humanitaria01 enfoque psicosocial de la ayuda comunitaria

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Carlos Martín Beristain, Giorgia Donà Enfoque Psicosocial de la Ayuda Humanitaria Textos básicos Universidad de Deusto Instituto de Derechos Humanos Ayuda Humanitaria

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ayuda humanitaria

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  • Carlos Martn Beristain, Giorgia Don

    EnfoquePsicosocial dela AyudaHumanitariaTextos bsicos

    Universidad deDeusto

    Instituto deDerechos Humanos

    Universidad deDeusto

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  • Enfoque Psicosocial de la Ayuda Humanitaria

  • Carlos Martn Beristain / Giorgia Don

    Enfoque Psicosocialde la Ayuda Humanitaria

    1997Universidad de Deusto

    Bilbao

  • Serie Ayuda Humanitaria

    Ninguna parte de esta publicacin, incluido el diseo dela cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmi-tida en manera alguna ni por ningn medio, ya sea elctri-co, qumico, mecnico, ptico, de grabacin o de fotoco-pia, sin permiso previo del editor.

    Publicacin impresa en papel ecolgico

    Ilustracin de la portada:

    Universidad de DeustoApartado 1 - 48080 Bilbao

    ISBN: 978-84-9830-894-5

  • El objetivo de esta serie de textos bsicos es la publicacin de mate-riales originales y de relevancia que desarrollen los distintos aspectosque intervienen en la Ayuda Internacional Humanitaria. En este campotan novedoso y actual se entremezclan elementos tericos y prcticos,una clara componente interdisciplinar y una dimensin ineludiblementeinternacional.

    El Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Deusto conesta serie investiga y ofrece los resultados de esta indagacin en una delas reas ms problemticas de la relaciones internacionales contempor-neas. A este respecto, la serie desarrolla, entre otros, los aspectos geopo-lticos, jurdicos, antropolgicos, psicosociales, mdicos, medioambien-tales, ticos y de gestin de la ayuda humanitaria. Estas publicaciones seinscriben dentro de la red NOHA (Network on Humanitarian Assistance)y del Diploma de Ayuda Humanitaria que desde hace aos, varias univer-sidades europeas estamos desarrollando bajo los auspicios de ECHO(European Commission Humanitarian Office).

    La serie pretende poner a disposicin tanto de los estudiosos comode los profesionales de ONGs y organizaciones internacionales, materia-les valiosos escritos por reconocidos expertos en este campo.

    Jaime OraDirector del Instituto de

    Derechos Humanos Pedro Arrupe

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  • Indice general

    Abreviaturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

    Prlogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

    Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

    Captulo 1. La experiencia de las personas y comunidades afectadas por desas-tres y crisis sociopolticas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25

    Captulo 2. Cooperantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43

    Captulo 3. Interacciones Transculturales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

    Captulo 4. Intervenciones Psicosociales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65

    Conclusin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75

    Bibliografa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77

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  • Abreviaturas

    UNICEF: Organizacin de Naciones Unidas para la Infancia.UMNCR/ACNUR: Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados.WMO/OMS: Organizacin Mundial de la Salud.PTSD: Trastorno de Estrs Post-Traumtico.ONG: Organizacin No-Gubernamental.

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  • Prlogo

    El lector tiene entre manos un texto que unifica experiencia y re-flexin. Si esto es un fenmeno poco frecuente, dada la disociacin quehabitualmente existe entre las dos, el problema es an ms fuerte en elrea de la intervencin psicosocial humanitaria internacional. Esta rease ha desarrollado de forma importante en las dcadas recientes: en1971 se asignaron 200 millones de dlares a la ayuda de vctimas de ca-tstrofes. En 1996 los gobiernos asignaron 1.600 millones de dlaresnicamente a la ayuda humanitaria a Ruanda (El Correo, 12 de junio de 1997, p. 53).

    El desarrollo de las ONG y de las misiones internacionales de ayudahumanitaria han acompaado a la evolucin de la inversin econmica.Este desarrollo no implica necesariamente una mayor eficacia, ya quecomo afirma un texto de Mdicos sin Fronteras: La accin humanitariaest despertando en todo el mundo una pasin sin precedentes. Sin em-bargo, no tenemos la certeza de que las vctimas se beneficien de ella.(Destexhe, 1995). Slo recientemente algunas organizaciones como laCruz Roja han establecido una serie de criterios psicosociales para eva-luar la eficacia de las acciones humanitarias internacionales (El Correo,12 de junio de 1997, p. 53). Si la eficacia mdica de las acciones huma-nitarias es un interrogante, el impacto psicosocial positivo de stas esan ms discutible. La gran ventaja del trabajo que prologamos es susensibilidad ante la dimensin psicosocial de la cooperacin humanitariainternacional. Si bien no reemplaza al aprendizaje procedimental, de terre-no y experiencial, este libro ampla los horizontes de las personas interesa-das en la cooperacin humanitaria internacional.

    Otro aspecto positivo a destacar del texto es su apoyo en una expe-riencia de primera mano con poblaciones en peligro particularmente en

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  • Amrica Central. Finalmente, la informacin que se entrega es realmentetrans-cultural: si bien los autores anglosajones ms relevantes se citan,tambin se hace referencia a la reflexin de psiquiatras, psiclogos, cien-tistas sociales y trabajadores de diferentes reas del tercer mundo.

    El primer apartado presenta la experiencia de las poblaciones en peli-gro y expuestas a cattrofes humanitarias. Se exponen las respuestas co-lectivas tpicas ante situaciones extremas y se critica las visiones irracio-nalistas de la conducta de masas. Tambin se revisan en esta parte elclima emocional de miedo y sus correlatos de inhibicin conductual, co-municacional y de apata, as como el concepto de trauma y los sntomasante hechos traumticos, insistiendo en el carcter normal y adaptativode las respuestas de tristeza y de miedo. Se discute el concepto de saludmental en sus dimensiones individual, comunitaria y vinculada a los de-rechos humanos. La evolucin y cambio de las experiencias traumticas,cmo afectan stas a nios, adultos y ancianos, as como el papel protec-tor del apoyo social y de las formas de afrontamiento directo y de regula-cin emocional, tambin se discuten en este apartado.

    Otro aspecto positivo del texto es que evita tanto una concepcinsobresocializada de las personas como el reduccionismo psicologista.La suposicin de que todos los sujetos de una cultura colectivista y dealta distancia al poder actan de la misma manera es un ejemplo de loprimero. El texto insiste suficientemente en la variabilidad inter a intra-cultural.

    El reemplazo del anlisis del contexto y la dinmica social por laaplicacin a la sociedad del diagnstico de PTSD, es un ejemplo de losegundo. Estamos totalmente de acuerdo con la idea de que las interven-ciones psicosociales deben utilizar instrumentos, conceptos e indicadoresde tipo comunitario o colectivo, que hagan referencia a procesos psicoso-ciales y no a procesos intrapsicolgicos y menos an de carcterpsicopatolgico.

    Tambin escapa el texto a la tendencia al relativismo cultural aprio-rstico. Aunque se asocia a posiciones progresistas y post-modernas, elrelativismo cultural, al plantear que cada cultura tiene sus propias expe-riencias y conceptos psicosociales, que son intraducibles a otras culturas,lleva en ltima instancia a postular la inutilidad de la cooperacin inter-nacional. Esta posicin niega, por un lado, la comn base evolucionistade la humanidad, y sobre todo, ignora que todas las sociedades deben en-frentar problemas sociales similares: ambos fenmenos, la base socio-biolgica comn, y procesos socioestructurales similares, se conjuganpara que podamos identificar una serie de hechos psicosociales comunesa todas las sociedades como una serie de emociones bsicas a las queel texto hace referencia.

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  • La utilidad de los conceptos e instrumentos generados en la culturaoccidental individualista y de media-baja distancia al poder, exige que secontrasten en investigaciones transculturales de psiquiatra, psicologay sociologa. Se sabe, por investigaciones previas sobre la depresin, quelos aspectos motivacionales y somticos de los trastornos depresivos sonuniversales. Sin embargo, la culpa y la vergenza son menos frecuentesentre personas no occidentales, de culturas ms colectivistas. Estas lti-mas tienden a expresar la depresin somticamente (Terrell, 1994). Se haconfirmado que es frecuente que los refugiados expresen somticamentela ansiedad y la depresin (De Girolamo, 1994; Orley, 1994; Molli-ca, 1994).

    Tambin se ha confirmado que refugiados provenientes de culturascolectivistas orientales (camboyanos) presentan menos culpabilidad desobrevivencia (Friedman y Jaranson, 1994). En otras palabras, se ha con-firmado que la variabilidad cultural de expresin de sntomas encontra-dos en poblaciones normales se reproduce entre refugiados.

    Si estos resultados apoyan la variabilidad transcultural, tambin hayque evidenciar que apoyan la universalidad en particular de las res-puestas emocionales ms bsicas. Una de las crticas frecuentes al PTSDes que generaliza el sndrome encontrado en poblaciones occidentales apoblaciones de Amrica, Africa y Asia. Mientras que las reminiscencias,la hiperreactividad, y en menor la evitacin conductual, eran frecuentessegn informantes claves entre refugiados mayas de Guatemala, la evita-cin cognitiva y la inhibicin o anestesia afectiva no lo eran (Martn Be-ristain, Valdoseda y Pez, 1996).

    La hiperactividad y las reminiscencias parecen tener una base neuro-biolgica y son respuestas emocionales ms simples, mientras que laanestesia afectiva y la evitacin son respuestas ms complejas. Estas lti-mas probablemente se ven ms afectadas por cmo las personas evalan einterpretan los hechos en cada cultura y muestran una menor generalidad(Friedman y Jaranson, 1994). En sntess, en base a la evidencia parcialcon refugiados asiticos y latinoamericanos, podemos pensar que las re-miniscencias y la hiperreactividad son respuestas ante hechos traumti-cos que estarn presentes generalmente en refugiados.

    Como subraya adecuadamente este trabajo, para entender la reaccinante traumas y catstrofes socio-polticas es importante que se tomen encuenta los aspectos sociales, tales como el nivel de apoyo social y el sig-nificado de las acciones de guerra. Los trastornos de PTSD eran ms fre-cuentes en EEUU entre los veteranos de guerras impopulares como la deVietnam que entre guerras que haban tenido ms apoyo popular, mos-trando que la representacin social de una guerra como impopular y lafalta de apoyo social a los veteranos refuerzan la sintomatologa indivi-

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  • dual. Mientras que el nivel de sntomas de PTSD en veteranos britnicosde las Malvinas era inclusive superior al de los veteranos de Vietnam, lamayora de las personas estaba bien adaptada socialmente confirman-do que un alto apoyo social y una representacin social de una guerracomo justa y triunfal regulan la respuesta afectiva individual. Algo simi-lar se observ en los veteranos de guerra en la poca sandinista de Nica-ragua (Summerfield, 1996), mientras que el perodo post-sandinista, enel que se han retirado las ayudas que tenan los veteranos y lisiados deguerra, as como se ha abandonado la representacin social de la guerracomo justa, ha provocado un aumento de la sintomatologa y de la ina-daptacin entre los veteranos de guerra (Siqueiros, 1997).

