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1. El futuro: una idea moderna ¿En qué pensamos cuando imaginamos el futuro? ¿Cómo imaginaban el porvenir nues- tros compatriotas de hace 100 años? ¿Qué sentido tiene al día de hoy entender esas anticipaciones del futuro de principios de siglo xx? En nuestros días, cuando hablamos del futuro, parece innecesario aclarar que nos referimos a un futuro que tendrá lugar en esta tierra y será habitado por nuestros descendientes directos o indirectos. Se trata de un futuro en el mundo real y tangi- ble, no en el más allá ni en la vida celestial. Pero no siempre fue así, ya que esta idea del futuro que a buena parte de los habitantes del mundo occidental hoy nos parece tan natural, es bastante nueva en la historia de la humanidad, no tiene más de 200 o 300 años de antigüedad. Este es el futuro del que se ocupa este libro, del porvenir que imaginaban, deseaban o temían los habitantes de Buenos Aires para sus hijos y nietos, propios y ajenos, viviendo en esta misma ciudad de Buenos Aires. Tres reconocidos autores, entre otros, pusieron el pensamiento sobre el futuro en una perspectiva histórica: el economista e historiador Robert Heilbroner (1919-2005), el historiador y filósofo Carl L. Becker (1873-1945), ambos norteamericanos, y el his- toriador y filólogo irlandés John Bagnell Bury (1861-1927). Los tres demuestran, desde distintos enfoques, cómo la idea de un futuro al que se espera llegar por esfuerzo pro- pio de la gente y que beneficiaría a amplias capas de población en esta tierra, se formó y comenzó a extenderse recién a partir del siglo xviii. En el mundo occidental, esta Futuro, anticipaciones, utopías e imaginarios Capítulo I 01-Gutman.qxd 28/10/2010 11:33 PÆgina 45

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Gutman_BA El Poder de La Anticipacion Pp045a077 Capitulo1

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  • 1. El futuro: una idea moderna

    En qu pensamos cuando imaginamos el futuro? Cmo imaginaban el porvenir nues-tros compatriotas de hace 100 aos? Qu sentido tiene al da de hoy entender esasanticipaciones del futuro de principios de siglo xx?

    En nuestros das, cuando hablamos del futuro, parece innecesario aclarar que nosreferimos a un futuro que tendr lugar en esta tierra y ser habitado por nuestrosdescendientes directos o indirectos. Se trata de un futuro en el mundo real y tangi-ble, no en el ms all ni en la vida celestial. Pero no siempre fue as, ya que esta ideadel futuro que a buena parte de los habitantes del mundo occidental hoy nos parecetan natural, es bastante nueva en la historia de la humanidad, no tiene ms de 200 o300 aos de antigedad. Este es el futuro del que se ocupa este libro, del porvenirque imaginaban, deseaban o teman los habitantes de Buenos Aires para sus hijos ynietos, propios y ajenos, viviendo en esta misma ciudad de Buenos Aires.

    Tres reconocidos autores, entre otros, pusieron el pensamiento sobre el futuro enuna perspectiva histrica: el economista e historiador Robert Heilbroner (1919-2005),el historiador y filsofo Carl L. Becker (1873-1945), ambos norteamericanos, y el his-toriador y fillogo irlands John Bagnell Bury (1861-1927). Los tres demuestran, desdedistintos enfoques, cmo la idea de un futuro al que se espera llegar por esfuerzo pro-pio de la gente y que beneficiara a amplias capas de poblacin en esta tierra, se formy comenz a extenderse recin a partir del siglo xviii. En el mundo occidental, esta

    Futuro, anticipaciones, utopas e imaginarios

    Captulo I

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  • idea del futuro fue auspiciada por el desarrollo de las ciencias fsicas y naturales y susaplicaciones tecnolgicas, por la expansin del capitalismo y por la emergencia de unaconciencia poltica que intentaba legitimizar la voluntad popular.

    Esta forma de entender el futuro est relacionada y depende de la idea de pro-greso y de la formacin de una cosmovisin del mundo que concibe el tiempo comoun vector lineal, contrario al concepto del tiempo circular compuesto por sucesivasrepeticiones cclicas. Porque, adems de imaginar un futuro en la Tierra, se asume queel futuro ser mejor que el presente y tiene un horizonte de perfectibilidad indefini-da. Si bien este optimismo fue puesto en duda desde principios del siglo xx, esta ten-dencia positiva y optimista sigui presidiendo el pensamiento sobre el futuro hastahace unas tres o cuatro dcadas atrs.

    Porque en la actualidad, luego de un siglo de avances en muchos campos, perosignado al mismo tiempo por dificultades y violencias, se ha borrado el optimismo,y el horizonte de esperanza se transform en un horizonte de amenaza. Sin embargo,sigue plenamente vigente en muchos y dispersos mbitos el deseo y la imaginacinde un futuro mejor orientado a responder a las urgentes necesidades de grandes sec-tores de la poblacin.

    En sntesis, segn lo que sostienen los mencionados autores cuyas ideas se desa-rrollan en este captulo, es posible asumir que el pensamiento sobre el futuro en lostrminos descriptos y tal como se lo utiliza coloquialmente en la actualidad, es unaidea moderna.

    2.Breve historia de las ideas sobre el futuro

    Robert Heilbroner, en su libro sobre las visiones del futuro, engloba la historia de lasexpectativas humanas sobre el futuro en slo tres perodos de duracin muy desigual.Son los que produjeron tres tipos distintos de visiones del futuro: las visiones del pasa-do lejano, las visiones del ayer y, por ltimo, las visiones de hoy, que incluyenalgn fragmento del maana.1

    Las visiones del pasado lejano abarcan la gran variedad de modos en que lahumanidad pens sobre el futuro desde sus albores hace 150.000 aos, pasando porlas sociedades ms complejas, los reinos e imperios de la Mesopotamia, Egipto, Indiay China, e incluyendo las glorias de Grecia y Roma, y luego el Medioevo hasta el esta-blecimiento de las modernas naciones-Estado europeas del siglo xvii. Segn Heilbro-ner, este primer perodo est marcado por una amplsima diversidad en casi todos losaspectos de la vida, donde videntes, sacerdotes, reyes y orculos escudriaban el futu-ro para distinguir lo que vendr en miles de aspectos, menos uno: la perspectiva

    46 | Margarita Gutman | Buenos Aires. El poder de la anticipacin

    1. Heilbroner, Robert, Visiones del futuro. El pasado lejano, el ayer, el hoy y el maana, Barcelona: Ediciones Paids

    Ibrica, 1996, p. 16.

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  • material para la amplia sociedad a la que pertenecan.2 Algunos elementos unifica-ban estas visiones de futuro: primero, no se esperaban cambios en los aspectos mate-riales de la vida; segundo, las recompensas y castigos prometidos en los mbitos religio-sos o trascendentes se recibiran pstumamente en una esfera celestial, por fuera dela vida terrena; tercero, no se contaba con la confianza de poder realizar grandes cam-bios, comparables a los de la naturaleza, para influir sobre el futuro conforme a fuerzasautogeneradas. Crean que el futuro estaba, en ltima instancia, ms all del controlhumano.3 A la ignorancia se sumaba la impotencia. La resignacin era el sentimientoque impregnaba la mirada al futuro.

    En el transcurso del siglo xviii comenzaron a emerger las fuerzas que tuvieronposibilidades de reorganizar la vida cotidiana de los individuos tan drsticamentecomo slo la naturaleza haba podido hacerlo hasta entonces. Se trataba, segn Heil-broner, de tres procesos definidos por: la penetracin de las nuevas tecnologas; elconocimiento de las rutinas de la vida econmica cotidiana junto al desarrollo delcapitalismo; y el surgimiento de corrientes polticas y sociales con conciencia social.Los nuevos agentes del cambio, generados en el mismo seno de la vida social, tuvie-ron el poder de cambiar la vida cotidiana con una fuerza casi equivalente al caucede los ros o la erosin de las costas, alterando de ese modo la fijeza y la impenetra-bilidad que caracterizaba a todas las visiones de futuro del pasado lejano, y dandopaso a un nuevo tipo de visiones.4

    De este modo, las visiones del ayer tomaron forma en los pases europeos occi-dentales y en Norteamrica con el surgimiento del capitalismo acompaado por eldesarrollo de la tecnologa y las ciencias, y de una nueva conciencia social y poltica delegitimacin de la voluntad popular. Este perodo denominado ayer se extiendepor unos doscientos aos, entre mediados del siglo xviii y mediados del xx, aproxi-madamente hasta los aos que van desde el final de la segunda guerra mundial hastael fin de la guerra fra y el colapso de la Unin Sovitica. Estas visiones que Heilbro-ner denomina del ayer tienen una diferencia fundamental con las visiones del pasa-do lejano: en las visiones del ayer el futuro penetra en la conciencia humana comouna gran seal de perspectiva.5 Es una visin optimista que se extendi largamenteentre la poblacin y se apoyaba en los grandes desarrollos cientficos y tecnolgicosque permitiran las grandes mejoras. Desde el punto de vista de las creencias, Heilbro-ner sostiene que el ayer no slo est marcado por un grado de dinamismo que hastael siglo xviii no exista, sino tambin porque sanciona y explica esta tendencia din-mica en una palabra de tres slabas para la que no existe equivalencia ni en las socieda-des primitivas ni en las estratificadas. La palabra es progreso, un trmino provisto de

    Captulo I | 47

    2. Ibidem, p. 17.

    3. Ibidem, p. 42.

    4. Ibidem, p. 21.

    5. Ibidem, p. 21.

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  • muchos sentidos, pero de claro significado: el que el presente es de algn modo supe-rior al pasado y, por extensin, que el futuro ser superior al presente.6 La esperanzaes el sentimiento que resume estas visiones de futuro del ayer.

    Uno de los factores que proporcion un gran impulso a las actividades produc-tivas fue la paulatina adicin del conocimiento abstracto caracterstico de la investi-gacin cientfica a los saberes de la tecnologa prctica que venan desarrollndosedesde haca siglos.7 Segn William H. McNeill, el progreso cientfico [] preparel vnculo deliberado y consciente entre ciencia y tecnologa que constituye probable-mente la fuente contempornea ms importante de cambio social.8 Analizando losgrandes avances de la tecnologa prctica realizados hasta el siglo xviii, Heilbronerexplica cmo la tecnologa pudo desarrollarse sin ciencia formal en el sentido moder-no de una investigacin sistematizada.9 Se basa en las ideas del historiador de la eco-noma Joel Mokyr y el antroplogo James George Frazer. Para Mokyr la paulatina acu-mulacin del saber se condensa en un conocimiento metatecnolgico que constituyela fuente donde se inspira de modo consciente o inconsciente la tecnologa. Frazer des-taca que la magia y la ciencia tienen una concepcin fundamental en comn: ambasasumen que en la naturaleza un acontecimiento sigue al otro sin la intervencin deningn agente personal o espiritual, por lo tanto magia y ciencia son concepcionesfundamentales idnticas, donde subyace una fe implcita, pero firme y real, en el ordeny uniformidad de la naturaleza.10

    Lo cierto es que en el transcurso de los doscientos aos del ayer, la ciencia alcan-z un lugar extraordinario en la sociedad, en tanto se crea que el conocimiento cien-tfico extraera sus secretos a la naturaleza y los usara a favor del mejoramiento de lavida del hombre. Adems, la ciencia, al estar orientada a descubrir leyes y prever susconsecuencias en el futuro, reemplaz al elemento visionario de la religin. En lugarde prever el futuro acudiendo a la inspiracin divina, la ciencia recurri a la observa-cin.11 En su capacidad de prediccin, la ciencia se asoci a lo milagroso, y tambinen este aspecto se acercaba a la magia. De este modo, este cambio radical en las expec-tativas que se tornaron optimistas y favorables, tambin se vio estimulado por el cre-ciente entusiasmo por las maravillas con las que la ciencia se asoci, si no en las fbri-cas, s en la mente del pblico.12 Para 1870 la ciencia era todava una amenaza para

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    6. Ibidem, p. 55.

