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' i n o m n a Separata Cultural de Posdata . Nº84 . Viernes 7 de agosto de 1999 ,. GDffibtecht Dossier : Una conferencia de Hans Ulrlch Gumbrecht (p 1 a 10) / Anima Mundi: (p 11 ) / Libros: Autobiografía de Jorge Lu is Borges (p 12), Los fuegos del sacramento y La cac ería de Al ej and ro Paternain (p 13 ) / Tinta fresca (p 14) / Rehermann (p 15) / Pellegrino (p 15) / Golpe de ojo: Federico Rubio (p 16) '

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Separata Cultural de Posdata . Nº84 . Viernes 7 de agosto de 1999

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GDffibtecht

Dossier: Una conferencia de Hans Ulrlch Gumbrecht (p 1 a 10) / Anima Mundi: (p 11) / Libros : Autobiografía de Jorge Lu is Borges (p 12), Los fuegos del sacramento y La cacería de Alejand ro Paterna in (p 13) / Tinta fresca (p 14) / Rehermann (p 15) / Pellegrino (p 15) / Golpe de ojo: Federi co Rubio (p 16)

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Milenarismo Universitario.

Las revoluciones de los medios y el futuro que les queda a las Humanidades

Insonmia es In separata cultural de In re\~sta

, Director Reseonsa blc: Manuel Flores Silva¡ SubDirector: Eduardo Alonso Bentos¡ Editor General: Gerardo Bleier¡ Director de Arte: Fidel Sclavo¡ SubEditor General: Aldo Mazwcchelli¡ Política, Sociedad e Investigaciones: Pedro Cribari.

PcF 2 7 d e agosto de 1999.

insumn 1a Editor: Aldo Mauucchelli; Cronistas: Sofi Richcro r María José Sanraa·eu; Colunm.istas:Marosa D i Giorgio, Carlos Rehennann, Carlos Pellegrino, Mario Silva García; Colaboradores: Gerardo Ciancio, Gonzalo C urbelo, Aldo Dtfi lippo, Felicia110 Duhlé, María .Echeniq ue, Amir H amed, Christian Kupchik, Andrea Latorre, Sandra López, David Martino,Jorge Olivera, Alvaro Pcmper, Gabriel Peveroni, Soledad Platero, Eduardo Roland, Gustavo San Román (Escocia), Fernando Santullo Barrio, Ficlel Sdnvo,Julio V\1rela. Diseño: Fidel Scbvo; Fotograffa: F'ederico Rubio. e-mail: [email protected] Insomnia en Web: hap·//inrercannl.com/posd1ua/edicicm/scparata/separata.honl

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Las celebraciones de los ciento cincuenta años de la Universidad de la República han dado lugar a una serie de actividades que se constituyen en importantes aportes al quehacer intelectual en nuestro país. En ese marco, Ciencias de la Comunicación, bajo la orientación de su directora, la Ora Lisa Block de Behar, extremó sus ya tradicionales esfuerzos destinados a contribuir a la transmisión y producción del saber, a través del lanzamiento de una revista -Circular-, de una serie de conferencias y mesas redondas, del impulso de publicaciones de obras inéditas de Hans Ulrich Grumbecht, Gianni Vattimo y Michel Serres, entre otras tareas. Estos tres estudiosos fueron, al igual que Tomás Eloy Martínez, invitados por Ciencias de la Comunicación a dictar conferencias y participar de mesas redondas en las que se han puesto de manifiesto los grandes desafíos actuales de los medios y las funciones que corresponden a la Universidad con relación a ellos, en tanto ámbito de formación y de construcción del conocimiento. Hans Ulrlch Gumbrecth dictó en el local del Instituto

de Bellas A rtes la conferencia '¿Milenarismo universitario? La revolución de los medios y el futuro que les queda a las Humanidades', que reproducimos a continuación. Gumbrecht, nacido en 1948 en Würzburg, Alemania y doctorado en la Universidad de Constanza en 1971, es actualmente profesor de Literatura en el Departamento de Literatura Comparada de la Universidad de Stanford, director del Comité de Conferencias y Simposios de esa Universidad y miembro de la Academia Americana de Artes y Ciencias. Radicado actualmente en usA, el profesor Gumbrecht se desempeñó anteriormente en las universidades de Constanza, Bochum y Siegen, fue profesor visitante e invitado en diversas universidades europeas y de las dos Américas, distinguido con varias menciones honoríficas en Virginia, Washington y Stanford. Su vasto trabajo académico incluye publicaciones sobre historia de la Literatura, Literatura Española, la cultura medieval, los medios de comunicación, el cuerpo y el deporte.

7 de agosto de 1999. Pd; 3

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Quería comenzar recordando una saber común: el año 2000 es una fecha contingente, azarosa , además de estar basada en un computación errada, como saben, puesto que si se cuenta a partir del nacim.iento de Cristo el próximo año no debería ser el 2000. Pero a pesar de ser una fecha contingente y errada, parece que no podemos evitar reaccionar ante esta fecha de una forma francamente histérica, que se parece grotescamen te al milenarismo del primer milenio, al milenarismo del año 999.

Deseo establecer cinco paralelismos posibles entre el milenarismo del año 999 y el de hoy día: Aunque sabemos que no va a ser así, tenemos la expectativa de que el mundo sea totalmente distinto después de este año corriente. En esto somos parecidos a los hombres del siglo x, quienes pensaban que entonces vivirían el fin del mundo. Nosotros no pensarnos que llegará el fin del mundo, pero sí que algún cambio muy profundo tendrá lugar.

Nos hemos convertido, en los últimos años, en intérpretes obsesivos y ávidos de nuestro presente para tratar de producir, a partir de esas interpretaciones, pronósticos de ese futuro ignoto. Las personas del siglo x se fijaban en vacas malparidas (vacas de dos cabezas), en catástrofes meteorológicas (como la de esta mañana), para pronosticar el futuro. Hoy, nosotros -sobre todo en EE uu y como vivo en EE uu digo ' n osotros'- contamos con la posibilidad de usar la eventual dificultad del software para adaptarse al número 2000 como indicio para el pronóstico de un posible colapso del mundo.

Los que no creemos en el próximo fin del mundo creemos, sin embargo, en el fin de muchas cosas: en el fin de la literatura, el fin de las humanidades, el fin del arte, en el fin del amor; normalmente, no en el fin del deporte ni menos aún del fútbol. Pero existe un sentimiento nostálgico del mundo, un 'dolor del mundo'.

Al mismo tiempo nos creemos con la obligación de rendir cuentas por este milenio pasado que se está acabando. Pero en ausencia de un dios institucionalizado nos encontramos sin destinatario para esta confesión; es como si quisiéramos hacer una confesión y no hubiera confesor.

También nos sentimos sin amparo para el momento de transición. Si el emperador Otto m, el emperador romano-alemán, bajó a la tumba de Carlomagno en la noche de Año N uevo del año 999 noso tros tenemos tendencia a protegemos-de eso va a hablar mi colega Gianni Vattimo- con lo que se ha llamado un 'renacimiento de la religión'; parece que eso tiene que ver con ese miedo al futuro. Y algunos se protegen con teorías y filosofías ya pasadas y rancias , como por ejemplo un marxismo ortodoxo.

El gran problema es que en virtud de toda la ironía con la que he hablado en los últimos minutos sobre este milenarismo no sabemos muy

Pd: 4 7deagosro de1999.

bien cuántos de nuestros pesimismos están justificados. Por ejemplo, yo soy muy escéptico respecto a ese temor a que el software no se va a adaptar al número 2000 y que por eso el mundo va a colapsarse; pero, quizás, aquellos americanos -y, sobre todo, norteamericanos- que se compran alimentos para sobrevivir esa noche (alimentos que no estarán en buen estado en enero del próximo año) sobrevivan y, tal vez, por no hacerlo, yo no sobreviva. Esta es una cosa rara: se puede tener una actitud irónica y escéptica con el milenarismo, pero no se puede tener la certeza de que no esté justificado.

