historia de morfeo

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Ya estaba decidido: íbamos a montar un grupo de teatro. Nerea, Íñigo y yo estuvimos una noche entera decidiendo qué nombre ponerle. Fue Nerea la que, dando un golpe sobre la mesa, dijo: «¡Morfeo!» y ahí se acabó la historia, todo el mundo a la cama. Yo estaba muerto de sueño y «Morfeo» me pareció estupendísimo. Claro que a esas alturas me habría parecido igual de estupendo llamar al grupo «Teatro-Pellado». Teniendo ya un nombre, era hora de buscar un lugar donde ensayar, un escenario sobre el que actuar y abrir el casting. Íñigo y yo nos lanzamos a la aventura de buscar un local público y modestito donde poder empezar con los ensayos. Buscando en internet, parecía que la Casa de la Juventud Universidad no tendría problemas en facilitarnos una sala para tal fin... Claro que lo realmente complicado fue ENCONTRAR, literalmente, la Casa de la Juventud Universidad, situada en el más recóndito de los callejones de la geografía urbana zaragozana, llamado «Andador de los hudíes». Todavía hoy no sé qué son los «hudíes», pero no los olvidaré nunca. Dos horas buscando. Y con GPS. GIGI Sidonie Gabrielle Colette, Anita Loos REPARTO Gigi – Cristina Garzón Gastón – Íñigo Arricibita Madre – Nerea Soto Abuela – Carol Lapeña Tía Alicia – Maite Pérez Sidonie – Carlota Carmona Victor – Javier Camón Aquel fue el escollo más difícil, ya que el escenario pudo apalabrarse con facilidad. Quedaba, pues, lo más importante: la obra. Y apareció Gigi. Encontré la obra en una librería de viejo y me la llevé a casa por dos euros. La estuve leyendo a ratos tontos en el tranvía y, al acabarla, me pareció la obra ideal para empezar: una comedia ligera, sensiblera y muy

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Descripción del grupo de teatro universitario morfeo

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Ya estaba decidido: íbamos a montar un grupo de teatro. Nerea, Íñigo y yo estuvimos

una noche entera decidiendo qué nombre ponerle. Fue Nerea la que, dando un golpe sobre la

mesa, dijo: «¡Morfeo!» y ahí se acabó la historia, todo el mundo a la cama. Yo estaba muerto

de sueño y «Morfeo» me pareció estupendísimo. Claro que a esas alturas me habría parecido

igual de estupendo llamar al grupo «Teatro-Pellado».

Teniendo ya un nombre, era hora de buscar un lugar donde ensayar, un escenario sobre

el que actuar y abrir el casting. Íñigo y yo nos lanzamos a la aventura de buscar un local

público y modestito donde poder empezar con los ensayos. Buscando en internet, parecía

que la Casa de la Juventud Universidad no tendría problemas en facilitarnos una sala para tal

fin... Claro que lo realmente complicado fue ENCONTRAR, literalmente, la Casa de la

Juventud Universidad, situada en el más recóndito de los callejones de la geografía urbana

zaragozana, llamado «Andador de los hudíes». Todavía hoy no sé qué son los «hudíes», pero

no los olvidaré nunca. Dos horas buscando. Y con GPS.

GIGISidonie Gabrielle Colette, Anita Loos

REPARTO

Gigi – Cristina Garzón

Gastón – Íñigo Arricibita

Madre – Nerea Soto

Abuela – Carol Lapeña

Tía Alicia – Maite Pérez

Sidonie – Carlota Carmona

Victor – Javier Camón

Aquel fue el escollo más difícil, ya que el escenario pudo apalabrarse con facilidad.

Quedaba, pues, lo más importante: la obra. Y apareció Gigi. Encontré la obra en una librería

de viejo y me la llevé a casa por dos euros. La estuve leyendo a ratos tontos en el tranvía y,

al acabarla, me pareció la obra ideal para empezar: una comedia ligera, sensiblera y muy

divertida sobre una chiquilla parisina destinada a convertirse en prostituta que se acaba

enamorando perdidamente de un millonario. Una Cenicienta picantona, vamos. Además de

lo atractivo de la historia, la obra nos convenía también por tener muy pocos personajes

(siete en total) y un único cambio de escena. Convocamos un casting para seleccionar a los

actores y actrices que participarían en el montaje... y solo cinco personas lograron encontrar

el Andador de los hudíes. Nadie se quedó sin papel.

Fueron unos ensayos duros. Eran pocos actores, sí, pero eso significaba que todos

tenían igual responsabilidad en cuanto a la cantidad de texto que aprenderse. Trabajamos a

un ritmo frenético, quizá porque estábamos un poco inseguros de que aquello fuera a llegar

a buen puerto. Y así, acuciados por el nerviosismo , para principios de abril ya teníamos

terminadas las tareas de escenografía, vestuario y ensayos. El 16 de abril de 2012, con

motivo de la Feria del Asociacionismo, estrenamos nuestro primer montaje en el Salón de

Actos del CMU Pedro Cerbuna. Y gustó.

