huellas de papel

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SANTIAGO NEGRO SEGUNDO FESTIVAL IBEROAMERICANO DE NOVELA POLICIACA 2011 Tras la pista de la novela policial en Chile

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Tras la pista de la novela negra policial en Chile

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SANTIAGO NEGRO SEGUNDO FESTIVAL IBEROAMERICANO DE NOVELA POLICIACA 2011

Tras la pista de la novela policial en Chile

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Huellas de PapelTras la pista de la

novela policial en Chile

investigaciones cce

santiago negro segundo festival iberoamericano

de novela policiaca 2011

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Esta es una publicación del Centro Cultural de España en Santiago, en el marco del Festival Santiago Negro 2011.Se prohibe su comercialización y/o reproducción total o parcial sin la debida autorización de los propietarios del Copyright.Todos los derechos reservados.

textos:© Hortensia Campanella, 2011© Natasha Pons, 2011© Ramón Díaz Eterovic, 2011

imágenes:© Los derechos de todas las obras publicadas (portadas e ilustraciones)

son propiedad de sus respectivos autores y/o editores© Policía de Investigaciones de Chile; imágenes del archivo pdi

isbn:978-956-8519-04-9

Se terminó de imprimir la cantidad de mil quinientos ejemplares en los talleres de Salesianos Impresores en primavera de 2011.

directora del cce:Hortensia Campanella C.

coordinación festival santiago negro y responsable de la publicación:Francisca Rivera R.

proyectaron la edición (portadas & interiores):Felipe Cáceres C.M. Fernanda Villalobos F.

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05    Presentación      Hortensia Campanella

07    La narrativa policial chilena a través de sus libros08     Presentación        Natasha Pons

09      La narrativa policial chilena a través de sus libros11 Los precursores de la narrativa policial chilena12 Narrativa policial, un asunto de oficio y ficción13 Expresiones aisladas de una narrativa en desarrollo14 Recorriendo los bajos fondos de la realidad16 La narrativa policial y su consolidación en la literatura chilena19 Presencia de la novela negra en la historieta gráfica23 La realidad que nutre la ficción, Archivos de la pdi

25    Crímenes y misterios en la narrativa chilena      Ramón Díaz Eterovic

29     Origen y actualidad de la narrativa policial33 Novela policial con acento latinoamericano37 La narrativa policial en Chile: Sus precursores43 La narrativa policial en Chile: De los precursores hasta la década de los 80’49 René Vergara: Las memorias del Inspector Cortés53 La novela policial de ambiente rural o de bandidos57 La marginalidad urbana en la narrativa policial chilena63 Narrativa policial chilena de los años 80 en adelante: Algunas claves67 Narrativa policial chilena de los años 80 en adelante: Algunos autores81 Narrativa policial chilena de los años 80 en adelante: La exploración sistemática de un género85 Un género literario que volvió para quedarse88 Detectives e investigadores en la narrativa policial chilena

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— 5 —

Por segunda vez el Centro Cultural de España pone en el corazón de

Santiago de Chile su festival de novela negra. Con más invitados —casi cincuenta,

chilenos, latinoamericanos y españoles—, con más sedes, con más ánimo. Porque se

trata de una fiesta en la que habrá de todo: se podrá escuchar a escritores, periodistas,

actores, pero también incluiremos talleres para todas las edades, disfrutaremos de

espectáculos basados en el mundo de la novela policíaca, de un ciclo de cine ibero-

americano, y tendremos en directo la experiencia de la investigación.

Con el aporte de la Policía de Investigaciones de Chile (pdi), ficción y realidad se desple-

gará ante nuestros ojos, porque la materia prima de la literatura está en la vida misma.

Y, como la literatura crea mundos, hemos querido dejar un testimonio de este Festival

con una muestra que acerque las imágenes de los orígenes de la novela negra chilena

en sus aspectos más literarios y también en los gráficos, recorriendo su histórico

pasado y su actual presente.

Este libro propone una guía para el lector desprevenido y un recordatorio para el

apasionado del género. Aquí aparecen referentes del cómic negro, muestras del pa-

trimonio documental de la pdi, y un paseo por los grandes nombres de la literatura

policiaca chilena: un verdadero festín.

Agradecemos profundamente el entusiasmo de los cómplices en esta aventura negra

y los invitamos a compartirla.

Hortensia Campanella C.

directora

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La narrativa policial chilena a través

de sus librosun mes de novela negra en el

centro cultural de españa

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El Centro Cultural de España en el marco de la segunda versión del Festival

Iberoamericano de Novela Negra Santiago Negro, realiza la exposición Huellas de papel.

Tras la pista de la novela policial en Chile.

Trazar el camino de esta exposición, de carácter bibliográfica, nos permite evidenciar

a través de un conjunto de diferentes autores, un recorrido histórico del género, desde

su creación hasta los tiempos actuales y sus diferentes formas de aproximarse a la

novela negra en Chile.

Uno de los elementos fundamentales para delinear este mapa histórico es hacer

evidente la arquitectura bajo la cual se construyen estos procesos narrativos, la

investigación en todos sus formatos, documentación, archivos de la policía local,

registros fotográficos, creación de personajes, ficciones muchas veces construidas

desde la realidad, haciendo presente también la mezcla entre literatura y viñetas,

dando paso a escenas dentro de la novela gráfica chilena contemporánea.

Dentro del contexto de la exposición las portadas de los libros no solo nos señalan

las referencias vinculadas al género narrativo, sino también nos permiten observar los

contextos sociales y de época en los cuales fueron editados, procesos de ilustración,

tipografías, construcción de imágenes que dan cuenta de esta línea temporal, entre-

gándonos así una mirada integral, huellas de papel que van más allá de lo literario.

Natasha Pons M.

artes visuales cce

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— 9 —

los precursores

la novela policial de ambiente rural

o de bandidos

La marginalidad urbana en la narrativa policial

chilena

consolidación de un género

expresiones de una narrativa en desarrollo

narrativa policial, un asunto de oficio y ficción

1930

1920

1910

1940

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1970

1980

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1930

1920

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1940

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2010

La narrativa policial chilena a través de sus libros

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Desde la marginalidad editorial de sus primeras manifestaciones, y pasando por el folletín, los

diarios y las revistas populares hasta alcanzar una significativa presencia en las editoriales de

nuestros tiempos, la narrativa policial chilena ha recorrido un camino que siempre ha contado

con el apoyo de sus principales cómplices: los lectores.

Detectives privados, policías, periodistas, abogados, delincuentes y mujeres fatales son los

protagonistas de historias que, junto con entretenernos, nos ayudan a reflexionar sobre

una sociedad en la que el hombre vive bajo el signo de la perplejidad y el desencanto que le

provocan las violencias cotidianas.

La presente exposición propone un recorrido a través de algunos de los libros de los autores

chilenos que, en distintas épocas y circunstancias, se han sentido llamados a escribir la historia

de la novela policial en nuestro país.

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Los precursores de la narrativa policial chilena

La narrativa policial chilena tiene su origen en los textos de autores como Alberto Edwards,

Luis Enrique Délano, Januario Espinosa, Camilo Pérez de Arce, Tancredo Pinochet y L. A. Isla.

Todos estos autores cultivaron el género policial de manera sistemática, creando personajes

que, en algunos casos, mantienen su vigencia hasta el día de hoy. Estos autores desarrollaron

el relato policial clásico, el de la escuela inglesa impuesto por Conan Doyle en los cuentos y

novelas de Sherlock Holmes.

Sus protagonistas basan su accionar en el análisis y la deducción, y se valen de sus capacidades

deductivas para restaurar el orden trasgredido por una acción policial. Asimismo, en la obra

policíaca de estos autores no se evidencia un mayor cuestionamiento de la realidad, la que

suele aparecer como un trasfondo sobre el cual los delincuentes o asesinos actúan motivados

por celos, deseo de venganza o ambiciones personales.

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Narrativa policial, un asunto de oficio y ficción

En el desarrollo de la narrativa policial chilena es posible constatar la aparición, cada cierto

tiempo, de autores que, proviniendo del trabajo policial o del periodismo, han volcado parte

de sus vivencias en una serie de cuentos y novelas que, entre otros méritos, tiene el de recoger

experiencias reales, vívidas, que reflejan crudos aspectos de la realidad social chilena. En este

ámbito, sobresale la figura de René Vergara, policía de profesión, creador de la Brigada de

Homicidios de la pdi y escritor que contó con numerosos seguidores.

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Expresiones aisladas de una

narrativa en desarrollo

Hasta antes de la aparición de lo

que hoy se denomina la novela

negra chilena, a mediados de

los años 80 del siglo pasado,

un puñado de autores expresó

su interés en los códigos de la

novela policíaca, creando textos

en los que resaltan las figuras

de los delincuentes rurales,

los policías al estilo clásico, la

denuncia social, como también

los intentos de parodiar el género

policial o de emplearlo al servicio

de una narrativa orientada a

lectores jóvenes.

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— 14 —

Recorriendo los bajos fondos de la realidad

Habitualmente, cuando se analiza la narrativa policial chilena, se tiende a considerar solo los

relatos protagonizados por detectives o policías, y que tienen como eje discursivo la descripción

de una investigación policial. Sin embargo, y con una perspectiva más amplia, también cabe

considerar entre sus expresiones las novelas y cuentos que describen o presentan el mundo

de la delincuencia desde el ámbito de la marginalidad y con el protagonismo centrado en los

delincuentes o habitantes del mundo del hampa, del lumpen urbano.

Esta narrativa se caracterizaría

porque sus autores conocen y

viven directamente el mundo

que describen, y porque su

inserción en el mundo lite-

rario ha sido, generalmente

mediante autoediciones o

publicaciones marginales.

Entre estos autores, destacan

Armando Méndez Carrasco,

Luis Rivano, Luis Cornejo,

Alfredo Morel, y más recien-

temente, Francisco Miranda

y Cristian Cottet.

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— 16 —

La narrativa policial y su consolidación en la literatura chilena

El desarrollo de la actual narrativa policial chilena está inserto en lo que se ha dado en llamar

el neopolicial latinoamericano, fenómeno relacionado con la instalación del género policíaco

como una forma literaria que reflexiona en torno a la realidad sociopolítica latinoamericana, y

sobre situaciones donde los crímenes provienen del poder político y económico. Una realidad

condicionada por la falta de valores y por la sobrevivencia a regímenes dictatoriales, la caída de

las certezas ideológicas con su secuela de desencanto y falta de referentes, y la instalación de

un modelo social neoliberal, globalizante, que se traduce en inseguridad, incremento delictual

y miedo para la mayoría de las personas.

Una realidad también vinculada al crecimiento de las ciudades, la concentración de sus habitantes

y al desconcierto y soledad en que éstos se desenvuelven. Junto a autores como Luis Sepúlveda,

Ramón Díaz Eterovic, Bartolomé Leal y Roberto Ampuero, en los últimos años han aparecido

autores más jóvenes, como Juan Ignacio Colil, Gonzalo Hernández y Martín Pérez que han

traído nuevos aires a la narrativa policial chilena.

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¿El fin o el comienzo del misterio?

Hasta aquí este acercamiento a la narrativa policial en Chile, que en los últimos años se ha

desarrollado a través del trabajo de un conjunto significativo de autores, algunos de los cuales

han obtenido una amplia recepción entre los lectores y también han sido merecedores de los

premios literarios más importantes del país. A esos dos elementos se une la existencia de

una crítica literaria más receptiva al estudio y consideración de estas expresiones literarias.

El hecho de que los autores chilenos aborden en forma sistemática el género policial, tiene

una estrecha relación con el auge del género en Hispanoamérica y constituye una dignificación

del género en Chile, lo que permite augurar su continuidad y proyección en el panorama de

la literatura chilena. Sin duda, el misterio continuará.

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— 19 —

Presencia de la novela negra en la historieta gráfica

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— 20 —

Heredia Detective y Quique Hache son dos casos de personajes nacidos de las plumas de Ramón

Díaz Eterovic y Sergio Gómez respectivamente, que han sido llevados al mundo de la historieta

gráfica por diferentes artistas chilenos.

Heredia, el detective de Díaz Eterovic, nació en La ciudad está triste y desde entonces ha

protagonizado catorce novelas publicadas en Chile y en otros países. También ha sido prota-

gonista de la serie de televisión Heredia & Asociados, y de la historieta gráfica Heredia Detective,

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donde —con guiones de Cristián Petit - Laurent y Carlos Reyes G.— ha sido ilustrado por

el talento de Gonzalo Martínez, Olivier Balez, Demetrio Babul, Félix Vega, Ítalo Ahumada,

Rodrigo Elgueta y Abel Elizondo.

El personaje juvenil Quique Hache es un detective por correspondencia, que hace sus primeras

armas en el mundo de la investigación privada. Los guiones de Sergio Gómez también han

sido exhaustivamente ilustrados por Gonzalo Martínez.

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La realidad que nutre la ficción

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El contacto habitual con la delincuencia y el mundo que la rodea ha sido desde siempre una

fuente de inspiración para escritores y periodistas. Una amplia galería de delincuentes y

de expedientes de casos, muchos de ellos estremecedores, se encuentran en los archivos y

publicaciones de la Brigada de Homicidios de la pdi, unidad que tuvo entre sus fundadores

al escritor René Vergara.

L. A. Isla (seudónimo de Luis Insulza) y José Miguel Vallejo son otros dos casos de policías

que convirtieron sus experiencias policíacas en cuentos y novelas. Y también están los pe-

riodistas que en su relación con el mundo de la delincuencia han encontrado materiales para

sus crónicas y ficciones, como son los casos, y entre muchos otros, de Antonio Rojas Gómez,

José María Navasal, Toño Freire y Eduardo Soto Díaz.

En los archivos y publicaciones de la pdi existe una realidad que siempre está disponible para

escribir sobre algo que es esencial en un autor de narracciones policíacas: la condición humana.

Imágenes, gentileza pdi

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Crímenes y misterios en la narrativa chilena

pistas para una historia de la narrativa policial en chile

Ramón Díaz Eterovic

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«Tal vez la posterioridad olvide las obras más presuntuosas de nuestros días y

vea en aquellas novelas policiales el rasgo más característico de la literatura,

en el siglo xx. Quizá dentro de un siglo, sabios profesores de universidad

sustenten conferencias sobre su significado cultural y sociológico, y los

estudiantes (...) vayan a consultar, (...) polvorientas novelas policiales para

documentar acerca de la vida de nuestra época».

