hacia gramsci la larga marcha de la izquierda mexici - armando córdoba.docx

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Fecha: 01/06/1986 Hacia Gramsci: La larga marcha de la izquierda mexicana Arnaldo Córdova Ponencia presentada en el Seminario Internacional "Le transformatione politiche dell'America Latina: La presenza di Gramsci nella cultura latinoamericana", en Ferrara, Italia, 11-15 septiembre de 1985. México, por la complejidad y la riqueza de su historia, por su carácter paradigmático en el conjunto de América Latina y por haber sido un país en que se llevó a cabo una de las grandes revoluciones del siglo XX, pudo haber sido y sigue siendo un objeto de estudio verdaderamente privilegiado para el análisis marxista y, especialmente, para el análisis gramsciano. En ningún otro país de América Latina, para decir lo más elemental, la política ha cobrado tanta autonomía respecto de la vida económica y social; en ningún otro se ha desplegado de tal manera, como en México, la evolución de la política de lo que Gramsci llamaría una "guerra de posiciones" a una "guerra de movimientos" o de "maniobras" (en México oriente y occidente se encuentran, se combinan y se funden); en ningún otro se ha dado tan compleja y diferenciada la separación de la "sociedad civil" y la "sociedad política", en ningún otro, en particular, la lucha de clases ha adquirido ese carácter "corporativo" y, a la vez, institucional que ha tenido en México; en ningún otro las masas han entrado en la política en la forma tan variada, plena y distinta en que lo han hecho en México. Como lo expresó en alguna ocasión el sociólogo brasileño Francisco de Oliveira, México siempre ha representado para la América Latina ese de te fabula narratur en el que se cifra nuestra entera historia continental y su futuro. Resulta, por todo ello, algo extraño y, al mismo tiempo, desconsolador, la escasa fortuna que Gramsci ha tenido en México, especialmente en la izquierda y sus intelectuales. Es cierto que hoy en México son muy pocos los que hablan de política sin citar a Gramsci y casi no hay intelectuales de izquierda que no hayan leído o, al menos, ojeado las obras de Gramsci o alguna de las antologías de sus escritos que se han publicado en lengua española. También es cierto que México es ahora uno de los países en que más se ha publicado a Gramsci incluyendo la última edición de los Quaderni. Y un hecho verdaderamente notable es que el léxico típico de Gramsci hoy ha entrado a formar parte de la fraseología de los grupos gobernantes mexicanos, cuyos exponentes, con el mayor desparpajo, hablan continuamente del binomio "sociedad civil- sociedad política", de la "hegemonía" de las fuerzas políticas herederas de la Revolución Mexicana y hasta han propuesto una "renovación moral" de la sociedad y el Estado que recuerda la demanda gramsciana de la "reforma moral e intelectual" de la sociedad. Pero esos son

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Fecha: 01/06/1986Hacia Gramsci: La larga marcha de la izquierda mexicanaArnaldo CrdovaPonencia presentada en el Seminario Internacional "Le transformatione politiche dell'America Latina: La presenza di Gramsci nella cultura latinoamericana", en Ferrara, Italia, 11-15 septiembre de 1985.Mxico, por la complejidad y la riqueza de su historia, por su carcter paradigmtico en el conjunto de Amrica Latina y por haber sido un pas en que se llev a cabo una de las grandes revoluciones del siglo XX, pudo haber sido y sigue siendo un objeto de estudio verdaderamente privilegiado para el anlisis marxista y, especialmente, para el anlisis gramsciano.En ningn otro pas de Amrica Latina, para decir lo ms elemental, la poltica ha cobrado tanta autonoma respecto de la vida econmica y social; en ningn otro se ha desplegado de tal manera, como en Mxico, la evolucin de la poltica de lo que Gramsci llamara una "guerra de posiciones" a una "guerra de movimientos" o de "maniobras" (en Mxico oriente y occidente se encuentran, se combinan y se funden); en ningn otro se ha dado tan compleja y diferenciada la separacin de la "sociedad civil" y la "sociedad poltica", en ningn otro, en particular, la lucha de clases ha adquirido ese carcter "corporativo" y, a la vez, institucional que ha tenido en Mxico; en ningn otro las masas han entrado en la poltica en la forma tan variada, plena y distinta en que lo han hecho en Mxico. Como lo expres en alguna ocasin el socilogo brasileo Francisco de Oliveira, Mxico siempre ha representado para la Amrica Latina ese de te fabula narratur en el que se cifra nuestra entera historia continental y su futuro.Resulta, por todo ello, algo extrao y, al mismo tiempo, desconsolador, la escasa fortuna que Gramsci ha tenido en Mxico, especialmente en la izquierda y sus intelectuales. Es cierto que hoy en Mxico son muy