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GUERRA Y PAZ Memorias de un Club de Lectura 9 DE FEBRERO DE 2017 CORPORACIÓN CULTURAL ESTANISLAO ZULETA WWW.CORPOZULETA.ORG/GUERRAYPAZ

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GUERRA Y PAZ Memorias de un Club de Lectura

9 DE FEBRERO DE 2017 CORPORACIÓN CULTURAL ESTANISLAO ZULETA

WWW.CORPOZULETA.ORG/GUERRAYPAZ

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TOLSTOI: UN HOMBRE A QUIEN LA VIDA INUNDABA COMO EL MAR1

1. BIOGRAFÍA.

León Tolstoi es un hombre que llevó una vida abierta, demasiado conocida, dado su interés en que

fueran observados los lugares más recónditos de su existencia. Por ello, al igual que Kafka, él es

alguien del que uno puede llegar a saber tanto o más que de otras personas cercanas, incluida su

propia familia. De hecho, hasta sus amores, su matrimonio y su vida sexual constituyen una historia

dada a conocer en sus diarios. Es como si no pudiera contener su mundo. De ahí que su vida personal

haya sido muy auscultada y biografiada.

Nació el 28 de agosto de 1828, el cuarto de cinco hijos. De padres aristocráticos (la madre, María

Nicolaevna, muy culta, hablaba cinco idiomas, y altamente sensible a los asuntos de los demás)

quienes fallecieron a temprana edad de León. Al fallecer su madre (cuando tenía apenas dos años)

entraron a reemplazarla tres mujeres:

a) Prascovia Isaevna: esclava fiel y abnegada.

b) Alejandra Ilinichna: intelectual, regida por la vida.

c) Tatiana Alejandrovna: sacrificó su propio bienestar por la familia de León. De las tres, fue esta

la que mayor influencia ejerció sobre Tolstoi.

Siendo muy joven, y dado que no era agraciado, León se inclinó por el ejército ya que soñaba con el

heroísmo militar. Luego cambió sus ideales por los de hombre de mundo, la nobleza, el genio. En

Kazán estudió derecho; además se dedicó al juego y a la vida mundana.

Un tercer cambio –derivado de sus lecturas de Rousseau, Turgueniev y Grigorovich- se produjo en

su vida, el relacionado con el amor a los campesinos y a la vida del campo.

Nicolás -su hermano- lo instó a viajar al Cáucaso donde comenzó un nuevo período de su vida, ligado

a sus primeros éxitos literarios. En el Cáucaso permaneció dos años y medio, allí tuvo además dos

grandes amigos: un viejo sabio llamado Epicka y un joven aventurero, ladrón de caballos y jugador,

de nombre Sado.

Pero su insatisfacción en todas las empresas lo llevó a formar parte efectiva del ejército, experiencia

que fue determinante para la composición de muchas de sus obras, especialmente Guerra y Paz, así

como Relatos de Sebastopol. Participó en la Guerra de Crimea (1853) y en lucha contraguerrillera

en El Cáucaso. Sin embargo siguió dando bandazos y perdió en el juego la casa de Yasnaia Poliana

(la hacienda que heredó de sus padres). Aunque también tuvo aventuras heroicas en la guerra.

A los 27 años, León era un escritor reconocido (por sus relatos Infancia, Adolescencia, Juventud),

pero no encontraba entre los suyos –la aristocracia- un espacio propio y halagüeño, razón por la cual

decidió, en buen momento para el rumbo de su vida, abandonar la “ociosa” vida de los ricos, retirarse

1 Cita tomada del texto de George Steiner “Tolstoi o Dostoievski”, página 86.

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del ejército y regresar a su hacienda, donde encontró finalmente su lugar en la vida. En mayo de

1856 les ofreció libertad a sus siervos, quienes no lo tomaron en serio.

En 1858 León se vinculó con una campesina llamada Axinia Anikanova con quien vivió una especie

de concubinato, del cual nació un hijo. Este parece haber sido el gran amor de su vida (su relación

produjo el cuento El Diablo), además de permitirle vivir una vida más cercana a la de los campesinos,

con quienes se sentía muy cómodo, laborando incluso con ellos.

Sin embargo, los prejuicios de clase fueron más fuertes y León se vio compelido, por convenciones

sociales, a casarse con Sofía Bers –hija de un médico- mujer con quien “se amó y atormentó durante

los 48 años que duró el matrimonio”, una fiel esposa que le dio 13 hijos. Se casó a los 34 años y

ella a los 18, en 1862. Tal vez, en esta relación es donde mejor se pueden apreciar las extremas

contradicciones en la vida de Tolstoi -y de su esposa, ya que ambos llevaron diarios en los cuales

esta lucha sin fin se ve reflejada, en forma por demás cotidiana-. Si hay días en que uno es mejor

ser humano que en otros días, esto se aprecia muy bien en los escritos de estos esposos. Sofía

también tuvo un pretendiente anterior a León a quien, al parecer, amaba, pero que fue rechazado a

causa del “famoso escritor” que León ya era. Obviamente, sin esta relación tormentosa,

seguramente no conoceríamos a Anna Karenina, esa demoledora y prolongada reflexión sobre el

matrimonio y sus encorsetamientos. Aquí debemos señalar que la relación de amor–odio entre León

y Sofía fue tan tormentosa que hizo a trechos muy desgraciadas sus vidas en la cotidianidad del

hogar, sin que pudieran nunca superar la situación. De hecho, la muerte de Tolstoi ocurrió luego de

huir de su casa, especialmente de los conflictos con Sofía (o Sonia, como también la llamaban), en

noviembre de 1910, lo que constituye un singular destino coincidente con el de la trágica muerte de

Anna Karenina, también en una estación de tren.

Luego del matrimonio, entre 1863 y 1868, León escribió Guerra y Paz, con la gran ayuda de su

esposa (ella transcribió siete veces la obra, le hizo comentarios, completó textos, hizo correcciones;

aisló a León de las tentaciones que le impedían dedicarse a su novela –como la ausencia de

necesidad económica que lo hacía propenso a suspender la construcción de esa inmensa obra, la

administración de sus negocios, la familia- y le creó un ambiente especial para que pudiera dedicarse

a la escritura). Luego vino ese otro monumento llamado Anna Karenina, escrita entre 1873 y 1877).

De esta manera, con 50 años, Tolstoi era un autor conocido mundialmente –ya muy traducido-, lo

que es bastante significativo si tenemos en cuenta las comunicaciones de la época y el relativo

aislamiento de Rusia respecto del resto de Europa. Sin embargo, pese a su condición, a su riqueza

y a las comodidades de las que gozaba, León no se quedó quieto sino que:

1) Enfiló sus baterías contra el Estado por su despotismo y por la pervivencia de la servidumbre

(abolida formalmente en 1862 pero luego subsistente).

2) Se enfrentó a la institución militar por sus ideas a favor de la paz, ideas adquiridas luego por

personajes como Gandhi y Martin Luther King.

3) Se enfrentó a la iglesia ortodoxa por sus formas y por apartarse de las enseñanzas de Jesús.

Obviamente, su condición de intelectual y de escritor lo salvaron de convertirse en mártir ruso, dadas

las poderosas instituciones que enfrentó, enfrentamiento que duró el resto de su vida (aunque, a

pesar de todo, fue excomulgado por la iglesia y muy vigilado por las autoridades).

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Los estudios de derecho le sirvieron a Tolstoi para ser juez de paz entre la comunidad campesina y

para realizar la defensa de un soldado que cometió una falta menor contra el código militar, defensa

pese a la cual el soldado fue condenado a la pena capital. Lamentablemente, un error suyo en el

escrito de apelación de la sentencia, que envió a Moscú –no indicó a cuál regimiento pertenecía el

soldado- dio lugar a que se vencieran los términos y la sentencia quedara en firme, aspecto que fue

causa de gran remordimiento para Tolstoi.

Tolstoi trató, a medida que transcurría los años, de asimilar cada vez más su vida a sus ideales: las

labores del campesino ruso, la vida sencilla y cercana a la naturaleza, buscando allí sus

explicaciones. Sin embargo, todo el tiempo tuvo desdoblamientos que lo hacían moverse entre

extremos:

1. Amor y odio hacia su esposa durante toda su vida. “La historia del matrimonio de Tolstoi es

una de las más tristes de este mundo”. Intercambiaron odios, los suprimieron, los revivieron

y los acrecentaron durante 48 años.

2. Un deseo inmenso de pervivir en la institución matrimonial y una crítica total, demoledora, de

la misma.

3. Aristócrata vs seguidor de los campesinos y de sus formas de vida.

4. Una moral ascética vs su tendencia a la vida sensual.

5. Propietario celoso vs detractor de la propiedad.

6. Eslavófilo ardiente vs pacifista occidentalista.

7. Artista que reniega del arte.

8. Cazador vs protector de los animales.

9. Comensal de buen apetito y a la vez vegetariano.

Por eso “Tolstoi no era tanto un hombre como una colección de hombres, duplicados, cada uno de

ellos guiado por una enorme energía e impulsado instintivamente hacia los extremos.”2 Y por esa

misma razón “Sonia no compartía el destino de un hombre sino el de diez o veinte, todos ellos

enemigos jurados entre sí…”,3

Tener tantos desdoblamientos y habitar en múltiples seres fue, a no dudarlo, lo que proveyó a Tolstoi

de su gran capacidad para crear personajes, de ser capaz de meterse en la piel de muchos hombres,

porque él mismo era muchos hombres4, sin que en cada escena pueda uno saber de qué lado se

encuentra.

2 V. S. Prichett, El Viaje Literario, página 329.

3 Henry Troyat, Biografía de León Tolstoi. Citado por V. S. Prichett. Ibid. Página 330. El pasaje completo

dice: eso “Sonia no compartía el destino de un hombre sino el de diez o veinte, todos ellos enemigos

jurados entre sí…”, aristócrata celoso de sus prerrogativas y amigo de las personas en hábitos de

campesino, eslavófilo ardiente y pacifista occidentalizante al mismo tiempo; denunciador de la

propiedad privada y señor preocupado por agrandar sus dominios 3 ; cazador y al mismo tiempo

protector de los animales; comensal de buen apetito y a la vez vegetariano; creyente ortodoxo como un

campesino e iracundo demoledor de iglesias; que a la vez se mofa despectivamente del arte;

sensualista y asceta….”

4 Ibid. Página 333.

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Por eso, para Sonia su esposa: “Cuarenta y ocho años he vivido con León Nicolaievitch y no he

llegado a comprender qué clase de hombre era.”

2. CONTEXTO DE GUERRA Y PAZ.

Como señaló Estanislao Zuleta5, Rusia ha sido un país de grandes y violentos contrastes, donde –

siglo XIX- a la vez imperaba la autocracia y surgían vientos de revolución (i)6, había un cuerpo social

muy establecido pero a la vez inseguridad en el futuro (ii), grandes diferencias sociales entre la

aristocracia y la servidumbre (iii), una minoría intelectual (grandes científicos como Mendeleiev,

Pavlov, Levedev) vs una gran mayoría analfabeta (iv)7.

En ese ambiente es que surgen precisamente los grandes novelistas, hombres que quieren describir

el mundo y sus manifestaciones en su deseo por una nueva humanidad.

Inicialmente, el autor –quien tomó de Proudhon el nombre de la novela- pensó en escribir la historia

de los decembristas, militares insurreccionados en diciembre de 1825. Fueron “Los primeros

revolucionarios rusos, oficiales de la guardia, nobles, idealistas sinceros”. Estos hombres

participaron en las campañas contra Napoleón y adquirieron ideas liberales con las tropas de

ocupación francesas. Todo ello los hacía simpáticos a sus ojos, además de ser los abanderados de

terminar la institución de la servidumbre.

Al adentrarse en el análisis de la época (1825), Tolstoi se dio cuenta de que su obra sólo sería

completa si describía no solamente lo ocurrido a los decembristas, también los hechos que forjaron

sus ideas –las guerras de liberación de 1812 a 1814, con su centro en Borodino8-, y luego, también,

la guerra desastrosa de 1805 (Austerlitz9), a fin de hacer un mosaico integral. Fueron muchas las

obras que estudió Tolstoi, muchos los sobrevivientes con quienes habló y muchos los recorridos a

los lugares donde se desarrollaron los hechos, de modo que fue así como descubrió esa enorme

veta que nadie había visto antes, origen de esa epopeya10 denominada Guerra y Paz.

5 Estanislao Zuleta, Tolstoi Fenómeno Ruso.

6 Precisamente fue la revolución decembrista la que dio la idea a Tolstoi para crear Guerra y Paz.

7 83% de la población era analfabeta.

8 La principal guerra, la que proclamaron ganar los franceses porque les permitió tomar Moscú, la

misma que proclamaron los rusos haber ganado, por cuanto la toma de Moscú fue el comienzo del fin

de los franceses.

9 La guerra de los tres emperadores (estuvieron presentes Alejandro I de Rusia, Francisco II de Austria

y Napoleón de Francia) y fue ganada por los franceses.

10 Se indica epopeya en el sentido de lo grande, pero se sabe que es una novela. Luckas: la novela es

la misma epopeya pero sin héroes. Citado por Henry Troyat en Biografía de Tolstoi.

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3. LA NOVELA Y SUS PERSONAJES.

La novela tiene como trama de fondo la vida social, cotidiana, de la primera parte del siglo XIX, al

trasluz de las denominadas guerras napoleónicas, principalmente las de 1805, Austerlitz (diciembre

2), y las del período que va entre 1812-1814, especialmente la de Borodino (agosto 26 de 1812).

Aunque son cerca de 600 los personajes de la novela, tiene como protagonistas tres familias,

compuestas así:

1. Familia Bolkonski 2. Familia Rostov 3. Familia Bezukoff

Ascendiente

Príncipe Nicolás Bolkonski Conde Ilya Rostov Conde Kiril Bezukoff

Hijos

Andrei – María o Machenka Nicolás – Petia – Vera –

Natasha

Pierre

Andrei (quien tiene un hijo de igual nombre) es ayudante de cámara del generalísimo Kutuzov, a

quien el zar nombra como jefe del ejército.

