hacia la nacionalizacion petrolera

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Colección Venezuela y su Petróleo Rubén Sader Pérez Hacia la nacionalización petrolera

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C o l e c c i ó n V e n e z u e l a y s u P e t r ó l e o

Rubén Sader Pérez fue miembro del Directorio Ejecutivo de la Corporación Venezolana del Petróleo (CVP) desde su fundación en 1960, y Director General de la misma empresa desde 1963 hasta 1969. Durante esos años dio una ardua, solitaria e infructuosa batalla: intentó hacer de la CVP el camino hacia la auténtica nacionalización de la industria petrolera venezolana. En sus textos, proscritos por todos los poderes constituidos del país, argumenta, razona y clama por una administración estatal del petróleo para beneficio de todos los venezolanos.

La presente obra es testimonio del mencionado proceso de nacionalización petrolera, y ofrece el análisis de los hechos y controversias que marcaron tal etapa, al tiempo que devela la lucha por la justa participación del Estado en los resultados de su principal industria. “Es cierto que el petróleo es nacional en la medida en que el Libertador Simón Bolívar, en el año 1829, decretó que los bitúmenes o jugos de la tierra eran propiedad de la nación (…) pero la Industria todavía está en manos ajenas. Bolívar hizo su tarea, pero la nuestra es a nosotros a quien corresponde realizarla”, asentó Sader Pérez.

DIRECTORIO

Nelson J. Merentes D.Presidente

Jorge GiordaniArmando León RojasJosé S. KhanJosé Félix Rivas Alvarado

ADMINISTRACIÓN

Nelson J. Merentes D.PresidenteEudomar TovarPrimer Vicepresidente Gerente

COMITÉ PERMANENTE DE PUBLICACIONES

José Félix Rivas AlvaradoPresidenteArmando León RojasCarlos Mendoza PottelláJaime Luis SocasIván GinerTxomin las Heras

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3Nota Editorial

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C o l e c c i ó n V e n e z u e l a y s u P e t r ó l e o

Rubén Sader Pérez

Hacia la nacionalización

petrolera

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Catalogación en fuente de Biblioteca Ernesto Peltzer

Sader Pérez, Rubén Hacia la nacionalización petrolera / Rubén Sader Pérez ; introducción [y coordinación de la colección] Carlos Mendoza Pottellá.– Caracas: Banco Central de Venezuela, 2013. – 196 p. –

Colección Venezuela y su Petróleo. –

ISBN: 978-980-394-078-2

1. Petróleo – Industria y Comercio – Venezuela. 2. Compañías petroleras – Venezuela. 3. Industria petrolera – Política gubernamental – Venezuela 4. Venezuela – Política económica 5. Petróleo – Venezuela – Nacionalización 6. Política energética – Venezuela I. Título. II. Mendoza Potellá, Carlos III. Colección Venezuela y su petróleo

Clasificación Dewey: 338.27282/S125/2011Clasificación JEL: L71; Q40, Q43.

© de esta edición: Banco Central de Venezuela, 2013

Coordinador de la ColecciónCarlos Mendoza Pottellá

Producción editorialGerencia de Comunicaciones Institucionales, BCVDepartamento de Publicaciones Avenida Urdaneta, esquina de Las CarmelitasTorre Financiera, piso 14, ala surCaracas 1010, VenezuelaTeléfonos: 801.5514 / 8380Fax: [email protected]: G-20000110-0

Diseño gráficoJosé Gregorio Salazar PintoDiagramaciónJosé V. Leal O.Corrección de textosLiliana Nunes De Gouveia TranscripciónBertha CastroImpresiónGráficas Acea C.A.

Hecho el Depósito de LeyDepósito legal: lf35220123202849ISBN: 978-980-394-078-2

Impreso en Venezuela - Printed in Venezuela

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ÍNDICE

Nota editorial .........................................................................................9Introducción de Carlos Mendoza Pottellá ...........................................11Presentación de Rubén Sader Pérez ....................................................13

CAPÍTULO I

CONTRATOS DE SERvICIO: RELACIóN DE UN PROCESO .....17Oportunidad para conocer las alternativas de las compañías .............18Las Bases Mínimas de la CVP proponían correctivos y cambios estructurales ......................................................................20Advertencia al Ejecutivo sobre el cambio en las Bases de Contratación llevadas al Congreso .............................23Información al Congreso Nacional de los cambios introducidos por el Ejecutivo ...................................................................................30Infiel al pasado. La mayoría parlamentaria aprueba fórmula contractual del Ejecutivo .......................................................69Salto atrás y manipulación publicitaria de la participación fiscal ......71Los Contratos de Servicio violan las Bases de Contratación aprobadas por el Congreso Nacional ...................................................74Otras violaciones contenidas en la Guía de Contabilidadanexa al contrato ..................................................................................80

CAPÍTULO II

REvERSIóN y CAmbIO POLÍTICO ..................................................83Plan de acción ante la reversión .........................................................83Silencio de las compañías y vaguedad de los políticos ......................84Esto es lo que piden las compañías .....................................................85Ya tienen los contratos o convenios ....................................................86Primero tiene que hacerse efectiva la revisión ....................................87Medidas y ventajas de la reversión .....................................................88La capacidad nacional de manejar la industria ....................................90El camino político es indispensable ....................................................90¿Nos estamos acercando? ....................................................................91

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CAPÍTULO III

¿CUáNTO vALE EL gAS vENEzOLANO? ....................................95

CAPÍTULO Iv

HACIA UN PROgRAmA DE INvESTIgACIóN SObRE

PETRóLEO y PETROqUÍmICA .........................................................99

CAPÍTULO v

vÍA CRUCIS DE LAS PETROLERAS LATINOAmERICANAS...103La pragmática de Betancourt ............................................................103La YPF Argentina. .............................................................................104La EPF peruana .................................................................................104Pemex ................................................................................................105ANAP-Ancap ....................................................................................106La boliviana YPFB ............................................................................106La brasileña Petrobras .......................................................................107La Ecopetrol ......................................................................................108Ejemplo para Venezuela ....................................................................108La Corporación Venezolana del Petróleo ..........................................109Problemas comunes .......................................................................... 110Las nuevas perspectivas ................................................................... 111Betancourt y su nuevo trato ..............................................................113Efectos del deterioro de los precios y de otras medidas ...................114Divergencias y coincidencias ........................................................... 116Firmeza contra la nacionalización .....................................................118El pragmatismo como doctrina .........................................................118Nadie niega el progreso .....................................................................119Convenios de transacciones ..............................................................120Los tiempos han cambiado ................................................................120

CAPÍTULO vI

LA vÍA vENEzOLANA HACIA LA ExPLOTACIóN DIRECTA

DE LOS HIDROCARbUROS.............................................................123¿Qué significa nacionalización? ........................................................123¿Por qué se nacionaliza? ...................................................................124Dependencia económica y política ....................................................124Disminución de reservas ...................................................................125Áreas ociosas .....................................................................................126Baja en la perforación de la CVP ..................................................... 128La mala vía contractual .....................................................................129

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¿Para qué contratos a estas alturas? ..................................................130Ellas rechazan la reversión ...............................................................131Nacionalizar posiblemente antes de 1983 ........................................132La CVP es rentable ............................................................................132La factibilidad política ......................................................................133La vía venezolana ..............................................................................134Dentro de un esquema constitucional o revolucionario ....................135Bolívar nacionalizó el petróleo, pero la industria está en manos ajenas .........................................................................135

CAPÍTULO vII

TRANSfERENCIA TECNOLógICA EN UN mODELO DE PUERTORRIqUEñIzACIóN: vENEzUELA ............................137

¿Qué es la transferencia tecnológica? ...............................................137Ahorro del empresario privado .........................................................138Ventajas para el sector estatal ............................................................138La ITT y la guía de la Cantv..............................................................139En la industria petrolera ....................................................................140La otra experiencia ............................................................................140No se salvan las Fuerzas Armadas ....................................................142¿Una salida posible? ..........................................................................143

CAPÍTULO vIII

NACIONALIzACIóN DE LA INDUSTRIA PETROLERA

EN vENEzUELA ..................................................................................145Inversión extranjera en petróleo ........................................................145Participación del petróleo en la economía venezolana .....................145Las concesiones de hidrocarburos. ....................................................146Reversión de las concesiones ........................................................... 146Comportamiento de las compañías extranjeras ................................147Ley sobre Bienes Afectos a la Reversión .........................................150Demanda de nulidad de la ley ..........................................................151Experiencia de la explotación por el Estado ....................................153Contratos de Servicio ....................................................................... 155Nacionalización de la industria ........................................................ 160El marco político .............................................................................. 164Los obstáculos de la integración ...................................................... 166Antes, las necesidades primarias ...................................................... 167

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CAPÍTULO Ix

LA NACIONALIzACIóN COmO ObjETIvO

DE INvESTIgACIóN CIENTÍfICA ...................................................179Aspectos legales ................................................................................181Recursos humanos ............................................................................ 183Adquisición de bienes y servicios extranjeros .................................185Transferencia tecnológica ..................................................................186Valuación de los activos de la industria ............................................188Cambios en los patrones técnico-operacionales ................................189La comercialización internacional ................................................... 190Las inversiones y su financiamiento ..................................................191Nueva estructura organizativa ...........................................................191Evaluación sociopolítica ...................................................................192La estrategia por definir .....................................................................195

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9Nota Editorial

NOTA EDITORIAL

El Banco Central de Venezuela presenta la Colección Venezuela y su Petróleo co-mo un aporte al rescate de textos en los cuales ha quedado plasmada la lucha de la nación venezolana por la soberanía sobre sus recursos de hidrocarburos.

Ese combate, librado en la mayoría de las oportunidades en condiciones de inferio-ridad frente a los carteles petroleros internacionales, fue registrado por cronistas e investigadores en obras que, durante décadas, constituyeron las fuentes bibliográ-ficas para la docencia en las universidades nacionales.

Sin embargo, desde mediados de los años ochenta del siglo pasado, por la imposición de los dogmas del libre mercado y la aceptación acrítica de la globalización impulsa-da por el Consenso de Washington, el estudio de la política, legislación, sociología y economía de los hidrocarburos fue minimizado y, en algunos casos, extirpado de los respectivos programas de cada una de esas carreras en casi todas las universidades del país. El enfoque de estos temas se redujo a lo estrictamente administrativo-técnico y a la información corporativa orientada a la justificación de las políticas de privatización y apertura incondicional al capital petrolero internacional.

Por ello, se puede afirmar, sin duda, que la mayoría de los profesionales de las ciencias sociales egresados en los últimos 30 años de las universidades venezola-nas han recibido una muy reducida información sobre la historia y fundamentos de las políticas públicas en materia de hidrocarburos.

En el contexto de la profunda crisis económica y social que se vive en el mundo y el consecuente derrumbe de la mitología neoliberal, se renueva la vigencia del pensamiento económico nacionalista y se impone la revisión de sus fundamentos filosóficos e históricos. Tal es el propósito al que quiere contribuir esta colección.

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11Introducción

INTRODUCCIóN

La obra que hoy presentamos califica plenamente dentro de los objetivos de la Colección Venezuela y su Petróleo: textos fundamentales para la comprensión de la historia petrolera de Venezuela que fueron relegados al olvido por su carga de denuncia y por sus postulados de lucha por la soberanía nacional sobre sus re-cursos y la justa participación nacional en los resultados de su industria.

Rubén Sader Pérez fue miembro del Directorio Ejecutivo de la Corporación Venezolana del Petróleo (CVP) desde su fundación en 1960 y Director General de la misma empresa desde 1963 hasta 1969. Durante esos años dio una ardua, solitaria e infructuosa batalla: intentó hacer de la CVP el camino hacia la auténtica nacionalización de la industria petrolera venezolana. En sus textos, proscritos como ya dijimos, por todos los poderes constituidos de este país, argumenta, razona y clama por una administración estatal del petróleo para beneficio de todos los venezolanos y combate todas las argucias mediante las cuales se pervirtió la figura de los “Contratos de Servicio”, ideados para facilitar el inicio de operaciones de la CVP, hasta convertirlos en concesiones disfrazadas que violaban abiertamente la política de “no más concesiones”, la cual había adquirido rango constitucional en el texto magno de 1961.

La frustración se comenzó a prefigurar desde el propio acto de fundación de la CVP. En el mismo, el presidente Betancourt se curó en salud ante los concesionarios y sus mentores al hacer referencia a los limitados fines de la CVP y el carácter flexible de la política de no más concesiones:

Esta empresa no viene a competir con las empresas privadas. La misma modestia del capital de trabajo que le hemos asignado, indica cómo son de limitados sus fines y objetivos; pero la Corporación Venezolana del Petróleo debe ser y será el vehículo de que se valga el Estado para otorgar, ya no concesiones sino Contratos de Servicio y otras fórmulas de arreglo, que hay muchas, y muchas se están utilizando en varios países petroleros, para desarrollar la explotación y producción de aceite negro en el país (29/05/1961).

No hemos otorgado concesiones porque las muy ricas que quedan, bien ubicadas, en el centro y en las riberas del lago de Maracaibo, estamos seguros que van a ser exploradas y explotadas mediante Contratos de Servicio (29/06/1963).

No es extraño, pues, que el destino de la CVP fuera el de quedarse enana, al estilo bonsái, hasta su languidecimiento final y su fusión con la filial de la Mobil en Ve-nezuela para constituir Corpoven.

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Pero esa batalla perdida de Sader Pérez no fue en vano. En sus escritos quedan profundas enseñanzas que se hace necesario rescatar, porque los contendientes que acechan la soberanía y la independencia nacional siguen siendo los mismos. En efec-to, al releer esos textos se puede uno sorprender de la actualidad de los conflictos que se forman en torno a la industria petrolera nacional: la misma insistencia en la fraca-sada política expansiva de la producción, la misma condena de la participación fiscal como renta, gasto improductivo, los mismos especiosos argumentos sobre las bonda-des de la inversión extranjera y la necesidad de “estimular”, precisamente con sacrifi-cios fiscales y dejación de soberanía, el arribo de esa bondadosa ayuda externa.

Del texto de 1972, que hoy publicamos, extraemos dos citas que lo presentan de cuerpo entero:

Cuando hablamos de nacionalización a veces la imaginación tiende a caer en la ten-tación de recoger algunos alegatos que se plantean en el sentido de señalar la posible participación de empresarios privados venezolanos en nuevas fórmulas de explotación de hidrocarburos. La nacionalización es, más bien, una medida administrativa que permite que la comunidad se haga cargo de la explotación de un renglón industrial o de una materia prima en beneficio de toda la nación. Nacionalización significa así que vaya la explotación a la nación y no a los particulares.

La dependencia de la industria petrolera no es solamente en el aspecto económico que nos preocupa sino también en el aspecto político, en lo que concierne a nuestra suerte como nación libre e independiente. Las compañías responden a los intereses de sus accionistas extranjeros, mayoritariamente norteamericanos, pero no es ningún secreto y lo vemos con frecuencia en los cables de prensa, que ellas están alineadas conforme a las directrices que imparte el Departamento de Estado y el Foreign Office. Tal situación, que no es producto de una imaginación sectaria, sino de hechos que están al alcance de todos los venezolanos, es digno de tomarse en cuenta para que, cuando se analice la conveniencia de la nacionalización como un negocio, se aprecie también que en ese negocio está en juego nuestra independencia, nuestra soberanía.

Finalmente, lo dejamos hablar en uno de sus alegatos, inserto en otra de sus obras paradigmáticas, Petróleo polémico y otros temas, recientemente reproducida en la Biblioteca del Pensamiento Económico de la Revista BCV, para observar el senti-do de su ácida polémica y, en gran medida, la actualidad de sus planteamientos y su denuncia contra el neocolonialismo.

Si alguien quisiera valerse de un caso piloto para mostrar el poderío de las conce-sionarias extranjeras frente al Estado venezolano, podría echar mano de lo sucedido con el abastecimiento del mercado nacional. Quedaría al descubierto en esta forma la debilidad de recursos ordinarios como leyes, reglamentos, decretos, resoluciones, circulares; el escaso peso de la voluntad oficial expresada a través de funcionarios de turno y, en definitiva, la compleja estructura que caracteriza al sistema operado por agentes locales del neocolonialismo.

Carlos Mendoza Potellá

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13Presentación

PRESENTACIóN

Es un proceso en marcha hacia la nacionalización de la industria petrolera en Ve-nezuela el revelado en este libro mediante la exposición y análisis de hechos y controversias seguidos muy de cerca por el autor. Tienen sus páginas, por ello, un sabor de testimonio cuya sinceridad no es alarde sino atributo imprescindible para entrar en materia en un campo dominado por la presencia de intereses pertenecien-tes a la más alta jerarquía económica internacional.

Nada fácil fue la selección de textos elaborados bajo diversas circunstancias, y el eludir la tentación de pecar contra el margen de objetividad exigido al ponente de tesis cuyos fundamentos comparte. ¿No es distinta acaso la moral del ensayista al enjuiciar el diario acontecer con frialdad científica, que la del hombre convencido de la urgencia de provocar transformaciones en la sociedad en cuyas luchas participa? Cierto que la diferencia existe, y en tan alto grado, como la del riesgo de quien cita a los toros en la mitad del ruedo y aquel del crítico enciclopedista trepado como espec-tador en los distantes tendidos. Permítaseme, pues, que vaya hilando los capítulos conforme al recuento en orden cronológico de ciertas peripecias de una contienda en la que toman parte, de un lado, una nación suramericana “en vías de desarrollo”, y del otro, los más calificados exponentes del oligopolio mundial del petróleo.

Sirve de escenario el país de mayor exportación en el hemisferio occidental, y las reglas de juego para el arbitraje de la contienda son las de un régimen democrá-tico-representativo en berlina, cuestionado como viene siendo en su legitimidad por el uso preponderante del dinero-elector en las técnicas de manipulación de la voluntad colectiva. Sin embargo, torpe y estéril sería desdeñar la concurrencia al debate –para hacer uso del derecho de pataleo, si se prefiere– que facilita llevar el mensaje hasta sectores no comprometidos con el establecimiento, con el orden impuesto. En ningún delito de optimismo a ultranza se incurre a estas alturas, como aquel de los vaticinadores de la inminente quiebra del sistema capitalista en el arranque de la revolución industrial, cuando se proclama la viabilidad de medidas quebrantadoras de la dependencia que estamos padeciendo. Bastaría un solo vistazo al contorno latinoamericano para descubrir un ascenso de los valores conceptuales y la afluencia de elementos logísticos requeridos para la nueva etapa emancipadora; entre estos últimos conviene señalar el cambio de mentalidad, la toma de conciencia que cunde entre clásicos soportes del absolutismo –fuerzas militares y clero– para no aludir a la rebelde juventud, inmunizada ante los requie-bros de anticuados predicadores.

Venezuela cuenta con una trayectoria de progresiva participación fiscal en los in-gresos que origina el petróleo. No obstante, en los últimos años se han fortaleci-do los vínculos de la subyugación extranjera de su economía, y ha aumentado la

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desigualdad social, con el auxilio de una injusta distribución del ingreso nacional, esquema este que prospera mientras crece su vulnerabilidad bajo el control foráneo de sus fuentes de suministro de energía. Recientemente, en medio de la algarabía dictada por la aprobación de una ley tendiente a lograr la reversión de las conce-siones en el término previsto en los títulos otorgados, le fueron entregadas 250.000 hectáreas en el lago de Maracaibo a compañías –Shell, Standard Oil de Nueva York y Occidental– que así aseguran su permanencia en el país más allá de 1983, y según estipulaciones cuyo análisis es uno de los temas de este libro.

Al mismo tiempo, la paralización desde 1969 de los mecanismos de captura del mercado interno –el Decreto 187, especialmente– descubre, más que una inercia de los burócratas oficiales, una actitud de complacencia de los partidos del estatus con los intereses de las concesionarias, puesta en evidencia con el filibusteris-mo legislativo desplegado para engavetar el tibio texto legal casi listo para su aprobación en las sesiones de este año. Igual podría afirmarse con relación a las autorizaciones dadas a las empresas para que violen los principios recogidos en el estatuto que regula el traspaso de áreas, derechos e instalaciones a la nación sin indemnización alguna.

Una conducta oficial contradictoria y vacilante, impuesta una y otra vez bajo dife-rentes signos político-partidistas, y cuya consistencia radica en el mantenimiento de la debilidad de la pequeña empresa estatal, ha colocado así en peligro el de-recho de recibir por vía de reversión, áreas e instalaciones en condiciones que permitan al Estado asumir eficientemente la generación de ingresos necesarios para la subsistencia de una nación venezolana libre e independiente. Dicho com-portamiento, unido a las prácticas retaliatorias desplegadas por los dirigentes de los consorcios, hace cobrar un carácter de inminencia, de imperativo categórico, a la solución recomendada en estas páginas: nacionalizar la industria petrolera con anterioridad a 1983.

Rubén Sader PérezAgosto, 1972

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15Contratos de Servicio: relación de un proceso

Rubén Sader Pérez

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Colección venezuela y su Petróleo

Banco Central de VenezuelaCaracas, 2012

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17Contratos de Servicio: relación de un proceso

CAPÍTULO ICONTRATOS DE SERvICIO: RELACIóN DE UN PROCESO

Casi con la creación de la Corporación Venezolana del Petróleo (CVP) se inició el proceso de los Contratos de Servicio como solución administrativa ideada pa-ra facilitar el desarrollo del ente estatal mediante acuerdos con otras empresas. Antes de haberse elaborado el instrumento jurídico llamado a reglamentar la fa-cultad otorgada a la CVP para celebrar convenios, las concesionarias extranjeras y otras compañías internacionales presentaron ofertas, ávidas como estaban de quebrantar la barrera erigida ante ellas con el anuncio de la política de no más concesiones. A partir de septiembre de 1967, luego de la reforma de la Ley de Hidrocarburos, se entró de lleno en la etapa de las negociaciones subordinadas a unas Bases Mínimas reveladoras de la pretensión de utilizar el nuevo régimen como una modalidad de la explotación directa por el Estado de sus áreas petro-líferas. La trayectoria recorrida desde entonces muestra para esta fecha, con la abundancia de incidencias merecedoras de un más detenido análisis, el fracaso del proyecto concebido con propósitos y fines diferentes de los que permite entre-ver el texto final de los contratos publicados en la Gaceta Oficial Extraordinaria del 13 de diciembre de 1971, Nº 1.495.

Fue preciso antes alterar las Bases Mínimas con la colaboración de las fracciones parlamentarias de los partidos AD, Copei y Perezjimenista, en forma tan subs-tancial como para lograr el cambio de actitud que se observa entre la declaración del presidente de la Creole Petroleum Corporation el 23 de mayo de 1967, quien objeta la alta carga fiscal que impide la competencia en los mercados, reclama la total responsabilidad administrativa de las operaciones y señala un plazo no menor de 30 años para la duración del período de explotación, y la de Guillermo Rodríguez Eraso, hoy vicepresidente de la misma empresa, cuando, teniendo a la vista las condiciones llevadas al Congreso Nacional en noviembre de 1969, exclama: “Bienvenidos los Contratos de Servicio. Ojalá que ellos nos logren para los años que vienen lo que no pudimos dar en doce años”. Pero se llegó más allá en el trance de complacer a las compañías extranjeras: las Bases de Contratación, modificadas por el Congreso Nacional y ya en manos del Ejecutivo y de la Cor-poración Venezolana del Petróleo, fueron violadas a la hora de redactar el texto definitivo de los contratos.

El ciclo cumplido convirtió en realidad las ofertas de nuevas áreas a las compañías internacionales, formuladas sin disimulo en las reiteradas declaraciones oficiales del presidente Betancourt: “No hemos otorgado concesiones, porque las muy ri-cas que quedan bien ubicadas en el centro y en las riberas del lago de Maracaibo, estamos seguros de que van a ser explotadas mediante Contratos de Servicios”

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18 Hacia la nacionalización petrolera

(29/06/1963 Mensajes presidenciales, tomo IV, p. 141). Semejante actitud de com-promiso es la que da escape a la irritación del ministro Mayobre cuando repudia la licitación para perforación de pozos en las áreas del sur del lago de Maracaibo, convocada por la CVP en pleno período de negociaciones de los Contratos de Ser-vicios, como se revela en la correspondencia que me dirigió en octubre de 1968 (Cartas petroleras, pp. 165-176).

No es de extrañar, por consiguiente, que el nuevo gobierno demócrata-cristiano, presidido por el doctor Rafael Caldera, preste oídos sordos a las voces de alerta elevadas hasta él para detener la conspiración en marcha. La euforia nacionalista despertada por la puesta en vigencia de la Ley sobre Bienes Afectos a la Rever-sión, la cual suscita el rechazo de las compañías concesionarias y sus demandas de nulidad, sirvió más bien para disimular el otorgamiento de contratos con una duración que trasciende al período de vencimiento de las concesiones cuya rever-sión pretende asegurar la nueva ley; y a todas estas, en pleno auge de la demanda mundial que convierte en un mercado de vendedores a la temida red de distribu-ción ubicada en Norteamérica como en Europa Occidental.

Poniendo a un lado los sentimientos de modestia o de personal delicadeza que puedan obligar a un hombre a silenciar sus propias actuaciones en la crónica de acontecimientos históricos, surge como un deber de lealtad hacia la nación en cuyas reservas de justicia se tiene fe depositada, la reproducción de argumentos esgrimidos en su oportunidad frente a organismos, dignatarios, personalidades y sectores de la opinión pública, y los cuales fueron desechados, en sus aspectos fun-damentales, tanto como pueden comprobarlo los textos que recoge este capítulo.

Oportunidad para conocer las alternativas de las compañías1

La situación de las compañías con relación a las reservas varía de una a otra, en Venezuela y en el resto del mundo, debe apreciarse el factor de diversificación de las fuentes que las lleva a no concentrar sus reservas en una sola área y menos en alguna amenazada en su estabilidad política e institucional. Es importante preci-sar, además, la composición de las reservas; es decir, la clase de petróleos que las forman, y en el presente, mientras efectuamos nuestro análisis, que el aumento de reservas prolonga la vida de las compañías y ellas tienen que tratar de acaparar las que puedan restar en un país, como Venezuela, dotado de una infraestructura –ca-rreteras, viviendas, servicios, facilidades, etcétera– que difícilmente algún otro país con perspectivas petrolíferas –quizás ninguno– pueda ofrecer en los momentos. De poner nosotros en juego el mecanismo de los contratos, las compañías, para contro-lar estas posibles nuevas fuentes, tendrán que competir entre ellas, enfrentarse a las alternativas de las empresas estatales internacionales y ofrecer a la empresa nacional –como establece la Ley de Hidrocarburos– mejores condiciones que las brindadas por el régimen de concesiones en la situación presente. Abstenerse de participar en

1 De la comunicación al doctor J.P. Pérez Alfonzo, 23/01/1968 (Cartas petroleras, pp. 189-202).

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19Contratos de Servicio: relación de un proceso

la competencia podría significar para las compañías la aceptación de su liquidación en un plazo cierto y relativamente breve, si se toma en cuenta las predicciones sobre el papel que le corresponderá jugar al petróleo por muchos años todavía como fuen-te de energía, materia prima para la industria petroquímica y hasta como alimento en un mundo de hambrientos y cuya población crece explosivamente.

Control de las reservas

El aumento de reservas debe analizarse desde el punto de vista nacional. Cuando usted dice que Venezuela tiene suficientes reservas probadas mucho mayores que las acusadas por las compañías con fines fiscales, pienso que esas reservas están en manos de esas mismas compañías que las producen a su antojo, halagando o penalizando a los gobiernos de turno. Cuando afirma que en el área ociosa de las concesiones –cualquiera que sea su extensión– pueden descubrirse reservas adi-cionales, pienso otra vez que las tales áreas están en manos de las compañías, las cuales no las desarrollan sino a su arbitrio cuando las circunstancias nacionales o internacionales, interpretadas a su exclusiva conveniencia, así lo aconsejan.

La nación debe evaluar su potencial petrolífero real con un criterio diferente al que podrían seguir las compañías extranjeras cuando vacilan entre un proyecto en uno u otro país. Estas quizás puedan optar por irse a otra parte, pero nosotros, que tenemos que quedarnos, debemos cuidarnos de no oponer al criterio de las áreas ociosas el criterio de los recursos ociosos; esto es, mantenernos inmóviles frente a la dinámica actitud de otros países cuyas reservas petroleras son superiores a las nuestras conocidas y con los ojos vendados frente a la incógnita del monto verdadero de nuestros recursos, cuyo conocimiento nos podría permitir la progra-mación a largo plazo de nuestro desarrollo, así como suministrarnos un factor de negociación en el prorrateo del aumento de las tasas de producción con los países de la OPEP, a la vez que un elemento imprescindible para la mayor eficiencia de una política de defensa de los precios.

La vía del desarrollo totalmente independiente –directo, por la CVP– de las áreas libres, es en verdad nuestra máxima aspiración. Para lograrlo de inmediato se re-queriría un cambio violento en la política que se ha venido siguiendo hasta ahora, de manera de aportar, con cargo al Presupuesto de la Nación, las grandes sumas que la explotación de dichas áreas reclama, pues debemos tener presente para ello lo que usted afirma en El pentágono petrolero, página 53: “Lo que queda a Venezuela fuera de las concesiones tiene que ser relativamente menor en cantidades absolutas, mayor en dificultades de encontrarlo o producirlo”. De mantenerse la actual actitud con respecto a los fondos públicos que se aportan a la CVP, esta no puede sino desa-rrollar un modesto programa exploratorio y hacer uso del instrumento incorporado por la reforma de la Ley de Hidrocarburos: los Contratos de Servicio.

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Probablemente estoy pecando de optimista cuando creo que las compañías sí pueden ofrecernos mejores condiciones que las de esperarse en un inversionista carente de expectativas de recuperación según el cuadro evocado con la cita de Adelman. Averigüémoslo. Temo al mismo tiempo que en esta primera etapa va a ser difícil que las empresas estatales, en general, ofrezcan las ventajas que seguramente darán más adelante. Las limitaciones financieras de algunas de ellas les impedirán comprometerse en grandes inversiones de riesgo, mientras que otras lo harán como ENI o ERAP, pensando no sólo en sus mercados nacionales y razonando en ocasio-nes como los miembros del consorcio. La situación será distinta cuando, al regreso de las áreas cuya explotación se inicie, podamos discutir términos más favorables con quienes representen directamente a sus consumidores nacionales.

Usted afirma: “Lo que salta a la vista no es pues, sino la necesidad de esperar para negociar”, “continuar el juego de la espera”. Creo por mi parte que ya es tiempo de iniciar el proceso de las negociaciones, lo que no quiere decir que debamos “precipi-tarnos a celebrar contratos que no ofrezcan el mínimo de ventajas que, en la presente situación del país, los venezolanos tienen derecho a esperar”. Particularmente en este año final del presente período constitucional debemos ofrecerle al país el cono-cimiento de las alternativas reales que puedan existir, al lado de lo que podríamos llamar el deseo de las compañías de “celebrar Contratos de Servicio que resulten en el fondo otras cuantas concesiones encubiertas”. Luego de analizar dichas alternati-vas mediante el sano procedimiento previsto en la ley que requiere para la aproba-ción de las Bases de Negociación la intervención del Congreso Nacional, y por ende de la opinión pública, decidirá Venezuela el camino a seguir.

Las bases mínimas de la CvP proponían correctivos y cambios estructurales2

El contrato de servicio no está definido en la Ley de Hidrocarburos y se ha dado en llamar con este nombre a la relación contractual que permite al instituto autó-nomo o empresa de propiedad exclusiva del Estado, con el objeto de ejercer el derecho de explorar con carácter exclusivo y el de explorar, manufacturar o refinar y transportar por vías especiales los hidrocarburos, llegar a acuerdos con empre-sas, públicas o privadas, sujetos a las limitaciones y regulaciones de la misma ley. Consiste en la práctica, en el ejercicio de la autorización para contratar que se da al ente estatal, pero con la obligación de que este incorpore a las cláusulas, entre otras, las disposiciones del artículo 3 sobre: la duración que no debe exceder los 20 años; a partir del comienzo de la explotación; la extensión del área que, determina-da por las Cámaras Legislativas en cada caso, debe reducirse hasta una superficie no mayor de 20% mediante la aplicación de un proceso de selección alternada que garantice al país la retención de áreas con posibilidades; el aseguramiento de que las tierras y las obras e instalaciones, accesorios y equipos serán conservados para

2 Revista SIC, noviembre, 1969.

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su entrega en propiedad a la nación a la extinción de los convenios; la aplicabilidad de los impuestos y contribuciones que garanticen la participación fiscal estableci-da en la Ley de Hidrocarburos u otras leyes. Además, el legislador especifica que estos convenios sólo podrán celebrarse “siempre que los términos y condiciones que se estipulan en cada contrato sean más favorables para la nación que los pre-vistos para las concesiones en la presente Ley”. El ente estatal, luego del proceso de negociaciones cumplido con posterioridad a la promoción de la concurrencia de ofertas, efectúa la selección de los contratistas con los cuales haya arribado a un entendimiento de cuyo contenido el Ejecutivo Nacional procede a informar debidamente a todas las circunstancias pertinentes a las Cámaras Legislativas para que estas, en sesión conjunta, aprueben “las Bases de Contratación dentro de las condiciones que fijen”. Esto es, que adicionalmente a la comprobación del acatamiento de los extremos señalados, las Cámaras podrían establecer nuevas exigencias a las cuales estaría sometida su autorización.

Si el funcionamiento del sistema de concesiones está ampliamente descrito en la ley y la actividad de la empresa se reduce a ejercer los derechos que el Estado le ha cedido por vía de concesión a cambio del pago de los impuestos y contribuciones aplicables, el esquema de los Contratos de Servicio se caracteriza por la constante regularización de la actividad de la compañía contratista por la empresa estatal cuya dedicación a la explotación del petróleo la capacita para determinar con propiedad, no solamente los términos y condiciones que –además de los genéricos ya previstos en la ley– puedan esperarse de la evaluación técnico-económica de un área en par-ticular, sino aquellos que dicte la situación internacional de la industria, el adelanto tecnológico y hasta las particulares conveniencias de la economía nacional en un momento dado. Es por ello que, para negociar, se parte de las llamadas Bases Mí-nimas elaboradas por la empresa estatal tomando en cuenta las características es-peciales de un área, en este caso de los bloques en que se dividió el sur del lago de Maracaibo, con sus peculiaridades geológicas llamadas a determinar diferencias entre los contratos que podrían suscribirse sobre cada uno de los bloques. Tampo-co se reduce el problema a lograr la aceptación de estas Bases Mínimas, las cuales requieren, por lo demás, de una discusión al detalle de una serie de conceptos fundamentales, puesto que influyen en el monto y distribución de los beneficios a obtenerse; el ente estatal debe, al mismo tiempo, perseguir objetivos políticos –mejor dicho, de una política petrolera– como son, por ejemplo, el implantamien-to de correctivos hábiles para modificar la situación vigente en los aspectos en que sea procedente y también la introducción de cambios estructurales, particularmen-te de aquellos que nos puedan colocar en posición de programar el desarrollo de la explotación petrolera conforme a nuestras necesidades, algo fuera de acceso bajo el sistema de concesiones.

Para mencionar uno de tales correctivos podríamos examinar el caso de las áreas inactivas que forman parte de las concesiones otorgadas y en las cuales el hecho de no haber sido exploradas a satisfacción, impide conocer la magnitud de su poten-

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cialidad petrolífera, a la vez que priva al país de su posible aprovechamiento. Tales áreas suman 2.060.441 hectáreas o sea 81,44% de un total de 2.542.499 hectáreas, según Memoria del Ministerio de Minas e Hidrocarburos, (1968, p. IV-104). ¿No es acaso lógico que quien retiene en su poder grandes extensiones en donde no ha mos-trado interés en incrementar sus labores, deba justificar antes la necesidad de áreas adicionales? ¿No valdría la pena comprometer a tales empresas en un programa de obligatoria activación de tales áreas en la oportunidad en que pretenden acogerse al nuevo sistema de Contratos de Servicio?

El cambio estructural básico tiene que radicar en la participación real de la em-presa estatal en las operaciones, de manera que no se reconvierta en un nuevo espectador condenado a revisar cuentas a posteriori, pendiente no más del ingreso a percibir por encima de lo que tome el fisco. Si en algo han adquirido experiencia los venezolanos ha sido en las fases de exploración y producción, puesto que el mercado ha venido siendo como un fruto prohibido, ajeno, más allá de los propó-sitos de “venezolanización” de la industria. Las mismas tendencias descubiertas por reputados economistas petroleros –sospecho que poco independientes de los consorcios– acusan la posibilidad de que los países productores, en un juego de inescrutable sabiduría, podrían tratar de colocar la responsabilidad de la produc-ción en manos de los países propietarios de los yacimientos para librarse de la inestabilidad impositiva, pero conservando, eso sí, el centro de los mercados. ¿No sería hasta facilitar dicha tarea, cuando no prepararnos responsablemente para tal eventualidad –o alguna otra– el asumir un papel más determinante que el posible-mente disimulado con un lenguaje esotérico, de frases ampulosas pero inasibles? Ya en contratos firmados en Irak, por ejemplo, cuya capacidad técnica es evi-dentemente inferior a la de Venezuela, se prevé que a la vuelta de cinco años del convenio con la compañía extranjera la empresa nacional asuma la totalidad de las operaciones.

En cuanto a los beneficios económicos mejorados cuantitativamente con la reten-ción de 10% del petróleo al costo y la pequeña percepción que permite el factor de agotamiento –5% de la regalía– deben ser complementados con la adopción de fór-mulas factibles, capaces de permitir al Estado una participación adicional de acuer-do con la productividad de los yacimientos descubiertos y que en alguna forma establezcan una relación aceptable entre la inversión y la utilidad de la contratista. El escaso riesgo económico del sistema de contratos –se limita a un modesto bono deducible de futuros ingresos y a la ejecución de un programa exploratorio que no va más allá de 5 millones de dólares en ningún caso– bien puede dar margen a estipulaciones que impidan que las compañías retiren por vía de utilidades netas y depreciaciones, cada dos o tres años, el monto total de sus inversiones en el país. Otro cambio estructural recomendable es el de una efectiva participación en el capital social de la contratista, mediante el pago de acciones que aseguren la repre-sentación nacional en su directiva y en sus mecanismos de control administrativo, aspiración conforme con el acuerdo aprobado recientemente por Venezuela y los demás países miembros de la OPEP.

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No basta con enunciar las anteriores demandas ni con insistir en su razonabilidad, ni siquiera con alegar su vigencia dentro de convenios suscritos en otras áreas. Las compañías se aferran a su statu quo tratando a toda costa de no perder terreno, so-bre todo cuando median los valores extraordinarios que ofrece nuestro petróleo; su variedad, la infraestructura del país, su ventajosa ubicación geográfica en relación con el mercado norteamericano. Es cuestión entonces de asumir la firmeza del negociador que sabe lo que tiene en sus manos, condición que se demostró cuando a raíz de la publicación de las Bases Mínimas en marzo de1968 se obtuvo aquella reacción orquestada a través de los poderosos mecanismos de opinión pública que las calificaba de “duras”, “irreales” e “inaceptables”, porque si la capacidad competitiva estaba perdida era insensato pretender hacerles a las compañías to-davía más penoso el vía crucis de su concurrencia a los mercados. Recuerdo que hasta en el mismo seno del gobierno, a muy altos niveles, repercutió aquello de la “dureza”; sin embargo, lo que para algunos no fue sino obstinación patriotera, vino a resultar en la numerosa asistencia que obtuvimos y en las mejoras logradas en el proceso de negociaciones que me tocó conducir, aunque ya después de co-nocer las cifras finales de la elección presidencial, era evidente que las compañías difícilmente se moverían de la posición hasta donde se las había llevado, a menos que la empresa estatal aceptara sacrificios de cuantía en aras de una engañosa pero rápida culminación de las tareas que se había propuesto. Correspondía al nuevo equipo de gobierno continuar las negociaciones y tomarse para ello todo el tiempo que considerase conveniente. Es en este punto donde algo debe haber fallado, pues las Bases de Contratación no parecen terminadas como tales, sino redactadas en forma tan genérica que revelan un aparente propósito de complacer parcialmente a comentaristas pertenecientes a partidos políticos invitados al Despacho de Minas e Hidrocarburos, lo que va a debilitar la posición gubernamental a la hora en que trate de ejecutar la autorización de las Cámaras. Las compañías van a tener, en efecto, frente a ellas, a negociadores urgidos políticamente –aclaro, no por razones de política petrolera– de concluir los contratos, por cuanto que su no terminación probaría la falta de legitimidad de las Bases llevadas al Congreso. Podría suceder, inclusive, que en un momento dado el rechazo de las Bases diera a las compañías la oportunidad de demostrar ellas “la dureza”, “la irrealidad” del nuevo régimen, para que pudiese surgir con el carácter de una alternativa –frente al creciente défi-cit fiscal– la vuelta a las difamadas concesiones.

Advertencia al Ejecutivo sobre el cambio en las bases de Contratación llevadas al Congreso3

El texto de Bases de Contratación enviado al Congreso Nacional ha sido elaborado mediante un esfuerzo de transcripción literal de las Bases Mínimas aprobadas por el Consejo Directivo de la Corporación Venezolana del Petróleo el 13 de marzo de 1968, pero luego de haber introducido en ellas el Ejecutivo Nacional, modificaciones que

3 Carta abierta al presidente Rafael Caldera (07/11/1969).

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alteran la naturaleza y propósitos previstos en el artículo 3 de la Ley de Hidrocarbu-ros. Contienen las tales Bases elementos tomados en forma aislada de algunas de las ofertas recibidas, a la vez que términos y condiciones incorporados unilateralmente, ya como ocurrencia de los funcionarios públicos o en aceptación parcial de ideas de los dirigentes de partidos políticos expresadas en reuniones con el titular de Minas e Hidrocarburos y sus asesores. Carecen así, por su contenido pleno de generalidades y por el hecho de estar pendiente su aceptación por las compañías participantes en la concurrencia de ofertas, de la condición propia del proyecto de Bases de Contratación que debiera ser aprobado por las Cámaras. En conocimiento el Ejecutivo de la incer-tidumbre que arroja el texto sometido al Congreso, pretende de este una aprobación sui géneris, para poder entrar en una nueva etapa de negociaciones no prevista en las leyes, reglamentos y normas vigentes, y cuya culminación queda sujeta a la fiel interpretación de los conceptos que anticipen el legislador y la buena voluntad de las compañías interesadas, dueñas entonces de dejar al gobierno con la mano extendida si no logran sus objetivos en la nueva ronda a que se las invite, tentadas como pudieran sentirse de desacreditar una fórmula que pretende lograr su colaboración, pero al pre-cio de un sustancial progreso hacia el objetivo de mayor participación que persigue el Estado venezolano.

La modificación o deterioro de las Bases Mínimas se aprecia mediante un simple aná-lisis que puede facilitarse siguiendo el mismo orden del texto publicado el 13 de marzo de 1968 y este del Ejecutivo, pero limitaré mis comentarios a algunos aspectos, dejando para una posterior oportunidad otras observaciones que no conviene silenciar.

Importancia de la información que debe acompañar a las ofertas

Aparte de la capacidad técnica, económica y de la demostración de los mercados del oferente, se exigía, en términos categóricos, una “exposición de las empre-sas que operan en el país con el carácter de concesionarias sobre la necesidad de áreas adicionales para su desarrollo a través de un contrato de servicio”. Se pretendía así, a través de esta exigencia y como cuestión a ser resuelta antes de la elaboración de las Bases de Contratación, corregir la situación de las llama-das “áreas ociosas” o “inactivas”, mediante la implantación de programas que llevaran a su evaluación inmediata o a su renuncia antes del vencimiento de las respectivas concesiones. Sin embargo, no figura en las Bases del Ejecutivo nin-guna información sobre lo que se haya convenido al respecto con las compañías aparentemente favorecidas en el proceso hasta ahora cumplido y de lo que puede inferirse en cuanto a su identidad –nada difícil de precisar para los conocedores de la industria– se aprecia que una de las tales compañías con 155.000 hectáreas en concesión apenas tiene un área probada de 14,83% y en una de sus filiales del país alcanza 11,34% de 63.000 hectáreas y en otra 5,48% de 30.000 hectáreas, según datos de la Memoria del Ministerio de Minas e Hidrocarburos, 1968, mientras que

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la otra compañía con más de 150.000 hectáreas bajo su control, su zona probada alcanza sólo 25% de tal superficie. Si como explicación se alega que la selección de las contratistas aún no ha sido hecha porque está pendiente “la nueva ronda” a la que ya se refiere la prensa petrolera extranjera, es prudente que se le diga al Congreso que los únicos aspectos concretos incluidos en el proyecto del Ejecutivo –número de pozos del programa exploratorio mínimo y monto de los bonos “de riesgo” y de producción– corresponden en los tres bloques que cuentan, a una oferta de una com-pañía determinada en cada bloque, para que en última instancia se intente asegurar el cumplimiento del extremo solicitado en relación con las áreas ociosas.

Naturaleza de los contratos

En las Bases Mínimas al definir en el numeral 4 el contrato como de servicio di-recto, se establece la obligación de la contratista de explorar a su riesgo y “extraer el petróleo recuperable, entregándolo a la CVP, la que a su vez traspasará a la contratista una cantidad que se fijará en el contrato y que no será mayor de 90% de la producción, para su venta en el mercado externo”. Se precisa cómo está constituido el ingreso de la contratista y su utilidad neta que estará “determinada finalmente por la aplicación del Esquema de Participación Adicional de la CVP según la Productividad”. El objeto del contrato se restringe así a la extracción del petróleo, excluyéndose el gas sobre cuyo aprovechamiento se hace más adelante la reserva para la CVP, la que lo traspasa –quiere decir: lo entrega– a la contratista para su venta en el mercado externo. Las condiciones de la venta deberán estable-cerse conforme el mecanismo a preverse en el contrato y el cual ciertamente ha de asegurar la intervención del propietario (CVP) en los precios y condiciones de la venta, para que este, luego de aceptar la rendición de cuentas, pueda determinar el monto de la remuneración que adeuda a la contratista o sea la que en la Base se describe como “utilidad neta”.

En el proyecto del Ejecutivo, el numeral 1 señala que la contratista acometerá las actividades de explotación, desarrollo y producción de los hidrocarburos” (ya no solamente del petróleo) “en nombre y representación de la CVP” y al precisar, por separado, sobre la disposición del petróleo y del gas, dice en el primer caso que la “contratista efectuará las ventas en su propio nombre y por su propia cuenta”, y en el segundo, al mencionar la explotación de los yacimientos de gas libre los sujeta a la celebración de acuerdos con la contratista, privando a la CVP de su apro-vechamiento independiente o mediante acuerdo con una tercera persona, como era el alcance de la reserva hecha en las Bases Mínimas. Gracias al proyecto del Ejecutivo la contratista extranjera adquiere, en nuestro propio territorio, el carácter de representante de la CVP –ante el fisco y terceros– en las operaciones de explo-ración y producción, pero en las de disposición del petróleo en el exterior recobra su propio nombre como si fuese propietaria del petróleo extraído, carácter que por lo demás se desprende de varias de las disposiciones del proyecto del Ejecutivo,

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entre ellas la referente al Régimen Impositivo cuya modificación no puede dejar de relacionarse con este cambio en la naturaleza y objeto del contrato.

El numeral 17 de las Bases Mínimas –17 del proyecto del Ejecutivo– señalaba que los impuestos de la Ley de Hidrocarburos serían pagados “por la contratista por cuenta y orden de la CVP”, base que posteriormente se fue ajustando con el crite-rio que expresé a nombre de la CVP en la oportunidad de la presentación oficial de las Bases en el Colegio de Ingenieros el lunes 29 de abril de 1968, cuando afirmé: “Los impuestos los pagará al Fisco la CVP y ella pagará, o se le cargará en el costo de producción, lo correspondiente a 10% de la producción retenida” (La Empresa Estatal y los Contratos de Servicio, segunda edición, p. 147). Ahora, conforme al proyecto del Ejecutivo, la contratista paga al Fisco los impuestos en nombre y por cuenta de la CVP –distinto del por cuenta y orden, indicado inicialmente– y un nuevo párrafo añade: “La contratista deberá celebrar un convenio sobre valores de referencia con el Ejecutivo Nacional, a los fines de determinar sus ingresos gravables”. ¿Cómo puede la contratista, que no es ni debe ser reconocida como propietaria del petróleo extraído, celebrar un convenio sobre los precios el cual va a determinar la ganancia de la CVP y la participación misma del Fisco a través del Impuesto sobre la Renta? ¿Qué habríamos ganado con la participación operativa si a fin de cuentas quedamos en la misma situación que confronta hoy el Fisco con las concesionarias, esto es, suscribiendo convenios para fijarle valores de referen-cia al petróleo en la imposibilidad –aceptada por el Gobierno– de determinar su valor real, pero al fin y al cabo partiendo del criterio de que la concesionaria se hace propietaria del petróleo una vez extraído este del yacimiento?

¿A qué se reduce el papel de la CVP, cuál es la naturaleza de su gestión interme-diaria si se le niega la condición de propietaria del petróleo extraído de sus asigna-ciones y hasta el derecho de influir efectivamente en la fijación de los precios que han de determinar su ganancia y la remuneración del contratista? Y si se acepta como válida la explicación de la Exposición de Motivos que califica al petróleo extraído como adquirido en propiedad, a precio de costo, por las compañías ¿qué autoridad le resta a la CVP para contribuir a fijar los precios del petróleo de las compañías? Podría, quizás, ser conveniente la venta cierta del petróleo de la CVP a la contratista, pero según condiciones que entonces habría que precisar.

Participación operativa de la CVP

Se había afirmado en las Bases Mínimas, numeral 9.1, que “uno de los objetivos fundamentales de los Contratos de Servicio es el logro de una amplia participación operativa de la nación a través de la CVP”, la cual se aseguraría a través de orga-nismos integrados con representantes de la CVP y de la contratista; pero, a la hora en que ya se tienen como ciertas las negociaciones cuya autorización para celebrar los convenios se solicita al Congreso, era de esperarse que el Ejecutivo presentase a este las características de la participación operativa que se ha logrado asegurar en el proceso cumplido con las compañías. En su lugar el Ejecutivo repite la misma

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aspiración expresada en las Bases Mínimas y, lo que es más grave, no tiene para esta fecha definido con ninguna empresa en qué consiste dicha participación, ni cómo se va a reglamentar su funcionamiento. Me consta la resistencia de las com-pañías y sé que, particularmente, las concesionarias que aparecen como seleccio-nadas para tal fecha, sostenían al respecto un criterio muy opuesto al de permitir que la titular de los derechos de exploración y de explotación, la CVP, aprobase los programas, las inversiones, los gastos de operación o cualquier otra cuestión que pudiera afectar los precios o las mismas ratas de producción.

No debemos aceptar a estas alturas que se insista en considerar como una absurda pretensión el ejercicio de la CVP de los derechos que se reconocen las empresas entre ellas a través de los joint operating agreement, por ejemplo, y que ya se han incorporado en contratos suscritos en países del Medio Oriente, donde inclusive han logrado que la operación total del área vuelva a la empresa estatal a los cinco años del descubrimiento de producción comercial. ¿No es acaso necesario definir por an-ticipado conceptos como los de costo de producción, o los que tienen que ver con el mecanismo de fijación de los precios o con el control y auditoría de la administración misma? Es cierto que existen una serie de circunstancias que no pueden ser abarcadas en las Bases que se presenten al Congreso, pero ninguna de las mencionadas tiene características de cuestiones de segunda importancia; por el contrario, por no estar definidas con las presuntas contratistas podrían dar lugar a la alteración de los pro-nósticos que se tienen como válidos a la hora de solicitar del Congreso la autorización para contratar. Otras de las condiciones involucradas en la participación operativa, de ser consideradas como secundarias, como por ejemplo la aplicación efectiva del Decreto Compre Venezolano, la formación entrenamiento y utilización de personal nativo, el régimen de licitaciones o de cotizaciones para la adquisición de bienes dentro y fuera del país, los principios contables que han de aplicarse, etcétera, darán lugar a discrepancias de cuantía con las presuntas contratistas y es un error no haberse procedido a aclarar tales conceptos antes de iniciar el Ejecutivo la nueva ronda que se propone cumplir.

Obligaciones financieras de la contratista

En las Bases Mínimas, numeral 16, se requería de las contratistas el que proce-dieran a constituir una compañía anónima en Venezuela y al expresarse que las inversiones y gastos estarían sujetas a su riesgo exclusivo se precisaba que, “en caso de pérdidas esta, así como sus accionistas, se comprometen a no deducirlas de otros ingresos gravables en el país”. En el proyecto del Ejecutivo, numeral 16, se limita la exigencia a pedir que “deberá ser una compañía anónima constituida o domiciliada en Venezuela”, extremo que llenan todas las actuales concesionarias, y al referirse a la no deducción de las pérdidas elimina a los accionistas, dejando la prohibición vigente sólo para las contratistas. Es evidente que las actuales conce-sionarias serían las accionistas de las compañías a constituirse y si se les permite, con tal carácter, deducir las pérdidas de una explotación infortunada, el Estado va

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a absorber parte de dichas pérdidas por vía de deducción a los ingresos que ellas obtengan en otras operaciones. El nuevo sistema de Contratos de Servicio debe, en mi concepto, individualizarse, evitando su vinculación al antiguo de las conce-siones, de manera que ni siquiera las ganancias convendría consolidarlas con los resultados de otras actividades, pues el Estado debe obtener por su petróleo de hoy lo que realmente este puede producir en las circunstancias vigentes.

Participación financiera de la CVP

Es engañoso contabilizar como ventaja el beneficio económico que se pretende obtener a través del pago de unos bonos sujetos a niveles de producción muy por encima de las expectativas técnicas. En cuanto a los llamados bonos de riesgo –que dejan de serlo en la medida en que pueden deducirse de otros ingresos grava-bles– se ofrecen –¿y solicitan también?– por un monto que no resiste comparación con los logrados en las concesiones de 1956-1957, ni con los pagados en países del Medio Oriente en fechas más recientes. Esta participación financiera, sin embargo, debe analizarse tomando en cuenta a los otros ingresos que pueda percibir el Esta-do en su conjunto –fisco más la CVP– y solamente la actualización de los valores a recibirse podría darnos un término de comparación a oponerse al mismo examen efectuado con base en los ingresos reales obtenidos en las aludidas concesiones, examen que hasta la fecha, según tengo entendido, no se ha hecho. Posiblemente el análisis final arroje ligeras, muy ligeras ventajas económicas, por lo que conviene insistir en los otros aspectos –naturaleza del contrato, amplia participación operati-va y en la dirección y control de la contratista– para destacar los progresos que debe aportar el nuevo sistema como instrumento que debe significar un paso de progreso hacia la explotación directa de nuestro petróleo.

Dos elementos de importancia parecen pasados por alto en el proyecto del Ejecuti-vo: uno es la participación adicional de la CVP según la productividad y otro es la opción de la CVP para participar en el capital social de la contratista. La primera que se había eliminado para el Bloque C, se incluye para el Bloque B cuando se arribe a una cifra de producción irreal de 200.000 barriles diarios, y para el Bloque E se fija una escala a partir de una utilidad neta por barril para una contratista cuyos costos de producción y eficiencia operativa están por probarse, escala que se fija ahora, unilateralmente, para los bloques C, A y D. Lo que podría interpretarse como flexibilidad al aceptar respuestas diferentes a la aspiración de la Base Mínima que perseguía –conforme a una resolución reciente de la OPEP– limitar las ganancias excesivas en función del capital invertido, no muestra –por sus términos práctica-mente no viables– sino una falta de interés en sostener el dicho criterio selectivo.

Igual trato se le ha dado a la Base Mínima que demandaba la opción para la parti-cipación en el capital social de la contratista. Apenas la mencionaba el Ejecutivo en el Bloque B con una limitación de 5%, no obstante que ya viene siendo incorpo-rada a diversos convenios suscritos en otros países y la cual en nuestro caso debe

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significar la representación en la Junta Directiva de la contratista. El Ejecutivo no parece atribuirle la debida importancia y se reduce a incorporarla en el texto de las Bases correspondientes a la compañía que la acepta en tan pequeño grado y en los otros Bloques ni siquiera señala el monto de su aspiración. ¿Será que cree que las compañías que anteriormente la negaron, hoy van a ofrecer más de 5% que parece satisfacer al Ejecutivo en el mejor Bloque?

No pretendo argüir que cualquier diferencia con las Bases Mínimas sea razón vá-lida para desechar toda innovación, por cuanto que fue propósito enunciado en el momento de su publicación el de someterlas a la confrontación con las ofertas de las compañías, con vistas a probar su viabilidad y a mejorar aspectos que aconse-jaran la experiencia de la negociación misma, los avances que se pudieran realizar en otras partes y hasta algún cambio favorable de la situación internacional. Pero es el caso, señor Presidente, que las modificaciones que he enumerado me bastan para denunciar el deterioro de una posición orientada, dentro del cuadro de objetivos de la política petrolera nacional, hacia la elaboración de una fórmula de entendi-miento, hábil para corregir los defectos del sistema de concesiones y la cual, bajo el disfraz de una distinta denominación, no sirviese para encubrir el mismo tipo de relaciones contra el cual se ha pronunciado la nación en forma casi unánime.

El Ejecutivo no ha presentado un proyecto de Bases de Contratación, sino un esque-ma para continuar negociando con las compañías y cuya aplicación demandará una posterior intervención del Congreso; pero sí es atributo de las Cámaras el establecer condiciones que en algunos casos pueden devenir, en la forma indirecta de fijar cláusulas inaceptables, en un rechazo de las Bases de Contratación que el Ejecutivo le llegue a proponer, la obligación de este consiste en presentar Bases ciertas, que de ser aprobadas por las Cámaras puedan dar lugar a la celebración de los contratos.

Con fundamento en la anterior exposición afirmo que el proceso de negociaciones a nivel de la CVP aún no ha concluido y me temo que la ingerencia gubernamen-tal no ha contribuido –no por falta de buena voluntad– a la mejor terminación de las tareas que ahora se le transfieren a las Cámaras en una solución políticamente cómoda, pero inaceptable dentro del criterio de división del trabajo que rige en la Administración Pública.

Su gobierno no tiene por qué sentirse empujado hacia una mágica demostración de eficiencia como sería la de ofrecer una apresurada solución de tan complejo pro-blema, a los pocos meses de haber asumido el mando. Tal conducta sería reprochable, culposa, aunque no tanto como la de anunciar el ensayo, a este nivel de su experien-cia, de modalidades algo más peligrosas de ser aceptadas por vía de innovación a ultranza en relación con el pasado régimen, como aquella sociedad 50-50 que nos propuso en 1964 una de las más grandes concesionarias para desarrollar un área doce veces mayor que la hoy prevista, por un término de 59 años –19 años más que el de

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las concesiones– y sujeta a condiciones que, si hoy se publicasen, podrían dar nuevo aliento a los movimientos insurreccionales. Nadie puede ignorar que el vencimiento de las concesiones se acerca, y a medida que se pruebe irrealizable cualquier otro sistema de cooperación, por la tozudez de nuestros huéspedes, no existe otra manera cónsona con las aspiraciones del país que la de fortalecer el papel de la empresa esta-tal dotándola de mayores recursos para la gestión directa y de mayores atribuciones en las fórmulas de operación conjunta que las que parecen derivarse del Proyecto de Bases de Contratación del Ejecutivo y –me atrevería a decir– de la forma mediatizada como se han conducido sus operaciones últimamente.

Una materia que compromete nuestras posibilidades de desarrollo independien-te conviene decidirla con mejores elementos de juicio que la aprobación que en las Cámaras pueda otorgarle una mayoría circunstancial. Particularmente, en las delicadas cuestiones petroleras, no bastan convivencias parlamentarias como la que confabuló el partido del presidente Belaúnde con el de la oposición aprista para darle estabilidad legal al convenio con la Internacional Petroleum Company. ¿Cuál estabilidad?

Información al Congreso Nacional de los cambios introducidos por el Ejecutivo4

Presidente de la subcomisión diPutado francisco faraco

Se declara abierta la sesión de la Subcomisión Bicameral de Minas e Hidrocarbu-ros del Congreso Nacional. El objeto de la reunión es oír las opiniones del doctor Rubén Sader Pérez, en relación con los Contratos de Servicio. De acuerdo pues con la metodología determinada para este tipo de consultas, el doctor Rubén Sa-der Pérez hará la exposición que crea conveniente en relación con los Contratos de Servicio y luego los ciudadanos Diputados y Senadores podrán pedir algunas aclaratorias en relación con el criterio o los criterios que exponga el ciudadano invitado hoy que es el doctor Rubén Sader Pérez, ex presidente del Directorio de la Corporación Venezolana del Petróleo. Tiene la palabra el doctor Sader Pérez.

doctor rubén sader Pérez

Ciudadano Presidente y demás miembros de la Subcomisión Bicameral de Minas e Hidrocarburos del Congreso Nacional: tengo mucho gusto en atender esta invi-tación que me ha sido formulada por ustedes, por cuanto me da oportunidad para expresar mi opinión sobre una materia que ha venido siendo objeto de mi estudio desde hace ya varios años. Recuerdo que en el año 1962, cuando formaba parte del

4 Sesión en la Subcomisión Bicameral de Minas e Hidrocarburos del Congreso Nacional (12/12/1969).

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Consejo Directivo de la Corporación Venezolana del Petróleo, se me confió la res-ponsabilidad de dirigir la Comisión de Negociaciones que debía atender las propo-siciones que varias empresas petroleras le estaban haciendo a la CVP con el objeto de solicitar nuevas áreas para su desarrollo. Posteriormente, con el carácter de Director General de la CVP, cargo que asumí el 22 de marzo de 1963, fue bastante directa mi participación en esta materia y así continué colaborando hasta el año de 1964, en que se constituyó entre la CVP y el Ministerio de Minas e Hidrocarburos el grupo mixto para elaborar las bases y normas de los Contratos de Servicio, bases y normas recogidas en un informe que se presentó con fecha 2 de julio de 1964. Después, en forma sucesiva, se fueron elaborando informes que en su forma ya final se llevaron ante el Consejo de Energía, cuya opinión fue incorporada al texto preparado por los técnicos y directivos del Ministerio de Minas e Hidrocarburos y de la Corporación Venezolana del Petróleo. Ese texto se envió al Congreso por el Ejecutivo con el criterio que entonces se tenía de lograr una autorización para contratar con las empresas, partiendo de una aprobación de aquellas Bases que con carácter muy general se le representaban. Recuerdo que entonces tuve el gusto de venir aquí, a este recinto, y me complace encontrar, aún después de la renovación operada en las pasadas elecciones, a activos miembros del Congreso que venían conociendo esta materia, ya que en esta forma ellos tienen mayores facilidades para discutir sobre el asunto que atrae el interés nacional en la presente circuns-tancia. En definitiva se reformó la Ley de Hidrocarburos introduciéndose unas bases que se consideraron como inmodificables en el texto de la ley y se confió al Ejecutivo la capacidad de contratar en la forma prevista en el artículo 3 de dicha ley. Esta fórmula requiere una posterior intervención del Congreso, en virtud de la cual pueda este autorizar al Ejecutivo a contratar a través de la empresa estatal correspondiente, a cuyo efecto estudiará los elementos que se le suministren a las Cámaras para su conocimiento. Hemos visto así cómo el Ejecutivo Nacional, dando ya por terminado el proceso de negociación con las compañías petroleras, ha suministrado un texto de Bases de Contratación que está pendiente de su apro-bación por las Cámaras. Puedo entonces, tomando en cuenta la experiencia que me ha tocado vivir como servidor del Estado y hoy en mi carácter de servidor público, venir ante ustedes para expresarles mi opinión que necesariamente tiene que tener un carácter comparativo, en función del criterio que venía sosteniendo anteriormente sobre la materia y el que se encuentra condensado en las Bases que han sido enviadas por el Ejecutivo.

