guía de estudio para examen de unidad 3 del módulo de filosofía (rspq)

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Gu a de estudio para Unidad 3 í M dulo: RSPQ (Filosof a) ó í Profr. C sar Alberto Pineda Salda a é ñ La filosofía moderna A) Fase epistemológica (RA 3.1) Para la mayoría de los historiadores de la filosofía, la modernidad constituye una ruptura con la Edad Media, en la cual predominó el dogmatismo, sobre todo a causa de que la filosofía fue subordinada al criterio de la institución eclesiástica. En la Edad Media estaba prohibido poner en cuestión el pensamiento oficial de la Iglesia; la consecuencia de no obedecer fue en muchas ocasiones la muerte. En cambio, la modernidad inicia con la duda, la cual sirvió como principio metódico para René Descartes, filósofo francés, uno de los principales iniciadores del pensamiento moderno. El plan trazado por Descartes era: dudar de todo cuanto fuera posible hasta hallar algo de lo que no se pudiera dudar más. Para un pensador medieval, dudar de todo (incluso de la realidad y la existencia propias) no tenía sentido, porque Dios ofrecía una garantía suficiente sobre la existencia y perfección del mundo. Entre los siglos XV y XVI una serie de transformaciones sociales, culturales y geopolíticas (la caída de Constantinopla o la conquista de América), tuvo como consecuencia el que Dios ya no bastara como centro ontológico (es decir, el ente que sirve para dar sentido y explicación a todo lo existente). Descartes (nacido en 1596) buscaba un nuevo centro, un nuevo fundamento, algo de lo que no pudiera dudarse. ¿En dónde encontró ese nuevo fundamento? En el hombre mismo, en su pensamiento: puedo dudar de todo, pensar que, como en un sueño en el que todo se siente real, todo lo que veo no es más que una ilusión, un sueño, puedo dudar de todo lo que existe, pero algo es seguro, a saber, que estoy dudando, pensando; aunque me engañe o esté soñando, sé que pienso. Así, la frase “pienso, luego existo” significa que el pensar es la única evidencia de que existo. Esto no significa que la filosofía moderna niegue a Dios, sino que lo desplaza del centro de la cosmovisión en favor del pensamiento humano. Para Descartes todo lo que existe se divide en tres substancias, todo aquello que no necesita de otra cosa para existir: Pensante, Extensa (corporal), Infinita (Dios). Si el pensamiento humano deviene centro ontológico, la principal preocupación de la filosofía moderna será investigar qué es el pensamiento, cómo se produce. Ante esta interrogante, hubieron dos vertientes cuya oposición define el primer periodo de la filosofía moderna: idealismo y empirismo (es por ello que esta fase de la modernidad podría llamarse epistemológica, pues su interés principal era el origen del conmociono). El idealismo considera que en el pensamiento humano hay ideas innatas, es decir, que todo hombre cuenta con ellas desde nacer o inclusive antes (Descartes o el alemán Gottfried Leibniz se ubican en esta vertiente). En cambio, el empirismo (que predominó en Inglaterra con pensadores como Locke, Hume y Berkeley) considera que no hay ideas innatas, sino que todo pensamiento tiene su origen en la experiencia sensible. ¿Conocemos por lo que hay en nuestra cabeza o por lo que percibimos a través de los sentidos? El conflicto entre idealismo y empirismo fue resuelto en lo general por Immanuel Kant, filósofo alemán del siglo XVIII, fuertemente influenciado por el movimiento intelectual conocido como Ilustración. Para Kant, todo conocimiento es la síntesis de dos facultades humanas: el Entendimiento (defendido por los idealistas) y la Sensibilidad (defendida por los

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Breve recorrido por la filosofía moderna y contemporánea, del siglo XVII al XX. Sirve como guía para contestar el examen de la unidad 3 en el Módulo de Reflexión sobre el pensamiento y quehacer humano (Filosofía).

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Gu a de estudio para Unidad 3 í M dulo: RSPQ (Filosof a)ó í

Profr. C sar Alberto Pineda Salda aé ñ

La filosofía moderna

A) Fase epistemológica (RA 3.1)

Para la mayoría de los historiadores de la filosofía, la modernidad constituye una ruptura con la Edad Media, en la cual predominó el dogmatismo, sobre todo a causa de que la filosofía fue subordinada al criterio de la institución eclesiástica. En la Edad Media estaba prohibido poner en cuestión el pensamiento oficial de la Iglesia; la consecuencia de no obedecer fue en muchas ocasiones la muerte.

