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Nº 4 - 15 de marzo de 2011 "Google sufre de obesidad de datos y es indiferente a los llamados en favor de la preservación cuidadosa o a las ingenuas exigencias de conciencia cultural. El principal objetivo de esa cínica empresa es monitorear la conducta del usuario a fin de vender datos de tráfico y perfiles a terceras partes interesadas. Google no anda tras la propiedad de Emile Zola. Su intención es llevarse al fan de Proust lejos del archivo." La sociedad de la consulta: La googlización de nuestras vidas* Geert Lovink Un tributo a Joseph Weizenbaum Con el auge de los motores de búsqueda, ya no es posible distinguir entre perspicaces percepciones patricias y chismorreo plebeyo. [1] Tanto la distinción entre lo alto y lo bajo como la entremezcla de ambos en ocasiones carnavalescas pertenecen a tiempos pasados y no debieran preocuparnos. Hoy día un fenómeno completamente nuevo está causando alarma: los motores de búsqueda disponen en orden de acuerdo con la popularidad, no

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Nº 4 - 15 de marzo de 2011

                     "Google sufre de obesidad de datos y es indiferente a losllamados en favor de la preservación cuidadosa o a las ingenuas exigencias deconciencia cultural. El principal objetivo de esa cínica empresa es monitorearla conducta del usuario a fin de vender datos de tráfico y perfiles a terceraspartes interesadas. Google no anda tras la propiedad de Emile Zola. Suintención es llevarse al fan de Proust lejos del archivo."

 La sociedad de la consulta: La googlización de nuestras vidas*

 Geert Lovink

 Un tributo a Joseph Weizenbaum

 Con el auge de los motores de búsqueda, ya no es posible distinguir entreperspicaces percepciones patricias y chismorreo plebeyo. [1] Tanto ladistinción entre lo alto y lo bajo como la entremezcla de ambos en ocasionescarnavalescas pertenecen a tiempos pasados y no debieran preocuparnos. Hoy díaun fenómeno completamente nuevo está causando alarma: los motores de búsquedadisponen en orden de acuerdo con la popularidad, no con la Verdad. La búsquedaes el código tecnocultural que gobierna la vida actual. Con el dramáticoaumento de la información accesible, hemos quedado enganchados a lasherramientas de recuperación de datos. Ahora es difícil imaginar una épocacarente de motores de búsqueda. Buscamos números de teléfono, direcciones,horas de apertura, el nombre de una persona, detalles de vuelo y los mejoresnegocios, y, en un estado anímico frenético, declaramos a la pila continuamente

creciente de materia gris “basura de datos”. Pronto buscaremos y sólo nosperderemos. El espectro de la sobrecarga de información ronda a las élitesintelectuales del mundo. La gente común ha secuestrado recursos estratégicos yestá atascando canales mediáticos otrora cuidadosamente supervisados. Antes deInternet, las clases de los mandarines confiaban en la idea de que podíanseparar la “charla vana” del “saber”. No sólo han hecho implosión las viejasjerarquías de la comunicación: la comunicación misma ha asumido el estatus deuna agresión al cerebro. No sólo el ruido popular ha subido a nivelesinsoportables: ya no soportamos  una solicitud más de colegas importantes.Hasta el benigno saludo de la familia y los amigos adquiere el estatus de uncoro en espera de contestación. La clase educada se molesta sobre todo porquela cháchara ha entrado en el dominio hasta entonces protegido de la ciencia yla filosofía, pero, en vez de eso, deberían preocuparse por quién controlará lared computacional cada vez más centralizada.

 Lo que los administradores actuales de la noble simplicidad y la sosegadagrandeza no pueden expresar, deberíamos decirlo por ellos: hay un crecientedescontento con Google y el modo en que Internet organiza la recuperación deinformación. El establishment científico perdió el control sobre uno de susproyectos investigativos clave: el diseño y la propiedad de las redes decomputadoras, ahora usadas por billones de personas. ¿Cómo tanta gente acabósiendo tan dependiente de un solo motor de búsqueda? ¿Por qué estamosrepitiendo la saga de Microsoft una vez más? Es estúpido quejarse de unmonopolio en proceso de formación cuando los usuarios promedio de Internettienen a su disposición semejante multitud de herramientas distribuidoras depoder. Una posible vía de superar esa situación difícil es redefinirpositivamente el “Gerede” de Heidegger. En lugar de una cultura de la queja

que sueña con una imperturbada vida off-line y medidas radicales para filtrarel ruido, es hora de confrontar abiertamente  las formas triviales actuales delDasein en los blogs, la comunicación por mensajes de texto y los juegos decomputadora. Los intelectuales no deberían retratar más a los usuarios deInternet como aficionados secundarios, privados de una relación primaria yprimordial con el mundo. Los problemas mayores que están en juego requierenaventurarse en la política de la vida informática. Es hora de abordar elsurgimiento de un nuevo tipo de corporación que está superando rápidamente aInternet: Google.