pocos los que hablan de poltica sin citar a Gramsci y casi no hay intelectuales de izquierda que no hayan ledo o, al menos, ojeado las obras de Gramsci o alguna de las antologas de sus escritos que se han publicado en lengua espaola. Tambin es cierto que Mxico es ahora uno de los pases en que ms se ha publicado a Gramsci incluyendo la ltima edicin de los Quaderni. Y un hecho verdaderamente notable es que el lxico tpico de Gramsci hoy ha entrado a formar parte de la fraseologa de los grupos gobernantes mexicanos, cuyos exponentes, con el mayor desparpajo, hablan continuamente del binomio "sociedad civil- sociedad poltica", de la "hegemona" de las fuerzas polticas herederas de la Revolucin Mexicana y hasta han propuesto una "renovacin moral" de la sociedad y el Estado que recuerda la demanda gramsciana de la "reforma moral e intelectual" de la sociedad. Pero esos son slo hechos superficiales y hasta cierto punto irrelevantes. La realidad es que Gramsci no acaba todava de entrar en nuestra cultura poltica y sigue siendo un extrao incluso para la mayor parte de los intelectuales de izquierda.Los hombres y su modo de vivir y de pensar son fruto de sus circunstancias, de la sociedad en que se dan y de las tradiciones culturales a las que se deben. Como no poda ser de otra manera, la izquierda mexicana es un resultado lgico de las condiciones en que se desarrolla el pas antes y despus de la Revolucin Mexicana de 1910-1917. Fuera de lo que sucedi en otros pases latinoamericanos, como Argentina, Uruguay e, inclusive, Chile, Mxico no recibi una inmigracin masiva de europeos los que, junto con una fuerza de trabajo calificada, redituaron, adems, un cmulo de las ms avanzadas ideas polticas y sociales. Como es bien sabido, el socialismo en aquellos pases sudamericanos es, en gran parte, obra de trabajadores inmigrantes y de pequeos intelectuales europeos que, ya antes en Europa, haban militado en los movimientos socialistas y revolucionarios.

En Mxico fueron tambin europeos los que introdujeron las ideas revolucionarias, pero su obra no fue la de una gran corriente migratoria, sino la de una aventura personal que prendi tarde y poco. A Mxico, por lo dems, no llegaron revolucionarios marxistas o social demcratas, sino, preferentemente, anarquistas del ms viejo cuo, radicales y sectarios, atrasados y de escasa cultura, que despreciaban la accin de masas y preferan las catacumbas de la clandestinidad y el golpe de mano (la "accin directa", como solan decir hasta bien entrados los aos veinte). Su obra educativa en las masas trabajadoras fue totalmente marginal; pero sus ideas, que forjaron la conciencia de la izquierda revolucionaria, se asentaron fuertemente y todava al da de hoy pesan como una lpida irremovible sobre los hbitos, los usos y costumbres y la ideologa de la izquierda mexicana. Como corresponda a un anarquismo atrasado y cerril, los primeros izquierdistas mexicanos partan de la conviccin inicial y globalizadora de que al enemigo "de clase" hay que destruirlo mientras se lleva a cabo la revolucin, que el Estado es tan slo la fuerza protectora del capital y una mquina de opresin que debe desaparecer a toda costa y que basta el acto mismo de la revolucin para fundar la nueva sociedad, igualitaria y libre de opresores.Muchos de esos antiguos izquierdistas, anarquistas revolucionarios, se cuentan entre los primeros precursores e iniciadores de la Revolucin Mexicana. Ricardo Flores Magn, Praxedis Guerrero, Lzaro Gutirrez de Lara, por mencionar slo algunos, estn incluidos en el santoral laico y patritico de la Revolucin Mexicana y para muchos su accin fue tan importante que sin ella, quiz, la Revolucin misma no se habra dado o, cuando menos, se habra retrasado por mucho tiempo. Ellos se contaron entre los primeros crticos de la dictadura porfirista y fueron, entre sus innumerables mritos, los organizadores de las primeras grandes huelgas de obreros que sacudieron, hasta sus cimientos, al Estado oligrquico porfiriano y constituyeron los antecedentes inmediatos de la revuelta de las masas que culmin en el estallido de la Revolucin en 1910. Las huelgas de Cananea (1906) y Ro Blanco (1907) y las acciones de guerrillas que desarrollaron los anarquistas mexicanos prepararon el ambiente y anticiparon las causas de las que habra de surgir la Revolucin. Eso todo mundo lo reconoce. Los anarquistas (que se llamaban a s mismos "liberales" o "libertarios") fueron tambin los autores del ms consistente programa revolucionario, antecedente de la Constitucin de 1917 e ideario de todos los grupos que hicieron armas contra la dictadura, el Programa del Partido Liberal de 1906.Con mucha razn se ha dicho que la Revolucin Mexicana fue, esencialmente, obra de las masas campesinas. La clase obrera, a fines del siglo pasado y principios del presente, en efecto, estaba