Contradicciones y diferencias peligrosas

Cuando se aprobó elaborar las bases y normas de los Contratos de Servicio, se partió de un criterio político, que fue el de que el Estado no quería hacer uso del sistema de con-cesiones previsto también –y previsto todavía– en la Ley de Hidrocarburos. Se creía que se podía lograr un nuevo sistema que permitiera la colaboración de las empresas con el Estado, pero con la condición de que se pudiera obtener una mayor participación eco-nómica en los beneficios de la industria petrolera, y al mismo tiempo una participación

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operativa del Estado. Estos dos objetivos se mantienen constantes en todos los estudios que se han venido haciendo desde hace varios años en torno a esta materia. Se creía que ya era tiempo de que se lograra una mayor participación económica y que eso era lo justo y equitativo para el país; y se creía que ya era tiempo de que se lograra la partici-pación operativa. Esto, podríamos decir, fue la filosofía que orientó la decisión política que luego se vino a estructurar en las Bases que hemos venido estudiando. Ahora bien, cuando en estos momentos se someten esas Bases de Contratación ante las Cámaras, en la Exposición de Motivos que presenta el ciudadano Ministro de Minas e Hidrocar-buros, se hace la referencia de que “dentro del régimen de concesiones las perspectivas de nuestro avance están bloqueadas, ya que una mayor participación fiscal no parece práctica ni recomendable y no hay manera de lograr ninguna participación operativa”. Esta versión del Ministro está corroborada en una exposición que posteriormente hizo ante el Congreso de Trabajadores Petroleros, donde en el curso de su discurso dijo textualmente: “Ya se ha llegado a un punto en que no es posible avanzar más en una participación económica”. Existe aquí una primera diferencia que observo, en cuanto a la justificación del cambio de sistema, entre lo que anteriormente se consideraba y en lo que ahora se está planteando como un punto político. Sin embargo, nos toca a nosotros analizar el texto de las Bases de Contratación para ver si realmente se ha logrado una mejora económica y se ha logrado una participación operativa independientemente del criterio que pueda haber expresado el ciudadano Ministro de Minas.

Cambios en la naturaleza del contrato

Encuentro que lo que podría llamarse la naturaleza el Contrato ha sido cambiada en el actual texto sometido a las Cámaras. En efecto, el texto de las Bases Mínimas se refería en principio a la producción y extracción del petróleo y en el texto que presenta el Ejecutivo se refiere al desarrollo y a la producción de los hidrocar-buros, lo que es más amplio todavía y aparece la compañía contratista actuando en nombre y representación de la CVP. Esto me parece a mí que constituye un hecho que debe analizarse con bastante cuidado. En las Bases Mínimas nosotros consideramos que la contratista “se obliga a explorar suficientemente a su exclu-sivo riesgo el área contratada y a extraer el petróleo recuperable entregándolo a la CVP” y que ella, la contratista, iba a recibir por sus servicios una remuneración que estaba determinada en el numeral 4 de las Bases. Se le entregaba así una cantidad de petróleo para su venta en el exterior, y en las otras disposiciones que contienen las Bases se precisa la intervención de la CVP en la fijación de los pre-cios, en la discusión de los mercados y en otros aspectos que tienen que ver con la negociación del petróleo que continúa siendo de la CVP. En las Bases sometidas a la consideración del Congreso no se determina la remuneración del contratista y se dice en la Exposición de Motivos que cuando se produce el petróleo, la CVP se lo entrega a la compañía, quien se hace propietaria al costo del petróleo.

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Este concepto se vino discutiendo en oportunidades anteriores a la fijación de las Bases que son las que tienen que orientar la conducta del Ejecutivo, de la CVP y la conducta del Congreso Nacional en esta materia. Sobre el particular no existen dudas en cuanto a la propiedad del petróleo por parte de la CVP y puedo añadir que, en las conferencias en que me tocó explicar estas Bases, dejé expuesto en forma bien clara dicha posición. Así, en la página 133 del libro La empresa estatal y los Contra-tos de Servicio está la exposición que hice frente a las Fuerzas Armadas en el Círculo Militar; allí se dice: “Y 90% restante o la cantidad a que se llegue con las empresas, ellas lo tomarán a su cargo para su venta en el mercado externo, porque el mercado interno está reservado para la CVP”. En la Sociedad de Ingenieros de Petróleo, en la conferencia que dicté el 27 de marzo de 1968, expuse: “Y entregará hasta 90% para que las compañías lo vendan en los mercados del exterior”. De esta manera la CVP conserva la propiedad del petróleo y la empresa contratista, con los servicios que presta de exploración y explotación, presta el servicio de colocarlo en los mercados. Por ello posteriormente es que se determina cuál es la remuneración que va a recibir la empresa contratista y se determina a base de una rendición de cuentas finales en la cual la CVP ha tenido que ver, con mucho interés, cuál es el monto de los precios así como las demás condiciones en que este petróleo ha salido al mercado externo. Hay además una Base Mínima que establece una participación del Impuesto sobre la Ren-ta, lo que quiere decir que la CVP no pierde en ningún momento el interés en el precio al cual se va a realizar este petróleo, porque es el que va a determinar finalmente cuál es el beneficio de la CVP y cuál es el beneficio de la compañía petrolera. Este criterio ha sido cambiado en las Bases de Contratación, pues aparece claramente en ellas que la empresa petrolera extranjera se hace “dueña del petróleo al costo”.

¿Cuál es entonces –podríamos preguntar– la capacidad de la CVP, para intervenir, participar en la fijación de los precios que las compañías van a obtener en el exte-rior por un petróleo –que ya es de ellas– porque lo han obtenido a precio de costo? Más todavía, en las nuevas Bases se le añade a la compañía contratista la capaci-dad de discutir con el fisco nacional los precios de referencia del petróleo, acto que confirma su condición de propietaria, pero algo que al mismo tiempo disminuye el papel activo que se piensa que la CVP tiene que jugar en todo este proyecto. Expresamente en las nuevas Bases la compañía contratista aparece sustituyendo a la CVP en el territorio nacional, y en el exterior, donde a nosotros nos interesa ir adquiriendo esa experiencia y penetrando en los mercados internacionales en forma directa, aparece la compañía contratista extranjera actuando en su propio nombre. Esta situación debe ser objeto de consideración y bien valdría la pena que en esta oportunidad se examinaran de nuevo las razones que pueden haber llevado al Ejecutivo Nacional, en las actuales circunstancias, a introducir tales modifica-ciones. Creo que un buen diálogo, un buen análisis de esta materia, podría llegar a aclarar mejor cuál es el verdadero interés nacional.

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Alcances precisos de la participación operativa del Estado

El otro aspecto que considero que ha sido, no digamos deteriorado, pero que ha sido pasado por alto en lo que tiene que formar parte de una Base de Contratación real, es el de la participación operativa. Cuando en las Bases Mínimas nosotros establecimos que se deseaba una amplia participación operativa, estábamos cons-cientes de que tenía que discutirse con las empresas punto por punto las caracte-rísticas y alcances de esta participación operativa. No solamente los mecanismos a través de los cuales se podría lograr, sino el alcance de la participación en lo que tiene que ver con la fijación de la rata de reproducción, con los programas, con los presupuestos, con las inversiones que deben hacerse y con una serie de aspectos que aunque aparentemente podrían pasarse a un segundo plano, van a influir en los resultados económicos del contrato, como son, pongamos por caso, la definición de los costos de producción y de algunos otros conceptos de tipo contable, los gas-tos generales, por ejemplo, los procedimientos que deben tomarse en cuenta para la adquisición de bienes tanto en Venezuela como en el exterior, la aplicación del Decreto Compre Venezolano, la venezolanización del personal, etcétera. Es decir, que la intervención del Estado tiene que definirse en forma tangible como resulta-do de un entendimiento con la empresa que está haciendo la oferta, pues esta es la única manera que permite apreciar desde afuera, si ha habido una participación, es decir, qué se ha logrado. Pero si en lugar de tal definición se trae al Congreso un texto como el de las Bases de Contratación que solamente refleja la aspiración del Ejecutivo, yo diría que el Congreso no tiene realmente en esta etapa materia sobre la cual esté en capacidad de pronunciarse, porque ni siquiera se sabe si las com-pañías están dispuestas a aceptar los términos que el Ejecutivo les va a proponer y los cuales, necesariamente no son estos genéricos que están aquí. Es conveniente precisar inclusive que no todas las compañías coinciden en la interpretación de los mismos conceptos en relación con los aspectos económicos y contables, y que esto es algo que influye en el resultado final de una negociación. De manera que si el Ejecutivo presenta en estos momentos unos resultados, pero esos resultados no son producto de un entendimiento con las empresas, cuando se llegasen a discutir tales conceptos va a suceder que posiblemente, dichos resultados se verán mo-dificados, porque ¿quién nos dice a nosotros que las compañías van a aceptar en todos y cada uno de los casos las pretensiones del Ejecutivo? En esta situación nos encontraríamos si aquí se dan por aprobadas unas Bases de Contratación, tomando en cuenta unos resultados económicos que luego en la práctica pueden no probarse correctos. En este aspecto de la participación operativa nos estamos encontrando, entonces, con un defecto básico del texto que nos ha sido traído y sobre el cual voy a insistir más adelante.

El proyecto elimina conquistas consagradas en las Bases Mínimas

Encuentro –para seguir adelante– que la Base que se refiere a la necesidad de constituir una compañía nacional ha sido modificada. Voy a leerles el texto para

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que ustedes aprecien a simple vista el alcance de la modificación en las Bases Mí-nimas. Se decía: “Para suscribir los Contratos de Servicio Directo, las empresas procederán a constituir una compañía anónima en Venezuela y para responder al cumplimiento de las obligaciones contractuales prestarán las garantías que se con-sideren suficientes a juicio de la CVP”. Decía la Base 15-1: “Es condición expresa que tales inversiones y gastos estarán sujetos al riesgo exclusivo de la contratista y que en caso de pérdida, esta, así como sus accionistas, se comprometen a no deducirlas de otros ingresos gravables en el país”.

En las Bases de Contratación se dice, no que procederán a constituir una compañía anónima en Venezuela, sino que: “La contratista debería ser una compañía anóni-ma constituida o domiciliada en Venezuela”. Lo que quiere decir que cualquiera de las compañías que estén en Venezuela, por el hecho de estar domiciliadas en el país, sin necesidad de constituir una compañía nueva, podrían contratar direc-tamente con la CVP. Ahora, si es una compañía constituida –no de las que ya esté constituida en el país sino que pueda constituirse– entonces nos encontramos con que la nueva Base dice: “Es condición expresa que tales inversiones, pagos y gas-tos, quedarían sujetos al riesgo exclusivo de la contratista y que esta convendrá en que si resultaren pérdidas en sus operaciones, no podrá deducirlas en ningún momento de otros ingresos gravables en el país”. Nosotros en las Bases Mínimas –y digo nosotros, porque todavía no me he podido liberar de esta costumbre de hablar un poco en carácter de funcionario de la CVP– las Bases que todavía son las que el Estado venezolano tiene como aprobadas, las legítimas Bases Mínimas dicen: “tales inversiones y gastos estarán sujetos al riesgo exclusivo de la contra-tista y que en caso de pérdidas, esta, como sus accionistas, se comprometen a no deducirlas”. Esta frase, “así como sus accionistas”, fue eliminada también de las nuevas Bases de Contratación. Esto es para nosotros un punto que se viene sos-teniendo desde los primeros momentos, desde más allá de 1966, desde más allá de 1964. En todos los textos puede leerse que si las compañías quieren trabajar nuevas áreas en el país, no deben en ninguna forma consolidar los resultados de sus operaciones en las nuevas áreas con los resultados de las operaciones que ten-gan en el país con el carácter de concesionarias para evitar que las pérdidas que puedan obtener por razón de sus operaciones en los Contratos de Servicio no vaya a soportarlas posteriormente el Estado, como sería el caso de que una compañía directamente o sus accionistas –que indiscutiblemente serían las compañías pe-troleras concesionarias que procedieran a constituir la nueva compañía– podrían entonces hacerlo disminuyendo los ingresos gravables a los efectos de la aplica-ción del Impuesto sobre la Renta.

El Estado debe tener mayor participación en el capital social

Otra modificación que tendría que introducirse dentro de las Bases de Contratación, para corregir el texto que ha sido sometido por el Ejecutivo Nacional, es la que atañe a la participación en el capital social. Esta es una reforma de tipo estructural.

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No interesa exclusivamente a Venezuela tener una mayor participación económica sino que interesa al mismo tiempo cambiar la estructura misma de la explotación del petróleo, pues cuando se afirma que el sistema de concesiones no es el correcto, no es solamente porque los resultados económicos que se obtienen no sean satis-factorios en un momento dado, ya que después de todo, existen los mecanismos para lograr una mayor participación económica dentro del sistema de concesiones y el cual es precisamente, el mecanismo que ustedes manipulan y manejan, y es de la responsabilidad de ustedes, es decir, la ley. Pero en este aspecto de las Bases se busca que la empresa estatal sea también responsable del patrimonio económico de la compañía que participa en las operaciones de las áreas asignadas a la CVP. No se trata de intervenir estando del lado de afuera, sino de formar parte ya del cuerpo mismo de la compañía. Es esta una aspiración que se ha logrado en otras áreas con un desarrollo político institucional muy inferior al de Venezuela; es algo que la industria petrolera ha aceptado y que si Venezuela es o se piensa que es, o se dice que es, la pionera en esta materia, no tiene por qué admitir un retroceso como sería el que implicaría el establecer que solamente la participación en el capital social podría llegar hasta apenas 5% del total. Esta cifra es irrisoria.

Hay además un hecho que vale la pena también mencionar. No se trata solamente de que la cifra es irrisoria, sino de que las compañías todas no aceptaron que se in-trodujera esta participación de la CVP en el capital social, pero cuando una empresa la acepta señalando 5%, el Ejecutivo la recibe complacido y dice: “La participación será 5%”. Pero en las otras áreas que se le otorgarían a empresas que han hecho sus ofertas sin haber incluido ninguna participación en el capital social, entonces el Ejecutivo –vamos a decir– a nivel de ministro y posiblemente como resultado de las conversaciones que el mismo ministro ha tenido con dirigentes políticos y otros re-presentantes de sectores, resuelve unilateralmente introducir como una aspiración la participación en el capital de la contratista. ¿Qué significa esto? Primero, que no hay ninguna seguridad en cuanto a que estas empresas acepten esta participación que ellas no incluyen en su oferta a la CVP. Significa, luego, que si el gobierno o el Ejecutivo ha aceptado 5% en el área con perspectivas más favorables, difícilmente podrá mejorar en el texto que presenta el Ejecutivo que señala un límite en esta par-ticipación; lo que en definitiva significa que este aspecto tan importante está todavía en el aire cuando dice la Base de Contratación Nº 18-4:

Una vez determinada la producción comercial y dentro de los 60 días siguientes a la selección por parte de la contratista del primer lote, la CVP podrá ejercer el derecho de adquirir acciones del capital social de la contratista, mediante el pago a los otros accionistas del valor nominal correspondiente a las acciones adquiridas según el convenio respectivo.

Es decir, no hay, pues, una Base de Contratación cierta sobre esta materia que es tan importante desde el punto de vista estructural. Podríamos afirmar que el Con-greso no tiene materia sobre la cual pronunciarse. No puede decir: “esta participa-ción es satisfactoria o no es satisfactoria”. También el Congreso podría actuar en una forma que yo diría arbitraria –pero en el sentido más amplio de la palabra– que

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sería estableciendo un límite de esa participación; pero ya sabemos que esta tiene que ser objeto de negociaciones, por cuanto sería una modificación unilateral de un convenio, la cual para poderse incluir en cualquier convenio, tiene que contar con la aceptación de ambas partes.

La participación adicional sería un mito

En la participación adicional, las fórmulas que se han traído a la consideración del Congreso no parecen viables. Ustedes saben que en esta materia se está procediendo luego de estudios técnicos bastante laboriosos emprendidos por el Estado y también por las diferentes compañías. Hay estimaciones en relación con las reservas y con la rata de reproducción óptima que pueda lograrse y, como no es ningún secreto, no he tenido inconveniente en manifestar que señalar 200.000 barriles diarios de producción en un bloque, en las actuales circunstancias y con las estimaciones que se tienen, es un absurdo, además de ser un absurdo, es una falta de seriedad que se incluya tal cifra en un texto que se trae al Congreso para que la autorice. Cuando una Compañía propone una participación adicional para el Estado a partir de la producción de los 200.000 barriles diarios, eso quiere decir que esa compañía no está ofreciendo nin-guna participación adicional.

Nosotros establecemos una fórmula que está en las Bases Mínimas, fórmula que algunas de las empresas utilizaron, y en la cual se determinaba una participación en función del margen de utilidad técnica. A medida que existiera un mayor beneficio, en esa misma medida aumentaba la captación de la empresa estatal. Esto tendía a favorecer al Estado en circunstancias excepcionales, como serían aquellas de una gran productividad, debido a un yacimiento muy prolífico, ya que, en estas condi-ciones se piensa que habiendo la empresa tomado inclusive una ganancia después del Impuesto sobre la Renta, viene entonces la aplicación de dicha fórmula. Se trabajó también a base de la rentabilidad, es decir, estableciendo una relación entre la inversión de la compañía y sus beneficios; claro, no con ese criterio que figura en los textos de propaganda de las compañías petroleras, cuando dicen que lo que sucede es que el gobierno cree que es pecado ganar dinero. No, no con ese criterio, porque el Estado venezolano ha creado una empresa para ganar dinero y no para perder; en realidad, para ganar más dinero a través de la participación de la empresa estatal que el dinero que podría ganar con la exclusiva participación de las compa-ñías petroleras extranjeras.

Esto en el fondo, es una gran razón –y voy a utilizar la palabra– una gran razón moral que respalda el cambio de sistema. De manera que la rentabilidad se anali-zaba con el criterio de que, a partir de una determinada relación que se consideraba normal para la industria, el Estado empezaba a captar más que la industria, pero siempre dándole oportunidades a las compañías para que ellas captaran parte de ese beneficio adicional que se podría obtener. Fue siempre una pretensión funda-mentada en los resultados de la explotación y no es la misma Base que puede ser-vir a una reforma legal que posiblemente no contempla los resultados económicos,

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sino que, por anticipado, establece un determinado impuesto. En este caso no; en este caso se subordina al resultado económico de la operación. Después de que se vende, se pagan los costos de producción, se pagan los impuestos de hidrocarbu-ros, se pagan impuestos sobre la renta, se pagan los beneficios adicionales que se señalan para la CVP, y entonces, si queda un margen de beneficios, este margen de beneficios es tratado a través de la fórmula que viene incluida en las Bases Mínimas. Cuando algunas de las empresas usaron la relación propuesta (y = a X2 + b X + c) a nosotros nos costó mucho trabajo averiguar cuál era la participación adicional que se nos estaba ofreciendo. Después de muchos análisis llegamos a la conclusión de que no se nos estaba ofreciendo una participación adicional, porque las cuentas no resultaban, porque para que pudiera operar la fórmula se necesi-taban costos extremadamente bajos que no los tenía la industria en el país y que no se piensa que la industria pueda lograrlos en el curso de los próximos años, o precios muy altos, que tampoco tiene el petróleo, ni se piensa, lamentablemente, que puedan lograrse en los próximos años.

En esa oportunidad yo llamé a cada uno de los presidentes de las compañías petroleras que habían presentado la misma fórmula y les pedí que trajeran a sus técnicos porque a nosotros esa cuenta no nos estaba saliendo. Yo llegué a pensar, en el primer momen-to, que era cuestión de que nuestros técnicos no estaban manejando bien el análisis de la proposición, pero en las reuniones conjuntas apareció también que allí no había ninguna oferta real de participación adicional. Descubierto entonces este concepto, es decir, el de que las compañías no estaban ofreciendo ninguna participación adicional, les dijimos que este era un punto básico que tenía que ir incluido dentro de los conve-nios, y las compañías empezaron a introducir modificaciones dentro de las fórmulas que habían presentado y se efectuaron algunos correctivos. Por supuesto que ahora me sorprende a mí que se haya aceptado una cosa todavía mucho más simple, que ni siquiera tiene el sortilegio este de la complejidad matemática, sino una cosa tan sim-ple como la de obtener una participación adicional cuando se produzcan 200.000 ba-rriles diarios. Aún más, otras compañías se negaron rotundamente a ofrecer cualquier tipo de participación adicional. Por ello me parece que tal participación está incluida aquí arbitrariamente, y digo arbitrariamente porque en una negociación cuando una sola de las partes fija los términos de ella y la otra no está obligada a aceptarlos, su inclusión es arbitraria, pues no quiere decir que vayan luego a ser aceptados.

Se establece al mismo tiempo otra fórmula de participación que es la que se basa en una utilidad unitaria, es decir, por barril producido, a partir de 20 céntimos de dólar por barril. Esta fue una fórmula presentada por una sola compañía que no había operado en el país, y cuya eficiencia como operadora no era conocida por nosotros, porque aquí hay compañías muy buenas operadoras, pero hay otras que son muy malas y quien está metido en el negocio lo sabe. Hay unas que tienen costos altos de producción, otras tienen costos bajos de producción, unas tienen altas rentabilidades, otras tienen bajas rentabilidades y por eso cuando discutimos los asuntos de la industria es necesario

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particularizar. Esto es, precisamente, lo que se requiere en esta etapa en que se viene al Congreso a solicitar una autorización para contratar. Se debe venir con casos concretos como lo exige la ley para dar al Ejecutivo –en este caso a la empresa estatal– una au-torización para contratar y la empresa estatal, después de haber cumplido el proceso de negociaciones previsto en la ley y en sus reglamentos, es cuando puede acudir a las Cámaras y decir: “Tengo esta negociación lista; esto es algo concreto. Me pare-cen satisfactorios los términos a que yo he llegado. Autorícenme a contratar”. Pero no es evidentemente, lo que se ha hecho y se ha generalizado la aceptación de una fórmula, que como es conocida por parte de toda la gente de la industria petrolera, proviene de esta compañía extranjera que no ha operado en el país. Digo que se le ha aceptado esta fórmula, porque aparentemente es una de las empresas que ha sido seleccionada hasta este momento; y esa fórmula que presenta dicha empresa se tras-lada a las otras Bases de Contratación, es decir, que se impone a otras empresas que no la han ofrecido. Nos encontramos entonces con que el Ejecutivo, en este caso tiene dos maneras de medir la participación o de establecer la participación adicional conforme a la productividad: una, la de los 200.000 barriles diarios de producción, y otra, la participación a partir de 20 céntimos de dólar por barril producido. Yo consi-dero, pues, que en esta materia es conveniente y lo más deseable para el país, lograr una fórmula de participación real, pero también presentando términos concretos que permitan al Congreso pronunciarse sobre la materia.

La participación financiera. Una incógnita

En la participación financiera ya hemos visto –como ustedes conocen el texto– que se va a sostener el criterio de que todos los impuestos de la Ley de Hidrocarburos y de las otras leyes, deben ser percibidos por el Estado, además de las otras ventajas que se señalan, como por ejemplo, el bono que llaman de riesgo, el bono de pro-ducción, 10% del petróleo al costo, el factor de agotamiento y esta participación adicional de la que hablábamos, aparte de las ventajas que podrían estar envueltas en la exploración que se ha efectuado sobre un área mayor que se reduce luego hasta 20%. Pero ahora, cuando se ha llegado al momento de solicitar la autoriza-ción para contratar, se tienen que traer aquí, al Congreso, no solamente los casos concretos, sino la explicación suficiente como para que ustedes puedan determinar cuál es la verdadera participación financiera del Estado. Deben entonces preparar-se cuadros comparativos con elementos reales.

¿Cuáles son los elementos reales? Son los que permiten, si estamos tratando de lograr que las ventajas que se obtengan hagan que el mismo sistema sea superior al de las concesiones, demostrar que la fórmula de la participación financiera se prueba superior a la aplicación sobre las mismas áreas del sistema de las concesio-nes. Podríamos, inclusive valiéndonos de un factor histórico, analizar las conce-siones otorgadas en los años 1956 y 1957, porque se dispone de estas cifras, para ver cuál ha sido la exacta participación que ha tenido el Estado a través del sistema de concesiones aplicado en esa fecha, y compararla con lo que se espera para este

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momento, con vista a los términos de contratación que presenta el Ejecutivo. Es la manera como nosotros podríamos trabajar con factores reales de comparación, y al mismo tiempo que trayendo los casos de otros Contratos de Servicio aprobados en otras áreas del mundo. La única manera –diría yo– de poder formular un criterio en torno a lo que nosotros estamos percibiendo en los actuales momentos y a lo que podemos percibir de acuerdo con la estimación oficial, para decir si luego es o no es satisfactorio el resultado. De esto estaríamos juzgando un porcentaje, que es un término de relación bastante engañoso, cuando estamos en capacidad de hacer análisis partiendo de términos absolutos. También la falta de unas Bases concretas nos impide calificar a estos elementos como reales, porque bien sabemos –como lo hemos dicho– que faltan por precisarse conceptos que van a influir en los resultados económicos del contrato y que todavía no han sido aceptados por las compañías, y otros que no han sido definidos entre la empresa estatal y las compañías.

Curiosa modificación para cálculo del impuesto de explotación

Hay un punto que yo quisiera tocar, porque me parece que es bastante curiosa la modificación que se ha introducido en las Bases de Contratación. Nosotros deci-mos en las Bases Mínimas –y cuando digo nosotros, quiero que se entienda noso-tros, los venezolanos que hemos aprobado unas Bases Mínimas que son las legí-timas: “Nº 17. El impuesto de explotación será calculado tomando como base los precios de referencia para regalía de los convenios vigentes sobre hidrocarburos similares”. Este ha sido uno de los puntos que las compañías han tratado de modi-ficar en todo tiempo y circunstancia. Es decir, el que la regalía que percibimos se nos está pagando con base en el precio del petróleo en el Estado de Texas, en los Estados Unidos, significa que esos barriles se nos pagan a una suma de alrededor de US$ 2,62 por barril, mientras para los efectos del Impuesto sobre la Renta el precio promedio del barril es de alrededor de US$ 1,85 o algo por allí. La diferen-cia se obtiene por la aplicación de un convenio que se tiene entre el Ministerio de Hacienda y las compañías petroleras.

En varias oportunidades, y en esto no estoy tratando de hacer ninguna exclusión en función de la responsabilidad que le pudiera corresponder a cualquier gobierno o a cualquier tendencia ideológica que haya ejercido la responsabilidad de gobierno, dije –inclusive en una publicación– que en el año de 1959 desde el Ministerio de Hacienda se trató de modificar esta manera de calcular el impuesto de explotación, para rebajarlo, porque se pensaba que así se iba a hacer justicia a las compañías a las cuales se les había aumentado los impuestos que el doctor Sanabria, antes de dejar la Presidencia, fijó por decreto en diciembre de 1958. Y ha sido una labor sostenida a través de conversaciones, de recomendaciones técnicas, de consultas, la de las compañías tratando de tocar estos convenios. Consideramos que es una protección del ingreso petrolero nacional, porque establece como un piso para el precio del petróleo que varía en el mercado internacional; por lo menos para una sexta parte

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del petróleo que se produce, este convenio nos protege contra la fluctuación de los mercados. Por eso consideramos conveniente incorporar en las Bases Mínimas a los convenios vigentes ahora. En las Bases de Contratación que trae el Ejecutivo dice (17): “En el caso de que el Ejecutivo Nacional opte por recibirlo en efectivo, dicho impuesto será calculado tomando como base los precios de referencia para regalía de los convenios vigentes entonces para hidrocarburos similares”. Este es un aspecto que vale la pena de razonar y considerar, sin el prurito de estar diciendo que lo que hicimos antes era lo correcto y lo que ahora se introduce no es lo co-rrecto. Pero hay una modificación que debe dar origen a análisis, a estudios, antes de que se precise la posición final.

Áreas ociosas y áreas adicionales

En las Bases Mínimas establecíamos, en su parte inicial, la necesidad de que las compañías presentaran cierto tipo de informaciones, no como un requisito de tipo puramente formal, porque en esas informaciones iban involucrados elementos que podrían llegar a constituir la justificación para que, en un momento dado, se acordara o no la autorización para contratar con una determinada empresa. Los Contratos de Servicio han establecido, en efecto, una fórmula que permite al Congreso y en este caso a la nación, a través de su máximo organismo de representación que es el Con-greso, apreciar las circunstancias que pueden aconsejar en un momento dado la ex-plotación de un área. Es decir, se ha hecho algo bastante flexible; unos principios mínimos que han sido incluidos en la ley y que no se pueden modificar, y otros que pueden establecerse por vía de Bases Mínimas; esto es, las otras bases que considere la empresa estatal en el momento, con vista al mercado internacional, con vista a la situación venezolana, con vista a las características de las áreas, con vista a la economía del país, etcétera, y los traiga entonces al Congreso para que en dicho momento el Congreso pueda decir: “Sí, en este momento, soy partidario de que se contrate en esa forma”. Una de las informaciones que pedíamos, era la con-tenida en el Nº 1.2 de las Bases Mínimas: “Exposición de las empresas que operan en el país con el carácter de concesionarias sobre la necesidad de áreas adicionales para su desarrollo a través de un Contrato de Servicio”.

Es muy importante saber si una compañía que va a contratar con el Estado tiene realmente necesidad y posibilidad de desarrollar un área. Hay una manera de juz-garle que es muy simple, particularmente para las empresas que se encuentran en el país, y es ver cuál ha sido su comportamiento en las áreas que tienen otorgadas en concesiones. Yo hice un análisis en la carta que le dirigí al ciudadano Presidente de la república, sobre la situación de las tres empresas que en principio aparecen como favorecidas y señalaba: “Se aprecia que una de las tales compañías con 150.000 hectáreas en concesión apenas tiene un área probada de 14,83%”. Quiere decir que de 150.000 hectáreas solamente tiene como probada un área de 14,83%; el resto no es área probada y las reservas de esa compañía las tiene en esa área probada. Y en una de sus filiales –la misma compañía– 11,34% de 63.000 hectáreas, y en otra

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filial 5,48% de 30.000 hectáreas; filiales que ustedes saben como las compañías tienen aquí; por ejemplo, la Texas tiene a la Coro y tiene a la Sociedad Petrolera Las Mercedes. Estos datos provienen de la Memoria del Ministerio de Minas e Hidrocarburos de 1968; son datos oficiales. Otra compañía con 150.000 hectáreas bajo su control, cuya zona probada alcanza sólo 25% de tal superficie.

Lo de las áreas probadas y la extensión que todavía retienen las concesionarias en su poder, es algo que ha sido bastante discutido, porque ha sido una especie de caballo de batalla, particularmente del doctor Pérez Alfonzo cuando se refiere a las áreas ociosas. Pero el hecho para nosotros los venezolanos es que las compañías retienen en su poder un área muy superior al área que están realmente trabajando, cualquiera que sea el concepto que se pueda tener en función de que si las áreas han sido suficientemente exploradas, de que si las áreas no se pueden renunciar por razones técnicas, de que si el petróleo no es económico en este momento pero puede ser económico en posteriores circunstancias. Para nosotros tiene que ser motivo de preocupación que una compañía que presenta este cuadro de inactividad se haga todavía de extensiones adicionales dentro del país. Recuerdo que sobre el particular tuve mis discrepancias, en cierta forma con el mismo doctor Pérez Alfonzo, las que se recogen en una carta que publiqué en Cartas petroleras. El mismo libro trae una carta que dirigí al ministro Pérez Guerrero el 7 de octubre de 1966, donde decía:

Que las concesionarias o sus filiales deberán someter planes concretos para el desarrollo de áreas ociosas, como condición previa a la firma de Contratos de Servicio […] que las contratistas no podrán colocar su producto en el mercado doméstico y las concesiona-rias establecidas en el país deberán cumplir con las disposiciones regulatorias de dicho mercado para poder obtener un Contrato de Servicio.

Sobre la conducta de las empresas con el Estado y el pueblo venezolano

Este también es un momento que se puede aprovechar para que aquellas empresas que han estado en rebeldía frene a un decreto oficial, se sometan al ordenamiento jurídico vigente. En las Bases Mínimas se solicitaba además información sobre los mercados de los cuales dispone el proponente. Claro que cuando uno habla con una compañía grande, así sea chiquita en Venezuela, se ríe si uno le pide informa-ción sobre sus mercados. Presentan esos informes muy bonitos que salen todos los años, los informes anuales, donde aparecen mapas mundiales y la empresa con operaciones en casi todo el mundo.

Es importante saber que uno está tratando con alguien de real significación inter-nacional, pero interesa saber cómo se ha comportado en Venezuela que es lo que a nosotros nos consta; cómo es que esa empresa ha venido vendiendo el petróleo que produce en el país; cuáles son los descuentos que esa empresa ha venido otorgando;

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cuál es la realización que el Estado ha venido percibiendo como consecuencia de las operaciones de esa determinada empresa; si esa empresa se ha estado valiendo de mecanismos para –podríamos decir– reducir la carga fiscal, para evadir en al-gunos casos las obligaciones fiscales, como son, por ejemplo, las ventas internas que se efectúan a precio de costo y se saca el petróleo por una tercera compañía al exterior en condiciones menos ventajosas para el Fisco, por cuanto que la com-pañía exportadora no tiene los mismos ingresos que tiene la compañía grande y en consecuencia la captación por el Impuesto sobre la Renta es muy inferior. Esto es lo que nosotros tenemos que analizar: ¿Cuál es su comportamiento? Usted es importante, lo reconocemos; pero, ¿cómo se ha portado usted con nosotros los venezolanos? Si usted antes tenía que vender en el interior porque no tenía clientes afuera, eso es lo que cuenta para nosotros; no que usted está vendiendo en Indonesia, en Corea, en África del Sur y en donde usted quiera, sino aquí, en Venezuela. Es una información que el Ejecutivo debe tener o debe solicitar y se solicitó en efecto en las Bases Mínimas. No sé si en el curso de las discusiones que se tuvieron posteriormente se hicieron algunos arreglos sobre el particular, pero sí creo que debe ser de aquellas informaciones que la ley señala como obligatoria para traer al Congreso, cuando dice en el artículo tercero: “Las Cámaras en sesión conjunta, debidamente informadas por el Ejecutivo Nacional de todas las circuns-tancias pertinentes, aprobarán las Bases de Contratación”. Yo creo que esas son –las áreas ociosas, los mercados– algunas de esas circunstancias pertinentes que valdría la pena que el Congreso tuviera en cuenta para dar su autorización y para que se pueda efectuar en un momento dado una determinada negociación.

Información insuficiente del proyecto

El procedimiento que se ha seguido últimamente en las negociaciones, presenta algunos elementos que podríamos calificar de no satisfactorios. Digo no satisfac-torios, porque el criterio que se tenía era de que se trajeran al Congreso las Bases de Contratación con información suficiente para que el Congreso pudiera autorizar o no la contratación con unas empresas que ya estuvieran conformes con los térmi-nos que el Ejecutivo sometiera al Congreso.

Cuando se publicaron las Bases Mínimas ustedes seguramente recuerdan toda aquella campaña que se desarrolló en relación con la dureza, la inflexibilidad de las Bases, las cuales no podrían ser aceptadas por ninguna compañía. Particular-mente la Creole, en su rechazo fue bastante clara, y nombro la Creole porque a nosotros nos importa mucho lo que diga la empresa concesionaria más grande de hidrocarburos; sin embargo, en días pasados en El Nacional un calificado directivo de la Creole Petroleum Corporation, decía textualmente: “Los Contratos de Servi-cio presentan sus peligros y sus oportunidades, pero yo creo que todas las ventajas que se dice que representan, perfectamente cabían dentro de las concesiones. Esas ventajas podrían haberse conseguido sin que tuviéramos que esperar diez años”. Ya no le parecen las Bases tan malas como le parecían en un comienzo; pero no

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solamente eso, sino que cuando el Ministro acababa de decir, aquí en el Congreso Nacional, que el sistema de concesiones no permitía ninguna nueva participación económica pues se había llegado al tope, ni tampoco permita participación opera-tiva, sale el portavoz de la Creole y dice que se podían lograr todas esas ventajas dentro del sistema de concesiones. Termina el portavoz Rodríguez Eraso con esta expresión: “Bienvenidos los Contratos de Servicio. Ojalá que ellos nos logren para los años que vienen lo que no pudimos dar en doce años”.

Dije antes que aquí se ha traído un esquema para continuar negociando. Aunque tiene algunos elementos reales que han sido tomados de algunas de las ofertas pre-sentadas por las Compañías, debido al procedimiento que se ha seguido por parte del Ejecutivo, nos encontramos en los actuales momentos frente a un serio pro-blema. Un problema que consiste en que las Bases actuales no son bases reales de contratación. Creo inclusive –y lo digo con toda sinceridad– que se ha actuado con la mejor buena fe. Se ha llamado a gente de diferentes sectores y se le ha pedido su opinión y entonces se le ha incorporado al texto de las Bases. Cuando salió de la CVP se le hicieron nuevas adiciones, como es fácil de verse comparando el texto que repartió el Ministro antes y el texto que después presentó al Congreso luego de las reuniones que ha sostenido con diferentes sectores. Esto muestra que son modi-ficaciones unilaterales y no interpretando como alguien lo hizo por allí: unilaterales del Ministro a su leal saber y entender, no. Unilaterales quiere decir, proveniente de la parte del Ministro con los representantes de los paridos o de los sectores o los consejeros o asesores técnicos; pero no han tomado en cuenta la opinión de la otra parte, porque un convenio bilateral tiene dos partes que necesariamente tienen que llegar a un acuerdo.

Lo que se le trae al Congreso constituye lo que llamo una violación del criterio de división del trabajo que debe existir entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecuti-vo. La capacidad administrativa, de negociar, esa es del Ejecutivo, y el Ejecutivo no debe cederla. El Poder Legislativo en materia de Contratos de Servicio ya fijó un criterio: ahí está en la ley y la ley ya tiene unas Bases y fijó un procedimiento, se le dijo al Ejecutivo: usted puede contratar, pero antes explíquenos cuáles son esos términos de contratación. Es cuando el Ejecutivo debe presentar un texto concreto de Bases de Contratación y el Congreso lo aprueba comprobando si se han cumplido los extremos establecidos en la ley, o resuelve añadirle otras condi-ciones porque las circunstancias puede que hayan cambiado para el momento –y el Estado, a través del Ejecutivo como del Poder Legislativo, debe utilizar la mínima oportunidad para mejorar su posición– pero entonces a riesgo de que ese cambio en las condiciones suspenda la posibilidad del arreglo que y en principio traía el Ejecutivo listo, porque, al introducírsele nuevos elementos, evidentemente tiene que consultarse con la contraparte.

¿Qué sucede si al Ejecutivo se le da esa autorización que pide conforme a sus no concretas Bases de Contratación? ¿Qué tiene que regresar a negociar de nuevo con

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las compañías?; pero, ¿cómo va a negociar? No va a negociar con mayor fuerza con la autorización previa del Congreso, porque ella va a imponerle más bien una especie de rigidez al Ejecutivo y sobre la cual las compañías van a apoyarse para sostener la posición que a ellos les interesa en el momento preciso. Es decir, creo que el Ejecutivo irá más bien en condiciones de debilidad a negociar con las com-pañías petroleras, porque ¿qué sucede si las compañías petroleras no le aceptan es-tas Bases de Contratación al Ejecutivo? Va a quedar el Ejecutivo al descubierto, en evidencia de que las Bases que llevó al Congreso no eran reales, porque las compa-ñías no las aceptan. Va a haber prisa, presión para que aparezca el Ejecutivo como buen negociador. Tengo la mayor confianza en que el Ejecutivo patrióticamente sa-brá afrontar su responsabilidad; sobre los hombres del Ejecutivo y particularmente sobre el Presidente de la república, yo tengo ese criterio. Pero, ¿por qué tenemos que afrontar esa situación si está en nuestras manos y a estas alturas establecer los correctivos para que se refuerce más bien la posición del Ejecutivo en el momento en que tenga que negociar en su forma final los Contratos de Servicio?

El esquema presentado deteriora las condiciones ya establecidas

Finalmente quiero decir, a manera de conclusiones, que en mi concepto no se han presentado Bases de Contratación sino un esquema general para continuar nego-ciando con las compañías y el cual tendía que requerir en todo caso una posterior intervención del Congreso. Luego, que no hay información suficiente en las Bases que se han traído al Congreso para que este otorgue la autorización que se le solici-ta para contratar, y por último, que las modificaciones que se han introducido a las Bases de Contratación, afectan la naturaleza del Contrato de Servicio y deterioran las condiciones que se habían establecido en las Bases Mínimas y aún algunas que se habían logrado obtener en el proceso de negociaciones.

Como observación general considero que debe disponerse del tiempo suficiente para resolver toda esta materia, tiempo suficiente para el Congreso que está proce-diendo en la forma correcta al llamar a gente de todos los sectores a manifestar su criterio, sobre unas Bases de Contratación cuyo texto apenas le ha sido revelado al país el 5 de noviembre pasado. Debe disponerse de tiempo suficiente para que el Ejecutivo Nacional y particularmente el Presidente de la república, aprecien las observaciones que puedan formularse, a estas bases presentadas recientemente y motu propio, o conjuntamente con el Poder Legislativo, proceda a establecer los correctivos o a resolver esta situación en los términos que se consideren más convenientes. No creo que debemos estar corriendo porque las ofertas de las com-pañías vencen el 31 de diciembre a las 12 de la noche, pues las compañías siempre hacen sus ofertas poniéndole como término el día final del año por cuestiones de presupuesto del ejercicio anual; pero, además, esta es una materia de tanto interés para las compañías como podemos apreciarlo a través de la campaña publicitaria que en este momento se dirige hacia el Congreso presionándolo en el sentido de

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que debe aprobar los términos de las Bases en la forma en que le han sido pre-sentadas. Cualquier observación que demore la aprobación de esos términos se denuncia como contraria al interés nacional. Tratan de mostrar así las compañías, aparte de otra gente que por razones muy respetables y muy honorables también lo cree, que si nosotros los venezolanos no aprobamos estas Bases de Contratación en este período antes del 31 de diciembre o de que concluyan las sesiones, va a tener lugar una catástrofe en el país.

Explotación directa por la CVP

Por otra parte, en relación con la actividad petrolera que se reclama en el Zulia, no se requiere –y hoy leí unas declaraciones al respecto de un senador, creo que fue de Montiel– que cualquier desarrollo petrolero tenga que hacerse en base a Contratos de Servicio; precisamente, la función de la empresa estatal es el desarrollo directo. Si se piensa que el Contrato de Servicio es una modalidad de la intervención directa del Estado, y que la CVP tiene un programa de exploración y de explotación, revi-sémoslo, veamos qué podemos hacer para incrementarlo. En lo que se relaciona con el sur del lago, puedo recordar que en el informe final del Comité de Negociaciones –el informe final que me tocó elaborar a mí personalmente y que tiene fecha 10 de marzo de este año, es decir, el día anterior a la toma de posesión del doctor Calde-ra– se recomendaba: que uno de los bloques fuera tomado directamente por la CVP para su explotación y desarrollo; que de lograrse las ventajas que eran de esperarse en otros aspectos, se procediera a suscribir contratos en dos bloques; y que en los dos bloques cuyas ofertas no se habían recibido ni en número ni en calidad suficiente como para proceder a la contratación, se aplazara su negociación. De manera que nosotros sí creíamos, y yo particularmente creo, que la fórmula de los Contratos de Servicio, bien trabajada, es una fórmula que el país debe poner en práctica. En ese sentido discrepo de alguna gente que señala por allí que nosotros debemos desarro-llar directamente, en estos momentos, toda nueva área. Creo que es conveniente, a los grandes efectos que tenemos que buscar en función del vencimiento de las con-cesiones en el año 1983, que pongamos en práctica un nuevo sistema, pero una vez que hayamos logrado las ventajas que, en definitiva, son las que van a permitirnos calificar al nuevo sistema como superior al anterior sistema de las concesiones que se trata de sustituir. Es todo lo que tengo que decir por los momentos.

Presidente de la subcomisión

Oída la exposición del doctor Sader Pérez, se abre el debate. Tiene la palabra el senador Montiel.

senador montiel ortega

Yo he oído con mucho cuidado la intervención del doctor Rubén Sader, porque no solamente es él un hombre versado en la materia petrolera, sino que tenemos que tomar en cuenta que él ha sido padre de la criatura en lo que respecta a la creación, a la generación del proyecto de Contratos de Servicio, y el cotejo que él pueda hacer

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de los Contratos de Servicio presentados o las Bases Mínimas presentadas por el gobierno actual, con relación a las que él venía elaborando, es muy valiosa. Ha traído el doctor Sader una serie de puntos, algunos menores, otros fundamentales, algunas condiciones externas que él ha planteado y hasta algunas sospechas; y me he tomado el trabajo de hacer una especie de cuadro sinóptico aquí, porque ha sido una exposición sustanciosa, en juicios y términos; y voy a comenzar a hacer mis preguntas con objeto de puntualizar algunos de los juicios y jerarquizar en importancia las objeciones que el doctor Sader trae a las Bases Mínimas que ac-tualmente estudiamos en esta Subcomisión Bicameral. Como puntos menores casi –perdonen mi neologismo de sensiblería– podría estar el problema de la propiedad del petróleo, que sea nuestro y nosotros se lo demos a ellos, o que sea de ellos y que nos den una parte a nosotros, viene siendo o viene resultando más o menos lo mismo, aunque yo me inclinaría por lo que él plantea de que sea nuestro; por lo menos es un precedente bueno, aunque no tiene a mi juicio mayor importancia. La participación del capital social también es una cosa que se puede corregir de un plumazo, sin que, tengo entendido, tenga mayor objeción por parte de las pe-troleras. Esto es algo que yo llamaría puntos menores, pero el doctor Sader nos ha traído puntos fundamentales. Ya nosotros habíamos observado en estudios previos algunas de estas cosas planteadas ahora en boca de un hombre de autoridad o de la autoridad que tiene el doctor Sader. Estas cosas nos resultan muy importantes y queremos que las puntualice. Yo las he agrupado en dos: lo que yo he tomado co-mo riesgo de pérdida de las compañías y el problema de la participación adicional. Dos: riesgos de pérdidas y el problema de la participación adicional.

Este riesgo de pérdida en donde desaparece la palabra los accionistas –tengo en-tendido que así fue, doctor Sader– podría significar un hueco por donde se le fuera toda el agua al dique, porque en efecto nosotros tenemos, un sistema impositivo que no toma muy bien en cuenta algunos factores que resultan ser tapadillo para escapes o evasiones del Impuesto sobre la Renta en materia petrolera. El agota-miento, por cierto, es uno de ellos, pero también uno de ellos son las inversiones que se realizan en algunas áreas y que no resultan ser áreas productivas y que después se cargan a los costos consolidados de las compañías. Por cierto que una de las cosas que pasó en alguna ocasión –y el doctor Sader debe recordarse de ello– fue que el doctor Pérez Alfonzo les decía que devolviesen las áreas que no tuvieran probadas porque ellos considerasen que no fuesen buenas. Sostenía el doctor Pérez Alfonzo que las áreas en que ustedes no quieren invertir, bueno, devuélvanselas a la nación, y se las devolvieron. El problema es que yo creía que el doctor Pérez Alfonzo no creía que se las iban a devolver. Se las devolvieron y todos los costos que había la compañía, o las compañías cargado en esas áreas, se fueron a los costos consolidados y perdió el Impuesto sobre la Renta una cantidad sustancial de millones de bolívares dentro de la más estricta legalidad. Por eso yo considero fundamental que no se nos escape esto que acaba de puntualizar el doctor Sader aquí: que el riesgo es de la contratista y que no puede ser de compañías ya

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establecidas sino de la contratista nueva. A mí me parece eso sumamente impor-tante y me declaro perfectamente de acuerdo con ello.

En el caso de la participación adicional, él nos trae un punto que yo considero tam-bién de muchísima importancia. Empieza esta participación adicional –y también nosotros lo habíamos observado– a partir de la producción de 200.000 barriles, pero es que un área de 5.000 hectáreas que produzca 200.000 barriles tiene que ser un área muy buena, y yo diría que muy pocas caerían en ese renglón, y que los estudios que ellos habían hecho contenían una especie de curva –una ecuación de segundo grado que él la leyó aquí– donde se iba incrementando en función para-bólica, tal como es una ecuación de segundo grado, los impuestos adicionales a medida que se iba subiendo la producción desde un mínimo que no recuerdo cuál, pero en efecto era un mínimo que no estaba dentro del esquema de 200.000 barri-les. De manera que considero que eso es muy importante y que es una cosa que esta Comisión debe estudiar y que si es posible que el doctor Sader lo puntualice; porque en efecto la otra condición de 20 céntimos de dólar por barril, establece una especie de […] dentro del planteamiento que yo considero o que entendí él estaba haciendo. Es decir, que no sea un límite de 200.000 barriles en adelante el que nos lleve a nosotros a participar en impuesto o ganancias adicionales sin participación adicional, sino que en efecto, sea la curva creciente de acuerdo con una producción normal de la función parabólica que él acaba de señalar. Estas dos cosas son fundamentales y yo creo que si es posible que el doctor Sader nos trajera eso, aunque fuere por escrito, puntualizando el cotejo de las dos proposiciones, sería muy bueno para esta Comisión porque sería iluminante.

Sin embargo, no se detiene aquí el doctor Sader –y perdóneme el calificativo es-te de sospecha– pero nos trae puntos como es el problema de la regalía. Dice el doctor Sader que hay una palabra –por lo menos así lo entendí yo– que es que se cargaran los impuestos a precio de la regalía que estuviere entonces en vigencia. Yo puse entre comillas el “entonces”. Yo le pregunto al doctor Sader: ¿Es que us-ted cree que el gobierno actual quiere cambiar el régimen de regalías, especifico, el régimen de precio de las regalías? Si es así, que nos lo diga, porque es un dato muy importante. Él señalaba que las regalías tienen un precio diferente, por cierto que tuvo un lapsus y dijo que se cotejaban nuestros petróleos con el petróleo de la costa este. Yo estoy seguro que él lo sabe pero quería puntualizarlo nada más para aclarar. En realidad se cotejan nuestros petróleos con un petróleo que no es igual al nuestro, el nuestro es mejor por cierto y lo que se ha hablado por parte de muchos venezolanos es la idea de que nos paguen mejor la regalía, pero ellos han tenido la posición contraria, de que están pagando demasiado por las regalías y entonces siempre han tratado de disminuirla. Si el Gobierno nacional tiene –deseo que me aclare el doctor Sader de alguna sospecha que él tenga– la idea de cambiar el pre-cio de regalías, eso es peor que dar concesiones petroleras. Eso disminuiría nues-tros ingresos por concepto del impuesto de explotación en una cantidad sustancial porque ahí los céntimos cuentan; y yo encarezco al doctor Sader que me explique

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si en realidad es que se intenta a través de este término entonces, se vislumbra la posibilidad o él sospecha que van a cambiar ese sistema.

Hablaba el doctor Sader de algunas condiciones externas, decía que había com-pañías que tenían áreas no probadas y que debíamos tomar en cuenta esto. Esta es una condición externa al problema de los Contratos de Servicio; es una condición externa que en realidad debiera tomarse en cuenta aunque no es pertinente, espe-cíficamente pertinente al caso de la contratación. Pero yo me preguntaba, si en realidad tuviéramos una Corporación Venezolana del Petróleo vigorosa, que no estuviera produciendo 40.000 barrilitos de petróleo o menos, sino 400.000 como es posible, tuviéramos necesidad incluso de estar discutiendo contrataciones con compañías extranjeras? ¿No estaríamos acaso nosotros, doctor Sader, deseando que las compañías concesionarias no exploraran y por tanto no explotaran los territorios que actualmente tienen cedidos en concesiones, para que nuestra CVP cuando llegue la reversión los tome? Esta es la gran pegunta: ¿Si tuviésemos una CVP poderosa estuviéramos deseando lo contrario y no estuviéramos aquí hablan-do de Contratación de Servicio?

Por lo demás, la idea de que la Creole diga que estos Contratos de Servicio pudieran ser tomados dentro del propio sistema de las concesiones instituido por la Ley de Hidrocarburos de 1943, es una condición hasta cierto punto infamante, pero también a mi juicio intrigante, porque, la Creole –yo creo que el doctor Sader sabe esto– no quiere participar en la Contratación de Servicios y las ofertas que ha hecho, las ha hecho a la zurda, en una forma sin mengua de que la zurda, que representa aquí el diputado Larrazábal, lo ha hecho sin ninguna inquietud y sin ninguna intención. Este es el procedimiento de ofrecer a la zurda como digo yo. Entonces ellos quieren intri-gar para que estos Contratos de Servicios se parezcan a las concesiones y promuevan una corriente lógica nacionalista en contra de ellos.

Finalmente, él se ha planteado una gran pregunta: ¿Qué, si no se aceptan las Bases de Contratación que el Congreso Nacional apruebe? El Congreso Nacional está discutiendo con opiniones tan valiosas como la de él, para hacer los ajustes que considere conveniente a estas Bases Mínimas de contratación, y si estas Bases Mínimas de contratación son ajustadas aquí y no son aceptadas por las compañías, no va a pasar nada, van a estar unas compañías interesadas y otras no, en función del problema del abastecimiento. Yo quisiera preguntarle al doctor Sader: si en realidad él cree que hay algunas compañías que están más voraces que otras de petróleo barato porque quieren llegar a ese óptimo de 77% de integración, que se señala como lo mejor dentro del punto de vista económico para una compañía internacional obtener la mejor de las ganancias. Hay compañías que tomarían en todo caso cualquier esquema en base de Contratos de Servicio porque sus ganan-cias no están en Venezuela, están en otras partes del mundo. Hay compañías que incluso estarían dispuestas a no ganar nada en Venezuela, porque sus ganancias es-tán en la refinación y hasta en el procesamiento químico de derivados del petróleo

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en otras partes del mundo, particularmente en los Estados Unidos. De manera que yo no soy en este sentido pesimista. Yo considero que el Congreso debe continuar estudiando estas Bases sin la espada que se le quiere tender de ¿qué pasaría si no aceptasen las bases que nosotros aquí en el Congreso aprobásemos? El Congreso debe oír las opiniones del doctor Sader en esto sobre todo aquellas fundamentales para cambiar lo que sea necesario y si las compañías no lo aceptan, bueno, por lo menos hemos adelantado en hacer un esquema de Bases de Contratación que está abierto para las compañías que estén interesadas.

Presidente de la subcomisión

Oída la exposición del senador Montiel. La Presidencia concede la palabra al doctor Sader Pérez, para que responda a las preguntas formuladas por el senador Montiel.

doctor rubén sader Pérez

Voy a intervenir tratando de desarrollar algunos de los puntos planteados por el senador Montiel, que más bien en su mayor parte parecen reflexiones que pre-guntas que me están siendo formuladas, pero yo estoy deseoso de opinar sobre la materia, porque, podría decirse que esta es la primera oportunidad que se me da para manifestar mi criterio en torno a un asunto que he venido estudiando desde hace varios años en ejercicio de una responsabilidad confiada por el Estado. Hasta este momento mi opinión no ha sido solicitada por ninguna comisión, ni por nin-guna oficina pública y creo que tengo la obligación de expresar mi criterio sobre la materia donde quiera que se me solicite.

Hace una referencia el senador Montiel, en función a lo que él considera funda-mental y de lo que le atribuye segunda importancia en mi planteamiento, lo que ya es materia –podríamos decir– de criterio personal; pero que valdría la pena más bien analizar cuando se disponga de un texto escrito y de elementos de informa-ción superiores a los que yo haya podido ofrecer en esta intervención. Algunas de las expresiones serían útiles para algún intercambio de ideas, aunque quizás no sea este el momento apropiado dada la urgencia que ustedes tienen de cumplir otras tareas; pero, por ejemplo, en relación con esto de las áreas ociosas, sobre la afirmación de que las compañías dejaron de pagar sustanciales cantidades por razón de la devolución de las áreas al Estado cuando el doctor Pérez Alfonzo pidió que se le devolvieran, tendría que decir que en esas áreas ociosas de las compañías no existía ningún tipo de actividad que generara ingreso a los efectos del impuesto superficial, amortiguado por la deducción que se hace, prevista en la ley, en función de la deducción que se tenga en el resto del área. De manera que allí no existía esa situación de ingresos que haya podido ser deteriorada; aún después de que las compañías han hecho tal devolución nos encontramos con que, para el 31 de diciembre de 1968 –y el doctor Pérez Alfonzo se retiró en 1963 del Ministerio– 82% de las áreas están inactivas de acuerdo con la clasificación del

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Ministerio de Minas e Hidrocarburos y el total de las áreas que la empresa retiene en concesiones actualmente es de 2.500.000 hectáreas. No se han regresado enton-ces todas las áreas ociosas ni todas las áreas inactivas y el problema está planteado y en términos bastante serios, porque yo diría que son precisamente estas áreas las que pueden alimentar la pretensión de las compañías, en relación con la renovación de las concesiones o con la solución que se le dé al año 1983. O sea, la aspiración de tener tiempo suficiente para poder continuar desarrollando sus actividades en estas áreas que todavía retienen en concesión.

Sobre las observaciones en relación con la participación adicional, no tengo, en estos momentos, mayores elementos que suministrar, pues deberíamos entrar a efectuar un análisis, caso por caso, que muestre cómo las participaciones adicio-nales que se tienen aquí establecidas no se prueban como reales, y que, además, es posible elaborar algunas fórmulas capaces de satisfacer las aspiraciones de la CVP y las cuales puedan ser aceptadas por las empresas. De todas maneras, creo que la situación puede mejorar sosteniendo este punto con mayor firmeza por parte del Estado venezolano; pero este aspecto puede desarrollarse por escrito y así me acojo a la sugerencia que ha hecho el Senador.

En cuanto a lo de la regalía que se fija en función de los precios del petróleo en West Texas y East Texas y la pregunta sobre cuál es mi opinión en relación con las intenciones del gobierno, sí creo que el gobierno actual quiere cambiar el régimen para calcular la regalía; yo, realmente, en este campo todavía no he incursionado, en el de adivinar las intenciones de otra gente, particularmente y en el que tienen representación diferentes sectores. Yo diría que esta pregunta sería lo correcto que se le formulara al Ministro de Hacienda, porque es el Ministro de Hacienda el que tiene a su cargo, precisamente, el sostenimiento y la discusión de este Conve-nio. El doctor Pedro Tinoco, ustedes saben que es una persona que ha manifestado en forma –vamos a decir así, abundante– su opinión sobre la materia petrolera; en el mismo diario El Nacional recuerdo que publicó una serie de artículos –más de 20 creo– en relación con la industria petrolera, y la necesidad de una nueva política para activar la explotación petrolera. Sí creo que el doctor Pedro Tinoco debe tener un criterio muy preciso al respecto y se le podría preguntar, porque, por lo demás, él es un hombre –que he visto por la prensa, recientemente– con bastante claridad. De manera que ya ustedes han abierto esta oportunidad para que opinen las dife-rentes personas y funcionarios sobre los puntos comprometidos en las Bases de Contratación, valdría la pena que llamara al Ministro de Hacienda y le pregunten esta cosa que se me pide a mi que responda por él y que no me atrevo ni creo que tenga condiciones para hacerlo.

En cuanto a los 40.000 barrilitos que vende la CVP, yo –como dice Montiel– me siento muy vinculado a la criatura, y sé que 40.000 barrilitos es una cifra de bas-tante importancia, aquí y en el mundo entero, para una empresa que comienza sus operaciones con los recursos legales, los recursos económicos que le fueron

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suministrados y en medio de las circunstancias presentes en el medio venezolano, es decir, presentes en la realidad nacional, donde sabemos las dificultades, los obstáculos que oponen los intereses creados. Sin embargo, parece que aún con esta medida de su crecimiento también se espera que la CVP –que es una empresa nacional que se constituye con menguados recursos– de una vez comience, sin vivir su experiencia, sin organizarse completamente todavía, a ofrecer los mismos resultados que están ofreciendo la Creole, la Shell, empresas internacionales con recursos prácticamente ilimitados y con más de 50 años de operaciones en el país. La CVP ejerce una serie de actividades que no las tienen otras compañías en Vene-zuela, esto es, una empresa que explora, explota, transporta petróleo y en función de la distribución de gas, por ejemplo, que es una materia que bastante preocupa al senador Montiel, el aprovechamiento del gas que se arroja a la atmósfera, lo tiene muy a su cargo; también los proyectos de nuevas refinerías, las negociaciones de los Contratos de Servicio, su penetración en los manejos internacionales; 40.000 barriles diarios es una cifra que ya quisiera producir, pongamos por caso, la em-presa estatal colombiana que está en operaciones desde el año 1950; podemos aún compararla con la de otros países en América Latina y en el resto del mundo, pero no para decir que nos vamos a quedar allí, sino como para afirmar que ya la CVP está moviéndose en un rango que la lleva a colocarse entre las primeras empresas que producen petróleo en Venezuela. De manera que, dentro del plan de la CVP se estima que en materia de tres años alcanzará 200.000 barriles diarios, meta que forma parte, por lo demás, de una política de conservación del petróleo en función de la producción total del país y la cual se orienta en relación con las ganancias que pueda percibir el fisco por unidad producida. No interesa tanto que la CVP salga desaforadamente a incrementar su producción y a colocarla en los mercados ex-ternos con los sacrificios de precios que tenga que hacer, como desarrollar la CVP en una forma conjunta integrada, viviendo su experiencia y sosteniendo los puntos fundamentales de política que le han sido confiados por el Estado.

Se han estado tratando diversas maneras de desarrollarse en el exterior y, algunas de las que el senador ha incluido en sus declaraciones de prensa, son bastante trajinadas por la Corporación y sus funcionarios, en los tiempos actuales, y tengo la seguridad de que más adelante continuará incrementándose esta preocupación. En este momento no está planteado que si la CVP pudiera asumir esa gran pro-ducción no necesitaríamos de los Contratos de Servicio. Claro está, que ella sería una hipótesis que tendríamos que someter a la realidad; para producir esa gran cantidad de petróleo la CVP necesita disponer de áreas suficientemente explora-das que contengan reservas que permitan sustentar esta producción mayor. De allí que yo mismo sostenga, en lo que forma parte de una recomendación del Comité de Negociaciones, que la CVP tome a su cargo exclusivo una de las áreas en el sur del lago, ya que hay una labor de exploración bastante adelantada que se ha cumplido allí.

