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EL ETERNO RETORNO DE HOMERO* 1.- Es conocida la anécdota que marca el derrumbe de la vida lúcida de Nietzsche. Y conmovedora. He ahí al hombre, a plena luz de un día de comienzos de 1888, en una calle de Turín, abrazado al cuello de un caballo castigado. El signore Davide Fino, dueño de un quiosco cercano al lugar y casero del profesor Nietzsche, condujo a éste a su domicilio y, perfectamente ignorante del ilimitado correo que iniciaba, comunicó la noticia a quienes se harían cargo del enfermo, relatando o más bien transmitiendo un relato escuchado, pues él mismo no fue testigo del percance. La escena -es decir: su piadosa narración- tiene la particularidad, como toda historia con rasgos patéticos, de inscribirse perdurablemente en la memoria: qué cosa más inolvidable que el sentimiento de lástima provocado por un cuerpo caído e indefenso, más aún si el protagonista es el filósofo de la voluntad de poder, el inventor de Zaratustra. Es en efecto un desenlace verosímil -persuasivo, ajustado a género dramático- para la vida, pasión y muerte del anticristo. Para Ricardo Piglia (1) esa escena "marca, en un sentido, el final de la filosofía: con ese hecho empieza la llamada locura de Nietzsche que, como el suicidio de Sócrates, es un acontecimiento inolvidable de la razón occidental". Lo notable -descubre Piglia- es que la susodicha escena "es una repetición literal de una situación de Crímen y castigo de Dostoievski (Capítulo 5 de la I Parte) en la que Raskolnikov sueña con unos campesinos borrachos que golpean a un caballo hasta matarlo. Dominado por la compasión, Raskolnikov se abraza al cuello del animal caído y lo besa." Nietzsche habría sido en su arrebato final el patético protagonista, el inadvertido actor, de un libreto olvidado. De ser así, afirmación de Piglia, "una de las escenas más famosas de la historia de la filosofía es un efecto del poder de la literatura". Cabe sospechar, sin embargo, que el "poder de la literatura" actúa aquí menos en Nietzsche que en quienes relataron y divulgaron la anécdota. De Nietzsche, individuo psicológico e histórico, si sabemos algo (por ejemplo, ese final de tragedia) es por la literatura biográfica que lo construye según convenciones reconocibles. Es en la construcción literaria de los hechos, que aporta los detalles y los connota, en la que posiblemente recurre el fantasma literario de Dostoievski. "Nadie parece haber reparado -afirma Piglia- en el bovarismo de Nietzsche que repite una escena leída". Conjeturo que esta distracción se debe a que el "bovarismo" no es padecido por Nietzsche -o no sólo por él- sino, más bien, por todos los que se conmueven con ese relato y olvidan en él la matriz literaria que suministró, sin embargo, los pormenores de la anécdota y de la que depende su efecto de realidad. Tales retoques no desmienten, empero, la conclusión de Piglia: "La teoría del Eterno Retorno puede ser vista como

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EL ETERNO RETORNO DE HOMERO*

EL ETERNO RETORNO DE HOMERO*1.- Es conocida la ancdota que marca el derrumbe de la vida lcida de Nietzsche. Y conmovedora. He ah al hombre, a plena luz de un da de comienzos de 1888, en una calle de Turn, abrazado al cuello de un caballo castigado. El signore Davide Fino, dueo de un quiosco cercano al lugar y casero del profesor Nietzsche, condujo a ste a su domicilio y, perfectamente ignorante del ilimitado correo que iniciaba, comunic la noticia a quienes se haran cargo del enfermo, relatando o ms bien transmitiendo un relato escuchado, pues l mismo no fue testigo del percance. La escena -es decir: su piadosa narracin- tiene la particularidad, como toda historia con rasgos patticos, de inscribirse perdurablemente en la memoria: qu cosa ms inolvidable que el sentimiento de lstima provocado por un cuerpo cado e indefenso, ms an si el protagonista es el filsofo de la voluntad de poder, el inventor de Zaratustra. Es en efecto un desenlace verosmil -persuasivo, ajustado a gnero dramtico- para la vida, pasin y muerte del anticristo. Para Ricardo Piglia(1) esa escena "marca, en un sentido, el final de la filosofa: con ese hecho empieza la llamada locura de Nietzsche que, como el suicidio de Scrates, es un acontecimiento inolvidable de la razn occidental". Lo notable -descubre Piglia- es que la susodicha escena "es una repeticin literal de una situacin de Crmen y castigo de Dostoievski (Captulo 5 de la I Parte) en la que Raskolnikov suea con unos campesinos borrachos que golpean a un caballo hasta matarlo. Dominado por la compasin, Raskolnikov se abraza al cuello del animal cado y lo besa." Nietzsche habra sido en su arrebato final el pattico protagonista, el inadvertido actor, de un libreto olvidado. De ser as, afirmacin de Piglia, "una de las escenas ms famosas de la historia de la filosofa es un efecto del poder de la literatura". Cabe sospechar, sin embargo, que el "poder de la literatura" acta aqu menos en Nietzsche que en quienes relataron y divulgaron la ancdota. De Nietzsche, individuo psicolgico e histrico, si sabemos algo (por ejemplo, ese final de tragedia) es por la literatura biogrfica que lo construye segn convenciones reconocibles. Es en la construccin literaria de los hechos, que aporta los detalles y los connota, en la que posiblemente recurre el fantasma literario de Dostoievski. "Nadie parece haber reparado -afirma Piglia- en el bovarismo de Nietzsche que repite una escena leda". Conjeturo que esta distraccin se debe a que el "bovarismo" no es padecido por Nietzsche -o no slo por l- sino, ms bien, por todos los que se conmueven con ese relato y olvidan en l la matriz literaria que suministr, sin embargo, los pormenores de la ancdota y de la que depende su efecto de realidad. Tales retoques no desmienten, empero, la conclusin de Piglia: "La teora del Eterno Retorno puede ser vista como una descripcin del efecto de memoria falsa que produce la lectura". El eterno recurso de este tema en la obra de Borges suscita lo que sigue.

