ilustraciones co recorten dse periodicos

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ILUSTRACIONES CON RECORTES DE PERIODICOS LA DEMOCRACIA, HOY I. L A DEMOCRACIA ROUSSEAUNIANA Con su lucidez mental y con la transparencia expositiva que le ca- racteriza, Jean Madiran, en su reciente libro (publicado por Nouvelles Editions Latines, París, 1977) LES DEUX DEMOCRATIES, ha reiterado la la distinción, por él formulada hace más de veinte años, entre demo- cracia clásica o natural y democracia moderna o totalitaria. La clásica no era sino un modo de designación de los gobernantes. Era considerada como uno de los tres regímenes, combinables entre sí, que podían resultar más o menos adecuados, según las circunstancias, en un país y tiempo dados. No se pretendía, pues, que monopolizara excluyentemente la justicia política, es decir, que en todo tiempo y lu- gar fuera él único régimen justo, digno y aceptable. La democracia moderna se autoestima el único régimen justo y considera inmorales e ilegítimos los regímenes no calificados de demo- cráticos; no se circunscribe a la designación de los gobernantes, sino que de por sí decide lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, de un modo inmanente,, y, por lo tanto, con un poder ilimitado, que se dice dimanante del pueblo. Este poder la convierte en totalitaria—como con- secuencia de su inmanencia y de su ilimitación—- y, de hecho, no lo asu- me el pueblo, sino los gobernantes elegidos. Precisamente el 2 de julio de 1978 se cumplió el bicentenario de Rousseau, que propuso las bases ideológicas de la democracia moderna. Así lo recordó, en ABC del 8 de julio de 1978, José María Valls, en su artículo LA PARADOJA DE LA LIBERTAD. «Aquel 2 de julio de 1778, hace doscientos años, dejaba este mundo uno de los más polémicos escritores de su tiempo: Juan Jacobo Rousseau. De origen ginebrino, filósofo, escritor, peda- gogo y músico, no ee resignó a pasar inadvertido para la His- toria y dejó a la Humanidad un legado ideológico que aún per- dura. Su vida apasionada quedó fielmente reflejada en su obra, que ofrece a menudo paradójicas afirmaciones en una misma página y aun en un mismo párrafo.» 1413

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ILUSTRACIONES CON RECORTES DE PERIODICOS

L A D E M O C R A C I A , H O Y

I . L A DEMOCRACIA ROUSSEAUNIANA

Con su lucidez mental y con la transparencia expositiva que le ca-racteriza, Jean Madiran, en su reciente libro (publicado por Nouvelles Editions Latines, París, 1977) LES DEUX DEMOCRATIES, ha reiterado la la distinción, por él formulada hace más de veinte años, entre demo-cracia clásica o natural y democracia moderna o totalitaria.

La clásica no era sino un modo de designación de los gobernantes. Era considerada como uno de los tres regímenes, combinables entre sí, que podían resultar más o menos adecuados, según las circunstancias, en un país y tiempo dados. No se pretendía, pues, que monopolizara excluyentemente la justicia política, es decir, que en todo tiempo y lu-gar fuera él único régimen justo, digno y aceptable.

La democracia moderna se autoestima el único régimen justo y considera inmorales e ilegítimos los regímenes no calificados de demo-cráticos; no se circunscribe a la designación de los gobernantes, sino que de por sí decide lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, de un modo inmanente,, y, por lo tanto, con un poder ilimitado, que se dice dimanante del pueblo. Este poder la convierte en totalitaria—como con-secuencia de su inmanencia y de su ilimitación—- y, de hecho, no lo asu-me el pueblo, sino los gobernantes elegidos.

Precisamente el 2 de julio de 1978 se cumplió el bicentenario de Rousseau, que propuso las bases ideológicas de la democracia moderna.

Así lo recordó, en ABC del 8 de julio de 1978, José María Valls, en su artículo LA PARADOJA DE LA LIBERTAD.

«Aquel 2 de julio de 1778, hace doscientos años, dejaba este mundo uno de los más polémicos escritores de su tiempo: Juan Jacobo Rousseau. De origen ginebrino, filósofo, escritor, peda-gogo y músico, no ee resignó a pasar inadvertido para la His-toria y dejó a la Humanidad un legado ideológico que aún per-dura. Su vida apasionada quedó fielmente reflejada en su obra, que ofrece a menudo paradójicas afirmaciones en una misma página y aun en un mismo párrafo.»

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El mismo artículo (dionda brevemente en las paradojas de Rousseau y de sus tesis, en los párrafos que a continuación reproducimos'.

«A la hora de analizar sus proposiciones políticas hay que temer muy en cuenta la observación de Julián Marías que dis-tingue, en Rousseau, dos ideas parecidas, pero radicalmente dis-tintas, y que responden a los nombres de "volonté générale" y "volonté de touts". Esta sieiría la voluntad de cada individuo su-mada a la de los dunas; aquélla, en cambio, al corresponder a la voluntad de la mayoría, sería la voluntad general de toda la sociedad. Esta; voluntad general es, según Rousseau, la que marca la pauta de actuación de cnanto» forman parte dé la so-ciedad; es la única regla válida de conducta y la única garan-tía de libertad individual.

»Esta idea de Rousseau, además de aportar a la sociedad moderna el mecanismo electoral del sufragio universal y direc-ío, ha traído de la mano la "paradoja de la libertad". Para Rousseau, aquel que se desvía de la voluntad general, se desvía de la libertad y por ello la sociedad puede obligarle a conser-var sn libertad obedeciendo a la mayoría. La coacción, así, de-jaría de ser coacción y las dictaduras .pasarían a ser el paraíso de la libertad. ¿Cómo armonizaba Rousseau esta afirmación con la que sirve de •comienzo al "Emilio", y que dice que todo hombre nace libre? La conjunción no está muy clara y por eso aparece la paradoja. Sin embargo, hay algunas notas en su obra que pueden dar lnz al tema. Para Rousseau, el hombre al-canza BU máximo grado de libertad en su condición de ciudada-no, no siendo realmente hombre haáta que no es pimíamente ciudadano. ¿Entra esto e<n contradicción con su famosa teoría del hombre natural? Puede ser, pero esto es tan normal en la vida de Rousseau que no merecería mayor atención si no fnera por la importancia intrínseca del tema. Rousseau era calvinista y poseía, por tonto, un acusado sentido de condenación eterna. Al enfrentar su vida con esta condenación, encontró la salida de culpar a 1A sociedad pora tranquilizar su conciencia. Este d es cubrimiento de Rousseau, utilizado como táctica, os uno de los principios básicos materialistas a la hora de eliminar el sentido de responsabilidad individual.

»La salida de esta maraña la intuyó Tomás de A quino mu-chos siglos antes. La libertad no es una concesión social, riño un valor intrínseco de lo naturaleza humana, ligado estrecha-mente con la razón. Cnanto más racionalmente se actúa, más libre 86 La lógica de los sentidos, o vida instintiva, tiene

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poco de libre. El Hombre, como ser social, verá siempre recor-tada su libertad en detalles circunstanraale», como salvaguardia de la libertad ajena. Esto no puede extrañar a nadie, a no ser qué se pretenda que el mundo es, como diría Hobbeg, la lucha de todos contra todos. La sociedad, en principio, no debe es-clavizar si está bien estructurada. El desarrollo humano se con-suma en sociedad y ésta debe apoyarlo y fomentarlo. La solu-ción a la paradoja no es patrimonio de ninguna ideología con-creta, siempre que se respete al hombre como lo que realmen-te es.>

En YA del 6 de enero de 1977, Gregorio de Yurre, en un artículo titulado Dos DEMOCRACIAS, refiriéndose a las de Locke y de Rousseau, señala cómo ésta -puede conducir, con absoluta lógica institucional, al totalitarismo:

«Existen dos importantes escritores europeos que colaboraron eficazmente a la formulación de mía filosofía política demo-crática: Locke y Rousseau. Son, sin embargo, democracias di-ferente«.

»Toda la teoría! del filósofo ginebrino se orienta a combatir el absolutismo de Versalles. Pero su teoría pasa de un extremo a otro, y después de condenar el poder absoluto del monarca, afirma el absolutismo de la voluntad general...»

«Esto conduce a la proclamación de la voluntad general no sólo como norma del orden político, sino también como norma única y suprema. La soberanía radica en esa voluntad y es soberanía absoluta, sin límite. Este absolutismo encierra gér-menes dictatoriales y totalitarios que no podemos admitir. Hit-ler ordenó el exterminio de los enfermos incurables y de la raza judía; tal mandato ee criminal, pero no sólo porque es orden de un dictador, sino, sobre todo, porque es la denegación al hombre del derecho natural a la vida. Si tal orden la hubiera aprobado la voluntad general, no cambiaría de naturaleza; sería igualmente criminal.

»Tales son también los principios que encontramos en la democracia jacobina. El concepto de derecho natural, mane-jado en la época de la Revolución francesa, tenía un sentido pu-ramente hedonista e individualista y se orientó a respetar el despliegue de la acteión e incluso pasión de los individuos. Pero nunca tuvo carácter social; queremos decir que no reconoció el derecho de la sociedad y, por tanto, de los grupos en los que está organizado el pueblo: el derecho natural de la fami-

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lia, las entidades locales y regionalefe, de 'la» prolesiones, iglesias* clases y grupos humanos más necesitados.. .>

«Del reconocimiento tan sólo del individuo y de sus pasio-nes individuales se pasa fácilmente al absolutismo revoluciona-rio del Estado. Con razón escribe a este propósito Henri Brug-mans: "Todos estimaban que el individualismo, que había ins-pirado a los jacobinos, conducía lógicamente hacia una atomi-zación de la sociedad, la cual a su vez suscitaba el Estado ab-soluto como contrapartida de la atomización: con la polvareda de los individuos se hace el cemento de los Estados totalitarios" (Rougemont).

»Todo®, en fin, estimaban que el "compromiso" cívico se hacía cada vez más difícil a medida que el Estado se centrali-zaba y absorbía "las comunidaníee intermedias, territoriales, funcionales o profesionales, incluso la célula primera de la so-ciedad que es la familia" {L'Idéc européenne, Brujáis, 1965, pág, 62).

»El Estado absoluto es centralizador y dictador. Nada tiene de extraño que trate de centralizar en sus manos toda la ense-ñanza y el sistema de educación y pretenda dictar a todos los ciudadanos del país una determinada ideología. En la dictadura mental y espiritual coincide él Estado jacobino con el Estado totalitario. Se dice que el Estado es, en razón de su naturaleza, una entidad laica que nada tiene que ver con la religión. Si por laico se entiende un Estado servidor <!e la cultura, conforme a las exigencia» de las familias sobre las que recae el deber y el dereebo de educar a sus hijos, la expresión es admisible: designaría un Estado ideológicamente neutral, destinado al ser-vicio de todo el pueblo y de los diversos entes en los que está organizado.

»Si por laico se entiende mi Estado ateo, vinculado por ello a una ideología que trata de imponer a todos los ciudadanos, entonces rechazamos de plano tal Estado, que tiene más de dic-tador que de democrático. En tal hipótesis se comete uo atro-pello con los derechos naturales de la familia creyente. E l pue-blo creyente es también miembro del Estado y paga los corres-pondientes impuestos para que el Estado los invierta en el sis>-tema escolar y educativo, pero tales impuestos sirven única-mente para atender a la escuela oficial, que es adversa a la enseñanza y educación religiosa. Tales familias han dé orga-nizar por su cuenta el sistema escolar de sus preferencias, pero para ello han de realizar un nuevo desembolso. Ello quiere

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decir que tales familias son infraci udadanag, ya que el Estado adopta una postura de clara discriminación.»

