gambra - la amenaza de la psicología

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LA AMENAZA DE LA PSICOLOGIA POR RAFAEL GAMBRA. Me han explicado muchas veces la alta conveniencia de que to- dos los Centros de Enseñanza posean un laboratorio de Psicología, donde, mediante complicados «tests», se logre un riguroso control del nivel intelectual de cada alumno. Las nuevas Leyes Generales de Educación «Made in UNESCO» consagran tal exigencia mediante los sistemas de «evaluación continuada» de los escolares. La verdad es que, aunque pertenezco yo al gremio, nunca he llegado a comprender esta conveniencia. Toda la vida he experimen- tado una íntima repugnancia a dejarme medir la inteligencia, y su- pongo que a todos los demás les sucederá lo mismo. Determinar niveles mentales o contar el dinero de la gente son cosas que s empre me parecieron «meterse demasiado», y el que se trate de niños inde- fensos no creo que disminuya el delito, sino que más bien lo agrava. Pero si prescindo de estos motivos de sensibilidad o de pudor y me atengo sólo a razones objetivas y pedagógicas, encuentro que éstas confirman ampliamente lo que me dictó el instinto. Hay una primera razón teórica: eso que llamamos inteligencia es cosa muy complicada que engloba factores muy variados. Quienes se muestran sagaces en determinados órdenes del saber resultan a menudo perfectas nulidades en otros; además, cada inteligencia in- dividual posee un ritmo de maduración que es propio; y no uniforme ni previsible. Lo que miden los psicólogos es un complejo de pe- netración, memoria, fijeza y rapidez mental, del que resulta aventura- do extraer consecuencias. Los mismos psicólogos discuten eterna- mente sobre qué es ese factor específico que ellos dicen medir. Tengo para mí como muy probable que Aristóteles, en sü infancia, hubiera arrojado un nivel poco destacado. 509

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Semblanza descriptiva de la acción de la psicologia moderna.

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  • LA AMENAZA DE LA PSICOLOGIA

    POR

    RAFAEL GAMBRA.

    Me han explicado muchas veces la alta conveniencia de que to-dos los Centros de Enseanza posean un laboratorio de Psicologa, donde, mediante complicados tests, se logre un riguroso control del nivel intelectual de cada alumno. Las nuevas Leyes Generales de Educacin Made in UNESCO consagran tal exigencia mediante los sistemas de evaluacin continuada de los escolares.

    La verdad es que, aunque pertenezco yo al gremio, nunca he llegado a comprender esta conveniencia. Toda la vida he experimen-tado una ntima repugnancia a dejarme medir la inteligencia, y su-pongo que a todos los dems les suceder lo mismo. Determinar niveles mentales o contar el dinero de la gente son cosas que s empre me parecieron meterse demasiado, y el que se trate de nios inde-fensos no creo que disminuya el delito, sino que ms bien lo agrava.

    Pero si prescindo de estos motivos de sensibilidad o de pudor y me atengo slo a razones objetivas y pedaggicas, encuentro que stas confirman ampliamente lo que me dict el instinto.

    Hay una primera razn terica: eso que llamamos inteligencia es cosa muy complicada que engloba factores muy variados. Quienes se muestran sagaces en determinados rdenes del saber resultan a menudo perfectas nulidades en otros; adems, cada inteligencia in-dividual posee un ritmo de maduracin que es propio; y no uniforme ni previsible. Lo que miden los psiclogos es un complejo de pe-netracin, memoria, fijeza y rapidez mental, del que resulta aventura-do extraer consecuencias. Los mismos psiclogos discuten eterna-mente sobre qu es ese factor especfico que ellos dicen medir. Tengo para m como muy probable que Aristteles, en s infancia, hubiera arrojado un nivel poco destacado.

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    Hay una segunda razn prctica: no pasar de un diez por ciento el nmero de Centros de Enseanza que cuenten en su profesorado con un licenciado que lo sea precisamente en Filosofa, que son los nicos que hasta ahora han estudiado Psicologa. Y de estos licenciados no pasan tampoco de un diez por ciento el nmero de los que se hayan dedicado como especialidad a psicologa experimental y psicometra. En rigor, no conozco a ms de tres o cuatro en el gremio que estn verda-deramente capacitados para dirigir un laboratorio psicomtrico, y no s si stos se encuentran en Centros de Enseanza. Es decir, que en la casi totalidad de los institutos y colegios, si ese control se inten-tase, se hara mal, con lo que, a todos sus probables inconvenientes, se aadira el de su imperfeccin o irrealidad.