    El segundo captulo de esta obra examina las implicaciones psicoso-ciales, las motivaciones, los dilemas morales, el estrs y el burn-out oquemazn de los cooperantes. Dos aspectos destacables de este apartadoson la puesta de relieve de los conflictos que tienen que enfrentar los co-operantes y como enfrentar el burn-out.

    Un ejemplo clsico de los conflictos o dilemas morales es el siguiente:en general se sabe que es esencial que los refugiados desarrollen un controlde lo que ocurre en los campos y gestionen formas lo ms autonmas posi-ble de produccin y organizacin social (Von Buchwald, 1997). Al margende las dificultades para aplicar el principio de reforzar el poder y autonomade los refugiados, que las investigaciones han mostrado que es una fuente debienestar psicolgico, sealemos que la aplicacin parcial de este principioen el caso de Ruanda llev a que los responsables del genocidio controlaranlos campos y su funcionamiento (Mdicos sin fronteras, 1995, pp. 33-34 enparticular). El texto que el lector tiene entre sus manos alerta y sensibilizasobre los dilemas, conflictos e implicaciones del trabajo de cooperacin.

    La solucin a los problemas de quemazn inherentes al trabajo decooperacin con poblaciones en peligro es en gran medida organizacio-nal, como sealan los autores adecuadamente. La rotacin de personal enlos puestos de mayor estrs, as como la claridad y realismo de los obje-tivos, son aspectos esenciales de la prevencin del estrs y de la quema-zn del cooperante.

    El tercer apartado toca otro tema central, las interacciones transcultura-les o interculturales como aspecto central de la cooperacin humanitaria in-ternacional. Los cooperantes provienen de sociedades urbanizadas, de granregulacin y distancia social, centradas en el individuo autnomo, que valorael hedonismo individual y el rendimiento. Las sociedades occidentales, y lacultura espaola en particular, generalmente tienen una menor expresividademocional (sociedades que valoran menos las relaciones interpersonales y lasimpata) y menor distancia al poder (menor respeto y deferencia relativaante los status y posiciones) que las sociedades a las que se desplaza la per-

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  • sona cooperante. Esta ltima en general viaja a sociedades colectivistas, mscentradas en la relacin con el grupo familiar extenso, que valoran la armo-na y la cooperacin intragrupal ms que la competicin y el logro.

    En las sociedades colectivistas las interacciones sociales son ms prxi-mas e intensas, con una planificacin temporal y espacial menor. En lasculturas colectivistas, expresivas y de mayor distancia al poder, se esperaque las personas muestren simpata y respeto, antes que centrarse en re-solver instrumentalmente los problemas (Hofstede, 1991; Bond y Smith,1996; Pez, 1997). El texto revisa de forma adecuada y aplicada las simi-litudes y diferencias culturales, las diferencias entre individualismo y co-lectivismo, la influencia de la cultura sobre la emocin, la regulacin deltiempo y del espacio, la comunicacin y las relaciones informales. Prepa-ra, al menos cognitivamente, al cooperante para el choque cultural queinevitablemente sufrir y que hace parte del estrs de transculturacinnormal. Digamos que generalmente la experiencia se asocia a un creci-miento personal y al desarrollo de una mayor tolerancia a la diversidadcultural, as como una relativizacin de los valores hedonistas, individua-listas y materialistas que predominan en la cultura occidental. El textotambin alerta con respecto a la transposicin de las categoras y repre-sentaciones individualistas de los problemas a otras culturas. Sabemosque culturas socio-cntricas o colectivistas tienen una concepcin ms re-lacional y de aceptacin de la fatalidad ante la enfermedad lo que pue-de llevar a tcnicos occidentales a pensar que la familia est sobre-involu-crada en el tema as como que los pacientes sufren de desesperanza oimpotencia aprendida cuando en realidad se trata de las representacio-nes sociales culturalmente dominantes sobre la enfermedad. El siguientecuadro sintetiza las diferencias encontradas entre personas asiticas conuna perspectiva ms colectivista y euro-norteamericanas ms individua-listas, que probablemente se reproducirn entre cooperantes provenientesde pases occidentales y poblaciones de Africa, Asia y Amrica Latina co-lectivistas y de baja expresividad. El cuadro complementa y es conver-gente con las orientaciones del texto que prologamos:

    S mismo: contextual, relacional armo-na con otros, modestia.

    No verbal, indirecta, expresa afectomediante cumplimiento de obliga-ciones.

    Relacin paciente-sanitario: jerrquica,de deferencia ante el sanitario, sani-tario personal obligado y preocupa-do ante paciente.

    S mismo: individual, autnomo, aserti-vo, auto-confianza.

    Comunicacin: verbal y directa, expre-sin abierta de afecto y satisfaccinde necesidades.

    Relacin paciente-sanitario: de relativaigualdad y contractual, de poca im-plicacin.

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  • (Basado en informacin de Nilchaikovit, Hill y Holland, 1993).

    En el caso de los refugiados mayas centroamericanos, se ha confir-mado que su visin naturalista (la enfermedad se encarna corporalmentey no se acepta una psicodinmica subjetiva) por un lado, y espiritualistapor otro (la prdida de alma o espritu, el susto, es una causa de enferme-dad infantil), choca con el enfoque psicoteraputico psicologista indivi-dual (Farias, 1994). En otras palabras, el espiritualismo por un lado, lasomatizacin por otra, y la concepcin relacional o sociocntrica de lapersona, se conjugan para cuestionar las intervenciones psicoteraputicasbasadas en una concepcin occidental de las enfermedades que dominanen las intervenciones humanitarias.

    Finalmente, el cuarto captulo desarrolla las intervenciones psicoso-ciales. La prevencin y el enfoque comunitario de la salud mental, losenfoques teraputicos, as como el papel central de la participacin, laauto-ayuda y la recuperacin de la memoria histrica en el refuerzo delbienestar subjetivo de los refugiados, se exponen de forma clara y actua-lizada. Destaquemos la importancia de la recuperacin y reconstruccincon un sentido social de la experiencia traumtica como un hecho clave,en el que el testimonio, la terapia individual y la reconstruccin de lamemoria colectiva se asocian (Pennebaker, Pez y Rim, 1997).

    Es para m, como ex-refugiado e investigador en los problemas de cul-tura, emigracin y salud mental, un placer prologar este texto, en el quereconozco tanto el trabajo prctico como la curiosidad intelectual de susautores, Giorgia Don y en particular de mi amigo Carlos Martn Beristain.Estoy seguro que ser de gran utilidad para los cooperantes. Adems, sunivel est a la altura de los mejores textos contemporneos de problemaspsicosociales de refugiados segn mi opinin y cualquiera que revise elreciente libro de Marsella, Bornemann, Ekblad y Orley sobre Salud Mentaly Bienestar de los Refugiados en el Mundo lo podr constatar. Un textoesencial para los cooperantes y que interpela a cualesquiera interesado enlas ciencias humanas, sociales y en la psiquiatra social.

    Daro Pez RoviraCatedrtico de Psicologa Social

    Departamento de Psicologa Social y MetodologaFacultad de Psicologa - Universidad del Pas Vasco

    Ciudad de Guatemala-Bilbao junio de 1997

    Significado y representacin de la en-fermedad: enfermedad indica malasuerte, es normal, o es el resultado dehechos del pasado y es inevitable.

    Significado y representacin de la en-fermedad: la enfermedad significafracaso y debe lucharse ante ella.

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  • Introduccin

    Observar y tratar de comprender lo que vea fue un recurso que se mepresent espontneamente, para convencerme de que mi vida an tenacierto valor, que todava no haba perdido todo el inters que una vez mehaba dado el respeto por m mismo (Bettelheim, 1973:105).

    Las palabras de Bruno Bettelheim, superviviente de los campos deconcentracin de Dachau y Buchenwald, reflexionando sobre su propiaexperiencia, presentan mejor que cualquier otra idea el enfoque de estetrabajo. Este libro ofrece un enfoque psicosocial sobre la problemtica delas poblaciones afectadas por catstrofes colectivas, y los desafos de laayuda humanitaria en las situaciones de emergencia social. Un enfoquepsicosocial es una forma de entender los comportamientos, emociones, ypensamientos de las personas y los grupos, sin aislarlos del contexto so-cial y cultural en el que ocurren.

    La importancia del contexto es claramente expresada por JamesAppe, un escritor ugands refugiado, que critica la frecuencia con que seconfunde a los refugiados con la situacin en que se encuentran. Estatendencia

    ignora el hecho de que los refugiados son personas normales en condi-ciones anormales. Su problema reside en las circunstancias, la sociedaden la que viven, la reaccin de la gente a su presencia y las leyes y el tratoinhumano a que estn sujetos (RPN, 1994:33)

    Comprender cmo las personas viven, interpretan y reaccionan a es-tos acontecimientos, es uno de los propsitos de este libro. En situacio-nes de emergencia, tanto las vctimas como quienes tratan de ayudar, in-terpretan lo que sucede y responden a la situacin, en base a la influenciade los procesos de inculturacin y socializacin. Por inculturacin se en-

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  • tiende el proceso a travs del cual se aprende lo que es necesario para sercompetente en una cultura, incluyendo la lengua, valores, rituales, es decir, un proceso de moldeado sin una enseanza deliberada. La sociali-zacin se refiere a la enseanza y moldeado deliberados de comporta-mientos similares. Tanto el contenido (elementos de conocimiento, habi-lidades o valores), como los medios o el estilo (por ejemplo, la crianzalos nios), son influenciados por la inculturacin y la socializacin(Berry, Poortinga, Segall y Dasen, 1992).

    Las vctimas de desastres y la represin poltica, dan sentido a lo queles est ocurriendo basndose en las interpretaciones familiares conoci-das, aprendidas a travs de la inculturacin y socializacin, que se apli-caban tambin en tiempos normales. En su trabajo con mujeres viudaspor la guerra en Guatemala, Zur (1994) describe cmo la gente de una al-dea, intenta ubicar la violencia a travs de categoras de causalidad queson conocidas y familiares para ellos. Se basan en la costumbre (tradicio-nalismo maya), en el catolicismo y en su experiencia directa. Explicantambin la violencia como resultado de haberse organizado para lograrunas mejores condiciones de vida, al ser criminalizados con la acusacinde colaborar con grupos considerados subversivos. As, estas viudas seapoyan en las explicaciones derivadas tanto de las tradiciones culturalesy sociales, como en su vida cotidiana.

