historia de la iglesia en españa 2.1 - garcia villoslada

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HISTORIA E LA IGLESIA EN ESPAÑA Dirigida por Ricardo García-Villoslada II-I.° La Iglesia en la España de los siglos VIII - XIV fflffl'JOTF.r'A FIF ATTTTUJITC I^OTCTTATW*

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  • HISTORIA E LA IGLESIA

    EN ESPAA Dirigida por

    Ricardo Garca-Villoslada

    II-I. La Iglesia en la Espaa de los siglos VIII - XIV

    fflffl'JOTF.r'A F I F ATTTTUJITC I ^ O T C T T A T W *

  • BIBLIOTECA DE

    AUTORES CRISTIANOS Declarada de inters nacional

    MAIOR 17

    ESTA COLECCIN SE PUBLICA BAJO LOS AUSPICIOS Y ALTA DIRECCIN DE LA UNIVER-SIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA

    LA COMISIN DE DICHA PONTIFICIA UNIVERSI-DAD ENCARGADA DE LA INMEDIATA RELACIN CON LA BAC ESTA INTEGRADA EN EL AO 1982

    POR LOS SEORES SIGUIENTES:

    PRESIDENTE

    Emmo. y Rvdmo. Sr. Dr. VICENTE ENRIQUE Y TARANCN, Cardenal Arzobispo de Madrid-Alcal y Gran Canciller de la Universidad Pontificia

    VICEPRESIDENTE: limo. Sr. Dr. JUAN LUIS ACEBAL LUJAN, Rector Magnifico

    VOCALES: Dr. ALFONSO ORTEGA CARMONA, Vicerrector Acadmico; Dr. RAMN TREVUANO ECHEVERRA, Decano de la Facultad de Teologa; Dr. JUAN SNCHEZ Y SNCHEZ, Decano de la Facultad de Derecho Cannico; Dr. MANUEL CAPELO MARTNEZ, Decano de la Facultad de Ciencias Polticas y Sociologa; Dr. SATUR-NINO ALVAREZ TURIENZO, Decano de la Facultad de Filosofa; Dr. JOS OROZ RETA, Decano de la Facultad de Filologa Bblica Trilinge; Dr. JUAN ANTONIO CABEZAS SANDOVAL, Decano de la Facultad de Ciencias de la Educacin; Dr. GERARDO PASTOR RAMOS, Decano de la Facultad de Psicologa; Dr. ROMN SNCHEZ CHAMOSO, Secretario General de la Universidad Pontificia. SECRETARIO: Director del Departamento de Publicaciones.

    LA EDITORIAL CATLICA, S.A. APARTADO 466 MADRID MCMLXXXII

    Historia de la Iglesia en Espaa

    D I R I G I D A P O R

    R I C A R D O G A R C I A - V I L L O S L A D A

    COMIT DE DIRECCIN VICENTE CRCEL ORTI

    JAVIER FERNANDEZ CONDE JOS LUIS GONZLEZ NOVALIN

    ANTONIO MESTRE SANCHIS

  • Historia de la Iglesia en Espaa

    ii-i. La Iglesia en la Espaa de los

    siglos VIII al XIV

    DIRIGIDO POR

    JAVIER FERNANDEZ CONDE

    COLABORADORES:

    Isidro Bango Torviso Javier Faci Lacasta Ja-vier Fernndez Conde Antonio Linage Conde Antonio Oliver Juan Francisco Rivera Recio

    B I B L I O T E C A DE A U T O R E S C R I S T I A N O S MADRID MCMLXXXII

    r\ ii i n i

  • i Biblioteca de Autores Cristianos, de La Editorial Catlica, S.A. Madrid 1979 Mateo Inurria, 15. Madrid Depsito legal M-14.416-1979 (II-1.) ISBN 84-220-0906-4 Obra completa ISBN 84-220-1032-1 Tomo II-l. Impreso en Espaa. Printed in Spain

    DATOS BIOGRFICOS DE LOS COLABORADORES

    Isidro G. Bango Torviso Naci en El Ferrol (La Corua) en 1946. Licenciado en Historia, doctor en Arqueologa. Profesor numerario de Arte Antiguo y Medieval en la Universi-dad Autnoma de Madrid. Entre sus publicaciones destacan: La prosquinesis en la epifana a los Magos; Atrio y prtico en el romnico espaol; Neovisigotismo artstico del siglo X: la restauracin de ciudades y templos y Arquitectura romnica en Pontevedra.

    Javier Faci Lacasta Nacido en 1945 en Pamplona. Es doctor en Filosofa y Letras (seccin de Historia) y profesor adjunto de Historia medieval en la Facultad de Geografa e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, as como en el Colegio Universitario de San Pablo (CEU). Ha publicado trabajos relativos a historia socio-econmica y poltica de la alta Edad Media.

    Francisco Javier Fernndez Conde Naci en Pillarno (Oviedo) en 1937. Ordenado sacerdote en 1960. Doctor en Historia de la Iglesia por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma en 1970. Doctor en Historia Civil por la Universidad de Oviedo el ao 1976. Profesor del Seminario Metropolitano de Oviedo desde 1965, en la Facultad de Teologa del Norte de Espaa de 1970 a 1973 y en la Facultad de Historia de la Universidad de Oviedo desde 1973. Rector del Seminario Metropolitano de Oviedo de 1973 a 1978 y fundador de la revista de investigacin de este centro: Studium Ovetense. Sus obras principales: El Libro de los Testamentos de la Catedral de Oviedo (Roma 1971); Gutierre de Toledo, obispo de Oviedo (1377-1389). Reforma eclesistica en la Asturias bajomedieval (Oviedo 1978); El Medievo asturiano (siglos X-Xll) (Salinas/ Asturias 1979). Sus artculos y colaboraciones en obras colectivas de Historia medieval tratan temas de ndole eclesistica y civil indistintamente.

    Antonio Linage Conde Naci en Seplveda (Segovia) el 9 de octubre de 1931. Notario desde 1955, actualmente con ejercicio en Madrid. Doctor en Derecho por Valencia (tesis sobre la personalidad internacional de la Santa Sede y el Estado Vaticano) y en Letras por Salamanca. Ex profesor de Historia de la Edad Media en la ltima. Acadmico correspondiente de la Real de la Historia, de la de Buenas Letras de Barcelona y de la de San Quirce de Segovia. Cronista de Seplveda. Representante de Espaa en el CERCOM (Centre Europen de Recherches sur les Congrgations et Ordres Monastiques). Principales obras: Los orgenes del monacato benedictino en la Pennsula Ibrica (Len 1973); Una regla monstica riojana femenina del siglo X: el Libellus a Regula Sancti Benedicti subtractus (Salamanca 1973); El monacato en Espaa e Hispanoamrica (Salamanca 1977J; Hacia una biografa de la villa de Seplveda (Segovia 1972). Premio Menndez Pela>o por el primero; y Puente Colgante de novela por la histrica El arcngel de Montecasino (Bilbao 1977). Cofundador de la revista Regulae Benedicti Studia (Hildesheim). Colaborador regular de Scriptorium (Bruselas) e ndice Histrico Espaol (Barcelona).

  • X Datos biogrficos de los colaboradores Antonio Oliver Monserrat Nacido en Vilafranca (Mallorca) en 1926. Teatino, ordenado sacerdote en Roma en 1950. Doctor en Historia de la Iglesia (seccin Edad Media) por la Pontificia Universidad Gregoriana. Diplomado en Biblioteconoma y Archivistica por la Escuela Vaticana. Professor de la Maioricensis Schola Lullistica; miembro del Consejo Rector del Estudio General de Palma de Mallorca; profesor de Historia de la Iglesia en el Seminario Diocesano de Palma; colaborador en la edicin crtica de la obra latina de Ramn Llull (ROL) del Raimundus-Lullus-Institut, de la Univer-sidad de Freiburg (Alemania Occidental). Se dedica a la investigacin de las ideas y de la religiosidad en los siglos XII-XIV. Colabora en diversas revistas de Europa. Sus principales estudios: Tctica de propaganda y motivos literarios en las cartas antiherticas de Inocencio 111 (Roma 1957); Filosofa y heterodoxia en Mallorca (siglos XIII-XV) (Palma 1963); El Beato Ramn Llull en sus relaciones con la escuela franciscana de los siglos XIIl-XIV (Palma 1965-69); Gerbert, un savi d'Europa fet a Catalunya, a punto de aparecer en Roma.

    Juan Francisco Rivera Recio Cannigo de Toledo, Capelln Mayor de la R. Capilla de Reyes Nuevos. Naci en Cebolla (Toledo) el 16 de junio de 1910. Es doctor en Teologa e Historia Eclesistica por la Universidad Gregoriana de Roma y licenciado en Filosofa y Letras por la Universidad de Madrid, investigador medievalista; entre sus publica-ciones figuran: El adopcionismo espaol del siglo VIII; San Julin, arzobispo de Toledo; Estudio hagiogrfico sobre San Eugenio I de Toledo. Textos-Crtica-Culto; La Iglesia de Toledo en el siglo XII; Los arzobispos de Toledo, desde sus orgenes hasta fines del siglo XV.

    NDICE GENERAL

    Pgs.

    PRESENTACIN, por J. Fernndez Conde xvn INTRODUCCIN BIBLIOGRFICA, por J. Fernndez Conde xxm

    I. Concilios medievales xxm II. Snodos medievales xxm

    III. Documentacin pontificia xxiv IV. Cartularios monsticos y de otras entidades eclesisticas xxv V. Otras colecciones documentales xxvm

    VI. Historias de la Iglesia espaola en la Edad Media xxxn VII. Episcopologios e historias de mbito diocesano xxxw

    VIII. Historias generales de Espaa en la Edad Media xxxm

    CAPTULO I

    INVASIN Y CONQUISTA MUSULMANA DE ESPAA Por J. Fernndez Conde y J. F. Rivera Recio

    I. La invasin musulmana 4 II. La Iglesia ante la invasin 9

    III. Primera organizacin social y mundo cultural y religioso de al-Andalus .. 12 Organizacin social 13 Cultura y religin musulmana 15

    CAPTULO II

    LA IGLESIA MOZRABE Por J. F. Rivera Recio

    I. Situacin de la Iglesia cristiana bajo el dominio musulmn 22 II. Crdoba y Toledo, goznes de la vida eclesistica 25

    III. P'ervivenca del mundo religioso-cultural isidoriano entre los mozrabes .. 28 IV. La liturgia mozrabe 29 V. Apostasas populares y brotes heterodoxos 33

    VI. Adopcionismo espaol 37 Elipando de Toledo 37 Ocasin y gnesis de la aparicin del adopcionismo 39 Intervencin de Beato y Eterio 40 La controversia fuera de Espaa 41 Intervencin del papa Adriano I 42 El concilio de Francfort 43 Actividad literaria por ambas partes _ 44 El concilio Romano y la conversin de Flix 44

    VII. La persecucin del siglo IX 46 Las razones del martirio de la mozaraba 48 La polmica sobre los martirios 49

  • XII ndice general

    Pgi.