Por ese sentimiento y por esta razón mi conferencia para el aniversario de hoy, el aniversario de la Universidad de la República, a un paso del fin del milenio, va a ser un análisis m ás o m enos sobrio - si yo soy capaz de sobriedad- del milenarismo con relación a las Humanidades, a las disciplinas académicas. Y voy a disponer este análisis en cuatro partes. Voy a tratar de dar una respuesta histórica - y, espero, compleja- a la pregunta 'qu é son las Humanidades'. Me voy a concentrar en lo que según creo es la situación de las Humanidades hoy. En el presente las Humanidades, de acuerdo con su autoimagen, se consideran a sí mismas ineficaces, al confrontarse con problemas que no pueden resolver.

Intentaré dar una respuesta a la pregunta 'de dónde nos viene esta confusión, este sentimiento de crisis'. Responderé a esta pregunta en dos niveles diferentes: el de la histo1i a epistemológica y el de la historia de los medios, como lo apunta el título de esta conferencia. Me enfrentaré en la parte final con la pregunta de qué les queda a las Humanidades en esta situación. A propósito, estoy bastante contento de estar hablando en el Instituto de Bellas Artes, puesto que entiendo que está incluida dentro de las Humanidades, en tanto es más discutible que lo estén las Ciencias de la Comunicación.

Primera parte: ¿qué son las Humanidades?

Establecidas mis premisas, voy a dar inicio a la conferencia (esto es un poco alemán: las premisas son más largas que la conferencia): ¿Qué son las Humanidades? Tanto histórica como sistemáticamente es una pregunta difícil y, como soy fetichista decin1al, les voy a anw1ciar que tengo cuatro tesis para abordarla.

Si · consideramos la historia institucional, las Humanidades vienen de principios del siglo XIX; entonces se constituyen en disciplinas un.iversitarias en Europa. Nacen en el contexto de la situación de reformas en la situación posrrevolucionaria en los estados de la Europa Central. Esta situación en Francia, Inglaterra, Alemania, y más tarde en España, estaba caracterizada por una tensión macrosociológica interesante: una tensión entre

lo que yo llamaría un nivel normativo de la sociedad (eso era algo nuevo en el proceso histórico, la 'promesa' de una sociedad futura, la sociedad ideal) por un lado, y la vida cotidiana por otro lado. En esta situación la cultura y la lectura jugaban un papel de mediación entre los niveles normativo y cotidiano de la sociedad. Este papel de mediación tenía dos modalidades: una de 'compensación' en el sentido de actividades de pasatiempo de modo que la cultura y la lectµra ofrecían lo que el nivel normativo de la sociedad prometía, pero sin mantenerlo; otra era la de recon ciliación, ya que ciertas actividades culturales sugerían que la tensión no era, de hecho, tan grande ni tan dramática.

Es claro que el Estado tenía interés en proteger esta función de mediación de la cultura para aliviar la tensión cotidiana. Así se iniciaron las Humanidades y eso resulta claro, por ejemplo, en Prusia, con la Germanística. Esta mediación financiada, estimulada por,~l Estado, conocía dos variantes. En aqueUos estados -como Prusia, por ejemplo- en los que las reformas eran la reacción a una derrota nacional (la derrota contra Napoleón para Pmsia) el nivel normativo de la sociedad, la imagen de cómo debería estar la sociedad, estaba constituido por la imagen idealizada d el pasado; eso es precisamente lo que llamarnos romanticismo académico, o sea pensar en la Edad Media alemana (lo mismo pasó luego con los respectivos períodos medievales en Francia, Italia y España; tal lo que ocurrió con el '98' español) como en el ideal que se debería alcanzar. En los estados en los que las reformas devinieron de una victoria, como en Inglaterra o Estados Unidos, el nivel normativo de la sociedad estaba definido de un modo más abstracto, basado en valores humanitarios generales. Eso implica que mientras en Alemania, Italia o Francia las Humanidades nacen unidas a preocupaciones históricas, en Inglaterra o Estados Unidos tales preocupaciones históricas están ausentes.

Estas características propias del período de emergencia de las Humanidades entran en una crisis global (estoy refiriéndome a Europa) hacia fines del siglo XIX, una crisis de tal entidad que se puede decir gue el fin del siglo XIX es también el del gran éxito , de la época feli z de las Humanidades.

La razón principal para esta primera crisis fue una falta de confianza en la sustancialidad, en el carácter ontológico de los horizontes de referencia normativos. Ya no se creía, por ejemplo, que esa Edad Media, esa época tan ideal de la nación había existido y con eso se perdió, de repente, entre los años noventa del siglo XIX y los primeros años del siglo XX la evidente función social de las Humanidades. Este momento de crisis -yo creo que es muy típico- fue el momento en que se formularon por primera vez programas m odestos y explícitos para las Humanidades. Lo que me parece típico es que las instituciones siempre

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Se trata de que la clásica metáfora de la 'torre de marfil', que se tomaba como metáfora negativa y de autoflagelación de las

Humanidades es, para mí, algo positivo. Justamente, las Humanidades deberían insistir en tomar su tiempo; en tomar su

tiempo porque tomar este tiempo, aprovechar, afirmar la condición de torre de marfil es la posibilidad de producir, de exponerse a esa complejidad, de considerar la pluralidad de

sentidos posibles a la que nos exponemos.

encuentran sus formulaciones, sus descripciones explícitas y programáticas en momentos de crisis. Por ejemplo, en Alemania, Wtlhelm Dilthey, un filósofo que yo encuentro bastante mediocre -con perdón de los que tengan otra opinión- , creyó en este sentido programático de 'las ciencias del espíritu' y las d efinía como ciencias basadas en la interpretación; interpretar a los hombres interpretando el mundo sería la tarea central y unificadora de las Humanidades. El programa fue diferente en el contexto anglo-americano donde el primer programa de las ciencias humanas es -a mi juicio- el Nl'W Oriticism. Eso quiere decir que las H umanidades se establecían como la enseñanza y la práctica de una cierta cultura de la lectura; eso explica por qué las Humanidades, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, siempre están ligadas a un canon de textos absolutamente obligatorios de lectura.

El tercer momento de esta breve historia, la segunda crisis de las Humanidades, una crisis que yo ya viví personalmente, se da entre los años 60 y 70; lo que llamamos bastante globalmente la 'revolución' de los estudiantes. Esta crisis de las Humanidades de los años 60 y 70 se caracterizó por el esfuerzo de transformar las Humanidades en Ciencias Sociales. Las Humanidades tuvieron la ambición -una ambición suicida-de definirse como Ciencias Sociales principalmente porque en aquel momento esa metamorfosis conllevaba una promesa -que desde la perspectiva de hoy podemos ver como bastante vacía- de recuperar funciones sociales concretas. Lo que nos queda de aquel momento es un di scurso bastante grandilocuente en la autodefinición de las H umanidades: se hablaba de funciones sociales de extrema importancia, cuya concretización no resulta posible.

Finalmente, en la situación actual, creo que si los humanistas somos sinceros, aceptaremos que ya no creemos en grandes funcion es. Nos encontramos inadecuados e ineficaces ante los desafíos intelectuales y sociales del momento. Pero como hemos inventado ese discurso grandilocuente para nuestra autorrepresentación estamos en una situación bastante problemática porque no podemos admitir oficialmente que ya no nos consideramos competentes para cun1plir con aquellos objetivos que diseñamos nosotros mismos en los años 60 y 70. Y en este sentido parece casi desafortunado que inventáramos nosotros mismos todas esas metas tan grandilocuentes que hoy en día parecen amenazarnos. Esto sería una breve historia de las Humanidades ...

Segunda Parte: las cinco inadecuaciones de las Humanidades

¿Cómo podemos definir más precisamente esta situación del presente, este sentimiento de inadecuación o de impotencia frente a los desafíos intelectuales del momento? Para dar una respuesta, siendo fiel a mi lema de fetichista decimal, voy a describirles cinco situaciones - y pido disculpas a

7 de agosto de 1999. Pd: 5

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algunos, a mi amiga Lisa Block de Behar, sobre todo, porque tres de ellas son situaciones que ya mencioné hace once años en una conferencia que di en Montevideo, pero, desgraciadamente, no soy tan innovador como para encontrar una situación totalmente nueva después de diez afios.

Primera inadecuación: corresponde a lo que llamo 'destemporalización' en las Humanidades. Lo que caracterizaba tradicionalmente las Humanidades era una concepción del tiempo histórico que surgió casi con la primera modernidad, con la modemidad del Renacimiento. En esta concepción del tiempo, en este cronotopo, el futuro se consideraba como un horizonte abierto de posibilida<les y el pasado era un espacio de experiencias que se podían aprovechar para seleccionar, para escoger el futuro.

