historia de la ii república de españa, tomo i

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  • 7/27/2019 Historia de la II Repblica de Espaa, tomo I

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  • 7/27/2019 Historia de la II Repblica de Espaa, tomo I

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    Joaqun Arrars

    HISTORIA

    DE LASEGUNDA REPBLICAESPAOLA

    TOMO PRIMERO

    1970

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    Sobrecubierta:

    ALEGRAPOPULARENLAS

    CALLESDE MADRIDPORLA

    PROCLAMACINDELA

    REPBLICA

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    NDICE

    CAPTULO PRIMERO...........................................................................6PROCLAMACIN DE LA REPBLICA...................................................6

    CAPTULO II........................................................................................69PRIMEROS DECRETOS DEL GOBIERNO PROVISIONAL.....................69

    CAPTULO III..................................................................................112LA QUEMA DE CONVENTOS..........................................................112

    CAPTULO IV .................................................................................139EXPULSIN DE ESPAA DEL CARDENAL SEGURA.........................139

    CAPTULO V...................................................................................172LAS CORTES CONSTITUYENTES....................................................172

    CAPTULO VI..................................................................................195LAS CORTES DISCUTEN EL PROYECTO DE CONSTITUCIN............195

    CAPTULO VII.................................................................................223

    DIMITE ALCAL ZAMORA Y LE SUSTITUYE AZAA.........................223CAPTULO VIII................................................................................259LAS CORTES DECLARAN AL REY CULPABLE DE ALTA TRAICIN....259

    CAPTULO IX..................................................................................289ALCALA ZAMORA, PRESIDENTE DE LA REPUBLICA........................289

    CAPTULO X...................................................................................323REBELION ANARQUISTA EN LA CUENCA DEL LLOBREGAT.............323

    CAPTULO XI..................................................................................349DISOLUCIN POR DECRETO DE LA COMPAA DE JESS..............349

    CAPTULO XII.................................................................................374LOS PRIMEROS PRESUPUESTOS DE LA REPBLICA.......................374

    CAPTULO XIII................................................................................403CRISIS, PARO, HUELGAS, ATENTADOS Y BOMBAS.........................403

    CAPTULO XIV................................................................................421LAS CORTES DISCUTEN EL ESTATUTO DE CATALUA...................421

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    CAPTULO XV.................................................................................450LA LEY DE REFORMA AGRARIA.....................................................450

    CAPTULO XVI................................................................................471NAVARRA RECHAZA EL ESTATUTO DEL PAS VASCO-NAVARRO....471

    CAPTULO XVII...............................................................................503BATALLA EN TORNO AL ESTATUTO CATALN...............................503

    CAPTULO XVIII..............................................................................521CONJURAS CONTRA EL GOBIERNO................................................521

    CAPTULO XIX................................................................................553EL DIEZ DE AGOSTO.....................................................................553

    CAPTULO XX.................................................................................570TRIUNFO Y FRACASO DE SANJURJO EN SEVILLA............................570

    CAPTULO XXI ...............................................................................595SANJURJO, CONDENADO A MUERTE, ES INDULTADO....................595

    CAPTULO XXII...............................................................................608EXPROPIACIN DE TIERRAS A LOS COMPLICADOS EN LA REBELIN YA LA GRANDEZA...........................................................................608

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    CAPTULO PRIMERO

    PROCLAMACIN DE LA REPBLICA

    El Comit revolucionario se instala en el ministerio de la gobernacin como

    Gobierno provisional de la Repblica. El Rey sale de Madrid con direccin aCartagena para embarcar en un crucero. Lo que sucedi en el seno del gobiernomonrquico los das 13 y 14 de abril. En ningn momento el Rey se mostrdispuesto a resistir. Fracaso de una gestin cerca del Comit revolucionario,dirigida por el duque de Maura. El conde de Romanones intent negociar unarmisticio con Alcal Zamora. Mensaje de despedida de Alfonso XIII. La

    primera bandera republicana onde en el edificio de Comunicaciones. Actitudpasiva de la Guardia Civil. Desenfrenado jbilo en las calles de Madrid. Antes que en Madrid, la Repblica fue proclamada en Eibar y Barcelona. Saludo del jefe del Gobierno provisional al pueblo. Publicacin del Estatuto

    jurdico de la Repblica: exigencia de responsabilidades, libertad de conciencia,derechos sindical y corporativo, garanta de la propiedad y defensa de laRepblica. Biografas del Presidente y de los ministros. Cmo se transformel Comit revolucionario en Gobierno provisional

    A las siete y media de la tarde del martes 14 de abril de 1931, dosautomviles que haban partido de la calle Prncipe de Vergara, de Madrid,que comienza a la altura del Retiro, se abran penosamente camino por

    entre torbellinos de gentes enardecidas y exultantes de jbilo, que confor-me avanzaban hacia la Puerta del Sol se hacan masa impenetrable. Por lasdiez calles que desembocan en aqulla afluan torrentes humanos impe-tuosos y vociferantes. En el primero de los coches que henda la murallaclamorosa iban Miguel Maura, poltico conservador, y Francisco LargoCaballero, lder socialista. Ocupaban otro coche los jefes polticos NicetoAlcal Zamora, Fernando de los Ros, Alejandro Lerroux y Alvaro deAlbornoz. A distancia, en un tercer automvil, viajaban Santiago Casares

    Quiroga, poltico izquierdista gallego, y el atenesta Manuel Azaa, queacababa de dejar el domicilio de su cuado Cipriano Rivas Cherif, dondehaba vivido oculto cuatro meses. Componan los nombrados, con otros

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    polticos, en aquel momento ausentes de Madrid, el Gobierno provisionalde la Repblica que iba a nacer. Se dirigan al Ministerio de laGobernacin, puesto clave de la poltica interior del pas y del ordenpblico: el ms indicado para simbolizar con su ocupacin el dominio y la

    posesin del Poder.

    La marcha de los coches refiere Alcal Zamora (1) fuelentsima, porque el entusiasmo delirante de las masas lleg a loindescriptible. En recorrer trescientos metros habamos tardado cerca demedia hora y fue milagroso abrirnos paso sin producir desgracias. Por fin,apretndose la multitud hasta lo inconcebible para dejarnos pasar,queriendo llevarnos con sus brazos, llamamos con insistencia y conrepeticin incesante, golpeando con redoblada energa en las puertascerradas y custodiadas del Ministerio de la Gobernacin. Unos instantes detardanza, que se midieron por todos con la duracin aparente y laintensidad real de un hecho decisivo. Por fin, si hubo vacilacin y stahubo cedido, la puerta se abri, los oficiales y la fuerza de la Guardia Civilse cuadraron, saludando a la representacin del nuevo Poder que entraba:ramos ya Gobierno, habamos vencido. (2).

    1Los primeros pasos del rgimen republicano, artculo de Niceto Alcal Zamora.El Sol, Madrid, 17 de marzo de 1931.

    2 Segn Miguel Maura, los primeros en llegar ante la puerta principal delMinisterio fueron l y Largo Caballero, rodeados de una masa vociferante que pedase abriesen las puertas. De pronto se abrieron stas de par en par y aparecieron en elzagun un piquete de la Guardia Civil cerrando el paso. Me cuadr delante de ellos

    refiere Maura, me descubr y les dije: Seores, paso al Gobierno de laRepblica, Los guardias abrieron paso, se alinearon a los lados y presentaron armas.Rafael Snchez Guerra, hijo del que fue Presidente del Consejo con la Monarqua, yManuel Ossorio Floit, hijo del jurisconsulto Ossorio y Gallardo, gobernador deBarcelona con la Monarqua, que haban entrado poco antes por la calle de Pomelos,

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    * * *

    A aquella misma hora, en el Palacio Real, el intendente de la RealCasa, Luis Asa, preparaba apresurado el equipaje de Alfonso XIII para suviaje al exilio, final inesperado a veintinueve aos de reinado. Discutido en

    Consejo de ministros celebrado en la tarde del da 14 el camino menospeligroso por el cual el rey saliera de Espaa, se haba elegido el deCartagena, a propuesta del jefe del Gobierno, almirante Aznar. All el Reypodra embarcar en un crucero, que le conducira a un puerto francs. Elministro de Marina, almirante Jos Rivera y lvarez Canero, responda dela fidelidad de la Marina. El marqus de Hoyos se ofreci paraacompaarle; pero los dems ministros opinaron que el de Gobernacin nodeba ausentarse, y Romanones propuso que el ms indicado era el

    almirante Rivera. Se convino en que ste lo llevara en su coche y queviajara de uniforme El resto de la familia real permanecera en Madridhasta el da siguiente. El conde de Romanones garantizaba que no lesocurrira nada (3), y don Alfonso subray esta confianza con las siguientespalabras: Los mos estn en manos de los espaoles (4). El Rey enningn momento perdi su aspecto sereno y digno. Un observadordeducira, al verle fumar cigarrillos sin mesura, un estado nervioso, quedisimulaba el rostro inalterable. Al terminar el Consejo del da 14, el

    monarca se acerc al ventanal, tendi la mirada hacia la mole del Palacio yexclam con acento de honda tristeza: Esta Casa en que nac... Quiz nola vuelva a ver nunca... En el regio Alczar bullan por estancias ygaleras aristcratas, amigos de los soberanos y servidores. En lossemblantes de todos se pintaban la angustia y el desconsuelo. Una acti-vidad febril, motivada por los preparativos del viaje, se desarrollaba enmedio de un gran silencio, roto por sollozos y suspiros. Lejano, como ecode tempestad, se oa el ulular de las masas, contenidas para que no

    invadiesen la plaza de Oriente. A los que aguardaban en la antecmaraizaron en el balcn principal una bandera republicana, (Vase As cay Alfonso

    XIII por Miguel Maura. Ediciones Ariel. Barcelona. 1952 Pgs. 170-171)3 En pie ya todos, acercse el Rey a Romanones, reiterndole advertencias y

    encargos sobre el viaje de la Reina y de sus hijos. Slo se tranquiliz algn tantocuando el Conde, enrgico y conmovido, le asegur que de las reales personasresponda l con su cabeza. Hasta aqu Gabriel Mauro. A lo dicho por l debo aadiryo que al escuchar mis palabras uno de los ministros me dijo: ndese con cuidado,

    porque puede perder la cabeza que acaba de hipotecar. Conde de Romanones, ABC,1 enero, 1935.

    4La cada de Alfonso XIII, por Julin Corts Cavanillas. Librera de San Martn,Madrid, 1932. Pg. 221.

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    para despedirle, les dijo el Rey: Tengo que demostrar que soy ms de-mcrata que los que se tienen por tales. Desde que conoc el resultado dela votacin del domingo he visto claro que slo me quedaba hacer lo quehago o provocar un acto de fuerza, y yo quiero demasiado a Espaa para

    esto ltimo (

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    ).

    A las insinuaciones de algunos leales en especial del general Josde Alburquerque y Padierna, marqus de Cavalcanti, veterano de lasguerras de Cuba y Marruecos para que diese la batalla a la revolucin

    con el Ejrcito, que permaneca adicto a la Monarqua, responda el Rey:No quiero que por m se derrame una gota de sangre.

