fuimos un sueño (acaso amor)

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J. F. CHIMENO (Acaso amor) fuimos un sueño

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Extracto del libro "Fuimos un sueño (acaso amor) de J.F. Chimeno.

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Page 1: Fuimos un sueño (acaso amor)

J. F. CHIMENO

(Acaso amor)fuimos un sueño

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J. F. CHIMENO

Fuimos un sueño(Acaso amor)

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«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)»

© de los textos, J.F. Chimeno© de las ilustraciones, Castora Fe Francisco & Amancio González© de las fotografías, José Mª Fdez. Chimeno & Amando Casado© de la portada, (óleo sobre lienzo) Carlos Sáez© de la edición, EDICIONES DUERNA

Diagramación: contactovisual.esISBN: 978-84-943432-5-4Depósito legal: LE-80-2016Impreso en España - Printed in Spain

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INTROITO

En la primera parte del poemario, dedicado a la sugerente escultura de Amancio González, “el sueño de Don Quijote”, el autor se siente inspirado por el poeta José Hierro; quien, como Cervantes, no sobrevivió a la enfermedad y la muerte, sumido en las brumas de la memoria y en la tristeza de saber que la nave del destino conduce inexorablemente a todo hombre —cuando le llega su hora— hacia un punto sin retorno. ¿O quizá no del todo? El escultor leonés se ha inspirado en un pasaje del Quijote, donde el escudero Sancho requiere a su señor que, para que pueda jurar sin cargo de conciencia que quedaba loco, el haberle visto antes hacer locuras. Acaso no queden en el mundo locos... o profetas que se suban “sobre una punta de una alta peña” para clamar al cielo por causa de quienes se jactan de querer ser como dioses, con más arrogancia que fortuna. Amancio, armado con los útiles de su oficio, se dispone a pulir la piedra donde pueda encaramarse “el loco”, consciente de la imperiosa necesidad de que el hombre contemporáneo vuelva a estar en contacto con la Naturaleza. Quizá porque está enfrentado a los muchos conflictos que ponen en entredicho su propia existencia, el homo scientíficus apenas si tiene tiempo para reflexionar sobre otro destino aún mayor y no menos acuciante: el de toda la Humanidad.

Para él su mundo lo es todo y todo lo demás se asemeja a la nada.

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Apesadumbrado ante esta inevitable perspectiva el genial poeta madrileño parece admitir que: “Ahora sé que la nada lo era todo, / y todo era ceniza de la nada”. De esas cenizas aventadas por el viento, el aura apacible que impulsa la vela de la Barca Solar, resurgirá “la memoria del hombre” para emprender un largo, tenaz y homérico viaje al centro del universo; de lo contrario, sobre la naturaleza de las cosas (De rerum natura), ante el final de los tiempos, “la Muerte tendrá señorío”.

¡Tan solo seremos un vago recuerdo, un sueño... acaso amor!El amor tiene su reflejo, grosso modo, en los doce sonetos de

verso libre, formas poéticas organizadas en dos cuartetos y dos tercetos, que, a su vez, “beben en la fuente de la inspiración” de cuatro esculturas de Castorina, elegidas al azar. La escultora astorgana ha sabido, como pocos, modelar con sus manos la escultura de esferas maternales (así las define el gran poeta leonés Antonio Gamoneda, Premio Princesa de Asturias y Premio Cervantes 2006). Las pasiones desencadenadas y los desengaños más hirientes, los sueños idílicos y los desamores más dolorosos, se dan cita y confunden en cada uno de los trazos que, a golpe de maza y cincel, labra con mesura y devoción. ¿Quién puede dudar que no ha sido vocacional toda una vida dedicada a tan noble oficio? Los sugerentes dibujos de Castorina, curiosamente se inspiran en si misma, en su obra escultórica, para describirnos “sin palabras” (estas solo corresponden al autor) desde el dulce amor materno hasta el pasional de la pubertad, desde el quebradizo amor de madurez (del infeliz adulto) hasta el sereno e inquebrantable de la vejez.