Esa sociedad de individuos que por mayoría elige a sus gobernantes, es difícil que mayoritariamente no acabe por preferir a quienes dema-gógicamente ofrezcan a los más igualarse con las élites. Se trata de un proceso ya previsto por Tocqueville, en su libro DE LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA, en esos Estados Unidos a ¡os cuales se refiere William Man-chester en su reciente artículo, publicado en el NEW YORK TIMES del 15 de julio de 1978, con el título UNA LEY DE INVERSIÓN: LA NIVELACIÓN DE LA SOCIEDAD AMERICANA. De él se ha hecho eco Julián Marías, en EL PAIS del 10 de agosto de 1978, en su articulo DEMOCRACIA POLÍTICA Y DEMOCRACIA MORBOSA.

«Para Manchester, se ha, llegado a una sociedad "apasionada-mente igualitaria"; la "nivelación" se ha convertido en una re-ligión seciílar, una fe intolerante. Se borran o envaguecen las distinciones entre las clases, las generaciones, loa sexo®, sacrifi-cadas al tótem de la absoluta igualdad. Da una larga lista de ejemjploe, algunos bastante cómicos; casi todos, en el fondo, es-peluzoantesL Desaparecen todas las marcas de distinción, se sus-tituyen por "una extraña, falsa humildad". Mancbester llama a esto, citando a otro escritor, "la consecuencia social de la demo-cracia". Y añade por su cuenta: "La democracia, escríbase en grandes letras, es una forma de gobierno que es aceptable porque las alternativas no lo son. Debería confinarse a las elecciones".

>Y concluye con algunaisl fórmulas Mices. Por ejemplo: "Los niños bien dotados no> tienen derecho a una atención especial, aunque los niños retrasados sí lo tienen; como están por debajo del nivel generaü, hay que elevarlos hasta él." "En tina palabra, se esperai do nosotros que miremos de tamba a abajo a los que están por encima de nosolrois, y de abajo a arriba a los que están por debajo." La superioridad es, en sí misma, sospechosa, y todo di mundo intenta parecer, hablar y ser como todos los demás, y así, se eliminan todos los atributos que en otro tiempo dis-tinguían a unáis personas de »tras. Manchester piensa que esto consuela a los que tienen el barrunto (ueualmente justificado) de que son realmente inferiores.

»La consecuencia es que "las almas extraordinarias'' quedan en desventaja, y no son ellas, sino 'la escoria de lai sociedad" quien determinará la rata.»

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Julián Marías, hoy, como Ortega y Gasset ayer —recordemos su "No es esto, no es esto"—-, se aferra a su utópica concepción de la democra-cia política, sin aceptar los efectos sociales que, más o menos a la larga, produce inevitablemente por su propia lógica. Así escribe:

«La democracia le parece a Ortega <—como hoy a Manches-ter—i excsolente: "Al amparo de esta noble idea se ha deslizado en la conciencia pública la perversa afirmación de todo lo bajo y ruin." Y lo aclara en seguida. "La democracia, corno democra-cias, es decir, estricta y exclusivamente como norma del Derecho político, parece una cosa óptima. Pero la democracia exasperada y fuera de sí, la democracia en el pensamiento y en el gesto, la democracia en el corazón ly ten la costumbre es él más peligroso morbo qne puede psdetíer una sociedad".»

A su juicio, sin embargo:

«... no se puede ser "sólo demócrata". amigo «de la justicia quiere igualdad de derechos para todo lo qne en los hombres hay de igualdad; pero tóente la misma urgencia por legitimar lo que hay de desigual entre los hombres. T concluye: "Quien se irrita di ver tratados desigualmente a los iguales, pero no se in-muta al ver tratados igualmente a Hola desiguales, no es demó-crata, es plebeyo."

»La razón de esta actitud es resentimiento (Ortega se re-fiere a Nietzsche y alude a Sdheler, en 1917, no se olvide).

»El hombre qne se siente inferior se afirma negando las cua-lidades de que carece. Es la inversión d» los valores; lo> superior és supeditado a lo inferior, que triunfo. "Vivimos —dice Ortega— rodeados de gentes qne no se estiman a sí mismas, y casi siempre con razón... Cuando se quedan solas, Ies llega dél protpio corazón bocanadas de desdén para sí mismas. Es inútil que por medio de astucias inferiores consigan hacer papelee vistosos en la sociedad. El aparente triunfo social envenena mfa su interior, revelándoles el desequilibrio inestable de su vida, a toda hora amenazada de un justiciero derrumbamiento." Y! concluía Ortega: "Periodistas, profesores y políticos sin talento componen, por tal razón, el Estado Mayor de la envidia^ que, como dice Quevedo, va tan flaca y amarilla porque muerde y no come. Lo que hoy llama-mos 'opinión pública* y 'democracia' no es en gran piarte sino la purulenta secreción de esas almas rencorosas."»

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También es verdad lo que el mismo Julián Marías dice respecto de la democracia política y de la democracia material, que él califica de morbosa:

«... Es sabido >—aunque no generalmente reconocido— que la democracia política no florece más que en partes reducidas del mundo. Si se examinas la lista de miembros de las Naciones Unidas, la democracia política impera en muy pocas, y la de-mocracia morbosa triunfa especialmente (no exclusivamente) don-de la política falta. Así ha ocurrido en España durante los últimos decenio1», mucho más que cuando, durante una etapa de demo-cracia política, Ortega escribía el artículo que be contentado.»

Precisamente el democratismo material, básico de casi todos los re-gímenes totalitarios, había penetrado, en especial, en la propaganda, dentro del sistema franquista, y esa penetración ha facilitado su actual explosión en la nueva democracia política. No olvidemos que en ésta gobiernan muchos políticos del período anterior, durante el cual bastantes de ellos estuvieron situados en importantes ministerios, donde trataron siempre de promover e imponer un igualitarismo próximo al caracterís-tico de las llamadas democracias materiales.

Hoy se produce un verdadero alud de igualitarismo morboso, con el paso fáctico de la soberanía al partido representante de una mayoría desde bastante tiempo atrás empapada —por la propaganda política y por el progresivismo religioso— de un igualitarismo social en una socie-dad que venía siendo desjerarquizada —-desde la familia y la empresa a todos los demás cuerpos intermedios— y en la que fueron sustitu-yéndose las estructuras sociales por el monólitismo del aparato político que hoy perdura monopolizado por el consenso del partido en el poder con socialistas y comunistas.

N . ¿EXISTE VERDADERAMENTE, Y EN QUÉ SE TRADUCE, LA SOBERANÍA PO-

PULAR?

Juan Vallet de Goytisolo, en E L ALCAZAR de 23 de mayo de 1978, comentando el entonces Anteproyecto de Constitución, señalaba desde otro ángulo, cómo Rousseau conjuga el concepto bodimano de soberanía con el, propio suyo, de la aliénation totale de todos los individuos en la mayoría:

«Subrayemos ante todo que, a través de Rousseau, se re-coge de Bodino el concepto de soberanía. Elias de Tejada —que Dios llevó consigo cuando, bajo la perspectiva de nues-

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tros ojos humanos, más £alta parecía hacernos—, en su último libro sobre él Franco-Condado Hispánico, subrayó la fundamen-tal diferencia existente entre el régimen de la monarquía de las Españas, respecto de la teorizada por el francés Jean Bodin: "Cuando él aragonés Gaspar de Añastro e Izunza vierte al cas-tellano Las Repúblicas de Bodirvo catholicamente enmendadas, pone entre sus correcciones la de que los hispánicos no pueden aceptar la noción de la soberanía, debiendo sustituirla por la de la suprema auctorUas, dado que la soberanía es poder ilimitado por encima de los cuerpos sociales, mientras que la suprema auctorUas implica que cada cuerpo político, incluidas las potes-tades del monarca, está encerrado dentro de unos límites. Por lo cual, los hispanos, incluidos los juristas del Franco-Condado His-pánico, eran hostiles a 1a $miverain<eLé bodiniana y luchaban por sus franchises peculiarísimas..." Es el mismo criterio que observó en el hispánico jurista de Nápoles Antonio Lana rio, cuando sen-taba que potestas absoluta non potest daré in República política, et benfi ordinata. Y es idéntico al expresado, en til siglo xiv, por el menoret gerundense y obispo de Valencia, Franoesch Eúrime-nis, cuando, al explicar su pacto político, destacaba que "jamás las comunidades dieron la potestad absolutamente a nadie sobre sí mismas sino con ciertos pactos, y leyes", y que las casas, al pactar las comunidades, para su mejor bienestar, "no se privaron de la libertad, pues la libertad es una de las principales excelen-cias de hombres libres".

»La souverameté bodiniana se la atribuye Rousseau al pueblo, en el arbitrio' de cuya mayoría todos y cada uno de sus indivi-duos componentes alienan totalmente todos sus derechos...»

Esa aliénation totale, por la cual la mayoría relativa de electores se impone a todos los electores y a los no electores, inviste a los elegidos del poder absoluto dimanante de ella. Eso también lo recordó Vallet de Goy-tisolo, en E L PAIS del 18 de agosto de 1977, en su artículo LA LEY, ¿EX-PRESIÓN DE LA VOLUNTAD DEL PUEBLO?

«El insigne polígrafo Joaquín Costa comentaba, hace unos cien anos, que "el doctrinarismo francés que impera despóticamente en nuestras escuelas y ante todos nuestros partidos políticos": "clasifica los miembros del Estado en dos grnpoa, separados uno de otro por un verdadero abismo: de un lado, la autoridad, el Gobierno, los depositarios del poder, el país legal; de otro, los subditos, eLpaiB 'elector, la masa caótica, cuya misión se cifra en-teramente en obedecer a aquellos a quienes ha constituido en

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órganos suyos, despojándose de su. soberanía". La volonté gené-rale, ¡conclujye e¡n la cdiéntuion totale...!

»Y, hablando de los liberales españoles de su época, proseguía Costa: "Piensan que el pueMo es ya rey y soberano, porque han puesto en sus manos la papeleta electoral: no lo creáis, mientras no se reconozca, además, al individuo y a la familia la libertad civil, y al conjunto de individuos y de familias, el derecho com-plementario de estatuir en forma de costumbres, aquella soberanía es un sarcasmo; representa el derecho de darse periódicamente un amo que le dicte la ley, que le imponga su voluntad ; la pa-peleta electoral es el harapo de púrpura y el cetro de cafia con el que se disfrazó a Cristo de rey en el pretorio de Pilatos".

»La libertad civil la sacrifican hoy no sólo todos los socialis-mos, sino también las social-democracias que consienten nn li-bertinaje en las costumbres y someten al pueblo a un intervencio-nismo siempre creciente. Tocqoeville, en su obra De la democra-cia en América, lo había ya intuido: "Los pueblos democráticos, que han introducido la libertad en la esfera política, al mismo tiempo que htm acrecentado el despotismo en la esfera adminis-trativa, han sido conducidos a singularidades bien extrañas. Cuan-do se trata de manejar los pequeños negocios, donde el simple buen sentido puede bastar, se estima que los ciudadanos son in-capaces; m sel tirata d!e gobernar el Estado, se confían a estos ciu-dadanos inmensas prerrogativas; se les hace alternativamente los juguetes del soberano y su» amos; más que reyes y menos qua hombres." Pero, proseguía, "es difícil de concebir cómo hombres que han renunciado enteramente al hábito de dirigirse a sí mis-mos podrán conseguir elegir bien a quienes deben conducirle»".

