humanismo totalidad y complejidad

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Humanismo, totalidad y complejidad. El giro epistemológico en el pensamiento social 1 . Mayra Paula Espina Prieto “Nadie posee la verdad, el bien o la belleza. Nadie es la verdad, el bien o la belleza. Todo es cuestionable: pregunta permanente a los que preguntan, crítica permanente de los valores e ideales sociales”. “En un sistema cerrado tiene valor de supervivencia las respuestas que opturan la pregunta (...).Los sistemas sociales son sistemas abiertos: abiertos a la búsqueda de nuevos fines (ideales, valores), solo se conservan cambiando.” Jesús Ibáñez "(..) qué es la poesía: (...), es el acto de atender en toda su pureza. "No es por azar que nacemos en un sitio y no en otro, sino para dar testimonio .A lo que Dios me dio en herencia he atendido tan intensamente como pude: a los colores y sombras de mi patria: (...)" Eliseo Diego A la entrañable memoria de Jesús Ibáñez. Por enseñarnos su manera de estar atento. Durante al menos las dos últimas décadas del pasado siglo el diagnóstico más extendido y compartido sobre el estado de las ciencias sociales fue el de su situación de crisis teórica y epistemológica, entendiendo por esto su imposibilidad para construir, y compartir en un consenso amplio, imágenes y modelos conceptuales que caractericen, expliquen y prevean el devenir de los sistemas sociales, su dinámica y el entrelazamiento causal de sus cambios. Pero en los últimos años se han ido abriendo paso otras valoraciones sobre el estado actual de las ciencias sociales y sus perspectivas, que se resumen, muy apretadamente, en ideas como estas: integración y síntesis (Ritzer, G. 1993); tránsito del pensamiento simple al pensamiento complejo (Morín, E. 1996); conflicto de viejos y nuevos paradigmas (Elizalde, A. 1993); encrucijada intelectual (Wallerstein, I. 1997); potenciación histórica del paradigma cognitivo-conductual del ciudadano raso (Salazar, G. 1996); post-crisis y revolución en las ciencias sociales (Iñiguez., L. 1995); paso a la investigación social de segundo orden (Ibáñez, J); sociología post-internacional (Nederveen, 1994). 1 (Publicado en Linares, C., Moras, P. y Rivero, Y. (compiladores) La participación. Diálogo y debate en el contexto cubano. Centro Juan Marinello, La Habana, 2003 Versión en portugués “Humanismo, complexidade e totalidade. O giro epistemológico en el pensamiento social” En: Leite, R. Método, Métodos, Contramétodo. Cortez Editora, S.P.)

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Humanismo, totalidad y complejidad. El giro epistemológico en el pensamiento

social1.

Mayra Paula Espina Prieto

“Nadie posee la verdad, el bien o la belleza. Nadie es la verdad, el bien o

la belleza. Todo es cuestionable: pregunta permanente a los que

preguntan, crítica permanente de los valores e ideales sociales”.

“En un sistema cerrado tiene valor de supervivencia las respuestas que

opturan la pregunta (...).Los sistemas sociales son sistemas abiertos:

abiertos a la búsqueda de nuevos fines (ideales, valores), solo se

conservan cambiando.”

Jesús Ibáñez

"(..) qué es la poesía: (...), es el acto de atender en toda su pureza.

"No es por azar que nacemos en un sitio y no en otro, sino para dar

testimonio .A lo que Dios me dio en herencia he atendido tan

intensamente como pude: a los colores y sombras de mi patria: (...)"

Eliseo Diego

A la entrañable memoria de Jesús Ibáñez. Por enseñarnos su manera de estar atento.

Durante al menos las dos últimas décadas del pasado siglo el diagnóstico más extendido y

compartido sobre el estado de las ciencias sociales fue el de su situación de crisis teórica y epistemológica, entendiendo por esto su imposibilidad para construir, y compartir en un consenso amplio, imágenes y modelos conceptuales que caractericen, expliquen y prevean el devenir de los sistemas sociales, su dinámica y el entrelazamiento causal de sus cambios.

Pero en los últimos años se han ido abriendo paso otras valoraciones sobre el estado actual de las ciencias sociales y sus perspectivas, que se resumen, muy apretadamente, en ideas como estas: integración y síntesis (Ritzer, G. 1993); tránsito del pensamiento simple al pensamiento complejo (Morín, E. 1996); conflicto de viejos y nuevos paradigmas (Elizalde, A. 1993); encrucijada intelectual (Wallerstein, I. 1997); potenciación histórica del paradigma cognitivo-conductual del ciudadano raso (Salazar, G. 1996); post-crisis y revolución en las ciencias sociales (Iñiguez., L. 1995); paso a la investigación social de segundo orden (Ibáñez, J); sociología post-internacional (Nederveen, 1994).

1 (Publicado en Linares, C., Moras, P. y Rivero, Y. (compiladores) La participación. Diálogo y debate en el contexto cubano. Centro Juan Marinello, La Habana, 2003 Versión en portugués “Humanismo, complexidade e totalidade. O giro epistemológico en el pensamiento social” En: Leite, R. Método, Métodos, Contramétodo. Cortez Editora, S.P.)

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Lo significativo es que todos estos diagnósticos implican la presencia de un proceso de reconstrucción de naturaleza epistemológica como el rasgo esencial que caracterizará a las ciencias sociales en el inicio del siglo.

Considero que los años 90 fueron especialmente fructíferos en el trabajo de recreación e innovación dentro de la tradición crítica del pensamiento social, lo que permite que hoy podamos encontrar un conjunto de propuestas que, a mi juicio, perfilan claros ejes de reconstrucción epistemológica de las ciencias sociales. Les propongo que veamos ahora algunos de esos ejes, los que me parecen mas prometedores:

a) Recuperación de la noción de totalidad y del sentido holístico.

Cuanto mas unificadamente diferente, dispersamente

atento,

esté, sienta, viva, sea,

más poseeré la existencia total del Universo,

más completo seré por el espacio entero.

Fernando Pessoa.

Tengo apenas dos manos

y el sentimiento del mundo,

pero estoy lleno de esclavos,...

Carlos Drumond de Andrade.

Para comprender en toda su magnitud la relevancia de esta recuperación para una posible salida de la crisis de las ciencias sociales, es imprescindible seguir, aunque sea a vuelo de pájaro, el hilo conductor de la historia de la formación de estas disciplinas.

Siguiendo la pista a los debates fundamentales que han tenido lugar al interior de las ciencias sociales el informe de la Comisión Gubelkian nos sitúa en dos grandes etapas de ese proceso: entre la segunda mitad del siglo XIX y 1945 y entre la posguerra y la actualidad (Wallerstein, 1995). Partiendo de nuestros fines analíticos en este eje, he denominado al primer gran momento como “etapa de separación" y el segundo lo he subdividido en cuatro segmentos: entre 1945 y 1960: expansión; entre 1960 y 1970: precrisis; entre 1970 y 1990: crisis; y entre 1990 y la actualidad: reconstrucción.

Esta propuesta no tiene pretensiones de periodización acabada, solo intento distinguir la evolución del manejo de la totalidad en el pensamiento social en sus diferentes momentos.

