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Metacomunicación, año 0, No. 1, Julio 2011 – Enero 2012, es una publicación semestral editada por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Domicilio 4 Sur No. 104 Colonia Centro, Puebla Puebla, C.P. 72000, teléfono (222)2 29 55 00 Ext. 3058, www.revistametacomunicacion.com, [email protected]. Editor Responsable: Israel León O’Farrill. t. Responsable de la última actualización de este número, la Facultad de Ciencias de la Comunicación, Maestro Israel León O’Farrill, Km. 4.5 Vía Atlixcáyotl, Esq. Cú-mulo de Virgo, San Andrés Cholula, Puebla, C.P. 72810, fecha de última modificación, Julio de 2011.

Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación.

Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Identidad de la ciudades a través de los medios masi-vos de comunicación.

MDI. Mercedes Mercado C.

El relativismo teórico en los estudios de la comunica-ción: la semiosis histórica y los sistemas conceptuales

Carlos Vidales Gonzáles

Comunicología e ingeniería en comunicación social de las narrativas audiovisuales. Jesús Galindo Cáceres

Tiempo y comunicación humana Roberto Aguirre Fernández de Lara

Polarización y dispersión de los centros urbanos de México

Laura Elisa Varela Cabral

El paradigma latinoamericano de la Educomunicación

Eloína Castro Lara

La Guerra de los sueños Iván Lina

Dr. Enrique Agüera IbáñezRector

Dr. José Ramón Eguibar CuencaSecretario General

Mtra. Patricia Durán BravoDirectora de la Facultad en Ciencias de la Comunicación

Mtro. Israel León O´FarrillEditor Responsable

Nombre InstituciónDr. Jesús Galindo Cáceres Dr. Octavio Islas Carmona Dr. Abraham Nosnik Ostrowiak Dr. Rafael Alberto Pérez Dra. Sandra Massoni Dra. Marta Rizo García Dr. Raúl Fuentes Navarro Dr. José Alejos García Dr. Tanius Karam Dr. Gerardo de la Fuente Lora Dr. José Ramón Fabelo Corzo Dra. María Antonieta Rebeil Corella Dr. José Antonio Amozurrutia de María y Campos Dr. Javier Esteinou Madrid Alfonso Gumucio Dagron Dr. Manuel Alberto Morales Damián

Mtra. Patricia Durán Bravo Benemérita Universidad Autónoma de PueblaMtra. Abril Gamboa Esteves Benemérita Universidad Autónoma de PueblaMtro. Víctor Meléndez Rodríguez Benemérita Universidad Autónoma de PueblaMtra. Rosa Elba Domínguez Bolaños Benemérita Universidad Autónoma de PueblaDr. José Manuel Ramos Rodríguez Benemérita Universidad Autónoma de PueblaMg. Alejandro Espinosa Patrón Universidad Autónoma del Caribe, ColombiaMtro. Genaro Zenteno Bórquez Universidad de ColimaMtra. Laura Elisa Varela Cabral Universidad Autónoma MetropolitanaMtro. José Juan Zárate Universidad de ColimaMtra. Elizabeth Domínguez Ángel Universidad Autónoma de TlaxcalaMtro. Agustín Solano Andrade Benemérita Universidad Autónoma de PueblaMtro. Israel León O’Farrill Benemérita Universidad Autónoma de PueblaDra. Laura Galguera Universidad de OviedoMtro. Jorge Hidalgo Toledo Universidad AnáhuacDr. Jorge Castillo Duran Benemérita Universidad Autónoma de PueblaDra. Luz María Garay Universidad Pedagógica NacionalMtra. Nancy Cisneros Martínez Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

Benemérita Universidad Autónoma de PueblaBenemérita Universidad Autónoma de PueblaUniversidad AnáhuacUniversidad Complutense de MadridUniversidad Nacional de RosarioUniversidad Autónoma de la Ciudad de MéxicoITESOUniversidad Nacional Autónoma de MéxicoUniversidad Autónoma de la Ciudad de MéxicoUniversidad Nacional Autónoma de MéxicoBenemérita Universidad Autónoma de PueblaUniversidad AnáhuacUniversidad Nacional Autónoma de MéxicoUniversidad Autónoma MetropolitanaInvestigadorUniversidad Autónoma del Estado de Hidalgo

DIRECTORIO

Daniela Rivera MarínErika Cruz SaldañaAlejandra Robles Sosa Diseño Editorial, Diseño Web

El presente número que inicia los traba-jos de nuestra revista Metacomunica-ción es un orgullo para todos los que

laboramos en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Como Facultad hemos crecido desde hace ya casi quince años hasta ser la comunidad de comunicación más impor-tante del Estado de Puebla y de la región; en este sentido, damos pasos con rumbo hacia una mejora constante como comunidad univer-sitaria y científica. Metacomunicación, como revista académica es una iniciativa producto del trabajo de investigación realizado en la Fa-cultad: tanto a través de la formación de cuer-pos académicos que se dirigen a su consolida-ción, como de la formalidad de nuestro posgrado y el desarrollo del Centro de Investi-gación y Estudios en Comunicación, se ha he-cho patente nuestro compromiso con la inves-tigación; por tanto, el lanzamiento de una revista de esta naturaleza era una acción me-ramente lógica.A partir de esta publicación, pretendemos difundir el pensamiento vertido en estudios en torno a la Comunicación y a las Ciencias Sociales, lo mismo que dar a conocer las investigaciones y publicaciones más re-cientes, tanto de México, como de investigado-res de instituciones a lo largo del globo. Es de destacar que hemos integrado un nutrido Co-mité Científico con connotados investigadores de múltiples disciplinas, que coadyuvarán con su guía para que la calidad y seriedad de la revista esté garantizada; de igual manera,

constituimos un Comité Editorial que con la misma seriedad y preparación se dedicará a la revisión y edición de los contenidos que irán dando forma número con número a esta publi-cación. En este primer espacio, presentamos el traba-jo de nombres importantes en la investigación de la Comunicación como Luis Jesús Galindo Cáceres, Roberto Aguirre Fernández de Lara y Carlos Vidales González, investigadores que constantemente están presentes en congresos y publicaciones académicos diversas y que tie-nen una larga trayectoria de reflexión y pro-puesta: sus trabajos los preceden. También contamos con investigaciones de primer nivel desarrolladas por especialistas de otras áreas como Mercedes Mercado y Laura Elisa Varela Cabral que nos dan la posibilidad de observar puntos de vista diversos; de igual manera, da-mos a conocer las reflexiones de estudiantes de doctorado y maestría, mismas que nos dan cuenta de los temas de discusión más recien-tes. Son los casos de Eloína Castro Lara y de Iván Lina Ramos. Sin duda, estaremos escu-chando de ellos muchas cosas en un futuro no tan lejano. Finalmente, hacemos una invitación a todos los integrantes del mundo académico de la Co-municación y de las Ciencias Sociales a ser parte de este esfuerzo por dar a conocer el quehacer de nuestras disciplinas, compromiso de difusión que viene implícito con nuestra la-bor investigativa.

Mtro. Israel León O’FarrillEditor Responsable

Revista Académica de Comunicación y Ciencias Socialeswww.revistametacom.com

IDENTIDAD DE LAS CIUDADES A TRAVÉS DE LOS MEDIOS MASIVOS DE

COMUNICACIÓN. Objetos autorreferenciados.

2011

*MDI. Mercedes Mercado C. Catedrática por horas base de la Facultad de Arquitectura de la UANL. Estudios profesionales de Diseño Industrial de la Facultad de Arquitectura de la UANL. Maestría en Diseño y Desarrollo de

Nuevos Productos por la Universidad de Guadalajara, con sede en la UANL. Actualmente candidata a doctor en Filosofía de la Arquitectura y Asuntos Urbanos de la UANL.

Año 0, Nº 1, Julio 2011 - Enero 2012. R.D. Nº 04-2011-071410385400 y ISSN: (En trámite)

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PALABRAS CLAVES: Teoría de Sistemas, medios masivos de comunicación, identidad, objeto de

diseño, urbanismo.

RESUMEN

El presente articulo tiene el propósito de explicar el proceso que subyace a la adquisición de la

identidad en las ciudades a través de los objetos urbanos desde un punto de vista de la Teoría de

Sistemas;básicamenteen los sistemas de comunicación masivos, en especial las noticias que se

dan de una ciudad, el cine y las ciudades, los espectáculos que en ella se desarrollan y la publi-

cidad. Es a través del factor de la autorreferencia para una“diferenciación sistémica” en que se da

el reconocimiento, pertenencia, permanencia y vinculación de los objetos urbanos de fuerte iden-

tidad en la ciudad.

¿Cómo es que al ver una película se identifica de que ciudad se trata o al menos se reconoce

algún objeto urbano, e inmediatamente se remite a que identidad pertenece? ¿Cómo influyen las

noticias que se dan en y de una ciudad para formarnos ideas e imaginarios urbanos? ¿Cómo es

que al vivir la experiencia de estar en una ciudad se crean arraigos e identificaciones? ¿Son los

objetos lo que dan identidad a una ciudad, o son sus interacciones y dinámicas en un sistema

citadino?

En primer lugar quisiera explicar cómo el concepto de objeto urbano es utilizado aquí; como una

definición más amplia y ver todos los aspectos que abarca respecto a lo que lo hace serun objeto

identitante-término que utilizaremos para definir un objeto que brinda identidad- bajo la mirada del

diseño.

Al hablar de objeto no solo estamos considerándo un objeto físico, material, sino como un espacio

cualificado, lleno de atributos (Martín Juez, 2002). De manera que al hablar de un objeto urbano

que da identidad, estaríamos refiriéndonos, desde el diseño de una cabina telefónica, un taxi, un

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monumento, un edificio público, un cerro o un accidente natural o atributos como lo es el color, la

textura etc. Es decir, todo lo que involucra un volumen de materia en un espacio. Sin embargo

Jorge Wasensberg (2004) dice que los objetos no solo son materia (como lo es cualquier objeto

físico), ni energía (como los sistemas térmicos disipativos), sinotambién información. Asíes que,

al hablar de objeto identitante, también podemos considerar un concierto, un programa de televi-

sión, o una película. La forma que adquiera este objeto puede ser muchas y variadas, de acuerdo

a su función y simbolismo, pero la manera más amplia de aplicar el término forma es considerán-

do como la estructura que la configura y sus procesos o interacciones. Entonces, la forma de un

objeto urbano identitante, sería entonces el modo o manera de proceder, en este caso de un es-

pacio cualificado cargado de materia, energía y/o información. De manera, de que, al hablar de un

objeto que puede dar identidad a una ciudad, a parte de los objetos mencionados anteriormente,

puede ser también un platillo típico, un baile, una tradición, costumbres, rituales, grupos sociales,

vestimenta, literatura, técnica, y tecnología, hasta la misma ciudad entera, que seria considerada

un objetote, y sobre todo sus dinámicas o estructura interna.

Una vez aclarado el significado de lo que un objeto puede ser, explicaré una parte de lo que la

identidad abarca e involucra respecto a estas dinámicas o procesos.

Sergio Tamayo (2005) menciona cuatro aspectos que involucran la identidad que son; el recono-

cimiento de un sistema como una unidad, y que este sistema se reconozca frente a otro, es decir

una otredad. Por ejemplo Piaget distingue que en una de las etapas tempranas del niño,éste

aprende a identificar que es un individuo y no otro, aprende a separarse de otras personas que lo

rodea, es decir, aprende a reconocer el “soy yo” y que es diferente a los demas, adquiere por así

decirlo, conciencia. El segundo aspecto tiene que ver con la pertenencia a un territorio o lugar, un

arraigo. La identidad en las ciudades o naciones va muy ligada con lo que ese pueblo abarca en

territorio. El tercer aspecto es la permanencia que pueda tener un sistema en el tiempo. ¿Qué es

lo que hace que Venecia sea Venecia, desde la Edad Media y Renacimiento y cómo es posible

que esa identidad sea la misma hasta hoy en día? Y por último la de relación o vinculación entre

dos identidades diferentes, cómo se da ese intercambio de información, materia y energía, que

dan unidad y diferenciación al sistema.

Por estos aspectos que intervienen en el proceso de la identidad es que consideramos analizarlo

desde una Teoría de Sistemas, pues en una ciudad o nación, cuando hablamos de identidad -uni-

dad y diferencia- hablamos de que esa ciudad se sepa una unidad,un pueblo, una nación, que

adquiera una forma en el espacio, que se perpetué y reafirme en el tiempo, y que exista un inter-

cambio de materia, energía e información.

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Keywords: Systems theory, mass media, identity, design object, urbanism.

Abstract

The article has the propose to explain the process that underlying the adquisition of identity in the

cities through urban objects from a perspective of Systems Theory; basically, in the mass media

systems, especially in the city news that born, the cinema and the cities, the shows that develop

there and publicity. It’s through the self-reference factor for a “systematic difference” where is gi-

ven the recognition, membership, and link up urban objects with a strong identity at the city.

How is seeing a movie we can identify of what city it’s talking about or at least, it recognizes some

urban object, and immediatlly refers of what identity belongs? How does the news taking place in

ourselves to build us ideas of a city and urban imaginaries? How does living the experience of

being ingrained in a city and identifications are created? Are the objects that give identity to a city,

or their interactions and dynamics in a citizen system?

At first place I would like to explain how the concept of urban object is used here; as a broader

definition and see all the areas covered on what makes him an objectidentitante-term we use to

define an object that provides identity, under the gaze of the design. as a better definition and see

all the areas covered on what makes him an object identitante-term we use to define an object that

provides identity, under the view of the design.

When we are talking about the subject we are considering not only a physical object, material, it

refers also as a qualified space, full of attributes (Martin Judge, 2002). So speaking of an urban

object that gives identity, we would be referring, from the design of a telephone booth, a taxi, a

monument, a public building, a hill or a natural feature or attributes such as color, texture and so

on.

That is, everything that involves a volume of matter in a space. But Jorge Wasensberg(2004) says

that objects are not only material (as any physical object) either energy (heat dissipative systems),

also are information.

Speaking about identitante object, we can also consider a concert, a TV show or movie.

The way to acquire this object can be many and varied, according to their function and symbolism,

but more broadly to apply the term form is considered as the configuration structure and their pro-

cesses or interactions.

Then the shape of an urban object identitante, now is the mode or manner of proceeding in this

case of a space qualified charged matter, energy and / or information.

Speaking of an object that can give identity to a city, besides the items listed above, may also be

a typical dish, a dance, a tradition, customs, rituals, social groups, clothing, literature, technique,

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and technology to the entire city itself, which would be considered a objetote, and especially their

dynamics and internal structure.

Once is declared how can be an object, I will explain one side of what identity is and involves res-

pect to this dynamics or process.

Sergio Tamayo (2005) mentions four aspects of identity that are involved, the recognition of a sys-

tem as a unit and recognize that system over another, like an otherness.

For example Piaget distinguished in a child’s early stages, he learns to identify who is a person

and not another, learn to separate from others who round him, i.e, learns to recognize the “me” and

which is different to others, he acquires as it were, conscience.

The second aspect refers with the belonging of a territory or place, an ingrain. Identity in the cities

or nations is closely tied to what the town covered in territory. The third aspect is the permanence

that can have a system in time. What makes Venice being Venice since the Middle Age and Re-

naissance, and how is possible that identity has been the same until this day? And finally the rela-

tion or link between two different identities, how it gives that change of information, matter and

energy, that gives cooperation and differentiation to system.

For these aspects that involved in the process of identity is that we consider to analyze it from a

systems theory, because in a city or nation, when we speak about identity, unity and difference, we

speak of that city who has to know a unit, a town, a nation, to acquire a shape in space, which

perpetuates and reinforces in time, and exists an exchange of matter, energy and information.

Identidad desde el punto de vista de sistemas

La idea principal de analizar a la identidad en la ciudad desde la Teoría General de Sistemas es

porque la ciudad ciertamente es un conjunto de interacciones complejas donde hay un intercam-

bio de flujos de energía e información, como se ha mencionado. Esta teoría introducida a media-

dos del siglo XX por Ludwing Von Bertalanffy fue principalmente para tratar de explicar las relacio-

nes de varios niveles de organización isomórfica. Niklas Luhmann fue quien introdujo esta teoría

en varias áreas, especialmente en lo social.

Para Luhmann (1996) un sistema es un conjunto de elementos que mantiene determinadas rela-

ciones o interacciones entre sí y que se encuentran separados de un entorno determinado y esta

relación es fundamental porque el sistema de define siempre con respecto al entorno. Para la

identidad en una ciudad es preciso describir las características que hacen que se distinga la ciu-

dad -como sistema- del entorno y la relación que hay entre ciudad y entorno. Aclara Luhmann que,

el entorno no es un sistema y que esta relación se daa través de una observación, la cual consis-

te en manipular un determinado esquema de diferencias. Hay que distinguir entre el entorno de un

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sistema y los sistemas en el entorno. Esto originaría un paradigma entre sistema y entorno porque

obliga a sustituir la “diferencia entre todo y parte” por “teoría de diferenciación sistémica” como lo

define Luhmann. Esto es, la repetición de sistemas dentro de sistemas.

Él distingue tres tipos de sistemas o niveles de observación; los sistemas vivos, los sistemas psí-

quicos o personales y los sistemas sociales. En el primero el rasgo esencial es la vida, en el se-

gundo la conciencia y en los sistemas sociales la comunicación. Él dice que se pueden tomar

analogías para los sistemas sociales de los sistemas vivos y las máquinas, porque tienen propie-

dades autopoieticas, es decir, que se crean a sí mismas (Maturana,2003). Para él, la sociedad es

un sistema autorreferente y autopoietico que se compone de comunicaciones, no de humanos.

La Teoría de Sistemasademás, adquieren funciones de control, es decir, se obliga a sí misma a

tratarse como uno de sus objetos y es por eso que se hace autorreferente en contraste con la

Teoría del Conocimiento que trata de evitar la autorreferencia. Los sistemas autorreferentes son

aquellos sistemas capaces de establecer relaciones consigo mismos y diferenciar estas relacio-

nes de las relaciones con su entorno. (Luhmann, 1996, p. 44). ¿Será entonces la autorrefrencia

rasgo esencial de la identidad?

Los sistemas se constituyen y mantienen a través de la producción y el mantenimiento de unadi-

ferencia con su entorno. ¿Sería ese a caso el propósito de un sistema? ¿Diferenciarse? ¿Se

mantienen para conservar su identidad, unidad? “Sin la diferencia respecto al entorno ni siquiera

existiría la autorreferencia, pues la diferencia es la premisa para la función de las operaciones

autorreferenciales”. (Luhmann, 1996, p. 50).

Por esta razón es que tomamos una posible definición de identidad, bajo el punto de vista de la

“diferenciación sistemica” donde: “La diferenciación ofrece la posibilidad de ser contemplada como

unidad. Como unitax multiplex. En cierto modo, la diferencia mantiene unido lo diferente: por eso

lo denominamos diferente, por oposición a lo no diferente”. (Luhmann, 1996, p. 50).

En otras palabras, mediante la diferenciación es que se puede reconocer la unidad por medio de

la construcción de la diferencias respecto a otro y la construcción de su unidad en su diferencia-

ción consigo mismo. Él dice que un elemento es una unidad que ya no puede descomponerse y

esto significa que un sistema solamente puede constituirse o cambiar en tanto sus elementos se

relacionan a través de su descomposición y reorganización dándole importancia al tiempo y a la

entropía.

La realidad de los medios de masa y la identidad en las ciudades

Luhmann (2000) da un papel a los medios de comunicación esencial para la construcción de la

realidad social, marcándolos como un verdadero sistema social, un proceso para la diferenciación

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de la sociedad. En los sistemas de medios de comunicación que son recursivos, autorreferentes,

(que se reproducen a sí mismos), sus funciones no están determinados por la veracidad, ni la

objetividad o el conocimiento, ni mucho menos por intereses sociales o específicos o directrices

políticas, sino por un código de información/no información desde el interior del sistema, que per-

mite al propio sistema seleccionar su información del entorno y comunicar su reflexión o “fee-

dback” en donde el propio sistema construye su propia realidad.

¿Será entonces que los sistemas de comunicación, son los que dan identidad o los que otorgan

la distinción y diferenciación en las ciudades? ¿Será el propio sistema que hace esa distinción?

Partiendo como base de la definición que Luhmann da a la identidad, en la cual se basa principal-

mente en la diferenciación de un sistema con su entorno y también del reconocimiento del propio

sistema y sus componentes, consideraremos que la ciudad es un sistema -cerrado en sus opera-

ciones y sus dinámicas, pero con apertura de información- es decir, la ciudad tiene sus propias

dinámicas, tradiciones, su cultura, su historia, sus costumbres y hábitos, pero también tiene inter-

cambio de información. El entorno sería todo aquello que no pertenece a la propia dinámica y

cultura de la ciudad.

La hipótesis acerca de la construcción de identidad en las ciudades a través de los objetos urba-

nos, bajo el punto de vista de los sistemas de comunicación, se basa en que los objetos urbanos

son mensajes cargados de información o “cuantos de diseño” para la construcción de su realidad

y no solo como medios de comunicación, pero no solo el objeto tiene información per se, sino que

esto se da una vez que la información se ha interiorizado por un individuo o una mente colectiva

(pararecida a la teoría jungniana de inconciente colectivo), de acuerdo, ya no solo de la informa-

ción que el objeto posea, sino de la propia información subjetiva de dicha mente, conviertiendose

en objetos significantes autorreferenciados;aunque Luhmann no da a los sistemas sociales un

carácter psíquico.De tal manera, que la información que se maneje en el sistema (a través de

estos objetos urbanos) es lo que da la unidad y por lo tanto su identidad y diferenciación con otras

ciudades.

¿Por qué vemos un objeto urbano como los taxis amarillos, la Torre Eiffel, las góndolas o el sushi

e inmediatamente sabemos a que ciudad pertenece? ¿Por qué estos objetos se hacen parte de la

identidad de ese lugar? ¿Será que tienen algo de especial en su diseño?, ¿Son objetos realmen-

te “perturbadores”, o es la autorrefencia de la ciudad lo que los hace ser especiales y volverse

objetos significantes referenciados?

Mencionaré un caso como ejemplo a lo anterior; la ciudad de Londres es reconocida e identificada

por su muy particular sistema de transporte público, no sólo de autobuses, sino de taxis y metro.

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En especial el autobús rojo de dos pisos se ha convertido en un ícono y en un objeto urbano alta-

mente identitante. ¿Cúal sería la razón que este objeto urbano comunique eso? Ciertamente es

un objeto de diseño altamente llamativo,perturbante. Cuando se diseño por ahí de 1950s, no se

pensó que fuera ser un objeto tan identitante, ni perturbador, pero hasta ahora ha permanecido y

muchas ciudades lo han adoptado como un autobús turístico. Es un objeto cargado de informa-

ción, desde sus atributos como lo es el color, formas, texturas, etc, hasta las dinámicas que en él

se desarrollan, como puede ser inclusive, que sea un diseño antifuncional por el hecho de tener

la dificultad de subir o bajar escaleras mientras el autobús esta en movimiento. Pero aún así, es

un objeto que los londinenses, turistas y su población flotante ama, es parte ya de su identidad,

de su cohesión como matriz citadina y una de las diferencias respecto a otras ciudades. Recien-

temente se convocó a un concurso de diferentes despachos de diseño para diseñar nuevos auto-

buses que fueran más funcionales.

Curiosamente el diseño que salió ganador, asi como muchos de los finalistas, fueron diseños con

una fuerte autorreferencia al “doble deck” (Fig.1). La razón podría ser que parte de la política in-

terna de la ciudadde Londres es que;siga siendo una ciudad altamente turística y la única manera

es conservando sus íconos o la segunda razón podría ser que es parte de una autoorganización

y autopoiesis en el diseño. El resultado fue un diseño mucho más moderno y funcional que los

autobuses tradicionales pero conservando un serie de patrones en sus formas y atributos. Esos

patrones es la información que comunica este objeto, a veces implícita físicamente u objetualmen-

te, pero como lo he señalado, es más subjetiva, ya que para propios o los que forman parte de

sistema-ciudad, en el autobús, se tejen historias citadinas, se crean recuerdos, añoranzas de

viajes, son patrones flotantes de información/no información que hacen que evoque a la ciudad de

Londres como única y diferente gracias a ese sistema de transporte. Para extraños o visitantes,

no se puede dejar pasar la oportunidad de usar el transporte, tomarse la foto, sentirse parte de

esa matriz londinense, de llevar un souvenir con el “Routemaster” y por su puesto, esa informa-

ción o patrones flotantes que a su vez se vuelve a hacer autorreferentes a otro sistema o subsis-

temas. Se vuelven entonces un “bucle” autorreferente como el que menciona el físico Hofstadter

(2007).

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En su libro la Realidad de los Medio de Masa, Luhmann (2000) expone cómo la comunicación es

un sistema en sí mismo. Pone a los mass media como la televisión, la radio, el periódico y ahora

podría aplicar también las redes sociales cibernéticas, y ademásparticularmente yo pondría a los

objetos urbanos, no solo como medio, sino como un sistema en su conjunto, el sistema de la co-

municación de objetos. El sistema de los medios de masa no solo está enfocado a la comunica-

ción entre presentes como un canal, sí no, va más allá de la frase de McLuhan “el medio es el

mensaje”; como una especie de código binario cibernético o de control de la información donde

existe lo informable y no informable. El propio sistema decide por asi decirlo que es lo informable

y que no y este sistema reproduce a partir de sí mismo su propia operación y una retroalimenta-

ción del mismo sistema. Así es que, por ejemplo en el caso de “Routemaster”, este como medio y

mensaje de comunicación, es lo que el sujeto o matriz citadina decide,sí los patrones flotantes de

información, o “cuantos de diseño”son informables o no y las interacciones de los citadinos en

este objeto es la retroalimentación o “feedback” al sistema como unidad y al entorno como dife-

renciación.

Luhmann pone en tres campos programáticos a los medios masivos de comunicación que son: las

noticias/reportajes, publicidad y entretenimiento como un sistema al mismo nivel que los sistemas

políticos y económicos. En estos mass media podemos ver como se autorrefiere un objeto dándo-

lé identidad a la ciudad o sistema, a través del cine, espectáculos, noticias, internet, y la publici-

dad que además se mezcla con los sistemas económicos por el manejo de marcas.

Fig. 1 Diseño de objeto autorreferenciado como “medio-mensaje” del autobús. londinense

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Comunicación autorreferente y objetos autorreferenciados

NoticiasDefinitivamente cambió nuestra percepción de la ciudad de Nueva York, cuando veíamos por

televisión, el ataque a las Torres Gemelas, uno de sus íconos. El World Trade Center, estaba des-

apareciendo ante nuestros ojos y parecería que no solo estos emblemáticosedificios, sí no que, la

identidad de la ciudad entera desaparecería; que Nueva York, dejaría de ser Nueva York. La ver-

dad es que lo que podría otorgar identidad a una ciudad es como mencioné anteriormente las in-

teracciones que tenga el mismo sistema, no sólo los objetos. Los objetos son importante e impri-

men una morfología peculiar a cada ciudad, pero sí dejan de existir, no pasa nada, la ciudad

levantará nuevos íconos o más aún ese “acontecimiento” que es un hito, se vuelve en parte de la

identidad misma de la ciudad, como ahora lo es el 9/11 para la ciudad de Nueva York. Inmediata-

mente al decir o pensar en 9/11 no podemos dejar de asociarlo con la Gran Manzana.

La realidad es que las noticias, los telediarios, los periódicos, las llamadas ahora redes sociales

como el Twitter y Facebook, que permiten enterarnos de lo que pasa en el mundo de una manera

mucho más veloz, son una autorreferencia de lo que pasa del propio sistema. Lo que se publica

en las redes sociales no es más que, la percepción y subjetividad de los usuarios y al compartir

esta información con otros usuarios se va haciendo el “bucle”. Lo que los editoriales digan es solo

información (se supone) y depende de la misma sociedad como la procese.

Para Paul Virilio(2006) destacado urbanista habla que vivimos en una guerra de información, en

la que se trata de “sincronizar emociones” a través de los medios de comunicación, sobre todo de

las noticias. Es una nueva forma de hacer la guerra, antes era la guerra material (rifles, cañones,

etc), luego la de energía (bombas), y ahora es de información, llamada “ infowar” o “armas de

comunicación masiva”. El objeto, desde el punto de vista amplio como lo hemos definido, entre

más información contenga y sea capaz de ser más autorreferenciado es más exitoso o vende

más. Virilio dice que actualmente se busca una democracia de emociones. Anteriormente se

buscaba una democracia política y social, hoy se busca que las ciudades se unifiquen en sus

emociones, en muchos de los casos basadas en el terror, o retroalimentación negativa, gracias a

los “eventos accidentados“ de manipulación mediática. Lo destacable que dice Virilio es que cada

ciudadano es un urbanista que se ignora, es un autocostructor, dependiendo de la cantidad y ca-

lidad de información que procesa y por lo tanto que retroalimenta.

Recientemente se ha vivido una ola de violencia debido a la guerra territorial del narco en la ciu-

dad de Monterrey. Bloqueos, balaceras, secuestros, asesinatos, etc, son las noticias de todos los

días, como ocurre en muchos de los estados del país. La fisonomía de la ciudad regia cambio de

un par de años para atrás. De tener una identidad de ciudad segura, orgullosa, trabajadora y em-

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presarial, a pasado a tener una identidad de delincuencia y de “foco rojo” nacional. No se habla

de otro temamás que de este aspecto entre las personas de la misma ciudad, no hay otro tema de

conversación citadina más que esto. Pero, ¿qué tanto influyen las noticias y los editoriales para la

construcción de esta identidad en la capital de Nuevo León? ¿Qué tanto influye la cantidad y ca-

lidad de información que el propio ciudadano maneje de los “objetos” en su ciudad? ¿Qué tanto el

mismo sistema hace una “democratización de emociones”, en este caso como el miedo o terror

en las ciudades?

PublicidadActualmente el diseño de productos o de objetos esta enfocado a un diseño emocional (Norman,

2004), diseñadospara despertar una alta estética en las personas. El diseño de objetos ahora esta

enfocado más a la experiencia (Press, 2007), a la información, más que a la materia o energía.

Por ejemplo, ahora no solo estamos comprando un café en Starburcks, ahora estamos comprando

“la experiencia”, la experiencia de vivir el ambiente, de oler el aroma del café, de “sentirnos” en

otro ambiente al entrar en ellas. Esto es, a lo que se refiere Mandoki (2002), al hablar de estética.

Una estética que no solo es visual, sino somática, acústica, kinésica. De tal manera que la publi-

cidad para vender ese objeto de diseño emocional cargado de información va enfocado a hacer

vivir esa experiencia. La ciudad por supuesto no queda ajena a esto, pues es precisamente en la

ciudad o en los lugares públicos donde se da esa experiencia, de manera incluso que ahora la

ciudad o el turismo es lo que se vende como producto, vivir por ejemplo la experiencia de ir a un

Safari a Sudáfrica o ir a la Patagonia y ver a los pingüinos, el objeto se convierte en un servicio,

en el servicio del “haber estado ahí”. Por lo tanto la publicidad debe vender esa experiencia. El

turismo, como primer producto comercial de muchos países debe por lo tanto, de satisfacer al

turista con su expectativa de la publicidad mostrada, pues ya lo conoce vitualmente cuando ve por

ejemplo, una página de Internet o un folleto de ese lugar, y sólo, el visitar ese lugar es una “con-

firmación” de dicha experiencia. Para esto, el urbanismo de mercado o mercadotécnia de locali-

dades o marketing urbano juega un papel importante. Salomón González (2006) hace un intere-

sante estudio donde muestra cómo en las páginas oficiales web de algunas ciudades del mundo

se “vende” por así decir, la identidad de las ciudades. Concluye que en las páginas web de algu-

nas ciudades extranjeras, se vende más la idea de la calidad de vida de los ciudadanos, enfocado

más a las minorías y con miras al futuro y progreso, y por el contrario la mayoría de las páginas

de ciudades mexicanas muestran más ideas con fines políticos, donde se muestras los logros de

la administración en gestión. Cualquier actividad que la ciudad venda o promueva debe pensarse

en la lógica del entretenimiento y experiencias de vida, como es la comida, el ocio, la educación,

salud,etc. Un ejemplo claro de lo anterior es la ciudad de Barcelona, que la misma ciudad es un

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producto y por su puesto una marca. (Puig, 2006). Se podría decir que, parte de la identidad que

se quiere hacer notar y diferenciar de Barcelona, es eso precisamente, vivir la esencia de esa

bulliciosa y cosmopolita ciudad.

Por otro lado está el hecho que muchas estrategias de publicidad consisten en aprovechar esa

“experiencia” que se vive en las ciudades o lugares públicos para vender sus productos. Un claro

ejemplo de esto es la publicidad de algunos perfumes donde se utiliza la autorreferencia que da

el vivir la experiencia de las grandes capitales del mundo como París, Londres, Nueva York, para

anunciar estas fragancias, haciéndole sentir al consumidor, que el usar un determinado aroma “ le

hará” sentir por asi decirlo, como sí estuviera en esa ciudad o como parte de su identidad indivi-

dual estuviera asociada con alguna experiencia en esas grandes urbes (Fig. 2). Esto es un claro

ejemplo de cómo se dá una retroalimentación (en este caso positiva) en la publicidad, con los

objetos y el sistema y como esto influye en la construcción de identidades.

Fig. 2 Publicidad “viviendo la experiencia” del objeto autorreferenciado.

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Otro dos importantes aspectos a considerar es que por una parte, hay ciudades cuya fuerte iden-

tidad es una superabundancia de publicidad en las calles y también esta el caso de las ciudades

donde no hay nada de publicidad urbana y eso también la hace única o de identidad distinguible.