Pierre es amigo de Kutuzov y del soldado campesino Platón Karataiev. Pierre destaca por ser un

hombre que da tumbos espirituales y prodigiosos, desde su condición de flaneur (hombre de mundo)

al de místico.

Destaca también el general Kutuzov, militar antiheroico, socio impasible del destino en lo que a la

guerra se refiere. Su grandeza consistió en entender la fuerza y dirección de los acontecimientos y

remar a favor de la corriente.

Platón Karataiev es un filósofo de la vida. Un panteísta entrañable, apóstol de la providencia y la

sencillez. Para él nuestra felicidad es como el agua en la red del pescador, cuando se echa está llena

y cuando se levanta no hay nada más que eso.11 La felicidad no es alegre (Maupassant, Max Ophüls,

Tolstoi).

Y todos estos personajes van entretejiendo una miríada de experiencias sobre el amor, la guerra, el

heroísmo, la sabiduría, la vileza, el odio, la generosidad, la soledad, de modo que pareciera que nada

le falta, ni siquiera en lo que tiene de aventura, como aventura del pueblo ruso enfrentado a su

invasor francés.

Nos cuenta las disquisiciones vitales de Pierre en torno a lo bueno, lo malo, lo que debemos amar u

odiar, qué es la vida y qué es la muerte.

11 Fernando Bayón, Filosofía y Leyenda. Anthropos. Página 48

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Y más allá también, es esta novela una prolongada reflexión sobre el poder y sobre la historia. Para

Tolstoi la historia es un intento sistemático de responder preguntas no existentes, mientras deja

fuera de ella todos los problemas reales: la historia se asemeja a un sordo que contesta las

preguntas que nadie le dirige.12

Y sobre el poder: si el poder es la relación de dependencia entre la manifestación de voluntad de

alguien y la ejecución de esa voluntad por otros: ¿En qué consiste? ¿Cómo se expresa de cara a las

causas y fuerzas de la historia? ¿Quién gobierna? ¿En qué órdenes se construye, ejerce y padece?

El poder no es un razonamiento abstracto sino un hecho concreto; es una noción de dominio

proyectada desde un espacio contingente, dinámico –no estable- e imprevisible; el entorno que

procura la justificación de poder es tan mudable y complicado, presionado desde horizontes tan

complejos y condicionado desde frente tan contrarios, que no puede ser objeto de ciencia ni teoría.

“La guerra es la imagen por excelencia del contorno agonístico, del fondo pasional y acientífico del

poder.”13

Las grandes obras de Tolstoi son inacabadas. “Guerra y Paz incluye todo un grupo de novelas, una

obra de historia (1), de enseñanzas filosóficas (2) y un tratado sobre la naturaleza de la guerra (3).

Al final, las presiones liberadas de la vida imaginada y la dinámica del material son tan poderosas,

que Guerra y Paz desemboca en un epílogo que es el principio de una nueva novela, en un segundo

epílogo donde Tolstoi busca sistematizar su filosofía de la historia, y en un apéndice que es como el

prefacio de una autobiografía.”14

“Las obras de arte encierran creencias y mitos en sus formas exteriores. Las mitologías son las

formas que tratamos de imponer, a través de la voluntad o el deseo o en la sombra de nuestros

temores, al caos de la experiencia, de otro modo incontrolable. En Guerra y Paz encontramos un

conflicto de mitologías: una voz proclama el mito de la historia impersonal e incontrolable, la otra,

con su cadencia homérica, invoca una mitología clásica, heroica, del valor personal y del impacto de

los individuos en el curso de los acontecimientos.”15

Como se sabe, los personajes de las novelas de nuestro autor son elementos trascendentes en su

construcción. Por ello debemos señalar que, según Tolstoi: “Debo ser capaz de juzgar a las gentes

con exactitud puesto que me esfuerzo por describirlas.” Lo que da tanta vida a los personajes de la

novela es:

01. Que están definidos uno respecto del otro, perfectamente diferenciados. Era tal el esfuerzo en

describir a sus personajes de manera precisa, que habiendo pedido al pintor Bachilov que los

dibujara para la edición de Guerra y Paz, le solicitó que corrigiera sus pinturas en tales o cuales

rasgos de su fisonomía, puesto que, como escritor, los conocía muy bien: “¿No se le podría poner

más pecho a Elena? (la belleza de sus formas es su principal característica).” “El rostro de Pierre

12 Isaiah Berlín, Pensadores rusos. Página 447

13 Fernando Bayón, Filosofía y Leyenda. Páginas 29-30.

14 George Steiner, Tolstoi o Dostoievski.

15 Ibid. Página 238, 240.

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está muy logrado pero habría que conferir a su frente una apariencia más filosófica por el agregado

de una arruga o de dos pliegues sobre las cejas.” “El príncipe Andrei es demasiado alto y no lo

suficientemente displicente, desdeñoso, graciosamente abandonado en sus actitudes.”16

“La auténtica revelación del genio tolstoiano fue la representación de algunos estados síquicos

comunes: las escenas bélicas, populares y familiares. Lo más importante en ellas es la sección

psicológica de la vida en general, ya que la representación de la vida en general es la representación

de los procesos, y los procesos presuponen la fluidez de la conciencia.”17

02. Que no son petrificados por el autor, sino que tienen un carácter múltiple, dinámico, cambiante,

según el medio en que evolucionen, a partir de que los hombres no son determinados sino que son

buenos y malos a la vez, tontos e inteligentes, etc.18

Por eso Tolstoi fija el carácter de sus personajes de manera móvil y cambiante, pero reconocible.

03. Los gestos de los personajes resuenan de manera diferente en las conciencias, todo obedece a

la ley de la relatividad. Incluso en el diálogo, cada personaje tiene el lenguaje correspondiente a su

condición social, a su temperamento, a sus amistades, a su edad. 19

04. Antes de Tolstoi los personajes cumplían en la novela una función específica, en cambio para él

cada personaje es universal y, a su manera, tiene varias funciones, lo que crea la poderosa ilusión

de autenticidad que poseen.20

05. Los personajes tienen distintos niveles de conciencia, desarrollando diferentes procesos (como

Karenin, esposo de Anna Karenina, que se oculta a sí mismo lo que pasa, él no piensa, aunque sabe

que es engañado). 21

06. Tolstoi emplea el monólogo interior como herramienta, en la medida en que esta puede fijarse a

través de la palabra. “La representación del fluir de la conciencia indivisible y a la vez intermitente,

fue de hecho creada por primera vez por Tolstoi.” El monólogo interior es lógico (el hombre se analiza

a sí mismo, según fórmulas articuladas de los sentimientos del héroe) e ilógico (investiga los

procesos del discurso interior en los estados de duermevela, delirio, sueño, etc.)22

07 “Las tramas entrelazadas y paralelas de una novela tolstoiana necesitan una inmensa serie de

personajes, muchos de los cuales son puntales menores y momentáneos. Y, sin embargo, hasta las

más ínfimas partes, tienen una inmensa humanidad. Es difícil olvidar a cualquiera de los personajes

16 Henry Troyat, Biografia de Tolstoi, tomo II, página 85.

17 León Tolstoi: La dialéctica del alma. Marina Kusmina y otros. Universidad Nacional. Páginas 23.

18 Idem. Página 23-24.

19 Biografía. Ibid. Página 107-108, 116.

20 León Tolstoi: la dialéctica… página 23.

21 Ídem. Página 31.

22 Filosofía y Leyenda. Página 34.

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que se amontonan en Guerra y Paz. Tolstoi nunca menciona a un ser humano anónimo o aislado.

Cada personaje, aunque sea insignificante, tiene la nobleza de un pasado. El arte de Tolstoi es

humanístico. Da a cada personaje un nombre y cuenta algo de su forma de su vida, con lo cual cobra

un lugar. Es parte de su grandeza.”23

08. Y, no obstante la multitud de personajes, tampoco encontramos en la novela un héroe desfilar

por ella, pues es lo humano el centro de la narración. A modo de ejemplo, en la novela no se narra

la muerte de alguien, entendida simplemente como un hecho individual, sino la muerte misma, lo

que ella es para el ser humano (aspecto luego afinado en La Muerte de Iván Ilich). Y en cuanto al

papel del héroe, la novela lo pone en entredicho, pues le queda muy lejana su misión mesiánica,

siendo los personajes más bien producto de marcadores ideológicos que permiten poner su papel

en cuestión, máxime que las historias transcurren al margen de los héroes y de los personajes

principales.

4. PARA TENER EN CUENTA.

1. “Guerra y Paz es un caso de especial complejidad.” “Las técnicas musicales y lingüísticas no

pueden compararse de una manera exacta. Pero ¿Cómo podría uno elucidar de otra manera el

sentimiento de que las novelas de Tolstoi surgen de algún principio interior de orden y de vitalidad,

mientras que las de escritores menos importantes parecen hilvanadas?”24 “El elemento homérico

era natural en Tolstoi, estaba enraizado en su propio genio.” 25 “Ciertos poetas son naturaleza

mientras que otros solo la buscan: Schiller, en este sentido, es naturaleza; entre él y el mundo natural

el lenguaje se levanta no como un espejo o un cristal de aumento sino como una ventana a través

de la cual toda la luz pasa y, sin embargo, es acopiada y recibe permanencia.”26

2. “Tolstoi emplea en sus grandes novelas el recurso técnico de la trama múltiple o el centro

dividido.” “Las tramas divididas de Tolstoi engendran tal densidad, y, con ella, el novelista comunica

una maravillosa ilusión de vida y realidad en todas sus animadas fricciones, suceden tantas cosas

en una novela tolstoiana, intervienen tantos personajes en tan variadas situaciones y durante tan

largos períodos de tiempo, que necesariamente se encuentran, se influyen unos a otros y

experimentan esas improbables colisiones que nos irritarían en un medio más limitado.”27

3. ¿Por qué escribió Tolstoi esta novela sobre el pasado? Aún respecto de su época, las guerras

napoleónicas estaban cubiertas por el polvo, un antiguo y glorioso pasado para los rusos, sin

ocuparse de asuntos actuales como la liberación de los siervos (i), la libertad de prensa (ii), la

reorganización del gobierno (iii), entre otros. Hay algo allí misterioso que hermana esta novela con

“José y sus hermanos”, de Thomas Mann, obra ésta que constituye una honda investigación en el

23 George Steiner, Tolstoi o Dostoievski. Páginas 109-110.

24 Ibid. Páginas 57, 78.

25 Ibid. Página 81.

26 Ibid. Página 83.

27 Ibid. Página 108-109.

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pasado28, pero pasado al fin y al cabo que ya todo el mundo conoce. Y lo singular radica en que José

y sus hermanos es una larga meditación sobre el presente, como nos enseña Estanislao Zuleta,

importancia del presente frente al peso aplastante de la historia, de lo que aspiramos a vivir cuando

realmente imaginamos que podremos vivir (no como el que aspira a ir al cielo para ser feliz, o el que

espera que cambie el gobierno, o el que desea jubilarse para comenzar su verdadera vida. En

conclusión de Estanislao Zuleta “Hay que aprender a amar aunque la historia no nos dé la razón”29

Y así como la historia bíblica de José y sus hermanos es conocida por todo el mundo, también las

guerras napoleónicas son bastante conocidas. Bastaría un click (antes decíamos bastaría ir a la

biblioteca) para informarnos de la historia de José o sobre las batallas de Austerlitz y Borodino,

seguramente aprenderíamos mucho más fácil y rápido, que leyendo ese inmenso, masivo legado de

Guerra y Paz.

Y entonces ¿por qué lo hacemos? ¿Para qué queremos leer esa vasta novela? ¿Para qué le

dedicaremos dos años de nuestra vida a las historias que podríamos conocer por otros medios, en

un buen rato como internautas?

Al igual que el José, en Guerra y Paz el “suspenso” no está puesto en los acontecimientos sino en su

significado. No leemos Guerra y Paz para saber qué pasó en la primera parte del siglo XIX ruso.

Tolstoi ha trastornado literalmente ese significado indicándonos que no debemos fiarnos del

acontecimiento sino de su significado, pues “Lo importante no es lo que vamos a ganar o perder en

el orden de los acontecimientos, que tengamos éxitos o fracasos, sino lo que cada uno significa para

nosotros” (Estanislao Zuleta).30

¿Será que esta alta lección es también aplicable a Guerra y Paz? ¿Demos poner atención más al

significado de los acontecimientos que a los mismos hechos? ¿Qué significados cobran en la novela

de Tolstoi esas guerras, esas vidas individuales y colectivas que se desenvuelven en ellas y que las

tienen como telón de fondo? ¿Qué significados pueden cobrar en el siglo XXI esos despliegues de la

sociedad, especialmente en una sociedad como la nuestra, que quiere pasar de la guerra a la paz?

¿Qué relación pueden tener esas guerras con nuestro club de lectura, que precisamente en buena

hora explora el asunto del poder, la sociedad y la vida cotidiana? ¿Qué quiso decir el autor? De

hecho, para Tolstoi, habrá quién llegue a conocer el “alto significado de esa novela”, el cual no se

perderá jamás.31

Y sin embargo “No es a causa de esas ideas generales que su obra estaba segura de durar, sino

que, a pesar de las consideraciones históricas, militares, filosóficas que se recargan, es un himno a

28 Tomas Mann destinó el dinero del premio nobel a investigar sobre la historia de José, en Egipto.

29 Conversación con Luis Antonio Restrepo, en Conversaciones con Estanislao. Página 21.

30 Ibid.

31 Henry Troyat, biografía, tomo II, página 100.

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la tierra y al hombre como no existe otro en la historia de la literatura universal.”32 “Tolstoi confiere

al conjunto de la novela la majestad de un segundo génesis.”33

5. COMENTARIOS DE AUTORES DESTACADOS.

“Leer Guerra y Paz se asemeja a mudarse a una nueva ciudad o a un nuevo trabajo donde no se

conoce a nadie. Al principio todo es confusión; no hay modo de relacionar nombres y caras. No

sabemos quién será importante para nosotros. Con frecuencia esos conocidos pierden relevancia

con el paso del tiempo y a la gente verdaderamente relevante solo la conocemos después o solo

más adelante nos damos cuenta de lo esenciales que son.” Charles Van Doren34.

