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No ficción- Historia

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111. E L M U N D O MODERNOA n t o n i o Luis C o r t s Pea coordinador

E D I T O R I A L U N 1 ; V E R S I D A D

T R O T T AD E C R A N I t t r h

Historia del cristianismo 111. El mundo moderno Antonio Luis Corts Pea coordinador

R 1 A I D A D

L D E

T

RG R

CONTENIDO

COLECCIN ESTRUCTURAS Y PROCESOSSerie Religin

Introduccin: Antonio Luis Corts Pea . . . . . . . . . . . . . . . . Siglas y abreviaturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. La crisis de la cristiandad occidental en los albores de la Modernidad: Antonio Luis Corts Pea . . . . . . . . 11. Pensamiento teolgico y movimientos espirituales en el siglo xw: Rafael M. Prez Garca . . . . . . . . . . . . . III. Lutero y el luteranismo: Zfanes Egido Lpez . . . . IV. Las reformas protestantes: Tefanes Egido Lpez . . . V. Reforma y Contrarreforma catlicas: Ricardo Garca Crcel y Josep Palau i Orta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VI. La Inquisicin espaola: Descubrimiento o nueva creacin?: Doris Moreno Martnez . . . . . . . . . . . . . . VII. El cristianismo y los inicios del capitalismo: Bernat Hernndez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VIII. La edad del absolutismo confesional: las guerras de religin: Jos Javier Ruiz Ibez y Marco Penzi . . . . . IX. Evolucin de las relaciones Iglesia-Estado: Fernando Negredo del Cerro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . X. Religiosidad institucional y religiosidad popular: Miguel Luis Lpez-Guadalupe Muoz . . . . . . . . . . . XI. El estamento eclesistico en la Europa moderna: Arturo Morgado Garca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XII. Las mujeres en el siglo de las reformas religiosas: Isabelle Poutrin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XI11. Las iglesias y las luchas doctrinales en el siglo XVII: Antonio Domnguez Ortiz y Antonio Luis Corts Pea

O Editorial Trotta, S.A.,

2006 Ferraz, 55. 28008 Madrid Telfono: 91 543 03 61 Fax: 91 543 14 88 E-mail: [email protected] http://www,trotta.es

O Universidad de Granada, 2006 O Antonio Luis Corts Pea, 2006 O De los autores para sus colaboraciones, 2006ISBN: 84-8164-632-6 (Obra completa) ISBN: 84-81 64-799-3 (Volumen 11 1) Depbsito Legal: M-14.845-2006 Impresin Fernndez Ciudad, S.L.

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CONTENIDO

X XV XVI. XVII. XVIII. XIX.

La fiesta religiosa moderna: la madeja sacralizada del poder y la necesidad: Len Carlos Alvarez Santal . Leer para creer. Religin y cultura del libro en la Edad Moderna: Fernando Boum . . . . . . . . . . . . . . . Arte y cristianismo en la Edad Moderna: Juan Calatrava . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Misin e institucionalizacin del cristianismo en Amrica: Jos Luis Mora Mrida . . . . . . . . . . . . . . . . Las iglesias orientales y las uniones parciales con Roma (siglos xvi-xwii): Manuel Sotomayor Muro . . Cristianismo e Ilustracin. Los inicios de una nueva era: Antonio Domnpez Ortiz y Antonio Luis Corts Pea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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INTRODUCCI~N681 739 785 83 1 875 879 8 99 90 1A n t o n i o L u i s C o r t s Pefia

Bibliografia general: Antonio Luis Corts Pea . . . . . . . . . . . ndice de nombres ................................. .................................... Colaboradores .................................... ndice general

Este tercer volumen de la Historia del cristianismo se dedica a la Edad Moderna, por lo que antes de nada parece oportuno hacer una breve referencia al respecto. La divisin de la historia en edades (terminologa aceptada hoy por algunos con cierta reticencia, aunque no tanto como hace unas dcadas) no debe ser un mero artificio didctico para facilitar la exposicin, como la simple divisin de un libro en captulos. Si tal fuera, su valor cientfico sera nulo. Dicha divisin, por tanto, debe esforzarse por traducir una cierta estructura interna de la historia, su evolucin, sus mutaciones. En tal sentido es una cuestin bsica que ha atrado la atencin de no pocos intelectuales. El esquema de las tres edades (luego cuatro) se form cuando los hombres del Renacimiento tomaron conciencia de su distinta entidad, de su originalidad, y entre la Antigedad y ellos introdujeron el concepto de media aetas o media tempora, que en el siglo XVII cristaliz en la divisin tripartita de Cellarius, pronto generalmente aceptada. La poca moderna naci, pues, bajo el signo de la autosatisfaccin. En el Renacimiento el hombre se sinti, con razn o sin ella, superior a los que inmediatamente le precedieron. De hecho, en el pensamiento renacentista se mezcl en proporciones variables el respeto a los antiguos, tenidos por superiores, con la conviccin de que la humanidad haba descubierto nuevos hechos y creado nuevas formas, lo que le permitira un progreso en su evolucin. Esta referencia a la idea de progreso era absolutamente necesaria, pues sin ella no slo es incomprensible el nacimiento de la idea de Modernidad, sino incluso la formacin de un sentido propiamente histrico.

H I S T O R I A D E L C R I S T I A N I S M O E N EL M U N D O M O D E R N O

Ahora bien, quienes en realidad por primera vez tuvieron plena conciencia de esta correlacin entre historia y progreso fueron los escritores reformistas del siglo XWII - e s e siglo a veces tan injustamente tachado de antihistrico. Soy consciente, no obstante, de que no son pocos los que sostienen que en el desarrollo de la historia en general, y de la historia del cristianismo especialmente, toda ruptura cronolgica es ms o menos arbitraria. Aun admitiendo lo mucho de verdad que encierra esta apreciacin, hay asimismo que convenir que a lo largo de la evolucin de la humanidad han existido momentos, a veces periodos, cuyos rasgos han sido tan fuertes que han marcado una trayectoria diferente al proceso seguido hasta entonces. En este sentido resulta evidente que la entrada en la Edad Moderna se caracteriz por una serie de hitos que iban a tener enorme trascendencia para la historia del hombre y, por supuesto, tambin para la historia del cristianismo. Slo pensar en algunos de los ms importantes -la cada de Constantinopla, la invencin de la imprenta, el descubrimiento de Amrica, la Reforma...- deja bien claro que a partir de la segunda mitad del siglo xv y los comienzos del XVI se entraba en una poca en la que las actividades de los hombres conocen tales transformaciones que se puede hablar de un mundo nuevo, caracterizado por un dinamismo y una interdependencia, en todos los sentidos, que no haran ms que acrecentarse de forma paulatinamente acelerada hasta el desaforado discurrir de la actualidad, sin que todo ello supusiera una ruptura brusca con el pasado y que dicho pasado no siguiera estando presente. Por lo que respecta a la historia del cristianismo, no hay que olvidar que la Edad Moderna sigui siendo una poca eminentemente religiosa, en la que lo sagrado ocupaba un lugar de privilegio en la cosmovisin de aquellas sociedades, como reflejan de forma indiscutible sus manifestaciones literarias, las artes plsticas o la msica. Por otro lado, la misma expansin ultramarina de los europeos tuvo como consecuencia una expansin tambin del cristianismo, que sin duda se hizo ms ecumnico. Hacia 1500 se puede hablar de la continuidad de la unidad intelectual de la cristiandad latina, aunque asimismo se perciban grandes diferencias en el comportamiento y en la prctica religiosa de los europeos del momento, lo que para algunos historiadores supona un claro sntoma de la ruptura religiosa que de inmediato iba a surgir tras la aparicin de Lutero. Esta divisin auspiciada por la Reforma luterana y sus corolarios no fue la consecuencia de una flaqueza en la religiosidad, sino que, al margen de que interviniesen en su triunfo otros factores polticos y

era el resultado del afn por encontrar una nueva expresin del sentimiento religioso ms de acuerdo con las sagradas Escrituras, que tuvo en los humanistas sus ms preclaros defensores. Unos intentaron que esa bsqueda se lograra dentro de los cauces por la Iglesia, promoviendo que sta se reformase en su cabeza y en sus miembros; otros optaron por la ruptura, considerando que la iglesia de Roma era incapaz de protagonizar los cambios necesarios para el viraje que pretendan, lo que ocasion la mayor conmocin conocida por el cristianismo occidental hasta la actualidad. De inmediato, lo cierto fue que todas las iglesias manifestaron una preocupacin comn, a la que iban a atender de forma la necesidad de cristianizar o arecristianizar)) a sus fieles, tarea imprescindible dado el elevado grado de ignorancia doctrinal existente, y no slo entre los sectores ms populares de la poblacin. La situacin creada tuvo como resultado una Europa plural en cuanto a las creencias religiosas, pluralidad cuyo precio iba a resultar muy alto en persecuciones, exclusiones e, incluso, en guerras religiosas, manifestadas en demasiados casos con exaltada crueldad; despus, primero con lentitud y con posterioridad con mayor amplitud, espacial y mental, conforme fueron progresando las ideas de tolerancia, se entr en una fase distinta; en ella, el factor religioso comenz a ser considerado como algo perteneciente al mbito privado y que, por tanto, no deba interferir en las relaciones entre los hombres. Era el principio de una larga lucha en la que hubo frenos y retrocesos, y que, segn parece, an no ha visto del todo su final. A lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII, todo el proceso nos habla, como hemos dicho, de la persistencia de una poca religiosa, pero este hecho no estuvo en contra de que el papel desempeado por el Humanismo y por la naciente sociedad cientfica, unido a la actuacin de gobierno de los nuevos Estados que se estaban formando, estuviese a la vez preparando la secularizacin de la saciedad, que lentamente pero de forma irreversible iba a venir de la mano del anlisis, la reflexin y la crtica. Este proceso secularizadar se manifiesta, entre otros numerosos aspectos, en el hecho de 9% a pesar de las imbricaciones de la religin en todos los aspectos de la vida de los europeos, la poltica empezase a desconectarse de factores religiosos; cierto que los mismos estuvieron presentes en el surgimiento de las numerosas guerras que asolaron la faz de Europa; sin embargo, el ejemplo de la Paz de Westfalia, cuyos tratados > no pas al cuerpo legal de la Dieta, pero explica que los obispos catlicos procedieran con cautela y que los luteranos tuvieran que aceptarlo aunque a regaadientes.

