gerbaudo bazar americano sobre bombini

3
autor : AnalÃ-a Gerbaudo Lejos de la capilla Lengua y literatura. Teorías, formación docente y enseñanza, de Gustavo Bombini (compilador), Buenos Aires, Biblios, 2012 Se me permitirá arrancar contando que muchos encontramos en la producción inicial de Gustavo Bombini sus mejores trabajos. Esos textos inspirados en el desmontaje institucional que supuso la introducción de la teoría literaria y del análisis del discurso en las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires que, no tan lentamente se desprendió de la herencia dejada por la última dictadura. Una movida que tanto Bombini como sus entonces compañeros recuerdan con entusiasmo. En una entrevista que le hice hace algunos años a propósito de mi investigación sobre la enseñanza de la teoría literaria y de la literatura argentina en la universidad pública de la posdictadura (es decir, entre 1983 y 2003), liga lo que sucedía durante las clases del Seminario “Algunos problemas de Teoría Literaria” dictado por Josefina Ludmer en 1985 con el des-aprender, con el volver a pensarlo prácticamente todo, otra vez. “La imagen más fuerte que se me aparece es la de estar sentado escuchándola y no entender nada... pero también el deseo de seguir allí porque intuía que pasaba algo importante”. En 1989 escribe un libro tributario de aquella experiencia: “La trama de los textos es producto de ese seminario de Ludmer”, admite mientras desliza algunas conjeturas respecto de las marcas de Beatriz Lavandera en Alejandro Raiter y Elvira Arnoux; de Beatriz Sarlo en Maite Alvarado, Sergio Chefjec y Graciela Montaldo; de Ludmer en Ana María Zubieta, Alan Pauls y Ana María Camblong. Algunos de aquellos alumnos, hoy profesores de la misma institución, asocian estos cambios con el fin del oprobio y del vasallaje, con la descolonización intelectual: “Entré a la facultad en el 81, es decir, durante la dictadura. Luego , para mi ‘salvación académica’ entraron Sarlo, Lavandera, Ludmer, entre otros”, enfatiza Claudia López. Su artículo “Didáctica de la literatura y teoría: apuntes sobre la historia de una deuda” publicado enOrbis Tertius en 1996 (entonces circulante en papel) y una conferencia que Jorge Panesi había dado ese mismo año en la Universidad Nacional del Litoral (“La caja de herramientas o qué no hacer con la teoría literaria”) motivaron, entre otras cosas, las investigaciones en esa zona de borde disciplinar desde la que trabajamos en Santa Fe durante todos estos años. Más adelante los textos de Bombini hicieron demasiado énfasis en prácticas pensadas desde la formación de base que tiene el universitario que él fue o que él promovió que otros fueran. Como contrapartida, su empeño en difundir la vanguardia teórica de los 80 en la ciudad de Mar del Plata es una práctica a exhumar por lo que supone, sólo su impronta y más allá de la recepción, respecto de los sueños de intervención de la época. En la misma línea está la traducción de buena parte del libro que contiene las conferencias de Cerisy-La-Salle de 1969 sobre literatura, teoría y enseñanza que tiene a Tzvetan Todorov y a Roland Barthes en rol protagónico junto a Philippe Sollers y Jonathan Culler, entre otros. Y en esta misma perspectiva, la historización derivada de su Tesis doctoral, convertida en ensayo:Los arrabales de la literatura. La historia de la enseñanza literaria en la escuela secundaria argentina (1860-1960) . Es decir, una producción destinada a expandir conocimientos que sólo circulaban en las universidades con fuerte tradición de investigación en el campo, a pesar de los avatares trágicos provocados por las últimas dictaduras contrarrestados, en buena medida, por la resistencia organizada en los “grupos de estudio” clandestinos. A los entonces alumnos y luego docentes que nos formamos en universidades que no estaban a la vanguardia en los desarrollos teóricos, el desplazamiento de los años que siguieron no nos resultó tan productivo como aquellos textos iniciales y como estos nuevos (me apuro en aclarar para evitar malentendidos: no nos resultaba productivo el llamado a abandonar conocimientos que nuestras instituciones ignoraban y que, evidentemente, idealizados o excesivamente colocados en otras, tampoco habían dado buenos resultados en el plazo mediato). Lo potente de aquellos textos residía en interpelarnos a evitar la confusión entre trabajar sobre lo que uno no sabe (propio de toda etapa de formación, incluso en la investigación; etapa que supone, entre otras cosas, aprender los protocolos de los géneros tales como tesis, artículo para congreso y para revista, abstract, ensayo, etc.) y hacer investigación, es decir, dar cuenta de algo que en el campo no se sabe. Varios años más tarde, inspirada en aquellos envíos, escribí una tesis sobre las desarticulaciones entre lo que la entonces reforma educativa proponía respecto de la enseñanza de la literatura y el estado del arte en el campo de la teoría y la crítica literarias. Siempre sentí ese texto, construido con casi cuarenta horas de clase en la escuela media y sin beca (no eran aquellos los tiempos de esta apuesta científica estatal traducida no sólo en la gestión del CONICET; eran aquellos los tiempos en los que el mismo Bombini se quedaba afuera de esa institución por usar “bibliografía ideológica” en su tesis doctoral en curso mientras Domingo Cavallo mandaba a los científicos a “lavar los platos”), como una militancia. Muchos años después la Universidad Nacional del Litoral lo publicó.Ni dioses ni bichos. Profesores de literatura, curriculum y mercado era un intento de defender nuestro trabajo como docentes y como investigadores ante el retiro del Estado. Durante el menemato reinó la desorientación sobre el sistema educativo. Nos costó muchos años a quienes estudiamos en particular ese tema, desentrañar el procedimiento teórico y epistemológico primero, y luego, el fin político de la operación. Los docentes entonces a cargo de cursos (tanto los que recién ingresábamos al sistema como los que venían de la dictadura, marcados por la enseñanza