itinerario en torno al paisaje:una epistemología de terreno para tiempos de crisis

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  • 7/25/2019 Itinerario en torno al paisaje:una epistemologa de terreno para tiempos de crisis

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    GeorGesBertrandAntiguo profesor de la Universidad de Toulouse-Le Mirail

    Itinerario en torno al paisaje:

    una epistemologa de terreno para tiempos de crisis

    resumen

    Josena Gmez, al traducir mi Medio siglo de itinerancias paisajs-ticas, y la revistaEra, al publicarlo, asumen el riesgo de chocar conun cierto conformismo positivista que teme las digresiones terico-conceptuales. Apoyndome en esta traduccin, reivindico mi recorridoy me explico acerca de l.

    rsum

    Itinraire autour du paysage: une pistmologie de terrain pour des

    temps de crise.-Josena Gmez, en traduisant mon travail Un demisicle ditinrances paysagistiques, et la revue Era,qui entreprends

    sa publication, risquent se heurter un certain conformisme positivistequi redoute les digressions thorico-conceptuelles. Sur lassise de cettetraduction, je revendique mon parcours et je men explique.

    aBstract

    Itinerary around the landscape: An epistemology for hard times.-Translating my Half century of landscape wanderings, JosenaGmez, and the review Erapublishing it, risk to come up against acertain positivist compliance which is fearful of theoretical and concep-tual digressions. On the basis of this translation I vindicate my course,and explain it.

    Palabras clave/Mots cl/Keywords

    Paisaje, territorio, Francia, Espaa.

    Paysage, territoire, France, Espagne.

    Landscape, territory, France, Spain.

    Era, 81 (2010), pp. 5-38

    PRESENTACIN1

    1. a laBsquedadeunnuevoparadiGmaparaelpaisaje

    El pensamiento geogrco, publicado en 1982 porJosena Gmez Mendoza, Julio Muoz Jimnez y Ni-

    cols Ortega Cantero (Madrid: Alianza Editorial), mehizo presente un horizonte epistemolgico (p. 31) deuna geografa espaola en pleno crecimiento. Nuncams la he perdido de vista, desde los Picos de Europa alMontseny, desde los Pirineos a Sierra Nevada, desde la

    1 Georges Bertrand; Toulouse, 20 de septiembre de 2009.

    pea de Francia a la sierra de Cazorla. Un itinerario queno es slo cientco.

    Desde hace menos de veinte aos el paisaje ha cam-biado de estatuto, de nalidad, de contenido. Aunqueparticipa ms que nunca de la cultura, de la sensibilidad,de lo simblico, de lo que se llama en sentido amplioartializacin2, es cada da ms usado, cuando no ins-

    2 El concepto de artialisationfue propuesto en 1978 por el lsofo francsAlain Roger, tomando el trmino de Montaigne, para resaltar la dimensin est-tica de la invencin paisaje, que trascendera al simple naturalismo: artializacinin situ por obra directa de los paisajistas o diseadores de paisaje sobre el zcalonatural; artializacin in visu mediatizada por los modelos que conguran la mi-rada colectiva. Vase Alain Roger:Nus et paysages. Essai sur la fonction de lart.Aubier, Pars, 1978. [N. de la T.]

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    trumentalizado, como una de las entradas o uno de loscomponentes de las polticas de ordenacin de los terri-torios, ambientales, patrimoniales. A menudo con inde-nicin semntica, supercialidad metodolgica, frialdadtecnocrtica. Es lo que ocurre con muchas cartas y obser-

    vatorios del paisaje. Con total ambigedad sobre la natu-raleza del paisaje, su realidad cientca, su signicacinsocial. Lo que yo postulo es que hay que dar al paisajeuna cierta consistencia cientca, sin por ello congelarlo,y una fuerza crtica suciente para alimentar un debateciudadano responsable. Esta intencin trasciende el m-todo. Se trata de rebasarlo haciendo del paisaje una de lasdimensiones del paradigma ecolgico-econmico-socialque, sin duda utpico, sigue por inventar.

    2. unterritorioenunamirada

    Uno de los hechos contemporneos de la investiga-cin contempornea, desde la antropologa (Balandier,Condominas, Descola, Perez) hasta las matemticascunticas, consiste en considerar que el objeto observadoes consustancial a su observacin, por tanto a su obser-vador. Sobre todo cuando se trata de objetos complejos ydirectamente implicados en la vida cotidiana. Es lo queocurre con el paisaje. No slo pesa la mirada del investi-gador sobre el paisaje, sino que cambia segn momentosy lugares, lo que enriquece el anlisis y lo humaniza. De-cid sacar a escena al responsable del escenario3.

    Al proponer ese itinerario cientco personal, pero no

    individual, me esfuerzo por resituar racionalmente, en eltiempo y en el espacio, las preguntas, las vacilaciones,los fracasos y los posibles logros de una investigacin,sin duda dirigida al paisaje, pero que ha uctuado en losmtodos y en la manera de profundizarlos.

    3. unaepistemoloGadeterreno:eleslaBnquefalta

    No soy epistemlogo, pero necesito una epistemo-loga al alcance de mi investigacin. Propongo tratar el

    complejo objeto-sujeto del paisaje con el apoyo de unaepistemologa del terreno, modesta pero prctica.Como otros investigadores, que hablan de epistemolo-

    3 Georges et Claude Bertrand: Une gographie traversire. Lenvironnement travers territoires et temporalits. Pars, Arguments, 2002; trad. esp.: Geografadel medio ambiente. El sistema gtp: geosistema, territorio y paisaje. Universidadde Granada, 2006. Pgina 252 de la versin espaola.

    ga constitutiva, la sito en la prolongacin de la epis-temologa general, la de los lsofos y los historiadoresde la ciencia, abarcando sin duda la totalidad del pensa-miento cientco pero alejada de las contingencias co-tidianas de la investigacin y casi siempre desarrolladaa posteriori, sin provecho inmediato para el mtodo. Laepistemologa participa as, directa y cotidianamente,de la generalizacin de las observaciones hechas en eltrabajo de campo, de la puesta a punto y de la puesta aprueba de nuevos conceptos y mtodos (geosistema hacia1960, sistema Gtp [geosistema-territorio-paisaje] hacia1990, stp [sistema paisajstico territorializado] a partirde 2007). Un itinerario sembrado de obstculos episte-

    molgicos que hay que restablecer continuamente. Deeste modo, el geosistema no es el paisaje, aunque haya ungeosistema en el paisaje, y a la inversa.

    4. unparadiGmaparatiemposdecrisis

    El paisaje es el signo sobre el terreno, y el smbolo enla mirada, de las convulsiones ambientales que sacudenel planeta. Tanto en lo inmediato y urgente como en eltiempo largo, en el de la historia y el de la memoria, esun intercesor global, banal y cotidiano. Todava difcil

    de aprehender. Pasar por el paisaje signica contem-plar un paradigma de la complejidad y de la diversidad,que trascienda disciplinas e interdisciplinas, pero tam-bin un paradigma de la urgencia, porque los paisajes demaana no sern los de hoy. Pasar por el paisaje esaproximarse, con mucha ambicin, a un pensamientomestizo, capaz de rebasar la distincin fundamental en-tre cultura y naturaleza, entre lo material y lo inmaterial,

    fiG. 1. Georges Bertrand, 1992 (cnrs) [Fotografa: Martine Esline].

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    lo objetivo y lo subjetivo. Una antropologa del paisajebasada en la dinmica de mezclar. Un paradigma paratiempos de crisis que permita, como aconsejaba EdgarMorin en el ao 2000, esperar lo inesperado. Hoy, ennuestros paisajes, los de Francia y los de Espaa, lo ines-

    perado ya est aqu.Con mi agradecimiento, grande y amistoso, para Jose-

    na Gmez Mendoza y los responsables de la revistaEra.

    MEDIO SIGLO DE ITINERANCIAS PAISAJSTICAS(1955-2009)4/5

    i. introduccin. elpaisaje, pasoolvidadoperooBliGadodelanlisisterritorialyamBiental:

    unaepistemoloGadeterreno

    Expresarme sobre el paisaje no es algo evidente. Sinembargo, est ah y se impone a mi mirada. Presenciainmediata, cotidiana, familiar, simple, palpable, evidente.

    4 Medio siglo de itinerancias paisajsticas (1955-2009) es el texto mslargo de los que Georges Bertrand ha recopilado bajo el ttulo deEn passant parle paysage parmi lieux et milieux, environnements et territoires en el nmero56 (2009) de la revista Godoc. Documents de Recherche de lInstitut DanielFaucher,del Dpartement de Gographie-Amnagement de la Universidad deToulouse-Le Mirail, pp. 6-51. Como indica el autor en las palabras previas a estenmero, se trata de un reexin motivada por la demanda de Serge Briffaud,director del laboratorio cepaGede la Escuela de Arquitectura y Paisaje de Burdeosen el marco de un seminario de historia y epistemologa para que retornara sobresu trayectoria cientca de manera personal. El texto est acompaado con dibu-

    jos de Jean-Paul Mtaili, discpulo de Bertrand, director de investigacin en elcnrsy director del laboratorio Geodede la Universidad de Toulouse, la mayorade los cuales se reproducen en esta edicin espaola, con autorizacin del autor.Bertrand considera que ms que ilustraciones constituyen verdaderas contribu-ciones crticas. El resto de los textos del nmero especial de Godoc son: Unpaysage plus profond (Serge Briffaud). De lpistmologie la mthode (2008)(pp. 52-61), cuya traduccin, realizada por Francisco Rodrguez Martnez,profesor de geografa de la Universidad de Granada, ha sido publicada en losCuadernos de Geografa de la Universidad de Granada, nm. 43 (2008), pp. 17-28; y nalmente, el texto Lenvol de la colombe ou le retour du refoul (2008)(pp. 62-64). La traduccin del texto que se ofrece en este nmero, incluida la deestas palabras preliminares, especialmente escritas por el autor para la ocasin, esde Josena Gmez Mendoza. [Nota de la traductora.]

    5 Si tu marches, tout marche ct de toi et la route est suivie par destroupeaux de collines, Jean Giono [Si andas, todo anda a tu lado, y siguen alcamino rebaos de colinas].

    A Serge Briffaud, que ha inspirado, exigido, la reconstruccin de este iti-

    nerario redactado, como a contracorriente, slo en primera persona del singular,cuando se trata, evidentemente, de evocar un recorrido colectivo. En primer lugary sobre todo con Claude Bertrand, gegrafa e ingeniera del cnrs, en una colabo-racin ntima de largo curso; en segundo lugar, con otros investigadores del cima-Geode-cnrsde la Universidad de Toulouse Le-Mirail, y ms tarde del cepaGede laEscuela de Paisaje de la Escuela de Arquitectura de Burdeos: con muchos otros,tambin, encontrados por el camino.

