guerra y soberanía

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  • 7/29/2019 Guerra y soberana

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    Conferencia para el Departamento de Filosofa

    Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educacin,

    Santiago, Chile

    Agosto 09, 2012

    Sergio Villalobos-Ruminott

    Guerra y violencia mtica: el secreto de la soberana

    1. Ms que una formulacin estndar del concepto de guerra, relacionada con los rdenes

    estratgicos y militares e inscrita en los imperativos imperiales y estatales modernos, lo que

    nos interesa ac es una consideracin del fenmeno blico en cuanto manifestacin de un

    tipo de violencia caracterstica de la historia moderna de Amrica Latina. Definiremos esta

    historia moderna como aquella que comienza con las revoluciones de Independencia y que

    llega hasta nuestros das. En este sentido, si el paradigma clsico concibe la guerra como lacontinuacin de la poltica por otros medios (von Clausewitz), en la historia

    latinoamericana la guerra aparecera como un proceso constitutivo y fundamental y no

    como una instancia lmite y excepcional, como si la poltica fuese, en cambio, la

    continuacin de la guerra por otros medios (Michel Foucault). Esto implica una necesaria

    revisin de los conceptos y categoras que constituyen el marco de comprensin de las

    historiografas tradicionales, sean estas progresistas o conservadoras, liberales o

    republicanas. Interrogada en la materialidad de su acaecer heterclito y no en el orden

    ideolgico de sus fundamentos, la guerra o las guerras desocultaran la continuidad entre el

    proyecto colonial y post-colonial de orden social, mostrando de paso la coherencia entre la

    Pax Imperial y la Pax estatal moderna, cuestin que se hace evidente al analizar la

    organizacin nmica del poder y sus formas instituionales. En este sentido, poner atencin

    a sus diversas manifestaciones nos permite aprender un cierto ritmo de la historia, un

    cierto despliegue de sus nfasis y ademanes; nos permite, en pocas palabras, adivinar el

    oscuro secreto de la soberana.

    Se tratara entonces de cuestionar los criterios de orden cronolgico y los principios

    hermenuticos que han organizado el archivo histrico regional y suspender no slo la

    nocin de progreso que organiza el relato maestro de la historia latinoamericana, sino

    tambin la pre-comprensin ya naturalizada de que la historia moderna de la regin surge

    con los procesos de Emancipacin de comienzos del siglo XIX, los que habran marcado no

    slo una ruptura radical con el pasado, sino el agotamiento de la soberana imperial y el

    comienzo del proyecto republicano. Si las guerras de Independencia del XIX constituyeronun horizonte de violencia partisana y liberacionista generalmente presentado como origen

    del proyecto post-colonial latinoamericano y como culminacin de las luchas por la

    autonoma criolla frente al hostis invasor europeo, las guerras y revoluciones anti

    imperialistas del siglo XX parecieran ser su continuacin natural, tambin constituidas por

    el modelo partisano de defensa territorial de la comunidad y expulsin del hostis imperial

    contemporneo. As, en trminos todava generales, la guerra en la historia moderna de la

    regin aparece siempre ligada a procesos de liberacin nacional y de fundacin radical de

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    un nuevo orden social, pero tambin aparece como una suerte de condicin natural sobre

    la cual operara la ley como pacificacin y constitucin de un cierto monopolio de la

    violencia. En tal caso, considerada ms all de los presupuestos liberacionistas y partisanos

    que caracterizan el marco terico predominante con el que se ha ledo la historia regional

    (desde el fundacionalismo liberal hasta la crtica decolonial) la guerra parece delatar la

    infinita autoconstitucin del Estado nacional. El que se trate de un proceso infinto refieremenos a su eterna perfectibilidad que a su mera imposibilidad.

