inmovilidad de clases.pdf

10
(In)movilidad de clases: posiciones y situa- ciones de la clase alta limeña en Magdalena peruana y otros cuentos Cristóbal Cardemil Krause Rutgers University Divergencias. Revista de estudios lingüísticos y literarios. Volumen 6, número 2, invierno 2008 15 E n Latinoamérica es común encontrar clases altas de tradición oligárquica en los espacios culturales dominantes. A lo largo del siglo veinte esta situación ha cambiado debido a los avances políticos y económicos en distintos países. Sin embargo, todavía queda por explorar qué sucede en los espacios sociales que están siendo redefinidos y ocupados por nuevos miembros de las capas sociales dominantes, quienes llegan a esta nueva posición a partir del avance conseguido a través de la educación y el esfuerzo individual, a través del mérito. Los cuentos de temática limeña en la colección Magdalena peruana y otros cuentos (1986), de Alfredo Bryce Echenique, sirven para observar esta situación, que tomó fuerza en el Perú a partir del gobierno militar de Juan Velasco Alvarado—quien ocupó el poder entre 1968 y 1975—y continuó hasta avanza- dos los años 80. Cuando hablo de cuentos de temática limeña, me refiero a aquellos que se desarrollan mayormente en Lima, y que tratan de aspectos relacionados con el Perú en sus dinámicas de clase, es decir, “Anorexia y tijerita”, “El Papa Guido Sin Número”, “Una tajada de vida” y “Magdalena peruana” 1 . En este ensayo analizo los procesos de es- tablecimiento y cambio en la clase alta peruana, utilizando, para eso, la terminología de Pierre Bourdieu, con respecto al espacio social y al habitus. Según mi perspectiva, en los cuentos de Bryce, los cambios que existen en la clase alta peruana muestran que nuevos sujetos, de familias no oligárquicas, ingresan a este círculo social, sin que esto implique que haya mayores cambios en el modo en que se desenvuelve esa clase en el Perú, tanto en su entorno como en su relación con el resto de la sociedad. Es decir, la clase alta man- tiene sus características generales pese a que cambian sus integrantes particulares. Antiguas y nuevas relaciones de clase Antes de comenzar el análisis de los cuentos escogidos, es necesario hacer una breve referencia a algunos aspectos de la sociedad peruana en su historia—a través de los tra- bajos de Jean Paul Deler y Sara Castro-Klaren—y cómo han sido vistos los cambios en la estructura de clases—en el ensayo del intelectual peruano Abelardo Sánchez León. En el Perú, desde los tiempos de la colonia, la estructura de poder ha establecido una marca- da diferencia entre las poblaciones indígenas y la clase dirigente. Un elemento particular y que se mantiene hasta avanzado el siglo XX es que la clase alta peruana tiene un com- ponente oligárquico, en que unas pocas familias muy adineradas mantienen el poder económico y político del país durante generaciones (Deler 33). Desde la colonia, estas

Upload: mauricio-flores-ruiz

Post on 20-Nov-2015

218 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • (In)movilidad de clases: posiciones y situa-ciones de la clase alta limea en Magdalena peruana y otros cuentos

    Cristbal Cardemil KrauseRutgers University

    Divergencias. Revista de estudios lingsticos y literarios. Volumen 6, nmero 2, invierno 2008 15

    En Latinoamrica es comn encontrar clases altas de tradicin oligrquica en los espacios culturales dominantes. A lo largo del siglo veinte esta situacin ha cambiado debido a los avances polticos y econmicos en distintos pases. Sin embargo, todava queda por explorar qu sucede en los espacios sociales que estn siendo redefi nidos y ocupados por nuevos miembros de las capas sociales dominantes, quienes llegan a esta nueva posicin a partir del avance conseguido a travs de la educacin y el esfuerzo individual, a travs del mrito. Los cuentos de temtica limea en la coleccin Magdalena peruana y otros cuentos (1986), de Alfredo Bryce Echenique, sirven para observar esta situacin, que tom fuerza en el Per a partir del gobierno militar de Juan Velasco Alvaradoquien ocup el poder entre 1968 y 1975y continu hasta avanza-dos los aos 80. Cuando hablo de cuentos de temtica limea, me refi ero a aquellos que se desarrollan mayormente en Lima, y que tratan de aspectos relacionados con el Per en sus dinmicas de clase, es decir, Anorexia y tijerita, El Papa Guido Sin Nmero, Una tajada de vida y Magdalena peruana1. En este ensayo analizo los procesos de es-tablecimiento y cambio en la clase alta peruana, utilizando, para eso, la terminologa de Pierre Bourdieu, con respecto al espacio social y al habitus. Segn mi perspectiva, en los cuentos de Bryce, los cambios que existen en la clase alta peruana muestran que nuevos sujetos, de familias no oligrquicas, ingresan a este crculo social, sin que esto implique que haya mayores cambios en el modo en que se desenvuelve esa clase en el Per, tanto en su entorno como en su relacin con el resto de la sociedad. Es decir, la clase alta man-tiene sus caractersticas generales pese a que cambian sus integrantes particulares.