    Este relato, algo aventurado e incongruente, no sera posible sin la publi-cacin previa de la obra Une gographie traversire. Lenvironnement traversterritoires et temporalits (Cl. y G. Bertrand), gracias a la iniciativa, tan amistosa

    El prado y su hilera delamos temblones, el bloque decasas hlm6 levantado sobre un espacio verde rapado, elrumor de la autopista lejana, los cmulos brotando en elcielo de verano, los Pirineos en el fondo del decorado.Hace medio siglo que este paisaje no ha salido ni de mi

    corazn ni de mi espritu. Lo interrogo y me interrogo.Buscando comprenderlo. Menos como centro de grave-dad permanente de una investigacin que como preguntaviva, transversal, que me ronda continuamente y que girasobre s misma. Como una espera incubada bajo las ce-nizas de estudios ms acadmicos sobre el medio am-biente y el territorio. Sintiendo siempre en aumento tantolas dudas sobre ese objeto fcilmente identicable comodesconanza respecto a m mismo, mi manera de ser, desentir y de concebir. Oscilando entre el rigor de una ra-cionalidad necesaria y laconfusin de sentimientos.

    Cada cual tiene su manera de habitar el paisaje, su

    paisaje. Ese paisaje que es tambin el de los dems, el detodos los otros cuyas miradas divergen tanto como co-inciden. nico y mltiple. Real e irreal. Quiero explicareste paisaje y explicarme a travs de l, un paisaje que mepertenece, me sobrepasa y se me escapa en un vaivn sinn. No se puede reexionar sobre el medio ambiente ysobre el territorio sin tomar en cuenta esta dimensin pai-sajstica para profundizar en su signicado y su fuerza. Ariesgo de alborotar algunas prcticas cientcas.

    Hoy el paisaje aparece como una maraa particular-mente liada, sin verdadero hilo conductor. Por dndeabordarlo? Por la sociedad o por el planeta? Por la na-turaleza o por la cultura? Por lo social o por lo indivi-

    dual? Por lo objetivo o lo sujetivo? De hecho, el paisajees un nudo gordiano. Sobre todo, no hay que cortarlo.

    El paisaje revela el mundo al mundo y hace de lnuestro mundo. Se construye, lo construimos, nos cons-truye. Marco de nuestras vidas, ventana entreabierta a la

    comoatenta, de Chantal Blanc-Pamard en su coleccin Parcours et Paroles de laeditorial Arguments (Pars, 2002), reeditada por ditions quae(Pars, 2008). Nose reproduce aqu la larga bibliografa que all se incluye, que se reere a mediosiglo de investigaciones de todas las procedencias. Este libro ha sido traducido alespaol con el ttulo de Una geografa del medio ambiente. El sistema gtp: geo-sistema, territorio y paisaje, Editorial Universitaria de Granada, Espaa, 2006;y al portugus, Uma geograa transversal: O meio ambiente a travs dos terri-torios e das temporalidades, Editora Massoni, Maringa-So Paulo, Brasil, 2007.Una segunda edicin, revisada y corregida, est prevista.

    El texto surge directamente de varios seminarios de posgrado en la Escuelade Paisaje de Burdeos (2005-2009).

    6 Habitation loyer modr:se reere a un edicio construido para resi-dentes de bajo nivel adquisitivo, por lo que el alquiler es moderado, segn unapoltica de vivienda y urbanizacin en las periferias muy caracterstica de media-dos del siglo pasado en Francia. Por extensin, hlmson los bloques de inmueblesmodernos de viviendas baratas, en forma de barras o torres, por lo que se podraequiparar a las vpo(viviendas de proteccin ocial). [N. de la T.]

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    naturaleza, vitrina de nuestros artefactos, espejo que nosreeja. Atrae y exaspera a la vez.Irresistiblemente, atrae. Al desvelar la belleza frgil y

    amenazada del planeta a una sociedad materialista perofascinada por las imgenes, dedicada al culto de lo virtualy de las apariencias. Al paisaje, tras una larga historia,se le ha conferido en cierto modo, pero tarde, con ciertaurgencia, quiz como ltimo recurso, la misin de inter-ceder para sensibilizar, en los dos sentidos del trmino,sobre las cuestiones del territorio, del medio ambiente,de la ordenacin y del desarrollo. Para tranquilizarnossobre la perennidad y la familiaridad de las cosas quenos rodean.

    Tambin exaspera. Paradjico, catico, inasible. To-talmente concreto en sus manifestaciones territorialespero lleno de referencias estticas y simblicas, a la vezmaterialidad ideal e idealidad material (utilizando la ter-minologa de Maurice Godelier). Su exuberancia resistea la razn razonante, lejos tanto de sus esquemas cienti-stas y economicistas como de las clsicas categoriza-ciones socioculturales. Est adems a menudo asxiadoen el galimatas de los sueos y de los mitos o en el

    pathosde los discursos tecnocrticos, que no dejan de servulgarmente utilitaristas.

    Esta ambigedad, al serle consustancial, quiz sea

    hoy la clave de su brillante xito; xito en la mayor partede los campos de la ciencia, del arte y de la accin. Por lomenos sta es la hiptesis central, el hilo conductor y larazn profunda de una investigacin que comenz hacemedio siglo y que no deja de recomenzar.

    No pretendo desarrollar aqu una nueva teora del pai-saje. Ya hay demasiadas. La ecacia no radica en ello.Est ms en la prctica de un empirismo de aproximacio-

    nes sucesivas en el curso de la cual el paisaje no es msque la parte emergida de ese iceberg que es el territoriode los hombres. El paisaje no es ni un n ni un medio. Esun paso, con sus umbrales y sus obstculos. Una etapaobligada, si no esencial, para aquel que, al interrogarse

    sobre el territorio y el medio ambiente, no olvida el con-junto de los valores, fuentes, recursos e inspiraciones quenos dicen cmo sienten los hombres y cmo viven losmovimientos y los colores de la Tierra.

    En todo caso, transitar por el paisaje no es solamenteun paseo entre formas y volmenes, colores, ruidosy olores reunidos que, como dice el poeta con acierto,se responden y se confunden. Tampoco es una asce-sis cientca, estructurante y funcional. El paisaje es unamezcla de gneros, un camino lleno de imprevistos: des-cubrimiento del terreno, descubrimiento de los dems,descubrimiento de uno mismo. Como me ocurri con el

    Sidobre en mi juventud, sus caos granticos, sus densosmatorrales y sus ruidosas canteras, que me desvelarontoda la profundidad de un paisaje en el que lo natural ylo humano se mezclan sobre un pequeo territorio, dandolugar a un verdadero mundo, lo mismo para m que paralas gentes que all viven.

    Dicho de modo an ms simple, sta es la historia deuna investigacin de largo recorrido. A la vez individual ycolectiva, disciplinar e interdisciplinar, bsica y aplicada.Y fue as prcticamente desde el principio. La cuestincentral es la manera en que los hombres y las sociedadesperciben, construyen, animan y viven su territorio, que estambin su ambiente. El paisaje est por todas partes, el

    ordinario o el extraordinario. No siempre est en el centrode la problemtica. A veces no se lo nombra y, al menosal principio, no se es consciente de su presencia. Pero lacuestin central nunca ha variado. Por el contrario, ha os-cilado al ritmo de los acontecimientos polticos, socialesy econmicos, culturales y cientcos que, en el curso delltimo medio siglo, han conmovido las relaciones de lassociedades entre s y con el planeta. Una investigacindesarrollada a partir de polos mltiples, a menudo contra-dictorios, sin jerarqua duradera y en forma ambivalente:naturaleza y sociedad, ciencia y cultura, medio ambientey paisaje, geografa y ecologa, historia y prospectiva,

    epistemologa y mtodo, monografa y modelizacin,cienticidad y poesa. Hoy, el paisaje ocupa un lugar cadavez ms reconocido y construido pero siempre discu-tido y discutible, ya que no deja de ser mvil y fugaz.

    Al proponerme que vuelva la mirada hacia esos aosde investigacin, hacia el paisaje y lo que lo rodea, e in-vitndome expresamente a situarme personalmente en l,Serge Briffaud, director de la Escuela de Paisaje y del

    fiG. 2. Georges y Claude Bertrand en el mirador del Lozoya, en elGuadarrama, a mediados de los aos noventa, con un grupo de gegra-fos madrileos pertenecientes al master Paisaje y Territorio. [Fotografa:Josena Gmez Mendoza]

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    laboratorio cepaGe(centro de investigacin sobre la his-toria y la cultura del paisaje) de la Escuela de Arquitec-tura de Burdeos, ha despertado en m un viejo demoniofamiliar. El de una saludable (auto)crtica hecha a base dedudas y con algunas frustraciones. Dudas sobre el fun-

    damento de aproximaciones a veces poco cientcas porsu inconsistencia epistemolgica y sus carencias meto-dolgicas. De manera ms general, frustracin por haberasistido a (y a veces practicado) ciertas manipulacionesprcticas e instrumentalizaciones didcticas y pedaggi-cas sobre bases cientcas tan dispares como vagas, ascomo por haber descuidado ciertas dimensiones sensi-bles del paisaje.

    Sin duda, investigar sobre el paisaje permite alcanzarimportantes logros, ecaces y brillantes. Pero no dejan deser xitos dispersos, individuales, especcos o margina-les. Que no constituyen uno o varios corpus de referencia

    para investigadores llegados de horizontes diferentes, amenudo sin adaptar demasiado los bagajes cientcos,dirigidos ms a los responsables de la ordenacin del te-rritorio y del desarrollo local, menos preocupados por lasolidez de la construcciones cientcas que por los con-tenidos polticos, jurdicos o administrativos. Es lo queocurre con demasiada frecuencia, tanto en Francia comoen el resto de Europa, con una prctica del paisaje quedesde no hace mucho est encorsetada por leyes, cartasy convenios, sin duda indispensables y que respondena las exigencias de la degradacin de los paisajes, peroque se olvidan de que la indispensable investigacin b-sica es costosa, incierta y de largo recorrido. En realidad,

    la investigacin no es la prioridad. Ms que preceder ala poltica del paisaje, la sigue. La mayor parte de losgrandes coloquios europeos consagrados a las polticasdel paisaje estn acordados en el plano cultural y son deuna mediocridad cientca evidente. El indiscutible xitocultural y cientco del paisaje responde en parte a unaengaosa facilidad de globalizacin, tambin a una aglu-tinacin de circunstancias y a una deriva paracientca,en la que se encuentran atrapados muchos investigadores,sobre todo principiantes, que siguen lneas de paisaje sinconsistencia y sin salida. Sostenemos aqu que el paisajepuede ser algo muy distinto de un atajo, de un peor-es-

    nada o de una excusa. Es, tambin y sobre todo, un largocamino que aclara y humaniza el territorio.De hecho, el debate de fondo sobre el paisaje no ha

    hecho ms que empezar. Y no por ello escapa a la ne-cesidad de una reexin retrospectiva. Todo contribuyehoy a que yo vuelva de forma crtica sobre el conjuntode mis anteriores intentos y todo me incita a avanzarnuevas propuestas. No slo ms racionales y mejor cons-

    truidas, sino, sobre todo, ms cercanas a la cotidianeidaddel paisaje y a su anclaje territorial. Teniendo cuidado deno alimentar an ms los grandes discursos, las posturasdiletantes y las recetas inspidas. Con el riesgo inclusode desposeer al paisaje de su vaporosa poesa? Para

    sacarlo de un esoterismo y de una vaguedad mistica-dora? Con la ambicin (la pretensin?) de otorgarle esaprofundidad, reivindicada por Serge Briffaud, que slopueden conferirle los anlisis cientcos normalmenteconstituidos. Sabiendo que el paisaje siempre ser, segnlos individuos y las culturas, una cuestin perpetuamenteabierta, atravesada por corrientes contradictorias de lasque se tratar de esbozar, en el mejor de los casos y concarcter provisional, una siempre lejana cuadratura. Laapuesta es ir tan lejos y tan a fondo como sea posiblesabiendo que ni hay salida ni un n seguro. Es una cues-tin tanto de epistemologa de muy largo alcance como

    de mtodo.Entre el discurso de conveniencia y la instrumentali-zacin para ganarse la vida, a los que no les faltan parti-darios, se abre un espacio de reexin, de anlisis y deconstruccin, que puede hacer al paisaje presente y con-sistente ms all de las solas apariencias y conveniencias.No est ni en las fantasmadas ni en las complacenciasvoluntarias a favor de un paisaje innito e indenible,que abarque en una amable confusin todas las imgenes,materiales o virtuales, que hacen paisaje. Si el paisajeest omnipresente, no es ciertamente omnisciente.