En el primer caso vemos a ciudades que tienen por ejemplo un Time Square, en Nueva York, un

Picadilly Circus, en Londres y hasta el mismo Tokio, donde la publicidad de las marcas a gran

escala y con grandes luminarias es lo que da la identidad y ese “espacio” se vuelve un objeto

autorreferenciado. A pesar de que dichas marcas son globales tiene algo de especial tomarse una

foto en cada uno de estos puntos. En el caso contrario, encontramos a la ciudad Celebration en

Florida; ciudad fundada y creada por la compañía Walt Disney a principios de 1990s, donde una

de sus características es la ausencia de cualquier publicidad de alguna marca en la ciudad, inclu-

sive, la misma marca Disney, esto es, porque la ciudad en sí, es una experiencia de marca. La

experienciade vivir una ciudad modelo, pensado en el sueño americano y como imaginario de una

ciudad con la más alta tecnología para servir a la gente, tal cual era la “Waltopía” . Otro ejemplo

es el centro antiguo de París donde también se distingue por la limpieza en sus calles en cuanto

a contaminación publicitaria, conservando su unidad de estilo arquitectónico y decorativo, cosa

que también le da identidad.

Por lo tanto vemos que la publicidad en las ciudades o la ausencia de esta, es un factor que otor-

ga identidad. Otro factor importante que otorga identidad es el vivir la experiencia como producto,

por lo tanto el marketing urbano ya desde su diseño y conceptualización esta brindado identidad.

Pero indudablemente la autorreferencia o la autoorganización en las ciudades es lo que da la

identidad. Ya no se trata de políticas urbanas, ni de proyectos nacionales. Actualmente vemos

como por ejemplo al Internet,que se ha convertido en una puerta para este tipo de dinámicas

emergentes. Mencionaré por ejemplo el concurso que se hizo en el año 2007, sobre las 7 Nuevas

Maravillas del Mundo Moderno , donde las personas votarón vía web, sobre cuales objetos iden-

titantes serían los ganadores. El resultado fue asombroso; casi 100 millones de votaciones en

todo el mundo para elegir aquellos objetos que les significan más.

EntretenimientoZaida Muxí (2004) dice que “la cultura deja de ser un complejo resultado social para convertirse

en entretenimiento, pasatiempo y consumo, generador de pautas de conducta y mágicas ilusiones

de vida”. (Muxí,p.98) . La ciudad se ha vuelto en eso, en un producto del entretenimiento, ocio y

un gran escaparate de consumismo. La primera ciudad en demostrar esto es sin duda Las Vegas,

que además de ser un claro ejemplo del posmodernismo (Venturi, 1998), es ejemplo de la ciudad

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como entretenimiento. Cada 10 minutos por lo menos se exhibe un espectáculo en la ciudad, ya

sea en fuentes, teatros, show urbanos, luces, etc. La ciudad entera es un espectáculo, un disne-

ylandia para grandes y chicos. La ciudad del entretenimiento dice Muxí debe estar abierta las 24

horas del día. La ciudades se vuelven cada vez más en una escenificación. Entre más show o

espectáculos ofrezca se vuelve más comercial y turística, por lo tanto generadora de bienes. Se-

gún Muxí, Estados Unidos construye ciudades que parecen escenarios donde se conjuga la post-

modernidad, sin renunciar a la historia, como en el caso de la Colonia de Williamsburg, Virginia,

donde se vive como sí estuvieran en 1776. Toda la ciudad es un escenario. Otro ejemplo es EP-

COT Center, que es un simulacro de lo por venir, del estilo de vida americano futuro, que no solo

se extiende en una ciudad, sinoa una nación. Lo que pretenden construir con este tipo de ciuda-

des son memorias, conductas y deseos. No solo ver la historia en la pantalla o libros, sino vivirla,

no solo soñar con el futuro sino vivirlo. Dicho proceso produce un efecto de “museificación” de la

ciudad, que se queda con una vida embalsamada y perfecta para ser fotografiada, pero vacía del

impulso vital de la sociedad y sus diferencias. Esta museificación esta enfocada primordialmente

al mercado global, al turismo de masas que busca los tópicos de la ciudad, una manera rápida de

digerir diferencias mediante una mascara o caricatura” (Muxí, p. 55).

Pero eso no se queda ahí, este producto de “ciudad museificada”, es producto tal vez de una ima-

gen de algún medio masivo como el cine o la televisión. Estos medios de entretenimiento son

propicios para que el sistema haga autorreferencia tanto de las ciudades considerada un objeto

- como información- y de las películas o programas que también son considerados como un ob-

jeto cargados de información o no información. Muxí explica que el cine ha influido en la cultura

norteamericana para crear su imaginario colectivo a través de llevar su historia a la pantalla gran-

de y ha reafirmado la construcción de su historia y de su identidad. Un ejemplo de cómo el cine

hace autorreferencia para crear identidad son las películas de Pixar Animation, que muestra a

muchos de sus personajes y objetos autorreferenciados en otras de sus películas, (Fig. 3). Ahí

podemos ver como la autorreferencia de esos objetos crea una fuerte identidad para esta empre-

sa o marca, que vende, no sólo películas, sino objetos cargados de información identitante.

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Otro ejemplo claro de cómo los objetos dan identidad a las ciudades por medio de la autorreferen-

cia del cine, es la famosa Fontana di Trevi, que se hiciera másfamosa a nivel mundial como un

ícono que visitar en la ciudad de Roma por la película de Fellinni, La Dolce Vita (1960). Reciente-

mente se hizo otra película, Elsa y Fred(2005) donde se hace una autorreferencia de este objeto

urbano que da identidad a la ciudad de Roma y sobre todo de la dinámica de aquella película,

pues recordemos que el personaje de Elsa quiere vivir en carne propia–“vivir la experiencia”- del

personaje de “Anita”.

Los historiadores del cine Rafael Dalmau y Albert Galera recorren en el libro Ciudades del Cine,

películas vinculadas a las principales ciudades del mundoque lleva al lector por el Nueva York de

Woody Allen, el Madrid de Alejandro Amenábar y la Barcelona de Pedro Almodóvar entre otros.

Ellos hacen un recuento de que aproximadamente 14 ciudades son las más filmadas entre las

que destacan Nueva York, París, Los Ángeles, Londres, San Francisco, Barcelona, Buenos Aires,

Madrid, Roma, Berlín, Venecia, Moscú, HongKong y Estambul. Me pregunto, ¿Qué pasa con

aquellas ciudades en las que casino son fotografiadas o filmadas? ¿Podremos imaginar qué le da

identidad a ciudades como Belíce o Albania? Solamente sí se es parte del sistema de aquella

ciudad o se ha visitado la ciudad se podrá saber. No se trata de cuantificar la identidad, pues cada

lugar definitivamente tiene su propia identidad, pero lo que es cierto es que, los medios masivos

ayudan a que estos objetos extraordinarios en las ciudades se hagan autorreferenciados y en esa

dinámica hacer “la diferenciación sistémica”. Las imágenes urbanas dice Stephen Barber

(2006),que nos han transmitido los cineastas han influido y determinado nuestra percepción de la

ciudad -tanto de sus diferentes momentos históricos como de la relación de sus habitantes con

ella- siendo el cine en gran medida responsable de cómo hoy en día imaginamos, creamos y re-

cordamos a las ciudades.

Por otro lado están los objetos que no sólo se convierten en objetos autorreferenciados sino en

Fig. 3 Ejemplo de objeto autorreferenciado en el cine que brinda alta identidad de marca.

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objetos autorreferentes. Esto podría sonar un poco raro porque entonces les estaríamos dando a

los objetos, es decir, a la propia información que los objetos tienen, el carácter de algo animado,

pero el ensayista Roland Barthes (2001), hace un análisis de cómo, por ejemplo, la Torre Eiffel

por su misma dinámica, su forma y estructura no solo es un objeto del que se hace regencia en

las películas, o imágenes publicitariassino que el objeto en sí se convierte en una “autarquía”-

“puede vivir de sí misma”- la Torre Eiffel es un objeto tan cargado de información que seguiría

siendo la Torre Eiffel aún sin París. Es como sí tuviera ya identidad por sí misma. Es un objeto

que se puede mirar desde casi cualquier punto de la ciudad, pero una vez en ella- inmersos en su

propia dinámica-, no solo se hace un objeto que se mira, sino un objeto que mira a la ciudad.

Por último mencionaré que Monterrey actualmente está cambiado su imagen. Ya no es la ciudad

del metal, la fábrica o la industria, símbolo de la modernidad de México -aunque esta identidad,

está todavía fuertemente arraigada- ni tampoco quiere dar la imagen de ciudad premoderna o

“ranchera”. Monterrey ha cambiado de ciudad moderna a ciudad postmoderna y lo pudimos cons-

tatar con la pasada sede del Foro de las Culturas, donde toda la ciudad en sí se volvió un espec-

táculo, en un show mediático donde aparecían un juego de luces, sonidos, marionetas gigantes,

etc, en el Parque Fundidora, sin mencionar el show envolvente sobre la historia del Horno de

Fundición 3, el paseo por el Río Santa Lucia parecido al River Walk de San Antonio o a su muy

criticado puente “Atirantado”, por ser una copia de uno diseñado por Santiago Calatraba en Espa-

ña. En un trabajo que realicé (2008) donde se analiza la identidad de esta ciudad, manifiesto que

muchos de sus pobladores creen que la identidad de ser “regios” la otorgan, los equipos de football

locales y todas las dinámicas que se realizan en torno a estos espectáculos, como lo es la comida

y bebida (carne asada con cerveza). También dijeron que la identidad de la Sultana del Norte la

daban los paseos por los parques urbanos y ecológicos de la zona, en fin, el estudio demostró que

gran parte de la identidad de una ciudad la da el ocio y el entretenimiento. Se podría decir enton-

ces que Monterrey se está volviendo un ciudad-entretenimiento, un ciudad-show, tal cual Muxí

describe a las ciudades globales.

Conclusión

Ciertamente algunos de los objetos que aquí se mencionaron como la Fuente de Trevi, La Torre

Eiffel, El paseo Santa Lucia, entre otros, son objetos con mucha información, no solo porque son

objetos singulares (bellos, majestuosos para su época y tecnología) sino también por la fuerte

carga emocional y simbólica que tienen. Esta información se encuentra en forma de “patrones

flotantes”, como sí se tratara de partículas informáticas. Son patrones que marcan, señalan, iden-

tifican, como sí se trataran de insignias que nos brindan una lectura; como sí fueran textos o pu-

blicaciones llenos de retórica. Esto es diseño. Ahora bien, estos medios de comunicación, estos

objetos que se convierten de mensajes a medios masivos dentro de un sistema complejo, como lo

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es una urbe o una matriz social, se convierten en lo que le da unión y cohesión a dicho sistema y

a su vez hacen que se distingan o diferencien de otras. La razón de que esta información sea la

argamasa del sistema, es la autorreferencia de la que hace mención Luhmann y de la que expusé

ejemplos. Pero ¿Cuál sería entonces la explicación de esta cualidad autorreferente? En el post-

grado de la Facultad de Arquitectura de la UANL creemos que es la conciencia que adquieren los

sistemas, como un organismo vivo, que ayuda a esa autorreferencia. La ciudad es un objeto, pero

también se vuelve un sujeto. Ciertamente existe el debate epistemológico válido de como surge la

conciencia en sistemas complejos. Una postura es que surge de una mente colectiva deslocaliza-

da que es formada a través de campos (Teoría de Campos Morfológicos) que determinan la es-

tructura de dicho sistema. La otra postura es que surge de la emergencia de las analogías reduc-

cionistas que esta “unimente” hace, de verse reflejado en el otro, y que se hagan “blucles” cada

vez más complejos. Los seres humanos tendemos a imitar gracias a que nuestroscerebros tienen

unas neuronas “espejo” (Rizzolatti, 2006) a otros congéneres más complejos que nosotros mis-

mos, interiorizando el objeto del deseo, el objeto que además de “in”-”formar” -dar forma o identi-

dad-, sea un objeto que nos signifique. Es decir, que sea, no sólo un objeto informante, o identi-

tante, sino se convierta en un objeto significante. De esta manera cualquier persona puede ser la

“Anita”, de Fellinni, o la “Elsa” de Fred en la ciudad de Roma.

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1 Los biólogos chilenos, Maturana y Varela por su parte dicen que los sistemas sociales no pueden

tener esta propiedad autopoiética de “crearse a sí mismos” solo los seres vivos. Luhmann argu-

menta que los sistemas sociales como la ciudad puede considerarse algo “vivo”. El debate conti-

núa entre sociólogos y biólogos.

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2 Término que denomina el Dr. Gerardo Vázquez, miembro del comité del Doctorado en Filosofía

en Arquitectura y asuntos urbanos, UANL, el cual significa que es un elemento de un sistema que

contará con intercambio de energía en forma de información a partir de experiencias del obser-

vador y que actúa como fenómeno de radiación.

http://www.icons.org.uk/

3 Waltopía se le podría llamar a la idea que tenía Walt Disney de una ciudad que diseñó y presen-

tó un año antes de su muerte en 1965. Esta utopía de metrópoli consistiría en construir una ciudad

con los más altos adelantos tecnológicos de la época, terminando solo en un sueño y quedando

solamente como un parque de diversiones,ahora Epcot Center en Florida.

http://www.new7wonders.com

4 Recientemente en el municipio de San Pedro Garza García en Nuevo León se hizouna gran con-

troversia (en las noticias) respecto a que el alcance de dicho municipio quiere quitar una estatua

copia del David de Miguel Ángel para hacer un paso peatonal y parque lineal. Los colonos que

viven en este adinerado municipio protestan porque esta escultura ha sido referencia por mas de

40 años de esta colonia y municipio, “El David” , como le llaman. Por su parte la administración en

turno defiende su proyecto diciendo que es una estatua sin valor artístico pues resulta hasta una

mala copia del original situado en Florencia, Italia y con un gran deterioro en su estructura. Esto

es una muestra que aún objetos que carecen de valor artístico y de belleza pueden ser fuertes

referentes de la identidad a una matriz citadina, sobre todo por su valor simbólico y fuerte carga

emocional.

Revista Académica de Comunicación y Ciencias Socialeswww.revistametacom.com

El relativismo teórico en los estudios de la comunicación: la semiosis histórica y los

sistemas conceptuales

2011

Carlos Vidales GonzálesDepartamento de Estudios de la Comunicación Social

Universidad de Guadalajara

[email protected]

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Resumen

El presente trabajo centra su atención en el problema del relativismo teórico en los estudios de la

comunicación intentando responder a la pregunta por su génesis, transformación y emergencia

desde mediados del siglo XX hasta principios del siglo XXI y tomando como caso de estudio la

bibliografía especializada sobre el tema. El trabajo se plantea como una reflexión teórica y se

fundamenta en la semiótica de C. S. Peirce, específicamente en su consideración triádica del

signo, la semiosis, la configuración del Objeto Dinámico, los hábitos y las creencias, conceptos

que se toman como base para el estudio de los sistemas conceptuales y la forma en que la comu-

nicación ha sido construida ontológicamente en la historia dentro del periodo referido. Por lo tanto,

el trabajo se organiza en cuatro secciones. En la primera de ellas se presenta el problema del

relativismo teórico en los estudios de la comunicación centrando la reflexión en la dimensión con-

ceptual de lo que el relativismo supone, mientras que en la segunda sección se plantea al relati-

vismo teórico desde el punto de vista semiótico como niveles discursivos de semiosis científica.

Por su parte, en la tercera sección se presentan las bases de la semiótica peirceana para el estu-

dio de sistemas conceptuales y lo que aquí se denomina la semiosis histórica. Finalmente, en la

cuarta sección se presenta la aplicación del marco semiótico propuesto para el estudio del relati-

vismo teórico en los estudios de la comunicación.

Palabras clave: Teoría de la comunicación, Semiótica, Epistemología, Sistemas Conceptuales.

Abstract

The article focuses on the theoretical problem of relativism in communication studies trying to an-

swer the question of its genesis, transformation and emergence from the mid-twentieth century to

the early twenty-first century, taking as case study the especial bibliography on the subject.

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The work is presented as a theoretical consideration and is based on the semiotics of C. S Peirce,

specifically in his consideration of the triadic sign, semiosis, dynamic object settings, habits and

beliefs, concepts that are taken as basis for the study of conceptual systems and the way in which

communication is built ontologically inside the story period it refers.

Therefore, the work is organized into four sections. At first of them it presents the problem of rela-

tivism theoretical about communication studies focused the reflection on the conceptual dimension

of what is relativism, while in the second section theoretical relativism arises from the semiotic

sight as discursive levels of scientific semiosis.

The third section presents the basics of Peircean semiotics to the study of conceptual systems and

what is here called the historical semiosis. Finally, at third section presents the application of se-

miotic framework proposed for the study of theoretical relativism in communication studies.

Keywords:Communitacion Theory, Semiotic, Epistemology, Conceptual Systems.

Presentación

El espacio conceptual de la comunicación se vuelve cada día más vasto y difícil de sintetizar no

sólo por lo extenso de la bibliografía producida sobre el tema, sino por la disparidad de su natura-

leza. Si bien la crítica a los problemas de la producción de sistematizaciones conceptuales, revi-

siones epistemológicas o propuestas teóricas concretas se han centrado en lo que sucede en el

espacio institucional de su estudio, también han aparecido propuestas basadas en el reconoci-

miento del nivel propiamente epistemológico a través de reconstrucciones histórico-conceptuales

del contexto teórico y científico no sólo de donde emerge la comunicación como palabra, concep-

to o campo de estudio, sino desde donde podrían formularse las bases para una propuesta teórica

sobre su naturaleza. Sin embargo, la comunicación es un concepto que no pertenece a una sola

ciencia o disciplina y que no puede ser reducido a lo que sucede en el campo de estudio que ins-

titucionalmente llamamos “Ciencias de la Comunicación”. Por otro lado, tampoco puede ser única-

mente entendida como el proceso que describe el movimiento de información entre emisores y

receptores, dado que se ha convertido en un elemento de organización de lo biológico/social, en

un principio de la complejidad y de los procesos cognitivos y, recientemente, en un punto de vista

para observar el mundo comunicativamente. Por lo tanto, de lo que da cuenta el presente trabajo

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es de la necesidad de recuperar y continuar el debate no sólo sobre las teorías de la comunica-

ción y la naturaleza de lo que describen, sino del uso que de la teoría se hace en la práctica de

investigación desde donde nace una de las problemáticas más complejas que enfrenta el campo

hoy en día: el relativismo teórico (Vidales, 2011a).

Si bien los estudios de la comunicación han centrado su atención en varios objetos de estudio,

rara vez voltean a ver sus propios procesos de producción de conocimientos, sus marcos episte-

mológicos, los supuestos ontológicos sobre la comunicación que se encuentran en la base de su

práctica de investigación o los efectos que la elección de sus métodos de recolección de datos

tienen en sus propios objetos de estudio, es decir, pocas veces se detienen a pensar en cómo es

que observan y a través de qué lo hacen, en la validez de sus principios teóricos o en la inexisten-

cia de ellos. Por lo tanto, el resultado del gran desequilibrio que existe entre la investigación teó-

rica y la que puede ser llamada genéricamente como “investigación aplicada”, es una suerte de

relativismo teórico. Si bien el relativismo teórico acepta que es posible tener un número infinita-

mente grande de distintos sistemas de representaciones para presentar y representar los hechos

en la realidad social, no supone la libertad conceptual, dado que toda teoría supone de entrada un

sistema conceptual y un principio constructivo dentro del cual opera su propia lógica explicativa y

de formalización del mundo fenoménico que pretende explicar. En consecuencia, el relativismo

conceptual implica la ruptura del sistema conceptual o de los principios constructivos dentro de

los cuales opera toda formulación explicativa, dado que todo concepto cobra sentido dentro de un

marco teórico concreto, por lo que su separación de dicho marco tiene como efecto inmediato la

pérdida de su carga significativa (Vidales, 2009).

Por lo tanto, el presente trabajo, el cual es parte de una investigación más extensa, es una pro-

puesta que toma como base la semiótica peirceana para estudiar la emergencia y transformación

del relativismo teórico en los estudios de la comunicación al explorar las posibilidades analíticas

que tiene la construcción del signo en Peirce y específicamente el Objeto Dinámico para la com-

prensión de las distintas formas en que históricamente ha sido representado y conceptualizado la

comunicación. Se trata entonces de una forma de hacer visible la semiosis histórica de los siste-

mas conceptuales referidos a la comunicación. El trabajo es entonces un análisis teórico y episte-

mológico sobre los sistemas conceptuales referidos a la comunicación desde la semiótica peir-

ceana, lo cual permite observar la continuidad y la emergencia de configuraciones ontológicas

sobre la comunicación desde sus inicios como campo especializado hasta la actualidad. Por lo

tanto, desde el punto de vista que aquí se sostiene, el problema del relativismo teórico es una

problemática que responde a un interés mucho más general por observar el proceso mismo de

construcción, aplicación y circulación teórica en los estudios de la comunicación, procesos en los

que emergen nuevos elementos que suponen la delimitación y configuración simultánea de un

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objeto particular.

De esta manera, el trabajo que aquí se presenta se encuentra organizado en cuatro secciones

que suponen la explicación del relativismo teórico, el acercamiento teórico necesario para su es-

tudio y una primera prueba empírica preliminar. Así, en la primera sección se presenta una carac-

terización general del relativismo teórico y la forma en que éste se expresa de manera particular

en los estudios de la comunicación. Por su parte, en la segunda sección se aborda el relativismo

teórico desde el punto de vista semiótico en la forma de niveles discursivos de semiosis científica,

un movimiento que permite establecer niveles epistemológicos diferenciados de análisis. Una vez

caracterizado el relativismo teórico, en la tercera sección se presenta el marco semiótico y los

conceptos centrales que se encuentran en la base del estudio que aquí se presenta. Finalmente,

en la cuarta sección se presenta un análisis preliminar de un caso de estudio que permite elaborar

algunas hipótesis preliminares sobre la naturaleza del relativismo teórico en los estudios de la

comunicación.

1. Los marcos explicativos y los esquemas conceptuales como bases del relativismo teórico

y su expresión en los estudios de la comunicación

En su propuesta argumentativa para defender la postura del realismo externo en oposición al

constructivismo, John Searle (1997) presenta una primera conceptualización del argumento de lo

que considera la relatividad conceptual. Si bien Searle está interesado en defender al realismo

externo, un punto de vista que no será desarrollado ni se comparte en esta investigación, su ar-

gumentación resulta central para comprender un primer elemento de lo que aquí se considera el

relativismo teórico. De acuerdo con Searle (1997), la idea de la relatividad conceptual es una idea

vieja la cual considera que cualquier sistema de clasificación e individuación de objetos, cualquier

conjunto de categorías para describir el mundo o cualquier sistema de representación y, en nues-

tro caso, cualquier sistema de significación, es convencional, y en esa medida, arbitrario. “El

mundo se divide según lo dividamos, y si alguna vez nos sentimos inclinados a pensar que la

manera en que actualmente lo dividimos es la manera correcta o, de alguno u otro modo, inevita-

ble de hacerlo, siempre podemos imaginar sistemas alternativos de clasificación” (Searle,

1997:169). De esto se desprende que de acuerdo con la relatividad conceptual, cualquier descrip-

ción verdadera se hace siempre en relación con algún sistema de conceptos que nosotros hemos

seleccionado más o menos arbitrariamente para describir el mundo. Se trata entonces de una

condición intrínseca a toda forma de nombrar no sólo los fenómenos de investigación, sino de

pensar en una aproximación posible a ellos. Sin embargo, el problema de esta posición, argumen-

ta Searle (1997), es que conduce a paradojas al permitir descripciones inconsistentes de una

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realidad que supuestamente existe de forma independiente. Así, en su defensa del realismo ex-

terno, Searle considera que “el hecho de que esquemas conceptuales alternativos permitan dife-

rentes descripciones de la misma realidad y de que no haya descripciones posibles fuera de los

esquemas conceptuales, no tiene ningún punto de contacto con la verdad del realismo” (Searle,

1997:173), puesto que el realismo externo permite un número infinito de descripciones verdade-

ras de la misma realidad en relación con diferentes esquemas conceptuales.

Si se ha presentado el marco epistemológico desde el cual está argumentando Searle la relativi-

dad conceptual, es porque resulta importante dejar en claro que su intención no es presentar una

caracterización explícita de su forma de operar, sino únicamente presentar las inconsistencias de

tal argumentación como una afrenta al realismo externo. Por lo tanto, hay un elemento que Sear-

le (1997) está dejando fuera y es que, sin importar cuál sea el esquema conceptual que se use

para observar la realidad, es ya de entrada, un esquema conceptual. Ahora bien, esta condición

que puede ser considerada un a priori teórico tiene la posibilidad de ser sintetizada en una forma

analítica particular que tendemos a llamar teoría. Por lo tanto, las teorías son un conjunto de for-

mas lógicas sintéticas particulares para observar el mundo desde un punto de vista particular que

parten de una comprensión explícita de cómo es que un esquema conceptual, sea cual sea su

naturaleza, pude ser sintetizado para ganar claridad en su forma de operar. No importa si el es-

quema conceptual ha sido motivado por una realidad externa o si por el contrario está construyen-

do una realidad particular como le preocupa a Searle (1997), sino, lo que resulta aquí relevante

es que exista un esquema conceptual y que éste pueda ser sintetizado en una formulación lógica.

Este paso es clave, porque una vez sintetizado el esquema conceptual ya se tiene una distancia

considerable con el fenómeno que lo ha detonado o construido en un primer momento, por lo que

se puede trabajar con él a un nivel epistemológico de reflexión.

El relativismo teórico consiste entonces en una confusión entre los esquemas conceptuales a

priori y los esquemas ya sintetizados, es decir, entre el sentido común y la reflexión teórica. El

punto es que cuando un esquema conceptual ha sido sintetizado, éste puede ser aplicado para la

observación de un fenómeno particular. Es a eso a lo que le llamamos teorías, pero lo que sucede

en los estudios de la comunicación es que se nombra la teoría o el esquema conceptual sintetiza-

do pero se sigue observando el mundo desde los esquemas a priori, lo que genera que las teorías

se conviertan en una coartada para generar un contexto con un vocabulario compartido, pero en

el cual los conceptos son completamente relativos a los esquemas a priori. Así, la comunicación

aparece como el gran contexto, pero los análisis tienden a presentar su propia postura frente a un

concepto relativizado y convertido en un contexto común. Por lo tanto, no es que se deba de bus-

car una síntesis conceptual o teórica que lo agrupe todo, sino, por el contrario, hacer explícito si

se trabaja desde un marco a priori o si por el contrario si se está trabajando con fórmulas sinteti-

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zadas previamente. El no hacer evidente esta situación tiene como resultado el relativismo teórico

en los estudios de la comunicación, pero es posible también identificar este fenómeno en otros

marcos disciplinares. Si se pone al campo de la comunicación al centro de esta argumentación es

porque ese es el caso de estudio que aquí interesa y sobre el que será desarrollado el análisis

particular.

Ahora bien, en esta primera reflexión hay un componente epistemológico referido a los esquemas

conceptuales, pero es posible desarrollar un segundo argumento basado no en las formas de

construcción sino en las formas de explicación, para lo cual resulta muy importante el trabajo que

Alan Garfinkel (1981) realizara a principios de los años ochenta sobre las formas de explicación y

la necesidad de repensar las preguntas en la teoría social. Desde su punto de vista, como teóricos

es necesario entender cómo las explicaciones se relacionan unas con otras y como consumidores

de explicaciones, los investigadores y teóricos que intentan trabajar con algún problema en parti-

cular, necesitan entender cómo las explicaciones contestan o fallan en contestar a las preguntas

que están siendo formuladas. Se trata entonces de preguntas y respuestas a problemáticas con-

cretas y no tanto de los esquemas conceptuales desde donde están siendo propuestas tanto las

preguntas como las posibles respuestas. Este es un segundo punto clave para la reflexión que

aquí se plantea, pues como afirma Garfinkel (1981), es posible observar cómo entre un conjunto

de explicaciones que se proponen para un problema, habrá un número distinto de relaciones cla-

ras y complicadas entre ellas, por lo tanto, una multiplicidad de explicaciones no quiere decir que

exista una contradicción interna entre ellas, sino que es posible que estén formuladas para con-

testar a preguntas distintas. De acuerdo con Garfinkel (1981), la variedad es posteriormente com-

plicada por el hecho de que no sólo hay diferentes explicaciones sino diferentes concepciones de

lo que una explicación es, de ahí que reconozca que quizá el desarrollo intelectual más importan-

te del siglo XXI haya sido el reconocimiento de que hay una gran variedad de marcos conceptua-

les, formas de entendimiento o puntos de vista cognitivos y que ninguno de ellos es una afirma-

ción absoluta y completa del mundo.

Pero al igual que con la argumentación de Searle (1997), la idea en Garfinkel (1981) no es sólo

que la existencia de una gran diversidad de explicaciones sea parte de la naturaleza misma de la

empresa científica, sino que, como ya se ha argumentado anteriormente, esas explicaciones

transforman necesariamente nuestras formas de explicar y experimentar el mundo una vez que se

ha reflexionado sobre el esquema conceptual. Para el autor, “una vez que hemos observado cómo

los conceptos le dan forma a nuestra percepción y a nuestro conocimiento, observamos también

como otras categorías u otros conceptos producirían formas radicalmente diferentes de explica-

ciones y conocimiento, por lo que es posible observar, como lo ha hecho la filosofía y la historia

de la ciencia, cómo la idea del desarrollo en el conocimiento no toma la forma de un descubrimien-

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to de hechos nuevos, sino tan sólo un cambio en la concepción en lo que es el fenómeno que

pretende ser explicado y qué es lo que cuenta como una explicación para dicho fenómeno (Gar-

finkel, 1981). Este problema en los estudios de la comunicación es sumamente relevante, pues se

podría afirmar que históricamente la comunicación ha sido una gran explicación e incluso una

forma de caracterizar al mundo social, por lo tanto, si la comunicación es la respuesta, ¿cuál es la

pregunta? La teoría, como una forma de explicación, implica nuevamente una transformación del

punto de vista de observación y no sólo un lugar común para nombrar las cosas, así, la diferencia

no es sobre los hechos, sino sobre los hechos que suponemos podemos explicar o lo que Gar-

finkel ha dado en llamar los marcos explicativos.

Podemos distinguir dos tipos de hechos. Los primeros conciernen a los cambios en la forma general

de la explicación, mientras los segundo conciernen a los cambios en el objeto de explicación. En el primer

caso podemos observar reclamos sobre una forma de explicación que debe de ser rechazada en favor de

otra, mientras que en la segunda hay cambios y dislocaciones en el propio fenómeno que está siendo expli-

cado o de aquello de lo que se supone podemos dar una explicación. Necesitamos un término para referirnos

a estos modos de explicación y objetos asociados, propongo llamarlos marcos explicativos. Un marco expli-

cativo es, por lo tanto, un modelo o paradigma de una forma de explicación y de un objeto a ser explicado

(Garfinkel, 1981:7).

Con lo anterior se abre la posibilidad de que los cambios más importantes que se den en los mar-

cos explicativos sean aquellos en donde cambia la naturaleza de las preguntas que están siendo

formuladas, dado que un cambio de marco explicativo implica necesariamente o se ve motivado

por, un cambio en la pregunta, así, de las posibilidades que existan para formular preguntas de-

penderá las posibilidades de que distintos marcos explicativos aparezcan, dado que la principal

diferencia entre las preguntas son sus diferencias a un nivel práctico dado que cada una de ellas

está orientada hacia diferentes propósitos. Así, el hecho de que una explicación sea mejor que

otra no depende en forma directa del objeto que está siendo explicado sino de su uso práctico, es

decir, la explicación implica siempre una dimensión pragmática. Por lo tanto, la teoría de la que

hablamos en esta investigación es precisamente aquella que funciona como un marco explicativo,

por lo que el relativismo teórico también implica un segundo fenómeno: el uso de una teoría cuya

pregunta no tiene ninguna relación con la pregunta que está siendo formulada en un estudio par-

ticular, lo que produce una dislocación entre dos objetos de referencia, aquel que explica la teoría

y aquel pretende explicar el investigador en otro contexto particular. El resultado es que la teoría

se convierte en un lugar de referencia terminológica y no en un marco explicativo. De hecho, para

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Garfinkel (1981), generalmente las teorías «hablan» como si estuvieran abordado un mismo fenó-

meno, pero es posible que en realidad estén abordando diferentes problemas o diferentes inter-

pretaciones, aspectos o lecturas de un mismo problema, puesto que cuando una teoría habla de

un problema, inevitablemente lo hace desde su representación. “El fenómeno es incorporado den-

tro de la teoría de una forma particular, estructurado por un conjunto limitado de presuposiciones

y presunciones sobre su naturaleza. Esto hace muy importante que reconozcamos estas presun-

ciones y descubramos cómo la teoría ha representado un objeto particular de explicación” (Gar-

finkel, 1981:12).

Este reconocimiento es una característica más del relativismo teórico que pone énfasis en la clase

de fenómenos que toda teoría observa, en la forma en que cada fenómeno es convertido en un

objeto de conocimiento y en las afirmación que sobre él se hagan dentro del propio marco de re-

ferencia. Posteriormente, se trata de reconocer las o la pregunta que motiva la observación de un

fenómeno particular y las consecuencias que tienen para la mirada un marco explicativo particu-

lar. No contemplar estos elementos conduce a distintos problemas: a) a la confusión del objeto de

conocimiento de la teoría con el objeto de conocimiento de una investigación particular, b) a la

confusión entre la pregunta del marco explicativo y la pregunta de una investigación en particular,

c) a la referencia de un marco explicativo pero no a sus supuestos lógicos o bien, d) a la disloca-

ción entre la explicación que se espera obtener y el marco explicativo seleccionado para generar

tal explicación. Todos estos casos dan muestra de que el relativismo teórico no tiene una única

forma, sino que tiene varias formas de expresión, muchas de las cuales es posible encontrar en

los procesos de investigación dentro de los estudios de la comunicación. Este es por ahora un lí-

mite explicativo dado que en eso consiste precisamente la investigación, en poder hacer visible

esta problemática a través del tiempo, en estudiar su génesis y transformación dentro de los es-

tudios de la comunicación.