»1 Soberanos teóricamente en lo que no entendemos; y, prác-ticamente, en perpetua menor edad en lo que constituye nuestra respectiva esfera!»

Recientemente Carlos Valverde, en TRIBUNA PÚBLICA, de ABC del 9 de noviembre de 1978, se ocupa de esta pretendida soberanía del pueblo, bajo el título PUEBLO, CONSTITUCIÓN, DIOS, y hace, entre otras, las ob-servaciones que a continuación recortamos:

«Presenta obvias y serias dificultades tal teoría (utopía) cuando se quiere llevar a la práctica. Se le dice al pueblo con halagüe-ñas palabras que él es el soberano, pero en realidad va a seguir siendo el súbdito. Lo que va a hacer con su sufragio es ratificar, decir sí o no a algo que le dan hecho, a una Constitución o a unas leyes que ni él ha hecho ni está capacitado para compren-

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der y para valorar. Va a tener que decir sí o no en el cuso de la Constitución o de oirás lefyes que se le propongan y que, en cualquier caso, serán muy pocas, a un montón de artículos si-nn£táneamente, sin poder discernir, ni opinar, ni discutir, ni distinguir, ni matizar. Ya sé que a esto se responde que es im-posible que opine, que discuta y que legisle un soberano formado por todos los españoles mayores de dieciocho años, que eso es "el pueblo", y q'ue para eso están los partidos políticos. Pero entonces la soberanía pasa del pueblo a los partidos políticos, o mejor ¡a los dirigentes de los partidos políticos. Entonces, el pueblo ya no es el solblerano. Es verdad que los representantes de los partidos políticos fueron elegidos por el pueblo, pero todos sabemos que el pueblo elige esos representantes sin cono-cerlos, sin conocer con verdad y exactitud sus programas, sin atia-bar sus ocultas intenciones, sino únicamente por una remota y afectiva, inás que racional, aproximación a io que creen ser sus preferencias.»

«. . . Además, después de elegidos los representantes de los partidos políticos, prácticamente se acaban casi por completo las funciones de ese pueblo al que la Constitución llama soberano. Empiezan a ser soberanos legisladores los representantes de los partidos mayoritarios. Es decir, que lo de la soberanía popular es una mentira y un engaño.

»Probablemente es mejor que él pueblo no sea el soberano. Si de verdad el pueblo fuese el soberano, tendríamos un soberano muy ignorante, muy inculto, muy violento, muy imprudente, ab-solutamente inepto y, además, sin subditos. Es un principio ge-neral de Derecho que él legislador no puede obligarse a sí mismo. Podría suceder lo que sucedió en la Francia del terror de 1789 a 1799, en que el pueblo, a fuerza de escuchar que él era el so-berano, procuró serlo. Pero entonces, ¿por qué y para qué ese sofisma de la soberanía popular si luego los partidos —los diri-gentes de los partidos—. dicen y van a decir: los soberanos somos nosotros, y vosotros, el pueblo, sois los subditos y tenéis que obedecer?»

M . L A PARTITOCRACIA Y EL TOTALITARISMO OLIGÁRQUICO

Un ulterior desarrollo de la democracia moderna, en el intento de qüe ta orientación de las masas sea pluralista, ha dado lugar a que los partidos políticos se hayan considerado como piezas fundamentales de

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ella. Con esto se ha llegado a LA PARTITOCRACIA, que es precisamente el título de una obra de Gonzalo Fernández de la Mora (Madrid, instituto de Estudios Políticos, 1977), que nuestro amigo Francisco José Fernán-dez de la Cigoña ha comentado en E L ALCAZAR del 29 de abril del mis-mo año con él título L A ORAN MENTIRA.

De ese comentario son los recortes que siguen.

«Gonzalo Fernández de la Mora acaba de publicar un libro definitivo sobre uno de los más importantes temas de la ciencia política, en primer plano en el boy de nuestra patria: los parti-dos (La partUocrada; Instituto de Estudios Político«, Madrid, 1977). Desde une perspectiva aséptica, sin juicios de valor ni doc-trináramos, Fernández de la Mora examina la realidad de los partidos, recogiendo las opiniones de los principales especialistas en la materia. El resultado es abrumador para el sarampión de-moliberal que hoy parecen sufrir gran parte de nuestros po-líticos.

»Concluida 1« lectura, apenas nada queda en pie del edificio político del liberalismo, hoy tan admirado por los traíalas de iLa política como los otros pueden extasiarse ante una catedral de la Edad Media. Poco más que un sistema arbitrario que hay que juzgar solamente por los resultados, que suelan ser en general malos. La voluntad general es un mito; el gobierno por d pue-blo, una expresión puramente retórica, y el mandato del pueblo, una ficción jurídica...»

Así:

«Resulta de todo ello que el preten&do gobierno democrá-tico no es más que una oligarquía en la que los dirigentes de los partidos crean, manipulan y usufructúan una falsa voluntad popular que legitima un poder autocràtico y dirigido no al bien común, sino al del partido que, naturalmente, coincide con el suyo propio. Es la versión política del viejo cuento de Juan Palomo.

»La exposición de los sistemas electorales resulta demoledora paira todo aquel que, trascendiendo el mero carácter instrumen-tal de la urna,, pretenda ver en ella un sancta sanctorum de la democracia. Las arbitrariedades del sistema, de cualquiera de ellos, el sometimiento de loe diputados a las consignas del partido aun en contra de las propias convicciones y de los intereses reales de la jpatria, la designación de candidatos, la fijación de circuns-cripciones, las propa gandas electorales, las zancadillas y golpes

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bajo» —cuánto de ello no estamos conociendo ya en Espa-ña bastante antes de abrirse la campaña electoral— nos co-locan ante un tinglado de farsa que no m i s t e la más mí-nima adhesión intelectual. No queda ante ello otra postura que la del más radical pragmatismo: vale, si el resultado es bueno;; no vale si es mido. Pero nada de derechos del hombre, dignidad de 1A persona, soberanía nacional, voluntad popular, etc., etc. Esas pretendidas legitimaciones que hoy llenan la boca de tantos de nuestros políticos —y a cualquier cosa se llama poli* tico en muchas ocas iones—o son mitos y ficciones o, cuando tienen verdadero valor, como por ejemplo la dignidad del hom-bre, se mueven en otra galaxia, distante añoe luz de la preten-dida democracia.»

«. . . Dada la pluralidad social, el mtíltipartidiamo parece más conforme con las teorías de la represen ta tividad. Sin embargo, conduce e l país a la anarquíau Y como reacción, a la dictadura. La conclusión no es menos desesperaitzadora para los ideólogos del demolib eralismo: "como gobernar es más ineludible que re» presentar, la democracia inorgánica prefiere mutilarse en vez de morir". En resumen, falsear la democracias

El propio Fraga Iribarne, en tercera plana de ABC del 18 de octubre de 1978, con el titulo LAS PARADOJAS DEL CONSTITUCIONALISMO ACTUAL,

reconoce esta realidad:

«Si hay algo claro eai el origen del constitucionalismo mo-derno es la intención ele poner limites al poder y responsabili-dades de loe gobernantes en él ejercicio, del Poder. Pues bien, la realidad de las coeag va, éra la práctica, en una dirección com-pletamente distinta. Las Constitucionels actuales, cada vez más extensas ly omnicomprenaivas, han ampliado de modo increíble las funciones y los poderes del Estilado y se considera un orgullo de sus autores el que cualquier programa político pueda reali-zarse denlro de su marco; cuando justamente el papel de la Constitución es evitar que nadie pueda ir más allá de unos limites bien trazados por todos.

»Las bases de la omnipotencia 'constitucional son muy senci-llas. En primer lugar, la declaración de la soberanía popular. Es obvio que el pueblo* como tal, no gobierna; pero los que gobiernan, actuando en su nombre, pueden hacer cualquier cosa.

A I pueblo se le representa; se procura que no pueda ocurrí ráele reclamar 'de sus representantes, diluyendo la responsabilidad, en las largas listas dé la representación proporcional; y eludiendo

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cuidadosamente, o limitando mucho, las iueaituciones de demo-cracia seamdirecta, tales como la iniciativa popular, el referén-dum y la revocación de los malos representantes.

»La segunda vía es la partitocracia. Loe partidos políticos van monopolizando creciente¡mento el proceso político. Las Cámaras no debaten, una vez que las soluciones están dadas de antemano; no controlan al Gobierno, sino que éste es el que controla a las Cámara». Montesquieu esperaba que separando los poderes legis-lativo, ejecutivo y judicial se evitaría el abuso del Poder; hoy loe partidos controlan á la vez a los dos primeros y han iniciado el asalto a la independencia judicial. Y obsérvese que cuando se escribió El espíritu de las leyes no existían otras dos poderes más: d administrativo iy el de la información. Hoy un partido, o una ^coalición de partidos, controlando los cinco poderes, ma-neja un capital político que jamás tuvieron los Reyes absolutos del Antiguo Régimen.

»El tercer punto es la expansión de 1» función legislativa. Cada vez se legisla más; las nunnerosals leyes se prolongan en innumerables decretos (leyes motorizadas) y órdenes ministeriales (decretos aerotransportados). Las Constituciones actuales, como el rey Mida», que cuanto tocaba lo convertía en oro, lo han convertido todo en materia legislable, Loa títi ios relativos a de-trechos humanos, libertades públicas, principios rectores, etc., son interminables. El Estado asume fines ilimitados, como el de promover Ra igualdad efectiva: lo que es utópico, como lo de-muestra la historia de las sociedades, comenzando por las co-munistas; en las cuales, como es sabido, todos son iguales, pero unos son más iguales que otrots.

»Como resultado de todo ello, el constitucionalismo actual se ha convertido, mucho más que en un límite al ejercicio del Poder, en un instrumento para en expansión ilimitada.»

Efectos y causas son interdependlentes y recíprocos. Asi, unos facili-tan la producción de los otros, que resultan contradictorios, aberrantes y corruptores:

«. . . La inflación del Derecho produce su depreciación; y la sociedad, sometida !a constantes ampliaciones de lo legislado, lo administrado, los impuestos, etc., tiende a producir una serie de líneas de fractura del Estado.

»Frente a la creciente intervención de éste en la vida social se produce una reacción natural. Los grupos de présdón: Sindi-catos, consumadores, usuarios, empresarios, se organizan para

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conseguir que el Estado omnipotente sirva sus propios fines. Entonces se ¡produce un ¡círculo vicioso:: para conquistar los su-fragios que Ies acerquen al Poder, los partidos políticos se de-dican a una subasta de ofertas a esos grupos; lo que lleva con-sigo una tendencia general a la inflación, el gran cáncer que corroe a las sociedades a¡otuales. Por otra parte, la proliferación de normas y actuaciones administrativas lleva a la tendencia a incumplirlas o resistirlas .. .»

