hoja dominical n. 3597 del 17-01-21 · de simón pedro, era uno de los dos que oyeron a juan y...

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Arzobispado de Tarragona www.arqtgn.cat n. 3.697 Carta Dominical dominical HOJA E stamos muy habituados a hablar de la Iglesia como «un solo cuerpo», y evidentemente debe ser así. Pero, en cambio, reflexionamos menos sobre los efectos personales y eclesiales que implica esta expresión. Esta semana iniciamos el octavario de oración por la unidad de los crisanos y, además, si Dios quiere, el próximo jueves, fiesta de san Fructuoso, tendrá lugar en la catedral la clausura de la celebración del vigésimo quinto aniversario del Concilio Provincial Tarraconense de 1995, con una eucarisa concelebrada por todos los obispos de Cataluña. Tanto un hecho como el otro nos pueden ayudar a comprender más adecuadamente lo que conlleva ser «un solo cuerpo». San Pablo, a quien debemos la imagen de la Iglesia como «Cuerpo de Cristo», dedica el capítulo 12 de la Primera Carta a los Corinos a hablar de cómo se vive en el interior de la Iglesia, en tanto que comunión dentro de la diversidad de dones. Para explicitar de manera gráfica su pensamiento, recurre a la figura del cuerpo humano. En una escena muy elocuente, Pablo ima- gina la conversación entre diferentes miembros del cuerpo. Las palabras de unos y otros van sacando a la luz las dificultades de la comunidad eclesial, y se va clarificando una realidad que resulta tan evidente en la teoría como poco recordada en la prácca. Uno de los desaciertos es descrito en la conducta de algunos miembros que quieren recibir un trato ostentoso ante los que consideran inferiores o simplemente innecesarios. Pablo debe dar respuesta a esta seria y recurrente tendencia del hombre, siempre proclive a buscar el presgio personal, y lo hace re- curriendo a la idea de los contravalores del Reino, ya que «los miembros que parecen más débiles son necesarios. Y los miem- bros del cuerpo que nos parecen más despreciables los rodea- mos de mayor respeto; y los menos decorosos los tratamos con más decoro; mientras que los más decorosos no lo necesitan» (1Cor 12,22-24). Queda claro, pues, que en la «eclesialidad» nadie está en condiciones de despreciar ni juzgar a ningún otro. La otra tentación del cuerpo eclesial es que un miembro quie- ra ocupar el lugar de otro, mientras vive con insasfacción su actual ubicación. Pablo no entra en disquisiciones psicológicas, sino que indica que es Dios quien ha dispuesto cada miembro en su lugar adecuado y es desde este espacio, y no otro, que le da las fuerzas y la sabiduría para servir a la salud y al equilibrio del cuerpo entero. El proyecto común, pues, ahuyenta toda posibilidad de envidia y rivalidad, y hace del cuerpo un jardín mulcolor donde mostrar la belleza de Dios. Superar estas dos dificultades ene un único objevo: «para que así no haya división en el cuerpo» —afirma san Pablo (1Cor 12,25)—, «sino que más bien todos los miembros se preocu- pen por igual unos de otros». ¿Hay manera más clara de adver- r a la comunidad crisana de Corinto, y de todos los empos, que la comunión del cuerpo entero es prioritaria al individual atesoramiento de cualidades y virtudes? Las consecuencias personales están implícitas, porque para conseguir la armonía del cuerpo entero es evidente que cada miembro debe vivir, de una manera natural y espontánea, la humildad, el servicio y la solidaridad con los demás. Ya el Concilio Tarraconense urgía «a los fieles a tomar parte acva en la comunidad crisana, [...] con un auténco espíritu de comunión, y ser acogedores de todas y cada una de las personas, en su peculiar situación, para que puedan encontrar su lugar y desarrollar su acvidad o ser- vicio» (CPT 121). Tengámoslo en cuenta en nuestras relaciones eclesiales. Vuestro, 17 de enero de 2021 II Domingo del tiempo ordinario UN SOLO CUERPO EN LA ECLESIALIDAD NADIE ESTÁ EN CONDICIONES DE DESPRECIAR NI JUZGAR A NINGÚN OTRO † Joan Planellas i Barnosell Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado Enfoca el código QR y accede al video de la Carta dominical

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  • Arzobispado de Tarragona www.arqtgn.cat n. 3.697

    Carta Dominical

    dominicalHOJA

    Estamos muy habituados a hablar de la Iglesia como «un solo cuerpo», y evidentemente debe ser así. Pero, en cambio, reflexionamos menos sobre los efectos personales y eclesiales que implica esta expresión. Esta semana iniciamos el octavario de oración por la unidad de los cristianos y, además, si Dios quiere, el próximo jueves, fiesta de san Fructuoso, tendrá lugar en la catedral la clausura de la celebración del vigésimo quinto aniversario del Concilio Provincial Tarraconense de 1995, con una eucaristía concelebrada por todos los obispos de Cataluña. Tanto un hecho como el otro nos pueden ayudar a comprender más adecuadamente lo que conlleva ser «un solo cuerpo».

