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AMARTYA SEN INDIA EN CONSTRUCCIÓN Economía, sociedad y cultura Edición de Antara Dev Sen y Pratik Kanjilal Traducción de Iván Barbeitos García

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AMARTYA SEN

INDIA EN CONSTRUCCIÓN

Economía, sociedad y cultura

Edición de Antara Dev Sen y Pratik KanjilalTraducción de Iván Barbeitos García

Para los profesores y los trabajadores sanitarios.

Primera edición: marzo de 2018

Título original: The Country of First Boys

© OUP edition, 2015Primera edición The Little Magazine 2015, New Delhi y Oxford University Press, India, 2015© De la traducción, Iván Barbeitos Garcia, 2018© De esta edición, Clave Intelectual, Madrid, 2018Paseo de la Castellana 13, 5º D - 28046 Madrid - EspañaTel. (34) 91 781 47 [email protected]

Clave Intelectual fomenta la actividad creadora, y reconoce el trabajo de todas las personas que intervienen en las distintas fases del proceso de edición. Agradece que se respeten los derechos de autores y autoras, y ruega, por lo tanto, que no se reproduzca esta obra, parcial o totalmente, mediante cualquier procedimiento o medio, sin el permiso escrito de la editorial. Esto permitirá que sigamos publicando nuevas obras, y que los autores y las autoras sigan escribiéndolas.

ISBN: 978-84-947449-4-5

Depósito legal: M-5508-2018IBIC: JF

Diseño de cubierta: Lucía Bajos - [email protected]ón: Ariana Jenik Edición y corrección: Carlos AlfieriImpresión: CLM Artes GráficasImpreso en España. Printed in Spain

Índice

Prólogo de Gopalkrishna Gandhi 11Prefacio de los editores 19Introducción de Amartya Sen 23

I. La India a través de sus calendarios 51II. El juego es la clave 77III. La estrechez de miras que nos imponen 91IV. Hambre: Viejos tormentos y nuevos errores 109V. Hablando de la libertad: Por qué los medios de comunicación son importantes para el desarrollo económico 123VI. La luz del sol y otros miedos: La importancia de la educación escolar 141VII. Compartiendo el mundo: Interdependencia y justicia global 161VIII. El país de los primeros de la clase 173IX. Pobreza, guerra y paz 193X. Lo que debería mantenernos en vela por las noches 223XI. ¿Qué puede cambiar Tagore? 241XII. Un deseo para cada día de la semana 259XIII. En la Universidad de Nalanda 271Notas 301

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XI. ¿Qué puede cambiar Tagore?

En su libro Raga Mala, el gran músico Ravi Shankar sostiene que si Rabindranath Tagore “hubiese nacido en Occidente, ahora sería [tan] admirado como Shakespeare o Goethe”. Esta es, por supuesto, una afirmación muy audaz que intenta resal-tar la grandeza del escritor bengalí por excelencia, realizada por otro bengalí, Ravi Shankar, aunque el resto del mundo actual, especialmente Occidente, no le preste demasiada aten-ción. Para los bengalíes, Tagore ha sido, y continúa siendo, una figura literaria absolutamente excepcional, que descuella claramente sobre todas las demás. Sus poemas, canciones, novelas, cuentos, ensayos críticos y otros escritos han en-riquecido enormemente el ámbito cultural en el que viven cientos de millones de personas en el mundo bengalí, ya sea en Bangladesh o en la India. Parte de esa gloria también se reconoce en la India fuera de Bengala, e incluso en algunas otras partes de Asia (incluyendo China y Japón), pero en el resto del mundo, especialmente en Europa y en América, está claro que actualmente el nombre de Tagore no dice gran cosa.

Sin embargo, a principios del siglo XX los escritos de Tagore suscitaron un notable entusiasmo en estos dos continentes. La traducción al inglés del libro titulado Gitanjali, una selección de los poemas de Rabindranath, que a la postre le valieron el Pre-mio Nobel de Literatura en 1913, fue publicada en Londres en

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marzo de 1913, y para el mes de noviembre, cuando se anunció la concesión del premio, ya contaba con 10 ediciones. Durante muchos años, Tagore causó furor en muchos países europeos, y sus charlas siempre estaban repletas de gente ansiosa por es-cucharle. Sin embargo, la marea Tagore acabó bajando y en la década de los años 1930 el entusiasmo se había esfumado. De hecho, en 1937, Graham Greene llegó a comentar: “En cuanto a Rabindranath Tagore, me cuesta creer que nadie más que el Sr. Yeats* pueda tomarse sus poemas demasiado en serio”.

