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Importancia de las primeras relaciones madre-hijo en la psicopatología de la 'depresión Francisco Palacio Esposa 72 Como se me ha pedido una conferencia so- bre las interacciones madre-hijo en la psicopa- tología de la depresión, voy a tratar de abordar este tema. Hablar de la importancia de la interacción madre-niño en la psicopatología de la depre- sión, plantea más preguntas, en realidad, de lo que nos está permitido aportar respuestas. Estas preguntas están ligadas fundamentalmente a dos elementos: el primero y el más arduo, el más difícil, es definir qué es lo esencial en la psico- patología de la depresión para, una vez defini- do esto, tratar de precisar el tipo de interacción madre-niño que contribuyen, sea a generarla, sea a reforzarla, sea a entretenerla. Esta es la cuestión más difícil. Después, es precisar la de- presión en quién: ¿en el niño, en el bebé, en los primeros años de vida, en el que presentará una depresión en la edad adulta? Recuerden ustedes lo que hablé el primer día y que no quiero repe- tir para evitar cansarlos monótonamente: que la depresión, o las manifestaciones depresivas, no ticnen una continuidad en los diversos estadios del desarrollo y en los diversos momentos de la edad; más bien todo da a pensar que hay una dis- continuidad entre los diversos cuadros depresi- vos y que tenemos un gran enigma en lo que res- pecta a la psicopatología infantil de lo que serán cuadros depresivos en la edad adulta. Un tercer problema, ligado al anterior, al que acabo de abordar, es: ¿en quién centrar nuestro interés? ¿En la madre, deprimida - puesto que se habla de psicopatología de la de- presión-? ¿En el niño, deprimido? ¿A qué edad? Probablemente ustedes me pidan que en el bebé. Y voy a tratar de centrarme en este as- pecto clínico, es decir, en el segundo y tercer problema (depresión en la madre, depresión en el bebé), para después tratar de hablar de los ele- mentos esenciales en la psicopatología de la de- presión y tratar de abordar el difíci Iproblema de la contribución o contribuciones que las intc- racciones madre-niño pueden tener en esta psi- copatología. Los estudios epidemiológicos nos diccn- Emde nos lo ha recordado- que del 20 al 50% de los hijos de padre maníaco-dcpresivos van a prescntar, o ticncn más posibilidadcs dc prcscn- tar una psicosis maníaca-dcprcsiva. Esto hace a que la psicosis maníaca- depresiva es la más transmisible de las enfermedades mentales, de 2 a 5 veces más que la esquizofrenia.

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Importanciade las primeras

relaciones madre-hijo en lapsicopatología de la 'depresión

Francisco Palacio Esposa

72

Como se me ha pedido una conferencia so­bre las interacciones madre-hijo en la psicopa­tología de la depresión, voy a tratar de abordareste tema.

Hablar de la importancia de la interacciónmadre-niño en la psicopatología de la depre­sión, plantea más preguntas, en realidad, de loque nos está permitido aportar respuestas. Estaspreguntas están ligadas fundamentalmente ados elementos: el primero y el más arduo, el másdifícil, es definir qué es lo esencial en la psico­patología de la depresión para, una vez defini­do esto, tratar de precisar el tipo de interacciónmadre-niño que contribuyen, sea a generarla,sea a reforzarla, sea a entretenerla. Esta es la

cuestión más difícil. Después, es precisar la de­presión en quién: ¿en el niño, en el bebé, en losprimeros años de vida, en el que presentará unadepresión en la edad adulta? Recuerden ustedeslo que hablé el primer día y que no quiero repe­tir para evitar cansarlos monótonamente: que ladepresión, o las manifestaciones depresivas, noticnen una continuidad en los diversos estadios

del desarrollo y en los diversos momentos de laedad; más bien todo da a pensar que hay una dis­continuidad entre los diversos cuadros depresi-

vos y que tenemos un gran enigma en lo que res­pecta a la psicopatología infantil de lo que seráncuadros depresivos en la edad adulta.

Un tercer problema, ligado al anterior, alque acabo de abordar, es: ¿en quién centrarnuestro interés? ¿En la madre, deprimida ­puesto que se habla de psicopatología de la de­presión-? ¿En el niño, deprimido? ¿A quéedad? Probablemente ustedes me pidan que enel bebé. Y voy a tratar de centrarme en este as­pecto clínico, es decir, en el segundo y tercerproblema (depresión en la madre, depresión enel bebé), para después tratar de hablar de los ele­mentos esenciales en la psicopatología de la de­presión y tratar de abordar el difíci Iproblema dela contribución o contribuciones que las intc­racciones madre-niño pueden tener en esta psi­copatología.