    7. Ibidem, p. 58.

    8. McNeill, William H., Past and Future, Chicago: University of Chicago Press, 1954, p. 47, citado en Heilbroner,

    Robert, Visiones del futuro. El pasado lejano, el ayer, el hoy y el maana, op. cit., p. 60.

    9. Ibidem, p. 57.

    10. Mokyr, Joel, The Lever of Riches: Technological Creativity and Economic Progress, Nueva York: Oxford University

    Press, 1990, p. 167; Frazer, James George, The Golden Bough, Nueva York: Macmillan, 1939, p. 49; ambos citados

    en Heilbroner, Robert, Visiones del futuro. El pasado lejano, el ayer, el hoy y el maana, op. cit., p. 57.

    11. Ibidem, p. 61.

    12. Ibidem, p. 59.

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  • la religin, pero a fines del siglo xix no slo perdi su aspecto amenazador, sino quese convirti en un sustituto popular de la religin, un sustituto que ofreca una visindel mundo a la vez ordenada e inspiradora.13

    El segundo elemento que para Heilbroner cambi la forma de las cosas por venirfue el nuevo orden social, denominado capitalismo a fines del siglo xix, que impri-mi a la sociedad un dinamismo nunca antes visto ni imaginado.14 Bsicamente, el capi-talismo es un orden social que organiza y usa sus energas buscando la expansin delcapital, que es el proceso vital del sistema.15 Heilbroner sintetiza: el capitalismo estbasado en una amplia confianza en los mercados como mecanismo que gua la activi-dad econmica privada; la presencia en la sociedad de dos mbitos distintos, uno reser-vado a las funciones gubernamentales y otro para la actividad econmica privada; y comocombustible global, [en] una dependencia de la expansin de los capitales privados.[] La esencia de un orden capitalista es el cambio, cambio tecnolgico, social, pol-tico y econmico.16 Este nuevo modo de organizar la produccin y la distribucinrevolucion la forma en que la humanidad aprovechaba los recursos de la naturaleza.

    La voluntad poltica, es decir, el modo en que las personas aceptan, celebrano intentan alterar el orden establecido de gobierno fue la tercera fuente de dinamis-mo que marc las visiones de futuro del ayer, segn Heilbroner.17 La aceptacin dela legitimidad de la voluntad poltica popular fue un proceso lento y desigual, peromoviliz las tendencias de cambio social y poltico, articuladas desde las propuestasdemocrticas hasta las socialistas y comunistas.18

    La naturaleza de estas transformaciones revolucionarias producidas durante losdos siglos del ayer estableci una visin radicalmente nueva de las cosas por venir.19

    Esta era la visin optimista, confiada y esperanzada que primaba en la Argentina yespecialmente en Buenos Aires durante el cambio del siglo xix al xx, evidenciada enlos numerosos ejemplos seleccionados que se analizan en los captulos siguientes.

    Es necesario destacar que esta visin del futuro no fue universal, sino privativade los pases desarrollados como los de Europa occidental y Norteamrica, pero tam-bin incluy a los pases incorporados al comercio internacional an en situaciones

    Captulo I | 49

    13. Ibidem, p. 85.

    14. Ibidem, p. 62.

    15. Ibidem, p. 115.

    16. Ibidem, p. 116.

    17. Ibidem, p. 70.

    18. Segn Heilbroner, en Europa no se difundi fcilmente la idea de la igualdad entre los hombres en tanto la ban-

    dera de la Ilustracin europea fue la razn, y no la democracia. Slo con la Revolucin Francesa de 1789 el nuevo esp-

    ritu de igualdad enunciado en la Declaracin de Independencia de los Estados Unidos penetr en Europa. El Mani-

    fiesto Comunista (1848), con su mezcla de ciencia y esperanza [] recorri Europa (y Norteamrica) de un modo

    que la voluntad poltica democrtica por s misma no hizo y menospreci las propuestas reformadoras y utopistas de

    socialistas como Robert Owen o Charles Fourier. Ibidem, pp. 76-78.

    19. Ibidem, p. 55.

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  • perifricas y dependientes como la Argentina. No compartieron esta visin del futuro,denominada por Heilbroner del ayer, grandes zonas de menor desarrollo del planetadonde las condiciones materiales del pasado lejano se han mantenido inalteradas.20

    En la actualidad, en el perodo denominado por Heilbroner hoy que comien-za en las ltimas dcadas del siglo xx, igual que en el del ayer, la ciencia y tecnolo-ga, la economa y los movimientos polticos de masas siguen siendo las tres fuerzasms poderosas en la conformacin del futuro. Pero, la profunda diferencia que existecon las visiones del ayer es que el horizonte de futuro de hoy, ya no es ms rotun-damente optimista. Actualmente existe una intranquilizadora certeza que esas fuer-zas que conformaban el futuro en las visiones del ayer los desarrollos cientficos ytecnolgicos, el capitalismo y los movimientos de masas no conducen de manerainequvoca al progreso. Hoy se sabe que esas fuerzas pueden ser tanto fuerzas benig-nas como malignas; a la vez amenazadoras y protectoras, ominosas y tranquilizado-ras, incluso en las naciones ms favorecidas o sea las ms plenamente capitalistas incli-nadas a la ciencia y polticamente democrticas.21

    Por efectos de las crticas originadas en el campo moral y espiritual, por el impac-to de los conflictos armados y ms tarde por los efectos devastadores de los avancesen el campo atmico, la tecnologa cientfica perdi su capacidad de ordenar el mundoy al mismo tiempo su prestigio. Heilbroner resume: El desarrollo de ingenios at-micos para la guerra ha alterado firmemente la estimacin pblica de la ciencia comoinstrumento de progreso.22

    As como la resignacin resume el sentimiento sobre el futuro de las visiones delpasado lejano, y la esperanza resume las visiones del ayer, la aprensin es el senti-miento que resume las visiones del futuro hoy.23 En estas ltimas dcadas el futuroreadquiri parte de la inescrutabilidad que tena en el pasado lejano. Heilbroner, ascomo otros estudiosos, sustenta esta afirmacin revisando los violentos acontecimientossociales y polticos de las ltimas dcadas del siglo xx. A ello le debemos agregar el con-tinuo crecimiento de la pobreza y la desigualdad producido por la globalizacin econ-mica, y la expansin de la intolerancia y el terrorismo a escala mundial, aun cuando enel mbito de las comunicaciones se encuentre un esbozo de promesa de un futuro mejor.La mera lectura cotidiana de los diarios nos impone esta realidad donde el futuro yano es ms lo que era: de un dorado horizonte de esperanza se ha transformado hoyen un sombro e incierto horizonte de amenaza. Se puede observar dicha tendencia enalgunas anticipaciones de futuro en Buenos Aires producidas en las ltimas dcadas.24

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    20. Ibidem, p. 22.

    21. Ibidem, p. 23.

    22. Ibidem, p. 87.

    23. Ibidem, p. 83.

    24. Entre ellas vanse: Guralnik, Gabriel (compilador), Buenos Aires 2033. Cuentos sobre la ciudad del futuro, Buenos

    Aires: Editorial Norma, 2005, contiene cuentos de Pablo De Santis, Carlos Gamerro, Carlos Gardini, Rudy y Ana Mara

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  • El futuro y la idea del progreso

    Siguiendo las propuestas de los autores citados, se acepta que la idea del progreso hajugado un rol fundamental en la construccin de la idea de futuro tal como hoy loentendemos. Por la importancia y extensin de la creencia en el progreso en BuenosAires a principios del siglo xx, y por el decisivo papel que tuvo en las anticipacionesdel futuro en diversos campos, resulta de inters presentar a continuacin una sint-tica revisin de la idea del progreso basada en su primer historiador J. B. Bury, en loscomentarios de Charles A. Beard, y en los anlisis de Carl L. Becker.

    En las primeras dcadas del siglo xx ya estaba tan extendida la idea del progresoque pareca natural la conviccin de que la humanidad estaba encaminada hacia unfuturo de perfeccin indefinida. Pero esa idea no tena en esa poca ms de 150 aos.25

    Desarrollada a partir del siglo xviii, la idea del progreso est basada en la profundaconviccin de que el presente es mejor que el pasado, y lo que est por venir ser mejorque el presente.

    Fueron los filsofos del siglo xviii quienes dejaron atrs la veneracin de los anti-guos y concibieron el progreso como un proceso gradual de incremento del conoci-miento y correcto razonamiento. Ellos desarrollaron un sentimiento optimista, sos-tenido por la conviccin de estar viviendo un generalizado mejoramiento universal.Basados en esta idea del progreso, crean que el futuro, incluso el futuro inmediatosera infinitamente mejor que el presente.26

    El primer historiador que se ocup de la idea del progreso y un clsico en su gne-ro, J. B. Bury, destacaba en 1932 cmo esta doctrina incluye el pasado y el futuro:

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    Shua; Fernndez, Adriana y Edgardo Pgoli (editores), Historias futuras. Antologa de la ciencia ficcin argentina, Buenos

    Aires: Emec Editores, 2000, contiene relatos, entre otros, de Anglica Gorodischer, Roberto Fontanarrosa, Ana Mara

    Shua, Elvio Gandolfo y Marcelo Cohen; Drucaroff, Elsa, Atrapados y dormidos: Insomnio de Marcelo Cohen y algo ms

    sobre las ficciones argentinas, , 2 noviembre 2006;

    Gutman, Margarita y Horacio Caride Bartrons (compiladores), Buenos Aires 2050: Imgenes del futuro / decisiones del

    presente, Buenos Aires: fadu-uba, iied-al, Fondo Nacional de las Artes y New School University, 2008. Entre los cmics

    o historietas anticipatorias publicadas en las ltimas dcadas, vase: Altuna, Horacio, Ficcionario, Suplemento No. 3

    de Sex Humor, Buenos Aires: Ediciones La Urraca, 1987; Trillo, Carlos y Carlos Meglia, Cybersix. El libro de la Bestia,

    Buenos Aires: Meridiana Comics, 1995; Trillo, Carlos y Eduardo Risso, Borderline, Buenos Aires: Ediciones Puro

    Comic, 2006; Sanz, Salvador, Legin, Buenos Aires: Editorial Ivrea, 2006; Altuna, Horacio, El ltimo recreo. Los libros

    de humor, Buenos Aires: Ediciones La Urraca, sin fecha; Solano Lpez y Barreiro, Ministerio, en revista mensual Fie-

    rro. Historietas para sobrevivientes, Buenos Aires: Ediciones La Urraca, 1986-1987; Oesterheld, Hctor y Alberto

    Breccia, El Eternauta y otras historias, Buenos Aires: Colihue, 1998 (primera versin en Hora Cero Semanal, 1957-1959,

    con dibujos de Solano Lpez). Entre los films: La sonmbula: recuerdos del futuro, director Fernando Spiner, guin Ricar-

    do Piglia, Fernando Spiner y Fabin Bielinsky, 1998; y Moebius, director Gustavo Mosquera, guin sobre un relato de

    A. J. Deutsch, Universidad del Cine de Buenos Aires, 1996.

    25. Bury, J. B., The idea of Progress. An inquiry into its origin and growth, Nueva York: Dover Publications Inc., 1955

    (1 edicin, 1932), p. 6.