    Porque nada es ms banal que el paisaje. Corresponde,en primer lugar, a la mirada ms o menos detenida o dis-

    trada que se posa sobre todo espacio geogrco. Comoese desle secuencial precipitado y suntuoso de la cadenade los Pirineos que despliega macizos y valles a lo largode la autopista 68 entre Toulouse y Bayona. Sin embargo,nada hay ms embrollado y ms enredado y ms profun-damente oculto que ese proceso paisajstico que contri-buye a nuestra visin del mundo. Desde el asentamientosobre el cerro-cuesta de Saint-Flix-de-Lauragais, que esuna bastida pegada a un castillo amurallado, cercana alantiguo molino de trigocuya cubierta ha sido reciente-mente restaurada, frente al vasto panorama de la llanuraagrcola de Revel, cerrada al sur por la pesada masa fo-

    restal de la Montaa Negra, se despliega un no mosaicopaisajstico del que surge toda una historia de herbceaspastel y de maz, de terneros y de ocas, de bocage7y de

    7 Paisaje agrario de campos cerrados separados por setos o cercas. El trminobocage ha siso prcticamente incorporado al vocabulario cientco e, incluso, alparacientco, por lo que lo utilizaremos as en este texto. [N. de la T.]

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    concentracin parcelaria, de guerras religiosas fratrici-das; todo ello a veces barrido por fuertes vientos del surbajo un cielo tormentoso, otras acunado por la msicasabiamente buclica de las Gergicasde Deodato de S-verac, cuyo busto de mrmol, detrs de m y conmigo,

    contempla este paisaje lauragaisque le inspir.Este tipo de evocacin demasiado unvoca dibuja un

    paisaje en la profundidad de una historia personal. Nobasta para fundar sobre ella una investigacin paisajs-tica. Sin embargo, no puedo borrarla y hacer como si elanlisis del paisaje se me planteara, ex nihilo, a partir deuna aproximacin neutra y objetiva, en una palabra asp-tica. Sera adentrarse en un camino sin salida, contra lanaturaleza, o, de forma ms precisa, contra el paisaje! Porel contrario, representa un primer eslabn que conduce,trascendiendo lo sensible, a la aprehensin de un territo-rio a travs de su paisaje. Ms vale ser consciente de ello

    y reconocerlo de la manera ms explcita.No por ello soy paisajista. No lo he sido jams. Nopienso serlo. Soy gegrafo de formacin y de profesin.Quiz incluso de nacimiento. Ms de la parte fsica dela geografa que de la social. Ms social que eclogo. Nolo bastante utpico e idealista como para ser ecologista,pero sensible a los desrdenes del planeta y a la irrespon-sabilidad de los hombres. Me inquieta que se termine unmundo que es el de mi infancia. El paisaje me ha atradomucho antes de que me tropezara, como bachiller y des-pus como universitario, con la geografa y las cienciasnaturales. Hasta es verosmil que el paisaje haya sido lacausa primera y denitiva de mi vocacin. Mis paisajes

    han arraigado all donde el mar ondulante de las colinasde Aquitania entra en contacto con las altas tierras delMacizo Central. Con los caos granticos del Sidobre, laslandas y los bocages de los montes de Lacaune comoprimeros lugares de evasin, de descubrimiento, de con-templacin y, ya entonces, de interrogacin. Con la masaforestal de la Montaa Negra y los lejanos Pirineos ne-vados como misterioso teln de fondo que me incitabana futuros descubrimientos. Slo ms tarde, despus devarias decenas de trabajos clsicos de geografa, y de losprimeros encuentros con los paisajistas, el jardn fran-cs del Evch (convertido en ayuntamiento) de Castres

    (Tarn), trazado por Le Ntre, entrara a formar parte, conotros, del mosaico de mis paisajes. Dicho de otra forma,mis paisajes de connivencia, como dice G. Sautter,slo marginalmente se reeren a las prcticas de trazadode jardines y del ars topiaria. Salvo que este ltimo ca-licativo se aplique al conjunto del proceso paisajstico,que es sin duda una conguracin humana elaborada apartir de la naturaleza.

    La disciplina geogrca ha sido el punto de partidacientco, el instrumento principal, pero no exclusivo,y el paisaje el punto de referencia que nunca perd devista. La interdisciplinariedad ha sido para m un mo-mento obligado y privilegiado pero nunca un n. Situa-

    cin compleja, a veces confusa, pero no excepcional, quequiero traducir con el neologismo itinerancia. Un nicorumbo pero pistas mltiples, que se entrecruzan, concalzadas reales y caminos sin salida, calveros y muchaslindes, obstculos y bifurcaciones, grandes baldos. Estainvestigacin tiene un largo recorrido, se ha desarrolladoa lo largo de medio siglo catico, frtil en evolucin yrevoluciones, siempre guiada por dos exigencias conco-mitantes y estrechamente interdependientes: la prioridaddada al trabajo de campo y el ir rigurosamente acompa-ada por una reexin epistemolgica y metodolgica;trabajo de campo como epistemologa y epistemologa

    como trabajo de campo.

    1. Un paisaje sobre el terreno

    El paisaje se me present primero, en su banalidadde terreno, como la evidencia de una simple mirada y elresultado sensible de una observacin ms o menos cons-ciente de un territorio. Despus, progresivamente, sin ideani plan preestablecido, se fue elaborando una cultura pai-sajstica banal, multiforme y ms o menos consciente, ala vez geogrca y naturalista, social y econmica, teidade literatura y de poesa, como prolongacin ineluctabley profundizacin de miradas y emociones de terreno. El

    conocimiento, al menos el deseo de conocimiento, ha sidosiempre consustancial a la contemplacin y al placer delos sentidos. La bola de granito grisceo, llena de hongosy cubierta de lquenes multicolores, que lleva la marca dehierro del cantero, y destaca sobre un prado de cardami-nas emergiendo de un espeso manto de arcillas rojas congravas, ha sido una de las primeras imgenes en unir lasimple sensacin con la perplejidad de una interrogacin,al principio slo geomorfolgica, ampliada ms tarde alo geosistmico y paisajstico. Sin ruptura. Mi paisajesensible (P. Sansot) no es ajeno al conocimiento. Quierosaber lo que veo. Veo mejor lo que s. Cuanto ms s,

    ms veo. Slo progresivamente fui conceptualizando ycategorizando en aras de una aprehensin global del pai-saje.La divisin entre ciencias, sociales y naturales, mepareci una necesidad de profundizacin cientca. Nohe tenido ningn a priori disciplinar aunque mi disciplinade formacin, la geografa, sigue siendo mi principal re-ferencia. Visto desde el terreno, el paisaje no le pertenecea ninguna disciplina particular.

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    ITINERARIO EN TORNO AL PAISAJE: UNA EPISTEMOLOGA DE TERRENO PARA TIEMPOS DE CRISIS 11

    2. Una epistemologa del paisaje

    De modo que el paisaje me ha ocupado siempre, ytodava me ha preocupado ms. Me suscita cada vez mspreguntas, incluso ms dudas, que respuestas. Pero nuncade manera exclusiva y denitiva. Ni como n ni comomedio. Sino como paso, o ms exactamente como unobstculo epistemolgico en el sentido de G. Bache-lard. Ocupa habitualmente un lugar en las preguntas queme planteo y en las investigaciones ms amplias sobrelas relaciones que las sociedades humanas, en la diversi-dad de sus culturas, mantienen con sus territorios y conlos de los dems, hoy con todo el planeta. En el seno deuna nebulosa cientca agitada en donde se mezclan na-

    turaleza y cultura, lugares y medios, ambientes y territo-rios, geosistemas y ecosistemas. Sin ser ni alfa ni omega,el paisaje ocupa en este conjunto un lugar indeciso, varia-ble, muy mvil, tan inevitable como ambiguo.

    Cmo ve el hombre el mundo y cmo lo vive, sta esla cuestin central. Para responder a ello, el paisaje noes ms que una va entre otras, una especie de desvoconfuso pero prometedor. Es decir, una investigacinmultidireccional y multidimensional. Est siempre trans-formndose, y por necesidad casi siempre se mantiene almargen de disciplinas y mtodos establecidos.

    Esta historia personal, muy simplicada, se inscribe en

    una cronologa general que va ms all del paisaje comonica cuestin y que engloba una amplia parte de mi ac-tividad cientca. Sito el paisaje en su lugar, variable se-gn los momentos y las circunstancias, en un conjunto deinvestigaciones mucho ms amplias que se reeren a larelacin naturaleza-sociedad, o, mejor, naturaleza-cultura,a travs del campo que hemos acordado designar ahoracomo medio ambientey que tiene que ver, con muchas

    reservas, con el magma del desarrollo sostenible. Enaras de la claridad y para subrayar la progresin de unpensamiento paisajstico que se mueve de la naturalezahacia la cultura, he reagrupado de manera un poco arti-cial las diferentes etapas en tres grandes periodos:

    el paisaje en la naturaleza (1955-1967), que su-braya las races geogrcas y, en particular, las degeografa fsica;

    el paisaje entre naturaleza y sociedad (1968-1980), que se inscribe en el avance progresivo dela ecologa y del medio ambiente;

    el paisaje en la sociedad (1980-2008), que corres-ponde a un reconocimiento del paisaje en el anlisisde las sociedades, en sus relaciones con los territo-rios, y, yendo an ms lejos, seala la emergenciade los valores paisajsticos en la cultura general.

    ii. elpaisajeenlanaturaleza(1955-1967)

    1. La geografa clsica, una ciencia del paisaje

    cada (1955-1960)

    Aunque el paisaje haya sido para m una evidenciabanal y total, una simple manera de mirar el mundo, dedisfrutar del espectculo, sin comprenderlo del todo, miencuentro con la geografa universitaria entre 1954 y 1959fue determinante en todo lo que se reere a la profundiza-cin y organizacin de unos conocimientos hasta enton-

    ces intuitivos y dispersos. Sin embargo, qued cautivado,como muchos de los jvenes investigadores de la mismageneracin, por la geomorfologa, por su rigor descriptivoy explicativo, sus mtodos y la ecacia de sus conceptos,en particular el sistema de erosin (A. Cholley y J. Tri-cart), sus prcticas y tcnicas (cartografa, estadstica, etc.)y, evidentemente, la importancia que conceda al trabajode campo. Una tesis de geomorfologa era el camino real.