aplicacionista de la literatura, es decir, por su reducción a ese juego de “disección del cadáver” que se practica cada vez que se le pide a un alumno que detecte tal figura, que localice tal procedimiento, que identifique tal marca con el sólo fin de detectar la figura, de localizar el procedimiento y de identificar la marca sin poner ese ejercicio en función de ninguna otra práctica más profunda a realizar luego sobre el texto literario en cuestión) encontraron en los tranquilizadores y enjuagados métodos de Daniel Casanny, Isabel Solé y otros, formas de salir del atolladero. Una situación complicada transida por miedos y presiones: a la inestabilidad laboral con la que jugaba la reestructuración de niveles se sumaba la proliferación de un lenguaje técnico para muchos desconocido, la oferta desmadrada generada por un mercado de cursos y materiales sin ningún cuidado teórico y epistemológico por parte del Estado que además, realizaba evaluaciones sobre los contenidos sin tomar en cuenta su conexión con lo desarrollado en los diferentes puntos del circuito. En muchos casos, las editoriales fueron las que dirimieron cómo armar las aulas de lengua y de literatura llegando al extremo de incluir, en algunos manuales, no sólo los materiales para el alumno sino la planificación del docente y un cuadernillo con las soluciones a las actividades propuestas. Las secuelas en el sistema escolar argentino fueron nefastas. Se había desaprovechado una oportunidad histórica: si la democracia por fin permitía construir en las aulas de lengua y de literatura para el nivel medio y primario espacios de lectura que buscaran nuevos lectores o potenciar aquellos que ya lo eran (el fin de la censura representaba un hecho promisorio ya que textos antes prohibidos podrían por fin ingresar a las instituciones), la reforma de los noventa dio continuidad a las prácticas desarticuladoras de la dictadura, aunque barnizadas con un nuevo lenguaje, inscribiéndose en un modelo político, económico y cultural que, entre tantas otras cosas, provocó pésimas condiciones sociales tanto para la enseñanza como para el aprendizaje. El aumento del nivel de pobreza alcanzaba a docentes y a alumnos: los primeros, debieron multiplicar sus horas frente a curso para sostener sus ingresos; los segundos, especialmente en los sectores desfavorecidos, vieron complicada la asistencia a la escuela que, asediada por el desprestigio mediático (muchos periodistas se permitieron ocupar el papel de “expertos” [una palabra noventista que espantaba el siempre temible y demonizado fantasma del “intelectual”] en pedagogía que ya no sólo recriminaban los paros docentes en nombre de la remanida “vocación” sino que también se expedían sobre los contenidos, en especial, luego de cada publicación de los resultados de las evaluaciones de la “calidad” educativa), fue cediendo en su función de formar ciudadanos y de facilitar los medios que permitieran la apropiación del capital cultural que posibilitara la multiplicación de las alternativas de vida. El clima se fue enrareciendo y la escuela fue desplazando su rol transformador ligado a la enseñanza al del necesario comedor primero, y luego al de guardería para adolescentes (función de la que aún nos cuesta salir). Mientras tanto, la brecha entre instituciones de ricos para ricos y de pobres para pobres se ampliaba: una hendidura con correlato en la dicotomía privado/público. Aún en ese marco social hostil se podría haber hecho otra cosa en el escaso tiempo dedicado a lengua y literatura si se hubiera contado con la oportunidad para pensarlo. En La littérature en péril Todorov presenta las opciones que tiene un profesor frente al aula. Me gustaría subrayar que para poder elegir es necesario primero saber que existen esas opciones. Y justamente la reforma de los noventa se montó a partir del no saber: no saber qué posibilidades de armado de aulas había, no saber de las muy diferentes formas de definir los objetos y por lo tanto, de leer, de analizar los textos, de estudiar. Mi investigación posterior (financiada ya desde la nueva estructura científica que se arma en el CONICET desde el 2003) sobre los modos de enseñanza de la literatura argentina y de la teoría literaria en la universidad pública de la posdictadura, es decir, entre 1983 y 2003, tiene un claro origen sintomático del que se deriva otro costado militante sostenido, como en toda militancia, en un credo (aquí vuelto hipótesis): es en la formación de formadores donde está la clave de la profesionalización y del fortalecimiento de nuestras prácticas. Es allí donde se desarrollan las enseñanzas o los “envíos” a las tramas teóricas que le permiten al docente, entre muchas otras cosas, decidir cómo armar su aula de lengua y de literatura para convertirse en “autor del curriculum”. Un armado artesanal que toma en cuenta las prescripciones oficiales pero que, más allá de las abstracciones obligadas de todo curriculum diagramado en función de un sujeto siempre ideal, está atento a los rasgos y contornos de su contexto, a las necesidades y saberes del estudiante al que destina sus prácticas y fundamentalmente, a sus justificaciones disciplinares y didácticas. Lo he repetido varias veces: es importante resaltar que los estados del arte de las disciplinas en cada universidad responden a políticas de gestión con apuestas teóricas y epistemológicas muy diferentes. Por dar un ejemplo: durante años en la Universidad Nacional del Litoral, en las carreras de profesorado y licenciatura en letras, la ausencia tanto de crítica literaria argentina o latinoamericana que inscribiera los textos enseñados en la matriz sociocultural como de teorías sobre la literatura que se salieran del marco de la estilística o del estructuralismo duro dificultaban a cualquiera que no hubiera hecho un recorrido alternativo, liberarse del corsé lingüisticista. Gracias a ese recorrido alternativo pudimos armar un equipo que sueña con la diseminación de estos planteos: Mariano Pagés reconstruye las enseñanzas de Enrique Pezzoni en el Joaquín V. González; Ángeles