En cambio, la modernidad inicia con la duda, la cual sirvió como principio metódico para René Descartes, filósofo francés, uno de los principales iniciadores del pensamiento moderno. El plan trazado por Descartes era: dudar de todo cuanto fuera posible hasta hallar algo de lo que no se pudiera dudar más. Para un pensador medieval, dudar de todo (incluso de la realidad y la existencia propias) no tenía sentido, porque Dios ofrecía una garantía suficiente sobre la existencia y perfección del mundo.

Entre los siglos XV y XVI una serie de transformaciones sociales, culturales y geopolíticas (la caída de Constantinopla o la conquista de América), tuvo como consecuencia el que Dios ya no bastara como centro ontológico (es decir, el ente que sirve para dar sentido y explicación a todo lo existente). Descartes (nacido en 1596) buscaba un nuevo centro, un nuevo fundamento, algo de lo que no pudiera dudarse. ¿En dónde encontró ese nuevo fundamento? En el hombre mismo, en su pensamiento: puedo dudar de todo, pensar que, como en un sueño en el que todo se siente real, todo lo que veo no es más que una ilusión, un sueño, puedo dudar de todo lo que existe, pero algo es seguro, a saber, que estoy dudando, pensando; aunque me engañe o esté soñando, sé que pienso. Así, la frase “pienso, luego existo” significa que el pensar es la única evidencia de que existo. Esto no significa que la filosofía moderna niegue a Dios, sino que lo desplaza del centro de la cosmovisión en favor del pensamiento humano. Para Descartes todo lo que existe se divide en tres substancias, todo aquello que no necesita de otra cosa para existir: Pensante, Extensa (corporal), Infinita (Dios).

Si el pensamiento humano deviene centro ontológico, la principal preocupación de la filosofía moderna será investigar qué es el pensamiento, cómo se produce. Ante esta interrogante, hubieron dos vertientes cuya oposición define el primer periodo de la filosofía moderna: idealismo y empirismo (es por ello que esta fase de la modernidad podría llamarse epistemológica, pues su interés principal era el origen del conmociono). El idealismo considera que en el pensamiento humano hay ideas innatas, es decir, que todo hombre cuenta con ellas desde nacer o inclusive antes (Descartes o el alemán Gottfried Leibniz se ubican en esta vertiente). En cambio, el empirismo (que predominó en Inglaterra con pensadores como Locke, Hume y Berkeley) considera que no hay ideas innatas, sino que todo pensamiento tiene su origen en la experiencia sensible. ¿Conocemos por lo que hay en nuestra cabeza o por lo que percibimos a través de los sentidos?

El conflicto entre idealismo y empirismo fue resuelto en lo general por Immanuel Kant, filósofo alemán del siglo XVIII, fuertemente influenciado por el movimiento intelectual conocido como Ilustración. Para Kant, todo conocimiento es la síntesis de dos facultades humanas: el Entendimiento (defendido por los idealistas) y la Sensibilidad (defendida por los

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empiristas). Las ideas o pensamientos del entendimiento resultan vacías si no son aplicadas a los objetos de la experiencia empírica (llamados fenómenos), y éstos, a su vez, no podrían ser pensados ni tratados si no fueran juzgados por las categorías del entendimiento. Ambas instancias resultan vacías, ciegas e inciertas si no son unidas. Este planteamiento sobre el conocimiento humano llevó a Kant a elaborar una rotunda crítica a la metafísica, cuyas principales cuestiones eran algunas como ¿existe Dios? ¿El universo fue creado o ha existido desde siempre? ¿Existe el alma, es mortal o inmortal? Pero estas preguntas, de acuerdo con Kant, son imposibles de responder y no producen ningún conocimiento, porque el conocimiento resulta de la síntesis entre categorías del pensamiento y percepciones de la experiencia; el problema es que objetos como el alma, el universo en su totalidad o Dios, no pueden ser dados a la experiencia humana, y por lo tanto van más allá de todo conocimiento posible.

