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Civilizar. Ciencias Sociales y Humanas ISSN: 1657-8953 [email protected] Universidad Sergio Arboleda Colombia Irizar, Liliana Beatriz Humanismo Cívico: Hacia una Renovación Humanista de la Vida Política (I) Civilizar. Ciencias Sociales y Humanas, vol. 7, núm. 12, enero-junio, 2007, pp. 113-123 Universidad Sergio Arboleda Bogotá, Colombia Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=100220305008 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Civilizar. Ciencias Sociales y Humanas

ISSN: 1657-8953

[email protected]

Universidad Sergio Arboleda

Colombia

Irizar, Liliana Beatriz

Humanismo Cívico: Hacia una Renovación Humanista de la Vida Política (I)

Civilizar. Ciencias Sociales y Humanas, vol. 7, núm. 12, enero-junio, 2007, pp. 113-123

Universidad Sergio Arboleda

Bogotá, Colombia

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=100220305008

Cómo citar el artículo

Número completo

Más información del artículo

Página de la revista en redalyc.org

Sistema de Información Científica

Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

113HUMANISMO CÍVICO: HACIA UNA RENOVACIÓN HUMANISTA DE LA VIDA POLÍTICA

Humanismo Cívico: Hacia una RenovaciónHumanista de la Vida Política(I)*

Liliana Beatriz Irizar**

Docente Investigadora Universidad Sergio Arboleda

Abstract

It is in general quite evident that something is not working well in current Western democracies.On the one hand, civic apathy is becoming more and more common every day, especially amongyoung people. On the other hand, political scandals have become so common that they are no longerconsidered newsworthy. Even though this situation is discouraging on many fronts, there still remainsa socio-political philosophy with clear Aristotelian roots that has been recently rehabilitated by theSpanish philosopher Alejandro Llano. This philosophy is the Civic Humanism which invites us to re-think democracy once again from a genuinely human point of view, since the essence of Civic Humanismis the fact that people and their essential dignity are of central importance.

Key words.

Political philosophy; Aristotle; Civic humanism; Alejandro Llano; citizenship; social participation.

Resumen

Está muy claro para todos que algo no marcha bien en las actuales democracias occidentales. Porun lado, cada día es más generalizada la apatía cívica, en especial entre los jóvenes. Por otro, losescándalos de corrupción política hasta tal punto se han vuelto el tema recurrente de los medios decomunicación que prácticamente ya no son noticia. Frente a este espectro socio-político nada alentadorexiste, sin embargo, una propuesta filosófico-política, la cual tiene claras raíces aristotélicas, que hasido recientemente rehabilitada por el filósofo español Alejandro Llano. Es el humanismo cívico elcual nos invita a repensar la democracia desde parámetros genuinamente humanos ya que en elcentro de sus reflexiones sitúa a la persona y su dignidad esencial.

Palabras clave.

Humanismo cívico, filosofía política, Aristóteles, Alejandro Llano, ciudadanía, participaciónciudadana.

Fecha de recepción del artículo: 30 de marzo de 2007Fecha de aceptación del artículo: 4 de junio de 2007* Resultado del proyecto: Humanismo cívico. Un nuevo modo de pensar y comportarse políticamente (Fase I). El presente artículo expone de manerasintética las conclusiones recogidas en el informe final. Por tratarse de un resultado final, el informe es considerablemente extenso, razón por la cual lopresentaremos por medio de tres artículos que distinguiremos con el numeral (I), (II) y (III). El proyecto de investigación es financiado y avalado por laUniversidad Sergio Arboleda.** Docente investigadora de la Escuela de Filosofía y Humanidades de la Universidad Sergio Arboleda. Coordina el grupo Lumen - reconocido porConciencias 2006, Categoría C- en el que dirige el proyecto Humanismo cívico. Dirección electrónica: [email protected].

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Problema de investigación y método

¿Puede el humanismo cívico constituir unasalida fecunda y eficaz para la situación dedebilitamiento ético y tecnicismo vacío de sentidocaracterísticos de la actual democracia occidental?

Para resolver la pregunta se ha empleado elmétodo expositivo analítico y se ha recurridopara el desarrollo argumentativo, especialmentea la filosofía política de Aristóteles, Tomás deAquino y Alejandro Llano. Desde losfundamentos doctrinales de dichos autores –yen diálogo con otros pensadores, tal como ya seha señalado– se han abordado cada uno de lostemas considerados en esta investigación. Estemodo de proceder, ha permitido acceder a laconstatación de la hipótesis y concluir que,efectivamente, existe en la actualidad un modode pensar y de vivir políticamente que en razónde sus fundamentos y de su entramado doctrinalse presenta como capaz de generar la renovaciónhumanista de la praxis social.

Se cierra así, la primera fase del proyectoHumanismo cívico cuyas conclusiones hanquedado plasmadas con más amplitud en el libroHumanismo cívico: Una invitación a repensarla democracia, editado por la UniversidadSergio Arboleda y con el auspicio de la FundaciónKonrad Adenauer y la Corporación PensamientoSiglo XXI, en marzo del presente año.