Por lo tanto, con lo aquí expuesto es posible identificar cuál es la naturaleza del relativismo teóri-

co que se ha puesto al centro como objeto de observación y si bien no se pretende seguir el mar-

co filosófico crítico que propone Garfinkel, es posible reconocer que su propia problemática tiene

un fuerte eco en la propuesta que aquí se realiza. Así, como se verá más adelante, el marco ex-

plicativo ideal para estudiar esta problemática es precisamente el marco semiótico, un marco que

se plantea a sí mismo como una epistemología general capaz de observar cómo es que otros

marcos observan. Sin embargo, antes de pasar a la descripción del marco teórico es necesario

caracterizar al fenómeno del relativismo teórico desde un punto de vista semiótico que permita

una estudio más preciso de su naturaleza en los estudios de la comunicación. Sobre este punto

se desarrollan las siguientes líneas.

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2. El relativismo teórico en términos de niveles discursivos de semiosis científica

En un intento por organizar el proceso de construcción epistemológica en los estudios de la comu-

nicación en términos de “niveles discursivos de semiosis científica”, Klaus Bruhn Jensen (1995)1

planteaba un criterio de diferenciación entre el discurso de todos los días, el discurso analítico, el

discurso metodológico, el discurso teórico y el discurso epistemológico, mostrando la importancia

de reconocer los niveles de abstracción en la producción teórica. Lo importante de este primer

antecedente es que permite identificar niveles de abstracción que a su vez posibilitan diferenciar

lo empírico, teórico y epistemológico. Sin embargo, más allá del nivel de abstracción en los dis-

cursos, aquí lo que importa resaltar son los objetos sobre los que versan los discursos en relación

con sus propios niveles de abstracción, por lo tanto, es necesario hacer una distinción no sólo

entre los niveles, sino, sobre todo, entre los objetos a los que cada nivel hace referencia. Así,

emulando la propuesta que planteaba Jensen una década atrás, aquí lo que se propone es una

ruta de reflexión que parte del reconocimiento de tres niveles de abstracción desde donde se

puede organizar el mapa conceptual de la comunicación y de la cual es posible derivar una prime-

ra hipótesis sobre la emergencia del relativismo teórico en los estudios de la comunicación.

En un trabajo previo (Vidales, 2011a), se ha hecho notar que toda abstracción se encuentra nece-

sariamente vinculada a un problema, un objeto de observación o un objeto de conocimiento del

cual derivan: a) un primer nivel de abstracción, b) un nivel teórico y, c) un nivel epistemológico. En

lo que respecta al primer nivel de abstracción, éste supone nombrar el fenómeno o el problema

que está siendo observado pero no implica su formalización dentro de un sistema conceptual, lo

cual requiere necesariamente del paso de la primera abstracción al nivel teórico. En este segundo

nivel, el objeto de la reflexión ya se ha movido, dado que no implica la reflexión sobre el fenóme-

nos en sí, sino sobre la naturaleza de lo que el primer nivel de abstracción ha puesto en forma al

nombrar un fenómeno determinado2 . Es el paso de los fenómenos a los objetos de investigación

y los objetos propios de la ciencia, es decir, se trata de pasar del sentido común a los sistemas

conceptuales o los campos semánticos ya reconocidos. Sin embargo, si bien este segundo nivel

1 Para una visualización esquemática de la propuesta de Klaus Bruhn Jensen véase su trabajo, The social semiotics of mass communication (Jensen, 1995). 2 Como lo menciona Jesús Galindo (2009), “mucho de lo que se desea nombrar ya está localizado en un campo semántico que le da sentido; se trata de averiguar sobre esos campos semánticos y definir los huecos de informa-ción existentes, las relaciones no establecidas, las partes no nombradas, los antecedentes y los consecuentes no explicitados, los marcos de contextualización no presentes” (p. 152).

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tiene una cualidad conceptual, depende por completo de la dimensión empírica que lo ha motiva-

do. Posteriormente lo que emerge es un tercer nivel de observación, ya no sobre el fenómeno o

sobre su primera abstracción, sino sobre la teoría que pretende dar cuenta de él, es decir, el ob-

jeto de conocimiento es la teoría en sí, la cual ya tiene una distancia considerable con el fenóme-

no o problema que lo ha detonado en un primer momento. Se trata entonces del tercer nivel, el

nivel propiamente epistemológico.

De esta manera, cada nivel se asocia con una posibilidad organizativa. El nivel epistemológico

tiene que ver con las propuestas integrativas, con las propuestas de la comunicación como una

matriz teórica general o con la posibilidad de una ciencia de la comunicación, de una Comunico-

logía (Lanigan, 2008 y 1992; Galindo, 2008). Por su parte, el segundo nivel asociado a la teoría y,

en este caso, a las teorías de la comunicación, se vincula con la posibilidad de construir una co-

munidad argumentativa a su alrededor, pero no tiene que ver con la dimensión ontológica de la

comunicación ni con una ciencia integrativa, por lo tanto, es el lugar que ocupa la teoría de la

comunicación como campo (Craig, 1999). Por otro lado, el primer nivel de abstracción puede ser

considerado como una operación primaria en la práctica misma de investigación, es el lugar que

Robert T. Craig (2008a y 2006) le da a la comunicación como disciplina práctica. Por fines expo-

sitivos, lo anterior se sintetiza en la siguiente figura.

Figura 1. Niveles de abstracción y reflexión teórica. El esquema anterior muestra la organización de cada uno de los niveles, el objeto de referencia y el nivel de organización de conocimiento sobre la comunicación que le corresponde (Fuente: Vidales 2011a:39).

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Como ya ha sido argumentado en un trabajo previo (Vidales, 2011a), además de permitir identifi-

car el lugar que a cada nivel de abstracción le corresponde, la propuesta esquemática permite

plantear algunas alternativas. Como se puede observar, el diálogo entre cada uno de los niveles

es sumamente estrecho. Por ejemplo, el grado de proximidad entre el nivel epistemológico y teó-

rico permite una relación dialógica más estrecha, sin embargo, es posible imaginar la dificultad

que representa establecer un diálogo entre el nivel epistemológico y el primer nivel de abstracción

de todo objeto de conocimiento o fenómeno de estudio. Por lo tanto, la hipótesis que aquí se sos-

tiene en base a lo anteriormente mostrado, es que el relativismo teórico es un efecto que ha emer-

gido en los estudios de la comunicación producto de la confusión que se genera al considerar al

primer nivel de abstracción como una dimensión teórica a priori. El resultado es la imposibilidad

de reconocer sistemas conceptuales, principios teóricos o marcos epistemológicos en los trabajos

empíricos de investigación. Resulta entonces comprensible por qué las propuestas de una matriz

teórica general (Brier, 2008; Martín Serrano, 2007) o una Comunicología (Galindo, 2008; Lanigan,

2008) resultan irrelevantes para la práctica de investigación en los estudios de la comunicación e,

incluso, la propia reflexión de la teoría de la comunicación como un campo autónomo (Craig,

1999) pierde toda importancia académica. Ahora bien, ¿cómo estudiar esto desde un punto de

vista semiótico? Sobre este punto se desarrollan las siguientes líneas.

3. Un marco semiótico para la observación del relativismo teórico en los estudios de la co-

municación

Estudiar la génesis y transformación del relativismo teórico es una tarea que requiere un marco

teórico que pueda observar los tres niveles mencionados, su múltiples relaciones y, sobre todo, la

génesis y transformación en el tiempo de cada uno de ellos. Por lo tanto, se tomará como marco

teórico la semiótica de C. S. Peirce y la aplicación que hacen de él Charbel El-Hani, Clause Eme-

cha y Joao Queiroz el cual incluye un elemento sistémico a la semiótica peirceana. En este senti-

do, es importante mencionar que, desde lo que aquí se plantea, un Sistema Conceptual es un

principio operativo que puede ser visto como un hábito que genera una creencia, la cual solo pue-

de ser puesta en cuestión cuando emerge una duda. Estos tres conceptos son sobre los que

ahora llamaré la atención de la semiótica de Peirce. Según Peirce (1955), la creencia no hace que

actuemos de hecho sino que nos coloca en una condición en la que tenemos que comportarnos

de una manera determinada cuando la ocasión aparece, mientras que la duda no tiene en realidad

ese efecto sino que nos estimula para la investigación hasta que ella misma desaparece. Es decir,

una creencia es, primero, “algo de lo que somos conscientes; segundo, aplaca la irritación de la

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duda; y tercero, implica el establecimiento en nuestra naturaleza de una regla de acción, o en

corto, un hábito […] Sin embargo, dado que la creencia es una regla de acción cuya aplicación

implica duda y pensamiento posterior, al mismo tiempo que es un punto de llegada, es también un

nuevo de punto de partida del pensamiento […] La esencia de una creencia es el establecimiento

de un hábito” (Peirce, 1955:28-29). Lo anterior supone que es posible establecer una interrelación

entre la acción, el hábito, los signos y el pensamiento, dado que si pensamos en signos, entonces

los hábitos determinan las reglas de acción, pero no sólo en el accionar en el mundo, sino más

importante, en la propia forma de operar semióticamente, en la forma de producir conocimiento.

Por lo tanto, todo Sistema Conceptual (Sistema Semiótico) puede ser visto como el principio or-

ganizativo de un hábito, así, observar la evolución en el tiempo de los hábitos permite a su vez

observar la semiosis histórica de los sistemas conceptuales.

La interrelación entre el hábito, la creencia, la acción y los signos formulan un primer argumento

sobre lo que su mutuo operar implica para la hipótesis sobre construcción de conocimiento que de

ella se puede derivar. Los signos no operan de forma aislada, sino que su accionar se encuentra

supeditado a leyes y normas de acción, las cuales devienen del proceso mismo del establecimien-

to de hábitos y creencias. Por lo tanto, todo sistema semiótico supone un principio de estabilidad

determinado por las creencias y hábitos de acción que implican la distinción del Sistema Semióti-

co de su entorno. Estas reglas son entonces un primer paso para comprender cómo es que se

relaciona la semiótica con los procesos de producción de conocimiento, dado que son las reglas

las que determinan el accionar de los signos (la semiosis) y, dado que pensamos en signos, en-

tonces también determinan de alguna manera nuestras propias formas de construcción de cono-

cimiento, es decir, si pensamos en signos, entonces los hábitos determinan el cómo de ese accio-

nar sígnico: la semiosis misma. Ahora bien, plantear una forma de observar a la semiosis histórica

a través de los hábitos, las creencias y la duda es una primera estrategia para poder observar

procesos semióticos en el tiempo, pero también es una estrategia teórica que hace emerger un

par de preguntas importantes: ¿qué opero el cambio o puso en duda las creencia y los hábitos?

¿Cuál fue el papel de cada sistema propuesto en el cambio, la emergencia o la transformación de

todo hábito reconocido? Las preguntas anteriores sitúan en el centro de observación la necesidad

de ser mucho más preciso para reconocer los cambios y las transformaciones de los Sistemas

Conceptuales, para lo cual la recuperación de la noción de signo es clave.

Para Peirce (1955), un signo o Representamen (R) es algo que está para alguien, por algo, en

algún aspecto o capacidad, lo cual crea en la mente de esa persona un signo equivalente o quizá,

un signo más desarrollado. A ese signo más desarrollado es a lo que Peirce denomina el Interpre-

tante (I) del primer signo y, como ya se ha hecho notar, el signo siempre está en lugar de otra

cosa, su Objeto (O). Un signo supone entonces una relación triádica entre un Representamen (R),

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un Objeto (O) y un Interpretante (I) que implica por lo menos tres condiciones básicas: a) que algo

tiene alguna cualidad, b) que algo está en relación con algún existente y, c) que algo debe ser

comprendido o incluso traducido por algo. Esta primera conceptualización del signo permite supo-

ner que todo Sistema Conceptual puede ser reconocido como un operar sígnico. En este punto me

interesa recupera la propuesta sobre los genes, la información y la semiosis de Charbel Niño El-

Hani, João Queiroz y Claus Emmeche (2009), puesto que relacionan de manera directa la semio-

sis, la información y el significado, las bases constructivas de la emergencia del conocimiento o la

semiosis misma.

Por principio, Peirce definió la información de manera ordinaria como la conexión entre la forma y

la materia y, lógicamente, como el producto de la extensión e intersección de un concepto. La

clave está entonces en entender a la información como la comunicación de una forma del Objeto

(O) al Interpretante (I) a través del Signo (S), lo que implica la comunicación de un hábito encar-

nado en el Objeto hacia el Interpretante que limita (en general) al Interpretante como Signo o, en

el caso de los sistemas biológicos, el comportamiento del intérprete. En otros términos, el efecto

que todo signo puede generar en un intérprete resulta de la comunicación de la forma del Objeto

(una regularidad) a través de la mediación del Signo hacia el Interpretante. De hecho, el mismo

Peirce ya había considerado a los signos como medios y como elementos para comunicar ideas

(EP 2:380-392), sin embargo, la noción misma de la comunicación de un forma supone un enten-

dimiento específico de lo que una forma es, dado que la forma es un predicado que está pragmá-

ticamente formulado como una “proposición condicional” que afirma que ciertas cosas pueden

pasar bajo determinadas circunstancias. No es una “cosa” sino algo que está inserto en el objeto

como un hábito, una “regla de acción”, una “disposición” un “potencial real” o simplemente, la

“permanencia de alguna relación” (El-Hani, Quieroz y Emmeche, 2009), lo cual permite suponer

que la forma es en realidad la materialización de un hábito. En palabras de los autores,

[…] es particularmente importante hacer notar que la forma comunicada del Objeto al Interpretante

a través del Signo no es una cosa, la figura particular de una cosa o algo parecido, sino una regularidad, un

hábito que permite a un determinado sistema interpretar esa forma como indicativa de una clase particular

de entidades, procesos, fenómenos y, por lo tanto, responder de manera legal, similar y regularmente a ella.

De otra manera, el sistema no sería realmente capaz de interpretar el Objeto de acuerdo a sus efectos sobre

el Interpretante mediado por el Signo […] Peirce define un signo, según lo expresado, como “el Medio para

la comunicación de una Forma” y como algo que se encuentra “en una relación triádica con el Objeto por el

que es determinado y con su Interpretante al que él mismo determina”. Si consideramos ambas definiciones

del signo, podemos decir entonces, que la semiosis es un procesos triádico de la comunicación de una forma

del Objeto al Interpretante por la mediación del Signo (El-Hani, Quieroz y Emmeche, 2009:93).

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Lo anterior permite suponer que toda formulación o emergencia de nuevos Signos, estará condi-

cionada de alguna manera por las formas que están siendo comunicadas. De igual manera, es

posible suponer que al observar la formación de hábitos, de “principios regulares de acción”, de

“reglas de acción” o de la “permanencia de relaciones”, se estaría observando implícitamente un

Sistema Conceptual, dado que éste supone precisamente “principios regulares de acción”. Esto

lleva entonces a suponer que todo Sistema Conceptual puede ser estudiado como la concatena-

ción de triadas sígnicias en el tiempo y en el espacio. De acuerdo a esto, el Representamen se

refiere a las formas de representación de los conceptos, el Objeto al marco teórico de referencia

y el Interpretante a la noción desarrollada de todo principio teórico. Este punto es de suma impor-

tancia porque Peirce suponía que todo Interpretante de podía convertir el Representamen de otro

signo y así ad infinitum, lo cual abre un mundo de posibilidades, porque entonces un Interpretante

no sólo se puede convertir en el Representamen de otro signo, sino de otro Objeto o del mismo

Objeto pero un tiempo diferenciado, o bien, en una nueva triada. Recupero a continuación la figu-

ra que plantean El-Hani, Quieroz y Emmeche, 2009 al respecto.

Figura 3. El signo en el tiempo. El esquema anterior muestra que un signo proviene un proceso de semiosis anterior pero también posibilita un proceso de semiosis posterior en el que un signo se convierte en un representamen de otro objeto, de un mismo objeto o de una nueva triada. Es de llamar la atención que toda triada es la estabilización de un proceso continuo de semiosis. Fuente: El-Hani, Quieroz y Emmeche, 2009.

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La dinámica del signo y la semiosis permite plantear qué es lo que cambia en la evolución de la

semiosis, ya sea el Objeto, el Interpretante o el Representamen, lo que permitiría a su vez identi-

ficar en el tiempo qué es lo que cambia y se transforma de un Sistema Conceptual. Con esto se

estaría en la posibilidad de responder a la preguntar y plantear explícitamente como emerge y se

transforma el relativismo teórico-conceptual en los estudios de la comunicación.

4. La semiosis histórica de los sistemas conceptuales: un análisis preliminar

Tomando como base lo argumentado anteriormente, es posible delinear la forma en que el estudio

está siendo llevado a cabo, lo cual corresponde a tres fases que se describen a continuación.

1. Primera fase: la semiosis histórica y la emergencia de Sistemas Conceptuales. Una primera

fase implica el reconocimiento de los principales Sistemas Conceptuales a través de la recons-

trucción que se hace de su historia, lo que puede ser considerado como las rutas genealógicas de

cada sistema. Este primera fase permite construir mapas de los Sistemas Conceptuales lo sufi-

cientemente amplios como para usarlos de base para el estudio de realidades particulares.

2. Segunda fase: la naturaleza de los Sistemas Conceptuales. Una vez reconocidos los Sistemas

Conceptuales más importantes es posible detenerse en su naturaleza constructiva, en la forma en

que cada sistema conceptualiza a la comunicación ontológica y epistemológicamente. En este

punto se trata de atribuirle un “sentido” particular a la comunicación a través de cada uno de los

sistemas conceptuales reconocidos.

3. Tercera fase: Uso, construcción y desarticulación de los Sistemas Conceptuales. Al centro de la

investigación se encuentra la reflexión por la naturaleza de la emergencia y transformación del

relativismo teórico, el cual ha sido considerado como un resultado de la confusión de un primer

nivel de abstracción con un nivel teórico a priori, por lo que en este nivel se pretende poner en

perspectiva estudios concretos en función de los mapas reconocidos en el primer nivel y en los

marcos conceptuales identificados en el segundo.

Es importante mencionar que en el presente trabajo sólo se mostrara lo relativo a la primera fase,

dado que la segunda y tercera fase aún se encuentran en desarrollo. Por lo tanto, la primera fase

pretende generar mapas genealógicos sobre las formalizaciones conceptuales que de la comuni-

cación se han propuesto en el tiempo. Así, el punto central es lograr reconocer en qué punto se

cruzan cada uno de los sistemas, lo que explicaría cuál de ellos está siendo más importante para

la construcción conceptual en un tiempo determinado. Lo anterior se hace estableciendo la triada

constructiva de cada Sistema y su evolución en el tiempo. Para esta idea se retoma la esquema-

tización que hacen de la semiosis peirceana El-Hani, Quieroz y Emmeche (2009), sobre todo

porque la semiótica y la sistémica se integran ya en esta visión sistémica de la semiosis. Así, los

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autores muestran es posible identificar una triada original, o lo que aquí he denominado un Siste-

ma Conceptual a nivel micro semiótico para después identificar cómo es que evoluciona y se re-

laciona con otras triadas al nivel focal. Por lo tanto, es posible identificar cuál es su lugar en el

tiempo y su relación con otras múltiples triadas. Resulta entonces necesario clarificar que lo que

aquí será nombrado como Sistema Histórico hace referencia a todos aquellos trabajos que tienen

como principal objetivo la recuperación de la historia de los estudios de la comunicación en lo que

a las teorías, los contextos y la formulación ontológica de la comunicación se refiere, es decir, no

son propuestas teóricas ni la aplicación concreta de una teoría a una materialidad o fenómeno

particular, sino que tienen como meta principal la formulación de una narratividad reconstructiva.

Este es un punto clave para reconocer el papel de la historia y los contextos en la emergencia del

relativismo teórico y conceptual en los estudios de la comunicación, dado que se presenta como

una forma de sistematizar las propuestas que sobre la comunicación se han hecho.

Figura 3. De los niveles micro semióticos a los niveles macro semiótico. Lo que el esquema muestra es cómo es posible pasar de las triadas particulares a la concatenación de ellas en lo que aquí ha sido nombrado la semiosis histórica. El nivel focal será clave para el estudio que aquí se realiza. Fuente: Queiroz y El-Hani, 1997.

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Ahora bien, el movimiento siguiente es el establecimiento de criterios específicos para la selec-

ción de los observables, movimiento que implica una clarificación. Dado que el contexto donde

esta discusión ha nacido y donde se ha desarrollado con mayor claridad es el contexto norteame-

ricano, la presente investigación tomará como base este contexto para la elección del corpus de

análisis tomando como periodo de inicio los años cincuenta con la discusión entre Bernard Berel-

son y Wilbur Schramm hasta el año 2008 con la publicación de la International Encyclopedia of

Communication coordinada por Wolfang Donsbach donde incluso se resume gran parte de este

trayecto. Así, en el caso de los trabajos a ser considerados como parte de los Sistemas Históricos

se enumeran los siguientes:

1. BERGER, Charles, Michael Rolof y David Roskos-Ewoldsen (2010). Handbook of Commu-

nication Science. Second Edition. Los Angeles, London, New Delhi, Singapore, Washingtong: Sage Publica-

tions.

2. BERGER, Charles R. y Steven H. Chaffee (1989). Handbook of Communication Science.

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7. PETERS, John Durham (1999). Speaking into the air. A history of the idea of communica-

tion. Chicago & London: The University of Chicago Press.

8. SCHRAMM, Wilbur (1963). The science of human communication. New York: Basics Books,

INC.

La lista anterior se encuentra basada en los siguientes criterios: a) las obras seleccionadas no

presentan propuestas teórica propiamente, sino que toman una postura histórica frente a la cons-

trucción teórica en los estudios de la comunicación, b) no son compilaciones, Readers o manua-

les, sino textos académicos que desarrollan «reconstructivamente» la noción de comunicación

vinculada a sus contextos teóricos y sociales de producción, c) han sido producidas dentro de la

temporalidad indicada, d) pertenecen al campo norteamericano de la comunicación y d) presentan

“mapas” del pensamiento comunicacional y no sólo esquemas de relaciones conceptuales vincu-

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ladas a los modelos teóricos de la comunicación. Por otro lado, si bien los casos a ser estudiados

para los Sistemas Conceptuales todavía requieren mayor reflexión, es posible presentar un primer

ejemplo de la aplicación metodológica para el análisis correspondiente al Sistema Histórico. Por

lo tanto, tomaré como base el texto de John Durham Peters (1999) para efectos de visualización

de la aplicación semiótica.

El ejercicio parte entonces de una síntesis del texto donde se pone a la comunicación como el eje

central de la reflexión y como el Objeto del cual se presentan varias representaciones posibles a

lo largo del tiempo. Esto permite entonces observar la semiosis histórica y hacer visible el esque-

ma que se recupera con anterioridad en la formulación. Se trata entonces de observar cómo ope-

ran los diferentes Interpretantes (I) de un Objeto (O) concreto que en este caso es la comunica-

ción, de esta manera se hace explícito el operar del modelo teórico que aquí se presenta al

tiempo que se hace explícito un metanivel de organización de la comunicación que no implica una

dimensión ontológica de la comunicación, sino una metadimensión de organización de las múlti-

ples acepciones que el concepto comunicación ha tenido en el tiempo. Sin embargo, antes de

presentar el caso particular se presenta la lógica que seguirá dado que la semiosis histórica de la

comunicación es entendida como una secuencia en la cual se muestran distintos aspectos del

“Objeto Comunicación”. En términos semióticos es posible argumentar que del Objeto Dinámico

han sido representados distintos Objetos Inmediatos. Esto puede ser representado esquemática-

mente de la siguiente manera.

Figura 4. La comunicación como Objeto Dinámico. La figura anterior muestra cómo es posible plantear a la comunica-ción como el objeto y como el representamen, dejando como pregunta la noción de comunicación que se formula (interpretante). En este punto Peirce es muy claro al señalar la diferencia entre un Objeto Inmediato y un Objeto Dinámico. Para Peirce, nosotros debemos distinguir entre el Objeto Inmediato (el Objeto como es representado en el signo) del Objeto Dinámico, el cual, dada la naturaleza de las cosas, el signo no puede representar, sino que sólo puede indicar y dejar que el intérprete lo encuentre colateralmente por la experiencia (EP 2:498). “Ahora bien, en la construc-ción del signo planteada por Peirce, un objeto dinámico –objeto o situación percibidos en toda su complejidad– se pone en relación con un Representamen –lo que lo representa–, de acuerdo con alguna correspondencia que es el fundamen-to; pero este fundamento no pone en evidencia todo el Objeto Dinámico, sino que selecciona alguna parte de él que considere pertinente, es decir, el Objeto Inmediato” (Vidales, 2010:98). Fuente: elaboración propia.

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Lo que la figura anterior indica es que la comunicación es al mismo tiempo el Objeto de referencia

y un Representamen, es decir, una forma de ser representado ese Objeto, lo que lo hace un caso

especial dado que tanto el objeto como el Representamen son, de hecho, la misma palabra. Sin

embargo, lo importante aquí es el Interpretante o los Interpretantes que se generan de esta se-

cuencia, ahí radica la importancia del modelo. Con esto en mente es posible pasar al caso de

estudio, el cual consiste en dos pasos: a) una síntesis del texto seleccionado y, b) las esquemati-

zaciones correspondientes. Ambos pasos se muestran a continuación.

Caso de estudio 1

Ficha técnica: PETERS, John Durham (1999). Speaking into the air. A history of the idea of com-

munication. Chicago & London: The University of Chicago Press.

Síntesis de las ideas centrales del texto: El recorrido que plantea el autor tiene como objetivo

mostrar los problemas de la construcción teórica del concepto de comunicación cuya expansión y

consolidación parece reafirmarse a finales de los años cuarenta con la aparición de la teoría de la

información planteada por Claude Shannon. Sin embargo, dado que el recorrido es una visión

constructiva de la historia, ésta es contada a través de cinco momentos (que podrían ser episté-

micos) en los que el concepto de comunicación aparece como principio constructor en las cien-

cias. Por lo tanto, un primer acercamiento nos lleva al periodo comprendido entre 1842-1910 (vida

de William James) en donde la comunicación se convirtió en un concepto fundado epistémicamen-

te en el solipsismo y telepatía. Posteriormente, las tecnologías como el telégrafo y la radio resig-

infican el antiguo término de comunicación, una vez usado para cualquier clase de trasferencia o

transmisión física, en una nueva forma de conexión cuasi-física a través de obstáculos de tiempo

y espacio. La comunicación cara a cara se transforma al posibilitarse la comunicación a distancia,

lo que convierte al problema de las relaciones interpersonales en problemas de una apropiada

sintonía y de reducción de ruidos, así, lo interesante de este fenómeno es que posibilite el enten-

dimiento de la comunicación como concepto, más allá de sus problemas y de que el fenómeno

comunicativo cara a cara se vea suplido por las relaciones mediadas.

Por otro lado, más que las múltiples acepciones que el término «comunicación ha tenido» lo que

al autor le interesa es aquella que la entiende y la construye a través de lo que se ha dado por

llamar “Teoría de la Comunicación” la cual, desde su perspectiva, emerge en los años cuarenta

pero tiene como punto crucial la Primera y Segunda Guerra Mundial. Es en este contexto de las

guerras en el que la comunicación –un concepto que lo mismo estaba en filosofía, en ciencias fí-

sicas, sociales y hasta en literatura– comienza tomar forma a través de fenómenos como la indus-

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trialización, la urbanización, el desarrollo racional de la sociedad, la investigación psicológica y los

modernos instrumentos de comunicación, es decir, eventos y fenómenos que proveyeron las con-

diciones sin precedentes para la generación de un consenso a través de la población dispersa. La

experiencia de la Primera Guerra Mundial había mostrado que los símbolos no son sólo figuras

que cumplen con un rol estético sino que son el principal motor de los movimientos sociales, así,

el poder de los mass-media radicaba principalmente en el hecho de la posibilidad de la transmi-

sión de éstos, lo que llevo a científicos sociales como Walter Lippman o a líderes intelectuales de

partidos como Georg Lukács, a concebir a la comunicación como la posibilidad de reunir a una

población dispersa (ya sea para bien o para mal), al tiempo de tener la capacidad de generar o

quebrantar el orden político. Esta visión tenía dos ejes centrales, lo político y lo mediático. Una

segunda visión, de la mano de Ogden y Richards, pugnaba más por una reformulación del lengua-

je que se había convertido en una fuente de confusión conceptual. Muchas palabras con múltiples

significados y una población poco educada para su uso convertían al lenguaje en un problema que

habría de resolverse a partir de las condiciones, los peligros y las dificultades de la comunicación,

así, se estaría entendiendo a ésta en su acepción más general: educación, es decir, su propuesta

llevaba el nombre de una teoría del simbolismo. Esta visión pretendía resolver problemas genera-

les y particulares, aquellos que se mueven a nivel social (macro) y a nivel personal (micro), pero

es este segundo nivel el que presenta peculiaridades interesantes.

Todas estas visiones, junto con las de la literatura (como las de Kafka), muestran una hilo conduc-

tor, una preocupación conjunta que se puede expresar como la búsqueda de una comunicación

perfecta, ya sea por telepatía, por conexiones semánticas idénticas o por cualquier medio que no

dejara lugar a la duda, a la sospecha. Sin embargo, también en los años veinte dentro de la con-

cepción de la teoría de la comunicación aparecen dos autores más, Martin Heidegger y John

Dewey. Para el primero, la noción de comunicación no tenía relación con la semántica (intercam-

bio de significados), con la pragmática (acciones coordinadas) o con las visiones mentalistas

(solipsismo/telepatía), sino con la apertura al mundo, es decir, para él la comunicación nunca es

otra cosa que la transportación de experiencias, como las opiniones y los deseos, desde el interior

de un sujeto hacia el interior de otro, ser con otros en fundamental para nuestra existencia, es

decir, ser humano es ser lingüístico y social. Por su parte la concepción de la comunicación para

John Dewey, desde una visión pragmatista, aparece en la experiencia del mundo a través de una

visión compartida de signos y prácticas, por lo que no puede ser reducida a la referencia de obje-

tos con existencia física en sí mismos, es decir, al igual que Heidegger, vio al lenguaje como la

condición previa para el pensamiento, por lo tanto, la comunicación quiere decir en realidad el

tomar parte en un mundo colectivo más no el compartir los secretos de la conciencia. Así, el sig-

nificado de algo no es una identidad privada sino que es el “tomar parte de una comunidad”, “un

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método de acción”, “una manera de usar las cosas como referencias a una consumación compar-

tida” o una “posible interacción”, comunicación en el sentido de Dewey es la participación en la

creación de un mundo colectivo, lo que implica finalmente el problema político de la democracia.

En suma, lo que Peteres quiere mostrar, como hemos apuntado al principio, son las cinco visiones

generadas sobre comunicación en los años veinte: la comunicación como el manejo de la opinión

de masas, la eliminación del problema [neblina (fog)] semántico, la visión de la telepatía y el so-

lipsismo, el discurso de la otredad y la orquestación de la acción. Así, aunque cada una puede ser

rastreada en doctrinas anteriores, la comunicación en cada una de ellas parece cumplir con una

función dentro de su propio cuerpo teórico de enunciación e inclusive, muchas de ellas pueden ser

rastreadas hasta la actualidad. Sin embargo, lo que se ha descrito hasta este momento son los

años veinte, años en los que existía una falta de rigor en la diferenciación entre comunicación

cara a cara y la comunicación de masas y no es sino hasta los años treinta que esta diferencia se

comienza a desarrollar a través de la tradición empírica de la investigación social del contenido,

las audiencias, los efectos de los nuevos medios de comunicación masiva como la radio y las in-

vestigaciones de Paul Lazarsfeld. Pero no es sino hasta finales de los años cuarenta –como se

indicaba en un inicio– con la aparición de la teoría matemática de la comunicación de Claude

Shannon publicada en 1948, que el espacio conceptual se reorganiza. La teoría hablaba de algo

que era familiar a lo que sucedía en la guerra, a las acciones de gobierno e inclusive a los fenó-

menos que sucedían en la vida diaria, y ese algo se sintetizó bajo el concepto de información, el

cual dejó de ser un simple concepto que hacía referencia a un simple dato para convertirse en el

principio de inteligibilidad del universo. Sin embargo, la noción de información se expandió rápi-

damente de las matemáticas a la biología, a la física, a las relaciones de pareja y a las políticas

internacionales, la información pasó de un momento a otro a ser un concepto central y constructor

de la comunicación en general y, por supuesto, el mundo académico no quedó exento de seme-

jante intromisión.