2.- A propsito de la doctrina del Eterno Retorno, en un artculo de 1943(2), Borges repara en un oportuno olvido de Nietzsche. El filsofo, en una pgina de Ecce Homo, narra, con fecha y lugar, el instante en que "engendr", segn l, el ms grave, el ms ntimo, de sus pensamientos, sin mencionar que ste, el retornar eterno de lo que es, se remonta al pitagorismo. Pregunta Borges: "Nietzsche, helenista, pudo acaso ignorar a esos precursores? Nietzsche, el autor de los fragmentos sobre los presocrticos, pudo no conocer una doctrina que los discpulos de Pitgoras aprendieron? Es muy difcil creerlo -e intil." Borges resuelve el enigma con eficacia: examina el texto como artefacto verbal -como construccin literaria, como ficcin- y concluye que para la pretensin del autor la primera persona era la nica posible. "Opino, sin embargo, que no debemos postular una sorprendente ignorancia, ni tampoco una confusin humana harto humana, entre la inspiracin y el recuerdo, ni tampoco un delito de vanidad. Mi clave es de carcter gramatical, casi dir sintctico. Nietzsche saba que el Eterno Recurso es de las fbulas o miedos o diversiones que recurren eternamente, pero tambin saba que la ms eficaz de las personas gramaticales es la primera. Para un profeta, cabe asegurar que es la nica. Derivar su revelacin de un eptome, o de la Historia pholosophiae graeco-romanae de los profesores suplentes Ritter y Preller, era imposible a Zarathustra, por razones de voz y de anacronismo -cuando no tipogrficas. El estilo proftico no permite el empleo de las comillas ni la erudita alegacin de libros y autores... "(pp. 388-389). Para Borges, Nietzsche, en esa pgina construda segn el "verosmil"(3) autobiogrfico, es el deliberado agente del efecto de memoria falsa, no su ingenua vctima. Segn una premeditada estrategia retrica, Nietzsche se hace dueo de un pensamiento prestado, a fin de conferir a su exposicin la fuerza de una verdad revelada. Borges dilucida la convencin literaria en el texto del filsofo; no confunde al Nietzsche, "hombre de letras", lcido lector y estilista brillante, que renueva una vieja pesadilla escribindola con nfasis personal, con "Nietzsche", persona gramatical del texto que declara como propia la doctrina del Eterno Retorno. Se puede insinuar tambin una diferencia ms sutil: la que hay entre Nietzsche escritor y el desdichado, vctima del insomnio, que termina loco y cuya ltima actuacin conocida es el mencionado cuadro pattico de un hombre que llora en una calle de Turn abrazado al cuello de un animal castigado. Los fantasmas de ste -las obsesiones y olvidos que lo disean y lo eclipsan- no son necesariamente la materia de que est hecha la obra de aqul, cuyo "inconsciente", si cabe decirlo, es de naturaleza no psicolgica sino literaria. "Quien habla en el relato -declara Barthes- no es quien escribe en el relato y quien escribe no es quien es en la vida".(4)3.- De hecho, en el artculo precitado, Borges compara el procedimiento nietzscheano con el de la potica de Whitman: "Nietzsche quera ser Walt Whitman, quera minuciosamente enamorarse de su destino. Sigui un mtodo heroico: desenterr la intolerable hiptesis griega de la eterna repiticin y procur educir de esa pesadilla mental una ocasin de jvilo. Busc la idea ms horrible del universo y la propuso a la delectacin de los hombres." (p.389). Esta comparacin ya la haba ejercido antes, en "Nota sobre Walt Whitman" (Discusin, 1932). Su tema: las diversas formas que adopta, en la historia de la literatura, "la ambicin de construir un libro absoluto, un libro de los libros que incluya a todos como un arquetipo platnico, un objeto cuya virtud no aminoren los aos" y el procedimiento ingeniado por Whitman para cumplir este anhelo. Ah Borges toca la distincin entre quien habla en el discurso -el personaje construido, el "hroe semidivino de Leaves of Grass" o "Zarathustra", por ejemplo- y quien escribe -el "hombre de letras"-, cuya biografa poco importa para el anlisis literario de la obra, soporte de la cual es menos la experiencia fctica del individuo que la literatura digerida por su memoria. (A la ya extensa lista de especmenes -que una zoologa fantstica debiera admitir- Borges agreg los nombres de "Pierre Menard" y "Carlos Argentino Daneri" y, desde luego, el suyo propio). Escribe: "Aun ms perdonable es el caso de quienes atribuyen una doctrina a experiencias vitales y no a tal biblioteca o a tal eptome. Nietzsche, en 1974, se burl de la tesis pitagrica de que la historia se repite cclicamente (Vom Nutzen und Nachtheil der Historie, 2); en 1881, en un sendero de los bosques de Silvaplana, concibi de pronto esa tesis (Ecce Homo, 9). Lo tosco, lo bajamente policial, es hablar de plagio; Nietzsche, interrogado, replicara que lo importante es la transformacin que una idea puede obrar en nosotros, no el mero hecho de razonarla." Aludiendo al motivo que precursa la construccin de Withman, Borges afirma: "Desde que Horacio, con imagen platnica o pitagrica, predijo su celeste metamorfosis, es clsico en las letras el tema de la inmortalidad del poeta..." ( p.253)