    Este libro parte de la idea de que las acciones humanitarias no se de-sarrollan en el vaco, sino en situaciones en las que la historia y el tejidosocial afectan a las relaciones entre los que dan y los que reciben.Las intervenciones humanitarias intentan aliviar el sufrimiento de laspersonas, pero cualquiera que sea la tarea, el trabajo humanitario tieneprofundas implicaciones psicosociales. Maslow (1970) presenta una je-rarqua de necesidades individuales que van desde lo fsico (p. ej. elagua), lo social (ej. educacin), lo comunal (ej. relaciones), hasta las ne-cesidades espirituales. Su jerarqua no es reconocida universalmente. Porejemplo, en lengua de Burundi, la misma palabra se utiliza para la rique-za espiritual y material (chanta) o la pobreza (hsinye). Aengus Finucane,director de una ONG irlandesa, hace los siguientes comentarios sobre lasdistintas necesidades:

    Los servicios de salud, alimentacin, vivienda, y educacin se pue-den describir como necesidades fsicas bsicas. Pero la base de las ne-cesidades humanas de los refugiados es la restauracin de la dignidad.La dignidad es el ingrediente vital que falta cuando las necesidades fsi-cas bsicas se cubren de una manera mecnica e impersonal. Con mu-cha frecuencia, el respeto por la dignidad humana es la primera vctimade las respuestas de emergencia para ayudar a los refugiados (Needham,1994).

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  • Desde esta perspectiva, un segundo propsito de este libro, es proporcio-nar una comprensin ms adecuada de las implicaciones psicosociales de laayuda humanitaria. La ayuda humanitaria se inserta en una situacin en laque ya existen determinados patrones de ayuda. Un componente importantede la ayuda en las situaciones de desastre (p. ej. inundaciones o huracanes)es que la familia, amistades y vecinos son los agentes clave en el dar y reci-bir ayuda, mientras las personas de fuera y las organizaciones de servicios,juegan un papel ms reducido (Neal, Perry, Green y Hawkins, 1988). Mil-gram (1986) describe a los que dan ayuda sin tener en cuenta su estatus, seanprofesionales o no, haciendo hincapi en que algunos de los que reciben laayuda en un momento, pueden, a su vez, encontrarse ayudando a otros en elcurso de sus propios esfuerzos de afrontamiento.

    El propsito de este libro no es el de proporcionar al lector el conoci-miento y herramientas para volverse especialista en el campo de la psico-loga en la ayuda humanitaria. Tampoco entendemos la psicologa aso-ciada con los supuestos occidentales sobre la persona y el mundo, dadoque no son siempre generalizables, especialmente en contextos de otrasculturas, en el mundo no-occidental. Una muestra de estas cosas que sedan por supuestas es el concepto de individualidad. Clifford Geerts(1975) argumenta que

    la concepcin occidental de la persona como un universo limitado, nico,ms o menos integrado en lo motivacional y cognitivo, un centro dinmi-co de reconocimiento, emocin, juicio y accin, organizado respecto a untodo distintivo y ubicado en contraste con otros todos, y con un fondo so-cial y natural, es, a pesar de lo incontestable que nos puede parecer, unaidea ms o menos peculiar en el contexto de las culturas mundiales (enBracken, Giller y Summerfield, 1995:1074).

    Bracken, Giller y Summerfield (1995) describen las limitaciones deeste concepto en el campo de la psicologa. En el pensamiento occiden-tal, el concepto de individuo moldea el discurso poltico, cultural y mdi-co, por lo que pone el nfasis en lo intrapsquico, en la causa interna dela enfermedad y en la terapia individual cliente-terapeuta. Sin embargo,en las culturas menos centradas en el individuo la dimensin intrapsqui-ca no est aislada sino que se encuentra vinculada a los mundos espiri-tuales y sociales. La causa de los problemas mentales se atribuye a fuer-zas sobrenaturales o agentes sociales, y el tratamiento se lleva a cabo porautoridades religiosas o curanderos.

    Antes de seguir con la presentacin de la experiencia de las personasafectadas por crisis sociales, y las acciones de quien pretende ayudar,describiremos la naturaleza psicosocial de las crisis en las que la ayudahumanitaria se desarrolla.

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  • La naturaleza de los desastres y la violencia poltica

    Las intervenciones humanitarias se producen a partir de hechos comodesastres naturales y de catstrofes sociales producidas por causa huma-na, que incluyen desde accidentes tecnolgicos (p. ej. Chernobil o Bho-pal) hasta crisis sociopolticas y guerras. Una definicin ampliamenteaceptada de desastre, es la propuesta por Fritz (1961), que lo describecomo :

    cualquier hecho concentrado en el tiempo y en el espacio, en el que unasociedad o una parte relativamente autosuficiente de una sociedad, viveun peligro severo y prdidas de sus miembros y pertenencias materiales,y en el que la estructura social se rompe y la realizacin de todas o algu-nas de las funciones esenciales de la sociedad se ve impedida (p. 655)

    Esta definicin se centra ms en los efectos sociales que en las carac-tersticas fsicas de los desastres. Psicolgicamente, la variabilidad de lossucesos conlleva no slo distintos efectos, sino diversas interpretacionesy respuestas. La naturaleza puede daar, pero no con intencionalidad,mientras que los humanos son capaces de provocar dao intencional.Esta diferencia tiene distintas interpretaciones. Mientras que en el casode los desastres naturales las personas pueden empezar a dudar del senti-do del mundo, las vctimas de hechos provocados por causa humana,tienden a ver el mundo y a s mismos de forma ms negativa (Janoff-Bul-man, 1992). Los desastres naturales pueden matar, pero no amenazan elrespeto de las personas hacia s mismas. Mientras que los daos por cau-sa humana o la violencia, s (Weisaeth, 1994). Rieff (1966) describe conpesimismo el cuestionamiento de sus propios valores despus de su ex-periencia en Bosnia:

    Lo cierto es que un montn de sueos han muerto en Bosnia en los l-timos dos aos y medio: el sueo de que el mundo tiene una conciencia;el sueo de que Europa es un lugar civilizado; el sueo de que hay unajusticia para los fuertes y para los dbiles. No debera sorprendernos queel sueo milenario de que la verdad nos har libres tambin muriera ah.(Rieff, 1996)

    Desde una perspectiva psicosocial, la guerra se diferencia de los de-sastres naturales o de las catstrofes tecnolgicas, por el nivel deconsciencia involucrado en el conflicto armado. Hay un intento cons-ciente, por parte de los que tienen el poder armado, de causar dao en laspersonas del grupo opuesto para dominar o destrozar la estructura socialdel enemigo, y/o para capturar, daar o destruir sus recursos materia-

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  • les. Las partes en conflicto tambin emprenden acciones deliberadas paradefenderse a s mismos (Meyers, 1991).

    Dado que la mayora de las intervenciones humanitarias se dan en si-tuaciones de guerra (Mdecins Sans Frontires, 1993), es importante en-tender los mecanismos psicosociales de la represin y el conflicto civil.Mientras en la primera guerra mundial, el 5% de las muertes eran de ci-viles, y en la segunda alrededor del 50%, en la actualidad ms del 90%de las vctimas de las guerras modernas son civiles (UNHCR, 1994;UNICEF, 1986). La implicacin de la poblacin civil no es un hecho se-cundario sino que forma parte de la naturaleza y el objetivo de las guerrasde hoy en da, que intentan afectar al tejido social de un pas, como el ca-mino para ganar control. Esto se refleja tanto en la falta de distincin en-tre combatiente y poblacin civil, como en la violacin de mujeres comoforma de limpieza tnica o el convertir el modo de vida de la gente enobjetivo militar. Durante los aos 80, la poltica de tierra arrasada delejrcito guatemalteco hizo desaparecer ms de 440 aldeas en la Guate-mala rural (Falla, 1992).

    El uso de la psicologa se ha convertido en una parte fundamental dela guerra moderna (Watson, 1978). Faundez (1994) describe como losms importantes aspectos de la guerra psicolgica utilizados en AmricaLatina: la tortura; la propaganda sistemtica; los movimientos de la po-blacin; las desapariciones forzadas; las ejecuciones polticas y asesina-tos; y las acciones planificadas de chantaje, despidos laborales y allana-mientos, que forman parte del amedrentamiento colectivo.

    Enfoque psicosocial de la ayuda humanitaria

    La consideracin de los aspectos psicosociales ayuda a entender quela gente es parte de un contexto social, que tiene sus propios recursos yque existen diferencias culturales. Las intervenciones psicosociales de-ben basarse en la realidad local (Pez y Blanco, 1994) y ser ms un inter-cambio que una ayuda unidireccional. El rol de la psicologa no es el detransportar ideas sino incluir una compresin psicosocial el interno de lasacciones humanitarias y un mtodo de trabajo al lado de la gente.

    Frecuentemente tiende a creerse que en los momentos de emergen-cia predominan las necesidades materiales, y que los aspectos psicol-gicos pueden considerarse en todo caso en la situacin posterior a laemergencia. Sin embargo, tener en cuenta desde el inicio los aspectospsicosociales puede ayudar a: entender los comportamientos y reaccio-nes de la poblacin; desarrollar planes de accin y prevencin de proble-mas; comprender los mecanismos y acciones de apoyo mutuo de la gente

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  • en las situaciones de emergencia; tener una comprensin holstica de laaccin humanitaria, teniendo en cuenta las exigencias fisicas, psicolgi-cas y sociales de la poblacin.

    La minusvaloracin de los aspectos psicosociales puede llevar al fra-caso de las acciones o a no entender la experiencia de la gente. Con fre-cuencia, este hecho demuestra el desconocimiento o el propio temor, porparte de distintas agencias y gobiernos, a comprender de una manera msglobal la accin humanitaria. Sin embargo, comprender y cuidar los as-pectos psicosociales de la experiencia no significa siempre desarrollarintervenciones de apoyo psicolgico, sino adoptar un modelo de com-prensin y actuacin ms global. El hecho de proporcionar ayuda paraconstruir una casa tiene efectos psicolgicos ya que da seguridad fsica yemocional. Igualmente, decidir que un expatriado distribuye los alimen-tos puede conllevar una percepcin de desconfianza o de dependencia departe de la poblacin refugiada.

    Desde un enfoque psicosocial, en este libro se analizan algunos delos desafos que se plantean en las situaciones de emergencia social. Enresumen, el propsito del libro es:

    1. Ayudar a entender cmo las personas viven, encuentran sentido yresponden a las experiencias traumticas y circunstancias difcilesen las que se desarrolla la ayuda humanitaria.