Somerset Maugham

«...considero que de la literatura policial que algunos intelectuales miran

con desprecio saldrán los grandes escritores de este tiempo (...) La literatura

policial obliga al escritor a poner los pies sobre la tierra, a desarrollar su mejor

espíritu de observación y dejar de mano las banales divagaciones».

Alfonso Reyes Messa

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Con altibajos en su desarrollo y sin la visibilidad que se merecía desde sus

comienzos, la narrativa policial chilena es una expresión que nació en los albores del

siglo xx, pero que recién en las dos últimas décadas de esa centuria llegó a ocupar un

espacio reconocible y valorado en el panorama de la literatura chilena. Mayor conside-

ración crítica, espacios editoriales más amplios y la aparición de nuevos exponentes,

son algunos de los hechos que permiten hablar en la actualidad de la reinstalación

de la narrativa policial en nuestra literatura, como una forma especialmente eficaz a

la hora de reflejar las características de nuestra sociedad y el trasfondo de su historia.

El Centro Cultural de España ha organizado la segunda versión del Festival Ibero-

americano de Novela Negra Santiago Negro, y en el marco de este encuentro publica el

presente volumen, en el que se entrega un panorama de la narrativa policial chilena.

Sus páginas contienen información sobre la historia de la narrativa policial en Chile,

desde los primeros cuentos de Román Calvo y Beltrán Rojas hasta nuestros días. Es

una información en proceso, sobre la expresión de un género literario en desarrollo, y

que por lo tanto se nutre y crece constantemente. Sin perjuicio de ello, esta información

nos parece significativa tanto para quienes deseen profundizar en el conocimiento

de la historia del género, como para las personas que requieran de una guía para el

abordaje lector de una narrativa que siempre deparará gratas sorpresas. Invitamos

a conocer las páginas que siguen y a partir de ellas iniciar un viaje, seguramente

apasionante, por autores y obras que han dado vida a la narrativa policial chilena.

Ramón Díaz Eterovic

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— 29 —

Tanto en sus expresiones más clásicas, como en lo que se denomina novela

negra, la narrativa policial es uno de los géneros literarios más apreciados por los

lectores del mundo, debido, entre otras cosas, a que se trata de un género articulado

con recursos especialmente atractivos, como un delito o crimen, la investigación

realizada por un héroe o antihéroe, y el ambiente o color local en el que se desarro-

llan los acontecimientos. Nacida como un derivado de las novelas de aventuras y

caballerías, a poco andar, la narrativa policíaca se convirtió en una expresión literaria

con códigos propios y con una permanente renovación que le ha permitido mante-

ner una presencia destacada en los medios editoriales y en el afecto de los lectores.

Novela negra, policial o criminal. Lo cierto es que existen diferentes denominaciones

para definir uno de los géneros narrativos más populares de la historia literaria. Sobre

sus orígenes hay distintas consideraciones. Algunos lo sitúan en La Biblia, en El Quijote

de la Mancha, o en las notables novelas de Wilkie Collins: La piedra lunar y La dama de

blanco. Otros consideran que la narrativa criminal nació en el siglo xix, en medio de

una época eminentemente industrial y urbana, y que su precursor fue Edgar Allan Poe

con sus cuentos Los crímenes de la calle Morgue, La carta robada y El misterio de Marie Roget.

Sin embargo, en forma paralela a Poe es necesario mencionar a Honorato de Balzac

con su obra Un asunto tenebroso, publicada el año 1841, y en la que recrea un caso de-

lictual de la época. El escritor Carlos Pujol, en el prólogo a la edición de la editorial

Bruguera (Barcelona, 1981), al comparar las obras de Poe y Balzac, señala que: «La

obra de Balzac tiene una amplitud mayor (...) y vemos como la ficción invade la

Historia con mayúscula para servirse de ella, pero también para explicarla...». En tal

sentido, la novela de Balzac es precursora de la actual novela policial, estrechamente

relacionada a la realidad de las sociedades en las que se desarrolla.

Origen y actualidad de la narrativa policial

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

— 30 —

Más adelante la narrativa policial logra un mayor auge con las novelas de Arthur

Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes y su amigo el doctor Watson, y con Gilbert

Keith Chesterton, creador del padre Brown, un sacerdote investigador. En Francia

tiene su cuna Arsenio Lupín, creado por Maurice Leblanc, y los escritores Allain y

Souvestre dieron vida a la popular serie Fantomas.

Destacan entre los escritores más notables de este género la escritora Agatha Christie,

Georges Simenon, William Irish, Chester Himes, Edgar Wallace, Erle Stanley Gard-

ner y James Cain. En una vertiente de novela policíaca que da cabida a motivaciones

sociales y que irrumpe en los años 20 del siglo pasado, con autores como Raymond

Chandler y Dashiell Hammett. También son relevantes las novelas de Ross Mac

Donald y Patricia Highsmith, que incorporan las motivaciones psicológicas en el

relato policial; las de Leonardo Sciacia, que ahondan en la relación policía-política;

Tony Hillerman principal exponente de la llamada corriente étnica; Donald Westlake,

que explota el elemento humorístico en la novela policíaca; y muchos otros autores,

entre los que destacamos a Giorgio Scherbanenco, James Hadley Chase, Mike

Spilliane, David Goodis, Jim Thompson, James Ellroy, Ruth Rendell y Vera Caspary.

La novela policial ha atraído a escritores importantes en otros campos de la narrativa,

como Graham Greene, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Sergio Ramírez y Jorge

Luis Borges. El género ha tenido la virtud de permanecer en el gusto de los lectores

y escritores, y desde sus orígenes hasta la fecha ha sabido renovarse y ampliarse en

distintas vertientes o escuelas: la novela de enigma, novela negra, novela policial

psicológica, étnica, histórica y neopolicial latinoamericano.

Es rescatable el hecho que la novela policial ha dado una amplia gama de personajes

inolvidables, desde Sherlock Holmes hasta Hércules Poirot. Sam Spade, Jules Maigret,

Philip Marlowe, Lew Archer, Tom Ripley, Pepe Carvhallo, Tony Romano, Petra Delicado,

Kurt Wallander, Martín Beck, por nombrar a algunos de los más conocidos en Chile.

En el caso de la lengua hispánica, la narrativa policial ha tenido una rotunda proyec-

ción en países como España, México, Argentina, Cuba y, entre otros, los nombres

de Manuel Vásquez Montalbán, Francisco González Ledesma, Juan Madrid, Andreu

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Ramón Díaz Eterovic

Martín, Paco Ignacio Taibo II, Rafael Ramírez Heredia, Daniel Chavarría, Ricardo

Piglia, Osvaldo Soriano, Leonardo Padura, Luis Sepúlveda, Juan Sasturaín, Mempo

Giardinelli, Rodolfo Walsh y Claudia Piñeiro, tienen una notable acogida en lectores

y críticos especializados.

El crítico y ensayista Jaime Rest, en su trabajo Diagnóstico de la novela policial, publicado

en la Revista Crisis del mes de julio de 1974, señala que: «Conviene tomar en cuenta

la carga de crítica social que suele trasuntar estos relatos, encaminados a denunciar

los conflictos que desencadena un sistema competitivo e individualista en el que se

identifican dinero, poder y prestigio, sin que resulte posible deslindar claramente los

sectores que se consideran respetables de los profesionales del crimen, sumergidos

todos por igual en una desesperada lucha por el codiciado predominio».

Por su parte, Fereydoun Hoveyda, en su Historia de la novela policial asegura que: «La

buena novela negra es, al mismo tiempo, el espejo de parte de la sociedad actual.

Entraña por tanto, un elemento de testimonio e incluso de psicología humana ex-

traordinariamente poderoso. Pero entonces la evasión desaparece y el lector vuelve

a encontrarse en el corazón de algunos de los problemas contemporáneos».

§

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Neopolicial latinoamericano es el nombre acuñado para referirse a la obra

de un conjunto de autores que, a partir de los moldes de la llamada novela negra

que nació en los Estados Unidos, comenzó a desarrollar una serie de expresiones

de la narrativa policíaca en América Latina. Los códigos de la narrativa policial son

adaptados a otras experiencias y realidades, vinculadas principalmente a la existencia

de conflictos políticos y de distintas expresiones de la delincuencia urbana, como el

narcotráfico y las pandillas organizadas.

Consideramos que un aporte fundamental al desarrollo del neopolicial latinoame-

ricano —sin desconocer la influencia de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y

otros precursores del género policial en Latinoamérica— se da en Osvaldo Soriano,

quien con su novela Triste, solitario y Final amplió y validó el camino de la novela po-

licíaca con aliento latinoamericano. Una senda que posteriormente ratificaría con

sus novelas: No habrá penas ni olvido y Cuarteles de Invierno. Textos en los cuales a partir

de los códigos de la novela policial, demostró que se podía recrear la realidad de los

países latinoamericanos donde crimen y política han sido una ecuación trágicamente

perfecta. Soriano enseñó a tomar las mejores virtudes del género y a transgredirlo

para convertirlo en algo propio, acorde con la realidad latinoamericana. En este

último sentido, también fue importante el trabajo de Rodolfo Walsh, sus novelas

policíacas y sus valiosos reportajes periodísticos novelados que se anticiparon al

trabajo de escritores como Truman Capote.

Un aporte a la comprensión del neopolicial latinoamericano lo hace el escritor cubano

Leonardo Padura, cuando en una entrevista concedida al académico Juan Armando

Epple, le atribuye las siguientes características: «Disminución de la importancia del

enigma como elemento dramático fundamental. Preferencia por ambientes marginales

Novela policial con acento latinoamericano

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

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para el desarrollo de las historias y la significación dramática. Acudir a determinadas

formas de la cultura popular, incorporándolas a la creación literaria. Empleo de un

lenguaje fundamentalmente literario pero a la vez desembozado e irreverente; un

lenguaje que trata de expresar las vivencias de la vida cotidiana. La renuncia a crear

grandes héroes. Los policías, investigadores, detectives, como se les llame, son por lo

general gente frustrada, jodida, y no tienen nada de triunfadores». El mismo Padura,

en entrevista concedida a La Jornada Semanal (México, 17 de octubre de 1999), señala

respecto al neopolicial latinoamericano, que es una narrativa «más irreverente y muy

citadina, dada a la parodia, a citar textos y a citarse ella misma; pasa de la ficción al

testimonio con una naturalidad absoluta. Es una novela marcada por la violencia de

los procesos sociales y políticos que han ocurrido en América Latina.»

A su vez, Mempo Giardinelli, en su libro La novela negra señala que: «Los escritores

latinoamericanos contemporáneos (pensamos en la generación que empieza a pu-

blicar a partir de los años setenta) frecuentan cada vez más el género negro porque

no consideran que la ficción policial sea un lujo para un público sofisticado; no creen

que sea un tipo de literatura que evita el contacto directo con la realidad, sino que

al contrario, la incorpora plenamente».

Por lo tanto, agrega Giardinelli: «Los escritores de ficción policial de nuestros países

no tienen otro camino que ser negros, duros. Ya no pueden hacer ficción clásica. Y por

eso mismo, la literatura negra ha sido revolucionaria para las letras latinoamericanas

del postboom. No es casual que cada vez más, en Argentina, Chile, Cuba, Uruguay o

México, haya autores que a partir de la confesa admiración por Hammett y Chandler,

escriben una literatura que incorpora a Faulkner, Hemingway o Caldwell en busca

de una expresión propia, en la que lo policíaco en general y lo negro en particular,

adaptado a nuestras circunstancias, está indiscutiblemente presente».

Giardinelli concluye que «las nuevas generaciones de autores se dieron cuenta del

poder cuestionador de la moderna novelística negra» y que «para los escritores, los

misterios de la realidad latinoamericana son absolutamente más cercanos, cuestio-

nadores y, acaso, revolucionarios, en el sentido de que revolucionan —al cuestionar,

transgredir y subvertir— un orden injusto».

Page 37: Huellas de Papel

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Ramón Díaz Eterovic

Desde otra perspectiva, Luis Sepúlveda, al hacer una valoración del neopolicial

latinoamericano, en entrevista publicada en la Revista de Libros del diario El Mercurio,

señala que se puede ver esta tendencia «como una síntesis de géneros que antes

fueron considerados marginales: la novela policíaca pura, escrita a la manera de los

maestros clásicos norteamericanos; la literatura de viajes, y por último, la de aventu-

ras, que era el más marginal de todos. La novela negra latinoamericana reunió esas

tres peculiaridades e hizo una gran literatura aglutinante muy contemporánea, que

refleja la situación de podredumbre social y moral escondida detrás de la arrogancia

del poder y de su etiqueta».

Por último, al analizar el resurgimiento del género policíaco en Latinoamérica, la

profesora de la Universidad de Córdoba, Mirian Pino, en su trabajo El género policial

chileno argentino de los 80, comenta que esta literatura se relaciona con la existencia de

un Estado policial que vigila y castiga y que por lo tanto el género policial «arrastra

la problemática del autoritarismo en sus versiones argentino/chilena y constituye un

modo particular de hacer historia desde abajo (…) El ciclo de post-golpe en el Cono Sur,

en sus distintas versiones nacionales, ha creado un nuevo género ante la ausencia de

la ley, del derecho, y del imperio del autoritarismo, en el cual el castigo es identificable

con el suplicio, y el que delinque es perdonado porque está carente de significantes

atroces para los que detentan el poder, a saber: la contaminación ideológica».

§

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— 37 —

Si bien se dice que la primera novela policial publicada en Chile, el año 1912, es

La muerte misteriosa de José Marini del escritor Januario Espinoza, consideramos

como precursores del género a tres autores que algunos años más tarde comenzaron

a escribir y publicar relatos policíacos, de manera constante y como parte esencial de

sus proyectos literarios: Alberto Edwards, Camilo Pérez de Arce y Luis Enrique Délano.

Román Calvo, el Sherlock Holmes chileno

El político y diplomático Alberto Edwards Vives (1874–1932), con el seudónimo

de Miguel de Fuenzalida, publicó en la revista Pacífico Magazine las historias de

Román Calvo, el Sherlock Holmes chileno, como su mismo creador no vaciló en

llamar, acusando la influencia del personaje creado por Conan Doyle. Román Calvo,

protagonista de algo más de diez cuentos, es un hombre de pequeña estatura, mo-

vimientos nerviosos y acostumbra vestir de modo estrafalario. Tiene una memoria

prodigiosa que le permite recordar hasta los más ínfimos sucesos de la vida social

y posee conocimientos enciclopédicos. Su genio escéptico y su capacidad analítica

le permiten resolver los casos que investiga y para ironizar sobre las costumbres de

sus contemporáneos y los hechos de la vida social. Román Calvo desenreda asuntos

confusos, encuentra a criminales acostumbrados a burlas a la policía y entretiene a

sus lectores con sus deducciones y atisbos sorprendentes.

