gelman_rosas, estancieros, gobiernos y expansión ganadera

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    J O R G E D A N I E L G E L M A N

    R O S A S , E S T A N C IE R OG O B IE R N O Y E X P A N S IÓ N G A N A D E R A

    C L A V E S P A R A T O D O SC O L E C C IÓ N D I R I G I D A P O R J O S É N O N

    CAPITAL INTELECTUAL

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    Director general  Ariel GranicaDirector de la colección  José Nun

    Editor jefe  Jorge SigalEdición  Luis GrussCoordinación  Cecilia RodríguezCorrección  Alfredo CortésDirección de arte  Martín MarottaDiagramación  Verónica FeinmannIlustración  Miguel RepProducción  Néstor Mazzei

    Derechos exclusivos de la edición en castellano reservados para todo el mundo: © 2005, Jorge Daniel Gelman © 2005, Capital IntelectualFrancisco Acuña de Figueroa 459 (1180) Buenos Aires, ArgentinaE-mail: [email protected] Teléfono: (+54 11) 4866-18811ªedición: 7.500 ejemplaresImpreso en Sociedad Impresora Americana S.A., Lavardén 157, Cap. Fed., enmarzo de 2005. Distribuye en Cap. Fed. y GBA: Vaccaro, Sánchez y Cía. S.A.

    Distribuye en interior y exterior: D.I.S.A. Queda hecho el depósito que prevéla ley 11.723. Impreso en Argentina. Todos los derechos reservados. Ningunaparte de esta publicación puede ser reproducida sin permiso escrito del editor.

    CAPITAL INTELECTUAL

    PRODUCE:Le Monde diplomatique. Edición Cono Sur • MLQTD.Mirá lo que te digoFem, femenina y singular • Mira Quién Vino, Vinos y Gastronomía

    982 Gelman, Jorge DanielCDD Rosas, estanciero. Gobierno y expansión ganadera

    1a ed. Buenos Aires: Capital Intelectual, 200596 p.: 20x14 cm. (Claves para todos, dirigida por José Nun, N° 23)ISBN 987-1181-27-21. Historia Política Argentina. I. Titulo.

    mailto:[email protected]:[email protected]

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    ÍND ICE

    Prólogo

    Estancia y Política 9Capítulo unoExpansión ganadera

    Capítulo dosEl gran emporio

    Capítulo tres

    Gobernador y pobladoresCapítulo cuatroPeones de campo

    Capítulo cincoCoerción y resistencia

    Conclusiones

    El régimen de RosasBibliografía

    13

    23

    31

    43

    60

    7088

    El autor 95

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    P R Ó L O G OE S T A N C IA Y P O L ÍT IC A

    La historia que se va a narrar toma como punto de partida laconformación de un poderoso sector terrateniente en BuenosAires en los años que siguen a la Revolución de mayo de 1810.

    Uno de los principales protagonistas de este proceso fue JuanManuel de Rosas quien, además de llegar a ser uno de los estan

    cieros más ricos de la época, se convirtió en el gobernador de laprovincia durante más de veinte años.

    Según un libro célebre, Juan Manuel de Rosas, del historiadorbritánico John Lynch, quien a la vez retomaba el sentido comúnde los escritos sobre el período, el gobernador tomó como mode-

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    lo para su gobierno autoritario y paternalista la experiencia quehabía acumulado como patrón de estancias.

    Allí había aprendido a tratar a los sectores populares y había

    forjado su autoridad de caudillo, estableciendo un poder queejercía con mano de hierro, basado en la cercanía física pero a¡a vez en una enorme distancia social y política en relación consus peones.

    Según esta visión, Rosas construyó un poder en sus estancias que le autorizaba a ordenar a su antojo todos los elementos

    de la producción y el trabajo, en base al miedo y el paternalismo,lo que le permitía la utilización discrecional de los recursos quemonopolizaba. Actuaría de la misma manera con el gobierno dela provincia.

    Esta relación entre la estancia -arcaica, bárbara y manejadade manera despótica por el estanciero- y el sistema político pre

    dominante en la primera mitad del siglo XIX es común en la literatura sobre la época. Sarmiento fue uno de los primeros enresaltar este tópico en su gran obra,  Facundo, que escribe desdeel exilio durante el gobierno de Rosas. Allí lo explica de diversasmaneras, como en este célebre párrafo sobre el gobernador deBuenos Aires:

    "¿Dónde, pues, ha estudiado este hombre el plan de innova 

    ciones que introduce en su gobierno, en deprecio del sentido co 

    mún, de la tradición, de la conciencia y de la práctica inmemorial

    de los pueblos civilizados? Dios me perdone si me equivoco, pe 

    ro esta ¡dea me domina hace tiempo: en la  estancia de ganados,en que ha pasado toda su vida y en la Inquisición, en cuya tradi 

    ción ha sido educado."

    Y, como es evidente en Sarmiento, el traslado del aprendiza je de la estancia al mundo de la política no puede resultar más que

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    en la construcción de gobiernos despóticos y sangrientos, no su

     jetos a otra regla que la voluntad del patrón/gobernador. Así lo de

    fine en otro conocido párrafo:

    "El caudillo argentino es un Mahoma, que pudiera a su anto 

     jo cambiar la religión dominante y forjar una nueva. Tiene todos

    los poderes; su injusticia es una desgracia para su víctima, pero

    no un abuso de su parte; porque él puede ser injusto; más toda 

    vía: él ha de ser injusto necesariamente; siempre lo ha sido."

    En este libro partimos del mismo lugar, la estancia, para ex

    plicar una historia bastante distinta. Sin desconocer los aspectos

    coercitivos del rosismo, estudios recientes han tratado de bu

    cear en los mecanismos consensuales utilizados por el régimen

    de Rosas para construir su legitimidad e imponer la autoridad del

    Estado que los gobiernos anteriores no lograban establecer. Algunos de esos trabajos han comenzado a pensar esa etapa como una

    solución negociada, resultado de la fenomenal crisis política y

    social derivada del fin del orden colonial.

    La necesidad de encontrar nuevas formas de legitimación de

    los gobiernos, la incorporación creciente de los sectores populares

    a la vida política, pero también, como veremos, las condiciones deltrabajo y la producción en el período que sigue a la Revolución, pu

    sieron en jaque todos los intentos de organización política y de res

    tablecimiento de la autoridad hasta la llegada de Rosas.

    Una parte de la explicación de estas crisis intermitentes remi

    te a la incapacidad de las elites para canalizar las energías de los

    sectores populares movilizados luego de la Revolución. En ello residiría una de las originalidades del gobierno de Rosas, quien

    tomó en cuenta esa realidad y actuó en consecuencia.

    La hipótesis que propone este ensayo es que esa perspectiva

    política y sobre todo la necesidad de organizar a los grupos socia-

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    les subalternos y negociar con ellos, fueron aprendidas por Rosasen parte durante su experiencia como propietario rural. A la vez,postulamos que la necesidad de restablecer la autoridad del Estado y la paz social condicionó la capacidad de Rosas y de losestancieros en general para imponer cambios radicales en la economía agraria luego de la Revolución.

    En su experiencia como estanciero, el restaurador de las leyestuvo que discutir las condiciones de explotación de los recursos ylos derechos de propiedad con los sectores medios y humildes

    del entorno rural. Éstos tenían una larga experiencia como actoresprincipales de ese mundo agrario y disponían de un conjunto denormas y prácticas que gozaban de una dilatada legitimidad, asícomo nuevos bríos y expectativas derivadas de las condicioneseconómicas y políticas creadas por la Revolución.

    Es verdad también que el cambio económico favoreció el sur

    gimiento de un poderoso sector terrateniente que buscó alterarde manera radical las formas de utilización de los recursos yconsolidar nuevos tipos de derechos de propiedad. Sin embargo,su capacidad para hacerlo resultó seriamente limitada por laspropias condiciones estructurales en que se dio la llamada expansión ganadera, así como por la situación política generada por el

    proceso revolucionario.

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    C A P Í T U L O U N OE X P A N S I Ó N G A N A D E R A

    Aunque una cierta tradición cultural supone que la región pampeana, y Buenos Aires como su centro, nació asociada a la explotación de sus recursos agrarios, especialmente ganaderos, desdela llegada misma de los primeros españoles a la región, esta vi

    sión se ajusta poco a la realidad colonial y a las actividades de sussectores dominantes.

    Más bien durante todo el período colonial la actividad centralde estos sectores se encontraba en el comercio y el contrabando a través del puerto de la ciudad. Y este comercio tenía comomotor principal la articulación de regiones muy alejadas de Bue-

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    nos Aires, desde Europa y África, pasando por Brasil, hasta laszonas más lejanas del interior del territorio hispanoamericano.

    Ni siquiera durante la época del Virreinato del Río de la Plata,

    desde 1776, este comercio tuvo como eje la exportación de losproductos del entorno agrario de la ciudad, sino la recolección dela plata producida sobre todo en el famoso cerro rico de Potosí.Esta plata se diseminaba por todo el territorio virreinal y los comerciantes de Buenos Aires trataban de recolectarla mediante unintenso comercio con todas esas regiones. A cambio de ella traíanmercancías europeas y esclavos africanos, con los que se recomenzaba el circuito una vez más.

    Es verdad también que desde los inicios de la colonizaciónespañola del territorio había una producción agrícola en BuenosAires destinada sobre todo al consumo de la población local, así

    como una ganadería orientada al mismo fin y a proveer de animales de carga (mulas) al espacio interior americano. Sólo una partede esta ganadería se destinaba a la exportación por el puerto, enla forma de cueros vacunos y algunos otros derivados pecuarioscomo la grasa, el sebo o las crines, incorporándose recién a inicios del siglo XIX la carne salada.