    2. Por otro lado, interrogada al hilo de esta misma hiptesis que suspende el continuismo

    de la historiografa estndar de las repblicas latinoamericanas, la ley ms que constituirse

    como el lmite de la violencia aparece como su instanciacin, haciendo del contrato social

    no una instancia posterior y a resguardo de la violencia, sino una manifestacin esencial de

    sta. El verdadero contrato social se define, entonces, en los diversos campos de batalla que

    traman la historia regional, y una historia del constitucionalismo latinoamericano no

    podra estar ajena a la continuidad innegable entre ley y violencia.

    Este doble carcter de la guerra como materializacin y escenificacin de la

    violencia aparece as en el origen del pacto social, como su condicin habilitante, y en suhorizonte, como posibilidad abismal que amenaza permanentemente el vnculo social

    (actualidad indesmentible de Hobbes). Hay guerra antes del contrato y despus del

    contrato, pues la guerra no es solo el estado de naturaleza desligado de los protocolos

    jurdicos de la historia sino la misma operacin efectiva del derecho, es decir, aquella

    operacin de autofundamentacin de la ley como suspensin violenta de la violencia. El

    estado de naturaleza es una hiptesis retro-proyectiva (una antropologa ficcional)

    inseminada desde la narrativa de autolegitimiacin estatal, que oculta mediante la

    postulacin de una guerra del hombre contra el hombre, el secreto de la devastacin como

    condicin fundante del orden social. En este sentido, la guerra no aparece como el fin del

    contrato, sino como una de sus tantas operaciones performativas. La guerra aparece msbien como una performance de la ley.

    Haber advertido esta co-implicancia o co-pertenencia entre violencia y ley no solo

    constituye una de las contribuciones ms significativas de la crtica de la violencia

    benjaminiana, sino tambin el horizonte en el que se inscribe la genealoga poltica

    foucaultiana. Y habra que tener esto presente a la hora de confrontar crticamente no solo

    el resuelto entusiasmo con el que se celebra el progreso republicano en el continente, sino

    tambin las versiones heroicas y sacrificiales de la historia latinoamericana.

    3. Para comprender el fenmeno de la guerra en la regin se hace necesario, por lo tanto,

    suspender los presupuestos naturalizados del discurso historiogrfico basado en la idea de

    emancipacin, ruptura y fundacin de un proyecto post-colonial de organizacin territorial,y conceptualizar la guerra como una instancia de materializacin del despliegue de la lgica

    capitalista de acumulacin y de su consiguiente correlato jurdico-poltico, ya sea en

    trminos de paz imperial soberana o de moderna soberana estatal. En este sentido, a pesar

    de las mltiples distinciones que se le anexan en la historia regional (guerra de Conquista,

    de Independencia, de liberacin, civil, sucia, global), habra que notar cmo la misma

    guerra, en tanto que confrontacin material de los cuerpos, es aquello que constituye el eje

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    histrico-trascendental en el que se inscribe la serie de procesos histricos del continente.

    Es decir, lejos de ser una situacin lmite y excepcional, sta constituye la forma de serde la

    historia latinoamericana. En cuanto forma es tanto formativa como conformadora.

    Desde el Descubrimiento y las campaas de conquista e incorporacin de los

    territorios indianos a la Monarqua Universal Catlica, hasta las llamadas revoluciones de

    Independencia, incluyendo las rebeliones indgenas y negras desarrolladas entre el sigloXVI y el XVIII, la serie de conflictos blicos que traman la historia colonial

    latinoamericana no son solo instancias fortuitas y accidentales en el despliegue de la razn

    imperial hispana, sino su puesta en escena material, esto es, una manifestacin clara de los

    cruentos procesos de acumulacin primitiva en momentos de articulacin del capitalismo

    como sistema mundial.

