historia barrio las guacamayas

H i s t o r i a d e l B a r r i o G u a c a m a y a s ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

H I S T O R I A D E L B A R R I O

L A S G U A C A M A Y A S


H I S T O R I A D E L B A R R I O

L A S G U A C A M A Y A S

L u i s B e r n e t h P e a S o n i a M i r e y a T o r r e s B l a d i m i r R o d r g u e z

B o g o t , 2 0 0 1


A g r a d e c i m i e n t o s

Como verdaderos protagonistas, de una historia que se construye da a da, desde los anhelos e i lusiones, pero tambin desde las luchas por conseguir una vida ms digna, los habitantes del barrio Guacamayas II sector, han sido partcipes de este esfuerzo, por recuperar las voces si lenciadas y annimas que desde hace ms de dos dcadas rondan y recrean este escenario. A ellos y el las, nuestro especial agradecimiento por permitirnos excavar en el anaquel de sus recuerdos, tratando de encontrar las piezas que cada uno tiene para armar el rompecabezas de esta Historia Comn.

As mismo, expresamos una especial gratitud a los entrevistados, como Abdenago Crdoba, Flor Alba Surez, Miriam Torres, Ricardo Sarmiento, Lucero Gmez, Pedro Vargas, Guil lermo Pea, Jorge Enrique Medina Santell i , Benigno Martnez, Daro Romero, por brindarnos sus versiones e impresiones, que nos permitieron recuperar y recrear las experiencias de un pasado vivo y fuerte en nuestro presente.

A todos aquellos que participaron de los tal leres de sensibil izacin y recuperacin de la

memoria histrica, como el grupo de las ESPERE Esperanza, Perdn y Reconcil iacin, a los vecinos y vecinas del barrio, al grupo de Renovacin en Va de Existencia, a los nios y nias de la Escuela Alemania Unificada, a su profesora y directora, que nos permitieron escuchar las voces de los ms nuevos en el barrio, para descubrir en su sonrisa los anhelos de quienes desde ya son el presente y el futuro.


A los compaeros de la Juventud de Trabajadores Colombianos, JTC, quienes han contribuido de manera especial en el desarrollo de este proceso, participando en uno de los tal leres de sensibil izacin histrica y con un trabajo anterior que ellos mismos realizaron en aras de recuperar la historia de este barrio.

A don Pea, don Ospina, doa Mara, doa Marta y todos aquellos y aquellas que no

podramos nombrar, pues la l ista se hace interminable, pero que se reflejan en estos rostros, que con sus aportes y compromiso, han permitido que el barrio contine transformndose.

Al cerro de Guacamayas, Cuchil la o loma, como la l laman sus vecinos, por su inmensa

sabidura y apaciguado silencio, que durante dcadas ha sido testigo de la historia que en parte aqu se recrea, convirt indose en elemento de especial inspiracin para los habitantes del barrio y para quienes los visitan.


Tabla de Contenido

I n t r o d u c c i n 5 G u a c a m a y a s e n l a h i s t o r i a 6 L a a d j u d i c a c i n 9 L a p r i m e r a i m p r e s i n 1 1 L a c r u z a d a e f m e r a : l a i n v a s i n 1 5 S e r v i c i o s P b l i c o s o r g a n i z a c i n p o l t i c a c o m u n a l : G u a c a m a y a s c o m o l u g a r p a r t i c u l a r d e l a p o l t i c a 2 1


E l p r i m e r g r a n p r o y e c t o : l a e s c u e l a 2 7 C a m b i o d e l e n t o r n o y l a s c o n d i c i o n e s d e v i d a 3 2 C a d a v e z s o m o s m s h a b i t a n t e s p e r o s o m o s m e n o s v e c i n o s . I n q u i l i n o s y e s t r u c t u r a p o b l a c i o n a l 3 8 L a p e r c e p c i n d e l e s p a c i o e n G u a c a m a y a s : T r e s b a r r i o s d i f e r e n t e s ? 4 1 P r o b l e m a s a c t u a l e s d e l b a r r i o 4 8 A m a n e r a d e c o n c l u s i n : G u a c a m a y a s h a c i a e l f u t u r o 5 2


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I n t r o d u c c i n

La histor ia es una de las ms poderosas herramientas que individual y colect ivamente podemos tener como ciudadanos. Solo considerando el transcurr ir de las personas y los procesos en los que el las estn inmersas podemos alcanzar un conocimiento proyectivo de nuestras experiencias cot idianas. Con la histor ia aprendemos de los dems, aprendemos a respetarlos y saber cr i t icarlos; aprendemos, en ult imas, de nosotros mismos, de nuestra identidad a veces refundida entre el i r y venir . Aqu est consignada una parte de la histor ia del barr io Guacamayas y ms que ancdotas se recuperan todos los t ipos de tr iunfos y luchas cotidianas, grandes, pequeas- que sus habitantes dieron y estn dando para constituir , s in duda, uno de los universos urbanos ms interesantes en esta, de por s , confl ict iva ciudad. La premisa que motiva este trabajo es que pensar la historia es el pr imer paso para ref lexionar sobre el futuro . Sin ese compromiso nuestra prct ica se puede perturbar.

Esperamos con este texto, que solo puede recoger una porcin de la histor ia de las personas del barr io

Guacamayas, motivar acciones y sentimientos en las nuevas generaciones de habitantes, a los que piensan quedarse mucho t iempo y a los que estn de paso.

Por lt imo, este documento pretende ser un homenaje a todos los habitantes de Guacamayas que

gracias a su esfuerzo, a su persistencia por alcanzar el sueo de tener una casa digna y propia han logrado construir lentamente un fabuloso barr io, un ambiente f s ico portentoso si consideramos la situacin inicial . El trabajo de construccin de este barr io no puede olvidarse y debe ser valorado por las nuevas generaciones porque solo as podremos comprender la magnitud de los logros y luchas que se han dado. Solo as sabremos sobre qu base construir proyectos colect ivos en el futuro.


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G u a c a m a y a s e n l a H i s t o r i a

Muchas cosas estaban pasando en el mundo, en el pas y Bogot cuando se decidi crear un barr io con las normas mnimas de urbanizacin, como fue el caso de Guacamayas. Todas esas cosas componan la atmsfera que iba a respirar el barr io. Pensar a Guacamayas sin ese entorno sera como hablar de una is la perdida en medio del mar. Cada una de las cosas que conforman ese entorno de alguna manera se combinaron y confluyeron en el sur or iente de Bogot y le otorgaron a nuestro barr io un est i lo, con algunos elementos nicos pero tambin con muchas cosas en comn con otros barrios de la ciudad y Lat inoamrica.

Guacamayas surgi

cuando en el mundo estaba en apogeo la confrontacin de dos est i los de gobierno y economa: el capital ismo y el social ismo. Esa confrontacin, que l lamaron Guerra Fr a, div idi al mundo en pases amigos de uno u otro est i lo de economa. Las dos potencias l deres, La Unin Sovit ica y Los Estados Unidos de Amrica, se

disputaban el control ideolgico de la mayor cantidad de pases del planeta, como en un gran teatro de marionetas. Colombia se declar f iel a Estados Unidos y dentro de el la se repeta esa confrontacin mundial que se evidenciaba en que

unos apoyaban esa f i l iacin y otros la deploraban. Como veremos, en el barr io esa confrontacin estuvo muy presente y, s i se quiere, fue fuente de unas contradicciones que le dieron vida.

Antes de la

formacin del barr io, en el t ibio y huracanado caribe, una is la se declaraba amiga de la Unin Sovit ica y el social ismo. Unos muchachos barbados declaraban la Revolucin Cubana no sin la profunda

incomodidad de los patrones de este lado del mundo. Cuba, que est a 200 ki lmetros de Estados Unidos, represent una amenaza para la forma de gobierno en Amrica Latina. Por mandato de la nacin del dlar, el gui la y las 52 estrel l i tas, se inici una Al ianza Para El Progreso, consistente en programas de viv ienda, reforma

P l a n o d e l b a r r i o G u a c a m a y a s 2 d o s e c t o r


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econmica, construccin de vas, etc. a f in de hacerle frente a la pobreza tan agudizada en Amrica Latina. La Revolucin Cubana, y todo el malestar que caus en los dir igentes impuls, pues, a que se crearan iniciat ivas como el de la urbanizacin de normas mnimas, para ofrecerle a los pobres de la ciudad y a los pobres recin l legados del campo la posibi l idad de acceso a la viv ienda.

Bajo el conjunto de cambios que se estaban

dando en esos aos (dcadas de 1960 y 1970) los gobernantes del pas tuvieron que desmontar, por lo menos legalmente, el Frente Nacional, nombre que se le dio a la alternacin entre l iberales y conservadores en el gobierno. Con la l iquidacin legal de este esquema de gobierno, la part ic ipacin de otros part idos y fuerzas pol t icas se l iber un poco, si se t iene en cuenta que el objet ivo del l lamado Frente fue, precisamente, el de cerrarles la puerta a estas otras alternativas. Organizaciones pol t icas como el Part ido Comunista, El MOIR y la ANAPO empezaron a tener alguna relevancia y se convirt ieron en una opcin para diferentes personas del pas. Esta momentnea apertura fue de inmediato impedida o l imitada por los ya muy comunes Estados de Sit io en los que se reducen, persiguen y cast igan toda forma de desacuerdo con el gobierno.