En el régimen de partidos, o se impone el partido mayoritario, o bien se busca lo que hoy se llama el consenso de aquellos partidos que juntos puedan imponerse mayoritariamente en el Parlamento. No es un hecho nuevo. El profesor Luis Legaz y Lacambra lo había hecho notar en 1933 en su artículo EL ESTADO DE DERECHO, publicado en la REVISTA G E N E R A L D E L E G I S L A C I O N Y J U R I S P R U D E N C I A , al que recien-

temente ha aludido Vallet de Goytísolo, en su citado comentario al an-teproyecto de Constitución:

«. . .En las democracias. —escribía Legaz— el partido domi-nante tiene "un programa indiscutible, ya que va a imponerse, no a discutirse, en el Parlamento" y, en éste, l o s diputados son mandatarios de los partidos y no de la naciónCuando ningún partido puede imponerse por sí sólo, "el Estado ee convierte en un puro compromiso, en una transacción", entre los partidos masa que juntos alcanzan la mayoría parlamentaria, que ya no discuten razones, sino que tan sólo buscan fórmulas de arreglo; y, entonces, la dictadura "recae sobre los demás". Por el otro la-do, es de notar que "la dictadura requiere cuando menos el apo-yo de amplias masas . . . " Así, tanto las democracias rousseaunianas como las dictaduras modernas, se convierten en este siglo en re-gímenes tecnocráticos que gobiernan totalitariamente sociedades que progresivamente se van masticando. Este es el nudo gordia-no en que nos ludíamos, eegún en sos últimos días confesó Geor-gee Pompidou no sin angjistia.»

Tiéndese asi a la formación de unas oligarquías políticas que ya conoció el régimen parlamentario español en él siglo pasado. En su ar-tículo Los DE NUNCA Y LOS DE AHORA, publicada en E L ALCAZAR, del 11 de marzo de 1978, Juan Vallet de Goytísolo trae a colación a este respecto unos párrafos del libro del que fue Obispo de Vich, Josep Torras y Ba-ges, LA TRADICIÓ CATALANA, publicado en 1892, en los que dice:

«Expone, en ellos, la experiencia por él adquirida en los afios de Gobierno parlamentario, "sistema —dice él en catalán, que le

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traduzco— artificioso y de gran vanidad bajo d brillante en-gaño -d!e linas elecciones ciegas e inconscientes, fundadas en la materialidad de número de votos". Bajo este sistema —escribe-— "ha ido formándose una verdadera oligarquía, que ha consegui-do tener la nación en sus manos, o mejor bajo sus pies, quie ya no es Gobierno representativo, ni siquiera parlamentario, pues nin-guna correspondencia existe entre los legisladores y el país que representan"; y asi "unos cuantos, formando una sociedad para la explotación del país en su provecho, bajo la denominación de tal o cual pgirlido, han llegado a hacerse con el gobierno de la nación, y, por turno pacífico o por la violencia, quieren gozar de laa ventajas del poder1".

>En contraposición, observa que ' los ciudadanos más vir-tuosos y rectos están alejados de la vida política" y es "regla general, que naturalmente tendrá loables excepciones, que la mayoría de quienes se meten en ella es para pescar, haciendo de la política un oficio y un modus vivendi de UB enjambre de hombres, que en su mayoría tienen poca significación en la propiedad, en el comercio, en la industria, en el trabajo o en la ciencia nacional".

»De ahí su temor de que estuviéramos condenados a tener gobiernos oligárquicos, "porque no existe ninguna aristocracia", pues "la oligarquía es una aristocracia bastarda y, por tanto, desastrada".

»Vemos «apuesta aquí una imagen expresiva de la contra-posición entre el llamado país legal y el país real, representa-dos por hombres distintos» a consecuencia de los sistemas polí-ticos que producen esta distorsión. El mismo Torras y Bages la espresaba cuando, refiriéndose a las elecciones municipa-les, destacó, como nn hecho notorio, que, "por regla general, el principal mérito para ser elegido concejal no consiste en ser un patricio benemérito, o inteligente y honrado para el mane-jo de los asuntos comunes, o bien, hombre de representación por su patrimonio e industria, no; el prmcipial mérito es per-tenecer a la cofradía de quienes gobiernan, y sobre todo poseer la habilidad de saber hacer las elecciones, o sea, de asegurar aH Gobierno un diputado que se avenga dócilmente cu el servum pocus de la mayoría parlamentaria">.

Los diputados no sólo no quedan ligados a sus electores por man-dato imperativo alguno, sino que realmente dejan de ser mandatarios suyos en cuanto llegan al Parlamento y se convierten en "mandados'" imperativamente por su partido político.

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La paradoja de esa alienación de la soberanía inalienable ha sido explicada por Máximo, al contemplar, recién concluidas las pasadas elecciones, a los triunfadores en ellas (¡qué podría decir ahora pasado ya algo más de un año}), tratándolo humorísticamente en la sección CUADERNO INTERIOR, de B L A N C O Y N E G R O del 10 de junio de 1977,

con el titulo DÓNDE ME NOMBRAN PUEBLO SOBERANO.

«. . . yo me pregunto si estos protagonistas son los mismos que nos dijeron que el protagonismo era de todos; yo em-piezo a temer haber sido manipulado una vez más por unos señores que sólo se propusieron ser ministros de algo y están a punto de conseguirlo; yo me pregunto si estos febriles y ru-tilantes actores se acuerdan aún de aquellas almas candidas de los mítines, de aquellos votantes mañaneros de un quince de junio cuyo esplendor declina en despellejadas tapiase

«. . . Excepción hecha de algunos líderes, residuos y delfines, hemos elegido la brnnxa y el montón, en la confianza de que cada mochuelo será fiel a su olivo y a la espera de que el rodar parlamentario nos desvele quién es quién y qué es qué. E l pueblo soberano, en suma, ha dado cheques en blanco, che-ques en gris...»

«Por de pronto, mi soberanía popular alícuota ensombrece en entrecejo con un mediterráneo descubrimiento: estoy inerme ante mis representantes. Mis representantes son irresponsables an-te mí. Durante cuatro teóricos años, ni ellos están obligados a rendirme cuenta, ni yo les puedo revocar el mandato. La sobe-ranía popular no pueda ejercer el voto de censura más que en él ínstame electoral. Lisa y llanamente: he vendido mi sobera-nía por un plato de papeletas: durante culatro años mi sobe-ranía —inalienable, según Rousseau— estará alienada y bien alienada; durante este tiempo mis deberes de subdito prima-rán sobre mis derechos de ciudadano.

»Mis deberes de subdito (acatar y cumplir las leyes) no son delegables ni de día ni de noche. Sí son' delegables mis dere-chos de ciudadano (participar en la elaboración de las leyes) y no otra cosa que delegar esta función en lo que he hecho, lo que hemos hecho todos los votantes, al elegir delegados en el Congreso, en el Senado, para la próxima legislatura.»

«La soberanía popular, en la democracia/ que conocemos, apenas si es algo más que una ilusión bisiesta: una especie de pequeño poema hermético, aún no suficientemente descifrado por los hermenentas de la teoría política.»

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Y la cosa resulta mucho peor con el sistema electoral que nos ha sido impuesto, por Reales Decretos-leyes, de acuerdo con el consenso establecido entre el Gobierno y los partidos opuestos al anterior régimen. Este sistema lo comentó, en ABC del 12 de febrero de 1977, José Ma-na Ruiz Gailardón, en su apunte político UNA PREGUNTA INOCENTE.

«¿Qué es la democracia? Era es la pregunta inocente que se hacen muchos ciudadanos. Pues, es claro, que, si vamos a ella, conviene saber qué es.

»Querido lector: la democracia hacia la que nos encaminan consiste en que usted va a tener derecho, a votar, cada equis años, no lo que usted quiera, ni al candidato que usted elija. De ninguna manera. Usted podrá elegir, pero con muchas li-mitaciones. O, corno se decía antes, "dentro de un orden", que ahora será un "orden democrático".

»Me explicaré. Supongamos que usted, lector, está inscrito ¿n el censo electoral de Madrid^ Sevilla o Zaragoza Y que a esas provincias les corresponden treinta, quince o diez dipu-tados en el próximo Congreso. ¿Cree usted que tendrá facul-tades para confeccionar su lista de diez, quince o veinte can-didatos, a su j iuto, y tras sopesar los méritos de los que se presenten? ]De ninguna manera! A usted nadie le confiere ese derecho. Usted tendrá que votar "una" lista. Pero» no la que usted haga. Sólo podrá escoger aquella que le guste más de entro las que le ofrezcan los diversos partidos. Y ni siquiera podrá variar el orden de los candidatos, ni tachar a ninguno de ellos. Usted vota una lista "tal cual", o no vota. O su voto será nulo. Pero de confeccionarla o modificarla, nada de nada. En el sistema de escrutinio proporcional al que vamos, quienes imponen en ley son los partidos y al ciudadano no le queda más opción que la de votar la lista completa o no hacerlo. Pa-ra eso las candidaturas estarán, como se dice en el argot al uso, "bloqueadas y cerradas".

»¿Que a usted le gustaría, por ejemplo, mezclar en su op-ción para su provincia a unos candidatos de "Alianza Popular" con otros del "Centro Democrático"? Bueno; pues no lo podrá hacer, Usted a votar lo que le pongan, y chitón. Sus cacarea-dos derechos democráticos no dan para más¿>

No es eso sólo, pues un efecto inevitable de la omnipotencia de la mayoría es el llamado "voto al revés", producto de los criterios "razona-bles" del "mal menor" o de evitar "el voto inútil", que azuzan a la con-

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ciencia de cada cual. J . Gil, en el editorial DEL CAMBIO, 7 de agosto de 1976, en E L ALCAZAR, lo subrayó:

«En lo político, ¡asistimos a algo asombroso que es la ver-dadera inversión de la democracia: el voto al revés, ese voto que «a Francia ha recibido Giscard no por adhesión a sus ideas, eino por oposición al comunismo, y de modo análogo en Italia cfl menguado triunfo de la Democracia Cristiana. Voto al revés, que es voto de miedo y no de convicción.

»Por otra parte, las políticas dirigistas, pese a su autopropa-ganda, se desacreditan con resultados desalentadores y demos-trando la imposibilidad de verdadero juego político con mon-taje de«de arriba, mientras se presentan, como opción única contraria, unos regímenes democráticos de etiqueta, pero donde el Estado tiende a un totalitarismo absoluto.»

Por otra parte, si la democracia es presidencialista o está dotada de un ejecutivo fuerte, o bien en todo aquello que escapa a la vigilancia o a la perspicacia de los partidos, surge otr& peligro semejante al que pade-cen los regímenes autoritarios o dictatoriales,, Ese riesgo lo advierte un convencido demócrata, el doctor Jacques Ruffié, en su ENTREHEN con Pierre Drouin: IL LA CRISE DE LA DEMOCRATIE, publicado en L E MONDE del 21 de diciembre de 1977:

«En los tiempos presentes, el totalitarismo no siempre re-viste la forma de no golpe de Estado. Puede tomar una acti-tud más insidiosa que tiende a incrementar el papel cada vez mayor en orden a los asuntos estatales que juega una adminis-tración orientada hacia la tecnocracia. En los regímenes demo-cráticos el pueblo designa, eligiéndolos, a los encargados de decidir en nombre suyo. Las ruedas de la Adiministraición deben ejecutar, sin más, estas decisiones. Sin embargo, a consecuencia de la complejidad de la gestión en las sociedades modernas, la Administración se ha convertido en una potencia anónima y temible que tiende a constituir un Estado dentro del Estado. Los elegidos no son omniscientes. El número y la especializa-ción de los problemas abordados son tales que loa textos vo-tados por las asambleas parlamentarias hacen casi siempre el papel de leyes de bases, definiendo los principios generales, pero sus modalidades de aplicación son confiadas al ejecutivo. Y éste, a veces, contraria la voluntad del legislador. La realidad del poder escapa de las manos de los políticos para pasar a la de los tecnócratas. La utilización de los nuevos medios de in-

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formación y de intercambios, masS-media, informática, teleco-municaciones, confiere a los administrativos un poder exorbi-tante, y se corre el riesgo de que no reste al ciudadano sino una libertad formal.»