Así, en la primera etapa el rasgo fundamental, y de trascendencia hasta la actualidad, es el de la definición por separación. El texto de la Comisión Gubelkian nos muestra cómo esta separación es múltiple y bastante radical: una primera separación es la que se produce entre las ciencias naturales, las sociales y las humanidades, que quedan perfiladas como extremos nomotético e ideográfico, respectivamente, del contínuum del conocimiento que el ser humano es capaz de producir. Ello queda muy bien ilustrado en la división entre ciencias duras y blandas.

Otro conjunto de separaciones se verifican al interior del propio pensamiento social: entre el estudio del mundo moderno civilizado (donde se ubican la historia, la sociología, las ciencias políticas y la economía) y las sociedades tradicionales (es el campo particular de la antropología y los estudios orientales y de sociedades “exóticas”); entre pasado (la historia) y presente (la

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sociología, la economía y las ciencias políticas); entre objetos de estudio el mercado (para la economía); el estado (para las ciencias políticas) y la sociedad civil (para la sociología); entre disciplinas nomotéticas ,de fuerte carácter aplicado y con criterios de veracidad cercanos a los de las ciencias naturales (sociología, economía, ciencias políticas) y las de carácter ideográfico, orientadas a lo singular, lo individual, lo irrepetible (p.e. la historia).

Lo que me interesa es llamar la atención sobre el hecho de que las disciplinas sociales desde su fundación como áreas autónomas de producción de conocimiento asumieron una lógica de particiones sucesivas, como vía de profundización y de manejo y control posible de los fenómenos que estudiaban, sentando el precedente de la especialización y la fragmentación como fórmula casi única de hacer “ciencia verdadera”.

Edgar Morín nos describe una fuente del proceso de atomización del conocimiento científico (Morín, E.1996).

“Hasta mediados del siglo XX la mayoría de las ciencias tenían como modo de conocimiento la especialización y la abstracción, es decir, la reducción del conocimiento de un todo al conocimiento de las partes que lo componen (como sí la organización de un todo no produjera cualidades nuevas en relación con las partes consideradas por separado)”.

Al interior de las disciplinas particulares, especialmente en la sociología, esta fórmula fragmentadora sistemática tuvo expresiones extremas en las divisiones entre micro y macro procesos, subjetividad y objetividad; existencia y conciencia; estructura y acción; cualitativo y cuantitativo, etc., elementos que se perfilaron no solo como campos de especialización, sino como centros paradigmáticos antinómicos en la explicación de lo social.

Esta primera y larga etapa de cien años, donde se configuran las ciencias sociales por diferenciación y separación entronca con un nuevo momento en la evolución de dichas ciencias, cuya emergencia se asocia, según el citado informe de la Comisión Gubelkian, a tres procesos: el cambio en la estructura política del mundo (que incluye fundamentalmente la oposición capitalismo-socialismo y la visibilidad histórica de las sociedades periféricas); el incremento de la población mundial y de la producción y la expansión de la comunidad de científicos sociales (Wallerstein, 1996).

En este segundo momento la especialización continúa por dos vías relativamente contradictorias: al interior de cada disciplina, con la aparición de subdisciplinas y por la aparición de los estudios de áreas, que son en sí mismos multidisciplinares.

A pesar de que en esta etapa la real pertinencia de la separación entre disciplinas fue sometida a crítica y debate, especialmente por los requerimientos multidisciplinares de los estudios de área, estos a su vez generaban nuevas particiones (latinoamericanistas, africanistas, etc.) que insistían en la especialización como sistema, de manera que el período puede caracterizarse como de heterogenización interior del conocimiento social.

Se profundiza en el criterio de legitimidad científica del conocimiento social que se fundamenta en su cercanía al concepto de verdad semejante al de las ciencias exactas y naturales (“duras”).

Por ello el objetivismo, la cuantificación, el manejo experimental o “cuasi” experimental de los objetos sociales, la verificabilidad estadística, la estandarización y la identificación de leyes-tendencias y modelos causales explicativos como propósito fundamental de las ciencias sociales, se consolidan como sus rasgos hegemónicos.

En esta lógica, la separación-especialización en campos, áreas y subdisciplinas es una necesidad para la aprehensión de los objetos sociales. La totalidad no puede ser integralmente descrita, experimentada o “verificada” estadísticamente. Descomponiéndola en sus partes esto es posible.

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Quiero llamar la atención sobre la década de los 60, que marca un momento muy especial en la producción de críticas a la “ciencia clásica”, lo que tiene sus fuentes en procesos internos y externos a las disciplinas sociales.

Sobre la base de nuevos hallazgos en el campo de la termodinámica, la biología molecular y la astronomía, entre otros, que se sumaron a las incertezas provenientes de la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica, las ciencias naturales produjeron ellas mismas un conjunto de argumentos de autonegación de su pretendida dureza, con lo que debilitaron las barreras que las separaban de las sociales y pusieron en entredicho el valor del principio de objetividad al que aspiraban. Estos argumentos se resumen en: crítica a la causalidad lineal y a la absolutización de la causalidad que excluye la participación de elementos azarosos ,del caos y las perturbaciones en la definición de los cursos de procesos de diferente índole; imposibilidad de eliminar la influencia del sujeto de la medición sobre el objeto medido; relevancia de las cualidades autoorganizativas en el funcionamiento de diferentes sistemas; importancia de la incertidumbre y de situaciones de impredectibilidad (Wallerstein, 1996).

Paralelamente en esta etapa dentro de las ciencias sociales se produce un desplazamiento hacia un pensamiento crítico de las generalizaciones universalistas de los determinismos estructurales que despojaban al sujeto de sus posibilidades transformativas, de las mediciones estadísticas que invisibilizan las diferencias y particularismos grupales, culturales, étnicos, etc., y que ocultaban un hegemonismo que imponía un tipo de conocimiento una interpretación de lo social y un modelo único de desarrollo como forma de perpetuar relaciones de poder. Los aportes a este posicionamiento crítico vienen fundamentalmente de la teoría feminista, de los estudios culturales y de la teoría de los movimientos sociales, entre otras fuentes, cuyos objetos (o sujetos) de estudio formaban parte comúnmente de lo diferente o fuera de la norma, de aquello que no puede ser comprendido a través de medidas estadísticas o que, en todo caso, sus comportamientos siempre forman parte de la “desviación”, de lo que está fuera de la norma y es inferior.

Esta es la etapa de emergencia de la vida cotidiana como ámbito de estudio; del énfasis en la diversidad y la diferencia como fin privilegiado de la comprensión de lo social; de la refundación del sujeto en su condición de agencia, de actor social; de los significados y la intersubjetividad, del discurso, como elementos básicos de los procesos sociales y el devenir histórico. En el plano metodológico todo ello se reflejó como expansión y desarrollo de la perspectiva metodológica cualitativa, en tanto opción mas viable para atrapar lo simbólico, lo cotidiano, lo peculiar.

Las ciencias naturales y sociales convergen en este momento histórico en una desmistificación de la objetividad y de las determinaciones lineales y en una reinvidicación de la subjetividad, con lo que la separación antinómica sujeto-objeto queda seriamente debilitada como principio rector de la producción científica.