Por el lado de la economa las cosas tambin

estaban cambiando. De un modelo proteccionista que posean mecanismos para resguardar la produccin nacional e incentivar la ampliacin del mercado dentro del pas, se estaba pasando a un

modelo mixto. Tal modelo mixto fue una transicin entre el proteccionismo y el neol iberal ismo de hoy. A mediados de la dcada de los setenta, se empez a hablar de dfici t f iscal, la reduccin del Estado que era el mayor generador de empleo, la apertura comercial y debi l i tamiento de la inversin del Estado en servicios pbl icos a favor de la autof inanciacin de las empresas de servicios. Estas medidas econmicas signif icaron, en general , una baja en la remuneracin de los trabajadores que implicaba una perdida en el poder adquisit ivo, es decir, impl icaba un empeoramiento de las condiciones de vida de los pobres. Los trabajadores no se mantuvieron pasivos y en 1977 real izaron el lt imo gran paro cv ico del pas.

La economa informal, aquel la de los que

trabajan por cuenta propia y muchas veces excluidos del acceso a los servicios sociales, creci rpidamente. En 1978 haba 2 mil lones de personas que tenan un trabajo por cuenta propia, algunos de el los disfrutando de muy buenas condiciones de vida y otros, la mayora en real idad, tratando de hacerle el quite a las adversidades vendiendo en la cal le o casetas, reparando zapatos, ropa, las herramientas de la cocina o haciendo arreglos y mejoras en las casas de los vecinos. Esa masa de tenaces trabajadores formales e informales, nutr ida por la imparable movi l izacin del campo a la ciudad por motivos econmico o por la violencia, fue la que al iment al barr io Guacamayas y muchos otros barr ios populares de la capital .

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Bogot ya desde esa poca era la ciudad ms grande y concentraba la mayor cantidad de act iv idades econmicas de Colombia. Se iniciaba un proceso de compactacin y densif icacin de la ciudad que estaba creciendo dispersamente como lo dejan ver los mapas de crecimiento urbano. La densif icacin de Bogot fue impulsada por el Inst i tuto de Crdito Terr i tor ial y la Caja de Vivienda Popular a travs de dos formas de urbanizacin: la Norma Normal de Urbanizacin y Servicios apl icada al norte y el occidente y, otra, la Norma Mnima de Urbanizacin y Servicios aplicada hacia el sur-or iente bajo el plan conocido como PIDUZOB. La Norma Mnima de urbanizacin, es decir , lo que las personas l lamaron Lotes con Servicios, se apoyaba en la confianza en la capacidad del

pueblo en la autoconstruccin; esa antigua y ef ic iente forma de crear un espacio donde darle vida a la famil ia que servia, de paso, para que las el i tes de la ciudad y el pas no tomaran medidas profundas en relacin con el problema de la viv ienda .

Este complejo ambiente social es la

plataforma sobre la que iniciamos nuestro recorr ido por este universo que es el barr io Guacamayas. Sin esta plataforma la histor ia de Guacamayas no sera una parte de la historia de la sociedad total .

Vista panormica del barrio desde Entre Nubes

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L a a d j u d i c a c i n

Cuando Pedro, en medio de los tragos y la msica estr idente de una cantina, se enter en 1976 de un programa de vivienda popular en el sur or iente, se apresur a conseguir el formulario del Inst i tuto de Crdito Terr i tor ial o de la Caja de Vivienda Popular. l , como muchos otros, ansiaba tener un lugar propio donde los hi jos pudieran jugar l ibremente o en el que, solo, se l iberaran de la carga de ser inqui l inos que despus de mucho t iempo produce un incomodo sentimiento de desarraigo. Largas f i las de amistades y confesiones tuvieron que hacer los entusiasmados buscadores de vivienda para reclamar el escaso formulario de inscripcin. A Pedro le toc hacer la f i la en la Alcalda de San Cristbal y a Flor, por ejemplo, le toco hacerla, sospechosamente, en la puerta de una fbrica de ladri l los y tubos, tan comunes en el sur. Flor se enter despus que el dueo de la ladri l lera era un reconocido pol t ico Alfonso Guerrero Estrada- que ascendi de los poderes ms pequeos hasta el Concejo de la ciudad y que, adems, se hizo famoso por sus urbanizaciones piratas en otros lugares del sur.

Otros no tuvieron que hacer f i la, pero si algo

que resultaba a veces tan incomodo y ms comprometedor que estar bajo del sol o la l luvia: tuvieron que pedir le el formulario a un gamonal. En efecto, muchos habitantes de Guacamayas tuvieron que ir a la of ic ina de personajes como Jairo Acosta

a sol ici tar el formulario. De paso, el pol t ico, en una compleja act i tud que combinaba la petulancia, el desprecio y la coquetera, le hacia parecer a quien iba en busca del formulario que le estaba haciendo un favor y que lo recordara en las elecciones. El Estado y la poca infraestructura que ste creaba para satisfacer las enormes necesidades eran apropiadas por la clase pol t ica, que a su vez la negociaba con el pueblo quien muchas veces quedaba comprometido a dar su voto. Los pol t icos posean una serie de formularios entregados por sus amigos, tambin pol t icos, que estaban a la cabeza de los insti tutos del Estado y de al l los distr ibuyan interesadamente a las personas necesitadas. As se reproduca la organizacin pol t ica del pas. La adjudicacin se manejaba pol t icamente, dicen las personas para nombrar esta prct ica que hoy es considerada un acto de la mayor corrupcin.

Estaban tambin a quienes el formulario los

encontr. A Gui l lermo, por ejemplo, lo l lamaron a la of ic ina de personal de su empresa para entregarle un formulario como compensacin de su trabajo de cinco aos. Para quienes eran empleados de las empresas del gobierno distr i tal ese caso fue el ms comn.

Las formas de obtener el formulario fueron

tan variadas como la procedencia y of ic ios del esperanzado grupo que lo consigui. Entre el los se


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contaban emboladores, vendedores ambulantes, trabajadores independientes y formales y, pr incipalmente, empleados de las empresas del gobierno central o distr i tal . Para quienes haban recibido el formulario ese era el pr imer paso y exist a alta probabi l idad de que no consiguieran su casa- lote. Desde que con nervios la gente entregaba su formulario en ICT o la CVP se iniciaba, para algunos, un ciclo de insist ir y convencer con uno que otro regalo o invitacin a quien pudiera ofrecer una ayudita con el gerente de la CVP o el ICT. Y luego, cuando se tena certeza de la adjudicacin, tratar de buscar el mejor lugar dentro del barr io, no tan arr iba porque la l levada de los materiales se complicaba.

Legalmente se conocan los cr i ter ios para

adjudicar las viv iendas: deban ser pobres pero tener la capacidad para pagar una pequea suma de cuota inicial ($9000 de 1978). En algunos casos, probablemente pocos, ese cr i ter io se combin hasta casi confundirse con el cr i ter io de poseer la mayor capacidad de mover inf luencias.

La espera por conocer el resultado de la

escogencia de los beneficiados tambin fue variada: un ao, un mes, seis meses etc. Lo cierto es que esa espera para la mayora se convirt i en un merodear y errar de casa en casa, de un inqui l inato a otro. Trastear las cosas, pocas o muchas, v iejas o nuevas, fue el precio de esa sufr ida espera.

Todo este esfuerzo y paciencia por conseguir

un lote de 54 metros cuadrados, con 18 metros cuadrados construidos, consistentes en una pieza de 3x3 y otra parte de 3x3 donde estaba el bao y la cocina. Una alberca vigi laba la parte externa de esa construccin. A cada lado de lo construido haba 6 metros de frente por 3 de fondo. La necesidad y empeo por alcanzar el sueo de tener casa hicieron pensar, que esa modesta solucin se convert ir a en una digna casa, como se evidencia hoy.

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L a p r i m e r a i m p r e s i n

Iniciaba el ao de 1979, cuando an la gente dorma la despedida del ao anterior, las cal les de la ciudad estaban un poco desoladas, aunque ya se empezaban a ver las seoras que sal an de sus casas a buscar algo para el almuerzo. En una de esas casas cerca al centro de la ciudad, en el barrio Las Cruces, una famil ia, apresurada empacaba sus corotos para empezar el nuevo ao en un sit io diferente; el nuevo ao traa buen augurio. La Caja de Vivienda Popular haba asignado a doa Hermencia una casa en un barr io para estrenar: Guacamayas.

La casa entregada, consist a en un lote de 6

metros de ancho por 9 metros de fondo, donde los tres primeros y tres lt imos metros estaban sin construirse. Solo se contaba con una habitacin que ocupaba los tres metros de la mitad, ms un bao y una mini cocina provisional . La fachada de estas casas, eran todas iguali tas, como sacadas de un cuento de muecas, con la diferencia de que estaban ubicadas al sur or iente de la ciudad y contaban con una puerta hecha en tr iplex y una pequea ventana, donde los rayos del sol se peleaban para entrar.

Era un barr io muy pobre, yo no me

decepcion pero si me di cuenta de mucha gente que l legaba con trasteo y no le caba. Hubo gente que apenas vea las casas se devolva y deca que no quera viv ir por aqu. Las seoras se ponan

bravas con los esposos porque las traan a viv ir a esto tan feo. Cuenta don Benigno y como l , son varios los relatos de esa primera impresin del Barr io.

Toda la famil ia deba acomodarse en esa

pequea habitacin. Quizs no era lo que narraban los cuentos sobre las casas de muecas, pero, igual que la mayora de las famil ias colombianas, tener una casa propia era el sueo hecho real idad.

A doa Mir iam, no le importaba lo incmodo

que pudiera resultar esta viv ienda, lo que realmente tena sentido era saber que se contaba con un techo para el la y para sus hi jos. Pues a m me pareci muy bonito y sobre todo uno saba que estaba en lo de uno; si el hi jo de uno daaba algo uno sabia que era lo de uno y no que le estaban prestando. Era una casa muy bonita para empezar.

