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Horacio Artemio Sauco Historias de los gauchos de mis pagos

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Page 1: Horacio Artemio Sauco - webislam.com filelas vecindaces y el pobre no puede bajar del techo ... Y palabra va, palabra ... Ruperto?" Le preguntó pensando qu'el opa estaba entreverao

Horacio Artemio Sauco

Historias de los gauchos

de mis pagos

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otra de las historias de los gauchos de mis pagos

"¡Usté tiene que ayudarme! -Le dijo el Prudencio.- "No me quieren ni los perros porque dicen que soy malo. Haga algo Ña Rudecinda, yo se que usté puede"Ña Rudecinda lo miró di arriba 'bajo. "Ta güeno -dijo- 'sta noche en cuanto salga la Luna bañate nel estanque 'e los sapos". El Prudencio se jue contento. "¡Cuando me vea l'indiada!" Pensó.Al otro dia llegó Don Zenón al rancho e la vieja. "Ña Rudecinda, vengo pa que le rompa el encantamiento al Prudencio. El güalicho que usté le dio es tan juerte que tiene alborotaos a todos los perros de las vecindaces y el pobre no puede bajar del techo 'e la comesaría porque la jauría se l'hecha encima y lo empiezan a lamber y resobar que no lo dejan ni hablar"."¡Jua!" -se rió la vieja- "Ya sabía yo qu'este bruto iba'ser alguna trastada por el estilo".

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septima de las historias de los gauchos de mis pagos.

Un día la niña Ulogia volvió pa las casa enjugándose las lágrimas con el pañuelito. Ña Rudecida la vio y entonces la pobre chica no tuvo más rimedio que contarle: "Me pelié con el Rosendo, mama, porqu'el dice que al primer crio que tengamos va ver que ponerle Megaterio como su finao compadre. Y a mi no me gusta, yo le decía de ponerle Anastacio, como el padrino que tanto me quiere. Y jue por eso, mama, qu'empesamos a'calorarnos y no va qu'el Rosendo me dice: 'si no es Megaterio prefiero no tenerlo'. Y yo le dije: Vos a mi padrino no lo tratás así, y el agarra y me dice: 'Y me caso con vos no con tu padrino, que no soy mujercita', y yo le dije: Pero el gurí lo vi a parir yo, así que yo lo nuembro. Y palabra va, palabra viene, agarró el flete y se mandó mudar dejándome solita y di a pie nel medio el monte". "¿Vos estás gruese m'hija?" Preguntó como si nada Ña Rudecinda. "¡Mama, cómo piensa esas cosas!". dijo la Ulogia poniéndose coloradita qu'era un encanto de angelical pureza

sexta de las historias de los gauchos de mis pagos

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El turco venía pal poblao cuando s'encontró por el camino con el Ruperto, entonces siguieron caminando juntos y conversando. "Che, turco ¿Me querés decir cómo hacés vos pa' tener tanta plata?". "Yo no tengo un cobre, siempre fui un remendau. Lo que pasa ...es que pido al fiado nel otro pago y vendo en este, entonces voy y pago allá y saco de nuevo pa vender, y así siempre me queda la ganancia". Algún efeto 'straño debe di haber provocao esta conversación nel Ruperto porqu' esa noche se apareció nel Almacén de Ramos Generales, Despacho de Bebidas y Comesaría de Don Zenón a jugar al chin chon (cosa que no es del Ruperto). La cosa es que como al amanecer recién volvió pa' las casas forrao e plata. Ña Rudecinda que lo 'staba 'sperando dispierta le dijo: "¿Ande has estao, m'hijo? Yo ya creiba que te había pasao algo malo". "Nada, mama, estuve en lo de Don Zenón y mire todo lo que gané al chin chon". "¿Y se puede saber di ande aprendiste vos a jugar a los naipes?". "Y... mire mama, yo sacaba las cartas di un lao y las ponía nel otro, entonces me quedaba con la ganancia". "Vos sos menos bruto de lo que yo pensaba, m'hijo". "¡Jue'l turco que me enseñó, mama!" Dijo 'l Ruperto creyendo que había hecho algo malo. "Así que'sto es cosa del Mustafá -pensó Ña Rudecinda_-Mañana mesmo me lo busco di ayudante". Y se jue a dormir.

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Quinta de las historias de los gauchos de mis pagos

Don Zenón había salido del Almacén de Ramos Generales, Despacho de Bebidas y Comesaría, con l'ìntención d'ir al pueblo p' hacer la probista, y al pasar por el camino 'e la laguna se cruzó con el Ruperto que llevaba una caña de pescar. "¿Ande vas, Ruperto?" Le preguntó pensando qu'el opa estaba entreverao en alguna zafaduría del Prudencio. "A cazar patos, comesario, pero se me hace que hoy no hay de tener suerte tampoco". "¿A cazar patos?" Se mi hace qu'estás mamao vos. No se cazan patos con la caña de pescar". El Ruperto lo miró un rato hasta qu'estalló jurioso que se lo llevaban los diablos: "¡Y qué, acaso no 'stán también 'nel agua!"