    26. Becker, Carl L., The Heavenly City of the Eighteenth Century Philosophers, 36th printing, New Haven and Londres:

    Yale University Press, 1973 (1 edicin, Yale University Press, 1932), pp. 119-167.

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  • La idea del progreso humano es una teora que incluye una sntesis del pasado y unaprofeca del futuro. Est basada en la interpretacin de la historia que reconoce a lahumanidad como avanzando lentamente pedetemtim progredientes en una direccindefinida y deseable, e infiere que ese progreso va a continuar indefinidamente.27 Laidea del progreso justifica todo el proceso de la civilizacin, como encaminado haciael logro de la felicidad general de la humanidad. Adems, entiende que ese proceso demejoramiento debe ser necesariamente un resultado de la naturaleza social y fsica delhombre, es decir, que el adelanto no depende de factores externos a los hombres, encuyo caso se caera en el campo de la providencia, sino de sus propias fuerzas internas.

    El historiador norteamericano Charles A. Beard (1874-1948), en coincidenciacon Bury y con Heilbroner, sostiene que slo cuando se desarrollaron el comercio, lasinvenciones y las ciencias naturales, y se hizo posible independizar a la humanidad delos ciclos repetitivos de la antigedad y de la pica cristiana, fue posible pensar un inmen-so futuro, una conquista del mundo material para el beneficio de la humanidad, y laprovisin de una vida mejor para la poblacin en esta tierra.28

    Con una postura semejante y analizando el pensamiento filosfico del siglo xviii,Carl L. Becker presenta un apasionante relato del surgimiento de la idea del progreso yde las condiciones que llevaron a su formulacin como una doctrina que ofreca un com-pleto reemplazo a las creencias en el ms all del cristianismo. Destaca cmo los filso-fos del siglo xviii inventaron la idea de un futuro mejor de perfectibilidad indefinida, altiempo que reconocan al pasado como un perodo de ignorancia e infelicidad (en vezde una arcadia) desde el cual los hombres llegaron a un presente claramente mejor. Estasideas acerca del pasado y sus percepciones del presente predispusieron a los filsofos delsiglo xviii a mirar el futuro como una tierra prometida, como la tierra de la utopa.29

    Los filsofos del siglo xviii suplantaron las creencias cristianas aportando su pro-pia interpretacin del pasado, el presente y el futuro. Se enfrentaron as a la doctri-na cristiana en el mismo campo de las ideas, y reemplazaron un elemento por otro.Segn Becker, los filsofos utilizaron las mismas tcticas que el cristianismo habautilizado anteriormente para reemplazar las creencias de la antigedad. El cristianis-mo haba superado la idea clsica de la antigedad de los ciclos repetitivos de decai-miento y regeneracin. Haba colocado el ideal de la edad de oro clsica en trminosde su propia historia bblica, al comienzo de los tiempos en el Jardn del Edn.30 Paralos clsicos, la historia humana pareca ser slo una interminable repeticin de ciclosde degeneracin y recuperacin, y la vida humana estaba determinada por un destino

    52 | Margarita Gutman | Buenos Aires. El poder de la anticipacin

    27. Bury, J. B., The idea of Progress. An inquiry into its origin and growth, op. cit., p. 5. La traduccin de las citas textuales

    de originales en ingls son de Margarita Gutman.

    28. Beard, Charles, en la introduccin al libro de Bury, J. B., The idea of Progress. An inquiry into its origin and growth,

    op. cit., p. xi.

    29. Becker, Carl L., The Heavenly City of the Eighteenth Century Philosophers, op. cit., p. 122.

    30. Ibidem, p. 123.

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  • implacable sin un final feliz, ms aun, sin siquiera final alguno. Por el contrario, elcristianismo provey al drama de la vida del hombre de un final, y de un final inclu-so feliz. No hizo la vida del hombre menos difcil, pero puso un fin a la desesperanzasustituyendo la repeticin y los ciclos por todo otro nuevo mundo que vino a ocuparel lugar del paraso arcdico. De ese modo, el cristianismo se apoy en el futuro parabalancear el presente. Para el cristianismo, la humanidad haba gozado de una juven-tud feliz a la que ubicaba en el jardn del paraso, de un perodo medio que era elpresente de dificultades e infortunios, y dispona de la esperanza de un futuro feliz,pero en el otro mundo. Por lo tanto, el hombre comn saba que iba a tener en el futu-ro un final donde todos los males iban a terminar con un juicio y una compensacin.31

    Segn Becker, la potencia de esta narracin radicaba en que cualquier ser humano segnsu experiencia personal poda identificarse fcilmente con ella, ms all de sus conte-nidos teolgicos. La doctrina cristiana, adems, otorgaba al hombre una trascenden-cia universal que iba ms all de su propia experiencia. Liber la mente del hombredel modelo cclico en el cual la filosofa clsica lo haba encerrado como en una prisin,y al transferir la idea de la edad de oro del pasado al futuro, sustituy con optimismola desilusionada mirada sobre el destino humano.32

    Luego de la querella de los antiguos y modernos del siglo xvii, qued aceptadoque la humanidad haba adelantado, y que en los tiempos actuales se saba ms que enlos antiguos, debido a la acumulacin de conocimientos. Ciertamente, ya antes delsiglo xviii se haban manifestado las teoras del avance progresivo de la humanidad.Francis Bacon en Novum Organum (1620) se opone a aceptar el mayor saber de losantiguos griegos y romanos, sosteniendo que los modernos saban ms que los grie-gos y romanos quienes slo vivieron en la juventud de la humanidad.33 Blas Pascal tam-bin sostuvo posiciones similares, al tiempo que estaba adelantada la querella de anti-guos y modernos. Bernard Le Bovier de Fontenelle (Les anciens et les modernes, 1688)fue el mejor defensor de los modernos basndose en la doctrina cartesiana de la uni-formidad de la naturaleza. Atenas no podra considerarse superior a Versalles. Afirma-ba que las futuras generaciones iban a superar a los modernos de su tiempo, dadoque la acumulacin y las aplicaciones prcticas del conocimiento no tenan fin. Pero,si bien respetaba la posteridad, no tena ninguna intencin de adorarla. Estaba perfec-tamente contento con haber abandonado la nocin de la degeneracin inevitable yde haber demostrado que ellos no eran inferiores a sus antecesores. En el siglo xviilos filsofos no se ocuparon ms que del pasado y del presente, no del futuro.34

    En cambio, los filsofos del siglo xviii intentaron reescribir la historia del desti-no humano, relegar al limbo mtico el Jardn del Edn, descubrir una nueva revelacin

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    31. Ibidem, pp. 125-127.

    32. Ibidem, p. 128.

    33. Ibidem, p. 132.

    34. Ibidem, pp. 134-137.

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  • en el libro de la naturaleza, y demostrar que la razn era ms confiable que la religiny el Estado. Pero, necesitaban reemplazar la esperanza de un futuro mejor por otra,ya que no haba forma de volver a las ideas cclicas de la antigedad. Entonces, colo-caron el nuevo paraso en los confines de la vida terrena. Pero al desmantelar el para-so celestial, la salvacin de la humanidad debera ser conseguida no por un poder exter-no o catastrfico, sino por el hombre mismo, por el progresivo adelanto hecho porlos esfuerzos de sucesivas generaciones de hombres.35 De ese modo, la posteridad tenaun uso indisputable: tendra que completar lo que el pasado y el presente habancomenzado. Deca Franois Jean de Chastellux, citado por Becker: Hemos admira-do a nuestros antecesores menos, pero hemos amado a nuestros contemporneos mejor,y hemos esperado ms de nuestros descendientes.36 Y prosigue Becker: As, los fil-sofos del siglo xviii emplearon la posteridad para exorcizar la doble ilusin del Jardndel Edn cristiano y la edad dorada de la antigedad. Sustituyeron el amor a Diospor el amor a la humanidad; el arrepentimiento por la perfectibilidad del hombre atravs de sus propios esfuerzos; y la esperanza en la inmortalidad en el otro mundo porla esperanza de vivir en la memoria de futuras generaciones.37

    Hacia 1780 el optimismo se intensific, pero ya no estaba basado en dejar las cosascomo estaban. Era un optimismo que se proyectaba al futuro, sustentado en la creen-cia que lo que estaba mal iba a ser reparado por los avances de la ciencia. En la psico-loga de John Locke (1632-1704), reforzada y simplificada por Etienne Bonnod deCondillac (1715-1780), era aceptado como evidente que el hombre era producto desu entorno de la naturaleza y de las instituciones bajo las cuales viva y que remo-delando su entorno de acuerdo a las invariables y determinantes de las leyes de lanaturaleza, podra mejorar fsica y espiritualmente muy rpido.38

    Becker ubica en Francia, donde el descontento social era mayor, el sitio donde ladoctrina del progreso, de la perfectibilidad indefinida, se transform en un artculode fe esencial en la nueva religin de la humanidad. Es entonces a fines del siglo xviiien Francia, bajo la presin social del descontento, cuando el sueo utpico de la per-feccin (que vena rodando por el Jardn del Edn, por la ciudad celestial, y tam-bin por lugares remotos como la Luna, Atlantis o ningn lugar), fue colocado final-mente en la vida terrena del hombre y se identific con el deseo y la esperanza deregeneracin de la sociedad.39

    Este progreso caracterizaba no slo la naturaleza, sino tambin las institucioneshumanas, tal como se enfatiza en la Constitucin de los Estados Unidos y en la de laRevolucin Francesa. El apogeo de esta tendencia de pensamiento lleg con el filsofo

    54 | Margarita Gutman | Buenos Aires. El poder de la anticipacin

    35. Ibidem, p. 129.

    36. De Chastellux, Franois Jean, De la f licit publique, 1774, citado por ibidem, p. 130.

    37. Becker, Carl L., The Heavenly City of the Eighteenth Century Philosophers, op. cit., p. 130.

    38. Ibidem, p. 138.

    39. Ibidem, p. 139.

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  • francs Jean Antoine Condorcet (1743-1794) quien en Progress of the Human Mind(1795) sostena: La naturaleza no ha puesto un punto final a la perfeccin de lasfacultades humanas, de modo que la perfeccin del hombre es verdaderamente inde-finida; y el progreso de su perfectibilidad de ahora en adelante independiente de cual-quier poder que pueda desear pararlo, no tiene otro lmite que la duracin del globodonde la naturaleza nos ha arrojado.40

    De este modo, a travs de la ley del progreso la sabidura de los tiempos seraacumulada, transmitida y puesta a disposicin de la posteridad. Esa posteridad, ascomo la naturaleza, fue frecuentemente personificada, reverenciada como una divi-nidad e invocada con acentos de plegaria.41 Durante la Revolucin Francesa la pos-teridad fue utilizada como juez decisivo de las acciones de los hombres. El recono-cimiento de la posteridad se convirti en el premio supremo. El filsofo francsDenis Diderot (1713-1784) fue el que ms pens sobre los usos de la posteridad, yla nica compensacin que pudo encontrar era la esperanza de vivir por siempreen la memoria de la posteridad. La invocaba con acentos religiosos, sustituyendo laadoracin de Dios por el respeto por la posteridad, y la esperanza de la inmortali-dad en el cielo por la esperanza de vivir en la memoria de las generaciones futu-ras.42 Para Diderot: La posteridad es para los filsofos lo que el mundo celestial espara los religiosos.43

    La idea del progreso y la teora de la evolucin

    Segn J. B. Bury, durante el primer estadio de la doctrina del progreso que se exten-di hasta la Revolucin Francesa, la idea del progreso era aceptada pero no fue exa-minada seriamente. En el segundo perodo, en cambio, su enorme significado fue com-prendido y se comenz a buscar una ley general que la demostrara. La creacin de lasociologa y los impresionantes logros de la ciencia y sus aplicaciones tcnicas difun-dieron esa idea, que armonizaba con la nocin de desarrollo utilizada corrientemen-te en las ciencias naturales y en la metafsica. Los socialistas y otros reformadores pol-ticos tambin la incorporaron como un evangelio.44

    Augusto Comte (1798-1857), en su Cours de philosophie positive (1830-1842),dio expresin cientfica y sistemtica a la doctrina que sostena que slo era necesario

    Captulo I | 55

    40. Nature has set no term to the perfection of human faculties, that the perfectibility of man is truly indefinite; and that

    the progress of their perfectibility, from now onwards independent of any power that might wish to halt it, has no other

    limit than the duration of the globe upon which nature has cast us, citado en Mayr, Ernst, The Growth of Biological

    Thought. Diversity, Evolution and Inheritance, Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1982, p. 324.

