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Dr. Raúl Arias LovilloRector

Dr. Porfirio Carrillo CastillaSecretario Académico

Lic. Víctor Aguilar PizarroSecretario de Administración y Finanzas

Mtra. Leticia Rodríguez AudiracSecretaria de la Rectoría

L.C.C. Raúl Contreras Zubieta FrancoDirector General de Comunicación Universitaria

L.C.C. Edgar Onofre Fernández SerratosDirector de Medios de Comunicación

Gaceta Universidad Veracruzana es una publicación trimestral, editada por la Dirección General de Comunicación Universitaria de la UV. Certificado de

Licitud de Título número 9780; Certificado de Licitud de Contenido número 6839, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas

Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Certificado de Reserva de Derechos al Uso Exclusivo del Título número 002744/96, expedido por la Dirección

de Reservas de la Dirección General de Derechos de Autor de la Secretaría de Educación Pública. Circulación: Sepomex, registro postal PP-VER-050 1296.

ISSN 1405-5163. Distribución: Dirección de Comunicación Universitaria. Oficina: Edificio D, primer piso, Unidad Central, Lomas del Estadio s/n, Zona

Universitaria, C.P. 91000, Xalapa, Veracruz. Teléfonos: (228) 842-1736; conmutador 842-1700, Ext. 11736, Fax: 842-2746. Correo electrónico: [email protected],

página web: www.uv.mx/gaceta.

Impresa en los talleres de Proagraf, S.A. de C.V. Avenida 20 de noviembre número 649, Colonia Badillo, C.P. 91190, teléfono 815-3932. Xalapa, Veracruz.

Tiraje: 5 000 ejemplares.

Este ejemplar es gratuito.

Ignacio Beristáin GuevaraRafael Bullé-Goyri Minter

Porfirio Carrillo CastillaAgustín del Moral Tejeda

Alberto Olvera RiveraSergio Pitol DeméneghiJavier Pucheta Garcipiña

José Luis Rivas VélezErnesto Rodríguez Luna

José Velasco ToroConsejo Editorial

Raúl Contreras Zubieta FrancoDirector

Claudia Domínguez MejíaDunia Salas Rivera

Coordinadoras Generales

Irma Villa OrtizCoordinadora de Información

Susana Castillo LagosKarina de la Paz Reyes Díaz

Ariel González Jiménez Santiago Morales Ortiz

David Sandoval RodríguezAdriana Vivanco Gutiérrez

Alma Martínez Maldonado (Veracruz)Francisco J. Chaín Revuelta (Orizaba-Córdoba)

Alma C. San Martín Cruz (Poza Rica-Tuxpan)Ana C. Escribano Reyes (Coatzacoalcos-Minatitlán)

Mesa de Redacción

Enrique García SantiagoCorrección

Tania Lizet Mariscal HernándezAsistente Editorial

Luis Fernando Fernández CarrilloCésar Pisil Ramos

Fotografía

Coordinación de Diseño de Imagen InstitucionalDiseño Editorial

Arturo Isaac García Parra

Formación / Viñetas

EditorialArte, ciencia y luz

U na visión sensible sobre el mundo, que lo atraviesa, lo inventa en su interpretación, recreándolo por el hecho de nombrar, representar, analizar esta carne, huesos, me-

moria y deseo que constituye lo humano… En ello, y en muchos misterios más, podemos decir que radica el arte como manifestación de la mirada humana sobre el mundo y de cómo éste nos reúne, nos desafía y nos enfrenta con nuestra debilidad y fortaleza.

El presente número de Gaceta de la Universidad Veracruzana presenta como tema prin-cipal el arte, aunque no sólo desde la percepción típica de las manifestaciones expresivas de la palabra, el cuerpo, el sonido y el dominio plástico, sino que quisimos también ver otras perspectivas, principalmente la de aquellos que han hecho un arte de sus cono-cimientos y los han pasado por el filtro de lo sensible: desde la reflexión de lo humano desde la ciencia médica, jurídica, económica, pasando por la vinculación con la historia como ciencia de la narración analítica del devenir humano, con algunas estaciones que van por la plástica y las artes del espectáculo como recuperación de identidades sociales e imaginarias, se pasean por la literatura como portadora de sentidos y creencias ante la destrucción y la violencia.

Igualmente nos complace presentar nuestro Dossier de arte: Memorias de humana geografía, el cual es una muestra de la Colección de pintura del siglo XIX y principios del XX, acervo universitario a la espera de ser valorado por las jóvenes generaciones. Por último, destacamos nuestro modesto homenaje a Carlos Fuentes, quien a pesar de todo continúa hablando a sus lectores, continúa aquí entre nosotros y asegurándonos que así como en literatura, en muchos ámbitos, sólo se sabe lo que se imagina.

Imaginemos, entonces, para saber.vida endémicaZephyranthes miradorensis

Universidad Veracruzana“Lis de Veracruz: Arte, Ciencia, Luz”

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Karina de la Paz Reyes

Urge retomar procesos secuestradospor políticos, gobierno y televisoras

A ntonio García de León, el historiador, el lingüista, el músico más allá del formalismo, el intelectual, comparte con los lectores de la

Gaceta de la Universidad Veracruzana sus recuerdos de infancia, juventud y madurez; sus primeras pasiones, amores y deseos; sus opiniones de un México que no entierra “este animal que se apesta”; de su historia de vida y de las historias que ha rescatado de antiguos archivos, y que per-manecían atrapadas “en algún lugar del pasado”. De paso advirtió: “Ten-go muchas historias pendientes que contar, unas serán narradas como historia, otras como ficción y otras serán cantadas en verso”.

El investigador titular del Instituto Nacional de Antropología e Historia (Centro INAH Morelos) y profesor titular de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México, junto con el historiador inglés Alan Knight, recibió el doctorado honoris causa de la Universidad Veracruza-na (UV) el pasado 26 de marzo, dada su vasta obra histórica, lingüística y musical.

Aquella noche cuando fue condecorado compartió que nada lo ha he-cho disfrutar tanto como pasar los días y los años persiguiendo historias. “Porque no cabe duda que mi mujer y yo hemos gozado explorando el ancho mundo como cazadores, en pos de presas codiciables, de relatos inverosímiles, de encuentros con tesoros perdidos”, dijo el autor de El mar de los deseos. El Caribe hispano musical. Historia y contrapunto.

Subrayó que “no es nuestra memoria lo que construye el tiempo transcurrido; por el contrario, es en el pasado como tal que debemos ubicarnos para buscar nuestros recuerdos”.

Recomendó a los universitarios estudiar y convertirse en buenos profesionistas, para que devuelvan a Veracruz todo lo que significa su historia y su inmensa riqueza

“Tengo muchas historias pendientes qué contar. Unas seránnarradas como historia, otras como ficción y otras serán cantadas en verso”: Antonio García de León

Señaló el músico, historiador y lingüistaAntonio García de León

ABCienciaEste producto no es unmedicamento| Pág. 42

El árbol de macadamia y mi historia de vida| Pág. 45

El microcosmos dentro de las bromelias | Pág. 47

Quemar las navesNota central | Pág. 50

El arte de volar pintando | Pág. 52

Mi encuentro con la literatura fue mucho antes de caminar: Esther Hernández-Palacios| Pág. 57

Confluencia de realidades,lucidez expresiva y crítica| Pág. 62

Artes UV, una historia de talento y sólida tradición | Pág. 66

Carlos Fuentes y sus Cuentos sobrenaturales | Pág. 70

Cuarteto para un gran escritor| Pág. 74

Tabucchi viajero | Pág. 76

Fumar o no fumar, de eso se trata | Pág. 78

Índice

Portada: Negrito fumando, Omealca, Orizaba, de José Justo Montiel. 1868. 45.5 × 32.5 cm

Abril-junio 2012 Nueva época, número 122

Ventana abiertaUrge retomar procesossecuestrados por políticos,gobierno y televisoras| Pág. 3

Un médico de bellas letras| Pág. 11

Mar de fondo Doctorados honoris causa de la UV | Pág. 16

En la naturaleza humana está el destino de escuchar y contar historias | Pág. 17

La historia de México no es del todo una crónica de crímenes y desastres| Pág. 21

Universidades, entidadesabiertas a la imaginación| Pág. 24

El liberalismo y la Revolución tuvieron en Veracruz su primer escenario| Pág. 30

Ser académicoSalud humana, salud financiera | Pág. 36

Tendiendo redesSer brigadistas nos ayuda a servir a quienes más lo necesitan | Pág. 39

Dossier de arteMemorias de humana geografía| Pág. 80

La colección de pintura del siglo XIX y principios del XX | Pág. 81

PerfilesSemblanza de los colaboradores| Pág. 88

Pie a tierraLeonora Carrington, 1917-2011,pintora y escritora surrealista

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Esa noche compartió pasajes de su vida, conside-rados el origen de la virtud como historiador:

…Así me es más fácil, en esa creación del pa-sado, imaginarme en un pueblo de sur de Ve-racruz, corriendo descalzo por los arenosos senderos, al encuentro de los otros niños, cu-biertos con la complicidad de la espesura, lle-gando con ilusión a sumergirnos en las aguas de la poza del Ocosoapan, en donde teníamos la oportunidad de hundirnos y salir al interior mismo del tronco de la ceiba que sombreaba el ojo de agua, en donde habitaban los peque-ños dueños del monte, donde podíamos atis-bar apenas una de las puertas del inframundo del dueño de los animales. Porque aquello era como crecer en el in-terior de un ámbito paralelo, en donde la ingenuidad y el candor se refrescaban en las aguas de los siete pozos, en aquellos manan-tiales en donde las mujeres y los hombres se bañaban desnudos. Era sumergirse en una selva habitada todavía por manadas de mo-nos alborozados, cortinas de bejucos, ceibas monumentales y serpientes venenosas. Era esperar cada año, con alegría, la visita de la caravana de gitanos, que venía a romper la monotonía de la vida diaria, que llegaban con su vieja leona amaestrada a representar un pequeño circo, en donde caminaban en la cuerda floja a pocos centímetros del piso,

a hacer malabares y trapecios y, lo más im-portante, a proyectar pedazos de películas de Tarzán, con los rollos trastocados. Eso nos permitía ensayar después las suertes del hom-bre mono de liana en liana en las barrancas cercanas y las cejas del monte, mientras nues-tros monos, que también tenían nombre, nos observaban extrañados…

Antonio García de León llegó a la historia posible-mente a través de las fabulaciones de ese paraíso ve-racruzano perdido en algún lugar del pasado: “Y por eso tal vez, atrapado como quedé en aquellas raíces intrincadas, es que ahora intento volver a llenar el espacio enorme y muerto de los archivos con seres de carne y hueso, reinventando un antes sin recibir pasivamente cuanto viene definido como tal…”

En la presente entrevista también compartió cómo es que llegó a la lingüística y a la música –a ese son jarocho que adereza los recuerdos de su “más tierna infancia”.

La infancia y adolescenciaKPR: En aquella infancia deleitada en Jáltipan –entre la botica del abuelo, los juegos de ajedrez del padre, las historias de “Jacinto” y las llanuras de Sotavento–, ¿quién o qué fue su primera pasión, amor, deseo?

AGL: Mi primera pasión fueron los cuentos y las leyen-das; escucharlas en la lengua antigua de los nahuas, en “mexicano”, era todavía más apasionante, pues eso le daba un inenarrable toque de misterio, un encan-tamiento que hasta ahora no logro explicar. Ahora bien, “Jacinto” existió: era un aguador que traía agua en un burro desde de los Siete Pozos, agua para beber de esos manantiales de las orillas del pueblo, y trabajaba de peón con mi papá. Era un sabio in-dígena que me enseñó los misterios del relato y el encantamiento del lenguaje. El nombre se lo puse inconscientemente para meterlo en el último libro, aunque después caí en la cuenta que uno de sus hijos se llamaba así.

KPR: Una vez que llegó la época académica, ¿por qué decidió estudiar lingüística y etnografía, y no medi-cina o alguna otra disciplina?

AGL: Porque cuando estudiaba la secundaria hacía mis tareas en la biblioteca de mi abuelo, en Minatitlán, en donde pude leer Las crónicas de la Conquista, una edi-ción antigua de Sahagún con sus textos en náhuatl clásico, y muchos libros de historia de México que mi abuelo poseía.

Cuando me fui a México a estudiar se supone que estudiaría Derecho, pero durante seis meses también estuve yendo al mismo tiempo a la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), hasta que abandoné el interés por la jurisprudencia, desalentado por el cli-ma oficialista que primaba en la Facultad de Derecho.

Mi padre se preocupó: “Serás antropólogo, pero ¿de qué vas a trabajar?”. Lo curioso es que inmedia-tamente me independicé, pues entré a trabajar, desde el segundo semestre de mis estudios, en la instalación del Museo de Antropología de Chapultepec y eso me permitió afianzar lo que sería una opción de vida: trabajar en lo que a mí me encantaba, y que encima me pagaran por hacerlo.

La lingüística vino sola, porque ya traía una buena experiencia en lengua indígena y el trabajo en el museo me permitió conocer muchas regiones rurales de México. Fue en la ENAH donde tuve la influencia de mis maestros, los mejores de aquellos años: Mauricio Swadesh, Roberto Weitlaner, Bárba-ra Dahlgren y Wigberto Jiménez Moreno.

KPR: En términos generales, ¿qué atmósfera, situa-ciones y eventos lo llevaron a definir su vocación por el estudio de la historia y los procesos culturales del país, y particularmente de las culturas de Sotaven-to? ¿Se trató del paso por la escuela o la influencia particular de algún maestro?

AGL: Por una parte, conté con la suerte de tener en la primaria, en Jáltipan, a un excelente maestro de historia, don Job Hernández Carrión; por la otra, lo que hacía en un principio de mi carrera era lingüística histórica (que se puede ver en mi tesis de maestría, sobre el nahua de Pajapan, publicada por el INAH en 1976); y creo que era ya un historiador nato.

La vocación fue sin embargo precipitada por nuestra experiencia de campo en Chiapas, en donde los indígenas con los que trabajaba se interesaban por recuperar sus títulos de tierras y que nos obliga-ron, prácticamente, a incursionar en los archivos y en la historia de sus comunidades y regiones. Y una vez que entras en los archivos quedas cautivo de la fascinación de los papeles antiguos y de las evocacio-nes que contienen.

El Sotavento era para mí una asignatura pen-diente, algo que le debía a mi tierra después de haber hecho en la Sorbona (París, Francia) un doctorado en historia sobre la agitada historia social de Chia-pas. Esa deuda, afortunadamente, creo que he lo-grado pagarla con mi último libro y otros anteriores sobre deseos, piratas y fandangos.

Son jarochoKPR: ¿Cree que su trabajo de investigación y di-fusión académica sobre el origen y valores del son jarocho y su participación como músico mismo, hayan contribuido a la revaloración que ha tenido este género en las comunidades que le dieron vida y ahora también entre jóvenes urbanos y más allá de nuestras fronteras?

De la serie Son del sur, de Arturo Talavera. Técnica: digital. 2011.

La primera pasión de Antonio García de León fueron los cuentos y las leyendas; “escucharlas en la lengua antigua de los nahuas, en ‘mexicano’, era todavía más apasionante, pues eso le daba un inenarrable toque de misterio, un encantamiento que hasta ahora no logro explicar”. (Archivo AGL)

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AGL: Creo que sí, indudablemente, aunque en un principio era totalmente inconsciente de que estába-mos precipitando lo que después se llamaría “el movi-miento jaranero”. La verdad es que yo solamente me divertía con la música, pues siempre he tocado el son, desde los siete años, con la pura intención del goce y nunca he hecho de eso una profesión. AGL: Recuerdo con nostalgia las ferias de Santa

Rosa (el 30 de agosto) y de la Candelaria (el 2 de fe-brero). Recuerdo los fandangos a los que me escapa-ba de niño, que se celebraban en un quiosco que hizo mi tío abuelo, Eulogio Aguirre, alias “Epalocho”, para que los músicos no se mojaran y que llevaba su nombre. Recuerdo a cada uno de los músicos y puedo evocar sus estilos y sus voces y me viene a la memoria también un flautista indígena, Matías, que se hacía acompañar de dos tambores y de quien todavía puedo tararear sus sones.

De Jáltipan –antes del terremoto que destruyera en 1961 su arquitectura colonial–, recuerdo los ta-males de chipile, los velorios, el sabor a humo de la “chogosta”, los rezos y los ensalmos en lengua mexi-cana: “agua, tierra, sol, universo…”, así empezaban invariablemente y se dirigían a los chaneques, con los que recuerdo haber jugado en mi más tierna infancia.

KPR: ¿Qué recuerdos guarda de su relación con gran-des músicos tradicionales como don Arcadio Hidalgo?

AGL: Cuando me fui a estudiar la secundaria en Mi-natitlán, un día me di cuenta que cerca de la escuela, en el barrio de La Bomba y Santa Clara, se hacían unos grandes fandangos: una noche que salí tarde de la escuela escuché una voz poderosa cantando el son de “El Colás”. Era tío Arcadio, y desde entonces me integré a esos fandangos. Tocábamos los sábados y nos pagaban 40 pesos a tres de los músicos, con lo que podía hasta pagar la colegiatura de la escuela.

Allí conocí a muchos músicos, todos muy buenos; que habían migrado a Minatitlán desde la cuenca del río de San Juan y desde el rumbo de Villa Azueta. Los hermanos González (Noé y Benito), de La Jimba, fue-ron entonces mis compañeros de aventuras. Juntos grabamos en aquel memorable disco de 1969 que coordinó Arturo Warman.¹

KPR: Este disco, Sones de Veracruz editado por el INAH, a decir de músicos y personas interesadas, fue un punto de partida para la recuperación del son jarocho tradicional. ¿Cuál es su opinión al respecto?

AGL: Creo que sigue siendo un punto de partida que demostró que el son jarocho estaba vivo en las comunidades. Yo mismo llevé a Arturo Warman y a Guillermo Bonfil² con los músicos que conocía en el sur, en Los Tuxtlas, en Tlacotalpan y en Boca del Río. Se trataba de tocar con los estilos de cada región, estilos que en gran medida se han perdido, pues los nuevos estereotipos han homologado estilos, sones, cadencias y afinaciones… Así que en ese disco se pueden escuchar las variaciones de los Gutiérrez de Boca del Río, del inolvidable Rutilo Parroquín en el Santuario de Otatitlán y todo lo que grabamos con don Arcadio Hidalgo en un fandango en San Juan Evangelista. Son memorables también unas pascuas grabadas con don Juan Zapata y otros músicos en Santiago Tuxtla.

Después, el son se ha revitalizado y eso es pro-ducto del trabajo de muchos compañeros dedicados a la música, a crear nuevos grupos y a la enseñanza de los sones tradicionales. Otros, incursionan ya en las fusiones y en ligar al son con la música antigua y con la música moderna.

KPR: Del son que cantó en aquel disco El Fandangui-to, retomo el verso “Y un ventarrón de protesta soñé que se levantaba…”, ¿considera que en México sigue inmune “este animal que se apesta”, haciéndonos tanto mal y chupando nuestro sudor?

AGL: Creo que ese animal sigue vivo y se constituye ahora en el poder de los consorcios, los monopolios y el crimen organizado. Creo que hemos entrado en una fase muy peligrosa, donde el Estado mismo es parte inseparable del crimen organizado, princi-palmente del lavado de dinero y de la economía del narcotráfico. Uno de los costados más apestosos de ese animal son los partidos políticos, que impiden la participación ciudadana, entorpecen el progreso y se llevan gran parte del dinero público, enriqueciendo a unas cuantas familias de políticos profesionales.

KPR: ¿Qué papel han jugado las mujeres en la histo-ria del “ritual del mundo jarocho”?

AGL: Un gran papel, por los “sones de montón” que bailan las mujeres y que alimentan el deseo y la ins-piración de los músicos mientras danzan en la tari-ma, y porque, además, dedico ese libro (Fandango. El ritual del mundo jarocho a través de los siglos) a mi abuela materna, María Luisa Aguirre Santisteban, gran bailadora en el Jáltipan de hace 100 años.

El puerto de VeracruzKPR: Usted es un estudioso de la historia del puerto de Veracruz, ¿cómo conciliar la necesidad de creci-miento del primer puerto del país con la protección de un sistema arrecifal tan importante?

AGL: Algo difícil, pues el sistema arrecifal ha sido destruido desde años atrás, desde el momento en que el mar se convirtió en el basurero y en el reci-piente de las aguas negras del puerto. Por lo que he visto, algo de ese sistema se preserva en Antón Li-zardo, pero está ya totalmente destruido mientras más te acercas al puerto. Además, la pesca indiscri-minada hace muchísimo daño al sistema arrecifal y al equilibrio de la fauna marítima.

KPR: ¿Qué recuerdos guarda de su infancia, en el contexto de estas fiestas tradicionales de Jáltipan?

De la serie Son del sur, de Arturo Talavera. Técnica: digital. 2011.

De la serie Son del sur, de Arturo Talavera. Técnica: digital. 2011.

¹ Warman, A. (Coord.) (1969). Sones de Veracruz. [Disco LP], Col. INAH-SEP, Vol. 6. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Lo que más me gusta es sentarme con los amigos a jaranear y a gozar la música, aunque ahora es cada vez más difícil porque los músicos lo hacen por interés más que por placer.

Después caí en la cuenta de que el son tenía que ser revalorizado y me dediqué a investigar sobre su po-sible historia y sus orígenes populares y barrocos, a promover discos y a trabajar con los músicos, que han sido mis mejores maestros.

2 Cuando se grabó este disco, el Secretario de Educación Pública era Víctor Bravo Ahuja; el Subsecretario de Cultura Popular, Gonzalo Aguirre Beltrán; el director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Guillermo Bonfil Batalla y la Coordinadora de Publicaciones de la Dirección de Museos, Ma. Cristina S. de Bonfil.

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KPR: ¿Qué reflexión haría sobre la riqueza del mo-saico cultural de México y en particular de Vera-cruz, en un contexto de mercado, de globalización? ¿Cómo preservar sus valores, cómo mantener y aprovechar nuestra herencia cultural?

AGL: La herencia cultural está viva, es vital y cam-biante, y además puede convivir con la economía de mercado, de hecho siempre lo ha logrado, y

tras de la ampliación portuaria en Veracruz, organi-zado por la UV en el campus Veracruz-Boca del Río, expresó: “Los puertos que van a la vanguardia en comercio internacional se caracterizan precisamen-te por estar dotados de la infraestructura requerida para enfrentar la competencia internacional”, pa-labras que interpreté como un aval a la ampliación portuaria en mención.

AGL: Es correcto, lo dije tal cual, aunque no soy na-die para “dar un aval”, pues carezco absolutamen-te de poder. Eso sí, creo que el puerto de Veracruz debe ampliarse y ponerse a la cabeza de los puertos de México, como lo fue en el pasado; y creo que eso puede hacerse con un buen programa de preserva-ción y de reconstrucción del sistema arrecifal.

Hay muchos ejemplos en el mundo de proyectos de modernización exitosos que logran hacerse sin dañar el medio ambiente. En lo personal, no veo una razón lógica para oponernos al desarrollo del puerto a partir de una sacralización de la “ecología”, o de la defensa de un medio ambiente que los veracruzanos hemos destruido durante años.

KPR: ¿Qué mensaje da a los estudiantes universita-rios interesados en estos temas?

AGL: Que participen y no dejen la política en manos de los políticos. Mientras más participación ciudada-na haya, mayor posibilidad habrá de retomar proce-sos que han sido secuestrados por los políticos, por lo que queda de “gobierno”, por las televisoras, por los monopolios y por el crimen organizado.

La mejor recomendación es que estudien y se conviertan en buenos profesionistas, que devuelvan a nuestro estado todo lo que significa su historia y su inmensa riqueza.

KPR: El historiador Enrique Florescano, en la ce-remonia de la entrega del doctorado honoris causa, consideró que Tierra adentro, mar en fuera es su obra maestra, ¿a usted le parece así?

AGL: Modestamente, creo que sí es una obra maes-tra, coincido con él; y esto es producto de un largo trabajo y de un proyecto de vida que he recorrido gozosamente con mi compañera, producto de un

trabajo que hemos gozado por su intensidad. Es lo mejor que he escrito y estoy seguro que marcará nuevos rumbos a la historiografía mexicana.

Creo además que es el primer libro que plantea una perspectiva de historia totalizadora y vincu-lante aplicada a una región de México, un juego de escalas entre la microhistoria, la historia regional y nacional, y la historia del sistema mundo, vistas desde el mirador del puerto de Veracruz durante la época colonial.

ChiapasKPR: En el marco de referencia de sus amplios estu-dios sobre Chiapas y la relación que tuvo con el Ejér-cito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), ¿qué opina de la experiencia de autonomía de las comu-nidades zapatistas?, ¿está influyendo en procesos similares de los pueblos originarios de nuestro país?

AGL: Creo que la experiencia de las comunidades organizadas en Chiapas es un legado magnífico y un ejemplo para la democratización del país. Las experiencias autonómicas son muy variadas en Chia-pas, unas son buenas y otras no tanto, pero defini-tivamente han logrado cambiar las mentalidades en aquella región, los indios son ahora orgullosos de su herencia y han logrado imponer muchos cambios po-sitivos. Esa experiencia se refleja en parte en otras regiones indígenas de México y esto es algo muy po-sitivo como reserva para un futuro mejor.

KPR: ¿Qué opinión tiene actualmente del EZLN?

AGL: Creo que el EZLN ha desaparecido en la forma en que lo conocimos en 1994; se ha convertido, con muchas dificultades, en un proyecto social amplio que todavía tiene mucho camino por recorrer. En lo fundamental debo decir que, al contrario de lo que se cree, no es un movimiento armado de corte tradicional, dado que sus principales armas son la política y la participación de las comunidades en su propio desarrollo.

KPR: En términos generales, ¿qué opina de los mo-vimientos guerrilleros contemporáneos que se han gestado en el país, como el encabezado por Lucio Cabañas y los que a la fecha se mantienen (EZLN, EPR, ERPI)?

AGL: De principio, el EZLN nunca ha sido un mo-vimiento guerrillero foquista o “guerrillerista”; por mi experiencia, sé que se trata más bien de un mo-vimiento civil y social eventualmente armado, que

usó las armas para hacer valer la dignidad indígena, pero que no pretende ni ha pretendido jamás tomar el poder por la vía de las armas.

Los otros dos membretes son eso: movimien-tos armados con la ideología y el lenguaje que se forjaron en el siglo pasado durante la Guerra Fría, precisamente en los tiempos de Lucio Cabañas (40 años atrás, que no son poca cosa dada la velocidad de los cambios).

De la serie Son del sur, de Arturo Talavera. Técnica: digital. 2011.

De la serie Son del sur, de Arturo Talavera. Técnica: digital. 2011.

creo que la Universidad puede ser un vehículo im-portante de revalorización y toma de conciencia sobre esa riqueza.

Son movimientos armados que por su lenguaje y sus prácticas no les veo francamente ningún futuro.

KPR: ¿Considera que estos movimientos subversi-vos son poco visibles y poco tomados en cuenta por la sociedad en general, los académicos y el gobierno?

En ese sentido, las políticas de llevar la Universi-dad a las regiones me parece una iniciativa estupen-da, porque permite una retroalimentación entre las culturas regionales y la vida académica, ayudando a mejorar el nivel de vida.

KPR: En la ponencia “Veracruz: puerto accidental y transitorio (una historia de fragilidades)” que pre-sentó el viernes 3 de febrero en el foro Pros y con-

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AGL: Creo que la palabra “subversivo” no refleja bien la variedad de situaciones que dieron origen a esos movimientos, es más bien un término usado en el siglo pasado por el antiguo régimen priista. Y son poco considerados porque no cuentan, como el EZLN, con casi ninguna base social: no están finca-dos ni en la realidad ni en la velocidad de los cam-bios que ha sufrido la sociedad mexicana.

Puedo decir, sin temor a equivocarme, que lo que nos pasa deriva de un proyecto deliberado y puesto en marcha desde 1982 para mantener la desigual-dad social, enriquecer a unos pocos y propiciar la miseria y la marginación de las grandes mayorías.

Claro, si tú empobreces a la mayoría de la po-blación negándole oportunidades, como parte del proyecto de (todos) los partidos políticos, lo que vas a tener es un encono social que te va a explicar la extrema crueldad y la miseria total que estamos viviendo todos los días. Imagínate un país sin go-bierno ni controles, en donde un tren que se desca-rrila a cada rato transporta como animales a los más pobres; o un gobierno cuya policía le hace el trabajo sucio a los gringos, permite el lavado de dinero y la entrada de las armas que nos envían desde el otro lado, algo que no sucede ni en las peores pesadillas.

Por lo tanto, lo que vas a tener es esto: la degra-dación total de nuestro país y de nuestros valores, expresada en los ejércitos de sicarios y asesinos que pululan por todo el país, pero en particular en los estados donde el gobierno pactó con los criminales y les dio margen de acción.

KPR: De las estremecedoras palabras que pronunció en la entrega del doctorado honoris causa de la UV, retomo la siguiente frase: “Las historias contadas nunca serán pasado”. ¿Hay alguna historia que tiene pendiente por contarnos?

AGL: Tengo muchas historias pendientes que con-tar: unas serán narradas como historia, otras como ficción y otras serán cantadas en verso…

Ahora estamos en una situación muy diferente a la de los años setenta del siglo pasado, cuando domi-naba un solo partido;

De la serie Son del sur, de Arturo Talavera. Técnica: digital. 2011.

Claudia Domínguez Mejía

Un médico de bellas letras

H ay autores que uno siente como gente muy cercana, porque han logrado concretar la ilusión de hacernos pensar que cada línea

fue expresamente dirigida hacia nosotros, para ratificar o desbaratar nuestras creencias, para dialogar en el silencio de la lectura –y en eso hay un dejo de inteligencia generosa que uno no puede más que agra-decer porque habitando nuestros pensamientos nos permiten a su vez gravitar en su propio espacio.

La primera vez que me topé con un ensayo de Francisco González-Crussí fue en la revista Letras Libres, particularmente con un ensayo sobre la historia del cuerpo humano (www.letraslibres.com/revista/convivio/una-historia-del-cuerpo), ahí el médico especialista en pato-logía pediátrica, profesor emérito de la Universidad de Northwestern y articulista en The New York Times, The Washington Post y The New Yor-ker, hablaba de las concepciones del cuerpo humano en la Antigüedad oriental y occidental, el objeto de su participación en la XIV Feria del Libro del INAH, realizada en 2002.

Ese hallazgo fortuito y feliz causó una impronta que me hizo ver mi cuerpo de otra manera y percatarme de un modo más inmediato, más tangible, de los inevitables filtros culturales de aquello que creemos ob-servar imparcialmente, así también me hizo ver al cuerpo del Otro bajo una luz distinta, una luz de asombro que emanaba de un texto cuyo autor se grabó en mi cabeza y me invitó a pasearme con admiración en otras publicaciones de él.

“Quiero terminar recapitulando las visiones del cuerpo que hemos apenas vislumbrado, un poco al desgaire. El cuerpo inefable e invisible, reflejo de una potencia divina e increada, según el concepto de civili-zaciones antiguas. El cuerpo como sombra de un arquetipo ideal en la filosofía platónica, o como objeto de emoción estética entre los artistas griegos. El cuerpo despreciable, como fuente de pecado y bajeza, entre los místicos medievales. El cuerpo objeto de conocimiento científico, a partir del Renacimiento. El cuerpo como mensaje moralizador des-de la Reforma. Y finalmente, el cuerpo que se convierte en objeto de intercambio en el mercado libre, el cuerpo de cotización y compraven-ta, nuestra herencia en este bendito sistema capitalista en que nos ha tocado vivir”, así terminaba aquel texto que me sembró algunas de las preguntas que le hice a este autor durante la Feria Internacional del

Entrevista con Francisco González-Crussí

ahora convivimos con un Estado que se diluye, un Poder Judicial arcaico y extremadamente corrupto, con rela-ciones políticas que dieron origen a esos movimientos

y que ya no existen en la forma que tuvieron en el pasado. Convivimos con un crimen organizado en verdaderos ejércitos, que tienen una capacidad de fuego que ni en sueños se le hubiera ocurrido a Lucio Cabañas y a los pequeños grupos armados del siglo pasado; pero al mismo tiempo vivimos una degrada-ción moral, política y social que es producto de una crisis prolongada.