Todos ellos se vierten en estos versos como el afluente lo hace en el río caudal.

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A mis padres

Ángeles y Lorenzo

in memoriam

(SCIENTIA VOS LIBERABIT DOCTRINA VOS LIBEROS REDDET)

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ÍNDICE

INTROITO 7

PRIMERA PARTE (FUIMOS UN SUEÑO)

El sueño de don Quijote (Part. I) 15

El sueño de don Quijote (Part. II) 20

El sueño del don Quijote (Part. III) 25

MONÓLOGO 29

SEGUNDA PARTE (ACASO AMOR)

ACASO EL AMOR... DE PRIMAVERA

I Maternidad (Poema dedicado a la escultora Castorina) (Primavera) 37

II Hijo, sé al alba, pues yo te anhelo 39

III Con las primeras luces de un nuevo amanecer 41

ACASO EL AMOR... DE VERANO

IV Juventud (Poema dedicado a la escultora Castorina) (Verano) 45

V Ya no te quiero, amor, he renunciado 47

VI Recuerdos del primer amor 49

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ACASO EL AMOR... DE OTOñO

VII Reprimida (Poema dedicado a la escultora Castorina) (Otoño) 53

VIII Quiero olvidar su nombre 55

IX Fácil es pedir clemencia al cielo 57

ACASO EL AMOR... DE INVIERNO

X Piedad (Poema dedicado a la escultora Castorina) (Invierno) 61

XI Te llegará mi voz en la distancia 63

XII El alba silente del olvido 65

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PRIMERA PARTE

(Fuimos un sueño)

(Poema sinfónico dedicado a la escultura “Don Quijote” de Amancio González)

“... pues estamos

en mundo tan singular,

que el vivir sólo es soñar;

y la experiencia me enseña

que el hombre que vive, sueña

lo que es, hasta despertar.”

(LA VIDA ES SUEñO / Pedro Calderón de la Barca)

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DON QUIJOTE (DESNUDO) MEDITA BAJO LA PIEDRA

Autor : Amancio González

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EL SUEñO DE DON QUIJOTE (PARTE I)

Cuando observo la luna tan de cerca y misteriosaintuyo la presencia de un mensaje aterrador.Con reverencial tristeza, sosiego e infinita paz,guarda un secreto que jamás podrá se desveladosi “la palabra” prescribe, si la vida se extingue.

Ahora vuelan las palabras, ávidas de otro dueñoal que anunciar la muerte sobre la tierra estéril;ese lugar donde la mar brama y fustiga el vientode nuestra ignorancia... por los siglos de los siglos.

¡Amén! ¿Nadie comprende entonces su mensaje?Acaso sea esta noche, a las puertas del Sahara,donde halle las respuestas que tanto nos atañen.¿No es aquí, donde el hombre increpó a las estrellas,aquí, donde cantó al mar y le acarició el viento?

Quizá, después de miles y miles de años de evolución,el Homo sapiens busque erguirse sobre sus miedos,y alzando su cabeza valeroso decida mirar al cielo.La luna sabia y prodigiosa, calla... y para sí dice:

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¡Queréis ser inmortales y yo soy la puerta!El primer paso se dio sobre mi piel desértica.“Un paso pequeño para el hombre pero un gran salto para la humanidad”.Fue un gesto que llegó a los confines del universo;mas, ¿conocéis el lenguaje que rige el Cosmos?

La geometría diseña galaxias y la matemática certezas.Pero aquí, en pie sobre el lago salado de Chott el Djerid,escucho de Pink Floyd “La cara oculta de la luna”y observo su redonda faz haciéndome mil preguntas.

“El viento de la noche gira en el cielo y canta”.¿No fue “el poeta del amor” quien halló las respuestas?¡Dios sabe cuánto tiempo he temido este momentoy cuantas veces he implorado se revoque su sentencia;mas, ya no cabe pedir clemencia por la Madre Tierra!

El clavecín suena al otro lado del vasto océano cósmico,en las playas de arena fina y aguas cristalinas (la memoria)donde Mozart se aplica en terminar su obra inacabada:La Misa de Réquiem para un pequeño Planeta Azul.