El 150 aniversario del nacimiento de Rabindranath es una buena ocasión para intentar indagar por qué sucedió esto. Dada la falta casi total de atención a este autor en la litera-tura inglesa contemporánea, sin duda cabe preguntarse por qué un escritor que, según una opinión experta y fiable, es comparable a Shakespeare y a Goethe tiende a generar tan poco entusiasmo en los países occidentales de hoy en día. Claramente, nos hallamos ante un gran misterio.

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En cierto modo, no resulta particularmente difícil de entender que sus lectores nativos puedan extraer emociones de los escritos de Tagore, sobre todo de los poemas y canciones, que inevitablemen-te se les escapan a aquellos que no los pueden leer en el idioma bengalí original. Incluso a su mayor defensor en el mundo anglo-parlante, W. B. Yeats, no le gustaban las traducciones al inglés del propio Tagore. “Tagore no conoce bien la lengua inglesa”, decía Yeats, añadiendo (como solía hacerlo) una nueva vuelta de tuerca a su propia teoría de que “ningún indio sabe realmente hablar inglés”, y por ello se ofreció a trabajar con Tagore para superar los problemas percibidos en la versión inglesa del Gitanjali.

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Las traducciones asistidas por Yeats, todo hay que decirlo, tampoco están exentas de algunos problemas serios, pero es probable que la principal dificultad proceda del hecho de que la poesía es extraordinariamente difícil de traducir. Incluso contando con el mayor de los talentos y de los esfuerzos, puede ser extremadamente complicado —por no decir imposible— preservar la magia de la poesía al trasplantarla de una lengua a otra, por lo que todo aquel que conozca los poemas de Tagore en bengalí original tenderá a mostrarse al menos ligeramente descontento con cualquier traducción, por buena que esta sea. A esto hay que añadir el hecho de que muchos de los poemas de Tagore, que toman la forma de canciones, en un innovador estilo de canto lírico —llamado “Rabindrasangeet”—, con su cu-riosa combinación de lenguaje reflexivo y melodías compatibles, transformaron la música popular bengalí.

Por si fuera poco, también existe el problema de que la in-fluencia de Tagore en el bengalí escrito fue tan enorme que mar-có una época, y su lenguaje innovador ha tenido un profundo impacto en todos aquellos que saben leer y escribir en este idio-ma. Kazi Nazrul Islam, sin duda el poeta bengalí de mayor éxi-to tras el propio Tagore, expresó en innumerables ocasiones su admiración por el que, en su opinión, era “el poeta del mundo”, llegando a afirmar que Tagore había transformado por comple-to la lengua bengalí. De hecho, Tagore contribuyó a través de sus escritos a remodelar y reconstruir el bengalí moderno de tal forma que solo un puñado de innovadores escritores bengalíes lo había logrado antes que él, y para encontrarlos es preciso re-montarse a mil años antes de Rabindranath, hasta los autores del Charyapada, la recopilación de clásicos literarios budistas que sentaron las bases de lo que a la postre acabaría siendo el bengalí actual. Además, cabe decir que la influencia de Tagore en

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la prosa bengalí, aunque tal vez algo menor que la que tuvo en la poesía, también fue inmensamente poderosa.

Por otro lado, el tema de la lengua es únicamente una parte de la historia del contraste entre el gran aprecio de Tagore en su país y la indiferencia mostrada en el extranjero, pues está también la extraordinaria importancia y la elevada posición que ocupa el lenguaje en la cultura bengalí. Hay que señalar que la lengua bengalí ha tenido una influencia increíblemente poderosa sobre la identidad de los bengalíes como grupo a ambos lados de la frontera política entre Ban-gladesh y la India. De hecho, la campaña política separatista que tuvo lugar en el entonces llamado Pakistán Oriental, que condujo a la guerra de independencia y en última ins-tancia a la formación del nuevo estado laico de Bangladesh, se inició con el bhasha andolan —el “movimiento del len-guaje”—, que defendía la lengua bengalí.