El punto fundamental de la transformación que generó en el mundo académico la aparición de la

información como concepto constructor, implicó repensar las tesis que hasta aquí se habían mos-

trado, todo, en términos del intercambio de información. En palabras de Peters, la “comunicación

fue un concepto capaz de unificar las ciencias naturales (el DNA como el gran código), las artes

liberales (el lenguaje como comunicación) y las ciencias sociales (la comunicación como el proce-

so social básico) (Peters, 1999:26). A esto habría que agregar el desarrollo posterior del proyecto

terapéutico devenido de esta nueva reconfiguración de la comunicación, ya sea desde el círculo

cibernético del que participó Gregory Bateson o la propuesta de Carl Rogers. Sin embargo, la

teoría de la información y su concepción de la comunicación como un agente de educación global

y de terapia, fue acompañada por un sentimiento de peligro. Producto de la segunda guerra mun-

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dial y de la visión de la comunicación como expandida a través de todo el aparato social, el miedo

de la manipulación de las masas apareció en varios textos y autores, sobre todo aquellos que

apuntaban a la televisión como uno de los principales actores y detentores de este peligro, es

decir, aparecía la posibilidad de que la comunicación tomara un camino equivocado. Finalmente,

en el contexto de la posguerra son dos los discursos dominantes: el técnico sobre la teoría de la

información y el terapéutico como cura y enfermedad. Ambos funcionarán entonces como nuevos

recuentos históricos y como fundamentos del mundo conceptual que estaba por venir, aquel del

que nosotros somos precisamente los herederos.

Según la síntesis presentada, John Durham Peters (1999) pone de manifiesto la evolución de una

concepción específica de la comunicación que transcurre de finales del siglo XIX a mediados del

siglo XX y que evoluciona de una consideración solipsista y telepática hasta una visión matemáti-

ca que pone al centro a la información. Por lo tanto, para pasar a la esquematización semiótica

del caso de estudio, es importante hacer explícito el criterio con el cual se decide qué incluir y qué

dejar fuera. Así, sólo se incluye en el esquema las visiones que proponen explícitamente una di-

mensión ontológica de la comunicación a partir de un sistema conceptual. Por lo tanto, lo anterior

puede ser sintetizado de la siguiente manera.

Los años veinte

Los años treinta y cuarenta

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Con los dos primeros esquemas mostrados es posible identificar cómo en los años veinte se man-

tiene un mismo Representamen para un gran cantidad de Interpretantes sobre la comunicación,

pero no es sino hasta finales de los años cuarenta que un interpretante basado en la Teoría de la

Información se convierte en un Representamen de una nueva triada. Este nuevo Representamen

ya no es la «Comunicación» sino que ahora es la «Teoría de la Comunicación» que genera su

propio Interpretante basado en la transmisión de mensajes. Este es un punto clave que permite

observar el cambio de la visión de la comunicación hacia la visión de la teoría de la comunicación

y su dinámica en el tiempo. Ahora bien, es posible identificar también en el texto cómo un tercer

elemento emerge paralelamente en el discurso de transición en este periodo el cual puede ser

visto como la emergencia de una nueva triada, ya no vinculado a la visión matemática, sino vincu-

lada específicamente a la visión terapéutica como se muestra a continuación.

Los tres esquemas muestran cómo es posible sintetizar una materialidad discursiva, un Sistema

Histórico dentro de relaciones triádicas según la propuesta de Peirce. Esta esquematización hace

entonces posible identificar cómo es que la noción de comunicación evoluciona en el tiempo y el

momento preciso en que nuevas triadas y Objetos referidos a la comunicación emergen. Si bien

este es sólo un primer ejercicio referido únicamente a un texto, es posible preveer el poder expli-

cativo cuando se complete el estudio de los ocho textos propuestos para el nivel de los Sistemas

Históricos. Así, la idea de Sistemas responde a la posibilidad de integrar cada una de las síntesis

esquemáticas dentro de un “gran esquema”. Ese gran esquema es la primera formulación del

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metamarco teórico de la comunicación. Por último, siguiendo con el caso de estudio aquí presen-

tado, los tres esquemas pueden integrarse en un mismo esquema a manera de síntesis como se

muestra a continuación.

En este punto es importante mencionar que, dado que el esquema está basado en un Sistema

Histórico (el texto de John Durham Peters) tan sólo es posible identificar la semiosis histórica en

términos de construcciones de Interpretantes, pero todavía no es posible decir nada al respecto

sobre lo que cada Interpretante refiere, lo cual corresponde explícitamente a los Sistemas Con-

ceptuales y su propia evolución en el tiempo, de ahí la necesidad de completar este primer análi-

sis con el de los Sistemas Conceptuales, con los cuales también será posible establecer los enla-

ces como han sido mostrados en este primer ejercicio. Sin embargo, al esquematizar un solo caso

de estudio, el esquema resultante muestra un punto de origen desde donde parte cada una de las

triadas, lo cual puede dar la falsa idea de que es posible identificar un mismo origen sobre la re-

flexión de la comunicación.

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Breve reflexión final

Los esquemas anteriores muestra una de las posibilidades que tiene todo Interpretante de trans-

formarse en el Representamen de una nueva triada, sin embargo, como también lo reconocen

Antônio Gomes, Ricardo Gudwin y João Queiroz (2009), no es totalmente claro cómo es que ocu-

rre el proceso de transformación cuando se trata de una materialidad de estudio concreta como

son los textos que aquí se proponen. Se trata entonces de plantear hipótesis sobre las operacio-

nes epistemológicas implícitas en dicho proceso que puedan funcionar como bases constructivas

para relacionar un proceso semiótico con un proceso de construcción de conocimiento. Por lo

tanto, un primer reto es explorar la viabilidad de la lectura peirceana que se está formulando en

este trabajo Por otro lado, un segundo reto implica la extensión del estudio a otros casos y, sobre

todo, la exploración de las otras dos fases mencionadas pero no desarrolladas así como de la

selección de los casos de estudio para las otras dos fases.

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Revista Académica de Comunicación y Ciencias Socialeswww.revistametacom.com

COMUNICOLOGÍA E INGENIERÍA EN COMUNICACIÓN SOCIAL DE LAS

NARRATIVAS AUDIOVISUALES. Apunte a propósito de los últimos diez años de investiga-

ción y de producción.

2011

Jesús Galindo Cá[email protected]

Segundo Encuentro Iberoamericano sobre Narrativas AudiovisualesRed Iberoamericana Narrativas Audiovisuales

Universidad IntercontinentalAuditorio Fray Bartolomé

Lunes 13 de septiembre de 2010

Año 0, Nº 1, Julio 2011 - Enero 2012. R.D. Nº 04-2011-071410385400 y ISSN: (En trámite)

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Nota Curricular.- Mexicano. Doctor en Ciencias Sociales. Autor de 25 libros y más de doscientos

cincuenta artículos publicados en trece países de América y Europa. Promotor cultural en diversos

proyectos desde 1972. Profesor en Argentina, Brasil, Colombia, Perú, España y México desde

1975. Miembro del Programa de Estudios sobre las Culturas Contemporáneas desde 1985. Miem-

bro del Sistema Nacional de Investigadores SNI-CONACYT desde 1987, SNI III. Coordinador del

Grupo de Acción en Cultura de Investigación (GACI) desde 1994. Promotor de la Red de estudios

en teoría de la comunicación (REDECOM) y del Grupo hacia una Comunicología posible (GU-

COM) desde el 2003. Miembro de la Red de estudios sobre Deporte, Cultura y Sociedad desde

2006. Promotor del Programa hacia una Ingeniería en Comunicación Social desde el 2009. Miem-

bro de la Red Iberoamericana de Gestores Culturales desde el 2010.

Palabras claves.- Narrativas Audiovisuales, Comunicología, Ingeniería en Comunicación

Social,

ResumenSe presenta un apunte de lectura de la situación sobre la investigación y la producción en narra-

tivas audiovisuales en los últimos diez años, en el contexto de una serie de trayectorias dentro del

mundo académico y el mundo profesional de la investigación y la producción sobre el asunto.

Después de una presentación general del marco en donde este movimiento se realiza, se propo-

nen algunos temas que han sido centrales o que pueden serlo. Y se termina con una selección de

algunos temas de una agenda básica para el desarrollo de un programa de trabajo sobre el tema.

En el texto se intenta una relación entre una lectura desde una perspectiva comunicológica y de

Ingeniería en Comunicación Social, y una visión de referencia general histórica desde el sentido

común y su crítica.

El espacio de la investigación y la producción en narrativas audiovisuales en el siglo veintiuno es

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muy amplio. Justo en estos diez años la progresión de la investigación, tanto académica como

profesional, ha tenido un crecimiento notable. El interés en el mercado del entretenimiento audio-

visual, por una parte, y el interés en lo que ese mercado ha traído consigo en nueva expresividad

y contenidos, por la otra. Son diversos los enfoques que han estado en juego tanto para investigar

como para producir. Aquí se presenta un ensayo general de exploración desde la perspectiva

conceptual de la Comunicología, y desde la perspectiva constructiva práctica de la Ingeniería en

Comunicación Social.

En las próximas páginas aparecerán elementos de configuración tanto de la investigación como

de la producción. En el primer contexto la Comunicología sería la cobertura general de las obser-

vaciones. En el segundo lo será la Ingeniería en Comunicación Social. La apuesta en un sentido

general es que ambas aparecen siempre relacionadas, aunque sea en una forma pre-sistémico

constructivista. En un mediano plazo será posible desarrollar una forma sistémico constructivista

completa y programática. Este último tema sería objeto de otro ensayo.

Keywords.- Audio-Visual Narratives, Communicology, Social Communication Engineering.

AbstractThe abstract presents the situation about investigation and production in audio-visual narratives

in the last ten years, in the context of a series of paths inside academic world and the professional

world of research and production on the matter. After an overview of the context in which this mo-

vement takes place, it proposes some core issues that have been or they could be.

And it ends with a selection of some topics of a basic agenda for the developing of a work program

about the subject.

The text attempts a relationship between a text from a communicological perspective and Social

Communication Engineering, and a general historical view of reference from common sense and

criticism.

The research space and production in audiovisual narratives in the twenty first century is extensi-

ve. In the last ten years the progress of research, both academically and professionally, has had

remarkable growth.

For this part, the interest in audiovisual entertainment market, and the interest in what the market

has resulted in new expression and content, on the other.

There are various approaches that have been in dangerous even more to research and the same

about the production.

Here is a dress rehearsal for exploration from the Communicology conceptual perspective and

constructive practical perspective of Engineering in Social Communication.

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In the following pages of configuration items appear the research and production.

In the first context Communicology would be the general coverage of the observations. At second

it will be the Social Communication Engineering. The bet in a general sense is that both are always

related, albeit in a pre-systemic constructivist.

In the medium term will be possible to develop a systematic constructivist form completely and

programmatic. This last item would be the subject of another essay.

I. Primeros elementos.

1. El siglo XXI y los nuevos medios. El siglo XX y los medios de difusión masiva previos.

El siglo XX se caracteriza por la aparición, emergencia y presencia de los medios de difusión ma-

siva, como el cine, la radio y la televisión. Dentro del tema de las narrativas audiovisuales este es

el centro de la configuración fenomenológica por observar, por describir, por analizar. Los grandes

medios de difusión aparecen y el espacio del relato en un sentido general obtiene una plataforma

única en la historia humana. Los formatos del pasado se continúan con los del presente, aparecen

variantes. Los contenidos del pasado se actualizan en el presente y aparecen nuevos contenidos.

Nunca hubo mayor producción, nunca hubo mayor divulgación, nunca hubo mayor cantidad de

lectores y consumidores.

El inicio del siglo XXI se puede caracterizar por la emergencia y desarrollo de los llamados nuevos

medios, con la Internet y el teléfono móvil al centro. El mundo de la información digital puede ser

considerado el gran fenómeno del nuevo siglo. Y con el vuelve a aparecer la figura de la continui-

dad y la ruptura. Mucho de lo anterior sólo es trasladado a un nuevo sustento material de registro,

o distribuido mediante los nuevos canales y plataformas. Pero también aparecen nuevos lengua-

jes, nuevos géneros, un nuevo nicho de producción narrativa audiovisual emergente y revolucio-

naria.

Por tanto tenemos ante nosotros un gradiente de fenómenos que pueden ubicarse en cuatro gran-

des apartados. Por una parte los medios y formatos expresivos previos a la modernidad, carac-

terizados sobre todo por la oralidad. Por otra parte los medios y formatos expresivos de la moder-

nidad, centrados sobre todo en la imprenta. En el tránsito de la modernidad a la postmodernidad

tenemos a los medios masivos como el cine y la televisión. Y por último en plena postmodernidad

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a los nuevos medios, donde la lógica de lo digital está al centro. Este es el panorama que toca

revisar en el espacio posible de la producción y la investigación sobre las narrativas audiovisuales

en la primera década del siglo veintiuno.

2. El mundo de la investigación.

En el mundo de la investigación tenemos en principio dos grandes submundos, el de la investiga-

ción académica y el de la investigación profesional. El mundo académico es el que tiene la prime-

ra referencia en un contexto académico de narrativas audiovisuales. Su configuración connota en

primer lugar al campo académico de la comunicación, y en un segundo término a las ciencias

sociales y a las humanidades literarias. Su perfil le debe mucho más a la genealogía de las huma-

nidades que a la de la ciencia. Su organización técnica analítica deviene sobre todo de la Lingüís-

tica y de la Semiótica. El marco de interpretación en este sentido se desarrolla en algo que pode-

mos connotar como figuras de la Filosofía, del ensayo, aproximaciones desde una ciencia escolar.

Quizás los tres elementos generales de su configuración sean el análisis textual en un contexto

analítico lingüístico-semiótico, el análisis de los efectos de mensajes dentro de la tradición de

análisis de los medios de difusión masiva, y el consumo cultural en un contexto de lectura desde

la Economía Política de la información y la comunicación. No tiene en general relación con la di-

mensión de la producción audiovisual.

El mundo profesional por su parte es el que cubre casi por completo el área objeto de investiga-

ción, la producción audiovisual. Dentro de la lógica económica y social de nuestra época la pro-

ducción en narrativas audiovisuales tiene una connotación de mercado, de industria cultural. Des-

de esta perspectiva el mundo profesional es el centro de ese tipo de producción, contemporánea

de una más artesanal y comercial, y de otra más cultural con pretensiones más marcadas de sólo

prestigio. Por otra parte este submundo se complementa con otro tipo de investigación vinculada

en forma directa con la producción por vía del mercado, los públicos, el análisis de audiencias y

consumidores. Aquí aparecen formas de la Ingeniería social y la mercadotecnia, con una clara

aproximación desde la ciencia aplicada. El enfoque tradicional aquí es sobre el público consumi-

dor, con una emergente investigación aplicada a todo tipo de enfoques en el proceso de configu-

ración del mensaje y en la distribución y las condiciones de recepción y consumo.

En este marco se puede apreciar una emergente complejización del mundo de la investigación. La

investigación profesional trae consigo muchas novedades, aprovecha parte de los desarrollos del

mundo académico, pero también desarrolla sus propias perspectivas y marcos analíticos. El mun-

do académico por otra parte parece un tanto fijo en el análisis literario y con pocos desarrollos

innovadores.

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3. Campos tradicionales en la investigación académica.

El mundo académico se ha enfrentado a las narrativas audiovisuales en una configuración mon-

tada en la Economía Política de la información y la comunicación. La vida de los textos es el cen-

tro de este enfoque. De esta manera se enfatiza la producción de esos textos, su distribución y su

consumo. La figura de la industria cultural es clave en esta conformación programática de la in-

vestigación.

La producción textual artesanal e industrial desde una visión académica y una visión profesional.

Aquí aparece un gradiente que va desde las formas de producción premoderna, artesanal, con

una gran connotación de la cultura oral, pasando por la producción protoindustrial e industrial de

la imprenta, hasta llegar a los grandes fenómenos de masas del cine y la televisión en un sentido

industrial. Los nuevos medios y sus expresiones narrativas se han montado en principio en los

formatos analíticos de los medios de difusión masiva.

La distribución comunitaria y la industrial de los discursos/mensajes audiovisuales. Aquí aparece

el corazón del mundo capitalista y de la industria cultural, lo que privilegia a los medios masivos

de difusión sobre cualquier otro anterior. Aquí se combinan los formatos materiales del sustento

expresivo con lo formatos electrónicos de distribución de mercancías simbólicas. Los nuevos me-

dios digitales y la Internet proponen otros parámetros que la investigación académica aún está

explorando y ensayando.

La recepción y el consumo de los discursos/mensajes audiovisuales. Y por último está la llegada

de los formatos expresivos narrativos a los públicos, a los lectores, a los receptores, a los clientes.

Este punto les interesa casi por igual a los académicos y a los profesionales, con muchas coinci-

dencias en sus marcos analíticos, aunque con diferencias en sus intenciones.

4. Comunicología e Ingeniería en Comunicación Social.

La Comunicología posible tiene su propio programa sobre el tema de las narrativas audiovisuales.

En primer lugar las ubica dentro de las dos dimensiones básicas de construcción de la vida social

desde un punto de vista de comunicación, la difusión y la interacción. Y por otra parte las concibe

dentro de los dos procesos elementales de configuración de la comunicación social, la domina-

ción y la colaboración.

La difusión/dominación de lo audiovisual. Los medios tradicionales y los medios de difusión de

masas. La comunicación social de la modernidad está construida dentro de la figura de la difusión,

un sistema de información se difunde en otros afectándolos en diversos niveles. Y al mismo tiem-

po se verifica el proceso de comunicación dominación, el sistema de información dominante pone

en su forma a los sistemas de información dominados. Las narrativas audiovisuales son un vehí-

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culo para estos dos procesos.

La interacción/colaboración de lo audiovisual. De la comunidad tradicional a la nueva comunidad

de la colaboración interactiva. El caso de la otra dimensión comunicológica y el otro proceso bá-

sico de la comunicación social es peculiar. En las formas comunitarias de la vida social existe in-

teracción y colaboración narrativa, aunque la forma básica sigue siendo la difusión dominación. El

mundo contemporáneo de la Internet y sus diversas plataformas trae consigo cambios en este

sentido, ahora si se observan con claridad fenómenos de comunicación interacción, y de interac-

ción colaboración entre los miembros de las comunidades virtuales, y en formatos de narrativa

audiovisual.

En este planteamiento es importante resaltar que lo narrativo audiovisual se entiende aquí en un

sentido amplio, si se entendiera en un sentido restringido, el que viene de las industrias culturales

de menor o mayor tamaño, la lectura sería otra, los procesos de colaboración son mínimos, y las

configuraciones de interacción están prescritas en buena parte por la fuente que las ofrece. Es

decir, los formatos constructivos de la industria cultural no son propios de la cultura de colabora-

ción entre individuos particulares, aunque existen figuras de colaboración emergentes también

con protagonistas de la industria cultural, o con instrumentos técnicos provenientes de la produc-

ción industrial.

5. Casos ejemplares.

Aquí la propuesta es presentar algunos casos ejemplares de los formatos narrativos audiovisua-

les tradicionales, con sus antecedentes y sus novedades actuales en el mundo de lo digital. Por

una parte lo que proviene de la premodernidad y la cultura oral en el formato de la literatura y la

pintura. Por otra parte lo propiamente audiovisual con el cine y la televisión. Y las figuras contem-

poráneas emergentes de los videojuegos y los formatos de convergencia digital en las redes so-

ciales en Internet.-

- Lo más tradicional.- La novela y el cuento literarios, la plástica.

- Los medios de difusión de masas. Las telenovelas y el cine, el cómic.

- Los medios de difusión de masas. La publicidad y el videoclip.

- Los nuevos medios. Los videojuegos y la convergencia de medios (Lost).

- Los nuevos medios. FaceBook y la convergencia de medios en la Internet (la nueva pan-

talla).

Quizás se pueda afirmar que las narrativas audiovisuales se establecen en los formatos tradicio-

nales de los medios de difusión, sobre todo en el cine y la televisión. Pero quizás es posible afir-

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mar que es la literatura y el teatro en su movimiento hacia el cine, lo que conforma el centro de

los estudios académicos en narrativas audiovisuales. Y por tanto todo lo demás está en la perife-

ria. Lo que impulsa en este inicio del siglo veintiuno a una reconsideración general de lo que se

entiende por narrativa, por narrativa audiovisual, y sus diversos formatos en catálogo y otros po-

sibles. El trabajo sobre el tema en este sentido está verde. Hay mucho que se ha hecho sobre lo

mismo, parte desde lo mismo hacia lo nuevo, y aparecen lagunas perceptivas para comprender lo

nuevo desde perspectivas nuevas. Así que por una parte es importante puntualizar lo que se hace

con toda claridad y precisión, y por otra parte armar una nueva plataforma sobre lo nuevo y desde

nuevos puntos de vista.

II. Algunos aspectos específicos a modo de temas selectos

1. Las figuras generales narrativas de la historia y del relato. El tiempo y el espacio.

Para empezar necesitamos puntualizar de dónde viene el concepto de narratividad, identificar su

genealogía, para ubicarnos con claridad en relación a ella. Es claro que el concepto viene de la

literatura y de la teoría y la crítica literaria del tránsito del siglo diecinueve al veinte. Es posible que

tengamos una figura conceptual centrada en la novela, y en un punto de vista que se estandariza

en el siglo veinte. Por tanto es pertinente revisar lo que estamos haciendo con estas formas codi-

ficadas en un nivel profundo y general con los nuevos registros expresivos de finales del siglo

veinte y principios del siglo veintiuno.

El concepto y el método de la narración son de esta forma los primeros elementos clave para el

trabajo de revisión en este momento de la reflexión. Importa el concepto, pero también el método.

Por una parte hay hábitos en la forma de percibir y criticar a las expresiones narrativas entendidas

desde ciertos parámetros, pero también sucede algo similar con la producción, aparece ante no-

sotros un espacio de creación que no tiene nombre, que no opera con un método claro, que no ha

desarrollado su propia crítica.

Un elemento central en todo este cuestionamiento es algo que podemos nombrar como Epistemo-

logía del tiempo. La figura del tiempo narrativo, del acontecer, y la figura de la historia, del tiempo

que sucede, están ligadas a una percepción, a una concepción del tiempo. Somos habitantes de

una cosmovisión que implica cierta organización del tiempo, cierta concepción de esa organiza-

ción del tiempo, cierta construcción del tiempo en términos discursivos y textuales. Las formas del

tiempo son un objeto necesario para un mejor desarrollo de la investigación sobre las narrativas

en general y las narrativas audiovisuales en particular.

2. La novela, el cine, la televisión. La narración en un sentido rítmico y lógico tradicionales.

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Todo parte de la tradición decimonónica de la novela y la plástica religiosa previa y posterior. Ante

ella aparece una nueva tradición, la del cine. Y en un corto tiempo aparece el gran proveedor de

narrativa audiovisual contemporánea, la televisión. Estas son las tres grandes configuraciones de

la narrativa. Sobre ellas se arman otras como la del videoclip, la del spot publicitario, la del cómic,

la de los videojuegos. Todas acuden a algo que tiene la forma general de un relato, pero el tiempo,

el ritmo constructivo, la velocidad de las imágenes, marca una diferencia. O en el caso del cómic

la composición hace la diferencia, además de otros elementos. Estamos en un boom de la narra-

ción audiovisual.

En todo ello hay un elemento común central, un narrador, y un elemento complementario, el lector.

Entre ambos una expresión formal de un relato. Pero el narrador lleva la mano. El caso del vide-

ojuego es el gran tránsito a una forma de interacción narrativa, que construye por el intercambio

de puntos de vista y de elementos de configuración. Pero aún el videojuego tiene un diseñador,

un constructor de las opciones y de las situaciones. La narración parte de un relator, ese es nues-

tro elemento genético de referencia tradicional general. La forma comunicológica de la forma so-

cial es la difusión, un emisor, muchos receptores.

3. El twitter, el facebook, el wiki. Un nuevo formato discursivo.

La figura comunicológica que aquí importa es la de muchos emisores, muchos receptores. Esto

sólo es posible con la aparición de la gran plataforma de la interacción contemporánea, la Inter-

net. Ella tiene un formato semejante al de la cultura oral, una arquitectura de posibilidades en el

lenguaje y en las situaciones, pero como en el caso de la cultura tradicional oral, no prescribe la

interacción misma, sólo la condiciona. La formación de un relato en la forma de la historia oral o

de la narración colectiva, aparece en Internet en sus nuevas arquitecturas y plataformas particu-

lares, como facebook y el wiki.

La interactividad semiótica pragmática de estos nuevos medios es distinta a la televisión y al cine.

Aquí no hay un dominio formal de un esquema constructivo que retoca hasta llegar a un texto fijo

y terminado, lo que aparece es la figura de la hipertextualidad, y por tanto de la hipernarratividad.

Muchos participan y construyen al texto, que en sentido estricto ya no es un texto en estado for-

mal, sino un proceso textual con participación de muchos. Muchos que son al mismo tiempo emi-

sores y receptores, que son en forma simultánea escritores y lectores, autores y público.

El hipertexto, la hipernarración, las hipermediaciones, son un nuevo espacio conceptual y reflexi-

vo, además del detonador de nuevos programas de investigación y análisis. No es lo mismo ana-

lizar un texto terminado bajo la forma de su temporalidad fija, que un texto que no termina, que

siempre se está construyendo. El escenario de la nueva narrativa está claro. Toca ajustarlo a la

figura estereotipada de la narrativa audiovisual. La convergencia tecnológica de face book es un

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buen reto para empezar a imaginar como se combinan imágenes y textos escritos en diversos

formatos, fuentes, y con distintas combinaciones posibles por un autor y la interacción entre diver-

sos autores.

4. Géneros y Públicos. Lo viejo y lo nuevo de nuestros conceptos.

Tenemos una tensión entre percepciones tradicionales antiguas, percepciones modernas, y per-

cepciones emergentes postmodernas. Como en el caso del concepto de narración o de relato, o

la forma en que se le percibe y se le analiza, o la forma en que se construye, se produce, también

hay un rostro clave para el interés en las narraciones en general y las narraciones audiovisuales

en particular, el tema de los géneros y de los públicos.

El asunto compete a un orden de política pública de cultura, de una operación práctica de gestión

o promoción cultural. ¿Qué géneros son los que se asocian más con cuáles públicos? Más allá de

la forma del texto, el discurso, el hipertexto, o el hiperdiscurso, lo que tenemos entre manos es un

asunto de mundo público. Hay formatos más populares, con mayor penetración en la población.

Eso marca una diferencia que siempre sorprende y no siempre está acorde con los intereses del

analista. Del otro lado tenemos los formatos y los públicos con mayor prestigio. Entre esté ámbito

y el anterior suele no haber grandes coincidencias. Este es todo un tema para el programa de

investigación emergente sobre las narrativas audiovisuales, en particular la tensión entre todo lo

nuevo y lo viejo y tradicional.

¿Géneros y Públicos? Tenemos necesidad de nuevos conceptos como el de hipertextualidad y el

de hipermediación, como el de hiperdiscurso, para enfrentar a los nuevos escenarios. Pero tam-

bién tenemos la tensión entre esto y lo anterior. La opción simple es separar, identificar los cam-

pos de estudio como distintos y distantes. La opción compleja es integrar y converger, con lo cual

hace falta una reinvención de la propia forma de ver las cosas, un umbral que es cosmológico con

ingredientes de aspectos cognitivos.

5. El mercado y la industria cultural.

Este es el gran tema detrás de toda la diversidad de propuestas sobre las nuevas y las viejas

narrativas. El mundo que nos toca vivir entre el final del siglo veinte y el principio del siglo veintiu-

no es un escenario ordenado en gran parte por la lógica del mercado, con el impulso de la magni-

fica, extensa y omnipresente industria cultural. La narrativa es hoy un objeto de compra-venta,

una mercancía. Esta configuración propone un reto especial a las lógicas culturales relativamente

independientes de la vida económica del pasado. Hoy el estudio de la narrativa, de la narrativa

audiovisual, se asocia al mundo del mercado y de las industrias culturales, o está fuera del mundo

contemporáneo.

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El escenario tiene nombre, es lo pre-industrial, lo industrial y lo postindustrial. La narrativa como

forma cultural tiene cierta referencia a lo pre-industrial, al mundo donde la religión, lo simbólico, y

en cierto sentido lo político tenían cierta centralidad. Pero su gran boom se debe a la imprenta y

a la lógica del mercado que la impulsa. Para cuando llega el cine y la televisión ya no hay duda

alguna, es la lógica del mercado lo que impulsa a las nuevas narrativas audiovisuales. El mundo

contemporáneo post-industrial inmerso en la emergencia de los nuevos medios, trae nuevas pre-

guntas sobre este escenario anterior, algo ha cambiado, algo ha continuado. Estamos ante los

límites de lo que había marcado la existencia y difusión de las narrativas. La economía tradicional,

la economía moderna y la wikieconomía, tienen tres lógicas distintas de operación. El investigador

actual de las narrativas audiovisuales necesita comprenden y atender analíticamente a estas di-

ferencias.

El tránsito posible entre la Sociedad de consumo aún vigente hacia una sociedad de interacción

simbólica por colaboración, es un escenario que a la Comunicología le interesa en particular. Es

el mundo de la comunicación todos-todos, con el antecedente de la forma muchos-muchos y la

forma pocos-muchos. La Ingeniería en Comunicación Social también está atenta a este movimien-

to, entre otros, los actores sociales contemporáneos están cambiando en sus intereses y sus

motivaciones. La nueva narratividad es al mismo tiempo un vehículo, un nuevo medio, y un nuevo

entorno. La interactividad por colaboración es un horizonte constructivo de una nueva sociedad

con nuevos formatos expresivos.

La pregunta por el mercado y por la industria cultural tiene su consecuente en la pregunta por las

formas de organización social y por las formas de organización simbólica y del sentido. Las narra-

tivas audiovisuales son parte importante de estos tipos de organización.

6. El tiempo subjetivo e intersubjetivo y la evolución posible de la configuración cognitiva.

El tema aquí es la relación entre situaciones y tiempos de percepción. El tema es muy amplio,

pero su premisa básica es que percibimos de diverso modo según nuestro tiempo subjetivo. El

mundo se ha complejizado en lo que corresponde a la configuración tiempo-espacial de todos los

estímulos que recibimos, y existen variantes en los aparatos cognitivos de percepción de esas

complejidades. Este es un asunto que debe interesar a los estudiosos de las narraciones audiovi-

suales. La narración es la expresión de un tiempo. Es posible que el videoclip y el spot publicitario

estén en mayor sincronía con la percepción emergente contemporánea del tiempo y su composi-

ción-organización perceptiva, que la novela, el cine y la televisión tradicionales. Lo que en narra-

tiva se nombra como montaje tiene hoy connotaciones de un orden superior de complejidad.

La propuesta constructivista propone que la vida perceptiva depende de la construcción de viejas

y nuevas estructuras de equilibración cognitiva. Ante ciertas necesidades de acción organizada

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por un mapa perceptivo las estructuras de equilibración cognitivas son de un tipo, ante otro pa-

quete necesidades de acción cambian, se modifican, se complejizan. La pregunta es si el mundo

cotidiano en su metabolismo social está creado nuevas estructuras cognitivas, y por otra parte la

pregunta es si los nuevos entornos audiovisuales son parte importante de esos cambios. El tema

es relevante para los estudiosos de las narrativas audiovisuales.

Sociogenética, Culturogenética y Comunicogenética de la acción y la interacción discursiva. Estos

son algunos de los nombres de las nuevas aproximaciones posibles a los entornos emergentes de

la configuración cognitiva del tiempo y del espacio. La pregunta central es cómo se generan estas

nuevas estructuras, y desde cuándo, cuánto tiempo tardan en formarse y estabilizarse. Y por su-

puesto la pregunta de en que proporción las nuevas y viejas narrativas audiovisuales están influ-

yendo en este cosmos emergente.

III. Apunte hacia un Modelo analítico posible1. La industria cultural.

La primera figura que aparece en una guía general posible para armar un modelo analítico de las

narrativas audiovisuales contemporáneas es la industria cultural. Está en el centro de la produc-

ción, de la distribución y del consumo cultural. Suena muy económico, lo es, una industria en

donde se han invertido fortunas inmensas, de donde se han obtenido ganancias extraordinarias.

Es indudable que el talento, la creatividad, los sentidos de la vida, están ligados en forma durade-

ra al negocio del mundo simbólico. Y no podría ser de otra manera, en la medida que la vida ur-

bana se ha extendido, y que el tiempo libre ha pasado a ser una configuración elemental de la vida

cotidiana, el entretenimiento en todo su gradientes, desde la diversión básica hasta la introspec-

ción más profunda, pasan por lo que la industria cultural propone y presenta.

La relación entre el tiempo de recepción y la vida contemporánea es un tema complementario. No

todo supone la vida económica de los símbolos y sus tiempos en el cosmos narrativo, la Psicolo-

gía, la Sociología, la Antropología, la Comunicología, también tienen una versión de los hechos.

Los individuos, los grupos, las colectividades, necesitan relatos, necesitan referentes de ubica-

ción temporal, coordenadas situacionales del mundo. Necesitamos nombres, rostros, frases per-

sonales, cadenas de acontecimientos particulares. El relato, la narración, nos representan, nos

vuelven a presentar, nos recuerdan que estamos vivos, que somos seres históricos y que reque-

rimos de cuentos, de mitos, de figuras de carne y hueso a las que les pasa la vida. Todo esto es

tomado en cuenta por la economía de la cultura, por la poderosa figura de la industria cultural.

Y por otra parte está el fenómeno histórico de la sociedad post-industria. Un fenómeno que con-

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nota modificaciones sustantivas en el orden de la oferta y la demanda. La fragmentación del mer-

cado, de los públicos, ha traído nuevos aires al mundo de la economía de los símbolos, de las

narraciones. Tenemos necesidades individuales como consumidores, y seguimos teniendo nece-

sidades colectivas como comunidades de sentido. El mercado es eje constructivo de la vida de las

formas narrativas, cierto, pero también existe la cultura, la organización general de nuestros pa-

trones de lectura, de nuestras necesidades de narración. Y además de todo ello está el mundo

emergente de la colaboración pragmática interactiva, marcada por la Internet y sus nuevas plata-

formas. Todo al mismo tiempo, todo conviviendo en forma contemporánea. Un programa de inves-

tigación emergente tiene muchas necesidades de información por satisfacer. Todo un mundo por

explorar una vez más.