Salvo leves alteraciones, como la del paso del Palatinado al calvinismo ya en la dcada de los sesenta, se fij el mapa confesional del Imperio,

tan debilitado ya al haber perecido el signo de la unidad de fe de la cristiandad. Y se entr en una poca que ltimamente se est denominando con la expresin tan escasamente correcta de econfesionalizacinn, es decir, la adopcin de confesiones claras de fe impuestas por los prncipes como signo de identidad de sus territorios. Fue la funcin desempeada para las naciones catlicas por el concilio de Trento, con su catecismo, y para las luteranas por el Libro de la concordia de 1580. El llegar a la concordia luterana fue una empresa laboriosa, ya que desde los mismos das de Lutero, con mayor intensidad despus de su muerte, se haban desencadenado pugnas teolgicas disgregadoras. Casi siempre se refirieron al problema antropolgico de la sempiterna conciliacin de fe y obras, de justificacin y santificacin, y tuvieron a Melanchton (que nunca perdi su talante humanista) como objetivo de sus ataques. Fueron las controversias antinomista (la fe sobre las obras), sinergista (la fe con la libre cooperacin del justificado), adiaforstica (indiferencia ante determinadas cuestiones secundarias), osindrica (dimensin mstica de la justificacin), etc. La ortodoxia rigurosa, sin concesiones, fue personificado por el genseioluterano Flacius Illyricus (1520-1575) y se encastill en Magdeburgo; de su universidad salieron las Centurias de Magdeburgo (1557-1574), la versin histrica confesional, voluminosa y anticatlica, que res en taba el pasado de la Iglesia corrompida por el Papado y retornada a su pureza original por Lutero, pero por el de su interpretacin estricta. Fueron guerras internas al luteranismo a veces dolorosas. Esfuerzos denodados que se hicieron desde 1555, reasumidos por Jacob Andreas en 1567, cristalizaron en el Libro de la concordia de 1580. Se publicaban los textos ms significativos del luteranismo como referencias universales: la Confesin de Augsburgo juntamente con su Apologa, as como los Catecismos de Lutero y sus Artculos de Smalkalda. El Eptome elaborado a base de estos textos es una sntesis de las coincidencias, de la confesin que sirvi como unidad. Junto a las adhesiones, all estaban los rechazos tambin como elemento de coincidencias: del catolicismo, del calvinismo y de 10s movimientos marginales personificados en los anabaptistas. Trento para unos y el Libro de la concordia para otros constituyen el fundamento de la llamada confesionalizacin, paradigma en boga para explicar la realidad que de sobra se conoca: la imposicin de la unidad de fe como programa politico modernizador de los Estados, el disciplinamiento de las costumbres, el control en definitiva de la vida por parte del poder politico y por tantos instrumentos

LUTERO Y E L LUTERANISMO

como tena a su disposicin (desde la enseanza, las Inquisiciones, la propia confesin para quienes la admitan). Todo ello contemplado como acciones e imposiciones desde arriba, desde el poder y sus mediaciones. En realidad, todos stos fueron los resortes de la intolerancia, dominante (siempre hubo aislados excepcionales) hasta el final de la guerra de los Treinta Aos y las paces, ya s modernas, de Westfalia. El modelo de la confesionalizacin, formulado hace muchos aos, desarrollado en los ltimos veinte por la historiografa preferentemente alemana, ha fascinado a numerosos historiadores como clave de interpretacin casi absoluta no slo de la dimensin religiosa, sino tambin, siguiendo ms o menos implcitamente pautas tan poco rigurosas como las postweberianas, hasta de los mecanismos econmicos. Hoy estn cambiando los puntos de vista, como puede constatarse en los matices que van introduciendo incluso quienes ms seriamente contribuyeron a afianzar la teora. Una muestra de esta evolucin pueden ser las investigaciones llevadas a cabo por la Asociacin de Historia de la Reforma (Verein fr Reformationsgeschichte). En 1985, conducido por Heinz Schilling, tena lugar el simposio que se explayaba sobre la confesionalizacin reformada en Alemania (la segunda Reforma); tres aos ms tarde estudiaba la confesionalizacin luterana; en 1993 analizaba la confesionalizacin catlica. En el ao 2003 acaba de publicar la crtica que buen nmero de investigadores formulan al paradigma de la confesionalizacin, insostenible si se tiene en cuenta la microhistoria local, los movimientos desde abajo, la - c o m o dicen- interconfesionalidad, transconfesionalidad e intraconfesionalidad. Lo que interesa en verdad es la realidad de que luteranismo y catolicismo, sobre todo en el Imperio, quedaron claramente definidos en sus posesiones territoriales a partir de 1555. Los mutuos rechazos e ignorancias se convirtieron casi en instintivos ahondando dos mentalidades religiosas irreconciliables. Los cambios posteriores fueron escasos por lo que se refiere a las posesiones confesionales hasta 1648 con las paces de Westfalia, en las que, adems de hacer acto de presencia un nuevo lenguaje, ya secularizado, se reconoci legalmente lo que era un hecho: la presencia del calvinismo, con centros tan activos en el Imperio como el Palatinado y con su Catecismo de Heidkberg, que se convertira en el libro predilecto del proselitismo confesional de los calvinistas.

APNDICE DOCUMENTAL1. Lutero, Controversia sobre el valor de las indulgeflcias: las noventa y cinco tesis

Por amor a la verdad y por el anhelo de alumbraria, las tesis suscritas sern disputadas en Wittenberg, bajo la presidencia del R. i? Martn Lutero, maestro en artes y en teologa y lector ordinario de la misma en este lugar. Suplica, por tanto, que intervengan por escrito los que no pueden estar presentes a nuestro debate oral. En el nombre de nuestro Seor Jesucristo. Amn. 1. Cuando nuestro seor y maestro Jesucristo dijo )design siempre como ~occidentales* a los obispos de la Iglesia de Antioqua y a los de la Iglesia griega, que para nosotros son *orientales,>.El olvido permanente de esta relatividad puede fomentar en demasa nuestro marcado eurocentrismo historiogrfico. En segundo lugar, bajo el ttulo genrico de Iglesias orientales englobamos en una denominacin comn una serie de iglesias cuyos ritos, costumbres, teologas, espiritualidad e historia discurren a veces por caminos que difieren entre s tanto como pueden diferir de los de la Iglesia latina. De ah que habitualmente se pretenda abarcar en los estrechos lmites de un captulo las diferentes historias de ms de diez iglesias, mientras que todos los dems captulos del tomo correspondiente se consagran a la historia de una sola, la latina. La atencin excesivamente privilegiada prestada al cristianismo occidental, que encuentra su nica justificacin en el hecho de estar dirigida esta Historia del cristianismo a un pblico perteneciente principalmente a esa cultura, nos ha inducido - e n la imposibilidad de tratar tantas historias en tan restringido espacio- a ocuparnos exclusivamente en este captulo de un tema que atae por igual a las diversas iglesias orientales y a la de Occidente: las uniones parciales de aqullas con esta ltima, llevadas a cabo principalmente en la poca que corresponde exponer en el presente tomo.

MANUEL SOTOMAYOR MURO

LAS IGLESIAS O R I E N T A L E S Y LAS U N I O N E S PARCIALES C O N R O M A

de acuerdo con los respectivos condicionamientos culturales, haba adquirido su propia identidad en los ms variados aspectos de la vida cristiana: espiritualidad, teologa, ceremonias litrgicas, ordenamiento jurdico y costumbres; tambin en su estructuracin jerrquica, prcticamente autnoma. La eclesiologa de comunin consideraba a todas estas iglesias iguales entre s en dignidad, derechos y obligaciones. Entre las obligaciones exista una de primordial importancia, la de mantenerse unidas unas con otras por la misma fe, la participacin de una misma eucarista y la aceptacin de una instancia jerrquica ltima capaz de dirimir los conflictos no susceptibles de ser superados por sus propios medios. Tres fueron las instancias que contribuyeron al mantenimiento de la unin de las iglesias cuando estuvo en peligro de romperse: el concilio, el emperador y el obispo de Roma. La unin entre iguales, sin absorciones ni uniformismos, solamente era posible mediante el conocimiento y el respeto mutuos. No siempre lo hubo, por lo que el mantenimiento de la comunin estuvo sometido con frecuencia a fuertes tensiones que con el correr del tiempo desembocaron en roturas definitivas. Son conocidos los grandes conflictos doctrinales de los siglos IV al VII (arrianismo, nestorianismo, monofisismo, monotelismo, etc.), que supusieron roturas parciales de la primitiva unin de las iglesias cristianas (herejas). Hubo tambin rupturas debidas principalmente a conflictos de jurisdiccin (cismas). Entre estas ltimas destaca el cisma entre las iglesias de Roma y Constantinopla iniciado en 1054, tras un milenio de comunin perturbada por diversos incidentes, pero mantenida sustancialmente hasta esa fecha. La unin en una sola Iglesia universal de las diferentes grandes iglesias de Oriente y Occidente, que haba ido resquebrajndose, se rompi an ms con esta ltima escisin entre la iglesia bizantina y la latina, que mantenan hasta entonces una sustancial conformidad en la fe. A partir de entonces se ignoraron mutuamente. Los atropellos de la IV cruzada en 1202-1204 (saqueo de Constantinopla, institucin del Imperio latino de Oriente y de un patriarca latino en esa capital) sellaron definitivamente la separacin. El abismo de la separacin acentu an ms la diferente concepcin que de la unidad de la Iglesia se haba ido desarrollando en una y otra parte de la cristiandad. En Oriente, regin cristiana con pluralidad de sedes importantes desde los primeros siglos, se sigui manteniendo el tradicional concepto de unin basado en la comunin fraterna, mientras que Occidente, habituado desde sus orgenes cristianos al monopolio apostlico de la

sede romana, se acentu al mximo el aspecto jurdico de la unin, el centralismo y la concepcin piramidal de la jerarqua, con un ejercicio del primado de Roma cada vez ms intenso y ms extendido a regiones y a aspectos de la vida cristiana a los que antes no haba llegado. Una vez consumada la rotura, las iglesias orientales en general dejaron de reconocer, ni siquiera en teora, una primaca jurisdiccional del obispo romano sobre toda la Iglesia, que haban aceptado anteriormente, aunque raramente interpretada en los mismos trminos. No obstante, la conciencia de la unidad perdida y de la necesidad de su recuperacin no se eclips del todo. Hubo importantes intentos de recomponerla, propiciados tambin por graves amenazas blicas que aconsejaban la unin ante enemigos comunes de la cristiandad. Uno de estos intentos fue el 11 concilio de Lyon (1274), promovido por el papa Gregorio X y el emperador bizantino Miguel VI11 Palelogo. En l se lleg a un acuerdo y se sell la unin entre la iglesia de Roma y la de Constantinopla. Pero sus llamativos resultados fueron efmeros. Los promotores de la unin en la iglesia bizantina no haban conseguido convencer al resto de su jerarqua eclesistica y a su pueblo de la bondad y rectitud de lo acordado. El hijo de Miguel VIII, Andrnico 11 (1282-1328), rompi la unin y encarcel a los que la haban promovido o aceptado. El siguiente intento fue el del concilio de Ferrara-Florencia (1438-1439), bajo el papa Eugenio IV y el patriarca bizantino Jos 11. La unin Roma-Constantinopla (1439) se extendi a otras iglesias orientales. Tambin fracas al poco tiempo. En Constantinopla no se promulg hasta el ao 1452, cuando incluso muchos de los firmantes se haban ya retractado. Al ao siguiente, Constantinopla caa bajo el poder turco, y con ella caa el Imperio bizantino, con las inevitables consecuencias que tal hecho tena para toda Europa y especialmente para el cristianismo europeo oriental. La falta de contacto con las iglesias orientales, la desilusin nacida del fracaso del concilio de Florencia y otras circunstancias que concurrieron, como la gran expansin colonial de la cultura occidental, condujeron a la iglesia occidental o latina a una identificacin de su cristianismo (el cristianismo vivido y expresado en las formas culturales del Occidente) con el nico cristianismo autntico. Los posteriores intentos de unin con las diversas iglesias orientales separadas estuvieron lastrados por esta falta de distincin entre los elementos religiosos y los culturales propios de cada iglesia y por la confusin entre los conceptos de unin y de uniformidad. Las

MANUEL SOTOMAYOR MURO

LAS I G L E S I A S O R I E N T A L E S Y LAS U N I O N E S P A R C I A L E S C O N R O M A

iniciativas emprendidas, lejos de estar pensadas como un esfuerzo dialogante por parte de ambas iglesias para conseguir la reconstruccin de la unin perdida, sern concebidas como un movimiento en una sola direccin, la incorporacin de los cristianos orientales disidentes a la nica Iglesia verdadera y, a ser posible, adoptando tambin sus formas culturales de Occidente. Nos encontramos as ante el fenmeno histrico de las uniones parciales, fenmeno conocido con el nombre despectivo de uniatismon por parte de los cristianos de las grandes iglesias de Oriente. Estos procesos religiosos de uniones parciales de los siglos XVI al XVIII no estuvieron exentos de importantes condicionamientos socio-polticos que algunas veces fueron determinantes. Pero tanto los condicionamientos como las mismas motivaciones religiosas o los procedimientos de unin fueron diversos en las diferentes regiones del mundo cristiano.