“Rivalizaba con Dios. Como la deidad infundía su propia vida soplando en la boca de sus personajes.”

George Steiner35

“Uno se pregunta qué hubiera dicho Dios de haber observado a Tolstoi. Rezar, se ha rezado bastante,

aunque es difícil que esto pueda interesarle a Dios. Ya los acontecimientos hubiesen debido

preocuparlo. Tal vez Tolstoi hubiese despertado sus celos, tal vez lo hubiera aceptado como

hermano.” Elías Canetti, Apuntes.

“Tiene relaciones muy sospechosas con Dios; a veces me recuerdan las de dos osos en un mismo

cubil.” Máximo Gorki.

“Dios no se hubiera sentido cómodo con el conde Tolstoi.” Harold Bloom.

En conclusión, así como no aceptaríamos de un adivino saber quién va a ser crucial en nuestras

vidas o en nuestro futuro, qué acontecimientos nos determinarán, también queremos esperar que

ello ocurra con Guerra y Paz, tal como debe ocurrir la vida, al paso con el tiempo, con las

herramientas que cada día la vida nos da para aprehenderla, y ello mucho más si se trata de un

universo que no podremos nunca descifrar completamente, pero del cual podremos descubrir

muchas constelaciones, en tanto hagamos una lectura atenta. Así que dejémonos sorprender por

esta vasta obra.

Una buena lectura de Guerra y Paz será para cada uno una experiencia única e irrepetible, como la

muerte.

PABLO VÁSQUEZ

MIEMBRO CORPOZULETA, PARTICIPANTE DEL CLUB DE LECTURA “SOCIEDAD, PODER Y VIDA COTIDIANA”

32 Ibid. Página 113.

33 Ibid. Página 116.

34 Breve Historia del Leer. Página 409-410.

35 George Steiner. T. o D. página 274.

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Club de lectura “Sociedad, poder, y vida cotidiana”

Ciclo: Guerra y paz de León Tolstoi

Primera parte – Febrero 25 de 2016

Mambrú se fue a la guerra,

qué dolor, qué dolor, qué pena,

Mambrú se fue a la guerra,

no sé cuándo vendrá.

Desde el momento mismo de la introducción a esta sesión se respiraba en el aire un

sentimiento común: finalmente hemos podido abordar la obra de Tolstoi, y como la cara de

un chiquillo, que logra meter el dedo en la torta del festejo, no son pocas las sonrisas de

satisfacción que se podían apreciar en nuestro salón, ¿muy poco aristocrático?,

posiblemente, pero lleno de pasión y calor humano, distante de la frivolidad de los salones

rusos que narra la historia.

Variadas fueron las voces, y las apreciaciones, de la capacidad narrativa del escritor ruso. La

forma en que logra generar grandes contrastes en la obra, con súbitos cambios de

escenarios, que nos permite rastrear posiciones antagónicas y esas contradicciones que tan

frecuentemente se dan en una sociedad; la manera de detenerse en detalles y darnos una

clara idea de cosas tan ajenas a nuestra realidad, por ejemplo, toda esa formalidad de la

aristocracia, las lógicas detrás de esa imagen que se debe mantener, la actitud de los

sirvientes, la forma de anunciarse, de comportarse en un salón, etc. Pero, sin duda, lo que

más destacó entre los lectores fue la manera como Tolstói describe a sus personajes, desde

su carácter, hasta mínimos rasgos físicos, ofreciéndonos una primera impresión de ellos y

mostrándonos el poder que puede tener en el otro una expresión, o una presencia.

El autor ruso también comprende que la mirada a una sociedad no se puede limitar a lo

macro, o a lo micro, que es necesario hacer el recorrido en doble vía: de la complejidad de lo

social a lo concreto de cotidianidades particulares, y que ese detenerse en los detalles, en

esas pequeñas angustias de cada cual es tan importante como esa mirada a un todo, en este

caso, a la gran angustia común que es la guerra. La obra de Tolstoi revela que en él habita

una concepción fuerte y compleja de política y reconoce que elementos tan trascendentales

como el poder están en juego desde esos íntimos inicios del amor joven, o en canciones

infantiles, que de pequeños repetimos sin una comprensión total de los que alegremente

recitamos, pero que ayudan a naturalizar formas de lo humano, como la muerte y el horror.

También vale la pena recordar la propuesta que nos llega de la moderación para la discusión

colectiva, resumida en el enunciado La alta sociedad rusa abre caminos para la guerra. Esta

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propuesta fue recogida en comentarios que se preguntaban, cómo se está leyendo la guerra

en la aristocracia y qué tan claro la tienen, pues parece ser que todos se han hecho a una

opinión general, reconocen y saben que se ha declarado formalmente la guerra, pero no hay

un entendimiento de lo que realmente se está poniendo en juego para ellos y ellas. ¿Cuál es

realmente la posición de la aristocracia rusa frente a Napoleón? pregunta una asistente,

confundida por el hecho de que se use tan naturalmente el francés en los salones de Moscú

y San Petersburgo, en momentos en que el avance del ejército francés es una inminente

amenaza para la madre patria rusa

Y, por supuesto, era de esperarse que el tema de la guerra fuera protagonista de las

discusiones alrededor de una obra que le da un lugar protagónico en su título.

¿Para qué la guerra?, ¿por qué se cree que es normal solucionar algo por medio de ella?,

¿acaso no existen otras formas en que la humanidad pueda dar trámite a ciertos asuntos?

Es desconcertante el poder movilizador del conflicto bélico, un ejemplo de esto es la posición

de Andreí, que aunque dice no saber exactamente por qué va a la guerra, si parece buscar

en ella un sentido para el sinsentido de una vida apostada a una monótona existencia, donde

el confort, el lujo y la extravagancia actúan como anestesiantes frente a la gran aventura que

puede ser el vivir. Pero él no es el único, son muchos los jóvenes entusiastas que marchan

hacia la guerra, un río de cuerpos, mentes e ideas que probablemente terminará

desembocando en ese horrible océano rojo que es el campo de batalla. Difícil es, para

algunos de nosotros, entender como unos compromisos imaginarios con la patria, llevan a

muchos a renunciar a otros caminos, otras posibilidades, otros mundos y a la vida misma.

¿Será que esa vocación militar -mencionada en alguna de las intervenciones-, ese marchar

hacia la destrucción y la muerte, es un llamado tan fuerte como el espíritu creador de quien

se reconoce artista? Y qué decir de lo fácil que naturalizamos las cosas. En los salones rusos

la guerra es tema obligado, es decir, se ha vuelto algo cotidiano. Lo mismo se puede decir de

nuestro país, un lugar donde guerra y muerte se han vuelto el aderezo infaltable de cada

comida. Así pues, la incapacidad que tiene Pierre de relacionarse con su moribundo padre es

nuestra incapacidad colectiva de relacionarnos con la mortalidad que exige nuestro cuerpo;

un reflejo, quizás, de nuestra propia sociedad y ese desinterés de pensar y afrontar el fin

último: la muerte, esa palabra que se nos volvió aterradoramente cotidiana.

Pero no todo en esta novela es trágico, oscuro y triste. Los besos de jóvenes parejas en el

relato nos recuerdan que en el mismo instante, y en lugares lejanos, balas y besos vuelan por

los aires, atravesando la piel y adentrándose en lo más hondo de otros. Una manera de

darnos cuenta que la guerra y el amor en algo se parecen: nos transforman, pues no somos

los mismos después de afrontar cualquiera de los dos.

También está la belleza de las mujeres de Guerra y paz. Esas estrategas de los salones,

poseedoras de poderes muy propios, desde la capacidad de pensar lo político, de influir, de

portar una belleza, de insistir y persistir, o de aprovechar juventud e infancia para el

entretenimiento propio; estas mujeres reconocen que pueden influenciar a otros, en especial

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a esos hombres que van a batallar: sus hijos, maridos, novios o amantes. Sin embargo, no se

puede negar que la obra no escapa a su propio tiempo y se puede reconocer que hombres y

mujeres asumen unos roles de género muy específicos, de esta manera, en general, las

mujeres siguen ligadas a un entorno doméstico y los hombres apostados a una vida más

pública.

Finalmente mencionar a esos dos hombres que acapararon la atención de varios: Andrei y

Pierre, especialmente en la relación de cada uno con su padre y la relación entre ellos: dos

jóvenes que sostienen algo en común: una búsqueda de sentido para sus vidas. Pero es Pierre

quien, con su actitud, logra sobresalir un poco más. Él no se adapta a las formas

aristocráticas, no se sabe comportar “debidamente” y frecuentemente se deja llevar por sus

propias pasiones, en síntesis, es un hombre que se deja ver más real que muchos de los que

le rodean. Son muchas las inquietudes que nos deja su comportamiento, esa aparente

inocencia y la vida tan liberal que lleva. Sensato sería, entonces, acogernos aquí a un llamado

que hace nuestro moderador: vamos con paciencia por la novela… ¿Qué sabemos realmente

de los personajes que nos han presentado?, ¿qué es lo que realmente nos han descrito, nos

han narrado?. No olvidemos que tanto ellos como nosotros somos relatos en permanente

construcción; en otras palabras, es necesario reconocer lo que hemos sido y lo que somos,

pero tan importante como esto es entender las posibilidades de lo que podemos ser.

Tosltoi nos ofrece una palabra fuerte y compleja, llena de posibilidades; es nuestro reto el

tejer colectivamente interpretaciones inéditas, que nos lleven a nuevas comprensiones de su

obra, del mundo y de nosotros mismos.

ÁLVARO ESTRADA

RESPONSABLE DE LA MEMORIA

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Club de lectura “Sociedad, poder, y vida cotidiana”

Ciclo: Guerra… ah, sí, y paz de León Tolstoi

Segunda parte – Marzo 31 de 2016

Por favor sepan disculpar ese pequeño lapsus, pero es entendible si, luego de leer este

segundo libro, uno pueda llegar a olvidar que existe ese segundo referente en la novela: “y

paz”.

Como fue indicado atinadamente, Tolstoi, con esa pluma tan potente como los cañones de

Tushin, nos uniforma, nos pone un arma en la mano y nos ubica cara a cara con una manada

de hombres a los que le ha sido ordenado asesinarnos. En otras palabras, el autor ruso nos

conduce, por medio de una narración tensa e intensa, a ese lugar tan extraño para muchos

de nosotros, el campo de batalla. Allí, bajo la majestuosidad brindada por un hermoso día,

poco a poco se comienza a gestar el coreográfico baile de la muerte.

Pronto se traza la línea, esa línea, la que separa la nobleza del horror, al amigo del enemigo

y la vida de la muerte. Osar traspasarla es acercarse cada vez más al abrazo de la soledad

completa, esa sonriente damisela a la que tanto le huimos, pero que siempre llega a tiempo

a la inevitable cita que todos tenemos con ella.

Es así como inicia el delirio de la guerra. Comienzan las bajas, la confusión rápidamente se

apodera de muchos, y se vuelve difícil seguir el fragor de la batalla. Pasamos de la guerra en

abstracto, lejana e inofensiva, al drama, el sinsentido, la incertidumbre y el caos que es el

frente de batalla ruso -aunque lo mismo deberá ocurrir en el otro bando, señala en un corto

comunicado nuestro ausente moderador-. El temor se hace carne, los imaginarios del

combate se transforman y la crudeza de la novela nos recuerda algo poco grato: que la guerra

es real.

El enunciado La guerra abre los caminos hacia otra humanidad, una provocadora propuesta

de discusión para la noche, apunta a otra verdad no menos inquietante: la guerra es humana,

muy humana. Es un acto único de nuestra especie, nos recuerdan, pues, los animales no van

a la guerra; y si esto es así, entonces vale preguntarnos, ¿qué es lo humano de la guerra?

De la misma manera que las balas zumbaban a pocos centímetros de las cabezas de los

soldados, una oleada de preguntas fueron lanzadas desde los diferentes frentes de este

campo de batalla del pensamiento que llamamos Club de Lectura: Sociedad, poder y vida

cotidiana. ¿Por qué insistimos en la guerra?, ¿cuál es el sentido de la vida de esos hombres

que encaran un altísimo riesgo de morir?, ¿de dónde salen las fuerzas para no paralizarse en

medio de la batalla, o lo contrario, por qué se congela aquel que se creía el más valiente de

todos? ¿Quién gana, quién pierde?, ¿por qué es tan seductor para muchos hombres los

grupos armados, sean estos legales o ilegales? ¿Por qué es una fiesta el ir a un lugar a morir?

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(Ésta última pregunta hace referencia a esa frase de Estanislao Zuleta que sentencia: la

guerra es una fiesta, y la novela rusa nos va mostrando que es muy acertado el pensador

colombiano en eso que dice.)

Una pregunta insiste en hacer presencia en la conversación: ¿qué hace que unos hombres

se movilicen conscientemente hacia su enemigo, reconociendo que van a su destrucción?

El campo de batalla parece ser ese lugar donde dos masas de humanos que se enfrentan

están dispuestos de llegar a los últimos límites, sin embargo, también es necesario reconocer

que más allá del actuar de la masa, están en juego subjetividades, y es importante indagar

por esas soledades dentro de la muchedumbre que encuentran en la guerra una posibilidad

de ser. O como lo resalto un ávido lector, la guerra cambia la mirada de alguien, cambia a la

persona; ejemplos de esto son el príncipe Andrei, que no termina de entender la burocracia,

ni las diplomacias del conflicto, o el mismo Rostov, ese joven que marcha feliz hacía al

combate, sólo para caer en la desolación de la guerra.