Upload: emi-r-montiel

Post on 18-Dec-2015

4 views

Category:

Documents


3 download

DESCRIPTION

-

TRANSCRIPT

  • autor : Anal-a GerbaudoLejos de la capillaLengua y literatura. Teoras, formacin docente y enseanza, de Gustavo Bombini (compilador), Buenos Aires, Biblios, 2012Se me permitir arrancar contando que muchos encontramos en la produccin inicial de Gustavo Bombini sus mejores trabajos. Esos textos inspirados en el desmontaje institucional que supuso la introduccin de la teora literaria y del anlisis del discurso en las aulas de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires que, no tan lentamente se desprendi de la herencia dejada por la ltima dictadura. Una movida que tanto Bombini como sus entonces compaeros recuerdan con entusiasmo. En una entrevista que le hice hace algunos aos a propsito de mi investigacin sobre la enseanza de la teora literaria y de la literatura argentina en la universidad pblica de la posdictadura (es decir, entre 1983 y 2003), liga lo que suceda durante las clases del Seminario Algunos problemas de Teora Literaria dictado por Josefina Ludmer en 1985 con el des-aprender, con el volver a pensarlo prcticamente todo, otra vez. La imagen ms fuerte que se me aparece es la de estar sentado escuchndola y no entender nada... pero tambin el deseo de seguir all porque intua que pasaba algo importante. En 1989 escribe un libro tributario de aquella experiencia: La trama de los textos es producto de ese seminario de Ludmer, admite mientras desliza algunas conjeturas respecto de las marcas de Beatriz Lavandera en Alejandro Raiter y Elvira Arnoux; de Beatriz Sarlo en Maite Alvarado, Sergio Chefjec y Graciela Montaldo; de Ludmer en Ana Mara Zubieta, Alan Pauls y Ana Mara Camblong. Algunos de aquellos alumnos, hoy profesores de la misma institucin, asocian estos cambios con el fin del oprobio y del vasallaje, con la descolonizacin intelectual: Entr a la facultad en el 81, es decir, durante la dictadura. Luego, para mi salvacin acadmica entraron Sarlo, Lavandera, Ludmer, entre otros, enfatiza Claudia Lpez.

