intervenciÓn con familiares de desaparecidos forzados
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Departamento de Psicología – Universidad de los Andes
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Universidad de los Andes
Facultad de Ciencias Sociales
Departamento de Psicología
INTERVENCIÓN CON FAMILIARES DE DESAPARECIDOS FORZADOS
Trabajo de grado para optar al título de
PSICÓLOGA
Manuela Molina Cruz
Bajo a dirección de Diana María Agudelo
Bogotá, D.C., Noviembre de 2014
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Agradecimientos Al artista Juan Manuel Echavarría por su colaboración y compromiso con la memoria histórica del país. A Diana María Agudelo por ser, además de mi asesora, un ejemplo perfecto de la integración entre disciplina, pasión y vocación. A Andrea Barberena y María Clara Acevedo, mi mejor equipo, por acompañarme en el inicio de este proceso y ser tan dueñas como yo de este resultado.
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Dedicatoria
A los desaparecidos, ausentes siempre presentes, eternamente esperados. A todos quienes amaron a mi papá, y aún esperan.
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“Tenga paciencia frente a todo cuanto en su corazón no esté todavía resuelto. Y procure encariñarse con las preguntas mismas, como si fuesen habitaciones cerradas o libros escritos en un idioma muy extraño. No busque de momento las respuestas que necesita. No le pueden ser dadas […] Viva ahora sus preguntas” Jose Maria Rilke
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TABLA DE CONTENIDO
Introducción …………………………………………………………………………………… 6
Justificación ……………………………………………………………………………………. 6
Pregunta de investigación ……………………………………………………………………… 7
Objetivos ……………………………………………………………………………………….. 7
Metodología …………………………………………………………………………… 8
Resultados y discusión ………………………………………………………………… 9
La desaparición forzada en Colombia …………………………………………… 9
Caracterización del duelo ……………………………………………………….. 12
El duelo complicado ante la desaparición de un familiar ……………………….. 15
Mecanismos empleados fuera de terapia para sobrellevar la pérdida …………… 18
Grupos de apoyo ………………………………………………………… 18
Construcción de memoria a través del arte ……………………………… 21
Rituales fúnebres simbólicos ……………………………………………. 25
Propuesta de técnicas de intervenciones específicas en terapia psicológica …………… 29
Terapia grupal ………………………………………………………………… 29
Construcción de estructuras narrativas …………………………………………. 31
Rituales simbólicos de despedida ……………………………………………..... 35
Conclusiones ……………………………………………………………………………... 38
Referencias ………………………………………………………………………………. 40
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INTRODUCCIÓN
La desaparición forzada en Latinoamérica surge como práctica sistemática desde 1962 y en
Colombia desde 1977. Ésta se define como el ocultamiento de información con relación al
paradero de una víctima y es practicada, en la mayoría de los países, por entidades del
estado como medida de represión política (Ambos, Alfen, Guzmán, Diaz, Meini & Galain,
2009). Ante el fenómeno de la desaparición forzada se rompe la lógica interna que el
proceso de duelo implica, puesto que la ausencia del familiar por circunstancias
accidentales, eventos anunciados o enfermedades tiene implicaciones diferentes en
oposición a la desaparición (Diaz, 2008). Se cree que el duelo funciona desde el orden
lógico que implica la siguiente sucesión: muerte-cadáver-duelo posible. Sin embargo, como
lo argumenta la psicóloga Victoria Eugenia Díaz (2008), ante la ausencia de un cadáver que
testifique la muerte no existe prueba de realidad y el duelo se torna complicado. Tal es el
caso de los familiares con desaparecidos donde hay poca o nada de información con
relación al paradero de la persona, ningún certificado de defunción ni cuerpo que enterrar.
De esta manera, la incertidumbre hace que la pérdida se considere ambigua, generando
inmovilización y una gran dificultad para que las personas se acoplen a su nueva realidad
(Boss, 2001). Sin embargo, las familias de desaparecidos han logrado sobrellevar este tipo
de pérdida organizando grupos de apoyo, expresándose a través del arte y llevando a cabo
rituales fúnebres simbólicos. A través de estos tres mecanismos se logra luchar contra la
impunidad, darle un sentido al evento traumático y rememorar la víctima. Por este motivo,
en intervención psicológica se plantea la necesidad de incorporar terapias grupales, la
terapia cognitiva narrativa y rituales simbólicos de despedida.
JUSTIFICACIÓN
La desaparición forzada es una práctica devastadora que posiciona a quien la padece en una
situación límite, pues lo inscribe dentro de una catástrofe permanente donde se da un desajuste
entre las palabras y las cosas. La persona vive entonces un duelo perpetuo, un trauma que nunca se
resuelve (Gatti, 2011). Este delito ha sido cometido en Colombia por más de 50 años y aun es
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olvidado sin ningún mecanismo de reparación. Dicho olvido no sucede a una elaboración del
evento sino a una represión de una realidad cotidiana que resulta intolerable. En esa medida,
teniendo en cuenta la falta investigaciones frente al tema, se hace relevante desarrollar un estudio
monográfico que contribuya a la construcción de una base más sólida de técnicas de intervención
dentro de la terapia psicológica que permita el trabajo con víctimas del conflicto armado en
Colombia, específicamente, familiares de desaparecidos forzosamente, que a la fecha son
alrededor de 20.000. En esta medida, la presente tesis busca, en homenaje a los ausentes y como
acto solidario hacia las víctimas, ser un eslabón dentro de la ardua tarea de reparación y memoria.
Adicionalmente, busca orientar a los psicólogos clínicos que trabajan con estas víctimas y apoyar,
desde lo teórico, el proceso de duelo que se pretender movilizar en la consulta.
PREGUNTAS DE INVESTIGACIÓN
1. ¿Qué dificultades en términos psicológicos acarrea la elaboración de un duelo por un
familiar desaparecido?
2. ¿Qué mecanismos han empleado los familiares para elaborar un duelo por fuera de terapia
psicológica cuando un familiar ha desaparecido?
3. ¿Es posible adoptar técnicas de intervención psicológica general a situaciones específicas
de desaparición?
4. ¿Qué técnicas de intervención psicológica favorecerían el trabajo terapéutico con miras a
lograr la elaboración del duelo en familiares de desaparecidos?
OBJETIVO GENERAL
Exponer los principales mecanismos de afrontamiento que han empleado familiares de
desaparecidos para afrontar el duelo y mantener la memoria de sus seres queridos para identificar
técnicas de intervención psicológica que puedan ser adaptadas a sus necesidades.
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
1. Describir el fenómeno de la desaparición forzada y su contexto en Colombia.
2. Señalar los factores que dificultan la elaboración del duelo ante una desaparición forzada.
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3. Describir los grupos de apoyo, las expresiones artísticas y los rituales fúnebres como
mecanismos que han empleado los familiares de desaparecidos para sobrellevar el dolor y
mantener la memoria de sus seres queridos.
4. Identificar técnicas de intervención que se pueden emplear en terapia psicológica y que
beneficiarían a familiares de desaparecidos.
5. Evidenciar la falta de corpus teórico con respecto a la desaparición forzada en Colombia y
su tratamiento.
METODOLOGIA
La información recopilada se obtuvo a través de la búsqueda de fuentes documentales seriadas,
noticias, libros, artículos científicos y documentales. Las claves mediante las cuales se realizó la
búsqueda fueron: desaparición forzada, duelo complicado, pérdida ambigua, rituales fúnebres para
desaparecidos, grupos de apoyo de familiares de detenidos-desaparecidos, memoria colectiva del
conflicto en Colombia, técnicas de intervención psicológica. La evaluación de la información se
hizo en función del tipo de población, en este caso familiares de desaparecidos forzosamente en
Colombia en los últimos 37 años (a partir de 1977, donde se reporta el primer caso de desaparición
forzada, hasta el 2014, año en el que se realiza el presente estudio).
No se especificó el tipo de parentesco que la víctima del delito tenía con el doliente. Por otro lado,
para delimitar la investigación, no se incluyó información concerniente a procesos de exhumación
y entrega de cadáveres. En esta medida, uno de los criterios del material que se recolectó fue que
el familiar desaparecido nunca hubiera retornado a casa. Así mismo, no se estudiaron otro tipo de
delitos como el secuestro o la extorsión. Tampoco se estudió la desaparición forzada de acuerdo al
actor del delito, es decir, para el presente estudio es irrelevante si el delito fue cometido por la
guerrilla, paramilitares, el estado o un agente particular.
La información obtenida se analizó y sintetizó, en términos generales, para determinar cuáles
mecanismos de afrontamiento utilizaron los familiares fuera de terapia psicológica en Colombia y
cuáles técnicas de intervención psicológica podían contribuir a este tipo de duelo.
Específicamente, el análisis se dividió de acuerdo a los ejes temáticos que conforman la tesis: 1)
descripción de la desaparición forzada como delito en Colombia 2) el duelo 3) el duelo
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complicado a raíz de la desaparición de un familiar 4) técnicas de afrontamiento fuera de sesión
psicológica 5) técnicas que se pueden adoptar en terapia psicológica.