Para hablar de algo más allá de la guerra, tenemos que ahondar en ella, entender por qué

ocurre, cuál es ese anhelo de ir al frente de batalla, reconocer posiciones que pueden ser

tan extrañas y contrarias a las propias, que dificultan el entendimiento de actitudes que, por

ejemplo, encuentran un goce macabro en el matar, en acabar con la vida de otro. También

es importante reconocer otras razones para marchar para uno u otro ejército. Están esas

contradictorias posiciones frente a la guerra, que defienden la postura del hacer la guerra

para lograr la paz. Esta posibilidad de acabar con el conflicto borrando totalmente al otro, ha

resultado bastante popular a través de la historia. No podemos olvidar tampoco esos ideales

de patriotismo, e inclusive de inmortalidad y de heroísmo, qué resultan tan atractivos para

jóvenes que buscan de alguna manera dejar una marca en el mundo, como ya lo hiciera el

propio Napoleón. Mas, no siempre son claras las causas que dan inicio a una guerra, o las

razones propias para avalarla, o rechazarla.

Un aspecto crucial que se resaltó en la conversación fue ese de la vida cotidiana. Es

importante reconocer la manera como se va volviendo rutinaria la relación entre lo militar y

lo civil, donde la frontera del campo de batalla -lugar que sigue siendo tan extraño para

muchos de nosotros a pesar de vivir en un país combatiente- se difumina tanto que muchas

veces no sabemos si transitamos calles o trincheras.

No podemos naturalizar la guerra, de la misma forma en que no podemos naturalizar la paz.

Ambas son el resultado de cómo construimos vínculos sociales y qué lugar damos al conflicto

que siempre resultará de relacionarnos con otros.

“Le encuentro mucho sentido a leer en este momento Guerra y paz” nos decía una asistente

al club; una postura similar nos dice que hablar de guerra es hablar de la Colombia de hoy;

pero también, que hablar hoy de guerra en Colombia es la posibilidad de construir una paz.

Hay que llevarle preguntas duras a la guerra, darle una voz a las víctimas, pero también es

importante escuchar y tratar de entender la postura de los victimarios; no podemos caer en

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la tentación de deshumanizarlos, pues sería negar un rasgo fundamental, ya mencionado

sobre la guerra: que ésta no está fuera del ser, al contrario, es una de las posibles expresiones

de su propia humanidad.

Muchos fueron los comentarios, los aportes, las posturas y las ideas que fluyeron en esta

nutrida sesión del Club, lo que dificulta recogerlas todas en un par de páginas, por eso para

terminar, simplemente enunciar algunos de los comentarios que se mencionaron y que de

una u otra manera, están relacionados con la discusión general. Comenzar de nuevo por

Tolstoi y la manera como logra hacer relevante una guerra del pasado para pensar nuestro

presente y dejarnos la pregunta de qué tanto han cambiado los conflictos en estos dos

últimos siglos. Ideales de patriotismo y heroísmo siguen llamando a nuestros jóvenes a las

filas de esos colectivos de la muerte. Siguen presentes los rituales del destrozo del cuerpo

del otro como forma de dominación. Las condecoraciones no han cambiado mucho en forma,

aunque sí en sentido, y si antes se buscaba el ascenso social a través de algún título, hoy se

busca a través de la ganancia financiera que posibilita el conflicto bélico, lo que lleva a este

relator a preguntarse: en un mundo donde la crisis parece ser la norma, ¿cuándo será que la

industria de la guerra entra en una?

ÁLVARO ESTRADA

RESPONSABLE DE LA MEMORIA

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Club de lectura “Sociedad, poder, y vida cotidiana”

Ciclo: Guerra y paz de León Tolstoi

Tercera parte – Abril 28 de 2016

Y como en el reloj, cuyo complicado movimiento de incontables ruedas y ejes no produce

más que el deslizamiento imperceptible y regular de la aguja que indica el tiempo, el

resultado de todos los complicados movimientos humanos de aquellos ciento sesenta mil

rusos y franceses —con todas sus pasiones, deseos, arrepentimientos, humillaciones,

sufrimientos, exaltaciones de orgullo, de miedo y entusiasmo vino a ser tan sólo la pérdida

de la batalla de Austerlitz, llamada la batalla de los tres Emperadores: es decir, un lento

desplazamiento de la aguja de la historia universal sobre la esfera de la historia de la

humanidad.

Con la metáfora del reloj, y toda la complejidad de sus mecanismos, Tolstoi nos ofrece una

viva imagen del trasfondo de la guerra: la lenta marcha de las jóvenes almas rusas y

francesas hacía el campo de batalla, no es más que el resultado de movimientos que

empezaron hace ya un buen tiempo, en lejanas latitudes, por élites que, sí o sí, buscan

provecho del encuentro de estos grandiosos ejércitos.

¿Entonces quiénes, finalmente, deciden sobre la vida de miles? ¿Han sido los jóvenes

militares, que han logrado convencer con sus argumentos al emperador, a pesar de la

resistencia de más experimentados generales, de la contundente victoria rusa? Esta pregunta

no es para nada menor, pues no olvidemos que Austerlitz fue una colosal batalla, donde las

cifras de heridos y muertos, que resultaron de un simple movimiento de la manecilla del reloj,

equivalen a los que han dejado décadas de enfrentamientos en campos más cercanos.

De esta manera se va introduciendo la pregunta por el destino.

Existen tres personajes en este fragmento de la novela que bien ejemplifican la manera en

que un destino parece irse definiendo más allá de los propios deseos, como si no existiera

incidencia alguna en lo que les está pasando. Los dos primeros son el príncipe Andreí y

Rostov, dos hombres empujados a la acción por ese cegador deseo de gloria, al que hacen

referencia constantemente; y más allá de las sutiles diferencias, pues el camino a esa gloria

para Andreí es el reconocimiento general de sus pares como una gran militar, mientras que

Rostov lo busca en el reconocimiento recibido de su gran amor: el emperador Alejandro I; más

allá de esta diferencia, el efecto es el mismo, un andar hacia la fatalidad, un deseo de

marchar hasta la muerte, si es necesario, como la manera de afirmar la grandeza de sus

actos y conquistar eternamente el honor.

Antes de pasar al tercer personaje, decir algo más sobre ese extraño enamoramiento de los

soldados con su gran líder. El joven emperador parece encarnar todas las cualidades de un

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héroe, por lo menos a primera vista: el honor, la nobleza, la valentía, el poder, la gloria, el

éxito y el reconocimiento por parte de otros, en pocas palabras, es el ideal del hombre ruso,

todo lo que sus soldados quisieran ser y no son. De esta manera la guerra se vuelve esa

máquina arrasadora de voluntades singulares y las convierte en la gran voluntad de la madre

Rusia; esa voluntad patriótica, irracional e imaginaria, que exige de cada uno de sus súbditos

un sacrificio total. Y esa voluntad divina la representa un muy joven y muy humano Alejandro.

Sin embargo, como suele pasar con toda forma del amor totalizante, poco lugar hay para la

falta, así que las vacilaciones del zar generan confusión y malestar en Rostov, y otros más, lo

que en un campo de batalla suele traducirse en una abundante cosecha de cadáveres.

Sosteniendo la pregunta por lo que determina nuestras vidas, podemos afirmar que la

metáfora del reloj también es aplicable a la vida aristocrática. Mientras las más jóvenes

generaciones juegan, cantan, bailan, coquetean, se enamoran y sufren, sus padres y madres,

condes y condesas, príncipes y princesas planean fríamente los casamientos que permitirán

cómodos futuros, o el prolongamiento de familiares apellidos, conocidos y adulados por

muchos en estos cerrados círculos sociales; atributos como riquezas, tierras y títulos hacen

contrapeso a otros, como la belleza, la inteligencia, el carisma y el carácter. Interesante

destacar cómo en este mercado, los sentimientos poco o nada valen y la hipocresía casi

siempre es bien recompensada.

Es en estos círculos, precisamente, donde encontramos a nuestro tercer personaje, Pierre,

ese joven cuyo destino también parece ser decidido por otros. El joven Conde es

comprometido a casarse por la indecisión de sus propias palabras, que surge del drama

interno que vive actualmente, ¿ser honesto a sí mismo u obedecer ese deber ser que le llama

a convertirse en ese noble hombre de familia?, una exigencia que le hace un antiguo y

poderoso apellido que apenas recientemente ha llegado a aceptar como propio. Es de esta

manera que un matrimonio se puede gestar totalmente al margen de los implicados, inclusive

cuando ellos mismos son los invitados de honor.

En esta ocasión los tres grandes significantes que titulan nuestro club de lectura: sociedad,

poder y vida cotidiana hicieron presencia en la sesión, pero sin duda, el gran protagonista de

la noche fue el poder.

¿Qué tanto incide el poder en una vida? En apariencia, una pregunta simple, con una simple

respuesta: mucho. Pero si de simplezas se tratara, no estaríamos aquí reunidos para

compartir una grandiosa obra como esta, que logra desbordar nuestros sentidos. Y de la

misma manera en que nuestras solitarias lecturas se unen con otras para construir una gran

lectura colectiva, pensar el lugar que cobra el poder en la vida se complejiza desde todas las

miradas que se enuncian al respecto.

Para comenzar, se nos recuerda que los capítulos conversados durante la sesión llevarán a

quien los lea a la gran batalla, pero inician con un hombre en movimientos estratégicos para

casar a sus hijos y colocarlos en “buenas posiciones”. Esto nos muestra cómo los vínculos

matrimoniales de la aristocracia sirven para organizar los poderes en la alta sociedad. Lo que

nos lleva a preguntarnos hoy en día, por qué y para qué nos casamos, y que lugar cobra el

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poder en las formas modernas del matrimonio. ¿Es realmente el amor lo que cementa el

vínculo de dos, o existen poderes externos que se benefician de esta forma de construcción

de tejido social?

La posición social también genera relaciones de poder que, como vemos en la novela, se

sostienen inclusive en circunstancias extraordinarias, por ejemplo, el campo de batalla,

donde es muy claro el contraste entre las condiciones cotidianas del ejército raso y la de los

generales; o en los esfuerzos de algunos para que sus actitudes heroicas no pasen

desapercibidas por sus superiores, siempre con la esperanza de recibir alguna condecoración

o título que se pueda añadir a sus insignificantes apellidos.

También se propusieron dos formas pasivas de enfrentar el poder: por obligación y por amor.

El caso de Pierre es muy diciente de cómo se llega al poder por obligación. En los planes del

joven no estaba convertirse en uno de los más poderosos condes de Rusia, inclusive era

reconocido por otros como un hombre que no pertenecía a los grandes salones de la nobleza,

era torpe y honesto, dos peligrosas cualidades para cualquier Conde. ¿Qué va a hacer este

joven con tanto poder?, es esta una pregunta que viene de sesiones pasadas y que

seguramente volverá en otros momentos del Club, pues su apellido le llevó a convertirse en

un ser cuyas decisiones pueden impactar a muchas personas.

La otra forma de acceder pasivamente al poder es por amor. En este caso ese amor ya

mencionado de los soldados por su emperador, el Zar Alejandro I, una figura concentradora

del poder que surge de cierto sentimiento patriótico que muchos sienten y que los lleva a

tomar fila detrás de él.

Otro elemento que se ofrece para la reflexión del lugar de poder que tienen los líderes es esa

tendencia a ser rebaño, mencionada por Estanislao Zuleta en algunos de sus textos, es decir,

de querer poseer una doctrina que dé cuenta de todo lo que nos aqueja, que responda a

todas nuestras preguntas y angustias.

Pero así como existen esos seres cuyas acciones parecen escapar de su voluntad, también

están los que actúan con gran convicción, por ejemplo, esa que dicta que acabar con la vida

del otro, considerado enemigo, es lo correcto, lo bueno, lo prudente, lo decente y lo deseable.

Estos son seres que responden a intereses muy propios y que rara vez se preguntan por la

incidencia de sus acciones en los otros, o la consideran como inevitables “daños colaterales”.

Aunque algo se ha avanzado en esclarecer las razones por las que miles se apuestan a la

guerra, todavía existen vacíos difíciles de comprender. Los motivos de algunos, como el

príncipe Andreí, parecen contradictorios, pues su idolatría por Napoleón está en oposición

con ese deseo guerrerista de combatir y derrotar a los franceses; una contradicción similar

se expresa cuando uno entiende que los franceses se enfrentan al ejército que representa

una alta sociedad afrancesada. Además, existen otros motivos que no son del todo claros,

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por ejemplo el de los generales, que en ocasiones parecen diferir del sueño patriótico de

victoria. No queda muy claro, entonces, si un ejército es una coherente unidad, aglutinada

por el patriotismo, o simplemente la reunión de enésimos fragmentos de una gran cronología

del azar. ¿Se logra generar una unidad?, se pregunta un asistente, quien ve que los

momentos de armonía y de unidad suelen suceder cuando la figura del emperador está cerca,

pero que al desaparecer este, desaparece también el sentido de la lucha y, por ende, aparece

el desorden y el caos, lo que parece contrastar con esa sincronía que ofrece la metáfora del

reloj.

Sin duda, nos estamos enfrentando a un libro muy valioso. A través del relato, el autor nos va

acercando cada vez más a los personajes. Transitamos de una concepción de humanidad en

abstracto -esa borrosa masa de individuos-, a las particularidades de los sujetos de la

narración, cada vez más detallados en sus aspectos corporales y emocionales, lo que nos

permite irnos identificando con algunos de ellos y, quizás, sintiendo odio por otros. Estos

personajes van creciendo en uno, como dijo una participante, pero en ese tránsito, Tolstoi

nos muestra lo cambiante de lo humano, aquí Pierre de nuevo nos sirve de ejemplo.