Los estudios epidemiológicos nos diccn­Emde nos lo ha recordado- que del 20 al 50%de los hijos de padre maníaco-dcpresivos van aprescntar, o ticncn más posibilidadcs dc prcscn­tar una psicosis maníaca-dcprcsiva. Esto hace aque la psicosis maníaca- depresiva es la mástransmisible de las enfermedades mentales, de

2 a 5 veces más que la esquizofrenia.

¿Cómo se hace esta transmisión? Ustedes,por el tema que me han encomendado, me hanperm itido hacer la sal vedad de hablar de los ele­mentos orgánicos que han estado abordadosmuy brillantemente por el Dr. Lajas y otroscompañeros, y no vaya entrar en detalle, pues,en estos elementos. También Emde habló de la

genética.Frente a este problema, frente al problema

de cómo se hace esa transmisión, hay multitudde trabajos que estudian el devenir de los niñosde padres deprimidos, el tipo de interacción ma­dres deprimidas con sus bebés o el tipo de inte­racciones que llevan a la depresión en el bebé.El hecho importante de esta óptica -que hasurgido estos últimos quince o veinte años-esde estudiar las manifestaciones depresivas delbebé fuera del contexto de pérdida o separa­ción, que como ustedes saben y es ampliamen­te conocido, es en este contexto dramático de

pérdida o de separación que han sido puestas enevidencia por múltiples autores a partir de la se­gunda guerra mundial (Burlingan, Roberson,etc.),las depresiones agudas del bebé y que handado lugar al cuadro clínico famoso de la depre­sión anaclítica de Spitz, a los trabajos de Bolvysobre los cuales mucho se ha hablado y sobrelos cuales no vaya volver. Quiero decir que loque va a seguir no va a tratar de las depresionesagudas, relativas a la separación o a la pérdidade la madre, va a tratar de las depresiones cró­nicas de las cuales se ha hablado, es decir la de­

presión vacía o la depresión fría del bebé. De­presiones crónicas, insisto, dentro de la interac­ción madre-niño.

Estoy obligado a citar a ciertos autores clá­sicos que se han ocupado del problema de la in­teracción madre-bebé desde el punto de vistapsicoanalítico, particularmente Benedet,lo queella llamó el cuadro de la constelación depresi­va en tres generaciones, que todos ustedes co­nocen, donde el niño frustrado está frustrado

por su madre, hija a su vez, habiendo estadofrustrada por la abuela. Frente a las demandasdel niño -dice Benedet- la madre reacciona

en modo agresivo hacia el niño, como lo habíahecho en el pasado respecto de su propia madre.

A su vez el niño, frente a la frustración de la ma­

dre, proyecta su agresión sobre ella y reintro­yecta -dice Benedet- la pulsión agresiva enuna ecuación self-malo madre-mala, que se en­cuentra a la base de su problemática depresiva.

Margaret Malher, en la descri pción de su fa­se de separación-individuación, señala la im­portancia de la sub-fase de reacercamiento ha­cia el15avo a 1Savo mes, en la cual-dice Mal­

her- la falta de aceptación y comprensiónemocional de las vivencias de pérdida que el ni­ño vive, por parte de la madre y en particular deuna madre depresiva, pueden conducir al niño avivencias depresivas. Es harto conocido, y nome voy a tardar sobre ello,los llantos (dice Mal­her que no pueden ser consolados por la madreen este período) conllevan vivencias de desam­paro que pueden estar a la base de cuadros de­presivos en el niño, o ulteriores.

Otros autores en esta misma línea de pensa­miento señalan que, en las madres depresivas,los niños tienen tendencia a identificarse con la

depresión materna o bien, frente a las vivenciasde desfallecimiento de la madre, aparece lo queMargaret Malher llama lo que se podría tradu­cir en castellano como "afecto apagado", consentimientos de vacío de tipo depresivo. El ni­ño, pues, desarrolla en estas condiciones unsentimiento de irrelevancia por no haber llega­do a obtener una respuesta por parte de la ma­dre.

