hebreos católicos: edith stein - como llegue al carmelo (en español)

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  • 8/3/2019 Hebreos Catlicos: Edith Stein - Como Llegue Al Carmelo (en espaol)

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    Cmo llegu al Carmelo de Colonia

    Edith Stein

    http://www.mercaba.org/FICHAS/Santos/edith_stein_05.htm

    Muchas veces se oye la propuesta de no mencionar los convertidos al catolicismo para no herir susceptibilidades, y no entorpecer el ecumenismo o el dilogointerreligioso. Con motivo de la canonizacin de Edith Stein un coro de protestas selevant de algn sector del judasmo, e incluso alguno lleg a decir: "Es un premioa la apostasa".

    Creemos que no es sta una actitud adulta.Los convertidos son, en general, personas especialmente aptas para el trabajo delverdadero dilogo, por su conocimiento no slo intelectual sino tambinexperimental de las partes que buscan dialogar. Y por su amor comn a ambas

    partes.

    Presentamos este pequeo escrito de Edith Stein, en el que explica como su ingresoen el Carmelo, lejos de ser una muestra de su desinters por su pueblo -el hebreo-fue un acto de amor y ofrecimiento para unirse a la cruz que su pueblo tuvo quecargar en esos terribles das.

    Dos das antes de partir vino a visitarme su padre (Hans Biberstein). Era grande elapremio que le mova a exponerme sus reparos aunque no se prometiera ningnresultado. Lo que yo quera realizar acentuaba agudamente la lnea de divisin conel pueblo judo, que por entonces estaba tan oprimido. El no poda comprender quela misma cosa fuera de otra manera muy distinta desde mi punto de vista.

    La incomprensin la acompa en su momento, pero su amor fue ms grande, alpunto de sacrificarse por aquellos que no la entendieron. Cmo Dios acept suofrecimiento, es algo que ya sabemos: mrtir de Cristo por amor al pueblo hebreo.

    Quizs, despus de Navidad, abandonar esta casa. Las circunstancias que han

    hecho necesario mi traslado a Echt (Holanda), me recuerdan vivamente lascondiciones del momento de mi entrada. Una profunda conexin existe entre ellas.

    Cuando a principios del ao 1933 se erigi el Tercer Reich, haca un ao que eraprofesora en el Instituto alemn de Pedagoga en Mnster de Westfalia. Viva en el

    Collegium Marianum en medio de un gran nmero de estudiantes religiosas dedistintas congregaciones y de un pequeo grupo de otras estudiantes.Cariosamente atendida por las religiosas de Nuestra Seora. Una tarde de

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    Cuaresma regres tarde a casa de una reunin de la Asociacin de Acadmicoscatlicos. No s si haba olvidado la llave o estaba metida otra llave por dentro. Detodos modos no pude entrar en casa. Con el timbre y con palmadas trat de ver sialguien se asomaba a la ventana, pero fue intil. Las estudiantes que dorman enlas habitaciones que dan a la calle estaban ya de vacaciones. Un seor que pasabapor all me pregunt si poda ayudarme. Al dirigirme hacia l, hizo una profundareverencia y dijo: Srta. Doctora Stein, ahora la reconozco.

    Era un maestro catlico, miembro de la Asociacin de trabajo del Instituto. Pidiperdn por un momento para hablar con su mujer que, con otra seora, iba msadelante. Habl un par de palabras con ella y se volvi hacia mi. Mi seora la invitade todo corazn a pasar esta noche con nosotros. Era una buena solucin; aceptdndole las gracias. Me llevaron a una sencilla casa burguesa. Tomamos asiento enel saln. La amable seora coloc una fuente con fruta sobre la mesa y se marchpara prepararme una habitacin. Su marido comenz a conversar y a contarme loque los peridicos americanos decan de las crueldades que se cometan contra los

    judos. Eran noticias sin fundamento que no quiero repetir. Slo ahora tengo la

    impresin de revivir lo de aquella noche. Ya antes haba odo hablar de las fuertesmedidas contra los judos. Pero entonces me vino como una luz, que Diosnuevamente haba dejado caer su mano pesada sobre su pueblo y que el destine deeste pueblo tambin era el mo. Yo no dej advertir al seor que estaba conmigo loque en aquel instante pasaba dentro de m. Nada saba l de mi origen. En talescasos sola hacer la oportuna observacin. Esta vez no lo hice. Me pareca comoherir la hospitalidad si con tal noticia iba a perturbar el descanso nocturno.