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cuarta de las historias de los gauchos de mis pagos

Un día la Ulogia escondió entre las pajas del rancho las cartas di amor que le enviara el Rosendo pa que Ña Rudecinda nos la viera. Eso jue a la mañana. Por la tarde, cuando volvió di hacer los madados, se'ncontró con la vieja hurgando la paja 'el rancho y, temerosa de que supiera lo de las cartas, le prguntó como quien no quiere la cosa: "Mama ¿qué busca?". "No se, m'hija, si lo supiera ya sabría ande 'stá" Contestó la vieja sin distraerse de su tarea.

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tercera de las historias de los gauchos de mis pagos

Un dìa el turco Mustafá estaba rebuscando en lo de Ña Rudecinda a ver si encontraba algo pa cambalachear y no va que'ncuentra un tarrito con un polvito negro. "¿Quès esto, Ña Rudecinda, que parece cabón rayau?". "Eso es pólvora"."¿Y eso qu'es" Preguntó el turco. "Un invento mio que sirve pa' ser ruidito". Dijo la vieja. Jueron al campito di al lao pa ver como juncionaba la cosa y cuando el Mustafá escuchó como sonaba, también escuchó el tintineo 'e las monedas que ganaría vendiendo el invento 'e la vieja."¡Lo llevo!" Dijo. A los do' o tré' día (no mi acuerdo bien) se aparece de güelta el Mustafá por el rancho 'e Ña Rudecinda, todo adolorido y golpeao. "¡Usté me'stafó!" Dijo con chinche. "El polvito no revienta y mire cómo mi han puesto nel otro pago". La vieja ladina lo miró un rato y dispué dijo: "Yo no te'stafé. Lo que te vendí era pólvora. Ahora, eso si, el ruidito tiene otro precio".

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segunda de las historias de los gauchos de mis pagos.

Una tarde Ña Rudecinda estaba pitando sentada en la puerta de la tapera, cuando en eso sale el Ruperto y dice: "Mama, mire" y extendió sus manos como si estubiese agarrando algo. El comesario, que con los otros estaba de visita en lo de la vieja penso: "Este ta 'lunao" pero no dijo nada pa no ofender a la concurrencia. Ña Rudecinda, en cambio, lo miró asi como mira ella y le dijo: "Ta güeno" Y no le dió más importancia. El que no entendía nada era el Casimiro Bis. Por más juerzaque hacía no daba pie con bola, entonces le preguntó al opa qu'és lo que traiba en la mano. "¡No lo vey" Soltó el opa "¡Yo sabía que no lo vey!"A juerza de preguntar el Casimiro Bis llegó a la conclusión qu' el Ruperto trataba d' esplicarle que se había cosido un lindo par de bombachas con una tela invisible."Si no se ve no se puede vender" Soltó el turco Mustafá que no creía lo de la tela, cosa que hizo se largara a llorar pior que la Madalena, qu' en paz descanse. Al ver esto Ña Rudecinda se levantó de la sillita como quien no tiene más remedio que hacer las cosas le guste o no. "A ver m'hijo, traiba" le dijo al Ruperto e hizo ademán de agarrar algo nel aire. "Tuito tiene arreglo. Traibam' el cebo e carpincho qu' está en la cocina, pero tenga cuidoa de no despelotarme nada". Le ordenó al Ruperto. Cuando el opa le trajo el tarrito se puso a amasar la pasta hasta que dentre sus manos empezó a salir una bombacha lindaza y dende veras."Ya 'stá m'hijo" Dijo Ña Rudecinda y se jue a sentar de nuevo con sus invitaos mientras el opa y el turco cambalacheaban la prenda. El casimiro Bis se arrimó a la vieja: "¿Cómo hizo, doña". "Eso no lo se, pero me parece que ha de ser cosa e Mandinga" Reflesionó la vieja. "Lástima qu'el que se la ponga no va ver el cebo". Y se rió pa dentro.

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Primera de las historias de los gauchos de mis pagos

El Prudencio venía con la mala idea di aprender cosas malas, de dañino que era no más (pa 'lgnua zafaduría la querría, de seguro) y pensó en embromarla a la vieja a ver si podía arrancarle algún secreto. La cosa es que la encontró a Ña Rudecinda mateando tranquilita en la puerta del rancho, y ahí no más a boca de jarro el muy bruto y sin disimulo va y le dice:- Usté sabe muchas cosas y yo no. Vengo pa que me las enseñe.La vieja, como pensando primero, chupó el mate tranquila y después soltó pa ella (o juerte pa que la oyeran)- Hay que saber no saber se jué pa dentro

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¡San se acabó, Salú!