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Libro Universitario 2012, en donde presentó su li-bro Tripas llevan corazón, editado por la Universidad Veracruzana dentro de la colección Quehacer cien-tifico y tecnológico, en donde también se encuentra su Breve historia de la medicina (2010), ambos mag-níficamente traducidos del inglés por Jorge Brash.

Tomar los órganos con las manosCDM: En su libro Breve historia de la medicina, usted abre con la reflexión de que el organismo humano posee muchas implicaciones simbólicas, a menudo car-gadas de contenido emocional y contradictorias, cam-biantes en el devenir del tiempo, entonces, desde su aquí y ahora ¿qué es para usted el cuerpo? Porque si algo es un elemento incidente en su obra ensayística es la presencia del cuerpo.

FGC: Sí, en efecto, creo que la mayor parte de mi obra gira alrededor del cuerpo, y se entiende porque durante muchos años la profesión que ejercí antes de retirarme era la de patólogo, en contacto cons-tante con el cuerpo, quizá un aspecto no muy agra-dable de la profesión es abrir los cuerpos, abrir los cadáveres, ejecutar autopsias para ver qué ha pasado adentro. Porque el cuerpo es opaco, aunque ahora hay maravillosas técnicas de visualización del inte-rior del cuerpo y éste se ha vuelto casi transparente, pero el casi no se le quita, siempre es mejor estar presente, tomar los órganos en las manos, exami-narlos por todas las caras, en todos sus aspectos. Y así me di cuenta que el cuerpo es más de lo que uno puede decir en la anatomía, va más allá.

La significación de cada órgano está cargado de símbolos, el corazón se ha pensado que era el órgano de la valentía o del arrojo, en otras épocas se pensa-ba que era el órgano pensante, el órgano del amor, todavía hay mucho al respecto, es el órgano que es flechado por Cupido. Así que la constante exposi-ción con el interior del cuerpo me sugirieron una serie de reflexiones que escribí en forma ensayística.

CDM: ¿Y qué lo llevó a elegir la patología como su especialidad?

FGC: Creo que fue la aparición de modelos a seguir, de personalidades que me impresionaron cuando es-tudiaba Medicina. Fueron dos: el primero, Isaac Cos-tero Tudanca [médico histólogo nacido en Burgos en 1903 y fallecido en México, Distrito Federal en 1980, donde desarrolló una importante tarea de difusión de conocimientos médicos relacionados con autopsia, anatomía patológica, diagnóstico analítico, histología especial y destacó por sus conocimientos en histopa-tología del sistema nervioso], uno de los españoles que llegaron durante la migración en la Guerra Civil Española. Era un hombre graciosísimo, lleno de anéc-dotas, muy culto, que se había educado en Alemania.

El otro fue Ruy Pérez Tamayo, discípulo de Isaac Costero, pero que entró en conflicto con él porque este, a pesar de la mirada en su momento innovado-ra, tenía ideas que ya estaban declinando. En cam-bio, Ruy Pérez Tamayo en aquella época acababa de llegar de Estados Unidos con ideas completamente

nuevas. A mí me impresionaba mucho Ruy Pérez Tamayo. No solamente era muy sabio, conocedor de los últimos aspectos de la especialidad sino hasta guapo. Entonces decía: yo quisiera ser como él. Lo tiene todo. Es un ganador.

Ellos dos, en diferente estilo, fueron mis modelos a seguir. El español: empeñoso, agudo, ingenioso, sim-pático, con un conocimiento enciclopédico, clásico. El otro: joven, recién llegado, de mente inquisitiva, inves-tigador, experimentador y, además, mexicano.

En la escuela de Medicina no vi a otra persona que me impresionara tanto como ellos dos, y ambos eran patólogos. Entonces, cuando me pongo a pensar en por qué me hice patólogo no se me ocurre otra idea.

Hay otro aspecto que es dificil, el trato con el pa-ciente. Ver pacientes, tratar con sus necesidades es duro. Además hay una gran responsabilidad sobre sus vidas. Yo más bien fui cobardón. Me gusta estudiar la medicina en los aspectos teóricos, en el laboratorio. Aunque ahí también hay mucha responsabilidad, al menos uno puede consultar con otros colegas. Es como ver los toros desde la barrera.

Todas esas cosas me hicieron preferir la patolo-gía a ninguna otra especialidad.

El centauro de los géneros CDM: ¿Y usted cómo concibe el ensayo como gé-nero?, porque usted como escritor va más allá de la divulgación de la ciencia, en sus textos es mani-fiesto el deseo de mostrar al lector un origen, una genealogía de las cosas, pero desde una prosa muy pulida, poética.

FGC: Es muy conocida la frase de Alfonso Reyes sobre el ensayo, como “el centauro de los géneros”, porque así como el centauro es parte hombre, parte caballo, el ensayo está hecho en parte de un cuento corto, de una reflexión filosófica, parte de una expo-sición, de un texto instructivo, otra parte poética… Esa es la razón por la cual me ha atraído el ensayo como principal forma de expresión. Además de que, con toda franqueza, yo no tengo el talento necesario para hacer una novela. Una novela requiere de un compromiso con el tema mucho mayor del que yo soy capaz de hacer.

Pero me preguntaba usted sobre cómo concibo el ensayo. Mire, a propósito de eso, no hace mucho, hace un mes o dos apenas, apareció en la revista Le-tras libres un artículo de Luigi Amara, ¿lo conoce?

CDM: … sí y también escribe poesía…

FGC: Sí, sí. Pues él escribió este artículo que se lla-ma “El ensayo ensayo” [se refiere al número 158 de dicha publicación, el texto puede localizarse en: www.letraslibres.com/revista/convivio/el-ensayo-ensayo] y él apunta que muchas veces a cualquier clase de pro-sa se le llama ensayo, sobre todo en Estados Unidos se dice “escribí un ensayo sobre esto y aquello”, y a veces ese ensayo es una monografía, cuando estaban tratando de demostrar una tesis, o bien era simple-mente un artículo de difusión científica. En cambio,

Francisco González-Crussí al recibir la Medalla al Mérito Universidad Veracruzana, en el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario 2012. (Archivo)

el ensayo ensayo, como dice Luigi Amara, no tiene una línea tan directa y fácil de trazar, escoge un tema y se va merodeando, aparentemente sin ton ni son, pero en realidad ese merodeo resulta suma-mente revelador,

a veces en lugar de irse directamente al tema dan un rodeo, parece estar hablando de otra cosa pero luego regresa al tema principal. Y en ese tanteo, en esa búsqueda, surgen ideas, se encienden conceptos que de otra manera no hubiese sido posible, así que ese es el ensayo ensayo, el ensayo como fue concebido clásicamente, como lo hacía Michel Montaigne que aparentemente fue el creador de ese género literario.

Entonces mis textos a veces son verdaderos ensa-yos, a veces se acercan más a la divulgación científica o a tro tipo de literatura pero siempre yo me he pre-ciado de ser ensayista.

No quiero parecer demasiado rígido, demasiado estructurado, sino dar cabida a toda suerte de re-flexiones, a anécdotas y demás, que es lo que hace al texto interesante.

CDM: Sí, es humanamente interesante, más allá de la disciplina específica en la que usted está reflexio-nando. ¿Y qué piensa de este primo, hermano, pa-drastro o hermanastro del ensayo literario –que es el más que le gusta practicar usted– que es el ensayo académico, los llamados papers?

FGC: Pues los respeto, porque después de todo son necesarios, la gente que los hace es erudita, pero pienso que más que ser una forma creativa de es-critura son un compendio de notas de investigación bibliográfica. En los ensayos académicos casi nunca hay reflexiones que se refieran a la propia vida de ellos, no hay notas biográficas ni autobiográficas.

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Yo digo que el impacto mayor se logra con el lec-tor cuando se establece un puente entre el autor y el lector, haciéndole ver que uno es tan humano como el lector y que está uno en las mismas dudas, en las mismas zozobras.

una varita y va señalando lo que el texto va diciendo, y el prosector es el que mete las manos y como es el más ignorante, no puede leer latín le dan el empleo más bajo y es el que se ensucia de sangre y saca los in-testinos según va indicando el ostensor, que entiende lo que el catedrático va leyendo en latín.

Pero lo que yo notaba en ese capítulo es que en realidad el que está leyendo no sabe realmente lo que es la anatomía, sabe lo que dijo Galeno o lo que dijo Hipócrates; el que está indicando abajo, lo mis-mo, está traduciendo para el prosector que no en-tiende latín, no sabe bien y es el que está moviendo los órganos; pero nadie está aprendiendo nada, por-que nadie está poniendo los ojos en las estructuras como realmente son, todos se están refiriendo a lo que dijo Galeno. Entonces es muy curioso, tres per-sonas ahí demostrando y el público solamente está oyendo. Además era una cosa muy extraña porque cuando había mucha gente, los que alcanzaban a ver sólo eran los que estaban enfrente, los de atrás no veían nada. Entonces toda esa gente ahí tratando de aprender y nadie aprendía nada o prácticamente nada. No más de lo que puede aprenderse de un tex-to antiguo con muchos conceptos equivocados.

Hubo que pasar hasta el siglo XVI para que llega-ra alguien que dijera: No, no, vamos a desentender-nos de lo que dijo Galeno o Hipócrates y nosotros mismos vamos a ver cómo son los órganos, miren aquí está el hígado y es de este color y es esto y aque-llo, independientemente de lo que haya dicho Galeno. Y este fue Vesalio. Y así fue como empezó propiamen-te la medicina científica, porque el cuerpo empezó a estudiarse como realmente es.

CDM: ¿No siente que de forma análoga o metafórica a veces nos pasa eso en la academia?

FGC: Pues siempre ha sido así. Pero aquello fue un vuelco, una verdadera revolución. Porque apuntó el hecho de que para entender una realidad objetiva, la técnica, el modo, el camino es la experimentación directa, lo que nosotros aprendemos con nuestros propios sentidos. Entonces, claro, ahora hay muchas cosas que no se ven con los sentidos porque todo lo macroscópico más o menos ya está estudiado, ahora se estudian las estructuras moleculares, pero no po-demos verlas directamente, sino de forma indirecta, a través de los mecanismos que existen para revelar tales estructuras.

Por ejemplo con el microscopio electrónico, para no irse a lo molecular, sino simplemente a la mor-fología, la forma de las células, ya no se ve la célula misma directamente, ahora se ve un fragmento mí-nimo, incluido en un plástico y ya no se ve en un mi-croscopio sino en un aparato electrónico que manda una corriente de electrones y rebota en una pantalla fluorescente y ve uno la imagen en esa pantalla.

A lo mejor eso ya ni siquiera es ver, porque uno ve con rayos luminosos y aquí son rayos electróni-cos de una pantalla fluorescente. O sea que cada vez entendemos más la realidad pero cada vez nos aleja-mos más de ella, antes teníamos las manos puestas sobre los objetos y ahora es de forma mediata y a veces muy mediata, pero es la realidad, de eso no cabe duda.

Hay veces en que ponemos nuestra vida en jue-go, por ejemplo, si va usted en un avión y el piloto tiene sus aparatos y tiene su radar, se va confiando en lo que el radar dice y no lo que él está viendo del paisaje, porque puede haber mucha bruma y no ver las rocas. El piloto está viendo lo que el radar dice que hay, o sea es una forma de visión muy indirecta y sin embargo nuestra vida depende de esa visión indirecta que es la correcta.

La educación como esperanzaCDM: Pasando a lo que actualmente vivimos en nuestro país, en medio de nuestros escenarios polí-ticos, económicos, sociales, ¿qué le queda a la cien-cia en México?

FGC: Ay, si yo tuviera la respuesta, sería un super-hombre. Pero creo que si hay esperanza, estará en la educación de las personas. Podrán demandar más del gobierno, no caerán tan facilmente en la miseria, tendrán una mejor manera de defenderse, aunque sea de forma más o menos modesta, sin necesidad de migrar, como le sucede a más de once millones de mexicanos en los Estados Unidos donde sufren toda clase de vejaciones, y aun así les parece preferible a lo que sufrían en México. Entonces una vez que la edu-cación del pueblo sea mejor, eso y muchas cosas más van a mejorar.

CDM: Y vamos a preferir ver otra cosa en lugar de un pésimo futbol frente a una peor televisión.

FGC: Sí, porque nadie se va de su país por gusto, realmente. Es dejar la lengua, la identidad, la fami-lia, los amigos: todo. Nadie se va por gusto, se va por necesidad y es muy triste que tenga que ser así.

CDM: ¿Considera que en México hubiera podido desarrollar su carrera como lo hizo viviendo en Es-tados Unidos?

FGC: Me fui a vivir a Estados Unidos por necesidad. Cuando concluí mi entrenamiento allá, regresé a México pero no logré encontrar trabajo. Yo venía de una familia muy humilde del Distrito Federal, así que me tuve que ir, pues cómo iba a llegar sin trabajo y con familia –porque ya estaba casado– a casa de mi madre, que apenas podía sostenerse y que se había sacrificado por mí. Entonces, la vida se va compli-cando, vienen los hijos y cada vez se me hizo más difícil volver a México. Si la pregunta es si hubiera podido aprender tanto aquí, como lo hice allá, quién sabe. Con los recursos que hay allá puede uno vivir dignamente. La medicina es bien pagada. No para hacerse ricos –al menos no en la medicina acadé-mica, en la privada sí–, pero se gana decentemente. Nada más con un empleo estable se logra estudio y solvencia para mantener a la familia. En cambio aquí, es difícil. Se necesita ser académico de tiem-po completo y tener consulta privada, ir corriendo a una clínica para ganarse unos centavos más y no queda tiempo para nada más. Y eso es importante. Uno necesita tiempo para soñar, para pensar.

Y muchas veces no se trata de encontrar una solución sino de estimular los pensamientos de otra gente,

o sea que vengan otros más preparados que yo, otros más inteligentes, que den respuesta a lo que yo simplemente sugiero.

Sobre la lectura y los sentidosCDM: ¿Y cuáles son sus parámetros? Supongo que quien escribe, sin demérito de su propia originali-dad, tiene sus modelos de escritura, se alimenta de otros autores.

FGC: Me parece que era Óscar Wilde, quien tenía muchas puntadas, era muy ingenioso, creo que él de-cía: “La fuente de la originalidad es la lectura”. Hay que leer a mucha gente. Algunos autores los leí muy joven y me impresionaron en ese momento, que es cuando las impresiones se siembran más fácilmen-te, y de vez en cuando los vuelvo a leer, entre ellos es Bertrand Rusell, aunque es muy cerebral… Y no necesariamente, Rusell tiene artículos o fragmentos de su escritura que son como rapsodias románticas aunque parezca extraño de un filósofo racionalista, tiene también un estilo muy emotivo. Ese sería uno, lo más importante es que uno sea omnívoro en la lectura, consumir cuanto sea posible y ya una vez hecha la digestión ya saldrán las ideas, a veces se cita a alguien, y a veces no.

No sé quién decía que si se copia verbatim de un au-tor es plagio, pero se copia de varios autores eso ya es investigación.

CDM: En Historia de la medicina hay una parte en donde señala cómo se practicaba la anatomía en la época medieval, y usted de modo muy interesante describe tres estadios, tres papeles que expresaban niveles distintos de aproximación tanto al objeto de estudio como a los estudiantes...

FGC: Sí, es una escena sobre el estudio de la anato-mía, se tenía enfrente un cadáver para mostrar los órganos. En un nivel más alto, en un estrado, esta-ba el catedrático, el de mayor jerarquía, el magister, que está leyendo un texto antiguo, de Hipócrates, de Galeno, está leyendo con cuidado; el que está abajo y que puede leer en latín es el ostensor, que está con

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Doctorados honoris causa de la UV

E n respectivas sesiones solemnes del Consejo Universitario General (CUG) de la Universidad Veracruzana (UV), encabezadas por el rector Raúl Arias

Lovillo, se entregaron los doctorados honoris causa al antropólogo, lingüista y musicólogo, Antonio García de León, como reconocimiento a sus méritos aca-démicos y de investigación orientada a la historia de la música tradicional del es-tado de Veracruz; al historiador inglés Alan Knight, especialista en la Revolución Mexicana, por sus contribuciones a la historiografía mexicana, principalmente en el tema de la Revolución de 1910, la industria petrolera mexicana y las relacio-nes de México con los Estados Unidos; así como a los destacados abogados, juris-tas e intelectuales Sergio García Ramírez y Diego Valadés Ríos, como homenaje a su conocimiento en ciencias jurídicas y compromiso con la construcción de una cultura de respeto a los derechos humanos.

A continuación se transcriben los textos expresados por los galardonados durante sendas ceremonias.

Antonio García de León

En la naturaleza humana está el destino de escuchar y contar historias

N o me queda más que expresar la satisfacción de estar en este recinto y agradecer a quienes me propusieron para este reco-

nocimiento; al Consejo Universitario General de la Universidad Vera-cruzana que me ha otorgado este doctorado honoris causa, y al señor rector Raúl Arias Lovillo. Agradezco también sobremanera la generosa semblanza hecha por el doctor Enrique Florescano, y por ahora no me queda más que tratar de resistir a tantos elogios y sorpresivas hon-ras. Además, recibir este reconocimiento de una universidad pública de gran prestigio es como imbuirse del espíritu crítico que la anima y de su misión educativa y de divulgación, por eso elogio aquí su labor diaria y la que se realiza más allá de las aulas y de los campus, y celebro aún más que en los lugares más remotos de las sierras veracruzanas el conocimiento se difunda a través de ella, como semilla de libertad.

En el cuento titulado “Rip van Winkle”, Washington Irving atribuye la autoría de ésa, su historia de cazadores y fantasmas que ocurre en un pueblo olvidado de la Nueva Inglaterra, a un relato hallado entre los papeles del difunto Knickerbocker, quien según él era un venera-ble caballero de Nueva York que sentía gran curiosidad por el pasado holandés de la provincia y las costumbres de los descendientes de sus primitivos pobladores. Sin embargo, sus investigaciones históricas no se centraban tanto en los libros y en las fuentes documentales como en las personas ya que, por desgracia, los primeros contenían pocos de sus temas favoritos, al paso que descubrió que los antiguos habitantes –y, sobre todo, las mujeres– eran ricos en esta sabiduría legendaria tan inapreciable para la verdadera historia. Así pues, siempre que se trope-zaba con una auténtica familia holandesa cómodamente instalada en su granja de techos bajos y a la sombra de un frondoso sicomoro, se sentía ante un verdadero libro y estudiaba los caracteres impresos en sus cos-tumbres con el entusiasmo de un ratón de biblioteca…

La narración es el mejor recurso para condensar momentos, cli-mas, espíritus de época y de mentalidades; para atraer el pasado al presente y dibujar los trazos de la experiencia temporal

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Seducido por esta concepción de la historia, y afir-mando que el pasado emerge como una dimensión del tiempo en donde cualquier indicio puede ser uti-lizado como venero para recontar, y que se preserva mejor en universos regionales más frecuentados por fabuladores que por sabios, entonces, en la historia evocada por el caballero de Irving,

Es por ello que quisiera empezar aludiendo sola-mente al tiempo que atañe, ese tiempo que se entre-mezcla con una acumulación de vivencias llena de laberintos y singularidades.

Así, nada nos ha hecho disfrutar tanto como pa-sarnos los días y los años persiguiendo historias. Por-que no cabe duda que mi mujer y yo hemos gozado explorando el ancho mundo como cazadores en pos de presas codiciables, de relatos inverosímiles, de encuentros con tesoros perdidos: recuperando las fantasías que pudieran aplacar este apetito voraz por conocer la continuidad de los sucesos, y que al crecer en intensidad pudiera tragarse todas las intrigas po-sibles. Sagas completas, historias únicas, el engranaje del poder, la complicidad del dinero, los juegos en-trelazados y sutiles de la vida cotidiana; como si con todo esto, al recrear y armar un relato, uno tuviera el poder de reanimar el tiempo. Esa experiencia iniciáti-ca, la que va de la niebla germinal a la alquimia de un producto terminado, me sigue seduciendo.

Y es que rehacer un momento de la historia, mi-rar con atención para contar las cosas, implica seguir rastros en varias direcciones, construir un andamia-je de innumerables vestigios, de restos semánticos y girones de lenguaje, en donde se puedan sostener las historias posibles. Es el momento que se da por intuición al acercarse a esa multiplicidad de presen-tes anteriores y simultáneos, que suele desprenderse de lo que subterráneamente nos habita. Porque si el presente pasa, el pasado permanece: se conserva en sí como una realidad virtual propia. No es nuestra me-moria lo que construye el tiempo transcurrido; por el contrario, es en el pasado como tal que debemos ubi-carnos para buscar nuestros recuerdos.

Así, me es más fácil en esa creación del pasado imaginarme en un pequeño pueblo del sur de Ve-racruz, corriendo descalzo por los arenosos senderos al encuentro de los otros niños de la comunidad, cu-biertos con la complicidad de la espesura, llegando con ilusión a sumergirnos en las aguas de la poza del Ocozuapan, en donde teníamos la posibilidad de hun-dirnos y salir al interior mismo del tronco de la ceiba que sombreaba el ojo de agua, en donde habitaban los pequeños dueños del monte, donde podíamos atisbar apenas una de las puertas del inframundo del dueño de los animales. Porque aquello era como crecer en el interior de un ámbito paralelo, en donde la ingenui-dad y el candor se refrescaban en las aguas de los siete pozos, en aquellos manantiales en donde las mujeres y los hombres se bañaban desnudos. Era sumergirse en una selva habitada todavía por manadas de monos al-borozados, cortinas de bejucos, ceibas monumentales y serpientes venenosas.

Era esperar cada año con alegría la visita de la cara-vana de gitanos, que venía a romper la monotonía de la vida diaria, que llegaban con su vieja leona amaes-trada a representar un pequeño circo, en donde ca-minaban en la cuerda floja a pocos centímetros del piso, a hacer malabares y trapecios, y lo más impor-tante, a proyectar pedazos de películas de Tarzán, con los rollos trastocados. Eso nos permitía ensayar después las suertes del hombre mono, de liana en liana, en las barrancas cercanas y las cejas del mon-te, mientras nuestros monos, que también hombres, nos observaban extrañados. Los de la caravana eran gente llena de gracias que hablaba otra lengua y vestía de colores. Leían la suerte y la vida futura en las pal-mas de la mano y en las cartas, hacían de su paso un acontecimiento singular y festivo en la vida del pue-blo. Aunque también, a pesar de ser bien recibidos, abrían un espacio de sospecha y de temor porque al partir, decían, como el flautista de Hamelin, podrían llevarse consigo a los niños del lugar.

Y de los juegos del tiempo y del azar, siempre me he preguntado sobre lo fortuito en las historias fami-liares. Cómo, por ejemplo, mi abuelo paterno, un mé-dico militar de Michoacán, había sido arrastrado por la diáspora carrancista durante la Revolución hasta el puerto de Veracruz, y luego cómo desde allí había recalado en mi pueblo, comprándole a un colono ja-ponés la única farmacia en leguas a la redonda.

Instalado en su botica, que era un centro de pro-digios, como toda farmacia y médico de cualquier pueblo, ejercía como núcleo de toda sanación y ha-cía todo tipo de preparados en un pequeño labora-torio en donde se apilaban frascos de ungüentos y mejunjes, curas para el mal de ojo, agua destilada de rosas, glicerinas y benjuí, purgas de modeladoras y la famosa “agua de los siete espíritus” que los cam-pesinos le compraban para sus “limpias” y ceremo-nias religiosas. Gran parte de los medicamentos se elaboraban a mano, en recipientes y morteros y con fórmulas alquimistas de azufre, alhucema, bórax o anís estrella; siguiendo las viejas recetas que el abue-lo había traído de quién sabe dónde.

De tal manera, era muy difícil escapar a esa atmósfera profunda del México rural del siglo pa-sado, en donde se habitaba en pisos de temporali-dades diversas que convivían en un solo espacio, y en donde uno se movía como si estuviera en un andamiaje de varios niveles.

Desde el momento presente miro a mi padre, que heredó la botica y el oficio de médico, ajeno a todo un mundo de “supercherías”, como se les llamaba desde su visión urbana. Lo veo jugando al ajedrez con sus amigos y buscando rivales poderosos, pues se había coronado de joven como campeón nacional y era invencible en la región. Su incredulidad era

Por sus méritos académicos en el campo de la historia, la lingüística, la musicología, la antropología, Antonio García de León recibió el doctorado honoris causa de la UV. (Archivo)

“Recibir este reconocimiento de una universidad pública de gran prestigio es como imbuirse del espíritu crítico que la anima y de su misión educativa y de divulgación, por eso elogio aquí su labor diaria y la que se realiza más allá de las aulas y de los campus, y celebro aún más que en los lugares más remotos de las sierras veracruzanas el conocimiento se difunda a través de ella, como semilla de libertad”: Antonio García de León. (Archivo)

el no-acontecimiento prima sobre la historia de los grandes hechos,

mientras que lo menudo conduce precisamente a identificar los bordes marginales de lo general. Ésa es la historia que pretendo construir.

Y hablar de un juego propio que es más un regocijo literario que la búsqueda de una precaria certeza,

un juego en el que las piezas tienen que conducir a la construcción de una trama que les confiere sentido: una larga travesía gozosa, en donde lo inverosímil aflo-ra como sustento de lo verdadero y que se gesta poco a poco, sobre todo en el sentido de que en este “oficio artesanal de la sospecha”, como diría Forster al hablar de la historia, no se trata de ocuparse de un tema, sino, antes que nada, de crearlo y hacerlo relevante.

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para mí a veces incomprensible: nunca le perdoné que se hubiera negado a acudir al lecho de muerte del brujo mayor del pueblo, su enemigo y rival, quien mu-rió en un ritual con el mismísimo Diablo, vociferando a los cuatro vientos que el único que podía salvarlo era mi padre.

En el otro extremo de aquella vieja casa que un te-rremoto derribó en 1959, percibo a mi madre, digna usufructuaria de los temores ancestrales de una vieja familia criolla del lugar, que había heredado la acumu-lación de figuraciones nahuas, popolucas, españolas y africanas. La veo atrapada en esa atmósfera, leyendo el futuro en las cartas españolas o conjurando a los an-tepasados en recuerdos desplegados como pájaros en un gran árbol genealógico que se remontaba al siglo XVIII. A varios de los personajes de sus relatos (el conde Valerio de Jara, el coronel Piqué, don Juan Bautista Franyutti y muchos más) los encontré des-pués habitando los archivos coloniales de la Alcaldía Mayor de Acayucan.

Aquí la narración no cumple entonces un papel simplemente ornamental, sino que es el mejor re-curso para condensar momentos, climas, espíri-tus de época y de mentalidades y, sobre todo, para atraer el pasado al presente y dibujar los trazos de la experiencia temporal. Algo que sólo la literatura permite expresar, porque dispone de más códigos y más niveles de codificación que el discurso supues-tamente acotado a “lo científico”.

Y si se conquista ese espacio, el resultado posi-blemente trascenderá más allá de una simple lectu-ra. Es por eso que en lo personal me satisface que la reconstrucción apasionada que hicimos del pasado milenario de Chiapas haya alimentado allí tantos nuevos empeños de justicia e igualdad; o de que “el Caribe afroandaluz”, una frase que acuñé al hablar de los sones de la tierra, camine ahora reinterpre-tada y rimada en boca de versadores, decimistas y jaraneros. En estas circunstancias, las historias han adquirido vida propia, y al hacerlo se han transfor-mado dentro de sus propios ámbitos.

Entonces, diríamos que uno mismo va poblando el tiempo en la medida en que lo recorre y lo relata, de la misma manera que los dioses nómadas de los Altos de Chiapas iban creando y bordando el mundo con sus historias, mientras lo recorrían y lo nom-braban. Así que no hay que dejar de moverse por el espacio de lo imprevisto y lo extraordinario, ni dejar de seguir fabulando para que el mundo y el tiempo sigan su marcha, porque las historias contadas nunca serán pasado, porque está inscrito, en la naturaleza misma del ser humano, el destino de escuchar y de contar historias.

Alan Knight

La historia de México no es del todouna crónica de crímenes y desastres

Q uisiera agradecer a la Universidad Veracruzana por el gran honor que me ha hecho con este doctorado honoris causa; en particu-

lar, quisiera agradecer al Rector, doctor Raúl Arias Lovillo; al Consejo Universitario; al Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales, espe-cialmente a su director, el doctor Juan Ortiz Escamilla (quien fue colega mío en la Universidad de Texas hace años); al doctor Jean Meyer, por su generoso comentario; y al doctor Michael Ducey, quien me ha ayu-dado mucho en la organización de esta visita a Xalapa –o mejor dicho, que nos ha ayudado, ya que me acompaña mi esposa, Lidia Lozano, y para ambos es un gran placer tener la oportunidad de visitar la Univer-sidad Veracruzana y la ciudad de Xalapa que visitamos por primera vez hace más de 30 años, en septiembre de 1979.

De hecho, todavía recuerdo escuchar por la radio de nuestro coche alquilado (un VW Sedán) el tercer informe del entonces presidente José López Portillo (por cierto nada corto, pues para nosotros, en viaje, duró –o pareció durar– desde Huamantla a Xalapa. Además, en un coche de poca velocidad). Y, hoy en día, hay estudiantes de maestría y doctorado haciendo sus tesis sobre temas relacionados con los años setenta –años que para nosotros fueron parte de nuestra experiencia vivida.

De hecho, mi primer periodo de investigación en México –princi-palmente en el Distrito Federal– fue en 1970, cuando la elección de Luis Echeverría, en plena época dorada del PRI. Es decir, aparte de ha-ber pasado muchos años investigando y escribiendo sobre la historia de la Revolución Mexicana, he presenciado –al menos como visitante y observador– más de una generación de cambio sustancial en la historia contemporánea del país, en cuanto a su economía, su sistema político y su lugar en el mundo (ahora globalizado). Para mí, ambas actividades, tanto la investigación histórica como la experiencia vivida, han sido sumamente interesantes y gratificantes.

Es así como llegué a la historia, a través de las fa-bulaciones de ese paraíso perdido en algún lugar del pasado.

Y por eso tal vez, atrapado como quedé en aque-llas raíces intrincadas, es que ahora intento volver a llenar el espacio enorme y muerto de los archivos con seres de carne y hueso, reinventando un antes sin recibir pasivamente cuanto viene definido como tal.

A través de los documentos y los fuertes abrí los in-tervalos para ver la vida cotidiana que se despliega ante nuestros ojos;

una manera de recorrer por dentro las muchas puer-tas del pasadizo interminable de lo sucedido: como una poética de tiempo, que ésa es la historia tal y como me interesa. Como el oficio de reconstruir los silencios que no tienen recetas fijas; o de intuir el sonido de los intervalos, ése que apenas se escucha entre documento y documento, entre dato y dato y que toma su lugar espontáneamente.

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A manera de conclusión –y deteniéndome un rato en eso de mi interés en México, su historia, su cultura y su política actual– quiero contestar, muy brevemente, una pregunta que muchas veces me han planteado los periodistas y entrevistadores. (De hecho, hay varias preguntas frecuentes, entre ellas y la que menos me gusta, la interrogativa: “Como historiador de la Revolución Mexicana, ¿piensa usted que habrá otra revolución en el 2000, 2006, 2012…?”.) Pero la pregunta aún más frecuente –y más sensata– es: “¿Por qué estudia a México?” –mu-chas veces en tono de incredulidad y no, como buen inglés patriótico, a Inglaterra o a la Gran Bretaña.

Lamento que no tengo ninguna respuesta diver-tida o llamativa a esta pregunta. A veces he pensado inventar una bonita anécdota pintoresca: como qui-zá que mi abuelo naufragó en la costa de Yucatán durante la Primera Guerra Mundial, se casó con la hija de un cacique maya, y de ahí surgió mi interés personal en México y su historia. Pero no fue así. Para decir la verdad, siempre tenía ganas de estudiar la historia (especialmente la historia moderna, que tal vez arroja cierta luz sobre el mundo actual), y ja-más tenía ganas de enfocarme en Inglaterra o Gran Bretaña, o incluso en la Europa Occidental (en par-te, confieso, porque quería ampliar mis horizontes, no solamente en cuanto a la historia, sino también a través del viajar, y más allá de la Europa Occiden-tal, que ya conocía de primera mano, mientras que el resto del mundo me era desconocido).