4.- En su cuento "El inmortal" (El Aleph, 1949), Borges desarrolla cabalmente esa tpica. En l se presenta y se da a leer un manuscrito hallado, en 1929, cuyo autor, recientemente muerto, el anticuario Joseph Cartaphilus, interesado al parecer en los textos y traducciones de Homero, narra, en primera persona, su peripecia: de cmo, siendo un tribuno militar romano, de nombre Flaminio Rufo, emprende la busca, hacia fines del s. III, de la "ciudad de los inmortales"; de cmo cruza las aguas que lo harn inmortal y recorre esa ciudad, un deshabitado laberinto de pesadilla cuyo diseo aberrante es el engendro de quienes, en las afueras de sus murallas, viven depravados por la inmortalidad; de cmo, ya consciente de su nueva condicin, convive con unos de esos habitantes, que es o fue Homero; de cmo a lo largo de los siglos recorre continentes, naciones, territorios, en busca de otro ro que -por un principio de simetra inversa- lo despojar de su inmortalidad, lo liberar de ese hasto inextinguible, ocasin que se produce finalmente. Tras unos puntos suspensivos, el imaginado autor, desdoblado en lector, escribe la reflexin que le suscita su escrito, al cabo de un ao de concluido. Reconoce en l -en el tono, en el periodo, en los recursos verbales, tambin en la composicin de la ancdota- la literatura de Homero, sus palabras, su estilo, su disposicin de animal literario, y concluye que su memoria est tramada lingsticamente por sta, se confunde con ella, a fuerza de convivir tanto siglos con aqul. Hasta ah el contenido del relato de "Cartaphilus".

La ficcin de Borges no concluye ah, sin embargo. Al final, en una postdata fechada en 1950 (pero "El inmortal" fue publicado en 1949), el texto adopta la forma de una resea que revisa el comentario del "doctor Nahum Cordovero"a raz de la publicacin del manuscrito, y que se titula A coat of many colours. Este habla"de los centones griegos, de los centones de la baja latinidad, Ben Jonson, que defini a sus contemporneos con retazos de Sneca, del Virgilius evangelizans de Alexander Ross, de los artificios de George Moore y de Eliot y, finalmente, de "la narracin atribuida al anticuario Joseph Cartaphilus". Denuncia, en el primer captulo, breves interpolaciones de Plinio (Historia naturalis, V, 8); en el segundo, de Thomas de Quincey (Writings, III, 439); en el tercero, de una epstola de Descartes al embajador Pierre Chanut; en el cuarto, de Bernard Shaw (Back to Methuselah, V). Infiere de esas intrusiones, o hurtos, que todo el documento es apcrifo." (p.544)