    2. Favorecer una comprensin del contexto social y cultural en elque se ubican estas respuestas, de forma que se reconozcan y re-fuercen las formas de afrontamiento que ya existen.

    3. Ofrecer un enfoque psicosocial de las intervenciones humanitariasy el trabajo de asistencia, en relacin a los individuos y poblacio-nes afectadas.

    4. Sugerir algunas alternativas posibles en el campo de las interven-ciones psicosociales.

    En el primer captulo describiremos las implicaciones psicosocialesde las emergencias para las personas y comunidades. En los siguientesdos captulos, se presenta una descripcin de las personas que trabajanen la ayuda humanitaria y las interacciones transculturales que se dan enlas acciones humanitarias. El cuatro captulo describe y evala el signifi-cado y los efectos de las intervenciones desde un enfoque psicosocial. Ellibro termina ubicando la comprensin psicosocial en el marco de los de-rechos humanos y la prevencin.

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  • Captulo 1

    La experiencia de las personas y comunidades afectadas por desastres y crisis socio-polticas

    Hemos perdido ms que a nuestros familiares ms cercanos. Hemosperdido las amistades y las memorias que nos ha llevado construir toda lavida. Todo esto se ha destrudo de una vez. Casi todos nuestros amigoshan sido asesinados. Tenemos que empezarlo todo de nuevo, desde nues-tros pedazos. Todo. Incluso nuestras amistades. Este aspecto de nuestrasmuchas tragedias es muy difcil de soportar (African Rigths, 1995:1184).

    Esta entrevista con una mujer ruandesa, realizada en mayo de 1994,describe de forma conmovedora su experiencia: la continuidad de su vidaha sido puesta a prueba. Las acciones humanitarias se desarrollan en si-tuaciones en las que son frecuentes estas experiencias colectivas, que secaracterizan por graves disrupciones y prdidas materiales, sociales yculturales, as como por desplazamientos y cambios vitales importantes.Pero aunque las acciones humanitarias se producen durante o despus deesas crisis, las personas y grupos tienen una historia cultural, social ypersonal previa, en la que ubican esos hechos y sus consecuencias.

    El propsito de este captulo es describir la experiencia de los gruposy personas afectados por desastres y violencia, las reacciones a estos su-cesos y las formas de hacer frente a las situaciones.

    Respuestas al cambio violento y desastres

    El comportamiento humano en situaciones de emergencia es descritogeneralmente en trminos de huda-respuesta. Smelser (1962) describi

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  • las distintas respuestas a los desastres como una secuencia de sentimien-to de estar atrapado, angustia frente a la imposibilidad de escapar, per-cepcin de amenaza y pnico.

    Sin embargo, las investigaciones de Fritz (1968) rechazaron algunosde los conceptos que habitualmente se utilizan al hablar del comporta-miento en los desastres. La imagen de pnico generalizado, comporta-mientos asociales y fuera de la ley, devastacin emocional y huda, seconfronta con una realidad en la que los comportamientos tienen una di-reccionalidad y un orden. Esta ilusin de pnico, normalmente se percibedebido a las actividades divergentes y no coordinadas de numerosos gru-pos responsables del rescate y recuperacin. Es ms bien el resultado dela convergencia, en el lugar del desastre, de personas y grupos extraosque llegan ofreciendo ayuda, buscando a miembros de las familias y tra-tando de obtener informacin.

    En situaciones de emergencia se producen frecuentemente emocionescolectivas como el miedo. Aspectos como el miedo o el duelo pueden in-fluenciar los comportamientos de la gente, su evaluacin de los hechos yla manera en cmo la enfrentan la realidad.

    De Rivera (1992) ha definido el clima emocional como un estado denimo colectivo que sera ms estable que una emocin colectiva epis-dica, que sucede por ejemplo en el momento de una catstrofe natural,pero ms variable que una cultura emocional que caracteriza a una socie-dad por largos perodos de tiempo (Pez, Asun & Gonzlez, 1995). Elmiedo es una reaccin defensiva normal en las situaciones de peligro.Pero el clima de miedo asla a las personas, les lleva a inhibir la comuni-cacin, ocultar sus pensamientos y emociones y a la apata (De Rivera,1992; Lira y Castillo, 1991).

    Las catstrofes sociopolticas, provocan generalmente un clima emo-cional de miedo, que puede ser producido incluso de forma deliberada(Ugalde y Zwi, 1991). Debido a este hecho, los desastres provocados porseres humanos pueden provocar retraimiento y aislamiento social, msdainos al bienestar que la angustia que aparece en las situaciones de de-sastres naturales (Weisaeth 1989a). Sin embargo, las personas afectadaspueden tambin adoptar puntos de referencia nuevos y positivos para susvidas, tales como la solidaridad.

    La salud mental en el contexto social

    Las reacciones en las situaciones de crisis se definen frecuentementecon referencia a la salud. La OMS define la salud como un estado decompleto bienestar fsico, psquico y social (1987, en Brody 1994:62), y

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  • no solamente como la mera ausencia de enfermedad. La salud mentalabarca el bienestar del cuerpo, la psique y lo social (Berry 1992; Lazarusy Folkman, 1986). Tambin se suele definir en referencia a las habilida-des para afrontar los problemas y tener capacidad de adaptacin. Brody(1994) examina la salud mental desde tres perspectivas: la salud indivi-dual, la salud de las poblaciones y los derechos humanos.

    A pesar de las referencias a ese concepto positivo e integrador, lamayor parte de las veces se habla de la salud mental en relacin a losproblemas. As, la salud mental individual se describe habitualmente enla literatura clnica y psiquitrica, que se focaliza en el impacto negativode los desastres y las crisis sociopolticas, utilizando trminos comotrauma, sntomas y enfermedad mental. La salud mental de las poblacio-nes se describe normalmente por la frecuencia de empleo o desempleo,los niveles de fracaso escolar, la ubicacin de las viviendas, la desinte-gracin o integracin comunitaria, etc. La perspectiva de los derechoshumanos se refiere a los conceptos de dignidad innata y de los dere-chos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia huma-na (ONU,1948, en Brody 1994), que frecuentemente se vulneran enmuchas de las situaciones de emergencia.

    Salud mental individual

    La salud mental individual normalmente se evala con medios y con-ceptos clnicos. Entender estos conceptos puede ser til, ya que no slolos usan los clnicos profesionales, sino que habitualmente se utilizan deuna manera generalizada. Identificar la frecuencia de sntomas es unaforma de comprobar los problemas y valorar la necesidad de puesta enmarcha de proyectos psicosociales, y a la vez una manera de identificar alas personas que necesitan una atencin especial. Sin embargo, hay limi-taciones en su uso y sus implicaciones.

    En primer lugar, su origen y definicin estn basados en la medicinay psicologa occidental. Adems, esto refleja un enfoque individualistade la salud, focalizado en la persona. En tercer lugar, algunos de estosconceptos pueden no ser aplicables en situaciones de emergencia huma-nitaria, por la naturaleza colectiva y poltica de estas experiencias. Encuatro lugar, siguen basndose en una definicin de la salud como ausen-cia de sntomas, ms que en la presencia de bienestar. Por ltimo, tiendena patologizar la experiencia de la gente y, como resultado, las personaspueden ser estigmatizadas y resultar aisladas de su grupo. Teniendo encuenta estas dificultades, nos referiremos a algunas de las definicionesde estos trminos y sus caractersticas.

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  • Trauma

    El concepto de trauma ha sido utilizado para describir los efectos delcambio y perturbaciones violentas. Segn Kebler (1992, en Perren,1996), tres aspectos son centrales en la experiencia de trauma: 1. el senti-miento de desamparo, de estar a merced de otros. 2. una ruptura en lapropia existencia, prdida de seguridad. 3. estrs negativo extremo.

    Por su parte, Martn-Bar (1989) describe el trauma psquico, socialy psicosocial. El trauma psquico se refiere a un dao particular que esinfligido a una persona, a travs de una circunstancia difcil o excepcio-nal. El trauma social se referie a la huella que ciertos procesos histricospueden dejar en poblaciones enteras afectadas. Martn-Bar intenta iden-tificar la interrelacin entre los individuos y lo histrico, proponiendo eltrmino trauma psicosocial para representar la naturaleza dialctica delfenmeno. El carcter psicosocial se refiere a que el trauma ha sido pro-ducido socialmente, y a que se alimenta y mantiene en la relacin entreindividuo y sociedad (Martn-Bar,1990). Pero eso no significa que pro-duzca un efecto uniforme en la poblacin. La afectacin depender de lavivencia individual condicionada por su origen social, su grado de parti-cipacin en el conflicto y por otras caractersticas de su personalidad yexperiencia.

    Arcel (1994) describe las experiencias sociales y las caractersticasde la guerra en la Ex-Yugoslavia haciendo referencia al concepto de trau-ma potencial. Cita la gran proporcin de la poblacin involucrada en laguerra, la percepcin de no predictibilidad de la crisis, la centralidad geo-grfica, la fuente interna de la violencia y el nivel del terror ejercido atravs, por ejemplo, de los simulacros de ejecucin y la violacin, comoalgunos de los factores que contribuyen al trauma.

    Pero las situaciones de grave disrupcin social, no necesariamentellevan siempre a la generalizacin de importantes efectos negativos indi-viduales a largo plazo. La mayora de las vctimas de actos de violenciamanifiestan algn tipo de efectos negativos, pero su alcance depende dela persona y de la intensidad de la situacin. La mayora de los hechostraumticos producen sntomas en aproximadamente 25-40% de las vcti-mas y de los vctimarios. El porcentaje se eleva al 60% en los casos deviolacin. Factores como en dao fsico, la muerte de la pareja, la parti-cipacin en atrocidades o presenciar asesinatos, tienen el impacto msgrande (Davidson y Foa, 1991).

    Los sntomas

    Los sntomas son formas de manifestacin de una experiencia trau-mtica o difcil. Pero tambin son indicadores de la existencia de un

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  • cambio hacia una condicin patolgica (es decir, anormal). Por ejemplo,los problemas de sueo, la fatiga o la falta de energa y dificultades deconcentracin son algunos sntomas de depresin, pero cualquier perso-na, en distintos momentos de su vida, experimenta esos sntomas de for-ma aislada. Tanto los que ayudan, como las personas afectadas, puedenmanifestar esos y otros sntomas, frente a experiencias atroces o situacio-nes de emergencia. Sin embargo, como seala la Dra. Anica Mikus Kos,psiquiatra infantil en Slovenia: estar triste no es igual a estar enfermo(Arcel , 1994:11).