Con una óptica distinta de la psicoanalítica,del tipo de la observación naturalista al modoetológico, es decir comportamental, propio alos estudios recientes de las interacciones ma­

dre-niño, Fil señala que los bebés de tres a cua­tro meses de madres deprimidas, presentan ex­presiones faciales positivas menos frecuente­mente que los niños de madres normales, y pre­sentan menos vocalizaciones en todas las cir­cunstancias.

Vaya describirlcs una experiencia mu y bo­nita, que está en el seno del tema. Se trata de unainteracción de tres minutos, frente a frente, en­

tre la madre y el bebé. Le piden a la madre quebruscamente simule una expresión depresivade tristeza durante tres minutos. Mirando al ni-

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ño, la madre habla de modo monótono, con unacara inexpresiva, con un mínimo de movimien­tos corporales y de contacto físico con el bebé.Los recién nacidos, en esta situación presentanmás manifestaciones negativas. Al principiohacen breves solicitaciones positivas, protes­tas, y progresivamente empiezan a mostrarseprecavidos, cautos, desconfiados. Presentanmás manifestaciones negativas que bebés de ungrupo control.

Estas manifestaciones se mantienen incluso

durante un lapso de tiempo ulterior a la expe­riencia, de lo cual concluyen los autores, comolo ha hecho el Dr. Emde ampliamente en estoscursos, que el bebé es capaz de participar en laregulación de la interacción de la madre y quemodifica -<:omo se ve en esta experiencia­tanto su afecto como su comportamiento, comorespuesta al cambio afectivo de la madre quedetecta.

Les vaya señalar que ellos aflfman que elbebé, frente a estas distorsiones, tal como se venen el laboratorio, se puede concluir que en casode distorsiones crónicas de esta misma índole,

concluyen ellos, es decir en el caso de madresdepresivas, el bebé desarrolla sentimientos dedesamparo y sentimientos sobre todo de inefi­ciencia. En la palabra ineficacia, ineficiencia,vale la pena pararse porque, como ven ustedes,Emde ha puesto mucho énfasis en la noción deactividad. Yo prefiero Ilamarle iniciativa desdemi óptica de estudios, digamos de trabajo parano ser pomposo, con los niños psicóticos. Lapalabra iniciativa me parece reflejar más unaactividad organizada y el sentido de eficienciao ineficiencia desarrollado por algunos autoresme parece que tiene un interés particular en loque respecta a los intercambios padres deprimi­dos o madre deprimida-bebé.

Hay estudios que señalan que es muy im­portante para el bebé sentir la capacidad -lo hadicho Emde de hecho ampliamente-, sentir lacapacidad de regular la cualidad de la interac­ción emocional con la madre. Lo cual significaque el bebé no es un simple recipiente pasivo delas emociones maternas, no es simplemente unreflejo pasivo en espejo, que es una de las pre-

guntas que habíamos planteado previamente,sino que trata activamente de modelar el apor­te emocional de la madre y cuando lo consiguese siente efectivo, eficaz, es decir es algo que vaa formar o preformar, diría Emde, en el núcleodel self. Cuando no lo consigue surgen senti­mientos de desamparo, de malestar, semejantesa los de la madre, que no son un reflejo en espe;\jo del estado de ánimo de ésta sino que son unproceso activo que ha fracasado dando lugar asentimientos de ineficacia.

Las emociones que se generan durante estosintercambios emocionales y sociales madre-ni­ño, el niño las internalizará en pattern de in te­

racción que van a dar lugar a pattern también dehumor emocional. Esto ya plantea más proble­mas: ¿cómo se internalizarán las experiencias?Plantea más problemas porque el bebé no es unser pasivo, el bebé tiene una actividad y en tan­to que psicoanalista y como psicoanalistas queson muchos de ustedes, nosotros siempre nospreguntamos en qué consiste la actividad psí­quica de transformación de la experiencia real.Luego abordaré este punto que me parece fun­damental para no concluir que lo que el bebé ha­ce es internalizar fotográficamente o videoscó­picamente el resultado de lo ocurrido o aconte­cido durante la infancia.

Los bebés que tienen madres sensibles enlas interacciones normales, entre la edad de seismeses y un año hacen grandes esfuerzos cuan­do la madre les presenta el rostro inexpresivo,se esfuerzan, insisten y persisten y consiguenmodificar el rostro inexpresivo de la madre. Esdecir, son bebés que tienen una tenacidad, unaconfianza en su eficacia que hace que cuentencon la idea de que van a conseguir transformarel mundo externo.