 La World Wide Web, que debía haber realizado la biblioteca infinita descritapor Borges en su relato “La Biblioteca de Babel” (1941), es vista por muchos desus críticos como nada más que una variación del “Gran Hermano” (1948) deOrwell. En este caso, el gobernante no es un monstruo malvado, sino un grupo dejóvenes en onda cuya consigna de responsabilidad corporativa es “No seasmalvado”. Guiada por una generación mucho más vieja y experimentada de gurúesde la tecnología de la información (Eric Schmidt), pioneros de Internet (VintCerf) y economistas (Hal Varian), Google se ha expandido tan velozmente, y enuna variedad tal de campos, que virtualmente no hay ningún crítico, académico operiodista de negocios que pueda ir al paso del alcance y velocidad de sudesarrollo en años recientes. [2] Las nuevas aplicaciones y servicios seacumulan con creciente regularidad como regalos de Navidad no deseados:  elservicio gratuito de email Gmail de Google, la plataforma para compartirvideos  YouTube, el sitio de  networking social Orkut, GoogleMaps yGoogleEarth,  la publicidad pago-por-clic de AdWords, los vínculos patrocinadosde AdSense, las aplicaciones de oficina tales como Calendar, Talks y Docs.Google no sólo compite con Microsoft, Apple y Yahoo, sino también con

lasfirmas de entretenimiento, las bibliotecas públicas (a través de su programa deescaneo masivo de libros) y las firmas de telecomunicaciones. Después deldesarrollo y la implementación exitosa  de su sistema operativo de códigoabierto Android para dispositivos móviles, los rumores sobre el próximo paso deGoogle van desde que lanzará su propio teléfono inteligente (compitiendo conNokia e iPhone de Apple) hasta que se convertirá en un gigante de lastelecomunicaciones al lado de AT&T, Verizon, T-Mobile y Vodafone. Si añadimostodas las actividades relacionadas con los teléfonos celulares, no es difícildescribir a Google como un genio del mal que planea la dominación mundial,controlando todo el espectro desde la computación en nube [cloud computing]hasta el almacenamiento de datos, desde la infraestructura inalámbrica hastalos software de aplicación, desde los sistemas operativos hasta la arquitecturade los chips de los propios dispositivos. Por no mencionar las notebooks y lase-tabletas, que utilizan el navegador Chrome de Google para reemplazar a lossistemas operativos multipropósitos, pesados, Windows o Linux.

 Uno de los miembros menos conocedores de computación de mi familia dijo queella había oído que Google era mucho mejor y más fácil de usar que Internet. Elerror sonó gracioso, pero ella tenía razón. Google no sólo se ha vuelto lamejor Internet: está asumiendo tareas de software de las computadoras de losindividuos de modo que uno pueda tener acceso a datos en la “nube” desdecualquier terminal o dispositivo de mano. Google está minando activamente laautonomía de la computadora personal como un dispositivo computacionaluniversal y nos lleva de regreso a los oscuros días en que Thomas J. Watson deIBM predijo un mercado mundial para cinco computadoras. Los nerds han bromeado

siempre sobre el despiste de los burócratas megalomaníacos que intentanpredecir el futuro. Pero si actualizamos esa imagen hasta la de un gran centrode datos de Google en cada continente, no estamos tan lejos de la estimación deWatson. Una mayoría de los usuarios, pero también compañías, universidades yONGs, están abandonando alegremente el poder de auto-gobernar sus recursosinformacionales. Conspiración o no, Google está dando pasos hacia la energíanuclear y las turbinas eólicas. ¿Momento de preocuparse? El activista de losderechos humanos, hacker y desarrollador de TOR* Jacob Appelbaum, quien tambiénestá involucrado en Wikileaks, lo dice de esta manera:

 Amo a Google y amo a la gente que está ahí. Sergey Brin y Larry Page sonfantásticos. Pero estoy aterrorizado por la próxima generación que se hacecargo. Una dictadura benévola sigue siendo una dictadura. En algún momento lagente se va a dar cuenta de que Google lo tiene todo acerca de todos. Sobretodo, ellos pueden ver qué preguntas uno está haciendo, en tiempo real. Lo digode manera completamente literal: pueden leer la mente de uno. [3]

 Mi interés en los conceptos que se hallan tras los motores de búsqueda sedesarrolló mientras leía un libro de entrevistas con el profesor del MIT** ycrítico de computación Joseph Weizenbaum, conocido por su programa ELIZA deterapia automática, de 1966, y su libro El poder de la computadora y la razónhumana, de 1976. [4] Weizenbaum murió el 5 de marzo de 2008, a la edad de 84años. Hace unos pocos años, Weizenbaum regresó de Boston a Berlín, la ciudaddonde había crecido antes de escapar con sus padres de los nazis, en 1935. Laperiodista Gunna Wendt, basada en Munich, efectuó las entrevistas. Ciertonúmero de reseñadores de Amazon se había quejado de las preguntas

acríticas deWendt y el nivel cortés, superficial, de sus contribuciones, pero eso no meperturbó: disfruté las penetrantes percepciones de uno de los pocos críticos dela ciencia computacional que conoce ese dominio desde adentro. Sonespecialmente interesantes las historias de Weizenbaum sobre su juventud enBerlín, su exilio a los EUA, y cómo llegó a involucrarse en la computacióndurante los años 50. El libro se lee como un sumario de la crítica que haceWeizenbaum de la ciencia computacional, a saber: que las computadoras imponenun punto de vista mecanicista a sus usuarios, y que, como máquinas autónomas,rechazan la experiencia directa. Weizenbaum sostiene que no debería haber unaexaltación del cálculo por sobre el discernimiento. [5] Especialmenteinteresante me resultó cómo el “hereje” Weizenbaum les da forma a susargumentos como un insider informado y respetado —una posición similar alproyecto de “crítica de la red” que he desarrollado con Pit Schultz después deque iniciamos nettime en 1995.