    En todo caso, ya en los aos 1956-1957 (licenciatura)senta tener que encerrarme en el anlisis slo de las for-mas de relieve, por muy apasionante que fuera, cuandopor todas partes, en los viajes por Francia y por el extran-

    jero, se presentaban a mi mirada paisajes llenos de color,

    con sus vegetaciones, sus cielos y la huella del trabajode los hombres! En 1959, al aprobar el concurso de laagregacin8, me recuper rpidamente del sndrome de

    8 En el sistema francs, la agregacin es un concurso organizado por elMinisterio de Educacin para seleccionar al profesorado de enseanza media.[N. de la T.]

    fiG. 3. Un paisaje relicto en el Sidobre. Las praderas de Cazals salpica-das de bolos granticos. [Foto: Patrick Urbano]

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    la cuesta y de la aridez acadmica de los comentarios delos mapas topogrcos a 1/50.000 con el nico apoyo delmapa geolgico.

    Pero, cmo tomar en consideracin todo el paisajeen su globalidad viva, natural y humana? Sin duda es-taban las grandes tesis de geografa regional y agraria(D. Faucher, R. Dion, R. Blanchard, P. Deffontaines, M.Sorre, G. Roupnel, etc.). Estos trabajos unen descripcio-nes y explicaciones, tienen solidez cientca y elegancialiteraria, y evocan a menudo con arte, pero sin articio,regiones naturales y humanas, comarcas y paisajes. Pre-sentan un incomparable cuadro geogrco de Francia

    y del mundo, adecuado al estado de la sociedad, los cono-cimientos geogrcos y los gustos literarios de la poca.Pero no es menos cierto que la edad de oro de la geogra-fa regional francesa haba terminado en la primera mitaddel siglo xx, por haber abusado de un plan de comparti-mentos preestablecidos y repetitivos.

    Las causas de la extincin de los grandes trabajos degeografa regional sobrepasan con mucho la geografa ysus mtodos. Tienen que ver con el movimiento gene-ral de la geografa y de la ciencia. Aqu slo podemosrecordarlos: explosin de los conocimientos cientcos,especializaciones disciplinarias que fragmentan el co-

    nocimiento, triunfo de las ideologas materialistas queexcluyen o marginalizan lo sensible, profetismo humani-tario que magnica al hombre y a la sociedad en la ideade un progreso innito que borra la inuencia de la na-turaleza sobre sta, etc. Adems, la geografa fsica yano caba dentro de las ciencias sociales. No slo se habaseparado de la geografa humana, sino que era mutiladapor el crecimiento excesivo, y despus por la autono-

    mizacin, de la geomorfologa, que se convirti en unaciencia por s misma con sus propios nes.

    La dimensin biolgica era descuidada, incluso igno-rada. La geografa fsica de los aos 1950-1960, por lomenos en Francia, estaba a la vez atroada y aislada. Sehaba separado de los seres vivos y, adems, censuraba,a veces con severidad, toda sensibilidad hasta el puntode borrar el paisaje o su dimensin humanista, lo queviene a ser lo mismo. No era ms que un subdisciplina,en ambos sentidos del trmino, que ignoraba las cienciasde la naturaleza, salvo la geologa. Ni el pensamientode A. von Humboldt ni el vasto espritu naturalista de la

    ciencia de Europa central eran ya referencias para la geo-grafa francesa. En suma, una geografa poco naturalista,incluso antinaturaleza. No es esta geografa sin paisajecomo un da sin sol?

    Entre una geografa regional exhausta, una geogra-fa humana que haba estallado en muchas piezas y unageomorfologa imperialista, no haba vas intermedias, niningn compromiso. La pregunta era entonces: si el pai-saje no puede existir desde el punto de vista geogrco,acaso es que se encuentra en otro lugar, o es que no seencuentra en ninguna parte?

    2. La falta del eslabn biogeogrco (1960-1964)

    El paisaje fue mi punto de partida, pero ya no lo en-contraba a la llegada. Haba tomado el camino errneo?Perseverar en geografa fsica supona no slo cambiarde problemtica y de mtodo, tambin de losofa. Den-tro o fuera de la geografa como disciplina acadmicaconstituida? Haba que volver a la tradicin y acercar

    fiG. 5. Aos1950: ladictaduradelacuestapesasoBrelaGeoGrafafsica. Leyenda: Buzamiento o muerte. Calizas. Margas. [DibujoJ. P. Mtaili]

    fiG. 4. Unaprcticadepaisajedesaparecida. latrashumanciadelosreBaosdecolinas.[Dibujo de J. P. Mtaili]

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    geografa fsica a geografa humana, cuando sta se en-contraba en plena divergencia, y reformular una dial-ctica naturaleza-sociedad? Con el paisaje como puntode mira? Equivala a tropezarse con un doble obstculoepistemolgico. Por una parte, una laguna cientca: la

    casi ausencia de dimensin biolgica; por otra, un blo-queo ideolgico (el de un marxismo tosco que haba ol-vidado las enseanzas de Marx y sobre todo de Engelssobre la naturaleza de la naturaleza).

    En su tratado fundador (y deformador), E. de Mar-tonne deja para los naturalistas especializados la respon-sabilidad de tratar de los seres vivos, dando muestras deun espritu poco geogrco e incoherente con la concep-cin general de la obra. Maximilien Sorre, en sus Prin-cipios de geografa humana,libro que supona una mag-nca apertura hacia lo biolgico, no ha sido otra cosadurante mucho tiempo que una voz clamando en el de-

    sierto de la geografa vidaliana. Abitica sin razn y sinreexin, la geografa fsica francesa no ha sabido sacarpartido de los trabajos de ecogeografa de C. Troll y de labiogeografa europea y anglosajona ni, ms tarde, de lanaciente ecologa. Los pocos intermediarios en este sen-tido fueron tardos (A. Cailleux, H. Elha, G. Rougerie).De hecho, en plenos aos sesenta reinaba una parlisisintelectual que me inhibi frente a todos esos obstculosepistemolgicos de los que ni siquiera era plenamenteconsciente.

    Ocurri entonces que entr en juego, primero de modoimplcito, mi doble cultura cientca. Desde los aos delicenciatura, instigado por mi maestro el profesor Taille-

    fer, haba sido admitido para cursar enseanzas de bot-nica y de biogeografa en la Facultad de Ciencias deToulouse y, en particular, haba obtenido un diploma deestudios especializados organizado por el Servicio delMapa de Vegetacin de Francia a 1/200.000. Fue en con-tacto con la escuela togeogrca de Toulouse fundadapor H. Gaussen, con J.-L. Trochain, P. Rey, G. Lascombes,G. Dupias, M. Delpoux, P. Angelier y G. Cabaussel comome inici no slo en botnica y en biogeografa sino tam-bin en fotointerpretacin y en cartografa y como empeccon la teledeteccin. Igualmente, siempre durante misaos de la licenciatura de geografa, particip en estudios

    aplicados de pastoralismo y forestalismo en los Pirineos,contratado como experto por el servicio de rtm(Restau-racin de Terrenos de Montaa). Muy cerca de las socieda-des y de los paisajes de montaa. Entre los togegrafos ylos forestales, el paisaje era algo que no se planteaba expl-citamente, caa por su base. Haban aprendido la leccin deH. Gaussen, naturalista y humanista. Encontr, as, res-puesta a una de mis inquietudes biogeogrcas.

    En 1959-1960, la eleccin de mi tema de tesis de doc-torado fue decisiva. Al proponerme estudiar geomorfolo-ga cuaternaria (krstica y glaciar) del macizo de los Pi-cos de Europa, en las montaas cantbricas del noroestede la pennsula ibrica, el profesor F. Taillefer me con-

    frontaba con paisajes montaosos suntuosos y contras-tados. El proyecto me conquist en el acto: con ClaudeBertrand, ingeniera gegrafa en el cnrs, mi mujer, estu-vimos en un primer momento inventariando y utilizandolos elementos del paisaje (vegetacin, clima, etc.) paracomprender mejor los fenmenos krsticos y glaciares, y,en particular, la disimetra entre la vertiente atlntica y lacastellana. Era un procedimiento cientcamente no rea-lista y, adems, incompatible con el poderoso atractivoejercido por paisajes naturales fuertemente antropizados.

    Pero conviene recordar: qu era un paisaje en aque-llos aos sesenta, ms all de la mirada, de las sensacio-

    nes y de las emociones? Qu relacin poda existir entrelos verdes campos cercados plantados con manzanos dellitoral asturiano y las altas crestas krsticas de los Picosde Europa? En qu sistema lgico se podan inscribir ala vez, por un lado, las grandes vertientes de la umbra,oscuras y solitarias, cubiertas por hayedos y, por otro, losamplios horizontes luminosos de las braas (landas conbrezos) de la vertiente castellana, que en 1960 eran reco-rridas an por los ltimos rebaos de merinas venidos deAndaluca o de Extremadura? Cmo reunir y ordenar loque pareca distinto o al menos extrao en el orden tra-dicional de los conocimientos? Este mosaico territorialmuy concreto y bien estructurado desmenta el calidos-

    copio de los anlisis cientcos. La pequea cuenca intra-montaosa de la Libana nos sirvi, a ambos, de terrenode maniobras. Partiendo de levantamientos sobre el te-rreno (1960-1963), la primera idea fue concebir unidadesbiogeogrcas especializadas, inspiradas sin duda en elmodelo togeogrco de H. Gaussen, pero combinadasya con procesos geomorfolgicos, edafolgicos y antr-picos. Esta experiencia se extendi a otros sectores delas montaas cantbricas, como el valle de Prioro, cam-biando las escalas espaciales. Recurriendo cada vez msa consideraciones histricas (gestin pastoral y forestal,viticulturas antiguas, etc.).

    Estas adiciones sucesivas y fragmentarias, conce-bidas a diferentes escalas de espacio y de tiempo, bas-tante desordenadas, nos parecieron poco ecaces y encontradiccin con la aprehensin directa y global de lospaisajes sobre el terreno. Se impona una ruptura meto-dolgica. Dentro y fuera de la disciplina. Las impresio-nes obtenidas en el campo, fugitivas y desordenadas, te-nan que ser teorizadas y organizadas. Dar cuenta de los

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    paisajes cantbricos en su globalidad y diversidad: altamontaa krstica, sierras planas y rasas del litoralasturiano, cuenca mediterrnea de la Libana, braas ypramos de Castilla implicaban a priori una fase epis-temolgica y la elaboracin de un nuevo paradigma.

    3. El paisaje por la va natural: el desvo

    por el geosistema (en torno a los aos 1950-1960)

    Los paisajes, tal como son vividos sobre el terreno,estn en el origen del concepto de geosistema. Pero el

    geosistema no es, y no ha sido nunca, el paisaje en laplenitud de su signicado. Entre ambos est toda la dis-tancia que media entre una nocin sociocultural muyamplia, de referencia banal, y un concepto construido yclaramente nalista. Si hubo confusin, procede de unequvoco semntico en el ttulo del artculo de 1968 Pai-saje y geografa fsica global. Esta confusin fue rpida-mente corregida, debido en particular a la demanda de losinvestigadores rusos (Armand, Sochava), que deseaban,con razn, conservar para el geosistema su carcter deconcepto naturalista.