Tal como ha quedado consignado a pie de página,la síntesis de dicho informe se expondrá a travésde tres artículos del resultado de la investigación.

Introducción

La democracia ha sido y continúa siendo,hasta el momento, el modelo de organizaciónpolítica que de modo más satisfactorio respondea la innata condición comunitaria del ser humano.El hombre es, tal como enseñó Aristóteles (1981)en los albores del pensamiento político, en efecto,un animal social (p. 58). Lo cual es tanto comoafirmar que para desarrollarse plenamente como

humano, este necesita comprometer su libertaden empresas socialmente relevantes.

Sin embargo, este sistema de gobierno exigeser repensado desde sus mismos fundamentosque son metafísicos, antropológicos y,evidentemente, políticos. Sin duda, fenómenostan lacerantes para la vida social como son elindividualismo sistemático, la apatía cívica, lacorrupción o la violencia, invitan a pensar quedesde hace bastante tiempo no marchan bien lasdemocracias occidentales.

Este espectro cultural y político generó, ensu momento, el interrogante en torno al cual seha ido desarrollando esta investigación: ¿Puedeel humanismo cívico constituir una salida fecunday eficaz para la situación de debilitamiento ético ytecnicismo vacío de sentido característicos de laactual democracia occidental?

Para responder dicha pregunta se llevó a cabouna tarea de análisis y fundamentación -esto es,de argumentación y contrargumentación-, asícomo de explicitación terminológica y deesclarecimiento histórico, siguiendo como hiloconductor la obra de Alejandro Llano, particular-mente la titulada Humanismo cívico. Estefilósofo, en efecto, plantea una propuestaespecialmente atractiva y sugerente tanto porsus sólidos cimientos doctrinales -particularmentela filosofía perenne- como por su amplitud yflexibilidad a la hora de acoger toda aportaciónverdadera y su vertiente netamente operativa.

El rigor filosófico y la profundidad de lapropuesta de Alejandro Llano ha suscitado,asimismo, un diálogo aún no concluido, conautores contemporáneos de quienes esteproyecto recibe valiosos aportes. Tal es el casode Hannah Arendt, Alasdair MacIntyre,Pierpaolo Donati, Charles Taylor, Michel Sandely Michel Walzer, entre los más representativos.

De acuerdo con los resultados obtenidos enesta primera fase de la investigación, la exposicióndel informe final ha quedado dividida en tres

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partes. La primera se ocupa de definir tanto elhumanismo cívico –se remonta con ese fin asus raíces doctrinales– como la noción de nuevaciudadanía; noción vital del humanismo cívico,porque viene a ser como su propio corazón.

En la segunda parte, Los nudos conceptualesdel humanismo cívico, se exponen brevementelas claves teóricas sobre las que se estructura estehumanismo político. Ellas son: el conceptohumanista del hombre; la dimensión social dela libertad; la formación ciudadana y lascomunidades de amistad.

En la tercera parte, El humanismo cívicofrente a algunos desafíos políticos actuales,se realza el carácter operativo de la propuestade Llano, mostrando qué tipo de respuesta ofreceel humanismo cívico a algunos desafíos políticosactuales. Por el momento, se han abordado sólodos que son particularmente representativos delproceso de deshumanización que aqueja anuestra cultura. Se trata del problema de lacorrupción y del fenómeno de la violencia.

Finalmente, cabe remarcar que las indagacionesy resultados obtenidos, en todo momento, hansido organizados alrededor del objetivo generalde esta investigación que consiste en despertaren los ciudadanos y ciudadanas un renovadointerés por la vida política, que es urgenteredefinir, como vida buena compartida en elámbito de la polis (ciudad).

¿Qué es el humanismo cívico?

Es una propuesta desde la filosofía políticaorientada a repensar la democracia a partir desus mismas bases doctrinales; comenzando porla persona, principio y fin de la vida política. Elhumanismo cívico, en la versión ofrecida por elfilósofo español Alejandro Llano Cifuentes1, dela mano de Aristóteles y junto con los mayoresrepresentantes del humanismo de inspiraciónclásica, se propone restablecer, en efecto, "laradicación humana de la política y los parámetroséticos de la sociedad" (Llano, 1999, p. 12).

Se trata de un esfuerzo realmente innovadorporque, por un lado, se propone replantear elpensamiento y la praxis política a partir de sufuente originaria: los hombres y las mujeres;protagonistas genuinos de los sucesos y avataresde la polis.

Por otro lado, el humanismo cívico se sitúaa mucha distancia de la acostumbrada denunciasin pensamiento o de la queja sin alternativa desolución. Esta propuesta, en cambio, secaracteriza porque, por un lado, censura los malesque continúan socavando la vitalidad cívica, demodo particular el letargo en que ha quedadosumida la ciudadanía por parte del avasallamientodel tecnosistema (el Estado, el mercado y losmedios de comunicación social). Sin embargo,no se queda ahí, es decir, no se limita a dejarsembrada la inquietud y la crítica.