Para ello se organizó la información recopilada en una tabla de Excel, la cual se dividió en ejes
temáticos donde se registró: el título del documento, la referencia según normas APA, el tipo de
estudio al que correspondía, la población, el método, los resultados, la discusión y el tipo de
intervención reportada. Posteriormente, se evaluó la pertinencia de la documentación de acuerdo a
los objetivos de cada apartado y posteriormente se contrastó con el resto de las referencias para,
finalmente, parafrasear o citar la información relevante que permitiera responder a las preguntas de
investigación.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
DESAPARICIÓN FORZADA EN COLOMBIA
Según el Código Penal en el título III Delitos contra la libertad individual y otras garantías en
Colombia, la desaparición forzada se entiende como la privación de la libertad seguida del
ocultamiento o negativa a dar información sobre el paradero de la víctima (Ambos, et al.,2009).
Ante una desaparición forzada, según la Asamblea General de la Organización de Naciones
Unidas (ONU) de 1992, se viola el derecho a la libertad, a la seguridad y el derecho a no ser objeto
de tratos inhumanos o degradantes por lo que se le considera un delito de lesa humanidad (Centro
de Memoria Histórica, tomo I, 2014).
La desaparición forzada surge inicialmente como práctica sistemática en Guatemala en 1962 y
posteriormente en El Salvador, Chile, Uruguay, Argentina, Brasil, Colombia, Perú, Honduras,
Bolivia y México (Ambos, et al., 2009). Los casos más emblemáticos para la historia de
Suramérica son los de Chile, con el modelo de represión estatal de Augusto Pinochet, y Argentina,
con la dictadura de Jorge Rafael Videla. Así, la desaparición fue y sigue siendo cometida,
tradicionalmente, por los aparatos de seguridad del estado, buscando eliminar la subversión
(Ambos, et al., 2009).
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“El corolario de este escenario fue la violación masiva de los derechos humanos más
básicos por los regímenes militares, marco bajo el cual el delito de desaparición forzada se
convirtió en la herramienta ilícita por excelencia de combate y erradicación clandestina del
enemigo político, sin que el Estado en principio sufriera el escarnio público por el
descrédito de haberse convertido en una máquina criminal” (Centro de memoria histórica,
tomo I, 2014, pp. 79).
Sin embargo, el fenómeno social de la desaparición forzada en el caso colombiano difiere en tanto
no es practicado única y exclusivamente por entidades del estado. En Colombia la desaparición
forzada de personas surgió a partir de la lucha partidista e incrementó en la década de los setentas
y ochentas con la aparición de grupos guerrilleros al margen de la ley y el paramilitarismo. Sin
embargo, los grupos de limpieza social, delincuencia común y los narcotraficantes también son
actores de la desaparición (Centro de memoria histórica, tomo I, 2014).
Dentro de las motivaciones para desaparecer a alguien está, para el Estado colombiano, la
necesidad de silenciar opositores que amenzan con quebrantar un proyecto politico, la eliminación
de la red de apoyo de las guerrillas y la demostración de resultados positivos del Ejercito Nacional
(haciendo pasar a los desaparecidos por guerrilleros dados de baja). Las guerrillas, por su parte,
desaparecen para despojar tierras, imponer reglas o reclutar miembros. En otros casos, secuestran
con fines económicos pero despues deciden desaparecer a sus víctimas. Finalmente, los
narcotraficantes desaparecen para saldar cuentas o vengarse (Centro de Memoria Histórica, tomo I,
2014).
A partir de las dictaduras del Cono Sur a finales del siglo XX la Organización de Estados
Americanos (OEA) creó, en 1980, el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o
Involuntarias. Posteriormente, para 1994 logró la tipificación Internacional del delito de
desaparición forzada a través de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de
Personas (Centro Nacional de Memoria Histórica, tomo I, 2014). Sin embargo, en Colombia, para
la misma fecha, no se había logrado una descripción penal del delito. Esto, según el Grupo de
Trabajo Interdisciplinario, imposibilitó las investigaciones, pues se cerraban todos los casos que no
entraran dentro del delito de secuestro (Centro de Memoria Histórica, tomo I, 2014). Aunque
desde la constitución de 1991 se prohíbe la desaparición forzada, es solo hasta el año 2000 que se
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logra su tipificación como delito, después de que seis proyectos de ley fracasaran. Finalmente, a
partir de la ley 589 por medio de marchas, ayunos e interlocuciones con congresistas llevadas a
cabo por la Asociación de familiares de Detenidos-desaparecidos (ASSFADES) se logra su
tipificación (Centro Nacional de Memoria Histórica, tomo I, 2014).
La desaparicion forzada, al buscar el ocultamiento y falta de información, se considera un
fenómeno de dimensiones insospechadas donde los casos son sumamente dificiles de cuantificar.
Ademas de eso, todas las desapariciones ocurridos antes del 2000 no se contabilizaron. Según el
Centro de Memoria Historica (2014):
“con la información disponible actualmente en el país, tanto en fuentes oficiales como no
oficiales, resulta imposible construir una cifra, ni siquiera aproximada, sobre la real
magnitud, intensidad, frecuencia o tasa de presentación de la desaparición forzada y menos
una caracterización de las dinámicas o tendencias en la presentación de este delito” (p.284).
El Sistema de Información de la Red de Cadáveres NNs y Desaparecidos (SIRDEC), que hace
parte del Instituto Nacional de Medicina Legal y que empezó a operar desde el 2007, es la
principal bases de datos oficial de desaparición forzada. Por otro lado, fuentes no oficiales de
cifras de desaparición forzada son: Colombia Nunca Más, ASFADDES, la Coordinación
Colombia Europa- Estados Unidos (CCEEU) y el Centro de Investigación y Educación Popular
(CINEP) (Centro de Memoria Histórica, tomo I, 2014). De esta manera, es importante anotar que
el registro de víctimas de la desaparición forzada en Colombia está completamente fragmentado en
varias bases de datos.
Según explica ASSFADES (s.f) el primer caso reportado de desaparición forzada en Colombia fue
el 9 de septiembre de 1977 cuando el estado detiene y desparece a la bacterióloga Omaira
Montoya Henao. Sin embargo, SIRDEC cuenta con un registro de desapariciones desde 1919
(Centro de Memoria Histórica, tomo I, 2014). Según el SIDERC, entre los años 1970 a 2014 ha
habido 78.319 desapariciones de las cuales 19.254 fueron clasificadas como presuntamente
forzadas (Centro de Memoria Histórica, tomo I, 2014).
Según estadísticas de la Unidad Nacional de Fiscalías para la Justicia y Paz, emitidas el 01 de
diciembre de 2012 y abiertas al público general, existieron para esa fecha 3.551 delitos confesados
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de desaparición forzada, sin embargo, no especifican a partir de qué fecha datan dichas
desapariciones. Por su parte, las estadísticas de la Subunidad de exhumaciones indican que se ha
entregado un total de 1.813 cuerpos a los familiares y 181 para esta fecha seguían pendientes de
ser entregados. En esta medida, es posible demostrar cómo el delito de la desaparición forzada en
Colombia continua siendo impune y la justicia no ha logrado esclarecer los hechos, pues un
mínimo número de desapariciones han sido confesadas por sus ejecutores y aun un menor número
de cuerpos han sido devueltos a las familias.
Ante la desaparición prolongada de un familiar las personas necesitan hacer un duelo de la misma
manera como si ese familiar hubiera muerto. Sin embargo, por lo general no se tiene certeza de la
defunción pues no hay entrega de un cuerpo ni se esclarecen los hechos. De esta manera, el
proceso de duelo cambia y se considera complicado. A continuación se definirá qué se entiende
por duelo normal para, posteriormente, diferenciarlo del duelo complicado ante la desaparición de
una familiar.
CARACTERIZACIÓN DEL DUELO
El duelo se entiende como “la reacción a la pérdida de un ser amado o de una abstracción
equivalente: la patria, la libertad, el ideal, etc” (Freud, s.f., p.2). Dicha reacción implica la
inhibición de las funciones de la persona y la presencia de un estado de ánimo bajo que le genera
sufrimiento (Freud, s.f). Según el psiquiatra George Engel el duelo puede considerarse una
enfermedad en donde es necesario un proceso de recuperación para que el cuerpo vuelva a su
estado de homeostasis y equilibrio psicológico (como es citado en Worden, 2002). De esta manera,
el doliente presenta una serie de síntomas y reacciones normales que con el tiempo se sanarán.
Dicha sintomatología puede organizarse en cuatro grupos que son: sentimientos, sensaciones
físicas, cogniciones y comportamientos.
Sentimientos
El sentimiento más común es el de tristeza que se manifiesta generalmente a través del llanto. Por
su parte, aparece la rabia debido a la imposibilidad de lidiar con la ansiedad y la culpa. De esta
manera, la persona se reprocha lo que hizo o dejó de hacer y pudo salvarle la vida a su familiar.
Dentro de los muchos otros sentimientos que se pueden dar está el embotamiento afectivo en
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donde se reporta la ausencia de sentimientos, ya que la persona está tan sobre cargada de
emociones que se protege a sí misma evitando una reacción desbordada (Worden, 2002).
Sensaciones físicas
Dentro de las más comunes se encuentra vacío en el estómago, sensación de ahogo y presión en el
pecho y garganta, hipersensibilidad al sonido, debilitamiento de la musculatura, sequedad en la
boca y la sensación de despersonalización (Worden, 2002).
