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7/31/2019 Grassi - La familia, un objeto polémico. Cambios en la dinámica de la vida familiar y cambios de orden social http://slidepdf.com/reader/full/grassi-la-familia-un-objeto-polemico-cambios-en-la-dinamica-de-la-vida 1/23 ESTELA GRASSI. *  “L A FAMILIA: UN OBJETO POLÉMICO. CAMBIOS EN LA DINÁMICA DE LA VIDA FAMILIAR Y CAMBIOS DE ORDEN SOCIAL ”. **  En: María Rosa Neufeld, Mabel Grimberg, Sofía Tiscornia y Santiago Wallace (comps.): Antropología social y política. Hegemonía y poder: el mundo en movimiento , Buenos Aires, Eudeba, 1999, pp. 95-119. n general, las ciencias sociales se han ocupado del cambio social teniendo como referente principal los procesos del mundo público. Ellos fueron, a la vez, el camino de llegada al ámbito doméstico, sobre la base de un supuesto más o menos implícito según el cual aquella dinámica arrastra, impone o requiere transformaciones en la organización doméstica. E Sin embargo, resulta sumamente estimulante hacer un camino diferente atendiendo a que las relaciones familiares se entrelazan —pero no se subordinan— a una red compleja y multideterminada de relaciones sociales de distinto orden; a que el carácter histórico de la familia indica que es el resultado de la práctica social;  y a la capacidad de dicha práctica de constituirlas y de transformarlas. Las reflexiones contenidas en este artículo parten de los supuestos enunciados  y se refieren a las transformaciones en la dinámica de las relaciones familiares, y a las redefiniciones producidas en las representaciones sociales acerca de los órdenes que estructuran la vida social moderna: la distinción y separación del ámbito y el espacio de la privacidad. En esta distinción, que constituye lo que podemos denominar el “núcleo duro” de tales representaciones, puede detectarse un proceso de sutil cambio de sentido, en dirección de una mayor “publicidad” de la vida privada. Esto da lugar a un fenómeno paradójico, porque se vuelve paulatinamente transparente aquello que el pensamiento crítico, particularmente el feminista, había denunciado como el contenido oculto de esta separación: el carácter histórico y político de las relaciones “de la vida privada”. Hoy los conflictos propios de las relaciones privadas se resuelven cada vez más “en público” y con la participación de múltiples y novedosas instancias de este ámbito (desde los comunicadores mediáticos, hasta los mediadores judiciales). A la inversa, los conflictos característicos de las relaciones sociales que estructuran el ámbito de la producción, tienden a parecer cada vez más “cuestiones entre particulares”, a personalizarse y a excluir la intervención de instancias “públicas” de resolución o de mediación (el sindicato, la justicia, el ministerio público). A partir de aquí, la propuesta es hacer un repaso de los ángulos posibles desde los cuales puede enfocarse la “cuestión de la familia”, organizando la exposición según los “tipos de objeto” en que ésta es constituida y desde los cuales —a la vez— se construye socialmente “la familia” como institución. En cada uno de estos modos de constituirla se ponen de manifiesto, no solamente diferentes versiones acerca de lo que ésta es, sino también los múltiples * Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. ** Este artículo ha sido publicado anteriormente en la Revista Sociedad N° 9, septiembre de 1996, de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Se cuenta con la debida autorización de los editores.

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ESTELA GRASSI.* “L A FAMILIA: UN OBJETO POLÉMICO.  CAMBIOS EN LA DINÁMICA DE LA VIDA

FAMILIAR Y CAMBIOS DE ORDEN SOCIAL ”.** En: María Rosa Neufeld, Mabel Grimberg, Sofía Tiscornia y Santiago Wallace(comps.): Antropología social y política. Hegemonía y poder: el mundo en movimiento ,

Buenos Aires, Eudeba, 1999, pp. 95-119.

n general, las ciencias sociales se han ocupado del cambio social teniendocomo referente principal los procesos del mundo público. Ellos fueron, a lavez, el camino de llegada al ámbito doméstico, sobre la base de un supuesto

más o menos implícito según el cual aquella dinámica arrastra, impone o requieretransformaciones en la organización doméstica.

ESin embargo, resulta sumamente estimulante hacer un camino diferente

atendiendo a que las relaciones familiares se entrelazan —pero no se subordinan— 

a una red compleja y multideterminada de relaciones sociales de distinto orden; aque el carácter histórico de la familia indica que es el resultado de la práctica social; y a la capacidad de dicha práctica de constituirlas y de transformarlas.

Las reflexiones contenidas en este artículo parten de los supuestos enunciados y se refieren a las transformaciones en la dinámica de las relaciones familiares, y alas redefiniciones producidas en las representaciones sociales acerca de los órdenesque estructuran la vida social moderna: la distinción y separación del ámbito y elespacio de la privacidad.

En esta distinción, que constituye lo que podemos denominar el “núcleo duro”de tales representaciones, puede detectarse un proceso de sutil cambio de sentido,en dirección de una mayor “publicidad” de la vida privada.

Esto da lugar a un fenómeno paradójico, porque se vuelve paulatinamentetransparente aquello que el pensamiento crítico, particularmente el feminista, habíadenunciado como el contenido oculto de esta separación: el carácter histórico ypolítico de las relaciones “de la vida privada”. Hoy los conflictos propios de lasrelaciones privadas se resuelven cada vez más “en público” y con la participación demúltiples y novedosas instancias de este ámbito (desde los comunicadoresmediáticos, hasta los mediadores judiciales).

A la inversa, los conflictos característicos de las relaciones sociales que

estructuran el ámbito de la producción, tienden a parecer cada vez más “cuestionesentre particulares”, a personalizarse y a excluir la intervención de instancias“públicas” de resolución o de mediación (el sindicato, la justicia, el ministeriopúblico).

A partir de aquí, la propuesta es hacer un repaso de los ángulos posibles desdelos cuales puede enfocarse la “cuestión de la familia”, organizando la exposiciónsegún los “tipos de objeto” en que ésta es constituida y desde los cuales —a la vez— se construye socialmente “la familia” como institución.

En cada uno de estos modos de constituirla se ponen de manifiesto, nosolamente diferentes versiones acerca de lo que ésta es, sino también los múltiples

* Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.** Este artículo ha sido publicado anteriormente en la Revista Sociedad N° 9, septiembre de 1996, dela Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Se cuenta con la debida autorización de los editores.

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ESTELA GRASSI 

marcos normativos que son propuestos como modelos de comportamiento de la vidafamiliar: aquello que “se quiere ser” y en pos de lo cual “se trabaja”.

La fundamentación del problema planteado se deriva de los datos que aporta lainvestigación sistemática sobre cuestiones que tienen que ver con la organizacióndoméstica de la reproducción, publicados recientemente en nuestro país (Jelin,1994; López, 1990; López y Findling, 1995; Wainerman y Geldstein, 1994;Cicerchia, 1994; González Montes, 1990; Novick, 1991 y 1993); en estudios sobre eltema referidos a la región (Oliveira, 1995; Sarti, 1994; Massolo, 1994; Quartim deMoraes; 1994); y en anteriores investigaciones y trabajos nuestros (Grassi, 1989;1990, 1994, 1995; y Grassi, Raggio y González, 1992).

Asimismo, la cotidianeidad de la vida social y el debate que se hace públicorespecto de las cuestiones socialmente definidas como “privadas”, en encuentros ypublicaciones de especialistas o polémicas de las que participa la “opinión pública”,son otra fuente de información que apoya empíricamente estas reflexiones.

L AS MÚLTIPLES DEFINICIONES. O QUÉ ES “FAMILIA”, PARA QUÉ Y PARA QUIÉNES Sintéticamente,

  la familia es un “dato” incuestionable de la realidad, en la representacióncorriente de nuestra vida social inmediata;

  la familia adquiere un sentido de entidad abstracta, meta-histórica, en elmarco de algunos sistemas de creencias (ideológicos o religiosos);

  la familia ha sido (y es) problema (u objeto) de políticas públicas;

  la familia es objeto polémico (u objeto de polémicas) en el debate político-

cultural;   y, finalmente, la familia es objeto de estudio para las ciencias sociales y

humanas.