    41. Becker, Carl L., The Heavenly City of the Eighteenth Century Philosophers, op. cit., p. 142.

    42. Ibidem, pp. 146-149.

    43. Diderot, Ouvres, vol. xviii, p. 101, citado por Becker, Carl L., The Heavenly City of the Eighteenth Century Philosophers,

    op. cit., p. 150.

    44. Bury, J. B., The idea of Progress. An inquiry into its origin and growth, op. cit., p. 334.

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  • dejar que la naturaleza tome su curso para que el progreso fuera inevitable.45 Esta doc-trina fue empleada en el Manifiesto Comunista de Carlos Marx (1818-1883) y Federi-co Engels (1820-1895), en 1848. Segn Wightman, sostenan que si bien la dictadu-ra del proletariado sera alcanzada a travs de una revolucin que tomase el poder, esteacto de violencia no era sino la consecuencia de un proceso inevitable, un proceso evo-lutivo de la sociedad humana. Este nuevo nfasis en la historia como, digamos, causay no slo como recuento de eventos, encontr eco en el mismo Darwin [quien en suclebre pasaje dice:] slo cuando no se mire ms a un organismo vivo como un sal-vaje mira a un barco, como algo totalmente fuera de su compresin; cuando miremostoda produccin de la naturaleza como una produccin que ha tenido una historia;[] el estudio de la historia natural va a comenzar.46

    Pero, el evolucionismo por s mismo no asegura que el futuro ser mejor que elpresente. En realidad, es un concepto neutro que no incluye valores positivos ni nega-tivos. En cambio, la idea del progreso sostiene que la humanidad ha tenido un cursoascendente en la historia y se encamina hacia un futuro infinitamente perfectible. Sinembargo, como se ha mencionado, fueron las teoras de Charles Darwin (1809-1882),expuestas en El origen de las especies en 1859, las que sentaron las bases para la funda-mentacin cientfica de la idea del progreso. Segn Bury, la teora de la evolucin ayuda que la idea del progreso, que hasta ese entonces no era ms que una brillante suposi-cin, fuera elevada al rango de hiptesis cientfica. Para fundamentar el progreso en lateora de la evolucin, era necesario demostrar que la vida social obedeca a las mis-mas leyes que la naturaleza y que ese proceso implicaba un incremento de la felici-dad. De ese modo, el progreso podra ser una hiptesis vlida para los seres vivos.47

    El ms importante difusor de esa teora fue Herbert Spencer (1820-1903), quien tuvoamplia influencia entre los intelectuales argentinos durante el cambio de siglo xx.

    Darwin corroboraba el optimismo inherente a la ideologa del progreso: Comotodas las formas vivientes son los descendientes lineales de aquellos que vivieronmucho antes que la poca Silurian, podemos estar en lo cierto que la extraordinariasucesin de generaciones nunca fue interrumpida, que ningn cataclismo ha deso-lado el mundo en su totalidad. Por lo tanto podemos mirar con la misma confianzahacia un futuro seguro de inapreciable y comparable duracin. Y como la seleccinnatural trabaja slo por y para el bien de cada ser, todo entorno corporal y mentaltender a progresar hacia la perfeccin.48

    56 | Margarita Gutman | Buenos Aires. El poder de la anticipacin

    45. Wightman, William P. D., The Growth of Scientific Ideas, New Haven: Yale University Press, 1951, p. 413. Para ampliar

    la historia de la teora de la evolucin vanse tambin: Nordenskiold, Eric, The History of Biology, Nueva York: Tudor Publish-

    ing Co., 1935; Gaylord Simpson, George, The Meaning of Evolution, Nueva York: A Mentor Book, The New American Library

    of World Literature Inc., 1951; Mayr, Ernst, The Growth of Biological Thought. Diversity, Evolution and Inheritance, op. cit.

    46. Darwin, citado por Wightman, William P. D., The Growth of Scientific Ideas, op. cit., p. 413.

    47. Bury, J. B., The idea of Progress. An inquiry into its origin and growth, op. cit., pp. 334-336.

    48. Darwin, Charles, El origen de las especies (1859), citado por Bury, J. B., The idea of Progress. An inquiry into its origin

    and growth, op. cit., p. 336.

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  • 3. Anticipaciones, utopas e imaginarios sociales

    Adoptando distinta intensidad en sus diferentes contenidos, la reflexin sobre el futu-ro contiene generalmente cierta evaluacin u opinin sobre la situacin del presen-te, seguida por el enunciado de esperanzas, ideas, ideales, ilusiones, propuestas, obje-tivos o programas de accin. Estos se expresan en forma de ensayos, textos breves,novelas, noticias, dibujos, caricaturas, obras de arte, fundamentos de polticas pbli-cas, o proyectos y planes arquitectnicos o urbanos. En este libro se considera a dichoselementos (las esperanzas, ideas, ideales, ilusiones, propuestas, objetivos, programas,etc.) como puntos que van definiendo la lnea del horizonte de las expectativas y aspi-raciones de una sociedad en un perodo dado. Este horizonte contiene de este modoopciones, lecciones o direcciones para orientar las acciones en el presente. En tanto pro-ducto de representaciones sociales colectivas, asimismo, este horizonte de los proyectosculturales del futuro es parte del imaginario social.

    Anticipaciones y expectativas

    El trmino anticipacin, segn el diccionario de la Real Academia Espaola, en susentido de prever, significa: conocer, conjeturar por algunas seales o indicios loque ha de suceder.49 Segn el Gran Larousse Encyclopdique, entre variadas interpre-taciones, la anticipacin puede ser entendida como un movimiento de la imagina-cin por el cual uno se representa por adelantado lo que slo llegar ms tarde. Eneconoma poltica, se entiende por anticipacin un conjunto de hiptesis ms omenos pesimistas u optimistas hechas por individuos en sus clculos econmicos.En la literatura, conforma un gnero: la literatura de anticipacin.50 Segn el Makro-thesaurus de la oecd (Organization for Economic Cooperation and Development),la anticipacin est relacionada con la duracin, el factor tiempo, el corto, medianoy largo plazo, la cronologa, el futuro, la incertidumbre, las previsiones, las proyec-ciones, el riesgo, las series temporales, la especulacin, las tcnicas de previsin y lastendencias.51

    En el campo de la filosofa, varios autores, y en particular Francis Bacon, en elsiglo xvii entendieron el trmino anticipacin casi como un sinnimo de la hipte-sis. Pero, en reemplazo de la anticipacin de la naturaleza Bacon propone en Novum

    Captulo I | 57

    49. Diccionario de la Real Academia Espaola, 22 edicin. , 8 julio 2007.

    50. La literatura de anticipacin nacida en el siglo xix crea lo maravilloso y fantstico tomando como punto de partida

    los descubrimientos y avances cientficos y tcnicos, y propone su evolucin futura. Incluye profecas, probabilidades,

    prospectiva, previsin, planificacin, y extrapolacin. Gran Larousse Encyclopdique, Pars: Librairie Larousse, 1960, vol. i,

    pp. 453-454.

    51. Macrothesaurus of the Organisation for Economic Cooperation and Development, , 5 noviembre 2002.

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  • Organum (1620) el mtodo de la interpretacin de la naturaleza.52 Entre las dife-rentes acepciones que adquiere la palabra anticipacin en filosofa (Epicuro, Kant,Bacon, entre otros), cabe sealar la utilizada por los lgicos, que designan a la hip-tesis considerada como un momento en el mtodo experimental como una anti-cipacin de la experiencia.53 En este libro, nos remitimos a las interpretaciones queasocian la anticipacin a las hiptesis, pero tambin a la esperanza, las ilusiones, lospropsitos y los proyectos.54

    En algunos diccionarios ingleses se define anticipation como: el acto de con-siderar el futuro: expectativa (the act of looking forward: Expectation).55 La sinoni-mia entre anticipation y expectation tambin est informada por la definicin deexpectation: el acto de esperar; el acto o la accin de considerar el futuro: anticipa-cin (the act of waiting; the act or action of looking forward: Anticipation).56 Otrosdiccionarios ingleses discuten y ponen en duda esta sinonimia entre anticipacin yexpectativa.57

    58 | Margarita Gutman | Buenos Aires. El poder de la anticipacin

    52. Segn Francis Bacon la anticipacin o invencin de hiptesis o suposiciones que poseen un grado tolerable de

    plausibilidad, era casi el nico mtodo filosfico en la antigedad. Las anticipaciones se infieren de algunas particula-

    ridades frecuentes y por lo tanto estn mejor equipadas para conquistar nuestra compresin y para apropiarse de nues-

    tra imaginacin. La interpretacin, por el contrario, se construye sobre indicios dispersos y diferentes entre s, y por lo

    tanto no es fcilmente comprensible. Bacon en su Novum Organum (1620) se dedic a demostrar la futilidad de la

    anticipacin de la naturaleza proponiendo sustituirla por otro mtodo mejor: la interpretacin de la naturaleza. Edin-

    burgh Encylopedia, conducted by David Brewster, vol. ii, Nueva York: Routledge, 1999, p. 204 (1 edicin, Edinburgh:

    William Blackwood, 1830).