Sin dudas, estos cambios epistemológicos y metodológicos representaron avances considerables en una visión más abarcadora de lo social y en la eliminación de las dicotomías artificiales que marcaron a las disciplinas sociales desde su nacimiento, pero de hecho, las nuevas propuestas no produjeron un enfoque integrador, sino que, presentándose como alternativas opuestas a las perspectivas precedentes (que pudiéramos llamar de determinismos homogenistas externos), significaron un desplazamiento progresivo hacia estudios micro y locales, el énfasis en los particularismos, la acentuación de la fragmentación y atomización del conocimiento y del estudio de partes o subsistemas desgajados del todo y, en fin, la pérdida de la noción de la totalidad, la deslegitimación de la búsqueda de universales y la entronización de un relativismo cultural, localista y de actores focales, que deja fuera la preocupación por fines globales del conocimiento social.

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Quedan planteados los prolegómenos de la crisis teórica de las disciplinas sociales: el paradigma de cientificidad newtoniano-cartesiano que las alentó perdió fortaleza y los nuevos enfoques conducen más bien hacia un ateororicismo y a una negación de lo que después el pensamiento postmoderno llamaría los “grandes relatos”, las explicaciones universalistas. Desde la nueva perspectiva solo queda espacio para narrar lo cotidiano-local, para comprender a los actores como productores de significados, que dan sentido a sus acciones.

No quiere decir esto que la perspectiva determinista-universalista-cuantitativista quedó desplazada de las formas de hacer ciencia social y que fue sustituida por la particularista-cualitativista, sino que esta última se expandió considerablemente y se abrió una especie de “guerrita” entre ambas que aún hoy está presente en nuestras prácticas.

Entre los 70 y los 90 se hacen perfectamente visibles y especialmente fuertes las causas de esa crisis de fundamento que ya se habían ido prefigurando en etapas anteriores. Dichas causas tienen un carácter diverso (económico, político, sociológico, teórico, filosófico) y entrelazado: la complejización creciente de las sociedades por la multiplicación de los actores sociales que entran en relación y de los ámbitos de esa relación a escala macro (planetaria), mezo (regional-nacional) y micro (territorial-local-comunitario-familiar) y por los fuertes procesos de multiculturalidad e hibridación asociados a la globalización de las relaciones socioeconómicas; la simultaneidad de tendencias globalizadoras y localizadoras, de integración y exclusión de dimensión múltiple (mundial, regional, nacional, local); la capacidad autodestructiva acumulada por la tecnología, que la convierte en una amenaza ecológica y niega su identificación como eje central del desarrollo y el progreso; las contradicciones del socialismo real y la desaparición de la comunidad socialista europea, lo que genera una pérdida de credibilidad en la posibilidad de un pensamiento alternativo a la visión hegemónica con potencialidad social emancipatoria y transformadora.

Ninguna gran teoría se consideraba con la capacidad explicativa para dar cuenta de los nuevos procesos porque, a pesar de sus diferencias filosóficas, ideológicas y metodológicas, de una manera u otra todas fueron deudores de la visión de la historia como progreso lineal, de los reduccionismos explicativos (centrados en uno de los polos de las antinomias) y de la confianza en el avance tecnológico como motor del progreso, del legado de las certezas de la modernidad.

Las propuestas de los pensadores de la posmodernidad constituyen una respuesta radical a estas debilidades de la ciencia social clásica. Sin detenernos en sus diferencias argumentales, que son muchas y muy variadas, el pensamiento posmoderno, y la manera de producir algo que pudiera equipararse al conocimiento social, se caracterizaría por: el rechazo a las grandes narrativas (los paradigmas clásicos no son más que eso: un cuento contado desde una posición, uno no es más válido que el otro, son equivalentes); la no aceptación de una instancia totalizadora y la activación de las diferencias; preferencia por las narrativas localizadas y de pequeña escala; la ausencia de fronteras disciplinares.

Si aceptamos esta visión no tendría ninguna importancia discutir si hay salida o no para la crisis de las ciencias sociales, porque más bien ellas deberían ser sustituidas por constructos retóricos que narran la vida y la significan, sin que sea necesario ir más allá .y toda su utilidad residiría en mostrar la diversidad y no aceptar la imposición de una visión única totalizadora del mundo.

Confieso que como crítica radical de los hegemonismos discriminatorios y excluyentes, de las visiones que intentan naturalizar en la subjetividad cotidiana, (incluso y especialmente en la de los excluidos) órdenes económicos, políticos y sociales que entronizan relaciones de explotación, en tanto relativiza la superioridad dell estado de cosas, imposibilidad de intervenir en el cambio y

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de concertación de proyectos emancipatorios, concentración exclusivamente en la pequeña escala.

Lo que este itinerario nos demuestra es que el rumbo seguido por las disciplinas sociales desde su configuración como campos autónomos del conocimiento, basadas, como perspectiva epistemológica hegemónica, en la fragmentación sistemática de esferas del saber, en la especialización, la disciplinaridad, la cuantificación y el objetivismo, si bien pudo haber sido eficaz para el control y manejo de “objetos-parte” dentro de un paradigma de control, y de un discurso de universales hegemónicos, no tiene potencia para construir visiones múltiples, integradoras de la diversidad, compresivas de la complejidad y conocimiento emancipatorio autotransformativo.

Muy lejos de negar el esencial significado que concedo a la comprensión de la diversidad y la diferencia como postura epistemológica, considero necesario enfatizar que el desdeño de la totalidad es el camino del fin del conocimiento social:,la pérdida de su capacidad real de comprensión de los procesos sociales y de intervención en la construcción de utopías e ideales de futuro y su conversión en mero instrumento de manipulación a escala reducida.

Wallerstein (1997(a)) nos dice: “Lo que podemos ver hoy con más claridad es que realmente no podemos elegir entre lo

universal y lo particular, igual que no podemos elegir entre lo estructural y lo histórico. Estamos condenados a analizar todo en su contradicción, simultáneamente como una expresión de lo universal y como una representación de lo irremediablemente particular."

De manera que la recuperación de la totalidad pasa necesariamente por la construcción de universales a través de la diversidad y de la de la legitimación de la heterogeneidad, lo que se ha denominado universalismo pluralista” (Wallerstein, J. 1997(a)).

La construcción de universales pluralistas supone la unidad de lo diverso ,no como externalidad, objetividad constatable, sino como posibilidad de aprehensión de los sistemas sociales y de acción. Supone también que la capacidad transformativa de los sujetos sociales no tiene que inevitablemente circunscribirse a su cotidianidad inmediata local, sino que puede desbordarla y conectarse con la del sujeto-otro, reconociéndolo legítimo en su otredad.

b) Rescate de la postura ético humanista.

A los nacidos bajo la ternura de Acuario

les está destinado un gran servicio

a la causa de la alegría general.

Los hombres de ciencia se aproximarán peligrosamente

al gran descubrimiento que el mundo aún espera.

Veo intensos espasmos de miedo

en el páncreas de los poderosos.

Thiago de Mello.

Inhabitable ,el mundo está cada vez mas habitado.

Y si los ojos reaprendiesen a llorar sería un

segundo diluvio.

Carlos Drumond de Andrade.