El humanismo cívico considera que la clavepara devolver a la sociedad su identidad humanase encuentra en la formación ciudadana. Sufórmula antropológica, no mágica, dehumanización de la política se resume en laformación de seres humanos plenos, cabales; quesean capaces de orientar responsablemente losdestinos de la polis hacia la vida buena de lossujetos y el bien común de la sociedad.

En suma, ¿cuál es la propuesta central delhumanismo cívico? Su meta fundamentalconsiste en hacer explicito que los protagonistasoriginarios de la vida política son los hombres ymujeres que habitan este mundo. Seres humanosdotados de inteligencia y libertad; aptos, por tanto,para conocer la verdad acerca de las cuestionespúblicas y tomar decisiones oportunas, que esténradicalmente orientadas a la plenitud de todos yde cada uno de los ciudadanos.

1 Sólo por mencionar algunos aspectos de su fecunda trayectoria intelectualy académica, destacaremos que Alejandro Llano actualmente es catedráticode Metafísica y profesor ordinario de la Universidad de Navarra. Tambiénes presidente del Instituto de Antropología y Ética de dicha universidad,de la cual fue rector durante varios años. Tiene una larga experiencia comodocente e investigador, es autor de numerosos libros y artículos y hadirigido más de 50 tesis doctorales.

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Conviene remarcar la filiación filosófico-política del humanismo cívico; especialmentesi se tiene en cuenta con Llano (1999) queprecisamente "la exclusión de la filosofía políticaes uno de los factores que más ha influido en ladeshumanización de la teoría y de la praxispolítica" (p. 69). Porque, de hecho, la reflexiónpolítica moderna y contemporánea se hacaracterizado, en general, por dejar a un lado elanálisis filosófico de la realidad sociopolítica. Unanálisis que, en la medida en que la filosofíapolítica es esencialmente ética, implica siemprela valoración moral de las acciones sociales.Ahora bien, a partir de la modernidad en lugarde abordar filosóficamente la realidad política,se la ha estudiado casi exclusivamente a partirdel método avalorativo de las ciencias exactas-puramente descriptivo y acrítico-. Estepositivismo social es, en buena medida, elresponsable de la quiebra entre ética y políticao, lo que es lo igual, de la negación de un deberser intrínseco a las acciones sociales. Secomprende así por qué cabe atribuir a este giroepistemológico (o paso del análisis filosófico alpuramente científico) la deshumanización de laque hablamos. En efecto, la visión materialista ypragmática de los fenómenos sociales, propia delcientificismo social, ha llevado a retirar de lareflexión y de la praxis política aquellas categoríasestrictamente humanas y humanizantes. Entreéstas cabe destacar las nociones de virtud cívica,de vida buena, de bien común así como laconcepción que reconoce la naturaleza ética delas acciones sociales y del ejercicio del poder.

Por el contrario, en tanto que filosofía política,el humanismo cívico asume que el análisis delos fenómenos sociales implica juicios de valorporque reconoce como punto de partida que lasacciones sociales son constitutivamente éticas ocapaces de ser sometidas siempre a unaponderación de tipo moral. La filosofía política,en efecto, se caracteriza por ser una disciplinaque plantea como cuestiones centrales lapregunta por la esencia de lo político y lalegitimidad del poder. Esto equivale a afirmar quela filosofía política, al ser filosofía práctica,

supone un fin o deber ser de las accionessociales que se traduce en términos de justicia yservicio al bien común. De manera que el análisisde los fenómenos sociales implica juicios de valor.

Además, por pertenecer al campo de lafilosofía práctica, el humanismo cívico no esuna propuesta abstracta. Por el contrario,constituye una propuesta práctica, factible. Éstacuenta con elementos doctrinales suficientes quela apartan del peligro de reducirse a una purareflexión teórica.

Tal vez sea oportuno recoger aquí la definiciónde humanismo cívico ofrecida por AlejandroLlano (1999):

Entiendo por humanismo cívico la actitudque fomenta la responsabilidad y laparticipación de las personas y comuni-dades ciudadanas en la orientación ydesarrollo de la vida política. Temple queequivale a potenciar las virtudes socialescomo referente radical de todo incre-mento cualitativo de la dinámica pública(p. 15).