En la presentación del libro Roman Calvo, el Sherlock Holmes chileno, publicado por la

Editorial del Pacífico el año 1953, se indica que Román Calvo «es un chileno que conoce

al dedillo no sólo a sus contemporáneos del Santiago de 1912 o 1920 sino también

la historia y geografía del país. Sus deducciones se basan en un conocimiento exacto

de la psicología y costumbre chilenas, por lo que están llenas de rasgos pintorescos

y simpáticos y, a la vez, suelen constituir una sátira aguda de muchos defectos na-

La narrativa policial en Chile: Sus precursores

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

— 38 —

cionales que no han cambiado nada con el paso del tiempo». Los cuentos de Román

Calvo fueron reeditados el año 2007, por Ediciones B y con el título de La secretísima.

Los cuentos de Alberto Edwards reflejan las costumbres sociales de la época en que

fueran escritos y están dotados de una buena dosis de ironía, humor y observaciones

sobre el carácter de la sociedad chilena que los hace mantener su vigencia, más allá de

las atractivas características del protagonista y de los enigmas que éste resuelve a través

de sus pesquisas. Coincidiendo con lo que expresa el crítico literario Raúl Silva Castro,

en las notas de su antología Los cuentistas chilenos, se puede señalar que: «La creación

de Román Calvo (…) es de las más interesantes que existen en las letras chilenas».

El multifacético mundo de Camilo Pérez de Arce

Camilo Pérez de Arce (1912–1970) escribió una decena de novelas policíacas, entre

las que destacan Los minutos acusan (1947), El partido final (1950) y El enigma de la

cleptómana (1951). Sus novelas se publicaron en Santiago y Buenos Aires, y en ellas

Pérez de Arce se revela como un acertado constructor de tipos psicológicos, hábil

en la descripción de ambientes y en la creación de historias complejas. Su novela Un

crimen entre psicólogos fue reeditada, en 1990, por la Editorial Andrés Bello.

Camilo Pérez de Arce fue un autor multifacético. Con el seudónimo de James Enhard

publicó los títulos Un crimen entre psicólogos, Estocada y veneno, Cuarteto para instrumen-

tos de muerte, El partido final, El enigma de la cleptómana y Comedia para asesinos. Con el

seudónimo de Guillermo Blanco escribió la novela Los minutos acusan, novela policial

ambientada en el campo chileno y con protagonistas que habitan una tradicional

casona rural. También escribió novelas de vaqueros con el seudónimo de Rex Landon

(La traición de mano cortada y La guerra con los apaches) y con el seudónimo de Francis

Vendrell incursionó en las novelas de capa y espada (El gladiador que ríe).

Philip Dane y Beltrán Rojas, los detectives de Luis Enrique Délano

El escritor y Premio Nacional de Periodismo, Luis Enrique Délano (1906-1985),

autor de novelas como El laurel sobre la lira y En la ciudad de los Césares, tuvo un largo y

prolongado romance con la narrativa policial. Sus obras policíacas se publicaron en

la Argentina y México con los seudónimos Mortimer Gray y José Zamora.

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Ramón Díaz Eterovic

Desdémona en apuros, El collar de Jessica Rockson, ambas novelas firmadas por José

Zamora fueron publicadas en México el año 1980, y tienen como protagonista al

inspector Vicente Camacho: «Un policía sencillo y humano, con bigotes a lo Pedro

Armendáriz». Las novelas de José Zamora muestran a un narrador que apuesta

por un estilo clásico de contar. Sus historias son de estructura simple y directa,

sin rebuscamientos técnicos, y se sostienen por la acción y las reflexiones de los

protagonistas. Hay una semejanza en la trama de las dos novelas, en cuanto ambas

se desarrollan en ambientes artísticos y centran su interés en actrices que deben

recurrir a los servicios del detective Camacho.

En la revista En viaje, publicación de la Empresa de Ferrocarriles del Estado, de los

años 1957 y 1958, Luis Enrique Délano, con el seudónimo de José Zamora publicó

varios cuentos policíacos protagonizados por el detective privado Beltrán Rojas.

Entre otros destacan: El caso de la esposa del novelista y El caso de la actriz y su fantasma.

Estos cuentos son narrados desde la perspectiva de José Zamora quien actúa como

narrador y protagonista secundario. Los cuentos de Luis Enrique Délano además

fueron publicados en Cuentos Policiales, revista que se editó en Santiago en la década

de los años cincuenta del siglo xx.

Con el seudónimo Mortimer Grey, Luis Enrique Délano publicó las novelas: El extraño

caso de la cifra, Muerte entre los pinos, Philip Dane en acción, El dueño de los venenos y El

caso de la mujer azul. Estas novelas son protagonizadas por Philip Dane, un doctor en

letras y hermano del inspector de policía Thomas Dane. Philip Dane es un personaje

peculiar, con gran capacidad de deducción. Suele hacer citas en latín y su carácter es

el de un joven algo sentimental y romántico. En El caso de la mujer azul, Dane debe

investigar la desaparición de una joven heredera y una serie de asesinatos que comete

un novio despechado y celoso. Las novelas policíacas de Luis Enrique Délano aún

permanecen inéditas en Chile.

Como difusor del género policíaco en Chile, cabe consignar que Luis Enrique Délano

preparó y prologó la selección de cuentos policíacos Historias de detectives, publicada

por editorial Zig Zag el año 1939, y que incluye, entre otros autores clásicos del género,

a Edgar Allan Poe, Conan Doyle, Maurice Leblanc y Georges Simenon.

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

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Alberto Edwards, Camilo Pérez de Arce y Luis Enrique Délano son los precursores

del género policial en Chile. Los tres cultivaron el género de manera sistemática,

creando personajes que mantienen su vigencia y que están presentes en un conjunto

de novelas y relatos. Los protagonistas de las historias de Edwards, Pérez de Arce y

Délano basan su accionar en el análisis y la deducción, y se valen de sus capacidades

deductivas para restaurar el orden trasgredido por una acción criminal. Es decir,

como señala Roger Callois en su libro Sociología de la novela, al caracterizar este tipo

de relato policial, «del homicidio al descubrimiento del culpable, todo debe aclararse

por la sola virtud de un razonamiento bien llevado».

§

Page 43: Huellas de Papel

— 41 —

Ramón Díaz Eterovic

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La narrativa policial en Chile: De los precursores hasta la década de los 80

dD

En la misma época o con posterioridad a las obras de Alberto Edwards, Camilo

Pérez de Arce y Luis Enrique Délano, otros autores incursionaron en el género hasta los

inicios de los años ochenta del siglo pasado. Salvo algunas excepciones, como las de

L. A. Isla o Hernán del Solar, en su mayoría se trata de incursiones aisladas y fugaces.

Egidio Poblete (1868-1940), publicó el año 1917 la novela La avenida de las acacias

en la que relata la historia de un secuestro y asesinato. De ella dijo el crítico Raúl Silva

Castro: «Las peripecias que Poblete acumula para llegar al previsto desenlace, anudadas

con ingenio despierto y en ciertos casos juguetón, prolongan la novela lo justo para

despertar vivamente el interés por ese libro, ingenuo si se quiere, pero entretenido».

L. A. Isla (seudónimo de Luis Insulza Venegas) publicó en la antigua colección

La Linterna de la Editorial Zig Zag, la novela El crimen del Parque Forestal (1946) y el

libro de cuentos El Indiferente (1947). El protagonista de las historias de L. A. Isla

es el inspector De la Barra, «hombre de 30 años, delgado y alto, y siempre vestido

de negro». De la Barra posee una intuición especial para resolver los crímenes que

le toca enfrentar, y su mayor afición consiste en recorrer las librerías de viejo de la

calle San Diego. En varios de sus relatos, L. A. Isla introduce al personaje “Cazuela”,

un periodista algo torpe y simplón que anda a la siga del sabueso De la Barra para

obtener una noticia exclusiva que le reporte algún dinero.

Julio Ortega Folch (1897-1973), publica en 1955 su novela El misterio de la

estrangulada donde aparece Ricardo Santander, detective descrito como «cincuentón,

soltero, más bien feo, aunque de modales distinguidos, y una gran afición por los

estudios de criminología, derecho penal y por las novelas policiales».

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

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Juan Marín (1900-1963), escritor que abordó distintos géneros literarios en más

de una treintena de obras, publicó en 1953, en la editorial española Rollan, su novela

Muerte en Shangai en la cual recrea la muerte de un alcalde chino, colaborador de los

japoneses al inicio de la guerra de los años cuarenta. Años más tarde esta novela fue

publicada por Zigzag, en su colección Clásicos Literarios.

En su novela Los contrabandistas, el periodista Luciano Cruz Astudillo (1926 –

1985) presenta una historia de características policíacas. Sobre este texto, el crítico

Yerko Moretic, en su estudio El realismo y el relato chileno, indica: «Veloces y zozobra-

dos viajes en automóviles, asaltos con revólver en mano, actitudes violentas, duro

lenguaje, ambientes turbios y peligrosos, espectaculares luchas homicidas: en fin,

acción brutal y acezante, tal es la característica fundamental de esta novela breve,

que ofrece así un ritmo insólito, apasionado, recio».

Tancredo Pinochet (1880-1957), autor de los recordados libros Autobiografía de

un tonto y Motín en la biblioteca, incursionó en el género policíaco a través de algunos

cuentos incluidos en su libro Secuestro (1953). Sus cuentos El diplomático ladrón y

Confesión están protagonizados por el periodista Rubén Ríoblanco —conocido por

sus colegas como “Ríotinto” por su afición al vino—. Ríoblanco es reportero policial

del diario La Estrella y su vida se mueve entre los límites de sus afamadas crónicas y

largas borracheras. Vive en una miserable pensión de la calle San Isidro y su autor

lo describe como un hombre sin atractivo: «su piel oscura, sus pequeños ojos par-

dos, sin expresión». Tiene un pasado como estudiante de medicina y su fortuna en

amores es tan esquiva, como es generoso su talento para descubrir la verdad tras

los crímenes que reportea.

Mención especial merece Hernán del Solar (1901- 1985), creador de los simpá-

ticos Nap y Moisés, dos perros detectives cuyas andanzas se encuentran recopiladas

en Nap y Moisés Detectives (Zig-Zag, 1967) y Hazañas de Nap y Moisés (Nascimento,

1976). Émulos de Sherlock Holmes y el doctor Watson, la pareja se encarga de es-

tablecer justicia en un país llamado Animalandia, lugar que no por imaginario, deja

de parecerse al mundo de los humanos, con sus bondades y miserias.

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Ramón Díaz Eterovic

Cuentos policíacos, revistas y antologías

Al investigar la difusión de la narrativa policial, es posible encontrar a una serie de

autores que dieron a conocer sus historias en diarios, revistas y antologías. En este

marco, cabe mencionar los cuentos de Alejo Mira y Alfonso Reyes Messa, incluidos

en las revista Intimidades y Sucesos Policiales.

Manuel San Martín publicó una docena de cuentos policiales en la revista En

Viaje de la Empresa de Ferrocarriles del Estado, la mayoría de ellos en el año 1966.

Sus cuentos están protagonizados por el Inspector Gavilán y presentan situaciones

delictuales cotidianas, ambientadas en los barrios santiaguinos. En este punto, es

necesario señalar que la nombrada revista En Viaje, publicada entre los años 1933 y

1973, incluyó en sus páginas innumerables relatos policíacos de autores chilenos y

de renombrados autores extranjeros, como Peter Cheyney, Víctor Canning, Edgar

Wallace y Georges Simenon.

En la antología Crímenes Criollos. Antología del cuento policial chileno de Ramón Díaz

Eterovic, publicada por Mosquito Editores, en 1994, se incluyen los cuentos: Muerte

sin causa de Alejo Mira, El muerto vaga por los barrios de Alfonso Reyes Messa, y El

caso del muerto feliz de Manuel San Martín. En esta antología figura también el cuento

Una cara conocida de Rolando Arellano, quien es autor, en conjunto con Sergio 

Panizza, del volumen de cuentos policíacos Doy cuenta a Usía.

En 1966, Darío de la Fuente publicó la antología Policías en el cuento chileno,

selección de cuentos en los que aparece la figura del carabinero como protagonista

de historias escritas por autores como: Edesio Alvarado (El caballo que tosía), Gonzalo

Drago (Servicio nocturno), Olegario Lazo Baeza (Honor de soldado), Baldomero Lillo

(Inamible), Rafael Maluenda (Él), Manuel Rojas (El delincuente), Fernando Santiván

(Armisticio) y Oscar Castro (Epopeya de Juan El Crespo).

El antes mencionado Alfonso Reyes Messa (1909-1967), fue un prolífico autor

de relatos policíacos, la mayoría de ellos protagonizados por el detective Julián Morris,

un detective privado autodefinido como «anarquista, pero sin bombas ni granadas

de mano» y que suele trabajar por encargo del Inspector Vera, jefe del Cuartel Central

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

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de la Policía. Sus cuentos policíacos se publicaron en la revista Intimidades y Sucesos

Policiales, y entre los años 1950 y 1953 es posible encontrar en esa revista 40 cuentos

de Reyes Messa, entre los que mencionamos: Mataron a una pelirroja, Era rubia y tenía

un collar, La viuda de las piernas bonitas, El crimen de la corbata verde, El doping del fina sangre

y La muerte alojó sobre Tierra del Fuego.

Sobre su consideración del género es interesante rescatar su opinión, publicada en

la revista antes nombrada: «...considero que de la literatura policial que algunos

intelectuales miran con desprecio saldrán los grandes escritores de este tiempo (...)

La literatura policial obliga al escritor a poner los pies sobre la tierra, a desarrollar su

mejor espíritu de observación y dejar de mano las banales divagaciones».

Con relación a la revista Intimidades y Sucesos Policiales vale apuntar que este semanario

se publicó en Santiago entre los años 1950 y 1953. En sus páginas tuvieron acogida los

cuentos de René Vergara (muchos de ellos no recogidos en libros) y de Alfonso Reyes

Messa, las crónicas del dramaturgo Antonio Acevedo Hernández sobre las hazañas y

desventuras de distintos bandoleros chilenos, y obras de afamados autores policíacos,

como Georges Simenon, Agatha Christie, Margary Alligham, Dashiell Hammett y

James Hadley Chase. La revista publicó innumerables crónicas sobre algunos famo-

sos delitos de la época, y el año 1950, convocó a un concurso de relatos policíacos.