2.1. Los eslavos orientales Los grupos de eslavos orientales (bielorrusos, rusos y ucranianos) que llegaron a constituir en la Edad Media el gran principado de los Rus', con capital en Kiev, fueron cristianizados por misioneros procedentes de la iglesia bizantina. A esta iglesia quedaron incorporados, siguindola tambin en su rotura de la comunin con la de Roma, rotura declarada en 1054 y consumada definitivamente tras la ocupacin de la capital del Bsforo por los -cruzadosa y la subsiguiente creacin de un humillante Imperio y patriarcado latino de Constantinopla. Kiev, gracias en gran parte a ser tambin la sede del obispo metropolitano, se convirti en una de las ms importantes ciudades de Europa. Las invasiones mongoles del siglo xiii significaron el principio de su decadencia y la creacin o desarrollo de otros principados. Mosc, cuya significacin religiosa y poltica haba sido pequefia, comenz a crecer en importancia a partir del siglo xiv, hasta llegar a oscurecer la de Kiev y a constituirse en la capital de toda la Rusia del norte o gran Rusia. La del sur o pequea Rusia, adems, fue incorporada a Lituania y Polonia, cuyas coronas se unieron en 1386 (en 1569 se llega a una ~ l e n a fusin, que durar hasta 1772, fecha en que tendr lugar el primer reparto de Polonia entre Austria y RU-

sia). Esta pequea Rusia que qued encuadrada en el reino de Polonia-Lituania estaba formada fundamentalmente por Bielorrusia y Ucrania, y el jefe de su iglesia era el metropolitano de Kiev. A estos cristianos orientales se les designa en los documentos con el nombre genrico y poco definido de rutenos. En 1438, Isidoro, *metropolitano de Kiev y de toda la Rusia, asisti al concilio de Florencia, y lleg a convertirse en uno de los ms sinceramente convencidos de la bondad de la unin all alcanzada. En su viaje de vuelta a Kiev fue promulgando el decreto de unin en las ciudades por las que fue pasando, Lleg a Mosc, donde hizo lo mismo. Pero ni el prncipe Basilio 11, all reinante, ni su jerarqua eclesistica estaban de acuerdo. No slo no admitieron la unin sellada en Florencia, sino que Isidoro fue encarcelado. Basilio 11, en 1448, hizo consagrar como metropolitano de Mosc a Jons, sin pedir ningn consentimiento del patriarca de Constantinopla, con lo que qued afirmada la independencia (autocefalia) de la sede moscovita tanto de la sede patriarcal bizantina como del metropolitano de Kiev. El sucesor de Jons, Tefilo, se proclam *metropolitano de toda la Rusia*, quedando claramente distinguidas dos sedes metropolitanas de los eslavos orientales: la de Mosc (ascendida al rango de patriarcado en 1589), separada de Roma, para la gran Rusia, y la de Kiev para los rutenos, unida a Roma, aunque slo hasta 1480, fecha en que prevalecieron tambin los adversarios del concilio unionista. La unin intentada por Isidoro de Kiev qued anulada. Slo ms de un siglo despus volver a reanudarse. La fusin, en 1569, del reino de Polonia y el Gran Ducado de Lituania y la consecuente elevacin de la iglesia catlica a la categora de confesin religiosa privilegiada haban hecho ms compleja la situacin de la iglesia rutena, amenazada por la presin latinizante ejercida por los polacos y, sobre todo, por la presencia activa del calvinismo, que consegua adeptos entre los fieles rutenos. Los obispos rutenos se encontraban en inferioridad de condiciones desde el punto de vista socio-poltico y desprovistos del apoyo religioso necesario por parte de su superior jerrquico, el patriarca de Constantinopla, impedido de toda accin en aquellas tierras por estar Constantinopla bajo el dominio turco. No es, pues, de extraar que comenzase a tomar cuerpo de nuevo la idea de un acercamiento a Roma, sobre todo teniendo ante los ojos el ejemplo del resurgimiento de la iglesia catlica polaca, gracias en buena parte al apoyo religioso y cultural prestado por los papas.

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2.1.1. La unin de Brest-Litovsk Tras algunos aos de intentos por parte catlica de promover la unin, fueron finalmente los mismos obispos rutenos los que decidieron realizarla. En 1594 redactaron un escrito en el que se comprometan a llevar a trmino la unin y concordia con la iglesia de Roma, aunque manteniendo y observando ntegramente las ceremonias y los ritos del culto divino y de los santos sacramentos segn la costumbre de la iglesia oriental, con la nica correccin de aquellos artculos que impidan la misma unin, de tal modo que todo se siga haciendo a la antigua manera, como se haca antes de romperse la unin))2.Este documento fue firmado por ocho de los diez obispos rutenos, con Miguel Rahoza, metropolitano de Kiev, a la cabeza. En junio de 1595 los obispos redactaron un nuevo documento con treinta y tres artculos (Artculos de la Unin))), en los que exponan con pormenores su idea de la unin, sus deseos y sus condiciones (Hofmann, 1925, 142-158; Dupuy, 1990, 43-49). En un documento ms breve, y dirigido al papa, manifestaban a ste su decisin y le exponan un resumen de lo acordado. Esta vez firmaron los diez obispos rutenos (Hofmann, 1925, 139-142). Dos de los obispos fueron encargados de llevarlo personalmente a Roma y sellar la unin en nombre de todos. Los comisionados llegaron a Roma el 25 de noviembre de 1595, presentaron los artculos de la Unin* e hicieron llegar al papa Clemente VI11 el escrito a l destinado. La unin que los obispos rutenos estaban dispuestos a concluir era la unin que estuvo antes en vigor entre la iglesia oriental y la occidental, y que en el concilio de Florencia fue establecida por nuestros antecesores),. Manifiestan que quieren unirse bajo la condicin de que el papa por s y para sus sucesores se comprometa a .conservar y confirmar ntegra e inviolablemente nuestro modo de administrar los sacramentos y todos los ritos y ceremonias de la iglesia oriental observados por nosotros en el momento de la unin, en los que nunca se harn innovaciones*. El 23 de diciembre de 1595 se proclam la unin en la sala de Constantino del Vaticano. Con la misma fecha se publicaba la bula papa1 Magnus Domimrr dando cuenta de ella. La idea que tena Clemente VI11 de la unin sellada distaba mucho de ser la misma que la expresada por los obispos rutenos. Queda esto patente tanto en la

bula citada como en la carta que escribi el 7 de febrero de 1596 a los obispos rutenos comunicndoles la unin ya realizada y pidindoles que se reuniesen en un nuevo snodo para confirmarla. El papa no piensa en la unin que estuvo antes en vigor entre la iglesia oriental y la occidental, como decan los obispos, sino en una incorporacin a la iglesia catlica de la metropola de Polonia-Lituania, y atribuye adems a los obispos rutenos intenciones y pensamientos que nunca expresaron y que no eran sino los suyos propios3. La conservacin de los ritos y costumbres de la iglesia oriental no los reconoce como un derecho, sino como benigna concesin por su parte: por apostlica benignidad, permitimos, concedemos y toleramos que usen todos sus ritos sagrados y ceremonias...),. El nuevo snodo pedido por el papa se reuni en Brest-Litovsk en octubre de 1596 y confirm la unin, esta vez sin la firma de dos de los obispos, el de Premislia (Peremysl) y el de Lepolis (Lviv) de la regin suroeste de Ucrania (Galitzia), que ya se haban desmarcado del resto de sus hermanos en el episcopado poco despus de estampar su firma en el primer documento. En 1692 y 1700 tambin estas dos eparquas (dicesis) quedarn unidas a Roma. Pero la unin, tan ampliamente aceptada por la jerarqua, no cal fcilmente entre el pueblo ruteno. Desde los primeros momentos hubo resistencia y posturas contrarias a ese paso, dado que, para no pocos fieles de la iglesia del pas, supona un cisma y una rotura de la unidad ortodoxa. Se produjeron graves conflictos, que en algunos momentos llegaron a ser sangrientos. Un decreto del rey Segismundo 111 declar fuera de la ley a la iglesia rutena no unida, que qued en condiciones de inferioridad, privada de jerarqua y casi reducida a la clandestinidad. Logr rehacerse de la carencia de jerarqua gracias a Tefanes, patriarca ortodoxo de Jerusaln, quien, en su viaje hacia Mosc, en 1620, consagr un metropolitano en Kiev juntamente con otros obispos en otras ciudades. Las autoridades civiles reconocieron oficialmente la existencia de esta doble jerarqua en 1632. Multitud de circunstancias polticas crearon muchos problemas para la consolidacin y extensin de la iglesia rutena unida. El siglo xvri fue prdigo en cambios bruscos e importantes en la regin: revolucin de los cosacos, invasin de Bielorrusia por los rusos, particin de Ucrania entre Polonia y Rusia (Kiev pasaba a terreno ruso, a

2.

Apndice documental, 1,2.

3.

Apndice documental, 1.1.