Este movimiento, que nació a comienzos de la década de 1950, pocos años después de la independencia del sub-continente indio, convocó una importante manifestación el 21 de febrero de 1952, y esta concentración resultó ser un momento decisivo de la historia de lo que más tarde se convertiría en Bangladesh. Cada 21 de febrero, en Bangla-desh se celebra el Día del Movimiento por la Lengua, y ese día ha sido declarado por la UNESCO Día Internacional de la Lengua Materna en todo el mundo. El lenguaje ha sido siempre una poderosa fuerza de identidad que ha tendido a unir a los musulmanes y los hindúes bengalíes, y este senti-miento de pertenencia compartida ha tenido un profundo impacto en las políticas de la región de Bengala, entre ellas su compromiso con la laicidad a ambos lados de la frontera tras la independencia.

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Por todo ello, la extraordinaria combinación de lengua y temas de Rabindranath ha conseguido cautivar a sus lec-tores bengalíes. Muchos bengalíes no consiguen entender que los foráneos no aprecien y disfruten de los escritos de Tagore (hasta el punto de crear teorías conspirativas, algu-nas de ellas bastante inquietantes), y esta incomprensión se debe en parte a que subestiman lo que puede suponer el cambio de idioma. E. M. Forster se dio cuenta de la barrera del idioma ya en 1919, cuando Tagore aún era el último grito, al revisar la traducción de una de sus grandes novelas bengalíes, Ghare Baire, traducida al inglés como The Home and the World (y posteriormente filmada en una excelente película por Satyajit Ray)**. Forster confesó que no había logrado que le gustase la versión inglesa de la novela. “El tema es muy hermoso”, comentó, pero todo el encanto “se desvanece con la traducción”.

No cabe duda de que la importancia del lenguaje ofrece una pista sobre el eclipse de Tagore en Occidente, pero esta no puede ser la única razón, ya que sus escritos de no ficción en prosa también cuentan con la admiración y el respeto de los bengalíes y de otros indios, mientras que en el ex-tranjero esta admiración y respeto sencillamente no existen en absoluto; y ello a pesar de que estos escritos son mucho más fáciles de traducir que la poesía o la literatura de fic-ción (de hecho, el propio Tagore solía publicar estos ensayos en inglés, y en un inglés excelente que admite muy pocas objeciones). Tagore expuso sus ideas sobre una variedad extraordinariamente amplia de temas —política, cultura, ciencia, sociedad, educación, etc.—, y aunque estos ensayos y conferencias se citan regularmente en su patria, en la ac-tualidad muy rara vez son invocados fuera de Bangladesh o

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la India. Por tanto, tiene que existir algo más que la barrera del idioma para justificar la escasa atención que se presta a Tagore fuera de estos dos países.

Esto plantea una pregunta general: ¿Cuál es la impor-tancia o la relevancia real de las ideas de Tagore? Y esta es, precisamente, la cuestión más fascinante a la que nos enfren-tamos en la celebración del aniversario del nacimiento de Tagore. En este ensayo me centraré más en responder a esta pregunta por su importancia intrínseca que por lo que nos pueda decir acerca de las posibles razones de las diferencias en la evaluación de Tagore en su país y en el extranjero, pero al final del mismo volveré brevemente sobre este “misterio”.

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Los temas que probablemente más interesaban y motiva-ban a Rabindranath Tagore eran la importancia del razo-namiento amplio de miras y de la celebración de la libertad humana, lo cual en cierto modo le situaba en una categoría diferente a las de algunos de sus grandes compatriotas. Por ejemplo, Tagore admiraba sobremanera a Mohandas Gand-hi; en innumerables ocasiones expresó su gran respeto por sus dotes de liderazgo, y fue precisamente Tagore quien in-sistió en que a Gandhi se le llamase “Mahatma”, una mezcla de sánscrito e hindi que podría traducirse por “Gran Alma”. Y, sin embargo, Tagore no siempre estaba de acuerdo con Gandhi, especialmente cuando consideraba que se estaba apartando del razonamiento correcto, y ambos solían de-batir, o incluso discutir, con bastante vehemencia. Cuando, por ejemplo, Gandhi utilizó el catastrófico terremoto de Bi-har de 1934, que mató a un gran número de personas, como

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un arma más en su lucha contra el ostracismo y la opresión de los intocables (Gandhi identificó el terremoto como “un castigo divino enviado por Dios por nuestros pecados”, es-pecialmente por el pecado de tal opresión), Tagore protestó airadamente, argumentando que era un comentario “muy desafortunado, porque una gran parte de nuestros compa-triotas aceptan inmediatamente y sin reparos este tipo de explicación no científica de los fenómenos naturales”.