    Antiguas y nuevas relaciones de claseAntes de comenzar el anlisis de los cuentos escogidos, es necesario hacer una breve

    referencia a algunos aspectos de la sociedad peruana en su historiaa travs de los tra-bajos de Jean Paul Deler y Sara Castro-Klareny cmo han sido vistos los cambios en la estructura de clasesen el ensayo del intelectual peruano Abelardo Snchez Len. En el Per, desde los tiempos de la colonia, la estructura de poder ha establecido una marca-da diferencia entre las poblaciones indgenas y la clase dirigente. Un elemento particular y que se mantiene hasta avanzado el siglo XX es que la clase alta peruana tiene un com-ponente oligrquico, en que unas pocas familias muy adineradas mantienen el poder econmico y poltico del pas durante generaciones (Deler 33). Desde la colonia, estas

  • Divergencias. Revista de estudios lingsticos y literarios. Volumen 6, nmero 2, invierno 2008

    16

    limitaciones en el control del poder han produ-cido diferencias culturales reales (como son el acceso a escuelas, la capacidad de obtencin de bienes y la posibilidad de viajes) e imaginarias (con la conformacin de clases que se sienten superiores o inferiores al resto). Sin embargo, el grado de imaginacin impuesto no quiere decir que sus efectos no se sientan en la sociedad y en la interrelacin de los distintos grupos sociales.

    Castro-Klaren realiza una exposicin histrica de la situacin de clases en Per du-rante los siglos de la colonia y hasta el siglo XX. Hace referencia, entre otras cosas, a que el establecimiento de una clase alta con una can-tidad excesiva de lujos, incluida la posesin de indgenas como esclavos a travs del sistema de encomiendas2 se poda encontrar ya en el siglo XVI. En ese siglo, el acceso a la cultura ya era un elemento diferenciador de clase (428). En el XVIII, el mayor cambio viene infl uido por la nueva casa monrquica de los Borbones en Espaa, que remplaz a la de los Habsburgos, y por la aparicin de los afr ancesados en Per, que ven en la cultura francesa el ideal a seguir (433). Durante el siglo XIX, las diferencias de clase se mantienen en niveles intelectuales, en los cuales se defi ende la situacin de la poblacin indgena, pero dejando en claro que son una raza inferior que no puede valerse por s misma (435). Para el siglo XX, el movimiento indigenista y otros intelectuales tales como Jos Carlos Maritegui y Vctor Ral Haya de la Torre buscan la manera de rehabilitar el mundo indgena (438-9), sin embargo, queda la impresin de que las clases gobernantes no quieren acercarse mucho a estos grupos sociales. Es decir, existe un cambio en el paradigma intelectual, pero no se materializa en las esferas sociales ms altas, que siguen tan dis-criminadoras y arrogantes como siempre.

    Lo anteriormente descrito cambia abrupta-mente con las reformas polticas y agrarias im-

    plementadas por distintos gobiernos a partir de fi nes de la dcada de 1960. Snchez se refi ere a esta situacin como el derrumbe de la oligarqua y la constitucin de un nuevo ordenamiento sociopoltico. Tambin menciona que La de-saparicin poltica de la oligarqua no signifi ca necesariamente su desaparicin en trminos cul-turales (570), sin embargo, afi rma que la iden-tidad cultural se encuentra en las personas de las clases oligrquicas que han perdido su poder, que reconocen que han sido demolidos como clase (573). Para Snchez, la aparicin de los grupos oligrquicos en los cuentos de Bryce Echenique responden a la ltima opcin de aparecer como grupos de poder en la esfera peruana, y ms bien muestran los ltimos estertores de un grupo social que est terminando (576-7). Snchez considera que en la potica de Bryce Echenique difcilmente se puede encontrar el universo de personas que hoy dirige el Per (601). Pese a que comparto la mirada de Snchez con respecto a que la clase alta peruana ya no est compuesta exclusivamente por grupos oligrquicos, no pu-edo dejar de considerar que las prcticas de los oligarcas son adoptadas por los nuevos integran-tes de la clase alta, incluida su aversin por las clases sociales inferiores. Es decir, soy capaz de ver el cambio, pero no tengo una mirada tan op-timista con respecto al verdadero cambio en el espectro social de percepciones de clase y raza desde la clase alta peruana. Veo, adems, que este componente se encuentra en los cuentos de Bryce en Magdalena peruana y otros cuentos.