    Nueva oleada de mrtires 50 Los ejemplos del santoral 51 La asamblea episcopal de Crdoba 51 Muerte de Abd al-Rahman II. Muhammad 1, nuevo emir 52 Otra nueva oleada de mrtires 54 La muerte del campen 54 Tesoro de reliquias y nombres para el santoral 55 Vicisitudes durante el levantamiento de Ibn Hafsun 55 Ms sntomas de presencia mozrabe 57 Oscurecimiento histrico de la minora mozrabe 58

    APNDICE.Relacin cronolgica de los mozrabes cordobeses, vctimas de la perse-cucin religiosa del siglo IX 59

    CAPTULO III

    LOS NCLEOS CRISTIANOS DEL NORTE Por J. Fernndez Conde, A. Oliver y J. Fac

    I. La Iglesia en el reino astur-leones 64 II. Los principados orientales 83

    Orgenes del reino de Navarra. El obispado de Pamplona 83 Las tierras reconquistadas y su organizacin eclesistica 87 Flix de Urgel y el adopcionismo 89 Claudio de Turn: la iconoclastia 92 Influencia del renacimiento carolingio en la Marca Hispnica 93 Los condados catalanes y la Iglesia 95 La presencia de Roma 97

    III. El proceso de unificacin de la Reconquista 99 Orgenes y configuracin de Castilla 99 El reinado de Sancho el Mayor de Navarra 107 Significacin de la lucha contra los musulmanes 111 La idea cristiana de la realeza 114

    IV. El cristianismo en Vascongadas 115 V. Estructuras sociales de los reinos cristianos (s. VIII-XI). La Iglesia propia en

    Espaa 118 El reino astur : 119 Castilla 122 Los principados cristianos orientales 127 El reino navarro 128 Aragn y el Pirineo central 131 Los condados catalanes 134 La iglesia propia en Espaa 136

    CAPTULO IV

    ORGANIZACIN ECLESISTICA DE LA ESPAA CRISTIANA Por A. Linage Conde, J. Faci, J. F. Rivera y A. Oliver

    I. Introduccin de la Regla benedictina 149 El monacato repoblador 149 Entre los libros y las piedras 151 Hacia la benectinizacin. La Marca Hispnica .' 155

    ndice general K1M

    Pags.

    Navarros y aragoneses 159 El itinerario de los manuscritos 163 Una regla femenina en la Rioja 164 San Rosendo, el monje del Noroeste 168 Las comunidades por dentro 170

    II. El movimiento cluniacense en Espaa 171 La apertura europea de Catalua 172 Las inquietudes de Sancho de Navarra 178 La vinculacin castellano-leonesa a Cluny 180

    III. La influencia econmica^ social y cultural del monacato 192 El monasterio como centro de vida socio-econmica 192 Monacato y repoblacin 198 Regin cntabro-astur y Galicia 201 Castilla 206 Aragn: el caso de La Pea 210 Vida cultural del monacato hispnico 213

    IV. Restauracin de antiguas dicesis y creacin de otras nuevas 214 V. Las sedes episcopales y los obispos en Catalua 219

    La catedral y la parroquia 221 Pallars y Ribagorza 222 Intentos de independencia frente a Narbona 222 La reaccin de Narbona y afirmacin de la autoridad metropolitana. 224 La iglesia de Ausona, un caso de repoblacin 226 La provisin de los obispados 227 Los comienzos del movimiento reformista en Catalua 231 El papel de la Iglesia en la Catalua altomedieval 232

    CAPTULO V

    CONSOLIDACIN DE LA RECONQUISTA

    Por J. F. Rivera y A. Oliver

    I. El reinado de Alfonso VI 236 Fernando el Magno y el reparto de su herencia 236 Alfonso VI, nico monarca castellano-leons 237 Conquista e intrigas de Alfonso 238 Resonante posesin de Toledo 239

    II. La invasin de los almorvides 241 III. La Iglesia en el reino de Aragn-Navarra 243

    La unin de Aragn y Navarra. Poltica religiosa de sus reyes 243 Aragn, feudatario de San Pedro 244 Pedro I y la sede de Huesca 244 Alfonso I y sus problemas con la sede romana 245 Un pleito entre Roma y Aragn: la sede de Barbastro 245 La unin de Aragn y Catalua 247

    IV. Ascensin del condado de Barcelona, la obra poltica, social y religiosa de Ramn Berenguer I (1035-1076) 249 Els Usatges. Constitucin de paz y tregua 250 Letras y artes bajo Ramn Berenguer I 253 La personalidad del abad Oliba (971-1046) 253 El nacimiento de la cruzada occidental 255

  • XI * ndice general CAPTULO VI

    PRESENCIA DE LA SANTA SEDE EN ESPAA Por J. F. Rivera, T. Faci y A. Oliver

    Pags. I. Relaciones de la Sede Apostlica con los distintos reinos hispanos 259

    Legados pontificios 261 II. La reforma gregoriana en Castilla y Len 262

    III. La supresin del rito mozrabe y la introduccin del romano 275 La introduccin del rito romano-galicano 282

    IV. Gregorio Vil y Catalua 285 V. Significacin socio-econmica y cultural de las peregrinaciones a Santiago

    de Compostela 287

    CAPTULO VII

    MOVIMIENTO DE REORGANIZACIN ECLESISTICA (s. XI al XII) Por J. F. Rivera, A. Oliver y J. Fernndez Conde

    I. La restauracin de Toledo 300 II. Hacia la restauracin de la metrpoli de Tarragona 306

    Primeros intentos de emancipacin 306 La primaca de Toledo 309 El obispo Berenguer y la campaa de Tarragona 310 La oposicin de Toledo 312 Pascual II y Ramn Berenguer III 313 Oleguer de Barcelona y restauracin de Tarragona 314 La unin de Catalua y Aragn 316

    III. Personalidades eclesisticas ms destacadas de esta poca de reajustes 318 1. Toledo y Braga 318

    Bernardo, arzobispo de Toledo 318 Mauricio Burdino 320

    2. Compostela y Oviedo 323 Diego Gelmrez, arzobispo de Compostela (1100-1140) 323 Pelayo de Oviedo 330

    3. Oleguer (Olegario) de Tarragona 335

    CAPTULO VIII

    LA RENOVACIN RELIGIOSA Por J. F. Conde y A. Linage

    I. Nuevo clima religioso en la Iglesia universal 348 II. El Cstery los cartujos se asientan en la Pennsula 352

    Las primeras fundaciones y afiliaciones 355 Los avances de la Reconquista y la constante repobladora 359 El Cster en la poltica peninsular 363 El Cster femenino 364 Fontevrault o la exaltacin monstica de la mujer 369 El mundo de los cartujos 372

    III . Las rdenes militares 376 Los antecedentes internacionales en la Pennsula ., 376 Calatrava '. 378

    ndice general * Pg-.

    Santiago 384 Alcntara 390 Montegaudio, Montesa y San Jorge de Alfama 393 Santa Mara de Espaa 397 Los caballeros teutnicos en Espaa 398

    CAPTULO IX LA RENOVACIN RELIGIOSA Y CULTURAL

    Por A. Linage, J. F. Conde y J. F. Rivera

    I. Reorganizacin de la vida comn del clero. Cannigos regulares. Premons-tratenses 406 La reforma de la Iglesia y la vida comn del clero 406 Cannicas frente a monasterios 407 El ejemplo de Catalua 412 Las variantes de la implantacin 414 Los premonstratenses de San Norberto 418

    II. Los concilios de la poca posgregoriana. La rejorma del clero secular y de las instituciones pastorales 426

    III. Presencia de la Iglesia en la renovacin cultural del siglo XII. El renaci-miento de la literatura latina 441

    IV. La cultura hispano-musulmana 450 La cultura en los reinos de taifas 450 La Escuela de Traductores de Toledo 458

    CAPTULO X

    LAS TRANSFORMACIONES POLTICAS DEL SIGLO XII Por A. Oliver, J. Faci y J. F. Rivera

    I. La unin de Catalua y Aragn 464 II. Cnit y decadencia de la idea imperial. El reino de Portugal 467

    La aparicin del reino de Portugal 470 III. La invasin almohade 471 IV. Pedro el Catlico y la Iglesia 474

    La coronacin en Roma 475 Otras actitudes de Pedro II con la Iglesia 478 Las Navas de Tolosa 478 La cruzada antialbigense y la postura de Pedro 479

    V. Rodrigo Ximnez de Rada y la nueva cruzada en Occidente 482 Deterioro de la idea de cruzada 485

    VI. La campaa de las Navas de Tolosa 486 VIL Disolucin del imperio almohade 495

    HISTORIA DEL ARTE CRISTIANO EN ESPAA (Siglos VIH al XII)

    Por I. Bango Torviso ~ I. Arle asturiano 501

    La arquitectura en el reinado de Alfonso II 501 El perodo de Ramiro I 503

  • \ \ I ndice general Pgs.

    El neovisigotismo artstico en la poca de Alfonso III 504 La pintura mural 506 Metalistera 506

    II. Arte del siglo X 508 Arquitectura de repoblacin 508 Arquitectura mozrabe 509 Aragn y Catalua 510 Metalistera 510 Arte eborario 511 La miniatura 511

    III. El primer romnico 514 Arquitectura 515

    IV. Romnico pleno (1075-1150) 531 Arquitectura 532 Artes figurativas 536

    V. Tardorrommco y protogtico 550 Arquitectura 550 Artes figurativas 553 Los claustros 558 Pintura 560

    VI. El monacato rigorista: asteraenses y premonstratenses 564 Monasterios cistercienses 565 Monasterios premonstratenses 571

    PRESENTACIN

    AL bosquejar el proyecto de Historia de la Iglesia de Espaa en la Edad . Media (siglos VIII-XIV) se nos present una clara alternativa metodo-lgica: tratar por separado la vida de la Iglesia de cada uno de los reinos que tuvieron, simultnea o sucesivamente, una entidad propia a lo largo de esas siete centurias, o intentar la visin conjunta de la historia eclesis-tica peninsular durante todo el Medievo, jalonada cronolgicamente por los principales hitos que configuran la historia general de Espaa en dicho perodo. Apuntamos en seguida a esta segunda posibilidad, conscientes, sin embargo, de las dificultades que entraaba semejante decisin.

