itinerario de la experiencia trinitaria en el bautismo

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Itinerario de la experiencia trinitaria en el bautismo- crismación SAMUEL NICOLÁS VITRERAS LEAL Bachiller Canónico en Teología Pontificia Universidad Católica de Valparaíso [email protected] El autor, Francisco Taborda, S.J., es doctor en Teología en la Westfälische Wilhelms Universität Münster (Alemania), licenciado en Filosofía por la Facultad Católica de Rio Grande do Sul y profesor emérito de Teología en la Facultad Jesuita de Filosofía y Teología. Belo Horizonte (Brasil). Pertenece al grupo de asesores científicos del Mack Pesquisa (Fondo Machenzie de Investigación) del Instituto Presbiteriano Mackenzie y es miembro del Consejo de Belo Horizonte del Katholischer Ausländer Austauschdienst. Posee amplia experiencia en el área de la Teología, y de modo especial en Teología de los Sacramentos. Taborda aborda la cuestión trinitaria, en su obra En las fuentes de la vida cristiana. Una teología del bautismo-confirmación, desde tres aspectos, o accesos. El primero de ellos resulta ser el acceso histórico, en el que ronda por relatos del Evangelio para entrar en el Bautismo-confirmación como sacramento de la conversión; el segundo es el acceso ontológico a la Trinidad,

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Es un itinerario sobre la experiencia del Dios trinitario que debiese darse al interior de la Iglesia cuando participamos de las actividades de pastoral y catequesis

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Page 1: Itinerario de La Experiencia Trinitaria en El Bautismo

Itinerario de la experiencia

trinitaria en el bautismo-

crismación

SAMUEL NICOLÁS VITRERAS LEALBachiller Canónico en Teología

Pontificia Universidad Católica de Valparaí[email protected]

El autor, Francisco Taborda, S.J., es doctor en Teología en la

Westfälische Wilhelms Universität Münster (Alemania), licenciado en

Filosofía por la Facultad Católica de Rio Grande do Sul y profesor

emérito de Teología en la Facultad Jesuita de Filosofía y Teología. Belo

Horizonte (Brasil). Pertenece al grupo de asesores científicos del Mack

Pesquisa (Fondo Machenzie de Investigación) del Instituto

Presbiteriano Mackenzie y es miembro del Consejo de Belo Horizonte

del Katholischer Ausländer Austauschdienst. Posee amplia experiencia

en el área de la Teología, y de modo especial en Teología de los

Sacramentos.

Taborda aborda la cuestión trinitaria, en su obra En las fuentes de la

vida cristiana. Una teología del bautismo-confirmación, desde tres

aspectos, o accesos. El primero de ellos resulta ser el acceso histórico,

en el que ronda por relatos del Evangelio para entrar en el Bautismo-

confirmación como sacramento de la conversión; el segundo es el

acceso ontológico a la Trinidad, en el que adentra en cuestiones

mayormente definitorias para llegar a explicitar el Bautismo-

confirmación como un sacramento de la conversión; y, finalmente, el

tercer acceso, es el acceso experiencial a la Trinidad, en el que expone

justamente la experiencia de las personas trinitarias, para explayarse y

Page 2: Itinerario de La Experiencia Trinitaria en El Bautismo

culminar estableciendo el sacramento Bautismo-confirmación como

sacramento de la iniciación cristiana. Este es el tema en que hemos

puesto nuestro foco de atención, pues nos inquieta profundamente,

quizás no exponer pautas taxativas de cómo se debe dar la experiencia

trinitaria, pero sí abordar cuáles son los elementos claves que, en el

sacramento de la iniciación cristiana, más que asumirse como una

cuestión intelectual, ha de impregnarse integralmente para la vida

entera en el seguimiento de Cristo.

Hemos de ser enfáticos y dejar en claro que no es que no consideremos

los otros dos elementos –Trinidad ontológica e histórica- dentro del

marco de iniciación cristiana, o los denotemos de menor importancia,

sino más bien nuestro análisis va centrado con interés especial en el

aspecto experiencial.