2. El análisis narrativo.

El gran tema para un programa de investigación en narrativas audiovisuales es la construcción

técnica del programa propiamente tal. ¿Por dónde empezar? ¿Qué elementos tomar en cuenta?

¿Qué necesidades de información conceptual, metodológica, técnica, hacen falta para armar un

proceso de trabajo? ¿Cómo convocar y participar colectivamente? ¿Cómo circular la información,

las preguntas, los resultados de trabajo? ¿Cómo relacionar la parte académica con la parte prác-

tica, profesional? Son muchas preguntas, y faltan otras más. Como sea el lugar del inicio es si el

programa partirá de una figura central del análisis, o si pondrá en el centro a las expresiones na-

rrativas en sí misma.

Es decir, por una parte está una figura ortodoxa de protocolo de investigación, en donde los mé-

todos y las técnicas de investigación ordenadas programáticamente son la base del trabajo indivi-

dual y colectivo. Y por otra parte están otras figuras donde el ejercicio narrativo es el centro, o la

reflexión sobre el ejercicio narrativo está al centro, o los modelos constructivos de las narraciones

posibles están al centro. Un gradiente que va de lo abstracto formal, modelos, incluso matemáti-

cas, a lo concreto situacional del acto narrativo en sí mismo, la acción de narrar. Quizás lo más

conveniente sea incluir en el programa posible a todas estás opciones con sus subprogramas

específicos y las relaciones posibles entre todos ellos. El diálogo académico en todos sentidos es

conveniente que sea el eje central de la estrategia de trabajo.

De esta manera entraremos en contacto con la configuración de la lengua-lenguaje y el sentido-

significado. La impresionante e impactante Semiótica. Los umbrales de contacto y de distancia

entre las ciencias y las humanidades diversas. Los nuevos modelos. La interacción pragmática

semiótica en el contexto de las plataformas de nueva generación en Internet, las redes sociales,

la cultura emergente. Y otros muchos esquemas de trabajo necesarios y a la mano. La agenda

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debe ser por necesidad colectiva, gremial. Su desarrollo un compromiso individual y grupal. Su

ajuste, una necesidad reflexiva integrada al proceso mismo de trabajo.

3. Sociedad de información, Sociedad de comunicación y Comunidad de comunicación.

El tercer componente de este apunte general hacia un programa posible de investigación en na-

rrativas audiovisuales es cosmológico. Supone una perspectiva del contexto en que se están

presentando todos los fenómenos de nuevas y viajes formas narrativas. Algo que permita una

ubicación de los procesos, de los fenómenos, de las actividades, de los actores. Algo que ayude

en forma gradual y efectiva a comprender el mundo en el que vivimos. Un componente que tiene

algo de Filosofía, de Sociología, de Ecología Social.

Hay varias opciones para ello. A la mano tenemos las figuras de la Modernidad y Postmodernidad,

de la sociedad y la cultura líquidas, de lo industrial y los postindustial, de la sociedad de la produc-

ción y la sociedad del consumo, de la sociedad de la dominación y la sociedad de la colabora-

ción, del capitalismo y el postcapitalismo. Y la fórmula histórica de antes de Internet y después de

Internet, para marcar el umbral de una nueva era. A todo esto se puede atender y criticar. La Co-

municología tiene su propia propuesta.

La Sociedad de la información es la forma social de los pocos-muchos, aún vigente y más gene-

ralizada. Nos movemos hacia la Sociedad de la Comunicación, la de los mucho-muchos, donde

Internet ha jugado un papel clave. Y en el horizonte tenemos a la Comunidad de Comunicación,

con la forma todos-todos, que parece ser uno de los mundos posibles que nos esperan en el futu-

ro. Un cuarto tipo, la Comunidad de Información, la de las antiguas formas de uno-todos, en que

la homogeneidad era la norma, y un solo centro rector la base de la organización, aún está vigen-

te y contemporánea entre nosotros. Quizás con figuras conceptuales de gran contexto social como

estas, podríamos tener el marco necesario para un punto de referencia general sobre el lugar

dónde nos encontramos, del lugar de dónde venimos, y el lugar hacia dónde nos movemos. Y

ubicar a las formas narrativas en ese proceso.

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Jesús Galindo Cáceres

Vallejo, 13 de septiembre de 2010

Revista Académica de Comunicación y Ciencias Socialeswww.revistametacom.com

TIEMPO Y COMUNICACIÓN HUMANALa temporalidad como organizador de la

situación comunicativa

2011

Roberto Aguirre Fernández de Lara1

1 Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Maestro en Ciencias

del Lenguaje. Doctorando en Percepción, Comunicación y Tiempo.

UniversitatAutònoma de Barcelona, España. Grupo de Psicología del

Lenguaje y la Comunicación. Universidad de Granada, España, y

visitante en el SFB 833 B-7. TübingenUniversität, Alemania. Correo

electrónico: [email protected]

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IntroducciónEste artículo tiene como propósito argumentar y evidenciar a la temporalidad como organizadora

de la situación comunicativa. En todo caso, se parte de considerar que el Tiempo precede a la

Comunicación y ambas a la especie humana, por lo que se señalan ambas como anclaje de la

experiencia humana del Tiempo como de la Comunicación.

Primeramente, se realizará un acercamiento sintético a la reflexión sobreel Tiempo y la eventuali-

dad evolutiva de los entes comunicantes, a fin de exponer el contexto en el que se generó y ge-

nera la posibilidad de la vivencia humana del tiempo. Tras ello, se expondrán unos apuntes sobre

la reflexión científica de la experiencia subjetiva del Tiempo, a cargo de la Psicología dedicada al

estudio de la vivencia del tiempo. Seguido a ello, se describirá a la temporalidad como un esque-

ma organizador de la situación comunicativa en el ámbito de la conducta lingüística humana. Fi-

nalmente, se desarrollarán las líneas de un modelo del evento comunicativo humano desde el

criterio de la organización espacio-temporal del mismo y del carácter articulador del tiempo en las

posibilidades y capacidades expresivas, psicológicas y conductuales de los participantes en dicho

evento.

Introduction

This article aims to argue and prove to temporality as the organizer of the communicative situa-

tion.

In any case, considering that time precedes to communication and both to human species, so that

both as an anchor point of the human experience of time as the communication.

At first, there will be a synthetic approach to reflection about time and evolutionary event of com-

municating entities, in order to explain the context in which it was generated and creates the pos-

sibility of the human experience of time.

After that, it will present some notes on the scientific reflection of the subjective experience of time,

in charge of psychology devoted to studying the experience of time.

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Following this, the timing will be described as a scheme organizer of the communicative situation

in the field of human linguistic behavior.

Finally, they will develop the lines of a model of human communicative event from the judgment of

spatiotemporal organization and character of the same time articulating the possibilities and ex-

pressive skills, psychological and behavioral aspects of the participants in this event.

1. Tiempo y comunicación como fenómenos del universo

Para explicar a la Comunicación partiremos de considerar la existencia de entes comunicantes y

de reflexionar en torno a la decisión de a cuáles de estos se pretende abarcar. Como sea que se

decida, la cuestión remite al alcance ontológico de la reflexión que pretenda explicar a la Comu-

nicación y, con ello, parece necesaria una explicación de tal fenómeno desde el lugar que ocupa

–al igual que cualquier otro- como existente en el Universo. Así, nos remitimos irremediablemente

a una Cosmología.

Tanto una reflexión filosófica como una reflexión científica sobre la Comunicación emplazan sus

esfuerzos analíticos y descriptivos sobre los entes comunicantes desde una Cosmología. Esto es,

visto semióticamente, desde la primeridad de una triada semiótica que ha constituido en el orden

de entes comunicantes aquello que considera un objeto de experiencia, es decir, que lo ha infor-

mado. Ha asumido con ello un anclaje a algo que asume como dado.

De principio, la reflexión cosmológica clásica no incluye a la Comunicación como un fenómeno de

la Naturaleza y la deja al ámbito de la Retórica, es decir, al ámbito del Lenguaje. Sea que su

descripción se centre en la manera de disponer los recursos persuasivos –Sofistas-, en la búsque-

da dialéctica de la verdad –Platón, Sócrates- o en un plano de formación de la persona –Aristóte-

les-, lo relevante es que la Comunicación no es vista en el pensamiento clásico como un fenóme-

no de la Naturaleza, sino sólo de la condición humana y de la relación del sujeto con algunos otros

de su especie. Esto es, con el implícito de estos fenómenos de la condición humana como ajenos

a la Naturaleza. Por su parte, la modernidad filosófica no se ha sacudido del todo dicha distinción

al remitirse a la Comunicación humana.

En contraparte, el Tiempo ha estado desde pronto en la reflexión cosmológica del pensamiento

clásico junto a categorías como la cantidad, el número, la continuidad, el movimiento, el espacio,

la materia, la masa y la energía; todos ellos, rasgos que explican a las entidades físicas y biológi-

cas. De este modo, la preexistencia fenomenológica y evolutiva del Tiempo frente a la Comunica-

ción está más que sugerida, sean cuales sean los entes del Universo a los que consideremos

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como comunicantes.

Las distinciones que se muestran en el pensamiento clásico, que Occidente ha reproducido –fe-

nómeno entendible por nuestros rasgos evolutivos y culturales, pero superable también gracias a

ellos mismos- privilegian a los humanos como entes comunicantes y no así a otras especies. O al

menos de principio se concentran en la capacidad humana de comunicar en una perspectiva que

poco atiende a la deuda biológica y evolutiva que nuestra capacidad de comunicar tiene, como

principio, como logro de la Naturaleza. La Cultura no es una realidad ajena a ello porque, en algún

sentido, han sido el desarrollo de la Cultura y los símbolos recursos deudores y articulados desde

nuestros rasgos evolutivos2.

Se verá que, desde el principio, a la ruta de nuestra reflexión se le impone el anterior hecho como

advertencia y punto de partida. La investigación científica por vía de la Etología3, la Psicología

básica, la del lenguaje y otras disciplinas que estudian la conducta en otras especies han mostra-

do tanto que los humanos no somos los únicos y mucho menos los primeros entes comunicantes

de la evolución como que las especies que han desarrollado tal condición lo han logrado desde

sus particulares equipamientos, producto de su evolución4. Es decir, desde ubicaciones distintas

en el continuo del Universo.

Si bien lo anterior no quita al Tiempo como precedente cosmológico y fenoménico de la emergen-

cia de la Comunicación en la historia del Universo y sus entes, sí deja a aquella anterior al espacio

de lo considerado específicamente humano y le da un aliento cosmológico mayor. Además, nos

muestra la conveniencia de que las preguntas cosmológicas que nos hagamos –desde nuestra

condición humana- sobre la Comunicación no tengan tanto como punto de partida a los miembros

de la especie humana como entes comunicantes primeros en la evolución del Universo, como que

no dejen de apreciar lo que es específico de la comunicación humana5.

Lo anterior nos puede servir para interpretar el denominado Principio antrópico (Carter, 1973). En

un sentido general, dicho principio señala que el mundo es necesariamente como es porque hay

humanos que se preguntan por qué es así. El principio, que muestra una tautología, parece res-

1 Ver el planteamiento de John Deely (1996) sobre la semiosis especie-específica y sobre el papel de la semiosis en la sobrevivencia y adaptación de nuestra especie.2 Ver Konrad Lorenz (1984).3 Ver Manuel Martín Serrano (2007).5 En este sentido sugiero entender a Deely (1996)

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catable en cuanto remite a que la producción de conocimiento –en la particularidad de una noción

aplicada al perfil funcional de nuestra especie- es una condición privilegiada de la misma en la

evolución del Universo.

De manera más general, el Principio antrópico muestra que vivimos en un universo cuidadosa-

mente ajustado, es decir, uno que parece haber sido meticulosamente adaptado para permitir la

existencia de la vida y de los fenómenos que conocemos. Entre ellos, el Tiempo y la Comunica-

ción; esta última en especies con equipamientos específicos para ello.

Una exposición muy general de ese ajuste del Universo que permite la existencia tanto del Tiempo

como de la Comunicación, de ésta segunda desde la primera como condición –entre otras-, y de

la Comunicación humana como variedad evolutiva –biológica, primero; cultural, consecuentemen-

te, aplicando la noción de evolución de manera metafórica- de entes comunicantes puede resu-

mirse en los siguientes puntos:

A) Dos hipótesis sobre el origen del Universo: la primera, el tiempo tuvo un origen, fue creado en

un momento específico y junto con el espacio se ha expandido, idea que se ha acompañado con

la visión cristiana desde Agustín de Hipona (1953) y que incluso ha sido compatible con la Cos-

mología asociada a la relatividad general de Einstein; para la segunda, el universo ya preexistía a

la explosión del Big-Bang, por lo tanto el Tiempo y el espacio ya preexistían. En esta visión se

encontraba Aristóteles (1997, 2003), para quien el Tiempo preexiste a dicha explosión.

B) Singularidad del Universo: Como lo mostraron Hawking y Penrose (1993), el Tiempo no se

puede expandir indefinidamente hacia atrás. Proyectada hacia atrás la historia cósmica, todas las

galaxias se juntarían en un único punto infinitesimal, una singularidad. Sin embargo, Veneziano

(2008: 57) indica que esta singularidad no encaja con el elevado grado de homogeneidad e iso-

tropía del universo a gran escala. Para que el cosmos parezca el mismo en todas partes, debe

haber alguna clase de interrelación entre regiones distantes que permita coordinar propiedades.

C) Materia y dimensiones del Universo: La teoría de cuerdas (Veneziano, 2008: 58) -una

modificación de la teoría de Einstein al no tener ésta en cuenta los efectos cuánticos de la singu-

laridad- plantea que las partículas elementales son cuerdas con distintos modos de vibrar con

nuevas propiedades. Entre otras características, las cuerdas exigen la existencia de seis dimen-

siones extra del espacio, además de las tres usuales. Las constantes físicas aparecen como

campos que ajustan sus valores en diferentes épocas cosmológicas. Se llega a hablar de 11 di-

mensiones del espacio-tiempo. Tenemos acceso a sólo algunas de estas dimensiones.

D) Expansión del Universo: Se ha considerado que, a partir de la gran explosión, inicial-

mente, el Universo sufrió un proceso de expansión superacelerada que le dotó de la uniformidad

que actualmente se observa en él. A ello siguió una fase inflacionaria, conectada con un largo

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periodo de expansión desacelerada. Este periodo se extendió hasta el momento, próximo a nues-

tro presente cosmológico, en que la energía obscura empezó a dominar. A partir de dicho momen-

to se desarrolla otra expansión acelerada que se mantiene vigente y que es previsible en un futu-

ro.

E) Entes del Universo: A lo largo de los periodos antes referidos se han desarrollado todos los

elementos, compuestos y estructuras observables, siendo que a todos ellos les corresponde un

sitio en el espacio-tiempo. De la generación de los núcleos de los elementos más ligeros se siguió

a los átomos, después las galaxias (cuyos gérmenes provienen del período inicial inflacionario).

Tras la generación de los entes físicos y químicos, se desarrollan las condiciones necesarias para

que aparezca la vida, después los organismos vivos con distintos grados de complejidad (Gonzá-

lez Díaz, 2008: 87). Como parte de ésta, la capacidad de Comunicación.

F) Espacio-tiempo en el Universo: El principio según el cual las leyes de la Física son iguales a

todos los observadores ha llevado a preguntar si el espacio-tiempo existe con independencia de

las estrellas, galaxias y sus contenidos (sistemas solares, planetas, etc.) o si el espacio-tiempo es

un concepto artificial que describe cómo se relacionan los objetos. Si el espacio-tiempo es un

continuo, la relatividad general hará una descripción del mundo que contiene aleatoriedad; en el

caso de que el espacio-tiempo sea una ficción, la relatividad general hará una descripción del

mundo ausente de dicha aleatoriedad (Musser, 2008: 10).

G) Constantes del Universo: En el Universo hay constantes cuyos valores se deben al mero azar,

adquiridos en sucesos y procesos de partículas elementales aleatorias durante los primeros mo-

mentos del universo. Barrow y Webb (2005) sugieren que estemos abiertos a la posibilidad de que

el universo que conocemos sea uno entre muchos. Nuestro universo observable podría ser uno de

muchos sitios aislados entre infinidades sin vida en los que, al haber otras fuerzas de la naturale-

za involucradas, partículas como los electrones, estructuras como átomos de carbono y moléculas

de ADN podrían resultar simplemente imposibles.

H) Ausencia de una teoría del todo: La ausencia de una descripción de dichas constantes (cons-

tante de estructura fina) coherente que revelase un orden bajo una naturaleza que parece arbitra-

ria, explicaría si el espacio-tiempo tiene un carácter sustancialista o relativista y daría ubicación

dentro la totalidad a fenómenos (Barrow &Webb, 2008: 47) que, como la Comunicación, trascien-

de distintos órdenes y es a la vez específica para cada uno de estos.

Ante estas afirmaciones, es difícil no recordar el señalamiento de Immanuel Kant (1724-1804)

–para quien espacio y tiempo son formas puras de la sensibilidad-, según el cual conocemos las

apariencias y no las cosas en sí. Es decir, que hay un mundo a priori –que incluye al Tiempo- que

no nos es accesible. Ese mundo a priori de Kant bien podría incluir a las mencionadas dimensio-

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nes que no nos son accesibles, a los valores de las constantes del Universo y al ajuste referido

por el Principio antrópico. En suma, que, de ser cierto este principio antrópico, es el ajuste men-

cionado del Universo quien explica nuestra capacidad para desarrollar una vivencia del tiempo.

Sin duda que éste es un abordaje extraño a la manera en que el mundo académico de la Comu-

nicación se ha acercado al estudio de la competencia comunicativa como rasgo de la condición

humana; lo es menos en alguna medida para los casos de la Psicología de la Comunicación, la

Sociología, las ciencias del lenguaje. En todo caso, un apartado titulado como éste sólo pretende

poner de relieve que la competencia comunicativa humana está anclada y es deudora de la evo-

lución del Universo, en el entendido de éste como el conjunto de entes y fuerzas que existen y de

los modos en que estos se han venido relacionando y ejerciendo contacto entre ellos.

2. La averiguación psicológica sobre la vivencia del Tiempo

Aunque la descripción del Tiempo cubre una investigación más amplia que abarca tanto al conjun-

to de las disciplinas de las Ciencias Exactas y Naturales como de las Ciencias Sociales y de las

Humanidades, nos ocuparemos en este apartado de la investigación psicológica que se ha dedi-

cado al estudio de la experiencia y la vivencia del tiempo, por ser este enfoque quien se ocupa en

parte y científicamente de la experiencia subjetiva del tiempo.

Además, ayuda a ilustrar tanto los señalamientos acerca de las orientaciones mencionadas a

partir de Aristóteles en la tradición filosófica sobre el Tiempo como los señalamientos de la Socio-

logía comprensiva (Schütz, 1993). Recogeremos algunos estudios orientados a la percepción,

cognición y conducta humana respecto del Tiempo para ponerlos en perspectiva del estudio de la

Comunicación humana.

Como imagen general, en la reflexión psicológica sobre la temporalidad se ha desarrollado el es-

tudio de los ritmos sociales en el marco de la relación con la Antropología cultural; así como los

ritmos biológicos (p. e. ritmos circadianos, infradianos y ultradianos), en el marco de la relación

con la Cronobiología. En un ámbito más propiamente psicológico, se ubican los estudios de las

anticipaciones en intervalos breves y las regulaciones temporales adquiridas a través de la Psico-

física del tiempo. También, los estudios de la gestión del tiempo tanto individual como grupal, del

horizonte temporal, así como la vivencia y la adquisición de un concepto de tiempo en razón del

grupo social, la memoria, la atención y la función simbólica del lenguaje, entre otros aspectos.

Este amplio universo es sin duda sugerente para una variedad de temáticas de la Comunicación

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humana en lo que tiene de realidad material, física, simbólica, psicológica, social y cultural.

En la Psicología de la Percepción, la averiguación sobre la percepción y la estimación del tiempo

desarrollados por Paul Fraisse (1967) son punto de referencia obligado para la comprensión de la

vivencia y la experiencia del tiempo desarrollados desde la Psicología. Como campo de estudio,

los estudios de la percepción y estimación del tiempo alcanzaron en la década de los 80 del siglo

pasado dos décadas de florecimiento como un enfoque cognitivo interesado en reexaminar diver-

sos aspectos de la experiencia humana, incluida la del tiempo, tras el desinterés conductista.

Enfoques sobre la percepción como el New Look fueron extendidos a los estudios sobre el tiempo

(Avant& Nelson, en Wolman, 1975: 629).

En opinión de Fraisse (1984: 2), la noción de tiempo está asociada con el tiempo del mundo; in-

cluso, podemos concebir los cambios de pensamiento y tener una noción personal del Tiempo que

no es fundamentalmente diferente del tiempo del mundo.

La noción de tiempo se aplica a dos conceptos diferentes que pueden ser claramente reconocidos

en nuestra experiencia personal del cambio. La primera es el concepto de sucesión, el cual co-

rresponde al hecho de que dos o más eventos pueden ser percibidos como diferentes y organiza-

dos secuencialmente; lo anterior se sustenta en nuestra experiencia del cambio continuo a través

del cual el presente se vuelve pasado. Segundo, el concepto de duración, el cual se aplica al in-

tervalo entre dos eventos sucesivos. La duración no existe en sí misma y se caracteriza intrínse-

camente por lo que porta. En esta comprensión, no hay duración sin sucesión, y viceversa.

En este enfoque, Fraisse (1984: 2) considera que es bastante posible que la experiencia personal

pueda proveer las bases para la representación abstracta teniendo una amplia aplicación, por

ejemplo, en el desarrollo de nuestras maneras socialmente estandarizadas de medir y estimar el

tiempo para organizar y coordinar nuestra conducta, incluida la comunicativa. Es el caso de los

estudios sobre proyectos personales y situaciones vitales de cambio (Lens, 1987; Zimbardo,

2002).

La investigación en este campo ha mostrado que las percepciones de duración y de sucesión

están presentes de manera temprana en los sujetos, pero aquéllas funcionan juntas hasta la edad

de 7 u 8 años cuando el niño es capaz del pensamiento lógico. Entonces, una noción abstracta de

tiempo es elaborada de manera gradual a partir de dicha edad (Fraisse, 1984: 3), así que en esa

medida esa noción abstracta adquiere relevancia para los participantes de un acto comunicativo.

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Por ejemplo, la percepción del tiempo en la espera para la toma de turnos en la conversación o la

percepción de la sucesión de acciones en un relato audiovisual implican una noción de tiempo que

es relevante en la comprensión de los contenidos y la intención comunicativa.

En la investigación sobre el tiempo, el rol del sujeto es aún más obvio que en los estudios psico-

lógicos en general, porque los estímulos –que son duraciones- no tienen un impacto sensorial

específico, sino que están relativizados por la percepción del sujeto. Por su parte, la sucesión

puede ser distinguida respecto a la simultaneidad de ocurrencia; por otra parte, la duración se ha

de distinguir respecto a la instantaneidad. Por ejemplo, para temas tan de moda como la comuni-

cación “en tiempo real” con las nuevas tecnologías de la información, el estudio de la percepción

de la sucesión vs. la simultaneidad resultan una valiosa ruta para comprender la experiencia in-

tersubjetiva de esa simultaneidad y su relevancia comunicativa, más allá del dato cronológico y

tecnológico.

Propiamente hablando, la transición de simultaneidad a sucesión se ha estudiado a través de di-

versos experimentos que contrastan la variación en la duración de la intensidad de estímulos

(Oostenbrug et al, 1978; Mills &Rollman, 1980), que atienden al inicio de dos estímulos (Allan,

1975), al cierre de ambos (Allan &Kristofferson, 1974), o al cierre del primero y el inicio del segun-

do (Efron, 1970; Allan, 1976). Algunos estudios utilizan estímulos visuales (monocular, binocular

o dinotópica [Rutschmann, 1973]), otros sonoros, otros motrices, o desarrollan estimulaciones

intermodales visual-auditiva, visual-motora y auditiva-motora. Utilizan formas gráficas, sílabas o

cadenas de letras (Carmon&Nachshon, 1971; Fraisse, 1978; Hylan 1903).

El asunto de la modalidad sensorial tiene importancia relativa en la percepción de la sucesión,

como lo muestra el trabajo de Hirsh&Sherrig (1961), quienes mostraron un umbral del orden de

sucesión constante a pesar de las variedades sensoriales. Los resultados se obtuvieron tras se-

siones de entrenamiento. Otros experimentos han mostrado asimetrías que enfatizan la importan-

cia de las latencias tanto en estimulación auditiva como visual.

Un tema de relevancia ha sido el denominado umbral de sucesión, que es determinado por un

conjunto de parámetros cuyas relaciones han sido difíciles de describir. Uno de estos factores

que, sin embargo, parece tener un claro papel es la localización de la decisión en el lóbulo tem-

poral izquierdo.

Finalmente, respecto a la sucesión, se ha investigado la percepción de los eventos como instan-

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táneos o durables. En términos del diseño de la experimentación, el uso de estímulos muy breves

para obtener la percepción de la instantaneidad ha mostrado la dificultad de distinguir entre el

encendido y el apagado de los estímulos utilizados (Cf. Efron, 1970, 1974).

La estimación de la percepción de la duración se ha orientado, por una parte, al uso de la memo-

ria para la puesta en relación de un evento pasado con un evento presente; por otro lado, para

relacionar dos eventos pasados. En cualquier caso, la percepción de la duración involucra al pre-

sente psicológico.

La percepción de la duración refiere a la habilidad para aprehender eventos sucesivos como per-

ceptivamente más o menos simultáneos dentro de una red de presente psicológico, identificado

por William James (1890) con el nombre de “speciouspresent”, y reexaminado posteriormente por

Fraisse (1967) y por Michon (1978). Es en este tema de la duración donde la memoria ha adqui-

rido relevancia en tanto un evento determinado en la experiencia de los sujetos es percibido en

relación con el presente psicológico.

Este presente psicológico ha correspondido a la duración de una experiencia, más que a un pe-

riodo dado de duración. Sin embargo, Fraisse (1984: 9) señala que dicho presente tiene un límite

superior de duración que difícilmente excede los 5 sec y ha sido evaluado con un valor promedio

de 2 a 3 sec. Dentro de esos límites se puede hablar de percepción de la duración, la que por lo

tanto se convierte en una cantidad cuyo inicio no ha sido aún almacenado en la memoria de los

sujetos.

En estos estudios, la relación entre la intensidad de una sensación y la fuerza de un estímulo físi-

co ha sido importante para la metodología, desarrollándose diversos modelos sobre tal relación y

diversas leyes para explicar su relación. Profundizando en los elementos de esta relación, la na-

turaleza de las estimulaciones ha merecido atención, destacando en ello la modalidad sensorial

como la duración de las mismas. Así, algunos autores han señalado que los intervalos vacíos se

juzgan como más prolongados (Thomas & Brown, 1974), o los estímulos visuales y auditivos más

intensos se han juzgado como más duraderos (Glodstone et al 1978). Fraisse (1984: 14) señala

que un estímulo auditivo parece más prolongado que uno visual.

Además de la estimación del tiempo entre el presente y el inicio de un evento recién terminado;

también se ha desarrollado el estudio de la estimación de la duración de un periodo pasado de

tiempo. En este último caso, el rol de la memoria de largo plazo se vuelve vital; mientras que en

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el primer caso esa relevancia corresponde a la denominada memoria de corto plazo.

El trabajo de Ornstein (1969) ha considerado que la duración estimada en un momento dado es

proporcional al tamaño del almacenaje. Ésta constituye una variable hipotética que dependería

tanto del número de eventos almacenados y recuperados como de la complejidad de la codifica-

ción de dichos eventos.

La percepción fenomenológica de la duración del continuo temporal ha sido distinguida en los

estudios de estimación del tiempo en tres órdenes: a) menor a 100 ms, en el cual se percibe la

instantaneidad; b) 100 ms a 5 sec, que corresponde a la percepción de la duración en el presente

percibido, c) más allá de 5 sec, en el que la estimación involucra a la memoria.

Las duraciones menores a 100 ms no son percibidas como tales; la percepción de la sucesión

aparece más allá del límite de los 20 ms. De hecho, las sucesiones son el material básico del

tiempo físico. La duración es un constructo de la mente humana; mientras los ojos humanos per-

ciben la sucesión, la duración se encuentra ligada a la identificación de los efectos de aparición y

desaparición de un estímulo. En estricto sentido, la percepción de la duración se sitúa por arriba

de los 100 ms y en los límites del denominado presente psicológico.

Más allá de los límites del presente percibido, la duración puede ser sólo estimada por los cons-

tructos que los sujetos tienen almacenados en las memorias de largo como de corto plazo. En la

estimación de la duración, la variabilidad se ha vuelto un obstáculo cada vez más difícil para al-

canzar leyes certeras. De este modo, las fuentes de esta variabilidad han adquirido cada vez

mayor importancia en la explicación de actitudes, según sea una estimación prospectiva o retros-

pectiva con un muy alto efecto de intervalo entre la duración experimentada y el momento de la

estimación.

En fin, aunque los estudios de la estimación del tiempo no se han realizado persiguiendo una

pretensión comunicativa por dos razones: una, porque el estímulo -en las variedades menciona-

das, y a pesar de estar realizado en sustratos auditivos o visuales en los que también se realizan

los mensajes audiovisuales- no constituye necesariamente mensajes con significado; segunda,

porque -asociado a ello- la tarea solicitada no remite necesariamente a una conducta comunicati-

va a ser evaluada en el éxito de su orientación al logro por el investigador, sí se puede advertir la

posibilidad y el beneficio de orientar tales estudios en dicho sentido.

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3. Tiempo y lenguaje

En la averiguación de la experiencia humana del Tiempo, la significación y la representación sim-

bólica aparecen pronto, pues incluso se ha sugerido al Tiempo como uno de los sustentos de la

posibilidad de la experiencia. Si bien limitar esta relación a la lingüística es una reducción del

perfil semiótico del tiempo, nos permitirá mostrar la afirmación antes realizada en la reflexión del

sistema de significación humana más desarrollado y más atendido: la lengua.

Al igual que en el subapartado anterior, y como se ha advertido antes, la significación es una pre-

sencia mayor en la vivencia subjetiva del Tiempo, de ahí que atendemos en este apartado a una

parte del trabajo que para el estudio científico del Lenguaje y, en particular de la enunciación, se

ha realizado.

3.1. El observador en el contraste antes-después

En el desarrollo de la Lingüística, la noción de Tiempo ha ofrecido a distintas escuelas y acerca-

mientos una amplia resistencia a la reflexión y sistematización científica. En la perspectiva de una

Lingüística del sistema, interesada en una descripción formal del lenguaje, el esfuerzo por poner

al hablante y a la función semiótica social del lenguaje fuera de la descripción quita a la sistema-

tización del Tiempo su base de incidencia. A saber, la posición del observador y su mirada. Incluir

el Tiempo en nuestras descripciones lingüísticas es posible si no perdemos de vista que el tiempo

es de algo, sobre los actos, y de alguien, de un observador que organiza con el tiempo una posi-

ción respecto a su dicho y a los acontecimientos.

Entonces, más que una reflexión sobre el tiempo como un algo a describir, como un elemento

léxico o gramatical, hablamos de la representación cognitiva del tiempo que organizamos a través

el lenguaje, en distintos niveles de significación, porque esta representación cognitiva organiza a

partir del enunciado una mirada del observador sobre los acontecimientos predicados.

Al buscar describir la representación del tiempo como una esquematización queremos apuntar a

una representación que organiza los recursos léxicos y gramaticales, fundamentalmente los para-

digmas verbales, en referencia al punto de vista que el enunciante organiza para el observador.

En suma, a una comprensión del lenguaje como un comportamiento organizador de organizacio-

nes. Así, los sistemas, como colección de elementos léxicos y gramaticales y sus condiciones

semiótico sociales de uso, son estructuras abiertas organizadas por dicho comportamiento.

La esquematización es una insistencia en la representación y en la continua reorganización se-

miótica de los recursos léxicos y gramaticales por parte de las comunidades de enunciantes,

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como en la existencia de condiciones biológicas y sociales que organizan el lenguaje. (Lemke,

1995: 9)

De la tradición interesada en la descripción formal, quisiera rescatar el análisis sobre la sistemá-

tica verbal del castellano que realiza Mauricio Molho (1975) porque permite una descripción de la

condición temporal del mismo lenguaje y de su capacidad de representación. Tomaré dos axiomas

que permiten argumentar que la representación conceptual es de carácter temporal.

Para Molho, un primer axioma es que la mente, constructora del sistema de la lengua, sólo puede

operar reduciendo lo que concibe a binariedades contrastivas. Todo contraste binario, insiste, ra-

dica en la solidaridad de las dos representaciones elementales que en él se implican recíproca-

mente. Cada elemento de la oposición se define por su posición. (Molho, 1975: 10)

La distinción anterior es una relación binaria que organiza contrastes y define cada uno de sus

elementos en función de la relación. Entre las dos posiciones de esta relación binaria el autor

argumenta un orden de sucesividad. Esta condición de la relación de contraste, que denominaré

como principio de sucesividad, corresponde a una condición organizadora de las representacio-

nes conceptuales. Esta condición organizadora de sucesividad puede ser denominada como tiem-

po, no como objeto de nuestras representaciones conceptuales, sino como condición organizado-

ra de las representaciones que organiza la mente.