Por poner otro ejemplo, cuando Gandhi defendió que todos los indios deberían manejar la charkha —la rueca pri-mitiva— al menos 30 minutos al día (pues en su opinión este instrumento, que posteriormente ha quedado estrecha-mente asociado a su figura, constituía al mismo tiempo la base de su economía alternativa y una forma de realización personal), Tagore expresó su desacuerdo con no poca aspe-reza. Rabindranath no ocultó su desdén por la versión de Gandhi de la economía alternativa, pues consideraba que, aunque con algunas reservas, había razones para celebrar el papel liberador de la tecnología moderna a la hora de eli-minar los trabajos más penosos y la pobreza, y también se mostró profundamente escéptico respecto de la realización personal: “El uso de la charkha no requiere pensar; cual-quier usuario debe limitarse a girar sin cesar la rueda del anticuado invento, y para ello apenas necesita emplear su buen juicio, su fortaleza o su resistencia”. Del mismo modo, a diferencia de Gandhi, que defendía la abstinencia como el método más adecuado para controlar la natalidad, Tagore se inclinaba más por la planificación familiar mediante el uso de métodos preventivos. A Tagore también le preocupaba que Gandhi tuviera “un terror hacia el sexo comparable al del autor de La sonata a Kreutzer”, y ambos discrepaban

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fuertemente acerca del papel de la medicina moderna, hacia la que Gandhi mostraba abierta hostilidad.

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En la actualidad, muchas de estas cuestiones continúan siendo profundamente relevantes, pero lo que es importan-te destacar en este caso concreto no son las opiniones particu-lares de Tagore en este o en otros ámbitos, sino los valores que le motivaban, que están basados en la necesidad de utilizar el razonamiento crítico y en la importancia de la libertad humana. Estas prioridades influyeron notablemente en sus ideas sobre la educación, entre las cuales posiblemente la más destacada sea que la educación es sin duda el elemento más importante en el proceso de desarrollo de un país. En su análisis sobre el desarro-llo económico de Japón, Tagore destacó el papel desempeñado por el avance de la educación escolar en el extraordinario de-sarrollo del país, un análisis que tiempo después sería refren-dado por gran parte de la literatura estándar sobre desarrollo económico. Es probable que Tagore exagerase un poco el papel de la educación cuando comentaba que “la imponente torre de miseria sobre la que descansa el corazón de la India tiene como únicos cimientos la falta de educación”, pero no resulta difícil de entender por qué consideraba el papel transformador de la educación como un punto crucial del proceso de desarrollo.

Su característico y peculiar punto de vista sobre la educación llevó a Tagore a hacer hincapié en la necesidad de reunir cono-cimientos de todas las partes del mundo, y a evaluarlos única-mente mediante un examen razonado. Como estudiante en la escuela de Santiniketan, me sentí realmente privilegiado por el hecho de que las fronteras geográficas de nuestra educación no

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se limitasen a las de la India o las del Imperio británico, sino que aprendimos mucho sobre Europa, África y América Lati-na, y aún más sobre otros países asiáticos. Santiniketan abrió el primer instituto de estudios chinos de la India; mi madre aprendió judo en la escuela hace casi un siglo; y también con-taba con excelentes instalaciones educativas para enseñar artes, artesanías, oficios y músicas de otros países, como el batik y el teatro de sombras de Indonesia.

Rabindranath también se esforzó por apartarse del pen-samiento religioso y nacionalista que a lo largo de su vida fue poco a poco ganando adeptos en la India, y que alcanzó su cenit durante los años posteriores a su muerte en 1941, momento en el que emergieron súbitamente revueltas hin-du-musulmanas en todo el subcontinente, haciendo que la independencia fuese cada vez más inevitable. Tagore estaba extremadamente conmocionado por la violencia provocada por el sentimiento de identidad de las personas como miem-bros de una religión u otra, y estaba convencido de que ha-bía instigadores políticos que fomentaban artificialmente el descontento de la gente, que normalmente era tolerante: “En la actualidad existen grupos interesados que, movidos por la ambición, se sirven del nacionalismo para lograr objetivos políticos destructivos”.

