gabriela edwards, titulada ufro “en la vida, no hay meta que no puedas...

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“En la vida, no hay meta que no puedas conquistar” Tiene apenas 30 años y ya ha conquistado importantes logros: durante su doctorado ha hecho dos pasantías internacionales, es co-autora de importantes papers publicados en prestigiosos journals y en octubre de este año recibió la beca L’Oreal-UNESCO for Women in Science. El 11 de octubre de 2016 quedará marcado como un hito en la historia personal y profesional de Gabriela Edwards. Ese día, esta temuquense titulada de Tecnología Médica de la Universidad de La Frontera (UFRO) y doctorante de la Pontificia Universidad Católica de Chile, recibía la beca L’Oreal-UNESCO for Women in Science, un aporte de $ 7 millones de pesos destinados a apoyar su investigación doctoral (ver recuadro). Con la adjudicación de este premio, Gabriela probó una vez más la verdad de las enseñanzas de su madre, que la habían orientado y seguirán guiando durante toda su vida: la perseverancia, el esfuerzo y la voluntad, todo lo pueden conquistar. A esa jornada le faltó –no obstante– aquella estrella que le había dado a Gabriela un norte en la vida. “Mi mamá murió hace siete años y todos los días siento su presencia conmigo y recuerdo su voz, que me da fuerzas para seguir. Por eso, en la premiación, le dediqué ese reconocimiento a ella, mi ejemplo y modelo en la vida”, cuenta la investigadora. LA FUERZA DE LA FAMILIA Gabriela es la hija del medio y tiene casi seis años de diferencia con cada una de sus hermanas. Esto le permitió tener dos relaciones fraternas distintas y complementarias: una, con su hermana mayor, a quien siempre vio como una mujer responsable y modelo a seguir; la otra, la compañera de juegos y a la que podía regalonear y cuidar. “Pero las figuras más importantes en mi vida son, sin duda, mis padres y más particularmente, mi mamá”, señala Gabriela. Su papá es chofer de camiones y su trabajo le significaba, a veces, largas ausencias de casa, las que eran luego compensadas con horas de inmenso cariño y acompañamiento a sus hijas. “La mamá fue el pilar de la familia. Era dueña de casa y dedicó su vida entera a incentivarnos y apoyarnos para que fuésemos profesionales, para que pudiésemos ser independientes y autónomas”, recuerda. En 2005, Gabriela ingresó a Tecnología Médica en la Universidad de La Frontera en Temuco. Eligió esta carrera porque tenía dos de los componentes que más la apasionaban: una parte científico-técnica y otra relacionada con la biología al servicio de la salud. Durante su formación, hubo un elemento que fue determinante para definir su futuro: “Algunos de nuestros profesores habían adquirido el grado de doctor y otros estaban haciendo el doctorado. A través de ellos pude constatar que era posible hacer investigación desde la tecnología médica. Fue como si me mostraran el camino a la felicidad, porque eso era lo que quería hacer”, explica. La joven universitaria –que era beneficiaria de la beca Juan Gómez Millas gracias a la cual financió el 50% de su arancel– compartió sus planes con su madre. “Lo único que le preocupaba era de dónde sacaríamos el dinero para que yo pudiera seguir estudiando. Recuerdo haberle dicho ‘tranquila, mamá, me enseñaste que el único límite es el que uno mismo se propone, así es que postularé a una beca para financiar el doctorado’, y afortunadamente la gané”. Pero a fines de su último año de carrera, cuando Gabriela ya era la mejor alumna de su generación, la tristeza golpeó a la familia: su madre falleció. Recuerda que fueron momentos muy difíciles “todos estábamos sumidos en una pena profunda. Pasaron unas semanas en que todo parecía detenido, hasta que me dije que no más, que mi mamá jamás hubiese permitido que nos quedáramos estancados. Debíamos seguir adelante, avanzando, cumpliendo nuestros sueños y los de ella, porque esa era la mejor forma de honrarla”, rememora. Gabriela se quedó un año en Temuco haciendo docencia universitaria, esperando