    As mismo, segn los debates historiogrficos recientes, ni los procesos

    independentistas, ni las campaas de sometimiento y pacificacin que se desplegaron en el

    continente durante la segunda mitad del siglo XIX; ni los procesos de disciplinamiento y

    proletarizacin que constituyeron el marco histrico para las guerras sucias dirigidas por los

    Estados nacionales contra la poblacin civil, para domesticar la naciente cuestin social a

    principios del siglo XX; ni mucho menos las confrontaciones civiles y revolucionariasinauguradas por la Revolucin mexicana y continuadas, en el imaginario poltico y cultural

    latinoamericano, por la Revolucin cubana, podran ser consideradas como disputas sui

    generis, excepcionales o puntuales, precisamente porque a pesar de sus especificidades

    locales y sus contenidos explcitos, todas estas formas de confrontacin blica tienen en

    comn el hecho de ser manifestaciones de una forma de violencia caracterstica de la

    racionalidad poltica moderna, una forma de violencia que Walter Benjamin llam mtica

    (opuesta a la figura de la violencia divina o revolucionaria que tambin concibi como

    violencia pura, sin mediacin del derecho reine Gewalt-). Y en esto estriba su parentesco

    con la violencia constitutiva de la guerra sucia y de los genocidios indgenas que han

    estragado el Cono Sur y Centroamrica durante las ltimas dcadas del siglo XX. Como siel genocidio y la guerra sucia fueran un captulo tardo de la destruccin de las Indias

    occidentales, una forma exagerada de instauracin de los mecanismos de acumulacin

    asociados con la llamada revolucin neoliberal (algo que David Harvey ha caracterizado

    como acumulacin por desposesin).

    4. Sin embargo, tampoco se trata de subsumir la especificidad de los procesos blicos

    latinoamericanos a una sociologa general del conflicto o a una teora crtica de la violencia,

    pues dicha especificidad se muestra como ineludible toda vez que es aqu, en las guerras

    regionales, donde se hace evidente que la ficcin soberana moderna, el secreto de la

    soberana, consiste en ser una postulacin irrealizable. De esta manera, la guerra que

    apareca como performance de la ley aparece ahora como performance del capital. El mismopatrn de acumulacin capitalista se ha mostrado histricamente en la regin como un

    patrn flexible, conbinando la acumulacin primitiva y las formas de subsunsin formal y

    real del trabajo al capital, cuestin que muestra a la guerra no como un accidente o un

    momento pre-capitalista ya desplazado por la modernizacin de las estructuras productivas

    y de intercambio, sino como una alternativa bastante frecunte en el despliegue de su propia

    articulacin.

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    La principal consecuencia de este desplazamiento conceptual es que la guerra ya no

    aparece como lo otro de la organizacin poltica, del mercado y los procesos de produccin

    y circulacin capitalista o del moderno Estado nacional latinoamericano, sino como su

    puesta en escena fundamental, su enactment. Las resonancias que esta nocin trae consigo

    son tiles para nuestra formulacin, ya que enactment implica legislar y representar, reglar y

    poner en escena. En este sentido, la guerra como manifestacin de la violencia constitutivade la historia es la ley de la organizacin social y la puesta en escena de su filosofa. Es

    decir, lejos de ser una instancia coyuntural o un accidente en el horizonte histrico

    latinoamericano, sta funciona como puesta en escena y ley de la historia regional, en su

    despliegue y no en sus discursos reconstructivos y legitimadores. Se trata de una especie de

    arch sin principio, un comienzo sin origen, an-rquico y genealgico, que organiza la

    historia continental, ya sea que dicha historia se narre en trminos polticos o econmicos.

    En tal caso, la historia imperial-colonial, estatal-nacional o global-postnacional

    latinoamericana vista desde el punto de vista de las reconfiguraciones de los ordenes

    territoriales, nmicos y soberanos, es complementaria con la historia de la acumulacin

    capitalista en la regin, cuestin que demanda la necesaria elaboracin de un horizonte

    crtico de la economa poltica de la violencia y de la guerra como una de susmanifestaciones privilegiadas. Quizs en esto radica el cometido de una crtica materialista,

    y permtanme repetirlo: en la configuracin de una crtica de la economa poltica de la

    violencia como forma superior del valor, como enacment o actualizacin de la misma

    valoracin capitalista, como puesta en escena de la subsuncin de la vida, ya no solo del

    trabajo, sino de la vida al capital.