    Su artculo Didctica de la literatura y teora: apuntes sobre la historia de una deuda publicado enOrbis Tertius en 1996 (entonces circulante en papel) y una conferencia que Jorge Panesi haba dado ese mismo ao en la Universidad Nacional del Litoral (La caja de herramientas o qu no hacer con la teora literaria) motivaron, entre otras cosas, las investigaciones en esa zona de borde disciplinar desde la que trabajamos en Santa Fe durante todos estos aos. Ms adelante los textos de Bombini hicieron demasiado nfasis en prcticas pensadas desde la formacin de base que tiene el universitario que l fue o que l promovi que otros fueran. Como contrapartida, su empeo en difundir la vanguardia terica de los 80 en la ciudad de Mar del Plata es una prctica a exhumar por lo que supone, slo su impronta y ms all de la recepcin, respecto de los sueos de intervencin de la poca. En la misma lnea est la traduccin de buena parte del libro que contiene las conferencias de Cerisy-La-Salle de 1969 sobre literatura, teora y enseanza que tiene a Tzvetan Todorov y a Roland Barthes en rol protagnico junto a Philippe Sollers y Jonathan Culler, entre otros. Y en esta misma perspectiva, la historizacin derivada de su Tesis doctoral, convertida en ensayo:Los arrabales de la literatura. La historia de la enseanza literaria en la escuela secundaria argentina (1860-1960). Es decir, una produccin destinada a expandir conocimientos que slo circulaban en las universidades con fuerte tradicin de investigacin en el campo, a pesar de los avatares trgicos provocados por las ltimas dictaduras contrarrestados, en buena medida, por la resistencia organizada en los grupos de estudio clandestinos.

    A los entonces alumnos y luego docentes que nos formamos en universidades que no estaban a la vanguardia en los desarrollos tericos, el desplazamiento de los aos que siguieron no nos result tan productivo como aquellos textos iniciales y como estos nuevos (me apuro en aclarar para evitar malentendidos: no nos resultaba productivo el llamado a abandonar conocimientos que nuestras instituciones ignoraban y que, evidentemente, idealizados o excesivamente colocados en otras, tampoco haban dado buenos resultados en el plazo mediato). Lo potente de aquellos textos resida en interpelarnos a evitar la confusin entre trabajar sobre lo que uno no sabe (propio de toda etapa de formacin, incluso en la investigacin; etapa que supone, entre otras cosas, aprender los protocolos de los gneros tales como tesis, artculo para congreso y para revista, abstract, ensayo, etc.) y hacer investigacin, es decir, dar cuenta de algo que en el campo no se sabe.

    Varios aos ms tarde, inspirada en aquellos envos, escrib una tesis sobre las desarticulaciones entre lo que la entonces reforma educativa propona respecto de la enseanza de la literatura y el estado del arte en el campo de la teora y la crtica literarias. Siempre sent ese texto, construido con casi cuarenta horas de clase en la escuela media y sin beca (no eran aquellos los tiempos de esta apuesta cientfica estatal traducida no slo en la gestin del CONICET; eran aquellos los tiempos en los que el mismo Bombini se quedaba afuera de esa institucin por usar bibliografa ideolgica en su tesis doctoral en curso mientras Domingo Cavallo mandaba a los cientficos a lavar los platos), como una militancia. Muchos aos despus la Universidad Nacional del Litoral lo public.Ni dioses ni bichos. Profesores de literatura, curriculum y mercado era un intento de defender nuestro trabajo como docentes y como investigadores ante el retiro del Estado.