5.- Fcilmente se observa que la Postdata repite ese recurso tpicamente borgiano que consiste en llevar al paroxismo la prctica del comentario -cuya realidad consiste en ser referencia a otro discurso-, desbaratando se su ser relativo. El resultado es un comentario que inventa el texto comentado, una cita que crea al autor citado, una atribucin que no tiene referente o es deliberadamente errnea(5). Lectores borgianos, podemos perfectamente aislar el texto de la Postdata. Podemos imaginarnos como lectores de un texto que alude a un comentario que revisa "la narracin atribuida al anticuario Joseph Cartaphilus", ignorada por nosotros. Borges ejercera con doble eficacia su juego ya conocido(6). Sin embargo, "El inmortal" multiplica ese juego. Aqu, el recurso a la resea de un comentario imaginado -adems de contribuir a dotar de verosimilitud al texto de "Cartaphilus"- sirve a Borges para incluir en el cuento el mtodo que ha seguido para construirlo y, en general, el mtodo y la clave de su narrativa. Digamos: el texto incluye su autodilucidacin, contiene, a travs de su propio desmontaje y recomposicin, las reglas de su funcionamiento, la ley de su verosimilitud. Cmo? Desdoblando primero al imaginado autor del texto en lector crtico y luego reseando una segunda lectura de ese texto. Borges no deja lugar a indecisin respecto a la ndole de su artificio: "El inmortal" es un "patchwork" literario cuyos componentes son retazos identificados (aunque de manera pardica, posiblemente(7)) en su procedencia, filiacin y cita. Decimos "patchwork", para no decir "centn", que significa lo mismo, y que es la palabra en la que redunda el comentario de "Cordovero", a partir de su mismo ttulo: "Una manta de muchos colores". Ese es, exactamente, el significado primero de "centn" (o "patchwork"), que, figuradamente, tambin designa una "obra literaria, en verso o en prosa, compuesta enteramente, o en la mayor parte, de sentencias y expresiones ajenas" (R.A.E.). El comentario que denuncia la naturaleza "centona" del texto, es tambin desde luego un remiendo verbal en cuya forma se reconoce sintticamente la maquinaria de erudicin -impostada y autntica- caractertica del "efecto borgiano". Preguntamos: qu es un patchwork o centn que incluye la denuncia de su propia naturaleza? Cabe recordar que "centn" nombraba, en su contexto romano, "la manta grosera con que antiguamente se cubran las mquinas militares"(R.A.E.). Volvemos a preguntar: Qu tipo de centn es ste que desoculta su mquina o, ms bien, donde el ocultamiento, el disimulo, el camuflaje, reside -como en La carta robada, de Poe- en el desocultamiento mismo, donde la mquina es justamente el mecanismo que cubre y (se) descubre?