    No por ello he dejado de reivindicar y de mantener

    siempre un fuerte componente naturalista, geosistmico,para mi trayectoria en relacin con el paisaje. Es, de he-cho, una imagen de marca, con la rme voluntad de dis-tinguirse, todava hoy, del paisajismo y del ecologismoambiente.

    El objeto de este estudio no es disertar sobre el geo-sistema. Pero tenemos que retener del periodo 1960-1968 algunos principios fundadores del anlisis de pai-

    saje. Por ejemplo, aunque la cartografa biogeogrcaderivada del mtodo de Gaussen no lleva directamenteal paisaje, no por ello deja de ser un primer paso paraavanzar en el anlisis naturalista global de un mediogeogrco, incluida su dimensin antrpica. Fue con-

    frontada a trabajos alemanes y utilizada paralelamentea ellos (Landschaftkunde y Landschaftkologie), ascomo a diversos mtodos aplicados anglosajones (soilsurvey, en Estados Unidos, landscape survey britnico ycanadiense y land-useaustraliano). Por ltimo, a partirde los aos 1964-1965 se ltraron algunas informacio-nes, fragmentarias e imprecisas, relativas a los trabajossoviticos sobre el geosistema (centros de investigacinde Irkutsk y de Novosibirsk, Academia de Ciencias deMosc). Estos diferentes estudios integrados de mediosnaturales dieron lugar a una ruptura epistemolgica,conceptual y metodolgica sin la que mis investigacio-

    nes ulteriores sobre el paisaje sin duda habran seguidootro curso.El concepto de sistema de erosin (Andr Cholley)

    habra podido ser una primera etapa, pero careci siem-pre de la ambicin de ir ms all de una concepcin tri-partita (clima-suelo-vegetacin) que nunca excedi eldominio geomorfoclimtico (J. Tricart). Es verdad queen las dcadas de 1950 y 1960 el anlisis de sistemas se-gua siendo reservado y el concepto de ecosistema seguaestando restringido a estudios naturalistas muy especiali-zados, esencialmente en los pases anglosajones.

    En un artculo redactado entre 1964 y 1966 y publi-cado en 1968, Paisaje y geografa fsica global, expuse

    una teora y un mtodo personales del geosistema, ba-sados principalmente en observaciones y levantamientossobre el terreno (Picos de Europa y montaas cantbricascentrales). El artculo fue rechazado por la revistaAnna-les de Gographie. Sin mediar explicacin, por tanto. Sinque hubiera posibilidad de discusin. Decisin signica-tiva que revela una cierto miedo por parte de la geografafrancesa. Fue entonces inmediatamente publicado porla Revue Gographique des Pyrnes et du Sud-Ouest,gracias al inters que mostr el profesor Taillefer. Mstarde ha sido ampliamente difundido y discutido, sobretodo en el seno de otras disciplinas (agronoma, ecologa,

    arqueologa, edafologa y ciencias forestales) y traducidoa una docena de lenguas. En n, estuvo en el origen dela decisin del cnrs9de conceder una medalla de plata asu autor (1992).

    9 Centre National de la Recherche Scientique, equiparable al ConsejoSuperior de Investigaciones Cientcas espaol. [N. de la T.]

    fiG. 6. DurantemuchotiemponosetomenconsideracinalafaunaenelGeosistema Leyendas: No hay mtodo adecuado Es dema-siado difcil de observar. [Dibujo de J. P. Mtaili]

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    La nica reaccin directa y casi inmediata fue la deA. Cholley, a ttulo personal. En una carta muy deta-llada (seis pginas manuscritas), discuta tanto la formacomo el fondo. Este documento pone de maniesto (loque no deja de ser curioso en el autor de la Gua del

    estudiante, notable por su aperturismo) una dicultadclara y una cierta incapacidad de concebir el mediogeogrco como un todo, aun ms como un sistema,y de integrar la dimensin biolgica y/o ecolgica. Noutilizaba en ningn momento los trminos de sistema,ecosistema opaisaje. Se trataba menos de situar el me-dio geogrco en el centro del debate que la disciplinageogrca, lo que equivala a confundir el objeto con laherramienta10.

    En el bien entendido de que el geosistema no es elpaisaje, hay, entre ambos, fundamentos tericos comunesy una indiscutible continuidad conceptual: integracin

    a partir del trabajo de campo y de la territorializacin,utilizacin del anlisis sistmico, jerarquizacin de lasestructuras y de los procesos en funcin de las escalasespacio-temporales, amplia apertura sobre las diferentesformas y sobre los mecanismos de antropizacin, interfaznaturaleza/sociedad, etc. Sin duda, el paisaje, tal como loentiendo, en 2008, estaba en otra parte o en ningunaparte, sobre el terreno y en la mirada. Todava era inacce-sible a la teora y al mtodo.

    4. El paisaje olvidado de los Treinta Gloriosos11

    En los aos que constituyen el periodo que se llama

    los Treinta Gloriosos, arrastrados por la idea de progreso,polarizados por la urgencia de la reconstruccin de la so-ciedad y de los territorios, se prest poca atencin a lanaturaleza y a los paisajes, salvo para encontrar en ellosnuevos recursos y explotarlos sin precaucin como sifueran inagotables. La ordenacin se asemejaba a me-nudo a una desordenacin brutal y los paisajes tradicio-nales, tanto urbanos como rurales, fueron remodeladoso destruidos. Sin embargo, el paisaje nunca estuvo en-teramente ausente del pensamiento de los ordenadores.Pero, o bien se reduca a un acompaamiento articial,

    10 Este documento, que puede interesar a la historia general del pensa-miento geogrco, ha sido donado al archivo del Laboratorio de Historia y deEpistemologa de la Geografa (directora M.-C. Robic, cnrs, Pars). El profesorCholley muri pocos das despus de haber escrito esta carta, que qued, por ello,sin contestacin por mi parte.

    11 La historiografa francesa suele llamar Trente Glorieuses(treinta aosgloriosos) al periodo de crecimiento econmico ininterrumpido de los pasesde la ocde(especialmente Alemania y Japn) que va desde el nal de la segundaguerra mundial (1945) hasta la crisis del petrleo de 1973. [N. de la T.]

    tipo espacio verde, o bien quedaba restringido a losjardines, lo que equivala a un arquetipo de paisaje de-masiado limitado. As ocurre con la urbanizacin de losviejos patrimonios urbanos o la edicacin de las gran-des periferias, las ciudades nuevas o las zonas industria-

    les, las grandes infraestructuras de transporte. Las con-centraciones parcelarias y las repoblaciones forestalesdel ffn(Fonds Forestier National)12estaban trastocandolos espacios rurales, borrando o uniformizando viejosterrazgos. Aparecen nuevos paisajes. En el desorden delterritorio y frente a una indiferencia bastante general. Seemborronan las representaciones paisajsticas y son mar-ginalizadas desde el punto de vista cultural. En efecto, elpaisaje estuvo bastante poco presente en las diferentesformas del arte (pintura, cine o fotografa) salvo comoteln de fondo. Prcticamente no exista para la inves-tigacin cientca. Incluso la geografa tenda, paradji-

    camente, a convertirse en una disciplina sin paisaje, conla excepcin de la geografa tropical, todava sensible aldescubrimiento de los medios y de los hombres (G. Saut-ter y Ch. Blanc-Pamard). Algunos investigadores llega-ron a proclamar el n de los paisajes. Pesada heren-cia, que durante mucho tiempo gravitar sobre la esferapoltica y tecnocrtica y que la investigacin cientcamantendr durante varios decenios.

    Es entonces, en este ambiente general de desdibuja-miento de la naturaleza y del paisaje en Europa, cuandola ecologa, esencialmente norteamericana, fue impo-nindose, no sin dicultad, hasta convertirse, a la vez,en disciplina cientca y en ideologa dominante. La di-

    fusin en Francia de la ecologa cientca debe muchoa los Fundamentals of Ecology de los hermanos Odum(1960). Para los investigadores, naturalistas y sociales,constituy un choque conceptual. Por primera vez unaciencia moderna que engloba un conjunto tan complejocomo el mundo vivo es reunida en los lmites de unadisciplina y de un concepto. El ecosistema dibuja unadiagonal lgica a travs de conocimientos hasta enton-ces dispersos y ms o menos diferentes. Esta lgica ge-nera interactividad entre fenmenos considerados hastaese momento en s mismos y por s mismos. Una nuevaproblemtica totalizadora, ecolgica y no ya solamente

    naturalista, se impone tanto a la sociedad como a la natu-raleza. A partir de la relacin inicial biotopo-biocenosis,los fulgurantes progresos de la biologa y de la sineco-loga permiten construir combinaciones ecosistmicas

    12 Aunque institucionalmente distinto, es el equivalente del PatrimonioForestal del Estado, posterior Icona, en Espaa. [N. de la T.]

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    fiG. 7. Bosquejo biogeogrco de la Libana, publicado en laRevue Gographique des Pyrnes et du Sud-Ouest (1964)

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    cada vez ms complejas y ms rigurosas hasta llegara las modelizaciones energticas contemporneas enlos lmites de la biologa molecular. Se consigue conello unicar y aclarar plenamente el mundo vivo? Dehecho, el hombre, como realidad biolgica, slo queda

    integrado con dicultad y paulatinamente, casi siemprea posteriori. El hombre, hecho cultural, individual y conms razn an social, sigui estando por mucho tiempoen los mrgenes del ecosistema, al igual que el obrerode la undcima hora de los Evangelios. En Francia, laecologa naciente de los aos setenta no supo, no pudoy ciertamente no quiso superar la discontinuidad episte-molgica entre las ciencias naturales y las ciencias so-ciales. De ah los retrasos y las confusiones acumuladaspor las investigaciones ecolgicas en Francia en cuantoquisieron enfrentarse a las problemticas econmicas ysociales.

    El ecosistema, aun menos que el geosistema, que seabre ampliamente y a priori sobre la dimensin antr-pica, no es, por tanto, el paisaje. Pertenece a otro mundoy a otro modo de pensar. En el mejor de los casos, esun modelo biolgico cientcamente ecaz; en el peor,un avatar biologizante, incluso sociobiologizante. Esos, dotado de la buena conciencia reduccionista de losinvestigadores. En relacin con el ecosistema, evocarel paisaje, urbano o rural, consiste sin duda en ver elmismo objeto, pero desde la otra orilla, la de la culturay la humanidad. Una orilla que todava estaba cubiertapor la niebla.

    No por ello el ecosistema de Tansley y, despus, el

    de Odum dejaron de desempear un papel capital en mitrayectoria de investigacin y, particularmente, en miprimera concepcin de geosistema (1964-1967). Detrsde estos dos conceptos existe una teora general de siste-mas que yo desconoca en aquella poca y que me ayuda estructurar mi reexin sobre el anlisis integrado delos medios y, despus, ms tardamente, de los paisajes.Hasta entonces haba manejado en concreto el sistema deerosin de A. Cholley,pero sin percibir todo su alcanceterico, como, por lo dems, le ocurra a la mayor partede los gegrafos.

