hojas del foro 7
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Colaboraciones literarias, de ensayo, ilustración y lírica-TRANSCRIPT
Todo el mundo sabe que escribir es haber muerto.
Sólo la muene pasa Ia vida a limpio y a esa distancia
es capaz de rescribirla. Por eso sólo el escritor es
qüen narra el mundo de los vivos desde el mundo
de los muertos.
Agustin Fernández M allo
Y cuando una persorla es Io bastante afortunada
para vivir dentro de una historia, para habitar un
mundo imaginario, las penas de este mundo des-
aparecen.
Mienkas la historia sigue su curso, la realidad deja
de existi¡.
PauI Auster
Toda verdad susurra / Todo Io
misterio.
que está vivo es
Tomás Segovia
Nuestras mentiras revelan tanto de nosotros como
nuestras verdades.
J. M. Coetzee
L ABRE ADERO
de Fernando Menéndez
Porque, al finy al cabo, aunque parezca poca cosa,
un nombre es lo que somos.
Ric ardo Me néndez Salmón
Todo está a merced de la energía ocasional.
Sam Shepard
Suerte es una palabra que debería quedar reservada
para los que aún están esperando.
Ray Loriga
La única gente que me interesa es la que está loca,
la gente que está loca por vivi¡, loca por hablar, Ioca
por salvarse, con ganas de todo aI mismo tiempo,
la gente que nunca bosteza ni habla de lugares
comunes, sino que arde, arde, arde como fabulosos
cohetes amarillos explotando igual que arañas entre
las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul
y todo el mundo suelta un:" ¡$1ffit'
Jack Kerouac
vrn I 2008 LAS HGJA§ sEt- FsR* 0I
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ENSAYO
el hippie-texto Antonio Rico
El moümiento hippie fue originalmente un movi-
miento vinculado a la juventud que se inició en ia
Costa Oeste de los EEtiIJ durante los comienzos de
los años 60 y posteriormente se extendió por toda
Norteamérica y por Europa. La paternidad de los
hippies, como luego veremos, es multiple, pero una
primera línea de filiación muy destacada los entron-
caría con Ia llamada "beat generation", una serie de
escritores amantes del jazz, del vagabundeo por los
EEUU y de la experimentación con el alcohol y demás
sustancias de efectos psicoactivos, entre los que
sería obligado citar a William Burroughs, a Allen
Ginsberg -quien posteriormente sería un hippie más
perdido por los océanos del LSD- y, por supuesto,
a Jack Kerouac, cuya obra "On the road" (nada que
ver con "Camino" de San Josemari Escrivá de Bala-
guer) se convirtió en ia referencia bíbiica para cientos
¿s miles de bea¡rjks del universo mundo-. La propla
palabra "hippie" fue empezada a usar por tales
beauriks en referencia a los chavaletes felices, ávidos
de música, sexo y armonía con el universo, que se
instalaban en eI Haigh-Ashbury de San Francisco, y
que veÍan a tales autores como auténticos gprús. El
término deriva de "hipster", que a su vez proüene
de otra voz muy inespecÍfica norteamericana, -"hip"-
, que üene a significar algo así como "molón", -en
la TPA dirÍan "prestosu"-. El movimiento hippie
recibió diversos nombres a Io largo del mundo. En
Méjico fueron llamados ' jipitecas". En el Reino Unido
se les llarnó los "peace convoys". En España, jugando
con una peculiar sinécdoque, los hippies cañís fueron
llamados "ye-yés", en honor al "she loves you yeah
yeah yeah" de los Beatles. En efecto, podrÍa conside-
rarse que en nuestro país Concha Velasco y su "chica
ye-yé" cumplió el papel que en los USA desempeña-
ron Janis Joptin y "Piece of my heart" o Grace Slick
al frente de Jefferson Airplane y "Somebody to love",
con la defensa apasionada que hizo junto con Tony
Leblanc de los valores conúaculturales de la beat
generation, Ia creación de comunas y comutidades
de libre conüvencia, la obsesión por el rock psico-
délico, la revolución sexual y el uso de drogas como
eI cannabis o eI LSD para explorar estados alterna-
tivos de conciencia. Compartió así un importante
número de las caracterÍsticas del movimiento hippie,
a las que, si acaso, faltaría añadir Ia oposición a las
armas nucleares y la guerra de Vietnam, el vegeta-
rianismo y el interés por las filosofÍas y religiones
orientales y en general por cualquier tipo de elemen-
tos culturales no occidentales, que eran siempre
vistos como "naturales", "puros", no contaminados
con Ia corrupción que, por oposición, definiría
Occidente, el "establishment", el "sistema!', lo que
en ocasiones llamaron "the man", el hermano mayor,
-que ésa, y no "gran hermano", es Ia correcta traduc-
ción del orwelliano "big brother"-.
Y es que si los escritores beat son uno de los prin-
cipales padres del movimiento hippie, eI mito de la
naturaleza es la principal de las madres que Io
parieron. Convencidos de que todos los males de
su sociedad son debidos a que el ser humano civili-
zado del Primer Mundo "ha dejado de ser él mismo",
se encuentra alienado debido a que ha dejado de
"ser natural", el hippie busca eI contacto con la
naturaleza, tanto con la naturaleza salvaje (árboles,
hierba, bosques) como con otras civilizaciones que,
por su lejanía, se considerarán "naturales" y cuali-
tativamente diferentes de su propia civilización
(culturas remotas, antiguas, monasterios, sabiduría
india, músicas étnicas, turismo rural, mercados
medievales, restaurantes exóticos; se extiende Ia
práctica de jugar a ser otro). La solución está en
volver al jardÍn, y este contacto con Ia "naturaleza"
es vivido bajo la figura emocional del "regreso",
como una "vuelta a las raíces", como un recuperar
vrnl2OO8 L.&S ¡j*JÁ5 *rL í*&* o7
ENSAYO
como una "vuelta a las raíces", como un recuperar
una autenticidad que un día se fue (del verbo "ser")
y se fue (del verbo "ir"). Es este mito de la naturaleza,
esta identificación con todo Io exótico lo que con-
vierte, -con una pequeña ayuda de rnis amigos y del
LSD-, el blanco y negro de la beat generation, ator-
mentado y austero, en la explosión de color hippie,
sencillamente feliz y barroca. EI jardín acoge lo
micro y Io macroscópico, ya que en una flor se puede
encontrar tanto un átomo como un cosmos. Y jus-
tamente el vÍnculo con el cosmos se convertirá en
la nueva religión articulada alrededor de esa nueva
forma de gracia divina que es "la energía". En abril
de 1969, la construcción del Parque de la Gente en
Berkeley, California, recibió atención internacional.
La Universidad de California habÍa demolido todos
los edificios en una parcela de 3 acres cerca del
campus, con Ia idea de usar el terreno para construir
campos deportivos y aparcamientos. Tras muchos
retrasos, que habían convertido esa zona en un área
marginal, miles de ciudadanos sencillos de Berkeley,
comerciantes, estudiantes y hippies tomaron cartas
en el asulto y comenz¿fon a plantar arboles, arbus-
tos, flores y hierba para convertir esa zona en un
parque. El 15 de mayo de 1969 el gobernador Ronald
Reagan ordenó a la Guardia Nacional de los EE.UU.
que ocupara durante dos semanas la ciudad de
Berkeley. En ese momento, los hippies iniciaron una
serie de acciones de desobediencia ciül plantando
flores en todas las esquinas de Ia ciudad bajo el
Iema "Que florezcan mil parques". Aunque no se
pueda llegar directamente al cosmos, siempre se
podrá escapar de la oscuridad de Nueva York y vivir
el sueño de California.
Y como todo movimiento cultural que se precie,
religioso o no, Ios hippies rápidamente crearon una
serie de ceremonias y ritos que, en lo musical, -que
es de lo que se trata aquí-, tomaron la forma de
festivales y conciertos. La música Io invadió todo,
Ios pequeños cafés, los clubs nocturnos, las plazas
públicas, y fue cuestión de poquísimos meses que
una sencilla evolución darwiniana diera lugar a la
aparición de los dinosaurios, los macrofesüvaIes de
música hippies llamados a convocar en forma de
peregrinación a Ios hipsters del mundo entero
alrededor de los mejores músicos del mundo. EI
primero que citaremos aquí fue eI Monterey Inter-
national Pop Music Festival, que tuvo lugar del 16
al 18 de junio de L967,y al que asistieron más de
200.000 personas. Con tal motivo se produjo un
LSD especial para la ocasión que recibió eI nombre
de "Monterey Purple". El festival contó entre sus
organizadores con miembros de Mamas & The Papas,
The Beatles o The Beach Boys, y se considera eI
inicio del inolvidable "verano del amor" de 1967.