1. PREÁMBULO INTRODUCTORIO

Cuando hablamos de iniciación cristiana, puede a veces resultarnos un

tanto amplio el concepto. Por lo mismo, es necesario establecer algunos

parámetros, para adentrarnos de una manera ordenada a nuestro tema

en cuestión. Cuando hablamos de iniciación a la fe cristiana en su

dinámica de conversión constante, el concepto tiene un énfasis

entonces en el kairós, en el tiempo de Dios, del bautismo-confirmación;

no obstante, con el concepto de mistagogía ponemos un agregado en el

sentido de la iniciación cristiana, como la iniciación al misterio del Dios

de la vida, revelado en Cristo, por la acción del Espíritu Santo, ya que

mistagogía, propiamente tal, viene a significar conducir al misterio.

Dicho en otras palabras, por la acción del Espíritu Santo el cristiano es

iniciado, introducido, en el misterio de Dios.

Así, entonces, somos transportados inmediatamente a la persona de la

Trinidad, el Espíritu Santo.

Page 3: Itinerario de La Experiencia Trinitaria en El Bautismo

2. INICIACIÓN AL MISTERIO DE DIOS

2.1 …EN EL ESPÍRITU SANTO

Si hablamos del sacramento que es puerta, una de las maneras

tradicionales de denominar al bautismo ha sido la de iluminación

(photismós), pero no al bautismo como tal, sino más bien al proceso

inicial de conversión y, en este sentido, a la dinámica de la iniciación.

La designación del bautismo como iluminación puede sugerir que el

Misterio de Dios no es evidente, sino que sólo es accesible gracias a la

luz de lo alto. Y es que, es cierto, Dios se manifiesta, sí, pero se muestra

de forma oculta, misteriosa. Pero esto ya lo iremos aclarando.

De alguna manera podemos decir que el bautismo como iluminación

expresa, pues, la forma que tiene el hombre de apropiarse del misterio

de Dios; no como conquistándolo, ni disponiendo de Él, de verificarlo,

de objetivarlo, de cosificarlo, sino como un don e inclusive como una

nueva creación. De ahí que entonces aseveremos que la iluminación es

necesaria, porque Dios es misterio.

Entendiendo esto, podemos agregar que, si el ser humano es libertad,

porque su humanidad se grafica justamente en su libertad de poder

hacerse constantemente, de elegir lo que quiere ser, entonces, podemos

establecer que su realización más plena se da en el diálogo con otra

libertad, es decir, cuando elige abrirse al otro, que es también libertad.

En otras palabras, en la apertura al otro el hombre se justifica y se

patenta a sí mismo. Se hace.

Ahora bien, si el conocimiento intersubjetivo es entrega mutua –

feedback-, entonces la manera adecuada de conocer al otro como otro,

como otra libertad, es amándolo. Y esto no es más que los frutos de las

potencias del alma divina. Cuando el intelecto y la voluntad se condicen

en un mismo acto, se conoce y se ama conjuntamente. Así conoce Dios.

Así conocemos nosotros cuando se nos es revelado.

Page 4: Itinerario de La Experiencia Trinitaria en El Bautismo

Por tanto, como libertad, el otro es misterio. De ahí que, cuanto más

ama alguien a otro, tanto más adecuadamente lo conoce como persona,

pues lo conoce como misterio, como lo que es hecho. ¿Y es que no nos

pasa a nosotros mismos, que cuando amamos a una persona, es un

constante ir des-cubriendo, des-velando (quitando el velo), de sus

misterios? ¿No nos pasa acaso que a medida que más amamos a

alguien, no es que pasemos por alto sus defectos, sino que los sabemos

parte constitutiva de su ser y, por ende, de nosotros también? Porque

justamente aquello que amamos lo consideramos de nuestra propiedad,

no arrogándolo para nosotros egoístamente, sino abriéndonos paso al

vínculo íntimo.

Entonces, misterio no significa ya un obstáculo para el conocimiento,

sino plenitud en el encuentro. Conocer sin poder dominar no es ya un

límite, sino más bien, la mayor grandeza del ser humano. Misterio pasa

a ser un concepto intersubjetivo para designar el encuentro entre dos

libertades que, por ser libertades, sólo se conocen cuando se revelan, y

en la medida en que lo hagan mutuamente la una con la otra. Esto es,

justamente, amar en libertad.