    Las despedidas pareca que no iban a tener fin. Fue enternecedor eladis al prncipe de Asturias, enfermo en cama y a quien la zozobra y laconfusin del momento agravaban su debilidad y su desgracia. El Rey, quevesta un traje gris a rayas, y cubra su cabeza con un sombrero flexible,reparti abrazos y saludos, recomend calma, y, entre palabras en-trecortadas y miradas de dolor y desesperacin de quienes quedaban, y

    acompaado del jefe de la Casa militar, general Lpez Pozas; del ayudanteMoren, del ministro de Marina, que acababa de llegar, y de varios servi-dores de Palacio, descendi en el ascensor al piso bajo, encaminndosehacia la puerta incgnita que daba al Campo del Moro. Al llegar a lasala de alabarderos, se hallaban stos formados al mando del oficial lau-reado Rufino Lucas Canillas, que dio un Viva el Rey! Don Alfonsocontest, emocionado: Viva Espaa!, y recomend: Calma!Calma!... Muchos lloraban. Junto a la puerta le esperaban algunos

    5 C. Cavanillas. Ob. cit., pg. 230.9

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    aristcratas y empleados de Caballerizas (6), que prorrumpieron enaclamaciones inoportunamente a juicio del almirante Rivera (7). Sedespidi de todos. Seis coches estaban preparados. En el primero seacomod el Rey, como conductor, con el infante don Alfonso; detrs, el

    duque de Miranda, mayordomo mayor de Palacio; el almirante Rivera y suayudante Feros. Otros coches los ocupaban los ayudantes del Rey,Uzquiano, Alonso y Gallarza, vestidos de paisano. Un tercer automviltransportaba el equipaje del monarca: seis maletas de cuero, maletines ybolsas de mano. Eran las nueve cuando arranc aquel triste cortejo, queabandonaba, en las sombras de una noche abrilea, plcida y bajo un cielolimpio y constelado, el Alczar de los Reyes de Espaa, para llevar haciaun destino an desconocido al soberano espaol desahuciado por supueblo.

    Salimos de Madrid refiere el almirante Rivera sin novedad, yyo creo que sin ser advertidos, y ya camino de Aranjuez nos enteramos, almenos yo, de que nos escoltaba un coche de la Guardia Civil, con unsargento y cuatro nmeros. Pasamos por Aranjuez y otros pueblos, entodos los cuales haba mucha gente en la calle principal, la carretera, y entodos chillaba la gente, pero sin hacer otras demostraciones. Algo deban

    de saber, pues siendo da de trabajo, y a horas desusadas, es raro queestuviesen en la calle y en tan gran nmero. La primera parada la hicimos6 Cuando decid mi salida dice Alfonso XIII slo muy pocos leales

    acertaron a traspasar el Palacio para despedirme. Pero como tena un profundoconocimiento del corazn humano y de sus flaquezas afectivas, no me apesadumbrmnimamente la ausencia de tantas caras conocidas, que deban sentirse abrumadas

    por los gritos de las turbas. Confesiones y muerte de Alfonso XIII, por Julin CortsCavanillas. ColeccinABC, Madrid, 1951.

    7 En la Biblioteca del Museo Naval de Madrid existe un relato muy completo dela salida del Rey hacia el destierro, escrito por el ex ministro de Marina, almiranteRivera, a cuyo documento pertenecen algunos datos de esta parte del presentecapitulo.

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    en pleno campo y pasado Aranjuez. Bajamos todos y nos reunimos con elRey, Miranda y yo. Tambin el infante, que nunca se separaba de l. ElRey me dijo: Quin me ha empaquetado a m para Cartagena? T? Yole contest que s. El Gobierno. A dnde vamos despus? Ya se lo

    dir a Vuestra Majestad. Y le musit al odo: Marsella.* * *

    Este transcendental acontecimiento histrico se haba producidocomo consecuencia de un plan improvisado en pocas horas bajo lacoaccin de las masas populares, dueas de la calle, decididas a no dejarsearrebatar un triunfo que se les haba venido inesperadamente a las manospor efecto de unas elecciones municipales, es decir, de carcter

    administrativo, celebradas el domingo 12 de abril, que dieron por resultado22.150 concejales monrquicos, contra 5.775 de los partidos adversariosde la Monarqua, coaligados. El domingo anterior, 5 de abril, haban sidoproclamados, en virtud del artculo 29, es decir, sin lucha, 14.018monrquicos y 1.832 antimonrquicos. Sin embargo, republicanos ysocialistas, vencedores en la mayora de las capitales, en una notapublicada al da siguiente atribuan a las elecciones valor de plebiscito,desfavorable a la Monarqua y favorable a la Repblica, en el que haban

    colaborado todas las clases sociales del pas y todas las profesiones. Es-timaban llegada la hora de que las instituciones ms altas del Estado, losrganos oficiales del Gobierno y los institutos armados se sometieran a lavoluntad nacional, pues, en caso contrario, declinaran ante el pas y laopinin internacional la responsabilidad de cuanto inevitablemente habrde acontecer. Conviene recordar que las ltimas elecciones por sufragiouniversal, unas a diputados a Cortes, se hablan celebrado el 29 de abril de1923.

    El Gobierno que regentaba Espaa en el momento de ocurrir el des-moronamiento de la Monarqua estaba formado de la siguiente manera:Presidencia, Juan Bautista Aznar, setenta y un aos, capitn general de laArmada, ex ministro de Marina; Estado, Alvaro Figueroa y Torres, condede Romanones, sesenta y siete aos, jefe del partido liberal, varias vecespresidente del Consejo de ministros y ministro; Justicia, Manuel GarcaPrieto, marqus de Alhucemas, setenta aos, jefe del partido demcrata,varias veces ministro; Economa, Gabino Bugallal y Araujo, setenta aos,

    liberal conservador, varias veces ministro y presidente del Congreso;Fomento, Juan de la Cierva y Peafiel, sesenta y siete aos, ministro de laGuerra y de la Gobernacin en anteriores Gabinetes; Trabajo, Gabriel

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    Maura y Gamazo, duque de Maura, cincuenta y dos aos, historiador yparlamentario; Hacienda, Juan Ventosa Calvell, cincuenta y dos aos,economista, ministro de Hacienda y Abastecimientos en anterioresGobiernos; Guerra, Dmaso Berenguer y Fust, conde de Xauen, cincuenta

    y ocho aos, Alto Comisario de Espaa en Marruecos, que sucedi aPrimo de Rivera en la Presidencia del Gobierno; Marina, Jos BautistaRivera y Alvarez de Canero, sesenta y dos aos, almirante; InstruccinPblica, Jos Gascn y Marn, cincuenta y seis aos, jurisconsulto;Gobernacin, Jos Mara de Hoyos y Vinent de la Torre y O'Neill,marqus de Hoyos, cincuenta y cuatro aos, coronel de artillera ensituacin de retirado, ex alcalde de Madrid, consejero de Estado.

    Entre los once componentes del Gobierno sumaban muy cerca de lossetecientos aos. Por su edad y por su condicin social, no se les podapedir la energa y el coraje imprescindibles para enfrentarse con unasituacin tan difcil y amenazadora, que exiga en los gobernantes muchasagallas. Por otra parte, con excepcin de La Cierva y Bugallal, no seadverta en los componentes del Gobierno una gran conviccin, capaz dellevarles hasta el sacrificio, ni el inters y la decisin suficientes para

    salvar a la Monarqua a la hora de su naufragio: Gabriel Mauro escribe quea los ministros se les design con el premeditado propsito de dar a cadacual una vela en un entierro, el del rgimen, a sabiendas de que no podran,sin deshonor, negarse a recibida (8).

    8Por qu cay Alfonso XIII, por el duque de Maura y Melchor FernndezAlmagro. Ediciones Ambos Mundos. Madrid. 1948. Pg. 184.

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    El puesto clave era el Ministerio de la Gobernacin y la eleccin delministro fue la cuestin ms debatida y espinosa a la hora de formar elGobierno en el mes de febrero. El general Berenguer consideraba esencialque el ministro fuese joven y de gran resistencia, hbil manera deexcluir a La Cierva, que haba demostrado poseer ardimiento y energa enmomentos crticos. Advert La Cierva (carta en ABC, 7 febrero, 1936)el deseo de que no fuese ministro de la Gobernacin, que habra aceptadosi se me hubiese propuesto. Y as result nombrado para la cartera msdifcil y que exige ms experiencia, y ms fina tcnica de gobierno, en laque todo ha de prevenirse y remediarse cuando afecte a la tranquilidadgeneral y a la defensa de las Instituciones, un perfecto caballero, militarpundonoroso, leal para el Rey, el marqus de Hoyos, que no tena ideasiquiera de lo que en ese cargo era necesario hacer entonces. (9).Candidato del Rey (3), el nombre lo dio el duque de Maura, en unareunin celebrada en el Ministerio de la Guerra, a instancias de Berenguer,para constituir el que habra de ser el ltimo Gobierno de la Monarqua. Alterminar dicha reunin, a hora muy avanzada de la noche, lleg el marqusde Hoyos. Muy pocos das despus refiere La Cierva me dijoRomanones: Me parece que nos hemos equivocado en la designacin deministro de la Gobernacin. Tambin yo lo creo le contest; peroustedes, que no tuvieron en cuenta la importancia de ese cargo en estascircunstancias son los que deben rectificar el error, si lo creen necesario.(10).

    9 Juan de la Cierva, Notas de mi vida. Editorial Reus. Madrid 1955. Pg. 344.10 Juan de la Cierva. Ob. cit., pg. 349.

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    De inexpertos y candorosos se acreditaron la mayora de losministros en su comportamiento con los revolucionarios, el brindarlesfacilidades y un trato de singular benevolencia en sus propagandasescandalosas contra la Monarqua. Al conocer los primeros resultadoselectorales, gan a los ministros, con excepcin de La Cierva y Bugallal, eldesnimo y un aplanamiento de derrota (11).

    La respuesta del Presidente del Consejo a los periodistas, al dasiguiente de las elecciones, denunciaba el estupor y la depresin de unvencido. Habr crisis?, preguntaron los reporteros. Qu ms crisisquieren ustedes contest el almirante Aznar que la de un pueblo quese acuesta monrquico y se levanta republicano? Un historiador deaquellos das refiere que el Almirante pas la tarde del domingoentretenido con la lectura deRocambole (12).

    11 Coma es natural escribe La Cierva, la impresin en nosotros fuedesagradable y penosa. Cuando comentaban varios ministros y el general Sanjurjo, enel despacho del ministro de la Gobernacin, el triunfo de los republicanos en Madrid

    y muchas capitales, lleg el duque de Maura. Un desastre, le dijimos. Y el duque,textualmente, contest: Pero les ha sorprendido a ustedes? Todava pudo sermayor. Lo haba dicho yo hace tiempo. Cmo duque le dije si lo saba, nonos lo advirti, para poner remedio, y si no lo tena, para preparar el nimo y adoptaralgunas determinaciones? Yo insisti lo habla previsto. Estasmanifestaciones produjeron en todos la consiguiente impresin. (J. de La Cierva, ob.cit., pg. 361.) La Cierva, antes de abandonar el despacho, se dirigi al generalSanjurjo, y le dijo: Hasta hoy ha respondido usted de la Guardia Civil. Podr hacerlo mismo cuando maana se conozca la voluntad del pas? Sanjurjo respondi:Hasta ayer por la noche poda contarse con ella. (Vase Obras completas delConde de Romanones. Editorial Plus Ultra. Madrid, 1949. Tomo III, pg. 443).