Las anécdotas asociadas al festival son interminables:
todos los artistas tocaron gratis, con la excepción
de Ravi Shankar; fue Ia primera aparición importante
en los EEUU de Jimi Hendrix, los Who y Janis Joplin,
y una de las últimas apariciones de Otis Redding
antes de su accidente mortal de avión; Donovan no
pudo actuar al no conseguir un permiso de entrada
en los EE.UU. por un asuntillo de drogas; el manager
de Cream, -Ia banda de Eric Clapton-, no consideró
que el festival estuviese a la altura de sus represen-
tados.
Pero el epítome, el paroxismo, eI hipérbaton, el
oxímoron de Ia música hippie ruvo lugar del 15 al
18 de agosto de 1968 en un pequeño pueblo del
Estado de Nueva York llamado Bethel, por más que
el festival pasara a la historia de la humanidad bajo
el nombre de "Woodstock Music and Art Fair", y el
eslogan "3 días de paz y música". La lista de artistas
participantes es estratosférica: entre muchísimos
otros, Richie Havens, Country Joe McDonald, John
Sebastian, Melanie, Arlo Guthrie, Joan Baez, Santana,
Canned Heat, Janis Joplin, SIy & The Family Stone,
Grateful Dead, Creedence Clearwater Revival, The
\{ho, Jefferson Airplane, Joe Cocker, Ten Years After,
The Band, Blood, Sweat and Tears, Johnny Winter,
r,A5 f] {iJ.4: *fr if9.*08
ENSAYO
Paul Butterfly Blues Band, Jimi Hendrix, Sha-Na-Na.
El macroconcierto se enclavó en medio de un paÍs
que padecÍa conflictos militares en eI exterior y
graves problemas raciales en el intedor. Durante
cuatro dÍas, Woodstock se convirtió en una mini-
nación independiente y contracultural dentro de los
EE.W. bajo las consignas de mantener las mentes
abiertas, las drogas disponibles y el amor libre.
400.000 personas iniciaron a Ia cita y 400.000 per-
sonas la terminaron, pero no fueron las mismas:
durante este lluüoso fin de semana dos personas
murieron en el recinto del concierto, -una por una
sobredosis de heroína, otra atropellada por un
camión-, pero otras dos nacieron a Ia vida escuchando
las armonías de Crosby, Stills and Nash .
Pero todo se acaba en esta vida. El movimiento
hippie aguantó lo que aguantó la industria musical
el tiempo y oninterDretaciónde uha obra de arle conceptual
en devorarlo, y, de hecho, enseñó a Ia industria
musical a devorar las innovaciones musicales nada
más aparecer. The Doors fue el primer grupo de
rock de la historia en anunciar la salida de un disco
mediante una gigante valla publicitaria instalada en
Sunset Strip. Todo estaba perdido. Nunca más,
después de la aventura de la paz cósmica, volvió a
haber un movimiento literario, musical, con preten-
siones de globalidad y que pudiera mantenerse,
aunque solo fuera en parte, no completamente
agotado en su dimensión comercial. Los 70 marcaron
el final de la música ye-yé y Ia llegada de otras
muchas músicas que cadauno jtngatácomo mejores
o peores. Lo dijo David Crosby: "Estábamos los
hippies tranquilamente üsfrutando de Ia música y
de pronto llegaron The Carpenters". El problema es
que no fueron sóIo The Carpenters. También llegaron
Ios Sex Pistols y Tony Manero.
kawaraI **u, Alonso Moutas
¿CuáIes son las características intrínsecas del tiempo?
En primer lugar tenemos que tener en cuenta que
la unidad de medida del tiempo es numérica pero
intangible, es decir, no corresponde a nada material
ni acumulable. Para entender esta idea, sólo hay
que mirar un reloj y nos daremos cuenta que 1o
único que podemos decir a ciencia cierta es que
"pasa",
Otra característica fundamental y obvia del tiempo
es Ia repetición. La repetición que tanto dio que
pensar a los griegos. En si existía o era solo pura
apariencia. Saliéndonos de esos temas filosóficos,
1o que sí podemos decir es que darnos cuenta de
una cierta simütud entre distintos momentos vitales
nos a¡lda a organizar nuestra existencia.
Si 1o pensamos fríamente, es imposible que los
primeros humanos que pensaron en medir el tiempo
lo hicieran en unidades tan pequeñas como las horas
o los minutos. Es mucho más lógico haberse dado
cuenta en su experiencia üvida que las cosas se van
repitiendo paulatinamente: los días y las noches,
primariamente, y los grandes cambios climáticos,
es decir, las estaciones, secundatiamente. Todo esto
nos lleva a Ia confección de calendarios, por una
necesidad material.
Retornando a la parte numérica del tiempo, hay que
decir que, como todo Io relacionado con números,
vrn I 2008 LA3 HAJAS T}EL FG8.* 09
ENSAYO
.aa
=
*
está sujeto a las matemáticas. Y como todo principio
matemático antiguo, éste pretendía ser una ciencia
exacta. Por eso no es de extrañar que uno de los
esfuerzos mayores de Ia humanidad haya sido
conseguir descomponer ese ente abstracto en upi-
dades todas iguales y exactas, en números redondos,
intentando hacer a la realidad "cuadrar" para ver si
asÍ encontrábamos el orden en Ia vida.
La existencia forma otra pafie fundamental en Ia
concepción humana del üempo, como lo demuestra
su diüsión en relación al individuo: presente, pasado
y futuo. La mejor prueba de ello es la importancia
de los tiempos verbales en iüomas como eI nuestro.
Por oúa parte, en Ia civilización occidental, el Imperio
Romano marcó un hito al ser la primera sociedad
que consiguió imponer su calendario en un número
muy alto de regiones, Ilegando su legado hasta
nuesúos días. Los Romanos fueron de los primeros
en poner número a los años, con el objeüvo de datar
todas las cosas que pasaban en su vasto territorio,
dando lugar a otro concepto fundamental relacio-
nado con el tiempo: La Historia.
Llegado a este punto, cabe diferenciar dos tipos de
tiempo muy importantes: uno existencial que atañe
al individuo y otro colectivo que es aceptado por
toda la sociedad.
Muchas veces nuestro problema es olüdar que eI
tiempo, Ia historia y las matemáücas son convencio-
:.::.:
muestra de una expoción de On Kawara en la galería de David Zwirner
IO LA5 ¡r0JA§ DEL FORO
ENSAYO
nes, es decir, lengua.jes, es decir construcciones
humanas verosÍmiles, ficticias y eficaces.
Desde unpunto de üsta filosófico podríamos incluso
decir que la concepción de tiempo, tal y como Ia
conocemos, solo se sostiene en interpretaciones del
universo cuantitativas (matemáticas) mientras que
en interpretaciones cualitativas (mecanicistas) es
solo una sensación y por lo tanto no existe realmente.
Otra manera mucho más sencilla de evidenciar esto,
sería tener en cuenta que un reloj o un calendario
dependen de un conocimiento preüo, y por Io tanto,
no le dirán nada sobre tiempo a alguien que no haya
sido instruido preüamente en la concepción occi-
dentai.
Cada disciplina interpreta eI tiempo internamente
a su manera, eligiendo fechas y periodos que cuadren
dentro de su propio desarrollo, de tal manera que
dé coherencia y legitime la evolución de su discurso.
Llegados a este punto vamos a decir que, si esto es
asÍ, entonces la concepción numérica, colectiva y
disciplinar concibe eI tiempo como un espacio de
representación. Un espacio "ficticio" de representa-
ción para los relatos.
Es aquí donde podemos empezar a hablar sobre On
Kawara, cuya obra es principalmente pictórica.
A pesar de pertenecer a un periodo completamente
anti-pictórico, Ios trabajos de Kawara nos ofrecen,
por una parte, la revisión de un antiguo uso de la
pintura. Recordemos que antes del advenimiento
de la fotografÍa, y principalmente a partir del rena-
cimiento, se empezó a usar la pintura para registrar
a personajes poderosos, como papas, reyes, nobles,
burgueses, etc. y también para acompañar a los
escritos en grandes acontecimientos como batallas,
bodas, gremios e instituciones. En esos momentos,
además de tener una función estética, Ia pintura
cumplía parte de las funciones que hoy en dÍa
cumple la fotografía: Era un medio de transmislón
en el üempo para conseguir hacer constar y constatar
los momentos.