    5. Una crtica con estas caractersticas debe, como mnimo, pensar su propia inscripcin

    en la divisin social del trabajo, esto es, en la divisin entre teora y prctica, para no

    quedar subsumida en la misma operacin del valor, para no devenir tecnologa, verosmil,

    operacin, performance, enacment, etc. As mismo, una crtica de la economa poltica de laviolencia y de la guerra debe estar atenta a los procesos materiales y a las prcticas efectivas

    de constitucin de la historia iberoamericana y, por lo tanto, debe ser una consideracin

    materialista de la destruccin como condicin de posibilidad de dicha historia. No hay

    historia por fuera de la destruccin, no hay destruccin que no sea generativa de procesos

    histricos. Si la guerra como enactment de la historia regional es un permanente proceso de

    destruccin productiva y sacrificial, entonces, la materialidad de estos procesos se impone

    sobre las filosofas de la historia que tienden a organizar el archivo latinoamericano en

    trminos de formacin nacional y descolonizacin, es decir, considerada en su condicin

    conformadora, la guerra devela los nfasis del latinoamericanismo en los procesos de

    liberacin, auto-constitucin identitaria y crtica decolonial como insistencias idealistas que

    tienden a obliterar la materialidad de las prcticas histricas desde modelos conceptualesideolgicamente coherentes. A la vez, una de las consecuencias inmediatas de este

    desplazamiento conceptual estriba en la necesaria revisin de los hitos y mojones

    constitutivos de la historiografa regional, hitos y mojones que han organizado el archivo

    histrico y sus diversas narrativas hasta nuestro presente.

    En este sentido, considerada desde la co-implicancia entre violencia y vida, o vida y

    derecho, la violencia partisana, blica y revolucionaria, aparecen como metamorfosis

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    interinas a la misma configuracin histrica de la relacin soberana, lo que desoculta la

    inseminacin del derecho sobre la vida como su fijacin, a traves de hitos y mojones que

    organizan el saber sobre el viviente. Digamos que la vida est amojonada al derecho.

    De ah tambin se sigue la continuidad escatolgica entre razn colonial y Pax

    republicana en el horizonte teolgico-poltico de fundacin consitucional: el Estado

    nacional latinoamericano habra funcionado como Katecn que organiza el orden paganode los cuerpos, pero solo a condicin de inseminar escatolgicamente una serie de hitos o

    mojones (Escatn), que ayudan a definir la historia post-colonial de la regin. En este

    sentido, las agendas emancipadoras, criollistas, liberacionistas, desarrollistas e indigenistas,

    anti imperialistas y decoloniales comparten un mismo suelo epistmico, estn configuradas

    por un mismo orden escatolgico, una misma organizacin archivstica de principios y

    presupuestos, estn basadas, en otras palabras, en la misma filosofa de la historia que es

    una filosofa del capital. Todas ellas son formulaciones escatolgicas y sacrificiales que no

    escapan a las paradojas del pensamiento occidental, por ms que su propia

    autolegitimacin pase por afirmar una cierta ruptura y una cierta desvinculacin (delinking)

    con dicho pensamiento.

    6. Interesa, por lo tanto, recurrir a una serie de contribuciones historiogrficas recientes

    que ayudan a suspender la naturalizada idea de que con las revoluciones independentistas

    se produjo tanto la ruptura con el orden colonial como la inauguracin, desde un cierto

    grado cero, de la historia post-colonial de la regin (Franois-Xavier Guerra, Jaime E.