De esto desprendemos, por tanto, que la realización máxima del

conocimiento humano no es el conocimiento reductivamente intelectual

que domina el objeto, sino más bien el conocimiento que se supera a sí

mismo en el amor y se realiza plenamente cuando encuentra al otro

como misterio. Es el conocimiento el que se abre al misterio del otro, y

se arroja a su interior.

Este sería entonces el tipo de conocimiento de Dios, ya que en Cristo se

revela un Dios absolutamente personal, que ama a la humanidad y la

crea para introducirla en su misterio de amor, que es el Espíritu Santo.

El bautismo-confirmación celebra justamente el hecho de que Dios nos

alcanza por los caminos de la vida, y de tal manera ha liberado nuestra

libertad para que lo amemos libremente, y además de ello, nos ha dado

Page 5: Itinerario de La Experiencia Trinitaria en El Bautismo

el deseo de alcanzarlo. Ahí se conjugan entonces la iniciación cristiana

del sacramento del bautismo-confirmación con el Espíritu Santo, pues

esa es su iluminación. No se trata de un fenómeno intelectual que

satisface nuestra curiosidad, o hambre de conocimiento, sino más bien

de abrirnos un acceso al Dios que habita en la luz inaccesible y que ha

venido a nuestro encuentro, entregándonos su Espíritu, para que

podamos libremente amarlo. Nos ha alcanzado para que también

nosotros podamos alcanzarlo a Él, adhiriéndonos a Él con toda nuestra

existencia, adhiriéndose Él a nosotros primero, donándose en su

Espíritu.

*

Cuando pensamos en la vida de los discípulos de Jesús, después de su

resurrección, la gran iluminación que tuvieron fue justamente la

experiencia del Espíritu. Por lo mismo, llegar a decir “Jesús es el Señor”

significa, para nuestro caso, adherirse, conocer en el pleno sentido

bíblico de reconocer en el amor, de reconocer como misterio y en su

misterio, de dejarse alcanzar por Dios. Podemos conocer a Dios en la

medida en que Dios mismo se revela a nosotros en Cristo. En otras

palabras, el conocer de Dios resulta inseparable del ser conocido por

Él, de ser escogido por Él, abordado. ¿No entendemos acaso, en

nuestro lenguaje cotidiano, que la verdadera manera de vivir en

confianza con un amigo es justamente dando confianza? Y es que sólo

así se acrecienta, conociéndose, amándose. Ahora bien, en la relación

para con Dios, ya lo decía san Pablo a la comunidad de Corintios, que

sólo en el Espíritu es posible reconocer a Jesús como el Cristo; y es que

sólo Dios se conoce a sí mismo, y es por medio de Espíritu Santo que

nos permite re-conocerlo. Y reconocer en Cristo crucificado la

revelación del Padre es reconocer que la sabiduría de Dios es diferente

de la humana, inasequible a las elucubraciones del espíritu humano.

Por tanto, si reconocemos a Dios en la cruz de Cristo, es señal entonces

Page 6: Itinerario de La Experiencia Trinitaria en El Bautismo

de que el Espíritu de Dios actúa en nosotros, de que le hemos abierto

las puertas para que nos conozca a nosotros, para que obre en

nosotros. Conocemos por medio del Espíritu de Dios. La fe y la

conversión que esta misma fe expresa son posibles gracias al Espíritu

que viene de Dios a actuar en nosotros.

Ahora bien, no es menor considerar que la conversión, como adhesión a

Cristo en la fuerza del Espíritu, remite al cristiano a irrumpir en la

historia, y lo introduce en el tiempo de salvación. Pero esto, el poseer el

Espíritu no es como quien tiene algo porque lo ha alcanzado, de una vez

y para siempre, sino que, poseemos el Espíritu porque hemos sido

alcanzados por Él.