Es también muy importante en la tradición pictórica
la costumbre de fechar todos los cuadros, de tal
manera que queden registrados en el tiempo (estra-
tegia usada conscientemente por muchos artistas
modernos para situar sus obras en el momento
adecuado). También cabe decir que era un medio
eliüsta desde el pr.rnto de vista de que sóIo Ios ricos
y poderosos tenían acceso a é1.
Esta reflexión nos lleva a dos puntos en los cuales
Ia pintura se relaciona con las dos clases de tiempo
de las que he escrito antes, con la social, y con la
existencial.
Teniendo en cuenta Io ücho hasta ahora, no deben
interpretarse los cuadros de Kawara como lo arbi-
Úarios y simples que su condición material nos
muestra. Tampoco es casual que haya elegido un
sistema de representación, la pintura (que por aquel
entonces estaba condenado precisamente por su
representatiüdad, por su falta de objetividad), para
a su vez representar fechas, que son Ia representa-
ción del üempo y que, si nos atenemos a la función
que deducimos de su concepción histórica, matemá-
tica y colectiva, sería un "espacio representacional".
Cuando vemos una de las fechas de On Kawara
colgada en la pared, la primera concepción de tiempo
que se nos viene a la cabeza es la colectiva, porque
es la que compartimos con los demás, e intentamos
averiguar que pudo haber pasado ese dÍa o ese año
de importancia para que esa fecha sea destacable,
y no sólo un día más, pero la mayoría de veces esas
obras son fechas arbitrarias. En el momento en que
nos damos cuenta de que no se nos ocuffe nada de
importancia para la sociedad, el siguiente paso es
el pensar en primera persona, sobre nuestros propios
actos ese día o en esa fecha, o sobre nuestra famüa.
A falta de un conocimiento social asociado a esa
vrn 20O8 L,&g !-iülAs tlri r{}É0 II
ENSAYO
fecha, se echa mano de la experiencia propia, pro-
duciéndose asÍ una tensión entre el concepto de
tiempo colectivo y el subjetivo. De este modo pode-
mos decir que las obras de Kawara sí consiguen
destruir eI elitismo de la pintura tradicional, y
consiguen de verdad inscribir a todo el mundo en
el marco de la obra de arte. Con su sistema, sigue
despertándose el imaginario de los espectadores,
pero a cada uno eI suyo propio. PodrÍa decirse
incluso que sus obras son un hito de la igualdad y
de la revolución moderna, donde realmente se
consiguió acabar con los privilegios representativos
del arte en occidente.
Por otra parte, el dispositivo de la obra nos permite
ver al tiempo fuera de su conto<to natural. El formato
pictórico consigue que, Ia fecha pase a ser percibida
como signos que por contexto, son realmente arbi-
trarios. Así, se abre una brecha donde el concepto
de tiempo se eüdencia a si mismo y se separa de
su representación para volver a ser repensado. De
este modo, las obras operan también como un
sistema de deconstrucción del lenguaje del tiempo
en tanto que matemática, separando de este modo
Ios signos, de esa continuidad a la que representan.
PDTA:
Por una parte, quisiera aclarar que estas son solo
unas de las posibles interpretaciones de la obra de
On Kawara. Estimo que la diversidad de interpreta-
ciones es lo que hace a la obra conceptual ser
realmente fructÍfera.
Por otra p¿üte, quiero aclarar que las obras más
impofiantes del autor, fueron realizadas entre los
60 y los 70. Por lo tanto espero que los posibles
lectores tengan en cuenta que no estoy hablando
de nada que esté pasando ahora, sino que esto ya
pertenece a la historia del arte, y que mi única
intención con este ensayo es Ia de dar herramientas
para interpretar este tipo de obras.
12 LA§ r.¡oJA5 NEL FÜRO
NARRATIVA
turismo ico Óscar L. Nogal
(
Con la cabeza más clara, y con un alejamiento que
no formaba parte de su comportamiento, decidió
pagar con la misma moneda. ¿Qué mejor que un
üaje para una venganza iimpia?
U
¿Qué pretendÍa echando por la borda su esfuerzo
de tres años? ¿De qué servía cumplir el sueño que
una vez comenzó por un error en un buscador?
Nadie mejor podía ver que todo Io que se estaba
perdiendo en su viaje era culpa de su ceguera. La
culpa no la tenÍan ni las montañas ni la lluüa. Sonrió
a la televisión apagada.
tr
La costumbre de mirar la llarrura había adaptado su
mirada a un formato apaisado que no casaba con
la altura de la cordillera que se incrementaba al
üajar hacia eI Este. Camarada del viaje, que se
dormía a su lado. Les hicÍeron bajar al pie de una
escalinata. Juntos se maravillaron ante la seo recor-
tada contra el cielo, digna de la instantánea que
tomaron.
X
Parece que la pasión con su ligue duró lo que dura
una cuenta corriente de un tipo de clase media.
Disculpas, salvar Io que tenían. Algún viandante
podía tasar en millones la calma al dar la maleta y
las cuatro bolsas de souvenirs que habían comprado
juntos. Sin duda, asÍ firmaron la separación definitiva.
Z
Quedaba poco tiempo y Ie agradecía a aquella tierra
extraña que lo mosú¿ra territorios que nunca había
recorrido.
aDespués de despertar, en un arranque descontrolado,
fue llenando las maletas para irse sin más. Exigiría
a la agencia un üaje rápido. Huír sin esperar más.
Nadie puede soportar ser abandonado en vacaciones
y encima, por ser sustituido por alguien vernáculo.
El paraíso verde era sóIo una fachada.
É,
Sus hermanos de viaje concertado se mostraron de
lo más amables. Le convencieron, después de todo,
de que nunca le iban a devolver el dinero invertido.
AsÍ que la vistieron y la acercaron al garito tÍpico
de plaza mayor. Fotos y más fotos. La sidra traicionó
su visión ya que surgieron, de repente, los amantes.
Como si en esa foto que tenían en un cumpleaños,
hubieran hecho corte y pega con su cabeza. Tomó
otro trago a su salud.
Hecatombe. La verdad explotó con todo su veneno.
Cortante, seco, sin importar cualquier efecto que
pudiera provocar. No hubo réplicas porque la sor-
presa era mayor que la indignación o el padecimiento.
Y
Podría haber ido a la última cena en el hotel. Podría
haber r.uelto a la playa, en soledad, escapándose de
la tropa. Prefirió establecer un lazo invisible con la
ciudad, perdiéndose. Perderse significaba algo
distinto dentro del viaje, perderse significaba des-
montarse para descubrir en uno mismo algo nuevo.
w
Como si en un estudio sociológico fuera, Ie llevaron
a una fiesta popular con un escenario, un grupo de
gente jaranera en un bar de campaña que tomaba
vino y cerveza, mordía unos bollos grasientos. La
alfabét
vrn 2OO8'-,q5
HGJAS DEL F0ñ0 I5
NARRATIVA
mayoría de los visitantes extranjeros vomitaron ante
tal espectáculo.
K
La salida pasaba por eI lado de una playa minúscula.
Se miraron y sonrieron. Fueron quedándose rezaga-
dos hasta que huyeron sin mirar atrás. Nunca po-
seerían mejor tecuerdo de ese viaje, ajenos a cual-
quier cosa kitsch.
J
Un tipo cualquiera de barba rala paseaba por el
vestÍbulo. A nadie se Ie apetecÍa salir con una repen-
tina tormenta de verano. En su país hacÍa mucho
calor, Ias temperaturas del siglo. Imaginó el suelo
con una lumbre en que agonizaba de calor su vecina
odiosa.
El hombre se paró al oír una risa estridente. Se tapó
la boca y la risa se aplacó.
T
Nunca había suficientes iglesias durante las excur-
siones. Cada día un templo, del siglo trece, del siglo
quince, del siglo diecisiete. Como si la visita se
centrara en el parque temático de las iglesias con
solera. Decidió quedarse en la semioscuridad, mien-
tras dejaba aI tropel embocarse hacia la siguiente
actividad.
N
No había querido una cama de matrimonio. Sabía
porqué. A nadie Ie entusiasma comprobar que el
otro lado no ha sido utilizado.