Aquí se identifican los tres pilares fundamen-tales de esta propuesta:

1. La promoción del protagonismo de losciudadanos como agentes responsablesde la configuración política de la sociedad.

2. La relevancia que concede a los diferentestipos de comunidades.

3. El valor que confiere a la esfera públicacomo lugar privilegiado para el desplieguede las libertades sociales.

De estos elementos puede inferirse que "...la democracia -constituye actualmente el únicorégimen político en el que es posible llevar a lapráctica el humanismo cívico" (Llano, 1999, p.7). Sin embargo, lo humano que este humanismopolítico se propone rescatar depende, en granparte, de "una regeneración de la democracialiberal en un sentido humanista con moderado

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acento republicano" (Llano, 1999, p. 7). Porquela democracia -–es decir, el régimen político dejusticia y libertades basado en la división depoderes, el sufragio universal y los derechoshumanos– cuando es auténtica se erigeefectivamente sobre un justo orden jurídico. Éstedepende, en esencia, de su radicación en la plenaverdad sobre el hombre y sus derechosfundamentales, entre los que destaca la posibilidadde alcanzar una vida buena. Vida logradaimpensable fuera de la comunidad política y sin elpleno despliegue de la libertad social.

De ahí que el humanismo cívico reivindiqueotro modo de pensar y de actuar en la vida cívica.Es decir, de un estilo más humano que ofrezcaresistencia al proceder, puramente técnico, delos tres ejes estructurales que dominan la esferapública. Sin duda, el tecnosistema ha contribuidopoderosamente a la deshumanización de la vidapolítica al avasallar las solidaridades básicas ovitalidades emergentes de los ciudadanos y delos grupos sociales primarios. Marginación nomarginal de lo humano, cuyas consecuenciasmás patentes y preocupantes son la corrupcióny la apatía cívica, dos males que hacenlanguidecer a las democracias occidentales.

En efecto, el dinamismo más característico deltecnosistema consiste en operar cerrándose sobresí mismo, sin reconocer otros referentes, exceptolas leyes mecánicas que lo regulan y la opinión delos expertos en asuntos públicos. No es de ex-trañar que este mecanismo de autorreferencialidadhaya generado en los ciudadanos la convicción, bienfundada, de que no se cuenta con ellos a la hora dedecidir sobre cuestiones que les atañendirectamente. Éste es un tipo de alienación que,tarde o temprano, suele degenerar en actitudes ycomportamientos que encuadran en lo que desdeel humanismo cívico florentino se conoce comocorrupción política. También la violencia en susdiversas manifestaciones reconoce en estamarginación no marginal del ciudadano una de suscausas antropológicas más relevantes, tal como seha tenido oportunidad de constatar a través de estainvestigación.

En cambio, si este estilo de vivir políticamenteadmite de modo legítimo el apelativo dehumanismo cívico es porque confía en los sereshumanos y en sus recursos espirituales; es decir,se apoya en las inagotables capacidades queconfieren al ciudadano competencia intelectualy ética para deliberar acerca de aquellasnecesidades y tareas de cuya dilucidaciónprudente depende el destino de los pueblos. Detal forma, que este modelo sociopolítico se apoyaen el reconocimiento de un entramado socialprepolítico y preeconómico que se mueve en elámbito de la cultura y que equivale al "activocultivo de las capacidades personales ycomunitarias para configurar un modo de vidaque acaba por tener decisivas repercusionespolíticas y económicas" (Llano, 1999, p. 18).

En este orden de ideas, el humanismo cívicoapunta a la desburocratización y desmercanti-lización del modelo social tecnocrático con el finde liberar las energías sociales que laten en losámbitos vitales de las comunidades. Rescata, portanto, "el paradigma ético de la comunidadpolítica que proviene de la tradición aristotélica"(Llano, 1999, p. 20). Se trata de la idea netamentecívica de comunidad política, que supera amplia-mente la limitada noción moderna de Estado,noción esta última ajustada más a los interesescomerciales y militares que a los genuinos reclamosde la ciudadanía.

Se entiende así que su complejidad conceptual,cifrada en "la radicación humana de la política ylos parámetros éticos de la sociedad" (Llano, 1999,p. 12), pueda ofrecer elementos clave para hacerfrente a los factores que más están socavandoactualmente el sentido y la vitalidad de unaconvivencia democrática auténtica.

A modo de recapitulación, podemos afirmarque el humanismo cívico es un modelosociopolítico inspirado en el humanismo clásicode raíces aristotélicas y actualmente realizableen el marco del régimen democrático de gobierno.

El núcleo vital de este modo de participacióny convivencia ciudadana lo constituye el

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reconocimiento efectivo de la dignidad de lapersona. Una manifestación fundamental de dichoreconocimiento radica, precisamente, en asumirque todo hombre y toda mujer tienen capacidadpara intervenir activa y responsablemente en ladirección de la res publica. De ahí, también, queel otro nudo conceptual clave de esta propuestalo constituya la formación ciudadana. En efecto,el contundente protagonismo ciudadano que elhumanismo cívico defiende, exige individuosintelectual y éticamente formados. Sólo desde estaauténtica educación cívica, que es primor-dialmente educación en la virtud, se puedenalcanzar las dos metas fundamentales de la vidapolítica: la vida buena y el bien común; objetivosque el humanismo cívico, por su parte, postula ypromueve operativamente.