    El paisaje del que trato en los trabajos de los aos cin-

    cuenta y sesenta, a menudo asociado al geosistema, siguesiendo, pues, un concepto de inspiracin naturalista quetiende a englobar aspectos humanos, en primer lugar an-trpicos, pero luego, aunque no siempre lo consigue, msdirectamente sociales. Esta forma de proceder remon-tante, de la naturaleza a la sociedad, no es ciertamentepor s misma un buen mtodo para alcanzar el paisaje entoda su plenitud.

    iii. elpaisajeentrenaturalezaysociedad(1968-1980)

    1. Mayo del 68 y la primavera

    de la interdisciplinariedad

    Am Mayo del 68. Nunca reconocer bastante, acontracorriente de los talantes conservadores que sehan convertido en culturalmente correctos, todo lo quemi itinerario cientco debe a los acontecimientos dela primavera de 1968. Vivido en directo, este espaciode libertad me liber para siempre y sin vuelta atrs delas envolturas disciplinarias y de las barreras acadmi-

    cas que obstaculizaban las vas de la imaginacin y dela innovacin. En mi caso, esta revolucin fue menospoltica que cultural, y mucho menos cultural que cient-ca. Consisti, sobre todo, en una nueva prctica, tantoen la investigacin como en la pedagoga y en el trabajosobre el terreno, adems de en la apertura a la teora. Elcima(centro interdisciplinar de la investigacin sobre losmedios naturales y la ordenacin rural) de la Universidadde Toulouse-Le Mirail, reconocido como laboratorio delcnrsen 1974, fue el resultado ms notable. Se trat de unmovimiento colectivo de los profesores, de los investiga-dores y de los estudiantes, en el medio favorable del Ins-

    tituto de Geografa Daniel Faucher. Mi maestro FranoisTaillefer merece ser mencionado de manera especial, ascomo Roger Brunet y Bernard Kayser, que supieron darejemplo en el campo de la geografa social.

    Desde los aos 1962-1967, la elaboracin del con-cepto de geosistema supuso a la vez una ruptura y unapreguracin. Consista en enfrentarse directamente a lanaturaleza, los paisajes y los territorios, all donde estu-

    fiG. 8. Cunto me Gust mayo de 1968! Leyendas: Camaradas!Abajo la reaccin! Viva la retroaccin!. [Dibujo de J. P. Mtaili]

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    vieran, es decir, en el corazn de las sociedades, y enplantear la cuestin de su globalidad existencial, mien-tras las disciplinas practicaban divisiones petricantes.Los paisajes y los geosistemas de las montaas cant-bricas no pueden comprenderse sin la presin histrica

    de la Mesta y de los diferentes sistemas agropastorales.Supona tambin provocar, desbordando los mtodos tra-dicionales, una ampliacin epistemolgica y conceptualprofundizando en la historia larga de las sociedades. Estotambin se llama interdisciplinariedad.

    Es verdad que la interdisciplinariedad no naci enMayo del 68. Pero s que fue reconocida entonces portodos y se convirti rpidamente en una necesidad (tam-bin en una moda a la que no le faltaron excesos caricatu-rescos y vacuidad de muchos de sus contenidos).

    2. La ciencia del paisaje, una ciencia diagonal

    (R. Caillois)? (1968-1972)

    Pusimos en prctica la interdisciplinariedad, porproximidad, con los naturalistas (botnicos, biogegra-fos, palinlogos, edaflogos) de la escuela de H. Gaussenen el marco de los programas de investigacin del cima-cnrs. La idea de fundar una ciencia del paisajecomociencia diagonal del medio ambiente suscit verdaderoentusiasmo y dio lugar a intensos intercambios de ideas.Se le consagr un nmero especial de laRevue Gogra-

    phique des Pyrnes et du Sud-Ouest (1972, 42-2). Sinduda, los trabajos all reunidos, tanto los tericos comolos prcticos, siguen teniendo una inspiracin muy na-

    turalista, a la vez por su espritu que por su contenido ynalidad. Pero, a la inversa, el impacto de las sociedadessobre los medios se considera como uno de los procesosmotores del medio ambiente, lo que no era, a la altura dela dcada de 1970, una idea muy extendida. Una cien-cia del paisaje nunca ha sido tan necesaria, manifestabaTaillefer, pero se mantena en el dominio de lo utpico.Por cunto tiempo?

    3. La apertura de las ciencias sociales a la idea

    de naturaleza: los inicios de la interdisciplinariedad

    ambiental (1970-1980)

    No fue casualidad que una de las primeras congu-raciones interdisciplinares sirviera para reunir, bien escierto que sin metodologa especca, los primeros anli-sis heterogneos de lo que se empezaba a designar enton-ces bajo el trmino de medio ambiente y que se confundea menudo con la ecologa cientca, que comienza a serconocida en Francia a partir de los aos setenta.

    El medio ambiente, nocin vaga, encontr muchasdicultades para imponerse en la investigacin, sobretodo en las ciencias sociales, en la medida en que, ensu primera formulacin, se mantuvo estrechamente cir-cunscrito a las ciencias naturales a travs de la relacin

    biotopo-biocenosis. A los gegrafos les cost mucho ad-mitir esta nueva nocin que atraviesa (o quiz amenazapeligrosamente?) su demarcacin sin aportar, al menos alprincipio y teniendo en cuenta la bibliografa conocida,nuevas concepciones en el estudio de los medios geogr-cos. Tanto ms cuanto que Mayo del 68, por razonesms polticas que cientcas, consagr la ruptura entre lageografa humana y la geografa fsica. La hermosa ideade una geografa como pasarela entre la naturaleza y lasociedad haba caducado. Otras disciplinas van a reto-marla. Las ciencias sociales se plantean, por n, la cues-tin de la naturaleza. No sin precauciones ni reticencias.

    Y siempre lejos del paisaje.En el movimiento de Mayo del 68, particip con entu-siasmo en las investigaciones interdisciplinares sobre elmedio ambiente, multiplicando las experiencias tericasy prcticas (en particular, en los trabajos de campo, a tra-vs de excursiones y estancias comunes a varias discipli-nas). Fui arrastrado lejos de mi disciplina, con todas lascautelas hacia sus representantes, pero sin romper nuncacon ella y encontrando en ella slidas especicidades.Ms en las investigaciones biogeogrcas, como las deGabriel Rougerie, que en las geosistmicas. Ms bien porel lado de las ciencias de la naturaleza que por el de lasciencias sociales. Ms cerca del medio ambiente que de

    los paisajes. Con frecuencia, respondiendo a la demanda,desempeaba el papel de representante de las cienciassociales, ausentes, y sobre todo el de historiador en ser-vicios ociales.

    Durante la dcada de 1970 el medio ambiente quedsobre todo acantonado en las ciencias naturales, en la bo-tnica y en la zoologa. Se trataba, pues, de una interdis-ciplinariedad restringida y sin implicaciones loscasni epistemolgicas, por ejemplo sobre la idea de natura-leza. El concepto de geosistema ampliamente abierto ala antropizacin represent un paso adelante, pero nuncapretendi desembocar en anlisis social. El obstculo

    epistemolgico naturaleza-sociedad se mantena. Sloalgunos etnlogos o antroplogos lo franqueaban con al-guna facilidad porque trabajaban sobre las sociedades alas que entonces se llamaba primitivas o tradiciona-les, es decir en contacto directo con una naturaleza pocoarticializada pero cargada de smbolos. La aportacinera considerable, pero su extensin sigui siendo difcil.En este tipo de estudios, el paisaje apenas es requerido.

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    Se consideraba que perteneca a otromundo: el del arte yla esttica, al que el medio ambiente le es extrao. Todoello me hizo dudar: la va del paisaje pareca bloqueada.

    4. El paisaje, memoria de los terrazgos (1972)

    Invirtamos la problemtica. Sigamos el camino in-verso. Partamos de la sociedad y no de la naturaleza.Partamos del paisaje y no del medio ambiente o delgeosistema. A travs de la mirada y de las actividadeshumanas. Utilicemos los avances de la interdisciplinarie-dad y del medio ambiente, comprendido el geosistema,imponiendo el paisaje como principio teleolgico. Puestoa prueba en este mestizaje todava incierto, el paisaje seconvierte en un posible intercesor entre sociedad y natu-raleza. La parcela agrcola remite a la estructura agraria,a los sistemas de cultivo, a la cosecha y a las mentalida-

    des, tanto como a la naturaleza del roquedo, y al clima, altiempo que hace, que ha hecho o que har.A travs del paisaje, la historia agraria conere su

    profundidad humana al bocage en el que la cerca arbo-lada conrma el carcter mixto del sistema. Es entoncescuando el medio ambiente se inscribe en un territoriodado con su identidad y su patrimonio. Se estara, pues,produciendo en torno a los aos setenta un resurgimientotardo de una geografa regional, muy clsica, que se ha-ba quedado sin herederos? Hay referencias mucho peo-res que las que se puedan hacer a D. Faucher, R. Dion,P. Deffontaines, R. Blanchard o M. Sorre Siendo yohistoriador a ttulo secundario, en particular como profe-

    sor agregado de la enseanza secundaria, despus comomiembro del tribunal de la agregacin de historia, nuncahe perdido la memoria de los lugares y el ritmo de lasestaciones. Es una historia revisitada la que me ha abiertonuevos y profundos horizontes sobre el paisaje. Faltabala ocasin, faltaba ponerlo a prueba. El historiador Geor-ges Duby deseaba que precediera a su libro sobre laHis-toria de la Francia rural un clsico cuadro (tableau)geogrco comparable al que haba trazado Paul Vidalde la Blache para laHistoria de Francia de Lavisse y deRambaud. Duby buscaba un gegrafo, sin encontrarlo alprincipio. Me llam un poco a ciegas, y sin duda yo no

    era su primera eleccin. Me encontraba redactando la te-sis de doctorado y declin su ofrecimiento, comentndolede paso que, si hubiera estado en condiciones de aceptar,habra llamado a mi trabajoEl imposible tableau geogr-

    co, para no congelar el movimiento de la naturaleza yde la historia cuando se trataba precisamente de ponerlosen evidencia. Duby no tard en responder: Espero suspginas en un mes. Cumpl el compromiso con prisas y

    sin disponer de bibliografa, redactando una introduccinmuy general sobre el espacio rural como realidad ecol-gica y creacin humana, sin haber podido beneciarme,desgraciadamente, del contacto con los dems historiado-res de la obra y sus novedosas aportaciones. Ni siquiera

    nombraba el paisaje. De hecho, estaba por todas partes,como una ligrana, pero en una vacuidad metodolgicay, sobre todo, otando desde el punto de vista semntico.La ecologa apareca como la referencia dominante. Perofue con motivo de este ejercicio, un poco forzado e impro-visado, cuando tom conciencia de que el paisaje podaconvertirse eventualmente en una entidad total para com-prender cmo las sociedades viven sus territorios.

    La experiencia fue conrmada en 1976 cuando el ar-quelogo J. Chevallier me propuso, en un coloquio pu-blicado en la revista Caesardunumen 1978, que realizarauna larga reexin sobre la arqueologa del paisaje.

    Que yo sepa, es la primera vez que se utiliz esta ex-presin para situar las investigaciones arqueolgicas enel seno a la vez de un proceder ecolgico y paisajstico.