    12La cada de un trono, por Alvaro Alcal Galiano. Compaa Iberoamericanade Publicaciones. Madrid, 1933. Pg. 199.

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    Nadie, ni los propios republicanos, esperaban un resultado electoraltan aplastante y catastrfico para la Monarqua. Estamos convencidos escriba El Debate, el portavoz ms calificado de las masas catlicas (11

    abril, 1931) de que la jornada de maana ser brillantsima para losmonrquicos. Ha penetrado en la mente de todos la importancia de estaselecciones. No se trata solamente de elegir nuevos administradores munici-pales, sino de ganar una batalla por el orden y la paz social, que en los ac-tuales momentos aparecen vinculados a la Monarqua. Y para sta, el es-pectculo que ofrece Madrid y toda Espaa en estos momentos no puedeser ms confortador. Es ingenuo haba dicho Azaa a un redactor deLa Tierra esperar algo de las elecciones, Ninguna confianza le inspiraba

    a Largo Caballero el torneo electoral, juego intil y sin importancia quenicamente servira para fortalecer al Trono. Nadie crea ni esperaba enEspaa que el cambio de rgimen se realizase escribe el jefe radicalLerroux como consecuencia de unas elecciones, y menos de estaselecciones (13). La misma incredulidad sentan Indalecio Prieto y elagitador radical-socialista Marcelino Domingo, y ello explica que les sor-prendieran los acontecimientos desterrados voluntariamente en Pars. Porsu parte, Miguel Maura refiere que hacia las cinco de la madrugada, una

    vez conocido el resultado electoral, abandonbamos la Casa del PuebloLargo Caballero, Fernando de los Ros y yo. Fatigados y silenciososbajamos a pie, y marchando despacio, hasta el paseo de Recoletos. Depronto, Fernando dijo: El triunfo de hoy nos permite acudir a las elec-ciones generales que se celebrarn en octubre, y entonces, el xito, si escomo el de hoy, puede traernos la Repblica. Mir a Largo, y con asom-bro vi que asenta a ese peregrino argumento. Por lo visto ni uno ni otro

    13La pequea Historia de Espaa 1930-1936, por Alejandro Lerroux. EditorialCimera. Buenos Aires, 1945. Pg. 167.

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    haban medido las consecuencias inevitables de lo que haba acontecido enla jornada (14).

    * * *

    La derrota electoral estall en el seno del Gobierno y produjo elanonadamiento y dispersin de los ministros. A partir de aquel momento

    cada uno se entreg, asistido por los amigos, a buscar una solucin, aencontrar el cabo al que asirse o la tabla en que salvar a la Monarqua delcataclismo que la amenazaba. Por corresponderle en el turno de despacho,el conde de Romanones acudi a Palacio en la maana del lunes, da 33.Refiere en El Sol, (3 junio, 1931) Encontr al Rey sereno. No dabamuestras de intranquilidad. Yo no acertaba con la frmula de afirmar quetodo estaba perdido, que no quedaba ya ni la ms remota esperanza, y, sinembargo, habl con claridad suficiente, interrumpindome el Rey con la

    frase: Yo no ser obstculo en el camino que haya que tomar; pero creo

    14 Miguel Maura. Ob. Cit., pg. 147.16

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    que an hay varios caminos. Sal de Palacio lleno de amargura, seguro deque ya pocas veces volvera a pisarlo.

    Terminado el despacho con el conde de Romanones, el Rey recibipor separado a Garca Prieto y al Presidente del Consejo, almirante Aznar,

    y convino con ste en que convocara un Consejo de ministros a las cincode la tarde, en la Presidencia.

    En aquel mismo momento, en el Ministerio de Estado, el duque deMaura, primero con el ministro de Hacienda, Ventosa, y ms tarde con suscorreligionarios, el marqus de Figueroa y los ex ministros conservadoresGoicoechea, Sili, Montes Jovellar, el subsecretario Colom Cardany y suhermano Honorio, deliberaba sobre las posibles salidas de aquel trancegravsimo. El resultado de la deliberacin cuenta el duque de Maura

    fue creer todos inminente la formacin de un Ministerio constitucionalistay la expatriacin temporal, por lo menos, del Rey; convenir en lo nocivo, yquiz impracticable, de tal solucin, y buscar otra, no mucho ms viablequiz, pero s ms propio para ser tanteada por nosotros, que era sta: si elMonarca, el Consejo de Gobierno y el Comit revolucionario lo aceptaban,celebraranse el 10 de mayo, en vez de las previstas eleccionesprovinciales, unas generales de Cortes Constituyentes, presidindolas elmismo Gobierno, que acababa de acreditar pulqurrima e irreprochable su

    correccin electoral. El nuevo rgimen, fuese el que fuese, nacera all y noen la calle y ante esas Cortes, y no ante el previsible motn, declinara donAlfonso sus poderes, cuando el resultado de la consulta al pas lorequiriera as. Importaba, ante todo, conocer su dictamen y recibir siendofavorable, expresa autorizacin para negociar con unos y con otros.Habanse de ganar los minutos y se encomend la misin a mi hermano,amigo personal del Rey, puesto que le sera fcil y rpido el acceso a SuMajestad. Volvi, en efecto, poco despus del medioda, portador del regio

    asentimiento.

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    Tambin el Rey juzgaba irresoluble sin su eliminacin el problemapoltico nacional. No ocult Su Majestad a mi hermano las fuertes pre-siones que sobre l se ejercan para que no se marchase, aadiendo que situviese la debilidad de escucharlas, los mismos a quienes cediera entoncesle reprocharan luego alguna vez no haber pensado nicamente en Espaa.Estaba resuelto a no abdicar... Con firmeza no menor estaba decididotambin a dimitir y expatriarse. Encomend entonces a mi fraternal amigoel marqus de Caada Honda (Toms Alfaro Fournier), que lo era tambinde mi hermano Miguel, el preliminar sondeo cerca del Comit re-volucionario, encarecindole la necesidad de recibir la respuesta antes deque terminase el Consejo de ministros, que descontaba convocado paraaquella tarde, aun cuando hubiese de llevarla en persona al lugar dondeestuviramos reunidos, a fin de poder dar a mis colegas cuenta cabal delasunto, si resultaba viable (15).

    De esta manera el duque de Maura dio el primer paso hacia la

    capitulacin, sin que el Consejo de ministros ni su jefe tuviesenconocimiento alguno de ello, segn dice Berenguer.

    Ahora bien, el acontecimiento ms trascendental de aquellas horas,dentro del Gobierno, se haba producido en el Ministerio de la Guerra.Avanzada la noche del domingo, el general Berenguer recibe la visita delDirector general de Seguridad, general Mola, quien a la vista de lasnoticias recibidas en su Departamento, le expres sus temores de que un

    15Confesiones de nuestro tiempo. Recuerdos de mi vida, por el duque de Maura.Editorial Aguilar. Madrid, 1934. Pgs. 203, 204 y 205.

    18

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    triunfo poltico tan sealado se tradujera en actitudes inmediatas entredeterminados elementos, vacilantes hasta entonces (16).

    Esto y otras reflexiones le confirm a Berenguer en la necesidad deponerme en contacto con las autoridades militares, a quienes habra de

    desorientar ms mi silencio y el del Gobierno que las incompletas y pocosatisfactorias noticias que por el momento poda darles, dirigindoles, yade madrugada, el siguiente telegrama cifrado, que medit mucho antes decircularlo, para depurar los conceptos de su texto:

    Las elecciones municipales han tenido lugar en toda Espaa con elresultado que por lo ocurrido en la propia Regin de V. E. puede suponer.El escrutinio seala hasta ahora la derrota de las candidaturas monrquicasen las principales capitales: en Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, etc.,

    se han perdido las elecciones.Esto determina una situacin delicadsima, que el Gobierno ha de

    considerar en cuanto posea los datos necesarios. En momentos de taltrascendencia no se ocultar a V. E. la absoluta necesidad de proceder conla mayor serenidad por parte de todos, con el corazn puesto en los sa-grados intereses de la patria, que el Ejrcito es el llamado a garantizarsiempre y en todo momento.

    Conserve V. E. estrecho contacto con todas las guarniciones de su

    Regin, recomendando a todos absoluta confianza en el mando,manteniendo a toda costa la disciplina y prestando la colaboracin que sele pida al del orden pblico.

    Ello ser garanta de que los destinos de la patria han de seguir sintrastornos que la daen intensamente en el curso lgico que les imponga lasuprema voluntad nacional (17).

    En el telegrama haba sido olvidada toda alusin a la supervivencia

    del rgimen y a la persona real que lo encarnaba. Slo fue dirigido a losjefes de la Regin militar y no al Director general de la Guardia Civil ni deCarabineros.

    * * *

    El Consejo de ministros se reuni a las cinco de la tarde en el edificiode la Presidencia. Los ministros, abrumados por el peso de la responsa-bilidad, daban la sensacin de hombres desconcertados y vencidos por la

    16De la Dictadura a la Repblica, por Dmaso Berenguer, Editorial Plus, Ultra.Madrid, 1945. Pg. 357.

    17 Berenguer, ob. cit., pg. 358.19

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    fatalidad. El almirante Aznar expuso de forma somera lo ocurrido en laselecciones y pidi a sus compaeros su opinin sobre cmo deba de pro-ceder el Gobierno en aquella eventualidad. El ministro de la Gobernacindio cuenta de que los republicanos haban triunfado en treinta y cinco ca-

    pitales, en la mayora de las cuales se adverta una fermentacin peligrosade entusiasmo. Respecto a Madrid, el Comit de republicanos y socialistashaba suscrito un manifiesto de carcter conminatorio para el Gobierno ylas Instituciones (18).