También se nos presenta lo complejo del vínculo humano, ya sea que se trate de relaciones

banales y superficiales, o de grandes amores y cariños entre amantes o familiares. Mucho

queda por decir de las valoraciones que los padres hacen de sus hijas, de la alegría que

genera en las muchachas la presencia de unos jóvenes en épocas en las que la sociedad les

exige asistir al espectáculo de la muerte; del inevitable desamor que siempre acompaña al

amor, por ejemplo el que ocurre cuando un semidiós vacila, como en el caso del Zar.

Aparecen temas como la paz, pero como una estrategia de guerra (ese opuesto de la guerra

como camino para la paz). Una idea que se siente abstracta, lejana y difícil de concretar.

También la pregunta de cómo es esa relación directa con la muerte, especialmente en esas

experiencias particulares donde se hace tan real como el cadáver, la sangre o las partes de

un cuerpo esparcidas alrededor, o tras el ataque del rival que puede generar visiones

celestiales y los más altos pensamientos.

Surgen además inquietudes y miradas a nuestro tiempo. ¿Qué tipo de literatura y de libros se

producen hoy en día?, ¿cuáles son los grandes temas de nuestras cotidianidades?

Guerra y paz parece relatar dos mundos divididos, lo que valida el interrogante ¿de qué

cotidianidades hablamos cuando hablamos de cotidianidad?, ¿la de los miles que están en

la guerra, o la de los millares quienes esperan ansiosamente su regreso? Finalmente, todos

vivimos cotidianidades, unas más dignas que otras, unas más justas que otras, unas más

dolorosas que otras, lo que nos lanza la pregunta de qué cotidianidades queremos construir,

y si la respuesta debe darse en lo individual o en lo colectivo.

Una propuesta queda para indagar en el largo camino que todavía nos queda por recorrer: la

relación del poder con la estructura de una sociedad. ¿Qué incidencia tiene una gran batalla

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como Austerlitz en horizontes lejanos, tanto en espacio como en tiempo? ¿Hasta dónde llegan

sus repercusiones? ¿Qué se pudo haber forjado allí que sigue influenciando nuestras ideas

sobre el poder, la guerra, el conflicto, el enemigo, la patria, la honra, el heroísmo, la cobardía

o lo militar? ¿Qué tanto han cambiado las guerras? ¿Se sostienen todavía algunos de esos

códigos morales que reconocía una mínima dignidad humana en el enemigo? ¿Qué diferencia

a una guerra entre naciones y una guerra civil interna?, y ¿por qué seguimos invirtiendo tanto

en ellas? A esas preguntas, yo, este sujeto que relata, le agregaría: ¿por qué la idea de miles

de hombres asesinándose entre sí parece tan normal, pero pensar en formar un ejército de

160.000 médicos, carpinteros, albañiles, maestros y otros más, apostados a mejorar la vida

propia y de muchos otros suena tan extraña y casi que absurda?, ¿por qué limitarnos a

ejércitos que arrasan a su paso todo lo que encuentran: vidas, sueños, sentimientos, historias

y relaciones, cuando es posible generar ejércitos que construyen dignidad social?

ÁLVARO ESTRADA.

RESPONSABLE DE LA MEMORIA

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Club de lectura “Sociedad, poder, y vida cotidiana”

Ciclo: Guerra y paz de León Tolstoi

Cuarta parte – Mayo 26 de 2016

Un cambio de escenario. De esta manera se puede sintetizar el enfoque que la moderación

del club ofreció como punto de partida de la conversación. Atrás quedan campos de batallas

llenos de las cicatrices de la guerra y volvemos a las casas y salones de la aristocracia rusa.

En esta ocasión son las residencias del príncipe Andreí, el conde Pierre y el joven Rostov las

que nos acogen en su intimidad. De nuevo Tolstoi sitúa a sus lectores en primera fila, esta

vez para atestiguar las pequeñas luchas de la cotidianidad, y desde este lugar privilegiado

nos damos cuenta de la complejidad de las relaciones sociales, donde dinero, honor y poder

sirven como fundamentos de una normatividad que llega al extremo de ignorar la derrota del

ejército con tal de sostener la gloria de la madre patria, salvaguardando de esta manera los

mitos, héroes y leyendas que permiten a la sociedad rusa, en su conjunto, ignorar el fantasma

del fracaso en el imaginario colectivo. La lucha por mantener el honor es permanente y los

enemigos muy variados. No sólo luchamos con ejércitos foráneos; muchas veces debemos

confrontar camaradas, amigos, familiares, amores, inclusive a nosotros mismos, como es el

caso de Pierre, quien llega al extremo del duelo para sostener el honor de un apellido que le

sigue siendo extraño, pero que difícilmente podrá dejar atrás.

Pero esa relación de lo privado y lo social también tiene que lidiar con el sentimiento, ese

extraño adhesivo que nos empegota por completo y tiene la particular capacidad de enredar

todos los ámbitos de lo humano.

Los dramas y angustias existenciales no responden a clases sociales, simplemente se

configuran bajo diferentes circunstancias. Preguntas por la felicidad y la tristeza se instalan

con la misma facilidad en la mansión del conde como en el cuarto compartido entre madre e

hijo, en los salones del club como en las trincheras del campo de batalla; nosotros cargamos

con ellas porque no existen como algo exterior al ser. Un claro ejemplo de esto es la institución

matrimonial de la época, en la que amor y pasión muchas veces deben dar paso a los

intereses económicos y políticos de la familia; sin embargo, esto también permite que las

figuras de esposos y amantes queden claramente delimitadas. Vale agregar que si bien la

pasión amorosa parece ser secundaria en el momento de establecer estas alianzas, muchas

veces es la protagonista al momento de acabar con ellas.

Una de las riquezas de Guerra y Paz es que al mostrar las reglas que rigen a la sociedad rusa

del momento, nos sirve para dar cuenta de las transformaciones sociales y sentimentales

que se han vivido a través de la historia, no sólo en tierras lejanas, sino aquí mismo. Pasamos

de los matrimonios que se ligaban a la tierra y la riqueza, a matrimonios fundamentado en el

ideal del amor, y ahora estamos pasando del matrimonio como única forma aceptada del lazo

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sentimental a muchas otras, fundamentadas a su vez en nuevas ideas de lo que es el

sentimiento, complejizando cada vez más lo que entendemos por relaciones sociales y

sentimentales.

La transformación fue uno de los temas más discutidos en la sesión del club, pero, no sólo la

transformación de la sociedad, sino la transformación de algunos de los personajes.

Por un lado, se hizo un énfasis en el contraste que parece haber entre jóvenes y viejos; los

primeros asumiendo una actitud de desdén e insolencia frente a la vida y, sobretodo, frente

a la muerte. La juventud, presentada como peligrosa en el libro -o por lo menos así lo

interpretaba una asistente-, aparece en contraste con actitudes muy cristalizadas de viejos

príncipes, que tratan de sostener sus tradiciones, como lo mencionó otra compañera. Esa

oposición esencialista de una juventud ingenua y una vejez sabia se puso en entredicho al

cuestionar la actitud que cada quien asume frente al drama de vivir, ¿es qué acaso ningún

joven toma en serio los grandes problemas de la vida?, ¿acaso todos los adultos y viejos si lo

hacen?, ¿y, si lo hacen, es de la misma manera?

Por otro lado, se abrió la pregunta de qué tanto realmente se transforman los personajes de

la novela, partiendo de un caso muy particular: Pierre.

A ninguno de los que participamos del club nos queda duda de que la actitud que ha asumido

este joven en las últimas lecturas dista bastante de la forma de actuar al momento de haber

sido presentado por el autor; lejos parece haber quedado ese despreocupado muchacho que

simplemente disfrutaba de la vida, y que ahora aparece como ese “apelotardado joven

envejecido”, forma en que duramente fue descrito por algunas asistentes durante la

sesión. Pero no son de extrañar esos términos, pues son muchas las inquietudes y posiciones

que recaen sobre él, ¿es este un joven que está viviendo un dramático destino, heredado del

capricho de un moribundo, convirtiéndolo en una pasiva marioneta?, ¿o estamos ante un

personaje que simplemente sucumbió ante el dinero y el poder, renunciando a esos ideales

que decía defender inicialmente? La respuesta no es tan sencilla como lo uno o lo otro. El

nuevo conde Bezújov es un hombre que está desubicado, pues nunca fue formado para

situarse entre la nobleza, algo que su nuevo título le exige. Ni dinero, ni matrimonio parecen

lograr darle felicidad alguna; al contrario, su tristeza parece indicar una posición social que

entra en conflicto con sus convicciones.

A pesar de los dilemas que le generan la pregunta por la relación entre matrimonio y amor,

no duda ir a duelo para defender un honor, mostrando esa incapacidad de decir no a los

mandatos sociales.

¿Seguirá Pierre decepcionando a muchos de nuestros lectores? No olvidemos que este es un

hombre abatido que encierra un drama que todavía no terminamos de descifrar. Pero lo

mismo podemos decir del príncipe Andreí, de Rostov, de Dolojov y Denisov, ese par de

nombres que tanto confundimos cuando hablamos de ellos; de mujeres como Lisa, Natasha

y Sonia, y así, de muchos más. Todos los personajes a los que se hizo referencia durante la

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sesión muestran rasgos y actitudes que evidencian sus propios dramas inconclusos; sea que

hablemos de un hombre que hace sufrir a un esposo, pero a la vez toma venganza contra

otro porque no le permite ser feliz, más allá de que esto no sea una decisión consciente; o

ese conflicto entre vida y muerte que se expresa en el rostro de la madre antes de dar a luz.

Cada uno de estos seres puede ofrecer características que nos invitan a tildarlos de buenos,

malos, manipuladores, codiciosos, fríos o pasionales, pero Tolstoi, como todo gran artista,

nos pinta con gran nitidez lo borroso y difuso del carácter humano: los buenos amenazan, los

malos se compadecen, los codiciosos muestran generosidad y los fríos pueden terminar

empapados en medio de un baño de lágrimas.

La pregunta por las transformaciones de los personajes nos devuelve otra: ¿qué tan

moldeables somos nosotros?, ¿podemos decir que somos fieles a unas convicciones?, ¿o qué

tanto nos afecta el contexto en el que vivimos?, y en esta medida, ¿qué podemos esperar de

los personajes de la novela? Este relato nos muestra lo difícil, y muchas veces inútil, que es

tratar de encajar o categorizar a un personaje, a una vida que siempre estará en permanente

tensión. No debemos de perder de vista la manera en que el escritor ruso está construyendo

los suyos, porque no están ya acabados, siguen expuestos a experiencias que generan

constantemente cambios, lo que no necesariamente significa que sean seres en constante

transformación.

Siempre será mucho lo que quedará por fuera de un ejercicio de síntesis, por eso, por ahora,

recoger algunas inquietudes e indagaciones que ya antes han surgido en el club: ¿cuál es el

lugar que cobran las mujeres en la novela?, parece ser que son las únicas capaces de dar un

no ante la propuesta social del matrimonio, lo que les permite cierta libertad, por lo menos

hasta antes de dar ese sí que las ligará a un deber ser de madre y esposa fiel.

También se habló de la pasión y el amor en la guerra y las inquietudes que genera ese deseo

de celebrar la batalla, esa embriaguez que produce la fiesta de la guerra, como diría Zuleta,

especialmente en los más jóvenes. Finalmente, ese paralelo que se ha trazado entre el

matrimonio y la guerra como dos frentes de combate cuestiona los lugares en los que se

puede encontrar paz en la cotidianidad.

ÁLVARO ESTRADA

RESPONSABLE DE LA MEMORIA

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Club de lectura “Sociedad, poder, y vida cotidiana”

Ciclo: Guerra y paz de León Tolstoi

Quinta parte – Junio 30 de 2016

Como sucede en toda sesión de nuestro club de lectura, la moderación nos hace un recuento

del fragmento del libro que hemos traído a discusión. En esta ocasión tres hombres aparecen

claramente: Pierre, Andrei y el joven Rostov, sin embargo en la conversación fueron los dos

primeros quienes acapararon la mayoría de las miradas lectoras.

Pierre, un hombre en reflexión, inundado de preguntas, sigue siendo un personaje resbaladizo

y esquivo, que difícilmente podemos encajonar en afirmaciones contundentes.

En ese encuentro con el viejo masón, las conversaciones que tienen sobre Dios y una

iniciación que tantas dudas genera, este joven nos deja saber que está en búsqueda de la

mejora del género humano; él quiere hacer bien a los demás, pero para lograrlo no es

suficiente la voluntad. Ser noble, ser honesto, ser pacifista, ser solidario, ser bueno, exige

hacer nobleza, hacer honestidad, hacer paz, hacer solidaridad, hacer bondad; no podemos

darnos el lujo de quedarnos en el reino de las ideas, mientras la terrenalidad siga lejana de

esas buenas intenciones. ¿Será entonces que el ideal de bienestar para la humanidad, tantas

veces enunciado por muchos, es una pretensión irrealizable en lo personal, y que debemos,

mejor, centrar las miradas en esos seres que nos rodean, en esos vínculos vitales de nuestra

cotidianidad?, y ¿qué tan comprometido está realmente Pierre con esos a quienes, dice,

querer hacerles bien? Las posturas lectoras son diversas en este sentido, algunos enuncian

algo de la falsedad en su postura, otros lo llaman ingenuidad; otras hablan de una pasividad

frente a la vida, un hombre receptor de preceptos sociales externos que eclipsan en gran

medida esas inquietudes propias y tanta fatiga moral le generan; mientras que otras posturas

enuncian una apuesta vital, capaz de afrontar lo que el destino le atraviese. Lo que sí parece

claro es una pregunta por otras vidas posibles y que nuevas perspectivas le ofrece el mundo

que le rodea,

Por otra parte, el príncipe Andrei parece asumir una visión más desencantada del mundo. En

el campo de batalla no logró esa gloria que el heroísmo siempre promete, pero que pocas

veces cumple -otra muestra de que los grandes ideales con los que nos llenamos el pecho de

orgullo, más de las veces terminan en tristes y efímeros suspiros, que se desvanecen en el

aire.