    53. Gran Larousse Encyclopdique, Pars: Librairie Larousse, 1960, vol. i, pp. 453-454.

    54. Sobre la anticipacin desde la filosofa, el Diccionario Enciclopdico Hispano-Americano de 1887 coincide en algu-

    nos aspectos con la interpretacin de la anticipacin como una hiptesis, y destaca sus asociaciones con la esperanza,

    las ilusiones, los propsitos y los proyectos: Una idea anticipada, dice C. Bernard, es el punto de partida necesario de

    todo raciocinio emprico. Sin ella es imposible toda investigacin, slo amontonaramos observaciones estriles. En

    tal sentido, la anticipacin equivale a la hiptesis o conjetura, y su importancia se aprecia slo con observar la grand-

    sima que tiene este procedimiento intelectual para el progreso de la ciencia, puesto que la hiptesis es la semilla de

    toda verdad y especie de luz crepuscular que precede a la refulgente del conocimiento cierto. (V. E. Naville, La Logique

    de lHypothse). [] La anticipacin, en las acepciones dadas a la palabra por Epicuro y por Kant, es lo que hoy se deno-

    mina prejuicio, o juicio anticipado, a que prestamos adhesin en la vida, sin tener conciencia completa de su verdad, y

    que abraza, en la esfera de la vida sensible, todo el extenso campo de las esperanzas y de las ilusiones, y en la de la volun-

    tad, los propsitos o proyectos. Factores son todos ellos de que no se puede prescindir en la ciencia (siquiera no se les incor-

    pore sin ms al organismo de verdades ciertas), y mucho menos en la vida; pues, contra apariencias falaces, donde menos

    vive el hombre es en el rpido y vertiginoso presente, que ya simbolizaba Platn en lnea eternamente mvil. Vivimos tanto

    de recuerdos de lo pasado, como de previsiones de lo porvenir, y a estas ltimas se refieren la anticipacin y el prejui-

    cio, aplicables por igual a la inteligencia, al sentimiento y a la voluntad. Diccionario Enciclopdico Hispano-Americano,

    Barcelona: Montaner y Simn Editores, 1887, t. 2, p. 304. Disponible en , 10 julio 2007.

    55. Websters Third New International Dictionary of the English Language Unabridged, Springfield, Massachusetts:

    Merrian-Webster Inc., 1981, p. 130.

    56. Ibidem, p. 799.

    57. , 11 julio 2007.

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  • El trmino expectativa, segn el diccionario de la Real Academia Espaola, sig-nifica: Esperanza de realizar o conseguir algo, posibilidad razonable de que algo suce-da. Sus sinnimos son: esperanza, posibilidad, perspectiva, probabilidad. Por otrolado, los sinnimos de anticipacin son: adelanto, antelacin, anticipo, iniciativa.58

    En sntesis: si bien anticipacin y expectativa son utilizadas en ingls como sin-nimos, y ambos trminos se refieren a la esperanza y a los acontecimientos que ten-drn lugar en el futuro, en este libro se utilizan los matices que el espaol permite, dife-renciando a la anticipacin por su componente proactivo, de iniciativa hacia el logrode objetivos en el futuro. Con una interpretacin similar, el trmino anticipacin hasido utilizado por H. G. Wells en Anticipations of the Reaction of Mechanical and Scien-tific Progress upon Human Life and Thought, y por Carl L. Becker en el captulo TheUses of Posterity de su libro The Heavenly City of the Eighteenth Century Philosophers.59

    Utopas y pensamiento utpico

    La utopa es una palabra que tiene casi 500 aos de antigedad. Fue creada por sirToms Moro (1478-1535), mrtir cristiano luego canonizado por la Iglesia catlica.En un viaje a los Pases Bajos, Moro public en latn en 1515-1516, en Lovaina, sulibro sobre una isla imaginaria que denomin Utopa.60 Moro organiz su ficcin endos partes: un primer libro contiene una aguda crtica a la sociedad inglesa de supoca, y un segundo libro que public primero donde su personaje el marinoportugus Rafael Hythlodaeus describe la sociedad ideal de Utopa con detalle y enpleno funcionamiento. El viajero se explaya sobre la geografa de la isla y la ubicacinde sus pueblos, la vida cotidiana en el campo y en las ciudades, la administracin y lasleyes, el trabajo y los viajes, la milicia y la religin. Moro imaginaba sociedades idealesy alternativas aisladas, seculares, racionalmente gobernadas y administradas por susreyes, organizadas colectivamente en torno al trabajo insistiendo en el valor del tra-bajo manual, sin propiedad privada, ni dinero, ni mercado, donde reinaba para todospor igual el orden, el bienestar y la felicidad. Localiz su utopa en un lugar remotoe inexistente, cercano al nuevo continente americano que haba sido recientemente des-cubierto para los europeos. Esta indefinicin del lugar geogrfico y la ambigedad

    Captulo I | 59

    58. Segn el Diccionario de sinnimos y antnimos, Madrid: Espasa-Calpe, 2005, , 11 julio 2007.

    59. Wells, H. G., Anticipations of the Reaction of Mechanical and Scientific Progress upon Human Life and Thought, Nueva

    York: Harper & Brothers, 1902; Becker, Carl L., The Uses of Posterity, en The Heavenly City of the Eighteenth Century

    Philosophers, op. cit., pp. 119-167.

    60. Moro, Toms, Libellus vere aureus nec minus salutaris quam festivus de optimo reipublicae statu deque nova insula

    Utopia, Lovaina, 1516-1517. Tuvo ocho reediciones en menos de cuatro aos en varias ciudades europeas. nicamen-

    te la traduccin inglesa de 1551 coloc la palabra utopa al principio del ttulo: Utopie or the Best State of a Republic

    Weale, segn Abramson, Pierre-Luc, Las utopas sociales en Amrica Latina en el siglo xix, Mxico: Fondo de CulturaEconmica, 1999, p. 17.

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  • estaban contenidas en la misma palabra utopa que Moro cre utilizando dos voca-blos griegos: topos que significa lugar, y u como contraccin de ou que designaun no lugar y eu que designa un buen lugar.61

    La obra tuvo un xito inmediato, se agot enseguida y numerosos editores euro-peos la reeditaron varias veces en muy pocos aos. Dio origen a un nuevo gneroliterario, las utopas, y alguno de dichos textos se transformaron en los clsicos del sigloxvii, como La ciudad del sol (1602) de Campanella, Cristianpolis (1619) de JohannValentin Andreae, La Nueva Atlntida (1627) de Francis Bacon, y Oceana (1656) deJames Harrington.

    Como se ha mencionado, los dos libros que componen la utopa de Moro laevaluacin crtica de la sociedad a la que el autor pertenece y la propuesta de una socie-dad alternativa, que contiene una conciencia crtica y por contrapunto destaca las con-tradicciones que propone remediar establecen las dos partes bsicas que componenlas utopas. Pero, si bien la aguda crtica a la sociedad donde se originan es el deno-minador comn de todas las utopas, las descripciones y propuestas alternativas sonextraordinariamente variadas y responden a los momentos histricos en que fueronformuladas.62

    Estas utopas que conforman un gnero literario, tambin denominadas por algu-nos autores como utopas clsicas renacentistas o modernas tempranas del siglo xvi yxvii, estaban inspiradas en la obra de Moro y respondan a las trasformaciones produ-cidas por el Renacimiento, la Reforma y los viajes europeos de descubrimiento. A pesarde sus diferencias, tienen una serie de caractersticas en comn:63 a) la insularidad y elaislamiento de estas sociedades ideales, en tanto estn por lo general ubicadas en islas,en valles o selvas inaccesibles, o en altas montaas que ayudan a preservar su pure-za; b) la autarqua de estas sociedades como consecuencia de su insularidad, con unmnimo de contactos con el exterior, en especial los econmicos; c) la reglamenta-cin de todos los aspectos de la vida individual y colectiva, del trabajo y del ocio, den-tro de un sistema rgido establecido de una vez y para siempre para resolver todoslos problemas de la sociedad y el Estado. En algunos se expresaba, por el contrario,en una ausencia total de reglamentaciones; d) la uniformidad y repeticin de la orga-nizacin social y fsica, indicada por Moro en su pasaje: Quien haya visto una delas poblaciones de la isla, puede decir que las ha visto todas;64 e) la acrona, es decirla ausencia de la dimensin histrica en tanto no incluyen el proceso que lleva a la

    60 | Margarita Gutman | Buenos Aires. El poder de la anticipacin

    61. Moro, Toms, Utopa, Madrid: Editorial Espasa Calpe, 1999; Kumar, Krishan, Utopia and Anti-Utopia in Modern

    Times, Cambridge, Massachussets: Basil Blackwell, 1987, pp. 19-32; Melchiorre, Virgilio, Utopa, Enciclopedia

    Europea, vol. xi, Taddeo di Bartolo-Zworykin, Garzanti Editori, 1981, pp. 677-679.

    62. Ainsa, Fernando, La reconstruccin de la utopa, Buenos Aires: Ediciones del Sol, 1999, pp. 187-188.

    63. Este listado de las caractersticas de la utopa como gnero literario, o utopa clsica renacentista, o utopa moder-

    na temprana, sigue la estructura analtica de Ainsa, Fernando, ibidem, pp. 22-25; y la interpretacin de Kumar, Krishan,

    Utopia and Anti-Utopia in Modern Times, op. cit., pp. 25-32.

    64. Moro, Toms, Utopa, op. cit., p. 85.

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  • constitucin de estas sociedades, ni admiten cambios ni evolucin alguna en su inte-rior. Por lo tanto, las utopas clsicas renacentistas no tienen pasado ni futuro; f ) otrode los rasgos caractersticos de la utopa es la descripcin del aspecto fsico: las for-mas y los espacios de las sociedades ideales. Todas disean con mayor o menor deta-lle el plan urbanstico de las ciudades ideales que contienen a las sociedades alterna-tivas. Por ms social o econmica o religiosa o cientficamente orientada que sea lautopa, siempre tiene algn diseo de la dimensin espacial; g) por ltimo, las uto-pas tempranas modernas colocan a la sociedad ideal en la tierra, no en el cielo, y reco-nocen la capacidad del hombre para trabajar en pos de su mejoramiento. Las herra-mientas para este mejoramiento fueron el conocimiento cientfico y las aplicacionestecnolgicas a partir de La Nueva Atlntida de Francis Bacon, quien sostena que elpuro conocimiento de la naturaleza y la universalidad llevara al hombre a recuperar suoriginal comando sobre la creacin.65

    La rpida difusin de las utopas provoc, a partir del siglo xvi en adelante, unlargo rastreo de la intencin utpica en innumerables textos de la antigedad, identi-ficndose como tales algunas pginas de la Biblia, de La Repblica de Platn, o LaCiudad de Dios de San Agustn. Tambin se establecieron paralelos y diferencias con losmitos de la Edad de Oro, con las leyendas de la literatura clsica y medieval, y conrelatos de viajes imaginarios.66

    La palabra utpico se gener a los pocos aos de haber sido publicado el librode Moro, debido a su gran popularidad.67 El trmino utopiano se puso de moda enesos aos, pero desapareci en el siglo xviii. A partir de 1729 emergi el trmino uto-pista que fue muy utilizado durante todo el siglo xix y bajo cuya denominacin seincluy en una extensa produccin intelectual, social y poltica.68 Este movimientoutpico surgi luego de la declinacin del gnero literario de las utopas, a fines delsiglo xviii, y tuvo su edad dorada durante el siglo xix. En ese siglo se produjo un fuer-te resurgimiento de aspiraciones utpicas: La forma de las utopas cambi, pero elespritu utpico floreci sin lmites.69

    Como se menciona en el apartado anterior, en el siglo xviii se haba dejado atrsla veneracin de los antiguos y se concibi el progreso como un proceso gradual deincremento del conocimiento y correcto razonamiento, desarrollando un sentimientooptimista sostenido por la conviccin de estar viviendo un generalizado mejoramien-to universal. Las utopas y el pensamiento utpico del siglo xix incorporaron esta ideadel progreso y se localizaron en un tiempo futuro. En este contexto, el pensamientoutpico puede ser considerado como un estado de espritu, o como un conjunto de

    Captulo I | 61

    65. Kumar, Krishan, Utopia and Anti-Utopia in Modern Times, op. cit., p. 29.

    66. Ainsa, Fernando, La reconstruccin de la utopa, op. cit., pp. 21-22.

    67. Segn Ainsa el trmino utpico apareci en 1529. Ibidem, p. 21.

    68. Idem.

    69. Kumar, Krishan, Utopia and Anti-Utopia in Modern Times, op. cit., p. 33.

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  • ideas que cuestionan la sociedad existente, proponen una sociedad mejor, o expre-san simplemente la esperanza de un mundo mejor. El socilogo Krishan Kumar sea-la que la utopa socialista del siglo xix ha sido tan importante como la ciudad idealhelenstica, o el milenarismo cristiano o las utopas renacentistas.