6.- "La historia que he narrado parece irreal porque en ella se mezclan los sucesos de dos hombre distintos."- escribe Cartaphilus y lo subraya. Dos hombres -digamos: dos sujetos distintos. Uno, la primera persona del texto, y que, para el lector, es a quien le ocurre la peripecia: Flaminio Rufo, el "sujeto del enunciado"; el otro, el que escribe, el que construye el texto de la narracin: Joseph Cartaphilus, el "sujeto de la escritura". Para el lector avezado -el lector que Borges incluye dos o tres veces en el cuento, a saber: el lector en el que "Cartaphilus" se desdobla; el lector "Cordovero" que analiza la publicacin de "Cartaphilus"; el lector que escribe la Postdata-, el sujeto de la escritura se deja adivinar en el estilo, construccin, giros verbales, procedimientos retricos, tropos, etc. As para "Cartaphilus", lector de su propio texto, del cual tambin es el protagonista, el sujeto de la escritura es Homero, Homero, como nombre de un estilo, como smbolo de esa curiosa especie que es el "hombre de letras". Para "Cordovero", en cambio, el "auntntico" sujeto es el "autor", en este caso, los diversos autores con que "Cartaphilus" ha tramado su engaifa. Por eso "infiere de esas intrusiones, o hurtos, que todo el documento es apcrifo". El texto es apcrifo, segn Cordovero, porque es un centn: un nada ingenuo artificio hecho de materiales prestados, que repite, "sin comillas", modelos preexistentes, un plagio. Por su parte, el imaginado autor de la Postdata -que presenta el manuscrito de Cartaphilus, que revisa el comentario de Cordovero- discute la conclusin de ste, vindica la genuinidad del documento: confa en que el escrito de Cartaphilus no es el premeditado artificio de un plagiario sino que es -volviendo a nuestro asunto- un fatal e inocente efecto de memoria falsa producido por la lectura: "A mi entender, la conclusin (el carcter apcrifo denunciado por "Cordovero") es inadmisible. Cuando se acerca el fin, escribi Cartaphilus, ya no quedan imgenes del recuerdo; slo quedan palabras. Palabras, palabra deplazadas y mutiladas, palabras de otros, fue la pobre limosna que le dejaron las horas y los siglos."(8) Cordovero cree ("bblicamente", es el adverbio usado en la Postdata) en autoras y textos cannicos -su comentario reproduce el verosmil filolgico de la lectura: sanciona la verdad nica y definitiva del texto (su identidad consigo mismo) y pesquisa la firma duea de esa verdad. El autor de la Postdata (como Borges, como el "inmortal") cree que el sujeto de la escritura es antes que nada un lector, el cual "en el decurso de una vida consagrada a las letras" no puede menos que repetir la literatura leda, olvidarse en ella. Es sta -sus motivos, sus convenciones- la que recurre como implcita fatalidad en el acto de escribir. La explicitacin de esa fatalidad es siempre en diferido, por la accin de una nueva lectura que, despejando el olvido, construye un nuevo texto y, por tanto, un nuevo lector, y as infinitamente. El ejercicio borgiano de la escritura considera su desdoblamiento en lectura, hace de sta su tema. La novedad de su texto reside, pues, en que incluye ficcionalmente la dilucidacin de sus procedimientos, insina la red de infinitas remisiones que lo traman, vive en ese ilimitado recurso. (9)De ser as, las "intrusiones, o hurtos" que constituyen un texto, cualquier texto, pueden, hipotticamente, multiplicarse al infinito. Basta para ello conjeturar a un "Funes" literario que las reconozca. Digamos: si un texto es apcrifo por estar tramado de remisiones, intrusiones, hurtos, todo texto lo es. Digamos mejor: la novedad de un texto (es decir: su originalidad) no es ms que la literatura -la trama intertextual, el sistema de procedimientos, la gramtica- que todava permanece inadvertida en l -y que funciona como espalda disimulada pero operante, como inconsciente del texto. O, con palabras de Todorov: "se consideran nuevos y verdaderos los discursos cuyas leyes de verosimilitud no han sido an percibidas"(10). Que este es el ncleo de "El Inmortal" lo confirma el epgrafe en ingls que preside la narracin. Es una cita de F. Bacon. Traduzco: "Salomn dijo: Nada nuevo hay sobre la tierra. As como Platn imagin que todo conocimiento no es sino recuerdo; as Salomn sentenci que toda novedad es olvido."

7.- "A la humanidad y no al individuo -afirma Schopenhauer- es a quien se le puede asegurar la duracin". Es dable suponer que la inmortalidad de la que trata el cuento de Borges es atributo no del "anticuario Joseph Cartaphilus", sino de la literatura que como velada memoria, como olvido, recurre en su escritura y la hace posible. "Homero" es el nombre simblico de ese "inconsciente literario", de ese fantasma, eternamente retornante, inherente al "hombre de letras", al lector que escribe. "Homero", cuya lectura (cuya repeticin) da lugar a siglos de casi inagotables versiones y perversiones, es, para occidente, el primer nombre de ese "espacio homogneo y reversible donde las particularidades individuales y las precedencias cronolgicas no tienen lugar, ese sentido ecumnico que hace de la literatura universal una vasta creacin annima..." (Genette). La Ilada y la Odisea -la ilimitada biblioteca de sus traducciones y comentarios(11)- son la primera emergencia de esas dos o tres historias que, segn Borges, "durante el tiempo que nos queda seguiremos narrndolas, transformadas" (p.1128)(12). Si esto es cierto, la literatura no sera ms que una infatigable parfrasis de Homero, y el acto de narrar el inadvertido eterno retornar de sus motivos. (As como, anlogamente, el ejercicio de la filosofa no sera sino el eterno recurrir de lo pensado por Platn, cuyo texto -del alma inmortal, de la identidad ideal de las cosas, de la verdad sin mediacin- se constituye a fuerza de exiliar a Homero, esto es, de considerar huspedes indeseables a quienes viven cautivos en el juego del lenguaje y sus fingimientos y ciegos, por tanto, a la referencia ideal y eterna. El juego de Borges consiste en desbaratar esa represin, en reintegrar a Platn en la repblica homrica de las letras). (13)