I V . LA PROPAGANDA, LA EXCITACIÓN DE LOS SENTIMIENTOS Y LA SIEMBRA

DE UTOPÍAS

Estos fenómenos van completamente ligados a la democracia mo-derna. Forman parte del complejo electoral. Cuanto menos escrúpulos se siente en su hábil utilización, mayores posibilidades de éxito se tie-nen dentro del juego del sistema democrático en una sociedad de masas.

A ello, con referencia específica a las últimas elecciones aquí cele-bradas, alude, con el tono ingenuo de un Juan Español cualquiera, Má-x i m o en su citado CUADERNO INTERIOR de B L A N C O Y N E G R O .

«Y a todo esto, ¿qué es del pueblo soberano? ¿Por dónde trisca y bala y a qué se dedican sus pastores?

»Nos dijeron, nos prometieron, nos trajeron, nos llevaron... ¿ Y ahora?

»La romería es un vasto silencio y un vertedero de pasqui-nes. Hace días que no recibo carta. Mis representantes, esos señores a quienes yo nombré, no me han dado las gracias.

»¿Fui yo el nombrador o fueron ellos los que me nombra-ron a mí para que les nombrase? En realidad, yo no he hecho sino leer los periódicos y seguir los dictados del mando. El mando me dijo una mañana que ya éramos demócratas y que ya me avisaría en su momento para que pudiese votar. El mon-do me comunicó otro (tía que la devolución de la soberanía popular a gentes desamparadas como yo era ya un hedió y que pronto podría delegarla en legítimos representantes. El man-do no paró quieto desde tales promesas y ordenó y mandó que se cumpliesen en breve. Confeccionó las listas, pegó los carte-les, distribuyó las siglas, contrató las cabinas, imprimió las pa-peletas, me sentó ante el televisor y me llevó a la urna. Fue todo tan vertiginoso que apenas pude preguntar quiénes eran aquellos seis mil fulanos de las listas, y por qué no podía ele-gir a mi amigo Lucas en vez de al número equis de la relación, individuo absolutamente incógnito para mis cortas luces.

»Una vez cumplido aquél derecho y aquel deber, heme aquí de nuevo sentado a la puerta de mi tienda esperando que cruce e l desierto la cabalgata electa para saber cómo es.

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»Yo he pagado mi entrada y espero que el espectáculo co-mience.»

En su artículo citado de E L PAIS de 18 de agosto de 1977, Vallet de Goytisolo hizo observar que cuando Joaquín Costa y Alexis de Toc-queville habían escrito los juicios que más atrás hemos transcrito del propio artículo,..

«. . . aún no habían sido introducidas las técnicas propagan-dísticas de la actual sociedad de consumo: ni, por tanto, se habían aplicado a la política.

»Oímos repetir a los "expertos" en propaganda que los partidos que más votos han obtenido fueron los que mejor propaganda electoral hicieron.

»"Socialismo es libertad", decían millares de carteles» Míen-teas en Alemania Occidental un eslog&n electoral eficaz había sido el que planteaba este dilema: "Socialismo o libertad" ¿Es que los alemanes tienen un concepto distinto de libertad o de socialismo? 0 , ¿acaso tiene razón él profesor Tierno Galván y la mayor parte de quienes han votado al partido de Felipe González no saben lo que es él socialismo?

»"El centro: lo bueno de la derecha y lo bueno, de la iz-quierda", repetían también miles de carteles; y ¿por qué no lo malo de las dos? La primera vez que lo leí, este eslogan me hizo recordar, por asociación de ideas, aquella anécdota de Ber-uard Shaw, cuando una bella actriz francesa le propuso que se casaran. Así sus hijos reunirían el talento de él y la hermosura de ella. Oferta que el escritor irlandés no se atrevió a aceptar porque... ¿y si sucediese lo contrario?

»Más carteles iban informándonos, día tras día: " E l Centro es la democracia", y "Votar Centro es votar Su área". Es decir: 1 Snárez es la democracia! Entonces, ¿para qué las elecciones?

»¡Esta fue la buena propaganda electoral...! Y todavía los triunfadores quieren hacer creer al pueblo que las leyes que ellos hagan serán la expresión de la voluntad de ésta {Espe-ramos que no hagan decir a los médicos que las reglas de la medicina son "la expresión de la voluntad del pueblo", ni a los ingenieros que las leyes de la mecánica son ' l a expresión de la voluntad del pueblo"!

»Y, sin embargo, un pueblo libre, como recordaba Costa, podía legislar en forma de costumbre. Pero, paradójicamente, el dogma de la soberanía de la ley no soporta la competencia de las costumbres. La volonté générale ronsseauni&na va unida a la aliénation totale, incompatible con la facultad popular de es*

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tatuir en forma de costumbres» que requiere un pueblo libre, que no se aliene a sus elegidos.

»Tiene razón De Corte. Bajo un rousseaunianismo de derecho, que traduce los grandes valores de libertad, de igualdad y de fraternidad, se disimula en política un maquiavelismo de hecho que utiliza su influencia hipnótica en favor de la voluntad de poder de los políticos profesionales. Rousseau viste de ese mo-do a Maqniavelo con una capa de buena conciencia y de buena fe; y, así cubierto, le dice al pueblo que la expresión de su voluntad soberana es esa ley que sus elegidos fabrican.»

El mismo Vallet de Goytisolo, en su artículo L E Y Y ORDENANZA.,

aparecido en E L ALCAZAR del 26 de enero de 1978, ha advertido de nuevo:

«La voluntad popular -—pero no la del verdadero pueblo con sus estructuras orgánicas, sino de la mayoría de la masa amorfa de individuo» volantes— expresada en referédum, o por medio de sus representantes en las Cortes, garantiza que la ar-dananza es ley. Si en esto la mayoría sustituye a sabios, exper-tos, ancianos y prudentes, esperemos que a no tardar mucho sustituirá también a sabios, expertos y prudentes en medicina para determinar las dosis (fe unos nuevos específicos univer-sales, y a los sabios, expertos y prudentes en ingeniería para de-terminar la cantidad de hierro y de cemento que deberá colo-carse en todos los puentes conforme a su libérrima y soberana voluntad.

»Sin embargo, en una columna; titulada "Planetario" de uno de los rotativos de mayor tirada de la capital, en dos días sucesivos hemos leído, acerca de la televisión y la publicidad, lo "ca-rísimos" que son esos "brevísimos" "spots" publicitarios que sin duda serán eficaces promoviendo compras del producto anunciado, cuando tanto se pega por ellos. Se puede decir que entre los instrumentos de comunicación se trata de: "el más popular, el más eficaz, el más alienante de nuestro tiempo, sien-do de hecho un monopolio del Estado" y que "están, según lala labios de audiencia, los programas culturales entre los esti-mados corno peores, y los de menos entidad, como mejores. O, por lo menos, como los de más amplio auditorio"... "que están colonizando nuestros sentimientos, nuestras pautas de apre-ciación, nuestros comportamientos populares".

»¿Tiene algo que ver que la ley sea considerada como la expresión de la voluntad soberana del pueblo con el hecho de

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que éste se ¡halle "colonizado" por él más "alienante" medio de comunicación en sus "sentimientos" y con que ese pueblo prefiera, "según las tablas audiencia", ' los programas de menos entidad"? ¿Será por eso que la televisión ha sido tan empleada antes de los referendos para promover su aceptación? Entonces, ¿quién es el soberano? ¿Quién se aliena contemplan-do la "tele"? ¿ Y quién la maneja?

»Si en los regímenes totalitarios la televisión es el mejor medio de alienación, maaificación y manipidaición del pueblo por el Gobierno —un medio que a éste le resulta barato o gratis por el precio de los anuncios que pagan quienes resultan recompensad os con las ventas de sus productos, acrecentadas por la exhibición en la tele de una señorita, o señora, ligera de ropa o de un caricato que hace y dice hilarantes bobadas—, ¿ oreen los gobiernos de los sistemas democráticos que la voluntad de ese mismo pueblo, alienado y manipulado, expresa lo que es ley, o bien piensan seguir alienándolo y manipulando para que acepte como ley lo que él propio Gobierno quiera?"

El aspecto emocional de la política y su explotación electoral en las democracias lo vemos referido por Juan Luis Calleja en ABC del 14 de funio de 1977:

«Altavoces verbeneros irrumpen en la calle con la ordinariez aguardentosa de las tómbolas. Consignas y canciones hieren los oídos desde allá abajo. Nos asomamos. Son las furgonetas de unos propagandistas electorales que despilfatran bandadas de octavillas.

»Silogismo al canto: ese partido político es defensor de un programa para arreglar democráticamente el país. Es así que el defensor del programa lo anuncia como una rifa; luego ese partido político ve el arreglo democrático del país como una rifa. A lo mejor, no se equivoca.

»En la política, en casi todo, las frases convencen más que la lógica y las razones cuentan menos que las emociones, para las masas y entre los dirigentes. {Cuántos arreglos políticos, cuántas rupturas y cuántas dimisiones emocionales —orgullo herido, incompatibilidad, rabietas— se disimulan con argumen-tos y explicaciones! Los móviles políticos se componen de un diez por ciento de razón y un noventa de emoción: arriba y ahajo.

»Por eso se tolera tanta incongruencia en la política...» « . . . El otro día, en los Estados Unidos, alguien excusó pú-

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blicamente una declaración del presidente Cárter diciendo que "está aprendiendo ahora el oficio"; lo que no es raro en un co-sechero de cacahuete», dicho sea con la debida consideración. Pero esto hace sospechar, de nuevo, que sólo por móviles emocionales pudo elegirse un respetable especialista en frutos secos para el cargo más poderoso del mundo occidental. En las Memorias de Alcalá Zamora se ridiculiza a Lerroux por-que había aprobado "una carrera fingida en una sola convo-catoria en la Universidad canaria" y era "una esfinge atentí-sima 7 muda" en las reuniones, actitud comprensible en "el hombre más falto de preparación para los problemas de gobier-no". La emoción política que Lerroux supo despertar en sus seguidores le llevó al banco azul del Parlamento. Y por mó-viles emocional« —por ser Lerroux republicano, según con-fiesa A l c a l á — é l , el propio don Nisetó, le encargó de formar precisamente Gobierno, de ser el jefe de los problemas para los que le sabía impreparado. Y lo hizo más de una Vez.

»Si u&fced, por ejemplo, fuese editor, ¿pediría un libro de poemas a un tipo sólo porque fue diputado por Lugo? ¿Con-trataría un chófer porque él candidato para di puesto sacó ma-trícula de honor en Derecho constitucional? Pues bien: en las candidaturas que votaremos mañana hay taxistas, poetas, ayu-dantes sanitarios, pintores, hasta héroes del montañismo. Aun en el caso de los alpinistas, cuya aptitud aseensional no debe relacionarse con legítimas preocupaciones políticas, es difícil razonar la posible aplicación de esas y otras honorables pro-fesiones al trabajo legislativo. No vamos a suponer que se abri-ga el culto designio de legislar en verso ni podemos pensar, en serio, que se ha previsto 3a utilidad, «n casos de urgencia, de un padre de la patria y taxista, siempre a mano en el seno parlamentario. Es mucho más probable que esos hombres hon-rados y modestos, esos artistas, esas celebridades, figuren en las candidaturas para explotar la emoción, la simpatía, la fama que pueden movilizar el voto de quienes sienten como ellos por su edad, sus aficciones o su parecida situación sociaL»

De ta utilización de las utopías para hacer evadir de la realidad y para arrastrar a los que, así, dejan de tocar de pies a tierra, beneficián-dose con ella de sus votos, ha escrito J . Gil en su antes citado artículo E L CAMBIO:

«Todas las corrosiones básicas provienen de la instalación de un virus que ee el "non-sense" de los ingleses, él absurdo, el alejamiento de la realidad^

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«Por desgracia, ese "non-sense", este alejamiento de la rea-lidad, no es siempre fácil de ver y menos de demostrar en una época dominada por "slogans" o posturas mentales apriorísticas y consideradas indiscutibles...»