    Durante el menemato rein la desorientacin sobre el sistema educativo. Nos cost muchos aos a quienes estudiamos en particular ese tema, desentraar el procedimiento terico y epistemolgico primero, y luego, el fin poltico de la operacin. Los docentes entonces a cargo de cursos (tanto los que recin ingresbamos al sistema como los que venan de la dictadura, marcados por la enseanza aplicacionista de la literatura, es decir, por su reduccin a ese juego de diseccin del cadver que se practica cada vez que se le pide a un alumno que detecte tal figura, que localice tal procedimiento, que identifique tal marca con el slo fin de detectar la figura, de localizar el procedimiento y de identificar la marca sin poner ese ejercicio en funcin de ninguna otra prctica ms profunda a realizar luego sobre el texto literario en cuestin) encontraron en los tranquilizadores y enjuagados mtodos de Daniel Casanny, Isabel Sol y otros, formas de salir del atolladero. Una situacin complicada transida por miedos y presiones: a la inestabilidad laboral con la que jugaba la reestructuracin de niveles se sumaba la proliferacin de un lenguaje tcnico para muchos desconocido, la oferta desmadrada generada por un mercado de cursos y materiales sin ningn cuidado terico y epistemolgico por parte del Estado que adems, realizaba evaluaciones sobre los contenidos sin tomar en cuenta su conexin con lo desarrollado en los diferentes puntos del circuito. En muchos casos, las editoriales fueron las que dirimieron cmo armar las aulas de lengua y de literatura llegando al extremo de incluir, en algunos manuales, no slo los materiales para el alumno sino la planificacin del docente y un cuadernillo con las soluciones a las actividades propuestas.

    Las secuelas en el sistema escolar argentino fueron nefastas. Se haba desaprovechado una oportunidad histrica: si la democracia por fin permita construir en las aulas de lengua y de literatura para el nivel medio y primario espacios de lectura que buscaran nuevos lectores o potenciar aquellos que ya lo eran (el fin de la censura representaba un hecho promisorio ya que textos antes prohibidos podran por fin ingresar a las instituciones), la reforma de los noventa dio continuidad a las prcticas desarticuladoras de la dictadura, aunque barnizadas con un nuevo lenguaje, inscribindose en un modelo poltico, econmico y cultural que, entre tantas otras cosas, provoc psimas condiciones sociales tanto para la enseanza como para el aprendizaje. El aumento del nivel de pobreza alcanzaba a docentes y a alumnos: los primeros, debieron multiplicar sus horas frente a curso para sostener sus ingresos; los segundos, especialmente en los sectores desfavorecidos, vieron complicada la asistencia a la escuela que, asediada por el desprestigio meditico (muchos periodistas se permitieron ocupar el papel de expertos [una palabra noventista que espantaba el siempre temible y demonizado fantasma del intelectual] en pedagoga que ya no slo recriminaban los paros docentes en nombre de la remanida vocacin sino que tambin se expedan sobre los contenidos, en especial, luego de cada publicacin de los resultados de las evaluaciones de la calidad educativa), fue cediendo en su funcin de formar ciudadanos y de facilitar los medios que permitieran la apropiacin del capital cultural que posibilitara la multiplicacin de las alternativas de vida. El clima se fue enrareciendo y la escuela fue desplazando su rol transformador ligado a la enseanza al del necesario comedor primero, y luego al de guardera para adolescentes (funcin de la que an nos cuesta salir). Mientras tanto, la brecha entre instituciones de ricos para ricos y de pobres para pobres se ampliaba: una hendidura con correlato en la dicotoma privado/pblico.

    An en ese marco social hostil se podra haber hecho otra cosa en el escaso tiempo dedicado a lengua y literatura si se hubiera contado con la oportunidad para pensarlo. En La littrature en pril Todorov presenta las opciones que tiene un profesor frente al aula. Me gustara subrayar que para poder elegir es necesario primero saber que existen esas opciones. Y justamente la reforma de los noventa se mont a partir del no saber: no saber qu posibilidades de armado de aulas haba, no saber de las muy diferentes formas de definir los objetos y por lo tanto, de leer, de analizar los textos, de estudiar.

    Mi investigacin posterior (financiada ya desde la nueva estructura cientfica que se arma en el CONICET desde el 2003) sobre los modos de enseanza de la literatura argentina y de la teora literaria en la universidad pblica de la posdictadura, es decir, entre 1983 y 2003, tiene un claro origen sintomtico del que se deriva otro costado militante sostenido, como en toda militancia, en un credo (aqu vuelto hiptesis): es en la formacin de formadores donde est la clave de la profesionalizacin y del fortalecimiento de nuestras prcticas. Es all donde se desarrollan las enseanzas o los envos a las tramas tericas que le permiten al docente, entre muchas otras cosas, decidir cmo armar su aula de lengua y de literatura para convertirse en autor del curriculum. Un armado artesanal que toma en cuenta las prescripciones oficiales pero que, ms all de las abstracciones obligadas de todo curriculum diagramado en funcin de un sujeto siempre ideal, est atento a los rasgos y contornos de su contexto, a las necesidades y saberes del estudiante al que destina sus prcticas y fundamentalmente, a sus justificaciones disciplinares y didcticas.