Aquel primer año tuvimos que hacer uso y abuso más que nunca de la imaginación,

porque nuestro presupuesto era cero; parte de la escenografía, de hecho, salió de la casa en

la que Nerea y yo vivíamos de alquiler (por lo menos, una mesa, dos sillas recias de madrea

y tres sillas plegables que transformamos en un sofá). Para sugerir (y economizar) los dos

espacios en los que transcurría la obra, utilizábamos muy pocos elementos en escena que los

personajes de Carlota y Javier (Sidonie y Victor, dos criados), iban colocando de distinta

manera; e hicimos de esta escenografía algo visualmente más atractivo jugando a asignar a

cada personaje un color que lo identificara (azul para Gigi, morado para la Tía, rojo para la

Madre...) y pintando la escenografía de esos mismos colores. Además, le dimos a la historia

un «aire moderno» intercalando canciones de Zaz entre escenas.

El resultado fue muy satisfactorio: la obra encantó, el público se divirtió muchísimo e,

incluso, nos permitimos el lujo de «viajar» con Gigi y llevarla a Pamplona, donde hicimos

nuestra mejor función.

Pese a haber sido nuestro montaje más modesta (sólo pudimos hacer tres funciones), le

guardo un cariño especial y siempre estaré agradecido a Íñigo, Nerea, Carlota, Maite, Javi,

Cristina y Carol por haberme regalado mi primera obra de teatro.

SUEÑO DE

UNA NOCHE DE VERANOWilliam Shakespeare

REPARTO

Ana Girón - Puck

Maite Pérez - Hipólita/Titania

Íñigo Arricibita - Teseo/Oberón

Javier Camón - Egeo

Natalia López - Hermia

Alberto Segovia - Demetrio

Guillermo Blanco - Lisandro

Julia Salamero - Helena

Manuela Salas - Flautina/Polilla

Carlota Carmona - Berbiquí/Grano de mostaza

Sara Aguilar/Nerea Soto - Carboncilla/Flor de guisante

Jone González - Morros/Telaraña

Pablo Lombardo - Madejas

Estefanía Hernández/Xavier Labairu - Cartabón

EQUIPO TÉCNICO

Adaptación del texto – Morfeo-Teatro

Diseño de cartel – Guillermo Blanco

Diseño de vestuario – Sara Aguilar / Ania Berazaluce

Maquillaje y peluquería – Begoña Sierra

Utilería especial – Rebeca Sedano

Iluminación – Laura Rodríguez

Dirección – Pablo Calvo

Superada ya la barrera del primer montaje, nos veía capaces de atrevernos con

Shakespeare. Es un autor que siempre me ha encantado y más, de hecho, en su faceta

cómica, que es la que suele dejarse de lado cuando uno habla de este autor. Shakespeare

escribió más comedias que tragedias; comedias, además, realmente delirantes, frescas,

ágiles y muy divertidas... ¿Cómo no caer en la tentación? Nos vinimos arriba y convocamos

un casting anunciando ya que íbamos a montar una comedia de Shakespeare (no decíamos

cuál, pero Sueño de una noche de verano era ya me rondaba por la cabeza). Se presentaron

un total de dieciséis personas; a la semana siguiente ya éramos una piña de amigos. La obra

nos venía como anillo al dedo, porque Sueño es una de las comedias más corales que

existen: no hay un único protagonista, sino que la trama se compone de tres historias

paralelas que se van embrollando unas con otras hasta rozar el absurdo, en un baile sin

sentido de personajes tan diversos como hadas, nobles, duendes y artesanos.

La ambientación fue uno de los puntos en los que más nos atrevimos a meter mano.

Shakespeare la sitúa en la Grecia Clásica, pero obviamente no teníamos ni el dinero ni el

tiempo necesarios para conseguir un vestuario de aire griego, así que cortamos por lo sano y

la ambientamos en la más rigurosa actualidad: en todos los cambios de escena, sonaban

canciones de los Beattles, los caballeros vestían traje y corbata y las damas vestiditos cortos

con americana. Modernizamos también las profesiones de los artesanos que aparecen en la

obra: así, de un carpintero, un remienda-fuelles, un ebanista, un sastre, un tejedor y un

calderero, pasamos a una profesora, una camarera, una prostituta, un fontanero, una chacha

y un nini; los personajes que más gustaron al público, de hecho, por recaer en ellos las

escenas más puramente cómicas de Sueño.

No obstante, el cambio que más sorprendió fue la forma en la que presentamos a los

seres mágicos: las hadas. Siempre se ha hecho de estos personajes una especie de angelitos

multicolores de voz cantarina que acompañan a Titania, la orgullosa reina del bosque.

Nosotros, en cambio, los veíamos como unos seres siniestros y misteriosos que hablaban en

susurros ininteligibles y que se movían de forma extraña por el escenario. Nuestro bosque,

así, parecía más amenazante, ya que era el hogar de unas criaturas oscuras que podían

causar la confusión y el mal con el jugo de una flor. Fueron, precisamente, las actrices que

hacían los papeles de los artesanos quienes daban vida también a las hadas. Lo suyo tenía un

mérito inmenso porque, en las dos horas de función, se cambiaban de ropa en cinco

ocasiones, a veces con escasos segundos de tiempo entre escena y escena (¡y se las

arreglaban para no ser reconocidas por el público!)