 El título y el subtítulo del libro son intrigantes: Wo sind sie, die Inselnder Vernunft im Cyberstrom? Auswege aus der programmierten Gesellschaft(traducido literalmente: ¿Dónde están, las islas de la razón en elcibertorrente? Salidas de la sociedad programada). El sistema de creencias deWeizenbaum se puede resumir así: “Nicht alle Aspekte der Realität sindberechenbar” (No todos los aspectos de la realidad son computables). Lacrítica que hace Weizenbaum de Internet es general, y debemos apreciar eso. Susobservaciones sobre Internet, escépticas ante toda la idolatría de lacomputadora, no son nada nuevo para los familiarizados con su obra: Internet esun gran montón de basura, un medio masivo que consiste en hasta un 95% de cosassin valor —en gran medida como el medio de la televisión, la dirección en laque la Web se está desarrollando inevitablemente. La así llamada revolución dela información se ha desintegrado en un diluvio de desinformación. Una

causaclave de ello es la ausencia de un editor o del principio editorial. Sinembargo, el libro no aborda por qué ese principio mediático decisivo no fueincorporado por las primeras generaciones de programadores de computadoras, delas que Weizenbaum fue un miembro destacado. La respuesta está probablemente enel empleo inicial de la computadora como una calculadora: lostecnodeterministas insisten en que el cálculo matemático sigue siendo laesencia de la computación. Lo que fue crucial: los matemáticos no previeron el(ab)uso de las computadoras para propósitos mediáticos. ¿Para qué escuchargrabaciones en una computadora? Si quieres ver una película, visita el cine. Dela torpeza actual de las interfaces y el manejo de la información no se lesdebiera echar la culpa a los que diseñaron las primeras computadoras. Lacalculadora digital, otrora una máquina de guerra, tomará un largo y tortuosocamino para darse el nuevo propósito de convertirse en un dispositivo humanouniversal que sirva a nuestras infinitamente ricas y diversas necesidades eintereses de información y comunicación.

 En varias ocasiones he formulado una crítica del abordaje propio dela “ecología de los medios”, que aspira a filtrar la información “útil” para elconsumo individual. Sobre Internet (2001) de Hubert Dreyfus es uno de losculpables clave en esto. [6] No creo que sea el derecho de cualquier profesor,editor o codificador decidir por nosotros qué es y qué no es bagatela. Esodebería ser un esfuerzo distribuido, incorporado en una cultura que facilite yrespete la diferencia de opinión. Deberíamos alabar la riqueza y hacer de lasnuevas técnicas de búsqueda parte de nuestra cultura general. Un modo delograrlo es revolucionar las herramientas de búsqueda y elevar el nivel generalde alfabetismo mediático. Si entramos en una librería o en una biblioteca,nuestra cultura nos ha enseñado cómo hojear los miles de títulos. En vez dequejarnos al librero o al bibliotecario de que tienen demasiados libros,

pedimos ayuda, o resolvemos la dificultad nosotros mismos. Weizenbaum desearíaque desconfiáramos de lo que vemos en nuestras pantallas, sea la televisión oInternet, pero no menciona quién nos va a aconsejar sobre en qué confiar, sialgo es veraz o no, y cómo priorizar la información que recuperamos. Enresumen, se desecha el papel de los mediadores en favor del cultivo de lasospecha general.

 Poniendo a un lado la info-ansiedad de Weizenbaum, lo que hace del compendiode entrevistas una lectura tan interesante es su insistencia en el arte dehacer la pregunta correcta. Weizenbaum previene contra un uso acrítico de lapalabra “información”. “Las señales que están dentro de la computadora no soninformación. No son más que señales. Sólo hay un modo de convertir las señalesen información, mediante la interpretación”. Para ello dependemos del trabajodel cerebro humano.  El problema de Internet, según Weizenbaum, es que se nosinvita a verla como un oráculo de Delfos. Internet proporcionará la respuesta atodas nuestras preguntas y problemas. Pero Internet no es una máquinatragamonedas en la que uno echa una moneda para obtener lo que quiere. Laadquisición de una apropiada educación y pericia para formular la consultacorrecta es esencial. No alcanzamos un nivel educacional más alto con sólo darla oportunidad de publicar. Escribe Weizenbaum: “La posibilidad de quecualquiera ponga algo en Internet no significa gran cosa. Tirar en ella cosasal azar es tan inútil como pescar de ella al azar.” [7] En este contextoWeizenbaum hace la comparación entre Internet y la ahora desaparecida radioCB.*** La comunicación por sí sola no conducirá al conocimiento útil ysostenible.

