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Los Cuadernos de Ler@ura HEINRICH MANN: UNA VISION DE LA ALEMANIA IMPERIAL Lioba Símon Schuhmacher E 1 semanario alemano-deral Die Zeit, en la edición que hizo de una lista de los cien libros básicos de la literatu- ra mundial de todos los tiempos, cita a u a obra de Heinrich Mann, El súbdito (1), apare- cida en 1914. Aunque menos conocido que su hermano menor Thomas Mann, Heinrich e igualmente un literato representativo de su época. Thomas ha tenido mayor ma y éxito comerci por considerársele el heredero de una gran tradición épica y cultural y de los eteos vores espirituales, administra- dor más bien olítico de un valioso humanismo, mientras que Heinrich pone en cuestión, con un estilo satírico e irónico, los ndamentos reales de la sociedad de esa época tan inquieta en que vive. Las derencias llevarían a los dos hermanos distanciamiento en 1914 a raíz de sus distintas actitudes hacia la guerra, y sólo se reconciliían ocho años más tarde. Heinrich Mann e y sigue siendo un autor su- mamente controvertido. Unos, por ejemplo, han querido ver en él el mejor estilista de su tiempo, porque combinaría con maestría la sátira y el pate- tismo. El conde Kayserling ha dicho de él que «ha dado a los alemanes un gran libro de su realidad» (2). Otros, en cambio, han pensado que en su punzante estilo satírico había demasiado odio o que resultaba excesivamente exigente presupo- niendo una racionidad y experiencia en los lec- tores. Heinrich Mann nace el 27-3-1871 en Lübeck, Alemania, como hijo mayor del comerc.iante en cereales, armador y senador Thomas Heinrich Mann. A los 18 años es aprendiz de librero en Dresden y luego en Berlín, donde acude ocasio- nmente a clases en la Universidad. Después de la muerte de su padre y la liquidación de la em- presa miliar, recibe una modesta renta mensu que le permite -en 1894- publicar su primera no- vela. Siempre prefirió la vida del sur: pasa dos años en Italia y en la Costa Azul, luego se esta- blece . en Munich. La inclinación hacia Francia, especialmente hacia su literatura, historia y los idees de la Revolución de 1789, es un rasgo esencial de su vida y obra, incluso llegó a decir que «mi rmación e tan ancesa como ale- mana» (3), en una época dicil para la convivencia de ambos países. Durante los años 20 es conside- rado uno de los representantes espirituales de la República de Weimar, siendo en 1932 delegado de Alemania, junto con Albert Einstein, en el con- greso Anti-Guerra de Amsterdam, y presidente de 34 la sección literaria de la Academia de Bellas Artes en Berlín hasta ser obligado a dimitir en 1933, inmediatamente después de la toma de poder na- cionsocialista. Unas semanas después tiene que abandon su patria y pasa sus últimos 17 años en el exilio, primero en Francia, luego en Cifornia. Allí muere en 1950 sin haber perdido la esperanza de volver a Berlín Este, donde hoy reposan sus cenizas. La obra que deja se compone de 20 novelas, 6 tomos de historias, 7 tomos de ensayos, muchos dramas, cientos de artículos sobre eventos de su tiempo y de un tomo autobiográfico. Entre las obras más importantes figuran, de la época tem- pra, En el país de jauja, de 1900, en la que hay ya principios de crítica a la sociedad alemana im- perial y Las Diosas que e escrito en 1903 bajo la influencia de Nietzsche y D' Annunzio. También en sus obras sucesivas criticó a la sociedad gui- llermina, por ejemplo en Pressor rat, de 1905, que vendría a ser traducido por «el prosor inmundicias» o «basura», el apodo que le daba la ciudad basándose en su nombre Raat. En un prin- cipio llevaba el subtítulo «El alma del ente público emán», describiendo con brillantez un carácter típicamente guillermino: el viejo prosor petrifi- cado en sus costumbres y mor, pero Heinrich Mann le hace cambiar el curso de su vida para seguir a una actriz de cabaret. Este libro ha sido llevado a la pantalla en 1930, llegando a tener uno de los más grandes éxitos del cine alemán, con Marlene Dietrich en el papel principal, bajo el título El Angel Azul, que también es el título del libro en castellano. Posteriormente las cuestiones sociales y políticas eron adquiriendo mayor im- portancia, por emplo en. la Trilogía El Imperio, rmada por los títulos El Súbdito (1914), Los Pobres (1917), y La Cabeza (1925), que son un corte representativo satirizado del Imperio gui- llermino. En su novela La pequeña ciudad, de 1909, defiende una vida ideista, democrática y comunitaria. Ya en la emigración escribió las grdes novelas Juventud y Madurez del Rey En- rique IV en dos tomos (1935 y 38, respectiva- mente), que discuten en la figura del modélico y popular rey los problemas entre poder y huma- nismo. También en su novela El Aliento (1949) dendería los fines democrático-pacstas en con- tra del nacionalismo-militarismo. En su obra auto- biogrca Retrato de una Epoca, concluida en 1945, es el intérprete de los movimientos de la primera mitad de nuestro siglo. Heinrich Mann es un caso ejemplar de una muy estrecha vinculación entre contexto histórico y obra de autor. Como literato comprometido con su tiempo muchos de sus libros se basan directa- mente en movimientos y situaciones de la época, o los utilizan como ndo. Tal es el caso de El Súbdito que es considerado como un libro ndamental de la época guiller- mina. Para enfocar a esta novela es imprescindible trazar a grandes rasgos el panorama histórico de la