Los dos actores y las dos actrices que interpretaban a las parejas de amantes, en

cambio, se llevaban la parte más lírica de la obra. A ellos les correspondía la escena central

de la comedia (llamada entre nosotros “la gorda”), en la que los unos se enamoran de las

otras alternativamente, en una especie de coreografía de “tira y afloja” que ensayamos hasta

la saciedad para que quedara natural y, a la vez, fuera divertida para el público ( y la verdad

es que respondió de maravilla: no paraban de reír).

Lo cierto es que tanto a nivel interpretativo como de escenografía, pegamos un salto

hacia adelante bastante notable. El experimento había salido bien: la gente empezaba a

hablar de nosotros y la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza empezó

a ayudarnos, dándonos una generosa subvención para el montaje siguiente.

EL DIARIO DE ANA FRANKFrances Goodrich, Albert Hackett

REPARTO

Otto Frank – Íñigo Arricibita

Edith Frank – Maite Pérez

Margot Frank – Nerea Soto

Ana Frank – Ana Girón y Manuela Cortés

Hermann Van Peels – Alberto Segovia

Auguste Van Peels – Jone González/Ana García

Peter Van Peels – Pablo Lombardo

Miep Gies – Julia Salamero

Bep Voskuijl – Estefanía Hernández

Johaness Kleinman – Guillermo Blanco

Fritz Pfeffer – Javier Camón

EQUIPO TÉCNICO

Música en directo – Nacho Laguna

Maquillaje y peluquería – Begoña Sierra

Escenografía y cartel – Guillermo Blanco

Luces y sonido – Laura Rodríguez

La experiencia de Sueño había sido fantástica, pero llevar a buen puerto una obra de

más de veinte personajes nos había dejado un poco saturados. El siguiente montaje sería

algo más íntimo, más sencillo en el planteamiento escénico. Así que durante el verano me

dediqué a leer obras de menos personajes, que transcurrieran en un único espacio y, a poder

ser, más cercanas a nuestra época. Cuando El diario de Ana Frank, la adaptación teatral de

Goodrich y Hackett del famoso testimonio del Holocausto llegó a mis manos, dejé de

buscar. Era perfecta. Conmovedora hasta las lágrimas, aparentemente sencilla en su

planteamiento pero terriblemente exigente para los actores, que debían permanecer en

escena durante toda la obra mostrando, para mayor dificultad, una creciente tensión

conforme la situación dramática iba aumentando en intensidad.

Estaba escrita, además, para diez personajes, lo que parecía que iba a facilitar

bastante las tareas de vestuario y atrezzo (aunque, como siempre, ocurrió exactamente lo

contrario a lo que to esperaba. Así es el teatro).

Ese año no abrimos casting: nos quedamos con un total de once actrices y actores que

revivirían la tragedia de esos diez personajes reales que habían padecido la persecución

nazi. Once actores, diez personajes. El gran acierto que este año se nos ocurrió fue el de

repartir el personaje de Ana Frank entre dos actrices: Ana Girón se encargaba de la Ana más

juguetona e irreverente, la niña curiosa y enamoradiza que encandilaba al público; mientras

que Manuela Salas Cortés tenía la tarea de dar vida a los pensamientos que Ana nos legó en

su diario: era la joven reflexiva y madura, crítica a veces consigo misma y con quienes la

rodeaban.

El juego entre las dos Anas sorprendió muchísimo al público, sobre todo en los

fugaces momentos (solo dos a lo largo de la obra) en los que uno de los personajes reales

parecía sentir la presencia de esa otra Ana espiritualizada y etérea, la voz que narraba la

historia. El resto del elenco conectó enseguida con sus papeles. Al tratarse, además, de

personajes que habían existido realmente, todos se esforzaron por buscar información sobre

su respectivo rol: fotos, grabaciones, testimonios de amigos, reseñas biográficas... Todo

contribuyó, en su momento, a hacer de sus interpretaciones algo mucho más personal e

íntimo.

En cuanto a lo escenográfico, Guillermo Blanco, sempiterno cartelista y escenógrafo,

diseñó un espacio que sugería con acierto la casa en la que transcurría la acción (con dos

habitaciones laterales y salón-comedor) pero dándole, además, un aspecto de cárcel

mediante perfiles metálicos a la vista del público y cortinas blancas que dejaban entrever las

sombras de los actores cuando no estaban en escena, creando un ambiente opresivo en el

que no había espacio para la intimidad.

La guinda del pastel la pusieron Nacho Laguna y su guitarra. Estudiante de guitarra

de nivel superior del Conservatorio, nos compuso para la obra una serie de temas que la

transformaron por completo y que ayudaban a los actores a entrar en las situaciones más

dramáticas con una mayor facilidad.

En una de las cenas que siguieron a una función de El diario, le hice a Manuela la

indecente propuesta de tomar el relevo como directora de nuestro grupo. A partir de mi

punto y aparte, es tarea suya continuar esta historia. ¡Mucha mierda!