    El conde de Romanones sostuvo que el Gobierno deba declararse encrisis para facilitar al Rey la eleccin del camino a seguir que creyeramejor. Mi tesis se redujo a sostener que aun suponiendo y era muchosuponer que el Gobierno contara con medios para resistir, no debamos

    siquiera intentarlo, pues la fuerza se puede y se debe emplear contra loshechos revolucionarios; pero se carece de fuerza moral para emplearlacontra las manifestaciones del sufragio. La discusin fue empeada. Durms de tres horas... Mi experiencia de tantos aos de ministro me habahecho ir prevenido, llevando una nota explicativa del resultado delConsejo. Sobre esta nota se concentr la ltima parte de la discusin y fueaceptada con algunas modificaciones. Se acord que el Presidenteentregara la nota al Rey tan pronto como pudiera. (El Sol, 3 de junio de

    1931).18 Firmaba el manifiesto Alcal Zamora, Fernando de los Ros, Casares

    Quiroga, Miguel Maura, Albornoz, Largo Caballero y Lerroux. Sentimos decanla ineludible necesidad de dirigirnos a Espaa para subrayar la transcendenciahistrica de la jornada del 12 de abril. Jams se ha dado en nuestro pasado un actocomparable. En Historia moderna de Europa hay actos civiles como el realizado porEspaa el da 12, pero no hay uno que le supere. La votacin de las capitales de

    provincia y principales ncleos urbanos ha tenido el valor del plebiscito desfavorable

    a Monarqua, favorable a la Repblica, y ha alcanzado a su vez las dimensiones de unveredicto de culpabilidad contra el titular del supremo Poder Invocamos, pues,llegada esta hora, los supremos valores civiles a que rinden acatamiento en todo

    pueblo culto las Instituciones ms altas del Estado, los rganos oficiales del Gobiernoy los Institutos armados. A todos es forzoso someterse a la voluntad nacional, queen vano pretenden desfigurarse con el silencio o el voto rural de los feudos Perosi, por desventura para nuestra Espaa, a la noble grandeza civil con que ella ha

    procedido no respondiesen adecuadamente quienes con violencia desempean osirven funciones de Gobierno nosotros declinamos ante el pas y la opinininternacional la responsabilidad de cuanto inevitablemente habr de acontecer ya queen nombre de esa Espaa mayoritaria, anhelante y juvenil, que circunstancialmenterepresentamos, declaramos pblicamente que hemos de actuar con energa y presteza,a fin de dar inmediata efectividad a sus afanes, implantando la Repblica.

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    La nota en cuestin deca lo siguiente: El Consejo de ministros haexaminado el resultado de las elecciones verificadas ayer. Aunque laselecciones municipales, por su naturaleza, han sido siempre de carcter

    administrativo, el Gobierno no desconoce que al ser las primeras celebra-das desde el ao 1923, los sucesos acaecidos desde aquella fecha y el es-pritu que a este acto imprimieron las propagandas preparatorias del mismoles han dado un innegable carcter poltico. No se oculta al Gobierno y asu sinceridad demostrada en el periodo preliminar de la eleccin la im-portancia de no desvirtuar el alcance poltico de la resultante de estaselecciones. La afirmacin expresivamente adversa a los partidos monr-quicos pronunciada en muchas de las ms importantes ciudades de Espaa,

    aun cuando ella se halle contradicha y superada por el gran nmero de losque fuera de ellas han votado, induce al Gobierno a facilitar a Su Majestadel Rey el que pueda or otras opiniones y resolver con plena autoridad. Yal propio tiempo le obliga a aconsejar a sta que en el plazo ms breveposible ofrezca a la voluntad nacional ocasin de pronunciarse ms seguray eficazmente en unas elecciones parlamentarias con todas las garantaslegales para la expresin libre de la conciencia ciudadana.

    La mayora de los ministros dieron su aprobacin al escrito, con el

    gesto decado de quien acepta un mal irremediable. La Cierva se opuso,con acento vehemente e indignado, a que la nota fuese presentada al Rey.l no dimita ni autorizaba al Presidente para que hablase en su nombre,porque yo no abandonaba al Rey en estos momentos, dejndole solofrente a un problema que exiga la unin estrecha de los monrquicosleales que estimasen esencial la institucin para la vida de Espaa (19).

    Al llegar el turno al genera, Berenguer, ley ste el telegramadirigido a los capitanes generales, que los ministros aceptaron en silencio,

    con excepcin de La Cierva. Mi general exclam, es que estamos

    19 La Cierva, ob. cit., pg. 366.21

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    ya en los umbrales de la Repblica y no vamos a defender al Rey?..., ava sans dire (textual), contest el general. S agregu, pero del Reyno habla usted en ese telegrama. Es que yo dijo, al comunicar conlos Capitanes generales, no hablo del Rey. Pero, mi general, es que no

    se trata de una circular de servicio, sino profundamente poltica, e invocausted, no al Poder legtimo del Gobierno del Rey, sino la soberana na-cional (20).

    A m tambin refiere Berenguer me hubiera gustado poderdecir algo de eso, porque mis sentimientos monrquicos y mi lealtad alRey as me lo hacan desear; pero esta iniciativa, en el rgimenconstitucional y en cualquier rgimen, corresponda de lleno al Gobierno,no al ministro de la Guerra, quien en aquel caso tampoco poda

    abrogrsela... El pretexto de un pretendido nuevo golpe de Estado hubieraprovocado, fcilmente, muchas actitudes (21).

    Gascn y Marn, ministro de Instruccin Pblica, record que l es-taba dimitido desde que no se quiso destituir al general Mola de la Di-reccin General de Seguridad; y, por ltimo, el duque de Maura afirmque con gran sentimiento se vea en el caso de manifestar que despus dela eleccin de ayer, de pareca ilegtima la Monarqua en Espaa.

    As acab el histrico Consejo de ministros que tuvo la tristeza de un

    velatorio. El velatorio de la institucin milenaria.

    * * *

    Si del lado del Gobierno todo era desconcierto y desesperanza, por elcontrario respiraba optimismo, seguridad y aire de triunfo el Comitrepublicano-socialista. La nica discrepancia era sobre si el Poder se lesvendra a las manos de una manera incruenta o previas unas jornadas delucha o anarqua. Puedo afirmar escribe Miguel Maura que durantetodo el da 13 el nico del Comit que crey y obr seguro de la victoriadefinitiva fui yo, a pesar de los rumores y alarmantes noticias, en su tota-lidad falsas, que los correligionarios despistados nos traan sobre la inmi-nente reaccin del Rey y del Ejrcito contra nosotros (22).

    20 La Cierva, ob. cit., pg. 365.21 Berenguer, ob. cit., pg. 366.22 M. Maura, ob. cit., pg. 153.

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    El Comit tena como sedes para sus deliberaciones la Casa del Pue-blo y el domicilio de Miguel Maura. A ste lleg a media noche el mar-

    qus de Caada Honda, emisario del grupo de monrquicos reunidos por lamaana en el domicilio del duque de Maura, para sondear a los dirigentesrevolucionarios la posibilidad de una tregua o armisticio. Miguel Maura,exhalando ufana, mir con conmiseracin al mensajero. A buenas horas,para semejantes emplastos! Sobre desahuciarle personalmente, le declar,adems, que aun cuando el Comit unnime aceptase la ya explicadafrmula, en una nueva consulta electoral, sera desobedecido y arrolladopor las masas (23).

    Porque hay que decir que desde el atardecer, coincidiendo con laaparicin de los peridicos, llameantes de epigrafas triunfalistas, lasmasas estaban en la calle, movindose sin orientacin fija, pero atradaspor algunos edificios que actuaban como imanes: los ministerios de laGobernacin y de la Guerra, el Palacio Real, la Direccin General deSeguridad... Iban los grupos de aqu para all, alborotadores y tremolandounas banderas tricolores. Entonaban el Himno de Riego, que nos parecadice Maura, creo que con sobrada razn, malsimo e impropio (24).

    Cuando la muchedumbre trataba de avanzar, turbulenta, hacia un objetodeterminado, sala al paso la Guardia Civil y la obligaba a retroceder. En elPaseo de Recoletos, como los manifestantes agredieran a la fuerza, stareplic a tiros, quedando en el suelo un muerto y varios heridos. Excitadoslos nimos, centenares de manifestantes se dirigieron por diversos caminoshacia la Puerta del Sol y all se alz infernal gritero con vtores a laRepblica y denuestos al Rey y a sus ministros, en especial al de la Gerra.La algaraba acab por fatiga de los escandalizadores.

    23 Duque de Maura, ob. cit., pg. 208.24 Ob. cit., pg. 154.

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    A la una y media de la madrugada, el Rey llam al generalBerenguer, ansioso por saber lo que suceda. Segn referencias llegadas aPalacio, las turbas pretendan asaltar el Ministerio de la Guerra y la Puertadel Sol era escenario de graves desrdenes. El ministro le desminti: la

    verdad de los hechos no era tan grave como la pintaban los informadoresde Palacio. Don Alfonso XIII quiso saber entonces lo tratado en el Consejode la tarde, pues careca de noticias e ignoraba incluso la nota redactadapara serle entregada. El Rey se senta sitiado y solo. El nmero de amigose incondicionales haba mermado hasta la insignificancia conforme lasituacin se haca ms crtica. Dnde estaban aquellos monrquicos cla-morosos de las horas radiantes? Dnde aquellos fervorosos leales?

    A la plaza de Oriente, mal alumbrada, afluan grupos gritadores, que

    dispersaba la fuerza pblica. La mole del Palacio Real se alzaba hosca, enpattica soledad. Pocas ventanas iluminadas. A las puertas de Palacio,guardias civiles a caballo. En las bocacalles de la plaza, soldados de unbatalln de Hsares, tropa ms propia para la decoracin y la espectacu-laridad que para ser protagonista de dramas. Semejante escenografa, quprometa? Una revolucin? Acaso una guerra? La hostilidad contra elRey empezaba al pie de Palacio y profundizaba a lo ancho y a lo largo dela urbe. Las turbas, en las calles, pedan su muerte. En las fachadas de las

    casas, caliente an la propaganda electoral, hervan las injurias y el odiocontra el Monarca en carteles y letreros pegados a los muros...

    * * *

    Amaneci el 4 de abril esplndido, con el cielo hermoso de la prima-vera madrilea.El Debate comentaba el resultado electoral de esta manera:Sera pueril negarle gravedad a la jornada de ayer. La tiene, y muygrande. No recordamos otra parecida. Cierto que no hay en Espaa una

    mayora de concejales republicanos; pero cierto tambin que la hay en casitodas las grandes capitales de la nacin. Y esto quiere decir que un sectorenorme de la opinin espaola se pronunci ayer en contra de laMonarqua. Vot contra sta una parte crecidsima del pueblo, buena partede la clase media y aun elementos pertenecientes a las clases elevadas.Volvemos a repetir que el acontecimiento ha de influir en nuestra poltica.Y aadiremos que de un modo radical, sin que al hablar as pensemos enresoluciones extremas.

    La coalicin antimonrquica decaA B Cen su editorial ha lo-grado en los comicios municipales mucho ms de lo que esperaba...; su

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    conquista ha superado a sus clculos, porque se le han adherido votosnuevos que no figuraban en la organizacin de los partidos. Y aada:Nuestra fe y nuestros principios no se los lleva el huracn de las pasionesque ha turbado tantas conciencias y ha extraviado a una gran parte del

    pueblo, sumndolo, creemos que pasajeramente, a esa otra porcin que entoda sociedad propende a la rebelda con los peores instintos y sobre la queno ha laborado jams una poltica honrada. Seguimos y permaneceremosdonde estbamos: con la Monarqua, con el orden, con el Derecho y nuncafuera de la ley, respetuosos de la voluntad nacional, pero sin sacrificarlenuestras convicciones La Monarqua es el signo de todo lo quedefendemos: es la Historia de Espaa. Los hombres y los azares puedeninterrumpir, pero no borrar, la tradicin y la Historia, ni extirpar las racesespirituales de un pueblo, ni cambiar su destino.