los resultados de su beca y de su postulación al doctorado en Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica, una de las apuestas más arriesgadas que había hecho en su vida. APOSTANDO POR LO DIFÍCIL “Cuando decidí hacer el doctorado, miré muchos programas y decidí postular al de la Católica sabiendo que estaba entre los más difíciles, porque que me abriría las puertas a investigación del más alto nivel”, dice la tecnóloga médica. Ella sabía que la PUC tendía a recibir en sus programas a sus propios egresados y que, además de ser de una universidad de regiones, ella venía de una carrera poco relacionada con la investigación científica. Por eso, cuando la llamaron a entrevista, sabía que ya había avanzado un espacio. Esa entrevista fue decisiva: era un panel compuesto por los investigadores asociados al departamento. Le preguntaron cómo superaría el hecho de haber tenido sólo un ramo de Biología; Gabriela respondió que pondría todo su esfuerzo y estudiaría intensamente para nivelarse durante el primer año de cursos. La interrogaron sobre si sabía el tremendo esfuerzo que significaba el programa, y respondió que sabía perfectamente que era un gran esfuerzo dejar la familia y llegar a Santiago, pero que el doctorado era lo que realmente quería hacer y que no era de las que se rendía sin conseguir las metas. Le preguntaron qué pasaría si decidía tener pareja y le pedían dejar los estudios y formar familia: “Respondí que mi prioridad era el doctorado y que para tener mayores posibilidades en la investigación tendría que realizar un post doctorado en el extranjero. Si eso se compatibilizaba con una pareja, fantástico, pero si no ocurría seguiría avanzando por lograr mis sueños”. Para llegar a ese punto, tuvo que dedicar trabajo y voluntad. “La formación profesional que me dio UFRO era excelente, pero yo no venía de una carrera naturalmente investigativa. Así es que me dediqué como nunca antes en mi vida a dominar todos los tópicos relacionados con biología celular y molecular, que era la mención de mi doctorado. Me acercaba a mis compañeros para pedirles ayuda, sin temor a decir que no sabía; estudiando sin parar de lunes a domingo”. Esa voluntad inquebrantable fue la que vio su tutor, Juan Larraín, docente del programa de doctorado y Vicerrector Académico de la PUC, quien ha sido el mentor de Gabriela desde que terminó los ramos de doctorado e inició su carrera como investigadora: “Su apoyo y confianza han sido claves para mi formación, la realización de pasantías en el extranjero y el avance de mi investigación, lo que me ha permitido ser a la fecha co-autora de varios artículos científicos en revistas especializadas de reconocimiento mundial”. PENSAR GLOBAL, ACTUAR LOCAL La beca L’Oreal-UNESCO la destinará a la realización de algunos experimentos de alto costo que requiere para precisar y consolidar sus resultados y para presentarlos en congresos internacionales. En paralelo, está preparando su postulación para una beca de post doctorado en Estados Unidos. A su regreso a Chile, esta tecnóloga médico y doctorante quiere volver a Temuco, instalar un laboratorio y, lo más importante, volver a la docencia en la universidad para avanzar hacia una carrera en investigación. “Quisiera aportar con mi investigación en la región de La Araucanía, no solo en la generación de nuevo conocimiento, sino además acercando la ciencia a la comunidad y formando nuevos científicos y científicas desde región, para así contribuir a descentralizar la ciencia en Chile. En regiones existe un tremendo capital humano que muchas veces no sigue el camino de la ciencia porque todo está en Santiago y no cuentan con los recursos para trasladarse. Eso no es justo, ni para ellos, ni para las posibilidades de un desarrollo equitativo de nuestro país”, concluye Gabriela Edwards. GABRIELA EDWARDS, TITULADA UFRO Este es un programa de la Universidad de La Frontera, El Mercurio y Emol para descentralizar Chile. Historias de profesionales que le ganaron a la desigualdad