Cogniciones
Los pensamientos más recurrentes son los de incredulidad, donde la persona no acepta la noticia
de la muerte como real y cree que todo es un malentendido. También puede generarse confusión,
preocupación y alucinaciones. Adicionalmente, en muchos casos se percibe la presencia del
familiar que murió y se fantasea con que aun está vivo y todo sigue como de costumbre (Worden,
2002).
Comportamientos
Entre los comportamientos más recurrentes están problemas para conciliar el sueño y falta de
apetito. Además, muchas personas pueden estar distraídas, lo cual los pone en peligro. En otros
casos las personas se aíslan de su círculo de amistades, sueñan con la persona que perdieron y
evitan todos los estímulos que puedan recordarle a su ser querido. Otra conducta común es la de
guardar como un tesoro pertenencias del difunto (Worden, 2002).
Aunque existen varias propuestas sobre las etapas del duelo, es posible considerar la resolución de
este proceso a partir de cuatro fases que propone Parker (1970, citado en Worden, 2002). En la
primera fase se da un embotamiento afectivo que surge recién se recibe la noticia de la pérdida. En
la segunda fase la persona comienza a experimentar sentimientos como rabia y dolor.
Posteriormente, en una tercera fase la persona empieza a adaptarse a su nuevo estilo de vida y se
enfrenta con todos los problemas que esto le genera. Finalmente, en una cuarta fase la persona ya
es capaz de seguir con su vida y funcionar de manera óptima en su entorno. Es importante aclarar
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que cada persona, según la pérdida que haya vivido, superará estas cuatro etapas en un tiempo
relativo, que podrá tomar ente 4 meses y dos años. Así mismo, una persona puede haber superado
una etapa pero dejar sin concluir otra, por lo que la terapia permitirá trabajar en las dificultades
que se generaron en cada paso.
Durante la fase uno el terapeuta debe permitirle al paciente enfrentarse con su realidad y hacerle
ver que un reencuentro con la persona que murió es imposible. Muchas veces la negación se
prolonga más allá del momento en que se recibe la noticia y en eso casos las personas desarrollan
lo que se conoce como momificación (Worden, 2002). De esta manera, la aceptación del hecho en
términos cognitivos y emocionales es imprescindible. Durante la etapa dos es necesario que el
paciente libere todas las emociones que le surgen. En esta medida, la terapia facilita la
experimentación, que en muchas ocasiones es evitada por los pacientes con diferentes distractores
(Worden, 2002). En la fase tres el terapeuta ayudará a que el paciente adquiera nuevos roles y
habilidades para que pueda hacer ajustes y reorganizar su vida con la ausencia del familiar.
Finalmente, en la etapa cuatro se busca que la persona pueda recordar a su ser querido de una
forma que ya no sea dañina ni produzca malestar.
Es importante aclarar que no todo duelo requiere la intervención de un terapeuta, pues el proceso
puede resolverse con el apoyo de la familia y la comunidad. Sin embargo, existen casos en los que
el duelo se complica y las reacciones ante la pérdida son excesivas o prolongadas y se hace
necesaria la intervención de un psicólogo clínico. Así, ante estos casos se habla de un duelo
complicado, duelo patológico, duelo no resuelto, duelo crónico, duelo suspendido o duelo
exagerado, según sus características específicas.
La forma en la que una persona pierde a su familiar determinará la manera en que el duelo se
desarrolle. Los tipos de pérdidas se catalogan según sean por muerte natural, muerte accidental,
suicidio u homicidio. Sin embargo, factores que pueden generar que un duelo sea complicado son,
por ejemplo, el tipo de relación que la persona sostuvo con el familiar. Según Worden (2002),
aquellas relaciones con sentimientos ambiguos donde existía una hostilidad no expresada, o
aquellas relaciones narcisistas donde la pérdida del ser querido representa una pérdida de uno
mismo, son casos proclives a desarrollar un duelo complicado. Así mismo, cuando la pérdida es
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ambigua, pues no se tiene certeza de la muerte, o cuando hay muertes simultáneas se puede
generar un duelo complicado.
EL DUELO COMPLICADO ANTE LA DESAPARICIÓN DE UN FAMILIAR
La terapeuta Pauline Boss (2001) se ha dedicado al estudio de las dinámicas familiares ante la
experiencia de la inmigración o exilio. En estos casos, las familias se ven forzadas a disgregarse y
reconfigurar su núcleo a partir de la ausencia ambivalente de algunos de sus miembros. A partir de
su estudio, la autora diferencia la composición física de la familia, refiriéndose a aquellos
miembros que están presentes de forma presencial, y una composición psicológica, como aquellos
miembros de la familia que se consideran parte del núcleo familiar vigente aunque no estén de
forma física. Según asegura la autora, para que se de el funcionamiento óptimo del individuo es
necesario que éste establezca una relación congruente entre la composición física y psicológica de
su familia, donde logre diferenciar aquellos miembros presentes en contraposición a los ausentes
(Boss, 2001).
Las muertes y nacimientos exigen la recomposición de las familias en las mentes de cada uno de
sus miembros. Sin embargo, ante la pérdida ambigua no hay una clara distinción entre la ausencia
y la presencia del familiar, pues la espera y las suposiciones no permiten que se elabore el duelo.
Es decir, la composición física y psicológica de la familia no es congruente (Boss, 2001). Existen
dos tipos de pérdidas ambiguas. El primer tipo es aquel donde la persona se percibe físicamente
presente pero psicológicamente ausente (como sucede con el Alzheimer o en estados de coma); El
segundo caso, consecuencia directa de la violencia, es aquel en el que se desconoce el paradero del
cuerpo y no hay constatación oficial de la muerte, como sucede con las desapariciones forzadas
(Boss, 2001). De esta manera, es posible afirmar que “en las familias, la ausencia y presencia son
fenómenos psicológicos a la par que físicos” (Boss, 2001 p.25).
El psicoanálisis parte de la premisa de que las personas hacen una elección de objeto y enlazan su
libido (entendida como energía sexual) a dicha persona escogida (Freud, s.f). Sin embargo, cuando
esta persona muere es necesario sustraer la libido y desplazarla hacia un objeto nuevo. En esta
medida, en el proceso de duelo la persona que ha perdido su objeto hace un examen de la realidad
en donde constata que el ser amado ya ha dejado de existir y entiende que la libido debe desligarse
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de él. De esta forma, para que el duelo se logre, debe triunfar el mandato de la realidad que le
indica a la persona que ya no volverá a reunirse con el muerto (Freud, s.f). Inicialmente la
existencia psíquica del objeto perdido sigue presente y se necesita tiempo y energía para que la
realidad triunfe. En esta medida, el duelo tiene un costo sumamente doloroso ya que modificar la
posición de la libido genera una reacción incómoda y difícil. Es por ello que, como explica Freud
(s.f), se hace “necesario un cierto lapso para la realización detallada del mandato de la realidad;
labor que devolvía al yo la libertad de su libido, desligándola del objeto perdido” (p.11).
Sin embargo, ante el fenómeno de la desaparición forzada, por ejemplo, se rompe la lógica interna
que el proceso de duelo demanda según el psicoanálisis. Si el duelo funciona desde el orden lógico
que implica la siguiente sucesión: muerte-cadáver-duelo posible, entonces ante la ausencia de un
cadáver que testifique la muerte no existe prueba de realidad y no se daría la consecución normal
del duelo (Díaz, 2003). A diferencia de la desaparición de un ser querido, en el caso de una muerte
certera hay un certificado de defunción y la ceremonia fúnebre que codifican el sentido definitivo
de la pérdida y permiten que se de un luto normal (Boss, 2001). Por esta razón, la incertidumbre
juega un papel determinante en los casos de pérdidas ambiguas pues posiciona al doliente en un
limbo entre lo definitivo y lo temporal, imposibilitando el duelo.
Es importante aclarar que no todo duelo complicado presupone la desaparición de un familiar, ya
que, como se mencionó anteriormente, factores como la relación con el difunto son determinantes
para resolver la pérdida. Sin embargo, toda desaparición de un familiar sí implicaría un duelo
complicado en la medida en que toda desaparición obliga al familiar a generar un duelo crónico y
un duelo suspendido. El duelo crónico es descrito por Worden (2002) como un dolor y pena
excesivos que nunca logran una terminación satisfactoria. Para evitar un duelo crónico “el
tratamiento requeriría que se enfrente el hecho de que la persona nunca regresará no importa
cuánto se quiera lo contrario” (p. 90 traducción propia). Sin embargo, en el caso de una
desaparición, un duelo crónico sería una respuesta normal y justificada pues las esperanzas por
reunirse con el familiar dilatarían el dolor indefinidamente.
Por su parte, duelo suspendido o inhibido se entiende como la experimentación del dolor mucho
tiempo después de que se haya notificado la muerte. En esa medida, la persona tiene una
afectación inicial mínima pero después emerge todo el dolor que quedó suspendido. En el caso de
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un familiar de un desaparecido es de suponer que no haya una reacción emocional equivalente a la
de la muerte del familiar, pues la persona está a la espera de que en cualquier momento su ser
querido aparezca. Lo anterior provoca que las personas mantengan un duelo no resuelto a causa
del embotamiento afectivo o anestesia emocional y suelen experimentar el dolor en soledad,
aparentando dureza en sociedad. Así, el dolor se considera suspendido y la vida del sujeto
permanece congelada.
