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El ascenso al límite VILtOSOf .'U.CAIMZAR LA FRONTERA «AAKOTO O^KAí POEMAS BRYCE ECHiNIQUEt EXTRAORDINARIAS PERSPECTIVAS VALÉRYt ¿QUÉ DEPARA EL FUTURO? {un inédito) MORENO VILLARREAL: ¿lIftiW HUMBOLDT •ANCHiZ IIOBAYNA • OONZAUZ RODRiOUlZ FIRNANDIZ PAlAaOS • yAmiz • MlimANDIZ L6NZ MIIU • MOKA * MINDOZA LACARRliM • MARTÍNEZ VOLCANES MEXICANOS POR SALVADOR ALBIÑANA . - i8-4 /6X NUMERO 36 • $20 00

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El ascenso al límite VILtOSOf

.'U.CAIMZAR LA FRONTERA

«AAKOTO O^KAí POEMAS

BRYCE ECHiNIQUEt

EXTRAORDINARIAS PERSPECTIVAS

VALÉRYt

¿QUÉ DEPARA EL FUTURO? {un inédito)

MORENO VILLARREAL:

¿lIftiW HUMBOLDT

•ANCHiZ IIOBAYNA • OONZAUZ RODRiOUlZ FIRNANDIZ PAlAaOS • yAmiz • MlimANDIZ

L6NZ MIIU • MOKA * MINDOZA LACARRliM • MARTÍNEZ

VOLCANES MEXICANOS POR SALVADOR ALBIÑANA

. - i8-4 /6X NUMERO 36 • $20 00

BIBlIOTICA ~e jíl1é xico

Cupón de suscripción anual por seis números

Biblioteca de México Plaza de la Ciudadela Nº 4

Centro Histórico 06040, Mexico, D. F.

o Adjunto cheque por la cantidad de $ 120.00 (ciento veinte pesos 00/100 m. n.) Precio para la República Mexicana

o Adjunto cheque por la cantidad de $ 50.00 (cincuenta dólares) Precio para el resto del mundo

Nombre

Dirección

Ciudad Estado Código Posta l

País Teléfono

... Archivo Horier's

B I B L I O T E C A NÜMtPO TREINTA Y SEIS /-NOVIEMBRE-DICIEMBRE DE 1996.. $ 20 00

Plaza de la Ciudadela 4, Ceniro Histórico de la Ciudad de-Máxico

Telélono 7 0 9 1 I 0 7 FAX 70"? 1 i 73

CERTIFICADO Dt IICIkiD Df TiJUO NUM-6270 a r m n c A D O M UCI IUD D E C O N T E N I D O N I M 4 8 3 0

M a k o l o Oaka Ttvs poetóos 2

Rikihel Inoguchl, Tadafhi Nakajima y Rogar Plneau flores al píenlo 4

Poo l Va lé ry De cara al futuro 9

Alf redo Bryca Echenique

Extraordinarias f)ers[x'clivas 12

Juan Vl l lo ro La frtmivra de los ilegales I i

Antonio M e n d o z a Rn de siglo 19 ' .

Jorge f. Hernandos l/i las nalx-* 21

Tedl López Mi l i* ¿iiypasos deAnadia 27

Joseph Addison Visión de Martxftun ¿8

Ricardo Y á ñ e z Transmutación de las imágenes 3/

Jorques . .acorriere

Más bella sorá la calda 32

Serg io Gonzá l ez Rodrigóos: (:>/<«<v<> y{¡o/sarniento •'^p^^^SSmSXSS Pablo Mora i 'n pamtfl ,i9

Humberto Mar t ínez / )/ trfa tic visita 40

Jaime M o r e n o Vll larreal lil volcan Irans/ian'nla •)/

Salvador Alblñana 1¡ m.ttttrs i fotografías: ñolas mexicanas 4fi

Andrés Sánchez R o b o y n o Palabras mtm Biblioteca de México y./aime García Terrea $6

Jesús Fernandos Palacios Presentación \i homenaje 59

Manuel Porras El riñen del bibliómano 61

Periodo:'Foto de Hugo Brehme, AicKivo INAH

áfj 4\ Canuto NBCÍIHIÜI

Presidente

Rafael Tora) y de Teresa

BIBLIOTECA DE MÉXICO

Director General

Ikhtardo Lizalde

M i -isla Biblioteca de México

Ditvctor Fundador; Jaime García Vsvtéif Dintelar.- Eduardo Lizalde * J . **>"'*.•*

Edifor: Jaime Moreno IfUamaí, Editor Astjcktdu; Sergio González

.Rodríguez. Secretario de Redacción: .Mauhcio Moniiel Figueiras

Crmsejo de Redacción: Fernando Álvarez del Gastilfo,

Héctor Venta, Manuel Porras, Antonio Saburit, Guillermo Sbendan.

Ox>rdinaclón Administrativa. Carhs Mancira M

Diwño; Gertnan Montaba y Lourdes oliraivs

h*-pren$a a impresión It/ij^nia Madeio '•• , *

MAKOTO OOKA

p o E

CUENTO DE UNA ESTRELLA 1

Una estrella es un ser que infinita y lentamente se colapsa

Mi estrella favorita garabatea graffiti por todo el cielo y nunca se molesta en releerlos

¡Ya hay alguien ante quien yo me quito el sombrero!

Bjblioteca de México 2

M A s

en tida

DOS OJOS

Como aves en vuelo hacia las nubes, acoplándose y separándose en la senda a través del cielo

LIFE STORY* . ^ .

El chillido de un solo pájaro colma : el universo

El silencio de dos pájaros sobrevuela

• Traducciones de Aurelio Asiciin

' En inglés en el original.

C o n este título hemos propuesto

s u s t i t u i r la c o l u m n a i n v e n t a d a

para la revista Biblioteca de Méxi­

c o , por Ja ime C a r c í a T e r r é s , E l

Ratón, en la que dejó impresos co­

mentarios ocasionales, anécdotas,

reflexiones criticas, traducciones,

not ic ias b ib l iográf icas , que son

parte de su infatigable curiosidad

de lector, de poeta y de erudito y

de su personal obra literaria, aun­

que en la c o l u m n a conf luyeran

con frecuencia (como en todas las

secciones de su clase) aportacio­

nes y notas de amigos y colabora­

dores.

E l t é r m i n o M e n t i d e r o , que

como sabemos gracias a todos los

especializados diccionarios etimo­

l ó g i c o s y c r í t i c o s c u y a a f i c ión

compart imos con Jaime (en cuyo

escr i tor io honrosamente hoy lo

sust i tuyo) , t iene larga historia y

procede probablemente del por­

tugués, el catalán o el leonés anti­

guo: mentider, mentideiro, mentcre-

ro, si atendemos a las exploracio­

nes de Corominas . Sin embargo,

no p a r e c e en e s p a ñ o l s e r tan

viejo, porque no lo inscribe en su

vocabulario el Diccionario de Au­

t o r i d a d e s , siglo X V I I I , y c o m o

también anota el sabio, tampoco

t iene ascendencia latina, pues sí

bien procede en la materna len­

gua de "mentiri", no exist ían en

ella derivados similares y lo equi­

valente de " m e n t i r a y ment i ro ­

so**, era en ella las palabras "men-

dacium" y "mendox".

E n todas formas, actua lmente

la pa labra Ment idero t iene que

ver hoy con el término "tertulia**,

y hace referencia a los corri l los,

cant inas, cafetines o cent ros de

reunión en que se practican tanto

ei arte del rumor, "mendacium per

jocum, per ludum", o bien más sa­

ludablemente, el arte de la con­

versación y el del intercambio de

noticias, asombros y conocimien­

tos . S e r á Ment idero , e n t o n c e s ,

rubro más propicio para una co­

lumna miscelánea en que se publi­

carán textos de todos los colabo­

radores, editores y redactores de

esta bella revista, que procurare­

mos cont inuar ed i tando con el

gusto y el decoro que le otorgara

su fundador.

Eduardo Lizalde

Biblioteca de México

3

RIKIHEI INOGUCHI

IADASHI NAKAJIMA

y ROGER PINEAU

é:1l j afJ01U!S. "¡'·:al1likaze " ""¡gn iJ1"ca "L'ÍeJl/o divino ", En el

S/;.ilu X III. 1111 POdNSO lirú lI - collsiderado como UII

delllo diL'iI/O pl'ocedellle del cielo--- s{/Ioó o JOPÚII de

I{/I ololflle del ell/p('rodol' cbil/o-lIIolI~()1 KlIlJloi Kbal/ .

EII los lillilllo, días de la S"g lllldo Guerra. la I/ació" ja­

pOllesa c/'('ó Sil proPio "uielllo diuil/o ". los pilolOS Ka",i­

/"'(lze que es/nA/ab(fll SIlS Clciones contra los barcos eH€'­

mif.!.us. A lifes de dcspl!fJ.tl r a cumplir SlIS misioilcs. los pi-

1010S (!sc ribíaJI SIIS tí/lima:·; carlas a lafamilia,

Húyjlorecel1. luego se esparcen: la uida sell1eja tantu a la de/icadajlor. ('Cómo podría (1)51/ ¡en suponer que la ji'aga ncia dI/rafia para siempre.>

-Vicealmirante Ohnishi , Fuerzas de Ataq ue Especial Kamikaze

¿ Cuáles eran los pensamientos y los sentimientos de los pilotos suicidas conforme se inscribían vo­luntariamente, aguardaba n su turno y partían a sus misiones'

Después de la guerra, el señor Ichiro Ohmi rea­lizó una pe regrinación de cuatro años y medio por todo el país para \'is itar los hogares de los pi­lotos kamikaze. Las familias le mostraron recuer­dos y ca nas de sus seres queridos. Amigablemen­te , él nos ha facilitado copias de esas caItas , algu­nas de las cuales ex presan con más claridad que cualquie r descripción los pens:unientos y senti­mientos de los pilotos a punto de morir.

En general, lo poco que los pilotos recl utas es­cribían era de naturaleza sencilla y directa. Por su pane. los graduados de la Academia también es­cribían poco --quizá porque estaban plenamente adoctrinados en el camino del guerrero y acepta­ban por tanto su destino como un hecho. Quie­nes más escribían eran los o fi cia les de reserva procedentes de las escuelas y universidades civi­les, quienes habían seguido un apresurado entre­namiento militar antes de recibir la asignación a sus misiones l . Un puñado de ca rtas-tipo sirven para transmitirnos el espíritu de los pilotos kami­kaze.

1. Debe cunsidc-rarse que durante los cientos de años en que el código del guerrero (Bushido) -que suhrayaba como ntcesaria la voluntad de morir en cualqu ier momenlO-- rigió la conducta del sa­murai, reglas semejantes fueron adoptadas por los mercaderes, los agricultores y los artesanos. que enfatizaban una lealtad sin condicio­nes al emperador, a lo~ superiores jerárquicos y al pueblo de Japón. Por ello. h introducción de: la regla kamikaze no resultaba algo tan chocanle p3ra esos japoneses como lo seria para un occidental. Ade­más. la creencia de que, después de la muerte, uno conljnúa vivien­do en gran proximidad con los vivos y con los muertos, significa por lo general que el conceplo de muerte sea entre los japoneses menos defmilivo y desagradable en cuanto a sus implicaciones

Flores al viento

La ca rta que se reproduce en seguida fu E' escri­ta por e l Ofi cial Segundo de l Aire de Primera Clase ¡sao Masuo, adscrito al escuadrón 701. La escribió apenas antes de salir a un ataque kamika­ze . Su domicilio familiar estaba en la Prefectura de Nagasaki.

28 de octubre de 19-H

Queridos padres :

Dénme la enhorabuena . Me ha sido conced i­da una opOItunidad espléndida para morir. Éste es mi último día . El destino de nuestra patria depende de la batalla decisiva en los Mares del Sur donde habré de caer como botón de flor de un radiante árbol de cerezo.

Seré para Su Majestad un escudo y moriré limpiamente junto con el líder de mi escua­drón y o tros amigos. Desea ría poder nacer siete veces, y en cada una de ellas asolar al enemigo.

iCómo agradezco esta oportunidad de morir como hombre l Rindo desde lo más profun do de mi corazón las gracias a mis padres que me criaron con sus plegarias constantes y su tierno amo r. También agradezco al líder de mi escua­drón y a mis oficiales superio res qUE' hayan cuidado de mí como si fuese su propio hijo y me dieran tan cuidadoso entrenamiento.

Gracias , padres míos, por los veintitrés años en que cuidaron de mí y me inspiraron. Espero que mi tarea actual pague aunque sea escasa­mente algo de lo mucho que hicieron por mí. Conserven un buen recuerdo mío y sepan que su ¡sao murió por su país. Éste es mi último deseo, nada más hay en mi anhelo .

Regresaré en espíritu y aguardaré su visita en e l tempi o de Yasukuni . Por favor, cuídense mucho.

Qué gloriosa es la Unidad Giretsu del Cuer­po de Ataque Especial, cuyos bombarderos Sui­sei atacarán al enemigo. Ya han volado con no­sotros algunos camarógrafos que nos han saca­do pe lícula. Probablemente ustedes podrán vernos en los conos del cine.

Somos dieciséis guerreros los que tripulamos los bombarderos . Que nuestra muene sea tan repentina y clara como un cristal que se hace añicos.

Escrita en Manila , la víspera de nuestra par­tida .

Isao

Biblioteca de Méxr.::o

"

Remontándonos a l cie lo de los l\'lares del Sur. es nuestra mis ión gloriosa morir como E~scudos

de Su Majestad . Las fl ores de cerezo brillan al abrir su bo tó n y caer.

El teniente Nobuo Ishibashi . nati vo de la ciuda cl de Saga , e n e l no rte de Kyushu , na ció en 1920. Formaba pa rte del Escuadró n Tsukuba antes de ser asignado a l Cuerpo de Ataque Especial. Ésta es la última carta que envió a casa.

Padre querido:

La primavera pa rece haber arribado al sur de Kyushu antes de tiempo . Los botones y las fl o­res, aquí , son preciosos. Hay paz y tranq uili­d ad , aun cuando e l lu ga r sea rea lme nte un campo de batalla.

Un portaaviones norteamericano es alcanzado por un ataque kamikaze

Anoche dormí bien ; no tuve siquie ra sue llos. Hoy estoy con la mente clara y me hallo en ex­celente estado de salud .

Me reconforta pensa r que en este momento estamos tú y yo en la misma isla.

Por favor, recuérdame cuando acudas al tem­plo y dale mis saludos a todos nuestros amigos .

Nobuo

Pienso en la primavera en Japón mientras me elevo para ir a estre llarme contra el enemigo.

La siguie nte carta fue escrita por el alfé rez Ichizo Hayashi . naciclo en la Prefectura de Fukuoka en e l no rte de Kyushu , e n 1922. Fue criado en la fe cristia na. Luego de gradua rse e n la Uni"ersicl:td Imperial de Kioto, se un ió al Escuadrón. v de ahí se le as ignó al Cuerpo de Ataque Especi~11.

IVlad re ta n q uerida:

Espero que d isfrutes de huena ~a lud .

Soy m ie mb ro de la Unid ad S hi c h i ~e i d e l Cuerpo de Ataq ue Especia l. La mitad de nues­tra unidad voló hoya O ki nawa para arro jarse contra barcos enemigos. El resto de noso tros part irá en dos o tres días . Probablemente nues­tro ataque se lI e" e a cabo e l 8 de abril, día del cumplea ño, de Buela.

Por e l mo me nto esta mos descansa ndo e n

una sala ele o fi ciales que se encuentra en un" antigua escuela , cerca de la base aérea de Ka­noya . Como no hay electricidad , hemos encen­dido un gran fogón , y escribo estas líneas con esa luz.

Los ánimos están exaltados, una vez que nos ente ramos de los éxitos gloriosos de los com­pañeros que nos precedie ron. Por la tarde sa lí a caminar por los campos de trébol, recordan­do los días de antaño .

Al a rribar aquí proced e ntes d e l no rte de Corea , nos sorprendió encontrar que los boto-

Biblioteca de Mé.,.:ico 5

ne, de los árholes de cerezo estaba n cayendo ya. El color templado de este cl ima sureI'\o nos ca lma y reconforta.

Por fa\ ·o l". no te aflija s por mí, madre. Será glo rioso mo ri r en acción. Me sie nto agradecido de poder morir en hata ll a para decid ir e l desti­no de nuestro país.

Cua ndo volamos de Corea a Kyushu , la ruta no cru zó sohre nu estra casa, pero en cuanto nuestros a\' iones se acercaba n a la patria, me puse a cantar ca nciones del te rruño y me des­pedí de ti . No queda nada que yo quiera hacer ni decir, una vez que Umeno ha de transmitirte mis CJ\ timos deseos. Esta calta es sólo para con­tarte las cosas que aquí me suceden.

Po r favor, a mi muerte, dispón de mis cosas como mejor juzgues.

He descuidado últimamente mi correspo n­de ncia , por lo que te agradecería que le des mis recuerdos a los parie ntes y amigos. Me apena tener que pedirte esto, pero me queda ya muy poco tiempo para escribi r.

Mu chos de nuestros muchachos despega rán hoy en su misión sin regreso contra el enemi­go. Quisiera que pud ieras presenciar el maravi­lloso espíritu y la moral exaltada que hay en esta base.

Por favor, qu ema todos mis par eles persona­les, inclu yendo mis diarios. Por supuesto que puedes leerlos antes, madre, si as í lo deseas, pero no deberían de llegar a manos de otras personas. Así que por favor asegúrate de que qu e d e n bi e n quemados lu ego de ha be rlos le ído.

En nuestro último viaje portaremos unifo r­mes ordinarios de vuelo , y una banda con el sol nacie nte atada a la cabeza. Las bufandas, blancas como la nieve, le dan cierto brío a nuestra apariencia .

Llevaré conmigo también la bandera del sol na cie nte qu e me rega las te. Recordarás qu e lleva escrito e l poema que dice: "Aunque mil hombres caigan derribados a mi derecha y diez mil a mi izquierda .. . ". Llevaré ru retrato en mi pecho al part ir, madre , y también la foto de Makio-san .

Yaya a rre meter s in fa lla contra un barco enemigo. Cuando se anuncien los resultados de la batalla , pod rás estar segura de que alguno de los blancos fue alcanzado por tu hijo. Estoy decidido a conservar la ca lma y a hacer un tra­bajo perfecto hasta e l final , sabiendo que tú me proteges y ru egas por mi éx ito. No ha brá nubes de duda ni de miedo cuando haga mi pi­cada fina l.

En nuestro último vuelo se nos dará un pa­quete de ensalada de habas y arroz. Con ese buen almue rzo un o parte con mej o r ánimo. Creo que también llevaré conmigo el amuleto y e l atún seco que me dio e l señor Tateishi . El atún me ayudará a surgir del océano , madre, y a nadar de regreso a ti.

En nuestro próximo encuentro , tendremos muchas cosas de qué conversar y que son difí-

ciles de expresar por carta. Pero hemos \'i\'ido juntos con tanta afinidad , q ue pode mos dejar aho ra mu chas cosas a l s ilencio. "Yivo e n un sueño que me ha de llevar mañana de la tierra".

Con estos pensa mie ntos , me sobrev ie ne la sensació n de que los q ue salieron ayer en sus misiones aún viven hoy. Podrían apa recer de nue\'o, en cualquier momento .

En cuanto a mí , acepta mi mu erte ele una vez por todas . Como está escrito: "Dejad q ue los muertos entie rren a su mue rtos". Lo más impor­tante es que las fami lias vivan para los vivos .

Recienteme nte exhibieron una película en la que me pareció ver a Hakata . Me produjo un deseo enorme de vo lver a ve rlo antes de salir en esta última misión.

Un piloto kamikaze

Madre , no te aflijas por mi muelte, No im­porta que llo res. Adelante, ponte a llo rar. Pero por favor da te cuenta de que mi muerte es por la mejor causa, y no hay que sentir amargura por ello.

He vivido una vida fe liz, pues mucha gente ha sido buena conmigo. A menudo me pregun­to por qué. Es un gran consuelo pensar que pude yo tener algunos méritos que me hicieran digno de esas bondades, Sería difícil morir pen­sando que uno no fu e nada en la vida .

Biblioteca de México 6

Según todos los info rm es . e s c laro que hemos para lizado las acciones de los enemigos. La victoria nos aguarda. Nuestra partida les dará e l golpe de gracia. Qué fe li z me siento.

Vivimos en el espíritu de Jesucristo . y en ese espíritu morimos. Llevo este pe nsa miento con­migo. Es gratificante vivir en este mundo. pero hoy la vida está cercada por un espíritu de futi ­lidad . Ya es tiempo de mo rir. No husco razones para la muerte. Mi sola búsqueda se reduce a e ncontrar un blanco e ne migo contra e l cua l clavarme.

Has s ido para mí un a mad re maravi ll osa. Sólo temo no haber sido digno del afecto que me has prod igado. Las c ircunstancias de mi vida me hace n sentirme fe li z y o rg u ll oso.

Aviones norteamericanos sobrevuelon el Fujiyomo

Busco conse rva r la razón d e este o rgu ll o y gozo hasta e l último momento. Si se me privara del entorno y las oportunidades presentes, mi vida no valdría nada. Solo , po r mi cuenta, no serviría de nada. Agradezco , por lo tanto, la oportunid ad d e se rvir como un ho mbre. Si estos pensamientos te suenan extraños, es pro­bablemente porque me invade el sueño. Si no fuera por esta somnolencia, tendría otras mu­chas cosas que decir.

Sin embargo , no tengo nada más que decir a manera de despedida.

Ahora te precedo e n el camino del c ie lo, madre . Po r favor ruega por mi admisión . Me afligiría ser excluido del cielo al que tú serás seguramente admitida.

Ruega por mí, madre.

Adiós.

Ichizo

Al aplazarse su salida , el aviador añadió el s i­guiente postscriptum a su carta:

"Caminando por los campos de paja la noche es serena , entretanto escucho el canto de las

rana s No pude e \'itar reco rd ar es te poema mie ntras tomaba mi paseo la noche de ayer. Me tumbé en un campo de tréboles y pensé en casa . Al vo lver a las barraca~ . mis amigos me dijeron que o lía a trébo l y qu e esto les traía memo rias de sus madres y sus hoga res. J\. lu­chos de e llos comentaron que yo debía haber sido un niño de su mam{¡

Ell o no me molestó en abso luto; de hecho, me agració e l comentario. Es un signo de que le agrado a la gente . Cuando estoy intranquilo, es bue no pe nsar en ta nta gente q ue ha sido buena conmigo. cosa que me sosiega . Doblaré mis esfu erzos para probar mi aprecio po r la gente de buen corazón que he tenido el placer de conocer.

Los botones del cerezo han ca ído ya. Todas las mañanas me lavo la cara en un arroyo cer­cano. Me trae recuerdos del arroyo ple tórico de flo res que corría cerca de nuestro hogar.

Parece ser que mañana rea lizaremos nuestro ataque. Así , e l aniversario de mi muerte será e l diez de abril. Si se oficia una misa en mi me­moria, quisiera que luego hicie ran una alegre cena fami liar.

Allo ra está lloviendo, con esa clase de lluvia que tenemos en Japón, diferente de la que co­nocí en Corea. Hay un vie jo órgano en nuestro salón y alguien toca en este momento melodías de la infancia, incluyendo aquella de la madre que va a la escuela con un paraguas para reco­ger a su hijo.

La salida del aviador fue nueva mente pospuesta , por lo que tuvo o portunidad de añadi r algunas lí­neas más a su carta , la que por fin fu e enviada después de que despegara en su último vuelo:

Pensé que cada día sería e l ú ltimo pero , como sucede con la mayoría de las cosas de la vida , uno nunca puede estar completamente seguro. Es la tarde del 11 de abril , y éste no fue mi día.

Biblioteca de México 7

Un piloto japonés consume su ración

Espero haber estado fotogénico el día de hoy, pues varios camarógrafos de cine estuvieron aquí y me escogieron para una serie especial de retratos. Más tarde , el Comandante en Jefe de la Flota Unificada nos vino a saludar a nues­tro salón y me dijo: "Por favor, hagan su mejor esfuerzo". Fue un gran honor que se refiriera directamente a una persona tan modesta como yo. Él está convencido de que el destino del país descansa en nuestros hombros.

Hoy nos reunimos en torno al órgano y can­tamos himnos.

Mañana me precipitaré contra el enemigo, sin fallar.

El alférez Heiichi Okabe nació en 1923. Su domi­cilio familiar estaba en Prefectura de Fukuoka en el norte de Kyushu. Antes de reclutarse se graduó en la Universidad Imperial de Taihoku. Su pri­mera misión fue en e l Escuadrón Genzan , de donde luego fue transferido a la Unidad Shichisei número 2 del Cuerpo Especial de Ataque. Llevaba un diario que fue enviado a su familia luego de

su despegue final. La líneas siguientes han sido extraídas de una de las ú ltimas entradas de su diario:

22 de febrero de 1945

Hoy soy finalmente un miembro del Cuerpo Especial de Ataque Kamikaze.

Mi vida cerrará su círculo dentro de los pró­ximos treinta días . iYa se acerca mi oportuni­dad ' La muerte y yo estamos a la espera. El en­trenamiento y las prácticas han sido arduos , pero valen la pena si he de morir bellamente y por una causa.

Moriré avistando la lucha patética de nuestra nación. Mi vida irá al galope en las próximas semanas conforme mi juventud y mi vida lle­guen a su término ...

.. . la sa lida está programada dentro de los próximos diez días.

Soy un ser humano y espero no resultar ni santo ni canalla, ni héroe ni imbécil - sólo un ser humano. Como quien ha vivido su vida en anhelante espera y búsqueda, muero resignada­mente en la esperanza de que mi vida sirva de "documento humano".

El mundo en que viví estaba demasiado lleno de discordia. En cuanto comunidad de seres humanos racionales, debería estar mejor constituido. A falta de un gran director de or­questa, todos se liberan a su propio son, crean­do disonancias allí donde debiera haber melo­día y armonía.

Serviremos con todo nuestro ánimo a la na­ción en la dolorosa lucha del momento. Nos arrojaremos contra los barcos enemigos acari­ciando la convicción de que Japón ha sido siempre y será un país en donde sólo habrá lugar para hogares amorosos, mujeres valientes y hermosas amistades.

¿Cuál es la misión de hoy? Luchar. ¿Cuál es la misión de mañana? Vencer. ¿Cuál es la misión cotidiana? Morir. Morimos en batalla sin quejarnos. Me pre­

gunto si otros, los científicos por ejemplo, que sostienen el esfuerzo de la guerra desde sus propios frentes, morirían como nosotros, sin quejarse. Sólo entonces la unidad de Japón será tal que pueda tenerse el prospecto de ganar la guerra.

Si, por algún extraño azar, Japón ganara re­pentinamente esta guerra , sería una desgracia fatal para el futuro de la nación. Será mejor para nuestro país y nuestra gente ser templados por medio de auténticas ordalías que servirán para fortalecernos.

Como los botones del cerezo En la primavera ,

Caigamos Limpios y radiantes.

Traducción deJaime Moreno Vil/arreal

Biblioteca de México •

Este artículo, redactado en octubre de

1944, luego de la liberación de París,

es uno de los últimos escritos de Paul

Valéry . Destinado originalmenle a

aparecer en la revista Harper's Bazaar,

permaneció inédito, y se halla en el

FOl/do Valby de la Biblioteca Nacional

de París. Con tiene una visión a un

tiempo cruda y esperanzada en el

límite de la vida de su autor, que coin­

cide con elfin de una época.

Un hombre de edad mi ra en tomo suyo. Al ver a los jóvenes se pre­gunta, con curiosidad, con melan­colía , con esa mezcla de lucidez y te rnura que se produce frecuente­mente al llegar el crepúsculo de la vida, qué es lo que piensan esos jó­venes, recién llegados, que tienen frente a sí un futuro entero por em­prende r, ¿qué esperan, a qu é le temen, qué querrán hacer con sus ímpetus' Pero muy pronto esa pre­gunta lo conduce a esta otra (pues uno siempre vuelve a uno mismo): ¿Qué pensaría yo , cuál se ría mi ideal si tuviera su edad' En ese mo­mento el viejo se desconcierta, se acuerda de una sentencia que algu­na vez pronunciara y que es segu­ramente el pensamiento más extra­ño e insoportab le que hay en e l mundo : Vendrán otros hom bres después de nosotros ..

Por nuestra parte debemos e jer­cer, que no penetrar, el secreto de la juventud -que ella busque por su cuenta-, concebir por lo menos la situación que enfrenta, la etapa del universo humano , o por lo menos de aquella porción del uni­verso humano dentro de la que co­menzará un joven su experiencia de vida. Doy por supuesto que estoy hablando de un joven euro­peo.

De entrada se impone una pri­mera comprobación: el viejo mun­do está en ruinas. La miseria, la destrucción y la muerte reina n sobre la mayor parte de este pe­qúeño, viejo continente, y todas las riquezas espirituales, acumuladas a lo largo de siglos y siglos de cultu­ra , han quedado sustancialmente heridas. Nada semejante había ocu­rrido desde la disolución de la civi­lización antigua . Pero lo que es más: esta vez es nuestra propia ci­vilización la que engendra su ruina: no puede soportar el peso de sus frutos . Sería demasiado largo des­cribir en detalle la evolución que condujo a este fm. En otra oportu­nidad expliqué (o creí haber expli­cado) en qué consistía el espíritu europeo. Intenté analizar ese pro­ducto original y admirable de una

confluencia de circunstancias que jamás volverá a da rse, y que hizo de Europa e l laboratorio más activo de búsquedas , el centro más lumi­noso de ideas, una especie de fá ­brica de valores intelectuales y esté­ticos, cerebro del mundo del que

surgieron tantos descubrimie ntos que transformaron el destino de la humanidad. Lo que, a mi entender, es característico de este poder crea­dor tan magníficamente confirmado por tantas obras de tan diversa es­pecie, es la sorprendente capaci­dad de contradicción que el genio europeo supo utili zar. Creo que la reunión de hombres de razas diver­sas en el reducido espacio del cabo occidental del continente asiático, comprimida por la presión de las tribus orientales hacia e l oeste y hac ia e l Océa no infra nqu eab le , obligó a esos individuos, dotados de cualidades complementarias, a mezclarse, a modificarse entre sí, a comprenderse. Para excitar la inteli­gencia , la impureza es más fecunda que la pureza, la mezcolanza y la dese me ja n za crea n riqu eza . Se comprueba que las razas puras son inte lectualmente inferiores, o que por lo menos están incompletas, mientras que los contactos e inter­cambios entre tipos desemejames (siempre que no sean demasiado incompatibles) amplía [sic] necesa­riamente, quiéranlo ellos o no, en­seña [sic] que puede vivirse, y vivir­se bien, obedeciendo a leyes, cos­tumbres y creencias antagónicas. Esto podría demostrarse fácilmente mediante el simple examen de los dive rsos vocabularios e uro peos, cada uno de los cuales está per­meado por términos adquiridos en préstamo de los otros, y que le son indispensables. En resumen, el inte­lecto europeo ha combinado exito­samente el sueño con el rigor, la libre imaginación con la observa­ción más estrecha de lo real, la es­peculación más audaz con un des­piadado sentido crítico. Piénsese en

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Valéry a los veinte años

los milagros de equilibrio entre las facultades humanas, entre intuición y aná lisis, comprensió n e inve n­ción, que espíritus como los de Pla­tón y Leonardo da Vinci alcanza­ron. Incluso la mística se adaptó a la lógica en la obra de los grandes doctores medievales, cuyo proble­ma fue conciliar a Aristóteles con las Escrituras y con los Padres de la Iglesia. En fin, la ciencia positiva se fundó en la voluntad inconmovible de jamás separar el conocimiento de la experiencia --o el poder de la mente del poder de la acción- y de no conceder valor de verdad más que al saber verificable.

Tal ha sido e l fruto de la feliz reunión de factores humanos hete­rogéneos que se hallaron concen­trados sucesivamente en un territo­rio tan variado dentro de su estre­chez , e n el que ningún punto queda demasiado lejos de l mar, donde el clima es el más tempera­do del globo, y donde los recursos minerales son bastantes completos. La geometría y el derecho vieron la luz en este teatro; y, bajo la influen­cia judeocristiana, se proclamó aquí la igualdad de los hombres ante la divinidad y el valor infinito de cada alma, y se instruyó al mundo en concordancia.

Pero llega e l momento en que los logros más grandes se arruinan

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ll..:dt' t.. <m lo'" grande~ hombr<:'~ que 'l' c·\tr,1\ í,1n y , e pierden por e l ex­ll'''' () e l abuso de la, cualidades que lo, hic ieron grandes . Europa n() 'upo limitar It" Fruws de su di­"er,id"d a 1:1., " e ntajas inme nsas

Tiroteos en París el día de la liberación

que de e lla ex traía. Mientras que, siglo tras siglo , se consumaba la ad­mirable síntesis de sus virtudes in­tele ctuales y artís ti cas, las anti­patías de raza , de creencias, los re­cuerdos amargos, las codicias entre­cruzadas , las profundidades oscuras de la mala conciencia alimentaban a los poderes de discordia y multi­p licaban los pretextos para los con­fli ctos a rmados. Hace ti e mpo es­cribí que "la Historia es el producto más tóxico que la química de l inte­lecto ha producido". Bas ta co n abrir e l manual más sucinto de his­toria de Europa para comprender esto.. Pero qué digo ... ¡Basta con abrir un periódico' Los hi toriado­res tienen la tradicional y teatra l cosrumbre de echar luz solamente sobre los "acontecimientos"; pero los acontecimientos más sensibles son por lo general trágicos, y final­mente esos cuadros de vio lencia son los que constituyen el capital de la memoria histórica popular: lo que se retiene es lo que posee un poder excitante siempre fá cil de rea­vivar. En el pasado de todas nues­tras naciones europeas no faltan ni las ofensas, ni las injusticias, ni los lamentos por las grandezas desva­necidas, ni el recuerdo amargo de las vergüenzas y las menguas sufri­das, ni las codicias ante el bienestar de los demás; ni han faltado jamás,

a la menor oportunidad, hombres o partidos políticos que hallen en ese sangrante tesoro todo lo que se re­quiere para reav ivar los odios, pa ra reabrir las heridas e irritar los senti­mienws más nobles y más natura les del hombre.

De esta memo ria, tan mala como desgrac iada , resulta que e l joven europeo he reda al nacer un patri­monio demoledor. No hay cuna en Euro pa que no esté envuelta por espectros disfrazados de todas las vestimentas y a rmaduras que se han porrada desde hace quince si­glos. Una especie de Fatalidad pesa sobre la vida europea , análoga a la que pesaba sobre la deplorable fa­milia de los Atridas.

Por otra parte, nuestra juventud ve e n torno suyo e l espectáculo des lumbrante y vertig in oso de l mundo moderno. Nuestra Tierra se ha convertido, de década en déca­da , en una morada que se angosta terriblemente. Intercambios de se­ñales y transportes cada vez más rápidos permiten ya considerar la superficie del g lobo como la de una sola ciudad desmesurada, con todos los extraños efectos que pro­duce la coexistencia estrecha de los modos de vida más dive rsos, que se frotan o chocan en una inmensa aglomeración. Así, el 27 de agosto pasado se vivía en París tod a la alegría de la liberación, con todas las emociones de una batalla; ban­deras en las ventanas y fuego cru­zado entre los techos y las aceras; una multitud que sonreía , reía, cir­culaba jubilosamente y de repente corría a abrigarse bajo los dinteles.

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Se vivía una confusión de sensacio­nes co ntradi ctori as, tan intensas una s como otras , e igua lme nte opuestas a toda re flex ión, a toda recuperación del pensamiento orga­nizado.

Este cuadro de una jo rnada vivida en una ciudad representa muy bien, a mi parecer, el estado del mundo moderno, con un simple cambio de escala. Abra usted un atlas, observe el planisferio y déle vuelta al mismo tiempo a l botón se lecto r de su radio ... Usted se convertirá en segui­da en una especie de superhombre. Pero un superhomb re pasmado . ¿Domina el universo' No. Usted do­mina la superficie de las cosas. Per­c ibe en un instante la guerra y la paz, e l azar y la voluntad , el trabajo que da vida y e l traba jo que da muerte, la verdad local y el engaño e n e l horizonte de cada región .. Podrá comprobar, por su parte, que mientras más informado está de las cosas que suceden , menos com­prende en qué consisten.