    Rodriguez, Rafael Rojas, Toms Prez Vejo, etc.). De que con la consolidacin de los

    estados nacionales comienza el proceso de desarrollo y modernizacin latinoamericano

    (historiografas liberales clsicas, los trabajos de Elas Palti, etc.); de que con los procesos de

    pacificacin e incorporacin de territorios in-hspitos se desplegaba, finalmente, la nueva

    soberana de las repblicas (David Vias, Horacio Gonzlez, Juan P. Dabove, etc.); de que

    con la descampesinizacin y la llegada de un primer periodo de industrializacin porsustitucin de importaciones se daba paso al nacional-desarrollismo y a la integracin

    nacional en el contexto de los Centenarios latinoamericanos, ocultado la cruenta guerra

    social y los procesos de disciplinamiento y domesticacin de la nueva mano de obra

    requerida para la puesta en marcha de los procesos de produccin industrial (los primeros

    trabajos de Roger Bartra, Mara Anglica Illanes, etc.). De que las revoluciones sociales y las

    luchas anti imperialistas por la liberacin nacional, marcadas por la continuidad de una

    agenda radical (Bolvar, Zapata, Sandino, El Che), constituyen las diversas etapas en la

    formacin de una Hispanoamrica moderna y libre (la historiografa marxista regional,

    Adolfo Gilly, el bolivarismo contemporneo, etc.); de que, finalmente, el exterminio bio-

    polticamente articulado de la disidencia poltica y de poblaciones refractarias al modelo

    estatal de modernizacin, en el Cono Sur y en Centroamrica, dara paso a un definitivoperiodo de integracin global y consolidacin democrtica, pacificacin y progreso,

    ocultando el desarrollo de formas globales de la guerra, heterogneas y cosmopartisanas o

    post-fordistas, en el contexto del llamado Bicentenario regional (discursos sociolgicos

    sobre modernidad y heterogeneidad, transitologa y pacificacin, etc.).

    Leer este relato maestro a contrapelo conlleva entonces poner atencin a las formas

    heterclitas de la violencia y de la guerra, no como si se tratase de una excepcin en el largo

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    recorrido de la historia de la libertad, sino como su puesta en escena fundamental: una

    crtica de la economa poltica de la violencia y de la guerra nos muestra no slo la

    continuidad entre el proyecto de colonizacin imperial pre-republicano y el proyecto de

    pacificacin y modernizacin republicano, sino tambin la continuidad entre dichos

    momentos y la actual configuracin de un horizonte onto-teolgico relativo a la razn

    imperial contempornea y a la escenificacin de formas globales de la violencia y una suertede guerra global generalizada (Carlo Galli).

    7. -Pero tambin nos permite, en trminos histricos acotados a Amrica Latina, poner

    atencin a la verdadera lgica de la violencia y del conflicto blico en la regin como

    despliegue histrico de la soberana. De forma tal que una consideracin crtica de la

    economa poltica de la guerra y de la violencia se estructura, tericamente, en la

    convergencia entre la destruccin inherente a la acumulacin capitalista y la historia de su

    despliegue, y las instancias consiguientes de violencia mtica (jurdica y partisana). Se

    configura histricamente, cuestin central para este trabajo, en el despliegue de dos series

    de positividades concatenadas con la historia fallida de la soberana latinoamericana:

    I. Serie interna: relativa a los procesos de ajuste del patrn de acumulacin y de expansin

    de la soberana estatal, hasta su auto-disolucin:

    Por un lado, desocultar la continuidad entre las insurrecciones indgenas del sigloXVIII, particularmente la Rebelin de Tupac Amaru y las insurrecciones de

    esclavos en el Caribe, con especial atencin a la Revolucin Haitina, que habran

    sido domesticadas por el discurso de la Emancipacin y la ideologa liberal de la

    fundacin republicana.

    Complementariamente, atender a los procesos de pacificacin territorial y demodernizacin urbana, a mediados del siglo XIX, cuestin que estara marcada por

    las campaas del desierto, la pampa y la selva. Todas campaas de constitucin dela soberana estatal en trminos territoriales.

    As, con la descampesinizacin y la criminalizacin del peonaje libre, se producenprocesos de migracin campo-ciudad y de disciplinamiento y proletarizacin, lo que

    constituye el horizonte en el que se inscribe la guerra social orientada a pacificar la

    emergente mano de obra insdustrial, a principios del siglo XX. Este es el periodo de

    emergencia de los partidos de izquierda y de ambigua inscripcin de los

    movimientos sociales en la juricidad de los estados nacionales. Revolucin

    Mexicana.