    El aspecto de Madrid en las primeras horas de la maana era normal.En el despacho del Director general de Seguridad, y sucesivamente en losdespachos del Presidente del Consejo y de los ministros, haba estalladouna noticia como una bomba: a las seis de la maana, los concejales elec-tos el domingo, constituidos en sesin en la Casa Consistorial de ibar,haban proclamado la Repblica, y el pueblo, congregado en la calle,sancionaba con ovaciones la decisin de izar la bandera tricolor en el

    balcn del Ayuntamiento. El concejal Juan de los Toyos anunci al puebloque a partir de aquel momento ibar viva en rgimen republicano. LaGuardia Civil, un oficial y veinte hombres, acord recluirse en la casa-cuartel (25)

    Apenas supo la noticia el conde de Romanones, llam al doctorAguijar, odontlogo del Rey, para que, sin prdida de tiempo, llevase almonarca un mensaje en el que se deca que a fin de evitar sangrientossucesos, posibles si los republicanos llegaban a una inteligencia con

    elementos del Ejrcito y de la fuerza pblica, era de suma convenienciaque el soberano reuniese al Consejo, para que cada cual tenga laresponsabilidad de sus actos y el Consejo reciba la renuncia del Rey, parahacer ordenadamente la transmisin de poderes. As se hara posible en suda la pronta vuelta a Espaa del Rey por el clamoroso llamamiento detodos.

    Consecuente con la recomendacin del conde de Romanones, el mo-narca orden llamar al Presidente del Consejo y a los ministros para un

    despacho extraordinario. A las once de la maana se hallaban en Palacio el25 VerConvulsiones de Espaa. Un amanecer en Espaa, por Indalecio Prieto.

    Ediciones Oasis, S. A. Mxico, 1967.25

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    almirante Aznar y los ministros Garca Prieto y Romanones, que sindilacin penetraron en la cmara regia. Sin prembulos, el Rey abord eltema de la derrota electoral, y como el Presidente pretendiese reducir lasproporciones del descalabro, don Alfonso le interrumpi: Djese usted de

    consuelos, no los necesito. S cunto debo saber y mi resolucin es in-quebrantable. No olvido que nac rey, que lo soy. Y en seguida rectific:Que lo era. Pero hoy, por encima de todo, no olvido que soy espaol y miconducta se acompasar a mi amor a la patria. No hay tiempo que perder:los acontecimientos se precipitan.

    Dirigindose al conde de Romanones, le dijo: T eres quienconoces ms a Alcal Zamora. Recuerdo aadi cuando le llevastecomo uno de tus secretarios en mi viaje a Canarias ( 26). Entonces, en el

    barco, coma en la segunda mesa. Es preciso que en seguida le veas paraconvenir los detalles del trnsito de un rgimen a otro, y, adems, paraprecisar lo referente a mi viaje y al de toda mi familia...

    Salieron los dos ministros, y a continuacin penetraron en la cmarael duque de Maura, el almirante Rivera y el general Berenguer. El Reyestaba sereno, como siempre. Sin alardes. Sin debilidades. En su rostro senotaban las torturas morales de aquellas horas de ansiedad; pero nadatraicionaba en su expresin la entereza de su espritu. (27).

    El Rey, de conformidad con los consejos de sus ministros, expres suinquebrantable resolucin de transmitir sus poderes a un Gobierno queconvocase Cortes Constituyentes. Estaba decidido a suspender el ejerciciode su soberana y a ausentarse de Espaa. Insisti en estos propsitos, ysindole imposible, a causa de la abrumadora tarea que le aguardabaan, recogerse el tiempo indispensable para redactar el documento p-blico en el que constasen claramente los trminos y alcance de su renuncia,me hizo el honor refiere el duque de Maura de encomendrmelo y

    con encargo apremiante de remitrselo antes de las dos. Mi labor habra deconsistir, y, efectivamente, a eso se redujo, a condensar en un breve escritolos conceptos que acababa de or (28).

    Con el ministro de Marina habl de la continuacin del infante donJuan en la Escuela Naval de San Fernando durante su ausencia.

    En el momento de salir los tres ministros, esperaban en la antesala LaCierva, Bugallal y Gascn y Marn. Al saludarles, el conde de Romanones

    26 El viaje se realiz en 1906.27 Berenguer, ob. cit., pg. 378.28 Ob. cit., pg. 209.

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    exclam: Esto se ha concluido. El Rey ha decidido marcharse. Esta tardecelebraremos Consejo: La Cierva, estupefacto, replic con acentoindignado: Que el Rey se marcha y usted lo da por decidido y hecho?No fue posible el dilogo: don Alfonso, desde la puerta, les invitaba a

    pasar. Es cierto le pregunt Bugallal que ha decidido VuestraMajestad marcharse?, Porque, a su entender, no haba motivo para que elGobierno, que se constituy para vencer los obstculos de una situacinpoltica espinosa, abandonase el camino que en su programa se traz.

    El Rey respondi: S, he decidido marcharme, formando antes unGobierno casi nacional, en el que figuren personas como el marqus deLema, que presida unas elecciones a Cortes Constituyentes que digan siEspaa desea Monarqua o Repblica. Ausentndome, nadie podr decir

    que he influido en tales elecciones. He citado para esta tarde a los consti-tucionalistas para que formen en el Gobierno,

    La Cierva, que reprima con visible esfuerzo su enfado, se expres encontra de semejante propsito. Esa ausencia afirm sera la renunciaa la Corona, que no es de Vuestra Majestad ms que en un momento his-trico; que es de su estirpe, y que, por representar la institucin secular deEspaa, a sta en realidad pertenece. Como estoy seguro de que si el Reyse va, Espaa caer en el abismo, me atrevo a protestar contra tal propsito

    como espaol y como ministro, me opongo a l y pido al Rey que semantenga fiel a la patria y valerosamente afronte y venza las dificultadosactuales (29)

    El Rey no pudo velar el disgusto que le producan las palabras delministro y contest:

    Lo que pasa es que hay en Espaa algunos que en estas materias noven ms all de sus narices y no aprecian el problema de conjunto, no venla lejana, slo ven lo inmediato. Yo no puedo consentir que con actos de

    fuerza para defenderme se derrame sangre, y por eso me aparto del pas.La Cierva insisti en que el soberano se equivocaba al pensar que su

    alejamiento evitara lgrimas y sangre. Es lo contrario, Seor; VuestraMajestad debe pensar en los que se sacrificaron para restaurar la Monar-qua despus de las tragedias de 1873. Los que las hemos visto de nios no

    29 En la maana de este 14 de abril, La Cierva, por mediacin del Conde de losMoriles, envi una carta al Rey dicindole que no haba dimitido en el Consejo delda anterior, y sin propsito ambicioso, que en las actuales circunstancias serainsensato, quedaba a disposicin del Rey pues no queda, por mi parte dejarleindefenso ante el problema de nombrar nuevo Gobierno. La Cierva. Ob. cit., pg.367.

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    podemos avenirnos a que se reproduzcan, y se reproducirn si el Rey semarcha. Piense en el triunfo de otras revoluciones por no haberse de-fendido las instituciones, y vuelva sobre su acuerdo: se lo ruego y suplico(30).

    El monarca pas bruscamente a preguntar a Gascn y Marn. ste selimit a decir que crea que el Rey deba marcharse de Espaa. Con lo cualdon Alfonso dio por terminada la entrevista.

    Antes de salir de Palacio, Romanones ya se haba trazado el plan aseguir. Para que la entrevista proyectada con Alcal Zamora fuese msrpida y en terreno neutral, pues hablar con don Niceto me repela, apela los buenos oficios del doctor Maran, mdico de gran fama y en muybuena relacin desde los aos de la Dictadura con los dirigentes

    revolucionarios. Y el despacho del doctor calle de Serrano, 43 fueescenario del acto ms trascendental de la jornada: la capitulacin de laMonarqua ante la revolucin triunfante.

    Estaba el conde palidsimo, cuenta Maran (31). Los negociadoresse abrazaron. Quien me haba de decir exclam el conde que nosveramos en esta situacin! Alcal Zamora, apresurado, le pregunt dequ odo escuchaba mejor, y apenas sentado en el borde de un silln, confuertes voces y por el odo sano, le pint con palabras rapidsimas y enr-

    gicas la situacin de Espaa. En varias capitales estaba ya proclamada laRepblica. Los gobernadores comunicaban con l y no con los ministrosdel monarca. El pueblo, impaciente, no poda ser contenido si no sabapronto a qu atenerse. Qu solucin? pregunt el Conde. Porque elRey se presta a cumplir todos sus deberes. La marcha rapidsima delRey, contest Alcal Zamora. Yo pido un armisticio de unas semanas arga el jefe monrquico. Vengo con bandera blanca, llena de sin-ceridad. En esta tregua todo se resolver con calma. Ahora podra venir un

    Gobierno presidido por Villanueva, que preparase con serenidad el futuro,El republicano insisti en la prisa inaplazable. Atropellaba, ms querebata, los argumentos. No se poda pasar de la hora de la cada del sol. Lamuchedumbre, tan contenida hasta entonces dentro de su fervor, al llegarla noche, que empuja a la violencia, y sin posibilidad de ser informadahasta la maana siguiente, no podra ser contenida. La embriaguez deltriunfo tena al pueblo entero fuera de s. Dur el forcejeo. Reduca

    30 La Cierva, ob. cit., pg. 370.31 Las dos y cinco de la tarde: 14 de abril de 1931, por Gregorio Maran,

    publicado enEl Solel 23 de mayo de 1931.28

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    Romanones el plazo y las condiciones. Redoblaba su interlocutor laexigencia.

    Y al fin la Monarqua cedi. Se ira el Rey aquella tarde. Primero se

    pens que a Portugal. Luego, que a Cartagena. El resto de la familia real,al da siguiente. No habra abdicacin, sino una resignacin del Poder realen su ltimo Gobierno, para que ste lo transmitiese al Gobierno de larevolucin. Otros detalles ms sin importancia. Se levantaron y se fueron,embargados los dos por la trascendencia de aquellos minutos histricos.Eran las dos y cinco exactamente cuando toda la Historia de Espaa girabagilmente sobre s misma y presentaba al mundo una era nueva de su vida(32)

    Por su parte, el conde de Romanones, al referir la entrevista,puntualiza ms los argumentos aducidos por Alcal Zamora. Deca ste:La batalla est perdida para la Monarqua. No queda otro camino que lainmediata salida del Rey, renunciando al trono... No responda de la vidade los reyes si no se proceda como acababa de decirme, pues el nimo dela muchedumbre se exacerbaba por momentos y poda llegarse al punto deque la resuelta voluntad del Gobierno de amparar a los Reyes no fueserespetada. Era ya tarde, exclamaba, para toda solucin que retardase lo que

    el pueblo crea ya un hecho consumado: es decir, la marcha del monarca.Si se intentase cualquier cosa que retrasara este hecho, los jefes revolu-cionarios seran arrastrados por las turbas. Si el Gobierno del Rey iniciasela resistencia, la revolucin estallara. Con el mismo tono expuso otrasvariantes parecidas. Como la discusin se prolongaba intilmente, AlcalZamora ech mano de un argumento supremo: Poco antes de acudir a sullamamiento, he recibido la adhesin del general Sanjurjo, jefe de laGuardia Civil. Al orle, me demud. Ya no habl ms: la batalla estaba

    irremediablemente perdida (33

    ).32 Maran. Artculo citado.33 Romanones, Obras Completas, tomo III, pg. 448.