    Pero estas actividades nunca constituyeron el eje económicode la ciudad puerto durante la colonia, en especial de sus poderosas elites comerciantes. Muchos de sus miembros tuvieron algunas chacras y estancias importantes -más de aquéllas que deéstas-, pero no jugaban todavía un papel destacado en sus intereses. Y cuando tuvieron estancias era preferentemente en zonas

    ganaderas más dinámicas a fines de la colonia, como Entre Ríoso la Banda Oriental del Uruguay.

    Un reflejo directo de ello es la escasa preocupación de la administración local y de los grupos dominantes de la época enexpandir la frontera rural 'de Buenos Aires, que hasta fines de lacolonia se mantuvo prácticamente limitada por el río Salado. El

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    territorio bajo control de las autoridades coloniales constituía elllamado corredor porteño, un estrecho espacio capaz de alimentar a la población local y asegurar un limitado excedente agrope

    cuario, pero más que suficiente para asegurar la circulación demercancías y personas hacia el norte del Virreinato, en caminohacia Potosí y otros centros importantes del territorio.

    De esta manera la economía agraria que se desarrolló en estecorredor era   bastante diferente a las imágenes que la pintanexuberante de animales, de estancieros todopoderosos y de gauchos henchidos de comer carne a su antojo.

    Se trataba, en rigor, de una sociedad de pequeños y medianos productores que, en proporciones modestas y según lasaptitudes de los terrenos que habitaban, producían cereales yotros bienes agrícolas para abastecer a la ciudad de Buenos

    Aires, criaban mulas para enviar a los mercados del norte ávidos de medios de transporte, así como ganados vacunos yovinos para alimentar a la población local y exportar algunos desus derivados hacia el exterior.

    Evidentemente existía también un grupo de productores agrarios de mayor entidad; pero éstos eran bastante modestos, en tanto

    que la mayor parte de la producción estaban en manos de explotaciones pequeñas y medianas que se aseguraban lo principaldel trabajo necesario mediante sus propios grupos familiares.

    Si bien algunos de los más grandes productores podían recurrir al trabajo asalariado y esclavo, la mayoría de los agricultoresy pastores, cuando necesitaban trabajo extra-familiar, lo obtenían

    mediante mecanismos de reciprocidad con sus vecinos o sistemas como el  agregado  o el poblador.

    Estos últimos términos designaban normalmente a personasque se agregaban a la familia o poblaban las tierras de otro, estableciendo algún tipo de reconocimiento hacia sus titulares,que podía ser la ayuda en diversas faenas o simplemente con-

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    trolar los límites de la posesión y convalidar derechos de propiedad muchas veces discutidos frente a otros vecinos o el Estado.

    Estos sistemas, a su vez, se amparaban y mezclaban con una

    larga serie de tradiciones y prácticas, algunas de origen peninsular,otras inventadas  localmente en la experiencia de vida fronteriza.

    Así, por ejemplo, si agregarse o poblarse en tierras de otro podía tener una funcionalidad para el jefe de la unidad productivareceptora -como forma de conseguir mano de obra eventual o algún otro tipo de reciprocidad- esta acción se amparaba a la vez

    en una vieja tradición por la que una persona que se encontrabaen situación de extrema necesidad tenía derecho a la proteccióndel más pudiente.

    De este modo, muchas veces un propietario debía aceptar aun poblador aunque esto no   le sirviera para los fines de su explotación o incluso limitara el control de su propiedad y su capa

    cidad de producción.Así, una larga experiencia -a veces legal, a veces fáctica- había

    legitimado ciertas prácticas como el derecho a tener acceso a leñade consumo o a las piedras -ambas tan escasas en la región-en tierras de otro, a perseguir avestruces o cazar nutrias. Inclusoen ciertos contextos era aceptable alimentar los animales propiosa costa del pasto ajeno, en una ganadería a campo abierto dondelas alambradas eran inexistentes.

    MIRANDO A POTOSÍ

    Todo esto era posible en una sociedad en la que la propiedadprivada de la tierra no estaba generalizada ni tenía el mismosentido que en las sociedades contemporáneas.

    El proceso de apropiación privada de la tierra estaba lejos dehaberse consolidado en la campaña, y este derecho coexistía conel acceso bastante amplio a tierras públicas (en realidad  realen 

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    gas, del rey) y diversos mecanismos que daban paso al usufructode ciertas parcelas, sin que esto implicara reconocer derechosde propiedad privada.

    Así, por ejemplo, la prolongada residencia y el trabajo perso

    nal en una parcela generaban derechos reconocidos por el vecindario, derechos que obviamente se podían reforzar por otrasrazones como la defensa de la frontera frente al indígena, etc. Yesto valía tanto para los que residían en tierras sin dueño (las citadas realengas), como para los que lo hacían muchas veces entierras que reconocían un propietario particular.

    Por lo tanto, aun en los casos de existencia de propiedadprivada con títulos legales, se trataba de una propiedad condicionada por derechos y costumbres como los mencionados anteriormente. Era muy difícil rechazar a una familia pobre que pedíainstalarse en tierras privadas no totalmente explotadas o pobladas. O impedir que pasaran por estas tierras a cazar o a recogerleña, etc.

    Otro problema del que se quejaban los propietarios más destacados era el escaso control sobre la propiedad de los animales, lacaza furtiva o el robo de ganado -el abigeato-, cuyos derivadosmuchas veces circulaban a través de verdaderos circuitos comer

    ciales ilegales o semi-legales, como las llamadas pulperías o tiendasvolantes, que aparecían condenadas en muchos escritos de las elites y de los gobernantes, pero que eran combatidas con escasoentusiasmo y nulo resultado.

    Claro que todo esto era posible sin que provocara grandesconflictos, en una etapa de la historia regional en la que los nego

    cios de las elites pasaban centralmente por otros lados. Comodijimos, éstas estaban más interesadas en conseguir plata potosina para exportar e ingresar esclavos y mercancías europeas porel puerto, que en asegurar los derechos de propiedad privada enla campaña cercana. En este espacio les preocupaba más bien

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    mantener la tranquilidad social y asegurar el abastecimiento delos bienes de consumo imprescindibles para la ciudad. Y éstos parecían asegurados con las condiciones existentes.

    COLAPSO ESPAÑOLLa situación cambia bastante luego de la Revolución. El colapsodel Imperio español, la crisis de la producción minera potosina yla ruptura del espacio interno de intercambios que constituía elVirreinato provocan un cambio bastante drástico en los intere

    ses de la región porteña y de sus grupos dominantes.Por otro lado, el fin del monopolio comercial y la apertura a

    los mercados externos que demandaban cada vez más productos primarios como los cueros constituyen un fuerte alicientepara que se produzca en Buenos Aires lo que se llamó la expansión ganadera.

    El primer síntoma de este cambio es la ampliación territorialde la provincia, que pasa por primera vez la frontera del río Saladode manera decidida y prácticamente triplica las tierras disponiblesentre mediados de la década de 1810 y los inicios de los '30.

    Las nuevas tierras ganadas al sur de este río serán el eje de laexpansión vacuna que caracteriza a este período. En 1839, porejemplo, se pudo medir el crecimiento del  stock  ganadero y sudistribución regional: había unos tres millones de vacunos, dosmillones y medio de ovinos y 600 mil equinos. En el caso de losbovinos, el corazón de la economía agraria de Buenos Aires dela época, el  stock  se había triplicado en relación con el final del

    período colonial. Y de aquellos tres millones de cabezas, dostercios se concentraban en el sur de la campaña, la mayor parteen las nuevas tierras al sur del Salado.

    Esta expansión de la frontera y del stock  ganadero se habíandado en parte de manera espontánea por la iniciativa de vecinos

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    que pasaban la vieja frontera y comenzaban nuevos emprendimientos, a veces negociando esta aventura con los grupos indígenas allí instalados.

    Pero también se dio un fuerte impulso por parte del Estado deBuenos Aires que, espoleado por las elites, ahora veía la necesi

    dad de expandir el casi único negocio que les quedaba luego dela crisis colonial y que prometía pingües ganancias para los estancieros, así como ingresos fiscales consistentes para las exhaustasarcas estatales.

    Parte de las viejas elites reorientará sus intereses hacia elcampo y la ganadería, sin por ello abandonar su carácter urbano.Pero este grupo interesado en la expansión ganadera se nutrirátambién de actores enriquecidos en el nuevo contexto económicoen el que la posesión de ciertas tierras, que antes podían no reportar mayores ingresos, ahora prometían transformarse en la clavede un rápido proceso de ascenso social.

    En este período, y amparados en políticas de tierras que losfavorecían o que hábilmente manipularon, se constituyeron algunasinmensas fortunas agrarias. Rosas es el ejemplo más conocido deun grupo relativamente reducido, pero muy poderoso, de personas que sumaban decenas de miles de hectáreas y de cabezas deganado. Entre ellos encontramos apellidos de larga resonancia en

    el futuro de la provincia y del país, como Anchorena, Ramos Mejía,Díaz Vélez, Terrero, Álzaga, Martínez, etc.

    Evidentemente este grupo, dado el peso que la producción yexportación de derivados ganaderos adquiere en sus intereses,promoverá una serie de cambios importantes en las condicionesde vida y en las reglas de juego de la sociedad y economía loca

    les, dirigidos a sacar todo el provecho que la actividad agrariales prometía.

    Por un lado defenderán la libertad de comercio exterior paraasegurar la colocación de los excedentes ganaderos en los merca-

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    dos internacionales en las mejores condiciones, a la vez que prefieren la libre importación de mercancías extranjeras como modode incorporar bienes manufacturados (y eventualmente alimentos)de calidad y a precios más bajos que los producidos localmente.

    De esta manera pretendían asegurar el abaratamiento de losconsumos y, por la misma vía, permitir una baja de los costoslaborales. De todos modos, la postura a favor de la libre importación de bienes no será incompatible con políticas fiscalesque gravaban con impuestos más o menos importantes su entrada por el puerto, ya que éstos se habían revelado como la única

    opción realista para conseguir ingresos consistentes para lasfinanzas estatales, sin enfrentarse con los sectores económicosen condiciones de pagar impuestos directos voluminosos.