Precisamente, esta situación en la que el presente se dispone entre un futuro pleno de posibilidades y un pasado vivido como w1 tesoro de experiencias caracterizaba al presente como espacio del sujeto. Lo que en Filosofía llamamos el 'sujeto', la subjetividad, sólo puede existir en este cronotopo porque según la tradición occidental filosófica este sujeto tiene dos caras, dos funciones: la de agente (intenta escoger en e l presente entre futuros posibles) y la de intérprete (debe imerpretar el pasado para basar sobre esa interpretación la selección del futuro). En este sentido, el lugar del sujeto entre el pasado y el futuro es -como dijo Baudelaire en Le temps pour la vie moderne- un momento transitorio imperceptiblemente breve, por lo que ese momento - el presente- no lo podemos definir en nuestro cronotopo tradicional.

Lo que llamo 'destemporalización ', entonces, es w1a disolución de esta situación, de la que nos hemos dado cuenta en las últimas décadas. Tenemos, cada vez más, el fun1ro como algo bloqueado. En virtud de nuestro milenarismo creemos que no tenemos la confianza optimista de dar el paso hacia el próximo futuro. Y al mismo tiempo vivimos una posibilidad tecnológica infinita de reproducir pasados (me refiero, por ejemplo a la imitación de muebles antiguos, a las películas históricas, etcéteras), tenemos una posibilidad tecnológica infinita de llenar el presente con

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pasados. Lo que eso nos produce es w1 presente 'amplio' -hablando metafóricamente-, un presente que ya no puede ser el cronotopo que necesita el sujeto.

Segunda inadecuación: la llamo 'destotalización', o pérdida de la capacidad de abstracción. Este 'presente amplio' ya no ofrece un lugar natural, un lugar universal al sujeto agente y al sujeto interpretador. Y eso quiere decir que ya no nos encontramos en un lugar desde el que las interpretaciones individuales que hacemos se puedan generalizar y puedan obtener validez universal.

En este sentido Jean Fran\:ois Lyotard hablaba del fin de los 'grands récits', de los grandes relatos. Nosotros entendemos que sólo podemos contar historias locales; hoy en día la idea de hacer una historia mundial como la hizo Hegel es muy lejana. Lo mismo pasa con nuestros juicios; consideramos siempre que nuestros juicios son muy locales y por eso tenemos esa reacción negativa a lo que llamamos 'globalización'. Lo único que podemos ver como positivo hoy en día es lo local.

Tercera inadecuación: 'desreferencialización' o pérdida de contacto con el mundo concreto. La pérdida del lugar central de observación de que hablaba hace un momento nos hace dudar también de la pertinencia de nuestras observaciones. La duda en la pertinencia de nuestras observaciones, la duda de que podamos salir de nuestra conciencia, lleva a la hipótesis de que el mundo que vemos, el mundo que pensamos que logramos percibir, podría ser enteramente una proyección de nuestra conc1enc1a.

Eso es lo que llamo 'desreferencialización', es lo que se llama en forma positiva 'constructivismo' o 'virtnalismo'. Lo que no podemos alcanzar es un referente concreto. Esto tiene consecuencias sumamente graves en nuestra relación con el mundo. Y todo eso parece estar reforzado hoy en día por los medios, por la pequeña pantalla.

Cuarta inadecuación: 'desdistribución' o fin de una economía clásica. En un mundo en el que

una proporción creciente del trabajo diario es realizada por autómatas podemos prescindir cada vez más del trabajo humano físico; esta es una nueva situación, una situación bastante inaudita que todavía no hemos pensado adecuadamente. E l problema emanado de esta situación, de la posibilidad de prescindir del trabajo humano físico - lo que era un sueño de antaño- es que en un mundo donde sobra mano de obra no sabemos cómo distribuir las riquezas que producimos. No tenemos una clave, no tenemos un sistema de distribución de riquezas. Esa clave era antiguamente el trabajo físico - y no solan1ente físico- realizado.

Al menos en Estados Unidos o en Europa el aspecto más problemático del desempleo no es el económico; se podría financiar y pagar a los desempleados, pero no se sabe cómo distribuir los bienes. Por eso -y se trata de una situación muy rara- se sustituye cada vez más el tradicional sistema de distribución económica por una Bolsa que se vuelve 'rueda de fortuna'. No sé si eso ya se da en este subcontinente pero es interesante que en Europa y en Estados Unidos los desempleados tienen una tendencia creciente a invertir sus escasos ingresos en la Bolsa. Debido a que la Bolsa es una rueda de fortuna, piensan que quizás en la Bolsa, como en un casino, pueden hacer ganancias y, en algunos casos, eso ocurre. En este capítulo no hablo tanto de

'injusticia' como de una falta de criterio de distr.ibución económica.

Quinta inadecuación: 'desclasificación' o colapso, o pérdida de la sociedad clásica de clases (permítanme el juego retórico), es decir de la sociedad de clases tal como la describieron -muy adecuadamente para el siglo XIX- Carlos Marx o Federico Engels.

En esta nueva economía, todavía no pensada y que quiero describir, las fom1as de vida de una clase media cada vez más amplia son, también, cada vez más parecidas globalmente. Somos parte de una clase media amorfa, generalizada. Permítanme esta observación: yo creo que a pesar de salarios diferentes, las formas de vida entre un profesor de Harvard o de Sanford yun profesor de la Universidad de la República son mínimas, como lo son entre profesores de muy disímiles salarios en USA. En Sudáfrica, India, Uruguayo Estados Unidos, la situación de los ppofesores no es tan diferente. Es más: la diferencia entre un profesor de Stanford que tiene una condición financiera mediocre y m1 colega que es muy rico -el inventor de la píldora anticonceptiva- es mínima; la diferencia más grande es que yo tengo en mi casa pósters de Paul Klee y él tiene originales. Pero esa misma diferencia es tan mínima que cuando vi sus originales pensé que eran reproducciones muy buenas.

Hay una clase media muy amplia, cada vez

Tenemos, cada vez más, elfitturo como algo bloqueado. En virtud de nuestro milenarismo creemos que no tenemos la confianza optimista de dar el paso hacia el pr6xi1110 futurn . Y al 11zismo tiempo vivimos una posibilidad tecnológica infinita de reproducir pasados (me refiero, por ejemplo, a la imitación de muebles antiguos, a las películas históricas, etc.), tenemos una posibilidad tecnológica infinita de lle1un­el presente con pasados. Lo que eso nos produce es un presente 'amplio' -hablando metafóricamente- , un presente que _yfl 110 puede ser el cronotopo r¡tte necesita el sujeto.

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./' Cargas

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AGENCIA CUAREIM DE CARGAS

CUAREIAf f 825 7 de agosto de 1999. Pd: 7

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más amplia. La verdadera diferencia social hoy en día es la que, por falta de una mejor expresión, indico refiriéndome a lo que se llama 'social security' en USA. Es la diferencia entre nosotros y los treinta o cuarenta millones de personas (en Estados Unidos) que no tienen seguro social, los que mendigan en las calles de Manhatann o San Francisco, que se mueren en el extremo sur de Manhataim y que son tan flojos físicamente que nadie tiene interés de explotarlos. Es un problema frente al que estamos sin recursos analíticos y sin recursos políticos.

Yo creo que es un pretexto negativo de políticos ocuparse constantemente de las escasas diferencias que se dan comparativamente dentro de una clase social en vez de ocuparse de las diferencias de los que ni siquiera - para hablar de un país vecino- duermen en favelas sino que duermen únicamente en la calle. Hoy existe una inadecuación radical entre los desafíos intelectuales y nuestros instrumentos analíticos y las teorías en que están basados.

Tercera parte: ¿de dónde nos viene la Inadecuación entre los recursos analíticos de las Humanidades y los desafíos de las situaciones cotidianas?

Mi hipótesis general para responder esta pregunta es que esta crisis endémica de las Humanidades viene de que en el momento en que las Humanidades se fundaron, a comienzos del siglo XIX, los principios fil osóficos y epistemológicos sobre los que se habían basado las Humanidades ya estaban en crisis. Esta base epistemológica de las Humanidades en los primeros años del siglo xrx era la base epistemológica de la visión del mundo de la primera modernidad. Déjenme definir muy brevemente y con fetichismo decimal, en cinco puntos, qué sería esa concepción epistemológica de la primera modernidad.