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Los Cuadernos de Literatura

HEINRICH MANN:

UNA VISION DE LA

ALEMANIA IMPERIAL

Lioba Símon Schuhmacher

E1 semanario alemano-federal Die Zeit, en la edición que hizo de una lista de los cien libros básicos de la literatu­ra mundial de todos los tiempos, cita a

u�a obra de Heinrich Mann, El súbdito (1), apare­cida en 1914.

Aunque menos conocido que su hermano menor Thomas Mann, Heinrich fue igualmente un literato representativo de su época. Thomas ha tenido mayor fama y éxito comercial por considerársele el heredero de una gran tradición épica y cultural y de los eternos valores espirituales, administra­dor más bien apolítico de un valioso humanismo, mientras que Heinrich pone en cuestión, con un estilo satírico e irónico, los fundamentos reales de la sociedad de esa época tan inquieta en que vive. Las diferencias llevarían a los dos hermanos al distanciamiento en 1914 a raíz de sus distintas actitudes hacia la guerra, y sólo se reconciliarían ocho años más tarde.

Heinrich Mann fue y sigue siendo un autor su­mamente controvertido. Unos, por ejemplo, han querido ver en él el mejor estilista de su tiempo, porque combinaría con maestría la sátira y el pate­tismo. El conde Kayserling ha dicho de él que «ha dado a los alemanes un gran libro de su realidad» (2). Otros, en cambio, han pensado que en su punzante estilo satírico había demasiado odio o que resultaba excesivamente exigente presupo­niendo una racionalidad y experiencia en los lec­tores.

Heinrich Mann nace el 27-3-1871 en Lübeck, Alemania, como hijo mayor del comerc.iante en cereales, armador y senador Thomas Heinrich Mann. A los 18 años es aprendiz de librero en Dresden y luego en Berlín, donde acude ocasio­nalmente a clases en la Universidad. Después de la muerte de su padre y la liquidación de la em­presa familiar, recibe una modesta renta mensual que le permite -en 1894- publicar su primera no­vela. Siempre prefirió la vida del sur: pasa dos años en Italia y en la Costa Azul, luego se esta­blece . en Munich. La inclinación hacia Francia,especialmente hacia su literatura, historia y los ideales de la Revolución de 1789, es un rasgo esencial de su vida y obra, incluso llegó a decir que «mi formación fue tan francesa como ale­mana» (3), en una época difícil para la convivencia de ambos países. Durante los años 20 es conside­rado uno de los representantes espirituales de la República de Weimar, siendo en 1932 delegado de Alemania, junto con Albert Einstein, en el con­greso Anti-Guerra de Amsterdam, y presidente de

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la sección literaria de la Academia de Bellas Artes en Berlín hasta ser obligado a dimitir en 1933, inmediatamente después de la toma de poder na­cionalsocialista. Unas semanas después tiene que abandonar su patria y pasa sus últimos 17 años en el exilio, primero en Francia, luego en California. Allí muere en 1950 sin haber perdido la esperanza de volver a Berlín Este, donde hoy reposan sus cenizas.