Este es un hombre que transita de su rol de militar al de padre de familia. Para algunos,

parece ya un hombre cerrado a la vida, que carga con una pesada culpa, generada por la

implacable mirada de su difunta esposa; para otros, este es un viejo roble que todavía

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encierra la esperanza de una primavera más; un hombre que nuevamente fija su mirada en

un cielo poético, buscando algo que ni siquiera él tiene claro.

A diferencia de las dudas que Pierre deja en algunos, en Andrei los sentimientos que él

expresa parecen ser más honestos con su ser.

Sin embargo, entre esos dos hombres, en medio de sus propias crisis existenciales, en medio

de sus inquietudes y posiciones frente a la vida, en medio del dolor, aparece una posibilidad:

conversación y amistad. La palabra que brota entre estos amigos les ayuda a marginarse por

un momento de sus mundos y les permite buscar formas de resignificar su existencia.

Retomando un poco ese tema de la relación conflictiva que tenemos con esos preceptos

sociales que nos llegan desde afuera, es bueno reconocer que existen unos ideales, reglas,

mandamientos, o fundamentos, que rigen en gran parte nuestro actuar y pensar, y que están

en constante choque con eso que uno de los asistentes mencionó como moral externa, es

decir, las normas que sólo cumplimos si nos lo impone una autoridad que las haga regir, es

decir, las normas que ni apropiamos, ni encarnamos, pues no están, necesariamente, de

acuerdo con nuestra forma de pensar; pero tampoco olvidemos que a veces son necesarias

para lograr una convivencia colectiva que dé lugar al derecho propio y ajeno. Lo que deja la

pregunta, de si las transformaciones del ser surgen en él mismo o vienen desde un afuera.

Importante de pensar también son los diferentes momentos de la vida, acompañados de las

experiencias únicas de cada uno, y la posición que asumimos frente a estas normas: desde

la incomprensión del infante, pasando por la rebeldía tan propia de los jóvenes y llegando a

esas frecuentes posiciones cristalizadas de los viejos, afortunadamente, no de todos. Por eso

al momento de juzgar a un personaje como Pierre debemos tener en cuenta su trasegar en

la vida, no tan amplio como el de Andrei -quien, además, demuestra que la edad nunca es

garante de tranquilidad, calma o sosiego-, ni mucho menos que la del viejo príncipe Bolkonski,

quien nos dice “Saca a la gente la sangre de las venas, ponles agua y entonces no habrá más

guerras” ¿Es esta una manera en la que sugiere Tolstoi que la guerra es consustancial al ser

humano y uno de esos rasgos definitorios que nos diferencia de lo natural? ¿Existen otras

formas de la guerra?, ¿son guerra y conflicto sinónimos? Así, seguimos ahondamos en las

preguntas que deja ese accionar de tantos hombres en torno a ese masivo y colectivo

esfuerzo humano que es la guerra, un esfuerzo que brinda alegrías y tristezas, camaraderías

y enemistades, placeres y dolores, amores y odios.

Pero también ahondamos en las preguntas por lo que moviliza nuestra vida, esa experiencia

que reconocemos tan propia y única, pero que tanto se parece a la de muchos más.

La novela nos dice que la obediencia es uno de los fundamentos de la masonería. También

nos muestra como Pierre es atraído a ese anciano que parece ofrecerle respuestas,

dejándonos una inquietud por la aparente felicidad que produce a tantos entregar la voluntad

propia; en otras palabras, ese deseo de ser dominados.

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Toda religión, incluyendo el dogma militar, ama ese tipo de obediencia: la que busca la

comodidad de eludir la decisión propia. Sean sotanas o uniformes, cruces o medallas, obispos

o generales, esas religiones buscan ejércitos de hombres que arrodillen cuerpo y alma frente

a la imagen de sus dioses-emperadores todopoderosos. ¿Qué otras religiones existirán, acaso

la política, la economía o el deporte? No olvidemos tampoco la insistencia de uno de los

asistentes del club por la desconocida educación de Pierre, pues sería una elemento

importante para tratar de comprender mejor a quien, por ahora, se sigue afirmando como

uno de los protagonistas de Guerra y paz.

Algo también se dijo a propósito de esta maravillosa obra de la literatura, no solo rusa,

universal. Como toda gran novela, esta es una que deja vacíos para que interpretemos y

tomemos posición frente al texto, o para ponerlo en otros términos, esos son los espacios

donde el lector se hace y es, logrando, como diría Estanislao Zuleta, poder leernos a nosotros

mismos. Pero también están los paralelos y contrastes que ofrece el relato, reflejo de

aspectos fundamentales de nuestras propias vidas.

Como se hacía mención en la sesión, este fragmento de la novela es muy existencial. Nos

muestra a tres personajes claramente en crisis, incluyendo, como se mencionó antes, a

Rostov, que expresa sus propias inconformidades con lo que le está sucediendo. Y sólo ese

sentimiento amoroso que le sigue generando la mirada de su emperador parece hacerle

olvidar por un momento la deuda moral y material que tiene con su familia.

Aquí, el narrador nos conduce por varios escenarios y nos muestra que en la vida cotidiana,

todo lo que consideramos público o privado contiene, a su vez, aspectos íntimos y otros más

colectivos. De esta manera, con gran sutileza, Tolstoi -ese hombre ruso que tan bella escritura

logró-, nos muestra a través de sus personajes que la vida se construye desde la fragilidad

de cuerpo, mente, alma y espíritu, que somos y vivimos en castillos de naipes, siempre

vulnerables a los intempestivos vientos del tiempo.

ÁLVARO ESTRADA

RESPONSABLE DE LA MEMORIA (Y QUE, ADEMÁS, AGRADECE LOS AGRADECIMIENTOS QUE ESCUCHÓ EN EL AUDIO DE LA

SESIÓN PASADA).

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Club de lectura “Sociedad, poder, y vida cotidiana”

Ciclo: Guerra y paz de León Tolstoi

Sexta parte – Julio 28 de 2016

La transformación de los personajes ha sido tema de pasadas sesiones del club de lectura,

sin embargo, en ninguna fue tan protagonista como en esta ocasión. A las discusiones sobre

un par de conocidos nuestros: Andrei y Pierre, se sumaron los nombres de María y Natasha.

En el caso de Andrei muchas miradas reconocen en este hombre un renacer. Aunque se

mantiene en el desencanto, hay algo que todavía lo mueve y, como la primavera que tan

finamente nos pinta Tolstoi, el hijo del conde Bolkonski parece salir de esa soledad en la que

andaba sumido y en encuentra nuevas fuerzas en la belleza que se presenta ante él.

Ese reencuentro con el viejo roble, ya mencionado en la memoria anterior, genera otro de

esos momentos estéticos, como lo llama uno de nuestros moderadores, donde la mirada de

Andrei resignifca de nuevo el mundo, dotándolo de otros sentidos.

Ese hombre intelectual, que aparenta una gran propiedad de sí mismo, está insatisfecho con

su forma de ser; se reconoce como un ser repetitivo que quiere renovarse y quebrar con lo

que es; ve en el otro esa certeza que no cree poseer y parece decidido a sostener una

búsqueda de una verdad que no está muy clara. Esa capacidad de pensarse, sumado a la

independencia económica que le permite su apellido, hacen de él un hombre libre, o por lo

menos así lo lee otro compañero del club; es un hombre adelantado, un hombre moderno,

continúa diciendo, y en él se puede reconocer un espíritu reformador que se irradia hacia

afuera.

Uno de los catalizadores de ese espíritu renacentista es el encuentro con Natasha, otro de

los personajes de la novela que a través de sus propias transformaciones va dando cuenta

del correr del tiempo. Ya han pasado más de cinco años desde que inició este relato, y

Natasha ha crecido.

Los encantos de una joven mujer van borrando tiernos recuerdos infantiles, y los ojos de

Andrei no son extraños a este cambio; los nuestros tampoco, pues esta singular mujer que

brilla con luz propia, como enunció una de las participantes, ha logrado conquistarnos a

todos. Su encantadora actitud, inocente y fresca, genera el deseo de acercarse y conocerla;

no parece ser alguien que responda ni a su clase social ni a su época, dice otra mujer, pues

ese gozar del campo y desprendimiento de lo material no corresponden a la actitud que una

señorita de salón debe asumir.

Ante la cantidad de pretendientes miradas que la rodean, no es de extrañar en ella una

coquetería, que reconoce los efectos de sus encantos en los hombres que gravitan a su

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alrededor, por eso, también es de resaltar su posición frente al matrimonio, que reconoce

como condición limitante de sus sueños. Aun así, cree estar enamorada de Andreí y se

convierte, de esta manera, en un posible camino hacia la felicidad para este hombre.

Por supuesto, en una discusión como estas no podía faltar la figura de Pierre (o Pietr, o Pedro,

como si no fuera ya complejo llegar a algún acuerdo acerca de este joven). Sus acciones

continúan desatando controversia entre los lectores: su diario nos deja ver las

contradicciones que él mismo encarna frente a la masonería; sus intentos de alejarse de la

fiesta y viejos vicios no han sido muy exitosos; ahora que ha regresado con Elena, algunos lo

califican de resignado, de hombre sin voluntad, aunque otros siguen insistiendo en que es un

hombre en el lugar equivocado. En lo que todos parecen estar de acuerdo es que es un

fracaso, pero un fracaso que continúa en la búsqueda de un lugar en el mundo.

Como se dijo al principio, la princesa María también parece estar en un estado de tránsito,

¿su horizonte? la búsqueda de una perfección religiosa. Esta mujer parece ser un alma que

simplemente acepta que la vida está regida por una voluntad externa a ella; pero como sus

creencias dictan que la imperfección cristiana equivale al pecado, ella se siente perdida

cuando reconoce que ama más a su padre y a su sobrino que a Dios.

Hay algo en común entre Andrei, Natasha, María y Pierre y es la búsqueda de una

autenticidad, sea por la vía de lo militar, el amor, la religión o la masonería, aunque existen

dudas de que tan convencido está Pierre con respecto a esta última. También los hermana

el fracaso, pues ninguno de ellos parece lograr las transformaciones que buscan en sus vidas.

¿Pero, por qué hablar tanto de transformaciones en esta particular parte de la novela? Porque

son evidentes los contrastes en el relato, nos dice un apasionado lector; Andrei y Pierre están

en lugares y momentos muy diferentes a los narrados en la parte anterior; además, esta

pareja en sí misma genera contraste. Andrei recoge una historia aristócrata, Pierre no; el joven

conde Bezújov no reconoce una tradición familiar tan fuerte, como sí lo hace su amigo. Puede

decirse que Pierre ha sido reclutado -en contra de su voluntad- en las filas de las familias

nobles, ¿por qué exigirle entonces un entendimiento inmediato de ese nuevo lugar que ha

sido llamado ocupar?

Otra transformación que es importante de reconocer es la de la sociedad, la rusa, por

ejemplo, que parece adoptar voluntariamente el modelo francés, más allá de que

supuestamente hay un odio hacía esa nación; o las transformaciones que se dan en

instituciones sociales como el matrimonio, donde la pregunta por el amor comienza a ser

factor determinante en las decisiones de los personajes.

Tolstoi también nos muestra que la familia se puede convertir en una institución tan tiránica

como cualquier otra y sirve para normalizar la actitud de los sujetos; un ejemplo de esto es la

determinación que impone el padre de Andrei sobre su hijo, un hombre de más de 30 años;

y es también la razón por la cual queda la duda de si las ideas de Natasha frente al

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matrimonio, la propiedad y la época se sostienen, o son debilitadas poco a poco por su

familia; algo muy similar a lo que sigue ocurriendo hoy en día.

¿Qué es lo que le da a este novelón lleno de novelones -como llamó a Guerra y paz uno de

los moderadores- su fuerza?

Sin duda, hay algo en la forma de escribir de Tolstoi, que logra plasmar genialmente en el

papel, a través de la palabra, algo tan abstracto y complejo como el deseo humano. Hay una

fuerza en esos momentos estéticos, por ejemplo, los encuentros poéticos que tanto se han

resaltado en el personaje de Andrei, como el pasaje del roble o cuando escucha cantar a

Natasha. Otro elemento importante es el uso que hace del diario de Pierre como una manera

de acceder a aspectos muy íntimos del personaje, además de generar otra forma de

relacionarnos con los tiempos del relato.

Tampoco olvidar la compleja estructura que el autor da a los personajes de la novela. Las

seguridades que como lectores alcanzamos sobre ellos ponen de manifiesto la diversidad de

sensaciones, convicciones, interpretaciones y acciones que se ponen en juego en ese mar de

subjetividades que somos como sociedad.

Cuando uno se transforma, la visión que tenemos del mundo también lo hace. Una obra de

arte como esta refleja lo que somos y nos recuerda que el afuera da cuenta de lo que pasa

en ese “adentro” que somos. Uno se transforma frente al mundo, pero el mundo en sí mismo

no es un objeto estático, exigiendo una adaptación constante. En síntesis, se puede decir que

lo único seguro en la vida es, precisamente, el cambio; pero no se confunda esto con el

constante cambio en el que algunos sostienen ideas de que todo es relativo, no. Algunos

cambios toman tiempo y mucho esfuerzo, pero se logran dar en medio de esa titánica y

siempre presente batalla entre la tradición y la novedad.

Difícil es no dejar ese 28 de julio y hablar de este presente que nombramos como 24 de

agosto de 2016. El título de esta novela Guerra y paz alude a dos conceptos que dan cuenta

de los contrastes de la vida; mientras uno sea certeza, el otro será siempre una posibilidad.

A diferencia de la magnífica novela de Tolstoi, en esta historia que llamamos Colombia todos

somos autores de este nuevo capítulo que se comienza a escribir, sobre una transformación

muy anhelada por algunos -que somos muchos-, y algún punto o coma podremos contribuir

para cambiar de esa forma el sentido de una idea o alguna realidad.

ÁLVARO ESTRADA

RESPONSABLE DE LA MEMORIA Y CIUDADANO COLOMBIANO COMPROMETIDO CON EL SÍ A LA PAZ.