En la Modernidad, a diferencia de la Edad Media, el hombre se concibe como excéntrico frente al mundo. Excéntrico en el sentido de que la distancia que el hombre pueda tornar frente al mundo es una garantía para la adecuación de sus observaciones.

En esta relación sujeto-objeto, hombre­mundo el hombre se define (extrañamente) ' . como puramente espiritual; el sujeto no t:1ene cuerpo. También, y eso es muy problemático, el sujeto se define como una entidad sin género. Este sujeto puramente espiritual y excéntrico se opone al mundo que se define como puramente material.

La actividad del sujeto es entonces penetrar esta superficie material que es el mundo para llegar a la profundidad espiritual presupuesta de este mundo, y eso sería lo que llamamos la 'Verdad'. Y eso es lo que llamamos también 'interpretar'. Entonces hay un binarismo

Pcr 8 7 de agosto de 1999.

Carlos Pel legrino, Lisa Bl~ck de Behar, Fernando Beramendi y Hans Ulr"ich Gumbrecht

horizontal sujeto-objeto que se cruza con la actividad vertical de penetrar esta superficie material que ofrece el mundo.

En esta epistemología el hombre se concibe como productor exclusivo de saber. Es una gran diferencia respecto a la Edad Media, en la que el único saber legítimo era el saber 'revelado'. En la Modernidad, al contrario, sólo el saber producido por el hombre es legítimo. Esa fom1ación espistemológica se refuerza por la intervención de un medio: el libro impreso. Mientras en la Edad Media la gran tarea de los intelectuales era preservar el saber, en la primera modernidad, dado que el libro es el que toma la función de preservar el saber, el sujeto se encuentra libre para definirse como autoproductor de saber. Eso es una concepción totalmente nueva, aportada por la modernidad.

Aceptado que esta es la base epistemológica de la primera Modernidad y también del Iluminismo hay que preguntarse cómo se deshace esta base epistemológica, cómo entra en crisis y cómo esta crisis hace que las Humanidades, desde un principio, no tengan una base epistemológica estable.

Tengo tres observaciones como respuesta a esta pregunta. Desde la fundación de las Humanidades empieza a articularse la figura epistemológica llamada 'observador de segundo grado', un hombre que está más bien condenado que privilegiado a observarse en la observación del mundo, Y esa nueva reflexividad -piensen en Schlegel, por ejemplo-obligatoria, que no se puede evitar, tiene dos consecuencias graves para las Humanidades. La primera de ellas es que el observador de segundo grado sabe que la representación del mundo que él produce depende de puntos de vista particulares, por lo que para un objeto de referencia hay una infinidad de representaciones posibles, lo que últimamente lleva a la dimisión del objeto de

referencia, lleva precisamente a esta 'desreferencialización' de la que hablé. L a segunda consecuencia es que el observador de segundo grado descubre que el cuerpo también forma parte de la apropiación del mundo. ~to lleva al redescubrimiento de que hay dos t:1pos de apropiación del mundo que están en interrelación problemática: lo que llamamos hasta ahora 'experiencia', apropiación del mundo p or contextos y lo que podría llamarse 'percepción', apropiación del mundo por los sentidos, por el cuerpo. Y aún no hemos encontrado modos de compatibilizar estas dos modalidades de apropiación del mundo.

Estos dos problemas llevan a un tercer problema mediático que hemos descubierto en las últimas décadas: recién nos hemos dado cuenta de que esta interferencia entre experiencia y percepción tiene una consecuencia mediática muy grave, porque vemos que lo que podemos decir, el sentido que producimos, nunca es independiente de la materialidad del medio en que lo expresamos. Antiguamente hablábamos como si fuese posible decir un mismo texto con independencia de su articulación sobre papel, oralmente, en la pequeña pantalla, etcétera, pero hoy nos damos cuenta de que los diferentes medios de articulación, los diferentes soportes, hacen que este sentido sea siempre diferente. O sea que, por lo menos, existen distin tas tonalidades del sentido y yo creo que eso nos confronta con un problema práctico, con un problema filosófico, con un problema epistemológico que tal vez no sea un problema sin solución pero que no podemos captar hoy. Pienso que tal problema sería uno de los grandes desafíos intelectuales para las Ciencias de la Comunicación.

Los efectos de esta crisis epistemológica que acabo de describir se refuerzan hoy día por los medios electrónicos de dos maneras muy

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Por un lado sabemos, todos lo sabemos, aunque actuamos como si no fuera verdad, que la transmisión del sabe1- po1-software y por otros medios es mucho más eficaz J' más barata que la transmisión de saber 'fa ce to fa ce', lo que quien decir que fl largo plazo, o, quizás, no tan lm-go, gran parte del sector académico de emeiianza va a desaparecer y se va a sustituir por software. No sé en Uruguay, pero sé que en Alemania un estudiante cuesta al Estado setenta mil marcos al año. Si esto se puede sustituir por u11 software que mesta diecisiete marcos dudo que no se vaya a hace1: Por otro -lo que es más grave- también sabemos que el software produce gran parte del saber y lo hace de una fonna mucho mrís rápida, económica y -desgrnciadn111ente- también mucho mris precisa que el cerebro humano. Eso va a contribuir al desempleo de los académicos, al desempleo de los imelectuales.

destacadas. Por un lado sabemos, todos lo sabemos, aunque actuamos como si no fuera verdad, que la transmisión del saber por software y por otros medios es mucho más eficaz y más barata que la transmisión de saber 'faceto face', lo que quiere decir que a largo plazo, o, quizás, no tan largo, gran parte del sector académico de enseñanza va a desaparecer y se va a sustituir por software. No sé en Uruguay, pero sé que en Alemania un estudiante cuesta al Estado setenta mil marcos al año. Si esto se puede sustituir por un software que cuesta diecisiete marcos dudo que no se vaya a hacer. Por otro - lo que es más grave- también sabemos que el software produce gran parte del saber y lo hace de una forma mucho más rápida, económica y - desgraciadamente-:­también mucho más precisa que el cerebro humano. Eso va a contribuir al desempleo de los académicos, al desempleo de los intelectuales.

Pero no se preocupen; este es el momento más bajo, más deprimente de mi conferencia. No va a acabar así de mal, si no, no sería una conferencia para un cumpleaños de una

institución académica tan respetable como la Universidad de la República. Sin embargo, muy seriamente nos podemos enfrentar con esta pregunta: ¿qué nos queda a los hmnanistas, qué nos queda a los académicos en general (porque estos cambios que producirá la transformación por software no afectarán solamente a los humanistas) si perdemos en gran parte nuestras funciones de producción y transformación de saber?

Cuarta parte: hacia una nueva función de las Humanidades

Y eso me lleva a la part0

e final de mi conferencia. La pregunta es ¿cuál puede ser la función de las Humanidades (aunque no solamente de las H umanidades) si perdemos las funciones de producción y transmisión de saber? Y claro, también la función de la orientación de la sociedad con que soñábamos en los años sesenta.

Confrontados con esta situación, podríamos, quizás, recordar un concepto olvidado hace mucho, un concepto fom1ado en el clasicismo alemán, con Goethe o Humboldt, un concepto que ustedes conocen aunque no sepan alemán, el concepto de Bildung, de formación individual. Creo que es un concepto que tiene que ser reciclado hoy, el concepto de Bildung, un concepto que Dilthey - ese filósofo que, como mencioné antes, no me gusta- en su programa de 1900 sobre las ciencias del espíritu vincula con Erlebnis que en alemán significa 'vivencia' o 'experiencia vivida'.

¿Qué es 'experiencia vivida'? Para plantear una respuesta vuelvo al filósofo Husserl. Husserl dice (resumiendo su pensamiento en una forma esquemática) que la vivencia es el nivel de actividad de la conciencia humana entre la percepción (percepción puramente física) y la experiencia del mundo (experiencia ql'!ie, para Husserl, es siempre interpretación, atribución de un sentido a la percepción). Entonces, 'vivencia' como nivel interm edio entre la percepción y la experiencia, supone que ya se ha hecho en cada momento una pluralización simultánea de percepciones físicas y que nuestra conciencia, entre esta pluralidad de percepciones físicas, ya se ha contemplado y ha seleccionado una cierta percepción.