El "mundo moderno" es un mundo que se hace s iempre más incomprensible a sí mismo. Es un mundo en el que, cada vez más, está excluida toda posibilidad útil de prever. El equipamiento científi­co de la Ciudad Tierra es ta l que puede considerarse como la adqui­sición de un sistema ne rvioso, más y más sensible e irritable, que exige el cambio y, al mismo tiempo, fa­b rica ese cambio. Pero e l hombre se hizo hombre en un tiempo en que los brazos , las pie rnas y los ojos bastaban para todas sus nece­sidades, y el asiento de su organis­mo sigue establecido sobre el viejo espacio y tiempo que hoy la inteli­gencia ha puesto en desuso. Actual­mente , todos los valo res de nuestro haber materia l y espi ritu a l están afectados por una in es tab ilidad esencial , no accidenta l. Sabemos con seguridad que, en el curso de unos cuantos meses, la ciencia nos aportará hechos absolutamente iné­ditos cuyas consecuencias transfor­ma rá n nuestras cond iciones de vida: cuando yo tenía veinte años. ni la radio ni el elemento químico radio eran concebibles. En 1890, 1944 era totalmente inimaginable; mientras que en 1790, 1844 era bas­tante imaginable . Nuestro hombre joven no puede especular mucho sobre el futuro , si se admite que el futuro de índole moderna está re­servado para la aparición de hechos completamente nuevos. Ese hombre joven mira de cara a lo imprevisi­ble, que es una cosa totalmente di­ferente a lo "ímprevisto" de antaño.

Entrada de las fuerzas aliadas a París

Antes había términos para designar, y tablas de probabilidades para pre­vér todo lo que podía acontecer: el espíritu humano había observado o imaginado todo lo humanamente posible. Lo fantástico, por su parte , no era más que una deformación ingenua de lo real , inducida por los viejos deseos del hombre primitivo y deducida de sus sueños. Pero hénos aquí de lante de lo virgen Elesconocido, a merced de un inci­dente del azar en un laboratorio. Comenzamos a comprender que nuestro propio saber debe engen­drar fatalmente lo que habrá de su­perarlo y depreciarlo , y que la hu­manidad, en posesión de medios de acción más y más poderosos,

que se apartan más y más de sus condiciones originales de existen­cia , avanza en una carrera de des­mesura. Lo intenso convoca a lo más intenso. La velocidad demanda mayor velocidad. ¿Y qué va a pasar con los equilibrios de la sensibili­dad y de la vida misma'

¿Que es un cuadro demasiado negro éste que pinto' ¿Pero ql\é puede esperarse que piense un eu­ropeo viejo, dado el estado actual de Europa? ¿Qué pensamiento puede ofrecer él , razonablemente, a un joven de estos tiempos'

Es posible que la juventud, por ser juventud, no esté para ponerse a meditar demasiado antes de vivir. Por su parte, este hombre viejo se

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dice que aunque la verdad de los viejos existe, probablemente no sea la misma que la de los jóvenes. Después de todo, esta exasperación de las excitaciones, esta sobreabun­dancia de las energías físicas , esta sublevación de las creencias y no­ciones, vale la pena de ser experi­mentada. El hombre creía conocer­se. Ser hombre era una especie de tradición, y la "naturaleza" en tomo a é l era también una tradición. ¿No es tiempo de cambiar todo esto, de comprometerse con todos los ries­gos en una nueva edad del mundo? ¿No es digno del hombre compren­der que el hombre es una aventu ra'

Traducción deJaime Moreno Vil/arreal

υη emperador de China decretό que sus sύbdίtos teηdrίaη derecho a cazar, siempre Υ cuando cumplie­ran con el requisito de matar ύηίca Υ exclusivamente a aquellos anirna­les que "hubieran perdido el gusto ροτ la vida" . Como muchos otros decretos inspirados tan sόΙο en una buena voluntad, pongo en duda la eficacia de este. Εη efecto, ίcόmο Ροdrίamοs distinguir una perdiz neurastenica en medio de toda una bandada? Ademas, la neurastenia es una cosa de seres humanos. Εη el reino animal, todo Ιο que vive quiere νίνίτ.

Υ aύη mas si hay peligro. Bisontes Υ jabalίes, osos Υ ciervos, despliegan todos sus recursos ofensivos Υ de­fensivos , al menor peligro. Υ el combate culmina siempre. Cada gήto de caza es una tragedia , segύn testimonian nuestros antepasados trogIoditas, desde sus primeros di­bujos cavernarios . Cada υηο de ellos tuvo, sin duda alguna, la posi­bilidad de hacer posar a su compa­nera de cueva, pero ορtό sin em­bargo ροτ una escena de caza para poner en marcha la historia del arte .

ΕΙ homo artifex cοmΡΙetό asί al homo faber, aunque ello le costara muchas veces perecer entre las ga­rras de υη neurastenico. Tragedia Υ fin. Pero tampoco salίa indemne cuando sοbrevίvίa. La escena se le grababa muy profundamente en la memoria. Ροτ ello le resultaba bas­tante facil reproducirla con todo su espantoso realismo, aunque agre­gando tόtems , ροτ supuesto, Υ todo tipo de signos que aseguraran me­dianamente su Ρroteccίόη . ΕΙ alma de la bestia que acababa de matar Ροdίa regresar a atormentarlo du­rante la noche. Se daban casos. υη cazador sorprendido, con su laηza rota , frente a υη uro que carga sobre el Υ 10 derrumba . Tambien hay casos de terribles jaleos colecti­vos, confusos, espectaculares: toda una manada loca desgarrandose en υη estanque, debido a υη grave error del conductor de la cacerίa. υη fallo humano que suele consis­ιίτ en ηο haber sabido apartar debi­damente a υη ciervo destinado a la jaurίa. Εη fin , digo ΥΟ. Porque a 10 mejor se trataba simplemente de otras reglas . Α 10 mejor cazaron nuestros paleolίticos distinto a ηο­sotros. Α 10 mejor ... iQue diablos importa! iViva el ralZy Cromanόη

que nos ha dejado tan hermosos al­bumes de piedra!

ΕΙ arte, en todo caso, cοηtinύa. Υ la caza es υηο de sus temas mas ex­plotados. Ροτ todos los medios ίη-

ALFREDO BRYCE ECHENIQUE

Extraordin~lrias

perspectivas

ventados ροτ el hombre para ex­presar su talento. De Norte a Sur Υ de Levante a Poniente.

iEgipto? υη hombre, υη taparrabos, una barca rodeada de canas , en plena cacerίa de patos . Queda la imagen . iAsiria? Assurbanipal, υη gran rey, en plena caza mayor. Per­sigue al leόη , 10 mata a flechazos, Υ nos recuerda sus proezas en bajo­rrelieves que son obras maestras. iAticat Alejandro ΕΙ Mas Grande Ca­zando Gamos. La actitud es noble, pero tal vez excesivamente heroica. Εη Ηη , deslices. iLa Edad Media? Sobran los testimonios. Cuando ηο estaban cazando, nuestros feudales estaban en guerra , otra cacerίa. Las damas ya participan, cabalgando con enormes faldas que estorban los matorrales . Quedan frescos . Tambien tapices de laηa , seda Υ oro, perfectamente combinados.

Despues, el Renacimiento, el Gran Siglo, el ΧΥΙΙΙ , el ΧΙΧ ... Υ, ροτ su­puesto, Espana, Inglaterra, Francia, Persia, India, China. Υ Pieles Rojas , Aztecas, Incas ... Todos nos dejaron sus huellas en forma de artίstίcas imagenes , porque la caza es υη tema de inagotable riqueza. Υ son inmensas sus perspectivas desde la epoca aquella del emperador de China Υ su ambiguo decreto de pa­leolίtίco Υ grafico origen.

ΕΙ siglo ΧΧ, como todos sabemos,

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de entrada pone en tela de juicio la cοηceΡcίόη que el hombre se hacίa del mundo Υ de sί mismo. Las 10co­motoras recorren 100 kms. en una hora, el motor de eΧΡΙοsίόη se per­fecciona Υ el automόvil se convierte en υη vehίcuΙο confortable Υ rapi­do. Se inventa la he!ice Υ, gracias a ella, los suenos de icaro, Leonardo da Vinci Υ Vίctor Hugo se hacen realidad: la materia vuela. Los transatlanticos navegan cada vez mas rapidamente Υ son mas segu­ros e inmensos. Van siendo aboli­das las grandes distancias Υ el tran­siberiano convierte a la asiatica Υ misteriosa Rusia en una prolonga­cίόη de Europa. ΕΙ avίόη de ΒΙeήοt suprime la ίηsuΙaήdad de Inglaterra Υ, pocos anos mas tarde, el de Lindberg reduce el Atlantico a las dimensiones del Mediterraneo del mundo griego. Treinta anos des­pues el mundo terminado de Le Verrier se revelara tan anticuado como la Tierra inmόvil Υ chata de los antiguos, en el telescopio gigan­te de Palomar Υ la vίsίόη de los as­tronautas.

Europa occidental, con Francia e Inglaterra a la cabeza, habίaη podi­do creer en su SUΡremacίa terrestre, gracias a sus colonias Υ estableci­mientos comerciales dispersos en todos los horizontes. Εη el siglo de la maquina, Europa se da cuenta de que el verdadero potencial pertene­ce a los Ρaίses que poseen el car­bόη, pero en seguida descubre que el ΡetrόΙeο Υ el urano son aύη mas valiosos. Los grandes conflictos ecοηόmίcοs Υ guerreros que van a estallar en el mundo obedecen pre­cisamente a ese cambio de όΡtίca Υ a los encontrados intereses que sur­gen en consecuencia.

ΕΙ hombre civilizado, que creίa en la inamovilidad de la irnagen Υ en la integridad del atomo, ve cόmο la primera se mueve en la pantalla de los hermanos Lumiere Υ cόmο el segundo se descompone en el ex­trano aparato de los Joliot-Curie. Paralelamente, el tiempo Υ la luz dejan de ser para ese hombre ηο­ciones ciertas Υ tranquilizadoras. La Ciencia , nueva divinidad, le exige que crea en ella. Υ en pocos lustros le muestra la cantidad de revelacio­nes que logra devolverlo nueva­mente a la cueva de sus mas ίrra­cionales temores. Pero a los viajes interplanetarios, al psicoana!isis Υ a

Francisco de Goya, Modo de νο/σΓ

los medicamentos capaces de mo­dificar sus estados de animo, e l nuevo salvaje tendra que agregarle algunas irracionalidades mas, esta vez bajo la forma de los genocidios sίn precedentes que va cometiendo el siglo cientίfico . Segύn promesas recibidas, este siglo debίό ser el del advenimiento del Hombre.

Adivίno sόΙο una sociedad que pro­duce bienes de consumo Υ males Υ que, a decir de Octavio Paz, tiene a Eros por υηο de sus empleados. ΕΙ mal sabor de boca se democratiza Υ todos pueden pensar igualmente, por la simple Υ sencilla raΖόη de que nadie desea pensa r en las terribles amenazas que los guerre­ros nucleares le han colgado sobre la cabeza . La ίηfοrmacίόη es la misma para todo el mundo, a juz­gar por el bombardeo de noticias Υ de imagenes que recibimos en el estado semίοηίrίcο con que cree­mos defendernos cada vez mejor de 10 peor. Porque si abrieramos bien los ojos Υ prestaramos al mίsmo tiempo toda nuestra capaci­dad auditiva, Υ nuestra perdida re­flexividad , nuestras pesadillas Υ neurastenias serίan exactas. Hemos

e legido los mismos democraticos medios para evitarlo, pues, basta con decirle al jefe Tanatos que se vaya al diablo Υ agarrarse en segui­da del mando a distancia. Ιο hace e l negro Υ 10 hace e l blanco , 10 hace el pobre Υ 10 hace el rico, 10 hace el grande Υ 10 hace el chico.

Fatal resulta, por consiguiente , υη cambio en la fίsοnοmίa de la caza. Tendra que ir a la par con esta de­mοcratίΖacίόη de los medios de su­pervivencia Υ tendra tambien que ir a la par con esta uηίfίcac ίόη de puntos de vista Υ mando a distancia sobre esto Υ aquello que abarca a hombres provenientes de clases so­ciales muy diferentes . 'Άquel que fu e noble creado , mas que cual­quier otra criatura" , va poniendole broche de oro a la frase de Dante. De la aldea global a la inmensa co­munidad de infernales vecinos de cueva. CerraΖόη , eηc Ιaνacίόη , pro­gramacίόη , desamor, ins ignifίcan­

cia. Ya se puede cazar por televi­sίόη Υ ya ηο hay emperador chino que nos advierta con υη ambiguo decreto que sόΙο debemos matar a aque llos animales "que hubieran perdido el gusto por la vida".

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Νο puedo terminar este artίcuΙο sin decir que las relaciones que la caza Υ la guerra han mantenido desde siempre son, en nuestro cίeηtίfίcο

siglo , tan estrechas como siempre. Como animales temerosos se atrin­cheran los soldados de 1914, Υ los civίles de 1940 nos han dejado ros­tros que se ocultan como perros enfermos. Υ que duda cabe: los ίη­mensos pajaros de metal que Hera­cles cοmba tίό e n υη mίtoΙόgίcο lago de la Arcadia son la prefigura­c ίόη de los superbombarderos de nuestro tiempo.

Υ una palabra mas para decir que , maiΊana , en aquellos planetas que ya alcanzan nuestras naves espacia­les, descubriremos sin duda algu­na nuevos animales neurastenicos. iQuie nes o rganizaran las prime­ras partidas de caza Υ que imagen de todo aquello nos daran los ar­tistas cosmonautas? Veo en todo eso las mas extraordinarias pers­pectivas.

Por cοrtesίa de Disenso

La frontera norte de México es una de la, franjas más vigiladas del pla­neta. En las noches las luces de los he li cópteros barren e l des ie rto a lambrado, y bajo tierra , los poli­cías pasean sus linte rnas sobre las aguas negras (a unque los caños de l drenaje han s ido en re jados , so n muchos lo mexicanos que logran llegar a Estados Unidos por e l ca­mino de las ratas). En Ca lifornia campea un clima de segregación; East L. A. es la segunda ciudad me­xicana y e l guacamole es ya la se­gunda botana consumida durante el domingo de super-bowl, pero e l trabajador indocumentado recibe el

nombre de la bestia que infundió e l espanto en e l espacio exterior: es alien.

La propuesta 187 del gobernador Pete Wilson , que privará de dere­chos a quienes viven en California sin papeles en regla , revela la fun­ción de las aduanas en la era del libre comercio y del apartheid: el contrabando de mercancías carece de interés; lo importante es detener a la raza.

Durante décadas, la frontera fue un territorio de libertad para la ima­ginación norteamericana. En las no­velas de Chandler o las road-mo­mes, los fugitivos con suficiente ca­risma para salvarse iban a México, ese refugio con crepúsculos anaran­jados y melancólicas guitarras.

Los escritores que planean eva­siones suelen confiar en una zona de salvación. Para Adolfo Bioy Ca­sares , Uruguay es el país adonde conducen las balsas y los túneles de escape; al otro lado del ño está la playa, el precario paraíso donde los héroes se reponen de la aventu­ra . Se trata, sin duda, del mejor ho­menaje que puede recibir una na­ción vecina.

En los cines de mi infancia sentía orgullo de pertenecer al país que asilaba a los forajidos . Cuando el FBI o el sberiff del condado acosa-

JUAN VILLORO

ban a un pro tagonista que vivía según su propio código de honor -más humano y severo que las leyes que violaba- , los guionistas recurrían a su remedio favorito: la frontera .

En Th e Electric Kool-Aid Acid Test, Tom Wolfe adapta esta saga del escape a la psicodelia: Timothy Leary huye para fundar una especie de Club Med de la mente en las playas de Zihuatanejo. Del lejano oeste a los viajes de LSD , México fue visto como zona franca y per­misiva. Los desertores de la guerra de Vietnam solían llegar con el ca­nónico signo de pea ce and love en

el cuello y un botón en la camisa: Cod is alive and well and living in Mexico.

Sin embargo, cuando el Chevy o e l caballo desaparecían tras una nube de polvo, la pantalla era cu­bierta por un letrero en español: "Unos días después , la policía me­xicana capturó a los criminales". La Secretaría de Gobernación no olvi­daba sus tareas de vigilancia: los sueños de il ega lidad no podían triunfar, ni siquiera en el oscuro re­cinto donde se comen palomitas. Lo que para Hollywood era el últi­mo refugio, para los ciudadanos del águila y la serpiente se parecía a los anhelos del gobernador Pete Wilson: un desierto sin salida.

Aquellas tardes de cine fueron una pedagogía similar a la del mé­todo Ludovico de Naranja mecáni­ca. Mis ojos podían saturarse de naufragios, tarántulas y acrobacias de electrocutados, pero en la vida real había que actuar con cautela; afuera nos aguardaba un país lento, donde las mujeres debían ver e l piso. La primera generación so­b rei nformada por la cu ltu ra de masas se enfrentó a una sociedad donde la franqueza era un síntoma de disidencia. Al fmalizar el siglo, la década de los sesenta aparece como la dorada arcadia en la que

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todo fue posible; sin embargo, Mé­xico estuvo lejos de ser un vivero de la tolerancia y la apertura. La Era de Acuario ocurrió en la televi­sión, donde los programas podían sintonizarse como ventanas a cielos lejanos.

La esquizofrenia entre informa­ción y comportamiento, entre la ca­pacidad de informarse de lo que ocurre fuera y la obligación de ac­tuar con recato hacia dentro, entre la libertad de la mirada y el control de la opinión, es una de las claves para entender los desfases y el afán compensatorio de la cultura mexi­cana de las últimas décadas. La an-

(

gustia de estar al margen , en per­manente retraso, provocó que se valoraran en exceso las imitaciones vernáculas de Ho llywood, Woods­tock, el cine de nouvelle vague, las novelas beato

Si los fugitivos del suelo nortea­mericano buscaban en México un país genuino, la utopía del atraso, el territorio pintoresco donde , según Kerouac, hasta los policías eran corteses; los fugitivos del suelo mexicano, en cambio, vieron en la literatura y en la contracultura norteamericanas puertas de libera­ción . Estas fantasías recíprocas re­velan las mejores tentaciones que despierta una frontera: el deseo de cruzar, indagar lo otro, transgredir.

DE QUETZALCÓATI A PEPSICÓATI

No es extraño que la narrativa me­xicana de fin de siglo privilegie al extremo norte del territorio para discutir tanto la influencia de una cultura que siempre parece llegar tarde como la construcción de una nueva identidad. ¿Permanece incó­lume el espíritu local cuando traba­ja doce horas en una maquiladora y descansa los fines de semana en un shopPing-mall? ¿En qué medida la frecuentación de lo ajeno borra agravios históricos y obliga a excla-

mar en espanglés, como un perso­naje de Luis Humberto Crosthwaite: "Do y ou remember Juan Escutia' '' . ¿Puede e l dramático cadete que murió e nvue lto e n la bande ra, du­rante la invas ión no rteamericana de 1847, seguir siendo un modelo para

Ken Light, Hombres apresodos en Son Ysidro, 1985

los niños que crecen ente la panta­lla del Nintendo'

En el episodio "De Quetzalcóatl a Pepsicóatl" (Tiempo mexicano), Car­los Fuentes se sirve de la leyenda de la Serpiente Emplumada para inda­gar la identidad naciona l. Quetzal­cóatl , el más culto y benigno de los di oses prehispánicos (conocido como Kukulkán en territorio maya), sostuvo una intensa lucha con sus colegas del cielo azteca. Tezcatlipo­ca, Señor de la Fatalidad, encontró

un dispositi vo para vencer al dios ilustrado: lo obligó a ve rse en un es­pejo. Quetza lcóatl desconocía su as­pecto de serpiente emplumada: ho­rrorizado de sí mismo, decidió aban­donar a su pueblo . Para Fuentes , en esta imagen se funda el desafío de

la identidad. Mientras no aceptemos nuestro rostro en el espejo , tendre­mos que seguir huyendo.

QuetzaJcóatl prometió reg resar por e l oriente, y los ho mbres de barbas, armaduras, calvicie y zapa­tillas que desembarcaron en Ve ra­cruz en 1519 lucían suficienteme nte exót icos para pasa r por enviados del dios prófugo. Una de las gran­des paradojas de la conquista es que se inicia como un combate contra la parte rechazada. Ocravio

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Paz ha se1'ia lado q ue el ai, !a miento cul tu ra l de los pueblo, prehispán i­ca' era tan extre mo que descono­cían la idea del Otro . de l extranjero con absoluta alte ridad social y reli­gio"l. M,¡s sencillo les resultaha asi­milar una zona ach"ersa de M I pro-

pia cultura : QuetzaJcóatl en busca de su segundo acto .

De La querella de México ( 915), de Martín Luis Guzmán, a El labe­rinto de la soledad ( 950), de Octa­vio Paz, el ensayo mexicano intenta construir la identidad nacio nal y es­tudia los signos todavía frescos de las gestas de o rigen (la indepen­dencia , la Revolución) Como en el café turco, la lectura de los restos tiene una funció n oracular: lo que queda se convierte en profecía. El

pasado como explicación de l futu­ro . La búsquedas de símbolos atáv i­cos, de un Ur-Zeit , ti e ne n un común denominador: bajo las suce­sivas máscaras de los aztecas, los españoles y la modernidad e xi ste un rostro verdadero. El presupuesto de la indagac ión es que hay una identidad univoca , distinguible , que nos separa del resto de los hom­bres, un equivalente de l "alma rusa" que transmigra de los perso­najes de Dostoyevski a los de Solz­henitsyn.

En Posdata, Paz fue de los pri­meros en matizar las exploraciones nacionalistas: no hay una o nto logía nacional , como no hay un Mexica­no Idea l, capaz de ser típico para sí mismo.

En la literatura mexicana contem­poránea predom in a una concep­ción pulverizada, dispersa , múltiple, híbrida , de la identidad. Resulta ocioso buscar el rostro primigenio e inmutable; al contra rio , las dive rsas másca ras, de Tenochtitlan a Chia­pas, de las caretas emplumadas de los Caballeros Águ il a al pasamonta­ñas del subcomandante Marcos, son identidad.

En nuestro fin de siglo Quetzal­cóatl ha dejado de ser un arquetipo para actuar como los replicantes de Blade Runner: puede ser cualquie­ra de nosotros; sus muchos rostros ya no caben en el espejo humeante de Tezcatlipoca; se reflejan en las pantallas y los hologramas de la realidad virtual ; su aspecto depen­de de las circunstancias que lo in­forman.

El dios-replicante enfrenta un te­rritorio donde se hablan 56 lenguas indígenas, donde la Iglesia católica es cada vez más activa (en su doble ve rti en te del clero represo r y e l clero rebelde) y donde los yuppies creyeron que e l Tratado de Libre Comercio era un programa de via­jero frecuente al Primer Mundo. Esta multiplicidad produce numero­sas identidades, todas ellas mexica­nas y todas ellas provisionales.

Como demuestra cualquier matri­monio mexicano en su disputa por la custodia del control remoto del televisor, la cultura extran jera más presente en los hogares es la de Es­tados Unidos. iBienvenidos al reino de Pepsicóat!l

Luis Humberto Crosthwaite (Ti­juana, 1962) supo ver el verdadero "encuentro de dos mundos" que ocurrió en 1992; mientras las em­polvadas academias recordaba n cinco siglos de Conquista, Crosth­waite escribía la novela La luna Siempre será un amor dificil, donde

un soldado de fortuna de l siglo XVI llega al México de l Tratado de Libre Comercio y termina traba jando en una maquiladora de Tijuana. La metáfora es nítida : el radica l en­cuentro de dos mundos no sólo ocurrió en la Historia lejana sino ta mbién ayer, y tiene un escenario primordial: la frontera.

¿Qué pasaporte expide la lite ratu­ra a las identidades escindidas, dis­persas, de la nueva nación mexica­na , y con qué visa acepta a los que vienen del otro lado' En un relato excepcional, Marcela y el rey, Crost­hwaite recicla un mito norteameri­cano y lo devuelve de contrabando a Estados Unidos. La leyenda de que Elvis Presley sigue vivo ha pro­vocado toda clase de excesos , desde los concursos de dobles del Rey del Rack & RolI hasta las ll ama­das a estaciones de radio de qu ie­nes creen haberlo visto en la sec­ción de helados de un 7-Eleven a las tres de la madrugada. En e l cuento de Crosthwa ite e l fantasma apa rece en Tijuana. Elvis atraviesa por una e ta pa melancólica , ent re otras cosas porque nadie lo recono­ce (en todo caso le dicen que se parece un poco al cantante de Lave Me Tender). Cuando conoce a Mar­cela, una rockera que canta con in­te nsa autenticidad , recupera e l ánimo y decide regresar a Estados Unidos. Pero los fantasmas no usan pasaporte y tiene que hacerlo por la vía ilegal, a la manera de un es­palda mojada. En un final de es­truendo, e l Rey del Rack & RolI es perseguido por los he licópteros de la migra y, bajo los refl ectores, se cree en un concierto de Las Vegas . El trágico aislamiento de los céle­bres adquiere un sesgo aú n más dramático: el mito se transforma en un indocumentado.

Zona para re definir señas de identidad, la frontera también es e l escena rio del volumen de re la tos Embotellado de origen, de Rosina Conde (Tijuana, 1954). El título es una irónica interpre tac ió n de la vida junto al Río Bravo. En una re­gión que se caracteriza por las mez­clas y los más barrocos sincretis­mos , Rosina Conde encuentra una rara prueba de autenticidad: "A Ti­juana le decían La Ciudad de los Perfumes, y mucha gente no nada más venía a Tijuana para reventar­se , s ino para comprar pe rfumes. Porque había de todo el mundo, y más baratos, además de que son embotellados de origen. Porque en San Diego los consiguen pero em­botellados en Nueva York". La pa­radoja de un lugar de paso, donde

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todas las cosas vienen de le jos, es que lo que allí se consigue es ge­nuino . Las fronteras se desmarcan del país al que pertenecen; las nor­mas se desgastan antes de llegar a esa orilla donde siempre hay otro modo de hacer las cosas.

Una lógica une a los puertos: está n construidos hacia afuera , para mirar lo que llega y desaparece. Algo similar ocurre con las fronte­ras de tierra adentro; estaciones del nomadismo, viven de lo que cnlza por sus calles. Sería grotesco pre­gunta r "qué se produce en Tijua­na"; ahí los perfumes son mejores porque han encontrado un atajo para llega r intactos desde su origen. El escenario -un enredijo de neón , polvo, loca les eternamente provi­sionales- puede parecer inverosí­mil, pero lo que se trafica es genui ­no , no se somete a las convencio­nes de las ciudades "fijas".

El paisaje fronterizo es tan muda­ble que rara vez sobredetermina a sus habitantes. Si la ciudad de Mé­xico aplasta con su peso de siglos e impone códigos tan intrinca dos como las fl echas de sus calles, Ti­juana tiene la levedad de los cam­pamentos , un espacio donde todo apunta a lo transitorio y la costum­bre es algo que se improvisa de hora en hora.

Sin embargo , el margen de liber­tad que otorga la frontera puede ll ega r a un extremo perturbador: la pérdida de hori zontes. Federi co Campbell CTijuana , 1941) explora esta desorientación en el re lato "Los Brothers" (incluido en Tijuanellses) . Desde s u novela Todo lo de las focas, Campbell se interesó por la, criaturas anfibias , que comunica n dos realidades. En apa rienc ia, la trama de "Los Brothers" no tiene que ver con la frontera: dos tijua­nenses se encuentran en la ciuuad de México y visitan las ruinas ue Tula. El re lato alude a diversas for­mas de orientación (el mé todo de "reloj" de los pilotos japoneses , un barco en su inevitable ruta de coli­sión , las patrullas en las carreteras) y deriva su tensión interior de sus muchos niveles de desplazamiento. Después de comprar un sOllvenir (una cariátide e n miniatura), el na ­rrador se extravía en una población mi se rabl e donde atropella a un hombre que parece salido de una caverna ; acelera para salir del arra­bal, quiere vencer el espacio con el movimiento . En vano: la Historia que no lo alcanzó en el bastión de los to ltecas lo alcanza en el presen­te; el "otro" México lo perturba, de­volviéndolo a su vida devastada

Ken light, Indocumentados descubiertos en Son Ysidro, 1986

por la ",Iedad. al final donde , en la búsq uL'da de un último contacto entr~1I1 a hle . mete la mano en el za­pato tk le, muje r q ue lo abando nó.

¿Qué liene que ver la trama con el origen de los personajes? El logro el e e l1n"hell consiste en transfo r­mar " la fro nte ra , de ca tegoría geo­gráfica . en categoría psicológica; en cualquier silio hay una región limí­tro fe in te ri or, una Tijuana de la menle que nos condena a avanzar sin brl ljub ,

Al igu:tI q ue Ca mpbe ll , Dani e l Sada (Mex ica li , 1953) inventa fron­te ras po rt áti les. El aso mbro q ue susc il<.l n sus escenarios se debe, en buen:! med ida, a que e l híbrido de cultu ras ocurre en pleno despobla­do . Le jos de toda pretensió n telúri­ca, Sada transforma al desie rto en un im pro bable escenario de la mo­de rni dad ; sus vastas extensio nes pres upo nen las ciudades, las hu e-

It as que \'ienen de le jos: en un ~l

hondonada se ca ptan señales de la radio, \'oces pe rd idas de locutores mexicanos o nOrleamerica nos. Su estrateg ia es equiv:llente a la del poeta Fabio Morábito en LOles bal­díos, que define una ciudad por sus huecos. Si en La reg ión mas ¡rallS­paren le (J 95R) Fue ntes ensayó e l fresco de conj unto , la me tró po li como prota gonista cle la novela, en sus poemas urbanos Fabio Moráhi ­to encuentra una zona simbólica , los vacíos donde la ci udad se o rga­ni za de o tro mo d o . Algo s im ila r ocurre e n los ba ldíos de Sada: e l des ie rto implica un e nto rn o , a ll í todo ocurre por excepción, cuando los pe rsonajes se ven fo rzados a cru zar las tierras de nadie.

En gran medida, los ho mbres se explican en e l desie rto por lo que dejaron fue ra . Esto distingut:: aSada de la narrativa rura l: sus parajes sólo

Biblio/(,'ca de I'v/exico 17

se exp lica n por las ca rre te ras , las ciudades, el lengua je. la cultura que los circunda. En Regislro de caL/san­Ies. Ulla de dos o Lampa vida, la apro piac ió n de l pa isaje campirano reve la por inferencia --en su radical vacío- lo que ocurre en otras par­tes: como los lotes baldíos de Morá­bita. los desiertos de Sada son hue­cos donde la vida moderna opera en a ll se nci~l.

Heredero tanto del ro mance es­pana l como del corrido mexicano, Danie l Sada urde historias en métri­ca y no escat ima octosí labos e n spa nglish para nan'a r un partido de béisbol: "Batazos por todas partes .. líneas de jit y jomrones.. flais con­tra e l so l e nganosos". Su cuento "Cualquier altibajo" (de Reg istro de caL/sanIes) o frece una o rigina l va­riante de l be is bo l: e l des ie rto se conv ie rte e n un a ca ncha , y el juego, en un espectáculo curiosa-

Ken light, Familia michoocana aprehendido en Son y,idro, 1985

mente agrario. l.a mitología- de los pe loteros norteamericanos encarna en jugadores que "en lugar de es­pais ca lzaban unas boras vibore ras para barre rse mejo r". Al final del re­lato la pelota se ex tra vía entre los cactus y el encargado ele recogerla dec ide segu ir de frente. hacia otra ca nc ha: la ti e rr a de hui zac hes donde lo espe ra su compadre con una botella de salo l.

Un sugerente desafío de la na rra­tiva consiste en determinar la trama a partir de personajes ausentes. Cor­táza r se refi rió a la noción de "fi gu­ra" para describir los dibujos secre­tos que conste laban a sus persona­jes. Con excesiva frecuencia , com­probamos que nuestrd suerte se de­cide por cosas que pasan en sitios donde no estamos . El desie rto es una región ideal para trabajar con lo que afecta sin tener presencia . Un caso ejemplar de este procedimien­to es el relato "La guitarra", de Jesús Gardea (Ciudad Delicias, 1939), que narra la obsesión de un pueblo mi­nero por una gu itarra perdida. El extravío genera una tensión fu lmi-

nante ; la ve ros imili tu d parece a punto de estall ar cuando e l lector entiende e l va lor simból ico de l ob­jeto perdido: en la soledad de las minas, la guitarra cumple una fun­c ión mediadora , es lo único que sirve para recordar e l cuerpo de las mujeres. Al igual que Sada , Gardea potencia en su desie rto la vida que quedó fuera , y la intensidad del re­lato deriva de esa carencia.

Pero la frontera también se des­pl aza e n e l ti empo ; un o de los mapas más radicales de ese territo­rio por veni r es Cristóbal Nonato, de Ca rlos Fuentes. Una vez más e l auto r de Tiempo mexicano vuelve al tema de la identidad, sólo que en este caso se trata de una identidad virtual. 1992, el ano de l V Centena­rio , es concebido como un futuro lejano en e l que por primera vez gobierna la o posición (el conserva­dor Partido de Acció n Nacional, que debe apoyarse en e l apara to priísta que durante seis décadas ha pe rfecc ionado los secre tos de la domi nación burocráti ca) y donde se han redefinido los límites de la

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nación: la impagable deuda exte rna obligó a ceder el golfo a las Siete Hermanas petroleras y la península de Yucatán al Club Medite rrané.

Por si fuera poco , e l norte de México y el sur de Estados Un idos se independizan en un te rcer país: Mexamérica. En la novela se habla ánglatl , espanglés y anglonol; lo có­mico pacta con e l apocalipsis, el carnaval con la tragedia . En este es­Irambótico "futuro pasado" se cele­bra un concurso: el primer ni no que na zca e l 12 de octubre de 1992, 500 anos después del descu­brimiento de América , recibirá las llaves de la ciudad . El nuevo Cristó­ba l repo sa en e l v ientre de s u madre , rumbo a su histórico naci­miento , pero se entera a la perfec­c ión del mundo que lo rodea, la placenta es una burbuja tan infor­mada como una cabina de CNN.

En Cristóbal Nonato la fusión y confusión de culturas tiene un tinte simultáneo de nacimiento y fin de mundo ; de acuerdo con Ado lfo Castanón, se trata de "una profecía acerca de la destrucción de la espi­ritua lidad mexicana y de sus valo­res intrahistóricos. Una profecía de­sesperada , nutrida por una pu lsión de muerte, guerra, violencia, sub­ve rsión, amenaza y catástrofe, reco­rre el cuerpo de esta novela donde se reitera una antigua obsesión de Carlos Fuentes: la norteamericani za­ción mexicana como vietnam iza­ción de México".

Cristóba l Nona to es, quizá, la pieza más arriesgada de la geogra­fía de nuestra novela reciente, y se integra como un vibrante mapa de calor a la ca rtografía narrativa .

A pesar de las muy variadas res­puestas literarias, la noción de lími­te territorial casi siempre se refiere a la frontera norte. A un ano de la rebe lión zapatista , aún se espera una estrategia narrativa que re in­vente nuestro borde de "abajo".

De cualqu ie r forma , aú n circuns­crita a la frontera "superior", la na­rrativa reciente ha logrado acercar y transgredi r extremos. Como en e l beisbol, e n los libros las bardas existen para que la pelota vuele al otro lado.

A medida que la mentalidad de forta leza se arraiga en los te rritorios que temen a los bá rbaros , pocos estímulos pueden ser tan sugeren­tes como la mezcla de géneros y culturas. El tema de la frontera ha dotado a la literatura de la ambigua identidad q ue las road-movies le conferían a México: un lugar de es­cape, el desierto donde los ilegales tienen su oportunidad.

ANTONIO MENDOZA

FIN DE SIGLO

He aquí que un mundo se termina y tú estás solo. O que la tierra se cubre de blancura y a un niño lo rodean los lobos, perros hirsutos, que hablan al oído de Dios.

Quisieras que tu cabeza descansara en una ola de música pero hay un atroz silencio, alborotado por huesos que se quiebran, besos sonoros de vampiro estampados en espejos y que estallan al sentir al venéreo. Y ocurre que jetas humanas horadan las paredes, los muros, y no te pierden de vista.

y la noche que antes fue una madre y una luna, grita como loca y su cuerpo va desnudo y flagelado .

"Vieja comadrona, mira al niño con ojos donde el disparate haga equilibrios". La criatura tiene miedo y no sabe a dónde ir.

JORGE F. HERNÁNDEZ

En las nubes Cuando el capitán ¡renea ¡Horl1S y el doctor Carlos AI­

berlO Selvian , médico homeópata. desaparecieron. un 20 de diciembre, de Blienos Aires. los diarios apenas

comentaron el !Jecbo .. La trama celeste

Adolfo Bioy Casa res

La nana Ché decía, y con razón, que Jorge Nico­lás era el más locuaz de los nueve hijos de don Pedro y doña Carmen. Al tiempo que dos de sus hermanos abrazaban los hábitos en el Noviciado , otros dos las túnicas de la jurisprudencia y la me­dicina , y el resto jugaba en los areneros del par­vu lario , Jorge Nicolás ya había abandonado la preparatoria, había sido expulsado de seminarios y se concentraba en afinar motores de los tracto­res del rancho.

Sus mañanas llevaban el horario madrugador de la ordeña y la puntual repartición de herma ni­lOS (en las escuelas) y litros de leche (en casas se­lectas) de la vecina ciudad de Aldama. De regreso al rancho , Jorge Nicolás espe raba el avión de la Compañía Panini que, inva riablemente, cruzaba la ca'Tetera con el sa ludo del piloto colgando de la cabina. Para é l, las prisas y la desmañanada se justificaban con tan sólo ganarle al Panini al cruce de la ca rretera . Dos veces por semana , esos cru­ces se volvieron el polvo de sus sueños, la pulpa de sus anhelos y el único sustento que justificara su aspecto: Jorge Nicolás no sólo se vestía de pi­loto, sino que orde ñaba vacas, dejaba hermanos, hacía recados y araba en tractor como si fuera un as de la turbina , héroe de la hélice ..