Por casualidad, en ese entonces –fines de los sesen-ta– el gobierno británico ofrecía unas pocas becas para la investigación sobre temas latinoamericanos (debi-do, sin duda, al darse cuenta, después de la Revo-lución Cubana, que en Inglaterra nos faltaba todo conocimiento de estos temas; en este sentido, quizá debo darle las gracias por mi carrera como historia-dor de México a Fidel Castro).

Habiendo conseguido mi beca decidí –de una manera algo más racional, menos aleatoria– enfo-carme en la historia de México, en vez de la del Perú, Brasil o de Argentina, porque me parecía (y ésta fue una conclusión temprana y prematura pero acerta-da) que la historia de México era tan rica, variada y compleja que no me decepcionaría y me ofrecería un buen campo de investigación, en lo que tuve afortu-nadamente toda la razón.

Por tanto, comencé a estudiar las relaciones en-tre México y las grandes potencias en la época de la Revolución, pensando que ellas ejercieron una influencia profunda e imperialista en la trayectoria de la misma; sin embargo, en mi tesis de doctorado llegué a la conclusión que tal influencia fue modesta (conclusión negativa que imposibilitó su publicación como libro) y que la Revolución fue, más que nada, un trastorno sociopolítico que tenía que ver no tan-

to con presiones de afuera como con tensiones de adentro –tensiones de clase, de región, de facción y de ideología. De ahí surgió unos años después mi libro sobre la Revolución Mexicana, más otras publi-caciones que cubren lo que considero como el perio-do revolucionario, es decir, 1910-1940.

En los años siguientes –décadas incluso– jamás he perdido el interés en mi afición por la historia de México, que me parece una fuente inagotable de temas y problemas absorbentes. Durante estas déca-das me ha ayudado enormemente trabajar la historia de México en un periodo cuando la historiografía del país se ha ampliado y mejorado de manera impresio-nante; con obras –para mencionar nada más algunas destacadas– de autores quienes por mera casualidad están aquí –como La Cristiada de Jean Meyer (qui-zás el libro de historia moderna de México de más influencia de los últimos 40 años, y me refiero a in-fluencia positiva, desde luego); los varios trabajos de Javier Garciadiego sobre “rudos y científicos”, estu-diantes y reaccionarios (y vale notar que su investiga-ción comenzó en esa gran cantera de historiadores de México, la Universidad de Chicago, donde los profeso-res John Henry Coatsworth y Friedrich Katz –este último recientemente fallecido– formaron toda una generación de historiadores, incluyendo al doctor Michael Ducey, también aquí con nosotros); y, por último, tal vez el mejor de los muchísimos y valiosos estudios sobre regiones y patrias chicas escrito en este periodo, el libro del doctor Antonio García de León –galardonado hoy– sobre la historia de Chiapas.

Pero hablando de mi interés por la historia de México, hay que tomar en cuenta lo que dijo el gran historiador inglés Edward Gibbon: la historia no es sino “la crónica de los crímenes, de las locuras y de los desastres” de la humanidad; una exageración, quizá, pero una perspectiva sobre la historia que nos hace recordar la célebre maldición china: “que viva usted en tiempos interesantes” (es decir, en tiempos de crímenes, locuras y desastres).

Es cierto que la historia de México –incluso el pe-riodo que yo he estudiado, más o menos la primera mitad del siglo XX– no carece de temas “interesan-tes” en este sentido negativo, pero no es del todo una crónica de crímenes, locuras y desastres, y mi opinión, que he tenido varias oportunidades de ex-presar en 2010, año del centenario de la Revolución, es que ésta,

no obstante sus muchos fallos y fracasos, fue una revolución al menos parcialmente exitosa, es decir, constructiva;

no, como algunos revisionistas suelen opinar hoy en día, una trayectoria de violencia sin razón, o –para citar a otro gran escritor inglés, William Shakespea-re– “un cuento de sonido y furia que significa nada”.De la misma manera –y para concluir–, la historia reciente de México, la historia que yo he vivido des-de 1970, al menos como visitante regular, investi-gador de archivo, y aficionado del país, nos ofrece un panorama tanto variado como complejo, con avances y retiradas, pero siempre un panorama rico, interesante y merecedor de estudio serio y matiza-do –en vez del reciclaje de burdos estereotipos que tan frecuentemente se oyen en el extranjero (ya sea Europa o Estados Unidos), incluso por parte de los supuestos “expertos” en México.

En fin, les agradezco el gran honor que se me ha conferido, nada más por hacer lo que para mí ha sido, durante estos 40 años, un gran placer personal y una fuente de estímulo intelectual inagotable.

Es decir, si mi decisión inicial de enfocarme en Méxi-co –gracias a Fidel y a la beca del gobierno británico– fue muy aleatoria, resultó una decisión acertada que jamás he tenido que lamentar.

“Agradezco el gran honor que se me ha conferido, nada más por hacer lo que para mí ha sido, durante estos 40 años, un gran placer personal y una fuente de estímulo intelectual inagotable”: Alan Knight. (Archivo)

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Universidades, entidades abiertasa la imaginación

G rande es el honor que hoy recibo, y no menor el compromiso de hacerme digno de esta insigne institución. Esta Universidad es

uno de los más sólidos pilares del conocimiento y de las artes en Méxi-co; su intenso quehacer está acompañado por la ejemplar tradición cul-tural de Veracruz y tiene como objetivo la búsqueda de un mejor futuro para el país. Soy un universitario que se siente orgulloso de incorporar-se a esta casa, a la que tanto admiro. Agradezco el elevado honor que hoy se me confiere, que tengo el privilegio de recibir al lado de don Ser-gio García Ramírez, uno de los grandes mexicanos de nuestro tiempo.

Mi gratitud para todas las autoridades de la Universidad Veracruzana, encabezadas por el señor rector Raúl Arias Lovillo, y para el doctor Jorge Medina Viedas, ex rector de la Universidad de Sinaloa, por sus expresiones inspiradas por la generosidad.

A la trayectoria cultural y académica de Veracruz se añade la fe-cunda participación que los veracruzanos han tenido en la forja de las instituciones nacionales. El personaje a quien el Estado honra llevan-do su nombre, Ignacio de la Llave, fue protagonista de la Revolución de Ayutla, y prócer de la Reforma. De esta ilustre tierra fue José Ma-ría Mata, uno de los diputados descollantes en el Congreso de 1857. Orador elocuente y culto, abogó por la tolerancia religiosa y figura entre los más denodados constructores del Estado secular en México. Fernando de Jesús Corona, también constituyente, fue un prolífico legislador entre cuyas aportaciones destacaron los célebres Códigos Corona, uno de los cuales fue precursor en la supresión de la pena de muerte y en la prohibición de la tortura. Reformadores liberales fue-ron asimismo Miguel y Sebastián Lerdo de Tejada. A la iniciativa del presidente Lerdo se debió la incorporación de las Leyes de Reforma a la Constitución. En 1917 Alberto Román fue el redactor del artículo 3°, junto con Francisco J. Múgica, Enrique Recio y Enrique Colunga, y Heriberto Jara escribió muchas de las más luminosas páginas del constitucionalismo social mexicano.

En la división social del trabajo los universitarios tenemos que cumplir el papel de reformadores. Así fue antes, así es ahora y así será en el futuro. El estancamiento durará tanto como seamos capaces de consentirlo o como seamos incapaces de corregirlo

Por lo que Veracruz representa para las liberta-des públicas y para los derechos sociales en el país, y por lo que esta Universidad significa en cuanto a la acción académica comprometida con un saber al servicio del desarrollo social, de la justicia y de la equidad, es este el lugar propicio para formular al-gunas reflexiones sobre nuestro presente y nuestro porvenir constitucional. Para hacerlo, tengo muy presentes el lema de esta institución: “Arte, Ciencia, Luz”, y las elocuentes palabras del rector Raúl Arias Lovillo, cuando hace tiempo dijo:

Desde las instituciones públicas de educación superior, hemos querido demostrar que es posible incidir directamente en el bienestar de nuestra comunidad. No tenemos todos los elementos para resolver los problemas ni es nuestro papel, por cierto. No somos gobierno. Pero tenemos herramientas educativas...¹

México vive en condiciones aflictivas. La lista de agobios es muy extensa. Incluye pobreza, desigual-dad, violencia, corrupción y muchos otros síntomas que constatamos a diario y que denotan anomia.

Según la perspectiva que se adopte, se apuntan como soluciones de los problemas nacionales cam-biar el modelo económico, modificar la fiscalidad, me-jorar la educación, recuperar los valores éticos, atender la cuestión social, reafirmar la secularidad, reprimir la delincuencia o reformar el régimen político. El orden de prelación es afín al de las capacidades o inclinacio-nes profesionales.

Empero, la sociedad es un todo y si bien es posi-ble jerarquizar los programas conforme a los recur-sos disponibles y a los apremios dominantes en un momento determinado, es precisa la suma de todas las acciones para alcanzar un bienestar razonable. La visión angular solía ser la de los dirigentes que alcanzaban el nivel de estadistas, pero esta es una especie diezmada. Hoy el político se ha vuelto un es-pecialista más, que enuncia las soluciones mediante mensajes simplificados, muy por debajo de las ex-pectativas de una sociedad compleja.

Estamos urgidos de una nueva esperanza, de una causa en la cual creer, de un proyecto que el colectivo nacional pueda abrazar y hacer suyo. Pero no apare-ce ni hay indicios de que esté próximo. La dinámica impuesta por una retórica erosiva se parece mucho al fenómeno desencadenado por los indignados.

¹ Arias Lovillo, R. (2010). “Universidad y compromiso social” en Artículo semanal del rector (En línea.] Xalapa: Universidad Veracruzana. Recuperado de: http://www.uv.mx/boletines/rector/julio10/120710-universidad-compromiso-social.html.

“Tenemos que hacer por los mexicanos de mañana lo que los mexicanos de ayer hicieron por nosotros: vencer resistencias y superar obstáculos. Hay riesgos, sin duda; las tentaciones regresivas están presentes. Pero el temor que paraliza, destruye; los peligros existen para ser sorteados”: Diego Valadés. (Archivo)

Criticar la política, las instituciones, la ineficacia de la norma, cosecha aplausos.

Es un discurso comprensible cuando las cosas están mal y van a peor, pero no es una opción remediado-ra; por el contrario, contribuye a que la anomia deje de ser un accidente y se convierta en una constante.

Es muy sintomático que en este panorama sólo queden algunas ínsulas de credibilidad. Las más des-tacadas son las universidades. Los exámenes demos-cópicos muestran que el mayor nivel de confianza subsistente en el país está depositado en las insti-tuciones académicas de alto nivel. Se las ve ajenas a los trajines del poder político y de los intereses económicos, y se acierta. Por eso mismo las univer-

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sidades tienen una responsabilidad tan elevada en la búsqueda de opciones para nuestros graves proble-mas de inequidad, de violencia, de incompetencia y de corrupción.

La base de toda política democrática está en la idoneidad de las instituciones políticas mediante las que se organiza la deliberación, se alcanzan los acuerdos, se construyen los mecanismos de evalua-ción y se practican las acciones de control que, en conjunto, caracterizan al Estado constitucional.

saber si la conduciremos bajo apremios desbordados o mediante acciones constructivas; el desarrollo es un propósito asequible, lo que importa es definir si beneficiará a la sociedad o lo acaparará un sector, si seguimos aplicando el paliativo de la filantropía pública combinada con intenciones clientelares o si emprendemos cambios profundos. Las respuestas en uno u otro sentido dependen del tipo de institu-ciones políticas.

Por eso se acerca el momento en el que tendre-mos que responder a la pregunta ¿qué hacer con la Constitución?, ¿reformarla, reescribirla, sustituirla?

La Constitución de 1917 obedeció a un plan maes-tro. Sin embargo, incluso entonces hubo discrepancias significativas entre la concepción del proyecto carran-cista y las modificaciones que los constituyentes, so-bre todo los afines al obregonismo, le introdujeron. La propuesta de una Constitución convencional se transformó, al calor del debate, en una auténtica Constitución revolucionaria. Antes de la nuestra, sólo la Constitución de la 3ª República francesa, de 1848, había incorporado normas de contenido social. A di-ferencia de la francesa, de vigencia efímera, la Carta de Querétaro se tradujo en un compromiso social du-radero y fructífero. Lo que esa Carta no incluyó fue el compromiso democrático.

En la actualidad el proyecto constitucional social está a medio destruir y el proyecto constitucional de-mocrático está a medio construir. En este caso dos mi-tades no conforman una unidad; apenas configuran lo que debe ser un nuevo proyecto: rescatar lo que hemos perdido y completar lo que no hemos terminado.

Dos centenares de decretos han reformado la Constitución. Nuestro problema no son esas 201 reformas, sino que nuestra ruta ha sido zigzaguean-te y el punto de arribada se tornó evanescente. En otras palabras, carecemos de un proyecto nacional de Estado y por ende de Constitución.

Existen varios índices para mensurar la demo-cracia. Uno de ellos, elaborado por la Economist In-telligence Unit, evalúa las libertades públicas y los sistemas electorales, la transparencia, la eficacia gu-bernamental, la participación y la cultura políticas. Combinando esos elementos, en 2011 la democracia mexicana figuraba entre las calificadas como débi-les, en el lugar 50 de los 167 países considerados, y por debajo Uruguay (17), Costa Rica (20), Chile (35), Brasil (45) y Panamá (47), en América latina.

Es necesario advertir que nos hemos detenido. A partir del tercer decenio del siglo anterior, no hubo década sin que la Constitución experimentara re-formas relevantes. En su mayoría contribuyeron a ensanchar el horizonte del bienestar social, de las libertades públicas, de la administración de justicia, de la descentralización política y de los derechos hu-manos. También las hubo coyunturales, por ende innocuas desde la perspectiva de la evolución institu-cional, e incluso regresivas, como la mediatización del sistema representativo al prohibir la reelección sucesi-va de los legisladores.

Con todo, la estrategia política de concesiones restringidas y la estrategia social de avances pro-gresivos se fueron combinando y produciendo aco-modos más o menos favorables. Los ritmos fueron parsimoniosos: unas veces anticiparon demandas y otras respondieron a tensiones que hacían crisis o a expectativas cuya atención no podía ser aplazada sine díe. Así, en la década de los años 30 fue adoptada la fórmula que prohíbe de manera tajante la reelec-ción presidencial; en los 40 se le dio el voto a la mu-jer en el nivel municipal, y una nueva interpretación del Artículo 36 produjo un drástico cambio para des-montar el poder electoral caciquil, y el sistema elec-toral dejó de ser competencia de los municipios y de los estados para pasar a serlo de la Federación; en la década de los 50 se duplicó el número de electores federales con el sufragio femenino; en los 60 fueron creadas las diputaciones de partido para franquear la entrada de la oposición a la Cámara de Diputa-dos; en los 70 se produjo la mayor reforma política que hasta entonces habíamos tenido, introduciendo la representación proporcional en la Cámara baja y en los municipios más poblados, además de facilitar la formación de partidos; en los 80 se profundizó la reforma precedente y en los 90 se volvieron autóno-mos los órganos de gestión electoral.

Siete décadas consecutivas de avances de diver-sa magnitud terminaron en 2000. Con el cambio de siglo, cambió asimismo el ciclo. Las reformas en ma-teria de acceso a la información se convirtieron en el sucedáneo de las que se requerían para consolidar la democracia en México. Se nos confirió un derecho que tiene relevancia en el marco de las convenciones comerciales, para ejercer cierto control en la adju-dicación de contratos, pero que en el orden político sus efectos han sido menores. Las decisiones de go-bierno no se documentan ni se preservan en archi-vos públicos, por lo que en esta materia seguimos como hemos estado siempre: en la obscuridad.

Al encallar la evolución constitucional se truncó la estrategia gradualista; podía no ser la ideal desde una perspectiva democratizadora radical, pero al menos mantenía latentes las perspectivas de nue-vas adecuaciones.

Sergio García Ramírez; Raúl Arias Lovillo, rector de la UV, y Diego Valadés, durante la ceremonia de investidura del doctorado honoris causa a los abogados constitucionalistas.

Las instituciones políticas por sí solas no bastan para resolver esos problemas, pero sin ellas es imposible que los demás instrumentos del Estado funcionen.

Si no existen mecanismos que garanticen la fluidez de las decisiones y que permitan evaluar, controlar y responsabilizar a quienes las toman, se corre el ries-go de que prevalezca el voluntarismo, se acreciente la ineptitud y se expanda la corrupción.

Las definiciones políticas corresponden al capítulo adjetivo de las soluciones, y no sustituyen a otros ins-trumentos del Estado para cumplir sus funciones de distribuir la renta, administrar justicia, prestar servicios públicos y satisfacer demandas y dere-chos sociales.

El Estado suele fracasar en la solución de los pro-blemas cuando la forma de procesar las soluciones es defectuosa. Definir esta forma es lo que conoce-mos como sistema político.

Es evidente que la seguridad, por ejemplo, es alcan-zable, pero lo que cuenta es decidir si la lograremos preservando o sacrificando las libertades; la cues-tión social es un desafío superable, lo que interesa es

Cuando hacia finales de la última década del siglo XX se formularon las propuestas de una nueva Cons-titución, muchos preferimos hablar de una nueva constitucionalidad.

Hicimos ejercicios de cotejo y pudimos ver que lo planteado como contenido de una nueva norma su-prema cabía en la vigente, actualizándola para ra-cionalizar la estructura y el ejercicio del poder. Sin embargo, acabó por no hacerse nada: ni Constitución nueva ni Constitución reformada.

Eso tiene una explicación: rozábamos los límites de lo que el poder estaba dispuesto a ceder. Suce-sivas generaciones habían conquistado el circuito exterior del poder; lo que seguía –lo que sigue– es el núcleo del poder.

Ya elegimos con libertad y tenemos órganos que re-flejan la pluralidad política del país; esto forma parte de un cambio democrático acumulativo,

construido a lo largo de décadas en las que fueron vencidas muchas reticencias y resistencias; décadas en las que persecución y violencia alternaron con negociación y racionalidad.

Hoy, la exigencia de una nueva Constitución no está presente pero sí está latente. En el último lus-tro México ha padecido una violencia desusada y desmesurada. También sufrimos el flagelo de la po-breza en una dimensión sin precedentes. Es com-prensible que esta situación impida ver la cuestión política como una prioridad, aunque sin resolverla será imposible construir el instrumento que nos permita salir de la vorágine.

En algún momento tendremos que volver a ha-blar de la Constitución, si es que queremos seguir hablando de democracia.

Lo alcanzado no subsistirá si no damos más pasos adelante. Hoy tenemos un pluralismo innocuo, que se limita a expresar su voz en el ámbito congresual, pero que carece de efectos en el gubernamental. Este

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es el tramo que sigue en nuestra evolución necesaria y por eso ha sido eludido. Las contradicciones cons-titucionales continúan ahí, y se hacen ostensibles todos los días, lo mismo en el ejercicio de la política que en la vida social del país. Un congreso democrá-tico y un gobierno monárquico son incompatibles.

La disyuntiva de nuestro tiempo consiste en ra-cionalizar o no el sistema presidencial; pero si esta tarea se aplaza y subsisten los rasgos monárquicos del sistema presidencial mexicano creado en 1917, la presión democratizadora tenderá a llevarnos más lejos de lo que hoy es previsible.

Es probable que nuestro límite cronológico se ubique en 2017. Un lustro nos separa del momento en el que la nación debatirá acerca de la pertinencia de la Constitución. De mantener las contradicciones que la han hecho disfuncional, será inútil preser-varla porque estará expuesta a un cuestionamiento extendido y fundado. Quienes subestiman la capa-cidad crítica de la sociedad mexicana no toman en cuenta el papel de las universidades, de los medios de comunicación, de la nueva ciudadanía que utiliza las redes sociales en una escala de crecimiento ver-tiginoso, ni de los partidos que se quieran significar como voceros del cambio.

Los cambios en el futuro cercano tendrán que tocar el núcleo del poder. Nuestros representantes políticos deberán ser sometidos, como ocurría antes de 1933, a la valoración de la ciudadanía; la integra-ción del gobierno deberá corresponder a criterios de capacidad política y no de incondicionalidad perso-nal; las decisiones gubernamentales deberán estar sujetas a la orientación de la mayoría congresual; los altos funcionarios tendrán que someterse al control político de nuestros representantes; la comunica-ción entre gobierno y congreso deberá ser continua, sistemática y efectiva.

Convendrá que los dirigentes políticos tengan presente que sus márgenes de tiempo están fijados por una fecha inamovible en la que nos espera algo más que una efeméride: nos aguarda una decisión inaplazable. 2017 será el año que preceda a una elec-ción federal, y una nueva Constitución bien podría ser el gran tema de esos comicios si antes no se han re-movido los obstáculos que detuvieron nuestro andar democratizador, en el que la prudencia se traducía en lentitud, pero de cualquier manera se caminaba.

La política y la historia no son lineales ni cíclicas. La historia nunca se repite. En la historia hay avan-ces y retrocesos que se intercalan en diferente pro-porción. La historia es una combinación de lo que fueron futuros cumplidos y fracasados. Sin embar-go en el quehacer humano hay una sola constante lineal: el saber. El conocimiento es acumulativo, y cuando se produce en un ambiente de libertades in-fluye en el progreso de las instituciones.

2 Bloch, M. (1961). The royal touch. Monarchy and miracles in France and England. Nueva York: Dorset Press.

El Estado contemporáneo es tributario de los cambios producidos por el conocimiento ilustrado. Sin éste muchos de los prejuicios supersticiosos que dominaban a las sociedades no habrían sido supe-rados, como tampoco lo habría sido la tradición mi-lenaria que investía a los monarcas como emisarios de la divinidad. Aunque parezca inverosímil, todavía Luis XVI fue autor de milagros, al igual que sus ante-cesores desde la Edad Media. Marc Bloch, en un fas-cinante trabajo de erudición histórica², ha mostrado a esos reyes taumaturgos que basaban el poder de mandar sobre los hombres, en el de mandar sobre la naturaleza.

El conocimiento científico y los avances tecno-lógicos despojaron a los monarcas de sus atributos sobrenaturales y auspició un giro radical en las concepciones políticas. Un ejemplo remoto pero no menor está en la secularización del tiempo, que acompañó a la del Estado. En esta secularización influyó la invención de los relojes mecánicos en el siglo XIII. A partir de entonces la autoridad civil pudo asumir la función de orientar las actividades cotidianas de la población que por siglos se basó en el tañer de las campanas eclesiales. En 1335 ya había reloj público en Milán, y sobreviven el instalado en 1405 en Berna (el Zytglogge) y los que poco después fueron colocados en la sede municipal de Praga y en la Plaza de San Marcos de Venecia (Torre del Reloj).

Me he alargado y debo concluir. A la generosidad de esta noble institución correspondo con mi grati-tud sin límite. Soy un universitario que, como uste-des, tengo una responsabilidad social. Nosotros no somos actores políticos, pero tampoco somos testi-gos pasivos de lo que se hace con la nación a la que servimos desde el aula, el laboratorio y el cubículo.

Por su compromiso con la construcción de una cultura de respeto a los derechos humanos, el rector de la UV, Raúl Arias Lovillo, entregó el doctorado honoris causa al prestigiado jurista Diego Valadés. (Archivo)

Nuestro pluralismo se detuvo cuando amenazó al núcleo del poder.

Nuestros órganos representativos reflejan las pre-ferencias electorales de los ciudadanos y pueden negociar las decisiones legislativas que le interesan al gobierno, pero no intervienen en la definición de las políticas del Estado. El presupuesto es un ins-trumento de habilitación de gasto cuyas partidas el gobierno reacomoda e incluso deja de ejercer; el plan nacional es la decisión vertical de una sola secreta-ría de Estado; los titulares de los máximos órganos de gobierno gozan de indemnidad política y su se-lección concierne a los afectos privados y no a los efectos públicos;

las decisiones de interés colectivo se toman en el si-gilo y sus razones no se documentan. Cada legislatura toma centenares de “puntos de acuerdo” que ni siquie-ra reciben respuesta gubernamental.

Por mucho tiempo consideré que elaborar una nueva Constitución implicaría abrir a la delibera-ción temas que podían resultar divisivos, y que sería difícil construir un nuevo consenso en una sociedad fracturada y expuesta a los dictados de las poderosas hegemonías empresarial y financiera. Pero el argu-mento de que una nueva norma suprema implica-ría riesgos de retroceso político y social, está siendo controvertido por la realidad imperante. De seguir como vamos, los riesgos mayores consisten en no hacer nada. Si se retomara el ritmo de la graduali-dad, ya resultaría insuficiente.

Las universidades son entidades abiertas a la ima-ginación y son fuente de una esperanza representada por la juventud, por el saber y por la cultura.

Con esta esperanza podremos contestar qué ha-cer con el Estado y con la Constitución. Creo que la respuesta es sencilla: tenemos que hacer por los mexicanos de mañana lo que los mexicanos de ayer hicieron por nosotros: vencer resistencias y superar obstáculos. Hay riesgos, sin duda; las tentaciones regresivas están presentes. Pero el temor que parali-za, destruye; los peligros existen para ser sorteados. Es deseable que cuando lleguemos al centenario de la Carta de Querétaro celebremos que ya se hayan producido los cambios tan necesarios y tan apla-zados; de no ser así, deberemos prepararnos para rejuvenecer el orden constitucional e impedir que el Estado se siga degradando y con él nuestra vida colectiva e individual.

A los universitarios no nos toca hacer los cambios, pero sí nos corresponde orientarlos. En la división social del trabajo los universitarios tenemos que cumplir el papel de reformadores. Así fue antes, así es ahora y así será en el futuro. El estancamiento dura-rá tanto como seamos capaces de consentirlo o como seamos incapaces de corregirlo.

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El liberalismo y la Revolucióntuvieron en Veracruz su primer escenario

M eses atrás, en otro foro de esta misma institución hospitalaria, pudimos recordar el papel –es decir, la identidad y la transcen-

dencia– de Veracruz y su insigne Universidad. Renuevo la invocación, el efecto y el respeto. Añado mi gratitud.

Vemos las cosas desde un balcón privilegiado. Lo brindan Veracruz y su Universidad. Desde siempre han ilustrado nuestra imaginación y atraído nuestro reconocimiento. Hablo en plural, porque sé que esto se vale para muchos, pero no diluyo en ese universo mi sentimiento per-sonal, que es profundo y constante por lo que he recibido –mexicano, ciudadano, jurista– de esta región y de esta institución.

Así lo afirmé en el foro de noviembre de 2011, cuando celebramos con el Consejo Universitario la autonomía de esta casa. Nos solidari-zamos con la libertad universitaria que tributa a la libertad general, y cuya razón jurídica, moral y política compartimos con absoluta con-vicción. Es autonomía, prenda de la universidad pública, garantiza la constancia de la nación y de la República, aloja sus proyectos y asegura la soberanía del pueblo. Pone su propia muralla, opuesta a la tormenta, en el espacio histórico de los mexicanos. Traza, en lo que se le compete, la frontera de México.

En el mayor puerto de Veracruz –que lo es de México–, asediado y liberado, testigo y actor de auroras y ocasos, se concentraron capítulos principales de la crónica republicana. Esto contribuye a la imagen y al acento de Veracruz. Nadie le negaría presencia propia y erguida en la galería nacional: estampa veracruzana, con brisa de mar, elevación de cordillera, opulencia de selva. Y además, vigorosa autoridad moral.

Desatender o minar instituciones, cuya excelencia y fortaleza necesitamos, dejará desguarnecidos los espacios que codician los que hoy las asedian. La indolencia o la inconsciencia facilitarán el asalto de esos territorios, con sus previsibles consecuencias. La nación y la República pagarán el precio

Abastecer con imaginación, vigor y patriotismolas instituciones del porvenir

Aquí se abrieron los portales de nuevas eras. Los franquearon hombres universales que supieron ser, primero, mexicanos fieles a su condición primordial. Esta fidelidad fue su primera lección. Con ese título remontaron la adversidad y llegaron a ser imbatibles. Más de una vez traspusimos esas puertas en momen-tos poblados de incertidumbre. Las etapas primeras de Veracruz valen por su eficiencia, su prestigio y su razón. Tienen esa genealogía y esa virtud.

Interesa atraer esos hechos cuando se pretende recapitular sobre las etapas que aguardan en la cons-trucción del Estado mexicano y de las instituciones que la nación y la República han establecido, y que a su turno las han dotado de la espada y el escudo –dicho con fórmula juarista– para resolver y sostener su fu-turo. En él debiera existir mucho más que despliegue material: profunda raíz e infinito horizonte moral.

Para compartir con mis amigos veracruzanos y universitarios una somera reflexión sobre las institu-ciones de la nación y de la República –dos círculos con-céntricos de lo que llamamos patria mexicana–, debo recordar que cada tiempo tiene suerte de específica encomienda, que le imprime cierto aire singular.

Las circunstancias que hoy concurren en la nación y en la República, los vientos que las incitan y la condi-ción de las instituciones que son el fruto y el signo de aquéllas, disponen un tiempo propicio para recordar y prevenir, memorar y soñar, elegir y emprender. A esto quiere servir la reflexión sobre las instituciones que son el producto y la garantía de nuestra vida co-lectiva, y pudieran serlo más todavía en las horas que se avecinan.

Nos hallamos –en el amplio sentido de la expre-sión– en horas de encrucijada; “parteaguas”, que se acostumbra decir. Aquí desembocan las fuerzas que disputaron y disputan la vida de la nación y nues-tra propia vida. Ni son débiles, ni es menor su pre-tensión. Han mantenido vigor y proyecto a lo largo de los siglos, aspirantes a perpetuidad. Su objetivo, explícito o implícito, se resume en una fórmula ra-dical: cuerpo y espíritu de México. No menos, y por supuesto, más no hay.

Esto propone la naturaleza de nuestra tarea, con-vertida en misión. En una larga marcha, llegamos aquí. Y desde este punto seguiremos, con renovada inspiración. Por eso nuestras horas son tiempo de re-solver y caminar. Tienen esa vocación característica y sirven a ese destino particular. Los comparten varias generaciones que transitan en algún lugar del camino.

“Invoco a las instituciones como receptores de valores (...) figuras que suman una idea política, la cumplen, desarrollan y enfilan hacia un destino que concilia el pasado, el presente y el futuro (...) Son cuerpo en el que anida un alma que las define, arraiga, orienta y justifica.

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El tema que nos solicitó es cómo deberemos re-solver y caminar, en qué dirección, hacia qué puer-tos de escala y arribo, con qué carta de viaje y con qué instrumentos de navegación.

Vemos, pues por encima de las fronteras, pero no dejamos –y espero que no dejamos, a pesar de las incitaciones que abruman y de las rendiciones y deserciones que se multiplican– de mirar fronteras adentro y descifrar, con esta experta y la identidad de nuestras instituciones. Esto acredita la oriundez y el rostro de la institucionalidad mexicana y abona su eficacia y persistencia. Corresponde a una na-ción y a su expresión política. En otros términos: a su genio y a su figura. Es el campo donde echan raíz y toman firmeza las instituciones nacionales, e identificadas bajo este calificativo –o mejor aún, este sustantivo– que impide la confusión o el extravío.

Explícitamente nacionalista, o bien, si se prefie-re, mexicanista. A ella afluyeron motivos y razones que no han sacado y favorecen su vigencia.

Recordamos las Leyes de Reforma y las institucio-nes que las instalaron y acompañaron en la disputa por la nación. En este proceso, Veracruz prestó su es-cenario, su brazo y su convicción. Esas leyes e institu-ciones concentraron una reforma del Estado que no se limitaba a revisar la relación entre los poderosos para el ejercicio del poder, frente a una muchedum-bre silenciosa, que funge como testigo, no como actor de su propia vida: multitud que no asciende al escena-rio y apenas observa desde la galería, aunque la obra se desarrolla en su nombre. La reforma liberal del Estado mexicano reconstruyó la relación entre el ser humano, la sociedad y el Estado.