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“La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”.Insiste el bardo en su soflama, cargada de voraz melancolía;más allá de donde confluyen Broadway y la Séptima Avenida,el sórdido rumor del jazz no deja escuchar la voz del poetaque increpa a las estrellas y pide, a cambio, otras respuestas.

¡Por qué no está Miles Davis al otro lado del cielo —clamanen el Club 845— si lleva por sangre pentagramas en sus venasy toca la trompeta con los ritmos afroamericanos del Bronx!¿Puede no ser del gusto del Hacedor tan indómito sonido?

Que sea John Coltrane —rezando a Dios con su saxofón—quien interceda por el “ángel caído” y ambos entonenuna dulce y eterna melodía por el triste Planeta Azul,bruñendo palabras hermosas: amor, sueño, esperanza.Mientras, a las puertas del desierto, me flagela el viento.

Pero la luna mantiene intacta la huella del hombreporque no hay viento abrasador más allá del Atlas,entre el eterno avanzar de las dunas de Matmata,que pueda borrar tal vestigio sobre su áspera piel.

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¿Acaso se ha detenido por siempre el tiempo?Cuantos enigmas por descifrar. Mas, ¡oh prodigio!El loco y sordo diálogo de Don Quijote sigue vivo,cuando se otoña el atardecer de amarga tristezay solo queda el rescoldo de una luna de azafrán.

Sonó la música por última vez ante la redondez lunar;cánticos de la lejana tierra viajan al centro del universollevando el único legado capaz de hacernos inmortales.Mientras tanto, el buen Dios escucha, calla... y observa.

¡Serán como la voz que clama en el desierto —me dije—estos preciados recuerdos, si se pierden para siemprey no alcanzan su justo lugar en el mirífico cielo!Mas, ¿a quién puede importarle? Si...el fulgor del sol tan solo baña un planeta sin quimeras.

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Este libro fue escrito (la primera parte)a las puertas del Sahara (en un arrebato de inspiración) durante los intermedios de un viaje breve pero intenso.

La segunda parte es fruto de los muchos años de reflexión (en el largo viaje por la vida), mientras iba observado como

El Amor “sobrevive” adaptándose a cada una de las estaciones del camino.

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En la primera parte del poemario, dedicado a la sugerente escultura de Amancio González, “el sueño de Don Quijote”, el autor se siente inspirado por el poeta José Hierro; quien, como Cervantes, no sobrevivió a la enfermedad y la muerte, sumido en las brumas de la memoria y en la tristeza de saber que la “nave del destino” conduce inexorablemente a todo hombre –cuando le llega su hora- hacia un punto sin retorno. Este homo scientíficus, enfrentado a los muchos conflictos que ponen en entredicho su propia existencia, apenas si tiene tiempo para reflexionar sobre otro destino aún mayor, y no menos acuciante: el de toda la Humanidad.

Para él su mundo lo es todo y todo lo demás se asemeja a la nada.

Apesadumbrado ante esta acuciante perspectiva, el poeta madrileño parece admitir que: “Ahora sé que la nada lo era todo, / y todo era ceniza de la nada”. De esas cenizas aventadas por el viento resurgirá la “memoria del hombre” para emprender un largo y trepidante viaje al centro del Universo; de lo contrario, sobre la naturaleza de las cosas (De rerum natura), ante el final de los tiempos, “la Muerte tendrá señorío”.

¡Tan solo seremos un vago recuerdo, un sueño... acaso amor!

La escultora astorgana Castorina ha sabido, como pocos, modelar con sus manos la escultura de esferas maternales (así las define el gran poeta leonés Antonio Gamoneda, Premio Reina Sofía y Premio Cervantes 2006). Las pasiones desencadenadas y los desengaños más hirientes, los sueños idílicos y los desamores más dolorosos, se dan cita y confunden en cada uno de los trazos que, a golpe de maza y cincel, labra con mesura y devoción. Todos ellos se vierten en estos versos como el afluente lo hace en el río caudal.

ISBN: 978-84-943432-5-4