Junto con el maislro Tálamo Romo, y otros me­cánicos del campo aéreo, Jorge Nicolás había en­ca rgado a l piloto de Panini sus overoles café claro, desechos de la gue rra , con escudos de la Roya l Air Force y la U. S. Airforce. Que anduviera uniformado era precisamente lo que perturbaba a doña Carmen. Todavía fueras pilolo de verdad, ¿pero por traer la cabeza en las nubes, quién da licencia? Era el acostumbrado parlamento de los desayunos:

- iQué dirán los compañeros de tus hermanos, ni lo consideras' Han de creer que eres chofer de repostería, que somos ricos o ve tú a saber -le decía doña Carmen en reprimenda, aunque no le escatimaba ni una pizca del abundante desayuno que siempre le servía la nana Ché.

-Yo soy como la canción: ando volando bajo, madre. Ni para qué te preocupes ni para qué re­clames. Hasta pienso que ya me he hecho de cier­ta familia con mi traje de piloto. Dicen que soy el

.... Dibuios de Manuel Morín

ún ico que reparte leche volando. Así es la vida, va ls, y a la vuelta de l disco: Viva mi desgracia , también va ls -le respondía Jorge Nicolás con un ojo en la sonrisa que se le dibujaba a don Pedro, tras el periódico y al filo de sus bifocales.

- Además -decía doña Ca rme n , sin negar cierta sonrisa- , Tálamo Romo es un mugroso, la mecánica que dizque enseña en e l ae ropu erto nada tiene que ve r con tracto res y trillado ras. Andas áhi de loco, le dices campo aéreo a ese llano endemo niado que nada bueno le ha traído a Aldama ... Puras revistas cochinas , periódicos con noticias que nada interesan aquí y ni un solo via­jero que haya pdsado la noche sobrio en Aldama. ¿Campo aéreo?; iila Corte Celestial y los fértiles prados donde viven los ánge lesll.. Ya te lo he dicho.

-Anda , gorda -intervenía don Pedro---, deja a Coco en paz. Nada malo ha tcaído a esta casa y quién quite , hasta se inventa la novedad de un tractor con turbina .

En una de esas mañanas en que la labor del barbecho se lo permitió, Jorge Nicolás -<:on el uniforme acostumbrado--- se acercó desde tem­prano al hanga r de Tálamo Romo. Lo esperaban los periódicos que hablaban del mundo allende Aldama, las revistas prohibidas que traía el Piloto Panini y la repetida anécdota de Enedino Torres , que en humos de su alcohol con atole siempre mentaba en sus recuerdos aquello de que había pilofiado un biplano para que Pancho Vil/a lirara desde arriba.

Enedino ya andaba en lo de faltaron hélices pa ' que Celaya no cayera, cuando el mmstro Tálamo divisó un Piper monomotor que se dirigía al terra­plén. Parecía que se trataba de un aterrizaje forzo­so; Tálamo dispuso la herramienta en la cama de su pick-up y con agilidad de bomberos, montó a los mecánicos y enfiló hacia el final de la pista. El avión aterrizó en tres toques y al frenar frente al hangar sólo halló a Enedino a punto de dormirse y a Jorge Nicolás en perfecta posición de indica­dor de aeropuerto: con los brazos en cruz como Cristo del Cubilete.

Para cuando regresó Tálamo con sus bomberos, desde el fondo de la pista , ya habían bajado tri­pulantes y pasajeros de la Piper. El piloto se pre­sentó como el capitán Donato (sin especificar si era apellido, apodo o nombre) y al pasajero se re­firió como Aquí don Neto quiere cumplir una manda. ¿No sabrían decirme pa ' dónde está San Juan de los Lagos?

-Me sé de memoria la ruta , yo tambié n he

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hecho esa manda --elijo presto Jorge Nicolás-. Aquí de recho llegas derechito ai Santuario de la Virgen.

- ¿Vamos'- preguntó el piloto como buscando un relevo en el timón.

-¡Vamos '- apresuró Jorge Nicolás , antes de que Tálamo les revelara que su única destreza era en lides de ordeña, transporte de niños y motores de tractor.

El tal don Neto había permanecido callado, ras­cando arena con su bastón y de vez en cuando echándole o jo al diamantazo que cargaba en el meñique izquie rdo. Si en lugar de borsalino lleva­ra un fez, el ta l don Neto sería la viva imagen del panzón de Casablanca. Jorge Nicolás había visto esa película sobre las sábanas de l único cinema­tógrafo de A1dama. El "cinito", como le decía la vox popu/i, fue traído por unos futbolistas argenti­nos, fundadores de la gran plebe gaucha que ha inundado a Aldama de bifes , matahambres y goles. La aportación cultural del cinito era los fil­mes de aventuras de rompe y rasga, romances de ala ancha y heroísmos olvidados. La imagen hizo pensar a Jorge Nicolás en el he roísmo aventurero que podría acompañar su primer vuelo en avión. Incluso le comentó a Donato:

-Tu patrón es idéntico al Sidney Greenstreet.. ¿Trae al que compró el café de Humphrey Bogart, o anda de l que se voló El halcón maltés?

-Más que mi patrón es mi amigo, y mejor ni confundas la realidad con las películas, viejo. Te podrías volver loquito. Este hombre es un afortu­nado: ha hecho más dinero que todo tu Holly­wood con unos cultivos en Sinaloa que por par­cela dan cien veces más que todas las hectáreas de por acá. Además ... lo conozco.. viene de manda.. y no le gustan las bromas -sentenció Donato en tono de miedo , que sólo le faltó (pensó Jorge Nicolás) un rechinido de violonche­lo como fondo.

Creyéndose piloto de película, Jorge Nicolás se enfundó los lentes verdes e n forma de gota (que el Panini le vendió diciendo que habían sido de Carlos Arruza) y se despidió de los mecánicos con el silencioso agradecimiento por no haberlo delatado con Donato. Ni acababan de despegar cuando e l capitán Donato , aún con tono de miedo, preguntó a su copiloto: "¿Coordenadas''' .

- ¿De quién' ---contestó Jorge Nicolás, pensan­do en las revistas que acababa de hojear.

-Rumbo, güey ... Dame el rumbo. -Derechito.. Sobrevuelas Aldama , e nfilas

hacia la Cruz de las Llamas, tomamos la carretera como si fuéramos hacia La Chona , pero cortamos todas las curvas si le seguimos derechito.

Desde arriba, Jorge Nicolás vio a Chon Harta - veedor oficial de las carreras parejeras- que hacía meses andaba desaparecido; le pareció ver la figura diminuta de Ventura Mendoza ---el hijo de Amado , peón del rancho- , que también decían había huido con la esposa de un comer­ciante de A1dama. Ilusiones ópticas, pensó, igual que la que le provocaba ver al rancho más gran­de de lo que se sentía a lomo de tractor o a la

misma ciudad de Aldama, mucho más chica de lo que le parecía los sábados de cinematógrafo. Para cuando sobrevolaron el Santuario del Cerro, al ex­tremo de Aldama, ya habían cogido suficiente al­tura como para que Donato, ya en franco tono de terror, le dijera:

-Los pedales de ese lado andan cortos, pero luego-luego lo compensas con el bastón. Tómalo, hasta que aterricemos.. Allá me despiertas - y con esa calma , se cruzó de brazos.

No hubo tiempo ni de que titubeara el avión ni de que tartamudeara Jorge Nicolás, pues don Neto interrumpió la maniobra de transtripulación con un ronquido que se convirtió en sentencia:

-Manejas tú, Donato. La manda es manda, y además me distraigo con lo que nos platique nuestro joven acompañante --elijo el panzón en un tono cuyo ceceo, balanceo de papada y reflujo salival no podían más que compararse con los del mentado actor de Casa blanca.

-Pues qué le platico, don Neto --elijo Jorge Nicolás soltando el precario bastón de mando--, esa frase de La manda es manda se d ice mucho en mi familia. Dice mi padre que él la aprendió del cura Miguelito que contaba la historia de un joven del Real de Minas de Santa Fe, que sin fe santa, ni agradecimiento, fue obligado por sus tías a peregrinar hasta San Juan de los Lagos.

- ¿Y qué le pasó' --elijo el gordo como si po­sara en escena de película.

-No, pues resulta que iba muy rajado el jove­nazo -prosiguió Jorge Nicolás, con ganas de alargar la anécdota y librarse de aterrizar e l avión-o Resulta que llegando a Silao ya se quería instalar en un hotel y hacer la mueca ---con espe­ra de diez días- que había ido y vuelto, para consuelo de sus tías. Pero ande usted, que lo ve­nían observando unos amigos de la familia y, de plano espiado, empezó por repetir lo de La manda es manda. Dicen que caminaba a trechos muy rápido y que luego desaceleraba, pero siem­pre repitiendo su letanía La manda es manda. Conforme aumentó la tropa de fieles en la catava­na, se le fue creando el chisme de que era ungi­do, de que iba pa' santo ... iYo qué sé'

"El caso es que antes de llegar a A1dama , en donde ahora está la Villa del Camino, antes sólo había una rala ranchería y allí acampó la peregri­nación. A la luz de la fogata , mientras el jovenazo seguía con su cantaleta de mandaesmanda, se le acercó una viejita y le imploró que siendo usté tan santito, ayúdeme mañana con mi maleta . Si viera que creo no llegar y la manda es manda .

"A la mañana siguiente, ya puesto a andar, el jovenazo vio a la viejita y sin más palabras que su ya contagiada letanía, le tomó la maleta que dicen era más bien baúl de lo pesado, Para no perder su ritmo, el jovenazo se adelantó a la caravana y caminó cuatro días al frente del pelotón , sin preo­cuparse por la viejita, porque -para esto-- ya la fama de santo no le permitía pasearse entre la tropa sin que lo tocaran, jalonearan y le cantaran La manda es manda, como coro del pl!rgatorio.

"Dos noches buscó a la viejita entre otras foga-

Biblioteca de México 22

Manuel Morin, Avión libé/ufo, 1994

tas , que habían prendido los fieles que le queda­ban más atrás de su paso. No halló a la vie jita, pero pensó cumplirle e l fa vor y hasta llegar a San Juan devolverle su maleta.

- ¿Y luego'- interrumpió e l panzón Green­street, aunque también ya se notaba e l interés de l capitán Donato.

-Pues luego, es que ll egaron ante la Virgen --es decir, luego de otros tres días de carga con La manda es manda- y que el jovenazo no e n­contraba a la viejita ... y volteaba pa' todos lados .. y nada ... y que la marabunta lo empuja hasta el b arandal del altar mayor. . y allí que se le cae la maleta ... y un reguero de huesos.. y un cráneo blanquísimo como de marfil , que se sa le rodando de la maleta ... y que empiezan los gri tos ..

Desorbitados lo ojos, don Neto se limpiaba e l sudor con un inmenso pañuelo (digno de la tropi­cal Casablanca), al tiempo que el cap itá n Donato amarraba el manubrio del Piper Monomotor dán­dole, de plano, la ca ra a Jorge Nicolás.

-Pero ahí no acaba e l cuento. Dicen que cuando llego el párroco a donde estaba e l tirade­ro de huesos, ya varios feligreses se habían arro­dillado en torno al jovenazo, pues en la maleta venía la foto , de esas grandotas y con retoque, de la mismísima viejita que le había pedido el favor. . La manda es manda -te rminó Jorge Nicolás,

consciente de que se había adueñado del ton ita de l miedo. como si sólo le faltara el " io lonche lo de las pelícu las .

-¡Vaya histo ri a ' -elijo el go rdo . y a ñadió-: Así es la manda , y hénos aquí ..

-i.Aquí dónde' -elijo Donato-. Por andar en e l chisme creo que nos perd imos.

-Nada de eso, mi capi- tranquili zó Jorge Ni­colás-. Si veníamos derec hi to.. Ái al fondo se ven ya las cúpulas de San Juan.. Pero les confie­so dos cosas: que en mi vida me había subido a un av ió n y que en ese pue bl o no bay ca mpo aéreo.

La since ridad de la doble confesió n, qu izá por­que se escuchó aún con la I'OZ del miedo. provo­có que DonalO d ier-d un golpe de timón al manu­brio, provocando un desliz de quién sabe cuántos pies de altura y el consecuente aleteo para nivelar al Piper. No sin coraje (¡¿,Qué hubiera pasado si me duermo?.' y ¡,¿,Si el patról1 110 hubiera querido oír tus historietas.'I), y más bien molesto (¡Por tu culpa no se hubiera cumplido la manda/), Donato concluyó con el obligado ¿Ahora qué hacemos.'

Ya se había se re nado (¿resignado') e l gordo don Neto, cuando Jorge Nicolás sugirió:

-Dale tres vue ltas al pueblo, bajito. Yo le hago la señal a algún coche pa' que nos siga a la ca rre­tera. El coche detiene el tráfico --que veo que es

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Manuel Marín, Giravión, 1994

poco-- y enfilas a atf' rri za rnos sobre la carretera .. ¡y listo'

-H az lo qu e di ce , Don ato . La manda es manda ---elijo el panzón peliculero, y así fue. Un samaritano entendió las señales de Jorge Nicolás , sa lió de l pueblo en su coche, detuvo con pañuelo a dos camiones de ida y una camio neta que venía e n el o tro sentido , con lo que ate rri zó la Piper sobre la carretera y, además, los llevó al santuario a , 'er a la Virgen.

Luego de los intensos rezos de don Neto, las agradecidas plegarias del capitán Do nato y el pre­sumido arrodillamiento de Jorge Nicolás para lucir su uniforme de pi loto , sa lie ron del templo y Do­nato lanzó la flamígera sentencia:

- A ver cómo te regresas, ranchero disfrazado --en timbre de voz ya más bien espeluznante.

De nuevo, sin tiempo ni para tartamudear, don Neto tomó de l hombro a Jorge Nicolás y no sólo le garantizó el regreso, sino que además le dio di­nero para que comprara reliquias de tierra blanca para su familia:

- No sé s i sepas , muchacho - a ñadió don

Neto-, pero diles a tus padres que si llegan a tener un empacho de coraje , preocupación digpa de desvelo o pena grande ... Estas figurillas son de cal-yeso y son milagrosas .. Se comen y se olvida cualquier penuria.

El a livio agradecido hizo que Jorge Nicolás con­virtiera su gratitud en confianza. Llegó incluso a señalarle a don Neto su parecido con el actor de Casablanca y, le jos de provocarle un enojo, hizo que e l gordo confesara su ferviente amor por lisa Lund o Ingrid Bergman, como quiera llamarla. Mi admiración por Paul Heinreid, el heroico Víctor Lazlo, y ese envidiable talante de Humphrey Bo­gart, el gran Rick.

Cuando el Samaritano de San Juan los regresó al avión, a Donato se le había pasado el coraje, incluso le dio por llamar a Jorge Nicolás camara­da, copilo to , pareja y compañero. Luego de que el panzón pagara una suculenta propina al sama­ritano, garantizando el cese de tránsito para el despegue , Donato no sólo encendió e l motor, si no que inició lo que podría considerarse el mejor y más rápido curso de aviación: le fue ex-

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plicando a Jorge Nicolás cada vuelta de tacóme­tro , cada raya de altímetro, la o ri entación de l compás y hasta el equilibrio de los pedales.

El gordo don Neto Greenstreet, dormido en su sudor cinematográfico, no reparó en el hecho de qu e al sobrevola r Aldama , de vuelta de una manda inesperada, Jorge Nicolás tomó el manu­brio y dirigió el Pi per Monomotor en perfecta fila hac ia el te rraplén de Tá lamo Romo y, de no haber sido por la confiada ayuda del capitán Do­nato , podría decirse que él solo aterrizó esa nave.

Extrañamente, el campo aéreo de A1dama esta­ba desierto. Ni Tálamo Romo ni un solo bombero salieron a recibir al Piper Peregrino. En el hangar solamente se veía la figu ra dormida , desmayada por el alcohol, de Enedino Torres. Mientras e l p ropio capitán Donato hacía la faena de reabaste­cer de combustible al mono motor, el gordo don Neto se despedía de Jorge Nicolás, quitándose la­gañas:

-Que llegues a ser piloto o por lo menos que viajes mucho en avión -le decía don Neto , con acento que sería inglés si no fu e ra po rque lo decía en español-. Guarda tu figura de tierra blanca, nunca sabes qué se te pueda empachar por ahí. Acéptame este dinerito, para que sigas viendo mucho cine. Te daría mi diamante , pues noté que te gustó, pero lo dejé como ofrenda de mi manda en el altar de la Virgen.. Es como si dejara uno de mis huesos - añadió el panzón, re­cuperando el sonsonete de miedo en su voz cine­matográfica.

Donato ya se había reinstalado en la cabina y arrancado el motor, por lo que su despedida fue el enigmático thumbs-up de los mmes de comba­te y bombardeos. Le parecía a Jorge Nicolás que había convivido con dos prófugos de manicomio , millonarios excéntricos que lo tomaron de diver­sión, ¡pero que lo recompensaban con monedas en oro contante y sonante! Con todo, sentía reali­zados sus sueños aeronáuticos yeso ya era bas­tante para presumirle al maistro Tálamo, familia­res y amigos. Parado e n posición de ¡firmes l ,

como auténtico piloto de combate, Jorge Nicolás sintió la necesidad de cuadrarse y sostuvo rígida la mano derecha sobre el arillo dorado de sus lentes de gota, cuando alcanzó a ver la cara son­riente de don Neto en la ventanilla del Piper que se perdía entre las nubes-neblina-polvareda del terraplén.

Uegó al rancho eufórico y hubiera iniciado, de inmediato, el relato fantástico de su aventura , si no fuera porque doña Carmen desenvainó primero:

- ¿Y ora, tú? ¿Dónde andabas? Tuve que man­dar a Amador por rus hermanos ... Tu tía Juanita ya me dijo que te vieron rumbo donde Tálamo .. Ojalá y tengas buena excusa ...

Ante el foro de he rmanos, al pie de la larga mesa del rancho, Jorge Nicolás fue desgranando cada detalle de su peregrinación aeronáutica. Los más chicos parecían más que divertidos, azorados y admirados con la confirmación del heroísmo de su hermano el piloto; los grandes sólo reían ante las ocurrencia y los detalles que platicaba de tacó-

metros, brújulas y altímetros; pero doña Carmen no dejó que terminara su historia. Con "ehemen­cia, volvió a desenvainar y le lanzó la implacable cortapisa:

- ¡Ni doneto ni donato , ya no sabes ni qué in­ventar l Anduvistes de morboso. viendo las revistas de l mugroso Tálamo y ahora sa les con que pere­grinación, avión, doneto , donato ..

- Pero, madre , si aquí traigo figuras de tierra blanca , de la mera Basíl ica de San Juan de los Lagos ... - intentó justificar Jorge Nicolás, pero fu e nuevamente interrumpido.

-De dónde saca rías eso, no sé.. Pero hasta parece pecado que andes inventándote excusas con la Iglesia , para justificar desmanes ..

-Dé ja lo que inve n te , gorda - co rt ó don Pedro, en esa sosegada voz que sólo da la sabi­duría de la sencillez- o Deja sus inventos en paz .. Ya te he dicho que un día nos trae un tractor con turbina ... O ya escribirá sus historias en algún pe­riódico.

La nana Ché estaba en el umbral de la cocina, desde donde miraba a Jorge Nicolás con ojos de escucha lo que diga tu padre, no explotes, Coqui­to, que tu padre te saca también de ésta ..

Pero don Pedro, lejos de sacarlo , lo hundía más en la burla de sus hermanos y en los regaños de doña Carmen. Según prosiguió don Pedro:

-Esas figuras las manda traer el padre Migueli­to de San Juan de los Lagos y las venden afuera de Catedral, aquí mismo en A1dama, para todos los que no puedan hacer manda de viajar a ver a la Virgen. Además, Gorda, ¿con qué dinero iba a viajar a San Juan' ¿Y cómo le haría pa' regresar a comer, si ni en avión se va y viene tan rápido' .. Deja que el muchacho tenga sus ilusiones ... Sus castillos en e l a ire o su cabeza en las nubes , como dices tú .

Entre las risotadas de sus hermanos, Jorge Nico­lás se retiró derrotado , sin poder presumir haza­ñas de vuelo ni repartir figurillas de cal-yeso. La nana Ché lo alcanzó en el granero y, con un tim­bre en la voz que nunca se le había escuchado, dijo en voz baja:

--Coquito.. Lo que dices viviste, no se puede andar contando así nomás por nomás. Yo sí te creo, Coquito , pero esas cosas son cosas que sólo pasan en el cielo ... ¿Me entiendes?. A lo mejor fueron ángeles y no debes andar mentando lo que vistes ... Además, mi niño, estas cosas dan re­tortijones de barriga muy fu ertes y tú ya sabes cómo quitarte eso.

Lo dejó temblando, no sabía si por coraje o por la vocecita que le erizó los brazos. Se sentó en el granero hasta bien entrada la noche, comiendo fi­guras de cal-yeso, recordando la cara sonriente de don Neto en la ventanilla, el saludo pulgar del ca­pitán Donato , el tono del miedo. Al amanecer en­terró las monedas de oro, contante y sonante , en un rincón del granero, y juró jamás volver a usar el overol de piloto .

Pasaron varios meses antes de que Jorge Nico­lás se animara a ver a Tálamo y los mecánicos para reclamarles su desaparición, pedirles su in-

Biblioteca de México 25

lc:rCl"',(>n (l. po r lo meno~ . narra rl es su a\·entura. El día e n que por fin se a nimó a acerarse al c:a mpo aéreo de Aldama , parecería que Tálamo lo e"a ha espe rando Sin de jarlo siquiera hablar, el IIlCIislru Tálamo se lo lIe\'ó ca minando sobre el te­rraplén de aterriza je y le lanzó la larga explicación de su aventura :

-lI li ra . Jorge Nicolás , ya me imaginaba que te hahía ~ mosqueado con lo del Piper ... Por eso les pedí a los muchachos que no te busca ran.. Ya sahía que \·endrías. Mira, antes de que reclames te digo unas cosas: en el mo mento en que quisiste aba lanzarte en plática con el tal capitán Donato, a los muchachos y a mí sólo nos quedó guardar si­lencio. Antes de que aterrizara el dichoso avionci-10, nos apresuramos al fina l de la pista con la es­peranza de que llegara hasta allá, allí lo reabaste­ce ríamos y te librábamos de esa conocencia ... Pero quiso Dios que te los toparas.

"Por eso, en cuanto despegaron para San Juan de los Lagos, me llevé a los muchachos a la capi­llita de Villa del Camino, para por lo menos pedir que no te metieran a su manda .. Que regresaras con vida, por lo menos.

"Tampoco te me asustes, verás: a esos dos ya los conocemos de tiempo atrás. Llegan, aterrizan siempre misteriosamente - ¿qué no te llamó la ate nció n que sólo me di cuenta que llegaba el Piper hasta que ya estaba casi en el terraplén'-, siempre llegan así , sin ruido y sin alharaca. Una vez el gordote se presentó como médico, y hace tres anos el piloto decía que venía de combate ... Tú eras muy nino, pero estos ya andaban dando vu elos por Aldama desden antes que yo me hicie­ra mecánico.

"Lo que pasa es que no todo mundo puede ver.. Ni todo mundo podrá entender esa magia. Lo que viste fue cosa de las nubes y tiene que ver con el tiempo.. No sé ni cómo explicártelo, pero todo lo que puedas platicarme de tu avenrura .. Tardarías buen rato en contarlo.. A la contraria , sólo te digo que entre que fuimos a la capilla, re­zamos y volvimos para esperarte ... No pasaron ni qu ince minutos y ya se veía que habían regresa­do, por las huellas del terraplén.. y porque Ene­dino, aunque ya andaba muy mareado, nos dijo que te habían pasado a dejar. .. Gracias a Dios ..

Jorge Nicolás se quedó al filo del terraplén, mi­rando el largo trecho de los aterrizajes, consciente de que su vuelo quedaría por siempre en secreto.

i ganas ruvo de contarle su avenrura a Tálamo. De hecho, a partir de entonces dejó de frecuen­tarlo y se distanció tanto que ni sorpresa sintió cuando los chismes de Aldama rezumbaron la de­sa parición del maistro Tálamo Romo: que si se montó en un avión y huyó con Carolina Delgadi­lIo, que si robó joyas en La Esmeralda y huyó en una avioneta de mariguanas ..

Anos después, el padre Miguelito narraba -no sin envidia- que en su más reciente visita a la Virgen de San Juan de los Lagos le habían mostra­do, en el tesoro de la Sacristía, una donación que hizo un "santo peregrino" -un diamante inmenso con e l solo recado "Para ti , Madre , caído del

cielo" Ésas sí son devociones ---decía el padre Mi­guelito--. No que en Aldama sólo me dan pecados en confesionario, de vez en cuando fruta pa 'l dis­pensario y flores marchitas pa ' mis altares.

Pero Coquito ya no mentaba nunca su encuen­tro con el sanlo peregrino, la ayuda del samarita­no de San Juan , ni cualquier otro detalle de su único vuelo en avión. La manda es manda, se re­petía ca llado ante las noticias milagrosas de cual­quier peregrinación, como si se hubiera jurado si­lencio o como si se hubiera guardado para él solo su avenrura en las nubes.

Incluso no dijo palabra cuando en ocasión de una visita de un querido tío, además médico ho­meópata, sa lió en la tertulia de la larga sobremesa una conversació n sobre pases. Parecería que el tío-doctor les iba a hablar, una vez más, de toros , muletazos y que hasta ensayaría de saló n algún pase natural, pase de pecho, pase de la firma ... Pero no, el doctor homeópata hablaba de compli­cadas series de movimientos - según Kent- que se hacen con las manos por las cuales se provocan apariciones y desapariciones.

Tanto tiempo había pasado ya desde su vuelo de manda que ninguno de sus hermanos, ni doña Carme n , ni don Pedro , mostraron e l mínimo guiño para que relatara su avenrura, pero no tan­to tiempo pasó para que Jorge Nicolás se encon­trase en un libro con la cita del Kent, mencionado por el tío-homeópata, y en donde se dijera que esa serie de complicados movimientos no necesa­riamente se hacían con las manos, podrían hacer­se con otros objetos; por ejemplo, con aviones. En­tonces sí ruvo ganas de escribirle al autor, contar­le su vuelo, regalarle su narración para alguna de sus historias ... Pero, ¿para qué resucitar el pasado, revivir el coraje.. si , como dijo Tálamo, muy pocos lo podrían ver, ni todo mundo podrá enten­der esa magia?

Casi olvidada su aventura, lustros después de aquella peregrinación aeronáutica , don Pedro entró en graves problemas con el rancho: una siembra se pudrió, cosechas que no rindieron lo esperado, lluvias que nunca llegaron y que, cuan­do llegaron, inundaron hasta el corral, deudas exorbitantes y ni una sola autoridad que ayudara al campo.. Las aflicciones llegaron a tal grado, que doña Carmen mandó a Jorge Nicolás - acom­pañado de los hermanos ya crecidos en adultos­a que traje ran figuras de cal-yeso de San Juan para tragar el coraje y enfrentar las desgracias.

Sólo la anciana nana Ché se dio cuenta del Aparecido que se encontró Coquito, cerca del en­charcado y verusto granero. Sólo ella pudo haber visto, sin asustarse, esa figura como de neblina: el Aparecido que le recordaba a Coquito la fortuna que allí había enterrado. Sólo ella pudo acercarse a Jorge Nicolás cuando ya venía con el oro, con­tante y sonante, y solamente a ella podía confiarle Coquito que desenterró su tesoro por intercesión no de un aparecido, sino de otro desaparecido como Venrura Mendoza o Chon Harta o don Neto o Donato, fantasmas que salen en las películas o que viven en las nubes.

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IEDI LÓPEZ MILLS

LOS PAS(~" 1

Cada árbol, cada pájaro, cada pez, cada liana o lirio en la este la de l barco. cada insecto alumbrado po r el sol de la piedra, cada nu be que transigía con un cielo distinto. cada lu z pasaje ra en e l prisma de las horas , o el clima de llegada o de ida, la fractura de humedad en la vereda an tes de tocar e l agua y decir que era la misma siempre aunque era otra la mano po rque e l tiempo fue un rasgo de la piel y no la esfe ra donde ocurrió e l paisaje: una parodia de la creación en la naturaleza de los nombres o a distancia un génesis iró nico: yo lo hice pero no miré más allá de mi estrofa en la ca lzada del barrio, no vi el lugar del suceso; vi la utopía de una fo rma y e l arte de fijarl a donde no había nada.

Pero tu vo otro comienzo la franja de tie rra entre mar y laguna. Arcadia se hizo historia , esa cronología de la mente bajo el techo de palmas reflejado en los ojos del testigo que iba podando el mar en aras del futuro a una o rilla de la lancha concreta, po rque hubo otra camino al pueblo , la barca primigenia en los surcos de otro siglo , e l viaje premeditado a la altura de l mito, paganos en cada esquina del mapamundi y un dios aquí , engarrotado, po rque la escena , el rapto de la ola , se repetía sin que é l dispusie ra del orden de sus actos. Fue mejor no creerlo, no tuvo divinidad ese lodo que llegó a los to billos

como la mate ria irrea l de ot ra co~(a y azotó con un lengüetazo pardo la toa lla hlanca qu e consumía e l resplandor en la sombra de sus pliegues mientras a lo lejos, en un promontorio. tres garzas cast igaba n e l s ilencio con los picos abiertos como pinzas salidas de l plumaje revue lto. Lo dijo e l pescador: aquí vienen a comer. lo denüs es mentira. Arcadia se hizo hambre en la boca del testigo, luego teología: e l haI1azgo volcado hacia el espíritu que buscaba un refugio y lo habitó sin dejar hue lla de su entrada. Hubo casas con umbrales más densos tie rra adentro que en e l lito ral de la playa donde la pi la de estacas fue perdiendo su figura a cambio de rozar la intemperie. El día y la noche en esos muros desca ra pelados por la sa l de l a ire que hendía huecos, e l cangrejo roto bajo la pata de la silla o la cucaracha cavando una gruta para despojarse de la armadura de arena , depredaron la encarnación de otra vida que quiso transcurrir sin los detalles que la gastaban . y la mano en el sitio de l agua todavía era una Arcadia del tacto, la leyenda de los dedos al filo de la tarde que hice yo cuando tenía sentido resucitar a un costado del signo muerto para que hubie ra desenlace y no sólo esta señal de l mundo que convive con su retrato porque hubo un testigo del lugar a la vista y su voz aún narra.

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\ 'iernes ~ de m3yo de 1711

Felices errore SlI i . Lucan. 1, 454

Dichosos en Sil envr. Lucano, 1, 454

Los ind ios noneamericanos creen q ue todas las cria tu ras de la crea­ción tienen alma, no sólo los hom­bres y las mujeres, s ino también los ani ma les , los vegeta les y los se res ina nimados , in clu idos tro ncos y piedras. Profesan la misma creen­cia acerca de las obras de arte . así como de los cuch illos. las ba rcas y

los espe jos: y como toda s estas cosas aca ba n po r perecer, s us almas van al otro mundo. hab itado por los fantasmas de hombres y de muje res. Es por esta creencia q ue depos itan s iempre a rco y fl echas sobre e l cadáver de un amigo que­rid o , d e mod o qu e e l m ue rt o pueda va lerse en e l otro mundo de las a lmas de s us armas co n la misma destreza q ue so lía hace rl o e n esta vida' . Por más absurdas que estas cenezas pud iera n pa re­cernos. nuestros filósofos europeos ha n sos tenido c ierta s noc iones igualmente inverosími les. Al hablar de l mundo de las ideas, algu nos d iscípulos de Platón, sobre todo , nos distraen con conjeturas sobre seres y esencias no menos extrava­gantes y quiméricos. Muchos aris­totélicos hab lan de mo do igua l­mente incomprensible de sus for-

1. Cuenu Borges que el primer poela nor­Ieameric:mo de renombre, Philip Frenea u 0752 -1832) , obsef\'3 en ~ The lndian Bur­ying Ground - (w EI cementerio i n dio~) que concebimos instintivamente a la muerte como un sueño porque enterramos aCOSLa­dos a nuestros muertos, mientras que para los incJ.jos es una continuación de la vida . ya que los enlierr.ln sentados y prm'islOs de arcos )' flechas, para que prosigan en el OtrO mundo el ejercjcio de la caza. (ImroduccíótJ a la ItleralUra nortea mericana, 1967: 12). (las notas son del traducror. Ibis Iranslalio'J l< dedicated lO Eva).

111:1 .... e~en c i : ll e~" .\l c- ncio naré COIT10

e jemplo la diserución de Alej:l ndro .\bgno sobre la piedra im'tn: al ob­.... en·:lr que el fuego pri\ 'a a es ta piedra de sus propieebdes magné­ti cas. nos cuenta que una de las piez:ls qu e ard ía ent re las b rasas del carbón empezó a desped ir una

sue rte de va por az ul. por lo q ue cre ía que podía trata rse de la forma esencial, es dec ir, en el idioma de los indios elel Oeste . e l a lma ele la p iedra imán 2

Hay ent re los indios noneame ri­canos una tradición q ue dice que uno de sus ancestros descendió du­ra nte una visión al gran repositorio de las a lm as o , co mo dirí a mos nosotros, al otro mundo; y que a su vue lta ofreció a sus amigos un re­c ue n lO prec iso d e lOdo lo qu e p udo ve r en las regiones de los muenos. Un amigo mío, a quien he me ncio nado antes, conve nció a uno de los inté rpretes de los reyes

2. Quizá Alejandro Magno erró en la con­jetur:::J , pero no veía visiones: una pieza de hierro magnético ca lenl:1da en la frdgua des­pide en estado de incandescencia una luz, aunque a los ojos de Maria Moliner suele ser más bien ro ja. o bla nca. O/l o li ne r , 11 , 198U 06).

El jefe cheyene Porcupine

BiblÚJIl!Ca de México 28

ind ios de que intentara a\·e riguar. si e ra pos ible. cuá les e ran sus tr:ld i­ciones en esta mate ri a; adenüs de todo de lo que pudo enter'drse por las muchas preguntas q ue les hi zo. me co ntó , e n s us ta nc ia. lo qu e sigue.

Desp ués de v ia ja r durant e un largo espac io de tiempo por las ca­vern as inte ri o res de una m o ntañ a

hu eca, e l vis io nario, de no mbre Ma rraton. ll egó a l fin y al cabo a los co n fin es d e l mund o d e los espíritus; pero no logró pe ne trar debido a la espesura de l bosque. poblado de arbustos. za rzas y pun­tiagudos espinos , tan apretadamen­te plantados y entretejidos entre sí q ue e ra imposible e ncontrar un paso para internarse. Mientras bus­ca ba ves ti g ios de hue llas o una senda que cru za ra en algún lugar e l bosque, vio de pronto a un león corpulento echado sobre su costa­do , los o jos fe linos clavados en é l y apos tado como a l acec ho de su presa. El ind io retrocedió inmedia­ta mente , pero e l león se irguió ele un sa lto y se lanzó tras é l a grandes trancos. Desprovisto de armas de cualquie r tipo, e l indio se agachó enseguida para recoger una enorme pied ra, pe ro para su infinita sorpre­sa no logró pescarla con la mano, y descubrió que la supuesta pied ra e ra sólo la vi sión de una pied ra. Sintió p o r una parte desa lie nt o , pero po r otro lado a livio al com­probar que e l león, que ya le había apresado con sus ga rras el hombro izquie rdo , e ra incapaz de hace rl e daño po rque e ra sólo e l fantasma de esa fi e ra voraz que parecía ser. Tan pronto como se quitó de enci­ma a su impo te nte e ne migo. el indio se echó a anda r cuesta arriba po r los linderos de l bosque, y des­pués de reconocer durante a lgún ti e mpo los a lre de do res tra tó de ad e n trarse p o r un luga r me nos denso que e l resto de la fl o resta; otra vez, para su enorme sorpresa , descubrió que los arbustos no le o ponían ninguna resistenc ia , s ino que adelantaba a través de brezos y

zarzales con la misma facilidad que s i caminara al aire libre; y descu ­brió , en suma, que el bosque en su conjunto no e ra otra cosa que un bosque de sombras. De golpe sacó en claro que esta inconmensurable espesura de espinos y zarza les se fraguó como una especie de cerca o de valla de setos vivos para salva­guardar a los fantasmas alojados en e l bosque, que por ser de naturale­za de licada se podrían acaso rasgar con lo agudo de las púas y de las espinas , demas iado e ndebles sin

Colonos ingleses desemborcando en V¡rg¡nio, 1607

e mbargo como para a travesa r la piel o hacer sangre. Abismado en estos pensamientos, el indio deci­dió internarse en este enrevesado bosque ; poco a poco e mpezó a percibir una btisa de olores agrada­bles que perfumaban el ambiente, más penetrantes y deliciosos mien­[ras más ava nzaba. No había ido demasiado lejos cuando notó que terminaban de pronto los espinos y los brezos, y que en su lugar se le­vantaban mil hennosos árboles ver­des, rebosantes de capullos de los más de licados aromas y colo res, que formaban una especie de mar de agradables fragancias, un refu­gio lejos del rumor pedregoso de los caminos oscuros que hicieron su paso difícil y penoso. Cuando el

indio se alejaba de este paraje deli­cioso rumbo a las llanuras surcadas por el bosque vio en las cercanías a va tios jinetes que corrían a galope tend ido, y oyó momentos después los ladridos de una jauría. No había pasado mucho tiempo desde que se d e tu vo para me jo r esc uc ha r cuando se le aparec ió un corcel blanco como la leche, con un joven montado sobre su lomo, galopando a largos [rancos [ras las a lmas de al­rededor de un centenar de peque­ños sabuesos que tenían acorralado a l fa ntas ma de una li e bre, que logró sin embargo escabullirse en sus propias natices con indescripti­ble ligereza. Mientras e l hombre que montaba el corcel blanco como la leche se acercaba, el indio lo ob-

Bfblio/eco de Mexico 29

...... ~ :.~1 ·:i ~ I

I .. ...: 1.' -..

servó con detenimiento y reconoció en el jinete al joven príncipe de Ni­charagua, mueno alrededor de seis meses antes, un soberano tan lleno de viItUdes que fue muy llorado en la hora de su muene en todos los territo rios del Oeste americano.