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    Era verdad. Sanjurjo se haba ofrecido al Comit revolucionario (34).

    Entretanto el duque de Maura se dedicaba a elaborar el manifiesto delRey al pas. Cerca de la una de la tarde, el duque, acompaado del subse-cretario del Ministerio de Trabajo, se present en el Hotel Ritz, donde le

    esperaban los polticos catalanes Francisco Camb y Juan Ventosa yCalvell. La reunin fue larga. Al fin, sali Colom y dict a Joaqun M. deNadal, secretario de Camb, el manifiesto, que yo cuenta Nadal pusepersonalmente a mquina, a falta de mejor papel, en una hoja del llamadode barbas, que haba trado de Barcelona como envoltura de ciertosdocumentos. Poco despus el propio Nadal, que era gentilhombre, loentregaba en Palacio a un ayudante de servicio del Rey (35).

    El manifiesto, escrito cuando todava se admita como factible la fr-mula de unas elecciones plebiscitarias, deca as:

    Las elecciones celebradas el domingo revelan claramente que notengo hoy el amor de mi pueblo. Mi conciencia dice que ese desvo no ser

    34 Hacia las once de la maana, el secretario de Miguel Maura le anunci lallegada del general Sanjurjo. Entr en el despacho vestido de paisano, y exclam: A

    las rdenes de usted, seor ministro. Me qued de una pieza refiere Maura.Con muy pocas palabras y con la premiosidad habitual en l, me dijo que la GuardiaCivil, y l personalmente acataban la voluntad popular y pasaban al servicio delaRepblica, con la lealtad tradicional en el Instituto. Que se pona a las rdenes delministro de la Gobernacin y deseaba cumplimentar al seor Presidente. Llam aAlcal Zamora, y ante l reiter el general sus ofrecimientos. Se lo agradecimoscordialmente, y en tono menor, porque la escena se tramit con aire familiar y sinsolemnidad. El general abandon mi casa, dejando tras de s un ocano decomentarios entusiastas entre la muchedumbre que poblaba mi domicilio. A partir deeste momento consideramos. como es lgico, plenamente ganada la batalla. MiguelMaura, ob. cit., pg. 166.

    35 Joaqun M. de Nadal, Seis aos con Francisco Camb, Memorias de unsecretario poltico, Alpha. Barcelona, 1957, Pg. 98.

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    Todava el Rey persisti en su propsito de constituir un Gobiernoque durante su ausencia presidiera unas elecciones de carcter plebisci-tario. A tal fin, llam a consulta a los constitucionalistas: Jos SnchezGuerra, Miguel Villanueva y Melquiades Alvarez. Las audiencias fueronbreves e infructuosas. Estos personajes declararon que un Gobierno dearmisticio era imposible. La hora de los constitucionalistas haba pasado.

    La maana del da 14 haba transcurrido en Madrid con aparente nor-malidad. Se adverta en las calles una inquietud nerviosa en las gentes,persuadidas de que se avecinaban acontecimientos; pero nadie sabra decir

    cmo se produciran. Unos decan que el Rey se marchaba y otros losituaban en fuga hacia una frontera. De boca en boca circulaba la noticiade que en Eibar, Barcelona y otras ciudades se haba proclamado laRepblica.

    Las vas cntricas se iban animando con grupos procedentes de los

    barrios bajos, que llegaban atrados por el presentimiento de grandessucesos o por la promesa de algazaras. Hacia las tres de la tarde, en elPalacio de Comunicaciones flame una enorme bandera morada, roja ygualda, considerada como republicana (37). En la puerta principal del edi-

    37 Inmediatamente despus de la proclamacin de la Repblica en Eibar,morses y hughes de las estaciones telegrficas de Espaa repiqueteabancomunicando con entusiasmo. El Cuerpo de Telgrafos era la institucin msrepublicana dentro del Estado. Lo ocurrido en Eibar en todas partes produca jbilo,sin que en ninguna se secundara la accin. A media maana un funcionado deCorreos, socialista muy significado, llam por telfono desde Madrid a Juan deToyos, en Eibar. Pero qu habis hecho?, pregunto casi en tono de reproche elmadrileo. Lo que debierais haber hecho vosotros, contest con enojo el bilbano,

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    ficio prestaban servicio unos guardias civiles, que permanecan inmvilesy como ajenos al trascendental hecho de la bandera subversiva ondeandoen el balcn principal. Los grupos estacionados en la plaza de la Cibelesdedujeron en seguida las consecuencias naturales de aquella impasibilidad

    y de espectadores pasaron a ser actores de unas escenas de desenfrenadaalegra, que, como reguero de plvora, se propag en todas direcciones.Engrosaron los grupos estacionados en la plaza, con el afluir torrencial degentes que invadan calzadas, llenaban tranvas o manaban a oleadas de lasbocas del Metro. El jbilo popular se expresaba en una inmensa yensordecedora gritera, de vivas a la Repblica y mueras al Rey. Unasecreta inspiracin empujaba a aquellas masas enfebrecidas y deliranteshacia la Puerta del Sol, escenario histrico de tantos dramas populares.

    A la misma hora en que se produca esta retumbante deflagracincallejera, los ministros del Gobierno trataban de llegar al Palacio Real,cosa nada fcil, para celebrar Consejo. El de la Guerra, general Berenguer,

    se traslad primero al Ministerio de la Gobernacin, situado en la Puertadel Sol, rebosante de manifestantes. En el gran saln de retratos se en-contraba el Presidente Aznar. Estaba solo, nervioso y retorcindose lasmanos. Berenguer supo entonces el pacto de Romancees con el Comitrevolucionario. Ante mi asombro refiere el general de que se hubieradado ese paso, del que no nos haban dicho nada, ni eran los proyectos que

    porque bilbano es tambin Toyos, al igual que los iniciadores del socialismoeibarrs. La respuesta produjo gran efecto psicolgico, no slo en quien la demand,sino tambin en muchos que haban montado derivaciones para escuchar cuanto sedijera desde Eibar, donde la angustia creca a medida que las horas pasaban.Indalecio Prieto, ob. cit., pg. 76.

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    el Rey nos haba comunicado aquella misma maana al despachar con l, ya mi pregunta de por qu se haba hecho eso y quin haba autorizado laentrevista con los revolucionarios, me contest que l slo saba que lacosa estaba ya acordada y que a las seis de la tarde tenamos que entregar

    los poderes, estando el Rey enterado y conforme con todo ello. Quejustamente en estos momentos estaba el Conde en el telfono, tratando decomunicar con el Comit para conseguir un aplazamiento que diera tiempoa que se pudiera realizar con todos sus detalles el traspaso de poderesacordado. Que me haba llamado, porque Romanones, de acuerdo con elComit revolucionario, le haban pedido que se declarase el estado deguerra en Madrid para mantener el orden mientras se realizaba el traspaso(38).

    A poco entr Romanones, cejijunto y hosco, con el gesto de hombreatormentado por una hondsima preocupacin. Como Berenguer le pre-guntase la razn de aquel cambio de planes, en pocas horas, el Condecontest: Por qu todo esto? Pues ya lo ve usted. Nos desbordan y hayque actuar con rapidez. Mire usted me dijo con gesto airado, condu-cindome a uno de los balcones. Vea usted ese entusiasmo, ese delirio...Y por nosotros, nada! Hay que decidirse; si no, yo no s lo que pasara(39).

    Proclamar el estado de guerra no era empresa sencilla. Berenguerllam a Capitana General para que un oficial de Estado Mayor acudiesecon toda urgencia al Ministerio de la Gobernacin, y en una cuartilla seescribieron las instrucciones aconsejadas por las circunstancias, que dictRomanones y deban tenerse en cuenta al redactar el bando. De vez encuando el Conde, a travs de los cristales del balcn que daba a la Puertadel Sol, contemplaba a la muchedumbre bulliciosa en la plaza, y excla-maba: Qu entusiasmo! Qu lstima!

    38 Berenguer, ob. cit., pg. 382.39 Berenguer, ob. cit., pg. 383.

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    A las seis de la tarde comenzaron a llegar al Palacio Real losministros. En los alrededores se notaba tranquilidad. La Guardia Civil y unescuadrn de Hsares mantenan la vigilancia. Apareci el Rey en la Salade Consejos: se le vea entero, resuelto en la palabra y en el ademn, peronervioso y preocupado (40). Nada ms tristemente solemne dice Be-renguer que aquella reunin que tena lugar bajo la impresin abruma-dora de los acontecimientos y la coaccin de aquellos tratos entabladoscon el adversario; tratos que, en concurrencia con otras gestiones de es-

    pontnea y discutible oportunidad y acierto, tanto habran de contribuir adecidir al desconfiado y vacilante Comit revolucionario a reclamar elpremio de aquel triunfo que se le reconoca antes de que l mismo sehubiera dado cuenta de l, y a desbordar los entusiasmos del pueblo, lan-zndolo a la calle en la bulliciosa alegra de aquella victoria que le decanera suya. La multiplicidad de iniciativas, derrotistas todas ellas, realizadassin el conocimiento de los que en todo caso haban de encauzar sus conse-cuencias, nos llevaron a aquella catica situacin, en que la impaciente

    desconfianza de los que ya consideraban reclamar con derecho el cumpli-miento de un pacto, amenazaba con su desenfrenado desbordamiento (41).

    Comenz el Consejo. El Rey explic que, fracasado su intento paraconstituir Gobierno, haba decidido marcharse. Romanones, con gran-dsimo pesar, se vea en el trance de aconsejarle que la salida fume inme-diata. Se hizo un gran silencio, que rompi La Cierva para exponer suopinin contraria al propsito del soberano, recordando a los ministros su

    40 La Cierva, ob. cit., pg. 371.41 Berenguer, ob. cit., pg. 390

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    obligacin de defender a la Monarqua. Una vez ms el Rey repiti que noconsentira que por l se vertiera sangre.

    Pregunt entonces La Cierva a los ministros si se crean con faculta-des legales y morales para aconsejar y autorizar que el Rey abandonase el

    Trono. Es fatal hacerlo, para evitar mayores males, contest Romano-nes. Dirigindose a Berenguer, La Cierva interrog: No cuenta usted yacon la lealtad del Ejrcito?, Yo creo respondi el general que serapeligroso e intil pedir al Ejrcito que interviniera. A una pregunta seme-jante hecha al ministro de Marina, ste manifest que estaba conforme conlo dicho por el ministro de la Guerra. Por su parte, el ministro de laGobernacin declar que la Guardia Civil no era bastante para reprimir eldesbordamiento popular y, adems, tal vez pondra dificultades para

    defender la Monarqua. El Presidente y los dems ministros callaban. Elsilencio era angustioso. De pronto penetr en la sala el ayudante del Rey,Moreu, capitn de corbeta, y dirigindose al conde de Romanones, dijo:El seor Alcal Zamora acaba de anunciar que si antes de las siete de latarde no se entrega el Poder a la Repblica, no responde de nada de lo queha ofrecido. Al or esto, La Cierva pregunt con vehemencia: Cmo?Es que se ha pactado la entrega de la Monarqua y el advenimientopacfico de la Repblica? S contest enrgicamente Romanones.