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otro Estado), decidida actitud de los moscovitas contra la unin. En el siglo XVIII nuevos y repetidos cambios complicaron la situacin; sobre todo, los repartos de Polonia de 1772 y 1793 entre Rusia y Austria. La mayor parte de la iglesia rutena pas a dominio de Rusia, mientras que la Galitzia quedaba situada dentro de las fronteras del Imperio austriaco. No se libr la iglesia rutena unida de la presin latinizante ni logr en esos siglos llegar a ser tratada en condiciones de igualdad con la iglesia latina. No obstante el cmulo de obstculos, ha logrado mantenerse hasta nuestros das como iglesia oriental catlica, con no pocas de sus peculiaridades a salvo. Actualmente la mayor parte de estos catlicos rutenos constituyen la iglesia oriental ucraniana unida. Aunque muy implantada en Amrica, tiene su sede principal en Lviv, Ucrania, residencia del arzobispo mayor de los ucranianos. 2.1.2. La unin de Uzhorod Vecino a las dicesis ya citadas de la Galizia, exista una parte del pueblo ruteno polticamente fuera de las fronteras del reino polacolituano y eclesisticamente no ligados a la sede metropolitana rutena de Kiev, sino a la eparqua rutena de Mukachevo, en la regin, entonces perteneciente al reino hngaro, conocida como la Transcarpacia. Los rutenos se hallaban en ella sometidos a los seores feudales de las grandes familias hngaras. Una de stas, la familia Rkczy de Transilvania, ardiente defensora del calvinismo, era la que dominaba en la ciudad y distrito de Mukachevo. La idea de la unin con Roma de los rutenos de esta regin estaba latente ya en algunos a partir de la realizada en Brest-Litovsk. Tambin para ellos semejante idea ofreca un doble aspecto positivo: un apoyo fuerte en su lucha por neutralizar los ataques del calvinismo y una esperanza de poder acceder a mejores condiciones sociales. Un buen apoyo poltico podan encontrarlo en una dinasta hngara dominante en parte de la regin, la familia de los Drugeth, convertida al catolicismo desde los primeros aos del siglo XVII. El primer paso hacia la unin provino del obispo de la vecina eparqua de Premislia (Peremysl), en la Galitzia del reino polaco-lituano. Este obispo, Atanasio, con el apoyo de Jorge Drugeth, realiz una accin de persuasin entre algunos monjes y sacerdotes y consigui que medio centenar de ellos decidieran unirse. Esto suceda en el ao 1613, pero al ao siguiente un equvoco suceso, que estuvo a punto de costarle la vida a Atanasio, paraliz y casi hizo olvidar su obra.

Basilio Tarasovich (1633-1651) fue el primer obispo de Mukachevo que se proclam pblicamente unido a Roma. El paso decisivo lo dio en Viena, en 1642. All hizo su profesin de fe catlica, pero esta unin no trascendi de manera efectiva a su iglesia. Ni siquiera personalmente fue duradera porque, unos cuantos aos despus, Tarasovich se arrepinti y volvi al seno de la iglesia rutena separada. Sin embargo, en los aos de su episcopado, y cuando ya no figuraba como miembro de la iglesia catlica, fue cuando tuvo lugar un verdadero acto de unin con Roma, que afect a una parte importante de la colectividad de los cristianos de esa dicesis y persever hasta nuestros das. La asamblea en la que esta unin se proclam se cele.br en Uzhorod el 24 de abril de 1646. El ambiente lo haban ido preparando dos monjes basilianos, Pedro Partenio Petrovich y Gabriel Kosoviski, con la proteccin y apoyo de Ana Jakusith, esposa de Juan X Drugeth. El hermano de Ana, Jorge Jakusith, obispo latino de Eger (Erlau, Agria) pens que era oportuno hacer una declaracin pblica de unin. Fue l quien invit, convoc y presidi la asamblea de Uzhorod en territorio bajo jurisdiccin de la familia catlica Drughet. Participaron en ella 63 presbteros, de los ms de 600 que componan esa iglesia. Ningn obispo ruteno estuvo presente. La unin fue proclamada con las siguientes condiciones: mantenimiento de los ritos litrgicos y costumbres propias, eleccin de su obispo por el propio clero (aunque debiera ser confirmado despus por la sede romana), igualdad de privilegios e inmunidades con el clero latino. Aunque el nmero de los que firmaron la unin fue bastante exiguo, la adhesin a ella fue aumentando rpidamente hasta alcanzar casi a la totalidad de los eclesisticos y los fieles que habitaban la regin dominada por los Drughet. Para el nombramiento de un obispo ruteno unido de Mukachevo se esper a que la sede quedase vacante de quien todava la ocupaba, el citado Basilio Tarasovich. Tras su fallecimiento fue elegido obispo de la iglesia unida Pedro Partenio Petrovich. Su consagracin hubo que realizarla con rapidez, para evitar que los no unidos, mayoritarios en aquella regin, eligiesen su propio sucesor al fallecido. Curiosamente, y dada la urgencia del caso, Petrovich no tuvo inconveniente en recibir su consagracin episcopal de manos del metropolitano de Alba Julia, en Transilvania, no unido con Roma. El primado hngaro Jorge Lippay, buen conocedor de las circunstancias, lo confirm como obispo de Muckachevo e inform debidamente a Roma de los hechos. Gracias al apoyo que le prest siempre el primado Lippay en lo eclesistico, al apoyo econmico del

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emperador austriaco y al apostlico, prestado principalmente por monjes basilianos, Petrovich pudo subsistir y trabajar eficazmente en la consolidacin y extensin de su iglesia unida. Muri en 1665 en Mukachevo, donde finalmente haba podido establecerse. La causa de la unin entr entonces en un perodo de grave crisis. Aunque una de las condiciones con que se acept la unin fue que el propio clero elegira a su obispo, no se tuvo en cuenta semejante clusula. Al fin, no se nombr ningn obispo sucesor de Petrovich en la sede de Mukachevo; la Santa Sede design un obispo titular como vicario apostlico suyo para aquella regin. La unin no se arruin gracias a que el vicario apostlico elegido fue Juan Jos de Camillis, un griego que haba estudiado en Roma y all haba convivido con los monjes basilianos rutenos. Durante el ejercicio de su vicariato apostlico (1689-1706) la causa de la unin hizo notables progresos. Pero tras su desaparicin las circunstancias empeoraron nuevamente. El obispo latino de Eger consigui que los sucesores tuviesen que jurarle sumisin a l, convirtindolos de vicarios apostlicos en meros vicarios suyos para los orientales unidos. El humillante cambio se hizo sentir ms pesadamente an cuando lleg a tener consecuencias en la prctica cotidiana, con autntico sometimiento del clero oriental al latino. La reaccin definitiva tard en llegar, pero lleg al fin. El obispo ruteno Olsavsky se neg en rotundo a prestar el juramento de obediencia al obispo latino de Eger y reuni un snodo que decidi dirigirse a la emperatriz Mara Teresa para que los amparase. Fue ella la que, ejerciendo los derechos que entonces le correspondan, erigi, por fin, la dicesis rutena unida de Mucachevo y la dot debidamente. El papa Clemente XIII se neg a confirmar la existencia de esa dicesis. Su sucesor, Clemente XIV, tras nuevas instancias de Mara Teresa, dio su consentimiento en septiembre de 1771. La sede fue trasladada a Uzhorod (Ucrania) y all contina en la actualidad. 2.2. Rumania En la Edad Media, las tres regiones rumanas, Moldavia, Valaquia y Transilvania, se fueron estructurando en principados autnomos, siempre en lucha por su supervivencia, aunque siempre ms o menos sometidas a soberanas ajenas, principalmente la turca, de la que no terminaron de liberarse totalmente hasta el siglo XIX. Desde finales del siglo x o principios del XI,la iglesia rurnana, por influencia principalmente de los blgaros, haba quedado plenamente

incluida en el mbito de la iglesia bizantina y haba adoptado el eslavo y el alfabeto cirlico como oficiales y exclusivos de su lengua litrgica, uso que se mantuvo hasta el siglo m, en el que se volvi poco a poco a la lengua rumana (siempre utilizada por el pueblo llano), aunque escrita todava con caracteres cirlicos hasta los primeros aos del siglo xx. Esta adscripcin del cristianismo rumano al mbito eclesistico bizantino tuvo, entre otras consecuencias, la de su rotura de comunin con la iglesia romana, siguiendo las pautas sealadas por la sede patriarcal de Constantinopla, de la que dependa en ltima instancia. Tanto la Moldavia como la Valaquia lucharon y lograron una cierta autonoma bajo el poder turco. Los rumanos de la Transilvania vivieron en circunstancias diferentes. A finales del siglo x, los hngaros comenzaron a ocupar la regin, y en el siglo XIII dominaban ya toda la Transilvania, que qued convertida en un principado autnomo bajo el dominio hngaro y con prncipes hngaros. Los hngaros introdujeron en la regin a otros grupos tnicos como colonizadores de las zonas ms despobladas: los szkely o secui (conocidos como sculos), pueblo de lengua hngara establecidos en el sureste de Transilvania principalmente como defensores de la frontera; y los sasi o sajones, procedentes de Flandes primero y de Sajonia despus, que se establecieron en una ancha faja al sur, junto a los Crpatos meridionales o Alpes de Transilvania. Las diferencias de raza, cultura y religin relegaron a los rumanos de la regin, pueblo principalmente de agricultores y pastores, a una situacin de meros tolerados en el conjunto del principado autnomo hngaro, sin que se les reconocieran los derechos polticos, sociales, culturales y religiosos de que gozaban las otras etnias. El calvinismo consigui una gran difusin entre los hngaros de la Transilvania y el luteranismo entre los sajones. Excluida la rumana, cuatro fueron las confesiones religiosas que obtuvieron el reconocimiento oficial: la calvinista, la luterana, la catlica y la sociniana o unitaria, una nueva confesin nacida en el siglo XW, especie de neoarrianismo que negaba la Trinidad y que goz de un buen arraigo en este principado hngaro. En 1526 los turcos vencieron a los hngaros en la batalla de Mohcs y en 1541 entraron en Buda. A partir de entonces, la Transilvania hngara qued convertida en un principado bajo protectorado turco, sometida a pago de tributo. La guerra de 1683-1699 puso fin al dominio turco en la regin, que qued incorporada al Imperio austriaco.

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La iglesia rumana de Transilvania, no obstante la fuerte opresin ejercida sobre ella, logr mantener su organizacin jerrquica con un metropolitano en la sede principal de Alba Julia, del que hay noticias desde la segunda mitad del siglo XVI. Desde el principado de Gabriel Bethlen (1613-1629), el metropolitano rumano qued humillantemente sometido a la obediencia del superintendente (el obispo) calvinista. El prncipe Jorge Rkczy 1 (16301648) hizo imprimir un Catecismo calvinista cuyo uso impuso como obligatorio para todos sus sbditos. Cuando en 1687 las tropas austriacas ocuparon la Transilvania, era metropolitano Barlaam, un decidido luchador por la mejora de las condiciones de vida de los muchos sacerdotes rumanos que se vean obligados a ejercer su ministerio en medio de una gran pobreza. A la muerte de Barlaam, acaecida en 1692, le sucedi como metropolitano Tefilo (16921697). Con l comienza un movimiento de acercamiento de la iglesia rumana de Transilvania a la iglesia de Roma que culminar con la unin de Alba Julia. El jesuita hngaro Ladislao Baranyi, capelln militar y prroco latino en Alba Julia, entr en contacto con el metropolitano Tefilo y le anim a dar los pasos convenientes para lograr la unin, Tras unas reflexiones que se prolongaron durante cinco aos, un snodo celebrado en Alba Julia en 1697 decidi unirse a Roma en las siguientes condiciones: la iglesia rumana de Transilvania aceptaba para siempre los cuatro puntos doctrinales de Florencia, pero nunca sera obligada a ms; todos sus clrigos, cantores y sacristanes gozarn de los mismos privilegios, exenciones e inmunidades de que gozaban los clrigos de la iglesia catlica latina; los seglares rumanos unidos podrn ocupar todos los puestos que podan ocupar los seglares de las otras naciones reconocidas, y sus hijos sern admitidos en las escuelas latinas y participarn de las mismas ayudas econmicas; al arzobispo de la iglesia rumana se le proveer de los medios materiales necesarios; los unidos dejarn de ser tratados como meramente tolerados y pasarn a serlo como verdaderos hijos de la misma patria. La mera enumeracin de sus aspiraciones deja bien claro cmo en la unin con Roma vean tambin la nica posibilidad de adquirir sus propios derechos como ~ u e b l o como iglesia. No conceban la y unin como una absorcin o una asimilacin a la iglesia latina, es ms, encontraban en ella una manera de reavivar y fortalecer su fe y su tradicin ortodoxa, quebrantada por la accin prepotente de 10s protestantes y sus impuestas innovaciones cannicas. Tuvieron buen