Estos niños desarrollan un apego seguro, enel sentido en queEmdenos habló. Sin embargo,los bebés de madres hipercontroladoraso hiper­controlantes no consiguen mantener sus esfuer­zos a fin de cambiar la actitud inexpresiva de lamadre, abandonan rápidamente, es decir quetienen sentimientos de ineficiencia que paran suactividad. Esto ha sido llamado por muchos au­tores microdepresiones.

De ahí el postulado del que han oído hablaresta mañana del desarrollo de un núcleo afecti­

vo del self, self pre-representacional dice Em­de, que permite la tenacidad de estos niños quetienen confianza en sus esfuerzos.

Este núcleo afectivo deviene de tipo depre­sivo o ansioso cuando el niño a fuerza de in­

teractuar con una madre deprimida, sus esfuer­zos repetidos de interacción posi tiva con ella sesueldan por ausencia de respuesta, por tristezao por rabia por parte de la madre. S us esfuerzosdan lugar a menudo a sentimientos de tristezaque lo empujan más bien a retirarse, retirada li­gada a la falta de confianza en sí mismo, que vaa presentar en otras situaciones sociales, es de­cir con otros niños por ejemplo, de modo que elniño queda atrapado, puede decirse, en un esta­do depresivo tanto interna como extemamente.

Estas ideas encuentran confirmación en tra­

bajos de tipo epidemiológico del devenir de ni­ños de padres maníaco depresivos sobre loscuales vaya pasar rápidamente. Algunos auto­res encuentran que estos niños a los dos añostienen dificultades, tienen menos reacciones

que los niños de padres normales, tienen difi­cultndes para mantener relaciones amistosas,tienen dificultndes para gestionar su agresivi­dad, se pueden mostrar agresivos o inapropia­dos frente a los extraños, después de la separa­ción de la madre pueden agredir a sus compañe­ritos de juego o pueden responder a la agresiónde estos compañeritos por una respuestn de pa­sividad más bien que por autodefensa.

Cuando llegan a la edad escolar los resulta­dos de estos niños son muy malos, inclusive pe­or, según los estudios epidemiológicos, que losniños de padres esquizofrénicos. 0, paradoja, yun elemento primordial en los malos resultadosescolares (insisto, son estudios epidemiológi­cos), ligado al hecho de un elemento variablepertinente, es el número de hospitalizacionesque sufre la madre. Es una variable considera­da por determinados autores, que si a alguno leinteresa la citn se la diré posteriormente.

En lo que concieme a las madres deprimi­das, una palabrita más. La mayor parte de losautores subrayan el déficit de atención de esta

madre -de hecho lo que decía Emde esta ma­ñana en este sentid~, tienen dificultades pararecoger los índices útiles de las iniciativas delbebé, no sonríen al niño o menos que las madresnormales. Tienen un menor contacto ventro­ventral, etc., etc. Es decir, la calidad de la res­

puesta materna está muy limitada.En el caso de las madres con un trastorno bi­

polar, Antony dice que tienen tendencia, esta­dísticamente, a encontrar a sus niños difíciles,coléricos y simultáneamente encontrarse malasmadres o sentirse inadecuadas. Generan tam­

bién, según Antony y otros autores, un apodoansioso o inseguro.

Esta revisión un poco larga -pero creo quees lo que se me pidió- de la literatura, nos lle­va a planteamos dos problemas clínicos. Esen­cialmente dos problemas clínicos que me pare­ce se echan en falta a la hora de leer la literatu­

ra. Uno es precisar el grado de depresión mater­na. Cuando se habla de interacción madre-niño

en la depresión, no se precisa si se trata de unadepresión neurótica, véase una depresión reac­tiva, o si se trata de una depresión melancólicade tipopsicótico. Nosotros sabemos que el abis­mo psicopatológico es inmenso entre las unas ylas otras y estamos por consiguiente en derechode esperar que el grado de conflictualidad psí­quica 10 sea también mayor o menor.

Es por esta razón que personalmente, si­guiendo nuestros trabajos que ayer les presen­té de modo somero y esquemático sobre las in­tervenciones terapéuticas breves, tenemos ten­dencia a pensar, a abordar el problema de la pa­togenia y en particular el de la depresión que es­tamos estudiando, con una óptica no solamen­te clínico diagnóstica sino del tipo dinámico.