    Para observar las narraciones desde la per-spectiva que planteo, voy a ocupar la termi-nologa de espacio social y habitus propuesta por Pierre Bourdieu. Para ste, el espacio social se caracteriza por la distribucin de agentesin-dividuos, grupos, gobiernosconsiderando sus capitales econmicos y culturales. Al comparar distintos agentes, uno est ms cerca de otros

  • Cristbal Cardemil Krause

    17

    dependiendo de cun similar sean sus capitales (6). La cantidad especfi ca de capitales combina-dos se ven refl ejados en la sociedad a travs de la toma de posicin, estos es, a travs del uso, o habi-tus, que le dan al espacio que ocupan. Para cada espacio social, existen diferentes tipos de prcti-cas, o habitus, o gustos, permitidos (7-8). La rel-acin que existe entre los distintos tipos de capi-tal y habitus forma campos de poder especfi cos, desde los cuales se hace uso de distintos niveles de poder (34). Los diversos capitales y prcticas de los agentes, junto con la constitucin de dis-tintos campos de poder, se denominan capital simblico, que es una categora de percepcin. El capital simblico de un agente entrega infor-macin a otros y establece conjuntos de normas y valores (47). Desde mi perspectiva, entonces, espero comprobar que el uso del espacio social de los nuevos grupos de clase alta en la narrativa de Bryce Echenique, imite los habitus de los gru-pos oligrquicos peruanos tradicionales.

    Anorexia y tijeritaEn Anorexia y tijerita la relacin entre la

    clase alta limea y la clase media y baja presenta tensiones que las diferencian y distancian bas-tante. Los representantes de la clase alta y per-sonajes principales del cuento, el matrimonio compuesto por Joaqun y Raquelita, tienen una relacin de clase diferente. Raquelita, anorxica y duea de casa, viene de una familia de alcur-nia, de mucho dinero, una familia oligrquica limea que encuentra sus races en los person-ajes ms ilustres de la ciudad colonial, emparen-tada con la nobleza espaola, es decir, tiene un gran capital simblico. Joaqun, por su parte, tambin viene de una buena familia, aunque no tan importante como la de Raquelita. La his-toria ofi cial de Joaqun es que todo lo que ha conseguido, hasta su posicin en el ministerio, ha sido producto de su propio sudor. Sin em-

    bargo, este mismo relato de empuje y esfuerzo es lo que lo diferencia de Raquelita, en trmi-nos de comprensin de clase. Para Raquelita, la posicin social viene defi nida por la familia, y el esfuerzo es ms bien una caracterstica de otros grupos, diferentes al de ella. Joaqun, consciente de esta manera de ver el mundo, debe guardarse las ganas de decir lo que piensa, por miedo a que Raquelita le quite autoridad frente a sus hijos: No, mi querido Joaqun, mi pobre Joaqun, el sudor de la frente no, no entre nosotros, Joaqun (306). Joaqun debe adoptar concientemente el habitus de Raquelita para evitar confl ictos en su familia.

    Gran parte de la historia se construye a par-tir de la mirada de un narrador que penetra en las fantasas de Joaqun mientras l se ducha, el da en que sabe que perder su puesto de ministro a causa de un escndalo de corrupcin. Joaqun desprecia a Raquelita por su conciencia oligarca, de una manera que responde a sus propias an-siedades de claseansiedad de verse desautor-izado frente a sus hijos, frente a sus amigos, a sus relaciones laborales, ansiedad de nos ser tanto como podra ser, porque no hay manera de pa-recer ms frente a la oligarqua representada por Raquelita: si hay una persona en el mundo a la que le resbala por completo que yo haya dejado de ser ministro, esa persona es Raquelita. Claro, su padre fue ministro cinco veces, media familia suya ha sido ministro cinco veces, ms presiden-tes, virreyes y hasta un fundador de Lima . . . Y en segundo lugar, o sea en primero para Raquelita, porque me quiere por lo que soy (296).

    Joaqun no puede evitar mirar de frente la idea de alcurnia de Raquelita y recordar que, pese a que su familia tambin ha tenido dinero, no es la familia de Raquelita. Poco importa que l haya sido capaz de subir en la escala social has-ta emparentarse con ella, porque l siempre sabr que existe esa diferencia, que de alguna manera

  • Divergencias. Revista de estudios lingsticos y literarios. Volumen 6, nmero 2, invierno 2008

    18

    lo ven como alguien que no es tanto, como un escalador social, como alguien que ha llegado a ser quien es porque se lo han conseguido, porque su suegro le consigui los doce mejores clientes del estudio y le regal la casa (298). Y, ms all, su mayor problema es que Raquelita no parece mirarlo del modo en que l se imagina que lo ven, mientras l se comporte como alguien asimilado a la familia de ella. Joaqun debe, de esta forma, vestirse de alguien de clase tan alta como ella, realizar esa toma de posicin, tragarse narrativas de esfuerzo y de mrito, y ensearles a sus pro-pios hijos que su posicin social est garantizada por ser quienes son. No resulta sorprendente, en ese caso, que tenga fantasas acerca de escapar del pas o de que un negro hampn, inmenso, tranquilo, pagado y preparado (301) asesine a su mujer mientras est desnudo en la ducha. Slo ah, en el lugar en que nadie lo mira, en que nadie puede juzgarlo, puede darse ese lujo, que desaparece no bien empezaba a cerrar los caos de la ducha (302).