En la pérdida ambigua el trauma se alarga indefinidamente pues los familiares fluctúan entre
destellos de esperanza, desesperación y resignación a la muerte. “Un ser querido falta, luego se
vislumbra, después se vuelve a perder” (Boss, 2001, p.34). Así, ante la desaparición forzada de un
familiar, el dolor que provoca la muerte no se vive una sola vez, sino todos los días. Como lo
define Gabriel Gatti (2011), el desaparecido es también un muerto-vivo, un siempre presente en la
ausencia misma, una no persona, algo que no se sabe si existe. En esa medida, es necesaria cierta
dosis de claridad para poder dar reposo al dolor de la pérdida. “Las personas anhelan la certeza.
Hasta el conocimiento cierto de la muerte es preferible a la continuación de la duda” (Boss, 2001,
p.19).
El término desaparición alberga en sí mismo una contradicción pues es imposible que algo
desaparezca sin más. Dicha contradicción lleva a los familiares ante una situación límite y a que
desarrollen sentimientos y pensamientos contradictorios. En esa medida, sienten la necesidad de
liberarse del dolor y continuar con su vida, pero a la vez sienten culpa pues eso implicaría
renunciar a la esperanza del reencuentro. Al no estar testificada en un documento, la muerte del
familiar se convierte en una decisión. En esa medida, el doliente, al renunciar al dolor, es
prácticamente quien está matando a su ser querido desaparecido. Decisiones sencillas se pueden
convertir en un dilema que aflora sentimientos ambivalentes muy dolorosos. Los familiares de
desaparecidos se pueden preguntar: ¿mi estado civil sigue siendo el de una casada o soy viuda?
¿Soy todavía una madre? ¿Dejamos su ropa intacta en el closet? ¿Cómo vamos a vender su carro si
cuando vuelva lo va a necesitar? Pero, ¿realmente va a volver? Una pregunta que abarcaría todas
las demás es: ¿renunciar o aguardar? Para el familiar de un desaparecido no desistir de la búsqueda
del familiar le permite creer que la pérdida no es definitiva (Boss, 2001).
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La incertidumbre que produce la ambigüedad de la pérdida es sin duda el eje que imposibilita la
elaboración del duelo. Sin embargo, el familiar ya no debe ser concebido como una víctima sin
más opciones que perpetuar el sufrimiento. El doliente tiene una responsabilidad en su proceso
pues, en estos casos, el duelo no depende del reencuentro o hallazgo de un cadáver que testifique
la muerte sino de la reinterpretación psíquica que se haga del familiar, donde la connotación de
perdido pase a ser la de muerto (Díaz, 2008). La negación empezará a debilitarse con el transcurso
del tiempo y las familias lograrán llegar a un punto de inflexión donde aprenderán a vivir dentro
de la incertidumbre. En esta medida, la labor del terapeuta será permitirle al paciente el
reconocimiento de la ambigüedad en la que se está inmerso y aceptar la imposibilidad de control y
respuestas. De esta manera, el psicólogo procurará suavizar sus ansias de dominio y generar
tolerancia hacia lo desconocido (Boss, 2001).
MECANISMOS EMPLEADOS FUERA DE TERAPIA PARA SOBRELLEVAR
LA PÉRDIDA
Como se demostró en el apartado anterior, el duelo demanda un proceso difícil. Más aun el
duelo complicado ante la desaparición forzada. Por este motivo, los familiares de
desaparecidos han encontrado mecanismos que, por fuera de intervención psicológica, y de
manera individual o colectiva, han permitido la movilización del duelo y la disminución de
su dolor. Después de una revisión bibliográfica, los mecanismos más comunes encontrados
fueron: la conformación de grupos de familiares desaparecidos, la construcción de memoria
a través del arte y la apropiación de tumbas de NN (ningún nombre). A continuación se
desarrollará cada uno.
GRUPOS DE APOYO
A pesar de que se le pueda catalogar como un actor invisible, la sociedad tiene un impacto
fundamental en las repercusiones psicosociales de las víctimas del delito de la desaparición
forzada (Centro Nacional de Memoria Histórica, tomo III, 2014). Las familias con desaparecidos
sienten que luchan en soledad pues el resto de la sociedad colombiana les ha dado la espalda.
(Centro Nacional de Memoria Histórica, tomo III, 2014). En esta medida, el silencio denota la
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justificación del victimario y provoca la estigmatización de estas familias. El Estado y la sociedad
en general, al mostrarse indolentes, obligan a los propios familiares a “organizarse como
colectivos y buscar por su propia cuenta la verdad, la justicia y al familiar desaparecido” (Centro
Nacional de Memoria Histórica, tomo III, 2014, p.91) De esta manera, la asociación entre
familiares que viven la desaparición forzada ha demostrado ser un mecanismo fundamental que
reivindica a las víctimas de manera colectiva.
Dentro de las organizaciones de familiares de desaparecidos en Colombia se encuentran, entre las
más importantes: La Asociación de Madres Unidas por un Solo Dolor (AFUSODO); La
Asociación de familiares de Detenidos-desaparecidos (ASFADDES); Familiares de Desaparecidos
Forzadamente por el Apoyo Mutuo (Familiares Colombia); Madres de la Candelaria. Línea
Fundadora; Asociación Caminos de Esperanza Madres de la Candelaria; Colectivo Madres de
Soacha y Fundación Nydia Erika Bautista. Estas organizaciones creadas por las mismas familias
trabajan en conjunto por una misma causa y logran expresar y validar emociones frente a la
desaparición forzada, construir escenarios simbólicos de memoria, concientizar e informar a la
sociedad sobre la desaparición y, sobretodo, ser agentes activos de búsqueda de la justicia y la
verdad (Centro Nacional de Memoria Histórica, tomo III, 2014).
Asociación de familiares de Detenidos-desaparecidos (ASFADDES)
Ante la no respuesta del Estado, el 4 de febrero de 1983 un grupo de familiares salen a las calles
para hacer, como ellos mismos lo denominan, una denuncia callejera en la que muestran en
pancartas las fotografías de sus familiares desaparecidos (ASFADDES, s.f). A partir de esa fecha
se organizan como una institución que busca “luchar coordinadamente con todos los asociados y
organizaciones afines por encontrar los Detenidos-Desaparecidos, exigiendo al Estado
Colombiano la plena vigencia y la garantía del derecho a conocer la Verdad, la aplicación de la
Justicia, la Reparación Integral y la Recuperación de la Memoria Histórica” (ASFADDES, s.f).
De esta manera, la denuncia pública mediante marchas y manifestaciones ha sido uno de los
mecanismos que ha permitido el reconocimiento de los derechos de las víctimas y el
mantenimiento del recuerdo del desaparecido. “En cada una de nuestras acciones y actividades
cotidianas que realizamos en la Asociación, es un ritual mantener siempre presente a los ausentes,
recordar sus nombres y volver sus rostros” (ASFADDES, s.f). De esta manera, buscan que sus
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historias sean escuchadas para que no pasen al olvido. Como lo explica su coordinadora nacional,
Gloria Gómez, la memoria es el pilar fundamental de la asociación que podrá garantizar una
reparación integral de los familiares de desaparecidos (Centro Nacional de Memoria Histórica,
tomo III, 2014).
Para el 2013 ASFADDES tenía seccionales en Bogotá, Barrancabermeja, Cundinamarca, Neiva,
Medellín y Popayán. Dentro de sus más importantes logros está la tipificación del delito de la
desaparición forzada el 10 de julio del 2000 con la ley 589.
Familiares de Desaparecidos Forzadamente por el Apoyo Mutuo (Familiares Colombia)
El 4 de julio de 2005 familiares de desaparecidos en Santa Marta, Bucaramanga, Popayán, Neiva y
Bogotá se reunieron para organizar una Asamblea General en la que crearon oficialmente la
Organización de Familiares de Desaparecidos Forzadamente por el Apoyo Mutuo (Familiares
Colombia), una entidad sin ánimo de lucro y no gubernamental (Centro Nacional de Memoria
Histórica, tomo III, 2014).
Familiares Colombia ha definido el apoyo mutuo como uno de los pilares a través de los cuales
direcciona su trabajo con las víctimas. Entienden apoyo mutuo como un “espacio de la solidaridad,
la contención y la creación de estrategias para superar las dificultades de manera colectiva, y crear
una red de cuidado entre los familiares lo que permite recibir y brindar ayuda” (Centro Nacional
de Memoria Histórica, tomo III, 2014). De esta manera, el acompañamiento lo hacen los mismos
familiares que ya han logrado elaborar un duelo. Así, conforman una asociación en donde el
respeto y el apoyo solidario les permiten a las familias superar el dolor y en donde trabajan como
comunidad frente a la dignidad de sus seres queridos ausentes.
Asociación Caminos de Esperanza Madres de la Candelaria
El 19 de marzo de 1999, veinte mujeres se reúnen en el atrio de la Iglesia Nuestra Señora de la
Candelaria en Medellín para denunciar públicamente la desaparición de sus hijos en el oriente de
Antioquia. Cuatro años después se crea La Asociación Caminos de Esperanza que se configura
como una organización de madres, padres, esposas, hijos y familiares víctimas del secuestro y la
desaparición forzada (Centro Nacional de Memoria Histórica, tomo III, 2014). Todos los viernes a
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las dos de la tarde se reúnen para hacer el Plantón de las Madres de la Candelaria en la misma
iglesia donde iniciaron su labor. En este espacio reúnen pancartas con fotos de sus familiares para
denunciar los hechos y evitar que caigan en el olvido. Actualmente cuentan con 39 miembros en
su organización que han beneficiado a más de 750 madres con desparecidos. Dentro de los
reconocimientos más importantes está el Premio Nacional de Paz en el 2006 (Centro Nacional de
Memoria Histórica, tomo III, 2014).