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En estrecha relación con la recuperación de la noción holística, se ha producido una crítica al pensamiento social que se centra en la organización de medios para alcanzar fines incuestionables (racionalidad instrumental) sin preguntarse por el sentido de los fines y por el significado de lo que ocurre dentro de “la globalidad de la existencia” (Fuenmayor, R. 1994) ,sustituyendo esta interrogación por la evaluación de la eficacia de los medios desde la óptica de determinado grupo que está en condiciones de ejercer una cuota de poder (incluido el encargo y uso de investigaciones sociales , que en este caso funcionan como instrumento de dominación) en una esfera cualquiera de la sociedad.

De la mano de esta crítica vuelve a fortalecerse el debate sobre los ideales gnoseológicos del saber social desde la perspectiva humanista, que coloca en el centro de atención al ser humano y su bienestar y los valores de los cuales dependen una convivencia solidaria y la propia existencia de la humanidad, en contraposición al modelo tecnocratizante, más cercano al de “ciencia dura” que al de reflexión humanista.

Resurgen temas que en algunas partes del mundo parecían ya olvidados como los de conocimiento y poder, ideología y ciencia, conocimiento transformador y emancipativo para las mayorías, sentido crítico y propositivo ante los fines de los sistemas sociales, construcción utópica.

Si se reclama una posición de cuestionamiento de los fines, se llega también al de la intervención en el propio diseño de los fines y es obvio entonces que una ciencia social que abarque roles como este no puede basarse solo en las construcciones teóricas, sino que tiene que incluir a los valores y a las opciones ideológicas como elementos legítimamente constitutivos del razonamiento científico (Zemelman, H. 1993).

Este posicionamiento epistemológico parte de reconocer que históricamente el trabajo intelectual, ha quedado encuadrado en “los límites del discurso del poder” (Zemelman 1993) y que romper ese encuadre significa, siguiendo a Zemelman: � Capacidad de identificar problemas sociales diferentes a los que dimanan de la lógica del

poder y de legitimar los problemas de los grupos subalternos. � Capacidad para encontrar una viabilidad práctica para las opciones de acción alternativa o de

“contrapoder”. � Asumir el papel de los valores como instrumentos para la definición de los problemas

sociales relevantes y para la identificación de las opciones de transformación. � Asumir el conocimiento social como acto de construcción de realidad comprometido con la

transformación social. Desde la perspectiva del acto de conciencia frente a la realidad ,nos alerta Zemelman (1993) la

transformación de los valores en problemas de construcción social constituye una forma de apropiarse de ella, de manera que se pueda abrir el pensamiento hacia horizontes históricos que no están necesariamente incluidos en la teorización, por el contrario, que están referidos a una realidad que se encuentra más allá de lo límites conceptuales marcados como aceptables por la teoría dominante .

Los valores no son un lastre para el conocimiento social sino su sustrato esencial. Lo ideológico no es un pecado a disimular, sino un instrumento de construcción de la historia y la utopía. No existe conocimiento social ajeno a valores. c) Transdisciplinaridad.

Mi corazón postigo,

mi corazón encargo,

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mi corazón carta ,equipaje, satisfacción, entrega.

mi corazón el margen, el límite, la súmula, el índice

Fernando Pessoa

,

El esfuerzo por abordar simultáneamente desde una multiplicidad de ángulos las interrogantes científicas ha sido un reto planteado desde hace mucho tiempo al conocimiento, en la comprensión de que desde una sola disciplina obtendremos siempre respuestas parciales, que pueden ser una aproximación útil a la solución del problema identificado pero siempre incompleta.

Como antes apuntamos, los estudios de área fueron una expresión temprana dentro de las ciencias sociales de la alternativa de producir interpretaciones sobre sus objetos que desbordaran los límites disciplinares y se acercaran a la comprensión del entrelazamiento de esferas, al concebir el " área” como totalidad posible de explicar como tal.

Este esfuerzo ha recibido indistintamente la denominación de interdisciplina, multidisciplina y, mas recientemente, transdisciplina. La idea de transdisciplinaridad intenta desmarcarse del abordaje por sumatoria, por colaboración de disciplinas que conservan de todas formas su relativa autonomía, para proponer un enfoque donde se funden los saberes, se desdibujan los límites y se diseñan procesos de investigación apropiados al problema de estudio y no a la metodología estrictamente disciplinar.

Dentro de las ciencias sociales, la sociología ha entrado a jugar un cierto rol de campo de transdisciplinaridad por excelencia, al proveer elementos de captación de evidencias empíricas y de interpretación dúctiles, disímiles y abarcadores ,que pueden integrar con relativa facilidad datos de naturaleza cualitativa o cuantitativa, económica, etnológica, histórica, antropológica, psicológica, subjetivas o estructurales, provenientes de micro o macro procesos, etc. y con una alta potencialidad de generalización y síntesis.

En esto que algunos han llamado “carácter imperialista de la sociología” ,que no es mas que el despliegue de su posibilidad de integración de conocimientos, radica un pivote importante de su reestructuración: romper moldes teóricos, metodológicos e instrumentales estrechos para construir enfoques investigativos de multiplicidad simultánea, que sean más eficaces en la captación del todo y la comprensión de la complejidad.

Para algunos la verdadera y más radical transdisciplinaridad es aquella que se da en una investigación que logre el intercambio dinámico de las ciencias exactas, las humanas, el arte y la tradición (Elizalde, A. 1993).

A mi modo de ver otra arista del avance de la transdisciplinaridad está relacionada con la superación de las antinomias clásicas del pensamiento social o con el “proceso de integración y síntesis de paradigmas” (Ritzer 1993).

Para quienes consideran que es necesario aceptar que las ciencias sociales son disciplinas pluriparadigmática (o al menos parece que lo serán por un tiempo relativamente largo) no se trata de decretar “un vale todo”, un relativismo teórico que renuncie al debate, a la polémica y a la crítica en el campo del conocimiento social.

Esta postura se aleja de un eclepticismo facilista y propone superar las divisiones artificiales, que han limitado durante largos años el alcance de la ciencia social, entre acción y estructura: individuo y sociedad; subjetivismo y objetivismo; psicologismo y economicismos; micro y macro procesos, entre otros (Ritzer, G, 1993 ).

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Ello significa, sin renunciar a jerarquías, superar la construcción de explicaciones basadas en un determinismo reduccionista de causas últimas, universalmente aplicables a cualquier sociedad, en cualquier momento y en la hipertrofia y desgajamiento de una parte del todo humano o social.

La lógica fragmentadora es sustituida por una comprensión integradora y múltiple de los procesos sociales, por la lógica centrada en la dialéctica de los nexos, en la variedad de formas en que se relacionan las partes, niveles, elementos del todo y los posibles resultantes de esas interacciones.

Este eje también incorpora el reconocimiento de la diversidad de perspectivas culturales e históricas en la producción del saber social y su influencia especialmente en la conceptualización.

En el plano de los métodos transdisciplinaridad supone instrumentos de construcción de evidencias empíricas que permitan introducir una perspectiva de nexos simultáneos múltiples, desmarcándose de las técnicas circunscritas a dimensiones particulares.

d) Comprensión de la complejidad (del pensamiento simple al pensamiento complejo).