    Estas utopas y movimientos utpicos del siglo xix, que se caracterizan por serinstrumentales y colocar su accin en un tiempo futuro y un sitio real, se analizan enel captulo viii para su mejor conexin con el anlisis de las utopas producidas enBuenos Aires en torno al cambio de siglo.

    Funcin liberadora de la utopa

    Para encuadrar la comprensin de la utopa como un instrumento de cambio y mejo-ramiento social, los trabajos del filsofo francs Paul Ricoeur (1915-2005) ofrecenexplicaciones fundadas y reconocidas.70 Ricoeur analiza la utopa en relacin a la ide-ologa y sostiene que ambos conceptos son fundamentales en el imaginario social. Enese contexto, utopa e ideologa se oponen pero estn en continua interaccin. Esteimaginario social entonces, no es simple sino doble: acta a veces bajo la forma deideologa y otras bajo la forma de utopa y tiene por lo tanto una estructura esen-cialmente conflictiva.71 Para Ricoeur, as como la ideologa es esttica y refuerza elpoder establecido, la utopa es dinmica y lo cuestiona, canalizando la expresin delas potencialidades sociales e individuales.

    Ambos conceptos, utopa e ideologa, tienen para Ricoeur una funcin decisivaen la formacin de la conciencia histrica. Esa conciencia histrica ana las expecta-tivas para el futuro, las iniciativas en el presente y la memoria del pasado: Ideologay utopa son dos fenmenos fundamentales que desempean un papel decisivo en lamanera como nos situamos en la historia para relacionar nuestras expectativas dirigi-das hacia el futuro, nuestras tradiciones heredadas del pasado y nuestras iniciativasen el presente.72

    Para Ricoeur, tanto la ideologa como la utopa tienen un aspecto positivo yotro negativo, es decir, que cada una tiene una funcin constructiva y otra destructi-va. En ambos casos, el costado negativo es el primero que aparece en la superficie.Por ejemplo: por ideologa se puede entender un proceso de distorsiones y disimulos

    62 | Margarita Gutman | Buenos Aires. El poder de la anticipacin

    70. Ricoeur, Paul, Del texto a la accin, Buenos Aires: Fondo de Cultura Econmica, 2000, parte ii De la hermenutica de

    los textos a la hermenutica de la accin, captulo La imaginacin en el discurso y en la accin, y parte iii Ideologa,

    utopa y poltica, captulo La ideologa y la utopa: dos expresiones del imaginario social, pp. 197-218 y 349-360.

    Ricoeur se inscribe dentro de la tendencia plasmada por Karl Mannheim en Ideologa y utopa, quien reivindica a la

    utopa por su carcter activo y por su oposicin al status quo social.

    71. Ricoeur reconoce que en el anlisis de estos dos conceptos, ideologa y utopa, no hay que perder nunca de vista que

    siguen siendo conceptos muy polmicos. Lo hace en una nota a pie de pgina al finalizar el captulo "La ideologa y la

    utopa: dos expresiones del imaginario social. Ricoeur, Paul, Del texto a la accin, op. cit., p. 360.

    72. Ibidem, p. 349.

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  • mediante los cuales se oculta una situacin. De ese modo, la ideologa puede ser asi-milada a un engao social o peor an, a una ilusin protectora de un estatuto socialcon todos los privilegios e injusticias que conlleva. Por otro lado, la utopa es acusa-da de no ser ms que una fuga de la realidad, una suerte de ciencia ficcin aplicadaa la poltica.73 Desde ese enfoque es posible desechar los proyectos utpicos por surigidez y geometra, tal como los rechaza Cioran en sus cidas opiniones, que se comen-tan en el captulo viii. Tambin es acusada la utopa por la ausencia de reflexiones sobrelos primeros pasos que habra que dar para encaminarse hacia ella, es decir, por noencarar una lgica de la accin. De ese modo la utopa no sera ms que una manerade soar la accin evitando reflexionar sobre las condiciones de posibilidad de suinsercin en la situacin actual.74

    Para poner en orden las funciones y los mltiples significados de cada una de estasdos modalidades del imaginario social, la ideologa y la utopa, Ricoeur propone tresniveles para la comprensin de cada una de estas modalidades y los correlaciona.Comienza analizando la ideologa en sus tres niveles de comprensin, que pueden resu-mirse de la manera siguiente.

    nivel 1. La ideologa como distorsin o disimulo. Esta concepcin fue popularizadapor los escritos del joven Marx, pero fue Napolen quien instaur el uso peyorativode la palabra ideologa. En el materialismo histrico, se entiende la ideologa como refle-jo de la vida la praxis que es distorsionada y falsificada por esta representacin ima-ginaria. Luego de Marx y el desarrollo del marxismo la ideologa fue opuesta a la cien-cia y ya no simplemente, como en el primer Marx, a la praxis.

    nivel 2. La ideologa como legitimacin del poder. Ricoeur discute la concepcin deMarx postulando que en cierto sentido el imaginario es co-extensivo al procesomismo de la praxis.75 En este segundo nivel la ideologa aparece menos parasitaria yfalsificadora que justificadora. Esta intencin justificadora se vincula directamente alfenmeno de la dominacin, que cuando incluye el terror es ms terrible que la luchade clases. Toda dominacin pretende justificarse, y lo hace usando nociones que pre-tenden hacerse pasar por universales. La funcin del lenguaje que sirve a este fin esla retrica: El vnculo entre dominacin y retrica es conocido desde hace muchotiempo,76 dice Ricoeur mencionando a Platn, para quien no hay tirana sin sofis-ta. Ninguna sociedad funciona sin normas, reglas y todo un simbolismo social quea su vez requiere una retrica del discurso pblico.77 Se intenta persuadir a travs del

    Captulo I | 63

    73. Ibidem, p. 350.

    74. Idem.

    75. Ibidem, p. 352.

    76. Idem.

    77. Ibidem, p. 353.

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  • uso de tropos como la metfora, la irona, la ambigedad, la paradoja y la hiprbole.Esa retrica del discurso pblico se convierte en ideologa, segn Ricoeur, cuandolegitima el poder. Todo poder necesita ser legitimado, porque la relacin entre los queejercen el poder y los gobernados es asimtrica y siempre se necesita explicar la legiti-macin desde el poder: All donde hay poder existe una reivindicacin de legitimi-dad y donde hay una reivindicacin de legitimidad se recurre a la retrica del discursopblico con una finalidad de persuasin.78

    nivel 3. La ideologa como factor de integracin de la comunidad. Es el nivel ms fun-damental y profundo de la ideologa, ms profundo que el de la legitimacin (que tieneque ver con el poder) y por supuesto que el del disimulo. La ideologa tiene el papelde difundir la conviccin de que los acontecimientos fundadores son constitutivos dela memoria social y a travs de ella refuerza la identidad de la comunidad. La ideo-loga sirve as de enlace con la memoria colectiva para transformar los acontecimien-tos fundadores en objeto de la creencia de un grupo entero. Todo grupo se represen-ta su existencia a travs de una idea, de una imagen idealizada de s mismo, y esaimagen refuerza su identidad.

    Si bien cada una de estas funciones se prolonga en la otra, la de integracin enla de legitimacin y tambin en la del disimulo, y a pesar de los aspectos negativos,Ricoeur propone no perder de vista el carcter positivo, constructivo y benfico quetiene la ideologa en su nivel fundamental. Destaca que las tres funciones de la ideo-loga tienen en comn constituir una interpretacin de la vida real. Mediante la ide-ologa, el grupo social cree en su propia identidad. Bajo sus tres formas o funcionesla ideologa fortalece, refuerza y conserva al grupo social tal como es.

    Definiendo la utopa en oposicin a la ideologa, para Ricoeur la funcin funda-mental de la utopa es proyectar la imaginacin fuera de lo real. As como la ideologa,considerada en su nivel ms profundo conserva y preserva la realidad, la utopa la cues-tiona, y socava el orden social en todas sus formas. En ese sentido, la utopa es la expre-sin de todas las potencialidades de un grupo social, que se encuentran reprimidas porel orden existente.79 La utopa es entonces el ejercicio de la imaginacin para pensarotro modo de vivir.

    Ricoeur se niega a definir y clasificar las innumerables utopas: No es sorpren-dente que la utopa no se pueda definir por su contenido y que la comparacin de lasutopas entre ellas sea tan decepcionante. Es que la unidad del fenmeno utpicono resulta de su contenido sino de su funcin, que siempre es la de proponer unasociedad alternativa.80 Es entonces posible afirmar que lo que tienen en comn todas

    64 | Margarita Gutman | Buenos Aires. El poder de la anticipacin

    78. Idem.

    79. Ibidem, p. 357.

    80. Idem.

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  • las utopas es su funcin, que es subvertir el orden social existente, proponer socieda-des alternativas, abrir la ventana de las posibilidades a otra manera de pensar y de hacer.

    Para analizar la utopa, Ricoeur comienza por el nivel ms profundo, estableciendoen paralelo sus relaciones de oposicin con la ideologa:

    nivel 3. La utopa en su funcin constructiva y alternativa. En su nivel ms profun-do, la utopa se opone de manera radical a la funcin integradora de la ideologa:El otro lugar y otro modo de ser de la utopa responde rigurosamente al ser as y node otra manera pronunciado por la ideologa, tomada en su raz. [] La utopa es unejercicio de la imaginacin para pensar en otro modo de ser de lo social.81

    nivel 2. La utopa y el poder. En este segundo nivel la utopa se opone a la funcinlegitimadora de la ideologa, pero tambin la utopa juega su destino en el plano delpoder. Es posible sostener que las utopas constituyen otras tantas variaciones sobrelas formas de ejercer el poder. Ricoeur coincide con Karl Mannheim (Ideologa y uto-pa, 1929) cuando afirma que la distancia entre lo real y lo imaginario constituyeuna amenaza al poder instalado. Mannheim reconoce el comienzo de las utopas noen Toms Moro, donde la utopa era literaria, sino en Thomas Munzer que intenttraer la utopa a la historia y a la tierra.82

    nivel 1. La utopa en su nivel ms superficial y patolgico. Al mismo tiempo que la uto-pa engendra poderes, anuncia tiranas futuras que sern ms difciles an de derribar. Alsaltearse una reflexin de carcter prctico y poltico sobre lo que se puede encontrar enlo real existente, en las instituciones, en lo creble disponible en una poca, la utopa nospuede hacer dar un salto insensato hacia otro lugar con todos los riesgos de un discursoloco y eventualmente sanguinario.83 Una suerte de lgica de todo o nada, esquizofrni-ca, reemplaza a la lgica de la accin, donde siempre se sabe que lo deseable y lo realiza-ble no coinciden, en tanto: la accin engendra contradicciones ineluctables, por ejem-plo, para nuestras sociedades modernas, entre la exigencia de justicia y la de igualdad.84

    A pesar de estos riesgos y complejidades, Ricoeur rescata la potencia liberadorade la utopa disimulada bajo sus propias caricaturas. Imaginar el no lugar y otro tiem-po es mantener abierto el campo de lo posible. En otras palabras, la utopa es loque impide al horizonte de expectativa fusionarse con el campo de la experiencia. Eslo que mantiene la distancia entre la esperanza y la tradicin.85

    Captulo I | 65

    81. Ibidem, pp. 357-358.

    82. Ibidem, p. 358.

    83. Ibidem, p. 359.

    84. Idem.

    85. Idem. En relacin con la imaginacin reproductora y productora segn Kant, para Ricoeur la ideologa es una forma

    de imaginacin reproductora y la utopa es una forma de la imaginacin productora.