Puesta la literatura bajo el nombre simblico de "Homero", la imaginacin borgiana queda clara. Flaminio Rufo, infeliz por no haber visto "el rostro de Marte", por no haber vivido la pasin de la guerra, se entrega a otra pasin (derivada de una desdicha primera), la pasin de la lectura. Flaminio Rufo lee a Homero (ingresa a la ciudad de los inmortales). Flaminio Rufo, en tanto escritor de su lectura se convierte en otro, en "Joseph Cartaphilus", hombre de letras, el cual desdoblado a su vez en lector de su propio texto, toma conciencia de que es Homero (es decir, el espectro literario) y no Flaminio Rufo el autntico sujeto de su escritura. Borges, en el Eplogo de El Aleph, dice de "El Inmortal", que "su tema es el efecto que la inmortalidad causara en los hombres" (y se refiere a l como "bosquejo de una tica para inmortales"). Si sustituimos"autor" por "lector" en el ttulo "Pierre Menard, autor del Quijote", la inverosimilitud que permite el tan memorable chiste borgiano se torna irrefutable hiptesis. De igual modo, sustityase "inmortalidad" por "literatura" y se tendr que el tema de "El inmortal" es el efecto de memoria falsa producida por la lectura y se encontrar en l un interesante bosquejo de una tica -de un ethos- para "hombres de letras", es decir, para lectores que escriben. Cul es la costumbre que los obliga? Leo: "Entre los Inmortales (...) cada acto (y cada pensamiento) es el eco de otros que en el futuro lo repetirn hasta el vrtigo. No hay cosa que no est como perdida entre infatigables espejos. Nada puede ocurrir una sola vez, nada es preciosamente precario. Lo elegaco, lo grave, lo ceremonial, no rigen para lo Inmortales."(p.542)

Parafraseo: en el espacio de la escritura no existe nada, ningn acto, que pudiera denominarse "estreno", cada emergencia reitera otro texto, todo suceso es recurrente. Escribir es siempre haber ledo. La lectura repite el texto, pero cada repeticin es ya una variacin, una transformacin, tanto que -hiptesis del "Pierre Menard"- incluso la ms exacta repiticin comporta un mximo de diferencia. Un texto, siempre transformacin de otro texto(14), nunca es l mismo, su "verdad" es la de sus diversas versiones que lo transforman, a su vez, en otro. Nunca hay, pues, un primer texto; la primera vez ya es segunda. Lo que parece primer texto -su originalidad, su novedosa unicidad- no es ms que la ilusin, o distraccin, que padece quien lo lee ("no hay un buen texto que no parezca invariable y definitivo si lo practicamos un nmero suficiente de veces"; "no puede haber sino borradores. El concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religin o al cansancio", p. 239). El juego borgiano del comentario a un texto inexistente, el cual se hace real por la lectura que lo repite, lo traduce, lo parafrasea, lo inventa, es el modelo hiperblico de la verdad de la escritura. Quien escribe es escrito por la literatura, est sujeto a las convenciones que recurren en l y dan la regla a su discurso (esta es la razn de que Borges recite frecuentamente la idea de Carlyle, segn la cual la historia "es un infinito libro sagrado que todos los hombres escriben y leen y tratan de entender, y en el que tambin los escriben"). La prctica de la escritura -que Borges lleva a su lmite- trama su marcha en el esfuerzo infinito por dilucidar el inconciente literario, el espectro de "Homero" que retorna en cada uno de sus actos; por leer la tramoya bibliogrfica y la gramtica que la rige; por jugar a explicitar la fatalidad discursiva en cuyo orden invisible vive cautiva(15). Una escritura que como lectura se flecta sobre s misma y que dilucida tanto como sea posible el arsenal de procedimientos y trucos que querran, sobre la base del olvido, hacer natural e ineluctable su discurso. La tica para inmortales que Borges postula consiste en la utopa de un texto que escape a todo verosmil a fuer de ponerlo en evidencia. Pensar ese texto imposible y jugar a construirlo es la vocacin, es el irnico imperativo, que provoca toda su obra.

8.- Ciertamente, la doctrina del Eterno Retorno puede ser vista como una descripcin del efecto de memoria falsa que produce la lectura. La obra de Borges es, en gran parte, el desarrollo ficcional de variaciones sobre este tema, a saber: la repeticin de un mismo tema con tenues y preciosas y subrepticias variaciones.-

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NOTAS.

*Este ensayo fue publicado en Cuadernos ARCIS-LOM, No.3, Mayo - Junio 1996

(1) Aludo a una nota publicada en Crtica y Ficcin, y que no tiene muchas ms lneas de las que aqu cito.

(2) "La doctrina de los ciclos", Obras completas, Emec, B.Aires, 1974. En adelante, slo citaremos nmero de pgina.(3) Uso y abuso de este concepto, a la luz de la definicin de Todorov: "Estos son los dos niveles esenciales de lo verosmil: lo verosmil como ley discursiva, absoluta e inevitable; y lo verosmil como mscara, como sistema de procedimientos retricos, que tiende a presentar estas leyes, como otros tantas sumisiones al referente." Lo Verosmil, Ed. Tiempo contemporneo, B.Aires, 1974.