    TERMINA EL RECREOJunto a estas políticas comerciales las elites promoverán unareformulación importante en los derechos de propiedad sobre latierra y los bienes en general, como un modo de garantizar ellibre uso y goce de sus posesiones.

    También impulsarán reformas orientadas al disciplinamiento

    de la población más pobre y a la constitución de un mercado detrabajo que les asegure una provisión razonable, y lo más baratay dócil posible, de mano de obra dependiente.

    Aunque parte de estas propuestas se empiezan a formular demanera algo confusa y ecléctica desde la época colonial, es evidente que adquieren mayor claridad y sobre todo mayor con

    senso entre las elites luego de la Revolución.A lo largo de la década de 1810 se impulsan reformas en elsentido de asegurar los derechos de propiedad y el libre comercio, aunque la convulsión posrevolucionaria no ayuda mucho ylos propios ejércitos de las guerras de independencia y civiles más

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    bien colaboran en la creación de una situación de caos e inseguridad en la posesión de los bienes privados.

    Los ejércitos en campaña son máquinas de apropiación directa

    de ganados y recursos diversos allí por donde pasan y sus integrantes incorporan estas prácticas en las lógicas de la supervivenciacotidiana. También los gobiernos, necesitados de ingresos fiscales,recurren a mecanismos bastante alejados de los ideales.

    Justamente el año '20, máxima expresión de la  anarquíaposrevolucionaria, marcará el inicio de un camino destinado a

    reconstruir el orden y asegurar unos derechos que el propio proceso revolucionario había complicado aun más que durante elperíodo colonial.

    En esos años aparecen una serie de escritos que van estableciendo una especie de programa de reformas en el sentidoindicado por los intereses de los grandes propietarios. Entre ellos

    nos interesa destacar las famosas  Instrucciones a los Mayordo mos de Estancias, escritas por Rosas hacia 1820.

    Aunque ellas estaban destinadas a orientar los trabajos enlas estancias que administraba por entonces, se las puede considerar como una especie de programa de transformación socialy económica de las prácticas de la campaña, en el sentido de lareafirmación de los derechos de propiedad y la mejora de lascondiciones del mercado de trabajo para los estancieros.

    Entre los elementos centrales de dichas  Instrucciones   sedestacan toda una serie de órdenes destinadas a liberar las tierrasque administra el estanciero de todo compromiso con terceros,

    haciendo respetar la plena propiedad de sus titulares. Así, por ejemplo, se rechaza la presencia de pobladores. También se prohibetaxativamente el desarrollo de actividades tradicionales que cuestionen el dominio del terreno por el propietario.

    Ya no se aceptaría la presencia de cazadores de avestruces onutrias en sus estancias sin autorización expresa del propietario,

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    y tampoco la utilización de la leña de sus montes u otros recursos.De la misma manera se prohibe la realización de actividades porcuenta propia por parte de los empleados, erradicando sus culti

    vos, cría de animales, aun los de granja, así como se impide lainstalación y pasaje de pulperos volantes por sus propiedades,considerados como aliados de "cuatreros y abigeos"1.

    Muchos estudiosos han considerado estas Instrucciones  comouna muestra clara de la construcción de un nuevo orden capitalista que terminaba de una vez y para siempre con las costumbres yprácticas de origen colonial, aseguraba nuevos y plenos derechosde propiedad y la constitución de un mercado de trabajo fluido.

    Sin embargo, como intentaremos mostrar aquí mediante elanálisis de las estancias del propio Rosas, había una brecha muygrande entre la voluntad de reforma del gran propietario y su ca

    pacidad para imponerla.

    1. J. M. de Rosas,  Instrucciones a los mayordomos de estancias, Buenos Aires,Americana, 1951. En otros escritos más políticos de la misma época Rosas expresa puntos de vista similares, ya no sólo para administrar sus propiedades sinotambién para el "ar reglo" de la provincia. Así, por ejemplo, en la famosa "Se

    gunda memoria del Coronel Juan Manuel de Rosas", de 1821, expresa la necesidadde respetar la antigua disposición de "buen gobierno" de que quien no tenga almenos una "suerte de estancia" (unas 2.000 hectáreas) no puede ser criador. Dela misma manera defiende el carácter absoluto de la propiedad y condena las correrías de los paisanos que atraviesan los campos ajenos persiguiendo avestruces,cazando nutrias, etc. Además, demanda la persecución de "ladrones, vagos,salteadores, incógnitos, perturbadores y todos los que hoy son el azote de laspropiedades de los hacendados".

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    C A P I T U L O D O SE L G R A N E M P O R I O

    No caben dudas de que Rosas fue uno de los mayores y más ricos estancieros de la primera mitad del siglo XIX. Provenía de unafamilia de destacados propietarios del sur bonaerense y, siendomuy joven, adquirió una importante experiencia como adminis

    trador de los campos de sus primos, los Anchorena. Casi simultáneamente comenzará a desarrollar sus propios emprendimientosagrarios, en un primer momento como parte de una sociedad conLuis Dorrego y Juan Nepomuceno Terrero, que funcionó con elnombre de Rosas, Terrero y Compañía  hasta 1837, cuando la sociedad se divide y Rosas se independiza como propietario rural.

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    La historia de esta asociación empresaria es bastante conocida. Se funda en 1815 con la instalación de un saladero en Quilmes. En 1817 adquieren una propiedad importante en la Guardia

    del Monte, sobre la margen interior del Salado, donde comenzaráa funcionar la mítica estancia Los Cerrillos, a la que es trasladadotambién el saladero.

    Según explica Rosas en 1818, la extensión de la misma es detres leguas de frente por otras tantas de fondo. En este últimoaño el estanciero, en nombre de la sociedad, solicita a las auto

    ridades un terreno al exterior del Salado para poder colocar elganado que dice tener y al mismo tiempo ocuparse de aplacar alos "indios infieles".

    En octubre de 1818 se acepta la denuncia y en enero del añosiguiente -un tiempo récord- se mensuran los nuevos terrenos aiexterior del Salado, lindantes con Los Cerrillos. Estos terrenos

    de 24 leguas cuadradas de superficie (cuatro leguas de frente sobre el Salado y seis de fondo) se conocerán inicialmente con elnombre de Constitución (expresando probablemente el agradecimiento y sumisión a las autoridades que habían sido tan generosasen todo este procedimiento) y, sumados a los que ya poseían delotro lado del Salado, constituían un enorme territorio de 33 leguascuadradas (casi 90 mil hectáreas).

    2. Si consideramos que cada legua cuadrada equivalía a 2.700 hectáreas, la propiedad en esos momentos significaba 24.300 hectáreas al interior del Salado yotras 64.800 en su margen exterior. Lynch sostiene que hacia 1821 el complejo

    de Los Cerrillos comprendía 120 leguas (más de 300.000 hectáreas), lo cual no parece tener asidero en estos momentos. Lynch, Juan Manuel de Rosas. pág. 30. A.Carretero, por su parte, es mas moderado, señalando que hacia 1830 la sociedadde Rosas poseía algo mas de 60 leguas. Esta cifra incluye las diversas propiedades de la sociedad, y teniendo en cuenta que sobre todo la del exterior del Saladofue creciendo de tamaño puede ajustarse algo más a la realidad. Ver Carretero, Lapropiedad de la tierra en la época de Rosas.

     24 JORGE DANIEL GELMAN

    ,2

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    Aquí no terminaría la expansión de la sociedad; en 1821 adquiere la estancia de San Martín, de dimensiones bastante másmodestas pero ubicada mucho mejor en relación con los mercados, ya que se encontraba entre Matanza y Cañuelas, en una zona

    de vieja colonización y cercana a la ciudad de Buenos Aires.Aparentemente las propiedades de la sociedad se completaroncon una tercera estancia en el pago de la Magdalena (denominadaEl Rey), pero sobre esta última no tenemos ninguna informaciónseria. En todo caso no forma parte de las explotaciones de Rosasa partir de la década de 1830.

    Todas estas estancias serán puestas en explotación y crecerán a lo largo del tiempo; pero a mediados de la década mencionada parece haber problemas en la sociedad Rosas, Terrero y Cía.y el gobernador de Buenos Aires empieza a preparar el caminopara articular un emporio estanciero en soledad.

    En 1836 compra en el partido de Monte (en las cercanías delpueblo) la estancia de Zenon Videla y su finado padre, pero comoexplica en una carta, la compró solo por su cuenta. Finalmente alaño siguiente la sociedad es disuelta, quedándole a Terrero LosCerrillos al interior del Salado y a Rosas la parte del exterior delSalado y la estancia de San Martín.

    En definitiva el gobernador quedará como propietario particular de un enorme complejo que incluye la estancia de San Martín enel partido de Cañuelas, la estancia que compró a Videla en el partido de Monte, que llamará Rosario, y la estancia del exterior del Salado (inicialmente en el partido de Azul, luego partido de Las Florescuando aquél se divide), que llamaremos Chacabuco, último

    nombre que tuvo hasta la caída de Rosas en 1852, aunque antesadoptó otras denominaciones. Esta última propiedad es la quecrece más a lo largo de los años, habiéndose al menos duplicadodurante el largo gobierno de Rosas. A esto debemos agregar elsaladero/matadero que Rosas tenía en su cuartel general de Palermo

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    que, con las otras propiedades, constituía un verdadero complejoque realizaba las más diversas actividades agrícolas y ganaderas,articuladas entre sí desde Buenos Aires, y que convirtieron al gober

    nador en uno de los mayores empresarios rurales del período. Sólose lo podía comparar a un puñado de personajes de la misma época.Las actividades que se desarrollaban en las estancias de Ro

    sas eran de lo más diversas y tenían que ver, en cada una, con lascaracterísticas del terreno, la cercanía relativa de los mercados ya su vez con la articulación entre las mismas dentro del complejo.