En los años que precedieron a su muerte, Tagore se mos-tró cada vez más inquieto y decepcionado por su país y por el resto del mundo, y finalmente no vivió para ver el surgi-miento de una India y un Bangladesh independientes y laicos. Inspirándose en el firme rechazo de Tagore hacia el separatis-mo regional, Bangladesh escogió una de sus canciones, Amar sonar Bangla (Mi Bengala dorada) como su himno nacional, lo que hace que Tagore sea posiblemente la única persona en

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la historia de la humanidad que haya compuesto los himnos de dos países independientes, ya que anteriormente lo había hecho la India con otra de sus canciones, Jana gana mana ad-hinayaka (Del espíritu de todo el pueblo eres el líder).

Todo esto debe resultar muy confuso para todos aquellos que ven el mundo contemporáneo como un “choque de civilizacio-nes”, esto es, un choque en el que la “civilización musulmana”, la “civilización hindú” y la “civilización occidental”, identificadas cada una de ellas por sus creencias religiosas, se enfrentan vio-lentamente entre sí. También quedarían muy sorprendidos ante la descripción que hacía Rabindranath Tagore de su propio ori-gen cultural: “una mezcla de tres culturas: la hindú, la mahome-tana y la británica”. El abuelo de Rabindranath, Dwarkanath, era célebre por su dominio del árabe y el persa, y el propio Rabin-dranath creció en un ambiente familiar en el que se combinaba un profundo conocimiento del sánscrito y de los textos antiguos —tanto religiosos como literarios— con el aprendizaje de las tra-diciones islámicas y la literatura persa. No era que Rabindranath hubiese intentado crear de manera consciente —o que tuviese siquiera el más mínimo interés en hacerlo— una “síntesis” de las distintas religiones (tal y como había intentado conseguir el gran emperador mogol Akbar), sino más bien que su confianza en el razonamiento y su creencia firme en la libertad humana choca-ban frontalmente con una concepción separatista y provinciana de los conflictos sociales.

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Si Tagore alzaba su voz con fuerza contra el regionalismo y el sectarismo religioso, no era menos franco cuando rechazaba el nacionalismo. Pese a sus ataques al imperialismo británico se

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mostraba muy crítico con la exhibición de un excesivo nacio-nalismo indio, y, aun sintiendo una profunda admiración por la cultura y la historia japonesas, al final de su vida reprochaba a Japón su nacionalismo extremo y su maltrato a China y a la población del este y el sudeste de Asia.

Tagore también se esforzaba siempre por dejar claro que sus críticas al Raj no eran en absoluto una crítica a la pobla-ción y a la cultura británicas. Por ejemplo, cuando a Mahat-ma Gandhi se le preguntó qué opinaba sobre la civilización británica, al parecer contestó con sarcasmo: “Pienso que se-ría una buena idea”. Es cierto que existen ciertas dudas sobre la autenticidad de la anécdota, pero, independientemente de su exactitud, la ocurrencia encaja bien con el irónico escepticismo que solía mostrar Gandhi sobre la grandeza británica. Sin embargo, esas palabras jamás habrían salido de los labios de Rabindranath, ni siquiera en broma. Aun-que rechazaba la legitimidad del Raj de forma contundente, Rabindranath sostenía con vehemencia que la India había salido ganando por “los debates sobre los dramas de Shakes-peare y la poesía de Byron, y, sobre todo [...] por el magnáni-mo liberalismo de las políticas inglesas decimonónicas”. La tragedia, en opinión de Tagore, procedía del hecho de que, en su opinión “lo mejor de nuestra civilización, esto es, el respeto a la dignidad de las relaciones humanas, no encaja con la administración británica de este país”.

Tagore veía el mundo como un enorme y continuo in-tercambio general de ideas e innovaciones, e insistía en que “aquello que comprendemos y disfrutamos de lo creado por el hombre se convierte al instante en nuestro, sea cual sea su origen”. En este sentido, proclamó: “Estoy orgulloso de mi humanidad cuando puedo reconocer como míos a los

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poetas y artistas de otros países. Déjame sentir con genuina alegría que todas las grandes glorias del hombre son también mías”.

La importancia de estas ideas no ha disminuido por el hecho de que vivamos en un mundo completamente fragmentado, y, pese a que lo expuesto solo responde parcialmente a la pregun-ta “¿Qué puede cambiar Tagore?”, lo que sí hace es arrojar algo de luz sobre el extraño eclipse de Tagore en Occidente tras una explosión inicial de entusiasmo. Terminaré con algunos comen-tarios sobre esta cuestión.