    El Jueves de la Semana de Pasin fui a Beuron. Desde 1928 haba celebrado alltodos los aos la Semana Santa y Pascua, haciendo en silencio ejerciciosespirituales. Esta vez me llevaba un motivo especial. En las ltimas semanas habapensado continuamente si no podra hacer algo en la cuestin de los judos.

    ltimamente haba planeado viajar a Roma y tener con el Santo Padre unaaudiencia privada para pedirle una Encclica. Sin embargo no quera dar este pasopor mi propia cuenta. Haba hecho ya haca varios aos los santos votos en privado.Desde que hall en Beuron una especie de patria monacal, vi en el Abad Rafael el

    Abad de mi vida, y le presentaba, para su resolucin, toda cuestin importante.No era seguro que le pudiera encontrar. Haba emprendido a principios de enero unviaje al Japn. Pero saba que el hara todo lo posible por estar all en la SemanaSanta.

    Aunque era muy propio de mi manera de ser dar tal paso exterior, senta, sinembargo, que an no era el oportuno. En qu consistiese lo oportuno, an no losaba. En Colonia interrump el viaje del jueves por la tarde hasta el viernes por lamaana. Tena all una catecmena a la que de todas formas tena que dedicar algode tiempo. Le escrib que se enterara dnde podramos asistir por la tarde a la

    Hora Santa. Era la vspera del primer viernes de abril y en aquel Ao Santo de1933 se celebraba ms solemnemente la memoria de la Pasin de Nuestro Seor. Alas ocho de la tarde nos encontrbamos en la Hora Santa en el Carmelo de Colonia-Lindenthal. Un sacerdote (el vicario catedralicio Wsten, como supe despus) dirigiuna alocucin anunciando que en adelante se tendra aquella celebracin todos los

    jueves. Hablaba bien y conmovido, pero a m me ocupaba otra cosa ms honda que

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    sus palabras. Yo hablaba con el Salvador y le deca que saba que era su cruz la queahora haba sido puesta sobre el pueblo judo. La mayora no lo comprendan, peroaquellos que lo saban, deberan cargarla libremente sobre s en nombre de todos.Yo quera hacer esto. l nicamente deba mostrarme cmo. Al terminar lacelebracin tuve la certeza interior de que haba sido escuchada. Pero dnde tenaque llevar la cruz, eso an no lo saba.

    A la maana siguiente continu mi viaje a Beuron. Al hacer trasbordo al anocheceren Immendingen me encontr con el P. Aloys Mager. El ltimo trayecto lo hicimos

    juntos. Poco despus del saludo me haba comunicado la noticia mas importante deBeuron: el P.Abad ha regresado esta maana sano y salvo del Japn. As todoestaba en orden.

    Mis informes de Roma dieron por resultado que a causa del gran ajetreo no tenaposibilidades de una audiencia privada. Slo para una pequea audiencia (esdecir, en un grupo pequeo) se me podra ayudar en algo. Con eso no me bastaba,por lo que desist de mi viaje y me decid por escribir. S que mi carta fueentregada sellada al Santo Padre. Algn tiempo despus recib su bendicin para my para mis familiares. Ninguna otra cosa se consigui. Ms adelante pens muchasveces si no le habra pasado por la cabeza el contenido de mi carta, pues, en losaos sucesivos se fue cumpliendo punto por punto lo que yo all anunciaba para elfuturo del Catolicismo en Alemania.

    Antes de mi partida pregunt al Padre Abad qu deba hacer si se terminaba miactividad en Mnster. Para l era imposible pensar que pudiera suceder aquello.Durante mi viaje a Mnster le en un peridico la crnica de una gran reunin demaestros nacional-socialistas, en la que haban participado tambin juntasconfesionales. Era claro para m que en la enseanza era donde menos se toleraraninfluencias contrarias a la direccin del poder. El Instituto en el que yo trabajaba

    era exclusivamente catlico, fundado por la Liga de maestros y maestras catlicos ysostenido asimismo por ella. Por lo mismo, sus das estaban contados. Yo podacontar justamente con el fin de mi breve carrera de profesora.

    El 19 de abril estaba de vuelta en Mnster. Al da siguiente fui al Instituto. ElDirector estaba de vacaciones en Grecia. El administrador, un profesor catlico, mecondujo a su oficina y desahogo conmigo su dolor. Haca semanas que estabahaciendo agitadas gestiones y se hallaba desmoralizado. Calcule usted, seoritadoctora, que alguien ha dicho: la seorita doctora Stein no podr continuar dandosus lecciones?. Sera mejor que renunciara yo a anunciar lecciones para esteverano y trabajara en silencio en el Marianum. Hasta el otoo se poda haberdespejado la situacin, el Instituto pudiera haber pasado a cargo de la Iglesia y

    entonces nada se opondra a mi colaboracin. Recib el comunicado muyserenamente. No necesitaba ser consolada. Si esto no resulta -dije yo-, entoncesya no queda para m ninguna posibilidad en Alemania. El administrador me expressu admiracin de que yo viera tan claro, a pesar de que viva tan abstrada y mepreocupaba tan poco de las cosas de este mundo.