La obra que deja se compone de 20 novelas, 6 tomos de historias, 7 tomos de ensayos, muchos dramas, cientos de artículos sobre eventos de su tiempo y de un tomo autobiográfico. Entre las obras más importantes figuran, de la época tem­prana, En el país de jauja, de 1900, en la que hay ya principios de crítica a la sociedad alemana im­perial y Las Diosas que fue escrito en 1903 bajo la influencia de Nietzsche y D' Annunzio. También en sus obras sucesivas criticó a la sociedad gui­llermina, por ejemplo en Professor Unrat, de 1905, que vendría a ser traducido por «el profesor inmundicias» o «basura», el apodo que le daba la ciudad basándose en su nombre Raat. En un prin­cipio llevaba el subtítulo «El alma del ente público alemán», describiendo con brillantez un carácter típicamente guillermino: el viejo profesor petrifi­cado en sus costumbres y moral, pero Heinrich Mann le hace cambiar el curso de su vida para seguir a una actriz de cabaret. Este libro ha sido llevado a la pantalla en 1930, llegando a tener uno de los más grandes éxitos del cine alemán, con Marlene Dietrich en el papel principal, bajo el título El Angel Azul, que también es el título del libro en castellano. Posteriormente las cuestiones sociales y políticas fueron adquiriendo mayor im­portancia, por ejemplo en. la Trilogía El Imperio, formada por los títulos El Súbdito (1914), Los Pobres (1917), y La Cabeza (1925), que son un corte representativo satirizado del Imperio gui­llermino. En su novela La pequeña ciudad, de 1909, defiende una vida idealista, democrática y comunitaria. Ya en la emigración escribió las grandes novelas Juventud y Madurez del Rey En­rique IV en dos tomos (1935 y 38, respectiva­mente), que discuten en la figura del modélico y popular rey los problemas entre poder y huma­nismo. También en su novela El Aliento (1949) defendería los fines democrático-pacifistas en con­tra del nacionalismo-militarismo. En su obra auto­biográfica Retrato de una Epoca, concluida en 1945, es el intérprete de los movimientos de la primera mitad de nuestro siglo.

Heinrich Mann es un caso ejemplar de una muy estrecha vinculación entre contexto histórico y obra de autor. Como literato comprometido con su tiempo muchos de sus libros se basan directa­mente en movimientos y situaciones de la época, o los utilizan como fondo.

Tal es el caso de El Súbdito que es consideradocomo un libro fundamental de la época guiller­mina. Para enfocar a esta novela es imprescindible trazar a grandes rasgos el panorama histórico de la

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Alemania Imperial (1871-1918), que constituye su marco.

En 1871, precisamente el año en que nace Hein­rich. Mann, se constituyó el Imperio alemán. Desde 1861 reinaba Guillermo I de Prusia con Otto von Bismarck, un marcado conservador,

como canciller. Una reforma militar sin el acuerdo del Parlamento y dos guerras -contra Dinamarca y Austria, en 1864 y 66 respectivamente- marcarían el comienzo del militarismo imperial. El poder del país fue creciendo con el avance rápido de la industrialización y con una hábil política de alian­zas.

Francia comprendía que Alemania era un serio competidor para su hegemonía política en Europa. La situación de tensión latente encontraría una válvula de escape en 1870 cuando el gobierno es­pañol -después de haber expulsado a los borbones en 1868- decidió ofrecer la corona a un príncipe de los Hohenzollern. Francia se sentía atacada por

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dos lados y el conflicto culminaría en la guerra franco-alemana de 1870-71.