    He tenido con Alcal Zamora una entrevista, y para salvar la vida del Reyy de la Familia real, se ha convenido en entregar el Poder esta tarde y elRey saldr inmediatamente para el extranjero. Hizo entonces escribeLa Cierva explosin mi apasionada protesta. Quines somosnosotros para disponer de la institucin secular sin que Espaa tuvieraparte en la suprema transaccin y ni siquiera se tuviese con los ministros lalealtad debida? (42).

    En aquel momento sac el Rey de su bolsillo un sobre con el mani-

    fiesto al pas, redactado, como se ha dicho, por el duque de Maura, y loley al Consejo. Ninguno de los ministros lo coment. Como La Ciervaprotestara una vez ms contra los manejos para entregar la Monarqua,Romanones, que se consider aludido, exclam: Slo el Ejrcito y laGuardia Civil pueden contestar a esto. Qu dicen los ministros?

    El general Berenguer, dirigindose al Rey, dijo: Por mi parte, Seor,estoy dispuesto a hacer cuanto acuerden el Rey y su Gobierno; aunqueahora haya que imponerse por la fuerza. El monarca replic: Eso de nin-

    42 La Cierva, ob. cit., pg. 374.36

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    guna manera. Ya he tomado y expresado mi decisin y en ella me man-tengo... No hay, pues, que hablar ms de este asunto.

    Y a continuacin refiri que la Reina vea muy difcil poder salir dePalacio antes de tres das. Recostndose en el respaldo del silln, pregunt:

    Y yo, cundo y cmo me voy? Todos callaron. El Rey reiter: Haceoscargo de mi situacin. Os he preguntado cundo y cmo me voy. Elduque de Maura respondi: Seor, puesto que el afn de VuestraMajestad es que por causa suya no luchen unos con otros los espaoles,Espaa, y, sobre todo, Madrid, no tienen que saber que Vuestra Majestadse va, sino que se ha ido (43). Por dnde?, inquiri don Alfonso. Losministros se dedicaron a estudiar los itinerarios: el general Berenguer y elalmirante Rivera hicieron algunas consultas por telfono. Qued acordado

    el viaje a Cartagena, como se ha dicho al comienzo de este captulo. ElRey y los ministros contemplaron a travs de los ventanales a la multitudque llenaba la plaza de Oriente, vociferante y con banderas tricolores yrojas. El monarca se volvi hacia los ministros. La hondura de la emocinera visible en todos los rostros, escribe el duque de Maura. Ms tranquiloque ninguno, afectuoso y hasta consolador el gesto, sobrio el ademn, nosabraz a uno tras otro, y con sencillez y justeza de tono, mucho ms con-movedoras que la grandilocuencia aspaventera, dijo as: Al despedirme

    de vosotros y disponerme a salir, quiz para siempre, de esta casa dondenac, no puedo deciros sino una cosa, porque es mi nico pensamiento ymi nico deseo: Viva Espaa! (44). Al abrazar a La Cierva, le dijo: Juan,no me guardes rencor.

    Se le confi a Romanones el delicado encargo de convencer a laReina para que saliese de Madrid al da siguiente, y el Conde hubo decruzar las galeras bullentes de aristcratas y palatinos y or improperios yreproches, que afront con estoicismo. La Reina accedi a lo que se le

    peda.A Berenguer le record Romanones el compromiso de declarar el

    estado de guerra para garantizar el traspaso de poderes, misin hartodelicada para la tropa que saliera a la calle, con peligro de contagiarse delalocamiento y frenes de las muchedumbres. El propio Comitrevolucionario lo vio as, y por mediacin de Gascn y Marn pidi alministro de la guerra que suspendiera la declaracin.

    43 Duque de Maura,Recuerdos de mi vida, pg. 211.44 Duque de Maura, ob. cit., pg. 213.

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    Anunciaba que tan pronto como se lo permitieran las circunstancias,el Gobierno organizarla su estructura poltica, y, mientras tanto, realizara

    la prometida obra de justicia social y reforma administrativa, de supresinde injusticias, depuracin de responsabilidades y restablecimiento de laley. Insista en elogiar la perfeccin con que se implantaba la Repblica,sin el menor trastornos; de la manera que el mundo entero sentir yadmirar la conducta de Espaa, ya puesta en otras manos con un ordenejemplar que ha de completar su eficacia. Pidi la confianza de todos yasegur que Espaa gozaba de un completo amor en todas las regiones, locual servira para hacer una Espaa grande sin que ningn pueblo se sienta

    oprimido y reine entre todos ellos la confraternidad.Acto seguido, los miembros del Comit revolucionario se dedicaron

    a redactar las actas de nacimiento de la Repblica. Llevaba la voz cantanteAlcal Zamora, a quien todos los reunidos reconocan su superioridad dejurisconsulto, y, uno tras otro, dict los siguientes decretos: El primero,nombraba Presidente del Gobierno Provisional de la Repblica a NicetoAlcal Zamora. Otros siete designaban ministros: de Estado, AlejandroLerroux; de Gracia y Justicia, Fernando de los Ros; de Guerra, Manuel

    Azaa; de Marina, Santiago Casares Quiroga; de Gobernacin, MiguelMaura; de Fomento, lvaro de Albornoz; de Trabajo, Francisco LargoCaballero. Quedaban por cubrir las carteras de Instruccin Pblica, Ha-cienda y Economa, asignadas a Marcelino Domingo, Indalecio Prieto yNicolau d'Olwer, los cuales se hallaban exiliados en Pars.

    Volumen I, pg. 102)40

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    Otros decretos se referan al Estatuto jurdico del Gobierno, a la con-cesin de amnista, a la declaracin del da 15 como festivo, a enaltecer la

    fecha del 14 de abril como fiesta nacional, a la creacin del Ministerio deComunicaciones y a la designacin de Diego Martnez Barrio para re-gentarlo. Quedaron nombrados, por otros decretos, gobernador de Madrid,Eduardo Ortega y Gasset; subsecretario de la Presidencia, Rafael SnchezGuerra, hijo del ex presidente del Consejo de ministros, Jos; de Gober-nacin, Manuel Ossorio Florit, hijo del jurisconsulto Angel Ossorio yGallardo, y Director general de Seguridad, Carlos Blanco, de setenta y tresaos, general auditor, correligionario de Mauro y participante activo en la

    conspiracin republicana.El decreto que designaba presidente a Alcal Zamora llevaba el si-

    guiente prembulo: El Gobierno provisional de la Repblica ha tomado elPoder, sin tramitacin y sin resistencia ni oposicin protocolaria alguna; esel pueblo quien le ha elevado a la posicin en que se halla y es l quien entoda Espaa rinde acatamiento e inviste de autoridad. En su virtud, elpresidente del Gobierno provisional de la Repblica asume desde estemomento la Jefatura del Estado, con el asentimiento expreso de las fuerzas

    polticas triunfantes y de la voluntad popular, conocedora, antes de emitirsu voto en las urnas, de la composicin del Gobierno provisional.Interpretando el deseo inequvoco de la Nacin, el Comit de las fuerzaspolticas coaligadas para la instauracin del nuevo rgimen designa a donNiceto Alcal Zamora y Torres para el cargo de Presidente del Gobiernoprovisional de la Repblica (47).

    47 El dato que merece subrayarse comenta el catedrtico de

    Derecho Poltico de la Universidad Central, Nicols Prez Serrano, es laintervencin de un rgano nuevo no jurdico, y, sin embargo, llamado adar juridicidad a los dems, a saber: el Comit de las fuerzas polticas

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    Por otro decreto se conceda la ms amplia amnista de todos losdelitos polticos, sociales y de imprenta, sea cualquiera el estado en que seencuentren los procesos, incluso los ya fallados definitivamente y lajurisdiccin a que estuviesen sometidos. Justificaba el Gobierno tal mag-

    nanimidad en que los delitos polticos, sociales y de imprenta respondengeneralmente a un sentimiento de elevada idealidad y han sido impulsadospor el amor a la libertad y a la patria y adems legitimados por el voto delpueblo en su deseo de contribuir al restablecimiento de la paz general.

    El Estatuto jurdico o Carta fundamental de los derechos ciudadanos,que regira hasta que se aprobase la Constitucin, deca as:

    El Gobierno provisional de la Repblica, al recibir sus poderes de lavoluntad nacional, cumple con un imperioso deber poltico al afirmar ante

    Espaa que la conjuncin representada por este Gobierno no responde a lamera conciencia negativa de libertar a nuestra patria de la vieja estructuraahogadiza del rgimen monrquico, sino a la positiva convergencia deafirmar la necesidad de establecer como base de la organizacin del Estadoun plexo de normas de justicia necesitadas y anheladas por el pas.

    El Gobierno provisional, por su carcter transitorio de rgano su-premo mediante el cual ha de ejercer las funciones soberanas del Estado,acepta la alta y delicada misin de establecerse como Gobierno de plenos

    poderes. No ha de formular una carta de derechos ciudadanos, cuya fija-cin de principios y reglamentacin concreta corresponde a la funcinsoberana y creadora de la Asamblea constituyente; mas como la situacinde pleno poder no ha de entraar ejercicio arbitrario en las actividadesdel Gobierno, afirma solemnemente, con anterioridad a toda resolucinparticular y seguro de interpretar lo que demanda la dignidad del Estado yel ciudadano, que somete su actuacin a normas jurdicas, las cuales, alcondicionar su actividad, habrn de servir para que Espaa y los rganos

    de autoridad puedan conocer, as los principios directivos en que han deinspirase los decretos, cuanto las limitaciones que el Gobierno provisionalse impone. En virtud de las razones antedichas, el Gobierno declara:

    coaligadas para la instauracin del nuevo Rgimen. La frmula tiene elinconveniente de que dicho Comit est integrado por los propiosministros; con lo cual se sigue dentro del mismo crculo vicioso, pues losministros son los que nombran al presidente y ste es quien los designa a

    ellos. (La Constitucin espaola. Editorial Revista de Derecho Privado.Madrid, 1932, P. 11.)