    Sabemos que en la actualidad predominan entre las obras de los estu-diosos, y de modo especial de los medievalistas, los trabajos de ndole re-gional e incluso anlisis histricos de espacios geogrficos ms reducidos, como premisas necesarias para construir panoramas amplios y generaliza-dores. En esas realidades, relativamente homogneas y no muy extensas, resulta ms fcil y ms segura la confrontacin de la naturaleza fsica, las relaciones de produccin, los grupos humanos que conviven en ellas, la mentalidad colectiva y el mundo religioso de sus habitantes. Con razn asevera G. Dubyque es todava necesario volver continuamente a mono-grafas regionales o comarcales. De hecho, hoy se considera muy impor-tante la historia singular de los distintos reinos medievales hispanos, siem-pre que no se omitan en ella las correlaciones y las implicaciones mutuas, que tambin determinaron la evolucin de cada uno. El mbito poltico de cada reino peninsular conform durante la Edad Media el clima espiri-tual, en el que se fragua y cristaliza la conciencia definidora de las diversas nacionalidades que traspasarn los siglos medios para penetrar en la poca moderna de Espaa. Por eso nada tiene de extrao que muchos de los tratados sobre el Medievo espaol escritos hasta ahora sean el resultado de una superposicin de las historias particulares de los diversos reinos pen-insulares. Pero creemos que en la historia de la Iglesia los particularismos a escala infrapeninsular, aun existiendo y resultando fcilmente percepti-bles, son menos importantes y significativos que la problemtica de toda la Iglesia hispana en su conjunto, dentro del cuadro de las vicisitudes histri-cas de la Iglesia universal, que constituyen, sin duda alguna, el primer cuadro obligado de referencias.

    El camino escogido nos permita, en principio, ofrecer una sola historia de la Iglesia medieval en Espaa y no varias historias paralelas y adiciona-das slo de manera formal. Probablemente nos hayamos quedado a la

  • X V I I I Presentacin

    mitad del camino previsto. Si algunos temas de carcter ms general monacato, cultura religiosa, religiosidad popular o minoras tnicas, por ejemplo responden a un tratamiento de inspiracin globalizadora, otros que hacen referencia a marcos cronolgicos y polticos concretos presen-tan todava una estructura en la cual se puede percibir fcilmente la yux-taposicin de estudios previos, correspondientes a cada una de las Iglesias nacionales o regionales existentes entonces. Adems, la competencia de cada autor, especializado por lo general en determinadas parcelas de la historia medieval o en reas especficas de la vida eclesistica, nos ha ju-gado a todos una mala pasada. Al analizar los diversos problemas, hemos puesto casi siempre el nfasis en aquellos aspectos con los que estbamos ms familiarizados de antemano y tratamos de ejemplificar los juicios emi-tidos recurriendo a hechos relacionados con las Iglesias mejor conocidas por cada uno, relegando a un segundo plano u omitiendo, tal vez por desconocimiento, otros elementos que podran resultar ms clarificadores e incluso alterar la valoracin ltima de los fenmenos analizados. Pero creemos que tales deficiencias, perceptibles, sin duda, a lo largo de toda la obra, son inevitables en un trabajo de semejantes vuelos. Lo conseguido podr servir de referencia, por lo menos as lo esperamos, para otras snte-sis posteriores, donde los planteamientos generales resulten ms precisos y unitarios y permitan ir ms lejos al intentar individuar las grandes lneas de fuerza que condicionaron y animaron, a la vez, la vida de la Iglesia medieval hispana.

    A la hora de acotar el campo propio de la historia de la Iglesia dentro del espacio complejo de la historia general, tambin nos vimos obligados a delinear unas coordenadas precisas. Aunque la definicin de la naturaleza y de los objetivos de la historia de la Iglesia haya sido esbozada ya en la introduccin general de la obra por el P. Villoslada, director de la misma, esta tarea se hace especialmente ardua en la Edad Media, un perodo ca-racterizado por el extraordinario protagonismo de las realidades religiosas y eclesisticas. Una historia de la Iglesia medieval que slo se ocupara de los asuntos propiamente eclesisticos, sin referencias habituales al desarro-llo general de la historia social, carecera de valor significativo. Es evidente que las diversas vicisitudes de la Iglesia medieval hispana evolucionaron estrechamente vinculadas a los grandes acontecimientos polticos de la poca, a la correlacin y a la funcin concreta de los distintos grupos socia-les que existieron a lo largo de estos siglos medios y a los grandes ciclos econmicos que constituyeron para la vida de la Iglesia peninsular un condicionamiento fundamental y son una clave indispensable para inter-pretar el comportamiento de sus componentes y de toda ella como institu-cin. Tampoco se poda obviar la conexin de esta historia de la Iglesia con la vida cultural de la sociedad medieval espaola, en la cual los ecle-sisticos influyeron decisivamente. As, pues, hemos pretendido elaborar una historia de la Iglesia en la que la vida eclesistica, en cuanto tal, apa-rezca como sujeto pasivo de las realidades polticas, econmicas, sociales y culturales, y al mismo tiempo tratamos de analizarla como factor determi-nante, en mayor o menor medida, de esas mismas realidades.

    Presentacin xix

    La historia poltica de la Edad Media peninsular ocupa bastantes pgi-nas. Por tratarse de una historia de la Iglesia, quiz a alguien se le antoja-rn excesivas, pero no lo estimamos as. El estudio de los principales acon-tecimientos polticos, realizado con mucho mayor detenimiento en otras historias generales, sirve aqu de encuadre adecuado para cada una de las diversas etapas que jalonan la evolucin de la Iglesia a lo largo del Me-dievo y, sobre todo, se utiliza como un punto de partida hermenutico ne-cesario para explicar correctamente muchos giros histricos que de otro modo resultaran poco menos que incomprensibles. Pinsese, por ejemplo, en el cambio de signo de las obediencias de los reinos cristianos durante el gran cisma, a finales del siglo XIV. Sin una atencin continua a los proble-mas polticos creados por la lucha hegemnica peninsular durante la baja Edad Media y al juego de alianzas internacionales estipuladas al hilo de las vicisitudes de la Guerra de los Cien Aos, muchas de las variaciones de obediencia registradas en algunos reinos apareceran poco menos que veleidosas y muy difciles de justificar.

    La historia econmica y social se presenta siempre como instancia obli-gada para situar adecuadamente la trayectoria histrica de la vida eclesial. La conducta econmica de los grupos formados al interior de la misma Iglesia se adapt con bastante justeza a la forma de actuar, caracterstica de las distintas clases u ordines existentes en la sociedad hispana me-dieval, al igual que en otras latitudes de la cristiandad. El sentimiento reli-gioso del siglo XIV, que produce una literatura en la que lo gnmico, lo sapiencial y lo consolatorio son elementos de gran importancia, slo puede comprenderse debidamente a la luz de la crisis generalizada que modific las relaciones econmicas y afect tambin el equilibrio demogrfico y las dependencias existentes entre los diversos estamentos. Tiene razn Val-den cuando concluye el anlisis de esta crisis afirmando que las tensio-nes sociales y las luchas polticas del siglo XIV slo pueden ser entendidas si se las estudia conjuntamente con la regresin demogrfica y econmica. Ni la guerra civil castellana de dicho siglo fue la causa de la depresin, ni a la inversa. Pero la guerra, como antes la agitacin de las minoridades de Fernando IV y de Alfonso XI, como en todo el siglo el crecimiento del antijudasmo de la masa popular cristiana, se dieron en una fase de retro-ceso econmico. Todos los planos del vivir humano se desarrollan simul-tneamente, aunque cada uno tenga su "tiempo" de desenvolvimiento propio. "Lo econmico" es una dimensin bsica siempre presente. "Lo histrico" pone su acento en la temporalidad. Pero entre ambas dimensio-nes de la vida humana hay un perfecto ensamblaje. Y lo religioso forma parte tambin de este complejo causal y efectivo. Por eso, el marchamo de decadencia y de deterioro moral que se detecta en amplios sectores de la Iglesia a partir del trescientos tiene mucho que ver, lgicamente, con el amplio arco de variables configuradoras de la gran crisis que soport la sociedad bajomedieval, y no podamos ignorarla al tratar dicha"clecadencia y la espiritualidad o los sentimientos colectivos generados dentro de la misma. Realidades como el monacato, tan eclesisticas en principio, tam-poco podan analizarse unidireccionalmente: por ejemplo, desde la ptica

  • \ \ Presentacin asctico-religiosa. Y creemos asimismo que se quedan igualmente cortos los estudios que afrontan la vida de una comunidad monstica, conside-rndola nicamente como entidad de produccin y explotacin agraria, por ms que los diplomas conservados hagan referencia a negocios de ndole econmica en la mayora de los casos. En esta obra, al presentar el tema del monacato medieval, adems de tratar con generosa amplitud la evolucin general de cada una de las organizaciones de vida monstica en los distintos reinos peninsulares, quisimos incluir un apartado dedicado exclusivamente al estudio de la significacin social, econmica y cultural de las distintas rdenes, particularmente de la benedictina de la primera poca, que constituye, sin duda, el verdadero paradigma de una gran parte de las fundaciones monacales. Para esto ltimo se tuvieron en cuenta la serie de trabajos, bastante amplia ya, realizados modernamente sobre cenobios concretos, en los cuales se atiende prioritariamente a los aspectos econmicos y sociales. La obra del profesor Garca de Cortzar sobre San Milln de la Cogolla puede ser considerada pionera en este campo.

    Dedicamos mucho espacio a las realizaciones de carcter cultural lle-vadas a cabo en la Pennsula a lo largo de estos siglos medios, conscientes de que la Iglesia, o mejor, los eclesisticos (seculares y regulares), partici-paron de manera decisiva en ellas. Habida cuenta de la naturaleza espec-fica de esta obra, quiz nos hayamos excedido ms de una vez abundando demasiado en estos aspectos, con el peligro de romper el equilibrio del discurso histrico unificador de toda ella, pero damos por buenas esas rupturas, porque, en lo cultural, las aportaciones de los hombres de Iglesia a la sociedad espaola medieval tuvieron una importancia verdadera-mente trascendental y no podan quedar orilladas.

    En algunas historias de la Iglesia predomina claramente la preocupa-cin por las actuaciones de la jerarqua. Aqu, percatados de que la reali-dad eclesial no slo viene determinada por lo jerrquico y que la vida de la Iglesia supera con mucho los lmites estrictos de lo institucional, se quiso dar cabida a la piedad y a los elementos religiosos populares, detrs de los cuales, o a la raz de los mismos, perviven frecuentemente formas de reli-giosidad romana e incluso tradiciones autctonas muy antiguas. Hubimos de contentarnos con una sntesis bastante general y somera, que aspira solamente a constituir un esquema general para otros trabajos ulteriores de investigacin etnogrfica e histrica ms profundos y pormenorizados. El reflejar la incidencia real de los grupos de campesinos, de burgueses y de la nobleza en sus diversos niveles dentro de la propia Iglesia entraba tambin en el conjunto de los objetivos iniciales, pero nos vimos obligados a prescindir de ellos o a ofrecer nicamente algunas referencias incidenta-les sobre el particular a lo largo de algunos captulos. La escasez de mono-grafas especializadas en estos campos poco trillados de la historia medie-val nos impuso limitaciones insalvables.