Esta manera de organizar el tratamiento del tema no implica presuponerindependencia entre uno u otro ángulo de mirada. No obstante, forzaranalíticamente la distinción, tiene la ventaja de permitir identificar prácticas,intereses y supuestos implícitos que son parte del proceso de construcción de lafamilia como institución, de sus cambios, de las crisis y de la estabilización de loslazos familiares. Asimismo, posibilita redimensionar la profundidad y alcance de loscambios, contextualizarlos y conocer su génesis. En conjunto, esto permite

distinguir (y relacionar de nuevo) la familia , en tanto pauta de organización socialreglada, y las relaciones familiares en unidades domésticas  concretas, que son elresultado práctico de las estrategias de los agentes, las que —por definición— desbordan siempre a las reglas.

Entre otras cuestiones, las disímiles condiciones de existencia en que sedesenvuelve la vida de los grupos sociales y la diversidad de la experiencia cultural,constituyen límites desiguales y alternativas diferentes, para el desarrollo de la vidafamiliar y también, para la realización de sus miembros individuales.

L A “OBVIEDAD” DE LA FAMILIA 

Constituir a la familia en objeto de análisis es una de las cuestiones másescurridizas, a pesar de una abundante producción por parte de las ciencias

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L A FAMILIA: UN OBJETO POLÉMICO. CAMBIOS EN LA DINÁMICA DE LA VIDA FAMILIAR Y CAMBIOS DE ORDEN SOCIAL  

sociales y humanas. La familia forma parte de nuestra experiencia primera y másinmediata, por lo que fácilmente se escapa su carácter histórico y su determinaciónsociocultural, o queda anclada desde algún punto en la naturaleza.

A la vez, para la vida y el conocimiento corrientes, “algunas cosas son muyevidentes como para tener que explicarlas”, como dice con ironía Barley (1994). Y lafamilia está entre aquello que nos es dado, que es obvio y que, en nuestrasrepresentaciones dejamos del lado de la naturaleza —como los bosques, aunque loshombres los talen, o los ríos, aunque se desvíen sus cauces.

En el seno de una familia, generalmente nacemos y crecemos; pasamos la vidaadulta y, probablemente, morimos rodeados de algunos familiares. De ahí quesolemos opinar acerca de los cambios  producidos en  la familia, de problemas queafectan  a la familia, no como el producto (disputado) de prácticas sociales, sinocomo aquello que nos precede en nuestra condición de humanos, hasta dondetenemos noticias por nuestra experiencia y la de nuestros mayores.

Esto no es sustancialmente diferente a la manera en que las sociedades

definidas por la modernidad como “a-históricas”, concebían sus propiasinstituciones, cuya historia se remontaba hasta donde el relato de los progenitoresllegaba con sus recuerdos.

Sin embargo, aquellas disciplinas modernas que hurgan en el pasado, en losorígenes y en los “otros” no occidentales (como la historia y la antropología) hanproducido un cúmulo de conocimientos sobre el tema, que faculta algunosacuerdos: aun para la cultura occidental, la noción de familia no ha tenido siempreel mismo significado y alcance; y la mera existencia de esposas, esposos e hijosbiológicos, no permite inferir de allí un grupo socialmente reconocido y constituidoen relación con las funciones atribuidas a la familia moderna.1 

Construimos nuestro saber cotidiano sobre la familia también con elementosde estas disciplinas; no obstante, en buena medida connotados por una concepciónevolutiva de la sociedad y la historia humanas, que lleva a imaginar formacionesprimigenias, más que instituciones diferentes.

Pero en nuestra propia historia, no es tan lejano el tiempo en que  familia  designaba a una institución cuyo dominio iba más allá de la reproducción:implicaba posesiones, poder y autoridad, en cuya red el matrimonio era el“mecanismo social y económico de alianzas familiares [en] las elites muy próximas”,como destaca Cicerchia (1994). Para nuestra historia colonial y para las capassociales dominantes,  familia evocaba al linaje  y era un grupo de poder. Esa

designación no alcanzaba, por lo menos en los documentos públicos, a los gruposdomésticos de las capas populares, cuyas reglas de intercambio sexual ymatrimonial, procreación y crianza tenían otras fuentes de legitimación y otrosmecanismos de consenso y control social. No obstante, como muestra estehistoriador, éstos no excluían la intervención de las instituciones públicas.

1 Sobre este punto, puede verse Durham (1983). Esta autora, privilegiando el eje de la reproduccióncomo perspectiva del análisis, debate al respecto con Lévi-Strauss (1976, 1982), quien se inclina poradoptar la definición de “átomo de parentesco” para referirse a una unidad constituida por esposas,

esposos e hijos en todas las sociedades humanas. No obstante, el propio Lévi-Strauss da cuenta desociedades en las cuales un tal grupo no tiene ningún significado social y no constituye unidad deparentesco, en las que la figura del esposo es enteramente ritual, o en las cuales, el varón no tienefunción reconocida en la generación (Lévi-Strauss, 1976).

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ESTELA GRASSI 

Es decir, la representación dominante, expresada estatalmente, respecto del“orden familiar”, no comprendía la vida doméstica de las clases populares; sinembargo, sus desórdenes no les eran ajenos a las instituciones del Estado.

Más tarde, la alcurnia de origen se señalaría con el calificativo buena ,precediendo a  familia . Y, perdida la alcurnia, la familia bien constituida  marcaríadiferencias en épocas más recientes.

Al mismo tiempo que el término  familia  ha tenido referencias empíricasdiversas, también es posible reconocer grupos o unidades domésticas decomposición y dinámica diferentes (socialmente reconocidos y significados), en losque se cumplen funciones comunes y necesarias, que tienen que ver con lareproducción.2 

L O PÚBLICO Y LO PRIVADO: LA FAMILIA COMO OBJETO DE POLÍTICAS PÚBLICAS 

Otra cuestión que resulta “evidente” respecto de la familia es sucorrespondencia con el ámbito de la “vida privada”; con aquello que, por lo menosen un sentido, se entiende como lo íntimo, como lo que se sustrae de la acción delEstado y de las miradas y juicios “exteriores”.3 

Sin embargo, aun antes de que tome forma un proyecto de Estado nacional,encuentra Cicerchia (1994) las manifestaciones de “una voluntad  política  deconvertir los desórdenes familiares en cuestiones de estado ” (cursivas del autor).4 

A los mecanismos judiciales que describe este autor, se pueden agregardispositivos indirectos de acciones públicas, como las de aquellas “damas linajudas”de la Sociedad de Beneficencia, convocadas por el Ministro B. Rivadavia en 1823,para trabajar por “la perfección moral, el cultivo del espíritu en el bello sexo y la

dedicación de éste a la industria”, entre las mujeres de las capas populares (Grassi,1989).

Desde entonces, pero con mayor sistematicidad desde finales del siglo XIX, lossectores de la política estatal que caben en la definición de “políticas sociales” (desalud, educación y asistencia social) tienen a la familia como objeto de planes yprogramas. De manera explícita, en algunos casos; o como “el código oculto”, la másde las veces. Es decir, como un “supuesto” referido al tipo de unidad que conforman(o deberían conformar) los destinatarios de estas políticas; y acerca de lasfunciones, obligaciones y distribución de responsabilidades en el interior de talunidad.