En la 'vivencia ' aún no se ha hecho una atribución de sentido; en ella se concentran una pluralidad de interpretaciones posibles pero todavía no se ha seleccionado entre estas interpretaciones. Y en este sentido dijo Husserl que la Erlebnis está entre la percepción y la experiencia; es más que la percepción física pero es menos que la experiencia, menos que una interpretación, que una atribución de un sentido determinado. .

Eso implica que la Erlebnis, por definición, es una confrontación con una pluralidad de sentidos posibles a reatribuir a un objeto. Bajo esta perspectiva se puede decir que la vivencia es necesariamente individual porque solamente lo que ya se ha interpretado puede ser objeto de

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7 de agosto de 1999. Pd: 9

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comunicación. Esta complejidad de sentidos posibles no se puede comunicar puesto que produciría una suerte de congestionamiento en la comunicación.

Y hay una segunda consecuencia que me parece muy importante para nuestro mundo académico: bajo esta perspectiva tan1bién nos damos cuenta de que la casi infinidad de tiempo de que disponemos en el mundo académico y de la que normalmente nos quejamos es, precisamente, la condición de la posibilidad de vivencia. En la vida diaria no nos podernos permitir exponemos a esa complejidad de sentidos de interpretaciones posibles. En la vida diaria siempre estamos bajo la presión del tiempo y siempre estamos con la obligación de elegir. Pero en el mundo académico, donde, al menos teóricamente, disponemos del tiempo, podemos permitirnos la exposición a esa complejidad que congestionaría la comunicación social. Precisamente, sobre este punto tuve un diálogo con la gente de Ciencias de la Comunicación el pasado sábado durante el que dije algo que, espero, haya sido provocador y quisiera repetirlo aquí. Se trata de que la clásica metáfora de la ' torre de marfil', que se tomaba como metáfora n egativa y de autoflagelación de las H um anidades es, para mí, algo positivo. Justamente, las Humanidades deberían insistir

Pcf. 10 7 de agosto de 1999.

en tomar su tiempo; en tornar su tiempo porque tomar este tiempo, aprovechar, afirmar la condición de torre de marfil es la posibilidad de producir, de exponerse a esa complejidad, de considerar la pluralidad de sentidos posibles a la que nos exponemos. · Pedagógicamente hablando, entonces, el Eriebnis, la vivencia y el Bildung, la formación individual, serían la interacción de situaciones en las que el alumno individual está confrontado (o, confrontada, como digo de modo políticamente correcto) por una pluralidad de sentidos posibles, sin la necesidad-insisto, eso es lo más importante-de reducir esta pluralidad.

En este sentido, una situación emblemática de lo que pueden las Humanidades, y no sólo las Humanidades sino todas las disciplinas académicas, sería el reading, la lectura de un texto complejo, la lectura de un texto que es tan complejo que no puede ser reducido a un sentido único, a un sentido unitario. Es la exposición a esta situación y no dejarse presionar para reducir una complejidad.

Formación individual, Bildung en este sentido no es algo específico de las Humanidades dentro del contexto académico. Un ejemplo, que también di en el referido diálogo en Ciencias de la Comuni cación, es el de una joven investigadora de Harvard que este año h a

descubierto que la luz no siempre viaja a su velocidad máxim a, que puede tener una velocidad tan baja como veinte kilómetros. Eso se puede demostrar experimentalmente y matemáticamente. Por otro lado, no tiene ninguna consecuencia óptica. Y .. ¿qué hacer con ese descubrimiento? No sé, no se sabe qué hacer con eso. Pero éste, precisamente, es el momento precioso, el momento de atender esa complejidad. Y por eso afirmo la situación 'torre de marfil', porque sólo en esta situación la exposición a esa complejidad es posible.

¿Por qué han venid o ustedes a esta conferencia aburrida? Porque se quieren exponer a esta complejidad. La conclusión, mi conclusión dedicada al ciento cincuenta aniversario de la Universidad de la República del Uruguay, es que la defensa, la propagación de la formación individual y de la vivencia - en el sentido definido- es lo que nos queda. Mi c~;mclusión sería que Bildung, formación individual' y Erlebnis, vivencia, es lo que tenemos que proteger contra las tendencias de profesionalización total en todas las disciplinas académicas.

Transripción y edición: Claudia Gonz ález Constanzo

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Paul Auster es un perro

Aunque algunos detractores de la novela de fines del siglo XX pue­dan pensar que nos referimos a la calidad de Auster como escritor, lo cieno es que hablamos más bien de El Señor Bones, protagonista de Tmtbuktú, última novela de Paul Auster.

De raza indeterminada, el Señor Bones es un perro que habla en !>ueños, incapaz de imaginar un mundo sin su amo. Para é~ "cada pen­samiento, cada recuerdo, cada partícula de la tierra y el aire está satura­da con la presencia de Willy".

Y esto es así porque este sabueso vive entregado en cuerpo y alma a servir a WillyGurevitch, un poeta callejero de Brooklyn que, después detm descenso alosinfiernosnihilistasen busca dela esencia de la vida, renace convertido en un voluntarioso Quijote dispuesto a conseguir un mtmdo mejor.

El Señor Bones conoce a Willy, "un hombre con el corazón de un perro", casi desde que nació. Jtmtos han recorrido calles y carreteras como dos viajeros desafortunados, y jw1tos inician un último viaje a pie, de Brooklyn a Baltimore, en busca de la antigu~ e _ fesora de inglés de Willy. Hace diecisiete años que no la ve, pero es su última esperanza ya que Willy está muriendo y necesita que alguien se haga cargo de las 7 4

libretas de poemas que ha dejado en una consigna de la estación de autobu­ses, y que también cuide a su perro.

El Señor Bones deduce que "sisa­camos a Willydelmundo [ ... ]hay mu­chas posibilidades de que el mundo, en sí, deje de existir". Por esosuefi.acon reunirse con su amo en T imbuktú, el

gTan paraíso en el cielo, el lugar "donde eres w10 con el universo, una mota de antirnateria en el cerebro de Dios". Sólo espera que T im buktú no sea uno de esos lugares llenos de muebles antiguos y alfombras donde los perros no están perrnitidos.

Timbuktu es una historia donde el autor de Trilogía de Nueva York repasa los temas de siempre: la naturaleza de la soledad y la memoria, el padre perdido y el hijo abandonado, el enfrentamiento entre el individuo y el vacío, yel papel que el azar y la coincidencia tienen en la vida de la gente. Según la crítica del suplemento litera­rio del New York Times, es el libro "más conmovedor, más emotivo" escrito hasta ahora por Auster.

El Señor Bones está inspirado parcialmente enJack, un perro calle­jero que Austery su hija encontraron hace cinco años abandonado en una calle de Brooklyn. Al principio pensó en convenir a Bones y a Willy en personajes secundarios de una novela más amplia, pero "me seduje­ron tanto que pensé que merecían un libro para ellos solos", ha declara­do el escritor al diario USA Today.

Encuentro Poesía Viva II

La Comisión de Juventud de la L\1"1 convoca al encuentro Poesía Viva rr. Se trata de llevar la poesía a la escena, crear un espectáculo que tome como base la poesía recitada, valiéndose de los medios artísticos que se consideren convenientes (música, teatro, plástica, video, etc.). La convocatoria está abierta a todos los uruguayos que tengan entre 15 y 3 O años. Los mismos podrán presentarse conformando espectáculos individuales o grupales.

Las bases se encuentran disponibles en Soriano 1402 en el horario de 11 a 18 hs, hasta el 6 de agosto.

María, Kodama también escribe

"No publiqué en vida de Borges porque no quería que me prologara ningún libro. Decidí no hacerlo, pese a que él insistía. Me decía: 'Tienes que hacerlo'. Pero yo entonces le recordaba a Emily Dickinson, una de sus escritoras favoritas, que no publicó nada en vida. 'Pero María, no hay que exagerar', me replicaba Borges", reía María Kodama hace unas semanas en Santander. La que fue com­pañera de los últimos años de Borgesimpartió la segunda quincena de julio un seminario so­bre la obra borgiana en la ciudad cantábrica.