    En dos captulos de esta historia, concretamente al tratar de los movi-mientos de reorganizacin eclesistica en los siglos XI y XII, y en el apar-tado dedicado a la cultura y al pensamiento religioso de la baja Edad Me-

    Presentacin XXI

    dia, intercalamos breves esbozos biogrficos de personalidades sobresa-lientes en ambos campos. Aunque la historia es, por definicin, absoluta-mente social, como escriba hace muchos aos L. Febvre, y el estatuto metodolgico de la historia eclesistica no sea ajeno a semejante postu-lado, nos pareci oportuno incorporar esas breves reseas de corte biogr-fico, porque sus protagonistas fueron en buena medida un producto neto de la poca correspondiente y siempre el fiel exponente de toda la pro-blemtica, en la que intervinieron de forma destacada.

    Tambin intentamos hacer una historia crtica de la Iglesia medieval hispana, sin propsitos triunfalistas o apologticos trasnochados y tan poco acordes con las directrices comnmente admitidas ya por la historiografa contempornea. Slo as podamos conseguir una visin rigurosa de los acontecimientos, sabiendo adems que los dictmenes emitidos aqu sobre los grandes problemas del pasado medieval de la Iglesia peninsular no son en modo alguno definitivos. Si la historia en general nos ayuda a com-prender mejor la sociedad en que vivimos hoy, a saber qu defender y preservar, a saber tambin qu derribar y destruir (J. Chesneaux), qui-siramos que esta visin de la vida eclesial del Medievo pudiera constituir una referencia liberadora para el lector creyente que le permitiera, aso-mndose al pasado, comprender mejor el presente de la realidad eclesis-tica, y atisbar, tal vez con mayor seguridad, los futuros derroteros de dicha realidad, ofreciendo al mismo tiempo una mejor informacin y valoracin de los hechos relacionados con la Iglesia, y sobre toda ella en cuanto insti-tucin, a quienes consultaran la obra desde preocupaciones estrictamente cientficas. Es probable que no se encuentre en todos los apartados del trabajo esta deseada ponderacin crtica, como ocurre normalmente en anlisis realizados por un grupo, donde cada componente tiene su propia mentalidad y su forma peculiar de concebir y hacer la historia.

    En realidad, la conjuncin de las colaboraciones de los distintos auto-res, ocho en total, ha resultado una empresa verdaderamente ardua. No se trataba de yuxtaponer bloques completos de temas de una forma ms o menos lgica, sino de unir aportaciones, frecuentemente muy breves y dentro de un mismo captulo. Y no siempre vimos nuestro intento coro-nado por el xito. Al lector avisado le resultar relativamente fcil indivi-duar con claridad la personalidad histrica de cada autor, su cosmovisin y hasta sus interpretaciones peculiares, que en ocasiones distan bastante de ser homogneas. Tampoco fue posible eliminar todas las repeticiones. Al incidir varios sobre un mismo tema, las reiteraciones eran inevitables.

    El volumen II de esta Historia de la Iglesia estaba concebido en sus or-genes como nico, pero la abundancia de materiales y la aparicin de te-mas nuevos al ir desarrollando el programa inicial nos oblig a pensar en dos partes distintas, como ya se haba hecho en el volumen III. La divisin de las mismas fue prcticamente arbitraria. Pretendimos sobre todo que la extensin de ambas resultara proporcionada. Con todo, habida^uenta de las profundas transformaciones que experiment toda la sociedad penin-sular a partir de las grandes conquistas de Fernando III y Jaime I de Aragn, durante la primera mitad del siglo x m , tales acontecimientos po-

  • XXII Presentacin

    Uticos fueron muy importantes en la configuracin histrica del Medievo. Por ello,la poca de las grandes conquistas, el captulo que abre la parte segunda de la obra, parece muy oportuno para trazar la divisoria de las dos grandes etapas de la Edad Media hispana.

    Los restantes volmenes de la Historia de la Iglesia en Espaa terminan con apndices documentales, que dan a la luz piezas caractersticas de las pocas que cubre cada tomo. En ste hemos incluido dos largos estudios de ndole temtica: el primero, dedicado al arte cristiano, y el otro, una sntesis apretada de la geografa eclesistica medieval. La historia del arte cristiano es, sin duda alguna, un elemento esencial de la cultura de la poca, y tendra que formar parte de aquellos apartados de la obra rela-cionados con las aportaciones de la Iglesia en dicho campo. Los problemas de reorganizacin eclesistica que surgieron despus de la invasin mu-sulmana, sobre todo desde el siglo XI, una vez reconquistado Toledo, ori-ginaron conflictos y pleitos que enfrentaron frecuentemente a los prela-dos entre s, implicando tambin en ellos a amplios sectores sociales. Mu-chos de esos conflictos se estudian separadamente en el lugar que les co-rresponde desde el punto de vista cronolgico. Pero el trabajo de Mons. Mansilla, mximo especialista en estas cuestiones, con el que se cierra la segunda parte de la obra, tiene el valor de constituir una panormica completa y precisa de todo ese complejo entramado de problemas, que permitir una visin de conjunto a quienes se interesen por las vertientes ms institucionales de la historia eclesistica.

    Oviedo, diciembre de 1981.

    FRANCISCO JAVIER FERNNDEZ CONDE

    INTRODUCCIN BIBLIOGRFICA Por FRANCISCO JAVIER FERNNDEZ CONDE

    Aqu incluimos solamente las colecciones de fuentes documentales ms importantes, utilizadas muchas veces a lo largo de la obra y algunos ttulos de historias generales o eclesisticas de la Edad Media espaola. Cada ca-ptulo va precedido del correspondiente aparato bibliogrfico y de las fuentes especficas.

    I. Concilios medievales

    AGUSTN, A., Constitucionum provinciae Tarraconensis libri V (Tarragona 1580).

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    I I . Snodos medievales

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    FERRER, L., Snodo: DHEE 4 (Madrid 1975) 2487-2494.

    III. Documentacin pontificia

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    La documentacin pontificia hasta Honorio III (1216-1227): Monumenta Hispaniae Vaticana. Seccin Registros, v.2 (Roma 1965).

    LlNEHAN, P. A., La documentacin pontificia de Honorio IIJ (1216-1227): unas adiciones a la Regesta de Demetrio Mansia: AA 16 (1968) 385-408.

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    253-354. DURAN GUDIOL, A., La documentacin pontificia del Archivo Catedral de

    Huesca hasta el ao 1417: AA 7 (1959) 339-393. COSTA PARETAS, M. M., Documentos pontificios para la Corona de Aragn

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    BELTRN DE HEREDIA, V., Bulara de la Universidad de Salamanca (1219-1549) 3 vols. (Salamanca 1966-67).

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    TRENCHS ODENA, J.; CRCEL ORT, M.a M., Regesta de documentos pontifi-cios de la poca del Cisma de Occidente, del Archivo Diocesano de Valencia (1405-1412): Boletn de la Sociedad Castellonense de Cultura 56 (1980) 706-729. Numerosas referencias documentales de asuntos relacionados con Es-

    paa pueden encontrarse en los Registros de los papas de los siglos xill-xiv, publicados por la Bibliothque des coles francaises d'Athnes et de Rome (Pars 1884ss).

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    FROTIN, M., Rcuil des chartes de l'Abbaye de Silos (Pars 1897).

  • \XV I Introduccin bibliogrfica MAGALLN, M., El Cartulario de Leire: BRAH 32 (1898). Coleccin diplomtica de San Juan de la Pea: RABM (1903-1904),

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    siglos IX y X (Len 1976). LOSCERTALES DE G. DE VALDEAVELLANO, P., Tumbos del monasterio de

    Sobrado de los Monjes 2 vols. (Madrid 1976). RODRGUEZ DE LAMA, I., Coleccin diplomtica medieval de la Rioja v.l: Es-

    tudio; v.2: Documentos (923-1168); v.3: Documentos (1168-1225) (Lo-groo 1976-1979).

    MARTN, J. L.; VILLAR GARCA, L. M.; MARCOS RODRGUEZ, F.; SNCHEZ RODRGUEZ, M., Documentos de los Archivos Catedralicio y Diocesano de Sa-lamanca (siglos XII-XIII): Documentos y estudios para la historia del Occidente Peninsular durante la Edad Media, dirigido por J. L. MAR-TN (Salamanca 1977).

    PREZ DE TUDELA Y VELASCO, M.a I., El monasterio de Vilea en sus documen-tos. El Cdice del A.H.N. (Madrid 1977).

    CONIEL BAREA, C., El Cister zaragozano en los siglos XIII-XIV: Abada de Nuestra Seora de Rueda de Ebro 2 vols.: Texto y Documentos (Zaragoza 1977).

    OsiOLAZA, M.a I., Coleccin diplomtica de Santa Mara de Roncesvalles (1127-1300) (Pamplona 1978).

    MONI ERDE, C., El monasterio de Santa Mara de Fitero. Siglos XII-XIII (Zara-goza 1978).

    FERNNDEZ CONDE, F. J.; TORRENTE, L; DE LA NOVAL, G., El monasterio de San Pe/ayo de Oviedo. Historia y Fuentes. Coleccin diplomtica, v.l y 2 (Oviedo 1978-1981).

    Es I EBAN MATEO, L., Cartulario de la encomienda de Aliaga (Zaragoza 1979). JUNYENl I SUBIR, E., Diplomatari de la Catedral de Vic. Segles IX-X (Vich

    1980). FERNNDEZ DE VlANA Y VIEITES, J. L, Pergaminos del monasterio de Corne-

    llana (Asturias): el Archivo de San Payo de Ante-Altares (Santiago): Astu-riensia Medievalia 4 (1981) 297. En este apartado no se incluyen los Corpus de fuentes generales de

    cada una de las rdenes medievales que existieron en la Pennsula. Se encontrarn en la introduccin de los captulos correspondientes.

    Introduccin bibliogrfica XXIX V. Otras colecciones documentales

    D E MARCA, P., Marca Hispnica sive limes hispanicus, hoc est, geographica et histrica descriptio Cataloniae, Ruscinonis et circumjacentium populorum (Pa-rs 1688; edic. facsmil, Barcelona 1972).

    FLREZ, H., Y OTROS, Espaa Sagrada. Theatro geogrphico-histrico de la Iglesia de Espaa 56 vols. (Madrid 1747-1961). Con amplios apndices documentales.