Más en detalle, el aquí denominado Principio de secuencia organiza la relación tanto entre repre-

sentaciones elementales como entre conjuntos esquemáticos más complejos. Es decir, este Prin-

cipio de secuencia funciona en distintos niveles de organización de la representación conceptual

y lingüística. Aún más, para Molho “el sistema total de la lengua no es sino una concatenación de

entidades sistemática cuya totalidad forma una serie conclusa” (Molho, 1975: 10). Ello explica por

qué con el lenguaje el enunciante produce significado organizando el contraste entre sus elemen-

tos y sistemas. Lo anterior parece suponer que cada uno de estos es una posición en una secuen-

cia organizadora constituida por la totalidad del sistema del lenguaje.

Si la sucesividad como principio de organización de la representación se caracteriza porque el

contraste organiza la anterioridad y la ulterioridad de cada posición, el juego de las posiciones se

organiza desde una orientación. Entonces, esta orientación se organiza en función de la posición

del observador, atribuyéndole a éste el presente. Así, una de las posiciones funciona como sopor-

te de incidencia de la otra, es decir, como posición anterior que organiza a la ulterior.

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La representación conceptual que organiza el castellano y otras lenguas ha desarrollado históri-

camente en el sistema verbal el principal sistema organizador del principio de secuencia, es decir,

una sistemática de la representación del tiempo (Molho, 1975: 11). El autor señala que “esta sis-

temática organiza una gama que va de un tiempo mensurable a otro inconmensurable” (Molho,

1975: 11). Es decir, organizado en un vector infinito de tiempo como cercano a la posición del

observador u organizado como una posición lejana a ésta. En este acercamiento, la posición del

observador es el presente. La sistemática verbal es ordenada en función del principio de secuen-

cia en dos posiciones de un contraste radical: antes-después.

El otro axioma considera a la lengua como una sustancia bajo forma. En opinión del autor, una

sustancia se concibe como la involuta de una forma envolvente que la aprehende, y no puede

concebirse una forma que no sea la forma de una sustancia aprehendida en un envolvente formal

mediante la cual accede a la condición de ente lingüístico significante (Molho, 1975: 16).

3.2. El tiempo como organizador de la situación comunicativa humana

He argumentado a favor del tiempo, en la forma del esquema de secuencia, como uno de los es-

quemas organizadores de la representación cognitiva de la significación. Nuestra comprensión de

esquema es cercana a la que elaboran Lakoff y Johnson sobre los esquemas de imagen, en tanto

que por esquema organizador remitimos a una organización recurrente “de nuestras interacciones

perceptivas, experiencias corporales y operaciones cognitivas.” (Johnson, 1991: 149).

Como esquema, la temporalidad es una organización que presenta una cantidad reducida de ele-

mentos o componentes que se interrelacionan de manera definida y proyectan a otros ámbitos de

experiencia su patrón de organización para organizar esos dominios. La temporalidad refiere al

Principio de secuencia y a la representación que emerge como proyección de uno de los esque-

mas organizadores de la representación lingüístico-cognitiva a partir del cual el enunciante parti-

cipa en aquello de lo que habla y, a la vez, organiza la situación de enunciación.

Este esquema de temporalidad se organiza a través de cuatro principios fundamentales de la re-

presentación cognitiva. El primero señala que las especificaciones estructurales de las formas

lingüísticas son regularmente conceptualizadas en términos de delineaciones idealizadas, abs-

tractas y a menudo virtualmente geométricas en relaciones particulares con cada una (Talmy,

2000: 13). Un segundo principio de organización es que el sistema de clases cerradas del lengua-

je es su más fundamental y comprensivo sistema de estructuramiento conceptual (Talmy, 2000:

14). Un tercer principio está relacionado con los sistemas de estructuramiento conceptual del len-

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guaje, y es que, en general, el mismo complejo ideacional puede ser representado en términos de

alternativas de conceptualización. El cuarto principio es el paralelismo entre la representación

lingüística de la estructura espacial y temporal (Talmy, 2000: 14).

El esquema de temporalidad organiza la estaticidad o la progresión dada la espacialización de la

representación espacial del tiempo; es decir, dada la elaboración cognitiva de posiciones que se

contrastan perceptualmente, el observador organiza una representación más relacional o más

estática.

El esquema de temporalidad incluye ambos movimientos o subyace a la elección de una u otra

representación para organizar la significación. La distinción entre progresión y estaticidad corres-

ponde más bien a la representación del tiempo como dominio y no al esquema organizador deno-

minado temporalidad.

3.2.1. La progresión de la temporalidad en el evento de habla

Dado el carácter semiótico-social del lenguaje, la representación lingüístico-cognitiva del tiempo

no sólo organiza el acontecimiento observado, sino todo el evento de habla, es decir, es relativa

a la temporalidad de una actividad de escritura por parte del enunciante; a una temporalidad del

discurso, y a una temporalidad de la actividad lectora de los intérpretes.

La temporalidad de la escritura se organiza entre la temporalidad de lo fenoménico, es decir, re-

lativa al punto de vista del enunciante sobre el acontecimiento, como actividad o quehacer social,

y la temporalidad de la interpretación como un significado relativo al punto de vista del enunciante

respecto a su propio dicho y sus intérpretes; la temporalidad del discurso, como organizador de

las posibilidades de significación del texto en contraste con otros discursos y puntos de vista com-

patibles e incompatibles, anteriores o posteriores; y la temporalidad de la lectura se organiza en-

tre la temporalidad de la interpretación, relativa al punto de vista del intérprete respecto al enun-

ciante y al dicho de éste, y la temporalidad de lo fenoménico, como organizadora del

acontecimiento en la actividad lectora. El siguiente cuadro expone con más detalle las ideas antes

mencionadas:

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4. Comunicación humana y tiempo

Se ha dicho que la Comunicación es un fenómeno de largo aliento cosmológico. Se ha mostrado

que tanto la Comunicación como el Tiempo son fenómenos que existen tanto en el orden material

y físico como en el orden simbólico, psicológico y social para los entes comunicantes, y, además,

en el orden lingüístico, cultural y político para el caso humano.

Hemos enfocado nuestra atención en la experiencia subjetiva del tiempo en razón de nuestra

condición de seres vivos, en las capacidades psicológicas y conductuales con las que la evolución

nos ha dotado (percepción, cognición y conducta lingüística), y en el Tiempo como organizador

–no único- de la capacidad y diseño representador de la lengua. Hemos dado cuenta de la re-

flexión científica sobre la experiencia subjetiva del Tiempo.

Figura 1: Progresión del esquema de temporalidad Fuente: Tomado de La temporalidad como esquema organizador de la situación comunicativa: El caso de los textos

“Crónica de las andanzas de Durito en la marcha del primero de mayo” y “La reunión será en San Miguel”, (p.53) por R. Aguirre, 2004, México: BUAP.

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Sin embargo, no se ha dicho nada con puntualidad sobre la relación entre Tiempo y Comunicación

humana desde la perspectiva de ésta última como un fenómeno explicable con una teoría propia

o al menos específica y no por la vía muy acostumbrada en el campo académico de la Comunica-

ción de explicar los efectos o condiciones de ésta. En el caso de nuestro planteamiento, la refe-

rencia a las capacidades psicológicas como a la semiosis y a la lengua no terminan de cumplir

esta condición de una descripción específica de la Comunicación humana, pues en todos estos

casos ésta queda definida por los otros fenómenos también incluidos en el evento comunicativo.

Es cierto que la filosofía ha aportado en autores como Habermas, Jaspers, Nicol, Castilla del Pino

(aunque este autor desde la cercanía de la Psicología con la Filosofía), Cassirer o Apel definicio-

nes satisfactorias para el caso de la Comunicación humana, tanto en sus aspectos estéticos como

éticos; pero sus descripciones –orientativas como es propio de la Filosofía- no tienen la vocación

descriptiva de la ciencia –en la que estamos interesados- y dejan de lado los aspectos materiales,

físicos, biológicos y en ocasiones semióticos que son constitutivos a la Comunicación como un

fenómeno que rebasa al caso de versión humana en el conjunto de sus modalidades perceptivas

y de presencialidad.

También, la Sociología comprensiva ha desarrollado una definición de la Comunicación humana

que es una de las que más eco hace de la experiencia subjetiva del Tiempo como organizadora

de la experiencia y de la interacción.

En el ámbito del trabajo científico, son los planteamientos de Martín Serrano (2007) los que mejor

han atendido una descripción de la Comunicación humana desde la perspectiva de su aliento

evolutivo y temporal. Su planteamiento permite una descripción que:

a) Considera la Comunicación en el marco del espacio-tiempo al entender a aquélla desde

sus dimensiones físicas y materiales.

b) Considera a la Comunicación en el marco del espacio-tiempo al entenderla como resulta-

do de una evolución que da lugar a los seres vivos.

c) Reconoce que, entre los seres vivos, algunos presentan las capacidades de autopoiesis y

de conducta funcional a dicha capacidad como rasgos necesarios, aunque no suficientes, para ser

un ente comunicante.

d) Del conjunto de las capacidades de autopoiesis reconoce a la orientación al logro del pro-

yecto y, del conjunto de las capacidades de interacción de los seres vivos, a la heteronomía en

razón de su eventual eficacia interactiva.

e) La acción heterónoma remite a un logro pretendido por el comunicante solicitador (Ego)

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que requiere una determinada conducta del ente comunicante solicitado (Alter) como necesaria

para el cumplimiento de su orientación al logro.

f) Así, en el caso de la Comunicación humana, si bien las capacidades psicológicas y expre-

sivas están necesariamente involucradas en el tipo de interacción que es la Comunicación, son

insuficientes para una descripción.

Una descripción suficiente de la Comunicación humana sólo se alcanza en el presupuesto tempo-

ral del desarrollo previo de capacidades fisiológicas, neurológicas y psicológicas y de sistemas de

representación simbólica (lenguajes, cultura, patrones de conducta), cuya activación para las tres

primeras y cuyo uso de dichos recursos de representación en una situación comunicativa –que

corresponde al presente del comunicante humano- son requisitos para una interacción heteróno-

ma respecto a otros entes comunicantes. La orientación al logro de un proyecto señala que el acto

de Comunicación como proyecto pertenece al antes y como logro al después. El sujeto es un ob-

servador, sea prospectivo o retrospectivo.

A diferencia de Martín Serrano, quien mantiene una visión logocéntrica en su descripción de la

Comunicación, compartimos una visión semiocéntrica porque permite ver la dinámica temporal de

la Comunicación al considerar a (b) las capacidades fisiológicas, neurológicas y psicológicas y a

los sistemas de representación simbólica de los entes comunicantes en el estado de no relación

como Objeto experimentado en una triada semiótica que, como tal, corresponde a lo que el obser-

vador asume como dado, sea considerado un “Yo semiótico” o un objeto experimentado; (a) a la

situación comunicativa en la que dichas competencias se actualizan y dichos sistemas de repre-

sentación se usan, en los límites de pertinencia de la orientación al logro de la acción heterónoma

emprendida, como el Representamen, es decir, como índice que hace presente a Ego; y al (c)

estado de relación logrado en el proyecto de la orientación al logro como el polo del Interpretante

que, como tal, corresponde a lo que el observador asume como futuro posible, sea considerado

“Otro semiótico” o un interpretante.

Las nociones de “Yo semiótico” y de “Otro semiótico” corresponden por igual para Alter como para

Ego, pues remiten a ambos desde su ubicación en el antes, para el “Yo semiótico”, y el después,

para el “Otro semiótico” de la Situación comunicativa. Completada la triada semiótica, un determi-

nado evento comunicativo –con su horizonte de presente y no presente- se llega a constituir en el

objeto de experiencia de un nuevo evento comunicativo.

Lo anterior bien sugiere que la Comunicación humana es un fenómeno que ha desarrollado un

potencial expresivo y cognitivo –para referirse al conjunto de capacidades psicológicas y de repre-

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sentación simbólica- y de coordinación de la acción a través distintos órdenes de materialidad,

sean tecnológicos, culturales o económicos.

4.1. Simetría temporal y variedad estimular

Del conjunto de los incisos presentados anteriormente, la descripción de la situación comunicati-

va, es decir, el espacio temporal de presente en la Comunicación, puede ser el eje de una descrip-

ción del horizonte temporal del fenómeno. Siguiendo la estrategia de los estudios de la vivencia y

la estimación del tiempo, consideramos que la fenomenología de la lógica temporal de la Comu-

nicación se puede describir en función de las capacidades psicológicas y expresivas involucradas

–la tecnología queda subsumida a ello, pues ésta se diseña en imitación a nuestra corporeidad-

como de las capacidades simbólicas de los sistemas de representación que son utilizados.

Sin embargo, la ausencia de una explicación del funcionamiento y la organización de la informa-

ción a través de dichos sistemas de representación cuando diversos de ellos concurren en un

mensaje (p. e. lenguajes audiovisuales) es una circunstancia que necesita ser rebasada para una

descripción adecuada de su interfase con las capacidades sensoriales, perceptivas, cognitivas y

expresivas de los comunicantes humanos (p. e. la percepción audiovisual en su interfase con los

lenguajes audiovisuales). Este señalamiento ha de dejarse de lado, en razón de no ser éste el

espacio para tal tarea, y nos limitaremos a presentar un conjunto de modelos generales.

Conviene partir de considerar la coincidencia espacio temporal entre el ente comunicativo que

solicita a otro (Ego) y el ente comunicativo que es solicitado (Alter), porque es el formato del es-

tado evolutivo más primigenio de la interacción y de la Comunicación humana que desarrolló en

nuestro cuerpo un potencial expresivo y cognitivo como soporte que coordina nuestra acción.

Esta coincidencia temporal de ambos entes comunicantes permite que en la interacción con el

entorno –incluido el otro participante- las capacidades expresivas y cognitivas de cada cual –sin

presumir equivalencia ontogenética- desarrollen de manera simétrica procesos de objetivación

–en tanto permiten a Ego apropiarse de información- y de subjetivación –en tanto permiten a Ego

proyectar información.

La simetría significa que los participantes tienen las mismas posibilidades espacio-temporales de

poner en juego las capacidades expresivas, cognitivas y conductuales con las que cuentan para

actuar de manera heterónoma y para el control de la situación. Esto es un potencial comunicativo

de la corporeidad en torno al cual se desarrolla la tecnología.

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En el esquema anterior, el Mensaje (M) es una instancia corpórea de los sistemas de representa-

ción simbólica y cognitiva de los comunicantes y las consecuencias en la acción (CA) remiten al

logro del proyecto que busca Ego (ver figura 2).

Al haber una distancia espacio-temporal entre la actividad realizadora de Ego y la actividad recep-

tora de Alter se desarrolla una asimetría de las posibilidades de exposición expresiva y cognitiva,

en tanto los procesos de subjetivación y objetivación no cuentan con la presencia corpórea del

otro comunicante, y éste no es por tanto uno de los estímulos disponibles para ambos participan-

tes (ver figura 3).

Figura 3: Modelo del evento comunicati-vo por círculos temporales en sucesión espacio temporalFuente: Tomado de “Hacia una teoría del Lenguaje televisual”, por Aguirre et al, 2006.

Figura 2: Modelo del evento comunicativo por círculostemporales en simultaneidad espacio temporalFuente: Tomado de “Hacia una teoría del Lenguaje televisual”, por Aguirre et al

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Siguiendo con esta noción de la asimetría, la separación espacio-temporal entre Recepción y

Realización desarrolla para cada una de ellas un antes, un durante –que constituye una situación

comunicativa escindida entre Recepción y Realización- y un después. A diferencia de la situación

cara a cara, en la que las capacidades cognitivas y expresivas de Ego como de Alter son parte de

una situación comunicativa común; el Mensaje se constituye un índice no corpóreo de las situa-

ciones comunicativas de cada participante. El presente de cada uno está constituido por su rela-

ción con el mensaje.

El reto y la guía de las tecnologías con las que en la historia humana se ha buscado dar infraes-

tructura a la Comunicación humana a distancia espacio-temporal es precisamente acercar el des-

pliegue de las capacidades psicológicas y expresivas y de las capacidades simbólicas de los

sistemas de representación que son utilizados por Ego y Alter al potencial de comunicación de la

simetría espacio-temporal de una situación comunicativa no escindida. De allí la relevancia del

control en el ejercicio y el estudio de esta modalidad de la Comunicación humana.

Figura 4: Ecologías del evento comunicativo por círculos temporales en sucesión espacio temporalFuente: Tomado de “Hacia una teoría del Lenguaje televisual”, por Aguirre et al, 2006.

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Como muestra la figura 4, vale la pena mostrar un mapa que ubique a las CA por su distancia

temporal respecto a la situación comunicativa, distinguiendo un nivel sistémico y otro vital. Si-

guiendo la nomenclatura desarrollada, proponemos distinguir una Ecología de la coordinación de

la acción (ECA); una Ecología del mensaje (EM); una Ecología de la realización y otra de la recep-

ción (ER).

Cada una de estas ecologías agrupa eventos –de la más diversa índole y variedad de participan-

tes- que se desarrollan en regiones del antes y/o del después de la situación comunicativa y se

pueden observar tanto prospectiva como retrospectivamente. Se verá que las ecologías están

ubicadas de manera que la ECA es la más cercana a las CA de la Realización como a las CA de

la Recepción. Esta representación recoge así lo que tanto la Realización como la Recepción tie-

nen de proyecto como de logro.

El “antes” de la Realización como de la Recepción corresponde a su condición de proyecto; el

“después” corresponde a lo que tienen ambas regiones de logro. De allí que la ecología más in-

mediata es la ECA, que, como se verá, puede ser compartida como contenido entre las regiones

del evento comunicativo ya señaladas. En términos generales, las ecologías son una manera de

agrupar un conjunto de fenómenos y realidades –de una índole diversa- predadas, simultáneas o

previstas como expectativas o supuestos generales respecto a una situación comunicativa deter-

minada. El modelo las presenta en una secuencia de mayor a menor limitación espacio-tempo-

ral.

Los modelos implican capas de los elementos del total con rangos de alcance en las regiones,

pero como esquema es una explicación que excluye todo el rango de presencia de los elementos,

según el punto de observación.

Resta hacer algunos comentarios sobre la observación del mensaje como objeto percibido (OP)

desde esta distinción temporal y espacial. El carácter genérico del modelo considera el extremo

de un perceptor (P) que participa desde una de dos posibilidades de temporalidad -como Campos

perceptuales (CP) en referencia a la CA- y en una de dos situaciones comunicativas -como Esce-

nas objetivas (EO)- según sea participante o no. Es decir, en la temporalidad de la Realización,

Ego es un participante, pero no en la temporalidad de la Recepción. Lo contrario sucede con Al-

ter.

Sin embargo, el investigador de la Comunicación puede ser un sujeto que no participa del acto de

comunicación que pretende describir. Es decir, que como perceptor ha recogido índices del mismo

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a través de los mensajes que atestiguan al acto en estudio (videos, publicaciones impresas, gra-

baciones de audio, etc.) o que lo observa mientras acontece (presencial o virtualmente). Es decir,

el investigador es un perceptor que en unos casos participa y en otros no del acto de comunica-

ción que constituye su objeto de estudio (ver figura 5).

En suma, el Tiempo como dominio de experiencia –denominado más puntualmente espacio-tiem-

po- es un articulador de las posibilidades de la interacción y del éxito de la orientación al logro

requerido por la heteronomía que caracteriza al fenómeno de la Comunicación humana en todos

los aspectos de experiencia que se ven involucrados en dicho fenómeno. Lo mismo vale para los

esfuerzos de comprensión y descripción del mismo.

Figura 5: Modelo de observaciones del evento comunicativopor círculos temporales en sucesión espacio temporalFuente: Tomado de “Hacia una teoría del Lenguaje televisual”, por Aguirre et al, 2006.

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Conclusiones

Este artículo ha pretendido mostrar quela Comunicación humana, con todo lo que tiene de pecu-

liar y compleja, se ha ido desarrollando en los individuos y generaciones de nuestra especie gra-

cias a los mismos principios y criterios con los que se explica su aparición y desarrolla en otras

especies. La experiencia humana del Tiempo como de la Comunicación son singulares y los al-

cances de la creación cultural –subsecuentemente la tecnológica-, simbólica e institucional para

actualizar o emular el potencial comunicativo de la presencialidad evidencian que son los logros

evolutivos (fisiológicos, biológicos, psicológicos) de nuestra especie un punto de partida felizmen-

te insuperable aún.

Ello sugiere que el estudio profundo y pleno del fenómeno de la Comunicación humana necesita

trascender la distinción entre Ciencias Sociales y Humanidades frente a Ciencias Naturales y

Exactas. La presencia de psicólogos, lingüistas, informáticos e ingenieros, filósofos y antropólo-

gos, con distintas subespecialidades de las anteriores disciplinas, en centros, grupos de investi-

gación y programas de formación son un buen ejemplo de lo dicho.

Es de destacar que, sea cual sea la interdisciplina requerida en la comprensión y descripción de

la Comunicación humana, ello no es ajeno al hecho de que la ciencia sigue siendo sin duda un

expediente funcional a los desequilibrios sociales y a la incomunicación humana y que ha llegado

a promover y ser producto de una conducta instrumental haya donde menos ha sido conveniente

para una convivencia social más humanizadora.

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Revista Académica de Comunicación y Ciencias Socialeswww.revistametacom.com

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habitar las ciudades en el siglo XXI”

2011

Laura Elisa Varela CabralDoctorante UAM Xochimilco. Departamento de Ciencias y Artes para el Diseño.

Área de investigación y gestión territorial.

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Resumen

Este ensayo constituye una mirada a las características de las urbes latinoamericanas, en parti-

cular de las ciudades mexicanas surgidas a partir de los antiguos centros poblacionales de la

conquista española. Se enfoca en el hecho de que en susactuales procesos económicos y socia-

les, adoptan una conformación dispersa connotables transformaciones físicas y socialestanto en

sus centros históricos como en los suburbios o regiones periféricas, producto de un modelo de

urbanización expansiva. Se ha considerado como punto de partida los análisis de los investigado-

res de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidades Azcapotzalco y Xochimilco, que coinci-

den en destacar la polarización económica y su expresión en las prácticas territoriales, como un

rasgo común a las ciudades latinoamericanas.No es sencillo hacer una definición de cuáles pue-

den ser las ciudades grandes o modernas de nuestro país, o si lo es sólo la capital; en este caso

se considera aquellas que se desarrollan en torno a antiguos centros poblacionales, y que cuen-

tan con un fuerte crecimiento endógeno en cultura, productividad, empleo, recreación; además de

un alto grado de desarrollo económico e industrial, en comparación con el resto del territorio na-

cional. En estasciudades se realizan variadas prácticas urbanas en espacios públicos, las cuales

constituyen los modos particulares de actualizar la tradición, y de entrar en la modernidad, es

decir, de crear la ciudad actual.

AbstractThis essay takes a look to somepresentconditions in latinamerican urban places, specially in mexi-

can cities emerged from the spanish conquest. The focus is in contemporary socioechonomical

processes that gets this places into a disperse configuration with remarkable physical anpoblatio-

nalchanges in their ancient centers and also in the suburbs or peripheric regions, as a consequen-

ce of the expansive urbanization model. We adopt as a point of view the analysis from researchers

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of urban processes adscripted to Universidad AutónomaMetropolitana, Azcapotzalco andXochimil-

cocampi, that coincidein emphasize the economical polarization and its trace in territorial and

spatial practices, like a common characteristic of contemporary latinamerican cities.It is not easy

to define which ones should be considered the big or modern cities in our country, o if it is only the

capital city. In this case we include the cities that emerge from old poblationalcenters and have a

strong perform in culture, productive activities, work, recreation, besides a high degree of econo-

mical and industrial development, compared with the rest of the mexican territory. In this places

people realize different urban practices in public spaces, that become the particular ways for up-

dating tradition toget into modern times, in other words: to create the present city.

Introducción“Las metrópolis latinoamericanas presentan rasgos estructurales característicos,

muy diferenciados con las de los países hegemónicos en el sistema mundial.

Estos rasgos, reproducidos por el neoliberalismo, son: gigantismo, desorden y dispersión,

privatización, fragmentación, informalización empobrecimiento,

exclusión, conflictividad y violencia, y contaminación”.

(Pradilla, 2009:269)

El centro de las ciudades creadas desde la época de la colonia, y, en el caso de México, desde el

imperio azteca, representa un foco en el cual se asentaba la vida política, social, cultural y comer-

cialde los habitantes. Ahí residían los nodos físicos y simbólicos del poder, en coexistencia con

formas populares de interacción urbana: el comercio, el paseo, eincluso la reunión y manifesta-

ción política, que desde aquel tiempo, tiene su sede en las plazas y espacios comunesque rodean

los edificios de los poderes gubernamental y eclesiástico. El desarrollo físicode las ciudades “cen-

trales” ha reunido endistintas variantes la práctica del espacio público como lugar abierto a todos

los habitantes: los paseos, las plazas, las avenidas, los monumentos que la ciudad “regala” a los

paseantes, y, como contraparte, la segregación territorial para diferenciar los distintos estratos

sociales, incluso, las distintas áreas de la ciudad distribuidas según las etnias, en la época colo-

nial, fenómeno comprensible a manera de defensa, además, estrategia para disimular las des-

igualdades.

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Argumentación

Las ciudades coloniales de América Latina no son creación de los conquistadores, sino producto

de un complejo mestizaje territorial donde se conservó el protagonismo de las regiones: “A la lle-

gada de los españoles México Tenochtitlán contaba con 60 mil habitantes, ocupaba una extensión

de 1500 hectáreas y se organizaba en torno al centro ceremonial de forma rectangular y su templo

mayor, alrededor del cual se ubicaban las casas de la nobleza. (…) Los colonizadores españoles

llevaron a cabo la reconstrucción dela ciudad (…) superpusieron su Plaza Mayor al emplazamien-

to del Templo Mayor, como ámbito delpoder civil y religioso, y jerarquizaron los solares y su ubi-

cación respecto al centro en función de los méritos alcanzados por los españoles en la conquista.”

(Pradilla y Pino, 2004:74)

Las ciudades mexicanas se reconstruyen físicamente,en principio, tras la conquista; posterior-

mente, después del nuevo orden social que les implica la lucha de independencia y la revolución.

La urbanización del país que procede del siglo XX, se vincula a un gran proyecto político e ideo-

lógico de “lo nacional”, abarcando tanto las artes tradicionales como el naciente cine. Como lo

menciona Emilio Pradilla (2009) las ciudades latinoamericanas viven, durante el siglo XX, si acaso

en menos de 80 años, los cambios de sociedades rurales a ciudades industriales, proceso que en

Europa tomó siglos. Finalmente, estas ciudades surgen y crecen bajo el ala del proyecto capita-

lista y los modelos económicos de la modernidad, para convertirse en centros de desarrollo pobla-

cional y fuente de mano de obra para distintos sectores productivos, surgiendo las ventajas de

aglomeración. Las ciudades son expansivas e integradoras, ofrecen una diversidad, ventajosa

para el desarrollo y la competencia, sin embargo, las grandes ciudades de México, muestran cada

una de maneras propias, la lógicahistórica de segregación y creación de barreras y diferencias

territoriales, como forma de estructurar socialmente la vida urbana: la habitación, los desplaza-

mientos, los centros de recreación y trabajo se emplean en formas territorialmente diferencia-

das.

En el caso de México, para valorar la importancia de sus manifestaciones actuales en relación

con sus antecedentes históricos, los enclaves cerrados para los sectores de más altos recursos tie-

nen que ser vistos como algo que no es nuevo en la historia de la ciudad. Bastaría recordar la “casa-

fortaleza” de la época de la colonia, que pretendía defender a la población de origen español de las

posibles revueltas de los indios que vivían alrededor. Estos edificios imponentes, con sus muros al-

tos, sus pequeñas ventanas inaccesibles, sus puentes levadizos, su vida introvertida alrededor del

espacio común interior constituido por el patio central, impenetrable e invisible desde afuera, atesti-

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guan de una actitud defensiva de las élites coloniales, temerosas de las agresiones que pudieran

proceder de los barrios de indios, en una ciudad donde la segregación en los espacios reproducía la

segregación política, administrativa y étnica entre la “república de los españoles” y la “república de

indios”. La aspiración ala separación de los sectores más ricos del resto de la población urbana, es

un rasgo característico de la historia de la Ciudad de México(Duhau y Giglia, 2008:397).

Sin embargo, la segregación poblacional resulta siempre utópica y parcial, entre la voluntad de

aislamiento y el temor a la diferencia; contrapuesta con la necesidad de los servicios de aquellos

a quienes no se quiere como vecinos o visitantes. Por ejemplo en la ciudad de Puebla, fundada

como un enclave para la población de origen español, en el mismo año en el que fue creada: “En

1531 se firmó un acuerdo entre el oidor Salmerón y caciques tlaxcaltecas y cholultecas, por medio

del cual cada “vecino” (español) pudo disponer de 30 indígenas para levantar sus casas”

(Cuenca,2007:32).Así, en forma simultánea y contradictoria, los habitantes marginados encontra-

ban en los resquicios de la arquitectura de la ciudad colonial, espacios para las interacciones, el

juego, el diálogo y el intercambio. Si la vida aristocrática transcurría en los salones que miraban

al patio interior, en las plazas, los portales, los mercados, y los caminos, se daban prácticas co-

lectivas de subsistencia y recreación con las que los habitantes se apropiaban de la ciudad.

La ciudad tradicional, colonial, posee una clara estructura consolidada en su desarrollo ordenado

en torno a un espacio investido de valores simbólicos, que regulaban las prácticas y jerarquías

sociales. La elaboración física de esas ciudades, simétricas, refleja un orden en torno a las pose-

siones, los servicios y el poder, en un contexto social en el que se temía al otro, al indígena, y la

arquitectura era un modo de materializar las distancias y las diferencias. Al mismo tiempo los es-

pacios de la ciudad, parques y plazas fueron siempre apropiados de formas distintas como puntos

de encuentro e intercambio de habitantes y paseantes.

De manera inevitable, como corazón sociocultural de la ciudad, en los centros históricos fue pre-

dominante la vida popular, desde la época novohispana hasta el siglo XX, en muchas ciudades

coloniales del país se desarrolló con estrategias distintas, una disputa entre el poder político, el

eclesiástico y el pueblo, por el uso de los espacios públicos. Los habitantes de estas zonas de las

ciudades se caracterizaron por prácticas colectivas de subsistencia y colaboración, muchas sus-

tentadas en prácticas religiosas: las fiestas del santo patrono, bodas, bautizos, etc. En el centro

era común la socialización del abasto de agua, y de la elaboración de comida y bebida para los

eventos festivos.

Tras la Revolución Mexicana, surgieron ahí las vecindades, algunas, adaptaciones de viejas ca-

sonas abandonadas y en muchos casos, carentes de servicios como agua o luz.Ahí se desarrolló

una intensa vida social, elaborada en torno a los ideales de la modernidad en la versión particular

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de cada una de estas áreas centrales. Hay en forma simultánea un estímulo político a nivel nacio-

nal, para el desarrollo de una modernidad urbanizada e industrializada en México, producto de los

esquemas de la reconstrucción de nuestro país como República con su propia identidad moderna

-¿o modernizada?- que aporta como paradoja esta nueva forma de vida comunitaria e irregular de

la vecindad: resulta uno de los usos más prácticos que puede dársele a las antiguas casonas, de

enormes dimensiones, difíciles de mantener y habitar por un solo núcleo familiar.

Las vecindades tienen una población heterogénea: aunque son viviendas en general habitadas

por familias, ahí se refugian desde quienes subarriendan cuartos, los más pobres, solteros, viu-

dos, desempleados, trabajadores temporales, jóvenes que llegaban o eran enviados a la ciudad

para ganarse la vida; así como los viejos, que se van quedando ahí al margen del tiempo y, desde

luego, del “desarrollo” al que pretendía “incorporarse” México como nación moderna.

La revolución agraria mexicana aporta, como saldo final, la descomposición económica del campo

y el desarrollo urbano durante el siglo pasado; así, los campesinos despojados o desplazados se

adscriben a los centros poblacionales que empiezan a industrializarse. Son ellos quienes van a

habitar los barrios de las antiguas centralidades, y los mismos que en su mayoría han abandona-

do ya esas zonas a causa del fenómeno de encarecimiento del suelo, los proyectos de renovación

y reconstrucción, y como su contraparte, la oferta de vivienda de crédito y/o de interés social fue-

ra de las antiguas centralidades.

El desarrollo del sector de comercio y servicios por una parte y el abandono, por otra, ha permiti-

do que las centralidades tradicionales sean ahora espacio recuperado para la informalidad y la

delincuencia:

En las ciudades latinoamericanas crece el número de habitantes que se dedican a la llamada

“informalidad” –entre el 30 y el 50 por ciento de la PEA según la ciudad-, aunque detrás de sus acti-

vidades multiformes se oculta y enriquece una minoría de empresarios legales, tolerados o ilegales.

Estas actividades de subsistencia, realizadas en gran parte en las plazas, calles y medios de trans-

porte, o en lo profundo de las barriadas, crean sus propios ámbitos territoriales en los intersticios de

la ciudad integrada a la economía “formal” de la cual son apéndices, y construyen su propia cultura

que es en parte de la nueva ciudad a pesar del constante desalojo y represión (Pradilla, 2009:279).

La realidad es que el mercado de trabajo en las centralidades se dirige a un perfil más bien pobre,

que reproduce los esquemas de la maquila, mientras que no existe casi oferta laboral en las peri-

ferias. El centro pierde, para muchos grupos sociales, su sentido tradicional de centralidad y es-

pacio ideal para las transacciones comerciales, pasa a ser en cualquier caso un espacio compli-

cado para los automóviles, peligroso, con exceso de peatones, etc. La vida de las grandes

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manchas urbanas se ve marcada por el desplazamiento que en ocasiones acompaña al surgi-

miento de nuevos centros de trabajo.