Las raíces del humanismo cívico

En principio podemos identificar elhumanismo cívico con una plural corriente depensamiento cuya raíz es el aristotelismo y que,de modo más amplio, admite ser identificada conel humanismo clásico en su vertiente política.

De acuerdo con el análisis de I. Honohan(2002), en el resurgimiento actual de la tradiciónde pensamiento republicano –tambiéndenominado giro republicano– es posiblereconocer una serie de elementos identificablescon una tradición que registra raíces griegas yromanas, y que cristalizó en la Baja Edad Media.Las piezas conceptuales sobre las que sefundamenta el republicanismo clásico son: elreconocimiento de la capacidad de autogo-bernarse que los ciudadanos poseen; el régimende gobierno mixto (el poder se encuentracompartido por todos los grupos y categorías deciudadanos) y la necesidad del cultivo de lasvirtudes cívicas por parte de los ciudadanos, loque equivale a la exigencia, típicamenterepublicana, de compromiso activo con el biencomún. De ahí que la república representa unaauténtica comunidad ética en la que losciudadanos se encuentran unidos por la amistadcívica, antes que por acuerdos o pactos.

Dichos elementos doctrinales pueden veri-ficarse en términos generales en el pensamientopolítico de Aristóteles y de Cicerón. Sin embargo,es ante todo el Estagirita quien enfatiza lasvirtudes cívicas como expresión y medio departicipación política.

Pero la propia expresión humanismo cívicoquedará consagrada en el discurso político apartir del siglo XIV, cuando la vida política pasaa ser revaluada en las ciudades-estado del nortey centro de Italia (básicamente Florencia yVenecia). En ellas, algunos autores conocidoscomo humanistas cívicos se dieron cuenta dela inestabilidad de la república debido a suinserción en el tiempo, quedando así sujeta a losavatares de la fortuna. Tales autores buscaron,entonces, una doctrina en la que pudierafundamentarse la universalidad y, a su vez, laestabilidad de la vida cívica. La encontraronen Aristóteles.

Puede decirse que la tradición cívica republi-cana descansa, en general, sobre la convicciónfundamental de que "la política es el dominiodonde podemos reconocernos como participantesen una comunidad política, organizada en tornoa la idea de bien común compartido" (GonzálezIbáñez, 2005, p. 50). De estas ideas básicasacerca del régimen republicano participarántambién Maquiavelo, Rousseau y BenjamínConstant, entre otros.

Este breve recorrido histórico tiene comofinalidad resaltar y, a su vez, destacar las tresrecepciones más relevantes de la tradición cívicarepublicana en la actualidad:

1. La Escuela de Cambridge, a la quepertenece, entre otros, J.G.A. Pocock, Q.Skinner y discípulos posteriores, como Ph.Pettit. Para construir su discurso, laEscuela de Cambridge recurre comopunto de partida al humanismo cívicode la época republicana en Roma y alos planteamientos del humanismo

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renacentista florentino –de modoparticular al Maquiavelo de los Discorsi–,y a través de ellos a Aristóteles. Final-mente, estos pensadores prestan parti-cular atención a los aportes de J.J.Rousseau (González Ibáñez, 2005, pp.149-150).

2. Los filósofos denominados comuni-taristas como Ch. Taylor, M. Walzer yM. Sandel.

3. El humanismo cívico de signometafísico: al que pertenecen AlejandroLlano y, en buena medida, A. MacIntyre.Sin embargo, consideramos que dentrode esta vertiente el primero de ellosrepresenta el autor que ha expuesto demodo más sistemático y sobre clarasbases metafísicas, antropológicas y éticassu propio discurso cívico. En estetrabajo se analiza y defiende la versiónofrecida por Alejandro Llano delhumanismo cívico.

Con base en esta división se resaltaránaquellos aspectos de la propuesta de Llano que,en nuestra opinión, confieren a su modelo mayorsolidez doctrinal y, al mismo tiempo, garantizansu aplicación a mediano o largo plazo.

Cabe resaltar que el profesor Llano recogealgunos aportes sobre el tema hechos por Pococky atiende, por tanto, a las reflexiones de losmayores representantes del pensamiento políticodel Renacimiento florentino (Llano, 1999, pp. 37y ss). No obstante, su referencia a Aristóteleses mucho más explícita y constante. Además,su apelación directa al Estagirita permitearticular, sin forzar los textos, sus propiasargumentaciones con la filosofía política deTomás de Aquino; sin duda, el más notableexponente del humanismo político de caráctermetafísico. Precisamente su alusión constante ala metafísica de la que reciben influencia tambiénla antropología y la ética del humanismo cívico,constituye uno de los rasgos doctrinalesdefinitivos que permiten hablar del humanismocívico de Alejandro Llano como un modelo

sociopolítico innovador y operativamenteprometedor; esto es, una propuesta de teoría ypraxis política muy poco analizada hasta elmomento y que merece ser considerada conmayor atención.