    BURRIEL, A. M., Memorias para la vida del santo rey don Fernando III, editado por M. DE MANUEL RODRGUEZ (Madrid 1800; edic. facsmil, Barce-lona 1974).

    VlLLANUEVA, J., Viage literario a las iglesias de Espaa 22 vols. (Madrid 1803-1852).

    BOFARUL I MASCAR, P.; BOFARUL, M. y F., Coleccin de documentos inditos del Archivo General de la Corona de Aragn 41 vols. (Barcelona 1841-1910).

    MUOZ Y ROMERO, T., Coleccin de fueros municipales y cartas pueblas de los reinos de Castilla, Len, Corona de Aragn y Navarra v.l (Madrid 1847; edic. facsmil, 1970).

    CUBELS, M., Documentos de la poca de don Alfonso el Sabio: Memorial Hist-rico Espaol, v.l p.1-344; v.2 p.1-135 (Madrid 1851).

    Documentos diplomticos aragoneses (1252-1284): RH 37(1916) 105-250. BENAVIDES, A., Memorias de D. Fernando IV de Castilla v.2: Coleccin di-

    plomtica (Madrid 1860). VIGIL, C. M., Asturias monumental, epigrfica y diplomtica 2 vols.: Texto y

    lminas (Oviedo 1887). Coleccin histrico-diplomtica del Ayuntamiento de Oviedo (Oviedo 1889). BRU IAILS, J. A., Documents des Archives de la Chambre de Comptes de Navarra

    (1196-1384) (Pars 1890). BARRAU-DIHIGO, L., Notes et documents du Royanme de Len. Charles royales

    leonnaises (912-1037): RH 10 (1903) 349-454. tudesur les actes des rois asturiens (718-910): RH 46 (1919) 1-191. IBARRA Y RODRGUEZ, E., Documentos correspondientes al reinado de Ramiro I

    desde 1034 hasta 1063 aos (Zamora 1904). Documentos aragoneses en los archivos de Italia (Madrid 1911). Documentos correspondientes al reinado de Sancho Ramrez; II: Documentos

    particulares (Zaragoza 1913). MIRET i SANS, J., El mes antic text literari escrit en ctala, precedit per una

    colleci de documents deis segles XI, XII i XIII: Rev. Bibliografa catalana 4 (1906) 30-47.

    Documents en langue catalane (Haute Vallee du Segre, XI-XIIe siecles)- RH 19(1908)6-19.

    Antichs documents de llengua catalana y reimpressi de les Homilies d'Organya (Barcelona 1915). '

    SALARRULLANA DE DIOS, J., Documentos correspondientes al reinado de Sancho Ramrez. I: Documentos reales (Zaragoza 1907).

    RUBIO I LLUCH, A., Documents per l'historia de la cultura catalana mig-n>al 2 vols. (Barcelona 1908-1924). "* "

    Diplomatari de l'Orient ctala (1301-1409). Colleci de documents per a la historia de l'expedici catalana a Orient i deis ducats d'Atene.s i Seopatria (Barcelona 1949).

  • XXX Introduccin bibliogrfica FINKE, H., Acta Aragonensia, 3 vols. (Berln-Leip/ig 1908-1922; reimpre-

    sin, Darmstadt 1968). Nachtrage und Erganzungen zu den Acta Aragonensia: Gesammelte Auf-

    st/e zur Kulturgeschichte Spaniens 4 (1933) 355-536. MARTNEZ SALAZAR, A., Documentos gallegos de los siglos XIII al XIV (La

    Corua 1911). MOLIN, E.; BRASES, I., Textes catalans-provencalsdeis segles XIIIy XIV: Bol.

    R. Acad. Buenas Letras. Barcelona 12 (1912) 457-469; 13 (1913) 137-140.

    SERRANO Y SANZ, M., Noticias y documentos histricos del Condado de Ribagorza hasta la muerte de Sancho Garcs III (ao 1305) (Madrid 1912).

    Documentos ribagorzanos del tiempo de los reyes francos Lotario y Roberto: RABM40(1919) 303-315; 41 (1920) 119-135; 449-461; 604-613.

    Documentos ribagorzanos de tiempos de Ludovico Po y Carlos el Calvo. Aos 817-876: RABM81 (1922) 115-136; 357-383.

    HUICI MIRANDA, A., Coleccin diplomtica de Jaime I el Conquistador (1217-1253) 3 vols. (Valencia 1916-1919).

    HuiCI MIRANDA, A.; CABANES PECOURT, M.a D., Documentos de Jaime I de Aragn 6 vols. (Valencia-Zaragoza 1976-1981); v.7: ndices (M.a D. CA-BANES PECOURT) (Zaragoza 1981).

    D E HlNOJOSA, E., Documentos para la historia de las instituciones de Len y Castilla (Siglos X-XIII) (Madrid 1919).

    SANGORRN, D., El Libro de la Cadena del Concejo de Jaca (Siglos X-XV) (Zaragoza 1921).

    D'ABADAL I DE VlNYALS, R., Catalunya carolingia; II: Els diplomes carolingis a Catalunya 2 vols. (Barcelona 1926-1950); III: Els comtats de Pallars i Ribagorca 2 vols. (Barcelona 1950-1955).

    GAIBROIS DE BALLESTEROS, M., Sancho IV de Castilla 3 vols.; v.3: Coleccin diplomtica (Madrid 1928).

    DE LAS CAGIGAS, L, Libro Verde de Aragn. Documentos aragoneses (Madrid 1929).

    BAER, F., Diejuden in christlichen Spanien. Erster Teil: Urkunden und Reges-ten; v.l: Aragonien und Navarra; v.2: Kastilien Inquisitionsakten (Berln 1929-36; reedicin, 1970).

    MARICHALAR, C , Coleccin diplomtica del rey don Sancho VIII (el Fuerte) de Navarra (Pamplona 1934).

    LACARRA, J . M., Documentos para la historia de las instituciones navarras: AHDE 11 (1934)487-503.

    Documentos para el estudio de la reconquista y repoblacin del Valle del Ebro: EEMCA 2 (1946) 469-574; 3 (1947-48) 499-727; 5 (1952) 511-688.

    HARTE Y ECHENIQUE, A., Catlogo de documentos relacionados con la historia de Espaa en los archivos portugueses. Siglos XI a XV: BRHA 106 (1935) 293-327; 107 (1935) 763-805; 108 (1936) 303-323.

    VlNCKE, J., Documenta selecta mutuas civitatis Arago-Cathalaunicas et Ecclesiae relationes illustrantia (Barcelona 1936).

    ALARCN, M. A.; GARCA DE LINARES, R., LOS documentos rabes diplomticos del Archivo de la Corona de Aragn (Madrid-Granada 1940).

    GONZLEZ, J., Regesta de Fernando II (Madrid 1943). Alfonso IX 2 vols.; v.2: Coleccin diplomtica (Madrid 1944). El reino de Castilla en la poca de Alfonso VIII 3 vols.; v.2 y 3: Documentos

    (Madrid 1960).

    Introduccin bibliogrfica XXXI Repartimiento de Sevilla, edicin y estudio, 2 vols. (Madrid 1951). ISOLA, D. L., Algunos documentos leoneses de Alfonso V: CHE 1-2 (1944) 352-

    362. GUALLART, J.; LAGUZZI, M. del P., Algunos documentos reales leoneses: CHE

    1-2(1944)363-381. Algunos documentos de inmunidad de tierra de Len: CHE 3 (1945) 168-185. Documentos para el estudio de la condicin jurdica de la mujer leonesa hace milanos: CHE 6 (1946) 154-171.

    SNCHEZ ALBORNOZ, C , Serie de documentos inditos del Reino de Asturias: CHE 1-2(1944)298-351.

    Documentos de Samos de los Reyes de Asturias: CHE 4 (1946) 147-160. MUNTANER, J.; VlCH, J., Documenta regni Maioricarum (Miscelnea). Colec-

    cin de documentos inditos para la historia del antiguo reino de Mallorca (1229-1349) (Palma de Mallorca 1945).

    MiQUEL ROSELL, F., Liber Feudorum Maior 2 vols. (Barcelona 1945-47). RUS SERRA, J., Rationes Decimarum Hispaniae (1279-80), v.l: Catalua, Ma-

    llorca y Valencia (Barcelona 1946); v.2: Aragn y Navarra (Barcelona 1947).

    MENNDEZ PIDAL, R., La Espaa del Cid 2 vols.; 5.a ed., v.2, p.825-876: Cartulario Cidiano (Madrid 1947).

    SEZ, E., Documentos gallegos inditos del perodo asturiano: AHDE 18 (1947) 399-431.

    Coleccin diplomtica de Seplveda (Segovia 1956). DE JOVELLANOS, G. M., Coleccin de Asturias, edit. por el Marqus de

    Aledo, bajo la direccin de M. BALLESTEROS GAIBROIS, 4 vols. (Madrid 1947-1952).

    MARTNEZ FERRANDO, J . E., Jaime II de Aragn. Su vida familiar. II: Docu-mentos (Barcelona 1948).

    VZQUEZ DE PARGA, L.; LACARRA, J. M.; URA RU, J. ( Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, 3 vols.; v.3: Documentos y textos (Madrid 1949; edic. facsmil, Oviedo 1981).

    FLORIANO CUMBREO, A. C , Diplomtica espaola del perodo astur (718-910) 2 vols. (Oviedo 1949-1951).

    LPEZ DE MENESES, A., Florilegio documental del reinado de Pedro IV de Ara-gn: CHE 13 (1950) 181-190; 14 (1950) 183-197; 15 (1951) 170-179; 16 (1951) 160-171; 17 (1952) 167-176; 18 (1952) 161-172; 19 (1953) 165-172; 20 (1953) 165-173; 23/24 (1955) 348-354; 25/26 (1957) 343-347;35/36(1962)354-367.

    Documentos acerca de la peste negra en los dominios de la Corona de Aragn: EEMCA 6 (1956) 291-447.

    NAEF, W., Die aragonischen Privilegien von 1283 und 1287 (Berna 1951). UDINA MARTORELL, F., El Archivo Condal de Barcelona en los siglos IX-X.

    Estudio crtico de sus fondos (Barcelona 1951). UBIETO ARTETA, Antonio, Coleccin diplomtica de Pedro I de Aragn y Na-

    varra (Zaragoza 1951). Coleccin diplomtica de Riaza (1258-1457) (Segovia 1959). Coleccin diplomtica de Cullar (Segovia 1961). Jaca: documentos municipales (971-1269) (Valencia 1971). OSCH VlLA, J., Los documentos rabes y hebreos de Aragn y Navarra:

    EEMCA 5 (1952) 407-416.

  • XXN. 11 Introduccin bibliogrfica SNCHEZ BELDA, L., Documentos reales de la Edad Media referentes a Galicia.

    Catlogo de los conservados en la seccin de Clero del Archivo Histrico Nacio-nal (Madrid 1953).