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La CVP ha tenido que atender la exploración y explotación de áreas que han veni-do renunciadas, algunas de ellas devueltas a la nación, y con vista a perseguir tam-bién otras finalidades como las de unificación –la recuperación del petróleo que ha sido drenado por las compañías– y se tiene así una actividad dispersa en todo el país; por tanto, la oportunidad de tener una buena producción en el lago no se debe perder. Sobre todo, no es conveniente esperar a que se opere este vencimiento de los plazos previstos en los Contratos de Servicio en virtud de los cuales, al final de los tres años del período de exploración, es que se va a entregar a la CVP el res-to de las áreas que se renuncien, porque esto nos situaría a nosotros prácticamente dentro del período de los diez años anteriores al vencimiento de las concesiones. Creo que es mucho más sano para el país y más conveniente, que ya para ese momento tenga la CVP una producción que esté controlando, proveniente de esa zona, como las puede tener también de otras áreas en el país, pero particularmente de esa zona donde creo que también el Estado debe asumir algunos riesgos y no llegar a la conclusión general de que cada vez que haya riesgo tenemos que llamar las compañías para que ellas lo asuman. Yo creo que si tenemos una empresa que se considera eficiente, con capacidad técnica y los venezolanos queremos manejar el petróleo cada vez más con nuestras propias manos, también debemos asumir la responsabilidad de efectuar exploraciones en áreas de riesgo.

El senador Montiel se refirió a las declaraciones de la Creole e hizo una afirmación que a mí me toca, en cierta forma, aclarar, dijo: “La Creole no quiere participar en los Contratos de Servicio”. Yo realmente no podría precisar si cuando la compañía dice que sí o es que dice que no o es que dice que quizás, pero la compañía ha dicho qué quiere. La compañía ha presentado una oferta de Contratos de Servicio, pero no solamente ahora con esas Bases “duras”, “inflexibles”, etcétera sino que la Creole ha presentado ofertas en años anteriores cuando no estaban establecidas las bases, y aquí precisamente, tengo un cuadro que muestra las ofertas que fueron recibidas por la CVP en los años 1961, 1962, 1963, 1964, cuando no existían Bases, ni exis-tía un texto legal. Ya las empresas se adelantaban y aquí tenemos por ejemplo, una proposición de la Creole, precisamente sobre el Golfo de Venezuela y el sur del lago Maracaibo, formulada el 16 de abril de 1964. Esta era la oferta donde la Creole incluía en su proposición que el término de duración del contrato tenía que ser de 59 años y con otras características que me hicieron decir en la carta al Presidente que, si se hicieran públicas, hoy podrían darle nuevo aliento a los movimientos insurreccionales. Es decir, que aún consciente de que lo que se estaba buscando con los Contratos de Servicio era una mejora en relación con las concesiones, nos pre-sentaron una oferta donde se nos compromete un área extraordinariamente grande, más de 800.000 hectáreas, se nos ofrece un término de 59 años y el riesgo debe ser compartido totalmente por la CVP, con otras condiciones que, podrían permitirnos concluir, que la Creole en realidad ni quiso, ni quiere, porque lo que dice que quiere lo presenta en términos que no podrían ser aceptables.

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En verdad no me estoy peguntando qué va a pasar si se modifica el texto de las Bases y no se aprueba. Yo sé lo que podría pasar; en ese sentido no se trata de ser adivino. Yo lo que estoy diciendo es que el procedimiento que está establecido en la ley, no ha sido observado y que no está bien eso de que se traiga aquí al Congreso una negociación para que el Congreso esté incorporándole elementos fundamentales que ya deben ser clareados y definidos a nivel de la Administración Pública. Fíjense ustedes que con esto yo no estoy haciéndole la barba al Congreso. Estoy más bien reclamando una función que le corresponde al Ejecutivo, que debe ejercerla; y que no debe transferirse al Poder Legislativo. El Poder Legislativo tiene sus tareas específicas bien señaladas en la ley, y por lo demás los hombres de nego-cios –aquí hay varios triunfadores en esos campos de la actividad empresarial– bien saben que una negociación es objeto de acuerdo y discusiones de las partes, y que unilateralmente no se pueden establecer sus términos. Este ha sido el fondo de mi planteamiento, la denuncia de que las Bases son traídas aquí un poco en abstracto.

Creo que, a las preguntas o consideraciones que me ha hecho el Senador, le he contestado con unas consideraciones también y con la promesa de que voy a desa-rrollar algunos puntos por escrito.

Presidente de la subcomisión

Continúa el debate. Tiene la palabra el diputado Jesús Bernardoni.

diPutado bernardoni

Yo agradezco la información que nos ha ofrecido el doctor Sader Pérez, porque la considero valiosa e importante. Especialmente él ha tocado un punto que ha sido materia de reflexión y que yo creo que nosotros debemos definir con plena conciencia que es lo que nosotros realmente vamos a aprobar. Yo creo que los inconvenientes que hemos tenido para llevar a consideración de ambas Cámaras el proyecto presentado por el Ejecutivo Nacional, es que me parece que existiera la idea de que nosotros vamos a aprobar o a sancionar o darle el visto bueno a los contratos. No tenemos una idea clara de lo que son las bases de una contratación. Porque en el fondo sí hay una mezcla de principios y de cuestiones circunstan-ciales provenientes de una negociación multilateral, y muchas veces esta mezcla de principios ya consagrados en la ley, en el artículo tercero en donde están las Bases Mínimas, y aquellas condiciones que han sido producto de una negociación. Yo creo que no es un defecto reflejado por el Ejecutivo Nacional sino que es un defecto que está en el propio procedimiento señalado en la ley para los Contratos de Servicio, porque la ley abre una etapa de negociación preliminar antes de la consideración por parte del Congreso Nacional, para darle una sanción a unas bases en donde hay circunstancias transitorias que han sido producto de la nego-ciación y, por otra parte, hay principios consagrados en la ley y otros principios que la doctrina en formación va disponiendo y que ya se aceptan como tales. En el caso, pues, concreto de estas Bases hay algunos que sin estar en la ley ya podrían

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ser principios aplicables a modalidades o fórmulas de contratación que se adopten para el futuro. Yo creo que ese es un punto importante, porque podrían existir confusiones y tener nosotros la idea de que aquí vamos a aprobar los Contratos y que tengamos que llegar hasta el mínimo detalle. Yo creo que debemos confiar en la capacidad de negociación del Estado venezolano a través de ese instrumento, que en este caso es la Corporación Venezolana del Petróleo, y nosotros señalar qué consideramos que no pueden ser renunciados por el Estado Venezolano en una contratación; establecernos ese límite, y sobre esa frontera, trabajar nosotros aquí en el Congreso.

El doctor Sader Pérez se refirió a una serie de aspectos y yo ruego que me per-done si utilizo ese método del octavo tercero del budismo primitivo –se llama el diálogo meditativo– pues voy a hacer una especie de reflexiones a sus preguntas al mismo tiempo. Se refirió a una opinión del Ministro de Minas sobre la imposi-bilidad de lograr una mayor participación económica con el sistema tradicional de las concesiones. Creo recoger la intención del Ministerio de Minas al hacer esta afirmación, es la de proyectar que esta administración y este nuevo gobierno sigue la línea de la política trazada a partir de 1959 de no otorgar más concesiones en el país. Podría ser que se lograsen más ventajas económicas, más ventajas fiscales a través de las concesiones, pero esto está superado y yo creo que los Contratos de Servicio están ubicados dentro de una etapa en la evolución histórica de nuestros negocios petroleros, porque el sistema de las concesiones, es el sistema –vamos a denominarlo primitivo– en donde el Estado venezolano es un simple instrumento de recaudación fiscal, así como si aquí existieran previsiones en la ley, como lo señalaba el doctor Egaña, en el numeral tercero del artículo 80 en la Ley de Hidro-carburos en el año 1943 que traía la posibilidad de formar empresas mixtas; pero la verdad que el contexto de la ley y que fue diseñada para el sistema de las conce-siones, llegaba a la formación del estado recaudador, del instrumento positivo –así sea una contradicción denominarlo así– en donde el principio fundamental era el de la participación razonable del Estado venezolano en las ganancias que tuviera la industria petrolera con los Contratos de Servicio. Como muy bien lo señalaba el doctor Sader Pérez, se busca fundamentalmente, y esto lo he venido sostenien-do con la debida reiteración aquí en el seno de la Subcomisión, el desarrollo de la Corporación Venezolana del Petróleo, y que, el principio de la participación operativa, sea el principio fundamental que distinga el sistema de las concesiones de esta nueva fórmula de contratación. Creo pues, que la intención del Ministro, fue reflejar esa línea de continuidad en los principios de una política petrolera, que se va a afincar en la vía de la explotación directa por parte de la Corporación Venezolana del Petróleo o por las vías indirectas, que puede ser a través de este sistema de la contratación directa o bien bajo las fórmulas de las empresas mixtas o el de la participación mancomunada, todo de acuerdo con las circunstancias y las características de cada área.

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El doctor Sader Pérez, se refirió al objeto del contrato, que había sido modificado, porque en las Bases Mínimas se hablaba de que el objeto era la exploración y sub-siguiente explotación del petróleo, y en las Bases reales se ha sustituido el término petróleo por el de hidrocarburos. Yo creo que en el fondo se conserva la intención de las Bases Mínimas, cuando al hablar, por ejemplo en el caso del gas, que dice que la explotación del gas en cualquiera de las formas que allí están señaladas en las mismas Bases de gas libre, la parte del gas asociado que no sea utilizado para la misma explotación del yacimiento y aquellas fracciones de condensado deben ser sometidas forzosamente a circulación. Siempre habla de la necesidad de a posteriori de constituir convenios para poderse dedicar a la explotación del gas, e incluso creo que las tasas reales traen una modificación que reafirman el carácter de propietaria de la Corporación Venezolana del Petróleo, y es que en estas Bases reales que se nos ha presentado ahora –yo utilizo el término reales para distinguir-las de las Bases Mínimas– se habla de que estos convenios pueden ser celebrados con los contratistas o con terceros, o sea, que agregan estas Bases las palabras o con terceros. Es decir, que hay la posibilidad de que la Corporación Venezolana del Petróleo no se limite única y exclusivamente a negociar con la contratista, sino que le añade la posibilidad de que esta negociación, estos convenios sobre el gas, se hagan con terceros. Y por otra parte se refirma el que la contratista actúa en nombre y representación de la CVP. Yo creo que el criterio del doctor Sader, y si estoy equivocado les rogaría que me corrigieran, sobre la reafirmación de la pro-piedad de la CVP sobre el petróleo producido, porque he dicho que aquí se están clarificando una serie de principios y, cuando él citaba el ejemplo de que la Corpo-ración Venezolana del Petróleo contrataba un servicio y debía determinar la remu-neración por el servicio a la contratista y determinar las cantidades de petróleo que recibiría la contratista y la CVP, esta figura está encuadrada en otras modalidades de contratación. Recuerdo que una vez, con toda razón, un nuevo representante de la CVP en la información que casi a diario nosotros le solicitábamos, nos dijo y con razón, de que esta había sido precisamente –aplicando esta modalidad– una de las quejas permanentes, y en esto tiene razón, de las compañías estatales del Medio Oriente, en todas las conferencias de la OPEP, porque esto está encuadrado dentro de la figura de la participación mancomunada que es muy distinta a la idea que nosotros tenemos de la empresa mixta, a pesar de que allá utilizan mucho el término de empresa… compañías en su mayor parte. Este principio sería aplicable en el caso de que hubiera existido la obligatoriedad de que fuesen compañías cons-tituidas como compañías venezolanas. Ahora, de no serlo así, entonces ya no tiene o pierde interés la aplicación de este principio de la deducción de las pérdidas para los accionistas de estas operaciones para el resto de las actividades que estén en el país, o sea, que estaba bien encuadrado para la figura inicial. Ahora, si se modifica, o sea, que hay la alternativa de que se han constituido o extranjeras domiciliadas en el país, ya pierde interés esta figura.

Lo mismo en cuanto al capital social. Esto está íntimamente relacionado con lo que dije anteriormente. Incluso yo señalaba un error que ahora veo que no es un

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error, porque decía: “la adquisición de acciones al valor nominal”, entonces yo entendía, porque no podía creer que se hubiera tenido este descuido o este lapsus en la presentación de las Bases. Pero ahora yo entiendo si se hubiera conservado la figura original, porque adquirir al valor nominal, por ejemplo, en el caso de las empresas norteamericanas domiciliadas en Venezuela, donde nosotros sabemos que lo que se autoriza es un capital con la junta promotora y que luego ese capital autorizado va a las oscilaciones naturales del mercado de valores. Entonces lo que existe es un valor de cotización de las acciones y mal podría incluirse un valor nominal para adquirir en el caso por la propia estructura de estas compañías. Aquí habría que preguntarse si era conveniente para la CVP participar en el capital social de estas compañías, porque la CVP y, en el caso este, no tiene ningún im-pedimento en concurrir a las bolsas de valores, donde están cotizadas las acciones de casi todos estos grupos de empresas petroleras; y adquirir allí el número de acciones que estime conveniente. Eso lo puede hacer perfecta y legalmente la Corporación Venezolana del Petróleo, porque aquí se ha variado, yo creo en virtud de principios consagrados en la Constitución nacional, en el Código de Comercio y que no podrían ser alterados por un contrato, así sea un contrato de interés pú-blico que podría ser atacado. Entonces ya siendo –no sé si me estoy explicando claramente– empresas extranjeras domiciliadas en Venezuela, la participación en el capital está abierta. La CVP puede adquirir cuantas acciones crea conveniente de la compañía… por ejemplo, que están en el mercado de valores a la disposición de quienes las quieran comprar al valor de cotización.

En cuanto a la participación adicional, yo tengo entendido –y si no el doctor Sader Pérez me corrija–, él decía que se había presentado aquí, el caso concreto en el blo-que B, una hipótesis, una producción de 200.000 barriles diarios para la aplicación de una tabla física, pero yo tengo entendido que en el estudio del rendimiento del capital que hizo la CVP para ese bloque, se llega con un margen de optimismo de 10% a 12% en el caso concreto ese. Cuando se sabe que el rendimiento mínimo que ha sido admitido para toda empresa petrolera, tomando como bases los nive-les de los Estados Unidos en donde los costos son más elevados, son de 15%. Sin embargo, nosotros tomamos aquí la previsión de pedirle a la CVP que nos hiciera unos ejercicios y unos corridos, para ver cuál era más beneficiosa en su aplicación, si la tabla física o la tabla de participación por el rendimiento.

Lamento que el senador Leonardo Montiel, se haya ido, porque se habló aquí de los convenios de referencia y si había la intención del Gobierno nacional de reba-jar los precios del convenio existente. Yo creo que el Gobierno nacional va a tener una gran responsabilidad cuando se reinicien, creo en el año 1971, estos conve-nios, porque va a estar en una posición negociadora más difícil que la que tuvo el gobierno en su oportunidad para negociar los convenios de precios de referencia actuales, y es por la tendencia o el distanciamiento que está produciendo entre los precios de realización y estos precios de referencia. Este va a ser un argumento que lo van a sostener hasta lo último las compañías petroleras interesadas y en esto

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tendrá el gobierno una gran responsabilidad y requeriría del concurso y del apoyo de todos los sectores del país, porque, en caso de producirse una rebaja en es-tos precios de referencia, veríamos por primera vez una declinación sustancial de la renta petrolera, de la cual depende tanto nuestro desarrollo. Pero yo creo que la frase que traen las Bases no altera en nada el espíritu y el propósito de las Bases, porque se refiere a los convenios de referencia para entonces, para el momento de la celebración. Yo creo que mal podrían los Contratos decir “nos referimos a los convenios de referencia celebrados en tal año”, porque en la Base yo creo que se debe dejar cierta flexibilidad, sabiendo que el principio es que se aplique ese piso, ese nivel de comparación de los convenios sobre los precios de referencia.

Estoy perfectamente de acuerdo con que se soliciten ciertas cualidades de las com-pañías petroleras que están interesadas, pero creo que eso no debe ser objeto de las Bases, eso debe ser ya objeto de la negociación concreta del Ejecutivo Nacional. Yo incluso tuve la molestia –es decir la molestia para la División de la Economía Petrolera del Ministerio de Minas– de solicitarle una información sobre los mer-cados que podrían ofrecer las distintas compañías petroleras interesadas en la ne-gociación de los Contratos de Servicio, porque aparentemente, por ejemplo cierta compañía, que todavía no opera aquí en Venezuela ha hecho ofertas atractivas que se han discutido, pero sería interesante indagar qué mercado para el petróleo venezolano ofrece en ese caso muy concreto esa compañía petrolera que tiene un proyecto de una refinería en Nueva Inglaterra. Sí sería conveniente o inconvenien-te para el país que esta compañía nueva para Venezuela fuese a entrar en cierta competencia en Nueva Inglaterra con petróleo venezolano que suple la Creole en esa zona. Si esto no iría a abrir una guerra de precios en esa zona, y que en virtud de la competencia se fueran a bajar los precios de realización y nosotros, cuando tengamos que revisar los convenios sobre los precios de referencia, nos encontre-mos con que nos hemos hecho el harakiri en este caso.

Es decir que me parece que esta materia, para concluir finalmente, no debe ser objeto de su establecimiento demasiado casuístico en las Bases de Contratación, sino que se debe dejar para la posterior negociación que va a tener el Ejecutivo Nacional a través de la Corporación Venezolana del Petróleo. Por otra parte, para no fastidiar más la paciencia en el caso del doctor Sader o de la Subcomisión, quisiera preguntar al doctor Sader [interrupción] con el pozo Armadillo y el adicional 401 que resulta-ron en esta zona a profundidades que pasaron los 15.000 pies, 401 creo que pasó, y registró temperaturas superiores a los 350 grados. Entonces, si este proyecto se hizo con la intención de que la CVP explotara directamente la zona, ya que era la más cercana al área de las concesiones del año 1957; y si al dejarlo así no ha restado la fortaleza para la negociación de la CVP sobre el resto de la zona, sabiendo que ahí se van a probar las posibilidades de la estructura [...] y del alto centro de […] con los resultados de esos tres pozos que perforó la CVP.

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Presidente de la comisión

Oída la exposición del diputado Bernardoni, se le concede la palabra al doctor Sader Pérez.

doctor rubén sader Pérez

Comienzo por manifestar mi satisfacción por la manera como el representante Bernardoni se ha expresado en relación con esta materia, ya que pone en evidencia que se ha dedicado a estudiarla y, en esta forma, está cumpliendo con su respon-sabilidad de representante. La opinión que él pueda sustentar en esta Comisión o en el seno de las Cámaras es una opinión que se basa en las informaciones que él ha podido obtener y en las conclusiones a las que ha podido llegar a través de esas informaciones. Esto es satisfactorio, porque una de las cosas que se comprueban en el ejercicio de las responsabilidades de gobierno, es el poco interés que mues-tran generalmente los dirigentes políticos o los funcionarios públicos que tienen confiadas otras tareas, por problemas específicos de una importancia relevante para el país, como es este del petróleo. Cuando se llega entonces a discutir con alguien que ha tomado el trabajo de informarse y estudiar la materia, es posible que al final se puedan establecer confrontaciones de criterios, pero dentro de un ambiente de entendimiento, de mutua comprensión, y particularmente de deseo de aclarar conceptos, de manera que la posición que en definitiva se adopte sea la más conveniente al interés nacional. Voy a referirme a su intervención tratando de hacerlo en la forma más breve posible, a pesar de que ha planteado un sinnúmero de cosas que realmente merecen consideración detenida.

No quisiera seguir insistiendo sobre lo que podría ser la intención del ciudadano Mi-nistro cuando hizo las citadas manifestaciones, porque es saludable reconocer que pueda existir la intención de continuar una política que, por lo demás, se ha tratado de formular y de defender en todo momento como una política nacional, que no es ni puede ser una política dogmática, sino que tiene que ser una política que se discuta entre los venezolanos con el criterio de aprovechar las circunstancias presentes para lograr a cada momento una mejor participación para el Estado en la explotación de su riqueza petrolera.

En cuanto a la aclaratoria que hace en relación con la naturaleza del Contrato debo decir que a mí me parece que hay una vinculación en la diferencia del objeto, al cambiar la explotación del petróleo por la explotación de los hidrocarburos, con el trato que se le da al gas. No creo que se reafirme en las Bases de Contratación la propiedad sobre el gas. En las Bases Mínimas se puso exclusivamente como objeto la explotación del petróleo y se dejó aparte el gas porque se había reafirmado que el gas era propiedad de la CVP; por lo demás, en los comentarios ilustrativos que se hicieron de la aspiración de la CVP, se fue bien claro sobre el particular. En las Bases de Contratación se distingue el gas asociado y el gas libre, y es en el gas asociado donde se incluye la afirmación que le permite al diputado Bernardoni aseverar que

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ahora se puede discutir libremente con terceros, pues ella se refiere solamente al gas o con terceros convenios especiales para la utilización del gas asociado. Pero en el gas libre la Base 1.2 dice: “Los yacimientos de gas libre no podrán ser ex-plotados por la contratista en virtud del contrato que se celebre, sino mediante la celebración de convenios especiales entre la Contratista y la CVP”. Es decir, ella sí puede explotarlo; pero no bajo el mismo convenio, sino bajo convenios especiales. No queda a salvo el derecho de la CVP de disponer de este gas, ya sea a través de un acuerdo con la misma contratista o con terceros. Esta cuestión podría precisarse en la revisión que está haciendo el Congreso.

En relación con la propiedad del petróleo, me estoy refiriendo al mismo texto oficial que ha sido presentado al Congreso, en cuya página 13, en relación con la disposición del petróleo producido, dice lo siguiente: “La CVP le traspasa en pro-piedad y a precio de costo hasta 90% del petróleo producido”. Aquí es donde surge el cuestionamiento; si en el momento en que se produce el petróleo y se traspasa a la compañía contratista, esta se hace propietaria a precio de costo, ¿cuál va ser la efectividad de la intervención de la CVP en la fijación de los precios de ese petró-leo cuando salga al mercado externo? Si esta compañía adquiere el petróleo, y se hace propietaria, si le da la gana de tirarlo al agua o botarlo más allá, ¿hasta dónde podría la CVP intervenir? Esta salida de que las compañías dispongan del petróleo a costo, nos movió a una serie de preocupaciones, porque en otros contratos que se han suscrito en otras áreas la remuneración de las compañías se percibe –particu-larmente en la fórmula francesa– recibiendo una parte del petróleo al costo. Esto se nos propuso a nosotros también, pero como la CVP debe cuidar no solamente el precio del petróleo que vende, sino el precio del petróleo venezolano en los mercados internacionales, tenía que ver este petróleo que a una compañía le estaba saliendo al costo, aquí en el país, podía ella luego venderlo afuera a equis precio, de acuerdo con el criterio que en ese momento pudiera tener, no el de rentabilidad de 10% o el de rentabilidad a 1%, sino por una razón política al precio equis que le conviniera. Dijimos que era mejor que en todo momento siguiéramos la huella a ese petróleo. Aquí hay, pues, un cambio entre lo que se tenía en las Bases Mínimas y lo que se asienta en las Bases de Contratación. No es sólo cuestión de intención, porque está reconocido en forma expresa. De todas maneras, como dije, vale la pena que se hagan reflexiones en torno a que si conviene que la compañía se haga propietaria del petróleo y si es así cómo se asegura la efectividad de la interven-ción en los precios y en la participación en los mercados por parte de la CVP.

Hay otra manera de que la compañía pueda ser propietaria del petróleo, y es vendién-doselo; pero entonces habría que ver si las compañías internacionales van a aceptar convertirse en compradoras de petróleo. Es algo que vale la pena reflexionar, porque no está envuelto aquí el problema que dice el diputado Bernardoni que le fue informa-do por representantes de la CVP. Si los representantes de la CVP le informaron eso, yo todavía tendría mis dudas en cuanto a la información que ellos han dispuesto, y les voy a decir por qué. La participación mancomunada en la producción es de otro

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carácter; es la participación que le corresponde a las compañías estatales cuando, en virtud de los convenios de Contratos de Servicio, ellas resuelven disponer de una parte de la producción de petróleo. Vamos a suponer que nosotros llegáramos a un acuerdo con las compañías: “50% del petróleo nosotros lo vendemos y uste-des venden el otro 50%”, ¿Qué sucede? Sucede que si la empresa estatal no tiene una organización internacional, va a tener dificultades para colocar su petróleo; las compañías lo saben, y entonces establecen una cláusula en virtud de la cual ellas pueden comprarlo, pero al precio que establecen que es un precio medio entre el precio de realización y el precio de costo. ¿Qué sucede? Que si la com-pañía estatal no se desarrolla, la compañía estatal tiene que venderlo a ese precio menor, y entonces la compañía extranjera está recibiendo 50% del petróleo por su participación en el contrato, más adquiriendo a muy bajo precio este petróleo que la compañía estatal no ha podido vender. En la actualidad algunas compa-ñías estatales que se están haciendo de petróleo en dichas condiciones, debido a las deficiencias en su gestión internacional, y por causa de necesidades internas, entre ellas posiblemente por la falta de sinceridad de una política de defensa de los precios, efectúan ventas por debajo de los precios que se están defendiendo como justos, y la explicación, cuando se les reclama, es: “Tenemos esta dificultad, precisamente por el petróleo que estamos recibiendo”. Como si fuera un mal, se dice que se está recibiendo petróleo. Pueden hasta preguntarse: “¿Qué hacemos con el petróleo; para evitar el problema no sería mejor que se lo entregáramos a la compañía, definiendo de una vez que ella se encargue de venderlo?”.

La experiencia directa es el precio precisamente del desarrollo independiente. Ese es el precio para poder llegar a los mercados internacionales y conseguir los propios consumidores, los propios mercados. No se puede pretender que se va a hallar petróleo dentro de un mundo tan organizado como este, y que se va a estar produciendo petróleo sin tener facilidades de mercado a la disposición, ni conve-nios de abastecimiento a largo plazo ni convenios de integración con las empre-sas compradoras; participación en las refinerías. Todo esto es lo que envuelve el mercado; porque, en la práctica, lo que sucede es que las compañías que producen el petróleo aquí, se lo transfieren a otras filiales de ellas mismas. Es un petróleo que no va al mercado abierto, pues menos de 20% del petróleo que se produce en Venezuela es el que va al mercado abierto. De allí la dificultad nuestra de fijar una política en relación con los precios, porque, ¿cuál es el precio real y verdadero?, ¿el precio de transferencia de las compañías o el precio de ese mercado abierto? Hoy, por cierto, comienza a haber un mercado abierto, porque hace 10 años de todo el petróleo que se vendía en el exterior apenas 10% se vendía en el mercado abierto, lo que no permitía averiguar los precios. Entonces, repito, la producción mancomunada es de otra naturaleza; es una responsabilidad que recibe la empresa estatal de desarrollarse no muy independientemente, y que, si no la cumple, paga por ella, pero no es un mal que deba de una vez condenarse.

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No creo que por el hecho de tener alguien parte en el capital de una empresa, adquiere dicha empresa el carácter de empresa mixta. Si puedo comprar unas ac-ciones del Banco de Venezuela no voy a decir que tengo una empresa mixta con el Banco de Venezuela; tengo una participación en el capital social. Si Cruz Carneiro compra unas acciones de la Creole en el mercado abierto –que habría que ver dón-de están esas acciones– ¿tiene entonces una compañía mixta con la Creole? No, como abogados sabemos que, en el pacto de sociedad, tiene que determinarse las características de la compañía. En el caso presente diría que, si logramos una par-ticipación en el capital social, podemos de una vez establecer como condición al-gunas garantías, con el objeto de que nuestra participación minoritaria en el capital nos asegure una representación en la Directiva, se determine inclusive, el mecanis-mo de control en la administración que tenga que establecerse y se precisen algunas características de tipo administrativo para darle especial trato a determinado tipo de gastos, lo que un accionista minoritario no puede hacer en ninguna empresa, ni aquí en Venezuela, ni en el exterior.

Aquí se habla de que no pueden ser inferiores las Bases a los precios de referencia y más adelante se volvió a mencionar el tema de los precios de referencia. Creo que hay una confusión, porque hay dos precios de referencia; hay el precio de referencia del petróleo de regalía que ya está establecido por un convenio, y hay el precio de referencia que lograron aprobar con la reforma que se hizo con motivo de los reparos, los que duran cinco años. He estado hablando de los convenios vigentes para el precio de referencia del petróleo de regalía que nos garantiza una ventaja en estos momentos, y en vista de las estimaciones que se tienen en relación con el precio del petróleo en el futuro cercano, creemos que no se debe renunciar a esa ventaja. En cambio, el precio de referencia a los efectos del Impuesto sobre la Renta está sometido a los ajustes que tienen que haber en función de los precios de realización en el mercado; porque seguramente sabe el diputado Bernardoni, el precio de referencia no se estableció en forma arbitraria, sino calculando un promedio entre los precios de realización a un porcentaje sustancial de las ventas efectuados por las compañías.

diPutado Jesús bernardoni lóPez

El valor por agotamiento se refiere al convenio de referencia para la regalía, y los convenios a que se refiere la otra Base, los precios de referencia, los dos precios de referencia.

doctor rubén sader Pérez

Sí hay las dos referencias, pero precisamente me estoy refiriendo en este caso a la del régimen impositivo de la ley, que es el del impuesto de explotación, porque es el que se fija en esta forma; aquí la Base dice: “Los convenios vigentes entonces”, y nosotros decíamos: los convenios vigentes hoy. Es una cuestión sobre la que vale la pena reflexionar porque hay una diferencia.

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Me preguntan si creo que las modificaciones introducidas con relación a la par-ticipación operativa han producido un cambio que pueda afectar la negociación posterior. Esto lo voy a ligar con otra expresión que utilizó el diputado Bernardoni cuando dijo “las cualidades de las empresas no deben ser objeto de las Bases sino de la negociación concreta”. Este es mi punto central, de que no tenemos en las manos una negociación concreta y que lo que debemos analizar ya, a esta altura del proceso de negociaciones, es la negociación concreta. Es por ello que he venido in-sistiendo en que se ha presentado un esquema para continuar negociando, en tanto que en el mecanismo aprobado por la ley, los reglamentos y las normas preparadas al efecto, se creyó conveniente que el proceso de negociaciones, una vez agotado entre la empresa estatal y las compañías, cuando ya se estuvieran listas, concreta-mente, las negociaciones, se viniera al Congreso para decirle: “Estoy en capacidad de contratar en estas condiciones; solicito la autorización”. Porque carecemos de bases de negociación concretas nos encontramos con la necesidad de estar aclaran-do cuál es la intención, qué se logrará, si se reforzará la posición del Estado o se debilitará, si se va a afectar la negociación posteriormente o no se va a afectar.

El diputado Bernardoni como abogado tiene dudas respecto a las disposiciones constitucionales que podrían entrar en colisión con la exigencia nuestra de que se constituyan compañías en el país. No creo que esta exigencia esté violando ningu-na disposición constitucional. Aquí se está estableciendo una exigencia adicional para que una compañía, que quiere participar en el negocio petrolero en Venezuela, bajo las nuevas condiciones, cumpla esta nueva condición, de que se haga nacio-nal, con el propósito de que podamos asegurar la finalidad de que las pérdidas que se tengan no se vayan a compartir con la nación. De ser una compañía constituida en el país, como el diputado lo dice, y habiéndose eliminado lo de los accionistas, entonces esta compañía de todas maneras no podría deducir las pérdidas, pero aquí nosotros hemos ido más allá; a que no se consoliden los ingresos. No sola-mente no deducir las pérdidas, sino no consolidar los ingresos. Se trata de que la compañía se haga nacional y así nos dé una mayor libertad para imponer nuestras condiciones soberanas en el momento en que lo consideremos necesario, para que no tengamos los problemas que están teniendo otros países cuando, para decidir sus dificultades con las empresas extranjeras, de pronto se encuentran con que esa empresa está registrada en Canadá o en los Estados Unidos, y el gobierno norte-americano o el gobierno equis plantea entonces una cuestión de tipo político.

Las compañías tienen que someterse a la jurisdicción de las autoridades naciona-les, pero al mismo tiempo deben cubrirse todos los extremos de manera que, este tipo de argumentación, en el futuro, no pueda ser esgrimido en contra del país. Naturalmente que como gente de negocios debemos ser realistas al enfrentarnos a esta situación, y tenemos que saber que por el hecho de que la compañía no sea na-cional no quiere decir que un gobierno extranjero se va a desentender de los intere-ses que puedan tener sus nacionales en otro país con el carácter de accionistas. Es

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decir, de todas maneras iríamos a confrontar ese problema, el cual ya sería de otra naturaleza. Esta es una de las cosas que presentaba dificultades en las negociacio-nes que veníamos sosteniendo con las compañías. Inclusive, si algo discutimos fue la situación de algunas empresas, muy pocas –sólo dos o tres fueron las que hicie-ron tales alegatos– porque ellas tienen sus mecanismos, ellas han estudiado toda esta situación, y no presentaron como una objeción fundamental el que las compa-ñías estuvieren en incapacidad de constituirse aquí. De manera que creo tiene que existir dentro del sistema legal norteamericano la fórmula que les permita a ellas, dentro de las nuevas circunstancias, hacer sus deducciones por conceptos de gastos exploratorios en el exterior. Por lo demás la ley norteamericana en esta materia es bastante flexible, porque en el fondo trata de alentar a los inversionistas norteameri-canos a las aventuras en el exterior que puedan dotarlos de reservas petroleras para respaldar o complementar las reservas que tengan en su país, a fin de seguir adelante con la política de conservación de sus reservas petrolíferas en el propio territorio norteamericano. Este problema, yo no veo que exista y sostengo que, en principio, nuestra posición era aceptada por las compañías que estaban negociando.

Lo del valor nominal de las acciones está mencionado solamente en las Bases de Contratación; en las Bases Mínimas no aparece. No es cierto que existe esa faci-lidad de adquirir las acciones de las compañías petroleras en el mercado abierto, pero tampoco se anda buscando tener tantas acciones de la Creole en el bolsillo y prepararse a recibir los dividendos que resuelvan repartir sus directivos con vista a sus resultados anuales, o a la política que anualmente ellos resuelvan empren-der. Nos interesa participar en el control de la administración de la empresa, y no solamente con el carácter de accionista minoritario sino con acciones que tengan las prerrogativas que se puedan acordar, y que son más fáciles de acordar en una compañía que se vaya a constituir que en una compañía ya constituida, esto es, los privilegios que puedan reconocerse a favor de determinado accionista.

diPutado Jesús bernardoni lóPez

Precisamente yo me refería a que todo eso era válido si la circunstancia era la de obligar a la constitución de una compañía nacional. Ahora, ya que hay esta alter-nativa […] La mayoría seguirá con la empresa extranjera [no capta la voz el graba-dor], y creo que no habrá ninguna que se constituya como compañía nacional.

doctor rubén sader Pérez

Nosotros tenemos el interés de que se constituyan, es un punto básico, es algo que va dentro de lo que se puede llamar la venezolanización de la industria. Queremos que sean compañías nacionales, porque hay una serie de ventajas aparte de esas que he mencionado aquí; pero fundamentalmente es una nueva participación muy conve-niente de preverla en el Contrato de Servicio Directo, el cual también ha sido soste-

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nido en otras partes del mundo y hoy forma parte de un acuerdo que se aprobó en la OPEP. Ustedes pueden ver, inclusive, que dentro del mismo convenio que tiene con la Aramco adquieren directores los árabes sauditas, de los que se sientan en la mesa con los directivos de las compañías petroleras con los de la Standard Oil de New Jersey, de la Standard de California, de la Texas, de la Mobil que forman el grupo Aramco, y si ellos los árabes sauditas los tienen, ¿por qué no podemos tenerlos nosotros?

Me refería a lo de las cualidades que sería cuando se hiciera la negociación. Creo que para este momento ya debe estar lista la negociación. Sinceramente, creo que el Ejecutivo debe tomarse su tiempo y terminar su negociación, y decidir con las compañías estos extremos que faltan, porque a nosotros no nos pueden venir los funcionarios de la CVP o del Ministerio de Minas a hacernos ejercicios de renta-bilidad con elementos que ellos unilateralmente han precisado. Ellos tienen que precisarlos con las compañías, y hay muchos elementos que faltan; esos son los que nos pueden decir cuál es la rentabilidad que se puede esperar en un momento dado, aparte de que todavía faltará, por supuesto, ver en la práctica cómo resulta la operación, si se encuentra petróleo, a qué profundidad, en qué condiciones, en qué cantidad, etcétera.

Lo de área de riesgo ¿qué si se le ha restado fortaleza? No, yo no voy a decir que se le ha restado fortaleza, por el hecho de que se hayan perforado pozos secos. Para que no se perdiera esa fortaleza, ¿entonces hubiéramos tenido que cruzarnos de brazos? Eso es peor. Yo creo que una empresa petrolera que se respete tiene que perforar pozos secos y estar preparada para eso. Veremos luego cuál es la relación entre los pozos secos y los pozos productores, a fin de probar cuál es su eficiencia operativa, pero que se encuentren pozos secos en un área es una de las expectativas del negocio petrolero, y se encuentran más pozos secos que pozos productores, sino no sería negocio el petróleo. Claro que esa área que tiene pozos secos después para negociarla es más difícil, pero ¿cómo se sabía si había petróleo o no había petró-leo? Cuando había que perforar solamente con los elementos de información que disponían las grandes compañías petroleras, muchas áreas fueron renunciadas y no se perforaron porque “ahí no había petróleo” y son, casualmente, los campos me-jores productores que tiene el país en la Vía de Oro del lago de Maracaibo, campo renunciado por la Creole y la Shell. De manera que allí no se perforó y había petróleo, aquí se perforó y no había petróleo, ¿cuál era la conducta lógica? ¿Era lógico no perforar o era lógico perforar? Pero, ¿qué sabían ellos si había petróleo o no? En este caso de los pozos secos lo lógico hubiera sido no perforar, pero ¿quién sabía que no había petróleo? Esas son las contingencias del negocio petrolero. Claro que después que se perfore el área, si no se consigue petróleo, vale menos, de allí que el bloque A sea un bloque que no haya atraído tantas ofertas. Ese fue un riesgo que asumió el Estado, pero ¿cómo lo asumió? Había que ver la expectativa de los técnicos, pero no solamente los técnicos de la CVP, sino que era una cosa “de bola a bola”, en términos criollos, porque ahí dizque estaba el petróleo. Hoy en

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día posiblemente el difunto no tiene deudos. Nadie dijo que se perforara el Ceuta, nadie dijo que se perforara el Armadillo, pero había gente que tenía champaña lista para festejar el gran descubrimiento y resulta que allí no se encontró petróleo. Hu-bo en otros casos apuestas célebres de geólogos de compañías petroleras, quienes sobre áreas en el lago habían apostado que se beberían todo el petróleo que saliera de allí, y en las cuales se han hallado de los campos más prolíficos descubiertos en el país; de manera que pasarían varias generaciones de esos geólogos y todavía tendrían petróleo para seguir bebiendo.

Por lo tanto, no es aconsejable la inhibición para mejorar una posición de nego-ciación. Más bien creo que el Estado, si tiene una empresa estatal, debe asumir las contingencias del negocio petrolero, eso sí, asumirlas con un criterio razonable, con un criterio de seriedad, basándose en informaciones técnicas y no en precipi-taciones políticas que pueden ser las de tratar de hacer un gran descubrimiento con motivo de un 2 de diciembre o de una fecha electoral, o un cumpleaños de la em-presa, cosas así por el estilo. Sino hacer el gran descubrimiento como producto de un trabajo que puede tomar años, y sin ningún temor de que se esté diciendo: “La empresita de 40.000 barrilitos” porque después serán los 200.000 barrilitos, y no que a nosotros nos llame a risa aquí 200.000 barrilitos porque tenemos 3.500.000 barriles diarios. Cualquier país del mundo quisiera tener esos 200.000 barriles, pero son parte de un proceso que no se puede saltar.

Creo que, más o menos, me he referido a lo que ha dicho el Diputado.

Presidente de la subcomisión

El diputado Antoni Paván tiene la palabra.

diPutado simón antoni Paván

Tenía muchas preguntas que hacerle al doctor Rubén Sader Pérez, a quien le he escuchado con suma atención y realmente creo que ha sido muy provechosa la presencia de él aquí, desgraciadamente el tiempo ya se nos ha agotado, y ojalá que nos sirva de experiencia a nosotros en la Comisión para no citar a nuestras personas invitadas en la tarde, por los problemas, precisamente, del quórum en la Cámara, pero dentro de esta brevedad de tiempo que nos queda, no quisiera dejar de hacer, aunque sea una pregunta al doctor Sader, que me parece que es el fondo de todo lo que hemos discutido. El doctor Sader nos ha hablado del problema del tiempo, el estar constreñido por el tiempo no es una verdad, el tiempo no constriñe a la Cámara para aprobar los esquemas de contratación. Nos dice él, más aún, nos alerta, diciendo que el Ejecutivo ha declinado en parte su capacidad de negocia-ción, al punto de presentarnos a nosotros Bases que o se compadecen con bases reales de contratación porque son adherencias unilaterales que ha realizado el Eje-cutivo y que ha presentado a la consideración de la Cámara, dando por sentado de que las exigencias mínimas de contratación son como limitaciones al mandato que

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la soberanía nacional, representada por el Congreso, le confiere al Ejecutivo. La pregunta que surge es la siguiente: ¿nosotros que somos los mandantes, al plasmar las normas mínimas de contratación debemos estar condicionando nuestro juicio y nuestro criterio a las perspectivas de las exploraciones de negociación, o por el contrario, plasmar estas Bases Mínimas en un concepto de deber ser, si bien no rígidas, por lo menos a cierto nivel de restricción en la voluntad de contratación del Ejecutivo para preservar para el Estado el ejercicio de su soberanía, o por el contrario, condicionar la libertad que tiene el Congreso en el poder del Estado de contratar y regirse, e ir atrás de las prospectivas de las exploraciones que las ne-gociaciones de nuestro mandatario –el Ejecutivo Nacional– haya logrado con las contratistas? Esa es la pregunta.

No voy a extenderme más porque desgraciadamente el tiempo que disponemos es muy poco y estamos abusando demasiado de nuestro invitado.

Presidente de la subcomisión

Tiene la palabra el doctor Sader Pérez.

doctor rubén sader Pérez

Yo no me siento incómodo por la extensión del tiempo, por el contrario, es una materia de mi agrado y creo que es de mucha importancia lo que ustedes tienen entre manos, y lo que yo pueda colaborar es, inclusive, parte de mi deber como servidor público que me sigo considerando. No podría en este momento preci-sar esta condición de mandantes y de mandatarios, –el Ejecutivo mandatario, el Legislativo mandante– porque, realmente, nunca me he puesto a pensar sobre la materia. No tengo criterio sobre la materia pero no me parece que nos estemos en-contrando en el caso de un mandante y de un mandatario, sino dentro del análisis de funciones que están atribuidas, de acuerdo con nuestro ordenamiento legal, al Poder Ejecutivo que es el administrador.

Las Bases que dice el diputado Antonio ya fueron fijadas por el Congreso. Esa discusión ya se dio aquí, duró bastante tiempo; aquí se trajeron volúmenes, inclu-sive un volumen más grueso que este, donde se preparó su proyecto de Bases y normas de los Contratos de Servicio, y se pretendía que el Congreso aprobara esas Bases y normas y se incluyera un solo artículo donde se autorizaba al Ejecutivo a contratar para que trajera el texto completo de los contratos luego. De allí se pasó a la decisión final que fue la de recoger en la ley algunas bases que se consideraron como fundamentales, para no darle rigidez al Ejecutivo que era al que le tocaba negociar, porque es un absurdo que congreso negocie con las compañías. Le daría demasiada rigidez si se estipularan en el texto de la ley todas y cada una de las condiciones que se fijarían para que el Ejecutivo contratara. Además, ¿qué iba a pasar en la práctica? Que podíamos encontrarnos con que no fueran viables en

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un momento dado o que las circunstancias cambiaran y entonces ¿qué hacíamos con la ley? No se podría sino ir al proceso de modificar la ley. Se establecieron en definitiva unos cuatro o cinco principios que están contenidos en el artículo tercero y no hubo pronunciamiento sobre las bases que formaban ese volumen, volumen que ha sido uno de los tantos que se han preparado.

Hoy en día he visto una cierta insistencia en decir que si el primer informe lo pre-paró el Consejo de Energía. Ojalá hubiera sido así, pero se viene tramitando desde mucho antes, y cuando se fue al Consejo de Energía se llegó con un volumen que era producto de no sé cuántos volúmenes anteriores. Aquí tengo precisamente el acta de la primera reunión celebrada el 8 de mayo de 1964: “Descripción de las tareas del grupo mixto de trabajo entre el Ministerio de Minas e Hidrocarburos y la Corporación Venezolana del Petróleo”, señalando una metodología con toda la capacidad que al respecto tenía el doctor Pérez Guerrero, la que es de justicia reco-nocerle. Pero aún antes yo mismo, desde el año 1962, venía dirigiendo el Comité de Negociaciones de la Corporación Venezolana del Petróleo. Entonces esas Bases pasadas por el Consejo de Energía no fueron aprobadas; el Congreso no se mani-festó sobre ellas, sino que le dijo al Ejecutivo como dice la ley: “A los organismos antes mencionados les estará permitido para la realización de tal ejercicio, celebrar convenios y promover empresas mixtas y formar parte de ellas, siempre que los términos y condiciones que se estipulen en cada contrato sean más favorables para la nación que los previstos para las concesiones en la presente Ley”, y después se-ñala que el Congreso aprobará las Bases de Contratación “dentro de las condiciones que fijen”, es decir, las Cámaras, después de que la empresa estatal negocie, y a ese efecto la empresa estatal elaboró su texto legal que está vigente –fueron las Bases Mínimas– y el procedimiento de negociación que está vigente todavía, y en él se establece que para la celebración de los convenios se deberá consultar al Consejo de Energía y se requerirá la aprobación del Presidente de la república, pero ya para la celebración en definitiva de los convenios. Una vez que la empresa estatal haya negociado y llegado a un momento en que haya definido en forma concreta todas las características de las negociaciones, viene aquí al Congreso, a los efectos de que “las Cámaras en sesión conjunta, debidamente informadas por el Ejecutivo Nacional de todas las circunstancias pertinentes, aprobarán las Bases de Contra-tación que fijen”. Es decir, que ustedes primero van a estar informados de todas las circunstancias pertinentes, o sea de los elementos que les permitan determinar si hay ventajas en relación con las concesiones. Por eso decía que los cuadros con cifras reales y no solamente con estimaciones, ni porcentajes sino con cifras absolu-tas y datos históricos, deben ser presentados al Congreso Nacional para que pueda precisar, por lo menos, las ventajas económicas, por cuanto hay otras ventajas que evidentemente han sido logradas. Además, el Congreso tiene que comprobar si estas bases –de la ley– que no son negociables, están incluidas y acatadas por la empresa estatal en la negociación a que en principio ha llegado a un acuerdo con la compañía. No estoy diciendo que el Congreso no puede fijar condiciones pero ¿cuáles condiciones? Las que son de esperarse de un organismo legislativo que,

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frente a una negociación que sabe que ha sido conducida por un ente de la Admi-nistración con la suficiente capacidad legal para hacerlo, puede tomar en cuenta algunas circunstancias presentes, alguna cuestión de política que sea recomenda-ble, para disponer inclusive, donde dice 10, póngase 20, donde dice 50 póngase 100. Pero cuando lo haga, sabrá que esas bases de negociación que les mandaron ya son otras y que, entonces, por lo menos, tienen que someterse a un nuevo pro-ceso. De manera que, en este sentido, creo que el Ejecutivo está suficientemente autorizado para conducir su negociación hasta el final, y luego venir aquí con sus términos concretos. Allí es donde insisto ¿qué pasa que el Ejecutivo o el titular del Ministerio de Minas se presenta con estas bases si tiene tiempo suficiente y si el país está consciente de ello? Creo que no hay sector político, de la oposición mis-ma, –porque no lo he oído expresarse en una forma distinta– que esté urgiendo al gobierno de que termine de una vez estas Bases de Contratación. Hay un aval, un crédito, un paréntesis de confianza que se le otorga a la Administración, sobre todo a una Administración que recién se encarga de su responsabilidad. ¿Cuánto tiempo no tomó la Administración anterior para llegar a definir estos conceptos? También estaba haciendo uso de un criterio político. No vamos a decir que fue el hecho de que se pensaba que era muy difícil llegar a esos acuerdos; no, había un poco del juego de la espera, había un poco el ir desarrollando la CVP mientras tanto, había un poco del hecho de ir viendo cómo se lograban otros extremos que pudieran favorecer la posición del Estado a la hora de negociar. Esta misma situación puede planteársele al gobierno actual, sin que haya ninguna prisa que lo urja a llegar con una tarea inacabada al Congreso Nacional.

Presidente de la subcomisión

Creo que la Subcomisión ha estado suficientemente informada sobre el criterio del doctor Sader Pérez en relación con los Contratos de Servicio. La Presidencia agradece al doctor Sader la información que ha suministrado, que por lo demás es muy valiosa en el aspecto técnico y hasta el aspecto político, que promete que se procesará debidamente en el seno de la Subcomisión para tomar de ella lo impor-tante y lo fundamental en el momento de elaborar sus consideraciones. Muchas gracias, doctor Sader. Se levanta la sesión.

Infiel al pasado5 La mayoría parlamentaria aprueba fórmula contractual del Ejecutivo

Viene apareciendo en los medios publicitarios una mujer con aire felino y ce-jas enigmáticas, algo entrada en años aunque todavía interesante, que ofrece sus misterios bajo el rubro de “infiel al pasado”. Apela en esa forma la motivación

5 Del artículo publicado en Vea y Lea (10/08/1970) y en El Nacional (14/08/1970).

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propagandística a la sensibilidad de gente dispuesta a aceptar “un carro” con tal de que vaya envuelta en la transacción la posibilidad de una nueva aventura y, quizá, de una traicioncilla. ¿Será ese el mismo sortilegio desplegado por quienes, al identificar la fórmula actual de los Contratos de Servicio como consecuente con la presentada por la anterior Administración, lo que en verdad asoman es la opor-tunidad de oponerle la espalda a un pasado demasiado exigente?

En lugar de descifrar tal interrogación, quizás debiera confesar la existencia de una razón de tipo personal en mi oposición a las Bases de Contratación presentadas por el Ejecutivo Nacional y aprobadas, con ligeras alteraciones, en las Cámaras Le-gislativas. Me correspondió, en efecto, la tarea de elaborar, con asistencia técnica subalterna, las Bases Mínimas para los bloques en que se dividió el sur del lago de Maracaibo. Sostuve antes, en confrontación con el entonces compañero de partido doctor Juan Pablo Pérez Alfonzo, la conveniencia de definir las aspiraciones del Estado dentro de la modalidad contractual llamada a sustituir, con ventajas, al sis-tema de concesiones. Me tocó desarrollar los conceptos y alcances de los fulanos contratos en numerosas conferencias y hasta en las comisiones del Congreso, co-mo se constata en diversas publicaciones que seguramente han servido de alguna ayuda a los exégetas de más reciente data. Y fue mía, sin esguinces, la responsabi-lidad de dirigir las negociaciones con las compañías oferentes y cuyos resultados se condensan en un informe oficial del 10 de marzo de 1969.

Horas después de que el Ministro de Minas presentó el Proyecto de Bases de Contratación al Congreso Nacional, le escribí al Presidente de la república con la esperanza de moverlo a la reflexión sobre las que calificaba como modificaciones regresivas incorporadas al texto gubernamental. En esa ocasión los planteamientos fueron lanzados al conocimiento público en busca de una ampliación del debate cuya clausura se anunciaba con la revelación por el Ministro de la existencia de un acuerdo parlamentario de mayorías que garantizaba su inmediata aprobación. Vino, luego, mi comparecencia a la cita de la Subcomisión de las Cámaras, y las intervenciones, por cierto, fueron reproducidas, íntegramente, por la revista Vea y Lea (mayo, 1970) Amplié las denuncias en artículos de prensa y en charlas co-mo las de la Universidad Central de Venezuela, Universidad de Carabobo y Uni-versidad del Zulia, e intenté gestiones de esclarecimiento ante personas en cuya honestidad de pensamiento había confiado toda la vida. Fruto, tal vez, de dichos esfuerzos, puede ser la coincidencia de algunas de mis observaciones con uno que otro de los añadidos llevados a la ley –el acuerdo parlamentario es como una ley formal– que rechazo como contraria a los principios que tuve a honra interpretar con el carácter de más alto ejecutivo de la empresa estatal.

La actual fórmula contractual invierte el papel de la CVP, la cual pasa de titular del derecho para cuya explotación intentaba utilizar los servicios de una contratista, a la condición de mera intermediaria de compañías que asumen su representa-ción ante terceros, en sus operaciones en el país, y ante el fisco, en la discusión de los convenios de referencia del petróleo extraído de los propios yacimientos de

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la CVP. Este petróleo, a diferencia de lo previsto en las Bases Mínimas, se hace propiedad de las compañías apenas lo producen, quedando así reservado un papel académico para la empresa estatal en las actividades de fijación de precios y de mercadeo. No se menciona en las Bases del Congreso el monto de la participa-ción en el capital social de la contratista y mucho menos en su cuerpo directivo y organismos de administración y de control; ahora, al no establecerse la obliga-ción de constituir una compañía nacional, como también se requería en las Bases Mínimas, la contratista se regirá por sus estatutos foráneos que no prevén voto calificado para el accionista minoritario ni los privilegios que se le deben recono-cer al Estado accionista. La mayoría parlamentaria ha consentido, por último, en autorizar, en lugar de negociaciones concretas, un simple esquema que habrá de ser sometido, con toda humildad y con resultados inciertos, a la buena voluntad de los consorcios internacionales.

¿Qué se hizo la preocupación por las áreas ociosas retenidas por las concesiona-rias que ahora aumentarán el número de hectáreas bajo su control?, ¿dónde está el procedimiento de selección a imponerse en relación con las manipulaciones de evasión de impuestos del petróleo que sale al exterior a través de mini compañías o de contribuyentes deficitarios, y dónde el tratamiento ganado por las que han incumplido decretos y resoluciones gubernamentales en abierta actitud de rebel-día?, ¿acaso se pretende desconocer que la pérdida de jerarquía de la empresa estatal –sin aludir a la cuestionable eficiencia del Ministerio– no permite anticipar los mejores resultados de ningún contrato de servicio y menos de aquellos cuyos comités paritarios no tienen señalada preponderancia alguna para el titular de los derechos en los contratos, y los cuales ya se comienzan a llamar “petroleros” y no “de servicio” como para borrar la relación de dependencia que esta última deno-minación implica?

Habrá, felizmente, una segunda oportunidad para que el Congreso pueda volver sobre la materia. Ello obedece, repito, a que se ha abierto una nueva etapa –la prensa extranjera dice “ronda”– de negociaciones. Preparémonos, mientras tanto, con espíritu patriótico, sin ánimo guerrerista y declinando cualquier obcecación sectaria. Lamentable ociosidad sería, por el contrario, la de atrincherarse en com-plejos de culpa para descalificar objeciones que provienen de adversarios polí-ticos, y otras, como las mías, que se apoyan en una experiencia de empresario petrolero del sector público.

Salto atrás y manipulación publicitaria de la participación fiscal6

Los contratos, como parecen concebidos en el texto oficial de las Bases aprobadas por el Congreso Nacional, arrojan resultados económicos aparentemente inferio-res a las concesiones otorgadas por la dictadura en los años 1956 y 1957.

6 Del artículo publicado en El Nacional (04/09/1970).

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Antes de razonar dicha afirmación, conviene dejar establecida la seriedad con que se elaboró el proyecto de Bases Mínimas dirigido a investigar la posibilidad de una fórmula contractual que garantizara mayores ventajas económicas y un cambio en la estructura y naturaleza de la explotación, a través de una auténtica intervención operativa de la empresa estatal. Jamás se trató de jugar con las compañías petroleras internacionales, haciéndolas partícipes de una farsa que ocultase una finalidad encu-bierta por condiciones de contratación que se harían siempre inalcanzables. Si al ini-ciar la tarea de redacción de las Bases hube de enfrentarme al doctor Juan Pablo Pérez Alfonzo, quien había manifestado su desacuerdo con la oportunidad de la apertura del proceso que podría precipitar la celebración de contratos, luego de la exposición de fecha 23 de enero de 1968 –inserta en el libro Cartas petroleras– y de las conver-saciones que sostuvimos posteriormente, pude estar seguro de su asentimiento. Y él mismo, en escrito del 5 de marzo de 1968, recomendaba:

También se tiene que tener presente que la justicia y la buena fe, al igual que los deseos manifiestos de colaborar con el contratista, deben resultar de las Bases Mínimas que se presenten para las ofertas de contratos. Mientras más justas y razonables sean tales bases se hará más posible alcanzar los mejores contratos para la nación. Sigue aquí sirviendo de guía la conveniencia de llevar al mínimo los riesgos que sean posibles de evitar o disminuir a los posibles contratantes para negocio tan riesgoso como lo es el petróleo.

Después de la responsabilidad que me correspondió asumir en la dirección de la CVP, no voy, a estas alturas, a abandonar a su suerte el sincero esfuerzo entonces intentado, ni a repudiar en bloque lo por mí cumplido y dicho sobre la materia, ni tampoco a descalificar como antinacional la actuación ajena sin haber efectuado antes un detallado examen de los términos y condiciones que se le antojan satisfac-torios al equipo de gobierno vigente. Esto es lo que he venido haciendo al oponer-me –con el menor éxito posible– a las modificaciones de carácter negativo sufridas por las Bases Mínimas; a la interrupción de las negociaciones a nivel de la empresa estatal y al deterioro de la jerarquía de esta; al cabildeo político que concluyó con la cesión, a una mayoría circunstancial del Parlamento, de tareas encomendadas por la Constitución y las leyes al Ejecutivo Nacional; y a la ilegal autorización confe-rida por el Congreso a unas futuras negociaciones que, al reabrirse ahora con todas las compañías, se ignoran sus resultados y alcances, vale decir, lo que debiera haber sido el contenido de las Bases de Contratación concretas sobre las cuales tocaba a los legisladores pronunciarse en definitiva. Un solo argumento ha bastado, sin embargo, para que el sector oficial responda complacido a estas y otras objeciones: “85-15 es una fórmula patriótica de venezolanización progresiva. Antes al Estado le correspondía una participación equivalente a 69% de los ingresos”.

Si la medida del hecho económico resume la finalidad que persigue una actividad lucrativa como la confiada al Estado en relación con el aprovechamiento de las riquezas naturales no renovables, la presentación de las cifras no debe ser objeto

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de manipulaciones como las ejecutadas para llegar a un supuesto 85% de la par-ticipación en las utilidades de los contratos. Han sumado así, para lograr dicho propósito, a las utilidades estimadas para las 10.000 hectáreas cuya explotación se confía a la compañía contratista, aquella que presuntamente el Estado obtendría si explotara directamente las 40.000 hectáreas restantes que le han de ser regresadas después de una exploración inicial. El exabrupto obedece a que los mismos infor-mes técnicos oficiales revelan que esa es la única manera en la cual puede mostrar ventajas económicas el régimen de contratos aprobado en relación con las últimas concesiones de 1956 y 1957.

Las concesiones en el lago –las únicas válidas a los efectos comparativos– no dan 69% de participación en las utilidades, sino cifras que pueden superar en ocasio-nes, 88%. Tal 69% no es sino el promedio de lo obtenido de todas las concesiones, incluso de las que están siendo trabajadas desde el descubrimiento del petróleo en Venezuela. Tanto es así que en la página de la Exposición de Motivos llevada por el Ministro de Minas al Congreso, se reconoce que, de explotarse las áreas del sur del lago a través de una concesión, la participación del Estado sería de 83,15%.

Si se tratara de alegar en descargo la imposibilidad de traer hechos del pasado a regir una convención del presente, el aumento experimentado en el Impuesto so-bre la Renta y en los costos de producción, la escasez de materia prima y los altos precios causados por las crisis de Suez en el año 1956, y las varias percepciones estipuladas en los contratos de hoy, habría que someter a consideración, también, las siguientes circunstancias: el valor estratégico de nuestro petróleo ha crecido, entre otras razones, porque la situación del Medio Oriente se ha hecho irreversible en varios aspectos: el valor presente de cerca de US$ 2.000 hasta US$ 7.000 por hectárea, recibido entonces en el acto del otorgamiento, no admite comparación con los US$ 400 por hectárea de explotación de los contratos, sumados a las can-tidades adicionales que se percibirían en el supuesto de una alta producción co-mercial, esto es, una vez desaparecido el riesgo para el inversionista; los mayores ingresos a derivarse de la aplicación de una regalía de 25% de la producción –co-mo la de la Venezuelan Sun en un área vecina–, pagada conforme a los precios de referencia estadounidenses, en lugar de la de 16,66% de los contratos, unida esta a los beneficios de la comercialización de 10% del petróleo al costo, son incuestio-nables; y la fórmula de participación adicional fijada a partir de una cierta utilidad neta de la contratista, puede resultar académica, además de que no alcanzaría para cubrir la brecha abierta por la utilización de los términos y condiciones logrados por la dictadura hace 14 años.

Por lo demás, entusiasmarse con los porcentajes es desconocer el negocio petro-lero. Hay concesiones que dan 88% de participación al fisco y sólo abonan US$ 0,61 por barril, en tanto que otras con 62% y 67% dejan US$ 1,01 y US$ 1,29, respectivamente. ¿Y alguien habrá olvidado, por ventura, que el cien por ciento de cero es cero?

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Lo que interesa, en verdad, es determinar en valores absolutos y de acuerdo con la realidad petrolera actual, las mayores ventajas económicas que pueda aportar un nuevo sistema de explotación, para asegurar, luego, el cambio de estructura que nos haga menos vulnerables al poder foráneo. Rechazar semejante alternativa, ahora que se dispone de un instrumento para la gestión directa, es como dar un salto hacia atrás. ¡Y quién sabe si en el vacío!