(4) En "Borges y yo" (El Hacedor, 1960) tal distincin encuentra sutl y memorable expresin

(5) La prcticas de la cita, la alusin bibliogrfica y el comentario, nos ponen en medio del discurso escrito, o sea, ledo: el universo de la literatura, sus relaciones y categoras. En el comercio heterodoxo con esas rutinas, Borges forja una escritura que nos recuerda siempre que estamos frente a un texto (que somos lectores) y que este texto es ininteligible fuera de su contexto -la literatura toda- y, al mismo tiempo, deudor y creador de l. Por medio de esas rutinas, ms bien: en el desquiciamiento de la prctica ordinaria de esas rutinas, Borges gestiona un mundo literario que es lugar de cita de la literatura y nos insina, como de contrabando, que el mundo, esto es, lo que sabemos del mundo, es tambin, finalmente literatura. Creando un texto que consiste en ser referencia a otro texto cuyo nica realidad reside en el texto que lo comenta y lo interpreta; una proposicin de lectura que crea el objeto de su lectura, Borges libera en nuestra imaginacin la tesis de que la realidad consiste en su ser escrita, esto es, leda y ello a partir de que la realidad de la literatura no consiste en otra cosa. Sobre todo si en ese juego (pero en la literatura, "un sueo dirigido", la verdad es la verdad del juego) la escritura de Borges -infatigable lector de enciclopedias y reseadores- enreda, compromete, a la literatura en su totalidad, haciendo convivir autores y ttulos reales con referencias y nombres ficticios. De esa convivencia, de esa estafa textual, nace la ilusin de que la oposicin real/irreal, su inmovilidad, el carcter absoluto de sus relatos, es solamente un prejuicio tenaz y su lmite una mera convencin; la ilusin de que ficcin y realidad se contaminan mutuamente, hacindoe verosmil la primera por lla presencia de la otra, y, de rebote, su contrapartida: la ilusin de que la realidad -la realidad de la literatura y, por extensin, la realidad en general- no es un orden clausurado y diverso de la ficcin, sino que uno fundamentalmente ambigo que tolera y acoge su intromisin alteradora -al menos es as al interior de esa "momentnea fe que exige de nosotros el arte".

(6) Borges ejerci por vez primera este juego en 1936, cuando incluy entre los ensayos de Historia de la eternidad la resea de un libro y autor inexistentes, aunque con referencia a nombres reales en cuanto al editor y al autor del prefacio. "El acercamiento a Almotsim" era el ttulo de aquella fingida novela reseada. En 1941, Borges vuelve a incluir este texto, pero ahora en un libro de ficciones El jardn de senderos que se bifurcan, en el cual ese recurso de comentar un libro imaginario encuentra su resultado ms clebre, ms lcido, ms complejo: "Pierre Menard, autor del Quijote" ("Ms razonable, ms inepto, ms haragn, he preferido la escritura de notas sobre libros imaginarios" -comenta Borges en el prlogo de Ficciones (1944), que contiene al libro precitado).

(7) De hecho la nota no menciona Los viajes de Gulliver, de Swift, en cuyo captulo X se describe a los "struldbrug", unos inmortales que habitan en Luggnagg y que son despreciados por sus paisanos por la perpetua vejez que los desprava. No menciona tampoco esta idea de Schopenhauer: "Si le concediesen al hombre una vida eterna, la rigidez inmutable de su carcter y los estrechos lmtes de su inteligencia le pareceran, a la larga, tan montonos y le inspiraran un disgusto tan grande, que para verse libre de ellas concluira por preferir la nada. Exigir la inmortalidad del individuo es querer perpetuar un error hasta el infinito."

(8) Esta conclusin es anloga a la del ensayo precitado, "La doctrina de los ciclos", escrito diez aos antes de "El inmortal". Borges, tras explicar gramatical, sintctica, incluso tipogrficamente, la apropiacin por parte de Nietzsche de la doctrina pitagrica del Eterno retorno, afirma: "Si mi carne humana asimila carne brutal de ovejas, quin impedir que la mente humana asimile estados mentales humanos? De mucho repensarlo y de padecerlo (de padecerlo como lector, agregamos nosotros), el eterno regreso de las cosas es ya de Nietzsche y no de un muerto que es apenas un nombre griego."(p.389)

(9) En estos desdoblamientos del texto borgiano reside (trivial es decirlo) la fuente de los atributos ms fascinantes de su obra: aquellos que le otorgan a sta su permanente vanguardia. Quiero decir: como lectores de la obra borgiana permanecemos siempre a la zaga de sus hallazgos, revelaciones, inteligencias, puesto que la obra contiene ya su autolectura y nos contiene, por tanto, como lectores. Todo comentario, parfrasis, anlisis de esa obra vive ya cautiva de la rbita abierta por ella -toda pretensin de lucidez terica y verbal respecto de ella recitar o mimar el estilo de lucidez que Borges, sus textos (cuentos, ensayos, reseas), nos imponen y ensean.