2 En palabras de Durham (1983), “grupos de parientes o afines a los que son incorporados los reciénnacidos y que son responsables de su cuidado y protección”. El problema de la reproducción no selimita, entonces, a la procreación y las unidades de reproducción no coinciden naturalmente conésta.3 Privado y público son términos polisémicos. “Privado se entiende, por un lado, como todo aquelloque se sustrae al Estado; desde este punto de vista se define en contraposición a público/estatal.Cuando por privado se entiende «la vida privada» tiene, a su vez, un doble sentido: de intimidad (delos afectos, pero también de los dramas familiares) y de autoconciencia. En cualquier caso, se tratade un espacio sustraído no sólo del Estado, sino además de las miradas y de los juicios del exterior(del público). Por oposición, entonces, el público es el colectivo que mira y/o participa; juzga y/o

decide...” (Grassi, 1994).4 Cicerchia (1994) ubica su estudio en la sociedad “que nace en 1776, con la creación del Virreinatodel Río de la Plata y muere a mediados del XIX, en las postrimerías del nacimiento del proyectonacional”.

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L A FAMILIA: UN OBJETO POLÉMICO. CAMBIOS EN LA DINÁMICA DE LA VIDA FAMILIAR Y CAMBIOS DE ORDEN SOCIAL  

Estos supuestos implícitos tienen la fuerza de lo obvio en los comportamientosde los agentes institucionales, que derivan de ellos el sentido de sus acciones,produciendo mensajes que prescriben comportamientos. Cuando la familia es objetoexplícito de planes y programas, tales concepciones quedan expresadas en las justificaciones y considerandos de los mismos.

Sin embargo, aún así no es de esperar una práctica unívoca en los diferentesniveles de la gestión de las políticas, sino que cada vez los supuestos son activados y las especificaciones son reinterpretadas por los actores respectivos, encircunstancias variadas.

Esos “códigos ocultos” (o no) y esos mensajes prescriptivos o coercitivos, nodeben entenderse como producciones fantasmagóricas de organismos burocráticos y abstractos, ya que son expresión de representaciones sociales que forman partedel sentido social que tiene la institución en cada época; resultado, a su vez, de losprocesos de hegemonización en el campo cultural. De ahí que tales acciones eintervenciones resulten legítimas.5 

Interesa detenerse en algunos de estos sectores de políticas sociales porque, enla medida que incorporan estos supuestos y un substrato de saberes que incluyeexpectativas respecto de roles, funciones, responsabilidades y lealtades, los planes,programas e instituciones de estas áreas devienen, a la vez, en vectores de normas yvalores. Aquellos supuestos y expectativas suelen operar como “condiciones deacceso” al servicio o beneficio, a veces normadas, y otras como resultado de lainterpretación de los agentes.6 

I. La segunda década del siglo pasado y las primeras del presente, fueron elescenario en el que las clases con capacidad de hegemonía, condujeron el procesode consolidación y expansión del Estado nacional, el que debió afianzarse como

expresión legítima de una población étnica y socialmente heterogénea.El saldo de las migraciones fue, no solamente el crecimiento extraordinario de

la población urbana (contra toda expectativa) sino una tasa de masculinidadanormalmente alta, crecimiento urbano, promiscuidad, matrimonios noconsagrados, tráfico de mujeres; coincidieron con campañas por la salud y lahigiene públicas, la protección de la madre y el niño y el desarrollo de la asistenciasocial profesionalizada. Estas campañas y disciplinas fueron vías a través de lascuales el nuevo Estado y también las múltiples instituciones asistenciales y debeneficencia de la sociedad civil, desarrollaron una amplia acción de moralización ynormalización de la vida familiar de las clases populares, nativas o migrantes(Grassi, 1989).

Las campañas de salud fueron un vector fundamental en el momento: junto alos hábitos de higiene, se enseñaron a las mujeres la economía doméstica, el ordenen el hogar y los hábitos del ahorro. Lo que comenzó a llamarse el “binomio madre-hijo” (que expresaba simbólicamente una pretendida unidad esencial) fue, además,

5 Sobre esto es sumamente ilustrativo el texto de Cicerchia: al tiempo que muestra la vigencia y elconsenso, en las capas populares, de prácticas familiares alejadas de las representaciones socialesdominantes acerca de la vida familiar (“amancebamientos, entrega de hijos o mujeres como cabezade familia”), da cuenta de una extendida práctica de recurrencia al arbitrio de las institucionespúblicas, para saldar conflictos de orden doméstico (“tutela de menores, juicios de disenso, reclamo

de alimentos, malos tratos y calumnias e injurias”) (Cicerchia, 1994).6 Esto dejando a un lado la legislación que regula el matrimonio, las relaciones entre los cónyuges,entre padres e hijos, etc. porque allí, más que un supuesto, se explicita un modelo y se regulan lasrelaciones intrafamiliares en consecuencia.

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ESTELA GRASSI 

la expresión pragmática ante la necesidad de encontrar vías eficientes de hacerfrente a problemáticas del momento: el orden, la moral y la salud. La promoción dela lactancia materna, la consagración de las madres a la atención de los niños y delhogar, el cuidado de la higiene (como una dimensión del amor materno, del quevenía a depender la salud pública) eran ejes centrales de las acciones políticas enmateria de salud, tanto en el ámbito propiamente estatal, como de las agencias de

la sociedad civil. La higiene fue por entonces (y se consagró en ese lugar) la medidade todos los merecimientos.

 Junto con los importantes avances de la obstetricia y la puericultura en elperíodo (González Montes, 1990), puede reconocerse un discurso referido a lasfunciones maternas, que sacralizaba a las mujeres por vía de la abnegación, en eseúnico rol. Esto facilitó el desarrollo de aquellos campos médicos, con efectosdirectos en la atención y protección pública de la maternidad y en la salud infantil.Al mismo tiempo, creó las condiciones que limitaron el control, por parte de lasmujeres, de los procesos comprometidos en el embarazo, parto y puerperio y en lafijación de las normas de crianza. Pero que también dieron lugar a un nuevo papel

de la madre, en tanto figura central de la familia, como aliada del médico en elhogar (en desmedro, claro, de las parteras empíricas y curanderas).7 

Esta referencia a una época tan temprana de nuestra historia se debe a que esposible identificar, por entonces, un período formativo de prácticas familiares(discursivas y de acción), que modelaron hacia adelante la vida familiar de losdistintos sectores sociales.

II. La familia volvió a ser objeto de “políticas públicas”8 en la historia recientedel país, en el marco de políticas autoritarias y conservadoras. Las primerasmanifestaciones pueden hallarse en un Decreto del entonces Ministro de BienestarSocial, José López Rega, prohibiendo las prácticas médicas de anticoncepción, en el

subsector público de salud.9 En la historia independiente del país, esta política

7 Respecto del desarrollo de la medicina higienista, de la puericultura y de las campañas demoralización de las clases populares, en el ascenso capitalista, pueden verse Boltanski (1974) yDonzelot (1979), textos ya clásicos.8 No queremos decir que haya dejado de serlo en el ínterin de esas décadas. Pero pretendemosremarcar un momento de la historia reciente, con el que es posible trazar una línea de continuidadrelativamente directa con nuestros días y que forma parte de los avatares de un período (comenzadoen los 70) al que puede reconocerse como globalidad. Tampoco queremos decir que, a partir de aquí,la familia sea objeto claramente explicitado de planes, a su vez, claramente formulados en susobjetivos, metas y acciones. Pero las políticas públicas no se limitan a estas formulaciones, las que

por su parte, no registran en toda su complejidad, los sentidos y argumentos hegemónicos o endisputa en diferentes y plurales ámbitos del espacio político público.9 En otro lugar señalábamos que “las medidas pronatalistas coactivas no han sido la norma en laArgentina, pero sí medidas indirectas o trabas objetivas, con efectos diferenciados para los distintossectores sociales” (Grassi et al ., 1992). Pero el pronatalismo pragmático es coincidente con unaideología fuertemente tradicionalista, de origen católico, que se pone de manifiesto con virulenciatoda vez que se debaten temas que atañen a la vida familiar y a los derechos reproductivos: elmatrimonio civil y el divorcio, a finales del siglo pasado y nuevamente en los años 70 y 80; lacuestión de la anticoncepción (que resultó en la norma prohibitiva antes citada); y cada vez queasoma la cuestión del aborto. El resultado es, finalmente, un espacio amplio de posibilidades quedepende de la “arbitrariedad” de los funcionarios políticos, pero también de los agentes que sedesempeñan en los diversos ámbitos del Estado. Finalizando 1995, volvió a quedar pendiente en elSenado de la Nación, un proyecto de ley sobre Derechos Reproductivos, en torno al cual se reiteran

los viejos argumentos. Asimismo, en lo que va de 1996, fueron vetados por los Ejecutivos de lasprovincias de Córdoba y del Chaco, sendos proyectos de Salud Reproductiva, aprobados por laslegislaturas respectivas. Sobre estos temas puede verse la interesante investigación de SusanaNovick (1993).