La actitud contra los franceses se convertiría en motor para un movimiento nacional alemán que parecía encenderse sobre todo cuando rozaba con adversarios del exterior. La derrota de Napoleón 111 reforzaría el espíritu nacionalista alemán que ahora aspiraba a la ampliación de la Alianza de Alemania del Norte, el Norddeutscher Bund, for­mado en 1866-67 y que incluía a diversos estados, ducados y condados bajo la hegemonía de Prusia, hacia un Imperio alemán. Así los reinados y duca­dos del Sur, como Baviera, Baden y Württemberg fueron unidos a los del Norte.

En enero de 1871 Guillermo I de Prusia sería coronado emperador -Kaiser- del Reich, en la sala de los espejos de Versailles, la sede real fran­cesa. En esta humillación a los franceses vencidos podía vislumbrarse ya una audacia que aumentaría en los años sucesivos con �l creciente poder ale­mán. El Reich ahora buscaba aislar a Francia por temor a una venganza, y entenderse con los otros estados europeos.

En la política.interior hubo varias confrontacio­nes entre Bismarck y los partidos, y en 1878 se promulgó la famosa «ley de socialistas» -Sozialis­tengesetz- que prohibía el partido socialdemó­crata, surgido 3 años antes en el congreso de Gotha. Pero pudo seguir participando en las elec­ciones y aumentó considerablemente su importan­cia en p0,cos años, alcanzando el 20 % de los votos en 1890. Dado su evidente fracaso, la ley de prohibición tuvo que ser anulada entonces.

Como contrapartida, en 1881, se habían apro­bado leyes para mejorar la situación de los traba­jadores tratando de contener el aumento de la socialdemocracia, como por ejemplo la seguridad social para enfermedades, accidentes y vejez.

El desarrollo del industrialismo condujo a un auge de la economía nacional y Alemania se con­virtió en una de las primeras naciones industriales a finales del siglo XIX. Para garantizar el abaste­cimiento de materias primas y ampliar mercados, el Reich aspiraba ahora participar en la política colonialista, emprendiendo, en 1884, la coloniza­ción en el continente africano. Otra consecuencia del nuevo curso -después de la sucesión del joven Guillermo II en 1888 y la dimisión de Bismarck poco después- sería la formación de bloques en Europa, tan decisiva en la Primera Guerra Mun­dial.

Con el poder económico fue creciendo el deseo hacia una ampliación territorial incluso en el con­tinente europeo y una posición dominante en el mundo. Los argumentos para la agresiva política alemana eran que su pueblo precisaba de más espacio, siendo escogido para dominar a otros, lo que se fundamentaba ideológicamente en la teoría chauvinista de las razas. Parte considerable de esta preparación ideológica era la educación del ciudadano como súbdito: durante todos estos años el alemán fue acostumbrado a ver los asuntos del

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gobierno como una cuestión de «los de arriba» y a doblegarse ante las autoridades.

El armamento fue continuamente reforzado y modernizado, la flota marina aumentó espectacu­larmente su capacidad. Esto acentuaría las dife­rencias con Inglaterra que veía en el Reich un serio rival en este campo, y sería otra de las cau­sas de la Primera Guerra Mundial.

Todos los estados europeos participaban en la carrera de armamentos en la primera década del siglo XX y la guerra parecía inminente. Por fin, en junio de 1914, se presentó el detonador con el atentado en Sarajevo que costó la vida al heredero de la corona austríaca y a su esposa. Austria dio paso a la insistencia alemana de declarar .la guerra y con las alianzas que entraron en vigor, 38 esta­dos se vieron involucrados en ell_a. Alemania y Austria-Hungría eran más débiles que sus adversa­rios desde el principio pero el espíritu nacionalista encendido subestimaba las capacidades ajenas. La extensión de la guerra en dos frentes (Rusia y Francia), que se prolongaría hasta 1918 y sus con­secuencias llegaron a cansar al pueblo, que al co­mienzo había mostrado tanta euforia. La derrota definitiva de Alemania en otoño de 1918 trajo con­sigo disturbios en la política interior y un ambiente de revolución con levantamientos contra la mo­narquía. El 9 de noviembre de 1918 el emperador Guillermo II cruzó la frontera de Holanda camino al exilio, el mismo día fue proclamada la repú­blica.