apenas naciendo. Mejor organizada que las masas rurales, la clase obrera jug el extraordinario papel de detonador del movimiento revolucionario, mucho mejor que cualquier otro grupo social, pero no fue, no poda ser, la base social de un gran movimiento revolucionario de masas. Los ejrcitos revolucionarios, de todos los bandos (maderistas, orozquistas, zapatistas, villistas y carrancistas) se integraron, fundamentalmente, con luchadores provenientes del campo, mientras la pequea y naciente clase obrera se converta en simple espectadora del huracn revolucionario que se desataba por encima de ella.Para los dirigentes anarquistas, incluidos los ms radicales, como Ricardo Flores Magn, aquella era una lucha "por el poder" que, por lo mismo, no poda interesar como tal a la clase obrera. Para los explotados, decan, no se trataba de conquistar el Estado sino de destruirlo. Los grupos revolucionarios que luchaban por el poder y se aniquilaban unos a otros, predecan, acabaran sojuzgando a las masas trabajadoras al igual que sus antiguos opresores. Los ms radicales llamaban a luchar contra los nuevos amos, incluso con las armas en las manos, los menos radicales simplemente capeaban el temporal esperando a ver quines seran los vencedores llamados a gobernar el pas despus de la tempestad. La Revolucin, de cualquier forma, termin sin que la clase obrera hubiera participado activamente en ella, siempre dominada por grupos anarquistas y oportunistas, cuyo odio al gran Leviatn, el Estado que estaba surgiendo, no les impidi, muchas veces, venderse al mejor postor.La Revolucin, sin embargo, fue un gran movimiento modernizador de las estructuras sociales y, si bien era cierto que muy poco deba a la clase obrera como movimiento social, ideolgico y poltico, cre de inmediato las condiciones que hicieron de la propia clase obrera el factor ms importante de la lucha poltica en la nueva sociedad. Como ocurre con toda gran revolucin burguesa, su primer objetivo se cumpli con la creacin de un verdadero Estado moderno en Mxico, como poder autnomo e independiente de los diferentes grupos y clases sociales. La poltica, ahora como poltica institucional, se convirti en poltica de masas y en ella la clase obrera pas a ser el elemento en el cual comenz, cada vez ms, a fundarse la direccin del Estado sobre la sociedad. Aunque lentamente, la industria y el comercio volvieron a cobrar nuevo impulso y muy pronto Mxico super los niveles de desarrollo que haba alcanzado durante el porfirismo. En consecuencia, la clase obrera tambin creci, en nmero y en calidad poltica, hasta convertirse en la clase popular ms importante.En 1919 naci el Partido Comunista. Fue un hecho importante de la historia poltica de Mxico, si bien extraordinariamente marginal respecto de la historia general del pas y, en especial, de la historia que en ese momento viva la clase obrera mexicana, representaba el nacimiento de una nueva izquierda y, en cierto sentido, tambin una nueva perspectiva en la situacin social, econmica y poltica que haba creado la Revolucin Mexicana. Su referente, como no poda ser de otra manera, era la revolucin rusa. La Revolucin Mexicana haba concluido, era historia pasada, y para los comunistas de entonces se abri la perspectiva de una "nueva revolucin" que habra de concluir con la "toma del poder" por parte de la clase obrera. Resultaba obvio que de la revolucin rusa apenas si conocan los datos exteriores y ms generales: all la clase obrera, dirigida por el partido de los bolcheviques, haba tomado el poder. Lo dramtico era que de la Revolucin Mexicana, a pesar de haberla vivido en carne propia, tampoco conocan mucho y aceptaban una versin vulgarizada de la misma que deca que la revolucin popular haba sido traicionada y aprovechada por grupos minoritarios y arribistas. Muchos de nuestros primeros comunistas haban llegado del anarquismo y en su modo de pensar y de actuar no se diferenciaban gran cosa de los antiguos anarquistas, dogmticos, sectarios y, ante todo, antiestatistas.Los antiguos anarquistas fueron barridos de la direccin del movimiento obrero y, aunque conservaron una cierta presencia todava hasta finales de los aos treinta, la clase obrera, en su nuevo desarrollo, abandon por completo el credo anarquista para entregarse de lleno a la fantasa ideolgica de la "alianza" entre la clase obrera y el "campesinado", por un lado, y el Estado de la Revolucin Mexicana, por el otro. Las grandes organizaciones de trabajadores de los aos veinte y treinta ya no estuvieron dirigidas por elementos radicales cuyo primer objetivo era "destruir" el Estado, sino por nuevos grupos polticos cuyo objetivo era preservar el Estado de la Revolucin y, en el mejor de los casos, buscar desarrollar una accin revolucionaria y transformadora de la sociedad a travs de ese mismo Estado. El