    El concepto de estrs se utiliza frecuentemente, tanto para describirlos efectos de las situaciones de catstrofe como las causas. El estrsconsiste en un estado de tensin psicolgica y fsica como resultado deuna amenaza, un desafo o cambio en el propio ambiente (estresores)(Mitchell & Bray, 1990). Segn esto, los efectos seran el resultado de larelacin entre el impacto de los estresores (prdidas, etc.), los factoresprotectores (el apoyo que tiene, por ejemplo) y lo que la gente hace paraenfrentarlo (coping).

    Segn otros autores, los hechos traumticos confrontan a la gentecon experiencias vitales extremas y desafos a los que tiene que hacerfrente (FASIC, 1987). Las personas tienen que enfrentar frecuentementesentimientos de rabia, confusin o culpabilidad por lo sucedido. Porejemplo, los refugiados que han salido de su pas pueden sentirse culpa-bles por haber podido escapar mientras sus familiares o amigos murie-ron. Esta culpabilidad puede ser inducida socialmente y no tener unabase objetiva, pero puede ser tambin un intento de dar sentido a algoque no lo tiene (Janoff-Bulman, 1992). Aunque conlleve efectos muydestructivos para la persona, sentirse responsable de lo que pas puedeser tambin una forma de pensar que se tiene algo de control sobre la si-tuacin vivida.

    Problemas de salud mental (transtorno, enfermedad)

    Los transtornos o problemas de salud mental ocurren cuando las perso-nas no pueden funcionar en su vida cotidiana por la frecuencia e intensidadde la constelacin de sntomas. Aunque existan personas que ya tenanpreviamente problemas de salud mental, las situaciones de caststrofecolectiva o guerra, pueden ser la causa de otros muchos o agravar aque-llos. La ansiedad y la depresin son los tipos ms comumes, aunque pue-den darse otros como psicosis, alcoholismo, etc. La depresin se caracte-riza por una situacin mantenida de bajo estado de nimo o irritabilidad,sueo perturbado, fatiga y prdida de energa, prdida de inters en lasactividades cotidianas, dificultades con la memoria y concentracin, pen-

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  • samientos frecuentes de muerte o intentos de suicidio, cambios en el ape-tito y prdida de autoestima. Por su parte, la ansiedad es un estado detensin psicolgica generalizada o excitacin psicosomtica, y se mani-fiesta con respiracin rpida, ritmo cardiado elevado, transtornos gas-trointestinales, sensacin de nerviosismo o tensin emocional, etc.

    El trmino de transtorno de estrs post-traumtico (PTSD) se usa ha-bitualmente para describir cmo se encuentran las personas afectadasdespus de un evento traumtico. Las caractersticas clnicas del PTSDson: 1) la existencia de un estresor que produce sntomas significativosde distrs en casi todas las personas. 2) reexperimentar el evento traum-tico a travs de sueos, pesadillas o pensamientos repetitivos. 3) aneste-sia afectiva en las respuestas o en la relacin con el mundo exterior, jun-to con la evitacin de los estmulos asociados con el trauma. 4) estado dealerta con problemas del sueo, dificultades de concentracin, respuestasde sorpresa exageradas e irritabilidad.

    Estas dimensiones estan asociadas entre s (Davidson & Baum, 1986)y se manifiestan incluso despus de muchos meses (Horowitz, 1986;Steinglass & Gerrity, 1990).

    Aunque muchos de esos problemas pueden ser frecuentes, el concep-to de estrs postraumtico ha sido criticado con distintos argumentos: lafocalizacin en cuatro aspectos en un diagnstico esttico; un nfasis cl-nico basado en un modelo mdico e individualista (Ingleby, 1981); la noconsideracin de la importancia del apoyo social y del significado socialdel trauma (Lira y Castillo, 1993) ni la dimensin poltica del dao (Bec-ker, 1994); el riesgo de convertirse en una etiqueta en lugar de ayudar acomprender la experiencia de la gente y las condiciones en que pide onecesita ayuda (Becker, 1994).

    El PTSD descontextualiza la experiencia de los refugiados y ponepoca atencin a la naturaleza del estresor o la experiencia cultural. Eisen-bruch seala que el PTSD es una solucin universalista a un problemarelativista. Ager (1993:7) y Eisenbruch (1990:673) introducen el concep-to de duelo cultural, que puede minimizar la probabilidad de que los re-fugiados sean etiquetados equivocadamente de tener transtornos psiqui-tricos, cuando sus sntomas reflejan un sufrimiento comunitario profundocuyo significado y expresin son determinados culturalmente.

    Salud mental comunitaria

    Esto es el bombardeo de mi ciudad. La barca del padre de mi amigofue quemada totalmente, la nica cosa que qued fue la hlice. La terribleguerra en 1991 ha destrudo todo. La ciudad fue atacada desde el aire,desde el mar y desde tierra. Mi cuidad estaba sin vida. (Bonnet, 1994)

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  • Estas palabras acompaan a su dibujo. Para Mato, un nio de 9 aosde Dobrodnikc, la destruccin de la ciudad es un smbolo de la destruccinde la vida. Las situaciones de catstrofe colectiva y emergencia social,alteran de una manera muy profunda la vida de la gente. Se producenmuchas prdidas materiales y humanas, pero tambin cambios sociales yculturales profundos Por ejemplo, la prdida de la tierra en comunidadescampesinas no slo supone perder su medio de subsistencia y su estatussocial, sino que tiene su impacto en la propia identidad de la gente y pro-blemas de desarraigo cultural. En general estas prdidas conllevan unempeoramiento de las condiciones de vida, que muchas veces se desarro-llaba ya en condiciones de pobreza y precariedad. La pobreza provocadesastres y los desastres exacerban la pobreza (UNDP, 1994) aumentan-do las situaciones de marginacin social.

    Por su parte, el desplazamiento de la poblacin o la desorganizacinforzada de una comunidad a causa de la guerra, conllevan una ruptura delos tejidos y relaciones sociales. Cuando las poblaciones se desplazan,las familias y los grupos de referencia se separan. Los cambios en la es-tructura social pueden incluir desde la prdida de servicios y formas tra-dicionales de organizacin, a la creacin de nuevas formas de organiza-cin social forzadas por la situacin. Por ejemplo, en el caso de laspoblaciones refugiadas, la vida en los campamentos puede implicar cam-bios en el modo de vida, como estar sometido a nuevas formas de autori-dad, y convivencia involuntaria con otros grupos tnicos (Evans, 1990).Sobre todo en las poblaciones deben dejar su pas, o se encuentran bajosituaciones de amenaza, pueden darse cambios culturales como prdidade smbolos, tradiciones, ritos o incluso el ocultamiento de la propiaidentidad (Martn Beristain, Valdoseva y Pez, 1996)

    Todos estos efectos colectivos muestran el impacto en la salud men-tal comunitaria, afectando las relaciones sociales. Experiencias traum-ticas individuales pueden afectar tambin a la familia y colectividad.Por ejemplo, el abuso sexual y la violacin pueden producir no slo lavivencia de humillacin o vergenza, sino que tambin constituyen fre-cuentemente un estigma social y causan a las personas dificultades paramantener relaciones sexuales y confiar en el otro sexo. Las mujeres pue-den perder su confianza en los dems, su sentido de seguridad y muchasveces la aceptacin social (Echeburua, Corral, Zubizarreta, Sarasua yPez, 1993).

    Determinados indicadores sociales, tales como los conflictos familia-res o grupales, las dificultades escolares, las agresiones y el abuso dedrogas o alcohol, pueden considerarse indicadores de comunidades en di-ficultad. Por otro lado, la presencia de rituales positivos tales como la ce-remonia de la cosecha o la conmemoracin del nacimiento de una comu-

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  • nidad, (como en el caso de refugiados guatemaltecos en Mexico), sonsignos afirmacin de la identidad y bienestar comunitario. Es ms, en-frentados a situaciones lmite, hay personas y grupos que reaccionan au-mentando su cohesin, como una forma de defensa frente al sufrimientoy la desestructuracin social. Muchas veces la gente saca a relucir recur-sos insospechados o se replantean su existencia de cara a un horizontenuevo, ms realista y humanizador (Martn-Bar, 1990).

    En el caso de los desastres naturales, Fritz (1968) describe tambincmo pueden tener efectos constructivos sobre el sistema social. La co-munalidad del peligro, la claridad sobre la necesidad de acciones repara-doras comunes y las interrupciones del status quo, se combinan para eli-minar las diferencias de estatus y promover el cambio y la solidaridaden la comunidad. Estas fuerzas unificantes de la fase post-desastre faci-litan un efecto ampliado de rebote, en el que la comunidad reconstrudapuede superar los niveles pre-desastre de integracin, productividad,equidad social y la capacidad para el crecimiento (Darley and Gilbert,1985). Sin embargo, en otros muchos casos, las dificultades de la re-construccin social despus de un desastre en condiciones de pobreza,pueden suponer nuevas experiencias traumticas y desesperanza respec-to el futuro.

    Salud mental y derechos humanos

    Muchas de las consecuencias de estas catstrofes colectivas respon-den a los mecanismos de control social que se han utilizado de una formadeliberada (Omang, 1985). La violacin de los derechos humanos es uti-lizada como estrategia de control social en muchos pases (Amnistia In-ternacional, 1996). Ya sea en las situaciones de guerra abierta, o en elcaso de regmenes autoritarios que utilizan la represin generalizadacomo un instrumento de control poltico, la sociedad entera se ve afecta-da. La violacin de los derechos humanos constituye no slo una conse-cuencia del enfrentamiento, sino un objetivo poltico.

    Renamo captur una mujer anciana que estaba intentando escapar.Fue llevada delante de nuestro grupo que nos estbamos entrenando. Ellder de Renamo apunt a Manuel y le orden que la matara. El agarr labayoneta y se la clav en el estmago. El lder le mand entonces que lecortara la cabeza. Lo hizo y ellos dijeron que tena coraje y nombraroncomo jefe de nuestro grupo (Boothby, Upton & Sultan, 1991, p. 21)

    Este ejemplo atroz, relatado por un nio-soldado de Mozambique,pone de manifiesto hasta donde la guerra promueve la deshumanizacin,

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  • utilizando mecanismos deliberados como el entrenamiento en la confor-midad. En esos contextos, se produce frecuentemente un refuerzo decreencias de superioridad de un grupo sobre otro, promoviendo enfrenta-mientos entre personas o grupos que en muchas ocasiones nunca basaronsus relaciones en un pretendido componente tnico, como en el caso dela Ex-Yugoslavia (Sumerfield, 1993). La rigidez ideolgica y absolutiza-cin de criterios valorativos y esquemas de interpretacin de la realidad,es alimentada por las exigencias de disciplina y lealtad propias de las or-ganizaciones militares (Samayoa, 1990). La insensibilidad frente al sufri-miento, el oportunismo, y el desprecio por la vida, suponen una normali-zacin de la violencia y un cambio de valores asociados al escepticismoy la desesperanza.