Los Contratos de Servicio violan las bases de Contratación aprobadas por el Congreso Nacional

Deteriorada como había quedado la estructura prevista en las Bases Mínimas pu-blicadas en marzo de 1968 con la aprobación de las Bases de Contratación por el Congreso Nacional, cuyo texto se copia en la Gaceta Oficial Extraordinaria Nº 1.430 del 9 de septiembre de 1970, los Contratos de Servicio sufren, a la hora de su redacción y firma por las partes, graves alteraciones que los colocan al margen de la ley. Su objetivo más proclamado –el de la amplia participación operativa de la empresa estatal– no resiste ningún examen crítico en esta etapa de iniciación del programa exploratorio mínimo, como puede demostrarse en el caso de una con-tratista que ha podido seleccionar como presunta ganadora de la licitación privada por ella abierta a una novísima compañía –Perforaciones Altamar– constituida con accionistas más conocidos como militantes del “movimiento desarrollista” que por su dedicación a la industria petrolera. Las mismas publicaciones especia-lizadas que circulan con el respaldo financiero de las compañías, como la revista Petróleo y Petroquímica Internacional –antes Petróleo Interamericano– en un trabajo firmado por el ingeniero C.H. Keplinger, presidente de una firma de con-sultores petroleros de Oklahoma, expresan sin rubor su satisfacción:

Según se ha informado, las localizaciones de perforación las escogen los comités coordinadores que dan a la CVP participación en las operaciones. Dichos comités, que ciertos observadores consideraban inicialmente como posible obstáculo, vienen fun-cionando de forma tal que, en la práctica, la iniciativa queda en manos de la contratista (Diciembre de 1971, Nº 12, p. 23).

La intervención en los niveles directivos de la contratista que ya las Bases del Congreso desestimaron al aceptar que a las compañías extranjeras les bastase con el solo requisito de domiciliar una filial, en lugar de exigir la constitución de em-presas en Venezuela con estatutos elaborados previa discusión con el ente estatal –tal cual lo preveían las Bases Mínimas–, fue llevada en los contratos hasta el ridículo nivel que consagra la cláusula décima séptima, aparte 5, existente en los convenios con la Occidental Petroleum:

Tan pronto como se determine producción comercial de acuerdo con la Cláusula Sépti-ma de ese Contrato, y dentro de los 180 días siguientes a la selección por parte de “la contratista” del primer lote, “la CVP” podrá ejercer el derecho de adquirir bajo los Contratos de Servicio en los Bloques “A”, “D” y “E”, un total máximo y global del uno

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por ciento (1%), de las acciones del capital social de “la contratista” mediante el pago del valor nominal correspondiente a las acciones a ser adquiridas.

El requisito legal de la mejora en los beneficios económicos que demostrase las ventajas frente al sistema de concesiones y el cual se pretendía obtener en las Bases de Contratación del Congreso, entre otras regulaciones, con las referentes a la atribución del riesgo exclusivo a la contratista por las inversiones, gastos y erogaciones requeridas para el cumplimiento de las obligaciones que asume por el contrato, y con el riguroso acatamiento del régimen impositivo establecido en las dichas Bases, fue objeto en su violación de un refinado procedimiento en el que se contó con el auxilio de la Guía de Contabilidad, anexa a los contratos, cuyo texto no fue llevado a la Gaceta Oficial en otro obvio desacato a la publicidad impuesta por el artículo 3 de la Ley de Hidrocarburos. El solo trato dado a algunos aspectos vinculados con el objetivo económico de los contratos es motivo suficiente para intentar la acción de nulidad ante la Corte Suprema de Justicia.

Se reproduce, a continuación, el texto de uno de los tres libelos presentados ante la Corte el 13 de junio de 1972, y en los cuales se demanda la nulidad de los con-tratos firmado por la CVP con las compañías Mobil Maracaibo, Shell Sur del Lago y Occidental Petroleum.

ciudadano Presidente y demás magistrados de la corte suPrema de Justicia su desPacho.–

I

Yo, Rubén Sader Pérez, venezolano, mayor de edad, abogado en ejercicio, de este domicilio, con cédula de identidad Nº 41.459, inscrito en el Instituto de Previsión Social del Abogado con el número 6.472, actuando con el interés que tengo en que se cumplan la Constitución Nacional y las leyes, ante ustedes ocurro respe-tuosamente para solicitar la declaración de nulidad del contrato celebrado entre la corPoración venezolana del Petróleo, empresa del Estado venezolano, creada por Decreto Ejecutivo Nº 260 del 19 de abril de 1960, y la empresa shell sur del lago c.a., compañía anónima de este domicilio, inscrita por ante el Registrador Mercantil de la Circunscripción Judicial del Distrito Federal, del estado Miranda el 1 de Junio de 1971, bajo el Nº 62 del tomo 40-A, y el cual contrato corres-pondiente al Bloque B de la zona sur del lago de Maracaibo, fue publicado en la Gaceta Oficial Nº 1.495 Extraordinario del 13 de diciembre de 1971, páginas 17 a la 29 inclusive.

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II

El contrato celebrado entre la Corporación Venezolana del Petróleo y la shell sur del lago c.a., viola las siguientes Bases de Contratación aprobadas para el Bloque “B” por el Congreso de la República el 5 de Agosto de 1970 y publicadas en la Gaceta Oficial del 9 de septiembre de 1970 Nº 1.430 extraordinario, páginas 7 a 11 inclusive.

Base 15. obligaciones financieras de la contratista

Esta base asienta el principio del riesgo exclusivo para la empresa contratista la cual no puede deducir directamente ni a través de sus accionistas las pérdidas que resulten de las operaciones que constituyen el objeto del contrato. La violación se aprecia con la simple comparación del texto de la Base de Contratación con la Cláusula correspondiente del contrato, o sea con la décima sexta.

Bases de Contratación del Congreso Nacional.

15. obligaciones financieras de la contratista

La empresa seleccionada en la concurrencia de ofertas, deberá constituir o do-miciliar en el país una compañía anónima para celebrar y ejecutar este contrato, la cual aportará por su exclusiva cuenta, el capital necesario para efectuar las in-versiones, gastos de operación y cualesquiera otras erogaciones requeridas para el cumplimiento de las obligaciones que asume por el contrato. Para respaldar tal cumplimiento deberá prestar las garantías suficientes a juicio de la CVP. Es condición expresa que tales inversiones, pagos y gastos quedarán sujetos al riesgo exclusivo de la Contratista y que esta convendrá en que si resultaren pérdidas en sus operaciones, ni ella ni sus accionistas podrán deducirlas en ningún momento de otros ingresos gravables en el país.

Contrato de Servicio cvP-shell sur del lago cláusula décimasexta. obliga-ciones financieras de la contratista. “la contratista” aportará por su exclusiva cuenta el capital necesario para efectuar las inversiones, gastos de operaciones y cualesquiera otras erogaciones requeridas para el cumplimiento de las obligacio-nes que asume por este Contrato.

Parágrafo Único

No deducibilidad de pérdidas

“la contratista” conviene en que tales inversiones, gastos y erogaciones son por su exclusiva cuenta y riesgo y que, en consecuencia, tanto “la contratista” como sus accionistas no deducirán las pérdidas de explotación que pudieren resultar en estas operaciones de cualesquiera otros ingresos gravables provenientes de actividades

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distintas a las contempladas en este Contrato, que tanto “la contratista”, como sus accionistas hayan obtenido u obtuvieren en el país”.

En el texto en bastardilla de la cláusula decimasexta constan las alteraciones fun-damentales hechas a la Base 15 cuando el alcance general de la frase “pérdidas en sus operaciones” es reducido con la limitación a la no deducibilidad de “las pérdidas de explotación”, por cuanto que pudiera alegarse que esta última denomi-nación corresponde a las pérdidas tenidas en el período de “explotación” y no en el período “exploratorio”, ambos definidos y diferenciados en la Cláusula Cuarta –duración del contrato– y en las siguientes que se refieren a la etaPa exPlora-toria y a la etaPa de exPlotación. Esta última se inicia a partir del descubrimiento del petróleo en cantidad comercial, esto es, cuando ya ha desaparecido el riesgo de la pérdida de inversiones y gastos; en consecuencia, si la nueva redacción pretende excluir a las pérdidas de exploración de la prohibición de deducibilidad, esta resul-taría prácticamente inoperante al dejarse su aplicación para un período durante el cual el riesgo prácticamente desaparece. Igualmente se viola el texto y el espíritu de la Base 15 cuando en lugar de acatar el concepto absoluto implícito en la frase “ni ella ni sus accionistas podrán deducirlas en ningún momento de otros ingresos gravables en el país”, el contrato limita la prohibición a la no deducción de las pérdidas de “otros ingresos gravables provenientes de actividades distintas a las contempladas en este Contrato”. Este añadido parece expresar la procedencia de la deducción de las pérdidas de los ingresos provenientes de actividades semejantes o similares que “la contratista como sus accionistas hayan obtenido u obtuvieren en el país”. O sea, que de los ingresos gravables de la contratista shell sur del lago o de los accionistas de la comPañía shell sur del lago c.A., derivados de operaciones petroleras realizadas en el país, podrían ser deducibles las pérdidas originadas en el contrato de servicio suscrito con la CVP, lo que extendería el riesgo a la nación venezolana, la cual vería disminuida proporcionalmente la renta de hidrocarburos.

Base 16. régimen imPositivo

El proyecto de Bases que el Ejecutivo introdujo ante el Congreso en noviembre de 1969 había añadido un elemento de inseguridad a las Bases Mínimas al señalar que el cálculo del precio de referencia para el pago de la regalía se haría tomando como base los convenios vigentes entonces. Las argumentaciones ante la Subcomisión Bicameral del Congreso, posiblemente llevaron a la vuelta al criterio sentado ante-riormente en las Bases Mínimas, pues las de Contratación del Congreso expresan sin margen para torcidas interpretaciones cómo se debe calcular el dicho impuesto de explotación; pero, en lugar de incorporar sin alteraciones este concepto, cuyo de-bate en las Cámaras había permitido establecer fuera de toda duda el pensamiento del legislador, el contrato suscrito por la CVP acoge fórmulas diferentes que limitan la posible obtención de ventajas por encima del sistema de concesiones.

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Opongamos ambos textos:

Bases de Contratación del Congreso Nacional

16. régimen imPositivo

“La Contratista se obliga a pagar al fisco nacional, en nombre, por cuenta y orden de la CVP, los impuestos, contribuciones y demás obligaciones fiscales estableci-das en la Ley de Hidrocarburos, con las limitaciones contempladas al final de la primera parte del artículo 46 de dicha ley, y los cargará como costos en la produc-ción del petróleo. El impuesto de explotación se pagará de conformidad con lo que establece el ordinal 1 del artículo 41 de la Ley de Hidrocarburos. En el caso de que el Ejecutivo Nacional opte por recibirlo en efectivo, dicho impuesto será calculado tomando como base los precios de referencia para regalía de los convenios vigen-tes para hidrocarburos similares siendo entendido que los precios de realización obtenidos de acuerdo con los referidos convenios, privarán sobre tales valores. La Contratista pagará en su nombre y por su cuenta los demás impuestos que le fueren aplicables por las actividades que realice en el país inclusive el Impuesto sobre la Renta. La Contratista deberá celebrar un convenio de valores de referencia con el Ejecutivo Nacional, a los fines de determinar sus ingresos gravables. Tales conve-nios no podrán ser por valores inferiores a los que rijan para los concesionarios”.

Contrato de Servicio cvP-shell sur del lago cláusula decimanovena régimen imPositivo

“la contratista” pagará al fisco nacional, en nombre, por cuenta y orden de “la CVP” el monto de los impuestos, contribuciones y demás obligaciones fiscales establecidas en la Ley de Hidrocarburos, con las limitaciones contempladas al final de la primera parte del artículo 46 de dicha ley, y los cargará como costos en la producción del petróleo. El impuesto de explotación y los demás impuestos contribuciones y obligaciones fiscales establecidos en la Ley de Hidrocarburos, se pagarán de conformidad con lo que esta ley y sus reglamentos establecen, y con sujeción a lo que se dispone en la Guía de Contabilidad anexa a este Contrato. En el caso de que el Ejecutivo Nacional opte por recibir en efectivo el impuesto de explotación, este será calculado conforme al convenio para el pago de regalía que deberá suscribir “CVP” con el Ejecutivo Nacional, tomando como base los precios de referencia para regalía de los convenios vigentes para hidrocarburos similares, siendo entendido que los precios de realización obtenidos por encima de los pre-cios de referencia determinados de acuerdo con los referidos convenios privarán sobre dichos precios de referencia. Los precios de referencias para regalía serán iguales a los que rijan para las concesionarias.

De acuerdo con el contrato ha sido sustituida la Base fijada por el legislador “los precios vigentes para hidrocarburos similares” por la que se señale en un convenio que “deberá suscribir la CVP con el Ejecutivo Nacional”. No es ninguna garantía

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de seguridad el que la fijación quede a cargo de la Administración Pública, pues ya en ocasiones anteriores el mismo Ejecutivo ha deteriorado el precio estipula-do en los convenios vigentes, como sucedió en la oportunidad de la firma de los convenios sobre reparos fiscales en 1966 al aceptar que del incremento o baja del precio estadounidense Venezuela percibiese solamente una tercera parte. El piso establecido en la Base de Contratación 16 era el de los precios vigentes hoy, el cual se hacía susceptible de aumento con las mejoras de los precios de realización; pero el contrato se dirige en forma perfectamente opuesta cuando señala en lugar de un piso, un techo: “Los precios vigentes para regalía serán iguales a los que rijan para las concesionarias”. Para llegar a este exabrupto que contraría el precepto legal que exige que “los términos y condiciones que se estipulen en cada contrato sean más favorables para la nación que los previstos para las concesiones en la presente Ley”, se ha invertido el criterio que en las Bases de Contratación se adopta para los convenios sobre valores de referencia, los cuales –a los efectos del Impuesto sobre la Renta– la contratista debería celebrar con el Ejecutivo Nacional; pero, aún en este tipo de convenio distinto al existente para la fijación de los precios de regalía, el legislador señala como piso otra vez, no como techo, “los valores que rijan para las concesionarias”.

Base 17: ParticiPación financiera de la cvP

En la Base de Contratación 17.1 el Congreso Nacional repite dos veces el principio de no deducibilidad de los Bonos –de contratación y de producción– en el texto re-dactado con la participación de expertos fiscales del Ministerio de Hacienda, según se cita en la Gaceta del Congreso Nº 12, meses VII-VIII de 1970, página 372:

Estas bonificaciones en efectivo no serán deducibles de las utilidades netas a los efectos de la participación adicional a que se refiere el parágrafo 17.3, ni podrán ser imputadas al costo o deducidas como gastos o amortizadas a los fines del impuesto sobre la renta, ni tampoco imputadas al costo del petróleo que retenga la CVP, conforme lo previsto en el parágrafo 1.1.

La prohibición es absoluta y su redacción con oraciones impersonales revela, co-mo en la Base de Contratación 16, que las inversiones, gastos y erogaciones son por la exclusiva cuenta de la contratista, la cual no debe efectuar deducciones, directamente o a través de sus accionistas, que puedan afectar al fisco nacional. Sin embargo, la cláusula decimoséptima del contrato de servicio suscrito sustituye el texto absoluto e impersonal de las Bases por otro que parece circunscribir el principio de “No deducibilidad ni imputabilidad de los bonos” a la sola contra-tista, cuando establece: “la contratista no deducirá las bonificaciones en dinero previstas en este Parágrafo, de sus utilidades netas a los efectos de la participa-ción adicional de la CVP a que se refiere el Parágrafo Tercero de esta cláusula, ni podrá imputarlas al costo o deducirlas como gastos o amortizarlas a los fines del impuesto sobre la renta, ni tampoco imputarlas al costo del petróleo que retenga la CVP conforme lo previsto en el Parágrafo Primero de la Cláusula Segunda de este Contrato”.

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Base 17.2 agotamiento

Esta Base de Contratación establece y el contrato lo incorpora a su texto en la Cláusula decima séptima, Parágrafo Segundo, que “la contratista pagará a la CVP por concepto de agotamiento una cantidad equivalente a un cinco por ciento (5%) del impuesto de explotación pagado. El término agotamiento tiene en la contabilidad de la industria extractiva una muy clara justificación: es un factor de compensación que se acuerda al propietario de la mina por el empobrecimiento que sufre a medida que disminuyen las reservas no renovables de sus yacimientos. Este criterio universalmente aceptado y recogido a la letra en las Bases y en los Contratos que señalan “la contratista pagará a la CVP por concepto de agotamien-to, etcétera”, tacharía por absurda la pretensión de deducirle a la CVP como costo de producción del monto de esta obligación; sin embargo, la Guía de Contabilidad anexa al contrato y la cual, aunque forma parte integrante del contrato, no ha sido hecha pública, en manifiesta violación de lo dispuesto en el artículo 3, numeral 7 de la Ley de Hidrocarburos, asienta en el aparte I, letra D: “El pago por agota-miento formará parte del costo de producción del petróleo; la contratista pagará mensualmente el agotamiento de acuerdo a la producción total y luego recuperará mediante facturación a la CVP la porción correspondiente al crudo retenido por CVP”. O sea, que el agotamiento será deducido del ingreso gravable lo que hará que el Fisco absorba la carga correspondiente, y la misma CVP tendrá que pagar a la contratista la porción equivalente al petróleo que retenga, es decir, que no tras-pase a la contratista. La participación del pago por agotamiento en la constitución del costo de producción ni siquiera está incluida en los conceptos que constituyen el dicho costo, según la Cláusula Segunda, Parágrafo Primero del contrato, sino en la Guía de Contabilidad anexa a él pero mantenida a resguardo del conocimien-to de la colectividad.

Otras violaciones contenidas en la guía de Contabilidad anexa al contrato

La Guía de Contabilidad incorpora términos y condiciones no previstos en las Bases ni en el Contrato y cuya aplicación reduce las expectativas del Fisco y de una posible participación adicional de la CVP; esto es, del beneficio que debe determinarse luego del pago del Impuesto sobre la Renta por la contratista. Entre ellos figuran en el Aparte II: el precio del petróleo que fija el monto del ingreso, es el de “realización” y no necesariamente el aceptado por el Fisco para el cálculo del Impuesto sobre la Renta; las pérdidas de explotación en que incurriese la con-tratista durante los tres primeros años y que no puedan deducirse dentro del plazo establecido en la Ley de Impuesto sobre la Renta, gozarán para su deducción de un lapso superior en 2 años al fijado en la ley.

En el Aparte III, bajo el subtítulo situaciones administrativas esPeciales se con-sagra una autorización verdaderamente singular y la cual podría dar al traste con las remotas posibilidades que pudiesen quedar para una participación adicional. “En todo caso en que la contratista realice operaciones para terceros, los costos e

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ingresos de tales operaciones se aplicarán al costo de producción”. ¿Qué clase de operaciones y por qué no se requiere la autorización de la CVP?, ¿sí son operacio-nes ajenas al contrato por qué sus resultados han de afectar a la CVP?, ¿dónde pre-vén las Bases del Congreso esta gestión para terceros, esta consolidación de costos e ingresos llamados a gravitar sobre el resultado económico de los contratos?

El aparte III, letra J, también accede a descuentos adicionales que incidirán sobre las posibles ganancias de la CVP, al aprobar ajustes que garanticen a la contratista la recuperación de sus inversiones mediante un incremento de las tasas de depre-ciación y amortización aceptadas por el fisco.

El contrato y la Guía de Contabilidad anexa contienen muchas otras disposiciones merecedoras de cuestionamiento, casi de rechazo absoluto, si nos situáramos en la actitud de objetar aspectos desfavorables pero posibles de ser superados con una mayor firmeza o habilidad en el curso de las negociaciones. Nos hemos limitado simplemente a exponer las modificaciones al texto oficial de las Bases de Con-tratación que, en lugar de mejorarlas, desvirtúan su significado y alteran sus fines principales, especialmente en relación con el objetivo de beneficio económico, el cual, junto con el de una amplia participación operativa, debe satisfacer –cada uno en su área específica– las exigencias del artículo 3 de la Ley de Hidrocarburos. Si desechamos factores subjetivos y otros enfoques que invaden –podría alegarse– el campo de discrecionalidad de la Administración Pública, queda abierta la vía de im-pugnar la legalidad del contrato ante la Corte Suprema de Justicia, llenos como están los extremos demandados para el ejercicio de la acción de nulidad del acto adminis-trativo violatorio del Acuerdo Legislativo aprobado por las Cámaras Legislativas en sesión conjunta y de la Constitución Nacional que ordena la sujeción de las ramas y órganos del Poder Público a las funciones y atribuciones definidas en las leyes.

III

El contrato de servicio suscrito entre la CVP y la shell sur del lago c.a. es de interés nacional y la aprobación del Congreso, estipulada en el artículo 126 de la Constitución Nacional, se rige por las disposiciones contenidas en el artículo 3 de la Ley de Hidrocarburos. Si esta misma ley en su artículo 1 declara de utilidad pública “todo lo relativo a la exploración del territorio nacional en busca de petró-leo, asfalto, gas natural y demás hidrocarburos; a la explotación de yacimientos de los mismos, cualquiera que sea su origen a colocación; a la manufactura o refina-ción, transporte por vías especiales y almacenamiento de sustancias explotadas, y a las obras que su manejo requiera”, es la propia Constitución la que establece la autorización del Congreso para el otorgamiento de nuevas concesiones de hidro-carburos. Para el caso de que “el derecho de explotar con carácter exclusivo y el de explotar, manufacturar o refinar y transportar por vías especiales las sustancias a que se refiere el artículo 1” de la Ley de Hidrocarburos, se quiere ejercer por

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medio de convenios celebrados por institutos autónomos y empresas de la pro-piedad exclusiva del Estado con otras personas, se precisa conforme al parágrafo segundo, literal C: “Las Cámaras en sesión conjunta, debidamente informadas por el Ejecutivo Nacional de todas las circunstancias pertinentes, aprobarán las Bases de Contratación dentro de las condiciones que fijen”.

De la “autorización”, del Congreso requerida para el otorgamiento de nuevas con-cesiones se ha pasado a la mayor exigencia de una “aprobación” del Congreso de “las Bases de Contratación”, previa a la celebración del convenio por el ente estatal. En consecuencia, en este acto administrativo complejo la intervención del Poder Legislativo se convierte en un requisito esencial para la validez del contrato, y toda estipulación contractual que entrañe una usurpación de autoridad para arrogarse esta función del Poder Legislativo, es ineficaz y está viciada de nulidad. Así acontece con las violaciones a las Bases de Contratación determinadas en el Capítulo II de este escrito, las cuales afectan el resultado económico del contrato, objetivo fundamental este perseguido por el legislador cuando aprueba la celebración de Contratos de Ser-vicio como una de las fórmulas sustitutivas del régimen de concesiones.

IV

Solicito de la Corte Suprema de Justicia, que en ejercicio de las atribuciones se-ñaladas en el artículo 215 de la Constitución Nacional, ordinales 6 y 7, declare la nulidad total del contrato suscrito entre las Corporación Venezolana del Petróleo y la shell sur del lago c.a., empresas arriba identificadas, y el cual fue publicado en la Gaceta Oficial Nº 1.495 extraordinario del 13 de diciembre de 1971.

Denuncio, a tal efecto, la violación de los artículos 117, 118, 119 y 126 de la Cons-titución Nacional; y la violación del artículo 3º de la Ley de Hidrocarburos y de las Bases de Contratación del Congreso Nacional N°. 15, 16, 17.1 y 17.2.

Anexo a este escrito un ejemplar de la Gaceta Oficial Nº 1.430 extraordinario del 9 de septiembre de 1970, el cual contiene el texto de las Bases de Contratación aprobadas por el Congreso Nacional para el Bloque B de la zona sur del lago de Maracaibo; y un ejemplar de la Gaceta Oficial Nº 1495 del 13 de diciembre de 1971, el cual contie-ne el texto del contrato suscrito entre las empresas CVP y shell sur del lago c.a. para la explotación del dicho Bloque “B”.

En cuanto a la Guía de Contabilidad anexa al contrato y la cual forma parte inte-grante de él, respetuosamente solicito que se ordene a la Corporación Venezolana del Petróleo su exhibición, por no haber sido publicada en la Gaceta Oficial como lo establece la Ley de Hidrocarburos en su artículo 3, parágrafo segundo, numeral 7.

Es justicia.

Caracas, junio doce de mil novecientos setenta y dos.

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CAPÍTULO IIREvERSIóN y CAmbIO POLÍTICO

Cuando el 14 de noviembre de 1968 atendí las llamadas telefónicas del presidente Leoni y de Rómulo Betancourt en solicitud de que suspendiera los planteamientos públicos sobre la reversión de las concesiones de hidrocarburos debido a que la cercanía de las elecciones aconsejaba eludir temas controversiales, apenas estaba comenzando a recoger la reacción provocada por mi conferencia en Pro-Venezuela. Había hablado el 11 de noviembre y el 12 volé a Anaco con el objeto de visitar las instalaciones de la CVP y de atender la invitación de la Sociedad de Ingenieros de Petróleo para que hiciera una exposición en El Tigre. Allí leí la versión periodís-tica de El Nacional deformada por falta de información del reportero económico que no asistió al acto reseñado y la The Daily Journal que titulaba la suya, en jerga de jugadores de cartas, Sader Pérez tips his hand (muestra su mano o sus cartas); allí también me dijeron de las llamadas de Leoni y Betancourt a mi oficina en Caracas. Pero otras sorpresas me esperaban a mi regreso; entre ellas, que mis planteamientos habían movido a un periodista que vive en el este a celebrar en su casa una reunión de avenimiento entre miembros del sector gubernamental y ele-mentos representativos de las compañías, a quienes se les dijo de mi sustitución en la Dirección General de la CVP para los meses de enero o febrero de 1969, antes de la toma de posesión del doctor Gonzalo Barrios. Clem Cohén, en su columna Afterthoughts, especulaba con la idea de que yo estaba trabajando para un futuro gobierno no revelado en el cuadro electoral y preguntaba: What is Dr. Sader Pérez up to? (algo así como “¿de qué será capaz”? o “¿qué estará tramando?”).

Betancourt me pidió desistir de enfrentarme en televisión, el 20 de noviembre, ante un panel de expertos de diferentes tendencias. Acepté sin dificultad y propuse una discusión de la materia con participación del candidato y del doctor Pérez Alfonzo. Providencialmente, el Director de la estación me salvó de la disculpa en cierne, al adelantarme que la proximidad de la Navidad lo obligaba a cambiar de programa-ción y cancelar, con mucha pena, la presentación prevista. No faltaron, finalmente, los picantes comentarios de la prensa petrolera internacional, en uno de los cuales se me atribuían frases contra el ministro Mayobre, a quien ni siquiera había nom-brado en mi conferencia de casi tres horas. ¿Cuál era, después, de todo, la piedra de escándalo lanzada tan inoportunamente?, ¿hasta dónde había llegado mi osadía?

Plan de acción ante la reversión

Valiéndome de la experiencia acumulada al frente de la empresa estatal había re-velado mi criterio en relación con los factores involucrados en el vencimiento de las concesiones, y expuesto los cinco puntos de un plan de acción:

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1) Preparar y analizar información sobre las reservas, tasa de producción óptima, posibilidad y características de los mercados, etcétera, requerimientos de personal, de capital y fuentes de financiamiento, con el señalamiento de metas a corto plazo, para poner en marcha programas de formación de personal y de investigación tecno-lógica y científica. 2) Adopción de medidas tendientes a proteger la efectividad de los derechos de reversión la participación unitaria de la nación en los beneficios, así como la continuidad de las operaciones de la industria –nuevas inversiones– dentro de límites económicos aconsejables. 3) Fortalecimiento de la empresa estatal con medidas legislativas y administrativas que le permitan cumplir las metas programadas para los próximos cinco años y las cuales deben ser objeto de revisión y ajustes. 4) Análisis de las relaciones comerciales con los gobiernos de los países consumidores –Estados Unidos, Inglaterra y Canadá, en primer término– y de la actuación de la OPEP y demás mecanismos internacionales. 5) Revisión del gasto público y de las metas del Plan de la Nación, en función de la participación que conviene asignar al ingreso petrolero en el PTB y particularmente en el ingreso fiscal.

En la conclusión, sin esguinces ni circunloquios, propuse: “Frente a la demanda de inmediata renegociación de las concesiones, planteo el análisis de la alter-nativa de su reversión a la nación venezolana para que sean explotadas por la empresa petrolera nacional”.

Tenía sobre el atril una voluminosa información para contestar preguntas y obser-vaciones que esperaba de los asistentes. Sin embargo, como Orlando Araujo anotó en un artículo de la revista Cambio:

En el recinto se hallaban presentes muchas personas que han defendido públicamente po-siciones diametralmente opuestas al nacionalismo sostenido por Sader Pérez quien, desde la tribuna, las emplazó a refutarlo en discusión abierta; pero no fue recogido el guante sin que hasta ahora podamos explicarnos el silencio y menos cuando, al día siguiente, y sin cabeza visible, la prensa apareció con informaciones insinuantes de un cierto malestar que, en aquellos emplazados, produjo la exhibición de trapitos de las compañías.

Silencio de las compañías y vaguedad de los políticos

La reacción recogida con extrañeza por Orlando Araujo responde a una conducta trazada desde los grandes centros foráneos a los directores de sus empresas loca-les. Ellos tienen prohibida toda actitud de contención pública con las autoridades nacionales, lo que no quiere decir que condenen a la inactividad a los mecanismos de presión y a los medios de comunicación que disponen. Pero ¿no era más sor-prendente la vaguedad y el silencio de partidos políticos, en trance de disputarse el poder, sobre una materia de tanta trascendencia? Una ligera revisión de sus pro-gramas muestra, en efecto, un exceso de cautela tal que, cualquiera sospecharía, envuelve algo más que una simple voluntad de no comprometerse, de no amarrar-se las manos para las soluciones que se podrían sustentar a la hora de la verdad. A tal extremo llegó la imprecisión de los candidatos que el llamado “Monje de Los

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Chorros”, doctor Pérez Alfonzo, salió de su enclaustramiento para hacer preocu-pantes advertencias:

Invalida toda perspectiva de progreso y de seguridad no conocer con precisión la política que habrán de seguir con el petróleo los candidatos presidenciales, bajo cuya respon-sabilidad se desenvolverá la Administración Pública… lo peor es que los candidatos criollos no solamente evitan partir de los hechos reales, sino que llegan al extremo de pretender no partir siquiera de suposiciones que en alguna forma definirían su política: semejante libertad de acción futura es simple y llanamente la arbitrariedad.

Entre los candidatos hay uno, sin embargo, que se larga ante una selecta concu-rrencia que asiste a un foro, también en Pro-Venezuela, con una reflexión que encierra, para el sector de empresarios extranjeros, todo un mundo de aspiraciones y repite, casi textualmente, una tesis divulgada bajo la influencia de los public relations departments:

Sabemos que estando llamadas a extinguirse de 1983 a 1984 las concesiones que fueron reajustadas conforme a la Ley de 1943, se va haciendo apremiante la hora de fijar una definición de la nueva política petrolera en relación a las actuales concesiones. Tenemos la impresión de que antes del fin del próximo quinquenio, antes de 1973 habrá que hacer definiciones bastante precisas para poder lograr que los inversionistas que vayan a participar en esto tengan caminos claros.

El que habla es Rafael Caldera y entre los numerosos párrafos del programa de su partido, que los adversarios entregan con abandono total al talento exhibicionista del doctor Ramón Díaz para que este haga las delicias de los televidentes a la hora infausta en que copan el tiempo las peroratas y cuñas publicitarias a granel, se encuentra uno no menos prometedor que el verbo del líder:

IV B. 1.4.3. Se acelerará la realización de convenios bien bajo la forma de contrato de servicio u otra modalidad que convenga a los intereses nacionales, contribuyan al fin perseguido y produzcan además la experiencia necesaria para llevar en forma lógica y oportuna a la fórmula o fórmulas que permitan asegurar la estabilidad de la industria con posterioridad al año 1983.

Esto es lo que piden las compañías

Cuando Pérez Alfonzo hace célebre su expresión de aparente contenido nihilista “Ni hablar del 83”, la razona con el argumento de que “tiempo que pasa es tiempo que nos garantiza llegar a acuerdos más justos y económicamente mejor equilibra-dos”, porque piensa en el crecimiento acelerado de la demanda y en el más lento descubrimiento de reservas en el mundo entero. Pero el lenguaje de las compañías es tan preciso como el empleado por el directivo de la Creole, Guillermo Rodrí-guez Eraso, en el foro auspiciado por la Sociedad de Ingenieros de Petróleo el año pasado, recién comenzando el gobierno de Caldera: “creo que estamos perdiendo terreno si en este momento no tenemos ya una solución para 1984”. Menciona

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Rodríguez entre los arreglos posibles a “la simple y pura renegociación de la con-cesión por un período de 40 años, o de 30, o de lo que el Estado juzgue convenien-te” y concreta su intervención con un descubrimiento de las esperanzas puestas por las compañías en los Contratos de Servicio, pues si “ya hubiera cuatro o cinco contratos –llamémoslos contratos pero podrían ser convenios, formas de asocia-ción que funcionen– me atrevo a decir que el problema de la forma de explotación a partir de 1984 estaría, por lo menos, parcialmente respondido”.

ya tienen los contratos o convenios

Antes de que termine este año, dijo el Presidente, se tendrán listos los cinco contra-tos o convenios urgidos por el directivo de la Creole. Van a ser suscritos conforme a las Bases aprobadas por la mayoría parlamentaria proporcionada por Acción De-mocrática y Copei y las cuales bases combatí con los recursos a mi alcance. Pérez Alfonzo repudió los contratos en términos tan absolutos y generales, que facilitó una contradictoria explicación a través de la terminología escapista del doctor Gon-zalo Barrios. Prácticamente dijo el presidente de AD que estaba de acuerdo con Pé-rez Alfonzo y que por ello ¡aprobarían los contratos! La teoría del ilustre militante, creador de la política petrolera del partido en el concepto realista de Barrios no era para ser aplicada en este mundo. Pero lo mío no era teoría, sino práctica y de la más intensa. Los años que pasé trabajando en la CVP y que me permitieron contribuir a la elaboración de las Bases Mínimas, además de apreciar, por contacto directo, las observaciones de empresas petroleras estatales de otras partes del mundo, revestían de alguna autoridad a las críticas que hice públicas para condenar, por contrario al esquema y a los propósitos que dieron lugar a la reforma de la Ley de Hidrocarbu-ros, el texto aprobado a rajatabla.

Ni siquiera Rómulo Betancourt se dio por enterado de las objeciones hechas, ni los directivos se detuvieron ante las denuncias de la alteración regresiva efectuada en los últimos meses. La empresa estatal pasaba a desempeñar el papel de inter-mediaria de las compañías, las cuales ni necesitarían de su presencia para discutir con el Estado los precios de referencia del petróleo extraído de las áreas del sur del lago. Este se hacía propiedad de las contratistas, apenas producido, y su mercadeo en el exterior era problema de la competencia de ellas. Los resultados económicos estimados con las cifras entonces suministradas, probaban su inferioridad ante las concesiones de la dictadura perezjimenista en 1956 y 1957.

Ya sólo falta esperar el texto definitivo de los contratos y la fulana experiencia una vez que comiencen las operaciones, para confirmar el desperdicio de la oportuni-dad brindada por la reforma legal hacia fórmulas de cooperación entre el Estado y otras empresas oficiales o privadas. Afortunadamente queda a Venezuela, como alternativa de progreso, la de la explotación directa para generar los recursos fi-nancieros de un programa de desarrollo que favorezca la incorporación a la activi-

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dad económica de los millones de marginados cuyas necesidades sociales, por mal atendidas que sean, constituyen una carga extraordinaria para un presupuesto que se diluye en gastos de operación de la maquinaria gubernamental.

Primero tiene que hacerse efectiva la revisión

Conforme a una disposición de rango constitucional los derechos otorgados re-gresan a la nación al vencimiento de las concesiones, de manera que esta pueda continuar el aprovechamiento de la riqueza confiada a la explotación de las com-pañías. Para ello requeriría asegurarse de que, durante el tiempo pendiente para la expiración de los títulos, sus derechos no vayan a verse disminuidos por falta de mantenimiento de los equipos, venta o desmantelamiento de los mismos, por prác-ticas de agotamiento acelerado de los yacimientos, y hasta por la puesta en marcha de mecanismos de transferencia a presuntos cesionarios que ayudan a privar al fisco de los ingresos fiscales de esperarse en condiciones normales de acatamiento de la Ley de Hidrocarburos.

Mientras aumenta la discrepancia entre quienes invocan la fuerza y suficiencia del ordenamiento legal vigente para hacer respetar la interpretación antedicha y la acti-tud de las empresas que generalmente alegan impresión de los preceptos, se vienen utilizando una serie de modalidades como la disposición de bienes, equipos y de-rechos –la cesión de campos marginales que privan a la nación de su participación razonable en los beneficios de la industria– ante la impavidez de funcionarios de gobierno y dirigentes políticos llamados a producir soluciones eficaces, no meros saludos a la bandera o constancias de su falta de solidaridad con el procedimiento que se adelanta. El mismo Pérez Alfonzo que gusta recordar de la gestión cumplida en relación con el Terminal Shell en Puerto Miranda, el de la Mene Grande en Para-guaná y con el Centro Médico de la Shell en Cabimas, no puede desconocer la ino-perancia de protestas como las suyas frente a un proceso que continuó su deterioro en los dos períodos pasados, con el respaldo, inclusive, de organismos del Estado. La Corte Suprema de Justicia, por ejemplo, decide el 2 de diciembre de 1963, conforme a una sentencia cuyo ponente fue el doctor Alejandro Osorio y suscrita por Miguel Ángel Landáez, Jonás Barrios, José Sarmiento Núñez y J.M. Padilla Hernández, que la reversión:

Es una expectativa de derecho a favor de la nación que sólo se materializa al fin del término de la concesión que alcanza sólo a las obras permanentes que en ese momento existiesen en las áreas concedidas y que no afecta, sin embargo, el derecho que tienen los concesionarios, durante la vigencia de la misma, de hacer en dichas áreas todas las construcciones, modificaciones y demoliciones que puedan ser más convenientes a los intereses de la explotación petrolera.

Ya en octubre de 1963 el Ministerio de Justicia, a cargo del doctor Ezequiel Mon-salve Casado, se había negado, según dictamen del doctor José Alberto Zam-brano V., a poner en vigencia medidas solicitadas por el Ministerio de Minas

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...como la abstención de los Registradores de protocolizar documentos contentivos de actos de enajenación o gravamen si no consta la autorización del Ejecutivo Nacional, la orden a los Registradores de remitir copias certificadas de los documentos que les sean presentados por los cuales los concesionarios obtienen inmuebles o informaciones periódicas sobre las operaciones realizadas por los concesionarios partiendo de la fecha en que se reciban las instrucciones hacia atrás.

Frente a esta negativa opuesta con pretextos legalistas se preparó un proyecto de Refor-ma de la Ley de Registro, el cual, para la fecha, todavía duerme el sueño de los justos.

Cosa similar ha acontecido con el intento de reforma de la Ley de Expropiación por Causa de Utilidad Pública, en el cual se intentaba reafirmar la obligación de las conce-sionarias de “conservar hasta su entrega los bienes que deben revertir al patrimonio de la nación”. Aquí el Ministerio de Justicia, bajo el doctor Ramón Escovar Salom, en dicta-men suscrito el 2 de noviembre de 1965 por el doctor Ricardo Sillery López de Ceballos a su paso por la Consultoría del Ministerio, es contundente: “Los concesionarios no tie-nen la obligación de conservación que pretende el Ministerio de Minas e Hidrocarburos se encuentra implícita en las normas legales que rigen la materia”. La modificación de la Ley de Expropiación afectando los derechos de las concesionarias sobre los bienes que “eventualmente” pueden revertir a favor de la nación equivaldría –según Sillery– a “una amputación de cualidades esenciales a un derecho garantizado por la Constitución co-mo es el de la propiedad”.

Un dictamen de reciente fecha es el del doctor José Guillermo Andueza, procura-dor general de la república, quien, en escrito del 13 de mayo pasado, al referirse al gasoducto de la Creole hasta Aruba, desconoce las restricciones que la Ley de Hidrocarburos ha sufrido en su aplicación en virtud del texto constitucional que prohíbe el otorgamiento de concesiones sin la autorización del Congreso. El Pro-curador, en aparente aceptación del derecho inherente del concesionario, afirma en relación con un sistema de transporte de 315 km de extensión: “No se trata de una concesión por cuanto la Creole es concesionaria de explotación de numerosos yacimientos petroleros, por lo cual tiene derecho a transportar el gas que produzca hasta los lugares de venta” y con el puro cumplimiento de trámites de carácter reglamentario (presentación de planos, memorias, etcétera)

medidas y ventajas de la reversión

Entre los años 1983 y 1985 vencen un poco más de 70% de las concesiones otor-gadas y renovadas a raíz de la aprobación de la Ley de Hidrocarburos en 1943. En 1996 y 1997, vencerán las cedidas bajo la dictadura perezjimenista; pero las primeras, que son las determinantes, producen actualmente cerca de 3.000.000 de barriles diarios, en tanto que sólo cerca de 3.000.000 de barriles diarios, en tanto que sólo cerca de 700.000 barriles diarios se extraen de las restantes. Tanto la pro-

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ducción como las reservas recuperables de Venezuela provienen de apenas 20% de las áreas en concesión, lo que da la medida del interés de las compañías por conser-var el control de dichas áreas bajo forma de contrato o convenio renegociación por 40, 30, 20 años o por lo que diga el Estado, como se restea Rodríguez Eraso.

Las reservas del país son tan abundantes que a nadie debe asustar la propaganda en torno a su duración mientras se dispone aún de inmensas áreas vírgenes con una potencialidad nada despreciable. Tampoco es para desesperarse el oír ulular cifras sobre las grandes inversiones demandadas por la exploración y explotación del pe-tróleo: el mismo petróleo las provee con margen suficiente para originar las fabulo-sas ganancias que han financiado aventuras exploratorias hasta en el casquete ártico. Si sumamos lo retirado por las compañías de Venezuela entre los años 1947-1969, inclusive, el resultado nos da Bs. 58.124.000.000 cuando lo invertido en dicho pe-ríodo y en los 30 años anteriores a 1947 –30 años cuyos beneficios netos y retiros por amortización y otros conceptos no tenemos a la mano mientras escribimos estas líneas– alcanza a la cifra de Bs. 22.631.000.000 monto de la inversión acumulada bruta. Abundan, no obstante, quienes todavía esgrimen, con inquietud, la cifra que restaría por recuperar a las compañías al vencimiento de concesiones manejadas durante largos períodos con la libertad permitida por un país de tan lento progreso institucional y educativo, y de una historia de moralidad administrativa bastante co-nocida, aunque no han faltado en todas las épocas ejemplos de dignidad. Tales son, entre otros, los casos, cuando Gómez, de Gumersindo Torres y del Inspector General de Minas y Director de la Sala Técnica de Minas ingeniero Luis F. Calvani, padre del actual canciller Calvani, con motivo de revelaciones que hizo a la opinión pública después de la muerte del tirano, se vio obligado a aclarar:

Una vez más advierto que esta compañía no va directamente contra los señores que representan a esas empresas en nuestro país, sino contra los poderosos intereses a cuyo servicio están y a los cuales ya hizo una guerra sin cuartel el presidente Teodoro Roose-velt, porque allá, en la propia tierra de los interesados, cometieron estos un sinnúmero de actos reprobables en su empeño de adueñarse del monopolio de la industria.

Si Venezuela explotara directamente su petróleo, aparte del gran desarrollo indus-trial que generaría el proceso de sustitución de importaciones con el subsecuente beneplácito de empresarios, comerciantes, profesionales, técnicos, obreros y en general de todos los sectores de la economía nacional, aprovecharía la ventaja de un substancial ahorro en la producción de un recurso no renovable, pues reque-riría de menor cantidad de barriles para darle al fisco los ingresos de la renta de hidrocarburos. Un ejemplo que he preparado con la asistencia técnica disponible en estas circunstancias, muestra: la explotación directa entre los años 1971 y 1983, asumiendo un crecimiento interanual de 2,4%, significaría que, con una produc-ción de 6.418 millones de barriles menor que la de las compañías, le entraría al fisco la misma suma anual, estimada para 1983 en Bs. 7.816 millones. Igualmente

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habría una disminución de 7.435 millones de barriles en el volumen de reservas por descubrir, diferencia esta que reduciría en gran parte el monto de las inversio-nes llamadas de riesgo.

La capacidad nacional de manejar la industria

Para atender las labores de exploración, producción, transporte y refinación que se realizan en nuestro territorio no existen dificultades insuperables, siempre y cuando se acometa de inmediato un programa de formación y entrenamiento de personal. La eficiencia en el aspecto administrativo está a nuestro alcance como lo ha demostrado el progreso de la CVP; se tiene un buen equipo en el Ministerio de Minas; además, conviene advertir que los cuadros de profesionales técnicos y obreros que trabajan para las compañías continuarían responsabilizados de las tareas que ejecutarían para beneficio exclusivo del nuevo, del único accionista: la nación venezolana.

Para la disposición del crudo y de los productos en los centros de consumo, a los cuales –como se ha visto– no les es dable prescindir del petróleo venezolano, entre otras soluciones se tiene la de venderle a las mismas compañías cuyas inversiones y experiencia en el sector externo del mercado son de apreciar en una justa propor-ción. Al fin y al cabo, con ellas conviviremos dentro de un clima de cooperación operativo determinado por el hecho de que conservarían el ejercicio de los títulos cuyo vencimiento no tenga lugar sino más allá del año 1983.

El camino político es indispensable

Aquí topamos con las inocultables deficiencias del sistema político. Si he señalado sólo unos pocos esfuerzos infructuosos, ha sido por las exigencias del espacio. Son ilustrativas, igualmente, varias interrogantes que ameritan un pronunciamiento en relación con el fondo del problema de la reversión. Si es cierto que el ministro Tinoco aprobó a las concesionarias la depreciación acelerada de sus inversiones, ¿por qué no se ha rendido cuenta ante la opinión pública de una resolución llamada a disminuir los ingresos de los años próximos?, ¿cuáles son las condiciones en que se ha autorizado una nueva ampliación de la Refinería de la Creole en Amuay?, ¿por qué se ha reducido la meta de una tercera parte más del mercado nacional para la CVP en el presente quinquenio, y se ha detenido esta en 32% a que se llegó desde hace más de un año, cuando en el Congreso pasado una mayoría parlamen-taria integrada con representantes copeyanos se pronunció por acordar –de una vez– la totalidad del dicho mercado a la empresa estatal?

Evidentemente las estructuras políticas atraviesan un mal momento. Lo digo sin temor de las consabidas acusaciones que estas denuncias desatan. Al mismo doc-tor Pérez Alfonzo cuando sugirió la posibilidad de una reforma constitucional si fuere necesaria para que la revisión se operase a cabalidad, el ingeniero Humberto Peñaloza le atravesó la siguiente reflexión en el foro del CIV: “Me quedé pendien-

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te, amigos míos, si él planteaba esas reformas constitucionales de acuerdo con el fondo y la forma establecida en la Constitución, o si alguna vez él había visualiza-do la posibilidad de un golpe de Estado, que es la manera más rápida de cambiar una Constitución”.

No creo que se tenga que apelar a extremos tales a la hora de pretender que las compañías den cumplimiento a lo pautado en la Constitución, las leyes y en sus propios títulos. Pero sí estoy convencido de que habrá que hacer saltar el actual esquema político, las reglas de juego vigentes, para lograr un entendimiento a nivel nacional que permita hacer efectiva la reversión. No me invade el desaliento que sobrecoge a Domingo Alberto Rangel cuando se refiere a los actuales partidos. Ellos, después de todo, aglutinan a personas interesadas en el porvenir, deseosas de justicia social, preocupadas por el bienestar colectivo. Los cuadros del viejo acciondemocratismo, hoy fraccionados y dispersos; la beligerancia copeyana efer-vescente en sus jóvenes militantes; los urredistas, los camaradas y, en fin, todas las organizaciones, tienen reservas intactas para la lucha que se avecina. Nuevos aliados ejercitan sus músculos y refrenan los ímpetus de liberación. ¿Cómo des-cartar a los independientes, a los marginados, a los militares nacionalistas y al clero católico emancipado que hoy se alinean en otros frentes latinoamericanos al lado de las mayorías nacionales?

¿Nos estamos acercando?

Puede que nos estemos acercando al momento que el doctor Luis F. Calvani an-ticipaba en noviembre de 1943 –hace 27 años– cuando se refería a la experiencia mexicana: “Feliz la nación hermana que pudo liberarse de tan agobiante carga. Aquí tendremos que sobrellevarla por algún tiempo más, pero no tan largo como las apariencias hacen pensar”.

Nota: El anterior trabajo, publicado en la revista Momento del 25 de noviembre 1970, fue incorporado a la Memoria del II Congreso Venezolano de Petróleo, cele-brado del 28 de noviembre al 5 de diciembre de 1970. En dicho Congreso se discu-tió el tema de la reversión y tuve oportunidad de respaldar la ponencia presentada por los doctores Álvaro Silva Calderón y Juan José Navarrete Senior con la única salvedad de mi rechazo a la recomendación final, que decía:

En este sentido, quizás desde un punto de vista realista y con fundamento en preceden-tes, entre otros, la transacción en el problema de los reparos y el establecimiento de los precios de referencia, podría estudiarse el modo de acordar a Gobierno e Industria en la búsqueda de una solución pragmática que sin vulnerar los conceptos permita un arreglo honorable a los puntos en discusión para que en forma definitiva y clara, a partir de un momento dado, se empiece a hacer jurídicamente efectivo el reconocimiento del derecho de reversión tal como lo conceptuamos a través de este trabajo.

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El resumen de mi dicha intervención en el II Congreso es el siguiente:

Los estudios jurídicos presentados por los doctores Álvaro Silva Calderón y Juan José Navarrete Senior y por los doctores Luis Guillermo Arcay y Arístides Rengel Romberg, presentan criterios contrapuestos, pues en tanto que los primeros alegan que la reversión al patrimonio nacional de los bienes y derechos de las compañías concesionarias debe ser total –tierras, equipos permanentes, accesorios y todos los bienes adquiridos con destino a la explotación–, los segundos argumentan que se atenta contra el derecho de propiedad cuando se interpreta con tanta amplitud la obligación de reversión, la cual sólo podría aplicase a las tierras adquiridas después de la vigencia de la Constitución de 1947 a las obras que existan en ellas cuando la concesión termina, y sobre cuyas obras no es imputable a las compañías su mantenimiento.

En líneas generales comparto el criterio de los doctores Silva y Navarrete, pero rechazo la conclusión contenida en el párrafo último de su trabajo, en el que pro-ponen un “arreglo honorable” en la “búsqueda de una solución en el problema de los reparos y el establecimiento de los precios de referencia”. Creo que esta con-clusión es contradictoria con el resto del texto en el que se alega, sin lugar a dudas, la extensión de un derecho indiscutible a favor del Estado. Por otra parte, no son satisfactorios los precedentes que invocan, y contra ellos me he pronunciado en diversas ocasiones, por considerar que los derechos del fisco fueron lesionados en los mencionados acuerdos, cuyo texto total no ha estado a disposición de la opinión pública: aquí mismo acabamos de enterarnos de la rebaja de la regalía que entonces se convino y la cual, en estos momentos de alza de los precios del curdo y del fuel-oil en los Estados Unidos, está dejando sentir su efecto negativo.

El trabajo de los doctores Arcay y Rengel, fundamentado en una aplicación absoluta del concepto de irretroactividad de la ley, llega a pronunciarse contra las actuacio-nes del Congreso Nacional y los proyectos legislativos, por cuanto que ellos serían inconstitucionales y violarían el equilibrio económico del sistema de concesiones. Pero esta equivocada interpretación ni siquiera ha sido respaldada, en la práctica, por las compañías concesionarias, las cuales han aceptado, a través de las sucesivas re-formas legislativas, la intervención “desiquilibradora” de la Ley de Impuesto sobre la Renta, para no hacer mención sino del ejemplo más notorio.

La verdad es que la explotación del petróleo a través de cualquier sistema legal –concesiones o explotación directa– debe enfocarse por el Estado con el criterio dominante de su mejor aprovechamiento económico. El concepto de reversión, dentro de este orden de ideas, debe garantizarnos a los venezolanos la continui-dad en la explotación de los hidrocarburos hoy confiada a empresas cuyos títulos comienzan a vencer a partir de 1983. Toda discusión, en consecuencia, debe girar sobre las medidas tendientes a cuidar que la reversión se haga efectiva, para así estar en capacidad de asumir, sin interrupción de las operaciones la explotación di-recta por el Estado, como alternativa que podría permitir el óptimo beneficio. Con este propósito he presentado un Plan de Acción y algunas reflexiones contenidas en un trabajo inserto en una revista semanal y el cual he hecho distribuir entre los

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asistentes al II Congreso, con la autorización previa de su directiva. Limitado mi tiempo por el Reglamento de Debates, vigente, pido que el dicho trabajo se inserte en la Memoria del II Congreso, de manera que los conceptos en él contenidos se den por reproducidos en esta intervención.

Concluyo dándole las gracias al Director de Debates, doctor José Giacopini Zárraga, quien acaba de manifestar su aprobación a mi pedimento, el cual he formulado con el carácter de invitado especial al II Congreso según designación honrosa de la directiva de la Sociedad Venezolana de Ingenieros de Petróleo.

En mayo de 1971 el Congreso Nacional discutió y aprobó con algunas modifica-ciones el proyecto de Ley y sobre Bienes Afectos a la Reversión, elaborado con la participación determinante del doctor Silva Calderón. Este instrumento legal cons-tituye un paso firme hacia la meta de la explotación directa por el Estado de sus recursos de hidrocarburos. El estudio de algunos de sus artículos ha mostrado, sin embargo, la necesidad de someter a un análisis exhaustivo la razón fundamental de disposiciones que parecen entrabar la efectividad del derecho de la nación, tales como la que parece aceptar una separación entre los bienes de las concesionarias cuya reversión sería total y los bienes de terceros que no tendrían que revertir, casi como convalidando las transferencias de operaciones y equipos que las compañías han venido haciendo a contratistas para burlar principios y disposiciones de la Constitución Nacional. Igualmente se le dio cabida en la ley a un concepto de pro-rrateo del derecho de reversión, el cual significa en la práctica que los oleoductos, refinerías y terminales de embarque podrían continuar siendo operados por las concesionarias aún después de 1983.

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CAPÍTULO III¿CUáNTO vALE EL gAS vENEzOLANO?

Si se quiera escoger un ejemplo que mostrase los alcances de la dependencia im-plantada bajo el sistema de concesiones de hidrocarburos tendríamos a la mano el trato que se le brinda al gas natural. Junto con la magnitud del despilfarro –más de 25.000 millones de bolívares arrojados al aire– que podría apreciarse mejor al re-velar su equivalencia de hoy con la energía que consume diariamente un país con más de 80 millones de habitantes como Brasil, convendría analizar hasta sus raíces profundas el comportamiento de los funcionarios de gobierno llamados a ejercer la representación de los intereses del Estado frente a los beneficiarios del desper-dicio. Veamos, por vía de demostración, lo acontecido con la fijación del precio de dieciséis centavos de dólar (US$ 0,162) por mil pies cúbicos para la transferencia del gas proveniente del lago de Maracaibo a la filial de la Creole en Aruba, o sea a la Lago & Transport Company.

El acuerdo suscrito entre los representantes de la nación y de la concesionaria Creole Petroleum Corporation el 5 de enero de 1968 estipula el dicho precio, co-mo el valor mercantil que percibiría la Creole de la Lago –ambas subsidiarias de la Standard Oil de New Jersey– y el cual, al incorporarse a los otros ingresos de la concesionaria en el país, determina, previa deducción de los costos de operación, la cantidad líquida sujeta a la aplicación del Impuesto sobre la Renta. Las razones que llevaron a la fijación del precio de transferencia aparecen en un documento puesto a circular bajo la responsabilidad de los antiguos Ministros de Minas y de Hacienda, Mayobre y Losada, y del ex director de Cordiplan, doctor Héctor Hurta-do, a quien los nombrados reconocen “conocimiento de los hechos y participación de los mismos” en esta oportunidad en que impugnan los alegatos del ex subgeren-te de Relaciones Públicas de la Creole y distinguido diplomático doctor Francisco Álvarez Chapín ante la Corte Suprema de Justicia en solicitud de la nulidad del convenio Nación-Creole.

La argumentación gira, con terquedad de ritornelo, en torno a la circunstancia de que el gas carece de valor por el despilfarro que ha estado y está haciendo de él la concesionaria. Así se lee, a cada paso: “Conviene recalcar tanto lo ya dicho en el sentido de que el gas que se destina para la planta de desulfuración ha estado perdiéndose y quemándose en el lago…”; “de un gas que se arroja a la atmósfera y por lo tanto está totalmente perdido…”; “si de todas maneras el gas es extraído y no tiene uso suficiente… no queda otro remedio que reinyectarlo y, en último caso, arrojarlo a la atmósfera o quemarlo”, “en cuanto a los precios alternativos (o costo de oportunidad como se dice en teoría económica) de ese gas, no habría ninguno, fuera de la reinyección, y en realidad gran parte se estaba quemando por lo que, repetimos, su rendimiento económico era cero o negativo”.

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De aceptar semejante criterio, la falta de cumplimiento de la concesionaria de su obligación legal de darle aprovechamiento a los hidrocarburos que extraigan de sus áreas de explotación la favorecería más bien, contra todos los preceptos del derecho común –nadie puede beneficiarse de su propia falta–, a la hora de conve-nir un precio de transferencia con una filial suya que escapa al control de la nación por estar domiciliada en territorio extranjero. De los firmantes venezolanos, al menos el Ministro de Minas estaba enterado, mientras suscribía el acuerdo con la Creole, de que se trataba del mismo gas que las compañías se negaban a devolver al Estado para su programa de desarrollo petroquímico con el pretexto, alegado por cerca de 10 años, de que lo tenían comprometido para proyectos próximos a ser iniciados en la zona del lago de Maracaibo. Tampoco debía ignorar las coti-zaciones que algunas concesionarias suministraron a regañadientes, entre ellas la que pedía, con aire de sacrificada, US$ 0,207 por millar de pies cúbicos en Puerto Miranda, sobre el mismo lago.

En los archivos del MMH y de la Corporación Venezolana del Petróleo (CVP), conjuntamente con la evidencia del rechazo y enfrentamiento de las compañías a los planes del Estado, estaban a la disposición de los funcionarios las varias pro-posiciones de otros consorcios extranjeros para la instalación de plantas de licue-facción con miras al abastecimiento de los mercados norteamericano y europeo. Si no fueron aceptadas porque las ofertas parecían formuladas para un material de desecho, lo cierto era que el Estado carecía de gas por la contumaz y expresa ne-gativa de las compañías concesionarias. Entre las ofertas bastaría con recordar la que trajo a nuestras playas, en 1958, a Mr. Henry Holland, de conocida trayectoria en el Departamento de Estado; la de la Constock Liquid Methane; la del grupo norteamericano TAGA, con cuyos apoderados doctores Pedro Tinoco hijo y Gus-tavo Planchart Manrique sostuve tantas reuniones; la de la Philadelphia Gas Works que hoy está en tramitación a raíz del convenio de financiamiento del estudio de reservas en Guárico y en el oriente del país, que suscribí el 5 de abril de 1968, y el cual dejaba en libertad a la CVP para acudir a la concurrencia de ofertas prevista para los Contratos de Servicios. No obstante los varios antecedentes citados, el Ministro de Minas de entonces no tiene empacho en afirmar ahora, en trance de negarle costo de oportunidad al gas para la fecha de su convenio con la Creole (5 de enero de 1968): “la posibilidad que ha aparecido posteriormente de exportarlo como gas licuado es todavía materia de estudios por el MMH y la CVP…”.

Otra idea fija en la argumentación del escrito en referencia consiste en el intento de asimilar la conducta de la concesionaria extranjera a la de CVP, como si ambas persiguieran la misma finalidad. Pretenden así justificar un hipotético precio de US$ 0,08 en el campo de producción, trayendo a colación y confundiendo los términos de los convenios de la CVP con las concesionarias, mientras olvidan que en el texto de los que suscribí no se atribuía valor específico al gas que se devolvía al Estado concedente sino exclusivamente a los costos de recolección, compresión y transporte. En lugar, pues, de confirmar la posición al respecto de la política

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¿Cuánto vale el gas venezolano? 97

petrolera nacional, él o los redactores acogen la de las compañías al manifestar: “en casi todos ellos los precios incluyen los costos de recolección, compresión y transporte, y en otros se excluye este último renglón”. Cuando el presidente de la Shell me hizo un argumento semejante le contesté reclamándole el reintegro correspondiente a lo cobrado en exceso de los costos de recolección, compresión y transporte, esto es, por el valor intrínseco del gas, y Mr. de Liefde me respondió –con ingenuidad o sentido del humor– en carta del 6 de septiembre de 1968 cuya copia remití de inmediato al titular de Minas:

Debo ante todo declarar, no sin cierto rubor de mi parte, que al asentar en mi citada carta del 30 de agosto, que el precio convenido para el suministro de gas a la CVP, particularmente en La Fría, implicaba el reconocimiento de un valor básico para el gas, incurrí en un error.

El expediente, por supuesto, lo pasé a la Dirección de Asuntos Legales de la CVP para la tramitación de la reclamación judicial, si fuere necesaria.

Audacia es el juego de intentar comparar los precios de la CVP en el mercado nacional, dirigidos a favorecer el desarrollo de industrias en las regiones más apartadas de las fuentes de suministro, con el de compañías foráneas que retiran cada año por concepto de utilidad y de depreciación y agotamiento más de 50% de su activo fijo neto. Precisamente los precios bajos de la empresa estatal –casi de subsidio– explican el que los grandes consorcios le hayan abandonado al Estado la distribución por tubería, reservándose el muy lucrativo renglón de las bombo-nas. Valdría la pena preguntarse, de todas maneras, ¿por qué Cadafe reconoce a la CVP US$ 0,253 por millar de pies cúbicos –9 centavos más de lo que pagaría la filial de la Creole– por un gas transportado de Casigua a La Fría por una línea de apenas 120 km de extensión y 8 pulgadas de diámetro, exonerado del impuesto de explotación (regalía) y sin valor intrínseco alguno según el convenio con la Shell? ¿Por qué el precio promedio en agosto fue en Caracas de US$ 0,195 para los con-sumidores directos y de US$ 0,253 para la distribuidora Vatcorp? El mismo precio de US$ 0,179 como promedio en Puerto Ordaz, en cuya determinación influye la anormalmente baja tarifa (US$ 0,13 MPC) de la Orinoco Mining Company –fijada luego de discusiones y altercados en los que obtuve apenas mínimos progresos– es todavía superior al señalado para la Lago en Aruba.