territorial, desarrollando sus carreras con visión global y arraigo local. EXCELENCIA SIN FRONTERAS El secreto de la reparación de la médula espinal Decir lesión de la médula espinal es pensar en la parálisis. Imágenes como las que dejaron la campaña del fallecido actor Christopher Reeve, quien quedara parapléjico después de caer de un caballo, fueron la cara pública de una situación que afecta a millones de personas en el mundo. Los mamíferos en general, incluyendo a los seres humanos, carecen de la capacidad de regenerar las células del sistema nervioso central, porque –cuando ocurre una lesión de este tipo– el cuerpo responde con una fuerte reacción inmune, enviando a un tipo determinado de células a controlar la lesión, pero convirtiéndola en una especie de cicatriz, la que forma una barrera e impide que las células nerviosas de la médula vuelvan a conectarse. La tesis doctoral de Gabriela Edwards busca desentrañar, precisamente, los misterios de los mecanismos de regeneración en una especie, la rana africana, que en su estado de larva o renacuajo presenta una alta capacidad de regenerar la médula espinal. Pero, a medida que avanza en su metamorfosis y se transforma en una rana juvenil, pierde por completo esta capacidad. “Este paradigma de regeneración convierte a esta rana en un modelo único para estudiar los mecanismos celulares y moleculares de la regeneración. En mis estudios hemos logrado avanzar en la identificación de los grupos de células que tienen esa capacidad de regeneración y ahora debemos ahondar en los mecanismos moleculares que lo permiten”, explica la investigadora. Para ello, Gabriela realizó una pasantía en 2013 en The Scripps Research Institute (TSRI), en San Diego, Estados Unidos, donde utilizó una técnica conocida como microscopía en vivo, que en ese año era una técnica de primer nivel pero que en Chile aún no estaba disponible. A fines de 2014 realizó una segunda pasantía en España, en el Instituto Cavanilles de Valencia, España. Se integró al laboratorio de un reconocido investigador que aportó con la microscopía electrónica en el descubrimiento y caracterización de las células madres del cerebro de mamíferos. Fue su experiencia allí y la acuciosidad de su investigación las que le permitieron ganar el premio L’Oreal-UNESCO for Women in Science, que escoge a científicas de primer nivel y reconoce el trabajo de mujeres investigadoras en todo el mundo para reducir brechas de género. “Una de las cosas más emocionantes de este premio es que me ha permitido acceder a una red de mujeres, todas extremadamente comprometidas en la lucha por condiciones más equitativas para las mujeres en el mundo de la ciencia”, señala Gabriela. Historias que se convierten en ejemplos Si hay algo que transmite Gabriela con fuerza es su tremenda pasión y amor hacia su trabajo: “Me siento feliz de ver que, a pesar de que elegí un camino complejo, lleno de desafíos y dificultades, he logrado con éxito hacer lo que más me apasiona y en lo que me veo trabajando por el resto de mi vida: la ciencia y la investigación”. Buscando que su historia inspire a nuevas generaciones, la tecnóloga médica titulada de la UFRO dedica parte de su tiempo a dar charlas como parte del programa Explora 1000 Científicos 1000 Aulas, poniendo particular énfasis en que sean escuelas rurales: “Los ojos de los niños cuando les cuentas sobre estas capacidades regenerativas de los renacuajos son algo hermoso de ver. Uno sabe que la próxima vez que vean uno en la orilla de un río o una laguna, algunos recordarán lo que escucharon y se despertará en ellos la curiosidad, que es el factor fundamental para la ciencia”. Pero su ejemplo ha tenido impactos mucho más cercanos: su sobrino mayor, Agustín (13 años), quien es su primer ahijado, ya está planificando realizar estudios de doctorado en Alemania: “Eso me enorgullece mucho, porque quiere decir que he sido un buen ejemplo para él. Mi madre estaría orgullosa de ver que los principios que nos inculcó están transmitiéndose a sus nietos”.