    Me senta casi mejor al ver que tambin me tocaba la suerte general, pero tenaque reflexionar sobre lo que deba hacer en adelante. Pregunt su opinin a la

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    presidenta de la Liga de maestras catlicas. Ella haba sido la causa de que yohubiese venido a Mnster. Me aconsej que me quedara en todo caso aquel veranoen Mnster y que prosiguiese el trabajo cientfico comenzado. La Liga cuidara de misustento, ya que podra reportar alguna ganancia con mi trabajo. Si no me fueraposible reanudar mi actividad en el Instituto, podra mirar ms adelante lasposibilidades que se ofrecieran en el extranjero. Efectivamente me lleg unofrecimiento de Sudamrica. Mas cuando vino se me haba mostrado ya otrocamino muy distinto.

    Unos diez das despus de mi retorno de Beuron me vino el pensamiento: no serya tiempo, por fin, de ir al Carmelo? Desde haca casi doce aos era el Carmelo mimeta. Desde que en el verano de 1921 cay en mis manes la Vida de nuestraSanta Madre Teresa y puso fin a mi larga bsqueda de la verdadera fe. Cuandorecib el bautismo el da de Ao Nuevo de 1922, pens que aquello era slo unapreparacin para la entrada en la Orden. Pero unos meses ms tarde, despus demi bautismo, al hacrselo presente a mi madre, vi muy claro que no podra encajarel segundo golpe. No hubiese muerto, pero hubiese sido como llenarla de una

    amargura que yo no podra tomar sobre m. Deba esperar con paciencia. As me loaseguraron tambin mis directores espirituales. La espera se me hizo ltimamentemuy dura. Me haba vuelto una extraa en el mundo. Antes de aceptar la actividaden Mnster y despus del primer semestre ped con mucho apremio permiso parapoder entrar en la Orden.

    Me fue negado con miras a mi madre y a la actividad que desempeaba desde hacavarios aos en la vida de crculos catlicos. Me avine a ello. Pero ahora los muroshaban sido derribados. Mi actividad haba tocado a su fin. Y mi madre no preferirasaber que estaba en un convento de Alemania que no en una escuela enSudamrica? El 30 de abril, domingo del Buen Pastor, se celebraba en la iglesia deSan Ludgerio la fiesta de su patrn con trece horas de adoracin. A ltima hora de

    la tarde me dirig all y me dije: no me ir de aqu hasta que no vea claramente sitengo que ir ya al Carmelo. Cuando se imparti la bendicin tena yo el s del BuenPastor.

    Aquella misma noche escrib al Padre Abad. Estaba en Roma y no quise enviar lacarta por la frontera. Encima del escritorio esperara hasta que la pudiese enviar aBeuron. Hacia mediados de mayo obtuve el permiso para dar los primeros pasos. Lohice enseguida. Por mi catecmena en Colonia supliqu una entrevista a la seoritadoctora Cosack. Nos habamos encontrado en octubre de 1932 en Aquisgrn. Se mepresent porque saba que yo rondaba muy cerca del Carmelo y me dijo que ellamantena una estrecha relacin con la Orden y especialmente con el Carmelo deColonia. Por ella quera enterarme de las posibilidades. Me contest que el domingoanterior a la fiesta de la Ascensin podra disponer de algn tiempo para m.

    Recib la noticia el sbado con el correo de la maana. A medioda me dirig haciaColonia. Qued de acuerdo por telfono con la doctora Cosack para que fuera abuscarme a la maana siguiente para dar un paseo juntas. Ni ella ni mi catecmenasaban por el momento para qu haba venido. Esta me acompa a la misa de lamaana al Carmelo. A la vuelta me dijo: Edith, mientras estaba arrodillada a sulado, me vino la idea de que quiere entrar ahora en el Carmelo. No quise ocultarle

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    por ms tiempo mi secreto. Me prometi no decir nada. Algo ms tarde lleg laseorita doctora Cosack.