G
Necesitaba comprar algo para que no pensaran en
1o tacaña que en realidad era. Unos muñecos de
madera algo ñoños no le convencÍan como regalo
de su cuñado alcohólico. Y mucho menos, eI oso
vestido con chaleco para su sobrina amante de los
zoo. Tras media hora con el encantamiento del
escaparate, acabó con una docena de camisetas
mulücolores que rezaba: "Has encontrado el Paraíso".
I
Bebieron, otra vez, más de Ia cuenta. Esta vez solos
en la esquina de un establecimiento hostelero-turista.
Ambos tuvieron su primer día de aburrimlento y lo
pagaron con la bebida alcohólica local. La ovación
en pleno de los camareros llegó poco después.
C
Saltando sobre la cama. Cada salto más alto, rom-
piendo el techo con Ia cabeza, uno, dos, tres, uno,
dos, tres... La imagen de su habitación Ie consiguió
serenar durante unos segundos el terrible dolor de
cabeza que comenzaba a nacer. Una montaña redon-
deada enmarcaba el cielo y eso le tranquüzó mucho.
Alguien dormía ahora sobre eI edredón. EI pulso
volvió a su ritrno habirual
ñTras eI silencio, quizás provocado por un malenten-
dido cultural, se subieron al autobús para asistir a
un evento en una ciudad que vivía de su historia,
como tantas. Fue un momento absurdo donde se
sintió más turi.sta que nunca y donde se entretuvo
con cada souvenir barato de los tenderetes. Un sueño
leve, ligero, sin intriga.
A
Había permanecido demasiado tiempo encerrada
en la oficina de reclamaciones. EI momento de
saberse en camino explotó una agorafobia descono-
cida e irrefrenable. Se sentó aplastando su maleta
que se fue moldeando en una canoa en la que terminó
acostándose. Los pasajeros se diluyeron en un
borroso aguafuerte, aunque móvil. Ni siquiera unos
gritos conocidos que le preguntaban si estaba bien
le despertaban.
t6 L᧠tiiljAS l}rt fi;&(i
NARRATIVA
H
EI despertador del hotel avisó a la hora en punto en
que su familia estaría desayunando. No despertó a
quien cabeceaba a su lado, con un cerrado oído a
todo lo que no fuera sueño. La conversación siguió
todos los tópicos uno a uno. Todos bien, todo
perfecto, ningún problema, todos deseando que se
diviertan, todos deseando que vuelvan bien.
V
No quería que nadie se enterase pero buscaba un
IÍo. No sabía muy bien con quién. Sopesaba a sus
compañeros de tránsito, o quizás a alguien del
servicio de habitaciones. Se había divertido hasta
las tarrtas en la piscina del hotel con un grupo de
franceses e italianos con los que no podía hablar y
por tanto bebía. Debía haberse lanzado, sin duda.
F
Los productos cárnicos nunca fueron santo de su
devoción. Sin embargo, esa noche, quizás por eI
calor en la urbe o por tantos dÍas de bocadillos, no
quedó ni una bandeja de los quesos. Algo les habían
explicado en Ia excursión de que en este territorio
se topaba uno con cerdos, vacas y cabras sin necesitar
buscar demasiado. El brindis final de los asistentes
celebró un día perfecto.
D
Leche, café, galletas, fruta. Las caras sin maquillar
Ilenas de granos y los primeros quemados por el
sol de justicia presagiaban unos días agitados. Todos
comían sin ganas, prefiriendo quizás quedarse en
la cama tomando vodka y vermú. A pesar de todos
los problemas que se acumulaban, el día iba a ser
extraordinario.
B
El vestíbulo parecía mucho más pequeño que su
recreación mental. El espacio se había replegado,
oponiéndose a los datos que había recibido. Eran
otros dos más perdidos entre los folletos que no
comprendÍan del todo. SóIo entendían perfectamente
eI cartel de W.C.
L
Con la excusa de un dolor de cabeza, se quedó
viendo la tele en Ia habitación. Sin embargo, la üsita
aI museo de arte moderno no iba a ser pospuesta.
Sabía que era toda una rabieta porque odiaba
"deambular por pasillos yertos". Se podía argumen-
tar a su favor que la pintura no tiene tanto alma
como una c¿rrrera de coches. Pero la tarde no terminó
de manera tan calamitosa.
M
Un imparable hastío les había hecho pasar un día
solos, vagueando cada uno por la ciudad. Habían
quedado para la noche, espectáculo nocturno
botánico, incluido todo en el paquete turístico.
Aunque la ilusión de que llegara a üempo Ie mantuvo
unos minutos, disfrutaron de la representación y
los juegos de luces de xenón. Todo trocó al romper
los fuegos artificiales en el cielo.
P
La necesidad le obligó a disfrutar del frescor de la
noche. OÍr a seres humanos, con un Ienguaje desco-
nocido, lazozobra además de la oscuridad. Se apartó
del camino del parque cercano al hotel, para escon-
derse detrás de un arbol, para esconderse de cual-
quier otro ser que no fuera su dolor.
vrn 2008 LA5 i.ISJA§ DEL f§Rs 17
NARRATIVA
la de la
Abuela, pienso a menudo en el colegio si estás triste
desde que os trajimos con nosotros.
- No, no 1o estoy, Luisa
- Ya ves Io lejos que se han marchado mis hermanas,
una a Finlandia y la otra a Grecia. Yo, con mis
deberes; y el abuelo al parque. No quiero dejarte
sola.
- Te voy a contar un secreto, dice Ia abuela, para no
aburrirme.
¿Ves que tú madre, me sienta en este balcón?
-Si. - Contesta Luisa expectante.
-Pues en cuanto me coloca esta mullida y blanca
almohada, bajo mi cabeza, me quedo profundamente
dormida, y aquella gargola, que siempre nos mira,
tiene la rara habilidad de meterse en mis sueños
todas las tardes.
-¿De verdad, abuela?, pues mira que a mí me da un
poco de miedo. ¿Es buena?
- Sí, mi niña muy bueno, es un hombre.
- ¡Dime, abuela! ¡Dime que te cuenta!
- Pues es una antigua historia, del año l7l3 6 14-
comenzó a narrar Ia abuela, con voz tranquila y
mirada sonriente, adornada con su pelo blanquísimo
recogido en un trenzado moño.
- iQué antigua y qué memoria tiene!, dice Luisa
admirada.
¡Si!, Yago tiene memoria y corazón de piedra.
Paula López G. Virumbrales
- ¿YAGO?, pregunta la joven.
- Sí. Santiago le puso Juan, el cantero que la tallaba.
Era gallego, no tenía muy buen humor.
- ¿Por qué dices eso?
- EI maestro de obra habÍa llegado el año anterior.
Después de un largo viaje, oriundo de tierras
castellanas. Lo acompañaba su hija Claudia muy
tristes aún por Ia súbita muerte de su madre y
esposa.
No quiso dejar a su hija al cargo de parientes lejanos;
ya sabes tu que los üajes en aquellas fechas eran
Ientos, difÍciles y peligrosos.
Tampoco sabía si eI encargo de constrrir esta capilla
de Nuestra Sra. de los Dolores le llevaría más de los
cuatro años concertados en la capital, con el SR.
Miranda, marqués de Valdecarzana.
Ya en Grado üvÍan en una casita haciendo esquina
al cruzar la calle, donde se construirÍa la capilla.
Claudia, además de seguir con sus estudios, pues
era el deseo de sus padres que fuese una persona
con conocimientos, también ayudaba a la Sra. dueña
de la casa donde üvían. Buena mujer y cariñosa en
el trato.
Antes no había agua en las casas, sobre todo en las
pobres. Por eso Claudia se hizo cargo de ir a buscarla
diariamente..
DebÍa ir a ula fuente bastante abajo de la muralla.
Como las demás jóvenes.
Cuando acababa con sus tareas, corría a esperar a
su padre por los alrededores de la Iglesia parroqúal.
- ¿.Tan lejos, abuela?
gárgola lfu e nte
l8 LAS !,leJÁ5 *€L FüRO
NARRAT¡VA
- No, aquí mismo. La iglesia era vieja y destartalada,
ya de época de los romanos. Pero era aquí enfrente. - É1, Luisa, no tientes al destino, que a las piedras
Lo que ahora es el Centro parroquial. La de S. Pedro las han oído hablar.
fue posterior.
- Sigue abuela, ¿que más te dijo Yago?