La relación entre ambos, la amistad de Bor­ges con Bioy Casares, las ideas políticas del

escritor ... Kodama, leve, de aspecto ausente, pero segura y lúcida, repasó a petición de los periodistas los temas de siempre y añadió una novedad: la pronta publicación de E/ Metropolitan, sala v, una serie de relatos que ha escrito a lo largo de muchos años, algunos de ellos conocidos por Borges, y que Kodama había decidido mantener inéditos. El título del libro hace referencia a la sala v del museo Metropolitan, dedicada al arte egipcio, un lugar que Borges y ella vi5.1taban mucho. El relato principal narra la historia de una gacela disecada por el aire del desierto que se encuentra en una de las vitrinas del museo.

En el seminario dictado en Santander, Kodamano escatimó alabanzas para el escritor argentino: "Sus libros hablan de lo más delicado y eterno, tienen un centro que toca en lo más proftmdo aun sin comprender muy bien por qué. Por eso toca a culturas muy diferentes y por eso los homenajes que se realizan en su recuerdo este año son universales", señaló la profesora y escritora. "Su obra es eterna, como la tragedia griega, porque su base está fonnada por la que fue su educación, muy filosófica y literaria. Así, la anécdota personal no es la esencia", comentó.

Su opinión acerca de las críticas que algunas biografías vienen sobre el escri­tor es simple: proyectan sus propios problemas, no le conocen, no le han tratado. "¿Solipsista? Pues ~odos somos un poco solipsistas. No hay más que leer sus artículos para ver que estaba interesado en la realidad. Es cierto que era individua­lista, rebelde, y que no transigió aunque su opinión le perjudicara, pero a mí esa libertad de expresión me parece extraordinaria. Aunque tus ideas vayan contra las de todo el mundo", replicó Kodama. "Respecto a su encuentro con Pinochet, se trató de un acto protocolario y nada más. Borges fue a Santiago de Chile a ser investido Doctor H onoris Causa por la Universidad Católica de Lima y tuvo gue enconn:arse con él, eso es todo", aseguró.

Algo más fría estuvo al hablar de Bioy Casares. "Borges fue muy generoso con Bioy, a quien ayudó mucho, colaboró con él, prologó sus libros. Fue una amistad muy importante que cambió con el tiempo. Simplemente, se distanciaron."

Concurso de ensayo

La Academia Nacional de Letras convoca a participar en el concurso de ensayo sobre la obra poética de Juan Cunha. Los trabajos deberán ser inéditos y escritos en español, presentados en tres copias y adjuntando un sobre en cuyo exterior figure el nombre del concurso, un seudónimo o lema, y en cuyo inte­rior consten los datos del autor. Los trabajos serán recibidos en la Secretaría de la Academia Nacional de Letras, Ituzaingó 1255, entre las 14y 18 hs hasta el 31 de agosto de 1999. El jurado, integrado por Mercedes Rein, W ilfredo Penco y Jorge Arbeleche, se expedirá antes del 15 de noviembre. Se establece un único premio de cLeciocho mil pesos uruguayos.

6deagostode 1999. Pd: 11

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Atardecer sentimental

A poco de abandonar la justeza y la calma de estas notas autobio­gráficas de ]. L. Borges, el mundo cobra apariencia de un lugar más bien pequeño y dominable. La bi­blioteca paterna, la lectura y el es-

• tudio en casa, las puestas de sol y las caminatas, algunos viajes y ami­gos y otras fraternidades, fueron las urgencias de llll hombre de discri­minación serena, quizás anacróni­ca. La nota del editor informa que esta Autobiografía apareció por pri­mera vez en el número del 19 de setiembre de 1970 de The Nw Yor­ker, con el título de 'Autobiogra-

~ phical Notes'. Al parecer, el direc­tor estaba tan orgulloso de este texto que lo anunció con un aviso a toda página en elNw York Times. La edi­ción estuvo ilustrada por Sábat y fue dictada en inglés a su colabora­dor y traductor Nonnan Thomas di Giovanni durante los primeros

meses de 1970; poco después sirvió de intro­ducción a la edición norteamericana de The Aleph and Other Stories.

La abundante literatura biográfica que se ha escrito sobre Borges hace que en general este texto no sorprenda por posibles peripe­cias o hallazgos inéditos. El encanto proviene de la discriminación con que el propio autor ha querido ensayar lo que se supone es el re­lato de su vida: lo que hace ingresar y lo que queda fuera. Su credo de la discreción litera­ria y el clasicismo, habla mucho en estas pági­nas. Y es casi imposible no sentir nostalgia por lo desechos, aquellos que Borges supone irrelevantes, inconvenientes, o sencillamente obscenos, en el género autobiográfico.

El lector seguramente encontrará que es

éste un relato calmo, so­brio, siempre elegante; ten­drá oportunidad de sentirse halagado con su generosa ironía; advertirá acaso que contra su propia opinión Borges es sentimental, y lle­na sus páginas de atardeceres.

Aquí está Borges como quiso Borges que Borges fuera. Cuando una vez más quiere re­cordamos que él hubiera preferido, como sus antepasados, ser un militar épico (o al menos un c.uchillero de barrio), advertimos cómo quiso Borges que fuera la ternura de Borges. Y cuando otra vez dice que Dan Quijote es un libro escrito en inglés, y que cuando más tar­de lo leyó en versión original le pareció una mala traducción, nos parece que descubrimos cómo Borges quiere que sea la arbitrariedad elegante de Borges. Esos juicios rebeldes, que prescinden del fundamento, como cuando dice del francés que "el idioma en sí es, me parece, bastante feo". Al parecer era Norah, su hermana, la entendida en el francés: "[ ... ] recuerdo que una vez, al regresar a casa, mi madre encontró a Norah escondida detrás de una cortina de felpa roja, gritando asustada: 'Une mouche, une mouche!' Parece que ha­bía adoptado la idea francesa de que las mos­cas son peligrosas. 'Salí de ahí', le dijo mi madre sin demasiado fervor patriótico. '¡Na­ciste y te criaste entre moscas!"

Y cuando en este episodio invoca a Mace­donio F emández, Borges busca ser un poco mojigato, un poco prosaico, y claramente ingenioso: "A Macedonio le gustaba compi­lar pequeños catálogos orales de personas de genio, y en w10 de ellos me asombró encon­trar el nombre de una mujer encantadora que ambos conocíamos, Quica González Acha de Tomkinson Alvear. Yo lo miré boquiabierto.

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No tenía la impresión de que Quica estuviera en el mismo nivel que Hume y Schopenhauer. Pero Macedonio dijo: 'Los filósofos se han visto obligados a explicar el universo, mien­tras que Quica sencillamente lo siente y lo experimenta y lo comprende'. Volvía la cabe­za y preguntaba: 'Quica, ¿qué es el Ser?'. Y Quica contestaba: 'No sé qué quieres decir, Macedonio'. '¿Ves? - me decía él entonces-, Quica entiende de manera t.m perfecta que ni siquiera puede percibir nuestra perplejidad'. Con eso creía probar que era una mujer de genio. Más tarde cuando le dije que podría­mos decir lo mismo de un niño o de un gato, Macedonio se enojó".

Es grato descubrir a Borges queriendo ser Borges. Y también a Borges jugando a ser Kafka, como cuando cuenta de su primer empleo en la sucursal Miguel Cané de la Bi­blioteca Municipal: "Cada tanto los trabaja­dores municipales éramos premiados con un kilo de yerba. De noche, mientras caminaba las diez cuadras hasta la parada del tranvía, se me llenaban los ojos de lágrimas. Esos pe­queños regalos de arriba marcaban mi vida sombría y servil".

Son éstas algunas de las amenidades con que Borges quiso teñir su breve autobiogra­fía. A pesar de ellas, a poco de salir de estas páginas queda la idea de un hombre solo en­frentado a una bibl.ioteca en un atardecer sen­timental. La idea de un hombre que fijó sus dominios desde la primera infancia y pudo ser leal. Que no parece haber conocido la an­siedad o la dispersión, y que jamás dijo que hubiera sido preferible tomar más helados o llevar menos paraguas.

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La aventura y la orden del mar

El siglo XX experimentó desde sus albores con el discurso narrativo. Técnica del decir relatante, retórica novelística en permanente búsqueda, experimento y autorreflexión. La escrituración novelística -en sus malos epígo­nos, novelera- no ha cesado a través de sus propuestas vanguardistas, modernas, pos y transmodemas, de pujar en un secular parto transgresor del género. La costumbre de con­tar historias huyó de los modos costumbris­tas y naturalistas de representar el mundo al interior de la ficción. La historia contada y el discurso que la sustenta, montaron simula­cros de divorcio para generar así una novela más novedosa. Algunos lectores se acostum­braron, otros se hartaron de pésimos monó­logos interiores, de abusivos usos de las tecru, logías de la palabra narrada, del juego gratuito y, a veces, mostrenco, para montar un relato, de la urgía perpetua.