    Cada uno de estos personajes se relaciona con las clases ms bajas de una manera particu-lar, que refl eja la manera en que imaginan su sociedad. Joaqun lo hace a partir de su relacin sentimental con Vicky, su amante, mientras que Raquelita lo hace a partir de su tijerita virreinal de oro. Joaqun saca provecho de su relacin con Vicky, una mujer de clase media baja que llama la atencin de Joaqun por su culo (298). Joaqun reconoce que Vicky no podra haber sido la mu-jer con la cual casarse para llegar a la posicin social que detenta, puesto que ella no tiene la su-fi ciente elegancia como para moverse en los cr-culos sociales adecuadosqueda claro que parte del sudor de la frente de Joaqun es producto del esfuerzo que debi poner para enamorar a Raquelita y el que debe poner en seguir aguan-tndola cada da fuera de la ducha. Vicky es, de esta forma, un objeto que puede ser obtenido

    a partir del poder y del dinero de Joaqun, una relacin que nace a partir de una cierta estruc-tura social. En este sentido, Joaqun se vuelve expresin de la degradacin de las clases altas en el poder poltico, y del aprovechamiento que hacen de ese poder en relacin con otras clases sociales.

    Por otro lado, la tijerita es para Raquelita su clase, es la expresin mayor de su capital simbli-co. Este objeto ha sido heredado de generacin en generacin, ha permanecido en la familia porque bsicamente es una familia que puede guardar y traspasar objetos fi nos y delicados por generaciones. Adems, el objeto ha ido guardan-do, simblicamente, el peso de la tradicin que encarna esa familia; el peso de virreyes, nobles, presidentes y ministros. La tijerita es una prueba de su posicin inamovible en la sociedad, de que, sin importar lo que suceda, su sangre tiene una fuerza que no puede ser desestimada, la fuerza de su familia, de aquello que es clase alta. La tijerita es el arma que utiliza Raquelita para defenderse de una sociedad que no es capaz de reconocer aquello que para ella es evidente: a Raquelita no la haban matado ni los tres melocotones de su anorexia ni el andar metindose sola por to-das partes con la imbecilidad esa de Dios y su tijerita (300). Este objeto es tambin, hacia el fi nal del cuento, el arma que utiliza para defend-erse del ladrn que no le haba robado su reloj de diamantes en el bus, el arma que utiliza para ella robarle a un obrero su reloj. Es decir, este objeto, simbolizacin de su poder de clase, se vuelve el esfuerzo de una clase social por evitar por todos los medios que las clases ms bajaslas clases nfi mas, cuyos hogares debieran ser bombardea-dos (308)amenacen su espacio social.

    El Papa Guido Sin NmeroEl segundo relato de este estudio narra una

    escena primordial en una familia que se quiebra

  • Cristbal Cardemil Krause

    19

    por causas polticas. El narrador de esta histo-ria es Manolo, uno de los hijos de una familia con sufi ciente dinero como para que l pueda ir a colegios privados y contar con mayordomos y cocineras en su casa. Es decir, el hijo de una familia de clase alta, aunque no necesariamente oligrquica. Manolo narra las desavenencias en-tre su hermano Carlos y su padre, quienes tienen diferentes maneras de mirar el mundo, durante un almuerzo familiar en el que Carlos intenta narrar el entierro de un cura peruano que colg sus hbitos hace aos por desavenencias con el Papa. El problema de comunicacin entre los dos se presenta en que el padre es o se vuelve sordo frente a Carlos. ste, en sus esfuerzos por contar una historia que no trata de un person-aje de clase altaes decir, una historia que no le interesa al padre, se ve forzado a exagerarla como para hacerla lo sufi cientemente llamativa, o sea, a travs de la utilizacin de los cdigos del espacio social de su familia. Carlos falla en su in-tento, puesto que su padre constantemente lo in-terrumpe y le resta importancia a lo narrado. La narracin de Manolo se realiza mucho despus de lo ocurrido, por lo que el lector conoce, al fi -nal, que Carlos con el tiempo no vuelve a casa (por culpa de los comunistas) y que, exactamente para ese almuerzo, y a causa de la impotencia de Carlos frente a su padre, Manolo siente un grado de identifi cacin con su hermano.