El indio no había ni acabado de salir del bosque cuando se extravió en la contemplación de la inmensa llanura: prados cubienos de follaje, fluir de corrientes, colinas bañadas por el sol, valles sombreados, un paisa je de tal modo fl o rido que no acenaba a describirlo con sus pro­pias palabras ni , como dijo él, con los conceptos de otros. Esta alegre región estaba poblada de inconta­bles enjambres de espítitus dedica­dos a los ejercicios y diversiones

Un ¡efe apache

que les dictaban al azar su, incl ina­cio nes. Algunos arrojaban la figura de un téjO: otros lanzaba n e l espec­tro de una barra; : otros más doma­ban e l fantasma de un caballo ; y multitudes se ocupaba n de e jecutar inge niosas anesanías con las almas de utensilios difuntos, pues utensi­lios e ra e l nombre que daban los indios en su idion13 a sus herra­mientas estropeadas O rotas. Mien­tras cont inuaba su "iaje a tra"és de este paraje encantador. MarT'dton se sentía de vez en cuando tentado a corta r algunas de las nores que crecían a su alrededor por todas panes. en tal abunda ncia y de tan distintas va riedades que descubrió muchas especies que jamás había "isto en su propio país. pero com­prendió muy ponto que aunque podía deleitarse en su serena con­templación, esos jardines eran em­belecos vedados a su tacto. Llegó por fm a las márgenes de un gran río, y siendo como era un bue n

3. El personaje de Addison describe iue­gos de nmos }' lances atléticos: ~ tossing me figure of a quoi'· : al'TOiaT un tejo de un com· panimentO JI otro· jugar al avión o 3 la ra· yuda. Y enseguida, -pilcr ing Ihe shadow of a ~: lanzar una barra --pieza de madera generalmente laJ¡¡;¡ y delgada- para probar b fuena <Id brazo: en es<e caso. una ¡abaJi­na imaginaria..

pescador, se quedó ror algún tiem­ro de pie sobre la ribera , fija la atención en un hombre que con su caña había atrapado una gran va rie­dad de espectros de peces. que for­cejeaban de arriba a abajo echados por tierra a su alrededor.

Debí habe rl e contado a mi lector que e l indio estuvo alguna vez ca­sado con una de las más prodigio­sas bellezas de su país , de quie n tuvo va rios hijos. El amor y la fide­lidad de esta pareja adquirió tanta fama . que para demost ra rl e a un hombre recién casado su regocijo por tomar esposa los indios le de­sean , hasta el día de hoy, que oja lá vivan juntos como Marraton y Yara­tilda. Marraton no había pasad o mucho tiempo con el pescado r cuando vislumbró de pro nto la sombra de su bienamada Ya ratilda , que tenía los ojos intensamente fijos en él mucho antes de que Ma­rraton sintiera su mirada. Ella a lzó los brazos tendidos hacia él en e l aire; un torrente de lágrimas rodaba por sus ojos; con la mirada , con las manos, con la voz lo llamaba; y, al mismo tiempo, con los ojos pare­cía decirle que él no podría cruzar el río . ¿Quién sería capaz de descri­bir esa pasión hecha a la vez de ale-gría, dolor, amor, deseo, asom­bro, que le creció al indio en e l

BihI/oIeca de Mé:rico 30

pecho :tI , 'ér a su qUérilb Yar;lli lda' 1:] no supo l.' :'\rn.:·~ ~lrse , l1lien(r.I~ la contemplaba , d ..... ningún ot ro mouo

Ill ~b que co n :-.u:' Ugrima:-- . que corria n río aha jo [J0r :-- lI :-:. m('jilla~ ,

No :-:.e quedó inmó\'jI Illucho lielll­po antes de J\'enturarse en l:l co­¡Ticnte quc ~e deslizaha a ~u~ riL's: al de~cuhrir que no era mjs que la ilu ~ i ú n de un rí o camin ó ai ro:-.:t­mente sobre el lecho y suhió al lle­gar a la ot fa orilla , Al :lcercar~e. ella corrió a sus hra zos, y Marr~tton sin­ti c') deseos ele librarse de ese cuerpo qU é le impedía a Yaratilda reci hir sus abrazos. Después de estrech"r­se colmándose de pregunu, . )' l lc: prodigarse infin ilas ca rici as. Ya rali l­

da lo gu ió hasta una caballa que e ll a en persona había adornado con lodos los o rnamentos que se pue­de n encontrar en estas fl o rec ie ntes regio nes , Ell a había conve nido e,,' morada campestre en un lugar m{l-..

alegre de lo que es dable imaginar. y día tras día le añadía deta lles nue­vos. Como Marrato n no sa lía de "1 asombro ante la be lleza indescripti ­b le de sus hab itacio nes , y aturdido aún po r los aromas que aspiraba de todos sus rincones, Yara tilda le dijo que había di spuesto esta morada para rec ib irlo mejor, porque sabía muy bien que el fervor que profe­saba hac ia su Dios y su fide lidad en e l trato con los hombres habrían el" traerlo a esta mansió n de los biena­ve nturados, cuando quiera que fuere que llegara e l momento en e l que su vida debie ra tocar a su fin. Yaratilda trajo luego a su presencia a dos de sus hijos, muenos algunos años antes, y que aho ra compar­tían con ella esa encantado ra casa de campo; e lla le aconsejó cria r a los otros niños q ue estaban con él todavía , ele modo tal que en e l fu ­turo pudieran reunirse todos juntos en este dichoso lugar.

Esta tradició n nos cue nta , ade­más de todo esto , que Marraton pudo asomarse e n una vis ión a las lúgubres habitaciones que de pa ra e l destino a los hombres mabanos después de su muene; y alude tam­bién a varios mares derretidos de o ro , en los que fue ron arrojadas las almas de esos europeos bárbaros que pasaron a cuchillo a miles de desdichados indios por la codicia del precioso meta l; pero no ofrece­ré ningú n otro deta lle porque he tratado ya brevemente los principa­les po rmenores de esta tradición, y po rque he excedido las dimensio­nes de este ensayo.

Traducción y no/as de

Anuro Acuña Borbolla

RICARDO Y ÁÑEZ

'" Transmutación de las 1111agenes

a partir de H A. Murena

Acosado no más que por sí mismo, se siente una distancia que desde el corazón le surge, deformación audaz , sombra de un hombre ya con fe , sin ella cual de pronto , misterio. secreto que ni se oye ni se ve, pasado sin camisa que carente de Reino habla, no obstante habla, de lo que somos. Iluminación tal vez se llama esto, y en su fundamento parece que apareciera la distancia. Desatención, pero digamos una desatención de amor, que te aproxima al centro de la presencia metafórica cual una posesión muy lentamente y, desde dentro, iluminada. El enemigo llega al palacio, cae como un rayo, somos una ausencia que no p uede ser sustituida por nada, y sólo un diálogo de Dios con Dios a través del hombre puede volver al Rey y al enemigo por un momento traslúcidos, por una eternidad inexistentes. Pero el arte persiste , el arte de saberse desgraciado, amén del paraíso

que en todo está manando, insiste en persistir aunque todo es recuerdo del Reino, nostalgia de metáfora. En cada cual su cada cual le busca, le conviene a retazos: "el ser no es existir", se entreoye que dice en un a la vez fuerte y tan débil relámpago de atención y así mueve el amor, recupera las cosas creadas. Somos, así, ausencia de una Ausencia, esas audaces deformaciones que hacen a Adán hablar en verso, cuerpo que ahora es polvo de oro en cenizas, de palabras en donde, sin habiéndola, hay esperanza. Hay el ser de la música, su brillo desusado nos llama y el paraíso punza (¿se trata sólo de un fulgor, de una ilusión, de una distancia muerta?), que cada cosa viviente, al comprender que no es lo que creía, puede ser más, amar, de modo diferente, o mejor dicho único , a lo diferente de lo único, restaura la distancia gracias a su excelsitud. Se siente, sin embargo, acorralado, pero frutos da el tiempo.

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Cuando Qvidio cuema el mito de Ícaro, en el libro V1I1 de las Meta­morfosis, sólo lo menciona de paso , como un simple parémesis vincula­do a la historia de Dédalo . Para es­capar del laberinto e n el que Minos, rey de Creta , lo había ence­rrado. Dédalo ideó el primer vuelo humano. Construyó dos pares de alas , para él y para su hijo Ícaro, y se resol vió a alcan zar Sicilia por aire. Antes de despegar, le dio cier­tas reglas de vuelo a Ícaro: no volar demasiado bajo, porque el plumaje adquiriría más peso; ni volar dema­siado alto, para no ser quemado por los rayos del sol. Pero Ícaro , que no hizo caso de los consejos de su padre, voló demasiado alto, tan alto que el sol fundió la cera que adhería las plumas de sus alas . Cayó como piedra , y se ahogó en el mar que actua lmente ll eva su nombre , mientras que Dédalo logró alcanzar Sicilia.

El sueño de Ícaro es el sueño del hombre pájaro. Yolar con sus pro­pias alas, hacerse pájaro. ¿Por qué vuelan los pájaros? A un profesor griego que un día planteaba esta pregunta, un alumno le respondió: "iYuelan para no caer!". Esta men­ción de una posible caída me pare­ció juiciosa.

Yo tenía diez años en el tiempo de las grandes incursiones aéreas de la preguerra. En esa época, los que caían se convertían en noticia principal de los diarios, cual perso­najes que se hicieran históricos pre­cisameme por haber caído.

Se habla del mito de Ícaro , de quien cayó, y no del mito de Déda­lo , de quien inventó el primer vuelo humano. La caída es la pie­dra angular del vuelo.

Podría pensarse que , emre los griegos antiguos , lo que contaba era el éxito. Pues no. Uno puede ir aun más lejos y preguntarse si no fue para hacer que se desplomara, fmalmente , que se hizo a Ícaro des­pegar.

Imaginemos que Ícaro debía caer. Su vuelo sólo tenía sentido para que sobreviniera su desplome. Así, el héroe está condenado desde la partida. El vuelo se lleva a efecto para escapar de la trampa del labe­rinto . Se pasa, entonces, de una trampa subterránea a otra mucho más temible, la del cielo, que obe­dece a leyes que el hombre de esa época no podía comprender. De ahí la pregunta: ¿de dónde saca Dé­dalo los consejos de vuelo que da a su hijo, si antes de él nadie había volado? Es imposible no concluir que Dédalo preveía la posible caída

de su hijo. La segunda hipótesis, no necesariamente comradictoria con la ante rior, es que la caída de Ícaro es obra de los dioses. Para los grie­gos el azar no existe , todo lo ma­quinan los dioses, de manera sensi­ble o invisible , explícitamente o no. Los griegos saben que los dioses

JACQUES LACARRIERE

Más bella '" sera

la caída

rondan en el espacio. No hay que aventurarse en su dominio . Si se transgrede la frontera invisible, entre el cielo permitido al hombre y el cielo prohibido, sobreviene la caída. Mas ¿cómo reconocer esta frontera , si es invisible'

Para los griegos, el cielo era a la vez próximo e inaccesible. Nadie jamás vio volar a los dioses , pero eso no impedía creer en sus haza­ñas celestes.

¿Y si los dioses invisibles hubie­ran "encargado" la caída de Ícaro' Ya habían hecho caer a Edipo , arreglándoselas para que fuera sal­vado milagrosamente a l nacer, y para que acabara asesinando a su padre y desposando a su madre. Echan a andar, así , como decía Cocteau, "la mecánica más infernal inventada por los dioses para ani­quilar a un mortal". En el caso de Ícaro, la mecánica existe en sentido recto: se trata de a las artificiales perfeccionadas por Dédalo y cuyo empleo es más que delicado. Extra­ñamente, a lo largo de los siglos, mamones de gente se dedicaron a imitar a Ícaro, ya fuera saltando de un minarete o de la torre de Pisa, o más reciememente arrojándose al aire en alas delta ... El héroe apare­ce paradójicamente como un ejem­plo a no seguir, que todo el mundo imita ..

Hay en esta visión de las cosas un sentido trágico del destino, pro­pio sin duda de los griegos. Para ellos, el infortunio y el sufrimiento son formas privilegiadas de la me­moria: la felicidad no puede inscrí­birse en el tiempo. Por ello, siem­pre es más fácil representar las des­venturas que las alegrías. El infier-

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no se representa admirablemente, mientras que los goces del paraíso son muy difíciles de ilustrar. Qué difíc il es describir un estado de beatitud ; el infierno, en cambio, con sus torturas , sus gritos, sus ala­ridos y sus cuerpos molidos, es un tema plenamente espectacular. Las circunstancias trágicas suscitan una amplificación de la memoria , y sobre todo intensifican la atención. En ellas el hombre despliega todas sus facultades de observación, de registro y de transmisión. La trage­dia, real o teatral, multiplica al hombre , miemras que la felicidad lo unifica y lo hace ser de cierto modo estático.

Puede hallarse ideas muy cerca­nas a esto en la Biblia, con la caída de Adán. Cuando Adán se da cuen­ta de que va a tener que trabajar, sudar y morir, es que ha caído. Ahí, la caída aparece también como consustancial a l nacimiento : la caída de Adán fue lo que creó al hombre . Más tarde , uno de los pri­meros gnósticos , Simón el Mago, quien predicaba en Roma en e l siglo 1, negó la Revelación y produ­jo milagros tales que ejerció una profunda influencia sobre los pri­meros cristianos, cosa que lo hizo "rival " directo de san Pedro. Los Actos de los Apóstoles informan que Simón llegó a elevarse por el cielo para probar sus poderes divi­nos. Un día Pedro lo reta a duelo, en presencia de Nerón, y efectiva­mente , Simón despega del suelo . Pero Pedro se pone a rezar, pide a los ángeles que sostenían a Simón que lo suelten , y Simón va a dar con sus huesos al suelo. Lo que es sorprendente es que nadie ponga en duda que Simón pudiera elevar­se al cielo. Pareciera igualmeiue normal que Pedro lo hubiera derri­bado con una plegaria. En tanto que lo que ocurre es , pura y sim­plemente, un homicidio voluntario, fríameme ejecutado.

Esta comparación entre Ícaro y Simón, entre uno que quiso ser pá­jaro y otro que fue el primero en sublevarse contra la Creación, es algo evidentemente personal. Pero creo que estas caídas son conse­cuencia de revueltas fundamenta­les. La revuelta de quienes tratan de averiguar hasta dónde puede irse demasiado lejos.

Palabras recogidas por Marc Weitzmann

Traducción de Jaime Moreno Vil/arreal © l'Autrejoumal

SERGIO GONZÁLEZ RODRiGUEZ

La ubicación del ensayo y el pensa miento recien­tes en México requiere dos deslindes: el prime ro ubicaría un oficio escritural que busca fugarse de los centros temáticos de nuestra cultu ra y de los procedimientos heredados; e l segundo indicaría una tarea en la que no hay ruptura respecto de lo anterior. sino una ceI1idumbre de ubicuidad u os­cilación entre las tradiciones y lo actual. Al térmi­no de su célebre libro El label1nlo de la soledad de 1950, Octavio Paz manifestaba un mandato que se ría un anhelo por é l cumplido: "AllOra, por primera vez en la historia , somos contemporáneos de todos los hombres" Con esto , Paz iniciaba un viaje hacia e l centro del espíritu de Occidente , que culminará con su acercamiento al enigma de la modernidad ,

La cultura mexicana debia identificarse bajo la luz de la historia y e ncontrar su rostro ante e l

ne ro~ literari o> y 1,., d i,cip lina', medi;!me el ;!cce­so mü lti ple a o tra, cult ura' y :' mbito" Quien "',­cribe ensayo:-. ela o rigen a criatu ras i n~ó l i u" , que retan las normas y l o~ órclene ... con\·enc i ona l e~.

Esta peculiaridad remite en un pri mer momento ;1

la creación de mo n' truo" COl1\'iene recorda r lo que significa esta palabra : ", 110 1/511'110, 'ser fahul o­so: animal o planta de forme ': lat ín tardío 1I/0IlS-

11'1111111 , del lat ín 117011511'111/} 'monstruo, preoagio de un suceso contrario, mal agüero, presagio ' ( idea implícita: 'los monstruos son adverte ncias de los dioses' ), de mOliere 'adveI1ir, a, 'isar, recordar', del indoeuropeo 1170 11-1'1'0- 'hace r pensar', forma cau­sativa de 111011- (para o tros descendiemes de l cau­sa ti vo indoeu ropeo -e)'~, véanse demo,trar, inocuo, inocente, monume nto, mostrador, noci­vo), d e mell- 'pe nsa r' (véase lII el/l !') " (G uido Góme z de Si lva, Breue dicciol1(lIlo elimológico de

Ensayo y pensamiento mundo, El poeta dirigiría este éxodo cultural. Tal inercia entre las imantaciones a Occidente desde el juego de la autoidentificación nacional y la fe en la voz superior del poeta que alcanza a las metrópolis, se convirtió e n el modelo del pensa­miento en nuestro país durante la segunda mitad del siglo XX La literatura, pe ro sobre todo los asuntos de la ciudad -la política-, encontraron en esa dualidad su espejo; de ahí irradiaba el re­lumbre primordial que indicaba una trayectoria en que el ensayo y el pensamiento se obsedieron , Allora , dicha luz aba rca o tras trayectorias,

Si es cierto que a la literatura se le puede asig­nar la forma de una ciudad, en el caso de la lite­ratura mexicana reciente - su trayectoria temática y formal en los distintos géneros- oscilaría entre los siguiente sitios: la Plaza mayor; las calles; los ;nte riores y los subsuelos, Se trata de una ruta que transcurre de lo civil a lo íntimo , donde el cuerpo que piensa y se piensa alcanza un estatuto privilegiado, En el crepúsculo de las autoidentifi­caciones nacionales que buscaban acceder a un diálogo en la mesa de Occidente - ahora que la historia ha invertido los términos, porque todos los hombres son contemporáneos nuestros-, en­sayar se vuelca hacia diversos puntos de fuga de aquel centro, en que nuestros anhelos modernos se volcaron antaño,

El ensayo refleja un sentido demiúrgico, crea­dor, La aventura actual de la persona frente a un mundo de cariz fragmentario y simultáneo, le per­mite construir a quien lo intenta mixturas y des­bordamientos formales, ¿Cómo? A partir de los gé-

Auguste Rodin, Lo cenfoureso

la lengua espmJ ola) , Los monstruos desafían la imaginación, presagian, recuerdan, advierten, dan qué pensar.

Una cercanía al ensayo y el pensamie nto re­cientes e n México estaría en la te ratología que

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nos significa. Cada ensayista propone su método para producir una especie de monstruo o ente es­pecífico , que obedecerá a sus propios fundamen­tos intelectuales y estéticos, y se propondrá cum­plir alguna fu nción precisa de su especie. En los últimos años, han prosperado en México tres es­pecies de ensayos que obedecen a respectivos temas y preocupaciones: la práctica política , el pensamiento literario, la reflexión cultural.

El ensayo-monstruo que deriva de las obsesio­nes políticas, adquiere su rostro en los vínculos contradictorios del saber académico y el poder. La mayoría de los productores de este tipo de ensa­yo-monstruo siguen el esquema canónico de Víc­tor Frankenstein: usar los adelantos de la razón y la técnica para aplicarlos hacia un cambio de la realidad. El fin consiste en crear un cuerpo de ideas y de prácticas políticas a partir de las reno­vaciones de lo muerto. Su genealogía conceptual participa del descreimiento de los grandes mitos progresistas, de la caída de la fe revolucionaria, y e lige las alte rnativas del refo rmismo. O bien , adopta los valores democráticos y las virtudes li­berales. En cualquier caso, el ensayo-monstruo ha conseguido articular un poderoso enfoque de la historia y e l presente , que lo ha aproximado o distanciado de un diálogo con los administradores del poder público y privado.

La efervescencia participativa de nuevos actores en la sociedad mexicana desde la década anterior, les ha dado a los ensayistas políticos el telón de fondo para el análisis de los contrastes y las ex­pectativas de nuestro tránsito histórico: una eco­nomía cerrada que se convierte en una de tipo abierto , un Estado benefactor que deriva en uno de índole medio neoliberal y medio filantrópica (protege por igual a los más desposeídos que a los más adinerados), un autoritarismo en torno del partido oficial que se descompone y da paso a un trato democrático y de confluencia plural de otros partidos, una sociedad tradicionalista y de influjos comunitarios, religiosos, que ve crecer el dominio de una cultura urbana (individualista, de­sacreditada) como vía de integración al mundo.

En términos de lectura, el ensayo-monstruo de la política concita al mayor público y la celebri­dad: se encuentra en el eje de los intereses públi­cos y del"aprecio de las élites intelectuales. Escri­bir sobre política es hacer política: unos obtienen prebendas, beneficios y asociaciones empresaria­les desde su cercanía con el poder público o pri­vado; otros ven cimentar su capital moral , que suelen poner a las órdenes de causas oposicionis­tas, ya sean individuales o partidarias. El mecanis­mo de tal ensayo-monstruo actúa con tres ritmos: a favor del poder, en torno del poder o contra el poder. La política se justifica en estos tres senti­dos. En su matriz cultural el credo ilustrado es esencial , de ahí que también este ensayo-mons­truo secrete una pasión critica, cuyo beneficio re­sulta innegable en términos de eficacia y competi­tividad política. Estas aportaciones permiten cons­truir puentes continuos con otros ámbitos públi­cos, mediante una normatividad comparatista y

cercana a la teoría , la academia y el poder inter­nacionales.

El ensayo-monstruo de la política mexicana lo e jemplifican, en el espectro de izquierda al cen­trismo liberal: Adolfo Gilly (Nuestra caída en la modernidad; La utopía cardenista); Roger Bartra (La jaula de la melancolía); Jorge G. Castañeda (Sorpresas te da la Vida); Lorenzo Meyer (Presi­dencialismo autoritario); Carlos Monsiváis (Entra­da libre); Carlos Fuentes (Nuevo tiempo mexica­no); Héctor Aguilar Camín (Después del milagro; Las subversiones silenciosas); Federico Reyes He­ro les (Contrahechuras mexicanas y Sondear a México); Enrique Krauze (Textos heréticos y Tiem­po contado).

El ensayo-monstruo de la política comparte la desmesura frankensteineana, de temperamento dramatúrgico . Su voz resuena en los fo ros y en las plazas; se atreve a la profecía , a las admoni­ciones, al espanto y a la condena . Al incurrir en la esperanza, vislumbra el bienestar fu turo y co­lectivo.

La confianza en el conocimiento y examen de la literatura, le ha dado al ensayo mexicano su li­naje superior. El humanismo helénico de Alfonso Reyes, su vocación europea y enciclopédica , es una de las herencias del siglo XX a la lengua es­pañola. Hay otra herencia - a veces tangencial , a veces paralela- de igual riqueza, que viene del aprendizaje de las vanguard ias europeas y latinoa­mericanas, o de una mezcla de periodismo y eru­dición más autodidacta que universitaria , moder­na, urbana , ejemplificable en escritores como Jorge Cuesta, Salvador Novo, Jaime Torres Bodet, Octavio Paz.

Al paso del tiempo, estas vertientes --el huma­nismo y la sensibilidad moderna, cuyas fronteras se traslapan- se transformaron en las líneas que dieron vitalidad - alcances y límites- a las tareas académicas de la literatura mexicana. De ahí que nuestros especialistas y profesores se desempe­ñen en un medio en que las inconclusiones de nuestra modernidad aparecen, sobre todo, bajo dos inconvenientes: 1) precariedad institucional y 2) ausencia de códigos fluidos para comunicarse con sus p ares del exterior y del propio país. Nuestra academia se encuentra pulverizada , de­pende más del trabajo individual que del colecti­vo, y tiende al aislamiento. Ante el público, esta academia carece de relieve en cuanto a la forma­ción del gusto y las dotes apreciativas, y se rige en sus formas de estudio y expresión menos por las experimentaciones e injertos vernaculares, que por los ecos de modelos interpretativos o análisis digeridos en otros ámbitos.

En el círculo de la literatura , la academia mexi­cana enfrenta las dificultades y carencias de las universidades públicas: improductividad, buro­cratismo, medianía. De ahí que nuestra mejor crí­tica provenga de voces individuales que en la prensa han germinado y fructificado sus dones, incluso contra el desconcierto multitudinario pro­ducto de la especialización mercantil de la escri­tura: la reseña bibliográfica y su inmediatez. Esto

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León Rlotor, Ce"fouro reforcido (o Rodln)

ültlmo se explica porque las publicaciones 1I11pre­sas -qul z:í más que los lih ros- han sido el medio decisivo en la formación de leClOres en ~ l éxlco en los ültimos años : en la ca pital. por ejemplo. se publican 32 dia rios. que en su mayo­ría sostienen páginas cu lturales; se trata de un ar­chipiélago de papel. poco leído (se estin", que unas 2.3 millones de personas de unas quince que acá vi\'en, leen estos ó rganos cada día). De todos los mexicanos. se ha estimado que sólo unos ;00.000 compran libros por h:.íbito. En Méxi­co circulan 80 mil lones de publicaciones semana­les, qU1l1ce nales y mensuales de todo tipo (es ohvio que los temas dominantes son los melodra­máticos. los sexuales, los policiacos); en contras­te , sólo circu lan 80.000 ejemplares al mes de lodas las revistas culturales.

Dicha fragmentación y estrechez de los impre­sos mueSlra el tamaño de las élites intelectuales. su perfil minoritario en términos de política y cul­tura . un suceso a veces incomprendido en cuanto al papel estratégico que suelen jugar éstas en la génes is del prestigio, su papel influyente en los asuntos püblicos; el fenómeno recuerda, asimis­mo, el carácter distintiVO y la apuesta de ca lidad que la cultura encarna en el torbell ino de las ofer­tas cotidianas de otros medios comunicativos.

A contracorriente de tal tráfago, un grupo de escritores y crít icos ha logrado fundir las vimldes del dominio académico (minuciosidad, rigor, sis-

temati zación. memona. profundidad . ce lo exce,i­\ '0) con un gusto íntimo. que se traduce como \'0-

luntad est il ísti ca de diver!:>o mati z. E!:>ta lahor. cuyas cualidades entrañan la discreción frente al escrito rio más que el paseo ante el püblico. o ri gi­na y nutre un tipo de ensayo-demónico que ,e­mela una alquimia. crear la \' ida --en este G I,O li­teraria. críti ca. tan constfucti\'a como a(h'e r~a- es al mismo tiempo una política del espíritu A este grupo lo identifican los siguientes ensayistas: José LUIS ~ la rtín ez (H ernán Corlés): Antonio Alatorre (Los 11111)' IIn CIliOS de la /c'l7gua espCl/70Ia): Tomás Segovia (Ensayos). Sergio Fernández (La copa de­l7'C11l1ada ); Guillermo Sheridan ( Los col/lell7porá ­neos. ayel:' Un corazón adiclo la dda de Ra llló l/ López Velarde); José Joaquín Blanco (La Iileralura de la Nueva Espwla): Adolfo Castañón (Arbil rario de Iileralu ra mexicalla: La g rula liene dos (, Il l ra­das): Vicente Quirarte (Peces del aire allísill7o): Rafael O lea (Los conlel77poráneos ell el labennlo de la CliNca. coedición con Anthony Stanron )

En nuestra literatura , este ensayo-demónico se dirige a pocos lectores; ev ita la fama y desea pro­bar lo perdurable, se funda en el saber desintere­sado y en la confianza en la inteligencia como un juego prudente. Asimismo, elige enlazar su gusto a partir de referentes de la tradición por encima de las modas. Vuelve una y otra vez al pasado para descubrir el rostro presente y ofrece el pre­mio de la lucidez literaria.

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Todo lo que representa un ejercicio de desafío a los hábitos, provoca desconfianza ; al trasminar los fundamentos , representa una amenaza. El en­sayo se vuelve el sitio de las experimentaciones formales. Escribe Octavio Paz en La llama doble: "Pensamos y al pensar nos damos cuenta de que pensamos; no obstante, no vemos lo que pensa­mos; entonces ¿cómo las descargas eléctricas que provocan los movimientos de las distintas partes que componen la mente, en lugar de transformar­se en figuras visibles y audibles, se convierten en figuras invisibles y que no ocupan lugar en el es­pacio' Eliot dijo: entre el pensamiento y el acto, cae la sombra. En este caso la sombra se evapora: el pensamiento tiene cuerpo pero no sombra: es una máquina que vuelve invisible aquello que produce". El ensayo urde en el revés del mundo.

Por contraste ante el ensayo-monstruo y el en­sayo-demónico que se practican en México, en los últimos años ha prosperado otra forma de en­sayar que apunta hacia un enriquecimiento de la escritura; se atestigua la originalidad temática , la diversidad de sus obras y la plenitud de los logros estilísticos. Sus exponentes mayores son: Octavio Paz (La llama doble); Jaime García Terrés (Poesía y alquimia; El teatro de los acontecimientos); Ga­briel Zaid (De los libros al poder; Ensayos sobre poesía; Los demasiados libros); Francisco Gonzá­lez-Crussi (Notas de un anatomista; Tbe Day of the Dead and Other Mortal Rejlections); Sergio Pitol (La casa de la tribu); Salvador Elizondo (Ca­mera lucida); Margo Glantz (La lengua en la mano; Esguince de cintura); Guillermo Bonfil Ba­talla (México profundo); José María Pérez Gay (El imperio perdido). Y, entre los nuevos, Antonio Sa­borit (Los doblados de Tomóchic, un episodio de historia y literatura); Christopher Domínguez Mi­chael (Antología de la narrativa mexicana; La utopía de la hospitalidad); Jaime Moreno Villa­rreal (Linealogía; El salón de los espejos encontra­dos); Héctor Perea (El viento en fuga); Alberto Ruy Sánchez (Al filo de las hojas); Luis Miguel Aguilar (La democracia de los muertos. Ensayos sobre poesía mexicana, 1800-1921); Gerardo de la Concha (El fin de lo sagrado).

Este tipo de ensayo al que podría denominarse ensayo-volátil desafía el pensamiento convencio­nal y su ídolos: la racionalidad economicista, la lógica del interés y el intercambio, la homogenei­dad en la eficacia, el reino de lo cuantificable, el poder autoritario, el orden en torno a la moneda, el lenguaje uniformador, la amnesia ante lo extra­social, irracional o arracional (dios o dioses, pro­videncia, destino, sacralidad). En cambio, se apro­xima a la encrucijada entre los géneros y las disci­plinas, y se despliega en un rumbo plural que apunta a los siguientes aspectos que merecen ex­playarse: 1) el placer de la memoria; 2) las ideas centñfugas; 3) el equilibrio y el límite; 4) la escri­tura como vuelo; 5) la pasión personal; 6) la iro­nía desde el cuerpo.

El ensayo-volátil se puede evocar mejor a partir de su propio surgimiento a través de la lectura. En su ejercicio, que implica la complicidad entre

el ensayista y el lector, consigue articularse a sí mismo como una señal en el camino, cuyas inter­mitencias -más que determinar un muestrario de los otros- permitirán entrever la tierra adentro en que habitan los otros: propone así unas reglas escriturales y receptivas que reflejan su volatili­dad.

El placer de la memoria, ante todo, surge del ensayo-volátil. El mito cuenta cómo llega a Creta el gran arquitecto ateniense Dédalo, y entra al servicio del poderoso rey Minos. El rey le ordena a Dédalo construir un laberinto, el más ingenioso, el más complejo jamás creado. Dédalo se entrega a la tarea y perfecciona el laberinto que consagra­rá su nombre en la memoria de los hombres. Al fin , Minos esclarece su propósito al haber ordena­do la construcción de semejante obra: será la mo­rada y cárcel del Minotauro , ese monstruo de cuerpo varonil y cabeza bovina, producto de los amores zoofílicos de la reina Pasifae y un toro. Un día Teseo, héroe ateniense en busca de haza­ñas, arriba a Creta para enfrentar al terrible Mino­tauro; asedia a la hija del rey, Ariadna, y ella, por consejo de Dédalo, le proporciona el recurso que le permitirá salir del laberinto una vez haya mata­do al Minotauro: una madeja que el héroe deshi­lará mientras avance contra el monstruo e hilará de regreso, cumplida su tarea. Teseo conquista el derecho de llevarse a Ariadna bajo la cólera del rey, quien descubrirá la complicidad del arquitec­to Dédalo en el ardid de Teseo, a quien quería muerto en el intento.

Las ideas centrifugas brotan en el ensayo-volá­til. Justo aquí, en nuestro relato mitológico de in­genio, valor, acuerdos secretos y tenacidad de los amantes, se llega al deseo original de los hombres y las mujeres por volar. La venganza del rey Minos será encerrar en su propio laberinto a Dé­dalo, que se muestra impotente ante su ardua , perfecta obra. No obstante, un ánimo mixto de perplejidad y confusión lo lleva a buscar otra .vía de escape que no sea la que está al alcance de la mano: tantear una ruta de fuga entre los mil reco­dos del laberinto.

El equilibrio y el límite situarán el pensamiento de Dédalo: opta por diversificar la solución vir­tual. Más que entregarse a las circularidades de la rutina o del fatalismo, decide voltear su espíritu hacia "un arte desconocido", que abre nuevos senderos a la naturaleza: construye unas alas con plumas de ave y cera, cuyo uso idóneo depende del tino artesanal y de la prudencia. Dédalo no sólo conseguirá escapar del laberinto, una jugada maestra de replanteamiento del pensar ante el en­cierro -una mirada que tenía agotadas las pers­pectivas desde adentro--, sino que atravesará el mar que lo separa del continente, de su tierra natal. El relato mitológico enseña que en el ori­gen del deseo de volar, reside también el deseo de pensar de otra forma el orden y las limitacio­nes del mundo.

La escritura como vuelo es el distingo nuclear del ensayo-volátil que ejemplifica el mito de Dé­dalo, cuya escapatoria remite a la autonomía indi-

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\ 'idu:tl del sueño de perder el peso, lo, :lrr.. igo,;, y como lo mue,;tra el ramaje secul1lbrio del mito, b histo ri:l del aprendiz de Dédalo lbm:ldo íel ro -que emprende el n.elo sin a,;omo de pruden­ci:l, mientr:ls el sol derrite la cer:l de sus :lb, p:l r:l hacerl e caer-, todo de,;afío radio l de lo p rc\ 'i,; to e~concle. en la \ 'or..'lgine de los ri esgos. al nlenos

una posihilidad de tener éxito, cuyo logro \'iene del sentido del equilibrio. de la fri :l ld:ld . de b fir­meza ante los \':l ivene, del entu, i:l,mo y el exce­so de confi :lnza , En Olras palab ra,. como se ha \'i,; to. la sa biduria del limite de ser ingr:'rv ido,

La pasión personal por antonomasi:l con,;i" te en el pbcer del movimiento, de la lihertad . el des­pro",;,erse de los lastres de la o riundez, A,í :lcon­tece el ensayo-\ 'o Lrtil : husca un medio etéreo y grj cil. El vuelo tra fica con los extremos de 1:1 ele­vac ión y la c:lida. e indica el tro feo de un estado superio r. Lr idea de un dominio del espacio est" presente en muchas literaturas. pero en los um­brales de la modernida d el vuelo comenzó a acer­e lrse a lo rea lizab le. El arco de intereses imagina­ri os q ue conduce de la influenc ia lun:rri ca de Cyrano de Bergerac -sus ensueños voladores-o al primer v iaje en a\' ió n del ingeniero Clément

Ader en 1890. guarda mucho de impulso noctur­no: no en balde Ade r. qu e anill ó la p alab ra "avión" a partir de la fu ente latina al'is. o sea pá­jaro o nave. se inspiró en el murc ié lago p ara construir la estructura de su invento , Y el murc ié­lago - no debe o lv idarse- es emhlema de felic i­dad y larga v ida. además de recordar b " cualicb ­des primo rd iales del and rógino: la unió n corporal de lo" dos sexos, ¿Cómo no asociar aquí la ima­gen del va mpiro' Margo Glantz precisa en Esguin­c(' dI' cin /ura: "El vampiro era primero mujer; la oscuridad de la noche, su cerca nía con las mu je­res que amamantan. el vientre caótico y fenmdo, b fertilidad oscura de la tierra, su carácter moho­so, húmedo, escurrid izo, laberínt ico, la asoc ian con la escultó rica figura del vampiro, desli zando su reiterada sombra negra sobre la luz marfilina de sus conto rnos y sus dientes", Pero no es tanto b plenitud extática, po r ejemplo. de un acto amo­roso ¿¡ rebou rs entre un hombre y una mujer, la "punzante sensac ión de vacío" q ue, en palabras c!e la narradora anónima de la novela Cruel Ze­landa, "co incide con el momento en que se al­canza, recobra y reconoce, el más conmovedo r placer" , Éstos registros son contiguos al momento e1el vuelo, donde se puede disfrutar la inercia de un deleite i1ímite.