    Tan pronto como estuvimos de camino hacia el parque de la ciudad, le dije lo quedeseaba. Le aad adems lo que se podra alegar contra mi: mi edad (42 aos), miascendencia juda, mi falta de dote. Ella encontr que esto no dificultara mi deseo.

    Me dio esperanzas de que podra ser admitida aqu en Colonia, ya que quedaranalgunos puestos libres con la nueva fundacin de Silesia: una nueva fundacin a laspuertas de mi ciudad, Breslavia. No era esto una seal del cielo?

    Di a la seorita Cosack tan amplio informe de mi evolucin para que ella mismapudiera formarse un juicio sobre mi vocacin al Carmelo. Me propuso hacer las dos

    juntas una visita al Carmelo. Ella mantena especialmente contacto con SorMarianne (Condesa Praschma), que tena que ir a Silesia para la fundacin. Con ellaquera hablar primero. Mientras ella estaba en el locutorio, estaba yo arrodilladamuy cerca del altar de Santa Teresita. Me sobrecogi la paz del hombre que hallegado a su fin. La entrevista dur mucho. Cuando finalmente me llam la seoritaCosack, me dijo confiadamente: Creo que se har algo. Haba hablado primerocon la hermana Marianne y a continuacin con la Madre Priora (entonces MadreJosefa del Santsimo Sacramento) y me haba preparado bien el camino. Pero ya nodaba el horario del monasterio ms tiempo para locutorio. Tena que volver despusde vsperas. Mucho antes de vsperas ya estaba yo nuevamente en la capilla y reclas vsperas con ellas. Tenan tambin el ejercicio de mayo tras las rejas del coro.Eran las tres y media cuando fui llamada al locutorio. Madre Josefa y nuestra amadaMadre (Teresa Renata del Espritu Santo, entonces subpriora y maestra de novicias)estaban en la reja. Nuevamente di cuenta de mi camino: cmo el pensamiento delCarmelo no me haba abandonado nunca; que haba estado ocho aos en lasdominicas de Espira como profesora; cun ntimamente haba estado unida con elconvento y no quise entrar all; haba considerado a Beuron como la antesala del

    cielo y, no obstante, nunca pens hacerme benedictina. Siempre fue como si elSeor me reservase en el Carmelo lo que slo ah poda encontrar. Les conmovi.La Madre Teresa nicamente tenia el escrpulo de la responsabilidad que se podaadquirir admitiendo a alguien del mundo que pudiera hacer an tanto fuera. Porltimo me dijeron que tendra que volver cuando el P. Provincial estuviera all. Leesperaban pronto.

    Por la tarde regres a Mnster. Haba adelantado mucho ms de lo que hubierapodido esperar a mi partida. Pero el P. Provincial se hizo esperar. Durante los dasde Pentecosts estuve muchas veces en la catedral de Mnster. Movida por elEspritu Santo escrib a la Madre Josefa pidindole con insistencia una respuestarpida, ya que por mi situacin incierta quera saber con claridad con qu podacontar. Fui llamada a Colonia. El Padre delegado del convento quera recibirme sinaguardar ms al Provincial. Deba ser propuesta esta vez a las capitulares quedeban votar mi admisin. Estuve en Colonia otra vez desde el sbado por la tardehasta el domingo por la noche (creo que era el 18-19 de junio). Madre Josefa,Madre Teresa y la Hna. Marianne me dijeron que antes de hacer mi visita al seorPrelado deba presentarme a mi amiga.

    Ya iba para casa del Dr. Lenn cuando fui sorprendida por una tormenta, llegando

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    completamente empapada. Tuve que esperar una hora antes de que l apareciese.Despus del saludo se llev la mano a la frente y me dijo: Qu era, pues, lo quet deseabas de m? Lo he olvidado completamente. Le respond que era unaaspirante para el Carmelo de la cual l ya tena noticia. Cay en la cuenta y ces detutearme. Ms tarde supe que con aquello quera probarme. Yo lo haba tragadotodo sin pestaear. Me hizo que le contase de nuevo todo lo que l ya saba. Me dijolos reparos que l pondra contra m, asegurndome galantemente que las monjasordinariamente no se vuelven atrs por sus objeciones y que el tratara de unirsebuenamente con ellas. Me despidi dndome su bendicin.

    Despus de vsperas vinieron todas las capitulares a la reja. Nuestra amada MadreTeresa, la ms anciana, se acerc ms a ella para ver y or mejor. La Hna. Aloisia,muy entusiasta de la liturgia, quiso saber algo de Beuron. Con esto poda teneresperanzas. Por ltimo tuve que cantar un cntico. Ya me lo haban dicho el daanterior, pero yo lo haba tomado como una broma. Cant: Bendice, T, Mara,algo tmida y en voz baja.