punto de partida de stos ltimos era, por supuesto, la Revolucin Mexicana.De esos grupos naci una figura singular de la historia poltica de Mxico y, en especial, de la historia de la izquierda y de la clase obrera mexicanas: Vicente Lombardo Toledano, militante de las organizaciones obreras de los aos veinte, primero, y despus el ms importante dirigente de las clases trabajadoras durante los aos treinta. Intelectual de amplia cultura universal y orador extraordinario, Lombardo naci y se desarroll ideolgicamente en el horizonte de la Revolucin Mexicana. Jams dej de ser una criatura de la Revolucin Mexicana: el socialismo, para l, deba llegar a travs de la brecha que haba abierto la Revolucin Mexicana. En los ltimos aos veinte Lombardo se hizo marxista, pero rechaz siempre entrar en el Partido Comunista. Para l era inaceptable el rechazo de los comunistas a la Revolucin Mexicana y, sobre todo, a la accin del Estado surgido de ella. Curiosamente, el hombre de la Tercera Internacional en Mxico y, en ms de un sentido, en Amrica Latina, lo fue Lombardo, cuando en la segunda mitad de los aos treinta floreci la estrategia del "frente popular".La izquierda comunista siempre se opuso a Lombardo, a pesar de que ste se haba convertido al marxismo, precisamente porque para l resultaba vital apoyar al Estado de la Revolucin Mexicana. En los aos veinte, antes de ser marxista, Lombardo caracterizaba al Estado de la Revolucin como una organizacin poltica colocada por encima de las clases sociales que serva para imponer el equilibrio entre ellas y realizar la justicia social que defina los objetivos de la Revolucin. Ya como marxista y como gran dirigente del movimiento obrero, en los aos treinta, Lombardo sostuvo la teora de las etapas en el desarrollo de la revolucin socialista que caracteriz la lnea de la Internacional: Mxico llegara al socialismo, eso era inevitable, pero antes deba librar una lucha nacionalista por liberarse de la dominacin imperialista y en ella el proletariado deba hacer frente comn con todas las clases sociales de Mxico. En ese proceso el papel del Estado era de una importancia vital: sin l, influido por las clases populares, el trnsito al socialismo era imposible. Aos despus, luego de que fue expulsado del movimiento obrero por los dirigentes oficialistas, Lombardo fund, con la colaboracin de muy distinguidos hombres de izquierda, un nuevo partido que quera ser la ligazn entre los objetivos histricos de la Revolucin Mexicana y la demanda marxista de la revolucin socialista, el Partido Popular, que hoy, despus de ms de quince aos de haber muerto Lombardo, se postula como el partido que debe llevar a la Revolucin Mexicana hacia el socialismo, naturalmente, aliado con el Estado, en la lucha por liberar a nuestro pas del dominio imperialista. Con esa bandera, el Partido Popular (ahora Partido Popular Socialista) se ha convertido en uno de los ms fieles aliados de los grupos gobernantes de Mxico.Los comunistas, por su parte, permanecieron fieles al sectarismo y al radicalismo antiestatista que haban heredado del anarquismo. Como para los anarquistas de antao, su lema pareca ser: "Con el Estado nada; contra el Estado todo". Esa fue y ha sido una herencia que los ha caracterizado hasta tiempos muy recientes y que, si bien es cierto que en muchas ocasiones los ha definido claramente frente a los diferentes sectores de la sociedad mexicana por otro lado les ha impedido hacer una poltica con penetracin e influencia en una clase obrera y en unas masas rurales que hasta el da de hoy permanecen totalmente uncidas al Estado de la Revolucin Mexicana. Su antinacionalismo, fruto de su antiestatismo, estuvo siempre regido, incluso durante los aos del "frente popular", por la idea de que una clara posicin clasista (obrerista y campesinista) sera su mejor carta para atraer a las masas populares a una militancia decidida por el socialismo.Su problema, como para toda la izquierda, fue siempre -y lo sigue siendo hasta hoy- la Revolucin Mexicana: cmo definirla y como definir a su Estado?, qu estrategia deba derivar de una posicin clara frente a la Revolucin y la sociedad que de ella haba surgido?, qu ligas poda tener la nueva izquierda histrica de Mxico con la Revolucin y los movimientos sociales que ella haba desencadenado? El rechazo de la Revolucin dict las soluciones tericas que los comunistas dieron a su interpretacin de la historia nacional. En los aos veinte definan la Revolucin Mexicana como una revolucin "pequeo burguesa"; no se atrevan a definirla como una revolucin "burguesa" porque no les pareca, y con razn, que quienes la haban dirigido y ahora gobernaban al pas fuesen unos "burgueses", por lo menos en sus orgenes. Bajo el influjo del stalinismo de la Tercera Internacional, ya durante los aos treinta, era usual que los comunistas