La hi ja de doa Hermencia, una jovencita de

cabel los rubios y ojos color caf, era la ms entusiasmada, cual idad que an ref leja en su constante sonrisa. Lucero, al l legar a Guacamayas, junto con sus hermanos y hermanas, tuvo que cargar al hombro parte de su trasteo desde la avenida principal, pues el barro que baaba las cal les no pavimentadas impedan el acceso de los buses o cualquier transporte vehicular.

Da a da, esta misma histor ia era viv ida por

numerosas famil ias y personas que l legaban a

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estrenar el barr io. Colchones, ol las, estufas de gasol ina, las cobi jas y los tratos necesarios, hacan parte de este paisaje, que reposaba en una esquina, mientras sus dueos dejaban algunos corotos y regresaban por otros. Era comn, tambin, ver el desf i le de materiales por toda la loma, que la comunidad solidariamente cargaba a cuestas para que el vecino de la cuadra pudiera construir su casa.

As l legaron Pedro,

Juan, Mara y muchos otros, que no alcanzaramos a nombrar, pero cuyas voces hacen eco en estas histor ias narradas, todos con una misma i lusin, habitar en lo propio , dando poca importancia a la estt ica y rudimentaria arquitectura del barr io, donde estaba todo por hacer. Yo no conoca el barr io antes, pero deca: yo ya tengo la casa que es lo que me interesa. A nosotros nos entregaron, supe donde era y, como al ao yo me cas y despus de la luna de miel regres directamente aqu con mi compaera. Cuando l leg la vecina del frente, el la me ayud mucho. Inicialmente esto era muy solo porque a la gente no le gustaba.

Las casas contaban con el servicio de agua,

que l legaba dos veces por semana y, la luz que si era constante. Pero haba algunas dif icultades con

otros servicios como la recoleccin de las basuras: la EDIS presentaba sus dif icultades y no siempre era puntual para prestar este servicio. As que uno de esos das, cansados de los malos olores que expel a y de la sordera de los funcionarios de la empresa, los habitantes del barr io decidieron cambiar la estrategia. Un da nos toc tomar toda la basura y echarla a la avenida Vi l lavicencio,

como una va de hecho, despus de haber agotado las cartas, las visitas, las quejas, las l lamada. Esa era la nica forma de que los carros de la basura pasaran por el barr io, son formas de lucha que la gente se inventa y aunque no debiera ser as , a veces son las que realmente funcionan.

Aos despus, sacar

la basura era una act iv idad de la que se encargaban los nios de ayer, quienes l levaban en sus pequeas manos las bolsas l lenas de

basura, tensionando los msculos de los brazos, mordiendo los labios y con un paso apresurado pero sin levantar mucho los pies, caminaban dentro de un container, tratando de aguantar la respiracin para evitar los ft idos olores que de al l desprendan los residuos acumulados. Das despus el carro de la EDIS, recogera los innumerables paquetes del container para botarlos en algn otro sit io de la fr a capital .

R e u n i n d e v ec i n os c u a n d o p l a n e a b a n t r an s f o r m a r l a c a l l e

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As transcurr a la v ida en estas casas en un

barr io en forma de colmena, entre los materiales de construccin, el barro, la incesante l luvia y las i lusiones de la gente y los rostros sonrientes de los nios.

Tanto Lucero como sus amigos, apoyaban a

sus padres para conseguir los elementos necesarios dentro de la vida del barr io. Conseguir el cocinol constitua tambin otro espacio de encuentro y un escenario ms de lucha. Este apreciado combustible, de uso general izado entre las personas de los sectores populares de la ciudad para la coccin de los al imentos, l legaba cada quince das y en cada jornada vendan 250 galones. Muchos de los usuarios pasaban la noche haciendo f i la en medio de sus gorros de lana y ruanas, debajo de las sombri l las esquivando el inclemente fr o de las madrugadas bogotanas, para a la maana siguiente preparar sus al imentos sin tener que bajar a comprar el cocinol en la bomba de gasol ina de la cal le 27 sur con carrera dcima.

Otros vecinos enviaban temprano a sus hi jos

a hacer la f i la del cocinol para luego l legar cuando este ya se estuviera vendiendo. Al l , para evitar que alguien se colara en la f i la, decidieron ordenarla pasando una soga por medio de las mani jas de los galones, garantizando que se respetara el turno. De esta manera, mientras el galn mantena su lugar, los nios jugaban bolas, c inco huecos, ftbol , algunos pocos lean o acababan la tarea o senci l lamente se aprovechaba para hacer amigos.

As como Lucero, estaban Janeth, Nubia, Catherine, Luisa Fernanda, Jos, Omar y Mireya entre muchos otros, que hoy rodean los 30, 35 y 40 aos, quienes en varias ocasiones se perdieron entre las labernt icas cal les del barr io. Todas el las como muchos otros, bajaban apresurados por las empinadas cal les, l levando las medias y los zapatos del uniforme, en una bolsa para cambiarse en la avenida, evitando que estos se embarraran y as l legar l impios e impecables a los colegios donde estudiaban, ubicados en otros barr ios y en ocasiones fuera de la local idad de San Cristbal, pues en los pr imeros aos, el barr io careca de escuela.

En las maanas se vea toda una procesin

de gente, mujeres y hombres, grandes y pequeos, unos a trabajar, otros a estudiar y algunos al rebusque diar io. Transportarse en bus, era toda una odisea, pues no haba una sola ruta del barr io y era necesario esperar aquel los que venan desde Juan Rey o la Bel leza. Por eso, la mayora de veces, la gente deba viajar colgando en las puertas de estos vehculos. Si lograba meterse dentro de los apretados corredores del bus, se deba sostener con una mano del tubo ubicado en la parte superior -s i alcanzaba- y con la otra mano, cuidar sus bolsi l los o el bolso. No pocas veces los comprimidos pasajeros, sudorosos, deban compart ir el escaso espacio interior del bus con las gal l inas, chivos -pues en esta poca, el sur or iente de Bogot contaba con una importante presencia de personas l legadas del campo- y los olores de la gente de los barr ios circunvecinos, mientras se escuchaba con algo de ronroneo, las rancheras


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picas de radio recuerdos, el 039 de Alejo Durn, las notic ias de Alerta Bogot, o las radio novelas de amor de radio Santa fe.

ah!! El transporte si era malsimo en esa

poca y no haba sino uno o dos busecitos que suban a Juan Rey. Ese si era un problema jodido. Empezamos a solucionar ese problema por peticin nuestra y logramos que se metiera la metropol i tana. Recuerdo una ocasin en la que venamos con mi seora en el bus y nos toc bajarnos en el 20 de Jul io, porque el la estaba embarazada y no se aguantaba esa incomodidad, y nos tocaba gastarnos media hora subiendo a pie.

Lucero, adems de las f i las del cocinol y de

perderse en las cal les del barr io, porque todas eran igual i tas, tambin se encontraba con sus amigos y amigas cuando era necesario i r a l lamar por

telfono. Solo haba tres telfonos pbl icos en el barr io, uno en el parqueadero, otro en el paradero y el lt imo ubicado donde hoy es la Escuela Repbl ica Alemana. La compaa era fundamental, no tanto por la seguridad sino para tener con quien charlar mientras se haca la f i la que poda durar entre media y una hora.

Luego se ubicaron unos telfonos

mensajeros, donde se podan recibir l lamadas, era comn que al estar haciendo f i la para l lamar entrara una l lamada. Por favor me comunica con la seora Claudia, que vive en la casa con portones azules cerca al poste de la luz era el mensaje, entonces se escuchaba, Doa Claudia al telfono!. Y Doa Claudia sal a corr iendo a recibir su mensaje, pues realmente comunicarse va telefnica era algo muy dif ci l .

Uso del telfono pblico Mensajero Existi un solo telfono pblico en este lado del barrio (manzanas 34, 35, 36, y 37) por lo que al momento de hacer una llamada tenamos que hacer unas filas muy largas y si haba 10, 15 o ms personas, cada una demorndose aproximadamente 3 minutos en su llamada, entonces imagnense se gastaba uno para hacer solo una llamada. Como haba lneas de telfonos en las casas entonces trajeron un mensajero acondicionado para que recibiera llamadas. Si haba gente haciendo fila y entraba una llamada se contestaba y se llamaba a quien necesitan a gritos o mandaban a los nios que estuvieran cerca para que la persona contestara. Luego de un tiempo la seora vecina del telfono envi una carta a la ETB para que se lo pusieran en el antejardn de ella y as poder cuidarlo porque cada rato lo daaban los muchachos gamines. El telfono era muy importante para la comunidad y ella en realidad no lo iba a cuidar de los gamines. Entonces ella contestaba y hacia pasar a quien solo ella quera y, adems, solo se podra usar cuando estaba la seora en la casa pues cuando sala le pona candado y no se poda usar. Los vecinos se quejaron despus ante la ETB y sacaron el telfono de la casa de la seora y lo pusieron en el poste de la zona verde quitndole el servicio de mensajero y ponindolo a funcionar con moneda. Desde ah el telfono dej de ser gratis.