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ESTELA GRASSI 

así justificada la acción de las fuerzas de seguridad, de algunos organismos deasistencia social o de especialistas del campo de lo “psi”. Los informes técnico-profesionales eran sorprendentemente similares y, fundamentalmente,ejemplificadores. Como en las fábulas, cada caso entrañaba una moraleja, queresultaba siempre la misma.

Esta modalidad, dominante por entonces, no ha perdido total vigencia hoy y esreactivada periódicamente en los discursos de algunos políticos.13 

III. Ya en democracia, la familia reingresó en los replanteos de las políticas deasistencia a los “grupos vulnerables” o en “situación de riesgo”; definiciones que hoyincluyen a la población en condiciones de pobreza y con necesidades básicasinsatisfechas.

Poco a poco y cada vez más, las familias de niños desprotegidos, escolares quefracasan o abandonan la escuela, jóvenes que consumen drogas, etc., pasan aformar parte, ya no sólo del diagnóstico (o tampoco necesariamente de éste) sino delas estrategias de resolución de estas problemáticas.

Confrontando con el planteo represor y del control directo, se fue gestando unanueva intencionalidad de “alianza estratégica” (Donzelot, 1979) en la búsqueda, otravez, de acción eficiente ante la problemática de los nuevos tiempos: la pobreza y susderivaciones. La familia volvió a ser una alternativa en esa búsqueda, cuando elEstado se hizo socialmente “insolvente” (lo que no es suponer un Estado débil o nointervencionista).14 

El impulso dado a la cuestión de la familia por múltiples organismos durantelos 80 y su persistencia más allá del Año Internacional de la Familia; o lareactualización de temas como la lactancia materna (que se impuso como exigencia“natural” y dio lugar a un discurso de fuerte contenido prescriptivo y

culpabilizador), no son cuestiones totalmente ajenas a lo que puede reconocerse

13 El Gobernador Duhalde hizo de esta modalidad el sustento ideológico de su campaña cuando eracandidato a vicepresidente de la Nación, y luego en su primera presentación a la Gobernación de laProvincia de Buenos Aires. La excusa era el consumo de drogas por parte de los jóvenes y el llamadoera a un máximo control por parte de la familia, donde radicaba potencialmente “la culpa”. Elpresidente Menem apela a la amenaza solapada cada vez que se agudizan los conflictos y lasprotestas sociales.14 La referencia a la insolvencia social del Estado no abre, en principio, ningún juicio respecto de ladimensión del gasto social, el que —por sí solo— no dice todo acerca del carácter del Estado. Lo queda cuenta de tal insolvencia del Estado neoliberal, es el hecho de que ha dejado de ser un ámbito

que respalda derechos sociales. La política social es, en buena medida, reducida a una asistenciaeventual y casi volátil que depende de la irregularidad de recursos extraordinarios, de la capacidadde presión y negociación de fracciones sociales múltiples, del rédito político de las intervenciones,etc. Este carácter del Estado neoliberal trasciende al “modelo menemista” (lo que sería confundir alproyecto de gobierno con la estructura del Estado). Viene conformándose largamente, atado a laspropuestas políticas de descentralización del Estado y de “organización de la sociedad civil” desde elpoder y por decreto. En la práctica esto permitió, por un lado, descentralizar la eventualdeslegitimación derivada de políticas sociales ineficientes e insuficientes para compensar lasconsecuencias sociales del ajuste estructural. Por otro, derivó en una fuerte fragmentación de lasociedad civil (contraria al declarado objetivo de su fortalecimiento) cuyas organizaciones localescompiten denodadamente entre sí por recursos, espacios de poder, etc. Con “socialmente insolvente”queremos decir, entonces, que lo social dejó de tener prioridad en las decisiones políticas, que lainseguridad social se instaló como un dato en la vida cotidiana de los grupos sociales y que la

sobrevivencia, el mantenimiento cotidiano y la reproducción a largo plazo, pasaron a depender deacciones públicas irregulares, fragmentarias y volátiles; y de una organización familiar cuyadinámica y las exigencias a que se ven sometidos sus miembros, reduce su capacidad de absorciónde los problemas sociales que se abren.

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ESTELA GRASSI 

hecho en las que uno (o ambos) de los miembros de la pareja venía de unaexperiencia matrimonial frustrada.15 

En cuanto al papel de las mujeres (sin exceso de optimismo) su constitucióncomo sujeto histórico ha significado el más fuerte impacto en el campo político-cultural en general y en la desestabilización de las relaciones de desigualdad entrelos géneros, en la vida familiar. Un proyecto de vida autónomo se hizo legítimotambién para las mujeres, aunque se reproduzcan fuertes condicionamientos parasu efectiva realización.16 

En un escenario similar, la brasileña Quartim de Moraes (1994) delinea loscontornos de lo que para ella son dos modelos contrapuestos de reorganización dela vida privada (o dos proyectos de vida opuestos, presentes en los debatesactuales): en uno, la procreación es la razón del matrimonio y da forma a la familiatradicional; el segundo excluye la descendencia y el objetivo es, únicamente, la“pareja igualitaria”, conformada por individuos estrictamente autocentrados.

 Teniendo como punto de referencia el planteo de Quartim de Moraes, conviene

suspender momentáneamente este ítem para revisar la cuestión de la familia comoobjeto de conocimiento de las ciencias sociales. Los aportes de estas disciplinasayudarán a retomar el debate acerca de la reorganización de las relacionesfamiliares, en conexión con las propuestas cultural-normativas que organizan losdemás vínculos sociales. Se podrá ver, entonces, si es adecuado plantear estosproblemas en términos de modelos contrapuestos.

L A FAMILIA COMO OBJETO DE CONOCIMIENTO 

I. La década del 70 es el momento en que las ciencias sociales en generalcomienzan a prestar atención —de manera regular desde entonces— a los procesosque ocurren en el nivel de las unidades domésticas, en tanto ámbito cuya dinámicano resulta de la mera adecuación a los procesos de desarrollo y de modernizacióneconómica.

Hasta entonces, la familia y las relaciones de parentesco habían sido objetoprivilegiado de estudio de la Antropología social y cultural. En menor medida, sehabían ocupado de ella las otras disciplinas del campo de lo social, al estar másatentas a los procesos de orden macro, en consonancia con la expectativa decambios estructurales, con un sentido progresivo: el desarrollo y la modernización;o la transformación revolucionaria de las estructuras socio-económicas.

La crisis del sistema capitalista a nivel mundial que arrastró a América Latina,las dictaduras (sobre todo en el cono sur) y la frustración de perspectivas decambios progresivos en ese contexto, condujeron a preguntas para las que no eransuficientes las respuestas macro estructurales. Entre otras cuestiones, cómo sesostiene la reproducción de los sectores sociales más pobres; es decir, de esas“masas marginales” (Nun, 1969) que entran y salen de la producción moderna o queno tienen posibilidad de integrarse a ella, ni de acceder a los sistemas de seguridad

15 Según datos de la Directora de Registro Civil, Dra. Guzmán Novoa, publicados en Viva N° 973, larevista dominical del diario Clarín  del 24/12/94, “en el 81 se casaron 16.606 parejas. El nivel semantuvo hasta que en el 88 —ley de divorcio en 1986, mediante— la cifra trepó a los 27.496, para

descender hasta hoy, aunque en general, desde el año pasado [1993] tiende a estabilizarse”.16 Condicionamientos de distintas y complejas aristas, que obligan a mirar en los comportamientossubjetivos, tanto como en las estructuras normativas, reglas sociales y estrategias de competencia enlos espacios públicos.