 Weizenbaum relaciona la fe incuestionada en las consultas (mediante el motorde búsqueda) con el auge del discurso del “problema”. Las computadoras se

introdujeron como “solucionadoras generales de problemas” y el propósito de lasmismas era proporcionar una solución para todo. Se invitaba a la gente adelegar sus vidas en la computadora. “Tenemos un problema”, arguyeWeizenbaum, “y el problema requiere una respuesta”. Pero Weizenbaum explica quelas tensiones personales y sociales no se pueden resolver con sólo declararlasun problema. En lugar de Google y Wikipedia, necesitamos la capacidad deescrutar y pensar críticamente, lo cual él considera como la diferencia entreoír y escuchar. Una comprensión crítica requiere que primero nos sentemos yescuchemos —en ese caso no sólo leemos, sino que aprendemos a interpretar ycomprender.

 La Web Semántica, o Web 3.0, es publicitada como la respuesta tecnocrática ala crítica de Weizenbaum. En lugar de los algoritmos basados en palabras clavey las informaciones de salida estructuradas por ranking de Google, prontopodremos hacerles preguntas a la próxima generación de motores de búsquedaen “lenguaje natural”, tales como Powerset (que rápidamente fue comprado yneutralizado por Microsoft). Sin embargo, ya podemos suponer que los lingüistascomputacionales no cuestionan el abordaje del responder a problemas y seráncautelosos en cuanto a actuar como una “fuerza policíaca del contenido”,decidiendo qué es y qué no es basura en Internet. Lo mismo vale para lasiniciativas de la Web Semántica y similares tecnologías de inteligenciaartificial. Estamos atascados en la era de la recuperación de información de laweb. Mientras que el paradigma de Google es el análisis de vínculos y el rangode las páginas, los motores de búsqueda de la próxima generación se volveránvisuales, por ejemplo, y empezarán a indexar la imagen del mundo, basada no enlas etiquetas que los usuarios han añadido, sino en la “cualidad” de laimaginería misma. Bienvenidos a la Jerarquización de lo Real, en la que

lospróximos volúmenes de los manuales para usuarios de computadoras introducirána los geeks programadores a la cultura estética 101. Los entusiastas del clubde la cámara convertidos en codificadores serán los nuevos contaminadores conmal gusto.

 Desde el auge de los motores de búsqueda en los años 90 vivimos enla “Sociedad de la Consulta”, que, como indica Weizenbaum, no está tan alejadade La sociedad del espectáculo de Guy Debord. Escrito a fines de los años 60,ese análisis situacionista se basaba en el auge de las industrias del filme, latelevisión y la publicidad. La principal diferencia de hoy  es que se nos pideexplícitamente que interactuemos. Ya no se dirigen a nosotros como una masaanónima de consumidores pasivos. En vez de eso, somos “actores distribuidos”presentes en una multitud de canales. La crítica de la conversión en mercancíade Debord ya no es revolucionaria. Los placeres consumistas están tanextendidos que han alcanzado el estatus de un derecho humano universal.  Todosamamos el fetiche de la mercancía, las marcas, y nos complacemos en el glamourque la clase global de las celebridades despliega en representación denosotros. Ningún movimiento social o práctica cultural, por más radical quesea, puede escapar a la lógica de la mercancía. No se ha ideado ningunaestrategia para la era del post-espectáculo. Las preocupaciones, por elcontrario, se centran en la privacidad, o en lo que queda de ella. La capacidaddel capitalismo para absorber a sus adversarios es ahora tan común que es casiimposible sostener que seguimos necesitando la crítica —en este caso, deInternet— a menos que todas las conversaciones telefónicas y el tráfico deInternet privados de uno pasen a estar disponibles públicamente. Incluso en esecaso, es difícil argumentar en favor de la crítica cuando el debate toma laapariencia de queja organizada por un grupo de cabildeo de

consumidores, “democracia de accionistas” en acción. Sólo entonces el sensibleproblema de la privacidad catalizará una conciencia más amplia sobre losintereses corporativos, pero sus participantes serán cuidadosamente separados.El ingreso a las masas poseedoras de acciones está restringido a las clasesmedias y a las que están por encima de éstas. Y eso no hace más que aumentar lanecesidad de un dominio público animado y diverso en el que ni la vigilanciadel Estado ni los intereses del mercado tengan un vital poder de decisión.

 Ya por el 2005 el presidente de la Bibliothéque National de Francia, Jean-Noël Jeanneney, publicó un librito en el que prevenía contra la pretensión deGoogle de “organizar la información del mundo”. [8] Asumir semejante papel noes la tarea de ninguna sola corporación privada. Google y el mito del saberuniversal, traducido al inglés por la University of Chicago Press, sigue siendouno de los pocos documentos tempranos (desde el 2005) que desafió abiertamentela incuestionada hegemonía de Google. Jeanneney toma como blanco solamente unproyecto específico, Book Search, que escanea millones de libros de lasbibliotecas universitarias estadounidenses. Su argumento es muy franco-europeo:a causa de la manera asistemática y carente de edición en la que Googleselecciona los libros, el archivo no representará debidamente a los gigantes dela literatura nacional, tales como Hugo, Cervantes y Goethe. Google, con suparcialidad por las fuentes inglesas, no será, por lo tanto, el socio apropiadopara construir un archivo público de la herencia cultural del mundo. DiceJeanneney: “La elección de los libros que se han de digitalizar estaráimpregnada por la atmósfera anglosajona”. Aunque es en sí mismo un argumentolegítimo, el problema es, en primer lugar, que Google no quiere construir yadministrar un archivo en línea. Google sufre de obesidad de datos y esindiferente a los llamados en favor de la preservación cuidadosa o a lasingenuas exigencias de conciencia cultural. El principal objetivo de esa