De esta manera, a través de las tres organizaciones de familiares de desaparecidos que se
enunciaron, es posible afirmar cómo, ante las amenazas que los obligan a silenciarse y la falta de
presencia del Estado, la iniciativa de estas familias demuestra la resistencia a la que están
dispuestas. Lo anterior a través de un juntarse solidario que busca denunciar y narrar los hechos en
espacios públicos para que se reconozca su dolor. Así, se han convertido en agentes sociales que
promueven espacios de diálogo, donde vuelven a tener una voz que es escuchada y respetada. De
esta manera, promulgan la memoria y la verdad como un derecho fundamental y por medio de su
resistencia reivindican la dignidad de sus seres queridos desaparecidos. La lucha de estas familias
es, “desde una dimensión política y psicosocial, visibilizar, aparecer, escribir, validar lo que se
quiere negar, irrumpir e invisibilizar” (Centro Nacional de Memoria Histórica, tomo III, 2014,
p.107). Así, su incidencia no ha sido solo en el ámbito individual de cada familia sino también en
la normativa política del país.
CONSTRUCCIÓN DE MEMORIA A TRAVÉS DEL ARTE
Asi mismo, ante el delito de la desaparición forzada el ejercicio de memoria es fundamental pues
confirma las experiencias de las víctimas, las saca del olvido y las dota de significado. La
construcción de memoria tiene la posibilidad de “ampliar las fronteras de sentido y [dar una]
explicación de lo vivido a nivel individual y colectivo. La memoria puede contribuir con nuevos
referentes de significado a una nueva forma de encarar el horror y aportar en la búsqueda de una
nueva identidad colectiva” (Centro Nacional de Memoria Histórica, tomo III, 2014, p.27). El arte
permite entonces dicho proceso de rememoración pues es un testimonio de las emociones,
sensaciones y del dolor de las víctimas. En ese sentido, el arte se convierte en constructor de
memoria en tanto elige qué recordar y cómo recordarlo.
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Según Nelly (2014), la estética del arte y la literatura tienen la tarea de explorar las fallas del
sentido y las opacidades de la realidad. En este caso, el dolor suspendido a causa de la
incertidumbre es catalogada como una falla del sentido. La memoria institucional tiende a reprimir
y suprimir los hechos que el arte debe develar y mantener a la luz. En esa medida, el compromiso
estético implica un desafío por representar los dilemas del sentido que generan dolor y malestar,
como lo es la desaparición de un familiar.
Adicionalmente, tal y como lo afirma el equipo de salud mental del Centro de Estudios Legales
(CELS), la reparación de las víctimas de la desaparición forzada no solo debe hacerse desde el
marco legal y jurídico, sino también desde un ámbito simbólico que les permita reconstruir y
resignificar su experiencia dolorosa (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2014, tomo III). De
esta manera, se busca, mediante el arte, transformar el dolor en una forma de expresión con un
sentido estético. “La reparación debe basarse en reconocer que no es posible ‘volver al estado
anterior del hecho violento’ y sobre este reconocimiento, construir medidas que dignifiquen a la
víctima y sus familiares” (Centro Nacional de Memoria Histórica, tomo III, 2014, p.23).
Un ejemplo de lo anterior se evidencia en las representaciones artísticas acogidas los días 27, 28 y
29 de mayo de 2014 en Bogotá en el Centro Nacional de Memoria Histórica, en el marco de la
semana internacional del detenido-desaparecido establecida por la Federación Latinoamericana de
Asociaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos (FEDEFAM). Así, bajo el título ¿Dónde
están los desaparecidos? Ausencias que interpelan se reunieron cinco exposiciones artísticas.
Por un lado, el artista argentino Gustavo Germano se encargó de recopilar fotografías de los
desaparecidos durante la dictadura argentina a partir de álbumes familiares. Así, expuso
fotografías donde aparece la persona antes de ser desaparecida y junto a esta foto expone una
segunda en la que ha recreado el mismo espacio pero con el vacío que antes era ocupado por el
desaparecido. Este montaje tomó el título de Ausencias y se llevó a cabo en el Centro Cultural
Gabriel García Márquez.
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Imagen tomada de: http://centromemoria.gov.co/fotografia-y-desaparicion-forzada/
Imagen tomada de: http://centromemoria.gov.co/fotografia-y-desaparicion-forzada/
Imagen tomada de: http://centromemoria.gov.co/fotografia-y-desaparicion-forzada/
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Por otro lado, la artista Erika Diettes propuso su obra Río abajo donde hace un registro fotográfico
de los objetos de los ausentes debajo del agua. De esta manera, se muestran prendas de vestir sin
un cuerpo que las esté usando y denuncia los ríos como repositorio de cadáveres que borran la
identidad de los desaparecidos de nuestro país. La exposición se llevó a cabo en la Parroquia
Nuestra Señora de las Nieves.
Imagen tomada de: http://www.bbc.co.uk/mundo/cultura_sociedad/2010/02/100214_colombia_conflicto_fotos_diettes_rg.shtml
Imagen tomada de: http://www.bbc.co.uk/mundo/cultura_sociedad/2010/02/100214_colombia_conflicto_fotos_diettes_rg.shtml
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Por otro lado, la Organización Familiares Colombia junto con Constanza Ramírez Molano
presentaron una instalación llamada Doble oficio por la entrega digna en la que reúnen dos
álbumes de fotografías construidos con papel reciclado de los documentos que se usaron en los
procesos de búsqueda. En uno de los álbumes se muestran las fotos de los desaparecidos de los que
se logró recuperar y entregar restos óseos. Por su parte, en el segundo álbum se proyectan
fotografías de los desaparecidos de los que aun no se tiene noticia. Adicionalmente, los
testimonios de los familiares a quienes les han entregado restos de sus seres queridos se escuchan
de fondo. Esta exposición se llevó a cabo en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación.
ASFADDES por su parte organizó, en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, su Galería de
rastros en donde exhibe 74 pirámides de vidrio invertidas con los rostros de las personas
desaparecidas. Este montaje fue donado por un artista payanés que pidió que su identidad
permaneciera oculta. Por su parte, la Fundación Nydia Erika Bautista montó, en el mismo lugar,
Prohibido olvidar a los desaparecidos donde exponen los rostros de los desaparecidos y las frases
de sus familiares y de la comunidad nacional e internacional.
Las anteriores expresiones artísticas que se reunieron en la ciudad de Bogotá son una muestra de
las acciones de reparación colectiva en torno a la desaparición forzada. De esta manera,
promoviendo el derecho a la memoria y a la verdad, estas exposiciones son un acto testimonial que
unifica el dolor de todos los familiares que esperan a sus seres queridos. Así, se integra dentro del
discurso individual y social el evento traumático de la desaparición. El arte entonces contribuye a
la reparación en tanto promueve la denuncia y permite que se recuerde lo que antes quiso ser
silenciado.
RITUALES FÚNEBRES SIMBÓLICOS PARA DESAPARECIDOS
Finalmente, la adopción de tumbas de NN es el tercer mecanismo que han encontrado los
familiares de desaparecidos para hacer frente a su dolor. Los rituales y ceremonias hacen parte de
las expresiones culturales de los seres humanos, las cuales demarcan una transición. En ocasiones,
la imposibilidad de acceder a los rituales hace que el proceso de duelo no sea favorable o, en otros
casos, no existen rituales en nuestra cultura que manejen pérdidas ambiguas o traumáticas (Van
der Hart, 1988). Según explica Díaz (2003), el no reconocimiento público del suceso a través de
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una ceremonia imposibilita el duelo. Ante los casos de desaparición forzada en los que no existe
un cuerpo que cremar o enterrar se debe acudir a cierres simbólicos, pues como explica Boss
(2001) es preferible llevar a cabo un entierro simbólico que no llevar a cabo ningún ritual de
despedida. Esto ya que “lo ausente, si no tiene algún tipo de cierre permanece presente” (Boss,
2001, p.53).
Ante las pérdidas ambiguas el Estado tiene una responsabilidad fundamental y es la de
implementar cementerios NN. Dichos cementerios simbólicos, donde se depositan bien sea
cadáveres NN o tumbas vacías con los objetos personales de los desaparecidos, constituyen una
fuente de alivio pues son, no solo una pieza clave dentro de la reconstrucción de la memoria
histórica (Madariaga, 2006), sino también una forma de validar la presunta muerte de un
desaparecido. Así mismo, permiten que aumente la tolerancia a la ambigüedad (Boss, 2001).
La importancia de la sepultura de un NN se evidencia en el documental de 67 minutos desarrollado
por Juan Manuel Echavarría en Puerto Berrio, Antioquia. Con la ayuda de la Fundación Puntos de
Encuentro y la productora Lulo Films, el 24 de febrero de 2013 se estrenó dicha investigación en
el Festival Internacional de Cine de Cartagena bajo el título Requiem NN. Aquí se cuenta la
historia de Puerto Berrio, un pueblo a las orillas del río Magdalena, que ha sido uno de los
principales escenarios de la violencia en Colombia.