    Obviamente el destino final de la mayoría de los productos eraBuenos Aires: en primer lugar el ganado vacuno que terminabafaenado en el matadero de Palermo. Este ganado era criadoen cantidades modestas en San Martín, en proporciones másdestacadas en Rosario, pero sobre todo fuera del Salado, enChacabuco, que se convirtió progresivamente en la estancia más

    importante del complejo.En San Martín, la más cercana a la ciudad, se criaba una

    gran cantidad de ovejas y también se realizaban invernadas delganado que venía de las estancias más alejadas, antes de serenviado al matadero. Finalmente, en San Martín y Rosario serealizaban actividades agrícolas, sobre todo hortícolas y tam

    bién madereras, que en ambos casos se complementaban conla fabricación de ladrillos.

    UN RICO STOCK

    La estancia de San Martín estaba dividida en varios puestos, que incluían una quinta/huerta importante cerca de la casa principal conhigueras, naranjos, olivos, nogales, peras, damascos, guindas, vid,moras y duraznos. También había árboles de distinto tipo como álamos, paraísos, sauces de diversas especies, que junto a algunos frutales eran utilizados para madera. El resto del territorio se destina-

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    ba a la cría del ovino así como a invernar vacunos. Tenemos información detallada de su stock  animal para finales de la década del'30. El mismo incluía casi 17 mil ovejas, tres mil vacunos y algo másde mil cabezas, entre caballos y burros. Dada esta orientación pro

    ductiva, la cría y esquila de ovejas eran sus principales ocupacionesaunque tuviera también otras actividades.

    La situación en las estancias de Rosario y Chacabuco era bastante diferente.

    En la del interior del Salado, Rosario, había una quinta relativamente importante que justificaba la contratación permanente

    de un quintero; también en ambas estancias, a uno y otro ladodel río, se criaban algunas ovejas; pero sin dudas la actividadcentral de ellas y sobre todo la de Chacabuco consistía en la críade ganado vacuno.

    La estancia de Rosario estaba organizada entre siete y nuevepuestos con sus rodeos, mientras que la de Chacabuco teníadiez puestos en 1838, para llegar a casi veinte en 1847. En ellos sedistribuía el importante stock  que contenían. Entre ambas estancias llegaron a tener más de 10 mil ovinos y otros tantos equinos,pero su eje giraba sobre el vacuno. En 1838 sumaban algo más de40 mil cabezas de este ganado, que diez años después alcanzarían

    algo más del doble. En un momento intermedio, hacia 1845, losinventarios de estas estancias sumaban más de 150 mil cabezasde vacunos, una cifra realmente impresionante. Al menos dos tercios del stock se  ubicaba en Chacabuco, la enorme estancia delexterior del Salado.

    Como puede apreciarse, la cría de ovejas no era una actividad

    descuidada en estas estancias. Incluso hacia finales del períodoconsiderado se realiza un esfuerzo por mejorar la calidad de lasmajadas incorporando padres finos, al igual que se lo estaba haciendo en San Martín. Sin embargo, considerando la extensión deestas estancias y comparándolas con las dimensiones y el  stock

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    de la estancia de Cañuelas, se comprende fácilmente que no eraésta una actividad destacada en la frontera. La estancia San Martín, con una extensión quizá veinte veces más pequeña que lasestancias de Monte y Las Flores, tenía ya en 1838 un  stock  ovinomás importante que éstas dos juntas en 1846-47.

    Por el contrario, lo que estos datos muestran de maneracontundente es la importancia que el ganado vacuno tenía enambas estancias. Sobre todo en Chacabuco. Dadas las características y dimensiones del patrimonio de estas estancias resulta

    obvio que la principal preocupación de las mismas era mantenerel ganado en rodeo -recordemos que no había todavía alambradas- y procurar su engorde a lo largo de todo el año, así como lastareas más estacionales de yerra y castración.

    Sin embargo, a diferencia de muchas estancias coloniales,el faenamiento no era una tarea importante ya que el desarro

    llo de los mataderos y saladeros en la primera mitad del siglohacía que esta actividad se realizara directamente en los mercados. Por otra parte, las dimensiones del terreno y del stock deestas estancias de Rosas provocaban el riesgo siempre presente del alzamiento de los animales ante el menor signo de sequía,ante la falta de trabajadores o ante cualquier otro fenómeno co

    yuntural frecuente.De ahí la obsesión de sus administradores y de Rosas por

    controlar estos problemas. En abril de 1845, para poner un ejemplo, Rosas le manda decir al nuevo administrador de Chacabucoque es decisivo sujetar el ganado alzado a rodeo: "Éste es el principal objeto que constantemente debe tenerse en vista porque

    esto es el alma de todo, a cuyo cumplido efecto no deben dispensarse esfuerzos"3.

    3. Carta del 15/4/1845, Archivo General de la Nación (en adelante AGN), sala X,43.2.8.

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    MUNDO RURAL

    ¿Cómo podemos ubicar el complejo de estancias de Rosas econtexto de la evolución del mundo agrario bonaerense deprimera mitad del siglo? En primer lugar, se puede señalar que Ro-

    sas era un hombre de su tiempo, por lo cual resulta exageradoaceptar las palabras de su panegirista y primer periodista Pedrode Angelis. Este autor escribió: "Nuestros campos no ofrecían en-tonces otro aspecto que el de una inmensa estancia cubierta deganado... Los primeros establecimientos que interrumpieron estamonotonía fueron los del señor Rosas"4.

    Esto obviamente no era verdad, ya que hoy sabemos sobradamente que la práctica de la agricultura y la ganadería diversificadaeran comunes y muy importantes a fines de la época colonialPero Rosas siguió perfectamente la evolución del mundo agra-rio pampeano dedicándose al saladero cuando esta actividad

    empezó a adquirir importancia, fomentando los cultivos en lasregiones más apropiadas para ello, implementando la cría deovinos y su progresivo refinamiento al calor de la expansiónde su exportación y el alza de sus precios y, por supuesto, promoviendo la cría del ganado vacuno en la frontera en grandescantidades para faenar en sus propias instalaciones en el mer

    cado de Buenos Aires.Sin embargo, en lo que no seguía al promedio de su época era

    en la magnitud de sus actividades agrarias. Rosas se convirtióen uno de los mayores terratenientes y ganaderos de Buenos Aires y el tamaño de sus emprendimientos estaba excesivamentelejos de la media. Como ya dijimos se ha calculado que para fina

    les de los años '30 la provincia de Buenos Aires poseía un  stockque alcanzaba unos tres millones de vacunos y unos dos millones

    4. P. de Angelis, "Biografía de Don Juan Manuel de Rosas", escrita en 1830 La ci-ta es de una edición incluida en Rosas,  Instrucciones..., cit-, pág XV.

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    de ovinos. Esto quiere decir que Rosas reunía entre el 1,5 y el 2por ciento del total provincial.

    Muy pocos personajes podían pretender acercarse a la rique

    za ganadera del gobernador; a lo sumo puede decirse que lo hizo un pequeño puñado, como los Anchorena, sus primos, que parecen haber llegado a acumular un capital territorial y ganaderomás importante aun que el del propio gobernador5.

    Las estancias de Rosas, en definitiva, si bien siguen en su orientación productiva un perfil similar al del resto de sus coetáneos, in

    troducen un elemento nuevo que es su enorme magnitud. En mediode un paisaje social de la campaña que continúa estando dominadopor pequeños y medianos pastores y agricultores emerge un reducido, pero muy poderoso, sector de enormes estancieros encabezados por el gobernador provincial, don Juan Manuel de Rosas.

    Sin embargo, ese medio social dominado por pequeños ymedianos productores, la abundancia relativa de tierras y la fuerteinestabilidad política del período aparecerán como condicionantes severos de las actividades del gobernador y de los grandes propietarios en general. Si estudiamos la relación que Rosas estableció con los pobladores de la campaña, el vínculo complejo con los

    trabajadores de sus estancias y los problemas para hacer crecer ysobre todo rentabilizar sus grandes emprendimientos, esta imagende dominación y control se puede matizar considerablemente.

    5. Los datos sobre el emporio ganadero y terrateniente de los Anchorena no sonseguros a pesar de su fama y de haber sido tratados por varios historiadores. Así

    por ejemplo A. Carretero, Los Anchorena. Política y negocios en el siglo XIX, Ed.8ª década, Bs. As., 1970, o J. Brown, A socioeconomic history of Argentina, CUP,Cambridge, 1979. Esta familia acumuló ingentes cantidades de tierra, pero no disponemos de cifras ciertas del stock. Según Brown, a mediados de los años '30, enuna parte de sus propiedades poseían unos 50.000 animales, cifra que se duplicaveinte años después. Este autor calcula que sumando el resto de las estancias dela familia, se podría haber llegado a un cuarto de millón de animales, unos añosdespués de la caída de Rosas.

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    C A P I T U L O T R E SG O B E R N A D O R Y P O B L A D O R E S

    Los datos ya indicados no dejan dudas sobre el peso económico de Rosas en la campaña bonaerense. Para buena parte de lahistoriografía, las herramientas que le otorga ese lugar en el medio rural son la clave para entender su llegada al poder político.Y ambos elementos, su carácter de gran propietario y de gobernador de la provincia, se refuerzan mutuamente por la capacidadque le otorgan al personaje para manipular a la población rural,tanto a sus peones como al resto de los pobladores, directamente o a través de los funcionarios rurales y jefes militares dependientes del gobierno dirigido por él. De esta manera, el dominioterrateniente en el terreno económico-social y el caudillismo enel político aparecían como complementos explicativos del desarrollo histórico en el período que sigue a la Revolución.

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    Pero como veremos a continuación, la actuación de Rosascomo estanciero y en especial la relación que establece con lospobladores rurales que se vinculan con sus propiedades no parecen confirmar este diagnóstico. Más bien lo que se observa son

    las enormes dificultades que tiene para imponer sus planes comopropietario, sobre todo cuando éstos entran en conflicto con lasprácticas aceptadas por una sociedad rural compleja y movilizadapor la crisis posrevolucionaria.