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“En la vida, no hay meta queno puedas conquistar”

Tiene apenas 30 años y ya ha conquistado importantes logros: durante su doctorado ha hecho dos pasantías internacionales, es co-autora

de importantes papers publicados en prestigiosos journals y en octubre de este año recibió la beca L’Oreal-UNESCO for Women in Science.

El 11 de octubre de 2016 quedará marcado como un hito en la historia personal y profesional de Gabriela Edwards. Ese día, esta temuquense titulada de Tecnología Médica de la Universidad de La Frontera (UFRO) y doctorante de la Pontificia Universidad Católica de Chile, recibía la beca L’Oreal-UNESCO for Women in Science, un aporte de $ 7 millones de pesos destinados a apoyar su investigación doctoral (ver recuadro).

Con la adjudicación de este premio, Gabriela probó una vez más la verdad de las enseñanzas de su madre, que la habían orientado y seguirán guiando durante toda su vida: la perseverancia, el esfuerzo y la voluntad, todo lo pueden conquistar.

A esa jornada le faltó –no obstante– aquella estrella que le había dado a Gabriela un norte en la vida. “Mi mamá murió hace siete años y todos los días siento su presencia conmigo y recuerdo su voz, que me da fuerzas para seguir. Por eso, en la premiación, le dediqué ese reconocimiento a ella, mi ejemplo y modelo en la vida”, cuenta la investigadora.

La fuerza de La famiLia

Gabriela es la hija del medio y tiene casi seis años de diferencia con cada una de sus hermanas. Esto le permitió tener dos relaciones fraternas distintas y complementarias: una, con su hermana mayor, a quien siempre vio como una mujer responsable y modelo a seguir; la otra, la compañera de juegos y a la que podía regalonear y cuidar.

“Pero las figuras más importantes en mi vida son, sin duda, mis padres y más particularmente, mi mamá”, señala Gabriela. Su papá es chofer de camiones y su trabajo le significaba, a veces, largas ausencias de casa, las que eran luego compensadas con horas de inmenso cariño y acompañamiento a sus hijas.

“La mamá fue el pilar de la familia. Era dueña de casa y dedicó su vida entera a incentivarnos y apoyarnos para que fuésemos profesionales, para que pudiésemos ser independientes y autónomas”, recuerda.

En 2005, Gabriela ingresó a Tecnología Médica en la Universidad de La Frontera en Temuco. Eligió esta carrera porque tenía dos de los componentes que más la apasionaban: una parte científico-técnica y otra relacionada con la biología al servicio de la salud. Durante su formación, hubo un elemento que fue determinante para definir su futuro: “Algunos de nuestros profesores habían adquirido el grado de doctor y otros estaban haciendo el doctorado. A través de ellos pude constatar que era posible hacer investigación desde la tecnología médica.

Fue como si me mostraran el camino a la felicidad, porque eso era lo que quería hacer”, explica.

La joven universitaria –que era beneficiaria de la beca Juan Gómez Millas gracias a la cual financió el 50% de su arancel– compartió sus planes con su madre. “Lo único que le preocupaba era de dónde sacaríamos el dinero para que yo pudiera seguir estudiando. Recuerdo haberle dicho ‘tranquila, mamá, me enseñaste que el único límite es el que uno mismo se propone, así es que postularé a una beca para financiar el doctorado’, y afortunadamente la gané”.

Pero a fines de su último año de carrera, cuando Gabriela ya era la mejor alumna de su generación, la

tristeza golpeó a la familia: su madre falleció. Recuerda que fueron momentos muy difíciles “todos estábamos sumidos en una pena profunda. Pasaron unas semanas en que todo parecía detenido, hasta que me dije que no más, que mi mamá jamás hubiese permitido que nos quedáramos estancados. Debíamos seguir adelante, avanzando, cumpliendo nuestros sueños y los de ella, porque esa era la mejor forma de honrarla”, rememora.