    La propia dinmica de la guerra conlleva agresividad que puedeser fsica, verbal y propagandstica. En esos casos, la violencia fsicaen relaciones personales y sociales, puede incluir aquellas cuyo conte-nido no est asociado a la guerra, como conflictos familiares o comu-nitarios.

    A su vez, la violencia se usa tambin como una forma de degradar ladignidad de la gente, como en el caso de la violacin y la tortura. La vio-lacin forma parte de la maquinaria de la guerra, las agresiones sexualesa las mujeres delante de sus familias son frecuentes durante las guerras,como una forma de desmoralizar al enemigo como un todo. Los piratastailandeses violaron intencionalmente a las mujeres vietnamitas delantede sus familias para asegurar la humillacin de todos. Un equipo de in-vestigadores de la Unin Europea que visit la Ex-Yugoslavia en diciem-bre de 1992, lleg a la conclusin de que muchsimas mujeres y adoles-centes bosnias haban sido violadas en Bosnia-Herzegovina como partede una campaa sistemtica para sembrar el terror (UNHCR, 1994a).

    Adems de la humillacin personal y el ostracismo familiar que sufrela mujer, los esposos, hermanos y padres pueden a la vez sentirse impo-tentes y responsables por la violacin de su familiar. Mientras los hom-bres y las mujeres que sean heridos o asesinados se les considera hroeso mrtires, no hay un estatus similar asignado a las mujeres violadas,por lo que se puede decir que es ms deshumanizante violar que matar.Como ocurre en los casos de las personas desaparecidas, el sufrimientode la persona y la familia no puede ser validado.

    Esas experiencias traumticas de persecucin, tortura o muerte pro-ducen sentimientos de odio manifestando un elemento de vengatividadreactiva y de aspiraciones de justicia que son en muchos casos entera-mente legtimas (Martn-Baro, 1990). Pero el odio tambin es utilizadocomo arma poltica amparndose frecuentemente en pretendidas razonesde seguridad (nosotros o ellos) (CONADEP, 1985).

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  • En los contextos de represin poltica, la violencia tiene el objetivode producir terror. Mientras la violencia misma produce la eliminacinfsica de las personas que constituyen el blanco directo de sus acciones,su carcter aterrorizante tiende a paralizar a todos aquellos que puedansentirse identificados con algn aspecto de la vctimas. Para Bettelheim(1973) esta irracionalidad aparente de la represin oculta una racionali-dad muy clara de hacer visible la amenaza para todos los sectores deoposicin.

    Como consecuencia, para no ponerse en peligro, las personas adop-tan en muchas ocasiones una actitud de silencio y pasividad inclusocuando observan hechos con los que no estn de acuerdo. Esto aumentael conformismo y puede provocar un cuestionamiento de la identidad(COLAT, 1982).

    Pero la cuestin de los derechos humanos no slo se plantea en loscontextos de guerra. El respeto a los derechos humanos es un indicadorde salud mental, pero tambin una exigencia para la propia ayuda huma-nitaria. Segn Brody (1994) muchos de los programas de ayuda para losrefugiados en el pas de asilo se desarrollan de una manera autoritaria, enla cual los refugiados son recludos y mantenidos en una situacin de de-pendencia econmica, lo cual aumenta, en vez de aliviar, los efectos delos acontecimientos experimentados previamente.

    Evolucin y cambios en los efectos

    Muchas de las reacciones y efectos que presentan las poblacionesafectadas, a menudo se describen en trminos de sntomas o problemaspsicolgicos, pero pueden ser reacciones normales frente a situacionesanormales (Perren-Klinger,1996). Esto no significa negar los problemas,sino que muestra que no se puede reducir la experiencia de las personas aun conjunto de sntomas.

    Durante una situacin de emergencia la cuestin fundamental es pro-teger la vida, movilizar la energa y focalizar la atencin frentre al estre-sor. Predomina entonces un estado de alerta y un comportamiento reacti-vo de huda o lucha (Seyle, 1980).

    Inmediatamente despus, las personas que han vivido un hecho trau-mtico pueden manifestar problemas psicosomticos, recuerdos repetiti-vos o pesadillas, aunque puede predominar una sensacin de impotencia oconmocin emocional. En esta fase se pueden alternar memorias re-currentes con perodos de evitacin extrema del tema. Dependiendo delmantenimiento o no de la situacion, las personas pueden ir poco a pocosuperndolos en el plazo de unos meses. Sin embargo, puede haber perso-

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  • nas que se encuentren ms afectadas y manifiesten problemas en un plazoms largo, como ya hemos visto al hablar de la salud mental individual.

    En muchos pases las personas tienen que enfrentar experiencias trau-mticas frecuentes. El trauma de los refugiados en Camboya no slo es elresultado de la guerra en el pas, sino de la falta de alimentacin, agua, re-fugio e incluso los bombardeos en los propios campamentos (Mollica etal. 1993). En muchos pases en los que se desarrolla la ayuda humanitaria,la gente ha nacido y crecido en medio de catstrofes sociopolticas quehan marcado sus vidas, desde los aspectos macrosociales hasta las dimen-siones ms ntimas. En estas situaciones existen distintas experienciastraumticas que se asocian, y potencian sus efectos. Tambin puede exis-tir un cierto acostumbramiento a determinadas experiencias continuas osecuenciales como un mecanismo de adaptacin (Becker, 1994).

    En otras ocasiones, el hecho de haber pasado la experiencia ms ex-trema, no conlleva necesariamente la superacin de los problemas. Hauffy Vaglum (1995) entrevistaron refugiados vietnamitas que se reubicaronen Noruega, a su llegada al pas y tres aos despus, pero no encontaronuna disminucin del distrs psicolgico.

    Los principales factores que contribuan al malestar se refieran a lasexperiencias en su pas de origen (tales como las experiencias de guerra,el encarcelamiento, el peligro antes de la huda o la separacin de la fa-milia) y a los acontecimientos negativos en Noruega (desempleo, cam-bios de ciudad), falta de un confidente y la separacin familiar crnica.

    Sin embargo, a pesar de todas las dificultades, la mayora de sobrevi-vientes de hechos traumticos, incluyendo traumas sociopoliticos extre-mos como los campos de concentracin, pueden encuentrarse bien adap-tados aos despus (Janoff-Bulman,1992; Silver & Wortman, 1989).

    Diferentes experiencias de las poblaciones afectadas

    Hasta ahora hemos hablado de efectos individuales y sociales en ge-neral. Sin embargo, los efectos pueden ser distintos segn el grupo deedad, gnero, situacin social o las caractersticas de los hechos vividos(Martn-Bar, 1989).

    Los nios y nias, adems de sufrir sus propias experiencias traumti-cas, son especialmente sensibles a desorganizacin familiar y a los efec-tos de la guerra y represin poltica en sus padres (Desjarlais, 1993). EnMozambique por ejemplo, los nios hurfanos a causa de la guerra tenanapata, regresin, retiro y miedo (Kanji, 1990). Muchos de los hijos depersonas que han sido torturadas o desaparecidas han manifiestado pro-blemas afectivos, de apetito y sueo, retraso escolar o evasin de la reali-

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  • dad (Weinstein, Maggi & Gmez, 1987; Weile et al. 1990). Los nios re-clutados en los conflictos armados son separados de sus familias, no tie-nen acceso a las escuelas y carecen de oportunidades de formacin. Lacoercin para asesinar o mutilar a sus vctimas, que forma muchas vecesparte de su entrenamiento militar, tiene como resultado la destruccin desu desarrollo moral y social. La experiencia de los nios en procesos desocializacin blica hace que su comportamiento est determinado por laposesin de armas y el poder de amenazar a los dems (McCallin, 1995).

    Sin embargo, los nios con adecuado soporte social y familiar, tienenmenos problemas y sntomas a corto plazo aun cuando se enfrentan a si-tuaciones de alto estrs (Dawes, 1990). Punamaki (1989) ha subrayadoque los nios no son slo vctimas inocentes y en algunos pases comoPalestina, han encontrado tambin formas activas de afrontamiento y re-sistencia. Sin embargo, incluso en esos casos pueden producirse conduc-tas de inhibicin y manifestaciones de tensin emocional y miedo (pesa-dillas, rechazo al alimento, retroceso psicomotor o no querer separarsede la madre). En la experiencia del refugio, el miedo en los nios puedecontinuar incluso mucho tiempo despus o aumentar cuando se habla deretorno al pas, como sucedi en el caso de las comunidades mayas refu-giadas en Mexico (Lykes y Melville, 1992).

    En el caso de las poblaciones refugiadas durante varios aos, espe-cialmente la poblacin adolescente se enfrenta a la construccin de suidentidad en un contexto transcultural. En contextos de guerra, la cons-truccin de la identidad de los adolescentes se ve mediatizada ademspor patrones colectivos de identificacin o rechazo a la violencia y el re-clutamiento. Segn la gravedad del contexto, los adolescentes puedenmanifiestar distinta frecuencia de problemas como agresin, abuso de al-cohol y suicido (UNHCR, 1994b).

    Los patrones de distribucin del trabajo, la ocurrencia de eventos es-pecficos o las capacidades de adaptacin, pueden hacer que se manifies-ten distintos efectos en la poblacin adulta. Las mujeres estn ms ex-puestas a la violacin, a sobrecargas de trabajo y afectivas, especialmentecuando tienen que hacerse cargo solas de la familia, y tienen menos espa-cios sociales para participar. En los campamentos en Hong-Kong, las mu-jeres se mostraban ansiosas, deprimidas y con pocas expectativas de futu-ro. Las mujeres con nios adems estaban preocupadas por cmo losnios vivan la experiencia de los campos de detencin (Community andFamily Services International, 1993).

    Pero en algunos contextos las mujeres pueden incluso enfrentar mejorla situacin centrndose en las tareas cotidianas. Sin embargo los hombrespueden sufrir ms la militarizacin o la crisis de su rol en la familia, perotienen mayor reconocimiento y participacin social. Segn un estudio en

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  • Sarajevo, la mayora de las admisiones psiquitricas antes de la guerracorrespondan a mujeres, mientras que posteriormente el 70% correspon-dan a hombres jvenes entre 25-44 aos, sobre todo por transtornos de es-trs. Muchas mujeres dijeron que se sentiran ms preparadas si podran ha-cer algo para enfrentar los hechos y dar sentido a su experiencia en vez deestar esquivando el impacto de los tiroteos. Segn Ceric (Jones, 1995:1053)si tu ests con los nios, preparando alimentos con nada, buscando agua,calentando sin gas ni electricidad, no tienes tiempo para los nervios.