- Ah!, no lo sabía, abuela. Dime por qué tenía mal
humor Juan el cantero. - Que Claudia seguía yendo a verlos diariamente,
cuando marchaba el cantero, y seguía con sus manos
Pues vetás, a Claudia le fascinaba ver el cincel y la las estrellas y los dibujos geométricos y variados,
maza sacando esquirlas de piedra, en manos del que otras manos esculpían en la piedra rosa de las
gallego, dando forma a las plumas, ojos y demás paredes y el interior.
rasgos de Ias gárgolas. Ese color sanguino rosa la fascinaba, ese rubor en
Pero é1, a los pocos días de verla mirando tan atenta piedra.
y callada, Ia voceó con malas pulgas diciendo:
- ¿Rubor, abuela?
- ¡Fora!, ¡fora!, rapaciña, ¡vádevos yal
- ¡Si!, hija, fíjate en los hilillos rojos sobre ellas, ¿no
Claudia se sonrojó mucho, tenía tu misma edad; te parecen venas?.
para los hombres sólo eres una niña espigada, pero
a nosotras nos avergüenza que nos traten mal, sin - Pensándolo así, abuela: Quizá hubo un gigante que
tener en cuenta nuestra calidad de mujer. las cortó en la cantera y aún Ia sangre se ve arrollar
Con la cabeza bien alta se dirigió hacia su padre, por ellas.
que diariamente disponía y supervisaba las tareas
realizadas y las que se deberían hacer al dÍa siguiente, - ¡No!, Luisa , no lo pienses así, es cosa de poetas,
al final de la jornada allí se le podía encontrar, que siempre están con la oreja puesta, intentando
sentado en su banco de madera con respaldo, con oír el latido de alguna de ellas. El interior resulta
una mesa delante donde descansaba planos y otras cálido por su color.
muchas cosas concernientes a su c¿rgo. Cuando colocaron las gárgolas en el tejado, se
quedó muy triste. Ansiaba poder ser una Sra, hija
Se despiüó de él y volüó, mirando de reojo a Yago. de los marqueses, y pasear por la galería de cristal
que unía el palacio con Ia Capilla de los Dolores,
¿Le había guiñado un ojo y sonreído? Bah, tonterías, para estar más cerca de Yago.
pensó, si es de piedra....
- ¡Qué pena!, se lamentaba la joven
- ¡Ay, abuela!, pues yo también pienso que a veces
me mira. Pero él oía sus lamentaciones, además fue un año
de muchas lluvias y ella lienaba sus cántaros con el
- Pues ten cúdado con éI, que hace muchos años se agua de Yago, era feliz.
vio libre de su coraza de pieüa.
Pero cuando tenía que bajar a la fuente, miraba- ¿Él sOto o las ocho gárgolas del tejado? hacia él y le decía un poco desairada:
vrn 2008 L A s H o J A s B E L F e R o 19
NARRAT¡VA
- "Gárgola que estás anclada en ese eterno sillar,
por tus entrañas de piedra agua tu me podrías dar."
- ¿Ét te contestaba, abuela?
- Sí,le decía:
"Ojalá lloviese siempre, para poderte llenar el cántaro día a día,
lentos son mis pensamientos, de piedra mi alma será,
inmóvil el cuerpo mío y eterno.siempre el mirar.
SoIo esperar cuando llueve poder tu sed apagar.
Envidia me da la fuente, que diviso desde aquí.
Los pájaros me acompañan, pero se bañan aIIí.
Las mocitas refunfuñan, pero también van allí.
- ¡Cómo me gusta, abuela!, ¿Qué más te contó?
- Pues verás, una mañana las voces de su padre la
despertaron y la asustaron:
- iDespierta! ¡Claudia!, ¡Despierta!. La Gargola se ha
caído, está tirada en el suelo. Fue demasiado fuerte
el vendaval de anoche.
Apenas se vistió, fue con su padre a recoger los
pedazos y la trajeron a casa.
Claudia, abrazada a las piedras, lloraba desconsolada.
- Tranquila, hija, la podremos arreglar. La uniremos
con argamasa.
La restauraron con precisión y paciencia encajando
cada parte en su todo. EIla pintó sus plumas de
üvos colores, sus ojos y su rostro en general tomó
vida con Ia restauración..
La tenÍan en un pequeño patio interior que tenÍa la
casa, con un banco entre las flores.
- Se acercaba la noche de S. Juan, ya sabes, Luisa,
que es costumbre adornar todas las fuentes de los
pueblos.
-No, abuela, no lo sabía.
- Pues se llenan de flores y ramos de follaje verde
y a la noche se hace una gran hoguera con cosas
üejas y troncos que los mozos cortan en eI monte;
se baila alrededor del fuego, se eligen parejas. Y en
el claro del bosque hay una gran fiesta, las jóvenes
se ponen flores en el pelo y su mejor vestido.
Así que las amigas de Claudia decidieron que la
Fuente de Abajo serÍa la mejor engalanada, si ponÍan
encima del caño Ia Gárgola bellamente restaurada.
EIla con mucha pena las acompañó a colocar a Yago
en la fuente. Realmente quedó asentado y muy bien
encajado, de nuevo echando agua.
Todas tenían pareja, para el baile de la noche y se
fueron con ellos al bosque; ya se oían flautas y
gaitas, comenza.ron a bailar.
Se quedó pensaüva con sus brazos apoyados sobre
Yago.
- ¿Y qué pasó, abuela?
- Sabes que a las doce salen las Xanas del bosque,
del río y de las fuentes.
Pero Claudia estaba dormida cuando salió la de su
fuente.
Entonces Yago suplicó a su Xana, que le dejase bailar
esta noche con ella, rogó y la convenció de que con
su disfraz de plumas de colores nadie lo reconocería.
Al ver tanto amor, la Xana tuvo compasión...y tocó
a Claudia para despertarla:
- ¡Claudia!Despierta.
Ella, sobresaltada, vio a una joven de bondadosa
mirada y belleza extraordinaria, que le hablaba:
20 LA§ I!GJAS ÜEL FORO
NARRATIVA
- Hay alguien que quiere bailar contigo.
No acertaba a discernir si soñaba o era real, pues
ella también se veía con un deslumbrante vestido
de sutil gasa con varias telas superpuestas. Su pelo
se reflejaba en las cristalinas aguas de la fuente,
adornado con extrañas y bellas flores, por allí no
había üsto nunca tal delicadeza.
El joven que le tendía Ia mano era realmente un
buen mozo y muy apuesto, con su capa de noble
armiño y el rostro cubierto de una extraña y a la
vez familiar capucha de plumas de brillantes y
exóticos colores. Pero sus ojos le miraban con tanta
añoranza y cariño, que no le resultaba extraño,
podría ser su amigo del alma.
A la xana, ensimismada soñando aI verlos al finfelices bailar, se le pasó la noche sin sentir.
Apurada, intentó aI alba desaparecer por el caño de
la fuente; pero ya no le dio tiempo de deshacer el
hechizo, ni recoger su rebaño, ni todo su ajuar
extendido por el prado.
- ZQué rebaño, abuela?
- Luisa las Xanas son dueñas de fantásticas riquezas:
rebaños de vacas, ovejas, gallinas con sus pollitos
de oro y todos los pájaros que puedas imaginar.
Además de un riquísimo ajuar bordado en oro y
plata, sobre tela de finÍsimo lino, que ponen a secar
la noche de S. Juan.
- Y ¿todo sale por el agua?
- ¡Sí todo! Además, si alguien logra verlas al alba
cuando recogen, son dueños de todo.
- ¡Por favor abuela! Dime ya qué pasó.
- Pues ya te dije que a nuestra Xana no le dio tiempo
y compartió con Claudia y Yago toda su riqueza
durante el año. Por supuesto, ellos la a1'udaron y
quisieron como a una madre.
- ¿Y no volvió a su casa?
- Desapareció del pueblo. Su padre estaba muy triste,
Pero ella siempre estaba pendiente de é1. Dejaba en
la mesa cosas que a él Ie gustaban: frutas, flores,
pan de semillas, una moneda de oro, una liebre
recién cazada por Yago, etc. Un jersey de merino
para eI inüerno.
En su fuero interno, é1 tenía Ia certeza de que Claudia
seguía en el bosque, algo inexplicable la retenía,
pero sus mensajes no le dejaban perder las ilusiones.
Las amigas ya no se aüeúan a buscar agua en la
fuente de la Gárgola, pues decían que había
desaparecido.
"Claudia vivió su amor intensamente".
De nuevo llegó la noche de S. Juan. SóIo eI maestro
de obra se acercó aquella vez a la fuente. HacÍa un
año yo sabía de hechizos y de xanas, aunque
hace ya tanto que no se si fue real o un sueño.- pen-
saba recordando a su esposa.