    GUBERN, R., Epistolar? de Pere III (IV d'Arag) (Barcelona 1955). CANELLAS, A., Datos para la historia de los reinos peninsulares en el primer tercio

    del siglo XIV. Dieciocho nuevos documentos de la alacena de Zurita: BRAH 145(1959)231-286.

    TORRES FONTES, J., Repartimiento de Murcia (Madrid 1960). Coleccin de documentos para la historia del Reino de Murcia 5 vols.; v.l:

    Documentos de Alfonso X el Sabio (Murcia 1963); v.2: Documentos del si-gloXIII (Murcia 1969); v .3: Fueros y Privilegios de Alfonso X el Sabio alRei-no de Murcia (Murcia 1973); v.4: Documentos de Sancho IV (Murcia 1977); v.5: Documentos de Fernando IV (Murcia 1980).

    GUIX SUGRANYES, J. M., El Lhbre de la Cadena de Reus; Regimjurulic de la vila en l'Edat Mitjana 2 vols. (Reus 1963).

    DUFOURCQ, C H . E., Recueil de documents concernant les relations des pays de la Couronne d'Aragn avec le Maghrib, de 1212 a 1323 6 vols. (Pars 1965).

    GALLOFR GUINOVART, R., Documentos del reinado de Alfonso III de Aragn relativos al antiguo Reino de Valencia y contenidos en los Registros de la Co-rona de Aragn (Valencia 1968).

    BELTRN DE HEREDIA, V., Cartulario de la Universidad de Salamanca (1218-1600) 6 vols. (Salamanca).

    FLORIANO LLRENTE, P., El fondo antiguo de pergaminos del Instituto Valen-cia de Donjun. Documentos reales, primera serie (ao 875-1224): BRHA 168(1971)441-513.

    CABANES PECOURT, M.a D.; FERRER NAVARRO, R., Libre del repartiment del Regne de Valencia 3 vols. (Zaragoza 1979-80).

    MARTNEZ DEZ, G., Libro Becerro de las Behetras. Estudio y texto crtico 3 vols. (Len 1981).

    FERNNDEZ ALONSO, A., El Libro de Las Estampas o Testamentos de los Reyes de Len. Transcripcin y traduccin (Len 1981).

    VI. Historias de la Iglesia espaola en la Edad Media

    DE LA FUENTE, V., Historia eclesistica de Espaa o Adiciones a la Historia General de la Iglesia escrita porAlzog 4 vols. (Barcelona 1855-1859), vol.2: La Edad Media (1855).

    Historia eclesistica de Espaa, 2.a ed., corregida y aumentada, 6 vols. (Madrid 1873-75), v.3 y 4: La Edad Media (1873).

    GAMS, P. B., Die Kirchengeschichte von Spanien 3 vols. (Regensburg 1880-1882).

    ARIAS PRIETO, L., Compendio de Historia eclesistica de Espaa (Valladolid 1916).

    GARCA VlLLADA, Z., Organizacin y fisonoma de la Iglesia espaola, desde la cada del Imperio visigodo hasta la toma de Toledo en 1085. Discurso ledo ante la Academia de la Historia en la recepcin pblica del R. P. Zaca-ras Garca Villada SJ (Madrid 1935).

    Historia eclesistica de Espaa 3 vols. (Madrid 1929-36), v.3: La Edad Media (1936).

    Introduccin bibliogrfica xxxm VII. Episcopologios e historias de mbito diocesano

    Puede encontrarse una amplia referencia en el n.XV de la nota biblio-grfica del v.l de esta Historia de la Iglesia.

    VIII. Historias generales de Espaa en la Edad Media

    LEVI-PROVENCAL, E., La Espaa musulmana hasta la cada del Califato de Crdoba (711-1031 d.J.C), v.4 (3.a ed.) y 5 (2.a ed.) de la Historia de Espaa dirig. por R. MENNDEZ PlDAL (Madrid 1967 y 1965).

    PREZ DE URBEL, J.; DEL ARCO Y GARAY, R., Espaa cristiana. Comienzo de la Reconquista (711-1038), v.6 de la Historia de Espaa dirig. por R. MENNDEZ PIDAL (Madrid 21964).

    SNCHEZ ALBORNOZ, C., La Espaa cristiana de los siglos VIII al XI. El remo astar-leones (722 a 1037). Sociedad, economa, gobierno, cultura y vida, v.7, 1.a parte, de la Historia de Espaa dirig. por R. MENNDEZ PIDAL (Madrid 1980).

    SLAREZ FERNNDEZ, L.; REGLA CAMPISTOL, ]., Espaa cristiana, crisis de la Reconquista. Luchas civiles (Madrid 1960).

    D E VALDEAVELLANO, L. G., Historia de Espaa. De los orgenes a la baja Edad Media 2 vols. (Madrid 31963).

    SLARFZ FERNNDEZ, L., Historia de Espaa. Edad Media (Madrid 1970). Historia de Espaa y America, dirig. por J. VlCNS VIVES, v.l y 2, 2.a ed. (Barcelona 1971).

    GARCA DE CORTZAR, J. A., La poca medieval v.2 de la Historia de Es-paa de Alfaguara (Madrid 1973).

    RAMOS OLIVEIRA, A., Historia crtica de Espaa y de la civilizacin espaola. La Edad Media (Mxico 21974).

    CALLAGHAN, J. O., A History of Medieval Spain (Ithaca, Cornell University Press 1975).

    MARTIN, J. L., La Pennsula en la Edad Media (Barcelona 1976). DLKXJRCQ, C H . E.; GAUTIER-DALCH, J., Histoire economique et socialc de

    l'Espagne chretienne au Moyen Age (Pars 197b). HiLLGARTH, J. N., The Spantsh Kingdoms 1250-1516 v.l: 1240-1410: Preca-

    rious Balance (Oxford 1976; traduc. castellana, Barcelona-Buenos Aires-Mxico 1979); v.2: 1410-1516: Castilian Hegemony (Oxford 1978).

    MITRE FERNNDEZ, E., La Espaa Medieval. Sociedades. Estados. Culturas (Madrid 1979).

    VALDEN, J.; SALRACH, J. M.a; ZAVALO, J., Feudalismo y consolidacin de los pueblos hispnicos (Siglos XI-XV), v.4 de la Historia de Espaa dirig. por M. TuN DE LARA (Barcelona 1980).

  • HISTORIA DE LA IGLESIA EN ESPAA II-1.

    La Iglesia en la Espaa de los siglos VIII al XIV

  • CAPTULO I

    INVASIN Y CONQUISTA MUSULMANA DE ESPAA Por JAVIER FERNNDEZ CONDE

    y JUAN FRANCISCO RIVERA RECIO

    B I B L I O G R A F A

    LA INVASIN MUSULMANA

    T. DE SOUSA SOARES, Essai sur les causes conomiques de la ruine de la Monarchie Wisigothique d'Espagne: RPH 6 (1955)453-461; G. M. BOUSQUET,Nature et causes de la conquete rabe: Studia Islmica 6 (1956) 37-52; J. VALLVE BERMEJO, Sobre algu-nos problemas de la invasin musulmana: AEM 4 (1967) 361-367; C. SNCHEZ ALBOR-NOZ, La decadencia visigoda y la conquista musulmana, enOrgenes de la nacin espa-ola. El Reino de Asturias, v.I p. 157-190 (Oviedo 1972); P. GuiCHARD, Tribus rabes et berberes en al-Andalus (Pars 1973), edit. castellana: Al-Andalus. Estructura antropolgica de una sociedad islmica en Occidente (Barcelona 1976); ANWAR G. CHEJNE, Muslim Spain. Ist History and Culture (Minnesota 1974), trad. castellana: Historia de la Espaa musulmana (Madrid 1980); L. GARCA MORENO, El fin del reino visigodo de Toledo (Madrid 1975); J. ORLANDIS, Historia de Espaa. La Espaa visig-tica (Madrid 1977); THOMAS F. GLICK, Islamic and Christian Spain in the early Middle Ages. Comparative Perspectives on Social and Cultural Formation (Princeton 1979); A. BARBERO - M. VlGlL, Sobre los orgenes sociales de la Reconquista (Barcelona 1974).

    LA IGLESIA ANTE LA INVASIN

    Continuatio Isidoriana Byzantina-Arbica de 741, edit. T H . MOMMSEN, M. G. H., Auc. Antiq. XI, Ch. Minora, v.II p.334ss; Crnica Mozrabe de 754, edit. crtica y traduccin: J. E. LPEZ PEREIRA (Zaragoza 1958); J. PRELOG, Die Chronik Al-

    fons Til. Untersuchung und kritische Edition der vier Redaktionen (Frankfurt am Main 1980); C. SNCHEZ ALBORNOZ, La Espaa musulmna, 2 vols. (Madrid 1974) (4.a ed.); C. ITALIANO DI STUDI SULL'ALTO MEDIOEVO, L'Occidente e ITslam nell'alto Medioevo: XII Settimana di Studio (Spoleto 1965), 2 vols.

    PRIMERA ORGANIZACIN SOCIAL Y MUNDO CULTURAL Y RELIGIOSO DE AL-ANDALUS

    GIL, J., Corpus Scriptorum Mozarabicorum (Madrid 1975). En los dos tomos que comprende esta obra se recogen los escritos latinos producidos por la minora mo-zrabe, tomados de las mejores ediciones crticas, si las hay, y siempre seleccio-nando las mejores ediciones para reeditar sus textos. Posteriormente esta obra ser citada con la sigla CSM.

    SNCHEZ ALBORNOZ, C., La Espaa musulmana (Madrid 1975), dos tomos donde se recogen y traducen al castellano la antologa de los textos rabes y latinos

  • 4 J. Fernndez Conde yj. F. Rivera ms in te resantes p a r a tejer la historia de la invasin m u s u l m a n a . Pos te r io rmente se citar EM.

    SlMONET, F. J . , Historia de los mozrabes de Espaa (Madr id 1897-1903). O b r a clsica pa ra conocer la historia de esta minor a hasta el siglo XI.

    GARCA ViLLADA, Z., La Iglesia desde la invasin sarracena desde el 711 hasta la toma de Toledo, t . I I I (Madr id 1936). T o m o I I I d e su Historia Eclesistica de Espaa; CAGIGAS, I. DE LAS, Minoras etnico-religiosas de la Edad Media espaola. I: Los mozra-bes (Madr id 1947), Los mudejares (Madr id 1948); LVI-PROVENCAL, E., La Espaa musulmana, t .IV y V. d e la Historia de Espaa, publ icada bajo la direccin de R. Menndez Pidal (Madrid 1957); GONZLEZ PALENCIA, A., Historia de la Espaa mu-sulmana (Barcelona 2 1932); W A T T , W. M., Historia de la Espaa Islmica (Madr id 1972); O ' C A L L A G H A N , ] . .,A History of Medieval Spain (Londres 1975).