    Lo he repetido varias veces: es importante resaltar que los estados del arte de las disciplinas en cada universidad responden a polticas de gestin con apuestas tericas y epistemolgicas muy diferentes. Por dar un ejemplo: durante aos en la Universidad Nacional del Litoral, en las carreras de profesorado y licenciatura en letras, la ausencia tanto de crtica literaria argentina o latinoamericana que inscribiera los textos enseados en la matriz sociocultural como de teoras sobre la literatura que se salieran del marco de la estilstica o del estructuralismo duro dificultaban a cualquiera que no hubiera hecho un recorrido alternativo, liberarse del cors lingisticista. Gracias a ese recorrido alternativo pudimos armar un equipo que suea con la diseminacin de estos planteos: Mariano Pags reconstruye las enseanzas de Enrique Pezzoni en el Joaqun V. Gonzlez; ngeles

  • Ingaramo, la historia de la configuracin universitaria de la didctica de la literatura en diferentes cortes de la posdictadura; Sergio Peralta, Pamela Brtoli, Santiago Venturini, Daniela Gauna, Jesica Holubicki, Patricia Torres, Fabiana Vias, Silvia Corti, Mara Fernanda Alle, Daniel Gastaldello, Eleonora Flux, Betina Kesler, Sonia Luquez, Lucila Santomero y Natalia Sara integran un proyecto flamante que vuelve sobre la historia de las prcticas de formacin de formadores como clave para pensar el actual estado de nuestras disciplinas (se trabaja sobre la historia de la enseanza de la semitica, la lingstica, la teora y la crtica literarias, la literatura argentina, latinoamericana y en especial la brasilera, entre otras que influyen luego en el armado de las didcticas de la lengua y de la literatura).

    Me permito entonces hablar en nombre de este colectivo y decir que encontrarnos con este libro de Bombini fue una alegra por varias razones.

    La primera se enlaza a la posibilidad de construir agendas. Sigue teniendo fuerte peso el listado de temas del campo que se propone desde las universidades de Buenos Aires, La Plata, Rosario y Crdoba. A lo que se suma que el diseo de esta agenda sobre la historia de la enseanza de la lengua y de la literatura tiene, por ms que el libro reniegue de la frmula, un tono federal. Bombini rehsa autorizar sus desarrollos en esa apuesta pero, de todos modos, que la compilacin rena voces de investigadores que provienen de diferentes espacios institucionales aporta un valor porque, ms all del gesto en s, da cuenta de que estos tpicos resultan movilizadores en cada una de esas zonas: Beatriz Bixio de la Universidad Nacional de Crdoba, Mara Jos Bravo de la Universidad de Belgrano, Jos Luis De Diego de la Universidad Nacional de La Plata y Paola Piacenza de la Universidad Nacional de Rosario.

    La segunda razn es terica: la preocupacin por la enseanza de la teora literaria en la formacin de profesores y su rol, potenciador o inhibidor segn las circunstancias, del docente como autor del curriculum, es un problema del campo que no puede pensarse con independencia de las coyunturas histricas ni de los derroteros personales de quienes encarnan las actuaciones que nos ocupan.