A media noche, la claridad iluminó Ia fuente y eI
claro del bosque, Ia misma música de antaño. Amor
mío pensó, que poco tiempo te tuvimos.
- ¡Papá! ¡Papá!
- ¡Claudia; hija míal,- su voz sonó ronca de Ia espera
y la emoción.
AIIí estaba con yago y su recién nacido nieto.
vrn I 2008 LA5 HOJA§ ürL r0Ro 21
NARRATIVA
En aquella noche hubo boda y bautizo y ricos regalos temprano y con sus mejores ropas y un atado bajo
de las xanas para éI. el brazo, allí se iba.
Volvía al día siguiente, feliz y con fuerzas para todo
- ¡Qué bien, abuela! ¿Y volvió? el año.
- ¡Si!, pero hubo una promesa que cumplir, hija. - ZQUé llevaba en el paquete? ¿ Lo sabes?.
Yago debió de volver a recoger las aguas que eI cielo
le echara siglo tras siglo en eI tejado de Ia Capilla Pues en eI bosque ella habÍa aprendido a bordar
de los Dolores. como las xanas y de sus manos salieron los mejores
y más caros ajuares. De eso üüó siempre. Bordando
- Pero parece que es feliz, ¿verdad? en su ventana o en su patio, mirando de vez en
cuando a su amado.
- Sí, desde allí vigiló día y noche a su famiJia, pues
Claudia nunca abandonó Grado, ni su paüe. - ¿Pero que llevaba, abuela?
- ¿Y no volvió a estar con éI? - Creen que el mantel y las sábanas en esa mágica
noche siempre las ponía eIIa.
Cuentan que aquí cerca, en Ia Mata, hay una cueva Y colorín, colorado...
que llaman de la Xana y dicen que cada año por San
Juan, hasta el fin de sus días, Claudia, desde muy - ¡Ay, abuela te quiero!
22 LAs HsJAs DEL FoR0
NARRATIVA
perlas ensang rentadas I
Maira estaba en las bambalinas, con su bata de
plumas, esperando aI cortejo de polis que miraban
una y otra vez el cuerpo sin vida de René, tirado
enüe las cuerdas del atrezzo...
- Señorita Maira, ¿qué sabe de unas perlas ensiür-
grentadas?
-¡Son mías! ¿A1go más?
- ¿Y las flores?
- ¡No tengo ni idea! Serían el regalo para alguna de
la chicas - farfulló entre dientes. Uülicé a Rene iggal
que eI Io hacia con los demás?
- Muy bien, gracias.
Maira se levantó, y cogiendo su bolso, se marchó
luciendo se vestido de terciopelo violeta en dirección
a Ia puerta. A la salida del cabaret, pidió ul taxi a
base de pitidos y chillidos, en la oscuridad, apareció
la silueta de un hombre...
María José Fernández
- Tengo que hablar contigo.
- No tengo nada que hablar contigo.
- Cuidado con 1o que dices.
-No he dicho nada porque no sé nada. Tú sabes
algo, ¿no serias tú el que Io hizo? Y corriendo calle
abajo, su tacón se rompió y cayó cerca de un
basurero...
- No te hagas la digna, tu también te aprovechaste
de el por cabrón así que no te hagas la tonta.
Y sacando Ia pistola le pego 3 tiros a Maira sin
piedad.
AI dÍa siguiente, encontraron el cuerpo sin üda de
Maira tirada en eI suelo con varias bolsas alrededor.
El policÍa suspirando, le quitó los mechones del pelo
comentando: - Ahora, ya mrnca sabremos qúen hizo
esto, solo sabemos que üenen perlas ensangrentadas
y flores pisoteadas.
vrn 2OO8 LA5 HOJAS DTL FeRc 23
NARRATIVA
d istinta y s ¡nce ra Alba Lafuente Ramos
- MÍrame. Quizás no sea una muy cómoda situación,
tenerme hablándote evitando tus ojos, me refiero,
y probablemente no deje de manosear mi pelo, girar
el tobillo, rascarme los brazos o cualquiera de los
molestos gestos que hago cuando estoy nerviosa.
He de decirte que es posible que sea difÍcil, no seré
como todas aquellas a las que has dejado atrás, no
tengo intención alguna de pasar cada día contigo,
ni me gustan las cenas a la luz de unas velas, no
tengo reparos en decir que seguramente preferiré
una guerra de almohadas a salir de fiesta. SÍ, soy
peculiar, llámalo extravagante si lo prefieres, y sé
que te será difícil aceptarlo, comprenderme, a veces
te reirás de mÍ por no llorar. No soy fácil, no me
gusta comer con unos cubiertos que no sean los
mÍos ni paso jamás por debajo de los andamios,
prefiero un té a una coca-cola, ver una película de
Disney a una de Tarantino, me como el queso phi-
Iadelphia con cuchara y las tostadas del revés, sea
verano o invierno llevo un paraguas en el bolso,
estudio veterinaria pero le tengo alergia a los ani-
males, no creo en Dios, el zodiaco ni en el amor
verdadero, sin embargo creo en Ia suerte y en que
cierto número me persigue, jamás he probado eI
tabaco y toso a propósito cuando alguien fuma
delante de mí, me dan miedo las alturas pero hice
puenting, tardo una hora en comerme un helado,
soy adicta a "Chicas Gilmore", al café y al singstar,
no puedo dormir sin música puesta, odio las sardinas
y el atoz con leche, me sé todas las canciones que
conozco pero arrastro el mayor despiste del universo,
siempre uso camisetas holgadas, me encanta eI olor
de la humedad y las noches de verano, me pone de
buen humor el sol con viento, Ios chicles me dan
dolor de barriga, digo "obüo" demasiado a menudo,
pronuncio Ia "s" más de lo normal y estornudo como
un caniche, duermo siempre con calcetines, tengo
la insoportable manía de beber las burbujas de la
leche, nunca dejo el volumen de la tele en número
impar, me rasco Ia cara si estoy nerviosa, se me
pegan todos los acentos que escucho, de pequeña
me aprendí el abecedario al revés, mi risa suena
como Ia de una bruja y soy tan tonta de perdonar
siempre a todo eI mundo, llego casi siempre tarde,
la colonia me hace estornudar, colecciono entradas
de cine y arena de distintas playas, aunque las odie,
me encanta cocinar pero 1o hago fatal, y c¿rnto en
la ducha cuando sé que nadíe me escucha, no Ie
cojo cariño a los sitios y difícilmente a las personas,
pero daría la vida por mi perro. No soporto tu
manera de caminar, que hayas engordado ni ese
corte de pelo, sin embargo, te qulero. Estarás pen-
sando que esto no funcionará, que soy absurda y
que no tengo nada que ofrecerte, no seré quizás la
chica más guapa pero te prometo que cada momento
que pasemos juntos será algo nuevo e inesperado
y que nadie te querrá de la manera en que yo lo
haré. Y puede que algún día no recuerde eI color de
tus ojos, pero sí sabré que son los ojos más hermosos
que nunca he ústo. ¿Y bien, qué üces?
Su üejo perro bostezó.
24 LA§ Fi{}JA5 *gl- r0ñ.fi
NARRATIVA
romance del salmón Fernando Florez Fernández-Villaranzo
A ella, la Galatea de nuestros sueños. Ese
deseo insatisfecho que revolotea por Ia
imaginación
Hay feas a las que el azar les reserva una última
bala en la recámara. Cipriana Gertrudis atesoraba
esa bala que además era de plata: aquella simpatía
a prueba del hormigón más inquebrantable. A todos
-guapos y feos-, Ios espirituales encantos de C.G.,
Ia fea más atractiva y deseable, nos entusiasmaban.
¿Qué importaban eI ingenioso alabeo de sus piernas
o la sutil contorsión de su espinazo, su graciosa
nariz de alimoche o la discreción de su labio lepo-
rino? ¿No eran pecadillos veniales, intrascendentes
distracciones de Ia genética, al lado de aquella
mirada soñadora que ruborosamente cubría sus
vergüenzas detrás de una delicada caída de párpa-
dos? Al fin y al cabo, se trataba de despreciables
minucias comparadas con aquella voz aterciopelada
tan llena de sugerencias; aquella voz tan..., cómo
lo diría, tan, tan... a lo Concha García Campoy. Por
supuesto que serÍa una imperdonable pérdida de
tiempo por mi parte detenerme a n¿rrrar la aplastante
eüdencia: ef e ctivamente, las kimb asing er s oficiale s
del barrio Io llevaban mal, pero que muy mal, ustedes
ya me entienden.