cuidado de desarrollar este aspecto minuciosamente en los siguientes puntos: en ningn caso se pretender ir cambiando su rito y su disciplina para asemejarlo al rito de la iglesia latina; no se cambiar el antiguo calendario (juliano) por el nuevo (gregoriano) mientras los rumanos no unidos de Transilvania mantengan el antiguo; los unidos tendrn el derecho de construir iglesias de su rito en todo el territorio; los unidos que no sean suficientemente numerosos o no tengan prroco no sern obligados a recibir los sacramentos de prrocos latinos, sino que podrn llamar a un sacerdote de su rito; en sus procesos judiciales se proceder no segn el derecho cannico latino, sino segn los cnones y disciplina de la iglesia bizantina. La unin deseada necesitaba la aprobacin por parte de la corte de Viena. No sin mltiples dificultades, lleg esa aprobacin. Los calvinistas no la aceptaron e intentaron deponer al metropolitano en 1697. No lo consiguieron, pero Tefilo muri en ese mismo ao. Su sucesor, Atanasio Anghel, recibi su consagracin episcopal en Bucarest de manos del metropolitano de la Valaquia, como lo haban hecho todos sus antecesores. All le entregaron unas instrucciones dirigidas a defender la fe de su iglesia contra las doctrinas calvinistas. De vuelta a Alba Julia, Atanasio solicit del emperador austriaco su confirmacin. Fue aceptado por la corte de Viena, pero en trminos tan ambiguos e imprecisos, que nada quedaba aclarado sobre la unin ya acordada en tiempos de su antecesor. Atanasio dio el paso decisivo en un nuevo snodo reunido en Alba Julia en 1698 que promulg un decreto de unin (Manifiesto de U ~ i n ) firmado por l y por 36 protopopes, ms sacerdotes y ~, seglares de diversas comunidades. A esta declaracin oficial de la unin con Roma sigue un postscriptum en el que se hacen constar las mismas exigencias de respeto a sus ritos y costumbres que ya hemos visto en los anteriores procesos de unin. Por supuesto que la Dieta que gobernaba en Transilvania la rechaz de lleno. La nica posibilidad de que sta tuviese efecto era la aprobacin clara y efectiva por parte del emperador, aprobacin que no lleg, a pesar de las diligencias llevadas a cabo con ese fin por parte del metropolitano Atanasio y de su valedor, el padre Ladislao Baranyi. Un nuevo snodo general en el mes de septiembre de 1700 confirm la unin, basada en los cuatro puntos de Florencia y bajo la misma condicin expresa de no verse obligados a cambiar nada en su rito y disciplina

4. Apndice documental, 2.1.

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que no fuese contrario a la fe o la moral catlica. Se tomaron adems una serie de determinaciones tendentes al reforzamiento de la jerarqua y de la vida eclesistica en general. Entre estas disposiciones cabe destacar la que impone el uso del rumano en la liturgia y la predicacin. Esta vez firmaron, adems de Atanasio, 54 protopopes y 1.563 eclesisticos pertenecientes a los 54 distritos. Para que los pasos dados tuviesen efecto, Atanasio solicit con insistencia que se le permitiera ir personalmente a Viena. Por fin le lleg el permiso. Lleg a Viena el 5 de febrero de 1701 y muy pronto se encontr con la sorpresa de verse sometido a un exhaustivo proceso inquisitorial. El arzobispo de la sede primacial de Esztergom (Hungra), cardenal Leopoldo Carlos von Kollonich, haba ido recibiendo desde Transilvania diversas quejas y acusaciones contra Atanasio. Pero, lo que era peor, el mismo cardenal Kollonich dudaba de que Atanasio hubiese sido consagrado obispo vlidamente, porque dudaba de la validez de las acciones de los obispos orientales en general. Con respecto a la unin, la mentalidad del cardenal hngaro no era, ni mucho menos, la del concilio florentino. Su ideal, por el contrario, era conseguir la mayor asimilacin posible de la iglesia oriental a la occidental. Admiti finalmente a Atanasio, pero bajo la condicin, para ser confirmado obispo de Alba Julia, de que aceptase tener junto a l para siempre como consejero a un telogo latino. Aceptaba tambin el cardenal la unin, pero con nuevas exigencias. No se apelaba ya al concilio florentino, sino al tridentino, y se someta al obispo de Alba Julia a la jurisdiccin del primado latino de Hungra. Pensaba ms en sometimiento que en unin. Todava le quedaban a Atanasio peores humillaciones que sufrir. El cardenal hngaro decidi que era necesario volver a ordenarlo. Sin esperar la respuesta de Roma a su consulta, lo reorden sub conditione de presbtero y de obispo en marzo de 1701. Le oblig adems a firmar una declaracin, un documento de diecisis artculos, que revelan la gran desconfianza que albergaban hacia los orientales el cardenal Kollonich y sus consejeros. En l se obliga al firmante a dar por buenas las dudas de Kollonich sobre la validez de las ordenaciones de los obispos orientales, y a solicitar, por seguridad, su propia reordenacin. En el documento Atanasio se confiesa ignorante e inexperto y acepta de buen grado el consejo del presbtero romano-catlico que le imponen, sin cuya presencia no podr ejercer prcticamente ninguno de sus oficios como jefe de la iglesia rumana unida. Admite tambin su absoluta sumisin al arzobispo de Esztergom (Barlea, 1963, 408-411).

Tras la firma de este documento pudo volver Atanasio a Alba Julia, en Transilvania. Llevaba consigo el llamado .segundo Diploma de Leopoldo*, de marzo de 1701, en el que se conceda a los orientales unidos las mismas inmunidades que a los catlicos latinos y se nombraba por primera vez la nacin valacan, situndola al mismo nivel de reconocimiento que las otras cuatro naciones. Se haba logrado, por fin, la aprobacin de la unin con Roma y el reconocimiento de los derechos del pueblo rumano transilvano, que la Dieta no reconoci. Para los rumanos que haban abrazado la unin de su iglesia con la romana, lo sucedido en Viena fue causa de decepcin en muchos y de desercin en otros. Para los rumanos no unidos, lo fue de indignacin. El obispo unido Inocencio Micu Klein (1732-1751) fue un autntico jefe espiritual y poltico de los rumanos transilvanos. En 1737 traslad la sede episcopal a Blaj. En su poca fueron numerosas las deserciones de unidos, producto de la campaa antiunionista desarrollada por un monje serbio ortodoxo, Besarion Sarai (1744), que obtuvo grandes xitos para su causa en el sur de Transilvania. Micu Klein fue acusado como culpable de las defecciones, tuvo que comparecer en Viena ante la emperatriz Mara Teresa y retirarse despus a Roma, donde muri en 1768. Su sucesor, Pedro Pablo Aron (1752-1764), tambin tuvo que sufrir abundantes defecciones de unidos, atrados por las predicaciones del monje Sofronio de la Cioara. Los opuestos a la unin llegaron a ser lo suficientemente numerosos como para obligar a la emperatriz Mara Teresa a permitir la instalacin en Alba Julia, en 1761, de un obispo de la iglesia rumana no unida. Culturalmente, la unin con Roma tuvo consecuencias importantes. El renovado contacto con el mundo occidental despert la conciencia de la latinidad rumana y produjo un creciente inters por su cultura. La ciudad de Blaj se convirti en importante centro cultural a partir de las famosas Escuelas de Ardeal. En ellas hubo destacados intelectuales dedicados a estudios principalmente histricos y lingsticos que abrieron nuevos caminos y fomentaron el fortalecimiento de la unidad de los rumanos como pueblo. Fueron los rumanos unidos los primeros en abandonar el alfabeto cirlico en los libros religiosos y litrgicos. Este renacimiento cultural repercuti tambin decisivamente en movimientos polticos que a partir del siglo XIX fueron conduciendo a la consecucin de la unin poltica de las tres grandes regiones y de la plena independencia de Rumana.

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A pesar de las graves dificultades como hubo de superar, la iglesia rumana de rito oriental unida a Roma logr consolidarse y perseverar hasta nuestros das, conservando en lo fundamental su rito y sus costumbres, por lo que, entre otras cosas, sus sacerdotes no estn afectados por la ley latina del celibato, como no lo estn tampoco los rutenos. La ley del celibato obligatorio, contra lo que algunos equivocadamente afirman, no es una ley de la iglesia catlica. Lo es solamente de la iglesia catlica latina y de alguna que otra de las iglesias orientales unidas, latinizadas en este particular. Por fin, desde 1853 los unidos transilvanos tuvieron un metropolitano propio no dependiente de Esztergom. En la actualidad, la iglesia rumana unida, llamada tambin greco-catlica, est jerrquicamente organizada en cinco dicesis (eparquas): la archidicesis del metropolitano, con sede en Blaj, y las sedes episcopales de Oradea, Cluj-Gherla, Lugoj y Maramures.