¿Podría haber, para su hora, mayor reforma del Estado? ¿Podría haber mejor fragua las institu-ciones de una república emergente y promisoria? Quienes participaron en esa batalla por abandonar el pasado y atreverse la abolición de una obstinada servidumbre. No podríamos ignorarlo, so pena de re-petir la historia, que es el destino de quien la olvida.

Recordamos también las leyes que alentó el mo-vimiento revolucionario más profundo de nuestra historia y anunciaron su obra culminante: la Consti-tución de 1917. Normas e instituciones de este sig-no aparecieron en el escenario de Veracruz.

Es verdad que una Constitución aloja decisiones políticas fundamentales, que atañen el pleno de la nación. Pero también es cierto que otros temas ini-cialmente alejados de la preceptiva constitucional fijan el rumbo de la sociedad y caracterizan la vida de sus integrantes. Ésta no es el tránsito menudo de ciudadanos hipotéticos, confinados en las palabras de la ley, sino la vida real y posible de seres huma-nos, que cumplen su destino de la cuna a la tumba.

Estos temas ascendieron con la Revolución. Así se observó en el sistema agrario y las relaciones del trabajo, móvil, del pueblo, más agraviado por el despojo de la tierra y el esclavismo fabril que por la burla al sufragio. Eje de un nuevo Derecho privado social, y en el municipio libre, que revista las relacio-nes del poder. De esta suerte, comenzó el estable-cimiento de las nuevas instituciones. ¿Podría haber mayor reforma del Estado?

Sigamos. La institucionalidad mexicana tiene un punto de partida y de llegada, en círculo inexorable: el individuo, el ser humano, el ciudadano; tres dimen-siones de una sola definición. Las mejores institucio-nes que hubo en la instalación de la república y las que luego llegaron han girado en torno a ese valor de referencia. México surgió bajo las ideas fundaciona-les de la era moderna: la sociedad política se explica y justifica –señaló el Decreto de Apatzingán– en la protección de los derechos del ser humano. Otro tanto dijo la Constitución de 1857. Si así se explica y justifica la sociedad política, las instituciones que ésta construye –su producto y su baluarte– deben servir al mismo designo.

La Constitución de 1917 empleó diferentes, pero retuvo al ser humano en el centro de la norma su-prema y de las instituciones republicanas. No desvió el rumbo del Estado ni auspició aventuras transper-sonalistas. La institucionalidad siguió cimentada en el valor radical del hombre y en la misión servicial del Estado.

Ese reconocimiento, cultivado en la formulación constitucional de las instituciones, estableció su itinerario y fijó su destino. Hay una clara constan-cia en el Artículo 3° de la ley suprema, a partir de 1946. Este precepto –la norma principal del conjun-to, porque lo encauza y permea– traza el perfil de la sociedad, disciplina del ser humano. Ahí se establece el gran proyecto nacional. Ahí, la ética civil de las instituciones republicanas.

Las instituciones de México, que han debido sortear las corrientes del capricho y el autorita-rismo, donde encallaron con frecuencia, están en un principio garantista que les dé firmeza y nos da seguridad: legalidad. Ésta es una de las más difíciles

De ahí la creciente confianza en la norma que se dice refleja la voluntad general, y nuestra motivada cautela –en vigilia instintiva– a la hora de disponer las manos que asumirán la formación y la ejecución de la ley, y en tal virtud orientarán nuestra existencia.

conquistas, o acaso la más difícil de todas y que a to-das abarca en su marco de poder, racionalidad y ma-jestad. Son y deben ser instituciones de legalidad. En la ley radican su origen, su cauce, su movimiento, su compromiso. Recogen el ideal platónico del gobier-no de la ley, mejor que de los hombres, sin que por eso se olvide –porque caeríamos en la ilusión– que son los hombres quienes expiden y aplican la ley.

Como homenaje a sus conocimientos jurídicos, la Universidad Veracruzana otorgó a Sergio García Ramírez el doctorado honoris causa.

Bajo estos apremios reaparece y adquiere sentido contemporáneo el tema de las instituciones naciona-les y republicanas: naturaleza, continuidad y razón.

Voy a un punto de identidad. Cuando me refiero a las instituciones aludo a las fórmulas, los instru-mentos, los conjuntos normativos o materiales que hallan razón de ser, encomienda y dirección en las decisiones que dan cimiento y sentido a una Consti-tución y a la organización política, social y económi-ca –y también moral– que ésta fertiliza.

Por lo tanto, invoco a las instituciones como recep-tores de valores, principios y programas. O bien, como de figuras que suman una idea política, la cumplen, desarrollan y enfilan hacia un destino que concilia el pasado, el presente y el futuro. De otra manera: con-gregan en armonía el México eterno y el México mo-derno, sin veleidad ni dispersión. Se asocian a lo que solemos llamar –aunque cada vez lo llamamos menos, quizá por olvido, tal vez por debilidad o temor– nues-tro proyecto de nación, que adquiere su dimensión formal, su estructura visible y activa en un proyecto de República.

La herramienta carece de compromiso. Es nuestra y fungible. Se aplica a una hora, pero no la encarna. Las instituciones que invoco no son apenas herra-mientas de un oficio que se resuelve en sí mismo, sin espíritu ni transcendencia. Implican una admisión moral y política. Son instituciones con calificativos, como la mejor versión de la democracia: para hom-bres concretos, en un tiempo y un espacio, ni utópica ni acrónica. Así las instituciones, ni neutrales ni di-ferentes. Son cuerpo en el que anida un alma que las define, arraiga, orienta y justifica.

Nuestras instituciones poseen acta de nacimiento y hoja de vida, al igual que suelo y cielo específicos.

Hemos mirado –y debemos mirar– fronteras afuera, donde se hallan una historia y una circunstancia que compartimos. Así ha sido desde el alba nacional y República, aunque los paradigmas que entonces ob-servamos con admiración pronto serían modelos de dominación precisamente en la experiencia mexica-na, donde confiadamente les proclama.

En las cenizas de muchas hogueras se hallan las ex-periencias que nos mueven a procurar el imperio de la legalidad.

Armadas por la ley, como se armó a los caballeros, las instituciones formales con el lindero que la nación y la República oponen al desbordamiento del poder informal. No habría otra forma de domarlo, reducir su imperio y su arrogancia. Siempre hubo poderes de esta impetuosa condición. Pero han crecido y asumi-do nueva presencia, unas a la luz, otras en la som-bra. Dondequiera ingresen y acechan. Con eficaces patrocinios, tienden las manos hacia el timón.

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En el arduo trabajo de la institucionalidad, que emprendimos, mantuvimos y consolidamos con movimientos populares, en son de guerra o de paz, deslindamos las funciones civil y militar, con las que el pueblo pone el poder a su servicio. Este tema atra-vesó en siglo XIX. Gravita con serenidad –fuerza de la historia y fuerza de la razón– en la moderna insti-tucionalidad de la nación de la República.

En la construcción del Estado que tiene en la se-gunda mitad del siglo XIX, y desarrolló en la primera del XX, figura el orden laico. No es estrechez de la libertad –que correspondería al modelo contrario–, sino ampliación de su ejercicio. La historia descri-be, en páginas sombrías, el rio revuelto que agitaron muchos pescadores, y narra el advenimiento de esa decisión política fundamental en el diseño y el des-empeño del poder.

A partir de esa decisión –es decir, la paz, no de la guerra, la libertad, no de la servidumbre, de la to-lerancia, no de la opresión– se alza el Estado laico. Constituye una proclamación de libertad, anuncia la neutralidad del poder y garantiza el vuelo de la con-ciencia. Éste es otro dato en el panorama de las ins-tituciones nacionales y republicanas. Difícilmente habría inconsecuencia histórica que la provisión de brasas a una hoguera que hace tiempo se extinguió.

Los mayores movimientos desde 1810 –o desde antes, anidados y vigilantes– han proclamado anhe-los que fueron su insignia y su discurso. Digamos dos, que trazaron el rumbo: renovación política y renovación social, que generarían su propio sistema institucional.

Podemos desplegar esta intención en los tiem-pos de la historia. Así recogemos la aspiración, lle-vamos el pulso, medimos –no sin sobresalto– los progresos y los retrocesos.

Quienes pusieron en marcha la Independencia y la Revolución, ambas inconclusas, elevaron esas proclamaciones con diversas palabras. No es fácil pre-cisar qué fue primero en la exigencia, aunque deban ir juntas en el cumplimiento. En esa dirección se enderezaron nuestros movimientos, agitados por el instinto o ilustrados por la razón, y se plantearon las instituciones que aquéllos alumbrarían.

Desde Los Sentimientos de la Nación hemos querido moderar la indigencia y la opulencia. La construcción del Estado social mexicano, con el des-pliegue de sus instituciones características, sería la natural consecuencia de este compromiso estable-cido en la Constitución. La Ley Suprema no habló de Estado social, pero estableció el cimiento, diseñó la figura y desarrolló el proyecto. El poder revisor trabajó sobre la huella de 1917, incorporando en la estructura de un Estado diligente las piezas que co-rresponderían a ese compromiso. Lo hizo tanto en la función directa del Estado –central o descentrali-zado– como en su relación con los individuos, carac-terizado por deberes de intervención y protección.

Las instituciones buscaron su origen ideológico y práctico en la Revolución y en los motivos y ob-jetivos que la informaron, con errores y aciertos, grandezas y miserias. Las promesas del inicio y del trayecto, las exigencias de la marcha, las previsiones del destino, fueron recibidas en instituciones que hicieron su parte –y muchas la siguen haciendo– en la construcción de una República con modalidades propias, que se mira en el doble espejo de la historia aleccionadora y del provenir deseable y practicable.

Una revolución enfrenta los palacios –o los potros y las cárceles– de la justicia. En el siglo que sigue a la Revolución reconstruimos el aparato de justicia del antiguo régimen. Se ha dicho que el siglo XIX perte-nece a los parlamentos, el XX al Ejecutivo y el XXI a los tribunales. Moderemos la literalidad de esta afir-mación, pero advirtamos que las instituciones de la justicia –sus órganos, su competencia, sus procedi-mientos– han ganado terreno, contra viento y marea. En la cuenta de la institucionalidad mexicana figuran los desarrollos del control judicial; y también, en esta hora, el ingreso a las jurisdicciones internacionales.

No puedo ir más lejos en este apunte, tan some-ro, sobre ciertos rasgos de las instituciones de nues-tra nación y nuestra República. Las condiciones de nuestra nación y nuestra República. Las condiciones del país en los primeros años del siglo XXI no son las que existían en el alba del XX. Tampoco sus institu-ciones. Sin embargo, es preciso volver sobre su ge-nio y recuperar sus objetivos. Ciertamente no deben ser de bronce, pero tampoco de arena.

Es indispensable esta relectura en horas de revi-sión que traen consigo el desmantelamiento de ins-tituciones públicas, en paralelo con la invalidación del Estado y la pérdida de derechos y expectativas de un gran número de ciudadanos. Esto tiene ca-racterísticas diferentes en sociedades opulentas y en sociedades débiles, como la nuestra. No pienso, pues, en modelos universales, sino en condiciones nacionales que pueblan la vida cotidiana.

La Revolución revisó las estructuras y las expre-siones del poder, y dispuso, después de la tempes-tad, su cauce civil, natural, definitivo.

Ésta ha sido una decisión fundamental de la nación mexicana, ni súbita ni sencilla, y un elemento crucial en la operación de sus instituciones y en el régimen de los derechos y las garantías que aquéllas proveen. Maduró en México, con mayor profundidad y dili-gencia que en otras latitudes.

Casi en las mismas horas en que la nación y la Re-pública deciden esa institucionalidad civil, se delibera sobre la seguridad de las libertades en la conciencia de los ciudadanos. Se ha dicho que el derecho huma-no de más antigua fragua, que toca nuestra intimidad y exalta o cancela nuestro albedrío, es la libertad de creer o no creer, gobernar el pensamiento, ejercer la voluntad, elegir y consumar el destino personal.

La nación y la República resolvieron sus dilemas en el marco de la constitucionalidad y la institucionali-dad. Operan en el filo de la navaja por el que corren la libertad humana y la soberanía popular.

El conflicto entre el poder civil y el clero, cuya simiente se puso en la Colonia y tuvo descendencia en la República atribulada, acompañó los avatares de la Independencia y contribuyó a definir el destino y el camino. Los contendientes que disputan el alma, sin olvidar los trofeos de la riqueza y los atractivos del poder, adelantaron sus propias versiones de una posible institucionalidad. Veracruz no ignora en qué sentido se inclinó la balanza. La institucionalidad laica subió a la Constitución con las Leyes de Refor-ma, agentes de una redención república.

Conviene meditar sobre la idea –transformada en doctrina y política– de reasumir como empresas (entes del mundo mercantil) las instituciones del Estado (entes del mundo político),

transformando la función pública en gerencia de bienes y servicios y reiterando al poder los deberes que le conciernen con el pretexto de que hay opera-rios disponibles para gobernar con mano invisible.

Este abandono, que cobra sus primeras bajas en el mundo de las instituciones públicas, trae consigo la decadencia de la población. Se puede agraviar a los más débiles, abandonados por la defección del Esta-do social. Así sucede en el paso que lleva del Estado responsable al Estado incompetente.

Desatender o minar instituciones, cuya excelen-cia y fortaleza necesitamos, dejará desguarnecidos los espacios que codician los que hoy las asedian.

La indolencia o la inconsciencia facilitarán el asalto de esos territorios, con sus previsibles conse-cuencias. La nación y la República pagarán el precio.

Vuelvo al principio de mi intervención. He queri-do resumir convicciones y devociones. Para concluir, diré que entre éstas figuran, como he mencionado, la admiración, el respeto y el afecto por la aportación veracruzana a la obra de los mexicanos. Las institu-ciones del liberalismo y de la Revolución se alzaron en este magnífico escenario, que debe abastecer, con imaginación, vigor y patriotismo, a las instituciones mexicanas del porvenir. Apenas estamos empren-diendo su perfil y su papel.

La Universidad gallarda y generosa que me ha conferido el inmerecido privilegio que ahora recibo –por eso es generosa–, tiene un deber de avanzar en esa obra. Estoy seguro de que lo seguirá cumpliendo con grandeza.

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Jorge García Gálvez

Salud humana, salud financiera

Toda persona tiene derecho a la protección de la salud

L a inestabilidad financiera parece ser el signo de los tiempos en todo el orbe, la perspectiva de que se reduzca la liquidez, provoca

gran incertidumbre, bajo crecimiento económico, alto nivel de desem-pleo, reducción del gasto social, menor gasto en el consumo de las fa-milias, entre otros efectos. Ante tal panorama, las políticas económicas están siendo acotadas por la reducción presupuestal que los gobiernos han seguido como mecanismo de intervención en el mercado finan-ciero e instituciones bancarias, estos recortes del gasto reducen, entre otras, las asignaciones para la salud, la educación y la asistencia social.

Es frecuente que la administración pública, cuando enfrenta una crisis de estas características, recurra a la reducción del egreso, y cuan-do se inserta en el tema de la salud, produce los temores más graves. En lugar de recomendar reducciones sería interesante proponer una estrategia diferente, que parta de un enfoque integral y que a corto y largo plazo reditúe en un menor costo social y financiero: la educación para la salud.

No existe un sistema de salud capaz de pagar la factura derivada de un estilo de vida poco saludable, dadas las condiciones actuales tales sistemas han de replantear su quehacer y transitar de agentes repara-dores (que de manera casi exclusiva emplean fármacos y procedimien-tos intervencionistas tan costosos para el organismo que los recibe como para las instituciones que los sufragan) a agentes promotores de una cultura de la salud que implica la corresponsabilidad de los indivi-duos con la preservación de su propia salud.

Cambio de modeloCuando la economía mundial vive momentos convulsos es una oportu-nidad para repensar y reenfocar la manera en la cual resolvemos nues-tras necesidades. El reto es volver a lo esencial, a hacernos preguntas y afrontar los cambios necesarios desde perspectivas inter y transdisci-plinarias como los universitarios que somos. La realidad pide ajustes, cambios y reorientar prioridades y una mirada nueva y diferente para enfrentar las situaciones.

Conductas poco saludables como el sedenta-rismo, tabaquismo, mala nutrición, alto consumo de alcohol, entre otras, constituyen estilos de vida que producen padecimientos crónico degenerati-vos que hoy dominan el perfil de salud de la pobla-ción mexicana, entre las que sobresalen la diabetes mellitus, las enfermedades isquémicas del corazón, el sobrepeso y la obesidad, entre otros, así como el cáncer de mama y el cáncer pulmonar, que sobre-salen en este contexto por su tasa de mortalidad a pesar de que son prevenibles.

Obesidad y diabetesEntre los índices de prevalencia que tienen mayor impacto en la pérdida de la salud de los mexicanos se encuentra el del sobrepeso y obesidad, que se de-fine como el porcentaje de la población que tiene un índice de masa corporal por arriba de 25 para ser considerado con sobrepeso, o por arriba de 30 para ser considerado obeso.

La obesidad se asocia a varias de las principales causas de muerte en el país; entre otras, a la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares y el cáncer de mama. También incrementa el ausen-tismo laboral y escolar, disminuye la productividad e incrementa el riesgo de enfermedades de la vesícula biliar, una de las principales causas de intervención quirúrgica en el país.

En resumen, las implicaciones de la obesidad, en el sentido económico, representan un desafío para los sistemas de salud de cualquier país y, obviamen-te, la forma de enfrentar esta epidemia no es sencilla porque requiere modificar aspectos culturales fuer-temente arraigados en la sociedad.

Considerando el alto costo que representa para el sistema de salud la atención de los problemas de-rivados de la obesidad, es urgente intensificar las acciones destinadas a reducir la prevalencia de estos factores de riesgo en la población mexicana.

El impacto del sobrepeso en la salud cuantificado hacia 2005 por la Secretaría de Salud y la Universi-dad de Harvard, arrojó el dato de que el sobrepeso y la obesidad eran responsables de 10% de todas las muertes en el país, que lo convertía desde entonces

en el primer factor de riesgo para muerte prematura y el segundo para años de vida saludable perdidos, sólo por debajo del abuso en el consumo de alcohol. Dado el dinamismo del incremento de la población afectada por el sobrepeso es difícil cuantificar su costo económico en nuestro país, pero es indudable que es muy significativo.

Ante tal panorama, para asegurar su propia sos-tenibilidad al sistema de salud le corresponde pro-mover hábitos saludables que retrasen el deterioro natural del organismo, a la par de establecer condi-ciones para el diagnóstico temprano y la detección de conductas de riesgo. Es cierto que el envejeci-miento de la pirámide mexicana de población torna inevitable el aumento del número de muertes por estos padecimientos, este movimiento también se puede modificar o revertir para lograr que los adul-tos mayores tengan una mejor calidad de vida y no sólo ellos,

también los adultos más jóvenes y los infantes pue-dan verse beneficiados con estilos de vida más sa-nos, dada la prevalencia en obesidad.

Universidades públicas: políticas públicasLas universidades públicas son el ámbito idóneo para que perspectivas diferentes se forjen con una visión plural que aporte soluciones a las políticas públicas. La comunidad académica de nuestra uni-versidad integrada por individuos cuya formación, habilidades, experiencia y saberes nos constituye como un grupo que puede y debe proponer solucio-nes alternativas.

Prevención, detecciónLa tradición oral recoge una sabiduría que en ocasiones desaprovechamos. La frase “curarse en salud”, mani-fiesta la viabilidad de anticipación ante consecuencias indeseables; en el medio sanitario se puede aplicar como la prevención y detección oportuna de padecimientos.

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El costo de la procuración de salud se incrementa en la medida en que las enfermedades se complican o se hacen crónicas, por ello la prevención además de ser la mejor manera de evitar o reducir sufri-miento, dolor, disfunción o incapacidad, conduce a disminuirse la aplicación de recursos financieros y evita la baja productividad, el ausentismo laboral, entre otros déficits.

¹ Beaglehole, R. (1994). Epidemiología básica, Organización Panamericana de la Salud, Publicación Científica No. 505, p. 30.

La salud no es gratuita ni fortuita. Con frecuen-cia olvidamos que el bienestar de nuestro organismo requiere de cuidados que implican una inversión no sólo económica sino algo más: la incorporación de hábitos y conductas que generan salud.

Hábitos y conductas en el estilo de vidaEn el marco de la presente reflexión se alude a esti-lo de vida como aquellas conductas que de manera grupal o individual afectan la salud y sobre las cuales hay diferentes grados de control. “El estilo de vida o, más precisamente, los riesgos autogenerados, pue-den dividirse en tres elementos: riesgos inherentes al ocio, a los modelos de consumo y ocupacionales. Las decisiones incorrectas dan como resultado mo-dos de vida destructivos que contribuyen a un ma-yor nivel de enfermedad o de muerte prematura”.¹

Lo que se propone es un cambio de enfoque que desarrolle formas virtuosas de agregar valor a la sa-lud con la finalidad de disminuir el costo económico de su pérdida. Esta estrategia no se limita a recono-cer el derecho a la protección de la salud, fundamen-tada en la Ley General de Salud, el Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Prestación de Servicios de Atención Médica y en el Artículo 4 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexi-canos, sino que va más allá: busca estimular entre los miembros de nuestra sociedad la procuración de su propia salud. La salud no es gratuita ni fortuita.

El contexto económico regional, nacional e interna-cional no es alentador, se han tomado en la Eurozona medidas drásticas de todo tipo, por lo que hay que tomar prontamente decisiones y compromisos en pro de nuestra salud como individuos y del conti-nuo y adecuado funcionamiento de las instituciones públicas encargadas de proveer atención sanitaria.

Dicho de otro modo, no basta con tener el derecho y el acceso a la protección de la salud si no nos respon-sabilizamos individualmente de mantenerla a través de prácticas de prevención y hábitos saludables.

Alma C. San Martíny Cecilia Escribano

Ser brigadistas nos ayuda a servira quienes más lo necesitan

C omo una buena experiencia y una oportunidad enorme para servir a las personas de las comunidades rurales e indígenas, describen

los integrantes de las Brigadas Universitarias en Servicio Social (BUSS) de la Universidad Veracruzana (UV), del campus Poza Rica-Tuxpan, su quehacer en los diferentes municipios de la sierra del Totonacapan.

Para Rogelio López Godínez, encargado de Odontología en la briga-da universitaria de Coxquihui, la experiencia como prestador de servicio ha sido muy agradable, sobre todo porque conviven de manera directa entre los universitarios y las personas que acuden en busca de consulta.

“Trabajamos, principalmente, en la prevención y promoción de la salud; en algunos casos ya damos tratamientos reconstructivos, lo más básico, porque a veces el material no es suficiente, pero nuestro trabajo principal es preventivo”, comentó Rogelio. Y entre las activi-dades que realizan están las visitas a las comunidades cercanas a la cabecera municipal.

Señaló que en la facultad les enseñaron mucho, pero ha sido en la práctica donde realmente han tenido que atender patologías que sola-mente en teoría conocían: “Jamás lo habíamos visto en vivo y allá se encuentran muchos casos”.

Por su parte, Imelda Bravo, integrante de la brigada de Zozocolco y quien actualmente realiza su servicio social como pasante de la ca-rrera de Odontología, mencionó que tanto a las personas del munici-pio como a las de localidades aledañas se brindan tratamientos tanto odontológicos como de enfermería, se realizan trabajos de prevención y promoción de la salud a las personas que asisten a la brigada, “o noso-tros también salimos a la comunidad a brindar pláticas a la población para que con esto ellos tengan una educación de cómo deben llevar a cabo su limpieza bucal”, explicó.

“Estamos acostumbrados a un contexto muy diferente, aquí no se cuenta con todos los servicios, estoy aprendiendo mucho de la gente”: Carlos Saúl Méndez Olmos

“Les explicamos en qué consisten las brigadas, porque es la prime-ra vez que llega una a su comunidad, por lo tanto primero tenían mucha desconfianza los pobladores”: Anabell HernándezIsaac Parra

Los padecimientos que hoy en día enfrentamos son posibles de prevenir y detectar oportunamente para beneficio individual y de nuestra comunidad en va-rios sentidos,

tanto el del bienestar de los individuos, que redun-da en su productividad, como derivando en la salud financiera de las instituciones, con la consecuente optimización originada en la disminución de dispo-sición de los recursos.

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Agregó que su participación en las BUSS le ha permitido tener experiencias distintas a las que se dan en los sectores urbanos: “El trato con los pa-cientes es diferente, son personas agradecidas, que necesitan mucho apoyo”.

Carlos Saúl Méndez Olmos, pasante de Odonto-logía y brigadista en Chumatlán, compartió que esta experiencia le permite tratar y apoyar a personas de es-casos recursos: “Me siento muy bien al atender a este tipo de población, valoran de otra forma las cosas; en Chumatlán tenemos nuestro consultorio, a veces hace falta un poco de material porque es mucha la población a la que atendemos, pero lo reportamos para que todos sean bien atendidos.”

El universitario mencionó que están gestionando ante la UV una lámpara de luz alógena para otorgar el servicio de resina, porque únicamente se cuenta con el servicio de amalgamas, limpieza y extracción de piezas dentales.

“Vamos a las primarias a hacer pláticas, visitamos domicilios particulares, a la comunidad en general, a un club de diabéticos; damos servicio y tratamiento a cada uno de los pacientes que así lo solicitan”, dijo.

Aseguró sentirse orgulloso de prestar servicio a quienes realmente lo necesitan, “siempre me reci-ben con cariño, me siento importante de estar con ellos, aquí estamos acostumbrados al contexto muy diferente, no se cuenta con todos los servicios, es muy diferente, estoy aprendiendo mucho de ellos”.

Jéssica Santes Pérez, egresada de la Facultad de Enfermería y quien es brigadista en Chumat-lán, mencionó que las actividades que realizan son particularmente de prevención. En la comunidad La Vega, prosiguió, se cuenta con un club de dia-béticos en el que se enseñan a los participantes los tipos de alimentación, cuidados y ejercicios que de-ben realizar.

“Es un plan terapéutico, también organizamos pláticas en las escuelas sobre violencia, droga-dicción, noviazgo, enfermedades de transmisión sexual, entre otros temas.”

Jessica aseguró sentirse contenta porque la gen-te les corresponde positivamente: “Son muy pun-tuales, además en el club de diabéticos las personas están muy emocionadas porque es la primera vez que se realiza la brigada”.

Esta misma experiencia la comparte María Luisa del Ángel Hernández, también pasante de Enfermería, quien comentó que las personas son muy cooperativas.

Noemí Morgado, egresada de la facultad de Trabajo Social, forma parte de la brigada de Coxquihui. Ella presta su servicio social en el albergue indígena es-colar Serafín Olarte, en donde atiende a los niños que ahí se encuentran: “Entre las cuestiones que estoy analizando se encuentran los factores que in-tervienen en las conductas agresivas que los niños llegan a tener, porque estar dentro de un albergue y separarse de su familia es algo fuerte para un niño.”

Añadió: “Es una experiencia muy interesante porque veo los problemas reales, afortunadamen-te cuento con el apoyo de las directoras del alber-gue y del DIF municipal, además del psicólogo y las enfermeras”.

Advirtió que no es lo mismo trabajar en alguna institución en la zona urbana, en donde se cuenta con muchas cosas, que en una comunidad donde hay formas de vida y necesidades diferentes.

Anabell Ramírez Hernández, pasante de Enfer-mería, mencionó que estar en las BUSS le ha dado la posibilidad de conocer y trabajar con personas de comunidades como Lázaro Cárdenas, La Higuera, Agua Azul, La Independencia, entre otras, las cuales están muy alejadas de la cabecera municipal.

“Tenemos que caminar mucho para llegar allí, pero hacemos con gusto nuestro trabajo. También les explicamos en que consisten las brigadas, porque

es la primera vez que llega una a su comunidad, por lo tanto primero tenían mucha desconfianza los po-bladores”, señaló.

El principal problema, expresó, es el idioma, pero afortunadamente cuentan con el apoyo de intérpre-tes que los acompañan cuando realizan sus activi-dades: “Ha sido difícil comunicarse con la población porque hablan totonaco pero combinado con otomí”.

En tanto, Omar Méndez Castillo calificó “como una muy buena oportunidad” ser brigadista, por-que se conoce a gente con muchas carencias “y es bueno saber que podemos ayudarlos a conservar su salud integral”.

El pasante de la carrera de Enfermería dijo que en los centros de salud y hospitales se tienen “la ma-yoría de los recursos”, contrario a lo que sucede en comunidades, lo que propicia nuevas experiencias: “Fue un reto para mí trabajar como enfermero en las zonas rurales e indígenas, esto me servirá mucho”.

El trabajo social en PajapanTal como sucede en las comunidades cercanas al campus Poza Rica, también en la región Coatza-coalcos se apoya a las comunidades rurales, princi-palmente porque ésta es una labor importante que compete a los trabajadores sociales, carrera que es posible cursar en la zona, y cuyo campo laboral in-cluye el planteamiento de proyectos que brinden la información necesaria y preventiva ante catástro-fes, enfermedades y problemas sociales.

La teoría es importante, pero la praxis es lo que hace a un trabajador social, por eso la UV realiza bri-gadas con la finalidad de insertar a sus estudiantes a la realidad del campo laboral.

Testimonio universitarioAna Luisa Villicaña Blanco, quien cursa el octavo semestre en la Facultad de Trabajo Social, tuvo la oportunidad de implementar un proyecto en la co-munidad de Pajapan: “Me sentí muy motivada, muy tranquila, di todo lo que pude dar a la comunidad y la verdad me gustaría volver a regresar ahí, me gus-tó la dinámica y pues estuve dando mucho de mí, participé mucho, la gente me pregunta que cuándo regreso”, dijo emocionada.

Su labor en la comunidad fue hablar con los po-bladores acerca de la importancia de la prevención, detección y los cuidados pertinentes de la diabetes mellitus; a lo cual se anexaron pláticas para la com-prensión de la enfermedad, los factores de riesgo, tratamientos y síntomas, así como trabajar con la autoestima de los pacientes.

La labor no resultó nada sencilla, pues “la pobla-ción no fue muy participativa y algunas personas incluso fueron introvertidas”; el trabajo consistía

en dar talleres para personas adultas y jóvenes, pero “los que más llegaron fueron personas de 59 años en adelante”, explicó.

El programa que más llamó la atención fue el de autoestima, donde recibían a mujeres de entre 15 a 25 años de edad, muchas de las historias que contaban eran tan desgarradoras que Ana Luisa llegó a sentirse mal, pero eso no la detuvo en su afán de apoyarlas.

En este taller se transmitió la importancia del de-sarrollo personal, se fomentó la valoración personal, se trabajó con conceptos y técnicas que refuercen la autoestima, así como las cualidades y capacidades personales, se mejoró la confianza y seguridad en las mujeres como base para fomentar su participación en todos los ámbitos: social, cultural y laboral.

“Los principales problemas que los asistentes plantearon eran que no tienen mucha comunica-ción, que existe violencia intrafamiliar y maltrato psicológico”, lamentó Villicaña Blanco.

Para solucionar dichos problemas se tuvo que apoyar del DIF municipal de Pajapan, “los llevé a ese lugar con un psicólogo, después regresaron y los or-ganicé en grupos para platicar los avances”, dijo.

Dificultades comunicativasEl comunicarse en el área rural de Pajapan fue un gran reto, “algunas personas no saben leer y ha-blan náhuatl, me dieron algunos libros para que yo aprendiera pero ya no tuve oportunidad, quizá cuando regrese pueda aprender la lengua”, exclamó con ilusión.

Estancia a gustoAunque al principio los pobladores la observaban de una manera extraña, el recorrer lugares importan-tes como el DIF, el Centro de Salud y la Biblioteca, hicieron que su adaptación mejorara y que la gente la aceptara.

“Me gustan sus playas, me gusta el ambiente de la comunidad, las personas son muy honestas, te di-cen las cosas como son”, comentó.