    La narracin muestra a un padre al que los intereses de sus hijos y de la realidad nacional pe-ruana le tienen sin cuidado. La sordera del padre es solamente una muestra ms de esto, puesto que limita sus posibilidades de comprensin y lo obliga a exigir la repeticin y clarifi cacin de frases de Carlos. Adems, cuando el padre com-prende lo que se le est diciendo, no es capaz o no quiere tomar el peso de la historia, y ms bien realiza un contraste inmediato entre lo que ha sido su vida y los valores que representan su clase,

    y lo que se presenta en la historia del Papa Guido Sin Nmero. De este modo, si Carlos dice que gracias a Guido es que la gente se lava los dien-tes con una pasta particular, el padre le responde que l se lava los dientes con una pasta inglesa, y que no se siente mal de usarla porque para algo haba trabajado como una bestia toda la (360), porque se ha esforzado para poder utilizar esa pasta de dientes, que no es la que usa el resto de los peruanos. O tambin, si Carlos cuenta cmo Guido pasa su tiempo enfermo en una barriada de Lima, el padre responde que l sera partidario de terminar con el problema de las barriadas mediante un bombardeo (366) y que su familia se equivoc de votar por el Presidente de la Repblica de los tiempos de la narracin, porque No ha sido capaz de bombardear una sola barriada en los dos aos que lleva (366). Es decir, el padre ni siquiera debe luchar desespera-damente por desestimar los cuentos y opiniones de su hijo Carlos, porque su espacio social y su ideologa lo tienen convencido que cualquier cosa que se escape a aquello que sea de clase alta no tiene la sufi ciente validez como para merecer mucho inters.

    Por su parte, Carlos, en su esfuerzo por in-tentar comunicarse con su padre, por ver que no es slo un exponente de una clase alta podrida, debe sufrir constantemente sus respuestas ale-jadas, terribles e inhumanas. Este esfuerzo refl eja las complejidades que debe enfrentar este hijo, que slo borracho es capaz de enfrentar a su pa-dre. La narracin de Carlos, pese a su mucho esfuerzo e imaginacin, no impresiona al padre, lo que saca de quicio al hijo, quien comienza a lanzar pedos en la mesa y luego se marcha. Car-los descubre que no hay posibilidad de comuni-cacin con el padre, y que poco importa si es que la narracin es interesante y verdica, puesto que tienen diferentes patrones de comunicacin. El-los no son capaces de entenderse porque su com-

  • Divergencias. Revista de estudios lingsticos y literarios. Volumen 6, nmero 2, invierno 2008

    20

    prensin de la realidad peruana es de principio contraria. Esto se puede traducir en que padre e hijo ocupan su espacio social desde distintos puntos de vista. El padre se encierra en los habi-tus tradicionales de la clase alta oligrquica, sin ser l un oligarca, mientras que el hijo intenta alejarse de su clase social a travs de renegar de los habitus de su padre.

    Una tajada de vida Una tajada de vida presenta una visin de

    la clase alta limea ms o menos desde la distan-cia, puesto que el narrador de la historia se centra en Javier, quien ha vuelto al Per luego de pasar muchos aos en Francia. En ese sentido, se con-struye una historia que presenta tres niveles de complejidad subjetiva: una que narra Per desde la perspectiva de la clase altamirada que con-struye una idea de nacin dividida entre ricos y pobresencarnada en los amigos de Javier; otra que narra Per desde una perspectiva francesa, plasmada en Nadineuna mirada orientalista de una nacin manejada caticamente y hab-itada por indios ms o menos brbaros, aunque probablemente simpticos, como para hacer un viaje de turismo; y en tercer lugar la de Javier, que funciona como sntesisla mirada de quien no soporta la idiosincrasia peruana pero tampo-co sabe muy bien cmo hacerle frente, por lo que termina volvindose a Europa.

    El viaje que realiza Javier a Per le permite darse cuenta de que tiene que optar por una vida en particular, puesto que pareciera que su vida en Francia ya no tiene ninguna relacin con el Per que conoci y el que ahora vuelve a ver. La mira-da francesa ve al Per como un lugar simptico, pero en el que no se puede vivir, porque tiene de-masiados peligros: pobre Nadine, como que lo admiraba y l sera sin duda el hroe . . . porque haba estado en el Per, slo por eso, pobre gente, tendra que inventarle historias mejores que la

    oligarqua peruana sin tierras, mucho Cuzco y Machu Picchu, ms bien, la cocana y qu ms La selva y alucingenos (416-7). Javier debe ponerse en el lugar de Nadine y en el lugar de los franceses que lo escucharn, y descubre que no les va a poder hablar acerca de lo que preocupa a sus amigos peruanos, de la prdida de parte de sus tierras y otras propiedades y lujos a causa de la reforma agraria, que Javier apoya. Pese a que esa es la realidad que l mejor podra explicar, porque es la que le han contado sus conocidos, debe pensar en que, para lograr narrar entre-tenidamente algo peruano, ser necesario salir de Lima y enfocarse en los lugares indgenas. Es decir, descubre que no basta con una narracin de algo que podra suceder en Francia, y que ha sucedido, como son las reformas polticas, sino que es necesario incluir aquello que al menos no debiera suceder en Francia, como es el convivir con indgenas y personas que tienen otra episte-mologa3. Javier no puede hablar desde el espacio social de los europeos porque su historia no ten-dra sufi ciente inters. Sin embargo, cualquier otro espacio social sera una opcin falsa.