Como Dios prepara

el Orden tejiendo la malla

del Caos.

José Eduardo Degrazia.

En cada grano de arena hay un derrumbamiento

de montaña.

Dulce María Loynaz.

Un conocido teórico de las relaciones internacionales ha designado el momento en que vivimos como “época de fragegración”(Rosenau, J. 1998) para atrapar en un solo término lo que para él es el rasgo esencial del nuevo siglo: las tensiones entre fuerzas fragmentadoras y aglutinantes y la presencia de contradicciones, ambigüedades e incertidumbres como sustrato natural de ese orden.

En este orden “los sucesos inesperados son comunes, las anomalías son circunstancias normales, incidentes menores pueden devenir rápidamente en desenlaces graves, procesos fundamentales desencadenan fuerzas contrapuestas al tiempo que aumentan su alcance, lo que fue transitorio puede convertirse en duradero” (Rosenau, J. 1998).

Estemos de acuerdo o no con este diagnóstico, parece obvio que la sociedad global actual y venidera exhibe un grado de complejización, dinamismo y multiplicidad de nexos e interacciones entre sus partes que las nociones tradicionales de orden, progreso e historia lineal han dejado de funcionar.

La teoría de la complejidad se ha configurado a partir de diferentes áreas del conocimiento (las teorías de la información, la cibernética y la teoría de los sistemas, y la ciencia del caos) que pueden ofrecer también interesantes pistas para la ineludible reconstrucción del andamiaje conceptual e interpretativo de las ciencias sociales.

De la teoría de la informaciónel enfoque de la complejidad utiliza una noción de universo donde se simultanean el orden y el desorden (ruido), y en el cual existe la posibilidad de obtener

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siempre algo nuevo, la propia información. Este universo se organiza a través de la información, en un proceso contínuo de disipación y generación de incertidumbre.(Morín, E. 1996).

La cibernética aporta la idea de retracción o retroalimentación y con ello invalida la universalidad del principio de causalidad lineal. Existen sistemas donde, a través del mecanismo de retroalimentación, el efecto actúa sobre la causa, pudiendo incluso amplificarla, produciéndose un tipo de regulación interna que permite la autonomía del sistema (Morín, E. 1996).

El enfoque de sistemas ha suministrado una visión de la organización donde el todo es mas que la suma de las partes y aparecen cualidades emergentes surgidas de la organización y con capacidad para retroactuar sobre las partes. Aquí el todo es menos que las partes, pues éstas poseen cualidades inhibidas en la formación de la totalidad (Morín, E. 1996).

La cualidad de ser un sistema complejo adaptable significa que los elementos constitutivos del mismo están fuertemente asociados entre sí, y tienen a la vez la capacidad potencial de actuar individualmente como agentes autónomos e influir sobre los demás, abandonando las rutinas (los comportamiento tipificados en un repertorio preestablecido) para adaptarse a nuevas circunstancias.

Por su parte la autopoiesis, idea tomada por Luhmann de las investigaciones desarrolladas por los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela, es la cualidad que tiene el sistema complejo para autoproducirse. Los sistemas autopoiéticos son organizacionalmente cerrados (se construyen y reproducen a sí mismos en lugar de ser programados desde fuera) e informacionalmente abiertos (captan y producen continuamente información) (Maturana ,H. y Varela, F. 1984).

La “ciencia del caos” ha tomado, entre otras fuentes, las investigaciones sobre no-linealidad (de Lorenz); objetos fractales (de Mandelbrote); atractores extraños (de Reulle); nueva termodinámica (de Shaw): y sobre las estructuras disipativas (de Prigogine).

Aunque ha surgido en el seno de disciplinas no sociales esta teoría desborda su marco inicial y ha contribuido al replanteo de la noción de orden, equilibrio y de estructuras estables de los sistemas sociales .

Para la ciencia clásica una condición inherente a los sistemas, para existir organizados como tales y reproducirse, es el equilibrio, y ello constituye también una especie de estado deseable, generador de orden y estabilidad.

En el equilibrio, o cerca de él, es posible identificar patrones de comportamiento que constituyen un criterio de evolución del sistema de que se trate, lo que permite preveer el punto final a alcanzar. Es posible visualizar un atractor, un punto, una posición preestablecida hacia la que se dirige el sistema, “(...) una región del espacio de fases hacia la que convergen, con el paso del tiempo, todas las trayectorias”(López Pettit,. 1993).

Los actuales enfoques no clásicos observan sistemas que son tales lejos del equilibrio. Aquí no existe un principio único, un estado atractor, “es el mundo de las fluctuaciones, del azar y las bifurcaciones, de los tiempos múltiples “(López Pettit, 1993) El desequilibrio es también fuente de orden, “orden mediante fluctuaciones” (López Pettit, 1993)”. Las estructuras disipativas, características de estos sistemas, se forman y mantienen mediante el intercambio de energía y materia dentro de un proceso de no-equilibrio.

Un sistema abierto combina orden por equilibrio y orden producido fuera del equilibrio. De esta forma se requiere un enfoque de la causalidad que comprenda cómo se combinan azar y determinismo en la trayectoria del sistema.

Aunque nos hemos empeñado en tratar el ámbito de las relaciones sociales como sistemas cerrados y en equilibrio, hoy día comprender que su comportamiento se acerca mas al de los sistemas abiertos, autoorganizados, alejados del equilibrio, o que en ellos se combinan ambos

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tipos de sistemas, lo que implica una visión diferente, más flexible, de la causalidad social, de la idea de futuro, de la predictibilidad y de la intervención en el cambio, que necesariamente tiene que introducir el peso del azar y de la incertidumbre en el rumbo de la historia, lo que, lejos de significar la total impotencia humana ante la contingencia, resalta la posibilidad y necesidad de la intervención de los actores en el cambio, el carácter constructivo de la práctica humana.

Con estos antecedentes podemos acercarnos a un conjunto de principios que sustentan la teoría de la complejidad: 1. El principio dialógico: vínculo entre elementos antagónicos inseparables (Morín, E. 1998). 2. El principio de recursión organizativa: supera la noción de regulación con la de producción y

autoorganización, donde los efectos son ellos mismos productores de las causa (Morín, E. 1998). Este es un proceso de autoorganización en el cual, captando y produciendo información, el sistema complejo logra mantener una dinámica adecuada entre continuidad y ruptura. A la vez que conserva sus estructuras esenciales (que también son recurrentemente replanteadas) adquiere nuevas propiedades de adaptación y modificación del entorno. El sistema no se modifica (manipula) desde fuera: se autoorganiza porque está compuesto por elementos con capacidad de aprender (Rosenau, J. 1998).

3. El principio hologramático: no solo la parte está en el todo, sino que el todo está en cada parte (Morín, E. 1996).

4. El principio de adaptación y evolución conjunta: en el proceso de autoorganización los sistemas complejos se transforman conjuntamente con su entorno “ninguno de los dos puede evolucionar en respuesta al cambio sin que produzca ajustes correspondientes en el otro” (Rosenau, J. 1998).

5. El principio de la no-proporcionalidad o no-linealidad de la relación causa-efecto: sucesos de carácter menor pueden desencadenar procesos de cambios sustantivos. El sistema complejo es altamente sensible a las condiciones prevalecientes, lo que es llamado como “la fuerza de los pequeños sucesos” (Rosenau, J. 1998) o “el efecto mariposa”.