mexicanos definieran la Revolucin Mexicana como una revolucin "democrtico burguesa". En esa interpretacin, Mxico era un pas "semicolonial" y "semifeudal" que deba liberarse de la dominacin imperialista y deba destruir el latifundismo "feudal" que imperaba en sus campos. La Revolucin haba sido slo el captulo "poltico" de ese proceso de liberacin: la "burguesa en ascenso" haba derribado el antiguo Estado feudal y haba entronizado su dominio, sin que pudiera todava realizar sus objetivos antimperialistas, antifeudales y democrticos. Esas teoras luego vinieron a reforzarlas los historiadores soviticos de los aos cincuenta y sesenta (Alperovich, Rudenko, Lvrov, entre otros) y constituyeron un patrimonio firme de los comunistas mexicanos durante cerca de cuatro dcadas.Todo ello no impidi que los comunistas dieran pruebas ms que sobradas de su herosmo en la lucha, de su espritu de abnegacin y sacrificio e inclusive de su eficacia como grandes organizadores de las masas. Ellos fueron los principales animadores de la gran huelga ferroviaria de 1926, drsticamente reprimida por el gobierno callista; David Alfaro Siqueiros era ya, a fines de los veinte, uno de los ms activos organizadores sindicales de trabajadores de la minera y de la alimentacin y tambin uno de los principales dirigentes del Partido Comunista; en los primeros aos treinta, los comunistas se distinguieron, particularmente, como agitadores de las primeras grandes luchas campesinas que conduciran, unos aos despus, a las grandes expropiaciones de latifundios en Michoacn, la Comarca Lagunera, el Valle de Mexicali y Yucatn. En esos aos surgieron los principales sindicatos nacionales de industria (ferrocarrileros, mineros, petroleros) y los comunistas estuvieron tambin entre sus principales organizadores. En el gran movimiento sindical independiente que se desarroll entre 1932 y 1936 y que culmin con la fundacin de la Confederacin de Trabajadores de Mxico, en febrero del ltimo ao citado, la mayor de las centrales obreras que todava hoy existen, los comunistas siempre estuvieron a la vanguardia y su accin fue decisiva para la unificacin del proletariado mexicano. Cuando en 1938 el gobierno de Crdenas decidi integrar a los sindicatos y ligas campesinas en el partido oficial (en ese entonces Partido de la Revolucin Mexicana y desde 1946 Partido Revolucionario Institucional), dando origen al rgimen de corporativismo poltico que an domina en Mxico, los comunistas se mantuvieron en muchos de los puestos de direccin del movimiento de masas y se requirieron, por parte del gobierno y de los lideres oficialistas, tremendos esfuerzos para expulsarlos de ellos. De hecho, los comunistas se mantuvieron como una fuerza dirigente de los principales sindicatos nacionales hasta que se les expuls de ellos por la fuerza durante el gobierno de Miguel Alemn, especialmente en los aos 1948 a 1952. Lombardo, como recordbamos antes, fue expulsado de la CTM en 1947. Desde entonces la izquierda lombardista y comunista permaneci virtualmente desterrada del movimiento obrero y campesino y ello se tradujo en su debilitamiento extremo en el terreno de la lucha poltica e ideolgica hasta nuestros das.La gran diversificacin que experiment la izquierda mexicana desde fines de los aos cincuenta (comunistas, lombardistas, trotskistas, maostas, foquistas, etctera) no removi los puntos y las ideas tradicionales que la haban caracterizado hasta entonces, pero ayud, al menos, para volver a poner en discusin el problema del Estado, la definicin de la Revolucin Mexicana y la historia misma de la izquierda desde sus orgenes. A ello contribuy, esencialmente, el movimiento estudiantil de 1968, que en gran parte estuvo dirigido por nuevos grupos izquierdistas que nada tenan en comn con la vieja izquierda. El Partido Comunista, despus de la invasin de Checoeslovaquia por las fuerzas del Pacto de Varsovia, en ese mismo ao, rompi su tradicional dependencia respecto de la Unin Sovitica y comenz un lento y prolongado proceso de transformacin ideolgica que culmino en su legalizacin con la apertura democrtica que inici la reforma poltica de 1977. Otros grupos de la izquierda crecieron y se desarrollaron en ese periodo dando lugar a un pluralismo de la propia izquierda que hizo mucho ms variado y diversificados sus puntos de vista y sus posiciones polticas. Los nuevos intelectuales izquierdistas, muchos de ellos desde fuera de los partidos o grupos tradicionales, comenzaron una amplia revisin de la historia del pas y, en particular, del periodo de la Revolucin Mexicana e intentaron conformar un bagaje de ideas que permitiera el conocimiento de la realidad nacional por fuera de los esquemas sectarios y adocenados que haban sido propios de la izquierda mexicana hasta entonces. Aun as, el grueso de la izquierda se sigui moviendo, en lo