    /. LA INVASIN MUSULMANA Por J. FERNNDEZ CONDE

    La espectacular derrota sufrida por el ejrcito de Don Rodrigo en el Guadalete el ao 711 contra los rabes y bereberes mandados por Tariq, la rpida conquista de una gran parte de la Pennsula por los caudillos islmicos y la implantacin del rgimen musulmn que arruinar definiti-vamente el estado visigodo, constituyen un entramado de problemas que desde hace mucho tiempo viene ocupando la atencin de los historiadores. Los distintos diagnsticos aportados sirvieron y sirven para clarificar pau-latinamente los acontecimientos ms significativos. Puede decirse que en la actualidad se ha conseguido un cierto consenso a la hora de establecer las causas de los mismos: esta problemtica, como toda la que tiene una magnitud histrica semejante, slo puede encontrar explicaciones ade-cuadas a partir del anlisis comprehensivo de varios factores convergen-tes, pero nunca en tratamientos unidireccionales.

    La conquista de Htspania por los rabes y bereberes fue, sin duda, un eslabn ms, y muy importante por cierto, del impresionante proceso ex-pansionista del Islam. A la base de la misma operaron con seguridad mo-tivaciones de ndole estratgica, como han puesto de relieve reciente-mente algunos autores, entre los cuales destaca, por ejemplo, el historia-dor A. G. Chejne. Concluida la conquista de Egipto el ao 641, el dominio del norte de frica hasta el Atlntico y de las costas meridionales de Es-paa era para los rabes de vital importancia a la hora de enfrentarse con xito a la flota bizantina del Mediterrneo occidental. Ms tarde, a co-mienzos del siglo VIH, lograda ya la sumisin de las tribus bereberes del Magrib y su conversin al islamismo, la posibilidad de encauzar las ener-gas blicas de las mismas hacia una campaa contra los visigodos de la Pennsula, que por otra parte ofreca perspectivas de botn suculento, no poda menos de presentarse como secuela lgica de la trayectoria conquis-tadora precedente1 . Todo parece indicar que los caudillos musulmanes

    1 A. G. CHEJNE, Historia de la Espaa musulmana (Madrid 1974) p.l5ss. El ansia de botn

    era una de las preocupaciones importantes de los conquistadores, segn los primeros cronis-tas musulmanes que se ocupan de la invasin de Espaa.

    C.l. Invasin y conquista musulmana de Espaa 5

    empezaron a pensar en esta invasin antes de que se produjera la ltima crisis poltica del reino visigodo el ao 710 y la clebre llamada de los partidarios de Witiza2.

    Pero el desastre del Guadalete y el subsiguiente derrumbamiento del Estado visigodo se debieron, sobre todo, a la fragilidad interna del mismo y a las profundas rupturas existentes en la sociedad hispana desde haca bastante tiempo. Tiene razn Lvi-Provencal cuando afirma que no hay ejemplo de que un Estado organizado se deje ocupar pasivamente por unos cuantos escuadrones de jinetes audaces, si ese Estado goza de plena salud 3.

    La emergencia de grupos nobiliarios, civiles y eclesisticos, con intere-ses polticos y econmicos contrapuestos, fue una fuente permanente de conflictos, que contribuy en buena medida a la existencia de esa fragili-dad. Cada clan nobiliario trat de controlar alternativamente el trono de Toledo, imponiendo candidatos que le permitieran lograr las mayores ventajas para su grupo. En expresin de Snchez Albornoz, una doble corriente llevaba a los palatinos hacia la riqueza y conduca a los potentes enriquecidos hacia elpalatium 4. Lo ocurrido a la muerte de Witiza consti-tuye slo un eslabn del largo rosario de enfrentamientos protagonizados por los nobles, que jalonan la historia visigoda desde el siglo vi. Los parti-darios de Akhila, el primognito del rey muerto, no consiguen hacerle triunfar. Rodrigo, duque de la Btica y ubicado polticamente en otro bando, apoyndose en el consejo del senado, ocupa violentamente el trono 5, y somete a sus rivales. Estos, que no quieren dejar pasar la opor-tunidad de acceder a la corona y al rico patrimonio de Witiza, acuden a los bereberes islamizados del norte de frica en demanda de ayuda. No era la primera vez que desde la Pennsula se recurra a una potencia fornea para solucionar conflictos internos.

    La afirmacin econmica y social de la lite aristocrtica visigoda lle-vaba aparejada la aceleracin de un proceso de feudalizacin, reciente-mente analizado por Barbero-Vigil6. En l, al igual que en otros reinos germnicos, los potentiores aunaban el dominio sobre los grandes territo-rios concedidos por los reyes con funciones administrativas, fiscales y mili-tares, que, al hacerse hereditarias, quedaban prcticamente privatizadas. De esta forma se produca el oscurecimiento progresivo de las funciones pblicas caractersticas de un estado centralizado y la fragmentacin del poder del monarca, al que esta oligarqua militar quedaba ligada por vnculos de ndole personal.

    Las lites aristocrticas, al amontonar en sus manos poderes de todo tipo, adems de constituir una amenaza perenne para la corona, iban con-

    2 M. Barcel ofrece algunas referencias numismticas, que parecen probar este aserto:

    M. BARCEL, Sobre algunos flus contemporneos a la conquista de Hispania por los rabes-musulmanes :Bol. de la R. Acad. de Buen. Letr. de Barcelona, 34 (1971-1972) 33-42.

    3 E. LVI-PROVENCAL, Espaa musulmana hasta la cada del Califato de Crdoba, v.IV de la

    H. de Espaa, dirigida por R. MENNDEZ PIDAL (Madrid 1967) p.3. 4 C. SNCHEZ ALBORNOZ,La decadencia visigoday la conquista musulmana, l.c, p.169.

    5 Crnica Mozrabe de 754,edi t . J . E. LPEZ PEREIRA, p.68.

    6 A. BARBERO-M. VIGIL, Algunos aspectos de la feudalizacin del reino visigodo, l.c, p.l05ss;

    IB., La formacin del feudalismo en la pennsula Ibrica (Barcelona 1978).

  • 6 ], Fernndez Conde yj. F. Rivera solidando la existencia de grandes desigualdades sociales y abriendo abismos cada vez ms profundos entre ellas y las capas bajas de la pobla-cin, los siervos y los mismos colonos, los cuales, apremiados por la indi-gencia y la indefensin, se vean obligados, siempre en mayor nmero, a ponerse bajo el patrocinio de los poderosos, a pesar de los esfuerzos reali-zados por algn rey para que no cayeran en la servidumbre. Semejantes desigualdades, generadoras de crisis sociales y de un sentimiento de desin-ters por los negocios estatales, propiciaron la creacin de un clima idneo para mirar con indiferencia la presencia de los ejrcitos invasores prove-nientes de frica. Al fin y al cabo, como dice un conocido islamlogo, la situacin originada por el dominio poltico de los nuevos seores de la Hispania goda no resultaba ms penosa para los humiliores que la anterior, especialmente una vez que se fueron ordenando las cosas, superados los primeros momentos de confusin y de caos7.

    En la poca que precedi a la invasin islmica parece que exista una mentalidad colectiva de pesimismo generalizado, calificada por Orlandis de estado difuso de desmoralizacin popular, cuya sintomatologia podra des-cubrirse en varias disposiciones legales y en situaciones anmalas produci-das durante los ltimos reinados visigodos. As, las leyes de Wamba sobre movilizacin militar ponen al descubierto el desinters existente por la cosa pblica. Las amnistas tributarias de Ervigio constituyen un sntoma elocuente de la precariedad de los grupos sociales ms bajos. El endureci-miento de las leyes contra los siervos prfugos a comienzos del siglo v m es tambin indicio del malestar social que exista a esos niveles. El aumento de suicidios registrado al final de la sptima centuria puede interpretarse asimismo como seal reveladora del desconcierto espiritual de la poca inmediatamente anterior a la invasin musulmana8 .

    Este negativo panorama de la sociedad visigoda se hace todava ms sombro si tenemos en cuenta los desastres naturales que asolaron el pas durante los mismos aos, concretamente desde el reinado de Khindas-vinto (642-653). Las fuentes hablan de plagas de langosta nefastas para la agricultura, de perodos de sequa, de dificultades para regar con norma-lidad las tierras, de carestas, de despoblamientos y de pestes. Las propias fuentes rabes se hacen eco tambin de estas calamidades que influyeron, segn ellas, en la debilidad del ejrcito de Don Rodrigo 9.

    La crisis econmica, secuela inevitable de ese cmulo de situaciones adversas, se vio aumentada adems, especialmente a partir del reinado de Ervigio (680-687), por la escasez de numerario y la baja calidad de la mo-

    7 R. Do/Y, Historia de los musulmanes de Espaa hasta la conquista de los Almorvides

    (Madrid-Barcelona 1920) v.II p.38ss. 8 J. ORLANDIS, Historia de Espaa. La Espaa visigtica p.292-294.

    ' P. Gl ICHARD, Al-Andalus. Estructura antropolgica de una sociedad islmica en Occidente p.263ss. Ajbar maymu describe as la batalla del Guadalete: Aproximse, pues (Don Ro-drigo), con un ejrcito de cerca de 100.000 combatientes, y tena este nmero (y no otro mayor) porque haba habido en Espaa un hambre, que principi en el 88, y continu todo este ao y los del 89 y 90, y una peste durante la cual murieron la mitad. Vino despus el ao 91 (9 noviembre 709 a 28 octubre 710) que fue en Espaa ao que por su abundancia recom-pens los males pasados, y en el cual se efectu la invasin de Tariq: C. SNCHEZ ALBOR-NOZ, La Espaa musulmana v.I p.48-49 (4.a ed.).

    C. 1. Invasin y conquista musulmana de Espaa 7

    neda corriente, incidiendo negativamente en las relaciones mercantiles in-ternas y, sobre todo, en las exteriores por la presencia de los musulmanes en los puertos del norte de frica, que dificultaba las habituales rutas comerciales del Mediterrneo. La decadencia de las ciudades Sevilla, Crdoba, Mrida, Toledo y alguna otra seran excepciones constituye igualmente otra realidad negativa de este cmulo de factores adversos que afectaron la vida social visigoda en la ltima poca y aumentaron la debili-dad de sus estructuras, facilitando la invasin y ulterior conquista del suelo peninsular por los ejrcitos islmicos 10.