    Hay una tercera razn pedaggica: Hasta qu punto es con-veniente informar a un alumno o a sus padres de que su inte-ligencia es superior o inferior a la media? Si lo primero, el efecto ser probablemente escaso, ya que cada uno posee previamente un alto concepto de sus luces o de las de su hijo, aunque tambin puede ser que incremente el contingente de voluntarios para esas minoras rectoras que padecemos. Si lo segundo, es decir, si es inferior al nivel medio, los efectos sern mucho ms graves. El que un maestro diga a su alumno que es tonto mientras le propina un coscorrn, no suele tener mayores consecuencias: el alumno deduce que el maestro est de mal humor o que l debe aplicarse un poco ms, y ah termina el conflicto. Pero si a ese mismo alumno le dice un especialista, tras detenidos experimentos y con todo el peso de la Ciencia, que es tonto o inferior al nivel medio, ello puede crearle un complejo de inferioridad y de resentimiento csmico que no se le sacuda en toda la vida.

    Hay, en fin, una cuarta razn de tipo social. A los partidarios del control escolar psicomtrico y de la orientacin profesional se les puede argir con este caso, muy real, por lo dems: S a un hombre modesto -un agricultor, un comerciante o un artesano se le dice que s hijo el que le ayuda y al que dejar el oficio o el negocio posee una inteligencia destacada, y que debe dedicarse al estudio, ver frustrado su trabajo o sus esperanzas, y podr replicar muy le-gtimamente que esa inteligencia bien podra aplicarla el hijo al

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    oficio en que se encuentra. A esta objecin suelen contestar los psi-cometristas y planificadores profesionales exigiendo el sacrificio de los intereses particulares en pro de la sociedad, de la nacin, del bien comn o de otras abstracciones. Generalmente, el argumento tiene mayor fortuna cuando se les acerca dndole una formulacin inversa: Si a un profesional u hombre de carrera que vive, como viva su padre, en un ambiente ciudadano, se le comunica oficial-mente que el nivel mental de su hijo y sus condiciones psicofsicas le hacen especialmente indicado para cargador de muelle o para buzo en aguas tropicales, ello le causara una situacin embarazosa, difcil de afrontar.

    En rigor, todas estas razones resultan tan obvias que los parti-darios de los mtodos psicomtricos se muestran ms cautos en la aplicacin del sistema que en la defensa de las teoras.

    Sin embargo, y a pesar de todos estos pesares, la psicometra y la orientacin profesional en ella basada triunfan en el mundo; todos los pases ordenan la legislacin de enseanza para su implan-tacin en los servicios pedaggicos. Dirase que una fuerza misteriosa, ajena a sus virtudes y posibilidades, la hace abrirse paso en las men-tes y en los pueblos.

    La unidad de lo vital lo que llaman los alemanes Einsfnlung se realiza de modo eminente en el orden cultural. Slo los productos culturales que marchan en la direccin de ese orden estructural adquie-ren una rpida difusin, y, si se acomodan plenamente a los impera-tivos de esa evolucin, conocen el xito aun a pesar de sus grandes defectos o limitaciones.

    Tal es el caso, en nuestros das, de prcticas o sistemas como este de la psicometra pedaggica, que seguramente aos antes se hubieran considerado unnimemente, sobre irrealizables y utpicos, inconvenientes. Y es que en nuestra poca tales sistemas se adaptan perfectamente al sentido de la evolucin, es decir, al estatismo diri-gista o tecnocracia totalitaria, que es lo que hoy crece impetuosa-mente en el suelo histrico. Vivimos la poca del socialismo, y cuanto sirva a sus fines prospera, como cuando los contradice perece orillado.

    Slo dos entidades sobreviven a este naufragio: el Estado tecni-ficado y los individuos, todos iguales, susceptibles de ser puestos en

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    fila formando cola. Un universo centralizado y uniforme, gobernado por circulares a teletipo, es el esquema de la sociedad socialista. En ella tin cerebro electrnico podr idealmente sustituir al albedro humano y a la providencia divina.