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1) Composición de los hogares: según estudios recientes con información detipo censal y otras fuentes estadísticas (Wainerman y Geldstein, 1994), si bien severifica un aumento sostenido de personas que viven solas,18 esta tendencia nomodifica el perfil global en términos del tipo de hogares: la inmensa mayoría deéstos está conformado por grupos familiares.19 Simultáneamente, estos estudiosregistran un sostenido aumento de la nuclearización, en detrimento de aquellos

hogares que reúnen a “otros familiares” y, aún más, a otras personas con las que noexisten lazos de parentesco.

Por su parte, los estudios de tipo cualitativo muestran la vigencia de los lazosparentales en la configuración de las estrategias de vida de las familias (Jelin,1994).20 Pero también, este tipo de estudios dan cuenta del peso que tiene laexpectativa de una familia relativamente pequeña, sostenida en lazos conyugalesestables, lo que se expresa en las representaciones de la vida familiar y en lasacciones que se despliegan en esa dirección, particularmente por parte de lasmujeres (Grassi, 1995).

En general, la mayoría de estos estudios están referidos a la dinámica familiaren sectores sociales en condiciones de pobreza, y no abundan estudios de este tipollevados a cabo en sectores medios y altos. No obstante, es posible señalar lavigencia del parentesco para algunos grupos sociales, no únicamente en lo que hacea la reproducción cotidiana, sino también en la reproducción de las posiciones depoder político y económico; tal el caso de algunos sectores dominantes deprovincias.

2) Nupcialidad, separaciones y divorcios: respecto de la primera cuestión, losdatos censales dan cuenta de una tendencia a la reducción en las tasas brutas denupcialidad (INDEC, 1993). Sin embargo, es interesante observar que taldisminución es más acentuada entre 1980 y 1991, y en aquellas regiones del país

(provincias del norte) donde la formalización del matrimonio se ha dado,tradicionalmente, en una menor proporción; comparativamente, en estas regionesson más habituales las uniones consensuales. A la inversa, en Capital Federal lastasas de nupcialidad han sido históricamente más elevadas y se han mantenidoestables entre 1980 y 199121 (Anexo: cuadro 1).

Si tenemos en cuenta esto más el hecho de que en tales regiones se dan losmayores índices de no asistencia a establecimientos educativos y las más altastasas de mortalidad infantil y de hogares con NBI, en tanto en Capital Federal estasproblemáticas tienen proporcionalmente menor incidencia, no parece que estemosante un signo de modernización, ni permiten inferir de manera directa una mayor

liberalización de las relaciones entre los géneros. Más aún, si consideramos que la

18 En 1980 los hogares unipersonales constituían el 2,7% de la población total y en 1991, el 3,7%.En términos absolutos, esto significa alrededor de 440.000 personas que viven solas, más que en1980.19 El 95,9% en 1980 y el 95,5%, en 1991 son hogares de este tipo.20 Jelin (1994) registra que en casos de mujeres solas con hijos, son los varones de la familia deorigen (padre, hermanos), los que constituyen el principal apoyo para estas mujeres, cuando el ex-marido y/o el padre de los hijos pierde relación con la unidad familiar. En otros términos, aquelloslazos primarios, en estos casos, resultan de una mayor estabilidad y consistencia que los derivadosde la formación de una unidad conyugal. En un estudio de tipo etnográfico, con familias pobres deSan Pablo (Brasil), Cynthia Sarti (1994) arriba a conclusiones similares.21 Información como la que difunde la Directora del Registro Civil de Capital Federal (nota 15) dacuenta de un aumento en los casamientos, con posterioridad a la ley que habilitó las nuevas nupciasde los divorciados. El descenso posterior estaría indicando la estabilización y no aún una reducciónde estos eventos.

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L A FAMILIA: UN OBJETO POLÉMICO. CAMBIOS EN LA DINÁMICA DE LA VIDA FAMILIAR Y CAMBIOS DE ORDEN SOCIAL  

década del 80 fue aquella en la que se registró la mayor incidencia de la crisis socio-económica y del ajuste estructural, fenómenos que afectaron más fuertemente a lossectores sociales y a las regiones más pobres.

Otra vez, serían necesarios estudios comparativos y de mayor profundidad porsectores sociales y regiones, que permitan conocer quiénes son aquellos quedeciden formar parejas sin pasar por el registro civil, y qué fundamentos tienenestas opciones. Sabemos que, históricamente, son más habituales las unionesconsensuales en los sectores populares. Pero para el AMBA, con datos hasta 1989,Wainerman y Geldstein (1994) encuentran que el aumento de este tipo de unionesfue proporcionalmente mayor en sectores de ingresos altos, y en grupos de edadesque hacen presuponer un recasamiento.

Las separaciones y divorcios, por su parte, son fenómenos difíciles dedimensionar. En primer lugar, puede sospecharse que la condición de separado/ano siempre es informada cuando se responden preguntas sobre “estado civil” encensos y encuestas. Hasta hace poco tiempo (y aún hoy en algunos, contextossociales y regionales) esta condición constituía (o constituye) un estigma, sobre todopara las mujeres.

En segundo lugar, es difícil saber qué pasa con las uniones consensuales, yaque en general se responde “soltera/o” cuando se ha roto una unión de este tipo,salvo que se indague específicamente al respecto. Las hipótesis que derivan mayorinestabilidad de las uniones consensuales no tienen mayor sustento. Por un lado,porque los datos empíricos son insuficientes; pero además porque hoy, en buenamedida, estas uniones se sostienen en idénticos ideales románticos y de libreelección que el matrimonio formalizado;22 y finalmente, porque los mecanismos decontrol social no son únicamente aquellos instituidos estatalmente o por la religión.Los sentimientos de fracaso, inseguridad, baja autoestima, etc., asociados al

divorcio, valen también para la ruptura de uniones consensuales. En un estudio decaso hecho por nosotros en un barrio del Conurbano, en el que se registra una altaincidencia de uniones consensuales, al detenernos en “la historia matrimonial” delas mujeres, encontramos que el número de separaciones era estrictamenteproporcional entre uno u otro tipo de unión.23 

3) Tamaño de la familia: el número de hijos que una pareja decide tener estárelacionado con las expectativas respecto de la vida familiar y de pareja, y con elproyecto de vida de cada uno de sus miembros. Así, tasas bajas de fecundidad seasocian, en general, a procesos de modernización: expansión de la escolaridad(especialmente entre las mujeres) y mayor participación laboral de éstas.24 

En nuestro país, las tasas de fecundidad tienen un ritmo decreciente desdefines del siglo pasado, con breves repuntes a mediados de siglo y en la década del

22 O a la inversa, la formalización del matrimonio hoy no es, para todos los casos, “una decisión paratoda la vida”. Estas son cuestiones que aún no han sido estudiadas y respecto de las cuales, losdatos que existen —básicamente los cuantitativos— resultan cualitativamente insuficientes parahacer inferencias en cualquier sentido.23 El 54% de las parejas conformaban uniones de hecho y el 42% de las parejas habían pasado por elregistro civil. De las mujeres separadas, el 53% había roto una unión consensual y el 46%, unvínculo legal (Grassi, 1995). Esta es población urbana, en condiciones de pobreza estructural.Habría que poder comparar con otros sectores sociales, con otras regiones, etcétera.24 Esta relación no es por sí el resultado de un proceso evolutivo según el cual la modernizacióneconómica “arrastra” cambios en la composición y organización doméstica. Estudios antropológicosmuestran que en algunas regiones del planeta la expansión capitalista se articuló a relacionespolíticas y parentales no modernas (Segalen, 1992).

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70, cuando se produjo el llamado “baby boom” (Wainerman y Geldstein, 1994;Novick, 1991).