Este contraste, también manifiesto en las entrevistas semiestructuradas, confirma el rechazo

existente actualmente entre gran parte de las clases medias y sin duda la clase alta, a acudir al Centro

Histórico en una tesitura recreativa, debido a que a pesar de ser unánimemente reconocido como un

lugar emblemático por el patrimonio histórico que alberga, lo consideran al mismo tiempo un lugar

peligroso, sucio e invadido por el comercio informal (Duhau, 2008:453).

Hoy, en su esquema de ciudades modernas, las urbes mexicanas exhiben de maneras distintas

según su peculiar historia y condiciones físicas y laborales, una serie de contradicciones que sur-

gen de las nuevas formas de segmentar y comunicar geográficamente las diferencias sociales. El

posible espacio público que era la ciudad se ha convertido, como lo señalan Duahu y Giglia (2008),

en el espacio del caos; el espacio común físico y simbólico de la ciudad, que eran los centros

históricos, entra en decadencia y en disminución territorial.La ciudad fragmentadase organiza en

islas que establecen vínculos entre sí. La vida urbana es actualmente la de los desplazamientos

en automóvil y la necesidad de vigilancia. El modelo de la ciudad dispersalo analizan tanto Pradi-

lla (2009) como Duhahu (2008), la ciudad en la cual la mancha urbana se expande, es considera-

da por los autores como la ciudad dispersa o la ciudad insular.La segregación poblacional, según

muestra el panorama delanálisis de los teóricos contemporáneos, (Duhau, Portes, Pradilla) en las

ciudades mexicanas y latinoamericanas corresponde aun patrón de polarización económica de

sus habitantesy a una jerarquización social del espacio, que tiene un vasto campo de expresión

simbólica (zonas “bien” y zonas peligrosas) cuyo status se manifiesta en las pretensiones, y en

una ideología idealizada, egoísta, o bien, solidaria en relación con el espacio de la ciudad como

lugar público, de libre circulación, destinado a la socialidad y el disfrute de lo urbano.

Estos procesos dereordenamiento de la vivienda en el espacio, se acompañan por la pérdida de

lugares y prácticas comunes, aquellas que los habitantes tenían en sus zonas de origen, barrios

y colonias centrales en las que abundan los arrendatarios y subarrendatarios, así como una am-

plia gama de prácticas informales de subsistencia, como la servidumbre doméstica, venta de co-

mida, etc. mediante los cuales se da una mayor interacción y se favorece una vida social hetero-

génea.

La suburbanización actual de la vivienda se acompaña por la “automovilización” creciente de la

ciudad y la privatización de los espacios públicos, incluyendo los servicios, anteriormente conce-

sionados por el Estado. El modelo económico ofrece a la vida cotidiana un carácter de “lucha por

la subsistencia”, en donde los bienes como el automóvil, se convierten en medio para los despla-

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zamientos que permiten abordar, en su desmesura, una mancha urbana como la Zona Metropoli-

tana del Valle de México. Según Pradilla (2009) el automóvil es el desarrollo técnico paradigmáti-

co del proyecto moderno, y constituye a la vez una de las principales causas de anomalías

ambientales, territoriales y de vías de comunicación en las urbes latinoamericanas. Como lo ana-

lizan Lisette Márquez y el mismo Pradilla, la ciudad latinoamericana es producto de un desarrollo

histórico desigual, que adopta en diversas variantes el proceso haciala modernización, centraliza-

do en el desarrollo industrial y comercial, situado territorial y simbólicamente en las capitales

como manchas o regiones urbanas.

La ciudad en América Latina, fue durante el siglo XX, parte del proceso de construcción de las

nuevas naciones independientes y, con frecuencia, es el nodo de su comunicación con la econo-

mía y la política mundial. El proceso se ve revertido, desde los años 80, y da lugar a lo que los

autores llaman la “industrialización trunca”, es decir, el proyecto inacabado de modernidad en las

ciudades y en sí en las economías latinoamericanas. El nuevo modelo, que según varios autores

(Sassen,1999; Castells, 1996), se sustenta en la economía informacional, el libre mercado y la

terciarización de la economía, se impone sobre las ciudades “modernas” incrementando aun más

la diferenciación socioeconómica de sus habitantes, y su polarización territorial.

En el caso de las ciudades mexicanas se observa cierta ruptura en lo que había sido la clase

obrera, y su actual desempeño en el comercio informal, en el servicio de transporte público, y el

subempleo en el sector terciario, el informal, o la delincuencia. Ese sector de la población, al ser

desplazado hacia las zonas suburbanas, en principio, permite suavizar el rostro violento y degra-

dado de las antiguas centralidades, en donde aun hoy, en ciertas áreas, abundan la mendicidad y

la prostitución. La polarización poblacional priva también a los grupos sociales de la interacción

heterogénea y la naturaleza social que el modernismo romántico atribuía a las centralidades, ofre-

ciéndole a cambio la opción de un orden social controlado, y propio.

A nivel cotidiano los habitantes de las ciudades mexicanas han visto una regresión general de sus

condiciones de vida y trabajo, las ventajas antiguamente atribuidas ala aglomeración, hoy se con-

vierten en “deseconomías” entre las cuales el tráfico, la contaminación y las formas de violencia

marcan las actividades y los desplazamientos domésticos. Portes y Roberts (2005) citan a la gran

polarización como lacausa de la delincuencia, y en ese sentido, favorecen quizás la idea de una

división socioespacial adecuada para los distintos contextos socioeconómicos.

En el mismo dilema histórico se encuentran el gobierno de las ciudades y la planeación terri-

torial y urbana. Mientras los movimientos sociales y políticos populares demandan insistentemente

la participación democrática en ambas esferas, en el primero se mantienen expresiones limitadas,

formales y en muchos casos impotentes o inoperantes; y en la segunda, sigue imperando el carácter

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burocrático, autoritario, sin participaciónciudadana, al tiempo que su posibilidad transformadora y

ordenadora se esconde y desvanece frente al avance incesante del individualismo burgués, la nega-

ción de lo colectivo, y la crítica ala justicia social, sustituida por el encubridor “bien común (Pradilla

2009:120).

El fenómeno de segregación social que ha dado lugar a las colonias suburbanas de clases bajas

ha favorecido nuevas formas de subsistencia y colaboración, sin embargo, mayoritariamente regi-

das por la violencia y la intromisión corrupta de las clases políticas.

Desde la revolución de 1910 y hasta la contrarreforma a la legislación agraria de 1990-91, el régimen

de tenencia del suelo periférico a las ciudades mexicanas, incluida la ZMVM, estuvo dominado por la

propiedad ejidal y comunal. (…) Estas formas de propiedad no permitían entonces la libre compra-

venta legal en el mercado, pero obviamente no impidieron su ocupación ilegal o irregular.Salvo las

viviendas construidas o promovidas por el sector público, ubicadas sobre suelo público o de propie-

dad social expropiada directamente por los gobiernos y que antes de 1990 fueron en muchos casos

unidades habitacionales de alturas mayores a dos pisos, en la mayoría de los casos la construcción

de vivienda popular recurrió, por necesidad, al procedimiento de ocupación ilegal y/o irregular de

propiedad ejidal, comunal, pública, o en menor medida privada, y a un proceso posterior de expro-

piación y regularización por el sector público. (…) En estos casos obviamente, no había ningún pro-

ceso de planeación estatal previa o anticipación del sector inmobiliario en la expansión urbana, pues

ninguno aceptaba reconocer estas formas de ocupación irregular o ilegal, por cuestiones de legali-

dad y legitimidad (Pradilla, 2009:15).

La segregación y reubicación de las clases bajas favorece renovadas formas de violencia, pero

también de interacción colectiva caracterizados por la celebración de fiestas cívicas y religiosas,

pero en particular por prácticas informales de subsistencia, como el tianguis. En las unidades

habitacionales la vida pública ocurre con frecuencia en espacios que no la favorecen, como las

áreas de estacionamiento, en donde niños y jóvenes se reúnen. Las periferias, aun las de las

clases altas, se distinguen de las antiguas centralidades por carecer de una vida cultural y de

prácticas cotidianas de carácter comunitario.

En los hechos, la vida de los habitantes de las grandes ciudades se determina por su área de

trabajo, entonces, muchas de estas colonias periféricas a la ciudad constituyen las llamadas “co-

lonias dormitorio”, ya que no cuentan con una oferta de trabajo. El proceso de segregación de los

habitantes de la centralidad, elimina prácticas colectivas de autosubsistencia, economías informa-

les; significa en sí la ruptura de interacciones sociales de colectividad, aquellas propiciadas por la

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misma estructura física de la antigua centralidad: una o varias plazas, portales, o pasajes. En este

fenómeno de habitación de los suburbios, se suma el desplazamiento de las clases populares del

centro a las periferias, con los migrantes y población flotante que acuden a trabajar de manera

permanente o estacional en las zonas urbanas del país.

Los nuevos hogares que hoy se ofrecen a las masas urbanas pueden incluirse en la llamada “ar-

quitectura chatarra” creados muchos de ellos en forma estandarizada para todos los climas y tipos

de suelo en el país, construidos con presupuestos mínimos administrados bajo la corrupción (ins-

titucional y privada), resultan con frecuencia construcciones con pobres condiciones de luz, bajo

ningún concepto de diseño y planeación del espacio, sustentadas en la lógica de la producción en

serie de vivienda de tamaño reducido, a bajo costo.

En los proyectos de unidades habitacionales de diseño homogéneo, resurge la diversidad: en

poco tiempo, los habitantes dan su propia apariencia a las casas, y con frecuencia hacen de ellas

espacios para el comercio informal. La segregación de los habitantes tradicionales de las centra-

lidades se acompaña por el desarrollo de conjuntos habitacionales alejados del centro, que muy

lentamente se van allegando servicios, y desde luego, un incipiente y monopólico comercio, al

menos para consumo doméstico. Con frecuencia, las mismas colonias producen oferta para su

mercado, en muy raros casos el gran comercio nacional o trasnacional invierte en el consumo de

las periferias de clase baja.

Las colonias suburbanas son en su mayoría proyectos fallidos en su posibilidad de constituir es-

pacios para la convivencia adecuados a las necesidades sociales de las familias: surgen bajo la

promesa de desarrollos y beneficios futuros para la zona, como un sector de comercio y servicios,

fuentes de trabajo, vías y medios de acceso, y espacios para la interacción social. La realidad es

que estas zonas habitacionales no son sólo muestra del engaño y la voracidad de los mercados

inmobiliarios, sino en particular de la falta de planeación por la cual no se establecen condiciones

reales para ese futuro desarrollo suburbano.

La población de San Buenaventura, por consiguiente, está integrada por familias jóvenes que

han adquirido con esfuerzo un bien inmueble y que enfrentan una situación de desarraigo por el ale-

jamiento de los lugares donde han vivido y trabajado hasta ahora y porque experimentan una fractura

entre la localización de su residencia y el resto de sus actividades y relaciones sociales. (…) Debe

destacarse una demanda muy alta de bienes y servicios destinados a atender estas poblaciones:

guarderías, jardines de niños, escuelas primarias y secundarias, clínicas familiares y médicos pedia-

tras y obstetras, servicios recreativos como cines, restaurantes, cafeterías, academias, gimnasios;

oferta diversificada de indumentaria y artículos para el hogar, artículos deportivos, etc. (Duhau y Gi-

glia, 2008:416)

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La distancia, para las zonas marginales, no aminora en absoluto las desventajas de la ciudad

central, por el contrario, permite nuevas formas de ilegalidad y violencia, nuevas estructuras de

marginación y luchas por el poder, alimentadas desde el clientelismo político. Asimismo conforma

una gran pérdida de la heterogeneidad física que representa la antigua centralidad. “Las islas de

los ricos tienen cierto margen de autonomía mientras que las de lospobres sólo pueden escapar

ala marginalidad y al desorden por la vía del proselitismo partidista, y queda por verse si éste lo-

gra resolver los problemas de inseguridad, abuso de los espacios públicos y deficiencias en los

servicios básicos.” (Duhau y Gilgia, 2008:429)

De las filas de los propios habitantes de estas zonas, surgen también “activistas sociales” que se

desarrollan en las esferas de poder, como representantes de las comunidades.

“Mira, nuestra unidad habitacional desgraciadamente estuvo manejada por un partido políti-

co que lo monopolizó y desgraciadamente aquí las canchas, ciertas canchas, de futbol, voleibol,

basquetbol, son manejadas por el PRI y ellos lo utilizan como un instrumento público para traer más

votos, que si tú eres del PRI puedes jugar siempre y cuando vivas en esa área, y si tú perteneces a

otro partido político, te van a correr”. (Hombre, 44 años, abogado, empleado en el Gobierno del Dis-

trito Federal) (Duhau y Giglia, 2008:428)

Estos proyectos, tanto en las zonas marginadas como en algunas colonias de clase alta, denotan

la falta de visión de los desarrolladores acerca de las necesidades culturales y de relación con el

entorno que requieren estas nuevas comunidades para ser auténticos desarrollos que favorezcan

el sentido de identidad y las relaciones comunitarias.Los grupos marginales, desplazados de la

centralidad, en particular los jóvenes, carecen de los lazos culturales y sociales del arraigo que

sus antecesores tenían con un barrio, con un territorio, que les era propio. “No nos gusta Iztapa-

lapa, no hay nada, la gente es fea, yo no quiero que mis hijos se queden aquí” argumenta una

profesora que vive ahí porque fue su opción para poseer una casa.

Marshall Berman ilustra cómo para los jóvenes la ilusión de la modernidad es mucho más fuerte

que cualquier sentido de arraigo con sus precarios barrios marginales:

Porque el Bronx de mi juventud estaba poseído, inspirado, por el gran sueño moderno de la

movilidad. Vivir bien significaba ascender socialmente, y a su vez esto significaba marcharse física-

mente; vivir la propia vida cerca de casa era no estar vivo. Nuestros padres, que habían ascendido y

se habían marchado de Lower East Side, creían esto con la misma devoción que nosotros, aun cuan-

do es posible que sus corazones se rompieran al irnos. Ni siquiera los radicales de mi juventud dis-

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cutían este sueño –y el Bronx de mi niñez estaba lleno de radicales-; su única queja era que el sueño

no se estaba cumpliendo con suficiente rapidez, libertad o igualdad. Pero cuando ves la vida de este

modo, ningún barrio ni entorno puede ser algo más que una etapa en el transcurso de la vida, la pla-

taforma de lanzamiento hacia vuelos más altos y órbitas más amplias que las tuyas propias (Berman,

2008:344).

Como contraparte con ese “sueño de huida” aparecen las realidades carentes de opciones de

muchos jóvenes mexicanos que transitan hacia la edad adulta en una habitación compartida con

sus hermanos, o en un cuarto construido junto a la casa de sus padres. Figura la pobreza física y

cultural de las zonas suburbanas, que no son ciudades ni centros, ya que en cada una de ellas, la

vida urbana en su sentido más amplio, pasa apenas por encima. En su mayoría, las políticas pú-

blicas consideran que con la instalación de canchas deportivas o talleres artísticos es suficiente

para aminorar las carencias estéticas y económicas de estas regiones.Así, las colonias margina-

les son el medio “canijo” de donde hay que salir para sentir que se tiene una vida mejor, no es,

además, un espacio simbólicamente propio. En muchas ocasiones tampoco se trata de un espa-

cio legalmente propio, sin embargo, en ellas el sentido de apropiación se crea en la lucha social

por el reconocimiento político de la comunidad y la inversión económica que se hace en la ade-

cuación de un espacio físico, considerado un patrimonio.

La situación de los servicios de transporte público en las ciudades “modernas” de México es otro

de sus capítulos tristes, en el caso de las zonas suburbanas hay un total abuso e informalidad por

parte de los prestadores de servicios, quienes realizan su trabajo, sin capacitación, en ocasiones

con unidades de segunda mano, en pésimas condiciones técnicas. Varios de los habitantes de

conjuntos suburbanos declaran a Duhau y Giglia, que salir de su área les implica un costo muy

fuerte en pasajes, por lo cual se quedan sin dinero para comer.

Mientras, la vieja centralidad es estigmatizada socialmente, y abandonada, tanto en su manteni-

miento por parte de los propietarios,como en su uso, que va decayendo en su propia polarización:

los espacios son “recuperados” por el poder privado o público, o bien apropiados por el sector

popularempleado en la terciarización informal, que establece redes y crea territorios de la infor-

malidad y la delincuencia, como es el caso de los barrios de Tepito y La Merced en Ciudad de

México. Esadesventaja es expresada por los habitantes de las zonassuburbanas, quienes tienen

la intención de alejar a sus hijos de ese medio. Aquellos que se alejan del centro apuestan por dos

promesas del sector público y las inmobiliarias: patrimonio y tranquilidad.

La fragmentación urbana y los cambios ocurridos en las antiguas centralidades de México se ex-

presan hoy en la imposibilidad de la figura romántica del “flaneur”, cada vez resulta menos factible

realizar recorridos a pie por las calles. Caminar por el actual centro de las antiguas ciudades, más

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allá de la publicidad turística, resulta una experiencia incómoda, poco placentera, sino es que

arriesgada.El centro aún conserva cierto valor simbólico para la población en su conjunto; sin

embargo, hay que resaltar el uso del apellido “histórico” para referirse a estas antiguas centralida-

des, evidenciando así el hecho de que ya no constituyen un sitio de importancia en función de las

prácticas de los habitantes actuales.

El habitante moderno “civilizado”, se mantiene lejos del centro, y puede contar en su pequeña isla,

con un mínimo de servicios que le optimizan la vida cotidiana, y que permiten evitar el tráfico, la

inseguridad y el hacinamiento del centro de la ciudad. De aquí surge la tercera promesa con la

que los habitantes se desplazan del centro a la periferia: la exclusividad.

En los últimos dos decenios la abrumadora mayoría de las viviendas nuevas construidas en

México por empresas privadas para sectores medios y altos, contemplan dispositivos de cierre y di-

versas formas de barrera con respecto al exterior, y la idea de que el conjunto es “especial”, único,

con cierta dosis de autonomía respecto a su entorno. No importa que se trate de un simple edificio

dedepartamentos. Los servicios interiores no son presentados sólo como dotaciones decada vivien-

da, sino como recursos comunes que permiten prescindir o evitar el contacto con el afuera y que

distinguen el espacio interior (Dugau, Guiglia, 2008:399).

Las altas esferas sociales adoptan el esquema de suburbios nuevos para el aislamiento de la vida

pública, habitando fraccionamientos cerrados, con vigilantes y bardas, restringidos al transporte

público. En estas zonas periféricas como Interlomas, Estado de México; San Pedro, Nuevo

León;Angelópolis, Puebla, se da un rápido desarrollo de oferta comercial y de servicios en los que

la propia estructura física de los espacios y accesos, sólo para automóvil, establecen el status

social de los clientes. Por otra parte, en esas mismas colonias se requiere de los servicios de

empleados de bajo nivel social, que acuden a su jornada en medios de transporte precarios, y, de

ser posible, imperceptibles para los habitantes.

Este es otro rostro de lo que Emilio Pradilla llama la “ciudad dispersa”, con sus fraccionamientos

y zonas residenciales que son rápidamente capitalizados por las grandes empresas de bienes y

servicios. Con frecuencia, este tipo de emplazamiento urbano de clase alta se expande sobre te-

rritorios suburbanos con una cultura originaria y prácticas tradicionales propias, provocando nota-

ble descomposición de las redes socioterritoriales y de sustentabilidad en la zona, como es el

caso de Cholula, en Puebla, y Tepepan y Xochimilco, en Ciudad de México.

Ofrecen como ventajas su lejanía con el centro de la ciudad, su difícil acceso, y su vínculo con el

entorno natural. Efectivamente, muchos de estos proyectos se emprenden sobre zonas de riqueza

ecológica que llegan a ser devastadas si es que las áreas residenciales logran “efectivamente”

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allegarse del abasto suficiente de agua, luz, alcantarillado y servicios de limpia. Giglia y Duhau se

cuestionan sobre la funcionalidad y el grado de satisfacción que estas zonas residenciales subur-

banas ofrecen, sin embargo, una de sus ventajas es marcar diferencias sociales y –más en el

imaginario que en los hechos- producir patrones predecibles de interrelación social. En su trabajo

de investigación sobre los imaginarios de distintos emplazamientos habitacionales en la ciudad de

México apuntan:

Los habitantes de la metrópoli se orientan en ella recurriendo a clasificaciones socio-espacia-

les que les permiten situar dentro deun esquema de conjunto tanto la ciudad en que habitan como las

restantes ciudades, aunque muchas veces sus nociones acerca de estas últimas se basen en estereo-

tipos y en discursos e imágenes mediáticas o, quizás, precisamente por ello. Esto no impide que al

mismo tiempo, con independencia de la posición tanto atribuida desde otros lugares como la autoa-

sumida, en general y, con independencia del estrato socio-espacial ocupado, el espacio donde se

reside es cargado de atributos positivos (Duhau Giglia,2008:462-463).

Conclusiones

“Irónicamente, entonces, en el transcurso de una generación, la calle,

que siempre había servido para expresar una modernidad dinámica y progresiva,

vino a simbolizar algo sucio, desordenado, indolente, estancado, agotado, obsoleto:

todo lo que, supuestamente, el dinamismo y el progreso de la modernidad dejarían atrás.”

(Berman, 2008:333)

Las redes de interacción de los habitantes de las zonas residenciales periurbanas, no están defi-

nidas por sus lugares de hábitat, se realizan en particular dentro de la vida de la familia extensa y

el círculo de colegas profesionales o viejos amigos del mismo círculo social. Las reuniones públi-

cas de estos gruposocurren en lugares privados muy específicos: restaurantes, bares, centros

deportivos, clubes sociales y centros de juego, mientras que los centros comerciales son el espa-

cio para la recreación consumista.Estos espacios han surgido en las zonas periféricas de las

ciudades, como expresión de la vida social de las clases altas, bajo estrictas normas arquitectó-

nicas y logísticas de segregación que van desde la dificultad para el acceso peatonal hasta la

discriminación en el criterio para la entrada. En general están poblados de policías/vigilantes que

aprovechan cualquier excusa para externar su poder.

Estos espacios “públicos” son aquellos “exclusivos” en los que la clase alta pretende hacer una

vida social sin la interacción con las clases bajas, En la investigación de Duhau y Giglia se expone

cómo en la Ciudad de México, los centros comerciales se han convertido en un importante lugar

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para la recreación, auque las clases sociales muy bajas evitan este entretenimiento, prefiriendo

espacios abiertos, como el parque. El centro comercial es una expresión del consumo en la cultu-

ra urbana, las prácticas de compra tienen una atribución social, y se vinculan con el entreteni-

miento, a la vez que eliminan el carácter público de importantes áreas tanto de la ciudad como de

las zonas suburbanas. Implica la agrupación de un conjunto de interacciones económicas, socia-

les y simbólicas que ahí ocurren, Urteaga y Cornejo (1996) exhiben cómo para los jóvenes, tiene

un uso similar a la antigua plaza, es el lugar de la socialización y el ligue, ahí se acude para pasar

el tiempo y conocer gente.

Por otra parte, la apuesta de recuperación de las antiguas centralidades corresponde al interés

especulativo por ciertas áreas, el rescate de su valor cultural y turístico, y en algunos casos, el

interés de conservar ahí edificios sedes de dependencias institucionales: con frecuencia termina

por arruinar o demoler la ciudad antigua para sustituirla por la arquitectura “moderna”, como en el

caso de la Macroplaza, en Monterrey.Esta polarización desbordada la define finalmente Pradilla

como la ciudad de bunkers:

Este movimiento sociopolítico se expresa también en las formas arquitectónicas y urbanas.

En las metrópolis más influidas por el american way of life (México, Caracas, Bogotá, Lima, entre

otras), la multiplicación sin límite de centros y plazas comerciales, con sus calles interiores vigiladas,

alimentada por el miedo a la violencia callejera, vacías las calles y plazas públicas reducidas a la ta-

rea de medios de circulación de los automotores. Ante la incapacidad de los gobiernos para controlar

al crimen organizado, los edificios de oficinas y vivienda, o las unidades habitacionales nuevas y

viejas, o los centros corporativos se amurallan, se contratan vigilantes privados, se transforman en

verdaderos bunkers donde se encierran los habitantes para protegerse de los delincuentes que tie-

nen libertad de movimiento y se reparten en el territorio urbano (Pradilla, 2009:276).

Las ciudades mexicanas son, como lo menciona Pradilla, ciudades porosas y dispersas, con áreas

abandonadas en la misma centralidad, y aglomeraciones suburbanas; en ellas la noción simbólica

referida a las zonas o lugares, establece criterios para la distribución poblacional diferenciada de

los habitantes y los sectores productivos. En su mayoría están marcadas por una creciente auto-

movilización, un crecimiento no planificado, y grandes desventajas producto de la aglomeración:

hacinamiento, tráfico, delincuencia, inundaciones, etc. en el contexto más reciente están también

en vías de constituirse en ciudades bunkers.

Es importante destacar que el crecimiento suburbano de la ciudad tanto en aquellas zonas para

las clases altas como en las populares, se ha dado sin la menor consideración de las condiciones

y los recursos naturales del terreno, así, la polarización y la disgregación social han provocado un

mayor daño ecológico a las zonas urbanas delpaís.Duhau y Giglia exponen la insularidad dela

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ciudad como una desventaja, cuyas carenciasresultan ser efecto de tres procesos concurrentes:

1) La ausencia de un modelo público de ciudad.

2) Laimplantación de los espacios comerciales en nodos viales a lo largo de ejes metropoli-

tanos que no requieren estar rodeados de áreas habitacionales.

3) El empleo de estrategias inmobiliarias de flexibilidad locacional, considerando que el pre-

dominio de uso del automóvil les confiere una relativa ubicuidad.

En su condición contemporánea las ciudades mexicanas se convierten en ciudades dispersas en

las que las actividades de los habitantes están normadas por grandes desplazamientos, asenta-

das en los territorios de prácticas económicas y sociales profundamente desiguales. En general,

los sectores acomodados ocupan la zona sur, y el norte lo destinan a la industria y los desarrollos

marginales, sin embargo, lo evidente es que no se trata de un fenómeno planeado, y que no hay

un objetivo que norme los movimientos expansivos, sino que priva una lógica de irracionalidad y

contingencia con la cual se edifican las zonas suburbanas populares.Cada vez con mayor fre-

cuencia los fenómenos naturales y sus consecuencias: altos niveles de contaminación atmosféri-

ca, inundaciones, derrumbes de construcciones, deslaves, etc. recuerdan a las ciudades que las

formas del crecimiento físico y los planes de desarrollo de vías urbanas requieren de un trabajo

consciente de planeación coherente con las condiciones y necesidades geográficas y de los habi-

tantes.

La exclusión es un hecho económico-social, que se expresa territorialmente, puesto que las

clases y grupos sociales se localizan laboral y residencialmente en partes concretas de la ciudad,

según su patrimonio eingresos y su capacidad de acceder determinados mercados del suelo einmo-

biliarios.El territorio urbano se ha fragmentado entre zonas económicas y habitacionales modernas,

con alta calidad de vida, bien dotadas de infraestructura y servicios, integradas en el todo local y

vinculadas al mundo, y zonas excluidas, carentes de servicios e infraestructura de calidad, deteriora-

das ambientalmente y desarticuladas del cambio tecnológico y los procesos mundiales (Pradilla,

2009:280).

La violencia en las ciudades del país es cotidiana y acompaña los grandes desplazamientos a los

que se ven forzados los habitantes, se vive una polarización que se expresa y se construye terri-

torialmente y que ha fragmentado las estructuras sociales mostrándose en la carencia de espa-

cios públicos. Surgen a la vez nuevas formas de habitar y convivir en las ciudades ¿otroslazos de

interacción?, recuperando el comentario de Emilio Pradilla “No se trata de diseñar utopías en Au-

tocad impresasa color en IBM lasser, lo que es necesario es construir un proyecto futuro de socie-

dad y ciudad mediante los instrumentos del conocimiento científico,la cultura,la tecnología y, so-

bre todo, la política pública” (Pradilla, 2009:291).

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Revista Académica de Comunicación y Ciencias Socialeswww.revistametacom.com

El paradigma latinoamericano de la Educomunicación:

El campo para la intervención social

2011

Por: Eloína Castro Lara1

1Licenciada en Comunicación por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, posee estudios en materia de aprendizaje cooperativo y didácticas para la enseñanza y aprendizaje constructivista en ambientes inclusivos, así como ha sido investigador adjunto de proyectos

relacionados con Seguimiento de egresados y Trayectorias Escolares. Formó parte del Seminario permanente sobre Métodos, técnicas y modelos de Complejidad Social en la Universidad Nacional

Autónoma de México, posee una Diplomatura Superior en Gestión Educativa por parte de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Argentina y actualmente estudia el Doctorado en

Comunicación Social en la Universidad Nacional de la Plata.

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ResumenRemitida a un enfoque sistémico, América Latina cimenta la Educomunicación como un campo

para la transformación e intervención social que pretende la gestión de conocimiento en una red:

compartida, bidireccional, dialogal, democrática y equitativa, para el tratamiento de problemáti-

cas socioculturales que ni la Comunicación ni la Educación pueden resolver por separado en un

mundo cambiante.

La mirada latinoamericana sobre la potencialidad de esta transdisciplina ha logrado que en países

como Brasil, la Educomunicación se haya institucionalizado académica y gubernamentalmente

(ley Educom), creando programas y políticas públicas que interconectan a la población en gran-

des redes y ecosistemas que aumentan el coeficiente comunicativo de las personas para la con-

solidación de un hommo communicans acorde a su época.

AbstractSubmitted to a systemic approach, Latin America sets Educommunication as a field for social

transformation and social intervention that seeks knowledge on a shared, bidirectional, dialogical,

democrat and equitable network which treats socio-cultural issues that neither Communication nor

Education can solve separately in the context of a shifting world.

The Latin American view on the potential of this trans-discipline has achieved, in countries such as

Brazil, the institutionalization-in both academics and governmental levels (Educom law)- of Edu-

communication, creating programs and public policies that interconnect population in large net-

works and communicative ecosystems that increase the communicative coefficient of people,

which also consolidates an hommo communicans according to their time.

Palabras clave: Educomunicación, comunicación, gestión, conocimiento, sociedad

Introducción

Importante es reflexionar que, tanto en la sociedad de masas como en la sociedad de la informa-

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ción no es viable hablar de educación como factor de desarrollo global y posmodernidad sin la

Educación-Comunicación, que responde a diversas denominaciones: Educación en medios, Edu-

cación de medios, Alfabetización audiovisual, Alfabetización mediática, Comunicación Educativa,

Educomunicación, entre otros. Se apunta a señalar que el uso indistinto e intercambiable de di-

chos términos ha contribuido en parte a su limitación como campo de estudio, pero también a la

confusión semántica cuando se abordan tales conceptos.

Primeramente, el término nació en países anglosajones bajo la denominación Media Literacy, que

resulta ser el concepto relacionado con la Educación-Comunicación más difundido y arraigado a

nivel mundial. La Media Literacy se refiere a la formación de individuos mediáticamente alfabeti-

zados a través de la Educación en medios (Media Education).

Actualmente la UNESCO reconoce la designación de Media and Information Literacy, y en Esta-

dos Unidos se manifiestan dos nombres nuevos: New Literacy y Media Literacy Education. Sin

embargo esta perspectiva de la Media Literacy, Media Education, New literacies y Media Literacy

Education es muy diferente a la referencia nominal de Educación-Comunicación en América Lati-

na (Aparici,s/f; Torrent,2009;Zurita,2009;Huergo,2004,Sierra,2006).

En la región latinoamericana el concepto de Educomunicación fue acuñado por Mario Kaplún en

su obra Pedagogía de la Comunicación, referido para designar actividades educativas en pro de

una lectura crítica de la cultura y los medios, fomentando el aprendizaje colaborativo bajo una

dimensión dialógica basada en procesos de comunicación subjetiva, que encausan el conocimien-

to de los interlocutores a través del establecimiento del diálogo.

Si bien la Educación-Comunicación crecía en ambas latitudes, en el mundo anglosajón no se han

reconocido las aportaciones latinoamericanas y las obras no han sido traducidas, por lo que mun-

dialmente se ha impuesto, por la industria de la ciencia y el conocimiento, una sola forma de en-

tender y estudiar la Educación-Comunicación

El modelo latinoamericano ha logrado fusionar inter y transdisciplinariamente la Educación con la

Comunicación, cimentado y justificado no exclusivamente en teorías comunicativas o educativas,

sino en derechos humanos (igualdad y libertad) y políticos (democracia). Diversos autores contri-

buyen al campo y desarrollan líneas de investigación -cuyas denominaciones también fungen

como sinónimos prácticos del constructo Educomunicación- entre las que destacan: Lectura crí-

tica de medios, Recepción activa, Educación de las audiencias, Educación en o para la Comuni-

cación, Educación y nuevas tecnologías de información y comunicación (Aparici,s/f; Torrent,2009

;Zurita,2009;Huergo,2004,Sierra,2006, Kaplún,1998).

El paradigma que se retoma en el presente ensayo proviene del movimiento educomunicativo

brasileño forjado por Ismar de Oliveira Soares, que habla de la comunicación como la variable

determinante de la sociedad posmoderna tras conformar redes, dinámicas y relaciones que han

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provocado nuevos modos de pensar, vivir, actuar y decidir, siendo la educomunicación un campo

académicamente posible y políticamente deseable para la intervención social (Torrent,2009; Ka-

plún, 1997;1998).