    Desde la perspectiva de los amigos perua-nos, viejos compaeros de oligarqua y colegio (414), la manera en que perciben y se relacio-nan con la poblacin indgena y con otras clases sociales cambia, y se vuelve abiertamente ms confl ictiva y violenta. La poblacin indgena ya no es imaginada con simpata y un particular inters etnogrfi co, sino ms bien como indios brbaros, cholos de mierda (415), que ocupan todos los espacios disponibles entre los lugares en que la clase alta vive, trabaja y se divierte. Es decir, como elementos que ms bien sobran, pero que ante la imposibilidad de eliminacin, deben ser evitados, ignorados y mantenidos a distancia a travs de constantes maltratos. Es una visin llena de odio y resentimiento, y que descubre en la risa la mayor muestra de su ignorancia: la

  • Cristbal Cardemil Krause

    21

    piel de un indio no cuesta caro, eso lo escribi un tal Ribeyro, vive en Pars como t, Javier (414). Esta frase la dicen los amigos de Javier camino a la plaza de toros, poco antes de atro-pellar a propsito a una persona que cruzaba la carretera. Pero es una frase tonta, ignorante, que desconoce la realidad terrible del cuento de Julio Ramn Ribeyro (La piel de un indio no cuesta caro), que describe probablemente a la gener-acin de los padres de Javier como gente que se siente con la sufi ciente reserva moral como para ocultar y negar la muerte por negligencia de un adolescente indgena y todava sentir que ellos estn llamados a manejar la nacin.

    An en relacin con el cuento de Ribeyro, se puede establecer que existen diferentes opcio-nes para quienes alcanzan a ver la barbarie y la ignorancia del grupo social dominante: Miguel, durante los aos 50 60, decide darse por ven-cido y volver a la fi esta con el to de su mujer, el presidente del club (Ribeyro 226); Javier, duran-te la primera mitad de los aos 80, decide volver a Francia. Pese a que, ticamente hablando, la decisin de Javier parece ser ms honesta que la de Miguel, en ningn caso se resuelve algo con ella. Queda mencionar, eso s, que Miguel no sufre mayores consecuencias y puede volver al club despus de su enojo, mientras que a Javier lo rechazan sus amigos y lo dejan solo en medio de la carretera, como l les pide (Bryce 415). Se ve, en ese sentido, que es posible optar por man-tenerse en una idea de colectiva de clase, como en el caso de Miguel y de los ms resentidos y desposedos antiguos compaeros de Javier, o que es factible preocuparse por la individualidad y escapar de la realidad que se muestra, como es el caso del propio Javier. Parece haber otra op-cin ms, que es la que toma Carlos en El Papa Guido Sin Nmero, al alejarse de su realidad so-cial, no viajando al extranjero, sino intentando mezclarse con gente de otras clases, adoptando

    una posicin poltica de enfrentamiento, tanto con su clase como contra su familia: Carlos no iba a volver ms a casa por culpa de pap y que despus dicen que es por culpa del comunismo internacional (367).

    Magdalena peruanaEl ltimo cuento a analizar tiene una estruc-

    tura narrativa ms compleja que los anteriores: tiene varios narradores que se entremezclan sin dar muchas claves del cambio. Existe, eso s, un narrador de marco, el nieto de don Rafael de Goyeneche, que cuenta la historia de la pelea que mantuvo separado a su abuelo de don Eduardo Rosell de Albornoz por aos y hasta el da de la muerte de ambos. Otros narradores son don Ra-fael, la abuela (y mujer de don Rafael), un nar-rador en Madrid, que podra ser don Rafael, y Dios. El hecho de que no exista la posibilidad de que el narrador de marco pueda contar los acon-tecimientos sino a travs de la cesin de la pal-abra narrativa, nos hace ver que la narracin se refi ere a una historia de la clase alta oligrquica peruana durante el siglo XX. Se descubre, de este modo, una historia encerrada en aquello que slo va a ser narrado por oligarcas y Dios. Porque en Magdalena peruana slo hay narradores y per-sonajes oligrquicos, a excepcin de la mencin breve de un carcelero hacia el fi nal del cuento, quien pertenece a los peruanos que no son ca-paces de reconocer el valor de un apellido bien dicho, porque en Per estn empezando a llamar Goyoneche a los Goyeneche, preocupaciones de quienes tienen un apellido que cuidar.