Es decir que nos parecen menos pertinenteslos criterios basados sobre los elementos clíni­

cos de los padres que los criterios dinámicos ba­sados sobre el tipo de proyecciones, como dijeayer, que los padres hacen sobre los niños y eltipo de contraidentificaciones o complementa­rias, como dije ayer, que los padres hacen a esasproyecciones puesto que la visión inconscienteque el padre tiene del niño, la contraidentifica­ción que adopta va a damos un reflejo más fiel

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y más matizado de la calidad y la naturaleza ma­dre-nifio o padre-niño que va a tener lugar.

Lo que estoy diciendo me ha llamado laatención encontrarlo reflejado en lo que decíaEmde de los estudios de apego en tres genera­ciones, transgeneracional, digo esto de pasada.

Esto que digo no invalida en absoluto los es­tudios más bien interactivos que he citado has­ta el moméhto. Pienso que nos permitiría de al­

guna manera complementados y matizarlos. Eslo que voy a tratar de hacer. Por ejemplo, si to­mamos el grado de inhibición y de indiferenciadel que acabainos de hablar en la madre depre­siva hacia su bebé, va a depender de la intensi­dad, de la ambivalencia de esta madre hacia suniño, lo cual va adepender del tipo de conflic­tualidad psíquica en las proyecciones que hacesobre el niño y en las contraidentificaciones quehace.

y les dije, si ustedes recuerdan el primer día,que cuando esta confJktualidad no es muy im­portante en madres de prematuros por ejemplo,estas madres tienen tendencia a hacer frente a su

ambivalencia, formaciones reactivas y a adop­tar comportamientos hiperprotectivos excitan­tes que generan trastornos funcionales del re­cién nacido. Un ejemplo, en las reacciones máso menos normales con cólicos, de las madres

que generan cólicos en los n~ños recién nacidospor hiperansiedad o hipersolicitud ligada a lafantasía ambivalente de daño posible del cual elniño sería portador. A medida que la madre setranquiliza de estas fantasías, la actitud com­pensatoria hiperprotectora disminuye.

Si la ambivalencia es más importante, pue­de dar lugar a tendencias a la inhibición en el be­bé, de las cuales he hablado ampliamente citan­do la literatura anterior, y generan una proble­mática propiamente dicha de tipo depresivo,sobre lo cual explicaré algo más ulteriormente.

Pero si la conflictualidad de la madre ligadaa su ambivalenciaes demasiado importante, lasfantasías de destrucción proyectadas sobre elniño son a su vez muy importantes y recuerdenustedes, aquellos que entre ustedes estuvieronel primer día, que en esos casos cuando hablé delas psicosis arcaicas, las psicosis infantiles, en

esos casos las reacciones maternas son más ex­

tremas' reacciones de desapego, reacciones im­portantes con grandes fallas en la atención y enla solicitud frente a las actividades o afectos

manifestados por el bebé, véase distorsiones einadecuaciones tales hacia el bebé que lo empu­

jan más frecuentemente a un trastorno psicóti­co, véase hacia una disarmonía evolutiva grave.

Razón por la cual no se puede simplificar cuan­do se habla simplemente en términos descripti­vos de interacción, se debe poder matizar y ana­lizar microscópicamente la interacción y creoque el reflector que nos hecha más luz sobre lamicroscopía de la interacción es el cuanto de in­formación intensísimo. Por eso empleo la ima­

gen de reflector, que implican las fantasías ma­ternas con gran carga de información.

Algunos autores han descripto las interac­ciones precoces de los padres de niños que hanpresentado ulteriormente trastornos psicóticos,que han podido recoger bandas magnetoscópi­cas y videoscópicas y señalan que estas madrestienen actitudes frustrantes frente a las conduc­

tas de apego del bebé, tienen una especie de de­sapego con respecto al niño, tienen manifesta­ciones de desapego al estudio de los comporta­mientos interactivos con el bebé que provocanel desinterés del bebé y la caída de su engancheafectivo en la relación, de ese enganche que va

mucho más lejos que la simple inhibición, queva hasta el evitamiento de la mirada, la expre­sión sistemática, la expresión temerosa, la ad­versión a las interrelaciones, es decir que vanhacia la retirada de tipo autístico o de tipo psi­cótico.

Véase la gradación y la dificultad a estable­cer, de ahí que les he dicho que les plantearémás problemas que respuestas, las manifesta­ciones, las fronteras netas entre las manifesta­

ciones depresivas en el bebé cuando vienen aser más severas y las manifestaciones psicóti­cas de tipo arcaico, así como la dificultad dedescribir las interacciones específicas que con­duzcan a manifestaciones depresivas propia­mente dichas.