Si en realidad se quiere hacer uso del criterio de técnicos nacionales para la fija-ción de un pecio razonable, debería haberse consultado su opinión en la oportu-nidad correspondiente. Algunos de ellos que merecen la mayor confianza por su competencia y honestidad personal han efectuado cálculos que arrojan un resulta-do de US$ 0,32 en lugar de los UD$ 0,16 del convenio de 1968, partiendo de las cifras de inversión de la Creole, de un valor US$ 0,08 en el campo de producción y de un consumo en Aruba de 85 millones de pies cúbicos diarios que, de reducirse, aumentaría el precio unitario. Si es correcta tal estimación, sujeta como queda a las discusiones y verificaciones que se juzguen convenientes, tendríamos dos con-clusiones a la vista: 1) en los 15 años del suministro previsto la Creole dejaría de

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percibir la suma de Bs. 292.505.400; 2) al aceptar la venta por la mitad del costo real del dicho volumen –28.050.00 MPC/año– la nación venezolana estaría no sólo dejando de percibir ingresos por concepto del Impuesto sobre la Renta, sino aportando del resto de sus ingresos de la renta de hidrocarburos Bs. 150.000.000 aproximadamente, para la operación de transferencia Creole-Lago.

Se dirá que el beneficio radica en las mayores facilidades de venta del petróleo residual en las condiciones que reclama la salud de los norteamericanos, pero esta no es la materia del presente trabajo. Habría que sumar, en tal caso, los restantes sacrificios fiscales de la nación para obtener un balance económico de todas las estipulaciones del convenio. Sería fácil, para abrir un debate, echar mano de una estimación cualquiera como la realizada por los economistas del Ministerio de Mi-nas, cuya valoración de las pérdidas fiscales que se derivarían de los convenios de desulfuración alcanza a Bs. 695 millones en los primeros seis años de operación de las plantas, sin incluir las ocasionadas por la transferencia del gas. También andan por allí las estimaciones de los doctores Pérez Alfonzo y Álvarez Chapín que se mueven siempre en el orden de los centenares de millones de bolívares.

No ignoro, por último, que la construcción del ramal Azuay-Aruba ha sido suspen-dida y que puede, inclusive, no llegar a ejecutarse. Pero lo que deseo plantear en esta ocasión es el interés que debemos poner en la discusión del precio del gas en juego en los proyectos sometidos a la consideración del Estado. Ya se mencionan precios de venta en los Estados Unidos superiores a los US$ 0,60 por millar de pies cúbicos, lo que confirma la razonabilidad del cálculo de los técnicos que estiman un precio no menor de US$ 0,32 para Aruba.

Ha coincidido la circulación del polémico papel publicado por los ex ministros y el doctor Héctor Hurtado con la aparición de una noticia en The Oil and Gas Journal, de agosto 10, en la que se recoge el rumor sobre los estudios de factibili-dad que realiza la Pacific Lighting Corp de los Ángeles para llevar gas a Estados Unidos de Alaska, y aún del Ecuador a través de una línea de cerca de 7.000 km que atravesaría Colombia, América Central y México. Esto es, que mientras aquí se insiste en la falta de costo de oportunidad de nuestro gas, los empresarios y técnicos yanquis rastrean desde el Polo Norte hasta el Ecuador en busca de la materia prima insustituible para alimentar el progreso de su actividad industrial. En consecuencia, a la hora de discutir las ofertas pendientes ante los despachos oficiales, no queda otro camino que rectificar posiciones asumidas, en el mejor de los casos, por equivocación, apresuramiento o exceso de confianza –como podría ser la excusa particular del ex ministro de Hacienda descansado en la competencia de su colega de Minas– y tender la mirada, si posible, más hacia el sur del Ecuador, donde el auge nacionalista de resurgimiento de los pueblos se mueve en función de una política de defensa de los recursos naturales.

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CAPÍTULO IvHACIA UN PROgRAmA DE INvESTIgACIóN SObRE PETRóLEO y PETROqUÍmICA

La elaboración de un programa nacional de investigación en el área de petróleo y petroquímica debe ser precedida de un estudio de las actividades emprendidas en el país por los sectores público y privado, así como de las efectuadas en el exterior en relación con la explotación de nuestra materia prima básica. De esta manera se evitaría caer, dentro de un clima de patrióticas aspiraciones, en conclusiones poco ajustadas al rigor científico que demanda la naturaleza y magnitud del problema cuya solución se acomete entre nosotros con un gran retraso que, a simple vista, se explica por la condición extranjera de los operadores de la industria y el deficiente progreso de nuestra educación.

Ya en países altamente industrializados se han señalado las dificultades para alcan-zar niveles satisfactorios conforme al patrón de avance tecnológico impuesto por los grandes consorcios estadounidenses. Y si en ellos posiblemente influyen sote-rrados deseos de dominación, de recuperación de prestigio, en la destinación de fondos públicos para la conquista del derecho de participar en una carrera perdida –al decir del Hudson Institute, por ejemplo–, las metas de una nación pequeña co-mo Venezuela, por modestas que sean dentro del propósito de lograr el cese de su dependencia económica, no dejan de suscitar los grandes obstáculos erigidos para la defensa de un orden establecido por los intereses creados. No es menor la esca-sez de personal especializado en los varios campos atendidos por la complejidad de las industrias petrolera y petroquímica, la deficiencia de capacidad creativa, de invención del futuro, que requiere la investigación científica. Parecería, entonces, que la prioridad de un programa nacional estaría determinada, entre nosotros, por las apremiantes necesidades de formación y entrenamiento de personal.

Los pasos encaminados al reclutamiento de personal convendría dirigirlos, ini-cialmente, hacia los profesionales y técnicos que hoy se hallan participando en unidades o proyectos en marcha; hacia los universitarios de los últimos años con vocación y condiciones de aptitud; y hacia los graduados universitarios cuya vin-culación directa a problemas que han despertado su curiosidad en los campos de operación de la industria es altamente aprovechable. No hay que olvidar, empero, que en la esfera de influencia del sistema capitalista, ha sido el incentivo económi-co el que ha promovido la investigación industrial, organizada con la colaboración de equipos de especialistas y de cuadros administrativos que proveen los servicios correspondientes.

Casi podría afirmar, en efecto, sin ánimo peyorativo, que en el llamado mundo occidental el capital privado, a través de los consorcios internacionales, ha venido

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encauzando grandes inversiones hacia la utilización de la ciencia en la solución de problemas técnicos, con un sentido práctico que, ciertamente, ha colocado en un segundo plano a la investigación fundamental y básica, cuya mayor carga ha sido tomada por las universidades, con todo y las limitaciones imputables a la débil voluntad de los dirigentes gubernamentales. Los objetivos no comerciales, sin embargo, han tenido que ver, preferentemente, con los requerimientos de un potencial bélico en aumento, relegando a un segundo lugar la consecución de fines humanitarios relacionados con el consumidor de bajos ingresos, con su salud y la satisfacción de sus necesidades elementales. Esta ha sido, precisamente, la razón por la cual la presión de los ciudadanos ha jugado un papel determinante en la implantación de regulaciones tendientes a controlar la contaminación atmosférica, y del interés manifestado en altos círculos oficiales de otras naciones por el pro-greso en los experimentos de fabricación de alimentos derivados de las proteínas extraídas del petróleo. Justo es reconocer, también, cómo los esfuerzos del sector privado han hecho posible la alta eficiencia técnica de las industrias petrolera y petroquímica; el avance del conocimiento obtenido sobre la migración y acumu-lación de los hidrocarburos, de los métodos para descubrirlo y extraerlo aún en los casos de más baja gravedad, para aumentar la rata de su recuperación y proce-samiento dirigido a la manufactura del mayor número de productos demandados por la civilización industrial, su almacenamiento y transporte por las más diversas vías de comunicación, etcétera. Tal gestión privada ha estado protegida por la legislación sobre patentes que concede el derecho de propiedad, de monopolio, impidiendo así el uso indiscriminado, gratuito, de los conocimientos alcanzados en la investigación. Muchas veces estos conocimientos han sido mantenidos en se-creto, con un retardo en su aplicación causado por exclusivas razones económicas de una empresa privada.

No es fácil, pues, definir el campo de acción del Estado, sin apreciar antes las reali-zaciones de la empresa privada en Venezuela y en el exterior, y sin haber evaluado las iniciativas del sector público en el área latinoamericana, en los Estados Unidos de América y en países europeos, particularmente, en los situados en el área socia-lista. Somos el tercer país exportador del mundo y este hecho sobresaliente debe delimitar, en alguna medida, la orientación de un programa que necesariamente será diferente a los de países importadores con requerimientos condicionados por sus respectivas etapas de crecimiento industrial. La presencia de dos relevantes circunstancias contribuyen a darle una mayor complejidad al tema de la investiga-ción: una, que son compañías internacionales las que extraen el petróleo conforme a sus derechos de concesionarias, mientras la única empresa estatal tiene una casi insignificante participación relativa en su explotación; y otra, la proximidad de la decisión a tomarse con motivo del comienzo del vencimiento de los dichos dere-chos de concesionarias, lo que coloca al Estado frente a la posibilidad de tomar bajo su exclusiva responsabilidad, en el plazo de 12 a 15 años, las tareas de explo-ración, explotación y transporte hasta puertos de aguas profundas, de no menos de 80% de petróleo proveniente de las reservas probadas.

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Si naciones con recursos financieros, técnicos y humanos superiores a los nuestros apelan a esquemas multinacionales, y la letra y el espíritu de acuerdos y convenios suscritos en el marco de organismos internacionales proclaman la conveniencia de fórmulas de integración que, entre otros beneficios, permitan reducir el paralelismo dispendioso, resulta lógico analizar la incidencia de tales factores en la aprobación de un Programa Nacional de Investigación. Las fuentes de capital de este no tienen exclusivamente que ser las de un sector público sobrecargado de requerimientos, sino también las de la economía privada que toma buena parte de los beneficios. ¿Es posible, por ejemplo, obtener el traslado a Venezuela de laboratorios o centros de investigación que hoy operan en regiones más cercanas a las casas matrices de los consorcios? ¿Es oportuno y factible el envío de personal nativo a entrenarse, mien-tras tanto, a tales centros financiados en gran parte con las utilidades dejadas por el petróleo venezolano?

Una política nacionalista de investigación que se apoye en realidades, obliga, ade-más, a sacar provecho de las ventajas acarreadas por la importancia mundial que en los años presentes y en los venideros asegura el extraordinario volumen de reservas existentes en el subsuelo venezolano. Tales ventajas se malograrían si se incurriese en la adopción de bruscas soluciones como las que llevarían a la crea-ción inmediata de un centro de investigaciones y a la selección de áreas prioritarias sin antes haber estudiado exhaustivamente factores como los enunciados. Desig-nar, así, a una comisión de profesionales posiblemente ajenos a la investigación, para que cumpla el encargo de crear un instituto en un plazo de dos años, puede conducir al enfrentamiento con riesgos susceptibles de ser evitados. Entre ellos, el peligro de la deformación burocrática, con el agravante que, en esta materia, la nación no puede darse el lujo de una equivocación que le resultaría costosa, puesto que a ella está subordinada la expectativa real, tangible, de obtener, a mediano plazo, una vía hacia el dominio de sus industrias básicas.

El documento presentado al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (Co-nicit) bajo la denominación “Programa Nacional de Investigaciones en el área de Petróleo y Petroquímica” es un valioso aporte del grupo de distinguidos profe-sionales integrado por Marcel Roche, Paulino Andreu, Humberto Calderón Ber-tí, Jorge González Salas, Juan Jones Parra, George Kapo, Aníbal R. Martínez, Marcías Martínez Quintero, José Martorano Battisti, Ulises Ramírez y Jorge Viva Tirado. La gran tarea tomada a su cargo por el Conicit ha sido, en esta forma, apenas iniciada; demanda mayores recursos de información y aconseja, desde ya, poner en práctica, con el carácter de previas, medidas como las que me atrevo a sugerir de seguida: a) elaboración de un concienzudo estudio, que incluya juicios de valorización, sobre las actividades de investigación que actualmente tienen que ver con la explotación del petróleo en Venezuela y llevadas a cabo por los sectores público y privado, tanto en el país como en el exterior. Este estudio incluiría una revisión de las metas alcanzadas por la política estatal, a niveles latinoamericanos y mundial; b) puesta en marcha de un plan que haga posible la formación de in-

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vestigadores en centros apropiados –públicos y privados– del exterior, así como la incorporación de expertos extranjeros a los equipos ya constituidos y a la labor docente cumplida en institutos como el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) y otros universitarios; c) respaldo a la labor de las unidades de investigación cuyos proyectos estén comprendidos dentro de las áreas menciona-das en el Primer Documento del Conicit y también la de aquellas que merezcan la aprobación del Consejo Directivo de este, mediante la utilización de los recursos y normas vigentes; d) organización de un simposio o foro sobre la política de investigación en las ramas de petróleo y petroquímica, al cual puedan concurrir personas debidamente calificadas y con experiencia en las dichas industrias y en las actividades de investigación científica y tecnológica de cualquier clase, con el objeto de que el resultado de las deliberaciones –en las cuales sería útil la inter-vención de invitados especiales del exterior– pueda ser evaluado en la oportunidad en que se delimite la correspondiente política de investigación, y se definan sus áreas prioritarias dentro de los objetivos generales que cuenten con el consenso apropiado. Entre ellos estará, por supuesto, la creación de un centro nacional de investigaciones sobre petróleo y petroquímica.

Las disposiciones enunciadas podrán ser adoptadas por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicit), institución cuya importancia adquiriría un mayor relieve ante la opinión pública al acometer, con amplitud y ob-jetividad, la solución de un problema que atrae la atención preocupa a los sectores vinculados a la economía de Venezuela, a su desarrollo independiente.

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CAPÍTULO vvÍA CRUCIS DE LAS PETROLERAS LATINOAmERICANAS

La pragmática de betancourt

Si el debate petrolero en América Latina tiene renovada vigencia, en Venezuela no ha perdido nunca su actualidad. A diferencia de otros países, nosotros –por nuestra condición de exportadores– tendemos a examinar con ánimo crítico el comporta-miento ajeno. De allí que al solicitarme Semana una colaboración que cubriese el área latinoamericana, me fuera fácil disponer de un material presentado ante una audiencia universitaria, para someterlo a una revisión que lo hiciera más o menos apto para sus lectores. Coincidencialmente, en él incido sobre temas recientemente abordados en la revista Visión por Rómulo Betancourt, lo que me ha colocado frente al deber periodístico de comentar, al final de mi exposición, uno que otro aserto del ex presidente.

Para comienzos de 1970, en el hemisferio occidental –excluyendo Estados Unidos y Canadá– la producción es de 5.090.000 barriles diarios. No obstante que dicha cifra es casi dos veces superior a la del consumo (2.537.000), se importa una cantidad superior a la de 1.000.000 de barriles diarios mientras se exporta hacia otras regiones la cantidad de 3.506.000 barriles diarios; de esta última cantidad, 3.329.000 proveniente de Venezuela. Esta producción que se tiene en América La-tina, y la cual no se dirige a satisfacer la totalidad de sus necesidades domésticas, opera bajo el control de compañías petroleras internacionales.

La situación de las empresas estatales latinoamericanas ha ido progresando al co-rrer de los años, pero este progreso ha sido bastante lento. Una suma de sus cifras de producción alcanza aproximadamente a 1.100.000 barriles diarios, aunque la experiencia se inició hace más de 50 años.

Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) fue creada en 1922, en la Argentina; la empresa uruguaya Ancap en 1931; la peruana Empresa Petrolera Fiscal (EPF) en 1934. Luego vinieron la empresa boliviana Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bo-livianos (YPFB) en 1936; la mexicana Petróleos Mexicanos (Pemex) en 1938 a raíz de la nacionalización; la chilena ENAP en 1950; la colombiana Ecopetrol (Empresa Colombiana de Petróleos) en 1951 con motivo de la reversión de la concesión de Mares; Petróleos Brasileros (Petrobras) del Brasil en 1954; y la Cor-poración Venezolana del Petróleos (CVP) el 19 de abril de 1960. También, para esta fecha, ya ha sido decretada la ecuatoriana CEPE.

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El análisis del cuadro de desarrollo petrolero estatal en América Latina muestra, bajo el signo de la dominante presencia de los consorcios de mayor integración en el mundo capitalista, los altos y bajos de una política –quizás de una aspiración– que tiene sus avances y retrocesos en función de la situación internacional y de la correlación de fuerzas existentes en cada uno de nuestros convulsionados países.

La yPf Argentina

La empresa Argentina Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), por ejemplo, ha vivido etapas de reales posibilidades, por cuanto ha contado –aparte del apoyo ma-yoritario de la población– con respaldo de voluntad gubernamental para llevarla adelante; sin embargo, debido a la accidentada evolución institucional argentina, ha sido víctima de las características burocráticas de gobiernos que, mediante una activa labor de conciliación con los sectores oligárquicos, han entorpecido el sano desarrollo de una empresa requerida de un gran aporte de recursos nacionales para poder sobrevivir e imponerse en medio de las circunstancias hostiles que le crea la presencia, en el propio territorio, de los grandes consorcios.

Eran de esperarse resultados mejores de la experiencia argentina, por cuanto que al frente del Estado fueron hombres que habían hecho planteamientos nacionalistas muy concretos en la oportunidad en que ejercían la oposición; allí se tuvo la co-yuntura del gobierno de Frondizi, quien creyó que podía resolver las dificultades políticas internas con entendimientos pre electorales con las compañías norteame-ricanas, y terminó suscribiendo los célebres Contratos de Servicio anulados con su derrocamiento. Luego el gobierno de Illía, de breve vigencia, trató de darle un nuevo aliento a YPF; pero, también dentro de estas dificultades de la acción de un gobierno mediatizado por conflictos internos y obstáculos aparentemente insu-perables, concluyó favoreciendo, a través de una precipitada fórmula de nulidad de los contratos, la indebida recuperación de las inversiones que muchas compa-ñías habían hecho sin éxito en la fase exploratoria. La situación actual es bastante conocida. El nuevo retroceso institucional ha abierto las puertas, en la forma más amplia, a las compañías internacionales que han recibido nuevas concesiones y, por supuesto, otra vez Yacimientos Petrolíferos Fiscales atraviesa momentos difíciles.

Argentina produce 340.000 barriles diarios que obtiene de la producción de YPF, de la que otras empresas realizan para la compañía estatal por vía de administra-ción, y de la propia de las compañías internacionales privadas, cuya participación se ha consolidado en los últimos años.

La EPf peruana

De la empresa peruana podríamos afirmar que la historia es, durante mucho tiem-po, casi más triste, aunque los hechos recientes todavía no nos permiten calificarla en forma definitiva. A la Empresa Petrolera Fiscal (EPF) siempre la citábamos

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como un ejemplo de lo que tenía que cuidarse la CVP para no caer en un vicio de enanismo; es decir, una empresa que es pequeña, y sigue pequeña al pasar de los años, lo que en la indetenible dinámica de la industria petrolera, es sumamente frustrante. Se crea el desprestigio acerca de la eficiencia del Estado como empre-sario, se pierde la fe de los sectores populares, y, lo más importante, se escapan las posibilidades reales de progreso. EPF tuvo así, durante largos años, una pro-ducción de apenas 6.000 barriles diarios. Recientemente, se provocó un cambio total con la salida del presidente Belaúnde quien valiéndose de la mayoría que en el Congreso pudo obtener con los votos que su propio partido y el partido aprista le suministraron, logró la aprobación de un convenio suscrito entre gallos y me-dianoche con la Internacional Petroleum Co. Dicho convenio sobre la devolución de Brea y Pariña iba acompañado de adicionales compromisos, los cuales, al ser descubiertos, provocaron el movimiento nacional que por esta y otras razones co-nexas, motivaron el golpe de Estado y la expropiación de los activos de la Interna-cional Petroleum Co., subsidiaria de la Standard Oil de New Jersey,

En el Perú ha habido una integración de los recursos humanos de EPF con los de la Internacional Petroleum Co. para formar la empresa Petroperu, donde conviven unos y otros funcionarios –permítaseme decir que cordialmente– en todos los ni-veles. Esta integración ha logrado bastantes progresos, y la experiencia demuestra cómo, un personal que sirve a las compañías extranjeras y un personal que sirve a la empresa estatal, pueden unir sus esfuerzos dentro de una misma empresa y bajo una misma bandera. Mientras tanto, ha continuado la gestión de otras com-pañías internacionales, las cuales, después de la nacionalización o expropiación de las instalaciones de la Internacional Petroleum Co., han obtenido concesiones y contratos, manteniendo una actividad intensa en algunas áreas, particularmente en la plataforma continental, por cuanto que la posición del gobierno peruano en esta materia es bastante cautelosa.

Pemex

Petróleos Mexicanos (Pemex) revela el triunfo del empeño de superación nacional frente a la reacción desatada en escala internacional por los grandes consorcios víctimas de la expropiación decretada en 1938. Nadie podría, a estas alturas, des-conocer el éxito del programa de nacionalización del organismo estatal a cuyo cargo ha estado el suministro de la energía demandada por el proceso de industria-lización mexicano. Entre las dificultades vencidas, está la de sobreponerse al esta-do de agotamiento de los campos y a la ruina de las instalaciones, como secuela de tres décadas de irracional explotación por parte de las compañías extranjeras.

Conviene señalar, sí, que el bajo precio de sus productos ha constituido una carga financiera –un subsidio a la industrialización, si se quiere– en tanto que el abul-tado crecimiento del personal –70.000 trabajadores, aproximadamente– ha sido un alivio para el desempleo mexicano que Pemex ha pagado con su sacrificio en la rentabilidad normal de sus operaciones. Si México comienza ahora a importar

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petróleo es por la comprobada pobreza de sus reservas y porque debe satisfacer el aumento del consumo situado en 450.000 barriles diarios. Para la oportunidad de la nacionalización las compañías expropiadas producían 110.000 barriles dia-rios, mientras hoy Pemex alcanza la cifra 4.300.000 barriles diarios, aparte del grandioso aprovechamiento del gas natural y del extraordinario impulso dado a la industria petroquímica.

ANAP-Ancap

En Chile es el sector público el responsable del hallazgo de hidrocarburos y las operaciones de extracción y refinación confiadas a ENAP han probado la eficiencia chilena en la industria, no obstante las dificultades geográficas que ha habido que vencer. Pero mayores que estos obstáculos han sido los opuestos por los agentes de la Standard de New Jersey y de la Shell en su propósito de explotar los campos reservados para la gestión estatal.

Chile no ha logrado su autoabastecimiento y las dos terceras partes de su demanda es abastecida por compañías internacionales mediante licitaciones. También estas compañías participan en la distribución interna de productos, como lo hacen en Uruguay, donde la empresa Ancap, que no produce petróleo sino que lo refina a la vez que fabrica cemento y un ron bastante acreditado, utiliza la vía de las licitacio-nes para adquirir petróleo inseguro pero más barato a corto plazo, desechando las fuentes de suministro disponibles en el continente.

La boliviana yPfb

A Bolivia la han llevado casi al holocausto los intereses extranjeros que en su com-petencia por el control de las zonas con potencialidad petrolífera no se detienen ni ante el expediente de la guerra fratricida. De la contienda de El Chaco salió, sin embargo, a raíz de la expropiación de la Standard, la creación de Yacimientos Pe-trolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) en un intento por librarse del factor de per-turbación institucional aposentado en el propio territorio. La conducta vacilante y contradictoria de los mismos gobiernos surgidos de aspiraciones populares ha im-pedido el cumplimiento de la misión asignada al ente estatal, víctima sempiterna de la injerencia sectaria en la selección de sus cuadros directivos y de la ignorancia –por decir lo menos– de funcionarios oficiales sometidos a directrices de organis-mos internacionales movidos, detrás de bastidores, por las grandes compañías. No ha ayudado a YPFB la vocinglería marxistoide de políticos, cuya retórica revolu-cionaria, ha ocultado el esfuerzo de los técnicos bolivianos, mientras sirve de fácil pretexto para las frecuentes aventuras intervencionistas de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

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La brasileña Petrobras

La brasileña Petróleos Brasileiros (Petrobras) ha pasado también por varias eta-pas; y, aún durante el retroceso del sistema democrático en el país sureño, ha protegido su existencia la circunstancia de haberse afirmado, como un punto de reivindicación nacionalista, la creencia de que siendo el petróleo de los brasileños, –O petróleo e nosso– tiene que ser trabajado directamente por los brasileños. Los directivos de Petrobras han venido proviniendo, además, de las filas de las Fuerzas Armadas, lo que la ha dotado de gente con influencia política que, consustancián-dose con sus fines y programas, con su destino y metas, ha acudido en oportuna defensa frente a las amenazas surgidas en el seno mismo del gobierno.

No es de extrañar que la situación para una empresa estatal en Brasil sea bastante difícil. Los intereses norteamericanos son predominantes en dicho país y la ayuda norteamericana allí se da a manos llenas, por razones estratégicas. Los extranjeros han dispuesto, a sus anchas, de medios de comunicación para vocear sus consignas y planteamientos, y para desacreditar –lo que es fácil– a la empresa estatal. Y digo que es fácil porque esta misma circunstancia de las dificultades de la estabilidad de nuestros países, en nada favorece el mejoramiento de la Administración Pública, ni ayudan tampoco los cambios de directivos y de personal técnico que se suceden con ardor de razzias.

Semejante cuestionamiento tuvo repercusión en sectores de las Fuerzas Armadas y recientemente se exteriorizó un conflicto o controversia que no trascendió al exte-rior –la prensa asociada no trasmite estas noticias– pero que tuvo lugar en relación con la explotación de la plataforma continental. Se arguyó esta vez que, de perforar bajo las aguas, la inversión era mucho más riesgosa que en tierra, lo que justificaba la inversión de capital extranjero; hubo de seguida el intento de establecer algo así como una especie de reserva de la zona para fines bélicos, de manera de someter a la jurisdicción de otros despachos, como el Ministerio de Marina, la prospección de tales áreas. Ante la reacción que provocó semejante pretensión, la situación fue arreglada satisfactoriamente y la explotación continuó a cargo de Petrobras.

Por cierto que la gestión exploratoria de Petrobras se lleva a cabo con bastante intensidad y con algunos éxitos, aunque no tanto como sus directivos quisieran, pues están afectados por un cuadro de dependencia en el cual ellos juegan un papel que, por lo demás, opone serios tropiezos. Yo no diría, tampoco, que lo que se está haciendo dentro de Petrobras es lo mejor, porque también allí existen las deficiencias de una empresa que está creciendo dentro de un ambiente en el que no se tolera la libertad de opinión.

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La Ecopetrol

A propósito de la Empresa Colombiana de Petróleos conviene meditar sobre los incidentes de la reversión de concesiones que se operó en 1951. Ella dio lugar a un proceso político agitado en el que intervinieron intereses de toda índole y hasta se creía que las concesiones no iban efectivamente a revertir. El gobierno confrontó dificultades con respecto a su estabilidad, pero el punto de la reversión fue ganado, aunque con las contraprestaciones que siempre tienen lugar en estos casos y las cuales, generalmente, no llegan en su totalidad al conocimiento de la opinión pública.

Si nos ponemos a analizar el comportamiento que adoptaron las compañías para burlar el objetivo de la reversión, o –para calificarlo en una forma más suave– para que les fuera menos dura la reversión, encontraríamos que se crearon una serie de mecanismos en la medida que progresaba la polémica de los políticos, de manera que, mientras se discutía en el Congreso, muchas instalaciones y actividades pasa-ron a manos de empresas integradas con nativos del país. Esto es algo interesante de observar: como, ante la inminencia de una reversión, las compañías extranjeras llaman a nativos de su confianza y les ofrecen una participación con el objeto de arraigarse en los instantes que consideran más peligrosos para ellas. Salta aquí una de las características que podríamos señalar, precisamente en Venezuela, acerca de la actitud de las compañías privadas, nada favorables a la colaboración del capital privado nacional en la actividad petrolera. Es algo que forma parte de la estrategia de las empresas internacionales. Como un ejemplo sencillo está el de la fabricación de equipos y maquinarias que necesita la industria para funcionar, para ser operada; en Venezuela no ha sido posible lograr este mínimo desarrollo industrial porque las compañías ni los gobiernos lo han alentado. En otros países de América Latina sí ha sido posible, como en Brasil y Argentina, pero es que tal estrategia es diferente donde el petróleo alcanza para la exportación, y el volumen de producción es de im-portancia mundial, hechos que llevan a las compañías a tomar medidas que resten viabilidad a proyecto dirigidos hacia la autosuficiencia operativa.

Ejemplo para venezuela

El proceso colombiano es conveniente de analizar particularmente por los venezo-lanos, porque es de esperar que comiencen a establecerse mecanismos de tras-paso de concesiones al sector privado, en cuyo caso habría interés en precisar por parte de la nación venezolana dos cuestiones: una es la de averiguar si el traspaso es real, que las compañías que se constituyan con venezolanos no sean interpues-tas personas de las compañías concesionarias, las cuales, al fin y al cabo, seguirían obteniendo el petróleo a través de las supuestas compañías nacionales, para que estas últimas, a cambio de una pequeña participación en los beneficios, contri-

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buyan a defender los intereses de la gran empresa cuando tenga que decidirse un problema de reversión sobre el área que ha sido cedida.

La otra cuestión es la del cálculo por el gobierno de cuánto va a percibir por in-gresos fiscales con motivo del traspaso de la concesión; o sea, cuánto va a percibir por unidad producida, pues las compañías no deben continuar pretendiendo que tienen libertad para ceder sus concesiones. El Estado no está jugando con esto de la entrega, por vía de concesiones, de la explotación de un área. El ha cerrado un negocio al escoger una determinada compañía, porque de su eficiencia operativa, de su capacidad financiera y de comercialización, depende el ingreso que espera percibir por cada barril que se produzca; y si esta compañía cede a una empresa que en lugar de pagar una participación de un dólar por barril va a dejar apenas 30 centavos, o no va a dejar nada porque tiene pérdidas en razón de otras operacio-nes, semejante deterioro no es como para aceptarlo, con los brazos cruzados, un gobierno que se respete.

La Corporación venezolana del Petróleo

La CVP es la última empresa que se constituye en América Latina y, extrañamen-te, en el país que disponía de las mejores condiciones por la existencia de un ma-yor potencial petrolífero, de un personal más entrenado y de abundantes recursos financieros. Sin embargo, su creación tiene lugar a los 50 años de haberse iniciado la actividad comercial de las compañías extranjeras y en medio de la hostilidad fomentada por los intereses creados en ciertos sectores minoritarios aunque influ-yentes. Se enfrenta, además, a una real escasez de personal profesional y técnico, a tal punto que, para esta fecha, son extranjeros aproximadamente la mitad de los profesionales de ingeniería o profesiones afines que sirven en la industria. Tan alta proporción, por cierto, no es nada favorable al interés nacional en momentos cer-canos a la reversión de la casi totalidad de las concesiones. Sobre todo, si se tiene en cuenta que actividades vinculadas con las operaciones de producción y todas las del mercadeo internacional se están realizando fuera del país, sin participación efectiva de personal nativo.

Los resultados ofrecidos por la CVP son satisfactorios en gran parte. La empresa se ha movido con eficiencia relativa, y ha aprovechado el ejemplo de las compa-ñías petroleras internacionales, porque también hay que reconocer que la eficien-cia de la empresa estatal se debe, en cierta proporción, a la política de contratar personal proveniente de las compañías internacionales que operan en el país, así como al estudio y adaptación de las normas de administración y organización in-ternas de dichas compañías. Su crecimiento en el mercado interno ha sido demo-rado en razón de vacilaciones y dudas que las compañías han aprovechado para ganar tiempo, percibiendo mientras tanto los ingresos que su abastecimiento del consumo doméstico les garantiza. Y si en verdad el comienzo en el trajín de las rutas internacionales le ha significado sufrir algunas pérdidas y contratiempos,

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al parecer por falta de experiencia, al menos se ha estado entrenando personal y adquiriendo relaciones, lo cual es positivo.

Al referirnos a una tarea básica, la exploración, obligatorio es recordar que la reacción de las compañías ante la política de no otorgamiento de concesiones fue la de reducir sus programas exploratorios. Lamentablemente, mientras las reservas nacionales se agotan, la exploración de la empresa estatal no está cubriendo el creciente déficit entre el volumen que se lleva a la superficie y las reservas que van quedando en los yacimientos. No han sido suficientes los aportes que el Fisco le ha venido dando para la búsqueda de nuevas reservas, y el financiamiento priva-do de este tipo de actividades no se obtiene a pesar de los programas que forman parte de toda la parafernalia de la Alianza para el Progreso, y de los organismos interamericanos que responden al criterio estadounidense de favorecimiento de la inversión privada en materia petrolera. Los recursos financieros se demandan de un sector público nacional lleno de problemas, con un adeudamiento acelerado y con una situación fiscal que se agrava, pues el gasto público aumenta con una orientación escasamente reproductiva y la inflación burocrática no tiene receso. A la empresa estatal se la ha inducido a proveer para sus inversiones a riesgo, en una fase inicial de su vida, con fondos provenientes del superávit de sus operaciones ordinarias y mediante la modalidad de los Contratos de Servicio.

Como lo han demostrado las negociaciones, los contratos no aseguran, necesa-riamente, ventajas con relación al sistema de concesiones. Todo depende de las cláusulas y de los conceptos que contengan. Y en mi opinión, ya expresada en diversos documentos públicos, la naturaleza del contrato ha sido deformada en las Bases aprobadas en el Congreso por una coalición AD-Copei-Perezjimenista, y se ha deteriorado lo que podría ser la aspiración a conquistar, a través de dicha mo-dalidad, los objetivos de una mayor participación financiera, de una participación operativa real, los correctivos llamados a quebrantar la estructura de dependencia del sistema de concesiones y las posibles vías de entendimiento con empresas que representasen directamente a naciones consumidoras.

Problemas comunes

Con la salvedad de alguna característica individual, resaltan los factores coinci-dentes que entraban el éxito de las empresas estatales. Existe, así, una notoria escasez de personal técnico en todos y cada uno de los respectivos países; faltan recursos financieros para atender la demanda de cuantiosas inversiones; es muy débil la capacidad industrial y la capacidad de investigación tecnológica y científi-ca requerida para conducir más independientemente la actividad petrolera en toda su complejidad. Este cuadro, que se reproduce de país a país, figura dentro de este otro mayor de la situación económica de América Latina, la cual funciona bajo el esquema de deterioro de las relaciones de intercambio que favorece a los Estados Unidos de América.

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El retardado progreso de América Latina en la industria petrolera ha obedecido, entre otras razones, a la dominación de que ha sido objeto por parte de los podero-sos consorcios extranjeros, inclusive a lo que podría llamarse una política estado-unidense de conservación de las reservas ubicadas en su propio territorio, concepto que se hace extensivo a todo el continente. Mientras se demora la búsqueda de reservas en América Latina, en el Medio Oriente se produce con aceleramiento; en parte, por la magnitud de los descubrimientos; pero, también, en atención a factores de orden geopolítico que impulsan a un agotamiento apresurado de sus campos. Los países importadores al no lograr su autoabastecimiento, como en algunos casos un esfuerzo nacional lo permitiría, quedan obligados a mantener su posición de compradores del petróleo que les venden las mismas compañías internacionales.

Las nuevas perspectivas

¿Cómo se puede lograr un acercamiento entre las empresas estatales de Améri-ca Latina, las cuales representan directamente a la propia colectividad, y cuya potencialidad podría dar origen a que abastecieran todos sus países con recursos provenientes de la misma zona, mientras se logran las metas de autoabasteci-miento que puedan estar buscando algunas de estas empresas? En principio, es distinto el enfoque de un país importador de petróleo que el de un país exporta-dor: el país importador está interesado en comprar a menores precios; y asimis-mo hay países importadores que no producen petróleo y no pueden tener como meta inmediata una política de autoabastecimiento. Por otro lado, la posición de gran exportador se ve con bastante suspicacia y se llega a sospechar que una empresa estatal puede servir de instrumento a las compañías internacionales. Así sucedió con motivo de la participación de la CVP en la organización de Arpel (Asistencia Recíproca Petrolera Estatal Latinoamericana). La explicación de nuestras dificultades y el intercambio de experiencias fueron permitiéndonos ganar un poco de confianza a tal extremo que esta situación puede considerarse superada. Sin embargo, la organización Arpel es un foro o un sitio en el que se intercambian ideas, se crean amistades, se conoce mejor la gente y hasta se pueden hacer negocios mediante acuerdos bilaterales; pero hay una debilidad implícita inherente a la misma condición interna de las empresas estatales some-tidas a las alternativas del desarrollo institucional de sus respectivos países. Los altos funcionarios de las empresas estables no tienen estabilidad y muchas veces son ajenos al interés mismo del negocio petrolero, pues su actividad principal está en otra parte y no en la empresa estatal; en ella buscan prestigio, relaciones con presidentes de compañías, de bancos, de organismos internacionales etcéte-ra y de pronto ciertos individuos, así tengan otras tareas que puedan asumir en la sociedad, buscan a través de influencias llegar a conquistar una posición en un organismo directivo de la empresa estatal. Cuando se asiste a una reunión inter-nacional y se encuentra gente muy competente y experimentada, se lamenta, fre-cuentemente, en la próxima reunión, que esa gente ya no figure en su delegación por haber sido destituida para que ocupe su lugar un señor Fulano de Tal que lo primero que hace es llegar hablando mal de la empresa que representa. Existe,

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sin duda, un abismo infranqueable entre el personal técnico y profesional de la empresa, y su cuadro directivo.

Ciertamente, el ambiente actual no es el más propicio para producir un cambio de estructura en la negociación internacional de petróleo; para reorientar las di-rectrices hacia acuerdos que puedan resultar beneficiosos para todos los países de América Latina, tomando en cuenta que, si bien es cierto que el petróleo venezo-lano, por ejemplo, puede tener un mayor precio en indeterminadas circunstancias, proviene de la región más cercana, su transporte es más económico y estable, y su gran variedad favorece las posibilidades de intercambio comercial dentro de las oportunidades creadas por los mecanismos de integración latinoamericana. Fórmulas de asociación, Contratos de Servicio equitativos y reales, entre otras mo-dalidades, podrían ser instrumentos útiles en este acercamiento, porque Venezuela estaría en capacidad de proporcionar una fuente de suministro estable; también, una experiencia como la que tienen varios de estos países que no están entrando por primera vez en la actividad petrolera. Con la ventaja del idioma común, con la gran capacidad instalada para la formación de los profesionales universitarios y las otras escuelas o unidades de educación, de entrenamiento que podrían establecer-se. Venezuela facilitaría la ejecución de una política de integración petrolera lati-noamericana. Y sin el costo social de la intromisión en la suerte política interna de cada país, ni afán de acaparamiento de sus otros renglones económicos rentables.

Naturalmente que para lograr un entendimiento se necesita conocer las realida-des nacionales y analizar los fenómenos políticos y económicos que afectan al hemisferio. El desarrollo que se pretende va a tropezar con los intereses creados y no va a ser por vía de puro razonamiento como se pueda llegar a los objetivos ambicionados. Asistimos a un proceso mundial de lucha en cuya formación juega un papel muy importante el control de las materias primas, y se está cada vez más consciente de que el cuadro político de retroceso que hoy vive América Latina no es ajeno a la situación de dominación económica que estamos sufriendo en las ac-tuales circunstancias. Conviene por lo tanto tomar conciencia de que la base social del respaldo con que se pueda contar en caso de necesidad, debe estar suficiente-mente identificada con los fines ulteriores.

Antes de concluir este recorrido de la trayectoria y vía crucis de los entes estatales, podría señalar como factor obstruccionista más persistente y eficaz, el predomi-nio en el propio territorio de las compañías extranjeras –las estadounidenses y del grupo Shell, casi siempre– constituidas en motor de la inseguridad, desequi-librio y debilidad de los proyectos de expansión capaces de asegurar la eficiencia operativa del sector público. Si las tales compañías contaron en el pasado con el respaldo de dictadores a la vieja usanza feudal para obtener y mantener ominosas concesiones, posteriormente, para imponer fórmulas de explotación más elabora-das, han echado mano de gobernantes comprometidos en programas de desarrollo

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económico favorecedores de las minorías privilegiadas, de la desigualdad social y del atraso de la región latinoamericana.

betancourt y su nuevo trato

Las apreciaciones anteriores pertenecen a un enfoque presentado en 1970. Al re-visarlas para su publicación, encuentro que el panorama latinoamericano ha va-riado poco; continúa en vigencia la formulación de una política integracionista latinoamericana fundamentada en los extraordinarios recursos que Venezuela está en capacidad de proveer, y se hace más imperativa, como factor clave, la vía de la explotación directa por el Estado, debiéndose para ello proceder a la nacionaliza-ción de la industria.

Semejante solución no cuenta con el respaldo de importantes sectores y de perso-nalidades como el senador Arturo Uslar Pietri y el ex presidente Rómulo Betan-court. Aunque este último se vuelve contra el primero en su reciente artículo en la revista Visión, ambos coinciden en aprobar el discurso pronunciado en el Congre-so Nacional por el Ministro de Minas, J.A. Mayobre, el 31 de mayo de 1967, como Betancourt lo asienta en Venezuela, política y petróleo y Uslar en su contestación parlamentaria a Mayobre.

Sobre esa sorprendente oración de Mayobre, la cual me permití criticarle en una correspondencia que le dirigí como Director General de la CVP –insertada, por cierto, en Cartas petroleras– hubo reacciones como las de un experto venezolano situado en los altos niveles de una gran compañía concesionaria, quien en un largo memorándum que me entregó personalmente y el cual apareció después en manos del presidente Leoni, comenzaba afirmando:

La exposición hecha por el Ministro de Minas e Hidrocarburos ante la Cámara del Senado el día 31 de mayo de 1967 revela claramente su deseo de negociar con las empresas petroleras privadas sin importarle el costo que esto significaría para el país. Todos sus argumentos están dirigidos a debilitar la posición que el Gobierno nacional había mantenido ante las empresas en defensa de su petróleo y para obtener una parti-cipación razonable en el negocio. Las conquistas logradas por el país a través de estos largos años de intensa lucha ahora peligran por la nueva política que se pretende llevar a cabo. El Ministro habla como un vocero de las empresas: que nuestro petróleo es el más caro, pues los impuestos venezolanos son los más altos; que nuestros obreros son los que ganan más; que nuestros pozos son de poca productividad; que nuestras reservas son pocas; que el alto contenido de azufre en el residual, etcétera, etcétera. No exageramos cuando afirmamos que esta exposición bien hubiera podido ser hecha por un funcionario de la Creole o de la Shell con muy pocos cambios.

Era ingenuidad del experto su insistencia en demostrar la futilidad y falacia de las argumentaciones de las compañías, cuando ellas cobran con melopeas de estilo, altos dividendos en los niveles gubernamentales, y acostumbran evadir la contri-bución que de ellas es de esperarse en tiempos de crisis. Así, cuando la emergen-cia fiscal afrontada por Betancourt en 1961 mediante una reforma impositiva que

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elevó la tasa sobre los sueldos de los venezolanos y rebajó en 10% los ya modestos devengados por los funcionarios públicos, no se les tocó ni un pelo a las ganancias de las compañías petroleras. Se estaba en plena caída de los precios arbitrada por ellas en su amenazante respuesta al aumento decretado por Sanabria en diciembre de 1958 y la demanda mundial había aumentado, lo que no impidió a Betancourt afirmar en la XVII Asamblea de Fedecámaras:

La participación que estamos obteniendo en el producido de esa industria nos parece en estos momentos satisfactoria, y no estamos pensando en que, mediante nuevas reformas fiscales, se aumenten los tributos y se ponga el petróleo de Venezuela en dificultad para competir con otros petróleos en los mercados de consumo.

Con todo y la alusión a una competencia inexistente en la realidad, debido a los mecanismos de transferencia que operan en las corporaciones integradas y a la venta del petróleo venezolano entre empresas filiales, es el ministro Pérez Alfonzo, quien al referirse al beneficio neto de las compañías en 1961, asienta complacido que “se sale de la línea de peligroso desestímulo a que había quedado constreñida la industria en 1960, colocándose en niveles aceptables para inversiones extranjera de la índole”. También Pérez Alfonzo juzga con exagerada buena fe la conducta de las compañías en el mismo texto de la introducción a la Memoria de 1961 cuando escribe: “No tiene, pues, base alguna el imaginar que la situación de dificultades atravesada por la industria venezolana sea un fenómeno localizado y obra exclusi-va de la reacción frente a las medidas adoptadas en defensa del interés nacional”.

Lo que se calificaba de “dificultades” para la industria correspondía en la prác-tica con el plan anunciado al ministro Julio Diez por el presidente de la Creole, Mr. H.W. Haight ante el alza hasta 45% del impuesto complementario sobre la renta, decretada el 19 de diciembre de 1958; o sea, con la entrada en vigor de “las medidas que gradualmente tengamos que tomar en resguardo de los intereses de la Compañía para contrarrestar los efectos de un aumento imposi-tivo”. Mr. Haight añadió, al tomar el avión de partida, que Venezuela recibiría como ingreso una cantidad inferior a la que venía percibiendo cuando el im-puesto era menor en 19%.

Efectos del deterioro de los precios y de otras medidas

La pérdida en la participación fiscal de la nación durante los cinco años 1959-1963 fue de 2.279.000.000,00 calculada en base a la participación alcanzada en 1958, cuando se había hecho sentir la influencia de la reforma fiscal de ese año y no obs-tante que el precio ya era 15 centavos de dólar por barril menor al de 1957.A los cálculos anteriores habría que añadir la repercusión en el volumen de empleo y en la remuneración promedio anual de la industria. De 43.331 empleados y obre-ros que tenía la industria como promedio en 1959 la nómina se redujo a 33.742 en 1963; esto es, fueron retirados 9.589 trabajadores, lo que implica una disminución de más de 22% en sólo 5 años. La réplica de la mecanización impuesta por nuevos procesos derivados de avances tecnológicos se acostumbra acompañar con cifras

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reveladoras del aumento en la remuneración anual promedio, la cual va de Bs. 24.156 en 1959 a Bs. 29.906 en 1963; pero al mismo tiempo la productividad –nú-mero de barriles producidos por hombres empleados– creció de 23.352 barriles en 1959 a 35.134 barriles en 1963. O sea, que mientras el salario promedio creció en 23%, la productividad por trabajador se elevó en 50%.

AñoParticipación fiscal

(millones de bolívares)

Utilidad neta

(millones de bolívares)

Compañías

Rendimiento %

Utilidad-activo

fijo promedio

1959 2.791 1.353 13,33

1960 2.639 1.283 12,74

1961 2.823 1.477 15,62

1962 3.225 1.694 19,03

1963 3.331 1.679 20,08

Variación

porcentual

en el período

19,3 25,8

Aumento

rendimiento 6,7

PARTICIPACIóN fISCAL UTILIDAD NETA y RENDImIENTO1959-1963

Al mencionar los datos anteriores es forzoso referirse a la irritante diferencia entre el salario promedio de los venezolanos y el de los extranjeros que sí era de 20.099 anuales para los venezolanos y de Bs. 54.715 para los extranjeros en 1959, en los años 1959-1963 se ensanchó el margen para llegar a Bs. 27.012 para los venezola-nos y a Bs. 71.549 para los extranjeros. Aquí no iba a detenerse el impacto; pues, como inmediata consecuencia del decreto de modificación de la tasa cambiaria del dólar dictada por Betancourt en enero de 1964 –ya había sido electo presidente el doctor Leoni–, la diferencia llegó en 1964 a Bs. 105.094 por cada extranjero empleado en la industria contra Bs. 28.902 que devengó cada venezolano como salario anual.

Si desechamos las diferencias atribuidas a la disminución de los precios del pe-tróleo en el exterior, reconociendo para ello el efecto de una intensa competencia en los mercados, el simple análisis de las cifras oficiales muestra que, mientras el ingreso de la nación por concepto de la Participación Fiscal creció en los cinco años 19,3% al pasar de Bs. 2.791 millones en 1959 a la de Bs. 3.331 millones, la utilidad neta de las compañías subió de Bs. 1.335 millones en 1959 a Bs. 1.679 o

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sea 25,8% en 1963, un aumento que elevó el rendimiento de su activo fijo neto del 13.33% a 20.08% en 1963.

Para lograr el estímulo del aumento de más de 6,7 puntos en el rendimiento del activo fijo neto de las compañías, la nación, además de la pérdida por la baja de precios impuesta en los mercados –¿obra de la competencia o acierto de Mr. Haight?– que alcanzó como vimos a Bs. 2.279 millones, aportó 418 millones de barriles más de sus reservas no renovables.

Las compañías pagaron sobre 70 millones de bolívares menos en sueldos y salarios en 1963 que lo cancelado por ellas en 1959 y aumentaron las cifras del desempleo, graves en la emergencia que llevó al gobierno a elevar los impuestos de los vene-zolanos y a reducir salarios de humildes funcionarios como maestros de escuelas y técnicos de Minas e Hidrocarburos encargados de la inspección de las compañías concesionarias. Este despacho, que en 1959 contaba apenas con 53 profesionales universitarios –entre ingenieros y geólogos– pierde 31 de ellos en el período que abarca hasta 1963, como producto de una mezquina política salarial, con elimina-ción de promociones y ascensos, que sólo podía mantener las raleadas filas con in-gresos de recién graduados, aptos para aceptar pasantías mientras adquirían cierta experiencia que luego les facilitara la obtención de sueldos más honorables fuera del Ministerio. El salario anual promedio de un empleado de la oficina Técnica de Hidrocarburos en 1963 era apenas de Bs. 16.073 mientras los empleados venezo-lanos de la industria –graduados o no– ganaban Bs. 37.417 en 1963 y Bs. 75.086 el empleado extranjero, el mismo al que la reforma cambiaria lo llevaría en 1964 a Bs. 109.542. El presupuesto total de la Oficina Técnica de Hidrocarburos se redujo de Bs. 11.393.984 en 1959 a Bs. 7.140.065 en 1963.

Divergencias y coincidencias

La respuesta de las compañías mostraba su insensibilidad al estímulo brindado por el abstencionismo impositivo de Betancourt; sin embargo, en diciembre de 1967, con los datos completos del comportamiento de las compañías en la serie de años que arranca de 1959, aún reitera:

Aumentarles los impuestos en esa hora concreta hubiera sido una invitación a que cerraran los grifos en Venezuela y los abrieran en el Medio Oriente. A pesar de todas esas sólidas argumentaciones, en las Cámaras Legislativas, y aún con apoyo de las fracciones parlamentarias de gobierno de Acción Democrática y de Copei, se incluyó a las compañías petroleras entre las que debían pagar el Impuesto sobre Dividendos. No se trataba de un mandato imperativo sino de una opción que el Congreso le daba al Ejecutivo. Resolvió entonces el gobierno no aplicar el impuesto sobre dividendos porque de él no podía eximirse a las compañías petroleras y estábamos convencidos de ser inapropiada la oportunidad para aumentar los gravámenes. El tiempo nos dio la razón en esa actitud tan firme como responsable. Crecieron en años posteriores las utilidades de las compañías petroleras y resultó así justo y posible que bajo el gobierno de Leoni se les alzara el Impuesto sobre la Renta, se llegara a un arreglo con ellas

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sobre el pago de los reparos y se negociara el sistema de precios de referencia para fijar cotización cierta a nuestros petróleos (Venezuela, política y petróleo, pp. 957-958).

Pérez Alfonzo había, a todas estas, cogido un camino diferente. Luego de su de-claración en la Embajada en Washington, en la tarde del 7 de diciembre de 1962 “nos quedarán los huesos… y no somos perros” se refugia en su quinta Camurana no pisa más el despacho en la Torre Norte del Centro Simón Bolívar. Mientras vanamente se le invita para el retorno, transcurre el año 1963 con las interina-rias de Hernández Grisanti y Julio César Arreaza, hasta que en enero de 1964 se produce la designación del doctor Pérez Guerrero. Pero todavía en julio de 1966 Pérez Alfonzo, quien confía en la acción de su Comisión Coordinadora de Precios que elaboraba el expediente para los reparos fiscales, exonera a las compañías de culpabilidad:

El deterioro de los precios del petróleo venezolano no es, como se imaginan algunas mentes simplistas, el resultado de las intemperantes amenazas formuladas por un incauto ex director petrolero, con ocasión de la elevación de impuestos decretada en diciembre de 1958 (Revista Vértice, julio-agosto, 1966).

Y añade con suavidad:

…también es cierto que dentro de esta realidad juegan algunas maniobras –o por lo menos negligencia– en algunas de las operaciones realizadas por ciertas empresas petroleras, en las que el precio de realización que declaran no se corresponde con los otros precios de la mayor parte de las operaciones de la venta del petróleo venezolano.

Luego le tocaría denunciar públicamente que los reparos habían sido cancelados con pagos irrisorios; que los convenios sobre precios de referencia suscritos por los Ministros de Minas y de Hacienda, Pérez Guerrero y Morales Crespo, con el respaldo de la reforma legislativa que retiró el impuesto selectivo para llegar a un alza insignificante, eran “una nueva imposición de la injusticia del capitalismo internacional en su insaciable explotación de los recursos de las naciones débiles y atrasadas”. Apreciaciones tan opuestas al criterio de Betancourt, como distante del comedido comportamiento del presidente está Pérez Alfonzo cuando califica el convenio que anticipa –otra vez con autorización parlamentaria– precios de referencia para los años 1972-1976:

...contrato, convenio o memorándum firmado por los Ministros de Hacienda y de Minas (Mayobre y Losada) y el presidente de la Creole el 5 de enero de 1968, prototipo de las transacciones con que las corporaciones internacionales aprovechan la indefensión de nuestros pueblos (Petróleo y dependencia, 1971).

Distinta es también la opinión del ex ministro cuando en este su último libro afirma que los Contratos de Servicio “son contrarios a la seguridad de la nación”.

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firmeza contra la nacionalización

Cualesquiera que sean las discrepancias alegables con respecto a varias de las recientes aseveraciones de Rómulo Betancourt, no puede discutírsele la consisten-cia de sus negativas a una nacionalización de la industria. Siempre insistía en sus intervenciones oficiales en la conveniencia de mantener a las compañías operando en el país: “Por ello no se propugna la nacionalización de la industria del petróleo y resulta una consecuencia que a todos se hace evidente que no se debe nacionali-zar la industria de la refinación o de la petroquímica” (Plan Cuatrienal de Gobier-no). Por si subsistieran dudas sobre el alcance de medidas como la creación de la CVP él se encargaba, a cada paso, de disiparlas: “No pretendemos convertirla en un competidor de las compañías petroleras para desarticular sus mercados”, “esta empresa nacional no viene a competir con las empresas privadas. La misma mo-destia del capital de trabajo que le hemos asignado, indica como son de limitados sus fines y objetivos; pero la CVP debe ser y será el vehículo de que se valga el estado para otorgar, ya no concesiones, sino Contratos de Servicio y otras fórmu-las de arreglo” (29 de mayo de 1961); “no hemos otorgado concesiones, porque las muy ricas que quedan, bien ubicadas, en el centro y en las riberas del lago de Maracaibo, estamos seguros de que van a ser explotadas mediante Contratos de Servicio” (29 de junio de 1963).

Notorias modificaciones a sus aseveraciones desde la presidencia son las que ha-ce Betancourt en febrero de 1972, después de la vigencia de leyes impulsadas por la oposición en el Congreso, cuando alude a la existencia de alternativas que permitan al Estado “asumir el control total del negocio, en todas sus fases; o –lo que parece más realista– producir el petróleo con sus propios recursos técnicos y materiales, y suscribir contratos de transporte y mercalización (?) en condiciones ventajosas para los países productores, con empresas internacionales”. Antes tam-bién condenaba el monopolio estatal del mercado doméstico:

No es cierto que haya declarado el Ministro de Minas e Hidrocarburos que se va a decretar el monopolio de la distribución de gasolina a favor de la CVP. Nosotros somos gente res-ponsable, nacionalistas integrales, pero no demagogos. Una cuota-parte de la distribución la hará la CVP. La otra la harán las empresas particulares (7 de febrero de 1964).

Pero ahora, en vísperas de su regreso, escribe en Visión: “La meta, alcanzable dentro de un tiempo previsiblemente corto, es que el mercado interno de productos hidrocarburados sea monopolio estatal”.

El pragmatismo como doctrina

Las aparentes contradicciones de Betancourt y el vigor antiestatista de sus jui-cios sobre los sucesos de otras naciones, corresponden a una actitud doctrinaria convicta y confesa: “Nosotros, en Venezuela, somos pragmáticos antes que dog-máticos y no creemos que la nacionalización sea una panacea” (17 de febrero de 1964). Si en su discurso-programa de 1958 se compromete a realizar una sentida

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consigna: “Y no nos limitaremos a obtener que las compañías petroleras aporten al Estado mayores ingresos, sino que también será creada la Flota Petrolera Nacio-nal…”, a los 13 años del comienzo de su gobierno, prefiere suscribir “contratos de transporte y mercalización” con empresas internacionales y recomienda no distraer fondos “en el financiamiento de muy costosas líneas navieras de trans-porte; y dejar el marketing del combustible, llave maestra en ese y en los demás aspectos de comercio internacional, en quienes tienen una red mundial de distri-bución” (12 de febrero de 1972).

En 1943 para negar el voto a la Ley de Hidrocarburos –la acusada de “Ley conve-nio” elaborada por las compañías con asesores del Departamento de Estado; Her-bert Hoover, hijo, entre estos– comparte el criterio de que es “una ley transitoria y que habría de ser modificada en un futuro cercano”; que “las nuevas concesiones que se otorgaren de acuerdo con la ley quedarían viciadas en cuanto son contrarias al interés público”, porque significan la “sanatoria de todo vicio anterior y termi-nación completa de toda acción o reclamo que pudiera originarse”. Pero la dicha transitoriedad ha durado hasta esta fecha y posiblemente acompañe hasta su ven-cimiento a las concesiones que, a raíz de la promulgación de la ley, dio el gobierno del general Medina Angarita.

La misma suerte corrió el juramento de nulidad de las otorgadas por la dictadu-ra perezjimenista en los años 1956-1957. Desde el mero comienzo del período iniciado en 1959, el gobierno constitucional proclamó que la tesis de la nulidad continuaba teniendo “su base jurídica, pero su aplicación práctica, económica, no aparece claramente favorable al interés colectivo” (Petróleo, jugo de la tierra, p. 35). Así razonaba Pérez Alfonzo, quien al asentar que “la forma y procedimiento seguidos para acordarlas parecen haberse ajustado a la ley y reglamentos”, coin-cidía con el dictamen de la comisión de expertos que rindió su informe el 20 de mayo de 1958. Lamentablemente, bajo esta cubierta protectora, escaparon a la justicia los que se habían enriquecido ilícitamente con la tramitación de las conce-siones “legales” cuyo vencimiento ocurrirá por los años 1996 y 1997.

Nadie niega el progreso

¿Quién se atrevería a negar al ex presidente el aliento transformador implícito en la creación de la CVP, de la Comisión Coordinadora y la participación en el lanzamiento de la OPEP? Ni siquiera Uslar Pietri, traído a colación en “una gra-tuita mención” –según AUP–; pues este elogia, en declaraciones a Bohemia del 22 de febrero de 1971; “el gran papel desempeñado por la OPEP y desea –como Betancourt casi llega a decirlo en su reportaje intercontinental– que en 1983 la industria sea lo más nacional posible, y si fuera posible totalmente nacional, me-jor aún”. Nadie niega el progreso. Lo que se trata es de evaluar la distancia entre el dicho y el hecho; entre los proyectos y las obras ejecutadas ¿Guarda relación el crecimiento de la CVP con la responsabilidad de manejar las áreas en concesión? ¿Ha favorecido la OPEP un aumento en las ganancias de las compañías, mientras

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continúan siendo manipuladas las tasas de producción para enfrentar unos países contra otros, y las empresas estatales venden con descuentos superiores a los per-mitidos a las compañías? ¿Para qué sirve la Comisión Coordinadora si el prag-matismo oficial aprueba transacciones tan desventajosas como aquellas inmune sanatoria de la ley de 1943?

Convenios de transacciones

Valga como ejemplo el de uno de los “Convenios de Transacciones” suscrito a comienzos de 1967. Si su alcance cubriese sólo los reparos fiscales por descuentos exagerados en las ventas, lógico sería prorratear el ingreso derivado de ellos entre los años correspondientes para así aumentar la participación unitaria; pero su obje-to se extendió a convalidar todo el pasado comportamiento de las compañías:

Cláusula Segunda: Examinados los libros, registros y documentos pertinentes, en lo que respecta a los ejercicios anteriores a 1966, la República, en virtud de esta transacción y en consideración al pago estipulado en la cláusula anterior, (unos miserables diez millones de dólares: observación Rubén Sader Pérez) , declara que nada más tiene que reclamar por razones de estimaciones de oficio por precios de exportación de crudo y productos y por concepto de ingresos, costos, deducciones, desgravámenes, rebajas de impuestos, multas, liquidaciones complementarias y cualesquiera otros que pudieran dar lugar en dichos ejercicios a reparos por aplicación de la Ley de Impuesto sobre la Renta.

Menos mal que algún humorista de las compañías aceptó salvar la honra de los representantes del Estado estampando al final de la cláusula:

...dichas compañías declaran que nada más tienen que reclamar por razón de solicitud de reintegros en relación con los ejercicios a que se refiere esta cláusula, por concepto de Impuesto Sobre la Renta, con excepción del reintegro a que se refiere el anexo D.

Los tiempos han cambiado

Los parlamentarios que en 1961 aceptaron la argumentación gubernamental para no pechar las ganancias de las petroleras, pero que establecieron un impuesto a los divi-dendos que Betancourt no aplicó –“a pesar del apoyo las fracciones parlamentarias de gobierno de Acción Democrática y de Copei”, recuerda Betancourt desde Berna– le rechazan al presidente Caldera la exclusión de las concesionarias en la reforma fiscal apadrinada por el doctor Pedro Tinoco, hijo, desde el Ministerio de Hacienda. Cuando aprueban el alza hasta 60% de la renta neta, le dan carácter de mandato de obligatorio cumplimiento para el Jefe del Estado. Muchos de los parlamentarios, extendiendo un aval de ciega confianza a los proyectos del Ejecutivo dieron su voto al retiro del selectivo, a los convenios de precios de referencia, de sacrificios fiscales para la desulfuración y a las negociaciones de la Petroquímica. Pero hoy están de regreso del sometimiento a razones pragmáticas que siempre giraban en torno a la estabilidad del régimen democrático, y con el apoyo, por cierto, de las fraccio-nes parlamentarias de gobierno de Copei y de Acción Democrática, el Congreso

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modifica el criterio oficial sobre la reversión y la utilización del gas, y se prepara para nacionalizar el mercado interno de los derivados de hidrocarburos.

Ahora sí que se van a disminuir realmente los exorbitantes beneficios de las compañías en Venezuela, porque antes pudieron trasladar el alza de impuesto a los consumidores extranjeros. En efecto, con todo y el aumento de los impues-tos y costos de operaciones, y habiendo producido 52 millones de barriles menos en 1971 que en 1970, el pasado año las ganancias de las compañías aumentaron en 600 millones de bolívares; su utilidad neta por barril subió de Bs. 1,27 a Bs. 1,77 y el rendimiento del activo fijo neto, a precios de realización, pasó de 23,46% a 31,57%. Si se hace el cálculo con los precios de exportación fijados por el Ejecu-tivo, el rendimiento llega hasta 47,80% dice la Memoria del Ministerio de Minas e Hidrocarburos.