En el lengu aje de las fantasías corporales, el vuelo y el o rgasmo son análogos. la pe/ite mon e y la gran muerte se hermanan . Theóphile Gautier, en su novela decimo nónica Espírila, compendio sentimental del antiguo espiritualism o, narra la permanencia de un amor más allá de la muerte, y cómo la amante que en vida se llamó Lavinia vuelve bajo la forma y nombre de Esp írita a la tie­rra para confortar en la flaqueza a su am ado y guiarlo; le dice mientras contemplan un p aisa je marino: "Éste es sin duda --decía Espírita- un maravilloso esp ectáculo, si no el más hermoso,

u no d~ lo. .... Ill.l ~ Ik'!lO:-' qUL' 1.:1 ojn h UIll, I110 P Ul'I.!. 1

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t.'s fera de b felici<.. l:Id . 'Hlt'~ l n l .... l 'U l T jll l .... g( J/ .ILl !)

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al m e llos un epi .... odio St.' IllL' j:lllt L', I1LT U l l ) qU L' L' .....

Rodin, Cenfovro de espoldos y 01 galope

vá lido para el indiv iduo no parece serlo para la multitud: en el Libro de la risa y el olvido, el nove­lista Milan Kundera relata la fiesta en ho no r ele los comunistas checos que llegaron al poder con el apoyo p o pular en 1948; bajo la somhra de la muerte de los disidentes, la multitud se entregó a una ronda de cánticos, consignas y dan zas quc escondían el porvenir to talitario: "Y ella sonrió y entonces golpeó aún más fu erte sobre el sue lo con el pie, de modo que se elevó un par de centí­metros por encima del empedrado. y arrastró a los demás tras ella, cada vez más alto. y al cabo de un rato ya ninguno de ellos tocaba el cmpc-

Biblioteca de Mi!xico 37

Rodin, Cenlouro flechado

drado, daban dos pasos en el sitio y un paso ade­lante sin tocar la tierra, sí, se elevaban sobre la Plaza de San Wenceslao , su co rro parecía una gran corona fúnebre y yo corría abajo en la tierra y miraba hacia ellos en lo alto y ellos seguían vo­lando, levantando la pierna primero hacia un lado y después hacia el otro y debajo de ellos estaba Praga con sus cafés llenos de poetas y sus prisio­nes llenas de traidores al pueblo y en el cremato­rio quemaban en ese preciso momento a una di­putada socialista y a un surrealista, el humo subía hacia el cielo como presagio feliz y yo oía la voz metálica de Eluard: el amor se ha puesto a traba­jar y es infatigable'. En aquella imagen de la mul­titud voladora, entregada a una fiesta sentimental , mustia y profética, Kundera define también las imposibilidades de los vuelos utópicos, sus ries­gos latentes. La felicidad es un don individual que pueden compartir muchos, pero jamás por decre­to.

La ironía desde el cuerpo expresa el sueño de volar, que persiste así como una parcela de in­transferible individualidad . El arquitecto italiano Aldo Rossi diseñó para Berlín un Museo de la Historia Alemana que contendría las memorias es­pléndidas y las atroces de ese pueblo; en su enfo­que posmoderno, Rossi entiende que ya no es posible la síntesis cultural, sino la asamblea de fragmentos que configuren un estilo; el Museo es una mezcla de columnas, tejados y cilindros mo-

numentales, un aire magnífico y siniestro emana de los planos, de las maquetas con una ironía casi perversa y lúgubre. Edificios que producen alas industriales, arquitectura edilicia, talleres, sombra de campos de exterminio; como si Rossi quisiera dejar una advertencia permanente que seduce y repugna al mismo tiempo.

En una de las láminas del proyecto se encuen­tra la clave del propósito del arquitecto; por enci­ma de la maqueta hermosa, tras de la que se dis­tinguen unos extraños edificios labrados en tierra rojiza y primitiva y, más atrás aún, unas montañas bíblicas hacia el crepúsculo, sobrevuela un hom­bre con alas en una fuga ligera, promisoria .

Giovanni Macchia , en su obra Las ruinas de París, reencuentra el origen de la escritura moder­na en la biblioteca y los escritos de Michel de Montaigne; lo evoca así: dedicó su vida a ensayar un laberinto. Sus célebres Ensayos serían un labe­rinto de tinta. Escribe el crítico italiano: "La suya es una de las primeras expresiones de la cultura labe rínti ca por la que se sie nte fasc in ado e l mundo moderno. Pero se trata de un extraño la­berinto. El laberinto confiere en todos los casos la sensación de cosa cerrada , de sofoco. Aquí las puertas están abiertas y las perspectivas son lumi­nosas y cambiantes. Esta casa puede incluso con­vert irse en una 'plaza ' universa l (como fu eron descritas entre los italianos del siglo XVI) o en un rincón remoto". En el mismo sentido , podría agre­garse que también construyó una torre que sería un observatorio transhistórico. Pero en nuestro fin de siglo , en que lo unánime tiende a volverse la atmósfera de todo el planeta, la libertad estilística de Montaigne debe ser rebasada para que renaz­ca. Ya no basta constru ir laberintos ni torres ni observa to rios -la escritura como geografía o como arquitectura. Ahora se torna preciso remon­tar el vuelo en la escritura .

El ensayo, desde Montaigne, apunta a una re­novación profunda de la literatura. Los ensayt:;tas de va rias latitudes exploran ya sobre las conexio­nes entre el relato y el pensamiento: ensayar es el cuento de l pensa r. Estas exploraciones de la prosa se aproximan a la poesía. La prosa avanza como vue lo de reflexiones narrativas, y se equipara a las mayores aportaciones poéticas. Gabrie l Zaid apuntó en sus Ensayos sobre poesía: "No hay en­sayo más breve que un aforismo·' . Estas palabras -un ensayo en sí- se abren en otra página de la misma obra: "La prueba del verdadero aforismo es que no puede desarrollarse. No es un resumen: es una exageración que no funciona en cuanto se trata de extender. Es como ciertas 'mentiras' de un dibujo: la línea que une partes de modo anatómi­camente imposible . Al precisar, ampliar, aclarar, la verdad (que es verdad) del aforismo, se esfuma. Surge otra clase de verdad que no cabe en el afo­rismo. Y eso tiene que ver con algo cuantitativo (como la omisión de elementos de l dibujo): e l aforismo es más breve aún que el poema".

En aquella brevedad impulsada con omisiones -un arte del distinguir- se encuentra también el espíritu del ensayo.

Biblio/eca de México 38

PABLO MORA

p o E M

Volveremos tal vez por tierra ,

por la parte del mapa que soñamos

recorrer; dejaremos el hangar,

el aeropuerto, el andén, la espera;

seguiremos señales que nunca usamos

porque eran para otros;

iremos por la franja ancha,

por el corredor del flanco

que lleva al golfo;

bajaremos para medir nuestra distancia ,

lo que nos hace falta del Este.

A

(Entonces podremos estrenar parte del equipo:

la lámpara, los guantes , la solución de oro

para la piel, los lentes negros.)

Desaparece el cielo de hoy sobre los planos,

será el primero

que nos acerca más a la partida.

Quebrantable es abril,

por eso desde ahora la cuenta

es regresiva.

BIbIK>Ieca de Mhdco 39

HUMBERTO MARTINEZ

Un trío de visita

EN TAXILA

Las muchas prisas van escoltadas por el diablo; sólo el calmado proceder aprueba Dios. Sher Zaman, el guía, me reveló en su persona ese viejo dictum persa. Sus maneras, la pose de sus mira­das, sus delicadas y firmes acciones conducían siempre al final esperado, o al que queríamos esperar, el más preciso, el correcto. Siempre al úl­timo lo logrado era lo deseado. ¿Cómo llegar, si no, de otra manera, a la meta , si andamos a tro­piezos con ajenos pensamientos, ocupaciones in­servibles y múltiples e insatisfechos deseos? Por­que hay esa torpe prisa que pregunta por qué pasa el viento y no deja que se cumpla el destino que le cumple. Cada cosa a su tiempo tiene su tiempo.

POLIFEMO

Todos somos concebidos en una prisión estrecha. ¿Cómo culpar a los otros? ¿Cómo desconocer que la vida es un laberinto de polaridades donde se lucha por conquistar la infelicidad o, lo que es lo mismo, algún extremo? Mi madre me vaticinó que Nadie me cegaría, que igual que todos seguiría vi­viendo en mi caverna. Cada uno es apto para su propio destino, nadie lo puede alterar. Veo en una sola y única dirección, no me pierdo entre frivolidades y dispersiones, entre las torpes dis­tracciones que alejan de la Luz. Mi ojo no puede captar sino la unidad y con ella la luminosa sere­nidad que está más allá y es más venerada que lo que podrían ver los ojos de un mortal. Pero, ¿cómo negar que son las pasiones las que hacen vivir al hombre? Nadie vive de ellas y está seguro de que la naturaleza es movimiento y el reposo muerte. Quien ha de llegar, así sea Nadie, partici­pa de esa malsana propiedad de los seres de nunca descansar, de gozar con la astucia y e! constante juego que no puede terminar, tarde o temprano, más que en la banalidad, en el sopor, e! hastío y el acre olor de la existencia cuyas horas de mezquino aburrimiento han olvidado la alegría de la paz y el reposo. Vivo en esta isla en espera, pero no con temor. Sé que las profecías se cumplen. Tengo conciencia de otro mundo y he adquirido una visión que deforma o corrige, según e! caso, los valores de la vida corriente. Aquí los cíclopes vivimos aislados y aprendemos a ahogarnos en el mar del desapego; estamos se­guros que nos odian, no por lo que hacemos, sino por lo que dejamos de hacer.

MONJE

La muerte, como el vacío, otro de sus nombres, li­mita la vida. Ante ella, nada valen acciones, pala­bras, ideas. Durante años oí y repetí que la meta principal de nuestra búsqueda era la Vacuidad. Con el tiempo pude confirmar esa sentencia de que lo que se desea con feroor se obtiene. La ruti­na, el orden, la no-mente y las acorraladas emo­ciones matan la vida: la vaciedad y el inconsola­ble tedio, en efecto, pueden llenar nuestra exis­tencia. La otra cara, debíamos comprenderlo más tarde, era el justo equilibrio, el gozoso camino del medio. Pero en aquel entonces me preguntaba en secreto: ¿por qué el Vacío? ¿No era la vida el mundo, el mundo de cada quien, nuestro mundo? ¿Qué mundo habría sin vida, sin percepciones, sin movimientos? Cada mente , pensaba, es un mundo, pleno, sensible, emocional, intuitivo, ra­cional, y con la constante promesa de ser feliz. Cada yo sostiene por sí los fenómenos de su ima­ginación, de su ilusoria realidad, que puede o no ser reflejo de la verdadera. ¿Por qué la Vacuidad es la naturaleza última de los fenómenos? Lo único que mi experiencia ha recibido en esta mi corta y monástica vida ha sido la quietud del es­tanque que refleja la gran Duda, siempre en e! atardecer del estío, rota en ocasiones por la caída de una hoja del hibisco, o el salto de una rana. No conocí el amor de mujer, y no lo deseaba, pero mi corazón resentía todo palpitar de las esta­ciones y se llenaba del espirar de las flores , se emocionaba con los rostros de mis compañeros en los juegos de las horas sueltas, y se reía con la risa del cocinero. ¿Era vacío el estímulo que algu­nas noches sentía bajo mi vientre? ¿A qué obede­cía mi excitante escucha del cuclillo y el ronroneo del gato? ¿Cómo alejarse del olor del pino y e! mastuerzo, del trigo horneado? ¿Para qué la nada, la ceguera y el silencio? Nuestro manual, el sTong' thun cben mo, afirma que nos invade otro ritmo, otro sentido al captar, otro oído, otro olfato y otra mirada después de comprender el Vacío. Eso me han enseñado yeso jamás he tenido. Tal vez la muerte, a la que me apresuro, me permita al fin entrar en ese Vacío que todo lo puede llenar de otra vida, donde lo que cabe es más intenso y real, pero sólo para volver a vaciarme de él en mi nueva existencia. Mi nombre siempre ha sido Pradhánasura.

Biblioteca de Méxtco 40

JAIME MORENO VILLARREAL

-"

EL VOLeAN TRANSPA.RENTE

El pasado 1 7 de septiembre. (d Ce111ro Atlá ntico de AJ1e

J/odel7 lO. de Las Pa lmas de Crcl1l Canaria. inauguró la

e.\posiciÚIl 'Corona roja. Sobre el volcán ". cumi..'ariada

por Francisco Riuas, en la que ¡\1éxico ha merecido es· pedal a tención como territorio volcánico. Reproduci­

mos aquí dos de los lex /os elaborados para el catálogo

de d icha e.\posición .

La manana del día 19 de junio de 1799, al desva· necerse la bruma marina, la tripulación de la fra­ga la Pizarro avistó, frente a la rada de Santa Cru z, el Pico de Tenerife . Iluminada por los primeros rayos del sol, la cumbre del volcán sobresalía por encima de las nu bes. Desde la proa de la nave fondeada , los jóvenes naturalistas Alejandro de Humboldt y Aimé Bonpland admiraban el espec­táculo. Luego de desembarcar, procedieron hacia la Villa de Orotava para iniciar, el día 21 , el ascen­so al cráter de l volcán. Humbo ldt y Bonpland co­menzaban una travesía de cinco anos que habría de rendir como fruto las bases de la mode rna geografía . Luego de su estancia en las islas Cana­ri as , los científicos cruzaron el Atlántico hacia Cuba, y de ahí a Colombia, Ecuador y Pe rú , par ..

J. W,lliams, Visla del Pico de Tenerife

subir por el Océano Pacífico a México e internar­se fin a lme nte e n Estados Unidos . Humbo ldt y Bonpland retornarán a Europa en 1804. En París. Humboldt dirigirá la redacción en fran cés de su Viaje a las regiones equinoccia les del Nuevo COI// i ­nen/e, en cuya primera parte. publicada en 18 11 . aparece la descripción de Su ascenso al Pico de Tene rife a partir de las abundantes notas recogi­das e n el luga r nutridas con comparac iones de todo el viaje

En la relación de ese ascenso se halla un pre­cioso testimonio sobre la visibilidad atmosférica -es decir, sobre la turbiedad del ambie nte que permite distinguir con mayor o menor claridad los objetos a la distancia- que, entre sus observacio­nes, es una simie nte que marcará un modo de concebir la luz y la naturaleza. El testimonio es, de hecho, a la par un estudio y un elogio de la transparencia , que comienza con estas líneas:

La aparente proximidad en que se ven desde la cum­

bre del Pico las aldeas. los viñedos y los huertos de la

costa, se explica por la prodigiosa transparencia de la

atmósfera. A pesar del gran alejamiento, no solamente

Biblioteca de México 41

Alejandro de Humboldt

distinguíamos las casas, el velamen de las naves y los troncos de los árboles ,. sino que también veíamos brillar con los más vivos colores la rica vegetación de las llanuras!.

Humboldt describía el paisaje con espíritu descu­bridor: tan clara e intensa visibilidad era posible nada menos que a una altura de 3,711 metros sobre el nivel del mar. Nada comparable ofrecían las vistas que podían obtenerse desde los picos alpinos más altos. Este fenómeno era sólo posible en climas cálidos -aunque Tenerife no se hallaba en la región equinoccial recibía, por su gran cer­canía de África, la influencia de un aire seco y ca­liente. Líneas más adelante, el naturalista adelanta una explicación donde, sin mayor énfasis, ciencia y apreciación estética se confunden. Es la transpa­rencia, según Humboldt, lo que explica esa inten­sidad de los colores:

Esa transparencia puede ser considerada como una de las causas principales de la belleza del paisaje en la zona tórrida: ella es la que realza el destello de los co­lores vegetales y contribuye al mágico efecto de sus ar­monías y oposiciones2.

Transparencia semejante a la de Tenerife, Hum­boldt no la volverá a encontrar ni siquiera en las altas cordilleras de los Andes. Sólo cuando llega al Valle de México, al contemplar el volcán Popo­catépetl, observa que "las capas de aire más puras y transparentes dan al coloso de México, cubierto por sus nieves resplandecientes, un aspecto más grandioso que cualquiera que puedan ofrecer las

1. Viaje a las reglones equinocciales del Nuevo Continente, T. 1, p. 166.

2. lbid. , p. 168.

regiones montañosas de Europa"3. Podría tratarse simplemente de una realidad empírica y compro­bable, podría tratarse de un lugar común que viene de muy atrás -a mayor transparencia del ambiente, mayor intensidad de los colores-, pero en la percepción de Humboldt la transparen­cia es algo mucho más complejo.

Si observamos el bizarro grabado que' Hum­boldt autorizó para que acompañara sus descrip­ciones del Volcán de Jorullo en México, nos en­frentaremos a una visión paradójica de la transpa­rencia. En especial mezcolanza romántica, la visi­bilidad perfecta del paisaje convive con la turbu­lencia interior de la emoción. El grabado firmado por Bouquet fue realizado, según la inscripción, a partir de los bosquejos de Humboldt. Es una ver­sión sobrecogedora de la visita que realizara con Bonpland el 19 de septiembre de 1803, con quien ascendió al cráter. Menos de cincuenta años antes, había surgido en un extenso plantío de caña de azúcar y añil , en la Hacienda de San Pedro de Jorullo, situada en los actuales límites de los estados de Colima y Michoacán, el que era en­tonces el volcán más joven de México.

La visibilidad y el punto de vista posibilitan que se domine todo el plan. A ojos inadvertidos, el grabado parecería representar la erupción del vol­cán con una poderosísima avenida de lava. Ahí está la punta humeante, de cuyo flanco se des­borda un descomunal torrente que inunda el alti­plano convertido en un mar de olas de materia volcánica. Dos corrientes ¿de agua, de lava? se ven confluir en el primer plano cuando caen hacia un nivel de terreno mucho más bajo. Sobre ellas, se avistan cuatro pequeñas figuras humanas, cuya actitud reposada contradice del todo la omi­nosa impresión del paisaje. Sobre la línea frontal que ocupan esos personajes, se aprecian unos ex­traños montículos de los que brotan aquí y allá llamas o columnillas de humo. Sólo por el con­traste de los viajeros que admiran la gran circuns­cripción, el espectador puede colegir que quizá el mar de lava desbordante esté ya petrificado.

Esta vista del Jorullo fue publicada originalmen­te por Humboldt en los Cuadros de la naiuraleza de Alejandro de Humboldt. La obra, escrita en lengua alemana, causó ciertas censuras por los excesos "poéticos" de sus descripciones geográfi­cas. Se trata de un conjunto de estudios descripti­vos concebidos como "escenas de la naturaleza" -y se debe tomar en serio esa intención dramáti­ca. Ya en el prólogo a la primera edición del libro, Humboldt concedía que su objetivo era pro­vocar un goce en los hombres sensibles:

Esta adaptación de la estética a los objetos de la histo­ria natural suscita grandes dificultades de composición, a pesar de la energía poderosa y la flexibilidad de la lengua alemana. La riqueza de la naturaleza invita a acumular imágenes , y esta acumulación perturba la calma y la impresión general del cuadro. El estilo que uno somete a la 'expresión del sentimiento y de la fan-

3. Mé/anges de Géologie, p. 515.

Biblioteca de Mh:;co 42

tasía degenera frecuentemente en declamaciones poéti­

cas. Estas ideas no necesitan mayor desarrollo; las pá­

ginas que siguen proveen bastantes ejemplos de estas

desviaciones y debilidades4.

Cabe suponer que estas "desviaciones y debilida­des" se encuentren también en el grabado que nos ocupa. Puesto que Humboldt concibe sus descripciones como verdaderos cuadros pictóricos, en sus escritos científicos responde constantemen­te como paisajista que debiera captar la emoción que la naturaleza produce al espíritu. Sus notas no son, por tanto, meras observaciones y medi­ciones. Luego de establecer sus números, procede frecuentemente a relata r sus ánimos. Comparte con otros grandes románticos alemanes, como Schiller y Goethe , la noción de que palabra e imagen son términos correlativos, que el paisaje es fruto tanto de la representación pictórica como de la descripción literaria. Al valor objetivo de la transparencia, que permite apreciar con toda cla­ridad la naturaleza, Humboldt suma un valor sub­jetivo, la vaguedad de las sensaciones que produ­ce en el espíritu ta l contemplación. Volvamos a su viaje a las Canarias:

El viaje a la cumbre del volcán Tenerife no es sola­

mente interesante a causa del gran número de fenóme­

nos que concu rren a nues tras inves ti gaciones

científicas: lo es mucho más aún por las bellezas pinto­

rescas que ofrece a los que sienten vivamente la majes­

tad de la naturaleza. Pintar esas sensaciones es tarea

difícil de desempeñar: obran ellas tanto más sobre no­

sotros cuanto tienen algo de vaguedad. producido por

la inmensidad del espacio, así como por la grandeza, la novedad y la multiplicidad de los objetos en el seno de los cuales nos hallamos transportados5.

Naturalista educado en la Academia de Minas de Freiberg, Humboldt usaba normalmente el dibujo como instrumento de su labor científica. Gran amigo de Goethe --<juien por cierto había inten­tado en su juventud ser pintor-, compartía con él muchos intereses, entre ellos el estudio de la luz. Intercambiaron experiencias y discutieron al respecto, y aun puede afirmarse que cuando el naturalista exalta la transparencia del aire , está de hecho aplicando la "Teoría de los colores" de su amigo poeta.

Goethe define la transparencia del aire al estu­diar los colores dióptricos -aquellos que, según la nomenclatura que establece, se producen a tra­vés de un medio incoloro. Enemigo de la teoría de Isaac NeWlon -para quien los colores se pro­ducían por una descomposición de los rayos sola­res, según se obtiene por refracción de la luz a través del prisma-, Goethe proclamaba que los colores se producen por el choque entre la luz y

4. "Préface de Humboldt pour la premiére édition ~, en Tableaux de la Nature, Pañs, 1874. En la segunda, tercera y "última" ediciones insiste en justificar por el goce de la naturaleza sus "excesos poéti­cos".

5. Viaje a /as regiones, T. l. p. 164.

la sombra . El espacio sería un medio físico con un grado menor o mayor de turbiedad: la turbie­dad absoluta sería el blanco; la mínima, la trans­parencia. "Lo transparente , empíricamente consi­derado, es el primer grado de lo turbio, e inicia la gama infinita de la turbiedad que va hasta el blan­co opaco"6 Así , si Humboldt exalta la transparen­cia de l aire en el Pico de Tenerife y en el Va lle de México, y exalta la visibilidad producida por luz inc o lora que hace resplandecer los colores, cabría preguntarse: ¿por qué asocia especialmente la transparencia con los volcanes? La pregunta no es tan clara, pues hay volcanes cuya atmósfera Humboldt encuentra muy turbulenta. pero existe desde luego una referencia histórica que nos per­mite dar un rodeo y justificarla: cuando rea liza su viaje hacia el Nuevo Mundo ~uya primera esca­la son las Canarias- se consideraba que la cum­bre más alta del planeta era el Chimborazo, vol­cán andino. Los volcanes de América ofrecían al naturalista los puntos más altos -pues aún igno­raba las superiores alturas de la cordillera del Hi­malaya. Estos volcanes ofrecían elevaciones de utilidad impar, pues desde ellos podían estable­cerse amplias relaciones entre geología, minera­logía , botánica y física, y explicar el mundo como una unidad . Humboldt fue el primer naturalista que ascendió al Pico de Tenerífe, y el primer eu­ropeo en alcanzar la cima del Chimborazo, en su viaje equinoccial.

La elevación es la gran metáfora científica que instaura Humboldt en concordancia con Goethe. Para éste, el "descubrimiento" de que el color es producido por los contrastes de la luz y la oscuri­dad es un principio general que se sitúa en lo alto, y al cual él literalmente ascendió a partir de observaciones empíricas (por ejemplo, al compro­bar cómo la luz del sol, incolora, adquiere diver­sas tonalidades del amarillo al rojo según la tur­biedad del aire). Esas observaciones hubo de su­bordinarlas a categorías científicas que, a su vez, corresponden a "principios y leyes superiores" que se revelan en forma de fenómenos: son los fenómenos primarios -para Goethe, el choque de la luz con la oscuridad, con la intercalación de la turbiedad para explicar cómo surgen, de sus contrastes, los colores. Este principio adopta la forma de una ley superior a partir de la cual puede realizarse toda observación. Goethe conmi­na a científicos y filósofos a adoptarla en pos del conocimiento general y no meramente particular del mundo. Según la metáfora de la elevación, los fenómenos primarios están en la cúspide: "No hay en el mundo fenoménico nada superior a ellos, y [' .. J desde ellos puede irse descendiendo gradual­mente, igual que a ellos ascendimos, hasta el caso más subalterno de la cotidiana experiencia"7 De esto a la imagen de una pirámide del conocimien­to, y al ascenso real a las alturas para desde el aire enrarecido comprobar la transparencia de la luz

6. Goethe, Esbozo de una teoría de los colores, p. 507. 7. ¡bid. , p. 512. (Los subrayados son míos. JMV).

Biblioteca de México 43

incolora , hay una conminación que parece dedi­cada a Alejandro de Humboldt:

Hemos deri vado. pues. las cosas más notables de fenó­

menos 'Hmosféricos. así como otros. no por menos no­

tables faltos de toda significación . de la experienc ia b5-sica refe rente a los medios turbios. y no d udamos de

que los amantes de la Naturaleza irán más allá todavía y se ejercilarán en derivar y explicar de esa misma

fo rma los múltiples fenómenos que en la vida se ob­

servan; así como esperamos también que los naturalis­

tas no se darán punto de reposo hasta no haber idea­do algún medio de mostrar tan inte resantes experien­

cias a las personas ávidas de acrecentar el cauda l de sus conocimientos".

Humboldt parece asumir con todo e ntusiasmo esta invitación: su modo de estudiar la luz y di­fundir la luz -es, después de todo, un ilustrado-­será pintar a la vez que describir la naturaleza. Pero, antes, deberá deducir las leyes generales. Para Humboldt la naturaleza no es, e n ningú n punto, enemiga. El posible sentimiento de terror que el hombre puede experimentar en un medio agreste, se debe fundamentalmente a su ignoran­cia . En cambio, el conocimiento de las leyes de la naturaleza le brindará tranquilidad, la ciencia con­jura lo que en la naturaleza espanta. Una posición e levada permite tal sere nidad . Elevación e n el doble sentido:

Las miras elevadas y gene'd les nos habirúan a conside­

rar cada organismo como una parte de la creación en­te ra, y a reconocer en tal planta o en tal animal no la

especie aislada , sino una forma eslabonada en la cade­

na de los seres a otras formas vivientes o eA"tinguidas,

ayudándonos también a comprender las relaciones que

existen entre los descubrimientos más recientes y los

que les han servido de preparació n9.

Al establecer sus descripciones desde una mira elevada, Humboldt buscará lograr "paisajes per­fectos", para lo cual el factor de la transparencia será primordial: es decir, que pueda verse la ver­dad de la naturaleza y de l sentimiento que pro­duce .

Volvamos al grabado del Volcán de Jo rullo. Humboldt y Bonpland se hallan de pie admiran­do el formidable paisaje junto a sus guías. No lo avistan desde un sitio propiamente elevado, aun­que sí están en nivel superior al del terreno del primer plano. Existe, en cambio, un nivel de vi­sión que se iguala al horizonte: es el del punto de vista desde el que se pinta el paisaje, una ter­cera altura -ni la del volcán ni la de los perso­najes- desde la cual se aprecia mejor la altura general.

A este "descubrimiento" del punto de vista rela­tivo, lo relacionaremos con una pirámide. Como hemos dicho, en sus mediciones Humboldt utili­zará cimas elevadas. En México, escalará la pirá-

8. ¡bid. , p. 511. 9. C"'11I"'. T. l. pp. 17-18.

mid e de Cho lu la para desde ahí do minar a l mismo tiempo la visión de dos volcanes aparta­dos sobre e l raralelo 19, e l Po pocatépetl y el Pico de Orizaba "para de te rminar, por ángulos de la altura , azimutes y bases perpendiculares, la diferencia de lo ngitud entre la capital de México y el Puerto de Vera cruz, diferencia establecida ya con la ayuda de cálculos astronómicos". Y añade significativamente sobre ese procedimiento que "fue la aplicación en grande del método de los mástiles (metbod O/lops), que los navegantes ins­truidos emplean al ir coste:;tndo"lO Es decir: catar las alturas desde una altura re lativa , como los marinos en el mástil , para calcular las longitudes. Este principio expresa por un lado la me táfora c ie ntífica de la e levación -el situ a rse en e l plano de las leyes superiores- como el uso de o tras alturas para observar las cumb res . En el grabado del Jorullo, pareciera ser que Hu mboldt nos posibilita ve rlo a é l al mismo tiempo que aprecia r el panorama desde una altura que é l do­minara. ¿Qué o tros ojos si no los suyos son los de esta visión'

En la descripción que hace del Volcán de Joru-110 en sus Sitios de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América, Humboldt anota la altura del volcán: 513 metros sobre e l nivel de las llanuras aledañas; e incluye una nota al pie: pide al lector que se remita al "dibujo" del volcán en su libro Cuadros de la naturaleza, el mismo que nos ocupa . He aquí un fragmento central de esa descripción, que aclara de inmedia­to qué es lo que pudo confundirse con un oleaje de lava, cómo los dos cauces que confluyen son de agua y de qué modo el nivel donde se hallan las figuras humanas es parte del levanta miento volcánico:

Este volcán, que recuerda una de las más notables ca­

tástrofes de la historia física de nuestro planeta . ap~re­

ce rodeado de muchos miles de pequeños conos ba­sálticos . Este enorme levantamiento ha tenido luga r en

la noche del 29 de septiembre de 1759. y se llama hoy

Malpais el antiguo nivel de terreno conmovido. al cual separan de la llanura que permaneció intacta las capas fracturadas que se presentan de frente . Mide e l Mal­pais, que está erizado de pequeños conos de 2 a 3 me­

tros de altura , una extensión de 4 millas cuadl"ddas. En

el punto en que las aguas ca lientes de Cu itimba y de

San Pedro descienden hacia las sábanas de Playas, las capas fracturadas sólo cuentan 12 me tros de e levacio n,

si bien al pie del gran volcán e l suelo está ya a 160 me tros sobre las cabañas indias que habitábamos en

las Playas de Jornl/o, por razó n de la fo rma de vej iga

que ostenta e l terreno , cuya convexidad aumenta pro­

gresivamente hacia el centro. Son los conos otras tantas fumarolas que exha lan

denso vapor y comunican al a ire ambiente un ca lor in­soportable, designándose con el nombre de hornitos, en este país que es excesivamente malsano. Contienen

los ho mitos bolas de basalto encajadas en una masa de a rcilla endurecida , y la pendiente del g ran volcán,

10. Mélanges de Géologie. pp. 520-521.

Blblio/eca de México 44

constanremenre innamado, se halb cubie rta de ceni ­

Z~I S, Llegamos al cráter ganando una colin~1 de lJ\'as t's­

corifi cada:-> y ramos"s que Se' levant3 a considC' r~l b l e

elevación 11 .

La descripción expl ica sin duda lo que puede verse en el "dibujo"; sin e mbargo, no da suficie n­te cuenta de las sensaciones que suscita. Habla asimismo de una convexidad del terreno que no resulta aparente. ¿Dónde queda aquella "vague­dad" de la pintura de sensaciones a que aludía respecto del Pico de Tenerifem .

Es un hecho que Humbo ldt no se sentía de l todo satisfecho con los grabados que acompaña-

con\'ersaciones con Ecke rmann. Goethe hace e l siguiente elogio de Claude Lorrain:

Aquí tiene lIsled un homhrt' completo --- dijo (,oerhe- .

de bellas icle:.t:-. y st.'ntimit.'ntos, y t"n cuyo intt"rior \ ' j\ 'j;a

un mundo corno no e::- Lkil encontrarlo en el L'x (erior

Sus imágenes muestran la nüs : iI¡ ~ 1 n:rdad . pt"ro sin t'i menor rastro de re:,dismo, Claude Lorr~lin conocia t'i l1lundo rea l dL' memoria hasta en su .... nú:-. pL'qut'ños

deulle:-., )' lo utiliza ba par:l ex presar el mundo interior

ele su alma hL'llísinu . He ~Iqllí el \ 'ercladero idea lismo:

el que sabe st:ryirse de medios rea les, de tal suerte qlll.:'

la verclJd ap~lrente nos produzca la sens:lci6n de que

es \'ercl ~I(J erJ.mente rea P ,~,

El volcón de Jo",llo, en el libro de Alejandro de Humboldt, Tobleaux de lo noture, Parí., 187<1

ban sus libros. Es comprensible. Los puntos de comparac ión que podía establecer e l cie ntífico estaban en la pintura de grandes artistas de la pintura de paisaje cuyas obras circulaban en gra­bados, como un Rubens o un Claude Lorrain. Desde luego que las imágenes de sus relaciones de viaje no eran realistas . Al igual que en los pai­sajes pictóricos, el viajero romántico buscaba la expresión de un ideal. La verdadera fidelidad al paisaje no tenía nada que ver con la copia del na­tural , sino que se cifraba en el espíritu del pintor, y en el caso de Humboldt, del naturalista. En sus

11. Sitios de las cordilleras y monumentos de los pueblos ;11-di'gellas de América, pp, 33 Y 34.

12, Y sobre la que mucho tiempo después insistirá: "Todo aquello que se presenta vagamente a los semidos. cuantas vistas espantables ofrecen los sitios románticos, otro tanto puede convertirse para el hombre en manantial fecundísimo de goces, porque en ello encuen­tra la imaginación creadora, pábulo y libre ejercicio a su poder". Cos­mos, T. 1, p . 10.

Conocer de memoria e l mundo real y expresar a través de él el interior de su alma .. . iUna aptitud propicia también al naturalista! Por su parte , Humboldt se queja de que a los viajeros que visi­tan regiones le janas, suelen acompañarlos artistas que a menudo carecen de la suficiente prepara­ción para el traba jo que han de desempeñar. A pesar de ello, subraya el valor de los grabados que acompañan las relaciones de viaje, en cuan­to contribuyen al conocimiento del mundo, y pre­dice que, cuando pintores capaces se preocupen por cruzar el océano y conozcan las regiones tro­picales, la pintura al paisaje debe "arrojar un bri­llo que no se haya visto jamás"". Los artistas de­berán trabajar in silu, como lo hizo e l propio Humboldt ante el Jorullo. Ahí, en el sitio mismo de la catástrofe, es donde puede captarse la emo-

13, Conven;aciones con Cae/he, 10 de abril de 1819, p. 211. 14. Cosmos, T. 11 , p. 36.

Biblioteca de México 4S

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Tres facetas del volcón de Jorullo, en Humboldt y Bonplond, Arlos géogrophique el physique du Royoume de la Nouvelle-Espogne, 1808

ción del paisaje. "Trazar bosquejos ante las esce­nas de la naturaleza, es el solo medio de poder, a la vuelta de un viaje, trazar el carácter de las co­marcas lejanas en paisajes perfectos. Los esfuer­zos de! artista serán más felices aún, si sobre los mismos lugares, posesionado de su emoción, ha practicado gran número de estudios parciales, si ha dibujado o pintado, al aire libre ... " ls.

Volvamos al afán de la transparencia. Si, como el naturalista afirmó en su descripción del Joru11o, las fumarolas de los "hornitos" lanzan al aire un denso vapor que hace e! calor insoportable, y e!

15. Loc. cil.

lugar es "excesivamente malsano", ¿cómo pudo en e! grabado la atmósfera aparecer, si no perfec­tamente transparente, con una turbiedad mínima? Advertidos ya de que no es éste un paisaje realis­ta , podemos preguntar qué es lo que nos está realmente representando, ¿acaso la emoción que sufrió Humboldt al contemplarlo?