No obstante, parecería que existe un re­tomo, una rebusca de la necesidad de contar historias, o aventuras, sin desmedro de la cali­dad estética del proyecto narrativo. Creo que las novelas que publicó Alejandro Patemain en estos últimos tiempos, reflejan esta ten-

Secretos del coleccionismo

Mientras estaba muriendo, Bruce Chat­win escribió una novela breve cuyo título misterioso es tan engañoso como el tono leve y desapegado del texto: U'tz. Desde la prime­ra persona de un inglés experto en arte, la na­rración se adentra en el descubrimiento del carácter del coleccionista checo Kaspar Joachim Utz, protagonista de una manía eru­dita: acumular obras de arte. Heredero de tí­tulos nobiliarios, Utz conserva, a través de las correntadas del socialismo checo, su fortuna personal y tma impresionante colección de porcelanas de Meissen, chinas e italianas, bajo la mirada suspicaz del gobierno de su país. El narrador, de visita ocasional en Praga, conoce a Utz y su colección, hecho al que no atribu­ye demasiada importancia. Sin embargo le dedica suficiente atención como para cons­truir esta historia. Ese tono de desinterés im­pregna el relato, que adquiere así la textura de una especie de diario o cuento entre amigos, sin tensiones dramáticas ni desenlaces impre­vistos. La psicología (o psicopatología, como anota el narrador) del coleccionista compul­sivo es el blanco del libro. Chatwin, experto él mismo en comercio de arte, retrata con cru­deza gris la mentalidad de Utz. Las tensiones

ciencia, este viento de re­fresco que nos acerca el mar -de sus relatos a caballo en­tre la historia ficcionada, la novela de avenurras y las viejas crónicas de añejado sabor marino.

En Los fuegos del Sacramento el asalto a la incipiente colonia portuguesa, perpetrado hacia fines del siglo xvrr por un homérico ejér­cito compuesto de tres mil guaraníes y dosden­tos castellanos, constituye una de las páginas de la épica novelada más lograda en la narrativa contemporánea uruguaya. Entre los toques a degüello, el redoble de las cajas misioneras, y el continuo alentar de los castellanos a sus piqueros, los personajes se empachan de una heroica gestualidad y la defensa de la plaza se sintetiza en las palabras de un personaje: "La ciudadela es como una roca en medio de un torrente asustador" (pág. 264). La novela se lee con fluida fruición; la La epopeya de Manuel Lobo de Luis Enrique Azarola -texto fundan­te de la novela que gira y se aglutina en tomo a los fuegos incendiarios y a los de la pasión­se disfiuta plenamente.

que sufre el coleccionista por el hecho de vivir en una so­ciedad tironeada por una ideología y una cultura en contradicción son utilizadas por Chatwin para mostrar con precisión el color mental del coleccionis­ta. Si en el país del narrador el coleccionismo puede encontrar una razón socialmente acep­tada en virtud del valor comercial de las pie­zas, en la Checoslovaquia socialista los moti­vos reales de esa compulsión se muestran al desnudo. Utz se maravilla del valor moneta­rio de su fabulosa colección, que sin embar­go no puede vender, ya que no puede sacarla de su país. Por otra parte, aunque viaja todos los años a Francia y a Suiza (donde tiene sus cuentas barn;arias), nunca se decide a emigrar definitivamente: se lo impide su colección. El hecho de que su fortuna le permitiría fácil­mente eludir las barreras burocráticas nunca se menciona explícitamente.

Numerosas historias sobre el origen de la cerámica y de las diversas fábricas de donde han salido las series de piezas más cotizadas sirven de referencia para comprender a Utz. El aristócrata se avergüenza de haberse casado

En la reedición de La cacería, asistimos a una persecución -y tal vez, a una metáfora del destino, del fatum como suerte ineludi­ble-entre naves impe­

riales y corsarias, en una guerra de baja intensidad entablada a destiem­po. La gesta artiguista toca a su fin y para los hombres de mar la batalla continúa. Prologada por Arturo Pérez Reverte, esta novela reenvía a la nostalgia de un pasado lector de piraterías, de avenurras entre mareas y abordajes de goletas y bergantines de la memoria.

Geranio CiancW

LOS FUEGOS DEL SACRA­MENTO - Alejandro Paternain -Alfa­guara - Montevideo, 1998 - 315 págs­Distribuye Santillana.

lA CACERÍA - Alejandro Pater­nain - Alfaguara - Montevideo, 1999-268 págs -Distribuye Santillana.

con su criada, y ha elegido un modo de vida subterráneo y oscuro, prueba de su incapaci­dad para adaptarse al medio social. Utz no acepta ni a Checoslovaquia ni a Francia, no puede aceptar su matrimonio, oculta su ori­gen aristocrático y evita mostrar su colección. Pero sobre el final del libro se deja entrever una versión opuesta, en la que Utz en reali­dad servía al gobierno de su país como co­merciante clandestino de obras de arte para obtener divisas, y en la imaginación del lector se construye vertiginosamente una imagen nueva, la de un burlador magistral.

Del mismo modo, Chatwin nos lleva a lo largo de un relato austero y ágil hacia una wna psicológica de penumbras para desco­rrer de pronto un velo que ilumina y da sen­tido nuevo a un texto que creíamos haber comprendido plenamente. Un buen libro, sin premios faranduleros ni neones editoria­les, tal vez porque exige lectores inquietos y tiene sólo 144 páginas.

Carlos Rehermann

UIZ - Bruce Chatwin - MuchnikEditores -Barcelona, 1997 - 144 págs. - Distribuye Aletea.

6 de agosto de 1999. Pd: 13

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EL 900. TOMO 1-Óscar Brando (coordinador)/ Autores varios - Cal y Canto - Montevideo, 1999 - 389 págs - Distribu­ye Gussi.

El 900 es y ha siclo uno ele los capítulos más revisitaclos ele nuestra historia cultmal, segura­mente porque se n·ata ele un legado artístico y cultural particulam1ente concentrado, una caja de sorpesas, un acordeón que aún admite nuevos despliegues. De eso habla al menos el presente tomo (y el segundo que se nos promete), primera entrega de un ambicioso proyecto que bajo el tí­tulo 'Literatma U ni guaya y Sociedad: Historia y Critica' intentar.í releer distintos aspectos y períodos de l'l cultura y la literatura urnguaya, desde una óptica que según refiere Osear Bran- · do, coordinador del proyecto, buscará "incorporar inf01TI1ación y reformular, si es posible, la interpretación de los datos existentes". El equipo editorial (Cal y Canto) ha decidido contextuali:t,ar nuestro Novecientos con w1a óptica histórica regional y han integrado traba­jos sobre el 900 brasileño y el argentino. Además de los capítulos panorámicos históricos de Uruguay, Argentina y Brasil, en este pri­mer tomo se estudian cuatro autores del canon novecentista urugua­yo-Horacio Quiroga, Florencia Sfochez,JulioIIen-era y Reissigy Carlos Vaz Ferrcira-y se revisan temas de contexto histórico tales como la moda, las costumbres, el carnaval, la cimlad y el fútbol de la época. La introducción crítica a cada tema incluye bibliografía y es seguida de lll1a selección de textos de critica. En el to~no colaboran destacados investigadores tales como Milita Alfuro, Osear Brando, Carina Blixen, Roberto Ecliavarren, Alfredo F ressia,J osé Rilla,J or­

ge B. Rivera, Pablo Rocca e Iván Schuhnan, entre otros.

HJ14 6dcagosto del'J99.

T 1 N TA FRESCA

UN ÁNGEL SIN ALA - Paz Puente Greene - Ediciones Robinbook - Barcelona, 1999 - 213 págs - Distribuye Gussi.