Lucero

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L a c r u z a d a e f m e r a : l a I n v a s i n

Poca gente estaba viviendo en Guacamayas en 1978, ao en el que la CVP y el ICT haban acabado la mayora de adecuaciones bsicas. Esto resultaba extrao si pensamos en las largas f i las que se formaron para conseguir un formulario; pero, por otro lado, resultaba coherente con esa impresin que causaron esas pequeas casas colgadas del l luvioso y fr i cerro. Para Juan, Maria, Orlando, El izabeth que venan de los l lanos, la Guaj ira, el Hui la, Cundinamarca o algn otro barr io pobre de la ciudad, saber que al l, l legando casi a v i l lao como se deca, haba unas casas desocupadas, no era ms que un desperdicio y casi hasta una injusticia. Se enteraban por diferentes medios de la existencia de esa oportunidad. A doa El izabeth, que tenia varios hi jos y un esposo desempleado, su prima que viv a en el barr io le inform de estas diminutas casas inuti l izadas. A Orlando, un artesano que apenas consegua para al imentar a su esposa embarazada, algunos amigos revolucionarios fueron quienes le contaron. En algunas zonas de la ciudad como el Ferrocarr i l y el Pol icarpa, donde exist an personas viv iendo en condiciones de i legal idad, el rumor se expandi ms rpido y se formaron medianas cruzadas de invasin.

El 11 de octubre de 1979, como a las diez de

la maana y en medio de esa l lovizna persistente

que siempre acompaaba el cerro, l legaron las 12 primeras famil ias de invasores. A las 10 de la noche ya eran 25 famil ias y el 12 de octubre por la maana haba 70 famil ias mal contadas. Una algaraba se tom el hasta ahora aburrido y sol i tar io barr io. Se vio una procesin de televisores, mesas viejas y cobi jas que se caan y arrastraban en el afn de sus dueos por encontrar las mejores local izaciones. Los confundidos y emocionados visitantes en su ansia por conquistar alguna viv ienda desocupada alcanzaban a cruzar una que otra palabra para redefinir su estrategia de ocupacin. Se escuchaba con voz agitada conversaciones como: Mire por al l arr iba hay una desocupada; y el otro le responda: no, no, no, yo me voy a buscar algo pa bajo porque pienso poner un negocito.

Ya en la casa el paso que segua era meter la

mesa y las dems cosas y, posteriomente, colgar un trapo o una cobi ja como un smbolo de posesin, a manera de bandera de tr iunfo. Pero la conquista de una casa no se consegua con esto solamente. Haba que tener paciencia y mucha suerte. Si el invasor lograba permanecer al l ms de 30 das su lanzamiento se convert ir a en un costoso mart ir io para el adjudicatario, es decir , la persona a quien el ICT o la CVP le haba otorgado la viv ienda.

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La invasin dur apenas ocho das y la mayora tuvieron que sal ir cuando el enfurecido adjudicatario l leg o cuando el ejrcito, despus de sol ic i tar les la escritura de la casa, descubra su situacin y los expulsaba. Esa fue la poca de andar con la escritura debajo del brazo porque en cualquier momento alguna autoridad se la poda pedir.

La expulsin de

los invasores tuvo diferentes grados de intensidad a pesar de que se esperaba que predominaran las confrontaciones violentas, pues la expresin ms comn de los necios ocupantes era: ! !A m me sacan con los pies por delante!! .

Cuando Daro l leg al barr io afanado por

recuperar su propiedad, se encontr en su casa a una seora con su pequea hi ja tomando aguadepanela con un pedazo de arepa. El las no pusieron resistencia y sal ieron sin afn ni pena. Era la sexta vez que las mandaban para otra casa, le di jo la nia. Sin embargo, en otros casos el encuentro entre el adjudicatario y el invasor fue muy fuerte y las discusiones, cargadas de palabras

ofensivas, eran el pr imer acercamiento antes de que la fuerza pbl ica entrara a mediar a favor del propietario legal de la casa-lote. Cuando se l legaba al extremo, al invasor se le obl igaba a sal ir de la casa con lacr imgenos y bol i l lo. Las heridas del

alma y las f s icas quedaran durante mucho t iempo marcadas en esas personas.

Las mismas

autoridades trajeron camiones para permit ir el retorno de los invasores con sus trasteos a su lugar de or igen. Esa era una pequea muestra de compasin para los que muchas veces no tenan a donde devolverse. Regresar no estaba entre los planes de muchos porque su idea era arraigarse en algn lugar y al costo que fuera.

La pol ica y, especialmente la cabal ler a,

permanecieron en Guacamayas un mes para evitar posibles oleadas de nuevos invasores y, de paso, descubrir quien estaba organizando todo ese alboroto. Nunca descubrieron a ciencia cierta quienes patrocinaban tales cruzadas por la v iv ienda, y dentro de la Izquierda, grupo diverso al que ocultadamente se le sealaba, eran muy frecuentes las acusaciones mutuas porque ninguna

P e r s o n a s e v i ta n d o l a i n v a s i n d e u n a C as o n a y e x i g i e nd o s u a d e c u a c i n pa r a u n j a r d n i n f a n t i l


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de las premisas pol t icas que los guiaban resultaba coincidente con la idea de producir confl ictos entre los mismos pobres. La acusacin y sealamiento reciproco sobre la responsabi l idad de la invasin de Guacamayas entre los grupos de izquierda, bsicamente el MOIR y el Part ido Comunista Colombiano, se convirt ieron en una forma de desprestigiarse mutuamente. Se repeta, de esta manera, las muchas veces paral izantes disputas entre la izquierda quienes, a pesar de coincidir en lo fundamental , no eran capaces de trabajar unidos por diferencias de forma. Hoy empezamos pensar que el promotor pr incipal de la invasin de Guacamayas no fue ningn t ipo de ideologa sino la real necesidad de las personas.

El pr imer sector de Guacamayas fue el ms

afectado por la invasin. Al l exist a un buen nmero de lotes y casas- lotes sin un dueo. En el segundo sector, la mayora de las casa- lote ya tenan dueo aunque estos no las hubieran ocupado antes de la invasin.

La situacin de los invasores fue variada, del

mismo modo como lo fueron las posiciones frente a este fenmeno. Para los que en esa poca se declaraban de izquierda, la invasin del barr io en 1979 era producto de una problemtica social mucho ms amplia y, a pesar de que no incentivaban la invasin, s i comprendan la necesidad de esas personas por una viv ienda, lo que las l lev a apoyarlas e est imularlas para que lucharan ante el ICT y la CVP por la adjudicacin de las casas-lotes aun no adjudicadas o por las que los adjudicatarios iniciales no mostraban ningn

inters por ocupar. De este proceso surgi una categora de habitante del barr io: el posesionario, un trmino no peyorativo usado para cal i f icar y reconocer, de alguna manera, la lucha que algunas personas tuvieron que soportar para adquir ir una casa para su famil ia.

Todo este proceso de invasin, aunque

ef mero, tuvo dos consecuencias importantes. La primera de el las es que el barr io empez a ser definit ivamente ocupado por los indecisos adjudicatarios. Si antes eran renuentes a venir a viv ir al barr io, ahora, despus de la invasin, se les convirt i en un acto de defensa de una propiedad y de un futuro mejor para sus famil ias. Poco despus de la invasin, el barr io empez a ser habitado y desde ese instante comenzaron un paulatino y azaroso proceso de construccin y mejoramiento f s ico del barr io. De ah surgieron mlt iples amistades y compromisos personales y colect ivos.

La segunda consecuencia de la invasin es

que propici una redistr ibucin o readjudicacin de las viv iendas. Haba, en efecto, algunos pocos casos de personas no necesitadas, dueas de casas en otros lugares de la ciudad, a quienes el ICT o la CVP les haban otorgado inexpl icablemente una propiedad en el barr io. Muchos posesionarios lograron quedarse con casas de aquel los vivos personajes. En ese sentido, con la invasin se recuper de facto un poco de just ic ia para los que realmente estaban necesitados.

Al l donde haba oportunidades de acumular

capital pol t ico l legaba todo t ipo de grupos.

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Desde los grupos de izquierda (MOIR y M-19)

hasta los dir igentes de los part idos pol t icos ms tradicionales, pasando por los grupos rel ig iosos que son tambin agentes pol t icos, se peleaban el manejo de las personas que no se convirt ieron en posesionarlos y, adems, no saban a que lugar les corresponda devolverse. Alfredo Guerrero, un pol t ico tradicional, alcalde de San Cristbal y posteriormente concejal de la ciudad, se present como la tabla de salvacin de estas personas. No los invit a luchar, los invit a formar el barr io Diana Turbay una urbanizacin que naci como i legal aunque hoy ya no tenga ese carcter.

La otra opcin para

aquel las confundidas y recin expulsadas personas fue la toma del cerro de las Guacamayas o, como se conoce hoy, Parque Entre Nubes. Esta toma estuvo est imulada y apoyada por el MOIR y el M-19. La promesa de un lote propio favoreci una ocupacin presurosa de aquel la incl inada e inestable ladera. Cuando alguna famil ia sal a del barr io y se encontraba confundida, alguien le sealaba en direccin a ese agraciado cerro. Muchos se convencieron. Y su convencimiento y desesperacin los puso frente a otra confrontacin:

la confrontacin entre los colonos del cerro y los habitantes de Guacamayas, en el segundo sector especialmente.

De noche, y despus de haber merodeado

furt ivamente por los alrededores durante varios das, el grupo de necesitados invasores decida hacer su avanzada. Cargados de unas viejas picas, pesadas palas, unos cuantos prales chuecos que

sirvieran para soportar las improvisadas paredes de paroi, las famil ias iniciaban la toma de una porcin de la montaa. Se trabajaba rpido y en si lencio para no l lamar la atencin de los pr iv i legiados vecinos propietarios de las modestas casas- lote. Hacer huecos y explanar era lo fundamental para armar al l la frgi l estructura, la cual , s i se lograba mantener en pie ms de treinta das, por ley, le daba el valor de propiedad legt ima al terreno que ocupaba.