No exactamente. Aparte de los esbozos que Humboldt hiciera, el grabado de! Volcán de Joru-110 tiene su fuente textual en e! Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España, que reúne las observaciones de la segunda parte de! viaje de Humboldt. Ahí e! naturalista recoge noticias sobre la erupción del volcán de labios de los lugareños.

Biblioteca de MéXico 46

Na rra que en la Hacienda de Jorullo había, entre los arroyos Cuitimba y San Pedro, plant íos de azúcar y anH que desaparecieron cuando el terre­no "se solevantó como una ve jiga" crea ndo e l Malpais, que en su orilla se alzó a 12 metros de altura sobre el antiguo llano, altura que "hacia el centro de la convexidad del terreno va aumentan­do progresivamente" hasta los 160 metros de ele­vación - ya comprobamos que no hay ta l eleva­ción visible en el grabado, que representa la veji­ga como una meseta.

El Ensayo político sigue adelante: los testigos de "esta gran ca tástrofe" observaron el surgimiento y la erupción del volcán "desde la cima de Aguazar­ca" -yen este momento podemos entender ya en dónde está el punto de vista que domina­mos- y aseguran

que se vieron sa lir llamas en un espacio de más de

media legua cuadrada; que muchos pedazos de peñas­cos ca ndentes fueron lanzados a alturas prodigiosas, y

que a través de una nube espesa de cenizas iluminada

por el fuego volcánico, y semejal1le al mar agitado, les

pareció ver cómo se fue hinchando la costa reblande­

cida de la tie rra. Enlonces los ríos de Cuitimba y de

S::lO Pedro se sumieron precipitada mente en las grietas

innamadas. L .l Milla res de conos pequeños, que no tienen más que de dos a tres metros de alto, y que los

indígenas llaman homitos. salie ro n de la bóveda soleo. I'a ntada del Malpais. [ ... ] Cada con ita es una chimenea de la ellal sale una humareda densa, que se levanta a

70 Ó 15 metros de altura. [ .. .1 En medio de estos hor­nos, en una grie ta que se dirige del NNE al SSE, han

salido de la tierra seis grandes terrarnonteros, todos de 400 a 500 metros de altura sobre el antiguo nivel de las

llanuras. l. .. EI volcán] está siempre encendido, y ha arrojado del lado del Norte, una inme nsa cantidad de

lava escorificada y basáltica, que contiene fragmentos

de roca primitiva 16.

Así que la impresión de un mar no era equivoca­da ; mientras que las alturas de la humareda de los "hornitos", cuando los vio Humboldt , de ningún modo permitirían la visibilidad del paisaje que nos ofrece: en el grabado sólo los "homitos" de la o ri­lla arrojan un poco de humo; por último, la altura relativa de los terramonteros (de 400 a 500 metros de altura sobre la antigua llanura) con la del vol­cán (de 513 metros) nada tiene que ver con las proporciones de la representación. El grabado mezcla, pues, las fuentes textuales y confunde las proporciones para ofrecer una auténtica "escena" en la que se representa la contemplación serena y sensible del viajero científico ante la imagen ideal de la catástrofe. Al mismo tiempo, transparenta el espacio reduciendo la humareda y la turbiedad de la atmósfera. La representación consiste, pues, en dejar ver a través del paisaje: se ofrece el punto de vista de los testigos, la erupción, la emoción de la visita del viajero y algunos datos sensibles. El pai­saje trasluce así, ante nuestra vista, un volcán ideal.

16. Ensayo político sobre el Reino de la Nueva 6paña, lib. m, cap. VIII , p. 165. (Los subrayados de frases son míos, JMV).

Se le reprochará a Humboldt su exceso román­tico, pero él dejó bien claro lo que esperaba del paisajismo:

La pintura al paisaje no es puramente imitativa: sino

que tiene un fundamento más pos itivo, hay en elb al­

guna cosa más de terrestre. Exige por una pane de los

sentidos una infinita va riedad de observaciones inme­

diatas, observac iones que el espíritu debe asimi lar,

para fundarlas con su poder y volverlas a los sentidos

bajo la forma de una obra de arte. El gran estilo de la pintura al paisa je es el fruto de la contemplación pro­

funda de la naturaleza y de la transformación que se

obra en el interior del pensamiento!7.

Al final de su vida, cuando atestigüe el adveni­miento de nuevas técnicas de representación e impresión, Humboldt se revelará un entusiasta de lo que puedan deparar a la vista. El daguerrotipo -supone- podrá contribuir rectificando las grandes pinturas de los "panoramas" paisajísticos --entiéndase: de las gigantescas pantallas instala­das en aquellas rotondas circulares dentro de edi­ficios, que ofrecían como diversión imágenes pin­tadas en movimiento, como antecedente del cine­matógraf~, porque es "excelente para reprodu­cir, no sólo los espesos bosques de follaje, sino los troncos gigantescos de los árboles y la direc­ción de las ramas". He ahí que el viejo naturalista seguía buscando la visibilidad perfecta, la turbie­dad mínima de la atmósfera , mientras insistía en el gran interés que habrían de rendir, para el co­nocimiento de la naturaleza, "las decoraciones de los teatros, los panoramas, los dioramas, los neo­ramas, y toda esa clase de pintura de gran dimen­sión, que han hecho más general y más fuerte la impresión producida por el paisaje"lB, pues Ale­jandro de Humboldt nunca de jaría de apreciar que el hombre responde ante la naturaleza, emo­tiva e inteligentemente, a un espectáculo.

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17. Cosmos, T. n, p. 36. 18. lbid. , pp. 37 Y 38.

Biblioteca de México 47

Sall'ador Alhi';a ll fl . profesor de Histo­

ria .\1odenw en la L'l1il'ersidad de l Oa­

le/lcia. prepara aCflla lmel1le I/l1a C!.\PO­

.... ieicm sohre la fOlografi(1 me:ucU1/U dI!

los (/}l()S (/,('ill ta pClra el l l1stitu to I 'ulell­

e¡mlo d(' /lrre M oderllO .

M o ntaña primo rdia l. pri\ 'ileg iado lugar de lo sag rado. es cO ll1l1n la ide ntifi cac ió n d e l volcá n con las fue rzas o rigina les de la natu ra leza. con e ne rgías antagónicas y comple­me nta ri as. a l tiempo creadoras y destructoras. como el fuego. cuyo origen volcánico ya loca li za Fraze r en c u llli ras m uy dive rsas . En e l caso de México. e n su cu ltura e his­to ri a. pa rece habe r. ad e más. u n íntimo acue rdo con lo volcáni co. Lo e ncontramos ya e n e l o rigen . cuan­d o e l Po poca té pe tl. la mon/a lia que bl/ mea, sirvió de luminoso faro para a lgu no d e los s iete p ueb los que descend ía n hac ia e l va ll e desde e l mítico Chi comóztoc. A pocos años de la fundación de Mé­xico - iquac ¡panin peub in Popo­catepe/I in yepopoca/"cuando e m­pezó e l Popoca té pe tl , c uando ya humea"- Alvarado Tezozómoc da cue nta de a lguna e ru pc ió n como las que habían ori entado ese largo peregrinar. Y el volcán no sólo fue luz y guía, fue también el gran se­cretor de los pedregales que sa lpi­can e l va lle de México, de la vítrea obsid iana. de l te petate, o de l reite­rad o tezo ntl e, que e l via je ro e n ­cue ntra por ca lles y edificios. Com­plic idad qu e se ac rec ie nta e n e l México moderno, do nde e l despe r­tar de los hombres y las montañas va n de la mano. "Y e l temblo r de tierra que trajo a Madero", dice un verso de Salvador Novo.

De otro modo, uno no se explica de l todo cómo e l convulso México que nace con e l siglo haya conoci­do e n los mo me ntos a urora les, o e n los ocasos, seglln se mire, e l pa­rox ismo de sus muchos volca nes. Na tura leza - y ta mbié n hi storia , apunta Vasconce los-- predispuesta a pe rt u rbac io nes y ca tacl ismos, geografía do nde la Sierra Madre no acaba de asentarse , d o nde ni s i­guiera el agua del Golfo se sere na. Lo cie rto es que hacia 1909, como pre ludio de la caída de la dictadura porfirista , entra en erupción el vol­cán de Co lima, el Dios del fu ego que domina, cuyo cráter se partirá poco después ocasionando devasta­do res arroyos de lava. Unos años más tarde, iniciando e l final de la Re volu c ió n , poniendo a lg o de orden en la balacera, rugirá el 1'0-pocatépetl , y de ello también dará cuenta quien mejor lo había conta-

do en imágenes. el :1tento objeti\'o de Agu, tin Víctor Clsasola. La mo n­ta ña ,..,e mantendrá e n aCli\'o hasta 1958. acompañando, por tanto. esas do, decadas decisivas para e l arte y '" le tra.' de l México conte mpor;¡­neo A '" mane ra de epí logo, e n

SALVADOR ALBIÑANA

Volcanes y fotografías:

notas meXIcanas

19'1) aparece ante los asombrados ojos de un cam pesino de Michoa­cín un nuevo volcán, el Paricutín . Es todo un final. La Revolució n se ha sucedido a sí misma como '" ya agorada <"scue'" muralista; la foro­grafi a empieza a rodar por la senda de l repol1aje: y el agitar ele la va n­guardia va acallando su voz, ya que la úl tima en aparecer. la surrea lista. es a lgo más s il e nciosa. No ha cía mucho tie mpo que se había estre­nado Flor si/ces/re. con Gabrie l Fi­gueroa al cuidado de la fotografia. Este compendio de l pa isa je de Mé­xico -nubes. magueyes. nopales y riscos- ilustra un hecho que re­qu iere mayor estud io: será e l cine el heredero de los arquetipos pai­sajísticos y humanos, tal como éstos habían quedado establecidos po r la fo tografía y la pintura de los años ve inte y tre inta. Herede ro un ta nto manie rista , dado al lirismo y, desde luego. e ntregado al gla mour. Dolo­res del Río. pa ra qué nos va mos a e ngañar. es presum ib lemente más hennosa que las anó nimas mujeres que podemos ver en las foros de Tina Modott i o Paul Strand , pe ro ésa es o tr" histo ria.

Ese horizo nte te mpo ra l que nos lleva de l inicio de la Revolución a s u fin a l, s in descuida r d e l to d o apo rtaciones anterio res , es e l que limita estas notas que aspiran a co­me ntar aspectos de l trato entre los volcanes y la fo tografía, y que no han q ue rido ignorar a esa fi gura, difícil de esquiva r po r lo de más, que es el Doctor Atl. Co nsiderar la forografí a y los volcanes es, cie rta­me nte, un problema mu y pa rcial,

Biblioteca de México 48

pero puede ser la ocas ió n pa ra atis­bar una actividad cuya o rie ntac ió n mod erna está determinada por la influe ncia de Edward \XIeslO n. ll e­gado a México en 1923 Act ividad inte nsa comlln a todas las artes de las que la fotografía no p uede, por tanto, quedar ablada. Pinto res, es­critores. músicos y gente de l cine. todos desfilaro n ante el obje tivo de unos fo tógrafos cuya obra se trenza e hilva na con la de aquéllos . Dis­creta compañera de unos med ios artísticos promiscuos que a golpe de man ifiesto y de proclama quisie­ron reunir. con desigual fervor. el an helo nacionalista con los afa nes cosmopolitas. Discusio nes y polé­micas a las q ue la fotografía. s in armar de masiado ruido. a ñade Olra: la de su cond ició n no servil o deu­dora de la p intu ra y de la informa­ción . la exigencia de un lugar pro­p io entre e l pictorialismo )' e l re­porta je.

UN ~ 10TIVO CASI HERÁLDICO

Hasta tal punto abundan los e jem­plos de la intimidad e ntre México y los volcanes q ue éstos cobran casi e l rango de emblema. e n compe­tencia con el águila y e l nopa l. Una intimidad que podemos documen­tar e n muy d ife re ntes mo mentos y e n vari ad os gé neros. Llu\' ia de fu ego y ceni za en e l Cb i/a lll Balam de Cbumayel. nieves y crá te res e n el Air Mexicail/ de Benja min Pérer. nubes que sa le n de cráte res e n la oscuridad de la noche . como e n las ardo rosas ca rtas de Na hu i O lín ... No podía ser de otro modo ep una tierra que tiene censados - nos ad­vie rten los estud iosos- cerca de tres mil volcanes de los q ue algu­nos registran todavía c ie rta activi­d ad , está n ca talogados como d e riesgo o ex igen que no se les pie r­da de vista. Montañas p reñadas que salpican aquí y a llá el paisaje. aun­que e l mayor nllmero se loca liza e n el pa rale lo 19, en el al ti p lano cen­tra l, do nde se ye rg uen los de mayor entidad legendaria. histórica y artística: Colima, el Pico de Oriza­ba --el más e levado--. e l Nevado d e To lu ca , e l jo ve n Pa ri c utín , Matl alcueye o La Ma linche , y, de ma ne ra privilegiada, los ce rcanos Po pocatépetl e Iztaccíhuatl , mujer blanca y donnida, cuyas fo rmas có­nica y yaciente han ali mentado con frecuencia las analogías amorosas y sexuales.

Vo lcanes venerados como dioses, como liturgia que Durá n describe bie n en la Historia de las Indias de Nueva España. Identidad antropo-

morfa que también recrea Alfonso Reyes en su Visión del A nábuac. "El poeta ve, al reverbera r de la luna en la nieve de los volcanes. recortarse sobre el cielo el espectro de Doña Marina, acosada por la sombra del Flechador de Estre llas: o sueña con el hacha de cobre en cuyo fil o descansa el cielo; o pien­sa que escucha , en el desca mpado , el llanto funesto de los mellizos que la diosa vestida de blanco lleva a las espaldas: no le neguemos la evocación, no desperdiciemos la le-

ción quizá poblada de nostalgia en esas palabras de Reyes escritas le jos de México, datadas en Madrid en 1915.

En esa misma fecha. y también lejos ---en el París de los ismos­pintaba Diego Rivera su Paisaje ZCl­palisla, ll amada a la nacionaliza­ción de la vanguardia. como se ha dicho, donde tam bién asoman las sil uetas montañosas y las bocas de los cráteres que algo después. casi a la manera de grecas o como leja­no decorado de fondo, o rnamentan

Hugo Brehme, El Popocalépetl vislo desde la punlo del/zloccíhuatl, ca. 1920-23

yenda". Así proclama la emoción ante un motivo que le reúne con el mex icano de ayer. Evocación de una geografía que el escritor regio­montano considera la más propia de la naturaleza mexicana, vegeta­ción heráldica, paisaje organizado y provisto de cierta aristocrática es­terilidad , por donde -escribe­los ojos yerran con discernimiento y la extrema nitidez de la atmósfe­ra permite descifrar cada línea y acariciar cada ondulación. Ensoña-

la pintura muralista. Por entonces, y en una Europa que hormiguea de artistas mexicanos como Mario de Zayas o Angel Zárraga, entre otros, andaba el ascético Francisco Goitia, quien, tras residir en Barcelona, había estado en Pompeya imantado por volcanes y cactus. También por Italia , donde dibuja el Etna y el Stromboli, se había dejado ver el Doctor AtI, que el primero de mayo de 1914 -fecha casi necesaria para quien había ayudado a crear en

Biblioteca de México 49

México la Casa del O hrero Mun­dial- mostraba en la ga lerí:J Jou­bert et Richebourg de París la ex po­~ic i6 n Les lllOll /agJles dll .l/e::.:iq/fe. La muestra mereció la ~1lL' nciún de Arolli n~lire. que en el Paris:!ollrJw! le dedica una c[l lida reseña titulJd ~l .

con di\'ertida erra[;l etnocéntrica. Les mOlllagnes de Suisse. Apollinaire anima a conocer estos extractos del

ca rnel de ,' ¡ajes de Al!. artisla de in­terés, elocuente e innovJuor, con a lgo del divis io nismo ele Seural )' de Signac. que además de noveda-

des técnicas tiene e l mérito de ser un pintor de montañas , géne ro raro y difícil que sólo los japoneses -dice el poeta- han sabido culti­var bien.

El caso de Atl, que merece plato aparte, es la versión radica l de la persistencia del paisaje en la tradi­ción pictórica mexicana. Junto a José María Velasco y Joaquín Clau­sell, es la cumbre de un género que se manifiesta a lo largo de todo el XIX y que podemos iniciar con la

fi gllr" d" HUInboldt. lηc"ηsable pa­,seante ροι' n10ntafι<ls Υ \'olcanes <,η Ellrop<l )' AIne rica, Υ υηο cle 105 res­po ns:lbles de l \' ia j" pinιoresco γ

cientifico qlle I" n hondaInenre να a n1arCar Ι" rc>ρ resenιac ίόη del paisa­je, como ,;ucecle , enlre 01r05, COn Ellgeniu L ;ι ηd c;s ίο , )' CO n .fo hann ΜΟ ΓίΙΖ Rll ge nda5. en cuyos όleos.

I5 pices Υ agll"d :ιs se re ire ran 105 piCOS \ 'O l c~lnicos .

Ρω el conaario, Υ <ιl igual qlle οcιιπe <,η <'ι gralxldo. el volca n ηο pa rece t<l n freC llente "η Ι " foιo­

gI'afia decίmοηό ηίCd qLIe, e n SllS inicios, ιam))ίen conoce a υη (ορίο-

50 grupo cle viajeros como Claude­]osePI1-Desir" Cl1amajf, ρω R05ti , Υ. Inas entr"do e l siglo. \X7illiam Henry .lack5un. Α . Briquer )' Cl1arles Β.

Waire. <,ηΙΓ" mucl10s otr05. Aunque lejos de la abundancia de esa carto­grafia visllal que complera la con­quisra del uesre norιe<lme ri cano .

tambien Mexico se apresta a levan­tar acta notarial de sus ιί eπa5 , Apa­rece. pues. e l volcan. Ιο "emos en algunas fo tos de l hίIngaro Rosti , fe­cl1adas hacia 1857-1858: rambien en la5 de ]ackson, ωγο segundo νiaje a Mexico d"ra lugar a las Mexican \liews, que re ίInen el pa isa je, los ripos γ εl vesrigio arquίιec ιόnίcο; Υ

en las de \XΙa ire , donde, como suce­de en su visra del Pico de Orίzaba ,

las nubes mati zan ese caracrer de pe renne quieιud que impregna a menudo la foιografίa del siglo ΧΙΧ .

Quiza ιaηιo ο mas que el paisaje interesaran orros generos. ΕΙ rerraιo que ira Ilenando las ciudades de Mexico de un os esιudi os , ΡΟΓ

donde, como ha recordado Monsi­vais, acabara pasando el ρaίs enre­ΓΟ ; ιam))ίeη los logros modemiza­dores del po rfirismo, regi srrados por Brίquet , seran la οcas ίόη de di­ferentes encargos foιograficos; γ en panicular la arquitectura, en la que sobresale el rrabajo de Guillermo Kahlo, una cuidada γ vasra serie fo­ιografica que comienza a publicarse e n 1914 . Νο o bstante , especial aιeηcίόn merec ίό el paisaje arqueo­Ι όgίcο , arquitecιuras e imagenes que , ademas de eχόΙίcas , sombrea­ban la herencia hispanica , salιaban ΡΟΓ encima del pasado colonial γ ,

tal como deseaban los liberales, en­fatizaban Ιο genuinamenre mexica­no. Εη ιaΙ sentido, el libro auroral sera el de Chamay, CiIes ει Ruines AnIericaines, luj05amente editado en Paris en 1862, trabajo ηο ajeno a las prerensiones de la Francia del segundo Imperio sobre Mexico. Esιas heπnosas foιografias de mo­numenιos prehispanicos -<ionde predominan los de Mirla Υ Uxmal-

inauguran ιιη genero que ησ cesara dc; rener c ιιlιίνadοres Υ que raInbien ha frecuenrado la foιogra fia moder­na: enrre ΟΙΓ05 . Laur:l Gilpin . que <, η 1948 publica sus Temp les ίl1 Υιι­

ca /al1. AlI nC)Lle le j05 de 13 ίηιeηcίόη docUInent'l l. ΡΓίΩ1:ιη inte reses for­ιη:ιlί st:ls . coIno ocurre con ]osc;f Al ­bers, quien 11 <1 Cia 1936 tΌιοgrafίa la pi ramide de ΤeηaΥυca , descubierta llnOS aιlos antes .

j'intados γ foιogr"fiaclos , de <,ηΙΓε lοs Inuchos \'o lcanes el Popocate­pe tl es. sin dud'l . Ι" vedette de la o rogr<1fia n1exicana . La proximidad :ι 1:1 ciudad de Mexico, su peculiar siluera cόηίca , el eliptico crater, SUS re petidas e rιιpc i ones Υ la explora­c ίόn de su riqueza 11an s ido objeιo de abundanre lίt e ra rura. de υη" c;ιηΙίdad nada desdefιable de lien­Ζ05 , foιogra fίas γ dibujos, γ de η1υΥ di versos e pi sodi o s . "Es monre monstΓllOSO de \'er, γο esru ve enci­Ina det'·. dice Sah;ιgίΊn en el libro undecimo de la Historia geneι-αl de lαs cosas de NIIel'a bpaIJa. Son fre­cuentes las referencias de los cro­ni sra s a la aCti vidad de l νol can .

Tambien la regisrra Acosta, con pa­labras que se rvirian para ilustrar υη 11uen nίIme ro de foιos: "Sa le de esre νolcan -escribe en su Hίstoria

naII/ral Υ Inoral de lαs /ndiαs-- ηο

co ntinuam e nre sin o a ri e mpos , cuasi cada dia , υη gran golpe de hUIno, Υ sale derecho en alιo como una vira , despues se ν" haciendo como υη plumaje muy grande hasra qlle cesa del ιodo Υ lυego se con­νierte cOIno en υη" nube negra" Α SLIS pies , en T1amacas, donde 10 fo­ιοgrafίό ]ackson hac ia 1883, ιυνο Cortes υη encuenrro con represen­tantes de Mocrezuma , Υ οrden ό poco despues subir a el para con­seguir el necesa rίo azufre. Mas mo­demamenre, las nueνas e rupcione5 iniciadas en ιorno a 1919 estimula­ron una visira que recomendaban gυίas como Yot/r Mexican Holiday de Anira Brenner, ilustrada con \' ί­

fιeras de Carlos Merida Υ alguna5 foιos de Carlos Manrel , entre orros. Claro que hubo quien la ρagό cara , como el fοtόgrafο norteamericano Sulnner W. Maneson , fallecido tres dias despues del ascenso, en octu­bre de 1920, a consecuencia de una cοngeΙacίόn de las piernas, Tam­bien Αηιοηίη Artaud -en cuyos es­criιos sobre Mexico menudean las alu5iones volcanicas-- sυfrίό el he­chizo, aunque en este caso foneti­co , Υ el volcan sera en el patate, ρορο, caca, IeIe Υ ραρα; alimenιo ,

pues, recipiente nurricio al tiempo que excremenricio, padre tambien. Todo, ο casi ιodo , en suma.

BibHoteca de Mexfco 50

Para quien si Ιο sίgnίfίΙ'ό ιodo fue par" εl Dr. Aιl , υη caso ίnsόΙίιο de 11ipnOSis vo lcanica, e l personaj e que de modo mas inte nso quiso υηίΓ su νida Υ su obra al Popoc:ι te­

perl γ al resιo de l σs \'o lcanes. Tan sόlο le f:lltό pίηιaΓ 501}re e1l05.

UNA ΒΙΟGRAFί~ VOLcAN ICA

QlIiza este en 10 cieno Luis Cardo­za cuando dice que Αιl se hizo \'UI­canόΙοgο ρaπι poder escribir 5υ <ιυ­ιobiogra fίa . Hasta ιαl ρυηιο la ρro­rei ca fi gura de Ge ra rd o Μ ΙΙ Γ ίlΙ ο

(Guadala jara , ]alisco, 1875-Mexico. 1964) se confllnde con e l vol6 n, ΡίηΙΟΓ . escriιor , promoιor del com­bare anriacademico Υ de extra\'a­gantes empefιos urbanisticos Υ eco­ηόmίcοs, e n el ηο se discrimina bien su novelesca biografia de su fe r\'or ΡΟ Γ lInos vo lcanes qιIe se ,ιρΙίcό a esrudiar Υ a pintar ,ίη des­mayo. Ρas ί όη volcanica de quien n1aηίfesιό haber ascend ido <,η slle­fιos al Fujiya Ina , aireada tambie n po r Francia e lra li a . como se ha dicho. donde estampa ου fim1a en algllna ρublίcacίόη especializada , esιudia los frescus, alc3nza a rela­cionarse (οη los fururi stas Υ publica υη lίbro de poemas.

Figura esquiva que tiende a es­conde rse , Υ 10 ha ce desde bi e n ηίfιo. Bajo ese precoz Docιor Fox que escribia no\'elas a la manera de Verne en e l Insriιuιo de Aguasca­lienres; oculιo tambien rras υη su­puesιo aviador italiano , Giorgio Ste­Ιlο . nombre con el que regresίI a Mexico para colaborar con 13 Re('o­Ιυcίόη , donde en mas de υη" oca­s ίόη esrara al borde de que 10 trιIe­

nen; en carnado ta mbie n en υη Pedro de Urdimalas con e l que 10 ultraja Υ araca 5υ airada aInanre . la taInbien volcanica Carmen Mondra­gόη , bautizada por e l como Nahui Οlίη , "muchacl13 mexicana bastante fascinante ", dira de ella WesΙOn que 5υρο retratar ese abismo de ojos verdes. γ por encima de todas estas personalidades, efimeras Υ meno­res, la ίInica Υ definiriva, 1:1 de ΑιΙ -νΟΖ nahua adoprada pa ra evira r al ρίηΙΟΓ espa fιol del baποcο--, a quien Leopo ldo Lugones regala la apostilla academica , e l grado de doctoI: Ya provecιo , al rechazar el mundanal honor de ser miembro de ΕΙ Colegio Naciona l, 10 explica con claridad ιaυιοΙόgίca:

γο soy el Dr, Αιl , porque soy el Dr,

ΑΙI. γ todo 10 bueno ο malo que he

hecho Υ que tenga c ί e rω vaIor, 10

hice ΥΟ, el Dr. ΑιΙ . autobautizado pa­

ganamente con el agua maravillosa de

mi alegría de vivir, ligeramente colo­

reada, a veces, con la sangre de algu­

na herida.

Alegría de vivir exhibida por una geografía amplia que siempre co­mienza y rinde el viaje ante los vol­canes, en particular e l Popocatépet! y el Iztaccíhuat! -con los que dise­ñará el fastuoso te ló n del Palacio de Bellas Artes, reali zado por la firma Tiffany-, y el Paricutín. Ape­nas nacido el joven volcán, At! se instalará en su fa lda, vivirá por unos años en un modesto jaca l, y de allí regresará con lienzos y dibu­jos, pronto exhibidos , y con un libro - Cómo nace y se hace un vol­cán, aparecido en 1950-- cuyas pá­ginas ilustran fotos de Hugo Breh­me, entre otros. También regresará con problemas que le acabarán costando - "sangre de alguna heri­da"- la amputación de una pierna . Episodio dramático que evoca los ritos sacrifíciales de las fiestas mexi­canas, la de Tepeílhuit!, por ejem­plo, que se hacía "a honra de los montes eminentes", nos recuerda Sahagún. Celebración de montañas como el Popocatzin que, advierte Durán, "es e l más principal cerro de todos los cerros". Éste será el que más tempranamente y mejor acompaña la e rrática biografía de AtI . A él subirá por vez primera en 1903, tras dejar compuesta y si n novio a una hermosa joven, sobrina del pintor Joaquín Clausell , de quien se había enamorado aunque, sin duda, no tanto como para ha­cerla de plantilla . En cua lquier caso, y con buen juicio térmico, es­cribirá que no había mejor remedio para curar las enfermedades del alma que los veinte grados bajo cero de la helada cumbre de un volcán. El pintor, generoso, devol­verá e l favor con creces: dibujos, lienzos, grabados y poemas se loca­li zan alrededo r de su majestuoso cono. Incluso algún proyecto utópi­co, como esa ciudad ideal ~lin­ca- que propone levantar en 1953 entre e l Popo y el Izta, desempol­vando una vieja idea que ya había intentado llevar adelante en el París de comienzos de siglo.

Mas allá de lienzos y dibujos, in­teresan aquí los escritos de At!. Un primer libro, Las sinfonías del Popo­catépetl, apenas gozará del favor del público, que tardó seis meses en adquirir quince ejemplares; tam­poco del autor, que considerará sus poemas insuficientes y cursis. Para desagraviar al volcán, escribirá La actividad del Popocatépetl -con abundantes ilustraciones suyas y fo-

Hugo Brehme, Visto del Pico de Orizooo

tografías de Brehme-, impreso en 1939, como primer título de un pro­yecto de se is monografías sobre volcanes. Algo antes, a modo de glosa de la exposición presentada en e l claustro del convento de La Merced. publica la carpeta El paisa­je. Un ensayo (933), con una cui­dada cubierta realizada al pocboir. Allí, entre láminas y notas sobre las maneras y técnicas para representar el pa isaje, podemos leer una obser­vación acerca del nuevo medio artístico.

La Fotografía ~scribe- ha inundado

al mundo de paisajes. Pero en el terre­

no del ane la Fotografía ha fracasado a

pesar de las placas pancromáticas y de

los filtros de colores. Es precisa. justa

de tonos, amplia, todo lo ve. Le falta ,

sin embargo, algo -ese algo que sola­

mente pueden producir los dedos mo­

vidos por el espíritu , L1 Fotografia se

aproxima más a la verdad cuando

hace un retrato y llega, hay que confe­

sarlo con grande satisfacción, a lo su­

blime, cuando reproduce los misterios

Biblio/eca de México 51

del espacio. pero nunCJ h:1 exprt.''iado

la vida de b s COS~I S.

Juicio algo convencional , ignorante y desentendido del combate que por esos años sostenían jó\'enes fo­tógra fos como Manuel Álva rez Bravo, Lola Álvarez Bravo o Agustín Jiménez , un autor qu e , si n duda , merece más atención.

Atl se relacionó con la fotografía -cuidó la ed ición de los volúme­nes sobre iglesias de México, con te xtos de Toussai nt y fotos de Kahlo--, pero no debió concede rle otro valor que e l documental. En el libro de visitas de la primera expo­sición de Weston en México, en oc­tubre de 1923, escribió: "La foto­grafía es un arte que puede alcanzar las alturas de la gra n pintura -sí, Weston las ha alcanzado". Cierta­mente, no su po reconocerla aun­que, sin proponérselo, a lgo innuyó en ella . Gabrie l Figueroa -cuyo úl­timo tra bajo fu e justamen te la pe lícula de Houston sobre Lowry­reconocerá su deuda con At!, al se-

ñalar cómo sus ideas sobre la pers­pectiva curvilínea influyeron en el modo de fotografi ar los cie los de México.

BREHME, LOS ÚLTIMOS VOLCANES

De Hugo Brehme (Eisenach, Ale­ma ni a, 1882 -M éxico , 1954) ca si podría decirse que es como un Atl de la fotografía, a tal punto registró los p a isa jes d e Mé x ico , más o menos por los mismos años. Reali­za sus primeros trabajos fotográfi­cos en África y, tras un viaje por Centroamé rica e n el que a lcanza tie rras mexicanas, se establece defi­nitivamente en México hacia 1910. Último representante de esa tradi­ción de viaje ros europeos q ue es­cruta todos los rincones de México , su trabajo influirá en la formación inicia l de Manuel Álvarez Bravo, acompañante de muchas de las ex­cursiones fotográficas de Brehme.

Autor controvertido que algunos condenan al infie rno pictorialista y otros colocan nada más en e l limbo del eclecticismo, el trabajo de Breh­me, que es algo injusto reducir a la condición de impecable tarjeta pos­tal, está siendo objeto de atención reciente si bien, como ha señalado O li v ie r Debro ise , su influenc ia sobre la fo tografía mexicana aguar­da todavía una mayor investigación. Considerado al tiempo el primer fo­tógrafo moderno y el último ejem­plo de la mirada decimo nó nica , quizá su valoración ha estado de­te rminada en exceso po r la tradi­ción paisajista, a lo que sin duda colabora el p ropio autor. En e l pró­logo de su libro Das malerische Me­xiko / México pintoresco, aparecido en Berlin y en México en 1923, es­c ri b e que "lo más sublime que puede ofrecer este país tan rico en hermosos paisajes , son sus monta­ñas cubiertas de nieve eterna".

La obra de Brehrne es variada , no se agota en el paisaje o en la re­presentació n de tipos populares . Vinculado a la Agencia Fotográfica Mexicana, c reada por Agustín Víctor Casasola en 1911 , se incor­pora a esa peculiar experiencia de fotoperiodismo que alienta el co­mienzo de la Revolución, ofrecien­do algunas de sus imágenes más ar­quetípicas y conocidas, como una de Emiliano Zapata. Una foto suya, México bello, será galardonada en la Exposición Iberoame ricana de Sevilla, en 1929. Aparece también entre los participantes del concurso de Cemento Tolteca, ganado en 1931 -ante las protestas de Helios, bastión del pictorialismo- por

quien había sido su discípulo, Álva­rez Bravo. Especia li zado en vistas de México, como menciona e n la publicidad de su estudio, se tropie­za con é l po r revi stas y libros de variados registros, lo que debió ser, junto con el retrato, un necesa rio y noble modo de subsistir. Así, en el primer número de Dyn ( 942) -la publicación animada por Paalen-, en la Cuide and Ha ndbook for Tra­vellers 10 Mexico CUy and Vicinily, editado en México en 1922, o en El despertar de Méjico, libro de Ado lfo Reichwein , publicado por Cenit, en Madrid, en 1931.

No obstante, aunque diverso, en su trabajo se reite ran montañas y paisajes. Apenas llegado, fotografía ese pequeño compendio de la oro­grafía mexicana que son las llama­das "Mil cumbres", conocido paraje del estado de Michoacán, que años más tarde o tro via je ro, el fin o y a tento Mo re no Vill a, desc ribi rá como "mitin de monta ñas silencio­sas". Pero habrá que espe rar a su ir y venir por el valle de México entre 1920 y 1921, al que Brehme alude con fervo r en su libro, relatando los riesgos y pe ligros en busca de un buen disparo, para ver desatada su pasión volcánica. Cerca de cuarenta fotos sobre un total de doscientas cincuenta y seis tienen como moti­vo al volcán en su Mexiko. Bau­kunst . Landschaft. Volksleben (Berlin , 1925)' versión defmitiva de l México pintoresco, también publica­da en lengua inglesa -Picturesque Mexicc . The Co u ntry, Ihe People and the Architecture--, con alguna foto de Teobert Maler. Entre ambas ediciones hay algunos cambios , aunque no es posible determinar si se trata de exigencias editoriales o de propósito del autor. Más allá de un mayor número de fo tografías, en la edición de 1925 menguan las imágenes de la ciudad de México en favor del conjunto de l país; tam­bién los charros atildados y urba­nos ceden e l sitio a tipos populares y rurales; y, por contra, crece la imagen del volcán , gran icono de una natura leza que, e n Brehme, tiende al lirismo. El Pico de Oriza­ba, el Ajusco, Colima, el Nevado de Toluca y, de modo privilegiado, el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, com­ponen la mejor y más completa se­cuencia volcánica que encontramos en la fotografía mexicana contem­poránea. El conjunto es representa­tivo del variado registro de Brehme; desde trabajos abiertamente picto ­rialistas como esa lejana y brumosa visión del Izta y de los dos volca­nes desde San Miguel ; a fotos de

Biblioteca de Méxtco 52

detalles, que tienden a la abstrac­ción, como una que muestra en pi­cado e l interior de l cráte r de l Popo ; junto a otras más documenta les y de composició n más form a li sta, como sucede en la vista de Chalchi­comula con e l Pico de Orizaba, o en aque lla o tra donde la blanca ma n ch a de la cu m bre tambié n compite con la a rquitectura y e l vaivén de las gentes .

Con Brehme no sólo encontra­mos la más amplia secue ncia de volcanes en la fotografía mexicana de volcanes, es también la última. Alcanza re mos a verlos de nuevo, como sucede , po r e je mplo , en e l Mexican Heritage (946), de Geor­ge Hoyningen-Hue ne, que e ntre otras, ofrece tres imágenes del Pa ri­cutín , pe ro , sin duda, estamos ya muy le jos de Brehme, donde e l pai­saje, un tanto deshabitado, tiende a ser protagonista. El México pinlo­resco, por lo demás , ilustra la am­bivale ncia de su auto r, su equili ­brio entre la tradición y la nove­dad: s i bien culmina la etapa de mayo r hegemo nía pic tori a li sta , in a ug ura e l mo d e rn o fot o libro sob re México. A pa rtir de estos años, junto a los po rtafolios de Bruehl y de Strand, irán aparecien­do d ife rentes títulos, ya q ue la edi­ció n , como la fasc inació n por la tierra y las gentes de México, será pródiga: Au Mexique, de Pie rre Verge r (938); Mexiko friiher und heute, de Hans Helfritz ( 939) , que mucho después fotografía las islas Canarias; el Mexico, de Fritz Henle (1945) y, cerrando la nómina, ~ I ya me nc io n ado Mexican He riltlge, con prólogo de Reyes. Títulos de un género, entre el encargo editorial, la expedición etnográfica -Verger llega a México integr,¡ndo un grupo de estudio sobre e l pueblo lacan­dón- y el libro de artista , que ha crecido de la mano de la fotografía contemporánea . A esa tradición per­tenece e l hermoso Acapulco en el sueño de Lola Álvarez Bravo, publi­cado en 1951, con textos de Fran­cisco Tario.