cínicaempresa es monitorear la conducta del usuario a fin de vender datos de tráficoy perfiles a terceras partes interesadas. Google no anda tras la propiedad deÉmile Zola. Su intención es llevarse al fan de Proust lejos del archivo. Quizásexista un interés en una fantástica jarra de Stendhal, el pulóver talla XXL deFlaubert o una compra de Sartre en Amazon. Para Google, la obra reunida deBalzac es basura de datos abstractos, un recurso en bruto cuyo único propósitoes obtener ganancia, mientras que para los franceses es la epifanía de sulenguaje y cultura. Sigue siendo una cuestión sujeta a discusión si larespuesta europea a Google que se ha propuesto, el motor de búsqueda multimediaQuaero, será operacional alguna vez, por no hablar de si encarnará los valoresde Jeanneney. Para el momento del lanzamiento de Quaero, el mercado de losmotores de búsqueda estará una generación por delante de Quaero en capacidadespara medios y dispositivos; algunos sostienen que el Sr. Chirac estaba másinteresado en defender el orgullo francés que el avance global de Internet. [9]

 Los estudios sobre Google en la primera década de su existencia se puedendividir en tres categorías. La primera la constituyen los manuales decomputación fáciles de pasar por alto, de Google para estúpidos a Optimizacióndel motor de búsqueda: Una hora al día. El segundo género es el pornocorporativo, escrito por exagerados entusiastas evangelistas de la tecnologíainformacional  tales como John Batelle, Randall Stross, David Vise y JeffJarvis. La tercera categoría es la extraña queja europea sobre el Behemot, queadvierte contra la más reciente encarnación del Gran Hermano. Podríamosmencionar unos pocos títulos alemanes, pero no olvidemos los franceses. Latrampa de Google, el incontrolado poder mundial de Internet (2008) de Gerard

Reischl afirma que es el primer libro europeo que critica a Google. Reischljuega con el miedo a las corporaciones (estadounidenses) entre los alemanes yla avidez de datos privados de las mismas…; en gran medida como la Gestapo y laStasi, Google lo sabe todo acerca de usted. [10] Clic, estrategias contra laestupidez digital (2009) de la periodista Susanne Gaschke tiene un enfoque másgeneral a lo Carr, advirtiendo contra las computadoras, Internet, y la toma delcontrol de nuestras vidas (y de nuestros niños en particular) por suscorporaciones. [11] En El síndrome de copia-y-pega de Google (2009) elestudioso austríaco de los medios Stefan Weber advierte contra el aumento delplagio en las aulas y las publicaciones académicas, el declive de lashabilidades para escribir, y “la googlización de la educación”. ¿Para quéaprender de memoria si se puede buscarlo en cuestión de segundos? [12]

 Todas las semanas vemos el lanzamiento de otra iniciativa de Google. Hastapara los insiders informados es casi imposible revelar un plan maestro. ¿Quiénse acuerda del Google App Engine, “una herramienta de desarrollador de software[developer] que le posibilita a uno correr sus aplicaciones web en lainfraestructura de Google”? App Engine les permite a las empresas en ciernesusar los servidores web de Google, las APIs,**** y otras herramientas dedesarrollador como la arquitectura primaria para construir nuevas aplicacionesweb. Como observa Richard MacManus, “Google, claro está, tiene la escala y lainteligencia para suministrar ese servicio de plataforma a los desarrolladores.Sin embargo,  evade la pregunta: ¿por qué una empresa en ciernes querría cedertanto control y dependencia a una gran compañía de Internet?” [13] Lainfraestructura computacional se está convirtiendo rápidamente en una empresade servicio público, como ilustra Google App Engine. MacManus termina con unapregunta retórica: “¿Quisiera usted que Google controlara todo su ambiente de

desarrollo de punta a punta? ¿No era por eso por lo que los desarrolladores letenían miedo a Microsoft?” La respuesta es simple: el no tan secreto deseo delos desarrolladores es ser comprados por Google. Millones de usuarios deInternet están participando en ese proceso, de buena gana o no, alsuministrarles sin reservas a compañías como Google sus perfiles y su atención,la moneda de Internet. En el 2008, Google patentó una tecnología que aumenta sucapacidad de “leer el usuario”. La intención es descifrar en qué regiones yasuntos de la página está interesado el espectador sobre la base de la conductade éste después de que ha llegado a una página —un ejemplo de las muchastécnicas analíticas que la compañía mediática está desarrollando para estudiary explotar comercialmente la conducta del usuario.