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Para poder explicar lo que le sucedió a Tagore en Occidente, es importante ser consciente de que los admiradores occidentales de Tagore presentaron su figura de manera unilateral, en parte debido a las prioridades de sus principales valedores en Euro-pa: W. B. Yeats y Ezra Pound. Tal y como señalé en mi ensayo “Tagore y su India”, publicado en The New York Review of Books en 1997, ambos poetas se afanaron por situar a Tagore bajo la luz de una religiosidad mística que contrastaba notoriamente con el contenido general de sus obras. En el caso de Yeats, la presentación de Tagore incluía la adición de comentarios ex-plicativos en la traducción de sus poemas, con el fin de que los lectores comprendiesen la idea religiosa “principal”, eliminan-do por completo la rica ambigüedad de significado que en la lengua de Tagore existe entre el amor a los seres humanos y el amor a Dios.

Sin embargo, en mi opinión, una parte de la respuesta del rompecabezas la podemos encontrar en la peculiar posición en la que se encontraba Europa cuando los poemas de Tagore cau-

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saron tanto furor en Occidente. Tagore recibió el Premio Nobel en diciembre de 1913, poco antes del inicio de la Primera Gue-rra Mundial (1914-1918), que azotó a toda Europa con increíble brutalidad. La barbarie y la carnicería de la Gran Guerra habían impulsado a muchos intelectuales y figuras literarias de Europa a buscar nuevas ideas en el exterior, y justo en aquel momen-to la voz de Tagore encajó a la perfección con esta búsqueda. Cuando, por ejemplo, el cuaderno de notas de Wilfred Owen, el gran poeta y detractor de la guerra, fue recuperado del campo de batalla en el que había muerto, su madre, Susan Owen, en-contró entre sus pertenencias todo un muestrario de la poesía de Tagore. En tal muestrario estaba incluido el poema con el que Wilfred había dicho adiós antes de partir hacia el campo de batalla (que comenzaba “Cuando me vaya de aquí, que sean estas mis palabras de despedida”), tal y como Susan escribió a Rabindranath, comunicándole que los versos estaban “escritos de puño y letra de mi amado hijo, pero firmados con el nombre de Rabindranath Tagore”.

En poco tiempo, Tagore pasó a ser identificado en Europa como una suerte de sabio que difundía un mensaje que tal vez podría salvar a Europa de la calamitosa situación de guerra y desamor en la que se encontraba a principios del siglo XX, ima-gen que se alejaba considerablemente del polifacético artista y pensador que los indios veían en Tagore. Tagore instaba a sus compatriotas a que rechazasen las creencias a ciegas y confiasen en el uso crítico y diligente del razonamiento, mientras que Yeats describía a Tagore en términos absolutamente místicos: “Hemos hallado nuestra propia imagen [...] o hemos escuchado, tal vez por vez primera en la historia de la literatura, nuestra propia voz como si procediese de un sueño”. Entre una visión y la otra exis-tía un abismo enorme, y ello trajo importantes consecuencias

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sobre la lectura que hicieron los occidentales de Rabindranath.Tagore abogaba por encontrar el coraje para apartarse de las

creencias tradicionales cuando la razón así lo exigiese, y hay un bonito cuento de Tagore, llamado “Kartar bhoot” (“El fantasma del líder”), que ilustra muy bien este punto. Un líder sabio y res-petado que recibía la admiración indiscutida de una comunidad se había convertido, en la práctica, en un tirano, y mucho más lo fue tras su muerte. El cuento describe cómo las vidas de las per-sonas quedaron ridículamente restringidas cuando las antiguas recomendaciones del líder fallecido se habían transformado en órdenes inflexibles carentes de excepciones, porque ya no estaba él para poder realizarlas. Traumatizados por sus vidas increíble-mente difíciles, los miembros del grupo se aprestaron a orar al líder muerto para que los liberase de su esclavitud, a lo que el fantasma del interpelado líder les recordó que solo existía en sus mentes, y que por tanto podían perfectamente liberarse a sí mismos cuando lo deseasen. Tagore sentía verdadero terror ante la posibilidad de quedar atado por el pasado, fuera del alcance del razonamiento presente.