E NTRE LA G EOMETRÍA Y LA METÁFORA

Carlos Fuentes ha recordado una anécdo ta del rodaje de Nazarín. Estaban en Cuautla y Figueroa pre­paró la escena emplazando la cá­mara con un maguey en primer té r­mino y el Popocatépetl coronado de nubes al fondo. Buñuel miró e l encuadre y se limitó a decir: "Muy bien. Ahora vamos a girar la cáma­ra para fotografiar ese monte pelón con cuatro cabras y dos peñascos".

Hugo Brehme, Canal de nóhuac, can ellzloccíhuatl al Fondo

Algo simila r se cuenta de Los olvi­dados, su primera colaboración.

Quizá sean apócrifas, pero pue­den tomarse como ejemplo de una decisiva modificación de la mirada conterr.poránea hacia el paisaje, del abandono de ese edenismo asocia­do con las maneras pictorialistas. El cambio viene de atrás. En 1923, cuando aparecía el libro de Breh­me, llegaba Edward Weston a Mé­xico, un escenario que le fascinó pero cuyo natural carácter pintores­co quiso combat ir. No lo hacía solo , le acompañaban su hijo Chandler y Tina Modotti, quien ya había realizado un corto viaje ante­rior. La estancia de Weston -pro­longada hasta 1926, con un breve intervalo californiano- y la de Mo­dotti , concluida en 1930, adquiere el rango de un auténtico tournant. Con su trabajo, y el de autores como Bruehl, Strand, Á1varez Bravo o Cartier-Bresson, entre otros, prin-

cipia la fotograna moderna en Mé­xico. Un comienzo que , en ésta como en cualquier otra de las artes, arranca de la Revolución, acto fun­dacional que representa el descu­brimiento de México por los mexi­canos. y no sólo por e llos.

Como ha señalado Reyes Palma, los episodios que se acumulan en 1921 convierten esta fecha en e l año cero de la vanguardia mexica­na. Apenas enfundadas las pistolas, la conmemoración del centenario de la Independencia, réplica a los fastos más criollos y pomristas de 1910, propicia la edición de Las artes populares en México, cuidada por At!. También ese año regresa Diego Rivera y llega Jean Charlot, autores con quienes comienza un muralismo alejado del cánon mo­dernista, alentado y protegido por José Vasconcelos desde la Secreta­ria de Educación Pública. Por último -requisito de cualquier cambio ar-

Biblioteca de MéXico 53

t¡stico que se precie- aparecen manifiestos como Actual N° 1, ani­mado por Ma nuel Maples Arce y banderín de enganche de los estri­dentistas, o los Tres lla ma m ¡entos de orientación actual a los pintores y escultores de la nueva generación americana, que Siqueiros lanza desde Barcelona. En esos aconteci­mientos está n reunidos más o menos los ingredientes de lo que será la modernidad mexicana.

Los estridentistas apelan al cos­mopolitismo de la nueva ciudad; Si­queiros, a universalizarse e indiani­zarse. Consignas que conviven con una pintura de afán didáctico que recrea la Revolución , e l combate social , el dominio de la naturaleza y el drama de la Conquista, el Mé­xico de ayer y de hoy, en suma. Una pintura que ofrece, sobre todo en el incansable pincel de Rivera , una idea li zada imagen del indio , unos modelos que un crispado Atl rechaza , calificándolos de "in ­dígenas maquillados al gusto grin­go". Convivencia algo difíc il la de ese anhelo vanguardista y urbano con la realidad más agreste de in­dios y mestizos. La re tó ri ca va n­guardista re currirá a los tópicos obligados, a las fábricas, los rasca ­cielos, la electricidad y las máqui­nas; los podemos leer en muchos poemas, ver en los grabados y pin­turas de A1va de la Canal, Fernando Leal o Charlot, pero escasean en la fotografía. La imagen industrial de Weston que aparece en la cubierta del número 3 (924) de la revista Irradiador - "Steel: Armco"- es norteamericana. Con escasas excep­ciones -algunos trabajos de Mo­dotti , Álvarez Bravo o Jiménez-, apenas e ncontramos fotografías acordes con ese escenario urbano y fabril , con esas nuevas ciudades como Estridentópo lis , localizada por Xalapa.

La tensión entre revolución , indi­genismo, nacionalismo y cosmopo­litismo recorre todo ese periodo alimentando discusiones que , con frecuencia , se dirimen en las pági­nas de las numerosas publicacio­nes, creadas al calor de una intensa y apasionada vida cultural. Revistas como Forma -cerrada e n 1928, tras la publicación de la foto del excusado de Weston-, Mexican Folkways, Contemporáneos, ¡30-30', Mexican Life, o la ya citada Irradia­dar, serán un medio fundamental para reivinclicar la competencia arus­tica de la fotografía ~omo harán Rivera , Weston o Modotti - , y sobre todo para darla a conocer en un México que aún tardará unos

años en disponer de espacios expo­sitivos. El pintor, fotógrafo y graba­dor Emilio Amero -una fi gura que deberíamos conocer más y mejor­pronto se verá ob ligado a ce rra r una ga lería inaugurada en 1932 en la que. recuerda Cardoza, "no para­ban ni las moscas. "

Esa frenét ica v ida a rtí s tica y política ll evará a México a buena parte de b llamada Iyrical left nor­tea mericana . Escrito res y editores como Anita Brenner, autora del co­nocido ¡dais behind Altars, Frances Toor, animadora de Mexican Folk­ways, Alma Reed , estudiosa de la obra de Orozco, John Dos Passos. traductor al inglés de Urbe de Ma­pies Arce , o el en igmático B. Tra­ven. que fotografiará por Chiapas poco antes de publicar en 1927 su Der Schatz der Sierra Madre/El teso­ro de Sierra Madre. Nombres que , junto a los ya citados Weston, Mo­dotti y Paul Strand , recorren una ruta que les lleva rá a tomar parte activa en la modernización y difu ­sión de la cultura mexicana o que­darán atrapados por ella. En el caso de Weston y Strand , que ya tenían una cierta obra a sus espa ldas , el viaje acabará determinando el senti­do de sus trabajos poste riores. Wes­ton, cuya etapa mexicana ha estu­diado Amy Conger, descubrirá allí e l paisa je y la naturaleza muerta. Strand ---<le cuyo viaje son prólogo los veranos de Taos , en e l estado de Nuevo México- e l retrato de personas y lugares.

Importante también será la pro­cedencia e uropea. Junto a Jean Charlot debe mencionarse la llega­da , mucho más ta rdía, de Cartie r­Bresson, y sobre todo la presencia de Sergei Eisenstein y de su fotó­grafo Eduard Tissé, sa ludada con júbilo por Salvador Novo. La acci­dentada filmación de ¡Que viva Mé­xico! se convertirá en una auténtica escuela para fotógrafos como Álva­rez Bravo, Luis Márquez o Agustín Jiménez. Estructurada por una serie de episodios que refle jarían los vio­lentos contrastes de la vida mexica­na -a la manera de los también contrastados colo res de un sa rape, dirá Eisenstein a Upton Sinclair- , no todos pudieron compl etarse , como es sabido. La película, rodada a lo largo de 1931, quedó inacaba­da y las versiones posteriores, co­menzando por Tbunder over Mexi­co/Tempestad sobre México, editada en 1933, serán ajenas al director.

No obstante, uno de los episo­dios, "Maguey" --con una bella Isa­bel Villaseñor, que a lgo después veremos en el Retrato de lo eterno

de Álva rez Bravo-. marcará a fuego la representación de l paisa je de México.

Algún que otro volcán asoma al fondo en la película de Eisenstein . pero, a partir de ahora , en una fo­tografía que ya se pretende moder­n a , no lo e ncontra re mos, o no tanto . La montañ a. co mo en la anécdota de Buñuel, tiende a ser e lu d ida, ninguneada. Me ngua la montaña como retrocede e l paisaje o , por me jor decir, se transforma . En algunos autores pierde su carác­ter hie rático y, por lo común, des­nudo de lo que no sea sola natura­leza, para encarnarse, verse habita­do , manchado por gentes, patios de haciendas y atrios de iglesias , por objetos. En otros casos el pai­sa je se abstrae , se frag menta , se disloca, tiende a uni ve rsa li za rse y convertirse en pura forma. Todo e llo ale ja los volcanes o los hace aparecer bajo otras formas y pro­pós itos.

Los dos portafolios publ icados por entonces ilustran bien algunas de esas novedades. En 1933 apare­cía Ph otog raphs 01 Mexico , d e Anton Bruehl , trabajo que causó un fuerte impacto en Ansel Adams. Las fotos --confiesa a Stieglitz- mues­tran en su mayoría a gente sencilla , cansada, desentend ida del sol y de las moscas, y lo hacen de un modo que a Adams le lleva a maldecir de sus ideas acerca de la pureza de la téc ni ca. También co mo Photo­graphs 01 Mexico , ven la lu z e n 1940 los veinte fotograbados de Paul Strand, resultado de una estan­cia anterior, entre fines de 1932 y 1934. El propósito de retratar luga­res más que de fotografiar paisajes queda claro en este trabajo conce­bido como un relato que arranca con un paisaje e n e l que vemos cactus y casas de adobe, prosigue ante e l pórtico de una iglesia, con la cercana imagen de una virgen, y cierra esa primera secuencia con un grupo de mujeres. Strand subraya su idea de que e l espíritu de un lugar -<jue, en definitiva, es lo que pretende captar- es la suma de las partes que lo integran, de la natura­leza , de la gente, de sus casas y fe­tiches. Idéntico empeño anima su pe lícula Redes, rodada en 1934 y producida por la Secretaría de Edu­cación Pública, que Monsiváis con­sidera, junto con la obra de Eisens­teín , precursora de la estética más notoria del cine mexicano.

Si Bruehl y Strand ilustran ese pa isaje ya encarnado, la obra de Weston permite hablar de su geo­metrización.

Biblioteca de México 54

Así, con el implacable fi lo de sus aris­

las. surgen ante mí en el crepúscu lo

los teuaedros de las pirámides del Sol

y de la Luna , en San Juan Teotihuacan:

las laderas blancas de las fa ldas del

Popocatépetl que corta el cielo azul ; la

afilada punta de una hoja de maguey

en la tierra ...

De este modo refiere Eisenstein sus impresiones del paisaje mexicano. y no sólo de é l, ya que análoga es su descripción de l campesino, del peón, quien "combinación del rec­tángulo blanco de la camisa, con la negra oscuridad de la cara dema­crada y el contorno redondo del sombrero de pa lm a, es a la vez símbolo de la tragedia y fórmul a gráfica". Ese ojo geométrico que no ve en la natura leza s ino figuras , líneas , superficies y colores recuer­da la idea, reiterada en la literatura mesoamericana , de la pirám id e como trasunto del volcán. "Pirám i­des que de un momento a otro es­pe ras estallen como volcanes", re­mata , más concluyente, Eisenstein . La común identidad ritual de tem­plos y ce rros , qu e nos recuerda cómo aquéllos fu eron símbolos de éstos , y la analogía de sus formas -iqué otra cosa sino montañas pa­recen esas pirámides ocu ltas por la vegetación que el tiempo ha depo­sitado en e llas, como vemos en una foto de Chichén-Itza, del álbum de Charnay'- acercan pirá mides y volcanes. Así podemos mirar la Pi­rámide del Sol, la conocida foto de Weston tomada en 1923 en Teoti­huacán , allí donde las pirámides hacen más explíc ita su condiCión de montañas. Una arquitectura en la que el declinar de l sol acentúa los planos construct ivos, donde las nubes que asoman, y la vegetación q ue la rodea y coloniza , evocan una fo rma natural, al tiempo que ese blanco final de la escalera que nos lleva a la cima sugiere un pe­queño río de lava , o una cascada. Vista así, la foto sería un ejemplo de ese interés de Wesion, que tam­bién principia en México, por las formas evocadoras. Por lo mismo, también podríamos entretenernos con algunas fotos de nubes , moti­vos que también Weston debe a Méx ico , y que frecuentará con posterioridad. Así, su primera foto mexicana, Tbe Creat White Cloud 01 Mazatlán, más allá de su identi­dad seminal -o justame nte por ella-, sugiere e l paroxismo de la montaña.

Forma evocada en Weston , el volcán es en Manuel Álvarez Bravo parodia y metáfora . Tal podemos

Hugo Brehme, Amecameca con ellztaccíhuotl 01 fondo

considerar una foto titulada Arena y pinitos, tomada a fin a les de los años veinte en la casa de un fami­liar, en la que vemos una b lanca cumbre tras de una fila de pinos. Se trata, sin duda , de una parodia del pictorialismo, de una imagen iróni­ca y satírica de la tradición que re­presentaba Brehme, cuyos paisajes había descubieno en a lgún escapa­rate de la avenida Madero; recuerda una de su primer maestro -Iztacc­íhuat~, donde la mancha nevada también está precedida por un ar­bolado telón. Otro registro con e l que le vemos a ludir al volcán es más metafórico y emparenta ya con la fotografía moderna , en panicular con Tina Modotti, a la que Á1varez Bravo frecuentó desde 1927, y de la que heredó no sólo e l equipo sino su trabajo en la revista Mexican Folkways. Ese carácter de metáfora parece asomar en Trabajadores del fuego, una foto de 1935, en la que vemos dos obreros cuya vestimenta recuerda rasgos, como el quincun­ce o los ojos rodeados por aros , que les asemeja a Xiuhtecuhtli , el dios del fuego, y a TIáloc, el bene­factor dios de la lluvia y colérico dueño de rayos y relámpagos . O bien, recurriendo a otras analogías,

esta fotografía puede evocamos el volcán social, la imagen de una so­ciedad preñada , como las tie rras, ele una violencia que, en ocasiones, también entra en erupción de ma­nera súbita . Violencia social que e l fotógrafo supo capta r en un a de sus imágenes más conocidas. Obre­ra en huelga asesinado. Cienamen­te . más allá de esta representación figurad a, e n la ob ra de Álvarez Bravo encontramos algunos cerros y volcanes -Montaña negra, nube blanca, tomada de camino al Popo, o El Ajusco, por ejemplo--, pero se trata de trabajos posteriores, mucho más ta rdíos. En los años veinte y treinta , el volcán , tan le jos de la ciudad como de los paisajes habita­dos, parece a lej a rse tambié n del objetivo de los fotógrafos.

El trato de los volcanes y la foto­gra fí a, decía al comienzo. No es difícil concluir que fue un trato más feliz mientras se pretendía imitar a la pintura , censar el territorio o atender la demanda del libro de viaje exótico. Después hubo mu­chas fotos y ya no tantos volcanes. El crédito de éstas parece exigir el descrédito de aqué llos. En el Méxi­co de esos años, cuando se forja la modernidad fotográfica , la dibujada

Blblloleca de México 55

silue ta de l volcán esta ha estrecha­mente asociada a la tradición que se pretendía combatir, al paisaje del pictorialismo, que, sin duda. debió quedar proscrita como motivo, ori­llada. El empeño cosmopolita y ur­bano de los diferentes grupos van­g uard istas tampoco propic iaba su cotización artística. Todo se conju­ra, pues, para que durante un tiem­po e l volcán se mantuviera oculto, se representara vicariamente, o sim­plemente fuera entregado al o jo de anónim os pasea ntes. Paseantes como Juan Rulfo, cuidadoso fo tó­grafo del nevado de Toluca , de Co­lima, del Paricutín, y único escritor mexicano, di ce Octavio Paz, que junto con Lawrence y Lowry nos ha dado una imagen y no una simple descripción del paisaje de México.

NOTA DEL AUTOR

Por razones editoriales, no es posible ofrecer una nota bibliográfica sobre los diferentes autores citados. Por ello, remito al le(.1or a la obra de Olivier Debroise, Fuga mexicana . Un rpcorri(/c. por La Jotografia e'7 MéxiCO (México. Consejo Nacional para 13 Cuhura y las Anes, 1994). El agrad('cimienlo por las amistosas indicaciones de Victoria Blasco. Vicenle Ma.rco y Horacio Fcmandez en nada disculpa , claro está, mi responsa bi lidad sobre estas páginas.

ANDRÉS SANCHEZ ROBAYNA

Palabras sobre Biblioteca de México y Jaime García Terrés

El miércoles 25 de sepliembr<! de 19 96 se lIeuó a cabo

eH la Residencia de E.."/udiClllles de .lJetc/riel lll1 pus/limo ··Homellaje aja ¡me Ca reía Terrés (7924-1996)·· COII la

prese lltación de la revista Biblioteca de México. EHtre

el público asislenle al aClO. presidido por Luz del Amo,

se cOlltaron Juan ,l/aricbal. Tomás Segovia. 111aria

LuisCl Capella. JUClII MalpC/i1ida. Héclor Subirals, Pedro

Sorela y Esperanza López Parenla. A cOl1linuación, pu­

blicamos las palabras del escrilor Andrés Sá ncbez Ro­

baylla y del pO<!IC/ jesús FerntÍlldez Palacios, subdireClor

ele la Re\'istAtlántica ele Poesía, leídas en esa ocasión.

Cuando , hará poco más de tres años, llegó a mis manos e l número 13 de la revista Biblioteca de México, me dije: He aquí un ejemplo de trabajo bien hecho , y en una de las áreas más difíciles: las revistas. No me extrañó ver al frente de e lla el no mbre de Jaime García Terrés; desde hacía mucho yo sabía que el nombre del poeta y ensa­yista mexicano no sólo era sinónimo de trabajo bien hecho sino que, en lo que atañe a revistas , estaba avalado por una larga experiencia , desde los días de la Revista de la Universidad de México hasta los de La Gaceta del Fondo de Cultura Eco­nómica. Aquel excelente número de Biblioteca de México no es en modo alguno una excepció n en la serie de treinta y tantas entregas que la revista llegó a publicar bajo su dirección; al contrario, su calidad es la tónica general de todos esos núme­ros. Hablaré luego de Jaime García Terrés y de lo que su nombre y su obra significan para mí. De momento me interesa examinar los contenidos y lo que llamaré el estilo de la revista Biblioteca de México, así como hacer ver su singularidad en el panorama hemerográfico hispano.

La revista -pude comprobarlo un poco más tarde, cuando conocí otros números- organizaba a menudo monográficos en torno a temas y cues­tiones capitales en la cultura contemporánea. En el editorial del primer número, titulado "Nuestros pri­meros pasos", se lee que "Biblioteca de México quiere ser una revista de letras en el sentido clási­co y más generoso del término; su interés primero estará en prestar relieve y difusión, por la letra im­presa, a esas obras inasequibles, allí donde el olvi­do, la ignorancia o la simple negligencia han me­noscabado nuestro patrimonio bibliográfico y do­cumental (...). En una palabra , Biblioteca de Méxi­co se propone ir en busca del acervo perdido". Este propósito central , sin embargo - se decía luego-, "no excluye otros de carácter más gene­ral. Queremos una revista abierta a la expresión li­teraria , un servicio al libro, a la lectura y a la escri-

tura". Se trata de una declaración de buenas inten­ciones, se me dirá , no muy distinta de las que sue­len ofrecer todas las revistas en su primer número. Nada más le jos de la realidad: Biblioteca de Méxi­co ha cumplido con creces aquel designio y nos ha presentado un sistemático rescate de autores, textos y temas del patrimonio literario mexicano e hispanoamericano. Y, además, lo ha hecho , sí, en estrecha conjunción --en estrecho diálogo crítico, diríamos mejor- con temas universales. Uno de los rasgos definitorios. así pues, de Biblioteca de México es la voluntad de que los temas mexicanos que constituyen e l e je de la publicación no sea n vistos de manera aislada , sino e n el interior de un más vasto sistema cultural, del cual aquéllos for­man parte . No só lo los estudios y ensayos de ca­rácte r gene ra l se ocupa n e n estas páginas de temas mexicanos, sino que una sección especifica , la titulada "El rincón del bibliómano ·· a cargo de Manuel Porras , aborda temas históricos y biblio­gráficos por los que tanta preocupación se expre­sa en el editorial del primer número.

Mi impresión , por tanto, del número 13 de la revista, que era e l primero que yo leía. se vio confirmada con otros números que no tardé en conocer. ¿Qué era lo que tanto había llamado mi atención' El número 13 de Biblioteca de México está consagrado al sunealismo y sus repercusio­nes en América Hispánica . No se trata e n modo alguno de un tema sobre el que no existan traba­jos y estudios de importancia. Todo lo contrario. Precisamente ahí radica el mérito de ese número: en habe r re unido un puñado de ensayos y de aproximaciones diversas acerca de un te ma tan atractivo y habe r sabido hacerlo con novedad y con un especial sentido crítico. Los textos aporta­dos e n esa ocasión son, todos ellos, muy nota­bles, desde los poemas de Enrique Molina con los que se abre el número hasta el precioso ensayo de Benjamin Péret sobre Wifredo Lam que tradu­ce Jaime Moreno Villaneal , pasando por el estu­dio de Pierre Rivas "El surrea lismo e n América Hispánica: herencia y mutación", los poemas de César Moro Cdos de e llos traducidos por Mario Vargas Llosa y Armando Rojas) , dos poemas de Emilio Adolfo Westphalen, un artículo de André Coyné sobre César Moro , un largo es tudio de Julio Ortega sobre Moro, Westphalen y el surrea­lismo, un dossier sobre Roberto Marta que incluye un guión cinematográfico escrito en 1936 por el pintor chileno , una entrevista con Alejo Carpen­tier sobre e l París de 1930 y, en fin, un ensayo de Pierre Mabille sobre Wifredo Lam.

Biblioteca de Mé:A:ico 56

Reto Holme, Residencio de Esfudionfes, Madrid, 1993

Si me he de te nido en una desc ripc ión de l índice de ese número ha sido por intentar mos­tra r, a través de un solo e jemplo , cuál ha sido, a mi juicio, el estilo de Biblioteca de México. García Terrés. su equipo de Coordinación Editorial y su Consejo de Redacción han conseguido sacar ade­lante una revista en la que la información y la re­flexión aparecen siempre referidas a temas centra­les de la cultura contemporánea, sin que el princi­pal unjetivo de sus páginas -la "documentación" de la literatura mexicana- ahogue su ca rácter de revista de letras "en sentido clásico". A todo ello no ha sido ajeno, en manera alguna, e l humor, un humor más bien irónico y lúdico que García Te­rrés vertió con inteligencia en ese tubo de ensayo de la columna situada a la derecha de las prime­ras páginas impares de cada número , unas colum­nas que , muy de acuerdo con el título de la revis­ta , se llaman "El ratón". Estábamos acostumbrados a leer sus notas y comentarios en La Gaceta del Fondo de Cultura Económica; más tarde, durante un tiempo, en la revista Vuelta, y, por último, en Biblioteca de México. Algunos de esos comenta­rios, bajo el título de "Arenas de l litoral," se reco­gieron en el libro con el que El Colegio Nacional mexicano celebró los sesenta años de García Te­rrés. Repasando, días atrás, los números de Bi­blioteca de México, me ha parecido advertir que el tono de los comentarios, sin ser exactamente el mismo que el de las revistas anteriores , adquiere en Biblioteca de México ciertos tintes de preocu­pación por el destino de la cultura en el mundo contemporáneo. Quienes estuvieron más cerca de García Terrés en sus últimos años y lo conocieron

mejor tal vez podrían confirmar, desmenti r o mati­za r esta impresión.

Biblioteca de México ocupa , pues, un lugar pre­ciso v único en el panorama de las revistas hispá­nicas, al menos entre las que yo alcanzo a ve r. ¿Todo es perfecto en Biblioteca de México' Aun­que ensayos, artículos y poemas constitu yen e l eje de la revista , y así ha de ser, yo echo en fa lta , por mi parte , las reseñas , e l pronunciamie nto sobre las letras del momento presente: las nove­dades en la poesía, la novela, el ensayo, tanto de México como de Hispanoamérica en general y, en algún caso, también de España. L1S reseñas, tan importantes en lo que se refiere a la orientación de los lectores, resultan verdaderamente decisivas en cuanto a la visión de la actua lidad literaria que una revista desea ofrecer. Esa visión la identifica ; quiero decir, le hace adquirir --O le ayuda a ha­cerio-- una idenUdad intelectua l. Transcurrido un cierto tiempo, además, esa interpretación del pre­sente a través de las reseñas le confiere un signo de diferencia y de personalidad entre las otras pu­blicaciones de su mismo momento o de su mismo periodo histórico.

Biblioteca de México ha sido obra de Jaime García Terrés y de un grupo de escritores e inte­lectuales muy significativos del México de hoy. Es de esperar que éstos consigan dar continuidad a la revista y lleguen a abrir en ella nuevas líneas de exploración. No puedo referirme aquí a esos otros responsables gracias a los cuales Biblioteca de México ha conseguido ser un fruto excelente del esfuerzo de un pequeño colectivo de coordi­nadores, redactores, traductores. En cambio , aun-

Biblioteca de México 57

Jaime Gordo T errés con WilIiam Styron y su esposa, 1965

que sea muy brevemente, debo hablar de lo que Jaime García Terrés ha representado y representa para mí. Al hacerlo, estoy felicitando a ese peque­ño colectivo al frente del cual estuvo el autor de Todo lo más por decir.

Conocí a Jaime García Terrés en 1993, por me­diación de Ana María y Ramón Xirau. El lugar de encuentro fue todo un símbolo: la llamada Capilla Alfonsina, es decir, la casa en que vivió Alfonso Reyes en la ciudad de México. Decir que lo co­nocí en ese momento es inexacto; hacía ya mu­chos años que manteníamos cierta relación epis­tolar, desde que, a finales de los años 70, escribí un comentario sobre su bello libro Reloj de Ate­nas. Busqué con interés este libro en cuanto supe de su existencia por una razón muy simple: Jaime García Terrés había publicado, en 1968, una ver­sión de los Tres poemas escondidos de Giorgos Seféris. Este libro se había convertido para mí en un libro de cabecera y en un constante objeto de reflexión. Reloj de Atenas daba cuenta de los en­cuentros de García Terrés con el poeta griego, así como de otros muchos aspectos y cuestiones que despertaban en mí un hondo interés. Cuando, en nuestro encuentro de México, le conté a García Terrés que sus versiones de Seféris habían ayuda­do a decidir mi vocación poética, sonrió. Yo sabía ya que la sonrisa -tolerancia, humildad, ironía, sabiduna- era una de las manifestaciones del ca-

rácter de Jaime García Terrés, una expresión per­fecta de su talante. Aquella sonrisa encerraba al mismo tiempo alegría y reconocimiento.

Jaime García Terrés fue poeta , traductor y e,nsa­yista. Notable en cada una de esas facetas , éstas se encontraban en él fuertemente relacionadas y eran, en cierto modo, indisociables. Intercambiá­bamos nuestros libros respectivos con un interés que , por mi parte, fue siempre en aumento, y llegó a colaborar en la revista Synlaxis, que yo di­rigí , con la versión y el comentario de un poema de Hblderlin , "En mitad de la vida", versión y co­mentario que considero admirables. Cuando reco­gió en libro sus traducciones poéticas -Baile de máscm"as, 1989- publiqué sobre' él una amplia reseña en la que apunté algo que vuelvo a seña­lar ahora: García Terrés ha sido uno de los mejo­res traductores de poesía en español en nuestro siglo. Y subrayo que ello no habría resultado po­sible de no haber sido un poeta notable, un ensa­yista juicioso y un intelectual para el cual la ex­presión responsabilidad del escritor encerraba una honda dimensión filosófica y cultural.

Biblioteca de México es, entre otras cosas, un es­pejo que refleja con claridad la imagen de Jaime García Terrés. Es un ejemplo de obra bien hecha, como dije al comienzo. Un ejemplo, también, de coherencia y de responsabilidad intelectual. Ojalá podamos seguir contando con ella largos años.

Biblioteca de México .a

C onser"o. de c'LIa ndo era πίΙ10, υ π ::ι iInagen cle uespedida en un I11LIell e del ριιeι-ιο de C<idiz. la ciuclacl en clue nacί Υ \ ' ί νο. Esa j _Ill ~1gen clt' υωl ffilIjer sLIbiendo la esca l in ,ιta (Ie υπ barco (σll ιιπ πίr'Ίσ de 1a lllano. 11 ~Ι

(iLJedado en πιί CO [11 0 υπ ί.! huel l,1 iInborrable. Ιί.! IlllI jer )' eI πίπο el·dll parientes τηίοs, qLle sulJίan aJ vapol·

Maga//aJIes ruI11I)O " Ι pueIτo de Ve­r3C ΓLI Z ρ;:\Ι" , 1 reuniI-se con el resιo de la faI11ilia (e l pad I'e Υ Olros clos IlijOS) que se eχίΙίalΌ Il anos ,Intes,

ιocl o< escapando de 1<1 cJicτ" dUI'a

t·ranquist<1 en nOIllbre de SLlS ide~I5 republiC3nas ,. para dejar de ρ<ιde­

CΙ;Γ las gr3ve~ repl·esa lias q ue Ies acaπeό el triLlnfo de Ios insorrectos nacionaIes. Por si m i fragil memoria

infanιil pod ia o l\' idaI" aque lla esce­na, πο Ie,S cυento Ias veces que se Ι, . record<ldo e n mi fanliJia I11ien ­trds se nlir~Iban )' ιηίϊdb~ιn Ias fotos

que se conserν<Iron de aCjlIeJJo que conslituia ιιη <ι ρrοlο ngac ί ό n del drama de la gueITa ( ί ν ίl espa no la.

Nunca ι,ο!)ί" contado esιo e n ρίι -1) lίco , ,. si 10 Il<.go allora ηο es pard ajustarIe cuentas a nadie, sino por­que viene a pelo en υη acto coln o

esle. donde υηο PLIede agradecer a 105 mexicanos , ΙΙΠί.! vez mas )' (οlηο se 11a IlecI10 tantas veces, la

buena acog ida que dispensaron a [a n ιos esP:In o les, Υ laml) ien ρο "ι

agradecerles que nle Ilayan invirado a re::l lί z;Ir este viaje jtIntos Υ embar­

cados en nuestras resρec rί νas revis­las lίιeΓarίas . Me "χριico .

υη gran amigo mio, e l poeta Jose Ranιόn RipoJJ , Υ ΥΟ iniciamos e n la primavera de 1991 la avenlUra de pul)Jicar ιιη. revista de poesia coη νοcac ίόn esencialmente americana. Para nosolros. el es e l ρatrόn Υ )'0 su nlarin ero mas avenrajacIo, ert1 como embarca rnos en υη navio (30 cms. d e es lora Υ 17 .5 cms. d e nlanga), ηο para huir como hicie­Γοη nliS p~Irientes , sino para atrave­

sa r e l Oceano Allanlico e n busca de puertos Υ poelicas afines. Muchos poet.s , a lgunos muy importantes , nos I,an aco n1pai\ado e n estos cinco ;:Ir'Ί os de singladuras, en los 12 nίιmerοs que JJevamos pu blica­dos , e n Ias mas de 3 mil paginas que hem()s dedicado enleramenle a 13 Ροesίa . Durante nuestras trave­sias -cada nύnlerο ha s ido un a apasionanle travesia- , para que re­l aιa ros los obstaculos que he nlos lenido que superar, los temporales que ha sufrido nuestro barco ... , con el mi edo que nos da a nosolros cuaIquier viento cuando supera la fuerza cuatro . Digo , es υη decir, como diria VaJJejo. υη buen dia, nuestro barco tocό

ιι η puerto ,. alguiell . lIeno cle CllI'iO­sidu(l. subi6 a bordo. Dt'~de (;.' π ΙΟπ·

(es sl? est;:ι l) l ec ίό entre nosutro:, υll ,- Ι

am istosa re Ιac ί όη qut' , debo rt=co· nocer, e:-, 1,1 cau~~1 ιle que γο 110γ

Π ι? encuentre en es ta lηes~ι . E5e

JΕsύs FERNANDEZ PALACIOS

Ρresentacίόη

Υ homenaje

a ιηίgο mexicano era. Υ es, H;:t fae l

Varg~I s, quien ;:1 finales CΙ ι? jlInio de! a r'Ίo pas~Ido nos eπ\"ίό lIΠ~1 afecruo­

S~I (~ΙΓta de Ιί.! η ιιι? extrJigo alglInos

breves Ρa rrafα,. Decia e n su αrιa:

"He tenido la suerte de encon[r~lI·

Ios dos nίιmerοs n13S rec ientes de

su revista que, descle luego, Ι11" pa­rece ιηagnίfica Υ digna de ΙΙΠ3 ιηΙΙΥ

Iarga existenci c:t. Le escribo, en ΡΓί ­

mer lugar. ΡΟΓ eso: con el "ηίπιο de fel ic ila rlo . pero laIllbien ΡΟΓ algu­nas otras cosas: ante todo, Ι Ι? ιυegο

que me indique cόmο conseguir los siete Ρrίιηerοs nίιιηe rοs ( ... ). Me ίn ­

teresa adqu irirIos tanto p <1 r,1 mi COΙ110 paI'a la Biblioleca cle Mexico. e n cu)'o acerνo debe exislir υη" co­l ecc ί όn cOI11plela. Enseguida , Ι11 "

gυs ι "ι rί a q ue esta IJIeCieranlos υπ ca nje "ηΙΓ" nuestras publicaciones, si a Uds. Ies in[e I'esa , tan ΡΓΟΩΙΟ

C0l110 sea posible". U na vez mas υπ nlex ica no nos

ιendίό su mano. Fue estLιpendo re­cibir esa ca Iτa, fu e ιιη gozoso des­cubrimienιo Ieer Υ re leer a lgu nos nύmerοs de la revista Biblioteca cle Mexico, que ηο cοnοcίamοs , Υ tam­

b ien fue υη. dichosa avenlUra co­nocer οl poeta serbio-noIτeameιica ­

ηο Ch a rl es SiI11i c a traves de la magnίfica anlologia ΕΙ slIeno del αl­qLIiInista (UNAM, Mexico , 1994), traducida Υ pro logad a ΡΟΓ Rafael Va rgas. Desde aquella primera carta , Ilemos intercambiado nues­

lras revistas, cόmο no, Υ fιna i mente

hemos publicado esa especie de dossier sobre Charles Simic en e l reciente nύmerο doce de RevistA­tlάl1ticα de Poesία, que asi es como se 1Iama nuestra ρυbΙ ίcacίόn , ediιa­

da ΡΟΓ Ia Diρυιaciόn Provincial de cadiz con eI patrocinio de ΤeΙefόni­ca de Espana.

ι. correspondenc ia e ntre noso-

BiblioIeca de Mex;co 59

Irus ηο se Ila interrlInliJi(IO, γ fue Ρ l·ecί saπι e n ι e por ΙΙΠ<1 Ι' ~Ι ΓΙ<1 slIY,I

cle l pasaclo nles ue ,,1)Γίl ΡΟΓ cloncle nQS enter,IIllO::. cIeI f: Il\ eci nlien ιo dc' I poeta J ~I iIlle Ga rcί,ι Terres. cjlIi en lι:.ιbί 3 siclo Il a sl~1 entonceS dilΊ=cto r

f.ζent'rtIl de Ι ί.! ΒίΙ)lίί)(ec~1 ιΙe lνIex icu

γ cΙ Ε' su eje Illplar n:,\' isr~I . Nos ίπ ­

quietamos en[Qnces ΡΟΓ I ~ι (οηιίηυί­

dad de Ι :ι ρubJicacίόn :ι ,"ίΖ ιι .. la ΠlυeιΙe de SlI d i recιo I- (οιηο fe rνο­

rosos lecιores . pues. a Ι cons iderarla dei m"Iyor interes, deseanl0s Υ pe­dimos υηιι ιη {ι ::; larga Υ I)on3ncible t Γaνesίa pa I-a ese navio ιηeχίΩΙl10

que, 31g0 mayor en rllanga Υ en es­lo ra , se (ΓυΖ ,Ι de vez en clI <:l ndo coη el nueslro en medio del proce-1050 oceano.

1I " jQLle se )'0 d e lo s Illuertos~

ίCόιησ lIegar a conocerlos?'· , ca lJrla

decir con versos de i ΡΓορίο poet". Desde luego e n vida ηο Ileg ue a conoce r personalmente a Jaime Garcίa Ten es , ηί sίqυίeπι 11e l eίdο

toda su obra li tera I·ia. Pero s i co­nozco su poesia , , ί la he l eίdo de pe a pa en e l volLImen Las ιπan­CIJas del sol. ]956-1987, publicado ΡΟΓ AJ ianza Ediιoria l en 1988. Μιί ,

que ΥΟ sepa, esla toda <υ obra poe­lica , ade mas de una breve aunque representativa selecciόn de su tra­duccio nes del g riego (Seferis, Cava­fis , Elyl is) , dei in g les (Donn e, Yeats, Pound , Lowry, Stevens) Υ del aiem<in (Nova lis. Hd Iderlin Υ Be nn), que e l poeta Ilabia COI11pilado a nle­riormente en su Bai/e ι/ε Ιl1άscaras.