    Esto queda claro al analizar, por ejemplo, la correspondenciaentre Rosas y los administradores de sus estancias. A través deella se confirma que, a pesar de las leyes que el gobernador o susantecesores firmaron desde el gobierno y de las estrictas órdenesque en su juventud dictara en las Instrucciones a los Mayordomos,siguen reiterándose en sus estancias problemas como la sustracción de animales y las constantes mezclas de ganados, favorecidospor la falta de alambradas, el recurso a la leña de los montes ubicados en tierras ajenas o la tolerancia para la caza de avestrucesy nutrias en cualquier terreno.

    En ocasiones, Rosas soportará estos y otros problemasque le impiden aprovechar plenamente sus propiedades; otrasveces intentará reprimirlos. Así, por ejemplo, en 1844 escribe

    al administrador de su estancia Chacabuco quejándose amargamente: "Respecto a los hombres que se juntan en esos campos a correr avestruces: no los debes permitir jamás. Ese es unescándalo que yo lo ignoraba. Pero lo más escandaloso aun esque Don Basilio [el administrador de Rosario] lo haya silenciadoy que el Juez de Paz lo haya consentido. El Juez de Paz debe

    prenderlos a todos ellos y bien asegurados con grillos debe mandarlos presos al cuartel general"6.

    6. Carta de Rosas a Ramírez, 20/9/1844, AGN, X, 43.2.8.

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    La solución que propone Rosas, como se ve, parece confirmarsu imagen de autoritario y todopoderoso. Sin embargo, debemosrecordar que más de veinte años atrás había prohibido terminantemente estas prácticas en sus campos y se seguían realizando. Y lo más importante es que las mismas parecen habercontado con la tolerancia de la máxima autoridad de la estancia,su administrador, y de la autoridad política del partido, el Juezde Paz. En otra ocasión, por el contrario, Rosas da su acuerdopara que los vecinos de la estancia de San Martín entren a su

    propiedad de Cañuelas para cortar leña

    7

    .Uno de los problemas más importantes en este sentido parece haber sido la dificultad para fijar los límites de la propiedad,evitar las mezclas de ganado, la invasión de sus tierras por animales ajenos y aun los robos de los propios. Rosas intentará combatir estos fenómenos y será intransigente cuando se descubre al

    gún robo de sus ganados.Valga como ejemplo mencionar lo que sucede cuando el ad

    ministrador de San Martín averigua que unos vecinos, propietarios de un terreno lindero, tenían entre sus ovejas 43 carnerosque pertenecían al gobernador y 24 de ellos tenían encima contramarcada la señal de los vecinos. Es decir que no se trataba

    de una simple confusión de ganados, típica en la región, sinoque estas personas habían tratado de ocultar adrede la marcaoriginal del gobernador para quedarse con los animales.

    El administrador hace la denuncia al Juez de Paz y unos díasmas tarde trasciende que el vecino "ha fugado con familia y todo y el Juez de Paz (...) ha embargado lo poco que tiene"8 . La ame-

    7. Carta de Rosas a Bécar, 28/3/1839, AGN, X, 25.6.6.8. Cartas de Bécar a Rosas, 11/8/1838 y 1/9/1838, AGN, X, 25.5.5. Vale la pena contodo remarcar que el administrador no hace justicia por mano propia, sino que sedirige al Juez de Paz para ello.

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    naza de castigo a este delito parece haber sido lo suficientemente fuerte para que esta familia abandone sus tierras y pertenenciaspara escapar de la justicia. Con todo, unos días mas tarde, el gober

    nador, dando muestras de paternalismo y de la necesidad de moderar las consecuencias de un hecho quizá bastante frecuente en lacampaña, le informa a su administrador que "a la mujer de Ga-bino Pardo [el vecino], si sabe Usted donde está puede usted hacerle decir que se vea conmigo"9.

    Rosas se seguirá quejando de la sustracción de animales de

    sus estancias y más frecuentes aun resultan los perjuicios porlas mezclas de ganado y la invasión de sus tierras por animalesajenos que comen sus pasturas y levantan sus animales. Lascartas que refieren este tipo de situaciones son innumerables yvarias de ellas trasuntan además la sensación de impotencia delos administradores para acabar con la situación.

    De esta manera, parece que Rosas no puede disponer libremente de sus propiedades y debe tolerar que este tipo de situaciones se repita una y otra vez. Una de las soluciones principalesque intentará aplicar el gobernador para limitar estos problemases el recurso a los pobladores.

    Como ya dijimos, el  poblador  parece haber sido un habitante  tolerado  en tierras ajenas, que probablemente desarrollara allíactividades autónomas como productor a cambio de una ciertareciprocidad con el dueño de las tierras. Ésta podía ser su disponibilidad para conchabarse en ciertos momentos del año en laexplotación del propietario, o también cumplir la función de esta

    blecer un límite entre estas tierras y las de los vecinos, o inclusosólo convertirse en un elemento que convalidara la propiedadprivada de quien le acogía. En la campaña bonaerense de la pri-

    9. Carta del 3/9/1838,  Ibid.

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    mera mitad del siglo XIX parece una práctica frecuente y los campos de Rosas son una buena muestra de ello.

    A pesar de que ya en las Instrucciones  prohibiera la presenciade pobladores, recurrirá a ellos casi constantemente y en todassus estancias. De hecho, en las mismas Instrucciones, hacía algunassalvedades, ya que señalaba que en Los Cerrillos hay poblado res que  cuidan los límites de la estancia y que no se mezclen losganados ajenos, y que "bajo estas condiciones tienen permiso para

    vivir en los terrenos...".Cuidar los límites parece haber sido la preocupación centralde Rosas al autorizar pobladores con sus familias y sus propiasactividades en las estancias que controlaba. Así, por ejemplo, después de comprar la estancia de Monte (Rosario), le escribe el administrador que "es de necesidad poblar el puesto de Santa Inés

    para ir atajando las entradas o pastoreos que tienen los vecinosde la Guardia del Monte en el campo que fue de Videla"10.

    EVITAR CONFLICTOSEsta necesidad de poblar los límites de las tierras implicaba que

    el propietario no podía disponer de una parte de sus tierras y pasturas y que muchas veces, bajo la apariencia de un campo muypoblado de personas y animales que suponemos son de su propietario, nos podemos encontrar con un enjambre de pequeñoso medianos productores que trabajan por su cuenta. Esto es lo quesucede en las tierras de Rosas, no sólo con los pobladores sino in

    cluso con algunos de sus capataces y peones.Un ejemplo de ello lo encontramos en la estancia que com

    pra en 1836 en el partido de Monte. El administrador le escribe

    10. Carta de Peredo a Rosas, 11/8/1838, AGN. X, 25.5.3.

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    a Rosas explicando que el campo está lleno de pobladores, algunos de ellos arrendatarios, y que no será fácil deshacerse deellos: "Los que arrendaban a Videla están dispuestos a entregar.

    Pero lo que sucede es que estos que arrendaban a Videla han llenado el campo arrendando a otros que será lo que dará gran trabajo para hacerlos mudar. También advierto a U. Señor que elcampo mejor para echar ganado es el que tiene menos pobladores, pues serán como ocho o diez los que ocupan el campo mejor,que lo demás lo que está... hay más de cien chacras y con sem-

    brados bastante grandes"11

    .Si no tuviéramos esta preciosa carta del administrador de Ro

    sas, habríamos pensado que el enorme campo de Videla era latípica gran estancia ganadera de la primera mitad del siglo XIX. Yresulta que dentro de la "típica" estancia hay un centenar de chacareros y algunos medianos y pequeños pastores, en su mayoría arren

    datarios del propietario, con sus propios subarrendatarios.Y tan interesante como esto resulta la actitud del gobernador.

    Evidentemente el hombre compró esta gran estancia de Montepara ponerla en producción y obtener con ello un rédito. Por esole escribe a su administrador lo que sigue: "No quisiera perjudicarme teniendo parado un capital tan crecido sin poblar el campode hacienda". Pero a la vez advierte: "En este estado yo no quieroviolentar a nadie de los pobladores". Y concluye que "entre nosotros yo considero que a algunos de esos pobladores será precisoirles buscando acomodo por otra parte, porque considero queechando hacienda en la estancia del Rosario, en la Esperanza y enel Seco podrán perjudicar. Por Lobos ha comprado el gobiernounos terrenos a los Writte con el objeto de favorecer y colocar algunos pobres de los muchos (criadores) que andan tirados y creo

    11. Carta de Peredo a Rosas. 3/10/1836, AGN, X, 25.2.5.

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    que ahí podrían ir algunos de los que quedasen, más en los terrenos que fueron de Dorna y Videla"12.

    Como se ve, el gobernador y ahora propietario de esas tierras

    se cuida mucho de enfrentarse inmediatamente con los pequeñosproductores. Estos últimos poblaron esas tierras y, a través del arriendo u otros mecanismos, adquirieron ciertos derechos reconocidosen esa sociedad. Y como obviamente quiere sacar provecho del capital que invirtió, se ve obligado a buscar tierras alternativas paraaquellos pobladores que no piensa dejar en las suyas. En este caso

    apelando en parte a recursos que dispone su gobierno para ubicara paisanos pobres en el vecino partido de Lobos.

    Como dijimos, Rosas se favorecerá en algunos casos... Peroen otros no tendrá más remedio que tolerar una variedad de pobladores en sus estancias. Veamos algunos ejemplos.

    Tenemos constancia de que en las estancias Rosario y Chaca

    buco hubo presencia de estos pobladores con sus ganados, tantoen los años '30 como en los '40. Rosas y sus administradorestratan de que se instalen en los lindes de las propiedades, aunqueno siempre lo consiguen. Así se reiteran las quejas por los queocupan los centros de las estancias. En 1846 el administrador deChacabuco le escribe a Rosas: "He dispuesto la mudanza a los deslindes de los terrenos a los pobladores de los campos del Rosarioy de San Benito [Chacabuco], aquellos que se hallaban en el centro de los terrenos"13.