Así pues, qué es o qué podríamos pensar quees en la interacción madre-niño aquello que

afecta el sentimiento de eficacia del bebé a es­

tablecerrelaciones positivas, aquello que le lle­va a limitaciones, véase a inhibiciones de susiniciativas frente al mundo exterior, a la ausen­

cia de sentimientos positivos, a la predominan­cia de afectos negativos de desamparo. ¿Quées?, ¿cuáles son las interacciones que lo gene­ran?, ¿y cuáles son las interacciones que lo ha­cen perdurar en el tiempo? Porque falta que per­dure en el tiempo para que se genere un trastor­no depresivo a largo término.

Yo no les vaya responder a esto pero vayatratar de darles mi punto de vista. Para podérse­lo dar tengo que decirles dos palabritas sobrecuales son los elementos esenciales de la con­

f1ictualidad depresi va en los niños mayores. Es­quemáticamente, evidentemente, se puede de­cir que los sentimientos de ineficacia del bebé sicontinuidad haya si la hubiere, si no dan lugara trastornos más graves, porque como he dichomuy frecuentemente conducen a trastornos másseveros, se van a encontrar ulteriormente bajola forma, en niños más mayores, de sentimien­tos de inseguridad, de falta de confianza en símismos, sentimientos de incapacidad, véaseauto-reproches aumentando en gravedad.

Evidentemente que las experiencias de se­paración, de privación y de pérdida van a refor­zar este tipo de pérdida, puesto que el niño essensible a los acontecimientos del mundo exte­

rior. Sin embargo, en los niños más mayores es­tas limitaciones de las iniciativas, vamos a to­

mar este térm ino que me parece cen tral en la de­presión, porque se recorta con lo que se ha di­cho, y no vaya repetir todo lo que se ha dichoaquí que ha sido interesantísimo, como lo que seha probado en una experiencia muy bonita, enla cual se ha mostrado que el elemento esencialde la depresión es un tiempo de lactancia entrela orden del sujeto a hacer una iniciati va y la eje­cución de la iniciativa. Lo cual es responsabledel enlentecimiento psicomotor, del enlenteci­miento del pensamiento, etc., y se consideraque se encuentra a la base de la mayoría de lasmanifestaciones depresivas. Es una experien­cia muy bonita, pero evidentemente la clínicapsicoanalítica nos muestra que estas Iimitacio-

nes están ligadas a vivencias del niño en las cua­les él vive su actividad como portador de unapeligrosidad, de ser una destructibilidad poten­cial en cuanto a los objetos.

La tendencia a la inhibición, a la limitación

de la iniciativa de los sujetos deprimidos, estáíntimamente ligada al conflicto, como es clási­co decir, de integración de la agresividad, de laagresión. De la intensidad de este conflicto vana depender los diferentes modos de depresión,según las posibilidades del yo, a recursos a de­fensas de tipo neurótico o a la identificación conobjetos atacados o destruídos que son defensasde tipo psicótico melancólico como Freud lo hadescripto.

Es decir, y aquí no me puedo evi tar decir dospalabritas, algo más teóricas desde el punto devista psicoanalítico, que retornan algo de lo quedije el otro día a modo de interrogación, que sonlas diferentes respuestas frente, que es el enig­

ma que tenemos planteado de las diversas cali­dades de afectos depresivos, calidades que es­tán ligadas a la vivencia del sujeto según su es­tructura, de su personalidad y que según esa es­tructura van a generar diferentes respuestas de­fensivas Quiero decir una palabrita porque lasposibilidades defensivas de un niño neuróticofrente a las vivencias de pérdida y de destruc­ción del objeto son la capacidad de simbolizarestas vivencias de pérdida que vienen represen­tadas en juegos, dibujos, ete., ete., sin que afec­te el funcionamiento yoico, que quede indemney se enriquece por la capacidad simbólica.