esencial, en sus antiguas posiciones polticas e ideolgicas que tanto haban contribuido a forjar los anarquistas.Habra que suponer que en las condiciones de la reforma poltica, con ser sta tan limitada como ha sido, ideada tan slo para evitar que la izquierda siguiera el camino de la subversin y ligarla a un compromiso institucional con el Estado, la izquierda estaba obligada, ante todo, a reivindicar una historia poltica y social de la que ella misma es coautora y corresponsable. Su rechazo del Estado y de la Revolucin y su antinacionalismo (el que, por lo dems, no se ha traducido nunca en un claro internacionalismo) le han impedido identificarse con esa historia y sus tradiciones, apropiarse de ella y presentar a las masas trabajadoras opciones que concuerden con su ser nacional. Eso mismo incapacita a la mayor parte de las fuerzas de izquierda para luchar por un autntico programa democrtico y para cambiar al pas por vas democrticas. En la reforma poltica la mayor parte de la izquierda se ha visto involucrada en los procesos electorales, pero se da el caso de que la mayora de los izquierdistas no creen que las elecciones sirvan para efectuar transformaciones de importancia en el sistema poltico mexicano; en esencia, creen que las elecciones constituyen una salida intil en la gran tarea de terminar con la explotacin y la opresin en Mxico e instaurar una sociedad socialista.Puede entenderse, visto el panorama histrico de la izquierda mexicana, de sus tradiciones polticas e ideolgicas y de su experiencia nacional, aun en las lneas tan generales en que lo hemos hecho aqu, por qu un pensamiento tan fino, tan realista y tan dctil como el gramsciano no ha podido echar races profundas y duraderas en Mxico. Acostumbrada a concebir sus objetivos polticos y sus razones ideolgicas como el enfrentamiento final entre las clases sociales del que indefectiblemente saldra victoriosa la "clase revolucionaria por excelencia" (el proletariado, la clase obrera), para la izquierda la historia no fue sino un "proceso natural", regido por leyes frreas e irremovibles, en el que se impone, finalmente, un designio superior a los hombres: la liberacin de los trabajadores y la muerte del capital. Para ella la lucha poltica no fue jams la eleccin de determinados medios e inclusive de enemigos para llegar a ciertos fines, sino, recordando justamente a Gramsci, una autntica profesin de fe religiosa y una oculta, pero siempre activa, visin teolgica del mundo y de la vida. El socialismo y el comunismo llegaran porque eso era algo que trascenda la voluntad de los hombres. Su propia historia apareca a los ojos de los izquierdistas como una cadena heroica de fracasos momentneos en el esfuerzo permanente que iba siempre en pos del "combate final", de la rendicin ltima de cuentas con los enemigos de clase. Los fracasos se explicaban por la falta de inteligencia, por la impreparacin o las limitaciones de toda ndole de los predecesores o por la superioridad del enemigo, pero todo ello no bast nunca para poner en duda el inevitable advenimiento del "juicio final" de los justos. Un pensamiento como el gramsciano, para el que la historia no es slo el desarrollo ciego de fuerzas materiales, sino tambin un complejo interrelacionado de voluntad y cultura, sencillamente no tena cabida en aquella visin simplista y en gran medida teleolgica de la historia. Es verdad que Gramsci lleg tarde a Mxico, pero no mucho ms que a otros pases latinoamericanos y tampoco fue peor recibido que en aquellos. El marxismo esquemtico y adocenado que vena del stalinismo sigui dominando durante gran parte de los sesenta y todava en los setenta haba numerosos seguidores de esa caracterstica perversin del socialismo cientfico. Pero Gramsci ya estaba disponible en Mxico hacia fines de los cincuenta mediante las ediciones que realiz Editorial Lautaro, de Argentina, de los Quaderni en su primera versin editorial y tambin de la primera edicin de las Cartas desde la crcel. Gramsci pas, sin embargo, por ser una rareza editorial y nada ms. Evidentemente, quienes lo lean, muy pocos, no encontraban ninguna inspiracin en l. Los que tenan alguna informacin sobre el movimiento comunista internacional saban, aunque levemente, que Gramsci haba sido un gran dirigente comunista italiano y uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano; pero ignoraban qu papel haba representado en la poltica italiana, desconocan su obra y, sobre todo, no saban ubicarlo en el contexto histrico del movimiento comunista internacional. Togliatti era conocido entre los comunistas mexicanos como el gran dirigente del PCI que, por cierto, se estaba significando como un opositor "reformista" a Mosc, con sus teoras del policentrismo poltico y las "reformas de estructura" y todo lo que empez a identificarse, a partir de la segunda mitad