El río Magdalena ha sido por varias décadas el lugar donde depositan los cadáveres que buscan
desaparecer. Dichos cuerpos son encontrados por los pescadores que recogen con sus redes
pedazos o extremidades. En otras ocasiones los mismos habitantes del pueblo desde la orilla ven
los cuerpos que vienen flotando con uno o dos buitres encima. De esta manera, los miembros de
este pueblo han tenido que lidiar con cadáveres irreconocibles que sacan del agua y llevan a la
morgue. Medicina legal le asigna un número a cada NN para después guardarlos en cofres antes de
enterrarlos en una fosa común.
Sin embargo, para evitar que pasen al anonimato absoluto, los habitantes del pueblo han decidido
adoptarlos y darles un nombre, decorar sus tumbas e ir a rezarles. Así, no solo les rezan y cuidan
sino que eventualmente pagan una exhumación para que de los cofres vayan a un osario. En este
ritual les pagan además una misa a la que asiste la familia completa de quien adoptó la tumba. Por
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otro lado, en el documental, además de contar las historias de los adoptantes, cuentan la historia de
un animero que explica que las almas del purgatorio pueden interceder ante Dios y así conceder
milagros. El mes de noviembre es el mes de las almas del purgatorio y los integrantes del pueblo
se reúnen con el animero en un acto de devoción a rezar un padre nuestro por todas las almas de
los NNs que están a punto de ser condenadas.
La adopción de tumbas se convierte en un problema para Medicina Legal pues pierden el registro
de qué tumba es de NN y cuál realmente tiene identificación. De esta manera, cuando aparece una
familia de desaparecidos no hay forma de reconocer y exhumar las tumbas ya que estas están
pintadas y decoradas con los nombres que los adoptantes le han dado. Sin embargo, este fenómeno
en el que se adopta una tumba y se le da cristiana sepultura refleja la importancia que tiene el acto
simbólico de enterrar y recordar a los muertos. Esta manifestación de los habitantes de Puerto
Berrio demuestra, no solo una resistencia a la desaparición, sino también la necesidad de hacer un
ritual fúnebre y reconocer socialmente la pérdida de estos seres humanos.
Imagen tomada de: http://www.medellincultura.gov.co/laescena/Paginas/LE_requiem_nn.aspx
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Imagen tomada de: http://www.hitfix.com/movies/requiem-nn/photo/gallery/1
Imagen tomada de: https://www.museodeantioquia.co/evento/requiem-nn/#prettyPhoto/0/
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PROPUESTA DE TÉCNICAS DE INTERVENCIONES ESPECÍFICAS EN TERAPIA
PSICOLÓGICA
A partir de la identificación de los principales mecanismos que han empleado familiares de
desaparecidos para afrontar el duelo y mantener la memoria de sus seres queridos, se
desarrolló una revisión bibliográfica en la que se identificaron técnicas de intervención
psicológica que puedan ser adaptadas, dentro del tratamiento clínico, a las necesidades
específicas de estas personas. A continuación se presentan dichas técnicas que pretenden servir
como herramientas dentro de una terapia global y son: la terapia grupal, la psicoterapia
cognitiva narrativa y los rituales terapéuticos de despedida.
TERAPIA GRUPAL
Según Lazare (1979) existen tres casos en los que los factores sociales pueden dificultar un
proceso de duelo (Wolden, 2002). El primero se da cuando la muerte es silenciada por la
comunidad, como sucede ante los suicidios. El segundo ocurre cuando la muerte es socialmente
negada pues se simula que nada ha pasado, como en los casos de abortos donde la mujer mantiene
en secreto la pérdida y no recibe ningún apoyo. Y, por último, el tercero sucede en los casos donde
no hay una red de apoyo disponible, por ejemplo por distancia geográfica. En el caso de la
desaparición forzada es posible evidenciar tanto el silencio de la comunidad, la negación del hecho
y la falta de una red de apoyo disponible. Por esta razón, como se expuso anteriormente, los
familiares se han visto en la necesidad de agruparse y luchar en conjunto.
Según Nolen-Hoekseman & Larson (1999) el apoyo social contribuye a una mejor resolución del
duelo y el dolor, mientras que el aislamiento es el factor que más se relaciona con la depresión y
malestar. De esta manera, las personas con una mejor red de apoyo demuestran tener mejores
estrategias de afrontamiento ante eventos traumáticos (Nolen-Hoekseman & Larson, 1999).
Debido a lo anterior, compartir información con pares que han vivido una experiencia similar se ha
considerado un método idóneo para facilitar la expresión de emociones y percepciones. De esta
manera, el poder articular las historias y ser escuchados permite la validación de la sociedad y
facilita el proceso de duelo (Boss, 2001).
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Sin embargo, según Madariaga (1991), a los familiares con desaparecidos se les dificulta socializar
su afectación, lo cual obliga a privatizar la experiencia traumática. Por esta razón, y teniendo en
cuenta que la asociación de familiares ha demostrado ser una estrategia benéfica, se recomienda la
terapia grupal como un mecanismo que se emplee como complemento dentro de la terapia
individual. En dicha terapia grupal todas las personas compartirán el común denominador de
dolientes por desaparición de un familiar.
La terapia grupal ayuda a que las personas fortalezcan sus redes de apoyo informales, ganen
esperanza, encuentren nuevas estrategias de afrontamiento, desarrollen habilidades sociales,
encuentren solidaridad, aceptación y disminuyan su culpa (Nolen-Hoekseman & Larson, 1999).
Hablar con otros sobre mecanismos de afrontamiento y el manejo de emociones negativas en
situaciones similares permite que la experiencia se normalice y valide. En este tipo de terapias el
rol del psicólogo será el de generar un clima seguro, que inspire confianza, y recordarle a los
pacientes que en todos los casos hay similitudes y diferencias que deben ser respetadas (Nolen-
Hoekseman & Larson, 1999).
El centro de Salud Mental y Derechos Humanos (CINTRAS) es una organización sin ánimo de
lucro que desde 1985 brinda asistencia a sobrevivientes de la tortura y familiares de desaparecidos
durante la dictadura militar en Chile (CINTRAS, 2005). Madariaga (1992), como miembro de esta
organización, publica un estudio en el que decide analizar el daño psicológico y psicosocial de una
comunidad rural en Parral, Chile, a partir de la terapia de grupo que hizo con familiares de
detenidos-desaparecidos. Por su parte, Marty & Mendez (s.f), también terapeutas de CINTRAS,
publican citas extraídas de testimonios de sus usuarios y relatan cómo fue el proceso de duelo en
una terapia grupal.
Por medio de las intervenciones en las sesiones grupales, Madariaga (1992) pudo determinar que
cada integrante se reconoció en el relato del otro, lo cual permitió que surgieran en el grupo
sentimientos solidarios. Gracias a esta atmósfera, la dificultad para contar la propia experiencia
disminuyó considerablemente. Como explica el autor, “los unía un común denominador: una
íntima trinchera psicológica desde la que se defendían la vida [de su familiar]” (Madariaga, 1992,
p.77). De la misma manera, Marty & Mendez (s.f) argumentaron que, a partir de la terapia grupal,
la experiencia dolorosa se desprivatizó y la conformación del grupo facilitó la elaboración
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discursiva de los hechos y la experimentación de emociones. A continuación se presentan dos
fragmentos de las transcripciones que hicieron de intervenciones de sus pacientes:
Sentir que mi dolor y soledad existencial no solo eran compartidos por otros, sentir que sus
dolores y soledades me tocaban sin nada de extraño. Así, tratando de visualizar el nudo central
lo que resalta es su despliegue afectivo; fraternidad, confianza y dignidad aún después de la
muerte (Marty & Mendez, s.f, p.4)
Me ayudó a verme reflejado en mis otros compañeros del grupo, comprendí que había otras
personas que habían tenido las mismas experiencias o similares, esto constituyó un refuerzo en
mis relaciones y contribuyó a estrechar lazos con ellos, a la vez que íbamos creando el círculo
físico y mental, que pasó a ser nuestro escudo, nuestro círculo de hierro (Marty & Mendez, s.f,
p.4).
De esta manera, ambos autores coinciden en que la terapia grupal con familiares de desaparecidos
es una excelente herramienta para lograr adherencia al tratamiento, la expresión de emociones,
disminución de sensación de soledad y culpa, cambio de la autopercepción de víctima a la de
interventor de su propio proceso de recuperación y, finalmente, restructuración de proyectos
vitales. Por último, evidenciaron que la construcción de esta red de apoyo permaneció incluso
después de culminar las sesiones (Madariaga, 1992. Marty & Mendez, s.f).