    La mayora de los autores que se han ocupado de esta temtica suelen incluir las maniobras de los judos en el cuadro de los factores que ejer-cieron una funcin desintegradora al interior de la sociedad visigoda. Las crnicas constatan la colaboracin de esta minora tnica con los invasores, los cuales, al principio, llegaron a encomendarles el gobierno de algunas ciudades. La dura represin antijudaica puesta en prctica por los ltimos monarcas visigodos podra justificar el acercamiento de dos minoras tan separadas por mltiples aspectos. Pero todo parece indicar que en esta colaboracin judeomusulmana hubo tambin razones de tipo econmico. La comunidad hebraica peninsular, dedicada preferentemente a tareas de carcter mercantil, se vio seriamente afectada por la crisis econmica, pro-vocada en parte por la presencia de los rabes en el norte de frica. Para conservar su forma habitual de vida entablaron con ellos relaciones co-merciales asiduas. Resulta significativo el hecho de que el endurecimiento de las disposiciones antijudaicas visigodas coincida cronolgicamente con el dominio pleno del Islam en los puertos mediterrneos norteafricanos. Y sabemos que durante el reinado de Egica los judos espaoles haban co-menzado a ver con buenos ojos e incluso parece que a promover de ma-nera positiva la invasin de la Pennsula por los rabes. En el concilio XVII de Toledo (694) el citado soberano denunciaba la existencia de una cons-piracin de la poblacin hebrea y de sus correligionarios de ultramar, sin duda habitantes de tierras sometidas al dominio rabe, para combatir al pueblo cristiano, deseando la hora de la perdicin de ste " .

    Hace poco tiempo, P. Guichard, en un estudio antropolgico sobre la poblacin del Al-Andalus, trataba de analizar la facilidad de la in-vasin rabe-bereber desde otra perspectiva complementaria: la etno-grfica. Los bereberes que cruzaron el Estrecho al mando de Triq eran una poblacin fundamentalmente tribal, sin clases sociales y sin tener to-dava la organizacin compleja y diferenciada de un Estado propiamente dicho. El dinamismo blico y expansionista de estas tribus que formaban una colectividad humana de carcter primitivo, pudo enfrentarse ventajo-samente a una sociedad como la visigoda con estructuras decadentes, di-vidida en clases, cuyos estamentos, de manera especial los inferiores, no

    J. DE SOUSA SOA RES, Essai sur les causes iconomiques de la ruine de la Monarchjf Wisigothique dEspagne: RPH 6 (1955) 453-461. Cf. tambin J. M. LACARRA, Panorama de la historia urbana en la Pennsula Ibrica desde el siglo V al X, en La citt nell'alto Medioevo (Settimane de Spoleto, n.VI, Spoleto 1959) p.336-345.

    11 Texto: Concilios visigticos e hispano-romanos, edic. I. VIVES, p.524. Las actas completas

    del citado concilio, p.522-537.

  • 8 J. Fernndez Conde y ]. F. Rivera tenan ningn inters en defender el aparato poltico del que se sentan alejados. Para dicho autor resulta significativo el hecho de que los berebe-res y rabes encontraran los primeros ncleos de autntica resistencia al norte de la Pennsula, entre los cantabroastures y otros pueblos septen-trionales, los cuales, como han puesto muy bien de relieve Barbero-Vigil, haban experimentado una romanizacin poco profunda y conservaban todava restos de organizacin gentilicia que les agrupaba en clases o lina-jes de hombres libres, apenas sin diferenciacin social y sin jefes polticos conocidos l2.

    Muchos de los grupos formados por la oligarqua militar dominante tampoco fueron demasiado sensibles ante la amenaza que supona la lle-gada de los ejrcitos islmicos. Los hijos de Witiza y los vitizanos, despus de traicionar a Don Rodrigo en Guadalete, se apresuraron a establecer pactos con los vencedores para retener sus cuantiosas propiedades. Esta prctica, o la de las capitulaciones, fue seguida asimismo por otros nobles y por varias ciudades. Parte de la nobleza sufri tambin la muerte y algu-nas familias aristocrticas imposible determinar su nmero se refu-giaron en los territorios del norte o huyeron a otras regiones de allende los Pirineos. Las huestes de Triq primero y despus las de su jefe Ms Ibn Nusayr encontraron pronto el camino expedito, y lo que conceban como una expedicin para ayudar al bando que les haba llamado, lo con-virtieron rpidamente en guerra de conquista. El ao 712 ya estaban deci-didos con claridad a establecer su dominio en la Pennsula. Por otra parte, la debilidad generalizada de la sociedad visigtica aquejaba tambin a la milicia. La desgana de los hispanorromanos que haban entrado en el ejrcito y laprotofeudalizacin del mismo con la presencia de los patro-cinados y los siervos que acompaaban a sus patronos suelen apuntarse como circunstancias explicativas de esa debilidad 13.

    Las distintas causas apuntadas hasta ahora para explicar la derrota del Guadalete y el ulterior derrumbamiento del reino de Toledo, analizadas en su conjunto, tuvieron una importancia decisiva. La llamada de los ejr-citos islamitas por los vitizanos y la colaboracin prestada por el legendario conde Don Julin a los sarracenos en el comienzo de la invasin y durante los primeros compases de la misma adquieren una significacin histrica completamente secundaria.

    Las crnicas escritas por autores cristianos describen los acontecimien-tos desde su ptica particular. El autor de la Continuatio Isidoriana Byzantina-Arabica de 741 narra lo sucedido de una manera asptica y bas-tante distanciada. El clrigo hispano que redacta la Crnica Mozrabe de 754, despus de calificar de ignominiosa la derrota de Don Rodrigo al fugarse todo el ejrcito godo que por rivalidad y dolosamente haba ido con l, se lamenta amargamente de los desastres que acompaaron la

    12 P. GLCHARD, Al-Andalus... p.254ss.Cf. tambin A. BARBERO-M. VIGIL, La formacin del

    feudalismo... p.279ss. 13

    C. SNCHEZ ALBORNOZ, La decadencia visigoda... l . c , p.l59ss; ID., El ejercito visigodo: su protofeudalizacin, Investigaciones y documentos sobre las instituciones hispanas (Santiago de Chile 1970) p.5-56. Cf. tambin A. BARBERO-M. VIGIL, LOS ejrcitos privados, o.c, nt.12 p.44ss.

    C.l. Invasin y conquista musulmana de Espaa 9

    primera poca de la conquista musulmana, pero parece aceptar la nueva situacin con normalidad y sus pginas no traslucen sentimientos de ani-madversin contra los nuevos seores de \a Hispania goda u . Las crnicas del ciclo de Alfonso III (866-910), escritas ya en un ambiente poltico muy distinto y con claras intenciones neogotizantes, reflejan dos categoras historiolgicas caractersticas de la historiografa medieval: la funcin de-cisiva de los reyes en la marcha del devenir histrico y el providencialismo moralizador que acta misteriosamente en la base de todos los aconteci-mientos relevantes. Los autores de las mismas, refirindose a la invasin islmica, subrayan lgicamente la importancia de la traicin de los hijos de Witiza llamando a los sarracenos y conceden una gran trascendencia a la influencia causal de los pecados de Witiza y de Rodrigo en la ruina del reino visigodo 15. Estos historiadores no podan atisbar que la prdida de Espaa haba sido primordialmente el resultado de la concurrencia de una serie de elementos determinantes de la debilidad generalizada de la sociedad visigoda, incapacitndola para resistir al dinamismo expansio-nista del Islam, estimulado por poderosas razones de ndole estratgica y econmica.

    // . LA IGLESIA ANTE LA INVASIN

    Por J. FERNNDEZ CONDE

    Las noticias sobre la reaccin de la Iglesia peninsular ante la invasin rabe-bereber son muy escasas y siempre incidentales. Los derroteros que siguieron las distintas clases de eclesisticos debieron de coincidir segura-mente con los emprendidos por los estamentos laicos correspondientes. Despus de la conversin de los visigodos a la ortodoxia cristiana, la Iglesia y el Estado se acercaron tanto, que sobrepasaron frecuentemente el m-bito de sus competencias especficas, embarcndose como afirma Sn-chez Albornoz en un complejo juego de influencias, servicios y humi-llaciones recprocas, que daran lugar, entre otras cosas, a la seculariza-cin progresiva del ministerio episcopal. A la hora de elegir a un nuevo soberano o cuando se producan acontecimientos polticos relevantes, los obispos tomaban parte activa defendiendo los intereses particulares de las distintas facciones enfrentadas. Por eso, ante el hecho de la invasin, los titulares de las sedes episcopales, al igual que la aristocracia laica, se vieron

    14 In occiduis quoque partibus regnum Gothorum antiqua soliditate firmatum apud

    Spanias per ducem sui exercitus nomine Musae adgressis edomuit et regno abiecto vectigales fecit; Cont. Biz. Arab., edit. T H . MOMMLX, M. G. H., Auct. Antiquissimorum IX, p.352; la admiracin de este cronista por las campaas del Islam ha hecho pensar a algn autor que se trata de un personaje convertido al islamismo: M. C. DAZ Y DAZ, De Isidoro al siglo XI p.205-207. El lamento por la prdida de Espaa de \a Crnica Mozrabe de 754, editado p o r j . LOPE/ PEREIRA, p.72-75.

    , s Istius tempore (Ruderici)... sarrazeni evocati Spanias occupant: C. Albeldense, edit. M.

    GMEZ MORENO: BAH 100 (1932) 601. Tanto laOvetense como la Rotense se extienden bas-tante en la narracin de los pecados de Witiza. En tiempo de Rodrigoadhuc in peiori nequi-tia crevit Spania. Y ambas aluden a la traicin de los vitizanos: edit. J . PRELOG, Die Chronik Alfons'III. Untersuchung und kritische Edition dervier Redaktionen p.l2ss. Cf. tambin R. MENN-DE/PIDAL, El rey Rodrigo en la Literatura: BRAE 11 (1924) 159-186.

  • 10 J. Fernndez Conde y J. F. Rivera

    obligados a realizar una de las tres opciones posibles: cooperar con los rabes, huir o acomodarse ms o menos pasivamente a la nueva situacin creada.

    Oppas, arzobispo de Sevilla y hermano del soberano difunto, se puso al frente del partido de los vitizanos, y fue, sin duda, pieza clave de la lla-mada a los musulmanes y del fcil triunfo de stos en los primeros lances de la conquista. La Crnica Mozrabe registra su traicin sin paliativos: Ms, despus de arrasar Espaa hasta Toledo, la ciudad regia, y azotar despiadadamente las regiones circundantes con una paz engaosa, valin-dose de Oppas, hijo del rey Egica, condena al patbulo a algunos ancianos nobles, que an quedaban despus de haber huido de Toledo, y los pasa a espada a todos con su ayuda 16. Las Crnicas Asturianas presentan a este prelado ulico formando parte de las tropas islmicas que se enfrentaron a Pelayo el ao 722 e intimando a rendicin al caudillo cristiano, y le califi-can de persona infanda 17. Nada hace suponer