José Miguel Vallejo es autor de los libros La Marité, El secuestro que conmovió a Chile y

Basural. Sus relatos recrean interesantes hechos delictuales y muestran el conocimiento

que sobre ellos tiene Vallejo como resultado de su antigua labor como funcionario

policial. Su experiencia policial le ha servido para animar diversos programas en la

televisión, en los que expone las alternativas de distintas pesquisas policiacas. Otro

funcionario de la Policía de Investigaciones que se apoya en su experiencia policial

para recrear casos criminales es Juan Alberto Barraza, quien, en 1988, publicó

el libro Cuentos policiales.

El periodista y escritor Antonio Rojas Gómez en su libro El huésped del invierno

reconstruye un asesinato acontecido en Valparaíso en el año 1962, combinando la

ficción narrativa con el recuento periodístico. En su novela De esotra parte en la ribera

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Ramón Díaz Eterovic

crea al detective Ignacio Sánchez y lo hace parte de una investigación que acontece

en el barrio bravo de la calle Bandera. Un millón de dólares es otra de las incursiones

de Rojas Gómez en el género, a través de dos novelas breves, la que da título al libro

y Nada, centradas en hechos criminales narrados con gran eficiencia y profundidad,

sobre todo en lo que se refiere a la construcción psicológica de los personajes y a la

ambientación de las historias.

José María Navasal (1916- 1999), conocido principalmente como analista

internacional y periodista deportivo, publicó en 1967 la novela La tierra no es redonda,

en la cual presenta a Roberto Jordan, un reportero que descubre al culpable de un

asesinato ocurrido en los faldeos del Cerro San Cristóbal. Navasal es autor de la

Antología de los mejores cuentos policiales, editada por Zig Zag el año 1951 y en la cual

reúne un interesante conjunto de historias, escritas por destacados exponentes del

género, como Carter Dickson, Ellery Queen y Cornell Woolrich. La antología incluye

el cuento de René Vergara: La bailarina de los pies desnudos.

En 1967, el periodista Abraham Hirmas publica la biografía novelada Emilio Dubois,

un genio del crimen. Hirmas fue un cronista policial que trabajó en la revista Ercilla y

otros medios del país. En su libro recrea la vida y crímenes del célebre asesino Emilio

Dubois, desde su nacimiento en Francia y hasta su fusilamiento en Valparaíso, el 26

de mayo de 1907. Con pluma ágil, Hirmas recorre los crímenes cometidos por Dubois.

Este personaje interesó a Carlos Droguett, quien lo convierte en protagonista de

su novela Todas esas muertes, editada en España el año 1971, después de recibir el Premio

Alfaguara de Novela del año 1970. Patricio Manns recreó la vida del criminal porteño

en su novela La vida privada de Emile Dubois. Y como antecedente de todos estos títulos,

está el libro Emilio Dubois, relación verídica de sus crímenes y aventuras de Inocencio del 

Campo (posiblemente un alias), publicado en Valparaíso el año 1907, a los pocos días

del fusilamiento del tristemente célebre asesino francés, cuyos restos, convertidos

hoy en una animita, siguen enterrados en el Cementerio Playa Ancha de Valparaíso.

§

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René Vergara: Las memorias del Inspector Cortés

dD

Con René Vergara desaparece la inocencia en la narrativa policial chilena.

El crimen aparece despojado de toda retórica y el juego lógico deja de ser lo central en

la investigación policíaca y da paso a la preocupación por el delincuente y su entorno.

Vergara ahonda en los espacios de la marginalidad social y sus relatos evidencian el

conocimiento que tenía sobre el crimen y sus motivaciones. De la simple anécdota

policial se pasa al reflejo de la realidad más descarnada.

René Vergara (1918-1981) es autor de los libros El caso de Alicia Bon, La pluma del ángel,

Un soldado para Lucifer, La bailarina de los pies desnudos, El caso del Tucho, El pasajero de

la muerte, Ultima Cita, Las memorias del inspector Cortés, ¡Qué sombra más larga tiene ese

gato!, Más allá del crimen y La otra cara del crimen. Muchos de estos libros tuvieron en

su momento una gran acogida entre los lectores.

Protagonista de la mayoría de sus escritos es el Inspector Cortés, apodado el “Mono”,

quien suele beber abundante cerveza, abomina de Agatha Christie y dice que en su

vida ha visto más exhumaciones que bautizos. Cortés es un personaje singular que

siente que su labor policial es un servicio público, por cuanto «el delito es una falla

social» que nace de la injusticia y diferencias que la misma sociedad crea y mantiene.

Sobre su profesión afirma que: «el policía se hace de noche y en los bares».

En abril de 2000 se publicó el volumen Crímenes Inolvidables en el cual se reeditan algunos de

sus relatos más importantes, como Las cajitas de agua, El caso del Tucho Caldera y El decapitado

de Quillota, todos basados en crímenes reales que a Vergara le tocó investigar durante su

paso por la Policía de Investigaciones, institución donde creó la Brigada de Homicidios.

En la mayoría de estos cuentos no sólo hay una acertada recreación de los crímenes que le

dan título, sino que además valiosos comentarios respecto a la función policial en Chile.

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

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Con Vergara la literatura policial escrita en Chile se empapa del aire de los callejones,

de las barriadas y de personajes excluidos del sistema. Carmen María Vergara, en su

estudio René Vergara, el policía que casi fue delincuente, señala que este autor «dejó un

conjunto de obras de innegable valor literario y periodístico. Casi olvidadas, es el

registro de una vida asombrosa, llena de esfuerzo y superación; muestran un mundo

desconocido para el común de la gente; acercan al individuo, tanto al delincuente

como al policía en un sentido humano; y son guiadas por una constante búsqueda

de la verdad en todo sentido: verdad objetiva y verdad filosófica».

Por su parte, Cristian Cottet, en un texto sobre narrativa policial, publicado en el sitio

www.escritores.cl en su edición del mes de septiembre del año 2000, al referirse a los

casos que relata René Vergara en sus novelas, señala que: «Muchas veces estos casos

tienen más que ver con su vida que con su responsabilidad social como detective,

pero esto no lo amilana. El libro Taxi... para el insomnio puede considerarse un clásico

de la literatura policial. Hermoso texto donde la introspección y búsqueda va más

allá de los propios temores».

§

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La novela policial de ambiente rural o de bandidos

dD

La narrativa policíaca de ambiente rural o los relatos de bandidos como se

le ha denominado tradicionalmente, tiene una rica tradición en la literatura chilena.

Y aunque habitualmente no se le considera desde una perspectiva policíaca, sino

que como literatura social, bien puede analizarse desde lo policíaco en cuanto en

ella confluyen elementos tales como: un crimen, un delincuente (casi siempre mar-

ginal y que es perseguido por un delito que ha cometido en reacción a su pobreza,

por defender sus derechos o por ser víctima de una injusticia de la ley), una acción

policial realizada por un agente del ‘orden’, y sobre todo porque en el trasfondo de

estos textos hay una marcada reflexión acerca de la justicia, sus agentes y el ambiente

sociocultural en el que se desenvuelven los personajes.

El escritor Enrique Volpe, en su artículo El bandido en la literatura chilena —publicado

el año 1988, en el Suplemento Literatura y Libros b 237, del diario La Época— sitúa

el origen de esta narrativa en los versos o liras populares que vendían los poetas en

bares y estaciones de trenes, los cuales, de preferencia, versificaban sobre crímenes

pasionales o sobre las andanzas de crueles salteadores que pululaban por los alre-

dedores de las aldeas y pueblos rurales. Volpe señala que «el gran maestro del tema

es el escritor Rafael Maluenda, que nos dejó cuentos magistrales y una breve novela

sobre las aventuras y desventuras del bandido talquino Ciriaco Contreras, todo esto

reunido en el libro Historias de Bandidos».

En el ámbito de las historias de bandidos sobresale el dramaturgo Antonio Acevedo

Hernández, quien publicó una serie de crónicas relacionadas con bandidos popu-

lares: El huaso Raimundo rey de los bandidos, La vida aventurera del Torito, El Ralo bandido

de Linares, y Las hazañas sangrientas de Pancho Falcato.

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

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Un destacado aporte al género policial de ambiente rural es el que hace Edesio 

Alvarado (1926-1981), con su novela El desenlace, publicada el año 1966. Una

historia que al decir de Alfonso Calderón en las páginas de presentación del libro

es «la novela policial al servicio de una situación distinta. No podrá nadie negar

que el libro se lee con un interés increíble, que los personajes logran coger al lector

y manejarlo a su amaño». Los personajes de esta novela son un bandolero rural y un

carabinero de origen indígena que escudriña los motivos de una muerte en medio de

un territorio aislado y hostil. Una historia de venganza donde, al decir de su autor:

«El crimen ata, obliga, y en las tierras finales, los hombres de la sabiduría ancestral

decían que cuando los asesinados caen boca abajo, de cara al humus del origen, los

culpables no escapan, quedan rondando en las cercanías del crimen, extrañamente

sujetos a su culpa, encarrilados al albur donde los atrapara la venganza».

Edesio Alvarado realiza otra incursión en la narrativa policíaca de ambiente rural en

su novela breve La captura. Sus protagonistas son el sargento Vivar, un carabinero

destinado a la tenencia de un apartado pueblo en las cercanías del Lago Llanquihue

y de la frontera con la Argentina; y Carmelito, un gañan empobrecido, maltratado,

que llega a convertirse en asesino empujado por las circunstancias que lo rodean: la

injusticia, el hambre, el asedio del que es víctima por parte de la policía.

Otras expresión destacada de esta narrativa se encuentra en la novela Eloy de Carlos

Droguett (1912–1998). Sobre Eloy, en el artículo antes citado de Enrique Volpe, este

autor, anota: «Una de las obras cumbres sobre el bandolerismo es la novela Eloy, basada

en la vida azarosa del bandolero Eleodoro Hernández Astudillo, alías “El Ñato Eloy”,

abatido el año 1941 en una carbonería al interior de los cerros de Buin. La trama de

esta novela (...) es el recuento de su propia existencia, hecha por el bandolero en

las lentas horas preliminares a su muerte, cuando ya se encontraba cercado por los

detectives rurales». Esa novela hizo ampliamente conocido a Droguett y lo proyectó

como uno de los valores más destacados de la narrativa latinoamericana.

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Ramón Díaz Eterovic

En el ámbito de los relatos de bandoleros, notables son los cuentos El último disparo

del Negro Chávez de Oscar Castro, Bandidos en los caminos de Manuel Rojas, Cuero de

diablo de Guillermo Blanco y La huella del bandolero de Manuel Guerrero. Un valioso

rescate de esta narrativa la hizo Enrique Lihn con su selección Diez cuentos de bandidos,

publicada por la Editorial Quimantú durante el gobierno de la Unidad Popular, y

reeditada hace algunos pocos años por la Editorial Sudamericana.

§

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La marginalidad urbana en la narrativa policial chilena

dD

Cuando se analiza la narrativa policial chilena se tiende a considerar en

ella solo los relatos protagonizados por detectives o policías, y los que tienen como

eje discursivo la descripción de una investigación. Sin embargo, y con una perspectiva

más amplia, como es la que ofrece la narrativa criminal a través de su desarrollo en el

último medio siglo, cabe considerar entre sus expresiones las novelas y cuentos que,

sin necesariamente centrarse en el desarrollo o investigación de un crimen, describen

o presentan el mundo de la delincuencia desde el ámbito de la marginalidad y con

el protagonismo centrado en los habitantes del mundo del hampa o del lumpen.

En este sentido, en la narrativa chilena tiene una rica tradición de novelas centradas

en la figura del delincuente (El roto de Joaquín Edwards Bello, Hijo de Ladrón de Ma-

nuel Rojas), y casi como un subgénero subterráneo no siempre bien apreciado por

la crítica especializada, pero que es necesario rescatar y valorar.

Siguiendo el razonamiento expuesto por Enrique Gomáriz en su artículo La otra

marginalidad —publicado el año 1990, en el Suplemento Literatura y Libros b 126, del

diario La Época— esta narrativa se caracterizaría por los siguientes tres elementos: Sus

autores conocen íntimamente la marginalidad, porque proceden directamente de ellos

o la han tratado al ejercer oficios policíacos; su acceso a la literatura es básicamente

mediante relatos autobiográficos y la mayor parte de su producción surge al margen

de la editoriales establecidas, siendo sus ediciones mayoritariamente artesanales y

limitadas. De este último elemento, son especialmente representativos los casos de

Luis Cornejo, obrero de la construcción y actor que vendía sus libros autoeditados en la

Plaza de Armas de Santiago, y el de Luis Rivano, que en parte de sus obras recogió sus

experiencias de miembro del Cuerpo de Carabineros de Chile y que, posteriormente,

para dar cauce a sus obras y las de otros escritores creó un sello editorial propio.

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

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Según Gomáriz, los rasgos que marcan la literatura de estos autores son: «La fuerza

dramática y narrativa de sus textos y el esfuerzo —que alguna vez resulta agóni-

co— por adquirir lenguaje y técnica». «La frescura narrativa y el uso del lenguaje

real —coa— de la marginalidad que se mezclan adecuadamente porque parten de un

conocimiento del medio»; y por último el hecho de que, en general, estos autores «son

autodidactas forzosos. Fueron leyendo las cosas más dispares, mientras aprendían

a escribir, y desde los lugares más diversos, prostíbulos y cárceles con frecuencia».

Esta es una narrativa de gran realismo, que tiene su fuerza en la autenticidad, recrea

experiencias vitales y no se atiene mayormente a los adornos o reglas literarias que

dicta la academia.

En esta línea, el primer caso a mencionar es el de Alfredo Gómez Morel y sus

novelas La ciudad y El río. Textos que tienen un carácter autobiográfico y que recrean

pasajes de su vida de delincuente, ahondando en los hechos y circunstancias que

lo llevaron al delito y, finalmente, a la cárcel, lugar donde escribe sus novelas. El río,

posiblemente su novela más destacada, según comentario de Darío Oses publicado

en la revista Rocinante b 26 de diciembre de 2000, «es el testimonio directo de un

niño, hijo de una prostituta, que huye de su casa y es acogido en las pandillas que viven

en el río Mapocho. Allí lo someten a brutales ritos de iniciación; luego es degradado

por un acto de sodomización, estigma que más tarde logra superar». Esta novela, de

gran impacto en su momento, Pablo Neruda se la lleva a Francia y consigue que sea

publicada por la prestigiosa editorial Gallimard

Luis Cornejo publicó los libros Barrio Bravo, Los amantes del London, El último lunes,

Show continuado, Tal vez mañana, La silla iluminada e Ir por lana. Barrio Bravo, su primera

publicación, realizada cuando Cornejo contaba con 25 años de edad y se desempe-

ñaba como obrero de la construcción, es un libro de cuentos en los que sobresale una

amplia colección de seres que, a despecho de sus infortunios, luchan contra la vida

para lograr algunos instantes de felicidad. Lavanderas, bailarines de fin de semana y

allegados en sucios conventillos, entre otros personajes, configuran una galería de seres

marginales, de vidas sórdidas, mediante las cuales Luis Cornejo refleja la existencia de

un sector social que a diario se desplaza y sobrevive en las barriadas de la gran ciudad.