    En laHistoria de la Francia rural me atrev a escribiruna observacin un poco decepcionada y voluntariamenteprovocadora: [] el bosque slo interesa a los historia-dores cuando est roturado. Hubo algunas reaccionesepidrmicas. Entre las repercusiones positivas, hay quehablar de la de D. Woronoff, historiador especialista deeconoma industrial y, ms precisamente, de la metalurgiade la madera, que propuso la fundacin, en colaboracincon los historiadores, los forestales y los prehistoriadores,del Grupo de Historia de los Bosques Franceses. El grupo

    sigue activo en 2008, y se ha prodigado en iniciativas (co-loquios, publicaciones, salidas de campo). Interdiscipli-nar e incluso interprofesional (forestales, agrnomos,etc.), le corresponde el mrito de haber hecho evolu-cionar las ideas y los conocimientos sobre los espaciosforestales franceses, sus mltiples usos y paisajes.

    5. El descubrimiento de las grandes montaas

    tropicales: del cambio de pas al cambio de paisaje13

    A partir de los aos setenta, y sobre todo gracias aO. Dollfus, varias misiones del cnrsme llevaron a reco-

    rrer algunas grandes montaas tropicales del Himalaya(Nepal) y de los Andes (Per, Ecuador, Colombia, Vene-zuela). Se trat de estancias breves, de uno o dos mesescomo mximo, consagradas a hacer grandes transectos(Nepal), a realizar estudios estacionales de varios das

    13 En recuerdo de Olivier Dollfus y de nuestras acampadas paisajsticas.

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    ITINERARIO EN TORNO AL PAISAJE: UNA EPISTEMOLOGA DE TERRENO PARA TIEMPOS DE CRISIS 21

    (Per) o a secuencias alternadas de enseanzas y estudiossobre el terreno (Colombia, Venezuela).

    Esos paisajes grandiosos y desconocidos me saltarona los ojos. El cambio de lugar fue acompaado de cambiode paisaje, de despaisajamiento, si se acepta este torpe

    neologismo. Una lectura inmediata, directa, viva, se im-pona como necesidad previa a toda investigacin. Msall de esta evidencia, era indispensable abrir un debatesobre la oportunidad y la manera de dar cuenta cient-camente del paisaje. En estos desplazamientos rpidosy anlisis sumarios utilic mucho el paisaje, pero sin irhasta el nal y proceder a una elaboracin conceptual.Me mantuve en el seno de una geografa esencialmentenaturalista, a la bsqueda de un eventual modelo ecol-gico de la montaa. El paisaje permaneca subyacente ylo sensible en el dominio del inconsciente.

    Aun as, desde las primeras aproximaciones y com-

    paraciones entre las montaas tropicales y las europeas,emergieron dos consideraciones, slo aparentementecontradictorias: por una parte, todas las montaas delmundo presentan el mismo modelo de organizacin es-pacial y de funcionamiento (turbulencia general debidaa los gradientes que modican los ujos, efecto fachada,de frentes montaosos y de abrigo, organizacin en pisos,exposicin y toposecuencias); por otra parte, cada ma-cizo montaoso constituye un conjunto de paisaje pode-rosamente singular: nico. Paradoja que expres en 2006,a propsito del Cucaso: El Cucaso es una montaacomo las dems, que como toda montaa no se parecea ninguna otra. Pero en los aos setenta di consciente-

    mente prioridad al planteamiento clsico, racional, queconsiste en buscar y hacer evidentes todos los rasgos querenen y unican a la montaa en el seno de un mismomodelo. La generalizacin se impona sobre la individua-lizacin. Se reconoca la diversidad que expresan msdirectamente los paisajes pero de forma subordinada. Elanlisis de paisaje, ampliamente utilizado, segua siendoun medio ms que un n.

    Eso fue lo que ocurri con el esbozo geogrco degeofaciesy geocomplejos en el valle medio de Chancay(Per, Andes occidentales), realizado en colaboracincon O. Dollfus y J. Hubschman. Llegados sin prepara-

    cin previa a las comunidades indias quechuas que ex-plotan una gran vertiente rida entre 1.400 y 6.000 me-tros de altitud, fuimos inmediatamente requeridos por unpequeo grupo de socilogos y de agrnomos del cnrsydel inra14, que nos pidieron que elaborramos un fondo

    14 Institut National de la Recherche Agronomique.

    de mapa para orientarse y para trasladar a l sus ob-servaciones agronmicas y sociolgicas. Urgidos por elrequerimiento, dudamos sobre el tipo de documento queconvena y sobre el mtodo de trabajo. A falta de mapasy de datos cientcos precisos, optamos por partir de la

    propia experiencia de los indios quechuas, de la maneraen que designan los diferentes medios que explotan a lolargo de la enorme vertiente. Esforzndonos por combi-nar algunas nociones de espacio vivido con nuestraspropias referencias del terreno: fondoo yunga,oasis ar-borcola; quechua,entidad epnima esencial, lugar de lasaldeas, de los cultivos regados; suni,campos de secanopara pasto, ruinas precolombinas; puna, vertientes pe-riglaciares dbilmente pastoreadas; janca, altas crestasvolcnicas. Este esquema interpretativo, elaborado enmenos de una semana sobre el terreno, y completadodespus por fotointerpretacin, procede directamente de

    una lectura global de los paisajes, combinada con unamatriz interpretativa geosistmica. El carcter provisio-nal e imperfecto de semejante cartografa no se le escapaa nadie. Pero para la ocasin constituy una base de in-formaciones y de interacciones entre datos ecolgicos yrealidades socioculturales, lo que no siempre contienenlos documentos sectoriales habituales.

    El recorrido an ms rpido por los valles del Solu ydel Khumbu (Nepal central, macizo del Everest), tambincon O. Dollfus y J. Hubschman, tampoco nos dio ocasinpara hacer encuestas y tomar referencias precisas. Queddeslumbrado y abrumado por el espectculo de los paisa-

    jes, a medida que nos elevbamos, entre los bosques po-

    derosos de Abies spectabilisy de rododendros gigantes,para alcanzar el pas de los sherpas: el centro comercialde Namche Bazar, los pueblos, los grandes monasterios ydespus los pastos de yacks, por n las lenguas glaciaresque moran entre derrubios y morrenas, todo ello domi-nado por los himals,los ms de 8.000 metros cubiertos denieve y hielo. Espectculo que el investigador razonabley razonador que soy no sabe traducir con palabras vulga-res y todava menos con conceptos. Estaba cada vez msconvencido de que haba que separar, a ttulo provisionaly para mayor claridad de la exposicin, el concepto degeosistema y la nocin de paisaje, y de que haba que

    llevar a cabo dos anlisis en paralelo. No sin soar conque, quiz algn da, esos dos estudios paralelos se en-contraran en el innito del paisaje. Para el pas sherpa, laconguracin metodolgica considerada fue la siguiente:

    Un anlisis geosistmico que tomara en cuenta laorganizacin y el funcionamiento del medio na-tural (deglaciacin generalizada), comprendido

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    el impacto antrpico (degradacin de los pastos ydescenso del lmite superior del bosque, cambiosrelacionados con los ujos tursticos).

    Un anlisis de paisaje a partir del espacio vividode las poblaciones sherpas y de los diferentes ti-

    pos de escaladores y turistas.

    La aproximacin de estos dos tipos de investigacinpermite analizar mejor los problemas ambientales que,desde la dcada de 1970, se plantearon en esta reginen plena mutacin bioclimtica y social, econmica ycultural. Para combinar ambas aproximaciones, utilizo,con los estudiantes, el smbolo del yeti. Aunque en elanlisis de las geofacies y de los geocomplejos del vallede Khumbu no haya, evidentemente, ninguna huella delyeti, no por ello deja de existir en la realidad mtica ysimblica de los sherpas. Negarlo sera un error cient-

    co. El yeti, ausente, obviamente, del geosistema, formaparte del espacio vivido, por tanto del paisaje del himal,ese dominio de los dioses, colocado bajo el dominiode Chomolunga y de Sagarmatha, la diosa madre, quellamamos Everest. Mi montaa es una abuela pjaro ylas otras montaas son los pajarillos que protege con susalas (Tensing Norgay, vencedor del Everest con E. Hi-llary,Le Monde, 30 de mayo de 2003).

    En otras cortas experiencias en montaas tropicalesmuy diferentes (plantaciones ajardinadas de Chinchin,en la cordillera central colombiana, deforestacionessalvajes del piedemonte andino de Ticoporo [Orinoco,Venezuela]), me tuve que enfrentar no slo con mi des-

    conocimiento de estos medios, sino, sobre todo, con lamanera en que las sociedades presentes perciben y vivensus paisajes. Siempre con un dcit de mtodo.

    6. Una mquina redonda que ya no gira. El

    imposible aggiornamentode la geografa fsica (1975)

    Un itinerario cientco est tambin hecho de vueltasatrs y de decepciones algo nostlgicas. Desde los aossesenta, la geografa fsica francesa, excepcin hecha dealgunos investigadores ms abiertos, como J. Tricart, G.Rougerie, P. Rognon, etc., sufra prdida de ideas y de

    mtodos. La geomorfologa clsica, siempre dominante,a veces exclusiva, brillaba con sus ltimas luces, entrelas que la tesis de R. Coque sobre la Tunicia presah-rica constituy una de las manifestaciones ms brillantes.Mal percibida, incluso ignorada por la comunidad cient-ca, la geografa fsica era, adems, duramente criticadapuertas adentro por los defensores de una nueva geo-grafa social que haban sido inuidos por Mayo del 68.

    Determinados gegrafos humanos, lanzados en unaderiva economicista con tintes de marxismo primario,rechazaban la inuencia de la naturaleza y las contin-gencias naturales sobre la sociedad en nombre de lalibertad y del progreso de la humanidad! Menudo error

    de prospectiva! El paisaje, que todava no estaba sensi-bilizado por el empuje ecolgico y por las primeras ma-nifestaciones medioambientales (a decir verdad, todavamuy naturalistas) y que hasta entonces haba sido sobretodo invocado por la geografa regional, desapareci delhorizonte geogrco por bastante tiempo.

    Eminentes gegrafos fsicos fundaron entonces unallamada Asociacin Francesa de Geografa Fsica, cali-cada por los ms irnicos como asociacin en defensa dela geografa fsica francesa, por lo que tena de expresinde la evidencia del repliegue y del cierre corporativista.Ese grupo decidi producir una especie de maniesto bajo

    la forma de un manual (de supervivencia?), recogiendoel estado de los conocimientos y destinado a proponer, sino una metodologa, al menos una visin de conjunto deuna subdisciplina estallada. La iniciativa era oportuna y elproyecto fue rpidamente pergeado. Me invitaron repe-tidas veces a participar, no sin ciertas reticencias por partede los geomorflogos parisinos de estricta obediencia.Una de las primeras hiptesis, al menos la que retuvo deentrada mi atencin, era considerar el mundo como unamquina redonda y ver cmo y por qu giraba. Desdeel principio gir mal, y ms tarde en absoluto, como re-sultado de una falta de reexin epistemolgica y por noabrirse a otras ciencias. Esos geomorflogos eran inca-

    paces de hacer algo nuevo con viejas recetas, las de susmaestros E. de Martonne y P. Birot. Ignoraban, o nganignorar, que existan otras mquinas redondas que gi-raban ms o menos bien: primero, el ecosistema capaz deestructurar y de dinamizar el mundo vivo y, ms cerca desus concepciones geogrcas, el geosistema que podranal menos haber ensayado, aunque fuera para criticarlo.Demasiado cercano, demasiado literario en su concep-cin geogrca tradicional, el paisaje no es que desapare-ciera, pero s que perdi nitidez, como si no se tratara msque de un decorado lejano.