“Me gustaría regresar, lo que me motiva es la gente porque me trató muy bien, tuvieron mucho contacto conmigo y me decían que me quedara, pero sólo tenemos que ir durante el semestre; la verdad me gustó mucho la experiencia”, finalizó la joven estudiante y manifestó la esperanza de regresar y ayudar en el progreso de la comunidad.

Las Brigadas Universitarias en Servicio Social brindan tratamientos odontológicos, de enfermería, y realizan trabajos de prevención y promoción de la salud a las personas de diversas comunidades del estado de Veracruz. (Alma Celia san Martín)

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Jorge Suárez Medellín y Ángel Trigos Landa

Este producto no es un medicamento

1. Ceci n'est pas une médecine o la perfidia de los complemen-tos alimenticios

S in afán de exagerar, a veces da la impresión de que hoy en día vi-vimos épocas extrañas, en las que una simple visita a la farmacia

de la esquina puede transformarse repentinamente en una experiencia surrealista cargada de, digamos, una cierta perfidia. Y si usted, querido lector, no está de acuerdo, permítanos explicarnos mejor y tal vez con-cuerde con esta peculiar sensación.

La perfidia de las imágenes (1928-1929) es una de las pinturas que hicieron famoso al artista belga René Magritte. En esta obra, Magritte –quien por esa época frecuentaba al grupo surrealista lide-rado por el escritor André Breton– explora las ambiguas relaciones existentes entre los objetos y las palabras e imágenes que los repre-sentan. Dicha ambigüedad se expresa mediante el detallado retrato de una pipa, rematada por un letrero que claramente nos indica Ceci n'est pas une pipe (Esto no es una pipa).

Imagínese la expresión de perplejidad de los connoisseurs parisinos de esa época al toparse con semejante contrasentido: "¡pero cómo no va a ser una pipa! ¡Si es justamente eso lo que estoy viendo!". Bueno, pues así nos sentimos al ir a la farmacia por un frasquito con un letrero en la parte de atrás que indica en letras pequeñitas: “este producto no es un medicamento”. Es decir, si no es un medicamento ¿entonces por qué se recomienda su uso en relación con una supuesta mejoría de la salud?

Si, picados por la curiosidad, le preguntáramos al dependiente de la farmacia qué hace su establecimiento lleno de medicinas que no son un medicamento, lo más probable es que él nos contestaría que no se trata de medicinas, sino de complementos alimenticios, nutracéuticos, o incluso tal vez mencione alguno que otro nombrecillo ad hoc como pharmafoods o vitafoods.

Es decir, que estas misteriosas no-medicinas, son en realidad deriva-dos de los alimentos (o afines a ellos), por lo que nuestra hipotética visita a la farmacia no es más que una (increíblemente cara) visita a la sección de frutas y verduras del supermercado. Pero ¿cómo es posible que la in-dustria farmacéutica y la alimentaria se confundieran hasta tal punto? La respuesta la encontramos en el concepto de alimentos funcionales.

2. Los alimentos que funcionan: de Hipócra-tes a la comida FOSHULa idea de que nuestros alimentos cotidianos sirven para algo más que simplemente alimentarnos pro-cede de una añeja estirpe. Ya desde el siglo IV antes de nuestra era, el padre de la medicina Hipócrates de Cos, reconoció la importancia de la alimentación en el mantenimiento de la salud, a tal grado, que incluso se le atribuye el siguiente lema: “Deja que las medicinas sean tu alimento y los alimentos tu medicina”.

Un par de milenios más tarde, dicha afirmación vuelve a estar de moda debido a la creciente preocu-pación por la salud, especialmente entre los países del primer mundo. Y es que el constante aumento en las esperanzas de vida de la población ha condu-cido a un incremento en la incidencia de enfermeda-des propias de la abundancia, tales como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. Lo cual a su vez, ha contribuido a disparar los gastos relacionados con el cuidado médico a la estratósfe-ra, tanto para el estado como para los particulares, estimulando así el desarrollo de políticas públicas basadas en evitar el riesgo de adquirir dichas enfer-medades más que en su cura.

Ahora bien, una buena cantidad de evidencia científica apunta al hecho de que las enfermedades antes mencionadas –entre muchas otras– pudieran estar relacionadas con el consumo (o falta de éste) de ciertos compuestos presentes en algunos alimen-tos. En teoría, la clave para la prevención de dichas enfermedades pudiera estar, por lo menos en parte, en nuestra dieta.

Desde el punto de vista académico, se ha pro-puesto el término alimento funcional, para definir a aquel alimento del cual se ha demostrado satisfac-toriamente que es capaz de afectar positivamente a una o más funciones del organismo más allá de la adecuada nutrición, de tal manera que su consumo incremente la salud y el bienestar o reduzca el ries-go de contraer alguna enfermedad. Dicho concepto, fue introducido en Japón a mediados de los años 80 del siglo veinte, donde este tipo de platillos reci-bieron el nombre de Alimentos para el uso específico de la salud (o FOSHU, por sus siglas en inglés). Pero, ¿qué necesita un producto alimenticio para ser consi-derado como alimento funcional?

Se puede decir que un alimento es funcional cuan-do cumple cualquiera de los siguientes criterios:

1) contiene algún ingrediente (nutritivo o no) que afecta una o más funciones corporales de forma controlada; o

2) posee algún efecto fisiológico o psicológico, aparte de la consabida función nutrimental.

El ingrediente clave, que hace que el alimento en cuestión sea considerado “funcional”, puede ser tanto un macronutriente esencial con efectos fisio-lógicos específicos –por ejemplo los famosos ácidos grasos omega 3–, como un micronutriente esencial cuya ingesta diaria se encuentre por debajo de los lími-tes recomendados (es el caso de los productos que se anuncian como “adicionados con vitaminas y minera-les”). Así mismo, podría tratarse de algún compues-to nutritivo no considerado esencial (como algunos oligosacáridos) o incluso no tener siquiera valor nutrimental (los microorganismos vivos conocidos como probióticos y algunos compuestos fitoquími-cos, serían los ejemplos más relevantes).

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3. Comida encapsulada: nutracéuticos y com-plementos alimenticiosAhora bien, para que podamos considerar que un producto es un alimento funcional, antes que nada –como su nombre lo indica– debe ser un alimento. Es decir, debe ser consumido como parte de la dieta regular y no en forma de gotas, píldoras o cualquier otro tipo de preparación farmacéutica.

la fabricación y comercialización de los complemen-tos alimenticios se rige por la mucho menos estricta normatividad aplicable a la industria alimentaria y no a la farmacéutica.

De cualquier forma, cabe mencionar que en la práctica los límites entre un medicamento y un complemento alimenticio no siempre son muy cla-ros para el consumidor, y de ahí la surrealista (y como comentábamos, pérfida) advertencia: “Este producto no es un medicamento”.

4. Consideraciones finales: cocina y farmacia, juntos pero no revueltosLa importancia de la dieta en el tratamiento y preven-ción de diversas enfermedades resulta difícil de ne-gar. Cada vez hay más evidencia científica que apunta a la presencia de compuestos útiles desde el punto de vista farmacológico en nuestra comida de cada día, muchos de los cuales no tardarán en formar parte tanto de medicamentos propiamente dichos, como de esos híbridos conocidos como alimentos funcio-nales. Podemos afirmar que las interacciones entre la industria de los alimentos y la farmacéutica han sido provechosas tanto para una como para la otra y segui-rán siéndolo en el futuro cercano.

Sin embargo, conviene recordar aunque sólo sea para evitar confusiones, que –como diría “el filóso-fo de Güémez”– la comida es comida y la medicina es medicina. Así que, por muchas propiedades cu-rativas que tengan nuestros alimentos, en caso de enfermedad no sustituyen de ninguna manera a un medicamento bien recetado.

Por otro lado, en muchas ocasiones la formula-ción de complementos alimenticios obedece más a necesidades de mercado que a los requerimientos del consumidor, quien al fin y al cabo podría resol-verlos en la mayoría de los casos con una dieta ba-lanceada. Quizás vaya siendo hora de devolver a la cocina lo que es de la cocina y a la farmacia lo que es de la farmacia, para beneficio de ambas y por su-puesto, del consumidor.

Bibliografía

Roberfroid, M. B. (2000). “Defining functional foods” en Functional foods concept to product. Cambridge: G. R. Gibson and C. M. Williams. Woodhead Publishing, pp. 9-26.

Gabina Sol Quintas¹

El árbol de macadamiay mi historia de vida

D iosito me perdone y el Centro de Investigaciones Tropicales no me excomulgue por esta confesión:

Mi vida emocional, irracional, sensual, amorosa y rencorosa, ha sido el motor de mi encuentro con el árbol de macadamia.

Hace más de diez años, un desamor me llevó a vivir en la casa de una bailarina muy famosa por su gran trayectoria y fortaleza. Ella vivía el luto de su esposo, con quien compartió 44 años de vida, y yo… ¡¡vivía el desamor de un macho, mujeriego y latín lover!! Era invierno, había lágrimas, caras tristes, silencio, chimenea, calditos de pollo y millones de nueces de macadamia en el piso de su huerta, abandonada varios años atrás.

El amor entre nosotras comenzó a crecer, yo encontré en ella a la madre que siempre esperé por su gran dulzura y apoyo; ella…, no sé si encontró algo, pero siempre agradeció mi presencia.

En fin, el amor de mí hacia ella creció y creció. Un día me decidí apoyarla con la plantación de macadamia que había establecido su esposo, y en la cual ella no tenía esperanzas. Debo aceptar pública-mente que yo veía aquel árbol tan feo, sin chiste… ¡¡Hojas duras que te rasguñan y unas bolas duras en el piso con las que te puedes res-balar: un horror!! Pero a pesar de esto, me acerqué al árbol y traté de vender la cosecha para que ella estuviera más estable emocional y económicamente.

¹ Estudiante del Centro de Investigaciones Tropicales de la Universidad Veracruzana (Citro-UV).

Pero ¿qué sucede con los artículos que nos venden en las farmacias y que, como comentábamos al prin-cipio, no son propiamente medicamentos?

Cuando los componentes biológicamente acti-vos contenidos en los alimentos son consumidos de esta forma, se habla de nutracéuticos. El problema es que aún no existe un consenso universal entre los especialistas con respecto a la definición académica de dicho concepto, si bien se han dado pasos importantes en este sentido. Quizás lo más adecuado sería referirse a este tipo de productos como complementos alimen-ticios, denominación aceptada, por lo menos desde el punto de vista legal.

De acuerdo con la Diet Supplement Health Edu-cation Act, publicada por el gobierno de Estados Unidos de América, un complemento alimenticio es un producto diseñado para complementar la dieta y que contiene uno o más de ciertos ingredientes dietarios específicos (vitaminas, minerales, aminoá-cidos, metabolitos, extractos, hierbas u otros pro-ductos botánicos), tomados en forma de cápsulas, gotas, tabletas o similares.

Hay que distinguir entre un complemento alimen-ticio y un medicamento propiamente dicho, ya que el primero tiene como función principal la prevención de las enfermedades, mientras que el segundo está di-señado para su curación una vez que el padecimiento se ha establecido. Además,

los complementos alimenticios suelen ser extractos crudos en los cuales se mezclan muchas sustancias que interactúan entre sí y con el organismo de ma-neras a veces difíciles de explicar,

en tanto que los medicamentos están formulados por un principio activo cuidadosamente purificado y dosificado, cuyo modo de acción y posibles efectos secundarios han sido estudiados desde el punto de vista farmacológico.

Recurrir a un medicamento presupone –por lo menos en teoría– la receta de un especialista mé-dico, mientras que el uso de un complemento ali-menticio “es responsabilidad de quien lo consume y quien lo recomienda”, como nos recuerdan las etiquetas. Finalmente, desde el punto de vista legal,

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Desde ese entonces hasta ahora, la demanda in-ternacional por la nuez de macadamia no ha cesado, tal es así que la compañía sudafricana Green Farm Nut Company me contrató como acopiadora de esta nuez (procesada y sin procesar); también trabajé para Sol Caribe (empresa costarricense) y hasta he trabajado con un empresario suizo, el cual me causó la tortícolis más veloz que he experimentado, al fal-tarme un cero en la contabilidad de la empresa; pero eso sí… le aprendí mucho y he conocido Sudáfrica, Costa Rica y Suiza.

Conocí al representante de la Asociación Brasile-ña de Macadamia (ABM), un ingeniero agrónomo y poeta que dio inicio al III Congreso Internacional de Macadamia, leyendo un poema dedicado a la vida… tal acto me encantó.

A nivel nacional, he conocido músicos, comer-ciantes, bailarines, campesinos, antropólogos, bió-logos, peleadores de gallos, psicólogos, vendedores automotrices, chalanes y corredores de caballos, todos productores de macadamia, que con su expe-riencia me motivan a continuar aprendiendo sobre este cultivo y su contexto social, económico, político y ambiental.

Poco a poco he aprendido más sobre este cultivo al punto de estar hoy convencida de que es una ver-dadera hermosura, sus flores rosadas como orquí-deas en miniatura son un excelente negocio, un gran alimento (80% grasas insaturadas, Omega3, vitami-nas y fibra). Además, este cultivo al ser un árbol, nos brinda muchos servicios ambientales tales como protección y enriquecimiento del suelo, sombra, retención de agua, captura de bióxido de carbono y refugio para varias especies animales y vegetales.

Hoy me encuentro en el Citro-UV iniciando un doctorado en Ecología Tropical, y gracias a ti, lector, y a todos los ciudadanos mexicanos a través de sus impuestos recibo una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. El interés que tengo es inves-tigar la posibilidad de introducir este árbol frutal en los agroecosistemas de la región de Tlalnelhua-yocan, Veracruz, mediante sistemas agroforestales como los silvopastoriles, en los cuales se integran los árboles de macadamia a los potreros, junto con el ganado, contribuyendo así, a generar mayores in-gresos económicos en los pobladores de la región, a enriquecer la biodiversidad de los potreros y a con-servar la biodiversidad de la zona, reduciendo la pre-sión que actualmente se ejerce sobre los pequeños fragmentos de bosque mesófilo de montaña que aún sobreviven en esta región.

Valeria Guzmán Jacob, Thorsten Krömer,Juan Carlos López Acosta¹

El microcosmosdentro de las bromelias

L as bromelias epífitas son plantas cuya particular forma ha sido reconocida con muchos nombres. En Xalapa, donde tiene su sede

el Centro de Investigaciones Tropicales (Citro) de la Universidad Ve-racruzana (UV), se les conoce como tenchos, aunque en otras regiones como Oaxaca les dicen magueyitos o planta de pita, en Jalisco. Estas bromelias suelen distinguirse porque viven sobre otras plantas, prefe-rentemente sobre las ramas y troncos de los árboles. Seguramente las has visto, pero si no es así, te invitamos a conocerlas la próxima vez que camines en un parque. Sólo tienes que observar las ramas o tron-cos de árboles grandes, probablemente ahí estarán.

Pero no todas las bromelias crecen sobre los árboles, algunas otras prefieren crecer en tierra, sobre rocas o incluso les gusta crecer sobre los cables de luz.

Las bromelias que viven sobre los árboles no les causan ningún daño a éstos, únicamente los utilizan como soporte para poder alcan-zar la luz del sol y la lluvia. En otras palabras, las bromelias epífitas o tenchos no son plantas parásitas de los árboles, no roban nutrientes porque sus raíces sólo sirven para agarrarse fuertemente a la corteza del árbol. Aunque en algunas ocasiones, la acumulación de estas plan-tas es tan grande que provoca la caída de ramas enteras, por lo cual se les ha señalado como parásitas estructurales.

Las bromelias toman los nutrientes que necesitan de la lluvia, ho-jarasca y demás materia orgánica que se acumula en los pequeños ori-ficios o tanques que se forman entre la unión de sus hojas. Es justo ahí donde ocurre algo parecido a la digestión, en la base de las hojas, donde unas escamas microscópicas absorben los nutrientes que serán transportados al interior de la planta.

¿Has observado de cerca un árbol? ¿Lograste ver las plantas que descansan sobre las ramas? ¿Te has preguntado qué son y qué hacen ahí?

¹ Investigadores del Centro de Investigaciones Tropicales de la UV.

Isaac Parra

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¿Qué hacen ahí arriba?La mayoría de las plantas crecen en el suelo y obtie-nen de éste los nutrientes que necesitan, pero las bromelias epífitas encontraron sobre los árboles las mejores condiciones de vida, lo que les provee un sustrato y acceso a la luz. Sin embargo, vivir sobre otras plantas no es nada fácil. En primer lugar, se debe tener en cuenta que no hay un suelo que ofrez-ca los nutrientes y humedad que cualquier planta necesita para sus funciones vitales.

Por esta razón las bromelias epífitas tienen que aprovechar la materia orgánica y el agua de lluvia que se acumula entre sus hojas para absorber de ahí, la humedad y los nutrientes necesarios.

Esto sucede cuando algunas bromelias de tipo tan-que, clasificadas como fitotelmata (phytos=planta, telma=estanque), llegan a ser tan grandes que des-pués de un chubasco pueden acumular varios litros de agua entre sus hojas, aunque depende del tamaño que tenga cada planta, formando así pequeños “la-gos” suspendidos en las alturas de los árboles, los cuales acogen una gran cantidad de animales, prin-cipalmente insectos.

Por esta razón, estos “lagos” aéreos son de vital importancia ecológica en un bosque, ya que para mucha fauna son un buen refugio donde, además, desarrollan su ciclo de vida, ya que está lleno de co-mida y humedad.

En este sentido, las bromelias se vuelven el hábi-tat de muchos animales, principalmente de insectos como arañas, mariposas y moscas, pero también de escarabajos, escorpiones y hasta vertebrados como salamandras o ranas. Todos ellos pueden habitar una sola bromelia al mismo tiempo, compartiendo las cavidades que forman sus hojas.

Es importante recordar que los insectos son una de las formas de vida más exitosas de la Tierra. Se conocen, por ejemplo, alrededor de 4 500 especies de mamíferos; 9 mil de aves; 300 mil especies de plantas vasculares y cerca de un millón de especies de insectos.

Los insectos han podido colonizar cada rincón de la Tierra, viven en los bosques, selvas, desiertos, en-terrados bajo tierra, en charcos e incluso en convi-vencia íntima con los seres humanos y muchos otros seres vivos o muertos.

En el interior de las bromelias de tipo tanque, es-tos bichos son un grupo extraordinariamente diver-so y presentan también una gran gama de colores, formas y tamaños.

En una bromelia es posible encontrar grandes es-carabajos pero también algunos muy pequeñitos, de hasta menos de un milímetro.

La relación que tienen estos animales con las bro-melias es muy estrecha, pero ¿qué tanto hacen los bichos ahí dentro? Para responder a esta pregunta debemos pensar en la bromelia como un condomi-nio en el que habitan diversos tipos de familias y que éstas a su vez se dedican a diferentes cosas. Algunos de estos habitantes se dedican a reciclar los nutrien-tes que los demás ya no necesitan o desechan, estos insectos se llaman detrívoros, ya que se alimentan del detrito o materia orgánica en descomposición.

Algunos otros habitantes de las bromelias se ali-mentan de ellas. Así es, se comen pequeñas partes de las hojas de su planta hospedera, aunque hay los que prefieren alimentarse del conjunto de flores o inflorescencias. Otros bichos se alimentan de in-sectos más pequeños, pero también hay bichos que sólo viven entre las hojas de la bromelia únicamen-te mientras cumplen una parte de su ciclo de vida, como algunas larvas de mosquito.

Es sorprendente que estas plantas puedan alber-gar a tan variada fauna y que ésta a su vez sea la fuen-te de alimento más importante para animales más grandes como algunas aves y pequeños mamíferos.

Todos estos insectos no sólo utilizan el refugio y los recursos que la bromelia les brinda, sino que los desechos que éstos dejan en el transcurso de su estancia o al morir dentro de la misma planta, sirven de nutrientes que la bromelia puede aprovechar.

Los insectos son partícipes en todos los procesos relacionados con la vida, son consumidores y degra-dadores de la materia viva o muerta que se encuen-tra a su paso. Por su parte,

¿Has visto alguna vez un lago flotando en el cielo?Generalmente cuando uno piensa en un lago se ima-gina una gran extensión de agua dulce o salada, se-parada del mar y que está rodeada por tierra. Pero a una escala mucho más pequeña existen pequeños lagos que no se ven con mucha frecuencia, son las acumulaciones de agua que se forman dentro de los tanques de las bromelias.

las bromelias cumplen una función vital para estos animales, ya que son el mejor refugio y hogar que pueden encontrar estos bichos,

formando en su conjunto un microcosmos inigua-lable lleno de vida, color y vértigo en las alturas de los árboles.

Lamentablemente, estas plantas, así como mu-chas otras epifitas, están seriamente amenazadas en los bosques de niebla, debido a la continua defo-restación. Al tirar un árbol grande mueren decenas de bromelias, dejando sin hogar a muchos insectos que difícilmente sobrevivirían sin ellas.

Esperamos que estas líneas despierten tu curiosi-dad sobre las bromelias y todos los animales que pueden vivir dentro de ellas. La próxima vez que camines bajo un árbol no olvides mirar hacia arriba y tratar de locali-zar una que otra bromelia, la cual seguramente alberga-rá numerosos y sorprendentes insectos.

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E n la expresión Arte, Ciencia, Luz –el lema histórico de la Univer-sidad Veracruzana, creado por su primer rector, Manuel Suárez

Trujillo– se refleja de forma sintética el espíritu que anima a los uni-versitarios, la trayectoria propia de nuestra institución: casa para el desarrollo y la educación para el arte, punto de partida para la forma-ción de inteligencias científicas exigentes y creativas, y faro que guía el desarrollo de nuestra comunidad, que le da sentido y coherencia como universidad pública al servicio de todos.

Iniciamos con este número de Gaceta de la Universidad Veracruzana el primero de una serie en torno al lema universitario, acuñado ya en la memoria colectiva de una comunidad que crece, se desarrolla, for-talece y hace de su alma mater un recinto para la libertad, la inclusión y la reflexión.

ArteEl arte no tiene, en absoluto, una función puramente estética, sino también social porque en medio de una realidad caótica y cruel puede –además de transmitir belleza– ser un remanso, un punto, un espa-cio de reflexión y replanteamiento de aquello que representa y del propio soporte o material en el que se expresa.

Marcada por una sólida tradición artística, la Universidad Veracru-zana ha desplegado durante 68 años una maquinaria material y hu-mana, perfectamente integrada, que abarca a todas las artes: pintura, música, literatura, danza, teatro, y la lleva al espacio público más pri-vado que hay, la imaginación. De ello entregamos una pequeña mues-tra a nuestros lectores en el presente número.

Espacio para la

arte UVManifestación de la mirada humana

Instrumento transformador

(Isaac Parra)

libertad y la inclusión:

y guía de nuestracomunidad

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Entrevista con la artista plástica Leticia Tarragó

El arte de volar pintando

Adriana Vivanco

En el marco del programa Mujeres de ideas largas, la UV le otorgó un reconocimiento a su trayectoria

Destaca valor del arte como eje central de la educación espiritual y material de la sociedad

O rizaba, la ciudad de las aguas alegres, enclavada entre los ríos Blanco e Ixtaczoquitlán, casa del Palacio de Hierro, la Plaza Con-

sistorial, la Piedra del Gigante, el cerro del Borrego y del Ojo de Agua, es la cuna de la pintora y grabadora Leticia Tarragó, quien ha destacado en el campo de la plástica a nivel internacional con sus característicos personajes que a través de sus obras nos transportan al mundo de la magia onírica ataviada de nítidos colores y formas.

Tal vez para entender mejor su relación con la pintura, sirva ex-plicar que Tarragó nació y creció en un entorno familiar íntimamente ligado al arte: “En casa, desde que podía uno sostenerse en el banquillo frente al piano, comenzaba la iniciación musical; se hacía poesía; mi padre elaboraba artículos y en la biblioteca familiar yo estaba rodeada de libros con ilustraciones bellísimas que hicieron que desde muy tem-prana edad evidenciara inclinaciones hacia el dibujo”.

En su trayectoria como artista plástica, ha sido reconocida con un sinnúmero de galardones de entre los que destacan el Premio Nacional de Grabado del Salón de la Plástica Mexicana, la Presea Orquídea de Pla-ta de la Asociación Universitaria de Veracruz, así como el nombramiento como miembro honorario vitalicio del Seminario de Cultura Mexicana.

Aunque veracruzana de origen y corazón, recibe fuera del terruño su educación formal como artista plástica, principalmente en las capi-tales de México y Polonia, donde inició su desarrollo en el campo de la pintura. Es así que bajo la tutela de artistas como el Dr. Atl y Silvia San-tamaría empieza su camino en la plástica a sus escasos 13 años de edad en La Esmeralda, donde logra realizar su primera exposición individual a propósito de su primer viaje a Holanda –producto de un premio por ilustración de calendario para la aeronáutica KLM que ganó a los 16 años–, muestra en la que retrató paisajes y figuras típicas de esa región.

“Aparte de haber sido un viaje de trabajo fue un encuentro mágico con ese entorno en el que quería –a través de mis dibujos– plasmar cada imagen que se presentaba frente a mis ojos como si fuera una cámara fotográfica, no en el sentido del hiperrealis-mo, pero sí bajo la idea de guardar cada momento en mi cuaderno de dibujos, que finalmente reuní para realizar mi primera exposición en la que el Dr. Atl y Siqueiros colaboraron con los textos de sala”, ex-plica Tarragó.

La exdiscípula del Dr. Atl iniciada también en los talleres del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), continuó su trabajo posteriormente en Ho-landa, Suiza y Estados Unidos hasta establecerse de manera definitiva en México, en donde en conjunto con su esposo, el también artista plástico Fernando Vilchis, desarrolló diversos proyectos de promoción e impulso al arte de entre los que resalta la funda-ción del taller de grabado de la Universidad de Oaxa-ca, así como su constante labor artística y la intensa labor de divulgación que siempre la caracterizó des-de sus inicios en 1980, como parte del cuerpo de in-vestigadores de la UV.

“Es así que Tarragó se convierte en un símbolo de identidad del arte mexicano, veracruzano y muy especialmente universitario” señaló Porfirio Carrillo Castilla durante el homenaje realizado a la oriza-beña en la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de

Información (USBI), campus Xalapa, en el que la Secretaría Académica de la Universidad Veracruza-na reconoció su trayectoria artística y universitaria a través de su programa Mujeres de ideas largas, en el que por iniciativa de Carrillo Castilla mes con mes se celebra la trayectoria de las más destacadas universitarias. En este contexto, Tarragó comparte algunas de sus experiencias personales relacionadas con el arte y la educación en México.

El surgimiento de la artista“En las distintas etapas de desarrollo personal ad-quirimos una visión sobre las cosas, que con el tiempo cambia o se fortalece, dependiendo de las circunstancias que nos van rodeando. En este senti-do es que en mis inicios yo pintaba muy al estilo de la escuela mexicana de pintura, influenciada desde luego por mis maestros Fernando Pacheco, Felicia-no Peña y Pablo O’Higgins quienes manejaban un concepto de la pintura muy mexicanista.

A mi salida de La Esmeralda entré en una crisis de identidad artística, no encontraba qué y cómo lo quería pintar

y fue mi incursión en el campo del grabado, en el taller de grabado del INBA, que me ayudó en esta búsqueda y por fin me encontré a mí misma. Así ini-cié un trabajo más personal en el que los niños, los seres alados y espectrales cobraron un papel esen-cial en mi obra. Todo este ambiente fantasmagórico

“La conformación de un estilo se hace de modo inconsciente, es un acto en el que lo más importante es seguir siendo uno. Es como la huella digital. Uno tiene su huella y ésta permanece pese a todo”: Leticia Tarragó. (Archivo)

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retomado en mi trabajo es producto de mi infancia en la que caminaba por una Orizaba blanca rodeada de neblina, con la cabeza y la imaginación llena de historias y leyendas locales de apariciones y espan-tos que procesé para sacar mis temas en la pintura y el grabado.

Esta fantasía de las alas me he fijado que el di-rector de cine italiano Fellini, oriundo también de un país profundamente católico, maneja muchas imágenes en sus películas de ángeles y seres ala-dos, imágenes de la misma raíz –crecer en un en-torno hondamente religioso– que los personajes que yo manejo en mi obra plástica.

La fantasía de volar es un hecho generalizado en la humanidad que se ve materializado muchas veces en los sueños, en los que se tiene la posibilidad inclu-so de separarse del cuerpo –exteriorización– o sola-mente volar y ver escenas que solamente se podrían ver desde el aire. Esta ilusión de volar, en la mayor parte de la gente se queda sólo como eso, pero para el artista se convierte en un elemento dúctil para la creación de un sinfín de escenarios e historias.

Los protagonistasLa infancia protagoniza mucho de mi producción porque significa la transparencia, la ingenuidad, la espontaneidad, la magia y la transparencia que ca-racteriza a esta etapa de la vida humana en la que nos damos el lujo de decir lo que pensamos y sentimos sin reprimirnos y sin preocuparnos demasiado por lo que piensan los demás, caso contrario con la adultez en la que regidos bajo las normas sociales tendemos a ma-nifestarnos ante la gente de manera prejuiciosa e in-cluso hipócrita, porque asumimos que tenemos que ser como los demás y nos uniformamos, pero como los infantes no adolecen de este mal son perfectos para integrarse a cualquier contexto.

De este modo es que los niños y niñas en mis cua-dros son unos espectadores del mundo que los rodea en la obra y de nuestro mundo.

El estiloLa conformación de un estilo se hace de modo in-consciente, acto en el que lo más importante es se-guir siendo uno. Es como la huella digital. Uno tiene su huella y ésta permanece pese a todo, a veces se pueden ver pintores que de pronto son abstractos y después figurativos y luego cambian de modo ra-dical, nuevamente, como síntoma de que no están siendo ellos mismos y eso se refleja en su trabajo.

La identidad en el arteLa globalización ha pretendido que perdamos nues-tra identidad y aunque en la época de Diego Rivera y Frida Kahlo se vivió un auge de la identidad de lo mexicano desde el arte. Después de los años sesen-ta, en los que fuimos clasificados como país subde-sarrollado, se ha perdido esta identidad mexicana en el arte, cambiada por muchos jóvenes que voltean la mirada hacia lo extranjero y sus influencias en todos los sentidos, para hacer su obra desde una perspec-tiva descontextualizada de la realidad mexicana. Así nos topamos con una caja de zapatos en una galería, por dar un ejemplo.

Es fundamental darse cuenta de que los mexica-nos somos mexicanos y como tales, además de los muchos defectos que nos pueden achacar, tenemos una identidad llena de referentes naturales, históri-cos, sociales y culturales que son materia prima idó-nea para el quehacer artístico. Yo estoy convencida de que eso es algo que no hay que perder, por eso es importante seguir siendo uno.

Es tal vez por eso que no puedo vivir lejos de México, he realizado estancias de un año, por ejem-plo, en el extranjero pero no logro adaptarme por-que me siguen haciendo falta los referentes de mi nación, mi comida, mis costumbres y en general me eludo de perder mi identidad nacional, circunstan-cia que, cuando se vive de manera constante en otro país, se da con facilidad.

El compromiso del artistaEn este marco de pérdida identitaria los artistas tenemos un compromiso muy grande al vivir en un país donde la educación espiritual y material ha sido relegada a un segundo plano por las políticas públicas, problemática que genera otras conse-cuencias como la pérdida de autoestima e incluso la inseguridad y la pobreza, ya que ambas son en esencia problemas de falta de educación y cabe aclarar en este contexto que una persona muy rica también puede ser un delincuente, porque eso no es un problema de dinero sino de educación.

La educación es un todo. No es solamente apren-der a leer y escribir. Es necesario leer libros, ir a museos y conciertos para desarrollar el espíritu y la creatividad, de este modo si llevamos a un niño a un museo a ver una caja de zapatos qué enseñanza va a recibir, qué puede entender por arte, eso no es arte, el arte es cuando el espíritu o uno mismo se siente conmovido, bien o mal, con algo que se está viendo.