 A pesar de los pocos refunfuños procedentes de Europa, la mayoría de loscríticos de Google son norteamericanos. Hasta ahora Europa ha invertidorecursos sorprendentemente escasos en entender conceptualmente la cultura de labúsqueda. En el mejor de los casos, la Unión Europea es la primera en adoptarlos patrones y productos técnicos desarrollados en otras partes. Pero lo quecuenta en la investigación  de los nuevos medios es la supremacía conceptual.La investigación de la tecnología por sí sola no realizará la tarea, no importacuánto dinero invierta la UE en la futura investigación sobre Internet.Mientras se reproduzca la brecha entre la cultura de los nuevos medios y elgobierno mayor, o entre las instituciones privadas y las culturales, nopodremos establecer una cultura tecnológica próspera. En resumen, deberíamosdejar de ver la ópera y las otras bellas artes como una forma de compensaciónpor la insoportable levedad del ciberespacio. Además de la imaginación, unavoluntad colectiva y una buena dosis de creatividad, los europeos podrían

movilizar su capacidad única para esgrimir una forma productiva de negatividad.Su pasión colectiva de reflexionar y criticar puede ser usada en un movimientode “anticipación crítica” para vencer el síndrome del outsider que sienten losque están en los papeles de mero usuario y consumidor.

 En su necrología sobre Weizenbaum,  Jaron Lanier escribió lo siguiente: “Nodejaríamos que un estudiante llegara a ser un investigador médico profesionalsin que hubiera aprendido sobre experimentos a doble ciego, grupos de control,placebos y la reproducción de los resultados. ¿Por qué se le da a la ciencia dela computación una licencia única que nos permite ser blandos con nosotrosmismos? Todo estudiante de la ciencia de la computación debiera ser entrenadoen el escepticismo de Weizenbaum, y debiera tratar de transmitirles esapreciosa disciplina a los usuarios de nuestros inventos.” [14] Debemospreguntarnos: ¿por qué la mayoría de los más inteligentes críticos de Googleson estadounidenses? Ya no podemos aceptar el argumento de que están mejorinformados. Mis dos ejemplos,  que trabajan siguiendo los pasos de Weizenbaum,son Nicholas Carr y Siva Vaidhyanathan. Carr tiene  antecedentes de negocios detecnología informacional  (editor de Harvard Business Review) y se desarrollócomo el perfecto crítico insider. El gran cambio de Carr describe la estrategiade Google para centralizar, y así controlar, la infraestructura de Internet através de su centro de procesamiento de datos. [15] Las computadoras ahora sonmás pequeñas, más baratas y más veloces. Esta economía de la escala haceposible externalizar el almacenaje y las aplicaciones a un bajo costo o sincosto alguno.  Los negocios están cambiando de departamentos internos detecnología informacional a servicios de la red. Hay un giro irónico en esto.Aunque generaciones de gurúes de la tecnología informacional que estaban en la

última onda hicieran chistes sobre la predicción de Thomas Watson de IBM —deque el mundo sólo necesitaba cinco computadoras—, ésa es exactamente latendencia. En vez de descentralizarse más, el uso de Internet está concentradoen unos pocos centros de datos que demandan energía en extremo.[16] “Lo que laInternet de fibra óptica hace por la computación es exactamente lo que la redde corriente alterna hizo por la electricidad: hace que la ubicación del equipocarezca de importancia para el usuario, permitiéndoles a las máquinas operarjuntas como un solo sistema.” [17]

 El proyecto de blog de Siva Vaidhyanathan, La googlización de todo, sintetizóambiciosamente la investigación crítica de Google en un libro publicado aprincipios del 2011. [18] En él cubre problemas tales como Google Street View,Google Book Search y la relación de la compañía con China. Su conclusión de queconfiamos demasiado en Google es sorprendentemente nada americana: “Deberíamosinfluir —incluso regular— de manera activa e intencional los sistemas debúsqueda y asumir así la responsabilidad por el modo en que la Web entrega elsaber. Debemos construir el tipo de ecosistema en línea que pueda beneficiar almundo entero a largo plazo, no uno que sirva a los intereses de corto plazo deuna poderosa compañía, no importa cuán brillante sea.” [19] Mientras tanto, ungrupo informal de investigadores de la búsqueda crítica se reúne de vez encuando bajo nombres codificados como Búsqueda Profunda, Sociedad de la Consultay el Proyecto de Búsqueda Sombra. [20] Esas iniciativas no se atascan en unacrítica moralista de Google como una corporación malvada (estilo-César, como laacuña Vaidhyanathan), sino que promueven activamente motores de búsquedaalternativos, incluso yendo más allá del principio mismo de la “búsqueda”.Existe una necesidad colectiva de desarrollar algoritmos radicales,

combinadoscon una crítica de nuestra tecno-cultura algorítmica, tal como la formulada porel grupo Ippolita. Esta coalición laxa aspira a derrotar a Google al nivel desu origen, según Vaidhyanathan: el saber producido dentro y fuera de lasuniversidades, creado e influido por matemáticos, artistas, activistas,codificadores.