Recibir el Espíritu equivale entonces a aceptar la predicación de la cruz

y, por consiguiente, admitir ser crucificado concretamente para el

mundo. Concretamente, es entrar en el combate histórico entre los

ídolos de muerte y el Dios de la vida, en el seguimiento de Jesús.

En conclusión, conduciéndonos a Jesús el Espíritu nos ilumina para

conocer a Dios. Pero, en Jesús, sólo se conoce a Dios en la acción de

seguirlo, que es la obra del Espíritu Santo. La acción del Espíritu

remite, entonces, a la historia, en la que se da el seguimiento de Jesús.

Y en este se llega a descubrir vivencialmente al Dios de Jesús.

2.2 …EN EL SEGUIMIENTO DE JESÚS

“A Dios nadie le ha visto jamás:

el Hijo único, que está en el seno del Padre,

Él lo ha dado a conocer.”

Jn 1,18

Jesús es la revelación del Padre, Él es el resplandor, el rostro, la imagen

de Dios invisible. Por tanto, el acceso al misterio de Dios se en el

Page 7: Itinerario de La Experiencia Trinitaria en El Bautismo

seguimiento de Jesús que, a su vez, se historiza en la opción por los

sencillos y en la cruz. Ambos aspectos exigen iniciación, porque no son

obvios, sino que han de ser aprehendidos de quien ya ha recorrido con

éxito el camino o, cuando menos, trató de hacerlo. Cristo, mediante el

Espíritu Santo es el único mistagogo cristiano, porque conduce al

misterio a partir de interior de misterio mismo.

Según el NT, únicamente se sigue a personas, no teorías, ideologías o

principios. Por lo mismo, cuando Jesús propone el seguimiento, no

presenta un programa, sino que invita a seguirle a Él, a su persona, su

destino, su modo de ser y de vivir. Y es que, el seguimiento establece

una relación personal con Jesús como persona inconfundible y única,

aun cuando en la iniciación al seguimiento actúen muchas otras

personas. Quien se convierte a Cristo necesita ser iniciado en el

seguimiento, no solo instruido en una doctrina. Y esta es justamente

una característica de la iniciación cristiana. De alguna manera, la tarea

de la iniciación consiste en hacer que el iniciando se encariñe con la

persona misma de Jesús. Se trata de una iniciación práctica y afectiva, y

no puramente teórica, ya que seguir a Jesús significa, como ya la hemos

expuesto con anterioridad, abrirse a su misterio en una relación

intersubjetiva de amor. Pero no se trata de limitarse a disfrutar de la

intimidad de un amigo; y es que, la proximidad no tiene sentido en sí

misma, sino que está en función de los demás. No se sigue a Jesús

limitándose a una pretendida proximidad estática, porque Jesús es el

ser humano libre por excelencia, que no se ata a ningún lugar ni a

ninguna circunstancia. De ahí que la proximidad con Jesús implique

desinstalación, movimiento, para estar atentos a la voluntad del Padre y

ser fieles al soplo del Espíritu. Los Evangelios sugieren esto de manera

plástica, mostrando con frecuencia a Jesús en camino. Y es que no se

trata de un estado, de quietud, sino de movimiento, de ponerse en

camino con Cristo, en pos de Cristo.

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El camino del seguimiento de Jesús es comunitario, eclesial,

absolutamente testimonia. Por lo mismo, no se entiende un seguimiento

sin testimonio, el cual sólo puede darse en el marco de una comunidad.

De ahí que se requiere de la iniciación, pues es necesario un

acompañamiento de la comunidad de quienes muestran diferentes

facetas del seguimiento de Jesús, distintas formas de vivir, expresar y

asimilar el Misterio de Dios, revelado en Cristo por el Espíritu Santo. La

misma multitud de testigos diferentes evita que el seguimiento de Jesús

se reduzca a una mera repetición sin creatividad, o a una búsqueda que

consista en volverse sobre sí mismo, en puro intimismo a la hora de

relacionarse con el Señor. Un seguimiento ensimismado no es

seguimiento; debe condecirse con el Testimonio, y este último se da

únicamente con otro, con otros, es decir, en comunidad.