Sin embargo, el propio Tagore no hizo gran cosa para contra-rrestar la injustificada imagen de sabio místico con la que se le había asociado. Aunque en 1920, en la cima de su fama como el mesías oriental, escribió a su amigo C. F. Andrews comentándole que “toda esa gente [...] se comporta como un borracho empe-dernido que teme sus periodos de lucidez”, parecía seguirles el juego sin demasiadas protestas públicas. Es posible que Tagore tuviese cierto conflicto interno, ya que la idea que tenía de sí mismo le inducía a considerar la posibilidad de que Oriente sí tuviese un mensaje real que transmitir a Occidente, pero ello no encajaba bien con el resto de sus razonados compromisos y convicciones. Tampoco casaba muy bien la clase de religiosidad

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que atribuyeron a Tagore sus valedores intelectuales occidenta-les, con Yeats y Pound a la cabeza (Graham Greene creía haber visto en Tagore “los ojos brillantes y acerados” de los teosofistas) con la actitud liberal y tolerante que solía tener Tagore hacia todo tipo de creencias, tanto las religiosas como las otras.

Tal vez la mejor descripción de las inclinaciones religiosas de Tagore se encuentre en uno de sus poemas (y aquí me tomo la libertad de traducir los versos al lenguaje corriente, apartándo-me del lenguaje épico que Tagore solía emplear):

¡Dejad de salmodiar, de cantar y de rezar!¿A quién adoráis en este rincón oscuro y solitario

de un templo con todas sus puertas cerradas?¡Abrid los ojos y ved que vuestro Dios

no está ante vosotros! Está allí donde el arado labra la dura tierra

y donde el pico rompe las piedras.Está con ellos bajo el sol y bajo la lluvia,y sus ropajes están cubiertos de polvo.

Si bien es cierto que la figura de un Dios no alienado, que no es fuente de temor sino de amor, tiene un papel muy importan-te en el pensamiento de Tagore, al tratar cuestiones mundanas no se basó en ningún tipo de misticismo sino en un razona-miento explícito y claramente perceptible. Ese Tagore real ob-tuvo muy poca atención por parte de su audiencia occidental, tanto sus defensores (que insistían en su supuesto misticismo), como sus detractores (que le ignoraban). Bertrand Russell es-cribió (en unas cartas a Nimai Chatterjee durante la década de 1960) que no le gustaba el “aura mística” de Tagore, pues en su opinión lo único que hacía era “airear confusa palabrería”

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(y añadió que “lamentablemente, la clase de lenguaje que es admirado por muchos indios no significa nada en absoluto”). Incluso un escritor habitualmente compasivo y benévolo como George Bernard Shaw llegó a transformar la figura de Rabindra-nath Tagore en un personaje extremadamente peculiar llama-do Stupendranath Begorr, lo que significaba claramente que no había muchas esperanzas de que las ideas y el razonamiento de Tagore pudiesen recibir la atención que merecían.

Sin embargo, en la visión de Tagore sobre el futuro de su país y del mundo en general había mucho énfasis en el razonamien-to y mucha exaltación de la libertad, precisamente los temas a los que si se les dedicase más atención podrían tener un papel enormemente constructivo en la actualidad. En un conmovedor poema, Tagore esbozó su visión sobre su país y sobre el mundo entero:

Donde la mente carece de temory se puede llevar la cabeza bien alta;

donde el conocimiento es libre,donde el mundo no se ha dividido en fragmentos

a causa de obtusos muros regionales.

La fuerza de las ideas de Tagore, que fue enormemente apre-ciada e influyente en su país, no fue capaz de romper las barreras de las ideas preconcebidas y los prejuicios que en Occidente lo encarcelaron en una pequeña y extraña celda.

Irónicamente, el propio rechazo de Tagore en Occidente podría considerarse como un ejemplo concreto de un mundo “dividido en fragmentos a causa de estrechos muros regiona-les”. Las distorsiones fragmentarias toman formas distintas en diferentes sociedades y en diferentes contextos, y al defender la

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existencia de un mundo en el que “la mente carece de temor y se puede llevar la cabeza bien alta”, Tagore pretendía superar todas estas barreras. No tuvo mucho éxito. Sin embargo, hoy en día el compromiso con el razonamiento valiente y amplio de miras que Rabindranath defendió con tanto ahínco no es menos importan-te de lo que lo fue en su tiempo.