Muchos ranchos lograron permanecer en pie

ms de los treinta das que otorgaba la ley, logrndose de esa manera ocupar una importante porcin del cerro de Las Guacamayas, especialmente, la parte correspondiente al pr imer sector y San Mart n de Loba. No sucedi lo mismo sobre la porcin de loma que le da la cara al

I m a g e n a c t u a l d e l P a r q u e E n t r e N u b e s y l i m i t e c o n l a i n v a s i n d e Ma l v i n a s

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segundo sector, pues los ofendidos adjudicatarios lograron organizarse espontneamente para contrarrestar la expansin de ese naciente barr io que, posteriormente, se l lamara Malvinas.

Entre 1980 y 1982, ao en el que ocurri la

ult ima y fal l ida toma, la mayora de adultos prest guardia nocturna en el cerro de las Guacamayas. Un radio, un t into preparado por la esposa y, de vez en cuando, el machete o la pistola, eran la compaa de los consagrados centinelas. Quienes habitaban ms cerca al cerro permanecan ms vigi lantes y eran quienes tambin se enfrentaban ms directamente con los invasores. Cuando el centinela de turno descubra la avanzada de un grupo de ocupantes, presurosamente, corr a ladera abajo para convocar a sus amigos, que si no era muy tarde seguramente estaban calmando la sed en la cantina de siempre. La noticia era todo un acontecimiento. Todos se enteraban y se sentan obl igados a part ic ipar de alguna manera en la defensa de este fragmento de cerro que, a pesar del poco t iempo de estada en el barr io, era ya uno de los hitos ms respetados y queridos.

Solos, o acompaados por la fuerza publ ica,

los habitantes del segundo sector lograron replegar y expulsar las famil ias invasoras. Sucedieron enfrentamientos violentos, con heridos y muchas ofensas que aun recuerdan los dos bandos de esta, pequea pero signif icat iva, disputa. No bast que en los ranchos se izara la bandera de Colombia, con la que se peda un poco de respeto y consideracin. Ms relevante era defender la integridad del barr io. Todos, s in excepcin, estuvieron en desacuerdo con

la constitucin de un asentamiento i legal justo al lado Guacamayas pues consideraron que traera muchos problemas de inseguridad e, incluso, de contaminacin. La defensa de la montaa, que los invasores consideraban como una expresin de intolerancia y egosmo absoluto, para los habitantes de Guacamayas signif ic la defensa por un futuro con unas mejores condiciones de vida.

Sin embargo, no todo fue enfrentamiento.

Ocasionalmente, algunas personas de Guacamayas se ponan en la situacin de los invasores y lograban darle una interpretacin ms amplia a la problemtica, s in que esto implicara desistir del empeo por evitar la expansin de las Malvinas. Este acercamiento no violento terminaba algunas veces en concejos sobre donde si poder invadir .

Dos aos de si lenciosas incursiones

nocturnas y ruidosas expulsiones diurnas, dieron como resultado que 33 famil ias lograran, f inalmente, ser aceptadas sobre este costado del cerro. Una cerca de alambre sel l el confl icto y los nuevos vecinos adquir ieron el compromiso de convert irse en barrera para posibles ulter iores avanzadas sobre el cerro.

Esa fue una de las pr imeras formas de

integracin en Guacamayas. La defensa de la montaa, como comnmente se denomina al cerro, fue una oportunidad para empezar a conocer los vecinos. Otros lazos se haban tej ido entre el los, por ejemplo, cuando se construa la casa, pero esta fue, s in duda, la ms amplia y s ignif icat iva en esos primeros aos. Vendran despus otras formas de

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integracin, esta vez, a travs de la protesta reclamando por el mejoramiento de los servicios

pbl icos.

Personas t raba jando y aprop indose de la

montaa


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S e r v i c i o s P b l i c o s y O r g a n i z a c i n P o l t i c a C o m u n a l

G u a c a m a y a s c o m o l u g a r p a r t i c u l a r d e l a p o l t i c a

En 1978, bajo el gobierno de Turbay Ayala, surgen en los cerros or ientales y como parte de una pol t ica de vivienda nuevas manzanas urbanas en Bogota. Esta se convirt i en posibi l idad de habitacin para muchos desprendidos de sus t ierras de origen por variadas circunstancias, una de el las la migracin impulsada por La Violencia sucedida entre los aos 50 y 60 o, s implemente, por la bsqueda de mejores condiciones de vida en la ciudad. Este era el momento en el que un nuevo proceso pol t ico part icular naca en la capital , en Guacamayas. Los pobladores de este barr io en forma de colmena fueron y son herederos de las guerras bipart idistas y la persecucin a los comunistas.

La carencia de las condiciones bsicas para

que la poblacin de Guacamayas estuviera conforme, hizo desarrol lar una signif icat iva act iv idad pol t ica, l lena de tensiones y confrontaciones sanas y tambin dainas, que estuvo atravesada desde el pr incipio por las herencias o f i l iaciones partidistas que posea cada habitante del recin inaugurado barr io.

Los servicios pbl icos eran la carencia ms

visible, as desde el ao 79 hasta el ao 96, este ha sido un problema que atraviesa la histor ia del

barr io Guacamayas, de tal forma que la lucha por las condiciones de vida urbana emprendida por sus habitantes, constituye la historia de la consol idacin del barr io. En esta histor ia, los habitantes y actores pol t icos han sido partes fundamentales; sus diferentes manifestaciones pol t icas l levaron a expresar de manera part icular algunos problemas generales de nuestro pas,

Democracia representativa y bipartidismo

En 1979 el seor Alfonso Lpez, un l iberal

reconocido, se constituye como el pr imer presidente de la Junta de Accin Comunal de Guacamayas; y al mismo t iempo alguien singular surga: Abdenago Crdoba. Aunque en la comunidad lo quieren, lo defienden, lo atacan, l es un vecino que recorr i 15 aos de trabajo pol t ico, o comunitario como se le l lama en esta poca. Lleg al barr io como muchos otros adjudicatarios en 1979, aunque algunos vecinos, que no lo conocen bien probablemente, af irman que l es posesionario, como se denomin a las personas que invadieron e hicieron legal su viv ienda posteriormente. De origen campesino, provena de Pacho Cundinamarca, a sus 16 aos part i de su pueblo con rumbo Bogota, donde aprendi el

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oficio de la zapatera, v iv i en diferentes barr ios como: Marco Fidel Surez, Las Ferias, Estrada, antes de l legar a Guacamayas.

Don Crdoba,

como la mayora de vecinos lo l laman, encontr el barr io con muchas dif icultades

relacionadas, pr incipalmente, con los servicios pbl icos. Al darse cuenta de los problemas del barr io, Abdenago Crdoba comenz a trabajar rodeado de un grupo de amigos, en especial don Pedro Vargas, con quienes, adems de ser

vecinos, compart an su mil i tancia pol t ica en el part ido comunista. Con el trabajo que real izaron durante el ao de 1979 lograron ser elegidos, al ao siguiente, como direct ivos de la Junta de Accin Comunal, s iendo desde este momento personas reconocidas y controvert idas del barr io.

Desde esta poca hasta hoy, las fuerzas

pol t icas del barr io se han caracterizado por la continuidad en trminos de los representantes y quienes emprenden proyectos. Siempre ha exist ido una manera de hacer pol t ica, que est estrechamente relacionada con los acontecimientos de la ciudad y el pas, pues en este barr io hemos tenido el "orgul lo" de recibir a una serie de

afamados pol t icos que han dejado huel las en el paisaje de nuestro barr io, con una que otra accin gestionada por la junta de turno. Esa es la pol t ica que ha servido para algunas obras y adems para elegir algunos de los actuales dir igentes, tanto de la ciudad como del pas.

Pero existi un ejercicio pol t ico paralelo a

las formas de cl ientel ismo; un ejercicio pol t ico, cot idiano e invisible, que se ha venido perdiendo lentamente desde los 80 hasta este nuevo siglo, basado en la sol idaridad, el compadrazgo y la amistad, de lo que muchos se enorgul lecen y lo mencionan con cara sonriente.

Desde la l legada al barr io uno a uno sus

habitantes se ayudaron. Si alguien, como don Romn Gmez, l legaba una tarde a cuidar su pequea casa, la seora que primero haba l legado a su manzana, le prestaba una cobi ja para que l pudiera cumplir su cometido. De igual manera, suceda cuando el adjudicatario l legaba a instalarse definit ivamente en su casa pues los vecinos se apresuraban a ayudarle con la instalacin del agua, ya que los lotes los haban entregado sin la acometida f inal , o se ofrecan para ayudar con el trasteo. Estas relaciones perduraron y no era raro que en la casa de Lucero golpearan en cualquier momento del da, para pedir prestado desde una pala, un mart i l lo, hasta un poci l l i to t intero de aceite, sal o azcar. Tambin fue frecuente hacer recolectas para dar cr ist iana sepultura, como pregonaban los micrfonos, a los difuntos del barr io. En esos momentos las relaciones eran mucho ms estrechas y esto permit i que cualquier

U n a l m u e r z o e n u n d a d e t r a b a j o d e l os v e c i n os

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problema o carencia generara unin y pertenencia, faci l i tando el apoyo a la organizacin pol t ica del barr io. Eran t iempos l indos como menciona Lucero, duros y verr iondos como dice don Sarmiento.