Las tardes de domingo, nuestra cuadrilla se reunía
en eI ambigú de 'EI Almacén Danzante' a tomar
compuestas y disfrutar del espectáculo: media
docena de cariátides enfurruñadas lanzando litros
de lava por sus ojillos maliciosos. Desde su acrópolis
encaramada sobre la pista aguardaban a qtlie ella
(al escribir ella en cursiva me refiero a Ia inevitable
Cipriana Gertrudis) no estuviese disponible, o a que,
exhausta, desisüese de mover las caderas al compás
de las cumbias, merengues
y guarachas que, febrilmente, atacaba la orquesta.
¿Es preciso que me extienda en eI porqué de Ia
ruptwa con PilarÍn, mi novia desde los tiempos del
instituto? Si C. G. ya me había sorbido el seso con
esa sal que la naturaleza derrocha en algunas de
sus criaturas -recitaba con un elegante toque de
tristeza los versos de Gamoneda y el violÍn, en sus
brazos, ganaba los atributos de un ser vivo-, el
coup de grácelo provocó la receta de salmón curado
en salsa de rábano silvestre, un plato que preparaba
primorosamente. Aquel manjar afrodisíaco acabó
por sorberme el sexo.
Quizá por cuestiones de simetría, ante mi repudio,
Pilarín acabó ligando con Macario Tancredo, un
tritón con el que pasaba las tardes en el río armada
con una sacadera. Y el salmón algo tuvo que ver,
también, en aquel romance, pues no creo que fuese
solamente por la mirada estrábica de Macario nipor su espinazo de gibón ni tampoco por la verruga
con forma de berenjena de la punta de su nariz.
Además, M.T. era cojitranco y no me llegaba al
hombro.
La noche que las dos parejas nos reunimos para
cenar (quise limar asperezas con Pilarín y tranquüzar
mi conciencia: la había dejado vestida y con noüo
minusváIido), C.G. cocinó su plato especial, recitó
algunos versos del Adonais y arrancó del üolín las
delicadas notas de la Meditación de Massenet.
A la semana recibí una carta de mi futura esposa.
Me lirnitaré a reproducir el último párrafo: "Estoy
locamente enamorada de Macario Tancredo. Me
suministra salmones frescos y además su mirada
se enciende cuando le recito a Shelley. Lo siento".
vrn 2OO8 LA5 ri§JA§ DEL FS&0 25
NARRATIVA
Llevo veinte años casado y nunca he r,uelto a disfrutar
del salmón curado en salsa de rábano silvestre. Sé
que Pilarín lo iitenta, p.ro ttó ét lo iirismo que con
ella. EI salmón sabe insÍpido, el violÍn es un úozo
de madera con cuerdas y las lecturas poéticas, bueno
Ias lecturas poéticas me recuerdan aquellos recitados
del catecismo. Entonces me ahoga la melancolÍa y
siento Iástima de mi mismo.
en la estación de oxford EstefanÍa Suárez Redondo
Desde aquella, odiaba las estaclones de tren. El
ajetreo de la gente, los silbatos sonando a uno y
otro lado, el 1ío de vagones y los fallos en las pantallas
de información de salidas y llegadas. Lo detestaba.
Todo. Mirara a donde mirara, veía su cara reflejada.
La de ella y la de Isabel, porque todo le recordaba
a ella.
Nunca olüdaría aquellas largas charlas acompañadas
de cafés ahumando entre sus manos en las frÍas
tardes de inüerno, cuando, sentadas en una de las
cafeterías de la estación de Oxford, dejaban escapar
sus escandalosas risas por cualqúer tonta ingenui-
dad o comentario. El romá,ntico aspecto de la estación
inglesa le prohibía olvidarse de todo aquello, y eso
mismo era lo que más le gustaba de Inglaterra, el
paÍs que le había robado lo que más apreciaba en
su vida.
Nunca se perdonaría lo que permitió que sucediera
con Isabel. Aquella morena de carácter alegre, tan
dispuesta siempre a ayudar los demás aunque se
tratara de desconocidos, con su sonrisa que encan-
dilaba a todos los ingleses por ser tan diferente a
Ias chicas de allí; a las de allí y a las demás morenas
Ayer, una gran nube algodonosa flotó como un
velero sobre mi casa y la lágrima de casi todas las
tardes resbaló en mi mejiJla. Esa nube... Siempre se
ha cruzado una nube en mi vida. Maldije a gritos a
Macario Tancredo y a mi mala suefie. Definiüvamente
mi rubia oxigenada no dispone de una bala de plata
en Ia recámara. Y es que nadie es perfecto, ¿no les
parece?
españolas, italianas, francesas y latinoamericanas.
La morena que dejaba a su paso un rastro de olor
a coco. EIla era diferente a todas y en todo; por eso,
quizás, eI destino también se encaprichó con ella y
se Ia llevó.
Se fue sin despedirse, sin decir nada a nadie y ahora,
casi tres años después, nadie sabÍa nada de su
paradero. Sin embargo, habÍa dejado su huella en
cada uno de los rincones de aquella estación que
tantas confidencias había albergado. El gran reloj
que sonaba a las horas en punto, el mismo que ella
miraba cuando tenía que esperar por Isabel porque
siempre le pasaba algo para llegar tarde a las citas.
El pitido de un tren entrando en eI andén. Parece
mentira, pero aquel sonido aún Ia obligaba a mirar
con atención a todas las personas que entraban en
la estación desde el andén buscando una ca.ra cono-
cida, pero la de Isabel nunca más Ia vio. El tren, el
que siempre cogÍa, eI de las 7 y cuarto, con sus rayas
azules y amarillas y su interventor de bigote, del
que Isabel se reÍa e imitaba.
Siempre cogía el mismo, para no llegar tarde a cen¿Lr
en la casa de la familia que la acogía aquel curso.
26 t-,45 HCJ,4S DEL FOAO
NARRATIVA
Tampoco ellos sabían nada de su paradero, pero la
recordaban cada tarde cuando en vez de té tomaban
un chocolate bien caliente, como los que tanto le
gustaban a eIIa.
El calor del café que sujetaba en su mano la despertó
entre tantos recuerdos, y entre los anuncios de las
llegadas y parüdas de los trenes veía caras conocidas,
caras a las que ambas les habían puesto nombre,
un puesto de úabajo y un carácter según sus rasgos,
según sus gestos; pero aI fin y al cabo todas personas
desconocidas. Y entre todas ellas.....Allí, camino a
los andenes, el rostro más parecido a una careta
que habÍa visto en su üda. Era é1, sin duda alguna.
Cualquiera diría que bajo ese aspecto de niño inglés
adinerado y con cara 'angelicaf iba a ser tan absor-
bente, tan envidioso y tan dañjno.
Todavía se acordaba del día en el que notó el cambio
en el rostro de Isabel. Aquella tarde en la estación
de Oxford, su morena cara no lucía el brillo de
siempre, algo había cambiado y desde entonces algo
cambiaría mucho más. Problemas con gente desco-
nocida por llevar emblemas diferentes, secretos
demasiado oscuros como p¿ra contar en la cafetería
de una estación de tren, marcas de algún que otro
golpe oculto bajo una capa de maquillaje y conver-
saciones que giraban en torno a otros temas ya no
tan entretenidos como los de antaño. No le gustaba
echarle la culpa a nadie sin tener motivos, pero
cuando Isabel comenzó con aquel chico estalló el
alejamiento entre ambas amigas.
Sabía que él no se la había robado porque éI seguía
allí, en su Oxford natal, pero algo tenía que ver con
la desaparición de Isabel. No tenÍa que haberla
dejado enamorarse de é1, no tenía que haber iniciado
aquel juego que comenzó como un reto para después
acabar guardándole sus secretos, los de éI y los de
sus amigos, y acabar ella teniendo muchos más que
ocultar. Jugó con fuego y se quemó, y las chispas
alcanzaron a todos los que estaban a su alrededor.
Pero aquella no era la Isabel que había quedado en
el recuerdo, aquella ya no gustaba tanto como Ia de
comienzo de curso con Ia que compartía charlas en
las cafeterías y viaies en los trenes.