    Despus dije que se me haba hecho ms difcil que hablar ante mil personas.Segn supe ms tarde, las monjas no lo captaron pues no estaban enteradas de miactividad de conferenciante. Una vez que las monjas se haban alejado, me dijo laMadre Josefa que la votacin no podra hacerse hasta la maana siguiente. Tuveque partir aquella noche sin saber nada.

    La Hna. Marianne, con quien habl a lo ultimo a solas, me prometi un avisotelegrfico. Efectivamente, al da siguiente recib el telegrama: Alegre aprobacin.Saludos. Carmelo. Lo le y me fui a la capilla para dar gracias.

    Habamos convenido ya todo lo dems. Hasta el 15 de julio tena tiempo paraliquidar todo en Mnster. El da 16, festividad de la Reina del Carmelo, lo celebraraen Colonia. All deba permanecer un mes como husped en las habitaciones de laportera, a mediados de agosto ir a casa, y en la fiesta de nuestra Santa Madre, 15de octubre, ser recibida en clausura. Se haba previsto adems mi traslado posterioral Carmelo de Silesia.

    Seis grandes bales de libros precedieron mi viaje a Colonia. Escrib por esto queninguna otra carmelita haba llevado consigo una tal dote. La Hna. Ursula sepreocup de su custodia y se dio buena mana para dejar separados, aldesempaquetar, los de teologa, filosofa, filologa, etc. (as estaban clasificados losbales) Pero al final todos se mezclaron.

    En Mnster saban muy pocas personas a dnde iba. Quera, en cuanto fuera

    posible, mantenerlo en secreto mientras mis familiares an no lo supiesen. Una delas pocas era la superiora del Marianum. Se lo haba confiado tan pronto comorecib el telegrama. Se haba preocupado por m y se alegr muchsimo. En la salade msica del colegio tuvo lugar, poco antes de mi partida, una velada dedespedida. Las estudiantes la haban preparado con mucho cario y tambin lasreligiosas tomaron parte en ella. Yo se lo agradec en dos palabras y les dije quecuando se enterasen ms tarde de dnde estaba se alegraran conmigo.

    Las religiosas de casa me regalaron una cruz relicario que les haba dado a ellas el

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    difunto obispo Juan Poggenburg. La Madre superiora me lo trajo en una bandejacubierta de rosas. Cinco estudiantes y la bibliotecaria fueron conmigo hasta el tren.Pude llevar para la Reina del Carmelo en su fiesta hermosos ramos de rosas. Pocoms de ao y medio haca que haba llegado como una extraa a Mnster.Prescindiendo de mi actividad docente, haba vivido all en el retiro claustral. Noobstante dejaba ahora un gran crculo de personas que me tenan amor y fidelidad.Siempre he conservado el recuerdo carioso y agradecido de la hermosa y viejaciudad y toda la comarca de Munster.

    Haba escrito a casa diciendo que haba encontrado acogida entre las monjas deColonia y que en octubre me trasladara definitivamente all. Me felicitaron como porun nuevo trabajo.

    El mes en las habitaciones de la portera del convento fue un tiempo felicsimo.Segua el horario, trabajaba en las horas libres y tena que ir con frecuencia allocutorio. Todas las cuestiones que surgan se las haca presentes a la Madre Josefa.Su decisin era siempre tal como hubiera sido la ma. Esta ntima conformidad mealegraba muchsimo. A menudo estaba mi catecmena conmigo.

    Quera ser bautizada antes de mi partida, a fin de que pudiera ser su madrina. El 1de agosto la bautiz el Prelado Lenn en la sala capitular de la catedral, y a lamaana siguiente recibi la Primera Comunin en la capilla del convento. Su esposoestuvo presente en las dos ceremonias, pero no pudo decidirse a seguirla. El 10 deagosto me encontr con el P. Abad en Trveris, y recib su bendicin para el durocamino haca Breslavia. Vi la santa tnica y ped fuerza. Largo rato permanecarrodillada delante de la imagen de San Matas. Por la noche recib cariosohospedaje en el Carmelo de Cordel donde nuestra amada Madre Teresa Renata fuemaestra de novicias durante nueve aos hasta que fue nombrada subpriora deColonia. El 14 de agosto part junto con mi ahijada a Maria Laach para la fiesta de la

    Asuncin. Desde all prosegu mi viaje hasta Breslavia.En la estacin me esperaba mi hermana Rosa. Como haca mucho tiempo queperteneca en su interior a la Iglesia y estaba perfectamente unida conmigo, le dijeinmediatamente lo que pretenda. No mostr ninguna admiracin, pero pudeadvertir que nunca le haba pasado por la imaginacin. Los dems no preguntaronnada hasta despus de dos o tres semanas. Slo mi sobrinoWolfgang (entonces de21 aos) se enter tan pronto como lleg a hacerme una visita de lo que iba ahacer en Colonia. Le di una respuesta verdadera y le supliqu que guardara silenciopor entonces.