Sin embargo, pueden reconocerse marcadas diferencias regionales y por grupossociales en los comportamientos reproductivos. Así, en 1980 la tasa de fecundidaden Capital Federal era de 2,2 hijos por mujer, mientras que en Jujuy las mujereshabían tenido un promedio de 5 hijos (Wainerman y Geldstein, 1994). En estaCapital, para 1991, la tasa de fecundidad no alcanza a 2 hijos por mujer, lo que nocubre la reposición generacional. Y, mientras las mujeres urbanas en condicionesde pobreza estructural, de entre 40 y 49 años tuvieron, en promedio, más de 6hijos, las “no pobres” de la misma edad, apenas tuvieron 3 (López, 1990). A la vez,considerando el nivel de escolaridad alcanzado, resulta que las mujeres coneducación universitaria completa, tuvieron (a 1980) un promedio de 1,23 hijos; entanto que aquellas sin educación o con primaria incompleta, tuvieron más de 3.

En paralelo con estos datos agregados, los estudios cualitativos en casospuntuales registran expectativas similares respecto de los hijos y el tamaño de lafamilia, en poblaciones con características socio-económicas disímiles. Estasexpectativas, sin embargo, no guardan correspondencia con los comportamientosefectivos de las familias que conforman estos grupos. Por ejemplo, mientras quealgunas mujeres profesionales consideran que el número ideal de hijos es tres,cuando sus edades indican que probablemente no tendrán más de uno (Grassi et al ., 1992), mujeres pobres de baja escolaridad se manifiestan en el mismo sentidoaun cuando, siendo jóvenes, ya tuvieron los tres “ideales” (Grassi, 1995).

4) Escolarización y trabajo remunerado de las mujeres: un dato ya conocido esque las respectivas tasas han venido aumentando de manera sostenida,particularmente desde la década del 60, dando lugar a un significativo avance de lapresencia de las mujeres en ámbitos tradicionalmente masculinos.

Los cambios más drásticos corresponden a la educación de las mujeres. Segúnel censo de 1991, una proporción mayor de mujeres que de varones terminaron laescuela secundaria y asiste a la universidad un 2,7% de mujeres de 15 y más años;proporción apenas inferior a la de varones: 3,1% del mismo grupo de edad (Anexo:Cuadros 2 y 3).25 Esto significa que la matrícula global de las universidadesargentinas, al momento del último censo, estaba compuesta por un 48,7% demujeres. En cuanto a la Universidad de Buenos Aires, la composición femenina dela matrícula pasó de 34% en 1968, al 51% en 1988 (Wainerman y Geldstein) y sonmás las egresadas que los egresados (Grassi et al., 1992). El 5,1% de las mujeres deentre 25 y 34 años y el 4,9% de los varones de ese mismo grupo de edad, egresaron

de una universidad del país.Por otro lado, las mujeres sin ninguna escolaridad son apenas unas pocas más

que los varones: el 3,7% de aquellas que tienen 15 ó más años, sobre el 3,02% delos varones de idéntico grupo (Anexo: otros datos).

25 Al comparar proporcionalidad, hay que considerar también las bases sobre las cuales se obtienenestos porcentajes, ya que habiendo una diferencia mínima en la proporción de cada grupo, entérminos absolutos la diferencia tiene mayor significación, pues hay más mujeres que varones.Mientras los varones de 15 y más años son 10.897.578, las mujeres del mismo grupo alcanzan a11.747.354 (849.776 mujeres más). Esto hace una tasa de masculinidad de 92,8 varones por 100

mujeres. A la universidad asisten, sin embargo, 105,4 varones por cada 100 mujeres.Esto vale también para el párrafo siguiente, en el que se alude a la población sin ningunaescolaridad. No obstante, estas cifras absolutas no modifican la tendencia a la igualación queremarcan los analistas de estos temas.

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Por último, es sabido que las tasas de actividad femenina han aumentadoprogresivamente. Sin embargo, si se compara con los niveles de educaciónalcanzados por las mujeres, éstas no parecen guardar estrecha proporcionalidad,pues si en términos generales puede decirse que las mujeres están siendo máseducadas, las tasas de actividad indican aún, una menor presencia femenina en elmercado laboral. Para la región metropolitana de Buenos Aires, la tasa de actividad

femenina en mayo de 1993 era de 33% y la masculina de 56,3% (aproximadamente,un 37% de la PEA era femenina). No obstante, el mayor incremento se produjo en laúltima década, ya que entre 1970 y 1980 la PEA femenina se mantuvo en un 27%.Simultáneamente, se registra una persistente baja en las tasas de actividadmasculina.

Por otra parte, es necesario conocer en qué condiciones se incorporaron estasnuevas trabajadoras. Monza (1993), por ejemplo, sostiene que el aumento generalde las tasas de actividad producido en los últimos años, se vio favorecido por elingreso de mano de obra secundaria de los hogares, para hacer frente a la crisis dereproducción. Entre ésta, mujeres que se sumaron al mercado del empleo doméstico

o a otras ocupaciones “no plenas”.En cuanto a la desocupación, si bien, como se sabe, alcanzó a todos los

trabajadores, sigue teniendo mayor incidencia en la PEA femenina que en lamasculina (13 y 9,1% respectivamente, en mayo de 1993).

En relación al trabajo de las mujeres, investigadoras como Geldstein (1994),registran que se ha dado un proceso por el cual “la contribución relativa al ingresofamiliar por parte de las mujeres” ha aumentado. Geldstein sostiene que “laproporción de hogares del AMBA que tenían una mujer como principal sosténeconómico, pasó del 19% (uno de cada 5,2 hogares) en 1980, al 27% en 1992 (unode cada 3,7 hogares)”.

En estos hogares, las mujeres que logran ingresos altos son mayormenteaquellas que tienen niveles también altos de educación.

Contrariamente, los bajos ingresos coinciden con niveles bajos de educación,situación que se concentra básicamente en el servicio doméstico.26 La incidencia dela pobreza es mayor en estos hogares. Entre ellos, Geldstein registra la mayorfrecuencia de una dinámica familiar conflictiva, con situaciones de agresividad,abandono, etc., por parte del compañero de estas mujeres, que ven invertirse sucondición de proveedores del hogar.

Sin embargo, la problemática de tensiones entre la vida familiar y el trabajo de

las mujeres se reitera, aunque con distintas características, en los diferentessectores de la sociedad. Casos típicos son las mujeres profesionales, que debenlidiar con hacer compatibles dos dedicaciones que le exigen exclusividad en lamisma etapa de su vida: cuando son adultas jóvenes. Este es el momento de lafundación de una nueva familia y de la procreación; y, simultáneamente, es elmomento de la “acumulación” de antecedentes profesionales, en un mercado laboralcada vez más competitivo y en el que —aún hoy— las mujeres deben redoblar suesfuerzo para dar cuenta de su idoneidad.

Esto tiene como correlato el tipo de inserción profesional de muchas mujeres ola postergación de la maternidad, con la que guarda relación, a su vez, el desarrollo

26 En el mismo sentido, en el estudio hecho por nosotros en una villa del Gran Buenos Aires,encontrábamos que más de dos tercios de las mujeres trabajadoras, mantenían relaciones precariascon sus empleadores. Esto no variaba si su condición era de jefas de hogar (Grassi, 1995).

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de una oferta/demanda de prolongación artificial de la vida reproductiva de éstas.Situaciones que exigen decisiones y opciones individuales o privadas, frente acuestiones de orden social, como son las condiciones y necesidades de lareproducción de la sociedad (Grassi et al., 1992).

De tal modo, la información estadística acerca del matrimonio, el tamaño de lafamilia, número de hijos o edad a la que éstos se tienen, da cuenta de “un estado decosas”, pero es insuficiente para acercarse al problema de las elecciones que hacenlas mujeres y sus familias. De ahí que aún queda abierta la duda acerca de lainflexibilidad de los márgenes en los cuales se toman decisiones al respecto.