    Un año antes le había escrito que en los campos de Rosario"hay poblaciones casi en el centro del terreno; estos tienen sus

    grupos de ganados en varias cantidades, y aun cuando sea pocasiempre causan algún obstáculo al llenar aquellos campos dehacienda. Si U. dispone sean removidos a los confines de los te-

    12. Carta de Rosas del 14/10/1836, AGN, X, 25.2.S.13. Carta del 30/9/1846, AGN, 26.5.4.

    ROSAS, ESTANCIERO 37 .

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    rrenos, Io creo oportuno, pues entonces servirán como barrera ala hacienda que se introduzca"14.

    Es evidente que se trata de productores de diversa entidad y

    que están causando un perjuicio bastante notable a la explotaciónprincipal del gobernador. Este intenta enviarlos a los límites parausarlos como "alambrada", pero no siempre lo consigue. Y a mediados de los '40 se ve obligado a reiterar disposiciones que yahabía establecido hace muchos años. Por otra parte, no todosestos pobladores eran pequeños campesinos: algunos eran ver

    daderos estancieros sin tierra. En 1844 muere uno de estos pobla dores y   el administrador de Chacabuco informa a Rosas delrecuento de sus bienes. Este hombre, el "finado Cuestas", teníaunos 5.000 vacunos, 8 bueyes, 1.170 equinos y 2.000 ovejas. Esosí, le aclara que "los ranchos son del menor interés"15. Como seve, tenemos poblando en los campos de Rosas a un estanciero

    más importante que muchos propietarios de la campaña.Como dijimos, en muchos casos, el gobernador trata de sacar

    una ventaja de estos pobladores utilizándolos como barrera paralas haciendas y estableciendo con ellos algunos mecanismos dereciprocidad. Esto queda claro en una carta que escribe a un administrador en la que le explica que "también debes fijarte en laspoblaciones que haya perjudiciales en mis terrenos y cuyos dueñosno corresponden al favor que reciben, o están mal situadas"16.

    Pero también, como vimos, esta presencia de productores consus familias provoca problemas al propietario, al tiempo que genera ciertos derechos al ocupante, que al gobernador le resultan

    difíciles de limitar. En el mismo caso del fallecido Cuestas, Rosasle pide al administrador que mande a esos terrenos, donde hay

    14. Carta del 29/5/1845, AGN, X, 43.2.8.15. Carta del 15/12/1844, AGN, X, 43.2.8.16. Carta de Rosas, 20/9/1844, AGN, X, 43.2.8.

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    autorizó a instalarse allí, se ve obligado a comprarle esos bienes cuan-do se marchan, si no quiere que se instale en las mismas tierras al-guien que no responda a los mecanismos de reciprocidad acordados.

    Entonces vemos que la población  no se establece sólo como

    un mecanismo funcional a los intereses del propietario, sino quetambién genera situaciones que lo perjudican y pueden poneren cuestión sus derechos de propiedad. En algunos casos se puede verificar que muchas de estas poblaciones son el resultadode las presiones de los vecinos que buscan y se consideran conciertos derechos a solicitar hacer población  en tierras ajenas que

    no estén plenamente utilizadas.En 1838 se aparece por Chacabuco un personaje, Don Roque

    Torres, quien le dice al administrador que Rosas le había autorizadoa instalarse en algún terrenito suyo. A los pocos días, el gran estanciero le explica al administrador que esto no era verdad. "Sólo lehice decir se viese con vos a ver si por las orillas de los terrenos

    del otro lado del Salado... había como acomodarlo", escribe21. Ya esemismo año Rosas le había explicado al administrador el cuidado quehay que tener en ocupar todos los terrenos "para asegurarlos, porque si no luego cuesta mucho el hacer desamparo de un campo, co-mo ya de esto tenemos experiencia en el campo de las Perdices, queha estado tantos años ocupado por los pobladores porque obraban

    naturalmente las consideraciones que en tales casos suelen tener-se con los conocidos. Y por esta razón si el campo de La Posta esbueno, luego que vean que se ha despoblado al instante me han de

    , 22

    llover los empeños para ponerse alguno o algunos...  .La carta de Rosas no podía ser más clara: si da la impresión

    de que el terreno del gobernador está subutilizado, el todopoderoso Restaurador de las Leyes no tendrá más remedio que sucumbira las presiones de los vecinos orientadas a poblar sus tierras.

    21. Cartas del 28/5/1838 y 4/6/1838, AGN, X, 25.5.3.22. 30/4/1838, AGN, X, 25.5.4.

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    La otra cuestión que limita la capacidad del propietario de utilizar plenamente sus tierras tiene que ver con la mano de obra.Aunque de esto hablaremos en el capítulo siguiente, queremos

    mencionar aquí sólo un elemento que se vincula directamentecon el tema que venimos tratando: algunos de los trabajadoresdependientes de la estancia, además de los salarios que recibeno de algunas raciones, obtienen la autorización del propietario decriar sus propios animales en esos terrenos.

    Esto es muy claro en el caso de los administradores que, ade

    más de los abultados salarios que reciben, realizan una producción propia en las tierras del gobernador.

    El administrador de San Martín en los años '30, Juan JoséBécar, además de recibir en pago el 5 por ciento del procreo o faena de la estancia, tiene sus propios animales en rodeo (en partelos mismos que retira como ganancia del gobernador). Rosas se

    queja a veces de que aquél descuida los intereses de la propiedaden beneficio de los del administrador. Ese año Bécar tenía unas800 cabezas de ganado y le informa que intentará conseguir un te-rrenito para poner su hacienda.

    Al año siguiente le dice que irá a hablar con su padrino de casamiento "que él ha sabido que ando en solicitud de un terreno y que

    el tiene uno sin poblar"23. Esta carta pone de relieve algunos temascentrales sobre el funcionamiento de la sociedad rural bonaerensedel período. Por un lado la posibilidad cierta de movilidad social: untrabajador dependiente que consigue armar su rodeo en tierra ajena y convertirse en productor independiente. También destaca el papel de las redes parentales en estos procesos de movilidad.

    En 1846, el nuevo administrador de San Martín, DionisioSchoo, a su vez emparentado con el anterior, da cuenta de queen la estancia de Rosas tiene una punta de ganado "como de

    23. Cartas del 11/8/1838 y 13/8/1839, AGN, X, 25.5.5.

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    300 cabezas". Eso sí, le aclara a Rosas, si lo autoriza a conservarlo, los tendrá en rodeo aparte con "un muchacho conchabado

    por mí"24

    . Como se ve, quiere constituir una unidad productivaautónoma, con mano de obra dependiente, dentro de la estanciadel gobernador. Digamos al pasar que el tenor de la carta dejaentrever que en ocasiones anteriores se ha derivado trabajo dependiente pagado por Rosas para atender los intereses particulares de algún administrador. También el responsable de Chacabuco

    en los años '30 (Pascual Peredo) aparece como propietario deganado sin tierras.

    Pero no sólo los administradores son autorizados a criar susanimales en tierras del gobernador. A veces sucede lo mismo conlos capataces de los puestos que se instalan allí con sus familias.En 1838 Rosas le escribe al administrador de Chacabuco que

    "en cuanto a la licencia para las vaquitas de algunos capataceshombres de bien que tenés en los puestos, podés permitirles quelas tengan en ellos de conformidad a lo que me proponés"25.

    Obviamente esta tolerancia tiene que ver con otro problema,que trataremos inmediatamente, que es el de las dificultades deRosas para conseguir y controlar la mano de obra que necesi

    taba para sus explotaciones. En todo caso, los resultados son losmismos: para conseguir mano de obra más o menos controlable, limitar un poco la evasión/invasión de ganado en sus tierras,o simplemente por presión de los vecinos de sus estancias, debe permitir que una parte considerable de sus tierras sean utilizadas por pobladores o trabajadores para realizar sus propias

    actividades productivas.

    24. 31/5/1846, AGN, X, 26.5.4.25. 4/6/1838, AGN, X, 25.5.3.

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    C A P I T U L O C U A T R OP E O N E S D E C A M P O

    Los estudios sobre los peones de campo en la época rosista señalancomo rasgo predominante la lucha de los grandes estancieros conuna población de tipo gauchesca a la que querían someter a concha bo  para garantizar sus necesidades crecientes de mano de obra.

    También se insistía en que el poder de los estancieros en lacampaña y el apoyo decidido de un Estado cada vez más contro

    lado por ese grupo permitieron ir sometiendo a esa población conla ayuda de una batería de medidas legales: las leyes de vagancia,la obligatoriedad de la papeleta de conchabo, la restricción a laspulperías volantes, etc.

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    Había asimismo un creciente despliegue del aparato estatal enla propia campaña, representado por los jueces de paz y sus funcionarios subalternos, a su vez controlados o fuertemente influidos porlos grandes estancieros. Igualmente, la creciente militarización (o la

    amenaza de reclutamiento) habría servido como instancia disciplina-dora de esa población rural, que habría así aceptado el peonaje como un mal menor, de protección frente a las amenazas del Estado.

    Una parte de la historiografía cuestionó estas imágenes. Enprimer lugar, planteó la existencia de una concurrencia más queuna complementariedad entre el Estado y los estancieros por una

    población masculina escasa, que aquél necesitaba convertir ensoldados y éstos en peones.

    A la vez, se señaló la dificultad de pensar las estructuras militarescomo instancias de control, ya que esas mismas estructuras respetaban poco las leyes en general y la propiedad en particular. Finalmente, se planteó que la escasez de trabajadores se imponía como un

    tope muy preciso al control de los estancieros sobre esa población,que por su parte supo aprovechar esta circunstancia para negociarmejor las condiciones de trabajo en las estancias. También se deben añadir otros elementos importantes en este cuadro revisionista, como son los condicionamientos que imponían a los estancierosmás importantes la existencia de una oferta de tierra abundante y la

    persistencia de una población rural predominantemente campesina.No sólo había una multitud de pequeños y medianos productores en las distintas regiones de la campaña. Estos ocupaban tierras propias o del Estado; asimismo, como vimos en el caso de lasestancias del gobernador, en el interior de las grandes estancias había productores por cuenta propia. Y esto significaba una dificultad

    importante para el gran estanciero a la hora de encontrar mano deobra, particularmente trabajadores más o menos permanentes.