En estas relaciones estrechas, en cada cal le

se fueron organizando las formas colect ivas e individuales de mejorar el barr io, cada famil ia comenz a adecuar su casa lote, a sacar t ierra, ampliar y arreglar sus viv iendas. Al mismo t iempo, los seores de la Junta continuaban trabajando colect ivamente por el barr io y por lograr unas dignas condiciones de vida en la ciudad lo que signif icaba mejorar y adquirir los servicios del agua, la recoleccin de las basuras, la educacin, el cocinol , la recreacin, el deporte, la cultura y la seguridad. Cada uno de estos, un problema y un motivante para los l deres que fueron surgiendo, cada uno encargado de un solo problema y con un comit, para hacer las respectivas gestiones.

Pero dentro de este agradable panorama que

muestra como los pobladores de Guacamayas se fueron organizando y cambiando las condiciones f s icas y sociales del barr io, se hicieron tambin, vis ibles los confl ictos aspecto inherente a la pol t ica, como forma de cambiar y mejorar las condiciones de vida- , en este caso los relacionados con la infraestructura, es decir , las vas, las peatonales, los escenarios deport ivos, las zonas verdes.

Todos estos procesos que se han dado a lo

largo de casi ya dos dcadas y media, no serian

posibles sin que en el barr io, existiera gente emprendedora y agobiada por las necesidades cot idianas; es aqu donde toma importancia destacar algunas organizaciones y sus actores mas reconocidos,

Ya comentamos que nuestras dos primeras

juntas estuvieron l ideradas por don Alfonso Lpez, ya fal lecido, y Don Crdoba, cada uno apoyado por diferentes expresiones pol t icas. Alfonso Lpez era apoyado por los l iberales y Crdoba por algunos mil i tantes del part ido comunista. Este lt imo ha sido el l der mas reconocido, pero no siempre fue as . En sus pr imeros aos de act iv idad pol t ica fue sealado junto con sus amigos de querer hacer de Guacamayas una pequea Cuba, fuimos sealados pero cuando la gente vio el trabajo se le fue olv idando lo de comunista y empez a apoyarnos, dice Don Crdoba.

En el perodo de 1980-1990 se dieron

bastantes luchas por lo que hemos l lamado las condiciones de vida urbana, pues muchas veces el barr io dur cerca de una semana sin agua, los dir igentes de la junta, hacan todas las gest iones pert inentes, las cartas y l lamadas al acueducto, y la empresa no responda, por tanto la comunidad decidi tomar acciones de hecho. Ese fue el caso de la retencin de algunos carro tanques del acueducto por el lapso de 12 horas t iempo en el que restableci el servicio. Este problema fue solucionando en 1984 con la inauguracin del proyecto Chingaza, como lo recuerda don Benigno Mart nez.

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Otro problema que l lev a estas acciones fue la falta de recoleccin de la basura, en este t iempo de la empresa EDIS. En efecto, esta ext inta empresa distr i tal no recoga la basura y el barr io se encontraba l leno de basureros improvisados en sus zonas verdes. Por esto, un da la comunidad desesperada y despus de haber hecho toda las peticiones posibles, decidi arrojar la basura a la va Vi l lavicencio para obl igar la vis ita de los carros recolectores y abrir el paso para permit ir el transito hasta Juan Rey. Meses despus fue instalado el container, un servicio incmodo y desagradable para los nios de este t iempo, que en su mayora eran los que transportaban la basura desde las viv iendas de todo el barr io hasta el paradero del segundo sector donde ubicaron el famoso y repulsivo container.

Igualmente se recuerda el bloqueo de la va

Vi l lavicencio durante tres das por la carencia de transporte, accin de donde surge la empresa Ucolbus luego de las negociaciones real izadas, con presiones como la quema de un carro, en la cual

estuvieron presentes miembros de la alcalda. De esa forma se empez a mejorar el transporte.

Este t ipo de

acciones se real izaban paralelamente a las formas tradicionales de hacer la pol t ica en nuestra ciudad y en nuestro pas. La pol t ica cl ientel ista segua en el barr io, pues en ese momento era la otra forma de conseguir mejoras, por esto aparecan personajes como Dimas Rincn Parra, quien asign las part idas para una va peatonal que

l leva su nombre. Como este hubo variados casos donde la comunidad se uni, rode a un concejal de la poca o algn pol t ico en campaa a f in de conseguir una part idita para hacer una pequea obra. Tambin a travs de la autogestin y la auto construccin se reformaron muchas de las peatonales que hoy se encuentran ampliadas o en buen estado.

Una larga l ista de visitantes t iene

Guacamayas: Ernesto Samper, Santof imio Botero, Dimas Rincn Parra, Pez Espit ia, Carlos Ossa Escobar, Jairo Acosta, Telsforo Pedraza, Puyo Vasco, Alvaro Leyva, Duran Dusan, Forero Fetecua, Jairo Acosta, Roberto Camacho, Enrique Pealosa.

C e r v e z a , d i s cu r s os y p r o m es a s . U na e nt re m u c h a s v i s i t a s p o l t i c a s

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Estos personajes, a quienes muchos habitantes les rendan una pleitesa indigna, venan a prometer vas, telfonos, becas, entre otras cosas. Esta nutr ida l ista de pol t icos nos deja entrever como Guacamayas fue considerada como una plaza electoral .

Entre 1986-1987 aparece el comit

bipart idista, conformado por mujeres y hombres, que vean en la Junta, integrada por algunos comunistas, una mala inf luencia para el barr io. En este comit se hace una divisin de act iv idades entre mujeres y hombres: el las en su mayora se dedicaron a los trabajos de pro-templo mientras el los prestaban la seguridad al barr io. Una de las mujeres que ms se destac durante estas dos dcadas fue Ana Quintana, ms conocida como doa Anita, presidenta de la junta en 1989, quien adems organiz un grupo femenino, l lamado Asociacin Obrera de Integracin Femenina, que estaba relacionado con la venta de cocinol . Este grupo se desintegr con el f inal de la venta de este combustible en 1994-1995 determinado por la l legada del gas natural domici l iar io.

Durante esta primera dcada, la pol t ica se

hizo en tres niveles como lo hemos mencionado hasta este momento: pr imero, el nivel de las acciones de sol idaridad y de la inmediatez; el segundo, el del c l ientel ismo que signif icaba la oportunidad de conseguir una part ida para real izar a cambio de apoyo pol t ico; y un tercero, el del ejercido por personas que relacionaban las necesidades que se tenan y eran comunes para todo el barr io, con la situacin del pas y del

mundo, un ejemplo de estos, tuvo lugar alrededor de la Escuela Republ ica Democrtica Alemana, sobre la cual se hablar mas adelante.

En 1991 la reforma constitucional le dio un

nuevo panorama a la pol t ica de la ciudad y el barr io. Se instaur la eleccin popular de alcaldes y edi les, se iniciaron algunas reformas a la part ic ipacin y, por ult imo, empezaron a operar Organizaciones No Gubernamentales (ONGs). Todos estos elementos hicieron que aquel las diferencias entre bipart idistas y progresistas, empezaran a pasar a un segundo plano, s iendo ahora el debate entre trabajo pol t ico tradicional y trabajo part ic ipativo y social mucho ms importante.

Aqu aparecen nuevos actores que venan de

t iempo atrs pero sin un alto reconocimiento, el comit pro-templo se consol ida ayudado por misiones redentorista y por la hermana Claudia, una persona querida, defendida y atacada, al igual que otros actores pol t icos. El la es una vecina rel ig iosa que se ha dedicado al trabajo social, rodeada de algunos vecinos.

As aparecen las nuevas tensiones entre el

poder tradicional que consolid el barr io y las nuevas visiones de la pol t ica, emprendidas por nuevas generaciones inquietas. Se puede asumir que algunos vecinos del antiguo comit bipart idista sin proponrselo han empezado a trabajar junto a pro-templo, muchos de el los son abuel i tos o adultos mayores y t ienen una gran voluntad de seguir trabajando por el barr io.

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El otro sector muy consol idado es el que

rodea la Junta de Accin Comunal, conformado por seores, tambin mayores, y quines impulsaron a don Crdoba a lanzarse en 1996 como candidato a Edi l , quien result siendo elegido despus de un largo trabajo ya mencionado. Para este sector es

dif ci l manejar nuevas propuestas en el barr io sino trabajan para el los.

O t r a f o r m a d e r e u n i n p o l t i c a . L a p r o t e s t a p a r a e x i g i r l a m e j o r a d e l o s s e r v i c i os p b l i co s


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E l p r i m e r g r a n p r o y e c t o : L a E s c u e l a

Para Viviana y su hermano ir a estudiar representaba hacer toda una travesa. Sal ir temprano y caminar con dif icultad sobre las enlodadas cal les de Guacamayas era solo el pr incipio de un largo camino. Luego, atravesar, la v a por donde el l lano se conecta con la capital de pas. Grandes camiones cargados de diferentes productos se vean pasar mientras haba posibi l idad de cruzar la avenida. Cinco minutos recorr iendo un sol i tar io y no menos resbaloso potrero hasta que, por f in, se l legaba al 20 de jul io. Bajar a la escuela resultaba fci l . El camino de vuelta para subir al barr io, por el contrario, era una agotante cruzada.

En Guacamayas no haba escuelas y el

recorr ido que Viviana tena que hacer con su hermano menor lo repetan muchos nios y nias diariamente. El country, San Is idro y el 20 de Jul io eran los destinos de los estudiantes; solo en esos antiguos barr ios, nacidos incluso antes de los aos 50, podan el los estudiar.