    Mi mam sufra mucho a causa de las circunstancias del tiempo Le alteraba el que

    "hubiera hombres tan malos". A esto se sum una prdida personal que le afectmucho. Mi hermana Erna tuvo que tomar a su cargo la praxis de nuestra amiga LilliBerg, que entonces march con su familia a Palestina. Los Biberstein ocuparon lacasa de Berg al sur de la ciudad, abandonando la nuestra. Erna y sus dos nios eranel consuelo y la alegra de mam. Tener que apartarse de su trato diario fue paraella muy amargo. A pesar de todas las preocupaciones que la opriman, revivicuando yo llegu. Apareci de nuevo su alegra y su humor. Al regresar de sunegocio, se sentaba muy satisfecha con su labor de punto al lado de mi escritorio

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    contndome todos sus problemas caseros. Hice que me refiriera tambin susprimeros recuerdos como materia para una historia de nuestra familia que entoncescomenc. Aquellos ratos magnficos la encantaban visiblemente. Pero yo pensabapara m: Si supieras ...!

    Para m era sumamente consolador que estuvieran entonces en Breslavia la Hna.

    Marianne con su prima la Hna. Elisabeth (Condesa Stolberg), preparando lafundacin del convento. Haban partido desde Colonia ya antes que yo. La Hna.Marianne haba visitado a mi madre y le haba llevado mis saludos. Vino dos vecesdurante mi ausencia, portndose maravillosamente con mi madre. La visit en lasUrsulinas de Ritterplatz, donde se hospedaba, pudindole contar libremente cmoestaba mi corazn. Yo recib a mi vez cuenta detallada de las alegras y habanpartido desde Colonia ya sufrimientos padecidos en la nueva fundacin. Tambininspeccion con ellas el solar de Pawelwitz (ahora Wendelborn).

    Ayud mucho a Erna en el traslado. En una de las idas en el tranva a la nueva casale expuse finalmente la cuestin de mis propsitos en Colonia. Al orlo, se quedplida y derram copiosas lgrimas. "Es algo horrible estar en el mundo", replicella, "lo que a unos hace feliz es para otros lo peor que les pudiera pasar". No hizoningn esfuerzo por disuadirme. Unos das ms tarde me dijo por encargo de suesposo que si en algo influa en mi resolucin la preocupacin por mi existencia,poda estar segura de poder vivir con ellos mientras algo tuvieran (lo mismo mehaba dicho mi cuado en Hamburgo). Erna aadi que ella era slo trasmisora deaquello. Saba bien que tales motivos no suponan nada para m.

    El primer domingo de septiembre estaba sola con mi madre en casa. Ella estabasentada haciendo punto junto a la ventana. Yo muy cerca de ella. Por fin me solt lapregunta por largo tiempo esperada: "Qu es lo que vas a hacer con las monjas deColonia?" "Vivir con ellas". Sigui una lucha desesperada. Mi madre no ces de

    trabajar. Su ovillo se enred, tratando con sus manos temblorosas de ponerlonuevamente en orden, a lo que le ayud yo, mientras continuaba el dilogo entrelas dos.

    Desde aquel momento se perdi la paz. Un peso oprimi toda la casa. De vez encuando mi madre me diriga un nuevo ataque al que segua una nuevadesesperacin en silencio. Mi sobrina Erika, la juda ms piadosa y estricta, sinticomo un deber suyo avisarme. Mis hermanas no lo hicieron, porque saban que notena remedio alguno. Se empeor el asunto cuando lleg de Hamburgo mi hermanaElsa para el cumpleaos de mi madre. Al hablar conmigo, mi madre se dominaba,pero al hablar con Elsa se desquitaba. Mi hermana me contaba despus aquellasexplosiones, pensando que no conoca cmo estaba el estado de nimo de la

    madre. Pesaba tambin sobre la familia una gran preocupacin econmica. Elnegocio haca tiempo que iba mal. Ahora quedaba vaca la mitad de la casa, dondehaban vivido los Biberstein. Todos los das venan personas para ver lascondiciones, pero no resultaba nada. Uno de los solicitantes ms interesados erauna comunidad de la Iglesia protestante. Vinieron dos pastores de ella y a ruegosde mi madre fui con ellos a ver el solar vaco, pues ella estaba muy cansada.Llevamos las cosas tan adelante que incluso se hablaron las condiciones. Locomuniqu a mi madre que me pidi que escribiese inmediatamente al Pastor