Parece poco factible, en consecuencia, sorprender a fieles e incrédulos con el lan-zamiento a la distancia de columnas de humo de paja que anuncian las primeras candelas de la estación electoral en puerta. Al fin y al cabo Venezuela ha entrado en una actitud de madurez, de afirmación del sentimiento mayoritario de la colecti-vidad en cuya implantación dieron lo suyo, en capítulos ya entregados a la historia, políticos como el ex presidente Rómulo Betancourt.

13 de mayo de 1972

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CAPÍTULO vILA vÍA vENEzOLANA HACIA LA ExPLOTACIóN DIRECTA DE LOS HIDROCARbUROS

La preocupación central de este foro es el gran tema de la nacionalización de la industria petrolera en Venezuela. Yo me voy a referir a él, haciendo uso de esa ex-periencia de empresario del sector público, que me reconoció el doctor Rodríguez Eraso, y de la cual no puedo desprenderme. Voy también a utilizar argumentos con cierto carácter técnico, así como otros argumentos que están involucrados en la discusión de un problema que no se puede considerar desde un solo ángulo, porque en él está comprometida, posiblemente, la suerte de nuestro país en los años venideros.

El concepto de la nacionalización no lo voy a analizar desde un punto de vista político, como una fórmula para lograr la mejor distribución de la riqueza; lo voy a discutir, simplemente, como un medio para llegar a un fin, a un objetivo que comparto –estoy seguro– con un gran número de venezolanos, y es el de que los yacimientos de hidrocarburos sean explotados directamente por el Estado.

¿qué significa nacionalización?

Cuando hablamos de nacionalización a veces la imaginación tiende a caer en la tentación de recoger algunos alegatos que se plantean en el sentido de señalar la posible participación de empresarios privados venezolanos en nuevas fórmulas de explotación de los hidrocarburos. La nacionalización es, más bien, una medida administrativa que permite que la comunidad se haga cargo de la explotación de un renglón industrial o de una materia prima en beneficio de toda la nación. Nacio-nalizar significa así que vaya la explotación a la nación y no a los particulares.

Cuando aquí se abre este debate interpretativo sobre el alcance de la denominación es por la simple circunstancia de que las empresas por nacionalizar en Venezuela son empresas extranjeras. Ese debate no es similar al que se ha dado en otros países situados dentro del área capitalista y en los cuales, bajo diferentes sistemas políticos, se ha procedido a la nacionalización de todo un sector industrial, o de algunas industrias en particular, en cuyos casos, aún las mentes conservadoras han estado de acuerdo con que la nacionalización se lleve a cabo. Razones supremas de interés nacional han aconsejado estas medidas sobre las cuales vale la pena referirse a su aspecto positivo, a sus ventajas, por cuanto que, habiéndome confe-sado como un partidario de la nacionalización, creo que el camino más apropiado es este, el de destacar su justificación.

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¿Por qué se nacionaliza?

En un país se va a la nacionalización cuando interesa afectar a una industria básica para el desarrollo del país, de manera de asegurar un crecimiento equilibrado de la economía, un crecimiento que no esté dominado por el criterio egoísta de los bene-ficiarios de las grandes empresas que tienden a constituirse y a agruparse en mono-polios. Cuando esta situación de monopolización toma fuerza dentro de los países del sistema capitalista, se ha ocurrido a la aplicación de soluciones de nacionali-zación, particularmente en los ramos de los servicios públicos, y como dije, aún con el respaldo de sectores conservadores. La medida administrativa busca, gene-ralmente, estabilidad en los precios o estabilidad en los ingresos fiscales, aspecto este que a nosotros interesa tanto, por cuanto que sabemos de la gran participación de la renta de hidrocarburos en nuestro presupuesto. Busca, también, la eficiencia operativa evitando la competencia indiscriminada y dispendiosa originada en una multiplicidad de empresas, cada una con prácticas de administración diferentes, con estilos distintos, para obtener en su lugar el fortalecimiento de una industria conforme a programas de integración y de planificación. Nosotros tenemos en este último aspecto, experiencia de grandes fracasos en el campo de la actividad pe-trolera de las compañías concesionarias. Algunos de los fracasos son explicables; pero la pregonada eficiencia a la que sólo se llega a través de las empresas petro-leras privadas, es bastante cuestionable y sujeta a un análisis que los venezolanos debemos hacer con todo cuidado. ¿Cuántos de estos fracasos han sido financiados por el tesoro nacional? ¿Cuántas de estas compañías todavía actúan con una gran ineficiencia en el país, a pesar de tener 30 o 40 años operando en Venezuela? ¿Cuántas de estas compañías muestran bajos índices de rentabilidad no obstante los altos volúmenes de producción que manejan? Es, entonces, también una razón de búsqueda de mayor eficiencia la que lleva al Estado a pensar que debe hacerse cargo de la explotación de la industria vital para nuestra subsistencia.

En cuanto a la ventaja económica casi es innecesario abundar en ella, después de haber oído aquí citar cifras en relación con los dividendos que no tendrían que irse al exterior, o con el monto de las partidas que por vía de depreciación, amortización y agotamiento cogen el mismo camino. La retención de estas cantidades de dinero no solamente significaría una ganancia para el país en términos monetarios, sino algo más: la posibilidad de ahorro de un recurso natural no renovable. Si el petróleo se agota tenemos que procurar que dure el mayor tiempo posible, pues no solamen-te vamos a ganar más el día que el Estado controle su explotación, sino que vamos a gastar menos petróleo para darle al fisco por lo menos los ingresos que le producen las compañías extranjeras.

Dependencia económica y política

Estas ventajas, a las cuales se les podrían añadir algunas otras, están acompañadas de especiales circunstancias que en nuestro país respaldan la tesis de la explotación

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directa por el Estado. La circunstancia especial más a la vista de ustedes en la situación de dependencia política y económica a que está sometido el país, preci-samente por la subsistencia en esta época del sistema de concesiones que pone en manos de las compañías extranjeras el control de la producción y, en esa misma medida, el de los ingresos fiscales que pueden aumentar o disminuir conforme a los planes que dichas compañías se tracen. Esta situación de dependencia que bien conocemos, pero que, con frecuencia, muchos venezolanos parecen olvidar, se nos ha hecho presente en algunas oportunidades en que se ha tratado de mejorar la participación fiscal, y acerca de la cual se ha dicho aquí que se va movien-do favorablemente de año en año, como si fuera en cumplimiento de un proceso trivial, tranquilo, manso, cuando ha sido, en verdad, producto de una contienda dura y difícil y también del deseo sostenido, de la lucha incesante de las grandes mayorías para que Venezuela obtenga superiores beneficios de la explotación de su riqueza básica.

La dependencia de la industria petrolera no es solamente en el aspecto económico que nos preocupa sino también en el aspecto político, en lo que concierne a nuestra suerte como nación libre e independiente. Las compañías responden a los intere-ses de sus accionistas extranjeros, mayoritariamente norteamericanos; pero no es ningún secreto y lo vemos con frecuencia en los cables de prensa, que ellas están alineadas conforme a las directrices que imparten el Departamento de Estado y el Foreign Office. Tal situación, que no es producto de una imaginación sectaria, sino de hechos que están al alcance de todos los venezolanos, es digna de tomarse en cuenta para que, cuando se analice la conveniencia de la nacionalización como un negocio, se aprecie también que en ese negocio está en juego nuestra independen-cia, nuestra soberanía.

Disminución de reservas

Otra circunstancia especial que justifica la tesis de la explotación por el Estado de los recursos de hidrocarburos es, precisamente, la que ha venido utilizando la industria para hacer que el Estado cambie su posición, vale decir la disminución de las reservas presentada como un hecho alarmante que debemos resolver en térmi-nos inmediatos. Como la industria está en manos extranjeras, las reservas de que dispone el país están calculadas por las compañías en función de la expiración de las concesiones; entonces, si hacemos el cálculo de la duración teórica de estas re-servas, encontramos una coincidencia de la fecha de expiración de las concesiones con el momento del agotamiento de nuestro petróleo. Así para el año 1960 que fue el año en que se decretó la creación de la CVP la duración teórica de las reservas del país era de 16,6 años y para fines de 1970, la duración era de apenas 10,4 años. ¿Qué es lo que ha sucedido para que en virtud del aumento de los volúmenes de producción unido a la escasez de la actividad exploratoria, la duración teórica sea hoy de apenas 10,4 años? Ha sucedido, simple y llanamente, que el sistema de concesiones que está en vigencia en la forma como ha venido siendo aplicado, y en

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la forma como ha venido siendo interpretado por las autoridades gubernamentales, ha permitido que la actividad exploratoria disminuya conforme a la voluntad de las compañías petroleras. No es el gobierno, en efecto, el que tiene a su cargo la explo-ración ni la explotación de las áreas dadas en concesión, sino las mismas compañías que, por cierto, se muestran muy celosas de sus prerrogativas en relación con el manejo de las áreas que tienen otorgadas. Ellas tendrían que responder explicando cuáles sino motivos políticos son los que las han llevado a disminuir su actividad exploratoria, de tal suerte que acercándonos al vencimiento de las concesiones se ha ido estrechando este margen de confianza que puede tener el país en el volumen de sus reservas. Resulta que si analizamos las áreas que las compañías tienen otor-gadas, encontramos que apenas 20%, para esta fecha, está sujeto a explotación; que solamente el 23,8% es el área probada; que el descenso de la actividad exploratoria es marcado desde el año de 1960, fecha en la que se anunció públicamente la irrita-ción de las compañías por la creación de la empresa estatal1.

Pero en 1960 faltaban 23 años para el vencimiento de las concesiones, período suficiente para que las compañías cumplieran una actividad exploratoria como era de esperarse conforme el espíritu de la ley y al texto de sus respectivos títulos. Hoy las compañías se encuentran frente a la circunstancia de que apenas restan 12 años para la devolución de las dichas concesiones, y dentro del área en su poder existe un volumen extraordinario de reservas que no ha sido traído a la superficie por ellas en el tiempo que les falta. Para darles una idea de esta situación voy a citar el área probada de algunas compañías en el año de 1960, y el área probada de esas mismas compañías en el año de 1970, 10 años después.

áreas ociosas

La Creole en 1960 tenía un área probada de 160.400 hectáreas y en el año 1970 el área probada era de 173.600 ha, apenas 13.000 ha más la Shell tenía 94.500 hectá-reas de área probada en 1960 y en el año 1970 llegó a 101.600 ha. La Mene Grande, en la que participan la Creole y la Shell pasa de 101.800 ha en 1960 a 136.200 ha en 1970. La Mobil de 35.800 ha en 1960, pasa a 38.700 ha en 1970. Es decir, que la actividad exploratoria ha sido prácticamente insignificante, lo que demuestra tam-bién, al lado de la ineficiencia de las compañías, la ineficiencia de los gobiernos ve-nezolanos para hacer que las concesionarias extranjeras cumplan los programas que

1 En el Primer Congreso Venezolano de Petróleo, instalado el 24 de marzo de 1962, los profesionales Leo M. Wright, José M. Pantín, W.A. Moler, A. Spoor y B.C. Pantín, en representación de la Sinclair Venezuelan Oil Company, Creole Petroleum Corporation, Compañía Shell de Venezuela, Mene Grande Oil Company, afirman en la página 95 de la ponencia sobre exploración: “La Corporación Venezolana del Petróleo se fundó en el año 1960 como una compañía petrolera nacional bajo el control del Gobierno. A esta compañía le fueron asignadas en el lago, zonas adyacentes a áreas de reservas probadas. En diciembre del mismo año la Corporación abría licitación para una plataforma de perforación en el lago. Como reacción a esta competencia nacional y a la política del Gobierno opuesta a la adjudicación de concesiones, en el año 1960 la industria del petróleo redujo sus operaciones en Venezuela”.

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deben llevarse a cabo conforme a lo previsto en la Ley de Hidrocarburos. No se les ha entregado, en efecto, un área en concesión para que la exploten morosamente, a la medida de sus líneas políticas, a la medida de su interés en un momento dado, el cual puede ser el de confrontar a los gobiernos del país de manera de llevarlos a to-mar medidas que puedan ser más favorables a sus puntos de vista. La disminución de la explotación demuestra, por lo demás, que dejar el descubrimiento de nuevas reservas capaces de impensar el agotamiento de los campos en manos de las com-pañías petroleras extranjeras es peligroso para la nación venezolana.

Las cifras en disminución de las reservas nos tienen que llevar a pensar que so-lamente un criterio nacional, expresado a través de la voluntad del Estado, es el que puede resultar más satisfactorio para los intereses de los venezolanos. Sin embargo, existen otros criterios que necesariamente tienen que reproducirse ante la opinión pública con el objeto de presentar, por una parte, cierta objetividad en la argumentación, y por otra parte, de enterar a la opinión pública de manera que ella pueda formarse su propio criterio. Recuerdo, por ejemplo, que recientemente un profesional técnico venezolano, que forma parte de la Junta Directiva de la Creole, analizó las cifras de las reservas señalando que para el año de 1965 la duración teó-rica de ellas era de 13,6 años y parta el año de 1969 esta duración se reducía a 11,3 años. Su conclusión consistía en que “esto parece indicar que el factor tiempo, que es el determinante en esta cuestión, trabaja contra Venezuela”, y por ello sugería este profesional venezolano, “tomando en cuenta el lento proceso de la elaboración del nuevo modus operandi” de los Contratos de Servicio, es necesario acelerar los mecanismos para permitir que el petróleo continúe siendo un factor dinámico en la economía venezolana. Es decir, que este técnico venezolano, directivo de la Creo-le y cuyo nombre es ingeniero Federico Baptista, en lugar de cuestionar la razón por la cual la Creole mantiene tantas áreas ociosas bajo su control y ha disminuido su programa exploratorio, se empeña más bien en que les sean entregadas nuevas áreas a las compañías extranjeras y anuncia, inclusive, que para el desarrollo del golfo de Venezuela ya es posible la organización de empresas mixtas.

No está solo el doctor Federico Baptista –Freddy entre sus amigos–, porque re-cientemente otro profesional venezolano, directivo de la Shell, al analizar las ci-fras desde 1965 hasta esta fecha, estas cifras lo llevan a recomendar estímulos para que las concesionarias puedan cumplir la función de descubrir el petróleo que el Estado venezolano necesita. En este caso se trata del doctor José Giacopini Zárra-ga. Él responde a una pregunta que le formula en un foro que publica el periódico La Verdad, el doctor Alfredo Baldó Casanova y la cual es extraída de un libro que recientemente publiqué, llamado Temas para un cambio de régimen político. El doctor Baldó no hace cita del libro ni del origen, pero entrecomilla el texto para averiguar si es cierta la tesis de que el Estado al hacerse cargo de la industria ten-dría necesidad de menor producción por cuanto que ahorraríamos lo que necesa-riamente deberíamos producir para pagar dividendos a los accionistas extranjeros.

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El doctor Giacopini, naturalmente, reconoce que es cierto el postulado, pero añade que lo que tiene que preocuparnos es el descubrimiento de nuevas reservas porque, para el año de 1980, apenas llegaremos a una producción de 2.000.000, de barriles diarios de petróleo. Casualmente, en la misma fecha de la cual arranca el doc-tor Baptista para su comparación –1965– había dictado una conferencia el doctor Giacopini Zárraga, conjuntamente con el presidente de la Shell, presentando un panorama muy distinto. Para 1980 él estimaba que en las áreas de las viejas con-cesiones –no incluía las otorgadas por el dictador Marcos Pérez Jiménez– Vene-zuela tendría en reservas 20.000.000.000 de barriles de petróleo, y que podríamos producir para esa fecha 4.300.000 barriles diarios con una duración teórica de las reservas para esa fecha, de 15 años. Pero entonces Giacopini argumentaba que era necesario darle estímulos fiscales a las concesionarias, por cuanto que la recupe-ración secundaria demandaba inversiones adicionales y el régimen impositivo de 1965 era insoportable. Hoy el régimen impositivo ha cambiado, la situación inter-nacional ha cambiado también, pero ha cambiado la estimación técnica del doctor Giacopini. O se ha modificado esta para empeorar las conclusiones apoyadas en sus cálculos de entonces. O, simplemente, lo ha hecho quedar mal su memoria en las declaraciones del domingo pasado.

baja en la perforación de la CvP

Aunque la disminución de las reservas podamos achacársela principalmente a las compañías internacionales, nos debe preocupar para estimular la búsqueda de co-rrectivos que lleven al país a etapas superiores a las hasta ahora alcanzadas en el control de la industria. Dentro de estos correctivos está la creación y funcio-namiento de la Corporación Venezolana del Petróleo. No quiero abundar mucho en el tema de la CVP, un tema de mi especial predilección, porque, como dijo el doctor Monsalve, bastante que hablé de la CVP y los Contratos de Servicio en pasadas conferencias. Por allí andan recogidas algunas charlas que muestran mi posición al respecto, por lo demás, esa labor de divulgación de sus actividades la sigue cumpliendo la CVP y la opinión venezolana tiene elementos de juicio a su alcance como para pronunciarse en relación con lo positivo, lo ventajoso, lo favo-rable de la existencia de la CVP. Pero sí debe preocuparnos qué es lo que hace la CVP y qué es lo que debe hacer la CVP. No el defender la CVP a troche y moche por el hecho de que sea una empresa estatal, sino cuestionar su gestión, cuestionar su política, analizar sus programas, evaluar su actuación total. Así encuentro que la exploración en la CVP también ha disminuido: que la perforación de pozos ha descendido notablemente en la CVP. En el año 1968, por ejemplo, se perforaron 37 pozos; en el año de 1969 se perforan 17 pozos, menos de la mitad, y en el año de 1970 se perforan 19 pozos. Pero no se perfora en el año 1970 ni un solo pozo exploratorio. Esta situación, necesariamente tiene que preocuparnos, sobre todo cuando vemos que, existiendo recursos y disponibilidades para que la CVP desa-rrolle una labor exploratoria de mayor envergadura, estos recursos no se ponen a su disposición.

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Me estoy refiriendo al Plan de Inversiones presentado al Congreso Nacional por el señor Ministro de Hacienda y en el cual no aparece ningún aporte para actividad exploratoria de la CVP en las áreas del golfo de Venezuela o en el sur del lago de Maracaibo, que son áreas prioritarias, por cuanto que de ellas se ha hecho un estudio más a fondo, un estudio más reciente con base en las interpretaciones de los levantamientos sismográficos. Es allí donde existe una mejor expectativa de petróleo y es allí donde está concentrado el interés de las compañías internacio-nales. En su lugar, hay otros programas exploratorios cuya importancia no voy a desconocer; pero que se relacionan con la faja bituminosa, con áreas en Guárico y áreas en Barinas. No ofrecen ellas la expectativa de aquéllas donde actualmente tenemos dificultades con los consorcios y también problemas con otros países, por la potencialidad petrolífera que existe particularmente en la zona del golfo.

La mala vía contractual

Es cierto que a la CVP se le confió la posibilidad de desarrollar un nuevo acuerdo, una nueva vía de colaboración con las compañías, para ver si era posible lograr su participación en fórmulas que las transformaran a ellas en Contratistas de Servicio de la empresa estatal. Pero tanto se habló en un comienzo de los contratos de ser-vicio, tanto se dijo al principio de la no peligrosidad de la CVP, de la no intención de la CVP de competir con las grandes compañías –quizás eso se dijo por razones políticas que no conozco– tanto se dijo, que las compañías creyeron que el estado estaba buscando, en lugar de una nueva estructura de relaciones, apenas un mote, un nombre, una denominación distinta con el objeto de disfrazar la entrega de nuevas áreas que satisfacieran sus aspiraciones de “estímulo” para continuar ex-plorando y explotando el país.

En tales condiciones recibimos varias ofertas: a mí me tocó recibirlas. Y no hago aquí ninguna revelación de secretos, ni rompo ningún juramento de confidenciali-dad, cuando destaco informaciones que están en las Memorias oficiales y en otros documentos públicos, pero que, generalmente, pasan desapercibidas. Por ello vale la pena volver sobre algunos de estos casos, porque nos pueden ilustrar en rela-ción a lo que ha venido presionando el criterio de algunos de sus directivos. Por ejemplo, en el año 1964 la Creole presentó una proposición para explotar áreas con la CVP en el golfo de Venezuela y en el sur del lago, cuya extensión era de 880.000 hectáreas y por un período de 59 años; es decir, que si la concesión no se puede otorgar por más de 40 años, lo que proponían no como concesión sino como una compañía mixta podría prolongarse hasta por 59 años. La Shell presentó una proposición para que se le permitiera explotar en una fórmula de asociación con la CVP los 5.000.000 de hectáreas de la llamada Faja Bituminosa, 5.000.000 de hectáreas, o sea más del doble de lo que todas las compañías tienen en concesiones para el año 1970: 2.328.741 hectáreas. En esta proposición, como no se trataba de petróleo, propiamente, sino de una materia “muy pesada”, “muy costosa de traer a la superficie”, que estaba en plan experimental, entre las condiciones estipu-

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ladas por dicha compañía aparecía la de que no pagaría “regalías”, impuesto de explotación.

Dentro de semejante ambiente se prepararon las Bases Mínimas que fueron objeto de un gran debate y produjeron la movilización de poderosos sectores de la opi-nión nacional con la denuncia de que eran inflexibles y tenían que modificarse para llevarlas a términos reales. Bien, no se modificaron las Bases en ese período; pero, con motivo del nuevo Congreso, ese que está reunido actualmente, sí se pudieron llevar a términos realistas. Las modificaciones, en mi concepto, transformaron y deterioraron el esquema inicial de los Contratos de Servicio. Prefiero, sin embargo, no abundar sobre esta materia porque ya he hablado bastante de ella en otras oca-siones y no es el tema en discusión esta tarde; simplemente, ella me lleva a refe-rirme al hecho de que los Contratos de Servicio tenían que ver con la búsqueda de nuevas reservas y con la posibilidad de encontrar una fórmula de colaboración que permitiera la colaboración de las compañías extranjeras siempre que se ajustaran a los requerimientos de la empresa estatal. No voy, pues, a analizar otros elementos, sino apenas uno que tiene que ver con las reservas: los contratos se servicio que están por suscribirse con las empresas Móvil, Shell y Occidental, aparentemente no han tomado en cuenta un principio básico que era el que condenaba las áreas ociosas en poder de las compañías. Se decía, entonces, que para optar a un contrato de servicio la concesionaria tendría que justificar su necesidad de nuevas áreas o comprometerse a ejecutar en las áreas en concesión un programa exploratorio, en términos ajustados al interés nacional. Más, como mencioné anteriormente, las fu-turas contratistas tienen como concesionarias una gran extensión de áreas ociosas. La Mobil apenas tiene un área probada de 26%. La Creole no está calificada en este momento para los contratos. La Shell tiene 33% y la Occidental es una compañía que habría que juzgarla por su actuación en otros países.

¿Para qué contratos a estas alturas?

Pero lo que se plantea es esta situación: si el mercado internacional no presenta problemas como ha sido expuesto aquí, en esta misma tribuna; si las cifras de la CVP muestran que es fácil en estos momentos llegar a los mercados extranjeros, que existe una demanda creciente de petróleo en el mundo y, por otro lado, las reservas de la CVP señalan un nivel crítico, ¿por qué tiene la CVP que contratar estas áreas con las compañías que ya he nombrado? ¿Cuál es la razón verdadera para que se suscriban ahora Contratos de Servicio? Frente a este cuestionamiento seguramente va a surgir por allí el criterio de alguno de esos caballeros que siem-pre sostienen la ética comercial como principio normativo de su conducta, como si ignoraran que la ética comercial lleva a las compañías a hacer sólo lo que conven-ga a sus intereses en la forma más estricta y rigurosa. Si una compañía petrolera va a suscribir un convenio y en ese instante recibe un cable o una noticia telefónica que le sugiere suspender la suscripción de ese acuerdo, lo cancela sin pudor, sin

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vacilaciones, sin crisis de conciencia de ninguna naturaleza. Así también tiene que hacer el Estado venezolano.

Otra de las circunstancias especiales que recomiendan la toma por el Estado de la explotación de los yacimientos de hidrocarburos, está constituida por la proximi-dad de la fecha de reversión de la mayoría de las concesiones en poder de las em-presas extranjeras, aunque no voy a analizar la reversión exhaustivamente, porque este tampoco es el tema de esta tarde y además tenemos programado un segundo ciclo de conferencias que tratará exclusivamente sobre esta materia. Es un hecho cierto que la reversión está muy vinculada con la nacionalización y en esa área de vinculación es que quiero asomarme al problema.

Ellas rechazan la reversión

Aquí se ha dicho: ¿para qué nacionalizar si ya viene la reversión por allí? También se ha dicho algo más serio, esto es: ¿para qué se va a cambiar el sistema de conce-siones si es un sistema que da tantas ventajas para el país y es tan adaptable a las nuevas condiciones que es preferible al riesgo de que el Estado acometa el difícil y aleatorio negocio del petróleo? Tal interrogante evidencia que las compañías tienen el propósito, el deseo, la aspiración de mantener bajo su control las áreas otorgadas aún después del vencimiento de sus respectivos títulos.

No dicen otra cosa cuando afirman por boca de sus abogados y de otros portavoces calificados su posición en relación con la interpretación jurídica de la reversión. Esa interpretación les permite actuar con plena conservación que podrían permitir-le al Estado, en la fecha oportuna, asumir en condiciones normales la explotación de los yacimientos que pasarían a su poder. Por ello han venido actuando, como es público y notorio, en forma desenfadada en la venta de equipos y materiales petro-leros; en el desmantelamiento de campos; en la cesión de “campos marginales”; en el traspaso de concesiones con el propósito de disminuir el pago de impuestos y de reducir el personal, es decir, de despedir trabajadores venezolanos. Toda es-ta conducta la han venido continuando a pesar de las esporádicas objeciones que presentan los poseedores de un criterio antagónico sobre la reversión. Pero ellas se apoyan, y es bueno que se tenga muy presente, hasta en sentencias de la Corte Su-prema de Justicia. De una Corte Suprema de Justicia que dictó tres sentencias en el año de 1963 y cuya integración para esta fecha es prácticamente igual a la de 1963, por lo menos, en su composición sectorial. En el mismo período las decisiones ad-ministrativas sobre el aseguramiento de la efectividad del principio de la reversión han dejado mucho que desear, y algunos funcionarios que en años pasados tuvieron participación en tales decisiones administrativas, hoy tienen, evidentemente, más poder dentro de los círculos gubernamentales.

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Nacionalizar posiblemente antes de 1983

La situación que he venido describiendo, de continuar en los años inmediatos, pro-bablemente nos sorprenderá cuando ya todo sea irremediable, con el trágico des-cubrimiento de que la explotación de los yacimientos no va a tener posibilidades de proveer para el Estado los ingresos que demanda la atención de las más elemen-tales necesidades. Por tanto, de prolongarse este cuadro de deterioro, yo diría que, si bien es verdad que para el año de 1983 revertirá por mandato de la ley el mayor volumen de concesiones, si bien esto es posible desde un punto de vista teórico, en la práctica posiblemente sea recomendable, para asegurar la efectividad de esta reversión, que el país se vea obligado a tomar una medida de nacionalización de la industria petrolera con anterioridad al vencimiento de las concesiones en 1983.

Es prudente, en consecuencia, que vayamos estudiando los diferentes elementos que están involucrados en una decisión de tan grave responsabilidad. Indiscutible-mente que tendríamos que tomar en cuenta factores como los de la compensación; el de las nuevas inversiones; la preparación del personal que tendríamos que em-plear; la disponibilidad de la tecnología de la cual habríamos de valernos; y todo ese cuadro de necesidades técnicas que ha sido descrito por algunos expositores y que yo, particularmente, tuve la oportunidad de examinar en conferencias anterio-res. No voy a abundar sobre este aspecto. Simplemente, mencionaré que no tengo –por mi experiencia será– dudas con relación a la eficiencia venezolana para ma-nejar la industria petrolera. No tengo dudas porque me ha tocado desempeñar una responsabilidad empresarial en condiciones problemáticas y he podido ver como el petróleo es un negocio en el cual la destreza y la habilidad se van acumulando, y los profesionales que se inician trabajando en circunstancias bastante difíciles perfeccionan su aprendizaje en una forma más rápida, como lo han venido demos-trando en las diferentes tareas que atiende la CVP. Allí no hemos tenido casos de excesos burocráticos y la eficiencia de la empresa podemos medirla por la cifra de rentabilidad sobre cuya procedencia yo admitiría cualquier tipo de discusión.

La CvP es rentable

La CVP emprende diferentes tareas y no solamente aquellas que son rentables, por-que es una empresa que tiene a su cargo fines de interés nacional. Entre ellas, la mis-ma actividad exploratoria en algunas áreas que no van a estar sujetas a explotación inmediata; la discusión y elaboración de fórmulas como esta de los Contratos de Servicio y nuevas fórmulas de desarrollo; las posibilidades de aprovechamiento del gas natural que se arroja a la atmósfera; las instalaciones de gas que la empresa ha venido construyendo en todo el país y en esta misma capital, así como otras obras fundamentales para la economía nacional, muestran que la rentabilidad de las in-versiones en la CVP no puede medirse exclusivamente a través de los beneficios que produzca un determinado renglón que en este preciso momento sea productivo.

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La empresa acomete un conjunto de actividades y solamente parte de esas activi-dades tienen de inmediato un carácter productivo; pero, en lo fundamental, son convenientes a mediano y a largo plazo para todo el país, y entrarán a producir mejores y mayores dividendos que los que están dando las compañías privadas extranjeras. Si analizamos cualquiera de las actuaciones de dichas compañías, nos encontraríamos con que, en los primeros años, ellas ni siquiera han llegado a nues-tras cifras de rentabilidad. Otras tienen 20 y 30 años y andan por allí mismo, lo que demuestra que no es el hecho de que una empresa sea privada para que sea eficiente, de manera que la imputación de ineficiencia vaya a recaer solamente y siempre sobre el sector público.

La factibilidad política

Hay otros factores que debemos analizar que son factores de factibilidad política. Tenemos que darnos cuenta de que somos un país con sus limitaciones y que para programar nuestra lucha no podemos hacer cálculos alegres, cálculos emociona-les, porque es muy peligroso desvincularnos de la realidad. Veamos así lo que ha pasado en algunas naciones distintas a la nuestra para que lo aprobemos como una experiencia. Podríamos analizar aquí, por vía de ejemplo, algún país que tiene un presidente demasiado grande para la medida promedio de sus habitantes; un presidente cuyo tamaño heroico deforma la realidad, deforma el juicio de los ciu-dadanos; un presidente que asume posiciones nacionalistas mientras en su país se lleva a cabo un proceso de cocacolonización acelerado. Si no apreciamos la defor-mación que produce en la mente del ciudadano corriente, del huomo qualunque, esta imagen desproporcionada que se tiene arriba de él, podríamos encontrarnos con graves tropiezos. Por supuesto, ustedes saben que cuando hablo de ese Jefe de Estado me estoy refiriendo al general Charles De Gaulle, y al comportamiento de los franceses con la Argelia que está viviendo un proceso de nacionalización de su industria petrolera. Si los franceses estos que vienen de un imperio ya liquidado, –del mismo que el señor De Gaulle vivía o dormía soñando con él– y en plan de grandeza quieren someter a Argelia a su voluntad, esto significa que nada han aprovechado de la experiencia de Indochina, ni de la experiencia misma de Arge-lia, donde la conducta del ejército francés demostró cómo no se debe combatir a una guerrilla; vale decir, que las tácticas de exterminio, las tácticas de genocidio practicadas por la nación más civilizada de Europa aceleraron el nacimiento del gran Estado argelino. A De Gaulle le tocó reconocer la liberación que los argeli-nos conquistaron con las armas en la mano, pero sus sucesores que no calzan sus botas –por lo menos del mismo tamaño que las que usaba De Gaulle– quieren someter a Argelia a una condición de humillación y están tratando de moverse en el frente exterior como se movieron las compañías internacionales frente a Irán. Se movieron, es verdad, frente a Irán en 1952, pero ahora, hace apenas semanas, no se movieron en la misma forma. Y Francia no va a lograr de Argelia lo que las compañías en cierta medida lograron en 1952, porque de todas maneras hubo un progreso en la posición alcanzada por el Estado iraniano. Al considerar, entonces,

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la factibilidad política de la nacionalización, interviene un nuevo factor que es la solidaridad de los países productores de petróleo, digna de tomar en cuenta, parti-cularmente a través de lo que podamos hacer con las empresas estatales.

Debemos situarnos en el panorama internacional para evaluar los efectivos con que realmente contamos, porque hay gobiernos que tienen y practican en un momento dado el socialismo; pero lo practican de fronteras hacia dentro, porque en tratándo-se de salir al exterior, abandonan la línea socialista y se convierten en dominadores; llevan a cabo una política imperialista, someten a sus vecinos o tratan de someter-los, y entonces surge así una contradicción entre lo que se sustenta como ideología adentro –como norma de gobierno interna– con lo que se ejecuta afuera. En este caso me estoy refiriendo a la situación de los laboristas ingleses. Cuando asumieron el poder, llevaron a cabo un vasto programa de nacionalización de industrias; pero, mientras tanto su comportamiento en el exterior, fue un comportamiento igual al de un gobierno imperialista de la mejor ley. Nosotros, situándonos en la esfera interna-cional, tenemos que apreciar estos factores para elaborar lo que podría llamarse una vía venezolana hacia la explotación directa de los hidrocarburos por el Estado.

La vía venezolana

Esta vía venezolana debe tener, fundamentalmente, el carácter de empresa nacio-nal. Aquí es donde creo que conviene destacar lo positivo de la nacionalización, destacar los aspectos favorables y beneficiosos de la nacionalización para diversos sectores de la colectividad venezolana. No será solamente favorable y beneficiosa para el sector de los trabajadores o de los profesionales; también los industriales podrán establecer fábricas para servir al petróleo, lo que no les han permitido las compañías extranjeras; y el empresario nacional tendrá oportunidad de acometer tareas en las diferentes fases que provee el petróleo, pero no en las labores de ex-ploración y explotación, las cuales siempre deben estar en manos del Estado. Esta posibilidad de vincular el mayor número de sectores a la fórmula de la explotación directa por el Estado de los hidrocarburos creo yo que es, fundamentalmente, la vía venezolana hacia el control de la industria.

Ya en ese camino conviene revisar las metas y recursos de la CVP e igualmente, hacer lo mismo con el Instituto Venezolano de Petroquímica, cuyo triste papel parece que no tiene remedio. Además, no puede dejarse al solo cargo del Gobierno la conquista de este objetivo. Llevar a la práctica esta operación no puede ser tarea exclusiva del Gobierno, ni podemos nosotros reducirnos nada más que a manifes-tar desacuerdo en relación con la conducta gubernamental; sino que es necesario asumir tareas, ejecutar labores que están a nuestro alcance, e ir trabajando para resolver muchas de las incógnitas que están planteadas con motivo de la toma por el Estado venezolano de la responsabilidad de explotar sus riquezas petroleras.

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Dentro de un esquema constitucional o revolucionario

Creo, sinceramente, que es posible un esfuerzo que llegue a hacer consciente al mayor número de sectores del país de que la fórmula de la explotación directa por el Estado es la más favorable. Y creo, también, que deben agotarse todos los recursos de manera de ver si dentro del esquema constitucional se puede llegar a una solución favorable con motivo del vencimiento de unas concesiones en el año 1983, y de otras en años posteriores hasta el año de 1996. En el caso de hacerse efectiva la reversión en los términos amplios que el espíritu de legislador con-sagra, tendríamos una empresa nacionalizada para el año de 1983, una empresa estatal desarrollada, y tendríamos a las empresas cuyos títulos no hayan vencido y estén pendientes de su expiración, pero sometidas a los lineamientos ya muy pre-cisos del Estado en materia de reversión. Esta oportunidad no es desechable, y así como se han hecho anuncios por voceros profesionales calificados de las empresas en el exterior de una transformación de la estructura mundial de la industria, los venezolanos tenemos que explicar todas las vías hacia esos posibles cambios de estructuras e insistir en lograr el mayor consenso nacional para ver si dentro de un esquema constitucional puede lograrse la aspiración de nacionalizar la industria. Pero el tiempo nos dirá si, de resultar fracasada esta vía, a la nación no le quedará otra que la de lograr la gran aspiración de la recuperación de la industria petrolera bajo un esquema de lucha revolucionaria.

bolívar nacionalizó el petróleo, pero la industria está en manos ajenas

Termino recordando que es cierto que el petróleo es nacional en la medida en que el Libertador Simón Bolívar, en el año de 1829, decretó que los bitúmenes o jugos de la tierra eran propiedad de la nación. Pero la industria petrolera comienza ape-nas sus actividades en el año de 1859; y en Venezuela la fecha de arranque de la industria es la de 1914 con la perforación del Zumaque I. Si el petróleo fue nacio-nalizado en 1829, la industria todavía está en manos ajenas. Bolívar hizo su tarea, pero la tarea es nuestra, es a nosotros a quienes corresponde realizarla.

Intervención en el Ateneo de Caracas, 8 de mayo de 1971.

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CAPÍTULO vIITRANSfERENCIA TECNOLógICA EN UN mODELO DE PUERTORRIqUEñIzACIóN: vENEzUELA

Todavía existen venezolanos que se sienten ofendidos cuando en círculos interna-cionales salen a la luz cifras demostrativas de nuestro subdesarrollo; las mismas que revelan el grado de dependencia externa alcanzado durante los últimos años, la desigualdad creciente entre una minoría de privilegiados y las muchedumbres de desempleados y hambrientos tan embarazosamente a la vista de los visitantes extranjeros. Uno de estos venezolanos casi protestó airado porque en el Seminario sobre Inversiones Extranjeras y Transferencia de Tecnología en América Latina organizado por el Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales (Ildis) y la Escuela Latinoamericana de Ciencia Política y Administración Pública (Flacso), en Chile, a fines de año, me permití recordar que 40% de la población caraqueña vive en ranchos. No había razón, según su parecer, en divulgar nuestras lacras, porque en otros países latinoamericanos el contraste era mayor, más infranqueable el abismo entre ricos y pobres.

Qué alivio –pensé– sentirían muchos compatriotas al constatar la posible existen-cia de naciones más infelices que la nuestra, si tan cuestionable superioridad no nos fuera reconocida simultáneamente con aquellas características que nos harían figurar, en los certámenes para coronar a los más tontos, entre los finalistas de primera categoría. Porque no otra condición puede adquirirse con el despilfarro de recursos a que estamos habituados, como si los mandaderos del Diablo –los ya-cimientos petrolíferos– no se fueran a agotar nunca, o como si el hambre pudiera contenerse siempre a punta de la droga publicitaria con que se enerva la voluntad de lucha de los más. Sin embargo, antes de continuar el tono jaculatorio, examine-mos lo que está sucediendo con esto de la transferencia tecnológica.

¿qué es la transferencia tecnológica?

Se llama así a la incorporación de los resultados de la investigación científica y tecnológica al sistema productivo, y cuyo uso implica el pago comprendido en la adquisición de maquinarias y equipos, licencias, marcas comerciales y asistencia técnica. Las dificultades que crea a los países subdesarrollados se traduce en un creciente drenaje de divisas y en frecuentes sobrefacturaciones amparadas en la ignorancia o la indefensión de los compradores. Obedece, según se acostumbra aludir, a la incapacidad del Estado, por falta de una infraestructura científica ade-cuada, para determinar la compra de tecnología en función de un orden de priori-dades ajustado por los requerimientos de su desarrollo. Afirmación que implica la ausencia de una política científica por parte del Estado, cuya falta de estímulo a la investigación propiamente dicha, se complementa con la ignorancia que facilita

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el pago de sobreprecios, la compra de procesos y equipos obsoletos, la aceptación de prácticas restrictivas a la importación de nuevos productos por medio de la concesión de patentes industriales que no se explotan y el sometimiento a prohibi-ciones para la exportación impuestas a las empresas nacionales.

Tanta importancia ha tomado el estudio de esta materia a nivel continental que, co-mo explica Asi Wolfenson en su trabajo Incidencia económica de la transferencia de tecnología en el Perú, los antecedentes para la aprobación de una acción con-junta se encuentran en todas y cada una de las reuniones latinoamericanas sobre la integración regional efectuadas durante los últimos años. Prefiero, en lugar de reproducir los textos de los acuerdos aprobados, referirme al hecho más esclare-cedor como es la cita de que las medidas adoptadas por Colombia “han dado por resultado una reducción de 50% de los costos explícitos (regalías) pagadas por la tecnología extranjera”. Wolfenson hace el cálculo de lo que el Perú podría ahorrar-se en divisas si logra reducir en 15% los precios de las importaciones de produc-tos intermedios y bienes de capital. De aplicar esta metodología en Venezuela, la magnitud de la cifra de ahorro podría cubrirnos de vergüenza, al comienzo, para impulsarnos, luego, al rescate de lo que nos está siendo esquilmado por el débil poder de negociación del Estado y del sector empresarial privado.

Ahorro del empresario privado

El empresario privado desconoce el potencial de negociación a su fácil alcance. Tampoco dispone de recursos informativos para seleccionar la tecnología disponi-ble en el mercado internacional. En Venezuela se reproduce con mayor intensidad lo que el profesor Miguel S. Wionczek refiere del caso mexicano: “Las empresas nacionales adoptan sus decisiones por regla general, al azar, mediante contactos con los representantes de los grandes exportadores de maquinaria y equipo, o de los agentes de las empresas consultoras extranjeras radicadas en México1. El anár-quico procedimiento, en práctica también entre nosotros, se refleja en los mayores costos transferidos al consumidor bajo el esquema de proteccionismo industrial aprobado por los dirigentes del Estado venezolano, sin el esfuerzo de investiga-ción que en países como Colombia permitió descubrir que en el sector farmacéu-tico, por ejemplo, los productos se importaban a un nivel promedio de precios de 16,5% más alto que los precios internacionales.

ventajas para el sector estatal

Wionczek, quien también asistió a la reunión en Chile, se complace en señalar el contraste que, frente a la impotencia del empresario privado, ofrecen las grandes empresas estatales. Vale la pena transcribir su opinión para destacar, una vez más, la situación de inferioridad del caso venezolano:

1 “Los problemas de la transferencia de tecnología en un marco de industrialización acelerado: el caso de México”. En Comercio exterior Vol. XXI, septiembre, 1971.

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Las grandes empresas estatales en México han logrado diversificar en forma impresio-nante sus fuentes de tecnología y disminuir considerablemente su dependencia respecto de una cadena de proveedores de tecnología y equipo estrechamente ligados entre sí, compuesta por los consultores iniciales, los proveedores del equipo y procesos, y los vendedores de asistencia técnica posterior al establecimiento de una planta. Como ya se ha dicho, el uso óptimo de los recursos tecnológicos propios se ha visto negativa-mente afectado por el creciente uso del financiamiento externo, particularmente en la forma de créditos atados por las empresas estatales en la década pasada. En estas condiciones, el poder de negociación en asuntos tecnológicos tuvo que pasar a manos de los proveedores del financiamiento, perfectamente conscientes de las ganancias adicionales provenientes de la incorporación de toda clase de servicios de asistencia técnica, operativa, de comercialización y administrativa, en la venta de bienes de capital, bajo la forma de unidades industriales completas (plantas-paquetes).

El comportamiento del sector estatal venezolano, por lo contrario, acusa carac-terísticas que, con frecuencia, justifican el trato que se reserva para un vasallo de segunda categoría. Porque si el engaño del sobreprecio de patentes y regalías viniera involucrado en la aprobación de un proyecto industrial novedoso y com-plejo, ¿qué otra excusa mejor podríamos aducir que la falta de preparación técnica de los funcionarios del Estado? Distinta y más irritante es la del pago elevado de algo que no tiene precio por estar libre en el mercado, o cuyo precio en el país es tan bajo como para convertir en motivo de escarnio el hecho de salir a contratarlo en el exterior. Voy a citar, por vía de ejemplo, un caso de cuyos pormenores he sido informado a satisfacción; el de la edición de la Guía telefónica.

La ITT y la guía de la Cantv

Le estamos pagando asistencia técnica –transferencia tecnológica– a la ITT yanqui como consecuencia de una negociación por la cual la ITT World Directries Inc. –compañía no domiciliada en Venezuela– adquirió las acciones de Guía Publicidad C.A. La transacción se hizo en Estados Unidos por una cifra de varios millones de bolívares que tomaron los accionistas –sus nombres pueden leerse en el Regis-tro Mercantil del Distrito Federal, expediente 8013– por la cesión de una empresa cuyo capital era y es de Bs. 100.000,00 pero que tuvo la prudencia de negociar previamente la renovación por cinco años del contrato con la empresa estatal Cantv (Compañía Anónima Nacional de Teléfonos de Venezuela).

Para el consumidor anunciante, el resultado ha sido el de un substancial aumento en las tarifas; para el empleado vendedor de publicidad, una disminución de salario al sufrir la imposición de menores porcentajes en la comisión hasta entonces reconoci-da; y para el Fisco, aparentemente, una reducción del ingreso por Impuesto sobre la Renta, porque los costos han crecido tanto en la administración a cargo de cubanos y puertorriqueños traídos por la ITT, que ya se están aduciendo pérdidas para res-paldar otro aumento de 20% en las nuevas tarifas que tenían aceptadas en la Cantv para entrar en vigor este año. Semejante pretensión se alega mientras la facturación en ventas creció de un año a otro en más de 50% con la ayuda suplementaria de una

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edición de cinco Guías en lugar de la que anteriormente contenía los directorios de todo el país. La duración hasta 1975 del contrato con la Cantv hace tener su-cesivos ascensos en las tarifas aprobadas a los inversionistas extranjeros. Pero, dejando a un lado la oscuridad de la negociación –no todo se explica como tor-peza– ¿es motivo de llanto o de risa la obligación, a estas alturas de la pregonada industrialización venezolana, el pagar asesoría técnica estadounidense para editar un libreto de teléfonos?

En la industria petrolera

Como en el caso anterior, lo que se paga por transferencia tecnológica es, en oca-siones, innecesario, y frecuentemente caro; esto es, por encima de los precios vi-gentes en el mercado. Procede, pues, iniciar con urgencia los estudios sectoriales ante la proliferación de cláusulas restrictivas del uso y aplicación de la sobre-valorada tecnología, como aquellas que regulan, limitan e impiden el comercio internacional de productos cuyo alto volumen de ingresos, de ser percibido total-mente por el Estado, podría garantizar un desarrollo económico independiente. En la industria petrolera venezolana, explotada aún por concesionarios extranjeros –capital estadounidense en su mayor parte– conviene, sin demoras, cuantificar y analizar los costos explícitos de la tecnología acusada en las deducciones al Fisco, debido a que las relaciones entre empresas matrices y filiales favorecen traspasos de beneficios disimulados como costos de operación. Esta práctica de evasión de impuestos es perseguida por los funcionarios de países como los mismos Estados Unidos, cuyas leyes prohíben, además, las restricciones monopolísticas envueltas en la venta de patentes, licencias y marcas, muchas de ellas todavía presentes en los convenios suscritos por nuestros empresarios públicos y privados. El desco-nocimiento de estos hechos o razones de una estrategia de alto coturno, avalan, no obstante, declaraciones de políticos de izquierda así como de voceros de las compañías extranjeras, quienes coinciden en afirmar que la tecnología no ofrecería dificultades a la hora de la nacionalización de la industria petrolera porque ella se compra a discreción. Tal como lo expresó Guillermo Rodríguez Eramo, vicepre-sidente de la Creole Petroleum Corporation, cuando dijo en el foro que sobre la nacionalización de la industria petrolera organicé en mayo pasado, por encargo del Ateneo de Caracas: “Tecnología, no veo problema. Es una cosa que hoy en día se compra con dinero. Uno no trae el mejor técnico, ve revistas, de modo que no es problema de quinto piso, ni mucho menos”.

La otra experiencia

Es otra la experiencia de quienes han participado en negociaciones para la ad-quisición de tecnología como las referentes a la simple compra de catalizadores para ser usados en procesos de refinación. O la de los socios nacionales de las empresas mixtas frente a las desmedidas aspiraciones del socio extranjero por el valor contable que atribuye a su aporte de know-how. Llegan hasta la regulación

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de futuras expansiones de una industria como pretendió la Comonwealth Oil Re-fining (Corco), presidida por el puertorriqueño Teodoro Moscoso, ex embajador de los Estados Unidos de América en Venezuela, en el convenio cuya anulación logré aún después de haber sido hecho aprobar por el Ministro de Minas e Hi-drocarburos, J. A. Mayobre, en el Gabinete Ejecutivo. A la Commonwealth se le reconocía una opción de un año para que toda nueva planta petroquímica que se instalara en Venezuela o en el exterior, por el Instituto Venezolano de Petroquímica (IVP), le fuera ofrecida en asociación. Se le prometía asimismo, la exoneración de impuestos nacionales, estadales y municipales por un plazo no menor de 10 años, estimado como suficiente para la recuperación de las inversiones. Posteriormente, en otro convenio suscrito conjuntamente con el sector estatal colombiano por el IVP, para la construcción de plantas de amoníaco y urea, fue descubierto en sobreprecio en las instalaciones por más de 20 millones de dólares, el cual no ha habido forma de recuperar. La conducta oficial es tan sorprendente como lo asienta un reportaje de la revista Elite del 15 de mayo de 1970, apoyado en auditorías de Price Waterhouse y Parra, Ramos & Parra:

La empresa española que ejecutó la mayor parte de las obras en Colombia y que acaba de recibir nuevos contratos de Nitroven para obras complementarias en El Tablazo, practica internacionalmente el sistema de soborno y la comisión, apareciendo envueltos en tales procedimientos altos funcionarios como el hermano del Alcalde Mayor de Bogotá y el Ministro de Obras Públicas de Chile.

Y en la fotocopia de un Telex 268 del 25 de abril de 1969 se lee como se instruye el agente Sergio Rojas para sus gestiones conjuntas con Mathiesen c/Moneda 1160, Santiago de Chile: “Conviene hablar con el Ministro Obras Públicas (presidente de LAN) los cuales tienen el mayor peso”… “No se pueden elevar las comisiones ni aumentar las coimas por ningún motivo”.

Son muestras apenas de una mentalidad desarrollista en función de Gobierno, res-ponsable –a sabiendas– de la aceleración de la dependencia extranjera encubierta bajo una consigna de industrialización del país. Gracias a ella y al proceso de “puertorriqueñización” de Venezuela, hoy se dispone de las modernas ataduras de la transferencia tecnológica cuyo precio se reconoce hasta en la más insignificante mercancía o actividad extranjera. Una superficial división de la información es-tadística al alcance público, da una medida aproximada aunque impresionante de lo que el venezolano paga por concepto de royalties cada vez que fuma, se viste, fríe sus comidas en aceites y grasas vegetales, pone a rodar los cauchos de un ve-hículo, envuelve sus paquetes con papeles y cartones, bebe de esas colas con las cuales “la vida sabe mejor”, toma leche pasteurizada, o come queso, salchichas y hasta cualquiera de esos alimentos típicos –parte del folclore turístico– que ya los norteamericanos nos venden enlatados, made in Venezuela.

Lo que sucede en industrias con procesos más complicados desborda cualquier mar-gen de complaciente credibilidad. Tomo como muestra –con mis reservas por el cál-culo arbitrario de ciertas relaciones y la falta de consistencia de algunos indicadores–

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la afirmación sobre empresas químicas contenida en el informe presentado por los técnicos de la Oficina de Coordinación y Planificación de la Presidencia (Cordiplan), Hermann Soriano, Getulio Tirado, Vigsensio González, Heric Brucker y Luis Alsolar en el foro La Integración Latinoamericana de agosto, 1971:

Se debe destacar el hecho de que 6 de esas 16 empresas remitieron en regalías más de 35% de su capital, llegando hasta la alarmante cifra de 240%; es decir, una empresa remitió en un año casi dos veces y media su capital por concepto de regalías, lo cual significa que sólo por este concepto recuperó su capital en menos de cinco meses.

No se salvan las fuerzas Armadas

La venta de maquinaria y equipos obsoletos, fuera de producción y por abultados precios, ha incidido en la adquisición de material para las Fuerzas Armadas, bajo la protección de un secretismo de alta seguridad que, de paso, ha enriquecido a comer-ciantes amigos de dictadores o de presidentes democráticos de turno. El derroche de fondos se extiende al sostenimiento de misiones militares cuya permanencia an-tes se fortalecía con naciones vinculadas a la defensa hemisférica, y posteriormente con enseñanzas desviadas hacia las tácticas de represión interna desplegadas con motivo de la lucha antiguerrillera y las cuales, en definitiva, tienden a consolidar el esquema de dependencia económica que favorece a los grandes proveedores de armamentos.

También aquí la transferencia tecnológica opera con alevosía, pero es práctica-mente imposible precisar el costo de las patentes y licencias transferidas por las autoridades militares a los fabricantes civiles en países altamente industrializa-dos. Ni siquiera la competencia entre los vendedores, en principio alimentada con la creciente oferta europea de los últimos años, permite la selección de mejores oportunidades, porque las empresas multinacionales, fijadoras de precios y condi-ciones monopolísticas, proliferan ya en la industria armamentista. Y si se piensa que el tráfico de comisiones está instalado como un cáncer en los cuadros de la Administración Pública, no se puede ahorrar la sonrisa conmiserativa ante los via-jes de inspección de algún funcionario contralor, impotente para desenmarañar la complicada madeja de los costos de equipos militares.

Pero no es sólo la verificación de los costos lo que importa, sino la procedencia de la participación en una carrera armamentista que pone a los países latinoamerica-nos a comprar equipos ultramodernos –Mirages, etcétera– a precios prohibitivos, por haberse extinguido casi las provisiones de desechos de la Segunda Guerra Mundial. O a destinar grandes inversiones en los planes quinquenales como el de Brasil que –también sobre la utilización de costosas licencias para operaciones de ensamblaje– prevé la fabricación de aviones a reacción, contratorpederos, tan-ques y hasta el montaje de experimentos nucleares.

Lo que tiene que ver este aspecto con la transferencia tecnológica objeto de es-tudio es la evidencia de la aceptación de manuales “técnicos” que recomiendan

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una política de modernización militar fundada en el mantenimiento del equili-brio estratégico de armamentos, puesto en práctica por las grandes potencias. La educación e instrucciones suministradas por asesores extranjeros contienen, así, sutiles insinuaciones para que los vecinos, cuyas divergencias sobre linderos y áreas de mercado se estimulan oportunamente, comiencen a invertir sus recursos en costosos y trágicos juguetes, en lugar de financiar proyectos favorecedores de un desarrollo económico y político independiente, vale decir, soberano.

Como es de indiscutible la conveniencia de renovar las dotaciones de las Fuerzas Armadas, la actualización de los conocimientos suministrados a los profesionales de las armas y la elaboración de una estrategia dirigida a enfrentar necesidades reales, también es prudente mantener alta la guardia frente a posibles desviacio-nes manipuladas no pocas veces en América Latina por los proveedores de equi-pos militares. Ellas explican la recurrencia de hechos como los incluidos en la do-cumentada investigación sobre El armamentismo de los países dependientes: el caso latinoamericano, y los cuales conducen a los sociólogos Joxe y Cadena de la Escuela Práctica de Altos Estudios (Sorbonne), a conclusiones como esta: “Para que las Fuerzas Armadas puedan mantenerse legítimamente como organizaciones dedicadas prácticamente a la represión interna, es necesario que las posibilidades de conflicto externo no desaparezcan por completo” (Estudios Internacionales, Universidad de Chile, Nº 14).

¿Una salida posible?

Si se comienza con la investigación del comportamiento de cada sector de la eco-nomía, la opinión pública tendrá oportunidad de enfrentarse con una realidad que desconoce. Los resultados que se llevarán luego a reuniones internacionales de expertos, contribuirían por su parte, en alguna medida, a la apertura de expedientes probatorios de las modalidades aplicadas para lucrar con la ignorancia y debilidad de regiones no desarrolladas. Pero todo esfuerzo estaría perdido sin un análisis re-velador de la estructura que favorece el acaparamiento del ingreso nacional desde los cuadros de decisión del Estado.

Inútil es así, para muchos estudiosos, dedicar tiempo a la elaboración de reco-mendaciones que atribuirían mayores facultades a organismos del Estado, cuan-do este es operado por beneficiarios directos y representantes de una especie de oligarquía muy consciente de normas y prácticas indispensables para mantener el statu quo. Si se observa que el poder del inversionista extranjero crece al mismo tiempo que disminuye la acción reformadora del Estado, y que los mecanismos burocráticos de este canalizan la apropiación de los recursos aceleradores del proceso de concentración del capital, ¿no es equivocado el camino que conduce a actitudes de expectativa, primero, y de frustración y desesperanza, después?; ¿se-rá preciso, entonces, para lograr la fijación de márgenes adecuados de tecnología e inversión extranjeras que no comprometan la autodeterminación, la autonomía para la toma de decisiones políticas, imponer antes un esquema de lucha opuesto

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a la pasividad arbitrada por el régimen de minorías que insiste en llamarse demo-crático y representativo?

Preguntas como estas ya comienzan a proliferar en círculos académicos comparti-dos por expertos, profesionales e intelectuales, según se aprecia en ambientes como el que disfrutamos los participantes del reciente seminario en Santiago de Chile.

Elite, 17 de enero de 1972

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CAPÍTULO vIIINACIONALIzACIóN DE LA INDUSTRIA PETROLERA EN vENEzUELA

Inversión extranjera en petróleo

La inversión bruta extranjera en la industria petrolera venezolana asciende a 5.195 millones de dólares, suma equivalente a 96% del total de la inversión petrolera, porque la inversión estatal que comenzó en el año de 1960 apenas alcanza hoy a la suma de 212 millones de dólares. La inversión petrolera en Venezuela es, pues, casi totalmente una inversión extranjera cuya nacionalidad de origen es fácil de determinar en cada caso, por cuanto que 99,5% de esta inversión es de origen esta-dounidense e inglés-holandés. Forman la estadounidense, o sea 82,10%, filiales de la Standard Oil de New Jersey en su mayor parte; y la inglesa-holandesa, la filial de la Royal Dutch Shell (cuadro 1).

La inversión acumulada neta extranjera para esta fecha es de 1.445 millones de dólares, mientras que las compañías han retirado desde 1938, por el solo concepto de utilidades netas, una cantidad equivalente a 12.000 millones de dólares. En esta cifra no incorporamos los beneficios que obtuvieron las compañías en los 20 años anteriores a 1938 porque de esos datos no se dispone. La rentabilidad del Activo Fijo Neto se mueve entre 30 y 40% en los últimos años (cuadros 2 y 3).

Participación del petróleo en la economía venezolana

La participación de petróleo en la economía nacional es determinante: el 92% del valor de las exportaciones venezolanas lo aporta el petróleo, 64% de los ingresos fiscales ordinarios provienen de la renta de hidrocarburos; mientras la industria petrolera sólo absorbe menos de 1% de la fuera de trabajo del país (cuadro 4).

La importancia de la renta de hidrocarburos puede medirse fácilmente por su parti-cipación en los ingresos fiscales por cuanto que, siendo tan grande, cualquier dismi-nución de la tasa de producción o de los precios del petróleo, quebranta directamente el financiamiento de los gastos de operación y de los planes de inversión del Estado. Este dato importante demuestra que, con todo y los progresos obtenidos en el trato con las compañías, la tasa de producción está todavía a su arbitrio y las compañías la mueven conforme a sus necesidades políticas o económicas del momento.

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Las concesiones de hidrocarburos

Las compañías que operan en el país lo hacen mediante el sistema de concesio-nes y tienen otorgadas áreas que para esta fecha alcanzan aproximadamente a 2.300.000 hectáreas. En estas áreas que tienen las compañías es donde se produce 98,4% de la producción total del país, pues la producción estatal es prácticamente insignificante al lado de la producción de las compañías extranjeras. Esta proviene de 23% del total de las áreas que las compañías tienen otorgadas en concesiones, y es allí en ese 23%, donde se encuentran las reservas probadas recuperables del país que para la fecha ascienden a 14.000 millones de barriles.

De estas áreas, donde se produce 98,4% de la producción nacional y donde se encuentra la casi totalidad de las reservas, el Estado venezolano va a recibir en los años 1983 y siguientes, una superficie aproximada de 2.092.000 hectáreas, quedando solamente en poder de las compañías un saldo de 224.000 ha que deberá ser devuelto en los años 1996-1997 por ser correspondientes a concesiones otor-gadas por el dictador Pérez Jiménez en los años 1956 y 1957. La duración teórica de estas reservas que existen en poder de las compañías y que, como ustedes ya han oído, constituyen la casi totalidad de las reservas de que dispone Venezuela, es de apenas 10,4 años; esto quiere decir, que si en Venezuela no se descubriera más petróleo y se mantiene la actual rata de producción, el petróleo recuperable se agotaría antes del vencimiento de las concesiones en 1983.

La importancia del debate sobre el vencimiento de las concesiones y la posibilidad de que la nación posteriormente vaya a hacerse cargo de la explotación de las áreas que revierten, se puede medir entonces por la circunstancia de que solamente el 23,8% de las áreas que las compañías tienen en su poder, es área probada; el resto de ellas es lo que nosotros hemos dado en llamar áreas ociosas, o sea áreas en las cuales no se ha desarrollado una actividad exploratoria de importancia y donde el país no sabe qué cantidad de reservas petrolíferas pueda existir allí. Lo que sí se sabe es la tenacidad de la lucha que sostienen las empresas para conservarlas bajo su poder mucho más allá de los años en que vencen las concesiones que se han otorgado para su explotación.

Reversión de las concesiones

Las compañías se han opuesto de diferentes formas; pero, fundamentalmente, han cuestionado el derecho de reversión del Estado, un derecho que existía en la Ley de Hidrocarburos para el momento que fueron otorgadas las concesiones y el cual establece que, extinguidas, vuelven al poder del Estado sin que este tenga que pagar indemnización alguna a las empresas. Las compañías han alegado que el texto de la ley sólo se refiere a las tierras y a las obras permanentes que están allí instaladas y que el texto de la ley solamente menciona las concesiones de explo-tación. No interpretan la expresión “concesiones de explotación” como genérica,

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porque en la Ley de Hidrocarburos se prevé el otorgamiento de concesiones de exploración, de explotación, de refinación y de transporte.

Este criterio de las compañías, de ser aceptado, por supuesto que excluiría obras fundamentales para el mantenimiento de la producción petrolera venezolana que, como ustedes saben, es una producción para la exportación, porque de 3.700.000 barriles diarios que se producen, apenas 200.000 b.e.p./d se consumen en el país. Quedarían excluidas entonces obras vitales como los oleoductos, los medios de transporte hasta los terminales, los terminales mismos y las refinerías. En fin, que si solamente se aplicara el concepto de reversión al área donde las compañías es-tán desarrollando actividades de explotación, el Estado no estaría en capacidad de continuar operando la industria cuando esta regresara a su poder, situación que, de presentarse realmente, acarrearía consecuencias catastróficas para Venezuela, dada la importancia que tiene la renta de hidrocarburos en el Presupuesto y su participación en la economía nacional.