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Ramón Díaz Eterovic

Luis Rivano es autor de los libros Esto no es el paraíso, El cuaderno de Víctor Hidalgo, El

signo de Espartaco, El apuntamiento, El rucio de los cuchillos, Tirar a matar y La Yira, además

de una larga lista de obras de teatro —entre las que destacan Te llamaban Rosicler y El

rucio de los cuchillos— que le han dado un lugar reconocible en la dramaturgia chilena.

En Tirar a matar, Rivano descubre la personalidad atormentada de Roberto Placilla

«matón a sueldo, distribuidor de drogas, huérfano de nacimiento y sin domicilio

conocido» que se enfrenta al mundo marginal que lo rodea, desconfiando de todo,

embriagado por un odio que no tiene fin. Placilla es un delincuente que lucha contra

sus aprehensiones morales, de una psicología básica, incapaz, incluso a través del

amor que le ofrece una mujer, de sobreponerse al odio. La novela posee descripciones

del accionar del hampa chileno y ofrece la personalidad de un delincuente desnudada

desde su propia voz.

La Yira narra la historia de una prostituta callejera, y aunque en la historia no están

presentes los elementos de una intriga policíaca, el ambiente que describe y los

hechos que acontecen en él, recrean una realidad donde la marginalidad y el delito se

expresan con crudo acento. Rivano rescata en su obra los valores que sostienen a los

seres marginales y fustiga la hipócrita moral que, a su juicio, impera en la sociedad

chilena. Editorial Alfaguara publicó el año 2010 un tomo con el total de su narrativa.

Armando Méndez Carrasco (1915-1986) es autor de una media docena de

libros, entre los que destacan: Chicago chico, Mundo herido, La mierda y Juan Firula. Al

referirse a los textos de Méndez Carrasco, el escritor chileno Daniel de la Vega señala:

«... hay un crudo realismo en las novelas de Armando Méndez Carrasco. Pero es un

realismo honrado que presenta desembozadamente la vida de cierto bajo fondo. No

trata de amontonar miserias, sino de decirnos el dolor de los que fracasan y delinquen,

de los que se dejan arrastrar por las pasiones y se pierden. Sus escenarios están en

las tabernas, en los prostíbulos y en las calles con charcas y murallas ruinosas».

Agreguemos a esto que Méndez Carrasco se destaca por incorporar a la narrativa el

lenguaje del hampa chileno (coa), el que usa con conocimiento y profundidad. Al

respecto, recordamos que Méndez Carrasco es autor del Diccionario del coa, publicado

por la Editorial Nascimento.

Page 62: Huellas de Papel

Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

— 60 —

Dentro de este mismo ámbito, aunque con un estilo más depurado y una temática

que refleja las vivencias de la época de la dictadura pinochetista y de la posterior

transición democrática, destaca el volumen de cuentos Perros agónicos de Francisco 

Miranda. Este libro es un aporte a la narrativa negra producida en los últimos años

en Chile, por la incorporación de historias y personajes que recrean el mundo de los

jóvenes marginales de hoy, el de las barriadas de Villa Francia donde el oropel de la

mentada modernidad ni siquiera proyecta una pálida sombra. Miranda ha hecho de

la marginalidad juvenil su tema y en sus textos permite aquilatar una mirada atenta

para captar las condiciones de su medio y narrar con la proximidad de un testigo

interesado en sus personajes, y en recrear sus vivencias con un lenguaje directo y

convincente. En los últimos años ha publicado una novela corta (El sindicato) y el

volumen de cuentos Bailar con la fea.

Por último, mencionamos libros escritos por delincuentes tristemente famosos que

en su momento dieron trabajo a policías y periodistas. Es el caso de La vuelta al pago

en 82 años. Memorias del Loco Pepe de José Roberto Rubio, pistolero argentino que

alimentó las crónicas rojas de los años sesenta y Los últimos días de Roberto Haebig. Los

crímenes de Dardignac 81 de Free Lancer.

Destacamos también a Claudio Espinosa Molina, periodista que escribió

acerca de algunos de los crímenes más connotados en la delincuencia chilena.

Crímenes sexuales en Chile y Los más sensacionales crímenes en Chile son dos títulos en

los que recrea casos famosos, como el de ‹las cajitas de agua›, ‹el descuartizador del

Cerro Barón› y ‹los crímenes del Chacal de Nahueltoro›.

§

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— 63 —

Narrativa policial chilena de los años 80 en adelante: algunas claves

dD

A contar de los años ochenta se evidencia un renovado interés de los escritores

chilenos por abordar el género policial y específicamente lo que se denomina la novela

negra, cuyos orígenes estarían vinculados a lo que algunos teóricos denominan “la

filosofía de la angustia o la inseguridad", la que reflejaría la situación del hombre

contemporáneo inmersos en sistemas, como el neoliberal imperante en Chile, donde

prevalece la lucha por la emulación económica, el individualismo, la pérdida de credi-

bilidad en la justicia y la corrupción de sus agentes; la marginalidad y el miedo, físico

o económico, como instrumento de coerción política. Estos elementos son recreados

a partir de códigos de la novela negra como los espacios oscuros y marginales de la

ciudad, el lenguaje cotidiano, la violencia, la persecución del hombre por el hombre

y un deseo, las más de las veces inútil de establecer justicia o un cierto equilibrio

entre los que detentan el poder y sus víctimas.

La novela negra en Chile es abordada por autores que asumen directamente sus

códigos —sobre todo el enigma, la atmósfera oscura y los personajes desencan-

tados— para retratar el Chile vivido en las tres últimas décadas del siglo veinte.

Reinstalación que en una gran parte es asumida por algunos narradores de la llamada

“Generación de los 80” que, al decir de Rodrigo Cánovas en el libro Novela chilena.

Nuevas Generaciones: «El modo privilegiado por esta generación para rescatar el

pasado es el relato de la serie negra: un detective privado lleva una investigación en

una sociedad en crisis». O como señala la profesora Magda Sepúlveda en el mismo

libro antes citado: «La novela policial surge como una nueva forma de representar

la realidad nacional. Los delitos relatados en estas novelas escritas a partir de 1980

afectan a toda una comunidad y su reconstitución está vinculada a los procesos de

articulación de la memoria del país».

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

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La reinstalación del género policial en la escena literaria chilena responde, en primer

lugar, a la revaloración literaria que el género experimenta y que gracias a la proyección

de sus autores clásicos ya no puede seguir mirándose como un género marginal. Este

reconocimiento que es recogido por editores y por la crítica literaria es evidente también

en los autores que, no sólo asumen apasionadas lecturas de novelas negras, sino que

además, vislumbran en el género una serie de claves a través de las cuales expresarse.

Desde luego, y como ha ocurrido con muchas otras tendencias artísticas, en Chile este

reconocimiento es tardío, y en él es innegable la influencia que ejerce la revalorización

del género que se experimenta en otros países latinoamericanos, y en especial en España,

donde la obra de autores como Manuel Vásquez Montalbán, Francisco González Ledesma,

Juan Madrid y Andreu Martín alientan la emergencia de una nueva narrativa policíaca.

También es innegable el factor sociopolítico que motiva la reinstalación del género. La

experiencia de vivir una época dictatorial donde el poder político se expresa mediante

la violencia y la negación de la justicia, detonan una serie de hechos y una convivencia

cotidiana que se ligan a la atmósfera y a los hechos narrados en la novela negra clásica.

En ese marco, y cuando la justicia establecida y sus agentes se ponen al servicio de un

estado criminal, despótico, aparece la figura del investigador (detective privado, perio-

dista o abogado) como un héroe marginal, que pese a su precariedad de medios, busca

reponer un equilibrio, establecer justicia mediante una acción que, en la mayoría de las

ocasiones, no pasa más allá de un gesto ético. Es la ética que proviene de un personaje

descreído y solitario capaz de ver las redes invisibles del poder y sus efectos. Y es así

como este personaje, que comienza a habitar la novela chilena, es capaz de hablar de

un mundo real, de explorar la oscuridad y sacar la mugre que, como diría Raymond

Chandler «se esconde bajo las alfombras». Desde el año 1973, Chile se convierte en

una novela negra que algunos autores comienzan a recrear en la década de los años 80.

Sobre la reinstalación del género policial en la narrativa chilena, nos parece oportuno reproducir

algunos juicios del escritor y profesor de literatura Jaime Hagel, quien en su texto Recuperar

al lector perdido, contenido en el libro El escritor y el fomento de la lectura —publicación de la

Sociedad de Escritores de Chile, del año 1996—, expresa: «Me ha llamado la atención la gran

cantidad de novelas policiales que han aparecido en los últimos cinco años en Chile. (...) El

género policial, prácticamente no se publicaba en Chile salvo contadísimas excepciones».

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Ramón Díaz Eterovic

«Desde que existe —señala Hagel—, la novela policial tiene y ha tenido un amplio

público y es más bien ignorada por la crítica académica, porque es considerada su-

bliteratura (...) Se le supone siempre apegada a un formato rígido, que no provoca

ambigüedad alguna, y que satisface todas las expectativas del lector. Conquista y retiene

al lector. El crimen sigue siendo uno de los medios más eficaces para atraer al público

(...) Pareciera ser, entonces, que estos modelos de consumo popular están siendo

reivindicados por los escritores chilenos (...) y me parece que, este formato popular les

está sirviendo para obtener un público lector más masivo y menos intelectualizado».

«Ignoro —continúa Hagel— como se leen estas novelas (...) pues en todas ellas se está reflexio-

nando sobre nuestra sociedad. Son una reflexión plagada de ambigüedades, indeterminaciones,

elementos no dichos, silencios no colmados, es decir, elementos que son inaceptables en la

novela policial folletinesca. Es decir, son novelas policiales en cuanto a formato, pero son

novelas policiales significativas. Hay varios aspectos en los cuáles estas novelas policiales

coinciden. Uno de ellos es la postura del narrador. Por lo general, estas novelas presentan un

narrador que carece de toda la información para completar el rompe cabezas y muchas veces

no es capaz de diferenciar entre lo real y lo imaginario. Hay un predominio del narrador-

personaje, lo que refleja el carácter testimonial que se le pretende imprimir a estos relatos. La

figura del principal protagonista, coincide también con la de un marginal, un desadaptado,

como dicen los norteamericanos, un perdedor, desencantado, repudiado, que no cree ya en

ninguna ideología. Detective por oficio y a veces obligado por las circunstancias, antihéroes

pasivos, pero golpeados a tal forma por las circunstancias, que se ven obligados a participar

de la historia (...) Y el espacio es siempre, como en toda novela policial, urbano, eso sí, ahora

es nacional e internacional, pues el exilio modificó el espacio de la narrativa chilena, se ha

abierto más allá de Chile. La ciudad circundada por el miedo y la desconfianza, donde reina

una atmósfera absurda. El principal es Santiago, especialmente Santiago Centro. Santiago es

miedo, inseguridad y violencia. Estos escritores dejan de lado las escrituras experimentales

y optan por privilegiar formatos de consumo masivo, pero a través de este formato alcanzan

una profundidad de contenido. Por último, me parece que estos escritores hacen un tipo de

novela policial que llega tanto a la gran masa de lectores, como al crítico exigente y elitista. Me

parece todo un mérito crear una obra que llegue al grueso del público y al público exigente,

y me parece que hay todo un mérito al tratar de escribir de esa manera, de usar el formato de

la novela policial como enganche para decir otras cosas más profundas.»

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Narrativa policial chilena de los años 80 en adelante: algunos autores

dD

La mención de obras policíacas publicadas a contar de los años 80 en adelante

la iniciamos con la novela Mañana canta Gardel de Sergio Navarro. Sobre este

libro, el crítico Alfonso Calderón señala: «La intriga policial, los enigmas cotidianos,

las claves amargas acerca de la condición humana son los elementos que infunden

a este libro la noción de humanidad en acoso (…) En la línea de la llamada “novela

negra” o “narrativa dura”, Navarro aborda los problemas con un lenguaje convincente

que, por momentos, corta la respiración».

Guillermo Chávez publicó, con el seudónimo de Tadeo Luna, el volumen de

cuentos Échame a mí la culpa, protagonizados por el Inspector Valdés, quién al decir

de Guido Eytel en la presentación del libro, «recorre pesimista los paisajes de Te-

muco y sus alrededores, cargado con su propia culpa y buscando las culpas de los

demás». Eytel apunta que en los cuentos es posible reconocer los crímenes que han

destacado en la crónica roja de la región de La Frontera y que uno de los méritos del

autor es haber incorporado la geografía de esa región en la novela policial chilena.

Enrique Araya (1914-1990), publicó en 1987 la novela Crimen en cuarto cerrado,

una parodia del género policial, con chispazos de ingenio similares a los desplegados

en su conocida novela La luna era mi tierra. El tono paródico de esta novela se advierte

desde el mismo nombre de su protagonista —Hércules Prado— que recuerda a

Hércules Poirot, el detective belga creado por la pluma de Agatha Christie. Prado es

un policía jubilado al que su creador presenta como «cumplidor y empeñoso, amante

de su profesión que sólo le había deparado fracasos, a pesar de los esfuerzos por

perfeccionarse». La muerte de un joven estudiante de Derecho, que vive en la misma

pensión donde el detective renta un cuarto, le dará a Hércules Prado la oportunidad

de investigar el crimen con el que ha soñando toda su vida.