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    principal solicitndole por escrito una respuesta afirmativa. Esta fue dada. Pero pocoantes de mi partida, el asunto amenazaba fracasar. Quise quitar al menos estapreocupacin a mi madre y me present en casa del referido seor. Pareca que nohaba ya nada que hacer. Cuando me fui a despedir, me dijo: "Por lo visto quedausted muy triste y eso me apena". Le cont cmo mi madre estaba entonces tanacongojada con sus muchas preocupaciones. Me pregunt qu clase depreocupaciones eran aqullas. Le habl brevemente de mi conversin y de misdeseos por el convento. Esto le impresion profundamente. "Debe usted saberantes de irse que aqu ha conquistado un corazn". Llam a su seora y tras unarpida discusin decidieron convocar nuevamente la junta directiva de la Iglesia yproponer otra vez la oferta. An antes de marcharme vino el Pastor principal con sucolega a nuestra casa para cerrar el trato. Al despedirse me dijo en voz baja: Diosla guarde!.

    La Hna. Marianne tuvo todava a solas una entrevista con mi madre. No se podaalcanzar mucho ms. La Hna. Marianne no poda dejarse coaccionar (como mimadre esperaba). No quedaba otro consuelo. Ambas hermanas no se hubieran

    atrevido a fortalecer con palabras de aliento mi decisin. Era tan difcil que nadiepoda asegurarme: este o aquel camino es el recto. Para ambos se podan aducirbuenas razones. Deba dar el paso sumergida completamente en la oscuridad de lafe. Muchas veces durante aquellas semanas pensaba: Quin se quebrantar antesde las dos, mi madre o yo? Pero ambas perseveramos hasta el fin.

    Poco antes de partir fui tambin a que me miraran los dientes. Estaba sentada en lasala de espera de la doctora, cuando de repente se abri la puerta y entr misobrina Susel. Se puso radiante de alegra. Habamos llamado al mismo tiempo sinsaberlo. Pasamos juntas a la consulta y me acompa despus a casa. Susel teniaentonces doce aos, siendo muy madura y reflexiva para su edad. Yo no habahablado nunca a los nios de mi conversin a la fe. Pero Erna se lo haba contado.

    Yo se lo agradezco. Le ped a la nia que cuando yo me fuese procurara hacermuchas visitas a la abuelita. Ella me lo prometi. "Pero, por qu haces t ahoraesto?" me pregunt. Pude enterarme de las conversaciones que ella haba odo asus paps. Yo le expliqu mis motivos como a una persona mayor. Escuch muyatentamente y me comprendi.

    Dos das antes de partir vino a visitarme su padre (Hans Biberstein). Era grande elapremio que le mova a exponerme sus reparos aunque no se prometiera ningnresultado. Lo que yo quera realizar acentuaba agudamente la lnea de divisin conel pueblo judo, que por entonces estaba tan oprimido. El no poda comprender quela misma cosa fuera de otra manera muy distinta desde mi punto de vista.

    El ltimo da que yo pas en casa fue el 12 de octubre, da de mi cumpleaos. Era,a la vez, una festividad juda, el cierre de la fiesta de los tabernculos. Mi madreasisti a la celebracin en la sinagoga del seminario de rabinos. Yo la acompa,pues al menos aquel da se impona que lo pasramos juntas. El rabino preferidopor Erika, un gran sabio, tuvo una bella exhortacin. Durante el viaje de ida en eltranva no hablamos mucho. Para darle un pequeo consuelo le dije: "La primeratemporada es slo de prueba". Pero esto no ayud en nada. "Cuando te propones tuna prueba, bien s yo que la superas". Despus se le antoj a mi madre volver a

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    pie. Algo ms de tres cuartos de hora con sus 84 aos! Pero tuve que dejarla, puesnot que quera hablar francamente conmigo.

    No era hermosa la homila?. "S".

    "No es posible entonces ser un judo piadoso?". "Ciertamente, cuando no se

    conoce otra cosa".En aquel momento se vuelve hacia m profundamente alterada: Entonces por qula has conocido t? No se puede decir nada contra l. Puede que sea un hombrebueno. Pero, por qu se ha hecho Dios?