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Club de lectura “Sociedad, poder, y vida cotidiana”

Ciclo: Guerra y paz de León Tolstoi

Séptima Sesión – Agosto 25 de 2016

Los trabajos de memoria han sido, y seguirán siendo, importantísimos para cualquier ejercicio

de construcción y creación colectiva. Este Club de lectura no es ninguna excepción, por eso

es bueno recobrar pasados, para hablar de presentes.

La primera vez que nos reunimos en torno a León Tolstoi y su Guerra y paz tuvimos la fortuna

de contar con una charla introductoria de nuestro querido compañero Pablo

(afortunadamente de esa charla quedó una memoria escrita, que invito a quienes no la hayan

leído a hacerlo, pues es muy aportativa a una lectura como la nuestra). Un rasgo de la novela

que se resaltó en esa sesión fueron sus tres grandes protagonistas: la familia Bolkonski, la

familia Bezújov y la familia Rostov; pues bien, en esta parte de la historia, Tolstoi refrenda lo

dicho por nuestro compañero y fija su mirada en esta última.

Los Rostov son una familia en medio de una crisis económica, política e ideológica, quizás un

simple reflejo de la sociedad de la que hacen parte, dice nuestro moderador invitado en la

sesión de hoy. A través de Nicolaí, que regresa a casa por el pedido que su madre le hace, de

ayudar con las preocupaciones que les agobia, el autor ruso nos sigue alejando del campo de

batalla y parece pedirnos que tomemos asiento al lado de los sirvientes, en la sala de los

ojeadores, para poder ser testigos de los más íntimos entramados y conflictos familiares.

Lo primero que salta a la mirada es la manera como se comportan socialmente los Rostov.

Es sorprendente esa incapacidad de asumir una situación financiera cada vez más

deteriorada, que, seguramente, en algún momento les llevara a la ruina; pero hay algo que

pesa sobre ellos y parece decirles: “esos problemas no se pueden saber de puertas para

afuera”. Ese deber-ser aristocrático genera efectos similares a los del sentimiento de

patriotismo: todo miembro de la familia debe sumar fuerzas a ese pequeño ejército llamado

Rostov, vestir sus mejores uniformes de gala y salir a los lujosos salones de combate para

enfrentarse a otros que, valerosa y heroicamente, resisten interminables jornadas de

superfluas conversaciones, peligrosos intercambios de bromas estúpidas y risas

condescendientes y, por supuesto, estar siempre vigilantes a la retaguardia, no sea que

reciban alguna traicionera insinuación que ponga en entredicho el estatus social, la decencia

y el buen nombre. Todo esto sucede en ese afuera, pero ¿qué pasa al interior?, ¿qué lugar

asume cada miembro de la familia y cómo se le da lugar a las pujas del poder, esas que

siempre están presentes en cualquier vínculo humano?

Para dar respuesta a estos interrogantes, destacar que diversos ojos lectores coincidieron en

reconocer rasgos comunes entre los jóvenes Rostov. Son almas infantiles que todavía

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disfrutan una vida de niños, sin embargo, la nostalgia y la tragedia los ronda constantemente.

Están en un momento importante de definición de sus vidas, lo que no la hace sencilla; saben

que en algún momento deben enfrentar una ingrata realidad: afrontar uno de los primeros y

más dolorosos rompimientos, a los que algunos nos vemos abocados, ese de perder el bello

vínculo que se construye en la niñez y lanzarnos, o ser lanzados, al mundo. La nueva

generación de los Rostov está viviendo en ese limbo existencial que se ubica en la indefinida

frontera entre la juventud y la adultez.

Pero volviendo a eso de lanzarse o ser lanzado al mundo, retomar las inquietudes de nuestra

moderadora -que eran inquietudes de varios, enunciada de muchas formas-: ¿qué tanto pesa

la familia y sus tradiciones al momento de tomar decisiones?, ¿cuánto podemos cambiar

realmente y transformamos nosotros mismos? Difícil olvidar lo que nos dice Tolstoi: somos

como siempre hemos sido -y gastamos lo que siempre hemos gastado, agrega una integrante

del Club-, haciendo referencia a las formas y rutinas que incorporamos en nuestras

cotidianidades, enunciado que parece sentenciar definitivamente cualquier posibilidad de

generar nuevos sentidos.

Pero en medio de tanta crisis y angustia, el Conde que también es escritor nos recuerda algo

fundamental: no podemos olvidarnos del amor. Ese sentimiento, que no es más que la

expresión que cobra el deseo en nosotros, es la fuerza transgresora por excelencia; es la

razón que nos lleva a cuestionar formas de la vida que parecen eternizarse y nos dan espacio

a la creación y recreación como individuos y como sociedad.

Si esto lo asumimos como cierto, habría que hacerse entonces la pregunta, ¿qué aman los

mayores?, pues para ellos el mundo parece que ya está hecho, y es claro que existe un fuerte

choque intergeneracional que se manifiesta con mayor intensidad en las posiciones que se

asumen frente a instituciones rígidas y difíciles de modificar. Sin duda, el compromiso de

Andreí con Natasha, que tan poco gusta al viejo Príncipe Bolkonski, o la relación entre Sonia

y Nicolái, que comienza a preocupar a la madre de este, son formas en que el escritor pone

en tela de juicio el matrimonio, un vínculo que siempre ha cargado consigo un matiz trágico:

la puja entre el deseo personal y la conveniencia social y económica.

Si no fuera por los pedazos de hielo que se desprenden en la cara del glaciar, poca cuenta

nos daríamos de que son estructuras en constante cambio, dice Pablo (a quien de nuevo

agradecer por tan valiosos aportes que ha hecho a lo largo del club). Algo similar al glaciar

pasa con las formas de pensar y con las instituciones sociales que allí se sostienen: son muy

difíciles de modificar y toman mucho tiempo, pero están en constante cambio, tengamos

conciencia de esto o no.

Por eso, el modo de vivir de una sociedad o de una familia no cambia drásticamente en el

tiempo; pueden adoptar formas temporales, que muchas veces son más apariencia que

fondo, por ejemplo la influencia francesa en la cultura rusa, o mejor, en la aristocracia rusa,

pero esto no necesariamente significa un cambio radical de estructura, como si lo es el lento

paso que la Rusia del siglo XIX hace del feudalismo a un nuevo modelo económico. En Guerra

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y paz estamos en medio de una sociedad cambiante, pero hay que saber leer las

insinuaciones que deja el autor en el texto, detalles que, por pequeños o insignificantes que

parezcan, dan cuenta del dinamismo del entretejido humano. Ejemplo de esto son las

relaciones del Principe Andreí o el Conde Bezujov con sus mujiks, o los interrogantes que

surgen en Nicolaí cuando su madre le dice que debe casarse con una mujer por la que no

siente amor.

Un paréntesis antes de continuar para resaltar y valorar aquí este trabajo de lectura colectiva,

pues son todas esas miradas atentas las que verdaderamente enriquecen este ejercicio

intelectual. Si no fuera así, lugares que a primera vista parecen áridos desiertos, no podrían

ofrecernos todos esos tesoros que esconden entre líneas.

Ahora sí, continuando con ese tema de la transformación, rescatar de nuevo esas formas en

que se tramita el poder al interior de la familia. Se podría hablar de que existe una

disposición poco autoritaria en los Rostov, sin embargo, también se reconoce en los hijos una

forma de afrontar el mundo mucho más ingenua que la de Andreí, por citar un caso; por citar

otro, el del protagonista desaparecido: Pierre, en su caso la autoridad estaba completamente

ausente y no es casual ese ambiguo andar por la vida. Para complejizar el asunto, algunas

apreciaciones reconocieron en los Rostov nexos familiares muy cálidos, amorosos y alegres;

particulares formas del juntarse, amarse y acompañarse que permite conversaciones muy

abiertas, gracias a la confianza que se construye en la palabra; todo esto en contraste con la

férrea disposición del viejo Príncipe Bolkonski con los suyos, ¿será este un rasgo común de

viejas familias con estrictas tradiciones, que han ligado históricamente su poder y estatus

social a la tenencia de la tierra?

El Conde Ilya Rostov pierde gran parte de su autoridad frente a los hijos por su incapacidad

de administrar la riqueza familiar, riqueza, además, que proviene de su esposa, nos recuerda

una compañera; que sea Nicolaí el llamado a resolver los problemas familiares ya habla de

una usurpación de poder, pero no es absoluta, la palabra de su padre y madre siguen

haciendo mella en él. Vemos pues lo difícil que es generalizar las familias aristocráticas.

¿Existen entonces rasgos que sí se pueden reconocer como comunes en ellas? Sí, parece ser

la respuesta.

Para estas familias, su lugar en el mundo está dado únicamente por su estatus social, mejor

dicho, su identidad depende en gran medida en el juicio que reciben de otras familias, tan

frágiles en sus convicciones como las otras, pero que en conjunto, logran construir un estricto

juego de normas sociales por las cuales se rigen y que exigen sostener una altura moral y

económica digna de sus pares. Tolstoi, que hizo parte de este mundo, corre el telón y nos

muestra que estas convicciones se fundan más en la solidez de la tradición, ese hacer

siempre lo mismo, que en cualquier otra cosa. La quiebra inminente de la familia Rostov no

es impedimento para que actúen y participen de este circo, un triste ejemplo de que

cristalizarse en una posición puede llevar a la autodestrucción.

Algo similar les pasa hoy a los Rodríguez, Hernández o González, y a muchas otras familias

de nuestro tiempo: a pesar de la transformación de un sistema feudal a uno capitalista, la

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necesidad social de aparentar sigue ahí, con algunos cambios obviamente, pues en esta

época la apariencia no se basa tanto en lo que se tiene -con mínimas excepciones-, sino en

la capacidad de endeudarse,

¿Cómo modificar entonces una posición, sobre todo cuando sucede que se sustentan en

argumentos poco racionales?, ¿cómo transformar tradiciones sin que se pierda ese hilo que

nos une a un pasado determinante de nuestro presente y futuro? Habrá que hacer el ejercicio

de detenerse y reflexionar nuestras tradiciones y ver qué encontramos de valioso y qué es

necesario modificar.

Tolstoi resalta mucho de su propia cultura, poniendo en cuestión ese “espíritu ruso” que

parece perderse ante el implacable paso del afrancesamiento, aunque, ¿qué tan puras son

las culturas? y ¿cómo reconocer y valorar la influencia de otros que son diferentes?, son estas

algunas preguntas que nos deja nuestra moderadora.

La cacería y el lugar que cobraba en la aristocracia rusa de hace dos siglos es uno de esos

rasgos que el autor resalta a través de ese conmovedor relato de la lucha de la vieja loba por

sobrevivir el embate de ese ejercito de cazadores. Este capítulo de la historia suscitó variadas

interpretaciones entre quienes asistieron a la sesión. Desde reflexiones por los cambios en

la relación naturaleza – cultura, donde el ser humano pasó de ser cazado a ser cazador;

pasando por la cacería como una propuesta alternativa a la guerra y sus lógicas, un ejercicio

racional para que el ser humano desahogue esa “innata ferocidad”, sentimiento primitivo o

violencia que parece habitarnos; para llegar finalmente a la interpretación más particular de

todas: esa vieja loba como metáfora de una aristocracia en decadencia, que no logra

sobrevivir el acoso y la persecución de las nuevas ideas, que no logra sobrevivir a las trampas

de la modernidad y cae lentamente ante la incapacidad de cambiar sus formas de ser.

¿Qué tan difícil es la transformación? En un lapso de doscientos años reconocemos que

seguimos sosteniendo las apariencias con nuestros vecinos; que el matrimonio se sigue

dando, en general, entre personas de la misma clase social, aunque cada vez más se le ha

dado lugar al sentimiento amoroso; que pasamos de los días en que cazar una loba era

simplemente cazar una loba, a los días en que la caza se empieza a entender como un

atentado contra la subsistencia de la especie. Y que una familia como los Rostov, hoy en día

vendría a ser considerada…

ÁLVARO ESTRADA

RESPONSABLE DE LA MEMORIA Y, TODAVÍA, FIRME Y COMPROMETIDO CON EL SÍ.

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¿Por qué SÍ? Una explicación de una postura política

Guerra y paz es sin duda uno de los grandes textos de la literatura universal, tanto en

extensión como en calidad, lo que impresiona aún más. Es necesario entonces reconocer el

valor de quienes no sólo se apuestan a su lectura, sino también, a través de la conversación,

a ahondar en ese universo literario que aquella singularidad que nombramos Tolstoi ha

producido tan generosamente. Como dijo nuestra moderadora, somos los mismos lectores

juiciosos, y llevamos mucho rato juntos. ¿Pero para qué?, ¿por qué leer un mamotreto, como

dicen por ahí, de estos?

Si no es para adoptar una posición ética y política frente a la vida, entonces no sé para qué.

Si no es para reconocer que el tejido social que logremos construir debe tener como principio

la fragilidad y vulnerabilidad humana, propia y ajena; y que si no se busca encontrar un justo

lugar para cada uno de nosotros, este relato que tanto gozamos, seguirá siendo el guion de

nuestras vidas: unos pocos protagonistas con riqueza y poder, y el resto, simples personajes

secundarios, que somos absorbidos por las duras luchas que debemos enfrentar con cada

página que pasa. El sufrimiento y la tragedia de los jóvenes, adultos y viejos rusos, seguirán

siendo nuestro; la pobreza y zozobra de los mujiks, grandes ausentes de esta novela y en

general de las políticas de los “pueblos”, serán tan similares a las de quienes habitan

nuestros campos, que será difícil discernir los unos de los otros, ¿o es que creemos que miles

de soldados marchan y luchan en los campos de Europa sin que esto signifique mayores

dificultades para quienes trabajan duramente en esas tierras, para esos seres que han sido

usurpados de decisiones propias cuando se trata de construir cotidianidad?

