicas? I 35

No hay aquÍ ningún misterio, porque, aunque las propiedades no sean idénticas, hay un mecanismo que funciona para mantenerlas sincronizadas. El mecanismo, en caso de que alguien pregunte, es la policía. Si alguien trata de producir (al menos en cierta cantidad sus­tancial) objetos que tengan apariencia de dólar pero a los que les fal­te la dolandad, la policía tratará de impedírselo. En principio, hay muchas maneras de hacerlo. Por ejemplo, puede que tenga suficien­te habilidad para convencerle de que desista llamando la atención sobre la máxima de que e! acto de un falsificador no puede, sin in­coherencia, pretender ser universal. Pero lo más probable es que gol­pee repetida y dolorosamente al falsificador con una porra que lleve con ese fin . De modo que la coejemplificación de la dolaridad y de la apariencia de dólar, aunqu.e meramente contingentes, se mantiene de un modo fiable y explicable. Lo que, como hemos vis­to, es en realidad todo lo que la lógica de la relación de implementa­ción requiere.

Hago una pausa para poner de relieve una característica de! ejemplo que resulta particularmente aplicable a nuestros fines. La intervención de la policía proporciona e! mecanismo que explica de qué manera la apariencia de dólar y la dolaridad se mantienen liga­das. Obsérvese que, en la naturaleza de! caso, esta explicación es sin­crónica: invoca un mecanismo que opera (o que está dispuesto para operar) ahora. Así es como debe ser; la correlación de apariencia de dólar y dolandad es fiable corrientemente, de modo que e! mecanis­mo que la sostiene debe ser corrientemente operativo. No lo hará so­lamente la explicación histórica.

Insisto en esto porque, muy a menudo, cuando le hablo a la gen­te de mi preocupación por conservar sincronizadas las propiedades intencionales y las informáticas, me encuentro tan sólo con una exal­tada referencia a Darwin. «Mire usted -dicen-, todas las criaturas cuyas propiedades informáticas e intencionales no estaban adecua­damente sincronizadas murieron hace mucho.» Pero no es así. Si se piensa que ésa es.la respuesta, no se ha entendido la pregunta (o no se ha entendido a Darwin).

No hay duda de que si hay algo in situ que coordina las propie­dades intencionales de los estados mentales con sus propiedades in-

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I'ormáticas, ciertos procesos darwinistas lo han debido seleccionar, y el hecho de que lo hayan seleccionado explica su superabundan­cia actual. Pero la pregunta que tenemos que afrontar es ¿cuál es el lIIecanismo que realiza esta correlación?, y las explicaciones evolu­c'ionistas no son la forma correcta de responder a este tipo de pre­gunlas, Tal vez la evolución explique por qué las cosas que funcio­""n bien a nuestro alrededor son más numerosas que las que no lo hacen asÍ. Pero esto no explica cómo funcionan las cosas, y en lo que respecta a conciliar los supuestos 1-3, se trata decididamente dc una cuestión relativa al «cómo». De modo que, con perdón, nada de Darwin.

Una cosa es ser un dólar y otra cosa es parecer un dólar; son pro­picdades distintas, pero correlacionadas, de modo que algo debe sos­Icm;r su correlación. En realidad, es lo que hace la policía. Pues bien, (pOI' qué no sería igualmente cierto algo así en la correlación entre propiedadcs intencionales de contenido amplio y los procesos infor­ll1 ,ílicos que las implementan? Sin duda, lo que mantiene sincroniza­dos unas y otros no es el ejercicio del poder de la policía; pero, ¿por qué, por ejemplo, no podría haber una ley natural en que se diera la coejcmplificación de unas o otros (por ejemplo, ¿por qué no podría haber una ley natural por la que se pueda confiar en que los M" de la l'igura 1.1 sean causalmente suficientes para los G?)? Esta sugerencia revierte en una concepción positivista de la arquitectura científica, de acuerdo con la cual las relaciones entre niveles de las teorías no son mediatizadas por identidades de propiedad, sino por (lo que los posi­livistas llaman) leyes «puente». ¿No podría darse eso en el paso pre­sente? ¿No podría haber leyes puente que reconciliaran las leyes in­tcncionales con las implementaciones informáticas sin invocar el contenido estricto?

Yo no pensaría eso. Tal como van las cosas hasta ahora, es per­fectamente razonable suponer que la conexión entre contenido e in­formática sea nómica, pero con eso no se adelanta demasiado. Es de suponer que las únicas leyes básicas sean leyes propiamente dichas de la física básica, y si es así, las leyes puente que conectan el conte­nido con la informática se deberían explicar, a su vez, de alguna ma­nera. Así, con postular tales leyes no se resuelve en realidad nuestro

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problema; sólo lo quita brutalmente de en medio.' Si bien es des­concertante cómo podrían implementarse informáticamente y de un modo fiable las leyes de contenido amplio, es igualmente desconcer­tante cómo podría haber una ley según la cual el contenido amplio se implementara informáticamente de un modo fiable.