    San Pablo, a quien debemos la imagen de la Iglesia como «Cuerpo de Cristo», dedica el capítulo 12 de la Primera Carta a los Corintios a hablar de cómo se vive en el interior de la Iglesia, en tanto que comunión dentro de la diversidad de dones. Para explicitar de manera gráfica su pensamiento, recurre a la figura del cuerpo humano. En una escena muy elocuente, Pablo ima-gina la conversación entre diferentes miembros del cuerpo. Las palabras de unos y otros van sacando a la luz las dificultades de la comunidad eclesial, y se va clarificando una realidad que resulta tan evidente en la teoría como poco recordada en la práctica.

    Uno de los desaciertos es descrito en la conducta de algunos miembros que quieren recibir un trato ostentoso ante los que consideran inferiores o simplemente innecesarios. Pablo debe dar respuesta a esta seria y recurrente tendencia del hombre, siempre proclive a buscar el prestigio personal, y lo hace re-curriendo a la idea de los contravalores del Reino, ya que «los miembros que parecen más débiles son necesarios. Y los miem-bros del cuerpo que nos parecen más despreciables los rodea-mos de mayor respeto; y los menos decorosos los tratamos con más decoro; mientras que los más decorosos no lo necesitan» (1Cor 12,22-24). Queda claro, pues, que en la «eclesialidad» nadie está en condiciones de despreciar ni juzgar a ningún otro. La otra tentación del cuerpo eclesial es que un miembro quie-ra ocupar el lugar de otro, mientras vive con insatisfacción su actual ubicación. Pablo no entra en disquisiciones psicológicas,

    sino que indica que es Dios quien ha dispuesto cada miembro en su lugar adecuado y es desde este espacio, y no otro, que le da las fuerzas y la sabiduría para servir a la salud y al equilibrio del cuerpo entero. El proyecto común, pues, ahuyenta toda posibilidad de envidia y rivalidad, y hace del cuerpo un jardín multicolor donde mostrar la belleza de Dios.

    Superar estas dos dificultades tiene un único objetivo: «para que así no haya división en el cuerpo» —afirma san Pablo (1Cor 12,25)—, «sino que más bien todos los miembros se preocu-pen por igual unos de otros». ¿Hay manera más clara de adver-tir a la comunidad cristiana de Corinto, y de todos los tiempos, que la comunión del cuerpo entero es prioritaria al individual atesoramiento de cualidades y virtudes? Las consecuencias personales están implícitas, porque para conseguir la armonía del cuerpo entero es evidente que cada miembro debe vivir, de una manera natural y espontánea, la humildad, el servicio y la solidaridad con los demás. Ya el Concilio Tarraconense urgía «a los fieles a tomar parte activa en la comunidad cristiana, [...] con un auténtico espíritu de comunión, y ser acogedores de todas y cada una de las personas, en su peculiar situación, para que puedan encontrar su lugar y desarrollar su actividad o ser-vicio» (CPT 121). Tengámoslo en cuenta en nuestras relaciones eclesiales.

    Vuestro,

    17 de enero de 2021 II Domingo del tiempo ordinario

    UN SOLO CUERPO

    en la eclesialidad nadie está en condiciones de despreciar ni juzgar a ningún otro‘

    † Joan Planellas i BarnosellArzobispo metropolitano de Tarragona y primado

    Enfoca el código QRy accede al video de la Carta dominical

  • Edita: Arzobispado de Tarragona · Redacción y administración: Dpto. de Comunicación y Publicaciones (Pla de Palau, 2 – 43003 Tarragona) · Teléfono: 977 23 34 12 · Correo electrónico: [email protected] Directora: Anna Robert · Asesoramiento lingüístico: Rafael Muñoz · Imprime: Torrell, S.A. · D.L.: T-519-01