Sin embargo en los niños de organizacionesparadepresivas, de las que hablé el primer día,la defensa fundamental y no es una defensa esmás bien un síntoma, como saben ustedes, pa­ra Frcud lo equiparó a un síntoma de inhibición,en el niño chico el resultante de la represión ma­siva aparece como una defensa, la tendencia, di­gámoslo así, es a la inhibición de estas fantasí­as lo cual se acompaña de algo que nosotros ca­lificamos, hablando de estos niños paradepresi­vos, de depresión del funcionamiento yoico sepuede decir, porque el funcionamiento yoico yaempieza a estar afectado; inhibición equivalen­te a un síntoma amplio que refleja la idea de des-

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fallecimiento de la estructura y del empobreci­miento simbólico que nos presentó en su traba­jo la Dra. Casas de Pereda. Creo que en este sen­tido coincidimos en ese desfallecimiento del

yo, resultante del empleo de una represión ma­siva que provoca la inhibición.

En los niños borderline la intensidad de es­

tas angustias depresivas catastróficas, si uste­des recuerdan, les lleva los trastornos de la sim­bolización, de los cuales les hablé en el funcio­

namiento de la manía clínica. Pero quiero deciruna pahlbrita que no les hablé el otro día, es larespuesta de la psicosis arcaica que provoca unhundimiento masivo del funcionamiento yoico,demasiado confundido con el objeto con lo cualel funcionamiento yoico se hunde no solo a ni­vel simbólico sino a nivel de ,la representación.

Considerando el simbolismo en el sentido

más lato, se puede considerar el simbolismo lacapacidad de poder representar a la representa­ción, mientras que la pura representación estátrastocada, profundamente trastornada en laspsicosis arcaicas de los funcionamientos augs­ticos, es lo que nosotros hemos llamado funcio­namiento deficitario. Los diversos grados deafectación del funcionamiento yoico más o me­nos masivo en función de las calidades defensi­

vas frente a la conflictiva depresiva. En la de­presión el conflicto queda interiorizado y así seevita el derrumbe hacia el empleo de las defen­sas de tipo psicótico, es decir del tipo proyecti­va, que caracterizan al niño borderline.

Después de esta descripción, ya sistemática,

ya podemos algo más dar una palabrita o preci­sar algo más el tipo de proyecciones paternasque pueden generar, reforzar o hacer perduraren el tiempo. Esta problemática depresiva quehe definido así como la limitación de las inicia­tivas más o menos importantes en función de la

conflictiva de destrucción y pérdida del objeto.Se trata de madres que proyectan sobre su bebéaspectos infantiles de ella misma que vive comoagresivos, la agresividad difícil de integrar enestas madres es un elemento muy común en laproblemática de las madres depresivas, la difi­cultad de integrar la agresión, sin embargo fren­te a estas proyecciones el tipo de contraidenti-

ficaciones de tipo complementarias va a serfundamental, que va a ser la madre, frente a lamadre porque la problemática que van a gene­rar va a ser muy diferente. Y por consiguientepodemos definir a groso modo tres tipo de con­traidentificaciones: cuando frente a la

proyección de la agresión se contraidentificacon su propio superyo, riguroso e intolerante,esta madre deviene fácilmente y rápidamentefrente a los costos más banal es del niño, parti­cularmente los gestos motores, puesto que labrusquedad del bebé la va a vi vir como agresióny violencia, hecho señalado por Winnicott, en­tre otros autores psicoanalistas. Otras madres,segundo tipo, entran más bien en colisión con laagresión que proyectan en el niño estimulandomás bien comportamientos agresivos, esta ma­dre tiene tendencia, algunas de ellas, a contrai­dentificarse con una madre del pasado que havivido como incapaz, como indigna, el ejemplode la Dra. Mablarino de la madre cuya leche noservía es un ejemplo, estas vivencias de indig­nidad de la madre tienen tendencia a justificar,véase a estimular respuestas agresivas del niñocon respecto a ellas, es decir la agresión queellas mismas hubieran tenido tendencia a desa­

rrollar y no desarrollaron con respecto a suspropias madres que vivieron o pudieron habervivido o fantaseado como indignas o incapaces.

Este tipo de conflictiva es menos rápida­mente conflictiva pero la tiranía del niño gene­ra sobre todo a la llegada del Edi po conflictos deculpa de tipo depresivos más ligeros.

Otras madres, de las que hablé ayer, queabrigan enormes sentimientos de culpa con res­pecto a los propios padres porque se han senti­do ellas mismas niños difíciles porque se hansentido agresivos, reexigentes, turbulentos, pormalos comedores, malos dormidores, ete., pro­yectan esta imagen de niño difícil en el niño y lanecesidad de espiación que tienen promuevenla agresión del niño y necesariamente la culpa­bilidad o la actitud victimosa y de mártir fren­te al niño difícil.