    Un ejemplo tomado del pas que ha signado nuestro furor importacionista y de un autor y de un libro ya citados en esta presentacin: Tzvetan Todorov y La littrature en pril. Un ensayo que imbrica su historia de formacin con su lectura del estado de la enseanza de la literatura en Francia. El relato autobiogrfico resulta esclarecedor ya que permite entender parte de las razones que llevaron a que, en su recorrido intelectual, algunas preguntas con sus correlativas respuestas tericas se impusieran con fervor para luego ser reemplazadas por otras: de origen blgaro, Todorov asocia su fascinacin juvenil por el formalismo ruso con el rechazo que le provocaban las lecturas dominantes en Bulgaria, pas integrado entonces al bloque comunista del que rememora una educacin literaria repartida entre la erudicin familiar y la propaganda oficial bajo la dominante de la vulgata estalinista (Todorov, 2007: 9; 2011: 309). Los formalistas, smbolo de la resistencia a las formas de lectura totalitarias, no eran conocidos en Francia: despus de una estada inicial por un ao en Pars y antes de terminar su doctorado y de ingresar al CNRS (Centre National de la Recherche Scientifique), en 1965 publica su traduccin de una seleccin de sus textos que, a su vez, tendr su versin al espaol y ser muy leda y utilizada en la formacin de docentes en Argentina. Todorov realiza una asociacin directa entre el cambio de sus condiciones de vida y su variacin de enfoque terico: su inters casi exclusivo por la materia verbal de los textos era, en buena medida, una reaccin ante el nfasis puesto por el aparato estatal de su pas natal en los aspectos ideolgicos. A mitad de los aos setenta, establecido en Francia, advierte que las causas que motivaban esa prctica desaparecen. Retrospectivamente descubre la relacin entre sus lecturas de psicologa, filosofa, antropologa, historia y el progresivo replanteo de sus interrogantes sobre la literatura. No es casual que empiece a publicar entonces trabajos como Mikhal Bakhtine.Le principe dialogique suivi de crits du Cercle de Bakhtine(1981), La conqute de lmerique.La question de lautre(1982), entre otros. Si la literatura es esa forma de discurso que lo ayuda a vivir (como propone en su libro del 2007), eso es bsicamente porque su lectura le permite descubrir otros mundos y comprenderlos mejor: la literatura ampla nuestro universo, incitndonos a imaginar otras formas de concebirlo y de organizarlo, [...] abre al infinito esta posibilidad de interaccin con los otros y, por lo tanto, nos enriquece. Esta perspectiva supone, invariablemente, el abandono de la pregunta por la literariedad y su materializacin en cada texto. Me detengo en las derivas autobiogrficas de Todorov ya que, como se ver, iluminan su diagnstico negativo sobre el modo de ensear literatura en Francia. Todorov desaprueba el modo de enseanza escolar de la literatura a partir de un anlisis superfluo de los documentos oficiales que la regularon entre 1994 y 2004 y de las tareas de sus propios hijos. Hay una ancdota graciosa ligada a la sorpresa que le provoca encontrarse con las bajas calificaciones que sus hijos obtenan en la escuela cuando l cooperaba en la resolucin de algn ejercicio. Y aqu resulta operativo unir la historia de vida de Todorov con las derivas de su obra y su posicin sobre los estudios y la enseanza ya que el cambio de punto de vista que registran sus libros desde los setenta en adelante no necesariamente sera acompaado por un viraje similar en la enseanza. Conviene insistir en este punto: an pensando en textos con buena repercusin, la incidencia de la investigacin sobre la enseanza suele ser lenta. Sumado a esto, al no tener en ciencias humanas un paradigma dominante sino varios en convivencia, muchos profesores pueden coincidir, genuinamente, con el enfoque anterior. No obstante conviene tambin remarcar la importancia de la mediacin: la sola publicacin de los trabajos tericos, no acompaada por una insistencia correlativa en divulgacin y enseanza, puede muy poco contra las rutinas cotidianas. En un apartado de su libro, La literatura reducida al absurdo, Todorov se alarma al descubrir que es toda otra idea de la literatura la que pregna, no slo en la prctica aislada de algunos profesores sino en la teora de su enseanza y en las instrucciones oficiales que la enmarcan. El problema es complicado ya que cuando Todorov recrimina que en las escuelas leer poemas o novelas no conduce a reflexionar sobre la condicin humana, el individuo y la sociedad, el amor y el odio, la alegra y la desesperacin no est ms que dando cuenta de los efectos banalizados de las mismas teoras que l ha ayudado a difundir y luego elaborado durante los aos sesenta y setenta. Se podr decir que ya pasaron demasiados aos. A lo que se podra replicar que ese modo de leer que se sanciona en la escuela no dista demasiado del que en Francia domina an hoy la formacin superior: se trate de la ecocrtica o de la nueva narratologa, por lo general, las preguntas son llevadas al trabajo sobre la lengua y sobre la textualidad ms que a las que ahora exige Todorov con tono imperioso desde el lugar de la sancin y la falta. Estas derivas que ahora desestima por poner a la literatura en peligro, tal como alerta el ttulo de su libro, parten de sus propuestas tericas de los aos sesenta: una forma de leer que, llevada a sus extremos, resulta abortiva, pero que ha sido ponderada, no casualmente, por el propio Todorov en sus tiempos juveniles.