Finalmente, el balance posible no arroja resultados homogéneos ni permiteinterpretaciones unívocas. El fin de siglo encuentra a mujeres y hombres ensituación relativamente incómoda en los espacios tradicionalmente “propios” y“ajenos”. Si la presencia de aquellas en el espacio público tiene hoy una legitimidadindiscutida, ésta se deriva también de un redoblado esfuerzo por demostraridoneidad allí donde la idoneidad de los varones no está bajo sospecha. En laorganización familiar, las mujeres siguen siendo las responsables últimas deltrabajo doméstico, aunque su ingreso sea indispensable en la provisión del hogar.Los varones, por su parte, no pasaron de “ayudar” en este trabajo y —como diceOliveira (1995)— su participación se da en una proporción infinitamente menor a laque se registra en términos de la participación pública de las mujeres. Sin embargo,no dejan de ser interpelados por esto.

De ahí que el balance que hace Oliveira (1995) para la región latinoamericanarelativice el optimismo respecto de los cambios en la dinámica de las relaciones degénero. Ella encuentra además, que en términos generales, los ingresos de lasmujeres siguen siendo proporcionalmente menores, éstas deben hacer mayoresesfuerzos para competir profesionalmente, se mantiene la doble jornada de trabajo,

etc. El diagnóstico es válido para nuestro país, a pesar de que las mujeres tiendan aestar más educadas que los varones, por lo menos hasta el nivel medio y aunquehay una clara tendencia a que se reitere esto en el tercer nivel.

RETOMANDO EL DEBATE 

Este conjunto de indicadores y los diagnósticos aludidos, permiten pensar en elámbito familiar de fin de siglo, como un ámbito potencialmente conflictivo. En suintimidad se procesan, además, los problemas propios de una sociedadprofundamente desigual, desentendida de la suerte de cada uno de sus miembros,

que vuelve a depender del grupo primario como último recurso de eventualsolidaridad. La privatización de sectores de la producción que permanecían en laórbita del Estado, fue parte de transformaciones culturales que incluyeron unproceso amplio de privatización de la vida.

En la intimidad del ámbito familiar se procesan también cambios estructurales y culturales profundos en la relación entre los géneros. Y junto a esto, la intimidadtambién conlleva un sentido de autonomía cuando las personas toman decisionesque las comprometen primariamente.

I. Ahora bien, el sentido de la “intimidad” está hoy en revisión. La privacidad dela vida familiar y de la pareja, ha sido un valor celosamente guardado por la familia

moderna y, simultáneamente, ha despertado proporcional curiosidad. Es posiblepresuponer que el anonimato de la vida en las grandes ciudades y la nuclearización

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de las familias, favorecieron que “el mundo de cada hogar” permaneciera aresguardo de miradas curiosas y de chismes de vecinas.

Sin embargo, hoy los límites entre lo público y lo privado y el contenido de cadauno de estos términos, están redefiniéndose. Por un lado, la vida familiar,constituida en grupos cada vez más pequeños, se repliega sobre sí misma,volviéndose “más privada”. Simultáneamente, los medios de comunicación hacenposible la “publicidad” de la vida privada de seres anónimos, que al reparo devecinas chismosas husmeando tras los visillos, abren —sin embargo— su intimidadal público anónimo de los medios, que ahora puede opinar con legitimidad, acercade los “conflictos privados”.

Las vecinas chismosas son ahora “opinión pública”, no hablan en voz baja enla vereda o en los pasillos, sino que se comunican telefónicamente a un canal detelevisión. El reciente “caso Daniela”, los “chicos embarazados” del DámasoCenteno27 tiempo atrás, y los “programas de opinión” de la tarde, 28 ponen demanifiesto esta nueva forma de ruptura de la intimidad. Justamente de aquello quemás se asocia a la “pequeña familia”.

La intervención pública en la vida privada ya no solamente se da víainstituciones ad-hoc (“el juez interviene cuando fracasan los padres”), sino tambiénvía el público en general, que cobra familiaridad cuando la o el que opina, seidentifica por su nombre de pila y por el barrio en que vive. O cuya opinión“expresan” los comunicadores.

Esta capacidad de la “opinión pública” de intervención en cuestiones de la vidaprivada, no es correlativa con una participación e incidencia idéntica en el ámbitopolítico-estatal, donde la delegación de poder parece ser la norma. Aquí, la “opiniónpública” (constantemente aludida) no resulta eficaz para modificar decisiones

políticas de alcance colectivo (como pueden ser, por ejemplo, aquellas quecomprometen las condiciones de vida de los jubilados). Más aún, hay cuestiones

27 No solamente la vida de los famosos adquiere publicidad, sino también la de seres ignotos, cuyoslitigios y padecimientos son materia de opinión pública. El “caso Daniela” se conoció en Buenos Airesentre marzo y abril de 1995. La niña es disputada por sus padres, ambos de nacionalidad argentina,pero con residencia en Canadá (el padre) y en el país (la madre). El de los estudiantes del Colegiomedio “Dámaso Centeno”, ocurrió en 1990, cuando una joven fue expulsada a raíz de su embarazo.Estos son los casos más polémicos, de mayor trascendencia y si se quiere, paradigmáticos, porque

hacen más visibles algunas de las cuestiones tratadas en este artículo. Fueron, además, tomados porla “prensa seria”: diarios, programas de radio y programas televisivos de la noche, incluyeron en susediciones el tratamiento de estos casos. “Hora Clave”, el programa de Mariano Grondona, reputadopor su seriedad y el tono doctoral de su conductor, puso al aire la comunicación vía satélite entre elpadre de Daniela, que desde el living de su casa en Canadá, discutía con su ex-mujer, instalada enlos estudios del Canal 9. El tono era íntimo y de reproches mutuos, como sostiene cualquier parejaen crisis, en su habitación y a puertas cerradas.Hubo otros casos, pero por vía de los “reality shows”. La diferencia con éstos es que son tomados“por la prensa seria”.28 “Causa Común” es conducido por María Laura Santillán y se emite por Canal 13, a las 16 horas.Por su parte, Lía Salgado conduce “Sin Vueltas” por Canal 2, a las 18 horas. Los debates tienencomo protagonistas a personas anónimas y como temas, a sus dramas más íntimos: lasinfidelidades, los amores contrariados, la soledad, los encuentros y desencuentros en el lecho

matrimonial y hasta las preferencias en materia de juegos eróticos, suelen contarse frente a unacámara de televisión. Los programas se emiten por canales de aire, ocupan el horario clásico de lastelenovelas y suelen tener una importante participación femenina, tanto en los protagónicos como enla platea.

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vedadas a la “opinión pública”, como es el caso del manejo de la economía, queparece haberse constituido en estricta cuestión de “especialistas”.29 

Los temas y problemas propios de ámbitos de participación pública (como sonlas políticas del Estado o las condiciones del mercado y la producción), dejan de seropinables.

Las funciones del Estado se hacen cada vez más “cuestiones técnicas”, que alocultar su naturaleza política no admiten opiniones del lego. Y, a la vez, laintervención en los antagonismos del ámbito de la producción, deja de ser unafunción de gobierno y un problema de orden colectivo. El ejemplo paradigmático sonlos conflictos laborales, de los que se excluye paulatinamente a las instituciones delEstado, a los sindicatos, etcétera.30 

A la inversa, lo privado deviene materia de opinión y de mediación: del públicoen general, de los comunicadores sociales o de nuevas instancias de acuerdo ynegociación.31 

II. Pero el “caso Daniela” permite hacer, todavía, otra observación, pues dio

lugar a un cierto movimiento de “alianza de género” con la madre de la niña. Lasmujeres opinaban en defensa de esta última, y lo hacían con el argumento de lasobredeterminación biológica.

Finalmente, en los medios, el Dr. Mariano Grondona le dio forma y le pusotexto al argumento del sentimiento materno como instinto primario, cuasi animal. 32 Lo que pudo verse en el programa televisivo y entre las mujeres que se movilizaron yexpresaron en torno a este caso, es que éstas siguen siendo identificadas (eidentificándose a sí mismas) con un pie en la naturaleza. Desde ese punto de vista,se interpreta que actúan “impulsadas” por el instinto (no racionalmente) y que loancestral, lo cuasi animal de los seres humanos, anida aún en las mujeres.