(10) Cuando se descubre el verosmil de un texto la ilusin, su efecto de realidad, desaparece. Es lo que ocurre al final de "La busca de Averroes", cuando Borges confiesa el procedimiento seguido para construir su ficcin. Cito: "Sent que Averroes, queriendo imaginar lo que es un drama sin haber sospechado lo que es un teatro, no era ms absurdo que yo, queriendo imaginar a Averroes, sin otro material que unos adarmes de Renan, de Lane y de Asn Palacios. Sent, en la ltima pgina, que mi narracin era un smbolo del hombre que yo fui, mientras la escriba y que, para redactar esa narracin, yo tuve que ser aquel hombre y que, para ser aquel hombre, yo tuve que redactar esa narracin, y as hasta lo infinito. (En el instante en que yo dejo de creer en l, "Averroes" desaparece.)", p.588

(11) En "Las versiones homricas" (Discusin, 1932), Borges escribe: "...la Odisea, gracias a mi oportuno desconocimiento del griego, es una librera internacional de obras en prosa y verso (...) Abundo en la mencin de nombres ingleses, porque las letras de Inglaterra siempre intimaron con esa epopeya del mar, y la serie de sus versiones de la Odisea bastara para ilustrar su curso de siglos. Esa riqueza heterognea y hasta contradictoria no es principalmente imputable a la evolucin del ingls o a la mera longitud del original o a los desvos o diversa capacidad de los traductores, sino a esta circunstancia, que debe ser privativa de Homero: la dificultad categrica de saber lo que pertenece al poeta y lo que pertenece al lenguaje. A esta dificultad feliz debemos la posibilidad de tantas versiones, todas sinceras, genuinas y divergentes." (p.240).(12) A saber, segn se lee en "Los cuatro ciclos" (El oro de los tigres, 1972): "Una, la ms antigua, es la de una fuerte ciudad que cercan y defienden hombres valientes"; "otra, que se vincula a la primera, es la de un regreso...";"la tercera historia es la de una busca. Podemos ver en ella una variacin de la forma anterior"; "La ltima historia es la del sacrificio de un dios". (p.1128)

(13) Ledo por Borges, el discurso de la filosofa no reconoce otro valor que aquel que emana de la felicidad de los argumentos y de lo maravilloso de sus formulaciones y soluciones. La lectura borgiana -"indicio de un escepticismo esencial"- est ausente de la fe que la metafsica exige: fe en la razn como capaz de verdad, fe en la verdad. Merced a esa incredulidad, los textos de la filosofa se ofrecen simplemente como literatura, como discursos escritos ya no referidos a lo real y slo posibles de ser medidos del mismo modo que el arte en general: como algo convencional, como puro artificio. En efecto, dado a la lectura borgiana, el discurso de la filosofa, concluye entera su realidad en la (inter)textualidad que lo constituye y la medida de su valor no es otra que la de ser "significante" o "in-significante" -el criterio lo da el placer de la lectura y no su capacidad de verdad, esto es, su referencia justa a una totalidad de significado independiente que le preexiste. Qu queda del discurso una vez rota su referencia -que es siempre reverencia- a la verdad, una vez abolida su obligacin para con la realidad? Al respecto, se podra decir de Borges lo que en su relato "Tln, Uqbar, Orbis Tertius", se narra de los "metafsicos de Tln": ellos, se lee all, "no buscan la verdad, ni siquiera la verosimilitud: buscan el asombro. Juzgan que la metafsica es una rama de la literatura fantstica." (p.436).(14) Esta frase la extraigo del siguiente prrafo de Derrida, cuya cita viene a cuento: "El juego de las diferencias supone, en efecto, sntesis y remisiones que prohben que en ningn momento, en ningn sentido, un elemento simple est presente en s mismo y no remita ms que a s mismo. Ya sea en el orden del discurso hablado o del escrito, ningn elemento puede funcionar como signo sin remitir a otro elemento que l mismo tampoco simplemente presente. Este encadenamiento hace que cada "elemento" -fonema o grafema- se constituya a partir de la traza que han dejado en l otros elementos de la cadena o del sistema. Este encadenamiento, este tejido, es el texto que slo se produce en la transformacin de otro texto. No hay nada, ni en los elementos ni en el sistema, simplemente presente o ausente. No hay, de parte a parte, ms que diferencias y trazas de trazas." Posiciones, Pre-textos, Valencia, 1977, p. 35.

(15) "Wo Es war; soll Ich werden" -esa sentencia freudiana, en la que cabe reconocer la tica del psicoanlisis, puede ilustrar, si traducida por Lacan y parafraseada en clave literaria, lo que aqu queremos decir.