Llegamos a un punto crucial. Parece como si la mejor argumen­tación que hemos logrado acerca del significado -esto es, la teoría informacional- no pudiera compaginarse con la única versión que hemos logrado acerca de la mente, esto es, la teoría informática. Al menos no si se quiere preservar las relaciones inteligibles entre leyes psicológicas y sus mecanismos de implementación. De esta suerte, parece como si o bien debiéramos renunciar a la metafísica informa­cional. de contenido, o bien debiéramos renunciar a la teoría infor­mática de la mente, o bien debiéramos esforzarnos de alguna manera en resolver este rompecabezas, En general, el consenso filosófico ha favorecido a la primera o a la segunda de estas estrategias. En lo que sigue me propongo explorar la tercera.

Comenzamos con un problema arquitectural acerca de la rela­ción entre psicológicas intencionales y sus supuestas implementa­ciones informáticas, pero ahora nos hallamos nuevamente en un te­rritorio familiar al lenguaje filosófico. En principio, hay dos maneras por las que podríamos considerar por separado los contenidos am­plios y las implementaciones informáticas. O bien muchos conteni­dos amplios podrían corresponder al mismo estado informático (como en el caso de Putnam de los Gemelos informáticos con dife­rentes creencias); o bien muchos estados informáticos podrían co­rresponder al mismo contenido amplio (como en el caso de Frege, por el que quienes creen que Fa no creen que Fb, aun cuando a=b).

Doy por supuesto que ambos tipos de ejemplos son familiares. Frege se pregunta por el hombre que cree que una estrella determi-

5, Este tipo de situación no carece de antecedente en la fIlosofía de la men­te. A menudo se ha sostenido, a mi juicio correctamente, que el descubrimiento de la correlación cerebro/cualidades no solucionaría, en sí misma y por sí misma, el problema de la relación mente/cuerpo en lo concerniente a la conciencia. Al im· pedir una explicación de por qué la correlación es como es, estas leyes serían sor­das; y sólo a las leyes básicas se les permite ser sordas. (Véase Levine, 1993,)

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nada es remota, pero no cree que otra estrella parecida lo sea, a pe­sar de ser idénticas. Putnam se pregunta por la criatura molecular y, IIjortiori, informáticamente idéntica a mí, salvo que cree en un mun­do en el que la materia que parece agua es más bien XYZ que H,O. De acuerdo con las intuiciones de Putnam, esta criatura no puede pensar en e! agua y no puede significar agua con e! empleo de la voz «~~gua».

Considerados desde nuestra perspectiva presente, e! caso de los C;cmelos y el caso de Frege sugieren por igual que no puede haber implementaciones informáticas de leyes de contenido amplio; las ra­zones que dan para sugerir tal cosa son diferentes, pero compatibles. ,,:1 caso de los Gemelos dice que una interpretación informacional dd contenido proporciona un vocabulario teórico inadecuadamente IIh\/racto para los fines de la explicación psicológica. Si se insiste en que las leyes intencionales informáticas implementadas son exter­lIas, la teoría fracasará en las generalizaciones en virtud de las cuales mi psicología intencional es la misma que la de mi Geme!o informá­licamente idéntico.6 El caso de Frege es peor aún. Dice que si se in­siste en que la creencia que Fa es lo mismo que la creencia que Fb siempre que a=b, e! precio que pagará la teoría será un fracaso pre­dic/ivo. En general, los que creen que Fb no se comportan como los que creen que Fa toda vez que a=b, a pesar de! sentido contrario de! contenido amplio. Esto se debe precisamente a que sus creencias amplias (por hipótesis, de contenido idéntico) están implementadas por diferentes mecanismos informáticos. La figura 1.2 esboza esta situación.

El caso de los Geme!os muestra que más de un estado intencio­nal (FI, F2), puede corresponder al mismo mecanismo de imple­mentación (MI), de donde esta identidad de implementación no puede ser suficiente para la identidad de contenido intencional. El caso de Frege muestra que más de un mecanismo de implementa-

6. El de los Gemelos sólo es un problema para la psicología de contenido nmplio si se concede la plausibilidad intuitiva de la afirmación de que mi Gemelo y yo tenemos la misma psicología intencional. Propongo darla por supuesta para hien de la argumentación.

¿Cómo pueden ser intencionales las leyes psicológicas? 1 39

clOn (MI, M2) puede corresponder al mismo estado intencional (FI), de donde esta identidad de estado intencional no es suficiente para la identidad de la implementación. Como digo, se trata de un territorio familiar: los experimentos mentales que hacen problemá­tica la relación entre leyes intencionales e implementaciones infor­máticas son los mismos que se supone que hacen problemática, en general, la relación entre sentido y referencia. Entre los semánticos es común la opinión según la cual e! caso de Frege muestra que la re­ferencia no determina el sentido, y el caso de los Gemelos muestra que el sentido no determina la referencia.