Volar pintandoAunque en primera instancia el uso de los seres ala-dos en mi trabajo tiene un origen religioso, ya que proviene de una tradición católica en la que cuando niña a mí y a mis hermanas nos vestían de angelitas para ir a dejar flores a la iglesia para alguna festivi-dad, la realidad es que este hecho, más que simbolizar un rito religioso para mí significaba la oportunidad de ponerse las alas como símbolo de la posibilidad de volar y ser libre de hacer cualquier cosa.

Cuando voy a una exposición salgo agradecida, con ganas de hacer cosas y de buen humor y el arte se trata un poco de eso, de transmitir satisfacción a los demás, porque vivimos en un mundo lleno de violencia y agresiones por lo que el artista de hoy tiene la tarea subir de tono al espectador y llevarlo a estados emocionales positivos.

Xalapa cuna del arteXalapa ha sido mi casa porque desde que tuve la opor-tunidad de venir con Fernando, me fasciné por el clima, la vegetación y el ambiente tan parecidos a mi hogar de infancia.

De este modo aproveché los tonos de la tinta y el aguafuerte que se ocupan en el grabado y que son de gran utilidad para el trabajo de este tipo de temáticas.

Posteriormente al cambiar de residencia a Cancún, me dejé llevar por los temas y colores saturados de la naturaleza que me rodeaba, cambiando entonces a mis figuras del espacio espectral a los jardines y paisajes de colores intensos.

Esto, aunado a la gran apertura que se daba en ese momento a la cultura y al arte, el Ágora Veracruzana realmente era el espacio ideal para el desarrollo per-sonal y profesional de cualquier artista.

Te sentabas en un café y te encontrabas con otros creadores –venía mucha gente de México y del extran-jero– de distintas áreas, que igual que uno estaban en una búsqueda constante de retroalimentación.

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Símbolo claro de este desarrollo artístico era la Orquesta Sinfónica de Xalapa y la Universidad Vera-cruzana, que en ese entonces no estaba burocratizada aún por los procesos sindicales y al ser una instancia de educación superior aún pequeña y en desarrollo, se daba el lujo de promover el arte en todas sus ex-presiones; uno de estos proyectos vinculados a la música era el de los conciertos de la Sinfónica que se presentaban los viernes y se repetían de manera gra-tuita los domingos al medio día para contar con la asistencia de niños y niñas que llenaban el lugar de ruido pero que sin falta asistían cada fin de semana a escuchar música clásica.

Existía una convicción tanto en la UV como en sus artistas de educar bajo cualquier circunstancia, sólo por el amor a la profesión y la conciencia de sa-ber la importancia de colaborar en la formación de las futuras generaciones de ciudadanos.

Satisfacciones de universitariaMi paso por la UV fue una grata experiencia, en es-pecial los primeros 15 años en el Instituto de Artes Plásticas de la UV, en que tuve la oportunidad de co-laborar en obras de teatro haciendo escenografías, textos de mano, carteles y programas que se daban a partir de un trabajo artístico interdisciplinario y por ende sumamente enriquecedor.

Desgraciadamente hoy en día se ha perdido mu-cho de esta mística intelectual de la ciudad, producto –me parece– de esta falta de inter y transdisciplina-riedad en el arte, es decir los teatreros ya no tienen nada que ver con los pintores, los escultores no tie-nen relación con los escritores o con los bailarines, etcétera. El arte en Xalapa se ha desmembrado y aho-ra cada disciplina se desarrolla de manera indepen-diente dejando de recibir esa retroalimentación tan rica con la que tuvimos la oportunidad de crecer los artistas de mi generación.

Dentro del trabajo del artista, diversos son los frentes que se abordan, en mi caso muchas han sido la satisfacciones, por ejemplo el que de pronto se me acerque un adolescente o un adulto a decirme que creció mirando mis dibujos en los libros de la SEP y que éstos le provocaron interés por el arte, o el haber tenido la oportunidad de ilustrar obras de literatos como Elena Garro, Juan José Arreola, Sergio Pitol y del entrañable Sergio Galindo; son oportunidades que surgieron para mí dentro de la UV.

Pensó que su destino era convertirse enabogada y pianista

Mi encuentro con la literatura fue mucho antes de caminar: Esther Hernández-Palacios

Paola Cortés Pérez

Su obra Diario de una madre mutilada fue reconocida conel premio Testimonio Carlos Montemayor 2011, otorgado por el Instituto Chihuahuense de Cultura y Conaculta

Expresó que la creación literaria puede ser una “lámpara” o “cuerda”, para los lectores y escritores que sienten dolor

D esde antes de nacer, María Esther Hernández-Palacios Mirón ya tenía una relación estrecha con las letras. Como ella misma dice

“mi encuentro con la literatura fue mucho antes de caminar”. Hernández-Palacios nació en Xalapa, Veracruz, el 16 de abril de

1952. Es licenciada en Letras Españolas por la Universidad Veracru-zana (UV); obtuvo la maestría en Letras Modernas por esta casa de estudios y la maestría en Lingüística por la Universidad de Toulouse Le Mirail, en Francia; también tiene el doctorado en Letras Modernas, por la Universidad Iberoamericana.

Desde su época de estudiante, se caracterizó por ser incesante tra-bajadora en la investigación y crítica literaria, ensayista, poeta, escri-tora y activista social.

Pero su vida personal y laboral dio un vuelco desafortunado: en agosto de 2010, su hija Irene Méndez Hernández fue asesinada. “Eso me cambió hasta el PH”, afirma la escritora.

Paradójicamente, de esa tragedia surgió el libro Diario de una ma-dre mutilada, el cual fue reconocido por el Instituto Chihuahuense de Cultura y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).

En la actualidad, la veracruzana piensa que la literatura y la tecnolo-gía no están peleadas, por el contrario, constituyen una valiosa herra-mienta para incentivar a los niños a leer; ejemplo de ello, dice, son las nuevas generaciones de escritores, que vienen con gran empuje.

Hernández-Palacios trabaja en la UV desde hace 30 años, donde forma parte del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias (IILL). Además, ha sido becaria de El Colegio de México, de la Funda-ción Fullbright y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.

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En la entrevista que a continuación se presenta, la literata habla sobre su trabajo al frente del Ins-tituto Veracruzano de Cultura (IVEC), del papel de Javier Sicilia en el activismo social, la violencia en la literatura, de la palabra escrita como forma de ma-nifestación y de la literatura como una “tabla de salvación” frente al dolor.

PCP: ¿Cómo fue su primer acercamiento con las letras?

EHP: Fue muy temprano, porque mi mamá era es-pecialista en literatura infantil. Fue maestra desde la primera generación de educadoras de preescolar en la Normal Veracruzana.

Mucho antes de que yo naciera y de que mi mamá se casara, ella hizo una formación especial en Méxi-co para enseñar literatura infantil, entonces mi mamá me leyó desde antes que yo hablara, me leía poemas, cuentos. Mi encuentro con la literatura fue mucho antes de caminar.

PCP: ¿Cómo decidió que se dedicaría a las letras?

EHP: Eso fue difícil, porque mi influencia mayor (aunque la de mi madre fue importantísima) fue la de mi papá¹, un hombre muy culto y gran cono-cedor de la literatura, con una biblioteca enorme y una pasión por la literatura; quería que fuera abo-gada o pianista.

Recuerdo que me compró un piano cuando tenía 10 años, a los 8 años entré al Conservatorio para estudiar solfeo y piano, ese era –se suponía– mi ca-rrera o destino: abogada o pianista, y pues no le di gusto, porque uno tiene que hacer lo que uno quiere y cada vez me gustaba más la literatura.

En el primer semestre de mi formación profesio-nal, entré a las dos carreras: Derecho y Letras. Hice los dos semestres y saqué las calificaciones de am-bas, y con la boleta en la mano le dije a mi papá: “Sí puedo pero no quiero”, y me quedé en Letras contra viento y marea.

Aunque decían que me iba a morir de hambre, como que no les gustaba mucho, porque el ambiente de esos años en la Facultad de Humanidades era de mucha rebeldía, e hizo que pasara lo que pasó: que soy una persona muy rebelde.

PCP: Sobre su vida estudiantil, ¿qué nos puede com-partir?...

EHP: Fue maravillosa, todavía recuerdo los años de la Facultad allí en Juárez [en el centro de la ciudad de Xalapa, a un costado de la Prepa Juárez], estudié en la Universidad Veracruzana, con unos maestros muy buenos que me marcaron: la maestra Mary Christen y el maestro Francisco González Arambu-ro, quien me enseñó a traducir del inglés.

Mary Christen me enseñó literatura universal y medieval; el maestro César Rodríguez Chicharro era un hombre cultísimo. Después, dos parejas de argen-tinos que en esta ola del exilio llegaron a la Facultad de Letras y traían muchas cuestiones teóricas que en ese momento eran completamente nuevas, tenían que ver con todas las corrientes estructuralistas que después dieron lugar a la semiótica, entre otras.

Desde el punto de vista de la formación, tuve muy buenas bases y desde el punto de vista de experiencia vital fue extraordinario, porque ahí hice amigos que hasta la fecha somos compañeros de vida.

PCP: Estando en la Facultad de Letras, ¿por cuál gé-nero se inclinó?

EHP: Siempre me incliné por la poesía, yo quería ser poeta, no lo fui, pero me dediqué entonces a estu-diar la poesía.

Desde la facultad siempre tuve una relación muy fuerte y un gusto muy grande por leer y estudiar la poesía, aunque también he leído muchísimo la na-rrativa. No soy una persona que se haya dedicado al estudio de la teoría de manera privilegiada, me he dedicado al estudio de la literatura pero uso las me-todologías como una herramienta.

PCP: ¿Cómo ha sido su trabajo como investigadora y crítica de las letras?

EHP: Ha sido muy rica, he ido transformándome como investigadora y crítica de la poesía en dos ver-tientes: por un lado, en la historiografía de la litera-tura, particularmente de algunos poetas a los que he intentado ubicar en su momento y en su contexto. Por ejemplo, acabo de terminar un libro dedicado a María Enriqueta Camarillo para la colección Viajes al siglo XIX, del Fondo de Cultura Económica, UNAM y Fundación para las Letras Mexicanas; precisamente mi acercamiento es historiográfico, hago una bio-grafía de ella y además una antología de su obra.

Pero también me he dedicado a la lectura crítica, al análisis de algunos poetas. Empecé siendo muy orto-doxa en cuanto a la utilización de un método y de una teoría para la lectura, y empecé siendo estructuralista.

Mi primer libro publicado fue La poesía de Jai-me Sabines, que también fue mi trabajo de tesis de licenciatura, fue un análisis poético-estructural. El último trabajo importante fue un libro que espero que salga de imprenta pronto, que es una lectura de la poesía completa de Enriqueta Ochoa, que es to-talmente distinto, porque es un trabajo que utiliza diversos elementos teóricos y metodológicos que según la poesía me va dictando, y es que busco las herramientas y no al revés.

Durante mucho tiempo estuve exclusivamente trabajando a José Juan Tablada, en este momento no lo estoy haciendo de manera exclusiva, pero por supuesto que es uno de mis autores más queridos y trabajados.

Al ser un autor muy vasto y muy diverso, ade-más escribió en todos los géneros literarios, me ha dado para estudiarlo, entonces no sólo he podido estudiarlo a través de su poesía, sino a través de sus memorias, crónicas, diario, críticas literarias y su es-tilo japonés que es uno de sus aspectos que me ha interesado mucho.

En general lo que hago en este momento, es irme más a la lectura profunda de la obra y a partir de ella es como busco cómo estudiarla.

PCP: ¿Y la experiencia de escribir para niños?

EHP: Yo siempre quise ser creadora, incluso quise estudiar Letras porque me interesaba ser poeta no porque quisiera ser crítica, derivé en crítica pero siempre me quedó –como nos queda a muchos me imagino- el gusanito de experimentar en la creación, y es la vida la que te lleva a la experiencia creativa.

Tuve hijas y les contaba cuentos y jugaba mucho con ellas a que también me contaban cuentos a mí, finalmente algunos de los cuentos los escribí y se los enseñé a mi amigo, el maestro José González Aram-buru, y me dijo “estos cuentos son publicables, lléva-los”. Los llevé a la Editorial Trillas, donde publicaron tres cuentos que ya están agotados.

Después seguí escribiendo con la fortuna que he podido publicar varios más, precisamente la Editora del Gobierno del Estado de Veracruz acaba de publi-carme uno.

PCP: ¿Qué aprendizaje le dejó crear para los niños?

EHP: Pues ha sido muy interesante, porque creo que desde la infancia es que hay que promover la lectura y cuando un niño se acostumbra a leer y escuchar literatura, se establece un nexo que no se va romper nunca, lo digo por mi experiencia y porque así ha sido el paso de mis hijas y ahora de mis nietos.

EHP: Al frente del IVEC y del Museo de Arte en el municipio de Orizaba, ¿qué acciones emprendió para acercar la cultura?

La mayor influencia literaria de Esther Hernández Palacios fue la de su padre, el distinguido ex rector de la UV, Aureliano Hernández Palacios, un hombre muy culto y gran conocedor de la literatura, con una biblioteca enorme y una pasión por la literatura. (Archivo)

¹ Su padre fue Aureliano Hernández-Palacios, distinguido exrector de la Universidad Veracruzana.

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EHP: En el museo fue realizar exposiciones tempo-rales, que hace mucho no había, hice un programa para que el público en general tuviera acercamien-to con la cultura a través de la música, conferencias y lecturas.

En las dos breves ocasiones que fui directora del IVEC, tomé como uno de los aspectos prioritarios el fomento a la lectura, y para no inventar ni nada, lo que hicimos fue sumarnos a los proyectos de promo-ción y difusión del libro y la lectura, sobre todo el de Salas de Lectura. Apostamos mucho a algún proyec-to en coordinación con Conaculta y Francia que se llamaba “Leamos de la mano de mamá y papá”, que eran talleres dirigidos a los papás para convencer-los de que hay que leerles a los niños muy chiquitos para crear ese hábito.

PCP: ¿Considera que la literatura ha ido de la mano con la modernidad?

EHP: Por supuesto, ahora hay nuevas formas de es-cribir que tienen que ver con los formatos que obli-gan las tecnologías como es el caso estilo Twitter muy breve. Los escritores jóvenes están haciendo cosas que son muy innovadoras.

PCP: ¿La tecnología es una aliada de la literatura?

EHP: Sí se ha vuelto amiga y también la tecnología se ve una posibilidad de suplir, pero yo no creo –por lo menos, así lo creo– que me toque ver la muerte total del libro en papel, pero sí cada vez más está compartiéndose la lectura del libro tradicional, con la lectura de los libros electrónicos.

PCP: ¿Qué opina de las nuevas generaciones de escritores?

EHP: Hay una riqueza enorme, si bien es cier-to que no somos un país de lectores, sí somos un país de grandes escritores, hay nombres trascen-dentes para la literatura universal, evidentemente que pienso en Octavio Paz; pero pienso en muchos otros como Rulfo, en tantos narradores como Vi-lloro, en Sergio Pitol, que han recibido reconoci-mientos más allá de México y que son pilares de nuestra narrativa y nuestra poesía.

Sí somos lectores, pero en una cantidad muy re-ducida, sí somos creadores pero no hay suficientes lectores, pero sigue habiendo una riqueza enorme de creadores jóvenes, y ahorita la Fundación para las Letras Mexicanas está trabajando mucho para pro-mover la escritura en los jóvenes y tratar de ayudarlos al darles herramientas.

PCP: La violencia ya ha incursionado en todos los géneros literarios, al grado de desplazar al amor, la aventura o la ciencia ficción, como temas centrales, ¿qué le parece?

EHP: Tenemos que escribir de lo que vivimos, y des-afortunadamente vivimos en un mundo extraordina-riamente violento. En México, y en Veracruz en este instante, no podemos cerrar los ojos ante lo que está pasando porque nos incumbe a todos de alguna for-ma u otra, está en nuestro día a día.

Y sí es cierto, en la literatura hispanoamericana, la literatura colombiana, literatura mexicana, lite-ratura argentina, literatura chilena, literatura gua-temalteca, son literaturas que están marcadas, muy marcadas, por la violencia; precisamente en estos momentos estoy trabajando en el cuerpo académico el tema de la violencia en la literatura hispanoame-ricana, que me ha permitido entrar a estudiar obras guatemaltecas.

Finalmente, yo terminé siendo creadora de un libro con el tema de la violencia.

PCP: ¿Qué tan valiosa puede ser la palabra escrita para expresar inconformidades o injusticias?, como en su caso?

EHP: Es importantísima, fundamental, una obra li-teraria con los temas tan fuertes en este momento sobre la violencia, pues puede ser muy importante para poder vivir, para superarlo y para que quede testimonio para las nuevas generaciones.

Es importante que figuras de la poesía mexicana, como Javier Sicilia que perdió a su hijo en manos de la violencia, se involucren en el activismo social.

Aunque Javier Sicilia haya tomado la decisión de dejar de escribir poesía, temporal o definitivamen-te, a partir de que asesinaron a su hijo, pero al ser un poeta con gran reconocimiento es que pudo le-vantar la voz y ser oído. Además se ha sumado a su movimiento Daniel Giménez Cacho, que es actor, director y dramaturgo, quien ha escrito obras sobre la violencia que se vive en el país.

Entonces, es importante que haya estos líderes que son miembros del grupo más importante de los creadores en México, que estén levantando sus vo-ces, que estén convocando a movilizaciones y que lleven a cabo una serie de proyectos tendientes a

abrir los ojos de la sociedad, porque desafortunada-mente hay mucha gente que no quiere ver, porque no creo que no vean.

PCP: Ese evento trágico en su vida personal cam-bió a Esther la madre, la mujer y la ciudadana, pero ¿cómo cambió a Esther la creadora?

EHP: Me cambió totalmente, siempre he sido muy bromista y digo que me cambió el PH, me convertí en otra persona, me modificó todo, toda mi percep-ción del mundo, mi estado anímico, mi visión de las cosas, todo me cambió.

PCP: ¿Cambió su visión de la literatura?

EHP: Me confirmó en muchas cosas que yo estaba atisbando en la importancia y la transcendencia del arte y de la literatura.

Me cuestionó y me movió el piso, en relación a las cuestiones que uno se pregunta siempre si hay algo más allá, si existe Dios, cuál de las religiones es verdadera; todo eso tiene que ver con la literatura, con el origen de nuestra especie, con el origen del arte y con el origen de la cultura.

En esos momentos estaba dando la clase Impor-tancia de los Mitos para la Literatura, porque lo pedí y mis investigaciones literarias me estaban llevando hasta allá, y este acontecimiento me cambió muchas cosas y me confirmó muchas otras.

PCP: ¿En algún momento pensó en dejar de escribir?

EHP: No, por el contrario me ayuda a escribir aún más.

PCP: ¿Puede ser la poesía o la escritura una “tabla de salvación” para los lectores como para los escritores?

EHP: En el caso mío sí, yo escribí el Diario de una madre mutilada por una necesidad vital, inaplazable e impostergable, porque si no lo hacía me moría; pero no necesariamente puede ser una “tabla de salvación”, puede ser (si usamos otra metáfora) una lámpara, ser una cuerda, es algo que ayuda a que se reflexione, a que se vea desde otro lados, a que se en-tienda mejor, a que se deje testimonio de esta época, cada libro puede tener una razón diferente y cada autor también.

PCP: ¿Qué significó para usted el reconocimiento de su libro Diario de una madre mutilada?

EHP: A mí me dio mucho gusto, porque la envié al concurso pensando en que tenía la posibilidad de ga-nar y sobre todo porque unos amigos que la habían leído me dijeron que era una obra que valía la pena desde el punto de vista literario.

Yo la escribí porque lo necesitaba, no con la in-tención de mandarla a un concurso. La escribí por-que tenía que hacer algo y sentí la necesidad de ha-cerlo, lo que escribí es un diario,

nada de lo que está ahí es inventado, todo es abso-lutamente verídico y la fui escribiendo día a día, y a veces más de una vez me senté a escribir, es un libro muy chiquito; después le di una revisada, le busqué algunos epígrafes y otros más salieron solos, los recordé y los escribí al momento, porque cada en-trada tiene un epígrafe diferente.

Evidentemente, era un libro literario aunque fue-ra escrito por necesidad, aunque fuera tan fuerte, tan vivencial y tan íntimo, al mismo tiempo era lite-rario, pues entonces dos o tres amigos, dos poetas: María Toussaint –casi mi hermana– y Ángel José Fernández que es mi amigo desde que éramos jóve-nes los dos, me convencieron de que era un libro que tenía que editarse y una de las posibilidades para la edición era entrar a un concurso.

PCP: ¿Cuál fue el primer sentimiento que le surgió al recibir esta noticia?

EHP: Mucha emoción, recuerdo perfecto que iba hacia al comedor cuando recibí la llamada por el ce-lular y me dijeron que me iban a pasar a Stasha de la Garza, que era la coordinadora de Literatura del Instituto, quien me dio la noticia, y me dio muchí-simo gusto.

PHP: Cabe mencionar que le fue otorgado el premio Testimonio Carlos Montemayor 2011, otorgado por el Instituto Chihuahuense de Cultura y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

Finalmente, quiero preguntarle ¿qué le ha dejado la literatura, a lo largo de estos años como creadora?

EHP: La literatura me ha dejado por un lado, una manera de vivir, una forma de ganarme la vida y un sentido. Ya lo he dicho en alguna entrevista: creo más en la poesía que en la oración.

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Confluencia de realidades,lucidez expresiva y crítica

FILU 2012

Luis Arturo Hernández Basave¹

L a Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) 2012 de la Universidad Veracruzana resultó, como cada año, un abanico de

goces literarios gratos para el lector experimentado y aquel que ape-nas inicia. Del 23 de abril al 7 de mayo, la Casa del Lago como sede principal, así como otros espacios pertenecientes a la Universidad Ve-racruzana dieron cabida a este evento a través de conferencias, mesas redondas, presentaciones de libros, exposiciones, entre otros.

En este año el tema de la FILU fue “Arte, Ciencia, Luz”, el lema que porta la Universidad Veracruzana (UV) desde su creación. Asimismo, los países invitados fueron Japón y Argentina que, por medio de figu-ras reconocidas en varios campos del mundo artístico, nos brindaron un acercamiento a sus respectivos países. Aunque también del ámbito nacional hubo muchos personajes que hicieron de la FILU un even-to singular. Personajes como Mario Bellatin, Denise Dresser, Enrique Krauze, Julio Boltvinik, por citar algunos, figuraron en distintas con-ferencias y pláticas acerca de la actual situación política y literaria por la que atraviesa el país. A través de aproximadamente 550 casas edito-riales, la FILU nos dio a conocer diversos enfoques de textos no sólo pertenecientes al ámbito literario, sino en dominios más científicos y políticos. De este modo se contó con una amplia variedad de público lector reunido para debatirse en las distintas plataformas ofrecidas por el evento mismo.

Las jornadas argentinas Fue la entrega del Premio Latinoamericano de Pri-mera Novela Sergio Galindo al escritor argentino Javier Ernesto Núñez por su novela La doble ausencia el evento inaugural de la FILU de este año en el Foro al aire libre de la Casa del Lago. Asimismo, en el au-ditorio de El Ágora de la Ciudad se dio inicio a las Jornadas Argentinas, en donde la escritora Sandra Lorenzano participó con la conferencia “Fragmen-tos de memoria: literatura argentina y dictadura”. Más tarde, Carlos Gazzera expuso una interesante plática sobre “El ecosistema del libro universitario argentino. Problemas y desafíos”.

El rector de la Universidad Veracruzana, Raúl Arias Lovillo, acompañado de la embajadora de Argentina en México, Patricia Vaca Narvaja, y el agregado cultural de la Embajada, Martín Maine-ro, así como del director general de la Editorial de esta casa de estudios, Agustín del Moral Tejeda, in-auguraron la FILU. Arias Lovillo pronunció así un discurso acerca de la relación entre México y el país del cono sur.

“Nuestros dos países, Argentina y México, se han prestado poco a admitir sus puntos de contacto. No obstante, nuestros contactos existen; algunos son historia. Borges –que entonces tenía 27 años– fue a escuchar una conferencia de Alfonso Reyes en la Universidad de Buenos Aires. Reyes, a la sazón de 55 años, con un ejemplar de Ficciones de Borges bajo el brazo, entra al cubículo de Raimundo Lida en El Colegio de México y le dice: ‘No tenemos ahora en la América española un libro para enseñarle al mundo entero, una obra excepcional, universal y que nos iguala con ellos en el siglo XX’.

“Juan Rulfo, casi tan transparente y evasivo como uno de sus propios espectros, es el sol y la cúspide de la edición 1984 de la Feria de Buenos Aires. Elena Garro y Bioy Casares se conocen en México, se fle-chan y se escriben cartas indiscretas. Siqueiros pinta un estrambótico mural en una pared porteña y se da tiempo de pintar la calle Florida, y encontrar a las mujeres más hermosas y bellas del mundo.

”En fin, los puntos de contacto se multiplican si los observamos con atención.”

Acto seguido, apeló a los días de exilio por par-te de los argentinos, diciendo con afecto el refugio que México representó para muchos y reiteró el lazo fraternal que se extiende entre México y Argentina, pues éste ha contribuido a un desarrollo por parte de ambos países.

Tanto Sandra Lorenzano como Carlos Gazze-ra analizaron desde perspectivas diversas, mas no divergentes, la situación actual del país argentino. Ambos coincidieron en que, al igual que México, el país atraviesa una etapa llena de cambios a causa de los distintos planos en los que se encuentra el país. El ámbito literario argentino es ambivalente, por un lado se aborda el tema del libro como un aspecto meramente comercial o publicitario, mientras que por otro, sigue aún vigente la percepción de éste como un objeto cultural.

¹ Estudiante de la Facultad de Idiomas de la Universidad Veracruzana.

El deleite literario argentino no pudo llegar a la cúspide sin la presencia del poeta, escritor y perio-dista Juan Gelman.

En el abarrotado Foro al aire libre de la Casa del Lago de la UV, durante 30 minutos el Premio Cervantes 2007 leyó textos de su autoría, en compañía del poe-ta veracruzano José Luis Rivas. Gelman compartió sus reflexiones sobre el cada vez más escaso número de amantes de la poesía. El poeta argentino expre-só que “sobre la poesía habría un par de cosas que decir, que nadie la lee mucho, quienes la consumen son pocos; que todo el mundo está con el asunto de la crisis mundial y con el asunto de comer cada día, que es un asunto importante”. Enseguida, invitó al público presente a inmiscuirse más con la poesía.

A manera de gran telón, o bien de suculenta ce-reza en el pastel, fue la participación de Juan Gel-man la cual dio por concluida la FILU 2012. Con esta actividad, el poeta veracruzano José Luis Rivas y el escrito Rodolfo Alonso presentaron el libro Obra re-unida, de Juan Gelman que en dos tomos presenta la obra poética del escritor. Obra reunida es un retra-to de la transición creativa del poeta, el desarrollo y cambio en su escritura.

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Gelman, al igual que los panelistas, no discrepó en la ardua empresa de definir a la poesía, o catalo-garla como tal, afirmando que

Pero no fue sólo Dresser la única en tocar fibras sensibles durante la FILU 2012. También se presen-tó el libro Cultura política y elecciones locales, coordi-nado por Juan Reyes del Campillo y coeditado por Ediciones Eón y la Universidad Autónoma Metropo-litana Unidad Xochimilco. Dos de los coautores de este libro, Efraín Quiñones y Manuel Reyna Muñoz, ambos investigadores del Instituto de Investigacio-nes Histórico-Sociales de la UV, hablaron de sus tex-tos así como sus teorías concernientes al voto nulo, a la situación política estatal de los últimos años y la gestión del exgobernador de estado durante su ejercicio político.

En la contraportada del libro Cultura política y elecciones locales se lee: “En este libro se presentan cuatro trabajos que reflexionan sobre el acontecer de la cultura política en los espacios locales, teniendo como contexto las elecciones en el ámbito estatal, desde cómo se vislumbra la problemática y las con-tradicciones entre la sociedad civil y los actores políti-cos, hasta el análisis de las respuestas políticas de los diferentes sectores de la sociedad”.

Añadido a la lista de puntos de vista socio-po-líticos, se encuentra el historiador Enrique Krauze quien con la presentación de su libro Redentores. Ideas y poder en América Latina ofreció una diser-tación amplia e interesante sobre los textos que conforma su obra. “Por varios años acumulé en-sayos pensados para la revista Letras Libres”, dijo, explicando después su idea de redentores y citando a personajes como a Fidel Castro, a Ernesto “Che” Guevara, entre otros. Enseguida añadió que “confiar en un redentor político tiene prosapia, y encontré a cuatro profetas: José Martí, José Enrique Rodó, José Vasconcelos y José Carlos Mariátegui”.

De esta forma, la FILU 2012 abarcó espacios polí-ticos locales y nacionales, invitó a los ciudadanos a re-flexionar sobre la situación actual del estado y del país y les ofreció una amplia gama posibilidades respecto al tema. De manera imparcial se debatieron con ésta y otras mesas, las diferentes y divergentes perspectivas.

De Japón para el mundo Otro de los países invitados este año a la Feria Inter-nacional del Libro Universitario fue Japón. Se rindió homenaje al escultor japonés Kiyoshi Takahashi cuya obra fue presentada por Takeshi Yamamoto, de la Universidad de Bellas Artes de Kanazawa. Takahashi ha laborado tanto en la universidad japonesa como en la veracruzana, por tal se le atribuye un doble res-peto, pues como el evento mismo, el escultor fue un puente enlazador de ambos países. La muestra de las obras no sólo fueron de Takahashi, sino también de alumnos suyos tanto mexicanos como japoneses.

Takahashi cuenta con una obra vasta y evoluti-va. En sus labores mexicanas realizó la escultura que representó a Japón durante las Olimpiadas de 1968, además de las obras Árbol del desierto y El pensador, ubi-cadas en las instalaciones de la Rectoría universitaria.

Asimismo, a manera de homenaje, la viuda del finado escultor, Reiko Takahashi en compañía de Ludivina Gutiérrez, Rafael Villar, Guillermo Barclay y Noboru Yoshida platicaron en una mesa redonda acerca de la obra de Kiyoshi Takahashi.

Otros de los personajes japoneses importantes ga-lardonados en la FILU fue el fotógrafo Eikoh Hosoe cuyo libro Sobre lo humano en Rodin, se presentó el en la Galería de Artes Plásticas de la UV. Libro en el que se describen fotografías en torno a las obras del escul-tor francés. Al respecto, Horsoe comentó: “El motivo por el que logré estas fotos con esta cámara es porque la obra de Rodin me permitió sentir que no fotogra-fiaba esculturas sino personas, del mismo modo que los fotografío ahora a ustedes”; una vez expresado lo anterior, Horse tomó su cámara y fotografió a todos quienes se acercaban a él tanto para felicitarlo cuanto para pedirle autógrafos.

Ciencia y humanismoLa Feria Internacional del Libro de la UV es un even-to de múltiples perspectivas justo por su variedad de temas y discusiones. Los catedráticos del Instituto de Filosofía y de la Facultad de Humanidades de la Universidad Veracruzana, Adolfo García de la Sienra y Ramón Kuri Camacho, respectivamente, diserta-ron en torno a la secularización del humanismo y, con ello, la barbarie que acompaña los avances tec-nológicos. De igual manera, ante la interrogativa de tratar nuestro presente humano y científico como una regresión, García de la Sienra comentó que “La tecnología nos ha ayudado a refinar la barbarie, por eso no hay regresión a la barbarie, porque nunca he-

mos salido de ella”. Hubo puntos en común y otros en desacuerdo con relación a las causas de la violen-cia vividas en la sociedad contemporánea. De este modo las ciencias sociales se ponían en juego junto con la religión del país y cómo, a partir de la mez-cla de ambas, se creaba un nuevo modelo social, con todo y sus cambios, ventajas y desventajas.

Otra conferencia que discutió sobre la importan-cia de la ciencia en la sociedad actual fue aquella ofre-cida por Ruy Pérez Tamayo y Miguel Ángel Jiménez Montaño. Mientras el primero afirmó que la ciencia básica de nada servía, pero la aplicada, en cambio, sí y en cosas cotidianas. De manera jocosa dijo:

“la poesía es un árbol sin hojas que da sombra. Aun-que muchos intentemos definirla, creo que ni la mis-ma poesía sabe lo que es la poesía”.