*

La cruz no constituye para Jesús un fin en sí. El sufrimiento es, y

siempre será, un mal; y un mal no se busca. La cruz de Jesús fue el

resultado histórico de su predicación y acción; y esta predicación

proclamaba el derecho de Dios a ser el único absoluto, derecho que

venía a significar la necesidad de morir a los ídolos, porque muriendo a

los ídolos, que a su vez dan muerte a hombres y mujeres concretos,

Dios afirmó la vida del ser humano. Por lo mismo, aceptar el Reino de

Dios, expresión del carácter absoluto de Dios, significa construir un

mundo mejor, de cara al Reino. Quien actúa en el sentido del Reino, allí

donde imperan los ídolos, logra crear fraternidad en un mundo

conflictivo y fratricida, en el que rige la dominación, atrae sobre sí el

odio de los idólatras y los dominadores. Jesús no escogió la cruz, sino la

vivencia del Reino, pero el pecado humano lo llevó a la muerte, pecado

de unos seres humanos que no reconocieron que su acción fue la de

construir fraternidad.

Page 9: Itinerario de La Experiencia Trinitaria en El Bautismo

De acuerdo con esto, no se sigue a Jesús buscando la cruz. La cruz nos

sobreviene si seguimos a Jesús. Dicho de otra manera, tomar la cruz en

el seguimiento de Jesús es, pues, aceptar las consecuencias de vivir una

vida a favor del Reino; y mientras más coherente sea el compromiso a

favor del Reino y más afectado se vea el núcleo del sistema vigente de

pecado, mayores consecuencias. Además, no es menor entender que la

relación entre seguimiento y cruz no es secundaria en la iniciación al

ministerio de Dios, porque precisamente en la cruz se revela el Padre

tal como es, como el Dios inaccesible.

Entonces, podemos decir que, de alguna manera, la sabiduría humana

se opone a la sabiduría de Dios, que es Cristo crucificado; pues, sin la

iluminación del Espíritu Santo, la sabiduría de Dios es inaccesible a la

humanidad.

Solo es necesario un primer paso, considerar la cruz, para hacer posible

el conocer a Jesús y, de esa forma, al Padre, porque realmente entonces

se rompen todos los esquemas humanos acerca de quién es Dios y lo

que significa ser Hijo de Dios. De esta manera, somos iniciados por

Jesús en el misterio del Padre, y muy concretamente cuando nosotros

mismos entramos en su dinámica del camino a Jerusalén, rumbo a la

cruz y la resurrección. No olvidemos sí que, en clave interpretativa, la

cruz es el contenido de la resurrección, y la resurrección es la clave de

interpretación de la cruz. Y es que, las Escrituras ya la predecían, la

cruz era voluntad de Dios y, por lo tanto, era preciso, era necesario que

la vida de Jesús desembocara en ella. Por eso Lucas y otros autores

querían decir que la cruz estaba en el centro mismo del designio de

Dios sobre la historia humana, manifestando definitivamente quién es

Dios y qué es la historia. La cruz es el acto salvífico escatológico de

Dios y, como tal es crisis y revolución en la idea de Dios. Dios, a quien

se suele considerar como poder, fuerza y gloria, se muestra en la

impotencia, la vergüenza, la ignominia y el absurdo, porque Él lo quiso,

Page 10: Itinerario de La Experiencia Trinitaria en El Bautismo

porque así lo deseó, y no porque haya caído, atrapado en manos de los

hombres.

De acuerdo con esto, entonces, cuando Jesús se entrega tan

humanamente irreconocible, muestra cuán insuperablemente conoce al

padre. Por ello, cuando el Padre se revela en Jesús, revela a Jesús, como

el camino que conduce a Él. Aún más, el abandono de Jesús es absoluto,

cuando el Padre se entrega a la irrisión de los humanos entregando a su

Hijo –al mismo tiempo que se da totalmente en Jesús, se abandona a Él-.

Otro tema no menor es el silencio de Dios en el Calvario, pues el Padre

se revela en la cruz, no a pesar de su silencio y su no intervención, sino

a través de su silencio y del abandono del Hijo. Es gracias a su silencio.