En el segundo y sobre todo en el tercer añode vida, cuando no son depresiones muy inten­sas, lo que vemos surgir son defensas frente a

las vivencias depresivas. Esto está ligado a loque Emde ha subrayado en sus escritos, que esque el bebé tiene tendencia a mantener las inte­racciones positivas y los afectos negativos, asostenerlos o hacerlos perdurar. Sin embargolos afectos negativos busca de transformarlos,véanse ustedes que ese es el problema con elcual nos enfrentamos continuamente en el psi­coanálisis, con afectos negativos que buscantransformación y raramente afcctos positivosque buscan perdurar. Entonces, ¿cuáles son lasinteracciones madre-niño que permiten las for­maciones de los afectos negativos? Nosotrossabemos que las interacciones positi vas refuer­zan el sentimiento de eficacia del niño, el sen­

timiento de confianza en sí mismo, promuevensu iniciativa, etc.

Sin embargo nos es muy difícil todavía pre­cisar y debe ser objeto de la investigación, cuá­les son las interacciones que atenúan los afectospenosos transformándolos en experiencias po­sitivas, diferenciándolas de qué otras no sirvenmás que para negar la conciencia del afccto pe­noso reemplazándolo este afecto doloroso poruna experiencia defensiva que en el consciente

se traduce por una interacción satisfactoria, pe­ro que deja una traza dolorosa en el inconscien­

te no modificada. Insisto, esto sobre lo que nosrompemos la cabeza todos los días en la teoría,en la investigación psicoanalítica, qué elemen­tos, qué situaciones, qué modalidades de inte­

racción producen transformaciones psíquicaspor tomar un término debido.

El bebé deprimido pues a partir del segundoaño de vida va a tratar de emplear también suspropios recursos psíquicos y es esto sobre lo

que el psicoanálisis ha puesto mucho énfasis yque no debemos dejar de lado.

Yo diría que él tiene tendencia a hacerrecur­

so de mecanismos primiti vos del tipo de los queFreud ha descripto como propios a la organiza­ción narcisista del yo en las diferentes visicitu­des, es decir la transformación en su contrariodesde que puede trata de transformar en su con­trario las experiencias penosas bajo dos formas:transformación de los afectos, de la tristeza yeuforia de lo que aquí nos concierne y transfor-

mación de pasivo en activo para las experien­cias e interacciones penosas y negativas que vi­ve, donde se trata de identificarse en mayor omenor grado con el que inflige la frustración.

Así pues es por eso que en el niño chico lasproblemáticas depresivas tienen frecuentemen­te tendencia a expresarse por su opuesto, es de­cir por cuadros clínicos de tipo hipomaníaco,frutos de los esfuerzos defensivos del niño chi­

co. A partir del período de latencia, como les di­je, y sobre todo a partir de la pubertad las mani­festaciones de tristeza y las manifestaciones clí­nicas ya más semejantes a las de la depresióndel adulto comienzan ya a manifestarse en loscuadros clínicos de tipo depresivo y a tomarmás similitud entre los cuadros clínicos del pú­ber y del adolescente con los cuadros clínicosdepresivos del adulto.

Estas experiencias depresivas son el pro­ducto del peso, esto no hay que olvidarlo, de ex­periencias particularmente penosas a lo largodel desarrollo, de todo el desarrollo pueden encualquier momento venir a pesar en la organiza­ción psíquica del niño para desencadenar uncuadro depresivo o para contribuir a él, en par­ticularexperiencias de pérdida de objetos y par­ticularmente interacciones con los padres queprovocan las sobrecargas conflictivas del tipode las proyecciones que enumeré previamente.

Sin embargo no puedo terminar sin subra­yar que el aporte psicoanalítico ha sido el de­mostrar sobre todo en los niveles más tardíos

del desarrollo psíquico, pero creo que se en­cuentra desde el primer momento de la vida psí­quica y ahí tenemos el gran interrogante del co­nocimiento que no lo tenemos de la vida fantas­

mática del bebé y de la organización psíquica ydefensiva particularmente del bebé frente a suvida fantasmática, tenemos una laguna y una in­terrogante que no debemos sin embargo saltar­nos a la torera.

Estas experiencias de pérdida, las experien­cias ligadas a interacciones negativas van a es­tar siempre filtradas cuanto más grande sea elniño por la organización de personalidad enfunción de las capacidades defensivas del niñoo del adulto.

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