Frente a este criterio ha sido opuesto en diversas oportunidades el criterio de los voceros de la tesis estatista según la cual las compañías están obligadas a entregar la estructura total con la cual opera la industria, incluyendo instalaciones, mejoras, accesorios, bienes incorporales como servidumbres, etcétera. Este último ha sido un enfrentamiento teórico, pues en la práctica las compañías han venido actuando con plena libertad en la aplicación de la tesis de que el derecho del Estado no es un derecho preciso, definido, concreto, sino apenas una expectativa de derecho que so-lamente se perfecciona con el hecho del vencimiento de las concesiones, y que por lo tanto ellas, en el período que falta para ese vencimiento, pueden desmantelar los bienes, venderlos y hacer todo tipo de operaciones de disposición, porque no tienen ni siquiera la obligación de mantener esos bienes para que el Estado pueda recibir-los en condiciones que le permitan operar la industria en condiciones normales.

Comportamiento de las compañías extranjeras

Las compañías han venido usando todo tipo de tácticas: reexportan equipos y materiales a otras regiones del mundo donde tienen actividades; transfieren operaciones de perforación y transporte a contratistas y subcontratistas que no tienen carácter de concesionarias; venden los bienes muebles e inmuebles a precios irrisorios; hacen donaciones a entidades públicas o privadas; desman-telan campos, instalaciones, y lo grave de toda esta situación es que, inclusive en la Corte Suprema de Justicia, el punto de vista de las compañías petroleras ha encontrado asidero. Así, cuando el Ministerio de Minas e Hidrocarburos impuso multas a las compañías por haber efectuado desmantelamientos sin la debida autorización, las compañías solicitaron la nulidad de las resoluciones administrativas ante la Corte y las sentencias de la Corte fueron favorables a las empresas. Del texto mismo de esa sentencia puedo extraer ante ustedes este punto; dice la sentencia dictada en 1963:

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La reversión es una expectativa de derecho a favor de la nación que sólo se materializa al fin del término de la concesión que alcanza sólo a las obras permanentes que en este momento existiesen en las áreas concedidas y que no afecta sin embargo el derecho que tienen los concesionarios durante la vigencia de la misma de hacer en dichas áreas todas las construcciones, modificaciones y demoliciones que puedan ser más conveniente a los intereses de la explotación petrolera.

Frente, a esta sentencia el Ejecutivo no se limitó a presentar públicamente las razo-nes de su discrepancia sino que estimuló varios esfuerzos, algunos a nivel legisla-tivo. Se propusieron –sin ningún éxito– modificaciones a la Ley de Expropiación por causa de Utilidad Pública; también a la Ley de Registro Público, para evitar que las compañías pudieran hacer ventas de bienes sin una previa autorización por parte del Estado. Para evitar el deterioro de los yacimientos, la explotación acelerada de ellos, el Ministerio de Minas e Hidrocarburos en varias oportuni-dades hizo girar circulares a las compañías; pero, frente a esta actividad oficial, las compañías mantuvieron su conducta, y su comportamiento siguió en forma igual de desacato al principio de la reversión y a las instrucciones que el Ejecu-tivo Nacional les impartía. Ellas buscaban hacer inefectivas, inalcanzables para el país la reversión de las concesiones, y por ello también desarrollaron otro tipo de campaña que haría todavía más difícil para la nación continuar la explotación petrolera en condiciones normales; por ejemplo: las compañías disminuyeron las actividades de exploración a partir de la creación del ente estatal la Corporación Venezolana del Petróleo.

Cuando se hizo el enunciado público de la política de no otorgamiento de más concesiones a las compañías, ellas manifestaron su irritación e inclusive en do-cumentos emanados de calificados representantes suyos no tuvieron empacho en afirmar que su actividad exploratoria en Venezuela terminaría por cuanto que ya carecían de alicientes para conseguir nuevas áreas donde invertir, para aumentar las reservas. El Estado sostenía que dentro de las áreas que las compañías tenían en su poder muy bien podrían cumplir a cabalidad una amplia labor exploratoria. Corría el año 1960 y faltaban 23 años para el término de las concesiones, pero des-de entonces las compañías con un tiempo suficiente como para recuperar cualquier inversión, se abstuvieron de hacerlo porque al parecer les interesaba el descenso de las reservas del país.

Simultáneamente a la reducción de actividades exploratorias se ponen en marcha otras medidas, como las de reducción de personal, despido de trabajadores. En Venezuela, desde 1960 hasta la fecha la industria petrolera extranjera ha echado a la calle más de 20.000 trabajadores; esto es, una reducción de más de 50% del per-sonal que no puede atribuirse totalmente a la mecanización, a la modernización de los procesos de la industria, y que ha contribuido a aumentar la tasa de desempleo que en Venezuela es bastante alta por otras circunstancias que ya analizaremos más adelante. Es una manera de presionar a la Administración para que se produz-ca un cambio de política, lo que han intentado por otras vías como la de halagar a

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algunos empresarios venezolanos de manera que ellos pudieran hacerse cargo de lo que llaman “campos marginales”; es decir, campos cuyo margen de beneficio no lucía muy tentador para las grandes compañías por cuanto que, como todos los ingresos tenían necesariamente que consolidarlos, cuando se llegaba el momento de pagar el Impuesto sobre la Renta, entonces la participación fiscal de la nación en cada barril producido era más alta. Al traspasarle tales campos a pequeños concesionarios, o a personas jurídicas que no tuvieran ingresos petroleros altos o que, inclusive en casos como los que se sucedieron en la práctica, que no obtenían ninguna clase de ganancias, entonces el Estado dejaba de percibir, con la produc-ción de estos barriles de petróleo, más de 50% de la participación fiscal esperada, pues ella está formada por lo que el Impuesto sobre la Renta produce, y lo que se obtiene por la regalía y otros impuestos.

Esta táctica de transferencia de campos comenzaron a utilizarla no sin cierto recla-mo de los sectores partidarios de la empresa estatal, particularmente por la triste experiencia de la participación de los nacionales que se había concretado, cuando la dictadura del general Juan Vicente Gómez, en servirles de intermediarios a las compañías extranjeras. De manera que el Dictador otorgaba concesiones a sus amigos, y a los amigos de sus favoritos y familiares, y en el término de horas esas concesiones pasaban a las compañías petroleras internacionales, para aquel en-tonces filiales de la Shell o de la Standard. Posteriormente la labor del empresario nacional quedó reducida a la de servir en ciertas áreas comerciales que son las que las compañías manipulan con mayor facilidad, por cuanto que, en cualquier momento, ellas restringen la demanda y por supuesto los comerciantes en Vene-zuela –yo me imagino que aquí también– son muy escandalosos y entonces crean un ambiente de protesta que inmediatamente gana las páginas de la prensa y el Gobierno que siempre anda en dificultades en relación con su estabilidad, bajo el temor, a veces se ve obligado a ceder.

Ni siquiera en el área de servicios a la industria las compañías han utilizado al empresario nacional, algo que ha ocurrido en Argentina y en Brasil, para citar dos países vecinos, donde el desarrollo de la actividad industrial que sirve al petróleo y de las típicas empresas de servicio, aunque sólo sea mediante la radicación de las mismas empresas extranjeras, ha permitido que, siquiera parcialmente, el em-presario nacional tenga alguna participación. En Venezuela no ha sido así, y las empresas contratistas que se ocupan de la perforación o de actividades de otra naturaleza en la fase de la producción, del transporte, en fin de las actividades necesarias para que la industria funcione, están en manos de compañías extranje-ras, estadounidenses casi siempre, que son, posiblemente a través de esa compleja madeja de interrelación de las compañías, filiales de las grandes empresas explota-doras del petróleo. Esta es, también, una manera de dificultar la posibilidad de que en un futuro el Estado pueda llegar a operar la industria: impidiendo que exista ca-pacidad nacional para servirla, para dotarla de equipos, materiales y de todos esos

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recursos imprescindibles que hoy están separados de los bienes del concesionario, sujetos más directamente al derecho de reversión del Estado.

Ley sobre bienes Afectos a la Reversión

A la campaña seguida por las compañías se enfrentó, como ya mencioné, la actitud que tomaron funcionarios del Estado venezolano, quienes, evidentemente, actua-ron con exceso de cautela –digamos así para no utilizar otras más crudas expresio-nes– y en muchos casos alentaron más bien a las compañías en su comportamiento. Casi podría decir que hubo oportunidades en que estas actitudes oficiales alertaron además a las compañías, las que aceleraron el proceso de desacato, creando ma-yores obstáculos y dificultades para la intervención del estado en defensa de sus derechos. Es en estas condiciones, precisamente, que se aprueba la Ley de Bienes Afectos a la Reversión.

La ley se aprobó apenas en julio de este año y detalladamente define cuáles son los bienes afectos a la reversión para ponerle fin a la contienda jurídica. Es bastante amplia en sus alcances, extendiéndose a los bienes corporales e incorporales, y restringiendo el uso de los bienes de terceros por parte de las compañías para evitar el traspaso de operaciones, pero ya ese traspaso había sido hecho casi en su totalidad antes de la aprobación de la ley. Los bienes en manos de terceros, por otra parte, y de acuerdo con la nueva ley, tampoco pueden revertir al Estado, porque no son bienes de concesionarios. La ley creó un fondo de garantía para responderle al Estado del cumplimiento de la obliga-ción de reversión por las empresas. Incluyó prohibiciones de enajenar, gravar, desmantelar y varias otras limitaciones para los concesionarios, entre ellas, requisitos de autorizaciones previas para los fines de legalizar operaciones en las Oficinas de Registro Público. Se le estableció a los concesionarios la obli-gación de explorar las áreas inactivas en un período de tres años.

Estas disposiciones de la ley han enfrentado la protesta de las compañías y del sec-tor privado que gira en torno de las compañías, pero el proyecto fue presentado al Congreso en una situación especial en la que más que el prurito de aparecer como punteros en todas las reformas en materia de legislación petrolera, más que la ini-ciativa de los venezolanos, fue el mismo clima nacionalista en ascenso el que tuvo decisiva influencia en la modificación de las relaciones con las compañías petro-leras, clima en ascenso no solamente en los países productores del Medio Oriente, sino también y muy particularmente, en América Latina a través de las medidas que se tomaron en otros países como, por ejemplo en el Perú y Bolivia, para mencio-nar los más cercanos. Indiscutiblemente que tales medidas influyeron por cuanto que, aparte de la débil sustentación o respaldo político con que el Gobierno puede contar como consecuencia de un proceso electoral, hay otros factores que necesa-riamente tienen que tomarse en cuenta y uno de ellos, tengo que mencionarlo, es la progresiva influencia de las Fuerzas Armadas que han empezado a jugar un papel en algunas partes de América Latina bastante distinto al que hasta ahora veníamos

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conociendo en América Latina y en otras áreas del mundo. Aunque el problema de las Fuerzas Armadas no es el que tenemos que discutir aquí, se trata de un problema que, en la realidad, hasta las mismas sociedades industrializadas están estudiando, por cuanto que ya los problemas de la defensa nacional no están circunscritos a los armamentos convencionales ni a los soldados que se van para la guerra en medio de un desfile de flores y de marchas, con himnos triunfales y de cosas por el estilo; ya toda la nación es la que participa del esfuerzo de guerra y todo lo que tiene que ver con el petróleo es una materia preocupante para los profesionales de la defensa nacional.

La Ley sobre Bienes Afectos a la Reversión llenó un gran vacío, pero, al mismo tiempo, quizás la precipitación con que fue elaborada, quizás los arreglos logrados a través de conversaciones en el Congreso, permitieron que se mantuvieran dentro de ella y también que se incorporaran, algunas disposiciones que realmente no pa-recen muy favorables a la efectiva reversión de las concesiones. En principio, hay una serie de enunciados de conceptos muy generales que ni siquiera se definen y su interpretación y aplicación se deja en forma irrestricta en manos del Ejecutivo Nacional. No me refiero a la capacidad de reglamentar la ley, sino a la capacidad de aplicarla que queda según el texto expreso a juicio del Ejecutivo Nacional, “conforme al criterio del Ejecutivo Nacional”, “el interés del país en función del criterio del Ministerio de Minas e Hidrocarburos” expresiones por el estilo que han puesto en la elaboración aún pendiente del Reglamento de la Ley todo el inte-rés de la industria petrolera extranjera.

A la aprobación de la ley presentada por la oposición se sumaron los partidos de gobierno en Venezuela. Debo mencionar que hablé en plural, porque el partido de gobierno, el partido democrático-cristiano Copei se identificó –como lo hace frecuentemente– con el partido con que forma la mayoría parlamentaria, que es el partido Acción Democrática. Las compañías por su parte han dicho, no en Vene-zuela solamente, sino con más libertad en los Estados Unidos y a través de comen-taristas muy autorizados, que la importancia de la ley estriba en su reglamentación y que si hay gente sensata en el Gobierno venezolano ellas no tienen por qué pre-ocuparse. Sucede que en la ley no se establece en una forma precisa la posibilidad de que el Estado tome a su cargo la explotación directa de los hidrocarburos. Esta falta de definición, unida a otra serie de circunstancias, me llevan a discrepar de un planteamiento que, sobre el particular, acaba de hacer en esta sesión el doctor José Antonio Mayobre.

Demanda de nulidad de la ley

Las compañías al oponerse a la ley y al moverse a través de los poderosos medios de relaciones públicas con que cuentan y a su control de los medios de comuni-cación de masas, además del ambiente de hostilidad que pretenden crear, quieren aparecer como defensoras de la empresa privada, de la libertad de empresa, de manera de aglutinar el mayor número de sectores posible detrás de ellas. Pero

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mientras tanto las compañías no han descuidado el aspecto jurídico, y han introdu-cido demandas de nulidad con una cohorte de abogados que es una nube inmensa que anda detrás de los jueces, de los pocos jueces que tiene la Corte Suprema de Justicia, algunos de ellos, por cierto, eran ya jueces de la Corte en el momento en que se dictó aquella infortunada sentencia cuya conclusión les leí.

Posiblemente en esta materia no se produzca una decisión inmediata. Las com-pañías están alegando la retroactividad de la ley como violación de un principio constitucional, y señalan que a ellas no se les puede aplicar una disposición sobre las concesiones que no estuviera vigente para el momento en que le fueron otor-gadas las concesiones. Esta es una interpretación anacrónica, del principio de la no retroactividad de la ley que, por lo demás, en la práctica no ha arrojado los resultados que podían esperar las empresas en su planteamiento. Ellas mismas han tenido que aceptar, en efecto, sucesivas reformas legales que han afectado sus ganancias en la explotación petrolera; por ejemplo, la legislación del Impuesto sobre la Renta es posterior al otorgamiento de las concesiones y ha sido objeto de diferentes alteraciones, pues es el instrumento que Venezuela ha venido manejan-do para mejorar su participación en la industria. Claro, al principio hubo el mismo tipo de observación legalista, pero posteriormente ha sido reconocida por las com-pañías esta capacidad del Estado para establecer aumentos en la tasa impositiva, y eso es lo que cuenta en el negocio. Ellas no andan detrás de los contratos o de las concesiones por sí mismas, ni sostienen el principio de la irretroactividad de la ley porque les preocupa que se atente contra un postulado jurídico constitucional, sino simplemente porque afecta los resultados del negocio. Indiscutiblemente, no es nada tranquilizador el que esté en marcha este proceso, y sobre todo después de anuncios de no intervención por parte del Ejecutivo Nacional, como este: “la de-cisión está en manos de Poder Judicial y el Gobierno espera que el Poder Judicial resuelva lo que tenga a bien”.

Mientras tanto, las compañías disminuyen la producción de petróleo; en los últi-mos dos meses la baja en la producción de Venezuela ha sido de 400.000 barriles diarios, lo que se ha tratado de justificar con una disminución del consumo de tipo estacional, pero en el Medio Oriente y en otras áreas del mundo estas mismas compañías han elevado la producción, hecho que demuestra que aquí hay algo que necesariamente tiene que investigarse –bueno, los que sean perfeccionistas– para determinar si esta disminución de la producción obedece a una retaliación de las compañías extranjeras o a razones puramente técnicas. También ha aumentado el despido de trabajadores. En estos seis últimos meses han sido retirados más de 3.000 trabajadores.

Esta situación de rechazo a la reversión que tiene el país planteada está magni-ficada por una gran campaña de opinión pública que llega en un momento en el cual Venezuela se encuentra adelantada en su proceso electoral, porque ya andan por allí en juego las candidaturas presidenciales para el período que comienza en

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1974. Ya a estas alturas partidos políticos y candidatos de partidos andan hablan-do un lenguaje de compostura, y el tema este de la dificultad que tiene el capital privado para desarrollarse y particularmente la inversión extranjera, es motivo de comentarios y de pronunciamientos que se tratan, de comprometer por anticipado. No es de ignorar en efecto, el peso que tiene en los procesos electorales la ayuda financiera de los grandes consorcios, de las grandes empresas nacionales e interna-cionales. No se incurre en ningún tipo de calumnia, creo yo, cuando se menciona este hecho, porque por lo demás me parece que es uno de esos males comúnmente aceptados dentro del sistema democrático representativo y el cual en ciertos países se trata de remediar con diversos paliativos y conviene, pues, señalar esta situa-ción coincidente: la oportunidad de las elecciones y la fecha vecina en la que Ve-nezuela tiene que definir cuál es su comportamiento en relación con la efectividad de las reversiones. Quiero, sin embargo, traer el problema al aspecto que es más importante para mí y conforme con mi experiencia en la empresa petrolera estatal venezolana; esto es, la disminución de las reservas.

Está bien que los venezolanos nos cuidemos de que las instalaciones reviertan, de que todas las áreas que ocupa la industria regresen al país, pero nos interesa más que nos regrese el volumen de petróleo suficiente para mantener el ingreso fiscal adecuado para la subsistencia del país, por lo menos mientras se desarrollan recursos propios.

Experiencia de la explotación por el Estado

En Venezuela se organizó la empresa petrolera del Estado, que tuve la satisfac-ción de dirigir durante 6 años, y allí se pudo dar al país una demostración –no me importa que esto suene en alguna forma como un autoelogio porque sería mucha tontería la de creer que esta puede ser la obra de un solo hombre– de la capacidad del Estado para manejar con eficiencia una empresa pública, para tomar a su cargo una actividad económica internacional. No voy a hablar de la comparación con el sector privado pues tendríamos que entrar a opinar sobre su eficiencia real y uste-des saben que esta eficiencia se prueba a base de la subsistencia en las crisis, en las quiebras y en los desastres que producen los malos negocios y naturalmente, no es en relación con este hecho que nosotros vamos a demostrar la eficiencia de la em-presa estatal, sino comparándola con la empresa petrolera internacional. Es cierto –¿para qué negarlo? – que en Venezuela en la mayoría de los casos el Estado ha resultado mal administrador por una serie de razones que valdría la pena analizar. Posiblemente hasta haya habido oportunidades en que no les ha interesado a los dirigentes del Estado el que determinadas empresas funcionen bien. Posiblemente, también, las empresas públicas han sido y son víctimas propiciatorias de los frac-cionamientos de partidos, del autoritarismo dentro de los partidos, de las prácticas de acomodar a la clientela política y de todas estas cosas que son frecuentes en América Latina, y muy comunes en la mayoría de los países del área capitalista.

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La empresa estatal al adquirir eficiencia no pudo ser combatida con los argumen-tos convencionales porque inmediatamente sus índices comenzaron a mostrar la capacidad nacional para operar la industria; mejoró el nivel de costos y la par-ticipación que la empresa le producía al Estado, porque la empresa estatal está sometida al régimen de impuestos que pagan las compañías petroleras; es decir, no está exenta de impuestos. En el petróleo, como es fácil de entender, el Estado ve-nezolano no puede permitirse juegos, ni experimentos como posiblemente alguna otra empresa lo permita, pues la mala marcha de esta quizás no sea tan importante ni afecte tanto a la economía nacional como podría hacerlo en la materia petro-lera. Pero la actividad de la empresa estatal también se inició de una forma muy pusilánime, y debo decir que en algunos aspectos me ha dado la impresión de que ha habido temor de su desarrollo violento; casos, por ejemplo, en que su progreso en un determinado campo fue confiado al éxito de acuerdos con las compañías extranjeras, cuando ya se sabía qué tipo de acuerdos podrían esperarse por este camino de la buena voluntad de los consorcios. En el área del mercado interno, se dijo: las compañías petroleras y la CVP se pondrán de acuerdo para que las compa-ñías rehagan transferencias de sus estaciones, de ciertos volúmenes de venta hasta que complete 33% de la demanda interna. Se pondrán de acuerdo, pero, ¿cómo nos ponemos de acuerdo?, ¿qué precio se le fija a los derechos de las compañías? Esto, por supuesto, abrió un largo debate; un largo y fastidioso debate en el que, de paso, se buscaba entretener a los directivos de la empresa estatal con una pelea que indiscutiblemente no era la fundamental para la CVP. Lo fundamental era descubrir reservas, desarrollar instalaciones de producción, abrir sus puertas hacia el exterior, buscar la experiencia, de una vez, en aquellos campos adonde tenía que irse sin pérdida de tiempo. No en la pelea por el mercado interno que estaba allí, cautivo, y que forzosamente tenía que venir a sus manos en cualquier momento. Por otra parte, la presencia de la empresa estatal en el mercado interno era impor-tante porque era la cara de la empresa frente al país. La industria petrolera tiene eso, que está desarrollada en el interior y la gente no aprecia a primera vista su progreso; sobre todo, en un país dado a las construcciones faraónicas hechas por la democracia y por la dictadura, donde la gente se acostumbra a que le muestren las ejecutorias del Estado con toda pompa y en todo momento, y particularmente en las vecindades de las fechas electorales, en el tiempo estelar de las preinversiones, de las obras innecesarias, de los monumentos al mal gusto. Pero en el caso del mercado interno, llegar con las compañías a acuerdos significaba aceptar pagarles sus reclamos de compensación del lucro cesante; ellas decían: “tenemos contra-tos con las estaciones de servicio por ejemplo, por 10 años más; en esos 10 años íbamos a ganar tanto, la CVP nos paga las instalaciones y paga también lo que proyectábamos ganar en los 10 años restantes”. Todo esto dentro de una estructura que ustedes ya conocen cuál es: concesionarios de estaciones de servicio que han sido por años siervos de las compañías, no por su propia voluntad, aunque algunos de ellos con bastante vocación para esto, pero todos explotados por las compañías con un contrato de adhesión que no podían discutir pues debían vender esa imagen del empleado Shell, del empleado Creole, de todos esos lemas que ustedes cono-

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cen bien por aquí. Se cayó entonces en el largo debate que innecesariamente se dio por la meta de 33% del mercado interno de gasolinas, porque podía haber medidas oficiales que llevaran a que se cortara esa situación.

Por supuesto que el Estado tenía muchos problemas –yo no lo voy a desconocer– y ellos salían a relucir cada vez que se planteaba algo por la CVP con carácter de ur-gencia: hay que reconocerle prioridad al problema este, o al otro, no poner en pe-ligro la estabilidad del Gobierno. Tantas excusas dificultaban el crecimiento de la empresa estatal, pero era obvia la falta de recursos financieros para ir directamente a la exploración y buscar reservas propias. Fue entonces cuando el Gobierno dijo: “¿vamos a buscar una fórmula de colaboración?, ¿para qué invertir dinero en una operación de riesgo? Que lo pongan las compañías”. Así comenzó el proceso de los Contratos de Servicio que a mi me tocó dirigir durante varios años. Fue en él donde adquirí la experiencia de las joint ventures a los que me referí ayer con motivo de la intervención del doctor Engel.

Contratos de Servicio

Generalmente, por parte de la industria, los contratos son fórmulas disfrazadas para obtener concesiones, y se originan en la experiencia que los inversionistas extranjeros han tenido del trato con funcionarios del Estado oportunistas, o vendi-dos; o con sujetos que estaban nada más que interesados en presentarla una facha-da distinta al electorado, en decirle: “ya no hay concesiones; ahora lo que hay es un contrato donde nosotros vamos a tener a las compañías bajo nuestro dominio; ellas van a ser nuestros sirvientes”. Pero, en definidas cuentas, los principios bási-cos de la concesión permanecían en el contrato.

Cuando se abrió el proceso, cuando se apreció la posibilidad de los Contratos de Servicio, claro que vino el júbilo de nuevo a las compañías, y dijeron: “no más concesiones, está bien, está ok, las concesiones pertenecen a otro período histórico, vamos a ir a los Contratos de Servicio”. Vinieron entonces las primeras proposiciones. Yo, por cierto, puedo revelar ciertos aspectos de las proposiciones cometiendo algún tipo de pecado de esos que no sé si me llevarán algún día al in-fierno, o a otro tipo de experiencia punitiva, pero los tengo como una muestra de la audacia, de la desfachatez de las empresas. Los contratos propuestos, señores, no eran ni siquiera parecidos a las concesiones, sino peores que las concesiones. Una compañía planteaba que el extraer un petróleo determinado era muy caro, que casi no era petróleo, sino una materia sumamente dura, que para traerla a la superficie había que exonerar a la compañía del pago de la regalía. La Creole (Standard Oil de New Jersey) pidió 880.000 hectáreas en el lago de Maracaibo pero con un con-trato por 59 años. Ante la observación de que las concesiones tienen el límite de 40 años, contestaban: “¡ah, no!, pero eso es para las concesiones que hay el límite, para los contratos, no ¡59 años!”.

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En tales condiciones se elaboraron las bases de Contratos de Servicio, bases que dieron lugar a un gran pugilato, porque elaboramos unas bases tendientes a bus-car una nueva fórmula de colaboración con las empresas. No les voy a decir que no estudiamos otras experiencias, las que luego desechamos como infelices; por ejemplo, la experiencia que vivió la Argentina con los contratos que suscribió Fon-dizi. No queríamos, en efecto, firmar ningún paquete de contratos y queríamos, sí, que la empresa estatal a los niveles técnicos adecuados, estipulara los diversos as-pectos que debían estar comprendidos dentro del contrato. Una de las condiciones básicas que pusimos en las Bases fue la de que las empresas con áreas ociosas te-nían que justificar la necesidad de nuevas áreas, o comprometerse en un programa de desarrollo discutido y aprobado con la empresa estatal. También incluimos otra serie de disposiciones que no creo necesario mencionar aquí, pero que, si alguno de ustedes tiene interés, estoy dispuesto a explicar con el mayor detalle posible.

Los Contratos de Servicio no eran sólo para facilitarle a las compañías una posi-bilidad de colaborar con el Estado, de seguir en el negocio en Venezuela, sino una manera de buscar nuevas vías hacia el financiamiento de la explotación porque el Estado venezolano no nos daba suficientes recursos, no obstante disponer de un Presupuesto tan grande. Se argumentaba con una lógica intocable, como si se tra-tara de un tabú, de algo que nadie podía cuestionarlo, que las compañías tenían el control absoluto de los mercados. ¿De qué vale tener petróleo si luego no se puede vender?, ¿nos lo vamos a comer? Ese era el planteamiento que se nos hacía.

Nosotros teníamos que abrir brechas, brechas distintas de esas de los gaps tecno-lógicos cuya reiteración es de ese tipo de razonamiento que produce desconfianza; digo abrir brechas, nuevos derroteros, nuevas vías, nuevos caminos. Irnos hacia las empresas estatales y directamente hacia los países consumidores, como en el caso de Alemania no recordado por el profesor doctor Engel. Nosotros inicia-mos negociaciones sobre exploración de áreas con empresas alemanas, que nos permitieron conocer la modalidad del financiamiento estatal acerca del cual otro participante alemán en el Seminario se mostró enterado en una conversación que sostuvimos esta mañana. Porque es manifiesto el interés de los Estados dentro de los países capitalistas en controlar la importación de los hidrocarburos sin que ne-cesariamente tenga que ser a través de un desarrollo de tipo estatal puro, sino por medio de empresas nacionales de capital privado pero bajo el auspicio del Estado. Ese es el sentido de la aprobación de una serie de medidas proteccionistas en Italia, en Francia, en Alemania y hasta en la España del general Francisco Franco.

Fuimos a estos países para invitarlos a hacer proposiciones de contratos y en Amé-rica Latina vinimos directamente a los países del sur conscientes de las dificulta-des que existían. ¿Cuáles? Falta de divisas y de otros recursos, y enfrentamiento al petróleo barato que las compañías importaban de fuentes más lejanas. Las compa-ñías que estaban actuando en Venezuela concurrían a una licitación y competían la

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Shell de Venezuela con la Shell de por allá, y entonces ganaba la Shell de por allá y Venezuela perdía el mercado de Brasil, y así por el estilo. Tropezábamos también con la inestabilidad de los gobiernos latinoamericanos. En este sentido, nadie pue-de tirar la primera piedra porque la inestabilidad es un mal endémico y no sabemos si pasajero. De todas maneras, parecía imposible convencer a estos países de que el petróleo barato pero inseguro en cuanto al suministro y en cuanto al precio que tenían que pagar, debían compararlo con el petróleo seguro proveniente de fuentes de abastecimientos disponibles y cercanas, para así atender una necesidad perma-nente del desarrollo, como el suministro de energía.

Aunque existían en algunos casos, o en la mayoría de los casos, metas políticas nacionales donde se reservaba al Estado algún tipo de actividades, por ejemplo, la importación de hidrocarburos, lo cierto es que el marco político y económico en el cual se movían estas empresas estatales latinoamericanas impedía que ellas pudie-ran intentar aventuras conjuntas, joint ventures, con otras empresas estatales, con la empresa estatal venezolana. El joint venture a los sectores dirigentes les sonaba bien con la Shell o con otras empresas privadas, pero con la empresa estatal era de difícil aceptación. Cada vez que se hacia una visita a un sitio de esos, inmediatamente podíamos contar por seguro con que al regreso empezaríamos a recibir artículos y notas periodísticas de rechazo; por ejemplo, voy a mencionar en Brasil los del pro-fesor Gudín, del señor Roberto Campos. Siempre insistían en “¿por qué arriesgar el dinero, por qué irse a la locura de estar invirtiendo, distrayendo fondos del desarrollo para irse a buscar petróleo a otro sitio?” Pero, mientras tanto, el petróleo, por supues-to, había que comprárselo a las compañías extranjeras importadoras.

Fui asimismo a países socialistas, a Polonia, Yugoslavia, Rumanía y los invitamos a participar cuando era casi una herejía decirles a ellos que fueran a meter sus taladros en el lago de Maracaibo. Esto muestra el interés, la sinceridad con que estábamos actuando en esta nueva vía que se intentaba abrir. Este proceso tuvo, finalmente, un cambio posterior y regresivo con el ascenso del nuevo gobierno venezolano, pues se alteraron las Bases de la contratación para llegar a acuerdos con las grandes compañías y firmar cinco contratos sobre áreas en el sur del lago de Maracaibo. Los contratos se firmaron exactamente con tres compañías, dos de ellas con abundancia de áreas ociosas en el país, y otra, la Occidental, con una abundante reputación en cuanto a su comportamiento en otras áreas del mundo. Esto es, que en el momento en que en Venezuela se acelera toda una campaña con-tra la reversión por parte de las compañías, a dos de ellas, la Shell y la Mobil, esta de la Standard Oil New York, se le entregan áreas en el sur del lago de Maracaibo por 23 años, con ciertas ventajas para el Estado incorporadas en los contratos al lado de evidentes deficiencias, es cierto, pero en momentos nada oportunos para reforzar la posición de las empresas, esto es, cuando el país tiene que decidir algo fundamental: qué va a hacer con la industria petrolera y si va realmente a recibirla, si va a operarla el Estado directamente.

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Tampoco era oportuno suscribir contratos con la justificación de la imposibilidad de conseguir mercados, cuando a pesar de los pronósticos de las compañías, la demanda mundial creció, la CVP pudo efectuar sus ventas en el exterior y además se produjeron algunos incidentes que pusieron en peligro el acceso a otras fuentes de suministros, lo que valorizaba la ventaja geográfica de Venezuela. En este caso se vio, pues, que era fácil el acceso a los mercados, que el problema no consistía en buscar mercados, sino que el problema consistía en tener petróleo y consiste en tener petróleo.

Ya fueron mencionadas las cifras correspondientes a las reservas mundiales. Pero no crecen con la misma velocidad las reservas que la demanda; además, no hay que olvidar que estamos en un clima, y voy a mencionar la palabra que no le gustó al observador boliviano, aunque quizás con este sentido le agrade más, en un clima de insurgencia de los pueblos que reclaman mayores condiciones de progreso, y el progreso lo lleva fundamentalmente el petróleo, la energía que origina el petróleo. No es cierto lo que se dijo por allí de la abundancia del petróleo, de que donde quiera que se meta la mecha, la broca, se consigue petróleo. Yo hablaba ayer con un distinguido profesor (Wionzeck) y me decía: “pero si en zonas de Venezuela hay tanto petróleo, quiere decir que en las áreas vecinas también hay mucho pe-tróleo”. Esto sería muy satisfactorio para nosotros, pero en el negocio petrolero se trabaja en función de tantos aciertos contra un número mayor de desaciertos. No solamente lo que dijo Mayobre de que se había perdido más en el petróleo que lo que se había ganado, que posiblemente es cierto, como más gente ha perdido en la lotería que los que han ganado el primer premio. No sé si alguno de ustedes se ha ganado un primer premio en alguna oportunidad, pero en este caso del petróleo casi es así la situación, de un hallazgo afortunado, y el hallazgo afortunado que enriquece de pronto a alguien es el que mantiene la clientela de accionistas sumi-nistrando fondos para este tipo de inversiones de riesgo. Pero este es un argumento ya clásico que se utiliza en los países subdesarrollados: el petróleo existe en abun-dancia; el petróleo va a ser sustituido por otra fuente de energía; el cobre existe en tantas partes del espacio; en fin, el mundo está harto, completamente harto de estas materias primas, y es mejor salir de ellas pronto, antes de que no valgan nada y entonces allí es de donde viene la recomendación de vender barato. Por supuesto que los países nuestros que subsisten mediante estos recursos no renovables que se agotan, no pueden dejarse llevar por esta campaña de presión y tienen que esta-blecer políticas racionales de explotación de sus recursos para que duren más, para obtener la mayor participación posible en la explotación de estos recursos.

Tal consideración ha llevado a ponerse de acuerdo a los que potencialmente no podrían ponerse de acuerdo nunca, a los competidores, porque más dificultades veo yo en que se pongan de acuerdo los vendedores entre sí, a que se pongan de acuerdo un vendedor con un consumidor, como era un planteamiento que se nos hacía frecuentemente en América Latina. ¿Cómo nos vamos a poner de acuerdo,

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ustedes que quieren vender caro y nosotros que queremos comprar barato? No obstante la proliferación de razonamientos por el estilo, se adelantó el proceso de solidaridad que se concretó en la fundación de la OPEP.

Dentro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se sos-tienen fórmulas de progreso que demuestran, en algunos casos, la diferente evo-lución política que se está cumpliendo en cada uno de estos países. Surgen tesis variadas como las que recomiendan: vamos a nacionalizar y para nacionalizar es mejor no participar antes en las operaciones de las concesionarias; mientras otras dicen: vamos a participar para que después podamos nacionalizar en mejo-res condiciones. Hay gente que no está interesada en que se haga ningún tipo de nacionalizaciones porque el proceso de nacionalización desarrolla un dinamismo que repercute indiscutiblemente en la organización social de cada país. En el caso venezolano la situación es distinta y por eso hemos buscado esta vía de acerca-miento con los países de América Latina a través de las operaciones conjuntas y hemos tratado de desarrollar la empresa estatal en medio de dificultades; pero, precisamente frente a esta oposición de las empresas, frene a esta disminución de las reservas, frente a esta falta de actividad exploratoria por parte del Estado, es que yo digo que no creo que está tomada la decisión, como dijo el doctor Mayobre, de la explotación directa de los hidrocarburos por el Estado. Yo creo que Venezuela no va a tener capacidad de implantar la explotación directa si el actual curso de los acontecimientos sigue en la forma que va, si las compañías mantienen su actividad de descenso exploratorio e indiscutiblemente que ya, a estas alturas, es razonable pensar que las compañías no van a invertir ahora para descubrir un petróleo que posiblemente se tenga que producir de aquí a 10, 15, 20 años, cuando ellas no van a estar en capacidad de traerlo a la superficie. Es urgen-te, entonces, buscar fórmulas, medidas que logren que estas áreas que tienen las compañías, las más importantes desde el punto de vista operativo, sean objeto de un programa exploratorio. Allí, en esas áreas que ellas quieren retener consigo y que son las más trabajadas, las que se conoce más acerca de ellas, debe explorar-se antes que otras donde de entrar el Estado venezolano ahora a desarrollar una actividad que en el pasado no ha sido precedida de abundantes investigaciones, va a encontrarse con el problema de descubrir el petróleo, que no es así tan fácil como cualquiera podría creer y luego acondicionar instalaciones de producción, etcétera. Es decir, que se requieren varios años para llegar a determinados niveles de producción y lograr reponer el volumen de reservas que se ha dejado de des-cubrir por el receso de las compañías petroleras. En consecuencia, creo que en las actuales circunstancias, con todo y el paso de progreso que se ha dado con la Ley sobre Bienes Afectos a Reversión, no estamos abocándonos a un proceso de ex-plotación directa de los hidrocarburos por el Estado y opino que la única manera de hacer efectiva la reversión es la de nacionalizar la industria antes de 1983.

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Nacionalización de la industria

Este planteamiento lo he hecho en Venezuela en varias ocasiones; inclusive en la oportunidad en que era director general de la Corporación Venezolana del Petróleo. Me pronuncié en aquel entonces por la explotación directa de las concesiones y ahora lo ratifico frente a quienes preguntan: “¿para qué nacionalizar si ya viene la reversión?” Veo, con angustia, esta tendencia de los acontecimientos que posible-mente nos lleva a tener que negociar con las compañías las áreas que ellas tienen, y por eso digo: es necesario nacionalizar antes. No es que sea solamente ilógico otorgar deformados Contratos de Servicio a las compañías que hoy se oponen a la reversión, sino que se les ha dicho, y se han hecho manifestaciones oficiales por parte del Presidente de la república, el Ministro de Minas e Hidrocarburos y otros personeros, que los contratos firmados abren la vía hacia nuevos entendimientos que asegurarán la continuidad de la colaboración entre el capital extranjero y el capital nacional. Para detener la tendencia entreguista de nuevas áreas hay que recomendar la nacionalización y no la espera de una fecha más o menos lejana, en condiciones en que aumenta el deterioro de las reservas totales del país. Esta tesis la decía yo en Venezuela, pero posiblemente no se me hacía mucho caso; ahora, cuando la diga otra vez a mi regreso de Chile, a lo mejor se me presta más aten-ción. Van a comentar: “eso fue lo que aprendió allá”. Pero, en verdad, si yo pusiera en práctica todo lo que he aprendido aquí, no sé como harían las compañías para devolver toas las ganancias excesivas, porque allá en Venezuela en los últimos años la utilidad neta de las compañías se ha movido entre 30% y 40%. La situación ha sido peor en años anteriores y mucho más grave en otras áreas del mundo, como en el Medio Oriente, donde las compañías petroleras ganan más 60%.

¿Cómo se justifica la medida de nacionalización de la industria antes del venci-miento de las concesiones? Porque es la manera de recuperar el control absoluto de la industria, la que nos permite ir sin mayores dilaciones directamente a las áreas donde están las reservas y nos da el manejo de la tasa de producción, que es, precisamente, la que mueve los ingresos fiscales. Con la nacionalización vamos a tener mayores ingresos porque el beneficio que se llevan los concesionarios, el beneficio de 30 a 40% que les queda después de pagar todos los impuestos, limpio como decimos allá de “polvo y paja” –yo no sé si aquí es una mala palabra, pero a veces me encuentro con que hay expresiones que no se pueden usar en varios países– para nosotros significa la posibilidad de no seguir explotando a la misma tasa de producción que las compañías, poder ahorrar, es decir, darle al Estado lo que necesite, programar el desarrollo de nuestra economía con bases estables y no depender del sector petrolero en esta forma accidentada que de pronto nos hace amanecer con los grifos más abiertos para aumentar la producción en tantos miles de barriles diarios porque según las compañías se puso bravo un jeque por allá en el Medio Oriente y dijo que ese día no le pasaba petróleo por el oleoducto, y cosas así por el estilo. Estoy, naturalmente, exagerando; pero la situación en el

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Medio Oriente es muchas veces unpredictable para las compañías; por lo menos así comentan sus voceros.

La nacionalización permitiría quebrantar esta relación de dependencia operativa; nada menos que la capacidad para decidir el futuro del país, que está directamente vinculado a la explotación extranjera del petróleo porque alrededor de esta gira la actividad extranjera en otras industrias y la actividad de los señores que en Venezuela por razones de ingresos de orden patrimonial están dentro del círculo de intereses comunes con las compañías petroleras. Esta es una situación que se ha agravado en los últimos tiempos. Durante los últimos períodos de gobierno ha crecido la participación en la política interna de los inversionistas extranjeros y de los empresarios a ellos vinculados. Hasta posiciones claves de la Administración ya están en manos de estos sectores. No solamente su poder económico se ha forta-lecido sino su poder político. Ya no contribuyen solamente, ni son benefactores de partidos en exclusivo, sino que tienen sus representantes directos en los Cuerpos Legislativos, en el Gabinete, y en otros cuadros de alto nivel. Podemos citar casos concretos para que suenen como anecdóticos en medio de estas disertaciones un poco pesada; pues las posiciones fundamentales de la economía no están en manos de demócrata-cristianos, siendo el presidente Caldera indiscutiblemente un hom-bre de importancia internacional en la democracia cristiana. ¿Por qué el Ministro de Hacienda no es del partido demócrata-cristianos, sino que es un ex abogado de Nelson Rockefeller y ha sido su escritorio el que siempre ha servido a los intere-ses norteamericanos? No es un chisme ni una afirmación ligera, pues él ejercía su profesión libremente, rindiendo una labor que entendía como muy decente, e inclusive a mí me tocó discutir con él, yo como representante del Estado y él como representante de esta clase de intereses. Ni siquiera estoy condenando como com-pletamente sancionable el que dicho Ministro le haya servido a un “campeón” de la economía privada en el mundo entero como es el señor Rockefeller, quien ade-más puede ser presidente de Estados Unidos; sino yo lo que estoy señalando como objetable es que a este mismo señor se le confíe la defensa de los derechos fiscales del Estado venezolano frente a las empresas de Rockefeller y demás compañías.

Hay otros casos: por ejemplo, el Ministro de Fomento pertenece a uno de los grupos más poderosos del país; él como otros, es persona decente, patriota, pero representa en el Gobierno el criterio del empresario al que está ligado. Yo no sé cómo se sentirá el doctor Mayobre –tampoco se lo estoy preguntando, no está obli-gado a darme una respuesta– pero el presidente del Banco Central era hace poco el presidente de la Federación de Cámaras de Comercio y Producción (Fedecámaras) que es un organismo empresarial dominado por la influencia de las compañías pe-troleras; donde las compañías petroleras tienen sus representantes más agresivos. A este señor, además de ese carácter representativo, no se le conoce por su pericia para el cargo, pero aquí sí Mayobre está en capacidad de decir algo y vamos a ponerlo en dificultades. ¿Qué conocimiento tiene el presidente del Banco Central de la teoría monetaria, de los problemas financieros del país para haber alcanzado

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esta posición? Amigo mío hace muchos años y un buen compañero, simpático, todas esas cosas pero, ¿cuál es su dependencia de Fedecámaras? Fedecámaras es el organismo empresarial que ha llegado al punto máximo de reaccionarismo que se ha podido concebir en Venezuela. Cómo será, que ha sorprendido a las mismas compañías petroleras. Estoy hablando en serio. Estoy hablando con el apoyo de un estudio sociológico que se hizo, para el cual se entrevistó a dirigentes de las com-pañías privadas, a dirigentes petroleros, y entonces uno de estos relató el cuento de Fedecámaras, así:

Nosotros antes no nos atrevíamos a exponer nuestro caso directamente, pero encontra-mos esta vía de Fedecámaras y empezamos, tímidamente al comienzo, a presentar algu-nos borradores e ideas, y comprobamos que esas ideas eran acogidas, pero no solamente acogidas, sino que luego nos pedían que les lleváramos los documentos totalmente preparados y entonces repetían los documentos y ponían la firma completa sin corregir-le nada. La dificultad consistía en que ellos querían que le cargáramos más la mano al Gobierno y no siempre era prudente complacer a los directivos de Fedecámaras.

De esta Fedecámaras, en su mejor época, el Ministro de Hacienda era su principal asesor y fue él quien elaboró un informe donde decía que el gobierno venezolano tenía una política insensata al tratar de obtener mejores ingresos de las compañías petroleras cuando las pobrecitas habían perdido su nivel competitivo porque les estábamos exigiendo demasiado. Este Ministro en sus documentos firmados a fa-vor de las concesionarias, en sus artículos de prensa recogidos en libros, planteaba abiertamente su respaldo a las compañías; y a este señor lo nombran Ministro de Hacienda, y ponen en sus manos, dentro de esta concentración de poder que veni-mos comentando, gran capacidad de decisión sobre lo que Venezuela puede hacer en relación con el vencimiento de las concesiones.

El enfoque que venimos presentando nos tiene que llevar en un momento dado a detenernos y decir: bien, hay una serie de razones a favor de la nacionalización, pero hay que traducirlas en cifras; es necesario que cuantifiquemos los recursos que necesitamos, que establezcamos nuestras metas, que indaguemos si tenemos recur-sos financieros, recursos humanos, recursos técnicos, para poder hacernos cargo de la industria; pero, sobre todo, para poner en marcha estos programas, para ir obte-niendo metas a corto, mediano y largo plazo se requiere adelantar un vasto progra-ma de investigación. Esta preocupación mueve a la angustia a diferentes sectores, o más bien a gentes que se preguntan con preocupación por qué no existe en Vene-zuela un solo organismo que esté estudiando el año 1983 y por qué en los despachos oficiales no existen núcleos, círculos de estudio, de trabajo que estén analizando la problemática involucrada por la explotación directa de los hidrocarburos.

Hay tantas cosas que hay que analizar, como por ejemplo, ¿qué personal necesita-mos? Ni siquiera las cifras oficiales sobre el personal empleado de las compañías petroleras merecen fe; lo digo porque me consta a través de los contactos con los gremios de profesionales que trabajan en las compañías petroleras. Sus cifras se

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presentan generalmente para demostrar que el programa de “venezolanización” está en marcha; es decir, que no se les permite a tantos profesionales extranjeros trabajar, sino a cuantos; entonces las muestran como cifras de progreso, pero no indagan qué están haciendo los ingenieros venezolanos en las compañías extranje-ras. Algunos están haciendo tonterías, mientras extranjeros que no aparecen en las nóminas como profesionales están haciendo tareas que les corresponden a gradua-dos universitarios. Hay, así, una idea equivocada en relación con las necesidades de recursos humanos requeridas para manejar la industria; porque si se presenta la cifra de los extranjeros y se dice que son 1.200, se concluye que 1.200 se pueden reemplazar fácilmente; además, entre los 1.200 hay algunos que están casados con venezolanas y hay otros a quienes les gusta el clima y hasta quienes tienen una querida, y no se van de Venezuela ni que los echen. Pero es preciso averiguar si todos esos venezolanos que trabajan para las compañías estarían dispuestos a traba-jar para el Estado. A lo mejor les gusta más irse a trabajar en Sumatra o en otro país, bajo la dirección gringa, que quedarse en Venezuela trabajando para el sector públi-co. Mucho menos se sabe de nuestras necesidades en el nivel de la dirección de la empresa. Todos los déficits hay que cuantificarlos y enervarles las cifras a las univer-sidades, a institutos tecnológicos para la formación de todos los batallones de gente que Venezuela necesita entrenar para poder arribar a la meta que anda buscando.

Los problemas técnicos y financieros no son los menores, pero sabemos que los recursos financieros los produce, los genera la misma industria, y allí creo que no tendremos dificultades insolubles; tampoco en los mercados, porque además de los datos que dieron antes, puedo decir que ya se tiene conocimiento de que los rusos se van a convertir en importadores de petróleo. Esto es, que en Rusia, con toda y su tremenda producción actual, ya se prevé la búsqueda de petróleo afuera. Lo digo, como en algunos casos anteriores, porque he tenido la versión directa. No a través de la propaganda capitalista sino que he hablado por ejemplo en Polonia, con sus funcionarios de alta jerarquía. Y explican los tipos de petróleo que requie-ren porque, según ellos, los suministros que les están negando los rusos, estos mismos les aconsejan buscarlos en cualquier otra parte porque no están en con-diciones de seguir llevándolos a las refinerías polacas. (Hay una interrupción del profesor Miguel Wionzcek quien dice que se debe a que los rusos prefieren vender más caro al Occidente). Esa es una razón y una razón válida, porque a lo mejor esa mayor ganancia que obtienen en otras partes de Occidente la van a dedicar al financiamiento de programas para buscar más petróleo porque el problema vital es el del aumento de sus reservas. Ellos –como alguien informó– también están deseando que se desarrollen inversiones en su territorio; pero claro, los rusos no tienen que confrontar el problema de la dependencia que tenemos nosotros con la inversión extranjera. Si los japoneses resuelven meter sus reales en Rusia, bueno, ¡allá los japoneses! Pero yo no creo que los rusos vayan a temer por ello que se va-ya a afectar su situación interna por la influencia que puedan derivar los japoneses de la inversión que estén haciendo en territorio ruso.

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La perspectiva de la reversión de concesiones abre la necesidad de iniciar progra-mas de investigación con tesis alternativas, no necesariamente con una sola; yo, por ejemplo, con un grupo de profesionales voy a estudiar la explotación directa, la nacionalización; pero deben integrarse varios grupos de investigación sobre la misma hipótesis y sobre diferentes hipótesis porque el país tiene que disponer de alternativas pues nos estamos acercando a un momento sumamente difícil, suma-mente grave, el que casi podríamos ver en términos de catástrofe si continúa la disminución de las reservas del país y no contamos con capacidad para afrontar esta coyuntura que se le presenta a Venezuela de lograr la recuperación de su in-dustria básica y con ella la recuperación de su soberanía, de su poder de decisión con relación al presente y al futuro.

El marco político

Cuando planteo estas soluciones y razonamientos pretendo llegar a todos los secto-res tratando de no utilizar un lenguaje político, partidista; pretendo llevarle a la gen-te de los partidos en cualquier parte donde se encuentre, termocéfalos o como sea, y a los sectores económicos, también empresariales, las posibilidades aprovechables que existen aún dentro del actual sistema. Pienso que los empresarios nacionales pueden participar en algunas fases del negocio, de la industrialización, pero no en la producción, no en la exploración de petróleo; sin embargo, en las empresas de servicio, ¿por qué no? Digo las empresas de servicio como las de fabricación de equipos, materiales, etcétera, donde el capital privado nacional puede tener partici-pación como también en las tareas de distribución de productos, siempre y cuando el Estado se reserve algunos controles, la fijación de tarifas, etcétera.

Es conveniente mostrar cómo la nacionalización tiene una cantidad de aspectos ventajosos para diferentes sectores y que no es solamente una consigna de tipo político que huele a pólvora, sino algo que puede lograrse con un consenso bas-tante mayoritario. El proceso social que indiscutiblemente se va a cumplir con el desplazamiento de esa inversión extranjera es cuestión a la que quizás podamos ver cómo la hemos de abordar en su oportunidad, pero yo no creo que se tenga que plantear que es necesario hacer la revolución primero para tomar la industria en nuestras manos. En lugar de que cada quien agarre su trinchera para tomar la decisión después que se resuelva el triunfo en una acción de guerra, con todo y sus implicaciones geopolíticas, creo en la factibilidad de un esfuerzo nacional que nos lleve a acelerar el paso en la vía del progreso escogida, la de tener la mayor participación en los beneficios de la industria creando una conciencia nacional en los diferentes sectores y movilizando recursos con amplia libertad de criterio, vale decir, sin someternos a las reglas de juego que impone el sistema político actual. ¿Cuáles son estas reglas de juego? Bueno, en principio, la de respetar el régimen sacramental estructurado por los partidos. Es preciso dirigirse a la gente de los partidos cualesquiera que sean sus autoridades y cualquiera que sea el rigor de su disciplina interna. Asimismo, ¿por qué no se le puede hablar a los militares de este

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problema?; ¿vamos a dejar a los militares para que oigan la versión que pueden hacerles llegar los sectores con mayor capacidad de control sobre los medios de comunicación de masas?, ¿o hay que irse clandestinamente a esconderse con el militar para decirle: “¡mire, si nosotros explotamos el petróleo, en vez de ganar tanto vamos a ganar cuanto!” ¿Para que llegue detrás la policía a mandarnos a to-dos presos y él pierda su carrera en el ejército, solamente por estar discutiendo un problema económico que le interesa a todo el país? Entonces a lo mejor nos toca venir a reforzar el grupo de exiliados que está en Chile.

Pero la regla de juego del marginamiento del militar de los grandes problemas nacionales también hay que quebrantarla, así como agitar los factores de contro-versia que existen dentro de diferentes organizaciones que eran cerradas pero que ahora, moviéndose con fines de justicia social, están rompiendo todas sus vetustas normas, todo sentido de restricción que impida el debate. Estoy refiriéndome, con-cretamente, a las órdenes religiosas, particularmente al catolicismo que en oportu-nidades anteriores era un catolicismo cerrado, absolutista, vinculado a los sectores de poder, pero que hoy nombrarle un cura a Wall Street es como nombrarle el diablo. Así ha habido manifestaciones periodísticas del vocero de Wall Street don-de denuncian hasta al Papa, al Santo Padre, que no tiene una posición muy clara –bueno, tampoco me voy a meter con la Iglesia–, pero aparentemente él desconfía mucho de las investigaciones de los sociólogos, aparece siendo cuestionado en esta prosa de los editorialistas de la ciudadela del capitalismo.

También hay que rechazar el electoralismo. ¿Cómo es posible que un país viva entretenido con las elecciones, pensando en quién va a ser el candidato que va a sustituir al presidente? Acaban de elegir a un Presidente y ya piensan en quién lo va a sustituir. Y a cualquier persona que hable de un problema nacional la acusan de que quiere ser candidato; y el que no habla es porque también quiere ser candi-dato y “se está cuidando”. No se puede andar ni no andar dentro de este clima de locura, mientras, por supuesto, se pierde de vista el problema fundamental como es este de la posibilidad de explotar directamente el recurso básico para el desarro-llo independiente de la economía.

Diría, para terminar, que tendríamos que completar la lucha en el frente interno con las acciones que en el campo internacional se puedan librar. Pienso mucho, por ejemplo, en la posibilidad de fórmulas de integración en América Latina. Ya hay mecanismos estatales que tienen tiempo de establecidos, que obedecieron a este brote que hubo a comienzos de siglo en estos países, donde el socialismo fue planteado por gentes que hoy tienen la apariencia de patriarcas y se ven a lo lejos, tan remotos, pero que en su momento señalaron caminos para la interven-ción del Estado. Luego el producto de esa aspiración se concretó en empresas las cuales, casi inevitablemente, han sido víctimas de la evolución política sufrida bajo la dependencia, para terminar desatendiendo la función transformadora que alentó su creación. Creo que en este fracaso ha contribuido mucho el régimen de

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convivencia con las empresas extranjeras. Sinceramente, a estas alturas no creo en las empresas mixtas para explotar los recursos básicos; ni veo como factible que se desarrolle una empresa estatal al lado de las grandes empresas monopolis-tas internacionales. Como si se pretendiera desarrollar, digamos a la Corporación Venezolana del Petróleo, con iguales derechos frente a la ley y las mismas facili-dades administrativas que las otorgadas en mi pequeño país a la Creole Petroleum Corporation que es la Standard Oil de New Jersey. Sin embargo, hemos presen-ciado cómo el Gobierno dice que hay que darle el mismo trato para que no haya desigualdad, y una serie de cosas que a la larga, o en breve plazo, acaban con las posibilidades de crecimiento de la empresa estatal. Porque luego viene el fomento de un ambiente de vicios, de corruptelas, de vagabundería, de holgazanería, y tam-bién que a la gente que se pone vieja pero no abandona sus cargos, se le acaba la capacidad de pelea, se le disminuye su curiosidad con los años.

Los obstáculos de la integración

Ahora que me refiero a características de la obsolescencia y que puedan ser prema-turas, digo que ciertas formas de integración me preocupan; particularmente cuan-do oigo discutir en algunos cenáculos los progresos de la integración, y presencio reuniones que se hacen, por ejemplo, con motivo de la Alalc, y otras por el estilo. Me preocupan, porque quizás se me ha pegado, en el tiempo que pasé por la empresa del Estado, la mentalidad de empresario, de tipo que quiere desnudar las cosas rápido, –digo las cosas porque no estoy hablando de desnudar a más nadie– desnudar las cosas rápido, ver qué es lo que tienen por dentro, en síntesis, ver lo que realmente son. Es, entonces, cuando utilizo este lenguaje en busca de realizaciones, de lograr objetivos, es decir, este lenguaje que estoy acostumbrado a emplear –aparentemente por la vía más larga, como ustedes se han dado cuenta hoy– pero a mí me preocupa que se pase el tiempo en discusiones y discusiones, que se dé cabida a ese ambiente de suspicacias, de viveza, de la viveza criolla que en el fondo lo que obtiene es que se difieran las decisiones. Lo que es una tarea de empresarios, programar todo el proceso que lleva hasta la ejecución de la obra, parece que se ha puesto en manos, en algunos casos –digo en algunos casos porque sería injusto decirlo en otra for-ma– de burócratas, de gente con mentalidad burocrática, de gente que se acomoda a un patrón de mentalidad, digamos que le impide a veces protestar contra la realidad dentro de la cual ella misma se está moviendo, o protestar las directrices que vie-nen de más arriba, porque, también en ese sentido hay que reconocerlo, se tiene en América Latina una situación de dominación, de dependencia, donde las grandes empresas multinacionales se han adueñado de los recursos naturales del país y de la manufactura. Todo proyecto importante está en manos o a punto de caer en manos de las grandes compañías extranjeras y esa es la razón por la cual encontramos toda una serie de tropiezos para que los países se pongan de acuerdo.

¿Por qué no empezamos a desenmascarar todo esto para llegar a algunas solu-ciones finales?; ¿o es, simplemente, que tales funcionarios son representantes de

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las clases dirigentes, beneficiarios del statu quo actual y que no quieren que la situación en América Latina cambie?, ¿será necesario entonces, para llegar a estu-dios más avanzados de la integración latinoamericana que se haga una completa subversión social? Evidentemente que por el camino que toman las cosas es fácil observar como los malos ejemplos no solamente revelan aldeanismo sino algo más que eso; por ejemplo, los proyectos paralelos que cuestan tanto, que son una sangría para los países, se llevan a cabo en condiciones antieconómicas por el prurito nacionalista que se dice tiene cada país, y si un país tiene una industria petroquímica, 20 países tienen que tener 20 industrias petroquímicas, aunque las condiciones no sean dadas, aunque tengan que importar los insumos, y en fin, hasta en la investigación, que es la fase más elevada de la ciencia, donde recono-cemos que no tenemos suficiente gente de nivel dado nuestro deficiente progreso científico, decretan institutos de investigación, en varias partes, de investigación básica y aplicada, mientras países altamente industrializados aúnan sus esfuerzos y tratan de llegar a limitar sus objetivos en materia de investigación, de desarrollar una investigación con vistas a un plan, a algo que le interese, a algo que señale un orden de prioridades con vista al interés nacional.

Antes, las necesidades primarias

Creo, pues, que tenemos necesidad de revisar nuestro comportamiento, todo lo que se ha estado haciendo, para que trabajemos el país real y no trabajemos un país que existe solamente en nuestras mentes; y empecemos a hablar de inver-sión extranjera, por ejemplo, y no veamos lo que está pasando en la casa nuestra, adentro, y entonces comenzamos a hablar de las dificultades que existen para que nosotros podamos alcanzar ciertos altos grados de progreso tecnológico. Es in-discutible que el mundo ha avanzado tanto que lo que antes creíamos correcto en inversiones extranjeras, hoy puede no ser correcto, porque está obsoleto; pero, al mismo tiempo, tenemos que darnos cuenta de que sí es cierto que estamos obsole-tos en una serie de cosas, de que el mundo no se ha desarrollado igual en todas las áreas del globo, de que en América Latina hay regiones donde estamos viviendo prácticamente en el medioevo, donde hay una situación que nos llama, por razones de humanidad, a enfrentarnos también al enemigo nacional, porque no se trata de alcanzar la meta tecnológica de la Unión Soviética, ni de Estados Unidos, que ese no es el papel que ahora nos corresponde a nosotros, sino de llevarle comida y vivienda y vestido al hambriento y al necesitado. Estos son los problemas que te-nemos planteados con urgencia en nuestros países y que tenemos que encararlos al lado de las grandes preocupaciones que nos tiene que originar, indiscutiblemente, el acelerado progreso que la humanidad cumple en otros frentes.

Intervención en el Ildis: Seminario Política de Inversiones Extranjeras y Transferencia de Tecnología en América Latina.

Santiago de Chile, 24 al 30 de octubre de 1971

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168 Hacia la nacionalización petrolera

ORIgEN DE LA INvERSIóN bRUTA EN LA INDUSTRIA PETROLERA 1955-1970

(millones de bolívares y porcentajes)

Procedencia

de las inversiones 1955 1958 1959 1960 1961

Estados Unidos 6.907 10.625 10.595 12.300 12.111

Inglaterra 1.290 1.796 1.788 2.095 2.634

Holanda 3.036 4.386 4.420 3.862 3.918

venezuela – – – – 130

España 40 44 37 70 75

Canadá 56 133 25 18 19

TOTAL 11.329 16.984 16.875 18.345 18.887

Procedencia

de las inversiones 1962 1963 1964 1965 1966

Estados Unidos 12.028 12.425 12.619 12.838 13.120

Inglaterra 2.587 2.498 2.583 2.610 2.485

Holanda 3.847 3.721 3.843 3.880 3.692

venezuela 168 176 216 256 323

España 76 79 82 87 99

Canadá 19 21 19 16 17

TOTAL 18.725 18.920 19.362 19.687 19.736

Procedencia

de las inversiones 1967 1968 1969 1970

Estados Unidos 13.316 14.541 15.533 16.211

Inglaterra 2.328 2.293 2.449 2.556

Holanda 3.530 3.401 3.633 3.791

venezuela 423 594 779 936

España 112 110 118 123

Canadá 15 18 19 20

TOTAL 19.724 20.957 22.531 23.637

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CUADRO 1

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Nacionalización de la industria petrolera en Venezuela 169

Fuente: Rodríguez, P. (1971). Inversiones Petroleras en Venezuela. CVP en cifras.Años 1969-1970: Estimados sobre participación año 1968 y cifras. MMH.