    Crisis de la representatividad del Estado oligarquico. Revolucin Cubana yemergencia de las estrategias para-estatales de insurreccin y guerra de guerrillas

    (montoneras modernas): Marighella y la guerrila urbana, el Che y la guerrillapartisana. Efervescencia del liberacionismo y de la crtica de la dependencia.

    Horizonte de vinculacin entre populismo y violencia partisana: montoneras y

    peronismo.

    Contrarrevolucin neoliberal y re-disciplinamiento social. Instauracin del patrnflexible de acumulacin y guerra contrainsurgente, Cono Sur y Centro America.

    Guerras civiles (Colombia, Per) y globalizacin. La autodisolucin soberana de la

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    soberana, el golpe de Estado como transicin o pasaje a occidente (Marramao) y la

    irrupcin de formas post-fordistas de violencia. Narcotrfico y militarismo libre-

    empresarial.

    II. Serie externa: relativa al establecimiento de los lmites territoriles del naciente Estado

    nacional y a las peripecias de la soberana por constituirse, siempre fallidamente, como

    nomos de la tierra. Guerras de independencia como rearticulaciones de la soberana en el interregno

    de 1810. Militarismo y caudillismo.

    Guerras interestatales por demarcacin territorial: Guerra de la Triple Alianza,Mxico-americana, del Pacfico, del Chaco, etc.

    Guerras post-convencionales: Las Malvinas, del Narcotrfico, y la privatizacin de laviolencia y de la guerra.

    Para sintetizar, finalmente, podramos resumir el objetivo que nos hemos propueso

    como un cuestionamiento de los modelos cronolgicos y hermenuticos con los cuales se

    lee la historia regional segn la filosofa de la historia del liberacionismo (y sus variantes

    indigenistas, latinoamericanistas, viejo y neo-arielistas, decoloniales, etc.), pero tambinmostrar que el secreto de la soberana es su condiccin ficcional, inseminadora, amojonada.

    Se trata de una ficcin que result histricamente util a cierto patrn de acumulacin y

    que hoy pareciera agotarse con la reconfiguracin de las lgicas flexibles de acumulacin

    global, cuestin evidente en los desarrollos conceptuales relativos a la crisis del nomos de la

    tierra (Schmitt), crisis de la razn imperial (Spanos), configuracin de un horizonte de

    guerra ubicua y generalizada (Galli), guerra civil planetaria (Virilio), guerra area o

    atmoterrorista (Sloterdijk), o guerra neocorporativa y post-imperial.

    8. De esto se sigue, entonces, la posibilidad de una destruccin no sacrificial, como

    habamos indicado previamente, esto es, la posibilidad no de oponer violencia mtica aviolencia pura, segn se comprende convencionalmente el texto benjaminiano, sino de

    comprender de manera plegada la relacin entre vida y derecho. Si el derecho es el

    horizonte en el que se inscribe, amojonada y sacrificialmente, la vida, entonces, la vida es

    esa chispa que ilumina el horizonte, pero que acaece a pesar de su propia inscripcin.

    Digmoslo as: la vida en sus pliegues se precipita verticalmente en el plano horizontal del

    derecho, haciendo posible una imagen del hombre que no est capturada, de antemano, en

    la antropologa jurdica del pacto social. Pensar esa imagen del hombre o, para citar a

    Georges Didi-Huberman, pensar la misma diferencia entre horizonte e imagen el sussurro

    de la imagen- es acercarse a una consideracin no sacrificial de la destruccin. Desde la

    crtica de Bataille a la dialectizacin del sacrificio y de la muerte en Hegel, pasando por la

    crtica de Simone Weil a la racionalidad poltica occidental, las lecturas de MaraZambrano sobre la violencia poltica, hasta el pensamiento italiano contemporneo sobre

    la impolitica o la poltica sabtica (Esposito, Agamben), se abre el horizonte de un

    pensamiento en formacin; un pensamiento, en todo caso, que debemos todava hilar de

    manera mucho ms fina.