de los cincuenta, como la "va italiana al socialismo". A Gramsci, a lo sumo, se le poda distinguir como el maestro "reformista" del "reformista" Togliatti, aunque nadie supiera, bien a bien, por qu. A pesar de que ya circulaban en espaol, las obras de Gramsci no se lean. Literariamente, era ms conocido en Mxico Antonio Labriola, el "amigo italiano de Engels", que Gramsci. De Labriola se conocan algunos escritos desde los aos treinta y se saba que haba sido el ms importante precursor del comunismo italiano.La explosin del conflicto chino sovitico en abril de 1960 lleg para enturbiar todava ms el contacto de la izquierda mexicana con Gramsci. Naturalmente, tal y como ocurri en la mayor parte del mundo, los izquierdistas mexicanos se dividieron instantneamente en "pro chinos" y "pro soviticos". Los primeros se esforzaron por defender una cierta ortodoxia revolucionaria que afirmaba que la nica va conocida para llegar al socialismo era la lucha armada y que una supuesta "va pacfica" o de "reforma de estructuras", como proponan los italianos, era una ilusin contrarrevolucionaria que lo nico que conseguira sera hacerle el juego a la burguesa. Los segundos trataban, muy dbilmente por cierto, de demostrar que no todo estaba escrito sobre las vas de la revolucin y que, en ltima instancia, sera el pueblo el que decidiera. La oportunidad era excelente para que los izquierdistas mexicanos de todas las tendencias abrieran un amplio debate sobre la lucha por la democracia y la contribucin que sta poda hacer a la causa revolucionaria, pero nadie pens en serio, por aquel entonces, en la democracia. Todo mundo, en cambio, se puso a hurgar en las pocas obras de Marx y Engels que se conocan en espaol y, sobre todo, en las Obras completas de Lenin (cuarta edicin, que por entonces se haba editado en Argentina), para coleccionar citas que apoyaran una u otra posicin. Desde luego, todo mundo tuvo razn y en la guerra de las citas no hubo ni vencedores ni vencidos, pues era evidente que Marx, Engels y Lenin daban lo mismo para apoyar la va "pacfica" que la va "armada" de la revolucin. Todo eso lo pag la izquierda con su desintegracin ininterrumpida. En los sesenta se deca que donde haba dos izquierdistas mexicanos era muy posible que surgieran cinco partidos.Fuera de la izquierda militante, algo positivo ocurri en esos aos. Gramsci entr en algunos ambientes acadmicos. Jvenes profesores marxistas sin militancia poltica, muchos de los cuales haban estudiado en Europa y algunos, incluso, en Italia, llevaron, junto con las obras juveniles de Marx recin descubiertas, una nueva visin del marxismo en la que era comn y necesaria la referencia a Gramsci y, en muchos casos, a la obra del nuevo marxismo italiano surgido en esencia de la inquietud intelectual de Della Volpe. El marxismo, por lo dems, se renovaba por todas partes en el mundo. Y en Mxico se daba un pequeo renacimiento intelectual del que ese nuevo marxismo form parte indisoluble. Mientras la izquierda militante, atomizada y empequeecida sin descanso, discuta sobre quin tena razn, los chinos o los soviticos, en la Universidad floreca el inters por el redescubrimiento del marxismo y se discutan todos los ensayos de interpretacin que en ese sentido se producan en otras partes. Ahora conoca a Gramsci un mayor nmero de personas y, adems, en italiano, pues sus traducciones argentinas en espaol se haban agotado y no circulaban ya a la mitad de los sesenta. Ese nmero de conocedores de Gramsci, empero, sigui siendo extremadamente reducido. El marxismo universitario de los primeros sesenta, por lo dems, demasiado intelectual y elitista, tard mucho en aplicarse al estudio y el conocimiento de la realidad nacional, de manera que las mejores propuestas gramscianas en punto a mtodo y recuperacin de la cultura nacional quedaron como meros temas de solaz terico y acadmico.Mxico le deparaba a Gramsci un destino todava ms amargo que el de ser objeto de discusiones acadmicas y cenaculares. La izquierda militante finalmente conoci a Gramsci de manera ms o menos generalizada, pero ello ocurri del modo ms lamentable. En 1967 comenz a publicarse en Mxico la obra de Louis Althusser. Su difusin fue extraordinariamente rpida y masiva, incluso en los ambientes acadmicos que se haban abierto al nuevo marxismo en los primeros aos sesenta. Tambin lo fue su aceptacin y ms todava cuando se hizo clebre en los crculos de izquierda un joven alumno de Althusser, Rgis Debray, quien se desempeaba entonces como el mximo terico del "foquismo" en Amrica Latina, en una poca, por cierto, en que operaban numerosos grupos guerrilleros a lo largo y ancho de la regin. El mismo Rgis Debray quiso poner en prctica sus teoras y fue inmediatamente aprehendido en Bolivia en los das en que fue muerto el Che Guevara. Pronto Debray y el "foquismo" pasaron