Por otra parte, el papel de la narrativa como construcción de significados ha sido reportada en la
literatura como una estrategia a través de la cual los seres humanos generan alternativas ante
eventos de orden diverso, entre ellos los traumáticos. De esta manera, además de la terapia grupal,
la psicoterapia cognitiva narrativa puede traer beneficios a los familiares de desaparecidos en la
medida en que articula una narración coherente y con significado. A continuación se expondrán
algunos elementos de dicha terapia que pueden servir de apoyo al trabajo de duelo por
desaparición
CONSTRUCCIÓN DE ESTRUCTURAS NARRATIVAS
La semiología general de Saussure, el padre de la lingüística moderna, explica que el signo
lingüístico tiene un carácter arbitrario (Richter, 2007). Es decir, la relación entre el significado y
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significante es inmotivada y, en esa medida, un concepto no se define por su contenido sino por la
relación que mantiene con otros signos del mismo sistema. Sin embargo, a pesar de que el
significado no tiene relación con el significante, está definido a través de una convención social, y,
en esa medida, un individuo no puede asignar cualquier imagen acústica a un concepto (Richter,
2007). Es decir, ante un fonema determinado una persona se forma una imagen mental
determinada. Empero, tal y como lo afirma Gatti (2011), la relación entre la representación y el
hecho queda severamente alterada ante la desaparición de un familiar. De esta manera, el
postulado de Saussure se ve alterado en la medida en que las personas víctimas de este delito no
logran construir un significado en torno al concepto de la desaparición. Así, el significante, que
sería la palabra desaparición, constituye un sinsentido que no se logra traducir en un significado
coherente.
Gatti (2011) hace una distinción entre trauma, acontecimiento y catástrofe. Según explica el autor,
el trauma genera en el individuo una desestabilización que con el tiempo pasará. Por su parte, un
acontecimiento genera una desestabilización mucho más intensa donde hay un “desencaje
absoluto” (Gatti, 2011, p.92) aunque también es momentáneo. Finalmente, en la catástrofe la
inestabilidad aparece como un factor estable, es decir, como un duelo perpetuo en donde se da un
“desajuste permanente entre las palabras y las cosas” (Gatti, 2011, p.92). En esa medida, la
desaparición forzada se cataloga dentro de las catástrofes ya que representa el trauma permanente
en donde el lenguaje es insuficiente para expresar lo vivido.
En estos casos, el significante y el significado no encuentran, a pesar de las convenciones sociales,
una concordancia que tenga algún tipo de coherencia para el individuo. El carácter de
desaparecido aparece entonces como un sinsentido ya que hay un “cuerpo separado de nombre;
consciencia escondida de su soporte físico; es nombre aislado de su historia; es identidad
desprovista de sus cartas de ciudadanía” (Gatti, 2011, p.98). De esta manera, un desaparecido no
tiene lugar dentro de una representación lógica de la existencia humana. Su identidad como
individuo queda anulada, “pierde nombre, se queda sin territorio, se lo desliga de su historia”
(Gatti, 2011, p.99). De esta forma, las palabras no logran representar dicha situación pues se está
tratando de denominar un sin lugar, un vacío. Dicho atentado a la lógica, como lo llama Gatti
(2011), obliga a quien lo padece a encontrarse ante un abismo en el que debe crear un nuevo
estado del ser: el de desaparecido. Un vivo que no está muerto, un muerto que no está vivo.
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De esta manera, según lo argumenta Gatti (2011), ante la desaparición de un familiar se da un
desajuste en el lenguaje y la representación simbólica del mismo. En ese sentido, es necesario que
la terapia psicológica aborde el problema que representa la significación del hecho y le permita a
los familiares de desaparecidos construir narrativas coherentes dentro del sinsentido que
atraviesan. Una terapia que apunta a dicho objetivo es la psicoterapia cognitiva narrativa.
Según Gonçalves (2002), la psicoterapia cognitiva narrativa entiende el lenguaje como un agente
constructor de conocimiento, que confiere significados que nos son estáticos pues se transforman.
Las palabras, al unirse, forman una matriz narrativa o pensamiento narrativo que permite múltiples
construcciones. Según explica el propio autor, "la multiplicidad de significados sólo es posible
gracias al poder creativo y múltiple del lenguaje y del discurso humano" (Gonçalves, 2002, p.20).
De esta manera, con la significación que le damos al entorno estamos haciendo una incorporación
activa de la realidad y, en ese sentido, somos agentes que construyen su propio mundo interno, que
varía de acuerdo a la construcción narrativa que se haga. No asimilamos pasivamente las
experiencias sino que somos creadores de nuestra realidad a través del lenguaje (Gonçalves, 2002).
El lenguaje entonces es agente constructor de experiencias y no sólo un proceso de segundo orden.
Según esto, la psicopatología está en el trastorno de la narrativa de la persona. Es decir, la
psicopatología está en el significado que se le da al hecho externo más no en el hecho per se. A
partir de esta premisa, el modelo de terapia cognitiva narrativa tiene una función hermenéutica
(interpreta los significados del discurso) a partir del contexto en el que se producen (Gonçalves,
2002). Es decir, el psicólogo debe conocer el sistema interpretativo que da significado a la
experiencia. "Se reconoce que los significados sólo tienen sentido cuando se localizan en el
espacio y en el tiempo, y, por tanto, en el contexto interpersonal que los enmarca" (Gonçalves,
2002, p.22).
De esta manera, la supervivencia psicológica de un individuo se asegura, según la terapia cognitiva
narrativa, mediante la construcción de estructuras narrativas coherentes y estructuradas
(Gonçalves, 2002). Todo pasado que fue olvidado y suprimido y que no se elaboró mediante el
lenguaje permanecerá incoherente y causará malestar. En ese sentido, el terapeuta debe expandir el
sistema de significados de su paciente y darle sentido a la experiencia, es decir, necesita darle
coherencia narrativa. En esa medida, en terapia se busca significar la experiencia mediante el
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relato, pues la conversación se entiende como un acto creador (Gonçalves, 2002).
Según Gonçalves (2002), "los individuos ignoran o evitan narrativas fundamentales de su propia
vida porque son incapaces de dar coherencia a su experiencia” (p.28). En otros casos, integrar
ciertas tramas narrativas resulta demasiado doloroso para el individuo. Ante la desaparición
forzada de un familiar ambos escenarios se cumplen. Por eso es fundamental que el psicólogo que
trabaje con esta situación límite sea capaz de inducir al recuerdo y construcción de un discurso
narrativo coherente y complejo que le permita al paciente incorporar a su vida el sinsentido del
evento. De esta forma, por medio de la elaboración discursiva la persona será capaz de concebirse
como agente de su realidad (Gonçalves, 2002).
Dentro de la terapia, es necesario que el paciente, mediante una revisión episódica, recuerde y se
reconozca como un protagonista dentro de la historia. Solo a través del recuerdo la persona podrá
abrirse a la experiencia y construir una coherencia. Según Gonçalves (2002), dentro de la
construcción del relato se darán herramientas al paciente para que ocurran tres procesos que son: la
subjetivación, la metaforización y la proyección. La subjetivación permitirá que surjan una
variedad de experiencias emocionales y cognitivas que el paciente deberá poder reconocer,
experimentar y luego nombrar; la metaforización se dará cuando el paciente sea capaz de utilizar
metáforas para enriquecer los significados de la experiencia. Aquí se le pide que construya una
metáfora alternativa a la metáfora raíz para re-significar el pasado. Finalmente, la proyección se
dará en la medida en que el paciente sea capaz de darle una intención a las experiencias del futuro.
En conclusión, al ser la desaparición forzada una catástrofe que provoca el desajuste permanente
entre las palabras y los hechos (Gatti, 2011) y habiendo demostrado cómo los familiares a través
del arte narran lo vivido y lo transforman en una experiencia estética con significado, la
construcción de estructuras narrativas que propone la terapia narrativa cognitiva es una
herramienta fundamental de la que puede servirse el terapeuta. Así, dentro del ejercicio narrativo
que el psicólogo desarrollará en terapia, identificará cuál es el prototipo narrativo que utiliza el
paciente para ser capaz de deconstruirlo y modificarlo y que éste, finalmente, sea capaz de dotarlo
de significado y coherencia (Gonçalves, 2002).
Finalmente, el tercer mecanismo que se podría adaptar a la terapia y que responde a la necesidad
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de los seres humanos de dar un cierre simbólico y enterrar a sus muertos, como se evidenció en el
documental Réquiem NN, es el de incorporar rituales simbólicos de despedida. Esta estrategia
terapéutica se desarrollará a continuación.
RITUALES SIMBÓLICOS DE DESPEDIDA
La falta de un cadáver, certificado de defunción y reconocimiento de la comunidad imposibilita
que se materialice la pérdida de un desaparecido (Diaz, 2003). Para agravar esta situación, las
prácticas fúnebres son eventos culturales estandarizadas que no tienen en cuenta casos
excepcionales como la desaparición forzada y que “dejan muy poco espacio para la expresión de
sentimientos ambivalentes” (Boss, 2001, p.4). De esta manera, y como complemento de una
terapia que se centra en el diálogo, es necesario que se pase a la acción y se suplan estos vacíos
dentro del tratamiento (Van der Hart, 1988).
De esta manera, se desarrolló una técnica terapéutica para lidiar con el duelo complicado llamada
rituales liberar-tomando (traducción propia de leave-taking rituals) en la cual se hace uso de una
acción simbólica dentro de la terapia (Van der Hart, 1988). Lo que se propone esta técnica es que
el psicólogo sea capaz de construir un ritual que se acople a la necesidad de cada paciente en
donde, de manera simbólica, se despida al familiar que ha perdido. Según explica Van der Hart
(1988) simular una acción puede llegar a ser tan efectivo como realmente hacerla y, en esa medida,
todo ritual es un acto de fe, vivido como real y poderoso.