Aquella tarde tomó su café habitual en la misma
mesa de siempre, la de delante del gran reloj que
cantaba las horas en punto, miró a todos los que
pasaban poniéndoles etiquetas de identidad como
de costumbre y a las 7 y cuafio tomó eI tren. A su
Iado ya no había ninguna morena de carácter jovial
y bella sonrisa; no había nadie con olor a coco ninadie que liberara las carcajadas de su risa. A su
lado ahora siempre üajaba una nueva amiga fría y
distante que cada vez aborrecía más. Aquella nueva
amiga se llamaba Soledad.
controlar su mirada para no quedarse petrificado
mirando a aquella mujer cuando se encontrada
fuente a ella mientras esperaba el bus del colegio.
Helada. Así era Ia mirada de la mujer de la parada.
en la del bUS I EsteraniasuárezRedondo
Helaba. El duro frío del invierno dominaba la calle
y amenazaba con congelar a todo valiente que se
atreüera a pasear por las aceras. A todo individuo
menos a ella. Sentada en aquella parada con su largo
abrigo gris y su gorro de lana. Como cada día desde
hacía años, en el mismo sitio. A James le costaba
parada
Yrn 2008 §-45 ¡-rsJA3 OEL FORO 27
NARRATIVA
Siempre fría, como ida, sin fondo en sus ojos. Su
aspecto chocaba con la alegría que cada mañana
acogía aquella parada con el autobús escolar, el
mismo que James esperaba. El rostro de aquel niño
le recordaba al de su pequeño. Y entonces el corazón
se le estremecía aún más. Se había prometido cui-
darlo sin cansancio, acompañarlo a cada destino y
una mañana fría de invierno se había dejado tentar
por el mal temporal para no salir de la casa. El
sonido de Ia ambulancia había sido aún más amargo
que el estridente pitido de su despertador. Era la
voz de alarma, la de su alma. Fue la primera vez
que sentía como su corazón se encogía y apretaba
fuerte en el pecho una fuerza que transmitÍa un
solo mensaje de peligro. Su pequeño, a lo que más
quería en este mundo, perecía sobre una sábana
blanca, pura como su infancia. El bus del colegio lo
había llevado, pero no a un destino del que volvería
con su soruisa, siempre impresa en su iluminado
rostro.
La mujer del abrigo gris y el gorro de lana nunca se
lo había perdonado. Por eso, años después de aquel
suceso, la cara del pequeño vecino inglés Ie traía
dulces recuerdos y se prometió de nuevo proteger
a aquel desconocido que le recordaba a su hijo. La
mujer de Ia parada esperaba por James, le protegería,
no se dejaría disuadir una vez más por el frío ni
por el calor, nunca ya fallaría.
Doce años después, cuando el bus para James partía
hacia la universidad, el frío sacudió el ya fuerte
cuerpo del que había sido niño. Miró a la parada,
vacía y frÍa, por cuyos laterales arrollaban las gotas
de lluüa que caían, como lágrimas. Aquella parada
era la partida de un bus con un final desconocido.
Un bus que paró para la mujer del abrigo gris y el
gorro de lana. Entonces, James lo entendió todo. La
etapa del colegio había terminado para é1, la promesa
de Ia mujer por fin se había cumplido y su bus había
pasado a recogerla, quizás el mismo bus que se
Ilevó a su pequeño. Y todo en aquella parada de
bus.
28 LA5 ¡-roJAs DEL FORO
'*] E.t? z
POESíA
Atejü nd ro Fe{na ndez-üs0 ri*
Hay veces que me veo tentado
a
rendirme.Pienso,
será imposible conseguirlo;v
lloro
sin emitir ruido alguno,por verguenza.
Luego voy frente al espejo
v
encuentro ridÍcula
la depresión del ojo y el eccemaque invade el pómulo
Iento y tenaz.
Los dejo ahí construyéndome
v
me voy a la ventana
a ver si escucho a algún niño contarlas transcendentales historias del colegio
a una madre igual de consumida que yo
a punto de rendirse.
Si hay suerte SOIIIIO,
vengo a regar las plantassi no,para que
al menos ellas
no se cansen a destiempo.
vrn | 2OO8 L A s H 0 J A s D E L F o R CI 3I
POESíA
trry*u
basuras
La cálida y vaporosa impronta sumergida
En el fragor de los deseos, ilusiones...;
El ancho y torruoso camino a la locura
Más contumaz, anida en tu nido de objetos
Inserübles, desparramados por el yerto y
Yermo verde desesperanzado.
Alabanzas rotas por la soledad vomitan
En insalubres mercados de Io ajeno.
Estercolero inmundo donde se palpa
El ambiente a pestilencia. ¡Deténte!
No emerjas ni un solo palmo más.
Espera a los deseos
Reciclados de una noche de acampada.
Todo es basura; un ticket de ida y r,rrelta
Que subyace en el eterno abanico de colores
Con sabor a muerte.
Basuras eternas, recicladas y aniquiladas, recaen
En ese ferüente deseo de extensión
Para volver a morir.
Tan sóIo escucha
Su lamento lánguido y ahogado que persiste
deseo
Desnúdame con un beso en los labios.
Abrázame y estréchame en tu cerco.
Revienta mi deseo latente y dormido.
Aumenta el fervor contenido.
Quiéreme sin remedio.
Si ves que me echo atrás, ¡Deténme!
Átame a tu yugo salvaje y cegador.
Desata otros lazos más puros.
Pronuncia esas palabras indiscretas,
Que yo sólo quiero oír.
32 LAs HoJAs alEL F0R0
POESíA
Juli* Can*
algunas chicasme preparan com ida
Desde que saben que estoy solito
algunas chicas me preparan comida.
Me hacen bizcochos
de chocolate,
lentejas como en su pueblo,
pastas con las que ganaron premios en su país de origen.
Ellas toman la iniciaüva,
sin que yo les haya pedido nada
salvo mostrarme,
supongo,
involuntariamente
no hambriento pero desvalido,
risueño, abandonado.
Yo me siento extraño
subiendo por Ia calle con las bolsas que me dan,
metiéndolas en el frigorífico,
y en agradecimiento
les hago el amor
lo mejor que sé,
-bien sabéis que desde siempre
me entrego al sexo
con vocación de servicio-,
atento a cada fibra de piel,
a cada pulso de los sabores de la ceremonia.
Desde que saben que estoy solito
- algunas chicas me prepar¿Ln comida.
vrn l2OO8 LAs HolAs DEL FoRo 33
POESíA
Ios tomates
Y cuando me acordé y fui a mirar
ya estaban todo podridos los tomates
blandos
cubiertos de moho
asquerosos
como se puüe el deseo
cuando no Io consumes a tiempo.
en las grietas
Es en las grietas de las piedras
donde crece Ia üda.
No en sus pafies sólidas,
en las macizas incontestables
extensiones pétreas,
sino en las roturas.
Ahí es donde
cuando llega el agua
y el viento
vel sol
aparece primero eI musgo,
luego la hierba,
y con suerte algún helecho
horizontal o vertical
según sea Ia orientación de Ia hendidura.
34 LAS r{*JAs üEL ñoRo
PoEsín
robinson
Ay de ti, Robinsón,
¿qué harás
cuando veas
que alguien
se acerca por la playa?
¿Qué harás cuando veas
que deja huellas en Ia arena,
que no es tu alucinación diaria,
la masa de tu deseo vuelta colores?
Correrás a esconderte.
Te aplastarás contra el árbol
más robusto,
acurrucado entre la espesura de su base.
Y pedirás al cielo,
-por tantos años de naufragio,
por la justicia de la piel,
por el escorzo del sol sobre el océano,
por la enfermedad y la lluvia,
por los pequeños ruidos infinitos-,
ser visto.
inv 2008 LAsHoJAstrELFoRo35
POESIA
carlos I
Carlos I-rey de España y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico-
otorgó a Juan Sebastián Elcano
-por aquello de dar la r,rrelta al mundo-
una pensión de 500 ducados
y un escudo de armas en el que se leÍa
"Primus circumdedisti me".
Vaya mierda de premio,
vaya trofeo vano
en comparación
con el suspiro de rayo verde
que ayer me regalaste
cuando terminé de circunvalar tu cuello a besos.
Vaya dote miserable
puesta al lado de tu risa arbórea
cuando ayer partí de tu ombligo hacia Occidente
y siempre en esa dirección
-sin temor a motines, dragones o escorbutos-
mantuve mi juramento
hasta que aüsté de nuevo mi punto de partida.
Grité "tierra" llegando desde el itmanecer de tu Oriente
y demostré que también tu cintüa
es circunnavegable por completo.
36 LAs HoJAS DEL FoRo