de moda, pero no Althusser, que todava durante buena parte de los sesenta sigui difundindose extraordinariamente en los ambientes acadmicos y de la izquierda militante.Althusser puso de moda a Gramsci en Mxico y es posible que eso haya ocurrido tambin en otras partes de Amrica Latina. Lo lamentable del hecho consista en que las obras de Gramsci no estaban disponibles todava en espaol, despus de que las ediciones de Lautaro se haban convertido en una rareza de librera. Una excelente antologa de los escritos gramscianos, debida a Manuel Sacristn Luzn apareci slo tres aos despus de que se public en Mxico el Pour Marx de Althusser. Para el filsofo francs, Gramsci no poda ser considerado un verdadero marxista; era un "crociano" y las enseanzas de Croce lo haban conducido a un historicismo neohegeliano que rea resueltamente con el "verdadero" marxismo (vale decir, el marxismo estructuralista de Althusser). Como podr imaginarse, cuando Gramsci finalmente cayo en manos de los militantes de izquierda estaba irremediablemente precedido de una psima fama, no slo de "crociano" e "historicista", sino hasta de "reformista" (ignorndose, por supuesto, el hecho de que muchos consideran a Gramsci uno de los "radicales" del movimiento comunista internacional de los aos veinte).Pese a ello, Gramsci finalmente impuso su presencia en Mxico y en Amrica Latina. Sus obras comenzaron a editarse con gran profusin, sobre todo en Mxico y en Espaa. En unos cuantos aos casi no haba un marxista que se preciara de serlo que no tuviera por lo menos uno o dos libros de Gramsci en su biblioteca. Aparecieron tambin cada vez ms numerosos los estudios sobre el pensamiento gramsciano, europeos, latinoamericanos y, por ltimo, mexicanos. Curiosamente, Gramsci comenz a cobrar fuerza en la medida en que todo el mundo se iba olvidando de Althusser. Ello era ya evidente a mediados de los setenta. Pero lo ms importante, desde luego, fue la proliferacin de estudios marxistas mexicanos sobre la realidad mexicana y su cada vez ms difusa ligazn con la obra y el pensamiento de Gramsci. Sus grandes conceptos y preocupaciones (sociedad civil, sociedad poltica, hegemona, bloque histrico, reforma moral e intelectual de la sociedad, el prncipe moderno, el mito popular de inspiracin maquiaveliana, etctera) se fueron convirtiendo en referentes tericos indispensables en el estudio de la nacin mexicana y de su historia. Mientras las modas intelectuales llegaban y se iban, una tras otra, incluida la del althusserismo, Gramsci permaneci en Mxico.Hoy son innegables y ampliamente reconocidas las contribuciones que el marxismo mexicano ha hecho al conocimiento de su realidad nacional. Desde fines de los sesenta inicio un debate que con el tiempo se fue profundizando y legitimando en torno a la redefinicin de la historia del pas, de la Revolucin Mexicana, de la sociedad y, sobre todo, del Estado. En ese debate no slo se han revisado viejos dogmas (muchos de ellos provenientes del antiguo marxismo) y viejos puntos de vista, sino, lo ms importante, han surgido nuevos conceptos y se ha venido conformando un nuevo acervo terico y doctrinal de la historia poltica, social y econmica de Mxico, cada vez ms influyente en la actual cultura nacional. En todo ello ha contado de manera destacada el conocimiento de Gramsci y, en especial, la discusin cada vez ms creativa de sus sugerencias tericas y metodolgicas.Todo ello, sin embargo, no resulta tan alentador cuando como dijimos al principio, se considera a la izquierda en su conjunto y, sobre todo, a la izquierda que milita en los ms variados partidos y organizaciones polticas. Aqu Gramsci sigue en espera de ser reinvindicado como el gran marxista y forjador de cultura que fue. Es cierto que ahora la izquierda es menos dogmtica que antao y que sus dirigentes y exponentes intelectuales cada vez que debaten sienten menos la necesidad de reforzar y apuntalar sus opiniones con un rosario de citas tomadas de las obras de Lenin, Trotsky, Mao o cualquier otro gran dirigente revolucionario; pero en ms de un sentido la izquierda y sus dirigentes siguen siendo prisioneros de antiqusimas posiciones dogmticas y sectarias y eso, a corto o a largo plazo, limitar las posibilidades de que Gramsci y su obra sean objeto de un estudio serio y provechoso por parte de los izquierdistas mexicanos. Tampoco se puede descartar, por otro lado, la posibilidad de que Gramsci cobre un mayor inters en los crculos izquierdistas militantes en un breve tiempo. La necesidad de entender mejor al pas y su historia y de profundizar y ampliar los alcances de la lucha por la democracia en que se encuentra empeada la izquierda sera un augurio de que Gramsci, finalmente, encontrar el inters pleno de los mexicanos en su obra y su pensamiento.

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