1i

3. BAJOEL 3.1. En el Malabar

DOMINIO DE

PORTUGAL

El 20 de mayo de 1498 llegaba Vasco de Gama a la costa sur occidental del subcontinente indio, el Malabar, regin que corresponde fundamentalmente al actual estado indio de Kerala, uno de los ms grandes productores de especias. Entre los habitantes del Malabar los portugueses se encontraron con un importante grupo de la poblacin autctona que era cristiana. Algo debi de sorprenderles, pero no en exceso, porque desde tiempos muy anteriores corra por Europa una vaga noticia sobre la existencia en el desconocido oriente de un reino cristiano, que la leyenda haba bautizado como *el reino del preste Juanu. Aunque los difusos conocimientos geogrficos de entonces permitieron en ciertas pocas situarlo tambin en Etiopa, no cabe duda de que la vaga noticia tena su fundamento lejano en un hecho real e histrico: la extraordinaria expansin misionera de la iglesia siro-oriental mestoriana., que haba logrado alcanzar durante los siglos de nuestro Medievo las ms lejanas regiones del Oriente, estableciendo abundantes sedes episcopales en el Asia central, en China y en Mongolia. Desde el siglo VI hay ya constancia documental de que tambin en el Malabar la iglesia siro-oriental haba logrado establecerse dando lugar al nacimiento y desarrollo de la iglesia siro-malabar. Esta

iglesia indgena sigui durante siglos bajo la tutela de la iglesia sirooriental y era el patriarca o catbolicos de esta iglesia quien les enviaba sus obispos. Aunque la lengua de los malabares era el malayalam, la liturgia la siguieron celebrando en sirio, tal como la recibieron de su iglesia madre. Junto al obispo sirio venido del extranjero exista el .archidicono~o arcediano indgena, con amplias atribuciones para el gobierno eclesistico de la dicesis. La jerarqua siro-oriental, incluida la malabar, no se consideraba bajo la autoridad primada de la iglesia de Roma, pero en sus libros y en su tradicin se conservaba la memoria de la especial importancia de la sede romana en el concierto de la comunin eclesial. Por eso, el primer contacto entre cristianos malabares y portugueses (1503) fue fcil y amistoso. Ni los unos ni los otros tuvieron dificultad en considerarse hermanos en la fe. Ambas partes se percataron tambin de que la hermandad en el cristianismo podra serles til adems para sus intereses comerciales y polticos. Las relaciones entre cristianos occidentales y cristianos siro-malabares entraron fatalmente por mal camino desde el momento en que la iglesia del Padroado portugus se afianz y organiz en la India y afluyeron en gran nmero misioneros de varias rdenes religiosas occidentales. Los portugueses llegaban a la costa suroeste de la India no slo como comerciantes, sino como propagadores de la Iglesia. Aunque el comienzo de su aventura haba tenido lugar en una regin donde estaba implantada la iglesia siro-malabar, muy pronto el centro de sus operaciones polticas y religiosas se desplaz bastante ms al norte, donde la poblacin cristiana no exista. Desde 1530 Goa fue la ciudad clave del podero portugus en la India y en todo el Oriente. En 1557 el papa Paulo IV concedi a Goa la categora de sede metropolitana. No muchos aos despus su arzobispo recibir el ttulo de primado de toda la India. El proyecto religioso de los portugueses, tanto de las catlicas autoridades civiles como de los numerosos eclesisticos que pronto comenzaron a afluir, era implantar en la India, y en cualquier otra regin a la que llegasen, la iglesia catlica en su versin latina occidental, la nica versin que entonces crean autntica. En su proyecto no tena fcil cabida la coexistencia de estructuras, ritos y costumbres ajenas a las romanas ni, mucho menos, formulaciones doctrinales diversas de las habituales en la teologa occidental. Rpida y tenazmente se sucedieron varias actuaciones dirigidas al sometimiento de los siro-malabares al Padroado portugus y a su modo

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de entender el cristianismo en todos los aspectos, actuaciones casi todas ellas que para los siro-malabares no eran sino agravios y atropellos a su propio ser. Las ms graves dificultades surgieron con la jerarqua eclesistica siro-malabar, por ms que sta hubiese aceptado el primado del papa. En 1556 llegaba a Goa, camino del Malabar, el obispo sirio Mar Jos. Vena enviado, como siempre se haba hecho, por el patriarca siro-oriental, que en estos aos, por cierto, estaba en plena comunin con Roma, como veremos ms adelante. Traa cartas de recomendacin del papa. Sin embargo, fue retenido en Goa por la Inquisicin portuguesa durante ao y medio. Durante el tiempo de retencin le ensearon a leer el latn y le instruyeron en la misa latina y en las ceremonias de los obispos latinos. El superior del convento en que se hallaba recluido le recomend que renunciase a su destino en el Malabar, porque all, segn l, el que mandaba era el arzobispo de Goa. Ante tanto impedimento, Mar Jos Ileg a pensar en volverse a su tierra, no sin pasar antes por Portugal para informar debidamente. Bastaron estos pensamientos para que el gobernador le permitiese por fin, en 1557, continuar viaje hacia su destino. Lleg Mar Jos al Malabar y recorri toda la regin durante dos aos y medio, realizando una amplia labor pastoral y organizativa. Pero no mucho despus es puesto de nuevo en cuarentena por la Inquisicin y enviado a Portugal. La causa de estas nuevas dificultades parece que hay que buscarla en el empeo con que Mar Jos pretenda proteger su rito contra los insistentes intentos de latinizacin. Adems, quera seguir mantenindose dependiente de su autntico superior jerrquico, que era el patriarca siro-oriental. En Lisboa se reconoci la rectitud de su doctrina y de su comportamiento y se le permiti la vuelta al Malabar. Los cristianos siro-malabares, que con su ausencia haban quedado privados de obispo, haban acudido al patriarca de Mosul para que les enviara uno. As lo hizo el patriarca Abdicho. El enviado fue Mar Abraham, quien tuvo la habilidad suficiente para esquivar a los portugueses y llegar dando un rodeo hasta sus fieles siro-malabares. El conflicto surgi al volver Mar Jos. Fue entonces cuando los portugueses consiguieron poner mano sobre Mar Abraham y hacer con l lo que haban hecho con Mar Jos, enviarlo a Portugal. Mar Abraham, sin embargo, logr escapar en Mozambique y viajar largamente hasta llegar a su patriarca. Siguiendo el consejo de ste, Mar Abraham viaj a Roma. De nuevo, en Roma corrigieron la plana a los de Goa. Po IV le hizo recibir de nuevo las rdenes ad cautelam, pero 10

envi para el Malabar con una carta (1565) llena de elogios para su persona, y con rdenes para las autoridades eclesisticas de Goa de no poner impedimento a cuanto dispusiera para los cristianos siromalabares el patriarca siro-oriental Mar Abdicho. Mar Abraham estaba de vuelta en Goa en 1568. All no aceptaron los documentos que traa, y lo recluyeron en un convento de los dominicos. Pero las circunstancias haban convertido a Mar Abraham en un experto en fugas. Huy y Ileg al Malabar, donde fue recibido por el pueblo con gran alegra. Escarmentado, el arzobispo de los siro-malabares se adentr por la zona montaosa de la regin en la que se concentraban sus fieles y a donde los portugueses no extendan su dominio. A su llegada no exista ya conflicto con Mar Jos, porque ste haba sido arrestado de nuevo por la Inquisicin en 1567 y enviado a Lisboa y a Roma, donde reconocieron otra vez su buena doctrina y su piedad, lo que le sirvi al menos para morir tranquilo en Roma en 1569. Cuando en 1575 se convoc en Goa el segundo snodo provincial de los portugueses, lo invitaron a participar en l, invitacin que, dada sus experiencias, se guard muy bien de aceptar. En cambio, accediendo a la peticin que le haba hecho el papa Gregorio XIII, Mar Abraham asisti al 111 snodo de Goa reunido en 1585. Durante su estancia en Goa se hosped con los jesuitas. Uno de stos era el espaol Francisco Ros, nacido en Gerona y llegado a la India el ao anterior. Especialmente dotado para las lenguas, aprovech la presencia de Mar Abraham para aprender el siriaco, lo que le permiti muy pronto poder leer los libros litrgicos siro-malabares con el objeto de examinar la doctrina contenida en ellos. El snodo se ocup fundamentalmente de poner en prctica las ltimas disposiciones del concilio de Trento. En este su empeo, y sin capacidad para entender las legtimas diferencias propias de una iglesia oriental como era la de los siro-malabares, el snodo dedic la sesin 111 con sus diez captulos a legislar sobre aqullos. Especialmente significativo es el decreto VII, en el que se manda que se traduzcan al siriaco el misal, el breviario romano y buena parte del pontifical y del ritual, para que sean esos libros y no los suyos propios los que utilicen los siro-malabares en adelante. Para que el arzobispo Mar Abraham superase sus pocos conocimientos en las cosas de la iglesia latina)), en el decreto VI11 se dispona que le acompaase siempre en el Malabar una persona religiosa como consejero. En el captulo X se le ordenaba que no recibiese a ningn obispo en su territorio que no hubiese presentado antes al arzobispo de Goa las credenciales del papa o del pa-

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triarca siro-oriental (Beltrami, 1993, 111). Los padres del snodo crean haber averiguado que las ordenaciones hechas por el arzobispo en su rito eran invlidas y, en consecuencia le impusieron la obligacin de volver a ordenar a todos sus clrigos siguiendo el rito latino. Se resista el arzobispo a estas imposiciones, a la de introducir el latn entre los suyos y a la de establecer un seminario latino en su territorio. Todo esto enfad de tal modo a los reunidos en el snodo que 40 tuvieron por muy sospechoso en la fe y en estima de hereje y de cismtico. Hasta tal punto lleg el enfado, que durante dos sesiones del snodo estuvieron deliberando si lo volvan a detener. No se atrevieron a tanto, pero decidieron que en el mismo snodo se le diese una reprehensin grave, de la que se encarg personalmente el arzobispo de Goa. El padre Valignano, presente en el snodo y muy activo en l, a quien debemos estas noticias, termina su carta con estas palabras altamente significativas de la mentalidad reinante en el snodo: Y lo que todos aqu entendemos es que, hasta no gobernarse esta cristiandad por obispos latinos o que sepan latn y criarse en un seminario nuevos clrigos, ni se quitarn las grandes ignorancias que hay en esta cristiandad ni se les podr dar buen remedio^^. Es lgico que tras todo esto Mar Abraham se mostrase muy retrado con respecto a la iglesia latina. En correspondencia, las suspicacias y abierta hostilidad de los occidentales no hicieron sino aumentar. Los jesuitas escribieron a Roma con gravsimas acusaciones de hereja y de cisma contra Mar Abraham, quien por motivos obvios se neg en 1592 a asistir al IV snodo de Goa. Nada podan hacer contra l porque se hallaba en su territorio, donde no alcanzaba el poder portugus. All muri en 1597, dejando su iglesia en manos de su arcediano Jorge de Cristo. El arzobispo de Goa termin reconociendo a ste, pero pretendi imponerle como ayudantes y consejeros a Francisco Ros y a otro jesuita. Jorge de Cristo se neg a aceptar tal imposicin y reuni en Angamale una asamblea de sacerdotes y notables en la que todos se comprometieron con juramento a seguirle y a no aceptar cambios en sus tradiciones, a no tolerar que se pisotease la tradicin de santo Toms, y a no admitir a ningn obispo que no viniese enviado por su patriarca siro-oriental. Desde 1595 el agustino portugus Alejo de Meneses era arzobispo de Goa. A finales de 1598 y durante varios meses de 1599 visit el territorio de la iglesia malabar y orden por all en rito latino a nuevos sacerdotes, contra la voluntad del arcediano siro-malabarJorge de5. Apndice documental, 3.