De este modo, prosiguió con la respuesta a las pre-guntas que el aglomerado foro procedió a hacerle. De manera ocurrente y carismática, muy a la Gelman, embelesó a quienes lo escuchaban finalizando con el poema que por años le ha dedicado a su esposa.

El México de hoyLa Feria del Libro Universitario fue plataforma tam-bién de intercambios analíticos no sólo en el plano literario, sino en el político. 2012 ha sido un año de-cisivo para las elecciones presidenciales. Por tal mo-tivo, la participación política tanto de la audiencia como de los más destacados pensadores del país se dio a conocer en el evento.

La participación de la politóloga Denise Dresser el 29 de abril creó gran interés por parte de la au-diencia xalapeña. Con su libro El país de uno exhor-tó tanto a la comunidad estudiantil como aquellos ajenos y cercanos a la política mexicana a reflexio-nar sobre la situación actual del país. Mediante un cálido discurso dio a conocer su tesis y puntos de vista hallados en su reciente obra literaria. Dresser comentó acerca de la crítica que hace a los políticos que por años han ejercido el poder de forma oligárqui-ca y abusiva en el país, así como su pensamiento anti-priista. En lo que concierne a su libro, Dresser afirmó lo siguiente:

“Escribí El país de uno para describir cómo hemos sido ese país somnoliento, ese país idiotizado, ese país mal educado, ese país conformista, ese país dis-criminador, ese país corrupto, de privilegios.

Porque aunque es cierto que ciertas prácticas del pa-sado han sido enterradas, numerosos vicios institu-cionales asociados con el autoritarismo siguen ahí.”

Denise Dresser es considerada hoy en día una pieza importante en el análisis político del país, con un discurso vivaz narró el contenido de su obra y argumentó sobre los elementos que utilizó para vi-tuperar de forma precisa y fehaciente la amenaza que resulta el Partido Revolucionario Institucional para México. Declarándose apartidista y antipriista conmocionó a la audiencia a través de ejemplos ilus-tradores sobre los saqueos que ha sufrido el país en los últimos 80 años de gobierno.

“Creo que esta clasificación –ciencias básica y apli-cada– la inventó un economista, un banquero o al-guien que nada tenía que ver con la ciencia

que, en primerísimo lugar, sirve para generar co-nocimiento, que es el instrumento más valioso del laboratorio. Cuando uno tiene una nueva informa-ción, con eso puede imaginarse qué va a hacer el día de mañana”. Jiménez Montaño, por su parte, señaló que “los jóvenes tienen que comenzar a pensar que las cosas en este mundo son racionales. A ningún loco se le ocurriría lanzarse desde lo alto de un edifi-cio sólo para comprobar que funciona la ley de la gra-vedad. El científico nace y se hace, pero se requiere de una predisposición y, en este sentido, el científico nace, sin embargo eso no es suficiente. Como en el arte, es 1% de inspiración y 99% de ‘transpiración’ ”.

Finalmente ambos investigadores coincidieron en la importancia de la ciencia y la disidencia que ésta puede llegar a causar. Hubo un tiempo en que se atrevieron a afirmar que la Tierra no era plana, lo cual trajo consigo consecuencias desagradables y morta-les para quién afirmó semejante “barbarie”. Pero fue el conocimiento el que, años después, desmintió la convencionalidad falsa, y la ciencia es conocimiento especializado en la forma y contenido del mundo y del universo.

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Artes UV, una historia de talentoy sólida tradición

Jorge Vázquez Pacheco

L a Universidad Veracruzana (UV) se distingue a nivel nacional e internacional no sólo por sus tan avanzados como fructíferos pro-

gramas de enseñanza; también por una productividad artística recono-cida en todo contexto y como institución forjadora de talentos de valía artística indiscutible.

Aún antes de establecerse como universidad formal, en el año de 1944, en su existencia como Departamento Universitario dependien-te del gobierno estatal apoyó y fomentó decididamente las activida-des artísticas, lo que le ubica en un rol protagónico de privilegio en el terreno de la profesionalización de las manifestaciones artísticas y en su enseñanza.

El inmueble representativo de la actividad artística en la UV es la Uni-dad de Artes, ubicada en pleno Centro de la ciudad de Xalapa y sede de las cuatro facultades en las que se deposita la responsabilidad de la edu-cación formal: Música, Teatro, Danza y Artes Plásticas. A ello se suman el Instituto de Artes Plásticas, dedicado a la investigación y creación, y seis Talleres Libres de Arte, responsables de la enseñanza no formal.

Para analizar a grandes rasgos la trayectoria universitaria en la actividad artística, se hace necesario remontarnos hacia el año 1929, inmediatamente después de la fundación de la Orquesta Sinfónica de Xalapa (OSX). Una vez integrado este organismo musical, el proyecto fue adoptado y desarrollado por el entonces Departamento Universita-rio, organismo adscrito al gobierno del estado de Veracruz.

Música Hacia el año de 1933, la OSX inició una serie de audiciones de carác-ter didáctico, misma que permitió evidenciar –entre otras cosas– la necesidad de crear una escuela de música. La demanda de alumnos deseosos de aprender a tocar algún instrumento no encontraba co-rrespondencia académica, y la escasez de profesores motivaba una notoria migración de jóvenes aspirantes, principalmente hacia la Ciudad de México y su Conservatorio Nacional de Música.

Francisco Montiel Viveros, violinista fundador de la Sinfónica de Xalapa, tuvo en 1936 la idea de organizar una escuela de música con la intención de aliviar esa deficiencia y contribuir a la formación de músicos xalapeños.

Las actividades de aquella escuela de música die-ron inicio en la propia casa de Montiel Viveros, al lado de su hermana Teresa y su cuñado José Ávila, quienes comenzaron con clases de violín, violonche-lo y piano. Era julio del año citado.

Esta primera escuela mantenía un carácter par-ticular, sin sujetarse a algún proyecto oficial, por lo que pronto se le bautizó como Conservatorio Libre de Música y Danza y se ubicaba en la calle de Juárez, en el actual número 69.

Pronto se unieron a aquel reducido grupo de cate-dráticos algunos instrumentistas, con lo que la oferta se amplió a contrabajo, trompeta, saxofón y guitarra, a lo que se sumó la enseñanza en disciplinas como danza y declamación. Aquel Conservatorio funcionó soló durante tres años y cerró sus puertas en 1939.

Aquella iniciativa fue retomada por el gobernador Jorge Cerdán quien, en septiembre de 1943, instru-yó al violonchelista Francisco Montiel para organizar una escuela de música que habría de contar, ahora sí, con presupuesto monetario y apoyo oficial.

Hacia inicios de mayo de 1944, esta escuela inició actividades en el inmueble que ocupaba la antigua Escuela Normal Veracruzana, sobre la calle Zamora, en la zona centro de Xalapa. Su denominación ini-cial fue Escuela Superior de Música, Danza y Decla-mación, y se adscribió desde el primer momento al Departamento Universitario del gobierno del esta-do. El primer director fue el mismo Rubén Montiel Viveros, con Francisco Montiel como secretario. Su programa académico se fundamentó en un plan de estudios similar al que ofrecía el Conservatorio Na-cional de Música de la Ciudad de México, con seis años de estudio.

En muy poco tiempo las instalaciones se satura-ron de aspirantes y la dirección se vio en la necesidad de ampliar su área de funcionamiento. Por fortuna, pocas semanas más tarde, en septiembre de 1944, se constituyó legalmente la UV, y de inmediato se hizo cargo del funcionamiento de las escuelas de estudios

superiores y educación especial. El primer rector, Manuel Suárez Trujillo, fue notificado del sobrecu-po en la institución y asignó a la Escuela Superior de Música, Danza y Declamación el inmueble ubicado sobre la calle de Sebastián Camacho número 1. Ha-cia el año de 1957 se le asignó el nombre de Escuela Superior de Música, bajo la dirección de Fernando Lomán Bueno.

Con el arribo de Roberto Bravo Garzón a la Rec-toría de la UV, se dio una transformación profun-da hacia esa escuela de artes y en 1976 se establece como Facultad. Al mismo tiempo cambió su ubica-ción a la calle Juárez número 55.

La presencia de una personalidad creadora como Bravo Garzón se establece como el punto de arranque para el florecimiento de las artes en la Universidad Veracruzana.

Su mentalidad visionaria mantenía la intención de hacer de ello un medio para la transformación de la sociedad veracruzana.

De allí surgió un proyecto de dimensiones extraor-dinarias que contemplaba la el reforzamiento de la educación en todo el estado, y la productividad con trascendencia nacional e internacional mediante una producción de indiscutible valor artístico.

La Orquesta Sinfónica de Xalapa, dirigida por Luis Herrera de la Fuente, y el Coro de la Universidad Veracruzana, durante una función en el Teatro Clavijero de Veracruz. (Roberto Jiménez)

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En 1994 y como parte del mismo proyecto, que incluía la integración de las entidades artísticas en un inmueble adecuado, se trasladó al edificio ubicado en la calle Barragán, y forma parte de la Unidad de Artes de la Universidad Veracruzana.

DanzaEn el año de 1941 debutó en Xalapa el Ballet de la Ciudad de México, anunciado como Cuerpo de Ba-llet de la Escuela de Danza, bajo la dirección de la coreógrafa y bailarina Nellie Campobello, con tres funciones programadas en el antiguo Teatro Lerdo, en diciembre de aquel año.

El plan de estudios de 1976 contenía materias de técnicas de danza moderna como Graham, Limón, Jazz, Francis, Nikolais, Académica y Folklórica. También talleres escénicos como Coreografía y Ac-tuación, al lado de materias teóricas como Historia de la Danza, Anatomía y Música. Por otro lado, se ofrecían materias complementarias como Estética, Sociología del Arte, Filosofía del Arte y Artes Visuales. La Compañía de Danza Las sangres es representativa del quehacer universitario en este contexto.

TeatroEl teatro como actividad formal en la UV se consoli-dó en el año de 1976, al fundarse la Facultad corres-pondiente. Los antecedentes se remontan al año 1946, con la fundación de la Escuela de Arte Teatral en la Ciudad de México, de la que partieron repre-sentantes hacia diversas ciudades de provincia con la intención de abrir escuelas filiales. Veracruz se be-nefició de aquella iniciativa, retomada poco más tar-de por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), y en 1952 se generó una actividad que desembocó en el estreno de Moctezuma II, de Sergio Magaña, con dirección de Dagoberto Guillaumin y los inte-grantes del Taller Nuevo Teatro que encabezaba el propio Guillaumin. Era abril de 1953 y el escenario fue el Teatro Hidalgo de Xalapa, hoy conocido como J. J. Herrera.

Luego de aquel acierto, la UV logró un convenio con el INBA para la apertura de una Escuela de Tea-tro, de efímera existencia y que funcionó entre 1953 y 1956 bajo la dirección de Dagoberto Guillaumin.

Sólo hasta el arribo de Roberto Bravo Garzón a la Rectoría de la UV se consideró seriamente la apertu-ra de la Facultad correspondiente. La intención fue forjar actores de tiempo completo, a través de la fu-sión de la experiencia de las escuelas europeas con los contenidos tradicionales de las escuelas de México.

En 1989, Dagoberto Guillaumin se integró como director de la Facultad, casi tres décadas después de su actividad pionera.

Artes plásticasLos orígenes se encuentran en un taller fundado por Ramón Alva de la Canal, en pleno estallido de la co-rriente estridentista y hacia finales de la década de 1930. A esa iniciativa siguió la emprendida por un grupo de entusiastas, que en 1962 y con respaldo de la UV establecieron otro taller enfocado a la creación y enseñanza, aunque con un criterio artesanal.

No hubo de esperar demasiado para la revitaliza-ción y fortalecimiento. En 1973 el mencionado ta-ller se convirtió en la Escuela de Artes Plásticas, con programas de estudios acordes con el rigor docente que requiere una escuela propiamente dicha. En el año de 1975 se establece definitivamente como Fa-cultad de Artes Plásticas.

Su cometido se vio reflejado casi de inmediato en la forja de artistas-profesionistas a nivel licenciatura, formados mediante un criterio artístico-estético que les permitiese ajustarse a las corrientes contemporá-neas y a los requerimientos de la sociedad actual.

Precisamente a esto último correspondió la ac-tualización de su Plan de Estudios y Programas de Asignaturas, realizado en 1991.

En 1974, ante el elevado número de aspirantes y la existencia de un contexto cultural que exigía más y mejor productividad, la UV asumió la creación de la Licenciatura en Artes Visuales con opciones de Cerámica y Gráfica. En 1976 y ante la necesidad de ajustar sus programas de estudios visualizando otras áreas creativas, se incorporaron las opciones de Fotografía, Serigrafía, Pintura, Escultura y Grabado.

En 1981 se consideran nuevas opciones como la Litografía y la Serigrafía, ambas de fuerte arraigo en la tradición gráfica nacional; Diseño Gráfico y Pintu-ra-Dibujo. Con la reestructura de su plan de estudios en 1990 se reorganizaron las opciones y subopcio-nes, con lo que se incrementó notoriamente la ofer-ta académica, al tiempo que se canalizó de mejor forma el acercamiento de los alumnos hacia todas las áreas, con la finalidad de enriquecer sus conoci-mientos a través del quehacer interdisciplinario.

Actualmente, esta Facultad transita hacia un nuevo plan de estudios dentro de los lineamientos del MEIF (Modelo Educativo Integral y Flexible),

La expectativa generada entre la ciudadanía xa-lapeña por aquellas presentaciones aportaron la in-quietud por las artes coreográficas en la capital de Veracruz. Hemos visto que desde 1944, la Escuela de Música universitaria ya incluía la danza, aunque fue hasta el año de 1975 que la UV creó su Facultad de Danza, con lo que se convirtió en la primera ins-titución de educación superior que estableció esta disciplina artística en sus planes de estudios.

con lo que se brindará a la población estudiantil la posibilidad de desarrollar de mejor forma sus ap-titudes a través de una diversidad de experiencias educativas a escoger.

Al crearse el Instituto Nacional de Bellas Artes, en 1946, se actualizaron las propuestas en este sentido y en 1947 se fundó la Academia de la Dan-za Mexicana,

con objetivos tan específicos como la formación de bailarines y maestros, la creación y la investigación. Más tarde, con el surgimiento de compañías oficia-les (como el Ballet Nacional de México, Ballet Tea-tro del Espacio y Ballet Independiente) se crearon nuevos espacios de formación de bailarines, cuyas orientaciones registraron sensible influencia en la actividad veracruzana.

El desafío actual es enfrentar el proceso evoluti-vo artístico que en la época actual registra modifica-ciones a ritmo de vértigo.

El entorno es cambiante a cada día, por lo que la en-señanza y la actividad artísticas deben responder a los retos que impone la modernidad y globalización con elementos creativos y propositivos.

Por lo mismo, la UV mantiene una trayectoria ar-tística ascendente, acorde con los adelantos tecno-lógicos y con los reclamos de una sociedad que exige permanentemente más y mejores resultados.

La UV ha sido reconocida por su intensa actividad artística. En esta imagen, durante una presen-tación de Carmina Burana en el Palacio de Bellas Artes, el Coro de la UV, el Coro de Bellas Artes, la Compañía Nacional de Danza y la Orquesta Sinfónica de Xalapa, dirigida entonces por Francisco Savín, reúnen a 400 artistas en escena. (Roberto Jiménez)

Una parte del Coro de la UV y de la sección de percusiones de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, sello de herrar de la actividad cultural de la UV, en una presentación de 1985, en el que ha sido por varios años su recinto sede, el Teatro del Estado. (Roberto Jiménez)

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Carlos Fuentesy sus Cuentos sobrenaturales

José Luis Martínez Morales

E n el año de 2007, aparecieron dos volúmenes antológicos de rela-tos de Carlos Fuentes: Cuentos naturales y Cuentos sobrenaturales,

bajo el sello de la editorial Alfaguara. Me interesa comentar el segundo volumen, pues me llama la atención el concepto de lo sobrenatural que se aplica a esta serie de relatos. Desde 1726, el Diccionario de autori-dades indica, y ahora nos lo sigue repitiendo el Diccionario de la Real Academia Española, que dicho adjetivo “se aplica a cualquier cosa que excede los términos de la naturaleza”. Un diccionario francés del siglo XIX, por su parte, explica que son “seres sobrenaturales, los espíritus, los genios, los ángeles, los demonios”. Y mi primera y breve Enciclope-dia Universal Herder, que conservo desde mi adolescencia y a la cual me confío ciegamente por sentimentalismo, me susurra: lo sobrenatural es

Lo que supera la naturaleza humana y rebasa su círculo. Lo so-brenatural tiene por fundamento la Encarnación y la Reden-ción. Por ellas, participa el hombre de la vida divina en la gracia santificante. Aquellos dones que sobrepujan las fuerzas de la naturaleza humana, mas no las de todas las naturalezas crea-das (ángeles), no son, propiamente hablando, sobrenaturales, sino prenaturales.

La inmensa Enciclopedia Universal Ilustrada Europea Americana de Espasa Calpe, de entrada me grita: Lo sobrenatural “es lo opuesto a lo natural, y su significado depende del sentido que se dé a este último.” Y la misma enciclopedia me suelta después un extenso discurso sobre lo sobrenatural en teología. Entonces me digo: Oh, divino Boecio, ¿por qué no escribiste una consolación de la teología? Y claro, ahora entien-do por qué otro de los divinos, Borges, dijo alguna vez que “la teología es una rama de la literatura fantástica”.

La verdad, querido lector, es que por más que se lleva y se trae este término de lo sobrenatural en las teorías sobre lo fantástico (para muestra el siempre citado Todorov: “Lo fantástico es la vacilación ex-perimentada por un ser que no conoce más que las leyes naturales, frente a un acontecimiento sobre-natural”), a mí no me queda todavía claro qué debe entenderse por lo sobrenatural aplicado a la litera-tura fantástica. Que nadie se espante, sin embargo, que no soy yo —y menos en este espacio— quien va a teorizar sobre el concepto de lo sobrenatural. Sólo quiero decir cómo asumo yo el concepto, más allá de su sentido etimológico. De entrada, debo decir que a veces lo sobrenatural no existe super (sobre) sino infra (bajo) o para (junto a) lo natural. Como seña-la Maupassant en su cuento “La mano”: “Si en vez de emplear la palabra ‘sobrenatural’ para expresar lo que no entendemos, dijéramos ‘inexplicable’, creo que sería mucho mejor”.

Lo sobrenatural es, en principio, la negación de lo que aceptamos como natural en nuestro mundo. Es decir, si a éste pertenece lo material, al mundo so-brenatural, por oposición, pertenecerá lo no material o “espiritual”. Si lo natural es un orden donde sólo aceptamos lo racional, lo que se puede explicar cien-tíficamente —aunque algunos de sus aspectos no se comprendan del todo o por todos—, el concepto de lo sobrenatural tendría que ver con un orden supe-rior, “cuya esencia escapa a la clara concepción del entendimiento por exceder a las fuerzas naturales, humanas”. Indudablemente, este concepto tiene que ver más con la teología que con la filosofía, y, por lo tanto, nos encontramos más bien ante un proble-ma de creencia, de fe. Es comprensible, en tal sen-tido, que Borges irónicamente diga que la teología es una rama de la literatura fantástica, porque sólo podemos aceptar la intervención de lo sobrenatural en lo natural por una postura de creencia, de fe, tal como sucede en el caso de los milagros, donde para el creyente no se trata de hechos inexplicables sino de situaciones donde lo natural se hace a un lado, así sea momentáneamente, para que aparezca lo sobrenatural. O sea, la intervención de la divinidad. Incluso en el caso de los maleficios, y no de beneficios como en el milagro, se acepta la permisividad de la di-vinidad para que el mal, representado por lo demo-níaco, pueda intervenir en el mundo natural. Esta

creencia de lo sobrenatural se encuentra de hecho sistematizado en la teología, caso concreto del cris-tianismo, pero está presente en cualquier creencia religiosa por más primitiva que sea o se considere.

En la literatura, como ya sabemos, lo sobrena-tural ha intervenido tanto bajo la modalidad de lo maravilloso como de lo fantástico. Históricamente, sin embargo, antes era difícil deslindar la simple presencia fictiva de lo sobrenatural en la literatura y la correspondiente creencia de lo sobrenatural en la vida cotidiana.

Actualmente, sin embargo, lo sobrenatural en la litera-tura se toma más bien como una especie de juego sim-bólico para poder expresar contenidos que de manera natural no tendrían el mismo efecto para el lector.

Pero ya no quiero divagar más, vayamos directamen-te a ver cómo puede darse, o excluirse, lo sobrenatu-ral en algunos de los nueve textos de Carlos Fuentes, incluidos en su volumen Cuentos sobrenaturales.

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En “Chac Mool”, el orden natural se ve alterado por el orden sobrenatural de la teogonía prehispáni-ca. En el primer cuento, como seguramente lo recor-darás, caro lector, Filiberto, el protagonista, compra una reproducción del Chac Mool y la lleva al sótano de su casa. Pronto comienzan a sucederle cosas ra-ras, siempre relacionadas con el agua. La imagen del ídolo se va transformando hasta convertirse en un indio amarillo de aspecto repulsivo. Prácticamente utiliza a Filiberto como su sirviente y al final deter-mina su destino: morir ahogado en Acapulco, para quedarse con su vivienda. Es clara la utilización por Fuentes del motivo de lo inanimado que adquiere vida, de la estatua que se convierte en ser humano y,

no sólo trastoca su normalidad sino, se sobrentien-de, perturba al mismo tiempo su conciencia católica. Más allá de la metamorfosis de la escultura del Chac Mool, nos enfrentamos a la metamorfosis interior de Filiberto: bastan tres días para que cambie su rea-lidad, o lo que él pensaba que lo era. La metamorfo-sis del ídolo en ser humano le recuerda que hay “otra realidad que sabíamos que estaba allí, mostrenca, y que debe sacudirnos para hacerse viva y presente”. De esta manera, aquí el uso del tema de lo sobre-natural le sirve a Fuentes como expresión simbólica para recordarnos que así como debajo de la ciudad moderna de México existen vestigios de un pasado indígena, en la conciencia religiosa católica de la so-ciedad mexicana subsiste un sustrato de creencias indígenas prehispánicas.

De modo parecido al relato anterior, la presencia de lo sobrenatural en “Por boca de los dioses” nos remite a una especie de resurgimiento o venganza de los dioses prehispánicos en la figura de Tlazol. Es significativo que la habitación del hotel donde se hospeda el personaje narrador sea precisamente la número 1519, año en que dio inicio la conquista de México y, por ende, la suplantación de las deidades prehispánicas por el Dios cristiano. Si bien el tema de la boca desprendida del cuadro se emparenta con otros cuentos de dimensión fantástica, donde una mano adquiere su autonomía (“La mano encan-tada”, de Nerval, “La mano”, de Maupassant y “La mano del comandante Aranda”) como también lo hace una nariz en “La nariz”, de Gogol); aquí el títu-lo mismo nos da una clave para su interpretación: el castigo o venganza determinado por boca de los dio-ses prehispánicos sobre el hombre elegido. Otra vez tenemos un caso de posfiguración, pues el personaje va a morir por los demás, a semejanza de Cristo. La boca sólo es un instrumento de la presencia oculta de esas divinidades, de “sus monstruos de jade y embolias [que] siguen gravitando como máscaras daltónicas […] que corretean subterráneas para asomar sus fauces de tarde en tarde”. Las deidades prehispánicas habitan no en el mundo sobrenatural sino en el inframundo de la ciudad de México y, por eso, en cualquier momento pueden desatar sus fuer-

zas. Oliverio, el personaje, es una víctima expiatoria que por medio de la “comunión” (verdadera unión carnal con la diosa “en un espasmo sin suspiros”) es redimido para bien de nosotros, los supervivientes. Otra vez, pues, el uso de lo sobrenatural como me-dio simbólico.

Aparte de Aura (curiosamente incluida aquí bajo el género de cuento, y donde la presencia de lo so-brenatural hace su presencia desde el momento en que Consuelo recurre a un sugerido pacto con el diablo para reencarnar su juventud en Aura: “Con-suelo, le démon aussi était un ange, avant…”, según los procedimientos de la hechicería asentados por Michelet en su obra La sorciere); y del cuento que se ha considerado su antecedente: “Tlactocatzine, del jardín de Flandes” (que sustenta su historia en un mundo alterno, paralelo al natural, situado en una dimensión desconocida pero cuyo implante, propi-ciado por el equinoccio de otoño, aparece, a la ma-nera de los lugares encantados, en el jardín de una vieja mansión porfiriana); aparte de estas dos obras, repito, y en relación al concepto de lo sobrenatural, sólo me restan decir unas líneas sobre el cuento “El robot sacramentado”. Me parece que se trata de una parodia pseudoteológica, por decirlo de alguna ma-nera. El adjetivo sacramentado, aplicado a los robots que cuestionan a Dios mismo su derecho a ser bauti-zados y a unirse en santo matrimonio, hace alusión precisamente a los sacramentos que son signos sen-sibles de un efecto sobrenatural operado por Dios, según la teología católica. Al ayudarle los robots a Dios (el todo omnisciente y todopoderoso) a descu-brir en qué parte del cielo se esconde la primera pareja humana (como lo hicieran en tiempos pasados en el Paraíso aunque por razones diversas), le piden como recompensa el sacramento del bautizo (que en térmi-nos católicos, hace al ser humano hijo de Dios y po-sible heredero del cielo). Dios no sólo les concede su deseo sino que bendice la unión de la nueva primera pareja y así los reconoce como sus criaturas. Desde luego que este tratamiento paródico de lo sobrena-tural y de algunos principios de la religión católica puede verse como un merecido homenaje póstumo a Borges. Aquí la función sobrenatural es, desde lue-go, eminentemente lúdica.

Del resto de los textos aquí incluidos como so-brenaturales, descarto, por razones muy obvias y que tú comprenderás, lector, si, como creo, ya co-noces dichos textos, los siguientes: “Muñeca reina” y “Un fantasma tropical”, por considerar la historia del primero como simplemente rara, inusual pero posible, y al segundo por su carácter folklórico (pues

en tal sentido, podría interpretarse este relato como una parodia del caso de Pigmalión, quien se enamo-ró de una estatua de mujer y la cual, por interven-ción de la diosa Afrodita, se convierte en su esposa. Sin embargo, también pude asumirse la figura del ídolo como una parodia de Jesucristo, pues Filiberto es un creyente católico y su amigo Pepe, por quien conocemos la historia, le dice que

el cristianismo en México fue fácilmente aceptado por la analogía entre la divinidad cristiana (Jesús) y las divinidades prehispánicas. Así, las referencias

al “coágulo” y al “costado herido” de la imagen del Cristo sangrante nos remiten a “la salsa de toma-te” que el vendedor le ha embarrado a la barriga del Chac Mool, “para convencer a los turistas de la autenticidad sangrienta de la escultura”. Como sus antepasados, sólo que ahora al revés, Filiberto acep-ta esta especie de encarnación del dios prehispánico porque él es un creyente católico, es decir, ya tiene la predisposición de la creencia. Sin embargo, se rebela contra el Chac Mool porque este hecho sobrenatural

nos habla de la creencia en los fantasmas) que ade-más, al final, se le da una explicación racional. Para nada, pues, aparece el elemento sobrenatural. De los dos restantes: “Letanía de la orquídea” y “Pantera en jazz”, simplemente no encuadran dentro de mi con-cepto de lo sobrenatural aunque sí de lo fantástico.No existe algún indicio en los respectivos textos que indique una conexión con lo sobrenatural. Me pare-ce más bien que su modalidad pertenece a lo fantás-tico simbólico. En el caso del primero, la orquídea que le nace al personaje en la rabadilla y que se pose-siona de él primero de una manera festiva y después de una forma trágica y le causa la muerte, puede in-terpretarse como un símbolo del canal de Panamá, que divide al país en dos como la estaca que suplanta a la orquídea para destrozar al personaje. Si primero se festeja el beneficio económico que puede represen-tar la orquídea (o sea, el canal), después se entenderá que su existencia será la causa de muerte del mismo país. En el segundo relato, “Pantera en jazz”, muy cer-cano al tono de “Casa tomada” de Cortázar (sobre todo por la entrada inexplicable de la pantera, “este mons-truo invisible”, a la casa del personaje), el elemento que se acerca más a lo sobrenatural es la metamorfo-sis final del mismo personaje en pantera, descrita de forma muy parecida a la manera de las metamorfosis de Ovidio.

Sin embargo, en los relatos míticos del autor latino, la causa de las transformaciones obedece a la voluntad de los dioses; en Fuentes, como en La metamorfosis kafkiana, no existe, ni se sugiere, causa alguna.

Se juega sólo con el motivo, aunque el lector puede ju-gar también con las interpretaciones. Quizás en este caso, represente a la bestia que todos llevamos den-tro. Me parece curioso, en cambio, que la pantera sea uno de los animales más socorridos dentro de la literatura fantástica.

No digo más. La literatura es un juego y la lite-ratura fantástica lo es de una manera muy especial. En cuanto a lo sobrenatural, la literatura lo seguirá utilizando mientras sigan existiendo las creencias, no importando de qué grado o especie sean. Y si tú, lector, crees verdaderamente en la existencia de lo sobrenatural, no dudes que si no lees a Carlos Fuen-tes, es muy posible que venga de la ultratumba pari-sina a reclamarte la falta de fe en su obra.

Carlos Fuentes. (Tomada de: http://www.alfaguara.com/es/autor/carlos-fuentes/)

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Cuarteto para un gran escritor

Luis Rafael Sánchez

A Carlos Fuentes, in memoriam

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A la historia le interesa el ahondamiento en la vida pública. La paz de la escultura y la paz de la sepultura. Las calles con nombres que

evocan hazañas políticas, cívicas, artísticas. El prócer y las efemérides. Los tratados y las batallas. En fin, a la historia le interesa el dato sus-ceptible de corroboración por la biblioteca y la hemeroteca, el dato que remite al personaje de mil caras, llamado “la colectividad”.

A la literatura le interesa el ahondamiento en la vida privada. Las re-laciones traumáticas que discurren en una familia de tantas. Los aman-tes que disfrutan la belleza de su secreto, a media mañana y en un hotel de cero estrellas. El derrame cerebral que implica la envidia. El marido que abandona la esposa apenas observar la anomalía congénita del hijo recién nacido. En fin, a la literatura le interesa la descostumbre, la extra-ñeza del personaje sin reemplazo, el personaje llamado “el individuo”.

Todavía aquellas “causales”, esbozadas por Honoré de Balzac, amparan el divorcio de la historia y la literatura. Todavía se acepta que la primera se construye con verdades y la segunda con menti-ras, que la historia recoge la vida pública de las naciones y la litera-tura recoge la vida privada de las naciones.

Sin embargo, cuando se dificulta aislar la verdad de la mentira, cuando el hecho privado altera la languidez rutinaria de la esfera públi-ca, entonces convergen el interés histórico y el interés literario.

¿Un ejemplo actualísimo? De paso por Nueva York, el director general del Fondo Monetario Internacional, entonces una estrella ascendente del mundo político francés, Dominique Strauss- Kahn, fuerza a una camarera de hotel a “cumplimentarlo”, sexualmente, por la vía bucal. Luego, como si nada, se dirige hacia el aeropuerto, donde le echan el guante.

Dicho episodio tiene los ingredientes suficientes como para que la historia lo reclame. ¿Sí o no?

2No hay llave maestra que abra, tan satisfactoria-mente, las cerraduras conducentes a la historia y la literatura de su país, como el trabajo de Carlos Fuentes. No hay posibilidad alguna de entender al México del siglo veinte si se prescinde de la lectura del mismo. El México a cuyo desnudamiento moral consagra cada nueva entrega de su bibliografía volu-minosa. El México que él funde y funda, tenazmente -el deber de un autor reside en fundar un territorio espiritual, nos dice Ernst Junger. Yo añado que di-cho territorio, se funda y funde con amor crítico. So-bre todo, con el amor ratificado por la búsqueda de lo humano que asombra, por la escritura concebida como desnudamiento moral.