 Se hacen visibles no sólo el descontento con un irresponsable gigantecorporativo ávido de datos, sino también estrategias para “hacer que [Google]deje de tener onda”. La respuesta capitalista es dejar que el mercado haga sutrabajo. El auge de Facebook es un caso interesante de un competidor en elmismo nivel de la economía de la atención —pero se podría sostener que esincluso un caso peor en términos  de violación de la privacidad. La huída delos muchachos de los monopolios ávidos de poder es, probablemente, la acciónpolítica más eficaz.  También podría funcionar el empezar a llamar a Google unafirma de publicidad (lo cual es si uno mira sus rentas). Las regulaciones deBruselas vendrán con una década de retraso. La nacionalización de partes deGoogle —por ejemplo, de su proyecto Book— es todavía una propuesta muycaotizante en todo debate. La crítica de Google en debates públicos, laaplicación de la estrategia del “carácter público” [“publicness”] de JeffJarvis a la compañía misma, todavía tienen un futuro, puesto que mucho de loque hace Google es de naturaleza reservada (por ejemplo, sus centros de datos,su política de energía, sus políticas de datos, su determinación del rango delas búsquedas, su colaboración con los servicios secretos). En el caso deGoogle Books, el uso del dominio público con fines lucrativos es tan evidenteque es hora de levantarse y reclamar los terrenos comunales. Mucho de lo queGoogle desarrolla debería, de hecho, ser infraestructura pública, y podríahaberlo sido si tan sólo las universidades y los institutos de investigaciónhubieran entendido mejor sus deberes públicos. Imagínense a Google como una

entidad global del saber sin fines de lucro. Mirando a Wikipedia, eso no es tanutópico del todo.

 Regresando a la búsqueda, estamos obsesionados con las respuestasinsatisfactorias a nuestras consultas, pero no con el problema subyacente, asaber: la exigua calidad de nuestra educación y la decreciente capacidad depensar de un modo crítico. ¿Cómo se relacionarán las futuras generaciones conlas “islas de razón” de Weizenbaum —y cómo las diseñarán—? Es necesaria unareapropiación del tiempo. Una “cultura del tiempo” no existe simplemente parapasearse de aquí para allá como un flâneur. Toda la información, cualquierobjeto o experiencia, debe estar instantáneamente a mano. Nuestra disposicióntecno-cultural automática es la intolerancia temporal. Nuestras máquinasregistran la redundancia de software con creciente impaciencia, exigiendo lapuesta al día. Y todos estamos demasiado deseosos de complacer, movilizados porel temor de una performance más lenta. Los expertos en usabilidad miden lasfracciones de segundo en que decidimos si la información en la pantalla es loque estamos buscando. Si no estamos satisfechos, damos otro clic. La facultadde hallar cosas valiosas por casualidad requiere mucho tiempo. Podríamos alabarla entrega al azar, pero a duras penas practicar esa virtud nosotros mismos. Siya no podemos tropezarnos por casualidad con islas de razón mediante nuestrasindagaciones, bien podemos construirlas nosotros mismos. Con Lev Manovich yotros colegas, sostengo que necesitamos inventar nuevos modos de interactuarcon la información, nuevos modos de representarla y nuevos modos de darlesentido. ¿Cómo están respondiendo los artistas, diseñadores y arquitectos aesos desafíos? Deja de buscar, empieza a preguntar. En vez de tratar dedefendernos del “sobreabastecimiento de información”, ¿podemos

abordar estasituación creativamente como la oportunidad de inventar nuevas formasapropiadas para nuestro mundo rico en información?

 Traducción del inglés: Desiderio Navarro

 * «Society of the Query: The Googlization of our Lives», manuscrito enviado aCriterios por el autor.

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 NOTAS [1] Este capítulo es una versión actualizada de un ensayo publicado en juniodel 2008 en el magacín Eurozine. Fue publicado nuevamente en edicionesseparadas inglesa y alemana de: Konrad Becker/Felix Stalder (eds.), DeepSearch: The Politics of Search beyond Google, Studien Verlag, Innsbruck, 2009.Agradezco a Ned Rossiter todas las útiles adiciones y la edición delmanuscrito. El artículo fue empleado como ponencia de conceptualización para laConferencia de la Sociedad de la Consulta, organizada por el Instituto deCulturas en Red en Amsterdam, en noviembre del 2009. En 2010 la iniciativa fuetransformada en una red de investigación crítica de los motores de búsqueda,junto con los colegas de Viena (http://networkcultures.org/wpmu/re-search/).

 [2] El periodista holandés de la tecnología de la información Peter Olsthoorn

realizó un exitoso intento de dar un sumario más o menos completo de lasactividades de Google con su libro De Macht van Google, Utrecht, KosmosUitgeverij, 2010 (en holandés).

 * N. del T. “Tor es una red de tuneles virtuales que les permite a laspersonas y grupos mejorar su privacidad y seguridad en Internet. (...) Torproporciona el fundamento para un abanico de aplicaciones que les permiten aorganizaciones e individuos compartir información en las redes públicas sincomprometer su privacidad.” http://www.torproject.org/about/overview.html.en

 [3] “The American Wikileaks Hacker” por Nathaniel Rich, Rolling Stone,diciembre 1 de 2010. URL: http://www.rollingstone.com/culture/news/meet-the-american-hacker-behind-wikileaks-20101201?page=5

 ** N. del T. MIT: siglas de Massachusetts Institute of Technology.

 [4] Joseph Weizenbaum con Gunna Wendt, Wo sind sie, die Inseln der Vernunftim Cyberstrom: Auswege aus der programmierten Gesellschaft, Herder Verlag,Freiburg, 2006.