    Desde el comienzo de la narracin, se puede apreciar un fuerte componente endogmico en las familias oligrquicas tratadas: Don Eduardo siempre tuvo sus rarezas . . .; las tuvo como todos los Rosell de Albornoz. En cambio los Rosell y Lpez de Aldana, que son nuestros parientes por Goyeneche, porque Rosala, la mayor de las her-

  • Divergencias. Revista de estudios lingsticos y literarios. Volumen 6, nmero 2, invierno 2008

    22

    manas Lpez Aldana y Rosell, que eran primas dobles de los Rosell y Lpez Aldana . . . (427). Esto muestra que en Lima las clases oligrquicas, tan preocupadas de ser la fl or y nata de su pas, no suelen casarse sino entre ellos, para mantener un ideal de clase, es decir, para mantener su capi-tal simblico. Sucede lo mismo entre las esposas de don Eduardo y don Rafael, que parecen ser hermanas: la primera es doa Paquita Taboada y Lemos de Rosell de Albornoz (429), mien-tras que la segunda es doa Herminia Taboada y Lemos de Goyeneche (432). El cuento y sus narradores, tan encerrados en s mismos que slo Dios es capaz de entrar en la narracin, mantiene esa misma estructura. Es decir, pare-ciera ser un cuento endogmico, que separa a los oligarcas del resto de Lima y que no da o no reconoce el nombre sino a quienes integran esa misma clase, de manera similar a la descrita por Salazar Bondy en Lima la horrible: Sus piado-sos cuadros de pintura cuzquea, sus casas de estilo neocolonial de barroco mobiliarios, sus emparentamientos endogmicosslo acciden-talmente interrumpidos por una transfusin de sangre inmigrante. . . concretan en sus refi na-das formas la mixtifi cacin que con fi nes de lucro han defi nido como signo de un destino irrenun-ciable (18). Sin embargo, la narracin encierra tambin la decadencia de la oligarqua peruana conforme avanza el siglo XX: a don Eduardo le van disminuyendo las rentas y debe pasar de vi-vir en Pars a Madrid, y luego, de vuelta a Lima, a convertir su casona en pensin y l irse a vivir con sus hijas solteronas a unas casas menores al fondo del patio (Bryce 430-1). Es decir, se puede ver que la clase oligrquica en Per de a poco va perdiendo sus privilegios. Sin embargo, y pese a sus crecientes limitaciones materiales, no son ca-paces de cambiar su estilo de vida y el tipo de rel-acin que establecen con el resto de la sociedad limea. Prefi eren aislarse al fondo de un patio y

    vivir de sus recuerdos a mezclarse con gente de otras clases sociales.

    La endogamia que se refl eja en la historia tiene una contrapartida interesante. Despus de muchas generaciones, existen personajes que se estn volviendo estriles, aparte de incapaces de relacionarse con la sociedad. Es el caso de las hi-jas de don Eduardo, Carmela y Elenita, que al narrador le llevan como sesenta aos de soltero-nas y fi n de raza (431). Para ellas, la decadencia se est haciendo evidente en su incapacidad de procrear, en que se quedan viviendo con su padre aparentemente senil y viviendo de actividades anticuadas y de seoritas, como son las clases de piano y el ensear francs. El otro fi n de raza en la historia es el narrador de marco, quien no slo es incapaz de procrearse pasa la vida enamo-rado de las dos hermanas, pero son todos, en pa-labras del narrador, demasiado delicadoscomo para tratar el asunto (431)sino que adems est narrando la historia desde la crcel, por haber estrangulado a su abuela, que no quiere darle informacin con respecto a la historia de la pelea de don Eduardo y don Rafael (437). De-fi nitivamente, la incapacidad de procrear en un ambiente endogmico implica verdaderamente el fi n de un grupo social. Sin embargo, como se ha visto en otros cuentos, y particularmente en Anorexia y tijerita, existen otras presiones so-ciales que obligan a quienes llegan a ocupar el espacio social de la clase oligrquica a imitar las actitudes de los que van en retirada.

    Por ltimo, existe tambin un elemento hu-morstico pardico que no debe ser dejado de lado, y es el de la magdalena peruana. En el cuen-to, se hace alusin directa a la relacin existente entre la magdalena proustianaque lleva al narrador de En busca del tiempo perdido a recor-dar su vida en un ambiente de clase acomodada en Franciay la magdalena peruana, que es el nombre que le da el propio don Eduardo al fen-

  • Cristbal Cardemil Krause

    23

    meno de su ataque de pedos minutos antes de morir. El narrador y las dos hijas slo alcanzaron a comprender la frase magdalena peruana de parte del moribundo. Es entonces que se recurre a la voz de Dios para alcanzar a comprender un poco ms all lo que sucede y poder saber que el olor de sus pedos lo hace pensar en el pasado y en el amigo con el que nunca pudo pasar sufi ci-ente tiempo, Felipe Alzamora, porque se muri mucho antes, porque don Eduardo no saba su edad (436). Ms all del signifi cado del olor en el cuento mismo, que viene a signifi car tambin la razn de la pelea entre don Eduardo y don Ra-faelque nunca le dijo la edad de Felipe, es elocuente el hecho que, para recordar los aos antiguos de la buena sociedad limea, se deba recurrir al olor de los propios excrementos. No se trata del sabor de la cocina peruana, sino al re-sultado que existe luego de haberla consumido. Es decir, los recuerdos del pasado de don Edu-ardo son relacionados con los desechos que que-dan luego de haber hecho uso de lo peruano. El olor a heces que lleva a don Eduardo al pasado se trata tambin del olor de una clase podrida, que est en decadencia y llamada a desaparecer, una clase de la que slo quedan sus desechos.