6. El principio de la sensibilidad a las condiciones iniciales: en relación con lo anterior la más leve modificación en las condiciones iniciales de surgimiento y organización de un sistema complejo adaptable puede conducir a resultados muy diferentes.

Estos principios y características muestran que en el sistema complejo hay una fuerte conexión

orden-caos y un espacio mayor para la indeterminación y, con ello, para la incertidumbre, lo que hace mucho más difícil su predicción.

En estos casos la predicción no puede descansar en extrapolación de tendencias históricas sino que debe incorporar un repertorio de futuros virtuales que tienda al infinito.

Como puede apreciarse la sociedad humana a escala global y sus diferentes partes y esferas constitutivas tienen un comportamiento que puede ser caracterizado como de sistema complejo. Aceptar esto tiene serias implicaciones para nuestros instrumentos de análisis que estarían obligados a incorporar nociones como:Los procesos sociales tienen a la vez dimensiones lineales y no lineales de retroalimentación;Las dimensiones no lineales desencadenan mecanismos de retroalimentación que quiebran la rutina y generan características nuevas no explicables por los comportamientos típicos;Los sistemas sociales simultáneamente están aprendiendo, adaptándose, perseverando, modificando. Mantienen la continuidad y el cambio.

En lo social, una de las formas de expresión de procesos de complejización está dada por la multiplicación de actores, de los nexos reales y potenciales que generan entre ellos y la

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multiplicación del repertorio de acciones posibles entre las que estas pueden elegir y de las innovaciones que podrían introducir en sus formas de reproducción.

Edgar Morín (1996) nos brinda observaciones muy interesantes en esta dirección: “(...) el pensamiento de la complejidad no es en modo alguno un pensamiento que expulsa la certidumbre para reemplazarla por la incertidumbre, que expulsa la separación para incluir la inseparabilidad, que expulsa la lógica para permitirse las transgresiones. El planteamiento consiste, por el contrario, en efectuar un ir y venir incesante entre certidumbres e incertidumbres, entre lo elemental y lo general, entre lo separable y lo inseparable (...). Se trata, (...) articular los principios de orden y desorden, de separación y unión, de autonomía y dependencia, que son a la vez complementarios, competidores y antagónicos en el seno del universo".

e) Presupuesto de reflexividad.

El alma del poeta

se orienta hacia el misterio.

Solo el poeta puede mirar lo que está lejos

dentro del alma, en turbio

y mago sol envuelto.

Antonio Machado.

La investigación social clásica ha tenido entre sus fundamentos básicos y fuentes de credibilidad el presupuesto de objetividad, para el cual existe un objeto separado del sujeto. Este postulado separa tajantemente la realidad objetiva (como dimensión externa) del sujeto que la conoce. La investigación social no clásica se basa en el presupuesto de reflexividad para el cual el objeto solo es definible en su relación con el sujeto (Ibáñez, J. 1991).El presupuesto de reflexividad considera que un sistema está constituido por la interferencia recíproca entre la actividad del sistema objeto y la actividad objetivadora del sujeto (Navarro, P. 1990). Entender la realidad como construcción intersubjetiva, de los sujetos sociales de sus diferentes manifestaciones (Zemelman, H. 1993), como ámbito de prácticas posibles , de opciones cuyos contenidos se materializan en prácticas constructoras de realidad, no significa “subjetivismo” , negación de lo objetivo, sino reafirmación, énfasis en la intervención de los sujetos en la configuración de lo social. No aceptar hechos dados sino posibilidades de acción. Se trata de que el sujeto, al conocer, transforma y es transformado, concede significados, interpreta según estructuras preestablecidas y que él produce y esta acción de “significación” ,de “objetivación” , forma parte también de la realidad. La perspectiva semiótica europea asume una visión del sujeto que puede sustentar el supuesto refelexivo, Gerard Imbert (1998) considera que ella aporta “(...) una visión del sujeto que no es ni el sujeto totalmente manipulado (por su inconsciente) del sicoanálisis- aunque puedan encontrarse rastros de él en el discurso- , ni el sujeto objetivado del materialismo histórico (un sujeto dominado por la historia y la economía). Ni el sujeto voluntarioso del existencialismo – si bien algo hay del faire et en faisant se faire sartriano- , ni tampoco el sujeto linguístico de los generativistas, engendrado por un conjunto de reglas...En todo caso un sujeto en ruptura total con el sujeto idealista pero que tiene su puesto en los procesos constitutivos de la realidad.

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“ (...). El sujeto de la semiótica (...) es un sujeto en permanente construcción: sujeto no acabado, cuya realización necesita de una objetivación (...).” Existen diferentes niveles de reflexividad (Ibáñez, J. 1991). • Ontico: cuando se maneja un sistema material que no genera sentido. Aquí la interferencia se

produce al medirlo. • Lógica: cuando se maneja un sistema formal que no genera sentido. La interferencia se produce al interpretarlo. • Ontico-lógico: cuando se manejan sistemas que conjugan ambos componentes. La interferencia se produce porque el sistema no puede aislarse del sujeto que lo maneja. • Epistémica: cuando manejamos un sistema óntico-lógico natural (un ser vivo) que produce sentido. La interferencia se produce entre la actividad objetivadora del sujeto y la actividad objetivadora limitada del objeto, entre las interpretaciones del medio operadas por el sujeto y por el objeto. • Autoreflexividad: cuando se manejan sistemas hablantes, que ejercen una actividad objetivadora o producción de sentido del mismo nivel que la del sujeto. La interferencia se produce entre las actividades objetivadores del sujeto y el objeto. Reflexividad recíproca.

La centralidad de la subjetividad y su comprensión como productora de realidad no constituye un relativismo ético individualista, ni la negación de la contingencia externa, más bien pretende resaltar la no existencia de oposición sujeto-objeto , la relación que entre ambos términos se da en la práctica y la dimensión activa del conocimiento.

Me parece encontrar aquí un entronque con la propuesta de Luhmann, en su nueva teoría de los sistemas, de que una teoría social no tiene un centro único desde el cual legitimar la observación. Para él, el policentrismo de la observación, del posicionamiento del observador, es condición indispensable para producir conocimiento acerca de sistemas sociales que están en proceso de diferenciación constante. No hay observadores externos, capaces de romper los límites que el propio desarrollo del objeto impone al desarrollo de la observación. (Luhmann, 1982 ). En esta concepción “observador y observado” forman parte del mismo sistema descrito, y lo quiera o no, el observador se reencuentra en la observación de lo que observa (Vallespín 1993).

El presupuesto de reflexividad implica que lo objetivo no solo se refleja sino más bien se refracta en lo subjetivo. Es el fin de la metáfora del conocimiento social como espejo de la sociedad.

Para la investigación social clásica (o de primer orden) el centro del proceso de investigación es el objeto, y el sujeto debe ser objetivo en la producción de conocimiento. Para la investigación social no clásica (o de segundo orden) el sujeto es integrado en el proceso de investigación, el sistema observador forma parte de la investigación como sujeto en proceso, y debe ser reflexivo (Ibáñez, J .1991).Desde esta perspectiva la investigación social es un actor, un dispositivo al interior de la sociedad, un sistema observador.

e) Reconceptualización del tiempo y vindicación de la racionalidad utópica.