La escasez de servicios educativos era

grande en el sur oriente. Otros barr ios fundados con anterior idad y mucho ms alejados del casco urbano consol idado tambin carecan de centros educativos. El crecimiento espontneo e i legal de algunos de esos asentamientos arrastraba a los ingenieros y arquitectos populares a dejar

aplazada, por lo menos inicialmente, la idea de una escuela o colegio. En Guacamayas, que era un proyecto legal y del Estado, sin embargo, la idea de una escuela se neg desde el mismo diseo. El proyecto austero y tacao de urbanizacin de normas mnimas de servicios consider que una inst i tucin educativa, un centro deport ivo, un saln comunal o un jardn no eran servicios bsicos.

C a s o n a a p a r t i r d e l a c u a l se c o n s t ru y l a E s c u e l a R D A

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El problema de ausencia insti tucional fue tan cr t ico en el sur oriente que sobre esta bandera naci un Comit Amplio de Padres de Famil ia del Sur Oriente, conformado por habitantes de: Altamira, Los Alpes, Guacamayas, Moralba, Quindo, Libertadores, La Bel leza, Juan Rey, Bel lavista, El Consuelo, Canad, Londres, La Flora, entre otros. El objet ivo de este comit rebasaba las exigencias por centros educativos y en sus comunicados se hacan concienzudas peticiones sobre los servicios pbl icos, en general , y en el transporte muy especialmente. El Comit fue una val iosa fuerza pol t ica y la comprensin que evidenciaban de los problemas que afectaban al sur or iente no era part icularista. Adems de exigir c iertas condiciones de bienestar, denunciaron enrgicamente el estado de sit io, el Estatuto de Seguridad, hasta la intervencin de los Estados Unidos en la pol t ica y la economa colombiana.

El Comit Pro-Defensa, conformado a

mediados de 1979, coincidi y part ic ip en este Comit Amplio de Padres de Famil ia del Sur Oriente. Este fue el pr imer grupo dentro de Guacamayas que reaccion frente a la carencia de una escuela. Adems de la necesidad desbordante, exist a en el barr io un edif icio que podra ser readecuado para servir de escuela; este edif icio era la casona u hogar de paso, que ya pareca vieja en esa poca. El ICT haba construido cuatro estrechos edif ic ios con el f in de albergar momentneamente las famil ias que iban edif icando su lote. Este inocente ideal nunca se cumpli y las casonas empezaron a ser invadidas de la misma forma que se hizo con las casa- lotes. La casona junto al parqueadero no

estaba completamente ocupada y la iniciat iva del comit Pro-Defensa fue hacer todo t ipo de contactos y sol ic i tudes ante la Secretaria de Educacin del Distr i to Especial , en ese entonces, y la CVP, para permit ir el funcionamiento de la escuela de Guacamayas en esa edif icacin. Reuniones, cartas, peticiones verbales, etc. fueron algunas de las vas para convencer gradualmente a los funcionarios de la necesidad y de la posibi l idad de real izacin de ese proyecto. Vas de hecho tambin fueron empleadas tales como tomas, marchas e impedir la l legada de ms ocupantes a la casona. Nios, nias y personas de todas las corr ientes pol t icas convergieron en este proyecto,

P r i m e r a v i s o d e l a E s c u e l a D i s t r i t a l R e p ub l i c a D e m o c r t i c a A l e m a n a

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dejando de lado, por lo menos por un momento, los sealamientos y descal i f icaciones.

A la postre el edif ic io fue cedido a la

comunidad y desde ese momento en adelante empezaron una serie de act iv idades con el f in de recolectar algunos recursos econmicos para la adecuacin. Rifas, bazares, f iestas y mucho trabajo voluntario de los habitantes de Guacamayas, fueron las estrategias para transformar la casona en escuela. Poner tableros, romper algunas paredes, instalar baos fueron los trabajos iniciales.

El pr imer nombre que

recibi la hoy l lamada Concentracin Distr i tal Alemania Unif icada fue el de Republ ica Democrtica Alemana, en conmemoracin de la porcin social ista de la dividida Alemania. Aquel nombre fue una declaracin pol t ica que, curiosamente, gust en la Secretaria de Educacin del Distr i to y levant algunos recelos en Guacamayas. Una voz alarmista e intolerante, transmit ida a travs de parlantes chi l lones, despert a los vecinos un

domingo por la maana, advirt indoles sobre la penetracin del comunismo. La amenaza con el inf ierno y la condena divina fueron otros de los argumentos de los reaccionarios opositores. Para la mayora de las personas, que estaban

agradecidas y valoraban profundamente la existencia de la escuela, esa advertencia no fue tenida en cuenta. El nombre trajo beneficios. En una primera etapa la embajada de RDA otorg varios recursos y trabajos especf icos de adecuacin de las instalaciones; en una segunda fase, despus de la cada del muro de Berl n, la embajada de Alemania Unif icada aport muebles de of icina y televisores.

La escuela RDA abri

en 1980 con el cupo completo. Aproximadamente 300 estudiantes distr ibuidos en todos los grados de primara empezaron a estudiar estrecha pero fel izmente en el pr imer aos de funcionamiento. Desde

ese momento y con mucho trabajo de varios l deres la escuela ha venido mejorando.

L a R D A e n l os 8 0 s


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La Escuela Republica Alemania Unificada

All por el ao 1978-79 nos trasladamos a vivir a nuestras futuras edificaciones incipientes, una piecita, una cocina con un mesn donde colocar la estufa a gasolina, un bao a continuacin y un lote vaco al frente y atrs de dicha construccin. Este era plan de vivienda que ofreca el gobierno Nacional por intermedio de la Caja de Vivienda Popular. En estas condiciones la caja previ la construccin de cuatro casonas llamadas transitorias donde los vecinos podan ir a vivir mientras terminaban de edificar. Eran muchas las necesidades de la poca. No haba telfonos, el transporte era malo y no haba escuelas pblicas en el barrio y los nios se enfrentaban al peligro de cruzar la avenida Villavicencio todos los das para asistir a clase. Este es era el problema ms sentido para las personas que venan con su familia.

El comit Pro- defensa de Guacamayas empez a trabajar en ese sentido y, coordinando con las trabajadoras sociales en la Caja, se llev a cabo la solicitud de dejar una de las casonas para tal fin. Posteriormente, se consigui otra para el jardn infantil dando la intervencin a Bienestar Social, su manejo y adecuacin. La otra casa se demoli y all qued la iglesia y la ltima sigue siendo una vivienda.

Un da en la reunin del Comit Amplio del Sur oriente, que funcionaba en Altamira, nos enteramos que la secretaria de educacin visitara la localidad la siguiente semana. Se nombr una comisin para realizar dicha gestin. Logramos contactar a la secretaria y se comprometi a nombrar un director inicialmente para las matriculas y luego los profesores.

El comit organiz basares, rifas y se pidi la colaboracin de la comunidad para hacer la adecuacin. Logramos realizar la inauguracin en el trmino ms cercano, con la presencia de una comitiva de la Secretaria de Educacin Distrital y le colocamos el nombre de Republica Democrtica Alemana. La secretaria haba acabado de llegar de Cuba en una visita que hiciera como funcionaria y qued encantada de la isla por el esfuerzo que hacan en relacin con la educacin, cuando se le dio el nombre ella no dud y as se le coloc!!!.

La dotacin fue otro esfuerzo de la comunidad. Los que saban carpintera ayudaban en la improvisacin de tableros, los otros albailes ayudaban a construir sillas y pupitres.

Al realizar el intercambio cultural con Alemania y especficamente con Berln oriental, se nombr una escuela, la numero 42, que sera la padrina de nuestra institucin. La brigada de los alemanes era muy entusiasta, venan con herramientas a tratar de embellecer la escuela.

Ellos organizaron un basar en el Norte cobrando en francos y recaudaron alrededor de 20.000 francos. Todos estos recursos se lo dieron por contrato a un constructor para ponerle baldosn a los salones y hacer una cachucha que protegiera a los nios de la lluvia en la formacin. Tambin dibujaron en la pared la bandera de la RDA y el uniforme de educacin fsica llevaba los colores de la bandera de esta republica.

Con motivo de la celebracin de los 450 aos de fundacin de Bogota y los 750 aos de Berln hubo un intercambio de dibujos entre los nios de la RDA y de la escuela 42 en Alemania alusivos a estas celebraciones.

Se organiz un acto con el fin de invitar al embajador y su comitiva pero no pudo venir por la violencia que se desarrollaba por esos das y los atentados que haban iniciado una ola de terror. Los actos de todas maneras se llevaron a cabo, presentndose una muestra gimnstica donde se formaron los motivos de la celebracin (450 aos de Bogot y 750 de Berln). Un coro de nias de otro sector cant en


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alemn una oda, dirigida por una profesora que manejaba el idioma alemn. El intercambio de dibujos fue un xito y la embajada invit a los ganadores a un almuerzo con nios alemanes en la embajada. Hubo muchos regalos y una integracin muy especial. Los alumnos de la escuela alemana nmero 42 de Berln estaban trabajando con papel de reciclaje para recolectar fondos y poder invitar a un nio de la escuela RDA a Berln, pero parece que no fue posible por los costos tan elevados del transporte areo. Posteriormente, no hace mucho tiempo, y con la cada de del Muro de Berln y la unificacin de las alemanias, decidieron cambiar el nombre por Centro Educativo Distrital Alemania Unificada.