Cristo. Reconciliado con ste, convoc un snodo en Diamper (Udayamperur), que fue inaugurado el 20 de junio de 1599. Francisco Ros tuvo una parte muy activa. Se promulgaron numerosos cnones dedicados a cuestiones dogmticas, a los sacramentos, a la organizacin de la dicesis siro-malabar y a la reforma de las costumbres. Muchas de las determinaciones estaban inspiradas en las del concilio de Trento y pretendan una revitalizacin y necesaria reforma de la vida cristiana. Pero el snodo de Diamper ha pasado a la historia como un paso decisivo en el proceso de absorcin y latinizacin de los siro-malabares. Las prescripciones del 111 snodo de Goa sobre la utilizacin del ritual latino se impusieron de nuevo ahora y eficazmente, traduciendo al siriaco el ritual portugus de Braga. En la misa siro-oriental se introdujeron numerosas correcciones y se suprimi la conmemoracin de su patriarca, la misa latina fue traducida al siriaco para que los sacerdotes siro-malabares la utilizasen en sus misas privadas, varias fiestas y prcticas litrgicas romanas se introdujeron como obligatorias, el celibato se declar obligatorio desde las primeras rdenes mayores, y a los sacerdotes ya casados se les prohibi ejercer su ministerio si no se separaban de sus esposas. Se impuso tambin el uso de las vestiduras litrgicas occidentales. Quizs el golpe ms duro dado por el snodo de Diamper a la iglesia siro-malabar fue cortar radicalmente su relacin secular con el patriarcado de la iglesia siro-oriental y someterla al arzobispado de Goa. El golpe definitivo lleg muy poco despus con la supresin total de los obispos orientales y su sustitucin por obispos latinos. El primer obispo latino para los orientales malabares fue el jesuita espaol Francisco Ros, nombrado en 1599 y consagrado en Goa en 1601. La sede malabar de Angamale dej de ser considerada como metropolitana y qued reducida a la categora de mera sede episcopal sufragnea de Goa y comprendida plenamente en el Padroado portugus. El descontento fue tan grande que, unos aos despus, el papa Paulo V restituy a la sede su categora metropolitana y la segreg del arzobispado de Goa (1608). La sustitucin del obispo siro-malabar por un obispo latino no llevaba consigo la supresin de la tradicional e importante institucin del arcediano, que segua siendo un malabar. Pero ya el primer obispo latino Francisco Ros, al reorganizar su iglesia, redujo casi a la nada sus funciones. Se sigui en consecuencia una confrontacin con el arcediano y sus fieles, que creci con sus sucesores. La confrontacin se convirti en abierta rebelin bajo el episcopado del je-

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suita Francisco Garca (1641-1659), siendo arcediano Toms Parampil. En una localidad cercana a Cochin, Mattancherry, se reunieron en gran nmero los cristianos malabares el 3 de enero de 1653, y all, ante una cruz de granito, la Koonan Kurisu (Cruz Coonan, la cruz inclinada) prestaron juramento de no obedecer a los jesuitas, a lo que poco despus aadieron no obedecer al arzobispo latino Francisco Garca. Doce sacerdotes impusieron las manos al arcediano y lo proclamaron arzobispo con el nombre de Mar Toms 1. La rebelin trajo consigo la desercin de casi la totalidad de los cristianos siro-malabares. El papa Alejandro VI1 envi al Malabar a los religiosos carmelitas Jos Sebastiani y Jacinto San Vicente con la misin de recomponer la unin. Ambos actuaron con prudencia y sabidura y consiguieron hacer volver a la unin con Roma a dos tercios de los que haba seguido a Mar Toms. Cuando los holandeses vencieron a los portugueses y en 1663 expulsaron a todos los europeos, Sebastiani, ya obispo, orden obispo de Magara y vicario apostlico de los malabares al malabar Alejandro .Parampil, que no tuvo sucesor de su nacin, pues, tras l, volvieron los obispos latinos. La iglesia siro-malabar absorbida por la latina se mantendr privada de obispos de su rito hasta finales del siglo XIX. El papa Len XIII introdujo en 1887 vicarios generales para ellos, y en 1896 nombr tres obispos orientales. En 1923 Po XI erigi una sede metropolitana (Ernakulam) y tres sedes sufragneas (Trichur, Changanancherry y Kottayam), todas ellas de rito siro-malabar y con obispos autctonos. As naca, por fin, una iglesia siro-malabar unida a Roma, que ha tenido a partir de entonces un florecimiento y un desarrollo espectaculares, con multiplicacin de circunscripciones eclesisticas y obispados y hasta excedentes de vocaciones sacerdotales. 3.2. Etiopa Desde tiempos muy remotos hasta mediados del siglo xx se ha conservado la prctica de que los obispos de Etiopa no sean autctonos, sino que sean enviados desde la capital egipcia. Esta dependencia jerrquica explica que la iglesia etope quedase encuadrada, como la iglesia copta o egipcia, entre las llamadas iglesias monofisitas, es decir, entre aquellas que no aceptaron las definiciones cristolgicas del concilio de Calcedonia. Hubo incursiones espordicas en Etiopa de misioneros dominia cos en el siglo XN.Y desde principios de ese siglo se tena en Occi-

dente alguna vaga noticia de aquellas tierras lejanas y perdidas, que terminaron identificndose con las del preste Juan, ese legendario gran emperador cristiano del Oriente, con el que se pretenda alcanzar una alianza contra los enemigos de la fe cristiana, amenazada por el islam desde varios flancos. Pero el primer contacto eclesistico importante tuvo lugar en el concilio de Florencia, donde unos delegados etopes firmaron la unin con Roma (1441), aunque sin efecto prctico ninguno. El compromiso adquirido por los delegados ni siquiera lleg a conocerse en Etiopa. Mayores consecuencias tuvieron las diligencias puestas en marcha por el rey de Portugal Juan 11, movido por el mismo deseo ya citado de alianza contra el islam. Su primera embajada a Etiopa no tuvo un xito inmediato. Continuaron los contactos entre el rey etope Labna Dengel (David 11, 1508-1540) y el rey Manuel de Portugal para una alianza contra el turco. En la embajada portuguesa que lleg a Etiopa en 1520 iba como capelln de la expedicin el sacerdote Francisco Alvares y un mdico llamado Juan Bermudes. El primero realiz una eficaz labor de persuasin con el rey Labna Dengel. Francisco Alvares parti para Roma en 1526 con el encargo de presentar ante el papa una carta del rey de Etiopa, en la que reconoca su primado en la iglesia universal. La entrega de la carta a Clemente VI1 no pudo realizarse hasta 1535. Mientras tanto, Labna Dengel, apremiado por la invasin islmica de gran parte de su territorio, haba enviado otra nueva legacin, esta vez confiada al mencionado mdico Juan Bermudes. Este peculiar personaje comunic al papa Paulo 111 el deseo del rey etope de que el sumo pontfice romano le enviara un obispo o patriarca y, sin esperar respuesta, se volvi a Etiopa, donde hizo creer que l haba sido el elegido por el papa para ese oficio. Termin enfrentndose con el sucesor de Labna Dengel, Galawdewos (Asnaf-Sagad o Claudio), y fue expulsado de Etiopa. Galawdewos (Claudio), en 1545, envi un monje al rey portugus Juan 111 para que obtuviese de l un patriarca aprobado por Roma, tal como lo haba pedido su padre y antecesor. La Compaa de Jess se hallaba entonces en los comienzos de su existencia. Su fundador, Ignacio de Loyola, acogi primero con dudas y despus con entusiasmo la peticin que Juan 111 le haca en 1546 de enviar a Etiopa a un jesuita que fuese el patriarca solicitado por el emperador etope. Pero el rey portugus dio largas al asunto. Por fin, en 1553 volvi a dirigirse a Ignacio con la misma peticin. Los escogidos fueron el jesuita portugus Juan Nunes Barreto para patriarca y

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los padres Andrs de Oviedo, espaol, y Melchor Carneiro, portugus, para obispos sucesores. Aceptados los nombramientos, Ignacio escribi en febrero de 1555 una larga instruccin dirigida a los expedicionarios, llena de sabios consejos sobre cmo deberan actuar en su delicada misin en Etiopa. Pero en ella puede apreciarse tambin hasta qu punto la idea de la uniformidad en la latinizacin haba arraigado en el Occidente. Para Ignacio la uniformidad era el ideal, aunque recomienda prudencia y paciencia en los mtodos para conseguirla6. Nunes Barreto present ante el papa varias dudas. El mero planteamiento de algunas de ellas nos revela su mentalidad latinizante. La primera de las dudas era si se les haba de tolerar que siguiesen usando su rito oriental; la segunda, si se deban tolerar las ceremonias de sus sacramentos, diversas de las latinas; la octava, si se poda tolerar que sus sacerdotes siguieran siendo casados, como lo eran de acuerdo con su tradicin7. Nunes Barreto no consigui llegar a Etiopa. Muri en Goa el 22 de diciembre de 1562. Su obispo sucesor, el espaol Andrs de Oviedo, s alcanz por fin tierras de Etiopa en 1557 y all permaneci hasta su muerte. Poco pudo hacer, porque Minas (1559-1563), hermano y sucesor de Claudio, fue contrario al trato con los occidentales. Encarcel a Oviedo y prohibi a los jesuitas toda actividad religiosa, desterrndolos finalmente a una zona fronteriza, donde slo pudieron dedicarse a una accin apostlica en favor exclusivamente de los portugueses residentes en la regin. All, en Fremona, muri Oviedo en 1577. El jesuita espaol Pedro Pez, nacido en Olmeda en 1564, supone un parntesis digno de consideracin en toda esta operacin poltico-religiosa protagonizada por los reyes de Portugal y aigunos de los emperadores de Etiopa. Fue designado en 1589 para reanudar la misin de Etiopa. En su travesa desde Goa hacia Etiopa fue hecho prisionero por los musulmanes, sometido a crcel y esclavitud durante cinco aos, con un suplemento de meses en galeras, hasta que fue rescatado por mil ducados y pudo volver a Goa en 1596. No logr partir para Etiopa hasta 1603. Desde 1603 hasta 1622, en que muri, se dedic a la profundizacin en el conocimiento de las lenguas y costumbres del pas. Con su sere6. Apndice documental, 4. 7. MHSI 36 [Monlgn. ser. l.a,tomo VIII], Madrid, 1909, Apnd. 2, pp. 70374. 0)

na actitud supo ganarse la benevolencia de tres sucesivos emperadores etopes. Ante ellos mantuvo discusiones teolgicas con los monjes que convencieron a los susodichos emperadores, inclinndolos a la unin con Roma. Sobre todo el tercero, Sagad 111 o Seltn Sagad (Susenyos). Fue con Susenyos (1607-1632), y por la accin de Pez, con el que se logr lo que tanto se haba buscado con acuerdos y envos de patriarcas. Bajo el reinado de Susenyos se multiplicaron las iglesias, las adhesiones al catolicismo y hasta la abjuracin oficial del monofisismo por parte del emperador, que recibi la comunin de manos de Pez el mismo ao de la muerte de ste. El emperador Susenyos proclam pblicamente su adhesin a Roma en 1624. Al ao siguiente llegaba a Etiopa un patriarca occidental, el jesuita portugus Alfonso Mendes. A l se debe la ruina total de todo cuanto humildemente haba conseguido Pez. Mendes pretendi llevar a extremos inusitados la latinizacin de la cristiandad etope. Dispuso que los fieles fuesen rebautizados, los clrigos reordenados y sometidos a la ley latina del celibato, las iglesias consagradas de nuevo, los ayunos y las fiestas tradicionales sustituidas por las romanas, la comunin impartida bajo una sola especie. En una palabra, quera hacer tabla rasa de la iglesia etipica para implantar all la latina. El emperador Susenyos se mantuvo fiel a Roma e incluso emple la violencia para imponer las nuevas disposiciones. El resultado fue una serie de sangrientas revueltas, que terminaron obligando a Susenyos a ceder, dando a sus sbditos libertad de seguir su cristianismo tradicional (1632). Su hijo y sucesor Fasilidas se encarg de acabar con aquella situacin: expuls de Etiopa a los jesuitas en 1648 y recibi un abuna procedente de Egipto, de acuerdo con la secular tradicin de la iglesia etipica. Someti a cruel persecucin a los catlicos y sell prcticamente para siglos el fracaso definitivo de la obra tan torpemente emprendida por Mendes. Slo a finales del siglo XIX y principios del xx, nuevos misioneros lograrn atraer a la iglesia catlica a suficientes fieles y clero como para llegar a constituir finalmente una iglesia etope unida a Roma, que desde 1961 cuenta con una sede metropolitana en Adis Abeba y dos dicesis sufragneas en Asmara y Adigrat, ms otras dos dicesis en Eritrea erigidas en 1995, como consecuencia de la independencia de esta nacin, alcanzada dos aos antes.