La reflexión política de Cambridge y de loscomunitaristas no refleja, por el contrario, esteanclaje metafísico, ni siquiera una antropologíadefinida, ni una ética expuesta con algún gradode sistematización. Esto último constituye unode los puntos observables que pueden convertirteórica y prácticamente vulnerables a ambosdiscursos.

Por otro lado, es necesario admitir que elhumanismo cívico que defendemos, compartecon la corriente denominada comunitarismo sucrítica al avasallamiento del tecnosistema yreivindica, al igual que aquél, el valor y larelevancia de lo comunitario. Con todo, estacorriente filosófica no puede seguir a los autorescomunitaristas en otros de sus planteamientos.En especial en "la pretensión de aportar unsentido comunal y humanamente abarcable alpropio aparato administrativo del Estado-nación:tarea indeseable, a fuer de contradictoria" (Llano,1999, p. 192). Como afirma Cruz Prados (1999),la propuesta comunitarista "consistiría enmantener el Estado liberal como una gran uniónde muchas comunidades. El Estado sería uninstrumento político al servicio de esas comu-nidades y de sus valores comunitarios" (p. 56).Se trata de un error categorial cuyo origen searticula con otra carencia del comunitarismofrente al humanismo cívico. En reacción contrael individualismo liberal, el comunitarismoreclama la recuperación de las comunidadescomo fuentes de identidad humana. Sin embargo,no incluye a la comunidad política ni, por tanto, alo político como tal, entre esos factores deter-minantes de identidad. De ahí que lo político –uncomponente específicamente estatal para estepensamiento– deviene algo posterior a laconfiguración de la identidad humana y, por lomismo, instrumental; es decir, un agente alservicio, ya no de los individuos como en el

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liberalismo, sino de las comunidades –entre lasque destacan las culturales–. Para el humanismocívico, en cambio, el hombre es constitu-tivamente un animal social o político, de modoque no puede conseguir la plenitud de su ser sino es gracias a la participación activa en la poliso comunidad política.

Hacia una nueva ciudadanía

De acuerdo con lo expuesto hasta aquí, puedeentreverse que el humanismo cívico cuenta,para su efectiva realización, con una realidadclave: la ciudadanía. Sobra recordar que tantopara Aristóteles como para Cicerón, el polités yel cives representan, respectivamente, la figuramedular de la polis y de la civitas. En efecto,para el primero, ser ciudadano significa participaractivamente en las deliberaciones de la Asamblea,desempeñar alguna función pública en la polis ydefenderla. Es más, no es posible concebir lavida buena sin que se dé un comprometido yactivo vivir político, gracias al cual se ofrecenal individuo múltiples ocasiones para desplegarlas principales virtudes de la vida activa.

Para ambos autores la vida social y políticaes natural a los seres humanos y les permite, portal razón, la consecución de bienes individualesy comunes. Además, en el pensamiento de ambosfilósofos ser miembro de la ciudad implica, antetodo, establecer un consistente lazo moral conlos demás ciudadanos, que esté orientado yfortalecido gracias a la búsqueda de metascomunes (bien común).

La modernidad, de modo particular a partirde la Revolución Francesa y primordialmentebajo el influjo ideológico de Rousseau, seencargará de dar un giro significativo a estacomprensión de la ciudadanía. El ciudadanopasará a revestir la figura del hombre autónomo,dotado de derechos civiles que lo protegen delpoder político y lo legitiman para intervenir en lavida social. Asimismo, el ciudadano haconquistado la libertad comercial que le permitealcanzar por sí mismo la libertad económica. Por

este camino, el citoyen, poco a poco, fue quedandorelegado al ámbito de su vida privada, a su pequeñocírculo de problemas personales y eleccionesintrascendentes. Pero a su vez responderá deforma tal, que convencido de la irreversibilidadde esta situación, se convertirá en defensoracérrimo de sus derechos personales, delegandola actividad pública a un grupo de burócratas, esdecir a profesionales de la política.

El humanismo cívico cuestiona estaconcepción moderna de ciudadanía –que si bien,es justo reconocer, ha conquistado libertadesciviles impensables en siglos anteriores– secentra de modo excluyente en torno a lo políticoy a lo económico. Dos ejes, de suyo insuficientes,para dar cuenta de la complejidad que caracterizaa la sociedad actual. Pero, a esta insuficienciase le suma el dinamismo mecánico e impersonalcon que han venido desplegando su actividad elEstado y el mercado. De modo que ambasestructuras hegemónicas han trasmitido su propiosesgo de impersonalidad tecnocrática a unaciudadanía organizada en torno a esosparámetros. "La ciudadanía se convierte, así, enuna noción abstracta e indiferenciada, que noconfiere identidad alguna al individuo. De maneraque el propio individuo pasa a ser consideradocomo una realidad abstracta y vacía" (Llano,1999, p. 115).