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  • Ampliando el campo de registro: la funcin utpica y la esperanza

    El filsofo alemn Ernst Bloch (1885-1977) haba identificado, antes que Ricoeur,una funcin transformadora y liberadora en lo que denomina las tendencias utpi-cas, en El principio esperanza (1938-1947). Ampliando notablemente el registro delas tendencias utpicas, Bloch encuentra la conciencia anticipadora en todo lo queel hombre crea o imagina. De ese modo, las tendencias utpicas estn embebidas noslo y obviamente en las utopas, sino tambin en las manifestaciones del arte, los sue-os diurnos, los ideales, los cuentos de hadas, los castillos en el aire, las ilusiones, losviajes, el circo, el cine y las fbulas, entre otros ejemplos que Bloch analiza. Y no sloconsidera las utopas sociales sino que incluye las utopas mdicas, tcnicas, arquitect-nicas y geogrficas expresadas en las regiones del deseo trazadas por la pintura y la lite-ratura.86 Expandiendo de ese modo el campo donde se encuentran tendencias utpicasa todos los sueos por una vida mejor, Bloch aclara:

    [] Todo ello est lleno de anticipaciones, labora implcita o explcitamente en laruta y el objetivo de un mundo ms perfecto, en hechos mejor configurados y msesenciales de lo que han llegado a ser empricamente. [] Y as se nos muestra el arteentero lleno de manifestaciones impulsadas hacia smbolos de perfeccin, un fin esen-cialmente utpico. [] Hasta ahora, desde luego, slo de las utopas sociales se handicho que eran utpicas [] Pese a la Nova Atlantis de Francis Bacon no se ha per-cibido en la tcnica una zona lmite con un estatus precursor y con esperanzas pro-pias situadas en la naturaleza. Y menos an se vio en la arquitectura, en las cons-trucciones que forman, imitan y ejemplifican un espacio ms hermoso. Y tambinqued sin descubrir, sorprendentemente, el elemento utpico en las situaciones y pai-sajes de la pintura y de la poesa, en sus extravagancias como tambin sobre todo ensus realismos de la posibilidad, de tan profunda y amplia visin. Y sin embargo, entodas estas esferas acta la funcin utpica, aunque variable en su contenido [].87

    Bloch se expide sobre la estrechez de las utopas sociales y polticas:

    [] reducir el elemento utpico a la concepcin de Toms Moro, u orientarlo exclu-sivamente a ella, equivaldra a reducir la electricidad al mbar, del que sta extrajo sunombre griego y en el que fue percibida por primera vez. Ms an: lo utpico coin-cide tan poco con la fantasa poltica, que es precisa la totalidad de la filosofa (unatotalidad a veces totalmente olvidada) para entender adecuadamente en su conteni-do lo que se expresa con la palabra utopa. De aqu la amplitud de las anticipaciones,

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    86. Bloch, Ernst, El principio esperanza [1], Madrid: Editorial Trotta, 2004, p. 38.

    87. Ibidem, pp. 38-39.

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  • ilusiones, material de esperanza []. De aqu la alusin e interpretacin antesy detrs de las fantasas polticas de utopas mdicas, tcnicas, arquitectnicas ygeogrficas, como tambin en la zona de ilusin de la pintura, pera y literatura.88

    En la esperanza, Bloch engloba estas tendencias utpicas. Pero advierte que la espe-ranza no ha sido investigada lo suficiente, ni se le ha prestado filosficamente al futurola atencin debida, y por lo tanto no se ha construido una filosofa del futuro:

    Pensar significa traspasar. Pero el traspasar no ha encontrado, hasta ahora, su pen-samiento suficientemente agudo. [] La intencin no se ha odo en su resonanciasiempre anticipadora, la tendencia objetiva no se ha reconocido en su potencialidadsiempre anticipadora. El desiderium, la nica cualidad honrosa de todos los hom-bres, no ha sido investigado. An cuando llena el sentido de todos los hombres y elhorizonte de todo ser, lo todava-no-consciente, lo todava no-llegado-a-ser no se haimpuesto ni siquiera como palabra, por no decir como concepto. Este mbito flo-reciente de interrogantes se halla casi inexpresado en la filosofa precedente. El soarhacia delante, como dice Lenin, no ha sido objeto de reflexin, slo ha sido rozadoespordicamente, no ha alcanzado el concepto que le es adecuado.89

    Bloch entiende que la esperanza es un principio porque el mundo exterior est siem-pre en proceso en tanto que est inacabado, y porque el hombre est siempre en movi-miento. La realidad se compone no slo de los hechos fijos e incluso consumados, sinode las anticipaciones del futuro: Lo real es proceso, y este es la mediacin muy ramifi-cada entre presente, pasado no acabado y, sobre todo, futuro posible.90 El concepto rgi-do de realidad penetr, temporalmente, en el mismo marxismo, hacindolo esquemti-co. No basta hablar de proceso dialctico y tratar luego la historia como una serie de datossucesivos o de totalidades inconclusas. Aqu amenaza un angostamiento y cercenamien-to de la realidad, un apartamiento de la fuerza de accin y simiente en ella, y esto ya noes marxismo. La fantasa concreta y la imaginera de sus anticipaciones mediadas fermen-tan en el mismo proceso de lo real y se reproducen hacia adelante en el sueo concreto;elementos anticipadores son parte constitutiva de la realidad misma. O, lo que es lo mismo,la voluntad de utopa es absolutamente compatible con la tendencia vinculada al objeto;ms aun, queda confirmada por ella, y en ella se encuentra en su elemento.91 Y msadelante agrega: Slo el horizonte de futuro, tal como lo trata el marxismo, con el hori-zonte del pasado como su espacio antecedente, da a la realidad su dimensin real.92

    Captulo I | 67

    88. Ibidem, p. 39.

    89. Ibidem, p. 28.

    90. Ibidem, p. 238.

    91. Ibidem, p. 239.

    92. Ibidem, p. 336.

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  • Acerca de lo real y presente y el horizonte de futuro, dice Bloch:

    Todo lo vivo, deca Goethe, tiene una atmsfera en torno a s; todo lo real en suconjunto, en tanto que es vida, proceso, y puede ser correlato de la fantasa obje-tiva, tiene un horizonte. [] All donde se prescinde del horizonte perspecti-vista, la realidad aparece slo como llegada a ser, como muerta, y son aqu tam-bin los muertos, naturalista y empiristas, los que entierran a sus muertos. Alldonde el horizonte perspectivista se incluye en la visin, lo real aparece como loque efectivamente es: como un entresijo de procesos dialcticos que tienen lugaren un mundo inacabado, y en un mundo que no sera en absoluto modificablesin el inmenso futuro como posibilidad real en l.93

    Para concluir con las propuestas de Bloch reforzando la importancia de las anti-cipaciones en la vida cotidiana: La realidad no est completa sin posibilidad real, yel mundo sin propiedades grvidas de futuro no merece, como tampoco el pequeoburgus, ni una mirada, ni un arte, ni una ciencia.94

    Imgenes e imaginarios

    Las anticipaciones, en tanto representaciones mentales, se expresan a travs de im-genes textuales o visuales. Sin entrar en las mltiples interpretaciones que hansido formuladas sobre las imgenes,95 es de destacar la capacidad que tienen las im-genes para desatar acciones y provocar estados de nimo en sus receptores. Dentrode estas capacidades se puede inscribir la actitud proactiva de las anticipaciones ylos estados de nimo expectantes hacia el futuro. Esta funcin de activacin de lasimgenes es destacada por el historiador del arte austraco E. H. Gombrich (1909-2001), el arquitecto e historiador argentino Rafael Iglesia y el filsofo espaol Juan-Luis Pintos.

    Gombrich considera la comunicacin desde el punto de vista del lenguaje, y dis-tingue, siguiendo a Karl Buhler, tres funciones: de expresin (sntoma), activacin(seal) y descripcin (smbolo). En relacin con las imgenes visuales, tan utilizadasen las anticipaciones urbanas profesionales y extradisciplinares que se analizan enlos captulos ii, iii, iv y vi de este libro, Gombrich sostiene que la imagen visual esun medio excelente de activacin: es una seal poderosa para producir reacciones oprovocar estados de nimo o sentimientos. Pero, para comunicar los sentimientos la

    68 | Margarita Gutman | Buenos Aires. El poder de la anticipacin

    93. Ibidem, p. 267.

    94. Ibidem, p. 268.

    95. Una revisin de las interpretaciones de imgenes e imaginarios se encuentra en Iglesia, Rafael E. J., Imaginarios,

    en Alburquerque, Lyliam y Rafael E. J. Iglesia (editores), Sobre imaginarios urbanos, Buenos Aires: cehcau, Facultad

    de Arquitectura, Diseo y Urbanismo, Universidad de Buenos Aires, 2001, pp. 31-56.

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  • imagen es problemtica y es definitivamente poco til para, sin otras ayudas, describirsituaciones o desarrollar inferencias lgicas propias del lenguaje hablado.96

    Desde otro enfoque y desde una consideracin abarcadora de las imgenes, Iglesiasostiene que una imagen decisoria est compuesta por las configuraciones menta-les que guan la accin, iniciando un sistema intencional.97 Destacando la orienta-cin hacia el futuro de la imagen decisoria, Iglesia cita: Cada vez que elegimos dndemirar y la informacin que queremos extraer, dejamos que el futuro anticipado pornuestras metas nos gue. [] As pues, la mirada se hace inteligente y por lo tantocreadora cuando se convierte en una bsqueda dirigida por un proyecto.98

    En relacin a los imaginarios, que se constituyen a partir de varios elementosdiversos de una sociedad como los discursos, los valores y las prcticas sociales, y queacta como un regulador de conductas, Iglesia cita a Daz: se trata de un dispositivomvil, cambiante, impreciso y contundente a la vez. Produce materialidad, es decirproduce efectos concretos sobre los objetos y su vida de relacin, as como sobre lasrealizaciones humanas en general.99

    Refirindose a los mecanismos por los cuales determinados rdenes socialesllegan a considerarse como algo natural, para Pintos los imaginarios sociales sonaquellas representaciones colectivas que rigen los sistemas de identificacin y de inte-gracin social, y que hacen visible la invisibilidad social.100 Segn este autor, los ima-ginarios sociales constituyen una compleja agencia social (denominada agency eningls), es decir esquemas construidos socialmente que estructuran en cada instantela experiencia social y engendran tanto comportamientos como imgenes reales.101

    Menciona cierta relacin de los imaginarios sociales con los sueos diurnos de Bloch,que estn orientados hacia el futuro, pero enseguida aclara que los imaginarios soninstrumentales para reflexionar sobre el pasado y desarrollar una memoria subversiva,temas de los cuales se ocupa.102

    Captulo I | 69

    96. Gombrich, E. H., La imagen y el ojo. Nuevos estudios sobre la psicologa de la representacin pictrica, Madrid: Debate,

    2000, p. 138.