 [5] Prefacio de 1983, Joseph Weizenbaum, Computer Power and Human Reason,Londres, Penguin, 1984, p. 11.

 [6] Por ejemplo, en: Geert Lovink y Pit Schultz, “Academia Cybernetica”,Jugendjahre der Netzkritik, Amsterdam, INC, 2010, pp. 68-72, y Geert Lovink, MyFirst Recession, Rotterdam, V2/NAi, 2003, pp. 38-46.

 [7] Wo sind sie, die Inseln der Vernunft, p. 29.

 *** N. del T. CB: Siglas de Banda Ciudadana. “La radio de la banda delos “ciudadanos” (CB) es un dispositivo comunicacional que les permite a laspersonas conversar  unos con otros empleando una frecuencia radial. El usuariode la radio CB tiene 40 canales para escoger y usa un banda de 11 metros o 27

MHz. La radio CB radio estuvo destinada originalmente para el uso de divisionesgubernamentales como las militares, y en los años 60 era usada principalmentepor firmas de taxis y comerciantes.” http://www.wisegeek.com/what-is-a-cb-radio.htm

 [8] Jean-Noel Jeanneney, Google and the Myth of Universal Knowledge: A Viewfrom Europe, The University of Chicago Press, Chicago, 2007.

 [9] Véase el artículo de Wikipedia: http://en.wikipedia.org/wiki/Quaero. Endiciembre del 2006, Alemania se retiró del proyecto  Quaero. En vez de un motorde búsqueda multimedia, los ingenieros alemanes favorecían uno basado en texto.Según Wikipedia, “muchos ingenieros alemanes también se opusieron a lo queellos pensaban que se estaba volviendo en demasía un proyecto anti-Google, envez de un proyecto impulsado por sus propios ideales”.

 [10] Gerald Reischl, Die Google Falle — Die unkontrollierte Weltmacht imInternet, Viena, Ueberreuter, 2008. Véase también la reseña de Dennis Deicke(en inglés) “Google Unleashed —The New Global Power?”, colgada en nettime,julio 2 de 2009.

 [11] Reseña de Susanne Gaschke, Klick — Strategien gegen die digitaleVerdummung, Friburgo, Herder, 2009. Véase la reseña de  Dennis Deicke (eninglés), colgada en nettime, junio 26 de 2009.

 [12] Stefan Weber, véase la reseña de Dennis Deicke (en inglés) “BrainlessText Culture and Mickey Mouse Science”. URL:http://networkcultures.org/wpmu/query/2009/06/19/brainless-text-culture-and-mickey-mouse-science/

 **** N. del T. API: siglas de “application programming interface”: “interfazde programación de aplicaciones”.

 [13] Richard MacManus, “Google App Engine: Cloud Control to Major Tom”,ReadWriteWeb, April 8, 2008. URL:http://www.readwriteweb.com/archives/google_cloud_control.php

 [14] http://www.edge.org/3rd_culture/carr08/carr08_index.html

 [15] Nicolas Carr, The Big Switch: Rewiring the World, From Edison to Google,W.W. Norton, Nueva York, 2008.

 [16] “Los planos que describen el centro de datos de Google en The Dallas,Oregon, son una prueba de que la Web no es un almacén etéreo de ideas quebrilla con luz trémula por encima de nuestras cabezas como la aurora boreal. Esuna nueva industria pesada, un  glotón de energía que no hace más que ponersemás hambriento”. Ginger Strand, Harper’s Magazine, marzo 2008, p. 60.

 [17] Nicolas Carr, The Big Switch, Rewiring the World, From Edison to Google,W.W.Norton, Nueva York, 2008.

 [18] Véase http://www.googlizationofeverything.com/

 [19] Siva Vaidhyanathan, The Googlization of Everything, Berkeley, Universityof California Press, 2011, p. xii.

 [20] Véase http://northeastwestsouth.net/ y el blog de investigación arribamencionado.

 © Sobre el texto original: Geert Lovink.

 © Sobre la traducción: Desiderio Navarro.

 © Sobre la edición en español: Centro Teórico-Cultural Criterios.

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 SOBRE EL AUTOR

 GEERT LOVINK (n. 1959, Amsterdam), teórico, activista y crítico de Internet,es Profesor de Investigaciones de Medios Interactivos en la Hogeschool deAmsterdam y Profesor Asociado de Nuevos Medios en la Universidad de Amsterdam.Se doctoró en la Universidad de Melbourne con una tesis sobre la dinámica de lacultura crítica de Internet. Es director fundador del Instituto de Culturas deRed y ha sido editor, co-fundador y co-organizador de diferentes proyectos einiciativas en el terreno de los nuevos medios, entre los quefiguran "nettime", "organised networks" y "virtual media". Entre sus obrasfiguran los libros: Dark Fiber (2002); Uncanny Networks, (2002); My FirstRecession (2003); The Principle of Notworking (2005); Tactical Media, theSecond Decade (2005) y  Zero Comments: Blogging and Critical Internet Culture(2007).