    Ciclo B

    Liturgia de las Horas: Semana II

    Domingo 17: II Domingo del tiempo ordinario [1Sam 3,3b-10.19; Salmo 39,2 y 4ab.7.8-9.10; 1Cor 6,13c-15a.17-20; Jn 1,35-42 (LE/LH propias)]Lunes 18: [Heb 5,1-10; Salmo 109, 1.2.3.4; Mc 2,18-22]Martes 19: Santa Inés, virgen y mártir (MO) [Heb 6,10-20; Salmo 110,1-2.4-5.9 y 10c; Mc 2,23-28]Miércoles 20: [He 7,1-3.15-17; Salmo 109, 1.2.3.4; Mc 3,1-6] San Fabián, papa y már-tir (ML); o bien: San Sebastián, mártir (ML)Jueves 21: Santos Fructuoso, obispo, Augurio y Eulogio, diáconos, mártires (F) [Heb 10,32-36; Salmo 33,2-3.4- 5.6-7.8-9; Jn 17,11b-19. En Tarragona ciudad (Sol): Dn 3,14-20.91-92.95; Salmo 33,2-3.4-5.6-7.8-9; Heb 10,32-36; Jn 17,11b-19 (LE/LH propias)]Viernes 22: Sant Vicente, diácono y mártir (MO) [Heb 8,6-13; Salmo 84,8 y 10.11-12.13-14; Mc 3,13-19]Sábado 23: San Ildefonso, obispo (MO) [Heb 9,2-3.11-14; Salmo 46,2-3.6-7.8-9; Mc 3,20-21]Domingo 24: III Domingo del tiempo ordinario [Jn 3,1-5.10; Salmo 24,4bc-5ab.6-7b.8-9; 1Cor 7,29-31; Mc 1,14-20 (LE/LH propias)] San Francisco de Sales, obispo y doctor de la Iglesia

    LecturasII Domingo del tiempo ordinario

    Lectura del primer libro de Samuel (3, 3b-10.19)

    En aquellos días, Samuel estaba acos-tado en el templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios. Entonces el Señor llamó a Samuel. Este respondió: «Aquí estoy». Corrió adonde estaba Elí y dijo: «Aquí estoy, porque me has lla-mado». Respondió: «No te he llamado. Vuelve a acostarte». Fue y se acostó. El Señor volvió a llamar a Samuel. Se le-vantó Samuel, fue adonde estaba Elí y dijo: «Aquí estoy, porque me has llama-do». Respondió: «No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte». Samuel no co-nocía aún al Señor, ni se le había mani-festado todavía la palabra del Señor. El Señor llamó a Samuel, por tercera vez. Se levantó, fue adonde estaba Elí y dijo: «Aquí estoy, porque me has llamado». Comprendió entonces, Elí que era el Señor el que llamaba al joven. Y dijo a Samuel: «Ve a acostarte. Y si te llama de nuevo, di: “Habla, Señor, que tu sier-vo escucha». Samuel fue a acostarse en su sitio. El Señor se presentó y llamó como las veces anteriores: «Samuel, Samuel». Respondió Samuel: «Habla, que tu siervo escucha». Samuel creció. El Señor estaba con él, y no dejó que se frustrara ninguna de sus palabras.

    Salmo responsorial [39, 2 y 4ab.7-8a.8b-9.10 (R.: cf. 8a y 9a)]

    Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito. Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios.

    LITURGIA DE LA SEMANA

    R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

    Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios; entonces yo digo: «Aquí estoy». R.

    «—Como está escrito en mi libro—para hacer tu voluntad. Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas». R.

    He proclamado tu justiciaante la gran asamblea; no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes. R.

    Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (6, 13c-15a.17-20)

    Hermanos: El cuerpo no es para la for-nicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo. Y Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros con su poder. ¿No sabéis que vuestros cuer-pos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la inmoralidad. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca contra su propio cuerpo. ¿Acaso no sa-béis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habita en vosotros y habéis recibido de Dios? Y no os per-tenecéis, pues habéis sido comprados a buen precio. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

    La disponibilidad ante la llamada del Señor se nos muestra en la primera lectura con las palabras de Samuel: «Habla, Señor, que tu siervo escucha»; y también en el salmo responsorial: «Aquí estoy, para hacer tu voluntad». Este contenido vocacional aparece también en el Evangelio, cuando dos discípulos de Juan el Bautista, una vez que este les mostró a Jesús como el Cordero de Dios, lo siguieron y se quedaron con él aquel día. Si no mostramos a Cristo a los demás, ¿cómo van a seguirlo? La segunda lectura nos presenta un ejemplo concreto: ¿cómo vamos a convencer del valor de la castidad cristiana si no anunciamos primero que nuestros cuerpos son miembros de Cristo y templos del Espíritu Santo?

    Lectura del santo Evangelio según san Juan (1, 35-42)

    En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pre-gunta: «¡Qué buscáis?». Ellos le con-testaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?». Él les dijo: «Venid y veréis». Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; en-cuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llama-rás Cefas (que se traduce: Pedro)».