En el ritual es necesario que haya una acción simbólica, es decir, que se manipule un símbolo.
Solo de esta manera se logrará que el acto sea un acto analógico lleno de significado. De esta
manera, la aproximación terapéutica que propone Van der Hart (1988) es la de incorporar la
pérdida definitiva de un ser querido a través de la perdida definitiva de los objetos simbólicos, que
pueden ser destruidos o modificados dentro del ritual.
Según explica el autor, un mito es una historia que se considera cierta y relata algo ancestral. Por
medio del mito se le da una razón de ser al mal y gracias a una estructura simbólica el mito cobra
vida. En esa medida, para que un ritual sea efectivo, éste debe estar fundamentado a partir de un
mito cultural que es compartido por todos aquellos que conforman el ritual. De esta manera, en
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terapia el psicólogo debe construir ese mito terapéutico que será secular y responderá a la visión de
mundo del paciente. Una vez se haya construido el mito, a través de un relato que sea compartido
entre el psicólogo y el paciente, entonces se procede a la acción.
Dicha acción, que se elabora por medio del ritual, responde a una “acción simbólica que debe ser
llevada a cabo de una cierta manera y en un cierto orden, y puede o no estar acompañada con
formulas verbales” (traducción propia, Van der Hart, 1988, p.15). De esta manera, el ritual
terapéutico debe seguir tres fases que son: la fase preparatoria, la fase de organización y la fase de
finalización. A continuación se explicará cómo se debe proceder en cada una.
1. Fase preparatoria: esta es la fase inicial donde el psicólogo se encarga de explicarle al
paciente cómo los rituales permiten que se de un cierre. La utilización de ejemplos es
recomendable en esta fase.
2. Fase de reorganización: el cliente hará tareas específicas que se desarrollarán hasta el final.
Las tareas exigen que el paciente lleve a cabo objetos simbólicos que representen su
relación con la persona. Puede entonces hacer dibujos, estatuillas, poemas, etc. Se
recomienda, por ejemplo, hacer una carta continua (Van der Hart, 1988) en donde la
persona le escribe diariamente al familiar lo que le quiera decir. Esto lo hará a una hora
específica y en un mismo lugar donde pondrá una foto del familiar cerca. Adicionalmente,
la persona elegirá objetos simbólicos que son llamados por Volkan & Josephthal (1980)
objetos de vínculo (traducción propia de linkin objects) que logran, por un carácter mágico
que se le atribuye, conectar al familiar con difunto (como es citado en Van der Hart, 1988).
En la etapa de reorganización el cliente experimentará muchas emociones y revivirá su
dolor, por lo que el terapeuta debe ayudarle a aceptar lo experimentado.
3. Fase de finalización: se lleva a cabo la ceremonia en donde se despiden los símbolos
recogidos o creados. Para ello se suele llevar a cabo un entierro, quema o lanzar al mar. Se
recomienda posteriormente llevar a cabo un baño (ritual de limpieza) y, finalmente, una
incorporación del ritual en donde se comparte la experiencia con la familia, amigos o
terapeuta. Se recomienda que el terapeuta esté presente para que vele por la buena
consecución del ritual.
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Este proceso ha demostrado tener el mismo impacto que tendría un ritual fúnebre convencional y
se ha evidenciado un cambio físico, cognitivo y emocional (Van der Hart, 1988). Gracias a que la
utilización de símbolos permite que se materialice aquello que el objeto simboliza, en el ritual
liberar-tomando hay un desprendimiento simbólico de la persona o situación del pasado.
Además de este ritual que pretende movilizar el duelo, es recomendable incorporar mecanismos
que han servido, tradicionalmente, para despedirse de un familiar que murió. En el caso de la
desaparición forzada, la imposibilidad que tiene el familiar de enterrar a su ser querido no solo
constituye un problema en tanto no hay una prueba de realidad que testifique la muerte, sino que,
le produce a la persona la sensación de que no alcanzó a despedirse de su ser querido. De esta
manera, es fundamental que el paciente, mediante el discurso o la imaginería, tenga una última
conversación con el familiar desaparecido para decirle adiós. Según explica Worden (2002) es
necesario que el doliente se despida, no del familiar, del amor y los recuerdos que tiene de él, sino
de la necesidad de recuperarlo y del dolor que le imposibilita seguir viviendo plenamente. De esta
manera, la terapia debe tener como objetivo que el familiar se despida de su ser querido
desaparecido para que, como argumenta Díaz (2003), éste pase a concebirse como muerto.
Worden (2002) recomienda tres mecanismos para lograr lo anterior. El primero es el mecanismo
gestáltico de la silla vacía en donde se pone una silla en el consultorio para que el paciente imagine
que ahí está sentado su familiar y hable con él. El segundo que se puede emplear es el mecanismo
propuesto por Megles and DeMaso (1980) (como es citado en Worden, 2002) en donde se le pide
al paciente que cierre los ojos e imagine una conversación con su familiar. Por último, también se
puede optar por la dramatización en el juego de roles, en donde el paciente sostiene una
conversación en la que él mismo, interpretando a su familiar, se responde en un monólogo a dos
voces (Worden, 2002). Cualquiera de los métodos que se utilice permitirá que surjan sentimientos
ambivalentes que, finalmente, logrará que la persona se despida con frases como: “me causa
demasiado dolor esta situación y por eso te dejo ir”, “tengo que dejarte ir” “tengo que decirte
adiós, ya es tiempo” (Worden, 2002).
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CONCLUSIONES
A partir del presente estudio es posible afirmar, por un lado, que el delito de la desaparición
forzada es supremamente grave y recurrente en Colombia. Este crimen de lesa humanidad afecta
un sector considerable de la población y la cifra de víctimas es únicamente aproximada pues, como
se expuso anteriormente, solo hasta el 2000 se tipifica el delito y las bases de datos están
fragmentadas. Por otro lado, es posible afirmar que a nivel psicológico la desaparición de un
familiar representa un trauma difícil de superar y conlleva un duelo complicado.
A pesar de la gravedad y recurrencia de esta situación, existe un vacío en el corpus teórico con
respecto al manejo terapéutico de pacientes con familiares desaparecidos. En esa medida, no
existen referencias claras que orienten el quehacer del psicólogo que trabaja un duelo complicado
por desaparición. Tampoco se han hecho suficientes estudios que enmarquen el duelo ambivalente
dentro del contexto de violencia en Colombia donde, como se ha mencionado, la desaparición
forzada es un delito sistemático. De esta manera, a partir de la búsqueda bibliográfica, se evidencia
una diferencia significativa entre el avance que ha tenido países como Chile y Argentina con
respecto a esta materia. Lo anterior demuestra que en Colombia la psicología, dentro de un
contexto terapéutico, debe seguir trabajando en mecanismos que preserven la memoria y reparen el
daño causado por la desaparición.
Por otro lado, es posible concluir que las personas con familiares desaparecidos sienten que el
Estado colombiano y la sociedad en general les han dado la espalda por lo cual deben reunirse y
ellos mismos luchar contra la impunidad y preservar la memoria de su familiar. De esta manera,
las personas con desaparecidos han desarrollado sus propios métodos para lidiar con esta
catástrofe. Estos son: la conformación de grupos que buscan una lucha conjunta y solidaria, la
expresión a través del arte en donde buscan plasmar emociones y recordar la magnitud de este
delito, y, finalmente, la adopción de tumbas sin identificación que pretende luchar por el entierro
digno de todos los desaparecidos forzados, entre otras muchas manifestaciones posibles.
De esta manera, teniendo en cuenta las necesidades de los familiares con desaparecidos y los
métodos que han encontrado para aliviar el dolor, se afirma que sí es posible adoptar técnicas de
intervención psicológica general a situaciones específicas de desaparición. En primer lugar, la
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necesidad por agruparse justifica, en la psicología clínica, la necesidad de hacer terapia grupal.
Esta técnica permitirá la validación y normalización de la experiencia traumática y satisfacerá la
necesidad de ser escuchado y tenido en cuenta por la sociedad. En segundo lugar, la necesidad de
narrar los hechos y significar la experiencia traumática a través del arte se puede trabajar a partir
de la psicoterapia cognitiva narrativa que pretende, mediante el lenguaje, reconstruir las historias y
darles un nuevo significado dotado de sentido. Finalmente, la necesidad por preservar los rituales
fúnebres, aun en casos de ambivalencia, se trabajaría en la terapia a partir de los rituales liberar-
tomando en donde se despide al familiar.
Por ultimo, es necesario concluir que los familiares con desaparecidos sí pueden elaboran un duelo
a pesar de la incertidumbre que rodea los hechos. A partir de la evidencia recolectada es posible
afirmar que los familiares con desaparecidos dejan de concebirse a sí mismos como víctimas y
empiezan a ser agentes de su propio proceso de duelo. De esta manera, un cadáver o certificado de
defunción no son requisitos indispensables para que puedan superar el trauma vivido. Así, aun en
casos de extrema ambivalencia, como lo es la desaparición, las personas son capaces de seguir con
su vida sin que el dolor y la incertidumbre sea el eje que la determina. Al articular su historia
dentro de una narración con sentido, dotarla de significado mediante lo simbólico, decir adiós y
confirmar que la sociedad no es ajena a su dolor, los familiares con desaparecidos pueden vivir
plenamente, aceptando la imposibilidad de control y la ausencia de respuestas.
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