Por el contrario, la ciudadanía, tal como laentiende el humanismo cívico se identifica conel libre protagonismo cívico, en la configuraciónde la sociedad, a través de proyectos conrelevancia pública; no tanto de tipo político oeconómico, sino estrictamente cívicos ociudadanos; es decir, "orientados a la creaciónde sentido y de autorrealización de la propiaidentidad" (Llano, 1999, p. 118). Por esta razónel espacio propio para el desarrollo de la nuevaciudadanía lo constituye la cultura, esto es, losámbitos prepolíticos y preeconómicos queintegran el mundo de la vida.

En efecto, es sólo a partir del mundo vitalque los ciudadanos pueden emerger haciéndose

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comunitariamente perceptibles a través de lasiniciativas sociales. Con esta última expresiónse alude a las intervenciones de las solidaridadesprimarias y secundarias en el ámbito social quedesde el mundo vital ascienden o emergen hastalas estructuras universales y abstractas de tiposistémico. Estas tienen como meta última incidiren la orientación de las políticas públicas.

Se comprende, entonces, que de ningún modola ciudadanía humanista puede desarrollarse entorno al eje Estado/mercado, "lo cual supone unseñalado triunfo de lo técnico y artificial sobrelo natural" (Llano, 1999, p. 115). Ésta ha defundarse en autonomías comunitarias de lascuales parten las iniciativas sociales y que hande enlazar sus actividades con la esfera políticay económica, sin cuyo concurso las iniciativassociales están condenadas a la ineficacia y aquedar socavadas por intereses fragmentarios.

Tales autonomías representan los nuevossujetos sociales que trascienden tanto elindividualismo como la oficialidad. Surge así,como políticamente relevante el concepto desubjetividad social, el cual hace referencia demodo particular a la capacidad cognoscitiva degrupos humanos que se proponen una misióncomún realizada de manera estable y conseriedad profesional (Llano, 1999, p. 119).

Estas autonomías o comunidades próximaspermitirán, gracias a su vitalidad ciudadana,avanzar hacia el community care; es decir, haciala activación de redes de solidaridades primariasy secundarias dotándolas de medios y compe-tencias que las hagan capaces de atender demanera más humana, por ejemplo, a indigentes,enfermos, discapacitados o ancianos. Seconsigue, de este modo el paso del Estado delbienestar a la sociedad del bienestar o tránsitodel nivel estructural al plano de la vitalidadciudadana junto con la tendencia a diferenciar yuniversalizar realmente sus cuidados.

Esta comprensión humanista de la ciudadaníapermite aproximarse al núcleo del humanismo

cívico, esto es, nos pone en contacto con lo queconstituye su propósito primordial: orientar la vidapolítica hacia el desarrollo de la persona en todasu envergadura cultural y social (vida buena ovida lograda). Igualmente, esta comprensiónhumanista del ciudadano ofrece una alternativafrente al letargo cívico o masificación alienantedel individuo irresponsable quien ya no sabe dóndeestá la fuente de su identidad y que permiteapáticamente que el tecnosistema avanceimplacable sobre sus derechos inalienables.

La nueva ciudadanía comporta unatitularidad más directa y más relacionada con losderechos humanos que con los derechos políticosy sociales de tipo constitucional. A su vez, ellenguaje y la praxis de los derechos humanosofrece una alternativa de solución a la actualdicotomía localismo/universalismo. Porque, dehecho, lo que una visión humanista de la políticadebe proponerse universalizar seriamente es elrespeto y la promoción efectiva de los derechosfundamentales, que todo ser humano detenta porsu condición radical de persona. Entre ellos sedestaca el derecho a intervenir activamente en ladirección de la vida sociopolítica de la propiacomunidad y conferirle a esta una configuraciónen sintonía con la identidad cultural específica.De modo que la ciudadanía humanista, entre otrascosas, se aviene mejor con los actuales reclamosdel fenómeno globalizador (Llano, 1999, p. 118).

La visión humanista de la ciudadanía atiende ala diversificación cualitativa de los sujetos que laintegran y, por tal razón, puede aspirar a colmar, demanera activa y diferenciada, las necesidades quese presentan a las personas en sus concretassituaciones. Y es que para el humanismo cívico elauténtico bienestar que la sociedad entera debepromover no queda definido simplemente entérminos de prestaciones materiales, sinoprimordialmente como calidad de vida. Se tratadel estar bien que procede de unas relacioneshumanas vigorosamente dignas y justas forjadasen medio de una sociedad que "aspira a colmarde manera activa y diferenciada las necesida-des que se le presentan a las personas en sus

Univ. Sergio Arboleda. Bogotá (Colombia) 7 (12): 113-124, enero-junio de 2007 ISSN 1657-8953

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respectivas y concretas situaciones relacionales"(Llano, 1999, p. 119).