    Los ancianos son fsicamente menos hbiles, tienen en general menoscapacidad de adaptacin a situaciones nuevas y que cambian rpidamente,y para ellos puede ser ms difcil vivir lejos de su hogar. La prdida deamigos o familia puede afectarles ms debido a su mayor dependenciarespecto a la familia y comunidad para tener apoyo (UHNCR, 1994b). Sinembargo, la posicin social del anciano vara en distintas culturas y con-textos sociales, por lo que las consecuencias pueden ir desde la margina-cin hasta la proteccin como autoridad. La experiencia vital de los an-cianos que han vivido otras experiencias de catstrofe o guerra, puedeser incluso un factor de proteccin (Jones, 1995).

    Las personas con graves problemas fsicos o enfermedad mental sonmuy vulnerables a las condiciones de desorganizacin social, que inclu-yen la prdida de sistemas de apoyo comunitarios o servicios de salud.Por ejemplo en Bosnia, las dificultades por parte de las familias para cui-dar a las personas con problemas de salud mental como hacian habitual-mente, conllev a la institucionalizacin de muchas personas en condi-ciones precarias debido ausencia de medios (Jones, 1995). Adems, vivirsituaciones de tensin o cambio brusco puede provocar crisis que empeo-ren su condicin o les pongan en peligro.

    Despus de haber visto distintas experiencias de las poblacionesafectadas, nos vamos a referir a continuacin a las formas ms habitualesde afrontar los desastres y crisis violentas. Bsicamente nos vamos acentrar en tres aspectos: los procesos de duelo, las formas de afrontar he-chos traumticos y el apoyo social.

    Los procesos de duelo

    me puse triste y hasta la fecho lloro por mi hijo, porque era mi nicohijo y ahora nomasito estoy sola, no duermo, vivo triste por l, porqueperder un ser querido es duro y doloroso y nadie nos llena el vaco, sloDios. Nosotros vivimos como traumados, a veces disimulamos nos rei-mos, pero nuestras almas estn heridas porque perdimos seres queridos yeso es duro. (Acafade, 1990)

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  • Las situaciones de catstrofe colectiva, producen muchas prdidashumanas, materiales y culturales. Cmo afronta la gente esas prdidas ycmo pueden los cooperantes comprender y ayudar en ese proceso? Entrminos psicolgicos la forma en cmo las personas hacen frente a lasprdidas se llama proceso de duelo. Diferentes autores han hecho re-ferencia a un proceso de etapas a la hora de afrontar el duelo: negacin,clera, negociacin, depresin y aceptacin (Jacobson, 1986). La realiza-cin del duelo llevara entre ao y medio y dos aos (Pennebaker, 1990)y alrededor de 3-5 (Jacobson, 1986). Existe controversia tanto sobre eltiempo como sobre las fases. Silver & Wortman (1989) encontraron queslo un 30% segua un proceso fsico, la mitad de las personas afronta-ban lo ocurrido sin pasar por todas las fases, otras personas expresabanun duelo crnico o postergado.

    Esas diferencias son personales pero tambin culturales. En algunoslugares de Mozambique, por ejemplo, las personas hablan y recuerdan asus muertos durante algunos meses despus de los cuales no se hablams de ellos (Harrell-Bond & Wilson, 1990). Sin embargo en algunasculturas indgenas del continente americano, no se concibe la muertecomo una ausencia de vida, y la relacin con los antepasados forma partede la cotidianidad (Solares, 1993). Las personas que trabajan en la ayudahumanitaria tienen que tener en cuenta estas cuestiones para no ofender ala gente ni entrar en conflicto con la comunidad.

    En los casos de emergencias y catstrofes es muy frecuente que estosprocesos de duelo se encuentren alterados por el carcter masivo, sbitoy brutal de las muertes con una falta de atribucin de sentido, un senti-miento de impotencia, miedo y aislamiento de los supervivientes. Ade-ms, la propia situacin de emergencia, la guerra o el contexto social re-presivo pueden impedir la realizacin de ceremonias, el reconocimientopblico de los hechos y la dignificacin de las vctimas. En otros casos,la situacin de incertidumbre que experimentan muchos supervivientessobre el destino de sus familiares (como en el caso de las desaparicionesforzadas) pueden dejar una huella permanentemente abierta (Lira y Cas-tillo, 1991).

    El proceso del duelo conlleva tareas complejas que adquieren sentidodentro de su propio marco cultural. Desde el punto de vista psicolgico,las claves para enfrentar los procesos de duelo parecen ser: aceptacin dela prdida con realizacin de rituales y ceremonias; la expresin emocio-nal sobre la persona y la situacin traumtica; la adaptacin a la nuevasituacin, afrontando el cambio de roles familiares, del sentido del mun-do o de la propia identidad; reubicar emocionalmente a las personasmuertas, estableciendo los vnculos con los que murieron y las relacionescon otras personas (Worden, 1991).

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  • Es frecuente que encontremos en los supervivientes distintas reaccio-nes que pueden ser normales y no deben considerarse como patolgicassi no subsisten por mucho tiempo: negar que haya muerto; tratar de olvi-dar lo sucedido; tristeza y dolor profundos; ansiedad; clera, rabia; pen-sar repetidamente en la persona muerta; tener pesadillas; sentimiento deimpotencia; no querer comer, etc. Las personas implicadas en la ayudahumanitaria deben ser sensibles a estos problemas, entender y aceptar,como respuestas normales y no patolgicas, las reacciones de la gente.Pero tambin deben aprender a reconocer a las personas que necesitanms apoyo, como son: las que no pueden hablar de la persona sin sentiruna gran tristeza incluso mucho tiempo despus; las que se sienten siem-pre enfermas; no ven sentido a la vida; las que presentan reacciones auto-destructivas; y alcoholismo.

    El afrontamiento de hechos traumticos

    Cuando la gente se encuentra frente a experiencias traumticas, de-sarrolla maneras de enfrentar (coping) los sucesos estresantes, percibidoscomo peligrosos y desafiantes (Lazarus & Folkman, 1986). Las principa-les funciones del afrontamiento, segn Laux y Weber (1991) son resolverel problema, regular las emociones, proteger la autoestima y manejar lasinteracciones sociales.

    El afrontamiento incluye tanto procesos cognitivos y emocionalescomo conductas de resolucin de problemas (Vaillant, 1990). Los proce-sos cognitivos son formas de pensar en el problema como hacer planespara solucionarlo, minimizarlo o buscarle significado, etc. A nivel emo-cional, las personas pueden compartir sus experiencias, relajarse, supri-mir los sentimientos, etc. El afrontamiento conductual se refiere a lo quela gente hace para enfrentar el problema, como la bsqueda de informa-cin o apoyo material, la pasividad, etc. Estas tres categoras no se ex-cluyen mutuamente. Por ejemplo, hablar y compartir las experiencias im-plica a la vez una conducta para buscar a otras personas, una expresinemocional de sentimientos y a nivel cognitivo, una bsqueda de sentido ala experiencia.

    Un mismo mecanismo de afrontamiento (coping) puede ser positivoo negativo dependiendo del contexto, la percepcin de la persona y lascaractersticas individuales (Alwin y Revenson, 1987). La desconfianzapuede ser adaptativa en un medio hostil como es una detencin, pero encontextos menos violentos puede ser un obstculo para obtener ayuda.Suprimir los sentimientos o tratar de no pensar en un hecho, puede ayu-dar en medio de una tarea o una catstrofe a ponerse a salvo y ayudar a

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  • los dems (Suls y Fletcher, 1985). Teter (1996) describe que entre losmecanismos de afrontamiento de un grupo de supervivientes de la cats-trofe nuclear de Chernobil estaban el no querer tener ms informacin nihablar sobre las consecuencias de la catstrofe, como una forma de pro-tegerse de la incertidumbre sobre los efectos a medio o largo plazo, yuna situacin de pasividad, desesperanza y uso del alcohol.

    Sin embargo, las personas que despus de mucho tiempo continuansuprimiendo sus sentimientos, adems de hacer un esfuerzo que tiene re-sultados estresantes, pueden bloquear las expresiones de afecto o tenerproblemas como pensamientos intrusivos o pesadillas (Pennebaker,1990). Segn Pennebaker cuando la inhibicin se utiliza de forma habi-tual, se convierte en una forma de pensamiento de bajo nivel, muchas ve-ces automtica y no consciente. El caso extremo de este pensamientobajo sera el uso de drogas o alcohol para evitar pensar o sentir. El pensa-miento de nivel alto en cambio permite considerar la complejidad delproblema y ser ms consciente de los hechos y las propias capacidades.Aunque el grado de control del estresor pueda ser pequeo, ser una ven-taja darse cuenta de las distintas facetas, el contexto y las posibilidadesde pedir ayuda.

    Segn otras investigaciones, las personas que acentan la parte posi-tiva como el valor de las cosas aprendidas, el sentido de sacrificio o lu-cha, etc. pueden encontrarse mejor que las personas que se aislan o seculpabilizan (Fairbank, Hansen, Fitterling, 1991). Aspectos ideolgicoso religiosos pueden ser utilizados, a nivel colectivo e individual, comoformas de afrontamiento o factores protectores frente a los estresores(Ager, 1993).

    Otras investigaciones (Daz-Loving, Daz Guerrero et cols., 1981)distinguen entre afrontamiento pasivo y activo. Tradicionalmente se haafirmado que las estrategias activas eran ms eficaces. Sin embargo,Daz Guerrero ha encontrado que en Mexico por ejemplo, adoptar unaactitud menos activa a nivel expresivo puede ser una estrategia mejorque la confrontacin. Scott (en Berry, 1992) plantea que cuando no pue-de desarrollarse una confrontacin directa, debido a una posicin de de-bilidad o dependencia, las personas desarrollan otras estrategias de opo-sicin. En sus investigaciones sobre los mecanismos de adaptacin a lascondiciones de trabajo en las fincas de terratenientes, encontr que loscampesinos hacian el trabajo ms lentamente, hablaban entre ellos delproblema sin darse a notar o incluan en sus mitos y celebraciones for-mas de ridiculizacin de los patrones. En muchas situaciones de repre-sin poltica, crcel o tortura, las vctimas tambin desarrollan sus pro-pios mecanismos de adaptacin y defensa que son activos aunque no loparezcan.

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  • Apoyo social y redes sociales

    Despus, poco a poco, nos fuimos alejando nosotros. Es como cuandoa los animales se les separa de las madres. Al principio se pasa a que ma-men cuatro veces al da. Al de pocos das se pasa a tres. Y luego se vaquitando as, hasta que se separa del todo. Ellos queran que les acompa-ramos cada noche, pero nosotros no tenamos mucho tiempo y tampocoest bien porque se acostumbran. Entonces fuimos haciendo as, hastaque cobraron fuerza moral (testimonio de Manuel, en Riera & Martn Be-ristain, 1992: 173).