    En definitiva, para hablar con fundamentos de cuestiones didcticas se requiere tanto una articulacin ms compleja que la que Todorov bosqueja en este ensayo como un abandono de la prescripcin (por qu el nuevo credo de Todorov debiera ser adoptado?, qu espacio de autonoma se les deja a los docentes cuando desde cualquier disciplina se les dictamina cmo deben pensar y actuar?). Esa articulacin es la que reencuentro en estos nuevos trabajos de Gustavo Bombini que, no casualmente, aoran un retorno de polmicas: las mismas que l haba contribuido a desatar en los tiempos de aquel nuevo ciclo poltico del que participaba con el entusiasmo de un activista a mediados de los ochenta.

    Al respecto, una ancdota reveladora. Leyendo el libro en nuestro centro de investigacin, Jsica Holubicki me pregunta si Gustavo discuta conmigo cuando en las primeras pginas despliega una aguda crtica a una de las acepciones del concepto de buena prctica. Interesante planteo. Porque si bien, dados los argumentos, encuentro all un debate cruzado conEl oficio de ensear. Condiciones y contextos de Edith Litwin, tambin creo que si la discusin se hubiese planteado con los desarrollos deLa lengua y la literatura en la escuela secundaria estaramos ante otro buen sntoma: entendimos que estamos en la universidad, es decir, lejos de la capilla y de las sentencias caprichosas y unvocas del dogma.

    La tercera razn de nuestra alegra por esta renovada forma de retorno es poltica. De cara al cambio curricular en proceso, Bombini afirma que el campo de la didctica parece ser poco propicio a las polmicas. Los campos del conocimiento son espacios vivos, atravesados por las tensiones de la cultura. Si los dilogos que tenemos no movilizan como quisiramos, pues tratemos de generar las transformaciones que habiliten esos intercambios ya que somos parte de ese colectivo. Tenemos los medios para hacerlo: este sitio de Bazar americano, los congresos, las publicaciones especficas y de divulgacin. Muchos, an en los tiempos previos a Internet, estudiamos y aprendimos en espacios como esos:Punto de vista, la revista gracias a la cual aprendimos nuevas formas de leer (no slo nuevas teoras sino acciones prcticas desprendidas de ellas); los congresos de Teora organizados por la Universidad Nacional de Rosario, la oportunidad para conseguir bibliografa. Quienes no nos formamos ni en universidades ni en institutos con tradicin en los campos de la investigacin literaria (y se me disculpar ya que, como se habr advertido, me he centrado especialmente en el costado literario de la cuestin dado que esto me permite enunciar con la seguridad del trabajo realizado en ese terreno) celebramos hoy, sin voluntarismos bobos, la creacin de condiciones posibilitadoras de debate sostenido en el conocimiento desarrollado.

    En la afirmacin de Bombini sobre la escasez de polmicas escucho tambin el eco de una certera aunque descorazonada frase de Mnica Cragnolini: pasa que no nos leemos entre nosotros. Ah hay otro problema al que opongo, como al anterior, la fantasa de desconstruccin de los hbitos de los noventa: si queremos debatir con el otro, si queremos contribuir a que el campo se dinamice, leernos es un gesto inicial (y le robo una palabra a Daniel Link para virar a cierta matriz slo aparentemente prescriptiva: hacerlo amorosamente, es decir, involucrndonos en una verdadera interlocucin que, como he discutido varias veces con otros integrantes del centro, es algo bien distinto a la complacencia o a la lgica del intercambio; es rescatar lo que el otro aporta junto a lo que, tal vez, en la compleja geopoltica del conocimiento, desde otro sitio de enunciacin, tallaramos con otro matiz). Contar con lo que se ha producido (o al menos para empezar, desear contar con lo que se ha producido). Ensearlo. Condiciones mnimas de todo relato que pretenda inscribirse como investigacin y de toda prctica de enseanza en la formacin superior. Condiciones mnimas de todo dilogo que suee con hacerle algo productivo

  • al tejido social en el que se inscribe. Porque en ese hacer se juega tambin el modo en que modelamos nuestra vida y la de los otros que afectamos con sus derivas. Al desinters (o autodefensa transformada en repliegue), al monlogo colectivo, a la nadera tilinga, a la entregada inercia, a las conciliaciones transidas por el miedo y a las abdicaciones consensualistas de los noventa, oponemos estos ademanes firmados por un colectivo que fantasea, como nosotros, con dar una batalla terica desde la nica trinchera desde la que sabemos combatir en el campo cultural. Porque toda batalla terica suea con una potenciacin del carcter independiente y crtico de las prcticas por las que lucha.

    (Actualizacin mayo junio 2013/ BazarAmericano)