    Pareca, sin embargo, previsible que este proceso planificador se detuviese ante el individuo, y que, por principio, no intentase pene-trar en su fuero interno. Al fin y al cabo, la revolucin centralista se hizo en nombre del individuo y de su libertad. A l se sacrificaron en su da las antiguas corporaciones que, se supona, ahogaban su iniciativa.

    Pero, bien pensado, por qu tal lmite, si se considera a la luz de la razn? (Qu hay ms irracional que la individualidad, esa extraa concrecin de lo real, producto de la herencia y del acaso?) Cmo dejar a su incipiente veleidad decisiones de tanta transcen-dencia social como la propia dedicacin profesional o la procreacin y educacin de sus hijos? Bastar con identificar la nacin o el Es-tado con la Razn Universal para poder exigir que el individuo se someta, cuerpo y alma, a los superiores intereses de aquellas entida-des; es decir, para que la planificacin tecnocrtica no se detenga como hasta aqu en los lmites del individuo y la familia.

    Hasta hoy, cada uno elega su profesin dentro de ciertos lmites, o, ms bien, se acomodaba a ella desde la infancia, vivindola en el seno de su familia paterna. Cuando la sociedad es sana, cada hom-bre recibe, con el ambiente en que se nace, el medio ms adecuado para su futura actividad, as como los incentivos, los fines y la mo-ral de la misma. Los hbitos domsticos, las conversaciones que oye, la mentaHdad que le rodea, incluso la ejemplaridad y las relaciones mucho ms profundas y eficaces que las que pueda proporcionarle toda la posterior enseanza. Es observacin habitual que los buenos comerciantes son hijos de comerciantes, como los buenos militares son de familia de militares. En una familia realmente intelectual todos los hijos lo. son irremediablemente, incluso los peor dotados, y aun stos con ms facilidad y ms clase que los superdotados pro-cedentes de medios iletrados. Buen pastor o buen labrador no se llega nunca a ser si no se procede de los propios ambientes.

    Y el trabajo alegre y eficaz, la conformidad y el amor a lo pro-

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    po, slo se dan en una sociedad de fuertes ambientes familiares y locales, hereditariamente vinculados a una profesin o actividad; nunca en una sociedad movible e indiferenciada, en la que todos as-piran a los supremos puestos d la administracin.

    Pero un tal dinamismo selectivo es cosa inadmisible para una mentalidad socialista, que se vera precisada a aceptar realidades tan oscuras e irracionales como la herencia, el hbito y, en definitiva, la providencia divina de la que proceden la radicacin familiar de cada uno y su ingenio propio. Para el socialismo cada individuo es una unidad terica -un ciudadano, cuyo tamao y condiciones deben poder medirse como los de una pieza a fin de encajarlo en el puesto que la mquina estatal precise.

    Y aqu radica precisamente el extraordinario papel que un porvenir socialista reserva a las tcnicas psicomtricas, y tambin el secreto de su xito universal y constante. A un recluta se le puede destinar a Infantera o a Artillera con un fundamento contrastable, que es su talla, expresada en centmetros. Pero destinar a un hombre a una escuela de tcnicos superiores o a otra de subalternos resulta ms di-fcil e inobjetivable. Slo la psicometra puede resolver y hacer que la mquina del futuro discurra suavemente por cauces perfectamente determinados y preforinados. Ella ser el fundamento de un ya prximo Organismo de Adscripcin Profesional, que preceder a otro, tampoco lejano, de Procreacin Dirigida.

    Todo lo cual acercar a la Humanidad a aquel futuro Estado que hace ms de un siglo entrevio profticamente Tocqueville: Yo veo una multitud innumerable de hombres semejantes. Cada uno, retirado al margen de las cosas, es como extranjero al destino de los dems...; vive con sus conciudadanos, est a su lado, pero no los ve; los toca y no los siente en su alma: no existe ms que en s y para s... Encima de ellos se eleva un poder inmenso y tutelar que se encarga de velar por sus placeres. Es absoluto, detallista, previsor y suave. Gusta de que sus ciudadanos gocen, con tal de que no piensen ms que en go2ar. Cubre a la sociedad con un tejido de pequeas reglas compli-cadas, minuciosas y uniformes, a travs de las cuales los espritus ms originales o las almas ms vigorosas no podrn elevarse sobre el vulgo. No tiraniza propiamente: encadena, oprime, enerva, reduce

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    cada pueblo a un rebao de animales tmidos e industriosos cuyo pastor es el Estado.