Es el futuro el que da sentido al presente.

Cintio Vitier.

El futuro es el hoy muerto

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.

Dulce María Loynaz.

La relevancia de la temporalidad en la construcción del conocimiento social está dada fundamentalmente porque no es posible comprender con profundidad el presente sin interpretarlo desde lo histórico y desde una opción de futuro.

Para Hugo Zemelman el problema central de las ciencias sociales es la relación entre presente y futuro.. No es viable profundizar en la interpretación de la realidad históricamente producida si no se tiene un ángulo de lectura definido por una opción de futuro, “más aún cuando lo nuevo puede cimentarse en realidades emergentes, ni siquiera potencialmente contenidas en lo dado” (Zemelman 1993).

Siguiendo el itinerario histórico del pensamiento social, podemos comprobar cómo es precisamente el abandono de la visión cíclica del cambio social y su sustitución por la del progreso, que es uno de los pilares de la modernidad, lo que permite a este pensamiento convertirse en campo de conocimiento científico, al dotarlo de un objeto que se transforma ascendentemente, generando fenómenos y procesos nuevos, que requieren ser explicados en su novedad, identificando sus patrones de comportamiento. Saint-Simón anotó que la ley del progreso social es a las ciencias sociales lo que la ley de la gravedad es a las naturales. Comte elaboró en detalle ese carácter de ley del progreso social, argumentando su inevitabilidad y naturalidad .

La sociedad, quedó inevitablemente condenada a progresar en línea recta, la historia quedó definida como universal y única y todos los pueblos y civilizaciones se convirtieron en puntos-momentos de una escala general de progreso, potencialmente susceptible de ser recorrida por todos por igual. La modernidad europea, y después la norteamericana, quedó fijada como el punto culminante de esa escala.

Las ciencias sociales clásicas han fundado su enfoque de la temporalidad, de la historia y del futuro en la concepción newtoniana, mecanicista, del tiempo, enfrentada hoy a la perspectiva compleja. A pesar de que la teoría de la relatividad y la física cuántica cuestionaron los rasgos newtonianos del tiempo: infinitud, unidimensionalidad, ilimitación, invariabilidad, carácter absoluto (Ibáñez, 1994), las ciencias sociales han tardado en "operacionalizar" esas nociones relativistas, y las prácticas investigativas e interventivas no superan las fórmulas mecanicistas. Sin poder profundizar en las aristas filosóficas de este enfrentamiento, el cuadro siguiente intenta resumir los puntos de oposición de ambas perspectivas:

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Cuadro comparativo entre la concepción clásica del tiempo y la concepción compleja. Concepción clásica Concepción compleja

Definición del tiempo y sus rasgos

• Conjunto de instantes coordinables con un conjunto de puntos de una línea recta.

• Carácter lineal-secuencial. • Único y universal. • Dato objetivo.

• Concurrencia de historias paralelas con conflictos, contactos, confusiones.

• Múltiple y particular. • Construcción social. • Relación social. • Dimensión inventiva.

La historia • Historia única (todas las historias pueden coordinarse en la línea única del tiempo).

• Proceso secuencial. • Universal. • Evolucionista. • Línea de progreso continuo.

Progresión lineal. • Inevitable. • Conocimiento objetivo científico. • Historia como unidad. • Natural.

• Proceso plural, simultáneo, contradictorio.

• Múltiple y particular. • Discontinua. • Elección. • Narrativa.

El futuro • Expectativas de desenvolvimiento evolutivo hacia lo prefijado en lo preexistente.Enfasis en el determinismo causal lineal

• Énfasis en lo inercial, lo tendencial, lo históricamente determinado y teóricamente verosímil.

• Potencialidades ya inscritas.

• Opciones múltiples donde intervienen el azar y el caos, el orden y la causalidad.

• Invención de un orden social deseado, no necesariamente preexistente, que puede ser activado desde el presente.

• Énfasis en la posibilidad innovativa, inventiva, autotransformativa de los sujetos.

• Horizonte de expectativas contrapuesto al espacio de la experiencia actual.

Función pronosticadora

• Predictibilidad por anticipación de lo teóricamente verosímil.

• Identificación de lo posible en el marco de un determinismo histórico.

• Construcción utópica que no acepta determinismos históricos.

• Introducción de lo azaroso. • Futuros múltiples. • Su propósito es el debate de

qué futuro construir dotarlo de viabilidad desde el presente.

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Fuentes: Este cuadro resumen se ha construido a partir de textos de Ibáñez (1993 ),; Lander (2000); Moreno (2000 ); Zimerman (1970).

Lo verdaderamente relevante de esta comparación es develar el hecho de que la concepción

“progresivista” del tiempo y de la historia no es mas que la imposición de una interpretación de la historia y de la visión de futuro y del desarrollo , contenida en la modernidad europea y el modelo capitalista norteamericano, que en la actualidad toma la forma de naturalización de la sociedad liberal como único destino universal posible.

“Este metarrelato de la modernidad es un dispositivo de conocimiento colonial e imperial en que se articula esa totalidad de pueblos, tiempo y espacio como parte de la organización colonial/imperial del mundo.(...).

"Las otras formas de ser, las otras formas de organización de la sociedad, las otras formas de saber, son transformadas no solo en diferentes, sino en carentes, en arcaicas, primitivas, tradicionales, premodernas. Son ubicadas en un momento anterior del desarrollo histórico de la humanidad, lo cual dentro del imaginario del progreso enfatiza su inferioridad” (Lander 2000 ).

Lo otro, lo diferente, está en el pasado y no tiene posibilidades de futuro. La concepción compleja del tiempo no acepta esa escala única de progreso ni enfoca las

diferencias en una relación de inferioridad / superioridad, colocando sus énfasis en un sujeto con capacidad innovativa emancipatoria.

Los sistemas sociales lingüísticos “tienen muchos futuros porque son autopoiéticos, los construyen transformando el ruido en información. Son capaces de aprender “ (Ibáñez, 1994)

f ) Reivindicación de la capacidad de construcción utópica y transformadora.

Entonces, mi corazón también puede crecer.

Entre el amor y el fuego,

entre la vida y el fuego,

mi corazón crece diez metros y explota.

Oh, vida futura! Nosotros te construiremos.

Carlos Drumond de Andrade.

Hacia los años 80, claramente configurada la crisis teórica e ideológica en las ciencias sociales, estaban dadas las condiciones que propiciaron la inhibición de un pensamiento orientado hacia la identificación de modelos posibles de sociedad y la transformación social, para dar paso a un discurso escéptico “incapaz de ofrecer visiones alternativas de futuro”(Zemelman, H. 1993). Esta inhibición ha significado la mutilación del conocimiento sociológico, condenarlo a una lectura incompleta que se conforma con la identificación de la tendencia histórica y en lo que ella significa para el presente, desentendiéndose de lo que el futuro posible o deseados nos dicen del presente. Hugo Zemelman (1993) nos alerta de que “(...) no es suficiente rescatar y reconstruir tendencias, porque, (...) no es posible profundizar en la lectura de la realidad hitóricamente producida sino se tiene un ángulo de lectura definido por una opción del futuro; mas aún cuando el reconocimiento de lo nuevo puede cimentarse en realidades emergentes, ni siquiera potencialmente contenidas en lo dado”.