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

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En Muerte de una ninfómana, Poli Délano narra la historia de un doble asesinato

y una sola víctima, Leonor Salinas de Quiroz, una mujer joven, bella y ninfómana

que va por la vida seduciendo y traicionado a sus amantes, incluyendo a su marido,

el doctor Quiroz. La historia está situada en Ciudad de México y esta contada desde

la perspectiva de tres personajes, los cuales van aportando los antecedentes que

permiten conocer la historia de la mujer, las motivaciones de sus supuestos asesinos,

y el desarrollo del crimen. En esta novela aparecen dos investigadores: El inspector

Becerra y el detective privado Oscar Lambret. Las relaciones entre ambos no son

buenas. Lambret, joven y algo aficionado al brandy, desconfía del policía e intenta

adelantarse a los hallazgos de éste; Becerra por su parte, considera al detective privado

un «aficionado al juego policial que ya varias veces había metido sus narices en los

asuntos que a él mismo le tocaba manejar».

La trama de la novela es simple y su resolución cierra el círculo de dos asesinatos,

cometidos por un amante y por el esposo de la víctima, y un solo cadáver, el de

la ninfómana. Una historia de amores y celos, narrada con agilidad y una buena

construcción psicológica de los personajes. Muerte de una ninfómana fue publicada en

México, con el seudónimo de Enrico Falcone, y en Chile, fue reeditada el año 1996

por lom Editores. Esa novela, más algunos cuentos como Felices y Adivinanzas y la

novela breve Un cadáver en la bahía (inédita aún en Chile) hacen de Poli Délano un

acertado y entusiasta cultor del género policíaco.

En Flores para un ciborg, Diego Muñoz Valenzuela narra la historia de un exiliado

que regresa a Chile, y lo hace acompañado de un ente cibernético —ciborg— que

lo ayudará a ejecutar su venganza en contra de los que en el pasado fueron sus ene-

migos políticos. La novela se mueve en los terrenos de la ciencia ficción y el relato

policial, unión de dos géneros que se ha hecho frecuente en otros países, pero que

en Chile resulta novedoso, y que por lo tanto le confiere un atractivo especial a esta

novela. Muñoz Valenzuela insistirá en esta línea con su novela Las criaturas del ciborg,

publicada el año 2010.

El paraíso tres veces al día de Mauricio Electorat es una novela en que, al decir

del profesor de literatura José Luis Fernández, «muestra, a través de una visión des-

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Ramón Díaz Eterovic

esperanzada, el proceso por el cual Alfredo Martín, un chileno avecindado en París,

es progresivamente introducido al submundo del narcotráfico y de los inmigrantes

ilegales. La ciudad y sus suburbios son espacios signados por la marginalidad y la

exclusión. Los personajes son seres desprotegidos, que sobreviven como sólo han

aprendido a hacerlo y luchan por subsistir jugando con las reglas que han impuesto

los que manejan sus vidas; sueñan con dar un vuelco a sus existencias y escapar, pero

la ciudad impone sus propias redes. París muestra sus propias sombras, el negativo

de la ciudad luz».

Roberto Bolaño incursiona en el género policial con su novela La Pista de Hielo.

Una novela negra que narra un extraño crimen acontecido en el imaginario pueblo

español de Z. El asesinato ocurre en la pista de hielo, un lugar prohibido, misterioso

e ilegal. Al referirse a esta novela, Roberto Bolaño, en entrevista concedida al diario

La Tercera, señala que su narrativa: «Se emparenta con la novela negra rural de Jim

Thompson, donde los conflictos ya no se generan tanto por la corrupción sino por

las pasiones, los adulterios y las peleas por cuotas mínimas de poder que parecen

absurdas». Otras incursiones de Bolaño en la narrativa policial, con un marcado

afán rupturista, se da en su novela Monsieur Pain y en su cuento El detective de las ratas.

José Román, conocido guionista y crítico de cine, publicó el año 1996 la novela

El espejo de tres caras, un notable aporte al policial chileno. Novela atrayente, narrada

con gran economía de recursos, descripciones acertadas y una trama que enlaza

distintas voces para recrear un mundo oscuro. Un grupo de agentes de la “seguri-

dad” pinochetista incursionan en el narcotráfico, amparados en sus conocimientos

represivos y la impunidad de su oficio. Cada uno de ellos lleva la pesada carga de sus

recuerdos y son los protagonistas de un ajuste de cuentas colectivo que parece tener

como última justificación huir de los recuerdos. A través de ellos, Román construye

una radiografía de un tiempo fantasmagórico que refleja, con la implacable fidelidad

de un espejo, el entramado de la sociedad chilena.

Gonzalo Lira constituye un caso especial. Si bien es un autor nacido en Chile,

ha residido gran parte de su vida en Estados Unidos, lo que se refleja en su obra. En

Contrapartes, publicada por Emecé en 1998, desarrolla un thriller cuyos personajes

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

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son agentes del fbi. La novela está centrada en un proyecto de atentado contra la

capilla Sixtina tras el cual se esconde una intriga de robos y estafas realizada por

directivos de la cia. En el 2002, Gonzalo Lira publica un segundo thriller: Acrobat.

La historia es una secuela de la novela Contrapartes.

La Sonrisa del Caimán de Dauno Tótoro es una novela de sobrevivientes, enraizada

en la historia política, construida sobre la base de la acción en que se ven envueltos

los personajes al asumir la violencia como única vía para conseguir sus objetivos. Su

protagonista es Marcos Buitrago, un periodista desencantado, solitario y dueño de

un pasado que le ha dejado cicatrices. De la noche a la mañana, se ve sumergido en

la búsqueda de la hija de una víctima de los campos de concentración nazi. Búsqueda

que se inicia en las calles de Ñuñoa y que luego lleva a Buitrago a efectuar un largo

y tortuoso circuito hasta Bélice, donde esta el centro de operaciones de un antiguo

criminal de guerra nazi.

Michel Bonnefoy, autor chileno de larga residencia en Portugal y Francia, publicó

en el año 2000, la novela Vienen del miedo, una novela que atrapa por su trama y por

la personalidad atormentada de su protagonista, un contador aparentemente de

una vida anodina, dotado de una capacidad sensorial especial, que en un momento

determinado se siente víctima de la persecución de una organización secreta que,

con fines económicos o científicos, pretende apoderarse de sus conocimientos.

La guerra santa de Santiago de Chile de Marco Antonio De la Parra es la novela

de un autor que utiliza y experimenta con las claves del género policial, sin que ne-

cesariamente sea la tónica predominante en sus obras. Sobre esta novela, el crítico

literario Javier Edwards en su artículo El frágil equilibrio de la novela —publicado el año

1989, en el Suplemento Literatura y Libros b 88, del diario La Época— señala: «En el

marco de una intriga policíaca, con un acertado manejo del misterio en la primera

parte del relato, la novela convierte a Santiago de Chile en el escenario de un enfren-

tamiento con ribetes metafísicos, con eventuales dobles lecturas, entre una banda

angélica y otra demoníaca cuyos límites se confunden constantemente denunciando

la invalidez de la diferencia».

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Ramón Díaz Eterovic

Tres réquiem para Carmela de Antonio Montero es una novela de largo aliento

donde fluye el tema de la venganza y la represión policial, en el marco de la dictadura

militar vivida en Chile entre los años 1973–1990. Antonio Ostornol, en su artículo

Una novela de dolor —publicado el año 1988, en el Suplemento Literatura y Libros b

12, del diario La Época—, comenta: «Antonio Montero, con estilo directo, referencias

exactas y una minuciosa reconstrucción de la realidad chilena, va desentrañando los

habitantes de un paisaje para nosotros dramáticamente familiar: la represión y los

crímenes, la marginación poblacional, las diferencias económicas brutales. En otros

términos, aparece ante nosotros toda la anormalidad del espacio social chileno».

La partida de Jorge Calvo es otra de las novelas publicadas en los años noventa y

que utiliza elementos de la narrativa policíaca en su relación con el poder político.

El crítico Ignacio Valente, en su columna publicada en la Revista de Libros del diario El

Mercurio —edición b 130 de octubre de 1991— señala: «...esta novela se abre paso

a su manera y acierta aquí y allá en la difícil tarea de revelar el horror de los servicios

nacionales de inteligencia hacia 1975. (...) Esta novela ha conseguido —al menos en

algunos de sus pasajes— el acento político-policíaco adecuado, y su relativo éxito

está curiosamente mezclado con su imperfección».

La sombra del victimario, novela de Hernán Poblete Varas publicada el año 1990,

desarrolla una historia policíaca de ambiente rural en la zona de Curicó. Un asesino

anónimo recorre el territorio y lo hace como una sombra que no deja huellas que

permitan su captura por parte de la policía. La novela está narrada por un singular

periodista —Hermógenez López— quien se hace parte en la investigación, al tiem-

po que escribe erráticas crónicas sobre los sucesos que motivan la búsqueda del

victimario. La novela plantea una intriga interesante, matizada con momentos de

humor y la acertada descripción de una amplia gama de personajes rurales. Poblete

Varas, un inteligente y generoso difusor de la narrativa policial, había incursionado

antes en ésta con su novela El juego de la sangre.

El mercenario ad honorem de Gregory Cohen es otra novela en la cual se pueden

reconocer las claves del género policíaco. Su protagonista es Abel, un publicista

que se desenvuelve a contrapelo en el medio publicitario y que al mismo tiempo

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

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colabora en actividades de resistencia a la dictadura imperante en Chile. Al describir

esta novela, la profesora de literatura Magda Sepúlveda, en su texto Del género policial

incluido en el libro Novela chilena. Nuevas Generaciones de Rodrigo Cánovas, señala:

«La trama comienza cuando el protagonista es conducido a una pieza para presenciar

el cadáver de una joven. Concurre dominado por su opción morbosa, un impulsivo

deseo tanto de publicar su texto literario inédito como de ser testigo de la época.

(...) Abel no puede denunciar el hallazgo del cadáver ante la policía, porque ésta le

busca; de hecho, recientemente han allanado su departamento como una forma de

amedrentarlo por las actividades subversivas que realiza. El protagonista, entonces,

comienza a ejercer como detective».

La misma Magda Sepúlveda, en el texto antes citado, hace referencia a dos novelas

que también están escritas desde los códigos de la novela negra: El infiltrado de Jaime 

Collyer y La ciudad anterior de Gonzalo Contreras. Sobre El infiltrado, Magda

Sepúlveda, anota: «Se trata de la confesión de un culpable». Al contar su historia,

Simón Fabres, el protagonista de la novela, va revelando las causas que lo llevaron

a infiltrarse en una organización subversiva y a participar en la colocación de una

bomba. Fabres es un personaje ambiguo, desencantado, que en su accionar se vin-

cula con otros dos personajes: Gastón y Morán. Sobre el protagonista de la novela,

Magda Sepúlveda, acota: «Simón Fabres no es un subversivo por hacer detonar la

bomba; él no tiene una opción partidista. Su accionar está motivado por el dolor que

le ha causado la muerte de su mujer a manos de funcionarios del régimen político».

En cuanto a La ciudad anterior, Magda Sepúlveda señala que: «El texto de Gonzalo

Contreras trabaja lo policial desde la categoría del suspenso. En ella, el interés del

lector está sostenido por lo que acontecerá. Ahora bien, lo peculiar de La ciudad anterior

es que ese sucederá está tejido en filigrana al interior de hechos que aparentan poca

trascendencia y cuyo efecto sólo podemos unir al terminar la lectura. (...) Carlos Feria

—el protagonista de la novela— recorre el país vendiendo armas. De esta manera,

llega a un poblado ubicado en la zona central de Chile. Dos situaciones lo obligan

a permanecer más tiempo de lo habitual en el pueblo: una fiebre, producto de las

características locales del agua, y una orden de arraigo, cursada porque se asesinó

con una de sus armas a un hombre por motivos pasionales».

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Ramón Díaz Eterovic

Pedro Guillermo Jara publicó el año 1997 el libro Disparos sobre Valdivia que

reúne una serie de relatos protagonizados por Peter William O’Hara, un particular

detective privado que reside y actúa en la sureña ciudad de Valdivia, y es el protagonista

de casos policíacos vinculados a personajes y hechos del medio cultural valdiviano.

O’Hara tiene la impronta de los detectives clásicos de la novela negra. Es aficionado

a los disfraces y al café irlandés. Su mejor amiga es una Colt 45 y en la puerta de su

oficina suele colgar un letrero que dice: ‹Aquí le damos duro al crimen. Voy y vuelvo›. En

el prólogo del libro antes mencionado, el profesor Iván Carrasco anota: «O’Hara

piensa, habla y actúa motivado por una vocación absoluta hacia una forma de vida

policial en medio del lumpen y la marginalidad, en lucha permanente contra ellos».

Alvaro Briones publicó el año 1998 Como un país natal novela que al decir del

crítico Rodrigo Cánovas —en Revista de Libros de El Mercurio del 9 de enero de 1999—

«Presenta una trama jurídico-policial que desentraña el ambiguo orden moral de

la transición política chilena. Se inscribe, entonces, en el grupo de narraciones que

aborda la crisis de identidad de la sociedad chilena desde la novela negra. (...) El

protagonista es un abogado cuarentón, con oficina en el centro antiguo santiagui-

no, quien comienza una investigación personal que no logra oficializarse ante los

tribunales ni tampoco salir a la luz pública, siendo interferida por la lógica equívoca

de ciertos poderes inefables».

Eduardo Correa publica el año 2001 su novela Valparaíso: La Perla del Barrio Chino,

en la que introduce al Inspector Carrillo, eficiente investigador de la policía porteña,

lector de Davis Goodis y de otros autores policíacos franceses. Carrillo debe investigar

el asesinato del “Zar”, un mandamás de los bajos fondos de Valparaíso. Correa asume

el relato policial con cierto afán rupturista, construyendo una narración fragmentada

en la que participan el Inspector Carrillo y otros personajes de la bohemia porteña.

Mariano Salas publicó el año 2002 su novela El cantor de Isla Negra, en la que

su protagonista desarrolla una caótica travesía por el submundo de la droga y los

negocios ilícitos.

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

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Otra novela destacable de este período es Para llegar a Baden Baden de Claudio 

Jaque, que relata una intriga europea en la que intervienen miembros de la cia. Por

otra parte, utilizando los códigos de la novela negra, Alberto Fuguet recrea en

su novela Tinta Roja el apasionante y muchas veces marginal mundo del periodismo

policíaco. De la mano de Alfonso, un joven periodista que hace sus primeras armas

en la profesión, Fuguet muestra un mundo nocturno donde el delito campea en

todas sus formas. Narcotráfico, prostitución, robos, son parte del ambiente sórdido

en el que se mueven los personajes de esta novela construida con diálogos ágiles

y entretenidas anécdotas que sirven para el enfrentamiento entre viejos y jóvenes

reporteros. Tinta Roja muestra la delincuencia desde el punto de vista de aquellos

que deben convertirla en noticia y espectáculo. La novela fue llevada al cine por el

director peruano Francisco Lombardi.