    Concluida la comida se march al negocio para que mi hermana Frieda no estuvierasola durante la comida de mi hermano. Pero me dijo que pensaba volver enseguida.Y as lo hizo (slo por m; en otro caso estaba durante todo el da en el negocio).Despus de comer y por la tarde llegaron muchos huspedes, todos los hermanoscon los nios y mis amigas. Por una parte estaba bien en cuanto que quitaba unpoco la tensin del ambiente. Pero por otro lado era peor a medida que uno tras

    otro se iban despidiendo Al final quedamos mi madre y yo solas en el cuarto. Mishermanas tenan an mucho que lavar y recoger. De pronto ech ambas manes asu rostro y comenz a llorar. Me puse detrs de su silla y estrech fuertemente sucabeza plateada sobre mi pecho. As permanecimos largo rato hasta que me dijoque se marchaba a la cama. La llev hasta arriba y la ayud a desnudarse, laprimera vez en la vida. Me sent despus en su cama hasta que me mand adormir. Ninguna de las dos pudimos conciliar el sueo aquella noche.

    Mi tren parta algo temprano, alrededor de las ocho. Elsa y Rosa quisieronacompaarme al tren. Igualmente Erna hubiese deseado ir a la estacin. Pero lerogu que viniera temprano a casa para quedarse con mi madre. Saba que stapodra tranquilizarse ms con ella que con nadie. Como ramos las dos ms

    pequeas, habamos conservado siempre la ternura filial para con la madre. Lashermanas mayores le tenan un poco de miedo, aunque su amor no era ciertamentemenor.

    A las cinco y media sal como siempre de casa para or la primera Misa en la iglesiade San Miguel. Luego nos reunimos todas para el desayuno. Erna vino hacia lassiete. Mi madre trat de tomar algo pero en seguida retir la taza y comenz allorar como la noche anterior.

    Nuevamente me acerqu a ella y la abrac, estando as hasta el momento de partir.Hice una seal a Erna para que viniera a ocupar mi lugar. Dej el sombrero y elabrigo en la habitacin de al lado. Y luego la despedida. Mi madre me abraz y bescon el mayor cario. Erika agradeci mi ayuda (haba trabajado algo con ella parasus exmenes de maestra en la escuela media; viniendo a m con sus preguntasmientras yo estaba con mis maletas). Al final exclam: "El Eterno te asista".Cuando estaba abrazando a Erna, mi madre sollozaba en alto. Sal rpidamente.Rosa y Elsa me siguieron. Al pasar el tranva por delante de nuestra casa, no habanadie a la ventana para hacer, como otras veces, unas seales de adis.

    En la estacin tuvimos que esperar algo hasta que lleg el tren. Elsa se agarr

  • 8/3/2019 Hebreos Catlicos: Edith Stein - Como Llegue Al Carmelo (en espaol)

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    fuertemente a m. Cuando haba buscado un sitio y mir a mis dos hermanas,qued sorprendida de la diferencia de ambas. Rosa estaba tan serena y tranquilacomo si se viniera conmigo a la paz del convento. El aspecto de Elsa se tornsbitamente por el dolor como el de una anciana.

    Finalmente el tren se puso en movimiento. Ambas continuaron agitando sus manos

    mientras se las poda ver. Despus desaparecieron. Me pude acomodar en mipuesto en el compartimiento. Era realidad lo que haca poco apenas me atreva asoar. Ninguna explosin de alegra al exterior. Era terrible lo que quedaba tras dem. Pero estaba profundamente tranquila, en el puerto de la voluntad divina.

    Hacia el anochecer llegu a Colonia. Mi ahijada me rog que pasara nuevamente lanoche con ella. Sera recibida en la clausura al da siguiente despus de vsperas.Avis por telfono de mi llegada al convento y tuve que acercarme a la reja parasaludar. Despus de comer estbamos nuevamente ambas all para asistir, desde lacapilla, a las primeras vsperas de nuestra Santa Madre.

    Estando arrodillada delante del presbiterio, o susurrar en el torno de la sacrista:

    Est Edith fuera?. Haban trado enormes crisantemos blancos. Los habanenviado como saludo las profesoras desde el Pfalz. Los tena que ver antes de queadornaran el altar. Despus de las vsperas tomamos an juntas el caf. Se acercuna seorita hermana de nuestra amada Madre Teresa Renata. Pregunt cul denosotras era la postulante pues quera animarla un poco. Pero no lo necesitaba.sta y mi ahijada me acompaaron hasta la puerta de la clausura. Finalmente seabri. Y yo atraves con profunda paz el umbral de la Casa del Seor.