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    Primero. Dado el origen democrtico de su poder, y en razn delresponsabilismo en que deben moverse los rganos del Estado, sometersu actuacin, colegiada e individual, al discernimiento y sancin de lasCortes Constituyentes rgano supremo y directo de la voluntad nacional

    , llegada la hora de declinar ante ella sus poderes.Segundo. Para responder a los justos e insatisfechos anhelos deEspaa, el Gobierno provisional acepta como norma depuradora de laestructura del Estado someter inmediatamente, en defensa del interspblico, a juicio de responsabilidad, los actos de gestin y autoridad pen-dientes de examen al ser disuelto el Parlamento en 1923, as como lasulteriores, y abrir expediente de revisin en los organismos oficiales,civiles y militares, a fin de que no resulte consagrada la prevaricacin ni

    acatada la arbitrariedad habitual en el rgimen que termina.Tercero. El Gobierno provisional hace pblica su decisin de res-petar de manera plena la conciencia individual mediante la libertad decreencias y cultos, sin que el Estado, en momento alguno, pueda pedir alciudadano revelacin de sus convicciones religiosas.

    Cuarto. El Gobierno provisional orientar su actividad, no slo en elacatamiento de la libertad personal y cuanto ha constituido en nuestrorgimen constitucional el estatuto de los derechos ciudadanos, sino que

    aspira a ensancharlo, adoptando garantas de amparo para aquellos dere-chos y reconociendo como uno de los principios de la moderna dogmticajurdica el de la personalidad sindical y corporativa, base del nuevoderecho social.

    Quinto. El Gobierno provisional declara que la propiedad privadaqueda garantida por la Ley; y, en consecuencia, no podr ser expropiadasino por causas de utilidad pblica y previa indemnizacincorrespondiente. Mas este Gobierno, sensible al abandono absoluto en que

    ha vivido la inmensa masa campesina espaola, al desinters de que hasido objeto la economa agraria del pas y a la incongruencia del derechoque la ordena con los principios que inspiran y deben inspirar laslegislaciones actuales adopta como norma de su actuacin elreconocimiento de que el derecho agrario debe responder a la funcin de latierra.

    Sexto. El Gobierno provisional, a virtud de las razones que justifi-can la plenitud de su poder, incurrir en verdadero delito si abandonase laRepblica naciente a quienes desde fuertes posiciones seculares, y pre-validos de sus medios, pueden dificultar su consolidacin. En consecuen-

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    cia, el Gobierno provisional podr someter temporalmente los derechos delprrafo cuarto a un rgimen de fiscalizacin gubernativa, de cuyo uso darasimismo cuenta circunstanciada a las Cortes Constituyentes.

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    Antes de seguir adelante, conviene conocer la vida y obras de loshombres que integraban el primer Gobierno de la Segunda Repblica yque fueron sus promotores.

    El presidente, Niceto Alcal Zamora, era hijo del secretario delAyuntamiento de Prieto (Crdoba), donde naci en 1877. Estudioso ydespierto de inteligencia, a los veinte aos se doctora en leyes en Madrid,y dos aos despus es oficial letrado del Consejo de Estado. Afiliado al

    partido de Moret, abandon a ste para ingresar en el grupo que presidaRomanones, y dej luego al Conde para acatar la jefatura de Garca Prieto.Justificaba este trasiego un secreto afn por reunir mesnada parlamentariapropia y erigirse jefe de minora en el Congreso, donde representaba,desde el ao 1906, al distrito de La Carolina. No consigui nunca vercumplida su ambicin. En sucesivas alternativas polticas pas por lasecretara del Gobierno civil de Madrid, por varias Subsecretaras yDirecciones generales, por el Ministerio de Fomento (1917) y despus por

    el de Guerra (1921).

    Ejerca en Madrid como jurisconsulto, con buena clientela. Poseauna oratoria pomposa, arrolladora, grandilocuente a veces, recargada delentejuelas y abalorios. Tena una memoria asombrosa. Alcubillaviviente le llamaba Miguel Maura. Era minucioso, analtico y a la vezprofuso e impreciso. Su facundia mazorral y su sonrisa satisfecha eran

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    reminiscencia, segn Prez de Ayala, del gracioso de nuestras comediasantiguas. En los dos ltimos aos de la Dictadura de Primo de Rivera seincorpor al grupo de los conspiradores, y al liquidarse aqulla, profes enla fe republicana con un insensato discurso pronunciado en Valencia (13

    de abril de 1930), en el que prometi una Repblica a la que pudieranservir gentes que han estado y estn mucho ms a la derecha ma: rgimenque conservar el Senado, y en l, la representacin de la Iglesia. Con elarzobispo de Valencia? Y con el Cardenal primado a la cabeza, que es msen todos los aspectos. Una Repblica viable, gubernamental y con-servadora... No asumo aada la responsabilidad de un Kerenski paraimplantar una Repblica convulsiva y epilptica. Fue elegido presidenteporque significaba el aval conservador indispensable para que la Repblicaobtuviese la aquiescencia o el crdito de las clases burguesas. En el fuerontimo sus nuevos correligionarios le despreciaban. Don Niceto escribeAzaa es parlanchn y anecdtico, pero no es hombre de conversacin.No se puede hablar con l nada interesante. Ni arte, ni literatura, ni viajesaparecen jams (48). De su oratoria dice: Holgura de palabras,desproporcionada con el rigor de contenido: lo sublime y lo ridculo andanrevueltos en su acento e inspiracin (49).

    * * *

    Manuel Azaa, ministro de la Guerra, haba nacido en Alcal deHenares, en 1880. Educado en el colegio de los agustinos de El Escorial, ylicenciado en Derecho. Dos veces la ltima en 1923 prob fortuna,sin xito, en elecciones a diputados por el distrito de Puente del Arzobispo(Toledo). Figuraba adscrito al reformismo de Melquiades lvarez.

    Defraudado, se aisl, hacindose fuerte en el Ateneo, del que fue secretariodesde 1913 a 1920 y presidente en 1930. El Ateneo ha trado la Repblicasegunda a Espaa. Pero el Ateneo, sede del Comit revolucionario, eraManuel Azaa (50). De talla mediana, macrocfalo, grueso y aburguesado,se envanece cuando alguien le compara a Mirabeau. Me impresion

    48Memorias ntimas de Azaa. Con anotaciones de Joaqun Arrars. EdicionesEspaolas. Madrid, 1939. Pgs. 47-49.

    49Obras completas de Manuel Azaa. Tomo IV. Ediciones Oasis. Mxico, 1968,pg. 28.

    50Manuel Azaa, por Ernesto Jimnez Caballero. Ediciones de La GacetaLiteraria. Madrid, 1932. Pg. 66.

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    siempre dice Gimnez Caballero su faz esterica, exange,decolorada, obsesa (51). Rostro verrugoso y muy feo. Su autobiografaexplica sus cleras, su egolatra y sus inhibiciones.

    He aqu algunas pinceladas de su autorretrato: Un frrago delecturas desordenadas perturb los albores de mi adolescencia. Slo s queestudiar leyes me pareca el suicidio de mi vocacin... Aridez,turbulencia, grosera en el colegio; lbrega orfandad en casa... Qu fardoha credo uno llevar, o ms bien ha llevado realmente sobre s, en la quellaman edad dichosa! Fui un rebeldillo, un enemigo, prestando al ordenla aquiescencia mnima. Viva para m solo. Amaba mucho las cosas, casi

    nada a los prjimos... Hay que ser un brbaro para complacerse en lacamaradera estudiantil... Yo no tena espritu de sacrificio, ni humildad,ni el don de lgrimas. En abstrayendo las representaciones carnales, lareflexin slo encontraba el vaco del alma; agotada, toda rasa. Cmopoda ser que nada me conmoviese? Pues as era. La religin meconstrea; me apretujaba contra el centro moral de mi persona. Aprenda refinar el egosmo, a no fundar esperanzas en la compasin. Aunquede nombre cristiano, rehce en la infancia un paganismo autntico, y a

    fuerza de buscar representacin sensible para las memorias evanglicas,reduje cuanto se me alcanzaba de esa tradicin a un repertorio de mitoscampestres. En el pice del podero, ms aire me hubiese dado aRobespierre que a Marco Aurelio (52). Estoy pronto a afirmar que losfrailes propagan la encefalitis letrgica, como hace noventa aos

    51 Ernesto Jimnez Caballero, ob. cit., pg. 50.

    52El jardn de los frailes, por Manuel Azaa. Compaa General deArtes Grficas. Madrid, 1927. Pgs. 16, 17, 25, 26, 27, 33, 55, 67, 173 y227.

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    propagaban era de fe el clera. Mi anticlericalismo no es odioteolgico, es una actitud de la razn. (53).

    En colaboracin con quien ms tarde sera su cuado, Cipriano RivasCherif, funda una revista literaria mensual, La Pluma, bajo el lema: La

    pluma es la que asegura castillos, corona reyes y la que sustenta leyes.Vivi la revista con muchas dificultades tres aos, y en 1923 suspendi supublicacin. Azaa pas entonces a dirigir otra revista de tendencia muyizquierdista, titulada Espaa, que antes haba dirigido Luis Araquistin.Traduce La Biblia en Espaa, de Jorge Borrow. Conspira en la farmaciadel doctor Giral, en la calle de Atocha. El grupo, que no partido,congregado en torno a Giral, representar ms tarde, con el signo deAccin Republicana precisamente, el impulso renovador de la idea

    inmarcesible (54

    ).Funcionario por oposicin en el Ministerio de Gracia y Justicia,como jefe de Negociado del Registro de ltimas Voluntades. En elAteneo, que frecuenta desde los veinte aos, forja y depura su formacinespiritual, y ensaya su oratoria, polmica, agresiva y a la par arrogante ybien construida. El Ateneo dice estimula y pone en curso lainteligencia especulativa, la sensibilidad, la fantasa creadora y el espritucrtico. Se siente especialmente atrado por los temas militares, a los que

    dedica artculos, conferencias y un libro, Estudios de poltica francesacontempornea (55), escrito despus de una visita a los frentes de batallaaliados durante la primera guerra mundial. El partido reformista, del queAzaa es afiliado, le encomienda una ponencia sobre el problema militarespaol. En estos antecedentes debe verse la razn por la cual es designadoministro de la Guerra, pues sus compaeros de Gobierno estaban segurosde que Azaa acabara con la influencia de los militares en la vida polticaespaola. Sin embargo, Azaa, fundamentalmente, era un intelectual y un

    clsico, al que le repugnaba la falta de esttica de la sociedad en que viva.El 6 de marzo de 1932 ingres en la logia masnica de la calle delPrncipe, de Madrid. El Liberalcomentaba la noticia con estas palabras:El presidente del actual Gobierno espaol tiene un ttulo ms. Larevolucin, cuyos hombres estn ungidos con ese leo claro de libertad yde amor, no fracasar nunca. Cuidado con Azaa, sola decir

    53 Plumas y palabras, por Manuel Azaa. Compaa Iberoamericana dePublicaciones, 1930. Pgs. 232-246.

    54 Retrato de un desconocido: Manuel Azaa, por Cipriano Rivas Cherif.Editorial Oasis. Mxico, 1966. Pg. 111.

    55 Editorial Calleja. Madrid, 1919.47

  • 7/27/2019 Historia de la II Repblica de Espaa, tomo I

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    Unamuno, mucho antes del advenimiento de la Repblica. Es un escritorsin lectores. Sera capaz de hacer la revolucin para que le leyeran ( 56).Siendo evidente la escasa fortuna de Azaa c