En este sentido, siendo un campo con múltiples áreas de injerencia para su consolidación, el

Equipo de Comunicación Social para América (ECOSAM) reconoce principalmente a las siguien-

tes:

1) Educación para la comunicación

2) Gestión comunicativa en el espacio organizacional educativo

3) Mediación tecnológica

4) Epistemología en la interrelación Comunicación-Educación (ECOSAM,2001)

Además de temas relacionados con: Mediaciones (cognitivas, institucionales, culturales), proce-

sos de enseñanza-aprendizaje, estrategias de apropiación del sentido y aprendizaje significativo

para la vida cotidiana y experiencias educomunicativas (Hernández,2006) entre otros.

Argumentación1. El constructo

Históricamente la educomunicación es fruto de la intersección entre comunicación y educación a

partir de las contribuciones multidisciplinarias, desarrollada a través de las relaciones entre:

a) Instituciones educativas y horizontes culturales

b) Educación y medios de comunicación

c) Educación y nuevas tecnologías (Valderrama, 2000).

Es importante señalar que la educomunicación no se reduce al uso de las nuevas tecnologías de

información y comunicación en el proceso educativo, éstas fungen únicamente como canales y

herramientas que ayudan a potenciar la retroalimentación, participación y cierto tipo de interac-

ción entre los agentes para compartir y construir conocimiento, de ninguna manera constituyen la

esencia del proceso educomunicativo (Bustamante,2007).

Tampoco se refiere a la aplicación en la comunicación de las teorías pedagógicas, didácticas o de

las ciencias de la educación, o educación para la comunicación o las aportaciones de la comuni-

cación para tecnificar la educación (Huergo,2009). La educomunicación no es una nueva discipli-

na, sino un nuevo paradigma transdisciplinar que contempla el conocimiento como un todo multi-

disciplinario y transversal, premisa en la que basa su desarrollo y práctica, no como un cúmulo

fragmentado de información (Tabosa, s/f).

Conforme a la teoría y praxis generada en Sudamérica, la Educomunicación es un campo de in-

vestigación e intervención social, procesal, mediático, transdisciplinar e ínterdiscursivo, diferente

a los planteamientos y objetivos de la Educación, la Pedagogía y la Comunicación Social, que

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implica la interrelación directa entre educación y comunicación en el marco de una gestión comu-

nicativa que diseña acciones concretas para la edificación de ecosistemas comunicativos que

permitan el intercambio horizontal entre los agentes con una intención educativa, un alto compro-

miso social y potencial en términos de gestión y políticas públicas (Bustamente, 2007, Tabosa,

s/f).

Herederos de la tradición educomunicativa latinoamericana, Jorge Huergo, Carlos Valderrama,

William Torres, Emmanuel Gall, Gabriel Kaplún, Génesio Da Silva, Francisco Sierra (español) e

Ismar de Oliveira se han dedicado a explorar múltiples líneas de este campo, de este último se

retoma el planteamiento conceptual de la educomunicación, siendo ésta

el conjunto de las acciones de carácter multidisciplinar inherentes a la planificación, ejecución y

evaluación de procesos, programas y productos destinados a la creación, reforzamiento y desa-

rrollo –en determinado contexto –de ecosistemas comunicativos abiertos y dialógicos, favorece-

dores del aprendizaje colaborativo a partir del ejercicio de la libertad de expresión, mediante el

acceso y la inserción crítica y autónoma de los sujetos y sus comunidades en la sociedad de la

comunicación, teniendo como meta la práctica ciudadana en todos los campos de la intervención

humana en la realidad social (De Oliveira,2009:202)

El enfoque latinoamericano la concibe como la “vía para construir procesos simbólicos que con-

ducen a la consolidación de formas culturales auténticas y libres ,donde hay mayor espacio para

la participación, la interacción y la construcción simbólica” (Bustamante,2007:s/p).

Como toda acción comunicativa en cualquier nivel – interpersonal, grupal, organizacional, masi-

vo-, la educomunicación tiene la intención de generar un ecosistema comunicativo en un contexto

dado (Vicente,2005); y consecuentemente se consolida como un campo estratégico no sólo en las

organizaciones educativas, sino en las políticas públicas orientadas a la construcción, inclusión y

participación de la ciudadanía contemporánea (Valderrama,2000), ya que estimula la concepción

de un ser humano, en una temporalidad diferente, que es capaz de construir nuevos significados

en su praxis habitual (Lauriti en Rodrigues,2008; Pineau,2010).

2. Ecosistemas comunicativos

Los ecosistemas comunicativos son un conjunto interconectado de relaciones, acciones y condi-

ciones que envuelven comunicativamente a una determinada comunidad educativa, preservan la

salud y el buen flujo en los intercambios, influyendo decisivamente en los procesos, métodos y

personal“Toda intervención desarrollada en el espacio educativo tendrá por objetivo de generar

ecosistemas comunicativos. Por lo tanto, toda acción educativa es acción

comunicativa”(Genesio,2002:2).

El estudio del ecosistema comunicativo incluye la organización de recursos y acciones para reco-

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nocer, fortalecer y motivar las relaciones interpersonales en un marco de participación y recipro-

cidad (Baxzos,2004).La eficiencia del ecosistema comunicacional se consigue poco a poco y está

en permanente construcción, depende fundamentalmente de la voluntad política que muestren

los agentes comunicativos.

El cambio del ecosistema implica la consolidación de una organización capaz de producir, difundir

y gestionar nuevos significados sociales, imaginarios radicales que rompan con la inercia de la

reproducción de viejos paradigmas que ya no debieren limitar y condicionar un determinado sen-

tido, respondiendo de esta manera a la realidad socio-económica-política-cultural del entorno.

Consecuentemente, la labor de la gestión comunicativa es planear, ejecutar y evaluar acciones

comunicativas de intención educativa con el fin de preservar y perfeccionar el ecosistema comu-

nicacional de la organización (Vicente,2005), se trata de gestionar un ecosistema inclusivo, es

decir, que abarque a todos y cada uno de los participantes de la organización en el proceso ense-

ñanza-aprendizaje, incorporando un sentido de cultura y pertenencia, en una dinámica dialogal de

acción-reflexión-acción (Jorge,2008) con los objetivos siguientes:

1. Aprender a trabajar en equipo respetando las diferencias

2. Valorar los errores como parte del proceso de aprendizaje

3. Emprender proyectos encaminados a la transformación de la sociedad

4. Gestar procesos de intervención participativos (De Oliveira, 2009)

En donde el educomunicador profesional facilita al grupo el proceso de compartir el conocimiento

que ya se tiene, o lo incita a aprehender nuevos conocimientos del mundo - a través de diversos

medios – para transformarlo. En ese sentido, la educomunicación implica también la involucración

en la producción colectiva de conocimiento que genera nuevas herramientas-conceptuales, valo-

rativas, técnicas- y modifica prácticas conductuales (Gall, 2005: s/p).

Como se puede constatar, para la implementación de un proyecto educomunicativo es imprescin-

dible la participación profesional del gestor educomunicativo, quien deberá plantear los límites y

alcances del mismo (Tabosa, s/f).

3. El Proceso de Educomunicativo

El campo de estudio de la Educomunicación implica la construcción colectiva del conocimiento

que parte del análisis de las representaciones sociales para proveer de estrategias y métodos que

desarrollen el coeficiente comunicativo de los agentes involucrados así como la evolución de los

proyectos en redes (Sierra,1997; Kaplún,1998; De Oliveira,2009)

El modelo que se pregona en la Educomunicación no contempla a la comunicación desde la pers-

pectiva funcionalista tradicional, la considera como un proceso horizontal de intercambio y com-

partición voluntaria de signos, en la que los interlocutores mantienen una interacción democrática

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e igualitaria en condiciones - de libertad, acceso y participación-, en la que se forjan relaciones

dialogales comunitarias en total reciprocidad con el propósito de entrar en cooperación mental y

alcanzar una consciencia común, dando origen a la existencia social (Kaplún,1998; Kaplún,1998;

Beltrán,1980).

A razón de aquello se reconoce la capacidad de cada uno de los agentes -individuales o colecti-

vos- involucrados en el proceso de comunicación de gestionar para sí:

a) Construcción subjetiva

b) Identidad personal y cultural

c) Proyecto de vida

d) Conocimiento (Valderrama,2000:VII)

En este sentido, todos los agentes son emisores-receptores potenciales, por ello son gestores

innatos del proceso educomunicativo (Baxzos,2004). El proceso educomunicativo deja la tenden-

cia tecnicista -enfocado en la transmisión- y adopta el paradigma de la comunicación como un

complejo social integral (proceso, mediación, interacción, intercambio e inter-aprendizaje) que

estimula la interpretación y apropiación de sentidos-conocimiento, congruente a la dinámica del

siglo y sociedad actuales (Montoya,2005; Espinoza,2006)

Aunado a ello cabe destacar que la apertura comunicativa es indispensable en el proceso educo-

municativo, ya que facilita el nacimiento de nuevos y mejores canales, así como la gestión y de-

sarrollo de los ecosistemas comunicativos antes mencionados, que de acuerdo con la ECOSAM,

una vez consolidados favorecen la expresión, la construcción y toma de decisiones en el proyecto

de vida y la conformación de una ciudadanía participativa (ECOSAM,2001; Baxzos,2004).

Dentro de la apertura, es siempre importante afianzar la empatía dentro de la interacción, lo que

implica el diálogo al encuentro del otro, quien condicionará finalmente el sentido del mensaje;

educomunicativamente busca transformar y transformarse a partir del mutuo conocimiento

(ECOSAM,200:s/p; Baxzos,2004)

Poniendo énfasis en el ámbito que interesa a la propuesta, la transformación individual, institucio-

nal y social se lleva a cabo en dinámicas de acción-reflexión-acción en permanente diálogo entre

los agentes y el entorno (Huergo,2004). Dicho proceso se nutre y apoya de las premisas de la

teoría sistémica, que en términos comunicacionales Huergo(2004) rescata de Buckley (1982):

el sistema es una red compleja de relaciones que implican intercambio de información e interde-

pendencia entre las partes; de allí que un sistema procesal dinámico se enriquece con el cambio,

que implica interacción y retroalimentación. Así, se considera que el cambio está antes y alimenta

permanentemente la estructura, y que el sistema se elabora a sí mismo y se beneficia con las

perturbaciones, variedades y tensiones. Se habla, entonces, de morfostasis para designar los in-

tercambios entre sistema y ambiente (Buckley, 1982 en Huergo,2004: 35 ).

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De esta forma, el objeto del proceso educomunicativo es plantear la gestión en red de todos los

recursos comunicativos-organizacionales cuyas aportaciones coadyuven al cambio social, que

radica en propiciar construcciones simbólicas nuevas, consciencia, conocimientos y actitudes

determinadas como autoexpresión de una ciudadanía participativa(Cebrián, 1998).

Por tanto, el proceso de Educomunicación es un paradigma bidireccional que enriquece y benefi-

cia cualquier contexto educativo, formal e informal, que se centre en el conocimiento de los públi-

cos y en la gestión de conocimiento significativo que resalte el coeficiente comunicativo de sus

agentes e incite a al intercambio y participación, aspectos prioritarios en para el conocimiento in-

tegral de la realidad (Díaz,2009; Cebrián,1998).

La praxis educomunicativa al ser considerada ya como un campo gubernamental en Brasil, con-

lleva igualmente un proceso de investigación, análisis y diseño, es concebida también como una

metodología de acción (De Oliveira,2009 ). Efectuar la práctica educomunicativa basada en el

dinamismo de la acción-reflexión-acción requiere de un soporte metodológico sustentado en la

participación y dialogicidad constante con el propósito de re-dirigir y/o adaptar dicha praxis como

respuesta, compromiso y corresponsabilidad hacia las necesidades el otro (Baxzos,2004), lo que

conduce al diseño de políticas, proyectos, programas y planes que contribuyan como estrategia

al desarrollo del entorno, ya sea en el contexto educativo o comunitario (ECOSAM,2001).

4. Implicaciones

Actualmente, de acuerdo a la estructuración de la sociedad, la educomunicación y la comunica-

ción organizacional comienzan a fusionarse y/o integrarse para generar ecosistemas comunicati-

vos (Uribe,2009), e incluso responder estratégicamente al sistema político en tanto que persigue

la democracia como régimen del pensamiento colectivo y de la creatividad colectiva que conlleva

el desarrollo cultural de las organizaciones tras la capacidad y acción comunicativa de sus miem-

bros (Valderrama,2000:23).

Cabe destacar a su vez que la educomunicación parte de la interacción humana con el otro, de las

perspectivas, concepciones, conocimientos y significaciones de los demás, lo cual se convierte en

información sumamente útil debido a que brinda al gestor educomunicativo las nociones pertinen-

tes para encaminar y determinar los proyectos, programas, políticas, planes, estrategias y tácticas

educomunicativas, que posibilitan la apertura de nuevas instancias y de imaginarios radicales

como intervención colectiva e individual, considerando la dificultad, el conflicto y los desacuerdos

(Gall,2005; Kaplún en De Oliveria,2009).

Se insiste en que el sustento de la educomunicación reside en la transformación del sujeto moder-

no en un sujeto que habita una nueva temporalidad, que permanentemente construye mensajes y

significados, y por lo mismo ha cambiado el sentido de la recepción considerado en el proceso de

comunicación tradicional (Tabosa, s/f; Pineau, 2010; De Oliveira, 2009).

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Las experiencias originadas del intercambio entre iguales producen un aprendizaje más auténtico

y significativo, en consecuencia el reconocimiento del otro es el eje de la educomunicación, útil

para delimitar el camino a recorrer; la simple transacción conduce a los participantes a experimen-

tar una transformación social (ConoSur,2005). La educomunicación se torna estratégica en tanto

que a través de su capacidad táctica -legitima- política y culturalmente- las acciones de apropia-

ción, re-significación y divulgación del sentido auxiliando en la consecución de nuevos intereses

y objetivos sociales (Huergo,2004).

Congruente a ello, el propósito de la educomunciación es impulsar el progreso o el desarrollo de

una comunidad determinada a partir de un vínculo colectivo y dialógico – personal o institucional-

fundamentado en la gestión del proceso de comunicación (Cremona,2007) en donde se asegura

la capacidad y el poder de comunicar, mejorando el coeficiente comunicativo de los implicados en

las acciones educativas (Curti,s/f) .

Conclusiones

Explorar el potencial de la educomunicación inspirada en la comunicación horizontal con una in-

evitable influencia sistémica, resulta trascendental en un marco sociacultural constructivista en el

que existe potencial para gestar trabajo en red que facilite el consenso entre los significados or-

ganizacionales y la gestión del conocimiento, aunado a que promoverá la participación activa y

democrática.

A pesar de los avances, Huergo (2004:107) el campo de la Educomunicación sigue siendo com-

plejo, problemático, viscoso, con materiales blandos y escasas líneas de demarcación; un territo-

rio denso y opaco, donde suelen confundirse las prácticas sociales y sus ámbitos, las prácticas

profesionales, las nociones y los conceptos que alimentan ésta perspectiva, por lo que dentro de

los desafíos actuales figuran principalmente:

a) Formación profesional o capacitación de educomunicadores

b) Garantizar la coherencia del sentido educomunicativo frente a las contradicciones de la

práctica (De Oliveira,2009).

con el objeto de de proveer alternativas que posibiliten el intercambio e interacción efectiva-res-

ponsable de información y experiencias en la que todos los miembros de una organización se

vean involucrados dando lugar a redes y entornos de aprendizaje significativo a partir de la con-

secución de estrategias que fortalezcan el proceso bidireccional y horizontal de comunicación.

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La Guerra de los Sueños. Ejercicios de etno-ficción

Marc Augé1998

Editorial GedisaAntropología

2011

Iván LinaPosgrado en Estudios Mesoamericanos

UNAM

[email protected]

Año 0, Nº 1, Julio 2011 - Enero 2012. R.D. Nº 04-2011-071410385400 y ISSN: (En trámite)

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Un día una joven amiga me preguntó si estaba casado, yo le respondí que efectivamente tenía

esposa, a lo que ella riposteó que no era cierto, que en mi página de facebook no había una eti-

queta donde apareciera “está casado con...” y que si no estaba en el face entonces no era real.

La respuesta me inquietó pues entonces dudé de mí, de mi esposa (¿existía, sabía realmente

quién era?), de mis amigos y compañeros a los cuales conocía en la vida cotidiana; llegué aún a

dudar de haber visitado todos aquellos lugares de los cuales guardo efímeros recuerdos, ninguno

tan real como una foto en mi álbum de viajes del face. ¿Qué me ocurría? Evidentemente estaba

operando en mí una inversión. Antes, el face y todos sus comentarios tan sólo eran signos, con-

secuencias, manifestaciones de la vida material real. En esta ocasión los papeles se invertían, lo

real era la vida virtual, y la vida material retrocedía, se agazapaba en lo irreal. Pero ¿Qué conse-

cuencias puede tener este desarraigo de lo material hacia lo virtual?, ¿Qué procesos cognitivos

son los que operan en esta ficcionalización de la realidad?

En un excelente libro titulado “La Guerra de los Sueños”, el antropólogo francés Marc Augé expo-

ne un modelo para entender diferentes dinámicas sociales que dan respuesta a estas preguntas,

dinámicas en las cuales estamos inmersos actualmente. Tomando como base el análisis de los

imaginarios en diferentes culturas y tiempos, en su primer capítulo nos pone en alerta: el mundo

actual sufre una violenta invasión desde varias décadas atrás, la invasión de las imágenes, las

cuales forman parte de una transformación mucho mayor, transformación que afecta la realidad

social y a la cual el autor denomina como un cambio de “régimen de ficción”. Este cambio lo abor-

da desde el punto de vista de la antropología y de la etnografía occidental, la cual, nos dice, se ha

interesado particularmente por las imágenes, los sueños, las alucinaciones o los cuerpos poseí-

dos, tanto de su propia cultura como de muchas otras alrededor del mundo. Y es en esta compa-

ración mundial entre diversas culturas que el autor explica este “nuevo régimen de ficción” como

resultado del cambio en las condiciones de circulación entre lo imaginario individual (por ejemplo

los sueños) el imaginario colectivo (por ejemplo el mito) y la ficción (literaria o artística, puesta en

imagen o no). Asimismo comenta que efectivamente todas las sociedades han vivido en lo imagi-

nario y por lo imaginario, pues todo lo real estaría alucinado si no estuviera simbolizado, es decir

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colectivamente representado. La cuestión que él aborda es entonces la relación con lo real cuan-

do las condiciones de la simbolización cambian.

Para esto, en su segundo capítulo nos ofrece un panorama global del mundo actual haciendo

hincapié en el estudio de la identidad y de la percepción actual del “otro”. Por un lado, nos dice

que existen dos dinámicas genéricas en el mundo: una de homogenización, otra de diversifica-

ción. La economía y la tecnología se globalizan y junto con ellas las imágenes. Pero por otro lado,

cada vez más pueblos demandan su autonomía política o religiosa. En este contexto el antropó-

logo se pregunta cuál es la relación con los otros, cuál es la visión que tiene cierta cultura o cierto

individuo del otro. Esto no es de poca importancia pues como comenta, es a través de la oposición

con el otro que se estructura la identidad propia. Así, el estudio de las formas de ver al otro nos

lleva al mismo tiempo a analizar el sentido de la identidad y por lo tanto del concepto de perso-

na.

Para analizar la identidad, el autor se basa en la actividad ritual, la cual genera identidad al obrar

en pos del reconocimiento de las diferencias. El rito es un agente mediador, creador de mediacio-

nes simbólicas e institucionales que permiten a los actores sociales identificarse con otros y dis-

tinguirse de otros, en definitiva, que permite establecer entre unos y otros lazos de sentido (sen-

tido social). Sin embargo cuando se produce un bloqueo ritual, un déficit simbólico, un déficit en

la relación identidad/alteridad, aparecen los signos de la violencia. Esto lo asocia Augé directa-

mente con las nuevas técnicas de la comunicación y de la imagen, las cuales hacen que la rela-

ción con el otro sea cada vez más abstracta y por lo tanto que esta dinámica contenga en sí

misma una posibilidad de violencia. El antropólogo continúa la reflexión de las consecuencias de

que los medios sustituyan a las mediaciones físicas. Al hacerlo, las referencias se individualizan

o se singularizan: cada uno tiene su propia cosmología, su propio derecho a pensar lo que piensa,

pero cada uno tiene también su propia soledad. La “sobre” modernidad tiene el efecto de disolver

o abstraer la figura del otro (lo cual constituye el mejor medio de romper la dinámica de la pareja

identidad/alteridad), y las relaciones que suscita y promueve, pueden ser igualmente totalizantes,

excluyentes y alienantes que aquellos movimientos políticos y religiosos intolerantes y violentos.

La dialéctica identidad/alteridad es afectada; se sustrae la identidad a la prueba de la alteridad.

Esto, a percepción del autor, crea las condiciones de soledad y puede crear un “yo” tan ficticio

como la imagen que éste se hace de los demás. Uno concibe entonces a los demás sin tener re-

ferencias directas de ellos, uno se percibe a sí mismo sin el diálogo referencial con los otros.

El análisis puntual para diagnosticar este cambio de régimen ficcional, comienza en el tercer ca-

pítulo donde el autor expone la importancia de los mitos, los sueños y de las ensoñaciones en la

configuración de los imaginarios sociales. El primer tema que aborda son los sueños y su ambi-

güedad. Para ello hace el estudio de los sueños chamánicos de algunos grupos amazónicos, así

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como el análisis de las posesiones en diferentes partes de América y África. El problema que el

autor se plantea es ¿qué es un sueño en diferentes culturas? Para entender y analizar correcta-

mente lo que significa el soñar, Augé propone que primero hay que comprender que el yo de un

individuo es plural, esto es que está formado por diferentes partes además de su cuerpo, las cua-

les parten de viaje en los sueños o pueden perderse y ser causa de enfermedades (estar malo del

susto). El sueño es así conceptualizado, entre diversas culturas, en continuidad con la vigilia, esto

es, existe una relación de mutua implicación: una mujer pumé tiene miedo de haber quedado em-

barazada y caer en desdicha social al haber tenido relaciones, en sueños, con un hombre que no

era su marido; un hombre de costa de marfil es condenado por confesar haber comido carne hu-

mana en un sueño, lo cual está fuertemente prohibido por las autoridades de su aldea. El sueño

no es entonces el signo de la realidad, no son consecuencias de los actos en estado de vigilia, son

los eventos en la vigilia los que se convierten en signos y consecuencias de esos actos en la rea-

lidad onírica. Sueño y vigilia forman parte de un único continuo: la realidad.

Es así, nos describe el antropólogo, que en el país de los pumé, en medio de la selva, cada noche

el chamán canta y tiene una ensoñación, un viaje en vigilia, el cual debe de reafirmar al quedarse

dormido y soñar. Los asistentes escuchan al chamán y su canto, que los acerca a sus dioses los

cuales sueñan continuamente al dormir, teniendo estos sueños enormes similitudes con los mitos

cantados por el chamán cada noche. Es así que sueños, mitos y ensoñaciones dialogan y se in-

fluyen mutuamente. Los hombres tienen necesidad del canto y del chamán para oír a los dioses

y creer en sus sueños; el chamán tiene necesidad de soñar para creer en su canto y en su viaje.

Para la tradición occidental del autor se apoya en los estudios de Freud sobre la relación entre la

creación literaria y la ensoñación o sueño diurno. Es así que la propuesta se centra en que entre

el sueño, el mito y la creación literaria, entre esos tres polos de lo imaginario, se produce una

circulación de imágenes en un doble sentido, circulación en virtud de la cual esas imágenes se

irrigan unas a otras. De esto Marc Augé concluye que lo imaginario y la memoria colectivos (IMC)

entran en una dinámica que da forma a los imaginarios y memorias individuales (IMI). Asimismo

ese complejo individual es fuente de elaboraciones narrativas, las cuales influyen en el complejo

colectivo y lo enriquecen. Así, la hipótesis que plantea es que todo agotamiento de una de esas

fuentes puede perjudicar a las otras dos. (Imagen 1)

Para ejemplificar estas dinámicas, en el cuarto capítulo Augé nos ofrece tres ejemplos históricos

de batallas por tener el control de las imágenes y la interpretación de los sueños, todos tocantes

a la iglesia Cristiana, cada uno correspondiente a uno de los vértices. El autor nos comenta que

para la iglesia uno de los debates importantes con respecto a lo imaginario se refirió a la natura-

leza de los sueños y de las visiones. Dos tendencias conceptuales prevalecían: o bien las imáge-

nes no son nada, son sólo restos diurnos, rastros corporales; o bien las imágenes son ilusiones,

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sueños falsos, pero que por eso mismo pueden integrarse, por diversos conceptos, en el sistema

de interpretación cristiano. La primera opción es la que toma la iglesia mexicana con respecto a

los sueños de los indígenas, y les proclama la ruptura entre estar despierto y estar dormido. La

segunda forma es la que toma la iglesia en la edad media hasta el siglo XII, en donde se conside-

raban a los sueños como verdaderos, si estaban inducidos por Dios, o falsos, si eran inducidos

por el Demonio. Sin embargo una serie de sueños se interpretó a partir del año 1000 de diferente

manera: eran los sueños sobre los viajes al más allá. Éstos se incrementan en el siglo XI en la

forma de relatos autobiográficos de aparecidos que narraban sus viajes y sus encuentro con

muertos, ya sea muertos conocidos, clérigo o un laico letrado. Las experiencias que son fuente de

estos relatos son de tres tipos: la sensación de una presencia próxima, la visión en estado de vi-

gilia de un muerto en un momento de éxtasis, y los sueños que uno tiene mientras duerme. Dando

la voz a otros especialistas, el autor retoma una de la conclusiones de un estudioso en mitos me-

dievales, el cual propone que la matriz de todos los relatos (míticos particularmente) sería la

muerte. Es así que esta hipótesis se alarga al contexto colonial mexicano en donde se propone,

en base a los estudios del historiador francés Serge Gruzinski, que hubo una auténtica guerra de

imágenes en la colonización de México por parte de la iglesia católica, donde los muertos de una

tradición, junto con sus relatos, (los santos y dioses católicos con sus respectivas historias) se

oponen y desfasan a los muertos y a las narraciones indígenas (con sus dioses y sus historias)

para así construir una dinámica sincrética que terminaría en lo que el antropólogo denomina una

situación de “entre dos mitos”: el mito cristiano colonialista, que critica al otro por no ser cómo él,

negándole el derecho de ser diferente, al miso tiempo que le niega también el derechoa ser igual;

y el mito cosmogónico tradicional. Este estado intermedio lo proyecta al mundo actual, encontran-

do algunas similitudes en la situación colonial mexicana y el atolladero de la modernidad.

¿Qué ocurre entonces actualmente? se pregunta el francés. En el quinto capítulo expone su res-

puesta. Por un lado define ficción como: “la existencia, históricamente constituida y mucha más

generalizada, de un régimen de funcionamiento psíquico socialmente regulado que precisamente

se llama ficción (Augé, 1998: 126)”. De esta manera, propone que al igual que en el choque de

imaginarios en México, donde lo que era ficción para los indígenas-los mitos católicos-, poco a

poco fue tomando el lugar de los mitos indígenas, los cuales pasaron a ser ahora ellos mismos

ficción (esta es la condición de entre dos mitos), los mitos de la modernidad reemplazaron de

cierta manera a los mitos cristianos, los cuales se desplazaron hacia la ficción. Pero ahora que los

mitos modernos se consideran ficción, ¿qué ocupará el lugar del Imaginario Colectivo? se pregun-

ta. Es en ese sentido que se genera un nuevo régimen en donde la dinámica triangular se rompe

y la realidad y la ficción se funden. El mutuo flujo de imágenes entre el Imaginario Individual, el

Colectivo y la Ficción se rompe y sólo resta el flujo de lo real-ficción hacia el individuo. Pero

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¿cómo se lleva a cabo en la vida cotidiana este proceso? El autor analiza dos elementos funda-

mentales en el intercambio de imágenes, el cinematógrafo y la televisión. Basándose en los estu-

dios psicológicos sobre el cine, nos propone un buen análisis de la relación que mantiene el es-

pectador con las imágenes, con los personajes, con el autor y con los actores, con lo cual

evidencia las similitudes que tiene el cine con los rituales y los mitos, salvo por la enorme diferen-

cia de la relación pasiva que mantiene el espectador, lo cual hace que el influjo sea de una sola

vía: de las imágenes hacia él. El caso de la televisión, aunque diferente, propicia, según el autor,

una relación mucho más influyente en la ficcionalización de la realidad. No solamente todo se

convierte en un espectáculo, sino que los eventos reales, para existir, deben de cumplir una cier-

ta puesta en escena. Obviamente, el autor nos señala que los casos de los que se ocupa abstrac-

tamente son los casos límite, y que como todo modelo, no hay que confundirlo con la realidad,

siendo ésta es mucho más compleja; sin embargo sí previene al lector de las posibilidades funes-

tas que éstas dinámicas pueden tener en un futuro. Aún así, el grado de ficcionalización de las

identidades que poco a poco se ha establecido con el uso de Internet, es alarmante al igual que

el grado en que la ficción ha tomado lugar en la vida real.

Termina Marc Augé su libro con un corolario: la imagen sigue siendo imagen y puede ser procesa-

da de diversas maneras. El peligro es inminente pero también puede haber una contraofensiva, la

cual se libra día a día practicando una moral de resistencia, una descolonización de los sueños.

* * *

Pensador esencial para analizar los procesos sociales actuales es Marc Augé. Este libro, cuyas

principales ideas y esquema conceptual acabamos de esbozar, contiene tres grandes virtudes y

dos pequeños defectos. Por un lado es un libro muy bien traducido del francés, característica im-

portante para la comprensión de temas que pueden parecer complicados. La segunda gran virtud

de este texto, es que muestra un amplio panorama de evidencia, tanto históricas como culturales,

que nos incitan a repensar nuestra condición de primates comunicantes occidentales, en función

de la clara exposición que hace del tipo de existencia cognitiva en otras culturas y en otros tiem-

pos, existencia muy diferente a la nuestra y a veces aún institucionalizada, como la continuidad

de lo real entre el sueño y la vigilia, o la institucionalización de las formas del soñar. Esto clara-

mente amplía el sector de posibles investigadores interesados en su lectura, pues las propuestas

teóricas pueden ser de importancia en los análisis de lo historiadores, antropólogos, comunicólo-

gos, sociólogos, psicólogos, artistas o filósofos. El tercer punto fundamental es que está escrito

de una manera sencilla, con ejemplos muy concretos, nunca abandonando el rigor académico y el

alto nivel de abstracción, pero no por ello saturando su texto de conceptos complicados o de ter-

minología técnica.

De las críticas, dos podríamos hacerle, ambas con respecto a puntos específicos de su tesis, crí-

ticas sin embargo algo injustas. Por un lado, con respecto al análisis que hace en relación con los

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procesos coloniales en México, considero que existen puntos de confusión en su argumentación,

pues mientras que atribuye ciertas conductas del arte indígena a esta condición de “entre dos

mitos”, él no toma en cuenta las dinámicas culturales propias de una tradición como la mesoame-

ricana, tradición basada en la oralidad, fuertemente religiosa, que no se encuentra entre dos

mitos, el uno cristiano y el otro mesoamericano, sino que estructuró una nueva forma de existir

perfectamente acorde a los tiempos y a las necesidades particulares, la mayoría de las veces al

margen de la Iglesia Católica. Resumiendo esto en una frase tal vez demasiado simple: no son los

indígenas los que tienen problemas con los mitos cristianos (los cuales por cierto ya son suyos),

es la Iglesia Católica quien tiene problemas con los indígenas. Este error en la interpretación no

nace precisamente de Augé, sino que éste lo replica de su compatriota Serge Gruzinski, del cual

toma la interpretación de este proceso de colonización del imaginario.

La segunda crítica es el marcado uso que hace de la psicología freudiana en sus análisis. Es cier-

to que al menos para las sociedades occidentales, los estudios freudianos operan muy bien, sin

embargo consideramos que existen ya bases (el libro se escribe en 1997) dentro de las neuro-

ciencias que precisarían mucho mejor algunos de los puntos que Marc Augé quiere demostrar y

que descartaría varios otros. Sin embargo esta crítica es relativamente menor ya que no invalida

la hipótesis central.

Para finalizar este comentario quisiera retomar el principio de él. Aún siendo publicado en 1998 y

por lo tanto siendo anterior a la existencia de las redes sociales virtuales, este estudio me permi-

tió entender a mi joven amiga y la idea que tenía de mí a partir de mi “yo” en Facebook, idea tan

ficticia como la foto que tengo en mi perfil. Y ahí radica la amplitud del texto de Augé, pues no

solamente la entiendo a ella; también comprendo la importancia en política de ser candidato pre-

sidencial y tener una esposa famosa; de ser secretario de Seguridad Pública y montar escenifica-

ciones de robos de avión; entiendo la necesidad de ser casi personajes cómicos, de algunos de

los principales políticos; entiendo incluso que mis críticas hacia ellos no son dirigidas hacia ellos,

sino hacia los personajes que actúan, hacia sus “yo” ficticios; entiendo la ficcionalización del cen-

tro histórico de la Ciudad de México, la “ramblaización” de una de sus calles peatonales, la ficcio-

nalidad de los centros comerciales, de los aeropuertos, de los parques de diversiones; comprendo

en profundidad porqué me gusta tanto el cine y porqué me enfada tanto ver una “mala” película,

comprendo mucho de las dinámicas sociales que vivimos en México y que son muchas veces

paralelas a las de otras partes del mundo.

En resumen, considero que el texto de Augé cumple una función primordial característica de lo

que podemos llamar “buenos relatos”: nos brinda información sobre uno mismo, sobre nuestros

pasados, sobre nuestros futuros, sobre nuestros contextos, y principalmente, sobre las relaciones

que mantenemos con nuestros seres queridos y con otros, que no lo son tanto.