«Por paradoja, resulta más fácil infundir en las imaginacio-nes la estampa de lo irreal que mostrar a estas mentes de jui-cio preconcebido que la realidad es evidencia, porque en el hombre el entendimiento es duefío de la razón, pero tiene como hermana gemela una voluntad capaz de desviarlo, antes de que empiece a trabajar, cuando ciertas conveniencias obnubilan el ¿eseo con la concupiscencia.

»No cabe ai la duda de que en todas las utopías existe en origen una u obra concupiscencia capaz de excitar el deseo antes que el entendimiento. Siempre que esto sucede, la razón es desviada, y como -queda un subconsciente culpable, se pro-duce una extraña reacción que, intentando justificarse^ abunda precisamente en argumentos racionales, escondiendo sutilmen-te los puntos sofísticos y dando finalmente lugar a unos racio-nalianos dementes que pretenden ser los más radicales partida-rios de un realismo cruel y fatalista.»

Lo peor es que, hoy, se pretende hacer realidad dé las utopías. El profesor Carlos Válverde, en su artículo UTOPÍA, Y ROMANTICISMO, publi-cado en ABC del 1 de octubre de 1978, nos explica que

«.. . en la Historia reciente de los pueblos se ha repetido in-sistentemente el terco -empeño por hacer realidad lo utópico. La naturaleza y lo real, que son máis poderosos que todos los en-sueños, han acabado por someter y desarticular las Utopías. Pero lo doloroso es que e l intento de halcer realidad lo que «era sueño utópico ha costado ríos de sangre y dolores infinitos a la Hu-manidad. En aras de las utopías del hombre naturalmente bueno y de la soberanía popular fueron gillotinados 14.000 franceses durante la Gran Revolución. La utopía del superhombre de la raza aria acarreó al mundo la última guerra mundial. La utopía marxista de la sociedad sin propiedad privada y sin clases creó el Archipiélago Gtdag, del que quedan hoy muchas islas por todos los países marxistas, etc.

»En nuestros díala, Ernst Bloch, un filósofo judío alemán, ha revalorizado la categoría de lo utópico. Partiendo del análisis dé la revolución religiosa de Tomás Munzer, ha creído que las uto-

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pías engendran en di hombre la esperanza, y «como el hombre es un "ser de lejanías", sólo cuando vive de la esperanza se rea-liza como hombre ...»

Y advierte: .

«.. . Lo malo es cuando la utopía deja dé ser contemplada como utopía creadora de esperanza, como meta inalcanzable, pero estimulante. Lo malo es cuando nos empeñamos en hacer realidad lo que es sólo utopía, porque la realidad no perdona nunca lo que queremos hacer sin contar con ella. Sobrevienen entonces las contradicciones e, incluso, las catástrofes; Por eso es bueno que los que dirigen los sociedades no pierdan, en su gestión política, el sentido, de la realidad, seducidos y fascinados por la utopía, porque entonces pueden desencadenar tragedias.

»Viniendo ya a los hechos concretos que ahora vivimos los españoles, sería bueno que los dirigentes de hoy se preguntasen, por poner algunos ejemplos:

»si no es utópico proclamar derechos y deberes de verdad sin apoyarlos en Dios;

»si no es utopía la soberanía popular; »si no es utópico querer una nación ensamblada de muchas

naciones; »si no tía utópico amenazar y hostigar al capital y pretender

que éste invierta y cree puestos dé trabajo; »si no es utópico querer una sociedad en orden sin coacti-

vidad eficiente y sin sanciones justas; »si no es utópico creer que un sistema de concesiones nos

llevará a la armonía; »isi no es utópico querer uraa sociedad estabilizada y humana

y admitir el divorcio y la pornografía . . >

En nuestras últimas elecciones, que han resultado constituyentes sin anunciarlo, ha fugado además el disimulo, cómo nos recordaba Juan Luis Calleja, en su artículo de tercera plana de ABC del 1 de julio de 1977, E L PAPEL DEL CENTRO.

«Después de una campaña donde (salvo en los mítines que muy pocos vieron) los marxistas hablaron en tono conservador, callando la naturaleza de su ideología, sin pronunciar siquiera una vez la palabra "marxista" en las intervenciones televisadas que podían escuchar todos los españoles, hay que preguntarse por qué se han portado así. Parece indudable que, por alguna

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tazón, la que fuese, les convenía. Y de ahí deduzco que los raarxistas han conquistado a gente que prefiere no oír la pa-labra "marxista" ni tonos revolucionarios. Entonces nos pre-guntamos también: los que votaron al P. S. O. E., ¿saben lo que han hecho? Tierno Galván ha contestado que la mayoría Ignora lo que significan el socialismo y el marxismo.

»El bloque marxista, pues, se compone probablemente de marxistas conscientes y de conservadores inconscientes...»

V . LA DEMOCRACIA LIBERAL EN EL MUNDO DE HOY

Pierre Droüin, en su citado ENTRETIEN con Jacques Ruffié en LE MONDE del 21 de diciembre de 1977, hacía notar a éste que:

«Entre 'los aproximadamente ciento cincuenta Estados miem-bros de las Naciones Unidas, una veintena a lo más pueden ser alineados entre las democracias liberales.»

En MONDE E T V I E del 27 de mayo de 1977, el profesor de las Uni-versidades de Nueva York y Long-lsland, nuestro amigo Thomas Mol-nar, en su artículo CHANTAGE DEMOCRATIQUE, expuso analíticamente el pa-norama de esa situación minoritaria, en el mundo de hoy, de las demo-cracias liberales; y la cuenta le salía aún menor:

«. . . la democracia no es sino un refugio más entre los mi-llones de personas desplazadas; no es practicada sino en unos espacios reducidos del planeta...»

«Tenemos la Europa del Noroeste (ya que denominar "de-mocracia" a Italia, Turquía y Portugal ya es forzar los límites de la palabra) y la América del Norte, exceptuado México, na-turalmente. En resumen, quedan una buena decena de países democráticos, tal vez una docena, ¡pero entonces habrá que añadir Licchtenstein a la lista de honor! En lo concerniente al resto del mundo, solamente el Japón puede inscribirse, pero aipenas la India, donde mañana un émulo de la señora Gandhi (¿su hi jo?) podría rehacer el golpe de llevarse "la democracia más numerosa de la tierra", como gusta decir, de la lista in-cierta y fluctuante.»

Sin embargo:

«La democracia estuvo de moda hacia fines del siglo xix y se ha convertido en el xx en una especie de religión, más aún, en un fetiche. Las cruzadas para introducir, garantizar,

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e traer, instalar, establecer la democracia, han sido mantenidas con tanto fanatismo como cualquier otra rabia político-ideoló-giea, y el término "democracia" ha venido a significar "honnê-te homme", "bieufacteurs de l'humanité", "bon apôtre" y "sage suprême"*»

Las democracias liberales han claudicado, y aceptan (¿de grado o por fuerza,!) a los países socialistas, a los que oficialmente cubren con el nombre de democracias materiales o democracias socialistas, aun-que otras veces acusen a sus regímenes de totalitarios. También admi-ten en el juego democrático a los partidos comunistas. En cambio, cual-quier otro régimen o partido es rechazado enérgicamente por antidemo-crático. Molnar también lo mbraya:

«.. . en nombre de la democracia .—agonizante—los países aún democráticos hacen "chantage" a aquellos pueblos que bus* can otras vías, aunque no sean vías totalitarias, sino simplemen-te vías que le« permitan estabilizar sus instituciones y apartar tanto al marxismo destructor como al liberalismo disolvente. La democracia jamás se ha aclimatado realmente en los países meridionales y a las orillas del Mediterráneo, ni en América del Sur. Pero eso no importa, es preciso obligarles bajo pena de "boycotearles", bajo la amenaza del ostracismo y de una avalancha de denuncias <y condenas. Es notable observar cómo los hombres dé Estado serios y patriotas de las naciones en cuestión responden al "chantage": "democracia o muerte", con contorsiones intelectuales, etn lugar de decir que la democracia es, en ciertas condiciones, un régimen nefasto.»

V I . A DÓNDE HA LLEGADO LA DEMOCRACIA LIBERAL, HACIA DÓNDE VA

Y A DÓNDE PUEDE LLEGAR

Un modelo "democrático" es para muchos el de la social-democra-cia sueca. Christian Brossio, en ASPECTS D E L A FRANCE, al publicar una entrevista con Tage Lindhom, reproducida por E L PENSAMIENTO NAVARRO del 6 de junio de 1978, lo ha planteado como introducción.

«Con extraña unanimidad, el mundo no comunista comenta "el modelo sueco" como un ejemplo de acabada organización eociaL

»El ^liberalismo avanzado", tan querido a M. Giscard dT s-tain g, ¿no se inspira en este modelo? Sin embargo, desde ya

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hace años, algunos testimonios vienen a nublar este unánime concierto de alabanzas. Suecia, a pesar de su confort material, es presa de una crisis moral a la que la social^democracdia se muestra incapaz de dominar. Uno de esos testigos, M. Tage Lindhom, antiguo director de la Biblioteca Socialista de Esto-coiuao, ha escrito un libro — L a cizaña y el buen grano— que constituye una acusación implacable contra la social-demo-cracia. M. Tage Lindhom, veterano socialista, tras madura re-flexión, llega a acusar de fracaso a la ideología democrática, de lo cual él ve un ejemplo claro en el régimen sueco. M. Tage Lindhom hatenido la amabilidad de concedernos esta entrevis-ta en su resiente viaje de paso por París.»

Pero, veamos las principales respuestas de Tage Lindhom:

«.. . Suecia es, en efecto, un modelo de democracia; es por ello que la situación en que ella se desenvuelve actualmente pone en evidencia los peligros de la democracia cuando los principios son aplicados hasta sus últimas consecuencias^

«En sí misma, la democracia intenta hacer una síntesis con dos principios contradictorios: la libertad que presupone y se basa en lo cualitativo y la igualdad que se refiere a lo cuan-titativo.

»Ahora bien, la libertad en la democracia no es en realidad más que un instrumento gracias al cual se han destruido las comunidades naturales para imponer la igualdad entre los ciu-dadanos con detrimento de las libertades reales. Se puede ob-servar este fenómeno en Suecia mucho mejor que en cualquier otra parte de Europa. Lo que se ha llamado "socialismo sueco", de hecho, no es más que el último estado de la evolución de la democracia.^

«Proclamando la igualdad política de los ciudadanos, la Revolución Francesa aseguraba la soberanía del hombre. Des-pués, la Revolución soviética de 1917 haría depender al hom-bre de la materia*. Actualmente, conocemos la tercera parte de esa Revolución, de la cual Suecia tiene el triste privilegio de ser él modelo, que es el triunfo de la igualdad sobre los ca-racteres de la creación. Así, con esa igualdad es como se aten-ta contra la identidad interior de los seres y contra la integri-dad de su alma, así como, también contra las relaciones afec-tivas humanas por destrucción de los lazos naturales de paren-tesco y de fraternidad. Es también así como se decide la igual-dad entre hombre y mujer, entre padres e hijos, e tc . 'Y es así

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como el Estado ejerce entonces su acción nefasta sobre todo el cuerpo social, harta tal punió que no queden ciudadanos respon-sables sino una masa dócil y maleable.»