Gabriela se quedó un año en Temuco haciendo docencia universitaria, esperando los resultados de su beca y de su postulación al doctorado en Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica, una de las apuestas

más arriesgadas que había hecho en su vida.

apostando por Lo difíciL

“Cuando decidí hacer el doctorado, miré muchos programas y decidí postular al de la Católica sabiendo que estaba entre los más difíciles, porque que me abriría las puertas a investigación del más alto nivel”, dice la tecnóloga médica.

Ella sabía que la PUC tendía a recibir en sus programas a sus propios egresados y que, además de ser de una universidad de regiones, ella venía de una carrera poco relacionada con la investigación científica. Por eso, cuando la llamaron a entrevista, sabía que ya

había avanzado un espacio.Esa entrevista fue decisiva:

era un panel compuesto por los investigadores asociados al departamento. Le preguntaron cómo superaría el hecho de haber tenido sólo un ramo de Biología; Gabriela respondió que pondría todo su esfuerzo y estudiaría intensamente para nivelarse durante el primer año de cursos. La interrogaron sobre si sabía el tremendo esfuerzo que significaba el programa, y respondió que sabía perfectamente que era un gran esfuerzo dejar la familia y llegar a Santiago, pero que el doctorado era lo que realmente quería hacer y que no era de las que se rendía sin conseguir las metas. Le preguntaron qué pasaría si decidía tener pareja y le

pedían dejar los estudios y formar familia: “Respondí que mi prioridad era el doctorado y que para tener mayores posibilidades en la investigación tendría que realizar un post doctorado en el extranjero. Si eso se compatibilizaba con una pareja, fantástico, pero si no ocurría seguiría avanzando por lograr mis sueños”.

Para llegar a ese punto, tuvo que dedicar trabajo y voluntad. “La formación profesional que me dio UFRO era excelente, pero yo no venía de una carrera naturalmente investigativa. Así es que me dediqué como nunca antes en mi vida a dominar todos los tópicos relacionados con biología celular y molecular, que era la mención de mi doctorado. Me acercaba a mis compañeros para pedirles ayuda, sin temor a decir que no sabía; estudiando sin parar de lunes a domingo”.

Esa voluntad inquebrantable fue la que vio su tutor, Juan Larraín, docente del programa de doctorado y Vicerrector Académico de la PUC, quien ha sido el mentor de Gabriela desde que terminó los ramos de doctorado e inició su carrera como investigadora: “Su apoyo y confianza han sido claves para mi formación, la realización de pasantías en el extranjero y el avance de mi investigación, lo que me ha permitido ser a la fecha co-autora de varios artículos científicos en revistas especializadas de reconocimiento mundial”.

pensar gLobaL, actuar LocaL

La beca L’Oreal-UNESCO la destinará a la realización de algunos experimentos de alto costo que requiere para precisar y consolidar sus resultados y para presentarlos en congresos internacionales.

En paralelo, está preparando su postulación para una beca de post doctorado en Estados Unidos.

A su regreso a Chile, esta tecnóloga médico y doctorante quiere volver a Temuco, instalar un laboratorio y, lo más importante, volver a la docencia en la universidad para avanzar hacia una carrera en investigación.

“Quisiera aportar con mi investigación en la región de La Araucanía, no solo en la generación de nuevo conocimiento, sino además acercando la ciencia a la comunidad y formando nuevos científicos y científicas desde región, para así contribuir a descentralizar la ciencia en Chile. En regiones existe un tremendo capital humano que muchas veces no sigue el camino de la ciencia porque todo está en Santiago y no cuentan con los recursos para trasladarse. Eso no es justo, ni para ellos, ni para las posibilidades de un desarrollo equitativo de nuestro país”, concluye Gabriela Edwards.

GABRiELA EDWARDS, TiTULADA UFRO

Este es un programa de la Universidad de La Frontera, El Mercurio y Emol para descentralizar Chile. Historias de profesionales que le ganaron a la desigualdad territorial, desarrollando sus carreras con visión global y arraigo local.