José Gai es periodista, escritor y humorista gráfico. En el ámbito de la novela policial

se dio a conocer el año 2006, con su novela Las manos al fuego, que obtuvo el Premio

José Nuez Martín, de la Facultad de Letras de la Universidad Católica de Chile. En

la entrega de este premio, el profesor de la Pontificia Universidad Católica, Patricio

Lizana señaló que: «Las manos al fuego (...) se apropia de los códigos de la novela negra,

se vincula al neopolicial latinoamericano y ofrece un original retrato de lo ocurrido

en Chile durante la década 1973–1983. Si bien la obra es un mapa crítico de este

período, su valor no radica solo en constituirse en un testimonio de los problemas

político-sociales, sino que, además, es un mapa de la vida humana de esos años, una

indagación verosímil de los secretos y culpas de los personajes, de cómo reconstru-

yeron la identidad y la memoria, procesos que tienen su origen en el colapso de la

democracia en 1973 y en la amenazante vida en dictadura». José Gai ha publicado

el libro de relatos El Veinte, la novela Los Lambton y la novela gráfica Capitán Garra.

Gonzalo Hernández, uno de los autores más jóvenes en el campo de la na-

rrativa policial actual, es autor de Colonia de Perros, novela publicada el año 2010

y en la que dio a conocer a Gustavo Huerta, un detective aficionado a la lectura de

Heráclito, la marihuana y los casos sin aparente solución. Huerta se ve envuelto en

dos investigaciones simultáneas y a partir de eso, Gonzalo Hernández construye

una intriga que lleva a su investigador a recorrer Santiago, hurgando en sus espacios

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Ramón Díaz Eterovic

marginales y entre las ocultas redes construidas por el poder político y económico.

Gustavo Huerta, el personaje de Hernández es un singular detective que se suma a

la lista de los investigadores chilenos de ficción, y que ubica a su creador entre los

buenos narradores chilenos actuales.

El año 2003, Carlos Tromben irrumpe en la narrativa policial con su novela

Poderes fácticos que ganó el concurso de novela de Revista de Libros del diario El Mer-

curio. A esa novela le sigue Prácticas rituales, y ambas plantean investigaciones que se

ubican a comienzo de los años setenta, con una acertada descripción de época y de

los ambientes que recorre el detective J.J. Palma, un policía conocedor de bares, hipó-

dromos y sectas extrañas. Posteriormente, Tromben publica dos novelas más: Karma

y La casa de Electra, que consolidan su trabajo narrativo en el medio literario nacional.

Juan Ignacio Colil es autor de una serie de volúmenes de cuentos y novelas.

Su novela negra Lou, el año 2004, obtuvo el Premio Municipal de Literatura de San-

tiago. El año 2010 publica Al compás de la rueda. Una atmósfera enrarecida envuelve

la mayoría de las historias de este libro. Es la atmósfera de una ciudad que parece

vivir bajo una sombra permanente —o un misterio subterráneo— que condiciona

la existencia de personajes que se ven enfrentados a hechos que provocan un vuelco

en sus vidas, y los dejan en un estado de suspenso o asombro. Santiago —la ciudad

crepuscular de los años 80 o la aparentemente apacible urbe de nuestros días— es el

escenario en el que se desenvuelven una serie de personajes anónimos. Juan Ignacio

Colil constituye todo un hallazgo en el panorama de la actual narrativa chilena. Sus

relatos evidencian a un narrador que con aparente sencillez y dosificado suspenso

introduce al lector en historias complejas y envolventes.

Sebastián Edwards es autor de El misterio de las Tanias y Un día perfecto. En la

primera desarrolla una intriga en la que participan espías cubanos y de la cia. Según

afirma Roberto Ampuero, en crónica publicada en La Tercera: «El misterio de las Tanias

expande los límites de nuestra novela policial y de espionaje y cabalga por sus terri-

torios sin complejos. El libro postula que Tamara Bunke Bide, alias Tania, la agente

cubana de origen alemán que fue amante del comandante Ernesto Che Guevara y

murió en 1967 en la guerrilla de Bolivia, era sólo una de muchas infiltradas por el

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

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espionaje cubano en las elites del continente». En su segunda novela, Edwards cuenta

el supuesto intento de secuestro, durante el Mundial de Fútbol del año 1962, del

arquero del equipo soviético. Este hecho le permite recrear aspectos de la sociedad

chilena de la época y tejer una historia de amor.

Eduardo Soto Díaz, escritor y periodista de larga trayectoria, ha publicado, entre

otras, las novelas En la oscuridad del miedo, Tras las nubes habitan los ángeles, El orden de los

brujos y Un paraíso imperfecto. También el volumen de cuentos La muerte de un notario y

otras muertes. Respecto a este volumen de cuentos el comentarista Alejandro Lavquén,

en la revista Punto Final, señala: «Un volumen que concentra siete relatos de corte

policial de muy buena factura, entretenidos y llenos de sorpresas. (...) Soto maneja

bien los personajes y las intrigas, también el ingenio». En Un paraíso imperfecto, su

última publicación hasta la fecha, Soto Díaz nos presenta a dos detectives de la policía,

José Ignacio Suárez y Mauricio García, quienes investigan la muerte de una pareja

de amantes. Esta novela, al decir del comentarista Juan Luis Monsalve en la revista

digital La Negra: «involucra al lector, por el gusto a la acción, la intriga del enigma y

la empatía con los personajes. Posee una buena historia y está muy bien contada».

Mauro Yberra es un caso especial en la narrativa policial chilena de los últimos

años. Bajo ese seudónimo se esconden los nombres de los escritores Eugenio Díaz

Leighton y José Leal, los cuales han dado vida a un trío de investigadores: los her-

manos Juan y Jorge Menie, y Ángel Pedreros, quien actúa como acompañante de los

dos primeros y narrador de la historia. Hasta la fecha, Mauro Yberra ha publicado

tres novelas: La que murió en Papudo, Mataron al don Juan de Cachagua y Ahumada Blues.

En todos estos textos encontramos un misterio atractivo y una prosa abundante en

humor, ironía, buenas descripciones y personajes que resultan inolvidables.

La novela La iniciación de Helios Murialdo narra una situación criminal asociada

a la Colonia Dignidad, enclave nazi ubicado en el sur de Chile, vinculado a torturas y

desapariciones de contrarios a la dictadura pinochetista. La novela se centra en la muerte

de un estudiante universitario. El escenario es la zona de Curicó y Murialdo, a través de

la narración desarrolla una acertada radiografía de la sociedad chilena, en la que germina

la intolerancia, la división de clases y la expresión soterrada de enclaves totalitarios que

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— 77 —

Ramón Díaz Eterovic

pretenden ordenar la sociedad a su antojo. Además La iniciación aporta dos nuevos detectives

a la narrativa policial chilena, con personalidades atractivas y bien definidas: Sebastián

Romero y Milan Raquena.

Eduardo Contreras publicó el año 2005 Don´t Disturb: Crónica de un encuentro

en Cartagena de Indias, novela que obtuvo el Premio Juegos Literarios Gabriela Mistral

y que a juicio del jurado que se lo concedió, destaca por su oficio, información y

excelente manejo de la acción. Toño Freire, periodista de dilatada trayectoria dio

a conocer la trilogía protagonizada por el reportero de espectáculos Osvaldo Muñoz

Romero (“Rakatán"). La trilogía se compone de los títulos: Rakatán, hay ambiente

en el Bim Bam Bum, Rakatán y La Carlina, heroína nacional y Rakatán en La Sirena. En

estas novelas, junto con la intriga policial, encontramos una rica descripción de la

bohemia chilena de los años previos al golpe militar del año 1973. Martín Pérez

ha publicado los libros Santiago Traders & Otros y Tapia, una secuencia de historias

en las que prima el humor y la ironía para desarrollar un texto policial que escapa

a las convenciones del género. También consignamos el libro de cuentos Échame a

mi la culpa de Guillermo Chávez (Tadeo Luna) y las novelas Payasos de la muerte

de Mario Cáceres Contreras, Conspiración en Londres de Jimmy Mondaca,

Secuencia Chobart de Pablo Rumel y El miedo de Ernesto Langer.

Nada es como parece en el mundo que describe Ignacio Fritz en su novela Nieve

en las venas. Delfina Edith, una de las primeras investigadoras privadas de la narrativa

policial chilena, penetra en el mundo del narcotráfico y desenreda algunos negocios

clandestinos que tienen su base en un exclusivo club de golf. Además, Ignacio Fritz

abordó el género negro en un buen libro de cuentos titulado Eskizoides.

En El Gran Dios Salvaje, César Farah construye una novela compleja y atractiva,

protagonizada por Diego González, un profesor de literatura que ve trastocada su vida

después de un accidente en el que mueren su esposa y su hijo. González sobrevive

pero pierde la memoria. Decide ser otra persona que, entre otras actividades, se dedica

a leer libros a un grupo de ancianos. Pero, González no está solo, y de su vida anterior

aparecen personas que desean saber de él, para lo cual contratan al detective privado

Alonso Claro. El actor y cineasta Boris Quercia publicó el año 2010 su primera

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

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novela Santiago Quiñones, tira en la que recrea el trabajo de un detective de la pdi al

investigar un caso de tráfico de drogas y corrupción. La novela destaca por su ritmo

narrativo y por la personalidad de su protagonista, un detective de carne y huesos

que intenta cumplir de la mejor manera posible con su trabajo. Cristián Cottet,

responsable de la colección Crímenes Criollos que publica Mosquito Editores, debutó

en la narrativa policial con la novela ¿Qué le pasó, don Juan? en la que relata las vivencias

de un gañán que convive con el mundo de la marginalidad y los delitos. A juicio de

Julián Avaria, en comentario publicado en la página Web de la Corporación Letras de

Chile, en esta novela: «El único crimen (...) en evidencia es la injusticia social. Aquella

realidad, triste y absurda, donde los que nacen rompiéndose el lomo, morirán con

el peso de los ricos sobre sus espaldas jorobadas sin llegar a casarse nunca con la

hija del patrón». Ismael Bermúdez y Héctor Hidalgo en su libro Tres miradas

en la noche recrean una serie de crímenes famosos que forman parte del imaginario

popular chileno, como los casos de Emile Dubois, el “Chacal” de Nahueltoro y el

“Tucho Caldera”. El libro constituye un buen trabajo de investigación y refleja la

capacidad de los autores para refrescar historias tan antiguas como apasionantes.

Susana Sánchez es la autora de la novela Ojo de Medusa texto en el que aborda el

mundo de la farándula televisiva. Sobre esta novela, el escritor Pablo Azócar señaló que

se trata de una historia que «nos habla del poder, con sus facetas de sumisión, máscara y

rebeldía, con personajes que se embrutecen y humillan en un mundo cuyos valores están

enfermos». Gabriela Aguilera ha publicado varias colecciones de cuentos, entre

las que destacan Asuntos privados, Con pulseras en los tobillos y En la garganta. Sus cuentos

sorprenden por la desatada violencia que contienen y por personajes que suelen estar al

límite de la cordura. Por su parte Orietta De la Barra es la autora de la novela A pesar

del miedo. Estas tres autoras se suman, en un género poco frecuentado por las escritoras

chilenas, a nombres de mayor trayectoria, como los de Elizabeth Subercaseaux y

Marcela Serrano, dos autoras que han incursionado en el género policial. Elizabeth

Subercaseaux ha escrito las novelas Un asesinato en La Moneda, Asesinato en Zapallar y Las

Confidentes. En Asesinato en la Moneda desarrolla una historia que pretende analizar el

poder y su relación con crímenes que atraviesan las clases y redes sociales y Las confidentes,

según su propia autora, es «una novela negra que va revelando el asesinato de dos mu-

jeres, el mismo día, a la misma hora y de la misma manera, pero uno en Estados Unidos

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Ramón Díaz Eterovic

y otro en Quillota». Por su parte, en Nuestra Señora de la Soledad, Marcela Serrano narra

la historia de una mujer detective —Rosa Avallay— que debe investigar la desaparición

de una afamada escritora.

A las obras antes mencionadas se suman algunos cuentos policíacos o negros, publi-

cados en distintos volúmenes y antologías, de autoras como Alejandra Basualto, Sonia

González Valdenegro, Virginia Vidal, Pía Barros y Claudia Apablaza. También existen

unas pocas antologías que muestras diversas expresiones de la narrativa policial,

como Crímenes criollos. Antología del cuento policial chileno (Mosquito Editores), y Letras

rojas. Cuentos negros y policíacos (Editorial Lom), ambas recopilaciones de Ramón Díaz

Eterovic. Por último, para una comprensión del fenómeno de la narrativa policial

en Chile se pueden consultar los ensayos Crimen y verdad en la novela policial chilena

actual de Clemens Franken (Universidad de Santiago de Chile); Tinta de sangre.

Narrativa policial chilena en el siglo xx de Clemens Franken y Magda Sepúlveda

(Universidad Católica Silva Henríquez), Aproximaciones al neopolicial latinoamericano

de Juan Armando Epple (Editorial Lar), Poder y crimen en la narrativa chilena

contemporánea (Mosquito Editores) y El neopolicial latinoamericano y la crónica del Chile

actual en las novelas de Ramón Díaz Eterovic (The Edwin Mellen Press) de Guillermo 

García-Corales y Miriam Pino; El neopolicial latinoamericano: De los sospechos de

siempre a los crímenes de Estado, editado por Adolfo Bisama (Editorial Puntángeles.

Universidad de Playa Ancha) y Novela chilena, nuevas generaciones. El abordaje de los

huérfanos de Rodrigo Cánovas (Universidad Católica de Chile).

§

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— 81 —

Narrativa policial chilena de los años 80 en adelante: la exploración sistemática de un género

dD

En el panorama de la narrativa policial chilena de los últimos veinte

años, destacan algunos nombres, como los de Luis Sepúlveda, Sergio Gómez, Ramón

Díaz Eterovic, Bartolomé Leal y Roberto Ampuero, quienes han escrito una serie

de obras enmarcadas en el género, con una intención de recurrencia y exploración

sistemática dentro del mismo.

La narrativa de Bartolomé Leal está definida por su apego a la novela negra y en

especial a una de sus corrientes denominada el policial etnológico, que junto con el

desarrollo de alguna pesquisa criminal se preocupa de profundizar en factores de tipo

racial o explorar en las condiciones de marginalidad en la que sobreviven algunos

pueblos y culturas originarias.