Cómo se ha llegado a este nuevo totalitarismo democrático, lo explica en sus respuestas el mismo Lindhom.

«. . . el Estado se hace cargo del individuo desde el naci-miento hasta la muerte. Prácticamente esto se traduce por una política antifamiliar y por una presión fiscal de la que es muy difícil hacerse bien una idea. La destrucción de la familia es capital para la social-democracia sueca: los niños son retira-dos de la familia desde la edad de dos años y llevados a la es-cuela maternal; de esta forma, la» mujer queda obligada moral-mente a trabajar por él hecho de su emancipación. Más tarde, los niños, a lo largo de su educación escolar, y luego los ado-lescentes, son formados ante todo para diluirse en la gran co-lectividad y para seguir los buenos consejos dados por el Es-tado a través de los varios medios de difusión. Se trata de igualar los caracteres y las personalidades, a fin de eliminar toda veleidad individualista. La autoridad paterna queda supri-mida; la propaganda oficial persuade a las conciencias de la no necesidad de las jerarquías naturales. Y ocurre por otra parte, y con frecuencia, que loa padres sooi invitados a seguir deter-minados cursos del modo de educar a sus hijos.»

Así, sigue respondiendo Lindhom.

« . . . no> hay revueltas porque la política de la social-demo-cracia sueca es la de un Estado providencia ("Welfare State"), como dicen los americanos. Ello significa que el Estado está detrás de cada individuo para asegurarle su seguridad y su confort material, haciéndolo de tal forma que queda un poco dorada su servidumbre. No hay que olvidar que el nivel de vida en Suecia es el más alto de Europa. Para permitirse este lujo, la social-democracia ha tenido la habilidad de dejar la economía en manos del sector privado. Ello no le impide ejer-cer de una forma muy sutil un control sobre empresas, siendo a su vez sn "vaca lechera". Es por lo demás habitual entre los jefes de empresas suecos el pedir confiadamente subsidios al Estado, que por su parte se siente con ello autorizado a vigilar la gestión y la producción de las empresas.

»Pero volviendo a la actitud de los ciudadanos suecos, éstos

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no piensan en cuestionar id Estado, providencia que, por otra parte, les ha inducido a desinteresarse de la cosa pública. Es inconcebible entre los suecos el apartarse un centímetro del ca-mino y normas trazadas por la social-democracia. Mi país es, sin duda, el más conformista de Europa. Pero ese conformismo no engendra alegría. Mis compatriotas son tristes, y el alcoho-lismo, la droga y la delincuencia juvenil hacen entre ellos ver-dadero« estragos. Los suicidios se multiplican. Así es cómo se ha alcanzado ya la perfección totalitaria: los que no se amol-dan convenientemente en la gran masa colectivista, acaban eli-minándose por sí mismos. No hay necesidad de campos de exterminación como en Rusia.»

Paralelamente a este "dirigismo" totalitario del régimen social-de-mócrata sueco, tenemos el arrastre de la "liberación" de todo principio y toda moral que se está produciendo por doquier en toda democracia liberal.

Juan Luis Calleja lo comentó en tercera plana de ABC del 11 de febrero de 1977 en su artículo EL SEXO y LA POLÍTICA.

«A nuestro admirado "Cándido" le parecía contradictorio .... . que una democracia viole el primero de los derechos del hom-

bre,, el derecho a la vida, legalizando el aborto, y encima sin los votos de los interesados. Pero la democracia no da la razón al que la tiene, sino a la mayoría, y es claro que los que van a nacer sarán siempre minoría. Ya hay "derecho" a cortar mi-llones de esas vidas, en varias democracias. Pero no se ve la contradicción donde el sufragio mayoritario es la fuente supre-ma del derecho. ¿ Cómo no va a violar las declaraciones huma-nas, si anula la? divinas y hasta suprime a Dios? Lo terrible de "la voluntad general", sacada de la mayoría, es que sólo donde dure algún tiempo la moral natural y cristiana puede esperarse que ios Parlamentos no caigan en la aberración. El Gran Silen-cioso, que sabe mucho más por viejo que por lo otro, no ha sugerido a los políticos que prediquen el crimen, el engaño ni el libertinaje. Es mucho más astuto convencerles de que en nuestro voto reside el poder sagrado de legitimar lo que les parezcav arbitrio-que escamotea el libertinaje, el engaño y el crimen.

»Legitimar el aborto, el divorcio, la pornografía y etcétera es autorizar los delitos prohibidos por el "sexto" y por todo el Decálogo, que resulta así dinamitado con los valores tradicio-

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nales que sustenta. Pues el Decálogo no es una lista de orde-nanzas desarticuladas. Cada una de ellas obliga por sí misma y en virtud de las demás.»

Por ese camino, ¿a dónde puede llegarse, en creciente progresión? El mismo Juan Luis Calleja lo había comentado en E L ALCAZAR del 30 de noviembre de 1976, en su artículo titulado ¿DURARÁ LA DEMOCRACIA LIBERAL?

«En alemán, la palabra "zerbrechen" suena como un des-garramiento : "Tserbrejen". Y eso significa: Romper, destrozar, hacer trizas. Es el verbo que usa Marx cuando explica a Kü-gelmaua qué La de hacer la revolución con la máquina militar y burocrática del Estado. "No se trata sólo de hacerla pasar a otras manos, sino de romperla". Marx subiraya romperld, "zer-drecfce»".

»Por su parte, Lenin añade que, para pulverizarla, lo mejor es que haya república democrática, "el camino más corto a la dictadura del proletariado", porque es la forma "más libre de lucha de clases y de opresión de clases**.

»¿Por qué? Nos lo aclaran otros dos revolucionarios, Engcls y Sorel: por su sistema de partidos y la huelga. "Nosotros, los revolucionarios, progresamos mucho más en la legalidad que por los medios ilegales —explica Engels—. Los partidos de crden, como ellos se llaman, perecen por el estado legal que ellos mismos crean, mientras que nosotros, con esa legalidad, hacemos músculo y respiramos a pleno pnlmón". "La huelga —«fíade Sorel— es el motor de la moral revolucionaria en la lucha para conseguir la ruina total de las instituciones y de las costumbres". "Gracias a la huelga, las tentativas de paz social peroran infantiles, las deserciones de los camarades abur-guesados, en vez de desalentar a las masas, las excitan más a la revuelta y, en una palabra, la escisión —precisamente en dos bandos— jamás corre peligro de desaparecer". (Si el lector no quiere repasar el prólogo a Las ludias de clases en Francia, las Reflexiones sobre la violencia y El Estado y la Revolur don, compruebe estas citas en los Textos Politic&s de Cba-valier).

»El lobo, pues, define la presa, recuenta garras y colmillos y ni siquiera ha de molestarse en sugerir a la oveja la convi-vencia pacífica, porque ella misma la propone. Solo las econo-mías riquísimas, con sociedades aún influidas por Iai vieja mo-

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ral, aguantarán algún tiempo los partidos, la desmoralización y la huelga.

»Los que hallan solución democrática cambiando los datos del problema plagan sus razonamientos de condicionales: "Si aprendemos a dialogar.... Si respetamos las elecciones... Si man-tenemos educación democrática... Si arreglamos lo económico... Si arreglamos lo político... lAh!, entonces, nuestro futuro de-mocrático será un ejemplo de positivos entendimientos y de fecunda pluralidad europea. En otras pálabras: hay que traer la democracia liberal, porque si pudiésemos tener democracia liberal tendríamos democracia liberal...

»En un Parlamento no hay otro límite al disparate que his ideas y el sentido moral de la mayoría. La mayoría pued>e lega-lizar la inexistencia de Dios, y, por supuesto, el aborto, la roca Tarpeya, cualquier crimen y la desmembración nacional.»

Pero aún se puede llegar más allá. Henry Laserré, en unos párrafos publicados en el volumen II de ACCION ESPAÑOLA, núm. 11, del 16 de mayo de 1932, lanzó esta profecía patética:

«La hora llegará en que las clases ignorantes serán las úni-cas representadas en el poder. Todas las demás serán excluidas sistemáticamente y serán minoría en todas partes.

»¿Qné ocurrirá cuando el desarrollo lógico del sufragio uni-versal, tai como está organizado, haya producido esos resulta-dos inevitables? El mundo social será derribado bruscamente y por igual. Aquellos que tienen necesidad de ser gobernados, gobernarán y gobernarán sollos.-.

»El impuesto sobre la propiedad será votado, con exclusión de los propietarios, por gentes que no tienen nada. La trans-misión de las herencias y la vuelta de la riqueza a la comu-nidad social quedarán reguladas por individuos sin patrimo-nio. Las leyes sobre la instrucción y la educación serán hechas por hombres sin instrucción y sin educación... Lo que es ¿legí-timo será legal, lo que es antisocial estará a la cabeza de la so-ciedad. Los enemigos del orden público mandarán a la fuerza pública. Los bandidos ocuparán el Ministerio de Justicia y nombrarán a la magistratura. Los ladrones tendrán bajo sus ór-denes a la gendarmería..., así razonen o desvaríen; así obrarán ios bárbaros que están ahora a nuestras puertas, y que ocupa-rán mañana, si no se toman medidas desde hoy, todas las puer-tas de la ciudad...

»Sin duda, un estado tan violento no podrá perpetuarse largo tiempo; sin duda, después de haber acumulado ruinas sobre

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ruinas, esos comunistas y esos radicales, esos locos y esos imbé-ciles, esos perversos y esos desgraciados, esos monómanos y esos malvados se devorarán entre ellos. Pero cuando esto ocurra, Fran-cia babrá perecido en las convulsiones y caerá en la podre-dumbres

V I L ¿UNA PUERTA ENTREABIERTA PARA ESCAPAR DE LA DEMOCRACIA ROUS-

SEAUNIANA Y DE LOS REGÍMENES DICTATORIALES Y DE SÜS TOTALI-

TARISMOS RESPECTIVOS?

Vallet de Goytisolo, en su artículo antes citado, Los DE NUNCA Y LOS DE AHORA, advierte:

«Frente a los notables naturales del país real, los políticos, apoyados en el empleo de la demagogia; los tecnócratas y buró-cratas, agarrados a las palancas de mando, aparecen como frutos que, alternativamente o a la vez, nos ofrecen hoy tanto los re-gímenes democráticos como los autoritarios.

»Hay que abrir los ojos a la realidad, para reconocer que sólo puede ser verdaderamente representativo un régimen ba-sado en 'las comunidades intermedias, presidido por el princi-pio de subsidiariedtid y apoyado en las élites naturales. Estas siempre resultan apartadas de la política, tanto en las democracias como en las dedocracias de masas. Necesariamente quedan margi-nadas en unas elecciones "guiadas" por una propaganda que exci-ta los sentimientos, atiza las pasiones y teledirige las mentes con frases hechas, lugares comunes y "slogans", que seducen sin en-señar, arrastran sin orientar y empujan sin guiar.