DISTRIbUCIóN PORCENTUAL

Procedencia

de las invesiones1955 1958 1959 1960 1961

Estados Unidos 61,0 62,6 62,8 67,0 64,2

Inglaterra 11,4 10,6 10,6 11,4 13,9

Holanda 26,7 25,8 26,2 21,1 20,7

venezuela – – – – 0,7

España 04 0,3 0,2 0,4 0,4

Canadá 0,5 0,7 0,2 0,1 0,1

TOTAL 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

Procedencia

de las inversiones1962 1963 1964 1965 1966

Estados Unidos 64,2 65,7 65,2 65,2 66,5

Inglaterra 13,8 13,2 13,4 13,3 12,6

Holanda 20,6 19,7 19,8 19,7 18,7

venezuela 0,9 0,9 1,1 1,3 1,6

España 0,4 0,4 0,4 0,4 0,5

Canadá 0,1 0,1 0,1 0,1 0,1

TOTAL 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

Procedencia

de las inversiones1967 1968 1969 1970

Estados Unidos 67,5 69,4 68,9 68,6

Inglaterra 11,8 10,9 10,9 10,8

Holanda 17,9 16,2 16,1 16,0

venezuela 2,1 2,8 3,5 4,0

España 0,6 0,5 0,5 0,5

Canadá 0,1 0,1 0,1 0,1

TOTAL 100,0 100,0 100,0 100,0

ORIgEN DE LA INvERSIóN bRUTA EN LA INDUSTRIA PETROLERA 1955-1970

(millones de bolívares y porcentajes)

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170 Hacia la nacionalización petrolera

AñoUtilidad neta a

realización

Precios dereferencia1 Dividendos

Activo fijo

netopromedio

Rendimiento del capital

fijo neto a precios de

Realización Referencia

1956 2.115 – 1.610 6.336 33,38 –

1957 2.774 – 2.082 8.013 34,62 –

1958 1.616 – 2.378 9.327 17,33 –

1959 1.335 – 1.045 10.013 13,33 –

1960 1.283 – 1.357 10.074 12,74 –

1961 1.477 – 1.484 9.519 15,52 –

1962 1.694 – 1.641 8.965 18,90 –

1963 1.679 – 1.832 8.375 20,05 –

1964 2.457 – 1.877 7.932 30,98 –

1965 2.638 2.717 2.254 7.665 34,41 35,44

1966 2.504 2.683 1.968 7.298 34,31 36,76

1967 2.514 2.766 1.877 6.810 36,92 40,62

1968 2.653 2.936 1.910 6.714 39,51 43,73

1969 2.264 2.875 1.787 7.107 31,86 40,45

1970 1.739 2.219 1.523 7.411 23,46 29,94

19712 2.329 3.526 1.863 7.377 31,57 47,80

1) Calculado según la conjetura de que las ventas de exportación se hubieran realizado a los valores de exportación establecidos por el Ejecutivo Nacional.

2) Memoria del Ministerio de Minas e Hidrocarburos, 1971.

Nota: La disparidad tan notable entre algunas cifras de 1963-1970 y las de años anteriores se debe principalmente a los efectos de la nueva tasa de cambio (Bs. 4,40=$ 1,00 vigente desde el 18-01-1964.

RENDImIENTO DEL CAPITAL fIjO NETO DE LA INDUSTRIA 1956-1971

(millones de bolívares y porcentajes)

CUADRO 2

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Nacionalización de la industria petrolera en Venezuela 171

1 ) Indica producción de hidrocarburos líquidos.2) Comprenden: regalías, provisión para Impuesto sobre la Renta, impuestos estatales, municipales y otros impuestos nacionales menores cargados a Ganancias y Pérdidas. Las cifras de este cuadro difie-ren de los impuestos recaudados por el Fisco Nacional debido a diferencias temporales entre el año en que el impuesto es causado, el año de recaudación y a los impuestos cargados a cuentas de capital.

Fuente: Memoria del Ministerio de Minas e Hidrocarburos, 1971.

DISTRIbUCIóN DE LOS INgRESOS POR bARRIL PRODUCIDO 1956-1971

(bolívares por barril)

Año

Produc-ción

anual1

mmb

Costos ygastos deoperación

Depreciacióny amortización

Impuestoscargados

a ganacias y pérdidas2

Utilidadneta

Totalingresos

1956 899 1,87 0,85 2,37 2,35 7,44

1957 1.014 1,85 0,85 2,76 2,74 8,20

1958 951 2,06 1,03 3,09 1,70 7,88

1959 1.017 2,25 0,92 2,68 1,31 7,16

1960 1.047 1,91 1,14 2,51 1,23 6,79

1961 1.074 1,79 1,03 2,63 1,37 6,82

1962 1.176 1,55 0,92 2,72 1,44 6,63

1963 1.194 1,57 0,83 2,73 1,40 6,53

1964 1.252 1,93 0,79 3,95 1,96 8,63

1965 1.279 1,80 0,76 3,90 2,06 8,52

1966 1.242 1,85 0,80 3,86 2,02 8,53

1967 1.306 1,71 0,75 4,12 1,92 8,50

1968 1.332 1,61 0,70 4,12 1,99 8,42

1969 1.326 1,70 0,76 4,14 1,71 8,31

1970 1.370 1,75 0,78 4,52 1,27 8,32

1971* 1.318 1,93 0,81 5,87 1,77 10,38

CUADRO 3

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172 Hacia la nacionalización petrolera

1950 1955 1959 1964

1) Contribución al PNb

Sector petrolero. mmbs. 2.400 3.300 4.802 5.300

PNb 1/. mmbs. 10.600 16.100 23.668 32.475

Participación (%) 22,6 20,5 20,3 16,3

2) Petróleo e Ingresos fiscales:

Ingresos del petróleo. mmbs. 900 1.714 3.156 4.767

Total ingresos ordinarios, mmbs.

1.900 2.970 5.441 7.133

Contribución (%) 47,3 57,7 58,0 66,8

3) valor de las exportaciones:

Petróleos y productos. mmbs. 3.300 5.500 6.654 10.134

Total exportaciones. mmbs. 3.500 5.900 7.159 10.813

Contribución (%) 94,3 93,2 92,9 93,7

4) Ingresos de divisas al país:

Sector petróleo, mm$ 600 900 1.611 1.398

Total, mm$ 700 1.300 2.167 1.850

Contribución (%) 85,7 69,2 74,3 75,6

5) Total inversiones extranjeras:

9.200 13.300 20.600 23.436

Inversiones extranjeras en petróleo

8.000 11.300 17.500 19.146

Contribución (%) 87,0 85,0 85,0 81,7

PARTICIPACIóN DEL PETRóLEO EN LA ECONOmÍA vENEzOLANA 1950-1971

CUADRO 4

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Nacionalización de la industria petrolera en Venezuela 173

1969 1970 1971

1) Contribución al PNb

Sector petrolero. mmbs. 7.491 8.354 9.894

PNb 1/. mmbs. 43.379 47.218

Participación (%) 17,3 17,7

2) Petróleo e Ingresos fiscales:

Ingresos del petróleo. mmbs. 5.481 5.733 7.740

Total ingresos ordinarios, mmbs.

8.664 9.448 11.637

Contribución (%) 63,3 60,4 66,5

3) valor de las exportaciones:

Petróleos y productos. mmbs. 10.145 10.549 12.690

Total exportaciones. mmbs. 11.101 11.700 13.758

Contribución (%) 91,4 90,1 92,2

4) Ingresos de divisas al país:

Sector petróleo, mm$ 1.596 1.686 2.165

Total, mm$ 2.383 2.460 3.421

Contribución (%) 67,0 68,5 63,2

5) Total inversiones extranjeras: 26.625 31.734

Inversiones extranjeras en petróleo

21.300 23.163

Contribución (%) 80,0 72,9

1/ A precio de Mercado.

Fuente: Memorias e informes. Banco Central de Venezuela. Varios años.

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174 Hacia la nacionalización petrolera

Compañías 1975 1977 1983 1984

Mene Grande Oil Co. - - - 498.704.8369

Creole Petroleum Corp - - - 501.967.7665

CIa. Shell de Venezuela - - 162.318,3125 34.873.1812

Mobil Oil Co. Venezuela - - - 94.420,8987

Texas Petroleum Co. - - - 63.428,5180

Chevron Oil Co. Venezuela - - - -

Coro Petrlrum Company - - 800,0000 51.608,7100

S.A. Petrolera Las Mercedes - - - 63.025,9100

Talon Petroleum, C.A. - - - 41.056,1200

Phillips Petroleum Company - - - 7.241,9060

Sinclair Venezuelan Oil Co. - - - -

Mito Juan Conces. Hidrog. 500,0000 1.686,7100 7.060,6100 10.042,3100

Caracas Petroleum, S.A. - - - 18.747,8800

Venezuelan Atlantic Ref. Co. - - - 14.116,5700

Venezuelan Sun Oil Co. - - - -

Cía. Española de petróleos - - - 10.545,7650

Charter Venezuelan Pet. Co.* - - - -

Int. Petroleum Venezuela Ltd. - - 6.133,2450

Amoco Venezuela Oil Co.** - - - -

King Mill Oil Company - - - -

Texaco Maracaibo Inc. - - - -

Ven. Am. Ind. Oil. Prod. Ass. - - - -

Continental Oil Co. Venezuela - - - -

Totales 500,0000 1.686,7100 176.312,1702 1.409.780,3723

Estados

Anzoátegui 500,0000 1.686,7100 - 742.540,3221

Barinas - - - 944,8600

Delta Amacuro - - - 35.415,2300

Falcón - - 800,0000 2.050,0000

Guárico - - - 146.643,2900

Monagas - - 20.693,7650 233.842,6230

Trujillo - - - 7.972,2970

Trujillo-Zulia - - - 2.589,1900

Zulia-Trujillo- Mérida - - - -

Zulia - - 154.818,4052 237.782,5602

Totales 500,0000 1.686,7100 176.312,1702 1.409.780,3723

Porcentajes 0,02 0,07 7,87 62,90

vENCImENTO DE LAS CONCESIONES PARA EL 31/12/1971 AñOS y HECTáREAS

CUADRO 5

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Nacionalización de la industria petrolera en Venezuela 175

Compañías 1985 1986 1988 1989

Mene Grande Oil Co. 8.790,0500 2.051.6900 12.699.1900 22.518,9500

Creole Petroleum Corp - 3.012,1100 57.622,3100 -

CIa. Shell de Venezuela 61.907,0512 5.788,6209 2.104,7600 13.373,0000

Mobil Oil Co. Venezuela 36.493,5300 2.789,8400 10.349,4500 -

Texas Petroleum Co. 48.329,1925 2.292,7000 1.029,0000 -

Chevron Oil Co. Venezuela - - 87.020,0400 -

Coro Petrlrum Company 18.456.4330 - - -

S.A. Petrolera Las Mercedes - - - -

Talon Petroleum, C.A. 4.859,5500 - 11.790,9400 2.460,0000

Phillips Petroleum Company 3.389,5700 - - 7.376,0000

Sinclair Venezuelan Oil Co. 33.637,0700 - 5.444,8600 -

Mito Juan Conces. Hidrog. 13.459,7700 - 1.026,0000 -

Caracas Petroleum, S.A. 8.963,9390 - 2.171,1600 -

Venezuelan Atlantic Ref. Co. - - 2.460,0000 -

Venezuelan Sun Oil Co. - - - -

Cía. Española de petróleos - - - -

Charter Venezuelan Pet. Co.* - - - -

Int. Petroleum Venezuela Ltd. - - - -

Amoco Venezuela Oil Co.** - - - -

King Mill Oil Company - - - -

Texaco Maracaibo Inc. - - - -

Ven. Am. Ind. Oil. Prod. Ass. - - - -

Continental Oil Co. Venezuela - - - -

Totales: 238.286,1557 15.934,9609 193.717,7100 45.727,9500

Estados

Anzoátegui 78.978,5430 2.051,6900 - 7.376,0000

Barinas 2.276,1400 2.789,8400 15.974,3100 -

Delta Amacuro - - - -

Falcón 2.074,7500 - - -

Guárico 12.784,8000 - 31.176,2900 2.460,0000

Monagas 80.264,8715 5.304,8100 - -

Trujillo - - - 11.400,0000

Trujillo-Zulia - - - 2.050,0000

Zulia-Trujillo- Mérida - - - 10.485,0000

Zulia 61.907,0512 5.788,6209 146.747,1100 11.956,9500

Totales 238.286,1557 15.934,9609 193.717,7100 45.727,9500

Porcentajes 10,65 0,71 8,64 2,04

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176 Hacia la nacionalización petrolera

Compañías 1990 1991 1996

Mene Grande Oil Co. 22.518.9500 - -48.983.5600

Creole Petroleum Corp - - 10.296,9300

CIa. Shell de Venezuela - - 15.315,1200

Mobil Oil Co. Venezuela - - -

Texas Petroleum Co. 7.088,5000 2.160,4600 -

Chevron Oil Co. Venezuela - - -

Coro Petrlrum Company - - -

S.A. Petrolera Las Mercedes - - -

Talon Petroleum, C.A. - - -

Phillips Petroleum Company - - -

Sinclair Venezuelan Oil Co. - - -

Mito Juan Conces. Hidrog. - - -

Caracas Petroleum, S.A. - - -

Venezuelan Atlantic Ref. Co. - - -

Venezuelan Sun Oil Co. - - 10.000,0000

Cía. Española de petróleos - - -

Charter Venezuelan Pet. Co.* - - 7.000,0000

Int. Petroleum Venezuela Ltd. - - -

Amoco Venezuela Oil Co.** - - -

King Mill Oil Company - - -

Texaco Maracaibo Inc. - - 3.146,8100

Ven. Am. Ind. Oil. Prod. Ass. - - 841,4200

Continental Oil Co. Venezuela - - 797,0000

Totales 7.088,5000 2.160,4600 96.380,8400

Estados

Anzoátegui - - -

Barinas - - -

Delta Amacuro - - -

Falcón 7.088,5000 2.160,4600 -

Guárico - - -

Monagas - - -

Trujillo - - -

Trujillo-Zulia - - -

Zulia-Trujillo- Mérida - - -

Zulia - - 96.380,8400

Totales 7.088,5000 2.160,4600 96.380,8400

Porcentajes 0,32 0,10 4,30

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Nacionalización de la industria petrolera en Venezuela 177

Compañías 1997 2000 Total

Mene Grande Oil Co. - - 593.748.2769

Creole Petroleum Corp 7.363,0000 - 580.262,1165

CIa. Shell de Venezuela - - 295.680,0485

Mobil Oil Co. Venezuela - - 144.053,7187

Texas Petroleum Co. - - 124.328,3705

Chevron Oil Co. Venezuela - - 87.020,0400

Coro Petrlrum Company - - 70.865,1430

S.A. Petrolera Las Mercedes - - 63.025,9100

Talon Petroleum, C.A. - - 60.166,6100

Phillips Petroleum Company 21.440,0000 - 39.447,4760

Sinclair Venezuelan Oil Co. - - 39.081,9300

Mito Juan Conces. Hidrog. - - 33.775,4000

Caracas Petroleum, S.A. - - 29.882,9790

Venezuelan Atlantic Ref. Co. 4.574,0000 - 21.150,5700

Venezuelan Sun Oil Co. 10.000,0000 - 20.000,0000

Cía. Española de petróleos - - 10.545,7650

Charter Venezuelan Pet. Co.* - - 7.000,0000

Int. Petroleum Venezuela Ltd. - - 6.133,2450

Amoco Venezuela Oil Co.** 5.499,9900 - 5.499,9900

King Mill Oil Company - 4.970,0000 4.970,0000

Texaco Maracaibo Inc. - - 3.146,8100

Ven. Am. Ind. Oil. Prod. Ass. - 841,4200

Continental Oil Co. Venezuela - - 797,0000

Totales 48.876,9900 4.970,0000 2.241.422,8191

Estados

Anzoátegui - - 833.133,2651

Barinas 2.760,0000 - 24.565,1500

Delta Amacuro 1.814,0000 - 37.229,2300

Falcón - - 14.173,7100

Guárico - - 193.064,3800

Monagas 22.862,9900 - 362.969,0595

Trujollo - - 19.372,2970

Trujillo-Zulia - - 4.639,1900

Zulia-Trujillo- Mérida - - 10.485,0000

Zulia 21.440,0000 4.970,0000 741.791,5375

Totales 48.876,9900 4.970,0000 2.241.422,8191

Porcentajes 2,18 0,22 100,00

* Anteriormente Signal Oil and Gas of Venezuela.** Anteriormente Pan American Venezuela Oil Company.Fuente: Memoria del Ministerio de Minas e Hidrocarburos. 1971.

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La nacionalización como objetivo de investigación científica 179

CAPÍTULO IxLA NACIONALIzACIóN COmO ObjETIvO DE INvESTIgACIóN CIENTÍfICA

La industria petrolera aporta aproximadamente 70% de los ingresos fiscales y ope-ra bajo el sistema de concesiones otorgadas a compañías extranjeras cuyos intere-ses se encuentran distribuidos en diversas áreas del mundo. La tasa de producción y los programas de exploración para la búsqueda de reservas están determinados, así, por factores extraños al exclusivo bienestar del país, incluidos entre ellos los de orden geopolítico dictados por la nacionalidad de los consorcios. Semejante situación impone sobre Venezuela el esquema de dependencia de su economía y las subsecuentes implicaciones en el orden de su evolución político-social. Por otra parte, es tan exorbitante el monto de las utilidades netas de las compañías unido al de la participación fiscal, que su aprovechamiento por el Estado durante los últimos diez años le hubiera permitido disponer de recursos financieros –Bs. 74.069.000.000,00, según cifras oficiales– capaces de respaldar la ejecución de un programa de desarrollo nacional. Frente a la identificación del problema a través de la realidad expuesta, surge, obligada, esta pregunta: ¿Puede el Estado venezo-lano subsistir a las empresas concesionarias para asumir la explotación directa de sus recursos petrolíferos mediante una nacionalización de la industria? Se plantea en esta forma la necesidad de realizar una investigación que, con el auxilio de los procedimientos científicos apropiados, suministre respuestas apoyadas en una información objetiva y reducida a términos concretos, de manera que pueda adop-tarse la decisión gubernamental que parezca procedente.

El análisis de la hipótesis propuesta –la explotación directa por el Estado– tiene como finalidad comprobar, luego de la verificación de hechos y datos correspon-dientes a las diferentes fases y aspectos de la industria, que la medida administra-tiva de nacionalización es una consecuencia lógica en la búsqueda del objetivo de quebrantamiento de la dependencia extranjera y de la maximización de los benefi-cios que arroja la explotación de los yacimientos petrolíferos. Definir en estos tér-minos la finalidad de la investigación implica reconocer la compatibilidad entre la aceptación de la evidencia que se pueda obtener, su valoración exacta, los motivos de transformación de la actual estructura que se persiguen como derivación de la experiencia vivida en los cuadros del sector público, y como aplicación, también, de creencias ideológicas afirmadas sobre el papel a jugar por el Estado. Si existe el riesgo de afectar el principio de la objetividad, el cual ni siquiera en las ciencias naturales sobrevive con la pureza frecuentemente alegada, es preferible admitir antes la presencia de factores capaces de influir sobre la valoración de hechos y conceptos, en lugar de profesar una irracional resistencia contra los prejuicios, costumbres y demás elementos de parcialización susceptibles de condicionar la

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seriedad y honestidad demandadas por la pretensión científica de la investigación que se acomete. El remedio recomendado consistiría en exponer al juicio de la colectividad el estudio en sus diferentes etapas y conclusiones con la seguridad de que no escasearía la opinión de expertos e interesados, pendientes como han de estar de la solución de un problema que tiene que ver con la suerte de la nación en los años inmediatos.

No es de ignorar la existencia de consideraciones que se oponen a la aprobación del proyecto requerido de suficiente respaldo para resolver aspectos prácticos como la elaboración del presupuesto; el aseguramiento de las subvenciones; la selección y preparación del personal, etcétera. Algunas provienen de sectores beneficiarios del orden imperante, nada partidarios de su desplazamiento ni dispuestos a prestar colaboración elemental como la del aporte de datos u otro material informativo. Los intereses creados, en su rechazo, posiblemente lleguen hasta el extremo de manejar factores de presión que impidan la ayuda de organismos oficiales, acti-tud frecuentemente asumida aunque poco difícil de combatir, dada la naturaleza extranjera del sistema de explotación que se intenta abolir y el comportamiento pragmático de todo equipo de gobierno necesitado de efectivos electorales para subsistir, dentro de un régimen democrático-representativo, lo que le impide en-frentarse abiertamente a iniciativas de contenido nacionalista. Ocasiones habrá, sin embargo, en que la oposición al proyecto de investigación encontrará asidero en la idiosincrasia de políticos impacientes o reacios a cualquier tratamiento del problema capaz de poner en duda la bondad, la razonabilidad de la simple oportu-nidad de la nacionalización, pues toman a esta –sin beneficio de inventario– como una panacea salvadora, en todo tiempo y circunstancia, de los males que entraban el derrocamiento del sistema. Habría que añadir, también, las objeciones de cier-tas personalidades ajenas al ambiente del trabajo en equipo, o cuestionadoras de la eficacia del nativo para la investigación científica, para las cuales tampoco se justifica emprender una tarea y derrochar tiempo y recursos con vista a la toma de decisiones que ya han sido adoptadas por varios países sin previo estudio.

El ex ministro de Minas e Hidrocarburos, J.P. Pérez Alfonzo, por ejemplo, quien en recientes oportunidades ha declarado sobre la contingencia de una nacionaliza-ción, expresó en conferencia de prensa celebrada el sábado 12 de junio de 1971:

Toda industria o servicio que se encuentre en funcionamiento puede ser nacionalizada automáticamente. Se trata de un simple cambio de dueño. El Estado puede pagar los mismos sueldos de las empresas. Hay, si se quiere, un excedente de técnicos a escala mundial, los cuales pueden servir para suplir a aquellos que presionados por las compañías se vayan del país. Mercados existen, y el hambre de energía es suficiente-mente grande como para que el petróleo venezolano pueda ser colocado en condiciones ventajosas. Además, no es necesario que nos mantengamos en una alta producción de 3.700.000 barriles diarios, lo que resulta más bien perjudicial para los intereses nacio-nales y para el propio precio del petróleo. Está comprobado que cuando un país procede

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soberanamente a nacionalizar una industria o servicio, en la mayoría de los casos, no se ha precedido de estudios técnicos sobre lo que vendrá. México, el Canal de Suez, Bolivia y Perú, son ejemplos que pueden servir de puntos de referencia.

La planificación de la investigación debe enfrentarse a oposiciones como las ci-tadas, pues si el problema se encuentra definido, así como la hipótesis de trabajo, conviene destacar su utilidad con el mayor detalle y precisión posibles, ya que es notoria la falta de material y condiciones que faciliten el recogimiento, análisis e interpretación de los datos y el examen de los resultados. La misma preparación del esquema que, sin perder flexibilidad, pueda limitar los riesgos de desviación, ha de apoyarse en una revisión del diagnóstico de una realidad que se ha venido manejando con cifras y valores emitidos por las compañías extranjeras, y acogidos sin reserva en las estadísticas oficiales y hasta en el lenguaje de los políticos de las más diversas tendencias. Es imprescindible, por tanto, precisar las áreas de estudio para seleccionar luego los métodos para la obtención de información en cada caso –entrevistas, cuestionarios, observaciones, lectura de informes, etcétera– y llegar más adelante a la tabulación y codificación de datos y respuestas, a la realización del análisis anterior a la adopción de conclusiones, y a la redacción del informe final. Quizá en esta forma se logre reducir la resistencia arriba manifestada; vale decir, iniciando el proyecto con un recuento de las áreas y aspectos que se consi-deren necesarios de investigar.

Aspectos legales

Diversas cuestiones de carácter jurídico demandan un análisis previo a las ori-ginadas por el hecho nuevo de la nacionalización, como solución administrativa propuesta para llegar a la explotación directa por el Estado de la totalidad de la industria. Entre ellas, los conceptos que históricamente han venido definiendo in-tereses y derechos del Estado frente a los de las concesionarias cuyos puntos de vista, a menudo opuestos, han provocado decisiones administrativas y fallos judi-ciales contradictorios.

Casi siempre el debate jurídico gira en torno al alcance y aplicación del derecho del Estado a readquirir lo concedido y a hacerse propietario, sin pago de indemni-zación alguna, de las obras e instalaciones necesarias para la explotación petrolera. Pero como esta transferencia se opera al final de la concesión, hay una situación intermedia durante la cual la falta de precisas disposiciones legales da asidero a acciones de las concesionarias tendientes a aminorar la obligación de restitu-ción en referencia. Este objetivo de regular la disposición y cuidado de los bienes en el período anterior al término de las concesiones fue recientemente cubierto, en gran parte, por la Ley sobre Bienes Afectos a la Reversión; sin embargo, el legis-lador se encontró ante situaciones de hecho surgidas de la dinámica actitud de los titulares de las concesiones frente al inmovilismo o inhibición de los funcionarios y organismos del Estado. ¿Cuáles han sido las medidas adoptadas por las empre-sas, en qué oportunidad se tomaron, tienen validez jurídica aún en el supuesto de

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que la nueva ley parezca convalidarlas a través de exclusiones o de un lenguaje cuya ambigüedad puede amparar futuros alegatos de las afectadas? Si tal fuere el caso, y ello resultare del estudio de la ley y del comportamiento de las com-pañías anterior a su vigencia, así como de las medidas puestas en práctica –entre otras la impugnación de la legalidad de varias leyes y resoluciones ante la Corte Suprema de Justicia, ventas o donaciones de inmuebles, instalaciones y equipos, etcétera.– habría urgencia de preparar las reformas de los instrumentos jurídicos en uso o la aprobación de nuevas leyes que protejan, con la reversión, su objetivo práctico, esto es, la continuidad de la explotación por el Estado en condiciones de eficiencia técnica y económica.

Vale la pena mencionar, a este respecto, ciertas observaciones: el artículo 3 de la Ley sobre Bienes Afectos a la Reversión prevé la utilización de bienes pertene-cientes a terceros, los cuales no aparecen incluidos entre los que según el artículo 2 “pasan al patrimonio nacional”; según el artículo 4, sin embargo, “al extinguirse por cualquier causa la concesión, la nación tendrá derecho de seguir utilizándolos en los términos que establezcan el Ejecutivo Nacional”. Como es sabido, activida-des básicas como las perforaciones de pozos –exploratorios o de desarrollo– ve-nían siendo realizados por las concesionarias valiéndose de sus propios equipos; pero, con excepciones muy contadas, ellas son ejecutadas ahora por contratistas cuyos equipos quedarían a salvo de la reversión y sujetos a un muy indeterminado derecho del Estado para su utilización. Asimismo, el artículo 10 señala un sui gé-neris prorrateo del derecho de propiedad sobre instalaciones afectas al servicio de más de una concesión, las cuales “el concesionario podrá continuar utilizándolas para el servicio de las concesiones en vigor”, disposición esta que comprende a los oleoductos, refinerías, terminales de embarque, etcétera. Observamos además, que para formar el Fondo de Garantía, el artículo 6 de la ley señala un aporte de hasta 10% de las cuotas anuales de depreciación, calificación esta que, de no ser extendida su interpretación a los conceptos de amortización y agotamiento usados por la industria en sus declaraciones fiscales, reduciría apreciablemente el monto estimado del Fondo. Ya para esta fecha, cuando se esperaba un primer depósito de 300 millones de bolívares, aproximadamente, hemos visto que las concesionarias, con la aparente tolerancia oficial, han consignado apenas la suma de 160 millones de bolívares. Otras disposiciones de la ley, así como el texto de las Resoluciones Parciales que ha venido dictando el Ejecutivo Nacional en reglamentación de di-cho instrumento, entrarían también en la esfera de estudio del investigador de la hipótesis de la explotación directa que podría materializarse como consecuencia de una reversión efectiva y total de las concesiones otorgadas, o de un proceso de nacionalización anterior a dicha reversión.

La nacionalización, a diferencia de la reversión prevista en la Constitución na-cional, en la Ley de Hidrocarburos, y en los más recientes estatutos legales, es una institución de naturaleza excepcional que afecta una serie de valores jurídicos acordados para situaciones normales, en las que ordinariamente prevalecen dere-

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chos “obsoletos”, “exclusivos” y “eternos” sobre los bienes de propiedad particu-lar. El orden capitalista rechaza lo que considera una intromisión arbitraria del Es-tado, por más que se la justifique aduciendo fines de servicio público o de interés nacional. No se trata de una figura como la expropiación, ni como la confiscación, sino que debe desarrollarse conceptualmente sobre la apreciación de la realidad nacional correspondiente y previniendo el uso y manipulación de los recursos ju-rídicos que provee el cuadro institucional del país.

En este caso, luego de evitar la tentación de caer en la aclaratoria de problemas ideológico-políticos, conviene definir las áreas de estudio, limitadas a su vez por el alcance de la medida: ¿afectará a todas las actividades petroleras o sólo a una parte de ellas?, ¿se hará gradualmente? Porque los temas que seguramente atrae-rán la atención de los investigadores son los que tienen que ver con la procedencia y monto de las indemnizaciones, con la oportunidad de ellas –¿total y previa?, ¿parcial y mediante pago diferido?– y con la capacidad del Estado para acordar la nacionalización dentro de un sistema que la acepte como una nueva etapa en la evolución de sus instituciones y no como una transformación susceptible de ser impuesta nada más que a través de la implantación de un orden revolucionario. Igualmente preocupa a ciertos tratadistas la preparación de un marco internacional porque, aparte de la naturaleza extranjera de los derechos afectados, para fijar la indemnización por un Parlamento cuya actuación no está sometida a control judi-cial, no se debe invocar, como único argumento bastante en Derecho, la aprecia-ción soberana del Estado. El método a seguir para determinar la compensación ad-quiere entonces una primordial importancia, sobre todo cuando se entra a juzgar la legalidad y fundamentos con que las compañías han procedido a la revalorización de sus activos. Para la adopción del criterio final habrá que adelantar la revisión de los adoptados para nacionalizar actividades o instalaciones petroleras en países latinoamericanos y en los afiliados a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

Recursos humanos

El objetivo de la investigación en este campo consiste en precisar las necesidades de recursos humanos que permitan al Estado venezolano asumir directamente la explotación directa de los hidrocarburos. Esta explotación está casi totalmente a cargo de compañías extranjeras concesionarias y la empresa estatal CVP tiene una pequeña participación en la producción, aunque cumple actividades muy diversi-ficadas en varias regiones del territorio nacional.

Los recursos humanos empleados por la industria petrolera se encuentran al servicio directo de las compañías o le sirven a estas a través de empresas de obras y servicios, creadas en gran número de casos mediante transferencias para reducir costos de operación y burlar la aplicación del derecho de reversión conferido al Estado. Otras manipulaciones obedecen a una estrategia mayor como la responsable de ubicar

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184 Hacia la nacionalización petrolera

fuera del país el control y atención del mercadeo internacional del petróleo, de cuyos cuadros de organización, por regla general, están excluidos los venezolanos.

Las estadísticas son, por cierto, muy deficientes y nada confiables, pues ellas se reducen a una simple tabulación de los contados datos que entregan las compañías extranjeras. No se conoce, por ejemplo, ni siquiera el número ni la calificación de quienes integran los cuadros que desde el exterior se ocupan de la exportación del petróleo y de los productos refinados en Venezuela. El mismo análisis de la reduc-ción de personal en la industria ha descansado en la aceptación del argumento de la mecanización, aunque las cifras muestran una disminución de más de 20.000 trabajadores a partir de los 43.331 empleados en 1959. Resalta, asimismo, una actitud de enervante complacencia por la disminución de los extranjeros que apa-recen en la nómina de las compañías, como si esta relación revelara la capacidad nacional para hacerse cargo de las operaciones. Los porcentajes esgrimidos en las costosas campañas publicitarias de las compañías son acogidos por funcionarios y políticos quienes trasmiten a la colectividad una sensación ilegítima de confianza. La opinión del ex ministro Pérez Alfonzo no deja dudas sobre el particular:

Ya tenemos que más de 95% del personal de las compañías concesionarias que ope-ran en Venezuela es criollo. Y el otro 5% son técnicos extranjeros muy valiosos pero que no son dueños de las empresas y bien pueden avenirse a continuar trabajando para el gobierno.

Es cierto que el personal extranjero ha venido disminuyendo hasta llegar en 1971 a 1.019 extranjeros sobre un total de 12.046 empleados que acusa la industria, o sea 8,4%. Pero si en su disminución ha influido la política de “venezolanización” seguida por organismos gremiales, también ha contribuido a su aparente reduc-ción la práctica de su transferencia a las casas matrices desde donde desempeñan las mismas labores que antes realizaban en territorio venezolano. No se conoce, tampoco, cuánto de ese volumen ha sido trasladado a las empresas contratistas de obras y servicios.

El argumento aducido sobre el empleo de personal extranjero es la falta de personal nativo con capacidad para substituir a aquél. No obstante la disminución en térmi-nos absolutos del número de empleados extranjeros, su porcentaje de participación en niveles directivos y técnicos es aún muy alta. La magnitud del problema crece cuando se observa que, en el nivel propiamente directivo, la capacidad de decisión en manos de venezolanos es sumamente pequeña. Por lo demás las medidas de mayor alcance son aprobadas por los ejecutivos extranjeros, para cuyo reemplazo debe tomarse en cuenta, además de los requisitos académicos, la experiencia pre-via como instrumento indispensable en el manejo de una actividad tan competida en el orden internacional. Una medida de nacionalización, por otra parte, despierta reacciones contradictorias en un personal ordinariamente reacio a la intervención del Estado, debido a la distorsionada imagen creada por la inestabilidad institucio-nal del país y por la prédica de los defensores del sistema capitalista. Esto quiere

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decir que, a la incierta posibilidad de colaboración de los técnicos extranjeros, debe añadirse la falta de seguridad en el respaldo de todo el personal nativo que presta servicios en las compañías interesadas en ofrecer posiciones en los otros países donde operan, para desarticular el éxito de la iniciativa estatal.

La investigación de aspectos como los citados debe enriquecerse con la incorpora-ción de variables vinculadas con el progreso y modernización de la industria, con el cambio en el patrón de producción a raíz de una previsible alteración en la estructu-ra del mercado de la empresa nacionalizada y con una mayor responsabilidad sobre factores determinados por la dependencia tecnológica, como la formación de inves-tigadores científicos, etcétera. Mientras tanto, un programa de investigación de los recursos humanos señala tres grandes áreas: 1) oferta y demanda de los recursos humanos en la explotación de los hidrocarburos, con cuantificación de los déficits y superávits a nivel de oficios; 2) actitudes de los trabajadores y organizaciones sin-dicales y profesionales, preferentemente hacia una política de nacionalización; 3) síntesis evaluativa de las anteriores áreas bajo la perspectiva de explotación directa por el Estado, previa la explotación de factores socio políticos condicionantes de la medida a ser tomada.

Adquisición de bienes y servicios extranjeros

La industria es operada bajo un esquema de explotación que refuerza el grado de dependencia impuesto por los consorcios estadounidenses y británicos; esto es, que para sus necesidades ordinarias la industria acude a la importación de bie-nes y a la contratación de servicios con empresas no nacionales. Con todo y los estímulos incorporados a la legislación venezolana, los gastos en divisas acusan el mantenimiento de una política que le resta posibilidades de autogestión al Es-tado en las circunstancias actuales. Una investigación completa sobre este aspec-to mostraría las verdaderas causas de este atraso en relación con lo obtenido en países latinoamericanos como México, Argentina y Brasil, a la vez que revelaría la potencial capacidad venezolana para producir tales bienes y servicios, o para participar al menos en su producción a través de las fórmulas de asociación que en otras partes han superado la etapa de subordinación que entre nosotros se pa-dece. Las cifras oficiales indican que en los últimos 20 años se han importado materiales por un valor mercantil de Bs. 8.619.006.000,00 y en las memorias gu-bernamentales se registran las exoneraciones de derechos que han alentado tales importaciones. Estas suman en el dicho período Bs. 662.538.000,00 contra Bs. 304.768.000,00 a que alcanzan los derechos pagados por las compañías extran-jeras, diferencia que demanda un exhaustivo análisis, pues este saldo negativo ha mantenido su consistencia en los últimos años. En los 5 años finales de la dicta-dura 1953-1957 inclusive, el total de lo percibido fue de Bs. 17.233.000,00 mayor que lo dejado de cobrar; en tanto que en los 5 años que van de 1959 a 1963, el sacrificio fiscal fue de Bs. 100.292.000,00 o sea que a las compañías que pagaron

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Bs. 56.426.000,00 por derechos de importación se les exoneró, mientras tanto, la suma de Bs. 156.722.000,00.

Además de máquinas y equipos, cuya complejidad se alega como pretexto para su no fabricación en el país, se traen del exterior, mediante licencias, productos quí-micos y preparaciones nada imposibles de ser provistas por empresas nacionales: acondicionadores de las propiedades de los lodos de perforación; emulsificantes y antiemulsificantes de petróleo crudo; productos utilizados en operaciones de frac-turación, acidificación y estimulación de pozos petroleros, etcétera.

Determinar el grado y características adicionales de esta dependencia en la in-fraestructura de bienes y servicios necesarios para que la industria mantenga sus operaciones, así como la capacidad nacional requerida para soportar una medida de autogestión estatal, serían las metas básicas del programa que atendería esta área de investigación.

Transferencia tecnológica

Determinar las condiciones impuestas para la adquisición de la llamada transfe-rencia tecnológica es un paso previo en la formulación de una política que faci-lita el manejo independiente de la industria. En especial si se trata de producir con fines de exportación, pues entonces el problema no radica en reducir costos mediante la búsqueda de alternativas de compras más favorables ni en evitar las sobrefacturaciones que amparan traslados de beneficios entre empresas filiales y sus matrices en el exterior, sino en resolver los nudos, la proliferación de cláusulas restrictivas del comercio internacional de productos logrados con el empleo de maquinarias, equipos, licencias, marcas y asistencia técnica extranjeras. La in-vestigación, sin embargo, debe ser iniciada con la cuantificación y análisis de los costos explícitos de la tecnología cuyo mayor e injusto valor se escapa por vía de deducciones fiscales.

Una conclusión obligada del diagnóstico emanado del conocimiento de la reali-dad, al mostrar la magnitud del déficit y de los obstáculos erigidos por intereses multinacionales, será la de abandonar la actitud de confianza que se escuda tras la afirmación, repetida por voceros de las compañías y por políticos ingenuos o repe-tidores de consignas, de que la tecnología extranjera se compra libre y fácilmente en los mercados. Está claro, también, que un razonamiento de lógica elemental o podría llevarnos a pretender elaborar una tecnología propia en todas y cada una de las fases y procesos de la industria, y que será preciso salvar varias etapas hasta conquistar un grado de autonomía acorde con las características del mercado y la magnitud de nuestros volúmenes de exportación; pero solamente una investiga-ción conducida con rigor científico podrá suministrar las bases para la estrategia que proporcione el aprovechamiento de las ventajas y experiencias alcanzadas en diferentes países, para así estar en capacidad de suplir los bienes y servicios que

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requiere la industria petrolera, a través de empresas nacionales o domiciliadas en nuestro territorio, mediante acuerdos nada difíciles de promover.

La sola lectura de un informe de progreso sobre la situación mexicana, presenta-do por Bruno Mascanzoni ante el Instituto de Ingenieros Químicos en agosto de 1971, revela el largo trecho por cubrir a la vez que los óptimos resultados de una experiencia nacionalista digna de reconocimiento. A manera de estimulo para la acción por emprenderse, y a sabiendas de las ya aludidas características singulares del caso venezolano, conviene reproducir algunos párrafos de dicho informe, co-menzado con el que contiene una especie de declaración de principios que sitúa el esfuerzo mexicano dentro de un marco operativo realista:

No se pretende de ninguna manera, desvincularse totalmente de la tecnología externa, ya que esto resultaría para cualquier país, aún de los más desarrollados, si no imposible, sí por lo menos incosteable. Por lo tanto el aprovechamiento eficiente de la experiencia externa, es altamente recomendable. En tecnología no cabe destacar lo desarrollado en otros países a menos que resulte incosteable o que pueda sustituirse ventajosamente por algo propio.

Todas las tuberías de perforación y ademe y producción utilizadas por Petróleos Mexi-canos, así como las barrenas (con excepción de las diamantes), y diversos accesorios de tubería, cabezales de pozos, repuestos para bombas de lodos, etcétera se fabrican en México. Asimismo son de fabricación nacional la casi totalidad de los ingredientes y aditivos usados en los lodos de perforación. Algunas técnicas especiales para desviar pozos, para pescar herramientas y para otras operaciones, han sido desarrolladas por técnicos de Petróleos Mexicanos.

La erección y el montaje de todas las plantas para los procesos de refinación y petroquí-mica, se efectúa con tecnología y mano de obra mexicana, la cual ha sido desarrollada a un grado equivalente al de cualquier país avanzado. La ingeniería de proyecto necesaria para las obras mayores de la industria petrolera, es uno de los logros tecnológicos más recientes en México. Fundamentalmente se ha desarrollado en el IMP, en el propio Pe-tróleos Mexicanos y en diversas empresas privadas que colaboran con dicha institución en el cumplimiento de sus necesidades de proyecto. Al presente pueden efectuarse en México los proyectos de ingeniería que se requieren para las plantas más complejas y de mayor avance tecnológico, tanto en lo referente a plantas de refinación como de petroquímica. Entre ellas cabe mencionar las plantas criogénicas de recuperación de licuables, con temperaturas de operación hasta de 120ºC bajo cero; plantas para obten-ción de etileno, de gran capacidad, con rangos de temperatura entre 900ºC y 160ºC bajo cero; plantas de reformación y desintegración catalítica; de síntesis de amoníaco y de polimerización y alquilación.

La tecnología de los procesos que en general consisten de operaciones unitarias, tales como: manejo de líquidos y gases mediante sistemas de comprensión, bombeo y alma-cenamiento; separación por fraccionamiento de compuestos y fracciones, como son las plantas de destilación primaria de petróleo crudo y de destilación a alto vacío; unidades de recuperación de vapores para separación de componentes ligeros y unidades que operan a temperaturas criogénicas, tanto para separación como para almacenamiento de

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compuestos, puede efectuarse en su totalidad en México y ya no se requiere tecnología extranjera para ninguno de ellos. Los procesos de desintegración o de destrucción de moléculas son en su mayoría licenciados del extranjero. Sin embargo actualmente se trabaja en el IMP en procesos de reducción de viscosidad, de obtención de ceras polie-tilenos y de materias básicas para la elaboración de detergentes que, estando dentro de este renglón, podrán ser utilizados con tecnología nacional en un futuro próximo.

Actualmente todos los catalizadores que demanda la industria petrolera en México son adquiridos de importación. El IMP ha venido preparando desde hace varios años a un grupo de científicos que se han dedicado a la investigación de catalizadores. Los pri-meros frutos ya se han obtenido y un catalizador IMP será utilizado en los procesos de hidrodesulfuración ya mencionados para la Refinería de Tula. Se estima que el primer paso ya se ha dado y que con el conocimiento tecnológico que se tiene la fabricación de soportes de catalizador; de las técnicas de impregnación y del estudio, evaluación y caracterización de los mismos, se podrá en un futuro próximo substituir gran parte de los catalizadores importados. Otro de los renglones de tecnología importada, que ha sido sensiblemente cubiertos por desarrollos en México es el de productos químicos, agentes y aditivos que se utilizan en la industria petrolera en sus diferentes fases de operación. La aplicación de productos químicos IMP como desemulsionantes, despa-rafinantes, inhibidores de corrosión, depresores de congelación, reductores de tensión superficial, biocidas, aceites de extensión y otros, ha resultado altamente benéfica con ventajas tanto en calidad de servicio como en costo.

Directamente relacionada con la tecnología necesaria para el procesamiento industrial del petróleo, está la de diseño y fabricación de los equipos, materiales y componentes que constituyen cada una de las plantas o sus servicios auxiliares. También en este aspecto se ha progresado notablemente en los últimos años; en forma general podría expresarse que la fabricación de esos elementos se hace en proporción mayoritaria en México y que la tecnología de procedencia extranjera para su diseño es cada vez menor. Al respecto, Petróleos Mexicanos y el IMP han colaborado íntimamente con los fabricantes que les proporcionan dichos equipos y componentes y han fomentado en muchos casos su fabricación en México, tanto en forma directa como por conducto de las autoridades respectivas.

Con evidente satisfacción concluye el expositor Mascanzoni:

La situación actual de la tecnología petrolera en México es el resultado del trabajo acumulado en muchos años con el esfuerzo de sus técnicos, y el futuro de la misma pre-senta un apasionante desafío, especialmente para las nuevas generaciones de ingenieros e investigadores, seguramente cada vez mejor preparados, que habrían de impulsarla para beneficio de México.

valuación de los activos de la industria

La nacionalización de la industria extranjera implica el reconocimiento del valor de los activos cuya compensación correría a cargo del Estado. Como es sabido dicho valor puede variar conforme al criterio económico, técnico o contable que se aplique para su avalúo. En todo caso, es imprescindible efectuar un análisis crítico

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de la información financiera disponible, la cual acusa diferencias según proven-ga de las siguientes fuentes: a) información financiera publicada por la industria; b) información de carácter interno de la industria; c) información suministrada al Ministerio de Hacienda con fines impositivos; d) información suministrada al Mi-nisterio de Minas e Hidrocarburos para el control administrativo; e) información suministrada al Banco Central de Venezuela; f) cualquier otra información finan-ciera proveniente de otros organismos públicos o privados.

Habrá que definir antes la fórmula compensatoria tomando en cuenta diversos elemen-tos involucrados en el comportamiento histórico de la industria –el capital recupera-do, los beneficios obtenidos, el valor total exportado y el retornado, las revaluaciones de activos por modificaciones cambiarias y otros motivos, etcétera– y el trato que a este problema se le ha dado en varios países. ¿Qué sugiere una simple lectura de los cuadros oficiales reveladora de una inversión neta para fines de 1971 de Bs. 7.292 millones, mientras que lo retirado por las compañías por concepto de utilidad neta, a partir de 1943, a Bs. 45.696 millones? ¿Cuál es el efecto de las revalorizaciones de activos que las compañías han venido haciendo no obstante que el Fisco no las toma en cuenta para el cálculo de Impuesto sobre la Renta? La sola Creole verbigracia, ha dado un mayor valor a sus activos por un total de más de 2.500 millones de bolívares. Y así como estas, habrá que aclarar muchas otras cuestiones antes de fijar el monto y procedencia de la indemnización.

Cambios en los patrones técnico-operacionales

Si posiblemente en un comienzo el patrón de producción no sufriría alteraciones significativas, es de prever que la empresa nacionalizada acomode su capacidad técnico-operativa a los cambios determinados por las necesidades de sus mercados y por el avance tecnológico. Este tipo de investigación es el que las compañías extranjeras llevan a cabo en sus propios países, impidiendo, de paso, la formación de personal nativo especializado al cual se pueda recurrir en situaciones de emer-gencia. Por otra parte, la gestión directa del Estado, iniciada recientemente, ha puesto escaso énfasis en el “pensar creativo”, dominada más bien por el criterio de obtener utilidades a corto plazo que sean comparables a las obtenidas por empre-sas que se mueven en escalas de producción muy superiores.

Los problemas técnicos estarían así, bajo la alternativa en estudio, influenciados por la necesidad de fijar niveles óptimos de producción, de manera que, sin perjui-cio de una adecuada utilización de los bienes existentes, Venezuela pueda explotar racionalmente un recurso natural no renovable. La estructura de refinación más conveniente para nuestros crudos, por ejemplo, tendría que definirse apartando criterios prevalecientes en la empresa extranjera para servir a sus mercados con un sentido de complementación con las actividades realizadas en el exterior, lo que nos llevaría a incorporar procesos o a transformar y construir nuevas plantas.

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Asimismo habría que modificar el criterio aplicado en la evaluación de reservas, en las tasas de rendimiento económico, en el aprovechamiento del gas natural, en la industrialización de los hidrocarburos en general, tareas urgidas de un esfuerzo de investigación científica acorde con la magnitud internacional de la producción petrolera venezolana.

La comercialización internacional

La distribución en los mercados del crudo y productos de la industria petrolera venezolana ha estado a cargo de las compañías extranjeras concesionarias, cuyas vinculaciones con los grandes consorcios internacionales han definido la estructu-ra y composición de nuestras exportaciones. El control de refinerías e instalacio-nes para el expendio a los consumidores ha guardado relación, por lo tanto, con las tácticas de los dichos consorcios para desplazar a sus competidores. En los úl-timos años, sin embargo, la intervención del Estado en los países consumidores ha provocado modificaciones en el patrón de distribución que venían rigiendo, y ha favorecido el ingreso de compañías independientes y también, aunque en pequeña proporción, de empresas estatales de los países productores.

La empresa estatal ha podido apreciar, así, las dificultades que aún dentro de este cuadro de modificaciones aludido, conlleva la colocación de volúmenes relativa-mente insignificantes mediante el uso de prácticas competitivas impuestas por los vendedores tradicionales. ¿Cuáles serían, entonces, los medios apropiados para que el Estado pudiera asumir la responsabilidad de disponer del total de una producción que en los próximos años podría llegar a los 4.000.000 de barriles diarios?

Varias alternativas tendrían que ser objeto de investigación para dar una respuesta a la gran incógnita que frecuentemente se opone a la hipótesis de nacionalización. En ellas habría que considerar las variables introducidas por la acción conjunta de los países productores para abastecer la demanda mundial sin sacrificios en su política de precios, lo que conduciría, lógicamente, a un abandono del esquema que se apoya en la “libre competencia”, y a la aprobación de acuerdos de com-plementación y de integración hasta los mercados, los cuales es posible que sean precedidos de tratos directos con los gobiernos de los países consumidores. Y la pérdida relativa de influencia de las compañías privadas internacionales, al irse acentuando dentro de un proceso en el cual entran en práctica fórmulas de nego-ciación del más variado tipo, implicaría la aprobación de estudios de mercados, el análisis económico de proyectos, la revisión de los mecanismos internacionales de comercio, el cálculo de la influencia de la empresa nacionalizada en la estructura del transporte marítimo del petróleo, del gas natural y de los derivados, así como en la industrialización de los hidrocarburos.

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Las inversiones y su financiamiento

Para fijar el monto de las inversiones que correrían a cargo del Estado, no bastaría con el examen de las cifras que sobre la situación financiera de la industria trae la Memoria del Ministerio de Minas e Hidrocarburos, pues ellas reflejan el compor-tamiento de compañías concesionarias guiadas por el motivo lucrativo –el cono-cido profit motive de la empresa privada– que las alienta a aminorar a todo trance el peso de un régimen impositivo, el cual busca, por su parte, una creciente par-ticipación fiscal en los beneficios. También sería de escasa utilidad estimar tales beneficios sumando las partidas de utilidad neta que arrojan los estados financieros publicados, cuando el cuadro actual obedece a un esquema de funcionamiento entre empresas filiales y matrices interesadas en guardar la apariencia exterior de una aguda competencia, para tranquilidad de accionistas y funcionarios de los países sede que se confiesan partidarios de la abolición de prácticas monopolistas, restrictivas de la libertad de comercio. Una medida de nacionalización, además, llevaría a una concentración de esfuerzos que no sólo afectaría el monto de re-cursos financieros necesarios para el mantenimiento de las operaciones, sino que establecería el nuevo orden de prioridades fijado por la eliminación de intereses individuales de la multitud de compañías extranjeras. Procederes todos que se apoyarían en la plataforma de desarrollo conservacionista erigida por el Estado en defensa de un recurso natural no renovable cuya exclusiva explotación le estaría confiada.

Del razonamiento que frecuentemente se hace sobre el autofinanciamiento de la industria petrolera, hay que ir a los estudios técnicos que precisen el monto de las inversiones totales requeridas para atender las distintas fases de la explotación –búsqueda de reservas, desarrollo de campos, actividades industriales, de distribu-ción, etcétera– así como a la determinación de las posibilidades y características del financiamiento de tales inversiones, ya sea a través de fuentes externas o de los recursos que provee la estructura interna de la industria.

Nueva estructura organizativa

Dentro del sistema en vigencia la explotación petrolera se realiza a través de la intervención de un poco más de 20 compañías concesionarias y de un número mayor de contratistas y subcontratistas, lo que incide en el aumento de los costos y en la eficiencia de las operaciones. Los salarios que devengan los cuadros direc-tivos son tan desproporcionadamente altos en relación con los que se pagan en el país, que la suma de ellos da una medida del exagerado costo de administración de la empresa extranjera, el cual es compartido por el Estado por vía de las deduc-ciones fiscales autorizadas por la Ley de Impuesto sobre la Renta. Como muestra reveladora de tal situación puede examinarse la nómina de pago de los directores de la Creole Petroleum Corporation para 1971, cuyas remuneraciones fueron: de Guillermo Rodríguez Eraso, Bs. 492.491,20; de F. G. Baptista Bs. 468.200,85;

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de Carlos Lander, Bs. 389.246; de W. S. Glendering, Bs. 384.155,20; de N.F. Gar-cía, Bs. 295.864,80; de E. Sugar, Bs. 205.664,20; de A. E. Bruggemeryer, Bs. 161.475,60; de R. N. Dolph, quien comenzó a ejercer la presidencia el 13 de mayo, Bs. 404.219; de Leo Lowry, quien solo actuó hasta el 13 de mayo como Presi-dente, Bs. 1.058.446,4, suma que incluye 329.190,14 como pago final por una no especificada indemnización laboral, o sea, un total de Bs. 5.016.600 (equivalente a US$ 1.138.900) deducidos como costos por una compañía en el año de 1971, a cuyo monto habría que añadir lo percibido por los directores de aproximadamente 100 compañías entre concesionarias y contratistas, para disponer de una estima-ción global acerca de erogaciones que absorbe el fisco cerca de un 60%.

Con el ahorro de los crecidos gastos ocasionados por los cuadros directivos de las concesionarias, la alternativa de la explotación por el Estado ofrece como ma-yor ventaja la posibilidad de planificar todas las operaciones con un criterio del máximo aprovechamiento de los recursos humanos, técnicos y financieros para alcanzar objetivos definidos por el interés público, exclusivamente. Habría, pues, la conveniencia de emprender el estudio de un plan de organización de la empresa o conjunto de empresas creadas alrededor de las funciones básicas de la industria o por conveniencias geográficas, entre otras, para que las actividades fundamentales se coordinen a nivel nacional, aprovechando al máximo las unidades que hoy ope-ran en el país y las cuales tendrían que ser integradas en la nueva estructura.

Evaluación sociopolítica

El impacto social de la nacionalización dará origen a conflictos cuya posible trans-cendencia, de ser sometida al empleo de métodos de investigación apropiados, podría dar al Estado los medios para dominar las situaciones críticas susceptibles de ser estimuladas por la gestión de poderosos intereses arraigados en el medio. Habría que indagar, en un comienzo, los factores que determinan una posición de rechazo o de escepticismo por parte de grupos sociales que serían lo más directos beneficiarios de una medida de nacionalización. No es suficiente, en efecto, expli-car el resultado de pasadas encuestas con argumentos ajenos a una experimenta-ción con la realidad, porque, sin violentar preceptos comprometidos con la ética profesional, correspondería a los analistas precisar la influencia de elementos ad-versarios a la intervención estatal en un sistema definido por el predominio de un ordenamiento protector del capitalismo foráneo. Igualmente encuadraría dentro de un plan orgánico el tratamiento de los antagonismos descubiertos, para reducirlos luego con el mínimo de sacrificio posible.

Un examen de los datos aportados por el Cuadro 1 de José A. Silva Michelena An-tagonismo actitudinal en las respuestas sobre la nacionalización inmediata de las empresas petroleras1 acusa la relación del estatus de clase con la posición asumida

1 Se recomienda la lectura de Silva Michelena José y Bonilla, Frank. (1967) “Exploraciones en análisis y síntesis”. En Cambio político en Venezuela, Vol. I Caracas: Editorial Imprenta Universitaria.

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sobre esta materia, con la heterogeneidad que debe de esperarse en una sociedad tan poco estratificada como la venezolana. Y aunque muchas de las respuestas podrían imputarse puramente al uso de los medios de comunicación de masas, en su gran mayoría revelan la existencia de variadas influencias, algunas ligadas a nuestra propia evolución política condicionada por el ejercicio absolutista del gobierno y por la inestabilidad administrativa que disminuye la eficiencia de los funcionarios del sector público. El mencionado cuadro se reproduce a continua-ción con la salvedad de que no fue elaborado dentro de un estudio específico de la nacionalización de la industria petrolera y de que, en su fecha –1963–, recién había comenzado sus operaciones la empresa estatal CVP. Resalta, pues, la conveniencia de su actualización, procediendo antes a la estructuración de nuevas entrevistas en esta oportunidad en que se tienen presentes nacionalizaciones acaecidas en otros países productores, y las incidencias provocadas por las compañías concesionarias en rechazo de las recientes disposiciones legales sobre la obligación de revertir áreas e instalaciones en la ya más cercana fecha de 1983.

Según Silva Michelena los datos que se presentan en el cuadro son muy reveladores:

Allí se puede notar que el estatus de clases está directamente relacionado con la posición que los individuos tienen sobre la nacionalización de las industrias, incluyendo la pe-trolera. Así, los ejecutivos petroleros, los ejecutivos industriales y los altos funcionarios del Gobierno estarían mayoritariamente en contra de una política de la nacionalización; mientras que los campesinos, habitantes de ranchos y obreros industriales estarían mayoritariamente enn contra de una política de nacionalización. En las capas medias, en cambio, se encuentra una característica de heterogeneidad ya que hay sectores como los líderes estudiantiles, maestros, empleados de Gobierno, y hasta cierto punto los líderes sindicales que favorecerían una política de nacionalización, mientras que otros sectores como los técnicos del Gobierno, profesores universitarios se opondrían a esas medidas.

Una mirada superficial al cuadro revela que el antagonismo interno sería más alto entre los empleados y obreros petroleros, los líderes estudiantiles, los líderes sindicales y los ejecutivos industriales de las regiones oriental y occidental. En el resto de las capas sociales había una proporción significativa de individuos que estarían a favor (K+) o en contra (K–) de la nacionalización inmediata de la industria petrolera.

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La nacionalización como objetivo de investigación científica 195

La estrategia por definir

Cuando se enuncian aspectos como los anteriores para el diseño de un plan de investigación científica de la hipótesis de nacionalización, se busca llamar la aten-ción sobre la seriedad del problema cuya solución tiene que ser de orden político –por cuanto que sólo puede ejecutarla el Estado– pero que debe adelantarse dentro de una estrategia definida que asegure, con el incremento de los niveles de eficien-cia operativos, las ventajas sociales implicadas en el quebrantamiento de la depen-dencia de poder foráneo. La misma condición de país subdesarrollado limita la potencialidad de los instrumentos requeridos para culminar el estudio, pues la falta de una política de investigación nacional y la escasez de medios instrumentales, financieros, materiales, humanos, son consecuencia de una mentalidad acogida al complejo de subordinación o de impotencia frente a la desmesurada influencia del imperialismo en nuestro medio, cuando no de una técnica deliberada para conti-nuar el aprovechamiento de los beneficios que a sus aliados domésticos rinde el estatus actual. Se explica así la impugnación de nuestra capacidad para suplantar la dominación extranjera por los que aducen prejuicios como la natural desidia del nativo, su falta de formalidad, su ausencia del sentido de cooperación imprescin-dible para el trabajo de equipo, formulada en coincidencia con quienes consideran inútil una engorrosa tarea que se han saltado, según dicen, otros países que citan como ejemplos. No se detienen tales críticos a meditar sobre el costo social que ha cobrado la imprevisión, ni parecen darse cuenta de que algunas soluciones, da-das dentro de un proceso revolucionario, no son asimilables a las que procedería implantar dentro de un esquema institucional regido por un ordenamiento jurídico comprometido en alto grado con el sistema cuya transformación se persigue.

Una mayor comprensión de nuestra situación interna, una serena apreciación de nuestras posibilidades y limitaciones, recomienda, en consecuencia, la formación de equipos de investigación integrados con representantes de las disciplinas cien-tíficas empleadas en la industria, y con el respaldo de medios gubernamentales para obtener la información adecuada y la asesoría de expertos nacionales y ex-tranjeros, de manera de emprender esfuerzos no rentables a corto plazo aunque llamados a suministrar capacidad para dominar los factores que entraban la via-bilidad de la solución que ofrecería el máximo de beneficios para la colectividad en su conjunto. Se llegaría así, en una primera etapa, a la determinación de los problemas planteados por la hipótesis de la explotación directa por el Estado. Esta se efectuaría, en lo posible, en términos cuantificables, y partiendo de un diag-nóstico de la realidad hecho por expertos. Antes de la redacción del informe final, y en fuera de objetividad, habría que abrir las puertas al debate promoviendo el contraste de criterios con elementos representativos del sector público y hasta de las compañías extranjeras involucradas. Semejante juego de opiniones significa-ría un aporte de innegable valor para la elaboración del plan de acción que ha de ponerse en marcha a la hora de decidir la nacionalización en el nivel y momento político adecuado.

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196 Hacia la nacionalización petrolera

Este libro, en edición de 3.000 ejemplares,se terminó de imprimir

en los talleres de Gráficas Acea C.A. en Caracas, Venezuela

durante el mes de marzo de 2013

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C o l e c c i ó n V e n e z u e l a y s u P e t r ó l e o

Rubén Sader Pérez fue miembro del Directorio Ejecutivo de la Corporación Venezolana del Petróleo (CVP) desde su fundación en 1960, y Director General de la misma empresa desde 1963 hasta 1969. Durante esos años dio una ardua, solitaria e infructuosa batalla: intentó hacer de la CVP el camino hacia la auténtica nacionalización de la industria petrolera venezolana. En sus textos, proscritos por todos los poderes constituidos del país, argumenta, razona y clama por una administración estatal del petróleo para beneficio de todos los venezolanos.

La presente obra es testimonio del mencionado proceso de nacionalización petrolera, y ofrece el análisis de los hechos y controversias que marcaron tal etapa, al tiempo que devela la lucha por la justa participación del Estado en los resultados de su principal industria. “Es cierto que el petróleo es nacional en la medida en que el Libertador Simón Bolívar, en el año 1829, decretó que los bitúmenes o jugos de la tierra eran propiedad de la nación (…) pero la Industria todavía está en manos ajenas. Bolívar hizo su tarea, pero la nuestra es a nosotros a quien corresponde realizarla”, asentó Sader Pérez.

DIRECTORIO

Nelson J. Merentes D.Presidente

Jorge GiordaniArmando León RojasJosé S. KhanJosé Félix Rivas Alvarado

ADMINISTRACIÓN

Nelson J. Merentes D.PresidenteEudomar TovarPrimer Vicepresidente Gerente

COMITÉ PERMANENTE DE PUBLICACIONES

José Félix Rivas AlvaradoPresidenteArmando León RojasCarlos Mendoza PottelláJaime Luis SocasIván GinerTxomin las Heras

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