La voluntaria decisión de la madre de Daniela de vivir con quien y dondequiera, de criar sola a la hija, su habilidad para manejarse en el mundillo judicial yde los abogados y para usar los recursos públicos (entre ellos, los medios) en su

29 Las respuestas habituales del Ministro de Economía (D. Cavallo) a las opiniones críticas acerca delplan económico o de resultados puntuales del mismo (por ejemplo, “ese señor es un ignorante”; “nosabe lo que dice”; “desconoce los datos”; “deben ir a lavar los platos”; “los curas no saben nada deeconomía”, etc.), no son únicamente producto de la exasperación del Ministro, sino que devienen enuna estrategia que apunta a deslegitimar toda opinión de “no especialistas”.30 “Nosotros queremos privatizar las relaciones laborales, queremos que el tema sea un problemaentre trabajadores y empresarios [...] Es un acuerdo entre partes y el Estado no participa”, declaraba

el Ministro de Trabajo de la Nación, Enrique Rodríguez, al diario Clarín (1/3/93).31 Simultáneamente a que se limita la acción de “mediadores” clásicos de los conflictos laborales,como son los abogados laboralistas (o los delegados gremiales, o el propio Ministerio de Trabajo, quecada vez tiene un menor peso relativo en la estructura política del Estado) se viene conformando unanueva especialidad de “mediación” en los conflictos privados familiares, que incluye a abogados,trabajadores sociales y psicólogos. Sobre este tema (“la mediación” como técnica de intervención) sedictan cursos, se traen capacitadores del exterior, etcétera.Durante el desarrollo del juicio por la restitución de la niña Daniela a Canadá intervinieron — además de los medios de comunicación y el público— nuevos especialistas, el Procurador General dela Nación, la Cancillería, la Secretaria de Derechos Humanos y hasta el propio Presidente de laNación.32 En su programa “Hora Clave”, Mariano Grondona hizo una explícita defensa de la madre de laniña en disputa. Durante su argumentación, comparó el sentimiento materno (al que aludió como

“instinto”) con la actitud de una leona que defiende sus cachorros; acompañó su argumentación conimágenes de estos animales y de la película “La guerra del fuego”, aludiendo a este sentimiento comoinnato, primitivo, que liga al hombre con su condición animal. “Hora Clave” es un programa deopinión sobre temas de trascendencia política. Se emite por Canal 9 los jueves a las 22.

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disputa judicial con el ex marido, son (en el marco de esta interpretación social) elresultado de un impulso instintivo.

Simultáneamente, la cuestión del “instinto maternal” aparece como un recursoeficaz para las propias mujeres: la representación simbólica de una hembra débil,haciéndose poderosa en defensa de su cachorro, fue la imagen que aglutinó lasopiniones femeninas.

Más que todos los datos estadísticos, esta adhesión genérica con la madre ennombre del instinto y la naturalidad del vínculo, mostró el estado de laconfrontación entre el pensamiento feminista —que pretendió reconstruir las basessociales de la subordinación de género— y el pensamiento tradicional más atávico.Pero fue elocuente también en otro sentido: cada acto de estas mujeres desmentíapor sí mismo la supuesta reacción instintiva y daba cuenta de acciones racionales,en gran parte calculadas, aunque dicho cálculo incluyera sinceramente el “instintomaterno” como razón de estos actos.

Hay profundas transformaciones al nivel del mundo de la vida; pero hay

cuestiones que mantienen casi intacta su carga simbólica. Una de ellas es lamaternidad como instinto, vigente en las representaciones sociales acerca de losgéneros. Y renovada en corrientes internas de campos científicos constituidos enrelación con la maternidad y con las relaciones parentales; o en algunos discursosdel propio movimiento de mujeres, que proponen una “vuelta a la naturaleza” enmateria de procreación y crianza (Grassi et al ., 1992).

COMENTARIOS FINALES 

En síntesis, la familia no es una institución a-histórica: es una forma (o son lasvariadas formas) en que organizamos nuestro mundo de vida más inmediato, sobrela base de valores que no son ajenos a las propuestas normativas que organizan losdemás vínculos sociales. Por eso es que el debate sobre las relaciones familiaresconduce siempre más allá de la familia.

Dejamos en suspenso el planteo acerca de los modelos contrapuestos,formulado por Quartim de Moraes. Es útil retomarlo para terminar, ya que trata delcarácter de las relaciones familiares y del problema de la individualidad y laautonomía de sus miembros.

Dice Lechner (citado por Massolo, 1994) que “desprendemos de nuestraexperiencia cotidiana buena parte de los criterios con que enfrentamos las

decisiones políticas”. Ahora bien, la experiencia de la vida familiar puede incluirrelaciones de subordinación y desigualdad; pero también de cooperación ysolidaridad, con base en la libertad y el respeto por la individualidad de cada uno.Dicha experiencia puede limitarse, incluso, al contrato acordado entre individuosautocentrados (más allá de la celebración o no del matrimonio) si la atomización y lafragmentación de la vida social se replica a nivel de las relaciones familiares.

Pero estas relaciones no son, por sí, el nido de la serpiente, ni la simple caja deresonancia de lo “público”. La vida familiar puede estructurarse como un lugar másíntimo, más libre, más solidario; o más autoritario, más egoísta o másindividualista. Es un espacio que compromete lo más vital de lo humano, pero esun ámbito social y —valga la reiteración— una construcción de la práctica social.

Como cualquier otro espacio de interacción, la vida familiar es potencialmenteconflictiva. Hoy, esta conflictividad guarda relación con una sociedad fuertemente

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orientada por valores egoístas, que transforma a los pequeños grupos familiares enla expresión mínima de eventual solidaridad. Pero simultáneamente se procesan allítransformaciones en las pautas de relación entre sus miembros, en dirección deuna mayor igualdad y autonomía. En ese marco, puede delinearse el perfil de unámbito de intimidad en el cual la autonomía no esté reñida con la solidaridad y lacooperación; y donde la libertad no se reduzca a la simple expresión de los

“intereses egoístas” de individuos incapaces de convivencia.Cualquiera de estas alternativas no será el resultado de un movimiento

independiente de la voluntad de los sujetos. De ahí la conveniencia de mantenerabiertos los espacios de debate acerca de las relaciones y los marcos normativos queestructuran la vida familiar.

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ANEXO 

Cuadro 1. Tasa bruta de nupcialidad por 1000 habitantes.

Años 1970 1980 1990 1991 Total del País 7,7 5,9 5,4 4,7Capital Federal 9,1 6,1 6,9 6,9

Formosa 5,7 5,5 3,2 3,6Salta 7,1 5,8 5,0 4,8Santiago del Estero 7,4 5,4 3,4 2,3

Fuente: Síntesis. Situación y evolución social N° 2 - 1993. INDEC. Cuadro 18

Educación:

Cuadro 2. Asistencia a instituciones educativas de varones y mujeres de 15 años y más.

Niveles secundario, terciario y universitario (%).

Asistencia al nivel: Varones MujeresSecundario* 8,8 8,7 Terciario 1,0 2,0Universitario 3,1 2,7

(*) Incluye personas de 10 y más años. Fuente: Censo Nacional 1991

Cuadro 3. Porcentaje de población de 15 y más años, según nivel de educación completado, porsexo

Egresaron del nivel: Varones MujeresSecundario 11,3 12,7

 Terciario 1,6 4,3Universitario 3,8 2,7

Fuente: Censo Nacional 1991

Otros datos sobre educación:

Cuadro 4. Porcentaje de población de entre 25 y 34 años que terminó estudios universitarios.

Varones: 4,9Mujeres: 5,1

Porcentaje de población de 15 y más años que nunca asistió a ningún establecimiento escolar:

Varones: 3,2Mujeres: 3,71

Fuente: Censo Nacional 1991

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ESTELA GRASSI 

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