    97. Iglesia, Rafael E. J., Imaginarios, op. cit., p. 45.

    98. Ibidem, p. 49. Iglesia cita a Marina.

    99. Daz, Esther, La ciencia y el imaginario social, Buenos Aires: Biblos, 1996, p. 11, citado por Iglesia, Rafael E. J.,

    Imaginarios, op. cit., p. 54.

    100. Segn Pintos: Reconocida la importancia de los elementos infraestructurales en la determinacin concreta de un

    orden social dado, y reconocido el papel fundamental de mediacin de la actividad poltica en la construccin de las socie-

    dades modernas, nos interesan ms bien los mecanismos por los que un determinado orden social llega a considerarse por

    la gente como algo natural y consiguientemente establece la dominacin social como una coaccin legtima, hegemni-

    ca y aceptada. Pintos, Juan-Luis, Los imaginarios sociales (la nueva construccin de la realidad social), Santiago de

    Compostela, julio 1994, , noviembre 2007.

    101. Pintos, Juan-Luis, Apuntes para un concepto operativo de los imaginarios sociales, en Alburquerque, Lyliam y

    Rafael E. J. Iglesia (editores), Sobre imaginarios urbanos, op. cit., p. 76.

    102. Pintos, Juan Luis, Los imaginarios sociales (la nueva construccin de la realidad social), op. cit.

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  • Otro autor que ha trabajado extensamente sobre este tema, el terico colombia-no Armando Silva, define y analiza los imaginarios sociales casi exclusivamente conrespecto al pasado y al presente, pero no en relacin con el modo en que las socie-dades e individuos imaginan el futuro.103 El breve prlogo de Jess Martn Barberoseala claramente la orientacin hacia evocar y usar de los imaginarios socialesanalizados por Silva:104

    [] este libro aborda el estudio de los escenarios urbanos como lugares de cons-titucin de lo simblico y puesta en escena de la ritualidad ciudadana, produc-cin y recreacin de una cultura en la que participan los grupos y los individuoscomo actores mediante su actividad de seleccin y reconocimiento. Indagar lapresencia de las marcas simblicas en la experiencia colectiva requerir una dobleestrategia para acceder a los smbolos de pertenencia que los ciudadanos tienen dey hacen con su ciudad: evocar y usar. Evocar la ciudad en sus acontecimientos suspersonas y sus mitos, (historias leyendas y rumores) que los narran [] Usar la ciu-dad: los recorridos y ritos que tejen los reconocimientos, los lugares de citas, deencuentro y de juego [].105

    Es interesante destacar que los aspectos del imaginario social orientados acti-vamente hacia el futuro, destacados por Iglesia, apenas mencionados por Pintos, eignorados por Silva, no se encuentran elaborados ni mayormente estudiados. Pare-ciera que para estos dos ltimos autores los imaginarios sociales fueran construccionesconceptuales tiles solamente para ver una realidad slo compuesta por la memoriadel pasado y las necesidades del presente, negando la presencia e importancia de lasexpectativas de futuro.

    Esta consideracin de los imaginarios sociales orientados solamente hacia evocary usar est basada en una visin escotomizada de lo real, donde se ignora su condicinde proceso, as como la energa y potencialidades contenidas en las anticipaciones yexpectativas. Esta actitud est en franca contradiccin con lo que sostienen Bloch,Ricoeur y Becker, cuyas propuestas se analizan en este captulo.

    En ese nicho an vacante de los imaginarios sociales, en la imaginacin del futu-ro, en la conciencia anticipadora que segn Bloch y tambin Becker caracteriza a losseres humanos, es donde se inserta la produccin de este libro.

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    103. Silva, Armando, Imaginarios urbanos. Bogot y So Paulo: cultura y comunicacin urbana en Amrica Latina, Bogot,

    Caracas, Quito: Tercer Mundo Editores, 1994.

    104. Silva fundamenta el Evocar y usar la ciudad, en Silva, Armando, Imaginarios urbanos. Bogot y So Paulo: cul-

    tura y comunicacin urbana en Amrica Latina, op. cit., pp. 143-147. Las nicas reflexiones sobre el futuro se encuen-

    tran en una proyeccin de la cantidad de habitantes de Bogot en el ao 2000 y algunas consideraciones sobre la falta

    de seguridad y aseo. Ibidem, pp. 173-174 y 196-197.

    105. Barbero, Jess Martn, Prlogo, ibidem, p. 16.

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  • 4.Para qu el futuro?

    Para concluir este rodeo sobre el sentido del futuro y sus manifestaciones en formade anticipaciones, expectativas y utopas, resulta indicado explorar las razones por lascuales las indagaciones sobre el futuro, ya sean actuales o histricas, son importan-tes social y personalmente. Son, adems, las razones que fundamentan este libro ydispararon su preparacin.

    La razn histrica

    La historiografa, es decir, el estudio de la narracin histrica que produce una socie-dad en una poca determinada, analiza los contenidos y modos a travs de los cualesdichas sociedades, a partir de los problemas o intereses de su momento, miran haciaatrs, hacia el pasado, y construyen su historia.106 Invirtiendo la mirada y enfocndo-la hacia adelante, el estudio de las anticipaciones examina contenidos, modos de pro-duccin y circulacin de la imaginacin del futuro, la cual tambin se origina en unreconocimiento de los problemas e intereses del momento en que se la formula. Porlo tanto, por ser las anticipaciones, expectativas y utopas un producto de una socie-dad concreta en un tiempo determinado, y por haber sido disparadas por los proble-mas e intereses del momento, su estudio constituye un aporte sustantivo al conoci-miento y la compresin histrica de las sociedades analizadas. En sntesis: lasanticipaciones del futuro producidas por una sociedad hablan ms de esa sociedad quedel mismo futuro que anticipan.

    Es necesario destacar nuevamente que este aspecto de las sociedades sus expec-tativas y aspiraciones para el futuro ha sido mucho menos investigado que otros temassociales, culturales o polticos, en particular en lo que se refiere a Buenos Aires entre1900 y 1920. Los trabajos de historia existentes se han ocupado ms de estudiar loshechos sucedidos y los productos tanto intelectuales como artsticos o tcnicos de lapoca, que del estudio de sus expectativas de futuro. Y sin embargo, como se ha vistoen los apartados anteriores y se fundamenta a continuacin, estas expectativas y anti-cipaciones informan dichas actividades tanto como sus condiciones materiales de pro-duccin y tanto como las memorias del pasado.

    Razones tericas

    Esta situacin es fcilmente comprobable desde el sentido comn, en tanto la vidacotidiana de todo individuo o sociedad est compuesta necesariamente por las memo-rias del pasado, las necesidades del presente y las expectativas sobre el futuro. No

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    106. Esta definicin de historia ha sido desarrollada, entre otros, por Marrou, Henri, Del conocimiento histrico, Buenos

    Aires: Per Abat Editora, 1975.

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  • hay modo de desarrollar actividad alguna, ni individual ni colectiva, sin una memo-ria de procedimientos, lengua o cdigos compartidos, y sin un objetivo por mnimoque fuera, como querer cruzar la calle o alimentarse. Esta observacin ha sido ela-borada por numerosos autores, entre ellos los ya mencionados Carl L. Becker, PaulRicoeur, E. H. Gombrich, Charles A. Beard y Robert Heilbroner, y tambin por elarquitecto y terico urbano norteamericano Kevin Lynch (1918-1984), y el filsofoe historiador alemn Reinhart Koselleck (1923-2006), cuyos enfoques se presentana continuacin.107

    La presencia del pasado y el futuro en las actividades cotidianas es explicada porCarl L. Becker, en su anlisis sobre los usos de la posteridad: Para estar orientadosdebemos estar preparados para lo que vendr hacia nosotros, y para estar preparadospara lo que vendr es necesario no slo recordar ciertos eventos del pasado, sino anti-cipar (obsrvese que no digo predecir) el futuro.108

    Cuando Becker habla del presente, lo califica de engaoso, ficticio o irreal(specious present)109 porque est compuesto deliberadamente por partes del pasado atravs de la memoria, y por partes del futuro a travs de las expectativas. Esta delibe-rada inclusin del pasado y del futuro en el engaoso presente es lo que caracterizaal hombre y lo distingue de otras especies. Mientras ms pasado incluyamos en nues-tro presente, ms forma y viabilidad adquiere el futuro que incluimos en el enga-oso presente. De ese modo, las memorias del pasado y las anticipaciones del futu-ro son acontecimientos que van de la mano sin disputarse preeminencia, porque elengaoso presente tiene en su conciencia en cada momento un tejido formadopor memorias, percepciones y anticipaciones.110

    Tambin Charles A. Beard destaca la funcin que cumple el pensamiento sobreel futuro en el presente: La oscura inminencia del futuro desconocido delante denosotros, como una difusa pared de niebla, retrocediendo cada instante, con todos susindiscernibles contenidos de cambios universales, revoluciones silenciosas, ideas nisiquiera soadas, no debe ser desatendido si quisiramos comprender la unidad de lahistoria en su ms alto sentido. Porque aun cuando seamos incapaces de adivinar lascosas que puede traer un tiempo indefinido, aunque no podamos mirar hacia ade-lante con los ojos del alma proftica del naciente mundo de las cosas porvenir, sin

    72 | Margarita Gutman | Buenos Aires. El poder de la anticipacin

    107. Becker, Carl L., The uses of posterity, en The Heavenly City of the Eighteenth Century Philosophers, op. cit.; Kose-

    lleck, Reinhart, Futuro pasado. Para una semntica de los tiempos histricos, Barcelona, Buenos Aires, Mxico: Paids,

    1993 (1 edicin en alemn, 1979); Heilbroner, Robert, Visiones del futuro. El pasado lejano, el ayer, el hoy y el maana,

    op. cit.; Ricoeur, Paul, Historia y narratividad, op. cit.; Gombrich, E. H., La imagen y el ojo. Nuevos estudios sobre la psi-

    cologa de la representacin pictrica, op. cit.; Lynch, Kevin, What Time is this Place?, Cambridge Massachussets, y Londres:

    The MIT Press, 2001 (1 edicin, 1972).

    108. Becker, Carl L., The uses of posterity, en The Heavenly City of the Eighteenth Century Philosophers, op. cit., p. 120.

    109. Specious: adj. Something that is specious seems to exist or be true, but is not real or true. Misleading, , 15 julio 2007.

    110. Becker, Carl L., The uses of posterity, op. cit., pp. 120-121.

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  • embargo, el no visible futuro coloca una demanda para hacerse sentir como una ideacontrolando nuestra perspectiva.111

    Al presentar el proceso de configuracin del sentido en la percepcin de las im-genes, E. H. Gombrich analiza lo que tcnicamente se conoce como la integracintemporal, es decir, la combinacin de recuerdos y expectativas en un intervalo de tiem-po extendido. Cita la bella meditacin de las Confesiones de San Agustn: [] Lavida de esta accin ma se extiende en ambos sentidos: en mi memoria, en lo quetoca a la parte que ya he repetido, y asimismo en mi expectativa, respecto a lo que estoya punto de repetir [y seala:] a San Agustn le desconcert precisamente el carcterevasivo del momento presente, flanqueado por el tiempo futuro que todava no es, ypor el tiempo pasado de lo que ya no es.112

    Desde el campo del diseo urbano Kevin Lynch, al analizar la relacin entre eltiempo y el espacio, demuestra la import