La solidaridad de Dios, por su parte, realmente seria y verdadera,

consiste en llegar con Jesús al extremo de la condición humana, la

muerte. Por ello que nosotros no encontramos a Dios únicamente

solidarizando con los últimos. En la cruz, Dios se muestra como libertad

pura como la libertad de darse al otro; porque Dios así lo quiso.

En la cruz, Dios revele quién es Él en realidad: el absolutamente Otro.

En otras palabras, nos enseña cómo, históricamente el ser humano se

trasciende rumbo a Dios: en la solidaridad con otro.

Entonces, de esta manera la dinámica se invierte, pues, hasta que no

nos mostremos realmente cuán vulnerables somos, cuán débiles, cuán

insignificantes somos, nunca subiremos siquiera a la cruz. No seremos

ensalzados por Él. Pero ¿Quién hace eso hoy en día? Nadie. Nadie está

dispuesto a soltar su intolerancia a la frustración, y arriesgarse a sentir,

a desprenderse de aquello para lo que no posee aptitudes ni virtudes.

Por ello entonces no es ilógico establecer que, para esto, es

absolutamente necesario darse, primero, a conocer, y esto en el marco

de una comunidad, en donde pueda amar a los miembros de ella, de

manera tal que el manifestar las fragilidades no sea un motivo de

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escándalo, sino que, sometiéndose a la humillación, incluso a la muerte

y una muerte de cruz, sea Dios quien, por ello, quien los ensalce sobre

todo nombre, en la persona de Jesús –ser testigo, ser testimonio

concreto-.

No es extraño comprender entonces que humillación y humildad

provengan de una misma raíz etimológica, y cuando nos encontramos

ante otro con una vida en razón de humildad, nuestros corazones se

abren de par en par a recibirlo. Cabría entonces meditarlo.

Por ello, quien comprende que el seguimiento se realiza por el camino

de la cercanía a la humildad y, en especial, a los humildes, entonces

será alcanzado, atraído, seducido por Cristo, y se lanzará a la aventura

de alcanzarlo él a su vez y llegará a conocer a Dios en el Espíritu Santo,

en un camino y en una experiencia constante, no acabada, y de

constante crecimiento.

Pero no han de angustiarse si en el intento hay pérdidas o caídas, pues

ni Jesús ni el Padre son evidentes. Sólo el Espíritu, derramado gracias a

la elevación del Hijo del Hombre en el misterio Pascual de la cruz y la

resurrección, permite conocerlos.

Por lo mismo, todo cristiano requiere necesariamente ser iniciado en

este seguimiento, ayudado por un otro de la misma comunidad, que

haya avanzado en esta experiencia vital, sobre todo para los primeros

pasos, y para ser animado a proseguir en este camino.

2.3 …QUE ES PADRE

Ya hemos ido realizando un recorrido paulatino y ordenado sobre las

vivencias experienciales trinitarias dentro del marco de la iniciación

cristiana. Pero, en este caso, recordemos que es Jesús quien nos llevará

a descubrir quién es el Padre y, además, a experimentarlo como Padre,

pues toda la existencia de Jesús fue un continuo ir hacia el Padre. Jesús

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nos revela el rostro del Padre y, mediante la acción del Espíritu Santo,

imprime el carácter en nosotros, esa marca indeleble de hijos e hijas de

Dios.

Nuestra filiación divina se deriva de la filiación de Cristo, porque Él es

soberanamente el único verdaderamente Hijo. Pero, no olvidemos que,

Cristo llama a la libertad, porque hace de los seres humanos hijos e

hijas de Dios, incorporándolos a sí por la fe en su Palabra y por el

bautismo que sella esa fe. El resultado de la filiación en Cristo es el

libre acceso al Padre, ya que el Espíritu nos pone en relación íntima y

directa con Él.