Como lo demuestra emblemáticamente laexperiencia de los países avanzados, la sociedadactual está hambrienta, sobre todo, de cercaníahumana y de sentido. Dos necesidades que nopueden quedar satisfechas a través de losmecanismos propios del Estado y el mercado.Por eso resulta más acorde con la mentalidad yel lenguaje del humanismo cívico hablar desociedad del bienestar. Una sociedad en la quela ciudadanía se esfuerza por hacer extensible atodos una calidad de vida a la altura de lapersona. Y evidencia, por lo mismo, una exquisitasensibilidad por lo humano haciéndose cargo dela diversidad de personas y situaciones.

Se comprende que la suerte de las iniciativassociales y del humanismo cívico, en general, nodependa tanto de cuestiones organizativas yfuncionales, como de la efectiva posesión dehábitos antropológicos por parte de losciudadanos. La organización de la sociedad, deacuerdo con parámetros de justicia y solidaridad,no puede provenir sino de sujetos que encarnen,en alguna medida, esos valores. Se necesita, portanto, cultivar actitudes profundamente arraigadasde respeto y honda estima hacia todo lo que eshumano. A través del cultivo del espíritu es comose gesta una cultura sensible a las virtudes; enespecial a las virtudes de la dependenciareconocida, como la solidaridad, la generosidady la misericordia. Actitudes vitales que arraiganen lo más profundo del ser humano, pero que espreciso potenciar y educar si se quiere alcanzar"un enriquecimiento del panorama colectivo, alconferir vigencia a una mediación que trasciendey envuelve al entramado político-económico"(Llano, 1999, p. 121).

Conclusión

Al comienzo de este trabajo se ha afirmadoque existen actualmente enemigos poderosos dela democracia como el individualismo y la apatíacívica. Al finalizar esta indagación, y después de

haber analizado los conceptos básicos del modelosociopolítico denominado por Alejandro Llanohumanismo cívico, es posible ratificar aquellaprimera aseveración. Pero se está también encondiciones de constatar que el malestar, eldesasosiego y, en último término, el clima dedesencanto y frustración vital que, en general,se respira en las sociedades occidentalesreconocen causas muy hondas. Así, la lecturaatenta del contenido esencial de esta propuestadeja traslucir lo que, en el fondo, mantienedesorientado e inquieto al hombre de nuestracultura. Se trata, entonces, de una profunda ymuy extendida crisis de verdad. Primordial-mente lo que hoy se percibe es una granconfusión en torno a la verdad sobre el hombrey su dignidad esencial. Se trata de una ofuscaciónfontal de la cual emanan innumerablesperplejidades en torno a todo lo que es humano,como la vida política.

Ahora bien, las indagaciones y reflexionesrealizadas en torno al contenido doctrinal delhumanismo cívico permiten concluir que,efectivamente, existe la posibilidad de imprimirun sello humano a la configuración de la vidasocio-política. En efecto, la impronta netamentehumanista del humanismo cívico radica demanera fundamental en que es precisamente unmodo de pensar y actuar políticamente que secaracteriza por su compromiso con la verdad.Ante todo con la verdad sobre la persona, puestoque ésta constituye el centro de sus reflexiones.

De este modo la clave es brindada por la ideade ciudadanía, tal y como se comprende en estapropuesta. Se trata, pues, de una concepción quereconoce a los ciudadanos como seres vitalmentecomprometidos y activamente responsables enla orientación de la cosas de la ciudad. Seentiende, por tanto, el lugar crucial que ocupanen esta propuesta la antropología y la ética. Elmodelo antropológico en el que se sustentareconoce de modo definitivo que el hombre y lamujer están naturalmente dotados para asumirlibremente ese compromiso.

123HUMANISMO CÍVICO: HACIA UNA RENOVACIÓN HUMANISTA DE LA VIDA POLÍTICA

Ciertamente, hoy más que nunca los hombresy mujeres necesitan conocer la verdad sobre símismos. Es decir, deben abrirse con urgencia a laverdad sobre la persona, su valor sagrado eindisponible. Si no es así, se sucumbirá bajo elmaterialismo y sus imperativos que son la injusticia,la insolidaridad y la violencia. Ante todo, se tratade que los ciudadanos recuperemos la autonomíaauténtica que sólo una actitud contemplativa puededeparar. Básicamente radica en ser capaces deseparar eficazmente el propio espíritu de lasconsignas individualistas, por un lado, y de lospropósitos de poder, por el otro. En todo caso, seimpone de modo apremiante recuperar laconfianza en la capacidad dialógica innata de laque están dotados los hombres y mujeres y graciasa la cual son naturalmente aptos para entablar eldiálogo y alcanzar así un consenso racional sobreel bien social.

De acuerdo con lo expuesto, es posibleconcluir que el humanismo cívico se caracterizapor ser una invitación a la esperanza o, lo que eslo mismo, una propuesta realista y, a la vez,magnánima. Sí; lo que define efectivamente auna actitud magnánima es la elección y el empeñoen alcanzar metas grandes, es decir, dignas delser humano. Y el humanismo cívico propone, nimás ni menos, la renovación de la sociedad apartir de la renovación de nosotros mismos, loslegítimos agentes sociales.

Referencias

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