    El recurso que habían utilizado los estancieros a fines de laépoca colonial para sortear este obstáculo era una población de

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    migrantes del interior, muchos de ellos varones solos sin muchasalternativas al trabajo asalariado, así como una creciente porción de trabajadores esclavos de origen africano.

    En cuanto al primer sector, aquel del interior, su flujo parecehaber continuado en la primera mitad del siglo XIX, atraídos porlas posibilidades de trabajo y de tierra que en muchas provinciasescaseaban. Sin embargo, se planteaba un problema muy seriocon ellos por la inestabilidad política, por las guerras y porque erael sector más susceptible de caer en las garras de los oficialesreclutadores de los ejércitos de este período.

    Era mucho más fácil reclutar este tipo de personas, sin redessociales que los contuvieran en Buenos Aires, que la población campesina local, cuyo apoyo necesitaban bastante desesperadamentelos inestables gobiernos del lugar. Siendo este sector de migrantesuno de los pocos con los cuales los estancieros podían contarpara sus faenas permanentes, los propietarios presionaron para quelos provincianos fueran exceptuados del reclutamiento.

    Y, en efecto, la legislación de la primera mitad del siglo en general reconoció esta excepción. Sin embargo, las necesidades del Estado parecen haber sido más fuertes que estas presiones y podemosconstatar que una parte muy importante de los reclutados eran mi

    grantes, por lo general bastante recientes, que habían sido imputadosde "vagos" por los jueces o alcaldes para luego enviarlos a prisión.Muchos de los reclutados conseguían escapar de sus oficiales y

    los estancieros se ofrecían muy prestos a ocultarlos y darles traba jo en sus estancias, evitando que se los llevaran de nuevo. Igualmente hacían todos  los fraudes posibles para engañar a las autoridades

    y presentar a muchos de sus peones susceptibles de ser reclutadoscomo casos que se encontraban exceptuados por la ley. Rosas enesto parece haber sido un experto, aun cuando a veces contradecíaabiertamente las medidas que él, como gobernador, imponía al con

     junto de la población rural.

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    RECLUTAMIENTO FORZOSOEn 1826 Rosas escribe una carta al administrador de las estanciasque regenteaba, explicándole cómo hacer para evitar que los peo

    nes sean reclutados. Como el gobierno iba a formar un regimiento de milicia con la gente del exterior del Salado, le recomiendaque diga que todos los peones eran de Los Cerrillos (del interiordel Salado) y además "los que puedan pasar por esclavos, no ne-

    26

    cesitan papeleta" .Para convalidar esta situación, en septiembre del mismo año,

    escribe al comandante que iba a enrolar, diciéndole que en las afueras del Salado los peones que tiene no son vecinos del lugar, sino queson sólo provincianos y como tales están exceptuados de la milicia27.

    Nicolás Anchorena hacía cosas parecidas y en 1834 lo encontramos recomendando a su administrador, Morillo, cuáles son lascategorías de trabajadores que están exceptuadas de reclutamiento. Y le indica que con aquellos peones de quienes no es posibledemostrar su excepción, que los deje "en libertad, para que cumplan o no cumplan, porque ni Usted ni yo tenemos obligación, poder, ni autoridad por la ley para obligar a los peones a que vayan"28.

    Nos consta que Rosas llegó a ocultar reclutas evadidos queutilizaba como peones en sus estancias. Es verdad, también, queeso ocurre en 1839, en medio de una escasez enorme de peonesy una de las peores crisis políticas de su gobierno, cuando el gobernador advierte al administrador de Chacabuco sobre dos desertores que habían vuelto a la estancia: "En cuanto a los individuosVicente Acosta y José Zapata, podés ponerlos en algunos de lospuestos que no están muy a la vista, sobre algún camino, hastaque yo pueda indultarlos"29.

    26. Carta de Rosas a Moril lo, 1826, AGN, VIl, 16.4.7.27. Carta del 12/9/1826,  Ibid.28. Carta del 28/12/1834, AGN, X, 16.4.8.29. Carta a Peredo, 31/8/1839, AGN, X, 25.6.6.

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    Es que la voracidad de los ejércitos y milicias en reclutar hombres en la primera mitad del siglo XIX era insaciable y esto podíaponer en cuestión todo el sistema de trabajo en las estancias, másaun que en las pequeñas explotaciones familiares que se encon

    traban amparadas en parte por la legislación y quizá sobre todopor los vínculos sociales con el vecindario y las autoridades encargadas de reclutar. Esta situación podía tornarse dramática enlos peores años de guerra exterior o de conflicto civil.

    Un ejemplo catastrófico en este sentido fue el bloqueo francés de 1838-40 y, sobre todo, el alzamiento antirosista de la cam

    paña sur a fines del '39, que parece haber generado una escasezabsoluta de peones por los reclutamientos forzosos y la propia situación de caos social. En diciembre del '39 el administrador deRosario escribe a Rosas diciéndole que todo el trabajo está atrasado "a causa de los unitarios salvajes que han originado tantosmales, pues desde el día 1 del pasado noviembre están en servicio

    todos los negros que tenía conchabados, y hasta ahora siguen enasamblea, de modo que sólo me quedan cinco peones"30.

    Como dijimos, la otra solución colonial a la demanda de trabajo estable en las estancias eran los esclavos africanos,. Hasta1815, siguiendo los datos del censo de ese año, el número deesclavos rurales se incrementa notablemente, llegando a repre

    sentar casi un 9 por ciento de la población. Pero desde entonces,si bien su desaparición fue lenta, el esclavo se fue convirtiendo enun bien cada vez más escaso y, por lo tanto, caro.

    También los esclavos parecen haber aprendido a ampararseen la nueva situación creada por la Revolución y la necesidad quede ellos tenían los gobiernos para defender mejor sus derechos.En la visión de las elites, los esclavos se estaban insolentando.Pedro de Angelis, en su ya citada biografía de Rosas, explica:

    30. Carta de Paez, 18/12/1839, A G N , X, 25.7.1.

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    "La Revolución... agitó profundamente al país e hizo que los esclavos fuesen menos dóciles a la voz de sus amos"31.

    Sea como sea, lo cierto es que los esclavos fueron cada vezmenos y los propietarios tuvieron que contentarse cada vez más

    con los peones libres y por lo tanto éstos pasaron a conformar casi la única fuente de trabajadores estables en las estancias.

    Rosas fue un gran propietario de esclavos. En 1825 todavía losutilizaba en grandes cantidades: poseía en esa fecha al menos33 personas de esa condición jurídica. Sin embargo, desde mediados de la década siguiente parece ya no haber más esclavos

    en sus estancias. Inclusive en estas últimas fechas varios de losque habían sido sus esclavos diez años atrás aparecen en las listas de peones y capataces, trabajando por un salario al igual queel resto de los trabajadores de sus estancias.

    La excepción tardía parece haber sido un esclavo carpintero,que trabajaba en Rosario hasta 1840 y que sólo parece darle pro

    blemas al gobernador. Ese año el esclavo visita a Rosas en Buenos Aires y éste le cuenta al administrador de la estancia que "como yo no quiero esclavos ni caso le he hecho". Y luego agregaque lo mandó de vuelta a Rosario y le explica a su administradorque "si allí no anda bien le daré la libertad, para que vaya a buscar su vida donde Dios lo ayude, pues repito que ya no quiero más

    esclavos". Y de inmediato agrega: "Espero no será desagradable ante los ojos de Dios"32. Más allá del intento algo tardío de quedar bien con su conciencia, lo que esto refleja claramente es el finde la esclavitud como método corriente de obtener mano de obraestable en la campaña.

    Entonces, por lo menos desde mediados de la década del '30,

    las fuentes de mano de obra para la estancia eran más limitadas

    31 . Ver  su "Biografía", cit., pág. XIV.32. Carta de l 24/4/1840, AG N , X, 25.7.1.

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    y habían perdido un elemento, la esclavitud, que demostró sermuy eficaz para ellas en el pasado.

    Lucio Mansilla, en su ensayo sobre Rosas, da una visión bastante ajustada de los tipos de trabajadores de la gran estancia en este período: "Había el mayordomo, el capataz, la peonada más o menos sedentaria, y cuando llegaban las grandes faenas, las yerras, el gauchoerrante se conchababa por unos cuantos días. Luego volvía a su vidade cuatrero, merodeaba, estando hoy con los cristianos, mañanacon los indios; y algunas provincias mandaban inmigraciones de trabajadores, periódicamente, que en el camino robaban cuanto podían"33.

    Más allá de esa visión muy propia de la elite que observaba contemor a esa población flotante que no se sujetaba a la autoridad deun patrón, lo que parece cierto es la división entre el personal jerárquico de la estancia y los peones más o menos "sedentarios", porun lado, que trabajaban meses completos en la explotación, y porel otro lado una variedad muy grande de personajes que sólo secontrataban en la estancia para tareas extraordinarias y se lo hacía,cabe añadir, con contratos por día o por tarea.

    LUGAR DE LOS INDIOSEntre 1835 y 1849, que son los años sobre los cuales tenemos información sistemática sobre las estancias de Rosas, encontramoscuatro categorías principales entre los trabajadores más estables:los empleados jerárquicos (administradores y capataces), los peones mensuales ordinarios, los cautivos y   los peones gallegos oespañoles (inaugurando así, dicho sea de paso, la tendencia rioplatense a confundir la identidad española y la gallega).