Pero esto no significa que las preguntas de la metafísica deban dejar de ser pensadas, sólo significa que no pueden producir ningún conocimiento científico u objetivo. Entonces ¿para qué perder tiempo en preguntaras sin respuesta y sin carácter científico? De acuerdo con Kant, las ideas de la razón pura, que podrían entenderse como las respuestas tentativas ante las grandes preguntas de la metafísica, aunque no se pueden comprobar en la experiencia, rigen el uso práctico del entendimiento. Así, por ejemplo, de las ideas que tengamos sobre Dios, el universo o la existencia humana, aunque no tengan valor científico, dependerá en buena medida nuestra manera de actuar, nuestras acciones concretas, es decir, nuestro sentido moral. De modo que la metafísica adquiere un sentido ético-político.

Hegel, alemán del siglo XIX, es considerado el último gran metafísico, porque es el último pensador que se ha atrevido a plantear un pensamiento sobre la totalidad, sobre la unidad entre Dios, el Espíritu, la naturaleza y el mundo humano. Una de las principales características de su filosofía es su interés por la Historia, a la cual considera como escenario donde se desarrolla y realiza el Espíritu. Desde un planteamiento llamado dialéctico, Hegel considera que el Espíritu (y con él, todo lo que existe) sigue tres etapas en su desarrollo: En-sí, Para-sí y En-sí y Para sí. El En-sí y Para-sí, representa el máximo de reflexión y auto-conocimiento, y sólo se da históricamente entre los hombres libres de las naciones civilizadas.

B) Fase crítica (RA 3.2)

Después de Kant y Hegel la filosofía adquirió un carácter crítico, preocupado por los procesos históricos. Podría decirse que la duda cartesiana fue radicalizada, por lo que podríamos hablar de una fase crítica de la modernidad. Por ejemplo, Marx (n. 1818) cuestionó las creencias económico-políticas, Nietzsche (n. 1844) cuestionó las convenciones morales, Heidegger (n. 1889) hizo lo propio, ya en el siglo XX, con la historia de la metafísica. Hasta antes, todos los filósofos habían buscado incesablemente la verdad, pero Nietzsche consideró que lo que llamamos verdad es sólo una invención, un conjunto de ficciones y metáforas cuyo carácter metafórico se ha olvidado; la verdad, en lugar de ser una construcción epistemológica es una invención de carácter moral, lo “bueno” y lo “malo”, lo “verdadero” y lo “falso”, es establecido en realidad por los hombres poderosos y privilegiados que buscan mantener su dominio sobre los demás. Nietzsche hablaba de un hipotético superhombre, el cual dejaría atrás la crueldad, el resentimiento y comenzaría a amar la vida (Nietzsche llamaba a esto inversión del platonismo, volver a valorar la vida, lo corporal que había sido desdeñado desde Platón).

Marx llevó la vocación crítica de la filosofía un paso más adelante: consideró que el

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principal objetivo de la filosofía no es tanto interpretar la realidad, sino transformarla, lo cual implicaba una acción material y política. Buena parte del siglo XX se definió por los intentos de poner en práctica la filosofía de Marx (que ha sido interpretada de muchas maneras diferentes, a veces incluso malinterpretada). Los países que intentan seguir la propuesta marxista han sido conocidos como socialistas o comunistas, países que han entrado en conflicto con aquellos que defienden el capitalismo como modo de vida y económico (encabezados estos últimos por Estados Unidos).

Marx comparte en cierto modo la crítica de Nietzche, aunque nunca se leyeron mutuamente: para Marx, hay un conjunto (conocido como ideología) de creencias morales, científicas, económicas y políticas, con las cuales una clase social mantiene su dominio sobre las condiciones sociales. En otras palabras, lo que en un momento dado es legal o bueno, es de tal modo porque así le conviene a la clase dominante, cuando algo no le conviene es calificado como ilegal o malo. Hasta ahora, en cada momento de la historia ha existido una clase dominante, la cual se apropia de la riqueza y el trabajo de otras clases: en la antigüedad los esclavos fueron sometidos para beneficio de los emperadores y hombres libres; en la Edad Media fueron los siervos quienes debían entregar el producto de su trabajo a los llamados señores feudales; en la modernidad, bajo el capitalismo, es el obrero o trabajador quien debe entregar el producto de su trabajo a los capitalistas, dueños de los medios de producción.