    Las catstrofes son experiencias colectivas que llevan a buscar y pro-porcionar apoyo social, primero entre las personas afectadas y luego bus-cando otras fuentes de ayuda. Este apoyo social puede ser informativo,emocional, instrumental-material y de relaciones sociales (Thoits, 1986;Basabe, Valdoseva & Pez, 1993). El apoyo no consiste tanto en la meraexistencia de una red objetiva de relaciones sociales, sino en que esa redsea funcional y percibida por las personas como una fuente de apoyo ycomprensin (Sarason, Sarason y Pirce, 1990). La mera presencia deayuda humanitaria no significa que la gente perciba que sus necesidadesson tenidas en cuenta o tenga confianza en ella.

    A nivel interpersonal, compartir las experiencias es una forma de en-frentar los hechos traumticos ya que contribuye a validar, reconocer, en-tender y darles un significado (Davidson y Baum, 1986). Las personasque no comparten con otros su recuerdo de un hecho negativo presentanms problemas de salud fsica y mental (Pennebaker, 1990). Tener unapareja que haba vivido la misma experiencia y un alto nivel de compar-tir y hablar sobre s mismo eran dos factores asociados a un mejor ajustepsicolgico en sobrevivientes de campos de concentracin (Janoff-Bul-man,1992). Aunque las personas que han vivido experiencias similarespueden tener mayor capacidad de comprensin, tambin puede ser difcilque se apoyen por tener distintos ritmos y estilos de duelo.

    Sin embargo, compartir no siempre diminuye la tensin (Davidson &Baum, 1986). Cuando el estresor est presente, el compartir las experien-cias tambin puede reforzar la rumiacin y contribuir a la difusin de rumo-res (Hobfoll & Parrish, 1990). En las situaciones difciles las personas tie-nen necesidad de compartir las noticias negativas y esto puede llevar a laamplificacin y distorsin de la realidad (Allport & Postman, 1952/1977).

    El apoyo social es muy importante para enfrentar los hechos traum-ticos y situaciones difciles, pero pueden existir dificultades para obte-nerlo. Para las personas cercanas puede ser difcil escuchar, ya que elcompartir experiencias con personas depresivas puede inducir un estadode nimo negativo. Otras veces, las otras personas no saben qu decir,

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  • evitan hablar o esperan que la vctima tome la iniciativa (Pennebaker,1990). Un grupo de sobrevivientes del Holocausto explicaron que no ha-ban compartido su experiencia por proteger al otro, porque no se enten-dera su experiencia o porque era muy doloroso recordar los hechos ypreferan olvidarlos (Pennebaker, Barger & Tiebaout, 1989).

    Aunque las situaciones de catstrofe social producen disgregacin delas redes sociales, en muchas de las situaciones de crisis las propias po-blaciones afectadas desarrollan formas de apoyo mutuo, tanto materialcomo emocional. Las formas de apoyo mutuo, la organizacin de las co-munidades y la defensa de los derechos humanos, constituyen formas deafrontamiento colectivas. Incluso el sufrimiento puede convertirse en ex-periencias organizativas y movimientos de apoyo mutuo y reivindicacinsocial, como en el caso de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo (Kor-don, Edelman et al, 1986) y las Asociaciones de Familiares de Desapare-cidos en muchos pases de Amrica Latina. Estas experiencias constitu-yen formas colectivas de enfrentar las consecuencias de los hechostraumticos, de reconstruir los tejidos sociales y de luchar contra las cau-sas del sufrimiento.

    Conclusin

    La ayuda humanitaria se enfrenta aqu a un desafo que cuestiona susentido: no debe constituirse en un elemento ajeno, que rompa las redesya existentes o genere conflicto entre ellas (creando por ejemplo redesparalelas de servicios o nuevos grupos que compitan con otros que yaexisten en la comunidad). Reforzar el propio tejido social, y estimular lasformas de apoyo mutuo entre la poblacin, debiera ser uno de los objeti-vos centrales de la accin humanitaria.

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  • Captulo 2

    Cooperantes

    La accin humanitaria, rpida, simple y concreta, al menos en compa-racin con el tratamiento poltico que se da a los problemas exticos, sepresenta bajo una forma fcilmente accesible y que permite una valora-cin inmediata: el tndem vctima-socorrista se ha convertido as en unode los emblemas del fin de siglo (Brauman, 1993: 155).

    En el terreno de la ayuda humanitaria, las situaciones de crisis ascomo las experiencias de trabajo, tienen implicaciones psicosocialespara los grupos y personas involucradas. Brauman (1993) discute el pa-pel de los medios de comunicacin ante las crisis y plantea cmo loscooperantes cumplen en sus sociedades de origen, una funcin media-dora simblica que contribuye a una representacin de la realidad. Ladistorsin y los filtros selectivos de las imgenes, tienen consecuenciastanto en la consideracin de lo que es una emergencia como en el ca-rcter de las acciones. Este y otros muchos retos que actualmente plan-tea la ayuda humanitaria, tienen una dimensin tanto poltica y organi-zativa como personal. La ayuda humanitaria se enfrenta a los riesgos deque se utilice como apaga fuegos de los efectos producidos por las pol-ticas de desarrollo, como en el caso de Somalia (Choussudovsky, 1993),o servir a los Estados como una forma de proteccin a su inercia polti-ca, al tranquilizar la sensibilidad altruista y pacfica de sus ciudadanos(Hermet, 1993).

    Las organizaciones y agencias humanitarias trabajan en contextos di-fciles en los cuales su papel puede ser ambiguo. Los cooperantes enfren-tan en su trabajo cotidiano esos desafos y las propias dificultades de lasacciones humanitarias. Todo esto puede cuestionar o dar ms sentido a sutrabajo.

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  • Implicaciones psicosociales del trabajo humanitario

    El trabajo de agencias, ONG y cooperantes, se desarrolla en accionesy contextos de emergencia, reconstruccin y desarrollo. Aunque tiendea darse por descontado lo que significa la ayuda humanitaria, en la prc-tica encontramos distintos tipos de visiones, prioridades y actividades.Esto no depende slo de las necesidades de la poblacin o de los proble-mas producidos por la crisis, sino tambin de cmo se concibe la ayuda.Si la ayuda humanitaria no tiene una perspectiva histrica y visin de fu-turo, la distincin entre emergencia y desarrollo corre el riesgo deimponer una compartimentacin ajena a la vida de la gente, entre un pre-sente de precariedad y un futuro que no se materializa.

    La mayor parte de las acciones humanitarias conllevan tareas comoproporcionar cuidados bsicos a las poblaciones afectadas, apoyar la or-ganizacin o capacitacin y mejorar las condiciones de vida de la pobla-cin. Aunque sobre el papel las tareas son claras, puede haber muchaconfusin porque los distintos actores individuales o institucionales, tie-nen frecuentemente distintos intereses y prioridades (Fisas, 1994). Jean(1993) describe cmo en el caso de las acciones humanitarias en Soma-lia, las diferencias entre ONGs y la ONU, se pusieron de manifiesto deuna manera bastante contundente, que la justificacin de la proteccin aONGs sirvi para enmascarar objetivos polticos, y que la confusin delo militar y lo humanitario acrecent la inseguridad para las organizacio-nes humanitarias y redujo su espacio de trabajo.

    A pesar de esto, existe un pensamiento naif en el aire humanitario(Prunier, 1993) que lleva a pensar en trminos de accin puntual, neutrao sin consecuencias ms all de la relacin de ayuda. Las personas conpoca capacidad de evaluar la situacin, corren el peligro de no ser cons-cientes de lo que estn haciendo y de la influencia que la ayuda humani-taria puede tener.

    Para desarrollar su rol de forma adecuada, las personas que trabajanen la ayuda humanitaria necesitan distintas capacidades y habilidades.Entre ellas estn: capacidades de relacin humana con la poblacin afec-tada; capacidad tcnica adaptada a la realidad social y cultural local; co-nocimiento sociopoltico de la situacin y sentido de la ayuda; y capaci-dad de relacin con autoridades y otros grupos, en un contexto difcil.

    El trabajo humanitario tambin presenta similitudes con las exigen-cias de otros trabajos de ayuda. Las relaciones con la gente pueden ser elestmulo ms importante y el centro de las motivaciones de muchas per-sonas. Pero las expectativas poco realistas sobre la variedad y los estmu-los en el trabajo, a veces contrastan con responsabilidades ms monto-nas como gestin de recursos, escribir informes y un trabajo de rutina.

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  • El trabajo humanitario se inserta dentro de ONGs, agencias interna-cionales o gubernamentales que tienen estructuras, intereses, responsabili-dades y exigencias psicolgicas distintas. Las agencias internacionales ogubernamentales pueden estar ms preocupadas por la opinin pblica o laspolticas institucionales. Los niveles centrales de las ONG pueden estar mspreocupados por mantener relaciones institucionales o conocer sus priorida-des a la hora de proporcionar recursos. Las personas cooperantes, en cam-bio, a travs del contacto con la realidad, especialmente los que viven conla gente por un tiempo largo, pueden conocer mejor las prioridades de lapoblacin y ser ms sensibles a sus necesidades. Agger (1995) seala queuna actitud comprometida y profesional, por parte de las personas que tra-bajan en la ayuda humanitaria, requiere energa, y que esos requerimientospueden entrar en conflicto con las demandas de cantidad de beneficiariosy de visibilidad de las acciones, frecuentes en las organizaciones humani-tarias.

    Un ejemplo de cmo los criterios de una determinada cultura organi-zativa puede tener consecuencias psicosociales en la ayuda humanitaria,es la poltica de contratos (Agger, 1995). Los enfoques dominantes en laayuda y los plazos para la dotacin de fondos, tienen implicaciones en lamovilidad de los cooperantes y la continuidad de las acciones. Trabajardos meses en Ruanda y despus unas semanas en Hait, o mantener la in-certidumbre sobre si el proyecto puede continuar cuando se est an amitad de trabajo, tiene consecuencias tanto para la salud de los cooperan-tes, su implicacin en las acciones y la utilidad de los programas para lapoblacin. La consideracin de la eficacia inmediata del hacer, sin lascondiciones necesarias para que la ayuda sea real, oculta en la prctica lafalta de adecuacin y fracaso de muchas acciones.

    Motivaciones y rol de ayuda

    Todo esto muestra cmo es posible que coexistan diferentes agendasque comprometan el desarrollo y la eficacia de la ayuda. Aunque se estllevando a cabo un debate entre agencias, ONG y gobiernos sobre las mo-tivaciones y preocupaciones de la ayuda humanitaria, apenas ha habidoinvestigaciones sobre la relacin entre las motivaciones y la forma en quese hace el trabajo por parte de organizaciones y cooperantes implicados.

    En general tiende a suponerse un desinters en la ayuda, y los coope-rant