3Lo uno y lo otro irrumpen en la obra de Carlos Fuen-tes desde su primer libro, Los días enmascarados. A continuación, la búsqueda de lo humano asombroso y la escritura concebida cual desnudamiento moral, se apoderan de su convidador reino literario. Un reino ajeno a la re-escritura, actividad que nunca lo ocupa. Un reino ajeno a la parálisis creadora -“No dejo un día sin paginita, ni uno”- confiesa.

Sea la novelística -la autopsia intelectual del re-volucionario envilecido que se practica en La muer-te de Artemio Cruz. Sea la cuentística -la partitura polifónica que constituye el espectacular volumen Agua quemada. Sea la obra teatral -el combate en las ruinas de la Venecia californiana, a cargo de dos impostoras de María Félix y Dolores del Río, que se titula Orquídeas a la luz de la luna. Sea la ensayística -la reflexión sobre los trasvases del tiempo que se cumple en Tiempo mexicano. Sea cuanto sea letra, pa-labra, oración, lo contamina la búsqueda del asom-bro y el feroz desnudamiento moral.

A la altura del siglo veintiuno, la obra literaria del mexicano universal se ha vuelto impostergable. Alejada de las grandes simplificaciones, alejada de la facilidad y el oportunismo,

reñida con las lecturas previsibles que negocian los ca-tequistas de la derecha y los catequistas de la izquierda,

la misma descuella por su creencia en el hecho lite-rario como ennoblecedor ejercicio de la inteligencia. Un ejercicio cuya justificación reside en la honesti-dad del planteamiento y el esplendor de la hechura.

Más aun, como recuperación de los espíritus peleados con las normas, los prejuicios y los asenti-mientos pusilánimes.

4También hay orfandad cuando mueren los amigos que ejercen la lealtad a toda prueba. Aparte de escri-tor fundamental para una época cuando se devalúa la escritura apegada al rigor de la opinión y la expre-sión, Carlos Fuentes ha sido un puntual ejerciente de la amistad sin dobleces. Me honra su amistad. Me emociona su amistad hacia mi país. Al lugar de éste en el mundo le dedica una consigna, que resume la documentación de la historia y la adivinación de la li-teratura: -“No hay globalidad que sirva, sin localidad que valga”.

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Tabucchi viajero

Ariel González

C uando Antonio Tabucchi murió, el pasado 25 de marzo, en Lisboa, me pareció curioso que apenas la víspera lo hubiéramos estado

evocando junto con algunos amigos. El hecho se explica porque habían estado pasando en la televisión la versión cinematográfica de Sostiene Pereira (con el inolvidable Marcello Mastroianni como protagonista) y eso nos sirvió de pretexto para hablar una vez más del libro, una obra que nos atrapó y encantó hace casi 20 años (Giangiacomo Feltrinelli Editore la publicó en 1994).

Es, como se sabe, una novela sobre el despertar político de un apaci-ble y rutinario editor de la hoja cultural de un diario portugués durante la dictadura de Antonio de Oliveira Salazar. Un viudo que al final de su vida, no teniendo a nadie, se encuentra de pronto a un par de jóvenes que lo involucran poco a poco en un acto de resistencia que le dará a él no sólo una gran satisfacción cívica, sino acaso la justificación de toda su existencia.

Desde entonces, para quienes no lo conocíamos, Tabucchi comenzó a ser uno de esos autores imprescindibles. Uno de sus méritos es que, teniendo sus convicciones políticas e ideológicas muy claras, no era ca-paz de poner la literatura al servicio de éstas. Sostiene Pereira, contra lo que pudiera pensarse (mejor aún, sostenerse), es un buen ejemplo de ello, porque pone en el centro la historia de un periodista cultural, su repentino asomo a los horrores de la dictadura, sin forzar para nada el ejercicio literario.

Como en toda gran obra, no es necesario que el autor diga o sen-tencie tal o cual verdad, sino que son los propios personajes los que la descubren y enuncian de un modo u otro. Lo primero sería panfletario; lo segundo es el camino de la literatura más perdurable y universal.

No obstante, el gran escritor que fue Tabucchi frecuentó lo fantásti-co y, directamente, la mejor sustancia literaria que pueda ofrecérsenos: los sueños. Por eso, en un artículo inmediato a su fallecimiento, me permití homenajearlo a la manera en que el escritor italiano imaginó las “travesías nocturnas” de algunos personajes como Rimbaud, Freud o Pessoa en su libro Sueños de sueños. De esa forma, lo imaginé viajando con Sergio Pitol hacia Praga:

Una noche de abril de 2010, mientras viaja-ba en tren por el interior de Italia, Antonio Tabucchi tuvo un sueño. Soñó que se dirigía también en tren hacia Praga y que lo acom-pañaba su amigo mexicano Sergio Pitol, a quien hacía mucho que no veía. Por lo visto, habían pactado viajar juntos hacia esa ciu-dad del este europeo tan llena de historias y encanto. Iban muy cómodos en el vagón res-taurante, admirando el paisaje y felices por el reencuentro…

Su amistad con el maestro de la Universidad Vera-cruzana era conocida. En su prefacio a Tríptico del car-naval para la edición de Anagrama, Tabucchi escribió:

Querido Sergi Pitol, lo siento, pero declaro públicamente que desconfío de ti. Porque nosotros, tus lectores, sabemos cuánto te inquietaría la idea de llegar a una conclusión. Porque, en ese caso, serías el escritor que no eres, ese que conoce ya el lugar de llegada y que, para tranquilizarnos, nos explica el recorrido… Y, en cambio, si no-sotros te hemos elegido, al igual que tú nos has elegido a nosotros, es para realizar jun-tos un hermoso viaje errabundo que nos lleve a ese anywhere del arbitrio, sede de aquella idea de Marcilio Ficino que tenía su centro en todas partes y la circunferencia en ninguna.

La literatura era para Tabucchi un largo y her-moso viaje. Sin embargo, también él era un viajero en el sentido literal. La editorial Anagrama acaba de publicar en español Viajes y otros viajes, un volumen que reúne un conjunto de textos muy variados que nacieron, según él mismo, “siempre a partir de via-jes pero nunca de viajes realizados para convertirse en literatura de viajes después”.

Y viajó mucho. También a México. Los textos de-dicados a nuestro país son breves, pero aciertan en el reconocimiento de algunas de nuestras esencias: los sabores picantes presididos por nuestra gran va-riedad de chiles; las playas, la gente y algunos sitios (del sureste mexicano, preferentemente) que le pa-recieron dignos de mención.

Pero en todos sus recorridos por el mundo, Méxi-co incluido, hay una ida que subyace en la experien-cia del viajero Tabucchi:

Un lugar nunca es sólo ”ese“ lugar: ese lugar somos en cierto modo nosotros también. De alguna manera, sin saberlo, lo llevábamos den-tro y un día, por casualidad, llegamos hasta él. Llegamos el día adecuado o el día equivocado, todo puede ser, pero eso no es responsabilidad del lugar, depende de nosotros. Depende de cómo leamos ese lugar, de nuestra disponibi-lidad para acogerlo en el interior de nuestros ojos y en el interior del alma…

Palabras de Tabucchi, palabras de un gran autor en tránsito por el mundo. Solamente alguien que no lo haya leído podrá pensar seriamente que ha viajado.

Antonio Tabucchi dictando la conferencia “El futuro del azar” el 15 de marzo de 2010, dentro del ciclo Pensar el futuro. (Centre de Cultura Contemporània de Barcelona. Tomada de: http://www.cccb.org/veus/wp-content/uploads/2012/03/08-Tabucchi.jpg)

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Fumar o no fumar, de eso se trata

Ricardo Benet ¹

L a película Fumar/No fumar (Smoking/No Smoking)² de Alain Res-nais –mítico integrante de la nouvelle vague– sobre la opción y sus

derivaciones, me sirve de referencia cinematográfica –que es lo mío– a propósito de la reciente disposición (imposición) de no fumar en los espacios (jardines, patios, estacionamientos y otras áreas abiertas) de la Universidad Veracruzana (UV).

Premiada con el León de Oro del Festival de Venecia en 1995 y con el Oso de Plata del Festival de Berlín, en 1998, Fumar/No fumar es una sola cinta partida en dos piezas. En ambos comienzos una mujer decide si fumar o no. Ese pequeño gesto podría llevarnos hasta dos historias distintas a partir de un mismo inicio. Pero las variaciones no son de orden discursivo, sanitario o moral. Son simples efectos de una bifur-cación, de la misma manera que los eventos de nuestro día variarán a partir de una decisión, como por ejemplo usar la rampa en vez de subir una escalera, o escoger entre ponernos la chamarra de cuero o el suéter gris en una mañana invernal.

En un pueblo del Yorkshire, Celia Teasdale, la mujer del director de la escuela, está limpiando su casa y, durante una pausa, duda entre fumar o no un cigarrillo. Este es el punto de partida de dos películas diferentes que analizan las consecuencias de una y otra acción.

En nuestra realidad social, decisiones y adicciones causan controver-sia, sobre todo cuando se involucra la percepción y el respeto al otro. Que el joven vecino ponga su música a todo volumen un miércoles a las dos de la madrugada es para quemarlo en leña verde; el prohibírselo los fines de semana, nos volvería una sociedad triste y sospechosa. Que alguien fume ante niños, embarazadas o no fumadores es para ahorcarlo, pero

En nuestra realidad social, decisiones y adicciones causan controver-sia sobre todo cuando se involucra la percepción y el respeto al otro

que se les señale, cual apestados, y expulse a mitad de la calle (sin plantear alternativas dignas y adecua-das), nos hace innecesarios vigías intolerantes.

Sorprende, por paradójico, que sea justo en el ám-bito universitario –campo natural de la apertura y la concertación– donde no haya existido una amplia consulta en cualquiera de sus muchas formas. Me parece que se ha desperdiciado la gran oportunidad de sorprendernos con la diversidad de opiniones y abordar el debate inteligente hacia las soluciones imaginativas que han convertido a la Universidad en vanguardia y faro.

Los elegantes gráficos de “Espacio libre de ta-baco” desplegados en facultades y demás entornos universitarios no dejan de causarme la misma sen-sación ambigua que provoca ver al niño pulcro, im-pecable e inmóvil durante toda la fiesta infantil.

Como autor y docente de la experiencia educa-tiva Arte y literatura en publicidad prevengo a los alumnos de la tentación de asentar gráficamente premisas no comprobadas, trampa para convertirlas en verdades irrefutables. La retórica en su acepción más devaluada: “vencer sin convencer”. La realidad que hoy nos ocupa es que en la opinión cotidiana, abierta y sin cortapisas, se ha generado un senti-miento de exclusión, una noción de “háganle como quieran” o de caso cerrado sin resolver: Yo preferiría leyendas como “Espacio libre de pasividad y movi-mientos laterales…” o mejor aún: “Espacio lleno de pasión, creatividad, acción, compromiso…” y algu-nas otras bondades éticas y filosóficas.

Volviendo a la película, Resnais plantea un es-quema sencillo y hasta previsible: un matrimonio que ya no se quiere, un mejor amigo con una esposa infiel, un jardinero y una limpiadora. Poco más, en realidad. Con estas claves, todos podemos montar ya una trama en nuestras cabezas. Pero es imposi-ble ponernos a pensar en cuál será la mejor trama, la más interesante, la más original. Resnais integra dentro de este marco todas las historias posibles, desde la más previsible a la más absurda.

En la primera parte, Smoking (146 minutos), Celia se pone a fumar, mientras que en No smoking (147 minutos) decide no hacerlo. En ambos casos, la decisión de Celia afecta a la vida de los personajes…

Pero el verbo afectar no tiene en la película otro sen-tido ulterior que la comprobación del acto-efecto, las posibilidades infinitas de la ecuación libre albe-drío + destino que nos conduce usualmente a una “insoportable levedad del ser”, pero que nos hace bellamente humanos.

¹ Jefe del Departamento de Cinematografía de la UV.

2 Resnais, A. (Director). (1995). Smoking/No Smoking. [Cinta cinematográfica]. Francia: France 2 Cinéma /Caméra One / Arena Films.

Sobre las afectaciones individuales y sociales que provoca el fumar ya se habrá abundado ampliamen-te y estar de acuerdo es una obviedad y, para algu-nos, hasta políticamente correcto.

El problema reside –como en todo asunto que alude a la opción y a la conciencia– en que todos los acto-res y opiniones deben ser tomados en cuenta para buscar ese territorio donde la convivencia, el respe-to y la dignidad florecen.

Cuestión de sentido común y límites, porque más adelante no me gustaría que me indicaran qué filmar, cómo peinarme o a quién amar…

Por cierto, yo no fumo.

Cartel de la película Fumar/No fumar, dirigida por Alain Resnais.

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La colección de pinturadel siglo XIX y principios del XX

Patricia Cao Romero

L a colección de pintura del siglo XIX y principios del XX propiedad de la Universidad Veracruzana, actualmente resguardada en el

Museo de Arte del Estado de Veracruz es, como todo conjunto de obras artísticas, fuente de conocimiento de la sociedad que la produjo.

México nace formalmente a la vida independiente en 1821, despro-visto de una identidad política que le diera solidez. El nuevo país hubo de transitar las siguientes cinco décadas de su existencia en medio de la convulsión política y su consecuente cauda de inestabilidad. Este acon-tecer tan dinámico atrajo poderosamente la atención de la historiogra-fía bajo la óptica del proceso de consolidación nacional, sacrificando la mirada hacia otros temas.

Es hasta la segunda mitad del siglo XX que, con la perspectiva ade-cuada, se buscará conocer la historia de la sociedad de ese tiempo y la manera como se fue tejiendo su entramado cultural. Así nacen in-vestigaciones históricas regionales y locales, que abrevan en fuentes documentales como las expresiones artísticas.

José María Velasco, José Justo Montiel, Felipe Gutiérrez, Fiden-cio Díaz de la Vega, José Obregón, Ramón Sagredo y Tiburcio Sánchez son los autores más sobresalientes de la colección, sabemos –gracias al trabajo de la Dra. Ida Rodríguez Prampolini¹– que estuvieron ligados a la Academia de San Carlos de la ciudad de México, núcleo del quehacer pictórico desde tiempos coloniales.

V arias son las piezas artísticas que forman parte del acervo de la Universidad Veracruzana, entre ellas se encuentra la Colección de pintura del siglo XIX y

principios del XX, la cual se resguarda en el Museo de Arte del Estado de Veracruz, ubicado en la ciudad de Orizaba. En este recinto, antiguo Oratorio San Felipe Neri, que data de 1741, se exhiben más de 600 obras que van de la época virreinal has-ta la plástica contemporánea, de ellas, más de un centenar son de la UV.

Con diferentes temas, la colección da cuenta de los usos y costumbres de al-gunos personajes relevantes de la sociedad del siglo XIX y constituye un conjunto iconográfico para la interpretación histórica; ejemplo de ello es la elección que el Colegio de México ha hecho de algunas de estas piezas para incluirlas en la nueva edición de la Historia Breve de Veracruz, a cargo del Fideicomiso para la Historia de las Américas en conjunción con el COLMEX y la Editorial Espejo de Obsidiana/GM.

De tal patrimonio, damos una breve muestra en este dossier de Gaceta, con el propósito de invitar a la comunidad en general a disfrutar desde el presente un aporte pictórico del pasado que desde el realismo de sus retratos y paisajes nos lanza una mirada enigmática hacia el futuro.

Agradecemos la generosa aportación de Fomento Cultural Banamex A.C. en el levantamiento fotográfico de la Colección de pintura del siglo XIX y principios del XX propiedad de la Universidad Veracruzana, a cargo del fotógrafo Rafael Doniz, cuyas imágenes hacemos uso en esta publicación.

El arte apela, en primera instancia, a la sensibilidad humana y provoca procesos intelectuales que se articulan en la experiencia estética del espectador. El disfrute de una obra de arte estimula que los procesos sensitivos y cognitivos se engarcen y brinden una vía alterna de conocimiento

¹ Prampolini, Ida (1997). La crítica de arte en México en el siglo XIX, tomo I, México: UNAM-Instituto de Investigaciones Estéticas.

Memorias de humana geografía

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También ejercieron su quehacer en ámbitos fue-ra de esta institución; precisamente esta colección comprueba el aterrizaje del academicismo en la pro-vincia veracruzana.

El registro pictórico que José Justo Montiel nos lega muestra fehacientemente las tres raíces de nuestra configuración étnica. Así tenemos el retrato de Isabel II, la pareja de principales indígenas y el retrato de un negrito fumando.

En los retratos de mujeres como La señorita del arpa y La señora y sus hijas, visualizamos el rol del género femenino en la sociedad decimonónica. En los paisajes, aunque anónimos, encontramos la exu-berancia de la tierra veracruzana así como de los modos de producción agrícola. Obras como las de Ramón Sagredo atestiguan su paso por la Academia. Las pinturas de José María Velasco, aun cuando no representan un tema estrictamente local, muestran la aportación de este artista a la pintura del paisaje del siglo XIX.

Evidentemente, la colección amerita variadas lectu-ras y espera el análisis de investigadores y estudiantes de las humanidades y las artes en general.

Ramón Sagredo. Estudio de una mano de yeso, 1857. Óleo sobre tela, 37.5 × 46.3 cm.

Anónimo. Los estudiantes. Óleo sobre tela, 59 × 85 cm.

En ese proceso, la actividad artística regional se acerca así a entornos y temas muy diferentes de aquéllos que funcionaban alrededor de la Academia,

por tanto hoy nos permite acercarnos a esa realidad a través de un registro gráfico que de otra manera no tendríamos.

El caso de José Justo Montiel es ejemplar, pues en la colección existen piezas suyas que la Academia consideraba necesarias en la formación de un pintor y, a la vez, encontramos obras que dan cuenta de su trabajo en el taller de Orizaba y que permiten atis-bar otros aspectos de la vida de esta región.

La mayoría de las obras de la colección se inserta en lo que se ha llamado Escuela veracruzana de pin-tura, aludiendo solo a la toponimia, no porque forme en sí misma una escuela o una corriente estética; sin embargo, desde el punto de vista de su anclaje en la zona la colección ofrece información valiosa para el análisis histórico.

La proliferación de retratos no sólo identifica a los personajes del pasado sino que revela la manera de conducirse de la sociedad local;

los peinados, los atuendos y otros elementos de orna-to, así como la gestualidad, hablan de la vida cotidia-na de los diferentes estamentos de una sociedad que vale la pena revisitar.

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José María Velasco. El valle de México desde el cerro de los Dolores, 1884. Óleo sobre tela, 45 × 63 cm. Anónimo. Vista de una hacienda veracruzana. Óleo sobre tela, 32 × 45 cm.

Anónimo. Paisaje veracruzano con trapiche. Óleo sobre tela, 30 × 34.5 cm.

Anónimo. Garita de Escamela, Orizaba, Ver. Óleo sobre tela, 34 × 53 cm.

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José Justo Montiel. Retrato de Isabel II, 1872. Óleo sobre tela,

180 × 141 cm.

José Justo Montiel. Dama con sombrero, o Retrato de doña Isabel Vivanco Patiño, 1864. Óleo sobre tela, 77.5 × 52.5 cm.

Anónimo. Señorita del arpa. Óleo sobre tela, 76 × 55.5 cm.

José Justo Montiel. Coronel Jovaneney, 1857(?). Óleo sobre tela,

44.5 × 34 cm.

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Semblanza de los colaboradores

Patricia Cao RomeroFue coordinadora institucional por la UV para la edición del Catálogo del Museo de Arte del Estado de Veracruz (coedición Fomento Cul-tural Banamex/ Tamsa/ Gobierno del Estado/ IVEC/ UV, 2001), así como Fragmentos, fotografías de Alejandra Figueroa (Patronato del Museo de Antropología de Xalapa, 2003) entre otras publicaciones. Se ha reconocido su tarea de difusión cultural con el Premio Avicom, por el International Council of Museums y el Premio Camera a la mejor publicación de arte para la revista Saber Ver, otorgado por la UNESCO y CNRS (París, Francia); actualmente es la comisaria de la colección de pintura del siglo XIX y principios del XX, propiedad de la UV y Secre-taria Ejecutiva del Comité Técnico del Fideicomiso de administración para la restauración y rehabilitación del primero y segundo claustro del Museo de Arte del Estado, antiguo oratorio San Felipe Neri.

Rafael Doniz Ingresó a la fotografía como ayudante y discípulo de Manuel Álvarez Bravo de 1973 a 1976. Su obra se ha expuesto en las principales ciuda-des de América y Europa donde también se ha publicado su trabajo en libros y revistas. Sus fotografías se encuentra en distintas colecciones, entre las que, destacan las del California Museum of Photography en Riverside, Casa de las Américas de La Habana, Fundación Margolis y el Center for Creative Photography de Tucson, Colección Fotográfica de la Fundación Televisa, Galería López Quiroga y Museo Rufino Ta-mayo en la Ciudad de México, Mexican Fine Arts Center Museum de Chicago y Photographs Do Not Bend Gallery de Dallas.

Ha colaborado en más de cien proyectos editoriales de arqueología, etnografía, sociología, arquitectura, ecología, arte colonial, moderno y contemporáneo, editados en México, Estados Unidos y Europa. En-tre las editoriales con las que ha trabajado se encuentran Fomento Cultural Banamex y Landucci Editores en México; Bendikt Taschen, Koenemann y Schimer/Mosel en Alemania; Turner Libros en España; Les Editions Didier en Francia; Thames and Hudson en Inglaterra y Franco Maria Ricci e Rizzoli en Italia.

Antonio García de LeónInvestigador titular del Instituto Nacional de An-tropología e Historia (Centro INAH Morelos) y pro-fesor titular de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía de la Universidad Na-cional Autónoma de México (UNAM), así como del Seminario de Historia Cultural en el posgrado y la licenciatura de la Facultad de Filosofía y Letras de la misma UNAM. Obtuvo la Maestría en Lingüísti-ca en la Escuela Nacional de Antropología e Histo-ria (ENAH, México) y el Doctorado en Historia en la Universidad de París-I, Panthéon-Sorbonne (Fran-cia). Ha sido profesor visitante en varias universi-dades de México, España y Francia. Cuenta con más de una decena de libros publicados y numerosos artículos académicos. Por sus aportes a la investi-gación de el verso y la música populares, la historia regional, entre otros temas, ha sido distinguido con premios, becas y reconocimientos por parte de los gobiernos estatales de San Luis Potosí y Quintana Roo así como por el Ministerio Francés de Educa-ción y el Institut des Hautes Études de l’Amérique Latine (IHEAL); la Université de la Sorbonne Nouvelle. París III. Francia; el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología; el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Ha sido beneficiado con las becas John D. and Catherine MacArthur, del Fidei-comiso México-USA y la John Simon Guggenheim Memorial Foundation.

Jorge García Gálvez Doctor y maestro en Administración Pública por el Instituto de Estudios Superiores en Administración Pública del Distrito Federal, ambos grados acadé-micos obtenidos con Mención Honorífica. Posee amplia trayectoria en la administración pública y privada en las áreas de finanzas y control. Fue di-rector de finanzas y director general de auditoría de Conacyt, subdirector general de Impulsora de Inver-siones Financieras, S.A., contralor general de la Uni-versidad Veracruzana, contralor interno y director de la Unidad de Transparencia de Servicios de Salud de Veracruz. Actualmente es Investigador académico del Instituto de la Contaduría Pública de la UV.

Sergio García Ramírez Obtuvo la licenciatura en derecho en la Facultad de Derecho de la UNAM, con mención honorífica, y el doctorado en derecho en la misma Facultad, con mención magna cum laude, que por primera vez se otorgó en la División de Estudios Superiores de dicha Facultad. Es investigador en el Instituto de Investigaciones Jurídicas y profesor titular de la Facultad de Derecho de la UNAM. Es investigador nacional emérito del Sistema Nacional de Investiga-dores. Fue director de la Revista de la Facultad de De-recho de la UNAM. Se ha desempeñado como Juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, electo por la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos por dos periodos y como presidente de la Corte. Es autor de más de cincuen-ta libros y numerosos artículos de investigación, docencia y divulgación, publicados en México y en el extranjero. La mayoría de sus publicaciones abordan temas jurídicos y criminológicos. Cuenta también con trabajos de otras materias: política y li-teraria, principalmente. Fue director del Centro Pe-nitenciario y juez en el Consejo Tutelar para Meno-res Infractores del Estado de México, director de la Cárcel Preventiva de la Ciudad de México, presiden-te de la Comisión de Reclusorios del Distrito Fede-ral, subdirector general de Gobierno de la Secretaría de Gobernación, subsecretario en las secretarías de Patrimonio Nacional, Gobernación, Educación Pú-blica y Patrimonio y Fomento Industrial, así como Procurador General de Justicia del Distrito Federal, Secretario del Trabajo y Previsión Social y Procura-dor General de la República y presidente fundador del Tribunal Superior Agrario.

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Alan Knight Profesor de Historia de la Academia Latina de Amé-rica en la Universidad de Oxford, Inglaterra, donde es miembro del San Antony's College y Director del Centro de América Latina. Es el autor de los dos volúmenes de La Revolución Mexicana (Cambridge 1986) por la que recibió el Premio Albert Beveridge de la Asociación Histórica Americana y el premio Bolton por parte de la Conferencia de Historia Lati-noamericana. Su interés principal es la historia del siglo XX de América Latina, con énfasis en México, la sociedad agraria, la construcción del Estado y las revoluciones. Es autor de Las relaciones México-Estados Unidos, 1910-1940 (San Diego, 1987), del capítulo sobre “México, 1930-1946” en The Cam-bridge History of Latin America (1990) y de dos de los tres volúmenes de un compendio general de la historia de México: México: desde el principio hasta la Conquista y de México: la Era Colonial (Cambrid-ge, 2002). Ha escrito varios artículos que tratan as-pectos del México del siglo XX (la construcción del Estado, los movimientos populares, la educación y la cultura, la política actual) y coeditado La industria petrolera mexicana en el siglo XX (1992). Fue docente en la Universidad de Essex y en la Universidad de Texas en Austin, donde ocupó la Presidencia del CB Smith, y en 1986 fue profesor visitante en el Centro sobre Estudios México-Estados Unidos de la Uni-versidad de California, en San Diego.

José Luis Martínez MoralesMaestro en Literatura Mexicana y licenciado en Letras Españolas por la Universidad Veracruzana. Desde 1979 a la fecha ha sido investigador del Ins-tituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias de la UV y, a partir de enero de 1994, director de di-cha institución. Publicó en 1982 Horacio Quiroga. Teoría y práctica del cuento en Colección Cuadernos del IILL. En colaboración con Sixto Rodríguez Hernández, preparó la antología: Voces narrativas de Veracruz; (1837-1989) editada en 1993 por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en su colección Letras de la República. En 2000 editó Brevísimas Lecturas, un libro con ensayos críticos sobre los escritores Sergio Galindo, Vicente Leñe-ro, Juan de la Cabada, Edmundo Valadés, Alfonso Reyes y Augusto Monterroso.

Ha colaborado con artículos y ensayos sobre lite-ratura mexicana en las revistas La palabra y el hom-bre, Texto crítico, Literal y Revista de Literatura Mexi-cana Contemporánea, así como en libros colectivos. Autor de un catálogo sobre escritores veracruzanos en activo, nacidos y radicados en el estado. Sus inte-reses de investigación alcanzan la relación entre la literatura y los evangelios.

Luis Rafael Sánchez Interesado en las artes dramáticas, comenzó su carrera artística como actor mientras estudiaba y trabajaba en la radio. Se convirtió en dramaturgo después de graduarse. En 1955 pasó a México para perfeccionarse en el arte teatral. La Universidad de Puerto Rico le otorgó una beca que le permitió to-mar cursos en la Universidad de Columbia y en la Universidad de Nueva York en 1959, por la que ob-tuvo la maestría en Artes en 1963. Aunque inició sus estudios doctorales en la Universidad de Columbia, terminó los mismos en la Universidad Complutense de Madrid, España, en 1976. Ha ejercido también como profesor en distintas universidades de Estados Unidos, entre ellas la Universidad de Puerto Rico, Re-cinto de Río Piedras.

Como escritor, ha destacado tanto en el terreno del teatro como en la narrativa. Comenzó su carrera literaria en la dramaturgia, con un estilo profunda-mente marcado por el existencialismo y el teatro del absurdo, aunque ya en Farsa del amor compra-dito (1960) aparece un marcado sentido del humor y una autoconciencia de lo teatral. Se le considera un dramaturgo de valor significativo en Puerto Rico, donde sus obras se han estado representando desde finales de la década de 1950. Otras piezas tea-trales suyas son Los ángeles se han fatigado (1960), La espera (1960), La hiel nuestra de cada día (1962), La pasión según Antígona Pérez (1968) y Quíntuples (1985).

Jorge Suárez Medellín Realizó sus estudios de licenciatura en Biología en la Universidad Veracruzana y su maestría en Ciencias Alimentarias en la misma institución, con estudios de doctorado en Ciencias de los Alimentos en el Ins-tituto Tecnológico de Veracruz. Se ha desempeñado como signatario de diagnóstico fitosanitario, acredi-tado ante la Entidad Mexicana de Acreditación. A par-tir del 2000 ha llevado a cabo una amplia labor como divulgador científico, realizando guiones para audio-visuales y publicando diversos artículos para todo público en el semanario universitario Universo.

Ángel Trigos Landa Realizó su licenciatura en Química Farmacéuti-ca Biológica en la UV y su doctorado en Ciencias Químicas en la Universidad de La Laguna, España. Desde 1988 hasta la fecha se ha interesado por el estudio químico de hongos, tanto macroscópicos como microscópicos; actualmente es miembro del Sistema Nacional de Investigadores y director fun-dador del Laboratorio de Alta Tecnología de Xalapa. Con una intensa labor como gestor, investigador, docente y asesor ha trabajado estrechamente con li-cenciaturas y posgrados de la UV relacionados con su quehacer científico, aportando a sus estudiantes un enfoque en el que vincula la creación de nuevos co-nocimientos a través de la investigación, con los sec-tores productivos y de servicios.

Diego ValadésCursó la licenciatura en la Facultad de Derecho de la Universidad Clásica de Lisboa y en la Facultad de Derecho de la UNAM; obtuvo su doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. Actual-mente es investigador titular en el Instituto de In-vestigaciones Jurídicas de la UNAM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Es profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM y también ha dictado clases en la Facultad de Ciencias Políticas y en el Instituto Tecnológico Autónomo de Méxi-co. Ha sido profesor visitante en la Universidad de Guadalajara y en la Universidad Externado de Co-

lombia. En la UNAM ha desempeñado los cargos de subdirector de Radio Universidad, director ge-neral de Difusión Cultural, director de la Revista de la Universidad, y abogado general y coordinador de Humanidades y director del Instituto de Investiga-ciones Jurídicas.

Es autor de La Dictadura constitucional en Améri-ca Latina (UNAM, 1974); La UNAM, formación, es-tructura y funciones (UNAM, 1974); La Constitución reformada (Cámara de Diputados, 1979; UNAM, 1987); El derecho académico en México (UNAM, 1987); Constitución y política (UNAM, 1987; 1994); Derecho de la educación (McGraw Hill, 1997); El con-trol del poder (UNAM, 1998; Porrúa, 2000); Cons-titución y democracia (UNAM, 2000; 2002); Proble-mas constitucionales del Estado de Derecho (UNAM, 2002). Además, es coautor de otros 14 estudios monográficos. Miembro del Colegio Nacional y de diversas asociaciones latinoamericanas y europeas del derecho y estudios legislativos fue integrante de la Junta de Gobierno de la Universidad Veracruzana, y es vicepresidente del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional.

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No hay palabra que no sea portadora de una inminente resurrección.Cada palabra que decimos anuncia, simultáneamente, otra palabra que desconocemos

porque la olvidamos y una palabra que desconocemos porque la deseamos.Lo mismo sucede con los cuerpos, que son materia. Toda materia contiene el aura

de lo que antes fue y el aura de lo que será cuando desaparezca. Carlos Fuentes, En esto creo¹

¹ Fuentes, C. (2003) En esto creo. Diccionario de la vida. Barcelona: Seix Barral, p. 191.

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