Aparentemente, el obrero no es obligado a entregar el producto de su trabajo (como sí lo era el esclavo antiguo), pero en realidad no le queda otra opción: si no trabaja para el capitalista moriría de hambre, pues no tiene otro modo de subsistir, no tiene tierras, conocimientos ni herramientas (los cuales le fueron quitados a través de la historia), sólo dispone de su fuerza de trabajo. Al trabajar, sólo le es pagada una mínima cantidad de dinero, la necesaria para mantenerlo vivo mientras es útil, pero hay una cantidad de trabajo que no le es pagada al trabajador, ésta es apropiada “gratuitamente” por el capitalista y es la base de su riqueza, dicho trabajo que no es pagado se conoce como plusvalor o plusvalía, pues en realidad el trabajo vale más de lo que le fue pagado al trabajador.

Como la filosofía de Marx, buena parte de la filosofía del siglo XX es decididamente anti-platónica, es decir, considera que lo más importante para comprender al mundo y al hombre no son las ideas, las esencias o lo espiritual, sino la realidad concreta, material, histórica y política. Así, para el existencialismo (corriente filosófica que se popularizó a mediados de siglo) del francés Jean-Paul Sartre (n. 1905), la existencia precede a la esencia, en otras palabras, nuestra esencia como personas es formada por nuestras decisiones y vivencias concretas de cada día, la esencia es un resultado, no una causa (como sería para toda la tradición platónica).

Muchas personas consideran que el principal filósofo del siglo XX fue el alemán Martin Heidegger, quien echa una mirada a toda la historia de la filosofía y su principal rama, la metafísica, para reprocharle: ha olvidado el interés inicial de la filosofía, preguntarse por el ser. Para Heidegger, la historia de la metafísica es la historia del olvido del ser (y se ha preocupado pro entes particulares como Dios o el hombre), con ello ha caído en el olvido la pregunta fundamental que inaugura todo pensar: ¿por qué es el ser y no más bien la nada? Si la pregunta ha sido olvidada es en buena medida porque se le considera respondida, se ha dicho que todo existe porque Dios así lo quiso (Edad Media) o porque el pensamiento humano le da sentido a toda la realidad (Modernidad). Esta concepción según la cual toda la realidad puede explicarse a través de un ente privilegiado, es conocida como ontoteología. Heidegger comparte la visión histórica que tiene la mayoría de los filósofos contemporáneos: no hay una manera inamovible, inequívoca y estática de comprender el ser, ni tampoco depende de la voluntad de los sujetos, sino que toda interpretación del ser tiene un carácter

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histórico, lo que pensemos sobre él ha sido modelado históricamente. Como hemos podido ver, en los últimos años la filosofía ha dejado de creer que hay una

verdad inamovible, que hay un ente privilegiado que lo explica todo, incluso se ha debilitado la confianza cartesiana en el pensamiento humano, sobre todo después de la Primera y Segunda Guerra Mundial: la atrocidad vivida en tales guerras fue muestra de que la historia no estaba conduciendo a un progreso y que el hombre no era tan sabio como se había pensado. Toda esta desconfianza ha dado pie a lo que algunos llaman “posmodernidad”, época que estaríamos viviendo en este momento. La posmodernidad es comprendida por el francés Jean-François Lyotard (n. 1924) como la caída de todos los metarrelatos. Estos últimos son todas aquellas explicaciones totalizantes, las cuales buscaban comprender todo lo que existe a partir de una sola instancia o relato (Dios, el progreso, la razón, el hombre). Todo eso que antes se consideraba fundamento del ser ahora entra en descrédito.

El italiano Gianni Vattimo (n. 1936) considera que la condición posmoderna es una experiencia nihilista, lo cual significa: experimentar la pérdida de fundamento del ser, que no hay un sentido último y definitivo en todo lo que existe. Hay dos maneras de llevar este nihilismo: por un lado una disposición trágica y hasta destructiva, según la cual, si todo pierde su sentido y valor, la existencia se torna triste y gris, o inclusive, la destrucción y el asesinato están permitidos, ya que la vida entera pierde su valor; pero por otro lado estaría lo que Vattimo llama nihilismo cabal o consumado, el cual asume con alegría y jovialidad la falta de un principio o fundamente definitivo, pues ante la falta de éste es posible crear libremente nuevos sentidos, nuevos valores. Para Vattimo, la ausencia de una verdad definitiva constituye la única oportunidad para la libertad. Podríamos decir que el mundo contemporáneo se encuentra en esa encrucijada: ¿qué hacer y cómo actuar una vez que se asume la ausencia radical de sentido, la pérdida de fundamento, la falta de una verdad definitiva?