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Claro que aceptar como una función esencial del pensamiento social la identificación de alternativas del futuro , y con ello la construcción utópica (en el sentido de modelo social, guía hacia lo deseable que hoy no existe y que siempre es históricamente reconstruíble y perfectible y, por tanto, irrealizable en su plenitud), supone aceptar también la inevitabilidad de un compromiso, de una postura ideológica que guía el diseño de la perspectiva deseada.

El compromiso debe entenderse como “una forma de pensamiento que permita abordar la realidad de manera de ser capaz de reconocer opciones de viabilidad, desde la perspectiva ideológica que se asuma” (Zemelman, H.1993).

Esta función utópica y el reconocimiento de las opciones de viabilidad de la utopía, cobran su verdadera dimensión en tanto permiten la “captación de los puntos desde los que se puede activar la realidad” (Zemelman, H.1993) y diseñar líneas de intervención.

Comentarios finales. Mitos caídos. Después de examinar estos ejes, creo que no es difícil convenir en que en las últimas tres o

cuatro décadas quedaron configuradas las bases para un giro epistemológico en el pensamiento social, y en general en la producción de conocimiento científico como actividad humana, que se constituye como visión alternativa a la ciencia clásica y que concentra amplias potencialidades para desplegar las capacidades emancipatorias de las disciplinas sociales. .El significado esencial de este giro es la caída de al menos siete mitos o supuestos que han constituido los cimientos de la ciencia clásica hasta nuestros días.

� El mito de lo universal como la generalidad homogenizada. El universal múltiple, que integra

en constante relación dialógica lo particular, lo heterogéneo, lo diferente, con generalidades construidas, no hegemónicas ni excluyentes, y que, junto a una concepción de los nexos todo/parte donde ambos se contienen y donde la parte no es reducida a componente de la totalidad, nos muestra un camino para visualizar lo transformativo integral, que no se funda en la imposición de una lógica civilizatoria única desde un espacio o grupo de poder, sino en la concertación horizontal, simétrica de los diferentes.

� El mito de la neutralidad valorativa. La aceptación de los valores como constitutivos de la metodología de investigación social, como forma legitima de la racionalidad científica, nos aleja de falsos objetivismos, y coloca la polémica paradigmática en su centro real ¿qué fines informa el conocimiento social? ¿ qué poder nutre? ¿ qué imagen de futuro contienen las diferentes posturas teóricas y para el bienestar de quién?.

� El mito del equilibrio y el orden como cualidades imprescindibles para la reproducción de los sistemas sociales. Una mirada a lo social como sistema o conjunto de sistemas complejos entre otras muchas posibilidades, abre una línea de interpretación de la autopoiesis como cualidad construida, insuflada a comunidades, instituciones, grupos, movimientos, como fundamento de autotransformación participativa, en oposición a mecanismos de manipulación y control externo.

� El mito de la separación sujeto objeto y de la realidad como externalidad La subjetividad como productora de realidad, borra los límites sujeto- objeto y remarca la capacidad transformativa de los actores y ubica la praxis innovativa como elemento esencial de la construcción de futuro.

� El mito de la historia como progreso universal unilineal inevitable La visión compleja del tiempo despoja la historia de su naturalidad y rescata la racionalidad utópica para devolverle su condición de campo legítimo de las ciencias sociales, de instrumento analítico sin el cual

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es imposible una real comprensión de lo histórico y del presente, y de una fuente de diseño de acciones de modificación de la realidad.

� El mito de la posibilidad de recuperación del todo a través de las partes .La comprensión de la dialógica todo parte supone la necesidad de enfocar los estudios sociales desde la óptica de recuperación de los nexos simultáneos múltiples entre ellos y de sus jerarquía no fijas e intercambiables.

� El mito de la superioridad de la ciencia como forma de conocimiento de la realidad. Asumir el supuesto de reflexividad y la condición de los valores como elementos de la racionalidad científica, supone también que las relaciones entre el conocimiento estructurado a partir de métodos científicos y aquel que se obtiene a través del arte, la experiencia práctica y otras formas de conocer, no son jerárquicas, sino horizontales, y forman un conjunto que puede complementarse para potenciar la capacidad transformativa.

Esta enumeración podría ser mas extensa, pero estoy consciente de que las ideas vertidas en

este pequeño ensayo solo rozan una problemática cuya profundidad y relevancia para las perspectivas del pensamiento social la hace merecedora de una investigación y un análisis mucho mas acucioso. Mi propósito solo es llamar la atención de la comunidad académica cubana, muy especialmente de los jóvenes que se desempeñan en el ámbito de las ciencias sociales, sobre el hecho de que hemos recepcionado muy tardíamente lo producido en torno a nuevos posicionamientos epistemológicos (ya no tan nuevos) y que nos hemos involucrado con demasiada timidez en esos debates.

Generalmente cuando se debaten estas ideas, especialmente en Cuba, surge una interrogante: la relación de estas ideas con el marxismo. Para algunos, todo este discurso es innecesario y solo representa decir con un nuevo lenguaje algo que ya la dialéctica marxista enunció con sus leyes. Para otros, la teoría de la complejidad descalifica, completa o parcialmente, al marxismo. Creo que el tema merece una reflexión mas acabada, que yo no estoy aún en condiciones de hacer, pero quiero adelantar una posición al respecto.

No considero estos elementos que integran lo que he llamado aquí el giro epistemológico como una propuesta alternativa al marxismo. De hecho, muchos de los presupuestos que están en proceso de construcción en esta nueva perspectiva tienen claros antecedentes en el marxismo, muy especialmente todo lo concerniente a la dialógica, a las conexiones universales, a la postura crítica y de cuestionamiento de fines, a la no aceptación en la producción de conocimiento de una relación de poder que puede ser utilizada como instrumento de enajenación, a la capacidad transformativa de los actores sociales. Por supuesto, a la luz de los avances de la ciencia que han tenido lugar en la últimas cuatro décadas del pasado siglo, el pensamiento social ha podido incorporar nociones nuevas y realizar una autocrítica profunda, que incluye el abandono de supuestos que también ha compartido el marxismo (me refiero a los "siete mitos" ) De hecho no hay que encontrar en este pensamiento un sospechoso antagonista del marxismo, lo que conduce, como ya nos ha pasado, a acercarnos a él con prejuicios y a subvalorarlo como moda pasajera.

La necesaria renovación a que está llamado el pensamiento social cubano, para dar cuenta de la complejización que experimenta su propio objeto y del entrelazamiento de las dinámicas internas y la lógica globalizadora que se dan en nuestra sociedad, y para comprometerse mas radical y creativamente con el diseño de opciones de futuro y de la nueva utopía , acaso como nunca antes urgidas de la lectura critica innovativa, de desmarcarse de los determinismos históricos y de lo teóricamente verosímil, y de imaginar rumbos impensados, exige de nosotros que nos involucremos con voz y criterio propio en estos debates.

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