Aun así, existe una diferencia entre nosotros y Jesucristo, pues la

designación Hyiós (Hijo) únicamente se emplea para referirse a la

persona de Jesús, mientras que a los cristianos tan sólo se les llama

tekna (hijos, niños). Los hijos de Dios se caracterizan por haber sido

engendrados y nacer de Dios, lo cual acontece por medio del aguar y

del Espíritu. Por esto, vivimos una humanidad nueva, la libertad de

hijos, la condición de herederos. Esta filiación no constituye mérito ni

conquista ni posesión alguna que nos permitan presentar

reivindicaciones de ningún tipo delante de Dios, sino que es gracia,

beneplácito del Padre, puro don. En resumen, la filiación adviene al ser

humano gracias al envío del Hijo; mediante la fe y el bautismo, la

filiación divina se convierte en realidad para todos y cada uno de los

bautizados. Concretamente, quien conducido por la fe se acerca a la

fuente bautismal, se hace objetivamente hijo o hija de Dios, recibiendo

la adopción filial, pues es revestido de Cristo y, de este modo, está en

Cristo. Esta filiación, gracias al Espíritu, se vuelve una experiencia

personal de cada bautizado, manifestando así los frutos de este

Espíritu.

Sin embargo, en algún momento ha surgido el cuestionamiento de si

sería posible afirmar una filiación divina creatural o si únicamente es

Page 13: Itinerario de La Experiencia Trinitaria en El Bautismo

admisible la posibilidad de ser hijo de Dios en el Hijo Jesucristo. Ante

esto, Jesucristo motiva al oyente a decidirse con respecto al

discipulado, a la fe en el mensaje de Jesús y a la aceptación o no de

vivir como hijo del Padre que está en los Cielos. Por tanto, en

correspondencia con el actuar de Dios se verifica quién es y quién no es

hijo, y esto, más que una mera consecuencia de la creación, se trata de

una respuesta de fe. Hemos de tener en claro que el cristianismo

entiende el origen como creación, y más puntualmente como creación

en Cristo. Y es que, todo ser humano que viene a la luz en este orden

salvífico, lleva en sí el germen de la filiación divina, la marca del Cristo

primogénito de toda la creación. Ya se resumía en la escena del

bautismo de Jesús, donde del cielo abierto se deja oír la voz del Padre,

que declara quién es Jesús, y sobre ÉL desciende el Espíritu. De esta

manera, las palabras del Padre nos remiten a entender que ser Hijo de

Dios en la situación de una historia de pecado significa cargar sobre sí

con el pecado humano en solidaridad con los pecadores, no para

soportar dicha situación de pecado, sino para acabar con ella. En otras

palabras, llamados a ser hijos en el hijo por el bautismo, compete a los

cristianos cargar con el pecado del mundo y eliminarlo. No el pecado

propio y personal, pues con ese ya ha cargado Jesús, sino el de la

humanidad, en solidaridad con el mismo Jesús. Ser hijos en el Hijo es

experimentar el perdón del Padre y aprender con Él. Quien se sabe

perdonado, perdona.

*

No se puede huir de la realidad para rezar, más bien, hemos de estar

insertos en ella; por ello, más que buscar un espacio en donde orar en

la vida, es preciso hacer de la vida una oración, teniendo siempre

presente que la oración cristiana, puntualmente, se caracteriza por tres

momentos vivenciales: escuchar la Palabra de Dios; obrar

compenetradamente de acuerdo a esa Palabra; y, responder -o

Page 14: Itinerario de La Experiencia Trinitaria en El Bautismo

agradeciendo o pidiendo perdón-. Estos momentos han de entenderse

como momentos constitutivos de la lógica de la oración cristiana, ya

que, por ejemplo, el primer momento –escuchar la Palabra de Dios-,

quiere expresar la trascendencia del Padre, del Dios que no es obvio y

que, por tanto, quiere ser escuchado; de esta manera, es necesario

discernir su voluntad en los acontecimientos de la historia. Finalmente,

la verdad de esta oración se muestra haciendo, practicando, la voluntad

del Padre, desde una actitud interior de adhesión a Dios, pero

recordando siempre que esto se da en el entorno de la humanidad.

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

(Todos los aportes fueron extraídos de esta fuente única, más los

desarrollos personales).

- TABORDA, F. En las fuentes de la vida cristiana. Una teología del

bautismo-confirmación. Presencia Teológica. Santander, 2013.