    Pero no radica el mayor peligro para tales resultados en las pre-tensiones tecnolgicas de una ciencia, ni siquiera en el poder constric-tivo de las legislaciones. La prudencia humana puede oponerse a las primeras, y la resistencia del ambiente al segundo. La verdadera pe-ligrosidad radica hoy en los nuevos profesionales de la Psicologa, fu-turos ejecutores concretos de tales proyectos, directamente interesados en su puesta a punto por motivos profesionales. (Sabido es que aca-ba de implantarse una nueva carrera, seccin de la de Filosofa y Letras, dedicada exclusivamente a la Psicologa experimental. No se trata de psiquiatras rama de la Medicina cuyo trabajo muy legtimo y necesario consiste en curar o aliviar a enfermos mentales y ner-viosos, ni de- la Psicologa como pura ciencia, que se cursaba hasta aqu dentro de los estudios de Filosofa. Se trata de psiclogos cien-tficos con proyeccin tcnica para la organizacin de la mente y del medio.) La profesin es an joven, no tiene atraigo ni salieron siquiera los primeros licenciados en ella: todava sera posible atajar el peligro. Cundo lleve detrs unas cuantas promociones que tengan que ganarse la vida con ella, ser demasiado tarde.

    Parece que los padres espaoles no se han dado clara cuenta de la diferencia que existe entr qu sus hijos sean examinados de sus conocimientos de una asignatura y que sean evaluados (como exige la actual Ley de Educacin) de un modo total como seres humanos.

    Evaluar a un ser humano? Quin tiene derecho a intentarlo, mas que Dios creador? La psicoterapia o el psicoanlisis estn muy bien siempre que sean aceptados voluntariamente para la cura-cin de anormalidades. Pero como trmite obligatorio y aplicado a todos los ciudadanos es la ms escandalosa violacin del ms sagrado de los derechos: el fuero interno.

    Es evidente a quien reflexione sobre el tema que la libertad y la igualdad son condiciones polticas incompatibles y contradictorias: a mayor igualdad, menor libertad. Bien I saben y lo utilizan los mo-

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    demos Estados tecnocrtcos que hablan retricamente de libertad mientras la suprimen poco a poco utilizando la eficacsima palanca de la igualdad. En Espaa, por ejemplo, la celebrada igualdad de oportunidades va a servir, en primer trmino, para que los padres se dejen arrebatar sin resistencia el derecho a la educacin de sus hijos; y, en segundo, para que permitan a los psiclogos estatales la manipulacin a sus anchas de las mentes infantiles.

    Esto constituye una invasin de la intimidad personal que jams se habra permitido la ms tirnica legislacin. Hasta hace muy poco, incluso al criminal convicto se le reconoca el derecho a recusar la exploracin violenta de su yo. Y ahora los espaoles en bloque son privados de l mediante una ley de segundo grado para la reforma de la enseanza. Se necesita un mandamiento judicial para registrar el domicilio de un ciudadano, pero no slo se autoriza, sino que se impone con carcter general el registro de las mentes. Porque los tesis psicotcnicos, esotricos, incomprensibles por principio para el que los cubre, son ganzas destinadas a violar desdeando los le-gtimos lmites sealados por la razn y la voluntad de la vctima el terreno priva4o de la conciencia. (Lejanos tiempos de la Inquisicin, que se limitaba a juzgar las doctrinas profesadas pblicamente!)

    En un futuro muy prximo ya legislado y provisto de sus pro-motores inexorables esos tests y evaluaciones que hasta hoy no son ms que un folklore ms o menos irritante en los Colegios, se convertirn en el veredicto del destino personal: un implacable y (oficialmente) infalible computador electrnico recibir el dato y lo conservar para siempre, como es su costumbre. Cada vez que a lo largo de la vida el nio, luego joven, luego hombre maduro, necesite un certificado o un informe, los mismos nmeros deformes y fatdi-cos sern vomitados invariablemente por la mquina.

    Y suponiendo que exista un error (no ya el colosal error de base, sino un error tcnico) en el resultado de uno de esos tests, cmo detectarlo e impugnarlo, siendo conceptos y cifras supuesta-mente cientficos y ajenos al saber camn?

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