    Las categorías que encontramos a lo largo de todo el períodoestudiado son las dos primeras, los jerárquicos y los peones ordi-

    33. L. Mansilla, Rozas. Ensayo histórico-psicológico, Talleres gráficos argentinos,Bs. As., 1933, pág. 57.

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    narios, con contratos mensuales. Ya mencionamos que en el primer caso algunos tenían derecho a sostener ciertas actividadesproductivas propias. Pero en el caso de los capataces de puestosy de los peones se trataba centralmente de trabajadores asala

    riados que se contrataban siguiendo las reglas ordinarias que imponía el mercado: se les pagaba los salarios usuales en la campaña y se ocupaban de las tareas ordinarias de la explotación. Esoocurría en San Martín, con los trabajos de la quinta y chacra, lospastores de las ovejas y los cuidadores de los otros ganados.

    En los casos de Rosario y Chacabuco los peones cuidaban prin

    cipalmente el ganado vacuno y equino, siendo su ocupación central parar rodeo y evitar el alzamiento del ganado. Se trataba detrabajadores bastante confiables para la explotación y los vemosreaparecer una y otra vez en las estancias, aunque no tenían lazosde sujeción demasiado estrechos con el propietario. Eran empleados caros debido a la escasez general de mano de obra en la cam

    paña de la época y sobre todo muy escasos en determinadascoyunturas, como algunas de las ya referidas.

    Para tratar de reducir los costos de la explotación, así comopara garantizar la presencia permanente de trabajadores, el gobernador recurrirá a métodos que se asimilan a las condicionesen las cuales trabajaban los esclavos en la época más temprana,

    y aquí es donde aparecen ios cautivos y   los gallegos.En un famoso memorial de Rosas de 1820, en el que explica

    ba su preferencia por establecer tratados de amistad con los indios de la frontera, explicaba que con ello, además de permitir asegurar las explotaciones de sus ataques, "los indios hasta llegaríana suplir la presente escasez de brazos en la campaña. En mis es

    tancias Los Cerrillos y San Martín tengo algunos peones indiospampas que me son fieles y son de los mejores"34.

    34. Rosas, "Segunda memoria...", en Saldías, Historia de la Confederación..., T. I,pág. 349.

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    Por la información que tenemos para la década del '30, el cautivo es una categoría de trabajador compuesta por indígenas, claramente diferenciada de los peones ordinarios de la explotacióny con un trato más parecido al de la esclavitud. Algunos de ellosparecen haber sido entregados al gobernador por pueblos de " indios amigos" y no tenían libertad para contratarse donde quisieran,sino que debían permanecer en esas explotaciones.

    En ellas realizaban tareas como el resto de los peones, perono recibían el mismo salario sino que, más parecido al trato dispensado a los esclavos, recibían "raciones" todos los domingosy además se les agregaba un poco de plata por semana para gastosmenores. Así, por ejemplo en 1838, además de la ración semanal de productos, en San Martín se les paga a una parte de loscautivos un peso por semana y a otra parte apenas la mitad. Aunque no podemos calcular el costo de las raciones, resulta obvioque el salario monetario que se les entrega se parece mas bien aun pequeño premio o incentivo si lo comparamos al salario mediode los peones libres de los mismos años, una cifra que se acercaba a los 40 pesos por mes.

    Sin embargo, la capacidad de retener en las mismas condiciones y manipular a estos indios cautivos disminuye en la década

    del '30. Las propias alteraciones políticas y sociales de finales dela década parecen haberles abierto una brecha para presionar ynegociar su status en  las estancias, que terminará por cuestionartodo este sistema de explotación.

    En primer lugar, observamos su progresiva desaparición delas estancias más cercanas a la frontera y su reclusión en las

    más próximas a Buenos Aires donde parecía más fácil controlarlos. Hasta 1837 todavía están en la estancia Chacabuco del gobernador; pero a partir de esa fecha no encontramos más referenciaa este tipo de trabajadores ni en esta estancia ni en la de Rosarioy sólo los localizaremos en la de San Martín, en Cañuelas, cerca

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    de la ciudad. Hacia finales de 1838 quedan en esta última cincomujeres cautivas y ocho varones, todos muy jóvenes. Pero incluso aquí, a partir de estos años, la situación de los cautivosempieza a cambiar y se transforman con rapidez en trabajadores

    cada vez más libres y difíciles de retener.Un ejemplo de la resistencia de los cautivos a continuar en susituación servil lo encontramos en el año '38, cuando uno de ellos,Felipe Castañeda -según cuenta el administrador-,"se me ha huido en estos días por haberle pegado el capataz unos rebencazosporque no cumplía con su obligación". Y luego agrega: "Se ha ¡do

    en un caballo dé un peón"

    35

    .La osadía de este cautivo no irá demasiado lejos, ya que será atrapado por el juez de paz de Las Conchas unos días más tarde; sin embargo, el resultado final indica la crisis de este sistemade trabajo en las estancias de Rosas. El gobernador manda de vuelta al "indio Castañeda" a la estancia, pero le dice al administra

    dor: "A este indio como ya va siendo mosito podrías señalarle15 pesos por ahora al mes, y con el tiempo irle aumentando, segúnsu trabajo, y quizas así se sujete36.

    Como se ve, el "castigo" al cautivo por su huida no es el cepo,sino asignarle un salario. Por supuesto que todavía sigue siendo unmonto bajo en relación con los peones ordinarios; pero es una

    muestra muy clara de las dificultades crecientes del gobernadorpara conservar este sistema de trabajo coercitivo y de las posibilidades progresivas de los cautivos de negociar su  status  y acercarse cada vez más al del resto de la población rural.

    La transición será muy rápida y muy compleja y la informaciónque tenemos nos muestra a las claras la capacidad de estos cauti

    vos de comprender su situación y de presionar para modificarla.

    35. 12/7/1838,  Ibid.36. Carta del 22/7/1838,  Ibid.

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    Un mes y medio después del suceso narrado, el administrador manifiesta la dificultad de continuar tratando igual que antesa los demás cautivos de la estancia si al indio Castañeda se le dael status  privilegiado de pagarle un salario. Dice así: "Sobre el chino

    Castañeda, sobre el sueldo de 15 pesos que usted me decía se lepodía poner por mes. Yo señor hallo que sería conveniente, perocomo tengo dos cautivos mozos peones que ya son de todo trabajo y otro más que será como Castañeda, han de fijar la atenciónde que éste gana sueldo y ellos no. Porque han estado siemprerecibiendo la ración por semana, lo mismo que Castañeda". La

    respuesta de Rosas no se hace esperar y le contesta: "Puesto quetiene U. dos cautivos ya de cuenta puede señalarle a Castañeda10 pesos mensuales, y a cada uno de dichos cautivos otros diez,hasta más adelante en que se les retire el vestuario que ahora se

    37

    les da sin cargo y se les asigne jornal de cuenta' .Aunque Castañeda de repente debió resignar 5 pesos de su

    salario prometido, su huida dio lugar a que también los otros empezaran a cobrar un salario sin que todavía les retiren la ración delvestuario. Y desde aquí la situación se acelera. A mediados delaño siguiente Rosas otorga plena libertad a las cautivas mujeres"para conchabarse donde mejor les acomodase" y, aunque loscautivos varones seguirán ganando hasta el final salarios inferiores al resto de los trabajadores, consiguen aumentar radicalmente sus haberes hasta llegar a duplicar en 1840 el salario querecibían en 1838, mientras el resto de los trabajadores continúacon salarios estables.

    Lo cierto es que desde 1840 los cautivos desaparecen cornocategoría de trabajadores en las estancias del gobernador. Des

    de fines de 1839 se produce una agudísima escasez de brazos queparece continuarse al menos hasta 1842 y que se refleja a partir

    37. Cartas del 1/9/1838 y del 3/9/1838, AGN, X, 25.5.5.

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    de esos años  en un incremento notable de los salarios de todoslos tipos de trabajadores.

    VIENEN LOS GALLEGOSEsta escasez y carestía de trabajadores llevan a Rosas, a mediadosde la década del '40, a recurrir a otro expediente para tratar de solucionarlos: los peones gallegos. ¿Pero quiénes son estos gallegos?

    Se trata de trabajadores españoles a quienes el gobernador lespaga el pasaje para que vengan a Buenos Aires con el compromiso

    de trabajar en sus propiedades por un salario; de este sueldo se iríadescontando el valor del pasaje hasta saldarlo y, en ese momento,se convertirían en peones libres. Resulta evidente que la necesidaddel gobernador de desembolsar una fuerte suma para hacer venirdesde Galicia a unos cuantos trabajadores es, por sí misma, una muestra de la escasez y carestía del trabajo en la campaña de esos años.

    La ventaja para Rosas era la relación de dependencia generada por el endeudamiento que le autorizaba a fijarles un salario bastante más bajo que el que le pagaba a los demás peones. Y, depaso, aseguraba su presencia en sus propiedades hasta que saldaran sus deudas. La vida inicial de estos gallegos en las pampasdebió ser bastante dura, porque a sus salarios más bajos debían

    descontarle los pagos para saldar la deuda del pasaje, lo que resultaba inexorable y era escrupulosamente registrado en laslibretas que cada uno llevaba con las estancias.

    Pero no todo era color de rosas para el gobernador en su relación con estos gallegos. En la estancia de San Martín, dedicada a laagricultura y la cría de ovejas, parecen haberse adaptado rápidamente y el administrador le pide en 1845 a don Juan Manuel que leenvíe más "porque para todo sirven y ganan menos que los demás

    38

    peones que van trabajando como los gallegos" . Sin embargo, en

    38. Carta de Schoo a Rosas, 31/5/1845, AGN, X, 43.2.8.

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    las estancias ganaderas, de la frontera, donde las destrezas a caballo eran imprescindibles, fue más difícil emplearlos con provecho.Así se quejaba el administrador de Chacabuco, quien le pide a Ro

    sas que le consiga peones domadores para los puestos porque "hayvarios capataces que no tienen mas que los peones gallegos, aunque éstos se van aplicando al trabajo de campo y en un año mas deservicio podrán desempeñar los ejercicios de estancia"3