Resumiendo, los movimientos clave de las últi­mas tres décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX eran el militarismo, el colonialismo y el nacionalismo exacerbado, donde el ciudadano alemán era formado :.99mo un súbdito fiel e incon­dicional, con una fe ciega en las autoridades. Es­tas características incidirían en la historia poste­rior alemana.

Con este fondo Heinrich Mano escribió su gran novela con carácter histórico, El Súbdito, que es considerada la obra maestra de sátira alemana del siglo XX. Sus primeros apuntes son de 1906 y fue escrito entre 1912 y 1914, concluyéndose dos me­ses antes de que estallara la primera Guerra Mun­dial. Apareció hasta entonces en una revista y como libro en diciembre de 1918 con un éxito arrollador (100.000 ejemplares en 6 semanas).

La crítica la calificaría como «la Biblia de la época guillermina», y el «atlas anatómico del Reich». Kurt Tucholsky la llamó «el herbario del hombre alemán».

El Súbdito es el más agudo y profético análisis literario de la política nacionalista y de las posi­ciones del poder bajo el emperador Guillermo 11. Es profético describiendo de modo cáustico y despiadado el ambiente de la Alemania Imperial a través de un personaje siniestro y paradigmático, que es de todas las épocas y sigue siendo actual. Heinrich Mano diría, ya desde su exilio norteame­ricano, que «si esta novela contiene la imagen

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futura del Nazi, es sin que yo lo haya sabido; sólo tuve intuición por las apariencias» (4).

Ciertamente, si se pone en lugar de «súbdito» a «oportunista» o «conformista», y se despoja de ciertos aspectos particulares de la época, esta no­vela podía haber sido escrita en 1933, 1945 o en la actualidad. Heinrich Boll escribía en 1969 en la revista literaria Akzente:

«En El Súbdito se reconoce hasta hoy a la sociedad alemana de las pequeñas y media­nas ciudades. Se necesitan sólo pocos cam­bios para hacer de esta novela aparente­mente histórica una novela' actual: el abuso de todo lo «nacional», lo «eclesiástico», de los pseudo-ideales para una alianza de los intereses burgueses completamente terrestre y material, a la que todo lo humanitario, el progreso social, la liberación de cualquier tipo resulta sospechoso, cuya moral es hipó­crita, la que es súbdita sin crítica. Estuve asombrado al volver a leer El Súbdito ahora de nuevo, asombrado y asustado: cincuenta años después de aparecer sigo reconociendo todavía en él el modelo de una sociedad sumisa.» (5)

El libro cuenta la historia de la vida del ciuda­dano Diederich Hessling, hijo de un fabricante de papel en una pequeña ciudad alemana del Norte, desde su temprana niñez hasta alcanzar una posi­ción importante en su ciudad natal, Netzig.

Ya de niño se muestra sumiso y obediente con los que tienen autoridad sobre él -el padre, los maestros, chicos físicamente más fuertes que él. Diederich es un niño cobarde y soñador por un lado. Pero a la vez desprecia los que considera subordinados, por ejemplo sus dos hermanas, compañeros de curso judíos a los que humilla, o los trabajadores de la fábrica del padre.

Concluido el bachillerato, va a estudiar Quími­cas a la capital, Berlín. Allí se afilia en la corpora­ción estudiantil Neuteutonia (= Nueva Teutonia) cuya razón de ser es reunirse a diario para tomar cerveza a litros y hablar de política desde un punto de vista nacionalista. Inicia una relación con la hija de un amigo de negocio en Berlín, Agnes Goppel, a la cual abandona porque no le conviene, después de haberla utilizado durante largo tiempo. Se incorpora en el ejército pero su cobardía y debilidad física son mayores que su emoción por la valentía, el honor, y el trato militar que tiene como fin reducir la dignidad del indivi­duo a un mínimo.