    Fue mucho ms que una ocasin perdida. Veo en ello,

    con pena, el ltimo sobresalto de una ciencia sin herede-ros. El n de un sueo demasiado disciplinar y demasiadoacadmico. Me alej del proyecto, sin olvidar la propiageomorfologa. Se me hizo cada vez ms difcil partici-par en una enseanza superada, en concreto en lo que serefera a los programas de los concursos de agregacinde geografa e historia de secundaria. Como miembro deun tribunal de agregacin de historia (1972-1975), me

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    esforc, junto con R. Brunet y Ph. Joutard, por modicarel sacrosanto ejercicio del comentario del mapa topogr-co (con corte geolgico obligatorio!). A pesar de que elintento fue bien acogido por los historiadores, los viejoscaimanes15defendieron su charca geogrca en va

    de extincin. Decepcin que me llev a volver al terreno.Con el paisaje como nico horizonte.

    7. El Sidobre y el esbozo monogrco de una ciencia

    del paisaje (1955-1978)

    Nunca he dejado de recorrer el Sidobre, el lugar mticode juego de mi juventud. Desde 1955 he visto evolucionara su sociedad cada vez ms especializada en el artesanadograntico, y tambin sus paisajes rurales, cada vez msabandonados o afectados por las aperturas de canteras yla implantacin desordenada de canteras. En 1970, el Bu-

    reau de Paysages del Ministerio de Cultura (el Ministeriode Medio Ambiente no fue creado hasta 1971) encargal cimaun estudio sobre el estado de las mltiples rocasy caos granticos catalogados o inscritos en el Inventariode Sitios Pintorescos de Francia. El encargo fue formu-lado en trminos muy vagos, con total ignorancia de lasituacin local, sobre todo en los aspectos econmico ysocial. De hecho, se nos peda un simple inventario foto-grco ampliado con algunos comentarios estticos, sinque hubiera verdaderamente un proyecto de proteccin yde ordenacin. En un trabajo colectivo e interdisciplinarde todo el equipo del cima-cnrs, elaboramos en 1974 unestudio monogrco centrado en la evolucin de los pai-

    sajes amenazados por una explotacin grantica en plenaexpansin y por el abandono de toda actividad agrcola.El estudio se apoyaba en un atlas de mapas temticos (lo-calizacin de las canteras y de las fbricas, contaminacio-nes y deterioros, localizacin de los modelados y de lascalidades geolgicas de los diferentes granitos, estado dela vegetacin, frecuentacin turstica, etc.).

    La publicacin de este estudio en 1978 fue precedidade una larga introduccin terica y metodolgica llamadaEl paisaje entre naturaleza y sociedad. Se trataba de laredaccin de un primer maniesto. Se consideraba el pai-saje como un complejo a la vez natural y social, material

    e inmaterial, al tiempo realidad econmica inevitable yconstruccin cultural. Se resolva un obstculo semntico,se propona un procedimiento terico, se esbozaba un m-todo, basado en una concepcin monogrca. El paisaje

    15 En el argot de los concursos franceses, se llama caimanes a los repetidoresde la agregacin en la Escuela Normal Superior. [N. de la T.]

    era presentado como un posible objeto de estudio, a la vezgeogrco e interdisciplinar. Volvimos a hablar entre no-

    sotros, en nuestros seminarios, de una siempre hipotticaciencia del paisaje que asimilbamos cada vez ms conlas ciencias diagonales propuestas por R. Caillois. Sepropuso llevar a cabo un coloquio nacional en Toulouseen 1980. Se consumaba, pues, la apertura epistemolgica,se reconoca la puesta a punto conceptual y metodolgicaque no dej de suscitar debate. Quedaba todava la tareade convencer, empezando por nosotros mismos, de laviabilidad de la empresa. Haba que evitar que el paisajefuera una ocasin perdida, sobre todo para los gegra-fos. En el curso del debate, la relacin tradicional entrenaturaleza y sociedad se convirti, de forma ms racional,en relacin naturaleza-cultura. La dimensin cultural, que

    no se limita a las representaciones, ocupa su lugar en laproblemtica del paisaje. El paisaje entraba por n en so-ciedad. Por una puerta apenas entreabierta.

    8. Lo natural de los territorios entre geosistema y

    ecosistema (1975-1990)

    Cmo dar cuenta de esta naturaleza que nos rodeay nos penetra? Las tergiversaciones disciplinares y tam-bin interdisciplinares me hacan perder mis puntos dereferencia. La ampliacin y la diversicacin de mis ex-periencias de campo (Amrica del Sur, Espaa, Marrue-

    cos, Europa central, Japn) me suministraban elementosparciales reforzados, aunque no organizados, por la lec-tura de publicaciones internacionales sobre el medio am-biente. Mi estatuto de gegrafo fsico, cada vez msincierto, me relegaba a la marginalidad entre natural ysocial, en los remolinos de una interdisciplinariedad queestorba las relaciones entre disciplinas, sin conseguirarreglarlas. Haba que imaginar nuevas conguraciones.

    fiG. 9. Fenmeno de erosin en el Sidobre: Le Rocher de Verdier.[Foto: Patrick Urbano]

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    En 1980 me invitaron a participar en el Comit de Eva-luacin de la Ecologa Francesa, presidido por F. di Castri.A partir de la publicacin de los Fundamentals of Ecologyde los hermanos Odum (1960), y, en concreto en Franciaen el curso de la dcada de 1970, esta nueva disciplina

    transversal, organizada en torno al concepto de ecosis-tema, se haba convertido para m en la referencia epis-temolgica y metodolgica. Sin embargo, a lo largo delejercicio de evaluacin, que se hizo sin contemplaciones,advert ciertas lagunas y limitaciones en una disciplina quesegua considerando triunfante y dominadora. Eran stas:

    escaso inters por la antropizacin consideradacomo exterior al concepto estrictamente natura-lista de ecosistema;

    negligencia evidente hacia los cambios de escala,tanto en el espacio como en el tiempo, que no per-

    mita inscribir la dinmica ecolgica ni en el terri-torio ni en la historia humana y social; una gran dispersin y una interdisciplinariedad

    mediocre, tanto interna como externa, de los pro-gramas de investigacin;

    un peso excesivo de la biologa, sobre todo dela molecular, y una modelizacin indispensable,pero tambin demasiado simplicadora, de situa-ciones siempre ms complejas;

    la debilidad de los diferentes sistemas de forma-cin para la investigacin y la enseanza;

    el desinters por el paisaje, incluso cuando se re-duce a sus simples elementos naturales.

    Saqu de ello varias enseanzas, contradictorias, dealcance general:

    una nica disciplina, transversal y totalizadora,por muy organizada en sistema que est, es inca-paz, por s misma, de abarcar el conjunto de la te-mtica a caballo entre las ciencias de la naturalezay las ciencias de la sociedad;

    sin embargo, un concepto centralizador, como el deecosistema,constituye una referencia de principioindispensable, aunque por naturaleza sea reductor,

    y aunque no siempre sea usado sobre el terreno oen un protocolo cientco (lo que los gegrafos nosiempre comprendieron, o no siempre quisieroncomprender, en relacin con el geosistema);

    la ecologa cientca, dominada explcita o impl-citamente por un pensamiento biolgico, nuncaest a resguardo de derivar, de forma ms o menosconsciente, en ciertas formas aventureras de bio-

    logismo. Con resabios deterministas que puedencomprometer toda aproximacin hacia las cien-cias humanas y sociales.

    No por ello es menos cierto que la ecologa es la re-

    ferencia cientca inevitable y que no se pueden ignorarsus prolongaciones y/o sus acompaamientos ideolgi-cos, que se difunden de forma cada vez ms amplia enla vida poltica y social, cultural y econmica. Lo que niocurre, ni ha ocurrido, con la geografa.

    Durante este mismo periodo tuve ocasin de poner aprueba el concepto de geosistema, tanto sobre el terrenocomo en la enseanza. El encuentro con N. Beroutcha-chvili fue particularmente enriquecedor. Conocedor dela tradicin alemana de laLandschaftskundey de la tra-dicin rusa, despus sovitica, de la Landsaftovdenie,sobre todo de los trabajos experimentales de la estacin

    de Martkopi (Georgia), me abri nuevos horizontes so-bre el anlisis temporal (los estados del geosistema ysus sucesiones), mientras que, por mi parte, le invit atomar en cuenta la antropizacin y la socializacin de losmedios naturales. Abordaba la cuestin del paisaje,pero le suscitaba muchos recelos, ms ideolgicos quecientcos. La ruptura, siempre ideolgica, que separabanaturaleza y sociedad en la geografa sovitica (no meatrevo a calicarla de marxista) no slo me ratic enla denicin tripolar del geosistema (abitico-bitico-an-trpico), sino que me llev a plantear conceptos hbridosque desembocaron en el estudio del paisaje. Lejos de losgegrafos que se interesaban por estas cuestiones, con la

    excepcin notable de G. Rougerie.Tuve an algunas escaramuzas con determinados

    gegrafos fsicos y tambin tuve que escribir variosartculos, que algunos juzgaron panetarios, en los quepropona una nueva teora de la geografa fsica abierta ala ecologa, el medio ambiente y el paisaje (La geogra-fa fsica contra la naturaleza, 1978, y Construir la geo-grafa fsica, 1982, Godoc, Instituto de Geografa deToulouse). La publicacin que lleva el ttulo de Territo-rializar el medio ambiente (Goforum, 1992) constituyeun llamamiento dirigido a los gegrafos para poner envalor sus trabajos sobre el territorio y colaborar con otras

    disciplinas. Quiz por primera vez, suscit una atencincolectiva de los gegrafos llamados sociales.

    9. El elemento y el sistema: qu tipo de dilogo entre

    la parte y el todo (E. Morin)? (1975-1985)

    Con relacin a los anlisis sectoriales clsicos, losobjetos cambian de estatuto cuando son reconocidos

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    ITINERARIO EN TORNO AL PAISAJE: UNA EPISTEMOLOGA DE TERRENO PARA TIEMPOS DE CRISIS 25

    como elementos de un sistema que los engloba y les in-uye, si es que no les obliga. El bosque no puede taparal rbol, y viceversa. La integracin metodolgica no esautomtica. El terreno y la va monogrca preceden, eneste caso, a la teora y a la generalizacin. Un nmero

    especial de la Revue Gographique des Pyrnes et duSud-Ouest (1986, 57-2) reuni los trabajos surgidos delos programas 1975-1985 del cima-cnrs: el vegetal y lavegetacin en los paisajes pirenaico-cantbricos comoresultado de la antropizacin (Cl. y G. Bertrand, y J.-P. Mtaili); el lastn ramoso como indicador antrpicode la evolucin de las solanas pastoriles en los Pirineosdel Arige (J. Vabre); la estrategia de las aves que ani-dan en las geofacies forestales de Grsigne (B. Alet);el comportamiento de la abeja y la cartografa de lasproducciones de miel en la montaa media del Arige(G. Briane), etc. Esta dialctica entre un sistema territo-

    rializado y cualquiera de sus elementos cons