Caso de los Gemelos Caso de Frege

F1 F2 F1

M1 M1 M2

Figura 1.2

El caso de los Gemelos implica representaciones de la relación de muchos a uno de estados intencionales e implementaciones informáticas. El caso de Frege im~ plica representaciones de la relación de muchos a uno de implementaciones in­formáticas a estados intencionales (~significa «no es suficiente para»).

Por decirlo suav~mente, me sorprendería que fuera meramente accidental que la preocupación de la semántica acerca de qué rela­ciona e! sentido con la referencia y la preocupación de la psicología filosófica acerca de qué relaciona e! contenido amplio (esto es, refe­rencial) con la informática tuvieran la misma geometría. La finalidad de! recurso a los sentidos en las teorías semánticas es proveer un gra­do extraordinario de libertad --el «modo de presentación» de un referente- que permita que estados de creencia extensionalmente distintos sean idénticos en tipo y que permita que los estados de creen-

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cia de tipo distinto sean extensionalmente idénticos. Mi conjetura es quc, una vez asentado e! polvo, habtá representaciones mentales --es­I ructuras sintácticas, en e! Lenguaje del Pensamiento-- que desem­peñen su pape! semántico. Pero, sea como fuere, e! abordar e! caso dL·los Geme!os y e! de Frege desde la perspectiva de los problemas de implementación ayuda a conservar en mente lo que, de lo contrario, L'S fác il de olvidar (aunque desastroso); a saber, que hay una dife­rencia sustancial entre la cuestión filosófica acerca de si nuestro con­cepto de contenido es amplio, y la cuestión empírica acerca de si las leyes de la psicología son leyes de contenido amplio.

Desde este punto de vista, e! caso de Frege y e! de los Geme!os Illucstran que el contenido podría separarse de la informática; la no­ción externa de contenido es compatible con esa posibilidad. Pero l/O se sigue que si las leyes psicológicas son implementadas informá­I icamente tengan que ser estrictas. Lo único que se sigue es lo si­gtli ente: si las leyes psicológicas son amplias y se las implementa in­lormáticamente, entonces tiene que haber un mecanismo cuya operación impida el surgimiento del caso de los Gemelos y el caso de Frege entre las criaturas que las leyes subsumen. En cualquier caso, con mucha frecuencia les impide surgir. Se trata de una simple apli­l'ación al caso presente de la observación general que ya se hizo an­Il!S: para explicar por qué implementado res e implementados se ejcmplifican conjuntamente no se necesita, en términos rigurosos, identidades de propiedades; lo único que se necesita, en términos ri­gurosos, es un mecanismo que haga fiable e inteligible su ejemplifi­cación conjunta.

Por último, veamos e! tema que proponemos para la próxima conferencia: No hay contenidos estrictos y, a fortiori, no hay leyes de contenidos estrictos. Y tampoco hay, en e! sentido de Cummins, ninguna teoría de las propiedades para las leyes intencionales. La presencia conjunta de ejemplos del contenido amplio y de sus im­plementadores informáticos es fiable y explicable, pero metafísica­mente contingente; el que se ejemplifiquen conjuntamente depende de hechos muy generales acerca de! mundo, no de la constitución metafísica de! contenido en tanto tal.

Decir que la correlación entre informática y contenido amplio es

¿Cómo pueden ser intencionales las leyes psicológicas? I 41

metafísicamente contingente no equivale a decir que es accidental, naturalmente. Doy por sentado que los hechos de los que depende no se dan sólo en e! mundo real, sino en todos los mundos circun­dantes en los que las leyes de la psicología se implementan de la mis­ma manera que aquí. Pero si e! contenido psicológico es amplio, en­tonces, de acuerdo con este punto de vista, es posible que haya mundos en los que se satisfagan las condiciones metafísicamente su­ficientes de contenido, pero en los que no se den los mecanismos que mantienen unidos el contenido y la informática en nuestro mundo. En tales puntos, o bien las leyes puente que relacionan los estados intencionales con los procesos informáticos son básicas, o bien las le­yes intencionales no se implementan (~sto es, son básicas ellas mis­mas), o bien las leyes intencionales se implementan de alguna mane­ra, pero no informáticamente. Por último, lo que importa es que los mundos de los que nos ocupamos --el nuestro y los mundos nomo­lógicamente posibles de nuestro entorno-- no sean de ninguno de estos tipos.

Suficiente, pues, para una primera marcha a través de! problema del espacio. Pienso que una crisis acecha en los fundamentos de la ciencia cognitiva: hay una buena razón para pensar que e! pensar es informática y que e! contenido es información, y sin embargo cada vez resulta menos claro que la teoría informática de la mente y la teoría informacional de! significado puedan cohabitar. Estas confe­rencias versan en gran parte acerca de cómo conseguir persuadidas de que lo hagan.