Si una lectura como esta no ayuda a entender que la construcción de una noción de país sólo

se puede lograr entre todos, y que la adjetivación que se le dé a éste ya sea de democrático,

equitativo, injusto, autoritario, etc., depende en gran medida en cómo nos posicionamos

como personajes de un relato donde no existe ni autor, ni narrador que nos diga o de luces

de lo que debemos hacer. Tolstoi al retratar sus personajes en el papel nos deja la pregunta

¿y si fuera a escribir de vos, que tendría para decir?, ¿qué discusiones, juicios y observaciones

generarías en un club de lectura?, ¿serías un Pierre, un Andreí, un Nicolaí o una Natasha?

No se hace sociedad solamente desde uno. Se hace con compañías lectoras en un club de

lectura, pero también con otros seres que deciden organizarse en una Corporación Cultural;

mas esto sigue siendo insuficiente, debemos entender que una sociedad logra ser lo que es

cuando quienes hacen parte de ella avalan, o no, las formas de organizarnos desde sus

cotidianidades, siempre y cuando tengan posibilidad de construirlas y vivirlas libremente; el

sobrevivir no permite esto; sobrevivir es una forma indigna de la existencia que limita la vida

a suplir necesidades fisiológicas, como el comer y el protegerse del inclemente clima, e

inscribirse en formas de lo social pensado muchas veces por otros que poco o nada entienden

de las necesidades de quienes difieren a sus formas de ver el mundo.

En este sobrevivir la única forma avalada de fortalecer mente y espíritu, es decir, de acceder

al conocimiento y así forjar una visión del mundo, se limita a beber de religiones y saberes

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cerrados, que no dan lugar a esa expansión subjetiva que nuestro deseo, implacablemente,

busca día y noche, en conciencia y sueño.

Desde sus grandes torres de olimpos financieros, los dioses de la productividad, la

información y la guerra ya han construido un guion único para todos y todas, buscando

conquistar así la más férrea y brutal forma de lo común: hacer de todos y cada uno de

nosotros lo mismo, animales consumidores, en otras palabras, seres no pensantes que

simplemente vamos por la vida acabando con el entorno que nos rodea y brinda posibilidades

de existencia.

Como mencioné en la memoria, creo que las formas de pensar son difíciles de cambiar y

toman tiempo, pero también creo que hay momentos que ayudan a que esos cambios se

agilicen y se conviertan en puntos de quiebre. Acaba de pasar el pasado 26 de septiembre

una fecha uno de esos momentos, la firma de ese acuerdo de paz entre el gobierno y la

guerrilla de la FARC, finalmente ofrecen una bocanada de aire a un país sumergido por

décadas en la idea de que sólo con fuerza, represión y castigo se puede dar trámite a la

tensión que genera todo encuentro humano.

Afortunadamente en mi generación alcanzo a reconocer a otros que creen en nuevas

realidades para el país, y no es que no existieran antes, pero sí se empieza a notar un cambio

generacional. Miedos a la calle, a la noche, a lo diferente, a lo diverso, empiezan a diluirse,

poco a poco, y empieza a aparecer esperanza en ciudadanías y representaciones políticas

que son capaz de mirar más allá del interés particular e inmediato. La guerra no permite

pensar tranquilamente en futuro, que es lo mismo que pensar en posibilidades. Le guerra

limita el pensamiento y la acción.

El voto que se avecina es una acto fundamental de ética con esos otros acallados, esos que

se encuentran atrapados en medio de una batalla campal entre extremas derechas e

izquierdas. Esos que seguramente pensaran diferente que yo en muchas cosas, como el

matrimonio, por ejemplo, también deben hacer parte de la construcción democrática, que

suena bonito, pero es mucho más difícil que construir totalitarismos o dictaduras. Ideas como

libertad y justicia son los grandes retos que tenemos, la guerra es facilismo.

El voto no es negar justicia a algunos, muchos, que han sido agredidos; el voto del 2 de

octubre es la medida más justa para el país, pues se puede quedar en la mirada caso por

caso, que deja la difícil pregunta del contexto: hasta donde devolverse, ahondar, buscar y

entender las acciones de un sujeto, o un país. Nos podemos quedar anclados a odios y

rencores o mirar cómo no repetir eso que TODOS reconocemos como doloroso e indeseable.

Podemos asumir un dolor destructor, que sólo piensa en la relación CRIMEN – CASTIGO o

podemos partir de un dolor constructor, que nos ayude a entender mejor la relación SUJETO

CRIMEN. En el largo tiempo es mucho más sostenible formar seres que se articulen a unas

reglas sociales, culturales y políticas que velen por el derecho de todos, a tener que encontrar

formas de castigo, que tan malos resultados han dado, pues ejercicios como el

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encarcelamiento han demostrado que son actos fallidos de re-socialización del sujeto. Lo

mismo puede decirse de la criminalización de las drogas, basado más en un orden de dobles

morales que argumentos científicos (si no, preguntarle a muchos jóvenes que ya tienen el

conocimiento de cómo drogarse con medicamentos de la cotidianidad, o cómo los

medicamentos “legales” que un enfermo sistema de salud ofrece a pacientes y que, muchas

veces, envenena más de lo que ayuda).

En todos estos sistemas se puede encontrar una base común: hay un grupo de personas con

grandes intereses económicos que poco o nada les importa la vida de otros.

Una democracia es un proceso constante, no se define con un SÍ o un NO, pero a veces

ayudan. En este caso, ese SÍ ayuda a muchos más que ese NO.

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Club de lectura “Sociedad, poder, y vida cotidiana”

Ciclo: Guerra y paz de León Tolstoi

Octava parte – Septiembre 29 de 2016

Hace ya un año que emprendimos la lectura de Guerra y paz. ¿Para qué?, ¿por qué?, ¿qué

sentido nos da esta lectura?, ¿para qué leer? No es fácil dar respuesta a estos interrogantes,

enunciados por varios de los miembros de nuestro Club; mas, es reconfortante encontrar que

luego de tanto tiempo todavía mantengamos una posición crítica frente a esta actividad

lectora. No cabe duda que juntarse para leer es una experiencia muy agradable, pero es una

que puede perder toda su potencia si no aporta de alguna manera a la vida de todos los días.

¿Si esto es así, qué nos puede ofrecer Tosltoi con su extensa novela? Para ponerlo en

palabras de uno de nuestros compañeros, Guerra y paz es la aspiración totalizadora de Tolstoi

de abarcar la dimensión humana.

La obra no se queda en los diálogos de los personajes, sino que busca hacer de la escritura

una escenografía, y logra su cometido con las descripciones que hace de diferentes lugares,

como salones, campos de batalla, estudios o lechos de muerte, que siempre dejan al lector

la impresión de estar ahí, atestiguando todo lo que sucede. También nos recuerda el

implacable paso del tiempo, no sólo por la constate referencia a las fechas, o a las bellas

escenas que nos dejan saber en qué estación ocurren los acontecimientos, sino también por

la manera como los personajes se transforman con cada grano de arena que cae en ese

implacable reloj que llamamos vida.

A través de la novela, Tolstoi trata asuntos fundamentales de su época, y de las que le han

seguido, entre ellos el amor, el matrimonio, el poder, o la tradición. Como lo decía nuestro

moderador, los personajes se han hecho personas; con cada página que pasa, son retratadas

con mayor detalle esas pequeñas imperfecciones de las que están constituidos,

complejizándolos, revelando aspectos de lo que son, de lo que piensan, haciéndolos

finalmente parte de eso que podemos llamar humanidad. Todo lo que les pasa a ellos, nos

queda como elementos para pensarnos a nosotros mismos.

Aparte de Tolstoi y su escritura, la discusión del Club tuvo otros dos grandes protagonistas:

Pierre y Natasha.

Ella, Natasha, a sus 18 años ya muestra que es una mujer de armas tomar, sin embargo, está

viviendo un drama existencial muy fuerte, es una mujer deslumbrada por la ciudad en un

momento donde trata de construir su propia identidad. El encuentro con Anatole en la opera

de Moscú la deja muy angustiada porque se da cuenta de estar enamorada de dos hombres

a la vez; su drama pasa por la ausencia de su prometido, el príncipe Andreí y el cortejo que le

ofrece el muy presente, y extremadamente bello y seductor, Anatole. Su amor por el joven

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Kuraguin es sincero y la decisión que ella tome significará jugarse su destino, pues deberá

enfrentar la presión del deber-ser social generado por su familia, los Bolkonski y la alta

sociedad moscovita. Lo que ninguno de ellos imagina es que ella está dispuesta a romper

con la tradición por amor.

Él, Pierre, es un fiel representante del fracaso humano. Nada le sale y, a pesar de sus

búsquedas, no logra encontrar sentido para su vida ni en la riqueza, ni en el matrimonio, ni

en la masonería, ni en esa vida correcta y adecuada que trata de llevar. En esa gran soledad

existencial que experimenta nos confronta como lectores con preguntas muy fuertes: ¿por

qué vivimos?, ¿qué hacemos en este mundo?, ¿a dónde voy?, ¿cómo expresar todo lo que

siento?

La indecisión con que maneja su vida sigue siendo tema de discusión. El hombre gelatina,

como fue calificado, poco homenaje hace a la fortaleza y solidez que su nombre sugiere.

Pasado este año de lectura, Pierre todavía no se encuentra, aunque ha dado pequeños pasos,

que se traducen en esos efímeros momentos en los que ha logrado conquistar una fuerza

propia. Sin embargo, en esa gran desorientación actual, ha decidido pasear de nuevo su tedio

por los grandes salones, con la esperanza de que el aturdimiento que estos ofrecen le evite

pensarse. Pero como nunca podemos huir de nosotros mismos, tarde que temprano tendrá

que enfrentar su propio destino.

Este es un hombre que tiene la capacidad de grandeza, pues reconoce la posibilidad de lo

extraordinario en lo banal de la vida; sin embargo, también nos demuestra, en la manera

como lee, esa capacidad humana de volver banal lo extraordinario. Ejemplo de esto son las

diversas lecturas que se puedan hacer de una obra maestra como Guerra y paz; esa grandeza

de Tosltoi -la de volver arte el detalle-, puede terminar seduciéndonos o perderse rápidamente

en unos ojos que andan en otras búsquedas, por eso siempre estará esa necesidad de

preguntarnos por lo que hacemos, como Club de lectura, o como lectores e intérpretes de la

vida.

El joven Bezújov parece ser un hombre que entiende o, por lo menos, trata de entender a las

personas; un rasgo que vale la pena destacar, más allá de que también le sirva a muchos

para sacar provecho. Tiene una intuición de que no está solo en sus preguntas, pero nadie

más habla del asunto. Este pobre ricachón deja la sensación en muchos de que anda en

búsqueda de ese tesoro que ofrece la vida: una amistad que realmente le escuche y le hable,

y le ayude a encontrar su camino. ¿Pero cuál camino es ese? Son muchos los que la vida nos

ofrece. Pierre ya ha intentado recorrer varios de estos caminos, pero todos le han llevado al

sinsentido. Pero no sólo es él quien debe afrontar ese laberinto que le ofrece el incierto futuro;

Natasha, con esa disposición de seguir el camino que le ofrece ese fuerte sentir por Anatole,

está decidiendo ante esa otra opción que la vida nos presenta a todos: seguir el fácil camino

de la tradición -ese que ha sido construido por otros, ese que nos presentan como la vía fácil

para alcanzar el verdadero sentido de la vida y que bien demarcado está por las huellas de

tantos que lo han tomado-, y que en el caso de la joven se concretaba con el matrimonio al

príncipe Andreí.

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¿Y es que uno arriba al sentido de la vida?, ¿o la errática búsqueda del mismo es lo que llena

de sentido nuestra existencia? A través de personajes como Pierre y Natasha, Tolstoi parece

decirnos, habrá que dudar de quienes tienen tan claro el camino por recorrer.

Lanzarse al vacío de construir un sentido propio nunca será fácil. Aunque siempre existirá la

necesidad de algunos puntos de referencia, nunca será el mismo andar de otros caminantes,

por eso, las compañías que se construyen durante el recorrido son importantes. No importa

que tan sensible sea una existencia, si no encuentra eco en otro, hay algo de ella que no se

moviliza, que no se expande, que no agrandece, que no va más allá. Todos necesitamos de

alguien que genere eco de lo que somos.

Ni Pierre ni Natasha han encontrado compañía en Elena o Andreí. Ella ahora pone sus

esperanzas en Anatole, pero lo que la novela nos ha ofrecido, nos lleva a dudar que ese

encuentro se prolongue por mucho tiempo, pues las intenciones de este sensual, digno

heredero de la tradición Karamazov, parecen ser muy diferentes a las de la bella joven.

Natasha se presenta como una muchacha desorientada que se ha topado con un hombre

con un fin muy claro; para Anatole ella es una presa más en ese continuo cazar por los

bosques de la sensualidad y el goce.

En estos momentos de compañías necesarias, ¿quién podrá acompañar a este par? Él es un

perdido, ella, una que quiere perderse. ¿Será que en algún momento sus caminos se podrán

encontrar? No olvidemos que ya ha habido muestras de la atracción del conde Bezújov por la

joven Rostov, y aunque ella en estos momentos está enamorada de otro hombre, no debemos

olvidar ese rasgo suyo, de encantarse por aquel hombre que fije su mirada en ella. Ambos

son seres atrevidos y también existe cierta similitud en una honestidad con la vida, que

evidencian en sus cuerpos. Sumado a esto, no olvidar que ese encuentro entre los dos, al

final de esta parte del libro, parece darle renovados sentidos a Pierre. ¿Será que tendremos

acá otro caso del amor pasional como redención, tal como lo comentaba un compañero?,

¿vivirá finalmente Pierre ese efecto perturbador del amor?, ¿serán ellos los inquietos

amantes, que algunos lectores se atreven ya a especular? Habrá que esperar pues que nos

depara la historia.

ÁLVARO ESTRADA

RESPONSABLE DE LA MEMORIA