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4. EGIPTO PRXIMO Y ORIENTE 4.1. Los coptos Los ejrcitos del islam invadieron Egipto en el 640 y dos aos despus, con la capitulacin de Alejandra, se hicieron dueos del pas. Aunque el rabe fue desde el siglo VIII la lengua oficial del pas, el copto sigui siendo la lengua del pueblo. En franca decadencia a finales del siglo XI, qued casi totalmente desplazado en el siglo xv por el rabe, para terminar refugindose casi exclusivamente en la liturgia cristiana. Fue la iglesia copta, con su doctrina, su liturgia y sus prcticas religiosas, la que salv y mantuvo la identidad del pueblo copto. En la poca que ahora nos ocupa, la situacin de esta iglesia era de pobreza y depresin. Cuando se concluan en el concilio de Florencia varias uniones de iglesias orientales con la de Roma era patriarca copto Juan XI (1428-1453). El patriarca respondi a la invitacin del papa Eugenio IV y envi una delegacin al concilio, que el 4 de febrero de 1442 firm el acta de unin. Como en otros casos semejantes, todo qued reducido a un mero acto protocolario sin efectos prcticos. Sigui una larga temporada sin relaciones entre la iglesia romana y la copta, hasta que el patriarca copto Gabriel VI1 envi un mensaje a Roma a finales de 1557. Po IV le respondi con una embajada para llegar a concluir la unin. A la cabeza de la misin pontificia iba el jesuita espaol Cristbal Rodrguez. Le acompaaba un jesuita italiano, Juan Bautista Eliano, judo de familia, convertido al cristianismo a los 21 aos de edad, conocedor del hebreo y el rabe y del ambiente del Egipto dominado por el islam, en el que haba vivido varios aos. La misin se desarroll entre los aos 1561 y 1563. El padre Lanez, sucesor de Ignacio en el gobierno de la Compaa de Jess, entreg a los miembros de la misin unos Recuerdos sobre la manera de comportarse en su trato con el patriarca copto y sus colaboradores. En ellos les deca expresamente que no discutiesen sobre la variedad de los ritos no condenados por la sede apostlica, .porque la iglesia oriental tiene muchos ritos diversos de los de la occidental, y todos son buenos y usados por los santos.*. De hecho, en este particular no parece que surgieran dificultades. S las hubo en las discusiones doctrinales, y la misin termin en fracaso. [LainMon.Vj, Madrid,

8. MHSI 50

1915, pp. 576-581.

Juan Bautista Eliano tuvo ocasin de volver a El Cairo en 1582, enviado esta vez con otro compaero, el telogo padre Francisco Sasso, por el papa Gregorio XIII. Era un nuevo intento de negociar la unin de la iglesia copta, regida ahora por el patriarca Juan XIV (1571-1583), del que haban llegado noticias sobre su buena disposicin. Tambin en esta ocasin queda claro que se buscaba una unin en la que no se pretenda innovar cosa alguna de los ritos y costumbres de ellos, sino deseando que la pureza de la fe catlica fuese una y la misma. De nuevo las discusiones teolgicas ofrecieron dificultad. Sobre todo las que versaban sobre una o dos naturalezas en Cristo. Sin embargo, los legados haban advertido bien que, aunque los coptos se negaban a hablar de dos naturalezas en Cristo, de hecho, con otras palabras, era eso lo que defendan. Las conversaciones se hallaban en punto muerto, pero la habilidad y flexibilidad esta vez de los enviados de Roma hicieron posible un acuerdo doctrinal, recogido en una confesin de fe (Buri, 1931, 146, 148), aceptada por los coptos, en la que se afirmaba la doctrina comn a costa de renunciar por una y otra parte a frmulas consagradas, que les hacan pensar en una diversidad que de hecho no exista. El acuerdo se alcanz en la reunin celebrada el 1 de febrero de 1584, conocida con el nombre de snodo de Menfis*. Pero la alegra por el buen resultado de la misin dur poco. En Roma, la confesin de fe propuesta no fue admitida por los telogos romanos, aferrados a la literalidad de las frmulas tradicionales. La unin se deshizo antes de ser plenamente ratificada por ninguna de las dos partes. No cesaron los intentos de los papas por restablecerla. Lo intent, sin tacto y sin xito, Sixto V en 1590. Clemente VI11 volvi a intentarlo. Record a Gabriel VI11 (1585-1602), en carta de 1592, que uno de sus antecesores haba enviado legados al concilio de Florencia y le rogaba que lo imitara enviando legados a Roma para tratar de llegar a la concordia. As lo hizo, y tras varias negociaciones y problemas de comunicacin, la unin de ambas iglesias, ratificada previamente por los dos altos jerarcas, fue proclamada solemnemente el 25 de junio de 1597. El patriarca Gabriel VIII, que antes de serio se haba mostrado convencido enemigo de la unin, se convirti ahora en su defensor y en su vctima, porque tuvo que sufrir los ataques y las intrigas de sus adversarios eclesisticos y la persecucin por parte del poder turco, por el que fue maltratado y extorsionado, lo que no le impidi seguir promulgando la unin por todo su territorio. Su sucesor, Marcos V (1602- 1618), sigui primeramente su misma lnea, pero un par de aos despus parece que la

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abandon, enfrindose definitivamente las relaciones entre ambas iglesias. Intrigas poltico-religiosas condujeron al baj turco a deponer al patriarca Marcos, azotarlo y mandarlo al exilio. El sucesor impuesto por el baj, el monje Cirilo, que no figura en la lista de patriarcas coptos, mantuvo efmeras relaciones con Roma. Aunque no existi nunca un acto explcito de ruptura, de hecho la unin dej de existir. Tambin dej de existir el propsito de unir iglesia con iglesia, como hasta ahora se haba procurado por parte de las respectivas jerarquas. Se recurre al proselitismo, al trabajo personal de misioneros latinos enviados a Egipto para ganar adeptos. Franciscanos, capuchinos y jesuitas a lo largo del siglo XVII fueron logrando la formacin de pequeas comunidades de coptos convertidos a la fe catlica. En 1739 se consigui la conversin de un obispo copto de Jerusaln, Atanasio, que resida en El Cairo y era vicario general del patriarca, entonces Juan XVII. A l le concedi jurisdiccin sobre todos los coptos catlicos el papa Benedicto XIY Pero algn tiempo despus Atanasio volvi al seno de su iglesia. En 1761 un copto, Antonio Fulaifil, fue nombrado arzobispo vicario apostlico de los coptos catlicos por el papa Clemente XIII. La iglesia copta catlica as formada se consolid, y el papa Len XIII estableci ya de forma definitiva un patriarcado copto catlico en 1895. 4.2. La unin con Roma de los siro-orientales La iglesia siro-oriental, separada de las dems iglesias por no admitir las determinaciones del concilio de feso, tena su sede central primeramente en Seleucia-Ctesifonte y ms tarde en Bagdad (762), Mosul y otros lugares. Aunque, como hemos ya recordado, esta iglesia alcanz una expansin misionera extraordinaria y un notable florecimiento, tras la conversin al islam de los prncipes mongoles y las conquistas de Tamerln hacia el 1400 los cristianos siro-orientales quedaron reducidos a las regiones de Kirkuk, de Mosul y de 10s montes del Kurdistn. El patriarca Simn (m. 1497) dispuso en 1450 que la dignidad y cargo de patriarca o catholicos fuese hereditaria, y por esta va Ileg a patriarca o catholicos en 1538 otro Simn, de la misma familia Bar Mama, que, segn muchos testimonios histricos, dejaba hastante que desear como patriarca y como persona. El descontento por su comportamiento llev a un importante sector de la iglesia siro-oriental a reunirse a principios de 1552 en Mosul para elegr un

nuevo patriarca que mereciese serlo. Estuvieron presentes en la reunin tres obispos, laicos notables, sacerdotes y monjes procedentes de todo el territorio nacional. La eleccin recay sobre el monje Sulaqa. Todos estaban de acuerdo en las buenas cualidades y en la intachable conducta del elegido, pero no contaban con el concurso de un metropolitano, imprescindible para su consagracin como patriarca. Tomaron entonces una resolucin sorprendente: decidieron enviar al elegido a Roma, para que fuese all reconocido y consagrado como cabeza de su iglesia, un paso que supona inevitablemente reconocer el primado romano y renunciar a su postura teolgica ms o menos impregnada del nestorianismo condenado por el concilio de feso del 43 1. El primer problema, el del primado, no lo era tanto. En su tradicin cannica estaban los cnones pseudonicenos y en ellos la afirmacin clara del primado del obispo de Roma. Quiz por esta misma razn ya en siglos anteriores algunos de sus patriarcas haban mantenido buenas relaciones con el papa. Mayor problema supona la renuncia a algunos puntos de su tradicin teolgica; aunque las divergencias eran ms de formulacin que de contenido, su superacin no era tarea fcil. El nuevo elegido para patriarca lleg a Roma el 18 de noviembre de 1552. Fue consagrado obispo por el papa Julio 111 en abril del ao siguiente y preconizado patriarca, tomando el nombre de Juan (Sulaqa). El 12 de noviembre de 1553 volva a Diyarbakir, donde estableci su sede y desde donde despleg una amplia labor de reorganizacin de la iglesia, entre otras cosas, ordenando a cinco nuevos obispos. Su labor fue intensa pero muy corta. Las intrigas de Simn Bar Mama consiguieron su encarcelamiento y su ejecucin por parte de las autoridades turcas a principios del ao 1555. Su sucesor Abdicho (1555-1570) tambin fue confirmado patriarca por el papa en Roma, en 1562. Simn Dehna, tercer sucesor de Juan Sulaqa, traslad su residencia habitual a Salma (Persia), fuera de las fronteras del imperio turco. All siguieron residiendo algunos de sus sucesores. Hasta 1670 consta que hacan todos profesin de fe catlica, pero las relaciones con Roma se fueron enfriando. El Patriarca Simn, que ejerci el patriarcado desde 1662, muri en 1700 ya separado de Roma, miembro de nuevo de la iglesia llamada nestoriana. Parece una irona de la historia que los actuales siroorientales separados de Roma sean los descendientes directos de esta lnea de patriarcas catlicos, mientras que los actuales siro-orientales unidos con Roma, que son ms numerosos que los separados,

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provengan en cambio de la lnea sucesoria de los patriarcas que no se unieron. T de Vries (1952,247-248) indica como causa principal del enX friamiento de los unidos la dificultad que supona para los siroorientales el abandono necesario de las tendencias y doctrinas teolgicas que haba