»Es inevitable que el pueblo, cuando esté reducido a masa amorfa, se aliene, con su voto, dándose así periódicamente un amo individual o colectivo. Y para no alienarse es un presu-puesto indispensable que el pueblo siga siendo pueblo,; es de-cir, que conserve su estrutura social, con sus órganos y jerar-quías naturales, y su vida propia. De no ser así, carente de forma, es encerrado en los moldes que la tecnocracia le fabrica, y hacia los que le atraen los cantos de sirena de cualquier de-magogia. Estos cantos forman un inmenso eco, que los repite con tanta mayor convicción cuanto más grande es la ignorancia de quienes suman sus voeess

En Francia se busca afanosamente la puerta de salida del laberinto en que nos hallamos, que no sea la que lleve a la anarquía ni la que conduzca el totalitarismo. Para ello, tendría que dar paso a la tradicio-nal solución de los cuerpos intermedios.

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El demócrata Jacques Ruffié, en su ciiado ENTRETIEN en L E MONDE, ante la amenaza totalitaria que vislumbra por la vía tecnocrática de la administración en hs regímenes democráticos, propone:

«Para poder ejercerse en forma democrática, el poder debe descentralizarse ampliamente, y ejercerse en todo lo referente a la vida cotidiana de los ciudadanos, al nivel de las colectivi-dades locales: el municipio y la región. Es el único medio de hacerlos participar en la gestión de sus propios negocios. Esta participación es conforme a la naturaleza misma del hombre: ser consciente, libre, responsable. Es condición de todo pro-greso. El municipio de dimensión reducida es la única unidad administrativa a escala humana. El único conjunto donde todas las gentes, ó casi todas, se conocen, donde caída cual sabe a quien dirigirse para resolver los problemas cotidianos. Es un medio que ofrece seguridades^

«Por encima del municipio, la región debería recibir am-plios poderes administrativos y resolver los problemas demasia-dos generales para correspond«1 al marco municipal. La región constituye un conjunto natural, a la vez histórico, geográfico y frecuentemente económico. Pero, ¡principalmente es un conjun-to cultural, integrado por personas que tienen en común una cierta manera de sentir y de pensar. Es un lugar preferente de intercambios. La mayor parte de quienes la componen se co-munican entre sí con bastante más facilidad que con los demás. Dos conos, dos bretones, dos occitanes, se reconocen entre sí pronto. El departamento creado como instrumento de ejecu-ción por el Estado central izador debe desaparecer. Sin duda, ha rendido servicios en los tiempos en que la nación, compuesta de viejas provincias mal integradlas, sufría la amenaza de fuer-zas centrífugas. En un país como el nuestro, en el cual el nivel de la educación y de la consciencia no puede ponerse en duda, 3a estructura prefectura! constituye un freno al progreso, y, tal vez, un obstáculo al desarrollo de la verdadera democracia.»

También nuestros amigos franceses del S. I. C. L. E. R., en L E L E T R E D'ENTENTE FRANÇAISE, se ocupan de este tema. Contemplan cómo las ideologías políticas, la división de izquierdas y derechas que producen, dividen el país en dos grandes bloques, cada vez más incompatibles. Para romper ese planteamiento, propugnan la sustitución de la dialéctica ideológica de los partidos políticos por la puesta a nivel de cada comu-nidad, en especial al nivel del municipio, de los problemas reales que les atañen y que se hallan dentro de su competencia.

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Esas observaciones nos traen sobre la mesa otro párrafo de J . Gil en su citado artículo DEL CAMBIO.

«Derechas e izquierdas ya no significan oposiciones funda-mentales, habiendo sido substituidas las primeras por un libera-lismo capitalista y las segundas por capitalismo^ de Estado, que resultan lobos de la misma carnada.^

Pues bien, en el primer número de este año, L E L E T R E D'ENTENTE FRANÇAISE ha publicado un editorial, LES MUNICIPALITÉS, BASES DE L'EN-TENTE FRANÇAISE, al que corresponden los párrafos que a continuación publicamos:

«Se trata de cambiar el terreno de la competición. »Se trata de llevar la competición sobre las cuestiones rea-

les del Municipio y no sobre abstracciones ideológicas ni sobre interés«» de partido.

»Se trata de promover en toda Francia los verdaderos re-presentantes de la vida local e impedir él acceso de las "jerar-quías paralelas" irresponsables y anónimas, en los asuntos de la ciudad.

»Se trata, en fin y sobre todo, de favorecer los factores de solidaridad real, y de hacer fracasar a los factores de lucha social.»

« . . . Los partidos tienen por finalidad la conquista del po-der central, mientras que los municipios tienen por finalidad, en primer lugar, el equilibrio local, el porvenir de los niños, la seguridad de las familias, la salvaguardia de la naturaleza, la participación de todos en la comunidad en una trama de actividades Iocades complementarias.

»Hay que proteger, por lo tanto, los espacios vitales de la democracia local contra las cabalgadas dé la carrera hacia él poder central.

»A todas estas razones se añade una última, que resultó particularmente gpave en las proximidades de los sucesos del 78 y del 81...

»La lógica de las batallas electorales ha conducido estos úl-timos años la democracia francesa hasta su última etapa; la neu-tralizatción de los "pequeños partidos" por los "dos grandes" aniquila prácticamente todo significado del sistema de repre-sentación red . La carrera hacia <el poder se impone desde hace muchos años en Francia sobre la libre representación de las tendencias del país. Ahora son dos bloques que están cara a

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cara. Las voluntades de poder han llegado a un grado en el cual son posibles las peores aventuras.

»La democracia francesa está llegando, pues, prácticamente al régimen del "partido único".

»Ahora bien, la institución del "partido único" es la muer-te, sin énfasis, de la armonía viva entre el Estado y la nación. Es el Estado discrecional. Es el Estado total. Es el Estado rodea-do de una red de tecnócratas anónimos, irresponsables, imper-sonales.»

Hay que tratar de hallar, por lo tanto, otra perspectiva política.

«Hay que salvar, se dice, un mínimo de espacios verdes en las grandes ciudades modernas. Es exactamente lo mismo en la trama social. Hay qué revigorizar los lugares donde mejor se desarrolle el civismo en sus aplicaciones concretas, de concor-dia, de participación real. Hay que rehacer la función clorofí-lica de la vida moderna,, sin la cual la asfixia y la revuelta la arrastrarán.

»Pues bien, en Francia no queda prácticamente nada más que el municipio donde Sea posible realizar la verdadera par-ticipación de los ciudadanos en los asuntos públicos, ya que la autoridad en el municipio es muy ¡accesible al ciudadano.

»Esta integración de los ciudadanos en la vida real del mu-nicipio ha llegado hoy en Francia a ser una necesidad de salud pública.

»Las explosiones contestatarias que sacuden periódicamente Francia a partir de mayo del 68, desde las ttniveróidades hasta las fábrica» y los campos, no tienen otras causas. Los franceses sufren por no ser escuchados. Sufren tatahién por no tener prácticamente ninguna posibilidad de ejercer en ninguna parte de un poder real de participación.

»No fue una casualidad que en mayo del 68 la principal reivindicación fuese la de la "participación".

»El malestar es general y profundo: la centralización exce-siva del Estado, de la Universidad, de la vida económica y ar-tística; la reducción siempre creciente de los márgenes de las libertades locales y provinciales, la injerencia universal del Es-tado y la deseducación cívica consecuente dejan a los ciu-dadanos franceses sin participación real en los cuerpos sociales, y Ies hacen sufrir por sentirse frustrados en sus libertades rea-les y concretas en el ámbito en él cual tienen competencia y posibilidades para ejercerla.

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»Se ha creído encontrar un remedio a la asfixia cívica de loe franceses multiplicando desde 1968 las "instancias de parti-cipación". Esa fue la gran idea de la ley de Orientación (de la Universidad). Esa misma idea fue la que dio vida a la ley sobre las secciones sindicales en las empresas. Se han organizado un poco por todas partes los "comités de gestión", los "Con-sejos populares"...

»Eso ha sido un fracaso casi general, porque todas esas "ins-tancias** —o casi todas— fueron organizadas sobre él ámbito ¿fe las luchas de clases y de partidos. No se ha hecho más que multiplie« los terrenos de lucha y de contestación.

»Loe profesionales de la guerra social no se equivocan».

En esa perspectiva, descubrimos una falsa participación dialéctica, contrapuesta a la verdadera participación, que ha de ser armoniosa.

«Así, pues, se enfrentan dos ideas de "participación". Una significa "participación en las luchas sociales bajo la dirección de los defensores de una sociedad revolucionaria". Otra signi-fica "participación" en las responsabilidades reales y concretas.

»El municipio puede jugar aquí un papel único, pues es el lugar más adecuado para la colaboración y armonía entre los franceses de todas clases y de todas las tendencias.

»Ha llegado la hora de dar a esa segunda idea todas sus posibilidades.

»Corresponde manifestarse a los verdaderos notables del país: están en todos Ira medios y en todas las clases: artesanos y profesores, obreros y comerciantes, notarios, profesionales libe-rales, directivos de empresa), agricultores...

»Destacan por su honradez, su sentido del inberés general, su horror innato a las divisiones que disgreguen familias y ciu-dades.

»Sabrai muy bien que Francia está enferma por sus antago-nismos. Saben que Francia está estropeada por la demagogia y que nuestras ciudades sufren por falta de dirección,

»Son hoy legión quienes desean terminar con los juegos de» Busados de las competiciones de partidos y de ideologías. Esos juegos regocijaron en el siglo xix y han ensangrentado el si-glo XX. Saben que ha llegado la hora de terminar con ellos.

»La presente "Entente française" se dirige a quienes así piensan. Les propone un cambio de alternativa electoral: termi-nar con las divisiones arbitraríais de la "derecha" y de la "iz-quierda", abandonar sistemáticamente los antagonismos abstrac-

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tos en todos los encuentros electorales. Proponen a los fran-ceses volver a encontrarse sobre el verdadero terreno local. Descubrirán, entonces, que entre ellos hay muchos más bienes comunes en los que basar su acuerdo que divisiones reales para provocar sus luchas^

Hay que procurar, prosigue la llamada de entendimiento,

«... la promoción para los Ayuntamientos de las verdaderas capacidades locados. Cuanto más "se politizan las elecciones lo-cales, más se repliegan esos hombres en su vida privada..." Hay que ayudarles a comprometerse y a organizar su concertación.»

Y, a la vez, es preciso e indispensable conseguir:

«La neutralización de las jerarquías paralelas. Es imposible hacer funcional los órganos naturales de la verdadera partici-pación cuando la vida local está invadida por las estructuras irresponsables de los partidos y de los grupos de presión. Clubs de jóvenes, comisiones culturales, agrupaciones familiares y pro-fesionales acaban entonces por ser subyugadas por las redes de agitación subversiva.

»Es esencial neutralizar las jerarquías paralelas para volver a dar vida, fuerza y dinamismo a la verdadera vida local.»

Al mismo tiempo, no debe olvidarse esta tarea, a saber:

«La acción sistemática de reintegración de los "marginados? Esos "marginados** son los desarraigados de la vida moderna. Hay de todas clases.»

«Si no reintegramos a esos marginados en la trama bioló-gica de la ciudad, los marginados desintegrarán la ciudad.

»Para lograrlo es imprescindible ofrecer a esos marginados ; centros de interés, de cooperación, ocupaciones, ocasiones de

sacrificio, puntos de aplicación a sns posibles responsabilidades. »"Si quieres que se aborrezcan, échales grano; pero si les

haces construir juntos una torre, les convertirás en hermanos", decía él escritor Saint Exupéry».

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