Con sólo decir que fue merecedora de la seg1mda convocatmia del Premio Robinbook de Narrativa Cuerpo-Mente-Espúitu, el lector podrá hacerse una idea de por donde viene el asunto y el tono de esta novela. Paz Puente Greene, escritora nacida en Barilo­che, vierte en Un 1fngelsin nla Jo que ha sido ~u propia experiencia de bulímica y anoréxica para relatar la pe­ripecia de Vera, una ilustradora de 1 ibros in funtiles, cuya vida transcurre n·anquila pese a la evidencia ele su obesidad, hasta que por l.ll1a circunstancia aparentemente insignificante se ve obligada a emprenderun viaje de autoexploración de su identidad y~u pasado.

EL BATARAZ - Mauricio Rosencof - Alfaguara - Montevi­deo, 1999 - 190 págs - Distribuye Santillana.

Publicado originalmente en 1991, este texto de Mauricio Rosencof es la crónica autobiográfü.11 ele más de tma década de calabozo durante la dictadura militar. El soli loquio del prisionero sólo espera la llegada de visitantes imaginarios, que como el gallo Tito, consti­tuyen las magras pero decisivas posibilidades de comu­nicación y vida. La memoria del horror desde una pers­pectiva que evade la drasticidad directa, o que más bien prefiere depositar esa misma drasticidad en la apariencia de los detaUes, los pequeños gestos.

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Admirar, no ser

Leonardo da Vmci es vastamente admirado: símbolo del genio ávido de todo saber, de todo arte, es considerado una especie de superhom­bre, un tipo paradójicamente irrepetible.

En toda su vida, no hizo nada que realmente funcionara.

Hay un dibujo suyo (el N° 15583 de la Bi­blioteca Reale de 'Ihrin), que muestra dos ca­nuajesdecombate.Ambos tienen unos juegos de cuatro cuchillas en forma de hoja de hoz, de una longitud de unos dos metros, que, conectadas mediante un mecanismo de engranajes a las rue­das, giran en un plano horiwntal mien­tras el carro avanza. Uno de los dibujos muestra, para mayor ilustración del ob­servado~ los cuerpos despedazados de las víctimas. Estos diseños, realizados para Lu­dovico Sforza, no tuvieron mucho éxito en la práctica, ya que, como dijo el propio autor, "a menudo produáan no menos perjuicio a los amigos que a los enemigos".

Cada uno se las arregla como puede, y si Leonardo tuvo que ponerse a imaginar formas de asesinar al prójimo para poder conseguir un trabajo cómodo y bien pago, no vamos a venir al1ora nosotros a criticarlo. Leonardo, como Ju­lio Veme, imaginó artilugios que no estaban al alcance de la ingeniería de la época, a la que no hizo realmente ninguna aportación. Sforza no

era tan ingenuo como para no darse cuenta del caso. Lo que salvaba a Leonardo era que organi­zaba unas fiestas in1presionantes.

Sí: Leonardo salió adelante como animador. Marionetas, autómatas, fuentes de agua colorida, surtidores de fuego, fábricas de espuma, máqui­nas de humo, grandes orquestas y disfraces sor­prendentes. Una fiesta organizada por Leonardo

era una garantía de diversión. Leonardo admiraba profundamente a un arquitecto cuya mentalidad era diametrah11ente opuesta a la suya: Brunelleschi, el floren­tino que logró construir la más grande cúpula sin cimbra (am1azón provisoria de madera) jamás realizada. Este arqui­tecto pasó más de quince años dedicado a esa tarea, durante los cuales diseñó y cons­

truyó gran cantidad de máquinas que hicieron posible esa proeza que ni siquiera la ingeniería actual puede comprender completamente. (Se continúa investigando los motivos por los que esos cuatro millones de ladrillos siguen en su lugar, medio milenio después.) Leonardo di­bujó muchas de esas máquinas, que siguieron en uso durante más de cien años y que sirvie­ron de base para nuestras actuales maquina­rias de apoyo a la construcción. No deja de ser curioso que él mismo se haya visto estimulado por Brunelleschi, que si bien hizo muy poco, dejó una obra de innegable utilidad práctica.

En los textos escolares se menciona el genio de Leonardo, pero se oculta su sistemático fracaso. Se lo propone como modelo, y a la vez se castiga a quienes siguen caminos que no conducen a nada. De un modo esquizofrénico, se pone a Leonardo en un pedestal, al mismo tiem­po que se critica todo cuanto se aparta de un método preestablecido y conver­gente -es decir, que descarta todos los camú10s que se abren desde el proble­ma original-. Exactamente de la mis­ma manera que se celebra a una es­trella de cine o de la televisión, se celebran los 'grandes genios de la hu­manidad'. En realidad habría que de­cir que a Susana Giménez o a Ricky Martin se los celebra según los mis­mos criterios construidos para cele­brar a Leonardo, es decir, por los bri­llos de sus presentaciones en público.

Si seguimos las instrucciones del sis­tema, nos encontraremos con que senos incita a ser como Leonardo pero se nos inculcan los métodos de Brunelleschi. Se nos invita a entrar al laberinto, pero luego se nos advierte que hay que recorrer sólo w1 cami­no. El resultado es que en el mejor de los casos tem1inaremos trabajando para un Sforza. Y ni siquiera nos enseñan a pintar bien.

La historia de Waner ¡) Pellegrino • . _ I

Waner nunca pensó que iba a tener ocasión de inventar una historia, así como había sido, pero más cierta que lo que había visto. Bueno, Waner sabía que no era realmente algo que vio ni q~e sabía seguro que hubiera ocurrido así.

El no había estado en Cerro Chato ese día, sino el día anterior al suceso de la muerte del Sr Jefe comunal, pero había visto sí a una perso­na que hubiera jurado que era capaz de haberlo matado. Además lo vio, como quien dice en la premonición, tal cual, pintado en el momento, todo con lujo de detalles, mientras el otro dor­rrúa. Yhasta pudo pensar en la familia del muerto y todo lo que venía sucediendo desde hacía mucho para que pudiera desenlaz.m;e de tan brusca y sucinta manera. Vio a la madre del di­funto rezar sintiendo la inminencia de algo malo, vio a la mujer que le parecía disimular cuánto le odiaba. Le vio como quien dice los botines a los desgraciados de traje negro que tuvieron la mi­sión de ejecutarlo. Tuvo un sueño la noche del vemte de agosto muy extraño, porque era un sueño en el que entraban a una especie de salón

de cumpleafios una cantidad de gentes que no conocía, pero muy parecidas entre sí, por alguna cosa que no era precisamente la forma del rostro o algo que le hiciera pensar que se trataba de una reunión de familia de los Serralho da Cunha. Pero supo que era en Brasil y que se trataba de descendientes de muy antiguos pobladores del norte de Cerro Chato, que habían llegado antes de que se hubiera anexado Río Grande a la con­federación de los estados brasileños. Y había po­dido seguir de cerca con una especie de 'telejes­tivo' a la gitana más que una gata, un minún de cine italiano de la posguerra.

O que le qabía agregado un nombre y luego había tenido que explicar por qué y hasta imagi­nar el cómo había tenido lugar, el asesinato del hombre, en contra de la opinión del biógrafo (el del libro y el de la película).

En realidad fue él quien lanzó la historia de que había visto cruzar la calle a las diez de la noche a un hombre en el que reconoció al Inten­dente, lo que explicaba exactamente cómo se encadenaron los hechos, hasta el momento fi-

nal. Él fue el que dijo que smtió el disparo. Waner sólo se lo contó a su tía E tel. Con ella habían hasta habladodelosorigenesdelosReichsennydeoomo desde haáa cuatro generaciones se habían criado en Cerro Chato llamando a los hijos mayores in­cansablemente, con los nombres de Gualiria, Ains, Wanery Enris.

Pero lo que no pudo menos que desnucarlo de estupor, fue que en el bar Timón, el grupo de los agentes de la Policía, que se reunían los viernes, vinieran a discutir en voz alta que había sido un jueves o un lunes el día en que alguien vio al Inten­dente cruzar la calle con la gitana.

Su propia versión, se podría decir un bola­zo de sueño, unos meses después, era reforma­do detalle a detalle, por otros rostrudos y hasta si se quiere por indagaciones de la 'vú-ul' que se acumulaban sobre el muerto como libros des­encuadernados.

Caray, como si no lo hubiera inventado él. Tuvo ganas de gritarles. Pero se dio cuenta que era in­útil, tan inútil como decirles que él sabía quien era Wagner de Weimer, y las gaseosas Walkirias.

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Federico Rubio

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