Pedro Vargas

C e l e b r a c i o n e s e n l a E sc u e l a D i s t r i t a l R D A c o n m o t i v o d e l a n i v e r s ar i o d e f u nd a c i n d e B o g o t a y B e r l n


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C a m b i o s d e l e n t o r n o y l a s c o n d i c i o n e s d e v i d a

Guacamayas se ha hecho camino al andar, todo ha cambiado hasta el modo de pensar de algunos de sus habitantes que, junto a los problemas, emprendieron sueos, de los cules hoy algunos son real idad.

Dnde se ven los sueos

hechos real idad de todos aquel los que algn da l legaron con sus trasteos y con unos corazones l lenos de i lusiones?. Guacamayas de 1979 no es la misma del 2003, esta se ha trasformado y esto se muestra en los relatos de cada habitante, yo reacuerdo aquel la cal le en recebo, yo tambin recuerdo el barro, del paradero. Esto hoy no es as , los cambios han sido producto de dos dinamizadores de este lugar: las ganas de los habitantes por mejorar el entorno tanto publ ico como privado y la cultura cl ientel ista de nuestros pol t icos.

Guacamayas era una

eterna red casi labernt ica de casas en cubo, acompaadas de altos pastizales tanto en sus

frentes como en sus entre casas. Se poda caminar el barr io sin observar una casa singular, todas eran iguales, las cal le variaban por la pendiente, todas tenan canales hechas en tubo gres. La disposicin de las casas unas al lado de otras conformaban

escaleras interminables sobre las cuales los nios jugaban al subir a sus terrazas.

Lentamente empezaron a

cambiar las puertas de tr iplex por portones de diferentes de colores, elaboradas por los distintos vecinos ornamentadotes, como don raf i ta, don Fernando y don Acevedo. Una que otra ropa tendida se mova con el v iento en algunas casas, ya se notaba que algunas personas viv an en estas. Cada da aparecan nuevas carret i l las transitando por las angostas cal les cargadas de t ierra, la t ierra que obstacul izaba las sal idas de las casas. El transporte lento de carret i l ladas de t ierra hacia que poco a poco los montculos verdes al frente de cada casa se fueran desvaneciendo y el lugar donde hoy est el pol ideport ivo se fuera l lenando de t ierra al igual que el paradero y la

zona verde de los eucal iptos cerca a ayacucho.

L a r e u n i n m s i m p o r t a n t e d e a l g u n os d o m i n g os : e ch a r l a p l a n c h a

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Se empezaron a ver las primeras chambas, zapatas, columnas y v igas, todas estas palabras de construccin muy populares para todos los habitantes de este t iempo. Este era el paisaje al inter ior de nuestro barr io desde su fundacin hasta mas o menos 1985.

De este ao en adelante comienzan ha verse

las fuertes ampliaciones de las casas; ya no eran casitas en cubo de 6x3, ahora haba casas de 6x12 y tenan columnas proyectadas para un segundo piso. Los sueos se empezaban a hacer real idad, el comercio ya se haba consol idado exist iendo varias panaderas y t iendas donde en aquel t iempo se f iaba a muchos y en cantidad.

Las peatonales se empezaban a adaptar para la subida de las carret i l las que recorr an el barr io desde los dos parqueaderos donde f inal izaban las dos vas pavimentadas principales, el de la escuela y el del pol ideport ivo, lugares donde se descargaban los materiales.

Con estas adecuaciones para lograr

trasportar los materiales empezaron a desaparecer las canaletas, en las cuales los nios ponan a rodar sus carros. Estas fueron tapadas para tener mas espacio, creando as algunos problemas de inundaciones, pero esto no importaba, pues alguna gente deseaba su cal le amplia, como las de otros barr ios ! . En los f inales de la dcada de los 80 ya se vea desde la 22 sur con dcima o desde el centro de la ciudad, un nutr ido numero de casas de dos pisos en el barr io Guacamayas.

Ya el pol ideport ivo pasaba de ser un

terrapln o rel leno a una cancha deport iva donde la gente iba a jugar microfutbol y baloncesto; al l la gente empez a organizar campeonatos, y as se fue consol idando un pequeo ncleo comercial y de encuentro para la comunidad, un poco similar al paradero pero menos concurr ido.

Se haba superado la problemtica de

invasin de la cuchi l la Guacamayas; ya varias campaas de reforestacin se haban real izado en la loma y en algunas zonas verdes, la mayora en pinos, tambin se abri una va sobre la ladera infer ior de la cuchi l la guacamayas o loma como la mayora de vecinos la l lamaban, ahora Parque Entre Nubes.

L a e c o n o m a n a t u r a l . T o d os a y u d a n p e r o n a d i e c o br a

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Ya las carret i l las con material no eran tan

frecuentes, pero sol an bajar en el las enfermos hasta los parqueaderos; ese fue el caso de la seora Marta la cual era transportada en carret i l la por su esposo, Mario Gi l . De aqu surge la necesidad de seguir ampliando las vas y adecundolas para que en estas transitaran carros l iv ianos.

Este fue todo un proceso de adecuacin

guiado por la construccin comunitaria, las discusiones, los consensos, algunas demandas por la invasin del espacio publ ico, las demoliciones, las recolectas para autof inanciacin y, por ult imo, el concreto, eso si bien rendido para que siempre alcanzara para un metro mas de va.

As se logro unir los dos parqueaderos, el de

la escuela y el del pol ideport ivo, por medio de unas angostas vas de entre 3.50m y 2.30m, esto fue un trabajo real izado por los vecinos de este sector. Esta obra, guiada por las necesidades, trajo un cambio en la comunicacin y los f lujos entre el pr imer sector y segundo, pues aunque esta no tenga altos f lujos de transporte, es la nica conexin auto motor entre los dos sectores del barr io sin sal ir a la avenida Vi l lavicencio.

Gracias a las gest iones de las juntas de turno

y a las part idas o asignaciones, se logr pavimentar cinco tramos de vas, uno es el tramo que cubre desde la avenida Vi l lavicencio -pr imera entrada al barr io subiendo por los eucal iptos- hasta l legar a la pata de la cuchi l la, ste tramo era como la mayora

de las vas hoy pavimentadas: t ierra, un suelo negro que por la escorrenta y falta de vegetacin se fue arrastrando pendiente abajo entrando en los sifones y sumideros de la va Vi l lavicencio o San Isidro. Los otros tramos se fueron arreglando en esta poca. El segundo de el los est ubicado a un lado de la escuela; el tercero, a un lado del pol ideport ivo; el cuarto, al lado del parqueadero con la pendiente mas pronunciada, terminando en la t ienda de don Jos y, el ult imo, el tramo del antiguo paradero de las busetas Coodintra.

As el barr io cambi su imagen. Sus casas de

un piso eran lo ms frecuente aunque al mirar las cal les sobresal a una que otra casa de dos pisos, eso s todas con fachadas en ladri l lo cosido, bloque, o ladri l lo Santa Fe, muy conocido por los vecinos. El conjunto se defina por fachadas en obra negra, con pequeos antejardines, ocupados por arena, gravi l la y ladri l lo, con ornamentacin en color gr is o rojo anticorrosivo. Estas fachadas se fueron adecuando y, en todo, este proceso de construccin siempre part ic iparon los maestros del mismo barr io. En efecto, este fue un camino de autoconstruccin, donde muchas casas quedaron sobrecargadas de hierro y cemento, siempre con el objet ivo de tener una casa de varios pisos como la que cada vecino tenia en sus sueos. En este momento, pr imeros aos del noventa, pocas, muy pocas en verdad, eran las casa que aun permanecan como haban sido entregadas en aquel enero del 1979.

El barr io tomaba nuevamente una cara; esta

vez luca un poco ms verde, tanto los pinos y

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algunos rboles nativos de la loma y las zonas verdes ya empezaban a crecer y el barro de las vas que haba sido constante durante los 80 empezaba a ceder, entre 1991 y 1992 se inicia uno de los mayores cambios en la poblacin y en la construccin de algunas viv iendas y el estancamiento de otras.

Como ya se ha comentado, en Guacamayas

viva un gran numero de empleados pbl icos y en primeros aos de los 90 el los empezaron a ser despedidos, indemnizados o pensionados. En este momento las casas que no tenan doble planta, fueron ampliadas y, paralelo a esto, sus fachadas arregladas, con los dineros recibidos en sus respectivas l iquidaciones, muchos pensando en arrendar el pr imer piso o poner negocios como estrategia para las nuevas condiciones de desempleados.

Otros teniendo sus casas ya adecuadas y en

proceso de adecuacin las vendieron y se fueron a otros barr ios, as l lego una segunda y nueva poblacin de vecinos de diferentes or genes. Estos nuevos habitantes en su mayora mas jvenes, junto a la segunda generacin, es decir , los hi jos de los dueos, fueron ocupando los nuevos metros cuadrados construidos. As , proporcionalmente a los nuevos metros cuadrados de autoconstruccin, fue apareciendo una nueva poblacin en la misma rea del barr io, pero sobre mas metros cuadrados de autoconstruccin y equipamiento urbano.

En este mismo t iempo aparecen los salones

comunales, gest ionados por la junta de accin

comunal, se mejor la escuela entre la junta y la asociacin de padres, tambin se dieron los pr imeros intentos por pasar de una enramada l lamada capi l la, a una construccin que permit iera las reuniones de los fel igreses, gestionada por el comit de pro-templo.

Desde 1993 al 1997 ya la gente no era la

misma y se haban ido muchos, dejando algunos sueos real izados, que otros vendran a ocupar. Bajo esta reapropiacin del barr io aparecen nuevas mejoras y el conjunto de este, en cada cal le se caracteriza por casas de d

historia barrio las guacamayas

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