    (In)movilidad de claseDe acuerdo con los momentos histricos de-

    scritos al comienzo de este ensayo, los cuentos de Alfredo Bryce Echenique analizados muestran que existe un cambio en la constitucin del espa-cio social de las clases altas. Se ve, de este modo, a la pareja de la oligarca Raquelita y el ms o me-nos meritcrata Joaqun; a la familia de Carlos y Manolo, a medio camino entre los habitus de una clase social en ascenso y los de la oligarqua ms tradicional; a Javier y su incomodidad fr-ente a un grupo social que se desmorona pero que pareciera estar dispuesto a hacer de su cada algo excesivamente escandaloso; y a los caducos

    don Eduardo y don Rafael y sus estriles famili-as, destinadas a perderse con el paso del tiempo. La oligarqua pareciera construir su identidad de clase por medio de la creacin de la ilusin de espacio social que se defi ne por su lejana y diferencia con el resto de la sociedadde ah la repeticin en distintos cuentos de la necesidad de bombardear las barriadas. Sin embargo, esa lejana la incapacita para comprender la comple-jidad de su entorno social y la va degenerando y dirigiendo a la esterilidad, sin que exista con-ciencia de aquello.

    Es decir, los cuentos de Bryce Echenique muestran que existe un cambio en las clases sociales ms acomodadas, pero que, al mismo tiempo, los nuevos grupos ocupan los espacios sociales de manera similar a como lo hiciera la oligarqua antes. Esto, que es contrario a la idea defendida por Abelardo Snchez Len, puede ser una muestra de que el proceso de recambio de grupos sociales todava es demasiado reciente como para mostrar esa nueva constitucin de la estructura social. En este sentido, convendra ampliar este estudio a obras que exploren este tema desde alguna otra perspectiva, o que obser-ven cmo ha continuado el desarrollo de la clase alta peruana en nuevas obras. Considerando que los cuentos analizados ocurren en espacios do-msticos, cabra ampliar el foco de este ensayo a los lugares en que la clase alta peruana estudia y se divierte, para ver de qu manera se estn uti-lizando estos espacios, que pueden, tambin, ser los lugares en que se encuentra el germen de la mantencin de los habitus y de la ocupacin de los espacios sociales en la clase alta peruana.

    Notas 1 Cuentos como Una carta a Martn Romaa y Cmo

    y por qu odi los libros para nios no fueron incluidos porque su temtica no trata mucho el tema de clase al que har referencia este estudio.

    2 Pese a que la corona espaola intent abolir el sistema

  • Divergencias. Revista de estudios lingsticos y literarios. Volumen 6, nmero 2, invierno 2008

    24

    de encomiendas entre 1542 y 1600, diversas reacciones en Latinoamrica impidieron que el sistema llegara a su fi n (Crow 161)

    3 Prefi ero no adentrarme en las crticas que se asoman con respecto a los problemas que presenta la sociedad francesa en la aceptacin de personas de otras culturas, un tema que est presente no slo a travs de la obra de Bryce, sino que adems forma parte del debate poltico y social en Francia actualmente.

    Obras citadasBourdieu, Pierre. Practical Reason: On the Th eory of Ac-

    tion. 1994. Polity Press in association with Blackwell Publishers, trad. Stanford: University of Stanford Press, 1998.

    Bryce Echenique, Alfredo. Cuentos completos. 2 ed. Ma-drid: Alfaguara, 1996.

    Castro-Klaren, Sara. Lima: A Blurred Centrality Liter-ary Cultures of Latin America: A Comparative His-tory. Mario J. Valds and Djelal Kadir, eds. Vol. 2. New York: Oxford University Press, 2004. 426-43. 3 vols.

    Crow, John A. Th e Epic of Latin America. 4th Ed. Berke-

    ley, California: University of California Press, 1992. Deler, Jean Paul. Th e Andean Countries. Trans. Wendy J. Eberle. Literary Cultures of Latin America: A Comparative History. Mario J. Valds and Djelal Kadir, eds. Vol. 1. New York: Oxford University Press, 2004. 29-36. 3 vols.

    Ribeyro, Julio Ramn. La palabra del mudo: cuentos 52/72 I. Lima: Milla Batres, 1973.

    Salazar Bondy, Sebastin. Lima la horrible. 2 ed. Mxico, D.F.: Ediciones Era, 1964.

    Snchez Len, Abelardo. Un cierto imaginario oligrqui-co en la narrativa de Alfredo Bryce Echenique. Los mundos de Alfredo Bryce Echenique: Nuevos textos crticos. 2 ed. Csar Ferreira e Ismael Mrquez, eds. Lima: Fondo Editorial de la Pontifi cia Universidad Catlica del Per, 2004.