Diederich se va formando en el ambiente nacio­nal-conservador de las últimas décadas del siglo XIX, ilustrado en el libro con discursos del Kaiser y un realismo amante del' detalle.

Una vez concluida la carrera, vuelve a su ciu­dad natal. Muerto el padre y dueño ahora de la fábrica, se dispone a establecer un nuevo «orden» entre los trabajadores y a tiranizar a su madre y

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hermanas. Se desenvuelve como agitador en el bar, como activista contra el proletariado y la socialdemocracia que considera «el enemigo inte­rior». Incluso ve bien el asesinato de un demó­crata y aparece como testigo en un juicio contra un conciudadano judío acusado de ofensa a la

Majestad. Llega a ser concejal y finalmente se casa con la rica joven Guste Daimchen.

Su política finalmente le asegura la mayoría de acciones de la fábrica de su viejo competidor Klü­sing. Su actitud chauvinista y su política municipal le proporcionan una alta condecoración que le es otorgada el · día de la inauguración de un monu­mento a Guillermo I, propiciado por él.

En el discurso festivo que pronuncia en esta ocasión equipara el alma alemana con «la adora­ción del poder, transmitido y bendecido por Dios, contra lo cual no se puede hacer nada». Con esto se describe a sí mismo como el carácter represen­tativo de la época. La crítica de Heinrich Mano

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aquí se proyecta hacia lo utópico: una tormenta, un apocalipsis satírico, disuelve todo orden, con­cluyendo así el libro.

Con el hombre trazado en este libro, Heinrich Mano ha creado una figura típicamente alemana, el sujeto a la autoridad, el chauvinista, el adulador del poder, sádico y masoquista, tirano y súbdito a la vez, según la «táctica del ciclista» que describe un refrán popular alemán: «agacharse arriba y pi­sar abajo�>. Este doble papel de Hessling con­cuerda con su lema «quien quiere pisar, debe de­jarse pisar», que petrifica la dialéctica de este curso de la vida como una garantía de éxito. El poder, aunque le haga sufrir, es su máximo orgullo y le infunde un respeto mítico. Gracias a su hu­mildad aduladora y a su arrogancia sádica, según las circunstancias, se va formando una inquietante personalidad que se siente auténticamente ale­mana, fuerte y viril y que manifiesta una fidelidad incondicional al Kaiser, símbolo y cabeza del na­cionalismo alemán.

El lugar que ocupa esta obra entre las cien más importantes de la literatura universal, entre las cuales también figura una de su hermano Thomas Mano, por la cual se le adjudicó el premio Nobel en 1929, Los Buddenbrook, parece plenamente justificado.

Que Heinrich Mano haya tenido tarde y enton­ces sólo por corto tiempo los grandes éxitos co­merciales es una clara consecuencia de un estilo significativamente exigente y de un contenido que sondea con agudeza intelectual el carácter pro­fundo de su época de una forma comprometida e implacable y cuyo profetismo puede chocar. Por­que para Heinrich Mano, que es considerado uno de los más grandes autores alemanes, la o literatura jamás es solamente arte, sino la conciencia despierta de su tiempo.

NOTAS

(1) Está traducida al castellano con el título El Ultra, en laeditorial Planeta, Barcelona, 1977.

(2) En la· revista cultural austríaca Die Fackel (La antor­cha), n.0 743-745, diciembre 1926, p. 105.

(3) En su autobiografia Ein Zeitalter wird besichtigt, edi­tada en Rowohlt, Hamburg, 1977. No está traducida al caste­llano.

(4) Carta a Alfred Kantorowicz, 3 de marzo de 1943, desdeLos Angeles, California, citado en «Ehrlichkeit macht wahr» por Klaus Schroder, Die Zeit, n.0 1.1.1982, pp. 29-30.

(5) Heinrich Béill: «Kritiklos untertan», en Akzente 511969,p. 403.