ExcElEnciasin frontEras

El secretode la reparación de la médula espinal

Decir lesión de la médula espinal es pensar en la parálisis. Imágenes como las que dejaron la campaña del fallecido actor Christopher Reeve, quien quedara parapléjico después de caer de un caballo, fueron la cara pública de una situación que afecta a millones de personas en el mundo.

Los mamíferos en general, incluyendo a los seres humanos, carecen de la capacidad de regenerar las células del sistema nervioso central, porque –cuando ocurre una lesión de este tipo– el cuerpo responde con una fuerte reacción inmune, enviando a un tipo determinado de células a controlar la lesión, pero convirtiéndola en una especie de cicatriz, la que forma una barrera e impide que las células nerviosas de la médula vuelvan a conectarse.

La tesis doctoral de Gabriela Edwards busca desentrañar, precisamente, los misterios de los mecanismos de regeneración en una especie, la rana africana, que en su estado de larva o renacuajo presenta una alta capacidad de regenerar la médula espinal. Pero, a medida que avanza en su metamorfosis y se transforma en una rana juvenil, pierde por completo esta capacidad.

“Este paradigma de regeneración convierte a esta rana en un modelo único para estudiar los mecanismos celulares y moleculares de la regeneración. En mis estudios hemos logrado avanzar en la identificación de los grupos de

células que tienen esa capacidad de regeneración y ahora debemos ahondar en los mecanismos moleculares que lo permiten”, explica la investigadora.

Para ello, Gabriela realizó una pasantía en 2013 en The Scripps Research Institute (TSRI), en San Diego, Estados Unidos, donde utilizó una técnica conocida como microscopía en vivo, que en ese año era una técnica de primer nivel pero que en Chile aún no estaba disponible.

A fines de 2014 realizó una segunda pasantía en España, en el Instituto Cavanilles de Valencia, España. Se integró al laboratorio de un reconocido investigador que aportó con la microscopía electrónica en el descubrimiento y caracterización de las células madres del cerebro de mamíferos.

Fue su experiencia allí y la acuciosidad de su investigación las que le permitieron ganar el premio L’Oreal-UNESCO for Women in Science, que escoge a científicas de primer nivel y reconoce el trabajo de mujeres investigadoras en todo el mundo para reducir brechas de género. “Una de las cosas más emocionantes de este premio es que me ha permitido acceder a una red de mujeres, todas extremadamente comprometidas en la lucha por condiciones más equitativas para las mujeres en el mundo de la ciencia”, señala Gabriela.

Historias que se convierten en ejemplosSi hay algo que transmite Gabriela con fuerza es su tremenda pasión y

amor hacia su trabajo: “Me siento feliz de ver que, a pesar de que elegí un camino complejo, lleno de desafíos y dificultades, he logrado con éxito hacer lo que más me apasiona y en lo que me veo trabajando por el resto de mi vida: la ciencia y la investigación”.

Buscando que su historia inspire a nuevas generaciones, la tecnóloga médica titulada de la UFRO dedica parte de su tiempo a dar charlas como parte del programa Explora 1000 Científicos 1000 Aulas, poniendo particular énfasis en que sean escuelas rurales: “Los ojos de los niños cuando les cuentas sobre estas capacidades regenerativas de los

renacuajos son algo hermoso de ver. Uno sabe que la próxima vez que vean uno en la orilla de un río o una laguna, algunos recordarán lo que escucharon y se despertará en ellos la curiosidad, que es el factor fundamental para la ciencia”.

Pero su ejemplo ha tenido impactos mucho más cercanos: su sobrino mayor, Agustín (13 años), quien es su primer ahijado, ya está planificando realizar estudios de doctorado en Alemania: “Eso me enorgullece mucho, porque quiere decir que he sido un buen ejemplo para él. Mi madre estaría orgullosa de ver que los principios que nos inculcó están transmitiéndose a sus nietos”.