Dentro de esta línea y de manera paralela a las novelas escritas en conjunto con

Eugenio Díaz y firmadas con el seudónimo de Mauro Yberra, Bartolomé Leal publicó

hace algunos años su novela Linchamiento de negro, ambientada en un país africano, y

luego Morir en La Paz, publicada en España por la Editorial Umbriel y posteriormente

traducida al alemán.

A fines del año 2007 en Bolivia, publica su novela En el Cusco el Rey, situada en el

Perú y con una trama centrada en el robo y comercio ilícito de pinturas coloniales que

forman parte del patrimonio cultural peruano. Sus últimas publicaciones han sido la

novela El caso del rinoceronte deprimido y el volumen de cuentos Pequeñas muertes negras.

Ramón Díaz Eterovic dio a conocer en 1987 su novela La ciudad está triste, en

la que nació el detective Heredia, protagonista de otras trece novelas, entre las que

destacamos: Angeles y Solitarios, Los siete hijos de Simenon, El ojo del alma, El segundo deseo,

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

— 82 —

La oscura memoria de las armas y La muerte juega a ganador. Sus novelas dieron origen a la

serie de televisión Heredia & Asociados transmitidas por Televisión Nacional de Chile.

Guillermo García Corales, profesor de la Universidad de Baylor, Texas, ha dicho que:

«Díaz Eterovic revisa con sagacidad la historia de Chile de estas últimas décadas

mediante sus novelas protagonizadas por el detective Heredia, quien confronta per-

tinazmente la ecuación crimen y poder que se torna cada vez más compleja y ubicua.

Los comentaristas literarios tanto nacionales como extranjeros han considerado esta

narrativa como un genuino modelo de la nueva novela social chilena, pues expone

críticamente, en clave realista y al margen de lo políticamente correcto, las lacras de

una sociedad que ha perdido su rumbo.

Sergio Gómez es autor de los libros de cuentos Adiós, Carlos Marx, nos vemos en el

cielo; Vidas ejemplares y Partes del cuerpo que no se tocan y de las novelas La obra literaria de

Mario Valdini, El labio inferior y La mujer del policía. Es un destacado exponente del género

policial orientado a los lectores jóvenes a través de la serie de novelas protagonizadas

por el detective Quique Hache, personaje con el cual también ha incursionado en la

novela gráfica, junto al dibujante Gonzalo Martínez.

En La obra literaria de Mario Valdini se cuenta la historia de un profesor que busca desentrañar

episodios desconocidos en la vida de un escritor desaparecido. En torno a esta idea, Gómez

construye una intriga policial que compromete la existencia del propio investigador.

En otras de sus novelas, La mujer del policía aparece un personaje recurrente en la

narrativa de Gómez, el periodista Plinio Jáuregui, quien es el encargado de investigar

la muerte de una mujer ocurrida en el pueblo de Vertiente Baquedano.

Luis Sepúlveda, el destacado autor de El viejo que leía novelas de amor ha realizado

varias incursiones en el género policíaco, reflejadas en las novelas con Nombre de

Torero, Diario de un killer sentimental, Yacaré y Hot Line.

La trama de Nombre de torero se ubica en un apartado rincón de la Isla Tierra del Fuego.

Agentes de seguros, espías alemanes y una serie de chilenos desarraigados intervienen

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Ramón Díaz Eterovic

en un relato que recorre la historia de la política mundial de las últimas cinco décadas

del Siglo xx. Sus temas de fondo son el quiebre de las utopías y la necesidad, inhe-

rente a todos los hombres, de querer sobrevivir a pesar de los golpes y los fracasos.

Hot Line está protagonizada por el detective Georges Washington Caucamán. El policía

trabaja en una zona rural de Chile, y a raíz de un desencuentro con el hijo de un militar,

es enviado a Santiago y destinado a la unidad de delitos sexuales. La novela constituye

una denuncia acerca de la discriminación racial subyacente en la sociedad chilena

y acerca de la presencia en ésta de los antiguos agentes represivos de la dictadura.

Roberto Ampuero publica en 1993 la novela ¿Quién mató a Cristian Kustermann?, a la

que le siguen El alemán de Atacama, Boleros en La Habana, Cita en el Azul Profundo, Halcones

de la noche y El caso Neruda, todas protagonizadas por el detective Cayetano Brulé.

Rodrigo Cánovas en su libro Novela chilena. Nuevas generaciones, señala que Brulé es

«un ser ubicuo, que realiza un recorrido simbólico en busca de la respuesta al enigma,

yendo de Valparaíso a Bonn, de Bonn a La Habana, para regresar al puerto. Alemania,

Cuba y Chile constituyen el espacio escenográfico donde se actúa el eclipse de las

utopías que fundaran los así llamados socialismos reales».

Respecto a Boleros en La Habana, Cánovas señala que en ella «la desconstrucción

de utopías también aparece, pero ya no es lo central en la confección del proyecto

literario». En El alemán de Atacama Brulé viaja a San Pedro de Atacama a investigar la

muerte de un personaje de origen germano. En la trama se combinan ciertos intereses

empresariales con el misterioso accidente de un diputado.

§

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— 85 —

Hasta aquí este acercamiento a la narrativa policíaca chilena que en

los últimos años se ha desarrollado de manera significativa, a través de su abordaje

por un conjunto importante de autores, algunos de los cuales han obtenido una

amplia recepción entre los lectores o han sido merecedores de los premios literarios

más importantes del país, en competencia con las denominadas novelas “serias”.

A esos dos elementos —recepción lectora y reconocimientos literarios— se une el

trabajo de una crítica literaria más receptiva al estudio y valoración de esta narrativa.

El desarrollo de la narrativa policial chilena se inserta en lo que se ha dado en llamar

el neopolicial latinoamericano, fenómeno relacionado con la instalación del género

policíaco como una forma literaria que reflexiona en torno a la realidad social latinoa-

mericana, sobre situaciones donde la criminalidad, en muchos casos, proviene de los

poderes políticos y económicos. Una realidad condicionada por los antivalores que

se imponen en la sociedad y por la sobre vivencia a regímenes dictatoriales, la caída

de las certezas ideológicas, la falta de referentes y la instalación de un modelo social

neoliberal que se traduce en inseguridad, incremento delictual y miedo para la mayoría

de las personas. Una realidad que además se vincula al crecimiento de las ciudades,

la concentración de sus habitantes y al desconcierto en que éstos se desenvuelven.

Esta narrativa responde a dos características provenientes de lo literario y de lo social.

En primer lugar, está la revalorización del género policial como un formato literario

que privilegia el desarrollo de historias cotidianas, próximas a la sensibilidad de los

lectores, al juego íntertextual con otros géneros, la necesaria seducción del lector; la

conciencia de que es una forma literaria que puede romper las limitaciones genéricas

que se le atribuyen. La narrativa policial actual refleja la intención de sus exponentes

de darle una calidad literaria que trascienda sus expresiones más básicas y que la

Un género literario que volvió para quedarse

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

— 86 —

proyecten más allá del simple y tradicional juego deductivo. Esta narrativa se despliega

a través de textos donde está presente la verosimilitud, el rescate de la poesía marginal

de las grandes urbes, la parodia, el humor y la ironía, algunos elementos provenientes

de otras expresiones de la cultura de masas, como el cine, la novela gráfica, el cómic, la

música popular; todo lo cual le permite recrear situaciones, atmósferas y personajes

que generan una efectiva complicidad con los lectores.

En segundo lugar, el desarrollo del género policial responde a la respuesta que algunos

autores dan a la situación de violencia política que existe en sus países, y para cuyo

reflejo la forma de la novela policial entrega elementos apropiados, como pueden

ser la criminalidad como centro narrativo, las atmósferas opresivas y asfixiantes, la

figura del investigador como un antihéroe capaz de defender los valores éticos que

son avasallados. La novela policial se constituye en un espejo en el que se refleja la

confusión del hombre enfrentado a una realidad que cada día le es más agresiva y

ajena, que le enrostra a diario la existencia de un mundo violento donde las ideas de

justicia e igualdad están arrinconadas. La búsqueda de verdad que subyace en cada

novela policial, cada andanza que asumen sus protagonistas, son gestos éticos que

muchas veces logran establecer la verdad pero no siempre imponen castigo a los

culpables, quedando el crimen abierto, como reflejo de la fragilidad de la justicia. El

enigma que los investigadores enfrentan, y que es el elemento central en la novela

policial clásica, cede terreno, importando más el entorno en que se desarrollan los

crímenes y las reflexiones que ese entorno provoca en los personajes, de modo tal

que la investigación del delito asume una condición de pretexto para explorar en las

carencias de la sociedad. Por otra parte, los protagonistas de estas novelas no son

seres iluminados, infalibles ni virtuosos, sino que suelen ser sujetos desgarrados,

melancólicos, cargados de dudas y desencantos, que para resolver los entuertos

confían en la intuición y el azar.

Los actuales autores chilenos y latinoamericanos tienen en común haber adoptado

el género con afán de parodia o transformación, y casi siempre como pretexto para la

exploración de temas vinculados a la realidad de sus países. En las novelas de estos

autores se evidencia un malestar frente a los discursos que promueven la blancura

ideológica y la falta de perspectiva histórica. Se constata en ellas un discurso que

Page 89: Huellas de Papel

— 87 —

Ramón Díaz Eterovic

reniega de los aspectos más vulgares del ser postmoderno y en sus protagonistas

prevalece un impulso utópico originado en la insatisfacción del individuo con la reali-

dad. Sus dardos suelen apuntar hacia la banalidad de los medios de comunicación, el

mercado como ley inalterable, la frivolidad y corrupción de los actores políticos. Este

discurso dice relación con la realidad en que nacen y se desenvuelven los antihéroes

de la novela policíaca. Realidad que en el caso de Chile no es otra que la de un país

que no ha logrado acortar las brechas de la injusticia y la desigualdad.

Las novelas policíacas escritas en Chile y Latinoamérica están protagonizadas por

sobrevivientes de la historia política vivida en las últimas décadas y por resistentes

al nuevo orden que se impone. No es una literatura complaciente y los autores que

la desarrollan son unos eternos sospechosos, porque mediante sus historias siem-

pre van a incomodar a quienes detentan el poder de un mundo que —como decía

Raymond Chandler— «no es muy fragante pero es el mundo en que vivimos». Por

eso tienen lectores que se entretienen e identifican con las historias que crean cada

vez que llenan una página en blanco con sus obsesiones sobre la verdad y la justicia.

§

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Crímenes y Misterios en la Narrativa

Chilena

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Detective Autor

Román Calvo Alberto Edwards

Vicente Camacho Luis Enrique Délano

Beltrán Rojas Luis Enrique Délano

Philip Dane Luis Enrique Délano

De la Barra L. A. Isla

Ricardo Santander Julio Ortega Folch

El inspector Cortés René Vergara

Ignacio Sánchez Antonio Rojas Gómez

Inspector Valdés Guillermo Chávez

Heredia Ramón Díaz Eterovic

Bazofia Espejo Ramón Díaz Eterovic

Juan y Jorge Menie Mauro Yberra

Tim Tutts Bartolomé Leal

Isidoro Melgarejo Daza Bartolomé Leal

Cayetano Brulé Roberto Ampuero

Carmen Avallay Marcela Serrano

Julían Morris Alfonso Reyes Messa

El Inspector Gavilán Manuel San Martín

Hércules Prado Enrique Araya

Detectives e investigadores en la narrativa policial chilena

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— 89 —

Ramón Díaz Eterovic

Detective Autor

Oscar Lambret Poli Délano

Plinio Jauregui Sergio Gómez

Inspector Carrillo Eduardo Correa

Rubén Ríoblanco Tancredo Pinochet

Georges Washington Caucamán Luis Sepúlveda

O’Hara Pedro Guillermo Jara

Tapia Martín Pérez

Gustavo Huerta Gonzalo Hernández

Roberto Jordan José María Navasal

Hermógenes López Hernán Poblete Varas

José Ignacio Suárez Eduardo Soto Díaz

Mauricio García Eduardo Soto Díaz

Sebastián Romero Helios Murialdo

Milan Raquena Helios Murialdo

Rakatán Toño Freire

Delfina Edith Ignacio Fritz

Santiago Quiñones Boris Quercia

J. J. Palma Carlos Tromben

Alonso Claro César Farah

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Page 92: Huellas de Papel

Te invita a participar en el VII Concurso de Literatura Infantil

“El Barco de Vapor” 2012.

La novela ganadora será publicada por Ediciones SM en la colección

“El Barco de Vapor” y su autor recibirá un premio de $ 5 millones.

Encuentra las bases en www.ediciones-sm.cl o pídelas a través del correo

[email protected]

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Sin título-1 1 13-09-11 12:41

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Page 96: Huellas de Papel

— 94 —

Santiago Negrosegundo festival iberoameicano 

de novela policíacadel 5 al 9 de Octubre de 2011

Invitados extranjeros

dD

Ángel de la Calle (España)

Claudia Piñeiro (Argentina)

Élmer Mendoza (México)

Eloi Yagüe (Venezuela)

Juan Sasturaín (Argentina)

Lorenzo Silva (España)

Manuel Marlasca (España)

Milton Fornaro (Uruguay)

Paco Camarasa (España)

Rosa Ribas (España)

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Invitados chilenos

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Adolfo Barraza

Alfredo Espinoza

Alvaro Bisama

Ana Crivelli

Andrés Gómez

Antonio Rojas Gómez

Bartolomé Leal

Boris Quercia

Carlos Reyes

Carlos Tromben

Carolina Rivas

César Biernay

Claudia Farah

Claudio Aguilera

Clemens Franken

Constanza Rojas

Cristián Cottet

Cristián Gómez

Daniel Olave

Diana Massis

Diego Muñoz Valenzuela

Eduard Von Europa

Eduardo Contreras

Eduardo Soto Díaz

Félix Vega

Francisco Miranda

Gabriela Aguilera

Gonzalo Hernández

Gonzalo Martínez

Gonzalo Oyarzún

Gregory Cohen

Héctor Hidalgo

Helios Murialdo

Jaime Collyer

José Gai

José Luis Fernández

Juan Ignacio Colil

Karen Bascuñán

Lilian Elphick

Lorena Díaz

Luis Cáriz

Luis Rivano

Marco Antonio De la Parra

María Teresa Cárdenas

Martín Pérez

Myra Silva Labarca

Pedro Pablo Guerrero

Poli Délano

Ramón Díaz Eterovic

Roberto Ampuero

Roberto Careaga

Santiago Pavlovic

Sonia González Valdenegro

Susana Sánchez

Toño Freire

Vivían Lavín

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