hipocampo de oro

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La casa de la señora Glicina era pequeña y limpia. En la aldea de pescadores ella era la única mujer blanca entre los pobladores indígenas. Alta maciza, flexible, ágil, en plena juventud. Mas la señora Glicina no era feliz: viuda y estéril Un día apareció un barco extraño, llego a la orilla en el crepúsculo con un gallardo caballero. Aquella no el pernocto enla casa de lo señora. Durmió con ella sin que ella le preguntara nada, porque ambos tenían la conciencia de que eran el uno para el otro, se confundieron con un beso, y al alba, la dorada nave se perdió en la neblina. Aquel amor breve fue como la realización de un mandato del destino. Y la señora Glicina fue desde ese momento la viuda de la aldea. Pasaron tres años, caminaba la viuda por la orilla de la playa. Ya se ponía sol, caía la noche. Entonces un animal rutilante surgió entre las aguas agitadas y, en las tinieblas. Y empezó a llorar desconsoladamente. - “¿Por qué eres tan desdichado señor?- interrogó la viuda- Un rey bien puede decirle a sus súbditos que le de todo lo que tienen pero no la felicidad. Si mis siervos supieran que su rey podía tener deseos insatisfechos, perdería todo respeto hacia la majestad real y me creerían igual a ellos. Mi reino caería hecho pedazos. Estos ojos que veis no me durarán sino hasta mañana. Cada luna yo debo proveerme de mi nueva copa de sangre, que es la que me da a mi cuerpo esta constelada brillantez; y si no la consigo volveré sin luz” Luego, agregó, mirando fijamente a la viuda:-“A propósito, que ojos tan bellos tenéis, señora mía. Os parecen bellos -repuso la señora - por que vos lo necesitáis pero d mí sólo me sirve para llorar…” - “¿Qué darías, Oh rey de oro, por conseguir estas tres cosas?” “Daría todo lo que me fuera solicitado. Hasta mi reino. Yo ame a un príncipe que vino del mar hace tres años- dijo la señora- Yo os daría mis ojos, os llenaría la copa de sangre y si vos me dierais

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Hipocampo de Oro

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La casade laseoraGlicina era pequea y limpia. En la aldea de pescadores ella era la nica mujer blanca entre los pobladores indgenas. Alta maciza, flexible, gil, en plena juventud.Mas laseoraGlicina no era feliz: viuda y estrilUndaapareci un barco extrao, llego a la orilla en el crepsculo con un gallardo caballero. Aquella no el pernocto enla casade loseora. Durmi con ella sin que ella le preguntara nada, porque ambos tenan la conciencia de que eran el uno para el otro, se confundieron con un beso, y al alba, la dorada nave se perdi en la neblina. Aquel amor breve fue como la realizacin de un mandato deldestino. Y laseoraGlicina fue desde ese momento la viuda de la aldea.Pasaron tres aos, caminaba la viuda por la orilla dela playa. Ya se pona sol, caa la noche. Entonces un animal rutilante surgi entre las aguas agitadas y, en las tinieblas. Y empez a llorar desconsoladamente.- Por qu eres tan desdichado seor?- interrog la viuda- Un rey bien puede decirle a sus sbditos que le de todo lo que tienen pero no lafelicidad. Si mis siervos supieran que su rey poda tener deseos insatisfechos, perdera todo respeto hacia la majestad real y me creeran igual a ellos. Mi reino caera hecho pedazos. Estos ojos que veis no me durarn sino hasta maana. Cada luna yo debo proveerme de mi nueva copa de sangre, que es la que me da a mi cuerpo esta constelada brillantez; y si no la consigo volver sin luzLuego, agreg, mirando fijamente a la viuda:-A propsito, que ojos tan bellos tenis,seorama. Os parecen bellos -repuso laseora- por que vos lo necesitis pero d m slo me sirve para llorar- Qu daras, Oh rey de oro, por conseguir estas tres cosas?Dara todo lo que me fuera solicitado. Hasta mi reino. Yo ame a un prncipe que vino del mar hace tres aos- dijo laseora- Yo os dara mis ojos, os llenara la copa de sangre y si vos me dierais el secreto para que nazca el fruto de mi amor tal como yo lo deseo-pes bien - dijo el Hipocampo de oro Vuestro hijo nacer. Odme y obedceme: Cuando me entreguis tus pupilas, me des la copa de sangre y moriris en seguida, pero vuestro hijo habr nacido ya. Ests resuelta?, dijo laseoraGlicina.Y la dama se arranc y entreg sus ojos al hipocampo que se los puso en sus cuencas ya vacas.-Ahora dame mi hijo! exclam laseora. Sea. Adis! T lo quieres as. Maana, despus del crepsculo morirs, pero tu hijo vivir con la virtud del amor, para siempre.-Gracias, Oh rey del mar! Qu vale lo que te he dado cuando t me has dado un hijo?Msno lo oy el hipocampo de oro porque ya haba hundido en el mar dejando una estela rutilante entre las ondas frgiles. Fin