Antes de Las Inanc!Ja5 clel 501 Ilabia l eίdo poemas sue l ιos e n a lgu­n" s a nlo logias. Por e jemp lo " " Ροesία εn. J'110viJl1iel1/0. Mexico 19]5-1966, publica d a ΡΟ Γ Siglo ΧΧΙ en sucesivas ediciones , donde dice Octavio Paz en υη interesante

Υ exle nso ρrό Ιοgο: " ΕηΙΓ" Bonifaz υπο )' Sabines hay υη. re Ιac ίόn

de οροsίcίόn: e l baποqυίsmο Υ e l expresionismo son gemeIos enemi­gos. ]aime Garcia Terres ηο es 10 υηο ηί 10 otro. Sus prime ros poe­mas fueron noιables ΡΟΓ e l rigo r ίη­teligente coη que e l poeιa extirpa­ba Ia νegeιacίόn parasila de i ΥΟ. (Una poda que deberiamos reco­mendar a muchos poetas de aqui Υ de alla). Ε Ι ιigor se resο lνίό al fin en poemas de vioIencia ensimisma­da. υη esιa llido sordo, hacia aden­ΙΓΟ . Pero ηο es υη poeta inlimo. Ta mpoco poesia colec livi s la : e I hombre entre los hombres. Los Ii­bros de Garcia Τeπes pnueban, una vez mas, que Ia inleligencia ηο esτa refιida con Ia ρasiόn .. . ".

lnlelige ncia )' ρasίόn , dos buenos a tribuιos para υη poe ta que se

rl del estudiante de literatura Jaime García Terrés, 1942

transparenta en muchos de sus ver­sos. A través de ellos se atreve uno, incluso, a perfilar algunos rasgos de su atrayente personalidad. "Hablar. Hablar para decirlo todo", era la in­tención y el deseo del poeta. "Quiero servir de loco pregonero", decía en su poema pórtico de Las manchas del sol. Ya en 1956 se au-toapodaba "caballero de la pala­bra", y en ese año aventuró su co­metido de poeta: "Despertaré los nombres de las cosas/ a golpes de cuchillo si es preciso./ Callen otros. Yo no. Jamás podría./ Mi pluma nutre un manantial de rosas./ ¡Cómo voy a callar!/ La vida quiso/

hacerme charlatán. No es culpa mía".

Este "caballero de la palabra", que escribía —según confesó en su poema "Alzaduras"— "para no vol­verme loco", no concebía "un mundo sin palabras no sería/ mundo ni tampoco podría ser/ pen­sado ni pensar él mismo". Tal vez por eso decía en "Sazón del alba" que "si no todos los libros/ cuando menos/ he leído decenas, cientos, mil/ y no lo digo, no, por vanidad, muy al contrario...". Porque creía en el valor de la palabra, además de leer y leer, escribió varios li­bros. Títulos como Las provincias

del aire (1956), Los reinos comba­tientes (1961), Todo lo más por decir (1971), Carne de Dios (que es un largo poema en prosa de 1964), Corre la voz (1980) y Parte de vida (1987), fijan la imagen de un poeta que peleó duro contra la página en blanco: "La página desierta se me queda mirando:/ una sonrisa boba,/ el vigor enfilado en un desdén sin cara./ ¡Oh tediosa blancura!". Y su concepción del poema quedó versi­ficada en "Génesis", desde su pri­mer libro: "Carne, el poema. Carne./ Manantial encarnado al duro golpe/ de un corazón de luz,/ ardiendo en un camino sin descan-

Esto es, un camino sin des­canso a pesar de sus debilidades. Algunas expresadas con gracia; "Amanezco sin ganas de moverme,/ movido, caviloso^/ ¡Con qué facili­dad me quedaría/ tendido toda la mañana,/ una migaja de razón por desayuno/ y por cobija mi pereza! (en su poema "Entreacto"); y otras con un dejo fatalista: "¿Para qué, para qué las sílabas,/ mis versos todos?" (en su poema "Demanda").

En fm, éste, más o menos, era y es el poeta que hoy queremos ho­menajear: como dije, no sólo poi su estupenda labor al frente de Bi­blioteca de México, sino también por su obra amable que recomen­damos leer. Jaime García Terrés, tras su muerte, ya debe haber logra­do lo que enunciaba en su poema "Carne de Dios": "Me disueh'O en la comunicación con los demás. Pre­sentes y ausentes. Lo vivo y 1 muerto-vivo. Muerte y vida se. re­concilian". Y por si no lo ha logra­do aún, me gustaría ayudarte leyen­do finalmente su "Antiepitafio": "Aquí yace/ uno que vivió buscant do sin tregua/ la mejor inscripción para su losa fúnebre./ Recorrió ce­menterios;/ consultó/ volúmenes al. por mayor (antologías,/ obras tan desusadas como las de Giordano Bruno/ y los originales doce tomos/ de La rama dorada;/ todo César Vallejo/ y todo Gorostiza; bi­bliografías y catálogos/ que suscita­ban siempre nuevos títulos/ y más antologías/ y más Opera Omnid)./ Pasó dos años en Friburgo; uno en la Sierra de Puebla, practicando/ lenguas indígenas y viejos ritos./ Por fm se puso/ a cavilar entre sus muchas notas/ con el gran esmero que reclamaban./ Era la tarea más importante de su vida:/ no quiso festinada./ Lástima grande que la muerte haya/ frustrado con aleve golpe bajo/ —como son los suyos—/ esa vida paciente, aquella vocación, este epitafio".

Biblioteca de México

w UMIVERSIDAD MACI8NIL lE MÉXICO

F J L Ó S O F I A

A Ñ O E S C O L A R D E 194__í?

M p E L 11 1

A N U E L O R R A S H I "\! e Ó 1'\ 1) E L

Il Li Ó .\ 1 .\ '1 ()

¿Simplemente reunir dotos,

nombres, fechas, lugares , como la s piececitas de un

rompecabezas que puede acomodarse y dar ese como solución del problema2 i Nol La investigación es un rcm·

pecabezas, porque tenemos

que poner todo nuestro yo,

todo nuestro espíritu , en lo

que estamos estudiando.

El historiador tiene que reconstruir la porte de lo

existencia que está estu· diando; si no reconstruye

esa parte de existencia su obra no es vólido .

M. Toussaint

Nació don Manuel Toussaint el 29 de mayo de 1890; a tem­prana edad se acerca al mundo de las letras publicando inicialmente su obro Los cien mejores poesías líricas mexico­nas, teniendo como colabora­

dores en lo selección a Antonio

Castro Leol y Alberto Vázquez del Mercado, dada a la im ­prenta en 1914. En esta mismo

época había concluido sus es­tudios, que iniciara en lo Es·

cuelo Anexa o lo Normal para

Profesores, en la Nacional Pre­paratoria y en la de Bellas Artes y Altos Estudios.

La vocación por lo cátedra lo lleva a la Escuela Nacíonal Preparatorio a impartir los cur­

sos de lengua española , y al año siguiente (1915) comen­zaría una de las labores que en su opinión "es de los que

más honran o los hombres, ser­

vi r a través del libro". Bibliote­cario, lo fue del Museo Nacio­nal de Arqueología e Historia, de la Dirección General de Be­lios Artes y de la Escuela de Altos Estudios . Paralelamente continúa publicando, aunque sus intereses iniciales se ven trastocados hacia el mundo del Arte Colonial, lo mismo trabaja bocetos de una casa de siglo XVI, como una pintura de Echave, así como su primer

MANUEL TOUSSAINT

Un esbozo biobibliográfico

"paseo colonial" de Tepotzot­Ión , y uno de los estudios más

interesantes sobre Saturnino

Herrón , con quien forjó una

sincera y profundo amistad

como la que cultivó con Castro

Leol, los Loera Chóvez, Alberto Garduño, Justino Fernández ,

el. 0/" como uno muestro del

alto valor que le significaba la relación con quien compartir lo sensíbilidad .

Hacia 191 9, es ca-fundador con el Dr. Enríque González Martínez y Agustín Loera Chá­vez, de la editorial México Mo­derno, toreo que irremediable­mente lo introducirá en el que­hacer edítoríal, lo que le permi­tirá un conocimiento y el poste­rior cuidado de sus trabajos editados.

Para 1920 se integrará como secretorio particular de

José Vosconcelos, cuando éste

fue rector de la Universidad Nacional ; en 1921 viaja a Es­paña como secretorio de la (omisión Poso y T roncoso, pu·

blicando después su encanta­dor libro Via;es alucinados . Obra en la cual, sin exaltacio­nes y desproporciones, hace

resaltar tan presto lo más im­

presionante de un golpe de visto, como las fisonomías dis­

tintivas de pueblos y gentes. El afón de ver, enlazado al de jugar, le movía por los cominos

y le metía en ciudades y recin­tos, disfrutando de las reliquías artísticas tras las cuales percib­ía inabarcables horizontes, y sobreponiéndose a las emocio­nes evocativas ensayaba des­

cripciones, apuntaba plantas, relacionaba diseños, dando luz a sus primeros avatares en la

crítica del arte ; de 1922 a 1928, colaborará en diversos puestos en la Secretaría de Edu­cación Pública y Bellas Artes, llegando a la Di rece ión de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Los encargos administro­

tivos eran cumplidos con admi­

rable eficacia , sin descuidar tampoco sus investigaciones.

En estos años inicia su estu­

dio sobre la Catedral de Méxi­co, primer apunte, para las pu­

blicaciones de la Secretaría de Hacienda Iglesias de México, destocándose ya como uno de

los primeros historiadores de

arte mexicano; de este periodo

son también la serie de mono­

grafías sobre Oaxaca , Tepos­colula y Zacatlón . No fue tam­poco ajeno a la revalorización

de la vida y obra de Sor Juana Inés de la Cruz, iniciando un primer avance en 1916 con la publicación de Poesías escogi­das de Sor Juana Inés de la Cruz, continuando su avidez

por la décima musa con Poe­

mas inéditos, desconocidos y muy raros de Sor Juana Inés de la Cruz, obra en la cual no sólo se encargaba de la reco­pilación sino también entrega­

ba al público sus descubrimien­tos, producto de una investiga­

ción acuciosa y de una admi­

ración manifiesta a la monja

de Nepantla . Cierra este ciclo con Obras escogidas de Sor Juana Inés de la Cruz y res­puesta a Sor Philotea de la

Biblioteca de México 61

Cruz. Poesías, publicada en 1928

La primera gran monograf­

ía, que bajo el sello de Edito­ria l Culturo decantó conoci ­

mientos precisos y abundantes,

fue Tasco, aparecida en 1931 Continuando sus Paseos colo­nio/es en diversos revisto s,

entre los cuales destacan Coixt­

lahuaca, Tepeaca , Tepetlaoz­toe , Santa Cruz Atoyac , etcétera. Trabajos todos éstos producto de las frecuentes visi­tas de "fin de semana" que en

compañía de don Federico Gómez de Orozco, realizara

Toussaint. En donde los cro­quis, observaciones, el apunte

de datos curiosos, la paleo­grafía de popeles amarillentos de sacristía , amén de la dili ­gencía despierta y erudíta , daban por resultado el conoci ­miento ameno , sin foltar el

rigor que caracterizó todo el

trabaio de Toussaint. 1934, año definitivo en la

historio del arte mexicano, con

la fundación de la cátedra de Historia del Arte en México, ins­

taurada por Toussaint en la Fa-

cultad de Filosofía y Le tra s,

mísmo año en el que aparece el

primer estudio mexicano Lito·

grafía en Méxíco en el síglo XIX, nuevo acierto de Tousso int

sobre un tema poco vindicodo

entonces en el arte mexicano.

Al año siguiente funda el laba­rataria de Arte en la Universi­

dad, que después se converti ría en el prestigiada Instituto de In­

vestigaciones Estéticas de la UNAM. Estudias, artículos, pró­

logos, conferencias, etcétera , se

suceden incansables hasta que en 1938 aparece Planos de la ciudad de México, en donde una vez más Toussoint da uno

muestra de amplitud de conoci­

mientos y de investigación acu­

ciasa , trabaja realizada al ali ­

món can Ju stino Fernández y

Federico Gómez Orozco. De 1938 a 1955 Tou ssaint

se encargará de la Direccián del In stituto de Investigaciones

Estéticas, y proseguirá con sus

trabaja s de investigación , le­gándanas abras cama la es­

pléndida monografía Pátzcua­ro, así cama sus infaltables co­laboraciones en las Anales del Instituto, de la misma Universi ­

dad . 1948 es el año de publi­cación de otra estupenda abra :

El orle colonial en México. Es

una de la tres grondes partes en que se pensó podría dividir­

se la historia del arte mexica­

na. la tarea de encarar cientí­ficamente las problemas de ese

gran conju nta artística que sólo

había sida materia de ensayas,

iniciándose decididamente can la fundación del Laboratorio de

Arte en 1935, y que día cama primer fruta la abra de T asca­

na sobre arte precolombina,

requería necesariamente de

este trabaja de Taussaint, que,

cama señalaba en el prólogo, "representa el esfuerza realiza­

da durante toda una vida. La

que antes era ensayo, poseo,

artículo o conferencia, se ofre­

ce ahoro como síntesis y en

forma metódica". Trilogía que

se completó can la Historia del arte moderna y se actualizá can la Historia del orle moder­na y contemporánea de Méxi­co.

En la década de 1945 a

1955 le es encomendada la Dirección del Departamento de Monumentos Coloniales . En

1948 publicá su gran abra La Catedral de México y el sagra­

rio metropolitana. Su historia,

su tesoro, su arte, tan monu·

mentol como el monumento .

Para realizar este trabaja ha recorrida detenidamente el edi­

fici o , visitando bodegas , de­sempolvando archivas . Ha teni­

da facilidades para bajar cua­

dros, para escudriñar las capi ­llas hasta el última rincón, poro

descender a la s cri ptas , para inspeccionar el tesoro con sus

joyas. Esto no lo había logrado hacer ningún escritor, laico de

lo historio mex icana . Toussaint

se ha leído en las publicaciones

de otros autores sobre la mate­

ria . Ha rastreada el tema por cronista s, códices, testimon ios,

instrumentos legales , en fin ,

toda fuente posible , dando cama resultada toda una serie

de pasos mediante las cuales va presentando los acontecimien­

tos y personalidades que inter­

vinieron en la prolangadisima edificación del recinto.

Coloca primero los antece­

dentes de la erección del obis­

pado y de su templa sede. Habla de la historia relativa a

los establecimientos religiosos

novahi spánicos en e l siglo de planteamiento . Menciona frai­

les y prelados que tuvieron co­

nexión con el magno edificio.

Un edificio que se plantea a mediadas del sig la XV I y se

con cluye das y med ia sigl os

después, resulta una verdadera

composición con los estilos de­

corativos que se va n gustando en un mundo cado vez más

exigente de cambios . Presenta

huellas del gótico emparejado con el neorromono; recibe im­

pacto de un barroco atempera­

do ; no puede pasarse sín el

prestigioso churrigueresco y se termina bajo las influjos del

luis XVI y el neoclásico. El historiador de la Catedral

se refiere con gusto en relatar

la vida de la primera fábrica , del templo sin ventura, arregla­

do sólo por el momento y el

cual , en el más hermosa sig lo colonial, se enriquece de arte

para albergar los tres primeros Concilios Mexicanos .

Luego se ocupa del edificio final , ambiciosamente concebi­

do. Nunca las dificultades fue­

ron tan equilibradas con las ambiciones . Temblares, lada,

penuria, dudas sobre la hecha y sobre la par hacer y otras di­ficultades más .. . Sin embarga,

se concluyó y a pesar de las resquebrajaduras físicas y

morales, sigue ostentando la

quintaesencia de su vanidad y belleza . El historiógrafo descri­

be el recinto, fija en palabras y

esquemas lo s progresos que se va n alcanzando , destaca lo

que se hace conforme al severa

proyecto de 1616 y lo que se va alterando. Pasa de la gran

sa la a las copillas laterales y de a hí a las portadas con deta­

lle y figuras; a la s torres , sus

camponas y esculturas cimeras;

a la primera cúpula y luego a la que Tolsó diseñó para susti ­tuirla . Nada ha de quedar, ni

queda si n ponerle sus datos ; hasta la gran cruz de Mañoz­ca , también infortunada , ti ene

su capítulo. El exterior es mós fácil de

ver, pues se resuelve en la obra de alarifes, canteros, escultores

y plateros. El interio r, en cam­

bio, abruma . Es trabajo de infi­

nidad de maestros que además de preparar el edificio tienen

que decorarlo . Parte por parte

la va anotando, de teniéndose

especialmente en objetos signi­ficati vos: tales serían , ponga­

mos por caso, ciertas pinturas

con historia, coma la dedicada

a la Señora de la Merced , pin­

tada por Pereyns para la Cate­

dral vieja y luego colocada en el retablo del altar del Perdón,

o aquella a que se llama del

Santo Niño Cautivo. Otras ser­

ían la reja de tumbaga perte­

neciente al Coro, diseñada en México y hecha por manos chi­

nas en Macao , de donde se

trajo embarcándola por Filipi ­

nas, y el facistol regalado por el arzobispa de Manila; el ór­

gano ornamentado bajo la in­

fluencia de la Racaille : en reali ­

dad es imposible seguir lo s pasos del investigador y ence­

rrar, en unas líneas, el trabajo

de muchos años y conciencia.

Baste la descripción anterior para dar muestra de la capaci­

dad y talento de quien estaría

llamado a ser la primer voz en e l concierto de la c rítica del

arte mexicano.

Perteneció a las más diversas sociedades y organismos rela­

cionados can la historia y las Bellas Artes; fue miembro de El

Colegio Nacional; para 1946 la Universidad Nacional Autó­

noma de México le concede el grado de maestro ex-oficia, y para 1953 la misma Universi­

dad le confiere el grado de doctor honoris causa.

Biblioteca de México 62

Manuel Toussaint, a quien su

laboriosidad , su sabiduría y su justa crítica lo convirtieron en

el primer hi storiador del arte

virreinal , fallece en la c iudad

de Nueva York el 2 2 de no­

viembre de 1955. Hasta este punto, se ha rese­

ñado muy apretada , concreta­mente, una vida de apl icación ,

un juego y una con jugación de los inclinaciones vocacionales

con necesidades de conoci­

miento y educación entre los

mexicanos. Las obras aqu í per­

geñada s, están hermanadas con otras que abordan cuestio­

nes de anólogo interés , y que

rebasan con mucho esta cola­

boración. A continuación encontrará el

lector una bibliografía sumaria

de algunos de los trabajos, en

su primera ed ición, que la Bi­blioteca de México pasee en las

diversas colecc iones que con­

forman el Fondo Reservado.

Tou ssa int , Manuel 11 890-1955)

Saturnino Herró n y su obra

/ Manuel Toussaint. - Méxi­

co: Ediciones México Moderno,

1920.

36 p .: 65 il. b y n; 20 cm . Avezado a las más voriadas

manifestaciones artísticos , el

maestro Manuel Toussaint, en

esta obra , nos entrega un ar­

chivo de imágenes y palabras

que rescata con lujo de detalle

la vida y obra de uno de los más exce lsos pinceles 'de la

pintura contemporónea en Mé­

xico: Saturnino Herrón.

Colección Iberoamericana /

8992.

Toussaint , Manuel 11890-1955)

Viajes aluc inados: rincones de España / Manuel Toussaint.

- México: Cvl!vra, 1924.

176 p.: il. by n; 19 cm. IBiblioteca Universo)

Dibujos del autor.

En la contraportada , nota

manuscrita a manera de dedi ­catoria que dice: "A león Feli­

pe con profunda simpatía espi­ritual". / M. Toussaint / Julio,

1924.

Colección Felipe Teixidor / 12223

Taussaint, Man uel 11890-1955)

Tosco: su historio, sus monu­

mentos, característicos actuales

y posibilidades turísticas ; Ma­nuel Toussoint. - México :

Cvltvra, 1931. 244, [4J p.: il. col.; 30 cm. Publicaciones de la Secreta­

ría de Hacienda El maestro Manuel Toussoint

es sin duda una de las plumas mós prolíferas de México. Así lo constata Tasco, obra que reúne lo más granado de la historia , arte, arquitectura, cos­

tumbres, y sobre todo atracti­vos sitios turísticos de esto ciu· dad colonial del estado de Guerrero.

Colección Carlos Basave ; 1241

Toussaint , Manuel (1890-1955)

Don José de la Borda resti­tuido a España: otra prueba de su nacimiento en lo jurisdicción de Jaca ; Manuel Taussaint. -México: Pedro Robredo, 1933.

17 p.: il. ; 23 cm. Ejemplar número 18, dedi­

cada a don Felipe Teixidor. Encuadernado con: La rela­

ción de Michoacán: su impor­

tancia artística / Manuel Tous­

saint. - México: Instituto de Investigaciones Estéticas, 1937. - Retrato y paisaje en la obra de Cecil Crawford O'Gorman I Manuel Toussaint. - Méxi ­co: Alcancía, 1938

Es un documento cuya im­

portancia radica en que se

trata de un argumento más de­

cisivo en un asunto litigioso: lo nacionalidad de D. José de la Borda.

Colección Felipe Teixidar ; 5971

Toussaint, Manuel (1890-1955)

La litografía en México en el siglo XIX: sesenta facsímiles de los mejores obras / con un

texto de Manuel Toussaint. -20 ed. - México: Universidad Nacional de México, Biblioteca Nocional de México, 1934.

XXVII , 60 reproducciones facsimilares litográficas; 21 x 33cm.

la litografía en México, por su carócter histórico e icono·

gráfico, es una de las joyas bi­bliográficas más representati­vas del siglo XX. Es precisa­mente un compendio de ensa­yos que intenta y de hecho lo logra esclarecer una de nues­tros artes más características que lIegá a culminar en Améri-

ca y que por supuesto revelo

escrupulosamente los entretelo­

nes de la vida política, econó­mico, social y artística de las

últimas cinco décadas del siglo XIX.

Colección Felipe Teixidor ; 6434

Toussaint , Manuel (1890-1955)

Guía ilustrada de Tosco ; por Manuel Toussaint. - Méxi·

ca: "Cvltvra", c 1935. 52, [62J p.: il. by n; 18 cm. (Colecc. Tesoros Artísticos y

Bellezas Naturales de México) Con traducción inglesa : Witf,

English Traslation . Colección Fondo México;

199351

Toussaint , Manuel (1890-1955)

la pintura en México duran·

te el siglo XVI ; Manuel Tous­saint. - México: Imprenta

Mundial, 1936. 61 p. : il. b y n; 24 cm. -

Enciclopedia Ilustrada Mexica­na .

Monografía que persigue ampliamente el estudio de la pintura y arquitectura conven­

tual que Aoreció en México du­rante el primer siglo de la do­minación españolo .

Colección Felipe Teixidor ; 6221

Toussaint , Manuel (1890-1955)

La relación de Michoacán : su importancia artística / Ma­

nuel Toussaint. - México: Ins­tituto de Investigaciones Estéti­cas, 1937.

14 p. : il. by n; 23 cm. Al reverso de la portada

noto manuscrito: "Para Felipe

Teixidar, con ; el afecto de su amiga.; M. Toussaint. ; Mayo 1937".

Sobretiro del número 1 de las anales del Instituto de Inves­tigaciones Estéticos, año de

1937. Encuadernado con: Retrato

de paisaje en la obra de Cecil Crawford O'Gorman; Manuel Toussaint. - México: Alcan­cía, 1938. - Don José de la Sorda restituida a Espoña: otra prueba de su nacimiento en la jurisdiccián de Jaca ; Manuel Toussaint. - México: Pedro Robredo, 1933.

Para Manuel Toussaint la historia es una sucesión de

LA L1TOG RAFI A EN MEXICO

S~SCNrll r 01;110 ~II C5"" L~S

CON VN t ·s r vOIO

" MANUEL T OUSSA INT

MExrco

acontecimientos concatenados

que delinean el presente y el futuro de cualquier nación .

Ejemplo de ello es la presente obra, estudio puramente plásti­co, en cuyas láminas del códi­ce nos narran todas las costum·

bres, los ritos y por supuesto las aventuras artísticas de los

pueblos michoacanos. Colección Felipe Teixidor ;

5971

Toussaint , Manuel (1890-1955)

Planos de la ciudad de Méxi­co: siglos XVI y XVII : estudia histárico, urbanístico y biblio­gráfico ; por Manuel Tous­saint, Federico Gómez de Orozco, Justino Fernández. -

México: Universidad Nacional Autónoma , Instituto de Investi­gaciones Estéticas, 1938.

200 p.: il. by n; 29 cm. En la contraportada , nota

manuscrita a la letra dice: "Para Felipe Teixidor, con; todo afecto. ; México ag . 1938.

Rúbrica de Manuel Tous­saint, Federico Gómez de Orozco y Justino Fernández.

Obra que contribuye al mejor conocimiento de la ciu·

dad en todos sus detalles; in­ventariar los edi~cios de verda­dero valor artístico; crear

zonas intocables a las que habrá de sujetarse cualquier nuevo arreglo, y estudiar aque­llas singularidades de trazo ge­neral y de lugares porticulares que son en conjunto lo que da personalidad a la metrópoli.

Colección Felipe T eixidor ; 1728

Toussaint , Manuel (1890-1955)

Retrato y paisaje en la obra de Cecil Crawford O'Gonman ; Manuel Toussaint. - México:

Alcancía, 1938. 21 p.: 18 il. by n; 23 cm. En lo contraportada, nota

manuscrita reza: "Poro Felipe

Teixidor ; de su amigo ; M. T oussaint. ; 20 mayo. 38" .

Encuadernado con: Don José de la Sorda restituido a España: otro pruebo de su nacimiento

en la jurisdicción de Jaca; Ma­nuel Toussaint. - México:

Pedro Robredo, 1933. - La re­lación de Michoacán: su impor­tancia artística / Manuel Tous·

soint. - México: Instituto de In­vestigaciones Estéticas, 1937.

Nadie mejor que Toussaint poro describir al pintor impre­sionista de origen irlandés,

Cecil Crawford O 'Gonman, de quien dice haber recibido elo­gios elocuentes y sinceros ,

cama las de Claire Dona Mu­fardo

Describe la vida cotidiana de Mr. Cecil en su vieja casona de San Ángel, quien además de haber sido pintor, fue un exce­lente decorador. Se mencionan datos sobre cómo llegaron los O'Gonnon a México.

Caleccián Felipe Teixidor ; 5971

Taussaint, Manuel (1890-1955)

Paseos coloniales; por Ma-

Biblioteca de México 63

nuel Toussoi nt. - Mexico: Im­prento Universitorio, 1939.

215 , (6] ρ .: ίl . b Υ η ; 29 cm. ΑΙ finol de los preliminores,

ποΙο manu scrita que dice : "Poro Felipe Te ixidor, de su omigo / Μ. Toussoint / Mex. 1940".

Poseos colonioles presento υηο mόgίcο Υ ogrodoble ex­CUΓsίόη οrqueolόgίcο α 105 mάs fo stuosos monumentos, ciudo­des Υ reminiscencios hί stόrίcοs

de Mexico Cοleccίόn Felipe Teixidor /

5975

Toussoint , Monuel (1890 -1955)

Esculturo torosco / Monuel Toussoint. - Mexico: Un iversi­dod Nocionol Αυtόnοmο de Mexico, 1940.

23 h. de lόms.; 36 cm. Μaπυεl Tou ssaint incursiona

ohoro en el όmbίtο οrqυeolόgί ­

co ΡΟΓΟ ofrecernos υη estudio pormenorizodo Υ comporotivo de υη ΡΟΓ de vigorosos monj­festaciones cerάmίcαs : 10 toros­

co Υ 10 colimense. Cοleccίόn de Consulto /

3561

Toussoint , Monuel (1890-1955)

Compendio bίblίοgrόfίco del ΙΓίυηΙο portenico de Don (υΓlο> de 5ίgϋenΖΟ Υ Gόngοrο / for­mulodo ΡΟΓ Monuel Toussoint. - Mexico: Universidod Nocio­nol Αυtόnοmο de Mexico, Insti­ΙυΙο de Investigociones Esteti ­cos, 1941 ,

Mexico: Imprento Universi­dod, 1941 .

45 ρ.; 18 cm. Εη 10 ρortodo : Publicose con

motivo del χχχl oniversorio del restoblecimiento de 10 Universi­dod Nocionol de Mexico.

Cοleccίόn Felipe Teixidor / 3999

Toussainl , Manuel (1890-1955)

Ρόtzcυαrο / texlo de Manuel Taussaint. - Mexico: Universi­dad Nocional de Mexico; Es­cuela de Arquileclura, 1942.

ΧΙΙ , 288 ρ., 2 maps. pleg. : ίl. b Υ η; 29 cm.

Dibujas de los alumnos de 10 Escuelo de Arquitecluro .

ΑΙ inicio de lαs preliminares, ποΙα manuscritα reza : Ν ΡaΓα

Felipe Teixidor, οοη el / mejor afecto de su amigo / Μ. Τ ous-50ίηl / Mex. 15 abril. 1942".

Esto obro es υηο joyo biblio­grόfίcο ΡΟΓΟ el estudio de 10 orquitecturo de 10 epoco colo­ηίοl en Mexico ; el ρrορόsίtο fundomentol que οnίmό 10 reo­lίΖοc ίόn de esto monogrofio fue dor ο conocer en forme ίη ­

tegrol , lα fisonomio , 10 historio de υηο pequeίio ciudod mexi­(σπα netomente cοlοηίal.

Cοleccίόn Felipe Τ eixidor / 5974

Tou ssaint , Monuel (1890-1955)

Arte mudejor en America / Manuel Toussaint. - Mexico: ΡΟΓΓύα , 1 946

143 ρ .. 109 ί l . b Υ η ; 28 cm. ΕΙ bαstίόn de lα ίnνestίgοcίόn

αrtίstίca Manuel Toussaint, nos regolo υηο mόs de ,υ>

prolificos esludios: considerodo volioso tesoro ortistico, legodo de nuestro modre ΡΟΙΓίο , el arte mudejor en America viene

ο demostror ,υ orroigodo ίη­

Auencia en el nueva cantinente sobre todo en lα arquitecturo, ρίηΙυΓΟ , ,υ escultura Υ desde lυego en los ortes menores.

Cοleccίόn Felipe Teixidor / 5935

Toussoint , Monuel (1890-1955)

Arte coloniol en Mexico / Monuel Toussoint. - Mexico: Universidod Nocionol ΑυΙόηο­mo de Mexico, Institulo de In­vestigociones Esteticos, 1948 (Mexico: Imprenlo Universilo­Γίο , 1948).

ΧΧΧΙ, 501 ρ .: ίl. b Υ η ; 33 cm.

Conlenido: Primera porte: ΕΙ arle en 10 Nuevo Espoίio en liemρos de )0 conquislo; segun­do porte: Ιο cοlοnίΖαcίόn ; ler­cera porte: ΕΙ arte en lα Nueva Espaίia durante lα fοrmαcίόn de lα nacionalidad; (υαΓlα parte: Orgullo Υ riqueza; quin­lα parte: Ideos Υ reolίΖαcίόn de lα indeρendencia de Mexico.

Cοleccίόn Felipe Teixidor / 6433.

Toussainl , Manuel (1890-1955) Ια conquisla de Ρόnυcο /

ρor Manuel Toussainl. - Mexi­οο : ΕΙ Colegio Nacional, 1948.

321, [4] ρ.: ίl. b Υ η; 25 cm. Εη lα conlroporlada, ejem­

ρlαΓ numerado 73 Υ υηα ηοlα manuscrila que dice: "Pαrα Feli­pe Teixidor, de su amigo / Μα­nuel Tous5Oint / Julio, 1948".

Esta obra es, α todos lυces , υηο profundo ίnvestίgοcίόn que ηο solomente norro los he­chos de ormos por los cuoles fue sometido, sino que exploro primeromente el lυgor que ese pueblo hοbίtό , sus coslumbres, su orte; en Ιίη , 10 que represen­tobo en lα historio de Mexico Υ de 10 humonidod .

Cοlecc;όn Felipe Teixidor / 2748

Toussoint , Monuel (1890 -1955)

Ιο Cotedrol de Mexico Υ el 50grorio Metropolitono: su his­ΙΟΓίο , su tesoro, su arte / por Monuel Toussoint. - ΜεΧίοο :

Cοmisίόn Diocesono de Orden Υ Decoro, 1948.

XXXVIII , 377 ρ .: ίl , lόms . b Υ n, col. ; 47 cm.

Contenido: "Documentos ine­ditos ο muy ΓαΓΟ> ραΓα 10 histo­Γίο de lα Catedral de Mexico": ρ . (259] 347.

Eiemplar numerado 467. Bibliogrofio: ρ. (253]-258 . Obra monumental que pre-

tende Ilenar dos nobles ΡΓορό­sitos: ΡΟΓ υηο porte, consagror αl gron templo υηο obro digno de su magnificencio; ΡΟΓ otro , brindar υηα reseίia hίstόrίco .

Cοleccίόn Jesύs Reyes Hero­les / 24672

Toussoint , Monuel (1890 -1955)

Bibliografio mexicona de Heredio / Manuel Toussaint. - Μεχίοο : 5ecretaria de Rela ­ciones Exteriores, Deportomen­Ιο de Ιnfοrmαcίόn ΡΟΓΟ el Εχ­tronjero, 1953.

VII , 146 ρ. : ίl. b Υ η ; 24 cm. Monogrofias Βίblίοgrόfίcοs

Mexicanas: segunda serie; 5 Εdίcίόn numeroda . ΕΙ presente trobojo fue com­

pilado poro su ρυblίcocίόn en 1939, en homenaje ο Jose ΜΟΓίο de Heredia en el primer centenorio de su fαllecimiento .

ΕΙ tiempo tronscurrido permi­lίό oumenlar considerablemen­le οοη base en nuevos descu­brimienlos , υη Irabajo mόs complelo que ρermίtίrό el co­nocimienla mόs exaclo de esle insigne cubano.

Cοleccίόη Xανier lοαΖα / 54

Toussaint, Manuel (1890 -1955)

Ια Catedral Υ lαs iglesias de Puebla / Manuel Toussainl. -Mexico: Edilarial ΡΟΓΓύα, 1954.

BibIioteca de Mh.:ico 64

XV, 247 ρ .. 244 ίl . b Υ η ; 19 cm.

"Puede decirse -en ορίηίόη de Toussoinl- que ofrecemos υπa historio totoImente nuevQ

del gron lemplo angelopolila­no". Documenlos locolίzαdos en el Archi vo Generol de 10 Νοcίόn , permilieron ΟΙ ουlΟΓ eloboror esto monogrofio eru ­dito ο 10 que se sumo υη buen nύmerο de noticias hί stόrίcαs , descriptivos Υ grόfίcοs ocerca de los iglesios de 10 ciudod de Puebla .

Cοleccίόn Felipe Tei xidor / 6183

Tou ssa int , Manuel (1890 -1955)

ΡίηΙυΓΟ coloniol en Mexico / Monuel Toussoint . - Μεχίοο : Un iversidad Nacionol ΑυΙόηο­mo de Mexico, lηstίtυto de In­vestigaciones Estelicos, 1965 (Mexico: Imprento Universita ­Γία , 1965).

ΧΥI , 307 ρ .. lόms . b Υ η ; 28 cm.

Obro inedito de Monuel Tou ssoint, ηο obstante hoberlo concluido en 1 934.

Por primera vez se da ο 10 lυz ρύblίcα υηο obro de 10 mognilud de lα presente, desti­noda ο reunir todos los ίηΙΟΓ­

mociones que hon ρodido res­catarse en torno ο 10 ρίηΙυΓΟ que Αοrecίό en 1521, ΟΙ termi­ηο de 10 conquista ρor los es­poίioles hasto 1821 , αίio de lα Independencia .

Cοleccίόn Felipe Teixidor / 6041

Toussaint , Manuel (1890-1955)

Cloudio de Arciniega: orqui­tecto de lα Nuevo Espaίio / Monuel Toussaint. - ΜεΧίοο : Universidad Nacional ΑυΙόηο­

ma de ΜεΧίοο , 1981 . 78 ρ .: lόms . b Υ η ; 23 cm. Monografias de Arte; 5 . Monuel Toussaint nos ofrece

υη acercomiento α lα vida Υ obra de υηα de los figuros se­ίieros de lα decimosexta cenlu­Γία , el arquitecto que mόs pres­tigio αlοαηΖό en ΜεΧίοο : (Ιαυ­

dio de Arciniega. Τ rabajo metόdico en el que

se recopila οοη acuciosidad lα

ίnfοrmαcίόη dispuesta que sobre el forjador de lα primero escuela αrqυίtectόηίcα novohis­ραηα existe.

Cοleccίόη Felipe Teixidor / 6139

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